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La posverdad y las nuevas tecnologías

Preprint · January 2018


DOI: 10.13140/RG.2.2.11566.00322

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Luis Remiro
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La posverdad y las nuevas tecnologías
Luis M. Remiro

Keywords: posverdad; redes sociales; framing; democracia; desafección

Introducción

La globalización, el acceso a internet y la democratización de la información


han hecho del mundo un escenario mucho más complejo del que pesamos. Las
nuevas tecnologías irrumpieron y crearon una ola de cuestionamientos sobre las
instituciones, conceptos y pre-conceptos que ya estaban establecidos, e incluso ha
llevado a algunos paradigmas a la crisis y, por tanto, a la necesidad de replantearse
a sí mismo. En medio de esta complejísima red de fenómenos está la denominada
posverdad (post-truth). Eventos en diferentes partes del mundo y de diferente índole
han sido catalogados como ejemplos claros de que el mundo se está trasladando a
una nueva era, la era de la posverdad, pero ¿qué es este fenómeno? ¿Cómo se
originó? ¿Qué significa esto para los sistemas democráticos actuales? ¿Cuáles son
limitaciones y consecuencias? En este ensayo breve estaremos haciendo algunas
consideraciones con respecto a lo anterior, profundizaremos un poco en las bases
conceptuales y teóricas, reflexionaremos sobre las consecuencias del desarrollo de
la posverdad y estudiaremos cómo han afectado las nuevas tecnologías, en
particular las redes sociales, han contribuido con el crecimiento de este nuevo
enfoque.

Un acercamiento teórico a la posverdad

Buscando superar la simple etiqueta de “neologismo” (que aún no deja de


serlo), ya ha habido modestos intentos de teorizar y agregar mayor fundamento
teórico al concepto de posverdad. Eventos como el brexit, las negociaciones de paz
en Colombia y la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, así
como la creciente globalización, el desarrollo de nuevas tecnologías y la
masificación de la información han hecho a la posverdad un término saliente y cada
vez más frecuente. Prestigiosas revistas de investigación, académicos y
universidades han dedicado, en los últimos años, algunas publicaciones para
entender más a profundidad este fenómeno. El Diccionario de Oxford (2016) incluyó
a la posverdad dentro de su cuerpo enciclopédico y la definió como adjetivo
“relacionado o que denota circunstancias en las cuales los hechos objetivos son
menos influyentes en la formación de la opinión pública que los llamados a la
emoción y la creencia personal “. Este concepto base nos ayuda, primeramente, a
separar este concepto de la dicotomía previa verdad-mentira, pues no se concentra
en los hechos, en su veracidad o no. Entendemos como “hechos”: construcciones
sociales en tanto se comunican bajo un contexto particular, en un lenguaje
particular, utilizando cierta simbología y seleccionando que circunstancias contar y
que no. En fin, son aquellos eventos o cosas que podemos comunicar como una
afirmación, y que esa afirmación resulta ser real. (Enfield, 2017, p. 2) Mentir, es
harina de otro costal. Una persona miente cuando intencionalmente afirma cosas
que sabe no son verdaderas. Esta definición supone que actúa un mecanismo de
creencias previo donde sí se cree una cosa sobre algo y se afirma lo contrario, se
está mintiendo. Pero, el discurso posverdadero actúa diferente. Se afirman cosas
sin saber si son ciertas o no lo son1 (Enfield, 2017, p. 3), pues no interesa decir la
verdad o ser objetivo (Frankfurt, 1986). Este desinterés por la verdad por parte de
los políticos ha generado lo que David Roberts (2010) llamó la “Post-truth politics”2,
donde se niegan hechos que tiene datos empíricos que los comprueban.
La posverdad es la relativización de la objetividad en función de fortalecer o
inhibir ciertas emociones y en esta relativización logra difuminar las barreras entre
honestidad o falsedad. Keyes (2004, p. 17) afirma que vivimos en “la era de la

1
Algunos autores se refieren a esto como “bullshit”, entre ellos Enfield (2017) y Harry Frankfurt (1986)
2
Roberts, D. “Post-truth politics” (En línea) Grint,(01/04/2010). [Consultado el 19/12/2017] Disponible en
línea en http://grist.org/article/2010-03-30-post-truth-politics/

2
posverdad” donde, justificamos alterar la realidad para librarnos de la culpa de
mentir, diseñando así ciertos grados y diferentes niveles de honestidad.

