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El alfabetism o en la era de los nuevos medios de comunicación
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Lectura com o semzosis
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El alfabetism o en ¡a era de los nuevos medios de comunicación
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Lectura como semiosis
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El alfabetism o en la era de los nuevos medios de comunicación
U ;■ - 9 O i_ o /-
L ^ t o 3 -^
y oO
9
Figura 9.1. Escritura de una niña de tres años: «Mira, lo he hecho».
hería contestado por mí mismo, es: ¿qué era lo que ella había hecho? ¿Y qué
principios intervenían para ella, en su lectura?
Evidentemente, había «leído» mi signo escrito con rapidez, el <<thank
you»; también estaba claro que ño lo había copiado, Las nociones de «co
pia» o «imitación» surgen en seguida para describir lo que hacen los niños,
pero lo que consiguen es que pasemos por alto lo que realmente entra aquí
en juego. Por un lado, al margen de lo que el signo de la niña pudiera ser, rio
era una copia, ni siquiera imperfecta. Por el otro lado, la noción de «imita
ción» ya implica tomar la decisión de tratar el signo «interior» que resulta de
la lectura como si no fuese plenamente un signo, al no estar basado en prin
cipios de interpretación y, del mismo modo, tratar el signo exteriormente vi
sible que ella hizo (sobre la hoja de papel) a partir de ese «signo interior»,
como si fuera simplemente un garabato.
No es éste el lugar idóneo para elaborar una teoría del signo, pero qui
zá sea útil afirmar simplemente mi postura sobre el tema (exposiciones más
completas pueden encontrarse en Kress, 1993b, 1997a; Kress y Van Leeu-
wen, 1996). En el enfoque semiótico social que adopto (Hodge y Kress,
1988) los signos sonj:ombLnaniones|motívadas|de forma y significado (en la
jerga de Saussure, serían el significante y el significado}, en la que Ti forma
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Lectura como semiosis
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sido hechos por una niña, como en el ejemplo anterior, o por cualquier otra
persona, tengo que tratarlos como conjunciones motivadas de significado y
forma, es decir, Informa del signo es el mejor indicador disponible deLsigni-
ficado que los niños deseaban representar. De ello se desprende que a partir
de la forma del signo puedo establecer fuertes inferencias sobre los significa-
, dos del mismo. Eso no sería posible si considerase el signo como una relación
arbitraria de forma y significado. El segundo punto es el siguiente: el signo
'hecho exteriormente (por un niño o por un adulto) se basa en el signo hecho
antes interiormente, como el resultado de la «lectura» realizada. Este signo
es, por tanto, la mejor prueba y dato disponible para establecer una hipótesis
sobre la forma del signo hecha como resultado de la lectura. Es el mejor dato
del que podemos disponer para comprender los procesos y los efectos de la
lectura, .y.lo^ mismo se aplica al «aprendizaje». El tercer punto tiene que ver
' con el interés! la forma del signo me da una fuerte indicación del interés del
creador del mismo, en el momento de crearlo. Eso es, desde luego, una valio
sísima evidencia de los procesos de aprendizaje, del tipo que sean.
Teniendo en cuenta este rápido esbozo de «signo», examinaré ahora de
nuevo el diminuto ejemplo y me preguntaré de nuevo qué ha hecho la niña.
Está claro que ella no conoce las letras del alfabeto inglés, aunque resulta
que yo sabía por otros muchos casos (algunos de los cuales se indican más
abajo) que en ese período ella «trabajaba» de alguna forma con el tema de
«qué es una letra», ya fuese mediante intentos de escribir su propió nombre
o de «escribir», más en general. Para comprender mi modelo escrito, ella
tiene que llevar a cabo una tarea de,análisis visual.'Para hacerlo así, necesita
principios de análisis y uno de los principios que adopta, aparentemente, es
que las cosas que están físicamente juntas_deben permanecer juntas como
una unidad de significado. Sobre la base de este principio, puede producir
su signo: no se trata simplemente de una copia, y tampoco es una imitación.
El signo que.ha producido es unajtransformación del original) No es el origi
nal, sino el resultado de la aplicación al original de principios de análisis
para producir una transformación que efectúa sobre los elementos_y la_es_-
tructura del original, llevada a cabo en consonancia con los intereses de la
lectora.
