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Lo conspiranoico del sujeto:

Una lectura lacaniana en hojas posmodernas

Integrantes: Heber Herrera Figueroa


Flavia Peña Mateluna
Felipe Reyes Contardo

Cátedra: Taller de Investigación


Docente de Cátedra: Dr. Rodrigo Cornejo Portilla

Fecha: 4 de noviembre de 2021

Universidad Andrés Bello

Facultad de Educación y Ciencias sociales

Escuela de Ciencias Sociales

Carrera de Psicología
Resumen

La siguiente investigación busca poner de manifiesto las características del sujeto


conspiranoico en relación con la posmodernidad entendida en tanto crisis psicosocial. Para el
abordaje preciso del objeto de estudio se delimitará una característica particular del sujeto
posmoderno, a saber: las representaciones dentro del registro imaginario (en términos
lacanianos) inscritas en una lógica de sentido persecutorio, siendo evidenciables a partir de
las teorías de la conspiración.

Conceptos claves: Posmodernidad - El Otro - Yo paranoico - Teoría de la conspiración.

1
Introducción

En la actualidad nos enfrentamos a una época en la que estamos sumergidos en


diversos fenómenos; el mundo interconectado, la era de la tecnología, la instantaneidad, la
cultura del consumo. Una época histórica que nos ha llevado a diversas formas de
relacionarnos entre sí y, también, a nuevos modos de adaptarnos y comportarnos en el
mundo. La psicología, por cierto, no ha estado exenta de interesarse por el vínculo entre el
modo de enfermar y el contexto que se transita, vale decir, el observar estas “nuevas
afecciones” que aquejan al sujeto en la actualidad donde los síntomas van cambiando.
(Rodriguez, 2008)
Ahora bien, para empezar a definir el momento actual, el cual nos permita pensar en
una manifestación del imaginario social, se hace necesario repasar brevemente un tipo de
paradigma explicativo de la realidad, que a partir de las transformaciones situadas desde la
segunda y la primera mitad del siglo XVIII y XIX 1 en el pensamiento humano; las ciencias,
las artes, la literatura, etc. nos posibilitan enmarcar la actualidad como el producto de
aquellas revoluciones y desarrollos, en un tiempo denominado como posmoderno (Vasquez,
2011). Un periodo que, a su vez, posee una condición de existencia y un efecto subjetivo en
las personas, el cual diversos pensadores, historiadores, filósofos y sociólogos han querido
definir y comprender.
La posmodernidad podemos entenderla como “una condición de saber que se presenta
en las sociedades más desarrolladas, particularmente en el continente americano” (Lyotard,
1987, p.2)2. Es un estado y tipo de pensamiento en el que se comienza a desconfiar de la
razón y de los grandes relatos que definen la forma de entender al mundo. A su vez, refiere a
una fragmentación de los discursos universales dando paso a “un entrecruzamiento de relatos
que, al estar superpuestos, imposibilitan la construcción lineal del mundo” (Fridman, 2001,
p.10)3. Así, lo posmoderno desestima el entendimiento general de la realidad, por lo que, más
bien, debido a la complejidad del individuo, no se logra una justificación que pueda alcanzar
a explicar todos los rasgos de la existencia humana dando paso a una pluralidad de discursos
y narraciones.
Plantear un mundo posmoderno implica reconocer la existencia de cierta clase de
sujeto 一 aún no definido, pero sí implícitamente extraíble 一 , la cual es, cuanto menos,
paradójica, en tanto se le sitúa en la sociedad científica por excelencia 4, en donde el saber
queda encuadrado en los propios márgenes científicos 5 (Eidelsztein, 2003). Estas lógicas
impulsadas desde el Discurso del método repercuten en una sociedad científica en donde el
acercamiento a la realidad es, en su mayoría, mediante el manual, la clasificación, el
antecedente, el número, lo estadístico, el exámen y el adn. Así, pareciera que esta ocupa todos

1 No es sino luego de la revolución industrial, que la sociedad ha visto los más abismales cambios en todas las
áreas del desarrollo humano en la época y el paradigma moderno.
2 Según lo parafraseado en Vasquez (2011).
3 Fridman, tanto como Vidal y Baudrillard se exponen según lo parafraseado en Rodriguez (2008).
4 No es azaroso el artículo utilizado («la» en reemplazo de «una»), en tanto ¿podría pensarse en alguna otra
sociedad que operase con el saber científico antes del cogito cartesiano? Sin duda, la lógica fundadora de la
sociedad científica.
5 Basado, por tanto, en el método científico impulsado por Galileo Galilei. Al respecto, léase Estudios de
historia del pensamiento científico (1961).

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sus mecanismos para iluminar la oscuridad de lo subjetivo y la duda 6. Intento fallido, en tanto
一 y he aquí lo paradójico 一, aparece un sujeto que rebasa los límites y pareciese llevar al
Cogito ergo sum a su extremo: dudar de todo como prueba misma de que se vive, existe y
permanece.
Plantear esta contradicción a medias 7 es entrar en el juego de lo antinómico con
respecto al sujeto de la sociedad científica. Es decir, «lo que la ciencia propone en un sentido,
el sujeto que la misma ciencia produce como efecto, lo hace en el sentido contrario» (p. 16).
Así, se piensa una bifurcación, a partir de la cual ha surgido un otro corpóreo, material,
evidenciable en el día a día, que duda constantemente de su alrededor y de la versión
científica/racional. Vale decir, un sujeto que duda y cuestiona 一 entrecomillas 一 el manual
y el número, lo que para fines de la presente investigación se entenderá como Sujeto
Conspiranoico, el cual, además, es esencialmente particular a esta época, en tanto responde a
su malestar específico:

Existe un malestar en toda cultura que, como se señaló más arriba, es causado por el
lenguaje y el significante [...] Este malestar ineludible para todo sujeto hablante, sufre
modificaciones según los cambios culturales y, en este sentido, serán especialmente
relevantes las variaciones de las formas en que cada cultura opera con el saber.
(Eidelsztein, 2003, p. 12-13).

Si se plantea a un sujeto que duda, en tanto producto antinómico 8 de la sociedad


científica y de la relación cultura-saber allí instaurada, ¿No pareciera haber un elemento aún
por fuera?
A partir de la crisis sanitaria producto del Covid-19, se ha dado un escenario complejo
lleno de incertidumbre e inseguridad, debido a un contexto en donde la información que
circula por los medios de comunicación con respecto al virus, su cura y su prevención 一
discursos en su mayoría persecutorios 一 , ha crecido exponencialmente. Así, se sitúa una
atmósfera en donde, por ejemplo, existen diversos relatos que contradicen y niegan el
discurso científico establecido acerca de la existencia del virus SARS-CoV-2 9. Se evidencia
así el surgimiento 一 tras el cual cabe reflexionar 一, de un cierto tipo de discurso que pone
en duda las explicaciones “oficiales” de los fenómenos de la realidad y buscan otra
explicación a la situación a la que se enfrentan 10. Los más bien conocidos como discursos

6 No por nada al siglo XVIII, precursor de movimientos tales como la ilustración, se le ha llamado el siglo de
las luces. ¿No es aquel un título bajo el cual se busca disipar todo marco difuminado, en pro de adquirir límites
claros e incuestionables de la mano de la razón, mediante lo cual el sujeto adquiera finalmente algo concreto de
lo que sostenerse?
7En tanto ambas formas plantean, innegablemente, el uso de la razón en su base (Pérez Hernáiz, 2011).
8 Esto es, un sujeto en conflicto y contradicción entre la ley discursiva del método científico y la duda.
9 Por ejemplo, conforme a una noticia del diario ConSalud (2020), figuras públicas, negacionistas del Covid-19,
invitan a sus seguidores a no vacunarse porque el Covid-19 no existe.
10 Al respecto, la cadena alemana Deutsche Welle reveló que, en 2019, un estudio de opinión entre los
ciudadanos germanos encontró que el 46% creía en organizaciones secretas que influyen en la toma de
decisiones políticas. Asimismo, un estudio en Reino Unido, elaborado por investigadores del King's College,
encontró que el 56% de ingleses no cree que haya evidencia sólida que demuestre la existencia del COVID-19

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conspirativos, o teorías conspirativas, que han existido en diferentes épocas del ser humano,
todas estas rastreables, ciertamente, una vez situado el cogito.
Las teorías de la conspiración establecen la creencia sobre la existencia de ciertos
grupos poderosos que manejan a la población con el fin de alcanzar objetivos que son
dañinos para la sociedad (Texeira et at., 2021). Así, «una teoría conspirativa típicamente
afirma que hay un orden oculto y una influencia secreta tras los acontecimientos reales»
(Knight, 2001, p. 21)11. En el último periodo, ha existido un incremento en la transmisión de
estas teorías, ya que, según March & Springer12(2019) los acontecimientos estresantes como;
las crisis sociales, ambientales, financieras, etc. llevan a una atmósfera social y política llena
de inseguridad, descontrol y sospecha, lo cual causa que las teorías de conspiración se
transformen en un “caldo de cultivo” para los individuos, debido a que establecen una
“sensación de seguridad y significado en el mundo cuando los eventos se consideran
amenazantes'' (p. 124). De esta forma, pareciera adquirir pleno sentido el surgimiento de
nuevas teorías conspirativas en pleno contexto de pandemia, en tanto, estas teorías se
vuelven, de alguna u otra manera para el sujeto, en una forma de comprender estos eventos,
de dar una explicación a lo que está atravesando. De esta manera, según ciertos sucesos
controversiales como el “extraño” asesinato de Kennedy o explicaciones sobre enfermedades
y experimentos que refieren a ciertas organizaciones que crean virus letales con el objetivo de
beneficiar a los poderes financieros, parecieran actuar como impulsadores de la lógica
conspirativa, mediante relatos que buscan descubrir secretos ocultos negando la explicación
oficial de los hechos (Keeley, 1999)13
Ahora bien, pareciera ser que March y Springer se quedan, ciertamente, en la punta de
un gran iceberg que, en su profundidad, devela su asentamiento. Si la teoría de la
conspiración encuentra su razón de suceder exclusivamente a partir de hechos más o menos
comprobables, más o menos articulables a una u otra razón, ¿Por qué es en lo contemporáneo
su lugar de aparición por excelencia? ¿Se podría situar en el medioevo apariciones de teorías
conspirativas de manera tan regular? Ciertamente la lógica conspirativa encuentra su nicho en
lo contemporáneo, en tanto se enmarca en un prisma posmoderno que, en su base misma, se
articula como crisis para el sujeto. Así, Vásquez (2011) no se equivoca cuando caracteriza lo
posmoderno como la más grande crisis discursiva sucedida en cultura.

Se trata de un movimiento de deconstrucción del cogito y de las utopías de la unidad


[...] Esta ruptura supone el abandono de los “grands récits”, es decir, de las grandes
narraciones, del discurso con pretensiones de universalidad y el retorno de las “petites
histoires” [...] Ya no existe un lenguaje general, sino una multiplicidad de discursos.
(p. 5)

(Castro, 2020).
11 Según lo citado en Santoro. (2004)
12 Según lo parafraseado en el artículo de Texeira et al. (2021).
13 Según lo parafraseado en Ciordia & Davies. (2020)

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Planteamiento del Problema de Investigación

La siguiente investigación busca poner de manifiesto las características del sujeto


conspiranoico14 en relación con la posmodernidad entendida en tanto crisis psicosocial. Para
el abordaje preciso del objeto de estudio, se delimitará una característica particular del sujeto
posmoderno, a saber: las representaciones dentro del registro imaginario (en términos
lacanianos) inscritas en una lógica de sentido en las teorías de la conspiración.
Este producto antinómico de la sociedad científica se encuentra en un sujeto
posmoderno preso del posmoderno saber15. Esta particular relación de cultura-saber ha
terminado generando, además de un particular sujeto 一 Sujeto Conspiranoico 一 , un
particular malestar: el de la duda y el escepticismo en donde la razón tan solo es el medio
para desbaratar todo. Esta lógica es perfectamente rastreable en las teorías conspirativas, las
cuales, dudosamente podrían haberse instalado con tanta fuerza en sociedades pasadas16.
Ahora bien, habrá que señalar que el portavoz de aquellas teorías no es más que una
representación exacerbada de una lógica transversal de la posmodernidad, en tanto los rasgos
persecutorios hoy son evidenciables como rasgo que existe en la población general, los cuales
pueden ir desde niveles mínimos hasta trastornos psicóticos17 (Albornoz, 2021). Por tanto, en
el SC no se apunta a alguien materializado como lo es el profesor John Forbes Nash Jr 18., y su
esquizofrenia paranoide, sino lo que lleva al sujeto a dudar persecutoriamente y de manera
constante de los más diversos discursos y hechos que, en su versión más externalizada, se ve
representado en los seguidores de las más diversas teorías conspirativas. Asimismo, no se
trata en caso alguno de tratar la veracidad de su discurso, sino de pensar el acto mismo que
evidencia; esto dice, entrar en el juego de su duda.
Esto sitúa un contexto contemporáneo y un ejercicio que convoca a repasar las
evidencias de una sociedad posmoderna en su influjo sobre el Yo y la vida anímica no sólo
del sujeto conspiranoico, sino también de toda neurosis. Según Miller y Laurent (2005)
podemos entender esta época de crisis, como la del momento del “Otro que no existe”, una
época de “malestar respecto de lo real(...) o fixion19 científica de lo real, algo que a partir de
los semblantes de la ideología cientificista se valorizó y estableció para la civilización (p.12)
en la corporalidad de los discursos y las verdades pregonadas de los poderes fácticos que
dominan en las esferas políticas, sociales y científicas. A partir de la teoría psicoanalítica, se

14 Para los fines de esta investigación se le ha consignado con tal sintagma, en la medida que se pretende
encontrar aquella lógica de sentido que sostiene su relación imaginaria al presentar en la articulación de los
significantes; sujeto, conspiración y paranoia 一 en palabras de Lacan 一 la copulación del lenguaje con
nuestro cuerpo (Lacan, 2005, pág. 120).
15 De ahí la referencia de «crisis» posmoderna, como categoría propuesta, en tanto aquel saber en lo absoluto
representa una garantía de saber, sino más bien, muy por el contrario, la difuminación del mismo, su opacidad.
16 Las teorías conspirativas, más allá de su uso y momento de aparición, siempre responden una vez
formalizado el Cogito ergo sum. ¿Hay acaso fuertes indicios de su existencia en contextos medievales o
teocentristas?
17 Este punto de discusión, lejos de pasarse por alto, se retomará como discusión final en tanto plantea cierta
perspectiva importante a considerar con respecto a los límites nosográficos planteados comúnmente para la
paranoia.
18 Véase Una Mente Brillante (2001).
19 Este es un neologismo que utilizan en el seminario del Otro que no existe. Reúne en francés fixer (fijar) y
fiction (ficción)

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inclina a pensar al Sujeto Conspiranoico como aquel que se moviliza según las lógicas activas
hoy en día; lo persecutorio, la duda, la desconfianza, de un sujeto hacia el otro. Lógicas las
cuales se han visto exacerbadas a partir de la crisis posmoderna, en donde la relación de
agresividad imaginaria con el prójimo y el malestar inconsciente constitutivo de todo ser
parlante 一 del ser suplantado y habitado desde el lugar del Otro 一 es una relación que surge
a partir de lo estructuralmente persecutorio del sujeto.

