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Cambio de destino

by DraBSwan
Esta es la primera historia que escribo. Es un fanfic de Twilight y como tal tiene cosas en
común con esa historia, pero conforme va transcurriendo la trama se va distanciando, y
mucho. He tratado de imaginar qué pasaría si en vez de ser dos adolescentes Edward fuera
el doctor Cullen y Bella la doctora Swan. Me dedico a la medicina, así que muchas de las
cosas que suceden en esta historia están basadas en hechos reales adaptados a la ficción.
Nota: Los vampiros de este fic no son exactamente como los de la saga, pero los Cullen sí
son "vegetarianos".

No tengo derechos sobre los personajes de Twilight, que son de S. Meyer, pero sí sobre
esta historia. Clasificación M por erotismo explícito. BPOV y algunos fragmentos o
capítulos EPOV.

Gracias a Maria José y a P., mis primeras lectoras, por sus consejos y ánimos.

BPOV

Era de madrugada cuando aterrizamos en el aeropuerto de Seattle. Lo que veía por la ventanilla
del avión confirmaba mis recuerdos de esa ciudad: estaba lloviendo. Seattle era conocida en USA
como la "Rain City" y yo llegaba en enero, uno de los meses con mayor precipitación. Suspiré.
Sabía perfectamente dónde iba, y aún así me deprimí un poco. Con esfuerzo, alejé aquellos
pensamientos de mi mente; no iba a permitirme un bajón de moral por cuatro gotas de agua.
Estaba emocionada por las novedades que me esperaban pero al mismo tiempo sentía miedo.
Me había acomodado demasiado a la rutina, y sólo tenía 26 años.

Siempre había querido pasar una temporada en mi país natal pero nunca me decidía. Por lo
menos durante un año iba a echar de menos el clima mediterráneo y a Barcelona, la ciudad que
me adoptó cuando mis padres decidieron cambiar de vida y venir a vivir a España. Ellos, ambos
cirujanos cardiovasculares, eran de Seattle, pero nunca les acabó de convencer esa lluviosa
ciudad y ansiaban mudarse. Cuando yo tenía seis años acudieron a un congreso internacional de
su especialidad en Barcelona, y conocieron el lugar y su clima. En aquel congreso contactaron
con el cirujano jefe de un hospital privado que les ofreció trabajo. Decir que lo pensaron unos días
sería exagerado. Yo me adapté rápidamente al cambio. ¿Y quién no? Adoro el sol.

Cuando estaba en el tercer año de los cuatro que constaba la especialización para pediatra mis
padres me aconsejaron hacer una estancia fuera del país. Había mucha competencia para
conseguir un puesto de adjunto en cualquiera de los hospitales de la ciudad, que era lo que yo
ambicionaba, y eso podría ayudarme. No habría problema administrativo, había aprobado hacía
años el examen de medicina para ejercer en los USA y además tenía la doble nacionalidad.
Estaba acomodada a mi rutina y era bastante feliz con ella, pero quería algo más de mi vida, así
que cuando mi jefe me dijo que había conseguido una plaza para residente de cuarto año en el
Seattle Children´s Hospital apenas podía creérmelo. Era ahora o quizá nunca.

Y por fin aquí estaba, a miles de kilómetros de mi hogar. Pero acababa de llegar y ya me estaba
dando un brutal ataque agudo de añoranza.

El taxi me dejó en la puerta del hotel. No había querido alquilar un apartamento sin verlo e
inspeccionar la zona donde estaba, así que había reservado una habitación por unos días. Quizá
alguna compañera del hospital quisiera compartir piso.

Una vez en la habitación noté que me vencía el agotamiento. Me tumbé en la cama y de


inmediato caí en un profundo sueño. Desperté sin ser consciente de dónde estaba, me sentía
confusa y desorientada hasta que recordé. Al mirar la hora mi corazón dio un vuelco: ¡joder, las
doce! Tenía una cita con el jefe de pediatría para presentarme a las 12.30, y por un maldito
descuido iba a llegar tarde. ¡Menuda presentación! Corrí al lavabo, me lavé los dientes, me cepillé
el cabello y me alisé la ropa como pude, alegrándome de llevar unos vaqueros y un grueso jersey.
No tenía tiempo de cambiarme.

Tomé un taxi que me dejó en la puerta del hospital cinco minutos antes de la hora de la cita.
Maldiciendo mi descuido entré a toda prisa y pregunté en información, donde me indicaron el
camino hasta el despacho del doctor Watson, el jefe de pediatría. Casi sin resuello llamé a su
puerta apenas un minuto después de la hora acordada.

-Pase - dijo una amable voz.

Abrí la puerta. El despacho era grande, bien iluminado. Tenía una biblioteca llena de libros de
pediatría y archivadores. Nada original, como todos los despachos de jefes. James Watson
estaba sentado tras una mesa enfrente de la cual había dos sillas. Tenía un portátil y un montón
de papeles sobre la mesa. Era un hombre de mediana edad, cabellos rubios y ojos de un azul
muy claro. En conjunto, tenía un aspecto agradable.

-Buenos días, soy Bella Swan. Ya sabe, la doctora española…bueno, de hecho tengo la doble
nacionalidad - dije al entrar, mientras sonreía nerviosamente. Qué tonterías se me ocurren, como
si él no lo supiera ya.

-Claro, Isabella, pasa y siéntate- se levantó y me indicó una silla frente a él.

-Bella si no le importa, doctor Watson- repuse mientras me sentaba. Sonreí de nuevo para restar
brusquedad a mis palabras.

-De acuerdo. Y tú llámame James, por favor. Siempre que oigo doctor Watson me imagino que
estamos investigando algún crimen, o el genoma humano – bromeó. Me relajé un poco. Tenía
ganas de hacer esto, pero mi timidez no del todo superada y los nervios estaban pudiendo
conmigo.

Estuvimos conversando un poco sobre mi viaje, mi residencia en España, etc… y al final me


animé a centrar la conversación en lo que me interesaba.

-James, ¿me podrías explicar un poco por encima cómo va a ser mi trabajo por este centro? Ya
sabes, cómo se va a organizar mi estancia en este centro.

-¿Este centro?- me miró desconcertado. Ay. Algo me decía que se avecinaban problemas. Lo
miré fijamente.

-Sí, no... ¿No era eso lo que había estipulado con mi jefe?- tartamudeé.

-No, creo que ha habido un malentendido -dijo lentamente.- En este momento este hospital no
puede admitir más residentes. Creí que lo sabías- se disculpó-. Pero sólo durante unos pocos
meses. Mientras tanto trabajarás en otro hospital de la zona en estrecho contacto con nosotros, la
jefa de pediatría de allá estará encantada de recibirte. Además nos reuniremos para sesiones
clínicas, cursos…

-¿Malentendido? ¿Cómo puede ser?- alcé la voz más de lo que pretendía - ¿He volado desde
España para esto? No comprendo ¿Por qué?- con gusto habría empezado a soltar palabrotas en
español pero me contuve, aunque estaba casi a punto de mandar al carajo la idea que pudiera
tener ese hombre de mi.

-Escucha -dijo con voz tranquilizadora, - antes de alterarte más déjame hablar. Mi secretaria fue
la que lo organizó todo, conjuntamente con la de tu jefe. Al principio no había problema porque
uno de nuestros médicos iba a hacer una estancia de un año en la Clínica Mayo, pero al final no
se marchará hasta abril. Delegué en mi secretaria para que os informara por si había algún
problema. Yo estaba muy ocupado y he confiado en ella porque suele ser competente.

Entonces llamaron a la puerta.

-¿Se puede?- Una pelirroja despampanante asomaba por la puerta. Vestía una bata blanca
encima de un top ceñido, falda de cuero y unos tacones de aguja de por lo menos 8 centímetros
de alto. Lo ideal para circular por un hospital.

-Ah, Irina, pasa. Esta es Bella Swan, la residente que viene de España. Bella, Irina es mi
secretaria - Así que esta era la culpable del desaguisado. Ahora veía dónde estaban sus
"competencias".

-Encantada de conocerte, Isabella- ignoré su saludo y que me llamara por mi nombre completo.

-Irina, al parecer cometiste un error en la admisión de la doctora Swan como residente. ¿Qué
tienes que decir al respecto? Te comenté que informaras a su jefe del cambio de planes - dijo
James muy serio.

-Eh… creo que se lo dejé claro a la secretaria de su jefe, no entiendo qué puede haber pasado.
Habrá malinterpretado el último correo que le mandé- dijo toda compungida.- Yo sólo he venido a
traerle estos informes de alta para revisar- La fulminé con la mirada, aunque lo que de veras
deseaba era partirle su perfecta nariz. Ni siquiera se había disculpado.

-Bien, ya aclararemos esto más tarde y espero que me des una buena explicación- el tono de
James seguía serio.- Deja los informes ahí. Tengo cosas que hablar con la doctora Swan.

-Adiós, Isabella, encantada de haberte conocido- Irina se despidió de mí con una sonrisita. Así se
le rompa un tacón, se parta sus perfectos dientes y de paso algunas uñas.

-Está bien, Bella, concretemos, a menos que te hayas arrepentido ya de haber cruzado el
Atlántico - suspiró James.- Ahora trabajarías como residente de pediatría en el Hospital
Comunitario de Forks, por tres meses. Allá ya tienen sólo un residente nuevo por año y siempre
andan cortos de personal, agradecerán una ayuda. Pasado ese tiempo vendrás aquí y podrás
rotar por los servicios que más te interesen, ya hablaremos de eso cuando quieras.

-De acuerdo, James- sonreí levemente y chocamos las manos.

-Te pondré en contacto con la responsable de pediatría del Hospital de Forks, allá estarás muy
bien- dijo, tranquilizador.

James me dio el teléfono de la doctora Emily Martin, la jefa de pediatría de Forks. Me dijo que se
pondría en contacto con ella para que me llamara. Se le notaba un poco incómodo, pero me
despidió con palabras amables. Al cerrar la puerta de su despacho aguanté las ganas de llorar.
No había para tanto. Aunque si lo hubiera sabido habría venido en abril. Deshice mi camino hacia
la salida del hospital, ahora ya sin prisas. Afuera seguía lloviendo, el día era gris y eso no
ayudaba mucho a mi maltrecho ánimo. Tomé un taxi y me dirigí de nuevo al hotel. Intenté respirar
lenta, profundamente y ser positiva, mientras observaba por la ventanilla. Sólo sería un pequeño
paréntesis, nada más eso.

Una vez en la habitación me duché con agua bien caliente, notaba como mi cuerpo se relajaba.
Mientras me secaba el cabello sonó el móvil.

-¿Bella Swan?-preguntó una voz femenina.


-Soy yo.

-Hola, soy Emily Martin, James Watson me ha dado tu teléfono - un punto para la jefa, me había
llamado Bella sin tener que corregirla.

-Hola, doctora Martin.

-Emily, por favor.- Caray, qué campechanos que son aquí los jefes. –Siento el malentendido, pero
eso ahora no importa, lo que importa es que te sientas bien con nosotros durante los siguientes
meses.

-Ah, gracias, Emily,- sonreí al teléfono - eres muy amable.

-Bueno, ¿cuándo nos conoceremos? Comprendo que no quieras venir en seguida, estarás un
poco descolocada después de lo que ha sucedido, y con el viaje y todo lo demás…

-A ver… no he deshecho las maletas, así que entre que pago la habitación, alquilo un coche para
ir a Forks y llego… ¿cuánta distancia hay desde aquí?

-Son unas tres horas… si respetas los límites de velocidad, cosa que te aconsejo. En este país
hay un policía de tráfico detrás de cada valla publicitaria, ya sabes –bromeó. Aquella mujer me
caía bien. James era atento, pero mucho menos cálido.

-Vale, pues nos podemos conocer hoy mismo por la tarde. - Notaba mi corazón aligerarse. Quizá
eso del paréntesis no fuera mala cosa, al fin y al cabo. – Eh… Emily – tanteé - ¿en Forks hay
algún alojamiento que me aconsejes, o sabes de alguien del hospital que quiera compartir piso
con una desconocida?

-A ver, déjame pensar… -hizo una breve pausa- El otro día estuve hablando con Ángela, una
enfermera de Urgencias, y me comentó que le iría bien compartir casa, ya que la que era su
compañera hasta ahora se ha trasladado a trabajar a otro centro. Es una persona encantadora,
estoy segura de que congeniaríais. Si te parece bien voy a comentarle ya algo.

-Está bien –repliqué, insegura… no me gustaba comprometerme ya, podría ser que la tal Ángela
fuera una rarita, aunque no sabía por qué pero me fiaba de Emily.

-De acuerdo- repuso Emily, y me dio instrucciones para encontrar el centro hospitalario. Mi
sentido de la orientación era casi nulo, pero por lo que me explicaba no parecía difícil llegar hasta
allá.

Forks era un pueblo pequeño, con poco más de 3000 habitantes, pero a su hospital acudían
muchas personas de los alrededores ya que era el único centro sanitario medianamente dotado
en muchos kilómetros a la redonda. Se hallaba situado a las afueras del pueblo, sobre una
pequeña colina que los humanos habían robado al bosque. Robado era la palabra. Si me
obligaran a emplear un solo adjetivo para definir el pueblo diría "verde". Todo alrededor era verde
en diferentes tonalidades. Hasta el aire parecía verdoso.

Cuando me presenté ante el hospital con mi coche alquilado, la maleta y un mapa parecía una
turista cualquiera. Había visto varios por la zona; al parecer era gente a la que le gustaba la
humedad, el frío, y el asfixiante color verde. Me sentía nerviosa, de nuevo.

Habíamos quedado en la cafetería, que estaba situada en la planta baja del edificio. Tenía una
pared exterior acristalada para aprovechar al máximo la escasa intensidad de la luz diurna. Forks
debía ser incluso menos soleado que Seattle, pensé luchando de nuevo contra la sensación de
agobio que amenazaba con invadirme.
En cuanto entré las reconocí, más que nada porque las dos estaban sentadas de cara a la
entrada del local, observando fijamente: eran una chica de más o menos mi edad, morena y
delgada, con gafas, y una mujer de unos 40 y pocos años, con el cabello y los ojos negros y la tez
morena. Ambas sonreían ampliamente mirándome. Se debía notar a la legua que yo no era de
allá. Me acerqué a ellas y se levantaron. Hicimos las presentaciones e inmediatamente me relajé:
no me había equivocado en mi primera impresión de Emily, y Ángela parecía una chica sincera,
abierta. Me pareció que nos llevaríamos bien.

Después de hablar un rato de naderías Emily pasó a explicarme cuáles serían mis funciones.

- Como ya habrás observado es un centro pequeño, pero tenemos bastante trabajo, y no mucho
personal - sonrió y continuó. – En las guardias el residente de pediatría suele dedicarse a
urgencias. Cuando por la noche el flujo de visitas se reduce se parte el trabajo de planta y
urgencias entre adjunto y resi, así que a menos que uno de los dos se vea desbordado se puede
descansar un poco.

También me explicaron que en ese pequeño hospital el espacio estaba aprovechado a más no
poder, tanto que a la hora de planificarlo alguien se había olvidado de que los médicos hacíamos
turnos de más de 24 horas y necesitábamos un lugar donde estirarnos un rato. Cuando se dieron
cuenta del fallo la solución fue poner armarios con cama abatible en varias de las consultas
externas. Los adjuntos descansaban en un sofá- cama en sus respectivos despachos.

Hablamos un rato más, comentando temas prácticos sobre el trabajo. Ángela me dio las llaves de
su casa, indicándome su situación en el pueblo. Mi nueva jefa me aseguró que le entregaría mi
nuevo uniforme a Angela para que no tuviera que ir a buscarlo mañana por la mañana. Me
despedí de ellas, ya que tenían que volver al trabajo. Yo empezaría al día siguiente. Ahora que
había reconocido un poco mi nuevo "terreno" me sentía algo más tranquila. Salí de la cafetería y
el olor a vegetación húmeda golpeó mis fosas nasales. No había parado de caer una fina lluvia
desde mi llegada. Me iban a crecer setas en la piel, estaba segura.

Localicé sin problemas la casa de Ángela. Era una bonita casa de dos pisos, con un pequeño
jardín, situada a las afueras del pueblo en el lado contrario a donde estaba el hospital. Era
alquilada, pero el alquiler mensual era baratísimo, ventaja de trabajar en un zona rural. Abrí e
inspeccioné el interior. Era luminosa, olía a limpio, y estaba bastante ordenada. La decoración era
juvenil y alegre. Me gustaba. No hacía mucho frío porque Ángela había dejado la calefacción
puesta pero subí el termostato hasta una temperatura normal. Inspeccioné la cocina y la nevera,
observando que ella y yo teníamos gustos cercanos en cuanto a alimentación, sin manías. Allá
había un poco de todo. Poco. Necesitábamos compra urgente, ahora éramos dos, y ella estaba
de turno de tarde, así que salí "de caza". Había visto un pequeño supermercado cerca, aunque
más bien era una de esas tiendas de pueblo donde igual compras una navaja suiza que un
paquete de arroz. Después de sortear con evasivas la natural curiosidad de la tendera (ya tendría
tiempo de enterarse de mi vida privada, no me cabía la menor duda) y comprar unas cuantas
provisiones volví a mi nueva casa. Me entretuve deshaciendo las maletas y preparé la cena, lo
cual alegró mucho a mi nueva compañera. Pusimos la mesa en el comedor. Mientras cenábamos
nos explicamos un poco la vida, para empezar a conocernos.

- Este pueblo no está mal para vivir en él, ya lo verás, aunque tiene el defecto del clima tan frío y
húmedo- dijo Angela mientras cenábamos la pasta con verduras. - Llevo aquí cinco años y no sé
si alguna vez me acostumbraré ¡Algún día emigraré al sur del país! -afirmó- Y eso que soy de
Seattle, pero ¡es que aquí aún llueve más! No recuerdo cuándo fue el último día soleado-
comentó, pensativa.

Le conté que yo también era nacida en Seattle, explicándole mi vida muy por encima. Estuvimos
comentando diversos temas personales y sobre el trabajo. Me explicó algunas cosas de mis
nuevos compañeros.

- Emily, la jefa, es tan legal como parece, ya la conocerás, es una gran persona y mejor
profesional. En pediatría hay buena gente en general, aunque Jessica, en fin… se escaquea un
poco. Tendrás que ir con cuidado, porque a la que te descuides tendrás que hacer tu trabajo y el
suyo. No quiero que tengas prejuicios pero tampoco me parece bien no darte esta información,
llevo años aquí y ya me conozco al personal- al decir esto último miró hacia el techo
soñadoramente.

-Eh, Angela- le dije pasándole la mano por delante para que reaccionara.- ¿En qué piensas?- ella
me miró como si acabara de despertar.

-¡Ah! Nada, nada, estaba pensando en los monumentos locales – dijo muy seria, pero un brillo
pícaro le bailaba en los ojos.

-¡Si aquí no hay otra cosa que verde y cuando se acaba el verde aún hay más verde! ¿Me tomas
el pelo? Sí, me lo tomas- dije mientras ella se carcajeaba.- ¿De quién me hablas?

-Bueno, vamos a dejarlo para mañana, de momento ya tienes suficiente información- se levantó y
empezó a recoger la mesa.

-¡Pero… no me dejes así hasta mañana! ¡No te dejaré dormir si no me cuentas algo más!- la
amenacé.

-Con la cara de muerta que pones eso no te lo crees ni tú, vas a caer KO en tu camita, Bella
Swan. Recuerda que hoy has volado desde otro continente- repuso sonriendo petulante, mientras
yo escondía un bostezo monumental.

-Vale, pero de esta me acuerdo. Mañana me lo explicas.- Me levanté de la silla y también recogí.

-Bella, mañana vuelvo a tener turno de mañana, así que por la tarde te lo cuento. Buenas noches,
nueva compañera - dijo, feliz.

- Buenas noches - le contesté con una sonrisa. Realmente era fácil hacerse amiga suya.

...

-¡Bella!- escuché el grito desde las profundidades de mi inconsciencia, al mismo tiempo que
sentía mi cuerpo zarandeándose. ¿Sería un terremoto? Abrí los ojos como platos y me senté
bruscamente en la cama. Una figura se apartó para que no chocáramos. Parpadeé varias veces y
me froté la cara. Entonces miré alrededor mío, y fue como si un relámpago me iluminara.

-¡Dios! ¿Qué hora es?- busqué mi móvil sobre la mesita de noche. Se me cayó al suelo y gruñí de
frustración.

-Tranquila, son sólo las siete de la mañana. Niña, tienes suerte de que hoy entremos a la misma
hora. Creo que tu móvil lo han escuchado hasta en Luisiana, pero tú ni te has enterado- Angela
estaba ya vestida y sentada en mi cama, con una taza de café en la mano.- Por cierto, ¿qué
música era esa?- preguntó, tendiéndome el humeante líquido.

-Supermassive Black Hole, de Muse - acepté la taza.- Gracias.

-Me suena- dijo pensativa.- ¿Está bueno el café? Lo he hecho más cargado de lo que
acostumbro.

-Mmm- cerré los ojos al sentir el vivificante calor del café en mi cuerpo.- Me has salvado la vida
por segunda vez hoy, gracias.

-Ah, es mi especialidad, trabajo en Urgencias, ya sabes- me guiñó un ojo.- Será mejor que te
pongas en marcha o llegarás tarde, Bella- me cogió la taza de las manos y se incorporó,
dejándome sola.

Miré por la ventana. Llovía. Vaya mierda, pensé, nuevamente deprimida. Inspiré profundamente y
me dirigí a la ducha.

Me presenté en la planta de pediatría puntualmente y vestida de uniforme (pijama blanco, zuecos


y fonendocopio colgando al cuello). Aprovechando la sesión matinal de ingresos, donde estaban
todos reunidos, Emily me presentó a mis nuevos compañeros, primero a los adjuntos, y luego
vino el turno de los residentes que eran, por orden de mayor a menor año, Jessica, Peter, Monica
y Ben. La última en las presentaciones oficiales fue Jessica. Recordaba lo que Angela me había
dicho de ella.

-Hola, Bella – me dio dos besos - Se te ve muy pálida. Yo pensaba que los españoles estabais
todos morenos.- Soltó una risita.

-Sí, por eso me echaron de allá- puse cara de sentirme apenada.

Me miró como si no supiera qué contestar, mientras los demás compañeros sonreían. Pero en
seguida reaccionó.

-Hoy nos toca pasar visita en la planta -dijo, cortante. - Hay pocos niños, así que acabaremos
pronto y te podré explicar temas de papeleo y cosas prácticas para poderte manejar por el
hospital- dijo con aire de suficiencia.

-Gracias- repuse. No podía olvidar las palabras de Ángela e hice bien, porque una vez fui
presentada a las enfermeras del turno de mañana y habiéndome explicado el papeleo de forma
somera, Jessica desapareció. Tuve que pasar visita yo sola en mi primer día. Casualmente,
cuando ya había terminado apareció ella.

-Vaya, Bella, ¡qué rápida has pasado visita! Me ha llamado el compañero de urgencias y he
tenido que marchar a ayudarle, perdona por no haberte avisado.

Julia, una enfermera de la planta, soltó un suave bufido. La miré y puso los ojos en blanco,
meneando la cabeza. Jessica no advirtió el gesto.

-No pasa nada – repuse con cara seria, mirándola- pero la próxima vez me gustaría que me
avisaras para saber dónde encontrarte, como mínimo-. Julia me miró con aprobación. Jessica me
observó fijamente, como estudiándome, y se limitó a asentir.

-Venga, te voy a enseñar el área de urgencias- dijo, conciliadora.

Nos dirigimos por el pasillo hacia las escaleras.

Entonces fue cuando lo vi.

Se abrió la puerta del ascensor y salió un joven de unos veintitantos. Al verlo, me detuve sin
darme cuenta. Porque no era consciente de nada que no fuera él. La voz de Jessica hablando a
mi lado parecía un zumbido lejano. Aquel hombre tenía una belleza que no era de este mundo.
Era muy alto, cercano al metro noventa. Sus cabellos, de un curioso color bronce, estaban
elegantemente despeinados, y su cara, de tez muy pálida, parecía cincelada por un escultor de la
Grecia clásica. Los labios eran carnosos y perfectamente dibujados. El cuerpo no le iba a la zaga
al rostro: era delgado pero musculoso tal y como podía apreciarse en los brazos, que llevaba
descubiertos. Vestía camisa azul de cirujano, y pantalón vaquero. Su andar era felino, elegante.

Estaba concentrado mirando un historial del montón que llevaba entre sus brazos, mientras se
desplazaba hacia nosotras. De pronto alzó la hermosa cara y me clavó una penetrante mirada. Mi
corazón paró de latir en ese momento, y cuando reanudó su contracción noté una punzada en el
pecho. Me sonrojé. El tiempo parecía pasar más lentamente alrededor nuestro y entonces sus
ojos cambiaron ligeramente. Avergonzada, aparté la vista, aunque fui consciente de que él no lo
hacía. Su intensa mirada me quemaba la piel y no sólo por el sofoco que ya sentía. Jessica
seguía con su cháchara cuando el joven se acercó a nuestra altura y nos habló.

-Buenos días, Jessica y…- la voz, aterciopelada y melódica, no desmerecía en absoluto al


aspecto de su propietario. Se nos quedó mirado a las dos, esperando. Mi cara era un puro rubor,
y el ser consciente de ello y del estudio al que estaba siendo sometida no me ayudaba en nada a
cambiar de color. Estaba a punto de la hiperventilación. Mi reacción era ridícula, pero no podía
evitar esa catarata de respuestas que mi rebelde organismo ofrecía a pesar de mis esfuerzos en
contra. No me atrevía ni a mirarle. Jessica sí lo hizo, lo observó como si él acabara de descender
de una nave espacial.

-Ho…hola Edward, esta es Bella Swan, la nueva residente, estará unos meses con nosotros-
farfulló boquiabierta. Edward me miró, sonriente. Era lo que me faltaba para parecer un semáforo
en rojo. Al mismo tiempo me sorprendía la reacción de mi compañera hacia quien se suponía que
era un compañero de trabajo.

-Hola, Bella, encantado de conocerte… había oído que venía una nueva pediatra pero no sabía
cuándo. Mi nombre es Edward, Edward Cullen. Soy resi de cirugía, quinto año – explicó, pero no
me tendió la mano ni se me acercó. Miraba esos ojos color miel que seguían clavados en los
míos, al tiempo que persistía en la inútil tarea de palidecer mi piel a voluntad. Habría seguido allá,
fascinada, si Jess no hubiera interrumpido mi trance tirándome del codo.

-Hemos de irnos a urgencias, Bella. Hasta luego, Edward- se despidió mientras prácticamente me
arrastraba con ella hacia las escaleras.

-Adiós, Edward.- Me giré para despedirme, caminando mientras seguía mirándole. Esperaba que
Jessica evitara que me cayese por las escaleras.

Mientras bajábamos, Jessica me miró de arriba abajo.

-¿Conocías a Edward de algo?- me miró interrogante. Negué con la cabeza y ella puso cara de
extrañeza - Es raro.

-¿El qué es raro?

-Digamos que es bastante… arisco. Me ha extrañado que parara a presentarse. Pero –continuó
mientras hacía un mohín - no te hagas ilusiones, para él las mujeres de este hospital somos poca
cosa, no ha tenido nada que ver con ninguna, y eso que algunas lo han intentado. Creo que es
gay.- No dudé ni por un momento de que ella entraba en el grupo de las "frustradas". Por
supuesto para mí estaba claro que su reacción reflejaba simple interés por la novedad que yo
representaba en ese pequeño lugar. Me obligué a centrarme de nuevo en lo que me decía
Jessica. ¿Es que a esta mujer nunca se le acababa la batería de la lengua?

En el área de Urgencias nos encontramos con Ángela. Me saludó con un movimiento de cabeza,
sonriendo, mientras extraía sangre de un paciente en uno de los boxes. Jessica me presentó a
tantas personas que al final de la mañana ya no recordaba el nombre de ninguna. Todos me
miraban con curiosidad. Pero nadie me miraba como lo había hecho Edward Cullen.
Aquí os traigo el segundo capítulo, esperando que os guste. Si puedo actualizaré martes y
viernes de cada semana.

No tengo derechos sobre los personajes de Twilight, que son de S. Meyer, pero sí sobre
esta historia. Gracias a Maria José y a P., mis primeras lectoras, por sus consejos y
ánimos.

EPOV

Esta mañana tenía una cosa clara: iba a pasearme mucho. Me tocaba pasar visita solo y tenía
muchos pacientes repartidos por todo el hospital. Por suerte el cansancio no hacía mella en mí,
aunque tenía que simular que era así y por eso mismo me paré ante el ascensor y le di al botón
de llamada. Me abstraje en mis propios pensamientos, intentando aislarme de los de los demás.

Cuando decidí seguir los pasos de mi padre no imaginé que sería tan complicado todo: simular
que era un ser humano había sido casi tan difícil como controlar la sed de su sangre, pero más o
menos me estaba saliendo con la mía. Más o menos, porque al final me había ganado a pulso la
reputación de tipo raro y sin mucha vida social. Rarito Cullen, así me llamaban algunos, aunque
esto no era algo que me preocupara. Era lo que era, un vampiro que renegaba de sus instintos,
un tipo peculiar tanto para los de mi especie como para los humanos, pero un vampiro al fin y al
cabo. No me interesaba relacionarme a fondo con la humanidad. Me bastaba con seguir con mi
vocación, la que tuve siempre, y que no había cambiado a pesar de los años que habían pasado
desde mi transformación.

Subiendo en el ascensor percibí la chillona voz de Jessica Stanley. Incluso su mente era
estridente. Suspiré y me armé de paciencia ante el inevitable encuentro. Cuando estaba cerca de
ella intentaba bloquear sus pensamientos, que me hacían sentir incómodo. Desde aquella época
en que no había parado de insinuárseme intentaba evitarla, pero era más complicado intentar no
oírla.

El ascensor paró en el primer piso y se abrieron las puertas. Jessica estaba al fondo del pasillo,
caminando al lado de otra chica. Decidí ignorarlas y continué avanzando, con la mirada fija en el
historial que llevaba en la mano.

De repente una idea me sacudió la mente: no podía oír los pensamientos de la chica que estaba
con Jessica. Al mismo tiempo me estremeció un aroma en el ambiente completamente
desconocido para mí. Era el olor de aquella chica. Me sentí confuso. Jamás me había enfrentado
a nadie que se resistiera a mi don, y ese seductor aroma... era nuevo para mí, me atraía hacia
ella, nublándome la voluntad.

Fui acercándome lentamente, aspirando esa fragancia, saboreándola. Intenté serenarme. Estaba
alarmado ante mis propias reacciones, pero también sentía una enorme curiosidad. Decidí
intentar abatir las barreras de la joven, y clavé mis ojos en los suyos, aún a riesgo de inquietarla…
sólo para descubrir que ella me estaba observando fijamente. Escuché su arrítmico latido al
enlazarse nuestras miradas. ¿La habría asustado? Vi que era preciosa; poseía unos expresivos y
grandes ojos oscuros y una boca sensual de labios llenos. Su cabello era de un brillante tono
castaño y lo llevaba recogido hacia atrás. No podía apreciar sus formas femeninas con la poco
estimulante ropa del hospital, pero lo poco que se adivinaba me dejaba con ganas de descubrir
más. Estudié su sonrojado rostro mientras me aproximaba, refrenando mis ganas de avanzar más
rápidamente.

Ya cerca de la joven aquel perfume tentador comenzó a ofuscarme, me impulsaba hacia ella
como un potente imán. Sentía la necesidad de respirarla de cerca, de tocarla, como si tuviera que
comprobar que era real. Paré de inhalar o no podría controlarme. En aquel instante apartó sus
pupilas de mí, y luché contra el impulso de pedirle que no lo hiciera. Recuperé cierto autocontrol y
pedí a Jessica que me la presentara.

Bella. Qué nombre tan apropiado. Bella. ¿Qué era eso que me hacía sentir? Quería saberlo, y
sólo ella tenía la clave. Jamás ningún ser había despertado en mí tanto interés. Tras cruzar unas
pocas palabras de cortesía conmigo ambas se alejaron por el pasillo. La seguí con la mirada
hasta que la perdí de vista cuando giró hacia las escaleras. Antes de eso se volteó y nuestras
miradas se volvieron a cruzar. Su mente en blanco me provocó una oleada de frustración, como si
fuera un niño malcriado al que niegan el juguete más deseado.

BPOV

Ángela y yo nos habíamos pasado la tarde hablando de nuestras vidas, comentando también
anécdotas del trabajo y de los compañeros. Le di las gracias por sus consejos. Ya en la noche
nos dedicamos a ver una película en DVD y comer palomitas, tumbadas en el sofá del comedor.

-Qué… ¿Ya lo has visto? - me dijo ella como de pasada, cogiendo un montón de palomitas.

-No sé de qué me hablas- repuse indiferente, aunque sabía perfectamente a quién se refería. Me
extrañaba que el tema no hubiera surgido durante la tarde. Desde luego, yo no lo saqué a relucir.

-¡Venga ya!- me dio un manotazo ligero en el brazo- No te habrá pasado desapercibido. Además,
sé que había un niño operado ingresado en pediatría y que él pasaba visita.- Reí para mis
adentros, tenía que andar con ojo, Ángela parecía el Gran Hermano.

-Por dios, Ángela, ¿para quién trabajas, para la CIA? - miré al cielo con resignación fingida. Me
sentía tan cómoda con ella que era como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo. Y sólo
era nuestro segundo día.

-Venga, confiesa, ¿qué te ha parecido?- siguió pinchando, observándome.

-Supongo que hablas del cirujano… es mono - reconocí con fingida indiferencia, sin apartar la
mirada de la televisión.

-¿Mono? ¡Pero si es un dios! – rió.

-¿Te gusta Edward Cullen?- la miré intentando disimular cierta preocupación, aunque pensaba
ignorar al "dios". Mi estancia en este país tenía un objetivo, y ese no era liarme con un compañero
de trabajo. Además ese hombre estaba fuera de mi alcance.

-Me gusta mirarlo, pero no me atrae.- Me miró, pensativa.- No te sabría decir qué es. Quizá tanta
perfección física me asusta un poco. Pero es educado y muy buen cirujano. Y deberías ver lo
amable que es con los pacientes. Las abuelitas que ingresan en cirugía lo adoran. Y…

-Vale, vale, no me vengas ahora con querer emparejarme, no tengo ganas de problemas.
Además sólo voy a estar tres meses aquí, y tú ya me quieres enredar - Ángela rió.

-No te quiero emparejar, mujer. Sólo tenía ganas de un rato de sano cotilleo con mi nueva
compañera. ¿Tienes algo en contra de ligar con un compañero de trabajo que está como un dios?

-Sí. Ángela, no quiero sonar aburrida, pero estoy en Forks para pasar una temporada corta, y el
resto de año lo pasaré en Seattle. He venido a este país a aprender y a trabajar- ella bostezó de
forma fingida.

-Pues sí que suena aburrido. Y un año da para muchos polv… ¡Ay!- le pegué una suave colleja
antes de que acabara la frase, aunque me estaba riendo. Ella alzó una mano conciliadora.
-Vale, vale, si he de soportar agresiones fin del tema. Venga, sigamos viendo la película, que
mañana no habrá quien nos levante de la cama.

-De acuerdo, pero otro día toca hablar de tus posibles relaciones, Webber. No te creas que aquí
sólo yo voy a ser yo la interrogada.

Ángela rió y diría que se había sonrojado un poquito, aunque la luz era demasiado escasa para
asegurarlo.

...

Me incliné para recoger el cambio y mi café de la máquina. Lo probé y arrugué la nariz. El sabor
era espantoso, pero todavía arrastraba el jet lag y necesitaba un nuevo chute de cafeína.

-Buenos días - sonó una voz amistosa a mi espalda.

Me giré y vi la sonriente cara de Mónica, mi compañera de especialidad. Era una chica delgada,
con ojos azules y el pelo negro cortado en media melena. Ayer se había marchado a la consulta
externa a primera hora y apenas tuve tiempo de intercambiar unas palabras con ella, pero me
había parecido agradable. Y solía fiarme de las primeras impresiones.

-¡Hola! – le sonreí- Este café hace que me sienta como en casa.

-Ese café tiene muchas propiedades pero la de aminorar la nostalgia no la conocía- alzó ambas
cejas componiendo una divertida cara de sorpresa.

-Ah, lo decía porque sabe igual de asqueroso que el de la máquina de mi hospital. ¿Qué más
propiedades tiene?

-Bueno, te digamos que a partir de ahora no vas a necesitar laxantes, si es que los tomas- me
guiñó un ojo mientras introducía una moneda en la máquina.

-Vale, es el mismo café, ahora estoy segura- asentí, convencida, observando el poso que
quedaba en el vasito de plástico. Ambas nos miramos y reímos.

-¿Te vas adaptando? Espero ser la primera en hacerte esta pregunta, creo que la vas a escuchar
mucho durante unos días y acabarás odiando a quien te la haga.

-Sí, eres la primera- sonreí-, y me voy adaptando- miré la hora en móvil.- ¿No deberíamos subir
ya?

La morena asintió y terminó su café en tres sorbos. Apretó el botón del ascensor.

-Hoy me tocan paritorios, y Emily sugirió que vinieras conmigo. Oye... Sé que vienes de un
hospital grande, así que no creo que tengas problemas para manejar a los pacientes cuando
estés de guardia tú sola. Algunos adjuntos no colaboran mucho, pero si necesitaras ayuda cosa
siempre puedes llamar a Emily, no vive lejos de aquí.

Eso confirmaba la opinión que tenía de mi nueva jefa, y me tranquilizaba.

Tras la sesión de presentación de ingresos Peter le dio a Monica el "busca" del paritorio.
Estuvimos muy ocupadas toda la mañana; nos llamaban de la maternidad, para una cesárea, o
cualquier parto que se anticipara como complicado. Me tranquilicé viendo que la manera de hacer
las cosas no distaba mucho de mi hospital de origen. Al final de la mañana mi compañera y yo
nos encaminamos a la cafetería del hospital.
-¿Ya has probado la comida de aquí?- Monica me dirigió una escrutadora mirada mientras
ocupábamos una mesa libre con nuestras bandejas.- No, creo que no, tienes buen aspecto.-
Sonreí, negando. Respecto a la "deliciosa" comida del hospital parecía que también iba a
sentirme en casa.

-Ayer no tenía mucha hambre y comí un yogur arriba en la planta- nos sentamos y me descubrí
mirando alrededor, buscando una cabeza de cabellos cobrizos. Pero no estaba aquí.

-Ojalá pudiéramos sobrevivir sólo con eso. Esta sopa parecen los restos de una clase de
Pociones.- dijo Mónica, haciéndome reír y atragantarme.

-Yo también soy fan de Harry Potter- sonreí.

Una chica de pelo negro azabache recogido en una coleta y ojos verdes penetrantes se acercó a
nosotras con su bandeja, sentándose al lado de mi compañera.

-Tú debes ser la nueva pediatra- me tendió la mano por encima de la mesa.- Soy Anne, "resi" de
ginecología.

-Encantada- le di la mano.- Soy Bella.

-Por supuesto que eres Bella, no podían haberte puesto mejor nombre- sentenció un chico rubio
vestido de cirujano al tiempo que se sentaba a mi lado. Anne rodó los ojos y bufó.

-Mike, esta es la mesa de las chicas. Vete para que podamos criticarte sin que te sientas herido-
gruñó la ginecóloga.

-Anne, me sorprendes ¿Desde cuándo eres tan compasiva? Mike Newton, cirugía, cuarto año-
me tendió la mano clavándome sus ojos azules de una forma que me hizo sonrojar, aunque
correspondí a su saludo. Tras retener mi mano unos segundos más de lo correcto miró a la
ginecóloga- Anne, no me da la gana de comer solo. Ya sabes que Rarito Cullen nunca baja al
comedor, y los demás están en quirófano.

-No llames así a Edward- recriminó Mónica, molesta.- Es un poco especial pero es un buen
compañero.- Anne asintió, y ambas ganaron muchos puntos de mi aprecio por este gesto.

-¿Es cierto lo que he oído? ¿Que Leonard y él se atrevieron a suturar una rotura cardiaca?-
preguntó Anne.

-Sí, hicieron cirugía cardiaca en un hospital comunitario. Esos dos están locos- negó Mike con la
cabeza.- Tuvieron suerte de que la cosa fuera bien, de haber sido de otra manera tendrían un
pleito sobre sus cabezas.

-Un pleito que no habría ido a ningún sitio. Si no lo hubieran hecho la paciente no habría
soportado el traslado al Northwest. Le salvaron la vida- zanjó Anne.

Mi jornada laboral finalizó y me dirigí a Urgencias para despedirme de Angela, pues ella tenía
turno de tarde. Intercambié unas palabras con ella y me dirigí a la salida. Repentinamente la
puerta de doble hoja se abrió y entró a toda pastilla una camilla empujada por dos paramédicos.
Era un anciano inconsciente. Sentí un brazo en mi cintura y una mano en mi propio brazo que me
apartaron del camino, evitando que la camilla me atropellara antes siquiera de que yo hubiera
reaccionado, . Algo tembló en mi interior al sentir ese contacto.

-Bella- Edward Cullen me soltó y se colocó ante mí.- Has de tener cuidado. Es mejor que no
salgas por esta puerta, es la de las camillas y es peligrosa. La del personal es aquélla- señaló.
Su hipnótica mirada se clavó en la mía. Sentí mi corazón latir con más fuerza, y mi rostro se
sofocó.

-Gracias por la ayuda- pronuncié con dificultad.- Además de nueva soy un poco torpe- sonreí.

-Edward, te necesitamos aquí- una enfermera salió de uno de los boxes.

-Hasta otra- sonrió Edward. Giró sobre sus talones y se dirigió al box donde le reclamaban,
mientras yo intentaba recuperar la compostura.

...

Los días pasaban rápidamente. Angela demostró ser una buena amiga, y con su ayuda, la de la
jefa y de algunas de mis compañeras me adapté en poco tiempo a la rutina de ese pequeño
hospital. Ya había superado la prueba de mi primera guardia. Ya (casi) me había acostumbrado a
la constante nebulosidad de Forks. Sólo había algo que alteraba esa rutina, y era Edward Cullen.
Lo veía poco, pero cuando nos encontrábamos por los pasillos del edificio me alteraba de una
forma incontrolable, siempre de igual manera, y por ello me enfadaba conmigo misma. Lo peor
era que hubiera jurado que él se daba cuenta de ello. Sin embargo, tan sólo pasaba por mi lado,
me dirigía un educado "hola, Bella" acompañado de una sonrisa que me acababa de rematar y
seguía su camino. Yo entonces resistía el tremendo impulso de girarme y observarlo por detrás.

...

-Bella, qué pena que sólo te vayas a quedar unos meses, es una maravilla cómo te has adaptado
a todo en tan poco tiempo-dijo Emily.

-Gracias, jefa- repuse para pincharla, sabía que no le gustaba que la llamara así- lo cierto es que
me siento muy bien aquí, y en gran parte es gracias a Ángela y a ti. Hicisteis que comenzara con
buen pie, a pesar del palo del primer día.

Hoy me tocaba guardia, pero una guardia un poco especial. Era la primera vez que coincidía con
Edward. Notaba mariposas en mi estómago, e intentaba convencerme a mí misma de que estar
de turno con él no tenía nada que ver con ello. Pensé en otras cosas. Ángela tenía turno de
noche en Urgencias. Siempre me alegraba coincidir con mi amiga.

La tarde fue pasando bastante ajetreada, había visitado muchos casos de gripes y bronquitis,
pero ninguno tan grave como para requerir su ingreso. A la hora de la cena no pude dejar de
observar que Edward no estaba. Tan sólo lo había visto fugazmente un par de veces entrando y
saliendo de los boxes de cirugía. Reprimí una oleada de decepción. Cené rápido porque tenía
algunos pacientes esperando en urgencias, y cuando volví para allá Ángela ya había comenzado
el turno. Fui a saludarla a la salita de personal, donde estaba tomando café.

-¡Hola, "compa"! ¡Qué bien, una noche más conseguiste sobrevivir al menú hospitalario!- bromeó.

-Sí, pero no cantes victoria, aún no ha pasado el período de seguridad para descartar una
intoxicación aguda - compuse una mueca de desagrado tocándome la barriga.- Creí que no se
podía comer peor que donde trabajaba antes pero estaba muy equivocada. Los pacientes tienen
un buen acicate para curarse pronto, o eso o morir de inanición.

-Eso es cierto -rió Ang.- No me extraña que Edward nunca coma aquí, ese sí que sabe cuidarse.
Bueno, él dice que tiene unas cuantas intolerancias alimentarias y que debe seguir una dieta
especial, por eso siempre se trae su propia comida…- comentó, con expresión un tanto suspicaz.

-Ah… por eso nunca viene a comer.


-Ja, eso sí que lo habías observado, señorita "yonomefijoenedwardcullen"-me dijo con cara de
sorna. Le saqué la lengua.

-A ver, niña, no somos tantos, es fácil darse cuenta cuando falta alguien- repliqué un tanto picada.

-Sí, claro, claro – repuso incrédula. Yo bufé y puse los ojos en blanco, al tiempo que me despedía
para continuar mi trabajo.

Eran las dos de la mañana cuando mi adjunto y yo hablamos de partirnos la noche. Yo haría el
primer turno, así que trabajaría hasta las cinco. Estaba realmente cansada, y para aguantar
acepté un café al que me invitaron las enfermeras. Gracias a ello fui tirando hasta que se hizo la
hora. Ángela se había ofrecido a ir a buscar las llaves de las consultas donde descansaríamos si
podíamos, y las repartimos. Al terminar mi turno fui a buscar mi llave, que estaba encima de la
mesa, en la salita de descanso de urgencias. Era raro. Habría jurado que tenía la llave de la
consulta de pediatría, y esta era la de nefrología. Aunque daba igual, estaban una al lado de la
otra y yo estaba demasiado hecha polvo como para más conjeturas.

Sin más me despedí del personal de urgencias y me retiré. El ahora silencioso pasillo de las
consultas estaba iluminado muy tenuemente por las luces de emergencia. Abrí la puerta y me fui
directa al armario de la cama. No quería despejarme, por lo que ni tan siquiera abrí la luz. La
consulta estaba a oscuras pero la ventana estaba parcialmente abierta y la iluminación exterior
permitía intuir la silueta de la cama, situada en un extremo. Esta ya estaba bajada; debía ser un
descuido de la señora de la limpieza. Estaba sentándome a punto de tocar el camastro cuando
escuché una voz conocida.

-Bella.

Tuve tal sobresalto que habría caído al suelo, pero eso no llegó a pasar. Un segundo estaba a
punto de tocar el piso con mi trasero y al siguiente estaba tumbada al lado de Edward. Al ser una
cama estrecha él me sujetaba por la cintura con brazo de hierro impidiendo que me cayese,
mientras se inclinaba ligeramente sobre mí. Su hermosa cara estaba totalmente en la oscuridad,
veía la silueta recortada contra la ventana, pero la sentía muy cerca de mí, y su aliento me
llegaba dulce, turbador, y… mi cara ya estaba ardiendo. Yo estaba ardiendo. Tan sólo notar su
duro cuerpo pegado al mío hizo que el cansancio pasara a un ultimísimo plano.

-Lo siento, no quería asustarte- podía adivinar la sonrisa en su suave voz.- Diría que te has
confundido de habitación…-seguía sujetándome y yo estaba al borde del colapso, ya no tan
avergonzada como excitada.

Fui consciente del intenso deseo que sentía por él, saliendo a la superficie con la misma fuerza
con la que yo lo había intentado reprimir. Mis constantes vitales respondieron a su presencia
como siempre hacían, descontrolándose.

-No... no... oh, lo siento, no sé qué puede haber pasado, discúlpame.- me esforcé para pronunciar
estas palabras con tono normal, pero no reconocí ni mi propia voz.

Intenté levantarme pero él seguía aferrándome, reteniéndome a su lado. Inhalé su aroma, jamás
lo había tenido tan cerca como para percibirlo pero me estaba trastornando. Lo miré e imaginé su
hermosa cara, y no pude evitar morderme el labio inferior. Su rostro se aproximó al mío con
lentitud y justo en el momento en que lo tuve tan cerca que creí que iba a besarme me puse muy
nerviosa y mi cuerpo se tensó. Repentinamente se sentó en el camastro, soltando su agarre
sobre mí.

-No te preocupes, Bella.- me explicó en un susurro, mientras se pasaba la mano por el pelo.- Es
una broma que suelen gastar Ángela y las demás enfermeras de urgencias a las residentes
nuevas, pero esta no es la habitual, es raro.

-¡Qué broma! Mataré a esa…¡ traidora! ¿El qué es raro? -conseguí farfullar furiosa mientras me
sentaba en la cama a su lado, intentando parecer algo digna.

-El cambiazo de la llave. Suelen hacerlo con la consulta donde duerme el jefe de la guardia, no el
residente de cirugía- rió entre dientes y yo pensé en Joseph, el sexagenario jefe de cirugía que
hoy estaba también de jefe de guardia. Mataré a Ang. Con mis propias manos. Y cualquier jurado
me perdonará cuando sepa los motivos.

-Bella – continuó Edward - si no te incomoda que yo haya estado aquí tumbado quédate, en serio,
apenas he estado un rato y he de marcharme. Tengo que controlar un postoperatorio. Ya sabes,
Joseph está un poco mayor y el peso de la guardia lo he de llevar yo. Al fin y al cabo es mi último
año de residencia.

Se levantó y se me quedó mirando en la oscuridad, o eso parecía. Estaba tan quieto que su
silueta parecía la de una estatua.

-Estoy tan cansada que diré que sí - suspiré para disimular, en absoluto me importaba que él
hubiera estado acostado en esa cama - no tengo ganas de ir a buscar otras llaves. Pero haz el
favor de no advertir a esa… a esa… de la que le va a caer encima.

-Intuyo que ya lo sabe –ladeó la cabeza y volví a imaginar su sonrisa- Descansa, Bella - me dio la
espalda y salió de la consulta.

Me tumbé pero la somnolencia se había esfumado. Verdaderamente Edward debía llevar poco
tiempo tumbado, las sábanas estaban frías, y aún a pesar de eso impregnadas de su aroma
personal. Mala idea el acostarme aquí. Inspiré profundamente las sábanas, llenándome de él,
dejándome llevar. A la mierda el autocontrol. Mis latidos aún iban acelerados. "Descansa, Bella",
había dicho, y me ponía la piel de gallina recordar su suave voz. ¿Pero qué estaba haciendo yo?
¿Me estaba volviendo tonta? Y con este absurdo diálogo interno, contrariamente a lo que
pensaba conseguí dormirme.

Bueno, chicas, la cosa va avanzando. Agradezco comentarios y contesto preguntas y dudas.


Hasta el martes, si todo va bien.

Esta es una actu extra, aunque más cortita. La del martes la colgaré igualmente. Espero
que os hayan gustado los dos primeros capítulos y leáis este tercero, y que lo paséis
estupendamente bien estos días de Carnaval.

No tengo derechos sobre los personajes de Twilght pero sí sobre esta historia. Como
siempre gracias a Maria José y a P.

¡Hacedme saber vuestras opiniones!

Capítulo 3

EPOV

Me tumbé en el camastro, con la luz apagada, y esperé. Hasta hacía dos semanas todas las
guardias habían sido igual: trabajaba hasta muy tarde, y durante mi turno de descanso me
tumbaba en el camastro simplemente dejando pasar el tiempo, pensando en el trabajo y los
sucesos del día, o en nada. Cuando eres vampiro o aprendes a pensar en nada o lo más
probable es que acabes deseando la muerte definitiva. Ahora pensaba en Bella.
El mismo día de conocerla había llamado a mi padre y le había explicado que había encontrado a
una humana capaz de bloquear mi don. No le expliqué mi reacción al sentir su olor porque quería
pensar que me había pillado en un momento de descuido, y que lo que necesitaba era ir a cazar.
A Carlisle también le llamó la atención que hubiera alguien que se resistiera a mi capacidad
telépata. Aunque yo no lo pretendía, esto excitó su curiosidad científica y me prometió estudiar el
tema. Me explicó que Alice tampoco le había comentado ninguna visión donde ella apareciera.
Había la posibilidad de que Bella fuera inmune a las capacidades de Alice, lo cual abría muchos
interrogantes.

Pasaron los días y pude comprobar que me había equivocado pensando que la reacción que
Bella había causado en mí era pasajera. Oh, sí, muy, muy equivocado. Tras dos semanas de
conocernos mi interés por ella no hacía sino aumentar. Ya no era sólo su inigualable aroma
personal ni la curiosidad que yo sentía ante su silencio mental lo que me llamaba hacia ella. La
veía caminar, gesticular, sonreír, discutir, enfadarse, bromear… y me parecía como si nadie lo
supiera hacer mejor que ella. Era irracional, lo sabía, pero había decidido que no importaba,
quería explorar hasta dónde me llevaba este interés. Iinterés, curiosidad, y cierta atracción física.
Bella era una mujer bonita y yo me sentía feliz cuando escuchaba su cuerpo alterarse en mi
presencia. De alguna manera yo también le interesaba, de eso estaba seguro. Pero quería
conocer hasta qué punto.

De pronto escuché unos pasos que se dirigían hacia la puerta. Ahora. Últimamente me había
acostumbrado a sintonizar con los pensamientos de Ángela, y sabía lo que venía. Se abrió la
puerta y me quedé quieto. Bella no encendió la luz. Tenía claro que si hacía amago de quitarse la
ropa la iba a detener, no porque no tuviera ganas de ver lo que escondía ese feo uniforme blanco,
sino porque me habían aleccionado a comportarme como un caballero, y no podía evitarlo.

Se dirigió directamente al camastro y al deshacerse la coleta el movimiento desencadenó una


leve corriente de aire que me transportó su fragancia, lo que fue bastante para hacerme
estremecer. Control, Edward. La tenía delante, y debía estar agotada pues aún no se había
percatado de mi presencia. Se acercó a la cama y fue a tumbarse. En aquel momento pensé que
debía avisarla ya, de lo contrario sería peor.

Pronuncié su nombre en voz baja, lo que le ocasionó un enorme sobresalto. Estuvo a punto de
golpearse contra el suelo pero la cogí al vuelo y la deposité sobre la cama. A pesar de la
oscuridad mis ojos me permitieron observarla a placer. Estaba hermosa con el cabello suelto,
completamente sonrojada, los ojos y la boca abiertos en expresión de sorpresa. Su respiración
era un jadeo irregular y el corazón estaba desbocado, todo lo cual me parecía de lo más
excitante, y mi cuerpo así lo estaba manifestando. El tenerla así, tan vulnerable, tan cerca de mí,
me despertaba poderosas sensaciones que nunca antes había sentido. Todo el autocontrol que
había conseguido con los años estaba a punto de hacerse añicos.

-Lo siento, no quería asustarte - sonreí e intenté calmarla. Y calmarme. Debía haberla asustado
mucho porque sus constantes vitales seguían disparadas hasta llegar a preocuparme. - Diría que
te has confundido de habitación - bromeé.

Su expresión iba cambiando por segundos. Estaba pasando del sobresalto a… ¿qué hacía? Se
estaba mordiendo el labio, y su mirada se hizo más brillante, las pupilas midriáticas, la boca
entreabierta. Un impulso me forzó a probar su sabor. Envidiaba a sus dientes por poder morder
esos labios, yo también quería hacerlo y la tenía tan cerca…

Entonces la noté tensarse y me aparté de ella rápidamente. ¿La había interpretado mal? La había
estado sujetando, quizá con demasiada fuerza. Aproveché el retorno de mi autocontrol para
separarme de ella y sentarme. Dejé de respirar unos segundos para serenarme más rápido, hasta
que tuve que tomar aire para poder hablar.
Charlamos brevemente. Me resultó tan agradable que decidí que podía intentar tener su amistad.
Pero ahora no debía tentar a la suerte. La miraba atentamente mientras me excusaba para
retirarme, y vi que su expresión era dulce. No estaba asustada. Me marché, cerrando la puerta de
la consulta con cuidado.

BPOV

A la mañana siguiente la culpable de la vergüenza que había tenido que pasar estaba tan
tranquila tomando un café en la acristalada cafetería del hospital. Entré en el local como una
tromba.

-¡Ángela!

A esa hora aún había poca gente en la cafetería. Me miró con cara de total inocencia.

-Buenos días, doctora Swan- sonrió con cara de angelito.

Me senté frente a ella y la miré con la boca apretada y el ceño fruncido. Estaba realmente
enfadada.

-Dime una sola razón por la que no deba estar tan cabreada contigo como para pensar en
cambiar de piso- gruñí. Ella abrió mucho los ojos.

-Qué…qué… no pensaba que te lo tomarías tan mal, Bella. ¿Tan mala fue la experiencia?- su
arrepentimiento era sincero.

Mi cara me traicionó y empecé a sonrojarme intensamente al recordar aquel momento. Mierda.


Ang empezó a soplarme a la cara mientras se carcajeaba.

-Bella, me vas a contar qué pasó sin dejar ni una coma, porque la cara que pones es un poema,
te lo aseguro -dijo riendo y moviendo la cabeza de un lado a otro.

La mataría, seguro. Aunque ahora que la recordaba, la situación fue algo graciosa. En mi interior
admiré los reflejos que tenía el cirujano, y no digamos la fuerza de sus brazos para cogerme al
vuelo como lo hizo. Esos brazos…su cuerpo contra el mío, su aroma, su aliento cerca de mí… mi
respiración volvía a agitarse. Para, Bella, stop, cambio, fuera. Mi amiga leía en mi cara el cambio
de expresiones como en un libro y aguantaba la risa, con una ceja levantada. Me levanté para
serenarme un poco y aproveché para pedir un café doble (no me acostumbraba al aguado café
americano) y un donut. Volví a la mesa más tranquila.

-Como castigo por lo que hiciste te vas a quedar sin información de primera, nena. Pero seguiré
compartiendo tu casa, estás perdonada- la miré con petulancia, mientras bebía a sorbos mi café.
Angela apuró el suyo mientras contemplaba el verde paisaje por la ventana. Entonces me miró.

-Da igual, algo ha pasado y me lo vas a explicar tarde o temprano porque no podrás aguantar
más. Pero no lo hagas ahora –miró por detrás de mi hombro- porque Edward Cullen está
entrando en la "cafe" con su jefe.

-¡Ja! Ya me has tomado bastante el pelo en las últimas horas, guapa. Desde que estoy aquí no ha
venido ning…

-Buenos días, chicas - solté un jadeo y mi vello se erizó al oír la acariciante voz.

Me di la vuelta y alcé la mirada, que chocó con aquellos ojos ámbar y quedó atrapada en ellos,
como una mariposa en una tela de araña, sin esperanzas de resistirse. Se situó a mi lado,
mientras Joseph estaba pidiendo el desayuno en la barra. Su boca perfecta lucía una media
sonrisa y volví a enrojecer. Estaba evidentemente turbada. Deslumbrada a mi pesar.

-Hola, Edward, ¿te sientas con nosotras?- dijo Ángela.

La iba a fulminar con la mirada, pero entonces constaté que ella tampoco era inmune a la sonrisa
del seductor cirujano. Lo miraba completamente embobada. La piel de Edward estaba tan pálida
como siempre, pero era un hermoso pálido satinado. Los ojos y el cabello le brillaban como si
hubiera descansado ocho horas seguidas… sí, estaba perfecto, como siempre. No pude evitar
pensar qué diferente era su aspecto comparado con el de Ángela o el mío propio. Ambas
teníamos ojeras y estábamos pálidas, con esa palidez enfermiza de no haber descansado.

-Buenos días, señoritas -saludó Joseph en nuestra dirección, mientras se desplazaba con una
café en una mano y un sándwich en la otra hacia una mesa separada de la nuestra.

Nosotras correspondimos al saludo. Agradecí que ese día Joseph no tuviera ganas de charlar,
porque a veces estaba de lo más comunicativo y no le importaba sentarse a nuestro lado.
Entonces contaba viejas anécdotas que te hacían reír mucho.

-No, gracias, –sonrió Edward, volviendo a iluminar la gris mañana- me sentaré con Joseph, -
señaló hacia él con un gesto de la cabeza- me sabe mal dejarlo solo.- Mientras decía esto
mantenía sus ojos dorados aprisionando los míos, sin piedad.

Cuando Edward hubo desaparecido de mi vista desperté del trance y pude volver a respirar con
normalidad. Miré a mi amiga, quien me estudiaba la cara con una sonrisa cómplice, pero no
continuó con el tema de antes. Otra de sus virtudes era que sabía no hacerse pesada. Charlamos
un rato mientras acabábamos el desayuno y nos despedimos, ella en dirección al vestuario para
cambiarse y marchar a casa y yo hacia la planta de pediatría.

La mañana me pasó rápida. La planta estaba a rebosar, y como era normal para la época del año
la mayoría de ingresos eran por infecciones respiratorias. El pase de visita lo hice conjuntamente
con Peter, el "resi" de tercer año, y Maurice, un adjunto. Ambos parecían más niños aún que los
propios pacientes. Uno de los pequeños ingresados tenía neumonía pero se iba recuperando
rápidamente de tal forma que, como pasa con todos los niños que se encuentran bien, su madre
apenas podía retenerlo en la cama. Cuando entramos los tres en la habitación se escondió tras
su almohada y nos disparó con una pistola de Buzz Lightyear. Ante nuestra sorpresa Peter se
desplomó sobre una silla agarrándose el pecho, con los ojos cerrados y la lengua fuera. El niño
reía a más no poder.

Una vez hube terminado mi trabajo me despedí y me dirigí al vestuario, situado en el sótano del
hospital.

-Bella, buenos días, o más bien tardes ¿Sales de guardia?- Bufé. Mike Newton me atacó vilmente
cuando estaba esperando el ascensor. Sólo tenía que bajar dos pisos, pero a esa hora estaba
francamente fatigada y ahorraba toda la energía posible.

Aunque ya estaba arrepentida de no haber ido por las escaleras.

Desde que nos conocimos Mike quería ligar conmigo de forma ostensible y yo no quería que
tuviera ningún resquicio de duda sobre mi total falta de interés por él. Aunque tampoco quería
herirlo, ese no era mi estilo. Sin embargo Mike pertenecía a esa insistente clase de chico que no
atiende a las indirectas.

-Mike- lo miré medio dormida- hola. Sí, salgo de guardia, y me iba a casa ya- respondí resaltando
el "ya".
El ascensor se abrió y entró conmigo. Mierda. Estaba claro que la conversación no había
terminado, pero hubo un minuto de incómodo silencio mientras el ascensor nos dejaba en la
planta de los vestuarios.

-Bella, el próximo sábado vamos a ir a Port Angeles. ¿Te apetecería salir con nosotros?

¿Quedaría muy mal si le preguntaba quiénes eran "nosotros"? Dudé. La falta de sueño me
enturbiaba las ideas y no se me ocurría qué excusa dar para negarme. Y sin pensar di una. Una
nada original.

-No, puedo, ya he quedado.

-Ah- se sorprendió -¿Puedo saber con quién?

"No es de tu incumbencia" hubiera sido una buena réplica para un tío normal. Pero no fue esa la
que le di. Porque Mike era insistente. Pensé cuál era la mejor respuesta para que me dejara
tranquila.

-Con Edward Cullen- abrió los ojos como platos y la mandíbula hasta el esternón por lo que
rápidamente expliqué, ampliando la mentira- vamos a hacer un trabajo para un congreso.

Fue lo mejor que se me ocurrió. O eso pensaba, porque no hizo amago de despedirse y ya
habíamos llegado a la puerta del vestuario femenino. Lo miré con fastidio. ¿Es que me iba a
acompañar adentro?

-¿Sobre qué es el trabajo? – inquirió con curiosidad. Piensa, Bella, piensa.

-Sobre el manejo y las complicaciones de las apendicitis agudas infantiles comparando los
resultados de este centro con los del hospital infantil de Seattle- Oí que decía una voz detrás
nuestro.

Ahora deseaba estar muerta. O por lo menos a 5.000 kilómetros de allí.

Edward estaba justo detrás de nosotros. Ninguno de los dos lo había oído llegar. Su aspecto era
tan inmejorable como a primera hora de la mañana y me contemplaba con la cabeza un poco
ladeada, la mirada brillante y "esa" sonrisa. Mike estaba tan sorprendido como yo y apenas llegó
a reaccionar.

-El tema parece interesante. Si necesitáis otro colaborador me lo decís – respondió en un tono
que dejaba intuir algo de ¿celos?- Hasta luego- se despidió y se dirigió rápidamente al ascensor.
Lo seguí con la mirada hasta que desapareció.

Ahora me había librado de un lío, pero ante mí tenía otro mayor. Desde luego, no podía decir que
me aburriera en ese pequeño hospital. Me notaba cada vez más cansada y con la capacidad de
reacción muy baja. Tomé una gran bocanada de aire y hablé.

-Edward, yo… no quería…- empecé a farfullar nerviosa. Él me interrumpió, levantando una pálida
mano de largos dedos. Hasta sus manos eran perfectas.

-Tranquila, Bella. Sé que querías librarte de Mike. A veces es muy... persistente, por decirlo de
alguna forma. Ya nos inventaremos cualquier cosa, como que hemos dejado el trabajo de
investigación porque no daba buenos resultados – decía la melodía de su voz.

En aquel momento era incapaz de pensar nada coherente, no podía hacer otra cosa que
contemplarle embobada. De pronto me di cuenta de que estaba apoyada contra la pared. Él se
había ido acercando a mí con un movimiento imperceptible y de forma inconsciente yo había ido
retrocediendo. Se hallaba tan cerca de mí que, a pesar de que era bastante más alto que yo,
notaba otra vez el perfume de su aliento. Alzó su mano como para tocarme la cara pero se detuvo
antes de llegar a rozarme. Noté un cosquilleo en la zona de la cara que estuvo cerca de su piel.

- Debes estar agotada, lo mejor será que vuelvas a casa, a descansar- dijo de forma inesperada,
apartándose ligeramente de mí. Reaccioné.

-Sí, eso haré. Gracias por la ayuda, Edward.- le sonreí tímidamente. Acababa de suceder algo,
aunque él actuara como si nada.

-¿Quieres que te lleve a casa? Yo también he acabado mi turno. Imagino que has venido en tu
coche, pero quizá estás demasiado cansada como para conducir segura- me observó con algo de
preocupación.

-Gracias, Edward, pero puedo conducir, no vivo lejos - me apresuré a responder.

-Bien, pues hasta mañana, doctora Swan.- sonrió y asintió con la cabeza, después de lo cual se
dirigió al vestuario de hombres.

Resistí la tentación de seguirle con la vista, no fuera a girarse. Bastante vergüenza había pasado
ya en las últimas 24 horas.

¡Gracias por leer y comentar!

Chicas, aquí va el cuarto, unas horas adelantado. Despejará alguna duda. Quería comentar
también que sé que queréis lemmons ( y yo ;-)), y os aseguro que habrá, y no tardarán
mucho. Pero dejémosles que se conozcan un poquito más... tampoco es que Edward sea
un tío normal. Ah, sobre eso de los lemmons, tengo que recordaros que la historia está
clasificada M, mayores de 17 años, por erotismo explícito. Si lee alguna menor lo hace bajo
su responsabilidad.

No tengo derechos sobre los personajes de Twilight pero sí sobre esta historia. Gracias a
Maria Jos por su ayuda. También a las lectoras por sus comentarios.

Capítulo 4
BPOV

Salí del vestuario y me encaminé hacia las escaleras para subir el piso que me separaba de la
salida. Me sentía extrañamente descansada para salir de guardia, y a mi alrededor la luz de los
fluorescentes del techo se había atenuado, proporcionando una penumbra que extrañamente no
me resultaba atemorizadora. Puse un pie en el primer escalón y de pronto mi cuerpo se desplazó
hacia atrás cuando una fuerza me arrastró al hueco bajo las escaleras. No quise gritar. No tenía
miedo. Entonces olí su aliento, su aroma dulce y atrayente, y vi la silueta de Edward en la
penumbra. Mi cuerpo se llenó de un deseo ardiente.

-Había olvidado decirte algo- susurró en mi oído.

Sus brazos se cerraron entorno a mi cintura y sentí sus sedosos labios recorriendo lentamente el
camino desde el lóbulo de mi oreja hasta la base de mi cuello. Mi piel se estremeció y rodeé su
cuello con mis brazos, pegándome a su cuerpo, pidiendo más. Su lengua me torturó deshaciendo
el camino que había seguido y acercándose a mis labios.

-Pídeme que te bese.

-Bésame, Edward.
Un sonido infernal penetró en mi conciencia, y las dulces imágenes desaparecieron por completo.
Estiré la mano para apagar la alarma de mi móvil. Eran las seis de la tarde.

Me incorporé en la cama, sintiéndome mareada. Siempre que salía de guardia el cambio de ritmo
horario me hacía sentirme atontada. Y mañana no estaría mucho mejor. Para colmo sentía una
enorme sensación de frustración, como si alguien hubiera interrumpido el que iba a ser el mejor
beso de mi vida. Agité la cabeza. Sabía lo que era la intimidad con un hombre, pero mi cuerpo
jamás había reaccionado con tanta intensidad a alguien como lo hacía con el cirujano.

-Buenas tardes, Bells. ¿Has descansado algo? – me preguntó Angela al oírme bajar las
escaleras. Estaba sentada en el sofá, leyendo "Orgullo y Prejuicio".

-Sí, más o menos.- gruñí.

Bostecé y me froté los ojos, mirándome en el espejo del comedor. Dios, menudas pintas. Llevaba
puesto el pijama, mi pelo estaba despeinado, y lucía unas ojeras donde se podrían cultivar
champiñones. Me senté a su lado.

-Pues nadie lo diría viéndote. Aunque no me extraña que no descanses si sueñas según qué
cosas- dijo como si nada, sin apartar la vista del libro.

No podía ser… al parecer había vuelto a hablar en sueños.

-Bells, no te espío, pero tenías la puerta de la habitación abierta, y he pasado por delante justo
cuando hablabas - se disculpó mi amiga, mirándome por encima del libro.

-Tranquila, Ang- suspiré.- Lo cierto es que ese hombre me atrae, y mucho. Pero no es una buena
idea pensar en él, me parece todo demasiado complicado. Y ni siquiera sé si le intereso - me
sinceré.

-Amiga, conozco a Edward hace cuatro años. Créeme si te digo que jamás había visto una mirada
en sus ojos como la que te dirigía esta mañana en la cafetería… fue alucinante - rodó los ojos-
¡Estuve a punto de lanzarme encima suyo!- añadió carcajeándose.

Me quedé pensativa. Entonces por qué esta mañana se había apartado cuando parecía que…
pero Bella, ¿tú crees que el pasillo de los vestuarios es sitio para ir intimando con alguien?

-No sé… no sé qué pensar- estaba demasiado agotada para eso.

-Es que tú piensas demasiado, ese es el problema, doctora Swan. ¿Sabes qué voy a hacer? Me
voy al videoclub y alquilo alguna película tonta, de reírse mucho y pensar poco. ¿Te apetece?

-Me parece un plan estupendo - sonreí a mi amiga.

-En ese caso hasta ahora.

Se marchó y yo quedé pensativa, apoltronada en el sofá. Era feliz, de hecho me sentía mejor que
en mucho tiempo. Y no podía obviar que Edward era una parte importante de este "mejor". Pero
me entristecía el pensamiento de que no podía ser que un ángel así se fijara en una chica como
yo. ¿Y si era una especie de broma, apuesta, o algo así? No parecía de ésos, por lo poco que
sabía de él. Pero… ¿para qué darle más vueltas? Ang tenía razón. Tenía que vivir el presente, no
complicármelo más con agobios mentales. Y ya veríamos qué pasaba en el futuro.

...

El boletín meteorológico avisaba de un soleado fin de semana con alta posibilidad de nevada
hacia principios de la semana siguiente, así que aprovechamos para hacer un poco de turismo
durante el fin de semana.

Afortunadamente el sábado salió soleado. El senderismo nunca me había atraído mucho pero el
tiempo invitaba a salir de casa y absorber los escasos rayos de sol que nos brindaba el clima de
Forks, así que acepté la proposición de Angela de salir a conocer el entorno natural. Me alegré
mucho de haber aceptado. El parque natural de Olympic poseía parajes preciosos, y el estar
disfrutando del sol por primera vez desde mi llegada me hacía sentir pletórica y cargada de
energía. Ángela era una guía perfecta, conocía el terreno al dedillo y fue gracias a ella que no nos
extraviamos. Hicimos un pic-nic en un claro del bosque, a pleno sol.

-No habrá osos por aquí, ¿verdad?- dije con algo de aprensión mientras terminaba mi bocadillo.
Al fin y al cabo yo era una chica de ciudad y no conocía la fauna local.

-Sí, sí los hay- me atraganté y empecé a toser cuando escuché la respuesta de Ang, quien me dio
varios golpes en la espalda- pero no tan cerca del pueblo, tranquila. Están más lejos, por las
montañas. No les gustan los humanos, y hacen bien de mantenerse alejados. Por aquí vienen
turistas que a veces no son nada respetuosos con la naturaleza -puso mala cara- ya sabes,
depredadores de dos patas. Si te quedaras hasta la temporada de caza, en primavera,
conocerías algunos.

-No creo que tenga ese placer, Angela- repuse, mirándola.

-Es cierto, te irás antes- suspiró - bien, pero antes de eso te voy a enseñar la región - se levantó.-
¡Andando, chica de ciudad! ¡Te voy a convertir en toda una exploradora!- Rió al ver mi cara de
susto y extendió la mano para ayudar a levantarme.

Anduvimos un rato en silencio. Los sonidos del bosque eran relajantes. El camino estaba bien
señalado y era cómodo andar por él. También era cómodo ir con Angela en silencio. Mi mente se
puso a divagar. Hacía sólo tres semanas que la conocía y era de las pocas personas con las que
me encontraba tan bien hablando como callada. Encontrar a una amiga tan increíble como ella
había hecho que mi adaptación fuera más rápida. La idea de marchar a Seattle no me animaba
tanto como escasas semanas atrás. Tenía la rara sensación de estar en mi hogar, aún sabiendo
que lo que yo llamaba así estaba a miles de kilómetros cruzando un océano.

El día siguiente también amaneció soleado para nuestra enorme sorpresa, sobre todo la mía.
Parecía que la naturaleza quería enseñarnos su mejor aspecto antes de ponernos mala cara.
Había pensado ir a Port Angeles pero mi compañera tenía otros planes.

-Bella, ¿qué te parece si, ya que ha salido este día, seguimos con las excursiones?- comentó
mientras servía el café del desayuno.

-No sé…- dudé. La verdad es que el día anterior había disfrutado, pero…

-Podíamos ir a la playa, y conocerías la reserva india de La Push, venga, seguro que lo pasamos
bien- me miró con un brillo especial en la mirada que me hizo sospechar algo.

-Angela, me ocultas algo,- la miré suspicaz y vi que tenía razón, porque empezó a enrojecer ante
mi escrutinio- algo… ¿o alguien?

-Vale. Hay una cosa que no te he explicado. Lo haré ahora y te podrás vengar de todas las veces
que me he metido contigo por lo de Edward- me miró algo cortada.- Hay un chico, un médico que
vivía antes en la reserva de La Push. Hizo la especialidad de urgencias y hace unos meses está
en Seattle, trabajando en el Northwest Hospital. Se llama Jacob Black. Me ha avisado de que este
fin de semana está visitando a su padre y me gustaría verlo.
Me disgustó un poco que mi amiga no hubiera confiado en mí lo suficiente como para abrirme su
corazón hasta ahora, y así se lo hice saber. Me explicó que no me había comentado nada porque
pensaba que no era importante, que sólo era un amigo, pero que cuanto más tiempo pasaba sin
ver a Jake más se daba cuenta de que lo que sentía no era sólo amistad.

La Push estaba a unos veinte minutos de Forks yendo en coche. Nunca había visto una reserva
india. En realidad era un pueblo con un pequeño núcleo urbanístico y alrededor varias casas
desperdigadas. Estaba claro que el turismo era una fuente de ingresos importante, ya que las
típicas (y horribles) tiendas de recuerdos para turistas hacían acto de presencia por doquier.

Billy Black, el padre de Jacob, vivía en una de las casas de las afueras. Era una cabaña humilde
pero bonita. No había escalones por ningún sitio ya que, según me explicó mi amiga, Billy iba en
silla de ruedas. Nos acercamos y fuimos a llamar a la puerta cuando de repente esta se abrió.

-¡Angela!

Un hombre alto, moreno y de piel cobriza, de veintitantos años, salió como una estampida y se
abalanzó sobre mi amiga, la levantó y empezó a girar con ella en el aire como si fuera una
muñeca. Sólo se oían las risas de los dos. De repente sentí que sobraba. ¿Cómo podía Ángela
estar tan ciega? Era evidente que había algo intenso entre ellos dos.

Cuando Ángela amenazó con vomitar sobre Jacob este la depositó con cuidado en el suelo.
Ambos seguían riendo. Entonces parecieron recordar mi presencia. Ella nos presentó y Jacob me
estampó un par de besos en la cara. Para mi sorpresa me habló en perfecto español.

-Encantado de conocerte, Bella- dijo sonriente. Era muy atractivo y tenía los ojos de un profundo
color negro, cálidos y brillantes.

-¡Vaya! ¡Hablas español, y tienes un acento estupendo! – repuse sorprendida.

-Sí, siempre me han gustado los idiomas, particularmente el tuyo. El español, demás, me resulta
muy útil en Urgencias.- Mientras hablaba Ángela lo miraba con una sonrisa embobada.

Jake me presentó a su padre, quien nos invitó a comer con tal alegría que hubiera sido una
descortesía negarse. Era un poco pronto, pero así aprovecharíamos bien el resto del día. Más
tarde Jake nos enseñó la reserva y sus alrededores hasta la playa. Aquel día no había oleaje y el
sol hacía que el azul del mar fuera intenso y deslumbrante. No era un sitio que invitara a darse un
chapuzón (ni siquiera en pleno verano, pensé comparándolo con mi Mediterráneo) pero sí a
sentarse, relajarse y respirar la fresca brisa marina. Mientras charlábamos pude notar cómo Jake
miraba a Ángela con un brillo especial cuando ella no lo observaba. Me pareció que harían una
pareja estupenda, y me encontré de nuevo pensando en Edward.

Ya de vuelta a casa ambas nos sentíamos cansadas pero felices. La dosis extra de sol, oxígeno y
amistad me había ido fenomenal. Le comenté a Ángela lo que había observado en Jacob y,
simulando estar enfadada, me lanzó un cojín del sofá al tiempo que me decía que necesitaba
gafas. Pero cuando se fue a acostar iba canturreando para sí.

EPOV

El jefe me llamó la tarde del domingo para pedirme si podía hacer la guardia del lunes y con eso
me dio una más que agradable sorpresa. Sabía que a Bella le tocaba estar de guardia, así que no
dudé en decirle que sí. Colgué el teléfono con una sonrisa de oreja a oreja. Me disponía a seguir
tocando el piano cuando el teléfono volvió a sonar. Esperaba que no fuera el jefe para decirme
que Mike ya se encontraba bien.
-Hola, Edward.

-¡Carlisle! Qué alegría oírte. Hacía días que no hablábamos. ¿Cómo van las cosas por
Vancouver?

Mis padres estaban viviendo en esa ciudad canadiense desde que a Carlisle le surgiera un puesto
de cirujano torácico en el Hospital General de dicha ciudad. Su clima nuboso era apropiado para
los de nuestra especie, y no se lo pensó mucho. Podría estar trabajando unos cuantos años sin
levantar sospechas.

-Bien, bien hijo. El próximo fin de semana ni Esme ni yo trabajamos. ¿Te iría bien que fuéramos a
visitarte?- Otra buena noticia.

-Claro. Tengo guardia el domingo pero creo que podré cambiarla. Tengo muchas ganas de veros.

-De acuerdo. También tenemos ganas de verte, hijo...- se interrumpió.

-¿Pasa alguna cosa, Carlisle?- era evidente que algo le preocupaba.

-¿Cómo van las cosas con la humana de la que me hablas… con Bella?- dijo con voz cautelosa.
Claro, tenía que haberlo imaginado. La primera vez que le hablé de ella ya noté que no le gustaba
mucho que me llamara la atención una humana.

-¿Qué es lo que te preocupa, Carlisle? –fui directo. No necesitaba ser vidente para saber que me
iba a caer un sermón.

-No lo sé, Edward. Que yo sepa jamás te había atraído mucho ninguna mujer, vampira o humana.
Esto de ahora es tan poco habitual que me preocupa.

Mi padre tenía razón. En mi familia todos estaban emparejados, excepto yo. Y aunque mis 120
años me habían dado tiempo para disfrutar de unas cuantas relaciones ninguna de ellas había
durado mucho, significando nada más que un desahogo temporal. A veces envidiaba la vida
sentimental de mis hermanos y mis padres, y entonces me sentía el viejo solterón amargado de la
familia. Pero la mayor parte del tiempo no pensaba en ello.

-Carlisle. Bella me atrae, es cierto. Pero no hay nada más por ahora, así que preocuparte por eso
es prematuro.

Atracción. Seguramente se podría llamar así, aunque si era sincero conmigo mismo, cosa que
culpablemente no lo era con mi padre, pensaba que era algo más que eso. Con frecuencia me
sorprendía a mi mismo pensando en ella más de lo que debiera, la echaba de menos los fines de
semana, y cuando estaba en el hospital me hacía el encontradizo para poder oler su
incomparable aroma y ver ruborizarse su cara de ángel. En ocasiones me permitía imaginar qué
sabor tendría su piel, su boca…

-¿Y ella? ¿Te parece que se interesa por ti? – la voz de Carlisle me obligó a centrarme de nuevo
en nuestra conversación. Recordé con placer cómo se alteraba el cuerpo de Bella cuando nos
veíamos.

-No lo sé. Apenas la conozco, y no puedo conocer sus pensamientos. Pero creo que sí, de alguna
forma le intereso. No obstante no sé hasta qué punto - suspiré.

Estaba acostumbrado a ciertas reacciones que podía provocar en el organismo de las mujeres,
reacciones que no me habían importado demasiado hasta este momento. Todo sería más fácil si
pudiera leer su mente.
-Edward… he sabido de algunos casos de relaciones entre humanos y los de nuestra especie, y
ninguna de ellas ha acabado bien- la última parte de la frase sonó ominosa.

-¿Qué quieres decir con eso?- repuse realmente ofendido- ¿Piensas que ella corre peligro
conmigo? Creo que he demostrado hace tiempo que tengo suficiente autocontrol, ¿si no qué coño
hago oliendo sangre continuamente en el trabajo?

-No quería decir eso, y a mí no me hables así Edward- repuso él, serio.- Me refiero a que ¿hasta
dónde pretendes llegar con ella? ¿Te has planteado el futuro? Tarde o temprano sospechará
algo, si llegáis a estar… juntos - bufé. Como si no me hubiera planteado eso.

-Discúlpame por hablarte así. Y por favor, no le des más importancia a algo que de momento no
la tiene. Si alguna vez pensara que la pongo en peligro, me alejaría de ella, y lo sabes. Pero no lo
creo así. No le des más vueltas, no hay nada más.

-Nada más pero, y cito tus propias palabras, notaste su aroma con una intensidad que jamás
habías sentido antes con cualquier humano. No deseaste morderla, pero está claro que ella
supone para ti un estímulo al que no estás acostumbrado. No sabes cómo reaccionarías ante una
mayor… digamos… proximidad.

Ahora me sentía como se debe sentir un hormonado adolescente aconsejado por su padre sobre
sexo seguro. Si pudiera sonrojarme, lo estaría haciendo.

-De acuerdo, vamos a dejarlo ya, ¿vale? Tú estudia más sobre el caso, sobre las historias entre
vampiros y humanos, y qué significado puede tener que yo no le pueda oír el pensamiento. Y
cuando sepas algo más hablaremos. Prometo escucharte serenamente.

- Como si no te conociera –noté que sonreía.- Bien. Te paso a Esme, hijo.

-Hola, cariño…- escuché la dulce voz de mi madre adoptiva.

Llevaba horas dándole vueltas a lo que había hablado con Carlisle. Me sentía internamente
dividido. Una parte de mí me decía que lo mejor que podía hacer era olvidarme de Bella, que
estaba siendo egoísta, que mi padre tenía razón en sus temores y acabaría haciéndole daño.
Pero otra parte me decía que no había nada malo. Sólo quería acercarme a ella, nada más. Era
perfectamente capaz de controlarme.

BPOV

A la mañana siguiente, el clima había dado un giro de 180 grados. Cuando salí para ir hacia el
trabajo (sola, pues Ángela libraba) caían los primeros copos de nieve.

Era lunes, y volvía a tener guardia. Las guardias nunca me hacían ilusión pero según con qué
compañeros coincidía eran más o menos pasables. A veces hasta divertidas. Pero esta no me
hacía nada de gracia, por varios motivos. El adjunto pediatra con el que estaba de guardia,
William Kane, no pertenecía a la plantilla del hospital, hacía sólo una guardia al mes y el resto del
tiempo se dedicaba a su consulta privada. Por tanto iría más perdido que yo. Emily me había
dicho que no me preocupara, que si había problemas la podía llamar. El adjunto de cirugía era
uno de esos cirujanos estúpidos que se creen tocados por la mano divina. Vale, era buen
cirujano, pero eso no le daba permiso para maltratar a las personas. Y el residente… era Mike
Newton. Eso era lo que peor llevaba. En Urgencias sería difícil escapar a su persecución.
Confiaba en que tuvieran mucho trabajo en quirófano y no bajaran para nada.

En cuanto el residente que salía de guardia me entregó el "busca" el infame aparatito emitió
varios pitidos, provocándome una oleada de mal humor. Leí el mensaje: "Llame a urgencias".
-Hola, soy Bella, la "resi" de pediatría.

-Hola, Bella- era Claire, una adjunta de Urgencias.

Claire era muy competente, si me llamaba no sería por una tontería. Joder, con mi suerte habría
un niño con algún problema que al final sería quirúrgico. Según el protocolo del centro los niños
con supuestos problemas quirúrgicos tenían que ser vistos por el pediatra y este decidía si llamar
o no al cirujano. A veces esto era lógico, y otras sólo retrasaba las cosas.

-¿Podrías bajar? Acabo de visitar a una niña de 8 años con dolor abdominal, y me parece que es
una apendicitis.

A lo mejor podría intentar adivinar el número de la lotería, o igual mi clarividencia sólo servía para
predecir desgracias, al estilo agorero.

Cuando llegué a Urgencias Claire estaba hablando por teléfono. Me señaló el box 2 por lo que
entré lanzada, dispuesta a visitar a mi paciente. No esperaba encontrarme lo que vi y me quedé
parada ahí, en la puerta.

-Buenos días, Bella- Edward levantó un momento la mirada para saludarme y de nuevo se
concentró en su trabajo de explorar con cuidado el abdomen de la niña, observándole la cara.

-Hola, Edward- conseguí no farfullar. Sólo dos días sin verlo y mi imperfecta memoria no era justa
con el recuerdo de su aspecto.

Observé atentamente sus manos en acción. Tenían los dedos largos y flexibles, como los que se
supone debe tener un pianista… o un cirujano. Palpaba el abdomen de la niña con sumo cuidado,
mientras bromeaba con ella, distrayéndola de lo que hacía. La niña lo miraba con una sonrisa
embobada, al igual que su madre. ¿Tendría el encanto de Edward el mismo efecto en los varones
heterosexuales? Tendría que fijarme.

-Es apendicitis, estoy seguro,- explicó mirando a la madre y luego a mí- voy a ingresarla y solicitar
el preoperatorio. Martha- dijo con voz aún más dulce mirando a la niña y dedicándole una sonrisa
- te vamos a quitar este dolor de barriga que tienes pero te tendrás que quedar tres días en el
hospital.

La pequeña Martha puso cara de fastidio.

-¿Justo ahora que va a nevar? ¡No podré hacer muñecos de nieve! ¿No puede ser la semana que
viene?- refunfuñó con los brazos cruzados sobre el pecho.

-No, tiene que ser hoy, pero la nieve durará unos cuantos días, te lo prometo- aseguró él mientras
le tocaba la nariz con un dedo.

-¿Me vas a curar tú?- sonrió la pequeña esperanzada.

-Claro, pequeña- Edward le devolvió una deslumbrante sonrisa y la niña puso carita de felicidad.

Pensé en aquello que me había dicho Ángela: los pacientes lo adoran. No era habitual que un
cirujano fuera tan dulce, lo sabía por experiencia.

Después de eso él salió del box con el historial de la niña, y con un leve gesto de la cabeza me
instó a ir con él. Noté que la madre lo seguía con la mirada de una forma que a su marido (si es
que estaba casada) no le habría gustado nada, y sentí una punzada de celos. Seré estúpida.

Nos sentamos en la salita de personal de Urgencias, mientras él escribía las órdenes médicas y
de ingreso. Aproveché para tomar un café y ofrecerle, pero él lo rechazó cortésmente.

-Disculpa que me haya adelantado. Claire no sabía que estaba aquí visitando a otro paciente, si
no no te habría hecho bajar- comentó mirándome sin dejar de escribir.

A pesar de que mi cuerpo reaccionaba a su mirada alterándose como siempre (aunque menos,
quizá empezaba a acostumbrarme) no pude dejar de notar que no miraba al papel sino a mí y sin
embargo su escritura era perfecta. Nada que ver con la famosa e internacional "letra de médico".

-No pasa nada. ¿No era Mike el que hacía la guardia de hoy?

-Sí, es cierto. Pero el jefe me llamó ayer noche diciéndome que Mike estaba con gripe y que si le
podía hacer yo la guardia- se encogió de hombros.

Me quedé algo cortada, sin saber qué más decirle. Porque decir "cuando me miras me arden las
entrañas" o "alabado sea el virus de la gripe" no eran buenas opciones en ese momento… así
que me levanté y me marché argumentando que tenía trabajo en la planta. Justo cuando iba a
salir de la salita de personal él me llamó.

-¡Bella!

-¿Sí?- lo miré desde la puerta de la salita. Durante un breve instante pareció inseguro.

-Si por la tarde tenemos un rato libre ¿aceptarías que te invitara a un café?

-¿Qué?- Mi pobre ritmo cardiaco, que ya había recuperado la normalidad, volvió a violentarse de
una forma que no debía ser sana.

-Esta tarde ¿aceptarías que te invitara a un café?- repitió Edward, esta vez evidentemente
inseguro.

-Claro, claro, eeh… ya me dirás algo- repuse, y sus labios se curvaron en una sonrisa.

Salí tan precipitadamente que casi tropecé con una silla de ruedas que algún imprudente había
dejado por ahí al medio. Me pareció escuchar una risita sofocada que venía de la salita.

Hacedme saber lo que pensáis...

Aquí va el siguiente, lo pensaba colgar mañana pero ya está listo. El próximo el lunes. Voy
a responder a algunas dudillas. Edward tenía 26 años cuando fue transformado. ¿Jacob y
Angela se lían?... ya se verá. Ha quedado claro (supongo) que ni Edward ni Bella son
vírgenes (lo siento, señora Meyer). Veo que varias lectoras os habéis fijado en lo mismo:
Edward tocaba la barriga de la niña y esta no se quejaba del frío. Esto es así porque
Edward se acababa de lavar las manos con agua muy caliente antes de hacer eso, y su
cuerpo absorbe la temperatura del exterior... si hace frío está frío, si hace calor... no. Una
pequeña diferencia con el Edward de Meyer, este es menos hielo ;-). Alguna pequeña
diferencia más habrá.

Como siempre, gracias a Maria Jos por su ayuda, también a las lectoras por sus
comentarios.

No poseo los personajes de Twilight (obviamente, si no en Isla Esme no habría habido sólo
plumas ;-)).

Capítulo 5
BPOV

Jamás una guardia me había pasado tan lentamente. Cada vez que sonaba el busca me saltaba
el corazón más de lo ya habitual. Siempre he odiado ese sonido. Entonces leía el mensaje
esperando ver "llame a cirugía" o algo así, pero nada. No contribuía a mi paz interior el hecho de
tener poco trabajo. La nevada estaba haciendo que la gente se quedara en sus casas y venían
muy pocos pacientes.

Subí a la planta de pediatría, a saludar a las enfermeras del turno de tarde. William estaba en el
despacho médico, probablemente navegando por Internet. Ya le había saludado en el comedor
de guardia, por lo que me abstuve de decirle nada. Estuve charlando con las enfermeras durante
un rato. La planta también estaba muy tranquila, ya que habíamos dado muchas altas y los pocos
niños que quedaban estaban todos estables.

Hacia media tarde me encontraba en el control de Urgencias. Apoyada en el mostrador, estaba


absorta escribiendo el informe de un niño que tenía fiebre alta desde hacía días.

-Hola- dijo una suave voz detrás de mí.

Me sobresalté. Y, de forma nada lógica, me enfadé con él por haberlo hecho.

-Joder, Edward, ¿por qué me das estos sustos?- maldije y me volteé, mirándolo con el ceño
fruncido.

-Tú sabrás por qué - levantó una ceja con un brillo divertido en la mirada y me dirigió "esa"
sonrisa.

Esto consiguió que aún me mosqueara más. El sentirme tan vulnerable cerca de él era lo que me
hacía reaccionar así. Noté como me subía la sangre a la cara pero le aguanté la mirada, con el
ceño fruncido y la boca apretada. Prefería estar enfadada, aunque fuera absurda, que
avergonzada.

-Sí, sí sé. Porque oír una voz en medio de la oscuridad en una habitación que se supone que está
vacía asusta -dije lentamente, recordando aquella noche - Será porque apareces silenciosamente
mientras estoy hablando con alguien, o concentrada en otra cosa. Sí. Eso. ¿Porque eres tan
sigiloso?

-¿Quieres que me acerque a ti cantando?- repuso, burlón.

No era mala idea, con esa voz debía poner el vello de punta oírle cantar. Pero no le dije esto,
simplemente lo miré con los párpados entrecerrados. Me seguía observando, evidentemente
divertido. Mejor, cuando bromeaba estaba más… real. Porque a veces no parecía que lo fuera.

-No será necesario… -relajé mi ceño, en señal de paz- ¿Vamos por ese café? Lo necesito y ahora
tengo unos minutos.

-Las damas primero- dijo, haciendo una leve reverencia cediéndome el paso, como si fuera de
otra época.

De camino a la cafetería él y yo fuimos charlando sobre trabajo. Pude observar que éramos el
centro de la mirada de todos aquellos con quien nos cruzábamos, algunos más descarados que
otros ¡Qué panda de cotillas! Eso hacía evidente que Edward no se relacionaba mucho… ¿Por
qué? "Rarito Cullen", recordé. Pero yo no lo veía tan raro.

La cafetería estaba bastante concurrida a esa hora. Probablemente todos teníamos una guardia
tranquila. De nuevo me sentí observada. Pedimos dos cafés y nos sentamos en una mesa un
poco apartada. Me situé de cara a la acristalada pared para no ponerme nerviosa por la
expectación que sentía rodeándonos. O a lo mejor ya estaba medio paranoica por estar viviendo
en un pueblo.

Era la hora del crepúsculo. Afuera caía una intensa nevada, que apenas dejaba ver unos metros
más allá del cristal.

-Y bien- su suave voz me sacó de mi ensimismamiento- cuéntame algo de ti, doctora Swan. Eres
toda una novedad aquí- sus magnéticos ojos atrajeron a los míos, haciendo que me olvidara de
todo menos de que él estaba frente a mí.

Empecé a contarle sobre lo que me había traído a USA, tal como había hecho otras veces con
tantas otras personas. La gente en general me preguntaba por cortesía y yo respondía con un
brevísimo relato. Pero él no se conformó con eso. Quería saber más. Le expliqué cosas de mi
vida en España, y me encontré explicándole que echaba de menos a mis padres, amigos, y el sol.
A pesar de lo perturbador que era para mí, sentí que era increíblemente fácil hablar con él. Me
escuchaba, asintiendo de vez en cuando, sonriendo otras veces, y siempre atento.

-Edward, para de preguntarme cosas. Llevamos más de media hora hablando de mí. Ahora te
toca a ti – le dije, al tiempo que miraba el busca por si estaba averiado. Era muy extraño que no
sonara, pero comprobé que funcionaba.

Me explicó que era de Seattle, que vivía solo en la casa que su familia había hecho construir a
pocos kilómetros, en las afueras de Forks. Ellos estaban desperdigados por el país, e iban y
venían de aquella casa según les permitían sus compromisos laborales y sociales. Su padre
había muerto siendo él un niño y lo adoptó su tío, junto a sus hermanos Emmet y Alice. El padre
adoptivo también era cirujano y trabajaba en Vancouver. Al parecer era una familia unida pero no
les gustaba echar raíces en un solo sitio, y él los echaba de menos, pues sólo los veía algún fin
de semana. Lo comprendía, le comenté que yo también estaba muy unida a mis padres, y que sin
la gran ayuda de Angela lo habría pasado bastante peor.

-¿Hablaste con ella sobre la broma que te gastó la otra noche? Si no me falla la memoria hablaste
de asesinato – sonrió pero percibí que la pregunta no era inocente. Lo noté cuando sus ojos color
ámbar se clavaron en los míos, claramente atento a mis reacciones.

De inmediato mi cuerpo reaccionó, recordando demasiado bien la sensación del contacto con el
suyo. Durante unos segundos nos miramos en silencio, sondeándonos el uno al otro. Dejé de
intentar disimular mis emociones, había comprendido que tal pretensión era absurda. Las dejé
aflorar al exterior mientras su sofocante mirada me envolvía, arrebatando mis barreras de
protección. El oro líquido de sus ojos se transformó en fuego.

Entonces sonó el pitido del busca y me sobresalté. No sin esfuerzo, aparté la mirada de la de
Edward. Miré el mensaje: "llame a Urgencias". Qué don de la oportunidad. Inspiré con fuerza.

-Tengo que pasar por Urgencias- le dije, intentando recuperar la respiración y aparentar algo
parecido a la tranquilidad.

Me dolía separarme de él. ¿Por qué me comportaba de esta forma tan irracional? Porque estás
colada hasta los huesos. Ya, era una pregunta retórica.

-Yo tengo que subir a echar un vistazo en la planta. Más tarde iré a pediatría para ver a Martha. Si
está todo bien podrá empezar a tomar líquidos esta noche. Fue una apendicectomía sin
complicaciones. En cuanto despertó de la anestesia pidió un batido de chocolate - comentó
sonriendo mientras nos levantábamos de la mesa.
-Pues tú apenas has probado el café –observé,- si lo llego a saber me lo bebo yo, pero ahora ya
no, está frío.

-No necesitas más café, Bella. No es sano. Tu ritmo cardiaco ya va bastante acelerado.

Caminábamos juntos hacia las escaleras. Al oír eso me detuve y lo miré. Me observaba
arqueando una ceja y un tanto engreído, como un viejo médico dando su consejo a una paciente
rebelde.

-Mi pulso va perfectamente –espeté mosqueada.

Entonces hizo algo que no me esperaba. Extendió la mano y tomó mi brazo. La piel de sus dedos
era suave. De forma delicada y enloquecedoramente pausada los deslizó hacia mi muñeca, como
en una caricia, hasta encontrar mi pulso. Sentí la temperatura de ese brazo aumentar,
transportando el incendio en dirección a mi vientre. Me clavó la mirada, inclinando un poco la
cabeza, acercándose a mí. Sentí como el aire entre los dos se hacía más denso.

-¿Lo ves? Va demasiado rápido. No más cafés por ahora, Bella- dijo con voz acariciadora.

Luego me sonrió y subió los escalones ágilmente hacia la planta de cirugía. Me quedé allá
plantada como un semáforo en rojo, hasta que pude reaccionar.

El resto de la tarde no tuve tiempo de pensar en nada que no fuera el trabajo. En urgencias
empezaba a haber un poco más de animación. Parecía que los pacientes dubitativos habían
decidido venir antes de que la nevada dificultara más el desplazarse por los caminos.

Acababan de llegar los resultados de mi paciente. A pesar de que llevaba unos días con fiebre
alta se trataba de una simple infección viral y la radiografía era normal, por lo que decidí darle el
alta a condición de que la madre lo llevara a visitar por su pediatra.

Durante mi breve excursión a la cafetería habían venido unos pocos niños, los fui visitando pero
ninguno necesitó ingresar. Cuando me di cuenta era la hora de cenar. Anne pasó a buscarme por
Urgencias. Teníamos buena relación, aún teniendo en cuenta que pediatras y obstetras somos
enemigos naturales, y en eso USA no era diferente de España. Aún así siempre había
excepciones, como Anne y yo.

En el comedor de guardia estábamos casi todos. Menos quien yo más deseaba que estuviese,
por supuesto. Ingerir la comida que nos daban era un mero acto de supervivencia, pero si estabas
bien acompañado disfrutabas de esos momentos. Allá estaban, entre otros, Paul, el "resi" de
anestesia, un morenazo bastante atractivo, y Jared, el de traumatología. Nunca había coincidido
en una guardia con ellos y comprobé lo divertidos que eran. Estuvimos riéndonos un rato los
cuatro, contándonos anécdotas.

Pasada la medianoche, Urgencias estaba más en calma. Había venido un hombre que había
sufrido un accidente de coche por culpa de la nieve. Parecía estar bien pero Claire había llamado
al cirujano porque al paciente le dolía bastante el abdomen y quería descartar que tuviera una
hemorragia interna. Edward iba a venir… intenté concentrarme todo lo que pude en el trabajo.

Estaba de pie, escribiendo en el control de Urgencias y vi como Edward entraba distraído,


sonriendo y hablando con Paul. Me volví a centrar en lo que estaba haciendo. Ahora no era
momento de dejarse llevar por fantasías. Finalicé el informe que redactaba y lo entregué.
Seguidamente entré en la salita de personal. Joanne, una de las enfermeras del turno de noche,
estaba preparando un café que olía delicioso, mientras charlaba con Linda, la otra enfermera. Me
senté con ellas, dispuesta a tener un momento de descanso y grata charla, acompañada de una
bebida caliente.
-¿Sabes si ya ha bajado el cirujano a ver al paciente del box 3? – me preguntó Joanne.

-Sí… Edward acaba de bajar con Paul- noté como se coloreaban mis mejillas e incliné la cara
sobre la taza para disimular.

-Vaya pedazo de tíos que tenemos hoy de guardia. Así da gusto venir a trabajar, ¿eh, Bella?
Vamos a ver si quieren una vía, analítica, o algo más personal - me guiñó un ojo y salió
disparada, seguida de la otra enfermera de guardia. Me parecía a mí que en aquel box pronto
habría overbooking…

No tenía trabajo pero me tocaba el primer turno de la noche, así que esperaría un poco más antes
de decidir si acostarme o no. Prefería estar por allá que irme a la cama. Si me tumbaba y me
despertaban a los pocos minutos me sentaba fatal, y me levantaba mucho más torpe de lo
habitual, lo cual no era poca cosa.

Me estaba sirviendo un poco más de café cuando Edward y Paul entraron en la salita. El primero
me miró con una ceja alzada, bajando la vista hasta llegar a mi taza de café, para después mirar
al techo teatralmente mientras negaba con la cabeza. Le hice una mueca y me dispuse a seguir
disfrutando de mi bebida. Estaba descubriendo que a veces era adorable pero otras me
exasperaba.

-¿Tenéis trabajo, chicos?- pregunté dirigiéndome sólo a Paul mientras se sentaban en el sofá
enfrente mío.

-Algo. He pedido analítica y unas radiografías al señor del box 3, y si está todo correcto le daré el
alta y me retiraré a descansar- contestó Edward. Cabezona, me negué a mirarle.

-Y yo estoy tan aburrido que acompaño al cirujano en sus paseos. ¡Menudo muermo de guardia! -
comentó Paul, para luego bostezar sin disimulo.

-Eso no se dice hasta que no sales por la puerta y te vas a casa. Te lo digo por experiencia -
intervine. En las guardias era muy supersticiosa.

-Bella, qué pena que no viniste el fin de semana pasado con nosotros a Port Angeles. Lo habrías
pasado genial. Me dijo Mike que teníais no se qué de un trabajo- comentó Paul, mirándonos
alternativamente a Edward y a mí.

Qué manía con el nosotros, podían especificar un poquito, ¿no?

-Sí…-miré a Edward, que me observaba divertido al ver cómo me subían los colores por enésima
vez. De seguir así me iba a quedar la piel del color de las cerezas - eeh… al final no hicimos
nada, bueno, salí por ahí con Angela, aprovechando el buen tiempo para conocer el Parque
Nacional.

-Pues otro día salimos, y le dices a Ángela que venga también. No hay mucho que hacer en este
pueblo pero hay algunos bares agradables, y alguna noche vamos a tomar unas cervezas. En
Port Angeles sí que hay sitios para divertirse, ya sabes que hay bastante turismo.

-¿Y quiénes vais?

-Depende, los más fijos somos Mike, Anne, Jessica, Jared, y Monica. Pero a veces somos unos
cuantos más. Ángela también ha salido alguna vez con nosotros.

Durante la conversación le iba echando vistazos a Edward. No parecía sentirse incómodo aunque
era evidente que Paul le ignoraba por completo en sus planes de diversión. ¿Es que nunca le
invitaban a salir con ellos?

-La verdad es que me vendría bien salir de vez en cuando. En mi ciudad estaba acostumbrada a
más movimiento y esto es algo soporífero. Avísame la próxima vez que lo hagáis.- No lo decía por
compromiso. Con las excepciones de Mike y Jess era un grupo agradable y me apetecía un poco
de vida social. Entonces, y no sé por qué lo hice, miré a Edward y le pregunté:- ¿Por qué no te
apuntas algún día?

-Sí, algún día lo haré. Ya es hora de que salga un poco - me observó con su impactante sonrisa.

Parpadeé. ¿Estaba alta la calefacción o eran imaginaciones mías? Escuchamos un carraspeo y


ambos miramos a Paul. Este nos estaba observando con la misma cara que si estuviera mirando
a dos aliens que acabaran de aterrizar en urgencias.

-¿Después de cuatro años te parece que "ya es hora de salir un poco"? ¡Tío, aleluya! ¡Ni siquiera
pensé en comentarte nada porque siempre, siempre, me dices que no! -hizo un gesto teatral
abriendo mucho los ojos y levantando los brazos al cielo, para luego mirarme, suspicaz.

Tragué saliva. Esperaba que Paul no fuera la versión masculina de Jess, porque de ser así iban a
empezar a correr rumores por el hospital más rápido que la pólvora. Por favor, que Paul sea como
un anacoreta con voto de silencio.

-Vamos, no seas exagerado, Paul. Alguna vez he salido con vosotros- repuso Edward.

-A ver… cuento con los dedos de las manos… ¡uy, me sobran ocho! ¡Ay, tío! ¡Vigila esa fuerza! –
el puño de Edward había golpeado suavemente su hombro, pero al parecer no había sido tan
suave.

-Eres un flojo, Paul- rió el cirujano.

-Bella, ha venido un niño con fiebre muy alta que llora mucho - me dijo Joanne asomada a la
puerta.

Aprovechó para devorar con los ojos a un sonriente Edward, que parecía no enterarse de nada.
Claire entró en aquel momento, acompañada de John, otro de los adjuntos de urgencias, que nos
saludaron y se pusieron a comentar un caso mientras se servían café.

-Voy, Joanne.

Afortunadamente, mi pequeño paciente noctámbulo sólo tenía una otitis. Le extendí a la


tranquilizada madre unas dosis de antibiótico para que tomara hasta que pudiera comprarlo, así
como un analgésico.

Pasé por delante de varios boxes de urgencias y observé con asombro que estaban todos vacíos
excepto el 3, donde Edward estaba dando de alta al señor del accidente.

Volví a la salita y me encontré con casi todo el equipo de residentes de guardia y con los dos
adjuntos de urgencias, todos hablando como si estuvieran reunidos en una terraza veraniega.
Cogí una silla de uno de los boxes y ocupé mi lugar en la pequeña reunión. Estuvimos charlando
un buen rato. Afuera seguía nevando. Sólo las urgencias de verdad vendrían una noche como
esta.

Cuando se hicieron las cuatro de la madrugada decidí irme a la cama. Ya no era mi turno y, a
pesar de estar muy a gusto en la compañía de Paul, Claire y Edward, que eran los que todavía
resistían a esa hora, empezaban a pesarme los párpados. Me levanté.
-Bueno, chicos… ha sido un placer, pero ya es hora de descansar un poco. Yo ya no aguanto los
párpados.

Edward se levantó conmigo.

-Yo también voy a acostarme. Te acompaño- dijo amablemente.

En el reparto de consultas para descansar me había tocado la de Alergia, que estaba justo
enfrente de la de Neurología… la que le tocó a Edward. No pude evitar mirar a Paul al
despedirnos, quien me sonrió discretamente, pasándose los dedos sobre los labios, como si
cerrara una cremallera. Le miré y puse los ojos en blanco, lástima que el resto de mi cara me
delatara.

Salimos de Urgencias y pasamos por la sala de espera. Miré hacia las puertas de cristal. Afuera
la oscuridad era total fuera del perímetro iluminado por el hospital. En el suelo había una gruesa
capa de nieve, que se había encargado de retirar un trabajador del centro para que no cerrase el
camino. En aquel momento el trabajador entraba en la recepción de Urgencias, colándose por la
puerta abierta una ráfaga de aire helado. A mi lado, Edward inspiró profundamente y se tensó.

-Bella, espera aquí- instó, y ante mi sorpresa salió del edificio.

No sabía qué mosca le había picado, hasta que lo vi volver casi igual de rápido pero con una
mujer embarazada en sus brazos. Me quedé helada.

-¡Bella, di que preparen el box de reanimación! Que llamen a las ginecólogas y al anestesista, y
que traigan a Urgencias la incubadora de transporte.

Me quedé parada durante unos segundos hasta que reaccioné, aún sin comprender nada de lo
que estaba pasando, pero la actitud de Edward no daba lugar a dudas. Antes de dirigirme de
nuevo a Urgencias seguida por él pude ver cómo por la puerta apareció un hombre corriendo, que
debía ser el futuro padre. Estaba blanco como la cal y evidentemente nervioso.

Edward entró con la mujer directamente al box de urgencias vitales, que disponía de todo el
equipo y medicación adecuados para una intervención de urgencia. Yo fui hacia la salita y repetí
sus demandas. Paul salió disparado hacia el box, al tiempo que Joanne iba a hacer las llamadas
solicitadas.

Me dirigí al box acompañada de Claire y Linda. El marido estaba fuera, retorciéndose las manos
de puro nervio.

-Por favor, salven a mi mujer y a mi pequeño- imploró.

Joder, cómo una guardia tan tranquila se podía fastidiar en unos segundos. Se me hizo un nudo
en el estómago cuando fui consciente de que la señora, que había sido rápidamente despojada
de sus ropas, tenía abundantes restos de sangre aún fresca manchando el interior de sus muslos.

Edward se ponía una bata y unos guantes estériles, mientras ordenaba que trajeran sangre 0
negativo, una analítica completa y gasometría. Paul ponía una vía intravenosa y luego un monitor
de constantes vitales a la inconsciente señora. Linda colocó una mascarilla de oxígeno sobre la
cara de la paciente.

-El marido me ha contado que su esposa está embarazada de 38 semanas, se ha quejado de un


fuerte dolor abdominal y después ha comenzado a sangrar. En el camino de su casa hasta aquí
ha quedado inconsciente- me explicó Edward.
Me miraba muy serio. Lo que acababa de explicarme sólo podía significar una cosa, y yo lo sabía:
desprendimiento prematuro de placenta. Los nervios me atenazaban el estómago, pero fui a
ponerme unos guantes.

Nota: el desprendimiento de placenta es una emergencia vital que se produce cuando la placenta,
que es la fuente de alimento y oxígeno del feto, se desprende antes del nacimiento de este,
provocando una hemorragia y, si el desprendimiento es completo, la muerte por asfixia del niño
en cuestión de minutos.

El siguiente capítulo, el lunes.

Hacedme saber lo que pensáis...

Muchas gracias por vuestros comentarios, es lo que más anima a escribir. Capítulo no
adecuado para aprensivas o alérgicas a las series de médicos, si lo sois pasad
directamente al final...

Gracias a Maria José y a P.

Capítulo 6

BPOV

Llegaron dos celadores con la incubadora de transporte, que era la que se usaba para llevar a los
neonatos de un lado a otro del hospital. Allá estaba todo el material que podría necesitar para una
reanimación. Carmen, una veterana comadrona, y Anne llegaron tras ellos corriendo. Dijeron que
la ginecóloga adjunta de guardia estaba atendiendo un parto con fórceps en ese mismo momento.
Era la ley de Murphy. Mi adjunto, William, no podría venir a ayudarme ya que estaba arriba en el
paritorio por si el fórceps se complicaba. Aunque la posibilidad de que él tuviera alguna dificultad
era remota comparada con el problema que tenía ante mí.

La comadrona había sido previsora y había traído un monitor de latido fetal. Al momento se
acercó a la paciente y le fue pasando la sonda por todo el abultado abdomen.

-¿Qué está pasando?– inquirió Carmen con ansiedad observando al marido de la paciente, quien
firmaba el consentimiento para la cirugía de urgencia. Probablemente ella había pensado que la
llamada era por un simple parto que nos había pillado desprevenidos en Urgencias. No habría
sido la primera vez.

-Esta señora está sangrando. Parece que sufre un desprendimiento de placenta- respondí, tensa.

-¿Entonces qué está haciendo aquí? Vamos a subirla rápido al quirófano de maternidad, allá está
todo mejor preparado que aquí - Carmen no atinaba a encontrar el latido fetal. Ojalá sólo fuera
por los nervios.

-No hay un solo segundo que perder, el feto ha sufrido por la hemorragia, y puede que esté ya
parado- repuso Edward en voz baja pero firme para que el futuro padre no escuchara estas
palabras- Y esta mujer no está para moverla más. Lo hemos de sacar ahora mismo- añadió
mientras pintaba con antiséptico el abultado abdomen de la señora.

Habían sacado al futuro padre del box y la sensación de apremio era cada vez mayor. Paul no
perdía tiempo y estaba realizando una anestesia de urgencia. Se le notaba nervioso como a
todos, pero estaba haciendo su trabajo con mucha profesionalidad. Edward, que era el único que
parecía inmutable, ya llevaba puesta una bata, mascarilla y gorro de quirófano y Joanne le estaba
pasando el instrumental hasta que la sustituyó Carmen, más habituada a las cesáreas. No
podíamos esperar a que bajara la adjunta ginecóloga. Los residentes de último año podíamos
tomar decisiones importantes sin contar con los adjuntos, y eso estábamos haciendo. Anne, quien
al principio se había quedado parada ante la situación, finalmente estaba reaccionando y se
lavaba las manos para ayudar en la intervención.

Edward realizó una rápida incisión en el abdomen de la mujer. Yo comprobaba febrilmente el


buen funcionamiento de la incubadora, incluyendo el respirador, y depositaba al alcance de mi
mano el material que probablemente necesitaría. El corazón me latía tan rápido que notaba el
pulso en la garganta. Era una de las peores situaciones en que se podía encontrar un pediatra de
guardia. Si el niño nacía con algo de vitalidad lucharía por él, pero si lo hacía en parada
cardiorrespiratoria debía decidir si intentar reanimarlo a costa de la posibilidad de secuelas
neurológicas irreversibles… o dejarlo a su suerte. Ni siquiera podía pensar en esta última opción,
imaginaba el profundo dolor de ese padre que esperaba angustiado en la sala de espera y de esa
madre que para su fortuna no se estaba enterando de nada. Pero si no acertaba con mi decisión,
o me equivocaba en algo… no, no, ahuyenté estos pensamientos, no me hacían ninguna falta
ahora. No había alternativa.

En ese momento Edward me trajo al bebé y lo depositó en la incubadora, quedándose a mi lado.


Anne permaneció junto a la paciente, cerrando la herida quirúrgica.

Tomé el pulso al inerte bebé pinzando suavemente su cordón umbilical entre mi pulgar e índice:
como ya imaginaba, no latía. Estaba completamente pálido y sin tono muscular. Muerto. Iba a
iniciar la reanimación pero durante unos breves instantes me bloqueé, paralizada. Reaccioné
cuando Edward se acercó a mí, tanto que incluso pude aspirar su aroma, y me susurró:

-Latía hasta hace muy poco, Bella– dijo convencido, mientras me acercaba el material para
intubación.

Miré sus ojos ámbar, y de inmediato sentí una oleada de energía positiva. Reaccioné y me
dispuse a colocar el tubo en la tráquea del bebé, luego lo conecté al respirador de la incubadora,
al tiempo que Edward le hacía masaje cardiaco. Comprobé si el latido se reiniciaba. Nada. Me
esforcé por mantener mi ritmo respiratorio normal.

Inyecté adrenalina a través del tubo endocraneal en un intento por conseguir reanimar aquel
corazoncito. Habían pasado dos minutos desde el nacimiento del niño según el reloj de la
incubadora, y el tiempo corría en nuestra contra, en contra del pronóstico vital de esa criatura.
Tres minutos. Sin respuesta. De nuevo inyecté adrenalina. Edward no paraba de hacer masaje
cardiaco al bebé, con delicadeza pero con dedos expertos. Su presencia, capaz de alterarme
tanto en otras circunstancias, ahora era un poderoso sedante. Tres minutos y diez segundos:
empecé a notar un suave golpeteo contra mis dedos al tocar el cordón umbilical: por fin el pulso
había vuelto al niño, y eso se fue reflejando en un cambio en el color de su fina piel, pasando del
blanco céreo al pálido sonrosado.

-¿Crees que le iría bien un poco de bicarbonato intravenoso, Bella?- Edward me observaba, a la
espera de mi respuesta. Lo miré maravillada: ¿cómo sabía tanto de pediatría? Se dio cuenta de
mi pregunta no formulada y me respondió - El año pasado hice una estancia de unos meses en
cirugía pediátrica del Hospital de Niños de Seattle. Y me gustaba mucho la neonatología.

Con habilidad Edward abrió la vena umbilical del bebé, donde inserté un catéter e inyecté
lentamente el bicarbonato diluido que me había preparado la enfermera. Esto pareció acabar de
mejorar el color de su piel. El niño tenía ya 10 minutos de vida. Se movió un poquito. Miré a
Edward, quien me correspondió cálidamente. No le veía la boca porque todos allá dentro
llevábamos mascarilla, pero estaba segura de que sonreía.
-Hay que subirlo a Pediatría y preparar el traslado para Seattle en el menor tiempo posible- dije.
Él asintió.

-Anne, Paul, ¿me necesitáis?- preguntó Edward, girándose hacia ellos.

Anne separó un instante la vista de la sutura que estaba realizando ayudada por Carmen y negó
con la cabeza. Paul estaba comprobando las constantes de la señora y calculando la cantidad de
medicación que le era necesaria hasta el final de la intervención. De espaldas a nosotros, también
negó.

Mi ángel de la guardia se volvió para mirarme.

-Ya acabé mi trabajo. Puedo ayudarte con el tuyo. Si no te importa, claro.

¿Importarme? No podía quejarme, tendría de ayudante al pariente vivo del David de Miguel
Ángel, que además era un crack de la neonatología.

-Te lo agradeceré toda la vida, pero le diré a William que organice el traslado mientras nosotros
estamos con el niño. Al menos que ayude en algo – dije esto último algo mosqueada al constatar
que ya hacía rato que debería haber bajado de "su" parto. A menos que hubiera tenido
complicaciones, cosa harto dudosa.

Salí del box y fui a hablar con el padre del bebé, que, viva imagen de la angustia, aguardaba en la
sala de espera. El hecho de que no hubiera nadie más que él acrecentaba la sensación de
desamparo que daba al mirarlo. Le informé de que su mujer se encontraba bien y que el niño
vivía, pero que las próximas 24 horas iban a ser críticas en cuanto al pronóstico neurológico. Lo
había visto en casos parecidos: edema cerebral, convulsiones… no bastaba con sobrevivir, las
secuelas neurológicas graves podían estar ahí. Pero saber que sus dos seres queridos vivían fue
suficiente para que volviera algo de paz y color a su rostro. Decidió quedarse con su esposa
hasta que esta despertara.

Llamé a mi adjunto. Obviamente, lo encontré en el despacho. Secamente le informé de lo que


había sucedido durante su no-presencia. lÉl mismo se ofreció para llamar al teléfono de
emergencias y dar los datos que estos le pidieran, y mientras él hacía esto Edward y yo
podríamos hacer cosas más útiles.

Subimos en el ascensor, acompañando a los celadores con la incubadora. Edward clavó su


pupilas en las mías durante unos instantes, y yo habría pagado por saber qué pensaba.

En la unidad de neonatología hubo mucho movimiento. Las dos enfermeras de pediatría, Mary y
Susan, se pusieron a la labor de ayudarnos con mucho entusiasmo, aunque probablemente con
una sola habría bastado. Observé que de vez en cuando se les escapaba un vistazo hacia mi
ayudante. En fin, ya que había que trabajar, al menos hacerlo con alegría.

El bebé seguía poco activo pero reaccionaba al tacto con leves movimientos. En los análisis que
le practicamos comprobamos que a consecuencia de la hemorragia y la parada cardiaca que
había sufrido necesitaba sangre y una nueva dosis de bicarbonato. Decidí que lo mejor sería
introducir un catéter en la arteria umbilical, que era una buena vía de acceso en un recién nacido.
De nuevo la ayuda de Edward fue inestimable. Separó con dos pinzas y un pulso envidiable las
finísimas paredes de la arteria umbilical para que introdujera el catéter.

Ya se habían hecho cerca de las seis de la mañana. Llamaron del Hospital de Niños de
informándonos de que en vez de la ambulancia venía de camino un helicóptero, aprovechando
que estaba amaneciendo. Este llegaría mucho más rápido y seguro a su destino, ya que las
carreteras estaban en mal estado a causa del temporal de nieve
La última analítica del bebé había salido casi perfecta. Ahora estaba tan activo que decidí sedarlo
un poco por miedo a que se arrancara el tubo endotraqueal. No era buena idea quitarle la
respiración artificial de cara al traslado porque si empeoraba en el helicóptero sería muy difícil
volver a intubarlo. Esos vehículos eran rápidos pero el vaivén no permitía realizar maniobras
delicadas.

Edward había marchado un momento a la planta de cirugía pero me había prometido volver. Yo
aproveché para ir al vestuario a coger mi gruesa chaqueta, deseaba acompañar al equipo de
traslado hasta el helicóptero. Cuando volví a la planta pasé a echarle un vistazo al recién nacido.

-Bella, hoy habéis hecho un buen trabajo tú y el galán cirujano- me dijo Mary, la enfermera que
cuidaba de los neonatos esa noche.- Te prometo que William me pone de los nervios. Cuando
nos hemos enterado de lo que estaba pasando en Urgencias y vimos que no pensaba bajar
hemos estado a punto de llamar a Emily.

-Mary, te lo agradezco pero eso no hubiera estado bien, ya la habría llamado yo si la hubiera
necesitado. Además, para cuando hubiera llegado ya nada se podría haber hecho.

-De todas formas se lo tienes que explicar a tu jefa, Bella. Si al doctor comodón no le gustan las
urgencias graves que no haga guardias. De no estar el monumento contigo lo habríamos pasado
mucho peor, sobre todo tú.

-Se llama Edward, Mary- la reñí al tiempo que me reía.

-Para ti, Edward, nena. Para mí, "monumento" desde el primer día que su visión me impactó.-
Rió- Por cierto, hacéis buena pareja.

-¿Q-qué? ¿Qué dices, Mary? ¡No somos pareja!- negué rotundamente entretanto sentía la
habitual oleada de calor en el rostro.

-Sí, sí, lo que tú digas. Pero si ese dios me mirara de la manera que lo hace contigo…- suspiró,
elevando los ojos al techo- ¿es que no te das cuenta? Y tú tampoco es que disimules bien, nena,
que se te derriten los ojitos.

-Vale, vale, dame un respiro. ¿Hay café?- cambié de tema radicalmente, estaba demasiado
agotada a esas horas como para aguantar un tercer grado. De eso ya tenía suficiente con Ángela
en nuestra propia casa.

-Estaba esperando que lo hicieras tú, te sale excelente – Mary me guiñó un ojo y se dispuso a
cambiar el gotero del bebé.

-Bruja - respondí, simulando enfadarme.

-Yo también te quiero, cielo- se burló a mis espaldas.

Me dirigía hacia la salita de enfermeras, para preparar el preciado líquido, pero recordé que antes
me quedaba algo importante que hacer y no podía esperar. El helicóptero estaría aquí en menos
de una hora.

Me acerqué a la Maternidad para ver a la madre del bebé. Estaba ya consciente, con su marido al
lado tomándole la mano. Llevaba una vía endovenosa por donde estaba paséndole una bolsa de
sangre. Si seguía estable al día siguiente podría ser trasladada en ambulancia a la Maternidad del
Hospital de Niños para poder estar junto a su bebé. Se la veía pálida y agotada, pero serena.
Hablamos un momento. Por suerte, su seguro médico disponía de la posibilidad del traslado, pero
era una crueldad que después de haber estado a punto de morir tanto la madre como su bebé
ella no pudiera verle la cara al pequeño. Hablé con Anne y me costó convencerla, pero al final
accedió a que pasaran a la señora a una camilla y la desplazaran hasta la sala de Neonatología.
Dejamos un momento de intimidad a la pequeña familia.

El médico y el enfermero de la UCI móvil llegaron a pediatría y se hicieron cargo de todo,


pasando el bebé de nuestra incubadora de transporte a la suya. Nos dirigimos hacia el ascensor.
En aquel momento se acercaba Edward por el pasillo, y recordé el día en que nos conocimos.
Ahora me daba cuenta, y sentí cierta desazón, de que podría enamorarme de él... hasta la
médula.

Subimos hasta el helipuerto, que estaba en la azotea del hospital. El paisaje desde aquella altura
era de un blanco inmaculado, pero antes de que se me ocurriera pensar en lo hermoso que se
veía el frío del exterior golpeó mi cara y mis manos, las únicas partes que llevaba descubiertas. Si
estaba mucho tiempo al exterior pronto me volvería de color azulado.

El equipo de transporte era realmente competente y en unos minutos cargaron la incubadora en


el aparato y estaban a punto de despegar. Edward y yo nos separamos una distancia prudencial y
contemplamos cómo el helicóptero despegaba y se alejaba por el encapotado cielo de Forks.

Miré a mi compañero de arriba abajo y me di cuenta de que llevaba puesto sólo el uniforme azul y
la bata. Aunque se le veía de lo más feliz, la cara resplandeciente.

-¡Edward, te vas a congelar!-exclamé.

-No te preocupes, Bella, tolero muy bien el frío- negó con una sonrisa.

Lo miré intensamente. Si no hubiera sido por él esa noche habría sido mucho, muchísimo más
larga. Sin pensarlo fui a darle un espontáneo abrazo; sentía alivio de que se hubiera acabado
todo.

-Gracias, Edward. Has estado ahí, apoyándome, ayudándome. Eres increíble y…- enmudecí.

Su brazo había capturado mi cintura pegando mi cuerpo al suyo mientras su mano libre se
deslizaba hacia arriba por mi cuello, haciendo arder la piel a su paso. Me levantó delicadamente
el mentón buscándome los ojos. Los suyos irradiaban pasión, pero había algo más… ¿duda? Yo
sabía lo que él pretendía, pero parecía que él no tenía claro que yo lo deseaba. Y mucho.
Entrecrucé mis dedos con sus cabellos y con suavidad tiré de él acercando nuestras caras.
Entonces se dejó llevar. Sus labios rozaron los míos con delicadeza, y lentamente se amoldaron a
ellos. Me estremecí de placer al sentir el contacto con su piel, su cuerpo, su boca. Oleadas de
calor recorrieron mi cuerpo, y el frío dejó de ser un problema. Su sedosa lengua se adentró entre
mis labios, al principio tímidamente, para luego apoderarse de mi boca, explorándola, haciéndola
suya. Gemí al sentir su dulce sabor. Entrelacé mis brazos tras su cuello perdiéndome en ese
beso. Me abrazó con más fuerza y continuó con la sensual caricia hasta que me tuve que separar
de él para poder inhalar. Lo miré y vi que sonreía. Las piernas apenas me obedecían y era él
quien soportaba mi peso.

EPOV

No fue nada premeditado. No lo tenía previsto, pero ella provocó esa reacción al abrazarme tan
ingenuamente. Me fue imposible contener la respiración, y su proximidad terminó de doblegar mi
voluntad. Tenía que olerla, estando tan cercana… y una vez su aroma me llenó, era inevitable
probar el sabor de su boca. Era deliciosa. Nada, absolutamente nada en mi experiencia era
comparable, no podía parar de besarla . Fue ella la que separó nuestros labios, y me di cuenta de
mi torpeza. Ella sí necesitaba el aire.
Observé la cara de Bella. Estaba muy atractiva, con el rubor decorando sus mejillas, los
sensuales labios ligeramente entreabiertos. Jadeaba suavemente, al igual que yo. Aunque no
necesitaba respirar conservaba ese reflejo en determinadas situaciones. Me miraba desde la
profundidad de sus grandes y oscuros ojos y maldije mi don, inútil para comprenderla a ella, el ser
que más ansiaba leer. Hubiera deseado tanto saber qué pensaba en ese momento...

-¿En qué piensas?- me sentí extraño haciendo esa pregunta.

-En nada… - la miré, alzando una ceja. - Vale…en ti. En la expresión que tienes en este
momento. En que a pesar de lo insegura que me siento me alegro que me hayas besado. Yo…
tenía ganas de que ocurriera.

-¿Insegura?- la miré extrañado- Bella, ¿estás insegura de mí?- parecía avergonzada, la tomé del
mentón y la obligué a mirarme - ¿Crees que voy besando a todas las nuevas residentes que
aparecen por este hospital? ¿No has oído hablar de Rarito Cullen, el que nunca se relaciona con
nadie?

-¿Y por qué conmigo? ¿Qué tengo yo de especial?- me miraba con la duda escrita en su rostro.

¿Qué le podía contestar? No lo sabría explicar. Su aroma, su inocente aspecto, su cándida


belleza, su dulzura, su risa, sus ojos… qué sabía yo. Todo.

-Bella, eres una mujer muy especial. Cuanto más te conozco, más seguro estoy de ello. Y
además, no soy el único que te encuentra atractiva, eso te lo puedo asegurar. Pero sí soy al que
más le importas, eso también te lo aseguro. Me gustas. Y mucho.

Al escuchar estas palabras ella se turbó aún más ante mi atenta mirada. Con un gran esfuerzo de
voluntad me contuve de volverla a besar. Quería más. Mucho más. Pero no quería asustarla.

-Tú también me gustas, más de lo que debería- respondió en voz tan baja que si hubiera sido
humano no la habría oído. Mi muerto corazón se sintió más ligero. De pronto abrió mucho los ojos
y exclamó- ¡Edward, por más que aguantes bien el frío vas a enfermar si seguimos aquí fuera!
Vamos adentro, anda, que estás helado- y aquella frágil humana me tomó de la mano y me
arrastró al interior del hospital.

Me dejé hacer. Con ella no había nada que discutir. Estaba perdido.

Espero no haberos aburrido con los tecnicismos. Es un relato bastante realista de una situación
como esa, excepto en lo de mover a la madre después de todo lo que le ha pasado y llevarla a
ver el bebé. Pero es que me daba pena dejarla así...

El siguiente, el jueves.

Espero vuestros comentarios.

Os posteo el séptimo un dia antes. Pero el otro no antes del domingo, en serio...

Gracias por los comentarios, a todas. Me gusta saber qué opináis, y si tenéis dudas
contestarlas. Maria José y P, gracias por vuestra ayuda.

Capítulo 7

BPOV

-Bella, cariño, creo que deberías marcharte a casa. Estás agotada.


Era la tercera vez que Emily me hacía esa petición. Pero no pensaba irme, no todavía. En el
Infantil estaban efectuándole varias pruebas al recién nacido, incluidas ecografía cerebral y
electroencefalograma, y no quería marcharme a casa antes de saber el resultado. Sus padres
habían decidido llamarlo David. James Watson había prometido que nos llamaría a lo largo de la
mañana, cuando ya tuviera todo el informe.

-Emily, puedo aguantar un rato más.- Me miró alzando una ceja, apretando los labios para sofocar
una sonrisa.

-Supongo. Entonces debe ser que hay una nueva manera de auscultar y yo no estoy al día.

Fijé mi atención en lo que estaba haciendo en ese momento. Me encontraba auscultando a


Jeremy, un niño ingresado por una crisis asmática. Tenía puesto el estetoscopio sobre el tórax del
pequeño, pero la parte que tendría que estar introducida en mis orejas estaba aún colgada de mi
cuello. La madre de Jeremy me miraba, entre divertida y mosqueada, y el niño casi se estaba
partiendo de risa. Me ruboricé. Estaba pasando la mañana con la mente sumergida en lo que
había pasado la noche anterior y no estaba nada centrada en mi trabajo.

-Eeh… sospecho que tienes razón.- Me disculpé ante la madre de Jeremy con una mirada y le
alboroté el pelo al pequeño.

-Bella, te prometo que te llamaré en cuanto sepa algo.

-¿Sea la hora que sea?

-Prometido- levantó la mano, solemne.

-De acuerdo- me dirigí a la puerta.

-Bella- llamó Emily- buen trabajo-. Le sonreí y salí de la habitación.

Para ser sincera, no sólo me retenía en mi lugar de trabajo el ansia por saber algo del pequeño
bebé. Esto era una razón importante, la otra es que no había conseguido hablar con Edward
desde que habíamos bajado del helipuerto. Nos había rodeado un mar de papeleo, informes,
burocracia… tal que ni tan siquiera habíamos podido desayunar juntos. A ratos se me ocurría la
angustiosa idea de que esos minutos compartidos con él, ese beso que me hacía flaquear las
piernas cada vez que lo recordaba, no habían sido otra cosa que fruto de un breve sueño echado
durante la guardia.

Angela estaba poniendo un vendaje compresivo para un esguince de tobillo en el box de


"trauma". Había ido a Urgencias a despedirme de mi compañera hasta la noche, ya que hoy ella
doblaba turno. Me asomé discretamente por la cortina del box.

-Hola, cielo. Vengo a despedirme. Menuda guardia he tenido, ya te contaré por la noche- ella se
volteó y me miró con una expresión que no supe interpretar.

-Disculpe un momento, señor Fisher- el aludido asintió y Angela se acercó a mí y me puso un


papel plegado en la mano, con aire misterioso y expresión pícara- Ten.

-¿Qué… qué es esto, Ang?

-Tú sabrás, pero ya puedes dormir muy bien y levantarte descansada porque hoy tenemos una
larga charla pendiente tú y yo- susurró mirándome con intensidad, y sin esperar respuesta volvió
a su trabajo.

El frío del exterior golpeó mi rostro y mis vías respiratorias. Inspiré con fuerza. El mejor momento
de la guardia era cuando salía del hospital, sin duda era una sensación de libertad tan grande…
Mientras me dirigía a mi coche fui abriendo el papel. ¿Qué misterios se llevaba mi amiga entre
manos?

Entonces quedé boquiabierta. Estaba bien segura de que esas cadenas no estaban ahí ayer.
Alguien había tenido ese detalle conmigo, y era un gran detalle, primero porque estaba hecha
polvo, segundo porque no tenía cadenas y tercero porque no sabía colocarlas. Ni siquiera tuve
esa previsión, tonta de mí. Intuí que el papelito tenía que ver con aquello y leí:

Bella

Ha sido difícil no verte en toda la mañana, pero me ha secuestrado mi jefe. He pensado que quizá
te irían bien unas cadenas para el coche, estas me sobraban y las guardaba en el maletero. Si ya
tienes quédatelas, no me son necesarias. Imagino que de momento prefieres la discreción así
que he preferido darle este papel a Angela que buscarte a ti en persona. Más abajo te he anotado
mi teléfono, llámame cuando hayas descansado. Si quieres.

Besos

Edward

...

Me desperté con dolor de cabeza. No había comido nada desde la cena del día anterior y eso me
estaba pasando factura. Me quedé en la cama remoloneando, con el cerebro todavía funcionando
a medias. En ese estado de duermevela fueron fluyendo por mi mente imágenes del día previo.
Mientras la adormecida consciencia y el subconsciente se entremezclaban tuve la sensación de
que alguna cosa del día anterior se me estaba escapando. Tiré del fino hilo que sobresalía de esa
sensación. Edward había salido a buscar a la madre del pequeño David. ¿Habría oído algún grito
de ayuda? Era extraño que tanto a mí como al trabajador que limpiaba de nieve en la entrada nos
hubiera pasado desapercibido… Pero no tenía otra explicación. Decidí no darle más importancia
al asunto. Edward tenía muchas cualidades, era evidente.

Llámame cuando estés despierta. Mierda. El recuerdo de su mensaje golpeó con fuerza mis
neuronas, sacándolas de su letargo ¿Qué hora sería? Me levanté con sensación de resaca y la
cabeza pesada, buscando mi móvil. Eran las tres de la tarde ya pasadas. Había una llamada
perdida del hospital y un mensaje de voz. Emily había cumplido su promesa pero yo estaba tan
cansada que ni siquiera había despertado por el timbre del teléfono. Mi jefa me comunicaba que
todas las pruebas que le habían realizado al bebé eran normales y que ya respiraba por sí solo.
Era algo que esperaba pero aún así sentí un gran alivio y felicidad.

Necesitaba tomar algo antes de llamar a Edward y me preparé un café y un bocadillo. Mientras
comía releí atentamente y varias veces su nota, analizando cada palabra, admirando su hermosa
caligrafía. Tenía razón con la suposición de que yo prefería mantener discreción en lo que fuera
que teníamos. Yo sabía que no lo decía por él. Por lo que le conocía no creía que le importara
mucho lo que pensara la gente. Y a mí tampoco debería afectarme, pero sí lo hacía. Odiaba
convertirme en el centro de atención. Además, no había pasado nada más que un beso. ¿Y si la
cosa terminaba ahí? ¿Y si él o yo hoy o mañana decidíamos que era un error seguir adelante? ¿Y
si no había "adelante"? Mejor que lo que fuera que pasara quedase sólo entre nosotros. Bueno,
entre nosotros y Ángela…

Inspiré profundamente. Era hora de llamarle. Estando saliente de guardia él ya debería estar en
su casa. Me moría de vergüenza sólo de pensar en hablar con él, sentía mariposas en el
estómago. Peor, sentía auténticas náuseas. Pero no debía posponerlo más. Marqué su número.
-Hola- tan solo escuchar el sonido de su suave voz y ya estaba mi corazón latiendo como un loco.
Estaba tan nerviosa que durante unos segundos no supe qué decirle- … ¿Bella?

-Sí, soy yo, disculpa- esta vez respondí de inmediato, no quería que pensara que era boba o algo
así.

-No podía ser nadie más, estoy escuchando tu latido… ¿a que has vuelto a tomar café?-
respondió riéndose a carcajadas. Perfecto. La primera vez que le llamaba por teléfono y el señor
se dedicaba a hacer bromitas a mi costa.

-Por supuesto que sí, gracias a eso soy capaz de articular palabras en este momento. Me alegra
que lo encuentres tan divertido. Y ya te vale con la bromita del café - bufé. A veces me sacaba de
mis casillas. Se oyó un largo suspiro al otro lado de la línea.

-No quería molestarte, Bella. Sólo es que me hace muy feliz que me hayas llamado- dijo con un
tono de voz que me erizó el vello… sensual, total y absolutamente atrayente. Sin poderlo evitar
empecé a sentir calor. Respira, Bella... así.

-Me alegro de que sea por eso. ¿Estás en tu casa? ¿Has podido descansar? -respondí intentando
aparentar una calma que no sentía.

-Sí, sí, no te preocupes por mí. Espero que tú también hayas descansado. Por cierto, ya sabrás
que el bebé está bien, ¿verdad? Creo que Emily te dejó un mensaje. Me lo dijo esta mañana.
También me ha dicho que me van a fichar como pediatra- su risa acompañó estas últimas
palabras y fue de nuevo una melodía para mi oído.

-Seguro que colaborarías más y mejor que algunos adjuntos- repuse. No había tenido tiempo de
hablar con mi jefa sobre la falta de colaboración de William pero estaba claro que se había
enterado de todo - Edward, gracias de nuevo. Y gracias también por haber colocado las cadenas
en mi coche. Si no fuera por ti aún estaría en el parking del hospital.

-No es nada. Imaginaba que no estabas acostumbrada a la nieve y que no tendrías cadenas. Y
aunque las hubieras tenido tampoco estabas en muy buena situación para colocarlas.

-Estás en lo cierto. Te debo mucho. De veras.

-De acuerdo, señorita, si insistes… es hora de que pagues algo de lo que me debes –repuso.

-Ah, ya sabía yo que tanta consideración no era gratuita - intenté que no me temblara la voz- ¿y
cuál se supone que es el pago a cambio?

-Depende de cómo estés de cansada.- Me sonrojé.

-También depende… de lo que quieras proponer – dudé. ¿De veras estaba preparada para esto?
¿De veras no había un momento mejor para una… una primera cita? Miré mi cara en el espejo.
Había conocido días mucho, mucho mejores.

-Quiero verte. Lo demás decídelo tú.

Quiero verte. Pues yo ya estaba tardando en hiperventilar.

-De acuerdo. ¿Qué te parece si vamos a tomar algo por ahí?- sugerí, siguiendo con el tono casual
de la conversación.

Quería verlo, pero no quería una cita a solas. Me daba… era una tontería… miedo. Miedo de su
reacciones y de las mías. Me sentía como una adolescente antes de su primer beso. Aunque
nosotros ya nos habíamos besado. Quizá por eso estaba asustada. Sabía lo que se sentía en sus
brazos.

-Será un placer. ¿Te paso a buscar en una hora?

Afirmé y colgué.

Después de ducharme, mirarme al espejo, maldecir mi cara de muerta viviente, ponerme histérica
y despotricar contra mi vestuario (todo por este orden) decidí usar algún color que diera luz a mi
apagado cutis. Me puse un fino jersey en tonos azules y unos vaqueros. Quería ir un poco
arreglada pero sin parecer demasiado desesperada por mi aspecto físico. Dios, no recordaba lo
que era una primera cita, ¡y encima saliente de guardia! Sin embargo, Edward ya conocía mi cara
de zombi. Me había visto varias veces con ella.

No me gustaba maquillarme pero necesitaba un poco de color en la cara así que me puse un
toque de colorete, rimmel y brillo de labios. Me sequé el cabello y dejé caer las ondas sueltas por
mi espalda. El jersey era de cuello vuelto y algo escotado y al menos el cabello me daría calor.
Además en el hospital siempre llevaba coleta y me apetecía llevar el cabello suelto. Miré por la
ventana del baño. Parecía que estaba mirando una postal de Navidad. Odiaba el frío pero me
gustaba el modo en que la nieve daba una sensación de irrealidad al paisaje.

Sonó el timbre. Aunque lo estaba esperando me sobresalté. Mi corazón de nuevo empezó a bailar
su particular ritmo para Edward. Bajé las escaleras todo lo rápido que pude y abrí la puerta.

Por unos instantes me deslumbró el contraluz. Sólo vi su alta silueta, y luego escuché su voz.

-Buenas tardes, Bella – los ecos del sonido hicieron que cada célula de mi cuerpo vibrara.

Por un segundo dudé qué hacer, si besarle, si darle la mano… al final correspondí al formal
saludo, y le cedí el paso para que entrase. Entonces sí lo pude observar bien. Durante unos
instantes me olvidé de respirar. Llevaba una cazadora, jersey negro y unos vaqueros gastados. El
sedoso cabello cobrizo cuyo tacto mis dedos imploraban volver a sentir, estaba atractivamente
despeinado de un modo que estaba segura que en él era natural. Me examinaba complacido
mientras sonreía de una forma que debería ser ilegal. Tenía que salir pronto de casa. Estar allá a
solas con él me hacía sentir inquieta.

-Voy por el abrigo- murmuré como pude ante el peso de su mirada.

Lo tenía colgado de un pequeño vestidor que teníamos en el comedor, donde guardábamos la


abultada ropa de abrigo. Lo tomé y me giré dispuesta a andar hacia la puerta. Ni siquiera le oí
venir. Jadeé de la sorpresa pues, sin saber cómo, me encontraba entre la puerta del vestidor y el
cuerpo de Edward, peligrosamente cercano al mío. Alcé la vista hasta encontrarme con su
mirada. El dorado de sus ojos aparentaba ser más oscuro. Debía ser un efecto de la luz.

-¿Te he vuelto a asustar?- preguntó, dibujando una leve sonrisa. Utilicé toda la fuerza de mi
voluntad para escapar de su hechizo.

-No, esta vez no- repuse sonriéndole mientras me escabullía hacia la puerta. Yo también sabía
jugar.

Tenía clara una cosa: por más que él me atrajera no me gustaba perder el control. Y sabía, en el
fondo de mi corazón, que ese hombre podía conseguir que lo perdiera si se lo proponía.

-¿Nos vamos? – insté desde la puerta alzando ambas cejas, señalando con la cabeza hacia
fuera. Asintió y se dirigió hacia mí, observándome pensativo.
Me abrió la puerta del copiloto. Me gustaba mucho su coche, un Volvo de color gris plateado. Lo
que no me esperaba era la sensación que tendría al entrar en el vehículo. El interior olía a él. Sin
poder evitarlo inspiré con toda mi capacidad pulmonar, al tiempo que cerraba los párpados
durante un fugaz segundo. Fue un reflejo involuntario. Le miré, temerosa de que se hubiera dado
cuenta, pero él parecía centrado en observar un punto del salpicadero. Quizás demasiado
centrado. Su expresión era forzadamente hermética. Era una trampa, y yo había caído sin
remedio.

-¿Nos vamos? –encendió el motor y se metió en la carretera - He pensado que podríamos ir a


Port Angeles… si te parece bien. Está cerca y tendremos un poco más de tranquilidad que aquí
en Forks.

Port Angeles estaba a una media hora larga de Forks. Eso significaba estar media hora solos en
su coche. De pronto no me parecía tan buena idea lo de salir de casa, pero tras pensarlo unos
segundos asentí. Ya sabía a lo que se refería con "tranquilidad", y estaba de acuerdo con él.
Encendió la radio y nos pusimos a hablar de temas intrascendentes. Me gustaba hablar con él de
cualquier cosa. Era muy ameno conversando, y yo no comprendía por qué no se relacionaba
más. De esta forma recuperé un poco de serenidad.

Port Angeles era una localidad costera, típicamente turística pero a mi modo de ver encantadora.
Combinaba la belleza del mar y la montaña, aunque ahora en invierno eran pocos los turistas que
se acercaban a ella. Cuando llegamos ya estaba anocheciendo. Edward aparcó el coche cerca
del puerto, salió y me abrió la puerta. No estaba acostumbrada a esos detalles, y no sabía si
quería habituarme. Al salir del vehículo me golpeó una brisa heladora que llegaba a nosotros
procedente de las nevadas montañas.

Edward me tomó de la mano, que por desgracia llevaba enguantada. Deseé sentir el tacto de su
piel pero no podía quitarme los guantes. Era lo mejor si quería conservar los diez dedos.
Paseamos a lo largo del puerto, hasta no pude evitar que me delatase el castañeteo de dientes.
No era un sonido muy romántico que dijéramos.

-Será mejor que entremos en algún lugar a cubierto, antes de que te pongas de color azul-
bromeó él.

Me llevó hacia una bonita cafetería con vistas al puerto. Dentro había una escasa clientela, pero
suficiente como para que no llamáramos la atención. Elegimos una mesa al lado de la ventana.
Me ayudó a quitarme el abrigo y me observó sin disimulo hasta que me obligó a apartar la vista.

-Aún no te había dicho nada, pero estás realmente preciosa. Ese color… te favorece mucho.-
Calor - Y deberías llevar el cabello suelto más veces.- Más calor - O mejor que no lo hagas.
Entonces me costaría más esfuerzo quitarte los moscones de encima. No bastaría con decir que
teníamos un trabajo pendiente. Puede que tuviera que partirle la cara a Mike Newton.

-Gracias, pero espero que sea necesario - reí. Se acercó la camarera y pedimos un café, el mío
doble. Esta vez no hizo ninguna broma al respecto.

EPOV

Todos mis buenos propósitos se estaban yendo al traste. Creía que a mi edad y con el trabajo
que realizaba diariamente ya había alcanzado suficiente fuerza de voluntad, pero Bella… ella
minaba mi control. Cuando me abrió la puerta y la vi, radiante a pesar de las tenues ojeras que
enmarcaban sus expresivos ojos, me acometió la imperiosa necesidad de tomarla en brazos y
llevármela a su habitación. Me refrené pero no pude evitar comportarme como un cazador
jugando con su presa. O como un vampiro salido. Ella podía haber reaccionado mal y me habría
arrepentido mil veces, pero por suerte para mí no se asustó. Después vino la prueba del coche, la
peor. Su aroma me estaba enloqueciendo. Hubo momentos en los que asía el volante con tanta
fuerza para controlar mis manos que temí romperlo. Y ahora la tenía delante de mí y
continuamente tenía ganas de apartar de un manotazo la molesta mesa que nos separaba. Tenía
ansia de su boca. Carlisle tenía razón. Quizá la estaba poniendo en peligro y egoístamente no
quería reconocerlo. Jamás había sentido esa necesidad por nadie.

Estuvimos charlando de todo, y riéndonos de anécdotas que nos habían acontecido. Ambos
teníamos para dar y vender. La observé sorber su café con calma. Tenía envidia de la porcelana
donde posaba sus labios. Bella de vez en cuando desviaba la vista hacia la ventana y se quedaba
observando el oscuro mar, suspirando levemente. Sospechaba que la estaba incomodando y que
lo hacía para apartar sus pupilas de las mías. Hacía mucho que yo no tenía una cita, y tampoco
había salido jamás con una humana. Quizás ya estaba arrepentida de haber aceptado venir
conmigo.

-Discúlpame, Bella.

-¿Perdona?- me miró sin comprender.

-Me parece que te estoy incomodando. Lo siento, pero no puedo apartar los ojos de ti.
¿Quieres… que te lleve a casa?

-No, no,- me contradijo firmemente, levemente azorada- no me molesta, bueno, es que no estoy
acostumbrada a que me miren así.

-Pues no lo comprendo – me sinceré, mientras la miraba de arriba abajo.

-Déjalo, Edward. Ahora ya debo estar del color de las cerezas- rió.

-Sí, más o menos, pero tu tono de rojo es mucho más bonito- ella rió, pero de inmediato se puso
seria.

-¿Qué pasa? ¿He dicho algo?- la tomé de la mano. Era cálida y de tacto delicado.

-Nada… Tu mano está un poco fría. ¿Te encuentras bien?- ya estábamos con la pregunta que
esperaba.

-Mi temperatura basal, es algo más baja de lo normal. Ya sabes, soy raro. También en eso.

-Qué curioso ¿Va relacionado con tus intolerancias alimentarias? ¿Es un tema de metabolismo?-
me observaba atenta.

-Eeh… sí, más o menos- mentí descaradamente y me observó de hito en hito con suspicacia.

-Creo que tienes razón. Se ha hecho un poco tarde y estoy cansada. ¿Me llevas a casa?-
parpadeé ante el brusco cambio de tema.

-Claro- dejé unas monedas en la mesa y la ayudé a ponerse el abrigo. Iba a preguntarle si quería
cenar conmigo pero intuía que la respuesta sería una negativa. Me había perdido algo y no sabía
qué.

Hicimos la vuelta en silencio. Bella comentó que estaba cansada y puso la radio. Se había
formado una arruguita en su ceño. No soltó una palabra más y pasó el viaje mirando todo el rato
por la ventanilla, los ojos perdidos en la oscuridad de la noche. Ahora sí mataría por poder leerle
la mente. Presentía que si le preguntaba de forma directa tampoco obtendría la verdad.

-Ya hemos llegado. Te veo mañana en el hospital – dijo, y fue a abrir la manilla del coche.
La detuve asiéndole la mano. No iba a permitir que se fuera así. Empezaba a estar angustiado y
necesitaba saber qué estaba pasando. Se giró para protestar por mi acción y su cara indignada
quedó a escasos centímetros de la mía. Entonces la tomé entre mis manos y la acerqué a mí,
atrapando su boca. Chupé, mordisqueé y lamí sus labios tal y como estaba deseando hacer
desde el momento en que la había visto. Con hambre. Esperé algún signo de oposición por su
parte pero no apareció ninguno. Gimió cuando introduje mi lengua y acaricié la suya, aferrándose
a mi cuello para profundizar el beso. La alcé de su asiento y la coloqué a horcajadas sobre mí,
echando el mío hacia atrás, cuidando de no dañarla con el volante. Nuestras bocas se exploraron,
separándose de vez en cuando sólo el tiempo indispensable para que ella pudiera respirar
entrecortadamente. Bella me acariciaba la nuca y respondía a mis besos con pasión,
provocándome sensaciones que jamás antes había sentido. Acaricié la largura de su espalda con
una mano, mientras el otro brazo la aprisionaba contra mi pecho. Ansiaba tocar su piel por debajo
del jersey. Me separé de su boca y me dirigí a saborear otras partes de su rostro, pasando la
lengua por su cuello hasta llegar al lóbulo de la oreja. Su piel sabía tan bien como prometía su
aroma. Sus gemidos eran gasolina para el fuego que sentía dentro de mí y mi erección debía ser
ya más que evidente para ella. Hasta que escuché un pensamiento.

-Bella… creo que Angela nos ha visto- susurré entrecortadamente.

-Dios… no- velozmente salió de encima de mí y volvió a su asiento, tapándose la cara con las
manos y negando con la cabeza.

-Bella… ¿qué sucede? -susurré, al tiempo que intenté retirar suavemente sus manos, pero no me
dejó. De repente abrió la puerta del coche y salió disparada hasta su casa, sin mirar atrás.

El próximo, el domingo. ¡Gracias por leer y comentar!

Aquí tenéis el del domingo pasado, siento el retraso pero la web no deja actualizar desde el
sábado veremos cuándo puedo colocar el siguiente.

Vuelvo a decir que Bella tiene 26 años y Edward es vampiro desde esa misma edad. Parece
que ella está empezando a notar cosas raras en ese cirujano...

Muchas gracias por vuestros comentarios, y también a Maria José y P, como siempre.

Capítulo 8

BPOV

No sé cómo pude atinar a introducir la llave en la cerradura. Me temblaban las manos, al igual
que el resto del cuerpo. Entré en casa como una exhalación sin mirar a Angela y subí corriendo
hasta mi dormitorio, tumbándome en la cama en la oscuridad. Estaba muy alterada y aún no
había racionalizado el porqué. Hice un esfuerzo intentando controlar el temblor que me recorría
así como mi ritmo respiratorio. Pasó un largo rato hasta que pude conseguir que mi cuerpo
comenzara a obedecer. No sabía cuánto tiempo más habría pasado cuando escuché unos
golpecitos y la puerta se entreabrió.

-¿Puedo? ¿O prefieres estar sola?- se oyó tras la puerta. Lo pensé unos segundos.

-Puedes. Pero no abras la luz.

La escuché entrar y noté cómo mi cama se hundía a la altura de los pies. Miré a Angela en la
penumbra. Llevaba un tazón entre sus manos.

-Valeriana, tila, melisa, y un buen chorro de whisky. Bueno, esto último es broma- dijo,
tendiéndome el tazón.

-Pues no me vendría mal. A lo mejor luego me tomo un trago. O mejor, media botella - me senté,
sorbí un poco del cálido líquido y suspiré - Por favor, no bromees sobre lo que has visto.

-¿Eres tonta? No, no es una pregunta. Eres tonta. Sólo he visto una pareja de enamorados
demostrándose lo que sienten, Bella. Creo que sé cuándo puedo bromear con las cosas y cuándo
no - me frotó el brazo con cariño y suspiré.

¿Enamorados?

-No me esperaba… reaccionar así. Me he dejado llevar.

-A veces está bien dejarse llevar, Bella.

Permanecimos en silencio unos instantes, mientras me terminaba la cálida bebida. Intentaba


poner orden en mi cabeza y mi corazón, pero en ambos había una fuerza de la naturaleza que
había entrado a sacarlo de su perfecto equilibrio, y tenía nombre propio. Dejé el tazón en la
mesita y me levanté.

-Vamos al comedor. Necesito algo más fuerte.

-¿Un poco de helado, quizás? Eso es lo que hacen en las películas cuando hay problemas
sentimentales- comentó Ang siguiéndome-. Aunque no tenemos, pero te puedo traer nieve de
fuera - bromeó intentando animarme.

-¿Helado? Tú no estás bien de la azotea. Vamos a por ese whisky, necesito algo fuerte de
verdad.

Estábamos sentadas en el sofá con un vaso de escocés cada una, sin hielo. Angela me había
obligado a cenar un bocadillo y no sirvieron para nada mis protestas. Decía que no podía beber
con el estómago vacío, que me iba a dejar KO. Al final aunque no tenía apetito comí un poco,
pues ella me amenazó de todas las maneras posibles hasta que se salió con la suya. Era peor
que mi madre.

-Y bien… explícame.

Hice una respiración profunda y seguidamente le expliqué lo que había pasado en los últimos dos
días entre Edward y yo, sin apenas pausa. Cuando terminé le di un sorbo a la bebida mientras
ella me observaba, pensativa.

-Imagino que Edward ahora debe estar flipando…

-Seguro que sí. Puede que esté enfadado, puede que ya no quiera saber nada más de mi, que
piense que estoy jugando con él, puede…- la interrumpí atropellándome con las palabras.

-Puede, puede…- me cortó ella a mí, rodando los ojos y negando con la cabeza- Bells, abre el
corazón y piensa un poco, a Edward le gustas. Eres la primera chica que conozco con la que se
comporta así. No se va a echar atrás por un malentendido. Te apuesto lo que quieras. Otra cosa
es lo que desees hacer tú. Porque me has explicado lo que ha pasado, pero no lo que sientes.

-No… yo aún no sé bien lo que quiero- permanecimos en silencio durante unos minutos mientras
intentaba poner en orden mis ideas y al fin proseguí - Angela, él puede hacer que yo no sea más
yo… No sé decirlo mejor. Creo que puedo perder el control sobre mi misma. Y me inquieta, pero
al mismo tiempo me atrae. De pronto en aquella cafetería pude sentir toda esa atracción y
necesité salir de allí. - Suspiré por enésima vez- Antes pensaba que sólo era una cita con un
amigo guapo que me gustaba, y que estaba empezando a enamorarme, pero esto… me es
desconocido. Y me da miedo que alguien a quien apenas conozco tenga ese poder sobre mí, y
más aún alguien que creo que me oculta algo- de repente sentí humedad en mi cara y me
descubrí llorando. Me sentí aliviada.

-Creo que estás enamorada, Bells. Y no sé si Edward oculta algo, pero si él te importa quizá vale
la pena intentar averiguarlo.

-No puedo creer que esté sintiendo esto, Angela– limpié las lágrimas con un pañuelo que me
tendió.- Y ya no puedo evitarlo.

-¿Evitarlo? ¿Y cuál es el problema? Bella, ese hombre no ha descansado en toda la noche


mientras te ayudaba en un trabajo que no tenía por qué hacer. Vale, eso podría ser por pura
profesionalidad, compañerismo, yo qué sé, pero… chica, ¿te das cuenta de que ha pensado en
poner unas cadenas en las ruedas de tu coche para que tú no tuvieras que preocuparte por ello?

-Claro que me doy cuenta. Angela. Ya te lo he dicho, nunca me había sentido tan absorbida por
alguien, y me da miedo... Como si fuera a hacer "puenting" o algo así. Y tengo otros planes para
mi vida - tomé otro sorbo. El alcohol estaba empezando a hacer su efecto, embotando mi mente
por momentos. Ang suspiró.

-Bella… lo que necesitas ahora es dormir. Estás demasiado agotada como para pensar en nada.
No te voy a decir lo deberías hacer. Eso lo sabes tú muy bien, sólo tienes que darte cuenta -
comentó serena, mientras me tomaba la mano.

Eso me hizo recordar el tacto de Edward. Su suave piel no era cálida, pero su tacto lo
compensaba, era capaz de hacer arder cualquier parte de mi cuerpo que rozara. Volví a recordar
sus besos y el calor invadió mis mejillas cuando rememoré el contacto de nuestros sexos a través
de la ropa. Si Ángela no llega a vernos en ese momento…

-Vale, no sé en qué estás pensando ahora pero déjalo ya- la voz de Angela me despertó del
trance y me encontré acariciando su mano. La aparté como si me hubiera dado un calambre.

-Lo siento- contesté sofocada, observando como mi amiga aguantaba la risa a duras penas- Vale,
vale, tú ríete, envidiosa- continué, sacándole la lengua.

-Sí, eso es totalmente cierto. Me muero de envidia, mmmm, seguro que Edward besa muy bien.
¡Chica, qué ganas de ver a Jake me han entrado desde hace un rato!- ahora sí se carcajeó a
gusto.

-Puedo asegurarte que besa mejor que muy bien-me sonrojé, aún me parecía sentir el sabor de
su boca en la mía.

-Pues espera a probar el resto, creo que tus dudas se disiparán rápidamente- replicó arqueando
las cejas, con expresión pícara, tras lo cual salió corriendo rápido esquivando el cojín que le
lancé.

Aunque Angela había conseguido animarme un poco me costó dormirme. Y cuando lo conseguí
fue un sueño inquieto el que me acogió, mezclado con periodos de desvelo durante los cuales mi
mente iba de un lado al otro sin tomar una decisión. Porque mi corazón ya había decidido.

...

-Menudas ojeras te gastas hoy, chica - comentó Jessica.


-No he dormido bien- contesté lacónicamente. No tenía ganas de conversación.

Había necesitado dosis extra de café para poder coger el coche con cierta seguridad y dirigirme al
trabajo. Angela doblaba turno de nuevo y tenía que llevar su propio coche. En la sesión de la
mañana, donde se comentaban los casos de los niños que habían ingresado en la guardia y la
evolución de los que estaban hospitalizados, bostecé tantas veces que, aunque me tapaba para
disimular, Emily me miró con algo de preocupación.