En este caso, el signo producido exteriormente ha seguido rápidamente
a la lectura del signo inicial. Hago la suposición de que('el signo «interior»)
producido por la niña tiene fuertes similitudes con este signo producido ex
teriormente y a partir de eso me siento capaz de deducir algunas ideas sobre
lo que ella ha leído. Entre ellas se incluiría la suposición de que prestó mu-
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Lectura como semiosis
Figura 9.2. Escritura de una niña muy pequeña en una cultura de escritura
alfabética.
cha atención a las características de la estructura que había leído, que las lee
en términos de principios que ya posee, o que «tenía», de tal modo que el
signo transformado fue el producto del signo original transformado en con
cordancia con la acción interesada de la niña. Tal enfoque promete permitir
una percepción de las acciones de la niña y, más allá de eso, una percepción
de los procesos de la lectura, más en general.
Mi segundo ejemplo (Figura 9.2) se parece mucho al primero y lo inclu
yo aquí en apoyo de este enfoque. Se refiere’ a lo que en ocasiones se llama
«escritura emergente»'producida por la misma niña, que ha crecido en una
cultura de escritura alfabética, en Inglaterra.
Surge aquí la tentación de tratar esto como simples «garabatos», como
el intento (sin fundamento) de la niña (de tres años) de imitar la apariencia
de escritura y, desde luego, en cierta medida eso es correcto. Pero el contras
te con la Figura 9.3 muestra que aquí hay mucho más de lo que el término
despreciativo de «garabato» nos induce a imaginar: la Figura 9.3 es la «escri-
Figura 9.3. Escritura de una nina muy pequeña en una cultura de escritura
pictográfica.
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tura emergente» de otra niña de tres años que ha crecido en una cultura de
escritura ideográfica, en Taiwan.
-> La comparación de los dos ejemplos demuestra que cadajliña ha aplica-
(' do, a la reproducción del sistema de escritura, principios pertenecientes a
j sus propias culturas. Mediante el uso de la noción de.signo motivado', pode
mos tratar de entender lo que cada uno de los dos considera como la lógica
subyacente de cada escritura. El «signo» de la primera niña sugiere que ve la
escritura como consistente en vincular elementos simples que no difieren
mucho unos de otros, que se repiten en secuencia, conjuntados y que están
dispuestos en líneas. El «signo» de la segunda niña sugiere que ve la escritu
ra como compuesta por elementos complejos, no vinculados, con cada ele
mento distinto de los demás en cuanto a su forma, que no se repite, en se
cuencia, cada uno separado del otro y dispuestos en líneas.
Al ver cada ejemplo en sí mismo, en aislamiento, es difícil darse cuenta
del trabajo transformador realizado por las niñas, los signos significativos
que han creado en su lectura. El contraste y la comparación revelan lo que
de otro modo no sería tan claramente evidente: el trabajo semiótico que se
ha hecho aquí. Cada una de las dos niñas ha «leído», en el pleno sentido de
la palabra, los sistemas de transcripción escrita de su cultura. Han creado su
propio significado de cada sistema de transcripción, un significado que apa
rece en sus signos hechos exteriormente.
Mi siguiente ejemplo, el de la Figura 9.4, muestra el proceso de lectura
como creación de signo unos tres a cuatro años más tarde. Los ejemplos,
/ procedentes de dos escuelas primarias diferentes, son de niños que tenían
, siete años en el momento en que produjeron estos pequeños textos.