Desde la perspectiva de Miller y Laurent, la realidad del Otro (aquí en términos


normativos, morales y sobre todo cientificistas) se aparta de tal manera que los discursos
pierden el valor que traían en sí mismos, hasta posicionarse como máscaras y apariencias de
una autoridad. Esta autoridad, ciertamente delegada por la ética demandada de sus funciones
一 en tanto son organismos sociales 一 en posiciones de poder, en el contenido práctico de
sus discursos, no tiene relación con aquellos valores éticos y morales que como símbolo
normativo lucen. Comenta Ons, que cuando la ética se ve sofocada en la práctica, aparece una
separación radical entre ella y la seguridad sobre su factibilidad en las ciencias y las políticas
gubernamentales (sean en ámbitos económicos, sociales, etc) y que sería allí dónde nace “la
sospecha de que existe un abismo infranqueable entre lo que se dice y lo que se hace” y que
esta percepción (...) gobierna nuestra mirada frente a los otros” (Ons, 2008, p.2). De tal forma
que, si el poder de esos discursos pierde su legitimidad y la ética demandada desde la razón,
no entra en vigor sino en formalismos e ideales atemporales e independientes de la
experiencia de estos tiempos, el poder en sí mismo pierde autoridad al carecer de la ética.
Abordar el Yo a partir del estadio del espejo (Castellanos, 2018) nos posiciona a
considerar lo que para Lacan es una trampa que en su conformación aparece por medio de la
rivalidad y la agresividad como una percepción alejada del delirio psicótico y más cercana al
concepto de psicosis ordinarias de Miller20. Desde el psicoanálisis lacaniano, la fantasía del
cuerpo fragmentado primordial21 en el infans, pasa a encontrar su fin por medio del Otro en
un baño lingüístico y sensitivo que le proporciona las bases para construir su Yo (Je). Es en
esta dialéctica de una lucha por el puro prestigio, como diría Hegel 一 en palabras de Kojeve
一 “no habrían existido jamás seres humanos sobre la tierra. En efecto, el ser humano no se
constituye sino en función de un Deseo dirigido sobre otro Deseo, es decir, en conclusión de
un deseo de reconocimiento” (Kojeve, 1982 p.3). Es en esta lucha a muerte 一 donde sin
duda se posicionan dos, un amo y un esclavo 一 que se da la entrada al registro de lo
imaginario, allí el sujeto se avasalla sin jamás conocer qué hay más allá de lo hablado, vale
decir, de aquella relación imaginaria. En esta renuncia y aceptación de la identidad especular,
escaparía sin embargo, libremente la agresividad y en la lucha por el reconocimiento, no

20 Las psicosis ordinarias, es una definición clínica que encuentra espacio en el psicoanálisis de la mano de
Jacques-Alain Miller, con una segunda formalización allá por el año 2008. De Fernández (2017) entendemos
que Miller en “ un intento de esquivar la rigidez de la clínica binaria (neurosis o psicosis) introduce la definición
(...) pero aclara que, si bien la psicosis ordinaria es una manera de introducir el tercero excluido por la rigidez
binaria, debemos introducirla en el campo de las psicosis”.
21 Desde Lacan (1966) entendemos al niño que hasta entre los 6 y 8 meses mantiene “una experiencia
indiferenciada con su semejante (...) sobre todo evidenciable en los gestos y movimientos incoordinados donde
“el niño en esas ocasiones anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo,
todavía inacabado en ese momento en el plano de la motricidad voluntaria” (p.117)

6
quedaría otro subterfugio que introyectarla en lo inconsciente del Yo, generando una
configuración yoica estructuralmente paranoica.

7
Justificación del Tema de Investigación

Desde la perspectiva de los autores, al estado actual de las vivencias experimentadas


dentro de un ambiente de incertidumbre, inseguridad y crisis sociosanitaria, producto del
Covid-19, según López-Borrull (2020), se le sitúa también una crisis informacional, debido a
la existencia de una gran cantidad de información que circula por los medios sociales y de
comunicación que contribuye a la desacreditación de datos oficialistas por parte de ciertos
individuos, polarizando aún más el campo social. 22 La Organización mundial de la salud
(OMS), clasificó a esta desinformación de contenido científico, en tanto el origen del Covid-
19, su prevención y su “cura” como una “infodemia” 23. Este contexto de incertidumbre ha
generado un aumento de noticias como, por ejemplo, “en el que se mantiene que el
SARSCoV-2 es una modificación y creación artificial” (p. 2). Así también, una noticia del
The New York Times (2020) calculó que al menos un 50% de estadounidenses creen, a lo
menos, en una teoría conspirativa desacreditada. Ideas y noticias como las mencionadas
previamente, relacionadas la desconfianza en los actores políticos y otros actores-autoridades
sociales, es al menos un dato relevante que matiza el tipo de manifestaciones cotidianas que
darían pie a ideas conspirativas.
Si consideramos seriamente el advenimiento de las conspiraciones como ideas
multitudinarias por medio de la red de información global 一 en donde autores incluso
complejizan la necesidad educativa24 de las nuevas generaciones que consumen la
información extraoficial 一, se hace indispensable indagar en esta nueva forma de sujeto en
sociedad para comprender el producto de una sociedad posmoderna, y con esto, a la sociedad
misma. En una época tal de insurrecciones, desacuerdos y múltiples verdades el componente
persecutorio termina por difuminar cualquier forma de cohesión social. Cabe aclarar: no se
señala que la unión simbólica se logre netamente a partir de una masa común de igual
pensamiento, ni que la diversidad sea un elemento amenazante; aquella discusión amerita
producirse, pero ciertamente no es este aún su lugar. Lo que sí se afirma con total propiedad
es que, en tales condiciones descritas respecto a la diferenciación social rastreable en sus
distintos campos, se necesita 一 y cayendo, se admite, en una simplificación conveniente 一,
de cierto componente de credibilidad, ante lo cual lo persecutorio se encuentra consumiendo
sus últimas brasas. De esta forma se hace indispensable comprender y generar significado en
torno a este malestar aún no del todo comprendido, en tanto ciertamente contingente.
A su vez, es considerable situar la mirada sobre el sujeto conspiranoico, que ha
emergido como una figura característica de la actualidad, pues si bien, la conspiración,
principalmente, no en su totalidad, en tanto tal, aparece a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX, la era de la tecnología y la instantaneidad del siglo presente proporcionan impulsos
de información que llegan a una mayor parte de la población que en el siglo pasado, por lo
22 Así como en España, Elias (2020) señala en una investigación, donde alrededor del 45% de los españoles
encuestados, consideran que el gobierno y los expertos gestionaron los datos de la crisis sociosanitaria a través
del ocultamiento de la información.
23 López-Borrull (2020).
24García (2020) sustenta en la revista de investigación filosófica y teoría social en la Habana, que “ muchos
países se aquejan a menudo de la falta de recursos materiales para enfrentar la enseñanza” (p.40) y que la época
demanda un cambio de perspectiva y preparación en los jóvenes en materia de consumo de información de redes
sociales.

8
que la conciencia paranoica encuentra su difusión, puede decirse, de manera naturalmente
virtual, siendo así imposible de detener con el muro de la certeza.
Tener en cuenta el estado esencialmente paranoico del Yo, desde la enseñanza de
Lacan, nos posiciona, a su vez, como investigadores a considerar la amenaza del Otro 一
poseedor de los discursos científicos, sociales y políticos 一 como un componente esencial en
la problematización de un sujeto que en su configuración simbólica duda y abriga en lo
inconsciente, la amenaza del Otro persecutorio y su agresividad fundacional dispuesta a ser
material de fenómenos delirantes y paranoicos.
Cabe resumir que, a propósito de las crisis sociales y caídas de los discursos que han
protagonizado la modernidad, se consignan ambos eventos como ejes articuladores de la
experiencia conspirativa y paranoica. Cada sociedad mantiene malestares específicos; hoy lo
es la duda y el escepticismo en una sociedad del rendimiento y la información. El “Otro que
no existe” para la sociedad posmoderna, parece ser un sello crucial y tangible en las
subjetividades más radicales partidarias de la conspiración o, cuanto menos, de su lógica, vale
decir, aquel sujeto que dentro de su de sentido abraza las ideas oposicionistas y persecutorias.
Desde el psicoanálisis se entiende este aspecto de la paranoia cotidiana, como un problema a
resolver tanto en la clínica, como en la investigación, en la medida que sea posible ir
conociendo el escudo de un Yo en forma de incredulidad y negación a la fe o la creencia del
semblante de un Otro interpelado desde aquel goce malvado. De este modo, estamos
hablando de un tipo de subjetividad característica habitada desde el desengaño, desde la
renuncia a la certidumbre relativa al valor de la palabra, comenta Ons (2008, p.4) que allí
“corre paralela a la certitud respecto a lo que hay “detrás” de esa palabra”. Una paranoia
social que se articula como una defensa frente a la proyección natural de una violencia.
Castellanos (2018) amplía el problema en la clínica al proponer que en algunos casos, la
paranoia puede manifestarse en su delirio de restitución de la maldad, sobre una figura como
medio de la salvación o bien, promoviendo identidades que resignifican el agujero forclusivo,
ambos casos, dinámicas interesantes de resolver en el contexto psicoterapéutico de la
paranoia y su presentación a través de este sujeto conspiranoico de esta época. De ahí que se
busca comprender y generar significados en torno a este nuevo malestar característicamente
posmoderno, aún no descifrable del todo.

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Relevancia del Tema de Investigación

Entendiendo al Psicoanálisis, en este caso, como el método de investigación 25 propicio


para desvelar la significación inconsciente posible de ubicar detrás de aquel que duda, la
relevancia recae en lo posible de alcanzar: una nueva mirada respecto al sujeto ubicado en lo
posmoderno. Vale decir, no de cualquier sujeto, sino aquel que es producto, primero, del
saber científico, pero además, de la duda canibalística característicamente posmoderna. Así,
como ya se señaló anteriormente, se asume la relación rastreable entre cultura y saber como
productora de un sujeto, en tanto efecto de aquello (Eidelsztein, 2003). ¿No es esto algo ya
demostrado por Freud en su descubrimiento del inconsciente? Ciertamente lo es, en tanto es
ubicable un efecto-sujeto que muta una vez formalizado lo descubierto con Anna O. Así, se
tiene un antes y después que le concierne , lo cual se enraiza con el saber allí puesto, pasando
del sujeto de la razón al sujeto del inconsciente 26, lo que no viene siendo otra cosa que pasar
de un cogito cartesiano a un cogito freudiano (Barroso, 2012).
Lo que aquí se pone en juego radica en la continuidad de la hipótesis del inconsciente
como vía para rodear y comprender al efecto-sujeto que emerge como constitutivo a los
tiempos posmodernos. Por tanto, la nueva mirada acerca del sujeto beneficia, en definitiva, a
qué más sino a las llamadas ciencias sociales, en tanto ciencias que mantienen al sujeto 一 ser
humano impersonal 一 como su nudo central.
Tal como Freud cambió las lógicas de dirigirse a la histérica, el cambio aquí radica en
cómo comprender al sujeto característicamente persecutorio, pasando de meras descripciones
superficiales confundidas como causas27; bajo nivel cognitivo, poca reflexividad, etc 28, a una
comprensión profunda y compleja que prioriza los mecanismos psíquicos puestos en juego en
el discurso persecutorio. La reivindicación del sujeto como un objeto de estudio más allá de
lógicas cognitivas-organicistas es, a su vez, una reivindicación del campo social-
psicoanalítico como la forma predilecta de comprender a un sujeto cada vez más simplificado
a la fórmula química.
Ahora bien, si ha sido posible ubicar la reivindicación como un beneficio directo, así
también la relevancia de la presente investigación se sitúa en la oportunidad de formalizar un
saber, a la vez que un efecto-sujeto. Un saber ya puesto en juego en la mirada psicoanalítica,
pero atorado en una temporalidad pasada, o si se quiere, encuadrada en una letra lejana del
hoy, tras rejas de un tiempo, más bien ni pasado ni lejano, sino literario, ubicado entre
portada y hoja, atorado allí, impedido de situarse en las discusiones presentes. Su
formalización implica el salvamento de un saber, en tanto se le vuelve a situar, mediante
dicha formalización, sobre aquel sujeto que responde al actual malestar en cultura 29,
generando así la actualización de lo dicho. Por tanto, implica situar al llamado Sujeto

25 Siendo una de las tres formas de entender al Psicoanálisis, según Laplanche (1967), a partir de lo
formalizado por Freud en Dos artículos de enciclopedia: «Psicoanálisis» y «Teoría de la líbido» (1923 [1922]).
26 Cabe señalar que el término sujeto no puede ser atribuido propiamente a Freud, sino más bien a lo trabajado
por Lacan, específicamente a partir de 1953 cuando formaliza la idea de sujeto del inconsciente. (Evans, 1998).
27 Confusión que pareciera ser característica de la sociedad científica, en tanto lo observado en la radiografía y
en el exámen 一 aquello a partir de lo cual se decide por uno u otro fármaco 一 se ha reafirmado como la causa
de lo que aqueja al sujeto, generando así límites que impiden continuar en su comprensión total.
28 Al respecto, léase el artículo Dissociation, cognitive reflection and health literacy have a modest effect on
belief in conspiracy theories about Covid-19 (2021)

10
Conspiranoico dentro de las lógicas psicoanalíticas, no como una excepción, un malformado,
sino como el sujeto actual por excelencia. Un sujeto que es producto de los tiempos actuales,
no necesariamente como su origen, según demuestra ya la teoría psicoanalítica quien ha
rastreado lo persecutorio desde tiempo atrás, pero sí como el campo propicio que ha
permitido su multiplicación. Así, lo paranoico constitutivo del sujeto encuentra su nicho en la
crisis posmoderna, y es desde el Psicoanálisis de dónde puede situarse un decir sobre él; si se
quiere, su apropiación30.
De esta manera, formalizar el saber implicará, a su vez, formalizar aquel efecto-
sujeto; formalizar al llamado Sujeto Conspiranoico desde lógicas psicoanalíticas 一 campo
vital si lo que se busca es comprender los elementos intrapsíquicos y constitutivos del sujeto
que podrían estar en juego 一, tal como Freud hizo tiempo atrás con la histérica, en tanto se
apropió de un objeto ya atravesado por otros campos, pero ciertamente nunca bien entendido.

Pregunta y objetivos

29 Manteniendo aún la referencia, como desde el comienzo del escrito, a lo señalado por Eidelsztein (2003) en
el primer apartado de Las estructuras clínicas a partir de Lacan.
30 Así, plantear la importancia de lo posmoderno, lejos de lo azaroso que muchas veces podría resultar lo
contextual, permite aportar a la escuela psicoanalítica un mayor conocimiento en cuanto a la relación entre la
dependencia cultural y sus consecuencias en lo intrapsíquico, más allá de lo fundacional en el inconsciente.

11
Pregunta de investigación:

¿Cómo caracterizar al sujeto conspiranoico en la posmodernidad a partir de una mirada


lacaniana?

Objetivo general:

● Comprender al sujeto conspiranoico en la posmodernidad a partir de una mirada


lacaniana.

Objetivos específicos:

● Objetivo específico: Analizar la relación de la duda del sujeto conspiranoico con el


contexto posmoderno.

● Objetivo específico: Definir la constitución del sujeto conspiranoico a partir de una


mirada lacaniana.

