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Desde las escuelas infantiles hasta los ámbitos educativos universitarios y, en general todos los centros
de enseñanza en sus distintas categorías, se convierten en un escenario ideal para fomentar la
participación ciudadana a través de la educación.
Por ello, la formación en la participación debe considerarse parte clave de la formación de los menores
para construir una sociedad en la que la igualdad, la solidaridad y la búsqueda del bien común primen
sobre el resto de las cuestiones generales.
Para poder conseguir los objetivos de participación ciudadana colaborativa desde la infancia es
necesario establecer una serie de protocolos o medidas que impulsen el desarrollo de los menores en
este ámbito y le enfoque a ello:
Potenciar y fomentar los contenidos, las competencias y los recursos y posibilidades en cuestiones de
participación ciudadana y valores colectivos.
Implantar materia educativa en ciertas asignaturas en donde el campo social adquiere una relevancia
importante. Asignaturas como historia, antropología o economía son espacios ideales para incluir
temáticas relacionadas con el voluntariado, el desarrollo de proyectos sociales y la participación junto
con el resto del colectivo.
Establecer prácticas y acciones para empatizar con los problemas sociales, culturales o económicos de la
comunidad. De esta forma se inculcan desde una temprana edad el sentimiento de adhesión y
pertenencia a un colectivo, invitando a los menores a ser responsables con el entorno que les rodea, a
través de acciones justas y de consenso.
La Constitución Peruana de 1979 en su artículo 9° reconocía a la convivencia definiéndola como “la unión
estable de un varón y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho por
el tiempo y en las condiciones que señala la ley, da lugar a una sociedad de bienes que se sujeta al
régimen de la sociedad de gananciales en cuanto es aplicable”.
La Constitución actual hace lo propio en el artículo 5° en el cual señala que la convivencia es: “La unión
estable de un varón y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman un hogar de hecho, da
lugar a una comunidad de bienes sujeta al régimen de la sociedad de gananciales en cuanto le sea
aplicable.
Que siendo la unión de hecho una de las principales fuentes de familia entendida ésta última como una
institución natural y fundamental de la sociedad, es menester ampararla permitiéndose a los
convivientes a solicitarse recíprocamente alimentos mientras esté vigente la convivencia, o cuando por
decisión de ambos se pone fin a la misma y no restringir este derecho únicamente al caso de abandono
como refiere el artículo 326 del Código Civil vigente, que señala que el conviviente abandonado puede
solicitar alternativamente o una pensión de alimentos o una indemnización teniendo de esta forma la
pensión de alimentos, un carácter meramente indemnizatorio, que en el caso de cónyuges por acto del
matrimonio se deben recíprocamente alimentos pudiendo de ser el caso solicitarse una pensión de
alimentos siempre que uno tenga estado de necesidad y el otro posibilidades económicas. No obstante
ello el artículo 350° del Código Civil faculta después del divorcio a los ex cónyuges a solicitarse una
pensión de alimentos en el caso del culpable siempre que sea indigente.
Si bien es cierto en el Sistema Legal Peruano en materia de unión de hechos se sigue la tesis de
la apariencia matrimonial y no de la equiparación al matrimonio porque el Estado Peruano promueve el
matrimonio y no la convivencia, ello no excluye la necesidad que en el ámbito alimentario (por lo que
significan los alimentos: todo lo necesario para el sustento, vestido, habitación, asistencia médica etc.)
sea imprescindible equiparar las convivencias propias, es decir, aquellos libres de impedimento
matrimonial al matrimonio.
Por otro lado, el artículo 474° del Código Civil señala quienes se deben recíprocamente alimentos
haciendo sólo mención a los cónyuges, ascendentes, descendentes y hermanos, excluyéndose de tal
derecho a los
convivientes, norma que debe ser modificada para incorporar en su texto el caso mencionado.}
La actuación ciudadana es, por tanto, el motor de los procesos de cambio en la sociedad. Las
desigualdades sociales, económicas y medioambientales se eliminan para dar paso a los intereses
sociales del resto de la población. La meta de las iniciativas propuestas para ello no es más que el
desarrollo del bienestar común de la comunidad como estilo de vida.
La importancia que la participación ciudadana puede llegar a tener en la toma de decisiones claves para
el futuro de la sociedad es trascendental, por lo que hacer un buen uso de este instrumento es
responsabilidad de todos los que participamos de ello