La lectura que precedió a estos dos textos es de materiales más diversos
y abarcó una serie de materiales textuales más complejos, así como la «lectu-
ra» de buena parte de lo hablado por la profesora y de examinar las ilustra
ciones. Se trata, pues, de una «lectura» de una diversidad de textos, habla-
dos por la profesora y mostrados en un libro o dibujados sobre una pizarra,
por lo que los complejos signos que aparecen aquí se fundamentan en una
multiplicidad de «lecturas», a muchos niveles, unidas (re-presentadas) aquí
como un nuevo signo complejo. No hablaré como «lectura» del agudo oído
de los niños para lo que se habla en sus comunidades, como se pone de ma
nifiesto en sus ortografías fonéticamente exactas. En lugar de eso, desearía
explorar el tema de los necesarios recursos previos (que incluye los «princi
pios») y sin los que la lectura no sería posible. Me centro para ello en la «lec
tura» que hacen los niños del término «frezada» [frog-spawn en inglés], el
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Lectura como semiosis
Eo,bUjS- j- L e ó £ n ít a & ix )é fc íe
COKNC. coi of fvod?) ■S fig£fv ^
X C £ (-S ~ ° (f tfllv f c -t(v 3tfc W x ¿7 B í~ e v Lfc(p}
desove de las ranas. Los recursos aplicados difieren en los dos casos. El niño
que escribió «ranas nacidas» \frogs born] se centró, en términos amplios, en
los recursos semánticos, mientras que la niña que escribió frog's sporn de
pendió más de recursos sintácticos. Supongo que, en ambos casos, los niños
habían encontrado esta palabra en el habla, pero no en la escritura. Ninguno )
de los dos tiene dificultad en construir una entidad fonológica/morfológica (
y en transliterarla desde una forma hablada y escuchada a otra forma grafo- [.
lógica/escrita.
En ese nivel no hay problema. El problema surge en el nivel del signifi
cado y cada uno de los dos lo resuelve de maneras característicamente dife
rentes. James {«frogs born») echa mano de los recursos semánticos que le
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El alfabetismo en la era de los nuevos m edios de comunicación
han brindado los materiales aportados por la profesora (lo que ésta les ha di
cho a los niños, las imágenes que éstos han visto, el hablar con el vecino).
«Esto es algo que tiene que ver con la reproducción», parece decirse a sí
mismo, «así que, evidentemente, esta palabra desconocida tiene que ser
“born” [nacidas]. La lectura resultante, es decir, la entidad lingüística «ra
nas nacidas» [frogs born], no tiene estatus sintáctico. Quien lea estas pala
bras tendrá que elaborarlas para que sean gramaticales: suponerles un plural
[are, son] para dar «frogs are born» [las ranas nacen]. Emily, por el contra
rio, echa mano de los recursos sintácticos de que dispone. Estos no proce
den (necesariamente) del aula. Son los recursos que ha obtenido de su expe
riencia con el lenguaje, en términos amplios: «Ah — parece decirse a sí
misma— , he encontrado antes formas parecidas a esta, como “el bolso de
mamá” o “la Playstation de mi hermano”. Esta debe de ser otra parecida. No
sé lo que es “sporn”, pero eso no es nada raro porque cada día me encuentro
con muchas palabras nuevas».
Con este último ejemplo me he acercado a la frontera entre la lectura^de
lo escrito y la lectura considerada en términos mucho más amplios. También
he entrado en el análisis de la lectura como un proceso que se relaciona con
textos constituidos multimodalmente. James había trazado una imagen de
«ranas nacidas» y esa imagen muestra con claridad que sabe «de qué está ha
blando». Tenemos que ver aquí el significado general de su texto como com
puesto por elementos escritos y dibujados. En el significado, esos elementos
tienen una función parcialmente yuxtapuesta y parcialmente complementa
ria en relación con el otro.
No obstante, para captar un sentido completo de lo que interviene en el
proceso de la lectura, tomaré otro ejemplo que incluye «lectura» en un sen
tido mucho más amplio en el mundo vital del lector y, naturalmente, tam
bién en el del escritor. Mi ejemplo, en la Figura 9.5, es conocido por todos.
Aquí tenemos el horóscopo de un periódico publicado el 19 de enero de
2002. El texto, como digo, es común, inocuo y «legible» en su más pleno
sentido únicamente en el contexto de los mundos vitales de los lectores que
lean este tipo de texto. (Naturalmente, sabemos que muchos lectores de pe
riódicos «miran» el horóscopo o se burlan de esta clase de textos y que mu
chos otros ni siquiera hacen eso, pero esos no son, por definición, verdade
ros lectores del texto que nos ocupa.)