Marco Metodológico

12
A fines de esta investigación se realizó una investigación cualitativa a partir de una revisión
bibliográfica de diversos autores que definen las teorías de la conspiración, su historia, y
cómo hoy en día este fenómeno ha tomado mucha más fuerza en la sociedad. A su vez para el
marco teórico se utilizaron filósofos franceses para definir el concepto de posmodernidad y
autores psicoanalistas como Freud y en una mayor parte Lacan para conceptualizar el yo
paranoico en nuestro objeto de estudio.

Estado del Arte

13
En esta investigación se plantea una revisión del estado del arte de los últimos cinco años
sobre el concepto de las teorías de la conspiración. Seguidamente, intentaremos proponer cuál
es la relevancia internacional del fenómeno de las conspiraciones, sobre todo entendida como
una forma de explicación y modo de producción de experiencias. Esto último, lo situamos a
partir de una lógica de sentido posmoderna que entiende y articula los eventos de: crisis
sanitarias, sociopolíticas, conflictos bélicos y otros fenómenos sociales, con la desconfianza,
la verdad alternativa y la persecución.
El carácter dogmático que la ciencia cientificista ha ido adquiriendo a lo largo del siglo XX,
comienza a parecer una verdadera yuxtaposición en el siglo XXI, esto ha generado un mayor
interés analítico acerca de la aparente desconfianza que tiene cualquier sujeto que posea un
mínimo de doxa o conocimiento común sobre aquellas verdades oficiales que los poderes y
comunidades multinacionales entregan31.
Poder evaluar qué tipo de individuo es aquel que cae en la tendencia de creer en estas teorías,
ha sido asunto de varios autores en la última década. Existen teorías sociales, filosóficas y
psicológicas, que explican de algún modo este giro de tuerca en la posmodernidad. En los
últimos diez años aparecen estudios que logran visualizar los rasgos de personalidad que
pueden mantener los individuos que adscriben a estas creencias y cómo hoy en día, en este
periodo de crisis sociosanitaria, se ha demostrado una masificación del abanderamiento por
las teorías de la conspiración producto de la instantaneidad que brinda el uso de la tecnología.

1. Sobre algunas teorías conspirativas, génesis y desarrollo

Para entender el funcionamiento y el origen de las teorías conspirativas, primeramente, hay


que comprender lo que es una conspiración y cómo, a lo largo del tiempo, este fenómeno se
ha inscrito en diversas teorías que se han presentado y divulgado en las distintas sociedades
de occidente con el objetivo de explicar hechos ocurridos en la historia. Una conspiración
tiene relación con una “reunión secreta de individuos para aprobar un plan 32 que influencie
unos hechos” (Bale, 2007, p.)33, en ese sentido, son acciones estratégicas realizadas por un
determinado grupo “poderoso” de la población que tiende a poseer un cierto control sobre
otra multitud, en general, estos se tienden a representar en individuos que pertenecen al
Estado (Agentes secretos, militares, etc.) o a las minorías, por ejemplo, los judíos. (Pérez,
2020)
Desde allí es que las teorías de conspiración brindan un intento de definir ciertos sucesos,
eventos o acontecimientos como producto de diferentes “complots secretos de actores
poderosos con intenciones negativas” (Wojczewski, 2021, p.). En este sentido, como se ha
mencionado anteriormente, estas teorías se caracterizan por ser contrarias al discurso oficial
de un hecho social, político, económico, etc. las cuales, hoy en día, surgen a partir de
historias publicadas en el internet y se van transmitiendo de manera rápida a partir de las

31 Esferas científicas, políticas, económicas, la punta de la pirámide del poder en todo sentido.
32 Un plan que es “típicamente un acto ilegal que viola derechos o acuerdos establecidos, usurpa el poder
político o económico, o retiene o manipula información importante.” (Douglas, 2019, parafraseado en
Wojczewski, 2021, p.)
33 Parafraseado en Pérez, 2020.

14
redes sociales. (Pérez, 2020)34. Estas historias intentan evidenciar una verdad oculta 35 que en
el discurso oficial no se menciona y que, muchas veces, es contradictorio a lo que se dice.
Dicho esto, nos preguntamos por la aparición de estas ideas: ¿Cuál es el origen de estas
teorías?.
Este fenómeno no es tan solo un producto que ocurre en la época actual de la sociedad
contemporánea, sino que se ha presentado a lo largo del tiempo inicialmente en la esfera
política. (Pérez, 2020). García (2020) incluso nos sitúa desde la esfera política en un
“siempre” han ocurrido las conspiraciones, por lo que no es algo fuera del conocimiento
común. Comenta que en la historia de la antigüedad el juego por el poder fue (por decirlo en
términos coloquiales) el pan de cada día y en definitiva, sin apartarnos de los relatos
históricos, fueron los conspiradores como Bruto y parte del senado, quienes tomaron el poder
por vías ilegítimas en la Roma preimperial. En ese juego de tronos antiguo como la cultura
humana misma, “El poder, al final, aunque revista formas históricas diferentes, siempre
ha sido objeto de pugna entre clases sociales y grupos dentro de estas clases” (p.35). No
sorprende a la mirada de los autores y teóricos de la conspiración que así sea, proponen por el
contrario, que mencionar las conspiraciones es también incluir chivos exipiatorios (como
podría ser la figura de Bruto en el asesinato de Cesar) como las fachadas de las
conspiraciones. Los cristianos como figuras culpables del desorden y las desgracias en el
primer siglo después de Cristo en Roma, las brujas en la Edad Media y el Santo Oficio como
coaccionadores de los saberes no aceptados por La Iglesia, pasando por “los masones y los
judíos que condujeron a la Solución Final del nazismo” (Gallo, 2019) son por decir lo menos,
un modo de operaciones encubierto de la mano que mece la cuna.
Ahora bien, más cercanamente al siglo XX y XXI, las teorías de la conspiración no están
únicamente inscritas en masacres y muertes encubiertas por los poderes fácticos, también han
acarreado consecuencias sociales en masa como “suicidios colectivos como el de los
seguidores de Bo y Peep y masacres de otro tipo, como la secta de Rancho Santa Fe en 1997”
(Gallo, 2019 p.240). Por el lado de los partidarios de los fenómenos en masa, muchos 36
adeptos a las creencias en las abducciones extraterrestres desde 1962 a 1992, alegaron incluso
haber sido víctimas de encuentros cercanos de ese tipo. En estos casos, ya no estamos frente a
las conspiraciones de patricios tomando el poder del senado, son más bien teorías “en forma
de disenso distintivamente contrarias al discurso oficial sobre un evento público” (García
2020, p.35). Y la base de estas teorías, ocurre no sólo tras las bambalinas del espectáculo,
muy por el contrario, está en la información.
García (2020) expone lúcidamente que el asesinato del presidente John F. Kennedy se
presentó como un hito contemporáneo en una forma de comprensión de la política a partir de
un descontento, una desconfianza. Todo esto, en una época de crisis en los Estados Unidos y
el mundo entero, con el telón de fondo de la Guerra Fría, donde se anudaba además, la
masiva e inmediata difusión de la noticia con las interpretaciones a partir de los informes

34 Citando a Agarwal y Bandeli, 2017, p. 45.


35 Por ejemplo, en el artículo de Pérez (2020), se hace alusión a los denominados “truthers” o “verdadistas”
que creen en una verdad alternativa sobre el atentado terrorista (11-S) ocurrido en U.S.A. Son partidarios de que
el gobierno de los Estados Unidos fue cómplice de estos atentados, siendo escépticos a la explicación oficial que
se ha dado al suceso.
36 La cifra aportada por Gallo (2019), es de 3.700.000 estadounidenses.

15
televisados de la Comisión Warren37. En definitiva, este hito marca un tipo de relación
intersubjetiva entre la población y un ente como contraparte en el gobierno y las
organizaciones secretas dentro de la nación que difunden por medios oficialistas, sus
discursos y verdades. Esta relación que Hofstadter (1996) 38 define como la de una cultura
paranoica que cree primeramente de manera desconfiada y en segundo lugar, percibe un tipo
de persecución, no podemos entenderla sino en su génesis: como una relación con el poder
que nace predominantemente a causa de un contexto político y bélico rumiante durante la
Guerra Fría y en su doxa, encuentra una lógica irrefutable39.

2. Actualidad de las teorías de la conspiración

Siglo XXI, en plena era tecnológica y de la virtualidad, las tendencias de aceptación a las
verdades transmitidas por los medios de comunicación cambiaron. La población
norteamericana y del resto del mundo ya reconoce en la televisión una plataforma que
divulga convenientemente al oficialismo y censura los discretos escándalos políticos y
bélicos de los primeros años del siglo 40. De aquí en adelante, la verdad comienza a mutar
cada vez más sus formas y las plataformas virtuales se empiezan a formalizar como
verdaderas academias del saber y de la información disidente, una imagen compartida por
cada vez más personas en la medida que la digitalización de estos conocimientos se masifica
y alcanza a mayor número de la población del planeta. Comenta García (p.37) que “la
explosión del fenómeno de internet a comienzos de este siglo fue el condicionante principal
para que emergiera una cultura conspirativa global”, adjunta datos importantes41 que
confirman esta tendencia de priorizar la verdad en la letra digital.
Otro punto considerable, es la cualidad que la virtualidad posee en su carácter global y
accesible a todo quien pueda obtener la tecnología. Hablamos aquí de una libertad de acceso
y comunicación de la información, “el fetiche supremo de occidente” (García, 2020, p.36), la
divulgación y expresión sin consecuencias ni limitaciones aparentes. Ahora, todo quien posea
un aparato tecnológico con conexión a internet, puede llegar a ser en el ciberespacio, un
analista de la información, un periodista y un crítico de la verdad. De modo que, las dudas
que antes de la era digital circulaban de boca en boca o en los periódicos locales de escasa
divulgación, hoy en día se han transformado por la virtualidad en verdaderas noticias
respaldadas por las voces de los cibernautas. Hellinger (2019) en palabras de García (2020)
afirma que “el internet, la WWW, Cable TV y las redes sociales, fueron todas recibidas como
proveedoras de noticias alternativas y promovedoras de una cultura democrática” (p.35).

37 Comisión investigativa encargada del asesinato del presidente JFK.


38 Citado en García (2020, p.36)
39 Concordamos en este aspecto con García (2020, p.36) en que “a fin de cuentas, era imposible que el público
no se percatara de la existencia de organismos que actuaban en nombre de los poderes públicos, pero que
estaban a la vez a la sombra del control del público”, para así generar opiniones disonantes con el oficialismo.
40 Ejemplo de esto, comenta García (2020, p.37) que son las guerras siguientes (De Afganistán e Irak) a la
caída del marxismo en la Unión Soviética, ya no enfrentando una ideología política, sino al terrorismo.
41 Barkun (2003, p.3) citado por García (2020, p.36) en apenas 3 años del comienzo del siglo, ya notaba la
existencia de una tendencia cultural que priorizaba las plataformas virtuales tanto como espacio de
socialización, como de difusión de la información.

16
Ahora bien, ¿Qué información es la que divulgan los teóricos de la conspiración? y ¿Cuál es
la base epistemológica de sus teorías?. Las respuestas parecen ser contundentes en García, la
información circulada por los teóricos de la conspiración, muchas veces parte de vacíos que
buscan ser rellenados por un entramado que calza con la lógica de sentido que se tiene sobre
la base de la desconfianza en el oficialismo. La base epistemológica sigue un curso similar a
la desconfianza, pero esta vez, es una desconfianza sobre el saber mismo, sobre la ciencia
misma. Comenta García (2020), que “la conciencia paranoica que ha explotado en 2020 (...)
tiene un choque con la verdad científica y con el régimen de verdad que la sustenta” (p.38).
El concepto de establishment, como lo oficialmente aceptado, es un concepto para los
teóricos de la conspiración, que ha sido pactado y formalizado exclusivamente a partir de las
elites gobernantes incidentes en la farmacología y el desarrollo de armamento, producción de
alimentos, en definitiva, de toda la ciencia institucionalizada. Sobre esta élite, dirán los
adeptos a la conspiración, “es la versión definitiva de todas las conspiraciones relativas al
Nuevo Orden Mundial”(p.39) que tendrían, por supuesto, la total incidencia en la causación
de la actual pandemia mundial. Las consecuencias de este estado de las cosas, de la
desconfianza y el negacionismo del establishment, ha significado también el alzamiento de
teorías que niegan la existencia del Covid-19 como un evento fortuito y abrazan la idea de
una verdadera persecución y reducción de la población mundial, por medio de esta nueva
fachada o como causa lógica, la creación del problema y su eventual solución.

3. Análisis de las teorías de la conspiración

Lo cierto sobre las conspiraciones es que también han existido análisis sobre la marcha de
estas a lo largo de la historia. Una mirada más crítica de las teorías de la conspiración en
letras de varios autores (Piglia, Popper, Manhiem, Eco) va de la mano de considerar este
fenómeno como “una noción trágica del destino (...) que va a ser ejecutada por manos de
dictadores y chivos expiatorios “que cargan con las culpas de las desgracias que ocurren en la
realidad” (Gallo, 2019, p.239). A su vez, la creación del mito de la conspiración, será “una
forma retórica cerrada y auto confirmatoria” (Popper, 1947, p.26, citado en Gallo, 2019,
p.239). Por la misma línea, Hofstadter (En palabras de Gallo, 2019) puntualiza en la retórica
a la base de todo teórico de la conspiración, “una pedantería con intento de presentación
como investigación científica” (p.239) y el establecimiento de avatares sociales como el
doble agente, el renegado o bien, aquel medium moderno con la inspiración divina del
cosmos.
En lo sucesivo de la historia, los analistas de las teorías conspirativas han explicado el
surgimiento de éstas hacia el final de la Guerra Fría con un enlace hacia la posmodernidad.
Resumimos el pensamiento de Jameson (1995) citado en Gallo (2019), como un mapeo
cognitivo de la realidad, un ejercicio racionalizante de las evidencias reales, que se realizaría
con un afán de situarse en un mundo aparentemente ajeno al Hombre. No podemos obviar a
algunos autores como: Cockburn, Collon, Malyneux42, que en modos a veces discordantes y
un tanto similares a la hora de la interpretación de las teorías conspirativas, anudan en un

42 Todos citados en Gallo (2019).

17
movimiento eminentemente político por parte de la izquierda y su materialismo histórico, una
muda ideológica paulatina que decantaría en el conspiracionismo 43como una corriente válida
de explicación de la realidad.
Peter Knight (1996)44 propone por su parte el concepto de paranoia de fusión como un
mecanismo psicológico, ideológico y por tanto, social, para ilustrar la mudanza del
materialismo histórico al conspiracionismo. Dirá groso modo, que es un movimiento de
encuentro entre una explicación por parte de la extrema derecha 45 y la extrema izquierda, en
donde se fusionan en un modo de interpretar la realidad desde aquel mecanismo. A su vez, en
esta paranoia de fusión, por supuesto, aparecerán todas las características de la teoría de la
conspiración en “una red incontrolable, de pánico moral y miedo al control de la mente, el
final de los tiempos, fallo de los ordenadores en el sistema global, etc.” (Gallo, 2019, p.240).
En síntesis, la perspectiva de Gallo en aquel recorrido por los analistas de la conspiración, va
de la mano con proponer considerar el peligro que subyace en las conspiraciones como modo
de interpretación. Dirá que el peligro de la paranoia dentro de las conspiraciones, es que va de
lo patológico a lo lógico en un movimiento de la periferia del lunatismo al centro de la
interpretación cultural (p.240). Y esto, en definitiva, puede convertirse en un peligro, puesto
que sobrepasa el límite de lo ilusorio o novelístico y se sitúa en el terreno de lo ideológico, un
terreno fértil para que “la fé o el colectivo lo defienda” (p.241).