Esa semana me tocaba pasar visita a los niños ingresados. Hoy pasaba junto a Jessica, que
llevaba el "busca" del paritorio. Nuestra relación seguía siendo un poco tirante, pero nos
tolerábamos la una a la otra con bastante cortesía.

Uno de los recién ingresados era un niño de cuatro años llamado Daniel. Su madre había
explicado en Urgencias que había observado que a veces el niño orinaba de color rojo, como con
sangre, desde hacía un par de días. Esto se confirmó en los análisis de urgencias. Al tomarle la
tensión arterial esta resultó estar elevada, por lo que Ben lo había ingresado al sospechar que se
trataba de una inflamación del riñón llamada glomerulonefritis. Tras el saludo inicial Jessica se
dedicó a hablar con la madre, tomando la historia clínica del pequeño, mientras yo le hacía una
exploración física completa. Daniel era un niño de cabellos y ojos oscuros, simpático y abierto.
Cuando terminé de explorarle ya nos habíamos hecho amigos. No hallé nada anormal.

-La analítica completa está normal. ¿No es extraño que la creatinina renal sea normal si es una
glomerulonefritis? Puede que la causa de la hematuria sea otra - comentó Jessica ya en el
despacho médico.

-Sí, no es algo muy habitual-repuse.- A ver qué información nos dan la ecografía renal y la
recogida de orina de 24 horas. De momento las tensiones siguen algo altas… aunque el niño
tiene un aspecto estupendo. Lo más importante es descartar un tumor con la eco - comenté
observando la gráfica y ocultando por enésima vez un bostezo.

Terminamos de escribir las órdenes médicas de todos los niños ingresados y continuamos con la
sala de neonatología. Allá hoy había poco trabajo, pero después del toque de atención que le di a
Jessica el primer día no volvió a escaquearse más del trabajo cuando estaba conmigo.

Acabamos pronto la tarea y fuimos al despacho médico para repasar bien todos los tipos de
glomerulonefritis, ya que nuestro caso no parecía de los típicos.

-Qué majo fue Edward el otro día, ¿eh? Me refiero a lo de ayudarte con el neonato aquel-
comentó Jess como de pasada mientras buscábamos información médica actualizada en el
ordenador del despacho. Ben estaba en el otro ordenador redactando informes de alta.

Me pilló desprevenida. No habíamos vuelto a hablar de él desde el primer día. Mi cambio de


coloración fue evidente, pero por suerte ella estaba con la vista fija en la pantalla.

-Sí, sí lo fue- contesté secamente, evitando que me temblara la voz. Pero sólo conseguí que se
girara para observarme la expresión. Seguí con la vista fija en los últimos artículos de la revista
Pediatric nephrology.

-No suele ser tan amable, más bien al contrario- insistió.

Bruja.

-No es eso lo que tengo entendido, sé que es arisco, pero es buen compañero y profesional- le
defendí sin poder disimular. Tecleé para descargar un artículo que prometía.
-Vale, lo que tú digas- repuso Jessica sin dejar de observarme.

-Estoy con Bella, Edward no es un tío muy sociable y es rarito, pero siempre ha sido buen colega-
intervino Ben mientras tecleaba en el otro ordenador.

Gracias, Ben. No sólo por defender a Edward sino también por desviar la atención de la bruja.

-Sí, raro sí lo es. Y poco sociable- repuso Jess mosqueada por no tener apoyo. En aquel
momento sonó el teléfono y contesté yo.

-Pediatría.

-Hola, soy el doctor James Watson, quisiera hablar con la doctora Swan.

-Soy yo, James.

-Hola, Bella, me alegro de oírte. Quería darte buenas noticias, que espero te interesarán. El bebé
que nos trasladasteis ayer está ya tomando lactancia materna y si sigue tan bien mañana lo
pasaremos con su madre. No parece tener secuelas por falta de oxígeno. Ella también está bien,
aunque un poco débil.

-Me das una alegría muy grande, James. En serio. Gracias por preocuparte y llamar.

-No me des las gracias. Vuelvo a decirte que lamento lo que pasó. Y recordarte que te estamos
esperando con los brazos abiertos dentro de pocas semanas. Eres una buena profesional.

-Eres muy amable, James. Pero tuve una buena ayuda- repuse, odiando a Jess por seguir
observándome en vez de dedicarse a trabajar.

-Bien. Además modesta. Volveré a llamaros cuando haya novedades. Saludos a Emily.

Hice una respiración profunda al colgar. Recordé por un momento la airada reacción de mi padre
cuando se había enterado del error que habían cometido en el Hospital Infantil. Charlie estuvo a
punto de llamar a James para decirle cuatro palabras sobre la incompetencia de su secretaria y
presionarle sobre su decisión de posponer hasta abril mi estancia en aquel centro. Fuimos mi
madre y yo las que lo convencimos de que no sería una buena idea ni daría buena imagen de mí
el que a mi edad mi padre interviniera en mis asuntos personales. Aunque ahora no me apetecía
tanto ir al que tendría que haber sido mi destino original. Seguí repasando la bibliografía al lado
de Jessica, o más bien haciendo como que leía. Ella también eligió unos cuantos artículos, los
importó y le dio a "imprimir". Ya teníamos trabajo para casa.

Más tarde fuimos a Radiología para ver la ecografía que le habían practicado a nuestro paciente.
Jess se había empeñado en ser mi sombra aquel día, y me acompañó. Yo deseaba con toda mi
alma que hubiera un parto de trillizos para librarme de ella.

Entramos en la sala de radiólogos, y nos dirigimos a hablar con la ecografista. Justo en aquel
momento estaba redactando el informe. Jessica y ella se pusieron a comentar los resultados. El
no haber dormido apenas en dos días me estaba pasando factura y mi mente empezó a divagar.
Recordaba aquellas horas trabajando con Edward mano a mano, el beso en el helipuerto, su
sonrisa en la cafetería de Port Angeles, el tacto de su mano, la mirada ardiente, el fuego de mi
interior bajo su tacto, sus caricias y besos…

-¡Bella!- exclamó la nasal voz de Jessica, retornándome a la realidad. La miré como si fuera una
aparición.

-¿Qué pasa?- contesté mal, mosqueada por la brusca interrupción.


-Que te he repetido tres veces si venías y no ha habido respuesta, eso es lo que pasa. ¿Te has
enterado de algo de lo que hemos hablado?- espetó alzando las cejas.

-No. Ya te dije que no había dormido bien. Vamos- salí por la puerta del despacho sin esperarla.

-Pues entonces te podías ir a casa- rezongó siguiéndome.

Estuve a punto de mandarla a un sitio menos fino que freír espárragos pero me mordí la lengua y
apreté los labios.

...

-Te cambio unas patatas revenidas por un poco de arroz pasado- pidió Mónica.

El comedor de personal estaba lleno, y para mí eso era un misterio tan insondable como los
dibujos en el desierto de Nasca. Me habría comido un bocadillo como hacía casi cada día pero,
dado que ahora me atraía el "puenting", podía atreverme con el menú del hospital.

-No sé si el cambio es justo. Déjame probar una patata –respondí.

-¿Justo? Si el mundo fuera justo no tendríamos que soportar esta comida- añadió Anne, con cara
de estar bebiendo vinagre.

-Chicas, os quejáis de todo. Es comida- repuso Julia, la enfermera supervisora de pediatría,


metiéndose un trozo de hamburguesa medio carbonizada en la boca.

-Ahora sólo hace falta que nos hables de la escasez de alimentos en la posguerra -comentó
Angela, que hoy comía con nosotras. Inmediatamente recibió una mirada asesina de Julia.

-Oye, muchacha, ya está bien de cachondeo, tengo 50 años, no 60 ni 70. No he vivido la


posguerra. Pero es que la juventud os quejáis de todo. Si total apenas coméis, estáis todas de un
delgado insano.

Todas sonreímos. Nos encantaba hacer enfadar a Julia, porque sabíamos que no se lo tomaba a
mal y pasábamos un buen rato.

-Esta tarde tengo cinco histeroscopias, tendré que alimentarme bien -comentó Anne, ladeando la
cabeza y levantando las hojas de lechuga de su ensalada una por una.

-¿Se puede saber qué buscas? No hay gnomos por ahí abajo- la regañó Julia.

-Gnomos no habrá, pero una vez encontré en la ensalada un gusano del mismo tamaño que el
cerebro de Mike Newton –repuso Anne, muy seria. Me tapé la boca para que no se escuchara mi
carcajada.

-¿Desde cuando dejan traer microscopio al comedor? -añadió Mónica, sin tantos reparos.

-Oye, que estoy aquí, ¿no me habéis visto?- protestó un ofendido Mike justo detrás de Anne.
Estaba sentado en otra mesa con Paul y Jared, que estaban partiéndose de risa sin disimular.

-Claro que sé que estás detrás-contestó Anne, tranquilamente, mirando hacia él -¿Prefieres que
diga estas cosas sin estar tú presente? Tengo muchos defectos, pero no soy hipócrita… venga,
no te enfades, sabes que es broma - contestó Anne. Era cierto, Anne tenía la lengua afilada y
Mike era uno de sus objetivos favoritos, cosa que este aceptaba con más o menos resignación-
Además, no es correcto escuchar conversaciones ajenas, si tan aburridos estáis podéis sentaros
con nosotras- y al decir esto miró directamente a Paul.
No se hicieron de rogar. Se acercaron con las bandejas de comida y se sentaron a nuestro lado.
Estuvimos charlando animadamente hasta que fue hora de volver al trabajo. El resto de la jornada
pasó sin pena ni gloria, y yo no sabía nada de Edward. Pensaba que me lo encontraría por el
hospital pero no fue así. ¿Por qué no había tenido el valor de ir yo a buscarlo? Al fin y al cabo
¿con qué idea se habría quedado él anoche? Le correspondí para luego rechazarlo sin
explicación ninguna. Era una maldita tonta.

Llegué a mi solitaria casa en un estado mezcla de agotamiento físico y emocional. Me tumbé en


la cama, dándole vueltas a todo en la cabeza, hasta que me decidí a llamar a Edward. No podía
dejar las cosas así.

Lo intenté varias veces, pero no cogió la llamada. Suspiré. Eso no me daba buena espina.
¿Estaría enfadado? No creía que fuera eso, sería algo infantil, o rencoroso, y él no cuadraba con
ninguna de esas definiciones. Quizás estaba en algún otro sitio y se había dejado el móvil.

Cuando llegó Angela y me preguntó sobre el tema le dije que no tenía ganas de hablar. Cenamos
en silencio, mirando la TV. Ella de vez en cuando me dirigía miradas de preocupación, a lo que yo
forzaba una sonrisa para tranquilizarla… pero sabía que no lo lograba. Me marché a la cama en
cuanto terminé, pues mi cuerpo ya no daba para más.

Pasé otra mala noche, despertándome con frecuencia, hasta el punto que no sabía cuándo
pensaba o cuándo soñaba. Al día siguiente, jueves, estaba aún más ojerosa si cabía. Esta vez mi
jefa no ocultó su preocupación.

-Bella, desde la guardia del lunes parece que no levantas cabeza. ¿Duermes bien?

-Sí, Emily, tranquila- repuse sin desviar la vista de la gráfica de Daniel. Forcé un cambio de tema:-
¿Te has fijado?- señalé la gráfica- me refiero a las oscilaciones de tensión arterial que tiene
Daniel. A veces está normal y otras alta. ¿Si fuera una glomerulonefritis no debería estar siempre
alta?

-Sí, es un caso poco frecuente. Y la analítica ha salido completamente normal, salvo lo que ya
sabíamos, que hay pequeñas cantidades de sangre en la orina - comentó observando
atentamente las líneas. Objetivo conseguido.

-¿Cómo eran los glóbulos rojos?

-Estaban sin fragmentar, no es típico. Habrá que pensar en otras posibilidades diagnósticas. - Yo
asentí, pensativa.

No había conseguido engañar a Emily y me mandó a hacer burocracia en vez de tomar la historia
clínica de los niños ingresados. Odiaba el trabajo burocrático, pero era una labor que por fuerza
ocupaba gran parte de mi labor profesional. Lo peor ahora era que estar sentada frente a la
pantalla no me ayudaba nada. Mientras tecleaba mi cabeza se escapaba una y otra vez, unas
veces recordando la cita con Edward, otras ideando teorías que explicaran por qué aún no sabía
nada de él, por qué no había respondido a mi llamada, y las demás insultándome a mi misma por
darle tanta importancia a cosas que no la debían tener.

-Bella, ¿puedo interrumpirte un momento?- sonó una voz masculina a mi espalda.

Era Paul. Me giré y asentí con la cabeza, extrañada de ver a un anestesista perdido por la sala de
pediatría. No lo había oído entrar, concentrada como estaba en mis cavilaciones y mis informes.
Se acercó y tomó una silla, colocándose a mi lado.

-Tú dirás.
-Hemos quedado unos cuantos para salir el viernes por la noche. Algo tranquilo, sin movernos de
Forks. Hay un pub que no está mal. ¿Te apetece venir?

-No lo sé. Hace días que no descanso mucho- dije, poniendo cara de circunstancias.

-No hace falta que lo jures, se te nota. Oye, anímate, también vendrá Angela, se lo acabo de
preguntar. Jake viene este fin de semana y se apunta. Y Anne, Jessica, Monica, Jared… Mike no,
aún está flojo por la gripe y tiene guardia el sábado.

Eso debería haberme acabado de convencer. Pero seguía sin ánimos. Decidí confiarme a Paul.

-¿Y Edward?- musité, intentando parecer indiferente. Su expresión se volvió cautelosa.

-Edward no viene. Bella…-hizo una breve pausa y tomó aire- hace tiempo pidió una estancia de
cirugía torácica en el Hospital Northwest de Seattle y se la concedieron hace dos semanas. Tiene
muchas cosas que preparar antes de irse.

Intenté aguantar las ganas de llorar que me habían entrado de repente, pero no pude evitar que
mis ojos brillaran más de lo normal. Aparté bruscamente la mirada hacia la pantalla del
ordenador.

-Gracias, no lo sabía. Ya te diré - me sentía incapaz de decir nada más con sentido.

Paul se quedó unos breves instantes a mi lado, seguramente sopesando qué hacer o decir.
Luego se levantó y se marchó.

-Te esperamos mañana, Bella.

La próxima el lunes o martes, si Fanfiction lo permite. Espero vuestros comentarios...

A pesar de fanfiction os traigo el 9. Como esto funciona fatal y envía todos los avisos
(mensajes, actualizaciones...) con dos días de retraso (si es que lo hace) os comento que el
siguiente lo subo el JUEVES. Cualquier cambio sobre esto lo pondré en mi perfil, que
parece que es lo único que deja actualizar sin problemas (de momento). Muchas gracias a
todas por vuestros comentarios, animan muchísimo, de veras. Y gracia Maria José por
leerse esto antes que nadie.

Capítulo 9

BPOV

Esperé hasta que Paul se fue y salí precipitadamente del despacho. Me metí en el primer aseo
que encontré y, tras poner el cerrojo, lloré hasta que me tranquilicé. Me sentía deprimida pero
más serena, aunque ahora mi cara era todo un poema. A mis ojeras se les añadía una hinchazón
de párpados que asustaba. Mojé mi cara con agua fría y salí en busca de mi jefa. La encontré en
su despacho inclinada sobre un montón de papeles que había sobre la mesa.

-Emily, creo que me iría bien irme a casa- levantó la cara y al verme su expresión fue una mezcla
de asombro y preocupación, que inmediatamente disimuló.

-De acuerdo, Bella. Vete a casa, no tienes buen aspecto. Y mañana no quiero verte aquí si no has
descansado.

-Pero…
-Descansa. Medita. Escucha música. Come chocolate. Ve a pasear por el bosque… lo que sea
que te haga sentir bien. Quiero que te recuperes.

-Gracias, Emily... Hasta mañana.

En cuanto llegué a casa me fui directa a mi dormitorio, y me quedé dormida llorando. Desperté a
las pocas horas. Sólo eran las cinco de la tarde pero ya estaba oscuro, odiaba el invierno por eso.
Miré por la ventana y tuve una gran sorpresa: el cielo estaba estrellado y había luna llena. Decidí
que necesitaba salir, daría un paseo en coche. Me abrigué bien y me dirigí hacia mi vehículo. Aún
no le había quitado las cadenas, pues la nieve invadía la calzada en muchos tramos de la
carretera. Una sola mirada a aquellas cadenas bastó para empañar mis ojos de nuevo. Me los
sequé pasándome una mano por la cara con rabia y encendí el motor. Era una imprudencia
conducir a esas horas y con tanto frío, pero me daba igual. Sin pensarlo dos veces me dirigí hacia
la playa de la reserva. La recordaba hermosa y tranquila, y sentía que necesitaba ver el mar, que
siempre ha ejercido un efecto calmante en mí.

El camino a la playa de la reserva fue dificultoso, lo cual agradecí porque tuve que estar
concentrada en la carretera y en nada más. Cuando salí del vehículo el viento helado me golpeó
la poca piel que dejaba al descubierto, clavándome finas agujas. Me dirigí hacia el océano
caminando sobre la espesa capa de nieve que ocultaba como un manto la arena de la playa.

Encontré una roca cercana al agua, la cual lamía serenamente la arena a su alcance. Me senté,
observando el mar. Respiré profundamente, llenando mis pulmones con el helado aire perfumado
con el aroma del océano. Sólo entonces me permití liberar mis pensamientos. La turbulencia de
mis emociones se estaba calmando y me permitía pensar con más claridad. ¿Por qué no sabía
nada de él? ¿Por qué se iba sin decirme nada? ¿Huía o simplemente era un plan premeditado?
¿Era su objetivo un simple polvo y luego largarse, y me había visto demasiado complicada? ¿Era
esa la verdadera cara de Edward Cullen? ¿Se había ofendido por mi reacción? Entonces, ¿por
qué no me dejaba explicarme? Demasiadas preguntas. Pero cavilara lo que cavilara, estaba clara
una cosa: él no quería saber nada de mí. Cuando tuve esta revelación la ira sustituyó a la tristeza,
y me sentí mejor.

Empecé a tiritar y miré el reloj. Llevaba una hora larga sentada en la roca, y me levanté de mi
asiento sintiéndome como una abuela artrítica. Podía entrar en hipotermia si no empezaba a
moverme ya. Me dirigí hacia el coche. Loca Bella. Acostumbrada a un clima templado
despreciaba con imprudencia los peligros del frío. ¿Y si el coche no arrancaba? Ni siquiera había
cogido el móvil. Me metí en el coche, temblando ya no sólo de frío, e intenté encender el motor.
Suspiré de alivio al comprobar que funcionaba sin problemas.

Pero mi buena suerte no duró mucho. A unos tres kilómetros de Forks mi coche hizo un ruido
extraño y se paró. Aproveché la inercia para apartarlo de la calzada y allá me quedé. Idiota. Tres
kilómetros con el mal estado de los caminos y en plena noche iban a ser una muy dura prueba.
Ahora me habría dado de bofetadas, pero por más hecha polvo que estuviera tenía sentido
práctico y sabía que no serviría de nada. Si me quedaba quieta podía volver a enfriarme, así que
me puse la ropa de abrigo, abrí la puerta del coche y me lancé al frío de la noche. En el momento
en que cerré la puerta del vehículo las luces de otro coche que venía en dirección contraria me
deslumbraron. Hice gestos para que parara, esperando que no fuera un asesino en serie.

EPOV

No sabía qué había pasado en el coche con Bella. Lo único que se me ocurrió fue volver a casa,
conduciendo como un autómata. Durante horas estuve sentado sin mover ni una sola pestaña,
dándole vueltas a los hechos. En ese tiempo estuve tentado mil y una veces de volver a la casa y
leer el pensamiento de Angela para intentar comprender qué pasaba por la mente de Bella, pero
sólo de pensarlo me remordía la conciencia. Maldita caballerosidad. Mi corazón no deseaba violar
su intimidad, si ella no se sinceraba conmigo yo no debía jugar sucio con ella, pero la mente me
incitaba a dejarme de miramientos. Lo mejor sería hablar con Bella, si ella quería hacerlo, claro.

Era de madrugada cuando recibí la llamada.

-Buenos días, hijo.

-Hola, papá.

-¿Papá? Casi nunca me llamas así. ¿Pasa algo, Edward? Sé que sólo lo haces cuando estás
agobiado… ¿es Bella?

-Acertaste.

Le resumí los últimos acontecimientos. Me sentó bien hablar con él, aún así seguía confuso.

-¿Por qué crees que ella reaccionó así? ¿Crees que la asusté? No he salido nunca con humanas
y ahora me planteo si hice algo mal –pregunté ansiosamente.

-Edward, no creo que la asustaras. Me parece más que se asustó.

-Sigue- eso me hacía sentir algo mejor, pero seguía sin saber a qué se refería.

-Quiero decir que creo que ella también está confusa por lo que siente, como tú. Quizá deberíais
haber ido los dos un poco más… pausados.

-Eso pretendía. Pero algo se encendió entre los dos- suspiré.

-De eso quería hablarte, hijo. He estado investigando y no te creas que es tarea fácil, no hay
tratados oficiales sobre nosotros y nuestra psicología – no bromeaba, así era Carlisle, científico
hasta la médula- y hay algo que debes saber.

-Cuéntame, pero diría por tu tono que no me va a gustar- repuse secamente.

-Bien… he leído sobre algunos casos, viejas leyendas,- comentó ignorando mi tono- donde el olor
personal de un humano atraía de forma especialmente intensa a uno de nuestra especie. Cuando
el vampiro no sigue nuestra "dieta especial" el final nunca es feliz. Sabes que en nuestra especie
el deseo físico y la sed se entremezclan a veces de forma que no sabes dónde empieza uno y
dónde termina el otro. Según esas leyendas, la atracción que ejerce la víctima sobre el vampiro
acaba en breve espacio de tiempo con la víctima desangrada - explicó en tono docente y cauto a
la vez.

-¿Y qué sucede cuando el vampiro es como nosotros y no bebe sangre humana?-pregunté
anhelante.

-No hay bibliografía al respecto.

-Papá, por lo que más quieras, deja de hablar como si estuvieras en un congreso. Soy yo,
Edward. Aparta la profesionalidad por un instante - respondí cabreado.

-Lo siento, hijo. Tienes razón.- esta vez el tono de voz fue el habitual de Carlisle, cálido y sereno-
Lo que me preocupa es eso. No sabemos qué esperar. Somos vampiros raros y no hay mucho
escrito sobre nosotros. Pero la atracción sobre la que he leído es ta intensa que los vampiros no
han podido evitar morder al oler "esa" sangre, aunque fuera una sola gota. ¿Cómo es tu atracción
por Bella?
-No sé. Es una mezcla de sentimientos. Siento necesidad, deseo, preocupación…

-¿Y sed?- me interrumpió Carlisle.

-¿Sed? Carlisle, sabes que siempre hay sed cuando hablamos de relaciones con humanos. Ella
no es diferente. Pero puedo contenerme, como con todos.

-No lo sabrás hasta que no huelas su sangre, y entonces quizá, sólo quizá, sea demasiado tarde,
y tu naturaleza vampírica someta a tu voluntad. Sólo piénsalo, hijo - casi susurraba pero no tuve
problemas para oírle.

-No. No. Me niego a pensar en esa posibilidad, yo jamás le haría daño - gruñí colgando el
teléfono.

Después de eso seguí pensando durante horas, aunque sólo necesité unos minutos para tomar
una decisión.

BPOV

-¿Has tenido alguna avería? No es una noche muy agradable para ir paseando por ahí. ¿Estás
bien?

El conductor del otro coche era un hombre de menos de 40 años, rubio y atractivo. No tenía cara
de asesino en serie, al contrario, se le veía preocupado por mí y tenía esas facciones que te
hacían confiar en una persona sin problemas, pero yo había visto suficientes películas de terror
como para saber que eso no quería decir nada. Su acompañante, que permanecía de pie al lado
de su coche, era una mujer joven, que me miraba con preocupación también. Eso me tranquilizó,
los psicópatas no solían ir acompañados de mujeres. Yo debía parecerles una loca.

-Bueno, sí, he tenido una avería- respondí sintiéndome muy tonta por habérmela jugado de esa
manera.

-¿Me permites que le eche un vistazo?- concedí y él se puso a la labor.

-Es problema del anticongelante. Se ve que no eres de por aquí- comentó sonriente mirándome
desde debajo del capó de mi auto. Era muy atractivo.

-No, cierto - le sonreí yo también sin poderlo evitar.

-Esto no se va a poder solucionar aquí, ¿vives en Forks?- asentí y prosiguió- Te llevamos al


pueblo. Cuando llegues a casa podrás llamar al seguro del coche y que te manden una grúa para
llevarlo al taller – era como haberme encontrado con mi padre. Me daba los consejos tan bien que
no podía enfadarme aunque fueran obvios para cualquiera con sentido común.

Claro que debía pensar que yo no tenía de eso, y no le culpaba. Me acerqué a su coche. Sería la
primera vez en mi vida que subiría a un Mercedes tan lujoso. La mujer me tendió una mano
enguantada.

-Soy Esme. Encantada de conocerte… -hizo una pausa esperando que yo correspondiera.

-Bella. Encantada.- y le tendí la mano. A pesar de que con la luz lunar no se veía muy bien me
pareció que daba un respingo al oír mi nombre y que su expresión cambiaba por un fugaz
segundo.

-Has tenido suerte de encontrarte con nosotros, hija. ¿Seguro que estás bien? –comentó al
tiempo que me abría la puerta de atrás. Comprendía que se refería a "bien" psicológicamente.
Ciertamente ahora no me parecía nada racional lo que había hecho, y esa mujer, que debía tener
como mucho diez años más que yo, me hacía sentir como una niña absurda. Y tenía razón, por
desgracia.

-Sí, sí – respondí. Esme me miró con ternura, como si intuyera lo que me pasaba. Era extraño.

El conductor se presentó como Carlisle. Curiosos nombres.

En aquel coche se iba muy cómoda. Con tanta comodidad, el calor que sentía y la amabilidad de
esa pareja me sentía tan relajada que empezaron a cerrárseme los ojos. Intentar dar
conversación era superior a mí. Esme me observaba por el retrovisor, y se dio cuenta.

-Tranquila, Bella. Descansa.

Dejé que mi cuerpo se relajara pero haciendo esfuerzos sobrehumanos para no dormirme. Si
echaba tan sólo una cabezada me encontraría peor al despertar.

En breve estuvimos enfrente de casa. Carlisle salió y antes de que pudiera evitarlo se lanzó a
abrirme la puerta. Me dio un vuelco el corazón. Ese gesto caballeroso y poco habitual me había
recordado a alguien en quien prefería no pensar.

-Deja que te acompañe hasta la puerta, quiero asegurarme de que llegas - dijo amable pero
firmemente. Tuve claro que discutir era inútil. Me despedí de Esme y anduvimos en dirección a la
casa.

En aquel momento se abrió la puerta y Angela salió corriendo hacia nosotros.

-¡Bella! ¡Estaba preocupada! ¿Sabes qué hora es? ¿Estás bien?- exclamó sin pausa para
respirar, con el desasosiego reflejado en su rostro. Acto seguido miró a mi acompañante.- Doctor
Cullen, ¿qué ha pasado?

La sorpresa fue tan grande que estuve a punto de caer al suelo. Me quedé mirando a mi
acompañante con la mandíbula despegada. No podía creer que fuera el padre de Edward.
Cuando él me dijo que lo adoptó su tío me esperaba… alguien mucho mayor. Y menos atractivo.
Y su madre bien podía pasar por la hermana mayor de Edward. Carlisle correspondía a mi
observación con una expresión de preocupación. La sorpresa me impedía articular palabra, ni
siquiera algo de cortesía. Entonces intervino Angela.

-Muchas gracias por la ayuda, doctor Cullen. Ya me explicará Bella- dijo al tiempo que con un
gesto de la cabeza dirigió un educado saludo a la mujer que esperaba en el Mercedes. Me tomó
del brazo y literalmente me arrastró hacia el interior de la casa.

Angela me metió en la cama tras ayudarme a ponerme el pijama. Y esa noche sufrí pesadillas
donde Edward aparecía con la cara de su padre y se negaba a rescatarme de morir congelada en
un desierto de nieve.

Me desperté cerca del amanecer con la certeza de que no me volvería a dormir. Decidí que era la
última noche que pasaba en vela. Mi trabajo se resentiría de ello, y no podía permitirlo. Además
no quería preocupar a nadie con mi espectral aspecto. El domingo tenía guardia, así que esta
noche tomaría un sedante. Lo necesitaba.

Fui dándole vueltas a los acontecimientos del día anterior. Me había sentado bien ir a pensar
cerca del mar, como siempre, pero había sido una locura. Mi raciocinio estaba bajo mínimos.
Podía haberme pasado algo si los padres de Edward no me hubieran encontrado. ¿Qué habrán
pensado de mí? Y, bien pensado, ¿qué me importaba lo que pensaran? Debía olvidar a ese
hombre. Sólo habíamos compartido un beso un día y un "medio revolcón" al día siguiente. Eso
debió ser para él, si me atenía a los hechos. Me sentía engañada por haber llegado a pensar que
le importaba, por haber creído unas palabras que los hechos estaban desmintiendo sin piedad, y
me sentía estúpida por haber dejado que un hombre me rompiera el corazón en unos pocos días.
La ira volvió a hacer aparición. Me levanté, me regalé una reconfortante ducha y me dirigí a
preparar un reparador desayuno.

Mientras tomaba café contemplé el amanecer. En aquel momento Angela bajaba por las
escaleras. La miré sorprendida, pues ella trabajaba de tardes y debería estar aún durmiendo.
Comprendí de inmediato el motivo de ello: estaba inquieta por mí. Otra razón para dejar de
languidecer por el donjuán cirujano. Estaba preocupando a gente a quien de veras importaba.

-Buenos días- saludó Angela mientras escudriñaba mi expresión. Se sentó ante mí en silencio.

-Lo siento- suspiré- siento comportarme de forma tan estúpida. He decidido que voy a pasar de
todo. No quiero hablar de él, ¿de acuerdo? No me ha contestado las llamadas y se va a marchar
del hospital sin despedirse. No merece que piense en él ni un segundo más. Siento haberte
preocupado.

-Olvídalo. Pero… no comprendo nada- la expresión de mi amiga era de total confusión.- Jamás
hubiera creído que Edward se comportara así. Es muy extraño.

-Déjalo ya – corté. - Cambiando de tema, me dijo Paul que ibais a salir esta noche. No le
contesté, pero creo que iré.

-¿Así… sales y te tomas unas cervezas con nosotros? – repuso sonriente.

-Sí ¿Se lo dirás tú a Paul? No quiero ponerme a buscarlo por el hospital, y no tengo su teléfono.

Angela asintió. Estuvimos intercambiando cotilleos, criticando a Jessica y alegrándonos de que


Mike no viniera a la salida de la noche. Me fui animando poco a poco. Me apetecía volver a ver a
Jake y reírme con Anne y Mónica, y sabía que Angela se sentía muy bien por ello.

Ese viernes fue muy tranquilo y pude estar un ratito en la habitación de Daniel; lo entretuve
haciendo marionetas con unos pequeños peluches que tenía en su cama, provocando sus risas.
Escucharlas me hizo olvidar lo mal que me sentía por dentro. El niño estaba muy feliz porque le
había dicho que se iba a ir a su casa y me estuvo explicando que quería volver al colegio porque
tenía novia y la echaba de menos. Le di el informe de alta a la madre y lo cité a la consulta
externa de pediatría. Cuando iba a salir de la habitación me llamó.

-Dotora Bella.

-¿Sí?- volví a acercarme a él.

-También puedo ser tu novio. Te cuidaré.

Me aguanté las ganas de llorar y me dio un tierno abrazo antes de marcharme, apretándome
suavemente entre sus bracitos. Me había tomado cariño a pesar de los pocos días que nos
habíamos visto, y era mutuo. Pero estaba bien y era absurdo que siguiera ingresado. Tanto su
función renal como la tensión arterial se habían normalizado. Que algo no estuviera claro en su
caso no justificaba mantenerlo ingresado, muchas veces la evolución a largo plazo solucionaba
las incertidumbres. Le di cita para la semana siguiente en la consulta externa.

Por la noche Jake nos vino a buscar con su coche. La dulzura en su mirada cuando saludó a
Angela era más que obvia. Y a mi amiga le brillaron tanto los ojos al verle que pensé que bien
podría iluminar el camino sin necesidad de faros en el coche. Aunque no me apetecía mucho
hacerlo, Angela consiguió que me arreglara, y Jake nos dirigió un expresivo silbido a ambas.

El pub estaba casi vacío, pero la compañía era grata y no nos hacía falta nadie más. Éramos
Anne, Paul, Monica, Jared, Jessica, Angela y yo. Noté que Jess quería dar conversación a Jake,
pero este la ignoraba de tal forma que daba vergüenza ajena observarla. Sólo tenía ojos para
Angela.

Como yo era la "nueva" todos se dedicaron a contarme anécdotas. Paul explicaba que había
tenido problemas en una rotación que hizo en otro hospital.

-En nuestro hospital tenemos suerte de tener habitación individual, aunque sea en las consultas.
En la Mayo Clinic de Minneapolis los residentes sólo tienen una gran habitación de descanso con
varias camas.

-Sí, es lo normal, lo raro es lo que pasa en Forks. ¿Cuál es el problema?-dije.

-Soy sonámbulo. Durante la fase REM del sueño me muevo, camino, hablo, aunque no cada
noche. Ya tiene miga que un anestesista tenga problemas de sueño, ¿no?- rió.

-Jamás había conocido ningún adulto con ese trastorno, creía que era algo pediátrico-me
asombré.

-Pues ya ves, eso le decían a mis padres, y aún sigo con ello… Una vez casi me hinchan un ojo.
Un compañero se despertó y me pilló de pie al lado de su camastro mirándolo, no sé qué
pensaría él pero nada bueno, porque se lo tomó fatal. Le tuve que enseñar el informe que me hizo
el neurofisiólogo para que dejara de mirarme mal - comentó mientras todos reíamos.

Después Jared y Paul comenzaron a explicar chistes de médicos, algunos de ellos bastante
subidos de tono, pero como ya llevábamos más de un par de cervezas nos reímos muchísimo.
Nadie nombró al cirujano donjuán durante la noche y lo pasé fenomenal, pero me fui antes que
todos a pesar de la protesta de los demás. Debía descansar, y me encontraba tan bien que sabía
que esa noche lo lograría sin pastillas. Dejé a Jake y Angela bastante acaramelados.

Aquella noche dormí sin sueños.

Me desperté bien entrada la mañana del sábado, cerca del mediodía. Observé mi cara en el
espejo del baño: por fin parecía humana, y no una pariente cercana de los zombis. Me cepillé el
pelo, me lavé la cara y fui a echarle un vistazo a la habitación de Angela. Ella seguía durmiendo
como un tronco. Bajé hacia la cocina, y prepararé un suculento desayuno con tortitas, al más puro
estilo americano. Y con café bien cargado.

El día era nuboso, para no variar. De nuevo me sentía equilibrada. No esperaba que sonara el
timbre de la puerta y salté a abrir sin mirar, a pesar de que no iba muy presentable. No quería que
despertaran a Angela. Me di cuenta de mi error demasiado tarde. Mierda. No había observado por
la mirilla.

-Buenos días, Bella.- Edward Cullen estaba plantado ante mi puerta, observándome de arriba
abajo. Sus bellos ojos lucían unas tenues ojeras. Vestía una camisa azul oscuro y vaqueros
gastados, y al verlo así habría pensado que era un día de primavera si no fuera por la nieve que
cubría nuestro pequeño jardín.

Pues nada... ¿habrá conversación? Ah, la anécdota de Paul sonámbulo está "basada en un
hecho real", como muchas de las que aparecen por la historia.
Decidme algo ;-)...

Adelanto el capítulo del jueves unas horitas... Os aclaro un poco el capítulo previo, que
creo que os he liado con los tiempos. Edward se marcha de casa de Bella después de que
esta lo dejara en el coche, y es esa noche cuando Carlisle le llama para explicarle que cree
que Bella podría correr peligro por la atracción especial que Edward siente por su sangre.
Edward decide irse para evitarle el peligro. En un capítulo más anterior Carlisle le dice a
Edward que le irán a visitar el fin de semana. Este fin de semana. Así que cuando Bella y
los Cullen se encuentran es jueves y estos van hacia la casa de Edward. Este capítulo es el
sábado por la mañana.

Es algo más cortito, pero el siguiente lo subo el sábado o domingo. Gracias a las lectoras
por vuestros comentarios, y a mis dos pacientes pre-lectoras. Os recuerdo que el fic es
clasificado M, mayores de 17 años, porque algunas cosas que a más de una nos habría
gustado leer en la saga y no salieron...

Capítulo 10

Sentí un dolor agudo en el pecho. Mi ira no había conseguido rebajar la atracción que sentía por
él, era como si la gravedad me arrastrara hacia su cuerpo con casi tanta fuerza como me unía al
suelo que pisaba. Durante un segundo deseé llevar algo más sexy que mi sencillo pijama de
algodón, y al segundo siguiente me enfadé conmigo misma por pensar eso. Por fin reaccioné y
me encaré con quien debía hacerlo.

-¿Qué haces aquí?- espeté, a punto de cerrarle la puerta en las narices.

-Mis padres me explicaron lo que pasó la otra noche. Venía para saber cómo estabas - repuso
con cara de preocupación.

¿Preocupación? Desde cuándo te importo, Edward Cullen? Odiaba los estragos que su sedosa
voz y sus hipnóticos ojos causaban en mí y en mi recién recuperado equilibrio.

-Bien- le contesté fríamente- si es por eso ya te puedes ir.- Estaba siendo descortés, pero él no se
merecía más. Sin embargo su expresión siguió inmutable.

-No es sólo eso. Quisiera que me concedieras unos minutos de tu tiempo- murmuró.

-No veo por qué- corté.

-Bella… por favor… - Joder. Si me lo pedía así y con esa expresión suplicante no podía negarme,
no podía, aunque por dentro me estaba llamando estúpida cien veces.

Suspiré y le franqueé el paso en silencio. Decidida a seguir comportándome como una borde
caminé sin decirle nada hacia la cocina, mientras él me seguía.

-Espero no haber interrumpido tu desayuno- comentó al reparar en la mesa.

-Ya había acabado. Voy a fregar los platos, y lo que sea que me tengas que decir me lo puedes
soltar mientras lo hago - así no tendría que mirarle a los ojos mientras me decía que iba a acabar
con algo que no debía haber empezado.

Recogí la mesa. Él se quedó de pie apoyado contra la pared opuesta al fregadero, con los brazos
cruzados sobre el pecho, mirándome. Aparté la vista de su cuerpo perfecto y felino, de sus
sensuales labios… ¡Bella, contrólate! Me esforcé en recordar los motivos de mi enfado y así
conseguí calmar las emociones que me estaban dividiendo. Me puse a la labor con los platos de
la cena.

-Di lo que tengas que decir y lárgate- gruñí. Me ponía nerviosa tenerlo tan cerca de mí y quería
que se fuera.

-Bella, no quiero que pienses que he estado jugando contigo. Todo que dije, lo que hice, salió de
mi corazón. Me voy porque… porque creo que es lo mejor para ti- monté en cólera al oírle.

-No necesitabas venir para decirme eso, y venir a insultar mi inteligencia. ¿Lo pasaste bien
tomándome el pelo? Lástima que no me pudiste echar un polvo, ¿no? La verdad, me encontraría
mejor si no hubieras vuelto a aparecer. Si lo que querías era que me sintiera mejor la has jodido.

-Ya lo estoy viendo. Pero no sé cómo actuar contigo. No quería que estuvieras dolida conmigo, y
tampoco que te sintieras mal pensando en si habías hecho algo para que yo me comportase de
una forma tan... impresentable. También deseaba decirte que podemos ser sólo amigos - ¿su voz
sonaba atormentada? A este hombre podían darle el óscar al mejor actor.

-Jamás había escuchado una sarta semejante de tonterías saliendo de la boca de un hombre, y
mira que las he oído grandes – dije furiosa y entre dientes, pues Angela aún seguía durmiendo.

Estaba realmente colérica y me desconcentré de lo que estaba haciendo. Limpiaba unas tijeras
de cocina con el estropajo cuando este se me resbaló de las manos y las tijeras acabaron
provocando un largo y profundo corte en la palma de mi mano derecha. De mi boca se escapó un
agudo grito de dolor, mientras la sangre goteaba en abundancia hasta el fregadero, mezclándose
con el agua que salía del grifo.

Lo siguiente que sucedió fue muy rápido. Edward apareció a mi lado como de la nada. Alcé la
cara para mirarlo con los ojos muy abiertos por la sorpresa y quedé paralizada. Nunca había visto
esa expresión en su perfecto rostro. En su mirada centelleaba algo... animal. Una pequeña señal
de alarma se encendió en mi interior, pero la ignoré. Estaba absolutamente fascinada.

Me tomó la mano herida, la alzó delicadamente, e hizo lo último que yo hubiera imaginado. Se
llevó mi sangrante palma a la boca y la lamió. Sentí su lengua acariciando mi herida, apaciguando
el dolor hasta hacerlo desaparecer. Cerró los párpados, su hermoso rostro transformado por una
sensual expresión de placer. Mientras sentía sus labios sobre mi herida y su lengua lamiéndola
una deliciosa corriente irradió desde mi mano a mi bajo vientre, y gemí. No podía creer lo que
Edward estaba haciendo pero al mismo tiempo no quería que parara. Continuó lamiendo,
besando, con lentitud infinita, los párpados cerrados con expresión de abandono absoluto. Sin
darme cuenta el placer que sentía explotó dentro de mí y sentí humedad entre las piernas, que
amenazaban con dejar de soportar mi peso. Él clavó sus ojos en los míos, su mirada oscura y
brillante de deseo.

Un suave gruñido se escapó del fondo de su pecho y me encontré sentada en la encimera de la


cocina, aferrándome a sus cabellos y rodeándole las caderas con mis piernas, completamente
adherida a él. Me lamió los labios como instantes antes había hecho con mi herida. Entreabrí la
boca y sentí el sabor metálico de mi sangre junto a la caricia de su lengua, que invadió mi boca
regalándome sensaciones que jamás antes había sentido con un beso. Sellé mis labios contra los
suyos y profundicé el contacto, rendida. Le escuché gemir desde la lejanía del pozo donde me
sentía caer. ¿O era yo la que gemía? No había barreras, ni miedos. Ya no pensaba, sólo me
dejaba llevar. Bajé las manos y las metí bajo su camisa, ansiosa por sentir su tacto. Mis yemas se
deleitaron en la suave piel de su abdomen, cuya musculatura palpaba dura como la piedra. Él me
imitó sin abandonar mi boca, y sus dedos se deslizaron bajo mi pijama ascendiendo por mi
cintura, dejando una estela ardiente en cada poro de piel que rozaban. Me acarició la espalda y
se desplazó con lentitud enloquecedora hacia mi abdomen, deslizándose suavemente hacia mis
pechos. Ahogué un jadeo en su boca apenas los rozó, y un fuerte gemido cuando las yemas de
sus dedos acariciaron mis pezones. De pronto abandonó mi boca para acercarse a mi oído.

-Viene Angela- susurró. Seguidamente estábamos de pie en la cocina, con la ropa en su sitio,
mientras él observaba mi mano herida, que ya no sangraba, con gesto profesional.

¿Qué ha pasado? Intenté detener mis jadeos y componer una cara del tipo "oh, me acabo de
hacer daño, qué torpe soy", aunque sabía que no engañaría a mi observadora amiga. Estaba
segura de que el rubor de mi cara y el brillo de mis ojos me delataban.

-Es una herida limpia, sólo necesita unos pocos puntos de sutura- dijo Edward muy serio en
cuanto Angela entró en la cocina.

Estaba claro por la expresión que lucía mi compañera que lo que menos esperaba era esa
escena. No sé qué cara hubiera puesto de haber visto la que se había desarrollado momentos
antes. La sorpresa cambió a preocupación cuando se acercó y vio el feo corte.

-¿Qué ha pasado?- nos miró interrogante. Abrí la boca para intentar decir algo pero aún era
incapaz de hablar.

-Se cortó con las tijeras de cocina… no necesitan un afilado, eso está claro- dijo Edward.

Ang me estudiaba la expresión clavándome sus oscuros ojos. Se la veía confusa.

-Hay que suturar esto. La palma de la mano es muy delicada y hay que cuidar de que la cicatriz
no haga retracción. Tengo un equipo de cirugía menor en el coche – al oír esto miré a Edward,
incrédula. - ¿Qué pasa? Unas cuantas veces me ha ido muy bien para atender a accidentados en
la carretera- explicó.

-Preferiría que me cosieran en el hospital- negué con la cabeza. Ya habíamos tenido suficiente
contacto por hoy. Y por unos cuantos años.

-De acuerdo. Mike Newton estará encantado de hacerlo. ¿Te llevo en mi coche?- Edward alzó las
cejas con cara de angelito.

Lo miré con ira. Realmente merecía un óscar. Yo sabía que por dentro cantaba victoria pero se
guardó mucho de demostrarlo. Entretanto Angela observaba nuestra conversación como el que
mira un partido de tenis y al final intervino en nombre del sentido común.

-Bella, Edward es experto en suturas subdérmicas. Creo que lo mejor sería que él te curase. Esa
herida no pinta bien.

Exhalé con gran ruido, como el que da su brazo a torcer por la fuerza de los elementos, y asentí.
Edward salió a buscar el equipo.

-Quédate conmigo. No quiero estar a solas con él –imploré en un susurro, como si Edward
pudiera oírme desde fuera de la casa.

-No. Necesitáis hablar. No sé qué ha pasado aquí, pero seguro que no ha habido una buena
conversación- me observó de arriba abajo, suspicaz.

-No nos ha dado tiempo, ¡llegó al poco de herirme! Y además no quiero hablar con él.

-Mientes fatal, amiga. - cabeceó Ang- Y no. Tienes que hablar con él.

Edward. Sólo pensar en lo que acababa de pasar me quemaba la piel. Y ahora mi traidora amiga
nos quería dejar a solas.

-Podéis ir al comedor, está bien iluminado. Yo me quedaré en la cocina, desayunando


tranquilamente. Supongo que no necesitarás ayuda, ¿no? - dijo Angela en cuanto él entró por la
puerta. Edward negó con una sonrisa y ella se metió en la cocina y cerró la puerta, para fastidio
mío.

Observé cómo él, que se había lavado las manos, preparaba todo el ritual necesario para darme
puntos. Se colocó unos guantes y cargó la anestesia en la jeringa. Yo no podía pensar en nada,
estaba como en shock. Y él ahí estaba, aparentando serenidad. Pero me había demostrado que
sabía fingir demasiado bien.

-¿No me pones antiséptico?- no era un tema de conversación apasionante, pero me había


llamado la atención.

-No te preocupes, no se te infectará- murmuró, y comenzó a suturarme la herida. Sus ágiles


dedos se movían con tanta destreza con la aguja y las pinzas como anteriormente se habían
movido sobre mi piel. Me quedé absorta en su trabajo.

-Tu amiga quiere que hablemos- dijo con suavidad.

Aparté los ojos de mi herida y me di cuenta de que me estaba observando mientras trabajaba.
Volví la mirada hacia sus manos luchando por no ceder a la hipnosis y negué con la cabeza.

-Pero yo no quiero hablar, ¿para qué? No sirve de nada, si te vas a marchar - musité. Te ibas a
marchar sin decirme nada.

-No me iré. Es decir, no si tú no me lo pides.

-¿Ahora no te vas? ¿Y por qué te iba a pedir que te marcharas?-lo miré de nuevo, confusa. Ahora
sí que no entendía nada de nada.

-Bella, ¿no has notado nada extraño en lo que ha pasado antes?- respondió alzando una ceja.

Vale, volvía el turno de sonrojarme.

-Sí.

-Y no… ¿no sientes temor? -me estudiaba atentamente la expresión, mientras daba otro punto a
mi herida.

Rebusqué en mi interior. Sólo podía recordar la pequeña alarma que había sentido cuando vi su
expresión, una alerta que había ignorado sin esfuerzo. Edward era más extraño de lo que hubiera
imaginado y mi mente racional reconocía que debería estar como mínimo inquieta, pero mi
corazón y mi instinto confiaban en él.

-¿Debería sentir temor? Dímelo tú- ahora era mi turno.

-No, ahora estoy seguro de que jamás te haría daño -repuso tajante.

-Pero antes lo creías –susurré, pensativa. ¿Por qué temía hacerme daño? Lo que me haría daño
sería dejar de verle. Él me dirigió una dolorida mirada y asintió. -Entonces si tú ya no tienes tu
razón para marcharte yo no te pediré que lo hagas.

-Quizá lo hagas cuando sepas más de mí- me acabó de colocar el vendaje y tomó mis manos
entre las suyas, clavándome una mirada intensa.
-¿Qué he de saber? ¿Eres un criminal?

-No.

-¿Pues qué?

-Bella… antes de decidir debes conocerme un poco mejor, pero por hoy basta de
descubrimientos; será mejor que me marche - me soltó las manos con suavidad y se levantó. Le
seguí de forma automática.- ¿Cenas conmigo el lunes? O el martes si estás demasiado cansada
de la guardia de mañana- dijo desde la puerta.

-El lunes está bien- aseguré.

Me dedicó una sonrisa que para no variar me hizo temblar las piernas e, inclinándose, rozó
apenas mis labios con los suyos. Involuntariamente inspiré su aroma con fuerza.

-Despídeme de Angela.

Esta salió de la cocina en cuanto oyó la puerta cerrarse.

-Parece que ha ido bien-sonrió al verme la cara.

Edward es muy raro, pero Bella también tiene su punto...¿no?

Dejadme un comentario si os ha gustado. Hasta el fin de semana.

Uff, qué subidón tengo hoy con ciertas imágenes de Amanecer que se han filtrado nada
inocentemente. Tanto subidón que cuelgo el capítulo antes del fin de semana. Estos dos
aún tienen ciertas cosas que aclarar antes de.. eso. Pero no queda mucho.

Aviso: cuando Edward y Bella (los de esta historia) se relajen un poco y se dejen de tantas
tonterías, no colgaré capi más de dos veces por semana.

Gracias a las lectoras por vuestros comentarios, sin los que no tendría sentido ir colgando
capítulos, y bienvenidas las nuevas. Gracia Maria José.

Capítulo 11

BPOV

Ángela se marchó a pasar el sábado con Jake. Yo tenía trabajo que hacer y me negué a
acompañarles a pesar de su insistencia. Aunque si no hubiera tenido tareas me las habría
inventado, su relación estaba dando un paso adelante y no pensaba entorpecerla. Y a mí me
vendría muy bien algo de tiempo para pensar.

Aparté la vista de la pantalla después de haber leído el mismo párrafo diez veces y no haberme
enterado de nada. Definitivamente, el Pediatric Nephrology debía irse a tomar viento. Sólo tenía a
Edward en la cabeza.

Fui a prepararme un café. Estaba en la cocina, e involuntariamente vívidas imágenes de lo


sucedido por la mañana me llenaron la mente. Todo era extraño. Recordé sus palabras. Él dijo
que se marcharía sólo si le pedía que lo hiciera. ¿Qué había pasado para que cambiara de idea?
Me había lamido la sangre de la herida. No, definitivamente eso no era normal. Nos habíamos
besado. Esto sí era más normal, y no era la primera vez que pasaba. Intenté pensar con lógica.
Edward había probado mi sangre y no se marchaba porque entonces ya no creía ser peligroso
para mí. ¿Por qué hizo aquello y por qué fue todo tan… erótico? Me sonrojé sólo de recordarlo.
Lo peor era que él se había dado cuenta, lo vi en su expresión. Fue entonces cuando me arrastró
a la encimera y me besó.

El café subió con un ruido borboteante. Me lo serví y me senté a la mesa de la cocina.

Pensaba. Me venían a la cabeza ideas locas, personajes como Hannibal Lecter. Sólo eran
pensamientos absurdos, yo le creía cuando decía que no era un criminal, pero mi imaginación
podía más.

Había más cosas extrañas en él, como lo veloz que parecía moverse a veces, pero eso podía ser
una falsa percepción mía, me turbaba tanto su cercanía que mis sentidos parecían funcionar
peor. La sangre. Eso era lo más raro de todo. Ahí debía estar la clave.

De pronto una idea se encendió en mi cerebro: nunca había visto comer a Edward, como mucho
tomar un sorbo de café el día que salimos. ¿Sangre? ¿Un cirujano al que le gusta beber sangre?
Solté una carcajada medio histérica. Me iba a volver loca. ¿Cómo podía pensar en esas cosas?

Seguí sorbiendo el café. Quizás Edward tenía alguna enfermedad del metabolismo que yo no
conocía. Eso debía ser. Me dirigí al ordenador. Absurdamente miré a mi espalda antes de teclear
en la web de la Librería Nacional de Medicina. Me sentía ridícula con lo que estaba haciendo,
pero usar la lógica científica era la única forma que veía de plantearme la cuestión si no quería
que peligrara mi salud mental. Crucé los términos "sangre" y "alimentación" en mi búsqueda. La
mayoría de artículos que resultaron eran para veterinarios. Otros hablaban de picaduras de
artrópodos, pero ninguno de gente que se alimentara de sangre. Por lo menos tampoco había
ningún artículo de revista psiquiátrica sobre locos que bebían sangre de sus parejas, ya era un
punto positivo. Y yo quería ser positiva.

Empezaba a estar muy turbada. Miré la hora… las cuatro de la tarde, quedaban un par de horas
antes de que Angela volviera. No podía quedarme así hasta el lunes. Tenía que hablar con él.
Tenía que preguntarle, no sabía cómo, pero encontraría la manera. Al fin y al cabo él me había
dicho que me explicaría más cosas… que quizá no me iban a gustar. ¿No me gustaría si supiera
que bebía sangre? No me resultaba una idea agradable, pero… de dónde sacaba esa sangre era
lo importante. Dios, estaba hecha un lío.

Me detuve un instante antes de darle al botón de llamada ¿Confiaba en él? No era racional hacer
lo que iba a hacer, pero ya había admitido que Edward se había bebido todo mi sentido común. Y
contra toda lógica sí, confiaba en él.

-¿Bella? ¿Estás bien?-sonó precavido.

-No. Sí. No, quiero decir que estoy bien pero si no hablo contigo ahora voy a enloquecer. Si es
que no me falta ya un tornillo.

-¿No quieres esperar hasta el lunes? Sería lo mejor.

-Creo que no. A menos que quieras que pase la noche en vela y mañana cometa un error médico
del cual te haré responsable, por la falta de sueño- amenacé. Él rió. Cómo me gustaba escuchar
ese sonido.

-Vale, pequeña manipuladora. ¿Y quién te dice a ti que después de hablar conmigo podrás
dormir? – repuso. Tocada.

-No lo sé, pero te aseguro que en la situación actual no dormiré- insistí.


-Bien…- pareció dudar un instante- No quiero ese cargo sobre mi conciencia. ¿Te paso a buscar
ahora?

-Te espero.

Me puse lo primero que encontré, unos pantalones muy viejos y un jersey grueso bastante feo,
que guardaba solamente porque era cálido. De calzado, unas gruesas botas de montaña. No
quería parecer demasiado interesada en arreglarme, sólo íbamos a hablar, no quería que lo que
sentía por él me arrastrara como solía suceder últimamente. Intenté estar poco o nada "sexy".
Pero me dejé el cabello suelto… claro, era por el frío.

Suspiré ante el espejo. ¿A quién quería engañar? Sabía que a él le gustaba más así.

Mis propósitos fueron absolutamente inútiles, tal como comprobé al abrir la puerta. Me observó de
arriba abajo admirativo, como si llevara puesta carísima ropa de firma en vez de un jersey anti-
ligue.

-Eres preciosa. Aunque te empeñaras más aún en no estar guapa jamás lo conseguirías – me
dijo, burlón. Me sonrojé.

-No me he empeñado en nada, es mi ropa de más abrigo y te agradecería que lo respetaras -


mentí a medias mientras me ponía el anorak que colgaba al lado de la puerta.

-Claro, claro- se rió, tendiéndome la mano- ¿damos un paseo por el bosque? O lo que quieras. A
lo mejor prefieres que haya gente a nuestro alrededor- comentó como indiferente, pero atento a
mis reacciones.

-¿Por… por qué iba a preferir eso?-farfullé, perdida en su mirada.

-Hum, no sé… ¿no te parezco un tanto extraño? ¿No tienes instinto de supervivencia, Bella
Swan? ¿No te enseñó tu madre a no fiarte de los tíos raritos como yo?

-Eres raro hasta decir basta, Edward. Pero confío en ti, y no me preguntes por qué – respondí,
cabreada por su alusión a mi falta de sentido común. Aunque, por otra parte, estaba de acuerdo
con él.

Le tomé la mano y salimos, cruzando la carretera y adentrándonos en el bosque. La tierra estaba


todavía cubierta de nieve en algunas zonas, en otras la hierba estaba húmeda. El olor mezcla de
tierra y vegetación mojada se mezclaba con el aroma del hombre que caminaba a mi lado,
deleitándome.

Me tuve que poner los guantes, porque tenía las manos heladas. Edward también, pero no
parecía importarle. Caminábamos en silencio. Yo solía estar incómoda con ese tipo de
situaciones a menos que tuviera mucha confianza con la otra persona. Pero con él podía
limitarme a andar, respirar, disfrutar de su mano sujetando la mía, sin decir nada en absoluto. Era
extraño.

Estuve cavilando cómo empezar con lo que quería decirle y que no pensara que estaba loca. Él
aguardaba a que yo tomara la palabra.

-Edward… ¿por qué has hecho lo de antes?- fui directa, ya que no se me ocurría cómo hacerlo de
otra forma.

-¿Besarte? Es obvio, ¿no? -lo miré enfadada. Me estaba tomando el pelo otra vez.

-Sabes a lo que me refiero- repuse, seria. Suspiró.


-De acuerdo- tomó aire con fuerza.- Ha sido el olor de tu sangre. Me ha trastornado- lo miré
mientras caminábamos. Él miraba al frente. Pasó un largo rato hasta que prosiguió - Bella, yo no
puedo alimentarme como tú… mi metabolismo sólo procesa la sangre- dijo.

Así que yo no andaba desencaminada.

-¿De dónde la sacas? ¿Del ... banco de sangre del hospital? - no podía admitir otra posibilidad.

-¿Qué! ¿Cómo puedes pensar que haría eso? ¡Robarles la sangre a los pacientes! ¡Con lo que
escasea! -se le veía tan indignado porque yo hubiera sido capaz de pensar eso de él que no pude
evitarlo y me dio un ataque de risa. Él me miró como si temiera por mi salud mental.

-Perdona. Es la conversación más absurda de toda mi vida- expliqué entrecortadamente. No


podía parar de reír. Yo también empezaba a dudar de mi sano juicio, porque en el fondo no
dejaba de encontrar un tanto divertida la situación.

-Tienes un sentido del humor un tanto peculiar, Swan - frunció el ceño.

-Lo siento. Ya está. Ya me calmo. Son sólo… nervios. Entonces, ¿de dónde sacas la sangre?

-Bella, te he hablado de sangre, pero en ningún momento he dicho que sea sangre humana.
Cazo. Animales- concretó. De pronto sentí un tremendo alivio ante lo obvio, tan enorme que casi
creía que me iba a estallar el pecho.

-Animales…- repetí, pensativa.- ¿Hueles la sangre? – de pronto paró y se puso frente a mí,
alzándome el mentón.

-La huelo. Normalmente no tengo problema, ni siquiera en el trabajo. Pero el olor de la tuya… me
hace perder el control- observé un leve atisbo de la expresión animal que había mostrado por la
mañana.

-Lo normal al escuchar eso sería salir corriendo, pero no sé cómo tus palabras me producen el
efecto contrario. Tengo un problema contigo - murmuré sin apenas voz. Esa mirada, su presencia,
me atraían, me embrujaban.

-Sí, está claro que tienes un grave problema- se inclinó sobre mí, las manos sobre mi rostro.
Sentía su aliento embriagador acariciándome, encendiéndome - Hueles demasiado bien. Y sabes
aún mejor. Podría volverme adicto a ti- sus labios estaban demasiado cerca. Hice acopio de la
poca voluntad que conservaba, puse las manos en su pecho y me separé de él una distancia
prudencial.

-Edward. Hablemos.

-Perdona ¿tenías más preguntas?-sonrió.

-Ahora no recuerdo- él rió y me atrajo hacia sí, abrazándome.

-Yo sí tengo preguntas- murmuró cerca de mi oído- ¿Siempre reaccionas así cuando te lamen las
heridas?- dijo con voz sensual. Me ruboricé hasta la raíz del cabello.

-No lo sé porque es la primera vez que me lo hacen. Dímelo tú -contraataqué- ¿Es normal que las
chicas reaccionen así cuando haces eso?- me miró serio sin soltar su abrazo.

-No lo sé, también era mi primera vez. Ya te he dicho que nunca antes me había descontrolado.

-¿Nunca habías probado la sangre humana? - pregunté con un hilo de voz. Empezaba a
inquietarme cada vez más el rumbo de la conversación.

-Sí, sí lo hice, hace muchísimo tiempo- suspiró y me observó atentamente la cara- Bella, ¿no te
preguntas cómo se llama mi trastorno?- me separó de él sin soltarme completamente pero sentí
frío, percibiendo el vacío entre los dos. Negué con la cabeza. Aún estaba procesando lo que
acababa de decirme - ¿No lo quieres saber?- repetí el gesto. No quería saberlo. No ahora. Él
tenía razón, bastaba de descubrimientos por hoy.- ¿Volvemos a tu casa?- Afirmé con la cabeza.
No tenía nada que decir, mi mente estaba en blanco.

Volvimos para casa cogidos de la mano y en silencio. Yo continuaba incapaz de pensar. Sólo se
repetían sus palabras en mi mente como un eco, como si mi cerebro estuviera vacío.

-¿Quieres que mañana te lleve al trabajo?-preguntó con inseguridad.

-¿Eh?- definitivamente mi mente ya estaba dañada, o no contestaba o me salían monosílabos.

-Bella, tienes el coche en el taller, supongo- abrí mucho los ojos. ¡Era cierto! Ni siquiera lo había
pensado.

-Si no te importa madrugar un domingo…-paré cuando me miró como un padre que pilla a su hijo
cometiendo una falta.

-¿Prefieres que te lleve Angela, o ir a pie? Bella, no te preocupes por mi sueño.

-De acuerdo… ¿mañana a las 7.30 aquí?- habíamos llegado a la puerta de casa. Él asintió. Nos
quedamos mirando; sus ojos tenían un fondo de tristeza y duda.

-Hasta mañana, pues- me apretó la mano y se giró para marcharse.

-Edward - me acerqué a él, me puse de puntillas aferrada a su cuello y le besé los labios
desplazándome por ellos con suavidad, lenta y tiernamente. Sonrió contra mi boca.

-Gracias por confiar en mí - apoyó su frente contra la mía durante unos instantes y se despidió.

Cuando llegó Angela yo continuaba siendo un manojo de nervios. Intentaba calmarme


preparando una cena que no sabía si iba a poder probar, mientras ella me explicaba el día tan
maravilloso que había pasado con Jake, y que se habían besado. Me alegré mucho por la noticia.
¡Por fin! Se la veía resplandeciente. Habían quedado para verse mañana.

-Bueno, ahora tú. Por cierto – me observó de arriba abajo- ese jersey y esos pantalones están
diciendo "hay unas estupendas rebajas de moda en Port Angeles y mejores aún en Seattle".- Yo
me miré la ropa y luego a ella.

-Pasa de mí. Es calentito. Y no tengo nada que contar- zanjé mientras vigilaba atentamente las
hamburguesas de la plancha.

-Os habéis besado. Habéis hablado. Y no hay nada de contar. Vale - repuso burlona.

-No… Espera ¿cómo sabes que nos hemos besado?

-Bueno. A ti se te lee en la cara como un libro abierto. Edward disimula muy bien, pero de cintura
para abajo… no - estalló en risas mientras mi rostro se encendía en llamas.

-¡ANGELA! Eres… -volví a voltear las hamburguesas-. Vale, esta mañana nos hemos besado,
pero ahora no tengo ganas de hablar del tema, es… complicado- si se me ocurría soltarle a mi
amiga lo que me había dicho Edward pensaría que era una broma de mal gusto o peor.
Decidimos cenar viendo una película. Fui repasando las que teníamos encajadas en el mueble
del comedor. "El silencio de los corderos" o "Drácula de Bram Stoker" no eran buenas opciones.
Mejor "Full Monty", al menos nos reiríamos un rato.

Me acosté pronto, pero tuve la precaución de tomarme un ansiolítico. No me gustaba hacerlo pero
mañana trabajaba las 24 horas y sabía que de no tomarlo no dormiría. Cuando fui a poner el
despertador en el móvil vi que había un mensaje de Edward. Con el corazón acelerado lo leí.

"Buenas noches, Bella. Espero que puedas descansar. Anhelo que llegue mañana para volver a
verte, pero si tú no deseas verme más sólo dímelo y desapareceré de tu vida.

E."

Sin pensarlo un instante contesté. Mi ya escasa prudencia desaparecía por completo con este
mensaje.

"Yo también deseo volver a verte, rarito Cullen. No me sacarás de tu vida tan fácil. Buenas
noches.

B."

La respuesta no se hizo esperar.

"Tú ya estás en mi vida, temeraria Swan. Hasta que lo decidas. Buenas noches

E."

Sonreí con su respuesta y cerré la luz. Inmediatamente me dormí. Fue una noche sin sueños.

EPOV

Cuando acabé de hablar, Carlisle se levantó y se quedó mirando por la ventana, las manos en los
bolsillos. Esme seguía sentada a mi lado frente a la chimenea, pensativa. Les había contado a
ambos el incidente de la mañana con la sangre de Bella, así como nuestra pequeña
conversación.

-Es una chica extraña. Por lo que dices no sólo no se asustó con tu reacción sino que cuando le
hablaste de tu "dieta especial" no salió huyendo – continuaba desconcertado.

Por respeto a nuestra intimidad no le había explicado a Carlisle que Bella no sólo no se había
asustado sino que había disfrutado sensualmente de mi reacción. Sólo de recordarlo se
despertaba mi propia lujuria.

-No. Y creo que puedo confiar en ella.

-¿Estás seguro? ¿Vas a explicárselo todo?- se giró y me observó con reparo.

-Sí… bueno, todo de golpe no. Sería demasiado. Es lista. Le diré lo más importante, y lo demás lo
deducirá ella.

-¿Has pensado a lo que te expones?

-A volver a empezar en otro sitio. Sólo eso ¿crees que alguien la creería si repitiera lo que
escuche de mi boca? Pero no dirá nada. Ella, Carlisle, es distinta.

-Me tiene realmente sorprendido lo que sientes por ella, y más aún que ella te corresponda a
pesar de lo que ya sabe de ti. Pero no olvides que te arriesgas a más cosas, Edward. Te estás
enamorando, si es que no lo estás ya. Pero ella es humana, su existencia…

-Ya lo sé - corté-. Pero me he hartado de pensar. Y no voy a decidir por ella. Que sea ella la que
elija si me quiere o no en su vida, y de qué forma.- Miré a Esme y me sonrió, maternal. Luego
hubo un breve cruce de miradas entre ellos dos y Carlisle pareció más convencido.

-Hijo, creo que ya has sopesado todas las posibilidades. No sé cómo saldrá esto, pero está bien
que sigas adelante si crees que debe ser así, y respeto tu decisión - dijo ella. Carlisle se limitó a
asentir, con la duda aún escrita en los ojos.

-Gracias por vuestro apoyo. Lo necesitaba- les sonreí.

El próximo domingo o lunes (mañana seguro que no ;-)).

Gracias por comentar.

Feliz domingo. Muchas gracias por vuestros comentarios, espero que esto os siga
gustando. Los Cullen irán apareciendo poco a poco, aunque advierto que no es uno de
esos fics donde tienen presencia constante. Bella está un poco loca, cierto. Pierde la razón
cuando se trata de Edward, sólo así se puede entender que no haya echado a nadar sin
parar hasta llegar a Australia cuando Edward le dice lo de la sangre ;-) Y ya no me enrollo
más. Gracias MJ y P.

BPOV

A aquella hora aún había oscuridad, pero en el silencio de la madrugada escuché el motor del
coche cuando llegó, puntual. Tomé el abrigo y salí. El aire frío de primera hora de la mañana era
estimulante... aunque no tanto como el hombre que me estaba esperando.

Me observaba de pie, apoyando la barbilla sobre las manos, que tenía cruzadas sobre el techo
del coche.

-Buenos días, temeraria - sonrió y se dirigió al lado del copiloto, abriéndome la puerta- ¿Cómo
has dormido?

-Muy bien, rarito - reí acercándome a él.

Tenía pensado no acercarme demasiado, subir al coche, charlar tranquilamente. No contaba con
el imán, esa invisible fuerza que había entre él y yo que me arrastraba sin poderlo evitar. Bastó un
leve roce al pasar por su lado, su mano con la mía. No se quién empezó, pero al segundo
siguiente su boca y la mía estaban fundidas en una sola, nuestras lenguas moviéndose la una
junto a la otra, acariciándose dulce, lentamente. Me abrazó por la cintura, acercándome más a él,
y yo me colgué de su cuello como si me fuera la vida en ello. Sentía fuego en las venas, un calor
que me abrasaba y que sólo él con la frescura de su piel podía calmar…

-Bella…-pidió hablando contra mis labios- sepárate de mí. Yo… no puedo. Llegarás tarde.

Joder. Tenía razón… y qué manera de comenzar el día. Hice una respiración profunda y puse mis
manos sobre su pecho, haciendo lo que me había pedido. Sin mirarle para evitar nuevas
tentaciones entré en el coche.

Puso el coche en marcha. Mientras, yo intentaba normalizar mi respiración.

-No te quites el abrigo ¿Te importa que abra las ventanas?- dijo mientras encendía el motor.
¿Las ventanas? ¿A cero grados? Me sentí confusa y sin pensarlo me cogí un mechón de cabello
y lo olí. Olía a fresia, mi champú favorito.

-Bella, hueles muy bien... demasiado bien -explicó él al reparar en mi gesto.

-¿Tan fuerte es para ti?- inquirí, comprendiendo.

-Ni te lo imaginas. Estar a tu lado es un continuo ejercicio de fuerza de voluntad.

Quedé pensativa, mientras Edward maniobraba para tomar la carretera hacia el hospital.

-¿Voluntad? ¿Para hacer o evitar qué? -me observó con atención y le correspondí - Edward, te
creo cuando dices que no me harías daño. Pero quiero saber más.

-Tienes derecho a saberlo. Tu aroma, Bella, me provoca una mezcla intensa de deseos. Cuidarte.
Protegerte. Deseo físico, de tu cuerpo, y… de tu sangre -dijo bajando tanto la voz que a duras
penas lo pude oír. Sentí un escalofrío, pero no supe distinguir si era por la temperatura o por lo
que acababa de escuchar. Me concentré en borrar la última palabra de mi mente y centrarme en
el resto. El resto estaba bien.

-¿Y hay alguno de esos impulsos que sea más fuerte?-inquirí intentando aparentar indiferencia.
Como si fuera a engañar a alguien. Podía escuchar mis propios latidos retumbando como un
tambor. Aguardé un segundo, tensa, esperando su respuesta.

-Bella… sólo piensa en el único momento en que he perdido el control. Y ¿sabes? No me


arrepiento. Ni de eso, ni de lo que vino después. Porque comprobé que tienes razón. Jamás -
intensificó la palabra al pronunciarla-te haría daño.

Mi inconsciente me gritaba una palabra, pero no lo escuché. No hoy, no ahora. Analicé mi estado
físico y su tono de voz y decidí que era mejor terminar con el tema, de momento. El resto del
corto viaje hasta el hospital permanecimos en silencio. Una vocecilla dentro de mí me decía que
tenía que dejar esta extraña historia, pero no me fue difícil acallarla. Yo misma no me reconocía,
pero no temía a Edward. Me daba igual que se alimentara de sangre de animal. Me daba igual
que su olfato fuera tan fino como el de un animal salvaje. Me daba igual todo lo que no fuera
perderme en esos ojos siempre que pudiera. Punto.

Estaba amaneciendo, y comenzaba a llover un poco. Me esperaba un día pesado y tendría que
concentrarme en el trabajo.

-Te dejaré lejos de la puerta de entrada. Supongo que no querrás que te vean bajar de mi coche-
murmuró rompiendo el silencio.

-Edward, si es por eso ya no me importa. No quiero ir escondiéndome. E imagino que tú tampoco.

-¿Estás completamente segura?- giró la cabeza para mirarme y asentí con convicción. Él sonrió,
sorprendido- ¿Estás preparada para el intenso acoso de los paparazzi? -repetí el gesto-
Entonces, ya que lo hacemos, hagámoslo bien- su tono de voz sonó travieso.

Edward aparcó en el parking exterior. Salimos del coche y me tomó de la cintura. Caminando
rápidamente bajo la fina lluvia nos dirigimos al vestíbulo del edificio. De camino nos encontramos
con el personal que iba llegando para comenzar la guardia. Si ya noté varios pares de ojos
clavados en nosotros la tarde que me tomé un café con él, la sensación ahora se multiplicó. Ya no
eran sólo miradas, algunos pasaban por nuestro lado y giraban la cabeza para seguirnos con la
vista.
-No podría ser estrella de cine jamás. Esto es bastante… incómodo. Por cierto, ¿qué haces, me
vas a acompañar a los vestuarios?

-Por supuesto - contestó con una sonrisa pícara. Algo tramaba.

Después de un recorrido digno de alfombra roja, donde Edward fue saludando a todo el mundo y
yo no sabía dónde mirar, llegamos al pasillo de los vestuarios. Me entretuvo conversando unos
minutos hasta que ya no hubo nadie por el pasillo.

-Vale, nos separamos aquí, ya, ahora, o llegaré tarde. ¿No pretenderás acompañarme hasta
dentro del vestuario femenino?

-No… aunque por falta de ganas no es; sólo voy a zanjar un asunto- me alzó la barbilla y depositó
un tierno beso en mis labios, demorándose unos segundos sobre ellos, acariciándolos con los
suyos.

Volví a inspirar con anhelo para quedarme su aroma en un gesto que ya era casi inevitable cada
vez que lo tenía cerca de mí. Escuché unos pasos cerca y automáticamente me separé de él.

-Buenos días, Mike- saludó Edward con mucha cortesía.

La cara de Mike Newton era un poema.

-Buenos días- dije yo también. Mike masculló algo ininteligible y siguió caminando en dirección a
la salida. Miré a Edward con el ceño fruncido y apoyé un dedo acusador sobre su pecho.

-No sé cómo lo has hecho para saber cuándo salía del vestuario pero esto lo has estado
tramando hace rato- él a duras penas se aguantaba la risa.- Edward Cullen, ahora tengo prisa,
pero ya hablaremos mañana- le regañé.

Me puse de puntillas, le di un beso rápido en la mejilla y entré disparada a cambiarme. Cuando


salí ya no estaba. Fui corriendo por el pasillo y las escaleras, y no paré hasta llegar a la planta de
pediatría.

Mónica me esperaba con el busca en la mano y mirada de reprobación. Me disculpé por llegar un
poco tarde, sabía lo mal que se pasaba cuando el compañero que entraba de guardia se
retrasaba aunque fuera un minuto… cada segundo con todo el cansancio acumulado se hacía
más y más pesado.

La mañana fue cansadísima por la cantidad de trabajo. Debido a la bajada de temperaturas los
casos de gripe e infecciones respiratorias diversas habían aumentado y Urgencias estaba
colapsado de pacientes de todas las edades. Eran casi las tres de la tarde cuando pude ir al
comedor, ingerir el sucedáneo de comida en quince minutos y volver al trabajo. Hoy tenía la gran
suerte de estar de guardia con Emily, que bajaba a echarme una mano cuando la planta y los
paritorios le permitían. El día también se había complicado para ella.

Casi sin darme cuenta llegó la medianoche. En aquel momento la afluencia de enfermos se había
calmado y pude sentarme a descansar y tomar un café. Hasta ese momento apenas había
pensado en nada que no fueran fiebres y toses, y no me había dado cuenta de las miradas de
soslayo que me dirigía el personal de urgencias. Ahora sí.

En la salita estaban Jared, Thomas, que era el residente de cirugía, Lauren, la de medicina
interna, y Susan, una enfermera. Estaban charlando animadamente pero callaron en cuanto hice
mi aparición. Les ignoré y me serví el café. Fue Lauren la que habló.
-No sabíamos que salías con Cullen- dijo con descaro.

Nos caímos mal desde el primer día que nos vimos, así que estuve tentada de mandarla a la
mierda, sabiendo que era tan envidiosa como Jess, de la que era muy amiga. Sin embargo, decidí
que si intentaba ocultarlo sería peor.

-Sí. Hace poco tiempo- sorbí mi café.

-Vaya, es duro para una relación reciente que se marche uno de los dos a trabajar en otra
ciudad... eso podría poner a prueba cualquier relación - dijo con voz de pito.

Era peor que Jess. Lo cierto es que no sabía qué iba a hacer Edward. Recordé que mañana
debía presentarse en Seattle pero habíamos quedado para cenar. Él había dejado claro que sólo
se iría si yo se lo pedía, y yo no había hecho eso… aún.

-Supongo- era la respuesta menos comprometedora ante la duda.

Ante mi silencio Jared pasó a un tema distinto y nadie me planteó más preguntas que, por otra
parte, no habría contestado. Le agradecí el cable con la mirada.

-Bella, hay un niño con fiebre- me comunicó Karen, la otra enfermera de Urgencias.

Estaba agotada pero me acabé el café y me dirigí al box de pediatría. Luego me tomaría otro.

Cerca de la madrugada subí a la planta. En Urgencias no quedaban niños, y quería ver cómo
estaba Emily para partirnos el resto de la noche. Me la encontré sentada sola en el cuarto de las
enfermeras, con cara de agotamiento.

-Bella, acabo de sentarme… ahora te iba a llamar. ¿Te parece bien trabajar el primer turno hasta
las cinco y media? Aunque si estás muy cansada puedes quedarte el primer turno de descanso.

-Qué dices, estás tú peor que yo.

-Bueno, es cierto que no me he aburrido… me han llamado para cinco partos y una cesárea,
parece que se han puesto de acuerdo todas las embarazadas del lugar. No sé si será la fase de
la Luna. Luego están los cuatro ingresos que hemos hecho. Y el resto de la planta estaba fatal,
algunos con fiebres altas, otros respirando mal, y las madres agobiadísimas. Ahora se han
calmado todos, por fin.

-A veces creo que lo peor de la especialidad es lidiar con la angustia de los padres- comenté,
pensativa.

-Lo comprenderás mejor si alguna vez eres madre. Yo con mi primera hija me transformé en una
madre histérica, -dijo carcajeándose- menos mal que James conservaba la calma, porque yo
habría venido al hospital cada semana.- Debí poner cara de incomprensión total porque añadió-
James Watson es mi ex esposo. ¿Nadie te lo había dicho hasta ahora? ¡No me lo puedo creer!-
rió.

-No…

-Sí, nuestra separación fue una de las comidillas de este pequeño hospital. Tras el divorcio él
marchó a Seattle y consiguió la jefatura en el Hospital Infantil. Unos dijeron que se marchó porque
aquí yo le hacía sombra, y a esos les supo mal que siguiéramos siendo amigos. Dolió, aunque no
debería importarme la opinión de esa gente. Ahora te toca a ti… no te preocupes, todo pasa.-
Puse cara de sorpresa y prosiguió- Bella, llevaba sólo un par de minutos con el uniforme puesto y
ya me había enterado de que estás saliendo con Edward Cullen- explicó.
-Vaya… sí, parece que salimos juntos -no sabía qué más decir. A Emily no le gustaba mezclar la
vida laboral con la personal, y eso estaba bien en una jefa, pero quizá influenciada por el
cansancio y la noche me estaba haciendo confidencias.

-Una de las peores cosas de los chismorreos es cuando los provoca la envidia. Y Edward es el
soltero más deseado del hospital. Ni siquiera su fama de poco sociable le ha librado del acoso.
Muchas no sólo lo buscan por el atractivo, sino por posición social, dinero… debes ignorar lo que
oigas - asentí. Emily estaba muy habladora, me gustaba - Y bien, ¿cuándo te marchas a Seattle?
Me dijiste en abril, pero necesito planificarme.

-No lo sé… Emily, dame un par de días y te lo confirmo. ¿Y si me marchara el tercer trimestre, o
no… lo hiciera?

-Piénsalo bien, Bella. Me gusta tenerte aquí pero la estancia en el Infantil te dará mucha nota en
el currículo. Podrás publicar en revistas de prestigio. Más opciones de trabajo en grandes
hospitales, aquí o en tu país. Además, ¿Edward no se va a Seattle también? Podréis estar juntos.

-Sí, lo sé- suspiré - pero necesito aclararme las ideas.

-Sí, las 3 y pico de la madrugada no es hora de tener las ideas muy claras, y más después de
llevar trabajando sin parar desde las 8 de la mañana - dijo mirando su reloj.

Decidió marcharse y yo me quedé tumbada en el sofá del despacho de pediatría, esperando que
fuera mi turno para acostarme. Notaba una leve irritación de garganta, que atribuí a haber
hablado mucho durante la guardia.

Me desperté por el dolor. Sentía el cuerpo como si me hubieran dado una paliza. Primero pensé
que era por haberme dormido en el sofá, pero al incorporarme el dolor aumentó y sentí como un
mazazo en la cabeza. Notaba la garganta en carne viva y calor, mucho calor.

-Joder, la gripe- dije para mí con voz que no parecía la mía. Me volví a tumbar en el sofá, sin
fuerzas para nada.

Allá me encontró Emily. Tras regañarme por no haberla avisado, darme un analgésico y
asegurarse de que de verdad era gripe me acompañó a mi casa, prohibiéndome volver al trabajo
en una semana.

Durante todo el lunes estuve durmiendo. Angela me iba trayendo zumos y analgésicos que yo
tomaba para inmediatamente volver a caer en la inconsciencia. Hubo un momento en que
desperté… había anochecido, la tenue luz de las farolas de la calle se filtraba a través de las
cortinas. Percibí la presencia de alguien en la oscuridad de mi habitación.

-Angela, estoy bien. Vete a la cama.

-Angela tiene turno de noche, Bella.

-¡Edward!- Me incorporé bruscamente en la oscuridad, sólo para acostarme inmediatamente al


sentir un intenso dolor de cabeza. Lo primero que pensé fue que debía tener una pinta horrible,
por no hablar de mi olor- ¿Qué haces aquí?- dije con voz débil.

-Teníamos una cita, ¿recuerdas?- se sentó en la cama y vi su silueta recortada contra la


penumbra. Sentí su fresca mano acariciándome la sudorosa frente. El contacto era relajante.

-Sí, pedazo de cita…- sentía la boca seca y alargué la mano para coger el vaso de agua. Él se
adelantó y me lo acercó, ayudándome a incorporarme para beber- Edward, vete a casa,
descansa. Estaré bien.- Estaba pringosa de sudor, despeinada, y seguramente no olía nada bien.
Pero quería y no quería que se fuera. Estaba tan bien en sus brazos…

-No. Y no te canses insistiendo. Ya le he dicho a Angela que me iba a quedar toda la noche.

-Eres un exagerado- dije en un susurro para intentar no agravar el dolor de cabeza- sólo es una
gripe. Y tú mañana trabajas. ¿Cómo vas a pasar la noche conmigo? No es buena idea.

-Me conformaré si mañana me respetas después de pasar la noche juntos- dijo muy serio, con lo
que no pude evitar reír con voz rota y que se agravara mi dolor de cabeza. Me la sujeté fuerte
como si así pudiera calmarlo.- Lo siento… recuéstate, Bella. Te traeré paracetamol, Ángela me ha
mostrado dónde lo guardáis.

Aproveché que Edward se ausentó hacia la cocina para ir al baño, lo necesitaba con urgencia y
no quería que me viera con el aspecto que llevaba. Me habría cambiado de pijama pero no tenía
ni fuerzas para ello. Por lo menos me enjuagué rápidamente la boca con elixir dental. Cuando
volvió ya estaba de nuevo en la cama.

-Abajo hay un sofá cama. No hace falta que estés aquí conmigo -insistí después de ingerir el
comprimido con un poco de agua.

-¿Te molesta mi presencia?

-No, pero…

-Entonces buenas noches- cortó, besándome con suavidad en la pegajosa frente, para luego
acomodarse en el sillón al lado de mi cama.

-Cabezota…- refunfuñé mientras me cubría con el edredón.

-Testaruda…- repuso, imitando mi tono de protesta.

Y sin darme cuenta me dormí.

El siguiente martes o miércoles. Gracias a todas por todos vuestros comentarios, chicas.

Aquí está el siguiente, unas horas antes del martes. Este capítulo podría titularse "la
conversación". El siguiente... "el esperado". Veréis que hay unas pequeñas diferencias con
los vampiros de Meyer. He leído otras sagas vampíricas y cada una tiene su propia receta
de vampiro, con los rasgos comunes del apetito por la sangre, la (casi)inmortalidad, la
fuerza y velocidad sobrehumanas. Esto lo he mantenido porque creo que es lo que
importa.

Capítulo 13

EPOV

Desde la cocina escuché que Bella se había levantado para ir al baño. Me tomé mi tiempo y la
dejé hacer. Cuando entré en la habitación percibí el mentol y sonreí. Ella pensaba que olía mal.
No era consciente de que su maravilloso olor, el que le daba su sangre, era para mí más intenso
que cualquier otro que pudiera percibir. Y más ahora; la fiebre había dilatado sus capilares,
esparciendo su aroma por toda la casa. Tuve que dejar de respirar por unas horas.

Volvió a dormirse. Escuchar su ritmo respiratorio me resultaba relajante. A medianoche


reapareció la fiebre alta. Sabía que era una reacción del sistema inmune pero no dejaba de
preocuparme. Me removí en el sillón, ansioso, sintiéndome inútil. Te aguantas, Edward. Esto es lo
que pasa cuando sientes algo por una humana. Le toqué la cálida frente y susurró "Edward".
Esperé por si continuaba, pero no fue así. Estaba dormida. Seguí acariciando la suave piel de su
cara, apenas un roce para no despertarla. Me quedé aturdido por la naturaleza de mis
sentimientos por esta mujer. Podían pasar de la lujuria más intensa a la ternura más exquisita,
como ahora... Y también sentía ansiedad, miedo. Sabía que sólo era una gripe, pero eso fue lo
que mató al humano que fui una vez. Eran débiles… Y yo le entregaba mi corazón a una. Carlisle
me lo estaba advirtiendo, pero ya era tarde. No podía cambiar mis sentimientos.

De madrugada, Bella despertó y emitió un leve quejido. Estiró la mano tanteando para buscar la
caja de paracetamol y la detuve. Estaba ardiendo.

-Me duele la cabeza- susurró.

La incorporé un poco y le acerqué un vaso de agua y un comprimido.

-Tranquila, amor- dije mientras le acariciaba el ardiente rostro y la besaba levemente en los
labios. Sonrió y se recostó de nuevo, cayendo de nuevo en un profundo sueño.

Y llegó la mañana. Me cambié de ropa y fui a prepararle un zumo. Cuando volví a su habitación
estaba despierta y semiincorporada sobre la almohada.

-Buenos días- me dijo en cuanto me vio-¿Cómo lo haces para estar siempre perfecto?-su voz
sonaba un poco ronca pero vital.

-¿Cómo te encuentras?- sonreí.

-Como si me hubieran aplastado varias partes del cuerpo… pero mejor que ayer. ¿Y tú?

-Yo estoy muy bien. He pasado mejor noche que tú- aseguré, sentándome en su cama.

-Permite que lo dude.

-Mírame… ¿tengo aspecto de cansado?

-No… parece que hayas dormido diez horas, eso es cierto. Pero, te repito, no sé cómo lo haces.
¿Cuál es tu secreto de belleza?-me miró suspicaz.

-Te lo explicaré otro día. Anda, tómate el zumo- me senté en la cama y le tendí el vaso.-
Necesitas líquidos y vitaminas.

-Gracias, doctor.- Lo tomó y me devolvió el vaso, mirándome con intensidad.- Muchas gracias.

-Tengo que marcharme al trabajo. Supongo que Angela no tardará.

-Sobre eso… Edward, ¿no tendrías que estar en Seattle?

-No, está pospuesto. Ya te explicaré. Volveré por la tarde.

-Te estaré esperando- me tomó de la mano y su pálida cara dibujó una sonrisa.

BPOV

Volví a dormir durante toda la mañana. Parecía que hubiese tomado una sobredosis de
ansiolíticos. Pero me sentía feliz. Edward había pasado la noche conmigo, e incluso me había
parecido oírle susurrar "amor". Podía haber sido un sueño, o la fiebre, pero quería pensar que fue
real.

A media tarde regresé de nuevo a la consciencia. Me encontraba bastante mejor, menos dolorida,
aunque agotada y pringosa. Decidí que era hora de levantarme y darme una ducha de manera
urgente.

Cuando Ang se despertó me encontró mirando la TV tumbada en el sofá. Se sentó a mis pies.

-La noche ha sido malísima, han venido muchos pacientes y algunos bastante fastidiados: un
asmático que ha tenido que ir a la UCI, un motorista con politraumatismo, un infartado… fatal, me
he tenido que acostar en cuanto he llegado porque no podía con mi alma. Pero antes he pasado a
verte y he visto que dormías como una bendita. Edward es mejor que cualquier antigripal, ¿eh?-
me guiñó el ojo y reí- Se presentó ayer por la tarde para preguntar por ti, y cuando se enteró de
que yo tenía turno de noche insistió en quedarse. Volvió a su casa a por ropa y antes de irme ya
lo tenía a la puerta. ¿No es tierno?

-Sí, lo es… -convine - ¿Cómo te fue a ti con Jake?

-Genial, nos hemos besado muuuuucho… y otras cosas - se la veía feliz.

-Ya era hora, chica, ¡mira que esperar a que Jake se fuera para decidiros a tiraros los tejos! Vaya
par- me dio un ataque de tos.

-Pues sí, espero que tú espabiles y no dejes escapar a un tío como Edward. Porque nena, ese tío
te quiere, de verdad. No estás en tu mejor momento, eso es evidente –me señaló de arriba abajo
con la mano-, pero cuando me he cruzado con él esta mañana sonreía de oreja a oreja como si
hubierais hecho el amor… cosa que dudo viendo las condiciones en las que te encuentras.

-Sí, para ejercicio físico estoy yo -y me dio un prolongado ataque de tos, para apoyar el
comentario.

Aquella tarde volví a tener algo de fiebre pero me encontraba mejor. Angela había salido a hacer
la compra. Edward llegó directamente desde el hospital y me saludó con un dulce beso en los
labios que prometía convertirse en algo más intenso… si no hubiera sido por el enésimo ataque
de tos.

-¿Estás bien?-me observaba preocupado. Como no podía hablar asentí. -Deja que te ausculte los
pulmones- sacó un estetoscopio de su maletín. Su expresión era ansiosa y diría que estaba aún
más pálido de lo normal.

-Cullen, ni se te ocurra usar esto-pronuncié en cuanto recuperé el habla, señalando al instrumento


médico- conmigo. Estoy bien.

-Deja que te ausculte.

-No.

-Por favor.

-Que no- otra vez la maldita tos.

-Vamos, no seas criatura. Soy un profesional. Hice un juramento y no voy a aprovecharme de una
pobre y débil enferma - me picó. Me sonrojé. A veces me sentía muy tímida con él.

-No te cansarás, ¿verdad?- repuse exasperada, y él negó con la cabeza.


Rodé los ojos y me levanté la parte de atrás del pijama, dándole la espalda. Comencé a respirar
profunda y lentamente, mientras sentía el movimiento del estetoscopio por mi piel. Cuando pensé
que había acabado sentí sus labios en la parte alta de la espalda. Fue un beso fugaz, pero
suficiente para provocarme un jadeo al tiempo que una corriente se dispersaba por mi piel,
provocando que mi vello se erizara. Me bajó el pijama y se colocó delante de mí.

-Se te ha puesto piel de gallina. Me parece que te va a subir la fiebre- me comentó alzando una
ceja con aire de suficiencia y expresión burlona. La ansiedad había desaparecido por completo de
su cara.

-¡Serás creído! Voy a hacer que te retiren el título por faltar al juramento hipocrático, doctor
Donjuán. Espero por tu bien que eso no se lo hagas a todas- fingí enfado mientras él reía- Estoy
bien, supongo, o no te reirías tanto.

-Bueno, no tienes bronquitis ni neumonía, pero tendré que vigilar esa tos-comentó con tono hiper-
profesional.

-Edward, no exageres. En serio, sólo es gripe. Veo tropecientas cada semana, y no es la primera
que tengo.

-Lo siento… supongo que contigo me vuelvo sobreprotector- me acarició la mejilla con un dedo.

Si no hubiera estado tan agotada le habría saltado encima, pero no me resultó difícil contenerme.
Él se dio cuenta e insistió en que me tumbara en el sofá. En un momento estaba dormida y para
cuando desperté ya se había marchado.

-Me podías haber despertado para despedirme de él -protesté a Angela, con un puchero.

-Él no ha querido, tontorrona. Te ha dado un beso en los labios pero tú tienes de Bella Durmiente
sólo el nombre, nena, ni te has enterado.

-Jajaja, qué graciosa –le hice una mueca y automáticamente me toqué los labios.

Los siguientes días pasaron lentamente. Edward venía a visitarme a diario, charlábamos,
intercambiábamos algunas caricias, pero no volvió a quedarse conmigo por la noche, no fue
necesario porque Angela tenía turno de mañana y además yo no tenía tanta fiebre.

Las horas que pasaba con él me producían un mayor anhelo por su compañía, deseaba estar
más tiempo, más cerca de él. Pero se mantenía a cierta distancia. Sabía que lo hacía porque yo
estaba enferma y él preocupado por mi bienestar, pero cada vez le necesitaba más.

La fiebre desapareció a los cuatro días, aunque aún tenía la jodida astenia y una molesta tos.
Durante ese tiempo tuve muchas horas para pensar, para dormir, y para volver a pensar. Estuve
dándole vueltas a lo que sabía de Edward y a mis propias reacciones. Durante días había
disfrutado de una falsa inocencia, de negarme a ver la realidad, pero conforme aumentaba mi
necesidad de él también lo hacía la de aceptar lo que veía, lo que había escuchado de su boca, lo
que intuía... lo que él era.

Edward sólo se alimentaba de sangre. Aquella tarde me preguntó si no quería saber el nombre de
su trastorno. Yo me había negado, en aquél momento no sabía muy bien por qué, y luego lo
supe: porque sólo una palabra me venía a la cabeza y no deseaba escucharla. ¿Quién se
alimentaría única y exclusivamente de sangre? ¿Y quién sería capaz de olerla a varios metros?
Necesité horas y horas para llegar a, aunque no para aceptar, una obvia conclusión. Pero para
aceptar esa conclusión tendría que cambiar mi concepto de lo que era el mundo real. Y no era
fácil.
¿Sería eso que yo no me atrevía ni a pensar lo que él me quiso decir? Y, si era así ¿me
importaba? Por lo que sabía de él no me haría daño, ni a nadie. Le había visto ayudarme a salvar
la vida de aquel bebé, y era un médico excelente. Compasivo. Encantador cuando se quitaba de
encima el aura de antisocial. Sin embargo me angustiaba lo que me había dicho, dándome a
entender que hacía años había probado la sangre humana. Tenía que saber las circunstancias de
aquello. No era tan ciega como para cerrar los ojos ante eso.

Llegó el viernes y me desperté a mediodía, sin fiebre y con las pilas más cargadas. Me duché, me
vestí con la misma ropa que la primera vez que salimos juntos, (necesitaba renovar mi vestuario,
era obvio), e incluso me arreglé un poco el cabello.

Edward tuvo guardia el día anterior y vino a verme por la tarde. Cuando le abrí la puerta vi su
mirada oscurecerse. Esta vez estaba segura. Sus iris cambiaban, no era efecto de la luz. Aquellos
pozos oscuros me atraían, quería asomarme a su interior… De repente volvieron a virar al cálido
ámbar.

-Bella… vaya cambio- murmuró, regalándome una media sonrisa.

-Me encuentro mucho mejor, sólo me queda algo de tos y cansancio- vacilé un momento.-
Edward…esto… tenemos una conversación pendiente - intenté apartar los ojos de sus hermosos
dientes. No me lo podía imaginar mordiendo, robándole la vida a nadie. Él pareció leerme el
pensamiento y apretó los labios en una fina línea.

-Cierto. ¿Dónde quieres ir a charlar? A un sitio descubierto mejor que no, hace demasiado frío
para ti.

-Pero no para ti, doctor- lo miré de arriba abajo. Como era habitual, se había dejado la cazadora
en el coche y llevaba vaqueros oscuros, una camisa desabrochada y debajo una camiseta negra
que se adhería demasiado tentadoramente a su torso. - Quedémonos en casa. Ang dobla turno, y
no llega hasta pasadas las diez.

Pasamos hacia la cocina y me preparé un café. Él me observaba, sentado a la mesa. Estaba


serio. Me senté delante de él y le ofrecí una taza pero él la rechazó educadamente. No es que yo
esperara otra cosa.

-Ya sé - empecé, inevitablemente sonrojada - que bebes sangre de animal, que no eres un
criminal y que no me harías daño. Ahora quisiera saber en qué circunstancias probaste la sangre
humana hace muchos años. O eso fue lo que me dijiste.

-Antes de explicarte eso, necesito que sepas algo más. Bella, hay más cosas raras en mí - sentí
que palidecía y el estómago subía hasta mi garganta: ¿Más? ¿Qué iba a explicarme ahora? ¿ Y
si era peor y no podía aceptarlo?

-Continúa- repuse intentando calmar mi corazón.

-Puedo leer los pensamientos de las personas que me rodean, hasta una cierta distancia.
Excepto los tuyos- añadió sin apenas pausa.

Se me ocurrieron varias respuestas, algunas del tipo "dónde está la cámara oculta", o "por qué
has dejado la medicación", pero ninguna de ellas cruzó el umbral de mis labios. Y no lo hizo
porque, por una extraña razón, le creía. Pero no deseaba que él pensara que me tragaba todo lo
que me soltaba, sin pensar.

-Espero que no te ofendas, Edward, pero quiero una prueba de eso. Es muy… muy difícil de
creer.
-De acuerdo- afirmó pensativo-. El sábado, cuando Angela nos vio, sabía que nos habíamos
besado. Pensó que tú disimulabas fatal, y que yo en cambio era muy bueno actuando pero mi…
cuerpo me delataba. Te lo contó mientras preparabas unas hamburguesas a la plancha. Hoy bajé
a Urgencias y cuando me vio se acordó de eso. Se lo puedes preguntar cuando la veas, si es que
no te lo ha explicado ya.

Me tapé la boca con las manos para ahogar una exclamación, y él continuó.

-A ella le gusto como persona, te quiere mucho y cree que puedo hacerte feliz, aunque sea un tío
un poco raro. También te puedo decir que no te fíes de Jessica ni de su amiga Lauren, porque no
son legales y además te envidian. Por cierto, no te lo había contado, pero las dos se me
acercaron al poco tiempo de trabajar aquí y las tuve que rechazar. Al principio con educación, y
después tuve que ser más expeditivo.

Yo continuaba congelada con el mismo gesto, las manos sobre mi boca y los ojos muy abiertos.
Creo que apenas respiraba.

-En la guardia -prosiguió- tuviste una conversación con Emily, de madrugada, donde ella te
explicó cosas de su pasado y te dijo que ignoraras a las malas lenguas. Esto lo estaba
recordando hoy, cuando me la he cruzado por las escaleras. Tiene ganas de que te quedes aquí
porque te valora pero piensa que deberías trabajar en Seattle, donde tendrías más éxito
profesional- le puse una mano en la boca.

-Para… ¿y dices que mis pensamientos no puedes escucharlos?- él me tomó la mano y la besó,
negando con la cabeza- ¿Tienes alguna explicación?- volvió a negar, sin soltarme la mano. El
contacto de sus labios contra mi piel me descentraba. Me quedé muda, esperando que
prosiguiera.

-Bella, dime qué crees que soy. Necesito oírtelo decir. Que reconozcas que el mundo no es el
lugar que creías que era. Que puedes permitirte dudar de lo que hasta ahora jurabas que era
imposible -dijo en un susurro.

-Eres un… un… un vampiro- tartamudeé enrojeciendo intensamente y fijando mi vista en una
manchita de la mesa. Deseé con toda la fuerza de mi corazón que empezara a carcajearse de mi
ocurrencia. Pero no fue así. Él liberó mis manos.

-Mírame- ordenó suavemente, y así lo hice-. Puedo irme ahora, si lo deseas, y desaparecer de tu
vida para siempre.- Consideré esa posibilidad durante un segundo y la descarté de inmediato.

-No. No quiero hacer eso. Sigue, por favor- me sumergí en sus ojos y esta vez fui yo la que tomó
su mano, y la entrelacé con la mía. Necesitaba sentir su contacto, añadir algo más de realidad a
la situación.

-Bella, yo… hace muchísimos años no tenía el autocontrol que tengo ahora. Era muy duro ir en
contra de mi instinto. Jamás habría destrozado una vida inocente, pero cuando escuchaba
algunos pensamientos…- frunció el ceño, evitando mis ojos- Pensé que liberaba al mundo de
violadores y asesinos. Me erigí en juez y verdugo, cuando en realidad lo que tenía era sed, sed
de sangre humana. Sólo era una excusa - permaneció silencioso e inmóvil como una estatua, con
la mirada perdida en atormentados recuerdos.

Observé nuestras manos entrelazadas y sentí un alivio completamente irracional. Debería


haberme sentido horrorizada ante semejante confesión, al imaginar al hombre que tenía ante mí
segando vidas humanas, aunque fuesen vidas de criminales. Sin embargo ahora mi cuerpo
parecía más ligero, y podía respirar con más amplitud, como si se hubiera desatado un nudo que
me rodeara el pecho.
No sé cuánto tiempo estuvimos en silencio, perdidos cada uno en nuestros propios pensamientos.
Cuando por fin le miré sus ojos estaban fijos en mi rostro, estudiándolo.

-Me resulta muy frustrante no saber lo que piensas. Ni te imaginas cuánto.

-Pues tú ni te imaginas cuánto me alegro de que sea así, por lo menos estamos empatados en
una cosa.

-Bella… necesito saber lo que piensas. Dímelo- rogó, acariciando mis dedos con suavidad.

-No te juzgo por lo que hiciste. Y supongo que no está bien sentir esto, pero me alivia, y mucho,
que no segaras vidas inocentes. También me tranquiliza que ahora tengas más autocontrol.
Edward… sólo me importa lo que eres en estos momentos.

-¿Y qué soy ahora? Para ti, quiero decir - preguntó sin rodeos, atento a cualquier mínimo gesto
que hiciera mi rostro.

-Para mí… eres el hombre que me vuelve total y absolutamente irracional- repuse sin dudar.

Apenas había terminado de pronunciar estas palabras y sus iris se oscurecieron de forma
evidente. Apartó la vista de mí y me soltó, quedando quieto unos segundos, como si fuera una
estatua. Ni tan siquiera parecía respirar. Fue una extraña reacción a lo que yo le había explicado.
Hasta que ligué cabos.

-Te cambia el color de los ojos. Tiene que ver conmigo, ¿verdad?-le pregunté cuando pareció
volver a la normalidad al cabo de unos breves segundos.

-Sí- explicó, sonriéndome con dulzura- acabas de observar un duro ejercicio de autocontrol.
Swan, me lo pones muy difícil cuando me dices esas cosas - por un instante deseé que no se
controlara tanto, y me ruboricé de mi propio pensamiento. Él me observó con intensidad.

-Pagaría por saber en qué estás pensando ahora para ruborizarte así- su tono de voz provocó
que sintiera mariposas revoloteando en mi estómago.

-Ni por todo el oro del mundo, Cullen- dije alzando el mentón, desafiante.

Estuvimos hablando toda la tarde. Yo preguntaba, él contestaba. Me explicó que muchos de los
mitos sobre los vampiros eran falsos. Por ejemplo, podía tocarles la luz directa del sol pero les
debilitaba mucho, llegando a provocarles una somnolencia casi inevitable. Esta somnolencia era
menor cuanto más años tuviera el vampiro. No había problemas con los símbolos religiosos o el
ajo. No volaban ni cambiaban de forma pero sí eran mucho más veloces y fuertes que los
humanos y podían vivir muchos, muchos más años. En aquel punto le interrumpí.

-¿Cuántos tienes tú?

-Eso no se le pregunta a un caballero.

-Cuántos.

-Bella… te lo diré otro día. Es mucha información de golpe.

-Cuántos y te diré en qué pensaba antes cuando me he sonrojado- tenté. Él entornó los ojos y lo
pensó unos segundos.

-Eres malvada, Swan. Con la cara de ángel que tienes… pero de acuerdo. He cumplido los 120 -
abrí los ojos como platos y tragué aire de golpe.
-¿120?– casi grité. Le observé de arriba abajo, completamente turbada.

-120. Nací en 1890. La pandemia de gripe española me mató cuando tenía 26 años. Era médico,
y era muy fácil contagiarse- explicó.

De pronto se me llenaron los ojos de lágrimas. Había escuchado a mi abuela paterna explicar
historias terribles sobre aquella pandemia, y sentí dolor por Edward, por lo que había vivido, por
su historia.

-Bella- susurró amoldando su mano a mi rostro- es demasiado para ti. Dejémoslo hasta mañana-
secó las lágrimas delicadamente con sus dedos.

El próximo el jueves... gracias por vuestros comentarios.

Feliz jueves. Ya sabéis lo que toca en este capítulo, espero no defraudaros... En mi perfil
hay un link que lleva a una canción, My love, de Sia. Está puesta con toda la intención,
primero y más importante porque me gusta, segundo porque es la que suena cuando en la
película Eclipse Edward y Bella están en la cama y él... no, él no, la Meyer nos corta el rollo.
Os recomiendo que la escuchéis a partir de que Edward se sienta al piano...

Gracias por vuestros comentarios, todos son bienvenidos. Gracias como siempre a Maria
José y P.

AVISO: no leas si no eres mayor de edad, o si lo eres pero te ofenden las escenas eróticas
explícitas, y si es así no deberías seguir leyendo esta historia... porque no será la última
vez.

Capítulo 14

BPOV

El amanecer tardó en llegar, pero lo hizo. Escuché a Angela salir de casa. Entonces me dormí.
Toda la noche revolviéndome en la cama dándole vueltas en la cabeza a lo que Edward me había
explicado me había dejado definitivamente KO.

No era normal. Nada de lo que me estaba pasando lo era. Estaba descubriendo un mundo nuevo,
esa mañana mi vida ya no era como la previa. Había seres que se alimentaban de sangre y
conservaban toda su existencia el aspecto de un veinteañero. Y unos de esos seres me deseaba.
A mí y a mi sangre. Y me estaba enamorando de él. Mentira. Ya estaba enamorada. ¿Qué podía
hacer? Dejarlo… no era una posibilidad. Él me hacía sentir más viva de lo que jamás había
estado. ¿Podía renunciar a él fríamente? Adiós, Edward, me gustas, pero esto es muy raro.
Adiós. Hola, papá, mamá, no, es que no estaba bien en Forks, conocí a un guapo vampiro y lo
nuestro no podía ser. Sí. En serio. Uno de verdad.

Todo absurdo.

No había otra que seguir el camino que había empezado. No había más vueltas que darle.

Las dos de la tarde. Hora de levantarse. La tos estaba mejor. Yo ya había dejado de pensar,
ahora sí, y también estaba mejor. Tomé una ducha. Comí los restos de la cena que Ang había
preparado. Volvía a estar sola, pues ella doblaba turno de nuevo. Era pesado, pero lo hacía para
tener cinco días enteros libres y poder ir a ver a Jake a Seattle.

No había quedado con Edward. Cuando llegó Angela yo aún no había reaccionado. No es que me
hubiera quedado catatónica, pero no sabía qué decir, ni qué hacer. Él me había besado y se
había marchado, con una última mirada de preocupación. La misma que tenía Angela cuando me
preguntó si estaba bien y le dije que sí.

¿Quería seguir hablando con él? ¿Lo soportaría mi mente, o sería demasiado y me tendrían que
ingresar en una institución mental? Medité. Ahora ya daba igual. Ya había pasado la frontera. A
partir de ahora me podía contar cualquier cosa. Estaba preparada. Y aunque no lo estuviera…
ansiaba verle, escuchar su voz sedosa, tocar su suave, aunque fría, piel.

-Bella- contestó rápido; sonaba cauto- pensaba que nunca volvería a saber nada más de ti.

-Hola, Edward. Me conoces poco si crees eso. Estaba durmiendo… es que no he descansado
mucho esta noche.

-Lo comprendo- suspiró- Entonces… ¿quieres que nos veamos hoy? Mañana tengo guardia-
preguntó, vacilante.

-Sí -escuché un suspiro de alivio al otro lado del auricular.

-Te paso a buscar en una hora-dijo feliz.

Me vestí rápido. Una falda corta de lana gris, unas medias tupidas, un jersey negro fino y
escotado. No era lo más adecuado para alguien que acababa de salir de la gripe. El cabello
suelto. Me miré al espejo. Algo ojerosa, pero me daba un aprobado. De nuevo apunté en mi lista
mental que tenía que ir de compras con Angela la semana que viene. Sólo tenía dos jerseys
bonitos, y Edward, con este, los conocería todos.

Él llegó puntual. Como siempre, arrollador en su sobrehumana belleza, simplemente vestido con
una camiseta gris de manga corta y unos vaqueros oscuros. Y, como solía ser, mi autoaprobado
fue para él un sobresaliente. Lo percibí por sus ojos y por la pose de estatua que adoptó en
cuanto me vio. Se quedó con las manos enterradas en los bolsillos del vaquero. Sabía que
estaba, como decía él, ejercitando su autocontrol. No dejé de sentirme un tanto vanidosa por ello.

-Buenos tardes, Bella- dijo formalmente, sin tocarme, mientras intentaba volver a tomar las
riendas de sí mismo - Estás preciosa…

-Gracias-repuse llanamente. De pronto me invadió la timidez.

-¿Dónde quieres ir?

-Llevo cinco días encerrada. Donde sea pero fuera de aquí.

-¿Te sirve mi casa? Me gustaría enseñarte dónde vivo.

-Claro –su casa- ¿Están todavía tus padres? –caminamos hacia su coche cogidos de la mano.

-No… ellos sólo estuvieron el fin de semana pasado, pero se quedaron con las ganas de
conocerte mejor. En otra ocasión, si tú quieres-sonrió.

Una vez dentro del coche bajé la ventanilla.

-Bella Swan, haz el favor de no hacer locuras. ¿Quieres pillar una neumonía? -me regañó con
dulzura al tiempo que subía mi ventanilla.

-¿No te importa?

-Lo importante eres tú. Además, ya me voy acostumbrando-puso el coche en marcha.


-Entonces, Cullen, ¿ya no tienes ganas de saltarme al cuello cuando me hueles?- ¿por qué había
dicho eso? ¿No proceso las ideas antes de que salgan de mi boca?

-Esas ganas las tengo siempre, Swan. Pero no de la manera en que tú estás bromeando. Y me
alegro de que lo encuentres divertido… Ayer pensé que te había perdido para siempre-sonó
sombrío.

-Lo cierto es que por un momento pensé que era excesivo. Pero no lo es. Me… gustas
demasiado - volvió a envararse. Hoy parecía estar haciendo esfuerzos extras.

-Es girando por este camino- dijo al cabo de unos minutos.

La casa no estaba lejos de la mía, tan sólo fueron unos quince minutos en coche. Después del
bosque, cerca de la costa, había un claro, y en él una impactante casa de dos pisos cubierta de
tantos ventanales como pared, rodeada de un enorme y cuidado jardín que en primavera debía
ser bellísimo. Conforme nos acercamos vi que desde el jardín bajaban unas escaleras talladas en
la roca hasta una cala cercana.

-¡Vaya! ¿Cuidas de esto tú solo, con tu súper-fuerza?- Él rió y negó con la cabeza.

-No. Tenemos personal contratado, gente de fuera del pueblo. Más discretos.

-Vaya.

-Eso ya lo has dicho antes -se burló.

-Será que me dejas sin palabras, rarito -le saqué la lengua.

-Eso será, temeraria - dijo empujando la puerta que acababa de abrir con llave.

-¡Vay… Joder!- exclamé viendo el interior de la casa.

Si por fuera era impactante por dentro no se quedaba atrás. Era de una gran luminosidad,
paredes en blanco y crema con algunas zonas de obra vista, y decoración nada recargada,
moderna pero cálida. No era lo que esperaba. Había un piano enorme a un lado del salón.

-Bella, tienes que empezar a leer otros libros que no sean de medicina. Por la riqueza de tu
lenguaje, digo- comentó, mordaz.

-No todos tenemos 120 años para desarrollar la riqueza de nuestro lenguaje.

-Tocado - asintió, con una sonrisa devastadora.

Me enseñó toda la casa. No me gustó entrar en las habitaciones personales de sus familiares, me
sentía como si estuviera invadiendo un espacio íntimo, aunque por lo que él me había explicado
llevaban meses sin ser habitadas. Excepto la de sus padres.

-¿No te encuentras solo en esta casa tan grande?-dije cuando me enseñaba la última habitación,
la suya.-Oye, tienes una colección de música increíble- comenté, pasando mis dedos por una de
las filas de CDs.

-Hasta ahora no me sentía solo. Pero desde hace un tiempo echo de menos a alguien cuando
llego - murmuró justo detrás de mí. Estaba tan cerca…Si me giraba…-¿Quieres que toque algo al
piano?

Ahora lo estaba oyendo desde más lejos. Me volteé y estaba en el quicio de la puerta,
esperándome. Vaya. Sí que era rápido.

-¿El piano es tuyo? Me encantaría escucharte-le seguí.

Me senté a su lado en la banqueta. Tocó un par de piezas clásicas. No entiendo de música, pero
me pareció que tocaba como los ángeles. Por no decir que estaba terriblemente sexy. Empezó a
tocar una pieza lenta y dulce, me explicó que era una canción de amor. Yo no la conocía pero me
encandiló. Observaba sus pálidos y fibrosos brazos, sus manos, los largos y elegantes dedos
moverse por el instrumento y mientras esas manos acariciaban las teclas del piano fantaseaba
que eran parte de mi cuerpo… Por suerte no podía leer mi pensamiento.

En aquel momento paró de tocar y quedó inmóvil, observando las teclas.

-Te has vuelto a sonrojar, tu respiración y tu corazón se han acelerado. Como ayer. Y eso me ha
hecho recordar que ayer te dije mi edad a cambio de explicarme algo… y aún no lo has hecho-
sentí calor. Giró la cabeza y me dirigió una mirada que hizo que mi respiración fuera más pesada.
Aparté los ojos, súbitamente tímida, plenamente consciente de la cercanía de su cuerpo, de la
intimidad de su casa. Pero contesté.

-Ayer… deseé que no te controlaras tanto- miraba sus manos, que de pronto desaparecieron, y
las sentí detrás de mi cuerpo.

Sin apenas darme cuenta ya no estaba sentada en la banqueta sino a horcajadas sobre él. Me
abrazaba por la cintura y besaba y lamía mi cuello, desplazándose hacia el lóbulo de la oreja con
lentitud exquisita. Instantáneamente gemí y enredé mis manos con su suave cabello.

-Tus deseos son órdenes para mí. Fin del control -susurró con voz ronca sobre mi piel. Mi vello se
erizó al sentir su aliento.

Sin parar de besarme introdujo sus manos bajo mi jersey y recorrió mi piel con delicadeza,
provocando que mi temperatura aumentara varios grados. Apartó el sujetador y tomó mis pechos
entre sus manos, rozando con sus dedos los erectos pezones al tiempo que me mordisqueaba el
lóbulo de la oreja. La excitación hizo que mi cuerpo temblara sutilmente.

-Espero que esos temblores no sean de miedo- susurró en mi oído. Por toda respuesta acerqué
mis labios a los suyos y pasé la punta de la lengua por ellos – Lo tomaré como un no- dijo
sonriendo sensualmente y atrapando mis labios. Su lengua acarició la mía. Su aliento, su sabor,
eran dulces, adictivos.

Las caricias en mis pechos se volvieron más exigentes. Yo quería más, lo quería más cerca.
Sentía el bulto entre sus piernas rozando mi zona más sensible y una placentera tensión se
instaló en mi bajo vientre. Me moví sobre su erección, provocándole unos seductores gemidos
cuyo efecto fue encenderme más aún. Jamás había sentido tanto deseo por un hombre. Agarré
su camiseta y con una pequeña ayuda de su parte, se la quité. Emití un jadeo por la visión que
tuve ante mí. Su torso estaba suavemente musculado, el vello de la zona era dorado, la piel
pálida, perfecta. Era un torso de estatua griega, cincelado, con los músculos suavemente
definidos. Acaricié con deleite, casi con reverencia, su suave y duro abdomen, ascendiendo hasta
los pezones, los hombros… él cerró los párpados, con expresión de placer y abandono absoluto.

-Te deseo, Edward- susurré en su oído.

En un momento estábamos en el piso de arriba. Me llevó a horcajadas como si pesara igual que
una pluma. Entramos en su habitación y me depositó con suavidad en el lecho, mirándome de tal
forma que me hervía la sangre. Despacio, me ayudó a quitarme el jersey y el sujetador. Quedé
hipnotizada por sus iris, que ahora lucían negros y brillantes como la noche.
-Eres preciosa, Bella. Y tengo hambre de ti - murmuró, cuando observó mi mirada.- ¿Tienes
miedo?- me acarició la mejilla dulcemente con el dorso de los dedos.

Negué firmemente con la cabeza, pues me sentía incapaz de hablar. Para demostrárselo le besé,
mordiéndole suavemente el labio inferior. Él entreabrió los labios, respondiendo a mi exigente
beso . Pasé la mano por su abdomen y bajé hasta rozar su erección, acariciándola por encima de
los pantalones. Entonces hizo un movimiento rápido y prácticamente me arrancó la falda. Su
autocontrol iba a menos, y eso, irreflexivamente, me excitaba más. Las medias quedaron
reducidas a nada en décimas de segundo. Por un momento me observó, tendida en la cama tan
sólo con las braguitas puestas…su expresión de deseo era electrizante. Con un gruñido suave
me desgarró la única pieza de ropa que me quedaba puesta.

-Bella… me vuelve loco tu aroma- dijo entrecortadamente.

Me acarició las piernas, apenas un roce, y fue subiendo lentamente por los muslos. Mi respiración
se transformó en un jadeo superficial. Su oscura mirada se cruzó con la mía cuando su mano se
desplazó a mi zona más sensible. Contuve las ganas de gritar cuando, de forma delicada,
introdujo un dedo en mi interior. Sonreía mientras observaba el efecto que su tortura ejercía sobre
mí. Mi corazón palpitaba con fuerza contra la pared de mi pecho.

-Quiero probarte-murmuró. Detuvo su caricia, se puso el dedo en la boca y lo lamió cerrando los
párpados con placer. Me sonrojé violentamente al verle hacer aquello.

Tumbados en la enorme cama nos acariciamos cada parte de piel ajena que estaba a nuestro
alcance. Él lamió mis pechos, devoró mis pezones, y descendió por mi abdomen... cuando llegó a
la parte interna de los muslos tuve que aferrarme a las sabanas para no saltar... penetró con su
lengua entre mis pliegues y el contraste entre su temperatura y la mía me hizo estremecer.

-Bella, cariño... Tu sabor es aún mejor de lo que tu olor prometía- dijo, empezando a lamerme,
trazando suavemente círculos en mi clítoris.

Me arqueé contra su boca, mordiéndome el labio para no gritar. Me introdujo un dedo, dos,
acarició hábilmente mi interior. No tardé ni unos segundos en sentir una enorme descarga de
placer que alcanzó hasta la última célula de mi rendido cuerpo. Sentí mi humedad fluir libremente
y él lamió hasta quedar satisfecho. Cuando recuperé el control de mi cuerpo lo miré. Sonreía, y su
expresión era una mezca de engreimiento y lujuria. Y él todavía llevaba los pantalones puestos.
Me senté en la cama y le ayudé a quitárselos, excitada de nuevo. Le siguieron los boxers, y mis
pupilas se dilataron al ver el tamaño de su erección. Al ver mi expresión, me tumbó en la cama,
cerniéndose sobre mí como un ave de presa. Me devoró la boca con pasión, y le devolví el beso,
entrelazando mi lengua con la suya.

Me separé un instante de su boca.

-Edward, te deseo dentro de mí. Ahora- pedí entrecortadamente.

Él se colocó con suavidad entre mis piernas y empujó muy lentamente.

-Bella… cielo, estás tan cálida…-susurró con dulzura. Lo miré a los ojos mientras mi cuerpo se
abría para recibir al suyo.

Sentirle dentro de mí me terminó de enajenar. Me arqueé contra su cuerpo y lo rodeé con el mío,
deseando tenerle completamente dentro de mí. Fuertes y placenteras oleadas irradiaban del
interior de mi pelvis al resto de mi ser. Él emitió un sonido animal, como un gruñido bajo, que
consiguió volverme más loca.
-Mírame, Bella.

Fijé la vista en sus negros ojos, que mostraban una intensa mezcla de pasión y ternura. Me diluí
en aquella oscuridad mientras él embestía contra mi cuerpo, profundamente, sin dejar de
sumergirse en mis ojos. Se lanzó contra mi boca y me besó dejándome sin aliento. Yo gemía al
ritmo que me imponía su cuerpo, cada vez más intensamente. Estalló en mi interior un orgasmo
brutal pero él continuó embistiendo mi cuerpo, esta vez más lentamente, casi acariciándome.
Mientras tanto besaba mi cara, mi cuello, mis hombros. Enredé mis manos con sus cabellos. Era
enloquecedor. Mi cuerpo estaba exánime pero él siguió poseyéndome hasta que volví a explotar
en otro orgasmo aún más intenso que el anterior, momento en el cual él descargó dentro de mí,
pronunciando mi nombre. Se dejó caer a mi lado con suavidad y me abrazó, sin dejar de mirarme.
Su rostro de ángel irradiaba felicidad.

-Te amo, Bella.

No sé si esperabais algo más suave... o más fuerte... en fin, como en todo hay gustos para todos
los colores.

A partir de ahora sólo dos capítulos semanales, y quizá alguna semana sólo uno. Esto no se ha
acabado y espero no perder a tods mis lectors ahora que la tensión sexual se ha relajado un poco
;-)- El próximo el lunes. ¡Gracias de antemano por vuestros comentarios!

¡Muchas gracias por todos vuestros comentarios sobre el capítulo anterior! Yo creo que
ahora que se han lanzado estos se van a animar bastante...

Gracias a Maria José y P. Y a todas (y todos, por lo menos se presentó un chico) las que
leéis y me animáis con vuestros comentarios.

EPOV

-Yo también te amo, Edward-susurró Bella.

De inmediato abrió mucho los ojos y exhaló con fuerza, como sorprendida por lo que acababa de
decir. ¿Habría sido algo impulsivo y se acababa de arrepentir? Yo lo había dicho sin pensar, pero
no estaba en absoluto arrepentido de haberlo hecho, porque era lo que sentía. ¿Sentía ella lo
mismo? ¿Estaba bien que sintiera lo mismo? ¿Era yo un enorme egoísta? Lo eres, y Edward,
deja ya de darle tantas vueltas a todo. Me quedé mirando su rostro. Ella parecía estar analizando
lo que acababa de decir, y me descubrí mirándola con intensidad, intentando leer en cada mínimo
cambio de expresión lo que estaba pasando por su cabeza.

-Sí, es cierto, te amo-sonrió, todavía perpleja por sus propias palabras.- No me lo había
planteado, pero es verdad.

...

Bella dormida era la representación de la paz. Completamente abandonada en mis brazos,


respiraba pausadamente. Un leve rubor cubría sus mejillas, donde su piel de alabastro brillaba de
forma especial. Hacer el amor con ella había sido lo más extraordinario que recordaba haber
vivido. Nada en mis recuerdos se podía comparar a esto, y ninguna de las veces que había
fantaseado estar con ella pude acercarme a imaginar realmente lo que sentiría. Lo que más había
temido era hacerle daño, pero confiaba completamente en mi control sobre mi propio cuerpo. Y al
final todo fue instintivo: mi cuerpo se movió con el suyo como en un baile ya aprendido, sin temor,
libremente. Mi otro miedo había sido la sed, pero volví a confiar en mi voluntad. Ya había olido su
sangre, la había probado, y había sabido parar. Mientras la besaba cerca de esas venas
tentadoras, donde podía escuchar y oler cómo fluía el manjar más irresistible que había conocido,
había surgido en mí una intensa sed que había contraído mi garganta, pero el horror que sentí
ante la idea de provocarle el más mínimo daño la había extinguido de inmediato.

Abrió los párpados y me dirigió una tímida y dulce sonrisa.

-Edward… me he dormido…- de pronto pareció recordar algo- ¡Oh, no! Me has dicho que me
amas y ¿me he dormido? –exclamó, con los ojos abiertos de par en par.

-Bueno, no diré que no haya dolido, pero supongo que estabas agotada- fruncí el ceño y curvé las
comisuras de mis labios en un puchero aprendido de Alice.

-Oh, Edward, lo siento, de veras - de pronto su expresión cambió, y entornó los párpados-
serás… me estás tomando el pelo, ¿verdad? – Asentí riendo y me golpeó el hombro.

-La verdad es que antes de caer en los brazos de Morfeo, que por cierto es un rival a tener en
muy en cuenta, te ha dado tiempo a contestarme- su expresión se relajó.

-Ahora lo recuerdo... Lo siento...esta noche he dormido mal, y la astenia de la gripe aún no me ha


abandonado- se disculpó.

-Qué pena, yo pensaba que era porque el sexo conmigo te había dejado muy relajada. He
sobreestimado mis habilidades - estalló el calor en su rostro, lo que yo pretendía.

-No has sobreestimado nada. Ha sido… no, no tengo palabras-replicó a pesar de su sonrojo.

Esa mirada y sus palabras estaban consiguiendo excitarme, deseaba intensamente sentir su calor
y su humedad de nuevo, pero no quería asustarla con mi libido… Empecé a concentrarme en
recordar letras por letra todo el código genético de la mosca de la fruta para distraerme. Debían
ser evidentes mis esfuerzos porque vi la risa bailando en sus ojos.

-¿Se puede saber en qué piensas? Cuando pones esa expresión, ya sabes, la de -puso cara
seria y engoló la voz - "estoy ausente por motivos de fuerza mayor".

-Pienso en cosas completamente aburridas que me obliguen a desviar la atención de otras más
atractivas. ¿Se nota mucho?

-No sé si otros lo notarán, yo sí, pero ya me empieza a gustar verte con esa expresión… porque
sé lo que esconde -Desvió la vista y miró por la ventana- ¿qué tal si me enseñas un poco la
propiedad? Aún es de día, y no hace demasiado frío. Venga, me encanta ver el mar y me
encuentro estupendamente bien, ¿o no lo has notado? – añadió con un guiño al ver mi cara de
preocupación.

-De acuerdo, salgamos a que tomes el aire. Pero tienes un pequeño problema de vestuario…
siento haberte roto la ropa interior antes.

-¡Oh! -se tapó la boca con los dedos, las mejillas ardientes - No lo recordaba…

-No te preocupes. Por ahí hay ropa interior sin estrenar de mis hermanas, tienen tanta que ni se
enterarán si la cojo. Rosalie tiene más o menos tu misma talla y estatura.

Salí y regresé con varias cajas de medias y braguitas. Bella estaba sentada en la cama,
pensativa.

-Tienes tantas cosas que explicarme… Supongo que tu familia comparte tu condición- me
observó preocupada.
-Sí. Y también se alimentan de animales- añadí de inmediato, sentándome en la cama. Lo último
que quería era asustarla.

-Tus padres me parecieron realmente encantadores.

-Y lo son. Bella - le tomé la barbilla entre el pulgar y el índice, mirándola fijamente - no te


angusties. Los conocerás a todos sólo si tú quieres, y cuando quieras.

-Es tu familia. Claro que los querré conocer. Pero dame tiempo para seguir digiriendo esto. De
momento con un vampiro en mi vida tengo el cupo cubierto. – Sonrió - ¿Con qué frecuencia os
veis?

-Bueno, hemos pasado por varias fases. Hemos vivido temporadas de estar juntos y otras de más
independencia. Hasta hace unos dos años vivíamos todos en esta casa. Luego a Carlisle le salió
el trabajo en Vancouver, Esme lo acompañó, Rosalie y Emmet decidieron viajar por el norte de
Europa en luna de miel, y Alice y Jasper se animaron a establecerse en Nueva York. Ya hacía
tiempo que Alice deseaba vivir una temporada en la Gran Manzana. Me instaron a seguirles, pero
yo preferí acabar la especialidad de cirugía, y luego ya vería lo que hacía.

-¿Por qué cirugía aquí, en Forks? Seguro que podías haber elegido Seattle, o Vancouver como tu
padre.

-Por varios motivos. Me gusta Forks, me gusta esta casa… es donde más años de mi vida he
estado. Además el lugar tiene un clima perfecto para mí, mejor aún que Seattle, y buena caza. Y
tú sabes que muchas veces se aprende más en estos sitios pequeños, donde hay mucho más
trabajo y menos medios. Ya me especializaré más adelante.

-Podría decir muchas cosas pero lo único que se me ocurre es: ¿dos años de luna de miel? Joder
- dijo con los ojos abiertos como platos.

-Sí, y eso que llevan ya unas cuantas - reí al ver su cara.- Bueno, ahora ya no están de luna de
miel, Rosalie es traumatóloga y Emmet bombero en Boston. Ella trabaja para la Universidad de
Harvard.- Bella soltó una exclamación de admiración.

-Entonces, ¿cuándo os reuniréis?-preguntó, de nuevo ansiosa.

-No hay prisa -cambié de tercio para hacer desaparecer su preocupación. - Puedes escoger entre
estas cajas lo que quieras ponerte, y si deseas ducharte ahora hay toallas limpias en el baño.

-Parece que hayas atracado una lencería- comentó mientras escogía entre las cajas que había
dejado sobre la cama.

Tomó la ropa y se metió en el baño. Me obligué a no mirar su tentador cuerpo para evitar
lanzarme sobre ella, pero me gustó que no hiciera esfuerzo alguno por taparse. Había
descubierto en Bella una atractiva mezcla de timidez y lujuria. Sabía lo que quería y no se andaba
con rodeos para pedirlo.

...

-Aquello de allá- señalé a lo lejos- es la playa de la reserva.

-La noche que conocí a tus padres volvía de esa playa -me sobresalté al oírlo. Desconocía esa
parte de la historia, tan sólo sabía que la habían encontrado en la carretera en plena noche con
un frío glacial.

-¡Isabella Swan! ¿Se puede saber qué hacías en esa playa en pleno invierno, de noche, tú sola?
¡Fue una locura!-la reprendí.

-Eh, eh, Edward Cullen, ¿cuándo te he dicho yo que sea una persona cuerda? ¿Si lo fuera estaría
aquí contigo?-repuso con descaro.

-Tocado, de nuevo- gruñí, y ella rió.

Estábamos sentados en la arena de la calita de nuestra propiedad, ella apoyada sobre mi pecho
mientras yo la abrazaba por la cintura. Sus cabellos alborotados por la brisa me hacían cosquillas
en la nariz y me tentaban con su perfume. Las olas lamían las rocas, y el cielo lucía gris.
Quedaba poco para el crepúsculo. Ya le había explicado a Bella que nunca dormía y ella recordó
el episodio de la habitación en la primera guardia que compartimos; simuló enfadarse cuando le
confesé que estaba esperando su llegada, pero al final ambos reímos. No recordaba haber reído
tantas veces seguidas en mucho tiempo.

-Edward… ¿cómo fue? Quiero decir, cómo pasaste de morir de gripe a ser un vampiro.

-Fue en 1916... yo trabajaba en un hospital de Boston. La pandemia era brutal. La gente moría a
centenares cada día en todas las salas del edificio, sin que apenas pudiéramos hacer nada más
que certificar las defunciones.- Bella se incorporó, se sentó enfrente de mí y me tomó las manos,
clavando sus castaños ojos en los míos.- Carlisle Cullen era uno de los mejores médicos de la
ciudad, y además parecía inmune al cansancio. Éramos muy amigos. De hecho fue mi profesor
en la facultad, y el que me ofreció el puesto de médico en el hospital. Tenía 26 años y estaba
sano, pero nada de eso sirvió cuando me contagié de la gripe. Carlisle se sintió responsable
cuando caí enfermo de extrema gravedad. Absurdo, porque nadie estaba a salvo del virus, pero él
es así. Sabía que había perdido a mis padres en la epidemia –al oírme Bella hizo un gesto de
dolor y me oprimió los dedos- así que cuando mi corazón estaba al borde del paro y no había
vuelta atrás, me mordió -paré un momento para darle tiempo a digerir la información.

-¿Basta con un mordisco?-inquirió, acariciándome las manos un tanto inquieta.

-Bella, la única forma de reproducirnos es mordiendo a un ser humano. Pero el veneno para
producir esto lo segregamos a voluntad y se mezcla con la saliva. Además para completar la
transformación, el humano ha de beber sangre del vampiro que lo ha mordido. Cuando sólo
queremos alimentarnos la saliva simplemente contiene un anestésico que además es cicatrizante,
lo que es muy útil para alimentarse varias veces de la misma víctima. Aunque los vampiros que
viven de la sangre humana no suelen parar una vez han comenzado a beber de alguien - rematé,
sombrío.

-Por eso cuando me lamiste la sangre se me calmó el dolor-repuso pensativa.

-Sí, pero la saliva no era responsable de lo que te pasó después, eso aún no me lo he explicado –
alcé una ceja, burlón.

-Yo tampoco. Seré rara, pero el momento me pareció tremendamente erótico- contestó a pesar
de haber vuelto a ruborizarse, sin dejar de mirarme a los ojos.- Sigue, por favor.

-Sí, rara eres, o no estarías conmigo -sonreí.- Bien, estuve inconsciente tres días y cuando me
desperté… -exhalé con fuerza, recordando aquellos momentos- fue muy duro. Carlisle jamás
acabó con ninguna vida humana y me inculcó ese principio, yo lo sentía como él, pero… el ansia
de beber sangre humana te posee, se apodera de ti, sigues siendo tú pero te sientes un
monstruo, porque es una necesidad casi irrefrenable. Es, supongo, como vivir cada día con
síndrome de abstinencia. Cada segundo de cada día, durante meses, años. Y hay momentos
donde se siente auténtico dolor. Al final acabas soportándolo, cada vez mejor, y vives
aceptablemente con la sangre de animal. Bueno, aparte de… ya sabes, mi recaída. Por eso sé
que la sangre animal no te da la misma energía ni te sacia como la humana, pero yo me siento
más... en paz – Bella me escuchaba absorta. Sus ojos chocolate me derretían.

-¿Ves como soy rara?- murmuró dulcemente- Debería marcharme chillando y sólo tengo ganas
de abrazarte.

-¿Y qué te detiene, Bella?- susurré. No podía resistir más la necesidad de volver a tenerla.

Se abalanzó sobre mí, envolviéndome en sus brazos, besándome los labios, los párpados, la
nariz, los pómulos, embriagándome con su aroma y su ternura, regalándome su calor. Me tumbé
en la arena con ella encima. Su liviano cuerpo sobre el mío, la calidez de su piel, su aliento, me
envolvían y me cautivaban, abandonándome en la infinidad de sensaciones que me provocaba su
contacto. Ella introdujo su mano bajo mi camiseta y me acarició el abdomen, provocando una
inmediata tensión en mi pantalón. Su boca buscó la mía y nuestras lenguas se acariciaron
sensualmente, sin apremio. Ansiaba tocar su piel, pero temía que cogiera frío. Sin separarme de
su boca me volteé en la arena colocándome encima de ella, cuidando de no apoyar mi peso
sobre su cuerpo. Profundicé el beso hasta que se separó un momento para tomar aire.

-Te amo, Edward -susurró jadeando, fijando sus oscuros ojos en los míos.

-Necesito tenerte otra vez -murmuré roncamente. La deseaba como nunca antes había deseado
nada, ansiaba sentirla otra vez a mi alrededor, y verla estremecerse de placer - Vamos a la casa.

-Vamos -suspiró contra mi piel.

La tomé en mis brazos y me encaminé de vuelta al edificio. Bella comenzó a besarme y lamerme
el cuello y la oreja, provocando que mi nivel de excitación ascendiera peligrosamente.

-Tú no quieres que lleguemos a la casa, ¿verdad?- jadeé entrecortadamente.

-No puedo evitarlo…- ronroneó sensual- sabes deliciosamente bien- dijo, y me acarició la oreja
con su ardiente lengua.

-Bella, si juegas con fuego te quemarás- advertí, pero ella no cedió y continuó su tormento.

Aunque iba rápido el trayecto se me hizo eterno. De no ser por la helada temperatura la habría
desnudado allí mismo.

Llegamos a la casa y en cuanto cerré la puerta de entrada le arranqué la ropa con incontrolable
lujuria. No podía dominarme, estaba poseído por la necesidad de disfrutarla con mis cinco
sentidos. El placer de mirar su cuerpo desnudo, la dicha de acariciarla, el gozo de olerla y
saborearla por entero, el deleite de escuchar sus sonidos de excitación.

Por un instante temí haberla asustado con mi violencia pero ella se mordió el labio inferior
mirándome con deseo y ya fue demasiado para mi. En un instante me deshice de mi ropa y la
acorralé entre mi cuerpo y la pared, atacando su boca con ansia. Enlacé sus piernas alrededor de
mis caderas, y la observé un instante.

-Quiero que te corras gritando mi nombre, Bella.

No contestó. Jadeaba y su corazón palpitaba enloquecido. Se abrazó a mi cuello y miró fascinada


mis ojos que, estaba seguro, lucían negros como el carbón. Aproximé mi miembro a su entrada,
sintiendo su cálida humedad, oliendo su ardiente esencia. Me invadió el aroma de su excitación,
tan enloquecedor como el de su sangre. No pude refrenarme. Me introduje en ella de una sola
estocada. Gimió fuertemente, aferrada a mi nuca. Comencé a embestir cada vez con mayor
fuerza, sujetándola entre mi cuerpo y la pared, mientras violentas oleadas de placer procedentes
de su abrasador interior invadían cada parte de mi cuerpo. Cada acometida provocaba nuevos
gritos, hasta que ella emitió un fuerte quejido y al fin gritó mi nombre. La contracción de su
estrecha pared sobre mi miembro me provocó un clímax arrollador, y rugí sin ninguna contención.
Ella se dejó caer sobre mí, desmadejada como una marioneta sin hilos.

Empecé a preocuparme y la deposité en el sofá. Tenía los párpados cerrados pero estaba
consciente. Me asusté de veras cuando percibí una lágrima cayendo por su mejilla.

-¿Estás bien, amor?-inquirí, tocándole el rostro y observándola, aterrorizado.

Esta vez no había controlado mi fuerza lo suficiente, no me lo perdonaría jamás. Ya no era sólo
un tremendo egoísta. Era un monstruo. De nuevo.

Por única respuesta ella dibujó una leve sonrisa, y movió apenas la cabeza para asentir, lo que
calmó mi ansiedad. Su latido y la respiración iban normalizándose. Por fin abrió los ojos,
fundiéndome con su mirada.

-Oh, Bella, siento haber sido tan… salvaje. Temía haberte hecho daño- acuné su rostro entre mis
manos.

-Edward, no me has hecho daño, tontito. Sólo me has hecho tocar el cielo... y me ha costado un
poco bajar- sonrió, colocando sus manos sobre la mías.- Siento que te hayas asustado.

Estudié con atención su rostro, cada parte de su cuerpo, y no observé daños físicos. Sólo su
rostro radiante, sus carnosos labios levemente hinchados. Por fin, me convencí de que realmente
no la había dañado, de que sólo la había hecho feliz. Nos miramos fijamente en silencio; no
hacían falta palabras para transmitir lo que sentíamos. Se puso de rodillas en el sofá y se acercó
más a mí, acarició mi rostro con ambas manos extendiendo los dedos como si quisiera
memorizarlo. Cerré los párpados, sus dedos tocando mi piel provocaban sensaciones deliciosas.
Al cabo de unos minutos suspiró. La realidad nos llamaba.

-He de marcharme - dijo por fin.

Sentí una punzada en el pecho al oírla.

-Mañana tengo guardia, y tú el lunes. No podremos estar juntos hasta el martes. Quédate
conmigo esta noche, Bella. Te dejaré dormir -acerqué mi rostro al suyo y repartí por él pequeños
besos, escuchando su corazón latir con fuerza.

-No puedo… -repuso quejumbrosa- hace días quedé con Angela en que iríamos a cenar por ahí.
Últimamente apenas nos vemos - mientras la besaba ella acariciaba mis cabellos, enredándolos
entre sus dedos. Inspiró profundamente - Cómo me gustaría quedarme contigo esta noche,
pero… Un momento ¿Por qué no te quedas tú en mi casa? Te mando un mensaje cuando
volvamos a casa después de la cena. Si quieres, claro. Se lo explicaré a Angela, si te ve llegar a
casa y meterte en mi habitación sin explicación previa le dará un pasmo - rió.-Ah, y prométeme
que dormiremos.

-Prometido- contesté alegremente- Y tú promete que no cambiarás de idea en lo de dormir. No


quisiera tener que decirte que no, lo necesitas –rematé en tono petulante.

-¡Ja! Tú ocúpate de controlarte, que con lo cansada que estoy no voy a tener problemas, vamos,
ni que se me pusiera el mismísimo Robert Pattinson en la cama iba yo a responder.

-¿Quién?- inquirí mosqueado.


-Tú no ves mucho cine, ¿verdad? Es un actor, pero estoy bromeando, no tienes nada que
envidiarle -miró alrededor como buscando algo y entonces abrió los ojos como platos – Joder,
Edward… ahora sí tengo un grave problema de vestuario.

-No, no lo tienes. Ya te dije que Rosalie y tú tenéis la misma talla. Cogeremos alguna pieza de su
ropa.

-No sé… puede que no le guste. No quiero problemas con una "cuñada" que ni siquiera me
conoce.

-No te preocupes, ya la restituiré. Seguro que a ella no le importa. Bella, de nuevo te pido perdón
por mi falta de contención- ella reprimió una sonrisa.

-Me gusta que seas apasionado, pero si seguimos así necesitaré una visita urgente a las rebajas.
Angela estará feliz, hace tiempo que quiere llevarme.

Como pensaba, a Bella le quedaba perfecta la ropa de Rose. La llevé a su casa antes de que su
amiga volviera del trabajo, y me adelanté a abrirle la puerta del coche.

-Espero que con estos anticuados modales no hiera tu orgullo de mujer moderna.

-No. Me encantan tus anticuados modales- bajó del coche, y en aquel momento se le doblaron las
rodillas. Habría caído al suelo si no la hubiese sujetado.

-¡Eh! ¿Estás bien? -la aferré contra mí.

-Ups… tengo flojera en las piernas- rió.

-Pues no sé por qué -comenté, acercándome más a su cara, respirando sobre ella, mis ojos
penetrando en la oscuridad de sus iris.

La música de su corazón volvía a sonar fuerte para mí. Era adicto a ese sonido. No, era adicto a
ella. Tragó en seco y me apartó suavemente pero con energía.

-Eh, Cullen, esta noche nada de trampas como esta.

-¿Trampas? ¿Qué trampas? -repuse arqueando las cejas con toda la inocencia que pude
aparentar.

-Lo sabes de sobras. Voto de castidad. Si es que eres capaz - me picó.

Sin darme tiempo a contestarle me besó los labios y se metió corriendo en su casa. Me quedé
allá mirando la puerta por la que había desaparecido y desde fuera la escuché reír.

Las que habéis leído a Anne Rice y a Charlene Harris os habréis dado cuenta de que los
vampiros de esta historia son una mezcla de los de Crepúsculo y aquellos.

El jueves más... Gracias por leerme.

Ya hace tiempo que no lo digo: los personajes son de Twilight, pero la historia es mía.

Gracias a mis dos pre-lectoras. Gracias por leerme y por vuestros comentarios, que me
animan el día. Espero que esto os siga interesando. ¿Dormirán o no dormirán? Pensemos
que Bella es humana... necesita dormir ;-)
Capítulo 16

BPOV

-Te juro que estoy agotada, esto de doblar turnos me puede. Y no están siendo turnos tranquilos,
precisamente. Parece que tengamos el gafe encima. Oye, y la próxima vez tenemos que salir del
pueblo. Estoy un poco cansada de ver las mismas caras. ¿Ves aquél que me mira mal, en la otra
mesa? - señaló discretamente con la cabeza y asentí- Estaba harta de verlo en Urgencias por
crisis de asma y, no te lo pierdas, la última vez que le atendimos salí un momento a preguntarle
algo, al ver que no estaba en la sala de espera salí del edificio y ¡lo pillé fumando!. ¿Te lo puedes
creer? ¡Acabábamos de ponerle tres nebulizaciones de oxígeno y ventolín! Se lo expliqué al
residente que lo atendía y la que se armó, se ve que por culpa de todo esto le subirá la póliza del
seguro médico. Por eso me mira mal. Creo que algún día me iré a trabajar a la gran ciudad.

Sorprendentemente Angela apenas respiró entre frase y frase. Estábamos sentadas en una
pizzería del pueblo ante un plato de deliciosa pasta fresca y una botella de Lambrusco
compartida. Angela no paraba de hablar acelerada, realmente se la notaba estresada. Le apreté
la mano para frenarla.

-Ok, Ang. Ahora pasa de él. Pasa de todo. Hablemos de otras cosas que no sean trabajo.
Necesitas desconectar, tanto como alimentarte. Come. Dale un trago al vino.- Ella suspiró.

-Vale, hablemos de otras cosas. O mejor me cuentas cuántos - arqueé ambas cejas.

-¿Cuántos qué?

-Cuantos polvos has echado hoy –dijo en tono confidencial, inclinándose sobre la mesa mirando a
ambos lados para asegurarse de que nadie de las mesas vecinas nos escuchaba.

-¡Ángela! –exclamé avergonzada.

-Bella, tienes los labios hinchados, un brillo en la mirada y una expresión radiante que pocas
cosas pueden provocar, aparte del buen sexo- sonrió traviesa.

-Un par… – repuse bebiendo un trago de vino, por lo menos su frescura aliviaría el acaloramiento
que sentía.

Quizá lo mejor hubiera sido seguir con las anécdotas del trabajo. Ella abrió los ojos como platos y
negó con la cabeza.

-¿Sólo un par? Pues habrán sido de sobresaliente porque con la cara que pones... Eres
jodidamente afortunada, y te envidio lo indecible. Hasta ahora había tenido la esperanza de que
Cullen fuera gay. Llegaste tú y fue evidente que no lo era. Después confié en que al menos fuera
un desastre en la cama… si, no me mires así, ¡no se puede tener todo! Pero no, es un dios del
sexo, sólo hay que verte. ¡Qué injusto! - afirmó con teatral indignación elevando los ojos al cielo.

Negué sonriente mientras bebía otro sorbo de vino y de paso ocultaba un poco mi expresión.
Temía que Ang pudiera leer en mis ojos "Edward Cullen es un vampiro". Si ella supiera el secreto
de Edward no me consideraría tan afortunada. Yo estaba enamorada de él pero no estaba
cegada por el amor. Una relación así no iba a ser fácil.

-Pues, a propósito de eso, te quería decir que luego viene a casa. Vamos a dormir juntos –
comenté como de pasada.

Mi amiga se atragantó con la pasta que se llevaba a la boca. Estuve tentada de ir a asistirla en su
atragantamiento con una maniobra de Heimlich, pero no hizo falta.

-¡Vaya! Dormir… ¿dormir? Ya. Lo vuestro va en serio, ¿eh? Después de la tardecita que os
habéis dado, ¿no tenéis suficiente? Espero que no hagáis mucho ruido, mañana madrugo, ya
sabes - escondió un bostezo. El maquillaje apenas disimulaba sus ojeras.

-No haremos ruido. Estoy… estamos cansados, y él tiene guardia mañana. Vamos a dormir.

-Tú verás como desperdicias tu tiempo, Bella Swan. Si Jake estuviera conmigo lo último que haría
sería dormir. Tengo tantas ganas de verlo, de tocarlo, de estar con él… esos pocos días que
vamos a pasar juntos se me pasarán en un suspiro. La última vez que nos vimos no llevábamos
condón y no nos pudimos dejar llevar, pero esta vez me voy a llevar dos cajas tamaño extra. ¿Tú
tomas precauciones con Edward, verdad? - desvié la mirada hacia la comida y pinché un ravioli.

-Claro… mamá- le saqué la lengua. Por lo menos en ese aspecto el sexo con Edward era sexo
seguro.

-Lo siento, chica, es deformación profesional. En serio, lo que te envidio es lo cerca que estás de
él. Yo hice el gilipollas con Jake. Eso que él estuvo rondándome todo un año y no le hice caso. Y
mírame ahora, doblando turnos para poder estar con él. Me lo merezco, por no apreciar lo que
tengo hasta que lo pierdo de vista.

-Lo importante es que te hayas dado cuenta, aunque sea un poco tarde.

En aquel momento oímos unas voces conocidas.

-¡Hola, Bella, Angela!-saludó Monica, junto con Paul, Anne, Ben y Jared- Bella, veo que ya estás
recuperada de la gripe, me alegro. ¿Es una cita íntima o nos podemos añadir?

-Por supuesto que sí, no le tiraría los tejos a Bella, creo que no tengo ninguna posibilidad con ella
en estos momentos -bromeó Ang.

-Con el pedazo de maromo que se gasta no tienes nada que hacer, chica, parece mentira -rió
Anne mientras el camarero acercaba sillas y una mesa para ellos.

-Disculpad ¿hay alguien que no lo sepa de aquí al Mississipi? Porque si es así puedo poner un
anuncio en la revista Life, o en el New York Times -bufé, enfurruñada.

-No te enfades, Bella, esto es un pueblo, el hospital es pequeño y es todo un notición, no sabes
cuántas le han tirado los trastos al soltero de oro, y llegas tú y en unas pocas semanas… - dijo
Paul chasqueando los dedos.

-Sí, Lauren y Jessica están que trinan, ya debes saberlo. Fueron las más lanzadas persiguiendo a
Edward, y cuando las rechazó, y no fue sólo una vez, empezaron a despreciarle. Desde entonces
son más amigas y por si fuera poco tienen su pequeño grupito de colegas envidiosas... Tendrás
que cuidarte de sus lenguas venenosas, como ya viste el otro día -dijo Jared.

-Gracias por el consejo, chicos - sonreí. Como si me fuera a importar mucho que me envidiaran, y
menos ésas.

Los recién llegados hicieron su pedido y estuvimos charlando un buen rato. Pude observar con
alegría que Paul y Anne parecían tontear, aunque aún se cortaban un poco. A Anne debía
importarle mucho Paul porque normalmente era más lanzada con los chicos, y con él era incluso
tímida. Acabando de cenar se marcharon a un pub local. Angela no se apuntó al plan alegando
que volvía a doblar turno el domingo, y yo dije que necesitaba descansar. Cuando ella escondió
una sonrisa ante mis palabras la miré a modo de advertencia.

Apenas me puse el pijama le mandé un mensaje a Edward. Estaba terminando de lavarme los
dientes cuando sonó el timbre. En cuanto le abrí la puerta me levantó del suelo y me besó con
suavidad los labios.

-Estabas aquí cerca, ¿verdad?-susurré en su boca, y tuve que sofocar un suspiro. Los ojos
parecían brillarle más, quizá por haberse alimentado hacía poco. Vestía tan sólo una sencilla
sudadera, vaqueros oscuros y deportivas. Miré sus labios sonrientes y recordé el placer que esa
perfecta boca podía regalar, deseé morderlos… tuve que hacer un esfuerzo para controlarme.

Había dicho dormir. Mierda.

-He salido a cazar un poco por el bosque de al lado de tu casa, no pensaba hacerlo pero… haces
que me entre hambre -murmuró él en mi oído, depositándome en el suelo. Luego miró por encima
de mi hombro -Hola, Angela. ¿Os lo habéis pasado bien?

-Sí, claro. Gracias por cedérmela unas horas -sonrió.

-Es lo justo.

-Eh, vosotros dos, ya vale de hablar de mí como si fuera una cosa – bufé y estiré de él hacia las
escaleras.

-Buenas noches, Angela. Que descanses- dijo Edward cortésmente.

-Lo haré si no hacéis mucho ruido, chicos -gritó mi amiga mientras subíamos las escaleras.

Edward rió y negó con la cabeza, pero yo habría estrangulado a Angela.

Cumplió su palabra, vaya que si lo hizo. No me rebajé a suplicarle pero intenté tentarle de
distintas formas y se limitó a decirme que "si no me comportaba" él se acostaría por fuera del
edredón. Realmente su autocontrol era increíble. Y odioso. Al final me rendí y pasamos la noche
abrazados. La Bella cansada lo agradeció. La Bella lujuriosa no tanto, pero al final también se
durmió, después de refunfuñar bastante. Por la mañana me despedí de él y de Angela y volví a la
cama, pero sentía el lecho demasiado grande. Vacío. Suspiré. Ya tenía síndrome de abstinencia.

Decidí levantarme, hoy aprovecharía el tiempo para estudiar temas que tenía pendientes de la
consulta externa. Me duché, me puse un viejo jersey y unos pantalones de chándal,
recogiéndome el pelo en una coleta y, tras desayunar, me senté ante el ordenador. Seguí con mi
revisión de los problemas renales que podían provocar que hubiera sangre en la orina. Estaba
concentrada y no sabía cuánto tiempo habría pasado cuando escuché el timbre de la puerta. No
esperaba visitas. Me asomé a la mirilla y mi corazón se paró por un momento. Hice un par de
respiraciones profundas y abrí la puerta. No había alternativa.

-Buenos días -dijo la desconocida con una voz melodiosa -Disculpa que te moleste sin haberte
avisado antes. Soy Alice, Alice Cullen - dijo, y extendió una menuda mano. Dudé un instante y la
estreché. Su piel estaba fría. Lo había imaginado en cuanto la vi. Tez pálida, ojos color miel
aunque de un tono distinto al de Edward, y una belleza aplastante. De estatura era bastante
menor que yo, pero sus proporciones bajo el abrigo se adivinaban perfectas. Me sentí una
cenicienta al lado de esta hermosa joven (eso era lo que parecía), que para colmo iba vestida con
un estilo juvenil pero exquisito.

-Pasa, Alice. Yo soy Bella, aunque imagino que eso ya lo sabes- me miraba como si quisiera
traspasarme y, tras darme las gracias, se adentró en mi casa.
La observé y sentí una punzada de envidia. Su oscuro cabello estaba cortado en forma de
melena corta despuntada que la favorecía mucho, tanto como la ropa que llevaba. Aunque a decir
verdad si hubiera sido calva y vistiera andrajos no habría tenido dificultad en ganar un concurso
de belleza, sin hablar de la elegancia de bailarina con la que se movía. Me sentí como un
hipopótamo vestido con andrajos dando clases de ballet mientras andaba a su lado.

-Y bien, tú dirás- dije, una vez sentadas en el sofá.

Alice no contestó, me miraba fijamente con una expresión inescrutable. Probablemente se estaría
preguntando qué había visto su hermano adoptivo en mí. Yo también empezaba a
replanteármelo, observándola. De momento él y yo no habíamos hablado de ex parejas, pero sí
sabía que Edward jamás había estado con una humana. Una luz se había encendido en mi
mente: si antes había estado con vampiras, y la belleza era un atributo de esa especie, cosa que
empezaba a sospechar al ver a Alice… una punzada de celos me atravesó el corazón. Incómoda,
rompí el silencio.

-Si no me vas a decir nada podría seguir con mi trabajo, y mientras tanto tú me observas. ¿Te
parece? Mi tiempo libre es muy escaso -dije fríamente, más dolida por lo que acababa de pensar
que por la actitud de Alice. Me levanté y ella me detuvo al tomarme de la mano con un
movimiento veloz.

-No… disculpa mis modales, Bella -suspiró-. He venido a conocerte. Edward habla mucho de ti.
Las veces que hablamos por teléfono apenas habla sobre otro tema, de hecho - comentó,
rodando los ojos - Así que podríamos decir que te conozco un poco. ¿Qué sabes tú de mí?

-Que Edward te quiere y te echa de menos. Y que eres una vampira que no bebe humanos.

-Eres directa, eso me gusta. Yo también lo seré. ¿Te contó Edward de su don, y de que contigo
no… no funciona? –asentí - Pues no es el único.

-¿Cómo?

-Que yo también tengo un don- dijo Alice pacientemente- y lo bloqueas. ¿Lo haces sin querer? -
bufé sin quererlo remediar y negué con la cabeza.

-Partiendo de la base que hace sólo unos días que sé que los vampiros existen y que uno de ellos
puede leer las mentes, no, aún no me ha dado tiempo a controlar mi super-poder- gruñí. Para mi
sorpresa Alice rió musicalmente.

-Ahora empiezo a intuir lo que ha visto Edward en ti… tienes carácter, entre otras cosas. Bella,
Edward lee las mentes, y yo tengo visiones del futuro. Pero contigo no me pasa, ni siquiera ahora
que te tengo delante. Y lo peor de todo es que cuando estás con mi hermano él desaparece de
las visiones, y eso me hace sentir muy inquieta. Comprenderás que no estoy acostumbrada a las
incertidumbres y Edward me preocupa.

Yo todavía estaba digiriendo lo que me acababa de decir. No es que no la creyera, pero jamás
había pensado que el futuro estuviera escrito. Comprendiendo mi estupefacción ella siguió
hablando.

-Te lo explicaré. En la vida hay varios posibles caminos que recorrer… La voluntad es la que
decide, al final. Pero yo veo lo que sucederá mientras la voluntad no cambia. Hace varios días me
inquieté mucho cuando Edward me explicó por teléfono que se sentía muy atraído por una
humana, porque yo no lo había visto venir. Y algo tan importante tendría que haberlo previsto.
Pero ayer mi hermano "desapareció" por completo de mis visiones y no lo he vuelto a ver hasta
hoy. Le he estado llamando al móvil pero él lo tenía desconectado. Por eso tomé el coche y me
vine hasta aquí desde Nueva York. Hace un par de horas he podido contactar con él, y por fin ha
vuelto a aparecer en mis visiones. Me ha explicado que... que habéis pasado todo el día de ayer
juntos y no quería interferencias externas, por eso había apagado el móvil. Y que hoy tenía
guardia -intenté digerir todo lo que me estaba diciendo.

-Entonces has venido desde Nueva York… eso son… serían ¡dos días en coche! ¡Te has cruzado
el país de este a oeste en menos de un día? ¿Cómo lo has hecho?- Alice sonrió con suficiencia.

-Bueno, digamos que me gusta la velocidad, y que mi coche es rápido.

-Y que no tienes miedo a morir. Joder…

-Te das cuenta, te digo que veo el futuro y te quedas casi como si tal cosa, te digo que conduzco
rápido y se te salen los ojos de las órbitas- tenía razón y ambas reímos ante lo absurdo. -
Realmente eres extraña, pero me caes bien. Siento la mala impresión que te habré dado al
principio, quiero a Edward con todo mi ser y el no tenerle en mis visiones me asustó muchísimo.
Cuéntame cosas de ti, por favor. Quiero saber más de la mujer que por fin ha hecho perder los
papeles a mi hermanito.

Y así estuvimos hablando sobre mí durante más de una hora. Yo quería saber cosas sobre ella.
Sólo me explicó que tenía una tienda de ropa que diseñaba ella misma en Manhatan, y que era
de producción "sostenible y ecológica". Me dijo que otro día sería mi turno de preguntas, si es que
yo quería volver a verla.

-Claro, Alice. Cuando vuelvas a Forks me encantaría volver a verte.

-Bella… hay algo más que te quería preguntar, y aunque sé que Edward se enfadará mucho,
muchísimo, tengo que hacerlo.

-Dispara- repuse, inquieta.

-Es sobre vuestra relación ¿lo has pensado bien? Todo lo que no puedes hacer con él… no
puedes ir de vacaciones a una playa soleada, ni compartir una buena comida, ni presentarlo a tus
padres como su futuro yerno, no puedes tener hijos, tú envejecerás y él no…-la hice callar con un
gesto de la mano.

El hecho de que yo misma hubiera pensado ya en algunas de esas cosas no quitaba que doliera
al oírlo. Y no tenía ganas de hablar de eso con Alice Cullen, cuando no había sido capaz de
hablar del tema con su hermano. Ni siquiera hablarlo conmigo misma. Era demasiado pronto.
Había tardado semanas en reconocer que estaba enamorada de Edward. Ya pensaría más
adelante en lo que ello comportaba. Ya tomaría decisiones. Pero no ahora.

-Alice, estoy enamorada. Tú me hablas con la razón. Te comprendo y yo misma pienso como tú,
pero no puedo evitar sentir lo que siento.

-No quiero que él sufra, Bella. Y cuanto más tiempo estéis juntos más dolerá al dejarlo. Debes
plantearte si quieres convertirte en vampira, y si no olvidarte de Edward.

-¿Qué? No me planteo nada de eso. No estoy segura de nada, Alice. Sólo de que le amo. ¿Has
venido aquí para convencerme de que lo deje? Creía que era para conocernos -repuse algo
dolida. Ella suspiró.

-Si te convenciera con mis razonamientos vaya amor iba a ser el tuyo… hubiera deseado que
fuera así, pero al mismo tiempo me alegro de que no lo sea. Qué poco razonable, ¿cierto?-
repuso, curvando sus labios en una preciosa sonrisa.
-El mundo no lo gobierna la razón, Alice, lo sabes. Escucha... Yo te quería preguntar también una
cosa- ella asintió.- Los demás de la familia piensan como tú, supongo. Respecto a nuestra
relación.