Aquí no hay problema particular en términos de complejidad lingüísti
ca, siempre y cuando el lector posea competencia plena para leer inglés. Hay
temas «culturalmente específicos» del idioma que únicamente se entienden
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Lectura como semiosis
CANCER
(kin 22-J'M23)
For too long, it appears you
have waited in the shadows as
far as your working life is
concerned. W eil, now it is time
to claim what Is rightfully yours.
: CAPRICORN C a n c e r 0906 4710783
: (Dec 22-Jap 20) '
O ver the weekend, Venus LEO
leaves your sign so give the (Jul 24-AUQ 23)
girt a good sejid off by, Being brave is something that
indulging yourself in all things comes very naturally to you,
Venusian. Eat, drink and be but only wherr.you feel like it.
merry, if you get my drift... This is,a day for feeling like it ..
C a p rico rn 0906 4710789 and not lazing around sleeping.
Le o 0906 4710784
AQUARIUS
(Jan 2 1-Feb 70) VIRGO
. Nov/ a.more dynam ic period (Aug 24-Sep 23)
begins, you are likely to feel Arguments of a personal nature
motivated, but where are you are coming to a close, but what
going to put ail that energy? is the outcome? You m ay not
You could d o worse than believe this but it is better to
tackle finances. think status quo than change.
A q u a riu s 090 6 47 10 7 90 Virgo 0906 4710789
PISCES LIBRA
(Feb 20?Mar 20) (Sop 24 Oct 23) :
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El alfabetism o en la era de los nuevos m edios de comunicación
con calma], «com e back to earth» [vuelve a poner los pies en el suelo]. Hay
también algunas otras cuestiones más específicamente culturales, Como en
Capricornio: «all things Venusian» [todo lo venusiano], o en Piscis: «Mars
leaves» [Marte abandona], si bien ahora «cultural» ha cambiado para signi
ficar: «todos los pertenecientes a ese grupo que conocen los atributos de los
dioses Venus y Marte en la mitología clásica».
No obstante, el verdadero trabajo de lectura está en otra parte. Para
empezar, está en la suposición de que los lectores se lo toman seriamente y
ven esta práctica como una parte perfectamente habitual de su mundo vital.
Pero está, específicamente, en la voluntad y en la habilidad de los lectores
para [seleccionar aspectos de sus vidas y (adscribirlos, de forma relevante, a
cada una de las breves descripciones y exposiciones. Así, un lector cuyo sig
no solar sea Capricornio necesitará interpretar aspectos más grandes o pe
queños de su vida como abordados de forma relevante por la descripción.
'> ¿Qué puede haber en su vida que le dé sentido a «abandónese a todo lo ve
nusiano», o cuál es la «intención» que tiene que captar? ¿Cómo y con quién
puede «despedirse de la chica»? Y de modo similar con los Piscis, ¿cuál es el
«calor» que se está apagando ahora y de qué forma sabe este Piscis que no
puede «sentarse y tomárselo con calma»? ¿Cómo puede «volver a poner los
pies en el suelo» para «acabar lo que empezó»?
Lo que pueden parecer como problemas peculiares leyendo el horósco
po (si bien los lectores de estos textos no ven nada de peculiar en ellos), re
sulta ser un acto completamente normal de lectura en el que todos los lecto
res tienen que involucrarse constantemente. Si los significados del texto del
horóscopo parecen particularmente triviales (¿qué calor se apagó? ¿Qué se
empezó que se necesita acabar?), en el sentido de que cada cuestión puede
tener tantas respuestas diferentes como lectores, sólo es porque nos conven
cemos a nosotros mismos de que esa lectura no suele ser así. Claro que el
' grado de trivialidad varía e incluso en el horóscopo hay días en que al lector
le asombra la propiedad de la breve predicción que se le hace, mientras que
otros días no encuentra nada «legible» para él o para ella. Pero los procesos
■ y los principios son los mismos.
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Lectura corno semiosis
cuáles son las formas usuales de comunicación «gráfica» (en cualquier socie
dad), entonces será esencial lanzarnos a esa clase de análisis. Además, tal
como sugiere mi metáfora de enmarcación de «contar el mundo a mostrar
lo», «lo que hay para leer» ha experimentado cambios fundamentales. Esta
mos entrando en un mundo en el que la imagen será mucho mas dominante
como modo público de comunicación.