En la reseña histórica que hace el diccionario de Oxford (2016) sobre la


posverdad, se relata que fue utilizado por primera vez, en este sentido “moderno”,
por el novelista Steve Tesich en su publicación “A goverment of Lies” en la revista
The Nation donde Tesich (1992) sentencia que la voluntad del pueblo libre es la de
vivir en mundo posverdadero (post-truth world). El marco contextual del artículo son
los escándalos que atravesó Estados Unidos por su participación en la guerra del
Golfo, así como el “Irangate” bajo la administración Reagan y principalmente el
escándalo Watergate que conllevó a la renuncia del presidente Richard Nixon. En
este último hace especial énfasis el autor, menciona que tras las revelaciones de
las cintas Nixon se generó una condición que denomina como “síndrome Watergate”
(Tesich, 1992, p. 12) donde se creó cierta aversión del pueblo americano a conocer
la verdad en tanto se relacionaba la verdad con las malas noticias, por lo que, de
cierta forma, se encomendó al gobierno a “proteger” a los ciudadanos de la verdad.

¿Es correcto afirmar entonces que preferimos historias alternativas a la “pura


verdad”? La neurociencia parece haber demostrado que es así. Primero repasemos
el concepto de framing o “encuadre” que ha sido uno bastamente estudiado tanto
por la ciencia política como por la sociología y las ciencias de la comunicación. Los
frames o marcos, basándonos en los primeros estudios de teoría de encuadre, en
su concepto más primario, los podemos entender como constructos cognitivos que
nos ayudan a entender la manera en la que percibimos al mundo (Goffman, 1975).
Estas bases cognitivas de las que somos inconscientes nos ayudan no solo a
percibir los efectos de la naturaleza sino de igual forma, tal como lo señala Goffman,
también los eventos sociales y todas sus repercusiones en cuanto a los objetivos,
intereses y formas en que elementos exógenos interactúan con nosotros. A través
de estos marcos es que pensamos por eso es que:

3
“…la verdad, para ser aceptada, debe encajar en nuestros marcos… Los
conceptos no son cosas que pueden cambiarse simplemente porque alguien
nos cuente un hecho. Los hechos se nos pueden mostrar, pero, para que
nosotros podamos darles sentido, tienen que encajar con lo que está ya en las
sinapsis del cerebro. De lo contrario, los hechos entran y salen
inmediatamente. No se los oye, o no se los acepta como hechos, o nos
confunden.” (Lakoff, 2004, p. 16)

La teoría de framing o marcos conceptuales nos parece relevante en esta


sección porque fortalece la idea de que la posverdad es un fenómeno endógeno
que explica cómo individual o colectivamente reaccionamos a unos estímulos
externos y no se reduce a una mera estrategia de manipulación usado por políticos
o partidos con fines políticos.

Como hemos podido observar, la posverdad es un concepto que puede ser


leído y asociado con diferentes enfoques teóricos, determinando así que no se trata
de un simple concepto que es comúnmente asociado con estrategias populistas o
con mentir. Detrás, esconde un complejo set de asuntos que suponen un reto en
diferentes términos.

Consecuencias de la posverdad

La definición antes expuesta describe algunos de los fenómenos que


protagonizaron el año 2016: La salida del Reino Unido de la Unión Europea, la
elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos; u otros eventos
más actuales como las protestas en Venezuela de abril a julio de 2017 o los sucesos
relacionados con el abuso policial y la represión en la celebración del referéndum
en Cataluña el 1 de octubre. Por un lado, casos donde el discurso emotivo logró
superar la lógica y otros donde las clases políticas negaban los hechos reales
justificando la agresión y la violencia con conceptos abstractos como paz o
soberanía.