4. Rasgos de la personalidad y teorías de la conspiración: estudios psicológicos

En cuanto a los estudios de rasgos de personalidad y teorías de la conspiración, son menos


abrumadores que la cantidad de analistas de la conspiración a lo largo del siglo XX, no
obstante, nos proponen un prisma psicológico particular a tener en consideración, en la vía
del macroanálisis de las causas de adherencia a estas teorías.
En un estudio de Swami et al. (2012), mencionado en el texto de Texeira et al. (2021), se
evidenció que “la curiosidad intelectual, la imaginación activa y la inclinación por las nuevas
ideas”(s.p) se relacionaban positivamente con una mayor aprobación de ideas conspirativas.
Otro estudio de Swami et al. (2014), mencionado en el texto de Herrera (2020), dio cuenta
que “una mayor creencia en las teorías de la conspiración se asocia con un menor
pensamiento analítico, un menor pensamiento abierto (apertura mental) y un mayor
pensamiento intuitivo” (p.8). Con esto hace alusión a los individuos que mantienen un
pensamiento más automático, rápido y con sesgo de confirmación pueden caer en las
creencias de teorías conspirativas.

43 Cockburn pone en relieve el análisis del asesinato de Kennedy como una apertura del materialismo histórico
proveniente de la corriente marxista y engeleana, hacia la teoría de conspiración. Collon, por el contrario,
propone un pensamiento de vuelta al método científico para luchar contra el conspiracionismo. Y Malyneux,
establece 8 principios donde argumenta la supremacía del materialismo histórico por sobre el conspiracionismo
para interpretar la realidad.
44 Parafraseado en Gallo, 2019.
45 Así como propone en 1973 el escritor Thomas Pynchon, con el estilo paranoide nacido a partir de la
explicación de la muerte de Kennedy por causa de la Unión Soviética . También aparecería una extrema
izquierda de la mano del materialismo histórico, que utilizará el mismo estilo paranoico para interpretar la
realidad.

18
Continuando con lo dicho, una investigación realizada por Douglas et al. (2017), mencionado
en el texto de Texeira et al. (2021), señala que “las teorías de la conspiración son atractivas
para los individuos... porque satisfacen tres necesidades psicológicas principales” (s.p) tales
como la necesidad social que tiene relación con el preservar una imagen positiva de sí mismo
o de los demás, la necesidad existencial que hace alusión al control social y la necesidad
epistémica que tiene como objetivo el interpretar y dotar de sentido a dicho entorno.
Individuos que se encuentran cursando un evento que les genere ansiedad e inseguridad
tienden a defender con más firmeza las teorías conspirativas, debido a la sensación de
seguridad que les puede otorgar (Texeira et al., 2021).
Siguiendo con este artículo, se hace hincapié en que la creencia en teorías de conspiración
puede estar vinculadas a características individuales de cada individuo como lo es la
personalidad. Un estudio46 de 259 personas de una población no clínica arrojó que las teorías
conspirativas se relacionan “con la insensibilidad, la desregulación perceptiva, la
excentricidad y la sospecha.” (s.p). Un punto importante a destacar es que el artículo deja en
claro que estos resultados solo muestran una respuesta parcial para entender la masificación y
la tendencia a creer en las teorías de la conspiración.
En ese sentido, estudios anteriores muchas veces remarcaban que las personas que creían en
las teorías de la conspiración eran individuos que sufrían delirios, esquizofrenia, paranoia
clásica etc. Pero hoy en día se hace necesario re-pensar que estas teorías surgen también a
partir de malestares sociales y en función de sucesos globales importantes. (Texeira et al.
2021).
En relación con lo dicho, se exponen cuatro razones principales para creer en teorías de
conspiración los cuales son:

“ El sentimiento de impotencia e insatisfacción con la estructura social; la percepción de no

identificación con las normas sociales dominantes; la necesidad de dar explicaciones y culpar

a un enemigo “oculto” por hechos considerados perjudiciales; y una cosmovisión negativa y

escéptica.” (Swami et al., 2017, expuesto en Texeira et al. 2021, s.p)

Estas cuatro razones, tienen estrecho entrelazamiento entre la subjetividad 47 y el contexto


sociocultural que habitualmente da motivo a la creencia en la teoría de la conspiración.

5. Teorías de la conspiración en una época posmoderna, algunas evidencias claves

46 Para este estudio se utilizó el Inventario de Personalidad para el DSM-V, constituido por 25 dimensiones y
se les pidió a los participantes responder medidas de creencias basadas en teorías conspirativas.
47 Entiéndase aquí a la subjetividad: como el sustrato psicológico evidenciado en los constructos sociales
incidentes en los modos de percepción, ya sean pautas relacionales, cosmovisiones compartidas por círculos
sociales en torno al negativismo y el escepticismo.

19
Como se ha mencionado anteriormente, hoy en día se está transitando por una crisis
informacional que ha surgido a partir del Covid-19 (López-Borrull, 2020) un periodo lleno de
incertidumbre, inseguridad y desconfianza en función de una gran cantidad de información
que se ha masificado y divulgado a partir de las redes sociales y el internet con respecto al
contenido científico en relación al virus.
Un modelo llamado “amenaza existencial” producido por Van Prooijen da cuenta de cómo
los eventos sociales tales como; las crisis económicas, políticas, etc., que van marcadas por la
incertidumbre y falta de control, genera que los individuos sostengan teorías conspirativas
debido a la ansiedad que se produce en esos tiempos de inseguridad. (Herrera, 2020). “Los
tres factores centrales del modelo que permiten predecir las creencias conspiratorias son la
amenaza existencial, procesos de creación de sentido, y un grupo antagónico.” (p.7). En este
sentido, si una persona se enfrenta a situaciones de amenaza, se origina que el individuo se
posicione en situación de alerta, por lo que aumentan los procesos de creación de sentido
(comprensión subjetiva de la realidad), debido a que se intenta identificar la amenaza para
tomar medidas de acción con el objetivo de resguardarse de esto. Estos procesos, por ende,
estimulan las creencias conspiratorias ya que si se toma en cuenta la existencia de un grupo
antagónico en esta amenaza “se promueven las sospechas de conspiración 48” (Herrera, 2020,
p.7).
Un estudio en el Reino Unido en el 2019 reveló que el 56% de los ingleses no creía en la
existencia del Covid-19 por falta de evidencia sólida, estos se informan a partir de facebook y
otras redes sociales (Castro, 2020). Siguiendo la línea que a partir de los modelos de Van
Prooijen y este último tiempo de crisis sociosanitaria, se advierte entonces que un periodo de
incertidumbre genera un caldo de cultivo para la aparición de explicaciones como las de la
conspiración. Junto con esto, en plena era tecnológica, la relación de la masificación de los
datos y la información a partir de “YouTube y Facebook han sido identificados como los
principales vectores para la diseminación de creencias de conspiración y desinformación,
sobre temas médicos y de otro tipo”49 (Allington et al. 2020, s.p).
Ahora bien, sobre la base de esta exploración de las teorías de conspiración y su campo de
surgimiento, Ciorda y Davies (2020) explican que hay un atractivo en esas hipótesis que
abarcan fenómenos y acontecimientos de compleja explicación donde no son uno sino
múltiples los factores que interactúan para que suceda aquellos eventos tan paradójicos o
propensos a la interpretación conspirativa. Dirán en letras Keeley (1999) 50 que “la propia
dificultad del común de las personas es el aceptar explicaciones causales complejas” (p.128)
y que por medio de un incentivo psicológico que estos autores llaman pulsión de creer en
razones mayores, innegablemente se dirigirán al asiento del espectador de una función tétrica.

48 Un ejemplo de esto, se ve en una investigación llevada a cabo en Alemania a partir del contexto actual de
crisis sociosanitaria donde el 46% de alemanes creen que existen “organizaciones secretas que influyen en las
decisiones políticas” (Wojczewski, 2021) donde un tercio de la población cree que en realidad el Estado oculta
la verdad.
49 En este mismo artículo de Allington et al. (2020) se realiza un estudio en donde los resultados arrojan una
asociación positiva entre la utilización de las redes sociales como medio para informarse sobre el Covid-19 y las
creencias en teorías de conspiración.
50 Citado en Ciordia y Davies (2020).

20
Por otra parte, siguiendo esta corriente de pensamiento, aparece para los autores una
explicación más fina sobre el mecanismo psicológico, dirán en palabras de Žižek (2008,
p.102-103), que la teoría de la conspiración va a dar garantías para que el gran Otro se
presente como “un Amo público (quien es, desde luego, un impostor), pero que además existe
un Amo oculto que mantiene, efectivamente, todo bajo control” (Ciorda y Davies, 2020,
p.129).
Aquí nos detenemos un momento a pensar en la teoría lacaniana y su relación con la
posmodernidad, una teoría que hasta ahora había pasado desapercibida, pero que por parte de
estos autores nos parece razonable en la explicación de la fantasía y la paranoia que se
articulan tras las teorías de la conspiración en una búsqueda de totalidad, de reducir los
huecos sociales de la información, así como las grietas del poder que aparecen. El discurso
del creyente de la conspiración, goza de “la consistencia del orden social otorgado por la
maldad oculta tras la fachada mediática” (p.129) y en este sentido, representa la añoranza de
completud, la vuelta hacia un estado primigenio en el psiquismo de todos los seres humanos
donde lo exterior estuvo difuminado o unido con lo interior y donde lo persecutorio y
doloroso, debió de ser escindido de la imagen del yo hacia un estado fantasmático e ilusorio,
más adelante inconsciente y reprimido.
Por otro lado, el concepto de imagen de mundo51, es un concepto filosófico bien arraigado en
la mirada posmoderna y Quinceno (2017) nos propone preguntarnos por esta imagen donde el
sujeto encuentra cabida. Desde allí, dirá que en la posmodernidad aparece en la imagen de
mundo, dos conceptos fundamentales: la virtualidad y la mirada, dos conceptos relacionados
desde el punto de vista del observador que se observa siendo observado. De la virtualidad
dirá que “hace referencia a la manipulación de los sentidos humanos a través de entornos
sintetizados por una computadora” (García 2002, p.82 citado en Quinceno, 2017, p.3)
configuran una nueva realidad, una realidad de relaciones sociales y con el entorno.
En síntesis, ¿Qué sucede con la imagen de mundo situada en el contexto particular de la
época? sobre todo cuando el contexto particular parece diluirse en corrientes enormes de
información, corrientes de cambios producto de una sociedad globalizada y de realidades
virtuales que se comparten y difunden por medio de las redes sociales. Aquí vemos otro
problema característico de esta posmodernidad y relacionable con la adherencia a hipótesis
contenedoras de sentido. Ciordia y Davis (2020) plantean este problema desde un
enfrentamiento del sujeto a entender la lógica del mundo globalizado y dirán de aquel
enfrentamiento y observación, “que no obtiene más que un mapa muy difuso, un conjunto de
fragmentos con múltiples sentidos posibles (...), de allí que no parece un suceso extraño que
en la búsqueda de completud, de rellenar los vacíos o bien, de encontrar un sostén de la
existencia, aparezcan a partir de “representaciones múltiples, un relato que cuadre con su
deseo” (p.132).

51 Premisa clásica de la filosofía Heideggereana, la imagen de mundo responde a “la posición del hombre
como visión del mundo; visión, que caracteriza cada época con fenómenos determinados” (Heidegger, 1958,
p.278 citado en Quinceno 2017, p.3)

21
Marco Teórico

Capítulo I
Posmodernidad

1. Un terreno fértil entendido como Posmodernidad

Hay diversos autores que han intentado explicar lo que es la posmodernidad, algunos la
logran situar en una época histórica determinada, otros solo como un estado del ser humano.
Lo que sí trae consigo la posmodernidad, es que es un concepto que acompaña a la reflexión
sobre la época actual en la que estamos viviendo y que no escapa de ser el fundamento
radical de toda experiencia humana.
De comienzo y hacia la delimitación de las nociones de posmodernidad, Lyotard la entiende
como una condición de saber en la cual se presenta “un descrédito de la razón, la ciencia y la
técnica que no ha surgido de una negación simple, sino de su concreción histórico-factual, de
su realización.”(Vásquez, 2011, p. 3). Es decir, se define como un estado de la cultura en
donde existe una emancipación de la razón, como también una desconfianza hacia los
grandes relatos que explicaban y entregaban una forma de entender el mundo. La razón de
esta desconfianza sobre los saberes decimonónicos científicos, puede situarse
consecuentemente a partir de las transformaciones del siglo XIX que se dieron en las
diferentes esferas de las sociedades más evolucionadas, tales como la ciencia, las artes, la
literatura, etc. (Vásquez, 2011).

2. Sobre el cientificismo y el sujeto allí

Desde el cuestionamiento de los saberes decimonónicos a finales de siglo y durante todo el


siglo XX, el concepto de posmodernidad 一 en letras de tantos autores 一 aparece una forma
de experiencia que es característica del sujeto. Ahora bien ¿Qué características tiene el
contexto psicosocial de la posmodernidad? y en su incidencia subjetiva de la persona ¿Qué
tipo de sujeto produce?. Uno de los malestares culturales que podemos encontrar a partir de
lo que Freud (1930)52 explícita en el Malestar, dice tener relación con los conflictos nacientes
por vía del dominio de la naturaleza en mano de la instrumentalización de las fuerzas del
hombre, allí donde el hombre se ha convertido en una suerte de dios-prótesis (p.91) la
mismísima omnipotencia del método científico explotado en el siglo XX, trajo consigo la
deshumanización en manos de genocidios e innumerables muertes durante las dos grandes
guerras.