La relación percibida entre el sonido y la letra en las sociedades alfabé
ticas occidentales es a veces tan fuerte que la letra y el sonido se confunden
y se ven como lo mismo y no sólo en el sentido común popular. Afirmaciones
tales como «el inglés tiene cinco vocales, a, e, i, o, u» se encuentran en ma
nuales destinados a la formación del profesorado, incluso en la actualidad.
El inglés tiene.'cinco letras para representar aproximadamente doce sonidos
vocálicos, según cómo los analicemos (sin contar diptongos y triptongos).
Hay una realidad en la relación letra-sonido, pero ésta es mucho más tenue
de lo que habitualmente se supone. No obstante, eso hace que la escritura
esté estrechamente relacionada con el habla, particularmente para aquellas
personas que son profundamente versadas en la cultura literaria. La subvo
calización es una indicación de esto: la gente pronuncia la escritura que lee
de un modo más o menos completo. (Sabemos que en Europa occidental la
lectura solía hacerse «en voz alta» hasta hace unos quinientos años.)
Para los lectores que subvocalizan, ¡a lectura es un proceso (que llamo
rfrahsclucciónyque mueve la escritura de regreso desde su forma visual/gráfi
ca a una forma hablada, es decir, desde las letras a los sonidos. El habla tie
ne muchos rasgos lingüísticos que no tiene la escritura (como, por ejemplo,
entonación, duración y ritmo) y aunque éstos no aparecen marcados en los
textos escritos (con excepciones verdaderamente raras),la mayoría de nos
otros los restaura en el habla de nuestra lectura silenciosa. Eso revela otro
rasgo de la escritura, por lo demás oculto (marcado a veces en las prácticas
de puntuación): me refiero al hecho de que para muchos, incluidas personas
muy cultas, la sintaxis de la escritura sigue estando hasta cierto punto orga
nizada según los principios de la sintaxis (y textura) del habla. Eso^se pone
de manifiesto cada vez que leemos una oración o un texto y descubrimos
que le hemos incorporado una forma entonacional insostenible, en el senti
do de que nos conduce a un sinsentido semántico (y sintáctico).
Transducir un escrito de regreso al habla,j dentro del proceso de la lec
tura, Hace retroceder al lector a la lógica semiótica del habla, que se deriva a
su vez de la materialidad del sonido. Los sonidos del habla humana tienen
que ser pronunciados uno tras otro, de modo que la lógica de la temporali-
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El alfabetismo en ¡a era de ¡os nuevos medios de comunicación
Este ejemplo procede de una clase de niños de seis años que visitó el
Museo Británico, en Londres. Al día siguiente de la visita, la profesora pidió
a la clase dibujar una imagen y escribir una historia de la visita. La Figura
9.6 muestra una imagen dibujada por un niño y la historia que cuenta deba
jo (las dos fueron producidas por él en hojas separadas de papel). La lógica
déla historia está clara: la secuencia de acciones/acontecimientos en el tiem
po es el orden organizador,'La lógica de la imagen está igualmente clara:
aquí se trata del uso del espacio para desplegar los elementos y su relación
mutua («yo y la momia»), que son más significativos para este jovencito en
sus recuerdos del día.
En mi lectura de la historia y de la imagen, me sitúo de modo muy dife
rente: la una me dice cosas del mundo de los acontecimientos sucedidos em
secuencia, mientras que la otra me muestra el mundo de las relaciones entre
los objetos. La una me dice cosas sobre el significado de los acontecimientos
y de su orden secuencial, mientras que la otra me muestra lo más sobresa
liente de los elementos considerados por el niño como los más importantes
de su recuerdo y de su relación entre sí. Cabe seguir haciéndose preguntas
acerca de la manera en que me sitúo como lector: la historia tiene un camino
de lectura, tanto literal, a lo largo de las líneas de la escritura, de arriba hacia
abajo, de izquierda a derecha, como en su propio y sencillo despliegue se
cuencial; si, como lector, quisiera ir en contra de ese camino, tendría que es
forzarme mucho para conseguirlo. La sintaxis que da orden a los elementos
del texto, las oraciones, están expresadas con claridad y de forma estricta:
no puedo, por tanto, leer los elementos «fuera de orden» en las oraciones o
en partes de éstas (para el concepto de «camino de lectura», véase Kress y
Van Leeuwen, 1996).