-Eso no es una pregunta- me observó atentamente.- Pero no te voy a responder, creo que le
corresponde a Edward explicártelo.

-Con eso ya me has respondido, supongo -Alice me miraba con ternura, pero obvió mi
comentario.

-Bella, ahora tengo que marcharme, pasaré por el hospital a saludarle. No le digas nada de lo que
hemos hablado, por si acaso puedo despistarle y no lo lee en mi mente. ¡Qué suerte tienes de
que no pueda leer la tuya!-exclamó.

La acompañé a su coche. Mi boca se abrió hasta el suelo: era un llamativo Porsche amarillo.

-Un regalo de Edward –me guiñó un ojo y me puso la mano bajo la barbilla para cerrarme la
boca.- Sí, esa es la reacción normal.- Ambas reímos. Joder con Edward.

Nos despedimos con un beso en la mejilla. Ahora tenía bastante claro que mi relación no
ilusionaba a la familia de Edward, pero por lo menos tenía una aliada. Quizá una amiga. En el
breve tiempo que habíamos pasado juntas estaba convencida de ello.

-Oye- me dijo tras abrir la ventanilla del coche - la próxima vez que venga podemos ir de
compras, es algo que me encanta hacer. ¿Te apetecería?

- Preferiría donarte medio litro de mi sangre, Alice Cullen. Creo que ahora sí me das mucho
miedo.- Ella se carcajeó y puso rumbo hacia la carretera.

La visita de Alice me había alterado un poco y no podía concentrarme en el estudio, así que
después de comer me dediqué a limpiar. Ang y yo teníamos repartidas las tareas pero
últimamente a causa de mi gripe y sus dobles turnos la casa estaba bastante abandonada.
Limpiaba el baño cuando sonó el timbre. Estaba claro que hoy era el día de las visitas ¿Quién
sería un domingo a las cuatro de la tarde?

-¡Hola! Angela está trabajando… pensaba que lo sabías- miré a mi visitante, que estaba plantado
ante la puerta con cara seria. Su expresión no cambió y eso me inquietó- ¿Ha pasado algo?

-¿Puedo pasar? -preguntó Jacob con amabilidad aunque sin modificar su expresión.

-Adelante…-mi cara debía reflejar mi confusión.

Tomamos asiento en la mesa de la cocina ante un par de cervezas frías. No necesitaba más café.

-Verás, Bella, es contigo con quien quiero hablar, y he venido ahora porque sé que Angela está
trabajando.

-Me estás asustando ¿Qué quieres decirme que no pueda oír ella? No tenemos secretos.

-Me parece que en eso te equivocas, Bella. Todos tenemos secretos, incluso para nuestros seres
más queridos- espetó.

Una alarma saltó en mi interior. El único secreto que tenía para mi mejor amiga era la…
peculiaridad, por decirlo así, de Edward y su familia.

¿Pero cómo…?
-Eso que estás pensando es a lo que me refiero- cortó mi hilo de pensamiento.

-Pues tendrás que decirme qué es lo que estoy pensando porque soy yo la que no sabe a qué te
refieres.

-Mientes fatal, eso ya me lo ha explicado Angela. Ella me habla mucho de ti, ¿sabes? Te quiere
casi como a una hermana, aunque apenas hace tres meses que os conocéis. Y me ha contado
que estás saliendo con un Cullen.

-Edward.

-Cualquiera, para el caso es lo mismo. Escúchame. A estas alturas ya te habrás dado cuenta de
ciertas cosas… ¿Cómo puedes estar enamorada de él? No lo comprendo - me miró con
expresión asqueada, haciéndome sentir muy violenta. ¿Dónde estaba el Jake agradable, el que
yo conocía?

-No sé de qué cosas me hablas y si has venido a insultarnos será mejor que te largues –me
levanté y fui a abrirle la puerta pero Jacob me alcanzó antes de llegar a tocarla, me tomó
firmemente de ambos hombros y me inmovilizó frente a él. Sentí temor.

-Oye… no me importa la forma en que decidas jugarte la vida, por mí como si haces puenting sin
cuerda, pero escúchame bien: de ninguna forma voy a tolerar a ese… a "eso", metido en la
misma casa que la mujer que quiero. No lo quiero cerca de ella. Lo aguanté bastante en el
hospital mientras estuve haciendo la especialidad, pero esto es diferente – bufó.

-¡Jacob, estás loco! Estás insultándonos, a mí y al hombre que quiero–su cara de asco se
acentuó al escuchar mi declaración- ¿Crees que yo jugaría con la vida de nadie? No tengo ni idea
de lo que estás hablando, ni creo que tú la tengas o no estarías desvariando de esa forma. Si hay
alguien peligroso aquí puede que seas tú. ¿Sabe Angela lo que has venido a hacer? No, claro, no
te atreverías a hablarme así en su presencia- me removí, soltándome de su agarre.

-No es por eso que he venido ahora, es porque ella no puede oír nada de lo que te digo, es un
secreto.

-Ah, tú también le escondes secretos, y luego me acusas a mí.

-No por el mismo motivo que tú, yo estoy obligado a guardar este secreto, pero tú puedes decidir
seguir con "eso" o dejarle- su voz sonaba amenazadora.

-Ahora escúchame tú: sigo sin entender nada de lo que me dices, no quiero oírte más hablar de
Edward como "eso", y no voy a dejarle porque un tío con trastorno de personalidad venga a
pedirme que lo haga. - Rápidamente abrí la puerta y salí de la casa. Me estaba asustando. – Te
vas a marchar ya o voy a empezar a gritar para que los vecinos llamen a la policía. Quedaría muy
bien un "detenido por intento de agresión" en tu currículum para el próximo trabajo.

Realmente no esperaba que llegara a tanto, pero tenía que conseguir que se fuera. Salió de la
casa en dos zancadas y se detuvo ante mí, con expresión de ira contenida, los puños apretados.
Yo ya no recordaba al Jacob que conocí en la reserva.

-No puedo llamar otra cosa que "eso" a algo que no es humano- siseó.

Definitivamente, lo sabía.

Entré en casa, cerré la puerta en sus narices y me apoyé contra ella, intentando sosegar mi
respiración. Me dejé resbalar hasta el suelo y permanecí allá apoyada, hasta que me calmé.
Estuve dándole vueltas a la conversación. Jacob se había comportado de un modo horrible,
justificado a medias porque estaba preocupado por Angela, pero ni aún así. Me puse a llorar
como una niña… Hoy el mundo parecía haberse puesto de acuerdo para pedirme que me alejara
de Edward. No me esperaba una situación tan desagradable después del maravilloso día de ayer.
En aquel momento sonó el teléfono.

Pobre Bella, y ahora... ¿quién será?

Quiero hacer dos pequeños comentarios.

El primero, la maniobra de Heimlich quizá la habréis visto en alguna película, se usa cuando
algún adulto se atraganta: una persona se coloca detrás suyo, la rodea con los brazos y aprieta la
zona del estómago... si el boca a boca es el beso de la vida, eso se podría llamar el abrazo de la
vida, pero hay que saber hacerlo.

Lo segundo es que ya desde este episodio os advierto que no habrá Renésmee. Edward es
estéril, como todos los vampiros. Me pareció absurdo no ya que Edward fuera fértil en Amanecer
(cada uno hace lo que quiere con sus vampiros), sino la explicación que daba la autora sobre por
qué las vampiras NO lo eran. Sinceramente, señora Meyer, lo suyo no es la biología. En fin... No
sé si os va a gustar pero es así... La que espere embarazos vampíricos y demás ya lo sabe.

Gracias por leerme, y por animaros a comentar. Aprecio mucho ambas cosas.

Esta semana posteo hoy y el jueves. Si estáis de vacaciones espero que las disfrutéis.
Como siempre, gracias por vuestros comentarios, algunas sois amables con el
comportamiento de Alice, a otras os ha gustado menos, pero Jake ha caído universalmente
mal. El pobre... ;-) Gracias a MJ y P por leer esto.

Capítulo 17

De nuevo había dormido mal. Demasiadas emociones el día anterior: la visita de Alice, la
desagradable conducta del novio de mi amiga, y por si fuera poco la llamada de mis padres.

-Hija, ¿cómo estás? No nos llamas mucho últimamente.

-Papá, tienes razón… lo siento, ando liada.

-Tu madre se disgusta, hija, Ya ha pasado una semana desde la última vez que hablamos.

-Sí… es que me pasa el tiempo volando. ¿Cómo estáis?

-Nosotros bien. Dime ¿cuándo irás al hospital de Seattle?

-No lo sé, aún he de hablar con ellos.

-Bella, hija, no dejes perder esta oportunidad. Te hicieron viajar miles de kilómetros para trabajar
en un hospital de pueblo en vez de en uno con las últimas tecnologías, y han de solucionar eso
cuanto antes. Debes aprovechar los meses que te quedan. En cuanto vuelvas aquí con el título
de especialista podemos organizar entrevistas e intentar que consigas un puesto de adjunta en
algún hospital de la ciudad. Si a tu currículo le sumamos un año de trabajo en un hospital infantil
de USA no tendrás ningún problema para conseguirlo, estoy seguro.

¿Y cómo le explicaba yo a mis padres que me había enamorado de un chico... bueno, algo así
como un chico, de aquí, que estaba contenta con mi trabajo en el hospital de pueblo, con mis
amigos, y que ahora no me apetecía mucho cambiar a un hospital "con las últimas tecnologías"?
Empecé a pensar que quizá ese jamás había sido mi deseo. Yo no era una persona ambiciosa,
en este asunto sólo había seguido el consejo de mi padre. Tampoco se me había ocurrido que
ninguna opción fuera mejor, que ninguna otra cosa fuera a hacer que me sintiera... completa. Los
consejos de mis padres, de mi padre sobre todo, eran bienintencionados, pero estaba viendo que
ya no me servía.

-Vale, papá… pásame a mamá.

-Hola, hija, ¿estás bien?

-Muy bien, mamá.

-¿Quién es él?

-¿Q...q… qué?

-Bella, llevas una semana sin llamar, en ti eso sólo significa que estás tan bien que el tiempo te ha
pasado volando, y sólo con oírte la voz noto que eres muy feliz... ah, y llámame tópica, pero en
este momento de tu vida no se me ocurre otra razón que un chico.

-Se llama Edward. Es residente de cirugía del hospital. Tiene mi edad...

-¡Lo sabía! ¿Lo ves, Charlie? ¡Lo sabía! ¡Nuestra niña está enamorada!

-Esta mañana tenemos sesión medico-quirúrgica, no sé si lo sabías, Bella- dijo mi jefa


despertándome de mi ensueño. Los gritos de alegría de mi madre resonaban aún en mis oídos.

-¿Cómo? ¿Qué?

-Bueno, hacemos una cada año, nos reunimos con los cirujanos y hacemos un repaso de los
niños con problemas quirúrgicos que se han trasladado a otro centro, los que han estado
ingresados más días de los que se supone, etc… esto se hace para mejorar la calidad de la
asistencia. Como no estabas la semana pasada nadie te lo dijo.

-No, no sabía nada-me disculpé.

-No deben hablar mucho de trabajo- el tono de voz fue bajo pero aún así se oyó el comentario de
Jessica en la gran mesa del despacho de pediatría.

Emily le dirigió una mirada severa y Jess puso cara contrita. Pronunció un "Lo siento" que ni por
un momento creí. La ignoré.

-Es a las doce, en la sala general de reuniones, ya te hemos arreglado la agenda de la consulta
externa para que acabes a esa hora.

-Gracias - sesión conjunta con los cirujanos… eso significaba ver a Edward. Empecé a animarme.

~~ooOoo~~

-Buenos días, Daniel y mamá.- El pequeño rodeó la mesa de la consulta para darme un cálido
abrazo, al cual correspondí gustosa.

-¿Tas bien?- me preguntó. Miré a la madre, sorprendida.

-Vinimos la semana pasada, preguntó por usted y le dijeron que estaba enferma. Nos atendió la
doctora Stanley, pero él no paraba de preguntar por usted, e insistió en que tenía que visitarlo "la
dotora Bella", que era "su dotora"–explicó con una sonrisa.

-Vaya… pues estoy bien, sí. Sólo fue una gripe ¿Y tú, bichillo, estás bien?-el pequeño asintió y
miré a su madre.

-He estado mirando el pipí cada día y no ha vuelto a aparecer sangre –dijo ésta.

-Bien, pues podemos alargar el intervalo entre seguimientos. Haremos controles mensuales de
función renal, y si todo va bien te daré el alta pronto.-Daniel me miró, confuso, y luego giró la
cabeza a ambos lados. -¿Qué buscas?

-El alta que me vas a dar. ¿Dónde tá? ¿Es un regalo?-dijo ilusionado.

-Quiero decir que ya no tendrás que venir más- reí.

-¿Podé verte, dotora Bella?- dijo con ingenuidad infantil.

-Podrás verme, Daniel, no te preocupes por eso- sonreí, entonces el pequeño estiró el brazo y me
entregó un papel que tenía en la mano. Era un dibujo que parecía representar dos figuras
humanas, una de pie vestida de blanco y la otra más pequeña en una especie de cama. Ambas
se daban la mano.

-Soy yo, eta tú – señaló la figura mayor.- Para ti.- Añadió, orgulloso.

-¡Oh! ¡Qué bonito regalo! Gracias, Daniel- Sonreí de oreja a oreja. En aquel momento sonó el
teléfono.

-Bella, ya estamos casi todos arriba y vamos a empezar. ¿Tardarás mucho?-dijo la voz de Emily.

¡La reunión! Casi se me había olvidado. El corazón me palpitó más fuerte. Había realizado duros
esfuerzos para no pensar en Edward durante la mañana y lo había conseguido… a ratos, como
ahora. Me despedí de Daniel y su madre, que eran la última visita, con las instrucciones para el
siguiente análisis. Salí corriendo hacia la sala de reuniones del hospital, llevándome unos folios
para tomar notas si era necesario.

La sala de reuniones no era grande, pero suficiente para acoger a los equipos de pediatría y de
cirugía, 22 personas en total. Para las reuniones con mayor asistencia se usaba el salón de actos.
Entré apresurada y un poco avergonzada, odiaba llamar la atención. Había una ligera penumbra y
por la pantalla estaban pasando diapositivas con datos estadísticos. Había una persona de pie al
lado de la pantalla. Edward. Calló y curvó suavemente una comisura labial, observándome con
una mirada que desprendía complicidad. Casi me fallaban las piernas sólo de verle. Le sonreí
tímidamente y enrojecí, pues todos los presentes se habían girado en sus sillas para mirarme. Me
senté en el primer asiento vacío que encontré, en una discreta última fila. Algunas caras se
giraron para mirarme unos instantes. Inspiré y espiré con lentitud. Tendría que aprender a vivir
con ello hasta que la gente se acostumbrara a nuestra relación.

Edward iba explicando una serie de datos, básicamente sobre traslados a otros centros
hospitalarios… No me estaba enterando de nada. Vestía su camisa azul de cirujano sobre los
vaqueros, y movía elegantemente su felino cuerpo mientras explicaba los datos que aparecían en
pantalla. Su voz penetraba en mí estimulando cada una de mis terminaciones nerviosas,
haciéndolas ansiar su contacto. Recordaba sin poderlo ni quererlo evitar las sensaciones de mi
cuerpo unido al suyo. Tenía la sensación de que él no paraba de mirarme, aunque sus ojos
apenas se detenían en mí. Cuando terminó su (seguramente) brillante exposición fue el turno de
ruegos y preguntas. Joseph y Emily iban tomando notas y exponiendo temas en común. Los
demás preguntaban dudas.
La siguiente en salir fue Jessica, se dispuso a comparar los datos de los niños ingresados por
procesos quirúrgicos que habían sido consultados a pediatría, y otros temas que me perdí porque
cuando ella se levantó Edward cruzó la sala en pocas zancadas para sentarse a mi lado, con un
cuaderno para tomar notas en la mano. Inmediatamente sentí como un aleteo de mariposas en mi
estómago y mi respiración se aceleró. Acercó sus labios a mi oreja y pude sentir su aroma.

-Me has disgustado, Swan-chasqueó la lengua.-Con el esfuerzo que he empleado en prepararme


esta charla y no has prestado atención. No sé en qué estabas pensando, pero me encantaría
saberlo... no sabes cuánto -susurró. Su aliento provocó que mi vello se erizara y se escapó un
suspiro de mis labios.

-¿Cómo sabes que no escuchaba?-contesté sin atreverme a mirarle.

-Espero que lo que pensaras fuera más fructífero que esta charla -comentó, burlón- Has estado
totalmente abstraída- escribió en su cuaderno.- Y he visto cómo te has sonrojado varias veces.

-No sabía que eras capaz de ver en la penumbra, pero para evitar sorpresas estaría bien que me
explicaras todo lo que puedes hacer- susurré acercando mis labios a su piel lo más cerca que
pude sin perder el decoro.

Percibí la tensión en su cuerpo. Edward escribió en su cuaderno y me lo mostró.

-Me gustaría explicarte todo lo que te podría hacer ahora si no estuviera toda esta gente delante.
Pero puede ser peligroso. Podría fallar mi autocontrol.

Mi corazón golpeó furiosamente mi pecho y me removí en la silla, incómoda. Me estaba


excitando, y no era el momento más oportuno. Sería mejor dejar de provocarle o iba a pasarme
toda la guardia con "sobrecalentamiento".

-Si juegas con fuego te puedes quemar, ¿recuerdas?- escribí en mi papel.

-Si ardo contigo no me importa -contestó él de la misma forma.

-No me estoy enterando de nada de la reunión. Espero que Emily no me haga preguntas -susurré.

-Mañana te la explico completa si quieres- murmuró.

-Que sea resumida, y tendremos tiempo para otras cosas –repuse, y lo miré. Sólo iba a poder
verlo ahora, luego el trabajo me retendría hasta mañana por la tarde. Él me sonrió con malicia y
deseé lanzarme sobre esos labios y morderlos. De hecho, deseaba sentarme sobre él a
horcajadas y... ¡no, no! -Eres malo para mi salud, Cullen.- Escribí. Él acentuó su sonrisa.

-Y entonces como conclusiones –estaba diciendo Emily- parece ser que del año pasado respecto
al anterior ha habido una mayor calidad asistencial, dado que el número de días ingresados por
patología ha sido inferior al anterior y el número de traslados innecesarios ha disminuido.

-Parece ser que la estancia de Edward en cirugía pediátrica del Hospital Infantil de Seattle hace
dos años y los cambios posteriores en nuestros protocolos han tenido sus frutos. Lo que sería
ideal es que uno de nosotros fuera a formarse completamente como cirujano pediátrico. Quizás
haya alguien interesado, ahora que los pediatras y los cirujanos parece que tenemos mejor
relación que nunca -dijo Joseph. Se escuchó alguna risa flojita ante la "sutil" broma.

Cuando la reunión se dio por finalizada Edward tuvo que quedarse a hablar con su jefe en la
misma sala de reuniones, yo tenía que comer porque tenía guardia así que me despedí de él con
la mirada. Él me hizo un gesto con la mano queriendo decir "después".
Cogí el "busca" de urgencias de manos de Ben y me dirigí hacia el comedor de guardia. El trabajo
era lo primero... Una vez terminé de comer me metí en Urgencias y no paré de trabajar, perdiendo
la noción horaria. Ni siquiera me dio tiempo de hacer una pausa breve para un café. Edward pasó
a esa hora, antes de marcharse, para ver si podíamos tomar algo juntos. Lo miré con agobio,
tenía ocho niños por visitar y cuatro para dar de alta, no podía irme. Me tomó de la mano y me
arrastró a la salita, donde no había nadie en ese momento. Una vez allá me rodeó la cara con sus
manos y me besó tierna y largamente.

-Hasta mañana por la tarde -susurró, y se marchó en el momento en que entraba una enfermera.
Inspiré profundamente y me llevé la mano a los labios, sintiendo aún su sabor en mi boca.

La noche continuó como la tarde. Cuando acabé mi turno era ya de día y me marché a la
cafetería, que acababa de abrir. No me había podido tumbar ni un solo momento. Me senté sola
en una mesa con una enorme taza de café y un grasiento donut ante mí. Apoyé la mandíbula en
las manos y estuve pensando sobre el día anterior. A lo mejor le hablaría a Edward de la visita de
su hermana, pero no le diría nada de la otra visita. Ignoraría a Jacob, probablemente cuando viera
que no pasaba nada dejaría de tener esas paranoias con mi… novio, si es que le podía llamar
así. No entendía cómo sabía tanto de los Cullen, pero al parecer era un secreto que no podía
revelar, así que no debía preocuparme por eso. Intuía que si le explicaba a Edward lo que había
pasado con Jake sólo aumentaría los problemas. Mi capacidad para pensar ahora estaba bajo
mínimos, pero tenía bastante claro que eso era lo que iba a hacer.

Abrí los ojos de repente, me había dormido sin darme cuenta, con la cabeza apoyada en las
manos. Ante mí estaba sentado Peter, mi compañero residente. Parpadeé.

-¿Mala guardia?-dijo, comprensivo.

-Ya te digo- me pasé ambas manos por la cara, frotándola, para espabilarme y borrar un poco las
señales de la falta de sueño. Sorbí un poco de café y arrugué la nariz. Ya estaba frío.

-Bella, ya sé que es mal momento, pero estoy haciendo el plan de guardias para los próximos
meses y necesito que me digas cuándo te marchas, para saber hasta cuándo puedo contar
contigo.

Peter era el encargado del cuadrante de guardias de los residentes de pediatría. Era un trabajo
impopular porque nunca estábamos contentos con el día que nos había tocado (nunca estábamos
contentos con ningún día), pero cuando nos quejábamos él amenazaba con dejar el "cargo" a otro
y eso nos hacía callar rápidamente. Además, adornaba el calendario con comentarios divertidos y
tiras cómicas que sacaba de periódicos, por lo que recibir las guardias de cada mes era un poco
más agradable.

-Bueno… aún tengo que hablar con Emily y James, pero el próximo trimestre me quedo aquí -sus
ojos se iluminaron. Peter y yo nos llevábamos bien, él era divertido, y además un par de manos
más para coger el "busca" siempre se agradecían.

-¿De veras? ¿Estás segura? –asentí, aliviada. Era la primera vez que pronunciaba en voz alta
mis deseos y me sentía mejor, más segura. Ahora "sólo" tenía que pensar en cómo explicarlo a
mi familia y a James.

Me acerqué a hablar con Emily tras la sesión de ingresos de la mañana para comunicarle mi
decisión.

- Aquí siempre nos va bien un par de manos más para trabajar y además tú trabajas muy bien,
Bella. Para mí es una gran alegría, pero no lo será para James. De todas formas es su problema,
por tener esa secretaria tan inútil que dejó perder la oportunidad de que trabajaras con ellos
desde el primer momento. – Reímos ambas, Irina tampoco era santo de la devoción de mi jefa -
Oye… cambiando de tema, no le hagas caso a Joseph, es así de indiscreto, y con la edad va a
peor. No te molestó la bromita, espero- me encogí de hombros.

-Bueno, no estoy acostumbrada a que se hable de mi vida personal en público, pero supongo que
es una de las muchas peculiaridades de trabajar en este sitio. Y tampoco fue un comentario de
mal gusto -sonreí.

-No lo sabes bien. Me refiero a lo de la vida personal…- repuso, rodando los ojos.

Cuando tuve un momento llamé a James y le informé de mi decisión. No estaba contento, pero no
protestó. Quedamos en que me quedaría en Forks por lo menos un trimestre más, pero a él le
faltaba un residente hasta final de año e insistió que si en cualquier momento cambiaba de idea le
podía llamar. Ahora sólo me faltaba llamar a mi casa e informarles de mi decisión que, tenía claro,
no iban a comprender. Me entristecí. Ellos querían lo que pensaban que era mejor para mí, pero
lo que pensaban ya no coincidía con mis ideas sobre el tema.

Antes de irme me despedí de Angela. Estaba poniendo un gotero y esperé a que terminara. Salió
del box con la cara exultante de felicidad.

-¿Y esa cara?-pregunté.

-Me ha llamado Jacob esta mañana-me estremecí levemente al oír su nombre- Dice que va a
trabajar seis meses en la unidad de transporte médico urgente y que puede que algún día nos
veamos si tiene que hacer un traslado de Forks a Seattle. Uao- miró hacia el cielo y sonrió.- Una
dosis extra de Jake.

-Me alegro mucho- fingí una cara feliz pero no sabía mentir. No era una buena noticia. Cuanto
más alejado estuviera Jake de Forks, tanto mejor para mí.

-¿Te pasa algo?- me miró preocupada. Mi cara era transparente y Angela observadora.

¿Que tu novio es un paranoico?

-Nada, Angela, es que estoy hecha polvo. Nos vemos luego...- dudé un instante- o mañana,
depende del plan con Edward.

-No hagas nada que yo no haría, como se suele decir-guiñó un ojo.

-No sé qué contestarte, puede que me cante una nana y yo caiga en coma profundo hasta
mañana- contesté con fastidio.

-Será posible que pienses en perder el tiempo durmiendo… La vida es corta, Bells.

No la de todos.

-Lo sé, lo sé, ya sabes que cuando salgo de guardia estoy de mal humor, sobre todo si no he
dormido-me disculpé. Le apreté la mano con gesto cariñoso y me largué a casa.

Hasta el jueves. Gracias por leer y por vuestros comentarios.

Feliz jueves. Gracias a todas las que comentáis y seguís esta historia, me dáis energía para
continuar. Y a mis dos pre-lectoras. Aquí va el 18.

Capítulo 18
Abrí los párpados. Sentía cansancio. Desorientación. Apagué el primer despertador, el de la
mesita de noche, y me levanté tambaleante para desconectar el segundo despertador, el que
había dejado en el pasillo. Mi segundo pensamiento -el primero fue "mierda, qué sueño"- fue para
Edward. A estas horas de la tarde ya debía estar en su casa. Cogí el móvil y marqué su número.
Estaba hecha una pena pero llevaba muchas horas sin sentir su contacto y en estos momentos
ya sufría un agudo síndrome de abstinencia. ¿Cómo me podía haber enganchado a él tanto en
tan poco tiempo?

-¿Ya estás despierta?

-No, hablo en sueños. Pues claro que estoy despierta - gruñí.

-Dios. Si estás de ese humor mejor nos vemos otro día, no quiero arriesgarme a que me
muerdas. ¡Menudo carácter! – se burló.

- Lo siento, no me lo tengas en cuenta. Es que me sienta fatal la privación de sueño. Es capaz de


sacar a la luz a la señora Hyde que hay en mí.

-¿Quieres decir que si pasáramos toda una noche haciendo el amor, a la mañana siguiente vería
a la Hyde esa? Es para pensárselo- contestó en tono serio.

-Edward…- hice una pausa, tomé aire y me mordí la lengua para no soltarle otro gruñido.

-Lo siento, lo siento… te propongo un trato: dejaré al señor Burlón haciendo compañía a tu señora
Hyde y pasaré a buscarte. ¿Estás presentable ya?

-Sí.

Era un decir. Presentable… no mucho. La cara de zombi que tenía ganaría en palidez a la de
Edward, aunque a mí esa blancura no me quedaba tan bien. Por no hablar de las ojeras, y mi
vestuario… Miré mi armario una y otra vez. No, definitivamente había mentido, no estaba nada
presentable. Me duché y me puse lo primero que pillé, unos vaqueros y una vieja sudadera. Anoté
mentalmente por enésima vez: ir de compras con Angela. La pobre estaba tan harta de que no le
hiciera caso en ese tema que había dejado un cartel pegado a la puerta de mi armario ropero, por
dentro. Así que cada vez que lo abría leía "TENGO HAMBRE. LLÉNAME". Esta vez iba en serio,
tenía que hablar con ella y quedar un día para ir a Port Angeles.

Cuando Edward me vio se iluminaron sus dorados ojos a pesar del aspecto que yo lucía, me
atrapó por la cintura y me besó con suavidad. Sonrió con su frente apoyada en la mía.

-Si fuera Alice te habría arrancado esa ropa de encima. Yo también tengo ganas, pero no por los
mismos motivos, es obvio.

-Está claro que la señora Hyde y el señor Burlón no han tenido una buena cita. A este ya lo
tenemos de vuelta -murmuré.

-No le puedes culpar. ls señora esa es bastante insoportable - sonrió mi vampiro, y sentí que
empezaba a desaparecer mi mal humor. Estaba recibiendo mi dosis.

Había nombrado a Alice. ¿Habría sido ésta capaz de ocultar sus pensamientos? ¿Debía yo sacar
el tema? Me moría de ganas de aclarar algunos puntos con él. Lo arrastré hacia el sofá del
comedor y nos sentamos. No contento con tenerme a su lado me cogió y me sentó sobre sus
piernas, lo que no era de mucha ayuda para mi perjudicada concentración. Empezaba a
olvidarme de lo que quería hablarle. Tampoco ayudaba el que jugara a enredar sus largos dedos
entre los mechones que me caían por la espalda.
-No te preocupes, Bella. Alice vino a verme, y sé de lo que hablasteis- dijo con dulzura. No me
leía el pensamiento pero era evidente que era transparente para él.

-Alice… ¿te explicó algo?

-¿Lo dudabas? Alice me lo explicó todo. Ni siquiera intentó ocultarme sus pensamientos como
había pretendido hacer antes de verme. Bella, ella y yo tenemos una relación muy próxima. En
cuanto me vio comprendió que no deseaba ocultarme nada. Repitió vuestra conversación palabra
por palabra a una velocidad increíble hasta para un vampiro. Le caíste muy bien, aunque no sé
qué pensarías tú de ella. Su comportamiento fue bastante impresentable, por lo menos al
principio. Si no hubiera visto lo arrepentida que estaba me habría enfadado mucho con ella -
frunció el ceño.

-Al principio no le gustaba mucho, eso quedó bien claro. Pero luego hablamos y hablamos… y me
sentí como si nos conociéramos desde hace años.

-Alice no tenía nada contra ti cuando se presentó aquí. Lo que no le gusta es que ciegas sus
visiones y eso la hace sentir que yo soy vulnerable. Y se preocupa por mí. Para ella representa
todo un problema, no sé si lo llegas a imaginar.

-Sí, supongo que es como si yo perdiera alguno de mis cinco sentidos por la proximidad de
alguien. ¿Por qué crees que pasa eso?

-Creo que es una especie de don. Algunos de nosotros teníamos ya ciertas… capacidades antes
de ser vampiros, y al transformarnos estas se intensificaron. Esto le pasaba a Alice. Otros las
desarrollamos después de la transformación, como me pasó a mí.

-¿Todos los vampiros tenéis dones especiales?

-Muchos tenemos algún don. No todos. Y tu don debe ser muy fuerte para manifestarse tan
intensamente aún siendo humana -me miró con curiosidad.

Pensé que por desgracia mi recién descubierto "don", como él decía, no me era muy útil en el
mundo de los humanos. Y de momento no sabría cómo sería de útil siendo vampira porque el
llegar a transformarme no entraba en mis planes. No ahora. Pero quería saber si Edward y su
hermana habían hablado de ello.

-Entonces… ¿te contó toda nuestra conversación?-su expresión se volvió cautelosa, sabiendo
que tocaba un tema espinoso. Sí, habían hablado de todo.

-Ya le dije a Alice que no se metiera donde nadie la había llamado. Si no me hubiera dado una
ración extra de esos pucheros que sólo ella sabe hacer la habría estrangulado-bromeó.- Olvida
eso ahora.

Cambié de tema. El siguiente de la lista también era un tema difícil.

-Edward… ¿qué piensa tu familia de nosotros como pareja? Me dió la sensación de que no son
muy felices con el tema.

-No ha de importarnos, Bella -negó con la cabeza y me clavó su mirada de miel. Sus dedos se
fueron desplazando de mi cabello hasta la piel de mi cuello, apenas un roce pero suficiente para
aturdirme. Era obvio que él deseaba cambiar de tema. Hice un esfuerzo para olvidar la sensación
que esos dedos causaban en mi piel y me obligué a volver a la conversación.

-Entonces estoy en lo cierto. Eso es que no les gusta la idea- repuse. Para mí era lógico. Edward
suspiró al ver que su estrategia fallaba.

-No les gusta la idea de que yo esté con una humana, no de que esté contigo, Bella. Ellos temen
muchas cosas de esta relación, es… extraña. Puede que seamos un caso único. Carlisle me
explicó que había investigado y no había encontrado nada, ni siquiera en leyendas antiguas,
sobre una relación sentimental entre un vampiro y una humana, quizá porque… - dudó un
momento- porque cuando sucedía la parte humana de la relación no sobrevivía.

-Qué manera más rebuscada de decir que el vampiro se merendaba a la humana- gruñí.

-Tienes un peculiar sentido del humor, Swan.

-Y tú di las cosas por su nombre, Cullen. No me uses frases rebuscadas. Me haces pensar
demasiado y no estoy en condiciones.

-Volvió Hyde. - Rió y me acarició la cara, ignorando mi amenazador ceño. - Estoy convencido de
que igual que ahora le gustas a Alice puedes llegar a gustarles a los demás. Si no te conocen
saliendo de una guardia, claro.

-Ja - hice una mueca, aunque no le faltaba razón.- Hay algo más que quisiera hablar contigo.
Alice es muy hermosa- me miró esperando que continuara.- Tú también lo eres -alzó una ceja.

-¿Y?

-¿Es normal eso en los de tu especie?-de pronto su mente se iluminó y comprendió por dónde
iban los tiros.

-¿No habíamos quedado en que no eras celosa?

-No, era que no estaba celosa. Pero ahora me imagino que tendrás varias ex despampanantes
por ahí dispersas y no puedo evitar sentirme mal- me miré las manos, que tenía entrelazadas, y
luego a él.

-¿No confías en mis sentimientos por ti?-arqueó las cejas.

-Sí, sí confío. Sólo dime… ¿cuántas? No me asustaré, 120 años dan tiempo para mucho.

-Te sorprenderías... Probé suerte una vez, pero no estaba enamorado. La relación duró dos
años... la más larga que he tenido, y tendría que haber durado menos.

-¿Y?

-¿Y, qué?

-No me vas a decir que el resto de los años tus impulsos sexuales han estado sin satisfacer.
Porque me voy a asustar, si tienes toda esa energía que gastar - él rió.

-No, cuando lo he necesitado he tenido alguna relación esporádica con otra vampira, pero sólo de
unos días, sabiendo ambos que no había compromiso. De esas he tenido varias, y no lo cuento
como relación. Ni siquiera recordaría los nombres de la mayoría.

¿La mayoría? ¿Cuántas habían sido? No, ahora no estaba preparada para escuchar la respuesta.
Un harén de preciosas vampiras rodeando a Edward era un pensamiento nada bienvenido en
este momento. Pero no pude evitar seguir con mis indagaciones.

-¿Y son hermosas todas las vampiras? No me has contestado todavía.


-Lo son, pero- posó sus manos en mi nuca, entrelazó sus dedos con mi cabello y me clavó una
mirada ardiente - Bella, ni una sola me ha hecho sentir una centésima parte de lo que tú me
haces sentir. Porque estoy enamorado de ti, y no lo estaba de ellas. Ninguna me hizo sentir como
si volviera a latirme el corazón. Ninguna desató el fuego que tú enciendes en mí sólo con inspirar
tu aroma, con mirarme, con rozarme. Ninguna me hizo reír como tú, o desear que dijera cualquier
cosa sólo para poder escuchar su voz.

Sentí que mi ansiedad se evaporaba. Alargué la mano para rozarle la cara con las yemas de mis
dedos. Notaba la electricidad entre su piel y la mía aún antes de tocarle, como si mis
terminaciones nerviosas presintieran su tacto. Le acaricié el perfecto rostro bajando por la frente,
los pómulos, el fuerte ángulo de la mandíbula, los sensuales labios, la nariz. Cerró los ojos y le
besé los párpados, recorriendo el camino hasta su boca, que se entreabrió dándome paso. Mi
lengua jugó con la suya dulcemente. Desplazó las manos descendiendo por mi espalda pero lo
aparté con delicadeza.

-No. Déjame tocarte – pedí. Él suspiró y siguió con los ojos cerrados.

Bajé ambas manos por su cuello, apenas rozándole. Su piel era suave y firme, con un tacto
levemente frío. Descendí hacia el cuello de la camisa y empecé a desabrocharlo, lentamente, sin
prisas. Abrió los ojos y los hundió en los míos. Quemaban. Entreabrió los labios pero le puse un
dedo encima para silenciarle. Introduje mis manos por la abertura de su camisa, acariciándole el
torso, quitándosela, colocándome a horcajadas sobre él. Observé su perfección y me incliné
sobre su cuello, inspirando su aroma, llenándome de él, acariciándolo con mis labios, con la
lengua, mientras seguía sintiendo cómo su pecho se movía de forma cada vez más agitada.

-Bella… no puedo quedarme quieto más tiempo. No me pidas eso-gimió.

-Ejercitemos tu autocontrol- sonreí contra su cuello, y procedí a intentar desabotonarle los


vaqueros, que ya mostraban una considerable erección. Con un poco de colaboración de su parte
le quité el resto de ropa. Admiré su escultural cuerpo y me mordí el labio inferior.

-Gracias por la ayuda. Ahora quiero probar una cosa. Quédate muy, muy quieto- susurré mientras
mordisqueaba su cuello y bajaba hasta la clavícula.

Tomé su erecto miembro, acariciándolo arriba y abajo, presionándolo, disfrutando del suave tacto,
excitándome al sentir su placer, al escuchar cómo su respiración se entrecortaba y varios
sensuales gemidos se escapaban de sus labios. Echó la cabeza hacia atrás, los párpados de
nuevo cerrados. Mi excitación iba en aumento arrastrada por la suya, el deseo que sentía en mi
interior se extendía nublándome la mente, haciéndome perder el poco control que me quedaba.
Tenía que probar el sabor de todo su cuerpo. Fui bajando lamiendo, mordisqueando,
deteniéndome en los pezones, en el abdomen, en el bajo vientre, hasta llegar a la sensible piel de
su miembro. Sentí cómo Edward contenía la respiración. Sin parar de acariciarlo, lo rodeé con la
boca, ascendiendo y descendiendo, acariciándolo con la lengua, succionándolo, cada vez con
más insistencia, una y otra vez. Su sabor era excitante y sus sonidos de placer me estaban
volviendo loca. Me acarició la cabeza e intentó apartarme suavemente.

-Amor… no puedo… aguantar más- apenas pudo pronunciar las palabras. Me separé un instante.

-Déjame probarte, Edward -pedí casi sin aliento.

Él cerró los ojos y agarró con fuerza el reposabrazos del sofá. Seguí disfrutando con mi íntima
caricia, hasta que su cuerpo se tensó y emitió un largo gruñido profundo, animal, y yo bebí de él,
completamente extasiada por el placer que le había proporcionado. Nos quedamos quietos unos
segundos, sus manos enredadas en mis cabellos, su cabeza reclinada hacia atrás. Jadeé al
darme cuenta de que el reposabrazos estaba parcialmente arrancado. Incluso en ese momento
no puede evitar pensar qué le diría a mi amiga. De repente en uno de esos rápidos y
desconcertantes movimientos se puso en pie, amarrando mis piernas alrededor de su cintura.

-Creo que necesitamos una ducha -murmuró roncamente en mi oído.

Me depositó en el suelo del baño con suavidad, me apoyó contra la pared y empezó a quitarme la
ropa. Lo hizo lentamente, sin perder de vista mis ojos, hipnotizados por los suyos. Se arrodilló
para quitarme las braguitas, bajándolas con lentitud. Mi pecho subía y bajaba trabajosamente. Lo
deseaba tan intensamente que casi me asustaba lo que me hacía sentir.

-No te imaginas la vista que tengo desde aquí. Eres muy hermosa, Bella.

Esa mirada oscura y su expresión animal volvían a poseerme, no podía apartar la vista de él.
Cuando terminó de quitarme la lencería comenzó un lento ascenso con sus manos desde los pies
acariciándome las piernas, el hueco de la rodilla, los muslos, pasando a la parte interna de estos,
ascendiendo hasta mi zona íntima. Jadeé sonoramente y él sonrió lascivamente, pasando la
punta de la lengua por sus labios. Sólo verle sonreír así hacía que la sangre ardiera en mis venas.
Mis rodillas amenazaban con no soportar mi peso y me apoyé con las manos contra la pared.

-Estás deliciosamente cálida. Y tan mojada… -su voz era un murmullo aterciopelado.

Introdujo uno de sus largos dedos en mi interior al tiempo que acariciaba mi clítoris con el pulgar,
y con la otra mano me rozaba las nalgas. No pasaron ni unos instantes y me derramé en su mano
con un fuerte gemido. Pero él no paró, acercó su boca a mi zona más sensible y comenzó a
lamerme. Me tomó una pierna y la pasó por encima de su hombro, sujetándome. Siguió moviendo
su dedo en mi intimidad, tocando puntos que provocaban que mi placer ascendiera a cotas aún
desconocidas por mí.

-Edward, me vas a matar- protesté entrecortadamente y él apartó brevemente su boca de mí.

-Vuelve a correrte para mí, cielo -pidió, introduciéndome otro dedo, lamiendo, y succionando
suavemente mi clítoris. Mi cuerpo volvió a estremecerse, casi convulsionando de placer, y él
también bebió de mí. Tuvo que sujetarme con fuerza para evitar que me deslizara hacia el suelo
del baño, sin fuerzas para nada más. Mis piernas claudicaban.

-Todavía no he terminado contigo - su voz sonaba profunda y erótica.

Me alzó y me metió dentro de la bañera, abriendo el grifo de la ducha. Me rodeó fuertemente con
sus brazos y se fundió con mis labios, besándome con ternura, acariciando mi lengua con la suya.
Pude probar mi sabor, mezclado con el de su boca y con el del agua que corría por nuestras
pieles. Siempre consciente de mis necesidades, se apartaba brevemente para dejarme respirar, y
volvía a invadir mi boca de una manera que, aunque me parecía imposible, volvía a hacer que
estuviera excitada. Su sabor era una droga para mí. Descendió hasta mis pezones, los
mordisqueó y trazó círculos en la areola con su lengua, succionándolos.

-No puedo más, Edward- él me ignoró y siguió con su tormento. Bajé mi mano hasta su miembro,
que estaba más que preparado.

-Aún no -susurró. De pronto me volteó y se apretó contra mi espalda, acariciándome los pezones
con una mano y bajando la otra hasta mi clítoris. Mordisqueaba mi cuello y por un momento
pensé qué sentiría si me mordiera más profundamente, e inexplicablemente para mí este
pensamiento me excitó. Intenté tocarle pero él no me dejó, sujetándome ambas manos con una
suya.

-Ahora me toca a mí, cielo. ¿Dónde está tu autocontrol? –no podía verlo, pero sí imaginar su
sonrisa torcida y su mirada de deseo.

-Edward, no puedo más. Te quiero dentro de mí - pedí.

En un movimiento me abrió ligeramente de piernas y me inclinó ligeramente hacia delante. Me


penetró de forma enloquecedoramente lenta, retirándose cada vez que avanzaba un poquito,
torturándome. Con la mano libre acariciaba mi clítoris, suavemente, aumentando mi tensión
interna pero sin darme la liberación.

-Ya estoy dentro de ti, amor... no puedo ni explicarte cómo te siento.

-Edward…-supliqué, casi lloré.

-Shhh- su aliento chocó contra mi oído. Fue su única réplica. Siguió acariciándome, entrando
suavemente, saliendo de mí, dejándome vacía.

-Joder...Edward...te...odio -gemí a duras penas.

-Lo sé, amor – sonrió sobre mi cuello, provocándome un escalofrío. Intenté moverme pero me
tenía completamente sujeta. Sentía un deseo tan intenso que dolía físicamente.

-Por favor…

-No -dijo mientras seguía con su juego.

-Por favor, por favor…hazlo ya -supliqué casi llorando.

Entonces se deslizó dentro de mí, profundamente y de una sola vez, provocándome un orgasmo
que devastó mi cuerpo; grité y me apoyé contra la pared de la ducha para no caer y él empezó a
bombear dentro de mí con fuerza. Gemíamos y gritábamos con cada embestida, hasta que me
llevó de nuevo al clímax y lo sentí descargar dentro de mí. Me sujetó al notar que mi cuerpo cedía
y me dio la vuelta. Me apoyé en su hombro, completamente exhausta, mientras él me abrazaba
con fuerza y el agua caliente se deslizaba por mi espalda.

-¿Me sigues odiando?-murmuró contra mi pelo, al cabo de unos instantes. No podía hablar, pero
asentí con la cabeza y hundí mis dedos en el húmedo cabello de su nuca. Él rió suave y me
meció lentamente, como acunándome.

¿Habíais echado de menos a Edward? ;-)

Nos vemos el próximo lunes. ¡Gracias por leer y comentar!

Espero que hayáis tenido unos felices días de Semana Santa. Mil gracias a las que me leéis
y me hacéis saber que seguís la historia. Y gracias también a Maria José y P.

Capítulo 19

BPOV

Era domingo por la noche. El peor momento de la semana, quizá exceptuando el lunes por la
mañana. Angela había ido a pasar cuatro días a casa de Jake, en Seattle, y no volvía hasta el dia
siguiente. Así que Edward y yo habíamos tenido dos días por delante para nosotros solos, dos
días para los que habíamos hecho muchos planes: ir de excursión por el Parque Natural, cenar
en su compañía en un restaurante de Seattle del que le habían hablado muy bien, pasear por la
zona portuaria de Port Angeles…. Sí, teníamos muchos planes. Que se quedaron en eso. Al final
nuestro fin de semana consistió en hacer el amor en cada rincón de su casa el sábado y en cada
rincón de la mía el domingo.

En mis 26 años sólo había tenido una pareja, Marc. Nuestra relación duró lo que la carrera de
medicina. Lo dejamos de mutuo acuerdo, o mejor dicho, de mutuo aburrimiento. Al terminar la
carrera él se marchó a hacer la especialidad de anestesia a Madrid y yo me quedé en Barcelona.
Nuestras llamadas se fueron espaciando cada vez más de forma natural hasta que nos dijimos
adiós. Con él conocí lo que era la intimidad con un hombre... pero Edward había despertado
sensaciones en mi cuerpo que jamás había experimentado. A lo largo de las semanas que
llevábamos juntos me mostró que era un amante tan dulce como apasionado, insaciable, atento e
incansable. Me llevaba al cielo, una y otra vez. El único límite eran mis humanas fuerzas.

Mi vida era mi presente, y mi presente era él. No pensaba en el futuro, ahora no me importaba
demasiado.

-Un beso por tus pensamientos - susurró Edward.

Abrí los párpados. A través de la ventana podía ver la luna tapada a medias por una cortina de
nubes y ante mí su silueta recostada, abrazándome con suavidad. Antes de él jamás había
podido dormir abrazada a nadie.

-Nada importante. Recordaba.

-Entonces no quieres el beso.

-Tonto… siempre quiero tus besos. Pero no acepto los sobornos -sonreí.

-Algo tengo que ingeniarme, ya que no te leo la mente. ¿Quizá otro tipo de sobornos?-preguntó
con voz insinuante.

-No sé en qué estás pensando, pero si es en lo que creo te recuerdo que soy humana. Apenas
puedo moverme - reí.

-Para lo que estoy pensando no hace falta que te muevas.

-Estás loco.

-Por ti.

-Vale… te diré lo que pensaba. Me acordaba de mi primer y único novio. Sólo eso.

-Ahora me dejas más tranquilo -bromeó. Cambié de postura y me apoyé sobre su pecho, mirando
su rostro.- ¿Sólo ha habido un hombre del que estar celoso? -preguntó, ascendiendo con la mano
a lo largo de mi espalda hasta llegar a la nuca. Casi ronroneé de placer.

-No ha habido ningún hombre del que estar celoso, porque ninguno puede compararse contigo.

-Creo que acabo de sufrir una sobrecarga de ego.

-¿Es eso posible? ¿Se puede sobrecargar más?- abrí los ojos y la boca desmesuradamente,
componiendo una exagerada mueca de sorpresa.

-Swan, ¿estás intentando ofender a un vampiro?- preguntó con voz acerada. Algo en su tono hizo
que parara de reírme.

-No me das miedo.


-No deberías haber dicho eso.

Bella bocazas. En una décima de segundo había invertido nuestras posiciones y quedó encima
de mí, con su cara amenazadoramente cercana a la mía.

-Repite eso- su dulce aliento me rozó la piel de los labios.

-No… me… das... miedo- repetí, mientras mi latido cardiaco alcanzaba un volumen audible
incluso para mí misma. A pesar de la penumbra fui capaz de ver que Edward sonreía
perversamente.

-Buen intento. ¿Por dónde iba? Ah, sí… creo que te debo un beso –atrapó mi boca con la suya y
me besó hasta que mi voluntad se redujo a cenizas.

-¿Decías?- oh, dios, esa sonrisa.

-Eres un monstruo terrible -susurré sin aliento, rendida.

-Lo sé. Y ya sabes lo que hacen los monstruos terribles. Se comen a las inocentes muchachitas-
y sin darme tiempo a réplica devoró mi boca.

Cuando me levanté él ya estaba vestido y me observaba desde el sillón con una expresión
indescifrable. Me dolían varias partes del cuerpo y lo que no me dolía parecía curiosamente
anestesiado. Al ducharme descubrí en mi piel algunos hematomas superficiales. También sentía
otros dolores en lugares más íntimos, pero nada de eso me importaba lo más mínimo. Me sentía
enormemente feliz. Aunque había algo en su expresión que me inquietaba. Durante el desayuno
hablamos de diferentes temas, pero yo observaba algo diferente en su comportamiento. Como si
quisiera decirme algo y no supiera cómo. En cuanto subimos al coche no pronunció una palabra
más.

-Estás un poco silencioso- comenté, un tanto intranquila.

-Bella, ¿no tienes nada que explicarme?- su voz sonó forzadamente casual.

-No, que yo recuerde- repuse, confusa.

-Entonces quizá hagas memoria si te digo que esta noche has hablado en sueños.- Una alarma
se encendió en mí.

-Ah, sí, a veces lo hago. Hablo en sueños, sobre todo cuando voy falta de sueño. ¿Y qué he dicho
esta vez? Suelen ser tonterías sin sentido- Tonta Bella, esto último suena a excusa.

-No sé si tendrá sentido para ti "Jacob, te marchas ya o me pongo a gritar" - comentó Edward con
el ceño fruncido.

Mierda. El corazón me dio un más que inoportuno vuelco.

-No sé qué sería… algún sueño que no recuerdo. ¿Por qué le das tanta importancia?-
contraataqué, repentinamente enfadada por el interrogatorio. Me miró con el ceño aún más
fruncido.

-Bella, no se la daría si no estuviera seguro de que me estás mintiendo.

-Si me vas a llamar mentirosa se acabó la conversación- gruñí mientras me cruzaba de brazos,
apretando los labios. Observó mi gesto, incrédulo.
-¿Estoy saliendo con una mujer de 26 años o con una de 6? -Edward era un amante perfecto,
pero su psicología femenina dejaba mucho que desear. Se me ocurrieron varias bonitas
respuestas con referencia a su edad pero preferí omitirlas.

-Déjame en paz.

-No hasta que me digas por qué parecías tan angustiada cuando hablabas en sueños y por qué
estás ocultándome cosas. ¿Te asustó Jacob Black? Tienes que explicármelo.

-No es nada importante. Si lo fuera te lo diría -repuse obstinadamente.

-Si no es importante puedes decírmelo-sus ojos llameaban de ira. No sabía si estaba enfadado
con Jacob o conmigo.

-No.

-Entonces iré a ver a Jacob Black y le preguntaré por qué discutía con la mujer que amo.

-¡No! - el grito se me escapó. De repente giró el volante y paró en el arcén. Se encaró hacia mí.

-Pues será mejor que me lo expliques tú misma- replicó con voz endurecida.

Observé su expresión fría y me dolió. Nunca se la había visto y no deseaba hacerlo. Giré la
cabeza, mirando por la ventanilla el bosque cercano. Si creía que presionándome de esa forma
iba a hacerme cambiar de idea no me conocía.

-Tendrás que confiar en mí –le hablé al cristal, observando cómo se empañaba.

-Bella, comprende que sólo quiero proteger lo que más quiero. Tú. – Su tono de voz se había
dulcificado hasta ser suave como el tercipelo. Vaya. Cambio de estrategia.

Exhalé con fuerza.

-Ya tengo bastante con los paparazzi del hospital. No necesito también un guardaespaldas,
gracias.

Escuché como inspiraba y espiraba con lentitud, probablemente intentando calmarse. Seguí
observando el paisaje a través del cristal de mi ventanilla. Él arrancó el motor y volvimos a la
carretera, siempre en silencio. Al llegar al hospital bajé del coche antes que él y entré sola.
Algunas caras me miraron al pasar y me saludaron. Quizá si no tuvieran tema de conversación en
la comida podrían departir sobre las posibles causas de nuestra pelea.

Apenas llegué a la sesión de la mañana cuando Mónica salió disparada del despacho. Casi chocó
conmigo porque estaba mirando el mensaje de su "busca".

-Ven conmigo, Bella, hay una cesárea de gemelos y además son prematuros. Mejor cuatro manos
que dos.

-Ah, qué buena manera de empezar la mañana. Esto espabila más que el café. ¿Muy
prematuros? –pregunté mientras la seguía, poniéndome a su altura.

-Son de 32 semanas. Es cesárea porque el primer gemelo va de nalgas.

-Bueno, podía ser peor.

Llegamos al área quirúrgica de la maternidad y, tras el engorro de ponernos el uniforme estéril,


pasamos al antequirófano. Miré por la ventanita de la puerta del quirófano mientras Mónica
comprobaba que la cuna térmica estuviera encendida.

-Joder, ¡pero si aún están poniéndole la epidural! ¡Un día nos llamarán antes de que hagan al
niño! ¿Es que se creen que no tenemos nada que hacer en todo el día que esperar aquí dentro?-
gruñí.

-¡Vaya humorcito mañanero que tenemos! ¿Has discutido con tu novio? -comentó Anne, pasando
por mi lado y dirigiéndose al lavabo que había a la entrada del área estéril.

Mónica me miraba, sentada en una camilla que había en el pasillo, con las piernas colgando. Me
senté a su lado.

-Lo siento, chicas. Sí, supongo que ha sido la primera discusión- Mónica me miró con
comprensión.

-Bueno, pues ya sabes lo que se dice de qué es lo mejor de las discusiones de enamorados,
Bells- repuso Anne guiñándome un ojo.

En un gesto universal a todos los cirujanos alzó las manos al terminar de lavarlas como si la
estuvieran atracando, y apretó con el pie el botón que activaba la apertura automática de la
puerta del quirófano, desapareciendo por ella.

-Anímate- instó Mónica, dándome un golpecito en la mano - Parece que hoy va a salir el sol unas
horas. Después de comer podemos subir un rato a la azotea y tomar el sol, estás casi tan pálida
como Edward.

-¿Sol? -repuse volviendo la cabeza hacia el ventanal detrás nuestro. En efecto, los tenues rayos
de un tímido sol asomaban entre unas nubes gruesas.

-Sí, sol, esa bola de fuego que se ve brillar en el cielo. Poco más de dos meses aquí y ya se te
olvidó del significado de esa palabra, Bella- se carcajeó Mónica.

-Ah, sí, como lo añoro -contesté de forma automática.

Me levanté de la camilla para comprobar cómo iba la cesárea mirando a través del cristal de la
puerta y le hice un gesto a mi compañera para que se acercara. Anne ya estaba realizando la
incisión en el útero y era muy rápida.

En esa situación siempre se me ocurría la misma imagen: como en un partido de fútbol


americano, la matrona recogía al bebé de brazos de la ginecóloga, rápidamente lo envolvía en un
paño estéril, se acercaba atravesando la puerta con el bebé y allá estábamos nosotras, en la
portería, esperando para parar el gol.

Los dos bebés nacieron sin complicaciones y con un peso aceptable, por lo que pronto podrían
pasar a la habitación con sus emocionados papás.

La mañana pasó tranquila. Me sentía mal por la discusión con Edward, sabía que él sólo se
preocupaba por mí, pero no estaba dispuesta a que me tratara como a un ser débil e indefenso,
aunque comparada con él eso es lo que yo era. Pero también tenía mi orgullo. Desanimada, bajé
al comedor con mis compañeras.

-¿Te quedas tres meses más, Bella? Me enteré ayer -comentó Mike, tomando un poco de puré de
patatas. Aunque lo que con ese nombre servían en el comedor de personal bien habría podido
servir para alisar las grietas que había en la pared de mi habitación. Tenía que hablar con Angela
sobre eso.

-Y eso que aún no lo ha publicado el Times- rió Monica. Puse cara de resignación.

-Sí, la verdad es que aquí aprendo pediatría a nivel más primario, y creo que amplía el abanico de
posibilidades una vez haya terminado. Y yo creo que me bastará con seis meses en Seattle para
hacer currículo.

-¿De veras vas a volver a España? ¿No nos echarás de menos?-inquirió Mónica.

-De momento es lo que tengo planeado. Ya veremos qué pasa- miré mi manzana fijamente, como
si fuera una bola de cristal y de ella pudiera extraer la información que necesitaba. Lo cierto es
que vivía tanto el presente que ni me había planteado lo de mi vuelta a España. Lo veía como
algo muy lejano.

Tal como habíamos quedado nos dirigimos a la azotea del edificio después de la comida, pues
teníamos unos minutos de descanso todavía. Me sentí deprimida. No podía olvidar que el
helipuerto era el lugar donde Edward me besó por primera vez, y me atacó la nostalgia.
Afortunadamente el sol ayudó a desvanecer la tristeza que empezaba a embargarme.

Era un placer sentir el calor de los rayos solares en nuestro cuerpo. Nos tumbamos las tres en
medio del helipuerto, con los brazos y piernas en cruz, para recibir la máxima irradiación posible.
Por el aspecto del cielo no tenía pinta de durar mucho tiempo, y había que aprovecharlo. Hacía
una temperatura tan agradable que nos quitamos las batas y nos quedamos sólo con el pijama
blanco de manga corta.

-Espero que no haya ningún traslado urgente en helicóptero- comentó Mónica.

En aquel momento escuchamos a lo lejos un inconfundible sonido que se acercaba.

-Moni, chica, ¿tienes poderes o qué? ¡Podías decir algo así como "espero que no aparezca Brad
Pitt por Urgencias y me invite a cenar"!-exclamó Anne, sentándose y poniendo una mano a modo
de visera para otear el horizonte.

En efecto, un helicóptero se acercaba en la lejanía. Debía haber algún traslado urgente, aunque
nada de pediatría o nos habríamos enterado, porque Monica continuaba llevando el "busca".

-Será mejor que volvamos abajo -dije.

Me separé de ellas y me dirigí a Urgencias. Quería saber qué pasaba, si podía ser útil en algo.
No, no quería engañarme. Quería ver a Edward, lo necesitaba. Cuando llegué el box de
reanimación estaba ocupado por varios profesionales que no paraban de moverse de un lado a
otro.

-¿Qué sucede? -pregunté a Claire, que estaba saliendo de otro box.

-Bueno, medicina de campaña, ya sabes, esto es un hospital pequeño. Hay un chico joven que ha
tenido un accidente de moto, y tiene un hematoma intracraneal, al parecer epidural.

-¡Dios! ¡Si aquí no hay neurocirujano! -exclamé, angustiada. Ese hematoma podía provocarle la
muerte en pocos minutos si no se vaciaba.

-No, pero hay gente con valentía y experiencia – dijo Claire.- Los traumatólogos le acaban de
hacer una craneotomía de urgencia y le han vaciado el hematoma. Los cirujanos le están
poniendo un drenaje torácico, porque también tiene hemotórax.
Ahora comprendía la llegada del helicóptero. Lo cierto es que en la zona alrededor de Forks había
muchos accidentes, particularmente de moto, así que no era algo raro encontrarse pacientes
politraumatizados casi a diario, y el personal estaba entrenado para técnicas que en los
hospitales grandes sólo dominaban los más especialistas. Era algo que me gustaba de ese
hospital, con los medios mínimos conseguían muy buenos resultados.

De pronto me giré, como si hubiera escuchado una voz en mi mente, aunque era consciente de
que no había sido así. Entonces vi a Jacob acercarse por el pasillo de urgencias en dirección al
box de reanimación. Me miraba con un odio tan intenso que me dolió el corazón. Después noté
que sus ojos se desplazaban en otra dirección, más allá de mí. Edward salía de aquel box,
quitándose una bata verde de quirófano. Me sonrió al verme. El cambio en su expresión fue tan
rápido que apenas pude darme cuenta de que había estado sonriendo, pues ahora sus ojos
miraban más allá de mí, con una mirada asesina. Su labio superior se retrajo levemente,
enseñando sus perfectos dientes en un gesto que no era una sonrisa.

La expresión de Edward me recordó a una pantera a punto de lanzarse sobre su presa. Los
brillantes e hipnóticos ojos clavados en Jacob, su flexible cuerpo súbitamente tenso, como
preparado para saltar, los colmillos apenas insinuados... Estaba tan quieto que pensé que ni tan
siquiera respiraba. Por un momento temí que perdiera su férreo autocontrol y me acerqué a él
asustada, interponiéndome en la dirección de su mirada. Mi orgullo sufrió un pequeño desplante,
porque no conseguí desviar sus ojos de Jacob ni un ápice. Me giré para observar a este y pude
ver que arrugaba la nariz y había clavado en Edward su mirada de odio. Jacob quedó estático
durante escasos segundos, que a mí me parecieron una eternidad. De repente reaccionó y entró
en el box de donde Edward había salido momentos antes. Cuando Jake desapareció de su vista
aquel desvió sus ojos hacia mí y su mirada se dulcificó.

-Ahora estamos trabajando, pero luego tenemos que hablar, Bella. En tu casa, por la tarde -
murmuró.

Su voz sonaba contenida, pero su cuerpo se había relajado. Sentí que el peligro había pasado.
Me apretó el brazo levemente a modo de despedida y se dirigió al cubo de la ropa sucia, donde
depositó la bata de quirófano que aún llevaba en la mano. Decidí que mi presencia allá era un
estorbo, y subí a la consulta externa a estudiar las historias clínicas de los pacientes que visitaría
al día siguiente.

Escuché el sonido del helicóptero despegando. Mi mente, que había conseguido centrar en los
papeles que tenía delante, se liberó y empezó a divagar. Recordé la discusión con Edward. Ahora
probablemente ya sabía lo que había pasado entre el quileute y yo. Tenía claro que había leído la
mente de Jacob, de ahí su reacción. No comprendía a qué se debía el intenso odio de este, pero
estaba segura de que mi novio vampiro no era un peligro para nadie. Estaba convencida de ello.
Decidí dar carpetazo al tema en mi mente y seguir con el trabajo.

Cuando por fin llegué a casa me pareció que había sido un día muy largo. Tenía muchas ganas
de ver a Edward, y en ese momento nuestra pequeña discusión de la mañana me parecía una
absoluta estupidez. Me estaba preparando un café cuando por fin sonó el timbre de la puerta.
Abrí tras observar por la mirilla.

-Hola-dijo, casi con timidez.

Edward estaba parado en el umbral, guapo hasta dolerme el corazón, como siempre. Llevaba
unos vaqueros negros, camiseta azul, tenía ambas manos en los bolsillos, y me observaba
dubitativo. Sin pensarlo ni un segundo me abalancé sobre él y me abrazó con fuerza. Sus labios
se desplazaron por mi cabello hasta mi rostro y de ahí a mis labios, besándome con ternura, una
y otra vez.
Por fin, tomé su mano y lo conduje a la mesa de la cocina. Nos sentamos frente a frente y esperé
a que él hablara. Mientras una de mis manos aguantaba mi taza de café la otra se entrelazaba
con la suya.

Me encantó la escena del libro (lde la película también, aunque es algo distinta) donde Bella le
dice a Edward que no le tiene miedo y él responde que no debería haber dicho eso. Tenía que
ponerla, aunque a mi manera, claro ;-).

La próxima el jueves. Gracias por leer y por comentar. Los términos médicos los podéis
"googlear" pero si tenéis cualquier duda no dudéis en preguntarme.

Hoy tocan charlas. Se van aclarando ideas e intenciones...

Gracias por leerme, y por vuestros comentarios. Gracias a MJ y P. Los personajes de


Crepúsculo no son míos, pero sí esta historia.

Capítulo 20

BPOV

-Bella- comenzó- No me voy a disculpar por mi comportamiento de esta mañana. Te prometo que
iba a hacerlo, no comprendía ni por qué nos habíamos enfadado por una tontería así… hasta que
he leído la mente de Jacob – frunció el ceño y me clavó la mirada- ¿Cómo pudiste callártelo? Su
actitud fue amenazante, te asustó, y te lo guardaste para ti. ¿Es que no confías en mí? ¿Crees
que lo voy a matar o algo así? - Hizo una pausa cuando vio que yo arqueaba una ceja recordando
la escena de horas antes - De acuerdo, es cierto que he tenido que emplear toda mi fuerza de
voluntad para dominar el impulso de arrancarle la cabeza cuando he leído sus recuerdos. Pero lo
que importa es que al final no lo he hecho, ¿no? – sonrió levemente, pero sus ojos centelleaban.

-Irás a hablar con él, ¿verdad? – quise saber, preocupada, y él asintió - Prométeme que no le
harás daño. Es el novio de mi mejor amiga.

-¿Me crees capaz de hacérselo?- dijo, y compuso aquella cara de inocencia que yo ya conocía.

-Edward, no te has visto la expresión esta tarde, en Urgencias. Me has asustado. Parecía que
ibas a saltar sobre él.

-Si no le he matado entonces no creo que vaya a hacerlo en un encuentro más o menos
preparado. Puedes estar tranquila… supongo - añadió, curvando levemente una comisura de sus
sensuales labios.

-Sí, mira, tranquilísima estoy, sobre todo después de ese "supongo"- su sonrisa se amplió más y
sus dientes brillaron. Me obligué a mirarle a los ojos y no a la boca.

-Por supuesto que iré a hacerle una visita. Esta tarde no era el lugar ni el momento para dejar las
cosas claras. Pero no voy a dejarlo así, y ni por un momento creas que él lo va a hacer.
¿Pensabas que ignorándole como has hecho hasta ahora nos iba a dejar en paz?

-¿Pero por qué? ¿Por qué ese odio hacia vosotros?

-Él sabe lo que soy, lo que mi familia es. Lo sabe porque su padre es uno de los patriarcas de los
quileutes, y es un secreto que se transmiten entre ellos.

-Ya imaginaba que lo sabía por todo lo que me dijo, pero ¿cómo?
-Es una vieja historia, de la primera vez que aparecimos por aquí toda la familia, hace muchas
décadas. Los quileutes no se tragaron nuestro disfraz de personas normales. Nosotros no lo
sabíamos, pero ellos podían detectar que olíamos diferente que el resto de humanos. Según sus
leyendas, hace siglos los lobos vencieron a unos vampiros en una lucha a muerte por poseer este
territorio. La lucha fue larga y hubo muchas bajas en ambos bandos, pero ellos salieron
victoriosos. Dicen que su tribu desciende de aquellos lobos, y no sé qué hay de real en eso, pero
sí es cierto que algunos de ellos aún conservan el don de detectarnos.

-No me estarás hablando de hombres lobo...- después de aceptar que Edward era un vampiro y
leía mentes creí que ya nada sería demasiado, pero de vez en cuando había nuevas revelaciones
que me hacían desestimar esa idea, como la capacidad de Alice de ver el futuro, y ahora… esto.

-Bella, ahora no hay hombres lobo por aquí, aunque probablemente sí los hubo- me tomó ambas
manos entre las suyas y las acarició.- Verás, aunque los vampiros seamos mucho más fuertes
que los humanos no somos completamente indestructibles, además somos muy escasos en
número, y no nos interesa que la gente sepa de nuestra existencia. El caso es que los quileute
supieron lo que éramos pero cuando descubrieron cuál era nuestra alimentación… eso los
descolocó, en sus leyendas no se hablaba de vampiros como nosotros. Cuando se aseguraron de
que éramos distintos del resto de nuestra especie hicimos un pacto: ellos nos dejarían en paz y
nos guardarían el secreto mientras siguiéramos con nuestra dieta especial, y nosotros
respetaríamos todo su territorio, la zona que actualmente ocupa la reserva. Supongo que no
acaban de fiarse de nosotros, piensan que algún día se liberará nuestra auténtica naturaleza y
prefieren tenernos lejos.

-¿No habéis demostrado suficientemente que no sois peligrosos? Tú y tu padre, con vuestro
trabajo diario… y los demás Cullen.

-Bella, no todo el mundo es como tú. Eres la única humana que he conocido que trata así con
vampiros, con esa confianza. Por más que nos encuentren atractivos hay algo, una sensación
inconsciente, que en algún momento hace percibir a los humanos que somos peligrosos. Lo sé
porque he leído miles de mentes a lo largo de mi existencia. Algunos te dirán que somos raros,
otros que hay un no se qué que no les gusta, pero lo cierto es que ninguno confía en nosotros de
forma absoluta y todo el tiempo, tal como haces tú.

-¿Y quién tiene razón?

-¿Quién tiene razón? ¿Toda la humanidad o tú? Quién sabe – sonrió amargamente y apoyó la
palma de su mano en mi mejilla. Yo coloqué la mía encima y la presioné contra mí, anhelando
sentir su contacto. Me miró con dulzura - No dejamos de ser monstruos para los humanos y
extrañas rarezas para los de nuestra especie. No tenemos lugar en ninguno de los dos mundos.
Nos resistimos a un impulso tan natural en nosotros como tomar un vaso de agua y beber de él lo
es para ti. Nos resistimos a abandonar lo poco de humano que queda en nosotros. – Me miró con
intensidad. - Bella… jamás te haría daño. Pero el miedo que siente Jacob es totalmente instintivo,
natural. Él teme que mi proximidad sea peligrosa para la mujer que ama. Por eso no iré a
romperle la cara, porque comprendo lo que es proteger a tu mujer. Pero por eso mismo tampoco
toleraré que te asuste o amenace, no por un temor infundado. Deberá aprender a vivir con esto, o
llevarse a Angela a otro sitio. Y te pido que no me impidas que quiera protegerte.

-Me gusta que me protejas, pero ten en cuenta que Angela es mi mejor amiga. Temo que si vas a
ver a Jake y discutís pueda influir negativamente en nuestra amistad.

-Bella, he de hacerlo. Me parece que no comprendes hasta dónde puede llegar Jacob queriendo
proteger a su mujer.
-¿Me haría daño? ¿Te haría daño a ti, o explicaría el secreto de los Cullen?

-Eso no, él es muy respetuoso con las tradiciones de su pueblo. Y a mí no puede hacerme nada
él solo. Tampoco creo que te hiciera daño físico, pero si no puede conseguir que tú y yo nos
separemos intentará que Angela y tú no viváis bajo el mismo techo.

-Ya. Pues yo haré lo que pueda por impedírselo. Jacob no se tiene que llevar a Angela a ningún
sitio por una estupidez como esa. Y que digas "su mujer" me choca un poco… ¿Tú me ves así,
como "tu mujer"? - Edward me dirigió una mirada incandescente.

-Bella, yo lo siento así. Para mí eres la mujer, mi mujer, y no hay sitio para ninguna más... ni lo
habrá – repuso.

-Edward, no puedes saber el futuro, y tu vida es muy larga. ¿No es un poco pronto para hablar
así? - me angustié.

-Bells, los vampiros somos una especie monógama. Nuestra libido es fuerte, como ya sabes -
sonrió levemente- y podemos tener relaciones esporádicas. Pero normalmente cuando nos
enamoramos es para siempre, mientras nuestra pareja exista. A veces, incluso después de que
ésta deje de existir nadie puede reemplazarla- bajó el tono de voz. El tema era delicado para
ambos y mi corazón latía arrítmico, tal como él podía percibir.

-Edward… tú esperas que me convierta tarde o temprano, ¿no es así?- repuse con un hilo de voz.
No me había parado a pensar en lo que nuestra relación significaba para él. Me sentía egoísta
pero tampoco conocía esa característica de su especie, hasta el momento.

-No espero nada. Sólo vivo el presente, disfrutando de lo que siento. Simplemente quería saber lo
que pasaba por tu corazón, porque hasta ahora no habíamos hablado de esto y ahora me parecía
un buen momento- hizo una pausa.- De todas formas, Bella… sé que es muy pronto, pero ¿te ha
pasado alguna vez por la cabeza?

-¿El qué?- pregunté estúpidamente.

-Transformarte en vampira- estudié su rostro y me perdí unos segundos en sus cálidos iris, antes
de continuar.

-Sí. Una y otra vez. Pero… no puedo separarme así como así del que ha sido todo mi mundo
hasta hace poco. Te amo como jamás pensé que amaría a nadie... pero aún así no daría mi
humanidad por ti, Edward. No ahora. Y no sé si algún día podré.

Edward no hablaba. Me miraba desde el interior de su alma y a mí me dolía cada palabra que
salía de mi boca.

-Creo que no soy capaz de renunciar a mi familia, mis amigos, mi posible maternidad, a la vida tal
y como la conozco -continué.- Quizá tendríamos que haber tenido esta conversación antes de
lanzarnos del avión sin paracaídas.

-Para mí no habría cambiado nada- la sonrisa de Edward tenía un rastro de tristeza - Bella,
cuando decidí estar contigo sopesé antes todas las posibilidades. Seguí adelante porque descubrí
que no me importaba ninguna de ellas, porque pasara lo que pasara iba a seguir adelante con
mis sentimientos. Lo lamento, porque yo tenía ventaja al conocer la situación real, y no tuve
problemas en enredarte en este lío.

-No digas eso. Cuando me di cuenta de que te quería ya era demasiado tarde para cambiar mis
sentimientos, pero nada tiene que ver tu voluntad en eso. Sencillamente pasó.
-Me podía haber alejado de ti…

-Ya lo intentaste y no te dejé -le interrumpí. No me gustaba el nuevo derrotero que tomaba la
conversación.- No vuelvas a hablar de eso, por favor. No elijas por mí, no vuelvas a hacerlo-
supliqué.

-No lo haré más, Bella, te lo prometí. No hablemos más del tema. En estos momentos no nos
lleva a ningún sitio. Y tenemos poco tiempo para estar juntos. Mañana tengo otra guardia, ha
caído un compañero más por la gripe.

-Vaya mierda.

-Sí, eso de ser el único inmune a la gripe tiene sus desventajas.

-Entonces quizá podíamos aprovechar el tiempo... -murmuré, mordiéndome el labio.

-¿Se te ocurre alguna manera? Quizá Angela guarda un juego de cartas por ahí y podíamos jugar
al póker, para matar el rato- repuso sin dejar de mirarme la boca con la mirada encendida.

-Claro… podemos jugar al póker. No se me ocurre nada mejor que hacer para pasar el tiempo
contigo. Ven, creo que sé dónde lo tenemos guardado. Por cierto, ¿sabes eso que dicen de qué
es lo mejor de las peleas?- le dije, tirando de él hacia mi habitación.

Cuando llegamos a mi cama ya no llevábamos ni una sola pieza de ropa…

Habíamos acordado que Edward se marcharía antes de que Angela llegara. Quería hablar con
ella. Estábamos cenando y saqué el tema de conversación que me interesaba.

-¿Has llegado a hablar con Jake esta tarde en Urgencias, Ang?

-No, él iba con mucha prisa, normal, claro… pero al menos nos hemos visto.

-Angela ¿Sabías que Edward y Jake no se caen bien?

-Sí, eso es de dominio público- sonrió tranquilamente mientras cortaba una manzana a trozos.

-Nunca me habías dicho nada.

-Porque es una cosa entre ellos dos, Bells. A mí Edward sí me cae bien, pero cuando saco el
tema de que salís juntos Jacob se pone… no sé decírtelo, pero su expresión cambia de una
forma que casi asusta, y su único comentario es que no entiende cómo puedes salir con él. Cada
vez que le he pedido que se explique lo único que acierta a decir es que no se fía de Edward,
pero no me quiere decir por qué. ¡Yo qué sé! Cosas de tíos, a mí me da igual. Yo creo que tienes
muy buen gusto, y eso es lo que importa, ¿no?- me guiñó un ojo.

-Sin mencionar que casi desde el primer día que me conociste ya quisiste liarme con él-le
recordé.

-Sí, sin mencionar eso –sonrió pensativa. -¿A ti Edward te ha dicho algo? ¿Cómo te has enterado
de eso de la antipatía?

-Bueno… he visto cómo se han mirado los dos hoy en Urgencias y me ha quedado muy claro.

-Piensa que Jacob y Edward coincidieron en el hospital durante cuatro años. A eso de las caras
de vinagre cada vez que se encuentran ya estaba acostumbrada, e incluso a que Jake arrugue la
nariz cada vez que siente a Edward cerca de él, como si este no oliera de maravilla -rió.-
¡Hombres!

-Sí, hombres…-repuse, pensativa.

Me alegraba escuchar la opinión de Angela. No creía que se dejara influenciar fácilmente por
Jake, tenía las ideas muy claras desde hacía tiempo. En aquel momento sonó el teléfono y mi
amiga se levantó disparada a contestar, supongo que pensando que sería su chico.

-Bells, es de tu casa- dijo, pasándome el aparato. Empezó a retirar la mesa, mientras yo me


llevaba el teléfono a mi habitación.

-Hija, ¿cómo estás?- la voz de mi padre sonaba seria.

-Bien, papá.

-No, no estás bien. Hija, ¿se puede saber qué te pasa por la cabeza? He hablado con James
Watson.

Mierda. Quería habérselo dicho yo y no que se enterara así.

-Papá, no entiendes.

-No, no entiendo por qué mi única hija cruza el Atlántico para trabajar en un hospital que tiene
muchas menos prestaciones y capacidad docente que donde estaba antes. ¿Es por ese chico?-
su voz sonaba realmente enfadada.

-No, papá. No es por él. Podría salir con él y trabajar en Seattle sin problemas.

-Entonces aún lo entiendo menos.

-Papá, estoy muy bien aquí, es un buen centro, con buenos compañeros, y aunque no te lo creas
estoy aprendiendo mucho.

-¡Para eso no hacía falta que hicieras miles de kilómetros!

-Pero los he hecho, y es lo que me he encontrado, Charlie -siempre le llamaba Charlie cuando me
enfadaba con él, y ahora empezaba a mosquearme. Toda mi vida había aceptado sus consejos y
orientaciones porque coincidían con lo que yo deseaba, o eso pensaba yo. Quizá lo que pasaba
era que no me importaba mucho lo que fuera que tenía que decidir y le hacía caso. Sólo fui en
contra de sus recomendaciones en dos ocasiones: a la hora de elegir especialidad, y ahora. Y no
iba a echar marcha atrás.

-Hablaré con tu jefa para que te haga entrar en razón.

-¡Ni se te ocurra! - cualquiera le decía que Emily le daría la razón a él.- Papá, no te metas en mi
vida. Soy una adulta.

-Hija, no lo haría pero me parece que estás tirando por la borda una oportunidad de oro. La única
oportunidad de trabajar de adjunto en un gran hospital. ¿Cómo vas a competir con compañeros
que acrediten una formación en las últimas técnicas? ¿Dirás que has estado en un hospital de
pueblo pero que la gente era "muy maja"?- casi gritaba.

Estaba a punto de colgarle el teléfono. Lo imaginaba de color granate, como cada vez que se
enfadaba mucho por algún motivo. De fondo escuchaba a mi madre intentando calmarle. Yo me
parecía más a ella que a él. La decisión de mudarse a Barcelona había sido de ella. Renée sentía
que iba a estar a gusto en esa ciudad, y fue lo único que le importó. Que tuvieran suerte y
encontraran un buen trabajo bien remunerado gracias también a su prestigio eran cosas
secundarias para ella. Y él, que la adora, se dejó convencer sin problemas.

-Escúchame, papá. No quiero que hagas nada. Es mi vida. Y tampoco creo que vuelva a España
cuando acabe el año – hala, ya lo había dicho.

-¿QUÉ? ¿NO VAS A VOLVER? – ahora sí chilló, tanto que tuve que separar el auricular de mi
oreja, y me arrepentí de haber sido tan brusca. Lo había dicho sin pensar. Ni siquiera era una
decisión que hubiera sido plenamente consciente de tomar, pero ahora que lo había dicho estaba
segura. Escuché cómo mi madre le quitaba el teléfono.

-¿Qué dice Charlie, Bella? ¿No vas a volver?

-Mamá, no estoy segura, pero creo que no.

-Es por ese chico, ¿no?

-Sí.

-¿Tan fuerte es? Apenas hace unas semanas que salís.

-Mamá, ¿cómo puedes decirme eso? ¿No fuisteis vosotros quienes os prometisteis a las dos
semanas de conoceros?

-Sabía que algún día me arrepentiría de haberte explicado esa historia- bufó, pero
inmediatamente cambió el tono de voz y supe que estaba sonriendo.- Está bien, hija. Confío en ti,
ya eres mayor para tomar tus propias decisiones.

-Díselo al doctor Aguafiestas Swan.

-Hija, él sólo dice lo que cree que es mejor para ti - de fondo se escuchaba gruñir a Charlie
palabras que no llegué a entender.- Bien, pues habrá que conocer al chico que ha logrado la
hazaña de robarle el corazón a nuestra hija. Tenemos mucha curiosidad ¿verdad Charlie? ¿Qué
te parece si te hacemos una corta visita para la Semana Santa, hija?- además de la voz de mi
madre se escucharon más gruñidos inconexos al otro lado del teléfono. A mí me dio un vuelco el
estómago. ¿Mis padres conociendo a Edward? ¿Y si notaban algo extraño? Esto iba demasiado
rápido. No, no estaba preparada para eso.

-Eeeeh… tengo que mirar el calendario de guardias, y eso. Ya os diré algo, ¿vale?

-Mándanos una foto de los dos, hija. Al menos nos haremos una idea de cómo es.

-De acuerdo mamá.- Pensé que no tenía ninguna foto de Edward. Tenía que poner remedio a
eso. A lo mejor si le mandaba lo que me pedía satisfacía su curiosidad y posponían su visita
hasta el verano.

O hasta dentro de diez años.

Me despedí de mi madre, porque Charlie no quiso volver a coger el auricular. Estaba enfurruñado,
y probablemente la próxima vez que habláramos intentaría volver a convencerme de que estaba
cometiendo un error. Era lo que había, iba a echarles de menos, a ellos y al sol, pero la opción de
llevarme a Edward a mi soleado Mediterráneo era impensable y yo no me imaginaba sin él. Tenía
que empezar a sondear mis posibilidades de trabajo por la zona, aunque aún me quedaban unos
meses por delante. Parecía absurdo tomar esta decisión el mismo día que había hablado con
Edward de mis dudas sobre mi posible transformación, pero una cosa tenía clara: no sabía si
podría abandonar mi vida, pero lo que sí sabía era que no quería vivir sin él.
EPOV

Esperé pacientemente ante la puerta del edificio donde vivía Jacob a que este llegara de su
trabajo. Me apoyé en un coche que había aparcado enfrente. Caía una lluvia suave, pero yo no
llevaba paraguas ni me importaba. Me limité a pasarme la mano por el cabello para apartármelo
de la cara. Unas chicas pasaron, me miraron y luego rieron tras dirigirse una mirada de
complicidad. Sonreí al escuchar sus pensamientos.

No es que el nombre de Jacob Black saliera en la guía de teléfonos, pero fue sencillo saber
dónde vivía gracias a Jasper. Ningún dato confidencial escapaba a la habilidad de mi hermano en
la red. La informática era su trabajo y romper barreras de seguridad en Internet su pasión.
Cuando le pedí que me consiguiera la dirección de Black me reprendió y me dijo que le hacía
perder el tiempo al pedirle tareas que hasta un niño de primaria podría conseguir. Luego me
confesó que había investigado a Bella, su pasado y su familia. Me enfadé con él por hacerlo sin
mi permiso, que evidentemente no habría obtenido. Aunque se me pasó rápido. Sabía que lo
hacía porque estaba preocupado por mí, como toda la familia. Jasper era quien menos
comprendía mi relación con una humana. Hasta conocer a Alice su dieta había sido durante años
la habitual de un vampiro, y eso no era algo fácil de superar. Pero él lo había conseguido, por
amor a mi hermana. Ahora ya no tenía ningún problema en la convivencia con los humanos, pero
aún le quedaban muchas décadas para poderse dedicar a una profesión como la de Carlisle,
Rosalie y mía.

Jacob llegaba caminando pausadamente, las manos en los bolsillos del anorak, con la capucha
puesta. Iba mirando al suelo. A unos cuantos metros de mí alzó los ojos, arrugó la nariz y frunció
el ceño. Su reacción habitual.

-Te agradezco que no hayas entrado en mi casa. Por lo menos en la calle el tufo no es tan
insoportable, Cullen -dijo, deteniéndose a un par de metros de mí. No estaba asustado, pero sí
alerta.

-Quiero hablar contigo- dije fríamente, ignorando su comentario.

-Entonces será un monólogo, porque yo no tengo nada que decirte - espetó, cruzándose de
brazos.

-Supongo que no me vas a invitar a entrar en tu madriguera, así que hablaremos aquí fuera, si así
lo deseas. Me basta con que me escuches, y espero que tu oído sea tan fino como tu olfato de
perro, porque no lo repetiré.

-Habla rápido y líbrame de tu molesta presencia, Cullen.

-Muy bien, escucha atentamente y no olvides esto: jamás, jamás ¿me oyes? te vuelvas a dirigir a
Bella de la forma en que lo hiciste aquel día. No la asustarás, molestarás ni le faltarás al respeto.
Si me entero de que lo has hecho tendrás graves problemas. Y no es una amenaza, es una
promesa- dije, y mi voz sonaba gélida mientras me acercaba a él. Fue retrocediendo hasta que
tocó con la pared.

-Ya tardabas en venir a defender a tu novia, Cullen. No he roto el pacto, pero no toleraré que se
ponga en peligro a Angela- me sostuvo la mirada y he de decir que durante un instante le admiré
el valor. Nadie conseguía aguantar ni dos segundos cuando lo miraba de la forma en que lo hacía
ahora con él. Incluso algún humano había llegado a orinarse encima.

-¿Cuándo te entrará en la dura mollera que los Cullen no somos un peligro para nadie? –dije
cansinamente.
-Cuando viváis en la Antártida, sanguijuela. Entonces sólo temeré por los pingüinos, pero viviré
más tranquilo. En lo que a mí respecta eres como un ex-alcohólico que trabaja en un bar. Tarde o
temprano caerás, y no quiero que mi novia esté delante cuando eso suceda. Y para mi gusto
pasas demasiado tiempo cerca de ella por culpa de tu amiguita- decidí que ya tenía suficiente de
esta conversación. Le tomé por el cuello de la chaqueta y acerqué mi cara a escasos centímetros
de la suya, clavando mis ojos en los suyos. Ahora sí empezaba a asustarse, pero no desvió la
mirada.

-Deja a Isabella en paz –vocalicé cada sílaba. - Si no lo haces, te obligaré a hacerlo – mi voz ya
era un gruñido bajo.

-De acuerdo, creeré tus palabras y la dejaré tranquila. Y ahora aléjate de mí o tu olor impregnará
mi ropa y tendré que tirarla a la basura.

-Bien. Sólo espero que te haya quedado claro- solté mi agarre y, sin despedirme, me alejé de él.
Oí cómo escupía en el suelo al alejarme. Desde luego, no sabía si Jacob Black era valiente o
idiota. Quizá las dos cosas. Pero sí sabía que no me decía la verdad en lo primero que había
afirmado pues seguía sin creerme, pero sí en lo segundo. No volvería a molestar a Bella.

Jacob es un poco cansino, ¿no?

El siguiente será el domingo en vez del lunes; aparecen dos Cullen más. Gracias por leerme y por
dejar vuestros comentarios.

¡Buen domingo! Gracias por leerme, y por vuestros comentarios. El próximo capítulo será
el martes y pondré otro el viernes. La semana siguiente volveré a actualizar lunes y jueves
como hasta ahora.

Capítulo 21

BPOV

-¡Tenías razón, Angela! Bells, nena, tu guardarropa está para que lo metan en la UCI, necesita
una reanimación inmediata - comentó Anne mirando el interior de mi armario con expresión de
sorpresa.

Ignoré su comentario mientras me abotonaba los vaqueros. Había perdido algo de peso, y no es
que me sobrara. Tendría que alimentarme mejor, estaba claro que las sesiones de sexo con mi
amante implicaban bastante gasto calórico. Por no hablar de la falta de sueño.

-Eso llevo diciéndole desde hace semanas, pero no paraba de darme largas. Menos mal que
ahora tiene una buena razón para hacerme caso -repuso Angela, apoyada en el marco de la
puerta de mi habitación, mirándome con sorna.

-Sí, una razón de más de metro ochenta- asintió Anne, sonriente.

-Y además, la poca ropa de vestir que tiene ni se la pone… tiene una falda preciosa gris que no
usa nunca. Bueno, al menos hace muchos días que no te la he visto- comentó mi indiscreta
compañera de piso.

Maldita sea, la falda. Esta mujer era una detective, un observador sabueso, y parecía que
olfateaba mis secretos. Percibí mis mejillas coloreándose al recordar de forma inevitable y vívida
el día en que aquella prenda de ropa había pasado a mejor vida. No me atreví a mirar a Angela y
me concentré en bajar la cabeza, la mirada y calzarme las botas. Sentí un cosquilleo en mi nuca,
seguramente el sitio donde mi compañera había clavado su atenta mirada. Ni siquiera sé cómo
había podido hacer que se creyera que el reposabrazos del sillón lo había roto yo intentando
moverlo de sitio mientras limpiaba. Quizá me vió tan sofocada que decidió no investigar más.

-Dadme un respiro, chicas- bufé, mientras me ponía las botas.- ¿Mónica tardará mucho en llegar?

- No lo creo, dijo que estaría aquí a las cinco y pasan un par de minutos -repuso Anne mirando mi
despertador- Y bueno, con ese pedazo de maromo que te gastas ¿podemos saber por qué no le
hacías caso a Angela? ¿Es que no te apetece ponerte guapa para él?–inquirió Anne. Ella era una
chica guapa y además gustaba de realzar sus encantos. No comprendía que todas no éramos
así.

-Siempre he odiado ir de compras, es un trauma infantil no superado –repuse, seria.

-¿Trauma infantil? -dijo Anne, cerrando las puertas de mi ropero y girándose para observarme.

-Sí. Mi madre es muy presumida, y le encanta ir de compras. Cuando yo era pequeña muchas
veces me llevaba con ella, porque hace años hacía bastantes guardias y quería aprovechar para
estar conmigo todo el tiempo que tenía libre. Como además es bastante indecisa podía llegar a
tardar una hora en decidirse por qué par de zapatos o qué pieza de ropa quedarse. Es un
encanto, así que las vendedoras que ya la conocían se lo tomaban con filosofía, pero para mí era
un aburrimiento mortal. También le gustaba comprarme ropa a mí y hacía exactamente lo mismo,
con lo que el suplicio era doble. Pasé horas y horas de mi infancia dentro de probadores y
tiendas, y así fue como aborrecí esos lugares. Fue un condicionante negativo, cuando oigo las
palabras "tienda", o "probador" inmediatamente empiezo a sentir ansiedad - me subí la cremallera
de la bota y me puse de pie.- Lista. Cuanto antes nos vayamos antes volveremos.

-Que te crees tú eso, Bella Swan. Hoy que tu chico está de guardia eres toda nuestra. Iremos de
compras, haremos una sesión de peluquería y manicura, y luego cenaremos en un restaurante de
la zona marítima-dijo Anne. La miré horrorizada y se carcajeó. De repente se oyó el claxon del
coche de Monica.

-Eh, paso por lo de ir de compras y la cena, pero nada más- repuse firmemente, dirigiéndome
veloz hacia las escaleras, como si escapara de algún peligro. Anne y Angela me siguieron.

-Bueno, lo de la manicura y la peluquería era broma para hoy, pero quedan para otro día. No, si al
final Edward nos hará un monumento- se burló Anne. Me giré y le hice una mueca.

-A él le gusto tal como soy.

-Eso no lo dudo, Bella, pero aún le puedes gustar más. ¿Qué mal hay en ello?- repuso.

-Vale, vale… a ver, chicas, os estoy acompañando a hacer algo que va en contra de mi religión,
¿no? Fin del tema -gruñí mientras cerraba con llave la puerta de la casa.

Ang y yo subimos a mi coche de piloto y copiloto, y en el asiento de atrás se colocaron Mónica y


Anne. En el sorteo me había tocado llevar mi coche y conducir a la ida y a la vuelta. Cuando se
estaba poniendo el cinturón de seguridad Angela se inclinó hacia mí y me susurró:

-Ya me dirás dónde te olvidaste tu falda gris, porque me he quedado muy intrigada- la miré con
los párpados entrecerrados, sonrojada.

-Eso es privado, señorita "quierosaberdemasiado"- espeté, mientras ella apretaba los labios para
no sonreír. Suspiré y puse en marcha el coche y lo dirigí hacia la carretera. Iba a ser una dura
jornada.
Llegamos a Port Angeles en mi coche y fuimos directamente a un gran centro comercial que
había en las afueras. En esos sitios me sentía un poco como en casa, porque todos eran
parecidos, con prácticamente las mismas tiendas. Mis amigas me hicieron entrar en
absolutamente todas las tiendas de ropa femenina que había en el lugar, me obligaron a
probarme decenas de pantalones, vestidos, faldas y jerseys. Me quedé con tres jerseys, un
vestido, y un par de pantalones y faldas.

-Bueno, espero que estéis satisfechas, porque hasta dentro de un par de lustros no repetiremos
esta experiencia. Ha sido una auténtica tortura - protesté.

-No seas quejica, Bells, aún nos queda la mejor parte.

-¿De qué se trata? ¿De clavarme astillas entre las uñas y la carne de cada dedo? ¿Quemarme
con hierros candentes? - Angela sonrió ampliamente, y Anne y ella se dirigieron una mirada
pícara.

-Eres una plañidera, Bella Swan, y una desagradecida. Esto lo hacemos por ti, y por lo menos
Edward sí nos lo agradecerá - repuso Anne, y entre ambas me acercaron a la lencería. Monica
iba cubriendo la retaguardia, como si en cualquier momento fuera a darme la vuelta y salir
huyendo. Cosa que, por cierto, se me había pasado por la cabeza.

-Ah, no, por ahí no paso –negué con firmeza, pero no me sirvió de nada, se habían colocado una
a cada lado, me habían tomado por los brazos y me arrastraron al interior de la tienda. Jamás
habría pensado que unas chicas tan delgadas pudieran tener tanta fuerza. ¿Serían vampiras y yo
no lo sabía?

-No pienso mirar nada de por aquí. Podéis obligarme a entrar pero no a mirar- dije tapándome los
ojos con las manos.

-Eso de trabajar con criaturas contagia comportamientos extraños. ¡Bella! Si no miras te vamos a
comprar lo que nos dé la gana y será peor, porque te compraremos el conjunto más indecente y
pervertido que podamos encontrar y luego le preguntaremos a Edward si le ha gustado nuestro
regalo. Y somos capaces -aseveró Anne cruzada de brazos, imperturbable.

Me sonrojé nuevamente sin poderlo evitar. Edward tenía mayor autocontrol ahora, pero al
principio de nuestra relación unas cuantas piezas de mi ropa y principalmente de mi lencería
acabaron hechas trizas entre sus manos. No quería ni imaginar cuánto podía durar en sus manos
un conjunto excesivamente provocador. Era tirar el dinero.

-No pagaré lo que me compréis- dije, alzando el mentón orgullosamente.

-Y tanto que lo harás, lo pagaremos nosotras, será nuestro regalo de… no sé… ah, de
bienvenida, que no te hicimos ninguno ¿verdad, chicas?-dijo Monica desde detrás de mí.

-Vaaaaale, os odio a las tres, ¿lo sabéis? - refunfuñé, y empecé a mirar entre las perchas de la
tienda.

Al final escogí un par de conjuntos, uno en negro y otro en azul, y un camisón que me daba
vergüenza hasta mirarlo y no sabía si me lanzaría a ponérmelo. Era ropa interior mucho más
atrevida de la que solía usar, pero también me apetecía cambiar.

Una vez finalizamos las compras fuimos a cenar a un restaurante de la ciudad. Estaba situado en
el puerto, cerca de la cafetería donde Edward y yo tuvimos nuestra primera cita. Me parecía que
habían pasado muchos meses desde entonces y tan sólo habían sido unas pocas semanas. Era
ya de noche, pero el tiempo estaba siendo más primaveral, y eso se notaba en la mayor afluencia
de turistas.

-Este tiramisú está de vicio. Si me dieran a elegir entre él y buen sexo, no sabría qué escoger-
dijo Anne relamiendo la cuchara de forma un tanto provocadora. El camarero la echaba miradas
de soslayo de vez en cuando, y yo me alegré de no tener el don de Edward para leer los
pensamientos.

-¿Por qué tienes que escoger? Se pueden mezclar las dos cosas- repuso Angela con sonrisa
traviesa.

-Mmmmm, tienes razón, Angela, no hay por qué escoger – respondió Anne entornando los ojos
mientras seguía con la cuchara en la boca.

-Nena, cálmate, me da ganas de deciros a ti y al tiramisú que os busquéis una habitación-


comentó Mónica, simulando estar escandalizada.

-Vale ya. Las tres. Si ya sois unas pervertidas sin ir achispadas no os digo nada ahora, con un par
de copas de más. Ya está bien - la verdad es que con esa conversación me estaba alterando un
poco, y sin darme cuenta estaba echando de menos a Edward.

-Lo que tú digas, madre superiora. Estás amargada porque te ha tocado a ti conducir y no puedes
beber. Venga, anímate y cuéntanos algo de Edward, ¿qué tal es en la cama?

-Eso son cosas privadas, Anne. ¿Y qué tal es Paul? - contraataqué.

-A Paul aún no lo he catado, pero te aseguro que no tardará en caer. Y no cambies de tema. ¿Si
yo te contara algo íntimo de Paul tú me contarías algo de Edward?

-No- concedí.- Tú misma lo has dicho. Eso es íntimo.

-Otro día te emborrachamos y nos lo cuentas.- Ante mi silencio se giró hacia Angela.- Ang,
explícanos tú algo ¿son ruidosos?

-No, que va, cuando duermen juntos parece que hagan eso, dormir- contestó mi amiga con
expresión de inocencia. Si Angela supiera las veces que Edward había ahogado mis gemidos y
mis gritos en su boca para que no nos escuchara… -De todas formas algo debe pasar entre ellos,
porque la cara de felicidad que pone esta mujer por las mañanas da asco- rió y le saqué la
lengua.

Recordé la noche en que Edward mordió una de mis almohadas para no gritar y tuvimos que
recoger las plumas desperdigadas por toda la habitación para evitar que Ang las viera por la
mañana y tuviera tema para meterse conmigo durante toda una semana.

-Pidamos un café antes de irnos. Lástima que mañana trabajamos, si no podríamos ir a la zona
de pubs de la ciudad, seguro que ahora estará muy animada- comentó Anne.

-¿En miércoles?-me sorprendí.

-Hija, esto no es Forks. Y aquí hay mucho turismo- contestó Monica.

La noche era muy oscura, para no variar el cielo estaba completamente encapotado y no dejaba
ver la luz de la luna. Cuando llevábamos unos minutos en el coche empezó a llover, una lluvia
fina pero continua. No me gustaba conducir de noche y con precipitación, pero me había tocado,
así que abrí bien los ojos y aminoré la velocidad, recordando la cantidad de accidentes que eran
atendidos en el hospital de Forks por imprudencias. Mis amigas continuaban la cháchara pero me
desatendí de ellas, con todos mis sentidos puestos en la carretera.
Y aún así me sorprendió. De pronto una sombra se interpuso en la trayectoria del coche, saliendo
de la nada. Mi reflejo fue girar el volante para esquivarla. El coche patinó en la humedad de la
carretera como si hubiera una pista de hielo bajo las ruedas y finalmente todo dio vueltas. Sentí
un dolor muy agudo en la parte lateral de la cabeza. Escuché gritos, ruidos de metal doblándose,
y de pronto silencio. Me concentré en mis sensaciones. Me dolía la cabeza, pero podía mover
manos y pies. Unas voces fuera del vehículo rasgaron ese silencio.

- Dios… El coche ha dado una vuelta completa de campana.

-Hay alguien que sangra ahí dentro, tenemos que sacarles de ahí. Voy a llamar a emergencias.
Mierda con el ciervo ese.

-El ciervo ha hecho lo que le ha dado la gana, yo no he podido detenerlo pero tú tampoco, Rose.

-Quitaré la llave del contacto.

Dentro del coche estábamos en silencio absoluto. De repente se me ocurrió que ellas no habían
pronunciado palabra y mi corazón se detuvo por unos segundos. Y si…

-Chicas, ¿estáis bien?– dije en un tono de voz bordeando la histeria. Respiré mejor cuando una
por una todas fueron contestando afirmativamente.

Una cara asomó por mi ventanilla, que estaba rota. No la distinguía bien por la oscuridad y la
incesante lluvia, pero parecía una mujer joven. Quitó las llaves del contacto y habló tras echar un
rápido vistazo al interior del coche. Su voz sonó serena y musical, y tenía un móvil pegado a la
oreja.

-Estoy llamando a emergencias, veo que estáis todas conscientes. ¿Podéis moveros? ¿Alguna de
vosotras tiene dolor? Huele a sangre.

¿Huele a sangre?

Me toqué un lado de la cabeza, donde me había golpeado, y me olí la mano. Por fin fui consciente
de que el líquido cálido que me bañaba el cuello era sangre que manaba de mí.

-Yo, yo estoy sangrando. Creo que me he golpeado la cabeza contra la ventanilla.

-¿Emergencias? -dijo la chica desde fuera del coche. Pero no pude oir lo que decía porque de
nuevo se oyó un sonido de hierros por todos lados y las puertas del lado del conductor y de atrás
desaparecieron de su sitio– Sí, aquí les esperamos. ¿No podías sencillamente haber abierto las
puertas en vez de montar el numerito, Emmet?

-Las puertas estaban atascadas, y mejor salir por ahí que por la ventana, ¿no? Dios, acabemos
pronto, este olor a sangre es demasiado para mí. Yo no estoy tan acostumbrado como tú, aunque
tendré que hacerlo.- Mientras decía esto, iba ayudándonos a salir del coche una por una. La chica
estaba dando los datos de nuestra posición.

El que tenía de nombre Emmet, que tenía el tamaño de un armario empotrado, me tomó en sus
brazos con cuidado y me sentó en el suelo, bajo un árbol junto a las demás. De pronto escuché
un zumbido en mi cabeza, mi dolor aumentó y todo se volvió negro. Antes de perder la conciencia
tuve un último pensamiento: Emmet, Rose… Cullen? Y escuché el grito de Angela.

-¡Bella!

EPOV
-Edward, han llamado de Emergencias en carretera. Dicen que tienen un aviso de accidente en la
carretera de Port Angeles y que estemos preparados. Acaba de salir la ambulancia hacia allá -dijo
Paul, asomándose al box donde me encontraba explorando a una paciente.

-¿Sabemos el estado de los heridos? -pregunté.

-Al parecer son cuatro chicas, la persona que ha llamado a Emergencias se ha identificado como
médico y es quien las ha encontrado. Ha dicho que tres de ellas tienen varios hematomas y
pequeñas heridas, pero que la otra está inconsciente, es la que traen primero. Edward ¿qué
pasa? ¿Dónde vas?- La angustia comenzó a invadirme y busqué mi móvil. Estaba tan nervioso
que me costó sacarlo de mi propio bolsillo.

-A llamar a Bella. Esta tarde iban de compras a Port Angeles Angela, Monica, Anne y ella. –
Marqué su número.- Vamos, Bella, contesta, contesta- imploré en voz baja.

Paul se había acercado y esperaba en silencio, atento al teléfono y a mi expresión. Me salió el


buzón de voz. Al ver que no recibía respuesta sacó el suyo.

-Voy a probar suerte con Anne. - Tampoco hubo respuesta. Nos miramos con la angustia
reflejada en nuestro rostro. Él había palidecido. No hubo suerte tampoco con Monica ni Angela.

Sólo nos quedaba esperar.

De pronto se abrió la puerta de entrada de Urgencias y pasó una camilla con dos paramédicos,
dirigiéndose a toda prisa al box de reanimación.

-Mujer, 26 años, traumatismo craneoencefálico con herida abierta, ha perdido la conciencia hace
poco, Glasgow 10, sospechamos un hematoma epidural aunque no hay focalidad neurológica.

Apenas alcancé a oir lo último que decía el paramédico por dos razones. La primera, que esa
mujer era Bella. La segunda, que su hermoso cabello, el cuello, la camisa… todo estaba
empapado de ese olor que me volvía loco. Mi cuerpo me impulsaba hacia ese aroma con una
fuerza imposible de resistir.

O casi imposible.

Edward, mente en blanco. No respires. No te muevas.

-¡Edward, Edward, reacciona!- sentí como me tomaban de los hombros y me intentaban


zarandear. Miré enfrente mío. Paul me observaba con expresión atónita. Miré hacia el box y
negué con la cabeza. No podía hablar. No debía tomar aire o no podría contenerme. Paul tomó
las riendas al ver que no me movía.

-Carol, ve a llamar al adjunto de cirugía. Edward, vete a la salita -ordenó.

¿La salita? Demasiado cerca de ese aroma. Y demasiado lejos. Quería estar con ella pero no
podía, no iba a ser de ninguna ayuda si perdía el control, y estaba a punto de hacerlo.

Bella.

De pronto unos brazos literalmente me arrastraron fuera del hospital. Miré sin ver al ser que tenía
tanta fuerza como para movilizarme a pesar del estado en que me encontraba. El ser al que no
distinguía, ya que sólo tenía ante mí la imagen de la cabeza de Bella manchada de sangre, me
apoyó con fuerza contra la pared externa del edificio. Se acercó una sombra que al parecer nos
había seguido y le habló a la primera sombra.
-¿No reacciona? - esa voz… hice un esfuerzo para enfocar al exterior y no a las imágenes que
tenía dentro de mí.

-Está como catatónico. Mierda ¡EDWARD! ¡Reacciona, no me obligues a darte un bofetón!-


Exclamó con la cara muy cercana a la mía. Por fin pude enfocar.

-Emmet…-el aludido se separó un poco, tomando aire con fuerza.- Rosalie -dije mirando a la
sombra al lado de Emmet.

-Edward, has estado a punto de dar un espectáculo ahí dentro- masculló Emmet.

-No, no, he podido contenerme- contesté, frotándome la cara. La voz aún me salía con dificultad,
como si no tuviera aire suficiente para hablar.

-Pues no lo parecía. Más bien parecía que estabas al límite de tus fuerzas. Menuda escenita se
habría montado -bromeó mi hermano. Rosalie lo miró furibunda y este calló inmediatamente.

-No es momento, Em. Edward, ella está bien. Ha estado consciente unos minutos hasta
desmayarse. Se recuperará. Estoy segura de que sólo es una fuerte conmoción. Dudo que haya
sangrado interno, no había focalidad neurológica y no le palpé ninguna fractura. Ahora sólo hay
que estar alertas a que no haga edema cerebral.

Escuchar estas palabras de la boca de Rosalie me tranquilizaron mucho. Era una excelente
traumatóloga y su excepcional sentido del tacto y el olfato, increíbles incluso para un vampiro, la
hacían aún mejor. Apenas necesitaba de radiografías y otras pruebas de imagen para detectar
pequeñas fracturas o hemorragias internas.

-Gracias, Rosalie. Podrías…

-¿Entrar para preguntar por ella? Claro- Sonrió y me apretó una mano. A veces dudaba de si era
tan capaz de leerme la mente como yo a ella.

El aire fresco de la noche, el olor a vegetación, iba penetrando en mí, haciéndome olvidar un poco
la esencia de Bella. Pasaron unos minutos hasta que me serené un poco. Ahora tan sólo estaba
impaciente por tener noticias del estado de Bella.

-¿Mejor?

-Sí…

-¿Quieres que entre y le borre la memoria al tío que hablaba contigo? Por fuerza tiene que haber
notado algo raro.

-¿Paul? No, no. No he captado ningún pensamiento extraño. Ha creído que estaba así por miedo
a que mi novia estuviera grave.

-Tú no habrías captado nada de nada, ni aunque te lo hubieran gritado con un altavoz pegado a la
oreja, tío. Ni siquiera me has oído llegar.

-Es cierto… bueno, luego comprobaré qué ha pensado sobre la situación. ¿Sabes cómo ha sido?-
me pasé la mano por el pelo.

-Lo siento mucho… Rose y yo paseábamos y hemos asustado a un ciervo. Cuando nos hemos
dado cuenta de que iba directo a la carretera y hemos oído el motor de un coche me he lanzado a
detenerlo pero no he llegado a tiempo- Emmet me miraba apesadumbrado.
-Los accidentes ocurren, y no ha sido culpa tuya. Lo que importa es que no ha pasado nada
grave, aunque me quedaré más tranquilo cuando sepa el resultado de las pruebas.

En aquel momento Rose asomó por la acristalada puerta de Urgencias.

-Edward. El TAC es normal y Bella está despierta. Pregunta por ti.

Nadie dijo que fuera una relación fácil...¿no? Besos a todas, se os quiere. Hasta el martes.

¡Buenos días! Como ya habéis visto, esta Rosalie no es odiosa, y Emmet tiene el don de
borrar la memoria (como los vampiros de True Blood, ya sabéis que los de esta historia
son una mezcla). Nota:un poco más abajo cuando Jared habla de la escala de Glasgow se
refiere a la escala que se usa para definir el nivel de consciencia, va del 3 (coma profundo)
al 15 (consciencia normal). Muchísimas gracias por el apoyo que me dáis leyéndome y
dejando vuestros comentarios. Gracias, Maria José y P.

Capítulo 22

BPOV

-¡Abre los ojos, Bella!

En la oscuridad de mi mente escuché una voz que reconocía, pero no podía ponerle nombre. Le
hice caso por un par de segundos durante los cuales una luz me deslumbró, e inmediatamente se
me volvieron a cerrar los párpados.

- ¡Bella! ¡Ábrelos! ¡Vamos! –Sentí un fuerte pellizco en el brazo y los abrí de nuevo. La luz me
deslumbró de nuevo y parpadeé varias veces.

-¡Ay!- me quejé, indignada.

Sentía movimiento bajo de mi cuerpo y me di cuenta de que iba en una camilla flanqueada por
dos personas. Parpadeé de nuevo y por fin pude fijar la vista. Eran Paul y Jared. Me di cuenta de
que me habían puesto un collarín cervical y no podía movilizar el cuello.

-Joder, Paul, mira que eres bruto- dijo Jared. –Si los ha abierto una vez no hace falta que la
pellizques fuerte. ¡A ver si nos aprendemos bien la escala de Glasgow, que ya toca!

-Es que me estaba poniendo de los nervios, quería que reaccionara de una vez. Bella -me volvió
a mirar- ¿sabes dónde estás?

-En el hospital, ¿dónde voy a estar si vais vestidos de blanco? -Las expresiones de ambos se
relajaron.- ¿Y se puede saber por qué coño me has dado ese pedazo de pellizco? ¿Y qué hago
aquí con esto puesto?– gruñí.

-Joder, estabas más guapa inconsciente.

Esta vez se les veía a punto de echarse a reír de alivio, pero me detuvieron cuando intenté
quitarme la inmovilización. Yo misma me tranquilicé al caer en la cuenta de que movía todas las
extremidades.

-Bella, habéis tenido un accidente- sí, comenzaba a recordar algunas imágenes- El paramédico
dice que en la ambulancia tenías un Glasgow de 10, un poco menos y te intuban. Discúlpame por
el pellizco. Veo que estás mejor-dijo Paul.
De pronto recordé a mis amigas.

-¿Y las demás? ¿Dónde están?- mi voz brotó con un agudo tono.

De pronto la camilla paró en el área de radiología.

-Están en observación, pero las tres están mucho mejor que tú. Algunos hematomas y rasguños
superficiales, el susto, y nada más. Con el nivel de alcoholemia que llevaban no ha hecho falta
desinfectarles las heridas- sonrió.- Menos mal que tú no bebiste, habría ido todo peor. Y ahora te
vamos a hacer un TAC para descartar hematoma intracraneal. Órdenes del jefe.

Una vez en la camilla del TAC aferré la mano de Paul para detenerlo antes de que se retirara tras
el cristal.

-¿Y Edward?- pregunté, ansiosa.

Mi mente iba encendiendo las luces progresivamente. Me toqué la cabeza en la zona donde
había sangrado y la noté cubierta de gasas. Aún no estaba suturada, claro, no lo harían hasta que
no me hicieran el TAC. ¿Qué habría pasado con Edward? ¿Cómo habría reaccionado? Me sentí
angustiada, el olor de mi sangre era lo único que podía hacerle perder el control.

Paul miró a Jared antes de contestarme.

-Edward está mejor que tú, Bella, y te han de hacer un TAC urgente, no lo demoremos más.

Escuché por el altavoz la voz del radiólogo que me pedía que estuviera completamente quieta y
cerré los ojos al para evitar sentir claustrofobia cuando el scanner se desplazó sobre mi cabeza.

Una vez finalizado el TAC me llevaron a urgencias, al box de trauma. Tuve la misma escolta que
a la ida. Me alegraba de ver dos rostros amigos, pero echaba de menos no ver el de Edward,
aunque entendía la razón. Vaya si la entendía.

-Bien, ya sabemos que no tienes lesiones internas ni fracturas, Bella. Ahora te voy a suturar esa
herida. Te saldrá un buen chichón, pero parece que todo ha sido una fuerte conmoción, sin más.
Te voy a poner unas cuantas grapas y te voy a dejar una herida preciosa- dijo Jared, sonriendo
mientras me retiraba el collarín.

-¿Grapas? Brrrr - me estremecí sólo de pensar en la grapadora sobre mi cabeza, pero Jared ya
estaba inyectándome la anestesia. Carol, una enfermera de urgencias, entró en el box para
ayudar a Jared en su trabajo.

- ¿Dónde están las demás?- pregunté a ambos, al tiempo que llevaba las manos a mi cuello para
frotarme la piel. Qué alivio al no llevar el molesto collarín.

-Ingresadas en observación- contestó Carol.- No veas lo que han protestado, han amenazado con
pedir el alta voluntaria y ha tenido que venir el jefe de la guardia a poner orden. "Señoritas – imitó
la voz del jefe de traumatología, que estaba de jefe de la guardia- hagan el favor de comportarse
de manera responsable y dar ejemplo. Se quedarán esta noche en observación les guste o no"-
sonrió, moviendo la cabeza.

-Ah, veo que te encuentras mejor- exclamó Paul al entrar en el box.- Acabo de visitar a las otras.
Las han puesto en habitaciones contiguas, y ya están protestando. Anne encabeza la rebelión,
dice que si no les traen un pijama decente dormirán vestidas. Se niega a ponerse, y cito, "la
horrible bata azul esa que se ata por detrás y que no deja nada a la imaginación". También han
pedido venir a verte pero se lo ha prohibido la supervisora de guardia.
Sonreí a mi pesar. Por un momento imaginé a mis revolucionadas amigas protestando por todo y
liderando una rebelión de todos los pacientes contra las rígidas normas del hospital.

Jared fue rápido en terminar su trabajo, y me dejaron sola un instante. Un breve instante. De
inmediato apareció una bellísima y desconocida cara femenina, asomada al por la cortina del box.

-¿Se puede?- contuve el aliento. Esa cara, esos ojos, esa voz. La había escuchado cuando
estaba dentro de mi coche, y recordaba sus palabras: "huelo a sangre". Ligué cabos a pesar de
que aún sentía mi mente pesada. La otra voz la había llamado Rose.

-¿Rosalie Cullen?- inquirí. Ella sonrió mientras asentía, acentuando esto aún más su aspecto de
ángel, y me tendió la mano.

-Sí. Me alegro de ver que estás mejor. Así que tú eres la famosa Bella- se sentó a mi lado y me
estudió detenidamente.

Me sentí un tanto incómoda; seguro que estaba preguntándose, como Alice, qué había visto su
hermano en mí. Y con el aspecto que tenía ahora, yo también me lo preguntaría.

-Gracias por ayudarnos, Rosalie- dije, porque lo sentía y porque quería romper ese silencio
molesto.

-De nada, Bella. ¿Cómo te encuentras?

-Me duelen todos los huesos, sobre todo la cabeza, y me siento aún un poco atontada, pero estoy
bien…- dudé un instante- ¿Crees que podría ver a Edward? ¿Está bien?

-Sí, lo está- bajó la voz.- Ha sido capaz de resistir, y nosotros hemos llegado a tiempo para
ayudarle. Pero se siente muy mal, fatal, por no haber podido asistirte.- Se levantó y sonrió con
empatía- Voy a ver, pero creo que sí podrá entrar.

-Sí, por favor.

Cerré los ojos en cuanto Rosalie salió y sin darme cuenta me quedé adormilada. Me despertó un
aroma conocido. El tacto suave de unos dedos sobre mi rostro… y no hizo falta nada más. Abrí
los ojos y lo tenía ante mí. Observándome, angustiado, con unas leves ojeras y expresión
ansiosa.

-Hola…- el terciopelo de su voz me envolvió y me sentí mejor. Tomé su mano, entrelazando mis
dedos con los suyos.

-Edward. ¿Estás bien? No tienes buena cara…

-¿Tú me preguntas a mí si yo estoy bien? – Sonrió con tristeza- Sí… estoy bien. Acabo de firmar
tu orden de ingreso en la planta de cirugía. Tus amigas están en traumatología, espero que no te
importe que te separe de ellas, si estás en mi sala es más fácil que pueda cuidar de ti a pesar del
trabajo.

-No necesito que…- frené al observar su mirada de dolor. Comprendí que Edward necesitaba
sentir que cuidaba de mí, lo necesitaba más que yo. - De acuerdo. Pero no voy a ser una
compañía muy amena - sonreí, apretándole la mano.- Me muero de sueño.

En aquel momento entró el celador con la camilla para llevarme a mi habitación. Edward se
despidió de mí y me dijo que subiría en cuanto le diera el alta a un par de pacientes que tenía en
observación. Las enfermeras de la planta me atendieron con gran amabilidad y ya no recuerdo
mucho más de esa noche, porque me quedé profundamente dormida. Ya eran las siete de la
mañana cuando la luz que entraba por la ventana me despertó. Sentía dolor en todo el cuerpo y
mi herida emitía quejidos en forma de punzadas, pero ya no notaba la mente confusa. Miré
alrededor y allí estaba él. Sentado a mi lado, con esa mirada que me derretía, que estremecía
hasta la última célula de mi cuerpo, que me hacía sentir lo importante que era para él. Pero había
algo más en esos ojos. Era tristeza. Y yo tenía que conseguir borrarla, sacarla de ahí.

-¿Llevas mucho tiempo aquí?

-Toda la noche. Mi adjunto ha dado orden de que lo llamaran a él para todo, y no ha necesitado
ayuda. ¿Cómo te encuentras?

-Todo un detalle lo de tu adjunto. Estoy hecha polvo, pero he dormido bien. - Respiré
profundamente.- Escucha Edward…

-Entonces deja que te revise el vendaje- me interrumpió y acto seguido se levantó para hacerlo.
Le detuve colocando una mano sobre la suya.

-Tenemos que hablar, Edward. Sé que te sientes mal por lo de anoche. No le des más vueltas.

-¿Qué no le dé más vueltas? -elevó el tono de voz- Dios… tendría que haber estado contigo
desde el principio, y no fui capaz, fui un inútil. Bella, me moría por verte, por ayudarte, por
atenderte, y en cambio tuve que alejarme de ti… Sí, fui un inútil completo y absoluto -se frotó la
cara con las manos durante unos instantes, y luego continuó hablando.- Percibí tu olor antes de
que entraras en la sala de urgencias. Sentí al mismo tiempo terror por si te había pasado algo
grave y un intensísimo deseo de tu sangre. Era como estar desgarrándome por dentro,
partiéndome en dos: el Edward que te ama y el monstruo que desea beber de ti. Luego entraron
los paramédicos contigo en la camilla y fue peor, tu olor me impactó brutalmente, anulando mi
voluntad casi por completo. Jamás había tenido que usar tanto autocontrol para no abalanzarme
sobre un ser humano, y mientras tanto tú estabas allá, inconsciente, indefensa… - dijo, con la
cara rota de dolor.

-Eh… lo que importa es que lo conseguiste. Te controlaste, no pasó nada.

-No lo sé… el mérito no es todo mío, por suerte llegó Emmet y me arrastró fuera de Urgencias en
el momento en que me había quedado paralizado. La fuerza de voluntad me alcanzaba para no
saltar sobre ti, pero no para moverme en dirección contraria a donde tú estabas.

-No me habrías hecho daño, lo sé- acaricié su rostro, sus pómulos, sus labios.

-Yo también lo creo, pero tampoco te habría ayudado. No necesitabas a nadie que bebiera de tu
sangre en ese momento, necesitabas hasta la última gota, y ayuda médica. Aparte, la escena
habría sido llamativa, por decirlo de alguna manera.

-Sí, lo sé- no pude evitar sonreír imaginando esa escena. Edward me miró sorprendido.

-¿Sonríes, Bella Swan? En serio que tienes un sentido del humor muy peculiar- dijo, alzando una
ceja.

-Edward, no te atormentes, no ha pasado nada, has podido contenerte, y han venido tus
hermanos a echarte una mano.

-¿Por qué cuando te escucho parece que las cosas sean menos importantes?

-Porque son menos importantes, amor. He tenido un accidente y estoy bien, tú también estás
bien, no ha pasado nada, no te amargues pensando en lo que podía haber sido, es absurdo e
inútil.

Parecía que mis palabras no lograban aligerar el peso de la culpa que sentía, lo veía en su
expresión. Iba a contestarme cuando de pronto llamaron a la puerta de la habitación.

-Pasa- dijo Edward. La puerta se abrió lentamente.

-¿Se puede? Rose está de charla con el jefe de traumatología y quería aprovechar para haceros
una corta visita.- Lo recordaba, era Emmet, la pareja de Rosalie.

-Claro- contestó Edward.- Bella, este es mi hermano Emmet.

El aludido entró en el box y pude comprobar su corpulencia. Era tan alto como Edward pero su
cuerpo era casi el doble de grande, como el de un gran oso. Se acercó a mí y me tendió la mano.
Tuvo la gentileza de oprimir la mía con suavidad. Su sonrisa y su mirada eran francas, e
inmediatamente hicieron que me cayera bien.

-Tenía ganas de conocerte, aunque Edward nos aburre tanto hablándonos de ti que ya casi es
como si fueras una más de la familia. Respecto a lo que pasó ayer… - su semblante se tornó
serio- siento no haber podido detener a ese ciervo. Al que se cruzó delante de tu coche y provocó
el accidente- aclaró al ver mi cara de confusión.- No iba a cazarlo a él, de hecho Rose y yo ya
habíamos cenado, pero creo que nos olió y se asustó.

-Ah. ¡Era un ciervo! Por un momento creí que me había imaginado algo. No te preocupes, ha sido
un accidente. Por fortuna no les ha pasado nada importante a las chicas, o no me lo habría
perdonado. Quizá conducía a demasiada velocidad.

-¡No! Si llegas a ir más lenta habrías ido marcha atrás, Bella- rió Emmet.- Ha sido un accidente
aparatoso pero leve.

Miré a Edward un momento. Su cara era la viva imagen de la angustia. En esos momentos debía
estar pensando qué podría haber pasado de haber ido con más velocidad. Yo prefería no
pensarlo. Los mortales teníamos que aprender a vivir sin pensar en esas cosas.

-Ahora que recuerdo… ¿no arrancaste las puertas del coche antes de sacarnos de él? Eso y los
comentarios del olor a sangre - abrí los ojos como platos- ¡Las demás lo recordarán, lo explicarán!

-Lo sé, lo sé- dijo tranquilamente – Entre el accidente y lo "alegres" que iban no creo que nadie
les hiciera mucho caso, pero por si acaso mientras esperábamos a las ambulancias les borré de
la memoria aquello.

-¿Que hiciste qué?- Emmet miró a Edward con expresión de "se lo explicas tú o yo", y este tomó
la palabra.

-Emmet tiene el don de borrar de la memoria de las personas lo que él quiera, y, si lo desea, para
llenar ese vacío puede introducir otros recuerdos. Es un práctico don cuando se pasa media
existencia escondiéndose, como nosotros.

-En algunas novelas de vampiros es uno de los dones clásicos – recordé.

-Edward, tu novia lee novelas de vampiros, deberías decirle que no sea tan fantasiosa- sonrió el
grandullón.

-¿Y qué se supone que ha pasado? Lo digo para no contradecir la versión de mis compañeras.

-Da igual lo que tú digas, te has dado un buen golpe en la cabeza, así que si dices que han
venido unos vampiros vegetarianos y te han ayudado a salir del coche no creo que nadie te haga
mucho caso. Quizá si lo dices te ganes alguna prueba médica más y prolongues tu ingreso. Así
que tú misma.

-No, gracias, lo que tengo es ganas de salir de aquí hoy mismo.

-Bella. Te quedarás el tiempo que haga falta. Como una paciente más -siseó Edward.

-Si no me dan el alta firmaré un alta voluntaria. No pueden obligarme a permanecer aquí contra
mi voluntad – repuse mirando ceñuda a Edward.

-¡No harás eso y te comportarás como la adulta responsable que eres! – clamó él, exasperado.

-Vaya, hermanito, creo que realmente has encontrado la horma de tu zapato. Es más cabezota
que tú- rió Emmet. Lo cual sirvió para que ambos dirigiéramos hacia él nuestras airadas miradas y
cesara la discusión. El hermano de Edward sonrió y miró la hora- Rose está tardando un poco,
creo que iré a buscarla, antes de sufrir daños colaterales en esta batalla.

Edward aprovechó que estaba mirando a su hermano para acercarse. Me tomó la cara entre sus
manos y me besó de una forma apasionada, robándome el aliento. Me dejó jadeando y fue hacia
la puerta. Antes de salir giró la cabeza y me clavó una intensa mirada.

-Nada de altas voluntarias.

-Sí jefe. A sus órdenes- mascullé en voz baja cuando pude recuperar el aliento.

Emmet rió al escucharme. Me observaba atentamente, y yo me dediqué a contemplar la lluvia


caer al otro lado del cristal. Esa era la tónica general de la familia Cullen al conocerme.
Comprendía que tuvieran curiosidad, pero francamente eso de sentirme estudiada como un
extraño especimen me incomodaba un poco. Al cabo de un instante Rosalie apareció.

-Emmet, tenemos que irnos. Bella debe descansar y Edward está trabajando.

Rosalie me hizo prometer que nos veríamos pronto, explicándome que se quedarían en la casa
Cullen hasta el fin de semana, pues ambos disfrutaban de unas cortas vacaciones y habían
venido a darle una sorpresa a Edward y a conocerme. Cuando se hubieron marchado pensé que
la primera toma de contacto con mi "familia política" estaba siendo un poco accidentada.

Al final no hizo falta discutir con nadie. Pasaron visita el traumatólogo y el cirujano. Me
examinaron la herida de la cabeza y le dieron el visto bueno, y añadieron que al ser el TAC
normal y mi evolución muy favorable podía irme a casa a media tarde, ordenándome reposo
durante una semana. Médicos... me encontraba bien pero tenía que obedecer, pues trabajaba
aquí. O lo intentaba, porque entre la gripe y esto mi jefa iba a pensar que menuda adquisición
había hecho conmigo.

Mis amigas pasaron a despedirse antes de marcharse a casa. Les habían dado el alta a todas a
primera hora de la mañana, también con la recomendación de reposo, pero sólo durante un par
de días. Me sentía culpable por no haber podido evitar el accidente pero las tres reaccionaron
indignadas cuando me disculpé por ello. Aún así quedamos en que ya no me tocaría conducir en
las salidas conjuntas, no me veía capaz. Aparte, mi coche había quedado bastante tocado por el
accidente. La compañía que me lo alquilaba se puso en contacto conmigo y me comunicaron que
el seguro del coche se haría responsable de los daños pero que me tendrían que rescindir el
contrato. Ahora tendría que alquilar otro coche o quizá comprar uno barato. Los coches de
segunda mano estaban a muy buen precio, y yo no necesitaba grandes lujos. Estaba absorta en
estos pensamientos cuando entró Edward en la habitación.
-Te traigo ropa limpia. La que llevabas ayer está… llena de sangre. Creo que no se podrá salvar-
dijo, dejando la ropa encima de la butaca que había al lado de mi cama, sin mirarme.

-Edward. Mírame- lentamente él alzó su mirada y la enlazó con la mía -¿Cuánto tiempo vas a
estar así?

Él no contestó y me dolió leer en su rostro y en su mirada lo mal que se sentía. Se sentó en la


cama, en silencio, y tomé su mano.

-Estoy segura que de haber estado los dos solos en la carretera me habrías auxiliado. Creo que
tu instinto de cuidarme habría vencido al más primario- aseguré.

-Tienes demasiado buen concepto de mi- respondió con una triste sonrisa.-Me idealizas.

-¡Maldita sea, Edward, reacciona!-exploté.- Quizá deberías probar mi sangre de nuevo. Quizá si la
probaras te acostumbrarías y no reaccionarías así. ¿No fuiste tú quien me dijo que te estabas
acostumbrando a mi olor? Puede que con lo otro pasara lo mismo, y no estarías tan… tan…
ansioso.

Dije lo que dije sin pensarlo un instante. Pero una vez lo había soltado me di cuenta de que yo
misma lo estaba deseando. Quería hacerle ese regalo, quería sentirlo beber de mí. Durante un
segundo pude comprobar el deseo brillando en su mirada, deseo que casi inmediatamente fue
sustituido por una mirada de horror.

-Eso sería enfermizo- murmuró. Sentí un dolor punzante en mi interior al que no supe poner
nombre. Estuve a punto de echarme a llorar y no quería que él estuviera delante.

-De acuerdo. Márchate. Voy a cambiarme- dije sin mirarle siquiera. Me senté en la cama en el
lado contrario a donde él estaba, mirando hacia la ventana. El día parecía aún más gris.

-Pasaré a buscarte cuando acabe el trabajo para llevarte a casa-murmuró a mi espalda.

Cuando escuché el sonido de la puerta al cerrarse dejé que las lágrimas vagaran libremente por
mi cara. Mientras me vestía pude dar nombre al sentimiento que me oprimía. Despecho.
Rechazo. Cogí el teléfono de la habitación y tras identificarme pedí a la centralita que me
pusieran con un número externo.

-¿Angela?

-Sí, cielo, ¿estás bien?- su voz sonaba preocupada.

-¿Podrías venir a por mi?

-Claro, no te he dicho nada porque pensaba que te traería Edward.

-No. Cuando quieras venir... ya tengo el alta, te espero.

-Ok, salgo ya. Apenas llevo unas horas de reposo y estoy completamente aburrida, me vendrá
bien salir de casa un rato.

-Te espero.- Colgué el teléfono y me enjuagué una traicionera lágrima que se deslizaba por mi
mejilla.

¿Edward exagera? ¿Bella está un poco loca? ;-)

Besos y hasta el viernes


Feliz viernes. Ya sabemos que Edward es exagerado, de todas formas es comprensible que
se sienta mal, es médico y no ha podido ayudar a quien más le importa en el mundo.
Gracias por vuestras opiniones y comentarios. Se os quiere. Quiero disculparme con las
fans de Jasper porque de momento lo tengo un poco olvidado, pero más adelante tiene su
papel en la historia.

Gracias a mis dos pre-lectoras. Ya hace tiempo que no lo digo: no tengo derechos sobre
los personajes de Twilight, pero sí sobre esta historia.

Y sin más...

Capítulo 23

EPOV

Estaba muy contrariado por el plantón que me había dado Bella. Por lo menos había tenido la
delicadeza de mandarme un mensaje de móvil con una nota escueta: "No pases a por mí. Ya
estoy en mi casa. Adiós".

Realmente, ese "adiós" era lo que más me inquietaba de todo el asunto. Ni un "hasta luego, te
llamo", lo que sea. Adiós. No hacía falta ser un gran psicólogo para adivinar que mi novia humana
estaba enfadada. Muy, muy enfadada. ¿Por qué tenía que ser tan cabezota y tener ese carácter?
Se había puesto así sólo por hacerle ver que su idea era insensata, tan insensata como… como
estar saliendo con un vampiro, dijo una voz dentro de mí. No. Se lo había prometido. No iba a
dejarla, no iba a volver a decidir por ella. Pero ¿y si ella se volvía imprudente? Lo que me había
pedido era una locura, irracional. Sí, y enfermizo. Como salir con un vampiro. Maldita voz interior,
cállate ya. ¿Y yo, qué esperaba? Lo que pasó ayer era algo natural. Lo no natural era… ya, salir
con un vampiro.

Me seguía sintiendo horrible por lo de anoche, y en el fondo debía reconocer que me había
aliviado no llevar a Bella en coche, ella no comprendía cómo me sentía y yo tampoco la entendía.
Ambos necesitábamos pensar, serenarnos. Pero, ¿y si ella tenía razón? ¿Si probar su sangre
hacía que me controlara mejor? Era cierto que estando en contacto estrecho con ella había
aprendido a fortalecer mi autocontrol, pero lo que ella me pedía era equivalente a decirle a
alguien que probara una droga para que no tuviera más ganas de drogarse. Una locura. Porque
yo ya la había saboreado y estaba seguro de que la sangre de Bella sería como una droga para
mí.

La puerta de mi habitación se abrió de golpe.

-¡Huy, perdón! Desde fuera he visto humo y he entrado sin avisar pensando que había un
incendio, pero veo que no hay peligro, sale de tu cabeza.

-Emmet, te has tomado tu actual profesión de bombero muy a pecho- dije, fastidiado.- ¿Qué
piensan tus colegas de tu sentido del humor? ¿No se rifan las guardias para no coincidir contigo?
¿No ha aumentado el índice de suicidios en el Departamento de Bomberos de Boston desde que
tú trabajas en él?

-Qué va, tío- rió mi hermano, ignorando mis pullas - están encantados conmigo, les alegro la vida.
Creo que me ganaría un sobresueldo si actuara en un bar de esos que aceptan aficionados para
interpretar monólogos. Y a lo que iba. Venga, deja de hacer el ermitaño y ven a cazar con Rose y
conmigo. Serás desagradecido… encima que venimos a hacerte una visita y de paso a conocer a
tu chica... aunque no pensábamos que fuera en esas circunstancias.

-Tu diplomacia siempre ha dejado mucho que desear, Em- me senté en la cama, suspirando.-
Gracias por intentar animarme, pero no quiero hablar del tema.

-Entonces vendrás a cazar con nosotros. Créeme, he subido yo porque soy el más suave, luego
vendrá Rose y te presionará hasta límites insospechados, ya sabes cómo es. Más vale que cedas
ahora- susurró mi hermano en un tono de voz confidencial.

-¡Te estoy escuchando, Emmet Cullen! Como suba vas a saber tú lo qué es presión -se oyó la voz
de Rosalie desde el comedor.

No pude evitarlo y reí al escucharlos. Me di cuenta de cuánto los echaba de menos ahora que
estaba con ellos. Llevaba demasiado tiempo viviendo solo.

-Está bien - me puse de pie de un salto.- Vamos allá. Cazaremos, charlaremos si queréis, pero no
se hablará de humanos, ¿de acuerdo? Es la condición.

-De acuerdo- contestaron al unísono Rose desde el comedor y Emmet.

Durante la "excursión" nos alejamos mucho de Forks. Era temporada de caza y no queríamos
tener ninguna sorpresa, así que fuimos a la zona más intransitable de la península Olympic,
sabedores de que allá era prácticamente imposible coincidir con personas. Hasta que no empecé
a alimentarme no fui consciente de cómo estaba reprimiendo mi apetito, que se reveló voraz. Bebí
casi tanto como Rosalie y Emmet juntos. Pero no hacía tanto que me había alimentado. Deduje
que era un efecto secundario de lo sucedido anoche. Aunque quizá estaba haciéndolo de forma
inconsciente para enfrentarme mejor preparado a la tentación que Bella me ofrecía. Porque a lo
largo de las horas de caza decidí que esa misma noche tenía que verla. Se me había pasado el
enfado, y la angustia de horas antes parecía ser sólo una pesadilla. Tenía que verla, sentirla. Era
un imán que me atraía a ella una y otra vez, no importaba lo que pasara.

Entré en su habitación por la ventana. Esta cedió fácilmente a una mínima presión. Me arrodillé
ante su cama y la contemplé de cerca. La piel de su cara estaba más pálida de lo habitual. Su
respiración sosegada mostraba un sueño tranquilo. Vi su boca ligeramente entreabierta y tuve el
impulso de besarla, pero no quería asustarla.

-Bella- susurré. Sus ojos se abrieron y parpadeó varias veces, frotándose los ojos.

-Edward… ¿Qué…qué haces aquí?

-No podía esperar para pedirte disculpas por ser un estúpido.

-No eres ningún estúpido. Ven – sonrió y alargó la mano tomando la mía, tirando de ella-
acuéstate a mi lado. No te preocupes, me he bañado y me he lavado el pelo, no hay ni un resto
de sangre.

-Sobre eso quería… siento haber dicho que tu idea era algo enfermizo -empecé, mientras me
recostaba a su lado.- Puede que tengas razón, pero no podemos arriesgarnos, no…- Ella me
puso el dedo sobre los labios, silenciándome.

-Sssst. Sé que te preocupas más por mí que yo misma, y que por eso a veces te comportas de
esa manera tan protectora. Te lo repito: nadie dijo que lo nuestro iba a ser fácil. Pero no
cambiaría el haberte conocido por nada.

La besé con suavidad, disfrutando del tacto de sus carnosos labios. Tuve que recordarme que
Bella necesitaba reposo, porque mi cuerpo me traicionaba con el deseo que sentía por ella. De
pronto se me ocurrió un pensamiento.
-¿Te das cuenta de que has conocido a cinco vampiros de forma fortuita? Y no cuento a Alice
porque ella vino a verte. Creo que tienes muy mala suerte.

-O al contrario, porque tanto tus padres como Rose y Emmet me han ayudado en situaciones
complicadas. Tengo muy buena suerte y aún mejor gusto en lo que a vampiros se refiere. Y no te
consiento que me discutas eso, Edward Cullen- contestó con voz adormilada, acercándose más a
mí. La recibí entre mis brazos.

Comencé a tararearle una tranquila melodía y no tardó en volver a quedarse dormida, ahora con
una sonrisa en los labios. Acerqué mi cara a su cabello e inspiré con fuerza. No. Nadie dijo que
iba a ser fácil. Pero valía la pena.

BPOV

La semana pasó bastante aburrida. Angela aprovechó sus dos días de obligado descanso para
hacer cambios de fin de semana. Así consiguió juntar cuatro días libres para ir a visitar a Jake a
Seattle. No sabía yo si ella iba a descansar mucho estando con su novio, pero a mí mi enfermero
particular sí me obligó a hacerlo, cumpliendo su particular juramento hipocrático como si le fuera
la existencia en ello.

-¿Qué haces levantada?- su voz en el silencio de la cocina me provocó un sobresalto y el plato


que estaba fregando me resbaló de las manos. Por fortuna él reaccionó, y lo cazó al vuelo antes
de que tocara el suelo.

-Edward, te agradecería que llamaras antes de entrar o por lo menos no fueras tan silencioso. Un
día de estos me da un infarto – gruñí mientras tomaba el plato de sus manos y lo dejaba en la
encimera.

-Lo siento. Deja eso, Bella. Ya lo hago yo. Descansa.

-Gracias por ofrecerte, pero si descanso un poco más reviento. Y no te gustaría ver eso.-
Suspiré.- En serio, Edward, necesito moverme.

-Otra vez estoy siendo sobreprotector, ¿verdad?- asentí y me senté en la mesa de la cocina, él lo
hizo enfrente mío.- Me resulta muy difícil de controlar. Rosalie dice que no sabe cómo me
aguantas.

-Creo que Rosalie me va a caer muy bien- reí.

-¿Te gustaría venir a casa el fin de semana? Ella y Emmet se quedan hasta el domingo a
mediodía, luego vuelven a Boston. Podrías conocerlos un poco más… si no te incomoda –añadió,
inseguro.

-No. Ya es hora que conozca a la familia política. El destino me lo está gritando.

-Genial. Ellos también tienen ganas de conocerte.

El sábado Edward vino a buscarme a mediodía. Cuando me acercaba a la casa Cullen estaba
nerviosa, a pesar de todo. Ya había conocido a Rosalie y Emmet Cullen en circunstancias más
que desfavorables y ahora era simplemente una reunión informal, pero me preocupaba la
impresión que pudiera causarles. Su familia era muy importante para Edward.

-Te he de advertir una cosa. – La voz de Edward me sacó de mis cavilaciones.- No hagas mucho
caso de Emmet. Le encanta bromear, lo malo que tiene es que no sabe cuándo frenar. Si te
molesta cualquier cosa se lo dices claramente.- Me miró y comprobé con sorpresa que parecía
preocupado. Al parecer no era la única que estaba nerviosa por este encuentro.

-Tranquilo, sé defenderme- afirmé.

-Eso no lo dudo- sonrió mientras tomábamos el camino de la casa Cullen.

El día había amanecido horrible, no era la habitual lluvia fina que caía en la zona, sino una
auténtica tormenta la que estaba cayendo, con viento huracanado, rayos y truenos. Edward
aparcó en el espacioso garaje de la casa. Rosalie y Emmet nos vinieron a recibir y ante mi
sorpresa ambos me dieron dos besos.

-A la manera española, ¿no?- me sonrió Rose.

Emmet además me dio un abrazo que me hizo sentirme como si hubiera chocado contra un
armario.

-¡Ay!-gemí.

-Emmet, no seas bruto, todavía está magullada- le regañó Rose.- Ha venido aquí para hacer
reposo y que la cuidemos, no para que le tenga que recomponer varios huesos.

-Lo siento… ¿Reposo? Entonces ¿no tendremos que irnos para dejaros intimidad? No veas qué
descanso, no me apetecía mucho salir ahí fuera con este día. Ahora, te advierto que Rose y yo no
tenemos que hacer reposo y…-Edward lo cortó con una mirada asesina, mientras yo me
sonrojaba.

-Vamos, Bella, ven conmigo- invitó Rose.- Podemos charlar un rato. ¿En qué hospital de
Barcelona haces la especialización?

Fuimos al comedor y charlamos de varias cosas, al principio sólo de trabajo, pero poco a poco la
conversación fue haciéndose más personal. Rosalie era traumatóloga en el prestigioso
Massachussets General Hospital, de Boston, dependiente de la universidad de Harvard. Emmet
hacía poco había estrenado la profesión de bombero, y estaba emocionado con ello. Fue una
jornada agradable que transcurrió entre charla y charla. Hicimos un alto mientras me preparaba la
comida.

-¿Todo bien? – Edward me escrutaba atentamente, apoyado en la encimera mientras yo


cocinaba.

-Sí, muy bien- le sonreí.- Y Emmet no es tan pesado como decías.

-Porque se está controlando mucho, si no ya sabe lo que le espera- se carcajeó Edward.- Y la


amenaza no viene de mí, viene de su esposa…

Para evitarme la incomodidad de comer en la mesa siendo observada por tres vampiros Edward
puso la cena en una bandeja y nos sentamos ante la TV. Cuando acabé Rosalie y Emmet fueron
al garaje a arreglar no sé qué de las motos de ambos. Afuera seguía soplando un viento
huracanado y Edward encendió la chimenea. No es que fuera imprescindible porque la
calefacción funcionaba muy bien, pero era muy agradable estar sentada cerca del fuego. Me
estiré sobre su regazo y me quedé dormida mientras él masajeaba mi cabello.

-Bella, he de marcharme un momento- escuché un susurro en mis oídos.

-Qué… ¿qué?

-Siento despertarte. Me ha llamado Joseph. He de ir a casa de Laurent, el residente de segundo


año, y recoger unas cosas. Luego te explico.

Me besó y se marchó. Inmediatamente Rosalie apareció en el gran comedor y me ofreció café,


que acepté agradecida.

-A todo esto, ¿te encuentras completamente bien? Tuviste una buena conmoción el otro día.

-Sí, me escuece un poco la herida y tengo ganas de que me quiten las grapas, pero por lo demás
estoy bien… Creo que Edward está peor que yo.

-Veo que lo conoces bien- bromeó Rose, para inmediatamente ponerse seria.- Sí, lo ha pasado
muy mal. Sabes… cuando nos explicó lo que sentía por ti todos nos llevamos las manos a la
cabeza. Jamás había estado enamorado, y la primera vez que lo hacía era de una humana. Y una
humana cuya sangre le llama más que nada en este mundo. Una humana mortal y frágil- me miró
con sinceridad.- Era para estar preocupado. Hasta que vimos cómo había cambiado. La última
vez que nos vimos fue por las fiestas navideñas, desde entonces no puedes imaginarte cuánto le
has cambiado. Bella, lo del "rarito Cullen" no venía sólo por ser un vampiro. Era antisocial incluso
para un vampiro. Y no ha sido siempre así, pero su carácter se fue… retrayendo poco a poco-
hizo una pausa, como esperando algún comentario de mi parte.

-No sabía eso.

-Edward es un romántico, un ser apasionado, pero le faltaba algo en la vida, y eso se notaba.
Creo, por lo que le conozco, que la pasión por la música y por su trabajo no podía suplir la
sensación de vacío que tenía. Alguna vez nos lo confesó a Alice y a mí, pero en general no le
gustaba mucho hablar del tema, era muy reservado para eso- volvió a hacer una pausa.- ¿Más
café? ¿Algo de comer? En honor a ti tenemos la despensa llena hasta los topes. No queríamos
que te faltara de nada.

-Oh, vaya, no era necesario. Gracias.

Yo esperaba que Rosalie continuara. Me interesaba muchísimo lo que me estaba contando


porque me descubría facetas de Edward que yo desconocía completamente. Pero más me
interesaba lo que estaba por explicarme, pues intuía que aún no me había dicho lo más
interesante.

-¿Te ha contado mi hermano algo sobre cómo nos conocimos Emmet y yo? - negué con la
cabeza y ella prosiguió.- Bueno, yo fui una de las mujeres pioneras en estudiar medicina- se me
abrieron la boca y los ojos de forma desmesurada y ella rió.

-No sabía nada ¡Cuéntamelo!

-Verás, yo estudié en la Escuela Londinense de Medicina para Mujeres. Se fundó en 1874, y los
primeros tiempos fueron muy duros, como ya te imaginas. Cuando logré el título me fue casi
imposible encontrar trabajo y alojamiento, pues ser médica estaba muy, muy mal considerado.
Había muchos prejuicios contra nosotras. Por casualidad Carlisle, que por aquel entonces
trabajaba en un barrio muy pobre de Londres, oyó hablar de mí. Necesitaba ayudantes, y la gente
de aquel barrio era tan pobre que no se podía permitir tener manías, así que por fuerza me
aceptaron. A veces tenía que ir a las casas de los pacientes, entonces me acompañaba Emmet,
que se hacía pasar por hijo de Carlisle, y por entonces era periodista. No podían permitir que
fuera sola, y de cuando en cuando Emmet escribía alguna crónica sobre las desventuras de una
doctora en aquella época. Los hombres me decían groserías por la calle, pero… a todo se
acostumbra una. Bueno, cuando iba con Emmet nadie osaba chistarme- rió.- Oye, creo que te voy
a aburrir.
-No, no, sigue, por favor.

-Bien, con el tiempo yo miraba a ese hombretón con mejores ojos, él se daba cuenta y cada vez
estaba más distante, ante mi frustración. No comprendía su actitud, aunque la verdad es que
estaba acostumbrada a que me rechazaran los hombres por ser médico pues me consideraban
una chiflada, pero él… Una noche, saliendo de una casa, me sinceré con él y me contestó que no
me podía dar la vida que yo deseaba.

-Pensaba que Carlisle había dicho que no conocía ningún otro caso de una relación como la de
Edward y mía…

-No, claro, era yo la que me estaba enamorando de Emmet, y él no lo sentía lo mismo por aquella
época. Y mi sangre no le atraía como a Edward la tuya. Lo nuestro no fue un flechazo… fue algo
más progresivo. Después de confesarme eso no insistí en el tema. Carlisle me mandó aquí, a
EEUU, para complementar mis estudios de cirugía. Estuve un año fuera y cuando volví me di
cuenta de que no sólo no habían cambiado mis sentimientos sino que habían aumentado. Creí
que con mi ausencia las cosas volverían a su sitio pero no fue así. Un día Emmet, que también
empezaba a sentir algo más que amistad por mí, me confesó su auténtica naturaleza. Seguro que
puedes imaginar mi reacción.- Asentí mientras ella hacía una pausa. Yo apenas podía apartar la
mirada de Rose. Su historia era apasionante.

-Pero seguiste sintiendo lo mismo.

-Sí, estuve unos días luchando contra mí misma, pero… me rendí. Aún así el seguía
resistiéndose a dejarse llevar, pensaba que si estaba conmigo no podría evitar hacerme daño. No
era un vampiro tan antiguo como Carlisle y dudaba de su capacidad de control. Fue cuando
empecé a pensar en transformarme. Es inevitable planteárselo tarde o temprano, ¿no?- observó
atentamente mi expresión.

-Supongo que lo es. Pero es una decisión muy importante- repuse. Ella asintió.

-Dudaba continuamente. Tampoco es que lo nuestro fuera una relación… como la vuestra. Podía
ser que me transformara y Emmet no terminara tan enamorado de mí como yo de él, además
siempre había soñado con tener hijos y verlos crecer, y estaba mi trabajo… ¿Cuánto tiempo
podía pasar hasta volver a practicar la cirugía?- Ahora era mi turno de asentir. Lo comprendía
bien. ¿Podía el amor por sí solo llegar a conseguir que todo lo demás dejara de ser importante?

-Pero al final te decidiste.

-Decidieron por mí- su sonrisa se volvió amarga y su mirada se perdió en sus recuerdos.- Una
noche tuve que ir a visitar a un paciente anciano encamado que tenía unas enormes úlceras de
decúbito. Llevaba días curándolas y aquel iba a ser el último, pues estaban evolucionando muy
bien. Emmet no me pudo acompañar porque le salió un asunto que no recuerdo, Carlisle estaba
en otra ciudad… me empeñé en ir sola a pesar de que Em me pidió que no lo hiciese. Y cuando
acabé la cura y le dije al hijo del anciano que le daba el alta… -hizo una pausa y suspiró. Yo
aguanté la respiración.- Intentó forzarme. Según él, yo había llegado allá provocando esa
situación, y tenía lo que había buscado. Pero me resistí, y caí al suelo. Me golpeé la cabeza con
un mueble durante la caída, y aquello me provocó una hemorragia intracraneal.

-Es horrible-susurré con lágrimas en los ojos. Ella pareció despertar y me miró, tomándome de la
mano.

-Tranquila, ya no duele. Hace mucho tiempo de eso. Lo que pasó después lo sé por Emmet. Él no
estaba tranquilo sabiendo mis intenciones de cumplir con mi deber e ir sola a pesar de todo, y en
cuanto pudo se dirigió hacia la casa del anciano. Cuando caí al suelo inconsciente y sangrando
mi atacante había huído despavorido, pero Emmet lo atrapó antes de que saliera de la casa. Lo
agarró del cuello y lo arrastró ante mi presencia, y cuando me vio no se pudo contener… y apretó
demasiado- encogió los hombros con indiferencia y prosiguió.- A pesar del olor de mi sangre pudo
controlarse lo suficiente para buscarme el pulso. Al sentirlo cada vez más débil no lo pensó ni un
segundo y decidió transformarme en aquel momento. Me mordió, inyectándome el veneno.

-¿Alguna vez se lo…- dudé - has echado en cara?

-No, nunca- sonrió Rose, alzando las cejas - ¿Por qué había de hacerlo? Finalmente él se podía
dejar llevar y se enamoró de mí como yo lo estaba de él. Y yo al cabo de unos pocos años pude
seguir con mi trabajo. Ahora soy traumatóloga pero además soy especialista en varios tipos de
cirugía.

Cuando Rose terminó su historia ambas nos quedamos pensativas. Ella de vez en cuando me
echaba miradas de soslayo, intentando saber qué pasaba por mi cabeza en aquellos momentos.

-Rosalie… yo no creo que esté dispuesta a transformarme. Todavía no, desde luego sería muy
prematuro, pero ¿y si no lo estoy nunca? No quiero herir a Edward. Dios, esto es muy
complicado- me froté la cara con las manos y tomé aire.

-Bella, no te angusties, cielo. Sólo te he contado mi historia para que vieras que sé un poco de lo
que estás pasando- Rose me frotó el brazo con cariño.- Por si alguna vez necesitas alguien con
quien hablar del tema que no sea el pesado sobreprotector de mi hermano. La decisión ha de ser
sólo tuya, es tu vida.

-Gracias, Rosalie.

Al poco se nos unió Emmet y seguimos charlando animadamente. Ambos estaban al tanto de mi
capacidad de bloquear los dones de Alice y Edward, y Emmet propuso comprobar si también lo
lograba con el suyo. Su cara de niño frustrado cuando comprobó que así era fue digna de haber
sido fotografiada y enmarcada.

Para cuando llegó Edward ya parecía que nos conociéramos de toda la vida. En el momento en
que entró Emmet y yo nos estábamos riendo con una anécdota que él había explicado, mientras
Rosalie alzaba los ojos al cielo de forma teatral como implorando paciencia.

-Veo que no soy el único vampiro con quien congenias- dijo, con un punto celoso.

-Es que tiene buen gusto, colega… lo dudaba, porque eso de estar saliendo contigo… pero sí,
tiene buen gusto-se burló Emmet.

Me preparé una cena rápida: un sandwich y una pieza de fruta. Estaba inapetente y no paraba de
darle vueltas a lo que me había explicado Rose. Edward ya conocía el contenido de nuestra
charla y me iba lanzando miradas escrutadoras. Evité su mirada lo más que pude.

-Bien, con vuestro permiso me voy a retirar para tener a mi chica un rato para mi solo.

-Ok, pero recordad, reposo- dijo Rosalie muy seria. Yo volví a enrojecer. Por desgracia iba a tener
más reposo del que me gustaría. Edward me tomó de la cintura y nos dirigimos hacia las
escaleras. Antes de empezar a ascender se volteó.

-Reposo si nos dejáis. Comportaos, que tenemos invitada- contestó en el mismo tono que Rose.

-Ni nos oiréis, hermanito.

-¿Qué quería Joseph?- pregunté, entrando en la habitación tras cepillarme los dientes.
Ahogué un gemido. El vampiro más atractivo del mundo me esperaba recostado en la cama
vestido tan sólo con una camiseta negra y unos boxer de color azul.

Esto iba a ser difícil. Muy difícil.

-No son buenas noticias. La gripe de Laurent se ha complicado con una neumonía. No es grave,
pero era el residente que tenía que ir al congreso nacional de cirugía en Nueva York, junto con el
jefe y un par de adjuntos. Presentamos tres comunicaciones y una de ellas la leía él. Joseph me
ha pedido que le sustituya.

-Vaya…- me recosté a su lado.- ¿Cuándo te vas?

-El jueves por la mañana sale el avión. Volvemos el domingo.

A mi lo único que se me ocurrió pensar fue que el traumatólogo me había ordenado una semana
de reposo y que cuando acabara ese reposo forzado no tendría al objeto de mis ardientes deseos
a mi alcance. Él me miró a los ojos y sentí que leía mis pensamientos; me ruboricé intensamente
sin poderlo evitar, y el sonrió divertido. Maldito vampiro vanidoso…

De pronto me abrazó y se situó encima de mí, acercando su cara a la mía.

-¿Te crees que no es difícil también para mí? – Su dulce aliento, su proximidad, la cadencia de su
voz, me invadieron.- Pero uno de los dos tiene que preocuparse por tu salud.

Siempre que él se acercaba demasiado a mí, mi capacidad de respuesta se reducía a la nada. Él


lo sabía, y se aprovechaba de ello. Me acurruqué en sus brazos, dispuesta a dormir.

-Rose te ha explicado su transformación, ¿verdad?- su suave voz rompió el silencio, cargada de


interrogantes.

-Sí. Una historia emocionante, con un final que podía haber sido muy triste pero es feliz.

Él se quedó esperando que continuara, pero yo no quería hablar del tema. Me sentía como
Rosalie, dividida en dos partes, siendo ambas igual de fuertes. Edward notó mi resistencia a tratar
el tema y no lo retomó. Mientras sus dedos trazaban círculos en mi nuca me quedé dormida.

Al día siguiente el tiempo amaneció nublado pero más estable. Rosalie y Emmet se fueron a
media tarde, no sin antes prometer que nos volveríamos a ver pronto. Rose pensaba que ya sólo
me faltaba conocer a Jasper y que sería buena idea reunirnos todos algún día no lejano. Estuve
de acuerdo. Me sentí triste cuando se marcharon, pero no tardaríamos en vernos.

Quería comentar un par de cosas. Sé que la muerte de Rosalie es similar (pero menos cruel,
creo) que la de la saga, pero quería mantener algo del personaje, ya que no mantuve su carácter
frívolo y orgulloso. Por otra parte, lo que explica es histórico: la Escuela de Medicina de Londres
(la fecha de fundación es exacta), el intenso rechazo a las primeras mujeres médicos (algunos las
equiparaban a prostitutas), sus dificultades... desde aquí quería hacer este pequeño homenaje a
esas valientes mujeres sin las que ni yo ni ninguna mujer podría haber estudiado medicina en la
actualidad.

Y ahora algunas estaréis pensando... "¿Historia, homenajes? Ya no recuerdo por qué este fanfic
tiene la M de mayores de 17". Pues yo lo tengo muy presente... Hasta el lunes.

Besos a todas.

¡Buen principio de semana! Me alegro de que la historia de Rosalie os haya parecido


interesante. Con Jasper no hay ningún problema, eso os lo puedo adelantar, tiene su papel
en la historia y será más adelante. Gracias a todas por leerme y por vuestros amables
comentarios que, como siempre os digo, me alegran el dia. Ahí va uno más.

Capítulo 24

BPOV

Las horas pasaban rápidamente y se acercaba el jueves. Edward trabajaba en la presentación


para el congreso, pero afortunadamente tenía suficiente con concentrarse en ello por las noches.
De día seguíamos disfrutando de nuestra mutua compañía. Varias veces tuvimos que
refrenarnos, mejor dicho, él nos refrenaba a ambos, insistiendo en que era una orden médica: yo
debía hacer reposo. Cuando persistió en esta actitud el miércoles, pasados ya siete días de mi
accidente, comencé a tener serias dudas sobre su sinceridad. Intuí que su actitud ya no sólo
reflejaba temor por los posibles efectos tardíos de la conmoción que yo había sufrido. Ahora
había algo más, pero sabía que no conseguiría nada intentando razonar con él, pues las pocas
ocasiones que yo había sacado el tema desviaba la conversación por otros derroteros.

Tenía que pasar a la acción.

Aquella mañana fui al hospital con Edward para que me quitaran las grapas, cosa que hizo Jared
en un santiamén.

-Qué artística sutura te hice- dijo, apartando mi cabello y observando cuidadosamente la cicatriz-
Menudas manos ha perdido la alta costura conmigo.

-Lo que tú digas, pero no me imagino un traje de Armani cosido con grapas, la verdad- bufé.

-Bah, los artistas de verdad nunca son apreciados en su época- repuso él, arrugando la nariz con
fingido disgusto.

Cuando estuve lista fui a saludar a mis compañeros y después llamé a la puerta del despacho de
Emily.

-Hola, Bella, qué alegría verte – se levantó y fue a darme un rápido abrazo.

-Sí, yo también me alegro de estar de vuelta, y la verdad es que tengo ganas de ponerme a
trabajar ya. El "trauma" me ha dado el alta y dice que mañana me podré incorporar a pleno
rendimiento, con guardias y todo.

- ¿Seguro que estás completamente recuperada? -preguntó, observándome intranquila.

-Sí, fue un susto grande, nada más. Me quedará una bonita cicatriz de recuerdo, por suerte está
bien cubierta por cabellos.

Estuvimos un rato hablando de asuntos del trabajo y tras despedirnos me dirigí al parking del
hospital. Edward me había prestado su coche para hoy y aún quedaban muchas horas para que
saliera del trabajo, así que me dirigí a mi casa y recogí lo que necesitaba para mi plan,
guardándolo a buen recaudo en una pequeña maleta que usaba para llevar ropa de recambio a la
casa Cullen.

Pasé a buscar a Edward a la salida del hospital, y nos dirigimos hacia su casa para pasar la que
sería nuestra última velada juntos hasta su partida. Evité insinuarme y me mantuve toda la tarde
en plan "qué bien estamos como amigos". En otras circunstancias él habría sospechado algo,
pero ahora seguramente se sentía demasiado culpable como para recelar de mi actitud.
Cuando vino a darme las buenas noches yo aún estaba vestida y cepillándome los dientes. Me
besó con suavidad en la mejilla y se marchó al comedor. Le gustaba trabajar sentado junto al
fuego con el portátil, aunque por lo que yo sabía no sentía frío y podría haber trabajado de pie sin
problema.

Esperé unos instantes y abrí la maleta, de donde saqué la pieza de lencería más indecente que
tenía: el corto camisón negro de satén y encaje, que había comprado hacía una semana en el
centro comercial de Port Angeles. Me desnudé, cogí el camisón y rápidamente me lo puse. Ni tan
siquiera me miré al espejo. Enrojecí tan sólo de imaginar cómo se me vería con esa pieza de ropa
puesta, pero en el comedor había un hombre bloqueado por un temor que yo desconocía y tenía
que usar la artillería pesada. Aunque… ¿y si no funcionaba? Si fracasaban mis intentos sería
señal de que el problema era más grande de lo que yo temía… aparte de que mi ego quedaría
bastante tocado.

Pero no sería nada que no tuviera arreglo. Inspiré aire con fuerza y me dirigí hacia las escaleras.

