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Autor: Bruno Leandro Ponferrada-Profesor en Filosofía y Técnico en la Gestión de Recursos

Humanos.
La sociedad actual y el fenómeno de la posverdad

Se comprende por sociedad actual aquella que tiene sus inicios en los albores del siglo XXI, las
dos décadas que han transcurrido de este siglo. Una sociedad marcada por el cambio climático,
avances tecnológicos, cambios geopolíticos provocados por el nuevo protagonismo de China en
la política internacional, pandemias, nuevas forma de relaciones interpersonales facilitadas por
la tecnología, globalización, movimientos feministas, LGBTQ, etc. Entre todos estos sucesos
también se encuentra el fenómeno de la posverdad.

La idea de posverdad no es exclusiva de este siglo, dado que la formuló Steve Tesich en 1992
para significar que la sociedad, en los tiempos del affaire Irán-Contra, había decidido vivir en un
tiempo posterior a la verdad y, por tanto, ajeno a ella (Cfr. Federico Aznar Fernández-
Montesinos, 2018; pp. 50). Luego en 2004, Ralph Keyes publicó el libro “La era de la posverdad:
deshonestidad y decepción en la vida contemporánea”, contribuyendo a su definitiva
instalación. En este libro Keyes explica las características de la posverdad como fenómeno global
y expone que en ella las fronteras entre la verdad y la mentira, entre la honradez y la falta de
ella, la ficción y la no ficción se confunden (Cfr. Técuatl Quechol M., 2018; pp. 47). Unos años
después, en el 2016, es elegida por el Diccionario de Oxford como la palabra del año, ya que este
registró un aumento en su frecuencia de búsqueda en el contexto del referéndum de salida del
Reino Unido de la Unión Europea y la elección de Donald Trump como presidente de Estados
Unidos. El diccionario indica que la palabra denota circunstancias en que los hechos objetivos
influyen menos en la formación de la opinión pública, que las apelaciones a la emoción y a la
creencia personal. De forma que, la emoción y las creencias personales predominan en la
configuración de la opinión pública, sobre los hechos objetivos.

Por consiguiente, es posible inferir que el fenómeno de posverdad se sostiene en lo emocional


y las creencias compartidas que no tienen fundamento objetivo y racional, e incluso van contra
estos. Se privilegia aquello que se escucha, lee o se ve y que concuerda con la postura en la que
se cree. Por lo que el fenómeno de la posverdad, no causa que lo subjetivo prime sobre lo
objetivo, sino que es el efecto de prácticas orientadas a que esto se produzca y sobre las que el
fenómeno se construye.

Estas prácticas eclosionaron en la sociedad actual dentro del campo político, como bien lo
indica el Diccionario de Oxford. Respecto a esto, Técuatl Quechol señala (Cfr. Ídem. pp. 49),
citando a Zarzalejos, que en la política la mentira o la media verdad siempre han sido recursos
manejados con desenvoltura, pero en la actualidad, la respuesta al estatus quo político y
económico ha introducido elementos sentimentales, emotivos en sus mensajes falsos
dotándolos de una fuerza arrasadora. Siendo el Brexit y la elección de Donald Trump un claro
ejemplo de esto.

Asimismo, la posverdad se manifiesta en las prácticas publicitarias, en las empresas, el sector


financiero, entre otros. Sin embargo, hay una serie de prácticas que han masificado la
posverdad, haciéndola un fenómeno transversal a toda la sociedad. Estas son las prácticas que
se generan a partir de las tecnologías de información y comunicación (Cfr. Ídem. pp. 49). Estas
tecnologías, caracterizadas por la accesibilidad, inmediatez, velocidad, volumen, multiformatos
y diversos contenidos informativos, han posibilitado una forma distinta de producir información,
la de carácter digital. Esta forma de producción no se limita a un solo sector de la sociedad o a
un espacio geográfico determinado. Sino que se masifica inmediatamente en toda la sociedad
de manera internacional. De allí, que se tenga información, en cuestión de minutos, en Sur
América sobre un suceso que acaba de ocurrir en Japón.

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Autor: Bruno Leandro Ponferrada-Profesor en Filosofía y Técnico en la Gestión de Recursos
Humanos.
Pero es aquí, en donde se plantea el fenómeno de posverdad, sobre si ese suceso, sobre el
que se informa, responde realmente a hechos objetivos o responde a intereses netamente
subjetivos.

En esta masificación inmediata de la información, las redes sociales son el factor clave para
que esto se produzca. Dado que posibilitan una plataforma de usuarios interconectados de
manera instantánea en todo el mundo, la cual crece progresivamente. Así también, debido a
que las redes sociales se configuran como el medio por el cual se entablan amistades, la
información que se transmite a través de ella no responde necesariamente a un apego de la
verdad, sino que se somete a las emociones. Técuatl Quechol afirma (Cfr. Ídem. pp. 50) que se
magnifica la inmediatez antes que ponderar la verificación de los hechos, de los datos, de la
información. Esta aceptación inmediata de lo que corre en redes sociales dificulta reconocer lo
falso de lo verdadero, aquello que se apega a lo objetivo.

Técuatl Quechol menciona (Cfr. Ídem. pp. 50), citando en este caso a Berger, seis aspectos
que hacen que una información se mencione se comparta y se imite hasta el contagio:

Moneda social. Lo que se habla influye en la percepción que los otros tienen de uno. Es una
moneda social saber cosas y hacer que la gente parezca ingeniosa conocedora, interesante o
informada.

Disparadores. Son estímulos que llevan a pensar en cosas relacionadas.

Emoción. Consiste en crear mensajes e ideas que hagan que la gente sienta algo.

Publico. Consiste en hacer visible las ideas o productos propios e involucrar a otros en la
conducta que se desea.

Valor práctico. Cosiste en crear contenidos que ahorren, mejoren o parezcan útiles.

Historias. La gente no solo comparte información, cuenta historias.

A esto hay que añadir la actividad del influencer, aquel que comparte lo que hace, lo que le
gusta, lo que lee, lo que usa. Revelando información sobre actitudes y experiencias personales
que lo gratifican y que son objeto de transmisión inmediata.

Con base en esto, se puede advertir que el fenómeno de posverdad se construye a partir de
prácticas que transmiten información que se apega a aspectos subjetivos más que objetivos,
esto significa, prácticas orientadas a empatizar con la opinión pública. Como resultado, los
hechos, la realidad, acaban siendo menos relevantes en la conformación de la opinión pública
que las apelaciones a las emociones o las creencias, siendo su principal medio de masificación
las redes sociales.

Fuentes:

Federico Aznar Fernández-Montesinos (2018); El mundo de la posverdad. Cuadernos de


estrategia, Nº. 197, (Ejemplar dedicado a: La posverdad. Seguridad y Defensa), págs. 21-82.
Recuperado de: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6518645

Oxford Languajes; https://languages.oup.com/word-of-the-year/2016/

Técuatl Quechol M. (2018); La información: entre la verdad y la posverdad, en La posverdad y


las noticias falsas (Morales E. coordinadora); Ed. UNAM; Ciudad de México, pp. 47. Recuperado
de: https://libgen.is/book/index.php?md5=63F210DD73A57078A5D8CF2B2D554648

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