¡La imagen^ por el contrario, no posee un camino de lectura establecido
tan claramente: puedo empezar por la figura del niño y pasar a la de la mo
mia, tomando la centralidad espacial como un elemento que indica centrali-
dad de significado, para pasar de ahí a la figura del niño que está a un lado,
, como «mi guía». Con imágenes más complejas, la cuestión del camino de
lectura se vuelve, en todo caso, más libre. Ello no quiere decir que las imáge
nes no desplieguen (y se adhieran a) «regularidades», a una «gramática».
Las imágenes no están más allá del convencionalismo y quienes las con
templan no actúan simplemente de modo «individual». Cabe decir que en
este momento de la historia, la fuerza del convencionalismo no ha presio
nado demasiado intensamente sobre los creadores de imágenes o sobre los
espectadores de las mismas, debido quizá, en parte, a que las imágenes han
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Lectura como semiosis
permanecido al margen del estrecho control del poder social y cultural, apli
cado en particular a la escritura. Los lectores individuales actúan de acuerdo
con las prácticas de visionado establecidas socialmente. Las narrativas más
complejas, por el contrario, no necesitan darme una mayor libertad o aper
tura en el camino de lectura. También puede suceder, como en los lenguajes ./
con orden relativamente libre de las palabras, que no es que no tengan gra
mática, sino que ésta, considerada como recurso, ofrece otros potenciales
que un lenguaje dotado de un orden estricto de las palabras. El trabajo que
se pueda realizar en la psicología del reconocimiento de la imagen quizá nos
ofrezca útiles percepciones sobre este aspecto. ....- ..
También puedo ir más lejos y preguntarme por el «léxico»,; es decir, por
las «palabras» del habla o de la escritura y «los elementos mostrados o re
presentados» en las imágenes. En otro ejemplo de la misma clase a la que an
tes me refería, un niño escribe, como parte de su historia (una vez más, so
bre acontecimientos descritos en secuencia): «Me gustaron las momias y
todo eso». La palabra «momias» me es conocida, pero ese conocimiento no
me permite intentar reproducir en un dibujo cuál era el aspecto verdadero
de la momia. Las momias que dibujó el niño (dos, tumbadas), así como la
momia representada aquí, son, sin embargo, bastante específicas: me mues
tran cómo eran en el recuerdo del niño. Quisiera decir que, en el nivel del lé
xico, hay una diferencia paradójica, dados los puntos de vista de sentido co
mún que se tienen sobre el lenguaje y la imagen, que ven el lenguaje y la
palabra como precisos y explícitos, y la imagen como imprecisa y no explíci
ta. Mientras que el léxico de un lenguaje, en el habla o en la escritura, se
compone de un número fijo (relativamente hablando) de elementos disponi
bles, resulta que cada elemento está relativamente abierto en cuanto a su sig
nificado. En el léxico visual, sin embargo, no hay un número fijo de elemen- )
tos disponibles, pero resulta que cada elemento, producido de nuevo en
cada momento, es fijo en términos de ser específico respecto de aquello que
representa.
En mi último ejemplo, la Figura 9.7, quiero mostrar cómo la imagen y la ;
escritura van juntas en los textos multimodales y cómo se pueden leer juntas
como un texto internamente coherente. El ejemplo procede de un libro de :
texto de ciencias para niños de 13 a 14 años, que fue publicado por primera
vez en 1988.
Aquí necesitamos establecer varios puntos. Los comentarios sobre las
lógicas de la escritura y de la imagen se aplican aquí tanto como se aplicaron
en el ejemplo extraído de los escritos y dibujos de los niños de seis años que
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El alfabetism o en 1a era de los nuevos m edios de comunicación
Electronics
C irc u its
In your first circuits you used torch bulbs joined T r a n s is to r s
with wires. Modem electrical equipment uses the
same basic ideas. But if you look inside a computer
there are not many wires or torch bulbs. The wires
and bulbs have been replaced by electronic devices
. like transistors, chips and light-emitting diodes.