EPOV

Aquellos días estaba ejercitando mi autocontrol hasta niveles insospechados. Bella se encontraba
muy bien y era evidente que ya no necesitaba reposo. Esa misma mañana Jared le había quitado
las grapas y la cicatriz presentaba un aspecto muy sano. Podíamos habernos dejado llevar como
ella había intentado varias veces, pero cada vez que el deseo me acometía volvía a mí con
violencia el recuerdo del perfume de su sangre. Entonces el monstruo que tenía dentro se agitaba
y me imaginaba bebiendo de ella. No podía evitar que esta imagen me excitara y me horrorizara
al mismo tiempo. Lo peor era que ella me había pedido hacerlo. Y ahora la deseaba pero temía
no poder controlarme tan bien como hasta el momento, así que evitaba la intimidad con ella.
Cuando volviera de Nueva York en unos días quizá la intensidad de mi recuerdo se hubiera
apagado lo suficiente como para atreverme de nuevo a hacer el amor con Bella.

Aquella noche le di un casto beso en la mejilla y me fui rápidamente a trabajar. Absurdamente


eché de menos que no se me hubiera insinuado ni una sola vez esa tarde, y que me dejara salir
del baño sin dirigirme ni una sola mirada.

Estúpido, qué esperabas.

Abrí el portátil y comencé a repasar varios artículos que necesitaba conocer para poder hacer mi
presentación. Me quedaban sólo unos pocos y acabaría enseguida. Después iría a acostarme al
lado de Bella y pasaría el resto de la noche en su compañía, abrazándola, sintiendo su latido, su
aroma, su calor… y una vez más controlando mi anhelo de estar dentro de ella.

De pronto la oí salir de la habitación y bajar las escaleras. Su ritmo cardiaco estaba acelerado, lo
cual me intrigó. Alcé la vista y cuando llegó al pie de las escaleras pude verla.

Jadeé, y el portátil estuvo a punto de deslizarse hasta el suelo.

Por todos los… demonios.

Me quedé muy quieto, con las manos adheridas al ordenador, intentando controlar mi fuerza para
no romperlo. Mi cuerpo se tensó como la cuerda de un arco.

-¿Te encuentras bien?- mi traidora voz sonó más ronca de lo que yo habría deseado.

-¿Qué? Ah, sí, es que me voy a preparar una infusión antes de acostarme- comentó como si no
pasara nada, a pesar del rubor que invadía su rostro. Pasó por mi lado sin mirarme y se metió en
la cocina. La escuché rebuscar entre los armarios durante unos eternos segundos durante los
cuales mi voluntad se iba debilitando cada vez más- ¿Edward, puedes ayudarme?- dijo al cabo de
unos instantes.

Diabólica mujer.

Me metí en la cocina, evitando respirar, intentando con todas mis fuerzas apartar la vista de
aquella combinación de voluptuosas curvas y encaje negro. Imposible. Deseaba con todas mis
fuerzas arrancarle esas ropas y hacerla gritar de placer.

Contrólate, Edward.

-No encuentro la valeriana, tú que eres más alto ¿puedes buscarla ahí arriba?- señaló una de las
alacenas y luego me miró de arriba abajo. Noté que ocultaba una sonrisa. Era evidente lo que
pasaba por mi mente, ella lo veía en mis ojos, y también bastante más abajo de ellos.

Se la alcancé y, casualmente, le cayó la caja al suelo, por lo que se agachó para recogerla,
regalándome un excitante primer plano de su trasero. Demasiado para mí. Mi autocontrol se
agotó. En un instante Bella estaba arrinconada entre mi cuerpo y la pared. Mi pecho se pegó a su
espalda y le sujeté ambas manos con una de las mías.

-Te dije que no jugaras con fuego, pero tú insistes una y otra vez- susurré en su oído.

-Me gusta jugar con fuego si tú ardes conmigo... ¿no era así?- ronroneó de forma increíblemente
sensual. Esa mujer iba a matarme.

Como respuesta dibujé su oreja con la punta de mi lengua, mordisqueé el lóbulo y recorrí con mis
labios la delicada piel del cuello, escuchando con placer cómo sus latidos se desbocaban,
sintiendo cómo se estremecía bajo mis caricias, y penetró en mí el incitante aroma de su
excitación. Con la mano libre me dediqué a acariciar su cuerpo, con lentitud al principio, luego con
avaricia, con el deseo acumulado durante todos esos días estallando en mí. A pesar de mis
anteriores temores no había señales de que el monstruo de mi interior despertara.

Mi mano se desplazó siguiendo la peligrosa curva de sus caderas, hacia el interior de sus muslos.
Como respuesta ella se arqueó contra mí, rozando mi erección con sus nalgas, provocando que
un gruñido vibrara en mi garganta. Seguí mi camino, deslizando la mano bajo sus braguitas,
palpando la abundante humedad acumulada en aquella zona. Gimió.

-Estás ardiendo, amor. Cómo me gusta sentirte así… - murmuré contra la piel de su cuello. Era un
placer ver su vello erizarse ante ese sencillo gesto.

Mojé mis dedos entre sus pliegues e introduje dos en su interior, acariciándola en los puntos que
más la encendían, provocando que sus gemidos se intensificaran. Era tan excitante provocarle
ese placer y sentirla así, completamente a mi merced… Pero no me engañaba, era yo quien
estaba dominado por esta mujer. Podía hacer de mí lo que quisiera, y lo sabía. Su cuerpo se
retorcía intentando liberarse mientras sollozaba de placer. Mi erección empezaba a ser dolorosa,
pero no dejé de atormentarla con mis dedos hasta que un prolongado espasmo convulsionó su
cuerpo y mi mano se llenó de su humedad. Su respiración fue volviendo paulatinamente a la
normalidad. Entonces la liberé y la volteé, observando su provocadora expresión de placer. Pasé
mi lengua por mi labio inferior y vi la lujuria brillar en sus oscuros iris.

-Te quiero. Te deseo. Ahora - habló con voz entrecortada.

-Amor. Debes ser paciente - sonreí de lado y la tomé en brazos, depositándola en la mullida
alfombra que teníamos enfrente de la chimenea. En un instante me despojé de mi ropa. Ella
intentó hacer lo mismo pero la detuve.- No. Déjame que te desnude.
-No lo destroces. Quiero que me dure más de una noche- suplicó.

-Esto no es una prenda, es un arma destructora. No puede estar en tu poder- contesté mientras le
deslizaba las braguitas hacia los pies.

Las aparté y volví a erguirme. Bella me miraba con los ojos llameantes. Por encima de la suave
tela tomé sus pezones entre mis dedos y los acaricié. Su aliento se agitó de nuevo mientras una
de sus manos se perdía entre mis cabellos y la otra se dirigía a mi miembro, que comenzó a
acariciar y presionar por toda su largura. Se puso de puntillas y tiró de mi cuello, atrapando mis
labios con su boca, mordiéndome el inferior y succionándolo, al tiempo que aumentaba la presión
de su mano sobre mí.

-Deseo tenerte dentro de mí, llenándome. Mi cuerpo está vacío sin el tuyo. Te echaba de menos -
murmuró contra mi boca.

Bella me estaba excitando cada vez más y me costaba controlar la situación, era ella quien
llevaba el ritmo y a mí me estaban pasando factura los días de abstinencia. La tumbé
delicadamente sobre la mullida alfombra y me coloqué encima de ella, intentado recuperar el
control, pero sus caricias estaban volviéndome loco. Me besó profundamente y su lengua trazó
dibujos sobre la mía, sobre mis dientes, en un beso exigente que hizo trizas lo poco que quedaba
de mi dominio. Por encima del fino tejido aprisioné uno de sus pezones entre mis dientes y lo
introduje en mi boca, mordiéndolo suavemente. Se arqueó contra mí.

-Te necesito ya. Soy tuya - Rogó.

Sus palabras de entrega me trastornaron. Necesitaba unirme a ella, perderme en su cuerpo, más
de lo que jamás había necesitado. Entré en su cálido interior en una sola embestida. Gritó mi
nombre y me abrazó fuertemente, clavando sus uñas en mi espalda. Levantó sus piernas y me
rodeó con ellas, profundizando aún más la penetración.

-Dilo otra vez. Di que eres mía, Bella. – La besaba y la mordía en la boca, la oreja, el cuello,
saboreaba su piel y su seductor aroma mientras me hundía en ella, intentando controlar la fuerza
que instintivamente se apoderaba de mí.

-Tuya, soy tuya, Edward. Siempre- dijo, clavando sus brillantes ojos en mí.

Cubrí sus apetitosos labios con los míos y mi lengua devoró su boca. De pronto ella retomó el
control y sin que yo tuviera voluntad para evitarlo me empujó suavemente, sin separarse apenas,
quedando yo sentado y ella encima de mí a horcajadas. Pasó las manos por detrás de mi nuca,
entrelazándolas con mi cabello, y comenzó a moverse sobre mí, jadeando cada vez más,
mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y cerraba los párpados con abandono. Mis manos
acariciaban la largura de su espalda, sus pechos llenos, sus nalgas, disfrutando del sedoso tacto
de su cálida piel. De repente ella incrementó el ritmo de sus caderas y la profundidad de sus
movimientos y nuestros gemidos se elevaron con una cadencia cada vez mayor. Acerqué la boca
a su cuello extendido, tentador, donde podía ver la yugular a través de la piel de alabastro, podía
sentir su calor en mis labios, y la rocé con los dientes. Sin previo aviso, el monstruo de mi interior
despertó. Separé de inmediato mi boca de su piel.

-Edward. Quiero que me tomes. Que bebas de mí. Hazlo, amor mío - su voz sonaba entrecortada
y suplicante, mientras tiraba de mi nuca, acercándome de nuevo a su cuello.

El corazón le latía desbocado y recordé de nuevo el olor embriagador de su sangre, aquel aroma
que me invadió y me poseyó durante unos interminables minutos. El deseo provocó un doloroso
nudo en mi interior. Deseo de su sangre y deseo de su cuerpo. El monstruo. Edward. No sabía
dónde empezaba uno y acababa el otro. Ya no era dueño de mí. Mis colmillos se extendieron, por
primera vez desde que estaba con ella. Bella gimió cuando rocé su cuello y su respiración se
detuvo por unos instantes. Gritó cuando mis dientes penetraron la sensible piel y se clavaron en
ella, pero no fue de dolor, yo podía sentir cómo su interior se contraía una y otra vez sobre mí,
mientras bebía el líquido que se deslizaba ardiente, exquisito y adictivo por mi garganta. Era la
unión absoluta con la mujer que amaba. Sin separarme ni un centímetro la tumbé en el suelo y
seguí succionando y lamiendo su herida mientras la penetraba. Me hundí una y otra vez en su
interior, provocando con cada embestida un nuevo grito de placer. Me sentí cercano al éxtasis.
Sus contracciones y sus gritos, la extraordinaria experiencia de beber de ella mientras su cuerpo
me acogía profundamente… todo unido provocó que por fin mi tensión estallara, se liberara y nos
llevase a tocar el cielo, esta vez juntos. Después de eso se desvaneció.

BPOV

Desperté tumbada en el sofá envuelta por una manta, apoyada en el regazo de Edward, que
depositaba ligeros besos por mi frente y mi cabello. Sentirle sobre mi piel era delicioso. Al
notarme despierta se movió un poco y acercó su hermoso rostro al mío.

-Esta vez no me has asustado. Con esa sonrisa pintada en tus labios era imposible que tuvieras
nada grave.- Me miró con expresión seria.

-Estoy en un lío, ¿verdad?- pregunté, intentando simular un poco de arrepentimiento.

-En uno muy grande. Pervertidora... –sus ojos se entrecerraron y por fin sonrió mostrando su
perfecta dentadura.

-De acuerdo, pero no me arrepiento de nada. Por un momento creí que moría de placer, de veras.
Creo que me temblará el cuerpo durante días. Y no ha sido sólo algo físico, ha sido... me he
sentido... -busqué la palabra- era como estar fundida contigo.

-Lo sé. Me he sentido igual - murmuró con suavidad.- Eres peligrosa, Isabella Swan. Debería
tenerte miedo… pero me alegro de que me hayas pervertido -acarició mi nariz con la suya.-
Aunque no deberías arriesgarte de esa forma -su expresión se puso seria de nuevo.

-No ha pasado nada, Edward. Yo lo sabía, te has podido contener- le acaricié la mejilla y su
expresión se dulcificó.

-Temeraria Swan- negó con la cabeza y repartió ligeros besos por mi rostro.

-No soy temeraria, o sí, o tal vez sólo confío en ti más que tú mismo -murmuré, disfrutando de las
caricias de sus labios.

-Gracias, amor. Por confiar en mí. Por el generoso regalo que me has hecho. Por hacerme sentir
algo... indescriptible.

Nos besamos con ternura y nos quedamos en silencio durante unos minutos, abrazados y
sumergidos en nuestros propios pensamientos.

-¿Qué crees que pasará ahora? ¿Crees que soportarás el deseo mejor que antes?

-No lo sé… puede que sí, o que sea incluso peor ahora que te he probado- deslizó sus labios por
mi cuello y pasó la punta de su lengua lentamente por la herida. Me deleité en las sensaciones
que me invadieron con este sencillo gesto. - Lo cierto es que ahora no siento deseo de volver a
beber de ti. Parece que he quedado satisfecho, de momento… Por cierto, tendrás que ponerte un
apósito o algo para ocultar esto, las incisiones son bastante sospechosas.
-Cierto, no había pensado en ello- me preocupé un poco, seguro que la intuitiva Angela
sospecharía cualquier cosa rara… pero no tan rara como la que realmente había sucedido.
Bueno, ya me las arreglaría. Aunque con ella no me funcionaría el camisón… ¡El camisón! Lo
busqué con la mirada y Edward se percató.

-Está allá- señaló con expresión culpable.

Imposible de reconocer, mi prenda más atrevida yacía hecha múltiples jirones justo enfrente de la
chimenea. Miré al vampiro, indignada.

-¡Lo siento! Ni tan siquiera recuerdo el momento en que lo he hecho. Joder, si hace cinco minutos
no recordaba ni mi nombre- se quejó alzando las cejas, y compuso una mueca que desencadenó
mi risa.

-Ya lo veo, lo juzgaste, lo condenaste y ejecutaste la pena. Mi pobre camisón.

-¿Camisón? Un nombre demasiado largo para una prenda tan corta. No llegaba ni a "ca".

Esta vez nos reímos los dos. Entonces me fijé en un pequeño cambio en sus iris, que al principio
había atribuido a la luz del fuego.

-Están con un tono algo rojizo… tus ojos.- Él suspiró.

-Lo sé, es por haber tomado sangre humana. Pero sólo durará unas horas, porque no he tomado
mucha- me miró con la culpa reflejada en su semblante, mordiéndose el labio.- Bella, prométeme
que tomarás un poco de hierro estos días. No te he quitado mucha sangre, pero la necesitas toda.

-Tranquilo, lo haré.

-Y ahora necesitas dormir. Tenía que leer algunos artículos más pero lo puedo hacer mañana en
el aeropuerto. Esta noche quiero estar contigo.

Y sin esperar mi opinión me alzó en brazos rodeada por la manta como si fuera un enorme rollito
de primavera y me transportó a nuestra habitación.

Pues eso... ya la mordió. No sé qué os habrá parecido.

¡Hasta el jueves!

¡Buenos días! Respecto al capítulo anterior... por los comentarios imagino que a la mayoría
que lo leisteis os ha gustado. Intenté reflejar hasta dónde llega la pasión de una pareja que
no es una pareja normal. Bella no sufre dolor cuando Edward la muerde (la mordedura del
vampiro no es dolorosa, como ya explica Edward en un capítulo anterior), no es que Bella
disfrute del dolor. Para mí en esa escena había confianza, pasión, intimidad y entrega. Será
que he leído demasiadas novelas de vampiros ;-)

En el texto hay un término que lleva asterisco porque está explicado en la nota a pie de
página, cuando lleguéis a ese asterisco os aconsejo leer lo que significa para poder
entender por qué Bella está preocupada.

Como siempre gracias por vuestros comentarios, por leerme, por hacerme saber que
estáis ahí, se os quiere. Gracias a Maria José, por leer esto antes que nadie, y sin cuya
supervisión no me atrevería a publicar.

Capítulo 25
BPOV

-¿Puedes repetir eso? – mi interlocutor no podía creer lo que escuchaba por el teléfono. De
hecho, el residente de guardia de la UCI neonatal del Hospital Infantil parecía un poco paranoico.

-Que os trasladamos un bebé prematuro que ha nacido en el WC. Oye, no sé a ti, pero a mí no
me sobra el tiempo - repliqué con voz cansina.

-Vale, entonces no era una broma.

-¿Cómo iba a bromear con esas cosas, hombre? ¡No sería nada profesional!

-Te sorprendería de las veces que me la han colado. Tengo unos compañeros muy cabrones.
Ahora mismo te mandamos la UCI móvil. Has tenido suerte, sólo nos queda una incubadora
vacía.

Suerte, dice. La guardia del jueves estaba siendo un poco movida. Ahora que la epidemia de
gripe estaba en claro retroceso yo esperaba un poco de calma, pero no fue posible. Cerca de
medianoche apareció por la puerta de Urgencias una señora con un pequeño bebé de un kilo y
medio de peso envuelto en varias mantas. Su hija adolescente, que era bastante obesa, había
ocultado su embarazo hasta que por desgracia le entró dolor de barriga y, confundida, fue al aseo
en vez de pensar que estaba de parto. El prematuro bebé nació en uno de los peores lugares
posibles. Afortunadamente no parecía haberle faltado oxígeno, cuando lo metimos en la
incubadora respiraba con dificultad pero respiraba. Al final lo habíamos tenido que intubar, pero
se encontraba estable para trasladarlo a un centro con más medios técnicos.

Una vez efectuado el traslado mi adjunto quiso hacer el primer turno de trabajo, así que me
acosté esperando que me llamaran de madrugada. Sin embargo mi turno fue bastante tranquilo.
Cerca de las 8 me dirigía hacia la cafetería cuando escuché una conocida vocecita que me
llamaba.

-¡Dotora Bella!

Antes de girarme ya tenía mis dos piernas rodeadas e inmovilizadas por unos bracitos.

-¡Daniel! ¿Qué haces aquí?-me agaché y le revolví el pelo.

-Vuelvo a hacer pipi de coló dojo.

Miré a la madre que se acercaba sonriente. Me dio los buenos días y me explicó que el pequeño
había vuelto a orinar sangre. Llevábamos varios controles normales, así que era algo que no me
esperaba. Me lo llevé al box de pediatría, lo exploré y le hice a la madre unas cuantas preguntas.

-Está bien, cielo, vamos a tomar una nueva muestra de ese pipí.

-Traigo esta de casa- la madre me tendió un bote.

-No, no, mejor que sea lo más reciente posible -rechacé el recipiente con una sonrisa, pero
detecté un gesto de contrariedad en la expresión de la mujer- ¿Tienes ganas de hacer pipi,
Danny? –El pequeño lo pensó durante unos segundos y al final negó con la cabeza.-Bien, pues
esperaremos. Vengo en un ratito. Ahora te tomas un súper vaso de zumo y ya verás como pronto
tendrás ganas otra vez.

Desayuné dándole vueltas a lo que acababa de pasar, recordando el ingreso de Daniel y los
controles seguidos en la Consulta Externa. Intuía algo peculiar en la actitud de la madre. De
pronto se me ocurrió una idea. Una idea terrible. Recordaba haber leído un caso parecido en una
revista médica. Intenté calmarme, probablemente estaba exagerando. Cuando volví a Urgencias
ya habían enviado la orina para su análisis completo. Subí a la planta y en la sesión con mis
compañeros expliqué los ingresos y las incidencias de la guardia, terminando con el caso de
Daniel.

-Comenté el caso de Daniel en una reunión que tuve con Mary Nelson, la nefróloga pediátrica del
Infantil de Seattle, y me dijo que si volvía a sangrar sería aconsejable realizar una biopsia renal-
explicó Emily.

-¿Una biopsia? ¿No es una prueba demasiado agresiva para un caso así?-recelé. Jessica bufó y
la miré. Probablemente pensaba que quién era yo para discutirle a un especialista de un hospital
de tercer nivel.

-Eso mismo le dije yo-contestó mi jefa,- pero me enumeró una serie de enfermedades que
provocan sangrado intermitente, que sólo se diagnosticarían con biopsia y que detectadas a
tiempo tienen mucho mejor pronóstico.

-De acuerdo pero y si… ¿la sangre no fuera de él?-dije. Todos me miraron con interés.

-Bella ¿Sospechas un síndrome de Münchausen por poderes*?-la expresión de mi jefa era seria.

-No lo sé, es una acusación muy fuerte, pero yo creo que antes de hacer una biopsia deberíamos
estar seguros de que no es eso.

-El problema es que aquí no tenemos medios para identificar si los glóbulos rojos de la orina son
de la madre o del niño- intervino Peter.

-Podemos ingresarlo y recoger muestras de orina en presencia de testigos, cosa que hasta ahora
no hemos hecho. Así no le daríamos oportunidad a la madre de introducir sangre suya en la
muestra. Al fin y al cabo es un niño pequeño, no es tan raro que queramos obtener la muestra
nosotras mismas- contribuyó Monica.

-No es mala idea- dijo Emily frotándose la frente, pensativa. En aquel momento sonó el busca,
que ahora llevaba Jessica, quien se dirigió al teléfono.

-¿Sí? ¿Positiva? De acuerdo, ahora bajo.-Colgó y nos miró- El niño tiene sangre en la orina, ¿lo
ingreso?

-De acuerdo. Hablaré con la doctora Nelson, mientras tanto- contestó Emily.

No me encontraba nada cansada y me quedé más tarde de lo que acostumbraba cuando salía de
guardia, aprovechando para hacer trabajo administrativo atrasado y repasar unas historias
clínicas para presentar un trabajo en el congreso nacional, que sería en verano. A media tarde
subí a despedirme de las enfermeras y antes pasé a saludar a Daniel por su habitación. La
encontré vacía y me dirigí al control de enfermería, donde se encontraba Jessica.

-¿Por qué Daniel no está en su habitación? –inquirí.

-Su madre pidió el alta voluntaria- contestó sin inmutarse.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Por qué se lo has permitido?-casi grité.

-¿Y qué podía hacer para detenerla? Ya me ha mirado mal cuando al ingreso le he dicho que era
la enfermera quien tenía que recoger la muestra de orina.

-¿Ya puestos, por qué no la has acusado directamente de fingir? ¿No había otra manera de
decirlo?

-¿Qué insinúas? Antes de meter la pata juzgándome como si tú fueras doña perfecta escúchame.
Al parecer Emily habló con alguien de Seattle y este insistió en la necesidad de una biopsia.
Como no se podrá hacer hasta el lunes y el niño está bien la madre ha razonado que para qué iba
a quedarse todo el fin de semana ingresado.

-¿Para qué? ¿Te parece poca razón para descartar malos tratos?- mi voz sonó demasiado
aguda. Las enfermeras que estaban en el control habían desaparecido discretamente al escuchar
cómo empezábamos a discutir.

-¡Estás paranoica! Además ¿cómo se lo habrías dicho tú?- contestó Jessica con el ceño fruncido,
encarándome.

-No lo sé, quizá le habría dicho que teníamos que recoger varias muestras y con cualquier excusa
habría intentado que algunas de ellas fueran en presencia de una enfermera. ¡Un fin de semana
da para mucho!

-¿Y crees que, de ser cierto lo que sospechas, ella habría dejado que nos saliéramos con la
nuestra? Además, la de Seattle ha dicho que a veces varias patologías pueden dar síntomas
intermitentes. Que las orinas hubieran salido normales no habría cambiado la decisión de la
biopsia.

Me intenté serenar y suspiré. Jessica tenía parte de razón, pero yo no podía dejar de pensar que
no había manejado bien la situación y por su torpeza había descubierto nuestras sospechas a la
madre. O quizá sólo era que yo no la soportaba. Tras unos instantes de silencio retomé la
conversación.

-Lo que sí creo es que si lo que sospecho es cierto Daniel el lunes no ingresará en el Infantil-
murmuré, mirando la lluvia caer por la ventana del control de enfermería.

-Eso está por ver- espetó Jess, dándome la espalda y marchándose.

Me encontraba deprimida. Ya en casa comenté lo sucedido con Angela y ella me intentó animar,
pues no pensaba que mis sospechas fueran ciertas. Yo también comenzaba a pensar que a lo
mejor había exagerado, en cuyo caso tendría que disculparme con Jessica, cosa que me
apetecía menos que un puñetazo en el abdomen.

Edward llamó después de la hora de cenar, como cada día desde su marcha, que se me antojaba
muy lejana.

-Hola, cariño. ¿Cómo ha ido el día?

-¿Qué sucede, Bella?- su voz sonó suave pero ansiosa.

Edward no me leía el pensamiento, pero cada vez era más intuitivo con mis estados de ánimo. Le
expliqué lo sucedido, pero a diferencia de Angela no se tomó mis sospechas como una
exageración. Siempre decía que había leído demasiadas mentes en su larga vida como para no
saber de lo que eran capaces los seres humanos.

-¿Quieres que le diga a Jasper que la investigue? Por lo que sé de ese síndrome normalmente
los padres van cambiando de hospitales para que no sospechen de ellos. Mi hermano podría
indagar en las bases de datos de los ingresos pediátricos de todos los hospitales del país, o por lo
menos intentarlo. Pero no será algo que tengamos rápido, comprenderás que hay mucho donde
mirar. Y tampoco es algo legal.
-De acuerdo, pídeselo, por favor - me animé y le di los datos del niño, no era legal pero yo no me
habría quedado tranquila de otra forma. Además, sabía que el Cullen a quien aún no conocía era
un buen hacker, se ganaba bien la vida con esa habilidad, y yo confiaba en él - ¿Cómo va el
congreso?

-¿En una palabra? Interminable. Te echo muchísimo de menos. Joseph ronca por las noches.

-Ah, ¿ese es el único motivo por el cual me echas de menos? ¿Porque yo no ronco y tu jefe sí?
Yo pensaba que era por que yo hacía unas cuantas cosas que tu jefe no hace contigo.

-Dios, Bella, no vuelvas a decirme eso, qué mal, sólo de imaginarme a Joseph… brrrr, qué
desagradable.

-¿Quieres que te diga todas las cosas que te haría si yo estuviera ahí en vez de Joseph? – tenté.
El sexo telefónico era mejor que nada de sexo, pero escuché un sonoro suspiro al otro lado de la
linea.

-Me encantaría, pero hemos quedado para ver un poco el ambiente nocturno de la ciudad. Tengo
que colgar pronto.

-De acuerdo, sé bueno y... no bebas demasiado.- Él rió sensualmente.

-Se me ocurren muchas respuestas a eso, pero espero a la vuelta para explicártelas en persona-
contestó, y tan sólo su tono de voz consiguió que sintiera calor entre mis piernas.

Hablamos unos minutos más y por fin nos despedimos. Añoraba a Edward, y tan sólo llevaba dos
días sin verlo. Me dirigí al comedor, donde Angela me esperaba con un gran recipiente de helado
de chocolate, medio tumbada en nuestro gran sofá.

-Dicen que es un sustitutivo del sexo- sonrió al ver mi expresión de sorpresa.

-Quien inventó eso tenía que ir mal follado- repuse, a lo que Angela soltó una carcajada.- Aunque
más vale esto que nada, eso no te lo discuto- repuse mientras clavaba mi cucharilla en el helado.

-Es cierto, ojalá fuera tan fácil. Por cierto, creo que ya te puedes retirar ese apósito de cuello, si lo
que pretendías era que la gente no se fijara en los chupetones que te hace tu novio con eso
consigues el efecto contrario.- Enrojecí intensamente y me llevé los dedos al apósito con que
cubría las pequeñas marcas que habían dejado en mi piel los colmillos de Edward.

-Lo que tú digas, pero creo que es más discreto el apósito que lo de debajo- la miré avergonzada
y mi amiga rió.

-Estás de color granate. Tampoco hay que ponerse así por una marca de amor, todas hemos
tenido alguna.

-Creo que será mejor cambiar de tema – sonreí a mi compañera de piso.- ¿Os va muy bien a ti y
a Jake, verdad?

-¡Sí! Le echo mucho de menos. Ojalá él encontrara trabajo en Forks, aunque tampoco creo que le
interesara. Prefiere trabajar en hospitales grandes, es ambicioso y en esos sitios hay más
posibilidades de ser un médico de prestigio.

Asentí, comparando la situación personal de Jake con la mía. La verdad es que a mí en el


momento actual me importaba un pimiento lo de la ambición profesional y el prestigio, aunque eso
a mi padre le molestara bastante.
-¿Has pensado alguna vez qué harás si lo vuestro sigue adelante? Porque si la montaña no va a
Mahoma…- dije. Ella hizo un mohín.

-Sí, supongo que me tendría que mudar yo. Pero no hay prisa, ¿no? ¿Tan mal estás conmigo que
ya me quieres echar de tu lado?- dijo con fingida indignación y yo negué con la cabeza,
sonriendo- ¿Y tú? Edward tiene un enorme palacio donde los dos podríais estar muy bien, y no
tendrías que pagar el alquiler de esta casa.

-No hay ninguna prisa, Ang, como tú misma has dicho. Sería genial vivir con Edward, pero creo
que aún es un poco pronto para planteármelo, no sé… lo nuestro va muy rápido, y prefiero tiempo
para ir asimilando las cosas.

-Ja, ni que hablaras del metabolismo de las esponjas, qué pasión, hija- le pegué con el cojín y
rió.- En serio. A veces me parece que tienes miedo. Como cuando te diste cuenta de que estabas
enamorada de él.

-Miedo- repetí y miré cómo mi cuchara se clavaba en el helado, ocultando mi mirada de mi


intuitiva amiga.

-Sí. Jamás he visto una pareja más pillada que vosotros dos. En serio. Y eso te asusta. Es
normal. Tienes miedo a sufrir.

-Vale, doctora Freud. Siga con el psicoanálisis, por favor - subí las piernas al sofá y me senté
cruzando las piernas, mirando a mi amiga de frente.

-Muy bien -me apuntó con la cucharita.-Te podrías entregar más todavía, Bella, pero a más
entrega más posibilidades de sufrir.

-¿Cómo me podría entregar más todavía?-fue un pensamiento que hice en voz alta. Le había
dado hasta mi sangre. ¿Qué más le podría dar?

-No me refiero a físicamente, sino a entregarte por completo. Darle tu... tu alma.

-¡Frena! Angela, aún hace poco que salimos, y si te hiciera caso iría a pedirle a Edward que se
casara conmigo.

-¿Crees que él no lo haría? Te mira como si fueras todo su mundo. Si no lo hace es para que no
salgas corriendo, doña acojonada.

-Parece que lo conoces muy bien.

-Sé cómo es contigo, cómo te mira, cómo te habla. Hace cuatro años que lo conozco, y no
necesito más.

-Angela… intento repartir un poco mis intereses, no centrarme exclusivamente en él. No me


gustan esas parejas que están tan absorbidas la una en la otra… hay muchas más cosas en la
vida…

-Bla-bla-bla- me interrumpió mi amiga, elevando los ojos al cielo y haciendo una mueca.- Todo
eso no son más que palabras. Créetelas tú. Pones fronteras, barreras a tus sentimientos. Eso es
un hecho.

Estuve pensativa un buen rato mientras daba cuenta de mi parte del helado.

-Angela… si Jake te pidiera dejarlo todo, y me refiero a todo: familia, amigos, toda la vida que
conoces… ¿lo harías?
-¿Por qué te iba a pedir eso Edward?- me observó con los ojos como platos.

-No, no, sólo es una suposición. Pero estoy pensando en lo que me decías antes. ¿Lo harías?
¿Puede el amor suplir todo eso?

-Esa pregunta debes respondértela a ti misma. En este momento yo te diría que no pero, si sigo
con Jake, probablemente en un futuro la respuesta sería sí. Hazte la pregunta contraria ¿podrías
vivir en un mundo con todo eso pero sin él?

-Sí,- asentí quedamente- supongo que ésa es la pregunta.

-¿Es por eso que no te entregas completamente? ¿Porque si fuera así no podrías vivir en un
mundo sin él?

Volví a bajar la vista hacia lo poco que quedaba en el recipiente y sonreí burlona, aunque por
dentro sentía una punzada en el corazón.

-Angela, deja de leer tantas novelas románticas. En serio, la vida no es así.

Ella abrió la boca y tomó aire como para contestar pero de nuevo unió los labios. La observé y
con la mirada nos lo dijimos todo. Mi amiga sabía cuándo parar.

Nos dimos las buenas noches y me acosté pensando en nuestra conversación. Me tumbé de
lado, mirando la ventana, a la oscuridad de la noche. Llamé hacia mi mente imágenes de Edward
recostado a mi lado. Recordé sin esfuerzo su aroma embriagador, su aterciopelada voz
susurrándome al oído, el tacto de su piel al abrazarme. La punzada se fue y por fin pude
dormirme, pero no recuerdo qué soñé.

La tarde del domingo Edward vino a verme en cuanto llegó del aeropuerto. Angela había ido a
pasar la tarde con Anne y Monica en Port Angeles, estrenaban no sé qué película, aunque supe
que lo hacían para darnos intimidad. Después de una adecuada y cálida acogida en el mismo
recibidor, que repetimos de nuevo en mi habitación, me encontraba paseando por el bosque
abrazada a la cintura de Edward. Aún hacía frío, pero el sol calentaba más y los primeros signos
de la primavera ya eran evidentes en el paisaje.

-Jasper me llamó esta mañana para comunicarme los resultados de su investigación. No hay
ningún ingreso previo de Daniel, aparte del de la hematuria. Lo único que llama la atención es que
el niño no nació aquí. Al parecer la madre explicaba que se divorció del padre en Inglaterra y se
vino con el niño a EEUU, aunque todo esto son datos que aún están por confirmar, sólo es lo que
ella explica. Pero no hay nada más donde agarrarse para apoyar tus sospechas.

-Me alegro. Así que divorciada… y el padre en Inglaterra. Por eso nunca lo he visto.

Me tranquilizaron las noticias y me dejé llevar por la dulzura de estar de nuevo con el hombre a
quien amaba.

-Bella, ¿puedes venir a mi despacho?- dijo la voz de mi jefa al teléfono.

Era lunes y me encontraba en el control de enfermería de la planta, con Monica, escribiendo los
tratamientos de los niños ingresados.

-Claro.- Colgué- Moni, vengo enseguida, me llama Emily.

-A ver qué habrás hecho esta vez- bromeó mi compañera sin levantar la vista de lo que escribía.

Llamé a la puerta de Emily y pasé. Me hizo invitó a sentarme en una de las sillas.
-He llamado tres veces a lo largo de la mañana al Infantil para saber si había ingresado Daniel.
En principio tenía que presentarse en Admisiones con nuestro informe de derivación.

-No se ha presentado.- Emily negó con la cabeza.

-Eso es. La he llamado al número de móvil que dejó y no contesta.

-¿Y en su casa?

-He llamado ahora mismo. Era una casa alquilada, me ha contestado la propietaria, dice que la
han abandonado el fin de semana- repuso Emily apesadumbrada. Yo empezaba a sentir un peso
en el pecho.

-Mierda. Llamemos a la policía.

-¿Y de qué la vamos a acusar? Bella, no podemos demostrar nada- respondió mi desesperada
jefa.

-De acuerdo, pero ¿y la negligencia? Tendría que haber ingresado al niño en el hospital y no lo ha
hecho, ¿no se la puede acusar de eso?

-Sí, eso sería lo único… déjame que vuelva a hablar con James, hemos quedado en darle 24
horas de tiempo y hablar con la policía entonces para estudiar qué posibilidades tenemos de
intervenir. Pero créeme, creo que muy pocas. Por suerte uno de los mejores amigos de mi ex es
comisario en Seattle y nos podrá orientar.

Salí del despacho de mi jefa sintiendo como si tuviera una losa en la cabeza. Aunque me decía a
mi misma que estaba exagerando no dejaba de imaginarme la carita de Daniel y de imaginar que
estaba a la merced de una mujer trastornada que podía poner su vida en peligro.

*Síndrome de Munchausen por poderes: Es una rara forma de maltrato infantil en la que uno
de los padres, normalmente la madre, induce en el niño síntomas reales o aparentes de una
enfermedad. La madre puede simular síntomas de enfermedad en su hijo añadiendo sangre a su
orina o heces, dejando de alimentarlo, falsificando fiebres, administrándole secretamente
fármacos que le produzcan vómito o diarrea para que el niño aparente o en realidad resulte
enfermo. Estos niños suelen ser hospitalizados por presentar grupos de síntomas que no encajan
bien en ninguna enfermedad conocida, y las madres aparentan ser cariñosas y colaboradoras.
Con frecuencia, a los niños se les hace sufrir a través de exámenes, cirugías u otros
procedimientos molestos e innecesarios.

En la película "El sexto sentido"hay un caso extremo de "Munchausen por poderes".

Siempre os digo que casi todas las anécdotas médicas que pongo tienen una base real, que he
vivido yo o alguno de mis compañeros. Por desgracia en este caso también es así.

Nos leemos el domingo en vez del lunes. Besos.

Aquí tenéis el de hoy. Gracias a las que me decís que os gusta la historia, a las que me
hacéis amables críticas constructivas, a las que hacéis aportaciones, a las que
preguntáis... Como ya os dije es la primera historia que escribo y son vuestras
orientaciones las que me ayudan a saber cómo lo hago. Igualmente gracias a Maria José
por el tiempo que dedica a "betearme" y despejar mis inseguridades.

Capítulo 26
BPOV

Como ya imaginaba, Daniel no apareció en el hospital de Seattle para ingresar. James contactó
con su amigo policía y, como también esperaba, le dijo que no había nada que hacer porque no
había crimen. Ni siquiera podía ordenar que investigaran a la madre de Daniel porque las
sospechas no eran "de peso". Cuando James intentó la vía de la negligencia chocó con la misma
pared legal. El comisario le explicó que no se podía decir que el niño tuviera una grave
enfermedad y su madre le negara los cuidados, lo cual sí habría sido punible, sino que no había
acudido a un centro hospitalario para completar un estudio diagnóstico, y eso no era ilegal.
Resumiendo mi sensación se podía hablar de auténtica impotencia. Parecía que sólo podríamos
actuar legalmente si el niño si el niño sufría. Era desesperante.

Pasé toda la semana atormentándome. Pensaba que durante el ingreso, o al menos el


seguimiento del caso de Daniel, del cual me había encargado, debería haber sospechado algo.
Edward estaba preocupado de verme así, y le agradecí que no me tomara por una exagerada,
cosa que algunas personas pensaban, entre ellas Jessica. Yo apenas podía dirigirle la palabra,
no podía evitar pensar que su falta de mano izquierda era la responsable de que la madre de
Daniel hubiera huido y no tuviéramos pruebas de su manipulación.

Agotada la vía legal ya incluso antes de iniciarla opté inmediatamente por aceptar el ofrecimiento
de Edward de investigar a la madre de Daniel. Jasper se encargaría de saber dónde se
encontraba y qué hacía, y a partir de ahí mantenerla vigilada.

-El tiempo es fundamental en una reanimación cardiopulmonar. Cuando vayáis a comprobar los
signos vitales, empezad por el pulso, y luego la respiración. Si no hay pulso, no habrá respiración,
pero puede no haber respiración y existir latido durante unos minutos.

Se nota que nunca has intentado reanimar a un vampiro. Pueden respirar o no, pero nunca
laten… Vaya cosas que se me ocurre pensar en plena clase, debería concentrarme en lo que
están explicándome. ¿Tendré un trastorno de déficit de atención y no lo sé? No, más bien falta de
sueño crónica.

De pronto sentí el codo de Mónica clavarse en mis costillas y di un respingo.

-¡Doctora Swan!- el instructor del curso de reanimación cardiopulmonar intentaba captar mi


deficitaria atención y parecía mosqueado.

-¿Qué?- dejé de apoyar la mejilla en mi mano y me puse erguida.

-Estaba preguntándole por la relación que debe existir entre las compresiones torácicas y las
respiraciones en la reanimación de niños.

-Quince compresiones por cada dos respiraciones, tanto con uno como con dos reanimadores.

El instructor me miró, satisfecho a medias. Estaba claro que me había echado el ojo y tendría que
estar más atenta, puede que la próxima pregunta fuera más complicada.

-¿Se puede saber qué te pasa? Estás en la luna- susurró Mónica.

-Nada, tranquila, sólo es cansancio - repuse sin perder de vista al instructor, que ahora estaba
conectando el simulador de desfibrilador.

Afortunadamente hicimos una pausa para el café. El instructor nos estaba provocando mucho
estrés para que los alumnos nos pusiéramos en situación de urgencia vital, y un descanso era
necesario. Me dirigí hacia la cafetería, donde había quedado con Edward. Lo vi antes de entrar,
esperándome sentado en una mesa al lado de la ventana. Mi corazón se aceleró y recordé
aquella guardia en la que me invitó a un café. Sonreí, parecían haber pasado siglos.

Al entrar pude observar las miradas de refilón que le dirigían varias de las mujeres del local. Sus
bellos ojos, que observaban el paisaje exterior con mirada indiferente, se iluminaron en el
momento en que se cruzaron con los míos. Se levantó de la silla y cuando me acerqué me besó
fugazmente en los labios. Con eso sólo bastó para serenarme. Sólo él podía conseguir que un
minuto mi corazón latiera enloquecido y al minuto siguiente la paz invadiera mi cuerpo. Pedí un
café en la barra y me senté enfrente de él.

-No hay ni rastro de ella- suspiró Edward cuando le pregunté por las pesquisas que estaba
haciendo su hermano- No hay ningún registro de alquiler, compra, pago con tarjeta, recibos de
compañía eléctrica, móviles… a nombre de Jane Smith. De hecho, hay millones de estos
registros, como puedes imaginar, pero filtrando la búsqueda ninguna es la que nos interesa. Los
datos que teníamos sobre que el niño nació en Inglaterra y estaban divorciados ni tan siquiera
son fiables.

En aquel momento la camarera se acercó a nosotros con mi bebida. Mientras la depositaba sobre
la mesa rozó con su brazo a Edward sin quitarle la vista de encima. Sentí una punzada de ira.
¿Se podía ser más descarada? Sentí un íntimo placer al comprobar que él no apartaba sus ojos
de los míos.

-¿Cómo puede ser? –sorbí mi café e hice una mueca involuntaria. Maldito café americano
aguado, nunca me acostumbraría a él.

-Estoy seguro de que el nombre actual era falso y ahora ha vuelto a la identidad que tenía antes,
o puede que haya adoptado una diferente. Pero lo cierto es que el rastro de Jane y Daniel Smith
se inicia y se pierde en Forks. Es como si se los hubiera tragado la tierra.

-Mierda. Eso es peor de lo que pensaba. Entonces… ya debía estar huyendo de algo cuando
apareció por Forks- Edward asintió, ambos habíamos llegado a la misma conclusión.- ¿Hace
cuánto?

-Poco más de tres años. El niño tenía apenas un año cuando llegaron aquí.

¿De qué huía esa mujer? Mi sentimiento de impotencia era cada vez mayor, lo sentí como una
opresión alrededor de mi pecho. Edward me miró con preocupación y yo evité sus ojos,
reparando en su bebida.

-¿Puedo tomarme tu café? Me vendría muy bien, estoy bastante atontada.- Él movió lentamente
la cabeza de lado a lado.

-No. Estás demasiado nerviosa. Si estás atontada es porque no duermes bien, y no lo vas a
solucionar con sobredosis de cafeína. Al revés, lo empeorarás.

Sabía que tenía razón, pero me enervaba cuando usaba ese tono profesional conmigo. Además,
cuando Edward me vetaba algo me entraban más ganas de hacerlo. Alargué la mano hacia su
taza pero apenas inicié el movimiento él ya la había apurado, mirándome con petulancia. Yo
sabía hasta qué punto le desagradaba cualquier comida o bebida que no se tratara de sangre, así
que me quedé con la boca abierta ante su reacción.

-Isabella Swan, eres imposible. ¿Sólo disfrutas llevándome la contraria a mí, o es con todo el
mundo?- me observó ceñudo, haciéndome sentir como una niña traviesa- Hablo en serio. Cada
noche te despiertas varias veces. Esas ojeras cada vez son más profundas -dijo, rozándomelas
apenas con sus dedos. Cerré los ojos al sentir la dulzura de su contacto.- Me preocupas. Tarde o
temprano los encontraremos, Bella, debes intentar calmarte. Ella no va a hacer nada, estará
alerta después de lo que sucedió y pasará un tiempo hasta que vuelva a hacer de las suyas, si es
que lo intenta. Al fin y al cabo en tres años es la primera vez que actúa. Daniel no tiene más
historial médico que sus revisiones normales y los dos ingresos en el hospital.

Respiré profundamente. Tenía razón. No podía seguir así, era inútil y mi salud se estaba
resintiendo. Debía tomarme las cosas con más calma y frenar mi imaginación.

En aquel momento me sobresaltó el sonido de mi móvil.

-¿Bella?- la voz de mi madre sonó al otro lado de la línea.

-¡Mamá! ¿Estáis bien?- me preocupé, no esperaba una llamada de mi familia.

-Claro, hija… sólo era para avisarte con tiempo.

-¿Avisarme? ¿De qué?

-Hija, se nota que estás enamorada, vives en las nubes. ¿No recuerdas que hablamos de hacerte
una visita? Por cierto, aún no nos has mandado ninguna foto de Edward, pero no hace falta, ya lo
veremos en persona.

-¿C-cuándo venís?- farfullé, sorprendida.

-El próximo fin de semana, hija. Como no queremos molestarte nos quedaremos en Seattle y
desde allá viajaremos a Forks para verte.

Escuché un prolongado gruñido de fondo.

-¿Qué dice papá? Creo que no está muy de acuerdo.

-Tu padre quiere pescar y prefiere quedarse en algún hotelito cerca del parque natural. Ya
sabes… aburridísimo. Como vamos a estar una semana entera supongo que al final haremos
mitad y mitad- suspiró ruidosamente.

Eran tan distintos que aún no comprendía cómo podía ser que siguieran juntos. Mi madre era
básicamente urbanita, y a Charlie le encantaba la vida rural. Al planificar las vacaciones siempre
discutían.

-Mamá… espera que hable con Angela. Hay sitio en nuestra casa, y no creo que ella tenga
ningún inconveniente en recibiros. Podéis estar la mitad de días en casa y el resto en Seattle.

-Mmmm… de acuerdo, Bella, aunque no queremos molestaros, cielo. Habla con tu amiga, ¿eh?
Si está de acuerdo házmelo saber hoy, porque en ese caso tendría que cambiar la reserva..

-Vale, mamá. Te quiero. Y a papá también, aunque siga enfadado conmigo.

-No está enfadado ya, hija, es que… es de pocas palabras, ya sabes - percibí que mi madre
sonreía.

De nuevo escuché los gruñidos de fondo y no pude evitar sonreír yo también, maravillándome de
que siguieran juntos y se amaran tan profundamente a pesar de los años y las diferencias. Colgué
y quedé unos segundos pensativa.

-Tus padres, ¿eh?- Edward parecía divertido.


-Ajá- lo miré alzando una ceja, sin encontrarle la diversión a la situación.

-Creo que te llaman- dijo él, mirando por encima de mi hombro.

Me giré. Mónica me hacía un gesto desde la puerta de la cafetería, indicando que el curso estaba
a punto de reiniciarse. Me despedí con un beso rápido de Edward y me uní a ella.

El resto de la tarde pasó velozmente, entre masajes cardiacos, intubaciones y


electrocardiogramas. El ambiente era estresante y cuando acabamos el curso estábamos
agotados y tensos. Lo que me faltaba para el insomnio.

Mientras me cambiaba de ropa en el vestuario femenino recordaba la promesa de Renée de venir


a verme, pero el tiempo se me había pasado volando gracias a Edward, y mi preocupación por el
caso de Daniel había hecho el resto. Tenía que hablar con Angela. Menos mal que el fin de
semana no tenía guardia ni ningún plan especial… aparte de estar con mi vampiro. Pero lo cierto
es que, pasada la sorpresa inicial, me apetecía mucho la visita de mis padres. Llevaba casi cuatro
meses sin verlos.

Salí del vestuario y me encontré a Edward esperándome fuera, apoyado contra la pared con los
brazos cruzados. Su despeinado cabello cobrizo brillaba a pesar de la mortecina luz de los
fluorescentes del pasillo y vestía una camisa azul cuyas mangas dobladas dejaban ver sus
fibrosos antebrazos. La llevaba informalmente por fuera del vaquero, que era de color negro. Mi
pobre memoria visual jamás hacía justicia a su belleza. En aquel momento recordé la primera vez
que lo vi, y especulé qué pensarían mis padres de él.

-Quisiera leerte el pensamiento- dijo, mirándome intensamente.

-Lo sé, y no sabes cuánto me alegro de mantener mi privacidad mental- le saqué la lengua y él
alargó los brazos y me rodeó la cintura, anulando la distancia que nos separaba.

-Tenías esa mirada.

-¿Cuál? -me sonrojé. Mi mente estaba cerrada a él, pero el cuerpo me traicionaba.

-Esa que pones cuando dices que te deslumbro. Pero había algo más.- Me besó la cabeza con
ternura e inspiró con fuerza.

-Cullen, no sé de qué te quejas, no te hace falta leerme el pensamiento- intenté aparentar fastidio,
aunque su proximidad me estaba alterando, y él lo sentía. Como siempre. - Recordaba la primera
vez que te vi, e intentaba imaginar lo que pensarán mis padres.

-No te preocupes por eso. Usaré toda mi capacidad seductora con ellos- me dirigió su impactante
sonrisa torcida y el corazón amenazó con salirse de mi pecho. Intenté separarme un poco para
serenarme pero él no me lo permitió.

-No dudo que seduzcas a mi madre, estoy segura de que en décimas de segundos la tendrás
rendida a tus pies. Pero Renée es muy intuitiva, no sabes cuánto. Me preocupa que note... algo
raro.

-No te angusties, Bella. Todo saldrá bien – susurró sin apartar sus ojos de los míos. Intentar
descifrar su mirada me fue imposible, pero algo escondía, estaba segura.

-Para ti es fácil decirlo. Y también me preocupa Charlie. Te echa la culpa de mi decisión de


quedarme aquí en Forks, con la que no está en absoluto de acuerdo. Y por si fuera poco te mirará
en plan "¿Así que tú eres el que se acuesta con mi dulce hijita? Te estoy vigilando, chico"- hice
una pobre imitación de la voz de mi padre.

-Pero eso no es del todo cierto- repuso muy serio, entrecerrando los párpados e inclinándose un
poco sobre mí.

-¿El qué?- pregunté sin comprender.

-No sólo nos acostamos. También hacemos el amor de pie, sentados, contra la pared, en el
suelo, en…- puse mi mano sobre su boca.

-¡Edward!- exclamé. Había conseguido que me sonrojara.- Pueden oírte- añadí en un tono de voz
más bajo, mirando hacia ambos lados del pasillo.

-No hay nadie en los vestuarios, ni cerca de aquí –respondió besando mis dedos y apartándolos
suavemente de sus labios. Su expresión cambió, provocándome un jadeo. Sus iris se estaban
oscureciendo.

-Edward… no. Aquí no- balbuceé, hipnotizada por su mirada. Respira, Bella. Respira.

-¿Por qué no? He deseado hacerlo desde que te encontré justo aquí intentando librarte del acoso
de Mike Newton- susurró contra la piel de mi oreja provocando que todo el vello de mi cuerpo se
erizara.

Cerró aún más el cerco que me aprisionaba contra él, lo que me hizo sentir su dura erección
contra mi abdomen. ¿Allí? ¿En el hospital? ¿En los vestuarios? Mi corazón latía enloquecido, y
no sabría decir sí era más por la excitación que se apoderaba de mí o por el miedo a que nos
descubrieran. Sin dejar de rodearme con su brazo de hierro, comenzó a moverse en dirección al
vestuario femenino.

-Edward, n…-no pude continuar. Sus labios silenciaron los míos, y su lengua penetró en mi boca,
invadiéndola con su delicioso sabor.

Gemí. Sentía una de sus manos acariciando mi cuerpo por debajo del jersey, generando
placenteras oleadas que se dirigían directas hacia mi vientre, mientras la otra se hundía en mi
cabello, sujetándome, apoderándose de mi boca. Su aliento era adictivo, embriagador, y yo
apenas podía pensar, sólo sentir el fuego en mi interior, la presión de su cuerpo contra el mío,
inmovilizándome contra la pared… del ¿aseo? Ni siquiera era consciente de haber entrado ya en
el vestuario de mujeres. Me separé un poco para respirar. Ambos jadeábamos, aunque sólo uno
de los dos necesitaba el aire.

-Quítate la ropa interior. Si lo hago yo no puedo prometerte que quede entera- pidió con suavidad
sobre mis labios. Su voz era baja y ronca.

Mi última resistencia se evaporó al escucharle y ver su hermoso rostro transformado por el deseo,
los iris negros y brillantes como una noche de luna nueva. Hice lo que me pedía, me quité las
medias y mis braguitas. Me sentí tímida bajo su ardiente mirada.

Sin dejar de clavar sus ojos en los míos tomó el dobladillo de mi falda y lo subió lentamente,
acariciando la piel de mis muslos al mismo tiempo. Nuestra respiración se hizo pesada y ruidosa.
La humedad bañaba el interior de mis muslos y en aquel momento no me importaba nada más
que tenerle dentro de mí. Puso una de sus manos en mi trasero y me alzó, mientras yo enlazaba
mis piernas alrededor de sus caderas y envolvía su cuello con mis brazos. Deslizó sus labios por
mi mandíbula, bajando hacia el cuello, lamiendo y succionando suavemente la piel. Gemí con
más fuerza y él me correspondió.
-Me enloquece esa música que sale de ti. No pares- murmuró con voz ahogada por el deseo.

Atrapada entre la pared y su duro cuerpo, escuché el sonido de una cremallera.

-¡Ah!-grité sin poderlo evitar al sentirlo dentro de mí.

De su garganta salió un profundo gruñido y me besó vorazmente, su lengua me robaba el aliento


poseyendo mi boca como su cuerpo poseía el mío. Su mano libre tomó uno de mis pechos,
deslizando el pezón entre sus dedos, trazando círculos sobre él. La piel me ardía.

-Bella, te deseo tanto…Siénteme - susurró en mi oído, hundiéndose de nuevo en mí.

Sus palabras, su olor, su cuerpo, la situación... No pude más. Apenas un par de embestidas y mi
cuerpo se estremeció con la violencia de mi orgasmo, arqueándome contra él.

-¡Edward!-grité. Él presionó sus caderas de nuevo contra mí, contra la pared. Una vez, otra, y
otra. Sentí aumentar de nuevo la tensión en mi interior.

-Mírame, Bella. Quiero que esta vez lleguemos juntos- ordenó entrecortadamente.

Enlacé mi mirada con la suya mientras le recibía en mi interior y me sumergí completamente en


aquella negrura tan profunda. Por unos segundos unas palabras se agolparon en mi boca,
luchando por salir de ella. Pero no pude hablar, sólo gemir. Cuando de nuevo me sacudió una
explosión de placer él me silenció cubriendo mi boca con la suya en un beso hambriento. Me dejé
llevar por el torbellino que me transportaba liberándome, completamente abandonada en sus
brazos. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, acariciando la piel de su cuello con mi nariz, y me
embriagué de su esencia mientras me serenaba. Olía tan bien…

-Esto es culpa tuya –murmuró al cabo de unos minutos. Sentí que sonreía.

-¿El... qué?- musité. Apenas podía pensar, menos aún hablar.

-Creo que beber tu sangre tiene efectos secundarios que desconocía. Antes te deseaba, pero
desde aquella noche lo que siento por ti es... casi doloroso. Hasta ahora pensaba que era algo
transitorio por los días que estuvimos separados.

-Oh- me había dejado sin palabras.

Me depositó en el suelo con cuidado y, en silencio, me ayudó a ponerme la ropa interior, pues yo
aún sentía mis huesos como de gelatina.

No era justo. Su aspecto lucía como si acabara de salir de una refrescante ducha matutina, pero
el mío... no quería ni verme en el espejo. El agotamiento del día y al final... esto. No me
arrepentía en absoluto, pero en aquel momento mis neuronas estaban todas pugnando por dar
las buenas noches y apagar la luz.

-¿Debería preocuparme? ¿Algún efecto secundario más que no me hayas dicho y que deba
saber? - pregunté con voz débil. Edward me miró, divertido.

-Ninguno más... hasta el momento- repuso mientras abríamos la puerta del vestuario sin separar
su brazo de mi cintura. Yo estaba tranquila, sabía que si había alguien alrededor él lo habría
sabido.

Me daba la sensación de que llevaba escrito en la frente "acabo de practicar sexo alucinante". Al
pasar por delante del guardia de seguridad que había en la recepción me tapé la cara con el
cabello y miré para otro lado, mientras Edward le daba las buenas noches.
-Gracias a tu reacción ahora sí sospecha algo- bromeó Edward al entrar en el coche. O eso
esperaba yo, que fuera una broma.

Viajamos en silencio hasta mi casa. Pensaba en lo que él me había dicho.

-¿Cómo sientes ahora el deseo de mi sangre? Quiero decir, desde aquella noche. ¿Sigues
notándolo más suave?

-Sí. Es como si ahora deseara más tu cuerpo que tu sangre. Aunque no te engaño, me gustaría
repetir la experiencia dentro de un tiempo... si tú también lo deseas- respondió sin dejar de mirar
la carretera, intentando aparentar despreocupación.

Dioses. Este hombre... este vampiro iba a matarme, pero no de la forma tradicional. Lo haría a
base de sobrecargas de placer. Mi traidor cuerpo respondió a sus palabras a pesar de la
extenuación que lo invadía. Sentí humedad en mi ropa interior. Edward inhaló de forma evidente,
y no necesité mirarle para saber que sonreía. Me ruboricé, miré por la ventanilla e intenté bromear
para cambiar de tema.

-Claro que lo deseo. En el fondo sé que todo esto lo haces por mí, para que duerma bien-bromeé
para aligerar el ambiente. Dormir. Necesitaba dormir.

-Eso también.

Habíamos llegado a mi casa. Las ventanas de la cocina y el comedor estaban iluminadas,


indicando que Angela estaba preparando la cena. Edward abrió mi puerta y cuando salí del coche
me envolvió en un fuerte abrazo.

-Te amo, Bella Swan. Jamás nada ni nadie me ha hecho tan feliz.

-Yo también te amo, Edward- apoyé mi cabeza en su pecho. En aquel momento deseé con toda
mi alma escuchar el latido de un corazón, y me aferré a su cuello desesperadamente.

Al cabo de unos momentos nos separamos y me tomó por los hombros, estudiándome el rostro
atentamente.

-Tengo que ir de caza esta noche, pero sabes que puedo posponerlo. ¿Estás bien?- su mirada de
preocupación me sondeaba.

-Sí, muy bien. Vete de caza, además de alimentarte necesitas gastar energías o terminarás
conmigo - le golpeé el hombro con suavidad, forzando una sonrisa.

-Entonces hasta mañana, amor - era evidente que no me había creído, pero me besó con
suavidad y subió al coche.

Aquella noche Angela y yo hablamos durante la cena y planificamos la estancia de mis padres.
Como ya había supuesto, ella estaba encantada de recibirles en casa aunque apenas los iba a
ver, porque de nuevo iba doblando turnos para ir a ver a Jake al siguiente fin de semana.

Cuando cabeceé por tercera vez sobre el plato de comida mi amiga me mandó a la cama sin
derecho a rechistar. Me puse el pijama lo más rápidamente que pude y me metí bajo el edredón.
Me coloqué de lado, mirando hacia la ventana, y cerré los párpados. A pesar del sueño tardé
mucho en dormirme; las palabras que no habían podido salir de mi boca esa tarde cuando estaba
con él no cesaban de rondar por mi cabeza, atormentándome: Quiero estar contigo toda la
eternidad. Hazlo ahora. Transfórmame.

No supe qué hora era cuando me desperté y lo vi enfrente de mí en la penumbra de la habitación.


Arrodillado en el suelo apoyado sobre sus talones, me observaba quieto como una esfinge.
Parpadeé, y extendí la mano para tocar su cara y asegurarme de que no era un sueño.

-Edward... ¿ya te has alimentado? -acaricié sus suaves cabellos.

-Sí, he tenido suerte con la caza. Te echaba de menos- susurró.

Se colocó detrás de mí en la cama, abrazándome la cintura y acoplándose a la curva de mi


cuerpo. De inmediato sentí que mis músculos se relajaban. Hasta ahora no había sido consciente
de lo tensa que estaba.

-Estabas inquieta en tu sueño ¿Hay alguna cosa que me quieras contar?- su voz era suave pero
había cierta ansiedad.

Intenté recordar lo que estaba soñando y no lo conseguí. ¿Habría hablado en sueños? Recordé
las palabras que me hostigaban. ¿Las habría pronunciado en voz alta? ¿Valía la pena hablar de
ello en este momento? No, no todavía.

-No, amor- mentí.

-Entonces buenas noches, Bella. Descansa - pronunció con resignación.

No me dormí, no pude. La luz del alba invadió poco a poco la habitación y entonces me volteé en
la cama, encarándolo. Su mirada dorada era dulce y preocupada al mismo tiempo.

-Es como si se me desgarrara el alma- él asintió, esperando a que prosiguiera- ¿Cuánto tiempo
estás dispuesto a esperarme, a esperar que me decida a transformarme?

-Toda tu vida, amor mío.

No pude evitar una risa amarga al escucharle.

-¿Y me desearás igual cuando sea una abuelita de 80 años?

-¿Me desearías tú si yo aparentara 120 años?- alzó ambas cejas y yo no pude evitar reír con el
gesto que compuso.- Quizá te desearía menos, pero te amaría igual que ahora.

-Vale. Así que aún tengo tiempo para decidirme- una lágrima brotó de mis ojos.

-Tenemos mucho tiempo, mi Bella- contestó al tiempo que lánguidamente secaba la humedad de
mi cara con sus largos dedos. Luego se los llevó a la boca y los lamió.

Yo estaba enferma... enferma de Edward. Él era mi veneno y mi antídoto. Jamás tenía suficiente
de él, pues cuanto más me daba más lo necesitaba. A pesar del agotamiento acumulado, de mis
dudas, de todo... ese sencillo gesto, que él hizo de forma natural, me encendió.

-No creo que vuelva a dormirme. Y aún queda una hora para que suene el despertador- murmuré
apartando con lentitud la vista de sus dedos. Me mordí el labio inferior y observé con placer cómo
sus ojos se oscurecían a modo de respuesta.

Hasta el jueves. Llegarán los papás de Bella... ¡Gracias por vuestros comentarios, se os quiere!

¡Buen día! Os agradezco mucho el interés por leer y comentar, es un placer leeros ;-). Os
deseo ánimos y mucha suerte a todas las que estáis con exámenes. Gracias también a mi
beta, M.J.
Y sin más... aquí están los papás.

Capítulo 27

El aeropuerto de Seattle, el Sea-Tac, estaba invadido por multitud de viajeros que iban y venían y
por familiares que acudían a recibir o despedir a sus seres queridos. Mis padres habían
aprovechado las fiestas de Pascua para venir a visitarme, y al parecer mucha más gente había
decidido viajar en estas fechas.

Edward había ido a recoger las llaves del coche que mis padres habían alquilado por Internet; con
los datos que me habían facilitado esperaba que no tuviera problemas. Mientras tanto yo me
sentía nerviosa esperando en la Terminal de llegadas, y no paraba de apoyarme sucesivamente
en uno y otro pie. De hecho, lo que tenía eran ganas de saltar y correr para ahogar un poco la
intranquilidad que me invadía, pero no era el momento. Y de pronto los vi.

-¡Isabella!- gritó mi madre caminando presurosa hacia mí arrastrando una gran maleta de ruedas,
seguida de mi padre, que arrastraba otra aún mayor.

Ambos lucían una ancha sonrisa en sus bronceadas caras. Un momento... ¿Bronceadas? No,
estaban como siempre. Me había acostumbrado a la palidez de todos los que me rodeaban, por
no decir la de Edward, y ahora me llamaba la atención su sano tono de piel.

-¡Ugh!- recibí el fuerte abrazo de mi madre intentando mantener el equilibrio- ¿Cómo que
Isabella?- logré articular.

-¡Ah, era una prueba! ¡Qué bien, no te han sorbido el seso completamente, sigues siendo mi
pequeña Bella!

-Dejémoslo en Bella, mamá- sonreí soltándola y abrazando a mi padre.

-Bella, cielo - dijo Charlie con voz tomada. Mi padre era hombre de pocas palabras.

-¿Habéis tenido buen viaje?

-Sí, por fortuna nadie ha necesitado un neurocirujano en pleno vuelo- dijo mi madre sonriendo-
aunque nos habría ido bien un pediatra, porque mira, había un bebé que lloraba bastante, pobre,
debía tener una oti...-dejó la frase en suspenso y miró detrás de mí, con la boca abierta y las
pupilas repentinamente dilatadas.

-¿Qué...?-la miré con preocupación. Quizá había contraído algún virus durante el viaje. Seguí su
mirada hasta encontrarme con... Edward.

Por supuesto. Sin que ninguno nos hubiéramos dado cuenta mi novio había venido y se había
situado cercano a mí pero a una distancia prudencial, esperando que la efusividad del
reencuentro se evaporara un poco. Di un paso atrás y le tomé de la mano, acercándolo hasta
situarlo enfrente de mis padres.

-Mamá, papá, os presento a Edward.

Mi madre cerró la boca, la abrió de nuevo y la volvió a cerrar, mirando fijamente a mi vampiro.
Parecía un pececillo que hubieran sacado de del agua en vez de una mujer hecha y derecha. Me
dieron unas ganas casi irresistibles de darle una colleja para ver si reaccionaba. Mi padre, por
desgracia, lo miraba con una ceja ligeramente arqueada y la expresión acusadora que yo ya me
había esperado.

-Encantado de conocerles, señores Swan.- Edward tendió su mano.


Mi padre le dió un apretón de manos breve y seco, rehuyendo el contacto demasiado prolongado.
Edward se dirigió a estrechar la mano de Renée.

Y entonces lo hizo. Sonrió de tal forma que me dieron unas ganas tremendas de sacar las gafas
de sol y ponérmelas.

Mi madre parpadeó varias veces, completamente deslumbrada, mientras extendía su mano


correspondiendo al saludo, y sus labios consiguieron curvarse en una tímida sonrisa.

¡Por dios, mamá, que tienes una edad!

-Es un placer, Edward. Me alegro de conocerte, tenía muchas ganas de ver al hombre que ha
robado el corazón de nuestra hija. Y tutéame, por favor.

Me sonrojé. No estaba acostumbrada a que mi madre hablara así. Robar corazones... vale, sí, era
cierto, pero... ¿qué había leído en el avión, alguna novela de las hermanas Brontë?

-El placer es mío. Y no ha sido un robo, sólo un intercambio- repuso Edward.

Mi madre soltó una risita, se sonrojó como una colegiala y prácticamente ronroneó al escuchar la
voz de mi ángel. Por dios, ¿pero qué hay hoy en el aire? Miré a mi padre y vi que este estaba
poniendo los ojos en blanco. Tuve que contener una risa histérica. Parecía que cuanto más le
gustaba Edward a mi madre menos le gustaba a mi padre.

Renée, Edward y yo volvimos a Forks en el Volvo, seguidos de cerca por Charlie, que iba en el
coche de alquiler. Habían alquilado un Jeep Cherokee, que les iba a venir igual de bien para ir de
pesca como para el tráfico urbano. La mujer que me trajo al mundo y mi novio vampiro no pararon
de charlar en todo el viaje como si se conocieran de toda la vida.

Yo tenía razón, Edward tenía a mi madre comiendo de su mano desde el primer momento y mi
padre era un hueso duro de roer. Estaba entre preocupada y estimulada por el desenlace de la
visita; ansiaba que mi padre también diera su aprobación al hombre del cual estaba enamorada
pero al mismo tiempo ardía en deseos de ver cómo se las ingeniaba Edward para engatusar a
Charlie.

Había advertido a mis padres que Edward no cenaría con nosotros por sus problemas de
intolerancias alimentarias, aún así en el momento de la cena hubo comentarios al respecto.

-¿Seguro que no vas a comer nada?- inquirió mi madre, observándole con preocupación.

-Sigo una dieta especial. No te preocupes, Renée- curvó los perfectos labios dulcemente.

Mi madre fue prudente y no preguntó nada, aunque le dirigió una penetrante mirada que me creó
una sensación de desasosiego. Para colmo la mirada de Renée se desplazó hacia mí y no pude
evitar sentir el calor en mi cara. Desvié los ojos hacia mi padre.

-¿Ese problema con la alimentación es algo que puedan heredar tus hijos?-preguntó Charlie
mirando a Edward con expresión suspicaz.

-¡Papá!- lo miré furibunda, mientras sentía como la sangre recorría el camino contrario y mi rostro
palidecía.

-No que yo sepa, señor Swan- repuso Edward con su expresión más angelical.

Angela distrajo la breve tensión que se había generado alabando la lasaña que yo había
preparado y comentando anécdotas de nuestra convivencia. Mi madre hizo varias aportaciones
en ese sentido. Mientras tanto Charlie no perdía de vista a Edward, pero a este se le veía
increíblemente cómodo. La conversación fluyó por varios derroteros, hasta que, durante el café,
mis padres comentaron los planes que tenían para esos tres días. Yo me había pedido fiesta el
lunes para poder estar con ellos un poco más de tiempo. Iba a tardar mucho en volver a verlos. Si
es que lo hacía...

-Iré de pesca mañana muy temprano, mientras Bella y su madre se dedican a ponerse al día.
Después podéis venir los tres, y haríamos un pic-nic en las montañas, si os parece bien. ¿Tú
pescas, Edward?-le dirigió de nuevo esa mirada de "cuidadito con la respuesta".

-No, a mí me va más la caza- repuso el aludido con una sonrisa mientras rozaba mi muslo con su
mano.

El café que estaba sorbiendo se me atragantó y empecé a toser. Angela me golpeó suavemente
en la espalda para que me recuperara. Charlie lo miró como dudando de lo que acababa de oir.

-No imaginaba que fueras hombre de exteriores... con esa palidez que luces.

-Toda mi familia es así de pálida, señor Swan -contestó mi novio con sinceridad. Intenté respirar
en profundidad para relajarme un poco. Inspira Bella, cuenta cinco, espira, cuenta diez.

-¿Y qué cazas?

-Depredadores básicamente- y Edward comenzó a explicarle a mi padre sus extensos


conocimientos sobre la fauna local de Forks hasta Alaska, pasando por Canadá. Conocía las
temporadas de caza, las armas que se usaban... y que él no necesitaba, pero esa era una
información innecesaria para Charlie.

Mi padre estaba fascinado. La caza deportiva nunca le había atraído, pero Edward y sus
conocimientos del ecosistema local sí. Sin darme cuenta ambos estaban enfrascados en una
conversación sobre las mejores rutas de los alrededores para ir a pasear, cazar o pescar. Renée,
Angela y yo nos dedicamos a conversar sobre otros temas. El ambiente estaba ahora más
relajado.

Mis padres y mi amiga se fueron a dormir pronto, los primeros por puro agotamiento y ésta
porque trabajaba al día siguiente en turno matinal. Edward y yo nos quedamos en la cocina
fregando los platos de la cena.

-No ha sido tan difícil, ¿no? -dijo, pasándome la fuente de la lasaña ya limpia para que la secara.

-Eso lo dirás tú, y no comprendo cómo. Charlie no te lo ha puesto nada fácil- froté con más fuerza
de la necesaria. Mi padre me había puesto de los nervios.

-Tu padre me gusta, aunque yo no le guste a él. Sólo intenta protegerte, y por eso es borde
conmigo. Cree que tengo demasiado poder sobre ti, y aún tiene que juzgar si uso bien ese poder.
Y por las decisiones que estás tomando últimamente, no se lo parece.

-¡Eso también me mosquea! Como si yo no tuviera capacidad para tomar mis propias decisiones-
protesté.

-¿Quieres decir que si no nos hubiéramos conocido habrías seguido con el plan que habías
previsto cuando aterrizaste en Seattle?

-No lo sé... pero eso es algo que no importa ahora. Las cosas son así- insistí, cabezona.- A mamá
sí la has conquistado-sonreí al recordar la actitud de Renée.
-Tu madre cree que soy un ángel bajado del cielo para cuidarte – asintió.

-Eres un ángel caído, más que bajado - le piqué, dándole un suave golpe de caderas.

-¿Doctora Swan, me está provocando?-su voz sonó melosa.

-Sólo te he llamado ángel caído y te he dado un golpe de caderas- repuse. De pronto la atmósfera
de la cocina había cambiado.

-Eso es suficiente. No sé cómo pero ahora me has recordado que tengo algunas cosas
pendientes contigo. He tachado sólo una de la lista.

-Sé cuál es la que has tachado - contesté, notando el calor en mis mejillas.- ¿Y qué más cosas
tenemos pendientes, si puede saberse?- inquirí con un tono que intentaba aparentar indiferencia
con muy poca fortuna. La excitación impregnaba mi voz.

Me alejé de él un poco. No estaba dispuesta a ponérselo fácil, pero él se secó las manos con una
lentitud inquietante y dejó el trapo al lado del fregadero sin tan sólo mirarme.

-El día que te cortaste con las tijeras, ¿lo recuerdas? - ¡Cómo olvidarlo! - Angela nos interrumpió.-
Se giró, encarándome. Se fue acercando a mí sin apenas moverse ni parpadear, sus ojos fijos en
los míos como un cazador sobre su presa.

-Lo recuerdo - dije en un hilo de voz, dando un paso atrás.

-Y ahora miro esa encimera y pienso... - se interrumpió bruscamente y volvió al fregadero como si
nada hubiera pasado.

-¿Piensas...?- pregunté, confusa. En aquel momento escuché pasos por la escalera y volví a
coger el trapo.

-Hola, chicos. No sé qué me pasa que estoy agotada pero no puedo dormirme. Será el jet lag.
Voy a hacerme una infusión de valeriana. ¿Dónde la tenéis? - mi madre entró en en pijama y
bata, con cara de cansancio y sin darse cuenta de que la temperatura de la cocina estaba diez
grados más alta que la del resto de la casa.

-En aquella alacena- señalé con la cabeza, mientras terminaba de secar las copas.

-Edward, tú que eres más alto ¿podrías alcanzármela?-pidió Renée.

La copa cayó de mis manos, pero por fortuna no se rompió. Mi mente se llenó de imágenes de la
noche en que le había dicho exactamente la misma frase a Edward... la noche que bebió de mí.
Aparté mi rostro color rubí de la vista de mi madre y estudié atentamente una de las copas que
había secado, mientras Edward acercaba la caja de las infusiones a Renée y se ofrecía
amablemente a prepararle una. Estaba segura de que él ni tan siquiera había pestañeado, pero a
mí me costaba esconder mi sofoco.

Una vez preparada, Renée se tomo su valeriana en unos cuantos sorbos que a mí se me
antojaron eternos.

-Bueno, chicos, gracias por la ayuda. Bella, hija, dejad eso, que es muy tarde. Y mañana tienes
que estar descansada, tenemos que aprovechar el poco tiempo que tenemos juntas - diciendo
esto me dio un beso de buenas noches y se despidió de los dos.

Las miradas de Edward y la mía se cruzaron. En la suya bailaba la risa pero yo, que no tenía
tanto autocontrol, directamente me tapé la boca ahogando las carcajadas medio histéricas que
pugnaban por escapar de mí.

-No se puede negar que te pareces a tu madre- dijo él entornando los párpados, y tuve que
taparme la boca más fuerte.

Al cabo de unos minutos recuperé la capacidad de hablar. Con el incidente de mi madre la


temperatura de la habitación había vuelto a la normalidad.

-Ha sido un día muy largo, Edward - sofoqué un bostezo.- Será mejor que vaya a dormir.

Le di un casto beso en los labios y me dirigí hacia las escaleras.

-Oh... De acuerdo. Está claro que esa encimera está maldita- dijo. Su voz sonó como la de un
niño frustrado, y de nuevo sofoqué mi risa.

Las horas junto a mis padres transcurrieron veloces. Mi madre me expresó en varias ocasiones lo
adorable que era mi novio y lo dichosa que estaba de verme tan enamorada. Por otra parte,
parecía que Charlie estaba más abierto a no considerar a Edward persona non grata. Su
antagonismo había mejorado un poco al volver de una exitosa sesión de pesca salvaje el sábado
a la hora del almuerzo. El domingo pasamos la mañana los cuatro juntos, visitando el bellísimo
parque nacional, y por la tarde Edward me dejó tiempo libre con Charlie y Renée. Aún teníamos
mucho de que hablar.

El lunes lo dedicamos a pasear por Port Angeles los tres. A mis padres les gustaba el mar tanto
como a mí, y aunque no hacía sol la temperatura era agradablemente primaveral. Charlie y yo
nos sentamos en un banco del puerto mientras Renée se acercaba a una tienda cercana a por
unos cafés para llevar.

-Papá... ¿por qué no te cae bien Edward? -mi pregunta rompió el cómodo silencio en el que
estábamos envueltos y la sorpresa hizo que mi padre me mirara parpadeando. Lo pensó unos
segundos y suspiró.

-No me cae mal. Bien, al principio sí, yo ya venía predispuesto en su contra, y cuando vi lo
colgada que estabas por él...

-¿Colgada? – reí entre dientes al escuchar a Charlie expresarse de esa forma.

-Enamorada hasta la médula, si lo prefieres. Me preocupé mucho al verte así, hija - desvió la
mirada hacia el mar al notar mi sonrojo. - Cuando amas le das mucho poder a la otra persona
sobre ti, y yo no sabía cómo Edward iba a usar ese poder... pero me ha hecho cambiar de idea.

-¿El qué te ha hecho cambiar de idea?

Charlie dudó un poco antes de contestar. No solíamos tener conversaciones profundas, pero no
tendríamos muchas más oportunidades de dejar las cosas claras antes de que se marcharan y
para mí era importante.

-Su forma de mirarte-dijo con suavidad.

No necesité que se extendiera más. Le tomé de la mano y pestañeó un par de veces antes de
apartar sus oscuros ojos de nuevo, ojos que yo había heredado, incómodo pero feliz.

-Aún así sigue sin gustarme nada la decisión que tomaste – apuntó. Yo suspiré entre exasperada
y aliviada. "Charlie Gruñón" no se había ido ...

Mis padres habían previsto partir rumbo a Seattle al terminar la cena. Para mí estos últimos
momentos en su compañía estaban resultando especialmente duros. En un arrebato masoquista,
o quizá realista, intenté imaginar cómo me sentiría si fuera nuestra última despedida y jamás los
volviera a ver. Me invadió un sentimiento de desolación tan brutal que jadeé. En aquel momento
mi madre entraba en la cocina.

-Hija... ¿qué te sucede?- Me observó con cierta ansiedad a pesar de que intenté componer una
sonrisa.

-Nada, mamá. Estoy bien- agité la cabeza y me centré en lo que estaba haciendo, cortar una tarta
para el postre.

-Bella. Dime la verdad. Dentro de poco nos vamos a separar y no sé cuándo volveré a ver a mi
hija.

Era lo que faltaba para hacer que las lágrimas fluyeran por mi cara.

-En serio, estoy bien, es que... ya os echo de menos y aún no os habéis marchado- Renée me
abrazó con fuerza, meciéndome.

-Hija, nosotros también te echamos de menos. Pero estoy feliz de ver que tienes a alguien que
cuide de ti y de que tienes una buena amiga. Y nosotros seguiremos estando ahí, para lo que tú
necesites. Aunque estemos a miles de kilómetros- me dijo con voz serena y firme.

-Gracias, mamá- el calor y la seguridad de su abrazo y sus palabras me invadieron como cuando
era una niña y acudía en busca de consuelo. Respiré profundamente y sonreí con sinceridad.- Y
ahora vamos a sacar este pastel antes de que Charlie venga a asesinarnos por haberlo dejado
solo con Edward.

Era miércoles. Mis padres estaban ya en Seattle, recordando lugares comunes y visitando a
antiguos amigos, y mi madre me llamaba cada día para asegurarse de que estaba bien.

Aquel día me tocaba llevar el busca por la mañana, y parecía que iban a fundírsele las pilas al
trasto diabólico, porque había ido loco desde que yo había tomado el relevo. Ahora que ya no
teníamos apenas gripes ni bronquitis nos atacaban los virus primaverales. Hoy tocaba
gastroenteritis.

-¿Y cuántas veces dice que ha vomitado?- pregunté a la madre de mi pequeño paciente, mientras
le palpaba el abdomen.

Era un niño con muchas cosquillas y estaba resultando más difícil de lo esperado. La madre dudó
durante unos segundos y contestó:

-Por lo menos 10 veces.

-¡Qué vaaaaaaaa!- exclamó el pequeño desde la camilla, agitando una mano y mirando a su
madre indignado. Acto seguido giró la cabeza de nuevo hacia mí y añadió con aplastante
seguridad para ser un niño de cinco años- Dos.

Tuve que aguantar la risa al notar la expresión de la señora mirando a su hijo. Era del tipo "quién
eres tú y qué has hecho con mi pequeño".

Salí del box y me dirigí al mostrador situado en el centro de la sala de Urgencias para escribir tres
informes de alta.

-Los resultados de la analítica de tu paciente, Bells- Angela dejó el papel en el mostrador y se


alejó. Le eché un vistazo a los resultados y salí disparada detrás de mi amiga.
-Ang, ¿te sucede algo? -me situé a su lado, acomodando mi paso al suyo.

-No, no. Es sólo cansancio... ya sabes, tanto doblar turnos no es bueno para la salud.

-Cierto. ¿Quieres que tomemos un café rápido?- levanté el papel que me había entregado-. Doy
este informe de alta y nos escapamos diez minutos.

-No, Bella, ahora no puedo- curvó los labios pero la sonrisa no le llegó a los ojos.

-Está bien... entonces luego podemos quedar para tomar algo en el pub- insistí.

-Puede. Luego hablamos, ¿vale?- me apretó el brazo a modo de despedida y se metió en el box
de traumatología.

Fin del diálogo.

Me preocupaba mi amiga. Hacía un par de días que la notaba taciturna, no la había visto así
desde que nos conocimos, y eso me creaba ansiedad. En varias ocasiones le había preguntado si
le pasaba algo, pero la respuesta constante era una negativa. ¿Tendría problemas familiares y no
me lo había dicho? Sabía que también era hija única y que su relación con sus padres era muy
distante, quizá el verme a mí con los míos había despertado viejos fantasmas en ella. O quizá era
Jake... ¿la estaría presionando para dejar su trabajo en Forks? Lo cierto es que no tenía ni idea
de qué era lo que agobiaba a Angela. Agité la cabeza para librarme de estos pensamientos y me
metí de nuevo en el box de pediatría.

La mañana del sábado me levanté temprano. Había quedado con Edward para ir de excursión.
No me podía creer que estuviera haciendo tantas excursiones. En el pasado mi torpeza me había
vuelto reticente a todo lo que fuera senderismo, pero la belleza de aquellos parajes, el profundo
conocimiento que Edward tenía de ellos y la seguridad que me proporcionaba su compañía había
conseguido variar mis gustos. Ahora era una actividad que esperaba con gran placer.

Me dirigí al baño pero vi la luz bajo la puerta y bajé las escaleras para ir al aseo de la planta baja.

Desayuné mi bol de cereales y preparé café. Era extraño. Angela aún no había salido del baño y
había pasado casi media hora. Subí las escaleras y llamé suavemente a la puerta.

-Angela.

No hubo respuesta.

-Angela, contesta, por favor, me estás preocupando.

Pasaron unos eternos minutos hasta que escuché su voz.

-Pasa, está abierto- sonó rota y eso me hizo abrir la puerta de golpe, asustada.

Parece que la visita de los padres ha ido bien, ¿no?

Gracias por seguir leyéndome y dejar vuestras opiniones. Besos y hasta el lunes. Cuidaos mucho.

Buenos días, chicas. De nuevo quiero agradeceros todos vuestros comentarios, y más aún
ahora. He pasado unos días con un problema de salud y algo de bajón de moral, pero el ver
que continuáis por aquí conmigo me ha dado mucha energía. Gracias de nuevo. Gracias
igualmente a Maria José, mi beta. Si hay algún error en el capítulo es enteramente culpa
suya (es broma, es broma... ay, que me quedo sin beta :-P).
Capítulo 28

Angela estaba sentada sobre la tapa del inodoro, cabizbaja, vestida con su pijama. Apoyaba sus
antebrazos sobre los muslos, y su mano sostenía un pequeño rectángulo de plástico blanco. No
alzó la cabeza cuando entré en el aseo. Sentí alivio al ver que aparentemente estaba bien, pero
su postura derrotada y su quietud de estatua me impresionaron.

-Niña, ¿qué te pasa?- me arrodillé en el suelo para poder ver su rostro y le quité con cuidado lo
que sujetaba su mano.

Le di la vuelta al rectángulo y lo comprendí todo. Era un test de embarazo. Dos líneas paralelas
bien definidas marcaban el test como indudablemente positivo. Lo deposité en el suelo y le puse
las manos sobre las rodillas.

-Angela. Mírame, por favor- ella desplazó lentamente su mirada desde su regazo hacia mis ojos y
continué hablándole suavemente, como si me dirigiera a una niña asustada.- Muy bien, ahora vas
a venir conmigo, ¿de acuerdo? Vamos a la cocina, nos sentamos y te preparo un chocolate
caliente. Y cuando quieras hablar, hablamos- diciendo esto me incorporé y le tendí la mano.

Pasaron varias respiraciones hasta que ella alargó su mano tomando la mía y se puso en pie.

Aparté la silla de la mesa de la cocina para que Angela se sentara y me dispuse a preparar
chocolate caliente y café. Durante el proceso miré hacia atrás unas cuantas veces para controlar
el estado de mi amiga, que parecía haberse congelado en la misma postura. Permanecía mirando
fijamente un punto indefinido de la pared, con los codos apoyados en la mesa y la cabeza sobre
las manos. Ni siquiera podía jurar que la había visto parpadear. Esperaba que comenzara a
reaccionar porque estaba empezando a inquietarme. Ahora comprendía su comportamiento
durante los últimos días. Cuando la encontré en el baño debía llevar ya un rato llorando. La
mortecina luz matinal que entraba por la ventana mostraba sus párpados hinchados y su cara,
que normalmente estaba llena de alegría vital, estaba demacrada.

La observé mientras tomaba la cálida bebida cerrando los párpados, disfrutando de su dulzura.
Me serví café y fui sorbiéndolo poco a poco, a ratos mirando a mi silenciosa compañera de mesa,
a ratos mirando por la ventana. El día me parecía más gris ahora, quizá contagiada por el
desánimo de Angela.

-A lo mejor debería hacerme la prueba de nuevo- dijo ella de repente, rompiendo el denso
silencio.- Estos test no son fiables al cien por cien- murmuró, mirándome con un punto de
esperanza en su pálido rostro.

-Angela, ¿desde cuándo no tienes la regla?- pregunté suavemente.

-Una semana- repuso cerrando lo ojos. Tomó un sorbo de chocolate y respiró hondamente.-
Vale... lo sé, es fiable.- Abrió los ojos y se quedó mirando el techo, perdida de nuevo en
reflexiones internas.

-¿Por eso estabas tan rara estos días?- tanteé. Ahora que había roto el silencio no iba a dejarla
que se sumiera de nuevo en su auto-flagelación o lo que fuera que estuviera pasado por su
cabeza.- Podías haberme dicho algo, en vez de habértelo tragado tú solita.- De inmediato me
arrepentí de mis palabras, sonaban como un reproche y eso era lo último que quería.- Lo siento.
No quería decir eso.

-No te preocupes- dirigió de nuevo su atención hacia mí, me tomó la mano y la apretó.- A veces
hasta que no dices algo en voz alta parece que no sea real, ¿verdad? Yo me decía a mí misma
que era un retraso producto del estrés, del exceso de trabajo, o yo qué sé, y no quería verbalizar
mi miedo, o que lo hicieras tú. Pero creo que ha sido peor, sólo he conseguido pasar una semana
horrible, y preocuparos a Jake, a ti y al resto de gente que se preocupa por mí. ¡Dios!-exclamó de
repente- ¡Me siento atrapada!

-Angela, estoy aquí- le devolví el apretón y ella por primera vez intentó una tenue sonrisa.

-Lo sé- sus oscuros ojos se debatían entre la sorpresa aún no asimilada y la angustia de aceptar
la realidad. -No sé qué voy a hacer. De ninguna manera me esperaba esto. Hemos tomado
precauciones cada vez que hemos tenido relaciones, excepto una sola, una jodida y única vez. Él
entró en mí sin protección, y después se puso el preservativo. Ya sabía que había cierto riesgo
aunque él no se corriera dentro, pero pensaba que a nosotros no nos iba a pasar... ¡qué burra he
sido!- movió la cabeza de un lado a otro, como si no terminara de creer lo que le estaba pasando-
Deberían quitarme el título de enfermera.

-Y a Jake el de médico, si te parece. Y a Anne, por fumar como una carretera a pesar de que
conoce bien lo malo que es. Y ya puestos a Jessica, por tener una voz de pito que supera los
decibelios admisibles en el interior de un hospital.- Angela rió entre dientes, a desgana, y eso me
animó a seguir- En serio, yo creo que a los que trabajamos a su alrededor nos tendrían que dar
unas orejeras como las que llevan los que trabajan en los aeropuertos- hice el gesto de cubrirme
las orejas.- Creo que mi oído interno está ya un poco dañado, iré a ver al otorrino un día de estos-
a Angela le había dado un ataque de risa tonta que se me contagió, a sabiendas de que era más
una reacción nerviosa que otra cosa.

De pronto ella paró de reír y se puso a llorar.

-Mierda, ¿no es un poco pronto para los jodidos cambios de humor? -exclamó enfadada consigo
misma mientras se restregaba los ojos con las manos.

-Has aguantado mucha tensión tú sola esta semana, mujer. Por algún sitio tiene que salir. Oye.
Todos cometemos errores y hacemos cosas pensando que no nos va a pasar nada. Eres... los
dos, sois humanos. Angela, habla con Jake antes de pensar o decidir nada. Sois dos personas
maduras, no es como si tuvieseis quince años, ¿no? - le tomé la mano, de nuevo.

Ella no contestó. Permaneció perdida en sus pensamientos durante unos minutos y luego
prosiguió, como reflexionando en voz alta.

-Un hijo debe ser deseado. A mí nadie me esperaba. Fui un accidente, mis padres no querían
tenerme. Jamás me demostraron cariño, más bien que era una molestia no deseada en sus
cómodas vidas.

Jamás me hablaba de su familia. Sabía que estaba totalmente distanciada de sus padres, pero no
conocía las circunstancias.

-Tampoco creo que Jake esté feliz con... con todo esto- prosiguió, señalando con ambas manos
hacia su abdomen.- ¡Nuestra relación apenas acaba de empezar! Además él es ambicioso con su
carrera, y un hijo ata mucho. ¿Cómo vamos a criarlo? Tendría que dejar mi trabajo o él el suyo
para vivir juntos. ¿Y si se pone enfermo? ¡No tenemos a nadie con quién dejarlo mientras
trabajamos!

Me mordí una uña mientras escuchaba el monólogo de mi amiga. Me daba cuenta de que había
pasado del shock a la aceptación de la realidad, y de negarse la posibilidad de ser madre a estar
angustiándose por el futuro del bebé. Me limité a atender en silencio, y no pude evitar pensar que
no sabía lo que daría por cambiarme por ella, por poder concebir un hijo con Edward... estaba
casi segura de que él también sería feliz. Pero eso era imposible, y yo era una mala amiga y una
egoísta por pensar en eso en vez de empatizar con mi compañera. Me esforcé por apartar esas
emociones negativas y centrarme en ella.

-Angela. Sabes que lo primero que tienes que hacer es hablar con Jake. Un hijo no esperado no
tiene por qué no ser amado... Tus padres son tus padres y tú eres tú, no tiene por qué ser la
misma historia. Y seguro que lo de organizaros la vida con el bebé se puede solucionar de una
forma u otra. - Ella asintió apretando los labios y le echó una nerviosa mirada al reloj de la cocina.

Jake había planeado pasar en nuestra casa el fin de semana. Era su primer fin de semana en
nuestro hogar, pues Angela le había reprochado que siempre tuviera que desplazarse ella a
Seattle. Ante esto a él no le había quedado más opción que transigir. Edward estaba seguro de
que Jake no venía a nuestra casa para evitar su olor. Estaba impregnada de su aroma, y se
sentía feliz como un crío travieso de que aquél tuviera que soportar ese olor durante todo un fin
de semana. Yo me alegraba de que Jacob quisiera tanto a Angela como para aceptar "sufrir" el
olor a vampiro. Aunque él y yo no nos lleváramos bien me daba perfecta cuenta del bien que su
relación le hacía a mi compañera.

Mientras Angela acababa su reconfortante bebida le mandé un sms a Edward explicándole que
nuestros planes para la jornada tendrían que esperar mejor ocasión, que ya le aclararía todo más
tarde. Al medio segundo de haberle dado a "enviar" recibí su llamada. Rodando los ojos me dirigí
al comedor apartándome de mi amiga.

-Edward, estoy bien, ahora no te puedo contar, es Ángela. Hablamos más tarde – insistí. No
quería hablar delante de ella y menos aún dejarla sola más de unos minutos.

-Entonces ya lo sabe – afirmó, y yo abrí los ojos como platos.

-¿Qué?- exclamé.

-Bella, ya sabes "qué". Lleva toda la semana pensando en ello, o más bien gritándolo. Me era
imposible no pasar por su lado y oírlo. Estaba muy trastornada. ¿Cómo se lo ha tomado?

-¿Quieres decir que mi amiga estaba pasándolo mal, tú sabías la causa y no me explicaste nada?
-le reproché.

-¿Te dijo ella algo cuando le preguntaste? – Hizo una pausa y yo, tercamente, no pude
responderle más que silencio; tenía razón - Bella, no puedo evitar tener este don, pero dentro de
lo posible huyo de meterme en las vidas de los demás. Además hace días que su olor ha
cambiado, así que estaba seguro de que sus sospechas eran ciertas. ¿Está bien?- sonaba
preocupado.

-Sí, Edward, está bien... bueno, más o menos. Hablamos luego, ¿vale?- suspiré y colgué cuando
él se despidió.

Estaba claro que yo vivía en las nubes. Como solía pasar con las mujeres que convivían, a
Angela y a mí nos venía la regla aproximadamente los mismos días. Esos días Edward se ponía
más lujurioso de lo ya habitual, lo cual me dejaba particularmente agotada (y satisfecha) y ni me
había dado cuenta de que ella no la tenía. Vivía absorbida por mi mundo feliz.

Me sentí bastante egoísta.

Entré de nuevo en el comedor mirando pensativa el móvil. Cuando alcé la vista mi amiga me
observaba con muda interrogación. Parecía un poco más serena.

-Edward. Le he dicho que nos veremos más tarde.


-¿Se lo has dicho?- preguntó con cierta ansiedad en la voz.

-No... –mentí a medias... lo sabía, pero no se lo había dicho yo- aunque está preocupado por ti,
también te ha notado extraña toda la semana- me senté a la mesa y dejé el móvil a un lado.

-No me importa que lo sepa, pero no se lo digáis a nadie más, ¿vale?

-Por supuesto, Ang- la tranquilicé.- ¿A qué hora llega Jacob?- Ángela miró de nuevo el reloj de la
cocina.

-Dentro de una hora- repuso casi temblorosa.

-Bien, tienes tiempo de ducharte y ponerte más guapa- ella alzó los hombros, inspiró y exhaló con
fuerza.

-Bells... ¿qué le voy a decir? ¿Cómo lo voy a hacer? -preguntó, moviendo la cabeza de un lado a
otro y retorciéndose las manos.

-No lo sé, supongo que primero lo preparas un poco y luego se lo sueltas de golpe. No te andes
por las ramas, lo pondrías aún más nervioso...- hice una pausa y bufé.- Mira, no creo que haya
una manera mejor que otra, aunque eso sí, asegúrate de que esté sentado

-Tengo miedo. De que me deje, de que me eche la culpa de lo que ha pasado.

-Angela. ¿Jake te ama? ¿Lo amas? Porque si es sí, y lo es, no sé qué haces diciendo esas
enormes tonterías - la regañé con dulzura y ella asintió. -Venga- me puse en pie tirando de ella
para que se levantara de la silla – mueve el culo y lárgate a asearte y arreglarte, yo me encargo
de recoger la cocina.

Angela se levantó y se alejó hacia las escaleras como si cargara demasiado peso sobre sus
hombros. Aproveché para llamar a Edward.

-¿Todo bien?- preguntó, ansioso.

-Más o menos como antes, sólo espero que Jake llegue pronto, será el único que pueda calmarla
un poco. ¿Puedes pasar a buscarme dentro de poco más de una hora?- dudé un poco antes de
continuar.- Creo que será mejor si me esperaras fuera. Ya sabes, para que no os encontréis los
dos...

- Claro, no hay que añadirle más estrés al chico - ironizó Edward.- De acuerdo, pero por su bien
espero que haga lo que un hombre debe hacer o lo cogeré del cuello y le estrujaré las pelotas de
tal forma que tendrán que sacárselas de dentro del abdomen.

-¡Eh, eh, tranquilo! Seguro que Jacob se comporta. Me escandalizas – reí, no esperaba que
reaccionara así. Edward no solía ser protector con otros seres humanos y me agradaba su actitud
hacia mi amiga.

-Nunca he tenido amigos entre los humanos, hasta que llegaste tú, pero Angela es de las pocas
personas que es algo parecido. No soportaría verla sufrir por un mal nacido.

-Yo confío en Jake, Edward. Estará con ella porque la ama, y tú lo sabes mejor que yo, le has
leído la mente. Esperaré aquí para tantear su reacción, pero sólo si es como creo que será me
marcharé contigo. No la voy a dejar aquí sola y deprimida.

-Me darías un motivo más para cogerlo por el cuello. Espero que tengas razón, por Angela. Te
pasaré a buscar en una hora. Escucha... he de hacerte una proposición - su tono de voz cambió
de enojado a otro más suave.

-Te escucho- repuse, intrigada.

-Se ha hecho un poco tarde para excursiones por aquí... y si Jake y Angela se quedan juntos el
fin de semana no puedes quedarte en tu casa ¿qué te parece si vamos a Seattle?

-¿A Seattle?

-Sí. Pasamos la noche allá y volvemos mañana por la tarde para el cumpleaños de Anne. ¿Te
apetece?

Con la noticia de Angela casi lo había olvidado. Al día siguiente celebrábamos el cumpleaños de
Anne en su casa, una construcción grande rodeada de jardín en las afueras de Forks. Había
mucha gente del hospital invitada. La familia de Anne tenía buena posición económica, y esa
propiedad la habían adquirido hacía tiempo como una de sus segundas residencias. El único
problema era que Jake también vendría. Iba a ser una prueba de auto-control para el quileute y el
vampiro, pero yo prefería no pensar en eso de momento. Me centré en la sugerencia de mi novio.

-¿Turismo en Seattle? ¿Tú y yo refugiados bajo un paraguas, mojados hasta el culo? ¡Qué
novedad! - bromeé. Lo cierto es que hasta ahora no habíamos ido a Seattle. Era algo que
apetecía mucho, y Edward lo sabía.

-No hace falta que hagamos turismo por Seattle. También podemos quedarnos en nuestra bonita
habitación del hotel, estaríamos haciendo el amor hasta que perdieras el sentido - repuso en un
tono de voz que me hizo estremecer por dentro.

-Eso tampoco sería una novedad, Cullen- reí, un poco sonrojada.- De acuerdo, Seattle está bien.
Turismo, vale. Perder el sentido... ya hablaremos de eso – me mordí el labio.

-Perfecto, porque contaba que me dirías que sí y ya he reservado la habitación.

-Qué previsible soy.

-Sabía que no podrías resistirte a pasar un inolvidable fin de semana con el tío más sexy de
Forks- bromeó en tono petulante y yo reí por su tono de voz, aunque tenía claro que acababa de
pronunciar una gran verdad.

-No tientes tu suerte, doctor... Hasta luego.

Colgué y me dispuse a limpiar y ordenar la cocina. Estaba acabando de fregar los platos cuando
sonó el timbre de la puerta. Cerré el grifo y me sequé las manos para ir a abrir, pero Angela bajó
corriendo por las escaleras, adelantándome.

-¡Ya abro yo!-vociferó.

-¡Vale, pero deberías tener cuidado al bajar las escaleras, pedazo loca!- le grité desde la puerta
de la cocina.

No pude dejar de notar que estaba preciosa. No solía arreglarse demasiado, era de estilo informal
como yo, pero cuando salía con Jake era otro tema... y quizá fueran imaginaciones mías porque
ya sabía su estado, pero su piel tenía un brillo especial.

Me quedé donde estaba para saludar a Jake. Como siempre, intenté disimular y que no se notara
la antipatía que sentía. Él también fingía bastante bien en presencia de su novia. Angela se había
dado cuenta hacía semanas de que la relación entre ambos había cambiado. Intentó averiguar los
motivos pero ninguno de los dos estaba dispuesto a dar explicaciones al respecto. Pasados unos
días y para mi tranquilidad dejó de indagar sobre el tema. Probablemente lo atribuía a la rivalidad
entre Jacob y Edward, y tampoco eran muchas las ocasiones en que Jake y yo coincidíamos.
Afortunadamente.

-Buenos días, amor- dijo Angela al abrir la puerta.

Sin decir ni una palabra Jake entró en casa, la abrazó por la cintura y el cuello y la envolvió en un
apasionado beso estilo "Lo que el viento se llevó". Entonces decidí retirarme hacia la cocina,
porque de repente me había atacado la invisibilidad y no sabía qué hacer con ella.

-¿Qué te pasa, cariño? Estás ojerosa. ¿No has dormido bien?- la voz de Jake sonaba ansiosa
desde el recibidor. Hubo un breve silencio y por fin mi amiga contestó.

-Estoy bien, pero tengo algo que decirte- contestó con voz un poco temblorosa.

Esperé para saber a dónde se dirigían y oí que se metían en el comedor. Salí rauda de la cocina,
pasé por delante de la puerta abierta, saludé a Jacob con un rápido buenos días y me dirigí a mi
habitación escaleras arriba. Jacob apenas me contestó pero observé que su rostro expresaba
ansiedad. Era un hecho bien conocido que frases como "tenemos que hablar" o similares casi
nunca eran un buen augurio para una relación.

Me duché y me vestí de manera informal, no tenía ganas ni tiempo de arreglarme demasiado. Un


fino jersey gris escotado y unos vaqueros desgastados irían bien. Mientras me ponía las botas
agucé el oído pero no pude escuchar ningún sonido proveniente del comedor. Deseé con todas
mis fuerzas que las cosas fueran bien entre ambos.

Preparé una maleta de fin de semana con otro jersey, un vestido, unos zapatos, y un par de
mudas de ropa interior (una de ellas era muy sexy, esperaba de veras que sobreviviera a la lujuria
de Edward). Recogí las revueltas y aún húmedas ondas de mi cabello en una coleta y justo
cuando acababa de anudármela recibí la llamada de mi novio avisándome de que estaba en la
entrada. Bajé las escaleras a toda prisa cargada con mi pequeña maleta y me asomé por la
puerta del comedor para despedirme. Estaban sentados en el sofá de forma que ambos estaban
tomados de la mano, mirándose a los ojos. Percibí el ambiente que había entre ellos dos. Era
cálido.

-Angela, me marcho- dije desde la puerta, entonces mi amiga rompió el contacto visual con Jake
para dirigirme la mirada. Una dulce mirada - Pasaré la noche fuera... ¿Nos vemos mañana en
casa de Anne?

-Sí, sí, hasta mañana, Bells – me sonrió radiante y volvió a dirigir sus ojos hacia el hombre que
había a su lado.

En su cara pude ver que había vuelto a llorar, pero la sonrisa que me había dirigido era sincera. A
su lado, Jake la miraba como si ella fuera lo más maravilloso que pudiera haber en el mundo.
Como siempre la miraba, pero esta vez con más intensidad. Respiré profundamente, aliviada. No
sabía a ciencia cierta si habían decidido algo y qué, pero fuera lo que fuera estaban juntos en
eso.

Edward me esperaba apoyado contra una de las puertas laterales del Volvo. Llevaba un fino
jersey azul oscuro y unos vaqueros gastados. Tomé aire al verlo... jamás me acostumbraría. Se
pasó la mano por el cabello al tiempo que una leve sonrisa se dibujaba en sus labios.

-Parece que no tendré que entrar a partirle la cara a Jacob. Lástima. Hubiera sido una buena
excusa para hacerlo- comentó, apuntando con la barbilla hacia la casa y con una mirada de chico
malo que me hizo flojear las piernas.

-Sí, parecía que estaban de luna de miel cuando he salido por la puerta- comenté, dándole un
beso en los labios. Edward me abrió la puerta del copiloto y me metí en el coche.

Metió mi pequeño equipaje en el maletero y entró de nuevo el coche. Puso en marcha el motor y
dirigió el vehículo hacia la carretera principal.

-¿Qué habrán decidido?- dije, pensando en voz alta.

-Lo sabrás cuando hables con ella- repuso.

-No serás capaz...- lo miré airada.

-Ya sabes,- se tocó la frente con el índice y compuso una expresión solemne- intento dar
privacidad a la gente.

-Claro, ahora voy y me lo creo. ¿No eres tú el que escaneaba los pensamientos de Angela para
saber qué pensaba yo de ti? ¿Eso es dar "privacidad"?- hice las comillas en al aire.

-Sólo lo hice al principio de conocerte- rió él entre dientes.- Y no es culpa mía, Angela es una
excelente transmisora.

Bufé y me crucé de brazos, mirando hacia la ventanilla lateral. Sentí los dedos de Edward
tomarme de la barbilla e intentando que lo mirara, y me dejé hacer.

-Jacob le ha dicho que la ama y que estará con ella siempre, que la idea de ser padre no le
parece descabellada- explicó.

-Genial. Jacob no me ha decepcionado ¿Y Angela qué piensa?

-Angela ya había decidido seguir adelante antes de que él llegara- repuso. Asentí.

-Eso lo he notado en su monólogo- sonreí- Sólo quería estar segura.- Suspiré. – Me alegro de
que ambos estén de acuerdo y se apoyen. Esto va a ser un giro de 180 grados para sus vidas.

-Lo será, sin duda- respondió él, escrutándome la expresión. De pronto deseé cambiar de tema.

-Bueno, ahora explícame. ¿Qué iremos a visitar? ¿A qué hotel vamos?- pregunté entre tímida y
emocionada, como si fuera nuestra primera cita. Al fin y al cabo aunque hubiéramos pasado
algunos fines de semana juntos (cuando las guardias nos dejaban) era el primer viaje de fin de
semana que hacíamos.

-Al Vintage Park- respondió, con los ojos pegados a la carretera. Mi mandíbula se descolgó y
solté un jadeo.

-¿El Vintage?- mi voz casi chirrió, haciendo un esfuerzo para no gritar... era el hotel donde mis
padres habían celebrado su boda, y además uno de los mejores de la ciudad. Había bromeado
con Edward explicándole que seguramente fui concebida entre esas paredes, pues pasaron allá
su noche de bodas y yo nací a los nueve meses de ésta.

-¿Te parece bien? – me observó con atención, un poco preocupado por mi reacción. Yo estaba
abrumada y sólo acerté a cerrar la boca y asentir.- Pensé que te haría ilusión.

-Edward- acerté a contestar al cabo de unos minutos- claro que me hace ilusión. ¡Muchísima!
Pero es... demasiado. Yo... no puedo pagar eso.
Él siguió conduciendo sin tan siquiera mirar a la carretera. No podía evitar estar inquieta cuando
hacía eso, aunque sabía que su visión periférica era perfecta y su capacidad de atención era
múltiple. Entrecerró los párpados, frunciendo los labios en silencio durante unos instantes. Por fin
habló.

-Bella. Eres mi invitada este fin de semana. No seas absurda y déjame cuidar de ti- declaró,
mirándome con intensidad.

Yo no fui capaz de responderle negativamente sin parecer grosera. Suspiré dándome por vencida
y le sonreí, volviendo la cara hacia la carretera para desconectar del hechizo de sus ojos. Los
árboles pasaban veloces por nuestro lado, mientras el Volvo de Edward se deslizaba por la casi
desierta carretera.

Empecé a pensar en la situación de mi amiga. En alguna conversación anterior me había dicho


que los niños no le gustaban demasiado, que no tenía paciencia con ellos. Opinaba de sí misma
que sería una madre horrible.

-En cambio, tú serás una madre estupenda. Y encima, pediatra.

-No lo creo. A la que el niño tuviera cualquier cosa pensaría en lo más grave. Sería como el
"síndrome del estudiante de medicina" pero en peor. Una histérica total. De todas formas, no es lo
mismo tratar con los hijos de los demás que con los propios. A lo mejor con los tuyos tendrías una
paciencia de santa.

-¿"Los tuyos"? ¡Ja! Si tengo uno ya será mucho. No tengo muy claro que quiera formar una
familia, en serio.

No lo tenía muy claro, pero ahí estaba. Inconscientemente me toqué el vientre con ambas manos
y suspiré. Siempre había pensado que sería madre. Era hija única, y mi deseo habría sido tener
por lo menos tres hijos. No es que estuviera obsesionada con ello ni mucho menos, aún era joven
y mi carrera había ocupado todos mis esfuerzos... hasta el momento. Pero el hecho de saber que
si seguía con el amor de mi vida jamás podría tenerlos me había despertado un intenso instinto
maternal, como si algo dentro de mí se rebelara contra ese hecho. Una idea llevó a la otra y vino
a mi cabeza la carita de Daniel. Notaba ese peso en mi pecho cada vez que pensaba en ese
pobre niño indefenso. Las pesquisas de nuestro "hacker" particular no habían dado ningún
resultado positivo hasta el momento. La mujer podía estar trastornada, pero no era idiota. Si no
volvía a actuar no sabríamos nada de ella, pero si volvía a actuar y lo hacía de forma diferente
que la última vez... ¿cómo nos enteraríamos? Los casos de Munchausen por poderes podían
disfrazarse de muchas enfermedades. Si es que era eso de lo que se trataba y no me estaba
volviendo paranoica, cosa que empezaba a plantearme.

-Un centavo por tus pensamientos.- A mi lado, la suave voz de Edward me despertó de mis
cavilaciones. Giré la cabeza y lo miré.

-Pensaba en Ángela.- Obvié ante Edward mi malestar por Daniel.

-Todo un cambio en su vida, ¿verdad?- me observó atentamente, sondeándome.

Aquello más que una pregunta me pareció una invitación a explayarme. Pero yo ya no quería
tocar ese tema, ni ninguno que pudiera entristecerme. Inspiré y exhalé con fuerza, alejándome de
toda esa vía de pensamientos. Me esforcé en concentrarme en nuestro aquí y ahora.

-Sí, cierto ¿Te importa si pongo música?- dije para cambiar de tema.

-Sabes que no- contestó, captando el mensaje.


Sintonicé una emisora que a Edward le gustaba porque ponía música actual y de otras décadas.
En aquel momento sonaba la canción de James Brown, "I feel good". Me reí cuando Edward
comenzó a cantarla. En aquel momento parecía exactamente lo que aparentaba: un chico de
ventitantos años. Tenía una preciosa voz y no desentonó en ningún momento, pero era divertido
verle así, tan diferente de la imagen de competente (y muy sexy) cirujano a la que estaba
acostumbrada. Entonaba "cuando te tengo en mis brazos, mi amor, no te haría daño", y aunque
no dejó de mirar la carretera me pareció que lo estaba cantando para mí.

-Canta muy bien, doctor Cullen- aseguré cuando hubo terminado.

-Pues a mí me encantaría escucharte. Jamás te he oído cantar, ni siquiera en la ducha.

-No lo hago muy bien. Además, me da un corte terrible cantar delante de ti, así que no esperes
que lo haga.

-Nunca digas nunca- repuso con suavidad, curvando levemente sus labios.

No contesté. Sabía que podía ser muy persuasivo si se lo proponía.

Pues nada, un punto para las que dijisteis embarazo. Dije que no había Nessie, pero no dije nada
de "otros" embarazos. Esto es muy de fanfic, pero una amiga mía se quedó embarazada de la
misma forma que Angela...

Gracias por vuestros comentarios, preguntas, dudas, reflexiones o lo que sea ;-). ¡Hasta el jueves!

Buenos días. Seguimos con la historia (al menos yo...). Tengo que deciros que me
encantan vuestras sugerencias, no os cortéis ;-). El argumento está en mi cabeza y tengo
unos cuantos capítulos adelantados, pero lo bueno de ir escribiendo es que, a veces, una
frase o un comentario de una lectora me ha inspirado para cambiar algo de los capítulos
siguientes... Así que ya lo sabéis, no sólo me alegra leer vuestros comentarios sino que
influís en el relato. Lo del embarazo o no embarazo de Bella... tenéis buenas ideas. Ya
veremos qué pasa. Pero ya os dije que Edward es estéril, y eso no lo cambia nadie. Ya
expliqué mis motivos.

Que no se me olvide desear suerte a I love Edward con sus papeles para la admisión en la
Facultad de Medicina. Suelo responder a vuestros comentarios por mensaje, pero creo que
os responderé a todas aquí, porque si no sólo puedo contestar a las que comentáis y
estáis registradas.

Gracias a Maria José por su lectura. Para no variar (que más quisiera), los personajes de
Twilight no me pertenecen, la historia sí.

Pues nada, que ya estamos en la "Rain city". En mi perfil hay un par de fotografías si
alguna quiere ambientarse, pero no son necesarias para la historia.

Capítulo 29

-Bien, ¿y cuál es el plan?- pregunté.

Estábamos parados en medio de la calle, enfrente del hotel, como dos turistas más. El día era
típico de Seattle, nublado pero con una temperatura bastante agradable. No parecía que fuera a
llover en breve, pero lo más probable era que en un momento u otro cayera alguna que otra gota,
así que llevaba un práctico paraguas plegable en mi bolso.

Habíamos estacionado el coche en el parking del hotel y, tras firmar en recepción, dejamos las
maletas en manos del botones. Ni siquiera habíamos visto la habitación. Edward lo había
preferido así con la excusa de que teníamos poco tiempo para disfrutar de paseos turísticos en
nuestro corto fin de semana, pero yo pensaba que era lo más sabio si de veras íbamos a hacer
turismo. Sólo de pensar en estar con él en una habitación de hotel me ponía la libido por las
nubes... aún más.

-Bien, algo que hemos de hacer por fuerza es subir a la Aguja Espacial. La tenemos aquí al lado,
así que podemos hacerlo ahora- repuso él señalándome con un gesto de la mano el más
representativo edificio de la ciudad.- Luego tenemos mucho donde elegir. ¿Hay algo que desees
ver? Está el mercado Pike Place, el Centro de Ciencias Pacific, nos podemos perder por las
calles del distrito histórico... -sonrió viendo que yo asentía a todas sus sugerencias con
entusiasmo infantil.

-He oído que el Zoológico de la ciudad vale la pena- añadí a sus sugerencias.

-No quieres ir al Zoo, Bella- negó, moviendo lentamente la cabeza de uno a otro lado, mirándome
fijamente.

-¿Cómo que no quiero...?- protesté, y él levantó una mano para detenerme.

-Perdona, quería decir que no quieres ir al zoo... conmigo- se puso la mano en el pecho para
remarcar la última palabra. Entonces comencé a comprender.

-¿Por qué? ¿Sería como una especie de buffet libre prohibido o algo así?- le piqué.

-Isabella Swan, tú sí eres una especie de buffet libre prohibido, y no te salto a la yugular a la
primera de cambio- sonrió burlón y yo me ruboricé. Era un gran avance en nuestra relación, hacía
un mes no se habría atrevido a bromear con ese tema.- Me refiero a que yo no engañaría a los
demás animales tan fácilmente como a los humanos. No querrás aterrorizar a esos pobres seres
que no tienen la más mínima posibilidad de huída y lo saben, ¿verdad?- sin dejar mirarme puso
sus dedos bajo mi mandíbula con suavidad y me di cuenta de que lo contemplaba boquiabierta.

Distraída, negué con la cabeza. De pronto mi mente había estado vagando por otros derroteros,
recordando la noche en que tomó mi sangre. Sonrió torcido, como si me leyera el pensamiento,
pasó su brazo por mi cintura y empezó a caminar en dirección a la Aguja Espacial, arrastrándome
con él.

Visto lo visto, tenía razón: lo mejor sería alejarse del Hotel.

-Vale, Zoo descartado- dije, concentrada en los folletos que había cogido del mostrador de la
recepción.- ¡Oh! ¡En el Centro de Ciencias hacen una exposición sobre Harry Potter!- exclamé,
mostrándole el papel.

-¿Harry Potter? ¿Magos, hechizos, escobas que vuelan? – se burló enarcando una ceja.

-Ajá. Y vampiros- repliqué muy seria.

-Y brujas- respondió con intención, sujetándome inmediatamente las manos para detener el golpe
que iba a propinarle.

-Serás...- gruñí.

-Me refiero a que me tienes hechizado y todo eso, no te lo tomes a mal- rió.

Me besó mientras sujetaba mis manos por detrás de mi espalda y le correspondí con pasión. Se
separó unos centímetros de mi cara y pude ver que sus ojos se habían oscurecido levemente.
-¿Entonces, empezamos por la Aguja?- murmuró cerca de mis labios, su aliento dulce
embriagándome.

Tuve que esperar unos segundos para recordar de qué estaba hablándome. A la mierda, llévame
a la habitación. Pero no fue eso lo que contesté.

-A la Aguja- repuse, intentando frenar mi agitada respiración.

*.*.*.*

La vista de Seattle a 200 metros de altura era espectacular.

-La visibilidad no es muy buena hoy, pero siempre vale la pena subir aquí.- explicó Edward.
Asentí, convencida.

-Y de noche debe ser increíble- comenté, observando la ciudad desde lo alto. Los lagos Unión y
Washington se veían magníficos.

-Claro que lo es. Luego lo comprobarás.

-¿Qué?

-He hecho una reserva en el restaurante. Tenemos una mesa... al lado de la ventana.

-¿Cómo lo has conseguido?- No debía ser fácil encontrar una reserva libre con tan poca
antelación.

-Uno tiene sus contactos – guiñándome un ojo me tomó de la mano mientras nos dirigíamos hacia
el ascensor.

Habíamos decidido pasear por el bonito distrito histórico de la ciudad aprovechando que la lluvia
se hacía esperar. Podíamos dejar las actividades a cubierto, como la visita al Centro de Ciencias,
para el día siguiente... si es que la hacíamos. No me apetecía encerrarme en ningún sitio, quería
disfrutar de ese día con Edward, rondar por las calles, deleitarme de nuevo con la vitalidad, el
movimiento, la velocidad y el anonimato de una gran ciudad. Me gustaba la vida tranquila en
Forks pero ahora, al estar de nuevo rodeada de altos edificios y con toda esa animación, sentía
que mi cuerpo había echado de menos todo eso y vibraba de energía.

Tomamos el monorraíl y nos dirigimos hacia Westlake center, otra zona de la ciudad.
Posteriormente paseamos por la zona histórica y, bendiciendo nuestra buena suerte climática,
compré unos sandwiches para hacer picnic en uno de los bonitos y grandiosos parques de la
ciudad. Cuando acabé mi bocadillo, me tumbé sobre el pecho de Edward, que estaba apoyado
contra un enorme cedro. Inmediatamente me rodeó con sus brazos y sentí cómo inhalaba y
besaba mi cabello. Cerré los ojos, completamente relajada, abandonándome con laxitud a la
sensación de ser amada.

Jamás había sido una romántica, y a pesar de tener un ejemplo de amor duradero en mi propio
hogar no creía en el amor eterno. Pero Edward y su familia me habían demostrado que uno podía
continuar seducido por la misma persona durante siglos. Edward me había hablado de la relación
que mantenían Esme y Carlisle, Alice y Jasper, y yo misma había sido testigo de cómo se
miraban Emmet y Rosalie. Parecía ser una característica de su especie, quizá un instinto, aunque
pensado así no sonaba muy romántico. Angela había dicho que Edward sería capaz de pedirme
que me casara con él pero que no lo hacía por no asustarme. ¿Tendría razón? Por mi parte, yo
me sentía completa e inevitablemente atraída por el hombre que me tenía entre sus brazos. Cada
vez que lo miraba sentía el mismo flechazo en mi pecho, el mismo cosquilleo en mi estómago, la
misma necesidad de tocarlo, de que me tocara. ¿Sería siempre así?

-Estás muy pensativa hoy- Edward rompió el silencio y me acarició la piel de la cara con dedos
fríos. Su piel amoldaba su temperatura a la del exterior, y empezaba a hacer fresco.

-Pienso en cuánto te amo- murmuré. Sentí sus brazos ceñirse con más fuerza a mi alrededor.

-Entonces no deberías estar tan silenciosa- noté que sonreía.- Vamos a movernos un poco,
comienza a refrescar demasiado para estar en el césped. Además, diría que va a llover- Se puso
en pie ágilmente y alargó su mano para ayudarme a levantar.

-¿Ya tienes pensado qué querrás hacer cuando acabes la especialización?- me preguntó Edward
mientras salíamos del parque cogidos de la cintura.

-No sé decirte. Tenía las cosas tan claras hasta que te conocí... y ahora ni siquiera soy capaz de
decidirme- el sonrió.

-Quizá te dejabas llevar por lo que tu padre consideraba mejor para ti y no era lo que de veras
deseabas.

-Y quizá ahora me dejo llevar por lo que siento por ti- repliqué.- Me nublas el entendimiento. Pero
¿sabes qué?- añadí rápidamente cortando su réplica- Que me da igual. Lo que de veras deseo es
estar contigo, me da igual el sitio. Supongo que por eso no me acabo de decidir. Porque no es
important...eh!- Edward me acababa de levantar del suelo con el brazo que me rodeaba la cintura,
haciéndome volar para sortear un amplio charco que había cerca de la acera. Una pareja de
ancianos pasó por nuestro lado y nos sonrió con simpatía.

-Vale, la próxima vez que me vayas a poner en órbita avisa, tengo vértigo- dije, riendo.

Seguimos paseando entre las animadas calles de la ciudad durante el resto de la tarde hasta que
tomamos un taxi para volver al hotel, pues se aproximaba la hora de la cena. El clima seguía
siendo benigno con nosotros y no había llovido en todo el día.

-Alice me llamó el otro día-comentó Edward. Estábamos sentados en la parte de atrás del taxi, su
pulgar derecho acariciando el dorso de mi mano izquierda.

-¿Alice?- inquirí.

Alice me había llamado varias veces y en todas y cada una de ellas se disculpaba por su
comportamiento en nuestro primer encuentro. Rosalie me llamaba una vez por semana y
hablábamos de todo un poco. Ahora se le había metido en la cabeza que cuando acabara la
especialidad tenía que conseguir un postgrado en Harvard y subespecializarme. Parecía una
hermana mayor, y yo estaba segura de que si Charlie la conociera se iban a llevar muy bien. Ella
jamás me hablaba de transformarme, pero estaba preocupada porque me labrara un futuro aparte
de la relación con su hermano.

-Sí, me ha pegado la bronca porque en todo este tiempo que ha pasado su marido es el único
Cullen que no conoces. Así que ha organizado una cena.

-¿Una cena para los cuatro?

-No, una cena con toda mi familia. Si estás de acuerdo- añadió con cautela.

Lo cierto es que ya era hora de conocer a la familia de Edward al completo. Hacía tiempo que
quería agradecer a Jasper el interés que se había tomado con todo el asunto de Daniel, pero la
sola idea de estar sentada a una mesa con un montón de vampiros observándome mientras
comía me resultaba un tanto inquietante, y no pude evitarlo. Involuntariamente me recorrió un
ligero escalofrío.

-Bella, ¿tienes miedo?- Edward se movió en su asiento encarándome con mirada incrédula.

-Es que me impone conocer a mi familia política- repuse, sonriendo torpemente. Por si no fuera
bastante con la mueca que había dibujado mi rostro, me sonrojé ante su escrutadora mirada.

-No puedo creer que a estas alturas tengas miedo de... lo que somos. Y menos después de...- no
continuó pero clavó sus ojos en la zona de mi cuello que sus colmillos habían perforado, ahora ya
sana y libre de marcas delatoras.

-Sí,- confesé- ¿no será una cena un poco rara?-de repente se me acercó tanto que sentí su
aliento contra mi oreja.

-Tú procura no hacerte ningún corte y todo irá sobre ruedas- susurró en voz apenas audible- lo
miré a los ojos y pude detectar la risa brillando en ellos, mientras apretaba sus labios
escondiendo la sonrisa que pugnaba por salir a la superficie.

-No tiene gracia, Edward Cullen- fruncí el ceño y le di un pequeño golpe intentando apartarlo de
mí. Mi cuerpo estaba empezando a responder como lo hacía ante su cercanía.

El se apartó un poco sin apartar la vista de mis ojos, esta vez sin ocultar la sonrisa que curvaba
sus apetitosos labios. En aquel momento el taxista estacionó delante de nuestro hotel. Edward
abonó el importe de la carrera mientras yo salía del vehículo. Cuando el taxi se alejó él se plantó
delante de mí con las manos suavemente apoyadas sobre mis hombros.

-¿Cuál es el problema?

-No sé, me imagino la situación... y no lo puedo evitar- de nuevo mi piel sintió un suave escalofrío.
Esta vez él me miró con cierta tristeza. Levantó su mano y rozó apenas la piel de mi mejilla. Esta
vez el escalofrío que sentí no tenía nada que ver con la inquietud.

-No quiero que te sientas incómoda u obligada, Bella. Les diré que posponemos la cena, ya se
me ocurrirá alguna excusa.

-¡No!- exclamé, no soportaba ver esa expresión en sus ojos.- No. Tan sólo... no sé, no puedo
imaginar estar cenando y vosotros ahí mirándome. Me da apuro.

-Ya le dije eso a Esme, pero la pobre pensó que eso te haría sentir más cómoda, más como si
fuéramos... humanos. No sabes lo bien que podemos fingir que comemos. Son muchos años de
práctica. O podemos comer de verdad y luego irnos al baño a vomitar...

-¡Pero vaya tontería! Sé lo que sois, y que finjáis comer o comáis y luego vomitéis la comida o lo
que sea que hagáis no me va a hacer olvidarlo. Edward, no le des más vueltas, ha sido una
reacción totalmente involuntaria. Ahora lo he pensado mejor y quiero hacerlo. Pero que no sea
una cena. Yo llegaré a tu casa ya cenada, y nos podemos reunir en el comedor, cerca de la
chimenea...- me sonrojé de nuevo al terminar la frase. No podía evitar pensar en aquella
chimenea con la gruesa alfombra frente a ella sin recordar "aquella" noche.

-Lo sé- murmuró él mientras sus largos dedos acariciaban mi cuello.-Yo tampoco puedo estar ahí
sin acordarme de ti.

Sentía el aire más denso a nuestro alrededor. Si seguíamos así al entrar en el hotel dudaba que
volviéramos a salir hasta mañana por la mañana como mínimo. Le eché un vistazo a la Aguja
Espacial, despidiéndome silenciosamente de la cena. De pronto escuché la musical risa de
Edward.

-Doctora Swan, que usted carezca de autocontrol no significa que a mí me suceda lo mismo- me
besó rápidamente en los labios y, tomándome de la cintura, me condujo hacia la entrada del
Vintage.- Te he prometido una cena a doscientos metros de altura y la vas a tener- afirmó.

¿Era yo tan evidente o sólo que él era bueno leyendo mis expresiones? Sonreí con timidez y
meneé la cabeza. Supuse que ambas cosas.

La suite que nos esperaba superaba ampliamente a mi escasa imaginación. Me quedé parada
como una estatua en el umbral de la habitación, mirando el interior con la cara de un niño en el
día de Reyes. El interior era luminoso, amplio y la decoración era cálida. A través del amplio
ventanal y a pesar de la escasa luz del crepúsculo destacaba la majestuosa vista de la Aguja
Espacial. Las nubes acariciaban la línea del horizonte, amenazando descargar encima de
nosotros toda el agua que habían reservado durante el día.

En aquel momento me elevé sobre el suelo y no pude evitar que se me escapara primero un grito
y luego una carcajada. Edward me había tomado en sus brazos y entraba en la suite. Me depositó
con suavidad en el suelo y le tomé de la mano para explorarla. Tras un pequeño recibidor había
una sala con gran sofá y dos sillones dispuestos cerca de una falsa chimenea. Me ruboricé al
mirar a la chimenea. ¿Hasta cuándo va a durar esa reacción de mi cuerpo?. A la izquierda de la
sala se abría la puerta que daba al dormitorio. Lo presidía una enorme cama de matrimonio, y
disponía de otro enorme ventanal similar al de la salita contigua. La visión de la cama no hizo sino
potenciar mi sensación de timidez. No me comprendía a mí misma. Había compartido muchos
momentos íntimos con el hombre que, de pie a mi lado, me tomaba de la mano suavemente. ¿Por
qué de pronto sentía como si fuera nuestra primera vez? Percibí la respiración de Edward, que de
pronto era lenta y profunda.

-Voy a meter las maletas en la habitación- dijo con suavidad. Liberó mi mano y, giró sobre sus
talones.

Aproveché para meterme en el baño. Era tan perfecto como el resto de la suite. Disponía de una
amplia bañera con jacuzzi a la que se accedía por unos escalones. Dioses... aquí cabemos los
dos juntos. Sentí un estremecimiento de placer en mi vientre ¡Contrólate, Isabella! A su lado había
una ducha con columna de hidromasaje. Acaricié la suave y fría superficie de la mampara, y miré
la hora en mi teléfono móvil. Ya me había duchado por la mañana, no necesitaba hacerlo. Tendría
que ir arreglándome ya o llegaríamos tarde a la reserva del restaurante.

Me giré para ir a buscar mi maleta y choqué contra el duro cuerpo de mi novio, al que no había
percibido a pesar de estar casi pegado a mi espalda. Reboté contra él de tal forma que tuvo que
tomarme por la cintura para evitar que me cayera hacia atrás. Apoyé mis manos en su pecho y
alcé la cara para recriminarle que no me hubiera avisado de su presencia, pero no pude hablar.
Su expresión era contenida pero sus iris eran oscuros. Jadeé. Durante unos segundos nos
quedamos paralizados, sólo sentía, sentíamos, el vertiginoso latido de mi corazón. Él no
respiraba, y me di cuenta de que yo tampoco cuando sentí la imperiosa necesidad de inhalar una
bocanada de aire. Él cerró los párpados durante unos instantes y suspiró. Al abrirlos vi que sus
ojos volvían a tener el cálido tono ámbar.

-Me pones difícil lo del autocontrol echándote de esa manera en mis brazos, Bella- sonrió.

Iba a contestarle que si no se acercara tanto a mí o por lo menos avisara de ello no provocaría
que mi conocida torpeza se manifestara, pero lo dejé en un rápido:

-Vale.
Abrí mi pequeña maleta y saqué el vestido que había traído, la ropa interior, los zapatos y mi
neceser de maquillaje y me encerré en el baño. La cena en el cielo de Seattle empezaba a
pender de un hilo tan fino que no habría podido soportar el peso de una araña, y esa era la mejor
manera de evitar tentaciones por ambas partes.

Me puse el vestido, era quizá demasiado ligero para esa época del año pero el fin de semana nos
había bendecido con temperaturas agradables y lo aproveché. Unas finas medias negras que me
llegaban hasta la parte alta del muslo y unos zapatos de tacón completaban el conjunto. Me quité
la goma de la coleta y peiné mis rebeldes ondas hasta que cayeron con suavidad por mi espalda.
La imagen del espejo me devolvía una mirada brillante y unas mejillas sonrosadas producto del
estado de excitación en el que me encontraba, por lo cual me limité a delinearme los ojos,
ponerme sombra de ojos en marrón y beige, rimmel y pintarme los labios con un tono melocotón.
Me miré en el espejo satisfecha con el resultado. Respiré profundamente, abrí la puerta del baño
y me dirigí a la habitación. Supuse que Edward ya se habría arreglado. Cuál fue mi sorpresa al
encontrarme una nota sobre la mesa de la sala, donde distinguí la elegante caligrafía de mi novio.

Bella, te espero en recepción.

E.

Pues vaya. ¿Qué mosca le había picado ahora? Tomé mi bolso y la chaqueta y salí de la suite, un
poco contrariada. Al salir del ascensor miré a mi alrededor buscando a Edward.

Me ha salido muy azucarado, ¡lo sé, lo sé! ¡Sobredosis de dulce! Pero quería que estuvieran
juntos sin... sin. De momento. *Tos de disimulo*

El próximo lo cuelgo el domingo en vez del lunes... Gracias por leerme y dejar vuestros
comentarios. Que sepáis que antes de escribir el capítulo estuve echando un vistazo a una web
de turismo en Seattle y lo de la exposición de Harry Potter en el Pacific Science Center es cierto,
aunque ya no la hacen.

Besos a todas. Se os quiere.

Buenos días. Me alegro de por lo menos unas cuantas no encontrarais demasiado


empalagoso el capi previo. El de hoy no es empalagoso... bueno, un poco sí, porque hay
postre...

Como siempre, gracias por leer, por dejar vuestros comentarios, por vuestro apoyo, y a
Maria José por repasar el capítulo. Como siempre, recordad que el fic es para mayores de
17 por las escenas eróticas. Mi obligación es avisar. Luego cada una que haga lo que
quiera, que tampoco hay para tanto con el tema, creo.

Respecto a vuestros comentarios del 29:

v. cullen, eres muy intuitiva... creo que acertaste en los motivos de Edward. ¡Ya lo conoces
bien! Gracias por tus siempre amables palabras.

Ginegine, gracias por tu comentario, que vale por 29 ;-)), y cuidate los ojos, ¡leer en el
móvil es cansado!

PRIGSPE, la escena sería divertida, sí. Pero no iré por ahí, pobre Bella, qué trauma, jaja.

SalyLuna, más bien Edward no quiere tener ninguna sorpresa para Bella... por eso se va.
Gracias por animarme a seguir, estoy en ello.
I love Edward: gracias a ti, me alegro de que te haya gustado que sea tierno. Y el de hoy...
¿habrá hot?... ya me dirás tú misma.

MarilizzieCullen13, no creas que no he pensado lo de la propuesta, pero... aún no toca. Me


alegra que te guste esta Bella que le da a todo tantas vueltas.

Isa-21, tú lo has dicho, menos mal que no fueron al zoo.

P., el tiempo pasa rápido, cielo. Y los salvajes ocupan el 125% de él. Eres una de las dos
madrinas de la historia, una de las personas que me animó a sacarla adelante, y me alegro
mucho de volver a verte por aquí, pero no te agobies por leer, ya sabes.

Lady Alizee, me gusta que te guste ;-).

Paola Cullen, me alegro de leer que te sigue interesando la historia.

Capítulo 30

BPOV

-¿Bella? ¿Bella Swan?- me giré hacia donde provenía la voz y reconocí a James Watson. Iba
acompañado de un hombre joven alto y moreno. Y bastante atractivo, por cierto. Ambos vestían
smoking.

-Hola... James– él y yo estrechamos las manos. ¿Qué hacían en el hotel?

-Estamos en uno de los salones privados del hotel- dijo, contestando a mi silenciosa pregunta.-
Nos hemos reunido algunos miembros del staff del Infantil con varias fundaciones privadas para
conseguir apoyo a proyectos de investigación que se van a realizar en nuestro centro en un futuro
próximo- señaló con la mano al hombre que había a su lado.- Te presento a Garret Randall, es
uno de nuestros cirujanos pediátricos. Garret, esta es Bella Swan, la residente de pediatría que
perdimos por error.

Tendí la mano al tal Garret y él me correspondió, manteniendo el contacto durante unos


segundos más de lo esperado.

-Espero que no sea un error imposible de solucionar, Bella - sonrió de forma encantadora. En
aquel momento percibí movimiento a mi lado y un posesivo brazo ciñéndose fuertemente a mi
cintura.

-Bunas noches, James, Garret- Edward había aparecido de la nada y tendía la mano para saludar
formalmente a ambos hombres.

Recordé que él había rotado durante unos meses por cirugía pediátrica del Hospital Infantil de
Seattle, así que estaba claro de qué los conocía. Lo que no entendía era la frialdad con que
chocaron las manos Garret y él. No me hubiera sorprendido si alguno de los dos luego se hubiera
restregado la mano por la chaqueta.

-Bella, tenemos que irnos ya o perderemos la reserva. Garret, James – Edward saludó con la
cabeza a uno y otro y sin esperar respuesta comenzó a tirar de mí hacia la puerta. Apenas pude
despedirme con un gesto y una sonrisa de disculpa.

-Perdona- dije una vez cruzamos las puertas del hotel- ¿Se puede saber qué mosca te ha
picado? Primero desapareces de la habitación, luego apareces y te comportas como...

-Un borde- me interrumpió y yo asentí, suspirando. Seguíamos caminando en dirección a la


Aguja, y Edward en ningún momento había aflojado su agarre.

-He preferido esperarte abajo porque de veras quiero que cenes allí, conmigo. Cosa que habría
sido imposible si hubiera estado en la habitación en el momento en que salías del baño vestida de
esa forma- me acarició de pies a cabeza con la mirada y sentí calor - En cuanto a lo de la
recepción, es una pequeña larga historia.

-Esas son las mejores-le pinché.

-De acuerdo- tomó aire con fuerza.- Ya sabes que roté durante unos meses por cirugía pediátrica
del Infantil- asentí.- Mi relación con Garret era cordial, hasta que una de las residentes se fijó en
mí. Se llamaba Kate, y él estaba colado por ella. Yo lo sabía por haberle leído los pensamientos,
él no lo quería hacer evidente en aquel momento. Ya sabes que está muy mal visto que un
adjunto y una residente tengan una relación- volví a asentir, eso no era diferente de mi país.

-¿Y qué pasó?- sentí una punzada de celos al pensar que la atracción de Kate por Edward
pudiera haber sido correspondida.

-Que le gusté a Kate y ella sí se encargó de que fuera algo evidente, ante la impotencia de
Garret, quien no podía competir conmigo sin quedar mal ante sus compañeros. Él estaba
esperando a que ella, que era residente de último año, acabara la especialidad para cortejarla.

-Que sepas que eres el único hombre que conozco que aún usa la palabra cortejar, deberías
decir ligársela o algo así- bromeé.- Pero tú no tienes la culpa de estar tan bueno- continué, y él
sonrió ampliamente.

-Como si hubiera algo racional en los sentimientos, Bella- replicó, negando con la cabeza.

Ya habíamos llegado a nuestro destino, el ascensor para subir al restaurante. Sólo estaba
permitido el acceso a quien iba con reserva confirmada. Subimos en silencio, acompañados por
un pequeño grupo de personas. Una vez en el local nos acompañaron a nuestra mesa, situada al
lado del ventanal, como Edward me había prometido. El lugar estaba atestado, y aún así nuestra
mesa estaba lo suficientemente separada del resto para darnos un ambiente muy íntimo.

-Ahora sé por qué le caes mal a Garret... los celos son una buena razón ¿Pero por qué te cae mal
él? - inquirí, abriendo la carta que nos acababa de entregar el maitre.

-No me caía mal... hasta ahora- contestó él mirando la carta fijamente. Alargué la mano y se la
retiré, alzando una ceja.- Está bien... es que no me ha gustado lo que pensaba cuando te
saludaba. No se ha cortado un pelo y te aseguro que tiene una imaginación muy gráfica- me miró
frunciendo el ceño, al tiempo que yo me sonrojaba.

-Entonces lo suyo con Kate no prosperó.

-Pues por lo que he leído en su cabeza al final prosperó. Llevan un tiempo saliendo, pero al
parecer la relación ya no es tan fantástica. Pero eso no le da permiso a ese Donjuán para pensar
ciertas cosas sobre mi chica.

-Él no sabía que soy tu chica.

-Ha seguido pensándolo hasta que hemos desaparecido por la puerta, Bella. Y ya estaba claro
que estamos juntos- replicó secamente.

-Está bien, cambiemos de tema- contesté dulcemente, no quería discutir con él por una tontería.-
En esta carta hay platos con un aspecto delicioso. No sé qué pedir.
-Yo sí sé qué pedir, y no está en la carta- murmuró él. Alcé la mirada y me quedé sin respiración
ante la intensidad del deseo que se reflejaba en sus ojos. En aquel momento se aproximó la
maitre.

-¿Han decidido ya los señores?

-Me parece que pediré una ensalada Skycity y un pastel de verduras de temporada. Ah, también
agua y una copa de Merlot Leonetti del 2004- dije en un hilo de voz, sin poder dejar de mirar a
Edward.

-¿Y el señor?

-Yo no tomaré nada, gracias- Edward le devolvió la carta sonriendo pero sin apartar sus ojos de
los míos.

-¿Está seguro? Servimos medias raciones si lo que sucede es que tiene poco apetito- la
camarera era insistente. Y no me gustaba cómo miraba a Edward.

-No se preocupe. Ahora no tengo apetito- la miró durante un par de segundos, sonriendo, ante lo
cual ella parpadeó varias veces- Comeré más tarde- añadió lentamente, mirándome con fuego en
los ojos. La sangre se agolpó en mis mejillas mientras la camarera emitía un leve carraspeo y se
marchaba un tanto precipitadamente.

-Has asustado a la camarera.

-Mejor. Se estaba poniendo demasiado insistente- repuso, sin variar la intensidad de su


expresión.

-Si no dejas de atormentarme con esa mirada, creo que no podré comer. La verdad es que me
están entrando unas ganas tremendas de salir de aquí- susurré. Él suavizó la fuerza de sus ojos y
me tomó de las manos.

-No. Quiero que disfrutes del lugar, de la comida y de la vista... incluso con la lluvia es hermosa-
entonces miré hacia fuera y comprobé que una fina lluvia había hecho su aparición.

-Ya tardaba. Por lo menos hemos disfrutado de un buen clima hasta el momento- suspiré,
entrelazando mis dedos con los suyos.

El resto de la cena, mi cena, transcurrió en una amena charla. A petición suya, le conté a Edward
historias de cuando era niña. Le gustaba mucho escuchar todo lo relativo a mi vida antes de
conocerle.

-Siempre quise tener un hermanito, pero Renée tuvo una infección uterina poco después de
tenerme, y le tuvieron que hacer una histerectomía. Ya sabes, seguramente fue el "síndrome del
recomendado".

-Lo sé, todas las complicaciones más raras aparecen en el personal sanitario. Ese síndrome no
es una leyenda. Lo siento por Renéé.

Bebí un trago del estupendo vino tinto que nos habían servido. Tenía que controlarme o Edward
tendría que llevarme en brazos al hotel. Aunque no era mala idea... dios, contrólate, lujuriosa.

-Sí, lo pasó mal, y yo no ayudé con mi insistencia durante años en pedirle un hermanito- me
encogí de hombros.- Así que me apuntaron a diversas actividades, para que me relacionara con
niños de mi edad. ¡Hasta me apuntaron a ballet! Llorarías si me vieras bailar, si la tierra pudiera
abrirse y tragarme lo haría- sonreí negando con la cabeza, mientras me metía un trozo de pastel
de verduras en la boca. Estaba realmente delicioso.

-No lloraría. Si no pudiera conseguir que bailaras bien sería mi falta, no la tuya- repuso. Sonreí y
pensé para mis adentros que ni siquiera él conseguiría el milagro de que mis pies se coordinaran
al bailar.- ¿Cuál era tu hobby favorito, entonces?

-La actividad que más me gustaba de las que me apuntaron fue un curso de astronomía de
verano. Disfruté aprendiendo a manejar un telescopio, y a mirar el cielo, las constelaciones...
ahora ya se me ha olvidado cómo son las estrellas. No recuerdo una noche completamente
despejada desde que vine aquí hace meses- sonreí un poco triste.

-Sí, yo también las echo de menos... Bella, podemos ir a buscarlas- dijo con súbita pasión.-
Podemos irnos de viaje a otros sitios, quiero redescubrir el mundo contigo, Seattle jamás me ha
parecido una ciudad tan atractiva como estas horas en que la he visitado a tu lado.

-Pero no podemos... tienes que huir del sol- repuse, confundida.

-El sol no va a hacer que me transforme en una antorcha, amor. Sólo tengo que evitar
permanecer demasiado tiempo bajo sus rayos porque me va debilitando, pero a mi edad puedo
aguantar casi una hora. No quiero que te sientas limitada por estar conmigo.

-¡No! No me siento limitada... bueno, en algunas cosas sí, pero me compensa todo lo que me
das- le tomé las manos y me las apretó.

-Desearía poder dártelo todo. Desearía que no echaras nada de menos por estar conmigo.

-Ya me lo das todo, Edward. Y tú tienes mi cuerpo, y mi alma- susurré perdiéndome en su mirada.

-¿Desean algo de postre? -la camarera cortarrollos me sobresaltó con su pregunta. Me tendió la
pequeña carta y le eché un vistazo rápido mientras ella recogía los platos.

-La tarta "Tentación de chocolate", por favor- le tendí la carta algo bruscamente por haber
explotado nuestra burbuja. Ella la tomó y miró a mi novio por unos breves instantes, como
esperando que aún fuera a pedirle algo de comer, pero suspiró y se retiró.

-Ha parado de llover- dijo él, mirando por el ventanal pensativamente. Admiré su perfil mientras
intentaba interpretar su expresión. Parecía preocupado, pero él era mucho mejor que yo
ocultando sus emociones.

-Un dólar por tus pensamientos- dije, repitiendo la frase que él me dijera horas antes. Volvió su
atención a mí y sonrió misteriosamente.

Iba a protestar por su silencio cuando en aquel momento la camarera dejó el plato del postre
delante de mí. El nombre era muy apropiado, porque sólo mirar esa obra de arte de la repostería
era pecado. Cogí una cucharada y me la puse en la boca. Al sentir el dulce sabor llenando mi
boca cerré los ojos y se me escapó un gemido involuntario. Cuando los abrí Edward estaba
mirándome febrilmente. Percibí el calor en la piel de mi rostro y me mordí el labio. Él se removió
en la silla e inspiró profundamente. Tomé una segunda cucharada y la metí con mucha lentitud en
mi boca, volviendo a cerrar los párpados durante unos segundos. Cuando los volví a abrir una de
sus manos aferraba con fuerza el borde de la mesa, que casi podía oír crujir, y la otra estaba
tensa como una garra sobre la servilleta. Su mirada se movía entre mi boca y mis ojos, brillante y
oscura. En aquel momento pensé que lo más prudente era parar. Pero no podía. Tomé una nueva
cucharada y observé cómo él seguía hipnotizado el pedazo de tarta desde el plato hasta mi boca.
Mi mano tembló y antes de que el dulce llegase a mis labios cayó sobre el mantel. Tomé el
pedazo entre dos dedos, lo deposité en el borde del plato y me llevé la mano a la boca, lamiendo
el chocolate con un nuevo gemido de placer. Edward me tomó la mano y la apartó de mi boca,
llamando a la camarera con la mano libre.

-Todavía no he terminado -protesté débilmente. Su mano sujetaba la mía con firmeza y mi


respiración se hizo superficial.

-La cuenta, por favor- dijo cuando se acercó la joven. Habló educadamente pero sin apartar sus
abrasadores ojos de los míos.

Subimos al ascensor sin que Edward me soltara de la mano. Había en él media docena de
personas además de nosotros, todos volviendo de la velada en el restaurante. Busqué su mirada
pero él se dedicó a mirar hacia el techo del ascensor. En cuanto llegamos a la planta baja y se
abrieron las puertas se lanzó hacia la calle, casi arrastrándome en dirección a nuestro hotel.

-Edward, se puede saber q... –no pude continuar. Me había tomado en brazos y sin darme cuenta
me encontré contra la pared de un callejón cercano al hotel. Miré hacia los lados para situarme.
Unos contenedores tapaban la vista desde la calle. Pensé que debían ser del propio hotel.
Edward estaba de pie frente a mí respirando dificultosamente, y a pesar de la escasa luz del
callejón pude ver el deseo encendiendo sus ojos. Apoyó una mano a cada lado de mi cabeza;
estaba presa entre sus brazos y su cuerpo. Mi corazón latía con fuerza, esperando su siguiente
movimiento.

-Bella, ¿qué pretendes? Ha faltado poco para que te tumbara encima de la mesa del restaurante
y te follara delante de toda esa gente- susurró apretando su frente contra la mía.

-Lo siento – musité.

No se me ocurrió nada más original. Lo cierto es que sentirme tan deseada por él me hacía
comportarme de forma que a veces ni yo misma me reconocía. En cierta forma su deseo me
hacía sentír poderosa, y como una pequeña tirana quería probar hasta dónde llegaba mi poder. Y
a veces me pasaba... como ahora.

De repente me tomó ambas muñecas con una sola de sus manos y las sujetó sobre mi cabeza.

-¿Lo siento? Eso no es suficiente – siseó, rozándome el cuello con sus labios. Me estremecí.

Tomó el bordillo de mi falda y lo subió, introduciendo la mano libre por debajo, acariciando mi piel.
Yo llevaba puestas unas medias hasta medio muslo. Acarició la blonda de la prenda, y siguió
subiendo. Jadeé cuando sus dedos fríos se introdujeron entre la seda de la ropa interior y mi piel.

-¿Qué haces?-susurré mirando a ambos lados y por encima nuestro para asegurarme de que
nadie estuviera mirándonos.

-Sólo quiero que te sientas como yo- murmuró con el más intenso anhelo reflejado en su rostro.

Sentí uno de sus dedos invadiendo mi interior y me mordí el labio para no gritar. Intenté zafarme
de su agarre pero fue completamente imposible. Él curvó el dedo y lo movió despacio por mi
interior, torturándome. Sentí fluir mi humedad entre las piernas y él dibujó una sonrisa indecente.
Mi vientre se contraía casi dolorosamente por el deseo, mientras reprimía un gemido. Él acercó
su boca a la mía y me besó con sensualidad, su lengua me acariciaba y me torturaba tanto como
su mano en mi interior.

-Para- supliqué, separando mi boca de la suya, jadeando.- Ya he comprendido el mensaje.

-No puedo parar. Estás tan mojada que me muero por probarte- diciendo esto se agachó, me
quitó las braguitas y de un solo movimiento colocó mis piernas sobre sus hombros, apoyándome
contra la pared. Hundió su boca en mí sin piedad. Yo apenas era consciente de la dureza y
humedad de la pared que tenía detrás de mí. Sólo existía la boca de Edward, su lengua, sus
dientes. Me llevé una mano a la boca y me la mordí, porque lo que él me hacía me estaba
volviendo loca y necesitaba gritar, pero no debía.

-Joder, Edward, ¿quieres matarme?- gemí, cerrando los párpados con fuerza, enredando una
mano en sus cabellos, y mordiéndome el puño. Sentí su aliento contra mi hipersensible piel
cuando rió por lo bajo.

-Quiero devorar hasta la última gota de tu excitación, amor, pero te dejaré viva.

Abrí los ojos y miré hacia abajo. La negrura de su lujuria se clavó en mi interior y me hizo arder,
consumiéndome. ¿Cuándo iba a parar esta tortura? ¿Se podía morir de placer? Mordí más
fuertemente mi puño y sentí el sabor de mi sangre en la boca. Mis entrañas se contraían, un
placer tan intenso y doloroso que apenas podía respirar.

No esperaba lo que sucedió al siguiente instante. Edward separó un momento su cara de entre
mis piernas e inspiró profundamente clavando sus pupilas en mis ojos. Oh, dios, la reconocía, era
"esa" expresión. Mi corazón se desbocó y escuché un gruñido que me llegó desde lo más
profundo de su pecho. Cerré los ojos cuando noté su lengua lamerme la ingle y lo siguiente que
sentí fue un latigazo de placer que me convulsionó todo el cuerpo, una, y otra vez, en oleadas
que no cesaban, mientras sentía que caía, caía en un pozo sin fondo, pero no me importaba,
porque estaba en sus brazos.

En sus brazos... cuando abrí los ojos Edward me observaba con una extraña expresión en la
cara, mezcla de varias emociones. Deseo. Amor. Culpabilidad. Levanté una mano y le acaricié el
rostro.

-Lo siento- susurró. Miré atentamente sus ojos y lo comprendí.

-Me has mordido- él asintió lentamente.

-Te he tomado sin pedirte permiso. Me juré a mí mismo que si lo volvía a hacer sería si ambos lo
deseábamos, como la primera vez, y ni siquiera te lo he pedido. He olido la sangre de tu mano y
he perdido el control. Lo siento- repitió.

No sabía qué decirle. Lo que experimentaba cuando él bebía de mi sangre era tan intenso que no
se podía comparar a otras sensaciones, pero pensándolo con la cabeza fría no era muy sano
estar sufriendo sangrías repetitivas. Además, Edward confiaba mucho en su autocontrol y
perderlo le hacía sentirse débil, y lo que era peor, cuestionarse mi seguridad a su lado. Una parte
de mí, quizá la más pervertida, veía claro que él, mi amor, estaba sufriendo por lo que acababa
de hacer, y no estaba de acuerdo porque justamente eso me había llevado a tocar el cielo. Y esa
parte fue la que ganó finalmente cuando acuné su cara entre mis manos.

-Te quiero. Y me haces muy feliz, me hace feliz entregarme a ti en todos los sentidos. No sabes lo
que siento cuando bebes de mí, es algo... es tan placentero que parece insoportable.

-Entonces sentimos lo mismo. Pero yo no debería perder el control, tu seguridad depende de eso.

-Edward, no...- me besó en los labios interrumpiendo lo que iba a decirle y me ayudó a
levantarme, colocándome bien la ropa.

-Bella, seguiremos hablando en el hotel- dijo.- Será mucho más cómodo y seguro.
-De acuerdo- repuse a regañadientes.

Intenté no pensar en la pinta que debía llevar yo con la ropa bastante arrugada, y en que no
llevábamos unas buenas gafas de sol para tapar los rojizos iris de mi novio vampiro. ¿Pero quién
iba a pensar que nos harían falta unas gafas de sol en Seattle?

Gracias por vuestro tiempo para leer y vuestros comentarios... os dejo que de repente me han
entrado ganas de comer chocolate. Hasta el jueves. Besos a todas.

NOTA: las que estais suscritas a la historia habéis recibido un segundo aviso de nuevo
capítulo, porque he reeditado un pequeño error. Os pido disculpas.

¡Buenos días! Seguimos con el chocolate, digo con la historia... no sé en qué estaba yo
pensando. Gracias por vuestro tiempo, sé que vale oro, y a Maria José por repasar esto,
que santa paciencia la tuya, nena.

Ah, aviso, para leer este capi os aconsejo este tema de The XX: copiadlo en el navegador y
quitad los paréntesis... es opcional pero me gusta mucho más cómo queda la lectura
escuchándolo, hasta le doy al replay, porque la música dura menos que la escena ;-) .
Poned la música en el momento en que Bella lo hace:

watch?v=L73OLaG4_kA

Os comento vuestros comentarios sobre el capi 30:

v. cullen: a mí también me gusta que Edward se altere un poquito, y tranquila, hoy


continúan de fin de semana. *Suspiro*

Mentxu Masen Cullen, es que esta Bella es una imprudente total, pero mira, de momento no
le va mal así, más bien al contrario.

Conlaca, a mí el chocolate no me pierde, pero en estas circunstancias me perdería, jaja.


Gracias por tus palabras.

I Love Edward, ¡wow, un 10, gracias! :-D. A mí también me va el Edward con ese puntito
celoso, pero sin pasarse, como tú dices.

Yeraldin23, ya sabes que esta Bella juega con fuego, Ed es caballeroso pero no le pidamos
que sea de piedra... al contrario ;-)

SalyLuna, es que el chocolate gusta a casi todos... hasta a Edward. Gracias.

Ginegine, me alegro de que descanses un poco la vista ;-). Me gusta eso de ser el postre de
Ed, aunque no me importaría que él fuera el mío... ay, mejor lo dejo o no sigo escribiendo,
jajaja.

Litzy: gracias a ti y bienvenida, espero que te siga gustando la historia... y el chocolate.

Isa-21, eso mismo decía yo, ñam, ñam.

princessannsatrarcullen, sí, Ed es mucho Ed.

PRISGPE, al menos en esa zona no necesita tapársela con un apósito...

daniiela cullen, me alegro, bienvenida y espero que siga gustándote.


Fifshades, además de betearme la historia me la comentas, MJ, lo tuyo es devoción,
jajajaja. Si, ese Edward un tanto dominante... ya sabes...

Paola Cullen, muchas gracias, espero seguir sorprendiéndote ;-)

Audrey... bienvenida, amiga :-*

Capítulo 31

EPOV

Llegué al ascensor esquivando cualquier presencia humana. Bella habría llegado ya a nuestra
habitación. Habíamos decidido volver separados y ella se marchó primero. Yo no tenía forma
segura de evitar encuentros si iba a su ritmo, y el color de mis ojos en estos momentos era más
que extraño. Una vez dentro del ascensor levanté la vista y miré al hombre del espejo. Mi alma
cayó a mis pies sin poder evitar los negros recuerdos de mi pasado. La primera vez que bebí de
Bella no me había visto los ojos. Hacía tiempo que no veía esa expresión y me avergoncé de mí,
de lo que acababa de hacerle al ser que amaba más en el mundo. De pronto me asaltó el temor
antes de abrir la puerta. Podía soportar mi propio desprecio, pero no el suyo. ¿Qué pensaría ella
de mí?

Cuando abrí la puerta de la habitación estaba deprimido, de mal humor, e irritado conmigo mismo
por mi carencia de control. Era un egoísta y no podía renunciar a estar con Bella, pero veía que
tampoco podía garantizar que ella estaba segura conmigo y eso era un pensamiento que me
torturaba. Me avergonzaba de mí mismo.

Qué manera más estúpida de estropear una velada deliciosa.

La luz de la habitación estaba muy atenuada. Me llegaba el sonido del agua desde el cuarto de
baño y al entrar en la habitación vi que la ropa de Bella estaba doblada encima de una silla.
Incluida la ropa interior. Desde la distancia podía oler sus braguitas, me acerqué y las tomé en
mis manos. Casi me volví loco de deseo al oler en la misma prenda los dos aromas que más me
enloquecían, la húmeda excitación de Bella y su sangre. Mi culpabilidad estaba desapareciendo
arrastrada por la fuerza de mis instintos. Estaba embriagado, necesitaba aire fresco, necesitaba
controlarme, y dejando la prenda donde estaba salí al balcón.

Estaba volviendo a llover pero no me importaba mojarme, me ayudaba a sentir de nuevo el


dominio de mi propio cuerpo. Las luces de la ciudad parpadeaban bajo la fina lluvia y por un
momento pensé que yo también echaba de menos mirar las estrellas. Sentí el latido de Bella
acercarse a mí, sus brazos rodeándome la cintura, su cuerpo adherirse al mío.

-Te vas a resfriar- su broma apenas sonó como un susurro.- Ven- dijo, tomando mi mano y tirando
de ella. Me fijé en que llevaba puesto uno de los albornoces del hotel.

-Bella, yo...-me silenció colocando sus dedos sobre mis labios mientras con la otra mano cerraba
la puerta de la terraza.

-Antes no me has dejado hablar. Aún es mi turno- dijo, plantada frente a mí, mirándome con
aquellos ojos tan profundos.

-No era buen momento... allá en el callejón. Tú sí te puedes resfriar- me disculpé.

-Sí, la verdad es que me entra frío sólo de verte con esta ropa mojada- dijo muy seria.- Te
ayudaré a quitártela. Mientras quiero que me escuches bien, Edward.
Me retiró la chaqueta y comenzó a desabotonarme la camisa, lentamente. Observé sus manos
blancas y finas trabajando.

-¿Sabes qué me pasa estos últimos meses? Que es como si hubiera empezado a vivir. Es como
si mi vida anterior, mis amigos, mis recuerdos... todo estuviera en blanco y negro. Sólo Charlie y
Renée me atan a esa vida. Mi verdadera existencia empezó el día que llegué a Forks. Mi amistad
con Ángela, el hospital, mis compañeros... todo es más real, más nítido, como si lo de antes fuera
un sueño. Porque por encima de todo estás tú. Tú... –hizo una pausa, buscando las palabras y
agitó bruscamente la cabeza- dios, qué cursi va a sonar esto pero no sé otra manera de decirlo...
tú has iluminado mi existencia. Tú eres mi vida, Edward. ¿No lo ves? Estoy hecha para ti. Y
acepto lo que eres con todas sus consecuencias.- Diciendo esto me retiró la camisa y empezó a
deshacerse de mi cinturón. La escuchaba, sin respirar, atento a cada una de sus palabras, su
modulación, su significado. Mis ojos iban de los suyos al resto de su cara, estudiando cada uno
de sus cambios expresivos.

-Quiero sentir que soy tuya, y no me importa, ¿me escuchas, cabezota?-dijo tomando mi cara
entre sus manos y clavándome su cálida mirada- no me importa que bebas de mí. No es sólo por
el casi insoportable placer que me haces sentir, es también la sensación que me queda después.
Es como mezclarme contigo, saber que una parte de mí corre por tus venas... lo sabes, ¿verdad?
–la abracé con fuerza, apretándola contra mi pecho. Estallaba de felicidad al escuchar sus
palabras pero no podía dejarme llevar, no podía olvidar.

-Bella... amor mío... es peligroso para ti que yo pierda el control. Nunca me crees cuando te lo
digo.

-Edward, estás exagerando, como siempre. Si me hubieras pedido beber de mí te habría dicho
que sí y tú eso lo sabes. Por eso te has dejado llevar- se soltó de mi abrazo y agachándose me
quitó los pantalones y los boxer en un solo movimiento. Por un momento pensé que había usado
velocidad vampírica, y sonreí internamente ante la idea – Ven, Edward.- Tiró de mi mano y abrió
la puerta del baño.

Una nube de vapor se escapó del interior y nos sumergimos dentro. El jacuzzi estaba preparado,
y no sólo eso, el iPod de Bella tenía un pequeño altavoz incorporado. La miré admirado. Sin dejar
de mirarme a los ojos se estiró un poco para darle al "play" del aparato.