52 Citado en Rodriguez (2008, p. 302)

22
Roudinesco (2001)53por otra parte, delimita las manifestaciones del método científico en
torno a sus prácticas y comenta a partir de ello que “algunas manifestaciones cientificistas, en
los desbordes cognitivos o del comportamiento por ejemplo(...) se trata de reducir lo humano
a un cuerpo sin sujeto.” No extrañará a los autores más críticos del producto modernista y
cientificista, que sea una total contradicción a los valores de la ilustración: aquel progreso
mediante el método científico en función de la omnipotencia de los seres humanos y la
muerte del dios religioso que tantísimos siglos dominó la institucionalización de los saberes
en las abadías y la cosmovisión de la época medieval.
Siguiendo con lo expuesto, la posmodernidad se trata de una consecuencia del progreso de las
ciencias y se caracteriza por la caída de los grandes relatos, dejando entrever cómo a día de
hoy se han ido construyendo diferentes pequeños relatos en la sociedad, sin embargo, por
causa misma de la masificación de los relatos, ninguno podrá legitimarse como único en la
forma de mirar y definir al mundo, pues ya no hay voces hegemónicas que dicten toda
verdad, salvo quizás el mayor contrario de esta libertad de los microrrelatos: la
institucionalización de los saberes científicos, el establishment de lo pactado como real,
normal y globalizado.
A partir de lo que conocemos como modernidad, Rodriguez (2008) explica que “esta se
caracterizó por la fuerza de la razón, la innovación, el orden y el planteamiento de
macroteorías, (...) en diferencia, la posmodernidad se identifica con el libre pensamiento, la
fragmentación cultural, la imposibilidad de construir teorías globales y en su defecto la
enunciación de microteorías” (p.74). Con esto se refiere, en coincidencia con Vásquez (2011)
a que la posmodernidad evidencia que la razón fue y “ha sido solo una narrativa entre otras
en la historia; una gran narrativa” (p.5) por lo que lo posmoderno es un periodo en donde “ la
razón y su sujeto – como detentador de la unidad y la totalidad– vuelan en pedazos. ”(p.5)
Ahora bien, ¿Cómo aquella razón que pierde su peso impacta en la subjetividad? esa pregunta
la han intentado responder desde antes de la llamada posmodernidad. El materialismo
histórico de Marx y Engels avala esta nueva concepción del saber que sobreviene de la
economía capitalista, debido a que en la posmodernidad el saber se convierte en un producto
de consumo, como también en un dispositivo de poder y dominación. Es decir, nos
encontramos en una era en la que la información que circula por los medios va generando
sujetos y construyendo sociedades, pero a su vez, es una información que se comercializa.
“El saber pierde su valor de uso, su valor en sí mismo y cae también en el juego del valor de
cambio generando, como los otros productos humanos, cadenas de consumidores
incansables.” (Rodriguez, 2008, p.95).
En síntesis, ¿Cómo no considerar esta descripción de posmodernidad como una realidad
precaria? cuando las influencias de la experiencia cotidiana están marcadas por un
cientificismo y un mercantilismo del saber en manos de los poderes fácticos, ¿Qué espacio de
acción le queda a un sujeto puesto contra la pared de verdades difusas, a veces
contradictorias, de relatos cambiantes y mutaciones de lo tradicional hacia la sociedad del
consumo y el inminente miedo a partir de una desintegración total de los fundamentos
sociales?.

53 Citada en Rodriguez (2008, p. 303)

23
3. Posmodernidad como crisis psicosocial

La experiencia subjetiva de una crisis, es un tipo de vivencia que interesa poder relacionar
con el malestar subjetivo y sus manifestaciones en la actual posmodernidad. Junto con la
crisis sociosanitaria producto del Covid-19, también aparece la crisis del deseo que en
palabras de Baudillard (expuesto en Rodriguez, 2008), es la crisis de la posmodernidad. Dirá
que el deseo no es ni siquiera nuestro, que el capitalismo se ha impregnado de tal forma, que
tras poseer a los objetos, estos no satisfacen el deseo, que este deseo se escapa tras “la marca,
la firma o mejor dicho, la imagen que se transmuta por un signo: el logo” (p.159).
Fundamentalmente, la crisis del deseo entendida desde este punto, va de la mano con una
crisis de la representación y se inscribe derechamente en el campo simbólico y el lenguaje,
pero que no alcanza a ser articulada dentro de las palabras, porque las palabras deambulan sin
consistencia en la multiplicidad de voces que encarnan los microrrelatos posmodernos. De
ahí es que Rodriguez nos comenta que “la realidad es irrepresentable (...) y que ninguna
teoría es capaz de fungir como espejo de la realidad” , en el sentido de que no hay posibilidad
de aunar bajo alguna hipótesis sólida, la pérdida de valor de la palabra, la imagen se convierte
en hegemónica y sólo ella puede ser fiable” (p.75).
Por otro lado, más cercano a lo que una crisis de corte sanitario o de precariedades corporales
se refiere, Bodner (2012) comenta sobre un tipo de crisis en Europa y los EEUU 一 allá por el
2012 一, que si bien el psicoanálisis ha estudiado las condiciones de violencia extrema y sus
efectos psicológicos, la crisis dejaba un rasgo de exclusión social en cuanto a el empleo, las
coberturas de salud, la vida en condiciones precarias y en desamparo. De allí es que comenta
que existen “ciertos rasgos de la crisis que inciden sobre la psicología individual y colectiva
(...) como el carácter expansivo de la crisis que crece hasta hacerse sistémica; la invisibilidad
de los gestores reales de decisiones y el dominio de la especulación financiera sobre la
economía productiva” (p.2-3), todos lo anterior, facilita sentimientos de pánico e de
inseguridad que entran en mediación de los proyectos de vida y de la experiencia de los
jóvenes.
Respecto del surgimiento de una crisis de este corte, Ayete (2020, p.609) sostiene que no
ocurren por alguna casualidad o el vacío, sino en (por ejemplo) “trasladar la responsabilidad
de un problema político al individuo (...) en la burbuja inmobiliaria, en los bancos, en la
corrupción institucional, en las reformas neoliberales” y que de su producto aparecen
paradojas de la época donde la misma realidad propone decisiones, pero quita capacidades
para hacerlo, traduciendo esa “indecibilidad muchas veces en ansiedad y angustia” (p.610) .
También comenta respecto de Claesson (2019) 54 en su introducción a Narrativas precarias.
Crisis y subjetividad en la cultura española actual, que las crisis del relato o bien, de
producciones de sentido que se ven reflejadas en el arte, por medio del análisis político-
cultural de las formas en que algunos productos artísticos “vienen representando esta nueva
subjetividad (precaria, rota, a la deriva)”(p.609) en el rol de la cultura como productora de
realidades.

54 En Ayete (2020).

24
4. Tiempos líquidos de Bauman

Bauman (2005) pensó sobre la cualidad del vínculo humano en esta sociedad contemporánea
donde, por una parte, el deseo fraternal, filial o de lazo humano ocurre y se busca
constantemente, pero por otra, aparece una desconfianza sobre la duración de una relación
por el compromiso que implica dedicarse a ella. La pregunta por el cómo afecta a la
subjetividad colectiva esta percepción del otro desde un objeto consumible y prontamente
desechable (Ons, 2008) únicamente valuado desde el grado de placer que pueda ofrecer en
términos de costo y beneficio, es del todo importante. Todo cimiento sólido en la sociedad
premoderna y la total disolución de lo que fueron las concepciones tradicionales de la
humanidad, se aúnan en la mirada de la vida o el amor y tiempos líquidos que Bauman
emplea para explicar los múltiples fenómenos sociales propios de la época actual donde los
seres humanos, “sin embargo, desconfían todo el tiempo del «estar relacionados», y
particularmente de estar relacionados «para siempre», por no hablar de «eternamente»,
porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se
sienten capaces ni deseosos de soportar…” (Bauman,2005, p.7)

Teniendo frente a nosotros una descripción del estado actual de un paradigma de nuestra
sociedad, nos interesa también poder realizar una mirada hacia el retrovisor de nuestro
vehículo investigativo. Puesto que en la medida que seamos capaces de visualizar cierta parte
de lo que nos precede como investigadores de la psicología, podremos también ver los
matices que se han ido pintando a lo largo de la historia de este gran lienzo que hoy en día
son las psicopatologías y cuadros clínicos institucionalizados por la OMS (CIE-10) y la
Asociación Estadounidense de Psiquiatría (DSM-V).

Capítulo II
Antecedentes de la paranoia

1. Una breve noción histórica de la paranoia: desde la psiquiatría al psicoanálisis

Hacia el recorrido de una noción histórica de la Paranoia, nos interesa evidenciar su génesis,
su desarrollo en los campos del saber (sea psiquiatría, la psicología o el psicoanálisis) y su
clasificación contemporánea. El argumento al que adscribimos desde la investigación del
sujeto de la conspiración (o sujeto conspiranoico) tiene estrecha relación con lo que Álvarez
(1985) sostiene en su Recorrido por los clásicos, allí donde “la recuperación del término
paranoia, en su característica de producción delirante, en detrimento de la nebulosa
esquizofrénica” (p.126), se acerca a nuestra pregunta por las características del sujeto
conspiranoico, a saber: que lo situamos no exclusivamente del lado de las psicosis, sino más
bien en la cercanía a la estructura neurótica y entre la barrera de lo normativo (entendido
como la normalidad) y la locura (entendida como lo propio del sujeto que cuestiona, se siente

25
perseguido y encuentra a partir de la ciencia misma, la explicación de las crisis y fenómenos
sociopolíticos actuales).

Dentro de las descripciones contemporáneas del cuadro clínico paranoico, desde el DSM-III
(1878), DSM III-R (1987) y la OMS y su CIE-9 (1975) podemos resumirlo más o menos
como “un sistema delirante sistemático y lógico, de evolución crónica, pocas alucinaciones y
sin evolución deteriorante” (Herreros, 1995, s.p.). Actualmente, las clasificaciones
internacionales como el DSM-V y el CIE-10, incluyen el término Paranoia en los trastornos
de la personalidad y la psicosis respectivamente.

Según las indagaciones de Herreros (1995, s.p.) los orígenes del término Paranoia son más
bien propios de la corriente médica nacida en Hipócrates y fue homologado con la Locura
desde aquellos “inicios”. Los árabes del siglo XIII si bien mencionan un cuadro clínico
similar a la Paranoia, su enfoque estuvo más presente en el entendimiento de sus
manifestaciones en las artes y ciertos personajes históricos como: El Quijote, Rousseau,
Mozart, entre otros. El desarrollo conceptual a lo largo de la historia es una constante tanto en
Oriente como en Occidente, no obstante, no es sino hasta Kraepelin en 1899 que el término
paranoia logra la formalización nosográfica clásica en la psiquiatría.

Las escuelas de pensamiento francesas, alemanas, anglosajonas e italianas comparten


importantes registros y aportes al cuadro clínico. En cuanto a su abordaje a partir del
psicoanálisis, es Freud y posteriormente Lacan, quienes realizan los aportes que tomaremos
en consideración.

2. Una mirada en Freud

El psicoanálisis freudiano se comienza a alejar de las clasificaciones psiquiátricas que se


habían definido acerca de la paranoia por lo que Freud fija su atención “por el decir del
loco” (Alvarez, 1985, p.145) con el fin de poder comprender esta sintomatología que estaba
dentro de las psicosis a partir de teóricos psiquiátricos anteriores.
Hay tres posturas nosológicas importantes en sus estudios acerca de la paranoia, la primera se
encuentra entre 1894 a 1902 en donde divide neurosis actuales y psiconeurosis, incorporando
la paranoia en esta última siempre aludiendo a un componente sexual(Alvarez, 1985). Ya con
el texto Nuevas observaciones sobre las neuropsicosis de defensa estudia un caso de paranoia
crónica donde da cuenta del mecanismo de proyección para justificar lo que utilizaban estos
pacientes. Acá contrasta lo que es neurosis de psicosis.
La segunda nosología se realiza entre 1905 a 1914 donde trabaja el Caso Schreber, el del
hombre de los lobos y varios escritos más. En este periodo ya divide “las perversiones, las
neurosis actuales y las psiconeurosis (de transferencia: histerias, obsesiones y fobias;
narcisistas o parafrenias).” (Alvarez, 1985, p.145). Este último grupo lo divide ya que por un
lado en las de transferencia “la libido se cargaría a los objetos, mientras que en las narcisistas
cargaría el yo.” (p.145) y por otro lado las parafrenias, que no vendrían a obedecer al
mecanismo psíquico de la transferencia, sino más bien a lo característico de las psicosis, la
huída de la castración o la desmentida. Aquí entonces, el sentido que da Freud al término

26
«parafrenia» proveniente de la psiquiatría a principios de siglo XX no está del todo claro para
esta revisión. Se debe coincidir junto a José María Álvarez en que, grosso modo, a veces
marca una senda relación entre esquizofrenia y paranoia, pero por otros momentos teórico-
analíticos ofrece un entendimiento inequívoco como sinónimo de esquizofrenia.
La tercera nosología se expone entre 1923 a 1925 donde Freud distingue las “perversiones,
neurosis, psiconeurosis narcisistas (melancolía) y psicosis (esquizofrenia y paranoia)”
(p.146). En este sentido, la distinción entre psicosis y neurosis tendrá relación con el foco del
conflicto. Por un lado, en la neurosis el conflicto se va a mantener entre el yo y su ello y, por
otro lado, en las psicosis corresponde al yo y su mundo exterior.
Lo interesante en Freud es que va a comenzar a contrastar y concluir que “la esquizofrenia es
a la histeria lo que la paranoia es a la neurosis obsesiva… Pero hay una historia detrás de
cada neurosis obsesiva, y la esquizofrenia se encuentra con la restitución paranoica.” (García,
1980, p.43) 55 En este sentido, podemos encontrar los rastros de una frontera que para Freud
(al menos en sus escritos) está cada vez menos afín a la rigidez nosográfica de la psiquiatría
en los límites estructurales del sujeto en tanto neurosis y psicosis.

3. Aportes teóricos del caso Schreber

Si nos remontamos al caso Schreber, lo destacable es el esfuerzo explicativo en la Paranoia.


En este caso tan ilustre, Freud alude al mecanismo de proyección como productor de la
sintomatología y, a su vez, se vislumbra una “fantasía optativa” que surge a partir de la
amenaza de castración que el complejo paterno funda en el sujeto. Y es que en función de
este caso, Freud da cuenta que estos mecanismos psíquicos que se han dado en la psicosis
como tal, también son mecanismos que se dan en la neurosis, de hecho la represión se
manifiesta en ambas estructuras, pero de una forma diferente. (Alvarez, 1985)
Continuando con lo dicho, a partir de este caso Freud establece a la Paranoia como una
“defensa contra un deseo homosexual” (p.146) y es en este punto que agrega a la explicación
del término narcisismo como un “estadio intermedio entre el autoerotismo y el amor objetal”,
a consecuencia una fijación narcisista generaría que la elección de objeto del sujeto sea de
tipo homosexual. (Alvarez, 1985).
Ahora bien, los aportes que Freud realiza sobre la caracterización de las psicosis, van a partir
de frases afirmativas que se iban vislumbrando en el delirio persecutorio, la erotomanía y los
celos delirantes. En la primera se manifiesta que existen formas del delirio persecutorio que
son verdaderas contradicciones de una misma afirmación. Para toda sorpresa del lector del
caso, el delirio persecutorio muestra en su análisis, que el padre amado en primera instancia,
pasa a ser el perseguidor en forma de Dios. Así se estructuraría: “Yo (un hombre) le amo (a
un hombre, mi padre)”. En seguida, como respuesta defensiva en el delirio, aparece un “No le
amo; le odio” y por tanto da cabida dentro de esa lógica que “El me odia (y me persigue), por
tanto, hay buen derecho a odiarlo también”.
En la segunda forma de psicosis, la erotomanía pasa a tomar una figura proyectada,
nuevamente en defensa versaba así: “Yo no le amo a él; la amo a ella”, “noto que ella me
55 Citado en Alvarez, 1985.