Transistors and chips t re examples of semi-
conditcion.They are n w 't from special crystals like A transistor is a special semi-conductor. It has three
silicon. Transistors work because they only conduct connections: a b3se. a collector and an emitter.
electricity in the right conditions. They are useful When a small current is put on the base. It lets a
because they can turn on and off very fast, and they much larger current flow beiween the collector and
need very little electricity. the emitter. So a tiny current can control a much
A n e le c tr o n ic lig h t larger one.
& T r y this water-detector circuit.
® You can make electronic circuits with wires like
the circuits you made before. The difficulty is that
the contacts are poor, and sometimes things do
visitaron el Museo Británico. Dije que hay una profunda diferencia en la im-
. plicación y representación del mundo a través de la imagen y a través de la
escritura. Dos versiones bastante distintas de la jornada se ofrecen al «lec-
tor» en la imagen y en la escritura, siguiendo las líneas que he sugerido: el
mundo representado como una secuencia de acción o acontecimiento, fren
te al mundo representado como objetos y sus relaciones.
Aquí sucede lo mismo. El tema aquí no es lo que ocurrió en una jorna
da concreta, no se trata de describir acontecimientos, sino un tema pertene
ciente al currículum de ciencia.(La escritura y lajmagen)cqmparten amplia
mente la página, quizá con algo más de espacio dedicado a la imagen que a la
escritura. Lo importante, sin embargo, es que hay una respecialízación„.de
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Lectura como semiosis
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Lectura como semiosis
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lias a las páginas están acostumbrados^ leer de modo diferente. Muchas pági
nas están construidas ahora para satisfacer las diferentes estrategias y expecta
tivas de estos lectores y este ejemplo no es más que una de ellas. Se trata de la
segunda página de una revista de videojuegos, R-Type Delta. Como con la pági
na del libro de texto escolar de ciencia, aquí también hay una especialización
funcional de la escritura y la imagen. La escritura ofrece la descripción de
cómo funciona el juego y lo que hace; la imagen muestra lo que es, especial-
íj mente por lo que se refiere a los importantísimos gráficos del juego. Al obser
var a un lector de estas páginas leyéndolas, queda uno impresionado por la si
militud entre la lectura de las pantallas, que aquí se analiza, y la lectura de esta
página. El principio fundamental es el de «seguir lajrelevancia»j) de acuerdo
con principios de relevancia que pertenecen a cada lector y que quizá son com-
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píos de la sociedad en la que existió. La nueva forma también tiene sus usos,
funciones y propósitos en relación con las nuevas exigencias sociales, cultura
les, políticas y económicas. No es tarea de los jóvenes hacerse preguntas y des
cubrir cosas sobre eso, y no debería extrañarnos que traten con incomprensión
y desdén aquello que para ellos no tiene sentido y no puede tenerlo a pesar de
los esfuerzos de sus padres, maestros y otros, que únicamente ofrecen su mo
lestia y enojo.
Quizá de pasada podamos observar, sin embargo, dos cosas. Una es que
estas nuevas^disposiciones se han extendido desde la pantalla, más allá de las
páginas de las revistas de la Playstation y de otras revistas, hasta las páginas
del libro de texto escolar de ciencias (y de otros). Los periódicos, los panfle-
? tos, los informes de diversos tipos están siendo reconfigurados por este movi
miento. El lector de un periódico gráfico, que apenas tiene la más mínima
cantidad de escritura en la portada o incluso ninguna, quizá no tenga mucho
tiempo para reflexionar sobre la tendencia de la que forma parte, y hasta po
dría estar dispuesto a seguir el discurso populista de un articulista de ese pe
riódico en contra de tal tendencia. Y en eso, tal persona únicamente sería di
ferente por una cuestión de matiz o de grado respecto del lector del
periódico de «calidad», que se ve afectado por el mismo movimiento, si bien
es verdad que en menor medida.