4
Explica Zarzavejos (2017):

“Ciertamente, en la política la mentira o la media verdad siempre han sido


recursos manejados con desenvoltura, pero, ahora, la respuesta al status quo
político y económico ha introducido elementos sentimentales, emotivos, en sus
mensajes falsos dotándolos de una fuerza arrasadora.” (2017, p. 12)

Esta fuerza arrasadora que contiene el discurso posverdadero ha servido de


justificación a políticos para alcanzar el poder (Donald Trump, 2016), crear leyes
(Ley contra el odio, Venezuela, 2017) y hacer guerras (invasión de Estados Unidos
a Irak, 2003). La era de la posverdad nos ha sumergido en una arena peligrosa
donde la argumentación, basada en medias verdades, puede generar grandes
decisiones. Sin embargo, esta cadena generará un efecto negativo en la calidad
democrática e incluso en la propia ciencia política. Como expone Enfield (2017):

“If we want to make good decisions, those decisions had better be based on
reality, and not on delusion, fantasy, or falsehood. Weakening the link between
evidence and decisions not only threatens the quality of policymaking, it
threatens the entire enterprise of scientific research, whose business is to find
out the facts such that we may make well-informed decisions.” (2017, p. 2)

Pero ahora, nos debemos preguntar ¿cómo llegamos aquí? ¿Cómo la


población ahora es tan susceptible al lenguaje orwelliano donde la verdad parece
tan difusa?
Los medios de comunicación y en particular las nuevas tecnologías han
tenido un papel clave en todo este proceso que detallaremos a continuación.

La era digital y la era de la posverdad

La lógica comunicativa actual ha creado una dinámica política que ha


tenido efectos negativos en la democracia (Vallès, 2010). Ejemplos de estos efectos

5
los vemos en el creciente auge de movimientos y partidos populistas que han
emergido producto de una inconformidad con el actual sistema que ha generado
una relación diádica e impermeable entre los medios de comunicación y las élites
políticas, excluyendo a la ciudadanía como participante debate político. Si bien, el
internet ha probado ser una respuesta insuficiente a esta problemática (Vallès,
2010), el crecimiento de las tecnologías en especial las redes sociales, han
desarrollado exponencialmente su potencialidad. Hoy, las redes sociales se han
convertido en efectivas herramientas para la generación y reproducción de
información y contenidos, la creación de identidades y la difusión de ideas (Oliver,
2017). La globalización y en particular la digitalización ha democratizado el acceso
a la información, permitiendo a “todo el mundo” tener una postura, sobre todo. “La
paradoja es que pese al flujo incesante de noticias podemos llegar a estar más
desinformados que antes.” (Zarzavejos & Gooch, 2017). Precisamente, este
intercambio creciente y descontrolado ha creado fomentado la información, tanto
veraz como falsa. Incluso, la revista The Economist publicó un gráfico3 que muestra
que contenidos con información falsa eran más compartidos en Facebook que
publicaciones con información veraz. Este espiral de desinformación pudiera
convertirse en un fenómeno cíclico en tanto los individuos tenemos una tendencia
a tomar el contenido que más nos gusta o que está acorde a nuestras preferencias
(marcos conceptuales), por tanto, de preferir una fuente de poca calidad porque nos
agrada su contenido o nos identificamos con sus valores, tenderíamos a reproducir,
mayoritariamente, información falsa. Este sesgo de autoselección de información
pudiera también aumentar la polarización:

We are entering a new era, in which as a result of audience and media


fragmentation, selective exposure by people to communication in line with their
own beliefs, tending to reinforce themselves, is becoming more likely,

3
Art of the Lie, (En línea) The Economist. 10 de septiembre de 2016. [Consultado el 19/12/2017]. Disponible en:
http://www.economist.com/news/briefing/21706498-dishonestypolitics-nothing-new-manner-which-some-politicians-now-lie-and

6
contributing to a polarization of political and media blocs in turn. (Blumler,
2013)

Por eso se ha creado una tendencia a desconfiar de “profesionales” o


académicos que argumentan en contra de nuestras preferencias o marcos. Los
expertos parecen estar quedando en el pasado pues el acceso a la información
relativiza todo. Gracias a las redes sociales cualquiera puede ser una personalidad
pública o convertirse en una referencia de un tema en particular. Esta nueva
dinámica digital fue la que le abrió las puertas a la era de la posverdad.