-¿Intenta seducirme, doctora Swan?- pregunté alzando una ceja. Como única respuesta ella
sonrió tímidamente.

Bella se quitó el albornoz y siguió tirando de mi mano hasta que ambos estuvimos dentro del
jacuzzi. Entonces se sentó a horcajadas sobre mí y empezó a besarme la cara, el cuello, los
hombros. Mi excitación no tardó en hacerse notoria al tiempo que cualquier sentimiento de culpa
se esfumaba con el vapor. Sus manos me acariciaron dulcemente el pecho, el abdomen... cerré
los párpados abandonándome a lo que me hacían sentir mientras iban siguiendo hacia abajo, y
escuché un levísimo siseo cuando su mano derecha tocó el agua.

-¿Te duele?- pregunté tomando la mano que ella misma se había mordido.

-Sólo me ha escocido un poco al tocar el agua.

-Déjame ver- dije, examinando la herida.

Me había concentrado en la deliciosa sangre que fluía de la suave piel de su ingle y había
olvidado la mano. Observé un hematoma en su dedo índice y dos pequeñas incisiones
superficiales. La escasa sangre que había brotado de esa herida había sido suficiente para
terminar de enajenarme y empujarme a morderle la vena que tenía más cercana... la femoral.
Suspiré y alcé la vista. Bella me miraba con cierta vergüenza.- Se supone que aquí el que muerde
soy yo – bromeé curvando mis labios.

-Era eso o gritar... no sé qué te parecía mejor opción dadas las circunstancias. Ah...-jadeó al
sentir mi boca y mi lengua sobre su mano. Lo hacía para curarle la herida pero su respiración se
estaba agitando y sus latidos golpeaban con fuerza su pecho. Su reacción y el sabor de su piel
hacían que mi erección fuera ya tan dolorosa que no podía esperar a hundirme en ella.

-Si vuelve a suceder prefiero que me muerdas a mí- la tomé de las nalgas y la desplacé más
cerca de mi dureza. Se le escapó un leve suspiro al sentirme tan cerca.

-¿Quieres decir que volverá a suceder?-me miró a través de sus largas pestañas, mordiéndose el
labio inferior.

-Pervertida -murmuré, mordiéndole suavemente un dedo.

-Pervertidor- devolvió en un susurro.

-Si me provocas lo suficiente, y parece que disfrutas con ello, volverá a suceder. Y tú serás la
responsable de las consecuencias – advertí.

Entonces de un solo movimiento la alcé y la coloqué sobre mí; me fui introduciendo en ella
despacio, disfrutando de cada milímetro que avanzaba entre sus abrasadoras paredes. La abracé
por la cintura, disfrutando del tacto de su piel desnuda, tibia y húmeda en contacto con la mía, del
latido de su corazón golpeando mi pecho. Ella se acercó más y, rodeándome el cuello con sus
brazos, reclinó su cabeza con abandono sobre uno de ellos. Repartí besos suaves por toda la
línea de su cuello, inspirando sobre su piel, llenándome de su olor. Bella empezó a moverse
suavemente al sentirme completamente dentro de ella.

-No. No te muevas- pedí con dulzura. Quería frenar el tiempo, quedarme así para siempre, dentro
de ella, abrazado a ella y por ella. Ella gimió levemente protestando y sonreí sobre su piel- Sshhh.
Déjate llevar.

Percibía el sonido del aire y el suave movimiento de su pecho al respirar, y en aquel silencio
podía escuchar la sangre fluyendo bajo su piel. Todo su cuerpo me hablaba y en silencio me
proclamaba su amor. Puse mis manos sobre sus caderas y las mecí con suavidad pero con
firmeza, sintiendo el tormento que sus cada vez más apretadas paredes imponían contra mi
miembro. Ella se dejó llevar dócilmente, su aliento cerca de mi cuello, cada vez más superficial,
cada vez más quejumbroso. La presión en mi vientre me hacía sentir la urgencia de acelerar el
ritmo pero me controlé. Quería más de ella.

-Oh, Edward- casi sollozó.

Ninguna música podía compararse a este sonido, mi alma vibraba cuando ella cantaba su placer.
Deslizó sus manos alrededor de mis hombros, mis brazos, buscando las mías, liberándolas de
sus caderas y entrelazándolas con las suyas. Se irguió y me miró al interior de los ojos,
clavándome sus ojos profundos, húmedos y brillantes de amor y deseo. Con nuestros dedos
entrelazados nos movimos uno con el otro, sincronizadamente.

-¿No decías que nadie podía hacer que bailaras? Estás danzando conmigo- susurré contra su
boca, que se curvó al escucharme. Lamí sus labios entreabiertos y su boca me abrió paso. Mi
lengua y la suya se entrelazaron con dulzura, siguiendo el ritmo de nuestros cuerpos.

-Edward-gimió y se separó de mi boca una fracción de centímetro.- No puedo más. Lo necesito.


-¿El qué necesitas, amor?- la apremié, mientras lamía un punto debajo de su oreja, aquél que la
volvía loca.

-A ti. Más profundo. Más fuerte- se quejó fuertemente.

-¿Y cómo se pide?- la mortifiqué.

-Por favor- casi chirrió su voz mientras contraía el interior de su pelvis contra mi erección.

Liberé sus manos y ella las entrelazó en mi nuca. La tomé de las caderas y me moví
profundizando la invasión de su cuerpo. Ambos gemimos con fuerza. Me sumergí en su mirada
chocolate y ella se perdió en mis ojos, mientras salía y volvía a introducirme en ella, una y otra
vez, aumentando el ritmo. Ella sincronizó sus movimientos con los míos intentando aumentar el
roce pero yo no se lo permitía.

-Voy a hacer que vuelvas a desmayarte, amor- dije, y bajando la cabeza tomé uno de sus
pezones entre mis labios, succionando y mordiendo, lamiendo y rozando.

Ella gemía ya totalmente abandonada a sus sensaciones, echando la cabeza hacia atrás y
cerrando los párpados. Hasta que su cuerpo explotó.

-¡Edward!- gritó, y se arqueó bruscamente hacia atrás, temblando.

Sentí su convulsión en mi miembro y ya no pude controlarme más. Mi orgasmo se liberó y me


golpeó con tanta fuerza que creí que sería yo el que se desmayaría. Me vertí en su interior
abrazándola con fuerza, queriendo fundirme con ella en ese instante íntimo, momento en el cual
ella se convulsionó por segunda vez y me mordió el cuello con fuerza ahogando un segundo grito
sobre mi piel. Las descargas de placer sacudieron nuestros cuerpos una y otra vez,
golpeándonos como las oleadas de un mar embravecido. Cuando la marea se retiró y nuestra
jadeante respiración se calmó acaricié a la mujer que amaba recorriendo su espalda de arriba
abajo. Estaba completamente exhausta, derrumbada sobre mí, y creo que se mantenía erguida
sólo porque yo la sujetaba. Pero noté que aún estaba consciente. Chasqueé la lengua fingiendo
disgusto.

-Vamos a repetirlo, amor. No he conseguido que pierdas la conciencia – murmuré.

-Mmmm.

-Si no me dices que no, lo haré. Ni siquiera he salido de ti y noto que casi vuelvo a estar
preparado- añadí pícaro.

-Mmmm- contestó ella elevando el tono un poco más.

-Vale, en la escala de coma de Glasgow eso es casi equivalente al desmayo- añadí con
petulancia.

Lo cierto es que no había mentido, mi cuerpo estaba ya listo para un segundo asalto y así se lo
demostró. Cuando Bella lo notó toda su astenia desapareció y se irguió bruscamente, mirándome
con los ojos como platos.

-Te lo advertí - hice una mueca como disculpándome. Me moví dispuesto a abandonar su cálido
refugio pero ella me detuvo. Esta vez fui yo quien la miré con los ojos como platos, al tiempo que
ella se mordía el labio inferior.- ¿Eres insaciable?

-No tanto como usted, doctor Cullen- susurró con voz ronca, entrecerrando los párpados.
-Si mañana no puedes caminar no te quejes- la reprendí sonriendo mientras empezaba a
mecerme con su cuerpo, de nuevo.

-Lo prometo- aseveró ella y envolviéndome, me clavó las uñas en la espalda. Suspiré.

BPOV

- Buenos días, amor- sentí los labios de Edward posarse en mi hombro, sus brazos alrededor de
mi cuerpo, una de sus piernas encima las mías y la otra enredada entre mis tobillos.

Mis ojos no me obedecían. Mis músculos se negaban a funcionar, pero existían, porque si no no
me dolerían, pensé con lógica. Sobre todo los de cintura para abajo. La conciencia fue llenando
mi presente, y recordé la noche anterior. Todo. Desde la cena al jacuzzi, pasando por el callejón.
Y el mordisco. Por lo menos esta vez no estaba en un sitio visible, volví a pensar con lógica
aplastante. Estaba tan extenuada que no podía sentir nada más que una tremenda laxitud. Ni
pudor, ni excitación, ni lujuria. ¿Se habría terminado ya mi dosis semanal de esta? A lo mejor ya
no volvía a desear a mi novio hasta dentro de... ¿un par de días?

-Dormilona. No sabía si despertarte, pero creí que querrías aprovechar el domingo para continuar
haciendo turismo- movió una mano y me rozó un pezón con ligereza. De inmediato el interior de
mi pelvis se contrajo de excitación.

Como si él se hubiera dado cuenta sonrió ladeado. Insaciable. Era una adicta sin remedio, y
comprendí que jamás tendría suficiente de él. Cuanto más me daba, más necesitaba. Él era mi
droga. Intenté conectar mi mente racional, que era evidente que tardaba más en despertar que
mis apetitos sexuales. Estaba en Seattle con Edward. Habíamos venido a hacer turismo. Lo
demás podíamos hacerlo en casa... o en cualquier sitio. Vamos, Bella... uno, dos, ¡tres!

Me levanté de la cama de un salto y corrí hacia el baño sin mirar atrás para no dejarme arrastrar
por la tentación.

-¡Turismo!-exclamé. Antes de cerrar la puerta pude escuchar su risa.

-Me ha encantado el Centro de Ciencias, y la exposición sobre Harry Potter estaba muy bien
montada. ¿Te ha gustado?-lo miré.

-Me ha gustado ver cómo disfrutabas- apartó la vista de la carretera y sonrió mirándome. El clima
nos había bendecido de nuevo con tan sólo un leve chubasco y volvíamos a Forks por una
carretera poco transitada y casi seca.

Edward me dejó en mi casa y se marchó a la suya para arreglarse para la fiesta de Anne. Esta
me había amenazado con volverme a llevar de compras si no me presentaba en su casa
engalanada de la cabeza a los pies. Algún día tendría que presentarle a Alice, seguro que harían
buenas migas.

Angela no estaba en casa. Cuando entré en mi habitación encontré una nota sobre la cama
donde me decía que pasaría el día entero fuera con Jake y que llegaría directamente a la fiesta.

Abrí mi armario. Ahora ya no parecía una gran cavidad inútil excavada en la pared sino que tenía
bastante contenido. Como no hacía nada de frío elegí un vestido fino y escotado, de punto en
distintos tonos grises, unas medias a juego y unos zapatos de tacón. Me vestí sin ponerme los
zapatos, bastante iba a tener que sufrirlos en la fiesta como para querer prolongar la tortura. Me
arreglé el cabello, marcando las ondas naturales con la ayuda de la plancha del pelo, y me
maquillé con suavidad.
Me senté en la cama y me incliné para colocarme uno de los zapatos. Cuando levanté la vista vi a
alguien apoyado en el umbral de mi puerta y grité involuntariamente.

-¡Edward! Tienes que dejar de entrar así en mi casa. ¡Podías haberme avisado de que estabas
aquí!- le increpé mientras él reía a carcajada limpia. -¿Quieres que muera de un infarto?-fruncí el
ceño. Mi corazón retumbaba en mi pecho. En un instante lo tenía arrodillado enfrente de mí.

-No digas eso- me reprendió, a veces no toleraba según qué tipo de bromas sobre mi muerte.
Tomó en su mano el zapato que aún no me había puesto y lo encajó delicadamente en mi pie
como si yo fuera una moderna cenicienta y él mi príncipe.

-En serio, no me des estos sustos-observé que llevaba puesta una camisa blanca de lino sin
corbata y un traje gris de tejido fino. Me lo bebí con la mirada, debía ser pecado contemplar tanta
belleza. Advirtiendo mi expresión desplazó las manos hacia arriba por la cara interna de mis
piernas y se detuvo al llegar a las rodillas, separándolas un poco.

-Si aún estás nerviosa conozco una forma de relajarte- era el diablo de la lujuria tentándome. Y
luego la insaciable era yo. Con un esfuerzo sobrehumano decidí que era hora de irnos a casa de
Anne, si llegábamos tarde me asesinaría.

-Sátiro- sonreí mientras le echaba para atrás con un pie apoyado en su hombro. Dio un salto
felino mientras se incorporaba, como si yo por un momento pudiera haberle hecho caer. Sentí una
oleada de deseo como cada vez que le veía hacer esas cosas.

Como cada vez que le veía hacer cualquier cosa, para qué engañarme.

Estaba oscureciendo cuando llegamos a casa de Anne. Edward aparcó en el lugar dispuesto para
ello y me tomó de la cintura. De esta forma nos dirigimos hacia la fiesta. El lugar estaba iluminado
por hileras de bombillas y farolillos de colores distribuidas por encima y alrededor del camino de
entrada, el campo de baloncesto que hacía las veces de pista de baile y el espacioso jardín.
Varias mesas estaban distribuidas en el exterior de la casa, todas surtidas de apetitosos platos.
Desde luego Mónica tenía razón: Anne echaba la casa por la ventana el día de su cumpleaños.
Conforme nos adentramos por el sendero del jardín fuimos saludando a conocidos. Anne y Paul
se acercaron a recibirnos cogidos de la mano.

-Vaya, ya es oficial. Estás fuera del mercado - bromeó Edward.

-Serás jodido, tío. Tú ni siquiera llegaste a entrar en el mercado y ya estás fuera. Dime cómo se
come eso -se burló el anestesista.

-La estaba esperando a ella- Edward sonrió ladeado, mirándome.

-¡Dios, alguien que os traiga un hipoglicemiante, tenéis la glucosa por las nubes!-bromeó Anne,
rodando los ojos. Se la veía feliz.

-Anne, esto está genial- eché un vistazo admirativo a mi alrededor.

-Gracias. Este año aún lo he querido hacer mejor... al fin y al cabo es mi último año de
especialidad. Y está todo previsto: si nos llueve, adentro está todo preparado para recibirnos.

-Por ahí llega Angela -levanté el brazo y agité la mano para saludarla.

En aquel momento entraba por la puerta del jardín mi amiga. Llevaba puesto un vestido color
burdeos y un abrigo negro entallado por encima. Estaba preciosa y, quizá era porque yo lo sabía,
pero me pareció que su cara estaba especialmente resplandeciente. Jake la abrazaba
posesivamente, en su cara una expresión levemente recelosa. O quizá era que yo estaba a la
defensiva con él. Ángela nos vio y tiró de Jake para acercarse a nosotros.

De forma inesperada Edward se deslizó delante de mí y extendió un brazo para impedirme que
me moviera.

-No te muevas, Bella-murmuró tan bajo que apenas pude escucharlo.

Y entonces Jake se abalanzó hacia nosotros.

Este Jake... Nos vemos el lunes, se os quiere.

Buenos días, chicas. Hoy me adelanto un día para que no me llaméis mala ;-), en algún
punto tenía que acabar el capítulo previo... En este veréis qué mosca le ha picado a Jake.
Os advierto de que hay algunos términos médicos, los explico abajo del todo y en mi perfil.

Comentarios sobre el capítulo 31:

Mentxu Masen Cullen, no, no podemos negar que Bella y Edward lo pasan bien, jaja.

audreybaldacci, me encanta que te fascinen, y a mí lo de la sangre también me da morbo,


qué te voy a decir.

Beakis, va a ser que sí... qué vida más complicada la de los protagonistas de fanfic ;-)

Nohemi, Jacob tiene sus motivos aunque yo no esté de acuerdo, ahora los verás...

V. Cullen, yo también escucho esa música muuuuuchas veces. Y te diré un secreto... yo


escribo y la mitad de veces no pienso... hala, toca lemmon. Son ellos los que mandan, soy
una marioneta en sus manos, :D

cp, actualizo lunes y jueves, aunque a veces me adelanto un día, y de momento sólo me he
atrasado unos días en los que FF bloqueó la posibilidad de actualizar. Me alegro de que te
guste la historia, yo también me metí en este mundo de pura casualidad, y aquí estoy...

daniielacullen, Chay Pattinson, Cris Cullen Black, no suelo dejar los capítulos así, sorry ;-),
hoy veréis qué pasó con Jake.

I love Edward, no recordaba lo de fido, jajaja. Reconozco que Amanecer es el libro que
menos me gustó de la saga y sólo lo leí una vez. Un 100! Espero poder superarme ;-)

Nora. Bells, la va a matar a polvos, lo que me reí con esto. No es mala forma de morir.

Lalycullen 2010, me alegro de que te guste la historia, y este Edward tan apasionado... a mí
también me pierde (es un secreto, no lo digas).

salyluna, ¿que soy cruel? Heriste mis sentimientos... que nooo, un poquito mala sí, pero
cruel noooo ;-)

yeraldin23, lo de mudarse no es mala idea, pero Bella no quiere que él se salga con la suya.

PRIGSPE, Jacob se comporta como hace porque tiene la protección de Angela como
prioridad número uno, lo malo para mí no son los motivos sino sus prejuicios.

Aris, bienvenida, amiga. Siento haber robado parte de tu necesario sueño ;-), aunque eso
es todo un piropo para mí, mil gracias por tus palabras. Edward no ha sacado el tema de
los niños, supongo que le da miedo, buena observación has hecho. Si te fijas Bella
también lo rehúye, desde la primera conversación que tienen sobre el tema no vuelve a
sacarlo. No quiere herirlo pero está ahí, entre ellos. Gracias por los piropos a Angela, creo
que es mi personaje favorito... ¡ Y Jake la ama! Aunque se comporte como un
impresentable con nuestros protagonistas... Espero seguir leyéndote por aquí.

Gine (creo que prefieres este nick), me gustó eso de que Bella usó el mejor método para
hacerle cambiar de opinión XD. Sí, fue bastante efectivo. El lenguaje del cuerpo es tan
bueno como el de la palabra.

jhazy-malfoy-patts, bienvenida!

Capítulo 32

BPOV

Edward me apartó detrás de él y me protegió con su cuerpo del avance de Jacob. Este se
abalanzó hacía nosotros y frenó a un centímetro de chocar contra el cuerpo de mi novio, que no
se movió ni un ápice. Quedaron uno frente a otro mirándose cara a cara, pues ambos eran igual
de altos.

¿Qué había pasado? Estaba totalmente confusa y asustada al ver la cara de odio de Jacob,
superior a cualquiera que hubiera visto con anterioridad. Lo cual no era poco.

-¡LO HAS HECHO, PARÁSITO!- gritó en la cara de Edward, su cara la viva imagen del odio.

-Jake, será mejor que te controles- le contestó la voz acerada del vampiro, a quien yo no podía
ver la cara porque aún me mantenía detrás de él. Jamás había escuchado esa entonación helada
y amenazadora en su voz y me recorrió un involuntario temblor.

-¡Eres TÚ quien debería controlarse!- esta vez Jake gritó un poco menos fuerte y dio un paso
atrás, separándose de Edward.

-Jacob- el tono de Edward era suave y helado; miró a nuestro alrededor y eso me impulsó a
imitarle. Me di cuenta de que se había armado un corrillo de invitados, unos mirando con cara de
consternación, otros asustados, algunos simplemente curiosos. Otros asistentes observaban
desde la distancia - Estás preocupando – acentuó esta palabra- a tu novia y estropeando la fiesta
de Anne. Si quieres hablar de algo vamos fuera de aquí.

-No voy a hablar de nada- gruñó el novio de Angela en un tono apenas audible.- Tú - dijo,
apuntando con el índice a Edward y masticando las palabras con rabia- eres el que estás fuera.

-No es algo que debas decidir tú- repuso mi escudo con una serenidad que yo distaba mucho de
sentir.

-Venga ya, Jake, ¿qué os pasa a los dos?- mi amiga agarró el brazo de su pareja instándole a
mirarla pero él no separaba los ojos de los de Edward.

De pronto una idea me iluminó la mente y tuve que luchar para dominar los temblores que me
acometieron. Recordé las palabras de Edward... los quileutes eran capaces de percibir el olor a
vampiro de forma muy intensa; cuando conocieron a la familia Cullen sabían lo que eran, pero
también que olían de forma diferente a otros vampiros por su dieta "vegetariana". Jacob había
olido a Edward... y la dieta de Edward había sido un tanto diferente las últimas 24 horas.
Lo sabe.

-Jake, déjalo ya- salí de detrás de la espalda de Edward.- Yo se lo he permitido - pronuncié con
voz trémula, sintiendo que la sangre huía de mi rostro.

Esperaba que esas palabras calmaran a Jake. Era cierto que el vampiro había tomado sangre
humana, la mía, pero no había sido ningún crimen. Era algo entre nosotros.

-Estás enferma ¿cómo puedes...?- Jake apretó los dientes, mirándome con tanto desprecio que
casi deseé que se me tragara la tierra. Esta vez sentí arder mi rostro.- Me das asco- añadió.

-¡Basta, Jake!- Angela estaba mirándolo horrorizada, como si no lo reconociera.

De forma instantánea Edward salvó la distancia que les separaba con una zancada y levantó a
Jacob por las solapas de la chaqueta. Las puntas de los pies del indio apenas rozaban el suelo.

-Discúlpate con Bella- siseó amenazante, con su rostro a escasos centímetros del de Jacob.

El indio, que tenía el rostro sofocado, intentaba soltarse del agarre de Edward pero no podía.
Paul, Jared y Mike los rodearon instándolos a volver a la calma, pero sin atreverse a tocar a
ninguno de los dos. Y si la expresión de Edward, que me daba la espalda, era lo mitad de
terrorífica que su tono de voz, no me extrañaba.

-Vamos, Ed. Las cosas no se solucionan así- pidió Paul, conciliador.

Y en aquel momento Angela se desplomó.

Ya no vi nada más que a mi amiga completamente desmadejada en el suelo, pálida como una
muerta. Anne y yo dejamos de prestar atención a los hombres y nos arrodillamos a su lado
precipitadamente.

-¡Angela, Angela!-grité dando cachetes a la cara de mi amiga, mientras Anne le tomaba el pulso
en el cuello.- Anne, está embarazada- susurré con un hilo de voz.

-¡Dios! No tiene pulso- gritó Anne con voz deformada por el pánico.

Sentí el hielo circulando por mis venas, y el aire escapó de mi pecho de forma brusca.

Los hombres ya habían reaccionado y nos habían rodeado. Jake, situado en frente de mí, estaba
gritándole a Angela, pero yo no entendía lo que le decía porque sentía un zumbido en mi cabeza.
Paul se había arrodillado en el suelo a mi lado, y tomó el mando.

-¡Llamad a Emergencias! ¡Está en parada cardiorrespiratoria!- gritó al público que nos rodeaba. Vi
de refilón que varias personas tomaban su móvil al mismo tiempo, y también pude ver a Edward
colocado al lado de Jacob, recolocando la cabeza de mi compañera para abrirle la boca con
suavidad.- Empiezo masaje cardiaco. Edward, tú ventila. Jacob, aparta. Estás demasiado
afectado y no ayudarás- ordenó Paul.

-¡Ni se te ocurra tocarla!- chilló Jacob fuera de sí.

Intentó empujar a Edward, pero consiguió el mismo efecto que si hubiera empujado la pared de la
casa, momento que aprovecharon Jared, Mike y Eric, un residente de Urgencias al que no había
visto hasta ahora, para apartarlo a rastras del lado de Angela. Edward acercó su boca a la de mi
amiga e inyectó aire en sus pulmones, al tiempo que Paul desgarraba todos los botones de la
blusa y dejaba su tórax al descubierto, empezando con las compresiones. Yo seguía helada en la
misma posición, observando lo que pasaba con una sensación de irrealidad. Unas manos me
ayudaron a levantarme y me apartaron un poco de la escena. Continuaba con aquella parálisis
cuando escuché desde lejos la voz de Monica.

-Se pondrá bien, se pondrá bien...-repetía como un mantra relajante que no conseguía su efecto
en ninguna de las dos.

-Controlad el tiempo-decía Paul.

-Llevamos dos minutos- contestó Edward.

-Tom,-llamó al residente de anestesia que había a su lado-cambio.

Dar masaje cardiaco era una experiencia estresante y agotadora, y si se conoce a la víctima,
muchísimo peor. No nos faltaban voluntarios para irse turnando. Miré a mi novio, que seguía
sujetando la mandíbula y pinzando con dos dedos la nariz de mi mejor amiga, dándole el "beso
de la vida". Su cara estaba pálida como la de una muerta. De pronto esta idea invadió
completamente mi consciencia y casi no pude respirar. ¿Y si moría? Mis ojos ardieron.

Escuché la sirena de la ambulancia. No sabía cuánto tiempo había pasado, quizá cinco minutos,
pero fueron los más largos de mi vida. El equipo de paramédicos se apostó alrededor de Angela.
Ahora eran ellos los responsables, y Paul les puso al corriente de la situación en escasos
segundos, mientras uno de ellos le colocaba los electrodos del pequeño desfibrilador automático
encima del pecho.

-Está fibrilando-dijo, observando el ritmo del monitor.

-¿Fibrilando?-murmuró Edward, y de pronto me di cuenta de que era él quien me estaba


abrazando y no Monica. Ni siquiera había sido consciente del momento del cambio.

Yo tenía la boca seca y la lengua pegada al paladar, me dolía respirar, pero tampoco me veía
capaz de hablar aunque no hubiera sido así.

El aparato pronunció con su voz fría e inexpresiva, pidiendo que nadie tocara a la paciente, y
disparó una descarga eléctrica directa al corazón de mi amiga. Sentí como una aguja atravesando
el mío cuando vi que el aparato preparaba una nueva descarga. Entonces la primera no había
sido efectiva. ¿Y si no resultaba? De pronto el aire que respiraba pareció tan denso como si
hubiera intentado inhalar agua. Segunda descarga, y de nuevo el cuerpo de Angela se arqueó.

-¡Ha entrado en sinusal! ¡Late!- Gritó el paramédico.

Me sentí tan ligera que casi podría volar. Abracé a Edward y enterré mi cara en su pecho, sin
poder evitar la catarata de lágrimas que desbordaba mis ojos. Sus brazos me aferraban con
fuerza, uno por la cintura y otro por el cuello, como si temiera que de un momento a otro pudiera
desplomarme. Cuando volví a mirar los paramédicos ya habían intubado a Angela y puesto una
via para pasarle la medicación, metiéndola en la ambulancia y llevándosela en un tiempo récord.
Jake se había marchado con ellos.

La sala de espera de la UCI del Hospital Northwest de Seattle era tan fría, estéril y despiadada
como la de cualquier otro. Jake estaba sentado en una esquina, cabizbajo, con los brazos
cruzados sobre el pecho. Cuando nos oyó llegar alzó la cabeza y nos dirigió una mirada
fulminante. Le había pedido a Edward que no estuviera conmigo para no poner más difícil aún la
situación, pero él no había cedido.

-Quiero acompañarte,-me había dicho- no eres familia de Angela, ni te conocen en este hospital
¿Crees que te van a dar información de cómo está ella, así como así? Y creo que Jake no nos la
va a facilitar.

Tuve que darle la razón. Ni siquiera sabíamos cómo localizar a los padres de mi compañera, y en
esos momentos nosotros éramos su única familia. Además, a él sí le conocían y eso facilitaría las
cosas.

Nos sentamos en el extremo opuesto de la sala de espera. Edward tomaba mi mano.

-Maldito seas, Cullen-gruñó Jacob.-Te mataría sólo por haber acercado tus colmillos a la boca de
mi novia.

-No seas gilipollas, Black. Sabes mejor que nadie que el aire que sale de mis pulmones tiene más
oxígeno que el de cualquiera que estuviera allá presente. Sólo pensé en lo mejor para Angela. Y
si fueras un poco racional te darías cuenta-siseó mi novio.

-No me hables de racionalismos. No es racional que un alguien vaya por ahí con un corazón
parado y tú lo haces. Jamás vuelvas a acercar tu boca a mi novia. No, jamás vuelvas a acercarte
a mi novia-Jake masticó las palabras lentamente.

-Es imposible dialogar contigo, Jacob Black, los prejuicios te nublan la mente- suspiró Edward.

Se hizo un denso silencio en la sala de espera que no fue roto hasta que al cabo de una eternidad
la puerta de doble hoja se abrió y salió del recinto un médico de mediana edad que se
directamente se dirigió hacia Jake, quien se puso en pie de inmediato. Por supuesto se conocían,
ya que él trabajaba en aquél hospital. Me acerqué de la mano de Edward, colocándome al lado
del indio enfrente del doctor, y casi pude escuchar su gruñido de advertencia, pero no iba a
quedarme sin saber cómo estaba mi amiga.

-Soy el doctor Laurent Gregory, el adjunto de guardia- dijo, mirándome. Debía ser la única a quien
no conocía. -Jacob- sacudió la cabeza en su dirección- Edward- repitió el gesto-¿sois familia de la
señorita Angela Webber?

-No- dijeron ambos al unísono.

-Esto es muy incómodo... sólo puedo informar a familiares directos. Lo sabéis, son las normas.

-¡Oh, vamos, Laurent, no me jodas con eso!-el adjunto le dirigió una severa mirada.- Disculpa el
lenguaje, pero ¡ella es mi novia y espera un hijo mío! No sé ni dónde está su familia. ¿Pretendes
dejarme así?-protestó.

-Sí, los del traslado ya nos han dicho lo del embarazo. Eh... y ¿vosotros qué relación tenéis con
ella, Edward?

-Es mi amiga y compañera de piso, y él es mi novio- dije rápidamente. El doctor Gregory me miró
con curiosidad.- Soy la doctora –remarqué la palabra y le tendí la mano- Bella Swan.

-Encantado, doctora Swan- me tendió su mano.-Pero usted como médico sabe que sólo puedo
informar a familiares directos o, en su defecto, al doctor Black, que es lo más parecido en este
momento. Claro que si a él da su permiso puedo compartir mi información con ustedes.

-No- repuso Jake secamente, sin dignarse a mirarme. El doctor Gregory no pudo evitar un
respingo ante semejante brusquedad.

Lo miré con los ojos como platos y las lágrimas amenazaron con desbordar mis ojos. El cuerpo de
Edward se tensó como un arco, y su mano presionó la mía. De pronto se relajó.
-Vámonos, Bella. Laurent - hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, despidiéndose de este, y
tiró de mí.

Pero tardó un segundo más de lo prudente, y en ese instante la ira me invadió, sustituyendo a la
intensa pena que sentía en aquél momento.

-Eres un desgraciado, Jacob Black. No te mereces a una mujer como Ángela. Me das asco-
espeté y me marché, girando sobre mis talones.

Jacob no se atrevió a responder, no le interesaba dar el espectáculo. Cuando hubimos


desaparecido de su vista las lágrimas desbordaron mis ojos y empecé a sollozar, no sabía si lo
que más sentía era rabia o dolor. Edward me abrazó y apoyé mi cara en su pecho. Me acariciaba
la cabeza, enredando sus dedos entre mis cabellos con suavidad, y con la otra mano subía y
bajaba por mi espalda, en un movimiento relajante.

-Shh. Ella está bien. Lo he leído en la mente de Laurent- susurró en mi oído.

Mi corazón se aligeró al escucharle.

-¿Qué sabes? Oh, dios, Edward, qué idiota soy, a veces me olvido de tu don - murmuré aliviada,
alzando mi cara para mirar la suya. Me sonrió con dulzura y pasó su dedo pulgar sobre mi piel,
arrastrando con él mis lágrimas.

-Ella está bien -repitió.-No podemos saber cómo está el bebé, pues está de muy poco tiempo de
gestación y aún no se detecta el latido fetal. Le han tomado muestras de beta-HCG en la sangre
para comprobar si los niveles descienden...- hizo una pausa, si la hormona del embarazo bajaba
sus niveles... eso significaría que había abortado.- Por lo demás parece que no ha sufrido
hipoxemia, y su tejido cerebral no da señales de haber resultado dañado. Por eso le han retirado
la sedación y esperan que despierte pronto - añadió.

Era una enorme buena noticia, de hecho era lo más importante de todo, que mi amiga no fuera a
tener secuelas del paro cardiaco que habría sufrido. Porque yo confiaba ciegamente en eso.

-¿Pero qué le ha pasado? ¿Por qué el paro cardiaco? Angela es joven y sana.

-Bella... le han puesto un marcapasos externo, de momento. El cardiólogo está todavía con ella.
Tiene un síndrome del QT prolongado. Seguramente le implantarán un desfibrilador interno.
¿Jamás había tenido un síncope?

-No que yo sepa. ¿Un QT prolongado?- exhalé con fuerza- ¡Joder! ¡Vaya mierda! – negué con la
cabeza.

-Lo importante es que está bien - Edward seguía acariciándome la cabeza. De pronto me separó
un poco de él y me estudió la cara.- Vamos, necesitas tomar algo.

-Edward... ¿crees que el disgusto que se ha llevado Ángela con todo lo que ha pasado ha podido
provocarle esto?- la culpabilidad me pesó sobre la cabeza como una losa.

-Bella, nadie tiene la culpa de nada. No sabíamos que Angela tenía ese problema.- Yo asentí, no
muy convencida. Sabía que el trastorno que padecía Angela podía provocar una arritmia en
cualquier momento sin causa aparente, pero también sabía que las emociones fuertes podían
influir mucho.

Edward me tomó de la cintura y me condujo hasta la salida del hospital. Me dejé hacer sin
protestar, me sentía abrumada por todas las emociones de las últimas horas. Arrastraba los pies,
sintiendo que mis fuerzas empezaban a fallarme. Sin apenas darme cuenta me encontraba
sentada en la mesa de un café cercano al Hospital, ante una humeante taza y un sándwich. Miré
por el cristal. Era de noche, pero ¿qué hora debía ser? Recordé el restaurante de la Aguja.
Parecían haber pasado siglos y tan sólo fue ayer.

-Bebe. Estás tan agotada que dudo que te quite el sueño - instó Edward, acercándome más la
taza.

-¿Tú ofreciéndome café? Debo estar muy mal- sonreí a mi pesar.

-La gente cambia- repuso él curvando los labios.

Le hice caso y tomé un sorbo. El calor penetró mi cuerpo y me hizo sentir mejor casi de
inmediato.

-¿Cuándo crees que podré verla?

-Supongo que cuando despierte de la sedación, mañana por la mañana. Entonces podrá decidir a
quién quiere o no quiere ver.

-Cierto- suspiré con alivio. Una oleada de rabia me invadió cuando recordé el impresentable
comportamiento del novio de mi amiga- ¿Por qué lo ha hecho?-apreté los dientes.

-Por odio, a mí por lo que soy, a ti por estar conmigo. Jamás ha comprendido eso pero estaba
dispuesto a no entrometerse. Ahora, con el embarazo de Ángela está mucho más celoso de su
seguridad. Piensa que estoy descontrolado y que no quiere correr el riesgo de que mi siguiente
víctima sea su novia embarazada- se asió el puente de la nariz y cerró los párpados con fuerza.-
Dios, he hecho muchas cosas de las que me arrepiento pero me horroriza que alguien pueda
llegar a pensar eso de mí. Por otra parte he sido un completo estúpido por no haber caído en que
él se daría cuenta de que había bebido sangre humana.-Suspiró.- He roto el tratado.

-¡No! ¿Qué... deja el tratado en paz! ¡Yo te he dado mi sangre libremente!

-Técnicamente ayer no fue así pero...-se detuvo ante mi mirada furibunda, no quería volver a
discutir los mismos términos.- Escucha, Bella. El pacto con los quileute nos comprometía a
mantener nuestra dieta a base de animales como condición para permanecer en Forks. Vamos a
tener problemas, y aquí se involucra toda mi familia, además de nosotros.

-¿Tu familia?

-Sí... los indios se tomaron nuestro pacto muy en serio, Bella. Si hay la más mínima duda sobre
nuestro "correcto" comportamiento debemos alejarnos de su territorio. Jake le explicará a su
padre, que es uno de los patriarcas de la tribu, lo que ha pasado. Sabiendo el estado de Angela...

-Pero... pero ¿no puede Carlisle hablar con Billy o con quien sea de los quileute y explicar algo
tan obvio como que no es lo mismo robar sangre a un humano que el que este humano decida
entregarla?

-Ay, Bella- suspiró él.- No los conoces. Su punto de vista parte de que no somos muy de fiar,
pueden decir que he usado trucos de vampiro para poder convencerte, cualquier cosa...

-¿Podrías hacer eso?- me terminé el café de un sorbo mientras lo observaba.

-Hace mucho que no uso esos trucos, pero sí, podría intentarlo. Aunque contigo no sé si
funcionaría.
-Mierda. Entonces todo se basa en la confianza o desconfianza. Y con lo que hemos hecho
hemos roto lo primero.

-Exactamente. Espero estar equivocado-bajó la mirada hacia el plato con mi sandwich.-No has
probado la comida.

-No tengo hambre. Si como algo vomitaré.

-Está bien-suspiró.- Vámonos.

-¿A dónde?-ni siquiera me había planteado dónde íbamos a pasar la noche.

-A mi piso -se levantó y me tendió la mano.

-¿Tu piso? ¿Tienes un piso en Seattle y hemos estado en un hotel?-pregunté confusa, mientras
tomaba la mano que me tendía.

-Sí, el hotel es mucho más romántico-me sonrió.

-Edward Cullen, ¿hay más cosas de ti que no sepa?-lo miré con el ceño fruncido mientras
sujetaba la puerta abierta para que yo pasara.

-Sí. Pero lo más importante ya lo sabes -sonó su armoniosa voz detrás de mí.

El piso de Edward estaba cercano al hospital. Me explicó que lo compró como inversión en la
época en que hizo sus estancias en el Infantil y el Northwest. Si no hubiera estado tan hecha
polvo física y psíquicamente habría bromeado sobre el tema y me habría metido con él, pero no
tenía moral ni para eso. Sólo ansiaba meterme en la cama y dormirme entre sus brazos. Mañana
me levantaría pronto e iría al hospital para saber de Ángela. Edward ya había llamado a nuestros
respectivos jefes para pedirles unos días libres, cosa a la que ambos accedieron sin protestar. Al
parecer la noticia de lo que había pasado en la fiesta se había corrido como un reguero de
pólvora y ambos comprendían que quisiéramos estar aquí. Eso me hizo preguntarme cuántas
versiones debían circular entre nuestros compañeros y qué pensarían ellos del enfrentamiento
entre Jacob y Edward.

El ascensor llegó al ático y se abrieron las puertas. Edward abrió la puerta del piso,
franqueándome la entrada. En cuanto entré las luces se encendieron solas, iluminando de forma
cálida la estancia. Eché un vistazo rápido. Aquello tenía el sello de Esme. Decorado con exquisito
gusto, moderno pero acogedor, como la casa Cullen. Sabía por mi novio que ella se dedicaba a
eso, y daba fe de que era muy buena en su trabajo.

-Es precioso, Edward- susurré. Dejé mi bolso en la percha que había en el recibidor y me dirigí al
enorme ventanal que mostraba las luces nocturnas de la ciudad.

-Arriba hay más-explicó poniéndose a mi lado.-Es un dúplex.

-Joder-susurré. Esta vez no bromeó sobre mi falta de vocabulario.

Miré el edificio del hospital y me sentí tremendamente abatida. Comencé a llorar suavemente, sin
sonido ni movimiento. Edward me tomó en brazos, me desnudó con cuidado y me acostó en la
cama. Luego hizo lo mismo, nos cubrió con el edredón y se colocó tras de mí, abrazándome y
amoldando su cuerpo al mío. Y así me dormí.

Las cosas se complican... Por cierto, lo de Angela está basado en algo que le pasó a una
compañera mía... no es inventado. La realidad supera a la ficción, ¿no?
Aquí van las explicaciones prometidas:

Un desfibrilador es un aparato que emite una descarga eléctrica sobre el corazón para conseguir
que este, en paro cardiaco o fibrilación (situación en la que el corazón no late bien y equivale a
paro cardiaco), reactive su ritmo normal. Lo habréis visto en muchas películas, familiarmente se le
llama "la chispa de la vida".

Desfibrilador y video: watch?v=yxJMme_Pw1A (quitad los paréntesis)

Beta HCG: es la hormona producida por el emabarazo, o sea, la que detectan los test de
embarazo.

El síndrome de QT largo (SQTL) es un problema en la transmisión de impulsos eléctricos en el


corazón, puede ser genético o no. Las personas que sufren de SQTL no siempre tienen síntomas.
Cuando hay síntomas, los más comunes son el desmayo y la arritmia cardiaca, a veces
desencadenados por emociones fuertes o ejercicio físico, o simplemente sin desencadenante
conocido. El SQTL puede producir una fibrilación ventricular (arriba he explicado lo que es).

El desfibrilador implantable o interno es un dispositivo que envía una descarga eléctrica al


corazón para restablecer el ritmo normal de los latidos. El dispositivo se implanta debajo de la piel
del pecho o del abdomen y se conecta a cables que se introducen por las venas hasta llegar al
corazón.

Cualquier cosa que no os haya quedado clara no dudéis en preguntarla, ok?

Hasta el jueves, besos!

¡Buenos días! Como siempre, gracias por leerme, por decirme lo que pensáis, y a MJ por
sus consejos.

Seguimos en Seattle... Os quería aclarar que Angela no sabía que tenía ese problema
cardiaco, jamás le había dado ningún síntoma. Hasta ahora.

Sobre vuestros comentarios del capítulo 32:

ISACOBO, me haces sonrojar, chica... una hace lo que puede. Gracias por seguirme.

silviafarro, me alegro de que te siga gustando la historia.

I love Edward, gracias por tus palabras, y es bueno que puedas entender la reacción de
Jacob, aunque no la disculpes (no tiene disculpa, para mí). Mi especialidad?... adivina... sí,
pediatra, XD.

daniielacullen, no quiero torturar a nadie, pero gracias por tu entusiasmo ;-)

Audrey, le vamos a dar un valium a Jake de tu parte, jajaja.

SalyLuna, hoy se despierta Angela, a ver qué nos cuenta. Hoy no seré cruel... creo.

Isa-21, sí, problemillas...

Gine, me encantó lo de disculpa mi francés, jajaja.

Pegn, preguntas, preguntas, profe ;-)


Anaidam, *blushes*, gracias, chica... y lo que me he reído con tu comentario, pero eso ya lo
sabes.

bellaliz, ya te respondí por mp, pero lo digo aquí: Bella no va a embarazarse de otra pareja,
eso va contra mi "religión" ;-)

nohemi, tienes razón. A ver qué dice Angela.

linda-swan y jhazy-malfoy-patts, gracias.

Capítulo 33

BPOV

-Pueden pasar, pero sólo uno de ustedes. Y cinco minutos -remarcó la enfermera de la UCI.

Miré a Edward y él asintió. Me encaminé hacia la puerta de entrada, siguiendo a la adusta


enfermera.

La sala de la UCI tenía un control de enfermería en el centro y alrededor de este se situaban las
habitaciones, sin puerta y acristaladas, de manera que desde el centro de la sala se podía
controlar visualmente a todos los pacientes. Mi amiga ocupaba una cama en uno de aquellos
cubículos. Le habían alzado el cabezal de la cama y estaba con la cabeza vuelta hacia la
ventana, esperándome.

Estaba pálida y lucía unas ojeras oscuras, pero sus ojos brillaban con la luz de siempre cuando
se encontraron con los míos. Me emocioné al verla y la mirada se me volvió borrosa. Parpadeé
varias veces.

-Estoy bien, Bella- sonrió, tranquilizadora. Su voz estaba ligeramente ronca, por efecto de la
intubación. Le besé la frente y me senté a su lado.- Perdona que no te dé un abrazo, pero es que
me tienen atada- levantó un poco los brazos de la cama, mostrándome las vías y monitores que
llevaba colocados.-Un poco exagerados, ¿no?-alzó las cejas y abrió mucho los ojos.

-No sé cómo tienes ganas de bromear, eres increíble-meneé la cabeza, secándome con el índice
la gota que corría por mi mejilla.

-Supongo que porque no recuerdo nada. Me he despertado aquí y me he llevado un susto de


aúpa. Imagina- suspiró.

-¿Qué te ha dicho el médico?- pregunté cautelosa.

-Me ha dicho que no parece que tenga secuelas del... –pareció que se le atragantaba la palabra-
paro, y que tengo un problema del corazón que es solucionable colocándome un aparatito. Y que
sigo embarazada- sonrió ampliamente, contagiándome. Qué cambio había pegado su punto de
vista en dos días.- Oye...-hizo una pausa y se mordió el labio- he visto a Jake esta mañana, y no
me ha querido explicar de qué iba lo que pasó entre él y Edward. No sé qué le ha llevado a
comportarse de esa forma tan horrible, y lo siento mucho, Bella. Le he dicho que no toleraré que
os insulte, y le he exigido una explicación, pero no ha habido manera, se ha cerrado en banda.
Aunque estoy completamente segura de que tú sí sabes algo- me clavó sus ojos oscuros y desvié
la vista hacia el monitor de constantes.

-Eso es algo entre ellos. No te puedo explicar nada- fruncí los labios con determinación. Me
preocupé cuando observé que el ritmo cardiaco y la tensión arterial de mi amiga aumentaban
ligeramente.
-NO es algo entre ellos, Bella, ¿cómo puedes decir eso?-miró un momento por el cristal y bajó el
tono de voz. Me giré. Una enfermera la miraba a ella y al monitor en una silenciosa advertencia -
¿Te parece normal que se lleven tan mal que hasta se insulten y casi lleguen a las manos?
Ninguno de los dos es ese tipo de chico y lo sabes.

-Ang, olvídalo, no servirá de nada que lo sepas- suspiré cansadamente y le tomé una mano,
apretándola suavemente.

-Eso lo decidiré yo. Estoy segura de que tiene algo que ver contigo, siempre han mantenido
distancia entre ellos pero desde que sales con Edward la cosa ha empeorado. Pero no se me
ocurre lo que pueda ser.

Ni en un millón de años se te ocurriría, amiga.

-Angela, ahora preocúpate de estar bien, cariño. Ya hablaremos de eso en otro momento-dije,
para abandonar el tema.- ¿Sabes cuánto tiempo vas a estar aquí en la UCI?

-Me han dicho que seguramente mañana por la mañana me pasarán a la planta. El cardiólogo me
quería colocar un desfibrilador interno pero hace falta anestesia y no quieren hacerlo hasta que
no esté embarazada de más de tres meses. Ya ves, cuando lo hagan tendré un pequeño alien en
mi pecho- compuso una mueca.- Al menos en los aeropuertos me ahorraré la cola para pasar por
el detector de metales.- No pude evitar que se me escapara una sonrisa, a pesar de todo.

-Señoritas, fin de la visita- la enfermera de aspecto adusto se había acercado a nosotras.

-Está bien. Monica y Anne te mandan saludos, tienen guardia pero mañana por la tarde vendrán a
visitarte - me levanté y le di un beso a mi amiga.-Yo volveré mañana por la mañana.

-No hace falta, no quiero que vengas a propósito desde Forks. Dentro de nada estaré en casa- se
le iluminó la cara ante la idea.

-No te preocupes, Edward y yo hemos tomado unos pocos días de vacaciones.

-¿Está fuera?

-Sí, pero sólo han dejado entrar a uno- encogí los hombros.

-Dale las gracias. Sé que él también me ayudó. Le arranqué la confesión a Jacob esta mañana...
al menos eso sí aceptó contármelo -frunció el ceño.

- Lo haré. Mañana nos veremos en la planta- la besé de nuevo en la frente y me despedí.

Edward estaba en la sala de espera. Se levantó en cuanto me vio aparecer.

-Veo que está muy bien para todo lo que ha pasado. Es increíble- negó con la cabeza.

Sonreí; Edward no solía ser admirativo con muchos humanos. Se me ocurrió en aquel momento
que tenía que ser buena señal que él volviera a estar conectado con la mente de Angela.

Nos dirigimos caminando al apartamento de Edward. Él estaba callado, y mi mente divagaba. Se


había hecho un poco tarde. Quizá podíamos ver un poco más de Seattle, y luego cenar en el
precioso apartamento. Una pizza a domicilio, o...

-Tengo algo que decirte - Edward interrumpió mis pensamientos, y había algo en su tono de voz
que no me gustó. Era un matiz cauteloso.
-¿De qué se trata?

-Mis padres están viniendo hacia aquí.

-¿Qué? ¿Cómo?- chirrié. Él suspiró.

-Les llamé esta noche mientras dormías. Se lo he explicado todo.

Enrojecí furiosamente, sabiendo que un detalle tan íntimo de mi relación con Edward era
conocido por cada vez más gente. Maldita sea. Me solté de su agarre y caminé rápido para
separarme de él.

-Supongo que de paso les habrás hecho un croquis sobre las distintas posturas sexuales que
practicamos. A lo mejor ellos nos podrían dar ideas- gruñí en voz baja, sabedora de que me
escuchaba perfectamente.

Apreté los dientes por la explosiva mezcla de ira y humillación que sentía estallar en mi pecho. En
un instante lo tenía de nuevo a mi lado.

-Bella, no saques las cosas de quicio. Si Carlisle y Esme no hablan con Billy y Sue, los patriarcas
de los quileute, y los convencen de que lo que hemos hecho no rompe el tratado, tendré que
abandonar Forks.

-Por dios, Edward, cuando hablas de lo que hemos hecho... lo haces sonar como algo terrible-
estaba reprimiendo las lágrimas.

-¡No! –me detuvo y me sujetó entre sus brazos, pegándome a su pecho sin darme opción a
moverme- No es algo terrible. Es lo más cerca que puedo estar de ti. Sólo me importa no poder
quedarme en Forks por estar cerca de ti, por no alterar tu vida más de lo que ya lo estoy
haciendo. Y porque no quiero que lo que hago perjudique a mi familia.

Su cercanía siempre me alteraba, y aunque lo que decía me llegaba al corazón necesitaba


separarme de él para poder pensar con claridad. Había tenido demasiadas emociones las últimas
horas y necesitaba poner en orden mis ideas con urgencia.

-Déjame, por favor- apenas terminé de pronunciar las palabras y me había soltado. No me atrevía
a mirarle a la cara o no podría pronunciar las siguientes palabras.- Quiero estar sola. No me
sigas.

Terminando de decir esto giré y me dirigí a tomar el primer taxi que pude parar.

EPOV

Me quedé mirando por donde se alejaba el taxi. ¿La seguía? Me había pedido que no lo hiciera.
¿Y si no volvía? ¿Estaría segura ella sola andando por las calles de Seattle? Pronto oscurecería,
y sentí inquietud ¿Y si encontraba que su vida era demasiado complicada por mi culpa y no la
volvía a ver? Sentí una punzada de dolor. Calma, Edward, calma. Me quedé allá clavado como
una estaca durante no sé cuánto tiempo hasta que sonó mi móvil. Miré la pantalla. Jasper a veces
tenía el don de la oportunidad.

-Dime, Jasper- murmuré.

-¿Sucede algo?- inquirió. Él era muy empático pero no hacía falta ser muy perceptivo para
saberlo.

-Nada que deba preocuparte. ¿Por qué llamabas?-soné impaciente. Quería centrarme en el
problema que tenía con Bella.

-Veo que no quieres hablar de ello. Entonces seré breve. Quería decirte que Carlisle nos ha
llamado a toda la familia. Me ha encargado que te dijera que hemos quedado en reunirnos todos
mañana en Seattle. Al fin y al cabo teníamos una reunión familiar dentro de un par de semanas,
sólo se trata de adelantarla.

-¿Sólo? Por dios, Jasper, ¿sabes cómo se pondrá Bella cuando se entere? No, no lo sabes.

-Sí sé. Carlisle nos ha contado de qué va el problema- repuso Jasper tranquilamente.

Me pasé la mano por el pelo, a punto de un ataque de nervios. Hasta ahora estaba acostumbrado
a la falta de intimidad cuando convivía con mi familia, y ellos soportaban estoicamente mi don,
pero ahora veía la situación con la perspectiva de los ojos de Bella, y sofoqué un quejido. ¿Cómo
le podía explicar eso a Bella, habiendo reaccionado tan mal cuando creía que sólo lo sabían mis
padres? Bastante duro había sido para ella sentirse juzgada por Jacob y sentirse absurdamente
culpable de lo que le había pasado a Angela. Ahora nuestras relaciones íntimas eran objeto de
conversación en mi familia y pronto serían motivo de discusión con los indios. Me dieron ganas de
mandarlo todo a la mierda. Sólo quería estar con ella. ¿Por qué tenía que ser tan complicado?

-Jasper, Bella acaba de irse y no sé dónde. No le ha sentado muy bien todo este asunto.

-Puedo entenderlo. ¿Y tú, cómo lo llevas?

-A mí todo me da igual, sólo me importa ella. No sé qué hacer, se ha ido, me ha dejado plantado
en mitad de la calle y me ha dicho que no la siga.

-Creo que deberías ir a buscarla ¿Quieres que te ayude a encontrarla? Si me das su número
rastrearé su móvil. Es fácil. También me sirve el número de su tarjeta visa, en cuanto la use,
claro- sonreí. El tranquilo y sincero Jasper, el complemento ideal para el manojo de nervios que
era Alice.

-No, sólo me faltaba eso para que se sintiera agredida en su intimidad. Pero gracias. Espero
encontrarla yo solo.

-Tus habilidades como rastreador dejan mucho que desear, tío, pero tú mismo. Si me necesitas
házmelo saber.

-Gracias.

Me despedí de él y colgué. Marqué el número de Bella y me saltó el contestador automático.


Apagado. El mensaje estaba claro. Quería que la dejara tranquila. Suspiré y por fin tomé una
decisión.

BPOV

-¿Nos haces una foto, por favor?-me sobresalté y me viré.

Una pareja joven se había acercado a mi lado mientras observaba por el ventanal. El chico me
tendía una cámara.

-Claro que sí- sonreí como pude y tomé la cámara. Mientras enfocaba a la feliz pareja pensé por
qué no podía yo tener una relación normal, como mucha gente, sin tantas... complicaciones.

Con Edward me sentía más viva que en toda mi vida, y estaba segura de que jamás iba a
conocer a un hombre que me hiciera sentir como él, vibrante, completa, seductora, amante y
amada. Pero aún tenía que averiguar si podía pagar el precio de todo eso. Me sentía deprimida y
sin energías, cansada de todo. Miré el paisaje de Seattle desde lo alto de la Aguja espacial y de
pronto me sentí muy sola y muy lejos de casa. Tomé el móvil y lo encendí.

-¿Cariño?

-Hola, mamá.

-¿Estás bien?

-¿Es que necesito estar mal para llamar a mi madre? Sólo quería saber de vosotros. Os... Os
echo de menos- sofoqué las lágrimas que querían escapar de mis ojos.

-¿Estás bien con Edward?-sonó preocupada.

-Sí- hice una pausa.- No. Bueno, estamos bien, pero hemos tenido una discusión.

-Cariño, tómalo por el lado positivo; sin discusiones no se avanza en una pareja. Si no hay
discusiones significa que alguien está cediendo siempre. Lo importante es no dejarse llevar por la
ira, no hacer o decir cosas de las que te arrepientas más tarde.

-Supongo- me mordí la punta del dedo pulgar.

-Cuando os serenéis podéis hablar las cosas con más calma.

Como si esto se fuera a solucionar hablando con calma. Mi madre intentaba ayudarme, pero sin
saber la verdad poco podía hacer. Y si le explicara el verdadero motivo de la disputa pensaría que
me había dado un brote psicótico. Inspiré y exhalé profundamente.

-Bella- continuó mi madre.- Os queréis. Todo lo demás es secundario.

¿Todo, mamá?

-¿Va todo bien por allá?

-Oh, sí, hace muy buen tiempo. Tu padre y yo estamos planificando las vacaciones. Como
siempre, las negociaciones son más duras que las de un convenio sindical, pero estamos
empezando a ponernos de acuerdo en algunos puntos. ¿Vendrás a visitarnos este verano? En un
par de días te quitarías esa palidez y en unos pocos más hasta estarías morenita.

-Mamá, ya sabes que soy resistente a los rayos solares. Mi piel refleja la luz pero no la absorbe -
sonreí al teléfono.- Sí, supongo que iré. Tengo ganas de veros.

-Si no puedes házmelo saber e iremos Charlie y yo- de fondo se escuchó una voz.-Es Bella,
Charlie- ahora un gruñido de fondo- Dice que si no vienes a vernos irá a buscarte y te traerá para
acá.-Más gruñidos.- Y que te puedes traer al paliducho de tu novio pero que dormiréis en
habitaciones separadas.

-¡Mamá! Dile a papá que ya no soy una niña - protesté.

-Hija, estaba bromeando- tomó mi padre el teléfono.- ¿Es que ya no tienes sentido del humor?
Aunque no me niegues que a tu chico le hace falta una sesión de rayos UVA.

¿Charlie bromeando? Si no me hubiera pillado desprevenida habría pillado la broma. Quizá


estaba un poco a la defensiva en lo que a mi intimidad se refería.
-Oye- continuó- el otro día me encontré con María y su marido. Me dio recuerdos para ti, y dice
que espera verte en verano.

-Ya. Si la vuelves a ver le das recuerdos también, no he hablado con ella hace tiempo.

Charlé un poco más con mis padres y colgué. Ahora me sentía peor que antes. María había sido
mi mejor amiga hasta que se había casado. Desde que estaba en USA no había recibido ni una
sola llamada suya. De hecho desde que estaba en USA las únicas llamadas regulares habían
sido de mis padres, con la excepción de alguna llamada ocasional de una amiga del hospital o de
la facultad. Estaba perdiendo el contacto con mi pasado. ¿Quería eso?

Me sentía como siempre, como si dos mundos tiraran de mí en direcciones opuestas. Apoyé la
frente contra el frío cristal y los antebrazos en la barandilla del ventanal, sintiendo mi pecho
pesado. Afuera ya había oscurecido y a mi alrededor había cada vez menos turistas. Miré hacia
abajo, observando las luces del tráfico callejero. Pensé en Angela, en Edward... Edward. Tenía
que llamarle, estaría preocupado.

De pronto sentí mi vello erizarse y supe con seguridad que él estaba aquí. Miré hacia arriba y vi
su reflejo en el cristal, detrás de mí.

-¿Cómo me has encontrado?- le pregunté a su reflejo.

-No lo sé. He pensado que estarías aquí. ¿Quieres que me vaya? - pronunció su aterciopelada
voz.

Se acercó tanto que percibí su aroma. Inspirarlo alivió inmediatamente el peso en mi corazón.

-No...

Me giré y levanté la cabeza para encontrar sus iris color miel. Entonces me fijé en que tenía un
paquete en la mano. Él siguió la dirección de mis ojos.

-Es una tontería... se me ha ocurrido que a lo mejor te apetecía- dijo tímidamente, y me lo tendió.

-¿Qué es?- tomé el paquete y leí las palabras del envoltorio; durante un breve instante no
comprendí pero al final reí entre dientes.- ¿Es lo que me imagino? –El asintió con cara de niño
inocente.

-El otro día te quedaste sin postre por mi culpa. No podía hacer otra cosa que solucionarlo- siguió
mirándome con aquella cara de no haber roto un plato.

-Teóricamente la culpa fue mía, o eso dijiste- me sonrojé por el recuerdo.

-Dejémoslo en culpa compartida.- Dudó un instante- Bella, antes de nada he de darte otra noticia
no muy agradable-se detuvo, esperando.

-Adelante.

-Va a venir toda mi familia, se ha adelantado la reunión que estaba prevista para dentro de dos
semanas. Y...-frunció el ceño y me miró con culpabilidad- parece que todos saben lo del problema
con los indios.

Me eché para atrás, chocando contra el cristal. Abrí la boca y la cerré, porque no sabía ni que
decir. Enrojecí por enésima vez.

-¿Qué pensarán de mí? ¿Era necesario que lo supieran?


-Lo siento- negó- digamos que en mi familia no hay mucho espacio para la intimidad. Tendré que
hablar con ellos, Bella. Escucha... vámonos de aquí, a otro lugar, nosotros dos solos. No tienes
por qué aguantar que ni Jacob ni nadie te insulte.

-¿Y tu familia?

-Tú eres lo primero. No tienes por qué verles si eso te incomoda. Lo siento -repitió.- Dime qué
puedo hacer para que te sientas mejor- sus ojos brillaban con un anhelo irresistible.

Lo pensé durante un momento. Mirando al hombre, al ser que tenía ante mí, de pronto lo tuve
todo claro. No tenía absolutamente nada de que avergonzarme. Lo amaba profundamente y le
había entregado mi cuerpo por completo. Y casi toda mi alma. No había nada malo en ello, ni
nada por lo que avergonzarse.

-Llévame a tu casa.

-¿Vienes conmigo?- el ámbar de sus ojos brilló y sentí la casi irrefrenable necesidad de echarme
en sus brazos.

-Sí, vamos a casa.

Hasta el lunes... aunque a una hora un poco más tarde de lo normal, me voy de viaje este fin de
semana.

Gracias por seguir la historia y por vuestros comentarios. Besos a todas.

Buenas tardes. Aquí os traigo el de hoy. Gracias por darme vuestras opiniones, y espero
seguir manteniendo vuestro interés. Probablemente recibáis dos mensajes de capítulo
nuevo, pero he preferido editar y reenviar porque hay gente que no ha recibido ningún
aviso, no sé por qué.

El capítulo de hoy va dedicado a Sira, por haberme inspirado la primera parte de él... sigue
inspirándome cosas así, amiga XD.

Gracias como siempre a Maria José por leer esto antes y criticar con cariño (porque es con
cariño, ¿no? :-P).

Comentarios sobre el capítulo 33:

Gracias Mentxu Masen cullen, Bellaliz, Isa-21, SalyLuna, I love Edward, daniielacullen,
yeraldin 23, v. cullen por vuestro tiempo y vuestros comentarios.

nohemi: buena pregunta. Jacob aún no es un lobo, así que no podemos hablar de
imprimación. Pero sí, él debería decirle algo a Angela, totalmente de acuerdo contigo.

silvers draco: bienvenida, te agradezco mucho tu exhaustivo comentario. Estoy intentando


que dentro de la fantasía los personajes sean creíbles, si te parece que de momento lo
estoy consiguiendo eso es un gran piropo para mí. Lo de Alice sí fue una libertad que me
di (como otras más ;-)) pero me venía bien para la historia (razón principal) y lo encontraba
coherente con el resto del relato (el escudo de Bella... ¿por qué no puede bloquear también
los dones de Alice? Digo yo...).

Pegn: no te me estreses, profe, jajjaa. En serio, cada una de las discusiones que tienen no
son para haceros sufrir, creo que al revés, los acercan más.
Anaidam, siempre me haces reir... aguda y divertida, eres demasiado, nena.

Gine, de acuerdo contigo y no sabes cuánto: si se guía con el corazón tomará las
decisiones correctas. Pero no todo el mundo piensa igual.

Paola Cullen, cuida de tus uñas, mujer ;-).

LadyArwen: ¿quién ha dicho que seas una negada escribiendo comentarios? ;-)
Bienvenida y gracias, amiga.

Bueno, ya sabéis, no tengo derechos sobre Twilight pero sí sobre esta historia, y todo eso.

Capítulo 34

-Oh, por dios, esto está tan bueno que debe ser pecado -exclamé entusiasta mientras me metía la
cuchara en la boca.

Estaba sentada frente a la mesa de la enorme cocina. ¿Para qué querían una cocina tan grande
unos vampiros? Es lo mismo que pensé cuando vi la de la casa Cullen. Edward estaba a mi lado
y su expresión era tranquila, sus ojos permanecían claros, aunque viajaban del pastel a mi boca
con cada una de las cucharadas que daba.

-¿Cuál era tu comida favorita cuando eras humano?

-No recuerdo bien. Pero seguro que no era el pastel de chocolate- sonrió torcido y mi corazón
respondió con unos cuantos latidos de más.

-Es uno de mis dos sabores favoritos- me sonrojé y seguí mirando el pastel.

Sentí el peso de su mirada y alcé los ojos. Me miraba con intensidad, acariciándose el labio
inferior con el índice, pero no había cambios en sus iris. Tomé otra cucharada del postre y la dirigí
hacia mi boca. Su mano me detuvo sin que ni siquiera la hubiera visto venir.

-Déjame probar- pidió suavemente. Demasiado suavemente. Mi vello se erizó de anticipación.

Tomó la cuchara de mi mano con delicadeza y se la acercó a la boca. Probó el dulce con la punta
de la lengua, y lo observé hipnotizada. Me clavó la mirada dorada y, sin dejar de observarme, me
acercó con cuidado la cuchara a la boca, que abrí de forma automática. El sabor dulce se fundió
con mi lengua, en mi garganta. Entonces Edward partió un pedazo del pastel con ayuda de la
cucharilla y lo tomó entre dos dedos, acercándolo a mis labios con cuidado. Tragué en seco al ver
ese gesto. Edward y chocolate. Mis dos sabores favoritos para tomar al mismo tiempo. Metí sus
dedos en mi boca y, cerrando los párpados, lamí y chupé a conciencia, pasando mi lengua por
todo el contorno de su piel hasta que sólo noté su sabor en mi lengua. Abrí los ojos y esta vez su
expresión provocó una contracción casi dolorosa en mis entrañas. Su rostro de ángel lucía ahora
una máscara de pura lujuria y sus ojos eran azabache ardiente. De pronto sentí que el aire se
movía a mi alrededor y me vi sentada en la fría encimera de la cocina, con las piernas pegadas a
las caderas de Edward. Apoyaba sus brazos a cada lado de mi cuerpo, rodeándome,
encerrándome, sonriendo como un cazador que acaba de atrapar a su presa.

-Odio que hagas eso -puse las manos contra su pecho pero no hice esfuerzos por apartarle. Lo
miré de hito en hito, intentando controlar mi respiración.

-¿El qué? -preguntó, su sedosa voz teñida de infinita y falsa inocencia.

-Manejarme de esa forma, como... como si fuera una muñeca de trapo.


-¿En serio lo odias?-sonrió malicioso y una de sus manos ascendió entre mis muslos, rozándome
apenas la piel. Mi traidor cuerpo respondió al instante.

-Ajá- no pude articular más.

-¿Y por qué te noto así si lo odias? -murmuró al tiempo que rozaba mis literalmente empapadas
braguitas. Ahogué un jadeo.

-Es una reacción fisiológica involuntaria, deberías saberlo, doctor -contesté con dificultad.

-¿Y esto?-sentí su labios sobre mi cuello. Mi pulso golpeaba furiosamente contra la pared de mis
arterias y percibí sobre mi piel su sonrisa.

-In...voluntario-contesté en un hilo de voz, manteniendo las palmas de mis manos contra su duro
pecho.

-¿Y esa respiración?-susurró a pocos milímetros de mi boca mientras uno de sus largos dedos se
abría paso entre mis pliegues.

-Lo...mismo-musité ya sin aliento.

-Ya... pues adoro esas reacciones involuntarias... como ésta- susurró rozándome apenas un
pezón, duro hasta lo imposible. Todo su cuerpo transpiraba deseo y sentí arder la sangre en mis
venas- Voy a ver si descubro unas cuantas más. Tenemos algo pendiente en una encimera,
¿recuerdas? -su voz era ronca, sensual. Su dedo se retorcía en mi interior, provocándome
deliciosos espasmos.

-Eso... es en... mi casa -no iba a rendirme sin luchar.

Lo deseaba, oh, sí, y tanto que lo deseaba, cada poro de mi piel le llamaba, cada célula de mi
cuerpo le necesitaba, pero una parte de mí quería ponerle las cosas un poco difíciles. Luchar.
Sólo un poquito.

-No me gusta dejar cosas pendientes. Dios, estás tan mojada, amor... no puedo esperar a estar
dentro de ti - se inclinó y en un instante me había despojado de mis braguitas. Escuché el sonido
de la cremallera de su pantalón y con un solo movimiento se hundió en mi interior.

Un quejido escapó de lo más profundo de mi pecho. Bandera blanca. Si no puedes con tu


enemigo únete a él. Rodeé su cuello con mis brazos, y mis tobillos se cruzaron tras su cuerpo
pegándose a sus nalgas, acercándolo más todavía a mí. Profundamente.

-Más.

-¿Eso ha sido una palabra involuntaria?-susurró burlón retirándose un poco. Maldito vampiro.

-Más. Fuerte. Ahora. Son tres. - entrelazada con su cuerpo, me adherí a él. La sensación de estar
completamente llena era embriagadora. Volvió a retirarse casi completamente y me quejé por el
vacío.

-¿Lo quieres duro?- no esperó mi respuesta y me agarró ambas nalgas, invadiéndome con fuerza
de nuevo.-Quiero oírte gritar de placer, cariño.

Asaltó mi boca con un beso hambriento, necesitado, voraz. Embistió enérgicamente una, otra vez,
devorando mis gemidos, que eran cada vez más fuertes. Una de sus manos se deslizó entre los
dos, acariciando mi hinchado clítoris. Mi vientre se contraía, todas mis percepciones concentradas
en aquella zona, hasta que sin previo aviso el nudo estalló. El placer se expandió tensando todo
mi cuerpo, mis terminaciones nerviosas vibrando al mismo tiempo.

Grité aferrándome a él mientras sentía mi liberación. Un rugido profundo hizo vibrar mi pecho
cuando los ecos de su orgasmo me alcanzaron.

Nos quedamos abrazados durante unos minutos, recuperando la respiración. Por lo menos yo.

-¿Esto último también ha sido involuntario?-rozó mis labios con los suyos.

-Totalmente -reí, y su boca me envolvió en un tierno beso.

El sol ya debía estar alto y la luz del día entraba con fuerza por la ventana del dormitorio cuando
me desperté al día siguiente. Me desperecé y vi que Edward no estaba a mi lado en la gran cama
de matrimonio donde habíamos pasado la noche desnudos el uno en brazos del otro. Me puse la
bata y fui a meterme en el cuarto de baño cuando un ruido en el piso de abajo me detuvo. Me
quedé congelada. Ya no estábamos solos. La familia Cullen al completo estaba fuera de las
protectoras puertas de la habitación. Y no había escaleras de incendio ni nada parecido por
donde huir.

Tonta Bella, sólo son unos cuantos vampiros. Que saben que no te importa compartir tu valiosa
sangre con uno de ellos.

Me había quedado congelada con la mano aferrando el pomo de la puerta del baño. No estaba
preparada. No. Tuve un ataque de pánico como el que me dio cuando de pequeña tenía que salir
en una obra de teatro y eché un vistazo a través de la cortina a todo el público que había en la
sala. Tragué saliva. Casi salté sobre mis pies cuando llamaron a la puerta.

-Bella- Edward entró y cerró tras de sí. Ya estaba vestido, una camiseta negra de cuello en pico
suelta sobre los vaqueros desgastados que, sin ser ajustados, marcaban sus caderas y piernas
de una forma ilícita. Si no hubiera estado al borde de la catatonia me habría alterado mucho al
verle así, pero no podía alterarme mucho más.

-Bella- repitió plantado ante mí, su expresión una mezcla a partes iguales de preocupación y
diversión- mi familia está aquí... han llegado esta noche y he ido a recibirlos. Quería dejarte un
rato a solas para que te vistieras sin prisas pero abajo están preocupados por tu ritmo cardiaco.

Yo seguía allá plantada, con la mano en el pomo de la puerta, mirándolo estúpidamente.

-Isabella Swan, reacciona. Estoy empezando a preocuparme -me tomó la cara entre ambas
manos. Ahora la ansiedad ganaba a la diversión en su expresión. En aquel momento llamaron a
la puerta, y Alice y Rosalie entraron sin esperar respuesta.

-Vamos, hermanito. Lárgate, esto es cosa nuestra -afirmó Alice, al tiempo que señalaba con el
pulgar por encima de su hombro.

Ella y Rose me flanquearon y se metieron conmigo en el baño, cerrando la puerta en la cara de


mi novio, cuyos reflejos vampíricos no le habían preparado para el ataque de sus hermanas.
Pude escuchar un bufido al otro lado de la puerta.

-Bella, si me necesitas sólo llámame-escuché la voz de Edward al otro lado de la puerta y luego el
sonido de un portazo.

-Vamos, chica, ¿qué te pasa? Ya nos conoces a casi todos. Y te aseguro que Jasper no se come
a nadie. - Rose colocó sus manos sobre mis hombros y me miró con ojos afectuosos.

-No, ya hace mucho tiempo que no hace eso - declaró Alice con solemnidad. Rosalie le dirigió
una mirada asesina.-Perdona, cariño, sólo era una pequeña broma- me abrazó efusivamente.-
Entiendo que no es el momento. Eh, sólo es una pequeña reunión familiar. Mira, te dejo aquí con
Rosalie y voy a buscar algo para vestirte. -Sus ojos chispeantes me pidieron permiso y asentí. No
sería capaz ni de elegir por mí misma algo que ponerme.

Rosalie me tomó del brazo y me sentó en un taburete que había en el baño, sentándose ella
misma en el borde de la bañera.

-Bella, no estarás así por nosotros -me miró con tanto afecto y preocupación que me forcé a
reaccionar. Medí bien mis palabras, sabiendo que lo más seguro es que fueran escuchadas
también en el piso inferior.

-Supongo que es un poco de todo. Hasta ahora no había estado con todos vosotros juntos, y si ya
impone la familia política imagina en vuestro caso. Además... –me sonrojé- todos sabéis que es lo
que ha forzado esta reunión.

-Lo único que ha forzado esta reunión es la cabezonería de Jacob y la desconfianza que nos
tiene. Lo que tú y Edward hagáis en privado a él no le va ni le viene.

-¿Y tú qué piensas?- pregunté tímidamente.

-No es importante lo que yo piense. Métetelo en la cabeza, cuñada- sonrió al decir la palabra. –
Pero si de veras quieres saberlo, te diré que me parece muy, muy... sexy.

-¿Sexy?

-Ajá- bajó muchísimo el tono de voz, convirtiéndose en apenas un suspiro, tanto que tuve que
acercarme más para escucharla.- Ya tengo a Emmet y es el amor de mi vida, pero si amara a un
humano y este me ofreciera su sangre... –puso los ojos en blanco- Piensa que los vampiros
disfrutamos como locos sólo con dos cosas: la sangre y el sexo. Por eso después de irnos de
caza estamos tan salidos- rió.- Tú se lo das todo a Edward. Guau.-me miró con intensidad.

Me sonrojé hasta la raíz del cabello. Estaba bien que Rose fuera sincera, pero por un momento
sus ojos se habían oscurecido y eso no contribuía a mi calma, precisamente.

-¿Pensarán todos lo mismo?

-No sabría decirte, pero diría que sí. Pregúntaselo a Edward, a estas alturas ya se habrá hecho
una idea de lo que pasa por las cabezas de todos los presentes- sonrió con expresión de fastidio.-
La suerte que tienes de ser opaca para él. Eres su mujer ideal...

Alice irrumpió en el baño interrumpiendo la conversación. Llevaba en una mano una percha con
un vestido, y en la otra un conjunto de ropa interior. Fruncí el ceño.

-Alice, eso no es mío -miré confusa aquella preciosa prenda.

El día anterior había comprado algo de ropa informal y algunas mudas de ropa interior en un
centro comercial cercano al hospital, ya que lógicamente había venido sin nada de equipaje
desde Forks.

-Es un regalo para ti. Me gustaría que lo llevaras -sonrió espectacularmente. Antes de que
pudiera decir nada levantó la mano para detenerme.- Bella, Edward me dijo que tienes un
problema con los regalos. Esto lo he hecho yo misma en mi taller, no me ha costado nada más
que un poco de tiempo. Y ya sabes que no duermo, así que tiempo tengo de sobras.

-Pero... –me detuve y suspiré. No podía rechazar un regalo tan gentil.- No tenías que haberte
molestado, Alice. Muchas gracias –parpadeé repetidas veces, emocionada.

-La verdad es que siempre siento la necesidad de disculparme contigo por lo borde que fui la
primera vez que nos vimos.

-Ya lo has hecho. Diez veces o veinte, Alice-repuse tomando el vestido de sus manos y mirándolo
apreciativamente.-Y quiero puntualizar que no tengo problema con los regalos, sino con no poder
corresponder adecuadamente a ellos. La gente normal no va regalando coches de lujo por ahí, y
si a alguien le pasa eso debería ir al psiquiatra a que le trataran ese desorden compulsivo -
pronuncié en un tono de voz más alto, para que ese "alguien" captara correctamente el mensaje.

Alice y Rosalie rieron. Moví la cabeza, recordando la discusión con Edward cuando se empeñó en
comprarme un coche, y no uno cualquiera sino un Volvo s80 que costaba cerca de 70.000
dólares. Le juré que si lo compraba sin mi permiso no iba a subirme a él ni de acompañante y al
final se rindió, no sin antes renegar de forma repetida contra mi testarudez.

-Es diseño original mío, compuesto cien por cien de tejido de cultivo biológico, y todos los tratos
comerciales para obtener la prenda siguen el sistema de comercio justo- sonrió orgullosa.

-Es demasiado bonito para llevarlo ahora, Alice. Más tarde voy al hospital a visitar a Angela.-
Entonces ella hizo "aquello". Compuso un puchero en su hermosa carita de duendecillo que me
hizo reír.-Vale, vale, pero recuérdame que no te vuelva a mirar cuando pongas esa cara, con ella
podrías conseguir cualquier cosa de mí.

-Bueno es saberlo-arqueó ambas cejas.-Ah, viene con zapatos a juego.

Ahora ya qué le iba a decir... se retiraron del baño y me dejaron intimidad para asearme y
vestirme. Cuando estuve preparada salí a la habitación y para mi sorpresa mis cuñadas habían
desaparecido, siendo sustituidas por mi novio, quien en este momento me estaba devorando con
los ojos.

-Conque tengo un desorden compulsivo.

-Sí, obsesivo compulsivo - le desafié con la mirada, alzando el mentón, aunque mi corazón estaba
volviendo a sufrir taquicardia... pero esta vez por otro motivo.

-El único desorden obsesivo que padezco se llama Isabella Swan... Estás radiante. Me parece
que voy a mandar a mi familia a la calle y voy a asegurar la puerta del piso para que no vuelvan a
entrar- dio un paso hacia mí.

-¡Si haces eso la tiraré al suelo!-escuché gritar a Emmet desde el piso inferior.

Vale, cero intimidad a partir de ya. Métetelo en la cabeza, Swan.

-Bienvenida a la falta de intimidad, Bella -resopló Edward, haciéndose eco de mis pensamientos.-
Bajemos antes de que Emmet suba y te cargue sobre su hombro en plan troglodita. Si no lo ha
hecho ya es porque Rosalie lo tiene amenazado, ya sabes lo efectiva que es- sonrió mientras me
tendía el brazo.

Enrosqué su codo con el mío y salí por la puerta. Las piernas me temblaban un poco pero las
ignoré. Más o menos.

Cuando llegué al salón me encontré con la familia Cullen al completo como si posaran para una
postal de navidad. Carlisle y Esme estaban sentados en el sofá cogidos de la mano, Rosalie y
Emmet de pie junto a la chimenea, y Alice sentada en el reposabrazos del sofá. De pie a su lado
un rubio impresionante me miraba y sonreía ampliamente. Edward me condujo hasta él.

-Bella, este es Jasper- nos presentó y nos dimos un apretón de manos mientras cada uno
estudiaba al otro. Era francamente guapo, como todos los Cullen, alto, rubio, mirada color miel...
Y una sonrisa que desarmaba a cualquiera.

-Me alegro de conocerte por fin, Bella-dijo, y me sorprendió plantándome un beso en cada mejilla.

-Es un placer. Hace tiempo que quería darte las gracias en persona por ayudarme con lo de
Daniel.

-Lamento no ser más útil con eso. Tengo mis teorías, pero luego te las explicaré- su voz
perfectamente modulada y su expresión calma tenían un efecto profundamente relajante. ¿Podría
ser el único Cullen a cuyo don no fuera inmune?

Parecía que hoy era transparente, porque como si hubiera leído mi pensamiento Alice contestó.

-Está claro que también eres inmune al don de Jasper, porque cuando hemos escuchado el
galope de tu corazón ha intentado calmarte, pero no ha habido manera.

¿No? Entonces simplemente se podía decir una cosa. Jasper era de esas personas que podían
caerme bien a simple vista. Muy bien.

Me acerqué a saludar a los demás y todos me dieron dos besos, cosa que agradecí porque sabía
que ellos normalmente no eran nada efusivos con los humanos, pero con ese gesto me estaban
mostrando que podía confiar en ellos. Me senté en el otro sofá enfrente de Esme y Carlisle al lado
de Edward, quien tomó mi mano tranquilizándome. No los había visto desde la noche en que me
rescataron en la carretera.

-¿Cómo está tu amiga, Bella? Edward nos ha explicado que ha podido hablar contigo -inquirió
Carlisle.

-Oh, se encuentra muy bien- sonreí y les puse en antecedentes sobre el estado de Ángela.-
Probablemente esta tarde la pasen ya a la planta- terminé.

-Está en buenas manos, Bella, conozco al jefe de cardiología del hospital y son gente muy
competente -me tranquilizó Carlisle.- El único problema es que está embarazada y no querrán
colocarle el desfibrilador interno hasta que no esté de tres meses. Pero una vez lo hagan y
siguiendo los adecuados controles podrá estar tranquila.

-Sí, eso mismo me dijo ella, que de momento no se lo iban a poder colocar- de repente se me
ocurrió algo que no había pensado. Si había riesgo, aunque fuera ínfimo, de que lo sucedido se
repitiera hasta que no se hiciera la intervención definitiva... ¿qué iba a pasar?

-Bella- Esme me sacó de mis divagaciones,- queremos que sepas que lamentamos mucho estar
aquí por el motivo que estamos. Creo que hablo por todos cuando te digo que no te sientas mal
por lo que ha pasado. Es triste que un acto de amor se manipule para convertirlo en motivo de
ofensa y escándalo.- Esme habló con serenidad y autoridad y todos asintieron. En aquel
momento me pregunté a qué narices había esperado tanto para reunirme con ellos.

-Gracias, Esme. No te imaginas lo que significan esas palabras para mí, después de lo del
domingo.

-La reunión con Billy y Sue es esta tarde. Ellos actúan como representantes de los indios y Esme
y yo hablaremos por nuestra familia. Pero hemos querido reunirnos todos para mostraros a
Edward y a ti nuestro apoyo -explicó Carlisle.- Aunque tengo que decir que cuando me enteré de
que Edward había bebido de tu sangre lo primero que hice fue montar en cólera, así que lo
admito: no espero grandes cosas de esta reunión. Pensé que mi hijo se había trastornado. Por
teléfono le llamé egoísta, imprudente y cosas peores. Fue Esme quien me hizo entrar en razón.
En mis más de tres siglos no he sabido de ninguna relación como la vuestra. No podía saber qué
pasaría y pensaba que Edward tampoco y eso fue lo que me enfureció. Pero parece que vosotros
dos os habéis dejado llevar por un instinto que supera mis conocimientos, y habéis confiado
plenamente el uno en el otro.

Miré a Esme. Su aspecto era el de una mujer en la treintena pero me sonreía con un cariño tan
maternal que Renée se habría puesto un poco celosa. Me sentí agradecida por su forma de
proteger la relación de Edward conmigo. Y tenían razón. Mi confianza en Edward iba más allá de
lo racional, era algo completamente instintivo, y por lo tanto su fuerza era inexplicable en
palabras.

Y, de nuevo, me pareció que todos mis pensamientos y sentimientos eran captados.

-Ya sé que te lo habrán dicho antes, Bella, pero no te imaginas lo feliz que soy, que somos todos,
viendo a Edward tan radiante -miró a su hijo adoptivo con calidez infinita.- Eres lo mejor que le ha
podido pasar.- Pensé en las dudas que tenía sobre mi transformación en vampira y Esme
continuó, dejándome literalmente alucinada.- Y aunque no estés decidida aún a dar el paso para
ser una de nosotros no te sientas agobiada, cuando sea el momento tomarás la decisión
correcta.- Pensé que Esme tenía muy claro cuál sería esa decisión o no apoyaría con tanto
ahínco nuestra relación.

Edward carraspeó.

-Mamá, tema tabú, ya te lo dije- la reprendió Edward con suavidad.- Lo siento Bella - dijo
ansiosamente, observando mi expresión.

-No... Tranquilo. De hecho lo que me pasa es que parece que todo el mundo aquí lee mis
pensamientos- contesté con los ojos muy abiertos. Todos sonrieron abiertamente excepto Emmet,
que soltó una risotada.

-Edward no está tan acostumbrado como nosotros a leer el lenguaje corporal por su don, que le
ha atrofiado la percepción de las expresiones del cuerpo humano, Bella. Pero el resto de
vampiros que no compartimos el don de leer la mente podemos estudiar una cara y un cuerpo
humanos con bastante acierto-explicó el grandullón de los Cullen.-Y tú además eres transparente
como el cristal, cuñadita. No juegues nunca al póker.

-Vaya-repuse, sin más palabras.

El resto de la reunión transcurrió de forma mucho más agradable de lo que había imaginado en
mis fantasías más optimistas. De forma natural fui hablando con cada uno de los Cullen, mientras
los demás se ponían al día entre ellos. No era como comer juntos. Era mejor, porque en ese caso
me habría encontrado comiendo sola con todos observándome. Parecía un baile, donde todos
íbamos cambiando de pareja cada x tiempo, disfrutando de la compañía de todos.

En un momento dado me encontré sentada en uno de los sofás con Jasper a mi lado y Alice a su
lado en el reposabrazos.

-Como te habrá explicado Edward, sabemos que Jane Smith es un nombre falso, puesto que los
datos personales de esa persona y de su hijo "nacen" en Forks. La gente no va por ahí
cambiando de identidad porque sí. Mi teoría es que esa mujer trastornada debió haber cometido
algún delito y escapó hasta aquí, quizá cambió de país. Cuando volvió a delinquir y se sintió
sorprendida por ti huyó. Por lo que he leído de ese tipo de problema psiquiátrico es bastante
probable que el delito que cometió estuviera relacionado con lo mismo. Pero además esa mujer
es inteligente y sabe esconderse. Puede que también padezca algún tipo de trastorno de la
personalidad.

Me estremecí al escuchar a Jasper, quizá la madre de Daniel era ya culpable de un delito grave,
quizá incluso de asesinato. Jasper me miraba atentamente con ojos cálidos, e intenté centrarme
en la información que me estaba proporcionando.

-Puede que tengas razón. Su acento no era de la zona, aunque no sabría decir si era inglés no
americano. Podría ser...-repuse, pensativa.- Imagino que es tarea imposible, pero ¿has
investigado en muertes extrañas aquí o en algún país de habla inglesa? Me refiero a muertes por
alguna enfermedad extraña en la que se haya investigado a la familia de la víctima. Y tampoco ha
de ser tan fácil conseguir una identidad nueva. ¿Habría alguna manera de investigar a la gente
que se dedica a eso, para encontrar el hilo de Jane Smith?- Jasper rió y me sonrojé, seguramente
había dicho una burrada muy grande.

-Oh, no te sientas avergonzada. Lo que has dicho tiene mucho sentido. Río simplemente porque
tienes una gran confianza en mis habilidades, veo que Edward te ha hablado muy bien de mí -me
guiñó el ojo.- Lo cierto es que ha sido mucho trabajo, pero lo más pesado lo hace el ordenador
por sí solo, así que... sí respecto a la primera pregunta. Podemos empezar por unas cuantas
fotografías que tengo que mostrarte, aunque ten en cuenta que la mujer puede haberse teñido el
cabello, o llevar lentillas de color, por no hablar de la cirugía plástica. Tienes que fijarte bien.
Respecto a lo segundo, eso es muchísimo más difícil. No creas que es tan difícil crearse una
identidad falsa, y los registros de eso no se guardan en Internet así como así. Empecé a
investigar a todos los tipos con antecedentes penales por falsificación de documentos pero hay
tantos que hacerles una amable visita a todos con una foto de Jane Smith es muy, muy
complicado.

Por primera vez en mucho tiempo tuve la sensación de que había alguna esperanza en encontrar
a Daniel. Fue como si me quitaran un peso de encima. Estuve a punto de lanzarme a abrazar a
Jasper, pero no sabía cómo se lo tomaría y me abracé a mí misma para retenerme.

-Eh, antes de iluminar más tu expresión espera a ver las fotografías, son sólo unos cuantos miles,
y las has de mirar con mucho cuidado, no va a ser fácil.

-Jasper, no sabes cuánto te lo agradezco, en serio. No... no sé qué decir -terminé emocionada.

-No digas nada más. Me alegra ayudar a una buena causa, y más si esto supone un reto.

-¿Cuándo podré ver las fotos?

-Lo podemos dejar para cuando vuelvas del hospital esta tarde, si quieres. De todas formas tengo
un lápiz de memoria con todos los archivos, pero me gustaría verlos contigo, podría cambiarles el
color de pelo o de ojos según sugirieras.

-Eso también puedo hacerlo yo- la voz de Edward sonó a mi lado.

Se había sentado y ni siquiera había sentido hundirse el sofá a mi lado, como si fuera una
presencia incorpórea. Lo miré y tuve que contener una sonrisa. Mi novio estaba un poco celoso
de la atención que le prestaba a su hermano.

-Bueno, si son miles de archivos seguro que podrás ayudarme en otro momento-le sonreí.

-Te dije que Jasper era el mejor-me acarició la mejilla con el dorso de la mano.-No tardaremos en
dar con Daniel, estoy convencido.

Asentí. Por fin veía un final a la angustia, a la espera... algo de esperanza, aunque remota.

Gracias por seguir aquí y decirme lo que pensáis.

Nos leemos el jueves.

NOTA: he editado arreglando una cosilla, y como siempre esto os mandará aviso de nuevo
capítulo. Ignoradlo. Gracias, Anaidam (creo que te nombraré segunda beta, :-P).

Buenos días. Seguimos en Seattle, con Angela y con los Cullen, aún no los hemos
despedido. Tenemos pendiente la reunión con los indios...

Gracias por vuestro apoyo, leyendo y comentando, y gracias a MJ por opinar antes que
saludo y un beso a todas las templarias que se pasen por aquí, pronto nos vamos a ver las
caras algunas de nosotras.

Comentarios sobre el 34:

Mentxu Masen Cullen:Edward me hubiera atormentado en mis sueños si no llego a poner


lo de la encimera, jajajaja. Qué mas quisiera *sigh*

v. cullen: entre tú y yo, odio a Bella XD. Lo de Jasper y Bella era algo que tenía claro,
quiero totalmente lo contrario para ellos que lo que pasó en el libro.

bellaliz: me alegro de que te haya gustado Esme.

yels99: Bienvenida! Gracias por tus buenos sentimientos de parte de Daniel ;-)

SalyLuna: hoy sabremos lo de la reunión ;-)

yeraldin23: "vamos acaso no quiere estar toda la eternidad haciendo el amor de forma
perversa con ed... por que yo siiiiiiii", pues hay lista de espera para eso, me parece, jajaja.

I love Edward: querida mexicana, a mí también me gusta el chocolate... me puedo imaginar


cómo sabe Edward pero no quiero alargarme, jajaja. Disfruté mucho, gracias.

isa-21: es algo que siempre me he planteado... en la casa Cullen lo que menos hay es eso,
discreción. Yo lo viviría muy, muy mal.

Gine: no sé si Bella querrá morder la almohada, o resistirá su pasión por vergüenza...

princessannstrarcullen: me alegro de que te guste ese personaje, ha tardado en salir.

Anaidam: un comentario que vale por 15, me parto de risa, en serio. Tus nietos me odiarán
si no les preparas pastel de chocolate por mi culpa, templaria, jajajaa

silvers draco: espero seguir interesándote en la historia. Hoy hay más Cullen.

Paola Cullen: ni Bella se esperaba que la cosa fuera tan bien ;-)

Pegn: profe, me río contigo también, a cuántos te has cargado? Pobres alumnos, jajaja.
Gracias por tus palabras de parte de Esme. Si se te ha roto el ordenador con las migas y el
café luego no quiero responsabilidades ;-)
nohemi: Daniel y Bella... veremos. La historia sigue... primero tendrán que encontrarlo.

Capítulo 35

BPOV

-Guau, chica, ¿vienes de una fiesta?-Angela me miró de arriba abajo con los ojos muy abiertos
cuando entré en su habitación.

-Es un regalo de Alice, la hermana de Edward- sonreí pero el gesto se me congeló en la cara.
Jacob acababa de salir del aseo.

La temperatura de la habitación bajó varios grados mientras nos mirábamos el uno al otro.

-Hola -casi gruñó las palabras y ni tan sólo me miró al pronunciarlas, pero al menos saludaba.

-Hola-repuse fríamente.

-Angela, tengo que irme ya- se acercó a ella y la besó, acariciándole la mejilla.

-Dale recuerdos a Billy-ella le acarició la mejilla, mirándolo con ternura.

-Lo haré. Estaré aquí para pasar la noche contigo.

-No quiero que hagas el viaje de ida y vuelta desde Forks. Es muy pesado. Prefiero que te
quedes con tu padre.

-Lo haré, volveré esta noche -repuso en tono que no admitía réplica.

-No, no lo harás-frunció el ceño mi amiga.

-Yo me puedo quedar contigo esta noche-intervine.

-NADIE se va a quedar conmigo esta noche-repuso Angela. Ni Jacob ni yo perdimos de vista la


ligera elevación de frecuencia cardiaca que estaba teniendo.- ¡Y dejad de mirar el puto trasto! ¡Lo
malo es que baje, no que suba!

-Cariño, deja que te cuide. Por favor -suplicó Jake cerca de la cara de Ang, cambiando de
estrategia, tomándola de ambas manos.- Esta noche estaré aquí sano y salvo para cuidar de ti...
de los dos.

-Está bien-se ablandó mi amiga.- Qué ganas tengo de que me den de alta y dejar de ser una
carga.

-No eres una carga-dijimos ambos al unísono.

-Por lo menos os ponéis de acuerdo en algo -bufó.

Jake se levantó y con un último beso se despidió de mi amiga. Cuando cerró la puerta Angela me
taladró con la mirada.

-¿No te has parado a pensar que si no me explicáis nada soy capaz de pensar cosas peores de lo
que realmente es?

-¿Cómo qué cosas?-inquirí. Ella frunció el ceño durante un rato y al final suspiró.

-No sé. Me rindo. Soy incapaz de pensar mal de ninguno de los tres.
-Confía en mí, Angela. –Me senté en la butaca al lado de la cama y le tomé la mano.- No es
necesario que lo sepas. Lo único que tienes que saber es que ya no podemos estar los cuatro
juntos en la misma habitación, y que no puedes hacer nada para arreglarlo.

-No me voy a dar por vencida, Bella...

-Oh, por dios, déjalo ya, Angela. Bastante mal me siento pensando que tengo algo que ver con lo
te pasó -fruncí el ceño y me mordí el labio con fuerza para no llorar. Por más que había intentado
reprimir esa idea la sensación de culpabilidad estaba ahí, aunque fuera irracional.

-Bella. Jamás en tu vida vuelvas a decir algo así. Te aseguro que he tenido disgustos en mi vida
mucho peores que el del domingo y jamás he tenido una jodida señal de que tenía este problema.
Olvida eso, ¿de acuerdo?-me apretó la mano con fuerza.

En aquel momento llamaron a la puerta y entraron Monica y Anne. Al momento siguiente estaban
las tres abrazadas, riendo y llorando y hablando al mismo tiempo. Pasados los primeros minutos
de emoción pudieron empezar a decir frases coherentes. Las dos la felicitaban por su embarazo y
por lo bien que se la veía tras lo que había pasado.

-Vamos, chicas, no he visto la luz del túnel, así que no sería tan grave.

-Oh, dios, Angela, ¿como puedes bromear con algo así?- negaba Monica con los ojos brillantes.

-Supongo que porque no lo vi, y no recuerdo nada. Sólo... –me echó un vistazo rápido y luego
miró a Anne -bueno, sólo recuerdo haber llegado a tu casa con Jake, y luego me desperté aquí.

Entonces fue Anne la que me miró dubitativa.

-Está bien, chicas, no nos andemos con rodeos, de acuerdo, Jake y Edward se pelearon. Que no
hablemos de ello no lo hace menos verdad. Pero si no os importa yo no hablaré del tema -dije.

Las tres me miraron, Anne y Monica se mordían la lengua con ganas de saber más, y Angela me
miraba con intensidad como si estuviera intentando leerme la mente.

-Por cierto, ¿quién eres tú y qué has hecho con Bella?-cambió de tema Anne, observándome de
arriba abajo.- Al final alguien ha hecho de ti una mujer bien vestida-sonrió y le saqué la lengua.

-Sí, eso me recuerda que te tengo que presentar a mi cuñada Alice, os llevaríais muy bien.

-¿Alice Cullen? La conozco de vista. ¿Ese vestido tiene algo que ver con ella?

-Es un regalo suyo. Lo hizo ella -repuse entre orgullosa y avergonzada.

-¿Llevas un vestido diseñado por Alice Cullen y por si eso fuera poco confeccionado por ella
misma?-Anne abrió los ojos desorbitadamente y silbó con admiración.- Si yo fuera tú lo metería
en una caja fuerte. No sabes lo buscados que están, y cómo se cotizan.

-No, no lo sé, pero si sé que si no me lo pongo sería la propia Alice quien me metería en la caja
fuerte y no me dejaría salir hasta que no accediera a vestirlo-rodé los ojos. Evidentemente, Anne
no conocía a Alice.

Nos pusimos a hablar de otras cosas, cotilleos del hospital sobre todo, aunque por respeto a mí
obviaron los comentarios que el personal a buen seguro habría hecho sobre la pelea. A Angela se
la notaba bastante más seria que el día anterior, lo que atribuí a que quizá se estaba dando
cuenta de la gravedad de la situación que había vivido. Pero no era eso.
-¿Cuándo te darán de alta? ¿Podrás trabajar?-inquirió Anne.

-Es una jodida mierda, chicas-suspiró Angela, agobiada.- No sé qué voy a hacer. No me quieren
poner el desfibrilador interno hasta que no esté de más de tres meses, lo cual es dentro de mes y
medio. Y aunque esto sólo me ha pasado una vez y quizá no vuelva a repetirse en toda mi vida
Jake no quiere que me quede sola en casa. Tampoco me dejan trabajar mientras no lo lleve
puesto. Jake y yo hemos discutido porque yo pienso que no hay para tanto, pero él dice que soy
una imprudente, que mire por mí y por el bebé, y que debería estar acompañada las 24 horas del
día por si acaso, con alguien que sepa manejar un desfibrilador semiautomático que, por
supuesto, ya ha comprado y tiene en casa- puso los ojos en blanco-¿Os lo podéis creer?

-Ang, ahí le he de dar la razón a Jake- aunque me disguste- no puedes hacer como si no hubiera
pasado nada.

-No lo entiendes, Bella, toda mi vida he sido independiente, y odio la idea de sentirme inútil -me
fulminó con la mirada.-Esto es la primera vez que me pasa, y no tiene por qué volver a
sucederme.

-Angela, apoyo lo que dice Bella- dijo Mónica con los ojos vidriosos.-No te imaginas lo que fue
verte allá tendida, sin pulso. No puedes pedir que te comprendamos-sofocó un sollozo y a mí se
me encogió el corazón al recordar aquella escena. Anne y yo asentimos.

-Dios, no quiero pensar nada de todo eso. Ya tengo bastante con Jacob dándome la vara con ese
tema. Por favor, si tenéis que seguir con eso prefiero que me dejéis sola-repuso nuestra amiga
secamente.

Por temor a que cumpliera su amenaza cambiamos de tema y continuamos hablando de


banalidades.

Creía saber lo que le pasaba a Angela. Además de querer ser independiente, estaba
experimentando una de las reacciones más humanas ante una desgracia o pérdida: la negación.
Ese sencillo mecanismo de la mente nos protegía a menudo contra el hundimiento de los ánimos,
pero en su caso la ponía en peligro a ella y a la vida que estaba gestando.

*º*º*º*º*

Llevábamos ya más de dos horas delante de la pantalla del ordenador, y mis ojos comenzaban a
ver lucecitas de colores. Cerré los párpados y me froté las sienes, masajeándome.

-Lo siento, debes estar agotada. Olvido con facilidad que eres humana, a pesar de lo bien que
hueles-Jasper me guiñó un ojo-. Es extraño lo bien que te amoldas a nosotros. Como si fueras
una más - me miró con curiosidad, mientras apagaba el monitor y cerraba el portátil.

-Siempre he sido un poquito rara-suspiré, reclinándome en el respaldo de la silla.- Toda mi vida


he hecho esfuerzos por adaptarme y creo que lo he conseguido, pero en el fondo de mi corazón
siempre me he sentido un poco fuera de lugar. Como si tanto esfuerzo para encajar no fuera
natural. –Me sorprendí a mí misma al terminar la frase. No sabía por qué, pero me parecía que
Jasper tenía la capacidad de sacar confesiones espontáneas de mí.

-Eres una humana muy interesante, Bella -me sonrió mi cuñado. Tenía una sonrisa preciosa.

-Eso en idioma de Jasper equivale a un halago tremendo. Me voy a poner muy celosa-intervino
Alice, apareciendo a nuestro lado de la nada.

-Por dios, me siento como en la casa del Gran hermano, me da la sensación de que todas mis
palabras y movimientos están siendo controlados-me puse teatralmente las manos en las mejillas.

-Pues no tienes ni idea de lo insoportable que es que además tus pensamientos estén vigilados.
Mi hermano sí es el Gran hermano, ¿verdad Edward? -Alice habló en tono ligero, aunque en
aquel momento el nombrado no se encontraba en la habitación. A los pocos segundos soltó una
carcajada. Jasper sonrió. - ¿Con esa boca besas a Bella, Edward? ¡Qué lenguaje! –mi cuñada
arrugó su perfecta nariz y fingió ofenderse.

-Sí, no sabes lo que me alegro de ser un muro para él-asentí.-Bastante transparente soy por mí
misma, ya habéis visto- sofoqué un bostezo.- ¿Cuántos archivos quedan por ver, Jasper?-el
aludido soltó un silbido.

-Sólo hemos visto la décima parte. Será mejor que te acuestes, Bella. Los que queden por ver te
los dejaré en el lápiz de memoria. Edward se maneja aceptablemente con el programa de
imagen, él te podrá ayudar con todos los cambios de aspecto de las sospechosas.

-Aceptablemente no es la palabra- casi antes que escuchar su voz sentí las posesivas manos de
mi novio sobre mis hombros, acariciando mi cuello, masajeándome la espalda. Reprimí un
gemido bastante indecente que luchaba por salir de mi garganta.- Lo manejo jodidamente bien.
Aunque tú lo haces aún mejor, por eso te he dejado monopolizar a mi chica durante tanto tiempo.-
Jasper alzó las cejas, divertido.

Me levanté de la silla. Me estaba afectando demasiado el contacto con Edward.

-¿Y Emmet y Rosalie? –pregunté inocentemente al entrar en el salón y no verles.

-Digamos que ellos no tienen tus problemas con lo de la falta de intimidad, Bella- Edward alzó una
ceja con intención mientras Jasper y Alice sofocaban una carcajada. Enseguida comprendí de
qué hablaba y mi cara se tornó de un rabioso color escarlata.-Piensa que nosotros lo vemos como
algo natural -sonrió tímidamente poniéndome una fresca mano en cada mejilla.

-¡Ya sé que es algo natural! Pero para mí es un acto muy íntimo, y no podría sabiendo que... ¡que
hay varios pares de agudos oídos escuchando!

-¿Entonces hoy estarás a pan y agua, hermanito?- escuché una voz socarrona.

Emmet asomaba en lo alto de la escalera "vestido" con tan sólo una minúscula toalla alrededor de
la cintura. Se marcaba cada músculo de su enorme cuerpo. Estaba muy, pero que muy bien, lo
poco que vi, porque aparté la mirada rápidamente; no quería ser testigo de si esa toalla formaba
una "tienda de campaña" o no.

-Será mejor que calles si no quieres hacer lo que estás haciendo ahora en plena calle, Emmet
Cullen. No creo que en el cuerpo esté bien visto que un honorable bombero practique sexo en
público-gruñó Edward.- Y tened cuidado con las paredes, la última vez que estuvisteis aquí tuve
que llamar a un equipo de albañiles para que arreglaran la habitación entera.

El enorme vampiro se retiró a la habitación con una carcajada.

-¿Sabéis algo de cómo ha ido la reunión con los quileutes? ¿Cuándo volverán Esme y Carlisle?-
pregunté.

-Sólo sabemos que ya terminó la reunión, pero antes de volver van a cazar algo, Bella. Los dos
llevan varios días sin alimentarse. Así que lo mejor será que te acuestes- explicó mi novio.

-¿Yo sola?-inquirí confusa.


Sencillamente, no me cabía en la cabeza que él estuviera en la misma casa que yo y no
"durmiera" conmigo, porque nunca había pasado algo así.

Edward se mordió el labio inferior.

-Sinceramente, Bella, me va a resultar muy, muy difícil estar contigo en la misma cama y no...
Acercarme demasiado.

-Bien que te controlaste la primera noche que pasamos juntos, a pesar mío - reproché sin pensar
que no estábamos solos.

Alice y Jasper nos miraban, entretenidos por el espectáculo.

-Bella, eso lo pude hacer porque aún no había probado tu sangre. No me pidas eso ahora.
Cuanto más la pruebo más te deseo ¿Y vosotros dos qué hacéis mirando? ¡Al menos podríais
disimular un poco y marcharos a otra habitación!-espetó a unos sonrientes Alice y Jasper.

-Eh, eh, ya nos vamos, no pagues tu exceso de energía con nosotros-contestó Jasper levantando
las manos en actitud de rendición, mientras Alice tiraba de él hacia otra habitación.

O me acostumbraba a todo esto... o mi cara iba a quedarse de color granada a perpetuidad.

-Vamos, Bella. Lo intentaré, supongo que podré hacerlo -Edward me tendió su mano, mirándome
cálidamente.-Pero entiéndelo si en cualquier momento desaparezco.

-Lo siento. No te preocupes, es sólo que... no me esperaba que me dijeras eso. Pero lo entiendo.
De veras. Quédate con ellos -negué con la cabeza, le besé rápidamente y subí las escaleras.

Por lo menos nuestra habitación estaba lejos de la que ocupaban Emmet y Rose, además de que
estos, por deferencia a mí, a su hermano o a ambos, no estaban golpeando rítmicamente ninguna
pared.

Al menos para lo que captaban mis oídos humanos.

Entré en la habitación y como único pijama me puse una camiseta de Edward, que me llegaba
hasta la mitad de los muslos. El día anterior me había dado tiempo de comprar algo de ropa pero
me había olvidado de la ropa de dormir. Al fin y al cabo estando sola con Edward no la
necesitaba, pero ahora no creía buena idea el pasearme en ropa interior por la casa. Abrí el
edredón y me metí debajo, con un suspiro. Jamás había sido capaz de dormir con nadie en mi
cama, me resultaba molesto oír respirar a otro a mi lado, sus movimientos me despertaban
inmediatamente, y no digamos de dormir abrazados. Pero ahora era al revés, me iba a costar
dormir sin sentir el contacto con el duro y a la vez suave cuerpo de Edward.

No podía dormirme, así que empecé a darle vueltas a lo que pasaría. Mañana miércoles sería el
último día que Edward estaría en Seattle. Habíamos hecho planes para los próximos días. Emily
no me reclamaba todavía pero en cirugía iban muy apretados de agenda y necesitaban un par de
manos más para el quirófano, así que Edward debía estar el jueves en el trabajo. Trabajaría
jueves, viernes y sábado, y volvería conmigo. Afortunadamente ambos habíamos podido cambiar
la guardia que teníamos este domingo para el siguiente. Lo iba a echar de menos, pero no quería
separarme de Angela. Físicamente se encontraba bien, pero quería que se sintiera apoyada, y no
sólo por Jake. La falta de una familia que la amara y se preocupara por ella era difícilmente
sustituible, pero había que intentarlo. No bastaba con el amor de Jacob.

¿Qué haría Angela ahora? ¿Y Jake? Ella no podía trabajar, y él tampoco podría hacerlo si se
dedicaba a cuidar de ella todo el día. Perdería su trabajo. No llevaba tanto tiempo en él como
para pedirse dos meses "sabáticos". ¿Cómo solucionaríamos esto? ¿Y si me ponía en contacto
con sus padres? Seguro que Jasper podía conseguirme sus datos en un minuto. No, no era
buena idea. A ella no le gustaría que hiciera eso a sus espaldas.

Di la enésima vuelta en la cama y lo sentí. Edward estaba conmigo. Abrí los ojos y lo vi en la
penumbra sentado en el suelo, con las piernas cruzadas, mirándome.

-¿No puedes dormir? No has parado de dar vueltas en la cama desde que te has metido dentro-
su voz sonó preocupada.

Me había escuchado moverme en la cama desde el piso de abajo... él y cuatro vampiros más.
Como para animarme a tener relaciones con él...

-No... Estaba dándole vueltas a lo que iba a hacer Angela a partir de ahora. Quizá su familia
pudiera apoyarla.

-No. Si no te lo ha pedido no intervengas.

-¿Sabes algo de ellos?-inquirí, suspicaz.

-Oh, yo sé mucho de muchas cosas-dijo en plan petulante.

-Ya. No está bien hablar de las cosas que lees en la mente de otros, ¿no?

-Ah ¿te había hablado ya de ello? -fingió sorpresa y le golpeé con una almohada en plena cara.-
No te pongas agresiva... puedes excitarme y te aseguro que puedo hacer que te dé igual que esté
toda mi familia escuchándonos-bajó el tono de voz tanto que mi vello se erizó.

-Creído - espeté, y le di la espalda mientras se reía.

En aquel momento sentí su peso en la cama y su brazo amarrándome a él, aunque con el
edredón separándonos. Sonreí para mí misma y suspiré. Tras unos minutos de silencio hablé.

-¿Qué crees que habrá pasado en la reunión? ¿Van a cambiar mucho las cosas?¿Entenderán los
indios lo que ha pasado?

-No lo sé... no pienses en eso ahora, Bella. Duerme. Lo necesitas.

Lo necesitaba, pero le necesitaba más a él. Y no hizo falta nada más que su abrazo. En pocos
minutos estaba dormida.

Yo quiero que los Cullen me adopten...

Hasta el lunes, y gracias por leer y por decirme qué opináis. Besos a todas.

Buenos días. Me adelanto un día para colgaros el capítulo. Hoy, esta vez sí, tenéis el
resultado de la reunión con los quileutes. Gracias por vuestras opiniones, sois un estímulo
para mis ganas de escribir. Gracias a mi beta, Maria José. Cada vez estoy más insegura y
cada vez me das más ánimos.

Y esto que voy a decir no tiene que ver con esta historia en particular pero sí con nuestra
común afición por la saga de crepúsculo... El sábado me crucé media España para
reunirme con varias chicas que he conocido gracias al foro de , a quienes además tengo la
fortuna de tener como lectoras: Anaidam, Aris123, Audrey, ladyArwen, Cris y Merce. Y no,
no estábamos todas, pero le pondremos remedio, verdad P y Maria José? Quién iba a
decirme que cuando hace dos años leí los libros de la saga me iba a encontrar con gente
tan maravillosa como vosotras. Ah, y gracias a mis comprensivos marido e hija ;-).

Comentarios sobre el 36:

Mentxu masen Cullen, va a haber solución y pronto, no te preocupes ;-)

dioda, tienes razón... veremos, porque Angela aún no ha dicho su última palabra.

beakis, yo creo que en su situación ni las duchitas me funcionarían XD.

Anaidam, ¿ya veremos cómo lo voy arreglando?¿Y quién dice que lo voy a arreglar?
jajajaja (risa malvada). Nena, me supermegarequetencantó conocerte en persona. Fue
como si te conociera de años.

AnithaPattzCullenPacker, sí, Emmet es Emmet ;-)

v. cullen, lo de las paredes tiene fácil arreglo, y a Emmet te lo cedo, a Edward no XDD.

I love Edward, te olvidaste de firmar pero sabía que eras tú ;-). Me alegro de que disfrutaras
de este capítulo, quise hacer uno relajado pero a alguna lectora eso no le ha gustado...
mira que les gusta sufrir :-D.

SalyLuna, luego me llamas cruel a mí... fraude? jajajjaa, venga, en este sí ;-). Y que sepas
que más adelante voy a seguir siendo cruel...

bellaliz, yo comprendo que Ang reaccione así, como tú dices sentirse presionada no es
agradable.

Paola Cullen, gracias por tus palabras, siempre me animas.

yeraldin23, yo creo que al final haría con Ed como tú dices y me daría igual la vergüenza...

daniielacullen, no te disculpes, mujer, ;-) y de nada.

Gine, ya tendrás tiempo de usar tu segunda lengua, te lo aseguro.

Pegn, me dio pena no verte el sábado :-((. Pero habrá otra oportunidad, seguro. Y sí, Bella
es GILIP!

nohemi, yo también me preocuparía por Daniel. Creo que bastantes problemas tiene Bella
con esto, con Jacob, con las dudas sobre su transformación, como para liarla más, así que
con los Cullen se lleva muy bien. Que ya vale de complicaciones ;-).

Bienvenida, lia! Gracias por tu amable opinión!

Capítulo 36

Me despertó lo que parecía un ruido de algo al romperse. Miré el despertador: eran las cinco de la
madrugada. Volví a escuchar otra vez el mismo sonido. Esta vez podía asegurar que algo se
había roto en pedazos. Me levanté y de puntillas me dirigí hacia la puerta del dormitorio,
entreabriéndola. Se oían voces apagadas en el piso de abajo.

-Edward, te dije que despertarías a Bella -amonestó Alice.

Me di cuenta de que estaba haciendo el idiota, porque todos los que estaban abajo ya sabían que
yo estaba escuchando. Así que me puse unos vaqueros y una camiseta mía, me aseé un poco en
el baño y bajé, intrigada. ¿Qué había pasado? ¿Habrían vuelto Esme y Carlisle? Empecé a
angustiarme. Abrí la puerta del salón y allá estaban, todos.

Edward apoyaba sus manos en la repisa de la chimenea... más que apoyar se aferraba a ella con
tanta fuerza que dudaba que esta fuera a resistir mucho más sin comenzar a hacerse pedacitos.
Alrededor en el suelo había fragmentos de lo que reconocí que eran dos bonitos jarrones que
habían estado en dicha repisa.

Pero no fue eso lo que me preocupó. Fue que no se giró para mirarme cuando entré.

-Bella, cariño... siento que te hayas despertado -Esme se acercó a mí, me tomó de la cintura y me
llevó hasta el sofá.

Me senté sin mirar lo que hacía, pendiente de la espalda de Edward. Todos se sentaron a
imitación mía, supuse que para no hacerme sentir incómoda.

-¿Qué ha pasado? ¿Ha ido algo mal? -inquirí tensa. Volví mis ojos hacia Esme, cuya expresión
dulce no podía ocultar cierta preocupación.

-Bueno, digamos que no ha ido bien. Los quileutes estaban muy a la defensiva. Realmente
parecían lobos defendiendo su territorio -frunció el ceño.

-Eso del tratado es una absurda mierda. No tenemos por qué hacer caso. Todos los humanos que
lo firmaron están muertos -espetó Edward girándose. Sus ojos echaban llamas mirando a Carlisle
al tiempo que me evitaban.

-Edward... -este lo miró con severidad, sin añadir nada más. Entonces mi novio desapareció por
la puerta tan rápido que apenas me di cuenta y la puerta del comedor se cerró de golpe con tanta
fuerza que quedó colgando de uno de los goznes.

-¡Menudo carácter! Luego dirá que tiene que llamar a los obreros por nuestra culpa-comentó
Emmet con los ojos muy abiertos.

-Hacía tiempo que no lo veía así-dijo Alice, sentada en el suelo a los pies de Jasper, su espalda
apoyada en el sofá de enfrente.-Desde... -me miró, dubitativa.

-Desde que está conmigo -terminé la frase.- Yo jamás lo había visto así.

-No te preocupes, se le pasará enseguida. Siempre se le pasa-me palmeó Esme en el muslo.

Tomé aire con fuerza y me centré en lo importante. Qué habría pasado para que Edward sacara
su peor genio.

-Bien, explicádmelo todo, por favor –pedí llena de ansiedad, mirando alternativamente a Esme y a
Carlisle quien suspiró, se sentó a mi otro lado y tomó la palabra.

-Verás, Bella -dijo con suavidad- supongo que conoces el tratado que firmamos hace décadas
con los dirigentes quileutes, entre ellos el abuelo de Jacob Black, que era el jefe. En él nos
comprometimos a seguir con nuestra alimentación a base de animales y mantenernos apartados
del área de la reserva, cosas que en aquel momento parecían sencillas porque era lo que siempre
habíamos hecho. A cambio de eso ellos no revelarían nuestra auténtica naturaleza y nos dejarían
vivir nuestra vida en paz. Quien comprometía el tratado, debería marcharse lejos de la reserva y
de toda la región cercana.

-¿Qué? Es... ¡es absurdo! -protesté.- Edward no tiene que dejar su casa de Forks por lo que ha
pasado. ¿Y qué pasa si alguien va diciendo por ahí que sois vampiros? ¡Lo más probable es que
lo encerraran en una institución mental!-sentí la mano de Esme apretando la mía, tranquilizadora,
y me viré hacia ella.

-Cielo, es mucho más complejo que eso. Primero, nos guste o no firmamos aquello y somos
gente de palabra- me sonrojé un poco, Esme tenía razón.- Además, siempre hay alguien
dispuesto a creer en eso, y nos da pereza volver a empezar de cero tan pronto -miró a Carlisle
con intención y pensé que seguramente ya habrían vivido una situación así en otra época y
lugar.-Nuestra única esperanza era que los indios no consideraran el que tú cedieras tu sangre a
Edward como una violación del tratado... pero no ha sido así. Cuando los hemos intentado
convencer con este argumento ha sido precisamente el que ellos han esgrimido para cerrarse en
banda. Por una parte están muy protectores por el hecho de que Angela está embarazada.

-No entiendo qué tiene que ver eso.

-Verás, es... complicado. ¿Conoces las leyendas quileutes sobre los hombres lobo?-asentí.-
Ninguno de nosotros ha visto nunca un hombre lobo, pero si nosotros existimos, no dudamos de
que haya una base veraz en esas leyendas. Según esas historias, lo que pone en marcha esa
transformación es el olor del vampiro... alimentado con sangre humana.- Jadeé. Ahora
comenzaba a entender algo. Esme asintió al reparar en mi expresión, y continuó.- Los quileutes
no quieren correr ese riesgo. No sabemos cuánta...-buscó la palabra- exposición hace falta para
que ese olor ponga en marcha la transformación en lobo. Pero una vez empezada no habría
vuelta atrás. También se dice que los lobos jóvenes tienen mal autocontrol, llegando a poner en
peligro a sus seres queridos de forma involuntaria. Comprenderás que Jake no desee pasar por
eso. Y por si fuera poco tampoco podríamos descartar que el embarazo de tu amiga se viera
afectado por esa transformación, al fin y al cabo es posible que lleve los genes licántropos. Es
muy, muy complicado, más de lo que imaginábamos. Ellos conocen bien sus leyendas. Y hay una
cosa que no sabíamos...

En aquel momento Edward hizo acto de presencia, plantándose en el umbral de la puerta del
salón. Lo miré y no alcancé a descifrar su expresión.

Carlisle se levantó y se sentó al lado de Esme, dejando un espacio libre a mi lado, que Edward no
tardó en ocupar. Su mano se entrelazó con la mía. Estaba helada, lo que me indicaba que había
estado en el exterior un buen rato. Quizá en la terraza. Hizo un leve gesto con la cabeza,
indicando a Carlisle que podía continuar.

-Cuando Edward me habló de ti y de lo que sintió al conocerte tuve mucha curiosidad y me puse a
investigar. No es que no crea en los flechazos, pero eso no me lo parecía. Pero no encontré nada
en las viejas leyendas de vampiros europeos que me recordara remotamente a lo que Edward me
había explicando. Mi error fue que investigué en las leyendas escritas, cuando aún hay pueblos
que mantienen la tradición oral, y las historias pasan de padres a hijos como cuentos. Hace siglos
que los quileutes han coincidido con vampiros, nosotros no somos los primeros como sabes -Hizo
una breve pausa y miró a Edward, quien repitió el gesto con la cabeza.

¿Adónde quería llegar Carlisle? La curiosidad me quemaba, pero la ansiedad me estaba


matando. Tomé aire profundamente.

-Algunas de esas historias -prosiguió- hablan de vampiros –y vampiras- que se sienten


irremediablemente atraídos por el olor de la sangre de un humano en particular. Una atracción
que no es la habitual. No se trata sólo de sed, que también. Es un deseo de posesión, de
protección... es una necesidad absoluta del otro ser. Cuando esa atracción es correspondida por
el ser humano acaba estableciéndose lo que ellos llaman un "vínculo de sangre" -pausó para
dejarme tiempo a que absorbiera toda esa información.
La mano de Edward oprimió la mía. Como si la pareja estuviera perfectamente acompasada,
Esme tomó la palabra.

-Bella, ¿has notado algo extraño últimamente respecto a Edward? Algo que no sintieras antes.
Piénsalo.

Miré hacia el fuego de la chimenea. Quería concentrarme y no podía sintiendo sobre mí tantos
ojos curiosos. Y entonces fui consciente de ello.

-Últimamente he notado -pronuncié lentamente las palabras, meditándolas- que siento la


presencia de Edward. Sé cuando está cerca de mí, sin necesidad de nada más. La primera vez
que me pasó fue en la Aguja Espacial. En aquél momento no le di importancia, pensaba que
había sido casualidad. Pero esta noche -le miré- he sabido que estabas conmigo en la habitación
antes de abrir los ojos. Creo que ya no me podrás asustar como hacías antes apareciendo de la
nada – sonreí un poco y él me correspondió, aunque con gesto tenso.

-¿Y tú, Edward? No me has contestado a la pregunta que te hice antes de aparecer Bella -inquirió
Carlisle. Aquél se envaró y de repente todos los Cullen excepto mi novio y sus padres adoptivos
desaparecieron de la sala.

-Ya te lo he dicho. Me resulta más difícil de controlar la intensidad de mi deseo.

Me sonrojé por enésima vez. Vaya, aquello sí era una conversación que me hacía sentir
incómoda. Pero tenía mucho más interés en escuchar lo que se estaba diciendo que en salir
disparada de la habitación como los demás Cullen.

-Yo también siento algo distinto. Cuando desapareciste ayer -me miró con cautela- supe dónde
estabas. No sabía cómo pero sabía dónde encontrarte. No pensé más en ello, podía haber sido
una coincidencia.

-¿Nada más?- insistió Esme.

-Hay algo más- Edward suspiró con fuerza, mirando fijamente nuestras manos entrelazadas.-
Últimamente cuando hacemos el amor siento dentro de mí el anhelo de... morderte para
convertirte. Pero pensaba que era porque cada vez te necesito más. Es algo que puedo controlar,
Bella. No quería decírtelo para no angustiarte - explicó alzando los ojos para mirarme entre tímido
y arrepentido.

-Llegarás a no poder controlarlo. Es el camino natural del vínculo -sentenció el patriarca de los
Cullen, clavando su mirada en su hijo adoptivo.- Si sigues bebiendo su sangre un día no podrás
controlarte y a pesar de que Bella es evidente que no está aún mentalmente preparada la
morderás y le inyectarás el veneno. Y no habrá vuelta atrás. Has encontrado a tu compañera y no
renunciarás a ella. Pero todos nosotros hemos caído en esta vida in extremis. Ella debe elegir, y
eso no se lo puedes arrebatar.

-Sé perfectamente que Bella no está preparada. Jamás la forzaría a una vida como la nuestra.
Puedo controlarme - gruñó Edward furioso por el sermón de su padre.

Mi sangre escapó de mi rostro primero, y luego de mi cerebro, y sentí que me mareaba. Solté la
mano de mi novio y me recosté en el sofá y cerré los párpados.

-¿Cuándo esperabas explicarme esos impulsos, Edward? –pregunté dolida. Había sido herida en
mi confianza y no lo comprendía.

-El vínculo de sangre ayuda a algunos vampiros a encontrar su compañera para toda la vida-
explicó Carlisle, conciliador.- Es un instinto incontrolable que afecta no sólo al vampiro sino
también al humano. Puede que tú misma se lo pidas en un momento de pasión sin pensar en las
consecuencias, y él te haga caso sin pensar si estás segura, porque lo que desea es hacerlo.

Puede que tú misma se lo pidas. Sentí que el calor volvía a la piel de mi cara. Recordé las
palabras que luchaban por salir de mi boca la tarde que estuvimos juntos en el vestuario femenino
del hospital.

-Estuve a punto de pedírtelo. Una vez. Fue muy difícil contenerme- abrí los párpados, un tanto
avergonzada. Al fin y al cabo yo tampoco le había explicado nada de esto. Sus ojos intensos e
hipnóticos se cruzaron con los míos. Había estado a punto de pedírselo. Pero sólo me había
pasado aquella vez. Si lo hubiera hecho...

Me incorporé y me froté la cara. Fijé la vista en el bonito reloj que era lo único intacto de la repisa
de la chimenea. Eran las seis de la mañana. Decidí que ya tenía bastante. Necesitaba meditar
sobre lo que había escuchado. Sola.

-Necesito descansar. Disculpadme - me levanté y ellos hicieron lo propio.

-Claro que sí, cariño, es una sobrecarga de información -dijo Esme, apretándome el brazo con
cariño. Carlisle me miraba comprensivo.

-Creo que quiero estar sola- miré al hermoso vampiro que permanecía en el sofá, estudiando
cada uno de mis gestos. Como única respuesta parpadeó lentamente.

Me acosté y cerré los ojos, de veras necesitaba descansar, pero era lógico que el sueño me
evadiera. ¿Qué significaba todo aquello? ¿En qué afectaría a nuestra relación? ¿Iba a confiar en
que Edward no me inyectara veneno sin mi consentimiento mientras hacíamos el amor? ¿Iba a
confiar en que no se escaparía de mis labios esa petición en un momento apasionado? ¿Podría
parar el proceso si él no bebía más de mi sangre? ¿Tendría que irse Edward del único hogar
estable que tenían en el momento actual? ¿Cómo afectaría a mi amistad con Ángela?

Había dado tantas vueltas en la cama que las sábanas y el edredón estaban completamente
revueltos. De pronto le echaba de menos y ya no estaba enfadada con él. Aunque habría
preferido que me hubiera confiado ese impulso que sentía, sabía que era sincero cuando decía
que creía poder controlarlo. Si lo hubiera considerado importante, si hubiese creído que
entrañaba algún riesgo, me lo habría explicado. Los dos éramos culpables de jugar con instintos
cuya fuerza y alcance no conocíamos. Y era lógico que él sintiera en nuestros intensos momentos
de intimidad el impulso de transformarme, como lo era que yo estuviera tentada de pedirle que lo
hiciera. ¿Hasta qué punto eso era realmente originado por el llamado vínculo de sangre? ¿Hasta
qué punto era todo controlable?

Pero sí había algo cierto, yo había sabido que Edward estaba conmigo en dos ocasiones, había
sentido su presencia. Y él había sabido encontrarme. ¿Eran casualidades o pruebas de que el
vínculo se había establecido entre nosotros, y por tanto todo lo demás que comportaba también?

De pronto me harté de darle tantas vueltas a todo. La verdad, en este momento todo eso no me
importaba una mierda.

-Edward, ¿quieres estar conmigo? –susurré, con los párpados cerrados. Al cabo de unos
segundos sonreí levemente.- Hola.

-Hola -su sedosa voz animó el latido de mi corazón- ¿De veras me quieres a tu lado esta noche?

-Sólo si tú quieres estar –abrí los ojos y tendí la mano hacia su silueta, de pie al lado de la cama.
-No deseo estar en ningún otro sitio- murmuró, se tumbó a mi lado sobre el edredón y me acercó
a su cuerpo.

-Edward, si te vas de Forks me iré contigo. Te seguiré a donde vayas - susurré, y sentí que me
abrazaba con más fuerza.

-No sé qué he hecho en algún momento de mi existencia para merecerte, Bella.

º*º*º*º*º*º

-Por dios, Alice, con un bol de cereales con leche ya tengo bastante. ¿Qué es esto?

Miraba con los ojos como platos el buffet de desayuno que me había organizado la vampira en la
mesa de la cocina: una jarrita de zumo de naranja, una bandeja variada con bollería francesa
incluyendo croissants y brioches, dosis individuales de mantequilla y mermelada de distintos
sabores, una caja de muesli, una jarrita con chocolate, otra con leche y otra con café recién
hecho.

-No sé lo que te gusta, así que he traído un poco de todo. Lo que no quieras te sirve para
mañana.

-Lo guardaré, sí. Gracias -le sonreí,- la verdad es que estoy hambrienta.

Me senté y me serví zumo y también un vaso de leche a la que añadí una generosa cantidad de
café. Tomé un croissant del montón y lo mojé en la leche. Alice se sentó enfrente de mí,
mirándome comer con ojos curiosos.

-¿Dónde ha ido Edward? ¿Y los demás? - pregunté entre sorbo y sorbo del café con leche.

-Jasper está trabajando con su portátil, en sus cosas. Rosalie y Emmet han salido a pasear por la
ciudad, creo que si siguen así repetirán luna de miel dentro de poco - rodó los ojos de forma
expresiva.- Esme y Carlisle están visitando las nuevas instalaciones de cirugía en el Northwest, y
Edward ha ido a cazar. Sé que está en Olympic porque me lo ha dicho, ha ido a su zona favorita.
Es injusto que él siga pudiendo leerme el pensamiento y yo no pueda verle en mis visiones-
compuso un divertido puchero de los suyos.

-Pensaba que si no estaba conmigo podías verle – me interesé.

-Eso era antes. Ahora vuestro futuro está tan ligado que apenas hay momentos en que lo veo.

-¿Entonces ahora no lo ves es porque está haciendo algo que tiene que ver con los dos? -
indagué. Bebí un sorbo de zumo de naranja. Estaba fresco y dulce.

-Más o menos sí... -apoyó la barbilla en las manos, pensativa.- Ha salido a cazar porque quiere
estar a tu lado sin que le moleste la sed, especialmente ahora. Todas las decisiones que él toma
y tienen que ver contigo lo borran de mi scanner de futuro. Así que puedo decir que mi hermanito
piensa mucho en ti, porque apenas lo veo -sonrió.

-Espero que todo esto del supuesto vínculo no afecte a nuestra relación. Ya sabes cómo se pone
Edward cuando cree que mi seguridad está en entredicho.

-Es sobreprotector, ¿verdad?-Alice me observó con empatía.

-Sí, bastante complicado era ya sin meter a indios vengativos y vínculos de sangre de por medio -
terminé el zumo y dejé el vaso vacío sobre la mesa.
-Ya sabes que Edward es un hombre muy apasionado, y como tal también tiene su punto
melodramático. Pero una cosa te puedo asegurar, si las cosas siguen como hasta ahora
continuaréis juntos. No veo a Edward en el futuro.

-Alice, sé que lo nuestro es complicado, pero no imposible. No me van a separar de tu hermano


unas viejas leyendas, ni Jacob Black en plan padre y novio megaprotector, y diría que Edward
piensa lo mismo -le apreté la mano.- Ya nos adaptaremos - miré a mi cuñada y me metí un
pedazo de brioche de mantequilla en la boca. Tendría que parar o me dolería la tripa, pero estaba
muerta de hambre a pesar de los nervios que sentía. O quizá por eso.

-Bella -esta vez fue Alice me observó con calidez.- Lo del vínculo os lo explicaron sólo para que
mi hermano y tú fuerais conscientes de lo que os está pasando. Sólo os dejasteis llevar por el
instinto. Creo que desde el momento en que conociste a Edward no tuviste elección. No deja de
ser muy romántico esto del vínculo de sangre. –Ladeó la cabeza y sonrió con aspecto soñador.-
La mayoría de nosotros, o más bien todos los vampiros que conozco, ha encontrado el amor
después de la transformación. Vosotros parecíais destinados a encontraros. Sí, es muy de
novela...- acentuó la sonrisa y me la contagió a pesar de lo preocupada que estaba.

-Alice, te llevarías bien con mi compañera de piso. Siempre tiene una novela romántica entre
manos, aunque sus preferidas son las clásicas. Creo que se sabe de memoria Romeo y Julieta.
¿Sabes? -cambié de tema- me parece que a Edward no le importa mucho dejar su hogar.

-Si llevaras tantos años como nosotros en este mundo también te tomarías las cosas con más
ligereza. No es que tengamos arterias coronarias que cuidar, pero se vive mejor dándole
importancia a lo que la tiene, y cuando puedes vivir una vida tan larga... pocas cosas son tan
importantes. El amor es una de ellas. Es lo que nos hace mantener la ilusión de seguir vivos.

La conversación con Alice me animó bastante. Como mi volátil novio seguía desaparecido decidí
no esperar más e ir a visitar a Angela. No sabía qué haría si Jacob estaba allá, pero estaba
decidida a quedarme con ella el máximo tiempo que me dejaran las normas del hospital, sin
dejarme intimidar por ninguna cara torcida.

Me duché y me puse una sudadera, unos vaqueros y mis botas. Me tapé con una chaqueta
vaquera: la primavera por fin comenzaba a notarse en la ciudad y la temperatura estaba alrededor
de los 15º, pero habían anunciado lluvias durante todo el día. Alice me escaneó cuando me
despedí de ella, pero no comentó nada aunque me pareció que apretaba los labios para no
hacerlo.

-Buenos días, cielo. ¿Cómo has pasado la noche?-besé a mi amiga en ambas mejillas,
sondeando su humor. Afortunadamente la había encontrado sola.

-Mejor que Jake. Se ha empeñado en quedarse esta noche conmigo, en el sillón. Qué ganas
tengo de que me den de alta y dejar de molestar a todo el mundo. Y tú estás malgastando tus
vacaciones aquí por mi culpa -bufó con tono acusador.

-Deja de decir eso-la reñí cariñosamente, mientras me retiraba la gabardina.-Estoy aprovechando


para hacer algo de turismo por la ciudad.

-Pues como no sea turismo para recoger setas, con este tiempo...-mi amiga miró por la ventana,
torciendo el gesto.

-La comida del hospital está transformándote en una especie de pitufo gruñón, amiga-palmeé su
hombro sonriendo y me senté en la cama. Me fijé en que ya no llevaba suero intravenoso, pero le
habían dejado una cánula colocada en la mano para medicación intravenosa de urgencia. -
También he aprovechado para hacer relaciones familiares, todo el clan Cullen está en la ciudad.

-Uao, qué impresión debe dar eso. Todos los Cullen que conozco son intimidantemente guapos,
reunidos deben dar miedo.-Ni te lo imaginas, pensé para mí.-Edward ha pasado a primera hora a
visitarme-sonrió ante mi expresión de sorpresa.- Decía que habías pasado una mala noche y que
no había querido despertarte, pero que él tenía que hacer un pequeño viaje hoy y mañana volvía
al trabajo, así que ha pasado a saludar y despedirse.

-Cierto. Jake estaba...-pregunté con cautela.

-Estaba -afirmó.-Ha pasado la noche conmigo.

-No habrá sido agradable...

-Se han comportado y punto. Digamos que la tensión se podía palpar, masticar y hasta vomitar,
pero se han dicho hola y adiós, eso sí, sin mirarse.

-Vaya mierda. ¿Jake está de vacaciones?-cambiar de tema era la mejor opción.

-Sí, se ha tomado toda la semana, parece ser que entre mañana y el viernes me darán el alta. Mi
cardiólogo no quiere hacerlo hasta que no esté todo ligado, y Jacob se está encargando de eso.
Lo del marcapasos o el desfibrilador internos está descartado hasta los tres meses de embarazo,
así que está mirando las posibilidades de quedarse en casa conmigo hasta que me pongan el
alien -suspiró con fuerza y negó.-Está loco, no le darán un permiso de tres meses, lo echarán.
Para más cabreo, tendré que llevar un jodido monitor de frecuencia cardiaca mientras duerma. ¡Y
encima me han dicho que esto que tengo es genético! Como si no hubiera tenido bastante con la
mierda de padres que me tocó, encima voy y heredo esto - gruñó.

Lo estaba pasando mal y lo entendía. Sólo sería por unos meses, pero pasar de la noche a la
mañana a sentirse completamente dependiente de alguien, aunque fuera alguien que amabas, no
era plato del gusto de casi nadie. Ang necesitaba desahogarse, así que la dejé hablar.

-Sobre eso...- sabía que me estaba entrometiendo, pero quería intentarlo- ¿estás segura de que
no quieres que avisemos a ningún familiar tuyo?-una mirada fulminante de mi normalmente dulce
amiga bastó como respuesta.

Me quedé con ella toda la mañana, y pude decir que a la hora de la comida su estado de ánimo
se había aligerado, incluso a pesar del ver el menú que le trajeron. Me despedí de ella a media
tarde, un poco antes de que Jacob hiciera su aparición.

Cuando llegué a casa de Edward sólo me encontré con Alice y Jasper. Estaban sentados en el
sofá y un poco despeinados, y me pareció que había interrumpido algo. Joder con los vampiros,
¿nunca se cansaban?

-¿Ni rastro de Edward?-me quité la chaqueta y la arrojé encima de una silla.

-No -contestaron al unísono.

Me dirigí a la cocina a por un vaso de zumo y Alice me siguió.

-Creo que deberías hacer algo.

-Ah, no te preocupes, ahora me doy una vuelta por ahí y os dejo solos.

-No me refiero a eso, tonta. Quiero decir que si Edward es melodramático tú tienes que ponerte a
su altura- hizo una pausa observando mi reacción y la miré frunciendo el ceño con
incomprensión.- Ve a buscarlo, sé la zona donde ha ido, y que se ha llevado el móvil. Siempre
lleva el móvil desde que está contigo- explicó.

La idea de Alice penetró en mi corazón antes que en mi cerebro.

-¿Crees que podré verlo cazar? -la impaciencia y la excitación se filtraron en mis palabras.

-No veo por qué no- me guiñó el ojo.

-Ya estás tardando en explicarme dónde encontrar a tu hermano -me mordí el labio.

-Vale, vale, trae un mapa- sonrió, negando con la cabeza.

Las lectoras de True blood habréis visto que he cambiado el concepto del vínculo de sangre y lo
he mezclado con el de imprimación... es que soy una romántica...

Ay... Edward cazando... *blush*

Hasta el jueves.

Buenos días! Muchas gracias a todas por vuestros comentarios... estoy un poco
acojonada, digo acongojada por si no cumplo expectativas, pero intentarlo lo intentaré.

Como hace capítulos que no lo digo lo diré: no tengo derechos sobre Twilight ni sus
personajes, pero sí sobre esta historia.

Gracias a Maria José, por darme caña cuando conviene. A la próxima quedada vienes o
voy a tu casa y te secuestro, lo siento por tus hijos y marido.

Sobre vuestros comentarios del 36:

Mentxu Masen Cullen, siempre la primera en comentar, jajjaa. Pues sí, a priori la idea de ir a
ver a Edward cazando no es muy buena, pero Bella no es muy prudente, lo sabemos...

Pegn, pregúntate, pregúntate ;-). Bella pensamientos impuros? Que vaaaaa, XD.

v. cullen, sí, lo de conocer a gente con la que compartes gustos es genial, además después
de tanto hablar online es como si ya te conocieras de toda la vida. Y no, a Ed no lo
comparto, no hay negocio, :-P. ¿Edward se confudirá de presa? No sé... veremos.

bellaliz, los indios son pesados como una vaca en brazos, y más Jake, pero cada uno tiene
sus motivos. Espero que te acostumbres a la idea del vínculo, ya sabes que estos
vampiros no son muy Meyer ;-).

yamira hrdz, buena idea lo de que Edward fuera a la reserva... pero no, no va por ahí la
historia.

yeraldin23, como ya te dije me encantó que dijeras eso, Bella no es bipolar, pero hay
fuerzas que tiran de ella en distintas direcciones, aunque la más fuerte es Edward. Esta es
una historia romántica.

LadyArwen... en algún punto hay que cortar, y te lo repito... tuve buenas maestras, jajaja, te
lo echaré en cara forever.

Nohemi, eso es lo que intento, variar la historia, gracias.

audreybaldacci, también eres un encanto. "Con semejante especimen los que estan
molestos que se larguen pero follar se folla", no comment, jajajajaja.

Paola Cullen, gracias guapa.

I love Edward, esta vez sí firmaste, pero aunque no lo hubieras hecho te conozco, ya sabes
;-). Bueno, me alegro de que te guste lo del vínculo. Y sí, esta es una historia romántica, al
que no le guste que no lea, no?

Misses Cullen, ¿amas más mi historia que True Blood? Wow, gracias!

Lia, era para ti el saludo. Espero seguir manteniendo tu intriga, y que tú también pases una
buena semana (lo que queda).

Sarah-Crish Cullen, ya te mandé un mp, y de nuevo gracias por tus palabras. Espero seguir
interesándote con la historia.

PRISGPE, no sé qué decirte, yo sólo vi la primera temporada de True Blood y me gustan


más los libros, he leído todos excepto el último... eso sí, no esperes algo genial, son
entretenidos, lo que no es poco.

daniielacullen, y yo ;-)

Lady Bonbons17, no habrá POV Edward de esto, porque él irá explicando cómo siente todo
en los próximos capítulos ;-). Aunque yo adoro los EPOV, he de decirlo.

SalyLuna, esta vez no adelanté actu, voy un poco liada... terrenos inhóspitos? Exacto!

Ginegine, tendrás que seguir usando tu segunda lengua, te lo aseguro ;-).

Anaidam... para variar, me haces carcajearme con ganas! Toca hot? Mmmmm, parece
mentira que no me conozcas... o sí? ;-*

Danika20, rebienvenida, me alegro de seguir viéndote por aquí, y espero que el trabajo no
te agobie demasiado.

JAS, muchas gracias por tus palabras! La serie que dices debe ser Grey´s Anatomy... sale
un cirujano muy guapo ;-). Tengo facebook personal, pero quizá me anime a abrirme un
twitter o un facebook con seudónimo, gracias de nuevo.

Bienbenida, Tere, espero que tu hija siga bien con su problema de neutropenia, y muchos
ánimos y paciencia para tratar con el sistema sanitario, un abrazo y un beso.

Bienvenida, Sunshinelemon.

Y ya basta de rollo, que ya es verano... ¿hace calor?

Capítulo 37
BPOV

Paré el coche y miré al cielo. Estaba nublado, pero de momento no amenazaba lluvia. Durante el
trayecto escuché la radio del coche de Jasper (quien amablemente me lo había ofrecido)
anunciando intensas lluvias. Quizá el hombre del tiempo se había equivocado.

O eso esperaba.

Tomé el mapa que tenía desplegado sobre el asiento del conductor y volví a mirar el punto que
me había marcado Alice. Sin duda, aquí era. Mi sentido de la orientación natural era bastante
malo, pero gracias a mi padre y su afán excursionista me manejaba perfectamente con cualquier
mapa y una brújula.

Bajé del coche y avancé por un camino entre los árboles, hasta llegar a un pequeño claro del
bosque. Allá estaba el coche de Edward. Sonreí, satisfecha conmigo misma, mientras avanzaba
hacia el Volvo. Ahora me esperaba la segunda parte del plan. Encontrar a Edward... o que este
me encontrara a mí. Metí la mano en mi bolsillo y tomé el móvil. Alice me había explicado que mi
sobreprotector novio llevaba el teléfono consigo siempre desde que salíamos juntos. Incluso
yendo de caza. Pero lo pensé mejor y volví a dejarlo en su sitio. No quería molestarle en plena
caza.

Distinguí una estrecha senda que salía del claro y se perdía en el bosque y decidí seguirla, sin
pensarlo un solo instante. Algo me arrastraba hacia allá. Ni siquiera me planteé la posibilidad de
que hubiera algún animal salvaje cerca. Estaba segura de que si había alguno mi vampiro ya
habría dado buena cuenta de él.

Avancé con lentitud por el sendero, disfrutando de la belleza y del aroma del bosque primaveral,
hasta que de pronto los árboles se abrieron para mostrarme un amplio prado. Ahogué una
exclamación. Tenía una belleza irreal. Sus múltiples y brillantes tonos verdes estaban tachonados
de pinceladas de colores vivos gracias a las flores que crecían dispersas aquí y allá. Extasiada,
avancé lentamente por entre la vegetación, que me llegaba por debajo de las rodillas.

De pronto lo sentí. Un tenue hormigueo en la cabeza, una sensación de calor recorriendo mi


columna hacia abajo.

Él estaba cerca. Todo mi cuerpo me lo decía.

Sentí cierta inquietud. Edward siempre había dicho que la caza sacaba lo más primario y animal
de él, y por ese motivo prefería que yo estuviera lejos cuando se alimentaba. Yo siempre le había
hecho caso en eso... hasta ahora. Quería compartir también esa experiencia con él.

Seguí avanzando lentamente, sintiéndome como una oveja vigilada por los ojos de un león. Mi
vello se erizó de repente, había algo extraño y al principio no reparé en qué era.

Hasta que me di cuenta. El bosque estaba demasiado silencioso. ¿Y si había algún animal
salvaje? Recordaba los osos de los que me había hablado Angela en nuestra primera excursión.
Sólo podía escuchar el zumbido de los insectos y mi martilleante corazón.

-¿Edward? Estás empezando a asustarme... -apenas había acabado la frase algo se abalanzó
sobre mí y me vi tumbada sobre la hierba del prado. Unos brazos protectores impidieron que me
golpeara al caer.

-¿Asustada? Eso es nuevo – siseó Edward.

El bello rostro de mi novio se cernía sobre mí. Estaba colocado a horcajadas sobre mi cuerpo
clavándome en el suelo e inmovilizándome los brazos con sus manos en mis muñecas.

-Sólo por si no eras tú... temí que fuera un oso -repuse, intentando mantener la calma. Me sentía
más presa que nunca, y eso era decir mucho. Jamás había visto una expresión tan fiera en su
perfecta cara.

Estaba mortalmente hermoso, y ahora más que nunca era evidente que no era humano.

-No tienes ninguna preocupación por tu propia seguridad, Bella –negó con la cabeza, sin variar su
inquietante expresión.

A pesar de eso era una gloriosa visión: el cobrizo cabello más despeinado de lo habitual, la
camiseta negra por fuera de los vaqueros oscuros que cubrían aquellas largas y fibrosas piernas,
el cuerpo felino tenso como un arco. Entonces me fijé que llevaba la camiseta algo desgarrada y
con salpicaduras de lo que parecía sangre. Miré más abajo y observé otro desgarro en su
pantalón.

-¿Estás herido?-pregunte ansiosa. Él rió y se inclinó más sobre mí, hasta que percibí su aliento
embriagador. Intenté moverme pero fue imposible.

-No. A veces les doy a mis presas la oportunidad de defenderse -su mirada y su aterciopelada
voz me tenían tan atrapada como su cuerpo sobre el mío.

-¿De defenderse? ¿Qué defensa tienen ante el mayor depredador de la naturaleza?-ironicé sin
apenas voz.

Entonces algo cambió en su expresión, en la tensión de su cuerpo.

-Supongo que tienes razón. Pero ésa es mi esencia, Bella. La puedo controlar, pero no anular -se
apartó de mí y se tumbó en la hierba a mi lado, cerrando los ojos y respirando pausadamente.-Ve
al coche, estarás más segura. En unos minutos te sigo.

¿Qué había pasado? No estaba segura, pero conocía a Edward y sabía que estos cambios de
humor se debían a la ambivalencia de sus emociones respecto a mí. Tumbada a su lado pensé
en que teníamos algo en común, una lucha interna. Mi lucha personal era la decisión entre dejar
mi mundo y entrar en el suyo, para siempre. La suya era luchar entre el amor que sentía por mí y
su instinto de beber mi sangre... y transformarme en alguien como él.

Pero yo siempre confiaba en que su amor era más fuerte. Que podría controlar todos los demás
instintos.

De pronto escuché un suspiro.

- No lo harás, ¿verdad?

-¿El qué?

-Marcharte.

-No.

-Isabella... a veces me desesperas. Ojalá te preocuparas más por preservarte de mí -se lamentó.

Me senté a su lado y lo contemplé. Tumbado sobre la hierba como un animal herido, rodeado de
vegetación y flores, los párpados cerrados, la ropa desgarrada y esa belleza sobrehumana. Tuve
que contener un gemido. Era el ejemplar de hombre más hermoso sobre la tierra. Y era mío. No
pude sofocar la oleada de deseo que me acometió.

-Jamás tendré ninguna ansiedad en lo que a ti respecta, lo sabes- mi voz sonó ronca y entonces
él abrió los ojos, mirándome atentamente.

Me coloqué sobre sus caderas en un solo movimiento, imitando su posición de unos minutos
antes, y me quedé completamente quieta, estudiando su reacción, que no se hizo esperar. Sentí
su dureza entre mis piernas y contemplé cómo su pecho subía y bajaba con dificultad. Su
expresión era una mezcla de deseo, enojo, e incertidumbre. Sin dejar de mirarle me desplacé
lentamente en dirección a sus muslos, le desabotoné el pantalón y le bajé la cremallera, liberando
su erección. Sonreí.

-¿Sin ropa interior, Edward?-acaricié la suave piel de su pene, que aunque parecía imposible
creció aún más entre mis manos.

-Me he vestido rápido –dijo sin apenas voz.

De pronto habíamos intercambiado papeles.

-Ya... pues no me gusta – me incliné, lamí la punta y jadeó- que otras puedan -le acaricié los
testículos con una mano y se mordió el labio - advertir con tanta facilidad -lamí de nuevo y se
aferró con ambas manos al suelo -lo que es mío.- Metí la punta en mi boca y retorcí la lengua a
su alrededor.

El sabor único de su piel, su olor embriagador, incluso el sabor de su excitación... convertían la


experiencia de tenerle en mi boca en algo tan sensual y electrizante que me dejaba al borde del
orgasmo.

Estimulada por sus gemidos lo introduje completamente en mi boca, succionando con fuerza al
tiempo que lamía el glande en círculos. Relajé la musculatura de mi garganta, intentando
introducirlo más profundamente cada vez, y entonces un gruñido vibró por todo su cuerpo.

-Bella, ¿quieres matarme? ¡Joder!-jadeó y cerró los párpados con fuerza.

Sus dedos se clavaron como garras en la tierra. Continué succionando profundamente y


lamiendo, increíblemente excitada por el placer que le estaba dando, deleitándome en su sabor y
su textura, y como pude me desabotoné mi propio pantalón y deslicé una mano entre mi piel y las
braguitas. Estaba completamente empapada y apenas puse los dedos entre mis pliegues y rocé
mi clítoris sentí que no iba a aguantar mucho más. Edward abrió los ojos y me miró... la imagen
que tenía frente a él fue suficiente para que se liberara su orgasmo.

-¡Bella!-rugió con fuerza, y yo no necesité más. Mientras el descargaba en mi boca la intensa y


placentera presión en mi vientre estalló expandiéndose por todo mi cuerpo.

Me acosté a su lado, jadeando, mi cuerpo aún convulsionado por las últimas oleadas de mi
orgasmo, los ojos cerrados. De pronto sentí el roce de sus fríos labios sobre mi oreja, rozándola
apenas.

-Quítate los pantalones y las bragas -siseó.

Su voz llena de deseo mandó ecos que asolaron mi cuerpo acelerando mi corazón y mi
respiración. Mi cuerpo estaba completamente laxo y dudé durante un segundo; había sido tan
poco previsiva que no traje ninguna muda de ropa. Cuando me di cuenta él mismo me había
desnudado de cintura para abajo, por fortuna sin romper nada. Escuché mi propio latido
retumbando en mis oídos, y sabía que si no intentaba calmar mi hiperventilación pronto me
marearía. Edward me alzó los muslos colocándose entre ellos. Yo estaba en trance,
absolutamente a merced de aquella magnética mirada.

Me sujetaba con fuerza y mi laxo cuerpo se negaba a obedecerme.

-Isabella Swan, vas a acabar conmigo. Pero no me voy a ir solo. -Diciendo esto se hundió sin
dificultad en mi cuerpo y grité. – Cariño, estás completamente empapada...-gimió y cerró los
párpados con fuerza; su cara lucía la expresión más erótica que podía imaginar. Entonces levantó
mis piernas y las colocó sobre sus hombros, penetrándome más profundamente.

Un quejido profundo y animal salió de mi garganta. El placer de recibirle dentro de mí, con un
deseo tan primario e instintivo, me hizo perder la razón.

-Fóllame duro, Edward. Por favor.

Embistió una vez, fuerte, y me arqueé sobre mi espalda, gritando de nuevo. Su sola mirada hacía
arder cada célula de mi sangre, vibrar cada nervio de mi cuerpo.

-Grita, Bella -se hundió en mí implacable, y una violenta corriente de placer me sacudió el cuerpo,
provocándome algo parecido a un rugido- No es suficiente, cariño... déjate llevar, aquí nadie
puede escucharte.

En aquel momento el cielo se iluminó con un súbito relámpago y al cabo de pocos segundos se
escuchó un fuerte trueno. La lluvia empezó a caer, fina pero abundante. Edward estaba quieto en
la misma postura, mirándome con la boca apenas entreabierta, el pecho agitado. Me sujetaba los
muslos con fuerza, clavando sus largos dedos en mi carne. El tiempo parecía haberse detenido
mientras cada uno se perdía en la mirada del otro. En unos instantes ambos estábamos
empapados. No sé cuál sería mi aspecto tumbada sobre el prado, desnuda de cintura para abajo
y con la cara, los cabellos y mi sudadera empapada, pero él se veía jodidamente sexy. La mojada
camiseta, a través de cuyos desgarros veía su pálida piel, se le pegó al pecho marcando cada
uno de los tensos músculos, y el cabello y la cara húmedos le daban una expresión aún más
salvaje. Mi cuerpo palpitaba de anticipación y deseo.

-Bebe de mí, Edward-gemí.

-¡No!- gritó entre aterrorizado y enojado.

-Hazlo. Por última vez -supliqué.

-Es una locura, Bella- negó con la cabeza pero detecté una chispa de debilidad en sus ojos.

-Por favor... lo necesito-rogué.-Y tú también. Por última vez, amor -repetí, contemplando la lucha
interior en su cara.

De pronto pareció reaccionar y se inclinó un poco sobre mí, sin soltarme.

-Te deseo tanto que me duele, Bella. Estoy loco por ti. En cuerpo y alma -habló con voz rota por
la pasión. Entonces lamió y repartió besos por la piel del interior de mi muslo.

-¡AH!-grité con toda la fuerza de mis pulmones y mi cuerpo se convulsionó por la brutal invasión
del placer agudo e intenso que me provocó al morderme.

Salió de mí y volvió a penetrarme con fuerza, sin dejar de beber mi sangre. Fue rápido, duro y
profundo, cada grito mío más fuerte, hasta que mi cuerpo estalló en un violento gozo, mientras
sentía su liberación y le escuchaba gritar mi nombre, de nuevo.
Se dejó caer con suavidad sobre mi pecho y le acaricié la cabeza mientras esperábamos que
nuestra respiración se calmara y mis fuerzas volvieran. Y así nos quedamos durante varios
minutos, abrazados mientras la lluvia caía sobre nosotros y los lejanos relámpagos iluminaban el
cielo.

-Lo s...-empezó a decir Edward. Al captar el tono de voz le tapé la boca con la mano para evitar
que pronunciara las palabras.

-Si se te ocurre decir "lo siento" me voy de tu piso y me busco un hotel -dije enfadada.

Levantó la cabeza y me miró entre divertido y preocupado. Entonces se me ocurrió pensar que
debíamos formar una imagen memorable, yo tumbada sobre la hierba con él entre mis piernas, y
la lluvia cayendo sobre nosotros.

-Está bien – sonrió con desgana pero su mirada era intensa.- Ha sido... devastadoramente
placentero. Pero escúchame bien, Bella. Jamás vuelvas a pedírmelo. Lo del vínculo es cierto. He
sentido que estabas cerca, y dónde estabas.

-Yo también te he sentido -repuse.

Él se movió sobre mí y acercó su rostro al mío, evitando que la lluvia cayera sobre él. Alcé las
manos y las entrelacé en su nuca.

-Entonces sabes lo que puede pasar. Amor, deseo que seas como yo, pero sólo cuando estés
completamente preparada- frunció el ceño, mirándome angustiado.

Tenía razón. Me regañé a mi misma por mi impulsividad y mi nulo autocontrol. Él era mi droga. Y
quería estar con él toda la eternidad. Pero aún no estaba lista para eso y él también lo sabía.
Asentí firmemente, sin pronunciar palabra.

Se separó de mí y me ayudó a incorporarme. Se colocó bien los pantalones y cogió del suelo mis
empapados zapatos, vaqueros y braguitas, se dirigió hacia mí y me tomó en sus brazos. Me
aferré a su cuello y pegué mi nariz a su piel. Me dolía estar separada de él. Su aroma llenó mis
pulmones, intensificado por la humedad de la lluvia.

En cuanto llegamos al claro donde estaba su coche se dirigió al maletero del Volvo y sacó una
bolsa de deporte.

-Métete en el coche, Bella. Vas a resfriarte.-Se metió conmigo en el coche y sacó unos
pantalones y una camisa a cuadros del interior de la bolsa.-Siempre llevo ropa seca cuando voy a
cazar lejos de casa... es una buena precaución.

-Me vendrán enormes, pero te lo agradezco- sonreí. Los tomé de su mano y empecé a
ponérmelos.

-¿Se puede saber a qué ha venido esto? Ha sido una imprudencia superior a las que me tienes
acostumbrado -inquirió observando cada uno de mis movimientos.

-Quería verte, y no estabas en casa -hice un mohín.- Alice me dio la idea de venir a buscarte y me
pareció bien. Hace tiempo que quiero verte cazar, lo sabes.

-Bella- suspiró, tocando delicadamente mi mejilla con el dorso de su mano.- Durante la caza me
libero de prácticamente todas mis represiones. Tengo miedo de no poderme controlar y volver a
morderte si estás a mi lado en ese momento. Prométeme que no vendrás a buscarme nunca más
cuando esté de caza. No mientras seas humana.
-Lo prometo -pronuncié, contrita.

-Lo celebro. Luego tendré una charla con mi hermanita por meterte ciertas malas ideas en la
cabeza, como si tú no tuvieras las suficientes.

-¡De nada!- Alice sonrió ampliamente cuando ambos entramos por la puerta.

Jasper sofocó una risa y yo me sonrojé de forma violenta. No era para menos. Edward iba mojado
de la cabeza a los pies; yo iba vestida con su ropa, con el cabello húmedo y despeinado, y
probablemente mi expresión aún era resplandeciente por los orgasmos que mi novio me había
regalado. Por no hablar del olor a sexo, que cualquier vampiro habría captado a unos cientos de
metros.

-Enana. Tú y yo tenemos que hablar, pero en otro momento- advirtió Edward a su hermana
frunciendo el ceño forzadamente.

Nos dirigimos por la escalera hacia nuestra habitación, ignorando las carcajadas que arreciaban
como la lluvia detrás de nosotros.

*º*º*º*º*º*

-Gracias por dejarme tu coche, Jasper- miré a mi guapo cuñado, que estaba jugando a la Play
contra mi chico.

Dejé las sobras de la manzana que me había comido en un plato sobre la mesita y doblé las
rodillas sobre el sofá, observando la partida. Alice estaba concentrada dibujando, sentada a la
mesa del comedor.

-No me las des, el coche es tuyo -sonrió el rubio sin apartar la mirada de la pantalla.

-¿Qué?-la palabra se escapó de mi garganta como un chillido agudo. Alice dejó de dibujar, y la
partida quedó en "pause".

-¿Edward no te lo ha dicho? ¿Tío, has estado todo el día con ella y no has tenido ni un momento
para explicárselo? Te diré un secreto porque eres nuevo en esto: para tener éxito con tu pareja no
basta con el buen sexo, debe haber comunicación- se burló Jasper.

-Vale, ya, piedad- Edward levantó ambas manos en señal de rendición y me miró.- Alice quiere
regalarle un coche nuevo a Jasper y no sabían qué hacer con el viejo. He pensado que ya que no
tienes coche te lo podían prestar...-negué con la cabeza.

-¿Viejo? ¿Qué problema tenéis en vuestra familia con los coches? Ese debe tener un par de años
a lo sumo... dios, si está en perfecto estado. Y yo no puedo aceptar la responsabilidad de usar el
coche de otro. Jasper, te agradezco la amabilidad, pero tu coche corre peligro conmigo, soy
propensa a los accidentes, aunque por fortuna no suelen ser graves -añadí precipitadamente al
captar la expresión de alarma de mi novio.

-Precisamente -gruñó Edward-Es uno de los más seguros en su categoría. Bella, necesitas un
coche, y con el sueldo de residente no puedes conseguir uno ni la mitad de seguro que este. Y si
no me dejas regalarte uno, lo cual sigo sin comprender, esta es la única opción que nos queda-
su expresión ardía de indignación.

-¡La única opción que te queda a ti!-espeté.- No... No puedo ir con el coche de Jasper por ahí...
¿y si lo abollo, o me lo roban?
-Bella -intervino mi cuñado sonriendo de forma deslumbrante.- Hazte a la idea de que si no
aceptas el préstamo bajaré a la calle y le regalaré el coche a la primera persona que encuentre
por la calle... y que no crea que estoy loco de atar o que hay una cámara oculta, claro.