Lo otro es observar la manera de leer la escritura por parte de quienes es
tán completamente familiarizados con la lectura de las nuevas páginas y de las
pantallas. Como he dicho, muchos de esos videojuegos tienen texto escrito, ya
■' sea en forma tabular, como instrucciones, especificaciones de cualidades de las
armas a emplear, etcétera, o bien como fragmentos de interacción verbal que
forman parte de la narrativa visual y verbalmente realizada. Cuando he obser
vado jugar a expertos jugadores, me ha extrañado el hecho de que soy incapaz
de absorber el texto escrito y la información que contiene en el tiempo durante
el que aparece en la pantalla. Soy consciente de no ser un lector particularmen
te rápido, pero tampoco soy particularmente lento. En numerosas ocasiones,
he comprobado si los jugadores eran capaces de leer y habían leído los frag
mentos escritos de texto y he descubierto tanto asombro por su parte ante mi
pregunta, como la confirmación de que, efectivamente, habían leído todo lo
que apareció en la pantalla. En cada ocasión en que esto se produjo, estuvieron
dispuestos a contarme sus principios: «lees las letras tal como salen» (acompa
ñado, a veces, con un condescendiente «¡papá!»). Y es bien cierto que, para
empezar a leer, yo tenía que esperar, y sigo esperando hasta que en la pantalla
haya aparecido lo que considero como una cantidad suficiente de texto. Mi
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sentido, muy preciso, no está abierto y no nos exige realizar esa tarea. Halla
mos aquí una paradoja, en el sentido de que la perspectiva tradicional ha
sido que la imagen _necesitaba de la precisión de la palabra para darle «An
claje», en términos de Roland Barthes. Esto tiene consecuencias para el tra
bajo de la imaginación: el mundo de la palabra exige y permite el trabajo de
la imaginación, que no se ve facilitado por el mundo de la imagen, del que
quizá está más separado. Al mismo tiempo, la imagen permite clases de ima
ginación que no se ven facilitadas por la palabra. En relación con los cami
nos de lectura, por ejemplo, la imagen (o la nueva página) ofrece posibilida
des al espectador para el establecimiento de relaciones entre los elementos
de la representación, que en la sintaxis del habla o de la escritura están ple
namente predeterminadas.
Será esencial examinar con mayor atención las^perrnisibilidades se
mióticas» de la imagen, de la escritura y del habla, así como de los textos
multimodales, para ver cómo se reconfiguran los poderes relativos de los
creadores y receptores del texto en esta nueva distribución. El poder del lec
tor para recrear el texto en su lectura, algo reconocido desde la obra de Ro
land Barthes a finales de la década de 1960 (Barthes, 1977) y que ahora ya
forma parte del sentido común sobre la lectura, depende precisamente de
las permisibilidades de la escritura. La sintaxis de la escritura es estable y
') hay una fijación considerable en el camino de lectura de los textos escritos.
/ Los elementos lexicales de la escritura están predeterminados, de modo que
i es posible escribir diccionarios del lenguaje (aunque el léxico esté en conti
nua expansión). No obstante, esta estabilidad de la sintaxis y de (aspectos
de) la organización textual, queda complementada por una relativa abertura
semántica de los propios elementos lexicales, que necesita el lector para lle
narlos con significado.
El espectador) se halla situado de forma muy diferente, según ya he su
gerido. La imagen es semánticamente precisa y cerrada o al menos muchos
tipos de imágenes lo son, ya que esto es algo que habrá que estudiar muy
. cuidadosamente. Pero la sintaxis de las imágenes y los caminos de lectura a
i seguir por parte del espectador, están mucho más abiertos al ordenamiento y
al trabajo de diseño del espectador. No deseo hacer aquí una valoración y
me limito a resaltar que habrá cambios en las clases de trabajo, formas de
imaginación, posibilidades para la tarea transformadora de la lectura como
creadora de signos y, en consecuencia, cambios en los poderes relativos de
los lectores/espectadores y de los creadores de los textos. En un texto multi-
modal, la imagen es correspondientemente compleja.
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La tarea de leer y las demandas que se les plantean a los lectores serán
diferentes y mayores en este nuevo paisaje. Son prematuras, pues, las angus
tias de los pesimistas culturales sobre el «declive en las culturas de la lectu
ra» (expresadas a veces en esa expresión cuestionable de «entontecimien
to»). Es muy posible que suceda precisamente lo contrario.
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