Conclusiones

Hemos revisado como la globalización y la digitalización han modelado una


nueva lógica comunicacional donde los ciudadanos intentan penetrar la exclusiva
relación entre las élites políticas y medios de comunicación, donde el ciudadano
común esta excluido del debate político. Las redes sociales han fomentado la
creación de identidades y comunidades, así como han permitido al individuo, la
difusión de pensamientos como acceder masivamente a la información. Sin
embargo, este proceso de digitalización se ha producido sin control y sin filtro, la
persona común no distingue cual información es veraz y cual no lo es, generando
un proceso de reproducción masiva de información falsa (desinformación). Además,
nuestros propios marcos crean un sesgo de autoselección de información que
conllevan a sectorizarnos más por nuestras preferencias y, eventualmente, a
polarizarnos más políticamente. A su vez, se ha perdido la confianza en las elites,
llevando a cuestionar la continuidad del actual sistema democrático y la fortaleza de
sus elementos intrínsecos como los sistemas de partidos. La era digital abrió las
puertas a un nuevo mundo político, el de la post-truth politics: un mundo en el que
los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública
que la emoción, y los políticos, conscientes de esta realidad, usan estratégicamente
un discurso que les permita imponer su discurso y concertar sus intereses.

7
Bibliografía

1. Blumler, J. (12/09/2013) “The Fourth Age of Political Communication”. (En línea)


Keynote address delivered at a Workshop on Political Communication Online, the
Free University of Berlin. Disponible en: www.fgpk.de/en/2013/gastbeitrag-von-jay-
g-blumler-the-fourth-age-of-political-communication-2/
2. Enfield, N. (2017). Navigating the post-truth debate : Some key co-ordinates, (May
2017), 1–5. Retrieved from https://theconversation.com/navigating-the-post-truth-
debate-some-key-co-ordinates-77000
3. Frankfurt, H. G. (1986). On bullshit. Raritan, 6, 81–100.
https://doi.org/10.1080/10584600701641920
4. Goffman, E. (1975). Frame Analysis- An Essay on the Organization of Experience.
American Sociological Association (Vol. 4). https://doi.org/10.2307/2067804
5. Keyes, R. (2004). The Post-Truth Era: Dishonesty and Deception in Contemporary
Life. St. Martin’s Press. Retrieved from
https://books.google.ch/books?id=f0Kvm3KObXoC
6. Lakoff, G. (2004). Don’t Think of an Elephant. White River Junction, VT: Chelsea
Green Publishing. https://doi.org/10.1111/j.1753-6405.2007.00098.x
7. Oliver, S. E. (2017). Impacto político e informativo de las redes sociales esferas de
actuación y comparación con los medios *, 71–86.
8. Oxford Dictionaries. (2016). post-truth - definition of post-truth in English. Retrieved
from https://en.oxforddictionaries.com/definition/post-truth
9. Postman, N. (1985). Divertirse hasta morir. Cap 6.
10. Tesich, S. (1992). A goverment of lies, (212), 12–15.
11. Vallès, J. M. (2010). Política democrática y comunicación: Un rapto consentido.
Revista de Estudios Politicos, (150), 11–50.
12. Zarzavejos, J. A., & Gooch, A. (2017). La era de la posverdad: realidad vs.
percepción. Revista UNO, 27, 17–19. Retrieved from http://www.revista-
uno.com/numero-27/cuando-futuro-nos-alcanza-pasado-ya-no-da-donde-
descartes-puede-una-referencia/

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