No pude evitar sonreír al imaginarlo. Lo pensé durante un minuto. Edward tenía razón, podía
adquirir un coche con mi sueldo pero ni por asomo como el que Jasper me prestaba. No sabía si
era cierta la historia del cambio de automóvil o era un montaje destinado a que mi chico se saliera
con la suya en lo referente a mi seguridad, pero decidí que iba a ceder... Suspiré. No deseaba
que él se preocupara por mí aún más de lo que ya lo hacía. Comprendía sus sentimientos, pero
intentaba frenar su sobreprotección siempre que podía, o me haría sentir asfixiada. Pero era hora
de decir sí.

-De acuerdo, lo tomo prestado -apenas acababa de pronunciar la "o" y Edward estaba sobre mí,
robándome el aliento con un intenso beso.

-Gracias -susurró contra mi boca.

-No te acostumbres- sonreí, respondiendo a su beso con otro de igual intensidad.

*º*º*º*º*º*

Edward se acababa de marchar y ya lo echaba de menos. El resto de los Cullen excepto Alice y
Jasper, que se quedaban un día más, fue despidiéndose de mí a lo largo de la mañana. Todos se
habían ausentado de sus trabajos de forma imprevista y compromisos previos impedían prolongar
más su estancia en Seattle.

Pasé la mañana haciendo compañía a Angela, que estaba de mejor humor seguramente debido a
su próxima alta: el cardiólogo le había confirmado que sería el viernes. Jake y yo habíamos
establecido una rutina tácita: él pasaba la noche con Angela, yo la mañana hasta después de la
comida, a media tarde él volvía y yo me iba a casa.

El resto del día estuve ante la pantalla del ordenador con Jasper, mirando fotos de mujeres de
entre 20 y 40 años de edad investigadas por muertes sospechosas de familiares. Eran casi las
diez de la noche, llevábamos cinco horas seguidas ante la pantalla y estaba a punto de
levantarme para irme a la cama cuando la vi.

Mi corazón dio un vuelco.

-Esa -señalé. Estaba segura de que era ella. En la foto llevaba el cabello de color rubio, pero
estaba segura de que era Jane Smith- Esa es- repetí, presa de la excitación- pero ahora lleva el
pelo castaño oscuro.

Jasper amplió la imagen y en unos segundos cambió el tono de cabello de la madre de Daniel.

-Sí-cerré los puños con fuerza, -esa es. ¿Por qué la investigaron? ¿Cuándo fue? ¿Cómo se
llama?- exigí. Alice se había acercado y miraba la pantalla con curiosidad por encima del hombro
de Jasper.

-Veamos... Jane Taylor, nacida en 1978 en Cardiff. Se trasladó a Londres para estudiar
enfermería y posteriormente trabajó en el hospital Queen Elizabeth. Se la investigó por la muerte
de su hermano, parece que el joven era diabético y en el 2002 sufrió una sobredosis de insulina
que le provocó la muerte tras un coma hipoglucémico. Vivían juntos y ella era quien le
acompañaba a todas las visitas médicas, pero nada pudo relacionarla con la muerte, que se
declaró accidental.
-Una hipoglucemia... ¿Sospechaban que ella le había inyectado una sobredosis de insulina?

-No al principio-siguió leyendo Jasper.- Parece ser que fue la novia de su hermano quien
promovió que se iniciara la investigación. En un principio la muerte se atribuyó a un accidente en
la administración de la dosis.

-¿Y qué sabemos de la novia? -pregunté, temiendo la respuesta. Jasper tecleó rápido y abrió una
nueva ventana en la pantalla.

-Murió en 2005-respondió antes de que yo tuviera tiempo de leer, como buen vampiro- en un
accidente de automóvil. Se salió de la carretera en una curva. No hubo testigos -concluyó,
sombrío.

-¡Y una mierda, accidente! -negué incrédula, sintiendo la angustia atenazar mi garganta. Cada
vez estaba más segura de que la madre de Daniel era muy peligrosa. -Jasper, tenemos que
encontrarla. Le hará daño, lo sé -intenté inútilmente calmar mi desesperación y ansié tener a
Edward a mi lado.

Alice me apretó el brazo con suavidad.

-Estamos en ello, Bella-dijo con suavidad.

-Lo sé -puse mi mano sobre la suya.-Jasper, ¿sabemos algo de Jane... Taylor después de lo de la
investigación?

-Ahora que ya tenemos un nombre voy a investigar hasta en sus notas de preescolar, Bella.
Ahora vete a descansar- añadió señalando el reloj del portátil.-En cuanto sepa algo interesante te
despierto.

Me había acostumbrado a que alguno de los Cullen me mandara a la cama a dormir, así que no
discutí. Estaba muy cansada y probablemente Jasper trabajaría más rápido él solo. Intentaría
dormir, lo necesitaba para estar en plenas facultades. En aquel momento envidié profundamente
su permanente vigilia. Pero me sentí agradecida, y mucho. Tenía suerte de contar con ellos.
Confiaba en que más pronto que tarde descubriríamos el paradero de Jane Taylor, también
conocida como Jane Smith, probable autora de un doble asesinato y madre de uno de los niños
más dulces que había llegado a conocer.

Esto se complica un poquito más? O menos? ya me diréis...

Ah, estuve a punto de escribir que Bella veía cazar a Edward, pero... no me parecía consecuente,
realmente debe ser peligroso. Quizá en otra ocasión... veremos. Haste le lunes! Besos a todas.

Buenos días. Por segunda semana actualizo un dia antes, pero es que de momento me va
mejor. Aunque los dias "oficiales" siguen siendo lunes y jueves.

Antes que nada quiero deciros un par de cosas. Una, que veo que todas estáis
preocupadas por Daniel. Os haré un spoiler pequeño pero necesario: aparecerá pronto, y
vivo... estad tranquilas. Lo segundo es que la semana del 4 al 10 de julio estoy fuera y sin
acceso a internet. Por otra parte aunque lo tuviera no podré escribir ni una palabra porque
mi tiempo será 100% para mi familia. Así que esa semana no hay actu, pero la siguiente sí.

Como siempre, gracias por tomaros el tiempo de leer y comentarme vuestras impresiones,
sois estupendas. Gracias a mi beta, Maria José, y hoy también un abrazo fuerte, guapa.

Quiero advertiros de que este capítulo no es muy alegre... pero es necesario, ok?
Sobre el 37:

Anaidam, sin follar NO, vale, captado... me parto con todo lo que has dicho. Que si atar a
Edward con plutón irrompible, que si sodomizarlo... loquita mía! Besoide para ti.

V. Cullen, a mi también me gusta este Jasper. Ha tardado en salir, eso sí, pero el chico vale
su peso en oro.

Sarah-Crish Cullen, sí, se cazaron mutuamente ;-)

Mentxu Masen Cullen, Bella ninfómana? Cuestión de matices... ella disfruta de su


sexualidad con el hombre a quien ama... Y con este hombre, como tú dices... ¿quién no?

Bellaliz, sí, a mí también me gustaría cazar así...

Yamira hdrz, me gustan tus aportaciones. Interesante eso de que la madre hubiera robado
al niño... no lo había pensado ;-).

I love Edward, gracias por confiar en mi buen criterio, y por tus ideas. ¿Shakira y Piqué?
Aquí en Barcelona los niños en los colegios les han dedicado una canción, jajaja, pero no
me hagas repetírtela.

PRIGSPE, a mí también me gusta que Ed muerda a Bella.

Daniielacullen, me alegro de que te pareciera sexy. ¿Qué pasará? No queda mucho por
saberlo.

SalyLuna, yo pensé en "la misma escena" pero después de que ella lo viera cazando, pero
no, no es coherente.

LadyArwen, me hiciste sentir como en clase con la profesora... la paciencia no es mi fuerte,


jajajaa. Gracias por tus palabras, las valoro más aún viniendo de quien vienen. Y no sufras
por Daniel ni por Jasper, te lo repito (y yo sí tengo paciencia ;-)).

Paola Cullen, es que a mí el Ed salvaje me pone tanto como el cirujano, jajaja.

Lia, mucho frío por allá? Vente aquí, estamos a casi 30 grados y son las 10. Me alegro de
distraerte, esa y sólo esa es mi única pretensión: distraeros. Si lo consigo ya estoy feliz.

Yeraldin23, ya veremos con lo de la adopción, me alegro de que casi todas estéis por eso.
Y sí, su conexión es grande, eso quiero reflejar.

Martinita, bienvenida, y gracias mil por tus amables palabras!

AnithaPattzCullenPacker¸ no sufras por Daniel, y besos para ti desde España.

Lokaxtv, gracias, besos para ti también.

Cp, me alegro de verte por aquí. Ya sabes, actualizo lunes y jueves, pero a veces adelanto
a domingo porque me viene mejor, como hoy. Y sí, esto es una fanaticada ;-).

Nohemi, quería escribir que lo viera cazar y "eso", XD, todo junto. Quizá otro día.

Gine, me encantó que metieras a Batman y Robin en esto, yo soy medio friki (o geek, como
dicen en los USA, aunque no tanto como los de The big Bang Theory, :-P). Creo que ambos
van a tener bastante trabajo, y si no ya me dirás. Prepara tu segundo idioma, y deja a tu
mente loca expresarse, jajaja.

Capítulo 38

Iba a poner la mano en el picaporte cuando la puerta de la habitación de Angela se abrió de golpe
y Jacob salió como un vendaval, chocando contra mi brazo al pasar por mi lado.

-¡Eh, ve con cuidado! Joder, casi me atropella y ni se disculpa – rezongué.

Dirigí a Jacob una mirada asesina y me froté el brazo mientras lo veía alejándose por el pasillo de
la planta de cardiología.

-¡Pasa!-ladró mi compañera de piso cuando llamé a su puerta.

Me armé de paciencia.

-Buenos días, Ang -mi amiga tenía el ceño profundamente marcado.- Llego en mal momento -
afirmé.

-Eres la leche de perspicaz -gruñó, para inmediatamente tomar aire y exhalar con fuerza.- Lo
siento, no es culpa tuya, me estoy comportando como una borde. Pero es que estoy harta de
estar conectada a estas máquinas, de estar aquí metida, de que Jake sea tan protector. Lo amo,
pero me está agobiando. Me trata como si fuera de cristal.

-Créeme, sé un poco de eso-le sonreí sentándome en la cama.-Pero eso no es una novedad.


¿Por qué ahora estás así, si puedo saberlo?

-Puedes. Me ha explicado su magnífico plan para que yo esté bien cuidada. Ha conseguido un
desfibrilador, entre nosotras "cacharro", para su casa. Y me ha encontrado una cuidadora, quien
no es ni más ni menos que Leah, su prima de la reserva. Leah, esa simpática mujer que parece
que esté recibiendo pinchazos en el culo cada vez que me dirige la palabra, va a convivir conmigo
cuando Jake no esté disponible por su trabajo.

-¿Por qué Leah? ¿No sabe Jacob que no la soportas?

-¡Claro que lo sabe! ¡Por eso me cabreo! Pero dice que ella está a punto de terminar la carrera de
enfermería y está perfectamente capacitada para la tarea encomendada - engoló la voz
intentando imitar a su novio.- Le pagará una cierta cantidad de dinero, y así Leah podrá ganar un
dinerillo haciéndome de canguro mientras estudia. ¿Qué te parece? -rodó los ojos.- Tengo niñera
a mis 27 años. La niñera diabólica ¡Genial!

-Vaya mierda.

-Y por si fuera poco Leah además de caerme como el culo está medio enamorada de mi novio, se
creerá que soy ciega y no veo los ojitos con los que lo mira. Me dan ganas de decirle: ¡Eh, niña,
que lo que no me funciona bien es el corazón, las retinas las tengo de puta madre! –se señaló
ambos ojos rezongando. Tuve que sofocar una sonrisa.

-Cariño, sólo serán un par de meses. Luego podrás independizarte de todos nosotros. Y piensa
que en julio empiezo en el Infantil. Podré hacer yo también de canguro-la tomé de la mano y
sonreí cuando vi cómo se le iluminaba un poco la cara.

-Es cierto, al menos el último de los tres meses se me hará un poco más corto.

-¿Ha pasado ya el cardiólogo? ¿Cuándo te dará el alta?


-Después de la comida... ¿lo puedes creer? Me obligan a comer aquí.

-Vamos, esta noche te desquitas con una buena cena en casa de Jake. Romántica, por supuesto,
con velitas y todo eso.

-Sí, lo estoy deseando. Quisiera ir a cenar fuera de casa, pero el tío insiste en llevarse el
"cacharro" detrás, por dios, llevo 27 años sin percances cardiológicos, ¿por qué iba a pasar algo
en un par de horas? Si fuera por mí pasaría del "cacharro", pero a Jake le iba a dar un ataque. Y
me diría eso de "ya no puedes pensar sólo en ti" -rodó los ojos y suspiró- Y es cierto, ¿verdad
cacahuete?-dijo poniéndose una mano en el abdomen y bajando la vista.

-¿Cacahuete?- reí entre dientes.

-Sí, en la ecografía que me hicieron ayer parecía eso -sonrió tímidamente. -Hasta que no vea el
latido no estaré tranquila, pero todavía es pronto- dijo. Yo asentí.

-Sí, normalmente hasta la octava o novena semana no se ve.

-Oye, y cambiando de tema, ¿qué vas a hacer ahora? No estaré en nuestra casa por lo menos
hasta agosto. ¿Estarás bien sola? ¿O te irás a vivir con Edward? No te preocupes, puedo pagar
la casa sola...-su voz se apagó.

Me sorprendí de que ni tan siquiera hubiera pensado en hablarle de ello. Había tenido el
pensamiento ocupado en tantas cosas las últimas horas que ni siquiera se me había ocurrido
plantearle cómo iba a ser mi vida a partir de ahora. Me entristecí. Iba a echar mucho de menos la
compañía de mi amiga. Había establecido con ella una relación de amistad tan intensa como
jamás había hecho con nadie. La sentía como la hermana que siempre quise y nunca tuve, y
desde ahora íbamos a hacer una vida independiente la una de la otra. Pero Edward iba a
marcharse de Forks a Seattle, yo me iría con él y podíamos seguir viéndonos, al fin y al cabo
viviríamos en la misma ciudad.

-No... Ang, se me ha olvidado explicarte una cosa -repuse.

-No me digas que tú y el cirujano más sexy del mundo os vais a vivir juntos.- El corazón me dio un
vuelco. Tenía claro que vendría a Seattle pero irme a vivir con Edward... la idea me aterrorizaba y
al mismo tiempo me atraía.

-Eeeh... no sé si juntos, pero él se viene a Seattle por temas de trabajo y yo voy a seguirle.

-¿De veras? Entonces estaremos más cerca -sonrió.- Pero tú sigues acojonada. Tienes miedo de
ir a vivir con él porque sería dar un paso adelante en tu relación.

-No empieces, Weber -gruñí advirtiéndola.

-Escúchame, Bella- me tomó de la mano.-Escucha a una mujer que ha estado muerta por unos
segundos.-La miré a los ojos. El tono era de broma, pero la mirada que me devolvió era intensa.-
El miedo a sufrir no te dejará vivir. Bebe hasta el fondo de la copa de la pasión, apura la última
gota, ama sin miedo a sufrir ni a perder. Déjate llevar por lo que sientes. La vida es corta y frágil, y
mañana puedes estar arrepentida de lo que no hagas hoy.

Me quedé unos instantes en silencio pensando en lo que mi amiga me había dicho. Tenía razón,
yo lo sabía.

-Supongo que...

En aquel momento llamaron a la puerta y entró un médico joven con un sobre en la mano. Leí su
identificación: doctor Grant, residente de cardiología. Debía ser de primer año, se le veía...
novato.

-Buenos días, Angela. Vengo a darte el informe de alta y explicarte todo lo que tienes y no tienes
que hacer a partir de ahora.

-Dios, me encanta que me des órdenes, Andrew- mi amiga guiñó el ojo al joven residente, quien
se sonrojó hasta las uñas de los pies y me miró. Asentí y me despedí de Ang con un beso en la
mejilla.

-Voy a tomar un café. Luego vuelvo.

A aquella hora del día la cafetería estaba bastante vacía. El café de la cafetería del Northwest no
era mejor que el del hospital de Forks. Sinceramente, hacía que este pareciera un delicioso
expresso de cafetería italiana. Probablemente lo daban en urgencias para los casos de
intoxicaciones en vez de usar carbón activado y un laxante. El sabor, el color y las propiedades
eran las mismas.

Me puse a darle vueltas a lo que había hablado con Jasper por la mañana. Había trabajado varias
horas en la noche para averiguar más cosas sobre Jane Taylor, pero nada parecía de utilidad
para encontrarla. La investigación fue concienzuda: movimientos en las cuentas de ahorro,
facturas, cuentas de correo electrónico, datos escolares y universitarios... las habilidades de mi
rubio cuñado daban miedo. No había dato que dejara rastro en la red al que no pudiera acceder.
Pero no pudimos encontrar nada que la inculpara o nos diera alguna pista de su paradero.

-No hay nada, pero no desesperes, aún tengo unos cuantos sitios donde mirar. Ella aterrizó en
Seattle con su nueva identidad, y no hay ninguna información en sus correos de la época, luego
el que le consiguió la documentación falsa probablemente debía vivir en la misma ciudad. No creo
que se comunicaran por correo postal. Eso acota un poco la búsqueda, podía investigar en los
tipos con antecedentes penales por falsificación de documentos.

-Jasper, no sabes cuánto te agradezco lo que estás haciendo. No sé cómo pagarte.

-Medio litro de sangre me vendría bien. ¡Eh, es broma! Ya te dije que me gustan los retos... y
además... no tolero que se maltrate a los niños.

-Jasper... ¿alguna vez me has investigado?

-Sí. ¡Pero por cuenta propia!, Edward se enfadó mucho cuando se enteró.

-Vale, se agradece que por lo menos pongas cara de arrepentimiento. Prométeme que no lo
volverás a hacer.

-Prometo que no lo volveré a hacer mientras tu seguridad o la de otro ser querido no corra peligro.

-De acuerdo, eso me vale. Y gracias por lo de incluirme en lo de ser querido.

Dejé la taza casi llena y me dispuse a levantarme cuando unas manos sobre mis hombros me lo
impidieron.

-¿Pero qué...?-alcé la vista para saber quién obstaculizaba mis movimientos y Jacob Black se
sentó frente a mí, clavándome sus oscuros ojos.

-Tengo que hablar contigo-dijo con voz helada.

-Pues yo no quiero oír nada que salga de tu boca -espeté y eché la silla atrás para levantarme.
-Oh, sí te interesa. Tiene que ver con tu novio y el tratado que rompió -sonrió maliciosamente
contemplando cómo volvía a sentarme.

-Tienes un problema mental, Jacob Black. Se llama paranoia y en esta ciudad hay muy buenos
especialistas que gustosos accederían a tratarte. En serio, te pagaré las consultas, si con eso
consigo que dejes a los Cullen en paz -él chasqueó la lengua.

-Swan, mi objetivo ahora es que tú dejes en paz a mi novia.

-¿Qué... qué?

-Vamos, supongo que los Cullen te habrán explicado cómo fue la reunión con mi tribu.

-Lo han hecho. Y Edward acepta que debe marcharse de Forks. ¿Qué mierda te pasa ahora?

-A mí no me pasa nada. A ti supongo que sí, porque no es normal ir ofreciendo el cuello a un


chupasangre para que se alimente de ti. Eso sí debe ser un trastorno psiquiátrico. Lo que tengo
claro es que todas nuestras leyendas tienen mucho de verdad. Y eso significa que estáis
destinados el uno al otro y que tarde o temprano él te transformará en otro monstruo como él... y
no quiero que estés en relación con mi novia por entonces. Así que amablemente te pido que
cortes desde ya todo contacto con ella.

-No haré nada de eso. Angela es mi mejor amiga, y ahora me necesita. Y si tú la amaras tanto no
la dejarías con esa Leah, a sabiendas que no la soporta-mordí.

-¡Eso no es cosa tuya!-exclamó entre enfadado y dolido.

Me arrepentí un poco, sabía bien que Jacob se preocupaba más por Ang y el futuro bebé que por
sí mismo. Y aunque me molestara reconocerlo y continuaba pensando que Jake tenía algo de
paranoico, sabía también que su obsesión por separar a Angela de los Cullen y de mí era el
resultado de un carácter sobreprotector.

Pero eso no lo hacía menos desagradable.

-Dios, Jake -intenté hablar de forma serena. -Ang y yo somos amigas, yo jamás le haría daño,
igual que Edward tampoco haría daño a nadie. Ella me necesita ahora, y yo puedo estar con ella
cuando no trabaje, así no estará tanto tiempo con Leah- casi imploré mientras Jake negaba con la
cabeza.

-No. No vas a volver a verla mientras seas una... una chica vampiro. Despídete de ella hoy. Si me
entero de que la ves explicaré lo de los Cullen. Hay maneras de hacerlo sin que me tachen de
loco. Sabes, siempre hay quien se cree esas cosas.

-¿Vas a romper el pacto por tu cuenta?-pregunté horrorizada.

-Sólo las palabras, no su espíritu. En su tiempo ese pacto se hizo para proteger a nuestro pueblo.
Y yo estoy protegiendo a mi mujer y a nuestro hijo. Pasaré a buscarla para llevármela a casa
hacia la una. Espero no encontrarte entonces en su habitación.

-No puedes hablar en serio.

-¿Me ves riendo o algo? Swan, es mi última palabra. Hazlo. No es tan difícil. Al fin y al cabo
cuando te transformes en chupasangre tampoco podrás verla más. Sencillamente es adelantar
los acontecimientos. Hazme caso y todos viviremos mejor -se levantó y se fue, dejándome sin
despedirse.
.

-¿Te pasa algo? Estás muy pálida-Ang me observó con preocupación cuando volví a su
habitación.

-No, bueno... Creo que no me encuentro muy bien.

-Ya te decía yo que tanto café de hospital iba a pasarte factura-me observó con atención.

-Debo haber cogido algún virus por aquí -encogí los hombros sin mirarla.

-Y yo adoro a mis padres y quiero que Leah sea mi dama de honor cuando me case con Jake.
Bella, mientes fatal. ¿Qué ha pasado?

-Nada, en serio, creo que estoy un poco nauseosa, eso es todo. ¿Qué te ha explicado el doctor
Grant? –cambié de tema.

-Oh... básicamente que haga vida de ameba hasta que me pongan el alien. Deberías haber visto
el color de su cara cuando medio en broma le he preguntado si podía tener sexo salvaje con mi
novio – encogió los hombros haciendo una divertida mueca.

A mi pesar me hizo reír. Y luego me entraron ganas de llorar al pensar que no iba a verla más.
Porque lo había decidido ya: si le explicaba a cualquiera de los Cullen la amenaza de Jacob
habrían problemas graves. No quería pensar que la integridad física del novio de mi amiga corría
peligro pero no quería correr el riesgo. Y si no le hacía caso y seguía viendo a mi amiga estaba
segura de que cumpliría su amenaza.

-Deberías avergonzarte por abusar de un "resi" de primer año.

-Bah, que vaya acostumbrándose. Lo que le espera...

Antes de lo que yo hubiera deseado trajeron la comida. Miré nerviosamente la hora en mi móvil.
Quedaba menos de media hora para despedirme. Tras escuchar a mi amiga despotricar del
primero, del segundo plato y un poco menos del postre, era hora de marcharme.

Me senté en la cama y le tomé de las manos.

-Angela, eres la mejor compañera de piso que podía haber encontrado jamás. Y la mejor amiga...-
dije y la abracé sin poder evitar que mis ojos se humedecieran.

-Eh... que nos veremos pronto-dijo con la voz tomada, respondiendo a mi abrazo.-Dile a tu guapo
novio que te deje descansar algún día, que tanto sexo no puede ser bueno, y entonces te vienes
a verme.

Me mordí el labio fuerte para con ese dolor distraerme del que sentía en mi pecho. Hice fuerza
para poder tragar saliva y romper el nudo que se había hecho en mi garganta. Pero los músculos
de mi cuello no me obedecieron. Así que no pude hablar y continué abrazada a Angela.

-Oye, lo del sexo sólo lo he dicho por pura envidia, no te lo tomes en serio-su voz sonó extraña
como si estuviera conteniéndose. Poco a poco me separé de ella y la miré al fondo de sus
oscuros ojos.

-Suerte con todo. Amiga. Adiós- le apreté las manos y las solté, pero ella no me soltó a mí.

-Hasta pronto, no adiós- me miró con cierta inseguridad y sonreí a medias.


-Hasta pronto.-Entonces me soltó.

-¡Llámame cuando estés en Seattle!- dijo antes de que yo cerrara la puerta de su habitación.

Nunca se me había dado bien mentir. Pero asentí moviendo la cabeza enérgicamente.

Afuera estaba lloviendo intensamente. No saqué el paraguas. Mis lágrimas se mezclaron con las
gotas de lluvia, corriendo sobre mi cuerpo hasta llegar a los charcos del suelo.

Esto... feliz semana y hasta el jueves. Besos a todas.

Buenos días. Veo que el capítulo previo despertó un gran sentimiento de "amor" en
vosotras ;-). Sólo os puedo decir que arreglaré lo de Angela, os lo prometo, pero aún tienen
que pasar varias cosas...

El de hoy viene con música. Os tengo que decir que escribí este capítulo escuchando esa
música, fue la que me lo inspiró, y es el alma del texto. Así que si lo leeis sin música desde
el móvil o lo que sea os perdéis la esencia del capítulo. El enlace es este y lo pongo
también en mi perfil; quitad paréntesis, ya sabéis. Dadle al play cuando Bella encuentra a
Edward tocando el piano.

watch?v=mZS9gTQNE1Y&feature=related

Nota: Esta música pertenece a la BSO de la película El piano. Su autor es Michael Nyman y
es una de mis BSO favoritas (soy aficionada a ellas).

Ya sabéis que la semana que viene no hay actus. Las reiniciaré el 11 de julio, lunes, si todo
va según lo previsto. Os echaré de menos :-*.

Comentarios sobre el 38:

Martinita, v. cullen, yamira, SalyLuna, Bellaliz, Isa-21, yeraldin23, Ayame chan, os anoto en
el club de fans de Jake ;-). Odioso sí que es.

PRIGSPE, me hizo gracia lo que dijiste del cursor, gracias!

Pegn, me dio risa lo de chunovio, gracias por tu confianza en lo de sorprenderos...

ISACOBO, ojalá reaccione Jake, cierto.

Hoshii446 , sí, en algún momento Angela se enterará. Lo prometo ;-). Y lo de Daniel,


veremos...

I love Edward, lo que me reí con tu sarta de insultos, jajajaja. ¿Maldito machista? Bien,
bien, así se habla!

Aris123, ¿Asquerosa desde el cariño? Eso es como vete un ratito a la mierda pero con
cariño, ¿no? Jajajaja. Lo de contarle la verdad a Angela ahora no es buena idea, Bella teme
asustarla, y tampoco es algo de ella, es un secreto de los Cullen. Y para contarlo necesita
el permiso de Edward, y razonarle el por qué quiere explicárselo a su amiga... Complicado.
Ah, me declaro rehén tuya ya mismo: ¿chocolate y vino? ¿Y qué crees, que no lo
solucionaré? Recuerda el sms que te mandé, soy mujer de palabra ;-)
Sarah-Crish Cullen: Ali, me encantó eso de que todo el mundo merece una oportunidad,
Jake es tan prejuicioso...

Paola Cullen, siento que lloraras, te apunto al club de fans de Jake.

Anaidam, todo un post científico, jajaja. Me gustó el resultado, sobre todo: "eso da un
resultado de crisma rota por imbécil". Pero también comprendes un poco que Bella ceda a
ese chantaje. No le gusta pero una parte de ella lo entiende. Y sí, Ang se enterará. Otro
achuchón para ti y disfruta de tus vacas.

AnithaPattzCullenPacker, ¿tú también echas de menos a Ed cyuando no sale? Y yo ;-).

Gine, otra fan de Jacob.. Sí, debería respetar un poco más a Angela

Nohemi, tú también lo entiendes un poco... en el afán por hacer un bien está haciéndolo
mal, pero así pasa muchas veces.

Audrey, pues hacer desaparecer al HDP... no, de momento no ;-).

ladyArwen, me hizo gracia lo de colgar a Jake de los huevos a ver si se convierte en


castrato y se suaviza, XDD. Espero que te mejores.

daniielacullen, miedo me das... que parezca un accidente? Te nombro presidenta del club
de fans de Jake, ;-).

Bienvenida, Debi! Vaya, te tomaste la molestia de comentar todos los capítulos, ¡estoy
impresionada! ¡Gracias!

Capítulo 39

BPOV

-Varón, doce años, pérdida de conciencia de un minuto con recuperación espontánea tras
traumatismo abdominal en parque de atracciones -cantó el paramédico que llevaba la camilla.

-Joder, tío, qué humillante, si puedo andar perfectamente - protestó el delgado adolescente.

Lo seguí hacia el único box que quedaba libre en Urgencias. Mi último paciente. Aquel turno
estaba resultando agotador y yo deseaba salir puntual porque sabía que Edward estaría
esperándome. Hoy celebrábamos nuestro primer mes viviendo juntos y habíamos optado por una
cena romántica en un restaurante. Bien, como siempre sólo yo cenaría, pero romántico iba a
serlo. Mi adorable novio se había ofrecido incluso a comer algo ligero para que no me sintiera
incómoda, después iría al lavabo a vomitarlo, por supuesto. Pero yo sabía cuánto odiaba la
comida humana. Decía que sabía a tierra y yo no quería que pasara por eso. Ya estaba
acostumbrada a alimentarme mientras era observada.

-Lo siento, es el protocolo del hospital en las pérdidas de conciencia -me disculpé con una sonrisa
y me coloqué a su lado en la camilla del box.

-Bueno, si vas a ser tú mi doctora no hay problema- guiñó un ojo el chico. Bree, la enfermera que
le estaba tomando las constantes vitales, sofocó una sonrisa.

-Estoo... ¿y tu madre?- repliqué sonrojándome tontamente ante el piropo de aquel proyecto de


hombre adulto.

-Dando mis datos y toda esa mierda que pedís en estos sitios. Pero no hay prisa de que venga,
¿no?

¿Pero qué le dan de comer a esta juventud? Si podía ser su madre... si lo hubiera tenido con 14
años, claro.

-Vale, Casanova, para el carro y cuéntame qué recuerdas.

-¿Casa qué? Me llamo Seth.

-No hace falta que me lo jures: no sacaste buena nota en literatura. Sólo cuéntame qué te ha
pasado -bufé y le eché un vistazo rápido a mi móvil. Ya era casi la hora de finalizar mi turno y si
no agilizaba la visita llegaría tarde.

En aquel momento entró Garret Randall, el cirujano pediátrico, quien me clavó su oscura mirada
de esa forma que me hacía sonrojar. Claro que a mí casi todo me hacía sonrojar. Era una de las
cosas que a Edward le gustaba de mí.

Y parecía que al doctor Randall también.

El chico cambió su actitud tras la llegada de mi superior y más aún cuando su madre entró en el
box, y se puso a la labor de contarnos lo que recordaba. Había subido en unos autos de choque
sin ponerse el cinturón (para qué) y había chocado de frente varias veces (por qué no) contra sus
amigos. En uno de esos choques se había golpeado el abdomen con fuerza contra el volante,
pero había seguido en la atracción hasta que se detuvo. Fue cuando se levantó del asiento que
se sintió mareado, cayendo al suelo.

-Diagnóstico y tratamiento, doctora – los brillantes ojos del doctor Randall me contemplaban
examinar rápidamente a mi paciente, sin perderse un detalle de mis movimientos.

Odiaba ser el centro de atención, y más aún de un adjunto, y más aún todavía de un adjunto
joven y atractivo que me observaba de aquella forma. Lo conocía poco, pero por experiencia
sabía que no era normal que un adjunto supervisara tanto a un residente de último año. Pero era
mi superior y no podía mandarlo a paseo.

-¿Dónde te duele más?-pregunté a Seth.

-Todo. Me duele toda la barriga. Y el hombro izquierdo, más cuando me tocas la tripa.

-¿El hombro izquierdo?-pregunté alarmada.

-Sí, no sé, igual me lo he golpeado al caer.

-No creo, los hematomas por la caída están en tu lado derecho.

-¿Y bien, doctora?-Garret alzó una ceja interrogativa. Parecía Sherlock Holmes cuestionando a
Watson.

-Bueno...- miré tímida a la madre del chico y al cirujano – Seth tiene taquicardia leve, presión
arterial normal, aún no hay palidez, pero... tiene síntomas de sangrado peritoneal, posiblemente
se ha producido una fisura en el bazo al golpearse contra el volante del auto. Lo del hombro es
muy significativo. Yo solicitaría hemograma, pruebas de coagulación, y pruebas cruzadas por si
necesita una transfusión. Una ecografía ahora mismo confirmaría el diagnóstico. Creo que tiene
trabajo, doctor – terminé, más segura de mí misma al observar su expresión. Garret asintió.

-Exacto – afirmó y miró a la madre amablemente.- Señora, como ha dicho la doctora Swan
probablemente haya que intervenir a su hijo, debe tener una fisura en el bazo por donde está
sangrando. Lo confirmaremos con una ecografía y si es así habrá que intervenir para cerrar eso o
no, depende de la importancia del sangrado.

Fue Garret mismo quien hizo la ecografía, confirmando el diagnóstico. Tranquilizó a la


preocupada madre y al aún más ansioso adolescente. En ese sentido me recordaba a Edward,
sabía ponerse en el lugar del paciente e intentaba calmar sus miedos dentro de lo posible. En una
especialidad dura como la cirugía eso era poco frecuente y muy de agradecer. Y más aún en un
cirujano pediátrico.

Una vez se hubieron llevado al chico a quirófano le eché un vistazo al reloj de pared que había
sobre el mostrador principal de la sala de Urgencias del Hospital Infantil de Seattle. Pasaban
minutos de las seis de la tarde. Suspiré. Mi turno tendría que haber terminado hacía una hora,
pero era lo que tenía esta profesión. No podías dejar a un paciente grave a medias porque ya se
había terminado el turno.

Me cambié de ropa en el vestuario femenino lo más rápidamente que pude, que no fue mucho
porque estaba agotada. Las Urgencias quemaban más que otras especialidades. Y siempre salía
tarde. Ansiaba ver a mi adorado novio... y nuevo compañero de piso. Reprimí como pude la
oleada de pena que me asolaba cada vez que recordaba a Ángela.

Al final habíamos terminado viviendo juntos, y aunque temía que nuestra relación se volviera
rutinaria... esa palabra y Edward no se llevaban bien.

Recordé cuando hablamos de nuestro traslado a Seattle. Fue fácil solucionar el tema del trabajo.
Emily aceptó que yo me fuera unas semanas antes de lo previsto tan bien como al principio había
aceptado que me quedara más tiempo. Sin pedirme explicaciones. No sabía qué clase de jefe
sería James pero desde luego no creía que fuera mejor que su ex. Mis compañeros incluso me
organizaron una cena de despedida. Mucha gente relacionó nuestra marcha con los
acontecimientos en la fiesta de cumpleaños de Anne, y realmente no les faltaba razón, pero
ninguna especulación se acercaba a la verdad.

Afortunadamente.

El momento complicado vino cuando Edward me pidió que fuera a vivir con él. Acabábamos de
hacer el amor en su cama. Me miró intensamente con aquellos hermosos ojos, me habló con
aquella voz de terciopelo, y casi temí que se arrodillara y sacara un anillo. Vi el dolor en su mirada
cuando leyó la duda en mi expresión, pero sólo duró unos segundos.

-Si quieres podemos tener habitaciones separadas. O yo puedo vivir en el piso de abajo del
dúplex y tú en el de arriba. Puedo entrar por la ventana de tu habitación y será casi como si
siguieras viviendo en Forks.

La pena que sentí entonces al pensar en Ángela lo confundió, y creyó que me angustiaba la idea
de irme a vivir con él. No me angustiaba, pero en mi interior una pequeña parte seguía luchando
contra mi absoluta necesidad de él. Pero entonces recordé las palabras de mi amiga. ¿De qué
tenía miedo? No podía luchar contra la necesidad de respirar, y él era tan necesario como el aire
para mí. Además siempre había sabido darme mi espacio, y eso no cambiaría al vivir juntos.
Simplemente desaparecería el anhelo que sentía cada vez que nos separábamos.

-No te preocupes, buscaremos un piso para ti cerca del Hospital Infantil...

-¡No! No. Quiero que estemos juntos, Edward. Quiero encontrarte cuando me despierte por la
mañana, cuando me acueste por la noche, cuando me levante de una guardia...

-¿En serio?
Recuerdo su perfecto rostro iluminado por la felicidad como si fuera un árbol de Navidad. Luego
bromeó diciendo que tenía miedo de encontrarse conmigo cuando yo salía de guardia.

Fui arrastrando los pies en dirección a la salida. Cuando vi a Edward esperándome frente al
mostrador de la recepción de Urgencias mi cuerpo se sintió más ligero. Llevaba meses saliendo
con él y aún sentía mariposas en el estómago cuando lo encontraba tras unas horas sin verlo. Me
pregunté si alguna vez me acostumbraría.

-Hola - dije casi con timidez.

Como respuesta me tomó la cara entre sus manos y me besó, suavemente al principio, luego más
profundamente, hasta que mi turbación me hizo separarme de él.

-Edward, estoy en el trabajo -susurré reprobadora.

-Sólo quiero dejar claro a quién perteneces –replicó en el mismo tono de voz, como bromeando,
pero sus ojos ardían.

Me tomó de la cintura y nos encaminamos a la salida.

Una vez fuera rodeó mi cuello y mi cintura con sus brazos y me besó con pasión. Esta vez me
dejé llevar por la caricia de su lengua sobre la mía, por su sabor delicioso. Cuando su boca liberó
la mía mi respiración era jadeante y mi piernas un tambaleante flan apenas capaz de soportar mi
peso.

-Creo que este tipo de besos está prohibido en este estado, por lo menos en público.

-Te habría besado así allá dentro- apuntó con la barbilla el edificio del Infantil. Sus brazos seguían
rodeando mi cintura, pegándome a su duro cuerpo- Pero no me has dejado. Aunque si llega a
estar Randall cerca de nosotros no te habrías librado.

-¿Garret? Un momento... ¿cuánto tiempo llevabas esperándome? –fruncí el ceño.

-Lo suficiente como para escuchar lo que te decía, y lo que es peor, lo que no te decía. Y ahora
por su culpa lo que quiero es llevarte a casa y darnos una ducha juntos para borrar su
desagradable olor de ti- su expresión intentaba ser contenida pero yo detectaba una chispa de
ira... y deseo.

-Oh... no, Edward, no haremos eso, por lo menos ahora. Me habías prometido una cena, una
cena romántica – remarqué.

Estaba cansada e irritable, y en aquel momento no me sentía nada comprensiva con los celos de
Edward.

-Está bien, tienes razón –repuso secamente.

Me tomó de la mano y caminamos en un tenso silencio hasta llegar al restaurante, que no estaba
muy lejos de mi lugar de trabajo. Me sentí un poco deprimida. Todo el día esperando este
momento, y ahora sentía esa desagradable tensión entre nosotros.

De pronto Edward se detuvo a unos metros de la puerta del restaurante y tiró de mi mano con
fuerza, arrastrándome hacia sí y envolviéndome con sus brazos.

-Lo siento -murmuró contra mi cabello.

-Yo también. Estaba... estoy cansada –expliqué sobre su pecho.- Sé que es duro para ti escuchar
determinados pensamientos de otros hombres, pero Edward... yo llevo meses soportando cómo
el noventa por ciento de las mujeres y el diez por ciento de los hombres con los que te cruzas se
te comen con los ojos. Y aunque a veces me molesta, sobre todo si la mujer es muy atractiva, la
mayoría de veces lo único que pienso es "Jodeos, es mío". -Edward soltó una carcajada y yo
sonreí.- Confía en mí como yo en ti, amor. No puedo evitar las atenciones del doctor Randall.
Pero se puede joder porque yo soy tuy... -no pude acabar la frase porque su boca invadió la mía
vorazmente, robándome de nuevo el aliento. Mi cuerpo entró en ignición desde la raíz del cabello
a las uñas de los pies. Nuestros labios jadeantes se separaron unos milímetros y me sentí
mareada. El sabor y el aroma de Edward me hacían perder la cordura.

-Será mejor que entremos. Una frase más como la que acabas de casi-pronunciar y te arrastraré
al callejón más cercano. Y lo que te haría no tiene nada de romántico -su ronca y vibrante voz
penetró hasta lo más profundo de mis entrañas, haciéndolas contraerse.

No sería romántico pero yo también estaba a punto de mandar la cena a paseo. Sonreí mientras
entrábamos en el restaurante. Las cosas entre Edward y yo habían sido así desde nuestro primer
beso. Un momento estábamos hablando tranquilamente y al siguiente una chispa se encendía y
la pasión se apoderaba de nosotros de forma explosiva.

La cena fue romántica de veras. Nuestra mesa estaba en un lugar apartado e íntimo del
restaurante, había velitas sobre la mesa, y la comida italiana era deliciosa. Pudimos conversar
tranquilamente, mirarnos a los ojos en silencio y enlazar las manos entre plato y plato.

Pero mi cansancio no tenía nada de romántico. En cuanto me relajé con la compañía de mi novio
y me olvidé de las preocupaciones del día todo mi cuerpo pidió estirarse sobre una cama y no
moverse durante horas.

-¿Es más duro el trabajo aquí que en Forks?- me preguntó él dulcemente, acariciándome la
mano.

-No, es la estancia en Urgencias, me estresa mucho -tomé un sorbo de vino y cerré los párpados
unos segundos, volviendo a bloquear el recuerdo de mi amiga.- Y no creo que mejore el próximo
mes, me toca pasarlo entero en la UCI neonatal -suspiré, recordando que había sido uno de mis
campos favoritos dentro de la especialidad.

Había sido, porque ahora echaba de menos a mis compañeros del Comunitario de Forks, a Anne,
Monica, a mi jefa, y por encima de todo a Angela. Tomé una pequeña cucharada de tiramisú y
sentí una fuerte punzada en el pecho recordando nuestra cena de chicas en Port Angeles.

-¿Estás segura de lo de Angela? -tentó Edward.

Sus agudos sentidos estaban atentos a cualquier ínfimo cambio en mi expresión, movimiento,
respiración... y cada vez le resultaba más fácil leerme.

-Ya te dije que sí. Por favor, no saques más el tema... me hace daño –supliqué tocándome el
pecho.

-No te prometo que te haga caso, sabes que no estoy de acuerdo con tu decisión, pero lo
intentaré -insistió, cabezota como yo.

Por supuesto, desde los primeros días de vivir juntos en Seattle Edward me había incitado a
llamar a Angela. Entendía que no la visitara en casa de Jacob, pero no que no quedáramos en
nuestra casa ni habláramos por teléfono. Así que le solté la gran mentira que tenía preparada:
que aunque no estaba por completo segura de mi futura transformación era una idea que cada
vez era más fuerte en mi corazón, y no quería que ningún ser humano me tomara demasiado
cariño, ni, por supuesto, tomárselo yo. Edward se alegró por la primera parte de la mentira, la
única parte cierta, pero puso mil y un reparos a la segunda. Me negué en redondo a discutir el
tema, y él no insistió más. Por el momento. Supongo que notó que le ocultaba algo y quería que
se lo explicara, pero de ninguna manera iba a conseguir eso. Si le decía la verdad saldríamos
todos perjudicados.

Una vez en nuestra casa mi agotamiento iba a más, pero yo tercamente me negaba a darme por
vencida. Quería que la noche tuviera su broche final, deseaba hacer el amor con él.

-Espera, Bella -susurró en mi oído cuando me abracé a él e intenté desabotonarle la camisa.-


Déjame darte un masaje. Tus músculos lo están pidiendo a gritos.

-De acuerdo...-repuse dubitativa.- Pero creo que me voy a quedar frita. No sé si es buena idea.

-No pienses. Déjate hacer-susurró.

Y así lo hice.

Cuando me desperté la habitación estaba a oscuras. Me había quedado completamente dormida


gracias a las maravillosas manos de Edward, y seguía en la misma postura, boca abajo. Estiré un
brazo tanteando la cama y me di cuenta de que él no estaba a mi lado. Miré la hora en el
despertador de la mesita de noche. Las cinco de la madrugada. ¿Dónde estaría? Era raro que no
estuviera a mi lado. Tan sólo eso bastó para desvelarme y hacerme incorporar.

¿Qué pasaba? Me coloqué el camisón (me había dormido con tan sólo las braguitas puestas) y
fui a buscarlo. Sí, no recordaba haber usado camisón desde que era niña, pero... este era
bastante sexy. Aunque no tanto como el que pasó a mejor vida cuando Edward bebió de mí la
primera vez.

No estaba en el enorme balcón, uno de sus sitios favoritos del ático, así que fui al único sitio
donde pensaba que podría estar. La sala de música. Esta era una habitación completamente
insonorizada, con ventanales que llegaban del techo al suelo como los de toda la casa. Era
increíble el buen trabajo realizado en aquella habitación, realmente podías estar aporreando el
piano con muchas ganas que si la puerta de la sala estaba cerrada nadie te oía desde fuera. Y no
es que yo hubiera probado a aporrear el piano... es una forma de hablar...

No sé por qué llamé a la puerta antes de entrar. Sí, sé por qué. Para Edward tocar el piano era
algo tan íntimo que cada vez que lo interrumpía era así como interrumpir una conversación de
padre a hijo, el sueño de un bebé, una charla entre enamorados... prefería avisar de mi presencia
antes, como si él no me hubiera escuchado llegar.

Entré sin esperar a que me dijera que pasara, silenciosamente (para un humano) y contemplé la
imagen que tenía ante mí: Edward estaba ya vestido, sentado ante el piano con los ojos
entornados, y tocaba una deliciosa melodía, lenta y apasionada al mismo tiempo. No hizo ninguna
pausa ni abrió los ojos cuando entré, y siguió acariciando las teclas del instrumento de esa forma
tan sensual.

Me quedé plantada al lado de la puerta, contemplándolo embelesada.

-Siéntate a mi lado y cierra la puerta-pidió con suavidad sin abrir los ojos. Y así lo hice.

Me senté a su lado, contemplando hipnotizada el vaivén de sus flexibles y largos dedos sobre las
brillantes teclas. Me sentí arrastrada tanto por la ferviente interpretación de Edward como por la
música. Sus dedos fluían y sus brazos me rozaban una y otra vez mientras acariciaba el
instrumento de una forma que me hizo sentir una absurda y dolorosa punzada de celos. El deseo
iba creciendo en mi interior mecido por la cadencia del sonido.

Pero algo iba mal. Lo sentía, tan seguro como podía percibir la presencia de Edward sin verlo ni
oírlo. Lo miré con ansiedad durante unos minutos.

-Bella, tengo miedo- murmuró por fin, sin mirarme ni dejar de tocar el instrumento.

-¿De qué...? ¿Por qué?- mi voz salió extraña y apagada, no queriendo romper la melodía con su
estridencia.

-De que me dejes. De que algún día decidas que no es suficiente con que nos amemos para
seguir juntos -abrió los ojos mirando las teclas, y en su perfil aprecié la angustia de su expresión.

-Edward... no dices esto porque estás celoso de Garret, ¿verdad? – tanteé, confusa.

-No estoy celoso de Garret, Bella. Estoy celoso de lo que él puede darte y yo no. De lo que
cualquier hombre puede darte y yo no. Hijos, familia, una vida normal... Humanidad.

De pronto la mínima cantidad de aire que nos separaba me pareció un Universo. Me moví sobre
la banqueta hasta que me coloqué a horcajadas sobre él, mis piernas apoyadas sobre el asiento.
Pareció despertar de una especie de trance, y me miró sorprendido. Acuné su cara entre mis
manos y lo miré directamente a los ojos. Quise borrar el dolor que estos transmitían, que se me
hacía insoportable. Deposité ligeros besos en sus párpados, su nariz, sus pómulos, deslizando
mis labios por la mandíbula. Apoyé mi frente en la suya, percibiendo su aroma seductor, su
aliento perfumado.

-Nadie puede darme más humanidad que tú, amor. No necesito nada, nada más que tú. Tú lo
eres todo. Por favor...-besé sus labios, apenas un roce.-Por favor...-entreabrí su boca con la
punta de mi lengua y acaricié la suya suavemente.-No tengas miedo...eres mi vida -susurré sin
apenas separarme de él, los dedos perdidos entre sus sedosos cabellos.

Volví a besarle y esta vez mi lengua fue voraz, quería devorar su boca, llevarme esos
pensamientos que le atormentaban, hacerlos arder y volverse humo... hacerle olvidar. Pude notar
que poco a poco su cuerpo abandonaba su resistencia, amoldándose al mío, a mis caricias, a mis
brazos. Su boca me correspondió y su lengua bailó sensualmente con la mía. Sus brazos
rodearon mi cintura abrazándome tan fuerte que mi respiración se volvió dificultosa, pero no me
importaba. Sus labios recorrieron mi cuello depositando húmedos besos por toda la curvatura.
Inspiraba sobre mi piel y luego exhalaba sobre la piel humedecida, provocando escalofríos de
gozo que recorrían mi cuerpo.

-El perfume del amor-su voz fue una caricia sedosa en mi cuello.

-¿Qué?- pronuncié con dificultad, en parte por la fiebre que se apoderaba de mí y en parte por el
fuerte abrazo.

-Es el título de la pieza –repuso antes de volver a saborear mi boca en un beso lento y sensual.
Alzó mi camisón, despojándome de él sin dificultad. Se echó hacia atrás mirándome de arriba
abajo con ojos ardientes.- Eres tan hermosa...- Sus manos se posaron en mis endurecidos
pezones, acariciándolos en círculos. Luego inclinó la cabeza e introdujo uno en su boca,
succionándolo y rodeándolo con la lengua al mismo tiempo, mientras con la otra mano no dejaba
de acariciar el otro pecho, rozando el pezón con suavidad.

-Por dios, Edward... espera –gemí.


Ansiaba aumentar el electrizante contacto de nuestras pieles y aferrando el borde de su camiseta
se la quité. Besé y lamí su cuello, su boca, su marcada mandíbula, y adherí mi cuerpo al suyo con
desesperación, como si quisiera fundirme con su piel, y en aquel momento sentí el latido de mi
corazón como si fuera el suyo.

Sentí su erección presionando con fuerza justo donde más lo necesitaba y sin dejar de lamer,
acariciar y besar cada centímetro de su piel a mi alcance, me mecí suavemente sobre él.
Gemíamos con dulzura, con suavidad, como si la música aún sonara en el piano y no quisiéramos
interrumpirla.

-Bella... te necesito...-pronunció en un suspiro, y no esperé más. Me aparté lo mínimo para


ayudarle a liberar su erección y él se deshizo de mis braguitas en un instante. Me alzó levemente
y me penetró con delicadeza, como si fuera más frágil, como si temiera romperme.- No te
muevas... Espera. Adoro sentirte.

Rodeé su cuello con mis brazos, él me abrazó la cintura y nuestras caras quedaron a escasos
centímetros. Su mirada oscura era al mismo tiempo fuego y dulzura y sentí calor en mi pecho, mis
ojos se humedecieron y de pronto percibí con toda su fuerza la intensidad de mis sentimientos por
aquel hombre que me miraba haciéndome sentir lo más importante del Universo.

Al cabo de unos instantes empecé a mecerme suavemente, sin apartar mis ojos de los suyos,
saboreando la delicia de nuestros cuerpos unidos, el contacto de nuestras pieles, su aroma
incomparable, el amor que desprendía su mirada. Continué mi sensual danza, meciéndome en
círculos, observando las señales del placer en él: los labios entreabiertos, los ojos casi
entornados y oscuros que se resistían a abandonarse, la respiración dificultosa, la tensión de su
cuello, y de sus manos sobre mis caderas... mientras percibía cómo iba creciendo el placer en mi
vientre, dulcemente.

-Déjate llevar, amor. Ahora -susurró él contra mi boca. Y de repente me sacudieron oleadas de
placer, una y otra vez, y me sujeté a él con la poca fuerza que me quedaba, porque sentí que
caíamos uno en brazos del otro.

Al cabo de unos minutos las oleadas cedieron. Sin separarme un ápice de él pegué mis labios a
la piel de su cuello, besándolo.

No tengas miedo, amor. No te dejaré.

De forma súbita él se separó de mí y tomó mi cara entre sus manos.

-¿Qué has dicho?-me miró con los ojos muy abiertos, alerta.

-No he dicho nada- repuse.

-No tengas miedo, amor. No te dejaré. Lo sé. Lo he oído.

Gracias por leerme, chicas. Un beso y hasta dentro de unos días. Espero haberos dejado con
buen sabor de boca.

Buenos días! Voy con poco tiempo, apenas he vuelto de mi viaje, así que no he podido
contestar a todos vuestros comentarios, pero os los agradezco a todas. Como siempre os
digo, me animáis mucho. Gracias a mi beta, Maria José, que también me anima ;-), aunque
a veces me ponga el famoso "me gusta, pero...", jajaja, gracias hermosa, tú dame caña.

Y nada, el viaje fue bien aunque agotador, y ahora estoy más cansada que antes de irme y
con ganas de descansar de las vacaciones... pero mañana ya a trabajar!

Bueno, no me enrollo más, aquí está el 40. (40 ya... madre mía).

Capítulo 40

BPOV

-No puede ser, no he dicho nada –repetí, confusa.

-Bella, he oído tus pensamientos, no sé cómo, pero los he oído. Aunque sólo por un instante.

Su cara era una pura expresión de júbilo. Cuando fui verdaderamente consciente de lo que
acababa de pasar me sentí dividida. Por una parte era feliz al ver la felicidad del hombre al que
estaba unida, por otra me sentía angustiada por la pérdida total de intimidad que eso significaba.
Con el añadido de que Edward seguía siendo opaco para mí, lo que consideraba de alguna
manera injusto.

Él pareció leer mi gesto.

-¿Te disgusta?-acarició mi mejilla con las yemas de sus dedos.

-Pues... No sé qué pensar -me sinceré. Él tomo aire con calma.

-Lo siento... soy egoísta al alegrarme pero ha sido... muy íntimo.

-Íntimo -apoyé mi mano en la que me acariciaba, presionándola contra mí.-Como el momento que
hemos compartido.- Su mirada era profunda como un océano de oro líquido.

-Sí-susurró.- ¿Crees que puede estar relacionado con eso o...? -se interrumpió, inquieto.

-¿O qué?

-O que haya sido una consecuencia de haber vuelto a beber de ti. ¿Significa esto que hemos
pasado algún límite?

-No lo sé... –me mordí el labio, pensativa.-De todas formas no vamos a repetirlo. Por culpa de mi
imprudencia estamos jugando con fuego.

-No te atormentes ahora, no sirve de nada- me observaba fijamente.- Nada -dijo un poco
decepcionado, y supe que estaba intentando leerme de nuevo.

-Espera... prueba ahora -intenté relajar mi mente, y para ello rememoré las emociones,
sensaciones e imágenes que me habían recorrido minutos antes, mientras hacíamos el amor
como jamás habíamos hecho.

-No...-frunció los labios con frustración.-Oh, Bella, siento estar frustrado por no conseguir algo que
a ti te incomoda... pero piensa que llevo décadas leyendo mentes, y la pared que hay entre la
tuya y la mía hace de punto ciego cuando estás conmigo.

-Lo sé—sonreí.- ¿Estás bien?-inquirí. Él sabía que me refería a su melancolía previa.

-Sí-me besó en los labios.-Ha sido algo indescriptible.

Asentí. Estaba muy de acuerdo. No sabía qué había desmontado la pared que mi mente
levantaba frente a mi amante, pero estaba segura de que mi sensación de completa entrega y
abandono había tenido algo que ver.

Prefería no pensar en la otra posibilidad.

º*º*º*º*º

El busca volvió a sonar ante mi desesperación.

-Tengo que llamar al paritorio -me disculpé.

Heidi, la enfermera de la UCI neonatal, me miró con cara de pocos amigos. Todavía me faltaba
calcular la composición para la alimentación intravenosa de dos de los prematuros ingresados y
ella las tenía que mandar a la farmacia del hospital antes de mediodía o no estarían preparadas a
tiempo y las tendría que preparar ella. Y era bastante trabajo, y delicado además. Pero ¿qué
quería que hiciera? La compañera que llevaba el busca del paritorio estaba de baja y me tocaba
estar en la UCI y supervisar a las dos residentes de primer año que estaban en la maternidad. Si
Urgencias era estresante esto era aún peor.

Inspiré profundamente y marqué el número del paritorio.

-Bella, van a hacer la cesárea del bebé de la hernia diafragmática-dijo la nerviosa voz de
Charlotte, la residente.

-¿Qué? ¿Hoy? ¡Sólo nos queda una incubadora libre! ¿Han hablado con el adjunto de la UCI
neonatal? –chirrié.

-No lo sé, pero ya van a ponerle la epidural a la señora. Date prisa, por favor.

-Vale, vale – comprendía la ansiedad de la resi, una hernia diafragmática no era cualquier cosa
para un residente novato.- Oye, encárgate de llamar a cirugía pediátrica si no lo han hecho los
ginecólogos, que imagino que no, estos hacen lo que les rota - rezongué.

-Eso ya lo ha hecho Maggie, Kate ya está viniendo. Oye, tengo que ir al quirófano- se despidió.

Colgué el teléfono y me despedí de la ceñuda Heidi, caminando a grandes zancadas en dirección


al paritorio. Kate. ¿Había yo pasado bajo una escalera? ¿Era martes o viernes 13? ¿Un gato
negro había cruzado delante de mí sin yo darme cuenta? ¿Qué coño pasaba hoy? Aunque me
hacía sentir incómoda habría preferido mil veces a Garret que a Kate. La cirujana pediátrica
estaba de un humor de perros desde que su novio y ella lo habían dejado "de mutuo acuerdo".
Comprendía bien la política de muchas empresas de evitar las relaciones entre sus empleados,
puesto que el problema no eran las relaciones en sí, sino cuando estas se rompían. Kate estaba
de un no disimulado humor de perros desde entonces, y todo el personal se armaba de paciencia
cuando tenía que trabajar con ella. Para colmo sabía que yo era la pareja de Edward, y eso me
había granjeado la posición de enemigo público número uno sin apenas conocernos.

Me puse una bata estéril, gorro, guantes y mascarilla y me dirigí al quirófano del paritorio para
ayudar a mis compañeras, mientras pronunciaba unas cuantas maldiciones en español. Un par de
camilleros que pasaban a mi lado me miraron con curiosidad.

Todo salió dentro de lo previsto: intubé al recién nacido y lo conecté al respirador de la


incubadora. Las residentes se ocuparon mientras tanto de colocarle un catéter en la vena
umbilical para que recibiera suero intravenoso. Afortunadamente Kate echó un rápido (y ceñudo)
vistazo a la situación y tras comprobar que estaba todo controlado se marchó a su propio
quirófano a prepararse para la intervención.
Me alegré sobremanera de su desaparición. Cada vez que posaba su mirada sobre mí sentía
como si estuviera mandándome descargas eléctricas. Era una sensación muy desagradable.

-Hoy van a caer rayos y truenos en el quirófano- comentó Maggie, quitándose la bata estéril
mientras yo rellenaba la petición de radiografía urgente para comprobar que el catéter estuviera
bien insertado. La miré sin comprender.- La intervención la harán Garret y Kate-explicó.

Genial, otro punto a favor en el día de hoy.

-Vamos, Bella, es para hoy, faltan tus dos parenterales -gruñó Heidi en cuanto pisé la UCI.

Respira, Bella, respira. Tranquila. No puede ser peor.

-Tienes un ingreso, Bella-una voz varonil sonó a mi espalda en la sala de residentes de la UCI
neonatal, provocando que mis ya estirados nervios amenazaran con desgarrarse.

Miré por encima de mi hombro al moreno hombre que me miraba de aquella forma y agradecí no
poder leer sus pensamientos.

-Gracias, doctor Randall, voy en medio minuto-volví mi cabeza al historial que estaba redactando.

-Te he dicho varias veces que me tutees.

-Prefiero no hacerlo.

-Con tu jefe lo haces.

-Sólo me tuteo con los pediatras- bufé. Él sofocó una risa ante semejante tontería.

-De acuerdo, sólo con los pediatras.

Maldita sea, Edward me había explicado que Garret no había querido demostrar a Kate que
estaba interesado en ella porque era una residente y eso no estaba bien visto. ¿Es que ahora ya
no le gustaba su trabajo?

Me levanté y me encaminé a la UCI seguida de cerca (demasiado cerca) por el apuesto cirujano.
Kate estaba escribiendo las órdenes de tratamiento del postoperatorio.

Genial.

Cuando levantó los ojos de la mesa nos observó y sentí esas descargas eléctricas queriendo
paralizar mi corazón.

-Doctora Swan, ¿se encargará usted de este paciente? -su voz era puro hielo.

-De la parte pediátrica -puntualicé.

En mi experiencia, muchos cirujanos intentaban quitarse el trabajo que no les gustaba de encima.
Les gustaba la mesa de quirófano pero lo que venía después era más aburrido.

-Por supuesto, el residente de cirugía pediátrica es el más competente para manejar un


postoperatorio como este, no me fiaría yo de un pediatra- mordió.- Sin embargo tendré que
confiar en usted para la parte pediátrica- apuñaló.

-Espero cumplir sus expectativas, doctora- repuse no sin cierta discreta ironía.

Ya estaba a seis meses de acabar mi especialización y no me iba a dejar amilanar por una
cirujana que, aunque era adjunto, no dejaba de ser novata.

-Yo estoy de guardia -intervino Garret.- Si el trabajo me lo permite vendré de vez en cuando a
controlar la evolución del niño -sonrió.

Los ojos de Kate brillaron con ira y abrió la boca como para responder pero inmediatamente la
cerró y frunció los labios. Firmó las órdenes médicas, se levantó y girando sobre sus talones se
marchó sin despedirse de nosotros. Exhalé con fuerza y fui a auscultar al reciente ingreso,
comprobando antes los números que aparecían en el respirador artificial. Ajusté los valores que
aparecían en la pantalla de la máquina y sentí la presencia del cirujano a mi lado.

-No le hagas caso, Bella. Ya se le pasará-pronunció en voz baja.

-Ciertas actitudes no ayudan, doctor Randall – susurré; no pude evitarlo, estaba harta de
morderme la lengua.

-¿Te molestan esas actitudes?-cuestionó en el mismo tono con dulzura.

Me puse el fonendoscopio y exploré al niño mientras pensaba la respuesta. En otra situación me


habrían gustado las atenciones de Garret. Era guapo, buen profesional, educado y amable. Pero
su interés me estaba granjeando la enemistad absoluta de Kate, probablemente generando
habladurías de las que yo aún no era consciente porque no tenía tanta confianza con nadie del
Hospital como para que viniera a contármelas, por no hablar de lo inseguro que se sentía Edward
ante la situación.

-Sí. Me molesta -repuse sin dejar de observar al niño.

-Te desagrado.

-No-repuse exasperada.- No se trata de eso. Pero yo ya tengo pareja.

-Lo único que me pararía sería un anillo. Pero no eres una mujer casada ¿No me darás una
mínima oportunidad?- su insistencia podía haberme provocado un ataque de ira, pero su tono de
voz era triste.

En aquel momento se acercó Heidi para inyectar medicación intravenosa a nuestro pequeño
paciente y Randall se apartó de nosotras. Sólo por esa oportunidad le perdoné a ella todo su
comportamiento borde de la mañana, porque en aquel momento sonó el busca del cirujano y tuvo
que marcharse corriendo.

Me escapé un momento a la cafetería de personal para comer un sándwich en los escasos quince
minutos de que disponía. Miré a mi alrededor por si veía alguna cara amiga pero a aquella hora el
local estaba casi vacío. Odiaba en parte aquellos necesarios momentos de descanso porque era
cuando más recordaba a mis antiguas compañeras, y más aún a Angela. En el Infantil estaba
trabajando y aprendiendo mucho, pero no me resultaba gratificante. En el Comunitario de Forks
había descubierto compañerismo y amistad, y en este gran Hospital había mucha competencia y
también competitividad y en el escaso mes que llevaba trabajando en él por desgracia había
podido ser testigo de alguna que otra zancadilla entre los residentes, lo que me resultaba muy
desagradable.

De pronto una voz me distrajo de mis pensamientos.

-Una doctora tan guapa jamás debería estar sola- Liam, uno de los residentes que se estaba
especializando en pediatría de urgencias, se sentó enfrente de mí con una bandeja tan frugal
como la mía: un sándwich y una coca-cola.
-No había nadie que me quisiera acompañar-sonreí.

Liam era encantador, y se llevaba bien con Edward, a quien recordaba muy, muy bien desde su
rotatorio en el hospital. Quizá porque Liam era gay.

-Pues para eso estoy yo. ¿Qué tal va la guardia? Ya sé que si te va bien no me vas a decir nada,
contesta sólo si te va mal.

-Ja, cómo me conoces... está siendo pesadita. Si no, ¿qué haría yo cenando a estas horas?-eché
un vistazo al reloj de la cafetería.- ¡Incluso para horario español sería tarde!

-Sí, en Urgencias también estamos teniendo mucho trabajo -mordisqueó con reticencia su
momificado bocadillo. Jamás pensé que la cafetería del Infantil me hiciera añorar la de Forks.-
Espero no tener ningún paciente más de cirugía, Kate se está comportando como una auténtica
zorra.

-Lo sé-reí.-Yo también he sufrido en mis carnes su mala leche.

-Tu Edward demostró tener buen gusto y aún mejor cerebro al no hacerle caso cuando le acosó.
Porque aquello fue un acoso en toda regla. Pobrecito- miró hacia el techo.

Tuvimos un rato de charla agradable sin pitidos molestos, hasta que fue hora de marcharnos. La
conversación con Liam me ayudó a levantar un poco la moral.

-Te acompaño a Urgencias, me vendrá bien estirar un rato las piernas antes de volverme a hundir
en el infierno de alarmas que es la UCI aquélla.

Fuimos caminando mientras Liam me preguntaba cosas sobre Barcelona, a donde pensaba viajar
en verano con su pareja, Benjamin, un enfermero de quirófano.

De pronto un ruido nos alertó, la puerta doble de Urgencias se abrió de golpe y una enfermera
entró con un niño convulsionando en sus brazos.

-La madre lo ha encontrado en su habitación así y lo ha traído en su propio coche. Está afuera,
rellenando papeles, viene en seguida-informó pasando rápidamente por nuestro lado.

-Qué imprudente- gruñó mi compañero mientras rápidamente seguía a la enfermera al box de


cuidados vitales.

Aunque apenas lo había visto, había algo en aquel niño que me había llamado la atención y mis
propios pies le siguieron sin preguntarme.

En el box de vitales el niño, de unos cuatro años, estaba estirado sobre la camilla, inconsciente,
su pequeño cuerpo sacudido por espasmos mientras le colocaban una vía y le desgarraban la
ropa para colocarle unos electrodos en el pecho.

Mis ojos se abrieron como platos y mi boca quiso decir algo, pero en ese momento no podía
respirar, y no podía hablar.

-Quiero analítica completa urgente, una glucemia capilar, preparad cinco miligramos de diazepam
para administración de bolo intravenoso -escuché la voz de Liam en la lejanía.- Bella. ¡Bella!
¿Qué sucede, estás pálida, te has mareado? ¡Traed una silla de ruedas!

-Daniel...

Bueno, no sufráis ni os enfadéis conmigo, ¿eh? Que Daniel prontísimo estará bien, os lo
garantizo...

Si no os queda claro algún término médico preguntadme. Es que aquí no he tenido tiempo de
hacer un glosario, pero ya sabéis que siempre respondo, ¿eh?

Os copio un link (quitad los paréntesis), es una imagen que encontré de una incubadora y una
cuna térmica de una UCI neonatal, imaginaos esto multiplicado por 5 (o más, depende del tamaño
de la UCI), mas decenas y decenas de recien nacidos enfermitos pero no tanto como para estar
en la UCI, de los cuales se encarga el mismo residente... uffff.

http(:)/(/) .

Besos a todas!

Buenos días. Pues sí, apareció Daniel, ya era hora. Gracias por leer, comentar y darme
ánimos. Como siempre, gracias a Maria José por su tiempo.

Comentarios del capi previo:

Mentxu Masen Cullen "si bella se entera hace cualquier cosa para que no vuelva a ocurrir",
pues sí, creo que tienes razón ;-)

v. cullen, ¿a que agobia? jajaja. Bueno, cuando las vacaciones son en un parque de
atracciones y con niños no se descansa, aunque fue divertido. Espero que tú no te canses
mucho.

Anaidam, loquita querida, no sé si los de Anatomía de Grey me darán trabajo, pero con los
recortes de presupuesto un sobresueldo nunca está de más, ;-) gracias por tus palabras.
Eso de que me hayas llamado jamón.. no sé, no sé, pero bueno, ¡si es jabugo vale! Ah,
entre nosotras, Liam es templario jajaja.

Paola Cullen, Little Meyer, gracias por vuestras palabras.

I love Edward, qué bonito que me echaste de menos ;-), y yo a vosotras, bueno, y eso de
que las cosas se pondrán mejor... que nooo, que no te asusto.

Nishali Black Cullen... soy un poco mala, lo sé, pero no tanto: ya os dije que Danny estaría
bien. Ah... no te enfades por como dejo este...

Ayame Chan, no te deprimas... no advertí sobre el video, lo siento: lo del dedo es brutal, sí,
pero (advierto, viene un spoiler sobre la película "El piano") la chica no se suicida, la
película no acaba mal. Y la música pertenece a una escena de amor de la película, por
supuesto. Jajaja, tus ansias mafiosas van creciendo... pero te dejaste a la madre de Daniel!
XD Muchas gracias por tus palabras. Lo de las comidas de 15 minutos va contra los
derechos humanos!

Mlopez, un capón y una colleja, como mínimo, ;-). Gracias por tus palabras, guapa.

Gine, lo de la explotación al residente está a la orden del día, con eso de que estás en
formación... y en USA es mucho peor que en España, por lo que sé.

Luna Cullen Masen, cuántas preguntas! ;-) . Es broma, pregunta lo que quieras. Gracias por
tus palabras. No, Ed y Bella no trabajan juntos ya, él está en el hospital Northwest y ella en
el Infantil de Seattle. Tus presentimientos... qué decirte sin espoilear mucho... no, no te
digo, lo leerás dentro de poco, pregunta no contestable, jeje. Siento que no durmieras! En
cuanto a los capítulos... buena pregunta. Calculo que el fic tendrá alrededor de 55
capítulos, 60 como mucho, espero, porque a veces me pongo a escribir y es difícil de
calcular. Pero por ahí irá la cosa.

Beakis, alexpattinson, martinita, AnithaPattzCullenPacker, nohemi, yamira, isa-21,


SalyLuna, gracias a todas por pasaros.

Capítulo 41

BPOV

-¡Daniel!-grité por fin.

-¿Lo conoces? - Liam me miró confuso.

-Sí, lo...-me interrumpí y miré hacia la puerta del box desde donde, plantada con los ojos como
platos, me observaba la madre de Daniel-¡Usted!

Aquella mujer giró sobre sus talones y se esfumó de nuestra vista como si sólo hubiera sido una
fugaz aparición.

-¡Seguridad!-grité-¡Esa mujer! ¡No dejen que escape!- y sin pensar salí corriendo tras ella.

Varios familiares de pacientes salieron de sus boxes alertados por los gritos. Pero los zuecos no
se habían hecho para correr, Jane Smith era muy ágil y, admitámoslo, yo jamás había pasado de
un suficiente en educación física. Desapareció por la puerta de Urgencias sin que nadie hubiera
reaccionado a tiempo para detenerla.

-Mierda...- salí a la calle y miré por dónde podía haber desaparecido, pero no había ni rastro de
ella.

Respiré con dificultad, jadeando más por la ansiedad que por la pequeña carrera que había hecho
por el pasillo del hospital. Los dos guardias de seguridad aparecieron detrás de mí.

-¿Algún problema, doctora? -dijo uno de ellos, grandote como un armario. Negué con la cabeza.

-No... Sí, pero ustedes ya no pueden hacer nada. Hay que llamar a la policía –volví dentro del
edificio y me dirigí a zancadas al box de vitales.

-¿Cómo está?-mi voz salió trémula y aún jadeante-Hipoglucemia, ¿no? -contemplé la pálida y
sudorosa carita de Daniel.

Su cuerpo yacía ahora completamente relajado sobre la camilla, mientras la enfermera terminaba
de inyectarle un líquido transparente en la vena.

-Sí... convulsionaba por una hipoglucemia severa... ¿Cómo lo sabes? ¿Y a qué ha venido esto?-
inquirió un perplejo Liam, sujetándome por los hombros.- ¿Te encuentras bien? ¿Esa que ha
salido corriendo quién era?

-La madre de este niño-tomé su manita fría y húmeda, contemplando su ahora pausada
respiración.-La que lo trajo al mundo, porque no merece el nombre de madre-dije con rabia.

-¿Malos tratos? ¿Es un caso de malos tratos?-la voz de Liam subió de volumen más de lo
tolerado en Urgencias y sus puños se cerraron con fuerza hasta quedar blancos los nudillos.

Bree me había explicado que una vez Liam había sido expedientado por pegar un puñetazo a un
padre que trajo a su hijo con el ojo morado... a causa del puñetazo del propio padre. Los malos
tratos era algo que no podía soportar y tentaban su autocontrol.

-Sí...-respondí con voz apagada. Miré al silencioso "busca" para asegurarme de que no tenía
ningún mensaje. De pronto me sentí muy cansada.- Hay que llamar a la policía, Liam. Ella ha
huido.

El inspector de policía me miraba ceñudo cuando terminé de repetir el relato por tercera vez en
poco tiempo.

-¿A usted le parece muy normal que un médico salga en persecución de la madre de un
paciente?

-¿Qué me está diciendo?-abrí los ojos al máximo, sin poder creer a mis oídos.

-Que si la señora es inocente no es tan raro que salga corriendo si la persiguen, y si es culpable
no es nada prudente lo que usted hizo-gruñó.

Sentí la pesada mirada de Edward, sentado a mi lado en la mesa ovalada del despacho de
médicos de Neonatología, y supe sin necesidad de leerle el pensamiento que estaba
completamente de acuerdo con la última parte del discurso del policía.

Me mordí el labio por unos segundos, luchando contra la necesidad de soltar algún juramento.

-Escuche... yo no soy la criminal aquí, lo es aquella mujer, y estoy segura de que en cuanto
tengamos los resultados de las analíticas que le han hecho a Daniel se comprobará que había
recibido una inyección de insulina, que fue lo que le provocó la hipoglucemia-repuse con la voz
tensa como las cuerdas de un violín.

El inspector relajó un poco su mal humor; al parecer las esperanzas de tener una evidencia
palpable de mi acusación me hizo ganar puntos ante él. Se habían recogido dos muestras de
sangre de Daniel, una cuando hablé con Liam y le expliqué mis sospechas, que no tendría mucho
valor legal, y otra que había cumplido por completo los protocolos de seguridad de recogida de
pruebas forenses cuando el juez de guardia dio su permiso.

Tenía que decir que el funcionamiento de los engranajes del sistema había sido perfecto en esta
ocasión, y tan sólo una hora y media después de la huída de Jane Smith de Urgencias ya se
había dictado orden de busca y captura contra ella y se le habían extraído al pequeño Danny las
muestras necesarias para la investigación.

Yo había llamado a Edward para ponerle sobre aviso de lo que había pasado. A su vez, este
alertó a Jasper de que intensificara las investigaciones y las centrara en la ciudad de Seattle, y
decidió venir al Infantil para estar conmigo en esos momentos, lo que le agradecí profundamente.
Mi adjunto se hizo cargo de todas las llamadas mientras yo me reunía con la policía.

-¿Cuándo será eso?

-Imagino que tardará menos de veinticuatro horas-repuse con desgana.

-Estupendo. Pero he de decirle que espero que el análisis le dé la razón, señorita Swan. Sus
acusaciones son muy graves y se sustentan sobre una base muy débil. De no tener razón la
señora Smith podría tomar graves represalias contra usted, e incluso podría conseguir que le
revocaran el permiso para ejercer en este país.
Me dolió el estómago al escuchar esto. Cierto que gracias a Jasper yo tenía mucha información
que el inspector desconocía y no podía compartirla con él porque la había obtenido de forma
ilegal, pero aún así... ¿y si la convulsión de Danny casualmente era por otro motivo? ¿Uno
médico, real y no ocasionado por la madre? Como mínimo me jugaba mi imagen en el Infantil, y
por lo que se ve incluso mi carrera en USA.

Edward me apretó de la mano que tenía cogida, captando mi nerviosismo.

-Inspector- pronunció mi novio con serenidad- sabemos que le han sacado de la cama por un
asunto que parece la paranoia de una joven doctora con falta de sueño- el inspector palideció y
enrojeció de forma alternativa durante unos segundos, mirando a Edward con los ojos
desorbitados, y supe que éste estaba vocalizando los pensamientos reales del policía- pero como
bien le ha dicho la doctora Swan ella no es aquí la acusada, de momento y mientras no se
demuestre lo contrario, así que le agradecería que controlara su mal humor con ella.

-Vaya, ¿además de su novio es usted su abogado?-intentó burlarse el agente.

-Digamos que además de la de medicina tengo la carrera de derecho, inspector Jenks- la voz de
Edward sonó helada, diseccionando las palabras, y el policía palideció todavía más.

En aquel momento sentí una imposible mezcla de cansancio, miedo y diversión, e incluso una
aguda punzada de deseo por el protector vampiro sentado a mi lado.

Inspiré profundamente y exhalé lentamente por enésima vez en las últimas horas, intentando
poner orden en mi caos interno.

-Bien, creo que ya tengo suficiente información por el momento. Señorita Swan, no salga de la
ciudad. Doctor Cullen, doctora Swan - el inspector se levantó y sacudió la cabeza en nuestra
dirección a modo de despedida.

Le dirigió a Edward una extraña mirada antes de girar sobre sus talones y marcharse.

Suspiré con fuerza cuando Jenks hubo cerrado la puerta tras de él. Estaba emocionalmente
agotada, y todavía me quedaba trabajar la mitad de la noche y la mañana siguiente.

-No hagas caso al inspector-la suave voz de Edward me rescató de mi estado depresivo.

-He hecho lo que he pensado que sería mejor. Espero no haberme equivocado-musité.

-Has hecho lo mejor. Excepto en lo de salir corriendo detrás de Jane Smith -su voz intentó sonar
ligera pero no pudo ocultar cierto tono de reprobación.

No pude evitar rodar los ojos.

-Supongo que he visto demasiadas películas de policías-ironicé.

-Estás agotada. Habla con Frank, dile que necesitas tumbarte un rato en la cama. Le conozco, sé
que lo entenderá.

Frank Avery era mi adjunto de guardia, además del jefe de la UCI neonatal. Era una persona
sensata y comprensiva, pero yo quería hacer bien mi trabajo. Y eso significaba intentar no pedir
ayuda.

-No, Edward. Puedo seguir. De hecho la sala estaba tranquila, ahora pasaré por si hay algo
pendiente y me acostaré hasta que me llamen-de pronto Edward hizo un movimiento y giró la silla
donde yo estaba sentada, quedando ambos encarados.
-Testaruda- negó con la cabeza, acariciándome con sus ojos dorados.

-Gracias por venir, amor. Si no llegas a estar aquí ese policía me habría hecho llorar de
impotencia -puse mi mano en su mejilla.

La puerta del despacho se abrió de repente y mi adjunto apareció en el umbral. Aparté la mano
con rapidez.

-¿Cómo ha ido todo? –preguntó Frank amablemente.

-Bien, supongo- me encogí de hombros.

-Nunca es agradable una visita de la policía. Edward, es un placer verte de nuevo-saludó Avery.
Edward sonrió con cortesía.-Bella, puedes acostarte un rato, allá dentro está todo controlado.

-No... Gracias, Frank, pero no podría dormir.

-Es una orden, doctora. Ningún paciente te agradecerá que lo lleves ahora, en el estado en que te
encuentras. Descansa un poco, aunque no duermas.

-Frank... ¿crees que sería posible visitar a Daniel?

-Liam me ha dicho que está en una sala de cuidados intermedios, de momento bajo vigilancia
policial.

-¿Pero está bien?

-Bella, está durmiendo bajo los efectos de la convulsión y por la medicación que ha recibido. Pero
le han hecho un electroencefalograma y es prácticamente normal. Por la mañana lo verás.

-De acuerdo...-musité. Frank me miraba, entre compasivo y dubitativo.

-Espero que tengas razón en tus sospechas contra esa madre, Bella. Por ti y por tu carrera.
Aunque por otra parte sería fantástico que te equivocaras y ese niño tuviera una buena madre-
razonó.

-Una buena madre habría aparecido ya, ¿no crees?-repliqué en tono cansino. Al final iban a
hacerme dudar de mis propias sospechas.

-Cierto-afirmó, aunque con un rastro de duda en la palabra.

Me levanté y Edward me siguió, acompañándome a la minúscula habitación destinada al


descanso (si es que te dejaban) del residente de guardia.

-Cuidado y no te encuentres con Kate cuando salgas-bajé el tono de voz hasta convertirlo en
apenas un susurro-Tú serás un vampiro pero ésa muerde.

-¿Kate?-sus párpados se entrecerraron y su cuerpo se tensó ligeramente-¿Te está molestando


de alguna forma?- sonó sutilmente inquietante.

-No-estaba cansada y mis neuronas no funcionaban con normalidad, de otro modo no habría
sacado el tema de Kate y su mal humor.- No -repetí, mientras mis neuronas intentaban
desesperadamente encontrar una explicación.- Está de mal humor porque ha roto con Garrett.

-¿Ha roto con Garret? ¿Cuándo?


Esto se iba poniendo cada vez mejor.

Por favor, estoy agotada.

Si hubiera bebido no estaría más desinhibida, estaba soltándole a Edward lo que le había
ocultado durante dos semanas, así de sopetón.

-Hace dos semanas-suspiré, mirándolo a los ojos.

-¿Y me lo dices ahora?-alzó una ceja, incrédulo.

-No... no me gusta sacar el tema de esos dos, Edward. No tiene ninguna importancia para
nosotros pero a ti te afecta- repuse con sinceridad. Su expresión se dulcificó de inmediato.

-Me afecta si ella está siendo borde contigo por mi culpa- escrutó mi rostro e inspiró
profundamente.-Lo siento, estás agotada y yo aquí, haciéndote un interrogatorio. Mañana
hablaremos- terminó, inclinándose para depositar un beso en mis labios. -Hasta dentro de unas
horas -susurró contra mis labios e inspiré profundamente, guardando su esencia en mi interior.

-Unas horas eternas-sonreí débilmente, pensando en lo que me quedaba hasta que pudiéramos
volver a vernos... más declaraciones a la policía, preguntas y más preguntas, las miradas
curiosas o dudosas de mis compañeros, la angustia a la espera del resultado de las pruebas
forenses, aguantar el tipo y seguir rindiendo a pesar del cansancio acumulado... pero lo mejor era
que podría ver a Daniel, o eso esperaba. ¿Cómo reaccionaría?

Me acosté, sabiendo que no podría dormir, a la espera de que el infernal aparatito volviera a
sonar.

-¿Ya están los goteros calculados?- sonó a mi espaldas la voz de Heidi, mi azote particular en la
UCI neonatal.

Inspira, espira, inspira, espira.

-Faltan un par-murmuré, en un intento titánico de retener un grito.

Miré la hora en el reloj de pared. Quería acabar de una vez; desde que me había levantado de la
cama no tenía otra idea en la cabeza: ir a visitar a Daniel.

Liam había venido a primera hora de la mañana a visitarme y explicarme las últimas novedades:
Daniel había despertado de su sedación a primera hora de la mañana y lo primero que había
hecho había sido pedir su muñeco de Spiderman. Le habían explicado que nadie lo tenía, que
estaba en el hospital y los motivos, y había preguntado por su madre. De alguna forma alguien le
había explicado que su madre no estaba localizable por el momento, y su respuesta desde
entonces había sido un mutismo absoluto.

Yo conocía ese muñeco de Spiderman, lo había tenido consigo cada uno de los días que había
estado ingresado o había acudido a la consulta externa. Sentía dentro de mí la urgencia de ir a
verle, y que por lo menos viera una cara conocida, una cara amiga, entre la gente que lo rodeaba.
Por dios, era un niño de cuatro años. ¿Qué sabía él de su situación, qué iba a pensar? Debía
sentirse desamparado.

Hice un esfuerzo con mis últimas energías y puse todos mis sentidos en lo que estaba haciendo.
Me faltaba poco para acabar el trabajo de planta y entonces podría ir a verle.
-Buenos días, doctora Swan - la varonil voz de Garret Randall me arrancó de mi estado de
concentración, justo cuando estaba a medias de calcular la composición del gotero del bebé
operado el día anterior.

Tenía sentimientos ambivalentes con respecto a esa voz. Me desesperaba su resistencia al


desaliento.

-Buenos días, doctor Randall-murmuré sin levantar la cabeza de mis cálculos. Percibí movimiento
y supe que se sentaba a mi lado en la mesa del control de la UCI. Olía bien, a fragancia
masculina cara... nada que ver con el olor natural de Edward, pero agradable al fin y al cabo.

-Por lo que sé, tuviste una mala guardia, y no precisamente en lo que respecta a la UCI neonatal-
comentó.

-Sí, y si no le importa, tengo que acabar estos cálculos antes de mediodía -repuse, demasiado
seca. No tenía ganas de comentar el tema con nadie más y que me mirara con cara de "te has
precipitado y la has cagado".

-Los cálculos los puedo terminar yo. Bella, aún recuerdo lo que es calcular una nutrición
intravenosa neonatal. Y no lo hace más fácil el tener a Heidi pinchándote todo el rato -terminó en
un susurro confidencial. Levanté la vista de mi papel y, asombrada, la dirigí a sus oscuros ojos.-
Sí, yo también tuve que aguantarla cuando roté por aquí hace unos años... es buena en su
trabajo, pero es una mosca cojonera.-terminó, serio. No pude evitar que se me escapara una
sonrisa.

-Me alegro de que no sea nada personal, entonces-repuse en el mismo confidencial tono de voz.-
Había empezado a darle vueltas a todas las palabras que he intercambiado con ella desde que
entré aquí, a ver si la había ofendido en algo. Y no recordaba nada en particular, estaba ya
paranoica. Gracias por la ayuda-sonreí agradecida.- Desde que me he levantado de la cama a las
seis no he parado más que para hacer un corto desayuno.

-¿Cama? ¿Has podido tocar la cama? Pues no te quejes, cuando yo era residente nos pesaban
antes y después de la guardia, y si no habíamos perdido peso se consideraba que habíamos
trabajado poco, entonces nos obligaban a quedarnos más horas -afirmó tan serio que casi dudé
de que lo que decía era una broma. Me lo quedé mirando de hito en hito y tras unos segundos
sonreí.-Vale, tampoco era un chiste tan malo-esta vez sonrió ampliamente.

-Estoy baja de reflejos, por el sueño-me disculpé y sentí que me ruborizaba un poco por su
mirada.- Gracias por la ayuda. Tengo que ir a hacer una visita a Intermedios -me levanté.

-¿Al niño del posible Munchausen? Era paciente tuyo, ¿no?-asentí.-Jamás comprenderé cómo
alguien puede hacerle eso a un niño, y menos a su propio hijo-negó con la cabeza.

Interiormente agradecí su apoyo al no dudar de mis sospechas, o al menos no expresarlo en voz


alta. Asentí y me despedí de él, encaminándome presurosa hacia la planta de Cuidados
Intermedios.

Por el camino fui encontrándome con compañeros que me miraron cuanto menos con curiosidad.
Tuve un dejà vu de mi primer día en el Hospital de Forks, y con él me embargó por completo la
conocida sensación de tristeza. Echaba de menos a mis compañeros, mi jefa, mis amigas...
incluso el verde que lo rodeaba todo. Pero lo que más añoraba era la cálida presencia de Angela
en mi vida. Cada vez más...

Luché por ahuyentar esas emociones, quería estar fuerte para cuando viera a Daniel. Pasé por el
control de enfermería para informarme del número de la habitación.
-Tienes que firmar aquí, Bella-explicó Sarah, la enfermera de turno, tendiéndome un formulario.-
Daniel no tiene las visitas restringidas, pero sí se controla quién lo viene a ver y en la habitación
hay personal de Servicios Sociales constantemente. Tienen orden de no dejarlo solo ni un
momento. ¿Sabes? Es un niño muy salado- terminó, sonriente.

-Lo sé-devolví el gesto mientras firmaba.

-Pase-una voz amable contestó al otro lado de la puerta cuando llamé.

Me sentí nerviosa. ¿Cómo reaccionaría? Asomé la cabeza por la puerta.

-Buenos días, soy...

-¡Dotora Bella!

Lo sé... soy un poquito mala, pero la próxima la cuelgo el domingo en vez del lunes, no os
enfadéis, eh?

Buenos días, hermosas. Lo prometido es deuda y os traigo el capítulo hoy en vez del
lunes, para que no me llaméis mala (o no lo hagáis con tanta intensidad). El próximo el
jueves.

Gracias a todas por pasaros, leer, comentar... Se os quiere. Cuando empecé esta historia ni
siquiera me atrevía a publicarla, jamás había escrito nada y tenía (y tengo) bastante
inseguridad. Pero ver que la seguís y os va entreteniendo (no pretendo más, ni menos) me
da unos subidones que... qué os voy a decir ;-)

Sobre el capítulo previo:

El primer comentario es anónimo, pero por lo que veo es de una lectora que también va
falta de sueño, como la dra Swan... ánimo con tus prácticas, guapa. Un beso.

Mlopez... también por aquí, es que sois un sol las templarias. Cuídate, no te alteres, que no
te dé un mal... relaaaax, felices vacaciones. Yo también adoro a Daniel. Brujilla yo? Que
vaaaa.

bellaliz... también adoro a Edward protector, aunque a veces se pase.

AnithaPattzCullenPacker, cuando tenga un respiro intentaré pasarme por tus historias. De


momento mi tiempo es muy escaso, y robo momentos al dia para escribir. Gracias por tu
comentario y un beso.

lalycullen2010, gracias por haberme extrañado, guapa. Ya me encuentro más descansada


de mis vacaciones! Y despejada no mucho, pero eso es de siempre, jajaja.

SalyLuna, qué malísima eres, ¿quieres que Kate pille a Edward y Bella en plan meloso?

Anaidam, "luego tienes el morro a lo oso hormiguero de venir a mi casa a decirme que soy
mala...¡que fuerte!...EA..." lo que me reí con esto. Bueno, y con todo. Sí, eres mala, mala,
pero es cierto, yo tengo morro, jajaja.

martinita... Bella se quedará con Daniel? Veremos ;-)

Gine, yo me imaginé que alguien vocalizara mis pensamientos y sí, creo que me pondría
muy nerviosa... bueno, y si ese alguien fuera Ed, nerviosa es decir poco, XD.
maria elena guerra diaz... dios! Me llamas mala y me amenazas! Ups, tendré que buscarme
un búnker o algo, ¿ya? ;-)

I love Edward: te veo muy empática con Bella. Me gusta. Un beso y gracias.

v. cullen, ya sabías que iba a ser mala? Tendré que ser más retorcida... no, no, es broma ;-).
Sí, yo también me como a Edward.

alexpattinson, otra que me llama mala. Si al final lo de buscar un búnker va a ser buena
idea... XD

Luna Cullen Masen, ¿tú también echas de menos a Ed cuando no sale? A mí me pasa... de
todas formas te advierto que este capi está dedicado a Daniel.

Paola Cullen, sí, Bella está un poco loca, jajaja. Gracias y un beso.

Nishali Black Cullen, de nada, es que soy mala pero no tanto... besos.

Ayame Chan, yo también espero que estés bien. Tranquila, el pequeño está a salvo.

Pegn, profe querida, no me sufras tanto, no me sufras, que lo que queda aún... es broma. O
no. A ver si será verdad que soy un poco bitchy, :-P.

PRISGPE, pues sí, ese estrés y falta de sueño te pone al límite... yo me estreso sólo de
recordarlo.

Bienvenida Nurymisu, gracias por todos tus comentarios y a Anaidam (a quien perdono lo
de llamarme oso hormiguero, XDD) por recomendarte mi historia.

Capítulo 42

BPOV

Sin pensarlo, me abalancé sobre la cama y con cuidado envolví su pequeño cuerpo en un abrazo.
No quería soltarlo. Por fin podía palpar con mis manos, ver con mis ojos que el pequeño estaba
bien, que nada le había pasado, que cualquier peligro que había corrido había desaparecido con
la huída de su madre... de la mujer que lo había traído a este mundo.

-"Dotora"...-el pobrecito apenas podía hablar, ahogado con mi abrazo. Se debía sentir igual que
yo cuando Edward se ponía demasiado efusivo.

-Daniel...-me senté en la cama y tomé su carita entre mis manos-¿estás bien? ¿Te duele algo?

-Sí. Me "dole" aquí, pero poquito -respondió poniéndose ambas manos en la cabeza y haciendo
una divertida mueca.- ¿Vas a ser mi "dotora"?-sonrió.

-No... ahora no. Ya tienes otro doctor, ¿aún no lo has visto? - El pequeño asintió con la cabeza.

Me habían informado de que el médico encargado de velar por Daniel era el propio James
Watson. Ante mi sorpresa me enteré de que era el pediatra del hospital que se encargaba de los
casos donde se sospechaban malos tratos. Eso me provocó admiración, no era un tema que
atrajera a demasiados profesionales por los problemas que solía comportar, más bien era una
patata caliente.

-Sí. Pero yo "quero" que seas tú mi "dotora"-hizo un pequeño puchero.-Quero ver a mi mamá-dijo
de repente.
Mi corazón dio un vuelco. Estúpida de mí, no había esperado esa pregunta. Giré la cabeza y dirigí
una mirada interrogadora a la trabajadora social que estaba sentada en la butaca al lado de la
cama.

-Ya le he dicho que su mamá está trabajando y que vendrá más tarde, todas las veces que ha
preguntado lo mismo -la trabajadora me miró con intención.

Como mentira iba a ser poco duradero, cuando se hiciera de noche y el niño viera que no venía
su madre habría que cambiar de explicación. Daniel era pequeño pero no tanto como para no
darse cuenta de las cosas, y yo intuía que captaba más de lo que estaba dando a entender, por
eso estaba preguntando lo mismo varias veces y a diferentes personas. Mis pensamientos
tomaron otro rumbo y me encontré planteándome qué relación tendría Daniel con su madre. Lo
que había leído sobre el perfil psicológico de estos progenitores era que fuera del ámbito médico
solían mostrar muy poco interés por sus hijos, pero desconocía si sería así en el caso de Daniel,
si su madre ejercería algún otro tipo de maltrato sobre él o sencillamente era negligente, o si,
cosa que no me cabía de ninguna forma en la cabeza, era cariñosa con él.

Fuera como fuera, Daniel era un niño pequeño, y su madre era la única madre que había
conocido en el mundo. Lo lógico era que preguntara por ella y se angustiara si esta no aparecía.

-No te preocupes, cariño, yo estaré por aquí aunque no sea tu doctora, no estarás solo-dije con
sinceridad, apoyando la palma de mi mano en su suave mejilla. Por experiencia sabía que los
niños detectaban las mentiras más pronto que los adultos.

Esa respuesta pareció calmar al pequeño, y su cara ansiosa se relajó.

-Ya no he vuelto a hacer pipí con sangre, "dotora" Bella.

-Llámame sólo Bella, Danny-sonreí.

-Bella. Be-lla -repitió tentativamente como comprobando qué tal sonaba el nombre sin el dotora
delante.- Vale-afirmó, satisfecho con la prueba.

-Entonces, ¿sabes por qué estás aquí?

-Ésa me ha dicho que me puse malito y "pod" eso "toy" aquí-señaló sin disimulo a la cuidadora.

-Esa tiene un nombre, Daniel, me llamo Rita-amonestó la mujer con amabilidad.

-Eso, Rita. Pero no "toy" malito. "Quero" ime a casa. "Quero" mi "Spideman".

-Ah, tu Spiderman... –sonreí, recordando que era una de los muñecos a los que tenía más cariño
cuando estuvo ingresado.- ¿Aceptarías que te regalara uno? Aparte, intentaré conseguir que
traigan el tuyo- aseveré, quizá demasiado segura de mí misma.

Daniel asintió enérgicamente con los ojos brillantes.

Estuvimos hablando de lo que habíamos hecho ambos durante el tiempo que no nos habíamos
visto. Él me explicó que no iba a la guardería (en este país la edad de escolarización eran los 5
años), y que se aburría mucho con su madre. A veces en el parque había coincidido con otros
niños y le hablaban de lo que era el "cole". Él quería ir a la guardería, pero su madre le decía que
no era necesario.

El pequeño siempre me había parecido un niño especialmente cariñoso, y ahora estaba


pensando si no sería eso una reacción psicológica a la falta de cariño de su madre y a la soledad.
Por mi parte le expliqué a un celoso Daniel que ya tenía novio, que se llamaba Edward y que
también era médico. Sonreí para mis adentros mientras intentaba calmar sus celos asegurándole
que podía ser novia de los dos.

De forma brusca se abrió la puerta sin llamada previa y entraron James y el inspector Jenks.

-Buenos días, Bella-saludó un sorprendido James.-Señora Hunter-sacudió la cabeza en dirección


a la trabajadora social.

La cara del inspector no era nada amable. Me sentí un poco culpable, al fin y al cabo debería
estar en la UCI y estaba aquí, en la habitación de un paciente, charlando tan tranquilamente. Pero
no era cualquier paciente, y en la UCI todo estaba controlado, como demostraba mi silencioso
"busca". Al pensar esto bajé la mirada hacia los números que marcaba el aparatito, para
asegurarme por enésima vez en mi vida de que era funcionante.

-Buenos días-atiné a responder, mirando a James y obviando el incómodo escrutinio del


somnoliento inspector.

Que se joda, si quería dormir haber elegido otra carrera.

-Doctora, me temo que tendrá que dejar de visitar a Daniel Smith hasta nueva orden-soltó Jenks
sin rodeos.-Señora Hunter, la doctora Swan no tenía permiso para acceder a hablar con Daniel
Smith. ¿Nadie le avisó de ello?

Mi primer reflejo fue tensarme a causa de la falta de diplomacia del policía, más por lo que atañía
a Daniel que por mí misma.

-Nadie me avisó de ello, pero aunque lo hubiera hecho no creo que yo tenga ninguna autoridad
para negarle el paso a una doctora de este hospital-repuso la asistente social con cara
avinagrada. –Si usted quiere autoridad, mande aquí a un policía que vigile la puerta.- Doctor
Watson, si me permite voy a tomarme un descanso-terminó, y muy digna se dirigió hacia la puerta
de la habitación.

-No le comprendo-repuse confusa. El niño miraba al grandote inspector con los ojos como platos.

-Hasta que no haya pruebas de lo que usted dice...podría meter en la cabeza del niño ideas que
luego fueran a su favor...-en aquel momento James se adelantó un paso y viró, colocándose entre
el inspector y yo, de cara hacia éste.

-Mientras tanto le agradecería, inspector, que tuviera un mínimo respeto por la doctora Swan. Y
tengo que advertirle: no toleraré que le haga preguntas al niño si no es con la presencia de un
psicólogo infantil. Y si sigue en esos términos, ni tan siquiera que hable delante de él.

El oficial se envaró tanto como yo minutos antes. La voz de James era helada, autoritaria y no
admitía réplica.

-De acuerdo-repuso secamente.- Chico, ¿has pasado buena noche?-intentó una torpe sonrisa.

-Bella, ¿quién es "ete"?-Daniel me miró, ignorando las palabras del policía. Hice amago de
levantarme de su cama pero él tiró de mi mano para que no lo hiciera.

-Bueno, quizá deberíamos decirle que se presente antes de hablar contigo, ¿no?-miré a Jenks
entre burlona y cabreada. No había dormido y mi paciencia para soportar presiones psicológicas
iba cayendo en barrena.

-Soy un policía, Daniel. Me llamo Jerry ¿Tú no juegas a policías?-repuso el oficial con una sonrisa
que no le llegó a los ojos.
-No. Prefiero a "Spideman"-repuso el niño, tranquilo pero alerta.

-Claro, claro...-balbuceó Jenks y me miró.-Eeeh... iba a hacerle algunas preguntas, pero...-miró a


James que lo observaba con helados ojos azules, y luego bajó la mirada hasta su reloj-esperaré
que venga el psicólogo de servicios sociales. Creo que no tardará. Mientras tanto, doctora Swan,
sería una buena medida que usted se retirara.

-¡No!-Daniel volvió de tirar de mi mano. El corazón me dio un vuelco. Estaba más asustado de lo
que pretendía demostrar. Entendí que yo allá era la única persona que conocía y apreciaba, y
temía separarse de mí, seguramente estaba captando cosas extrañas.-No "quero".

-Tranquilo, cariño-suspiré, con todo el cansancio del mundo pesando sobre mis hombros. Opté
por decirle una verdad a medias.-Sabes, he trabajado toda la noche y estoy muy cansada, tengo
que descansar en mi casa y cuando lo haya hecho volveré a verte.

-¿Con tu novio?-la expresión suspicaz que lució su carita hizo que a mi pesar se me escapara
una carcajada. Incluso diría que el policía había dado un respingo al oír hablar de mi novio.

-Sí, con mi novio. Pero te prometo que volveré-y eso lo decía muy en serio.

En aquel instante sonó el teléfono del policía, que se retiró a fuera de la habitación para mantener
una conversación privada.

-Disculpa, Bella. Ya sabes cómo es la policía... parece que todos seamos sospechosos hasta que
no se demuestre lo contrario. Quiero que sepas que creo tu versión desde el primer momento en
que Emily me la explicó. Llevo muchos años en este trabajo y por desgracia ya he visto de todo.
Por desgracia también, he tenido que tratar con Jenks en el pasado, y digamos que no es uno de
mis policías favoritos. Y tú-se dirigió a Daniel, que escuchaba atentamente nuestra conversación-
veo que te encuentras mejor que esta mañana a primera hora. ¿Cómo va el dolor de cabeza?-la
cara de James se transformó desde una máscara de profesionalidad a una mueca simpática,
dejándome alucinada por completo.

-Bien, bien, James- pronunció exageradamente Daniel, como dándose importancia, y tuve que
sofocar una carcajada.- ¿Conoces a Bella? Es mi "dotora".

-Sí, lo sé. Tienes dos doctores, Bella y yo. ¡No te quejarás! No te preocupes, entre los dos te
pondremos bueno para que puedas salir de aquí lo antes posible- esto provocó una amplia
sonrisa en el pequeño.

El inspector entró de nuevo en la habitación, interrumpiendo nuestra distendida conversación.

-Eeeh-comenzó, evidentemente incómodo,-me han llamado del laboratorio de la Central...


¿podemos hablar fuera?-murmuró, mirando sucesivamente a Daniel, a James y a mí.

-Por supuesto, un momento-James tomó el timbre que había al lado de la cama de Daniel y a los
pocos segundos apareció una enfermera en la habitación.-Sarah, nuestro paciente ya se
encuentra mejor, ¿cree que podría ir a la sala de recreo?

-¿Sala de recreo?-preguntó el pequeño.

-Sí, una sala que tenemos en el hospital, llena de juguetes y cosas igual de aburridas-James le
echó teatro al comentario, poniendo una exagerada cara de fastidio.-No sé si querrás ir.

La sala de recreo era una sala llena de juguetes y juegos destinada a que los pacientes que
ingresaban por varios días tuvieran un poco de entretenimiento aparte de su familia y la TV de la
habitación.

-¡Siiiiiiiiiii!-la cara del pequeño se iluminó como un árbol de Navidad. Sarah lo miró con una
sonrisa.

-Está bien, pero no mucho tiempo, apenas te has levantado de la cama y no quiero que te
fatigues.

Demostrando a todos que se encontraba mejor que bien, Daniel pegó un bote desde la cama al
suelo y salió disparado detrás de Sarah no sin antes girarse al llegar al umbral y pedirme que
volviera a verle más tarde.

-Usted dirá-los ojos azules de James eran fríos cuando se clavaron de nuevo en el agente.

-Bien... me acaba de llamar mi compañero. Está en el laboratorio forense-hizo una pausa y me


estudió con la mirada.-Se han encontrado niveles altos de insulina en la sangre del niño-me
molestó que le llamara el niño pero aguanté la respiración esperando que terminara.-Y no es
suya. Insulina exógena creo que le llaman ustedes los médicos. Y...no sólo eso... -parecía que se
le atragantaban las palabras al pronunciarlas y yo estaba histérica esperando que lo explicara
todo ya de una vez- el juez al recibir el resultado de las pruebas ha autorizado el registro del
domicilio de Jane Smith, y en su casa han aparecido varias cajas de insulina, agujas, jeringas...

-Eso demuestra que la doctora Swan estaba en lo cierto -mi jefe hizo énfasis en la última palabra.

-Lo supongo, pero... ¿están seguros de que el niño no es diabético y simplemente su madre se
pasó con la dosis?-comentó el policía, frotándose la barbilla pensativamente.

Era antipáticamente exasperante.

-Supongo que eso se sabrá por esos mismos análisis de los que usted me está hablando,
inspector. Además le informo de que de momento estamos monitorizando los niveles de glucosa
en la sangre de Daniel Smith y desde hace unas horas son completamente normales. Es decir,
desde que su madre no tiene acceso a él -terminó, como si hablara con un completo tonto.

Jenks no pudo evitar sonrojarse levemente al sentir la puyita que le dirigía mi jefe.

James Watson era, definitivamente, mi nuevo héroe.

-Está bien-dijo el policía, e intentando recuperar su dignidad se irguió.-La señora Smith ya estaba
buscada por haber abandonado a su hijo en el servicio de urgencias del hospital. Ahora voy a
emitir una orden de busca y captura por ser sospechosa de maltratar a su hijo y poner en peligro
su vida.

Sentí un alivio tremendo. Daniel estaba a salvo, y la asesina Jane Taylor estaba en busca y
captura. Las cosas por fin parecía que iban por buen camino. Mi busca sonó de repente
provocándome un sobresalto y devolviéndome al mundo real. Miré el mensaje.

-Tengo que ir a la UCI, acaba de llegar un ingreso-miré a James y al policía, sacudí ligeramente la
cabeza como despedida y salí rauda de la habitación.

Unos pasos me siguieron y Jenks se puso a mi altura.

-Cuando tenga tiempo quisiera hacerle unas preguntas, doctora Swan-le miré un segundo. Su
expresión era difícil de leer.

-¿Más?-repuse cansina.
-Sí, unas cuantas más. Es el procedimiento habitual.-Hizo una pausa y caminó durante unos
segundos a mi lado, silencioso.- Tengo una duda...-su tono de voz cambió a otro más suspicaz, el
que era capaz de irritarme hasta las meninges- ¿es usted experta en malos tratos, como el doctor
Watson?

-No, inspector- me paré enfrente del ascensor, pulsando el botón y evitando mirarle.-Sólo soy una
residente de último año de pediatría.

-Pues tengo que felicitarle por su intuición respecto a este caso, lo de la insulina, todo eso... fue
su rápida actuación lo que le ha ahorrado males mayores a ese pequeño-sus palabras eran
amables pero había un tinte ligeramente acusatorio en sus palabras.

O me estaba volviendo paranoica, ya de forma definitiva.

Le miré un momento mientras entraba en el ascensor. Él aguantó las puertas para que no se
cerraran.

-Gracias. ¿Me va a acompañar o deja que me marche? Estoy trabajando.

-No, ya hablaremos en otro momento. Creo que hay muchas cosas que no me ha explicado
aún...-con un movimiento de cabeza se despidió.

Maldije mi inhabilidad para mentir y recordé las palabras de Emmet.

"No juegues al póker".

Besos a todas y hasta el jueves.

Buenos días, chicas. Como siempre, gracias por estar ahí y más por hacérmelo saber. No
me enrollo mucho. Gracias por su ayuda a Maria José, y en este también a Anaidam, os
quiero, niñas.

Por si no lo sabíais, no tengo derechos sobre Twilight, pero sí sobre esta historia.

Comentarios del 42:

Mentxu Masen Cullen, me alegro de ver que te preocupas por Daniel. Ya veremos qué pasa
con eso.

Luna Cullen Masen, me alegro de haber amenizado tu insomnio ;-). Yo también extrañé a
Ed.

Martita, otra que añora a Ed cuando no sale… pensaba que yo era la única ;-)

SalyLuna, "¿Daniel se quedara con Bells y Eddie?"… pues… ¡sería mucho spoiler
contestarte a eso!

yamira hrdz, "me pregunto si daniel tiene papa o como ya habia dicho ella lo robo de algun
hospital". No, no lo robó, y sí, tiene papá. Tranquila, aquí sale Edward… otra más que lo
añora! Y Jake y Angela... aún queda.

Martinita, "No creo que Edward se oponga a que bella se quede con el cierto?mal que mal,
no puede darle hijos asi que no deberia oponerse"… se lo diré a él, a ver qué piensa ;-)

Nohemi, Ed ya asustó al policía vocalizando sus pensamientos, jajaja. Lo de la patada no


es mala idea.

v. cullen, "A ver ke pasa ahora con Dani...si detienen a la madre buscarán al padre no?" en
efecto ;-). Besos para ti también.

Noe76, ya te di las gracias y las reitero. Besos.

Paola Cullen, otra más del grupo que extrañamos a Edward… ay. Pues sí, mejor no pensar
que esto puede ser real.

Isa-21, "que dira ed? traeria mas problemas... ? mmmm podria ser... no?". Pues… tu
respuesta en este capi.

Ayame Chan, no conozco Naruto, pero ese Sasuke vengativo nos hará falta por aquí, como
muy bien has dicho, jajaja.

Alexpattinson, sí, Emmet es una joya…

Kitten Hale, gracias por tu comentario, sí, yo creo que es un alivio para todas lo de Daniel ;-
).

I love Edward, pues sí, me gusta que tengas tanta empatía con Daniel. Y más que este
capítulo... será emocionante el siguiente, pero es un secreto, no lo digas…

Bellaliz, "mugrosa bruja", jaja, me encantó. Un beso.

Anaidam, ya sabes que si nos volvemos a ver, que espero que sí, te va a caer un abrazo de
oso de los buenos, así que vete preparando. Una que defiende a Jenks, es verdad, él hace
su trabajo… mosca cojonera que es. ¿Te pides a James? Jopé, te me has adelantado,
jajaja.

Sarah-Crish Cullen , otro besazo para ti. Veremos qué se puede hacer con la madre de
Daniel.

CindyLis, gracias de nuevo por tus palabras. Espero seguir viéndote por aquí.

Capítulo 43

EPOV

Bella estaba inquieta. Llevaba noches durmiendo de forma irregular, pero esta noche el sueño
todavía no se había apoderado de ella. Percibí por un leve movimiento que hizo que estaba
mirando la hora en el despertador.

-Iré a prepararte algo. Sigues sin poder dormir. ¿O prefieres hablar?-pregunté con suavidad.

-No sé...-cambió de postura y se tumbó sobre la espalda, mi brazo quedó rodeando su cintura y
mi cara contra su cuello.-Todo el caso de Daniel... ya sabes.

-Jenks jamás sabrá nada de nuestras investigaciones privadas, y por más que sospeche algo no
tiene nada donde agarrarse. ¿Qué te preocupa?

-Me pone nerviosa ese estúpido policía. James dice que antes no era así, pero que por lo que él
sabe se implicó mucho en un supuesto caso de malos tratos que resultó ser falso. Piensa que por
eso ahora va con pies de plomo, aunque digo yo que si lo pasa tan mal con su trabajo podía
dedicarse a otra cosa-bufó.-Te hace sentir como si fueras tú la maltratadora.
-De todas formas no se equivoca en sus sospechas de que le ocultas algo. No ha perdido su
olfato, pero eso no lo sabrá nunca-afirmé.

-¿Crees que tardarán mucho en encontrar a JT?

A Bella no le gustaba llamar a la madre de Daniel como tal, ni siquiera nombrarla por su nombre,
así que hablaba de ella por sus iniciales.

-No creo, aunque nunca se sabe. Ahora ya puede cambiar de identidad o teñirse el pelo, sus
huellas dactilares están en poder de toda la policía del país e incluso de la Interpol, según me dijo
Jasper. Y sabes que teniendo nosotros a nuestro hacker particular todo será más fácil.

-Lo sé...-su voz se apagó.

-¿Qué más, Bella?

-Daniel...-ése era el tema principal de su preocupación. Por eso era el último que ella quería
nombrarme.-Hoy ha venido a hacerse un control en la consulta externa de endocrinología, lo
acompañaba la señora Hunter. Se ha alegrado mucho de verme, pero aún así se le veía triste.

-¿Qué sabe él de lo que ha pasado?

-Bueno... le han explicado que su mamá no puede cuidar bien de él y que le van a buscar una
nueva mamá y también un papá. De momento le están buscando alguna familia de acogida.
Creen que sería menos traumático que continuar en un orfanato, o centro de menores, o como lo
llamen. ¿Se sabe algo de su padre biológico?

-No... JT no era precisamente una monja. Por lo que sabe la policía, y ahora nosotros gracias a
Jasper, tuvo relaciones con varios hombres. Todavía están investigando y poniéndose en
contacto con los "conocidos". Les pedirán que voluntariamente se sometan a una prueba de
paternidad. Lo ideal sería que a este niño lo cuidara alguien de su sangre.

-¿Ideal? ¿Un desconocido?-soltó incrédula.

-Bella... dime lo que me tengas que decir -dije con suavidad, sintiendo su tensión. Me incorporé
levemente apoyándome sobre un codo para poder verle la cara en la oscuridad. Suspiró y desvió
la mirada, advirtiendo mi escrutinio.

-Me parece bien que busquen al padre de Daniel, pero mientras tanto lo tienen metido en una
institución...-hizo una larga pausa, escuché su corazón acelerar el ritmo y cómo tragaba en seco.-
Edward, quiero tenerlo en acogida.

Por fin dijo lo que me estaba temiendo. Fue un alivio conocer al fin el motivo de su ansiedad, y al
mismo tiempo un jarro de agua helada saber que era lo que yo ya esperaba.

Sabía que una de las barreras que ponía Bella a su transformación era el no poder tener hijos
conmigo. El problema no era que yo fuera estéril, pues siendo ella fértil eso en esta época tenía
fácil arreglo. Para mí era algo de más difícil solución. ¿Quién tenía un hijo sabiendo que él iba a
vivir para siempre pero vería morir a su hijo? Eso no era una opción, en absoluto. La única opción
tolerable era la transformación de este hijo también en vampiro, cuando creciera. Y eso ya no
implicaba sólo nuestra propia decisión. Yo pensaba que no podíamos jugar con el destino de
otros sin su permiso. Por no hablar de la sed de sangre que nos acometía a los vampiros recién
transformados. Era algo impredecible pero a veces era tan fuerte que podía poner en peligro a
cualquier humano cercano, y si Bella se transformaba...
No, la adopción no era una buena idea. A menos que Bella renunciara a su transformación
durante años. Unos largos años. Este sólo pensamiento me hizo sentir hielo en mi interior. Jamás
la había presionado sobre el tema, pero yo ansiaba con locura que Bella fuera como yo. La
amaba, era mi compañera, y quería estar con ella toda la existencia. Lo sabía. Y no es que no
fuera capaz de esperar unos años, eso podía hacerlo. Pero sufría con sus dudas, los celos me
atormentaban cuando algún hombre se interesaba por ella, y lo peor era el terror a que algo le
sucediera. Era una frágil humana, susceptible a enfermedades y lesiones. Si no fuera porque
sabía que eso la ahuyentaría de mí no me despegaría de su lado las 24 horas del día, y aún así
no la podría proteger por completo. Había aprendido a dominar mi pánico y no pensar en esas
cosas, pero a veces éste me dominaba. En el trabajo veía lo que podía llegar a sufrir un cuerpo
humano y me estremecía cuando me imaginaba a Bella pasando por eso. No, no podría verla
sufrir, y menos aún perderla. Sabía que era una preocupación egoísta, sabía que no podía vivir
sin ella. Pero era la realidad, y negarla era estúpido.

Yo confiaba en que ella conmigo sería feliz, pero tenía claro que eso era algo que ella debía
decidir por propia voluntad.

-Edward... ¿no dices nada?-su voz sonó ansiosa, se estiró y alcanzó el interruptor de la luz.-
Quiero ver tu cara -me clavó sus cálidos ojos.

-La decisión es tuya, Bella-dije, neutro.

Su ceño se plegó formando esa arruguita que tanto conocía.

-No, no es sólo mía.

-¿Acaso lo que yo te diga cambiará algo?- murmuré. Ella estiró la mano y tocó mi cara,
recorriéndola con las yemas de sus dedos.

-No lo sé... pero quiero oír qué piensas.

-Está bien-exhalé.-Pienso en qué pasará si no aparece el padre. No puedes tener a un niño en


acogida durante años, lo sabes. Si no encuentran a ningún familiar que se haga cargo de él, en
algún momento te plantearán la adopción.

-Es una posibilidad...-musitó.- ¿Qué opinas de eso?

-Sólo quiero que seas feliz- repuse, y era verdad.

-No te he preguntado eso.

-Es mi respuesta, Bella.

-No me sirve-insistió y frunció los labios, testaruda. Suspiré.

-Pienso que si lo adoptas tu transformación no será posible. Pienso que te enraizarás más con la
vida humana de lo que ya lo estás. Y eso me duele, pero lo acepto si es tu voluntad -me costó
decir las últimas palabras.

-Yo no pienso en el futuro, amor. No me planteo adoptando a Daniel. Pienso en el presente. Y


ahora no se me ocurre mejor solución que esa. Te amo y quiero estar a tu lado, pero ahora no
soporto la idea de que Daniel esté en un orfanato, o con unos desconocidos. No me preguntes
cómo y por qué, pero me he encariñado con ese niño, y también de alguna forma me siento
responsable de él. Quizá es toda la preocupación que he sufrido lo que me ha generado ese
sentimiento, pero está ahí.
-Lo comprendo, Bella -dije, temblando por dentro. Y la abracé todo lo fuerte que podía ella
soportar, que no era lo fuerte que yo quería.

*º*º*º*º*º*

-¿Te quedas tú cerrando, Edward? Tengo una cita y me gustaría llegar puntual.

David Graham, el adjunto de cirugía torácica, me miró esperanzado. Era una sutura larga, pero
sabía que podía hacerlo solo.

-Claro, Dave-le guiñé un ojo.-No todo va a ser trabajo en esta vida.

No es que necesitara mi permiso para largarse antes de suturar la piel del tórax del paciente que
acabábamos de intervenir, de hecho la mayoría de adjuntos me dejarían solo y punto, pero David
era, además de un buen cirujano, un buen adjunto.

Ya en el vestuario me quité la ropa de quirófano y me metí en la ducha. Necesitaba quitarme de


encima el olor del quirófano, y el agua corriendo sobre mi cuerpo me ayudaba a descargar
tensiones internas. Tuve que hacer un esfuerzo de voluntad para no recordar a Bella. A veces
estando en el vestuario me acometían imágenes de nuestro fogoso encuentro en el vestuario
femenino del hospital de Forks y mi entrepierna protestaba de forma vigorosa. Como ahora. Una
ducha helada no iba a arreglar esto, no funcionaba conmigo. Lo mejor sería vestirme y salir
cuanto antes de allí.

Mi teléfono sonó cuando estaba poniéndome los pantalones. Miré la pantalla.

-Sí, dime Jasper.

-¿Puedes hablar?

-Más o menos, me pillas medio desnudo, pero estoy solo. Dime. ¿Alguna novedad del caso JT?

-No, ninguna. Es realmente frustrante. La policía todavía no tiene ningún dato. Abandonó su piso,
su móvil, tarjetas, toda su ropa... Sólo tenemos la esperanza de que algún agente la reconozca
por la calle, o en algún control de carretera... Jenks debe ser un policía bastante antipático por lo
que decías, pero la verdad es que por fin se ha tomado el caso en serio. Por lo que he visto se
están moviendo mucho.

-Lo sé-me pasé la mano por el pelo, nervioso.- ¿Y de lo otro que te encargué?

-He contratado a Banner. Es bueno, y el mejor en lo que a pasar desapercibido se refiere.

-Bien. Si Bella se entera de que he contratado un guardaespaldas para ella le va a dar algo. Pero
conociendo la historia de esa psicópata... – mi voz se apagó y me estremecí.

Recordaba lo que le había pasado a la pobre chica que denunció a JT a la policía, y no quería
arriesgarme. Tampoco que mi novia se enterara de que alguien la estaba protegiendo, no tenía
idea de cómo reaccionaría, pero estaba seguro de que no sería con alegría.

-Ed, sigo pensando que deberías decirle algo a Bella.

-No, si cree que estoy exagerando se pondrá furiosa y me lo prohibirá, entonces tendré que
hacerle caso. Y si no se le ha ocurrido la posibilidad de estar en el punto de mira de aquella loca y
yo se la meto en la cabeza va a estar aterrorizada. Con uno que se angustie de nosotros dos
basta, Jasper.
-Como quieras... pero sigo sin verlo claro. No me gusta eso de guardar secretos a la persona que
más te importa, pero al fin y al cabo es tu relación -rezongó mi cuñado.

-Lo es, Jazz, lo es- repuse, cortante. A mí tampoco me gustaban los secretos con Bella, pero en
esto no iba a ceder.

-Ok, Edward-exhaló.-Cuídate... y cuídala.

-Lo haré, puedes estar seguro-prometí.

Como si hiciera falta que me lo pidiera.

BPOV

-¿Es usted doctora?-la madre de mi joven paciente arrugó la nariz como si el aire oliese mal.

¿Quién se cree que soy? Eso pone mi título.

Odiaba esas preguntas. Por dios, era residente de cuarto año, ¿aún tenían que preguntarme eso?
¿Qué aparentaba, 18?

-Sí, soy la doctora-terminé contestando. Me tenía que morder la lengua más veces de las que
quisiera.

-Ah, es que la última vez atendió a mi hijo una residente-afirmó, aún arrugando la nariz. O a lo
mejor la tenía así.

-Yo soy residente. De cuarto año-puntualicé.-Los residentes somos doctores, pero nos estamos
especializando.

-Pues yo quiero que me atienda el especialista.

-Señora-di un énfasis especial a la palabra-estoy perfectamente capacitada para atender a su


hijo. Soy residente de cuarto año de pediatría-repetí.- Su hijo viene para controlar si su
crecimiento es normal. Eso puedo hacerlo yo.

-No sé para qué pago un seguro médico si no me atiende un especialista-insistió la señora.

Era uno de esos escasos momentos en los que odiaba mi especialidad. Me daban ganas de
decirle que si todo el mundo fuera como ella me habría dedicado a la medicina de laboratorio, o
que prefería cien veces la UCI con Heidi atormentándome con los goteros que hablar con ella,
pero me callé. Pensé en Edward, al que iba a ver dentro de poco, y mi corazón se aligeró. Yo tuve
guardia hacía dos días y él ayer, con lo que llevábamos más de 48 horas sin vernos. 48 eternas
horas.

-Usted ha elegido este centro. Es un hospital universitario, con médicos en formación, y es lo que
tiene. Si no está de acuerdo puede cambiar de hospital-dije tensa.

La mujer arrugó los labios en vez de la nariz y se cruzó de brazos en silencio, lo que entendí
como una señal de que podía continuar. Me levanté de mi mesa y me dirigí al preadolescente que
nos había estado observando atribulado durante toda la conversación.

-Quítate los pantalones y los zapatos y sube a la camilla, Nicholas -pedí con suavidad.
El chico no tenía la culpa de que la madre me hubiera puesto de mal humor.

-Nick -remarcó, tímido pero seguro, mientras se levantaba. Me recordó a mí y a mi lucha personal
porque me llamaran Bella.

-Nick -repetí, sonriendo.-Yo soy Bella-me coloqué al lado de la camilla y corrí la cortina, en un
gesto más para aislarme psicológicamente de la madre-bruja que por él.-No te preocupes, no te
voy a hacer daño, sólo te miraré.

-Vale-se tumbó y me dejó hacer.

Cuando terminé esa visita ya se me había pasado el mal humor. La madre no había vuelto a abrir
la boca pero atendió a mis explicaciones y aceptó la petición de analítica que le hice para su hijo.

Salí del hospital y miré al cielo. Estaba nublado, pero incluso algún tímido rayo de sol se filtraba
por entre las nubes. La temperatura era agradable. Me dirigí al parking y busqué mi coche.

Entonces tuve la extraña sensación de ser observada, de nuevo. Una sensación que me había
acompañado los últimos días. Como cada vez que me pasaba, me giré y miré alrededor, pero no
vi nada sospechoso, tan sólo algunos compañeros entrando en sus vehículos. Sacudí la cabeza y
entré en mi coche, intentando evitar ponerme paranoica.

El tráfico era denso, pero iba con tiempo, así que me relajé. Después de un día pesado moría de
ganas de ver a mi amor. Quería demostrarle que mi corazón era suyo. Que el que me preocupara
por Daniel no iba a cambiar nada de lo que sentía por él, sólo era algo que necesitaba hacer en
este momento. Yo no lo veía tan complicado como Edward. Podía acogerlo y si su padre no
aparecía... ya veríamos. También podría aparecer el padre y desentenderse del pequeño. Sabía
que si lo adoptaba retrasaría mi transformación unos años. ¿Podía permitirme eso? No quería
pensarlo, pero tampoco quería que Daniel siguiera en el orfanato. Aún recordaba la mirada triste
en sus grandes ojos cuando se despidió de mí el otro día.

Después me puse a pensar en la llamada que había recibido a la hora de comer.

-Hola, Ang. ¿Cómo te encuentras?

-Bien. Te llamaba para decirte que ya me han colocado el desfibrilador, todo ha ido bien y me van
a dar de alta.

-No lo sabía...

-No, no lo sabías porque llevo casi dos meses intentando que nos veamos y no has aceptado,
con distintas excusas. No lo sabías porque los últimos días no me has contestado a los mensajes
que he dejado en tu buzón de voz. Así que he llegado a pensar que quizá no te importaba, Bella...
Luego he pensado que no, y por eso te llamo ahora. Escucha... te he dado tiempo, pero no puedo
seguir así. Creí que éramos amigas.

-Y lo somos. Pero...

-¿Pero qué?

-No puedo...

-Estoy harta de eso, Bella. Lo siento pero ya estoy cansada. Llámame tú cuando quieras verme.

Recordé dolida toda la conversación. Mi amiga se había enfurecido conmigo porque era evidente
que la estaba ignorando. Sentí una punzada de dolor y en mi interior tomé una decisión
irrevocable: llamaría a Angela, quedaría con ella y de alguna forma me las arreglaría para
continuar nuestra amistad. Algo se me ocurriría, pero no podía soportar más la sensación de estar
haciéndole daño, además de que la echaba de menos con todo mi corazón.

Mi móvil sonó despertándome de mis reflexiones, y puse el manos libres.

-Bella... ya casi estoy terminando. Se me está haciendo muy larga la tarde, no puedo esperar
para verte.

-Y yo a ti, amor-casi ronroneé al escuchar su voz.-Estoy muy cerca, voy a aparcar el coche en el
parking enfrente del hospital y te paso a buscar.

-No es necesario, no voy a tardar nada.

-Menos tardaré yo -sonreí mientras salía del coche con el móvil en la oreja- hasta ahora mismo,
quedamos en la recepción.

Crucé la calle mientras guardaba el móvil en el bolso. No lo vi venir. Escuché el sonido de unas
ruedas, algo que golpeaba mi cuerpo y entonces se hizo la oscuridad.

Edward...

Esto... si después de esto aún me quedan lectoras y no me odiáis más que al Jacob Black de la
historia y a la madre de Daniel juntos...nos leemos el DOMINGO. Besos a todas y pensad que
aún quedan bastantes capítulos para que termine esto.

Buenos días, chicas. El capi previo ha sido el más comentado hasta ahora, y veo que ha
creado un poco de tensión... Lo prometido es deuda y aquí está el capítulo, el próximo el
jueves.

Quiero advertir que no me pongo a escribir el capítulo pensando... a ver cómo voy a
fastidiar a las lectoras... la historia fluye y sale lo que sale, pero os aconsejo relax, ok? ;-)
Este capítulo es triste, pero os voy a advertir que me gustan las historias con final feliz.
Dicho está.

Gracias a Maria José por su ayuda, y en este también a Anaidam y a Pegn, por empeñarse
en animarme a pesar haber leído el capítulo, jajaja. Se os quiere.

Este tiene música opcional, le podéis dar al play en cuanto empiece el capítulo; para no
variar es una canción de una película, "El último mohicano", su título: I will find you (te
encontraré). El estribillo dice "No importa donde vayas, te encontraré, aunque tarde
mucho, mucho tiempo, te encontraré". Quitad los paréntesis, ya sabéis (vaya mierda que
en este foro no se puedan inserir links de forma normal! Aunque en mi perfil sí se puede,
ahí también la dejo):

http:(/)(/) watch?v=mITjPj7JMH0&feature=fvwrel

Comentarios del 43 (mientras pueda os seguiré respondiendo a todas por aquí):

Aris123, preciosa,¡gracias por ofrecerme asilo en tu casa! ¿Es como un búnker? "La actitud de
Bella quizá es más generosa. Bueno, más generosa con todos excepto con Edward" Pues sí,
tienes toda la razón, bien observado. En cuanto al lado protector de Ed y ese comentario sobre
los recién nacidos... no es sólo de recién nacidos que sientes esa necesidad, creo que dura toda
la vida... Y en tu segundo post... estoy contigo respecto a Angela. Gracias por tu apoyo! Abrazo
crujehuesos para ti!

I love Edward, lo que me reí con esto "creo que esa es una señal de Jonny Versace ;D para que
Bella se deje de rodeos y le pida a Edward que la transforme."XDDD, gracias por tu confianza en
mí, no la pierdas!

Mentxu Masen Cullen, me alegro de que te haya gustado el EPOV. Aquí tienes un capi completo
desde el POV de Edward.

v. cullen, muy intuitivo tu comentario... no te digo más ;-)

Anaidam, ya sabes que tu laargo coment fue un gustazo, qué destacaría..."que metafísica me
pongo cuando tomo AllBran...¿cierto?jijiji! oye que me sienta a mi bien esa comida para
pájaros..." esto, o esto "o voy a seguir siendo tu amiga, y leyéndote, no el domingo porque me voy
a Valencia con unas amigas en plan emergencia, a hacer una comidita de olla(que no de polla)
jajajaja! el AllBran... Porque bien sabes que aunque esté aqui cascando como una desorejada ya
se como va el siguiente, como buena perrangana y putángana que soy estoy desbarallando con
tol pescao vendido...jijiji! pero aqui estoy esperando ¡MÁS!" XDDD. Gracias, nena. Eres la leche.

bellaliz, yo mala... uff, bien empezamos...

martinita, de nada, chica. Creo que no, no ha sido Jake. No es su estilo. Veremos...

nairelena, bienvenida, y espero que te siga gustando después de este ;-)

lalycullen2010, a mí también me da pena Ed, aunque no lo parezca...

Lia, espero que se hayan arreglado tus problemas, y hayan ido bien los exámenes. Besos.

yeraldin23, la verdad es que Ed es más comprensivo con Bella que al revés... no?

Gine, guarda el francés para el de hoy...

SalyLuna, "yo no te quiero pero seguire leyendote :D ya es ganancia :D" Esto me encantó XD.

yamira hrdz, estoy contigo, Jacob algún dia lo va a pasar mal.

alexpattinson, yo mala... mala? Bueno, un poco :-)

nohemi, creo como tú. Veremos en los siguientes...

Luna Cullen Masen, ya respondí a tu duda, que comprendo perfectamente. Muy intuitivo también
tu comentario.

Nurymisu, me encanta que digas que estás dividida, porque yo me siento igual, claro que los he
parido a los dos, jajaja. Un beso!

CindyLis, comprendes a Edward y a Angela, me alegro. Besos y suerte para ti.

Mlopez, gracias! jajaja, no eres objetiva con Daniel, tienes las hormonas maternales fluyendo por
tus venas en cantidades industriales! Me alegro de que pienses como Bella.

belly bells cullen-salvatore, bienvenida y aquí tienes el siguiente.

sophia76... soy un poco, sólo un poco, mala...


Paola Cullen, hoy no se relaja la tensión... estás advertida ;-)

lesly jailenne, Nessie no existirá porque Edward es estéril y en eso no hay marcha atrás... lo
comenté al principio del fic. Un beso!

Ayame Chan, me encantó tu comentario a pesar de las "veladas" amenazas, jajaja. Un beso.

Pegn, si tú eres muuuuuuuuuuy objetiva con Ed, jejejeje. No, la madre de Daniel no tiene ayuda
más que su mala leche. Ay... te entiendo con lo de Ed, aunque no me creas... y gracias por tu
apoyo y besos a ti y a los terroristas, jjj. Felices vacaciones.

roscidius cullen, bienvenida como ya te dije. Si pareces Bella saliendo de sus guardias debes dar
miedo, jajjaa, espero que te hayas recuperado ;-)

isa-21, kitten Hale, PRIGSPE, Anónimo, gracias por vuestro tiempo.

Capítulo 44

EPOV

-Que pase una buena tarde, doctor Cullen.

-Gracias, Ellen. Hasta mañana -saludé a una de las recepcionistas de la tarde.

Salí del hospital y miré al cielo. No parecía que fuera a salir el sol. Normalmente lo presentía en
mi piel y hoy no era uno de esos días. Aún así, el cielo brillaba de una forma especial en el verano
de Seattle, como si el sol no quisiera rendirse al imperio de las nubes.

"Edward"

La voz de Bella resonó en mi cabeza y sentí como si un rayo me hubiera atravesado. Salí
corriendo sin pensar en nada, moviéndome a mi velocidad natural, buscándola, mientras la
sensación de pánico crecía en mi interior.

-¡Bella!-grité.

La escena frente a mí me estremeció por completo. Un corrillo de gente la rodeaba y me impedía


verla.

-¡Apártense, soy médico!-dije, metiéndome por entre los curiosos y haciendo perder el equilibrio a
más de uno. Ignoré las expresiones de enfado.- ¡Fuera! ¡Sepárense, no dejan que entre el aire!-
Inmediatamente el círculo a su alrededor se ensanchó.

Había un hombre al que reconocí como Banner arrodillado a su lado hablando por el móvil con
Emergencias.

-Doctor Cullen... lo siento... ese coche se le echó encima sin que yo...-balbuceó. Levanté la mano
para hacerle callar, no era momento de dar explicaciones.

-Bella, Bella, Bella...-me arrodillé a su lado y la toqué con cuidado, iba repitiendo su nombre casi
sin voz.

Sentí un profundo dolor, lacerante, como si alguien hubiera metido un afilado puñal y me
estuviera partiendo en dos. Era la representación de todos mis miedos, de los temores que me
atormentaban desde hacía tiempo. Ella respiraba con dificultad, su corazón latía muy rápido, los
párpados cerrados, la piel estaba más pálida, y más fría. Estaba entrando en shock, lo sabía,
había visto muchos casos así. Sin importarme lo que pensara la gente que estaba mirando
desgarré su ropa con mis propias manos y la exploré rápidamente.

Estaba perdiendo mucha sangre y su aroma parecía invadir por completo el aire de Seattle, pero
el pánico que yo sentía había anulado por completo mi sed. Hice un rápido recuento de lesiones:
tenía el brazo izquierdo roto y la fractura estaba abierta al exterior, sangrando de forma
abundante. También había hemorragia dentro el abdomen, que fue lo que más me angustió.
Sentía el calor y el flujo de la sangre contra mis dedos; probablemente tenía rotura del bazo y
quizá de algún otro órgano, y la hemorragia interna debía ser muy importante. Tenía además
erosiones múltiples, y quizá estaba conmocionada. Afortunadamente sus pupilas respondían bien
a la luz contrayéndose. Acerqué mi cara a la suya.

-Bella, cariño, respóndeme. Por favor, responde -mi voz salió rota mientras pellizcaba su brazo
intentando que reaccionara al dolor, pero apenas se movió.

Sentí hielo en mi pecho. Por primera vez en mi vida me invadió un terror absoluto. No podía
perderla. No me la podían arrebatar. No podía vivir sin ella. Si moría, yo la seguiría. Pero no iba a
morir, no se lo permitiría.

"Edward"

Su boca no se abrió pero me estaba escuchando, podía leer sus pensamientos. Aún no había
perdido la consciencia completamente.

-Bella, cariño-hablé en su oído.- Estás perdiendo mucha sangre. Voy a hacerlo -la desesperación
tiñó mi voz.

"Espera, aún no...no es el momento."

-¿Cuándo quieres que lo sea? Para cuando llegues al hospital y te puedan poner sangre quizá
sea demasiado tarde. No puedes arriesgarte así.

"No. Vendrán enseguida. Me pondré bien. Lo sé."

-Bella... Bella, te quiero –susurré en su oído.

Siempre había hecho caso de su voluntad, y no había nada más sagrado para mí que su libre
decisión. Pero no en este momento, no ahora.

Sentí escozor en los ojos como si lágrimas fueran a salir de ellos y moviéndome rápidamente
sobre su brazo herido haciendo ver que lo estaba explorando inyecté el veneno en él. La herida
de los colmillos no se vería confundida con el resto de lesiones y fui lo suficientemente rápido
como para que nadie pudiera advertir nada. Un quejido lastimero salió de su garganta.

"No. No lo hagas."

Ignorando sus súplicas que quemaban mi alma me acerqué a su boca como si fuera a reanimarla.
Sus labios estaban fríos cuando los rocé con los míos. Me mordí yo mismo la lengua
provocándome un profundo corte y la sangre comenzó a brotar de mi boca, adherida a la suya.
Pero Bella no hacía ningún esfuerzo por tragar. Me separé unos centímetros de su rostro.

-Vamos, cariño. Bebe tú de mí ahora -supliqué, mi boca goteando sangre.

"No."

Pero no tenía elección. Saboreando mi sangre, los músculos de su cuello se movieron por propia
voluntad, llevándola hacia dentro de su cuerpo.

"Más..."

Era la transformación. Su cuerpo le pedía más de mí, aunque con unas gotas era suficiente. Me
reabrí la herida de la lengua, que ya estaba cerrándose, y volví a acercar mi boca a la suya. Esta
vez su boca se movió activamente y su lengua se entrelazó con la mía.

La ambulancia había llegado. Pero yo ya había terminado lo más urgente; la transformación de mi


amada estaba en marcha. Ahora había que pensar en un plan para llevarse a Bella del hospital
antes de que ésta surtiera efecto. Teníamos poco tiempo.

*º*º*º*º*º*

Carlisle y Esme se personaron en la recepción del Northwest a las dos horas de haber hablado
con él por teléfono.

-Os agradezco la celeridad, papá, mamá-nos dimos un breve abrazo.

-Hijo...-Esme me retuvo las manos con expresión apenada.

-No hay nada que agradecer, Edward, sabes que no hay tiempo que perder. ¿Dónde está
ingresada?-repuso Carlisle.

-De momento está en la UCI - miré mi reloj.- Dentro de veinte minutos saldrán a informarme del
estado de Bella. El adjunto de guardia es Jason Alvarez, el jefe.

-Estupendo, tenemos buena relación ¿Hay alguien extrañado por la situación?

-De momento ninguna extrañeza que supere lo normal. He estado escaneando todos los
pensamientos alrededor de Bella y lo más chocante que he escuchado es que Bella se encuentra
muy estable para tener las lesiones que ha sufrido. Nada más.

-Ya... quizá nos haga falta la ayuda de Emmet y de Jasper. No, seguro que nos hará falta.
Supongo que les has avisado como te dije.

-He avisado a Emmet y Rosalie, y vienen de camino. Ambos han cambiado un par de guardias
para poder venir. Jasper y Alice ya están aquí. Hace muchas horas.

-¿Qué?- exclamaron al unísono. Me miraron desconcertados y asentí.

-Ali tenía un mal presentimiento-expliqué.-No era ninguna visión de las suyas, pero según me ha
explicado tenía una sensación de... desazón, por decirlo de alguna manera. Querían venir aquí
sin decirme nada para no preocuparme -negué con la cabeza, recordando con pesar las palabras
de mi hermana y cómo yo le había echado en cara a Jasper sus argumentos de hace unos días.-
Ella jamás había tenido una sensación así, y no sabía cómo interpretarla. Pero sospechaba que
tenía algo que ver con Bella.

-Sí... todo lo extraño que nos está pasando los últimos meses tiene que ver con ella...-Carlisle se
frotó la barbilla, abstraído.- ¿Y ellos dónde están ahora?-estudió mi expresión y exhalé.

-Han atrapado a Jane Taylor -su boca se abrió con sorpresa.- Ambos estaban cerca cuando
sucedió todo pero no tanto como para impedir lo que pasó, y al ver que Banner se quedaba
auxiliándola y yo salía del hospital ellos fueron a perseguirla. La tienen inmovilizada en mi casa-
repuse en tono monótono.
Más le valía a esa mujer no estar en mi casa cuando yo volviera, me dije sombrío.

-Vuelve a explicarnos todo desde el principio, por favor, Edward-suspiró Esme.

Caminamos hacia la UCI a grandes zancadas, mientras les repetía todo a mis padres adoptivos,
con pelos y señales.

-Bien, mantengamos la cabeza fría. Lo primero: ¿alguien se dio cuenta de que usabas velocidad
vampírica cuando fuiste a buscar a Bella?-inquirió Carlisle.

-No que yo sepa. No estaba hablando con nadie ni había nadie conocido cerca de mí, así que
imagino que si alguien se fijó en que yo desaparecía para aparecer en otro lado al cabo de pocos
segundos estará pensando que sus sentidos le engañan. Pero no estoy seguro, claro.

-Bien, es una ventaja que no estuvieras acompañado, menos trabajo para Emmet. Ya me has
dicho cómo inyectaste el veneno a Bella y cómo le diste tu sangre... no creo que nadie haya
sospechado nada si fuiste lo rápido que sabes ser, además la gente pensaría que estabas
reanimándola. Pero explícame cómo fue. ¿Ella estaba inconsciente?

-No del todo...-murmuré, avergonzado en parte, mirándolos a ambos.

-Explícate- su voz sonó amable pero autoritaria.

Habíamos llegado a la sala de espera de la UCI, que en aquel momento estaba vacía.

-La oí. Le oí los pensamientos, Carlisle.

-¿Qué?-sus ojos se abrieron de par en par. Esme jadeó y se llevó las manos a la boca.

- No vi el accidente, estaba en recepción cuando ocurrió. La escuché llamarme en mi mente.

-¿Había pasado antes eso? ¿Ya le habías leído la mente? –preguntó Esme, confusa.

-Sí... una vez, hace días, mientras hacíamos el amor-susurré.

-Hijo... ya sé que son asuntos íntimos, pero ese tipo de cosas extrañas deberías explicárnoslas.
No sabemos aún a qué atenernos con vuestro vínculo, es algo completamente nuevo para
nosotros, y si nos ocultas cosas aún vamos más perdidos. No estás solo, Edward, somos una
familia, tu responsabilidad es con todos.

Me sentí regañado como un adolescente pero no tenía nada que objetar, él tenía razón.

-Lo siento, no se me había ocurrido.

-Está bien, tampoco habría cambiado nada...-negó con la cabeza.- ¿Entonces cómo fue?

De pronto imaginé cómo lo verían ambos y comencé a sentirme culpable. Hasta el momento
había reprimido ese sentimiento: Bella, mi Bella, no iba a morir, y las sensaciones de alivio y
tensión mezclados eran las únicos que podía percibir, pero ahora que estaba a punto de
explicarle la historia a una tercera persona algo comenzaba a perturbar mi ánimo. La culpa. Me
mordí el labio antes de contestarle.

Les relaté con voz apagada a todo lo que había sucedido, contemplando cómo su expresión iba
variando entre la sorpresa, la pena, la indignación y el enojo, y lo que era peor, escuchando sus
pensamientos.
-La transformaste en contra de su voluntad- Carlisle se expresó mentalmente una vez hube
terminado. Esme apretó los labios.

Con el tono de voz que utilizábamos era imposible que un humano nos escuchara a menos que
estuviera con la oreja pegada a nosotros, pero me dolió que me contestara mentalmente. Eso
sólo lo hacía cuando estaba tan enfadado que no podía controlar el tono de voz adecuadamente,
y sucedía en muy raras ocasiones.

-No... no podía perderla-musité.

-Por lo que me explicas estaba muy grave pero todavía tenía posibilidad de salvarse. Por dios,
Edward... estabas al lado del hospital. Con unas cuantas transfusiones de sangre y cirugía...tenía
posibilidades- negó con la cabeza y sus pensamientos sonaron acusadores, clavándose en mi
conciencia.

-Cuando la vi así no pude evitarlo. No quería darle ninguna oportunidad a la muerte. Y si no


actuaba rápido no habría sido así. Había podido tener un shock irreversible. Y entonces el veneno
tenía menos posibilidades de funcionar.

-Eres un médico experimentado, Edward, esa excusa no sirve. Con el corazón en la mano,
¿crees de veras que estaba a punto de entrar en ese estado?

-No me hables de porcentajes o posibilidades, era mi amada quien estaba allá en el suelo. No
podía soportar ver a Bella así, ¿no lo entiendes? Era incapaz de pensar en otra cosa que sacarla
de ese estado, antes de que fuera demasiado tarde... a pesar de que ella me negara eso -dije
desesperado, mirándolos a ambos.

Los pensamientos de Esme eran compasivos, al igual que su expresión. Miró a Carlisle y le tomó
de la mano, apretándola con suavidad.

-Lo sé...-volvió a hablar mi padre y su expresión se relajó, aunque siguió tensa.-Edward, ¿crees
que lo del vínculo de sangre ha tenido algo que ver en eso?

-No lo sé-negué.-Creo que no, si he de serte sincero no ha sido ningún impulso irresistible lo que
me ha llevado a actuar. Ha sido una decisión rápida, y todo mi ser estaba de acuerdo con ella.
¿Creéis...-tomé aire- creéis que habrá problemas por eso?

-Ojalá pudiera decirte algo, hijo. Todas las transformaciones que conozco han sido en humanos
prácticamente muertos. No sé qué puede pasar por haber iniciado el proceso en una persona que
se estaba negando activamente a ello, y que aún conservaba buena parte de su vitalidad-
cabeceó, mirándome con preocupación.

No tenía nada más que decir y me senté en uno de los sillones de la sala de espera. Carlisle hizo
lo propio y ambos nos quedamos en silencio, meditando. No podía mentir y disculparme de
alguna forma argumentando que actué en un impulso, sin pensar, o que el vínculo que había
establecido con ella me había obligado a hacerlo. Como ya había explicado en la reunión familiar
de hacía semanas a veces había sentido la necesidad de morder a Bella e inyectarle el veneno
mientras hacíamos el amor, pero esa necesidad era algo instintivo, que venía de dentro de mí y
hasta el momento podía controlar. La decisión de transformar a Bella ignorando su voluntad,
tomada en una décima de segundo, había sido algo plenamente consciente. Incluso en esa
fracción de tiempo había valorado la posibilidad de que Bella me rechazara por ello, pero era algo
que, aunque me dolía el corazón intensamente sólo de pensarlo, aceptaría como precio a pagar
porque ella no muriera. ¿Egoísta? Sí, lo había sido. Siempre. Desde el primer momento en que se
había cruzado en mi camino y yo no había desaparecido de su vida.
El adjunto de guardia de la UCI, salió en aquel momento y abrió los ojos desmesuradamente al
ver a mi padre. Carlisle había trabajado un par de años en el Northwest y se había marchado
dejando una muy buena impresión. El ser hijo adoptivo suyo me ponía el listón muy alto.

-¡Carlisle y Esme Cullen!- se dirigió hacia ellos con la mano extendida y una expresión afable.-Me
alegro de veros, aunque siento que sea en estas circunstancias.

-Jason-repuso Carlisle, correspondiendo al saludo con rostro serio.- ¿Cómo está Bella?

-Continúa estable. Y eso ya sabes que en estas circunstancias es como si estuviera mejorando.
Le hemos realizado un TAC cerebral que ha salido perfecto, y también uno abdominal, donde no
hay sangrado activo. Es curioso porque tiene rotura de bazo y renal, pero su cuerpo ha podido
parar la hemorragia por sí solo, es como un milagro-agitó la cabeza, admirado.-Los cirujanos
dicen que lo mejor es esperar, que si ahora está estable cualquier intervención no haría sino
agravarla. Pero lo que me llama más la atención ahora es la hipotermia que tiene.

-¿Hipotermia?-Esme era una gran actriz, y pareció genuinamente sorprendida.

-Sí. Lo normal después de algo así sería una temperatura normal o incluso un poco de fiebre, y
no hay manera de subir su temperatura de 35 grados- explicó extrañado.

-Sí que es extraño -afirmó mi padre con mucha convicción.- ¿Podemos verla?

-Por supuesto, pero entrad sólo dos de vosotros, si no os importa.-Las normas de visita de la UCI
eran estrictas por motivos de higiene y seguridad.- Seguidme.

Esto... no me odiéis, ¿vale? Hasta el jueves.

Buenos días, chicas. Adelanto la actu de jueves unas horas, espero que os parezca bien...

Veo que hay división de opiniones respecto a la conducta de Edward. Yo los comprendo a
ambos, por eso los he parido, así que no opino. Me alegro de que los capis se os hagan
cortos, señal que os interesan. Esta semana he hecho un esfuerzo extra y he escrito uno
más. Y es que sé que cuando acabeis este vais a decir eso de ... ¿y lo dejas ahí? Y quizá
alguna que otra amenaza de muerte ;-) . Pues bien, EL SÁBADO HABRÁ ACTU EXTRA, y la
siguiente será el lunes como es habitual. Pero NO lo podré repetir, ¿ok? En serio, voy mal
de tiempo.

Ya sabéis que siempre intento que dentro de lo fantástico la historia sea coherente y "más
o menos" creíble. El capi de hoy tiene un término medico-legal, Testamento Vital. Os
resumo la definición de la Wiki, y al final del capi os pongo un link hacia esa página. Tan
sólo me he permitido la licencia de suponer que algo así existe en el el estado de
Washington.

"El TESTAMENTO VITAL (o documento de voluntades anticipadas) es un documento escrito


mediante el que un ciudadano manifiesta anticipadamente su voluntad -con objeto de que ésta se
cumpla en el momento que no sea capaz de expresarse personalmente- sobre los cuidados y el
tratamiento de su salud o, una vez llegado el fallecimiento, sobre el destino de su cuerpo o de sus
ó aplicación se entiende en previsión de que dicha persona no estuviese consciente o con
facultades suficientes para una correcta comunicación.

Gracias a Maria José y a Pegn, por su opinión. Gracias a vosotras por leer y por
molestaros en dejar vuestros comentarios, amenazas de muerte, bromas... ;-) Y gracias a la
señora Meyer por sus personajes...
.

Comentarios del 44 (hoy resumo):

Anaidam, "En estos casos la bipolaridad aumenta, pues claro, con Edward perdemos objetividad,
ay! si fuera al revés y Bella le hubiera convertido en contra de su voluntad...otro gallo
cantaría...nos puede el vampiro, incluso con su posesión excesiva y su verbo amar elevado a la
enésima potencia, tanto que parece obsesión, seguimos viéndolo adorable y mágico. Algo que
podría ser oprimente llevado a la práctica, excepto en la cama cuando solo sois dos" ... Amén,
hermana! Te citaría todita.

Aris123, "Así que, si en tu historia, Bella puede llevar una vida más o menos normal al poco de
transformarse, va a llevarlo mejor y entonces el perdón de Edward va a ser más rápido. Por el
contrario, si lo lleva mal y no puede ver a Daniel, ni a sus compañeros y amigos... entonces, no
quisiera ser Edward :D". Bien pensado, amiga. Y que sepas que lo de darle una lección a los
hombres mandones... me gusta XD.

Gine, "Houston tenemos problemas... Santa cachucha Batman Edward la transformó en contra de
su voluntad... En el reporte del tiempo les indicamos que se avecinan tormentas en el fic Cambio
de destino, se les sugiere mantener cerca un buen numero de ñlinex para que puedan leer bien el
próximo capitulo." Lo que me reí con esto, chica.

I love Edward, o Gisselle, "OH santo Elie Saab! me quede asi (O.O NOOOO) con lo que hizo
Edwrd, porque digo, lo que dijo Carlisle, de que esta a unos pasos del horpital y eso, yo tambien
lo pense, pero Edward se dejo llevar por su miedo y amor, digo talves si fue un poquito egoista
porque ella no queria pero no creo que Bella se aleje de el, LO AMA, SE AMAN! como lo ira a
tomas Bella... y Daniel, que va a pasar con ese pobre niño que ahora Bella ya no lo puede cuidar?
hay pobre niño, aunque... Esme lo puede cuidar... hahaha hay ya empece con mis cosas" . Me
encantó, y más que diste la idea de que Esme lo cuidara...

Mlopez, "Tenía demasiadas cosas en mente. Pero habia dos que yo considero super importantes
en la "humanidad"... A saber: la maternidad y la amistad. Ni se va a poder hacer cargo de Daniel,
ni va a poder hacer las paces con Angela." Buen punto, Merce.

v. cullen, "Y tambien keda por ver como sale bella despues de una transformacion asi, al ella
negarse y ke estuviese medianamente bien, no moribunda vaya... Y tambien como van a explicar
ke Bella este mejorando en vez de empeorando sin ke ellos hagan nada...pero bueno, seguro ke
algo ingenian, para eso son vampiros con poderes magicos " Pues de eso va el de hoy. Bien
observado.

Pegn, "No, no, no...si no te odio...(A ver si eres capaz de leerme el pensamiento sin vínculo y sin
na...¡MENTIRA MENTIRA MENTIRA...TE ODIO MUCHÍSIMO, PERO NO TE LO PIENSO DECIR
A VER SI TE VAS A CABREAR Y VAS A MANDAR A BELLA A HACER PUÑETAS Y A EDWARD
A UNIRSE A LOS VULTURIS...O ALGO ASÍ, YO QUE SÉ)" jajajaja, me parto!

Gracias a Paola Cullen, Sarah-Crish Cullen, roscidius cullen, CindyLis, daniielacullen,


lalycullen2010, Ayame Chan, isa-21, nohemi, Lia, kitten Hale, Nishali Black Cullen, salyluna,
martinita , bellaliz , yamira hrdz, Luna Cullen Masen, nairelena, PRIGSPE, Nurymisu, Mentxu
Masen Cullen.

Bienvenidas, lesly jailenne, TrishCullenWinchester y Kisara Mansen

Capítulo 45

EPOV
La expresión de Bella era serena y su piel más pálida de lo habitual. Una vía endovenosa
inyectaba sangre dentro de su cuerpo. Respiraba por sí sola, y el monitor de constantes vitales
mostraba unas cifras completamente normales, excepto la temperatura. Un humano quizá habría
dicho que estaba dormida. Pero no Carlisle, ni yo. Alcé los ojos hasta mi padre, situado al otro
lado de la cama de mi novia. La observaba atentamente, explorando su cuerpo con cuidado, para
lo cual previamente había pedido permiso al adjunto de guardia.

Yo no me había atrevido a tocarla, no desde que había perdido su voz dentro de mi conciencia.

-Está funcionando-contestó mentalmente a mi no formulada pregunta. Sabía que uno de mis


peores temores era que algo fallara en el proceso. – ¿Lo notas? Su piel es un poco más dura, la
textura es más suave, la palidez es diferente, y está lo de la temperatura corporal, que es la
primera señal de que todo está en marcha.

Asentí, un tanto aliviado y al mismo tiempo nervioso.

-¿Os molesto?-Jason Álvarez se personó en el box y nos miró con empatía. Pareció dubitativo y
se detuvo en mi rostro.

-No -le miré y negué con la cabeza.- En absoluto.

-Veréis, hay sólo una cosa que me preocupa. Seré completamente sincero porque sois
profesionales y sabéis de qué hablo. Sé que puede ser normal que con una conmoción fuerte,
aún sin lesiones cerebrales, haya una pérdida de conciencia prolongada. Pero... la señorita Swan
no da ningún signo de recuperación en ese sentido. Y me gustaría alguna señal de... algo. Está
como anestesiada, y si no fuera por la estabilidad de sus signos vitales la intubaría y la conectaría
a un respirador-la miró frunciendo el ceño.

-No creo que eso sea necesario, Jason-negó Carlisle. –Lo mejor será esperar. Edward -me clavó
la mirada -dejemos trabajar a estos compañeros. Ya volveremos más tarde si es que no
molestamos, amigo.

-Por supuesto, podéis volver a entrar dentro de un par de horas, y si hay cambios antes os
llamaré- me miró, compasivo.

-Gracias-repuse sacudiendo levemente la cabeza.

-Edward, tengo un plan. Hemos de hablar con Jasper inmediatamente.

º*º*º*º*º*º

-¿Qué? Sí, podré hacer eso. ¿Desde un terminal normal? ¿Claro, con quién te crees que hablas?
La duda ofende. Eso es aún más sencillo que consultar historiales clínicos o meterse en los
archivos de la policía.

-De acuerdo, hijo- Carlisle nos llamaba indistintamente hijos a todos, pues así lo sentía. Sonreía a
medias, divertido a pesar de todo por la falta de modestia de Jasper en lo que a su trabajo
concernía.- ¿Cuánto crees que tardarás? Nos corre prisa, ya imaginas.

-Dime qué quieres que ponga y en diez o quince minutos lo tienes.

-Perfecto. Pero vamos a necesitar una cosa más...

Mientras Jasper y Carlisle hablaban miré un mensaje que acababa de recibir en mi móvil. Emmet
y Rosalie ya estaban en camino, pero aún faltaban varias horas para que su vuelo aterrizara.
Esperaba que no necesitáramos el don de mi hermano antes de ese tiempo.

Estábamos en uno de los enormes parques de Seattle. Nada iba a cambiar mucho en las
próximas dos horas, y yo necesitaba aire fresco. No deseaba volver a mi piso, porque en el
estado en el que me encontraba si veía a Jane Taylor podía cometer un acto del que luego quizá
me arrepentiría.

Me sentía como una fiera enjaulada, la tensión que sentía hacía que tuviera ganas de
desinhibirme y moverme con libertad, deseaba correr como lo que yo era. Era desesperante. El
tiempo pasaba con más lentitud que nunca en mi vida. Lo que yo quería era derribar las puertas
que separaban a Bella de mí y llevármela, sin importarme nada lo que pasara, pero sabía que no
podía ser. Nuestro modo de vida estaba supeditado a estar ocultos, a que los humanos no
sospecháramos que éramos reales y no sólo producto de la imaginación, y ni Esme ni Carlisle me
habrían dejado comportarme de esa forma.

De pronto sentí una mano en el hombro. Me sorprendió, porque me había concentrado tanto en
mí mismo y en mis propios pensamientos que ni me había percatado de que Esme se acercaba.
Me giré para encararme a ella.

-Hijo... intenta serenarte. Pareces un león enjaulado -me miró de una forma tan dulce como sólo
ella sabía hacer.

-Es que es así como me siento- negué con la cabeza y apreté los puños, sabiéndome impotente.

-Sí, así nos sentimos todos. Todo saldrá bien, ten confianza -me miró y en sus ojos brillaba la
certidumbre.

-Esme... mamá, no sé qué pasará, primero hemos de sacarla de allí sin que tengamos que salir
en los periódicos, lo cual no es poca cosa, después que el cambio se efectúe con éxito, y por fin...
hemos de ver cómo reaccionará.

-No reaccionará bien, hijo-dijo con una seguridad pasmosa.-Aún no estaba preparada. No
deseaba morir. No se ha despedido de su mundo. Te ha negado su permiso. Primero tendrá que
hacer un duelo, y eso no será fácil para ella... ni para ti.

-Mamá... ¿cómo puedes estar tan segura de eso?-la miré con el gesto contraído. No sabía qué
más decir, sus palabras se estaban clavando en mi corazón como un puñal.

-No estoy segura de nada, sólo es lo que creo que pasará. No soy Alice, pero conozco a las
personas. Tendrás que darle tiempo, yo confío en la fuerza de sus sentimientos por ti.

Me puso las manos sobre los hombros y apretó con cariño. Su mirada era un bálsamo para la
amargura que brotaba en mí después de escuchar sus palabras. Esme, mi comprensiva y dulce
madre adoptiva, estaba segura de que Bella iba a rechazarme.

Era una posibilidad, pero deseaba que estuviera equivocada.

Carlisle se acercó a nosotros, móvil en mano. Nos miró a ambos.

-Jasper ya está en ello. Ahora voy a llamar a Eleazar. En cuanto podamos hemos de marchar a
Denali.

-¿Eleazar? ¿Nos vamos a llevar a Bella a Alaska?-inquirí.

-¿Dónde si no? Necesitamos un lugar apartado, donde haya caza abundante y poca presencia
humana. No sabemos cómo reaccionará Bella a la sangre tras su transformación, pero hay que
estar preparados. Luego ya veremos cómo nos organizamos para intentar seguir con nuestras
vidas, por lo menos algunos de nosotros.

-Sí, no se me había ocurrido... supongo que es lo mejor-suspiré, mirando cómo el sol se iba
poniendo por el horizonte. Era un hermoso crepúsculo.

º*º*º*º*º*º

-¿Cómo sigue Bella?-pregunté ansioso, aunque ya sabía la respuesta.

-Bien... y no bien -el intensivista apoyó los brazos sobre la mesa de su despacho. Parecía
preocupado.- Está estable, sus constantes son perfectas excepto la temperatura, como antes os
he dicho. No hay sangrado activo y no será necesario intervenirla, los cirujanos están de acuerdo
en eso. Lo que es extraño es que no recupere la conciencia -me miró frunciendo el ceño.- Está en
coma, Edward. Teniendo en cuenta que el traumatismo craneal no ha sido grave debería estar ya
despierta, aunque recuerdo casos que han estado así uno o dos días.

-¿En coma?-inquirió mi padre, sentado a mi lado. Hizo una pausa pensativa y prosiguió - Espero
que no te moleste, Jason, pero habéis consultado si la señorita Swan tiene hecho un testamento
vital?

-No la hemos visto tan grave como para eso...- explicó el médico, consciente de su error.-
Vosotros sois su familia más cercana aquí, por así decirlo, y antes no me habéis dicho nada- se
defendió, observándonos a ambos.