27
ama”, “ahora ya no amo a él; amo a ella, porque ella me ama”. Y finalmente los celos
delirantes van a tratar de una secuencia igualmente lógica donde “no soy yo quien ama al
hombre; es ella quien le ama” y “no soy yo quien ama a las mujeres; es él quien las ama”.
Para Álvarez (1985) es sobresaliente como aparece el planteamiento económico del
psiquismo en las secuencias de proyección, racionalización secundaria, delirio, curación.
Ciertamente, un aparato psíquico en función de la causación y la cura. En tanto a Schreber,
considerar la vivencia del fin del mundo, irá del siguiente modo: primero la represión (con su
propia retraída de la líbido de personas y objetos), en seguida el mecanismo de la proyección
(defendiendo al sujeto al poner todo acontecimiento fuera del espacio interno), luego la
racionalización secundaria (que vendrá siempre en secuencia lógica y coherente con lo
previamente entendido), el delirio (como producto directo de lo reprimido) y finalmente la
curación (aquí la represión es anulada, la líbido vuelve a circular en su curso normal). En su
texto un caso de paranoia contrario a la teoría psicoanalítica, Freud ratifica que la paranoia
se diluce como una defensa hacia el deseo homosexual, a pesar de que el perseguidor
supuestamente sea del sexo opuesto.
Otro punto a destacar es que para Freud en las psicosis como en la paranoia no hay “pérdida
de das ding...” (la Cosa) “no hay aparición de la fantasía (sache); y por tanto no hay relación
de objeto (objekt).” (Alvarez, 1985, p.147). También en el texto de neurosis y psicosis, da
cuenta del factor de realidad en la estructura de la neurosis como en la psicosis, ya que en la
primera el sujeto posee sintomas en función de un deseo reprimido por lo que el neurotico
procura no saber nada de la realidad, en cambio en la segunda justamente es la realidad la que
se exterioriza como alucinación.
A partir de este breve recorrido de textos afines a la paranoia, entendemos cómo ha sucedido
junto con el desarrollo del psicoanálisis, la dificultad de separar neurosis de psicosis. Lo más
trascendente siempre será seguir las pistas de los mecanismos psíquicos como lo
característico de cada estructura, donde la madre de los mecanismos psíquicos en términos
definitivos va a ser la represión y sus formas diferentes en las psicosis. No obstante, pese a
las dificultades que se pueden visualizar de la obra freudiana, el padre del psicoanálisis no
descansará y seguirá buscando por medio del complejo paterno, lo más sustancial rescatado
por la vuelta de Lacan en la determinación de las estructuras.
Puntualizamos lo que Freud distingue sobre esto en tres padres, primeramente: el padre
idealizado (el cuál es una prolongación de la madre, protege tal cual ella lo hizo desde el
inicio de la vida psíquica y a su vez castiga, tal cual significa la separación del otro a partir
del narcisismo primario). En segundo lugar: el padre muerto según la ley fundamental del
psicoanálisis (ley del incesto y del parentesco), una figura que para Lacan va a ser aquel
padre simbólico, que no necesariamente va a ser el progenitor, sino más bien, en términos de
función de la ley en contraposición del deseo de la relación edípica. Aquí, la función paterna
no se trata de la supresión del deseo propiamente tal, sino más bien, de una verdadera
restitución en la forma simbólica, como continuación de la existencia unitaria en el
narcisismo primario.

28
Capítulo III
Jacques Lacan

1. Del cuerpo al sentido: Caso Aimée

Jacques Lacan, proveniente de un mundo organicista, tal como la psiquiatría 一 y más aún,
una psiquiatría de inicios-mediados del siglo XIX 一 , marcó sus inicios en el campo del
saber y decir mediante una ruptura; ciertamente, la primera de muchas. Así, en su tesis
doctoral de 1932, se ocupa de la psicosis paranoica, rectificando lo que para él sería un mal
entendimiento de aquella locura razonada. Esta, en su forma, ya planteaba preguntas sin
respuesta, en tanto no se cumplían «premisas de incomprensibilidad, deterioro progresivo
hacia la demencia, ausencia de raciocinio con deterioro del lenguaje y diferenciación
nosográfica precisa» (Galende, 2003, p. 26) para ser diagnosticada como una psicosis común
desde el campo psiquiátrico.
Así, Lacan (1976) encontrará a Aimée 56, una paciente que ya contaba con historiales
psiquiátricos considerables57, y en quien detecta rasgos generales que le permiten pensar una
psicosis paranoica, tales como: «su sistematización, su egocentrismo, su desarrollo lógico
sobre premisas falsas, y la movilización tardía de los medios de defensa» (p. 183). Pero que, a
la vez, mantenía una conservación de lo exigible en todo sujeto social, acorde a la ratio. Al
respecto dirá: «Nuestra paciente ha conservado dentro de límites normales la noción de su
personalidad; su contacto con lo real ha mantenido una eficacia suficiente; la actividad
profesional se ha desarrollado hasta la víspera del atentado» (ibid). En cuentas resumidas, se
tiene en Aimée un caso idóneo para problematizar las fronteras de lo que constituye una
psicosis y su abordaje, en tanto, sin mantener daño neurológico alguno desarrolla el delirio
respecto a intenciones de otros de dañar a su hijo 58. Esto le significó la ocasión para elaborar
una nueva ruta hacia la comprensión 一 quizás el primer gran paso, por su parte, hacia un

56 Nombre ficticio, adoptado de un personaje novelesco escrito por Marguerite Pantaine, nuestra verdadera
Aimée.
57 La primera internación ocurre en un viaje a los EE.UU para convertirse en escritora. El segundo, el cual
genera el encuentro con Lacan, ocurre por un intento de apuñalar a una connotada actriz de la época frente al
teatro Saint-Georges, según lo expuesto por Silvia Elena Tendlarz (s.f.) en su artículo Aimée con Schreber.

29
psicoanálisis 一, alejándose de ejes contradictorios a la misma, tales como la clasificación y
el diagnóstico como fines en sí mismo.
Así, lo principal para el joven Lacan serán los elementos contingentes a la propia
personalidad (Galende, 2003), estableciendo la primacía de la causalidad psicógena 59. De esta
forma, lo que posibilita el desencadenamiento de la paranoia, al menos para el primerísimo
primer Lacan, estará en juego en lo psíquico, y en relación al exterior y sus repercusiones 60,
en tanto psiquismo reactivo. Esto lo llevará a enfocarse en preguntas, respecto al historial de
Aimée, tales como: ¿Qué es lo que ha permitido la remisión del delirio?, ¿Qué función parece
tener la sanción social, la prisión, en esta remisión?, ¿Qué es lo que ha causado el
desencadenamiento del delirio? (González Ballarín, s.f.).
Este acto simboliza el paso de una clínica a otra; del de la mirada oculta tras un ventanal
polarizado al de la escucha activa y reflexiva en torno a la trama articulada y productora del
síntoma. Así, su interés se encamina al análisis del proceso psíquico, alejado de cualquier
confusión con hipótesis neurológicas (Lacan, 1976).
En su análisis de Aimée reintroduce este noción con el fin de lograr involucrar nuevas formas
de comprensión de la personalidad, aparentemente dejadas de lado, en tanto «el proceso
psíquico se opone al curso de los procesos orgánicos cuya base es una lesión cerebral» (p.
128), lo que, a su vez, le permite situar el caso a caso como elemento imborrable para la
comprensión de unos y de otros. Permite acercarse a un punto central de lo que a él le
interesa dar cuenta: la conservación de la personalidad en este delirio sin locura. Al respecto,
señala: «el carácter del proceso psíquico es completamente diferente: es, en esencia, un
cambio de la vida psíquica, pero un cambio que no va acompañado de ninguna desintegración
de la vida mental» (p. 129).

Dentro del proceso psíquico Lacan ubicará los llamados fenómenos elementales 61, concepto
psiquiátrico y anterior al mismo Lacan, como precursores y gatillantes del delirio; un punto
de partida, un momento anterior:

58 En lo que concierne al presente marco, se dan por entendidos los detalles del caso, buscando retomar
netamente nociones pertinentes para nuestro propósito que, a la vez, den cuenta del desarrollo de Lacan en su
manera de pensar la paranoia. No obstante, para profundizar respecto al caso, su historial y el abordaje teórico
en detalle efectuado por Lacan en su tesis doctoral, léase: De la psicosis paranoica en sus relaciones con la
personalidad (1932/1976), dejando recomendada, por lo demás, la edición de Siglo XXI.
59 No obstante, Lacan, como es común en su historia de pensamiento, cambiará de posición radicalmente con
respecto a la psicogénesis, llegando a señalar en su seminario 3: “Las Psicosis” (1955-56) que «el gran secreto
del Psicoanálisis es que no hay psicogénesis» (p. 17).
Para profundizar al respecto, léase el artículo de Meléndez Zermeño (2004), La inexistencia de la psicogénesis:
el gran secreto del Psicoanálisis.
60 Se evidencia, por lo demás, una clara influencia de Ernest Kretschmer, connotado psiquiatra alemán de la
época, quien años antes ya sostenía dicha relación. En El delirio de relación sensitivo (1918) sostenía, como un
tercer signo etiológico de la paranoia, que «La edificación de la enfermedad, una vez se han admitido los
elementos endógenos ya expuestos, es psicológica y reaccional, y se caracteriza por la tríada formada por el
carácter, la experiencia vivida y el medio» (p. 79).
61 Lacan retoma dicha noción en su seminario 3: “Las psicosis”, esta vez, marcando cierta diferencia con lo
recién expuesto, en tanto señalará que el fenómeno elemental se ubica al nivel del delirio, alejándose de
cualquier idea de punto anterior y parasitario, gatillador dé, constituyendo más bien una idea de estructura. Así,
señala: «El delirio no es deducido, reproduce la misma fuerza constituyente, es también un fenómeno elemental.
Es decir que la noción de elemento no debe ser entendida en este caso de modo distinto que la de estructura,
diferenciada, irreductible a todo lo que no sea de ella misma» (p. 33).

30
Designan síntomas en los cuales, según la teoría, se expresan primitivamente los
factores determinantes de la psicosis y a partir de los cuales el delirio se construye de
acuerdo con reacciones afectivas secundarias y con deducciones en sí mismas
racionales. (Lacan, 1932/1976, p. 188).

Dichos elementos anteriores a la primera internación de Aimée serán sentimientos de


extrañeza, deja vú, adivinación del pensamiento (Aguirre, 2017), así como: estados oniroides,
trastornos de “incompletud” de la percepción; interpretaciones propiamente dichas; ilusiones
de la memoria (Lacan, 1932/1976, p. 197).

Adquirida la importancia del contexto y la historia del paciente para la adquisición


sintomática de la paranoia, en donde entran en juego las nociones de «proceso» y
«gatillante», el hasta ese momento, psiquiatra francés, se verá en la necesidad de lograr una
comunión entre lo subjetivo y lo observable, generando así, y de manera textual, su paso a un
psicoanálisis, al que le atribuye el mérito de:

Habernos enseñado a conocer esas leyes, o sea las que definen la relación entre el
sentido subjetivo de un fenómeno de consciencia y el fenómeno objetivo al cual
responde: positiva, negativa, mediata o inmediata, esa relación está, en efecto,
siempre determinada.gracias al conocimiento de esas leyes. Hemos podido devolver
así su valor objetivo hasta aquellos fenómenos de consciencia que muchos, de manera
tan poco científica, se habían propuesto despreciar, por ejemplo los sueños, cuya
riqueza de sentido, con ser tan impresionante, se consideraba como puramente
“imaginaria”, o asimismo esos “actos fallidos” cuya eficacia, con ser tan evidente, se
consideraba como “carente de sentido”. (Ibid, p. 225).

De esta manera, Jacques Lacan utiliza su misma tesis doctoral en psiquiatría para generar su
propia ruptura con aquel campo. En un atrevido acto, fiel a su forma de hacer escuela vista en
retrospectiva, hace una declaración de principios a los que se ceñirá de allí para su pensar al
hombre. La importancia y el porqué de la mención de este punto, se volverá a retomar al final
del apartado.
Bajo este nuevo marco Lacan formaliza su diagnóstico como una psicosis paranoica con
prevalencia de mecanismos autopunitivos (Coloma, 2019, p. 499), lo cual articula y explica el
sentido del delirio en Aimée. «En él, de alguna manera, la tendencia al autocastigo se expresa
directamente» (Lacan, 1932/1976, p. 228). Así, sus interpretaciones con respecto a
intenciones malignas en contra de su hijo terminan siempre con ella como la última víctima
del acto virtual62; autocastigo que se expresa con aún más claridad al dar cuenta a quiénes
Aimée tomó constantemente como sus perseguidoras, e incluso atacó en sus episodios de
62 Al respecto, Lacan en su tesis plasma un diálogo aparentemente verídico y realmente sucedido dada su
presencia, según él, en el momento en que ocurrió, en donde se sostiene lo recién mencionado:

31
delirio: «mujeres de letras, actrices, mujeres de mundo [...] ese tipo de mujer es exactamente
lo que Aimée misma sueña con llegar a ser» (Ibid, p. 229). Ante lo cual, ciertamente Aimée
se ataca a la vez que ataca, y se culpa a la vez que culpa, desconociendo el lugar de la
identificación más fundamental de su yo. Al respecto, concluirá Lacan su punto:

Con el mismo golpe que la hace culpable frente a la ley, Aimée se siente golpeada en
sí misma; y, cuando lo comprende, es cuando experimenta la satisfacción del deseo
cumplido: el delirio, ya inútil, se desvanece. La naturaleza de la curación demuestra,
en nuestra opinión, la naturaleza de la enfermedad. (Ibid, p. 230)

Llegado este punto, y hecho el recorrido del primer acercamiento de Lacan para con la
paranoia63 一 de manera muy general, limitándose netamente al abordaje de sus primeras
vallas 一 se obtienen dos puntos, de aquí en adelante, muy valiosos.
Por un lado, pesquisando el cómo Lacan se propone profundizar en los fenómenos
paranoicos, rehuyendo de un campo psiquiátrico cuya vía organicista queda entrampada en
descripciones funcionalistas y causalistas64, se obtiene lo fundamental de lo paranoico: el
sentido impregnado del emisor como punto central para la comprensión del acto. Así, la
comprensión del sujeto conspiranoico no vendrá del órgano en falla, sino de lo subjetivo
aunado al fenómeno elemental, que terminan generando interpretaciones extrapoladas en
tanto certeza.
Como segundo punto, una vez puesto el sentido en un lugar de relevancia, el cambio hacia el
psicoanálisis efectuado por Lacan dice mucho en lo poco: reencarna una discusión aún
presente respecto de las formas del saber que profundizan en lo verdaderamente complejo: no
en la búsqueda de verdades, como a continuación se discutirá, pero sí de comprensión. 65 En
este fin es donde el psicoanálisis se enmarca como el campo propicio: es de lo que Lacan da
cuenta. Así, por tanto, efectuar el rastreo de la lógica persecutoria visualizada en lo
contemporáneo desde un psicoanálisis resulta del todo comprensible, en tanto lo que se busca
no es tanto un cuerpo con fallas, sino un sentido con orificios, o bien, se adelanta: una
relación imaginaria expuesta a cierta particularización a la vez que de un Otro tambaleante.

2. De la verdad al fenómeno

«”¿Por qué 一 le preguntan un día por centésima vez en presencia nuestra 一, pero por qué creía usted que su
hijo estaba amenazado?” Impulsivamente, ella responde: “Para castigarme”. “¿Para castigarla de qué?” Aquí
Aimée titubea: “Porque yo no estaba cumpliendo mi misión…”» (p. 229).
63 Primer acercamiento, en tanto implica ciertamente el primer trabajo que impulsa a Lacan a un nivel distinto
a sus pares de campo compartido. Pero, en lo formal, ya se ubicaban trabajos anteriores en donde Lacan
mostraba un cierto interés en la misma. Así, por ejemplo, se encuentra Estructura de las psicosis paranoicas
(1931), artículo publicado por primera vez en la Semaine des Hôpitaux de Paris, n°14, julio 1931, p. 437-445.
64 A propósito de lo que en apartados anteriores ya se ha citado: artículos actuales, que buscando responder a la
creencia en teorías conspirativas, encuentran en descripciones del organismo una zona de confort que impide
dedicarse a comprender su trama.
65 ¿No es el sustrato organicista una forma de encontrar una verdad, en tanto la falla del órgano implica una
lectura de una sola trama generalizable a todos por igual? ¿No es la comprensión una manera de abordar lo que
se acepta como lo particular de la causa?