-Sí tiene hecho uno, desde que llegó aquí -asentí con voz grave.-Pero antes yo no pensaba en
él... no pensaba en nada. Creía que la encontraría ya más recuperada cuando volviera a verla. No
me esperaba que aún no hubiera recuperado la consciencia –mentí sin ninguna vergüenza.

Álvarez se arrepintió de inmediato por su brusquedad, su semblante se tornó tan apesadumbrado


que prácticamente me sentí culpable de estar engañándolo de aquella manera. Pero ninguno de
nosotros deseaba que Bella despertara como vampira en el hospital, y menos que nadie él,
aunque aún no lo supiera. Si las cosas salían como teníamos planeadas...

-Disculpa mi insensibilidad, Edward -hizo una breve pausa durante la cual asentí y sonreí
levemente, aceptando su disculpa.- ¿Por casualidad sabes qué dice en ese testamento vital?
–negué, fingiendo pesadumbre. Aunque no tenía que fingir mucho, la sentía, pero por mis propios
motivos.- De todas formas lo consultaremos ahora mismo en la base de datos.

Dirigió su mirada al monitor del ordenador y tecleó unas cuantas veces. Carlisle y yo nos miramos
un segundo aguantando la respiración. Jasper nos había asegurado que estaba hecho, y no es
que dudara de él, pero...

-Aquí está - dijo. Hizo una pausa mientras leía, y le dio a la tecla de imprimir.- En caso de caer en
coma la señorita Swan cede todas las decisiones sobre su estado de salud al doctor Carlisle
Cullen -explicó asombrado -¿No tiene padres? Qué extraño.

-Oh, vaya. Sabía que no tenía muy buena relación con ellos, pero no me esperaba esto -Carlisle
compuso un genuino gesto de apenada sorpresa, mientras yo pedía mentalmente perdón a
Charlie y Renée Swan, por todo.

-Bien, Carlisle, esa chica debe tener mucha confianza contigo para dejar su vida en tus manos.
Entonces, ya que es mayor de edad y renuncia a que sus padres estén al cargo de ella, y ya que
tú está delante, dime: ¿qué vamos a hacer? -el intensivista no salía de su asombro pero tenía un
espíritu práctico.
-¿Dices que está en coma, pero no necesita soporte de ningún tipo?

-No, lo único es que si sigue sin comer necesitará nutrición enteral. De momento está en ayunas
por el traumatismo abdominal, ahora sólo lleva un gotero con suero de donde también extraemos
la analítica. Además está casi normalizada la analítica de sangre, gracias a las transfusiones y a
que ha dejado de sangrar hace horas.

-¿Y los cirujanos están seguros de que no habrá que intervenir?

-Bien, quieren darle de tiempo hasta mañana, pero si sigue así mañana por la mañana la
pasaremos a cuidados intermedios.

-Y si sigue así mañana por la tarde me la llevaré.

-¿Q...qué?-el médico abrió la boca tanto como los ojos.

-Si está estable nos viene mejor cuidarla en nuestra casa de Vancouver, Jason. Allá tengo de
todo para hacerme cargo de ella y puedo contratar una enfermera. Esa chica es como mi hija y no
quiero que le falte de nada. Estará mejor cuidada en mi casa que en un hospital, donde puede
contraer una infección grave, lo sabes- argumentó con voz suave.

Me di cuenta de que Carlisle no sólo estaba razonando, y muy bien, con su amigo. Estaba usando
todo su encanto vampírico. Los vampiros podíamos ser muy persuasivos cuando nos lo
proponíamos. Hacía décadas que no le veía usarlo de esa forma y me quedé admirado por su
habilidad.

-Pero... ¿no es un poco pronto? Sería mejor esperar un par de días- la voluntad del médico era
digna de alabar, se resistía aún a rendirse por completo.

Sí, sobre todo un par de días...

-Doctor Álvarez... asumimos toda la responsabilidad – intervine usando el mismo tono de voz que
mi padre.- Usted sabe que ella estará bien con nosotros, no debe preocuparse de nada- me
concentré en el rumbo de sus pensamientos.

Entre los dos estábamos haciéndole cambiar de idea. Y al final tomó una decisión.

-Está bien. Mañana por la mañana le repetiremos el TAC craneal y abdominal, y a menos que los
cirujanos opinen distinto, firmaré su traslado.

-Primer paso logrado -escuché en mi mente la voz de Carlisle y asentí de forma imperceptible
para nuestro interlocutor.

De esta forma nos podríamos llevar a Bella del hospital de forma pacífica. Una vez conseguido,
Jasper y Emmet podrían actuar para cambiar historiales médicos y alterar recuerdos.

º*º*º*º*º*º

-¿Cómo has conseguido una ambulancia en tan poco tiempo?-Emmet miraba a Rosalie

-¿Naciste ayer? El dinero te abre la mayoría de puertas-contestó Rose petulante.

-No, nací antes que tú, y a veces se me olvida por qué te quiero tanto-gruñó mi hermano en
respuesta.

Rosalie se había vestido con sus ropas de cirujana, y Emmet hacía el papel de conductor de la
ambulancia. Todo formaba parte de la pantomima que habíamos organizado por si nos paraba la
policía por el camino o había algún imprevisto de ese estilo.

Sentía mi cuerpo tan tenso que el aire parecía vibrar alrededor. Estábamos en las afueras de
Seattle, esperando el aviso de Carlisle. Cuando Bella estuviera preparada para el traslado,
llamaríamos a Jasper para que cambiara su historial. Según constaría, Bella había sido dada de
alta por una mejoría en sus lesiones, que no revestían tanta gravedad como se pensó al ingreso,
marchándose por su propio pie. Falsificaría también los informes de las pruebas, por supuesto, o
nadie iba a creerse que alguien con las heridas que Bella tenía pudiera evolucionar tan bien.

A su vez, Emmet entraría en el hospital con Rosalie para buscar a Bella, y borraría y modificaría
los recuerdos de las personas que estaban en ese turno, para que no pudieran desmentir esa
versión ni reconocernos a ninguno de nosotros. Luego todos marcharíamos hacia Alaska excepto
mi hermano, quien iría a hacer una amable visita a todo el personal que según los registros había
tratado con Bella las últimas veinticuatro horas. Nos quedaría algún fleco, pero la versión de uno
o dos no importaba nada contra la de la mayoría. Y no era la primera vez que Em hacía algo así.
Estaba seguro de que en menos de un día habría acabado su trabajo, era muy bueno con su don.

-¿Crees que tendremos que volver a cambiar de identidad? -preguntó mi hermano, sacándome
de mis cavilaciones.

Llevábamos un buen rato en silencio. Rosalie se negaba a hablarme. Estaba furiosa conmigo por
lo que había hecho, y al sacar Emmet el tema su ira mental volvió a atormentarme. Intenté
ignorarla, aunque por desgracia Rose era muy buena transmisora y más cuando estaba
enfadada.

-Vosotros no lo creo... si todo sale como está previsto. Aunque Bella...-hice una pausa- y yo
tendremos que volver a empezar en otro sitio, si es que ella aún quiere, y entonces sí
necesitaremos nuevas identidades.

-Todavía no puedo creer que la transformaras sin su consentimiento- Rosalie masticó las
palabras.

-A todos nosotros nos han hecho lo que somos sin nuestro consentimiento, Rose - intentó mediar
Emmet.

-¡Lo hizo contra su voluntad! ¿Captáis la diferencia? –gruñó mirándonos a ambos con llamas en
los ojos.

Emmet apretó los labios y decidió no contestar. Cuando Rosalie sacaba su mal carácter no se
podía razonar con ella de ninguna de las maneras y él lo sabía.

-Sí... la captamos, Rose -repuse con voz apagada.

No pude continuar. Pensaba en Charlie y Renée, que quizá no volverían a ver a su hija, en
Angela... en Daniel. El remordimiento por lo que había hecho me detuvo, pero no me engañaba...
pese a lo que sentía, en las mismas circunstancias volvería a hacer lo mismo.

En aquel momento sonó mi móvil.

-Edward, ya está todo listo. Venid pronto.

En el siguiente... el despertar de la Bella. EL SÁBADO, recordad. Ah... y no me olvido de JT, ni de


Jake... pero cada cosa a su tiempo.
Este es el link... quitad los paréntesis. wiki/Testamento_vital

Besos, chicas!

Feliz fin de semana, chicas. He adelantado el capítulo, para variar... pero es que no paro de
repasarlo y la única forma de dejar de hacerlo es publicarlo, así que... disculpad si hay
fallos. Aquí tenéis el capi esperado, pero antes o después leed esto, porque son un par de
puntualizaciones importantes.

Primera: sé que hace mucho de ese capítulo, pero os recuerdo que cuando Edward le
explica a Bella sobre la transformación le dice que están tres días inconscientes... en esta
transformación no "arden". Me gusta más así, recordad que hago una mezcla de vampiros,
y lo de arder sólo lo hacen los de Meyer, en este sentido (y en otros) me he salido de
Crepúsculo. Sinceramente, no le veía sentido a ese sufrimiento.

Segunda: el capítulo previo fue un poco en plan "Ocean´s eleven" (gracias, Gisselle, buena
comparación ;-)), pero tenía un sentido. Porque podía haber puesto que los Cullen se
llevaban a Bella a la fuerza y luego iba Emmet y borraba memorias y demás. No me
gustaba la idea: en los hospitales hay cámaras de vigilancia (Jasper ya tenía bastante
trabajo, el pobre), y yo quería que la cosa fuera pacífica y discreta, me parece más el estilo
de los Cullen. En los informes de Bella consta (gracias a Jasper) y todo el mundo piensa
(gracias a Emmet) que ha sufrido un atropello pero las heridas son leves y se ha ido a casa
por propio pie, recordadlo. Todo muy, muy discreto... es importante.

Hoy como es capi extra y estoy vaga no os comento los comentarios. Ahí tenéis. Va con
música, y esta vez os aconsejo ponerla... gana mucho. Es una canción de la BSO de
Eclipse, "Heavy in your arms", me encanta y creo que es ideal para la escena. Dadle al play
cuando Bella y Edward se quedan solos.

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Gracias a Pegn y a Maria José, y en este también a Anaidam por sus valiosas opiniones.
Gracias a todas vosotras por vuestros comentarios, sois estupendas.

Bienvenidas yyamile, mimi. rp9, litzy, y Yoli Cullen. Yoli, espero de veras que me disculpes
no haberte pasado el link antes... o me das una colleja el día que nos veamos ;-), y muchas
gracias por tus aportaciones en privado, las tendré muy en cuenta.

Capítulo 46

EPOV

-¿Edward sigue allá dentro?-escuché la voz de Alice desde el comedor.

-Sí... no se ha despegado de ella desde que llegamos-suspiró Esme.

-Pronto se cumplirán los tres días... –anunció Jasper, pronunciando en voz alta lo que todos
teníamos en mente.

Y no es que yo estuviera leyendo la mente de nadie, era pura deducción.

Un tenso silencio siguió a sus palabras. Sí, silencio. Porque desde que Bella fuera transportada a
nuestra ambulancia privada hacía dos días nadie que estuviera cerca de ella podía conservar su
don. Su escudo, como así lo había llamado Eleazar cuando Carlisle lo puso en antecedentes, era
tan potente como eso.
Eleazar era un vampiro más viejo aún que Carlisle, pero ni siquiera él había oído hablar del
vínculo de sangre y quedó impresionado con la historia que mi padre le contó. Su don era
descubrir los dones de los demás vampiros, pero al lado de Bella todos, incluso ella, aparecíamos
ante él como sin ningún don, por el bloqueo que esta ejercía sobre él. Nos explicó que era normal
que el don de mi novia se intensificara tanto durante su transformación, al fin y al cabo ya era
fuerte siendo humana. Lo más probable era que en cuanto fuera consciente de él lo controlara
rápidamente, como habíamos hecho todos.

Me senté en la cama y contemplé el rostro de mi amada. Estaba tan pálida e inmóvil que una
rápida mirada de un humano la habría tomado por muerta. Pero ese humano habría tenido que
volver a mirar una segunda vez. Porque toda ella irradiaba más belleza que nunca. Su piel lucía
como perfecta porcelana, sus largas pestañas acariciaban la piel de los párpados inferiores, los
labios muy ligeramente entreabiertos eran llenos y de apariencia sedosa, el cabello, extendido
sobre la almohada, formaba largas y brillantes ondas de color castaño... Tomé una de sus inertes
manos. El tacto era imposiblemente delicado, y su temperatura ya no era cálida.

Siempre había sido hermosa, pero ahora lo era tanto que dolía mirarla.

Su cuerpo estaba cubierto por un largo camisón negro con tirantes que Alice había traído para
ella, y, aún no sé bien por qué, yo la había cubierto con la sábana hasta el pecho y había
colocado sus brazos por fuera, como si estuviera durmiendo. Quizá me parecía que aquel
camisón a ella se le habría antojado demasiado atrevido y conociendo su timidez no habría
consentido mostrarse con él ante mi familia.

O puede que quisiera recordar qué aspecto tenía Bella mientras dormía, y despedirme de ese
recuerdo. Yo tampoco había podido despedirme de la Bella humana como habría deseado. En
cierto modo, no estaba preparado para decirle adiós. Habría querido que fuera de otra forma,
pero el destino me había puesto ante una decisión, y yo había decidido. Y, pese a mi vergüenza,
sabía que lo habría repetido una y otra vez, habría hecho lo mismo bajo las mismas
circunstancias.

Esperaba que ella me comprendiera.

Rosalie entró, se sentó a la cama en el lado opuesto al mío y miró a Bella durante un buen rato.
Me ignoró como lo había estado haciendo los últimos días. Ahora, por fortuna, no podía escuchar
sus furiosos pensamientos... una buena razón para quedarme en la habitación, me dije a mi
mismo no exento de humor negro. Salió igual como había entrado, sin dirigirme ni la palabra ni
una mirada.

-Edward... quizá deberías salir a cazar- la suave voz de Esme sonó a mis espaldas,
despertándome de mis cavilaciones. -Con el verano los animales están por todas partes y en un
par de horas estarías de vuelta, como Alice y Jasper. Todavía no da signos de despertarse y es
mejor que estés alimentado cuando lo haga. Te encontrarás más fuerte.

-Lo sé, Esme. Pero no me voy a ir de aquí. No puedo separarme de ella.

-Bebe entonces algo de la sangre que hay en la nevera. Carlisle conseguirá más pronto.

-No. Esa sangre es para ella-negué con terquedad.

-Está bien, hijo-suspiró.-Entonces nos marchamos Carlisle y yo. Volveremos pronto.

-Claro, mamá-murmuré, pero ya se había ido.

Me quedé allá sentado sin parar de contemplarla. Los cambios en su organismo eran lentos, pero
iban apareciendo. Pronto su temperatura sería como la mía, nunca más la iba a notar cálida, pero
ella tampoco me sentiría frío. Seguía oliendo deliciosamente bien, aunque de distinta forma que
cuando era humana: su sangre ya no me llamaba, y había algo de paz en eso.

Escuché el sereno ritmo de su corazón. Este era fuerte y luchaba, pero el ritmo y la fuerza de su
latido iban cediendo, de hora en hora, a la fuerza del veneno.

*º*º*º*º*º*

-¿Igual?-la voz de Carlisle llegó a sobresaltarme, tan atento estaba a cualquier mínimo cambio en
Bella.

No lograba acostumbrarme al hecho de no escuchar mentes a mi alrededor, y Carlisle se movía


muy silenciosamente.

-El corazón resiste y ya han pasado los tres días... ¿y si...? -no terminé, no podía. No quería
verbalizar mi temor a que algo hubiera salido mal.

Observé cómo mi padre se sentaba en la cama y la miraba. Le alzó los párpados para observar
las pupilas.

-Bella no estaba enferma cuando empezó la transformación. Ni muy debilitada. Lo normal en


estos casos es que el humano esté casi muerto, sea como en vuestro caso cuando yo os
transformé o sea porque el vampiro que lo transforma se ha bebido casi toda su sangre. En el
caso de ella no ha sido así. Su cuerpo aún conservaba vitalidad. Está luchando, aunque no tiene
nada que hacer. Es normal que a final del tercer día todavía no haya dejado de latir. No deberías
preocuparte... por eso.

Obvié la inflexión de la voz de mi padre al decir la última palabra. No quería preocuparme por
otras cosas, no ahora. La ansiedad de haber hecho algo mal era lo que no me dejaba tranquilo.
Me atormentaba desde el momento en que la mordí, y a cada minuto que ella pasaba sin
despertar más todavía. Y aunque todo estaba transcurriendo según lo que ya conocía, la lentitud
del proceso era exasperante.

De pronto noté algo extraño en la habitación. Y sentí una tremenda confusión hasta que supe lo
que era.

Su corazón. No se oía.

-Bella -murmuré.

En aquel momento toda la familia Cullen se situó dentro del gran dormitorio rodeando la cama
donde ella reposaba, a la expectativa.

Hubo unos eternos minutos de silencio; ninguno de nosotros respiraba, aguardando.

-Bella-pronuncié por fin, sabiendo que ahora podía escucharme. Entrelacé una mano con la suya
y con la otra acaricié suavemente su mejilla.-Cariño. ¿Me oyes? Abre los ojos. Estoy aquí,
contigo. Estamos todos.

Bella entreabrió los párpados tentativamente y los volvió a cerrar rápidamente.

-Edward-susurró. Su mano se dirigió hacia su cuello y sus dedos abrazaron su pálida garganta -
Tengo mucha, mucha sed.- su voz era quejumbrosa.

Qué estúpidos somos, pensé, deberíamos haberlo previsto. Miré a mi alrededor y Esme ya había
desaparecido en dirección a la cocina.

-No te preocupes, amor. Es normal. Ahora Esme te traerá algo para beber- repuse, sin poder
evitar un toque de desencanto al darme cuenta de que continuaba sin escuchar sus
pensamientos. Aunque la verdad era que no podía esperar otra cosa.

-No... no es normal. Algo me pasa. Algo les pasa a mis ojos -articuló con dificultad.- Y te oigo
extraño.

-Todo está bien, amor. ¿Qué es lo último que recuerdas?-pregunté con suavidad, acercándome a
su rostro. Seguía empeñada en no abrir los ojos. Pasaron unos segundos hasta que respondió.

-Salí del Infantil. Iba a buscarte, para cenar juntos...Por favor, tengo mucha sed -sus dos manos
se tocaron la garganta, comenzaba a estar ansiosa. Alcé los ojos y miré a Jasper, quien estaba
inquieto.

Imaginaba que eso pasaría, con frecuencia los vampiros neonatos no recordaban los momentos
previos a su transformación en el momento de despertar. Además Bella había sufrido un
traumatismo craneal, lo que hacía más factible esta posibilidad. Pero tarde o temprano acabaría
recordando.

Inspiré con profundidad, rogando porque las palabras pudieran salir de mi boca con el máximo
cuidado posible.

-Verás, amor. Pasó algo... tu vida corría peligro-pude escuchar el levísimo bufido de Rosalie, a
quien habría matado en ese mismo instante. Por un instante le dirigí una mirada asesina y tuvo la
decencia de parecer arrepentida.- Tuve que transformarte -mi voz apenas fue un murmullo.

El pecho de Bella empezó a agitarse de forma preocupante. Percibí la tensión en todos los que
estaban en la habitación, principalmente de Jasper, quien en el pasado había tratado con muchos
vampiros neófitos. Todos conocíamos el poder físico de un vampiro recién convertido, además
todos éramos vegetarianos y con la sangre humana que aún corría por sus venas Bella podía
ponernos en un apuro muy grande si se descontrolaba.

Me acerqué más a ella, mi rostro a pocos centímetros del suyo, respirando su perfumado aliento,
dejando que me percibiera cerca de ella.

Esperaba que eso la calmara.

Pero no sucedió así.

No imaginaba lo que pasó. En un rápido movimiento mi novia me colocó tumbado de espaldas


sobre la cama mientras se sentaba sobre mí a horcajadas. Me miró confusa, como si su cuerpo
hubiera reaccionado solo. Escuché un jadeo ahogado proveniente de los vampiros que nos
rodeaban, percibí la tirantez de sus cuerpos, y mirando a Jasper, negué con la cabeza de forma
casi imperceptible.

A pesar de conocer la fuerza que podía ejercer Bella en esas circunstancias, sentir la evidencia
física de esa fuerza me impactó.

Para colmo y a pesar de lo complicado de la situación mi cuerpo tenía ideas propias: sentía el
peso de Bella sobre mí, olía su aroma, su belleza me llenaba los ojos, y todo eso hizo que sintiera
el inicio de una erección. Ella me observaba todavía aturdida, como si acabara de despertar de un
sueño, y miró a su alrededor por primera vez, uno por uno, a todos los vampiros de mi familia. Su
familia. Luego volvió sus ojos hacia mí y parpadeó varias veces, como si quisiera borrar unas
lágrimas que jamás volverán a llenar sus ojos.

-¿Tan pronto?-fue lo único que acertó a musitar.

Su expresión de infinita tristeza casi me rompió el corazón, y mandó negros presentimientos a mi


alma. Pero parecía que su mente aún se negaba a creer la evidencia, protegiéndola de alguna
forma. Volvió a sujetarse el cuello con ambas manos. La sed debía ser abrasadora.

Carlisle aprovechó aquel momento de calma para acercarse más a ella y tenderle las manos con
lentitud.

-Vamos... luego podemos hablar. Antes que nada tienes que beber. Ven -susurró.

Bella abrió mucho los ojos, captando por fin el significado, el espíritu, el sentido de su sed, de la
situación.

-No... no puedo-negó con la cabeza y siguió apretando su garganta, como si así encontrara algún
alivio.

Esme le pasó el vaso lleno de sangre a Carlisle, y este lo puso ante ella, ofreciéndoselo. Bella lo
contempló fascinada, como si se tratara de una rara joya.

-Bella... te encontrarás mucho mejor. Créeme. Es de animal -puntualizó al reparar en su recelosa


expresión.

Ella inspiró con fuerza, cerró los párpados y su cara se contrajo en un rictus de dolor. Su cuerpo
se tensó; le pedía la sangre como le pedía el aire cuando aún respiraba. No podría resistirse
durante mucho más tiempo.

Pasados unos segundos se relajó por completo y dejó caer los hombros. Se había dado por
vencida.

-Está bien -su voz dejó de susurrar y su tonalidad hizo que mi vello se erizara como si escuchara
una composición especialmente emotiva.

Sin moverse de encima de mí tendió la mano y tomó el vaso de manos de Carlisle. Contemplé
hipnotizado la elegancia de sus movimientos. Se lo acercó a los labios con lentitud pero sin
vacilación y dio un tentativo sorbo, cerrando los párpados. Su cara se contrajo en un gesto de
placer tan agudo que en absoluto ayudó a que mi entrepierna se relajara. Apuró el contenido en
un instante y devolvió el vaso a mi padre, relamiéndose los labios de una forma increíblemente
sensual, su mirada clavada en la mía, sin abandonarla un solo instante.

Tragué en seco y apreté los puños, utilizando todo mi autocontrol para contener mis ansias por
desgarrarle aquel camisón y hundirme dentro de ella, sin importarme que mi familia estuviera
alrededor. En la posición en que estaba para ella debía ser más que evidente mi excitación, que
amenazaba cada vez más con romper la tela de mis pantalones.

-¿Puedo...otro? -preguntó vacilante sin dejar de atravesarme con sus rojizos iris. Yo asentí y al
instante Esme le tendió un segundo vaso lleno de sangre.

Esta vez lo apuró por completo sin ninguna vacilación, su mirada y la mía entrecruzadas,
enlazadas, sin que nada ni nadie pudiera separarlas.

Excepto quizás la verdad sobre sus últimos momentos de vida.

Devolvió el vaso a Esme sin separar sus ojos de los míos y de repente su mirada se hizo menos
penetrante, menos alerta, y desprendió calor, necesidad, ternura.

-Vámonos de aquí- perdido en aquellos ojos, escuché a mi padre como en la lejanía. -Es evidente
que sobramos.

-Carlisle, no es buena idea- escuché la nerviosa voz de Jasper.

-Hazle caso a mi intuición, Jasper-susurró Alice.-No es violencia lo que se respira en el aire de


esta habitación.

-Si no salimos nosotros nos sacarán ellos-fue el comentario de Emmet antes de desaparecer por
la puerta.

Estábamos solos.

Sin variar su postura a horcajadas las manos de Bella se movieron de forma rápida y sujetaron
mis brazos sobre mi cabeza sin que yo pudiera hacer nada para impedirlo. Se inclinó sobre mí,
acercando su rostro al mío. Me hipnotizó el color rubí de sus iris y percibí cada ínfimo cambio en
su fulgor, cada leve variación en su expresión. Y en aquel momento Bella me estaba
transmitiendo una intensa necesidad de mí.

Pero no era el momento y yo me había prometido algo: no quería hacer el amor con ella hasta
que no supiera en qué circunstancias había sucedido su transformación. Y si ella no lo recordaba,
se lo tendría que explicar yo.

-Bella... no. Antes quiero explicarte algo -dije con suavidad, perdiéndome en la intensidad de su
mirada.

-Edward... te necesito. Quiero sentirte, quiero unirme a ti...

-Bella, yo...- ella puso dos de sus dedos sobre mis labios, silenciándome. Su necesidad iba en
aumento, y yo podía sentir el urgente deseo irradiado desde cada poro de su piel.

-Tengo miedo. Por favor... sólo tú puedes ayudarme -su cara estaba a escasos centímetros de la
mía, su aliento me acariciaba y su perfume me intoxicaba.

Esa cercanía, su voz suplicante, la tristeza que dejaban entrever sus palabras y el febril deseo
que transpiraba todo su cuerpo... hicieron que mi determinación comenzara a flaquear. Entonces
sus labios se acercaron a los míos y mordió suavemente mi labio inferior. Gemí, sintiendo el
fuego desatarse por completo, arrasando a su paso mi débil autocontrol, y con él cualquier rastro
de pensamiento, idea, o conciencia. Abrí la boca, invitándola a besarme, cosa que ella no tardó
en hacer. Introdujo su lengua dulce y acariciante entre mis labios y entabló una batalla por el
control con la mía. Su sabor era tan adictivo como siempre había sido. Nos escuché gemir y
jadear e intenté soltarme de su agarre... mis manos ardían en deseos de acariciarla, pero ella
tenía otras intenciones. Era más fuerte que yo, y no me permitió liberarme.

-No, cariño... no ahora-sonrió contra mi boca.

Me sentí frustrado por la inmovilidad a la que me veía forzado y aún más excitado, si eso era
posible. Mientras me besaba, su mano libre se dirigió a mi camiseta y escuché un ruido de ropa
desgarrada. Sentí el tacto de sus dedos directamente sobre mi piel. Me acariciaba con voracidad,
y su roce era excitante, activando cada célula de mi piel mientras su lengua poseía mi boca por
completo. Sus caricias fueron descendiendo, encendiendo cada parte de mi cuerpo a su paso,
hasta llegar a mi pantalón. Jadeé cuando sentí su mano acariciarme justo donde mi cuerpo más
lo exigía. En un instante había liberado mi erección de su cárcel y comenzó a masajearme con un
ritmo rápido. Si seguía así me correría en su mano, me estaba enloqueciendo de placer, pero yo
moría por poder tocarla.

-Bella... suéltame -dije en sus labios. Ella dibujó una lenta sonrisa.

-No... no imaginas cuánto estoy disfrutando esto -alzó su mirada para encontrarse con la mía y
jadeé al ver la intensa lujuria que centelleaba en sus ojos.- Déjate ir. Córrete para mí, amor -
ronroneó.

Lamió mis labios y después recorrió mi mandíbula con su lengua, besándome, encendiendo la
piel a su paso. Siguió por mi cuello y el lóbulo de la oreja, que comenzó a mordisquear,
torturándome.

-Quiero acariciarte-balbuceé casi sin voz.

Sentía la tensión en mi vientre, preparándome para la liberación. Su única respuesta fue morder
mi cuello y aumentar su presión en mi pene. No pude más.

-¡Bella!-grité con fuerza mientras la explosión de placer me sacudía violentamente.

-Me encanta que grites mi nombre mientras te corres, amor- susurró en mi oído con voz sensual.-
Veremos cuánto tardas en estar listo para el siguiente. Por lo que recuerdo, poco tiempo.

Sabía que Bella estaba experimentando uno de los efectos inmediatos de la transformación... el
deseo de sangre se había calmado, dejando paso al deseo sexual. Mi amante parecía disfrutar
mucho de su nueva posición dominante y seguía sin soltarme.

Pero no. No estaba dispuesto a eso. Ella tenía más fuerza, pero aún no controlaba los
movimientos de su cuerpo como yo.

-Suéltame-siseé.

-No-ronroneó.

Entreabrió los labios y pasó por ellos la punta de su sonrosada lengua, humedeciéndolos. La
lujuria volvió a encenderse dentro de mí, y las llamaradas de deseo me envolvieron por completo
en un instante.

-Tú lo has querido-dije en el mismo tono que ella, sonriendo malicioso.

Aproveché que ella concentraba su fuerza sobre mis muñecas y arqueé todo mi cuerpo con un
movimiento rápido; en un acto reflejo me soltó por un segundo para recuperar el equilibrio,
entonces la sujeté antes de que reaccionara y me moví, saltando encima de ella. Pero no pude
sujetar sus dos manos con una mía como ella había hecho conmigo antes. Mantuve sus brazos
inmovilizados por las muñecas a ambos lados de su cara y apoyé todo mi peso sobre ella para
ayudarme. Sabía que ya no le haría daño, y por lo menos eso era un alivio.

-He dicho que quería tocarte-gruñí con voz ronca, apretándome contra ella.

Gimió con fuerza al sentir de nuevo mi erección y por un breve momento me pregunté cuánto
duraría esa fase, si es que lo era, o si mi sonrojada Bella iba a transformarse en una criatura
sexualmente insaciable para toda la eternidad.

-No podrás mientras me sujetes las manos-se retorció para soltarse sin conseguirlo y entonces se
mordió el labio inferior, mirándome con provocación.
-Oh... pero yo puedo hacer muchas cosas sin usar las manos, cariño -murmuré sin dejar de
mirarla, pasándome la punta de la lengua por los dientes. Sentí el leve estremecimiento de su
cuerpo al escucharme.

Me incliné y comencé a mordisquearle el cuello, las clavículas, y me recoloqué sobre su cuerpo


para alcanzar sus pechos. Mordí la tela del camisón, desgarrándola y liberando sus pechos
llenos. Anhelaba saborear uno de sus pezones y lo introduje en mi boca, succionando y lamiendo,
disfrutando de la música de sus suspiros. Mi lengua se movió sobre su hipersensible y deliciosa
piel a una velocidad que sólo un vampiro podía conseguir. Sabía que así la enloquecía y ahora
que era vampira eso no había cambiado. A la inversa, su sensibilidad era mucho más
pronunciada y podía disfrutar aún más de cada una de mis caricias. Se arqueó contra mí y gimió
con fuerza, y con más intensidad aún cuando me dirigí al otro pecho. No tardó mucho en
retorcerse de placer hasta que rugió por la fuerza de su orgasmo. Su energía se debilitó durante
unos segundos y pude inmovilizarla con una de mis manos, sin dejar de acariciar la rosada piel de
su pezón.

Por fin. Mi mano libre terminó de liberarla de la tela de su camisón, desgarré sus braguitas y me
senté de nuevo sobre ella para contemplarla. Su belleza me dejó sin habla y mi cuerpo ardía
anhelando unirse a ella. Ahora que era vampira podría hacerle el amor durante horas. No
necesitaba controlarme más. Me arranqué la ropa con una sola mano mientras ella me miraba
expectante, jadeando, el deseo de nuevo dibujado en cada uno de sus gestos.

-Bella... Bella. Te necesito tanto que se me hace insoportable... podría pasar la eternidad dentro
de ti -murmuré en su oído al tiempo que me hundía en ella profundamente de una sola vez, sin
temor a herirla, liberando toda mi fuerza.

Se arqueó gritando mi nombre y la embestí una y otra vez, más fuerte, más profundo, mientras
repartía besos húmedos por toda su cara y devoraba su boca, bebiéndome cada uno de sus
lamentos.

-Suéltame. Quiero tocarte y abrazarte-gimió entrecortadamente.

-Tú no has accedido a mis súplicas. ¿Por qué tendría yo que hacerlo?-murmuré mientras besaba
y mordía su cuello, sin ceder un ápice en el fuerte ritmo con que la penetraba. Sus gritos y jadeos
no hacían sino estimularme más aún.

-Porque lo necesito-pronunció casi entre sollozos, y la solté de inmediato.

Se aferró a mi espalda y a mi cuello, me rodeó con sus piernas con fuerza, enroscándose a mí
como si se estuviera ahogando y yo fuera su tabla salvadora. La miré a los ojos, que brillaban de
pasión y entrega.

-Te amo, Bella-susurré sin dejar de sumergirme en ella.

-Y yo a ti, Edward...-entonces se arqueó contra mí y gritó de nuevo mientras se sacudía


violentamente, su expresión de completa entrega.

La besé con pasión mientras sentía su interior estrecharse y me dejé llevar por el placer que me
atravesó el cuerpo, envolviéndome, elevándome y arrastrándome como un torbellino, hasta que
me depositó con suavidad entre sus brazos.

¿Qué pasará cuando Bella recuerde... si es que lo hace? ¿Me odiáis o todo lo contrario por este
capítulo? Bueno, yo os quiero. El lunes, más respuestas. Besos a todas.
Buenos días, chicas. ¡Feliz agosto! Veo que muchas estáis de vacaciones, espero que os
relajéis y lo paséis bien.

Quería deciros que yo también estoy estos días de vacaciones (aunque las haga en casa),
pero voy a seguir publicando todo el mes. Sólo haré una excepción, porque también
necesito desconectar aunque me encante escribir y leeros... veo que lo necesito.
Seguramente a final de mes una semana sólo colgaré un capítulo en vez de dos, pero ya os
lo avisaré.

Gracias a Maria José por comentarme el capítulo a pesar de su poco tiempo y a Pegn por
comentármelo hasta por sms (por cierto, usé una de tus frases, profe).

Comentarios del 46:

yamira hrdz, no me olvido de Jake, tranquila.

Yoli Cullen, sí, en esto del sexo los vampis dan mucho de sí, jejje.

dAnii. Cullen-Tsukino, gracias por tus palabras. Sí, menudo sufrimiento iba a tener Ed...una
Bella lujuriosa.

anabel 94, gracias.

lizco2, bienvenida!

bellaliz, se acordará de Daniel, te lo aseguro.

I love Edward, "porque Bella va a recordar a Daniel y todo eso y va a queres respuestas y
la verdad yo tambien XD." Las tendrás en este...

Kisara Mansen, no, no he leído Medianoche, pero ya dije que lo que hice aquí fue usar el
concepto de vínculo de sangre de True Blood adaptado... todas las sagas de vampiros se
parecen. También quiero leerme "La hermandad de la daga negra", pero no tengo tiempo.

MarilizzieCullen13, ya te contesté al comentario por mp. Me gusta que pienses eso, ya te lo


dije.

Anaidam... como siempre me haces reír..."¡y encima a ALice se le ocurre ponerle un


camisón negro!, si todavía le hubiera puesto un mono azul de la obra, otro gallo nos habría
cantado" "que lastimica me da que Bella tenga que recordar...¡que Ememt le borre la
memoria en un descuido de su escudo!" XDDD!

Gine, espero seguir sorprendiéndote.

Luisamarie22, bienvenida y muchísimas gracias por tus palabras. Un beso para ti también.

Gracias también a v. cullen, nohemi, yeraldin23, SalyLuna, PRIGSPE, Nurymisu, CindyLis,


alexpattinson, por vuestros comentarios.

Capítulo 47

BPOV

Edward y yo hicimos el amor de forma increíble durante horas, perdiendo por completo la noción
del tiempo. No me saciaba de sus caricias, y mi cuerpo, incansable, sólo pedía más y más de él.
No quería pensar, volver a sentir la sensación de desolación que había tenido al despertar de ese
sueño tan profundo. Sólo anhelaba sentir... sentirle a él.

Había descubierto que la suave voz de Edward tenía una increíble riqueza de matices. Su aroma
me hechizaba como jamás lo había hecho, y podría estar días recorriendo la textura de su piel
con mis manos, mis labios y mi lengua, deleitándome en ello, infatigable. Su belleza ya no tenía
aquel matiz sobrenatural, ahora era tan real y poderosa como el tacto de sus manos sobre mi
cuerpo. Era como si lo viera por primera vez, como si una fina gasa que lo cubriese hubiese sido
rasgada. El brillo de sus ojos, la gama de dorados en la tonalidad de sus iris, sus labios
perfectamente esculpidos... eran aún más hipnóticos que antes. Y mi piel... era más sensible, más
receptiva a sus caricias y el más leve de sus roces podía conseguir que mi cuerpo temblara, y
hacerme arder de pasión. Todo parecía nuevo y era más excitante, más embriagador de lo que
jamás había sido.

La mañana nos encontró con los cuerpos entrelazados sobre el suelo de la habitación. A través
de la ventana el cielo tenía una tonalidad gris acerada.

-¿Dónde estamos?-por primera vez en muchas horas comencé a ser consciente de mi entorno.

-En Alaska- susurró contra la piel de mi cuello. Capté un matiz aprensivo y una ligera tensión en
sus músculos.

-¿Alaska? ¿Por qué Alaska?-me incorporé a medias, apoyándome en uno de mis antebrazos y
observándolo atentamente.

-Tenemos casa aquí-curvó levemente una comisura.-Y es un lugar tranquilo, sin humanos en
muchos, muchos kilómetros a la redonda- me acarició la boca suavemente con su dedo índice.

No se me escapó el significado de lo que Edward acababa de pronunciar. Humanos. Era


importante que no hubiera humanos.

Porque yo ya no lo era.

De pronto el miedo que me había atenazado al despertar y que él había ahuyentado durante unas
horas volvió a poseerme.

-Eh... –tomó mi cara entre sus manos con suavidad y me miró con dulzura- Todo saldrá bien. Es
normal el miedo, al principio. Pero pasará, Bella.

Su voz conseguía sedarme por completo. Se incorporó de un salto y me tendió la mano.

-Ven a la ducha... conmigo-me sonrió entornando los ojos.

Tomé su mano y me incorporé de un salto como él, disfrutando de la nueva flexibilidad de mi


cuerpo.

-¿No te cansas nunca?-alcé una ceja, divertida.

-Cuando tú lo hagas-sonrió.

-Tocada-repuse, y me lancé a devorar su boca.

Sin separarse de mis labios me subió a su cuerpo, y enredé mis piernas alrededor de sus
caderas, sintiendo de nuevo la irrefrenable necesidad de sentir su cuerpo conectado con el mío.
De esta forma entramos en el baño.

Y entonces fue cuando la vi.


Una hermosa criatura me miraba, los ojos como brillantes rubíes, el lustroso cabello cayendo en
suaves ondas sobre sus brazos, los labios llenos y sensuales, y el cuerpo de formas perfectas...
grité fuerte por la sorpresa y el terror, y más fuerte aún cuando me di cuenta de que la aparición
también gritaba.

Esa aparición era yo.

Edward me abrazó con fuerza y apartó mi cabeza hacia otro lado, desviando mi mirada del
espejo.

-Lo siento... qué torpe he sido -me abrazaba fuerte mientras me mecía, intentando calmarme.

Mis gritos fueron cediendo paso a unos hipidos que convulsionaron mi cuerpo. Me rocé la cara
con los dedos esperando encontrar lágrimas, pero mi piel estaba seca. Eso me desesperó.
Quería llorar, necesitaba hacerlo.

-Edward... no... no me reconozco. No soy yo -conseguí pronunciar, tocándome la cara.

-Sí, eres tú, cariño. Sigues siendo tú, la Bella de quien me enamoré. Siempre serás tú. Y tu físico
no ha variado tanto... lo de los ojos cambiará en unos pocos días, cuando tu sangre humana
termine de consumirse. Después no te verás tan extraña, te acostumbrarás en seguida. Te lo
prometo.

De nuevo su cercanía, su voz, tuvieron un efecto sedante. Mi cuerpo se fue relajando y


amoldándose a su abrazo.

-Edward... ¿cómo fue?-musité sobre su pecho.

Esta vez su respuesta fue un silencio absoluto durante unos segundos. Volví a sentir la tensión de
su cuerpo. Me separé de él lo suficiente como para verle la cara. Su expresión era alerta, y en el
fondo de sus ojos había una sombra de tristeza.

-No recuerdas...-dudó por un instante- ¿no recuerdas nada?

-No- negué con la cabeza, mirándolo atentamente. Su actitud me decía que no me iba a gustar lo
que iba a oír.

-Ibas a buscarme al hospital. Habíamos quedado para cenar -hizo una pausa, estudiando mis
reacciones.

-Sí, eso lo recuerdo. Aparqué el coche en el parking cerca del hospital. Pero luego todo está
oscuro.

-JT te estaba siguiendo-hizo una breve pausa, parecía que le costaba mucho encontrar las
palabras adecuadas.-Te atropelló cuando cruzabas la calle, cerca del hospital.

-¿Qué?-mis ojos y boca se abrieron desmesuradamente.

-Huyó, pero Jasper y Alice la atraparon. Tú quedaste allá tendida, en la calzada, desangrándote.

Era incapaz de pronunciar palabra. Las palabras de Edward iban penetrando en mi conciencia,
abriendo caminos que hasta el momento estaban bloqueados.

-Entonces te oí llamarme -hizo una pausa sin dejar de observarme atentamente.- En mi mente -
aclaró.
De repente un rayo atravesó mi conciencia y arrojó luz en ella. Las imágenes y sonidos vinieron
una tras otra a mi conciencia, como flashes iluminando la oscuridad existente.

-Te pedí que no lo hicieras-susurré en tono apenas audible, mirándolo con incredulidad.

-Lo sé. Pero no pude no hacerlo-repuso en el mismo tono que yo.

-¿No pudiste? – En un instante me situé a varios metros de él.- No pudiste -repetí, negando con
la cabeza mientras iba asimilando toda la información que volvía a mi mente.

Lo miraba horrorizada, como si de pronto no le conociera. Como si el Edward que tenía en mi


corazón no tuviera nada que ver con este, con el real, y yo hubiera estado viviendo en una
fantasía.

-Bella... no puedes imaginar lo que fue verte allá... tenías hemorragias internas. Podías haber
entrado en shock irreversible. No podía permitirlo.

-No podías permitirlo-repetí de nuevo como un eco, mirándolo de hito en hito.

Mi respiración comenzó a acelerarse. Instintivamente me llevé la mano al pecho, pero mi mano no


detectó ningún latido. Nada. Quizá fue eso lo que desencadenó mi ataque de ira. Miré la
habitación donde habíamos compartido tantas horas de amor y de repente la odié. Y le odié a él.
Confiaba en él, y me había traicionado.

Deseando descargar mi rabia en algún sitio golpeé el cabecero de la cama y me sorprendió que
se partiera en dos.

Edward me miraba con una mezcla de angustia y tristeza en sus ojos, y a pesar de eso
conservaba la expresión serena. Como si mi reacción no fuera una sorpresa para él.

-¿Fue por ese puto vínculo de sangre?-inquirí con rabia.- No debí pedirte que bebieras de mí.
Jamás - siseé.

-No... no creo que fuera el vínculo, Bella. Supe lo que hacía en todo momento. No hubo pérdida
de control.

-Entonces no tenemos nada más de que hablar... ¿no crees? ¿En qué pensabas cuando tomaste
esa decisión por mí?-le miré con odio y él me devolvió una mirada cargada de ternura que me
hizo enfurecerme más aún, porque dentro de mí sentía que él podía hacer que mi ira se esfumara
con un solo gesto.- ¡Fuiste un egoísta!-grité.

-Lo sé. Siempre lo he sido. Debí haberme apartado de ti, pero no pude. No puedo vivir en un
mundo donde tú no existas, Bella. Sabía que me arriesgaba a tu ira, a que me odiaras, pero
prefería eso a perderte para siempre.

-Pues lo has hecho, Edward-apreté los dientes.-Me has perdido.

Apreté los puños, deseando descargarlos de nuevo contra algo o alguien. Jamás en mi vida había
sentido tanta ira concentrada. A mi pesar me estaba afectando la expresión de Edward pero no
iba a permitirlo. Aparté los ojos de él y miré hacia abajo, a mi perfecto e irreconocible cuerpo. Me
sentí vulnerable, desnuda frente a él, como si no hubiéramos compartido tanta intimidad como era
posible entre un hombre y una mujer.

Porque para mí ese ya no era el hombre al que creía amar, sino un extraño. Porque aquel
hombre, en quien confiaba, no habría hecho eso. No habría desoído mi súplica, ni habría violado
mi voluntad.
Quité la sábana de la cama y cubrí mi desnudez con ella. Estaba furiosa, desesperada, y no sabía
qué hacer. Golpeé la pared con el puño cerrado y por los aires saltaron varios pedazos de ladrillo.

De pronto escuché movimiento fuera de la casa.

-Marchaos -gruñí.-No voy a hacerle daño. Yo jamás le haría daño.

-No empeoréis la situación-ordenó Edward a los Cullen. Yo sabía que estaban fuera, todos ellos.
Mi arranque de furia les había alertado. Pero también estaba segura de que esa ira no se iba a
descontrolar.- Bella... –continuó Edward- yo... no te voy a decir que lo lamento, porque no es así.
Lamento que estés sufriendo, sí, pero... volvería a hacerlo si me viera en la misma situación-
explicó firmemente, clavándome sus iris.-Estabas conmocionada, sangrando, muy grave, cerca
de caer shock. Podías haber muerto. No me hables de probabilidades... simplemente, eran
muchas más de las que podía tolerar.

-Y decidiste por mí. ¿Va a ser así toda la eternidad, Edward? ¿Es eso? Confiésalo: ¿No te ha
venido muy bien esto? No podías perder la oportunidad que se te brindaba... se acabaron las
dudas de la pobre Bella.

Mis palabras destilaban rabia y veneno, y conseguí lo que quería. Yo estaba destrozada y él
parecía tan sereno... hasta ese momento.

-¿Cómo puedes decir eso? Bella, me conoces...- me miró con horror, desapareciendo la máscara
de serenidad.

-No, eso creía, pero no, no te conozco-negué con la cabeza.

-Bella... me dijiste que lo harías... que algún día te transformarías en lo que eres ahora. Te creí-
dijo con dolor.

-¡No! ¡No todavía! ¡Eso lo sabías! ¿Qué va a ser de mis padres? ¡Van a sufrir por mí! ¿Y Angela,
Daniel? Me has robado el futuro, Edward... ¡Maldito seas! -rugí porque por fin había llegado al
núcleo de mi dolor.

Ni tan sólo había podido despedirme de mis padres, de Angela... y Daniel se quedaría esperando
en el orfanato a que alguien lo adoptara, lo acogiera o encontraran a su padre. La pena se
apoderó de mí con tanta intensidad que no pude soportar su peso. Abatida, caí al suelo de
rodillas, mis manos tapando mi cara y deseando desesperadamente poder desahogarme con
llanto.

-¿Recuerdas que me dijiste que sólo desaparecerías de mi vida si yo te lo pedía? Quiero que lo
hagas, Edward. No quiero verte más.

No necesité mirar para saber que Edward ya no estaba en la habitación. Sentí como si las
paredes se echaran encima de mí.

Un brazo se tendió sobre mis hombros y percibí el olor de Rosalie.

-No te atormentes-su voz musical era un suave murmullo.- Ahora todo parece peor. Es un golpe
terrible despertar y encontrar que tu vida ha dado un giro de 180 grados. Pero no ayuda darle
tantas vueltas. No ahora...-me ayudó a incorporarme.- Ven.

Envuelta en las sábanas que todavía retenían el aroma de nuestros cuerpos me alejé de aquella
habitación, sujeta firmemente por el apoyo de mi amiga. Los demás Cullen, que se encontraban a
las puertas del dormitorio, se apartaron para dejarnos paso.
*º*º*º*º*º*

-Tienes que beber, Bella.

La voz de Carlisle me llegaba como desde la lejanía. Sentada en el porche de la gran casa que
los Cullen tenían en Denali miraba al bosque, disfrutando de poder apreciar todos los tonos de
verde que aquél poseía. La noche ya no era oscuridad y grises, sino tan sólo un cambio en los
matices de los colores. Y el lento amanecer iba transformando esos matices en otros distintos,
hipnotizándome con la danza de pigmentos.

No contesté. No tenía energía para ello. Sabía que estaba siendo grosera, que Carlisle y toda la
familia Cullen estaban preocupados por mí, pero ni siquiera tenía energía para que eso me
agobiara.

-Bella, llevas días aquí sentada, sin moverte -la voz del jefe de los Cullen sonó severa, pero no
me importaba.- Tienes que reaccionar.

¿Días? ¿En serio? Había contemplado embelesada el bosque desde hacía lo que me parecían
horas. ¿Días? ¿Y para qué quería hacerme reaccionar? ¿Por qué? Me encontraba bien así.
¿Para qué iba a cambiar de sitio?

-Está bien, Bella. Basta ya.

Me molestó la seca voz de Jasper. Estaba escuchando el canto de un pájaro en la lejanía y no me


dejaba hacerlo. Me concentré en el sonido del ave, en el del agua corriente del río que sabía
cercano, e inspiré con profundidad, llenándome del fresco aire.

Pero no iban a dejarme en paz. Jodidos vampiros.

-Bella, ¿es que quieres dejarte morir?-ahora escuchaba la voz de Rosalie. Parecía angustiada.

Intenté centrarme en el sonido del agua. Era muy relajante. No quería nada. Eso era lo que no
entendían.

-Marchaos todos y dejadme con ella-escuché la voz del rubio vampiro. Por fin me iban a dejar
tranquila, por lo menos unos cuantos.

Algo tapó la vista de la que disfrutaba. Olía de maravilla y los músculos de mi garganta se
tensaron. Ya hacía horas, no sabía cuántas, o quizá eran días, que me ardía la garganta hasta el
punto de dolerme. Pero me daba igual. Decidí no respirar y cerrar los ojos.

Ojalá pudiera dormir.

-Bella, he estado investigando en el caso de Daniel- abrí los ojos al escuchar ese nombre. -
¿Recuerdas que tramitaste el expediente para su acogida?- no contesté pero prosiguió.- Lo
denegaron aludiendo a tu escaso tiempo libre cuando eras residente... y yo me he encargado de
tramitar otro a nombre de Elizabeth Witlock, mi nueva hermana. Espero que no te haya
importado-comentó, neutral.

Inspiré profundamente y el delicioso olor me llenó los pulmones. Daniel... ¿qué importaba si me
daban la acogida, si no podía estar cerca de él sin desear beberme su sangre? No. Jamás lo
pondría en peligro.

-Isabella Swan, sinceramente, eres una mujer muy tozuda- sin desviar la mirada del bosque vi
que Jasper se sentaba a mi lado en las escaleras del porche y depositaba una copa de sangre
entre nosotros dos. – Pero vas a tener que escucharme, o eso o me obligas a callar, y te aseguro
que no te va a ser fácil.-Hizo una pausa y continuó al ver que mi mutismo persistía.- Tienes dos
opciones, o quedarte aquí en plan catatónico y dejarte morir de sed, o empezar a aceptar lo que
eres. ¿Dejaste cosas pendientes de hacer en tu vida humana? Bien, intenta solucionarlas -su voz
sonaba serena y firme.

-¿A qué te refieres?-mi voz sonó ronca e irreconocible, y el mínimo movimiento de mi garganta
me despertó una dolorosa punzada.

-Ah, ah. Antes de hablar hay que beber- negó con la cabeza y me acercó la copa, empujándola
con suavidad hacia mí.

Por primera vez en días ladeé mi cabeza y enfoqué la vista en un punto cercano. La copa era
preciosa, parecía de cristal de Murano, y estaba llena a rebosar del apetecible líquido carmesí.
Vacilé y alzando un poco los ojos los clavé en los del rubio vampiro, que me dirigió su sonrisa
más tranquilizadora, asintiendo.

Alcé la copa y la llevé a mis labios. Probé un sorbo y me supo a manjar exquisito. Apuré el
contenido hasta la última gota. En esos escasos segundos Jasper había desaparecido y
aparecido de nuevo, trayéndome otra copa llena del líquido vital, que apuré también casi al
instante.

Me sentí físicamente bien por primera vez en días, y dispuesta a escuchar lo que Jasper quisiera
decirme. Lo miré con intención cuando le entregué la segunda copa completamente vacía.

-Bella... no me andaré con rodeos. Supongo que Edward -su sola mención hizo que sintiera una
punzada en mi pecho, pero la ignoré con todas mis fuerzas- te explicó algo sobre mi conversión, y
a lo que me dedicaba los primeros años después de esta.-Asentí y prosiguió.-He conocido
muchos vampiros neófitos. Yo era el encargado de entrenarlos para las guerras de vampiros en el
Sur, y una de las cosas que hacía primero era llevarlos a beber sangre humana. Porque cuando
un vampiro la prueba, es como para el humano que prueba una potente droga... cuesta mucho
dejarlo, y se hace más insoportable vivir sin ella. Puede conseguirse, pero hacen falta años para
eso. Tú no has bebido sangre humana, y eso ya es una ventaja. Y también te puedo decir que la
transformación no nos afecta a todos por igual. No todos los nuevos demuestran la misma
atracción por la sangre. No sabemos cómo reaccionarás tú... hasta que no te muevas y salgas de
aquí.

-¿Quieres decir que quizá pueda convivir con humanos antes de que pasen años?-pregunté con
esperanza. Él me miró cauteloso.

-No quiero darte falsas esperanzas. Quiero decir que es posible. Pero hay que verlo, y aquí
encerrada eso no podrá ser.

-¿Y podría ver a mis padres? ¿A Angela? -me seguía sonando extraña mi propia voz. Claro que
también había cambiado mi capacidad auditiva, y ahora apreciaba toda la riqueza de tonos de las
voces de los Cullen.

Jasper suspiró.

- Eso lo tendrás que decidir tú. En el caso de que pudieras verlos sin sufrir excesivamente por la
sed... piensa que tu aspecto es ahora diferente y tendrás que darles alguna explicación. En
cualquier caso sólo te pediría que no nos pusieras en peligro a los demás.

-¿Cómo lo hicisteis los demás? Quiero decir... Rosalie, tú, Alice... ¿os despedisteis de vuestros
seres queridos?- Él rió con amargura.
-A mí no se me permitió... A Alice su familia la despreció por loca, el padre de Carlisle le habría
dado caza sin dudarlo, Edward estaba solo en el mundo y Emmet y Rosalie... no pudieron
despedirse. Su sed de sangre sí duró años y temían hacer daño a sus seres queridos -eso hizo
que me deprimiera de nuevo, pero él no dejó que me hundiera de nuevo en el estado vegetativo
previo.

-Bella... ¿no te das cuenta? Todo ha sido distinto en tu caso, ¿no lo ves? Desde incluso antes de
tu transformación. Quizá esto también lo sea. Además, no serías la primera vampira neófita que
conozco con autocontrol. Si no no te habría dado esperanzas. Pero debes intentarlo.

-Y si... ¿y si no es así?-tuve miedo de esperanzarme para luego caer en un abismo más profundo
aún.- ¿Y si tengo las ansias de una sanguinaria asesina?-temblé sólo de imaginar el peligro que
podía correr cualquier humano, y más aún un ser querido, a mi lado.

-Si no es así... habrá valido la pena correr el riesgo para sacarte de tu estado comatoso previo.
Todo saldrá bien, Bella- me aseguró con un optimismo contagioso.

Suspiré. Era imposible no sentirme animada después de escucharle. Y valía la pena, o eso quería
creer.

Lo siento, chicas, ha sido duro, pero... ¿de veras esperabais una reacción distinta o sólo la
deseabais? Creo que esta Bella ha demostrado tener bastante genio, y ahora está muy, muy,
muy enfadada.

Bien... si sigo teniendo lectoras, nos leemos el jueves. Un beso a todas y no olvidéis que me
gustan los finales felices.

Buenos días, chicas. Me alegro de que a la mayoría que opináis os haya gustado el
capítulo previo. No fue fácil de escribir, pero intenté ponerme en la piel de Bella, y veo que
vosotras también, pues la mayoría la comprendéis. Que conste que yo también comprendo
a Edward, pero creo que se equivocó con esa decisión, aunque muchs reaccionaríamos
igual... y pensad que Bella es neófita y para lo que podía haber hecho aún se ha
controlado.

Este capítulo lo he reescrito a medias, ya tenía un EPOV pero lo he hecho más largo,
porque varias pedíais saber más de Ed. Así que si hay errores no es culpa de mis betas
porque no se lo he vuelto a pasar, todos son culpa mía ;-) Gracias, Maria José y P.

TrishCullenWinchester, ¡feliz 20 cumpleaños!

Sobre el capítulo 47:

nohemi, PRISGPE, Mentxu Masen Cullen, lalycullen2010, nath89, , AnithaPattzCullenPacker,


alexpattinson, yamira hrdz,Lia,CindyLis,ISACOBO,lizco2,Medea,Salyluna,kitten
Hale,beakis,Ginegine,isa-21,anabel94, GRACIAS a todas.

Anaidam "es que si Bella no fuera así, a Edward no le gustaría tanto". Amén, hermana. Y de lo de
los alicatados, no coment, jejejeje.

Evelynmr , gracias y bienvenida. Bienvenidas FABME y Ely Cullen M.

Ayame Chan "sobre el tema de que Bells quiere ver a Angela ¬.¬ ya me imagino a cierto soquete
que va a hacer un mega escandalo por eso... " tú espera, que ya que repartimos leña ése no se
va a quedar sin su parte (*risa malvada*).
MarilizzieCullen13 "si ami me hubieran robado el futuro asi yo le hubiaera arrancado la cabeza
claro despues se la volvia a pegar" Me reí con esto, jajaja.

Luisamarie22,gracias por tus comentarios... Aunque tengo una duda, ¿hasta ahora Bella te
parecía sumisa? Y mi nombre... no sé, no sé, imagina que me lee alguna de mis pacientes... Si
quieres me puedes llamar Doc, que queda así como cariñoso ;-).

I love Edward, me encantó tu alegato a favor de Edward, se lo pasaré a Bella ;-). Me reí con esta
plegaria, mucho "santo Jimmy Choo iluminale esa mente que esta hecha un desmadre, santo Elie
Saab ayudala a rasonar y que perdone a Edward" XDDD.

Nurymisu, me gustó mucho tu comentario y lo citaría todo. Ah, y aún me quedan vacaciones, me
las he partido en tres trozos... estoy apurando el segundo!

YoliCullen, "Gracias por esa alusion a la saga de "no podria vivir en un mundo donde tu no
existas". Es rompedora esa frase, te llega al alma, y es de agradecer que la pongas." He puesto
algunas frases del libro por ahí sueltas, para mí es una de las gracias de escribir un fanfic, usar
situaciones y frases y cambiarlas de contexto, o no... me alegro de que las pilles al vuelo,
guapísima ;-) Y gracias por tu ayuda.

Capítulo 48

EPOV

Ver a Bella rota de dolor por mi culpa fue más de lo que podía soportar. Ni en mis peores
imaginaciones había concebido que ella pudiera mirarme, hablarme... de esa forma. Fue
lacerante sentir su mirada de odio, pero aún peor cuando en un momento dado me contempló
como si fuera un completo extraño para ella, como si ya no existiera todo lo que habíamos
compartido, y de repente sentí un enorme vacío dentro de mí.

Me aparté de ella cuando me lo pidió; sabía que ahora era imposible hablar, que la ira que sentía
era explosiva, que no podía haber diálogo. Me alejé de aquella habitación y corrí hacia el bosque
cercano, necesitando liberar mi agonía de alguna forma. Corrí y corrí, huyendo de la pregunta que
se me clavaba en el corazón sin dejarme reposo.

¿Y si todo ha terminado?

Me detuve cuando una masa de agua se interpuso en mi camino. El Wonder Lake. Me senté en la
orilla, mirando la claridad del día, y me enfrenté a la idea que me torturaba.

Negué con la cabeza. No, no podía ser que lo que Bella y yo teníamos acabara de esta forma.
Esperaba que fuera un gran enfado, y que tarde o temprano me perdonara. Ella tenía el carácter
fuerte y era una de las cosas que me atraían de su personalidad. Y ahora, además, era una
neófita... le costaba más controlarse, y aún así en ningún momento sentí que pudiera llegar a
herirme físicamente.

Porque sus palabras sí me habían hecho daño. ¿De veras había llegado a pensar que yo estaba
contento con lo que había hecho? Su vida estaba en peligro... ¿podía haberla arriesgado? La
respuesta fue no, no me sentía culpable de lo que había hecho. Me sentía horrible por hacerla
sufrir de esa forma pero... continuaba con la idea de que habría vuelto a hacer lo mismo. No
podía pedirle perdón, no habría sido sincero.

De pronto escuché los pensamientos de Esme, llamándome.

-Hijo.
Suspiré. Prefería estar solo, y me puse de pie.

-No- contestó en voz alta como si me hubiera escuchado, y se plantó a mi lado.-No, Edward.

La miré. Sus ojos eran todo dulzura y comprensión. Mi madre, la que me dio a luz, habría sido
feliz de ver que alguien se seguía preocupando por mí de la misma forma en que ella lo había
hecho. Forcé una sonrisa.

-No pasa nada...

Ella me miró frunciendo el ceño.

-Ni se te ocurra desaparecer.

-No iba a hacerlo.

-Edward... te conozco como si te hubiera parido- alzó sus manos y tomó mi cara entre ellas.- No
hagas un drama de esto... por favor.

-¿Drama? ¡Esme, la mujer que amo me acaba de dejar! La única compañera que he encontrado
me odia. ¿Y me dices que no haga un drama? -la miré entre herido e indignado.

-Escucha, hijo -me miró con intensidad- no pienses en lo que has perdido, sino en lo que teníais...
¿crees que algo así se puede romper de esta forma?

-Esme, ¿la has escuchado? Le he robado su futuro. Y eso ya no tiene solución-ella exhaló
pausadamente, negando con la cabeza.

-Lo que ha sucedido no se puede cambiar, pero sí la forma como lo habéis tomado ambos. Deja
que pase el tiempo, Edward. Y júrame que no te desesperarás... eres mayor que ella, más
experimentado... debes confiar- pronunció, confiada.

Sus palabras iban penetrando en mi alma, que las absorbía como gotas de consuelo. De repente
necesité abrazarla y ella me correspondió, me rodeó con sus brazos todo lo fuerte que pudo y así
estuvimos hasta que el intenso dolor de garganta me recordó que debía alimentarme.

*º*º*º*º*º*

Eleazar me acogió en su casa. Él y Carmen querían hacerle una visita a la recién convertida
vampira, pero sabiendo un poco por encima el estado de las cosas prefirieron esperar a que estas
volvieran a su cauce. Afortunadamente, Tanya y Alec se habían instalado en Escocia. No es que
mis términos con Tanya fueran malos, teníamos una relación cordial, pero tener una ex-pareja
cerca ahora habría complicado más la situación, si es que eso era posible.

Arropado por la hospitalidad y la comprensión de la veterana pareja de vampiros, esperé a que el


fuerte temperamento de mi novia se calmara. Pero entonces ella reaccionó de aquella forma tan
alarmante, aislándose por completo del exterior.

Ojalá hubiera reaccionado con ira como al principio de nuestra discusión. Habría sido menos
estremecedor. Pero desconectó por completo del entorno, llegando a asustar al mismo Carlisle,
que jamás había visto una reacción así en un vampiro. Ya que la conversión de Bella había sido
distinta, no sabíamos lo que se podía esperar. Las primeras horas no parecía escuchar, ver ni
sentir nada. Por lo que me explicó Emmet, quedó sentada en el escalón del porche de nuestra
casa, sin mover un centímetro de su cuerpo, como una estatua viviente.

Me torturaba la necesidad de ir a vela y consolarla, pero sabía muy bien que habría empeorado la
situación. Ni siquiera osé contemplarla desde la lejanía, temiendo que si sentía mi presencia
pudiera reaccionar aún peor.

Así que me contuve y esperé.

La mañana del cuarto día desde el despertar de Bella, Alice y Jasper vinieron a visitarme.

-Por fin ha aceptado alimentarse -me informó Jasper animado.-Y ha hablado... bueno, sólo
conmigo, pero ya es algo. Es una vampira especial. Su reacción contigo no fue la normal de una
neófita... podía haber intentado arrancarte la cabeza, pero se controló muy bien. Lo sabes, ¿no?

Asentí. A pesar de lo doloroso que había sido todo, era consciente de eso. El peso que sentía en
mi pecho se aligeró al escuchar que Bella ya se alimentaba. Pero miré a Alice, que hasta
entonces había estado recitando la tabla periódica de los elementos en distintos idiomas. Siempre
lo hacía cuando quería evitar que me entrometiera en sus pensamientos.

-Alice, suéltalo ya-gruñí.-Tarde o temprano voy a saberlo.

-Ya sabía yo que estabas ocultando algo-la regañó Jasper con dulzura.

-Edward... yo...-me miró dubitativa pero al final me abrió su mente. En ella vi retazos de
imágenes, visiones del futuro. Y en ellas estaba yo.

Solo.

Sentí un nudo en el pecho que me impedía hablar.

-No me perdonará-musité.

-No, de momento-murmuró ella.-Ya sabes, puede cambiar de idea.

La sensación de desolación fue brutal. Hasta ahora había mantenido la esperanza de que Bella,
la que el destino había elegido como mi compañera para siempre, me perdonara. Pero yo volvía a
aparecer en las visiones de Alice, cosa que no había pasado desde que ella y yo estábamos
juntos.

Se había terminado. Y Bella no era una persona que cambiara de idea con facilidad una vez
tomaba una decisión. Lo sabía bien. La había perdido y mi vida no volvería a ser como antes de
conocerla. Porque con ella había sabido lo que era estar enamorado y vivir por y para alguien.

De inmediato percibí las oleadas de calma que Jasper me enviaba intentando contrarrestar la
angustia que estaba desgarrándome por dentro. Alice se acercó a mí.

-Edward... por favor. No. Tú ahora no. Los dos sois un par de cabezotas. Tenéis que daros un
tiempo, sólo es eso. Por dios, jamás he visto una pareja que se compenetrara tanto como
vosotros dos - se puso de puntillas, me tomó ambos hombros y me zarandeó con suavidad. La
enana tenía una fuerza desproporcionada.

-Alice tiene razón-declaró Jasper.- Cuando la intensidad de su ira disminuya, recordará lo que
siente por ti, estoy seguro.

-No lo sé... eso decís todos pero jamás la había visto tan furiosa. Y tiene motivos.

-Hasta ahora estaba rechazando el cambio, su nueva vida, nacida gracias a ti, o... por tu culpa.
Empieza a abrirse a ello, pero sigue furiosa contigo por arrebatarle su humanidad...-el tono de
Jasper era un tanto agrio, y me encogí levemente por lo inesperado.- Disculpa, Edward... quería
decir esto, pero no tan rudamente. Lo que vengo a decir es que Bella necesita tiempo, para
aclimatarse a su nuevo estado, controlar su don, ver cuándo podrá convivir con humanos... y, si
tiene suerte, zanjar las cuestiones que tenía pendientes de su vida humana. Y necesita hacerlo
sin ti, comenzar esta nueva vida de forma independiente. Cuando lo haga, cuando haya resuelto
todo, cuando se sienta cómoda en su nueva piel... te echará de menos, y volverá.

-¿Y si no es así? ¿Y si no puede resolver nada?¿Y si he matado lo que sentía por mí? ¿Y si no
me echa de menos? -murmuré, intentando disimular mi desolación ante la idea.

-Será así, hermano-Alice me miró con intensidad.-Lo sé. No puede ser de otra manera.

Sus palabras fueron un leve bálsamo, pero me empeñé en creerlas, como había creído las de
Esme días antes.

BPOV

El río que pasaba cercano a la casa Cullen bajaba con toda la fuerza del deshielo. Me gustaba
sentarme en la orilla y mojar mis piernas en él. Jamás había soportado el agua helada, pero
ahora disfrutaba como una niña de todas las nuevas sensaciones que mis sentidos me
proporcionaban. Fijé la mirada en las montañas que había en la lejanía, las cúspides cubiertas
por nieve, y me maravillé por enésima vez con la mezcla de colores del paisaje, con los distintos
aromas que me llegaban...

Sentía como si le faltase algo a mi cuerpo, como si estuviera incompleta. Edward. Tan sólo
pensar su nombre ya dolía. Y mucho, demasiado. Había perdido al Edward en el que confiaba, y
el que había alejado de mí era un extraño. No deseaba pensar en él, y durante mis horas de
eterna vigilia fui construyendo un muro alrededor del vacío que sentía en mi pecho, de todos los
recuerdos donde aún vivía el Edward que amaba.

No podía permitirme pensar en él. Dolía demasiado, como abrir una úlcera. Ahora no tenía otro
consuelo que la esperanza de ayudar a Daniel, y algún día ponerme en contacto con mis padres y
con Angela.

Paralelamente a mi traslado a Denali en ambulancia, Jasper había solucionado con su


competencia habitual la cuestión de mi baja laboral. En el hospital Infantil de Seattle tenían la
mínima información indispensable: que necesitaba reposo. Pero tenía que darle algo más de
información a James cuando me llamó al cabo de unos días o esa falta de noticias haría que se
preocupara y entonces decidiera hablar con mi padre. Cuando me llamó para interesarse por mi
salud le informé de había tenido un atropello pero que estaba recuperándome muy bien, que
estaba bien cuidada por familiares de Edward, y le hice prometer que si eventualmente hablaba
con mis padres no les explicaría nada de lo que había sucedido. Me encontraba bien y no
deseaba hacerles sufrir innecesariamente, ya que vivíamos lejos y lo mío no había sido grave. Lo
mismo le dije respecto a Emily y mis demás compañeros de Forks.

Me prometió que guardaría el secreto, aunque pareció reticente en lo de no informar a mis


padres, pero sabía que era un hombre de palabra.

No sabía qué haría más adelante, pero de momento por unos días la mentira me protegería.
Odiaba hacerlo, pero era necesario. Tenía que ir paso a paso.

Los Cullen habían intentado reiniciar su vida a petición mía. Me sentía horriblemente mal de que
todos estuvieran pendientes de mí e insistí que si querían hacerme sentir mejor lo que tenían que
hacer era volver a sus vidas normales. Tuvieron una reunión y al final de esta decidieron que
Carlisle, Emmet y Rosalie volverían al trabajo, pero Esme, Alice y Jasper, cuyo trabajo no era
obligadamente presencial, se quedarían conmigo.

Ésa fue una solución que sí pude aceptar y me proporcionó consuelo. Sobre todo en cuanto a
Jasper. Era el Cullen que más había tardado en conocer, pero de alguna forma me sentía en paz
junto a él.

-¿Cómo te encuentras para salir a cazar por primera vez, Bella?-la suave voz de Jasper sonó a
mis espaldas mucho antes de que él apareciera a mi lado.

Todos los Cullen me avisaban con tiempo de su presencia. Ninguno quería correr el riesgo de que
reaccionara mal a alguna sorpresa, aunque de momento no había dado señales de ser una
vampira especialmente agresiva.

Salvo en la discusión con Edward.

El sólo pensamiento de ir a cazar me deprimió profundamente. Por mi mente pasaron flashes de


la vez que Edward y yo habíamos hecho el amor de forma salvaje en aquel prado. No. Volví a
construir el frágil muro alrededor. Ni siquiera era capaz de volver a mirarme en el espejo, aunque
mi nueva familia insistía en que mis ojos estaban cada vez menos rojizos. Temía no reconocer a
la extraña que había al otro lado, como la primera vez. Y hasta ahora me había estado
alimentando de la sangre que Carlisle conseguía para mí.

Con cierta ironía pensé que era una especie de vampira sedentaria. Hasta ahora había estado
disfrutando de algunas características de mi nuevo estado y reprimiendo otras, y me aterrorizaba
dar rienda suelta a los impulsos del ser en el que me había transformado. Jamás había tolerado la
carne poco hecha, y ahora me veía abocada a cazar animales vivos.

Jasper se sentó a mi lado en cuclillas, y escuché a Alice acercándose.

-Vamos, Bella. Sólo inténtalo. No he conocido a ningún vampiro, vegetariano o no, que no disfrute
con la caza.

-Parece que realmente puedas leer mis emociones-curvé ligeramente los labios, mirando por
encima de mi hombro para ver a Alice quien se acercaba vestida con un vaporoso y primaveral
vestido que le llegaba por las rodillas.- ¿Vas a ir a cazar así?

-¿Por qué no? Es de lo más cómodo-hizo un mohín gracioso.-Venga, anímate.

-No sé ni por dónde empezar-negué, insegura.

-Pues saca los colmillos -sugirió la menuda vampira, como si hablara con un niño.

-¿Qué?

-Los colmillos. Que los saques. ¿Nunca has visto los de Edward?... perdona -se tapó la boca con
una mano, avergonzada, al percatarse de mi cambio de expresión.

-No, nunca...-ignoré el comentario.- ¿Cómo lo hago?

-Pues igual que levantas una pierna. Queriéndolo- Alice alzó las cejas con más cara de
duendecillo que nunca.

-No tienes madera de profesora, amor- dijo Jasper.- ¿Me permites, Bella? Sonríe -acercó su dedo
índice a mi boca y tocó dos zonas de mis encías.-Están aquí, ocultos. Cuando van a salir se nota
como un cosquilleo en esa zona.
-Entonces es eso lo que noto cuando bebo la sangre...- Ambos asintieron.

Me toqué uno de los puntos donde había tocado Jasper y recordé el momento en que había
bebido la sangre por primera vez, cuando sentí aquella sed mortal. Sentí un cosquilleo y me
concentré en él. Me asusté yo misma cuando sentí algo muy afilado rozando mi piel.

-¡Bravo! ¿Lo ves? Todo es instintivo, aunque con un poco de ayuda las cosas son más fáciles.

Yo estaba fascinada. De pronto me acometió una sensación de sed intensa, como si esos recién
descubiertos apéndices me exigieran ser utilizados. No pasaron dos segundos y ya había tomado
una decisión.

-Bien... enseñadme a alimentarme por mi misma. No quiero depender toda la eternidad de la


sangre del frigorífico -me puse en pie de un salto.

-Esa lleva conservantes... Cuando pruebes la natural no vas a querer volverla a probar – aseguró
Alice.

-La próxima vez te dejaré el oso para ti, Bella- Jasper me dio unos golpecitos de consuelo en la
espalda, con sorna.

-Será si yo te dejo que me lo dejes...Bueno, ya me entiendes-repliqué indignada.

-Desde luego, sois como niños-bufó Alice.

-Veo que ha ido bien la sesión de caza.

Esme estaba sentada en uno de los sofás del comedor y nos miró entrar con expresión sonriente.
Enfrente de ella estaba sentada una pareja de vampiros de cabello negro y tez algo más oscura
que los Cullen, y me observaban atentamente.- Bella, creo que no conoces a estos amigos.
Eleazar, Carmen, esta es Bella. Bella, estos son Carmen y Eleazar, los vecinos de quien has oído
hablar.

Los citados vampiros se incorporaron, hicieron una pequeña reverencia de reconocimiento en mi


dirección y se acercaron a mí, tendiéndome la mano. Acepté el saludo y sonreí, había oído hablar
de ambos. Eleazar era un vampiro que vivía por la zona con su mujer. Tenían una hija, Tanya,
que en la actualidad vivía con su pareja, Alec, en otra zona del mundo. Nadie me lo había dicho
de forma abierta, pero por el tono de voz que usaban los Cullen cuando hablaban de ella sabía
que había tenido algo que ver con Edward. Quizá fuera la relación larga de la que me habló una
vez. Agité la cabeza sacudiendo esas ideas de mi cabeza. Eso ya no importaba.

Pero mi buen ánimo se había disipado por completo.

Ambos fueron muy agradables. Me resultaba grato conocer a otros vampiros que no fueran los
Cullen. Aunque eran adorables y se portaban muy bien conmigo, a veces tenía la sensación de
vivir en un mundo con sólo unos pocos habitantes de mi especie, y eso me resultaba muy duro.
Entonces sentía la soledad llenándome con su vacío, y entendía el valor que le daban los
vampiros a su pareja, aunque fuera algo más instintivo que nada.

Maldita sea, ¿es que el rumbo de todos mis pensamientos siempre va a ser el mismo?

-¿Ya has logrado controlar tu don, Bella?-inquirió Eleazar con curiosidad.


-No... todavía no. Lo cierto...-titubeé un poco, pero decidí sincerarme- lo cierto es que me estaba
negando a mí misma. Hoy ha sido la primera vez que he salido de caza. Y ni tan siquiera se me
ha ocurrido pensar en controlar mi don.

-¿Y cómo ha salido lo de la caza?-preguntó Carmen amablemente.

-Bien-miré a Jasper y Alice, sentados a mi lado y fruncí el ceño exageradamente- me han dejado
un alce... había un oso que olía deliciosamente pero me han dicho que era muy pronto para eso.

-Y lo era -sentenció Jasper con una media sonrisa.

-Habrás visto que todo es instintivo... – asentí, dándole la razón a Eleazar. Me dejé llevar, sin
pensar, y mi cuerpo lo hizo todo por sí solo. Apenas me había manchado de barro y sangre. Él
continuó- Los vampiros tenemos los instintos menos atrofiados que los humanos. Lo mismo sirve
en cuanto a controlar tu don. Sólo tienes que intentarlo, sin pensar en ello, sin más. Tu don es
muy potente puesto que lo tenías ya de humana y el hecho de ser vampira no hace otra cosa que
intensificarlo todavía más.

-Pero tampoco me va a ser muy útil en mi relación con los humanos... cuando la tenga. Tan sólo
bloquea el don de los vampiros- reflexioné.

-No creas eso... nuestra vida es muy larga, seguro que te encontrarás con unos cuantos vampiros
a lo largo de tu existencia y por desgracia está bien tener una buena protección contra los
nuestros, puesto que somos pocos los vampiros vegetarianos, y no siempre les caemos bien a los
que siguen la dieta normal. En cuanto a los humanos, estoy seguro de que ese escudo puede
protegerte de alguna forma, no conozco a ningún vampiro con un don que sólo afecte a los de su
especie. Eres tú la que tiene que descubrir cómo...-su voz se apagó y quedó pensativo.

No se me había ocurrido que mi don sirviera para algo más que para fastidiar a la familia Cullen,
como había bromeado Emmet hacía meses. Sería interesante descubrir si podía aprovecharlo en
mi relación con los humanos.

Esperaba que pronto se me presentara la oportunidad de probarlo.

Besitos, lectoras. Se os quiere. Hasta el lunes!

Buenas noches, chicas. Sé que es domingo, que en teoría actualizo lunes y jueves, y que
me salto eso a la torera hace semanas, pero bueno... digamos que actualizo domingo o
lunes, y miércoles o jueves, ¿ok? Mañana ya empiezo a trabajar tras dos semanas de
vacaciones y dudo que tenga tiempo de entrar a colgar el capi.

Hoy no me da tiempo de contestar los comentarios, pero os los agradezco todos y cada
uno de ellos: vuestras ideas, opiniones, elucubraciones y demás. Me gusta saber qué
opináis. Sé que muchas echáis de menos a Edward... NO lo voy a hacer largo, pero es la
historia, y no se va a arreglar enseguida. Además hay un EPOV en este capi y otro en el
siguiente. E insisto en que Bella no encontrará a otro. Eso para mí no sería final feliz...¿no?

Bienvenida Berta. Ely Cullen M, ya te pusiste al día ;-)

Este capítulo viene con música, le podéis dar al play cuando empiece el EPOV. El título es
"Who wants to live forever" (quién quiere vivir para siempre). Si habéis visto la película
"Los inmortales", forma parte de su BSO, y es de Queen. Cuando lo leáis pensad que he
puesto recuerdos de Edward (en cursiva) intercalados con fragmentos de la canción (la he
traducido yo, disculpad si hay errores). Espero que se entienda.
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Gracias Anaidam y Maria José por vuestras opiniones. Y especialmente gracias a


YoliCullen: eres la musa del EPOV, me diste la música e inspiraste esa parte del capítulo,
¡un beso bien grande!

Capítulo 49

BPOV

-Debes estar de broma-dije mirando fijamente al lejano monorraíl, uno de los medios de
transporte más populares de Seattle.

-¿Tengo cara de eso?-Jasper se cruzó de brazos enfrente de mí, mirándome serio.

-Vamos, Bella, estamos contigo. No va a pasar nada -la musical voz de Alice sonó a mi lado,
usando un tono más sereno del que me tenía acostumbrada.

-Sería más fácil si levantaras tu escudo. Podría calmarte en un instante.

-Ja, bastante tengo con concentrarme en mantener mi fuerza de voluntad como para esforzarme
en levantar el jodido escudo- gruñí, clavando los ojos en el rubio vampiro, quien contuvo una
sonrisa.

-Bella, ya hemos hecho varias pruebas y has demostrado que puedes estar cerca de humanos sin
hacer ninguna masacre-repuso.

-Lo sé, lo sé- respondí con exasperación.-¡Pero hasta ahora no me había metido en medio de una
concentración de humanos en hora punta y sin ventilación!

-No es más difícil que lo que has hecho hasta ahora-Alice se colocó al lado de su pareja y me
tomó firmemente las manos.-Vamos. Levanta el escudo un momento.

Eleazar tenía razón. En pocos días aprendí a usar mi don, descubriendo que podía activarlo a
voluntad y de forma individual, protegiéndome así sólo de quien yo lo deseara. Aunque de
momento eso aún me suponía un esfuerzo considerable. Quizá con el tiempo lo dominara más
pero ahora lo más cómodo para mí era tenerlo activado de forma continua.

Hice caso a la petición de Alice e inmediatamente vi en sus ojos aquella mirada vacía que yo ya
conocía. Sólo duró unos cuantos segundos.

-Sólo he visto un agradable viaje y... espera -miró hacia arriba, como intentando recordar, abrió
los ojos como platos- ¿Qué es eso? ¿Titulares en la prensa? Ah, no, es el pronóstico del tiempo.
Esta tarde habrá tormenta.

-A veces te odio-estreché los ojos y fruncí los labios.-No sé cómo puedes bromear con esas
cosas.

-Lo siento... pero lo primero sí iba en serio -hizo un divertido mohín que a pesar de todo consiguió
arrancarme una sonrisa.

-¿Y lo de mañana?-quise saber.

-También... aunque ya sabes que siempre hay un margen de error.

-¿Y me lo dices ahora? ¿Y si hay un margen de error en esto también?- abrí los ojos con espanto.
-Joder, Bella, pesadita te pones. Te he dicho que aquí todo depende de tu voluntad. En lo de
mañana intervienen otras cosas, otras decisiones -suspiró.

-Está bien-asentí.-Vamos a comprar los billetes.

Las visiones de Alice fueron acertadas y nada pasó en aquel trayecto. Afortunadamente los
cientos de humanos que viajaban en aquel tren jamás sabrían el peligro al que habían estado
expuestos. Había pasado sólo cinco semanas desde mi transformación y era capaz de algo que
ninguno de los Cullen había creído posible tan pronto. Y mi confianza en mí misma había subido
varios puntos.

Sin embargo no pude evitar que mi cuerpo se estremeciera y esa confianza se debilitara mientras
Jasper aparcaba su flamante coche en el parking que yo conocía bien.

Dadas las circunstancias no parecía muy buena idea lo de irnos a vivir al ático de Edward en
Seattle, pero el hecho es que había sido idea mía. ¿Masoquismo? ¿Prueba de fuerza? Me decía
a mí misma que lo que quería era demostrarme que era fuerte, que él ya no estaba en mi vida, y
que no me afectaría demasiado el estar en un entorno donde había compartido tantas emociones
con él.

Me podía mentir y creerme a mí misma, pero todas esas mentiras se desvanecieron como una
burbuja de jabón desde el momento en que entré por la puerta y su olor me golpeó. Sentí el
familiar cosquilleo, ni siquiera escozor, en la zona de los ojos, como un recuerdo de lo que se
sentía antes de romper a llorar. Me encogí sobre mi misma, ante la asustada mirada de Jasper y
Alice, quienes inmediatamente me pidieron marcharnos de aquí.

-No... no. Estoy bien-dije, incorporándome poco a poco, e inhalando su aroma con suavidad, en
pequeñas dosis.

-Ya, y a mí me gusta vestir chándal con tacones-bufó Alice, aferrándome del brazo como si
temiera que fuera a caerme.

Me solté de ella delicadamente y me adelanté unos pasos.

-Puedo hacerlo-dije en voz alta, más para mí que para ellos.

Estudié mis sensaciones con cuidado, intentando no recordar... intentando que el muro que había
construido alrededor del vacío que Edward había dejado no se resquebrajara en mil pedazos.
Sentí un peso sobre las costillas que no me dejaba tomar aire, pero lo ignoré. Fui por toda la casa
abriendo las ventanas, aunque sabía que su aroma perduraría más que todo eso, pero así sería
más soportable.

Cuando llegué a la habitación del piano puse la mano en el pomo de la puerta pero lo solté como
si me hubiera atravesado una corriente. Me sentía físicamente incapaz de entrar allí. Di media
vuelta y volví sobre mis pasos, encontrándome a Alice de frente, mirándome con una ceja alzada
y los brazos cruzados. Observé que ese gesto lo solía hacer también Jasper.

-No. Es. Buena. Idea.

-Venga, vamos a deshacer las maletas. Me probaré la ropa nueva que encargaste para mí en tu
taller, no sé si será de mi talla.

-¿Disculpa?-se indignó y no pude evitar sonreír sin ganas.


-¿Vamos, o no? Es tu última oportunidad.-Si no la distraía con esto no la distraería con nada.

Y lo conseguí. Nos pasamos parte de la tarde mirando interiores de armarios, deshaciendo


maletas y probándonos ropa. Hacía meses hubiera significado una sesión de tortura para mí pero
ahora me iba bien pensar en frivolidades. Además, para Alice no era tal sino algo importante, y
como mínimo quería agradecerle de alguna forma su apoyo, a ella y a Jasper.

Comprobé que Edward se había llevado toda su ropa y pertenencias. No había preguntado por su
paradero ni quería hacerlo. Todo había terminado entre nosotros, y eso era algo que tenía claro.
Por eso estaba ahí, para demostrármelo.

-¿Todo bien?-la dorada mirada de Jasper me observó atentamente desde la puerta.

-Sí -miré a través del cristal la intensa lluvia que caía.

Me levanté y abrí el ventanal del balcón inspirando el aire fresco y húmedo del exterior. Mi amiga
también había acertado en ese pronóstico. Claro que era fácil adivinar que iba a llover en Seattle,
y más aún cerca del mes de septiembre.

-¿Estás segura de que no te importa estar aquí? – me miró con preocupación mientras me
apoyaba en la barandilla.

-No... Estoy bien. Aquí tengo mis cosas, no tengo ganas de ir a otro sitio –lo miré, sonreí para
tranquilizarle y volví mi cara a las gotas que caían del cielo.

Mi ánimo estaba más melancólico que nunca, pero había algo en la casa que me daba una
extraña paz. Me sentía triste pero al mismo tiempo sentía fuerzas renovadas para hacer todo lo
que tenía previsto.

Y el de mañana iba a ser el siguiente paso.

*º*º*º*º*º*

-Cielo. La visita que te prometí está fuera, ¿quieres que la haga pasar?- las palabras de la
funcionaria me llegaban nítidas a través de la puerta de madera.

-Vale -su voz sonaba más apagada y mi corazón se encogió. La puerta del cuarto de visitas del
Centro de Menores se abrió.

-Adelante, señora Whitlock-dijo la amable educadora, y me franqueó el paso.

-¿Sería posible que nos dejara solos?-susurré.

-Si el niño no tiene inconveniente...-la mujer miró hacia el pequeño, quien aún no me había visto
la cara. Supuse que este debió asentir, porque ella sonrió y nos dejó, cerrando la puerta tras de
sí.

Entonces me viré y contemplé al niño que tenía frente a mí.

Daniel estaba sentado frente a una gran mesa, con su querido Spiderman aferrado entre ambas
manos. Al día siguiente de ingresar en el Infantil había conseguido que una amable policía me lo
cediera después de registrarlo bien y comprobar que no tenía nada sospechoso. Recordé la
inmensa alegría que iluminó su carita cuando se lo entregué.

Estaba más pálido y un poco más delgado, y no me dejaba ver su expresión porque tenía los ojos
fijos en su juguete.
-Hola, Daniel. Te he traído un regalo-me senté en frente de él y puse el paquete sobre la mesa.

El aludido levantó la cara de inmediato al escuchar mi voz. Sus ojos se abrieron como platos e
inhaló con fuerza.

-Do-dotora...¿Bella?-asentí, contenta por su reacción inicial. Me había reconocido.

-Sí, Daniel, soy yo- repuse, y ante mi consternación el pequeño rompió a llorar. Me levanté
precipitadamente de la mesa y me senté a su lado, abrazándole.

-Me dijeron que estabas enfema-correspondió al abrazo.-Pero seguías enfema, y enfema, y


pensé que igual estabas con mi mamá, y que no te veo más.

-¿Tu mamá?

-Mi mamá. Me han dicho que está enfema. Que no está conmigo poque está enfema-hipaba.-Y tú
tampoco estabas.

Si hubiera tenido corazón se me habría partido en dos. Sentí el familiar cosquilleo en los ojos.
Cogí al pequeño y lo puse en mi regazo, meciéndolo.

-Ya estoy aquí, Daniel. He venido a por ti. No estás solo, ya no estás solo -susurré.

El pequeño hipaba y sollozaba, pero cada vez con menos intensidad, hasta que pasados unos
minutos levantó su carita y me miró.

-¿De verdá? ¿No volverás a ite?-negué con la cabeza, sonriendo, y él me correspondió.

-Te he traído un regalo. ¿Lo quieres ver?-susurré mientras secaba sus lágrimas con mis dedos.
Asintió y le pasé la caja que había traído.

Mientras la abría estudié las reacciones de mi cuerpo a su proximidad. No tenía cosquilleo en las
encías, ni la más mínima sensación de sed, cosas que sí sentía, aunque de forma soportable, con
todos los humanos con quien me había cruzado hasta ahora. Era sorprendente, no era necesario
el autocontrol, pues no había nada que controlar.

-¡Un Spideman! ¡Yupi!-agitó el juguete y comenzó a darle vueltas.

-No sabía si te gustaría, como no es un peluche...

-¡Spideman!¡Es un Spideman!- repitió, y me miraba con los ojos muy abiertos como si con eso ya
fuera suficiente respuesta.

Jugó un rato con él en una mano y su viejo muñeco en la otra, haciendo ruidos y onomatopeyas
varias con la boca. No se movió de mi regazo ni un solo momento, parecía que se había olvidado
de mí, hasta que de pronto se giró y, encarándome me miró con curiosidad.

-¿Poqué estás así?

-¿Así?

-Sí -de pronto alzó las cejas, como recordando algo.- ¿Es un disfrás? ¿Como Halloween? Me
gusta -me tocó la mejilla con sus deditos.

-Un disfraz-repetí sonriendo ante la idea.-Sí, estoy disfrazada. Y también me he disfrazado el


nombre, ya no soy la doctora Bella. Soy Elizabeth. De momento me puedes llamar Beth, no
cambia mucho.- Asintió, orgulloso de que su deducción fuera acertada.- ¿Crees que he cambiado
mucho?-él me estudió atentamente y se encogió de hombros.

-Un poco. Pero eres tú. Beth -de pronto me abrazó.-No te vayas, Bella-Beth.

-Sólo Beth, cariño. Eh, eh, ¿nadie te lo ha explicado? ¿No sabes por qué estás aquí, en este
cuarto?-el negó con la cabeza.-Vas a venir conmigo, dentro de unos días.

Quedó boquiabierto, mirándome de hito en hito, como buscando dónde estaba la broma. De
pronto pareció mayor de su edad. La necesidad le había hecho crecer. Y se quedó sin palabras.

-Ya quería llevarte conmigo hace semanas, ¿sabes? Pero me puse... enferma, y no podía venir a
por ti hasta que no estuviera bien del todo-entonces su sonrisa iluminó la habitación.

-Quero irme contigo ya.

-No... no me dejan, cariño. Han de pasar unos pocos días, son las normas de este sitio. Y no le
tienes que decir a nadie que soy Bella y que me conoces, ¿de acuerdo? Si no perderé el
concurso de disfraces -dije muy seria, y tuve la certeza de que él entendía perfectamente lo que
era guardar un secreto y que era importante.

-¿Serás mi mamá?

-Bueno, algo parecido- asentí y rió, pero de pronto su alegría volvió a empañarse; parecía que su
estado de ánimo oscilaba con facilidad, quizá por la inseguridad que sentía.

-¿Te pondrás enfema otra ves?-la infinita tristeza de sus ojos marrones me llegó al corazón,
atravesándolo.

-No temas, que ya no estaré enferma. Nunca más.

Entonces se aferró a mí con toda la fuerza de sus bracitos y murmuró algo que si no hubiera sido
por mi especial sentido del oído no habría podido escuchar.

-No quero estar solo.

No me costó poco despedirme de Daniel, pero tras asegurarle cien veces que iba a volver, al final
accedió a separar su manita de la mía.

Jasper aguardaba en una especie de amplia y bastante triste sala de espera. Estaba claro que al
centro de acogida de menores le iba a ir muy bien la generosa donación que supuestamente
había hecho un adinerado empresario anónimo. En la esquina de la sala una funcionaria escribía
en su ordenador, echándole miradas mal disimuladas a mi fingido hermano.

-Ha ido bien, por lo que veo-se levantó al acercarme.

-Sí... muy bien-asentí aliviada.- Hasta mañana-saludé a la funcionaria mientras pasábamos


enfrente de ella, pero ella sólo tuvo ojos para Jasper.

Una vez fuera le expliqué los pormenores de la reunión.

-Gracias, Jasper, muchísimas gracias por ayudarme... no me lo puedo creer, lo bien que ha ido
todo-sacudí la cabeza con incredulidad.- ¿Sabes que ni siquiera he sentido la más mínima sed?
-Puede que porque a Daniel ya lo conocías y lo querías de antes-dijo pensativo.-De todas formas,
eres una vampira muy... humana, y creo que tiene que ver con tu transformación, distinta a
cualquiera que haya conocido... oh, lo siento-añadió rápidamente al darse cuenta de cómo
cambiaba mi cara.

-No importa-sacudí la cabeza, obligándome a no pensar en mi transformación.-Lo que importa es


que dentro de unos días podré tener a Daniel en acogida.-Sonreí al pensar en la idea, sintiendo
mi pecho más ligero.- Espero de veras que todo esto no sea un problema para vosotros, Jasper.

Él negó con la cabeza.

-Será una nueva experiencia. Y eso, a mi edad, es decir mucho, Bella- sonrió él.

De camino a casa no pude evitar pensar en Angela y en mis padres... con ellos no sería tan fácil.

*º*º*º*º*º*

EPOV

La vieja canción de Queen resonaba en mis oídos mientras contemplaba la bahía de Vancouver.
Jamás dejaba de maravillarme cómo siempre había una melodía, o la letra de alguna canción,
apropiadas para acompañar cada momento de la vida. Parecía que el autor hubiera escrito
aquello para mí.

No hay tiempo para nosotros


No hay lugar para nosotros
¿Qué es eso que construye nuestros sueños y aún así se nos escapa?

Ayer… deseé que no te controlaras tanto...

¿Quién quiere vivir para siempre?


¿Quién quiere vivir para siempre?

Tú también me gustas, más de lo que debería... ¡Edward, por más que aguantes bien el frío vas a
enfermar si seguimos aquí fuera! Vamos adentro, anda, que estás helado.

No hay oportunidad para nosotros


Está todo decidido para nosotros
Este mundo sólo nos tiene un dulce momento reservado

No tengas miedo, amor. No te dejaré.

¿Quién se atreve a amar para siempre?


Cuando el amor debe morir

¿Recuerdas que me dijiste que sólo desaparecerías de mi vida si yo te lo pedía? Quiero que lo
hagas, Edward. No quiero verte más.

¿Había muerto el amor? No el mío. ¿Y el de Bella? ¿Podía lo que hice conseguir que se
esfumara sin más todo lo que ella sentía por mí? No, no lo creía, no podía creerlo. Porque si de
algo estaba seguro era de la profundidad de sus sentimientos. Aunque sólo fuera porque
únicamente desde unos sentimientos intensos podía hablarse con tanto dolor, con el corazón
herido tan a fondo como ella me había hablado.

Pero toca mis lágrimas con tus labios


Toca mi mundo con las yemas de tus dedos
Y podemos tener para siempre
Y podemos amar para siempre

Nadie puede darme más humanidad que tú, amor. No necesito nada, nada más que tú. Tú lo eres
todo. Por favor...Por favor...No tengas miedo...eres mi vida.

Siempre es nuestro ahora


¿Quién quiere vivir para siempre?
¿Quién quiere vivir para siempre?
Siempre es nuestro ahora

¿Quién espera para siempre,de todos modos?

Yo. Yo la había esperado, la había tenido, y la había dejado marchar. Y podría ser capaz de
esperar de nuevo. ¿Pero cuánto? Llevaba semanas sin verla, y si fuera posible que los vampiros
enfermáramos, yo lo habría hecho. El vacío que notaba dentro de mí no lo podía llenar nada, ni la
caza, ni la música, ni siquiera mi trabajo, que había abandonado por completo.

Carlisle, siempre práctico, había mediado para que el hospital me diera un permiso sin sueldo de
unos meses, aduciendo motivos de salud. De lo contrario, por sólo cinco meses que me faltaban
perdería los cuatro años de especialización y tendría que volver a empezar.

No era algo que me preocupara. "Siempre es nuestro ahora". Tenía años por delante para
preocuparme por eso.

Volví sobre mis pasos, mientras una idea se abría paso en mi mente como los rayos de sol entre
unas nubes de tormenta. No podía esperar más. Necesitaba estar cerca de ella, sin que Bella lo
supiera. No soportaba más esa sensación de vacío, y estaba seguro de que tan sólo estando en
la misma ciudad que ella me sentiría mejor. Allí podría esperar el tiempo que hiciera falta.

-Edward, hijo, ¿otra vez esa canción?-murmuró Carlisle en cuanto abrí la puerta.

Estaba sentado en el sillón del comedor, leyendo una revista médica. Esme ojeaba la prensa
diaria en su portátil, recostada en el sofá.

Me quité los auriculares y enrollé el cable del Ipod. Tuve ganas de ser grosero y decirle que ya
era centenario para que se metiera en mis cosas, pero me aguanté porque sabía que lo decía
desde la preocupación.

-Sí. Me calma mucho-repuse al final.

-No estoy muy seguro de eso... ¿has aprovechado el paseo para pensar en la oferta que te hice?

-¿Acabar la especialidad en tu hospital? No, no he pensado en ello. No lo veo claro, Carlisle. No


tengo la cabeza para eso, ahora.

Ni el corazón...

-Hijo, ¿has leído hoy la prensa de Seattle?-Esme me observó con intención. Negué con la
cabeza.-Pues échale un vistazo a esto.

Me senté a su lado y tomé el portátil, leyendo la noticia que me había señalado.

Ahora ya tenía más motivos para volver a Seattle.


Hasta el jueves, chicas. Besos.

Hola, chicas. Hos traigo el del miércoles-jueves...;-)

Voy a hacer un comentario global sobre vuestros comentarios. Creo que tengo alguna
lectora de huelga y a todas deseando la reconciliación. Yo también la deseo. Pero quería
deciros algo... no me parece justo con la historia deciros "en tal capítulo habrá
reconciliación", y no lo voy a hacer. Sólo os diré que calculo como mucho diez capítulos
para el final, y que no, NO la dejaré para el final... No voy a adelantar algo que no me sale
hacer antes, y no es por fastidiar. Quiero decir... si ya desde el primer capítulo al segundo
hubiera puesto un lemon... ¿os habría resultado creíble? La cosa va como va, y es lo que
me sale. Espero que os siga interesando, pero si no, el que tantas hayáis llegado hasta
aquí ya es más de lo que esperaba cuando comencé a publicar.

Gracias como siempre a Maria José, a Pegn, y en este también Anaidam por darme su visto
bueno. Un beso a todas, chicas. Y gracias a YoliCullen, v. cullen, salyLuna, Berta,
AnithaPattzCullenPacker , nohemi, PRIGSPE, Kisara Mansen, ElyCullen M, CindyLis, Luna
Cullen Masen, paola Cullen, Lizco2 y Nurymisu por vuestros comentarios.

Capítulo 50

BPOV

Daniel levantó tanto la cabeza que estuvo a punto de perder el equilibrio.

-¡Qué grandeeee!

-Nuestra casa está en el último piso, el de arriba de todo -señalé con una mano, removiéndole el
cabello con la otra.

-¿El útimo?-abrió los ojos como platos, mirando alternativamente al edificio y a mí.- ¿Viviremos
aquí?

-De momento sí, cariño. Tenemos que quedarnos en Seattle por lo menos un mes más, y cuando
los servicios sociales -me miró sin comprender y le expliqué- los que te estaban cuidando hasta
ahora, nos den permiso... nos marcharemos.

-¿A dónde, Beth... Bella?

-A Nueva York, pero... ya hablaremos de eso, ¿vale?

Tiré de su manita y nos encaminamos hacia el portal del edificio. Sentía esa extraña sensación en
la piel, esa intuición del cuerpo que me indicaba que el sol estaba a punto de abrirse paso entre
las nubes, y no quería que me pillara en medio de la calle. Moví la cabeza mientras buscaba las
llaves en mi bolso. Tenía que tener más cuidado, ahora estaba a cargo de alguien, no podía
permitirme desvanecerme en plena calle. Aún era demasiado joven como para aguantar más de
un par de minutos consciente bajo los rayos del sol.

Me estaba resultando más difícil de lo que había supuesto cambiar mi chip y meterme en la
cabeza que a partir de ahora alguien dependía de mí. Una mujer embarazada tenía nueve meses
para hacerse a la idea de que iba a tener a su hijo, y para preparar las cosas. Una mujer que
adoptara tenía también varios meses para disponerlo todo. Yo había pasado por una primera fase
de preparación mental cuando me había planteado la acogida de Daniel, que se había roto en mil
pedazos tras mi transformación, y poco a poco había vuelto a construirse.
Pero en el estado en que me encontraba mi salud mental no podría haber aguantado una nueva
decepción, así que no me permití ilusionarme hasta que no tuve los papeles firmados, y eso había
sido hacía dos semanas. Desde entonces había preparado la casa a conciencia hasta el último
rincón, o eso creía: un dormitorio infantil completo para Daniel, un cuarto de juegos anexo (tuve
que contener a "tía" Alice en su afán de comprarle juguetes al pequeño, casi comparable al de su
afición a la moda), algunos cuentos para leerle, películas infantiles, vestuario (de nuevo me gané
el adjetivo de "cortarrollos" por parte de la menuda vampira), alimentos... Por supuesto, la
seguridad era una de mis principales obsesiones: cierres de seguridad en los lugares donde
guardábamos los productos de limpieza, protecciones en los mandos del gas de la cocina,
medicamentos (los pocos y básicos que había comprado para Daniel) en la parte alta de un
estante de la cocina...

Estaba ansiosa por poder cuidar de Daniel, por darle el cariño y el amor que le habían faltado
durante toda su infancia. Su amor inocente era un sedante para el vacío que tenía dentro de mí.

-El tío Jasper y la tía Alice están arriba y tienen ganas de verte-informé al pequeño, quien asintió
satisfecho.

Ambos me habían acompañado a alguna de las visitas que había estado haciéndole a Daniel en
el centro de menores las últimas dos semanas, y el niño, acostumbrado a una existencia solitaria
con su madre, estaba encantado de tener una familia de acogida tan grande. Le había explicado
que le faltaba conocer a cuatro familiares más y eso había incrementado su entusiasmo.

Al principio había temido que a ambos les resultara molesta la presencia de un niño humano en la
casa, pero tal como Jasper había explicado se lo habían tomado como una nueva experiencia, y
sorprendentemente hasta para ellos, estaba resultando una grata experiencia.

Daniel era un niño muy inteligente y había entendido bien lo que era guardar un secreto. No me
llamó Bella ni un solo momento de los que fui a visitarle. Y tenía buena memoria. Un día me
preguntó por mi novio... había puesto aquella carita de recelo. Intenté no alterar mi expresión y,
notando la familiar punzada en el pecho, le había contestado que ya no tenía novio. Pero no pude
engañarle con mi forzada tranquilidad, porque luego se quedó muy serio y no dijo nada.

Una vez en el ascensor marqué el código para subir al ático.

-¿Poqué haces eso?- además de estar en la edad del "por qué", que tentaba la paciencia de
muchos padres, Daniel era un niño muy curioso y le gustaba saberlo todo.

-Es el número privado de nuestro piso.

-¿El asensor es nuestro?- siguió con los ojos como platos.

-No, cariño-sonreí.

Las puertas se abrieron y tomándole de la mano nos dirigimos hacia nuestro piso, cuyas puertas
ya estaban abiertas de par en par.

-¡Eh, mira quién está aquí!- exclamó Jasper dirigiéndose hacia nosotros con una amplia sonrisa.
Alice lo seguía con su andar de bailarina y parecía a punto de echarse a dar saltitos, pero se
contuvo.

-¡Tío Jasper, tía Alice!-Daniel echó a correr y se lanzó en los brazos del primero, quien lo elevó
sobre su cabeza y empezó a correr por el piso de esa guisa, provocando las risas del niño. -
¡Vuelo, vuelo!-exclamó extendiendo los brazos.
-Jasper, lo vas a marear... acaba de desayunar... ¡vomitará!

-Eh, venga, no empieces a sobreprotegerlo, Bella-Alice me dirigió una mirada de sorna.

-Puff, como para no preocuparme... ¿qué experiencia tenéis tratando con niños?-repuse con los
brazos en jarras.

-La misma que Daniel tratando con vampiros- arqueó las cejas y me sacó la lengua.-Será
divertido aprender.

-Pero no olvidéis que los niños son más frágiles que...

-Isabella Swan, si te vas a poner así nos mudaremos de piso-se enfurruñó.

-¡No! No... no quiero estar sola.

-No lo decía en serio, boba. Es demasiado pronto.

-Sí, todavía necesito vuestra ayuda en mi iniciación como vampira.

-Ah, sí, respecto a eso también es demasiado pronto-torció la boca sin mirarme.

-Alice, no empieces-le advertí.

-No sabes el estado en el que está Edward, Bella. Si lo vieras...

-¡No!-la interrumpí.-Para, por favor... ahora no. No me estropees la alegría por Daniel-supliqué.-
Alice frunció los labios con fuerza pero dejó de hablar, pensativa, mirándome de hito en hito.

No podía volver a ver a Edward. Él me había hecho latir el corazón como nadie, él mismo me lo
había parado con su veneno, y ahora se lo había llevado consigo, dejando en el hueco un dolor
que palpitaba, y que apenas había perdido fuerza a pesar del transcurrir de las semanas. Si lo
veía ese dolor sería aún más difícil de soportar.

Alice exhaló con fuerza y, tras pronunciar un "no voy a dejarlo estar tan fácilmente" tomó mi mano
y me arrastró hacia el comedor, donde Jasper le estaba enseñando al pequeño su "juguete"
favorito de toda la casa: la Playstation. Daniel estaba tan excitado como cualquier niño normal
habría estado en la mañana de Navidad.

-Jasper, no, Daniel aún es muy pequeño... oh, dios-me puse las manos en la cabeza.- ¡No quiero
que se acostumbre a eso todavía!-le quité al niño el mando del juego con suavidad y no le hizo
nada de gracia.

-Bella, yo quero, yo quero, yo quero... -hizo un puchero tremendo tendiendo sus manitas para que
le devolviera el mando y yo miré al rubio vampiro, fulminándolo.

-En otro momento, cariño- repuse con suavidad e intenté una maniobra de distracción.-¿Alice, por
qué no le enseñamos el piso a Daniel? Seguro que le encantará su habitación.

-Claro que sí-Alice cogió al pequeño y lo subió a sus hombros.-Vamos a hacer una ruta turística
por tooooda la casa. ¡Recuerda bajar la cabeza cuando pasemos por las puertas!

-No eres tan alta, Alice-comenté entre dientes y esta vez fue ella quien me fulminó con la mirada.

Escuché las carcajadas de Daniel mientras los seguía por el enorme ático y sentí algo parecido a
la felicidad por primera vez en semanas. Tenía la acogida de Daniel, Alice y Jasper se llevaban
de maravilla con él y, pasado el mes que exigían los de Servicios Sociales para venir a visitarnos
y controlar cómo se encontraba el niño en nuestra compañía, podríamos marchar y empezar una
nueva vida. Según mi nueva biografía yo era la hermana de Jasper Whitlock, empresario, ambos
herederos de una fortuna y con domicilio en Seattle y Nueva York, que había pedido por motivos
humanitarios la acogida de un niño.

El dinero y las trampas cibernéticas abrían muchísimas puertas, me dolía reconocerlo pero era
verdad. Tan sólo se me había dado la directiva de permanecer localizable en uno de los dos
domicilios por si aparecía el padre de Daniel y había un cambio en su situación legal.

Alice y Daniel estaban recorriendo el piso de arriba del dúplex, y este lanzaba exclamaciones de
admiración observando la vista que tenía desde el enorme balcón (para mi alivio ella había sido
prudente y lo había depositado en el suelo).

De pronto pensé con angustia en que se me había olvidado poner algún tipo de seguridad en
esas partes. Tonta de mí, no lo había pensado. Y seguro que el agente de Servicios Sociales lo
constataba. Hoy mismo saldría a buscar más dispositivos de seguridad.

-No puedes salir a la terraza ni abrir ninguna ventana sin mi permiso, ¿de acuerdo, Daniel?- el
niño asintió con los ojos brillantes.

El pequeño entró de nuevo en la casa y se dirigió a la única habitación con la puerta cerrada.

-¡No!-dije de forma inconsciente.

Alice me miró con reprobación.

-Para él sólo será una habitación con un piano, Bella -regañó, y se dirigió hacia el niño.

-Ven, entra con la tía Alice- el niño me miró, inquieto al ver mi reacción.

-¿Hay monstruos?-murmuró, y a mi pesar sonreí.

-No... – no para ti- sólo un piano. Es una tontería mía. Entra. Ya verás qué bonito es.

Sin tenerlas todas consigo me hizo caso y le escuché dar grititos de alegría al descubrir el
instrumento. Alice le dejó tocar algunas teclas.

-Me gusta-le escuché decir.

-Quizá deberíamos apuntarte a clases de música...-oí decir a Alice.

Nadie había tocado ese instrumento desde que Edward se había marchado.

No tengas miedo, amor. No te dejaré.

De pronto me dolió cada una de las notas que salían del instrumento y tuve que alejarme de él.

EPOV

Aquella mujer estaba durmiendo profundamente. Sólo tenía que lanzarme sobre ella, y pronto,
demasiado pronto, habría acabado todo. Quizá debería despertarla para que sintiera el terror de
lo que se le venía encima. Me escocían las encías sólo de imaginarme bebiendo toda su sangre,
dejándola exangüe. Después sería fácil de fingir un suicidio. Algún corte en el cuello, y algunos en
las muñecas.
No era la primera vez que lo hacía.

Fantaseé durante horas con esa idea, mientras ella, ajena a mi presencia en la oscuridad de su
habitación, dormía tan plácidamente que eso no hacía más que alimentar mi ira.

Había acabado con la vida de su hermano, de la novia de éste, había amargado la vida de su
propio hijo, había estado a punto de matar al ser a quien yo más amaba y había destrozado
nuestra vida. Y dormía plácidamente sin apenas moverse, en la habitación de una institución
psiquiátrica.

Cuando Jasper y Alice atraparon a JT, la dejaron encerrada en su propia casa tras hacer una
llamada telefónica anónima y avisar a la policía. Emmet se encargó de borrar su memoria antes
de que llegaran los agentes, que aún están intentando localizar a quien la entregó. Al principio
había ingresado en prisión provisional, pero sólo unas semanas. La prensa había informado de
que Jane Taylor, de quien la policía aún desconocía todo su pasado criminal, presentaba rasgos
de esquizofrenia, por lo que se la había trasladado a una cómoda habitación individual de un
psiquiátrico.

Yo estaba seguro de que ella estaba engañando a los psiquiatras, era muy inteligente o no habría
podido hacer todo el daño que había hecho y salir impune hasta el momento. Pero su impunidad
se había acabado. Llevaba días sin alimentarme para que no me costara tanto hacer lo que había
planeado. Al fin y al cabo llevaba décadas sin acabar con ninguna vida humana.

Entonces ella despertó. Quizá quería ir al baño. Me acerqué más a ella y le tapé la boca. Pude
ver el terror en su mirada mientras ahogaba un grito contra la presión de mi mano.

-Buenas noches, señora Smith... –susurré cerca de su oreja- ¿o debería decir Taylor? Vengo a
traerle recuerdos de parte de su hermano-esta vez el horror la dejó sin voz pero sus ojos parecían
a punto de salir de sus órbitas.-Y de la que iba a ser su cuñada. También su hijo le manda
saludos, pero el más especial viene de la doctora Swan. Creo que la recuerda-siseé.

Contemplé sus ojos llenarse de lágrimas pero, cuando estaba a punto de compadecerme de ella,
en el caos de pensamientos que era su mente apareció la imagen de Bella mientras su coche se
echaba encima de ella. Tuve que ejercer todo mi control para no destrozarle el cuello en aquel
mismo momento.

Quería que supiera lo que iba a pasar, y por qué.

-Has sabido huir hasta ahora. Has conseguido engañar a los médicos para escaparte de la cárcel,
y la policía aún no conoce la mayoría de tus crímenes. ¿Qué explicación les diste para el cambio
de apellido? Sabes que sospechan que mataste a tu hermano, pero sin tu declaración ahora es
imposible probarlo - miré a mi alrededor.-Si por lo menos estuvieras pudriéndote en una celda
durante toda tu vida... quizá me habría apiadado de ti. Pero creo que no... Un monstruo como tú
no tiene derecho a seguir en este mundo. No sé qué pasado te habrá convertido en lo que eres
ahora, pero no puedo dejarte con vida.

Al escuchar mis palabras varios recuerdos se agolparon en su confusa mente, mezclados con
silenciosas súplicas de que la dejara vivir. Jadeé. Había leído en los informes psiquiátricos los
antecedentes personales y la historia familiar de aquella mujer y, aunque no me había creído
nada, sabía que era probable encontrarme con algo así... que era difícil que una persona tan
trastornada hubiera tenido un pasado feliz, pero las imágenes que acudieron a su mente me
asquearon y me revolvieron por dentro. Una sucesión de imágenes sueltas me mostró una
infancia con abusos, soledad, abandono... de repente necesité salir de allá, tomar aire.

Su corazón latiendo acelerado, el amargo olor de su miedo y los sollozos ahogados por la mano
con que la amordazaba se me hicieron demasiado insoportables. Vi ante mí la expresión de
decepción e intensa tristeza de Carlisle... la que hizo cuando, hace ya una eternidad, se enteró de
que había cedido a mi sed de sangre con la excusa de hacer justicia. Su fisonomía fue cambiando
hasta que pude reconocer la cara de Bella.

Suspiré. Había pasado el momento, y lo sabía. Ahora ya no era capaz de hacer lo que había
venido a hacer.

-Escúchame bien, Jane Taylor, porque sólo lo voy a decir una vez-siseé en el tono de voz que
había comprobado que podía helar la sangre de cualquier humano.-Sé que tu vida ha sido una
mierda. Pero eso no te daba ningún derecho a hacer lo que hiciste. Eras plenamente consciente
de tus actos y de sus consecuencias. No debes estar en una institución psiquiátrica, sino en una
cárcel. En cuanto se haga de día llamarás a tu abogado y le dirás que vas a confesar todos tus
crímenes. Le dirás también que has estado fingiendo una enfermedad mental, y que eras
consciente de lo que estabas haciendo en cada momento. Y cada noche, antes de acostarte,
pensarás en las vidas inocentes que has segado o destrozado.

Hice una pausa para que mis palabras penetraran bien en su consciencia. Su mente se revolvió
durante unos instantes ante la idea de confesar.

-Harás lo que te he dicho-continué con la misma voz.- Sabes que lo harás. De lo contrario, será
mejor que no duermas nunca, porque vendré a buscarte la noche que menos lo esperes y mi cara
será lo último que verás antes de que tu corazón se pare. Te lo prometo.

No estaba disfrutando con esto. No me gustaba su sufrimiento, pero también me importaba bien
poco. Ahora que mi sed de sangre había cedido, sólo quería justicia.

Vi que tras un corto debate interno ella cedía.

-Ahora te voy a soltar, pero no intentes nada, porque antes siquiera de que lo hubieras pensado
estarías muerta. Quiero que digas en voz alta que harás lo que te he pedido- la liberé y esperé.

Su corazón latía enloquecido, temblaba y sudaba miedo en estado puro. Estaba aterrorizada,
pero a pesar de eso logró abrir la boca y articular unas palabras.

-Sí, haré lo que me has pedido-repuso con voz rota y temblorosa.

Sabía que lo haría. Me giré, dispuesto a salir de la oscura habitación conforme había entrado,
como un fantasma, pero de pronto recordé algo.

-Una última cosa...-escuché su corazón latir con fuerza- ¿dónde está el padre?

El siguiente... lunes (o domingo, no lo sé, de veras). Besos a todas, y gracias por dejar vuestras
opiniones, positivas o negativas.

Buenas noches. Os traigo el siguiente. El próximo ya sabéis, miércoles o jueves. Os


recuerdo que una semana de este mes sólo colgaré un capítulo, probablemente la última
de agosto o la primera de septiembre, necesito un poco de descanso.

Gracias por ser incansables y seguir leyendo y comentando lo que pensáis. Gracias a
Maria José y Pegn por darme confianza y por hacerme pensar, y a YoliCullen por sugerirme
el EPOV.

Bienvenida, Rocha!
.

Sobre el 50

Luna Cullen Masen, gracias por tu confianza.

PRIGSPE, Bella está en modo sobreprotector...

nohemi, gracias por tus palabras :-*

I love Edward... te expresas muy bien, bueno, llevaremos a Bells al psiquiatra de vampiros
XD

Nurymisu, gracias, quería que pareciera que la iba a matar... él lo creía, pero yo ya sabía
que no podría ;-)

dAnii. Cullen -Tsukino, sí, creo que confesará...ya nos podemos olvidar de ella.

bellaliz, gracias por el voto de confianza.

nath89, la clave la dices tú, ella aún no está preparada, pero no queda mucho.

yamira hrdz, Edward te da las gracias por defenderle. Gracias por tu comentario.

Cris Cullen Black, tus pocas palabras bastan, jajaja.

Sophia76, gracias guapa.

SalyLuna... tú crees? Veremos ;-)

lizco2, Edward hizo cosas más fuertes en su pasado... pero eso es sólo pasado. Ya sabes.

Paola Cullen, Bella está un poco cerrada, pero poco a poco...

CindyLis, gracias por tus palabras.

isa-21, tranquila, no recae.

LadyArwen, qué tal tus vacaciones? Sé que estás contenta con lo de Jasper, jajaja. Tarde
pero en fin.. salió. Respecto a Ed... no, no lo veía yo matando otra vez.

Capítulo 51

BPOV

-Hoy se ha dormido pronto-murmuré mientras bajábamos las escaleras.

-Sí, estaba hecho polvo después de la visita al zoo -repuso Alice.- Hay que ver la energía que
tienen los niños humanos, ¡yo no sé cómo los padres les pueden seguir el ritmo! –compuso una
cara divertida.

-Como pueden, Alice, como pueden-sonreí, sacudiendo la cabeza.

Jasper estaba mirando las noticias en la TV con un volumen de voz inaudible para cualquier
humano. Cuando entramos en el comedor giró la cabeza y me miró.

-Creo que esto te interesará, Bella- señaló con la cabeza.


Entonces me situé ante la pantalla y una corriente de ira me atravesó el cuerpo. Eran las noticias
locales. Salía la imagen de JT, esposada mientras la sacaban del coche policía y la conducían a
la prisión del estado.

"... ha confesado también el asesinato de su hermano y de la novia de este, así como que alteró
toda su declaración con vistas a una sentencia más suave y no tener que ingresar en prisión. La
señora Taylor decidió cambiar su declaración aduciendo remordimientos de conciencia"

-¿Conciencia? -bufó Alice- ¿Habéis visto el terror en su mirada?- Jasper asintió entrecerrando los
párpados.

-¿Qué queréis decir?-repuse sin perder de vista la pantalla.

-Bella, alguien le ha hecho una visita que le ha hecho cambiar de idea. Cualquier vampiro que
haya vivido unos cuantos años conoce bien esa expresión de pánico cristalizado.

-¿Quieres decir que uno de los nuestros...?-no pude seguir.

Ellos sabían quién lo había hecho, y yo también. Me mordí el labio sin apartar la vista de la
pantalla, notando el peso de la mirada de Alice y Jasper sobre mí.

Había montado en cólera cuando me enteré de las declaraciones de JT, de que no se estaba
haciendo justicia y de que, como siempre, esa mujer iba a salirse con la suya. Pero yo ya tenía
demasiados frentes abiertos, aunque pensaba ocuparme de ella tarde o temprano.

Edward se me había adelantado. Por unos instantes me pregunté qué habría hecho yo si la
hubiera tenido delante de mí, y si a él si le habría resultado difícil dejarla con vida. De pronto sentí
la familiar sensación de que las paredes se me echaban encima y tuve que salir a la terraza,
respirando la fresca y lluviosa noche de Seattle. Alice me siguió.

-¿Hasta cuándo, Bella? ¿Cuándo dejarás de castigarle y hacerte daño a ti misma? ¿Alguna vez
podrás hacerlo? ¿No podrías por lo menos verle y hablar con él?

-No...-negué con la cabeza y la miré, intentando apuntalar el muro que soportaba mi vacío -
Todavía no le he perdonado, Alice. No dejo de sentir la misma oleada de rabia cada vez que
recuerdo lo que hizo.

-Bella... la eternidad es muy larga para pasarla sola... créeme. Deberías darle una oportunidad.
Aunque te refugies en el cariño que sientes por Daniel y que él te devuelve, no tendrás suficiente.
Y no creo que eso sea bueno para nadie, ni tan siquiera para el niño.

-Déjalo, Alice. No puedo pensar en eso ahora-fijé mi atención en las luces nocturnas de Seattle.

-Tendrás mucho tiempo para pensarlo. Créeme- repuso muy seria.

Se retiró al interior del piso y tomó a Jasper de la mano.

-Buenas noches-me dijo este mientras se retiraban. Alice, mosqueada, ni tan siquiera me miró.

Me quedé allá durante horas. La mitad de ellas permanecí en ese letargo semi-consciente que
era lo más parecido al estado en que me sumí tras mi transformación. No pensaba en nada. Lo
malo era que no podía mantenerlo mucho tiempo seguido. Sin poderlo evitar los pensamientos
invadían mi mente, y me costaba mucho volverlos a alejar. No, no eran los pensamientos. Era el
pensamiento. Sólo había uno.

Una y otra vez el mismo nombre. Los recuerdos no se podían bloquear mucho tiempo seguido. Lo
había conseguido al principio, pero cada vez era más difícil. Recuerdos de momentos vividos con
Edward, momentos agridulces. Habían parecido tan dulces cuando los viví... pero vistos desde el
ahora eran dulces en su aparición y con un regusto amargo al marcharse... el regusto amargo de
la pérdida. Ese Edward no era el que me transformó con la excusa de amarme. Aquél había
desaparecido bajo las ruedas del coche de JT. Suspiré. ¿Debería hacerle caso a Alice y hablar
con él? ¿Y si al verle me dejaba llevar por mi cuerpo traidor y después me sentía peor aún?

Entonces escuché a Daniel llorando y salí corriendo en dirección a su habitación. Lo encontré


sentado en la cama, llamándome.

-Bella. Tengo miedo-balbuceó.

-¿Otra pesadilla?- pregunté con suavidad, inclinándome sobre él.

Algunas noches el pequeño se despertaba gritando o llorando, y casi siempre era el mismo
sueño. Lo saqué de la cama, colocándolo en mi regazo y abrazándolo. Estaba ardiendo.

-Sí... estaba solo. Y estaba oscuro. Mi mamá se iba, yo la llamo, pero no viene -sollozó, mientras
secaba sus lágrimas y lo mecía.

-No estás solo. Tú no estarás solo, nunca-le prometí por enésima vez.-Estás ardiendo. ¿Te
encuentras bien? ¿Te duele algo?

-No... la cabeza, un poco.

-Voy a buscar un termómetro, y algo para darte-me incorporé.

-¡No! No te vayas-dijo aterrorizado, aferrándome.

Me dirigí a la cocina con él en brazos, alcanzando el botiquín. Le puse el termómetro y me senté


a esperar que pitara con él en brazos y con la botellita de paracetamol enfrente de mí sobre la
mesa del comedor.

Miré el aparatito: marcaba 40 grados. Me inquieté mucho y entonces recordé las palabras de
Emily, cuando me explicó que con su primer hijo se ponía histérica por nada. Lo primero que hice
fue darle el jarabe. Luego, siempre con él en brazos porque no había manera de dejarlo solo, fui a
buscar mi instrumental médico. Lo tumbé en el sofá y lo exploré por completo. No veía de dónde
venía esa fiebre. Me fijé antes que nada en que no tuviera manchas en la piel, o rigidez en el
cuello, en cuyo caso lo habría llevado a Urgencias. Pero todo estaba bien.

-Te voy a llevar a la cama. No te preocupes, me quedaré contigo toda la noche.

-Sí-musitó, sin abrir los ojos.

Lo deposité en la cama, me senté a su lado y le di la mano. El reloj de la habitación marcaba las


tres de la mañana. No le quitaba la vista de encima, vigilando cualquier cambio de coloración, en
su respiración o en sus latidos. Tenía miedo de que tuviera algo grave, una angustia que apretaba
mi pecho cada vez más, conforme pasaban los lentos minutos. ¿Cómo podía ser que el tiempo de
pronto pareciera alargarse de forma imposible? Tuve que racionalizar antes de que me diera un
ataque de ansiedad... no era normal que estuviera tan ansiosa por algo que ya conocía.

La fiebre no bajaba, y aunque yo misma sabía que eso no era mala señal, me impulsaba a
llevarme al niño al Servicio de Urgencias más cercano. Pero aquella noche no sólo Daniel tuvo
pesadillas. Mi imaginación me jugaba malas pasadas, y me imaginaba perdiendo al pequeño por
una infección grave. Alejé como pude esos negros pensamientos que me atacaban una y otra
vez, mordiéndome. Dios, ojalá pudiera tomar un ansiolítico, hacer unas respiraciones de yoga,
algo... me sentía impotente para cuidar del pequeño, y para calmarme.

Y de pronto tuve una especie de revelación. ¿Sería eso lo que Edward sentía por mí cuando yo
enfermaba? Cuando tuve la gripe, el accidente de coche... ¿cómo pudo soportar mi debilidad,
mi... mortalidad? Y... ¿qué hacía yo cuidando de un niño, un niño que se haría mayor,
envejecería, moriría? ¿Sería capaz de transformarlo contra su voluntad con tal de no perderlo si
él se negaba? Oh, dios, dios, dios... no, no. El dolor que todos estos pensamientos me produjeron
me hizo doblarme sobre mí misma, pero no solté la mano de Daniel.

Pero el dolor no calmó. Tenía una tempestad dentro y era imposible de sujetar. Las ideas que
violentaban mi interior en estos momentos no eran nada que yo supiera ya, pero era como si de
pronto mi corazón las comprendiera. Obsesionada por cuidar del pequeño, por el cariño y la
responsabilidad que sentía por él, había creado en mí y en él unas expectativas que quizá no era
lo mejor para Daniel.

-Beth... Bella -el pobre aún se liaba con mi nombre.

-Dime-te puse el termómetro aprovechando que estaba despierto.

-¿Duermes?

-No, cuido de ti.

-¿Queres dormir aquí?-tocó un lado de su cama con la palma de la mano.

-¿Te encuentras mejor?

-Sí.

Me acosté a su lado y le quité el termómetro. Ahora tenía 38 grados.

-Duerme, cielo. Estoy aquí.

Al dia siguiente, con la luz del día, las cosas no parecían tan negras. Volví a explorar al pequeño
y vi que estaba empezando una otitis. Tranquilizada por esto, lo dejé durmiendo vigilado por Alice
y Jasper,y me fui a comprarle un antibiótico. Intenté no pensar en mi tormento nocturno. Me
sentía literalmente agotada, como si una violenta tempestad me hubiera zarandeado de un lado a
otro.

Cuando volví con el medicamento, Daniel estaba sentado en su cama y Alice le estaba ofreciendo
el desayuno. Mi amiga levantó la mirada y me observó de forma extraña, pero diría que sus ojos
tenían un brillo especial.

-¿Qué sucede?

-Nada- sonrió apartando la vista rápidamente.

Como si me lo creyera...

EPOV

Colgué el teléfono, cansado de mí, de ellos, de todo. Acababa de recibir el enésimo sermón por
parte de mi familia, esta vez de Carlisle. Todos los Cullen habían adivinado mi participación en el
supuesto arrepentimiento de JT, y estaban muy preocupados.

Incluso Rosalie me había llamado. Era lo único bueno de los últimos días. Eso y que por fin se
estaba haciendo justicia con la madre de Daniel.

Tras hablar durante horas, Rose seguía diciendo que había sido un egoísta con lo que hice, cosa
que yo no había negado jamás, pero también me dijo que hasta cierto punto entendía que hubiera
tenido esa reacción.

No dejaba de darle vueltas una y otra vez a lo mismo. Y lo triste es que cada vez llegaba a la
misma conclusión: en las mismas circunstancias, habría vuelto a cometer el mismo error. No me
imaginaba dejando demasiadas posibilidades a la muerte, simplemente no podía. Pero visto lo
que había pasado después, era capaz de reconocer que había cometido un error. Lo último que
hubiera querido era que Bella se sintiera tan mal... no estar con ella a su lado, apoyándola en los
primeros meses de su transformación, viviendo su primer día de caza... no me lo perdonaría
jamás.

Abrí la puerta en cuanto escuché sus pasos acercarse. Esperaba su visita. Alice me había dicho
por teléfono que quería hablar conmigo con urgencia. Pero no sonaba preocupada, al contrario,
así que no pensaba que fuera para hablarme de mis renovadas ansias asesinas.

-Buenos días, hermanito- Alice saltó a mi cuello, colgándose de mí mientras me daba un fuerte
abrazo.

Jasper fue más comedido y me dio una palmada en el hombro.

-¿Cómo te va, Ed?-Su expresión era feliz.

Abrí los ojos y mis cejas se arquearon al máximo.

-¿Que cómo me va?-los miré a ambos como si acabaran de bajar de una nave espacial o algo
así.

Algo escondían, estaban muy raros, Jasper no paraba de recitar decimales del número pi y Alice
estaba rememorando la Ilíada desde el primer canto, en griego clásico.

Odiaba que hicieran eso.

-Edward-mi hermana me tomó de la mano y me llevó hasta el sofá de la suite, donde tiró de mí
para que me sentara a su lado.-Tengo que explicarte algo.

-Lo sé. Otra vez Homero-rezongué.

-De vez en cuando me gusta contarte las cosas sin que tú te enteres antes, Gran Hermano. O
abrirte la mente sin que hurgues en ella. Y la Ilíada es una obra muy emotiva -estaba feliz.-
Escucha... –entonces sí, me abrió su mente.

En sus recuerdos vi las visiones que había tenido las últimas horas. No comprendía. Entonces
puso aquella mirada perdida, y vi que estaba escaneando el futuro.

Debía estar embotado por el dolor, porque me costó unos segundos comprender el mensaje que
Alice me intentaba transmitir..

Yo no aparecía en ninguna de las visiones que Alice había tenido las últimas horas. Ni una sola
vez. Había visto a toda la familia, pero no a Bella... ni a mí.

Mi respiración se hizo irregular.

-Crees que... que significa...-no me atrevía a pronunciar las palabras... a esperanzarme.

Alice me tomó de las manos.

-Edward... no sé qué ha sido. Algo ha pasado esta noche. Primero ella se enteró de lo de JT, y
discutimos- sonreí a mi hermana con cariño, estaba seguro de que discutieron porque había
intercedido por mí.- Luego estuvo muy inquieta. Daniel se puso con mucha fiebre, aunque parece
que sólo es una otitis,-explicó- pero... algo ha cambiado en ella.

Continué leyendo las visiones de Alice durante un buen rato, incapaz de creer que era verdad lo
que me estaba explicando. Pero al final desistí.

Me levanté y comencé a caminar arriba y abajo por la suite, la misma donde Bella y yo
compartimos nuestro fin de semana romántico hace lo que ahora me parecía una eternidad.

-¿Qué creéis que debo hacer?-me pasé la mano por el cabello, presa de la inquietud.

-Esperar, sin duda-repuso Jasper con serenidad antes casi de que yo hubiera terminado de
hablar.

-Jasper tiene razón-Alice se levantó.-Déjala que siga el camino que ha empezado. Pero creo que
tú estás al final de él.

-Espero que estéis en lo cierto- sintiéndome mejor que en muchas semanas, me apoyé en el
ventanal y miré a la ciudad. Mis ojos se dirigieron de forma automática a la misma dirección que
siempre. Sabía perfectamente dónde estaba nuestro ático.

BPOV

Cerré la puerta del piso con una sonrisa. El entusiasmo de Daniel era contagioso, y tras haber
pasado unos pocos días decaído por la infección volvía a ser él. Se marchó cogido de la mano de
Alice, pegando botes en el ascensor. Jasper estaba de viaje, en una especie de convención o
congreso de informáticos, no me quedó claro, donde solía hacer contactos para sus negocios.
Alice y Daniel iban a continuar su particular ruta turística por Seattle y hoy tocaba la Aguja
Espacial y el Centro de Ciencias, así que me abstuve de acompañarlos. No quería echar vinagre
en mis heridas, y aquellos lugares me recordaban demasiado a momentos felices ya pasados.

Encendí el ordenador, intentando dejar de cavilar. Iría mirando la oferta inmobiliaria en mi futura
ciudad de residencia, Nueva York. Afortunadamente el dinero no era un problema para los Cullen,
sin embargo a mí me dolía estar viviendo a costa de los ahorros de la familia, pero tanto Esme
como Carlisle se habían mostrado muy disgustados cuando insinué que eran demasiado
generosos conmigo. Para ellos era parte de la familia y punto. Sin embargo les prometí que en
cuanto pudiera me ganaría la vida y les devolvería el dinero. Carlisle sonrió amablemente y me
dijo que tenía todo el tiempo del mundo.

También quería echarle un vistazo al nuevo colegio que Esme me había aconsejado para Daniel.
Según ella era el mejor, y aunque aún faltaba un año para que empezara la escolarización
obligatoria había que empezar a mirar ya, pues los colegios de más prestigio tenían listas de
espera. Sacudí la cabeza, de nuevo entre maravillada y asqueada del poder del dinero. Parecía
que esa lista de espera se podía acortar con donativos a la Fundación que presidía el centro.
En aquel momento sonó mi móvil y me inquieté, temiendo lo que vendría a continuación. Miré la
pantalla y, en efecto, era Renée.

-Hija, ¿cómo te encuentras?

-Bien, mamá. ¿Y vosotros?

-También, aunque a ti sigo notándote la voz un tanto extraña. ¿Seguro que estás bien? ¿Va todo
bien con Edward?

Lo que me faltaba, Renée Swan y su sexto sentido.

-Va bien, mamá. Ya te dije que debe ser la línea, yo también te noto la voz distinta- repuse,
rogando que por lo menos como vampiro mintiera bastante mejor que como humano. A Alice no
la podía engañar, pero a mi madre...

-Sí, ya me lo dijiste, pero... lo que pasa es que te noto triste -definitivamente, mi madre seguía
teniendo su detector de mentiras a máxima potencia, o yo era la vampira más inútil del mundo en
cuanto a engañar humanos se refería.

-Estoy cansada... mucho trabajo, las guardias...

Simulé un bostezo. Las llamadas de mis padres siempre me ponían en tensión. ¿Cómo iba a salir
de esta? ¿Se lo podría confesar alguna vez? La otra opción era fingir un accidente y hacerles
creer que estaba muerta...no, no, imposible, jamás les haría eso. Les destrozaría la vida. Tenía
que explicarles la verdad, pero... ¿cómo, en qué momento? ¿Cuál era el mejor momento para
decirles a tus padres que... eras una vampira? Tuve que sofocar una risa histérica ante la idea.

-Ya... oye, te paso a tu padre-la voz de mi madre no sonó muy convencida.

-Hola, hija. Tenía muchas ganas de escucharte-me enternecí... Charlie se estaba volviendo cada
vez más sentimental, o quizá la distancia le hacía expresarse de esa forma- ¿Ya te has pedido las
vacaciones?-sentí pánico.

-Pues... no, aún no.

-Bella, tenemos ganas de verte. Hace casi cinco meses que no nos vemos. ¿Qué te parece si
guardas unos pocos de esos días para estar con tus viejos? Nosotros tenemos pensado hacer un
viaje a Seattle en octubre.

-Papá... no sé... yo...-farfullé, tomada por sorpresa. Debería haberlo previsto. ¿Dónde estaba la
agilidad mental vampírica? Definitivo, yo era un desastre.

-¿No tienes ganas de vernos? Porque nosotros a ti sí, y muchas-la voz de Charlie sonó tomada.
Se daba cuenta de que los estaba rehuyendo, pero no sabía por qué. Me sentí profundamente
deprimida.

De pronto escuché el timbre de la puerta. Seguramente Alice se había dejado algo. Me dirigí
hacia la puerta con el móvil pegado a la oreja.

-Papá, claro que sí... es sólo que... ¡Angela!

Mi amiga estaba plantada ante mí con los ojos como platos, la mandíbula colgando y la
respiración bastante perjudicada.

-Papá, a-acaba de llegar Ángela, te-te dejo y te llamo después, ¿de acuerdo?-balbuceé.
-De acuerdo, hija... ¿seguro que todo va bien? Se te nota nerviosa-colgué sin responder y guardé
el móvil en el bolsillo sin perder de vista la expresión de mi amiga.

Ángela no tenía muy buen aspecto y por un momento me aterroricé, hasta que recordé que
llevaba puesto el desfibrilador.

Nos quedamos mirando mutuamente durante unos instantes en los cuales el tiempo parecía
haberse detenido a nuestro alrededor. Ella lucía una prominente barriga, y estaba muy guapa a
pesar de la lividez que estaba cubriendo su tez por momentos y su expresión de intenso estupor.
Estupor, no miedo. Su corazón latía fuerte y sereno. El suyo, y el de la criatura que llevaba
dentro.

Si hubiera visto terror en su mirada, o rechazo, quizá mi reacción habría sido distinta. Pero así no
pude hacer otra cosa. No tuve que decidir qué hacer o decir. Mi cuerpo actuó por sí solo y me
lanzó hacia delante. Ni siquiera se me ocurrió que podía asustarse.

Afortunadamente yo era una vampira extraña, pero Angela era una humana fuera de lo común.
Abrió sus brazos y me recibió en ellos. Recordé continuamente que Ang era como Daniel, pero mi
cuerpo no parecía necesitarlo, conocía sus límites. La abracé con suavidad, como si fuera del
más frágil cristal.

Después de unos minutos nos separamos la una de la otra, lentamente, sin dejar de mirarnos.
Apreté los labios mientras mi amiga me estudiaba de arriba abajo, parpadeando, sin haber
abandonado su expresión de confusión.

Ayyyyyyyyyyy, no sabéis qué ganas tenía de escribir esto... ¡casi tantas como de que se
reconcilien Bella y Edward!

Hasta el miércoles o jueves, chicas.

Buenos tardes, chicas, entre miércoles y jueves ha acabado siendo miércoles noche,
pero... no os acostumbréis a que cada vez que digo que postearé un día u otro lo haga el
primer día ;-).

No tengo tiempo ni de nombraros a todas, perdonadme, así que simplemente os daré las
gracias a todas las que me dejáis vuestra opinión... como siempre digo, es mi orientación
para saber cómo va la historia. Y me inspiráis. Me alegra ver que capítulo tras capítulo hay
un grupo de lectoras que me acompaña. Chicas: podéis pegarme la bronca, si queréis, y
maldecirme porque en este aún no sale Edward... os quiero igual. Y os advierto que
tampoco en el próximo... Vale, secad las lágrimas de desesperación, teníamos algo
pendiente, ¿no? No sé vosotras pero, después de Edward (sí, lo reconozco, Bella no va la
primera ni la segunda), Angela es mi personaje favorito (a veces incluso antes que él ;-)).
Ella y su amistad con Bella merecen un poco de atención. Y tenemos algo pendiente con
Jacob, ¿no tenéis curiosidad?

Bienvenidas, JustGaby y Patrinix (estooooo ¿no vas a clases para leerme?... me llena de
orgullo y al mismo tiempo me dan ganas de sacar a la mamá que llevo dentro y decirte
"señorita, eso no se hace", jajaja... ;-)). Gracias por vuestras palabras.

Capítulo 52

BPOV

-¿Te encuentras bien?- negó con la cabeza.- Claro que te encuentras bien... estás
fantástica...pero estás más pálida... tu voz es...tus ojos ¡tus ojos! Son... distintos- se acercó más a
mí y me clavó la mirada- son... Bella... ¿por qué te has disfrazado de Cullen?

Sólo a ella se le podía haber ocurrido eso. Entonces fue mi turno de mirarla con los ojos como
platos, y en mi estupor sentí como algo que empujaba dentro de mi pecho para poder salir. Y sin
darme cuenta expulsé el aire de golpe, saliendo una carcajada, y luego otra, y otra...

En poco tiempo, se me había olvidado lo que era reír con ganas.

Mi amiga se me quedó mirando entre preocupada y divertida, sin acabar de comprender mi


estallido de hilaridad.

-Bella... en serio ¿estás bien?

-Ahora empiezo a estarlo... hacía mucho que no reía así...gracias, Ang-pronuncié con dificultad
por la risa.

-No hay de qué-sonrió, aunque sin dejar de mostrar cierta expresión preocupada.

Cuando por fin me calmé y pude tomar aire para hablar decidí coger al toro por los cuernos.

-Angela... ¿quieres pasar? Creo que tenemos muchas cosas de que hablar...-la observé por si
aparecía cualquier signo de alerta, o miedo, pero ella asintió varias veces, confiada, aunque
seguía observándome con extrañeza.

Le franqueé el paso y cerré la puerta. No lo dudó ni un solo instante y se lanzó al interior del piso
de Edward.

-Siéntate, por favor. ¿Quieres que te prepare algo?

-No, gracias...-me miró y se mordió el labio, con semblante indeciso. La miré sonriente,
animándola sin palabras a proseguir.- No te molestes pero... es que noto un olor raro...

Mierda.

-Quizá con el embarazo se te ha afinado el olfato-repuse.

-Se me habrá afinado, pero no me invento olores, Bella Swan... huele raro. Y tú lo notas, no lo
niegues... sigues mintiendo como una criatura de 2 años- Joder, joder y joder - Y quiero decirte
que espero que seas sincera desde este mismo punto de la conversación- remató.

-Está bien... - Suspiré.-¿te molesta mucho el olor?

La pregunta la sorprendió, como si no pudiera creer que a mí no me molestara ese tufillo.

-No es agradable, pero se puede soportar- repuso.

Me levanté y abrí las puertas de la terraza. De inmediato una agradable brisa penetró en el piso.

-¿Mejor?-ella asintió.-Oye... –pregunté con súbita preocupación- funciona bien el desfibrilador,


¿verdad?

-¿El "alien"? Bueno, afortunadamente aún no he podido comprobarlo, pero en todas las
revisiones me dicen que sí. Aunque no me dejan trabajar, estoy de baja por embarazo de muy
alto riesgo-bufó.-Pero no me desvíes el tema. Antes de saber por qué luces ese extraño aunque
favorecedor nuevo look quiero saber por qué coño no has contestado a mis llamadas. He estado
a punto de mandarte a la mierda, de hecho hoy era la última oportunidad que te daba. Cuando
hablamos por teléfono aquel día –me estremecí pero no se dio cuenta... el día que hablamos fue
el día de mi atropello- me juré que era el último, pero luego algo me decía que tú no eras así, que
hacías lo que hacías por algo. Así que decidí venir a verte en persona. Y luego... leí en la prensa
sobre aquel niño, Daniel Smith, y la loca de su madre, y recordé que tenías todas aquellas
sospechas y yo pensaba, o deseaba, que estuvieras exagerando... Lo siento mucho, Bella -me
miró con tristeza.

-No te preocupes... hasta yo llegué a pensar que estaba paranoica, hasta que obtuve pruebas de
que no.

-Pues ése era el empujoncito definitivo para animarme a buscarte. No veas la de llamadas que he
tenido que hacer para que alguien me diera la dirección del piso de Edward. Sabía que tenía uno
en Seattle... e imaginaba que estarías aquí.

-¿Y quién te ha facilitado la dirección?

-Pufff... en el Northwest nadie que yo conociera lo sabía, ya sabes que Edward no es el rey de la
vida social- me encogí levemente por la punzada pero intenté disimular- así que me dirigí al
Infantil. Allá reconocí a un residente de urgencias pediátricas, Liam. Sé que hace traslados
también con Emergencias, trabaja con Jake...

-Eso yo no lo sabía... amiga Holmes-sonreí con ternura sin poder evitarlo.

-Serás cabrona, no estoy para bromas-repuso medio en broma medio en serio.-Bueno, pues Liam
fue quien me facilitó esta dirección.

-Me alegro de que lo haya hecho. Pero... no sé si tú sentirás lo mismo.

-¿Por qué no me voy a alegrar de encontrar a mi amiga? Porque aún lo eres, ¿no?- en sus ojos
negros veía incomprensión, duda, y... dolor.

-Por supuesto, Ang... es sólo que me vi obligada a hacer lo que hice.

-No, no empecemos con frases crípticas, Bella-negó moviendo la cabeza con firmeza.-Habla
claro.

La contemplé durante unos instantes, dudando de lo que debía hacer. Estaba claro que ella
merecía una explicación, pero... ¿no le haría más daño dándosela que no haciéndolo? ¿Podía
permitirme asustarla explicándole lo que era? ¿Podía ser sincera y quizá estropear su relación
con el que era el padre de la criatura que llevaba dentro? La cual, por cierto, era evidente que
llevaba los genes quileute, porque cualquier humano normal habría estado encantado con el olor
a vampiro. Pero no Angela, no en este momento. De alguna forma el bebé la hacía sentirse
molesta con el olor a vampiro.

Por otra parte, estaba claro que Jacob no le había explicado nada de los genes que llevaba el
bebé, y ella merecía saberlo. Y, sobre todo, ya estaba bien de tomar decisiones por ella, de
intentar protegerla... ¿no era eso lo que me había alejado de Edward? Pensé, dolida. Algo así, sí.
Y entonces tomé la decisión. Ella pedía la verdad. Yo sabía que podía confiar en su silencio. Así
que se la diría, y que fuera ella quien tomara la decisión.

-Bien...-contesté por fin.-Primero, tengo que advertirte que lo que te voy a explicar es lo más raro
que has oído en tu vida. Que vas a pensar que estoy para que me metan en una institución
mental, pero antes de eso...por favor, mantén tu mente abierta como la de un niño, ¿de acuerdo?
Y si luego lo piensas bien, verás que atas muchos cabos. Aunque la explicación sea increíble, es
la única que hay.

Ella asintió, la notaba un tanto alerta por mis advertencias pero en el fondo feliz de que por fin
confiara en ella, así que tomé una buena cantidad de aire y me animé a continuar.

Y comencé a explicarle la historia desde el momento en que empecé a notar cosas extrañas en
Edward, la historia que había decidido ocultarle desde el primer instante, para protegerla y
proteger a los Cullen. Su expresión cambió muchas veces durante la explicación, pero la más
predominante fue la de tristeza. Y supe que estaba dudando de mi salud mental. Entonces le
tomé una mano con suavidad y se la dirigí a mi cuello.

-¿Lo notas?-sus ojos se abrieron como platos y desplazó sus dedos por todo mi cuello, buscando
el pulso, y luego a mi muñeca. Puso su mano sobre mi pecho. Nada.

Se me quedó mirando fijamente con la boca abierta y la respiración superficial, como si fuera una
aparición, pero no una de la que tuviera miedo. Casi percibía los movimientos de los engranajes
de su mente, en un esfuerzo por cambiar su visión de la realidad por una parte, y al mismo tiempo
negar que lo que era evidente ante sus ojos era cierto... estuvo así muchos minutos, quizá cinco,
quizá diez, hasta que por fin reaccionó. Y vi cuál era la parte que había ganado. Su expresión se
volvió serena, admirada, y por fin dulce, y las lágrimas afloraron a sus ojos.

-¿Por eso te negabas a verme?

-Más o menos-asentí.

-¿Era porque tenías ya pensado-paró un instante, como si le costara pronunciar la palabra-


transformarte en alguien como Edward y temías hacerme daño? ¿Me estabas protegiendo?

-No... sí... bueno, es más complicado que todo eso. Es una larga historia, pero... creo que de
momento ya te he explicado lo suficiente, no quiero cansarte. Habrá tiempo de continuar.

Ella se levantó y se dirigió hacia el balcón.

-Necesito tomar aire, pero en seguida estaré bien. ¿Tienes tila o algo? Me tomaría un vaso lleno
de whisky, pero el médico me lo ha prohibido.

-Claro. Te la preparo en seguida-dije desde el interior de la casa.

Le llevé la humeante taza al balcón, y ambas nos sentamos en las sillas que había dispuestas.
Me estudió con la mirada mientras tomaba sorbos del cálido líquido.

-¿Cómo puede ser que tengas tila? No me vas a decir que también la tomas.

-Bueno... tengo visitas humanas, y viene una señora a limpiar la casa de vez en cuando. No sería
normal que no hubiera alimentos.

Ella asintió, comprendiendo. ¿Le diría lo de Daniel? ¿Cuándo sería un buen momento?

-¿Ahora te van las películas de dibujos animados?-preguntó extrañada al observar el montón de


DVDs de animación que había al lado de la TV. Angela seguía tan observadora como siempre.

-Bueno... no vivo sola. Conmigo están Alice Cullen y su marido... y un niño.-Mi amiga se atragantó
con la tila y estuvo tosiendo un buen rato hasta que pudo hablar.

-¿Qué has dicho?- su cara ya no daba de sí para expresar tanta sorpresa. Suspiré.
-Ya te he dicho que es una larga historia...

-Veamos... –tomó aire y espiró lentamente varias veces- mi mejor amiga me acaba de confesar
que su novio, su familia y ahora ella misma son vampiros... sí, me va a costar de digerirlo, pero
ahora ya estoy puesta... además, estoy de veintidós semanas, y tú me has dicho que no trabajas,
así que tengo aproximadamente dieciocho semanas más para escuchar tu historia-sentenció.

Entonces se levantó.

-¿Dónde vas?-pregunté confusa.

-¿Me podrías decir dónde está el baño? Es que así durante un par de horas no tendré que
interrumpir tu historia. Ya sabes... el embarazo -se encogió de hombros con una mueca graciosa.

Sonreí asintiendo, y le indiqué la situación del aseo más próximo. Me levanté y fui a la cocina,
donde coloqué en un plato pastas de té, leche, varios sobres con distintas infusiones y una tetera
llena de agua caliente. Quería tratar a mi huésped como se merecía. Mientras colocaba las cosas
sobre la mesa del balcón pensé en lo curioso de mi situación respecto a la maternidad. Siendo
humana habría sentido alguna punzada de celos, imaginando que yo no sabría nunca lo que era
un embarazo. Pero de pronto me di cuenta que me habían desaparecido esas ansias.
Simplemente, mi cavilaciones y vueltas y más vueltas a la idea de renunciar a un embarazo, a ser
madre, por estar con Edward... ya no estaban. No sabía si era por el hecho de ser vampira y
carecer de instinto, que no de sentimiento, maternal, o porque la compañía de Daniel paliaba
esos sentimientos. Pero ya no sentía esa necesidad apremiante.

-Bien-mi amiga se sentó enfrente de mí en la mesa y sus ojos se animaron ante la vista de los
dulces.- Ya puedes empezar. Soy toda oídos.

Las horas pasaban y Angela no daba señales de cansancio. Su mirada brillante seguía atenta
toda mi explicación, y no paraba de hacerme preguntas, una y otra vez, sin dejarme continuar
hasta que algo no le quedaba claro. Tan sólo le oculté la parte de Jake. No estaba muy segura de
cómo afrontar esa explicación. Paramos un momento para que ella volviera al baño y mientras
tanto le calenté una porción de lasaña, pues ya se nos había hecho la hora de la comida. Ella se
acercó a la cocina.

-Huele de maravilla. ¿Sigues cocinando? ¿Pruebas lo que preparas?-sonreí para mí misma


mientras sacaba cubiertos, vaso y un pequeño mantel individual. Su curiosidad y sus preguntas
no tenían límite, y me recordaba a mí los primeros días de salir con Edward. Mi cara debió
cambiar al acordarme de él, porque ella tomó los cubiertos que le ofrecía para llevarlos a la mesa
y me observó con preocupación.

Lo dicho, era una vampira de lo más inútil.

-¿Qué sucede?

-Nada... –repuse. Ahora no, todavía no estaba preparada para explicárselo y ella no lo había
preguntado- Y no, no pruebo la comida, sería absurdo porque me sabría a tierra. Pero tengo las
recetas tan memorizadas por los años de práctica que en general Daniel no protesta mucho.

-Daniel. ¿Se llama así el niño?-asentí- Como... como... un momento...- me clavó la mirada y leyó
mi expresión – ¡Daniel!
Asentí. Entonces se quedó definitivamente sin palabras. Abrió y cerró la boca de forma alternativa
varias veces como si fuera a decir algo. Hasta que por fin las palabras salieron de su boca.

-Bella... si hasta ahora me estabas protegiendo de ti, y por eso te alejaste de mí... cómo -pensó
varias veces lo que quería decir- ¿cómo es que aceptaste la responsabilidad de cuidar de un
niño?

-Porque vi que no representaba un peligro para él, al igual que ahora estoy hablando contigo
porque sé que no te voy a hacer daño. De lo contrario no te habría permitido que pasaras por esa
puerta-aseguré.

-Entonces... ¿me habrías venido a buscar tarde o temprano si yo no lo hubiera hecho?-la alegría
en su tono de voz me enterneció.

-Sí, ¡por supuesto! Ya pensaba hacerlo el día que hablamos, había tomado la decisión, pero
entonces...- mi voz se apagó y parpadeé varias veces, alejando la molesta sensación de mis ojos.
Inspiré con fuerza intentando alejar la sensación de intensa angustia cada vez que recordaba
aquel momento. – Entonces todo se torció. Aquél fue el día que el coche de la madre de Daniel
me dejó desangrándome sobre el asfalto-me froté la cara con ambas manos.

La cara de mi amiga se contrajo en un gesto de horror absoluto y se tapó la boca con ambas
manos, ahogando un grito.

-Creía que... creía que lo tuyo había sido algo planeado-balbuceó cuando recuperó la palabra.

Negué con la cabeza y miré el cielo gris de Seattle, perdiéndome en mis recuerdos.

-No estás con él, ¿verdad?-susurró mi amiga, comprendiéndome a la perfección, como había sido
entre nosotras desde el primer momento.

Cerré los párpados con fuerza, sintiendo la ruptura de la presa, por fin, después de tantas
semanas. Las acometidas del dolor que había estado conteniendo invadían cada célula de mi
cuerpo, dejando la devastación a su paso. Me abracé a mi misma doblada por el dolor físico que
llegué a sentir hasta que percibí los brazos de mi amiga alrededor de mí. Mi cuerpo se sacudía
con espasmos y de mi garganta salieron sollozos a borbotones.

-Dios... Bella, lo siento... –me abrazaba con fuerza, soportando mi pena mientras me acariciaba el
cabello como si fuera una niña pequeña.

-Angela, me sentí tan espantosamente mal por lo que hizo... tan sola, engañada, asustada... y le
dije cosas horribles-murmuré entrecortadamente.

Me di cuenta de cuánto la había echado de menos, de cuánto echaba de menos a mis padres. Y
del enorme vacío que Edward había dejado en mi pecho. Se había terminado la negación, la
barrera a la realidad. Mi mente había sostenido a mi cuerpo de esa forma, hasta que la realidad
me había golpeado al reconocerla por fin.

Me llevé las manos a la cara notando humedad en esta, y ahogué un grito al mirar mis dedos.
Había sangre en ellos, mi sangre. Estaba llorando sangre. Recordé que Edward me había
explicado en una ocasión que los vampiros no lloraban, pero que algunos vampiros, como rara
excepción y en ciertas situaciones emocionales, podían llegar a derramar lágrimas de sangre.

Definitivamente yo era una de esas rarezas.

Me aparté un poco y me tapé la cara, pues en aquel momento pensé que Angela se asustaría al
verme así, o que le resultaría desagradable.

-Bella, por dios, ¿te has hecho daño?-gritó asustada al ver mis manos. Seguí tapándome la cara.

-No, no. Estoy llorando.

-¿Sangre?-jadeó.

-Sí-me levanté avergonzada, todavía con la cara tapada, y me dirigí al baño.

-¡Detente ya, Bella Swan! ¿Se puede saber qué coño te pasa? ¡Estás llorando! ¡Qué importa que
sea sangre o café con leche? ¿De qué te avergüenzas?-sonó su voz enfadada a mi espalda. Muy
enfadada.

-Me da apuro... no quiero impresionarte-repuse sin virarme.

-Si he sobrevivido a todo lo que me has dicho hasta ahora, creo que no me impresionará esto-se
acercó y se puso enfrente de mí.

Bajé mis manos y me la quedé mirando. De pie, con los brazos en jarras, me devolvió una
expresión dolida.

-Oh... mírate, estás fatal-cabeceó con preocupación y me tendió un pañuelo de papel. Lo tomé y
entonces, sin esperarlo, me abrazó.

-Voy a mancharte la ropa-protesté.

-Vete a la mierda-espetó.

-Gracias-suspiré, y me dejé llevar.

Estuvimos así durante unos minutos, las lágrimas continuaban derramándose por mi cara pero, a
pesar de haber abierto las compuertas de la presa, me sentí mejor que en mucho tiempo.

-Pronto vendrán Alice y Daniel-miré el reloj del comedor.

Angela y yo estábamos medio tumbadas en el enorme sofá, una a cada lado con las piernas
flexionadas. Como en los mejores y viejos tiempos. Ella sostenía un enorme recipiente de helado
de chocolate en su regazo, y lo atacaba con voracidad. La diferencia, aparte de la obvia de mi
aspecto y del suyo, era que esta vez yo me limitaba a observarla sin compartir el helado,
sonriendo al ver la lujuria que demostraba con ese dulce.

-Cualquiera diría que no tienes sexo... la voracidad con la que atacas al pobre helado no dice
mucho de tus niveles de endorfina-bromeé y pensé que me seguiría la corriente, pero para mi
sorpresa ella hizo una mueca.

-Puff... no sé qué decirte. Jake está mucho fuera de casa por sus guardias, y cuando está...-bufó.-
Yo me muero de ganas y él me trata como si fuera de cristal. A veces se deja llevar por la pasión
y después parece arrepentido, como si me hubiera podido matar, o algo-me miró con la tristeza
reflejada en sus oscuros ojos.-Bella, supongo que es normal, pero... sólo espero que pase pronto.
Quizá cuando tenga el bebé...-su voz se apagó y se hundió en sus propios pensamientos.
Me dolía verla así, e imaginaba cómo se sentía. Conocía el grado de sobreprotección que podía
ejercer Jake, vaya si lo conocía. Demasiado bien. Esperaba que sólo fuera una fase, que él
superara su miedo a perderla y que volvieran a disfrutar juntos de forma despreocupada. Era
triste ver dónde una pareja donde había amor incondicional podía correr el riesgo de romperse.
Entonces pensé con amargura que eso me había pasado a mí misma. Angela había escuchado
conmovida todo el relato de mi ruptura con Edward. Cuando terminé no dijo nada, ni yo le
pregunté. Pero me hizo mucho bien verbalizar por fin mis sentimientos.

Era la primera vez que meditaba sobre el tema y por un instante sentí deseos de hablar con él.
De pedirle disculpas por las palabras horribles que salieron de mi boca, pero decirle también que
no podía olvidar lo que me había hecho. ¿Valía la pena hablar con él para decirle eso? ¿No
sufriríamos ambos más?

Ang emitió un sonoro suspiro, clavando la cuchara por última vez en el helado de chocolate de
tres sabores.

-Tendré que irme, Bells, pero me gustaría volver mañana, o cuando a ti te fuera bien. Creo que
aún hay mucho de que hablar- dijo, estudiando mi reacción a su propuesta.

-Claro, cielo. Esta casa tiene las puertas abiertas para ti, siempre y a cualquier hora-sonreí a
medias y de pronto pensé en algo que debería haber pensado antes.-Pero no se lo digas a Jake.-
Ella puso cara de haber visto un marciano.

-¿Qué? ¿Qué no le diga a mi novio que vuelvo a ver a mi mejor amiga?-frunció el ceño y yo
exhalé.

-Es lo mejor.

-¿Mentir es lo mejor?-me contempló con incredulidad durante unos segundos y de pronto pareció
encajar las piezas del puzzle y su mente se iluminó.-Jacob sabe algo, ¿no es cierto? ¡Mierda!-se
golpeó la frente con la palma de la mano-¡Por eso no soporta a Edward! –gritó.

Se levantó de forma brusca y comenzó a caminar por el comedor, retorciéndose las manos,
recordando, atando por fin todos los cabos sueltos. Se paró al otro extremo de la habitación y me
miró con tristeza.

-Dime que Jacob no tuvo nada que ver con que te alejaras de mí-pidió con voz quebrada.