32
Si anteriormente, mediante la ruptura con la psiquiatría, Lacan entrega algo de sentido, en
193666 hará lo mismo mediante una crítica al psicoanálisis de la época 67, a partir del cual el
principio de realidad pareciera ser ubicado en una zona de tradición científica, producto de la
influencia de la psicología de la cual Freud intentó 一 al parecer, infructuosamente 一
desapegarse desde sus inicios.
Criticará la noción asociacionista del psiquismo sobre la que se funda, «no tanto porque la
formule en doctrina, sino por cuanto recibe 一 y como datos del sentido común 一 una serie
de postulados que determinan los problemas en su posición misma» (Lacan, 1936, p. 82).
Vale decir, Lacan comprenderá desde su entrada que enmarcando los fenómenos en distintas
categorías clasificatorias no se logra más que, lo que él llama, una garantía de verdad, la cual
queda enlazada a la imagen, así ilusoria, que entrega cierto tipo de sensaciones, percepciones,
creencias, etcétera,; haciendo que mencionados fenómenos sean definidos en función de su
verdad y valor, empobreciendo el sentido y entendiéndolos como si no significasen nada
(Ibid, p. 84-5).

Así, a los fenómenos psíquicos no se les reconoce realidad propia alguna: aquellos
que no pertenecen a la realidad verdadera sólo tienen una realidad ilusoria. La
realidad verdadera está constituida por el sistema de las referencias válido para la
ciencia ya establecida, o sea, de los mecanismos tangibles para las ciencias físicas, a
lo cual se añaden motivaciones utilitarias para las ciencias naturales. El papel de la
psicología no es otro que el de reducir a este sistema los fenómenos psíquicos y
verificarlo gracias a la determinación, por él, de sus fenómenos mismos que
constituyen su conocimiento. En la medida en que es función de esta verdad, no es
una ciencia esta psicología. (Ibid, p. 86).

Esta actitud moral 一 como lo sitúa Lacan 一, y en tanto condición de existencia, ha tendido a
generar un desprecio profesional de la realidad psíquica, en tanto se sitúa a un hombre
mentiroso, o al menos, perdido en su error, y una imagen ilusoria, todo lo cual no
pertenecería naturalmente a la vida psíquica. Con esto, se produce un alejamiento del
elemento primordial de todo análisis68: el fenómeno psíquico en cuanto tal, alejado de toda
noción de verdad y error. Así, Lacan señalará: «Si se desea reconocer una realidad propia a
las reacciones psíquicas, no hay que comenzar por elegir entre estas: hay que comenzar por
no elegir»69 (Ibid, p. 88). A su vez, y producto de que dichos fenómenos psíquicos aparecen
en relación siempre con lo social, «no hay motivo para excluir la vía que debido a ello abre el
66 Léase, Más allá del principio de realidad (Lacan, 1936), ubicado en los Écrits 1, primera edición de 1976.
67 Uno de segunda generación, tal como la llama al comenzar el apartado: «Es así como, bajo una incidencia
normal, pudiera decirse, es abordado el psicoanálisis por lo que, saltándonos lo que hay de arbitrario en tal
fórmula, llamaríamos la segunda generación analítica» (p. 81).
68 Lacan elabora estas, y futuras nociones por revisar, pensando siempre en la clínica, no obstante, no se
encuentra razón alguna del porqué no habría de extrapolar sus mismas reflexiones para la presente problemática
investigativa pese a que, hasta el momento, no involucre aspecto clínico alguno a tratar.

33
acceso más común, o sea, el testimonio que acerca de fenómenos tales da el sujeto mismo»
(Ibid).
Así, todo de lo que se trata no es más que de un «fenómeno psíquico» el cual debe ser
captado en su forma natural, es decir, a través de la experiencia del lenguaje 70. Esta idea viene
a formalizar lo ya insinuado en su caso Aimée, anteriormente repasado, a partir del cual el
sentido se halla lejos de un cuerpo, cuanto más cercano si se haya de un sujeto que es sabido
y pensado a partir de no más que del fenómeno psíquico que representa.

A partir de este hallazgo, el sentido de la lógica persecutoria, que aún aquí toma el interés
central, debe hallarse allí en donde se es atravesado por el lenguaje, vale decir, en una
relación imaginaria en donde el Yo (a), en articulación al otro (a’) manifiesta, en la actualidad
por sobre todo, su lógica paranoide y su ansia de convencer a quien le escucha 71. Fenómeno
psíquico puro que debe leerse en cuanto tal, sin mayor elección.
Ahora bien, este paso 一 si se quiere, «ético»一 implica consigo un sinfín de consecuencias
imposibles de ignorar, al igual que de imposible, ciertamente, es tratarlas todas. No obstante,
quizás de las más elementales, sitúa la discusión histórica de lo que vendría a ser una psicosis
y de lo que vendría a ser mero juego de disparate. En este sentido, el interés aparece en
relación a revisar si la paranoia involucra cuanto más de una locura que de una psicosis, o
bien, su contrario: una psicosis propiamente tal. A su vez, aquel punto generará la apertura
respecto a la cual podrían pensarse rasgos paranoicos más constitutivos que adquiridos.

3. De una locura y no de una psicosis

Habiendo ya obtenido lo que es un «sentido» y un «fenómeno» para lo que respecta a la


problemática aquí situada, corresponde, a continuación, situar a la locura, en tanto fenómeno,
su sentido propio, esto dice, su entendimiento. Cuestión fundamental si se quiere abordar, en
buenos términos, la cuestión del sujeto conspiranoico estableciendo allí, o no, los atributos de
lo que en la simpleza podría llamarse un loco.
Desde la partida misma, lo entendido como locura viene a desmarcarse inmediatamente de
cualquier noción patológica del organismo o articulada a alguna que otra causalidad
genética/bioquímica (Bassols, 2008), en tanto no hay lectura posible de realizar que vaya más
allá de una mera igualación de términos o de una comparación a la norma. Todo análisis que
sigue esta fórmula lleva a redundar en cuerpos patológicos que de locura no dicen más que lo
que a simple vista ya se lee, con la diferencia de que sitúa lo ilusorio en la falsa sensación de
comprensión que de ahí suele extraerse.
69 Atribuyéndole a Freud el mérito de haberlo descubierto en su método psicoanalítico, el cual abrió la
dimensión de la escucha transversal.
70 Si bien con la presente declaración puede suponerse una entrada a la dialéctica significado-
significante, reinante
de lo simbólico, se aclara que, tal como se mencionará más adelante, dicho lenguaje pertenece
fundamentalmente
a lo imaginario, en cuanto lo persecutorio es hallado, primordialmente, en una intención social que objetiviza a
sus participantes mediante la imagen. Al respecto, véase: De un esquema L (p. XX)
71 El presente punto abierto se retoma en el último apartado del marco teórico. Véase: De un esquema L (p.
38).

34
De esta forma es que, si la locura se ubica en el cuerpo no se obtiene una mayor comprensión
que al ubicarla en el ser (Lacan, 1946); una locura del ser en términos de una certeza que se
estructura, paradójicamente, en un desconocimiento esencial 72. Antinomia que lo atraviesa y
sostiene en razón de que «desconocer supone un reconocimiento, como lo manifiesta el
desconocimiento sistemático, en el que hay que admitir que lo que se niega debe de ser de
algún modo reconocido» (p. 164).
Relacionar a la locura con la certeza genera un destierro del campo del error, de lo que no es,
para pasar a situarse en lo que sí es; en la afirmación y certeza que sostiene a este ser. Esto
implica que el loco, desde Lacan, no es tanto aquel que se cree algo que no es, sino más aún,
aquel que se cree algo que es: un rey que se crea rey, o un hombre que se crea hombre 73.
Posibilitando la apertura del campo de la identificación,, aquel en el cual el sujeto asume
cierta imagen, reconociéndose y apropiándose de la misma 74. De esta forma, el Yo realmente
loco pareciera ser aquel que francamente asegura ser lo que es.
Por otro lado, abandonar el campo del error no implica abandonar el del desconocimiento,
más aún, será de allí de donde provendrá su certeza. Este acto de certeza, es uno en el cual «el
loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le presenta como el desorden del mundo»
(p. 169). Así, se plantea una certeza en tanto una ley del corazón 75 que involucra 一 ante la
visión de un mundo en caos 一 la imposición de su propia ley que contribuye a la unión del
mundo76. Atisbo de victoria que genera la asunción de lo universal a partir del levantamiento
de lo singular, que, no obstante, genera el paso de una ley para sí a una ley ciertamente ajena:
«En esta realización, la ley ha huido, de hecho, del corazón; se ha convertido de modo
inmediato simplemente en la relación que debía ser superada» (Hegel, 1807/1966, p. 229).
Por tanto, lo que finalmente evidencia aquella certeza es el desconocimiento del mundo y de
una ley que no es producto de mí, que apunta, más bien, a «una potencia superior no solo
extraña, sino incluso hostil»77 (Ibid).
De esta forma, no hay más que un retorno de lo ajeno, que Lacan (1946) tildará de empresa
insensata, en tanto «el sujeto no reconoce en el desorden del mundo la manifestación de su
ser actual, y porque lo que experimenta como ley de su corazón no es más que la imagen
invertida, tanto como virtual, de ese mismo ser»78 (p. 170).

72 Desconocimiento evidenciado catorce años antes en Aimée: «el desconocimiento esencial de la locura, que
nuestra enferma manifiesta perfectamente». (Lacan, 1946, p. 169), en tanto desconoce dónde estaba la
identificación más fundamental de su yo, que termina siendo, justamente, el mismo al que ataca.
73 Parafraseo de la frase dicha por Lacan en Acerca de la causalidad psíquica (1946, p. 169), a partir de la cual
surge ciertamente una pregunta que no debe ser dejada de lado en lo que resta de lectura: ¿De qué manera el
sujeto conspiranoico asume un orden del mundo a partir del cual su función de ser apelará a ser no más que una
víctima elegida?
74 Al respecto, véase: De un yo paranoico (p. 35).
75 Concepto trabajado por Hegel en su Fenomenología del espíritu (1807), autor con respecto al cual Lacan
nunca agota las instancias para referirse, asumiendo así una gran influencia por parte del filósofo alemán en su
obra.
76 Cabe preguntarse, ¿No pareciera ser ciertamente posible ubicar dicha esencia de ley en el actuar del sujeto
conspiranoico, en tanto aquel, ante la no certeza que atisba de su alrededor, cierra cada hueco de la duda con su
verdad imborrable?
77 Y aquella función de desconocimiento, ¿No implica lo ya denotado en el sujeto conspiranoico, en tanto que
tiende a ubicar la verdad por él descubierta en el terreno y campo de lo persecutorio para consigo mismo?
78 Ciertamente, las relaciones posibles de ubicar no se agotan. ¿No implicaría aquella empresa insensata un
cambio de dirección de lo persecutorio? ¿No sitúa aquella cita una agresividad constitutiva que, luego de ser
depositada en el mundo caótico, es vista como algo externo y finalmente de vuelta a su portador en forma de

35
Asumido el papel del desconocimiento, en tanto despojo de la pertenencia antes allí
reconocida, cabría ahora recuperar lo dicho respecto al papel de la identificación.
La locura, según lo señalado, involucra la elección de una posición y de un ser, hasta incluso
一 tal como se discutirá más adelante 一 de una función; una identificación en cuanto tal.
Ahora bien, si llegado el momento, Lacan pone en condición de posibilidad de la locura la
mediación de la identificación,79 será el intento sublevado por parte del hombre de alcanzar
una libertad mediante la aceptación de una identificación no galante, ciertamente, sin
mediación, la locura misma.80

Esa mediación introduce aquí, tempranamente en su obra, la concepción de un lugar


tercero entre dos [...] ese lugar tercero que media entre sujeto e ideal, función de
“mediación” será función del Otro, más allá de la encarnadura [...] Habrá locura si
entre sujeto hablante e ideal simbólico no opera el Otro en su función de mediación. 81
(Muñoz, 2008, p. 91-2)

Así, comprender esta locura implica entonces «entender la lógica que guía a la sola razón una
vez perdido su vínculo con el Otro para responder a la coyuntura del sinsentido abierto en la
existencia» (Bassols, 2004).
Con lo anterior, Lacan abre un campo de locura 一 y no de psicosis 一 a la cual le cabe,
finalmente, un sentido propio, que debe ser leído en términos de desconocimiento,
identificación y Otro. Cabría ahora suponer cuál es el papel del Yo, en tanto es aquel quien se
estructura en una lógica de desconocimiento que le es esencial, una identificación que
lo aliena y un Otro que permite su cabida en un cuerpo. Con esto, no se dice más que de lo
que aquí se habla será 一 en términos ya debidamente justificados 一 de una «locura»
conspiranoica del sujeto contemporáneo.

4. De un yo paranoico

Desde 1936 en su texto Más allá del principio de realidad, del cual ya se tomó excusa
para referirse, Jacques Lacan se preocupa de explicitar la importancia de la imago,
refiriéndose a este como el más importante fenómeno dentro de la Psicología al cual le asigna
un papel preponderante, en tanto forma generadora del desarrollo.

persecución?
79 «El momento de virar lo da aquí la mediación o la inmediatez de la identificación y, para que decirlo de una
vez, la infatuación del sujeto» (Lacan, 1946, p. 169).
80 Situar el papel de la libertad no es en absoluto arbitrario, y responde aún a la conformación del marco,
manteniendo lo señalado por el mismo Lacan en párrafos siguientes: «Ahora bien, esa identificación, cuyo
carácter sin mediación e “infatuado” he deseado ahora mismo hacer sentir, se demuestra como la relación del ser
con lo mejor que este tiene, ya que el ideal representa en él su libertad» (Lacan, 1946, p. 170).
81 Ciertamente la inclusión del Otro en la discusión es la llave para poder situar lo contemporáneo a la
exaltación de una locura paranoica, de ahí que se retomará dicho punto en las discusiones finales.

36
Esta idea, que en otra instancia del mismo año no pudo completar, apunta a la
formación del Yo a partir del encuentro del niño con su imagen en un momento específico en
donde el neonato se encuentra aún desprovisto de inteligencia y envuelto en la mayor de las
dependencias con respecto a su medio, producto de su entrada prematura al mundo.
Este acto de encuentro que simboliza lo entendido como el Estadio del espejo, 82 es
vivido como una plena identificación con la imago, en tanto, el niño asume la imagen que le
es devuelta en tanto reflejo, formando así «la matriz simbólica en la que el yo [Je] se precipita
en una forma primordial, antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro y
antes de que el lenguaje le restituya en lo universal su función de sujeto» (Lacan, 1949, p.
100).
El asumir aquella imagen como propia, lo que implica una fijación a aquel ideal
imaginario genera efectos en el ser, en tanto lo llevará, aún sumido en una impotencia motriz
y biológica, a la anticipación del dominio de aquel cuerpo real. No obstante, a su vez, este
acto revelará su estructuración ontológica en la cual el yo queda fundado en una función de
desconocimiento, en tanto, dicha imagen total «no le es dada sino como Gestalt, es decir, en
una exterioridad donde sin duda esa forma es más constituyente que constituida» (Ibid). Vale
decir, la imagen asumida no es cubierta sino en la virtualidad de la unidad, ante lo cual, si
bien simboliza la permanencia mental del yo, genera, a su vez, su alienación constitutiva, a
partir de la cual el yo nunca será un uno total y unitario, sino que se verá atravesado siempre
por esa imagen especular 一 en tanto que otro (a) 一 que lo aliena. Esto es lo que lleva a
Lacan a señalar que resguardarse bajo una profesión de identidad, cualquiera sea esta, no
implica en lo absoluto algo que no sea en relación a la única verdad del “Yo es otro” 83
(Lacan, 1948). Así, se comprende la forma de Lacan de leer la locura, en tanto el loco se
sostiene en una certeza de totalidad, su yo cree ser algo y se funde en aquella identificación.
Unificación la cual, en términos de estructura común, es igualada a una imposibilidad.
Por lo demás, esta experiencia alienante será lo que constituirá de paranoico al Yo
haciendo similares ambas estructuras 一 del yo y la paranoia 一 , «en el sentido de que la
estructura del yo y la estructura de la paranoia implican un delirio de conocimiento y dominio
absolutos, además de unidad y continuidad» (Muñoz, 2008, p. 91), haciendo a su vez lo
constitutivo del conocimiento humano, que no será más que un conocimiento paranoico, en
tanto «hace volcarse decisivamente todo el saber humano en la mediatización por el deseo del
otro» (Lacan, 1949, p. 104) haciendo así, por tanto, que todo lo que el sujeto conozca de sí
venga dado por fuera, vale decir, por la imagen.
Anudando con lo expuesto en los anteriores apartados, Lacan formaliza un cambio de
vía para pensar la paranoia (Julien, 2012), pasando del delirio de interpretación 一 que no por
esto deja de pensarse 一, a las vías del conocimiento como sitio paranoico por constitución.
Al respecto, si el conocimiento implica ser del orden de la visión, el sujeto se ha de ver

82 Léase El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia
psicoanalítica, comunicación presentada ante el XVI Congreso Internacional de Psicoanálisis, en Zurich, el 17
de Julio de 1949. Posteriormente publicado en los Écrits 1.
83 Dirá Lacan en relación al mismo punto, y con respecto a la afirmación “Yo soy un hombre”, que aquella no
dice otra cosa que: “Soy semejante a aquel a quien, al reconocerlo como hombre, fundo para reconocerme como
tal”. (p. 121). En este sentido, si lo irreductible del ser es formado a partir de la imago, ¿no se justifica con
creces la catalogación que Lacan hace de aquel fenómeno, en tanto el más importante de los revelados en la
experiencia psicoanalítica?

37
entrampado en una bipolaridad de ver y ser visto, esto en tanto, hay un yo identificado con
aquel que ve en el espejo: observa al otro a vez que este lo observa a él. Así, el sujeto se
conoce y es conocido. De esta manera, resulta comprensible el actuar del pequeño niño que
se identifica a su semejante, más aún cuando lo que ve de aquel lo vive en tanto Yo: «el niño
que pega dice haber sido pegado, el que ve caer llora» (Lacan, 1948, p. 117).
Esta experiencia alienante sitúa a la agresividad en aquella matriz narcisista del yo
constituida, y en la forma que este tiene de conocer, haciendo de esta una tensión correlativa
a su encrucijada estructural (Lacan, 1948). Esta agresividad no hace referencia a una
violencia fácticamente asimilable por la experiencia cotidiana, sino más bien a una tensión
agresiva en toda vida moral 一 y por eso social 一, que supone la sujeción a la estructura. El
ideal imaginario que tanta importancia ocupa en lo concerniente al efecto de anticipación que
lleva al niño de un estado de fragmentación a la virtualidad de la completud, ocupa lugar
principal en este anudamiento, en tanto implica en sí una función pacificante en donde se
articula la normatividad libidinal con la cultural
Ahora bien, advertirá Lacan: «ninguna oblatividad podría liberar su altruismo» (p.
122). De esta manera, la estructura del Yo paranoico involucra una tensión, ya no entre el
individuo y su sociedad, sino más bien un elemento social que es experienciado en tanto
tensión entre individuos, la cual, pese a ser tomada y apaciguada por dicha vida moral, lo
hace tan solo hasta cierto punto, dejando un espacio de incertidumbre en donde dicha tensión
puede prestarse para su movilización, por ejemplo, «en una serie de estados significativos de
la personalidad, que son las psicosis paranoides y paranoicas» (p. 115).
Ciertamente, y volviendo al acto del encuentro mismo, será la identificación
imaginaria la que dará al yo la sensación del triunfo logrando su completud imaginaria.
Ahora bien, aquel niño que en su júbilo reafirma su triunfo queda sostenido en un elemento
de lo simbólico irrumpe en aquella misma escena. En este sentido, una vez que lo especular
hace eco «el niño vuelve la cabeza hacia este adulto, quien representa al gran Otro, como si le
pidiera que ratificara esa imagen» (Laplanche & Pontalis, 1996, p. 82).
Esta entrada del Otro a escena abre nuevas líneas para pensar lo conspiranoico, en
tanto sitúa un elemento de relevancia 一 en tanto soporte y garantía 一 que permite pensar
qué papel podría jugar aquel en la abertura de la dimensión persecutoria. A su vez, llegado
este punto en donde se han introducido ciertos elementos nuevos a problematizar, se hace
necesario, como paso lógico, establecer un orden formal a partir del cual se pueda generar
una lectura de los elementos claves, que más adelante, operacionalizando los puntos allí
puestos en juego, permitan un acercamiento posibilitante de sentido de la locura
conspiranoica contemporánea..
En este sentido es que se presentará el esquema L de Lacan buscando poder adquirir
un lenguaje formal que permita referirse de manera más clara a lo que realmente aquí se trata:
una relación imaginaria entre a-a’ característicamente persecutoria.

5. De un esquema L

38
En el seminario de 1954-5584 Lacan problematiza aquello de lo que ya en el apartado
anterior se trató: un yo imaginario y alineado que, en tanto tal 一 y es de lo que Lacan tratará,
de lo cual el presente escrito se aprovecha para tomar ciertos aspectos 一 ocupa un lugar en la
experiencia analítica85. Así, de lo que aquí se trata no es más que de «los problemas
suscitados por el yo y el otro, el lenguaje y la palabra» (Lacan, 1955, p. 364)
En este sentido, y en un intento de formalizar su enseñanza, realiza el esquema L, el
que se convertirá en el primer aporte hacia lo que será toda una colección de esquemas y
grafos en donde Lacan. Este esquema no será un intento de solución ni implicará la apertura
de nuevas interrogantes, sino, más bien, deberá ser entendido como «una manera de fijar las
ideas, que una imperfección de nuestro espíritu discursivo reclama» (p. 365). En este sentido,
no será un modelo 一 dirá Lacan 一, sino un esquema, por lo demás aclarador, de estructura
cuatripartita mediante el cual se materializarán aspectos claves tanto del sujeto y del yo,
como del otro y del Otro. Así, estos se ven representados en cuatro signos algebraicos (S, a,
a’, O), los cuales se mantienen interconectados mediante otros cuatro vectores, formalizando,
por lo demás, una particularidad en cada una de estas relaciones intersubjetivas, evidenciada
al momento de situarse, de partida, en uno u otro de estos signos.
Este esquema de inmediato sitúa una forma distinta de pensar la relación objetal tan
clásicamente extendida por los postfreudianos, en tanto se pasa de un campo dual en donde
solo existe un yo y un objeto al que este se dirige, a uno doble en donde aquel yo y el otro,
además de igualarse e interponerse uno con otro, comparten ahora su campo con un Sujeto y
un Otro respectivo86 (Eidelsztein, 1992).
Como primer vector a considerar, se tiene aa’, en tanto eje imaginario, compuesto por
un yo y un otro designados, como se ve, por un mismo signo. Un primer elemento a
considerar no en lo azaroso, más bien sí como la forma de designar el juego de espejos entre
uno y otro, en tanto el Yo es dado a partir, como ya se vio, de la identificación con lo
especular 一 este otro imaginario 一 haciendo así, de él lo otro, o lo dado por este, en tanto
imagen. Sin más, de lo que aquí se habla es del plano especular, o, como señalará Lacan, «el
mundo simétrico de los ego y de los otros homogéneos» (Lacan, 1955, p. 366).
Ahora bien, si en un inicio se señaló que de lo que se trata es de la palabra y el
lenguaje, cabría suponer que en lo imaginario algo de la dimensión de aquello cabe. En este
sentido, Lacan será claro en señalar que lo imaginario 一 al igual, pero a la vez muy distinto,
que lo simbólico 一 habla; esto en la medida en que se ubica allí el muro del lenguaje. Por
tanto, si en aquella relación imaginaria el yo con el otro se relacionan en un campo de sentido
en donde, a propósito de la completud imaginaria, se cree saber lo que se dice y escucha 一
vale decir, recibir y entender plenamente el mensaje a partir de un lenguaje común 一 es
porque allí está operacionalizando una función de lenguaje a partir de la cual aquella falsa
realidad, como la llama Lacan, pasa a convertirse en «una realidad verificada» (Ibid). Así, lo
que se tiene es un lenguaje que objetiviza a sus partes asignándoles la certeza de un yo y un

84 Léase, Seminario 2: El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica


85 Si bien la apuesta investigativa no implica aspectos clínicos, sí hay una a partir de la cual se cree poder
pesquisar elementos de la enseñanza clínica de Lacan posible de extrapolar a nuestro tema central.
86 Este cambio repercute directamente en el rastreo de la lógica paranoide, en tanto permite develar una ruta
que ciertamente deja de comprender netamente a un yo que duda del otro especular y el texto que este mantiene.
Así, se abre cierta pregunta respecto al papel que cumpliría el Otro y el Sujeto en tanto cumplimiento de la duda.

39
otro; cuerpos atribuidos de sentido y comprensión en una relación especular que termina
siendo caracterizada en su función de hacer aparecer no más que una palabra vacía. 87 Es
ciertamente, por tanto, esta relación imaginaria, a su vez, la más variable y mutable. 88
Como segundo vector aparece AS, cuya direccionalidad 一 de un Otro a un Sujeto 一
implica que «el sujeto es ubicado desde los designios del Otro, de quién viene la “verdadera
palabra”» (García y Domínguez, 2010, p. 37); palabra la cual, a diferencia del lenguaje,
termina cumpliendo una función de reconocimiento subjetivante (Eidelsztein, 1992) 89 para el
Sujeto. En este sentido, el Otro, a su vez, será aquello ante lo que el Sujeto busca que se le
reconozca en tanto tal, lo cual le permite señalar a Lacan que «la palabra se funda en la
existencia del Otro» (Lacan, 1955, p. 367), a partir de que será justamente en el lugar de
aquel en donde dicha palabra se constituya otorgándole al Sujeto un lugar simbólico. Dicho
esto, aquel Otro sujeto implica ser «el armazón fundamental de las relaciones intersubjetivas»
(Eidelsztein, 1992, p. 70), en tanto es un lugar determinante y no determinado (Ibid, p. 72)
Ahora bien, a diferencia del yo (a) y el otro (a’), Sujeto y Otro no logran jamás
coincidir en el encuentro, en tanto que su eje 一 eje simbólico 一 es interceptado
continuamente por lo imaginario. De esta manera la palabra verdadera ubicada en el Otro,
jamás es recibida por el Sujeto en su plenitud, siendo más bien deformada por aquella
intersección imaginaria y llegando, más bien, como mero capricho invertido. En este sentido,
hay una verdad del Sujeto ubicada en el Otro, pero que desvanece a la vez que es atravesada
por el muro.

Finalizando, la descripción que entrega Lacan de las relaciones intersubjetivas aquí


formalizadas entregan un mapa clave para poder rastrear las lógicas del sujeto conspiranoico,
ya no de manera tentativa, con ideas barajadas en algún espacio sin forma, sino de manera
lógica, en tanto se sigue el razonamiento de todo un circuito operacional.
Si bien la revisión tan sólo consistió principalmente en la función de los ejes
imaginarios y simbólicos, en tanto vectores aa’ y AS, de igual manera posibilita la apertura
de interrogantes del todo necesarias de inspeccionar en las discusiones finales.
En este sentido, y por dar tan solo ejemplos, se abre, a partir de la revisión, cierto campo de
hipótesis formalizadas en un lenguaje preciso, que permite el óptimo entendimiento de la
misma, en tanto se usan signos, líneas e intersecciones lógicas, evidenciables y comprobables
a partir del esquema. Todo esto, a decir, entre otras, que en lo posmoderno se configura una
relación imaginaria entre el yo y el otro (a-a’) articulada en la desarticulación de la duda. A
su vez, si este yo imaginario e ilusorio, se ve atravesado por imágenes que tienden a constituir

87 Léase Seminario 1: Los escritos técnicos de Freud (1953-54).


88 Al respecto, cabe señalar de qué manera las distintas estructuras clínicas, en tanto atravesadas por el muro de
lenguaje, terminan manifestando una u otra variedad imaginaria: la aprobación de la histérica, la retracción
social del fóbico, el control del obsesivo, etcétera (García y Domínguez, 2010). De esta forma, se revelan las
ganancias de formalizar mediante el esquema L todo lo planteado con anterioridad. En este sentido, aquella
pregunta en el aire respecto a cierta lógica paranoide no apunta más, ahora se ve, que a la caracterización
contemporánea de una relación imaginaria 一 ya se analizará el porqué 一 que se moviliza mediante cierto papel
de la duda. No obstante, la pregunta no persigue la duda sobre un otro, ya que, como bien ya muestra el
esquema, de lo dual se pasa a lo doble: del otro a un Otro, y de un Yo a un Sujeto. ¿Qué consecuencias puede
traer esto a la pregunta que convoca? Como ya se atisba, importantes consecuencias sin duda.
89 Complementando lo anterior, Lacan señalará en su seminario 2 que «en la función de la palabra de quien se
trata es del Otro» (p. 355).

40
algo de su posición en lo social, actuando así como una pieza de sujeción hacia una totalidad,
¿Qué pasa si las imágenes posibles de adoptar por parte del yo (a) dejan de ser totales, y
pasan a ser difuminaciones de una u otra cosa, en tanto desvanecimiento de la propia imagen
producto de lo posmoderno?, o bien, ¿Qué papel jugaría la caída de los metarrelatos en cierta
difuminación de la garantía entregada por el Otro? ¿Se puede hipotetizar su caída? ¿Cómo
afectaría su tambaleo en los demás circuitos? Inclusive, si de lo dual se pasa a lo doble: del
otro a un Otro, y de un Yo a un Sujeto. ¿Qué consecuencias puede traer esto a la pregunta que
convoca? ¿Dónde situar siquiera la duda?
Las preguntas, como se ve, aún siguen surgiendo, no obstante, el esquema L, y
ciertamente, el anudamiento del marco teórico en su totalidad, ha entregado la primera gran
formalización, a decir: de lo que aquí se trata no es más que de la exacerbación de lo
constitutivamente paranoide de un yo imaginario que termina impregnando la relación
especular con una lógica persecutoria, denotando más bien un yo 一 o un otro en tanto
superponibles 一 conspiranoicamente «loco».

Referencias

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