Le devolví la misma mirada, sosteniéndosela, y apreté los labios durante unos segundos. Ella
esperaba mi respuesta. Pero yo no le quería dar mi versión, ahora; quizá si hablaba antes con él
no montaría en cólera. Quería que él, el padre de la criatura que llevaba en el vientre, tuviera una
oportunidad de explicarse.

-Habla con Jacob, Ang. Él te explicará. Y si quieres volver a verme, yo estaré aquí. Pero por
favor, sólo te pido una cosa: no creas que ni yo ni ninguno de los Cullen sería capaz de hacer
daño a nadie... por favor.

Me contempló durante unos instantes, su expresión insondable, y entonces fue a tomar su bolso.
Se acercó a mí y me besó en la mejilla.

-Hasta luego. Te prometo que volveré.

Asentí en silencio. Si no había cambiado, si seguía siendo la amiga que recordaba, y eso parecía,
sabía que lo haría.
Lo de llorar sangre lo tomé de True Blood. Bill Compton llora en el primer libro, una vez. No he
leído que ni él ni ningún otro vampiro de esos libros volviera a llorar más adelante.

Un beso a todas, y hasta el domingo o lunes ;-)

Buenos días de domingo/lunes ;-). Os quiero decir una mala noticia y una buena, las dos
juntas: la semana del 29 de agosto al 4 de septiembre no hay actu. Os había dicho que
podría colgar una, pero en vez de hacer eso he decidido coger ese capítulo y repartirlo
entre este y el del jueves, así que ambos serán más largos. O sea, que el de este jueves (o
miércoles) será el último capítulo hasta el lunes 5 de septiembre.

Hemos llegado al capítulo 53, y más de 1000 comentarios. Os quería dar las gracias a todas
las que seguís por ahí, y esperar que os siga interesando esta historia, y que no os
decepcione. Y también de nuevo gracia Maria José, las chicas que cuidan de que este
"tocho"sea presentable. Ah, y a S. Meyer por sus personajes.

Respecto al capi previo, soy la primera que reconozco que la reacción de Angela no es de
lo más normal, yo habría salido corriendo y no habría parado hasta China si una amiga me
muestra que no tiene pulso XDD, pero parto de la base de que Angela no es una chica
normal, como la misma Bella dice. Y hoy, como ella se lo merece, tenemos un punto de
vista de Angela en la primera parte del capítulo.

Rocha, gracias por todas tus opiniones ;-) .Me alegro de que te esté gustando. ¡Ya estás al
día!

Bienvenida, Roxx Marie, me encantó tu comentario.

Comentarios del 52:

Luisamarie22 , "no te oculto que extraño a Ed, pero todo tiene su tiempo no?". Así se
habla, guapa!

v. cullen, gracias por tu apunte sobre True Blood, como sólo he visto la primera temporada
y lo que conozco son los libros no sabía eso. Gracias por tus palabras y besos.

Lia, que te vaya bien en la universidad. Lo de Jake lo sabrás muy pronto.

YoliCullen, gracias por tus palabras. Espero verte pronto.

Cris Cullen Black, muchas gracias por tus palabras ;-)

Gine, creo que al perro le van a dar donde más le duele un día de estos.

I love Edward, Gisselle, gracias por dejarme un review a pesar de tu poco tiempo, pero no
te agobies. Lo primero es la universidad.

AnithaPattzCullenPacker, sí, la amistad es muy importante, y Angela es una gran amiga.

PRIGSPE, tú lo has dicho, para Bella era algo necesario desahogarse.

Luna Cullen Masen, no me hagas huelga de hambre, por favor :-*. Gracias por tu
comentario.

Kisara Mansen, gracias por tus palabras ;-), es que Angela es ideal... poca gente hay como
ella.

Mentxu Masen Cullen, es importante tener a alguien con quien hablar, verdad?

SalyLuna, lo de los padres de Bella vendrá después de la reconciliación, te lo adelanto (no


es mucho spoiler ;-))

Mlopez, me encantaron tus palabras, y las valoro aún más por venir de alguien que también
escribe. Un besazo, nena.

lizco2, pronto, pronto, sólo ten un poquito más de paciencia, lectora ;-). Y gracias.

bellaliz, así se habla, sí.

Anaidam, loquita, eres un cielo y me encanta que se te vaya la olla comentando, jajaja.

Pegn, "...¡QUEREMOS LEER LA BRONCA ENTRE ÁNGELA Y JACOBBBBBBBBB!


SÍIIIIIIIIII..." pero si tú tienes primicia, no te quejes :-P.

alexpattinson, es que yo he leído los libros pero de la serie sólo he visto la primera
temporada. Gracias!

Ely Cullen M, yo también quiero el reencuentro.

Nurymisu, yo también los extraño. Pero creo que vuestra paciencia se verá recompensada.
Por cierto, algún día quedamos a tomar un café? Jajaja, tiene narices que trabajemos tan
cerca una de la otra. Lo digo en serio (lo del café), eh?

Capítulo 53

Angela POV

El aire fresco de las últimas horas de la tarde me hizo mucho bien. Aquel molesto olor dulzón que
había en casa de Bella... casi había terminado acostumbrándome a él, pero ahora al salir al aire
libre lo agradecía muchísimo. Mi mente se sintió más despejada y mi cuerpo más fuerte.

En mi cabeza rondaban las palabras que había pronunciado mi amiga justo antes de despedirnos.

No creas que ni yo ni ninguno de los Cullen sería capaz de hacer daño a nadie... por favor.

¿Temía mi amiga que Jacob me hiciera cambiar de idea respecto a ella? De algo estaba segura:
Jake sabía lo de los Cullen ¿o eran paranoias mías? Agité la cabeza, sacudiéndome esos
pensamientos. Iba a volverme loca.

Me había sentido un poco culpable investigando el paradero de mi amiga sin decirle nada a
Jacob, pero dada la mal disimulada satisfacción que tuvo cuando Bella desapareció de mi vida
pensé que era mejor no decirle nada hasta no no encontrarla. Al fin y al cabo, no hacía nada
malo.

No podía ir a casa todavía. Negándome en un primer momento a darle vueltas a lo que había
estado escuchando las últimas horas tomé el primer autobús que pasó cerca de mí y montada en
él di vueltas por la ciudad sin saber a dónde iba. Me negué a pensar hasta que por fin las ideas
bulleron tanto en mi cabeza que me dio la sensación de tener una olla a presión a punto de
explotar. Necesitaba poner orden en mi mente, o por lo menos intentarlo. Por fin divisé uno de los
enormes parques públicos que tenía la ciudad y le di al botón de parada.

A aquellas horas y sin inmediata amenaza de lluvia el parque estaba atestado de gente: niños
jugando, corredores de jogging, parejas paseando de la mano... caminé y caminé hasta que me
sentí cansada. Entonces me senté en el primer banco que encontré vacío y, por fin, me dejé llevar
por mis pensamientos.

No puede ser. Jacob no tuvo nada que ver con que Bella se marchara. Fue lo primero que me
dije. Porque en este momento era lo que más ansiaba creer.

Las confesiones de mi amiga vistas desde este nuevo ambiente parecían un mal sueño producido
por un empacho de dulces, pero había sido real. Bajando en el ascensor de su casa había
advertido unas pequeñas gotas de sangre en mi hombro izquierdo, prueba de que no había
alucinado.

¿Era posible eso? ¿Qué explicación científica había? ¿Las leyendas podían llegar a ser reales?
¿Cuánto de lo que creemos fantasías y cuentos para asustar niños tiene una base real? No tenía
explicación para todo eso, pero... no me importaba. Era mi amiga, con otro aspecto, su cuerpo
funcionaba de forma distinta, pero era ella. Lo sabía, estaba convencida en cuerpo y alma.
Seguía siendo la Bella se siempre. Si me hubiera querido hacer daño lo podría haber hecho
fácilmente.

¿Y si ella está equivocada y no tiene tanto autocontrol?

Eso preguntaba mi parte más racional y suspicaz. Más bien me lo gritaba. Bueno, también podía
haber sido una psicópata y haberme hecho pedacitos la primera noche que pasamos juntas en mi
casa. Entonces confié en ella. Por qué no iba a hacerlo ahora... ¿Porque seguía una dieta distinta
la mía?

Porque bebe sangre, tonta. Porque te puede dejar seca en un instante y ni te darías cuenta.
Porque llevas a una vida dentro y debes cuidarla.

Vale, mi parte racional, que curiosamente tenía una voz parecida al la de mi novio, me lo estaba
poniendo difícil. Pero yo no había sido una persona que se dejara llevar por lo racional. Confiaba
en mi instinto, antes que nada. Y este me avisó de que Bella Swan iba a ser una buena amiga en
cuanto la conocí. Y ahora me decía que podía confiar en ella. Igual que sabía que podía confiar
en Edward a pesar de las palabras que Jacob tenía siempre en contra de él. Había visto lo que
hacía, cómo trabajaba... ¿por qué me iba a dejar llevar por un prejuicio? Si a él lo había
considerado casi un amigo, dentro de lo cerrado que era (y ahora comprendía por qué)... ¿por
qué a ella, que siempre había sido amiga mía, iba ahora a rechazarla?

Entonces me estremecí de dolor recordando lo hundida que estaba Bella por dentro y todo su
esfuerzo por no aparentarlo. La había dejado desahogarse sin decir nada porque no era el
momento, pero de una cosa estaba segura: iba a conseguir que esa cabezota de mi amiga
hablara con el hombre a quien amaba más que a nada ni nadie en el mundo. Jamás había
conocido una pareja que estuviera tan destinada a pertenecerse mutuamente como ellos dos.
Quizá podría intentar localizar a Edward... no, eso no sería buena idea. No lo haría a espaldas de
ella.

Bella me había explicado todo lo que había pasado alrededor de su cambio. Edward había sido
egoísta, cierto, pero actuó movido por el pánico a perder al ser amado. Mi amiga se había dejado
llevar por la ira, y ahora se arrepentía de haber hablado así a su sobreprotector enamorado,
aunque seguía desengañada con su comportamiento. Suspiré. Por desgracia Edward y Jacob
tenían más cosas en común de lo que querrían admitir jamás. Prefería no pensar en qué habría
hecho Jake de estar nosotros dos en el lugar de Bells y Edward. Prefería no pensarlo, porque
imaginaba la respuesta.

Pero Jacob no tuvo nada que ver en que Bella se marchara, me repetí.

Pensar en Jake me hizo mirar el reloj y luego al cada vez más oscuro cielo de Seattle. Era tarde...
Dentro de poco mi novio terminaría su turno en Urgencias del Northwest y se dirigiría a casa. Miré
de nuevo a mi alrededor, a toda esa gente que vivía ignorante de la realidad paralela...
vampiros... ¿quién lo habría pensado? Sacudí la cabeza con gesto incrédulo y tuve que volver a
mirar mi hombro manchado para cerciorarme de que no había sido un sueño.

Pero aún había muchas cosas que Bella no me había contado, y una buena parte de ellas tenían
que ver con mi novio. Mi corazón se encogió, intuyendo que lo que iba a escuchar no me iba a ser
agradable. Pero iba a saber la verdad con todas sus consecuencias, me dije con determinación.

Me levanté y desanduve mis pasos, volviendo hacia la parada del autobús.

Escuché las llaves de la puerta cuando estaba sacando las hamburguesas de la plancha. Las
coloqué en un plato y las acompañé con ensalada, sin parar de darle vueltas a cómo iba a iniciar
la conversación con Jake.

-Buenas tardes, mi preciosa niña-los cálidos brazos de Jake enlazaron mi cintura desde atrás y
depositó un beso en la curva de mi cuello.

De inmediato se apartó hacia atrás, jadeando.

Me giré y lo miré de frente. Apoyado contra la pared opuesta, estaba aterrorizado, y abría la boca
como queriendo pronunciar unas palabras que no salían de su garganta.

Inspiré y espiré con profundidad y lentitud. Tenía que mantener la calma.

Jacob no tuvo nada que ver, me repetí por enésima vez, como si así consiguiera que se hiciera
real.

-¿Sucede algo, cariño? ¿Te encuentras bien?- con los párpados entrecerrados observé cada uno
de sus gestos, de sus movimientos. Él lo sabía, pero... ¿cómo?

Pasaron minutos enteros hasta que Jacob pudo recuperar la suficiente compostura como para
poder hablar. Me sentí inquieta mientras esperaba, pero no quería forzar la situación. Era
evidente que me había estado mintiendo, y sólo deseaba que tuviera una buena razón, una muy
convincente, para ello. Esperé, apoyada contra la encimera, repitiéndome mi particular mantra,
sin embargo cada vez más descreída.

Él me miraba intensamente a los ojos, sondeándome. Por fin habló.

-¿A quién has visto?- murmuró tan bajo que casi era inaudible.

Vaya, directo al grano, así era mi Jake. Yo no iba a ser menos. No éramos de andar con rodeos,
ni él ni yo. O sí...

-¿Por qué crees que he visto a alguien? Y dime la verdad -le miré fijamente.

Frunció el ceño. Me observó como si mi pregunta tuviera alguna intención oculta, hasta que por
fin se dio cuenta de que quería saberlo de veras. Exhaló y dejó caer los hombros con gesto de
derrota.

-Por tu olor. Hueles a ellos. ¿A quién has visto?-repitió, inquieto.

El olor.

De pronto un relámpago iluminó mi mente. El olor.

-¿Tú... los... los hueles? ¿Huelen distintos sólo para ti? -pregunté sin dar nombre aún a los seres
de quien hablábamos.

-Para mí, y para cualquiera que lleve genes quileute -preguntó, alerta. Cualquiera que lleve genes
quileute... y que lleve un hijo quileute dentro de sí.- Dime... ¿te han hecho daño?- me preguntó
con preocupación, acercándose a mí, mirándome de arriba abajo, y poniendo sus manos en mis
hombros.

Ese comentario me enfureció. Le aparté bruscamente y me alejé de él.

-¡No me cambies de tema, Jacob Black! ¿Quiénes me tienen que hacer daño? –salí de la cocina
como una exhalación. Comenzaba a sentirme demasiado ofuscada, y tenía que poner distancia
con él.

-¿Quieres que les ponga nombre? ¿Lo quieres? Está bien –se acercó a mí lentamente, como si
yo fuera un animal peligroso- Vampiros... Monstruos... Chupasangres... ¿Alguno más? -recitó las
palabras con lentitud, mirándome de hito en hito.

-No son monstruos para mí. No ellos-agité la cabeza.

-¿A-quién-has-visto?-Jake me clavó los ojos, entre desesperado y furioso.

-He visto a Bella- repuse, aguantándole la mirada.

Se tensó y exhaló con fuerza, aumentando -aunque eso habría parecido imposible- su expresión
de horror.

-¿Se ha acercado a ti? ¿Es su olor el que tienes encima? -siseó, los ojos saliéndose de las
órbitas.

-Supongo que sí -lo miré desafiante.

-Es... ¿es una de ellos? ¿Y se ha atrevido a acercarse a ti? -la mueca de pánico deformó su cara.

-Yo me he acercado a ella-me miró sin comprender.-He estado investigando, y la he encontrado


en el piso de Edward Cullen.

-¿Qué? ¿Has estado haciendo eso a... mis espaldas?-rugió dolido.

-¿A tus espaldas? ¡Dime que has hecho tú a mis espaldas!-grité más que él.

Jamás nos habíamos hablado así, y ambos nos miramos durante unos instantes, el tiempo
congelado a nuestro alrededor, conscientes de que este momento era un antes y un después de
nuestra relación. Sentí movimiento en mi vientre y me lo acaricié con suavidad, inspirando y
espirando profundamente, intentando calmarme, mientras aguardaba su respuesta.

-¿Qué quieres decir con eso?-inquirió con expresión súbitamente cautelosa.


-La pregunta es ¿tuviste algo que ver con que Bella desapareciera de un día para otro?-suavicé la
voz lo más que pude, pero sentía la tensión en cada una de las palabras que pronunciaba.

Su cara cambió de la cautela a la duda y por fin sus atractivos rasgos se endurecieron, hasta
adoptar una expresión fría que jamás le había visto.

-Sí-murmuró.

Parpadeé varias veces intentando procesar sin éxito el significado de esas dos letras. Jake me
contemplaba, su cara un océano de diferentes expresiones hasta que volvió a aparecer el hombre
a quien amaba, dulce, preocupado.

-Son vampiros, Angela. ¿No te das cuenta? ¿Crees que la sangre de animal les sacia como la
humana? Viven contra corriente, contra sus propios instintos, y eso, por más bondad que
derrochen, por más entregados a servir a la humanidad que sean... eso tiene que salir a flote
alguna vez en su larga vida.¿Y si eso sucede cuando están contigo, o con un ser querido?
Piénsalo bien. Ella le dejó beber de sí misma, amor- abrí los ojos como platos y jadeé al escuchar
eso, mientras en la cara de Jacob el asco deformó su semblante- sí, tu amiga dejó que su novio le
clavara los colmillos ¿y si, como un ex alcohólico, él hubiera decidido a partir de ahí que ya
bastaba de hacer dieta?

-No, no, ¡no!-negué varias veces con la cabeza- Edward no haría eso... ni Bella. ¡NO! -una
punzada de dolor me atravesó al darme cuenta de que él estaba consiguiendo sembrar la duda
en mi pecho, y reaccioné con rabia.- ¿Cómo te atreviste a alejar a mi amiga de mí, y en un
momento en que la necesitaba de veras? ¿Cómo pudiste manipular la situación sin contar
conmigo, sin explicarme nada?

-Lo siento, pero temí que no reaccionaras bien.

-¿Reaccionar bien habría sido obedecerte, sin cuestionar nada?-mordí con saña.-Tú te basas en
un prejuicio para comportarte así, Jake. ¿Por qué he de darte la razón?

-¡Porque si la tengo y no me haces caso, tú y mi hijo acabaríais muertos!-devolvió el golpe- ¡No


es un juego, Angela!

-No tenías derecho, Jake-negué con la cabeza.

-¿Ves por qué lo hice?-se acercó a mí mirándome con intensidad- No lo comprendes, no te haces
a la idea de lo peligrosos que son. Tu amistad por Bella te ciega y sin darte cuenta te meterás en
la boca del lobo. No vuelvas a verla, Ang- pronunció con suavidad pero en un tono que no admitía
discusión. Y eso fue lo peor que podía haber hecho. No sólo me había engañado sino que
prácticamente me estaba ordenando que no viera más a mi mejor amiga.

Jamás me habría imaginado que Jake se comportara así. Me decepcionó, y eso fue peor que la
ira. Me volteé y me marché hacia nuestra habitación, abriendo el armario y sacando la bolsa de
viaje.

-No serás capaz- su tono de incredulidad me sonó lejano, aunque sabía que estaba justo detrás
de mí.

Ignorándole, metí toda la ropa que pude en la bolsa, calzado, y me dirigí hacia el baño para
recoger el neceser.

-Angela... ¿dónde vas a ir? Por favor, hablemos - mi corazón se hundió al escuchar esas
palabras, ese tono de voz... las lágrimas comenzaron a deslizarse por mi cara, amargas y al
mismo tiempo liberadoras.

No podía quedarme con él. No ahora, después de lo que había hecho. Sabía que había sido por
un buen fin, pero no me gustaban los medios que había usado, ni su actitud. No había confiado
en mí, no me había tratado como a una adulta responsable sino como a una criatura a la que se
le tapan los ojos ante una escena de miedo de una película para que luego no tenga pesadillas. Y
ahora estaba dándome órdenes.

Me sequé los ojos con el dorso de la mano, mientras metía todo lo necesario en mi neceser. Me
dirigí de nuevo a la habitación seguida por Jake, quien parecía no encontrar las palabras
adecuadas que decir.

-¿No quieres hablar?-musitó por fin.

-¿Ahora quieres hablar?-cerré la maleta, sintiendo mi corazón encogiéndose.-Es demasiado


tarde.

Tomé una chaqueta y me dirigí hacia la puerta de casa.

-¡Angela! ¿Dónde vas a ir?-repitió.-Tengo derecho a saberlo, llevas una criatura mía dentro de ti.

Exhalé y me viré, con una mano en el pomo de la puerta y la otra en la maleta.

-A casa de Bella.

-¡No!-rugió, asustándome.-¡Estás loca!¡No puedes hacer eso! Por dios, Angela, es una neófita, no
es como los Cullen, ¡los vampiros nuevos carecen de autocontrol!- gritó.

Me aferró el brazo con fuerza, mientras sujetaba la maleta. Entonces lo miré con algo que jamás
había experimentado con él. Miedo. Y él lo leyó en mis ojos, porque retiró su mano como si mi
piel, o mis ojos, hubieran descargado una corriente eléctrica.

Su expresión cambió y parecía de pronto tan hundido... derrotado.

-Si Bella no tuviera autocontrol, esta conversación de ahora no habría sido posible -repuse en
tono monocorde.

-No, por favor -su voz suplicante me debilitó, pero su mano continuaba apoyada en la puerta,
impidiendo que la abriera.-Por favor, Angela. No puedo perderte. No puedo perderos- me abrazó
con fuerza.

Mi cuerpo quedó laxo, mis brazos no se alzaron para corresponder a su gesto. Estaba tan
decepcionada, dolida, furiosa, que sólo quería alejarme de él. Necesitaba el apoyo de Bella. Y
demostrarle a él que sus prejuicios eran eso, y no verdades. Cuando me soltó volví a coger la
bolsa de viaje y aferré el pomo de la puerta. Su mano se movió rápida para sujetar mi muñeca.

-Jacob Black, si quieres volver a verme quita esa mano de ahí-dije en un susurro, porque apenas
tenía voz.

Esta vez separó su mano de la mía, lentamente.

Abrí la puerta y me deslicé hacia el rellano, sin poder mirar atrás.

-Te llamaré, Jacob.

BPOV
-Vamos, Daniel... la verdura también es comida -indiqué al pequeño con voz paciente.- Hay que
comer de todo si quieres crecer.

-No me gusta-hizo un puchero.

¿Serían imaginaciones mías o cada vez le salían mejor? ¿Estaría tomando lecciones de su tía
Alice? Miré a esta, sentada en el sofá ojeando una revista de moda, y ella puso los ojos en
blanco.

-En serio, Bella. Tendrás que cambiar de argumentos, ¿no ves que esos no funcionan?

Abrí la boca para contestarle a la experta en niños cuando mi móvil sonó y me asusté sin saber
por qué. Quizá era porque estaba acostumbrada a que prácticamente sólo me llamaran mis
padres y esta hora no era la habitual.

-Cómetela-le dije a Daniel con una última mirada seria antes de ir a coger el móvil.

¿Una llamada de Angela? Le di a la tecla de contestar sintiéndome más angustiada. Eran cerca
de las diez de la noche, Alice y Daniel habían llegado muy tarde de su jornada turística- Ang,
¿estás bien?

-¿Puedo ir a tu casa a pasar la noche?-su voz sonó llorosa y se oía el ruido del tráfico.

-¡Claro!-no necesité pensar- ¿Dónde estás? Voy a buscarte.

-No, no... ¡taxi! Ya he parado a uno, voy para allá.

Oh, dios. ¿Qué habría pasado?

-¿Problemas?-Alice me miraba con interés.

-Supongo... ¿recuerdas lo que te he explicado antes de mi amiga?-ella asintió- eeh... ¿te molesta
que tengamos una huésped?

-No... –sonrió y se levantó del sofá, sentándose al lado de Daniel.-Y creo que a ti te irá bien.

-Eres un cielo-repuse con alivio.

-Lo sé-compuso su cara de duendecillo petulante.

Al abrir la puerta mi amiga se echó en mis brazos con la fuerza de una manada de búfalos. Olí la
sal de sus lágrimas.

-¿Qué ha pasado?-inquirí, imaginando la respuesta.

-He tenido una pelea con Jake. No podía quedarme en casa con él- hipó.

-Pero... ¿le has dejado?-musité, cerrando la puerta del piso sin soltarla.

Me dolía pensar eso. Con excepción de sus prejuicios en el tema de los vampiros y su tendencia
a la sobreprotección, Jacob era la pareja ideal de Angela. De eso estaba segura. Y ella llevaba un
hijo de ambos en su vientre.

-No... no. Aunque no sé si él me dejará, te aseguro que no le ha hecho nada feliz que viniera
aquí-repuso, y yo exhalé con fuerza.
-¿Se lo has dicho?

Su teléfono comenzó a sonar y sin mirar siquiera quien era colgó y lo desconectó.

-¡Ya basta!-no supe si me lo decía a mí o al teléfono- ¡Claro que se lo he dicho! Ya está bien de
secretos, ¿no crees?-rezongó indignada.

-Y él sabe...-no pude terminar.

-Lo sabe, Bella. Pero no porque le dijera nada... él me olió-exhalé y mis hombros se hundieron
mientras procesaba la información.

-Sí... pero ahora debe estar...ni me lo imagino cómo debe estar-cabeceé.

Me separé un poco de ella y la miré a la cara. Sus párpados estaban hinchados, la cara
descompuesta, y había un velo de amargura que empañaba el brillo de sus ojos negros.

-Bella... he sido incapaz de quedarme más tiempo con él. Podría haberle dicho cosas de las que
me habría arrepentido, y además, quiero demostrarle que lo suyo son prejuicios. Lo que me
gustaría saber es cómo te convenció para que te alejaras.

Exhalé con fuerza. Al parecer, Jake no había tenido tiempo de explicarle toda la verdad a su
novia: las leyendas quileute, los hombres lobo, su reacción cuando olió que Edward había bebido
sangre humana... el vínculo de sangre. Maldito seas Jacob Black si te crees que te voy a ahorrar
trabajo. Sí, eso debía explicárselo él, cuando las cosas se calmaran un poco entre ellos.

-Ven, vamos a sentarnos en el sofá. Alice está arriba acostando a Daniel. Mañana te lo
presentaré.

De pronto su cara se torció en una expresión de pena.

-Creo que me he precipitado viniendo aquí. No tengo derecho a molestarte. Ya tienes bastante
con el niño, y no quiero que los Cullen se molesten conmigo.

-¿El embarazo te ha secado todas las neuronas?-Alcé una ceja mientras ella sonreía débilmente.-
Vamos, al sofá-la tomé de la mano y se dejó hacer.- ¿Has cenado?

-No...

-Ha sobrado bastante pasta de la cena de Daniel: macarrones con verduras, aunque él preferiría
macarrones a secas.

-Eso será perfecto-se levantó para seguirme a la cocina.

-Quédate en el sofá, Ang.

-¿Y si viene Alice?-pareció muy tímida de repente- Me quedaré sola con ella y... los Cullen me
dan mucho respeto.

-¿Miedo no?-quise asegurarme.

-No, miedo no. Sólo me imponen. Siempre ha sido así, menos con... bueno, con Edward. Bueno,
no te negaré que ahora que sé la verdad, me imponen más -sonrió avergonzada.

-Ya. No serías humana si no fuera así. Pues ven.


Alice apareció en la puerta de la cocina mientras yo sacaba el contenido del microondas para
servirle un plato a mi amiga.

-¡Hola! ¿Angela, verdad? Soy Alice, creo que ya nos hemos visto alguna vez por el hospital de
Forks -sonrió de forma encantadora.

-Sí, en Urgencias - mi amiga asintió tímidamente y se levantó para saludarla.

Vi que Alice dudaba si plantarle dos besos como hacía conmigo, pero debió decidir que igual
asustaría a mi amiga y se contuvo, dándole en cambio la mano.

-Siento molestaros, Alice. Sólo me quedaré esta noche y mañana ya veré lo que hago.

Alice se me quedó mirando confusa, y yo meneé la cabeza.

-No la escuches. Cerca del tercer trimestre las neuronas funcionan peor -repuse con una
expresión muy seria. Mi amiga humana puso los ojos en blanco.-En serio, Ang. Ya hemos
hablado antes de que vinieras. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras. –Cogí el plato,
cubiertos y me los llevé hacia el comedor.-El único problema que veo es Jake- sentencié, dejando
todo sobre la mesa.

Me preocupé. Jake había sido capaz de amenazarme con romper el viejo tratado de los indios
con los vampiros sólo por un temor. ¿De qué no sería capaz ahora que sabía que yo era vampira
neófita y Angela estaba conmigo? Y eso sin saber que Jasper y Alice estaban conmigo. Dios,
dios, no podía guardarlo para mí misma. Esto podría ser un problema. De ninguna forma estaba
dispuesta a dejar a mi amiga en la estacada, pero también tenía que pensar en los Cullen, y en
Daniel. Era hora de hablarlo todo.

-Bueno, creo que os dejaré solas-dijo Alice con su musical voz.

-Alice-torcí el gesto.-Antes quería contarle algo a Ang y quisiera que tú también escucharas.

Cuando hube terminado no habría sabido decir quién estaba más en shock de las dos, si Ang o
Alice. Realmente el "alien" que llevaba mi amiga dentro, como ella llamaba al desfibrilador, era de
buena calidad, porque hoy estaba soportando pruebas muy duras. El ritmo cardiaco de mi amiga
se había alterado mucho y muchas veces durante mi explicación.

Aunque el shock era por motivos distintos... A Alice lo que le resultaba difícil de tragar era que
Jacob hubiera osado pensar en romper el tratado. Para los Cullen y los indios era algo casi
sagrado.

-A ver si lo he entendido-la habitualmente serena voz de Ang era temblorosa por la ira y la
confusión -Jacob te amenazó con romper de forma unilateral un tratado que su pueblo tiene
firmado con unos...vampiros que no se alimentan de seres humanos.

-Vegetarianos es más corto-la interrumpí y me miró con furia.- Perdón-musité contrita.

-Está bien, con unos vampiros vegetarianos. Y te amenazó porque creía que si estabas conmigo
me ponías en peligro por varias razones... –fue alzando sucesivamente los dedos según iba
sumando- una, porque Ed había bebido de ti y pensaba que podía darle por saltarse la dieta
conmigo. Otra, porque pensaba que Ed podía convertirte en cualquier momento ya que compartís
un supuesto vínculo de sangre y eso me haría peligrar. Y la última-su voz se volvió más aguda-
¿porque temía convertirse en un hombre lobo?
-Y también temía por si tu embarazo se veía afectado...-le recordé.-Al fin y al cabo está claro que
tu bebé lleva los genes de su padre, ya ves lo que te molesta nuestro olor, y hasta ahora eso no
había pasado.

Angela estaba haciendo un titánico esfuerzo por mantener la calma; respiró profunda y
lentamente varias veces, permaneciendo en silencio durante un largo, largo rato.

-Bueno, creo que ahora sólo falta que aparezca Darth Vader y me diga que él es mi padre-dijo
muy seria.

La miré, preocupada por su salud mental, pero vi que estaba usando el humor para disminuir un
poco la tensión que sentía. Sonrió con tristeza.

-Pero eso sólo pasa cuando hay cerca vampiros que beben sangre humana-quiso asegurarse.

-Exacto.

-¿Y entonces se puede saber por qué mierda Jake hizo lo que hizo? ¡No lo comprendo!-se
levantó y echó a andar por la habitación.

Yo tampoco, pensé, pero decidí echarle un cable al padre del hijo de mi amiga.

-Ang, él creía que te protegía.

-¡A la mierda los machos sobreprotectores!

La miré asombrada. Tenía carácter pero jamás la había visto así.

-¿Tú no dices nada, Ali?-inquirí, y esta se encogió de hombros.

-Qué queréis que diga...-centró sus ojos miel en mí- Bella, creo que hiciste mal en callarte todo
eso del chantaje y no explicarlo, ya no a Edward, sino a nadie de la familia... no te concernía sólo
a ti.

Bajé los ojos y me mordí el labio, avergonzada.

-Creía que... me daba miedo que Jake cumpliera su amenaza.

-Y querías salvar al mundo tú sola-dijo Angela con suavidad- Y luego hablas de sobreprotección.

-¡Lo siento! Pero te repito que iba a contártelo todo cuando...-mi voz se apagó.

-No te preocupes, sé que lo hiciste pensando que era lo mejor. Lo que me enfurece de veras es la
actitud de Jacob-frunció el ceño al pronunciar el nombre. Mejor ira que tristeza, pensé.

-Parece que Jake ya está empezando a recibir su castigo. Pero tenemos que asegurarnos de que
no diga nada, y creo que Carlisle debería saber esto. Puede ponerse en contacto con los jefes
quileute, creo que también deberían ser informados.

-¿Me creerán?-dije-Es su palabra contra la mía.-Angela me miró asombrada.

-Él no negará nada. No si es el Jacob que yo amo. No si quiere que sigamos juntos

-Escucha, Angela, intenta estar al margen. En esta casa ya tenemos cubierto el cupo de
corazones rotos...-comenzó Alice, y ambas la miramos con furia- Vale, vale- levantó las manos en
señal de rendición- me retiro y seguís discutiendo vosotras.
-Creo que ya hay bastante por hoy... –. Bufé.

Hasta el jueves, chicas. Muchas gracias por seguir leyendo y decirme qué opináis. Y por vuestra
paciencia en esperar la reaparición de Edward ;-).

Ah, la frase de Darth Vader tiene copyright: gracias Mlopez ;-)

Buenas tardes, casi noches... os traigo el que toca, y ya sabéis que hasta el lunes 5 de
septiembre no hay más. Este capítulo es un poco más largo de lo habitual, como ya os
comenté, pues repartí el capítulo de la semana que viene en esta.

Gracias a todas, y a Pegn y Maria José, que han dado el visto bueno a este ¡sin ninguna
corrección! (aún no me lo creo :-P).

Comentarios del 53:

v. cullen... espero que no necesites un alien, a ver si la cosa se va relajando ;-)

Kisara Mansen, sí, Jake estaba guardando demasiado tiempo el secreto. Hay que aclarar
cosas.

nohemi, lo estábamos esperando, no? Jake recibió por fin.

yamira hrdz, sí, ya se ve la luz.

namy23, gracias por tu comentario. Las cosas se van aclarando, que ya toca.

YoliCullen, a ti no te hablo que te veo pronto, jajaja. No, que gracias :-*

Mentxu Masen Cullen, Angela sí es extraordinaria, repito que es mi personaje favorito.

LuisaMarie22, me sonrojas con tus palabras *blush*. Mi autógrafo? Mi letra es horrible,


como buen médico, jajaja, pero gracias por tus palabras. Si tuviera tiempo siempre
contestaría a todos los comentarios. "esos dos malditos, son sobreprotectores pero no
pido que vuelvan con ellos( mentiras te lo ruego =) )". Me gustó esto.

Nurymisu, lo dicho, si me pasas un día a buscar no pongas la sirena, por dios. Y no me


metas en la ambulancia, me dan claustrofobia, jajaja. Ya quedaremos. Por otra parte,
gracias por tu comentario, de principio a fin. Y sé lo bien que sienta que te responda la
autora, sabes bien que también soy lectora ;-).

I love Edward, gracias por tomarte tu tiempo... sí, Bella está un poco pensativa respecto a
lo que le dijo a Edward. Qué pasará? ;-)

Paola Cullen, gracias guapa.

Gine, qué risa lo de Batman, estás loquita, pero esta vez no hablaste francés, habló Ang
por ti, jajaja.

isa-21, es que Ang tiene carácter...

salyluna " "bella y Edward se encuentran de frente"... y taran... esperar 1 semana por que
ahi si me daran ganas de destriparte y liego me arrepentiria por que si te mato, quien
fregados termina tu fic?" qué miedo me diste XDDD.

bellaliz, yo también quiero a Edward... suspiro.

mlopez "Digamos que estamos un poco hartas de esas actitudes machistoides" ¡amén!. Yo
también soy team Angela ;-).

Roxx marie, "Veremos que pasa cuando aparezca el bombón de Edward y vea a Bella en el
papel de madre." XD, él ya sabe lo de Daniel, piensa que está comunicado con Alice.

lizco2, no eres la única que cree que la reacción de Ang es exagerada... me lo dijo una de
mis betas. Ya se le pasará...

PRIGSPE, me alegro de que te guste el humor de Ang.

alexpattinson, Edward... quién no lo echa de menos?

Anaidam, gracias, gracias por tus palabras sonrojantes. Besoide enorme.

Esme Mry Cullen, de nuevo gracias por tu review tan completa, colega. Como te dije,
espero no defraudarte.

Ely Cullen M, Edward... el añorado ;-)

Capítulo 54

BPOV

Me alegraba de tener a mi amiga conmigo de nuevo, y Jake me caía peor que mal después de lo
que había hecho, pero no podía evitar tener remordimientos de conciencia. Ella estaba
embarazada, no era el mejor momento para pelearse con el padre de tu futuro hijo.

-Estoy bien-agitó la cabeza y respiró con fuerza.-Todo se arreglará.

-De momento te quedarás aquí, aunque he de advertirte que puede que tu novio acampe en el
rellano para asegurarse de que estás bien.

-Ahora le llamaré, para que lo sepa, y le voy a decir cómo están las cosas. Si no lo acepta... no lo
querré a mi lado.

-Angela, no...

-¿No?-levantó un dedo acusador y frunció el ceño -No me des lecciones de pareja, Bella Swan. Ni
siquiera has tenido el valor de hablar con Edward sobre lo que pasó.

Sellé los labios con silenciosa determinación. No estaba dispuesta a hablar del tema con mi
amiga. Como si no tuviera suficiente con Alice.

-Escucha, me quedaré aquí unos días, de acuerdo... Pero si me pides que arregle las cosas con
él debes ser justa y por lo menos darle una oportunidad a Edward para explicarse.

-Ang... mírame... –me señalé de arriba abajo con un movimiento de las manos- yo no le pedí ser
esto. Peor aún, se lo negué. Y lo hizo.

-Bells, estabas muy grave por lo que me explicas. Siempre he trabajado en Urgencias, y lo sé.
Edward siempre ha sido muy protector contigo. No quiero imaginar lo horrible que tiene que ser
ver al ser que más amas en el suelo, desangrándose... ¿Qué crees que habría sentido si hubiera
decidido lo contrario y hubieras muerto? – Engoló la voz haciéndola más grave - "Venga, vamos a
esperar a la ambulancia y luego estoy seguro de que los competentes chicos de la UCI sacarán a
Bella de este apuro." ¡Por dios! ¡Cometió un error, un error porque te amaba!

-¿Un error porque me amaba, porque estaba preocupado por mí? ¿O un error egoísta, porque no
quería estar solo?

-¿Hay tanta diferencia? No quería estar solo porque te amaba. Quería estar contigo -negó ella,
mirándome fijamente.- Puedes decir muchas cosas de Edward, pero no que sea egoísta. Y lo
sabes.

Miré al suelo, notando intentando controlar el escozor en mis ojos, mi respiración agitada y difícil,
el puño de acero que comprimía sin piedad mi corazón. De nuevo necesitaba el aire fresco.
Aunque no lo respirara, me hacía sentir mejor.

-Prométeme que hablarás con él – escuché la voz de mi amiga mientras me dirigía hacia el
balcón del comedor.

Lo sopesé durante unos minutos. Ang se situó a mi lado, mirando las hermosas vistas de la
ciudad. Esperando.

¿Podría hablar con él? Por una parte tenía pánico a que mi cuerpo traidor cayera bajo su influjo, y
de que la conversación terminara en sus brazos antes de haber empezado. Pero no, eso no
pasaría... la ira que irrumpía que en mi interior cada vez que recordaba sus palabras me lo
impediría. Seguía sin comprender que hubiera hecho aquello. Era algo irreversible, ¡por dios!
¿Cómo se había atrevido? Por otro lado, le había dicho cosas horribles, como que le había venido
muy bien ese momento para hacer lo que hizo. Seguía desengañada por lo que hizo, pero no se
merecía aquellas crueles palabras.

-Te lo prometo-repuse.

-Antes de que yo dé a luz.

-No lo sé-miré el perfil de mi amiga. Estaba seria. Entonces se giró y me encaró.

-Bueno, algo es algo. Lo has prometido-sonrió con tristeza.- Venga, dime dónde puedo acampar,
estoy reventada.

-De acuerdo... te acompañaré a tu habitación. Luego te subo una tila, ¿de acuerdo? Pero
antes...Ang... ¿no le vas a llamar? Querrá saber si estás bien.

Ella abrió los ojos como platos.

-No me puedo creer que después de lo que te hizo seas tan comprensiva con él.

-Supongo que ahora relativizo las cosas... no sé, lo he pasado mal por esto y ahora todo ha
pasado. Entiendo que para ti es diferente, te acabas de enterar, pero...-miré a su barriga.

-Está bien, le llamaré y le diré que estoy viva, y que voy a estar aquí contigo, hasta que no tenga
claro que quiero volver con él -la miré con consternación, sintiéndome culpable.-¡No me mires así!
Todo esto se lo ha buscado él solito, ¡yo ya soy mayor para tomar mis decisiones con la máxima
información posible y quiero que le quede bien claro!

-Eh, eh-levanté las manos en señal de paz.- No te voy a dar lecciones de relaciones humanas...
bueno, de eso menos que nada-me dio la risa tonta, y a ella también. Se quedó pensativa y abrió
la boca como para decir algo pero la cerró de inmediato.- Ang, dispara. Venga.

-Bella... es... ¿es... cierto que Edward te mordió?-me miró con tanta timidez como curiosidad.

Sabía que era imposible, que sólo era un recuerdo de mi cuerpo, pero tuve la clara sensación de
estar enrojeciendo. Me mordí el labio dudando, y al final decidí sincerarme. No había nada que
esconder, ya no.

-Sí... ¿te acuerdas del apósito del cuello? ¿Aquél que llevé durante unos días, mientras Edward
estaba en el congreso?

Su mandíbula se abrió de una forma que pensé que se le saldría de sitio la articulación, los ojos
parecían a punto de salírsele de las órbitas y por un momento pareció a punto de atragantarse
con el propio aire. Me preocupé pero reaccionó enseguida.

-¡Joder, joder y joder, estuve a punto de quitarte el apósito para gastarte una broma!

Me dio un ataque de risa tan fuerte que me tuve que tapar la boca, y ella me siguió.

-Imagínate que lo llegas a hacer -dije entre carcajadas-¡qué cara habrías puesto!

Tras calmarnos un poco y enjuagarse ella las lágrimas adoptó una expresión traviesa y curiosa
que yo ya conocía, así que no me sorprendió lo que preguntó a continuación.

-¿Y cómo te sentías... cuando lo hacía?

¿Cómo me sentía? Cerré los párpados y rememoré lo que me provocaba estar con Edward, tan
cerca, tan unidos... Suspiré, perdida en mis recuerdos.

-Está claro, te llevaba hasta el infinito y más allá.

Nuestras risas no despertaron a Daniel, pero creo que faltó poco.

Acompañé a Ang a su habitación y le mostré dónde estaba todo. Antes de darle las buenas
noches me había advertido que quería estar sola y la respeté, pero fue muy duro escucharla
sollozar hasta que se durmió. Por lo menos no había vuelto a despertarse desde que había
cogido el sueño, un sueño profundo, porque apenas se movió el resto de la noche. El sueño
podía ser un buen refugio cuando podías permitírtelo.

Alice y yo hablamos con Esme y luego con Carlisle, quien estaba de guardia, informándole de los
últimos acontecimientos. Decidieron organizar una reunión urgente con los indios para el
siguiente fin de semana.

Más tarde Alice y yo tuvimos una conversación durante la noche sobre la situación actual y
nuestros planes, y habíamos decidido cambiarlos. Ella se llevó a Daniel a comprarle ropa, como si
no tuviera ya bastante, con la excusa de que así mi amiga y yo hablaríamos con más calma. Me
llamó por teléfono poco después de salir de casa.

-Bella, Jake está parado enfrente de nuestra casa. Tiene cara de estar desquiciado. Ni siquiera se
ha escondido cuando he pasado cerca de él. Abre el escudo...maldita sea, debería haberlo hecho
antes: voy a ver qué pasa.

Accedí y escuché una exclamación de alegría.


-¿Qué sucede, Alice? ¿Qué ves? ¿Se va a solucionar lo suyo pronto?

-No lo tengo nada claro, Bells. Ella está muy firme en sus opiniones, y él no cede. Pero no hay
lucha próxima. Puedo irme tranquila.

-¿Entonces por qué das esos grititos de alegría? Me habías dado esperanzas-refunfuñé.

-Bueno, es que me esperaba algo peor-dijo.-Dile que le llame y hable con él. ¿Lo harás?

-Por supuesto, pensaba hacerlo-comenté, extrañada por su respuesta.

La dejé dormir todo lo que quiso, contenta de que por fin estuviera descansando, y se despertó a
media mañana.

-Buenos días, Bella- entró en la cocina, donde yo ya le estaba preparando el desayuno.

Tenía los ojos hinchados por el llanto nocturno y el sueño prolongado, pero a pesar de eso lucía
un aspecto relajado. Apareció vestida con un divertido pijama de premamá donde ponía "¿Niño o
niña?"

-Buenos días... dios, qué burra soy, ni siquiera te he preguntado qué llevas-dije señalando su
abultada panza.

-Es niña-sonrió dulce, bajando la vista y frotándose con cariño la barriga.

Ahora habría venido la típica pregunta del nombre, pero eso le habría traído a Jake a la mente y
quería evitarlo.

-Niña...-sonreí, imaginando una pequeña Ángela. Le tendí un bol de cereales con leche y cacao.-
Espero que no te haya cambiado el gusto el embarazo.

-No... sólo me ha afinado el olfato-tomó el bol y lo dejó sobre la mesa.

-Oh, lo siento-me dirigí a abrir la ventana para ventilar la enorme cocina. Ella rió.

-Sólo me estaba metiendo contigo... creo que me voy acostumbrando. Pero vale, para comer
prefiero que abras la ventana-sonrió un poco avergonzada.

Me encogí de hombros, restándole importancia.

-Supongo que al ser dos se nota más el olor. Sobre eso... he estado hablando con Ali. Ahora ha
salido un rato con Daniel para que podamos hablar con calma. Hemos decidido hacer un cambio
de planes, lo hemos hablado con Jasper y está de acuerdo dadas las circunstancias. Ellos se irán
ya a Nueva York. Nosotras nos quedamos aquí, con Daniel. Todo esto si te parece bien, pero es
que pensamos que es lo mejor... De ninguna manera Jacob aguantará que vivas con tres
vampiros.

Ella pareció dar un leve respingo al escuchar la palabra. Tendría que ir acostumbrándose.

-Jacob aguantará lo que tenga que aguantar-frunció el ceño con fiereza.

-Ang, no me puedo creer que esté intercediendo por él, pero... creo que tampoco hay que darle
más de lo que pueda soportar-la miré mientras le acercaba una cuchara.
Ella exhaló con fuerza, y cerró los párpados en mudo asentimiento, dando a entender que daba
su brazo a torcer. Mi amiga podía ser tan cabezota como yo.

Mientras estaba desayunando sonó su móvil, pero ella colgó y siguió desayunando tan tranquila.
Esto mismo pasó tres veces seguidas.

-¿No piensas contestarle ninguna llamada?-alcé una ceja.

-No, más tarde ¿Y tú, no piensas llamar a Edward?

Tocada.

-Llámale o echará la puerta abajo-le oculté que estaba frente a nuestro portal.- Y no me hago
responsable de lo que pase si hace eso -la miré ceñuda, intentando poner esa mirada
amedrentadora que se supone que debían tener los vampiros.

-Después de ti, Bella Swan-me sostuvo la mirada tan tranquila, cruzándose de brazos.

Lo dicho, yo era una vampira desastrosa. Si todos hubieran sido como yo, en vez de cuentos de
miedo se habrían creado tiernas nanas para acunar a los bebés.

¿Llamarle? Lo deseaba furiosamente, pero estaba aterrorizada. ¿Por qué? ¿Y si estaba dolido
conmigo? ¿Y si era él quien no quería saber nada más de mí? No me había vuelto a llamar desde
que le saqué de mi vida. Estúpida, ¿le habrías cogido el teléfono? Te habrías enfurecido más y él
lo sabe. Te prometió que saldría de tu vida si se lo pedías y ha cumplido su palabra. Él es así.
¿Volverá a entrar en mi vida si se lo pido? ¿Quiero pedírselo? Agité la cabeza para sacudirme
estos pensamientos. No había otra manera. Yo le había alejado de mí, era yo quien tenía que
mover ficha.

Angela esperaba, contemplando serena el flujo de mis pensamientos a través de mi expresión.

-Está bien-susurré sin apenas voz.

Su cara se iluminó como no la había visto desde antes de separarnos. En aquel momento
escuché que llegaban Alice y Daniel. El pequeño entró en la cocina como una exhalación.

-¡Bella!-saltó en mis brazos y lo cogí al vuelo.

-Hola, cariño. Te presento a mi amiga Angela.

La miró atentamente y se detuvo en su abultado abdomen.

-¿Tienes un bebé?-señaló.

-Sí-sonrió ella, y le dio un beso-Hola, Alice, y... Daniel, ya tenía ganas de conocerte.

Le dio un beso pero él no hizo mucho caso, hipnotizado por esa zona del cuerpo de mi amiga. Me
pidió que lo bajara y se acercó, tocándola con suavidad con ambas manitas.

-¿Cómo ha entrado? ¿Y cómo sale?

-Daniel, te lo explicaré más tarde-repuse mientras Alice y Angela reían.

-Siempre me dicen eso -hizo un puchero.

-Que no, en serio, que te lo explico más tarde- reí yo también.


Salimos de la cocina junto con Alice para dejar a mi amiga que terminara de desayunar en paz.
Además, tenía una llamada que hacer.

Angela habló con Jake. No es que yo estuviera espiándoles, pero no pude evitar escuchar la
conversación. Estaba como loco. Llegó a darme pena. Sí, de veras. Pero Angela se mostró
inflexible. Decía que la única forma de que él dejara de tener prejuicios era mostrarle que estaba
equivocado. Accedió a llamarle varias veces al día para informarle de que se encontraba bien.

Por la tarde, tras la comida, les dejé un rato mirando dibujos animados. "Buscando a Nemo" era
una película que le gustaba mucho a Daniel, y mi amiga humana reconoció que desde que estaba
embarazada su afición a la animación había aumentado. Se les veía encantadores a ambos
sentados en el sofá, riéndose de esa forma tan inocente.

Fui arriba para ayudar a Alice con las maletas. En cuanto Jasper llegara de su viaje por la noche,
se marcharían a Nueva York.

No había por qué esperar. La decisión estaba tomada. Alice y Jasper no estaban conmigo porque
no se fiaran de mí. Había demostrado capacidad de contención de sobras. Yo hacía tiempo que
deseaba que ellos pudieran volver a su vida normal, pero aún no me atrevía a enfrentar a la
soledad que tenía dentro de mí a pesar del cariño de Daniel. Era curioso, pero ahora que había
recuperado mi amistad con Angela me sentía más fuerte para enfrentarme a mi nueva vida, sin
ellos. Ya sabía que no podía ser como antes, que mi amiga humana se marcharía en pocos días,
y eso esperaba, porque significaría que sus problemas con Jacob se habían arreglado.

Pero aún así su reaparición en mi vida había sido una inyección de optimismo para mí. Una voz
dentro de mí me dijo que no era sólo eso, que había algo más que me daba fuerzas, y yo sabía lo
que era. Ahora sólo tenía que dejar de ser la cobarde que era, coger el teléfono y llamarle.

Tenía miedo. Miedo de su rechazo. Miedo de hablar con él y terminar discutiendo de nuevo, de
volverle a decir algo horrible, de escuchar que no estaba arrepentido de nada... Miedo de volver a
caer ahora que comenzaba a levantarme. Miedo de arrastrarle a él en mi caída.

-Estás muy pensativa-Alice cerró la cuarta maleta y la depositó en el suelo al lado de las otras.

Me encogí de hombros. Era pronto para compartir mis pensamientos con ella.

-Supongo que la llegada de Angela me ha hecho pensar-repuse sin mirarla, mientras continuaba
doblando ropa y poniéndola en la maleta que tenía delante de mí.-Sentí el peso de su mirada
sobre mí mientras la rehuía y supe sin verlo que estaba sonriendo.-Si seguimos llenando maletas
no vais a caber vosotros dentro del coche-intenté desviar su atención.

-Bella, la mayoría las mandaré en avión, como la última vez. ¿No lo recuerdas?-me habló como si
se dirigiera a un niño pequeño.

-No-fruncí el ceño.

No lo recordaba por más que lo intentaba. ¿Y mi súper memoria de vampira?

-Quizá en esa época estabas más centrada en ti misma-dijo con suavidad, rebuscando en el
armario.

-Sí. Debe ser eso- acordé.

Me sentía como si estuviera despertando de un largo sueño donde mi cuerpo había ido
moviéndose sin alma, y ahora esta comenzara a desperezarse.

Cuando bajé para ver cómo estaban mi invitada y el pequeño Daniel los encontré aún
enfrascados en la película, que por lo que veía estaba a punto de acabar.

-Los peces son amigos, no comida –Daniel, divertido, repetía la frase de los tiburones.

-Tengo ganas de salir-dijo Ang en cuanto salieron los títulos de crédito.- ¿Te apetece ir al parque
cuando se termine esto? Podemos merendar allá, o tomar un helado -se dirigió a Daniel.

-¡Síiiii! Heladoooo -el pequeño tomó un cojín y se lo tiró.

Yo estaba contenta. Daniel era muy cariñoso, y Ang no era una excepción.

-Ya, sólo le faltaba a Daniel que tú también lo malcriaras-bromeé.- Iré con vosotros, también
tengo ganas de que me dé el aire fresco.

Afortunadamente, Jake no había acampado en el rellano, ni en la acera.

Aún.

-Me tienes alucinada-murmuré mientras Daniel se adelantaba con su bicicleta.

El parque estaba bastante lleno de gente, pues se habían anunciado intensas lluvias en los
siguientes días, y las personas querían a provechar el relativo buen tiempo que hacía ahora. El
otoño estaba siendo benigno con Seattle.

-¿Por qué?

-Porque... bueno, primero, por lo bien que te has tomado todo esto –señalé mi cuerpo.-Luego, por
lo tranquila que pareces tras discutir con Jacob.

Ella me puso la mano sobre el hombro, caminando serenamente a mi lado.

-No sé decirte... me ha dolido lo de Jake, pero hasta cierto punto lo comprendo. Él intentaba
protegerme. Sólo quiero darle una lección, que comprenda que no debe volver a hacer algo así, y
lo más importante, que aprenda que eres, que sois, de fiar. Y, si le quieres poner el toque
dramático a mi respuesta, te diré que desde lo que me pasó, lo comprendí un poco tarde pero lo
hice, sé que podía estar muerta. Y las cosas se toman de otra forma desde esa perspectiva.
Además, tengo confianza en la respuesta de Jake. Es un tío genial... pero no es perfecto, lo sé -
terminó.

-Eso es estupendo-la miré con admiración.

Entonces lo sentí. El cosquilleo en mi piel, el calor recorriendo mi espina dorsal.

-Edward-susurré.

-¿Qué?

-Edward. Está aquí.

-¿Qué?-ella me miró primero a mí, y luego giró la cabeza en ambas direcciones, buscando- No lo
veo.

-Lo sé. Sé que está- repuse nerviosa, con un tono de voz demasiado agudo.

¿Por qué de pronto tenía sensación de tener taquicardia? ¿Por qué parecía que iba a
hiperventilar? Era imposible.

Ella asintió, recordando lo que le había explicado.

-¡Daniel!-llamó. El pequeño, que iba unos metros por delante de nosotras, detuvo su bicicleta y se
viró, con expresión interrogativa.- Espérame. Vámonos tú y yo a aquel puesto de helados y
compremos uno para la merienda. Su carita se iluminó para inmediatamente mirarnos con
extrañeza.

-¿Y Bella?

Fui a abrir la boca para protestar con indignación pero mi amiga, que no estaba casi en shock
como yo, reaccionó más rápida.

-Bella tiene que hablar con un amigo-dijo con tremendo desparpajo. -Venga -se separó de mí tras
guiñarme el ojo, acercándose al pequeño -seguro que yo con mi barrigón voy más rápido que tú
con tu bicicleta- dijo, tras lo cual comenzó a caminar veloz hasta el lejano puesto de helados.

-¡No, no, yo primero!-Daniel se puso a pedalear como si estuviera en el tour de Francia de los
preescolares.

-Traidora -murmuré con los párpados entrecerrados, intentando con todas mis fuerzas controlar el
vendaval de sensaciones que me atravesaban.

Por un momento pensé en huir. No me veía capaz de enfrentarme a él.

Eres una cobarde.

Pero fui incapaz de moverme. Mi cuerpo me desobedecía, como siempre había hecho en su
presencia.

Cuerpo traidor.

Pasaban los segundos, quizá minutos o podían haber sido horas, porque yo no era consciente del
paso del tiempo. Sólo de su cercanía. Era capaz de sentir cada molécula de mi cuerpo vibrar,
como las teclas del piano acariciadas por sus dedos. Cada una de ellas alineándose, como una
brújula señalando su norte, gritándome su presencia.

Oh, dios. No puedo más.

Abrí mi escudo y más que un pensamiento fue casi un rugido interno, desesperado.

¿A qué estás esperando? Me estás volviendo loca. Ven.

Un segundo. Dos. Tres. Qué eterno se hace el tiempo cuando esperas.

De pronto sus brazos rodeándome por detrás, dándome la vuelta, sosteniéndome contra su
pecho. Los míos con vida propia, enlazando su cuello, fuertemente... y la sensación de que el
suelo desaparecía bajo mis pies.

No me sueltes. No me dejes ir.


Cerré los párpados, perdiéndome en su olor... oh, ese aroma... ahora me sentía más llena de vida
que en mucho tiempo.

-Nunca-el murmullo fue suave como la brisa., su voz...ondas viajando por mi piel, por mi pecho,
por mi vientre, despertando a mi cuerpo de su entumecimiento. Nuestros cuerpos adheridos,
anulando el espacio, mientras el tiempo de separación se desvanecía.

Quería llamarte.

-Quería verte -sentía su respiración en mi piel, acariciando mi oreja, y su abrazo era tan fuerte
que estaba segura que de ser humana no lo habría soportado.

Separó su cara unos centímetros de la mía. ¿Estaba preparada para mirarle a los ojos? ¿Qué
vería en ellos? Miré su pecho, su cuello, la mandíbula, la boca... sonreía...dios, esa sonrisa. Me
animé a seguir hasta que encontré sus ojos... y me perdí por completo en ellos, prendida en la
intensidad del oro líquido, de la pasión, la necesidad, y la dulzura...

Segundos que parecían volar, minutos que parecían segundos... de pronto el tiempo se había
acelerado, y no había nada más que nosotros dos.

-Creo que hay alguien que quiere conocerme -su aliento me acarició, su dulce voz me despertó, y
entonces reaccioné.

Daniel. Me sentí mal... egoísta, por haberme olvidado de él y de Angela. Parpadeando para
liberarme del hechizo, separé mi mirada de la suya y miré alrededor. Angela estaba agachada
hablando con Daniel, quien parecía haber terminado su helado -¿cuánto tiempo hemos estado
así?-. Estaban a más de cien metros, pero prestando atención pude escuchar que discutían
porque Daniel quería volver y ver quién era el amigo de Bella y Angela le insistía en que no era
buen momento, que se lo presentaría más tarde, pero él no daba su brazo a torcer.

De pronto me puse nerviosa. Ni siquiera me había planteado la situación, porque no esperaba


encontrarme con Edward tan pronto. No estaba preparada. ¿Qué pensaría este de Daniel? ¿Y
Daniel? ¿Cómo se tomaría si... si Edward volvía a mi vida? ¿Qué haría yo si Edward no volvía a
mi vida? ¿Le había perdonado ya, sin darme cuenta? ¿Me guardaría él rencor por todo lo que
había pasado? Había muchas cosas de qué hablar, mucho que aclarar, y ahora no podíamos
hacerlo. Había que esperar a más tarde. No podía dejar de lado a Angela y a Daniel en este
momento.

-Tranquila -la suave voz de Edward atrajo de nuevo mi atención. Me miraba con una expresión
contenidamente divertida.

Oh, mierda.

¡Se me había olvidado bajar mi escudo! Normalmente no lo necesitaba, más bien tenía que
mantener un esfuerzo de atención para mantenerlo alzado, así que no había pensado en bajarlo.
Y él lo había escuchado todo. Me sentí avergonzada y bajé el escudo de inmediato. Sus labios se
curvaron y su mirada brilló traviesa.

-No sabes lo maravilloso que es poder estar ahí dentro -murmuró posando su largo dedo índice
sobre mi frente.

Una especie de terremoto cuyo epicentro era la pequeña zona de piel que rozaba su dedo se
desplazó por todo mi cuerpo. ¿Habían sido sus palabras? ¿La forma de pronunciarlas? ¿El tacto?
¿O todo junto? Tragué en seco. No esperaba que me afectara tanto su presencia, su contacto;
había llegado a engañarme a mí misma, pero mi cuerpo jamás había caído en esa mentira. Le
había echado tremendamente de menos, y estaba famélico, ávido por sentirle.

Lo miré, perdida en la miel de sus ojos, atontada todavía por el devastador efecto que causaba en
mí. ¿De veras era una reacción a su ausencia, una consecuencia de ser vampira, o que se me
había olvidado el poder que tenía sobre mí?

Perdida en mi confusión mental, escuché la voz de Daniel, que fue lo que me hizo reaccionar. Me
separé un poco de Edward, y respiré con profundidad. Error. Mis pulmones se llenaron de su
aroma, y mi respiración se aceleró, en busca de más.

Por fin y tras un enorme esfuerzo me centré en el pequeño Daniel.

-Será mejor que vayamos. Se está poniendo nervioso, y no conoce mucho a Ángela... ¿Quieres
que te lo presente?-añadí insegura.

-Por supuesto, Bella –pronunció mi nombre como si lo besara, sonrió y, con renuencia, despegó
sus ojos de los míos y dirigió su atención a mi amiga y al pequeño.-Vamos hacia allá-me tomó de
la mano y esa parte de mi cuerpo pareció arder.

Yo también le echaba de menos... Hasta el lunes 5, hermosas. Gracias por vuestras opiniones.

Buenos días, lectoras, y lectores si es que hay alguno. Hoy no paso lista, quiero decir que
os agradezco muchísimo vuestras opiniones respecto al previo pero no las comentaré
ahora, hace mucho de eso...eso sí, quiero dar la bienvenida a MJOSE, gracias por tus
palabras ;-). Y gracias a Pe y Maria José por su incansable ayuda.

No fue mi intención dejaros con la miel en los labios con el último capítulo, más bien era
un "Eh, aquí está Edward, todo está bien", pero veo que algunas de vosotras os
mosqueasteis. Pues... lo dejé ahí porque no había nada más escrito y necesitaba escribir
relajada aprovechando mis vacaciones. Yo, como dice Anaidam, lo que quiero son dos
meses de vacaciones pagadas en la Toscana con todo hecho y poder dedicar más tiempo a
escribir (y leer) pero... es lo que hay ;-). Y sintiéndolo mucho si vuelvo a quedarme sin
capítulos me tomaré una semana más, prefiero eso a escribir rápido y mal...

Por cierto, soy una adicta a las historias de Anaidam y me da la gana de hacerle publicidad.
En su perfil encontraréis sus dos estupendos fics, y el acceso directo a su blog con la
nueva y original historia -no fic- que está escribiendo y que me tiene comiéndome las uñas.

Siguiendo con lo de hoy, este capítulo va dedicado a YoliCullen, porque es su cumpleaños.


Felicidades, guapa, me encantó conocerte. Gracias por ser mi musa, y espero que este año
que empiezas en tu vida te traiga lo que deseas.

Para que no os quejéis esta actu es casi el doble de extensa de las que suelo colgar, pero
no os acostumbréis.

Quería deciros que a partir de ahora las frases con los pensamientos de Bella están
escritas en cursiva, y cuando además están entrecomilladas las está leyendo Edward.

Y ya, ya va, que me lío sola...

Capítulo 55
BPOV

Cuando estuvimos cerca de Daniel este salió corriendo y me saltó a los brazos. Lo tomé al vuelo,
y tras corresponder a su abrazo me lo cargué a la cadera. Se me aferró con fuerza, apoyando la
carita sobre mi hombro, escondiéndola.

Angela se nos acercó con una sonrisa tímida.

-Hola, Edward- este correspondió al saludo, se acercó y la besó en la mejilla. La cara de mi amiga
estaba sonrojada.

-Te sienta muy bien el embarazo, Angela -sonrió de forma deslumbrante y ella se sofocó todavía
más y se mordió el labio inferior. Nerviosa, empezó a tocarse el cabello con una mano y la panza
con la otra.

-Gracias... no sé qué decir... bueno, sí, que ahora que sé que tienes la antena parabólica
incorporada me da mucho corte hablar contigo-se frotó la nuca mientras Edward sonreía al
escucharla.

Ahora entendía esa actitud vergonzosa que nunca le había visto, ni con Edward ni con nadie.
Jamás la había visto tan roja. Casi había empezado a preocuparme.

-Lo siento...no puedo evitarlo. Creo que mi familia podrá darte lecciones de cómo ocultarme tus
pensamientos. Pero no tienes que avergonzarte de ninguno de ellos, te lo aseguro.- De pronto la
expresión le cambió y se volvió más sombría. -Siento la discusión con Jacob. -Ella se encogió de
hombros en silencio, con los ojos brillantes.-Y este pequeño es Daniel, me imagino- dijo
centrando su atención en el niño que seguía aferrado a mí con brazos y piernas como un monito
araña.

Parecía que los encantos de Edward no funcionaban con los hombres de mi vida, ni con Charlie
ni ahora con Daniel. Su voz era irresistiblemente dulce cuando se dirigió al niño, pero no pareció
hacer mella en él.

-¿Quién es este?-dijo el niño sin mirar.

-Es un amigo mío, Daniel.

-¿Un amigo?-su voz era tan suspicaz como sus ojos cuando alzó la carita para mirar y evaluar de
arriba abajo a Edward, quien no me había soltado la mano en ningún momento.

¿Pero qué le decía? ¿Es mi novio? ¿Era mi novio? ¿En qué punto estábamos? Este abrazo había
sellado algo, aún sin pronunciar las palabras adecuadas, yo lo sabía, pero ¿qué era ese algo?
Sentía la mirada de Edward como una caricia. Su mano enlazaba la mía, serenándome y
alterándome a partes iguales como sólo él sabía hacer sin proponérselo.

-Edward es hermano de Alice, Daniel-expliqué. Era lo menos comprometido.

El pequeño entonces lo miró con los ojos muy abiertos y cierto interés. El vampiro asintió y sonrió
de una forma cálida, con seguridad y confianza.

El niño lo estudió atentamente durante unos segundos con la cara muy seria y concentrada, hasta
que pareció decidir que era un tío legal, y sonrió a medias, aceptándolo pero también advirtiendo
con su expresión "te estoy vigilando". Si me fijaba bien, hasta tenía una retirada a la manera
como mi padre miraba a Edward.

Angela nos contemplaba a ambos con expresión de felicidad.


-Estaba intentando convencer a Daniel para marcharnos a casa él y yo. Podemos jugar o ver una
película, ¿verdad?-acarició su pelo.

-No-el niño la miró y negó con firmeza, sacando el labio inferior hacia afuera.-No, no, no-repitió,
como si eso fuera su mejor argumento. Seguía agarrado a mí, la expresión un poco ansiosa,
como si fuera un náufrago y yo su tabla de salvación.

-Vamos a casa- Edward miró a Daniel y después a mí -Tenemos mucho tiempo para hablar.

Asentí. Era lo mejor. Daniel estaba evidentemente celoso de Edward, y yo no quería estimular
ese sentimiento dejándolo y marchándome con aquél.

Nos pusimos rumbo a casa. Las palabras ardían en mi boca, luchando por salir, pero no quería
empezar a hablar... ni siquiera preguntarle cómo se le había ocurrido venir a buscarme al parque,
porque sabía que cuando empezara no podría parar. Y no era el momento. Daniel se negó a
montar en su bicicleta pero accedió a bajar de mis brazos al suelo y caminar a mi lado sin
soltarme la mano. Mi otra mano seguía reclamada como posesión por la de Edward, quien se
encargó de llevar la bicicleta del pequeño. El calor parecía irradiar desde esa zona donde nuestra
piel estaba unida.

-Si le doy la mano a Daniel quizá aparezca un camino de baldosas amarillas -bromeó Angela.- Me
pido ser Dorothy.

-¿Qué?-preguntó Danny sin comprender.

-Nada, cariño, Ang bromea sobre una película que se llama el Mago de Oz-sacudí la cabeza,
riendo entre dientes.-Es un cuento.

-¿Me lo leerás?

-¡Claro! Aunque es bastante largo. No lo podemos leer en una noche, ¿eh?

En aquel momento sonó el móvil de Angela.

-Jake... sí, sí, estoy bien. No, no hace falta que me lo preguntes cada vez-dijo, suspirando.

Nos miró con cara de disculparse y se separó unos metros de nosotros, aunque bien sabía que
era una precaución inútil, y más con Edward al lado -los vampiros y la intimidad - pero
seguramente así se sentía de alguna forma más resguardada.

Nosotros seguimos andando en dirección a casa de Edward, a un ritmo muy lento para que Ang
pudiera alcanzarnos sin problemas cuando hubiera terminado su conversación.

-Jake debe estar como loco. No me lo puedo ni imaginar-dijo Edward.

Bien. Mejor hablar de ellos que de nosotros. Iba a contestarle cuando de pronto recordé que él no
sabía nada del chantaje de Jacob para separarnos a Ang y a mí... ¡No! No, Angela, no pienses en
eso, no...

Demasiado tarde. No sólo estaba pensando en ello sino que estaba hablando de ello. Jacob
estaba presionándola para que volviera con él y amenazaba con no moverse de enfrente de casa
de los "chupasangres" los días que hiciera falta para asegurarse de que ella estaba bien, y
Angela le recordó su enfado por el secreto que él había mantenido sobre la curiosa genética
quileute y su intervención en nuestro forzoso alejamiento.

Me atreví a mirar a Edward, que caminaba a mi lado sin pronunciar palabra. Su expresión era
atemorizadora, la mandíbula contraída, los párpados entrecerrados, la boca una fina línea... pero
no pronunció una sola palabra. Quizá, como yo, pensaba que no era el momento.

Ang cerró el móvil tras pactar con Jake una llamada nocturna. No sabía cuánto iba a durar su
enfado, pero mi amiga estaba muy, muy indignada con su novio. Me pregunté si Carlisle había
podido hablar con los patriarcas quileute y si estos a su vez hablarían con Jake.

Cuando nos alcanzó se dio cuenta de la tensión en la atmósfera, y se dedicó a charlar con Daniel
de temas inofensivos hasta que llegamos al portal del edificio.

-Vivimos allá arriba-señaló el niño orgulloso, dirigiéndose a Edward de forma espontánea. El


sonrió ampliamente.

-Lo sé.

-Vivimos en casa de Edward, cariño- sentí necesidad de dar la explicación mientras el portero nos
saludaba a la entrada.

-Es nuestra casa, no sólo mía- Edward me miró con intensidad.

Aparté los ojos de los suyos y los enfoqué en el pequeño. No podía pensar con claridad si me
miraba de esa forma. Y por eso dije lo que dije.

-El piano es suyo.

Entrábamos en el ascensor y Daniel casi dio un salto cuando me escuchó, y su carita contempló a
su "tío" con nuevo respeto.

-¿Lo tocarás? Bella no quere estar, pero Alice y yo tocamos.

Vale, si lo intento quizá pueda abrir un boquete en el suelo del ascensor y hundirme para
desaparecer.

-¿Ah, sí? ¿Tocáis?-dijo el vampiro con ternura.

Edward siempre había sabido hablar con los niños. Y yo notaba la curiosa sensación de tener sus
ojos clavados en mí aunque no me estaba mirando a mí sino al pequeño.

-Un poco-el niño se encogió de hombros con modestia.

Antes de que abriera la puerta, Alice salió de la casa con un grito de alegría y se lanzó a abrazar
a su hermano, quien esta vez sí me soltó para corresponder a su hermana. Sentí frío en la mano.

-¡Cuánto habéis tardado! –se quejó con desparpajo, colgada literalmente del cuello del alto
vampiro.

-Lo habías visto, ¿no? -acusé.

Ella hizo una de sus muecas de duendecillo travieso.

-No te iba a estropear la sorpresa-repuso sin soltar a su hermano.

Absurdamente enojada –me sentía más feliz que en mucho tiempo, pero al mismo tiempo me
molestaba que mi amiga vampira me hubiera ocultado esa visión- me dirigí con Daniel y Angela al
interior del ático, dejando a los hermanos poniéndose al día en el recibidor.
Ang había intentado disimular durante todo el camino, pero era fácil percibir que su conversación
con Jacob la había dejado un tanto alterada. Enseguida se excusó conmigo y se dirigió a su
habitación. Suspiré apenada mirándola subir las escaleras. Era una situación triste, y aunque
Jacob se lo había ganado a pulso me dolía que ella también sufriera.

La manita de Daniel tirando de la mía me sacó de mis reflexiones.

-Bella, ¿puedo ver dibujos?-sus grandes ojos marrones me miraban con dulzura. Mi ánimo se
aligeró de inmediato.

-No, cariño. Ya has visto demasiados dibujos esta tarde. Además, tienes que bañarte.

Olí su aroma antes de escuchar su voz de terciopelo vibrar detrás de mí.

-¿Quieres que toque el piano, Daniel?

Vampiro tramposo.

-Tiene que bañarse -apreté los labios, sin girarme. Daniel miró por encima de mi hombro.

-¡Sí! ¡Sí! Bella. Por favor, por favor, por favor -imploró con un puchero de los suyos.

Exhalé, dándome por vencida. Me agaché y miré a Daniel a los ojos.

-Está bien. Pero diez minutos, no más.

Me metí en la cocina sin mirar atrás. Escuché que Alice se había unido al pequeño grupo. Me
estaba matando no poder hablar con él, pero aún no podía ser, había que esperar. Hasta que
Danny no estuviera durmiendo, y aún así... Alice estaría escuchando, y Jasper llegaría en algún
momento de la noche. Quizá lo mejor sería salir del piso, pensé mientras preparaba la cena para
el niño y para mi amiga.

Decidí preparar una tortilla española, sabía que a Ang le gustaba como la cocinaba, y era uno de
los platos favoritos de Daniel. Escuché risas y música arriba, pues habían dejado la puerta
abierta. Reconocí alguna de las melodías que Edward tocaba, eran canciones infantiles. Les
escuché cantar, a los dos vampiros con su voz de ángel y al pequeño desafinando un poco.
Desde luego, arriba se lo estaban pasando estupendamente.

Mientras pelaba las patatas fui consciente de algo que, de tan natural que era, ni siquiera me
había dado cuenta de ello: que volvía a gustarme el sonido del piano. Hasta entonces cada vez
que Alice y Danny se ponían a tocarlo (ella tenía unos conocimientos básicos, pero suficientes
como para impresionar a un crío) y él se negaba a cerrar la puerta de la sala, como sucedía a
veces, me colocaba unos cascos con música de rock a todo volumen. Cada una de las notas se
hundía en mi pecho como una flecha. Pero ahora no.

Terminé el plato y me quedé parada, apoyada en la encimera, escuchando. Al final tomé una
decisión.

Cuando entré en la sala me encontré con la mirada de Edward. Tocaba una pieza ligera, pero la
intensidad de sus ojos habría hecho pensar que lo que sus largos dedos extraían del piano era
una melodía apasionada. Me sumergí en aquellos iris y extravié la línea de mis pensamientos; no
fui capaz de otra cosa que de quedarme allá parada, en el umbral, con la mano en el marco de la
puerta.

-¡Bella!
El gritito de Daniel me despertó de mi hipnosis y lo miré. Estaba al lado de Edward, en la
banqueta del piano, y Alice estaba sentada en un sofá situado frente a la puerta. Su cara traviesa
lucía una sonrisa de oreja a oreja. El niño me miraba con expresión de sorpresa y alegría al
mismo tiempo.

-Vaya... cuánto tiempo -fue el único comentario de Alice.

El pianista no dijo nada en absoluto. Aunque me había liberado del hechizo de sus ojos
continuaba sintiendo el calor que desprendían.

Me senté al lado de Alice.

-¿Ya no tenes miedo del piano?- desde mi posición sólo veía media carita de Daniel asomando
por encima del piano. Me miraba como preguntándose qué había obrado ese cambio en mí.

-Nunca he tenido miedo del piano, Danny- sonreí, encogiéndome de hombros, y me pareció que
la temperatura a mi alrededor subía un poco más- Sencillamente no me gustaba mucho
escucharlo, y ahora creo que me apetece.

El pequeño sonrió, satisfecho con aquella respuesta tan simple. Pude notar el cambio en el
ambiente cuando Edward dejó de mirarme para concentrarse en Daniel. Tomó sus manitas y le
fue mostrando dónde tenía que poner los dedos para conseguir la melodía. Me gustaba verlos
juntos. ¿Qué pensaría él del niño? A Daniel empezaba a gustarle Edward. Había sabido ganarse
–a medias, pero tenía mérito- a mi padre, y ahora lo hacía con Danny. Sabía como conquistar a la
gente cuando quería. ¿Sería por ser vampiro o ya era un don natural en él antes de su
transformación? Estaba segura de que era lo segundo. Era algo tan normal en él como respirar
para un humano.

El tiempo pasaba. El teléfono de Alice sonó y esta se disculpó, saliendo de la sala y cerrando la
puerta. Los ojitos de Daniel estaban perdidos en el movimiento de los dedos del pianista, y mi
mirada estaba perdida en su cara, su hermoso rostro, y esas familiares expresiones que tanto
había echado de menos. De pronto la mirada de Edward se alzó para volver a centrarse en mí,
liberando toda la avasalladora intensidad de sus sentimientos, y me atrapó, absorbiéndome por
completo, haciendo desaparecer mis temores, mi inseguridad, y volatilizando los últimos
rescoldos de ira y rencor que quedaban en mi corazón.

Ni siquiera me había dado cuenta de que Alice estaba en el umbral de la puerta con el móvil,
mirándonos a ambos con expresión falsamente escandalizada.

-Por favor, que hay niños-murmuró con una divertida mueca.

Daniel no hizo caso de la interrupción y tras alzar la vista un instante siguió interesado en las
manos de Edward, que en ningún momento interrumpió su pequeño concierto. Yo dudé entre
reírme, fulminarla con la mirada, o preguntarle si había hablado con Carlisle. Acababa de
recordar, al verla con el teléfono en la mano, que teníamos pendiente una reunión con la tribu
india. Y opté por esto último.

-¿Has hablado con tu padre? ¿O era Jasper?-susurré. Ella se me acercó caminando con su
gracilidad habitual.

-Era Carlisle. Dice que han acordado convocar la reunión para el viernes por la noche, en la línea
fronteriza de la reserva. Por su parte estarán, como siempre, Billy Black y Sue Clearwater. Dada
la gravedad de las acusaciones, han convocado también a Jake para que tenga una oportunidad
de defenderse, y por supuesto tú tienes que acudir.
-Ang también querrá acudir-hablábamos tan flojo que era imposible que Daniel nos escuchara,
pero no Edward.

-Creo que Angela debería mantenerse al margen -dijo éste con suavidad.

-Eso mismo pienso yo-intervino la vampira.

-Eso debería decidirlo ella. Está muy implicada, y harta de que se tomen decisiones que la
afectan de una forma vital sin contar con ella -miré a ambos, torciendo el gesto al pensar en el
doble sentido de mi frase.

Alice se encogió de hombros y Edward suspiró, asintiendo.

-Lo comprendo, Bella-aseguró, y tuve claro por su expresión que no hablaba sólo de Angela y
Jake. Miró a Alice.- Hablaré con Carlisle e intentaré convencerle. Luego se lo podemos comunicar
a Angela.

Asentí. Entonces me fijé en Daniel. Sus párpados estaban cada vez más caídos y un bostezo
enorme salía de su boca.

-Creo que este chico necesita cenar y dormir- Edward paró de tocar el piano y lo miró alzando
ambas cejas componiendo una expresión desenfadada.

Sorprendida por el paso del tiempo miré la hora y solté una exclamación.

-¡Es tardísimo! Ya te bañarás mañana, Danny. Ahora a cenar.

La cena transcurrió con calma. Me senté a la mesa con Daniel y Angela mientras Edward y Alice
hablaban en el balcón. Más que hablar, susurraban, pero no como un humano, sino como un
vampiro, y aunque oía palabras sueltas no podía seguir el hilo de la conversación.

No está bien escuchar conversaciones ajenas... pero al fin y al cabo él lo hacía continuamente.
¿Por qué no podía intentarlo yo?

La situación me parecía de lo más natural, como si lleváramos mucho tiempo haciéndolo. Como si
Edward y yo jamás nos hubiéramos separado. Saber que él estaba tan cerca de mí, aunque
teníamos que mucho de qué hablar, me hacía sentir en paz. Por fin.

El pequeño Daniel estaba acostumbrado a que me sentara con él a la mesa aunque nunca
comiera. Al principio había preguntado varias veces por qué no me unía a él, a lo que yo cada vez
había respondido lo mismo. Porque no podíamos comer igual él y yo, ya que yo sólo podía tomar
una bebida especial. Y con la naturalidad de todos los niños había terminado aceptando esa
explicación, porque además notaba que era sincera. Lo peor sería cuando me preguntara por qué
no envejecía. ¿Qué le diría entonces?

Danny no paraba de hablar de la tarde musical que habíamos tenido, mientras mi amiga estaba
bastante silenciosa. Por encima de su nariz se formaba una leve arruguita.

-¿Tan mala me ha salido la tortilla?-inquirí por sacarla de su taciturnidad.

-No, está muy buena... sólo es que no tengo mucho apetito -sonrió con desgana.- He hablado con
Jake esta tarde.

-No me he enterado. Bueno, no es que te esté espiando-me disculpé un poco azorada,-pero ya


sabes lo del oído agudo-me señalé una oreja.
-Tranquila... Ha sido cuando estabais en la sala de música. He aprovechado que cerrabas la
puerta-sonrió a medias.

-Ah... claro-Me quedé mirándola atentamente, intentando leer su expresión.

Continuó silenciosa y le echó un vistazo a Daniel, por lo que supuse que ella no quería que él la
escuchara. Esperé pacientemente a que el niño terminara su cena y lo mandé al sofá a mirar
dibujos un rato . Desde donde estaba no nos podría escuchar, y él estuvo encantado con la
novedad. Esperaba que no se acostumbrara.

Iba a interrogar a Ang pero ella me ahorró el trabajo.

-Me está resultando muy difícil esto-suspiró mientras con el tenedor removía un trozo de tortilla.-
Pero no quiero rendirme, aún no.

-¿Sigue insistiendo en tu seguridad o ha cambiado un poco el discurso?

-Oh... ahora está cambiando un poco eso. Ha suplicado que vuelva con él, dice que me echa de
menos... que no puede estar sin mí. Que le perdone por haberme ocultado todo.

-Es un buen camino-asentí, pero ella negó, su ceño aún más fruncido.

-Pero sigue insistiendo en que sois peligrosos y que no soporta que esté con vosotros, Bella. Y
eso que no sabe que Edward está aquí. Esta mañana ha visto a Alice y Daniel juntos, me ha
confesado que estaba en el portal espiando.-Dejó el tenedor en el plato y lo aparto de sí.-Si como
más vomitaré.

-Ang... ¿qué más?-insistí. Algo más debería haber discutido con Jake para estar así.

-Bueno, se ha puesto como loco, dice que estoy con dos vampiras, no una, que estoy loca, que
me estoy poniendo en peligro y también a nuestra hija... que me ama pero que estoy ciega...- se
interrumpió de repente.

-¿Y?

-Y que eso de que un niño humano viva con nosotras le parece una aberración. Que quién era
ese niño... le he dicho que a él no le interesa, y que lo tienes de forma legal y en acogida. Ha
vuelto a insistir en que eso del niño le parece un desvarío, una anomalía, y que lo hablará con su
tribu el viernes, en una reunión que tienen convocada.

Dejé caer la mano, donde apoyaba mi mentón, sobre la mesa de golpe, asustando al niño, que se
giró y me miró.

-No pasa nada, Danny-dije en voz alta sonriéndole. Afortunadamente Buzz Lightyear volvió a
atraer rápidamente su interés.- No lo puedo creer -murmuré cuando constaté que ya no teníamos
su atención.- ¿Quiere usar la acogida de Danny en mi contra?

-No son buenas noticias.

Bufé con indignación.

-¿Te ha dicho algo más de la reunión del viernes?

-No ¿Por qué? ¿Hay algo que deba saber?- su expresión se volvió suspicaz.

Le expliqué a Angela el motivo principal de la asamblea y los que estábamos convocados. Sabía
que Edward aún no había hablado con Carlisle pero no iba a esconderle esto a mi amiga, eso lo
tenía claro. Otra cosa es que los que organizaban el encuentro dieran su consentimiento para que
ella acudiera.

-Otra cosa que Jake no me había explicado, ni ahora que tenía una clara oportunidad de hacerlo-
sus labios se curvaron hacia abajo con disgusto.

-Dale tiempo-la animé.-Sus prejuicios son tan antiguos como generaciones y generaciones. Sigue
empeñado en protegerte, ignorando lo que le quieres transmitir. Pero no olvides que te ama. Es
muy pronto, cariño-le apreté la mano.-Aún debe estar en shock. Bastante es que no ha venido
aquí a aporrear la puerta ni nada de eso.

Ella asintió, la mirada perdida en un punto inexistente de la mesa. De pronto se levantó.

-Necesito descansar. Mañana iré a hablar con él. Estas cosas es mejor discutirlas cara a cara.

Lo dijo con tan firmeza que no me atreví a discutir. Me levanté con ella y tras dar las buenas
noches a Daniel, Edward y Alice, la acompañé hasta su habitación.

-¿Te traigo una infusión?

-No, gracias... estoy reventada. Creo que podré dormir.

-De acuerdo, si te oigo dar vueltas te traeré algo.

-Olvídate de mí. Y habla con él.

Cuando bajé me encontré a Daniel cabeceando frente a la pantalla de TV y a Edward


inclinándose para tomarlo en brazos. Alice miraba la escena desde el balcón.

-Eh, pequeño, te voy a llevar a tu camita.

-Ya lo haré yo – me acerqué.

-Bella-farfulló Daniel estirando sus bracitos hacia mí. Edward depositó su liviano peso sobre mí,
con esa sonrisa que hacía que se me acelerara la respiración.

Oh, dios... quiero besar esos labios. No. ¡No! ¿He pensado eso? ¿O lo he dicho en voz alta?

Los iris color miel del alto vampiro se clavaron en los míos, como si me hubiera leído el
pensamiento. Parpadeé al encontrarme con su mirada ardiente, que inmediatamente se suavizó.

-¿Vamos arriba?

-¿Qué?-parpadeé.

-¿Vamos a llevar a Daniel a su habitación?-repitió con suavidad.

¿Vamos?

Volví a parpadear, el hilo de mi pensamiento completamente bloqueado. ¿Desde cuando


necesitaba ayuda para acostar a Daniel?

-Vamos-las palabras salieron solas de mi boca.

La situación se me antojaba de lo más extraño: Edward y yo acostando a Daniel era algo que
jamás había pasado por mi mente. Pero ahí estábamos. Él se adelantó y retiró la colcha de la
cama, sentándose en la cama y contemplándome mientras le ponía el pijama a un somnoliento
niño. Me centré en lo que estaba haciendo, poniendo todo mi esfuerzo de atención en eso y en
ignorar la perturbación que él me hacía sentir.

Por lo menos ahora no podía escuchar los latidos de mi corazón ni verme sonrojar.

-Buenas noches, Daniel-le besé en la mejilla mientras lo arropaba, inhalando de cerca su inocente
olor infantil.

-...nochs-murmuró el niño, quien quedó dormido por completo al cabo de unos segundos.

Arrodillada al lado de la cama, observé su pausada respiración durante unos instantes. Al otro
lado, Edward permanecía sobre la cama, inmóvil como una estatua. Me atreví a alzar los ojos y
me encontré con los suyos, que me observaban con ternura y con algo más que no pude
identificar. Se mordió el labio y su gesto cambió, ahora sí delatando lo que sentía: dolor, y
vacilación.

Esperé unos segundos. Parecía que quería decirme algo pero le dolía hacerlo. Me asusté.
¿Había venido a despedirse? Ese abrazo en el parque, esas palabras dulces... las había
malinterpretado. Lo miré con pánico y, sintiéndome de pronto quebradiza como el cristal, como si
sólo una de sus palabras pudiera romperme, me abrí a él.

Su semblante cambió al ver que le abría mi angustiada mente y leer en ella. En un segundo lo
tenía frente a mí, en la misma posición que yo.

-Siempre he sentido dónde estabas, desde que nos separamos, a pesar de la distancia.-Su voz
era suave como el rumor de la brisa en las hojas de los árboles. Estiró una mano, vacilante, y las
yemas de sus dedos rozaron mi cara con lentitud y delicadeza.- Esta tarde he ido a buscarte al
parque porque ya no soportaba más el no verte. Aunque me hubieras mirado con odio habría
valido la pena. Y no puedo expresarte con palabras lo que he sentido al escuchar que me
llamabas.

Ladeé mi cabeza y cerré los párpados, ansiosa por sentir mayor contacto con sus dedos.

-No cierres el escudo ahora. Dime lo que quieres que haga... no quiero malinterpretarte, no quiero
hacer algo que te moleste...

Yo me sentía como paralizada, aplastada por la intensidad de lo que él me hacía sentir con tan
sólo ese roce.

"Abrázame."

Sus brazos me envolvieron por la cintura y el cuello, al principio con suavidad, luego con fuerza
creciente, adhiriéndome a su cuerpo.

Su aliento rozaba la piel de mi oreja y nuestra respiración se fue acelerando. Su aroma me


llenaba y despertaba el deseo en mi interior, que comenzaba a invadirme, desperezándose,
llenándome. Sentí su excitación presionando mi vientre. En aquel momento Daniel murmuró algo
en sueños y se movió.

Nos quedamos quietos como estatuas.

"Salgamos de aquí."

Su mano asió la mía con fuerza y salimos de la habitación. Dejé la puerta de la habitación
entreabierta como al niño le gustaba y me apoyé en la pared de al lado, jadeante. Él estaba frente
a mí, a una distancia prudencial y también respirando con dificultad. Frunció el ceño y negó para
sí mismo.

-Tenemos que hablar... Aunque me muero de ganas no quiero hacer el amor contigo, ni tan sólo
besarte, antes de hablar de todo lo que tenemos pendiente.

-Tienes razón-asentí, mi escudo funcionando de nuevo.-Pero...-miré hacia la escalera, dando a


entender que Alice estaba abajo, y que quería que la conversación fuera íntima.

-La sala de música está insonorizada, ¿recordáis?-la tintineante voz de la vampira sonó tranquila
desde el comedor.

Me sentí como una adolescente pillada en falta mientras ambos reíamos en voz baja.

Besos y hasta el jueves. Espero que no se os haya hecho largo.

Hola, chicas. Os traigo el del miércoles/jueves. Gracias por vuestras palabras, yo también
os eché de menos. Este capítulo os lo dedico a las lectoras, las que me leeis desde los
primeros capítulos y las que os habéis enganchado después y seguís ahí. Sin vosotras no
habría capítulo 56, sencillamente porque aunque ya era feliz cuando me leían dos personas
(gracias maria José y Pegn) no creo que hubiera aguantado escribiendo si no hubiera
tenido vuestros comentarios de apoyo.

Este viene con música... si hay erratas son culpa mía, lo escribí y luego lo reescribí
escuchando esta preciosa canción después de que mis pre-lectoras dieran el visto bueno a
la primera versión, y me gusta más ahora. Gracias por tu inspiración, Yoli. Os recomiendo
que la escuchéis... de verdad. Forma parte de la banda sonora de Romeo y Julieta (versión
de Zefirelli). Le dáis al play cuando empiece el capítulo (quitad paréntesis...)

watch?v=B3TqxkyKvuI&feature=BFa&list=FLSJwyD-irZv8RlORJB-bEBg&lf=BFp

Nota aclaratoria: los pensamientos están en cursiva; entre comillas leeréis los
pensamientos de Bella que Edward puede leer, y sin comillas los de Edward. Ya lo dije,
creo, pero lo repito.

amyvampire, JadeCullenMasen, ¡bienvenidas! Y gracias.

Sobre el capítulo 55:

Mentxu Masen Cullen, la conversación...¿qué conversación? XDD es broma.

Nurymisu, me reí con esto "seguro q se pegan tal polvazo q temblaran hasta los cimientos,
si sobrevive me pido el piano, jajaja.", gracias por tus palabras. Y sí, ese café... está en
pendientes.

Anaidam, de nada, gracias a ti, y se querías miel... dos tazas ;)

lalycullen2010, gracias, sí, lo pasé -y lo paso, sigo unos días de vacaciones-bien. Besos.

Rocha, "Reconciliación ya! Y reconciliación con superpolvo! no me ando ya con chiquitas!


jajajajaja." Me reí, sí... es que una reconciliación sin superpolvo no sería tal, jejeje.
nohemi, sólo tienes palabras para Jake... si es que es pesado, el tipo. Aquí en mi tierra se
dice "hay ojos que se enamoran de legañas"... Ang sería el ojo, claro.

Dra . Laly , sabias palabras. Besos para ti.

Luisamarie22, cuánto apasionamiento, ¡por dios! jajaja, besos y gracias por tus ánimos.

isa-21, la única que comenta lo que pensaría Ed en ese momento... bien observado. Besos,
guapa.

Ely Cullen M... ardientes? Pues... juzga y me dices.

kate... este capítulo está reservado para Bella y Edward ;)

SalyLuna, sí, Jake es idiota.

yamira hrdz, tranquila, Ang es firme.

PRIGSPE, gracias a ti.

YoliCullen... para ti no habrá mucha sorpresa :-*. Oye, mi "Edward" sigue empeñado en leer
esto... anda que...cabezón.

beakis, salen, salen... besos.

lizco2, gracias, jaja, me hizo gracia eso de que no se pasaran el capítulo hablando. Creo
que el lenguaje corporal es un tipo de lenguaje, a veces mejor que el hablado. Sí.

alexpattinson, pues sí, oportuna insonorización. Besos, guapa.

marihel, demos tiempo a Jake.

Kisara Mansen, gracias por tus palabras. Sí, el padre de Daniel... lo tenemos en la carpeta
de pendientes ;)

v. cullen, no hay chispa, hay chispazo. Besotes.

Cindylis, sí, aún hay cosas pendientes.

I love Edward, gracias por hacerme un hueco en tu apretada agenda. Espero que este
capítulo te parezca suficientemente interesante ;).

Capítulo 56

EPOV

Abrí la puerta de la sala de música y me hice a un lado para franquearle el paso a Bella. Cuando
me dio la espalda la devoré con la vista. Mis ojos estaban ávidos de ella, y el breve contacto que
habíamos tenido momentos antes había espoleado el deseo que estaba luchando por controlar
desde que la había abrazado en el parque, cuando había sentido su cuerpo de nuevo, su esencia,
su tacto. Mi voluntad había tenido aceptable éxito... hasta este momento. Me esforcé en
controlarme con todas mis fuerzas... ¿cómo lo hacía antes? Recitar letra por letra el código
genético de la mosca de la fruta ya no servía.

Si metes la pata, podrías perderla.


Sí, ese pensamiento servía para enfriarme la sangre. Mientras cerraba la puerta detrás de mí
sentía que mis instintos se iban serenando poco a poco.

Bella se dirigió al gran sofá que había en la sala enfrente de la puerta, ocupando el mismo sitio
donde había estado minutos antes, mientras yo tocaba el piano. En esos momentos había
deseado con toda mi energía que no hubiera nadie más que ella y yo en esa sala, pero ahora que
por fin estábamos solos sentía esa fuerza que me arrastraba hacia ella, y también al mismo
tiempo inseguridad... miedo.

Decidí colocarme en el suelo a los pies del sofá, un poco separado de ella. Flexioné las piernas y
apoyé los antebrazos sobre las rodillas, encarándola.

-¿No te sientas a mi lado?-arqueó las cejas, tan vacilante como yo.

-Pongo un poco de distancia... para que podamos hablar - me encogí levemente de hombros.

No quiero meter la pata. No quiero volver a perderte. Quisiera volver a estar en tu mente, saber lo
que piensas, lo que deseas.

Pero Bella había cerrado la barrera por el momento, y no podía pedirle que la abriera.

Ella sonrió con una timidez adorable, como si los dos no conociéramos cada centímetro cuadrado
de la piel del otro. Dios, era como estar en nuestros primeros días... la misma mezcla de
excitación e inseguridad.

Tomé aire con fuerza y abrí la boca para hablar, pero ella lo hizo al mismo tiempo.

-Tú primero-dijimos al unísono, de nuevo. Reímos.

-¿Empiezo yo?-me miró, dudosa, y asentí, animándola.- Pues no sé por dónde empezar...-Tomó
aire con fuerza de nuevo e hizo una pausa. Estaba tan encantadora que tuve que contenerme
para no lanzarme a abrazarla.- Edward, antes que nada quería decirte que tenerte de nuevo a mi
lado es... volver a sentirme viva -me miró con intensidad.

Suspiré, exhalando el aliento que había retenido hasta oír esa declaración. Me pareció que el aire
de la sala se había aligerado.

Tras una breve pausa en que parecía estar ordenando sus ideas, volvió a mirarme, y ahora en
sus bellos ojos había dolor.

-Algunas de las palabras que te dije aquel día... –continuó mientras fruncía el ceño, bajando la
mirada- las dije porque estaba completamente furiosa, sin sentirlas- volvió a mirarme.- No
recuerdo haber estado tan furiosa en toda mi existencia. No deberías haber hecho eso...
transformarme sin mi permiso. Tomar mi vida a tu voluntad y darle la vuelta por completo...-negó
con la cabeza y me mordí el labio mientras mantenía mis ojos en los suyos, que estaban llenos de
reproche. Lo siento, Bella. -Te pedí que no lo hicieras. Sé que posiblemente me salvaste, pero
también creo que lo podías haber hecho en otro momento, que te precipitaste. Eras siempre tan
controlado, y yo confiaba tanto en ti... siempre, siempre. Ponía mi vida en tus manos cada vez
que me abrazabas, me hacías el amor, y bebías de mí. Sabía que estaba segura entre tus brazos
con tanta certeza como que ahora estamos hablando.

Volvió a hacer una pausa. La tristeza en su mirada me escocía, aún así decidí esperar mi turno
para hablar.

-Pero supongo que también te pedí demasiado... -cerró los párpados un momento, reflexionando-
Ahora creo que puedo comprender mejor la angustia de amar a alguien mortal cuando tú no lo
eres. Y pensar que algún día perderé a mis seres queridos... –torció el gesto con dolor y me
volvió a clavar sus iris con intensidad - era para eso para lo que no estaba preparada, por lo que
no quería transformarme, pero... tampoco estaba preparada para perderte a ti- sus bellos ojos
dulcificaron su expresión, y de nuevo tuve que contener el impulso de abrazarla y cubrirla de
besos.- Debe ser horrible verse en la necesidad de tener que decidir algo como lo que hiciste tú.
No me gusta, y sigo pensando que no deberías haberlo hecho, pero... creo que... comprendo que
lo hicieras.

Nos quedamos mirando en silencio, y me encontré perdido en la profundidad de sus ojos. La


angustia había llenado sus perfectas facciones mientras pronunciaba sus palabras, pero al final,
con la última declaración, su gesto se había sosegado. Estaba más hermosa de lo que recordaba,
y todo mi cuerpo dolía por el esfuerzo que estaba haciendo de no acercarme más a ella.

Oh, por favor, quiero abrazarte. No soporto esta distancia.

-Lo siento-susurré, rompiendo por fin el silencio. Me acerqué a ella con cuidado, sentándome a su
lado. No quería hacer ningún movimiento en falso. Volví a tocar su cara como había hecho antes,
esta vez con el dorso de mis dedos, rozando con nostalgia su suave y fragante piel .- Creo que en
las mismas circunstancias volvería a cometer el mismo error... -ella se apartó de mi caricia y el
reproche brilló en sus pupilas. Abrió la boca para contestar pero le puse dos dedos sobre los
labios.-Déjame terminar-pedí con suavidad.-Quiero decirte que si hubiera sabido antes el
sufrimiento que te iba a ocasionar... si hubiera comprendido tus sentimientos como lo hago
ahora... creo que lo más probable es que hubiera controlado mejor el terror que me invadió
cuando temí perderte. Quizá entonces no habría hecho lo que hice.

-No sabes si lo habrías hecho o no- afirmó.

-No, no lo sé-moví la cabeza con pena.- Creo que habría esperado, pero... no lo sé con
seguridad, Bella. ¿Quién lo sabe? Quizá lo del vínculo sí tuvo algo que ver. Porque antes de verte
así, tan grave, jamás se me habría pasado por la cabeza ignorar tu voluntad. Pero entonces no
pude pensar en ninguna otra cosa que no fuera salvarte... a toda costa. A costa tuya. Lo siento-
su mirada se iba dulcificando mientras me escuchaba.- Siento el sufrimiento que te he causado.
Siento haber robado tu futuro -estiré mi mano y volví a rozarla con delicadeza. Los pómulos, la
mandíbula, el cuello, el cabello... su respiración se aceleraba y sus iris se estaban oscureciendo,
correspondiendo a los míos. -Siento no haber estado contigo tus primeros meses como vampira.
Perdóname, amor.

Mi mano descendió, apenas rozando la suave piel del cuello, hasta su escote... lentamente,
vigilando cualquier signo de rechazo. Oh, dios, la necesitaba tanto. Ella cerró los párpados, la
respiración irregular.

Su boca entreabierta me llamaba. Me recoloqué sobre el sofá y me aproximé a ella un poco más,
acercando mi rostro al suyo.

-Te perdono-susurró, tan suave como si respirara.

-Te he echado tanto de menos-mi voz sonó baja y desgarrada, mis labios a escasos centímetros
de los suyos, respirando su aliento embriagador. -Tenía tanto miedo de haberte perdido para
siempre -mi mano se deslizó, apenas rozando su pecho, hasta su cintura.

De pronto sus párpados se abrieron y sus ojos oscurecidos brillaron con anhelo. Alargó sus
manos hasta entrecruzarlas en mi nuca, enredándolas con mis cabellos. Ah, cuánto había
extrañado ese gesto... sentí un escalofrío de placer que se irradiaba al resto de mi cuerpo.
-Yo también te he echado de menos... muchísimo-una sonrisa lánguida cruzó su rostro durante
breves instantes.-Hace poco lloré por ti-el susurro apenas era audible, y no supe si había
escuchado bien.

-¿Cómo?

Entonces me volvió a abrir las puertas de sus pensamientos. Era algo tan íntimo... completamente
distinto a escuchar la mente de otros. Y la vi. Sus manos manchadas de sangre, y las palabras de
Angela.

-Amor mío... lo siento tanto.

"Bésame"

Su voz había resonado en mi interior de una forma casi erótica, liberando el freno que me había
impuesto. Incapaz ya de contenerme descendí sobre su boca como un ave de presa y la invadí.
Me moví sobre Bella colocándome a horcajadas y la tomé del cuello y la cara con ambas manos,
flexionándolo hacia atrás con suavidad para tener mejor acceso a sus labios, a su lengua, que
acaricié con la mía, reclamando mi hogar perdido.

"Dios... Edward. Sí..."

Separó más sus labios y tiró de mi nuca, invitándome a profundizar el beso. Un suave gruñido
vibró en su pecho, avivando el incendio que me estaba consumiendo.

"Tócame...quiero sentir tus manos en mi cuerpo."

¿Qué era eso que sentía? Escuchar sus deseos en mi mente destruía mi coherencia, espoleaba
mi pasión de una forma que no había esperado. Mis manos se movieron obedientes por debajo
su blusa rozando lentamente la suave piel de su torso, disfrutando del tacto como un hambriento
de un pedazo de pan. Respiré sus gemidos, no dándole tregua con mis besos ahora que no
necesitaba el aire. Sus manos se movieron sobre mi camiseta y la rasgaron por la espalda, de
arriba abajo, echando a un lado la destrozada prenda. Aquel sonido fue tan sensual como el
gemido de placer que salió de su garganta cuando acaricié con adoración sus pezones. Me
separé un instante de su boca y la miré a los ojos. Jadeé al ver la brillante negrura de sus iris; su
mirada me consumía, ahogándome en aquel profundo lago de aguas negras, amenazando con
llevarme al límite.

-Te deseo, amor mío. Me haces perder la razón-pronuncié con dificultad.

"Piérdela. Dime lo que deseas."

Su voz sonaba entregada por completo. En un rápido movimiento le arranqué de una vez la blusa
y los pantalones.

-Te hace falta práctica-sonreí torcido al observar su gesto de desconcierto. Seguía con mis
piernas a cada lado de sus muslos, pero ella ahora sólo conservaba sus braguitas.

Devoré con la mirada su cuerpo, recreándome en su desnudez, mientras ella, expectante, me


contemplaba con una atrayente mezcla de excitación y timidez.

-Eres tan hermosa...-recorrí con el dorso de mis dedos el alabastro de su piel, rozando apenas
sus clavículas y sus pechos, trazando dibujos alrededor de su ombligo, hasta la curva de su
pubis. Tomó una gran bocanada de aire cuando sintió mis dedos en el vértice de sus muslos.

"No soy la misma...ya no soy cálida."


No sabía si estaba hablando conmigo o era un pensamiento espontáneo que se le había
escapado, pero sentí una punzada de angustia al escucharla y ver una sombra de pena en su
cara.

-No, no lo eres. Yo tampoco lo soy. Dime... –mis dedos acariciaron su acogedora humedad y le
besé el cuello mientras sus manos se enlazaban por detrás de mis hombros, atrayéndome más-
¿Crees que eso es importante?- inhalé con fuerza... su aroma me estaba embriagando y nublaba
mi mente. Con la punta de la lengua acaricié su oreja, el lóbulo, y exhalé con suavidad,
disfrutando del sonoro suspiro que escapó de entre sus labios- ¿Crees que eso hace que te
desee menos que antes?-murmuré en su oído.

"Supongo que no".

-¿Supones?-me acerqué a sus labios y mordí el inferior con suavidad.- Entonces tendré que
demostrarte lo que me haces sentir. Me has preguntado qué deseo. Deseo-susurré señalando el
piano con la cabeza-ponerte ahí encima, abrirte de piernas, arrancarte las bragas con los dientes
y hacer que te corras con mi lengua.

"¡Joder!"

Sin perder de vista sus ojos, me aparté un momento de ella y me quité la ropa que aún
conservaba. Entonces la tomé en brazos y la coloqué sobre el piano con cuidado, los talones
apoyados en el borde del instrumento.

Se apoyó sobre los antebrazos, la respiración inquieta, los labios entreabiertos, sus ojos fiel
reflejo de su deseo.

Mis manos ascendieron desde sus pies, hasta sus rodillas y luego por el interior de sus muslos,
con lentitud, mis ojos perdidos en los suyos. Podía decir que jamás la había deseado tanto y
habría sido verdad, porque eso era algo que sentía cada vez que estaba con ella. Anhelaba
hundirme en ella, pero era mayor el deseo de escuchar sus gemidos, verla retorcerse de placer...
beber el dulce néctar que fluía de su interior.

Separé sus piernas con dulzura y ascendiendo por ellas besé y lamí la delicada piel del interior de
sus muslos. Gimió suavemente, como si se lamentara.

"Oh, sí...por favor"

Sus braguitas estaban completamente empapadas. Acerqué mi nariz a ellas y olí su esencia,
deleitándome en ella. Anhelando volver a probar su sabor, lamí la tela y el gemido subió de
volumen, ya no era un más lamento sino un sonido de pura lujuria. Alcé los ojos buscando la cara
de Bella y observé que su pecho se movía agitado y había echado la cabeza hacia atrás.

-Mírame, cariño -murmuré contra su piel.

Vi que tragaba en seco con dificultad y, apoyada sobre sus antebrazos, alzaba la cabeza. Su cara
lucía la más completa y sensual expresión de voluptuosidad. Sin perder de vista sus ojos hundí mi
boca en su lencería y la desgarré con mis dientes. La descarga de humedad que siguió a este
gesto fue tan reveladora como la cara de Bella. Ávido por probar su sabor hundí mi lengua en su
interior, y sin previo aviso se arqueó y gritó su orgasmo con una fuerza que dudé que hubiera sido
totalmente amortiguada por las paredes de la sala.

Mi erección dolía, pero verla así, completamente abandonada al placer que le estaba
proporcionando, era la imagen más bella del mundo, y sus gemidos la música más dulce.
Se tendió completamente sobre el piano en un instante de languidez, pero no le di tregua. Agarré
sus muslos, los coloqué sobre mis hombros y me sumergí de nuevo entre sus pliegues,
mordisqueando suavemente, lamiendo en círculos su clítoris, introduciendo mi lengua en su
intimidad, ansiando más de ella.

Embragado por los sonidos que salían de su garganta continué hasta que percibí que comenzaba
a tensarse de nuevo. Deslicé dos dedos en su suave cavidad, curvándolos hacia delante, rozando
aquel centro de placer que ambos conocíamos, hasta que sentí su brutal contracción.

-¡Edward!-gritó con voz rota.

Era intoxicante volver a escucharle gritar mi nombre en su clímax. No paré de lamer aquella
delicada seda hasta beber por completo toda su deliciosa humedad.

"Te odio"

No pude evitar sonreír al escucharla.

La alcé del piano y me senté con ella entre mis brazos, en el suelo de la sala. Sus manos me
acariciaban mientras la besaba con lentitud, saboreando en mi boca el sabor de la suya mezclado
con el de su excitación.

-¿Te he convencido de que te deseo tanto o más que cuando eras humana? ¿De que si pudiera
vivir tan sólo haciéndote el amor no saldría jamás de esta habitación?

"Creo que necesitaré más pruebas"

Sonreí por su picardía, y repartí suaves besos por sus párpados, sus mejillas, la curva del cuello,
sus hombros, el interior de sus brazos... una eternidad no bastaría para saciar mi hambre de ella.

-No vuelvas a dejarme, amor mío -susurré.

"Perdóname por haberlo hecho"

Se colocó a horcajadas sobre mí, ladeó la cabeza y cerró los párpados, acercando sus labios a
los míos, un roce ligero, la punta de su lengua recorriendo mi labio inferior. Tiró de mi cuello para
acercarme más a su cara, y rozó mi nariz con la suya, apoyando su frente en la mía. Su
respiración tenía su perfume, inimitable, el único capaz de trastornarme.

-Aún no te he dicho lo que yo quiero-sonrió con malicia.

-¿Qué quieres?-mi voz era baja y ronca.

Me estaba enloqueciendo y, sintiendo el roce de nuestros sexos, pensé que si no entraba en ella
iba a morir en ese instante. Pero aún no me había respondido. Siguió torturándome, chupando y
mordiendo mis labios mientras sus pezones rozaban mi pecho, incitantes. Sentí que, de una
forma absurda, me faltaba el aire.

-¿Qué quieres, cariño?-mi voz sonó casi implorante contra su boca.

Entonces su boca se fundió con la mía en un beso profundo, necesitado.

"Dime, ¿pensabas en estos momentos cuando no estábamos juntos?"

¿Que si pensaba? Recordarla y masturbarme pensando en ella eran las únicas cosas que hacían
que los días de soledad fueran mínimamente soportables.
-Sí-apenas podía hablar y no estuve seguro de que me hubiera escuchado hasta que continuó.

"Yo a veces sentía el desesperante deseo de acariciarme... pero no podía llegar sin pensar en ti.
De ninguna otra forma... Así que me controlaba"

Su dulce lengua jugueteaba con la mía pausadamente mientra sus dedos rozaban mi nuca. Y
pensé que podría llegar a tener un orgasmo simplemente así, con ese leve contacto, y esas
palabras resonando en mi cabeza.

"Un día no pude controlarme más. Te imaginé penetrándome mientras me acariciaba y me corrí
tan fuerte que tuve que ahogar mi grito yo misma mordiéndome la otra mano."

Gemí prolongadamente en su boca al escucharla. Me estaba torturando de una forma


deliciosamente refinada.

"¿Y sabes qué quiero?"

Dilo. Por todo lo que más quieras. Dilo.

"Que me folles sin medida contra esa pared de atrás. Como te imaginé aquella vez"

-¡Joder, Bella!-ni siquiera reconocí mi propia voz. Me levanté con ella enredada en mis caderas y
prácticamente la empotré contra la pared, hundiéndome en su húmedo interior de una sola vez.
Gritamos al unísono, uno en la boca del otro.

Otra embestida fuerte, otro grito. Y otra vez más, y más. La penetraba como si quisiera meterme
dentro de su cuerpo, besándola al mismo tiempo, bebiendo sediento cada uno sus gritos y
lamentos.

-Dime que eres mía, amor. Necesito escucharlo -balbuceé como pude.

"Tuya. Siempre lo he sido. Te amo, Edward"

-Te amo, Bella-gemí.

Entonces sus paredes se cerraron con fuerza entorno a mí mientras clavaba sus dientes en mi
hombro con un grito ahogado, y el nudo de excitación en mi vientre estalló, llenando hasta la
última célula de mi cuerpo de un placer agudo y exquisito. Poco a poco el placer fue retirándose
como una marea, dejando allá donde había estado una sensación de completa paz.

Abrí los ojos y miré a Bella. Sus párpados continuaban cerrados y en su boca se dibujaba una
suave sonrisa.

"Ha sido mejor que en mi fantasía"

La besé con suavidad sosteniéndola contra mi pecho, por fin feliz. Cuando abrió los ojos me
sumergí en ellos... en mi hogar.

Hasta el lunes... o domingo noche. ¿Ha sido extra de miel con un toque de picante? ¿NO? Ya me
diréis...

Feliz domingo. Cuelgo la actu un poco antes, esta noche estaré liada -mañana empiezan el
cole los niños, jeje.

Hoy no os contestaré uno por uno, GRACIAS por tomaros vuestro tiempo y hacerme
sonreír o pensar con vuestros comentarios: isa-21, alexpattinson, la enfermera anónima, I
love Edward, lalycullen2010, lizco2, Paola cullen, Mlopez (nena, me sonrojas), Anaidam,
Kisara Mansen, Pegn, YoliCullen, LadyBonbons17, PRIGSPE, Ely Cullen M, sophia 76, kate,
JadeCullenMasen, nohemi, ISACOBO, amy-vampire, bellaliz, v. cullen y Esme mary Cullen.
Espero no dejarme a nadie.

Bienvenidas kary rodríguez, Mary de cullen y JaZmiNC, gracias por vuestras palabras :).
Rebienvenido, EmilioLT, veo que estudias mucho ;).

Mando muchos besos a Maria José para que tenga energías estos días, y lo mismo a Pegn.

Capítulo 57

BPOV

Recosté mi cara sobre el pecho de Edward, quien me pasó el brazo por la espalda,
acariciándome la nuca, jugando a enredar sus largos dedos con mechones de mi cabello. Con la
otra mano acariciaba mi cara, las yemas de sus dedos rozando de una forma deliciosamente
lenta mi piel, como si quisiera memorizar cada cima y cada valle de mi rostro.

La luz de la luna entraba por el ventanal iluminando nuestros cuerpos desnudos y enlazados.
Contemplé hipnotizada el brillo de la piel de Edward. Nunca había visto lo hermosa que se veía su
piel bajo la luz lunar.

Esta vez habíamos hecho el amor en el suelo, con más calma que las previas, pero aún con el
anhelo de no estar saciados el uno del otro.

Sentí el pecho de Edward vibrar y supe que estaba conteniendo la risa.

-¿Qué pasa?

-Que no sé qué pensarán Angela y Daniel cuando vean los destrozos que hemos hecho en esta
sala-dijo, jovial.

Oh, vaya. No me había parado a hacer recuento de daños, estaba centrada en... otras cosas.
Entonces alcé la cabeza y comprendí a qué se refería. La pared de mis fantasías lucía
reveladores desconchados y grietas superficiales. Edward me había tomado contra ese muro dos
veces seguidas, y era el que había sufrido los mayores daños, aunque había otras zonas de la
sala que tampoco estaban indemnes. Mi mirada se detuvo en el piano y suspiré con alivio.

Por lo menos el instrumento se mantenía en perfectas condiciones.

Edward siguió la dirección de mis ojos.

-Gracias por retenerte cuando estabas ahí encima. No debe haber sido fácil, supongo.

Me reí avergonzada y miré a Edward.

-¿No has visto que estaba abrazándome a mi misma?-él asintió, curvando sus labios.-Creía que
me iba a romper las costillas. No deberías haber hecho eso... ponerme encima de ese
instrumento sagrado-le reproché, bromeando a medias.

-Quería ponerte en el altar para adorarte, mi diosa-repuso él con una divertida mueca.

Sonreí y recordé la frase que había pronunciado él esa misma noche: "si pudiera vivir tan sólo
haciéndote el amor no saldría jamás de esta habitación". Yo me sentía igual.
Pero la vida no era así. No estábamos solos, ni podíamos alimentarnos del cuerpo del otro. Pensé
en nuestros invitados, y sentí que comenzaba el aterrizaje.

-Por dios, a Daniel no sé qué le diremos, pero creo que la risa de Ang se va a oír desde el otro
lado del mundo. Creo que en casa de mis padres van a preguntarse de dónde viene esa
carcajada.

-Podemos cerrar esta habitación. No hemos tocado ninguna pared maestra-sonrió-pero habrá que
arreglar esto. El piano se puede trasladar temporalmente a otra zona del ático, aunque no esté
insonorizada.

-Ciérrala ya. Que no la vea nadie-me azoré.

-Alice ya la ha visto. Te lo puedo asegurar. Cada vez que has levantado tu escudo conmigo lo has
hecho con ella.

-Dios-me dí con la mano en la frente.-No había pensado en ella. Aunque tampoco estaba como
para concentrarme en eso.

-¿Puedes anular el escudo sólo para personas seleccionadas?-preguntó con curiosidad.

-Sí... pero aún me cuesta bastante esfuerzo. Y ni siquiera se me había ocurrido -dije pensativa,
sin quitarme de la cabeza la idea de Alice teniendo visiones de lo que iba a pasar en la habitación
del piano.

-Eh-Edward tomó mi cara entre sus manos con delicadeza y me clavó sus ojos miel-No hay nada
de que avergonzarse.

Exhalé de forma prolongada y por fin asentí, sonriendo. Era imposible no sonreír, cuando la
felicidad de estar de nuevo con él salía por todos mis poros.

-Bueno, no había nada de que avergonzarse hasta hace poco-continuó él- porque Jasper acaba
de llegar a casa y Alice le está explicando todo -jadeé por el susto y él se carcajeó.- ¡Era broma!
Jazz ha llegado a casa, pero apenas ha dicho "hola" Alice se lo ha llevado a su habitación para...
relajarse. Creo que la hemos estresado un poco -rió, negando con la cabeza.

Me mordí el labio, aguantando la risa ante el descaro de Edward. Tendría que empezar a
tomarme las cosas como él...

Nos dirigimos a la habitación que ocupaba yo, que no era la misma que había compartido con él
mientras vivíamos juntos.

-Habrá que esperar a que esos dos salgan de su habitación para pedirle a Jasper algo de ropa-
Edward se sentó en la cama, desnudo al igual que yo.

Aparté mis ojos de él con dificultad, como si luchara contra la fuerza de la gravedad, y. me centré
en buscar ropa para ponerme después de la ducha, sintiendo el calor de su mirada en mi espalda
mientras lo hacía. Cogí lo primero que encontré. Unos vaqueros y una camiseta de manga larga y
cuello en pico irían bien. Seguía gustándome la ropa informal, muy a pesar de Alice.

Los dejé sobre la cama y me senté a su lado.

-Por lo menos se puede decir que son bastante discretos. Aunque sé que cada habitación de la
casa ha sido testigo de su apetito sexual -sonreí para mí.-Excepto tres: la del piano, la que
compartíamos tú y yo antes, y ésta.

-¿Cómo se te ocurrió venir a casa? Quiero decir que estabas tan furiosa que no puedo
comprender que hayas venido aquí, con todos los recuerdos, con mi olor... aunque me encanta
que lo hicieras-sonrió con tristeza.

Lo pensé por unos instantes. Yo también me había hecho esa misma pregunta y me había
engañado a mí misma respondiéndome que por qué no iba a estar en esa casa que ya conocía,
demostrándome lo fuerte que era por poder vivir en el mismo lugar que había sido testigo de
nuestro amor.

-Me engañaba a mí misma -suspiré, mirando sus magnéticos ojos.-En realidad estaba aquí por ti-
sus cejas se arquearon con sorpresa.-El primer momento de algo similar a la paz que tuve fue
cuando llegué a esta casa. Me sentí en mi hogar, y esa sensación fue creciendo a medida que
pasaban los días. Ahora sé que sentía aquello porque estar aquí era un poco como estar cerca de
ti. Tu presencia estaba en cada rincón de la casa, y eso no sólo era soportable sino necesario
para mí. Si exceptuamos la sala que acabamos de destrozar, claro -ambos reímos suavemente.-
No soportaba entrar en ella... y no lo había hecho hasta hoy.

Edward me miraba con intensidad y mis sentimientos anteriormente bloqueados se transformaban


en palabras con una fluidez que me sorprendía a mí misma.

-Me acordaba demasiado bien de aquella vez que hicimos el amor, cuando me leíste el
pensamiento, y de las promesas que te hice... -suspiré mordiéndome el labio y una mano de
Edward se alzó hasta rozar mi frente.

Sus ojos estaban llenos de dulzura, sus largos dedos pasaron suavemente sobre mi ceño como
queriendo alisarlo, y yo retuve el aire y cerré los párpados, maravillándome de la forma en que mi
cuerpo respondía al contacto con el suyo. Aquella mano recogió el cabello que me caía sobre el
pecho y lo apartó hacia mi espalda.

-Así... cierra los ojos, Bella... sólo siente -su aliento me acarició y su voz provocó ondas en mi
cuerpo, como una piedra cayendo en un estanque.- No los abras.

Noté sus manos moviendo mi cuerpo hasta acostarme sobre la cama.

-Todavía no he tenido suficiente de ti ¿lo sabes? Creo que nunca tendré bastante... cuando se
trata de ti soy un adicto sin remedio.

Su mano alcanzó la mía y sus labios se posaron en la palma, besándola con dulzura. Sentí su
boca tomar uno a uno mis dedos, su lengua los acariciaba y sus dientes los mordisqueaban.
Gemí con fuerza.

-Shhh... Vamos a ser discretos-susurró en mi oído.

Besó el interior de mi muñeca y viajó hacia arriba dejando una estela de besos húmedos, hasta
llegar al hombro. Entonces hizo el mismo ritual con el otro brazo. Me removí en la cama y el
sonido que hizo el colchón me pareció brutalmente amplificado.

-Discreción- sus labios esta vez estaban a milímetros de mi oreja. Supe que estaba sonriendo, y
sabía de qué forma. Sentí que me humedecía.

-Adoro besar tu piel... lamerte y sentir tu sabor. Podía hacerlo durante días y no me cansaría-
apenas le oía, pero estaba tan cerca de mí que era como tener su voz en mi cabeza. Contuve un
suspiro.
Se movió sobre la cama y tomó uno de mis pies, besándolo y mordisqueándolo como había
hecho con la mano. Sabía lo que venía ahora y volví a abrazarme a mí misma, no encontrando
ningún otro punto irrompible cerca de mí. Los besos húmedos recorrieron el interior de mi pierna,
pero cuando creía que subiría por el muslo sentí que la movía y cambiaba su posición lamiendo
con fuerza la piel detrás de la rodilla.

Solté mi abrazo y me puse las manos sobre la boca sujetándolas al mismo tiempo. El placentero
suplicio que me imponían sus labios, su lengua y sus dientes castigó mi otra pierna con la misma
falta de compasión. Entonces percibí que se colocaba entre mis piernas y, cuando pensé que ya
había terminado la tortura sus labios se posaron sobre la piel alrededor de mi ombligo, y su
experta lengua comenzó a dibujar círculos concéntricos alrededor de éste.

"Dios. No puedo más. Te quiero dentro de mí, Edward"

Entonces se detuvo y escuché un leve gemido. Durante la noche había tenido tiempo para notar
que escucharme así, dentro de su mente en momentos tan íntimos, le excitaba aún más que
cuando pronunciaba las palabras.

Se movió, sigiloso como un felino, y de pronto sentí su cara sobre la mía.

-Abre los ojos, cariño.

El aliento dulce de su susurro me acarició e hice lo que me pedía, encontrándome con aquella
mirada negra, mezcla de lujuria, necesidad, ternura... Se sumergió profundamente en mis ojos y
yo en los suyos. Y entonces entró dentro de mí, con suavidad, lentamente, sin dejar de mirarme.
Sus caderas se movieron sobre las mías mientras tomaba mis manos y las colocaba a cada lado
de mi cabeza, entrelazando nuestros dedos.

Sentí el fuego recorriéndome, llamas que me hacían arder y desear que no parara nunca esa
sensación. Estar conectada de esa forma con su cuerpo era algo tan íntimo... me parecía estar
por fin completa, llena... plenamente viva. Mis piernas se alzaron rodeando sus caderas y mi
pelvis se elevó para encontrar la suya. Entonces moví mi cuerpo junto al suyo y girando sobre la
cama me situé sobre él. Moviendo suavemente mis caderas dibujé círculos sobre él, gozando de
la deliciosa sensación de tenerle dentro de mí mientras, inclinada, continuaba aferrada a sus
manos. Me mordía los labios ahogando mis propios gemidos, pero ver el placer reflejado en su
hermosa cara catapultaba el mío cada vez más alto. Entonces él se sentó en la cama,
abrazándome con fuerza, como queriendo fundirse conmigo. Nos mecimos a un ritmo lento, sin
perder contacto ocular, sincronizando nuestra respiración.

Edward tiró con suavidad de mi cuello y acercó sus labios a los míos. Los cubrió fundiéndose con
ellos, su lengua con la mía, y entonces fuimos como un solo ser. Fue en ese momento cuando las
oleadas de placer nos trasportaron fuera de esa habitación, a un lugar donde no había nada ni
nadie más que él y yo.

Una vez fuera de la ducha me quité el albornoz y me vestí ante la atenta mirada de un silencioso
Edward, intentando evitar cruzarme con sus ojos... era lo mejor si quería terminar vestida y no al
revés. Él se puso la única ropa que conservaba indemne: sus boxer y sus vaqueros.

Entonces recordé una escena de horas antes, y tuve curiosidad.

-¿Puedo saber en qué pensabas antes?-pregunté mientras me abrochaba el pantalón.- Quiero


decir cuando estaba acostando a Daniel y me has mirado de aquella forma... me ha parecido que
dudabas en decirme algo, y que... sentías tristeza.
Su mirada se volvió cautelosa.

-No es nada...-negó frunciendo el ceño, y supe que no me decía la verdad.

-¿Qué sucede?- inquirí con inquietud, sentándome a su lado.

Él relajó un poco el gesto pero siguió ahí, inmovilizado en su cara. Se mordió el labio.

- Nada que tenga que ver con nuestra relación, quiero decir -y de nuevo pareció indeciso.

-¿Por qué me miras así? ¿Hay algo que no me hayas dicho?-tuve miedo.

Sus dos manos se extendieron, abarcando mi cara y parte del cuello, y su mirada se dulcificó.

-Nos es sobre nosotros... es sobre Daniel. No sabía si decírtelo, pero... creo que debes saberlo.

Lo miré atentamente... ¿Daniel? ¿Qué sabía él sobre Daniel? Entonces recordé que era Edward
quien había hecho la visita a JT, la que hizo que ella cambiara de idea sobre su declaración.

-¿Qué? ¿Qué? Dímelo ya.

-Su padre biológico... JT sabe quién es. Sé su nombre.

Me llevé la mano a la boca y ahogué una exclamación. Él me alzó y me sentó sobre sus muslos,
abrazándome fuerte.

-Bella, tenía que decírtelo... pero no sabía cómo lo tomarías. ¿Lo comprendes?- su voz sonaba
angustiada... lejana. Edward temía por mí y por ser el portador de aquella noticia. Pero no estaba
disgustada con él.

Asentí, incapaz de responder. aquello era algo para lo que, estúpida de mí, no estaba preparada.
¿Y por qué no? ¿En qué mundo de ilusión vivía? ¿Qué castillos en el aire había construido con
unas piezas tan delicadas, tan frágiles como la vida de otras personas? Me sentí estúpida,
incapaz... como el aprendiz de brujo, jugando con fuerzas de las cuales desconocía el daño que
podían hacer.

-Bella. NO. No consentiré que hagas eso -la firme voz de Edward y sus manos acunando mi cara
me sacaron de mi pozo de culpabilidad.

Parpadeé varias veces y enfoqué mis ojos con dificultad, hasta que encontré los suyos. Serenos,
estables... el puerto seguro donde anclar.

-¿El qué?

-Hundirte. Sentirte culpable. Es absurdo - pronunció con lentitud, sus ojos reteniendo los míos.

Me conocía mejor que nadie; no era necesario que me leyera la mente, porque mis emociones no
eran un secreto para él. Asentí levemente, y me centré en su presencia confortante.

-Sólo es que... dios, ¿qué voy a hacer ahora? No pensé que lo encontraríamos... y ahora no
comprendo por qué no lo pensé, y preparé al niño para eso. Él jamás... jamás ha preguntado por
su padre.

-Y tú no querías ponerle esa idea en la cabeza. Hiciste bien, le habría hecho sufrir más. Y ese
niño ya ha sufrido bastante.
Medité lo que Edward me decía y me di cuenta de que tenía razón. El golpe de la noticia me
había alterado y había reaccionado de forma confusa. Pero él estaba consiguiendo que me
centrara.

-De todas formas-tomé sus manos y enlacé sus dedos con los míos, sin perder de vista su
mirada- ni siquiera se me había ocurrido buscarle. Creo que he sido egoísta.

-No... Sólo estabas centrada en otras cosas y habías pospuesto lo menos urgente. Bella ¿tienes
idea de lo rara que ha sido tu transformación? ¿De que lo que tú has conseguido en tan sólo dos
meses hay vampiros que tardan años en conseguirlo?

-Eso no es mérito mío-protesté.-Jasper cree que fue porque mi transformación fue... distinta.

-Eso es una teoría-negó él.-Y estoy de acuerdo con que pueda explicar una parte de tus logros,
pero no desprecies toda la voluntad que has puesto en adaptarte a tu nueva existencia, en
perseguir tu objetivo de forma constante, en no rendirte... Querías cuidar de Daniel y lo estás
haciendo. Y muy bien, por cierto... Te he visto con él, y he visto cómo te mira. No consiento que te
niegues todo eso, Isabella Swan. Eres algo bueno en la vida de ese niño.

Sopesaba sus palabras, que se vertían en mi alma como agua cálida sobre hielo, confortándola.
Le abracé con fuerza y él me correspondió.

-Edward... cómo he podido estar sin ti-musité, pegada a su pecho.

-El tipo aún trabaja en Londres-la serena voz de Jasper resonó con suavidad en el denso silencio
del comedor.

Alice estaba sentada a su lado sin perder de vista la pantalla. Yo estaba en el sofá, sobre las
piernas de Edward. El contacto con él me hacía sentirme más fuerte y me parecía estar a muy
poca distancia de convertirme en una especie de prolongación de su cuerpo. Cosa que, por otra
parte, no parecía molestarle mucho, vista la forma en que me sujetaba la cintura, como temiendo
que me escapara.

-En efecto, el doctor Charles Stefan trabajó entre junio de 1998 y diciembre de 2009 como
endocrinólogo del hospital Queen Elizabeth, de Londres, donde debió conocer a JT. Ella
acompañaba a su hermano a las visitas en consultas externas, ¿recordáis? Y fue el mismo
hospital donde éste falleció... donde ella lo asesinó -puntualizó Jasper, mirando un instante hacia
Edward y hacia mí para volver a perderse en la pantalla.

-Ella me dijo que tuvieron una relación de unos meses, y que lo dejó cuando estaba embarazada.
Y él no lo sabía, así que desconoce la existencia de Daniel-me apretó contra su pecho y me
abracé a su cuello. Alice nos miró y, sonriendo, puso los ojos en blanco. Me dieron ganas de
sacarle la lengua- Bella ¿Estás segura de que quieres hacer esto? Si ni él ni Daniel lo saben las
cosas pueden quedarse tal como están. Por el momento.

No tuve ninguna duda al contestar.

-Sólo quiero saber cómo es, y si podría ser un buen padre. Y si la respuesta es sí... no puedo
quitarle un hijo a su padre. Él nunca supo del niño. No sería justo, ni con él ni con Daniel.

Jasper asintió, serio.


-Me ocuparé de ello. Tendrás toda la información posible de ese hombre hoy mismo. Y aunque no
me lo has pedido voy a conseguir un estudio genético que confirme si es o no el padre de Danny -
asentí, admirada por la profesionalidad de mi cuñado.

Edward me abrazó aún más fuerte y cerré los ojos centrándome en la deliciosa sensación de
estar de nuevo en sus brazos. Me negué a pensar en nada más, como en la posibilidad de volver
a apartar de mi vida a un ser querido.

La próxima casi seguro será el jueves por la mañana y no el miércoles. Feliz semana! Gracias por
comentar y muchos besos a tods.

Buenos días. Este es un capítulo de transición, pero creo que es necesario. La mitad del
capítulo es un punto de vista de Angela.

Bienvenida, ludgardita ;).

Comentarios sobre el 57

BereCullen-Swan, me he dado cuenta de que no te puse en los agradecimientos del capi


previo, sorry ;).

Mary de cullen, me alegro de que tengas tan claro que la opinión de Daniel también hay
que escucharla.

Gine... el arroz con mango es feo? Pues una amiga prepara uno buenísimo, :)

Mentxu masen Cullen, sí, el piano era algo que a la hora de escribir esto tenía claro que se
iba a salvar. El resto... no importa.

Esme Mary Cullen, " Bella, hija ,¡Te ha tocado la lotería con este chico!" Pues creo que
pienso lo mismo, jejeje.

EmilioLT, sí, de eso se trataba el capi ;)

Mlopez, gracias de nuevo por tus palabras. Me gusta tu refleción bipolar sobre el tema de
Daniel XD.

nohemi, esperemos a ver cómo es el señor ese.

YoliCullen, lo del altar te quedó, eh? Lo que me reí con los mails jajajaja. Gracias a ti,
bichejo.

Pegn, tú sí que sabes lógica, profe, jejeje. Tres capis más? Tú sabes lo que me cuesta parir
un hot? Me quieres matar? Son tres preguntas y es la misma, cómete eso, XD.

Kisara Mansen, lo del padre de Daniel... pues ya veremos, no? pero está ahí y no se le
puede ignorar al pobre humano.

Dra Laly, gracias por tus sentimientos ambivalentes, jaja. Si puedo respondo review, pero
no siempre tengo tiempo.
Luisamarie22, tú no tienes remedio en leer estos capis, ni yo en escribirlos ;). Team
bellward? Nunca lo había leído. Pues no suena mal! Gracias por tus siempre sonrojantes
palabras.

I Love Edward, sí, menos mal que está nuestro vampiro favorito. Cuídate y estudia.

bellaliz, sí, la idea de investigar al papi de daniel no sobra. Gracias por tus palabras.

v. cullen, sí, casi nos habíamos olvidado del tema del papá, pero...no. Ahí está.

nath89, me parece bien que seas egoísta con lo de Danny, pero veremos qué pasa. Hoy
sabemos más de Jake y Angela.

Nurymisu, qué tal el principio de colegio? ;). " Tengo una duda, ¿Es posible q Jasper y
Alice estén follando en el piso y ellos no los oigan?". Sí, Bella ya ha explicado que son
discretos pero que sabe que han "usado" todas las habitaciones de la casa menos tres.
Con esto daba a entender que los había oído, pero parece que lo tiene asumido, no? Tiene
peor asumido que la oigan "a ella", jajaja. Besote grande.

Roxx Marie, imagina estrenar una casa por cada polvo, jajaja. Menudo dineral!

kary rodriguez, "aunque seria tambien algo raro que creciera con ella y edward porq ellos
jamas envejeceran". Pues sí, es que no es cualquier cosa todo ese asunto. Gracias a ti.

Rocha, ansiedad? Ahora? Si esto está muuuuy tranquilo, jeje. Échale la culpa de tu
ansiedad a Anaidam.

lizco2, "no me imagino lo q le dira alice a bella". Pues veremos ;)

Jade Cullen Masen, lo de Daniel lo iremos viendo. Gracias por tus palabras.

Paola Cullen, sí, ya era hora de dejar el drama... ;).

Anaidam, no, nunca me habías dicho que amabas a este Edward ;) y sí, a los vampiros no
les huelen los pies, jajaja. Yo pensé lo mismo cuando escribía esto. La de olor de pies que
debes aguantar tú. Gracias por tu comentario, siempre me haces sonreír.

Ely Cullen M, me alegro de que te gustara. Un beso.

lexa0619, isa-21, alexpattinson, gracias.

Capítulo 58

BPOV

-Buenos días-la voz de Angela saludó tímidamente a todos los que estábamos en el enorme
comedor.

Pensé que si Jake viera la escena le daría un ataque cardíaco fulminante. Ya no éramos dos sino
cuatro vampiros quienes convivíamos con su novia.

Jasper seguía trabajando en su portátil pero se levantó caballerosamente en cuanto mi amiga


hizo acto de presencia en la sala.

-Angela, este es Jasper, el marido de Alice.


-Encantado, Angela - este sonrió tendiéndole la mano y ella le correspondió, sonrojándose con
timidez. Al mismo tiempo le echaba un rápido vistazo a Edward que no me pasó desapercibido,
por lo que imaginé que habría pensado algo que habría deseado que fuera privado.

Sonreí para mí misma; no tenía que hacer mucho esfuerzo de imaginación para pensar qué
habría pasado por la mente de Ang al ver al rubio vampiro.

-Ven, he preparado el desayuno... tortitas con jarabe de arce. Daniel aún no se ha levantado-tiré
de su mano y me la llevé a la cocina. Me resultaba extraño verla tan cohibida, pero reconocía que
no era para menos.

Abrí el ventanal para airear el olor a vampiro mientras mi embarazadísima amiga se sentaba a la
enorme mesa de la enorme cocina del enorme ático de Edward Cullen... mi novio. El sol que
había lucido a primeras horas del amanecer se estaba ocultando rápidamente tras unos espesos
nubarrones. No podía ser de otra forma, Alice había planeado salir hoy de viaje y ella jamás se
equivocaba en el pronóstico del tiempo.

Durante la noche habíamos estado haciendo planes de nuevo. Alice y Jasper preferían quedarse
en Seattle hasta que tuviera lugar la reunión con los indios, pero enviarían buena parte de las
maletas a Nueva York, y habían reservado una habitación en un hotel para unos pocos días. Por
una parte querían darnos intimidad a Edward y a mí, y por otra querían que Angela se sintiera
cómoda. Por más que ella pusiera voluntad era imposible que con cuatro vampiros en casa de la
noche a la mañana estuviera tan tranquila. Por no hablar del tema de Jake.

-Esto tiene una pinta buenísima- Ang se lamió los labios con expresión golosa. –Siempre se te ha
dado bien preparar las tortitas.

-Gracias, Ang- me senté delante de ella sonriente, con los brazos cruzados sobre la mesa.

Ella estaba alargando el brazo para coger el bote de jarabe de arce y al escucharme se detuvo a
mirarme detenidamente. Entonces la mandíbula se le desencajó.

-¿Qué?-me toqué, por si tenía algo raro en la cara y no me había dado cuenta. Ella presionó los
labios conteniendo una sonrisa mientras se servía un par de tortitas.

-Siempre he tenido curiosidad por si la Gran Muralla se ve desde el espacio, o no.

Pensé que me había perdido algo.

-¿De qué hablas?

-Nada, que tú tienes cara de haber estado en órbita, y varias veces... deberías saber la respuesta.

Entrecerré los ojos, y me mordí el labio para no responderle mientras las carcajadas de Alice
resonaban en el comedor. Ang pareció un poco arrepentida, no había contado con que la broma
dejara de ser privada entre ella y yo.

-Pues sí, he estado en órbita. Varias veces ¡Y por qué será que no te he visto por ahí arriba, Alice
Cullen!

-¡Eh, eh, ahora no vayáis a hacer que dude de mis capacidades!... -la indignada voz de Jasper se
escuchó deformada por las risas que estaba intentando aguantar.-No, no lo conseguiríais ni
aunque lo intentarais en serio.

Me reí, al tiempo que la pobre Ang se sonrojaba más aún.


-No te preocupes, Angela, estos no saben lo que es la vergüenza, y doy gracias a que no está
Emmet. Sería capaz de conseguir que me sonrojara, aunque eso sea teóricamente imposible -
apreté con suavidad la mano de mi amiga.-Come, venga.

Ella cortó un pedazo de su desayuno y se lo metió en la boca, mirándome feliz. Pero de pronto su
gesto se torció y supe en qué pensaba.

-Sí... necesito energías a tope. Tengo que pelearme por segunda vez en menos de tres días con
mi superprotector novio- torció el gesto ante la idea.

Tres días... no habían pasado ni tres días desde que Angela había aparecido a la puerta de mi
casa, y desde entonces mi vida había dado un vuelco enorme.

-No tienes por qué hacerlo sola. Puedes esperar a la reunión del sábado, donde estaremos todos
para apoyarte. Carlisle y Esme están de acuerdo con que vengas -le informé.

Ella negó con la cabeza, sirviéndose un vaso de zumo de naranja.

-No... Deseo hacerlo, antes de la reunión del sábado -bebió un sorbo.-Además... tengo ganas de
ver a ese cabezota. A pesar del mosqueo que llevo le echo de menos. Nos hemos mandado sms
y hemos quedado para la comida-sonrió con tristeza.

Deseaba con todas mis fuerzas que Jacob entrara en razón. No soportaba ver a mi amiga así.
Ella quedó pensativa, y se metió una porción de tortita en la boca mientras distraídamente se
acariciaba el vientre con suavidad.

-Daniel se ha despertado. Voy a buscarle-salí de la cocina tras darle un cariñoso apretón en el


hombro.

-Que se dé prisa o no quedarán tortitas, en este barrigón cabe mucha cosa- la escuché comentar
mientras subía las escaleras.

-Bella, te he metido en este pendrive toda la información sobre el padre de Daniel-Jasper habló
en tono inaudible para los oídos del niño, quien, como yo, estaba sentado en el suelo al lado de
Edward montando un castillo con piezas de madera, y me tendió el cachivache diligentemente.

-Podemos llamarle el doctor Stefan, y así no meteremos la pata- contesté en el mismo tono,
apartándome discretamente.- ¿Me haces un breve resumen?

-Bien, pues el doctor Stefan... ese tipo está más limpio que la Madre Teresa: ni tan siquiera tiene
una sola multa de aparcamiento. Buen currículum académico y profesional, bien valorado por sus
colegas y pacientes... – se encogió de hombros.-No sé cómo alguien así puedo liarse con la
perturbada de JT. Y aún hay más... aparte de colaborar económicamente con varias ONG ha
estado dos veces en África, de voluntario, con la organización Save The Children -abrió los ojos
con expresión de admiración.- Una joya.

-Me alegro de que sea tan fantástico – mi tono no engañó a Jasper ni a Edward, cuya mirada
sentí clavada en mí por un instante.

Jasper salió de la habitación y nos dejó solos.

Mentí, diciendo más lo que creía que era correcto sentir que lo que de veras sentía. De forma
egoísta había deseado que el tal doctor fuera un perturbado como la madre. Me recriminé a mí
misma esas emociones, pero no podía evitarlas, y más ahora viendo el hogareño cuadro que
tenía ante mí, con dos de los tres hombres de mi vida sentados en el suelo jugando juntos.

No te engañes a ti misma, Bella. Esto sólo es una ilusión. No es real.

Sí, ya sabía que Daniel era humano, que crecería, que cambiaría con los años, como hace un ser
vivo. Que Edward y yo nos quedaríamos con la misma forma hasta nuestra desaparición. Lo
sabía bien, pero mi traidor corazón no perdía oportunidad para engañarme.

Lo había sacado del orfanato y había cuidado de él durante unas pocas semanas, un pequeño
oasis en su vida desierta de cariño. Yo le había dado eso, con la ayuda de Alice y Jasper, y él me
había correspondido con creces. Mi anhelo por protegerle había hecho que pusiera toda mi fuerza
de voluntad en salir del estado de catatonia en que me había quedado tras dejar a Edward, en
adaptarme al entorno humano, en retomar el hilo de la existencia. Después sus bracitos habían
sido la cuerda que me había sacado del pozo, y sus ojos habían dado luz a mi ceguera, a mi
incapacidad de ponerme en el lugar de Edward. Sí, yo le había dado pero, sin saberlo ni
pretenderlo, él me había devuelto mucho más.

Pero mi única excusa moral para hacer lo que había hecho ya no estaba. Daniel ya no era un niño
abandonado, sin familia conocida, cuya madre asesina estaba en la cárcel. Daniel era un niño
apartado de su padre sin que ninguno de los dos lo supiera.

Suspiré, perdida en mis pensamientos. Ahora que mis barreras habían caído, ahora que
reconocía mis sentimientos, y el dolor que estos pueden llevar consigo, pensaba si no era un
error amar así, encariñarse tanto con un ser humano. Sentí una punzada de dolor, y la familiar
sensación en los ojos.

Quizá sería mejor no relacionarse con humanos. Sólo produce sufrimiento. ¿Cómo voy a soportar
una existencia así, despidiéndome constantemente de seres a quien amo?

-Porque esos sentimientos son lo que hace que valga la pena seguir. Y siempre me tendrás a mí-
la sedosa voz había sonado apenas audible.

Miré a Edward sobresaltada. Me di cuenta de que había bajado mi escudo sin darme cuenta. Las
pocas veces que eso me había sucedido, había sido con él.

Sus ojos dorados me miraban con intensidad, rescatándome del camino amargo por el que
rondaban mis pensamientos. Se lo agradecí con una sonrisa.

-¿Por qué no vuelves al suelo con nosotros?-arqueó las cejas componiendo una mueca divertida.

Asentí y me uní a ellos.

-Está bien. Vamos a ver si podemos montar uno que llegue hasta el techo.

-Lo más divertido es tirarlos al suelo cuando ya están construidos, verdad, ¿Daniel?-sonrió
Edward.

-¡Sí!-repuso el niño con entusiasmo.

-Eso. Tú ve metiendo ideas destructoras en la cabeza del pobre niño-reí.

Angela

Acudía a esa cita con la esperanza de que Jake, al igual que yo, estuviera con el ánimo más
sereno y pudiéramos hablar con tranquilidad.

Cuando lo divisé desde lejos y mis piernas parecieron flaquear. Desde lejos veía sus ojos negros
fijos en mí, sin perder de vista uno solo de mis movimientos. Estaba muy guapo y vestía informal
como siempre, con una camiseta negra y aquellos vaqueros que le sentaban tan bien. Aunque el
día ya era propio de los frescos otoños de Seattle, pero mi novio no llevaba chaqueta. Siempre
bromeaba con que tenía la temperatura corporal más alta.

Cuando me acerqué a él se despegó de la pared del restaurante donde habíamos quedado como
si hubiera saltado un resorte, y en un instante lo tuve frente a mí, cuan largo era.

-Angela... estaba preocupado- su voz grave me conmovió.

Me tomó de ambos hombros y me examinó de arriba abajo, con mirada ansiosa. Me mordí la
lengua, impaciente. ¿Estaba comprobando si había daños?

-Sólo me he retrasado un par de minutos-lo miré directamente a los ojos. Él asintió.

-¿Entramos? Debes tener hambre.

-Sí... me comería un lobo -inmediatamente me sentí incómoda por haber dicho justo eso. Jake no
mudó su expresión ni una pizca.

El interior del local era muy acogedor, y estaba bastante lleno. Era uno de nuestros restaurantes
favoritos, así que en cuanto entramos el camarero nos saludó sonriente, me preguntó
amablemente por mi estado, y nos acomodó en una discreta mesa al lado de la ventana que tenía
encima el cartelito de "reservado". Jake había hecho los deberes a pesar de estar en el trabajo.

-Hacía tiempo que no comíamos aquí-dije, mirando alrededor. –Es un local agradable.

Tomé la carta y comencé a estudiarla, aunque me la sabía de memoria. Me sentía penetrada por
los ojos de Jacob, y no encontraba ningún modo de iniciar una conversación sobre lo que había
venido a hablar con él.

-Vuelve conmigo-no era una orden, era una súplica. Sin preliminares, sin disimulos. Directo, así
era Jake. Como yo.

Sé fuerte.

Levanté los ojos de la carta y me encontré con los suyos. La dulzura y tristeza de su corazón, la
ansiedad... todo eso era evidente a través de la transparente mirada de mi novio. Hacía que se
me olvidara por qué me había marchado de su lado.

Y, de hecho, las cosas habían cambiado. Cuando había acudido a casa de Bella ambas
estábamos igual y nos podíamos apoyar mutuamente, pero ella ahora tenía de nuevo a Edward.
No tenía la sensación de estorbar, con ellos jamás me había sentido así, y tanto Bella como
Edward habían insistido en que me quedara con ellos el tiempo que necesitara, pero... no podía
alargar mucho la situación.

Aunque tampoco quería volver con mi novio y hacer como si nada hubiera pasado. Mi decisión de
dejarle no había sido producto de una rabieta, y aunque la ira que sentía en aquél momento se
había diluido bastante, los motivos para hacer lo que hice seguían ahí.

Y eso era algo que no podía olvidar.

-Eso no basta, Jake -aguanté su mirada en silencio durante varios segundos hasta que el
camarero nos interrumpió para tomar nota.

No rompimos contacto visual en ningún momento, mientras yo podía contemplar todas las
emociones de mi novio a través del cristal de sus iris... Cuando el camarero se retiró Jake respiró
profundamente y miró sus manos, entrelazadas sobre la mesa.

-Está bien, Angela. ¿Qué quieres?-su voz sonó fría, y eso me dolió. Y me enfureció.

Y mi contención se fue a la mierda.

-¿Qué quiero? Quiero paz. Quiero poder estar con mi mejor amiga y con su novio cuando me dé
la gana sin temer un complot para arruinarles la vida. Quiero que hables con Bella y le des una
explicación por haber hecho lo que hiciste. Quiero que admitas que no tienes ninguna prueba de
que los Cullen son lo que tú temes, y que sólo es eso lo que te gobierna: el miedo, sin otra
evidencia.

La mirada de Jake se oscurecía a medida que yo iba hablando, y sin necesidad de palabras me lo
estaba contestando todo. Sabía que no estaba enfocando bien el problema. Sabía que no estaba
siendo diplomática y que no era una buena manera de resolver nuestro conflicto.

Pero él me había preguntado lo que quería. Y era eso.

-Y supongo que querrás ir a visitarla cuando nuestra hija nazca, y que se haga amiga de ese
pobre niño humano cuidado por vampiros.

Di un respingo. No supe qué quemó más, si las palabras o el tono de burla con que las había
pronunciado. Contemplé su fiera expresión. Ya no era el Jacob dulce que me había suplicado
hacía un instante. Sentí mis ánimos caer más abajo del suelo.

-Creo que se me ha quitado el hambre-miré hacia atrás para coger mi bolso, que colgaba de la
silla, y sentí su cálida mano sobre la mía, tomándola con ternura. Deteniéndome, pero no como la
vez previa. No me había asustado.

Dejé mi bolso donde estaba y lo miré.

-No te vayas... por favor. Hablemos. Perdona por lo que acabo de decir. Volvamos a empezar.
¿Cómo te encuentras? Imagino que bien, porque estás preciosa- había vuelto el Jake que yo
amaba, y mientras el fanático de las estacas estuviera apartado de nuestra mesa... tenía
esperanzas.

-Bien...aunque me cuesta un poco dormir-me sinceré.

-A mí también... añoro tu cuerpo contra el mío-el susurro fue mitad ternura mitad pasión y me
puso la piel de gallina.

Suspiré y tomé sus dos manos.

-Te echo de menos.

-Y yo a ti, amor. Vuelve conmigo, por favor-la pasión brillaba en sus ojos negros.-Te necesito.

-Y yo a ti.

-¿Entonces?-me miró desconcertado.

-Jake, ¿no has escuchado nada de lo que te he dicho hace unos instantes?-lo miré de hito en
hito.

-¿El qué? ¿Que prefieres elegir la amistad con una asesina en potencia que el amor del padre de
tu hija?-preguntó con gran tristeza. Sus manos seguían reteniendo las mías con suavidad y sus
ojos eran suplicantes.

-Yo no lo veo así. Más bien la elección está entre el odio por un prejuicio, o la confianza en
alguien que ha demostrado merecerla-dije en voz baja. Cada vez las ganas de deshacerme en
lágrimas eran más fuertes, pero aguanté.

Inspiró y exhaló profundamente, reclinándose en el respaldo de la silla aunque sin separar sus
manos de las mías. Su expresión ahora era cauta.

-Angela, te repito que no conoces a los chupasangres. No son de fiar. Mi pueblo tiene muchas
leyendas sobre ellos... leyendas que tienen mucho de verdad, como puedes has podido ver.

-Sí, lo he podido ver, pero no gracias a ti. Fue Bella la que me dio la pastilla roja, porque si fuera
por ti seguiría viviendo en Matrix -repuse mosqueada.

-¿Y qué tal te sienta vivir en la realidad que te he estado ocultando? -bajó el tono de voz,
acercándose a mí- ¿Eres más feliz ahora que sabes que hay vampiros, y que nuestra hija tiene
posibilidades de transformarse en licántropo si cerca de ella hay vampiros de los que se
meriendan a los humanos?

-No soy más feliz, pero no tenías derecho a ocultármelo-gruñí entre dientes, acercándome a él.-
¡Dioses, Jake, somos pareja, llevo una hija tuya en el vientre! ¿Y a qué esperas para decirme que
la reunión del viernes, aquella de la que me hablaste, es para tratar de todo-separé los brazos
abarcando un gran espacio -este tema?

-¿No han sido capaces de mantener la boca cerrada? Estos Cullen son muy parlanchines, debe
ser la dieta que llevan. Los vampiros normales son más discretos por la cuenta que les trae.

Lo miré con ira intentando tranquilizarme antes de contestarle, para no arrepentirme de lo que iba
a decir.

-Ang, no te intento mantener al margen de todo esto-repitió mi gesto de antes con los brazos-
porque no me importes, sino por todo lo contrario. ¿Y crees que a mí me entusiasma llevar la
herencia que llevo? ¿Saber lo que sé? Para mí no es ningún orgullo la posibilidad de
transformarme en un licántropo... soy un hombre moderno, no lo veo como los ancianos de la
tribu. Para mí todo eso es un mundo de monstruos que no cabe en el mundo real. Y yo quería
librarte de todo eso. Esto -se señaló- es una anomalía genética.

-Una anomalía que deberías haberme contado cuando empezamos nuestra relación-le recordé
agriamente.

-Lo siento...-dijo genuinamente arrepentido.-Te lo habría contado tarde o temprano, pero te


quedaste embarazada y... no sabía cuándo hacerlo.

-Sí, nunca es un buen momento para decirle a tu pareja que eres un licántropo-el sarcasmo salió
solo, y enseguida me arrepentí.-Lo siento... yo también. Te amo. Y quiero que sepas que no me
importa tu herencia, ni meterme en todo este mundo... paralelo. Está ahí, no sé qué explicación
científica habrá para todo eso, pero sabes que ignorándolo no puedes hacer que desaparezca.

-De acuerdo, pero...–la desesperación teñía sus gestos y su voz, y me tomó de las manos-
Angela, estás viviendo con dos personas que si siguieran sus impulsos naturales se alimentarían
de ti... y de ese pobre niño. Y de... nuestra hija. No comprendo cómo no lo ves.

-Jake, yo lo veo de otra forma, intenta verlo tú así: las personas también tenemos instintos
destructivos. Tú no sabes si ese chico que pasa por ahí al lado-señalé la calle- con las manos en
los bolsillos lleva un arma y va a entrar aquí dispuesto a liquidar a medio restaurante y salir en las
noticias. Pero no por eso sales huyendo de todas las personas que te encuentras.

-Me apartaría de alguien en la calle si ese alguien sacara una pistola. Ellos son armas, Ang.
Podrían terminar contigo con su dedo meñique.

Suspiré con tristeza. Esto no estaba yendo a ningún lado. Cada uno tenía su propio razonamiento
y no entendía el del otro, porque había algo que era la confianza... que él no tenía y yo sí. Mis
ánimos se hundieron de nuevo. ¿Y si nunca llegábamos a entendernos en ese tema? Me quedé
mirando al camarero quien, diligentemente, depositaba nuestros pedidos sobre la mesa. Jake
pareció leer mi estado de ánimo.

-Comamos, Angela. Hablemos de otra cosa, ¿te parece?

Asentí forzando una sonrisa.

La comida estaba deliciosa, y Jake me hizo recordar por qué estaba enamorada de él. Charlamos
de otros temas, bromeamos, reímos, y de vez en cuando sus manos se acercaban a mi cara o
mis manos, rozándolas con una ternura que me despertaba la añoranza de contactos más
íntimos. Era fácil amarle cuando no quería imitar a Van Helsing.

Hasta que, en los postres, retomamos contacto con la realidad.

-Entonces... ¿vuelves conmigo?- sus ojos brillaban.

-¿Aceptas que pueda ver a Bella, a Edward, o a cualquier Cullen que me dé la gana y cuando me
dé la gana?

Lentamente y mirándome con cautela, asintió. Le costaba tanto como si su cuello de repente
hubiera perdido la flexibilidad.

-Incluso cuando nazca nuestra hija-murmuré.

Fue como si le hubiera dado un puñetazo.

-No te la llevarás a verlos-la ira brilló en sus ojos.

-Mi mejor amiga podrá ver a mi hija-lo miré, ceñuda.

-Estás mal de la cabeza-gruñó.

Me levanté como si el corazón me pesara tanto como la barriga y, mientras él me miraba


fijamente, dejé un billete sobre la mesa.

-Creo que con esto pago mi parte -me marché sin mirar atrás, sintiendo que el pecho me dolía
más con cada respiración.

En fin... hasta el domingo noche o lunes por la mañana, no lo sé. Gracias por dejar vuestra
opinión, y muchos besos. Feliz fin de semana.

Buenos días. Os dejo el de hoy más temprano de lo habitual. Gracias a todas las que me
leéis por decirme lo que pensáis. Es el mejor estímulo para seguir escribiendo.

Respecto a eso, sé que hace unos cuantos capítulos dije que terminaría alrededor del 60,
pero como podéis ver... no calculé bien ;) . Para lo que tengo pensado me harán falta unos
cuantos capítulos más, menos de diez. Espero que no se os haga cansado, y poder
mantener vuestro interés estos últimos capítulos.

Gracias mil a Pegn y Maria José por su inestimable ayuda, y a YoliCullen por estar ahí.
Gracias a la señora Meyer por estos personajes que he "tuneado" a mi gusto. Y a todas
vosotras por leer, y más aún, por tomaros un tiempo para decirme que estáis ahí y que os
interesa esto.

Bienvenidas , maite. mas, jennyteamedward, y Deysi Maria. Gracias por vuestras palabras.
Maite, qué bien tener a una colega por aquí ;).

Capítulo 59

BPOV

-Se ha dormido-afirmó Edward desde el pie de las escaleras.

Asentí en silencio, escuchando la pausada respiración de Angela sobre mi regazo.

Mi amiga había venido completamente trastornada de su reunión con Jake. Se había encerrado
en su habitación y no había parado de de llorar en horas. Cuando acosté a Daniel fui a verla y la
convencí de que bajara a cenar algo. Apenas había probado la comida, y más tarde me había
explicado toda la conversación con Jacob entre sollozos.

Su dolor también era el mío. La comprendía bien y, además, no podía evitar el pensamiento de
que si ella no se hubiera reencontrado conmigo ahora estaría feliz con su novio, y dentro de
pocos meses sería una mamá despreocupada.

-Ella no está de acuerdo con que te sientas así -dijo Edward sentándose en el reposabrazos del
sofá, mirándome.

¿Ya he vuelto a levantar el escudo sin darme cuenta?

-No-sonrió levemente.-Sólo es que te conozco bien. Y ella también.

Inspiré profundamente.

-Ni yo, reconozco que es una estupidez, pero... no soporto verla así, me gustaría poder hacer
algo para ayudarla, como ella ha hecho conmigo. –Lo miré un momento.- De momento voy a
llevarla a su cama.

Me levanté con ella en brazos y subí las escaleras. Ni siquiera se despertó cuando la deposité
sobre la cama y la tapé con el edredón.

-Ven aquí-cuando bajé, Edward se había sentado en el sofá y palmeaba a su lado.

-Prefiero aquí-repuse sentándome en su regazo, estirando las piernas sobre el sofá.

-Me parece perfecto-me abrazó fuerte y recliné la cabeza en su hombro, inhalando su perfume.
Estuvimos un rato en silencio, simplemente disfrutando del mutuo contacto .

-Yo confío en que todo se solucione en la reunión. Jacob ama a Angela profundamente. No creo
que sea tan idiota de dejarla ir por algo que, en lo profundo de su persona, sabe que es un
prejuicio. No puedo creerlo -rompí el cómodo silencio.

-Espero que sea así, Bella. Conozco a los quileutes, y el miedo al vampiro es algo que llevan
dentro de la sangre. Es algo tan natural para ellos como respirar.

-Pero os aceptaron a vosotros.

-No sé si aceptar es la palabra... Fue más bien como un "está bien, no me fío de ti aunque seas
diferente pero sé que me puedes dar muchos problemas, aunque yo a ti también... así te dejo
estar mientras no te acerques demasiado a mí".

-Sí, supongo que eso lo define mejor que "aceptar", pero es más largo-sonreí con tristeza.-De
todas formas, ellos ya se lo han dicho todo. No queda otra que esperar.

Edward asintió.

-Hablando de la reunión, ¿cuánto hace que no te alimentas? De algo que no fuera mi cuerpo, me
refiero -su voz sonó burlona y me reí entre dientes.

-Pues... hace casi una semana. Pero he estado más tiempo sin alimentarme.

Entonces él se movió un poco para poder verme la cara y la estudió con atención. Me senté
erguida para mirarle de frente.

-Es increíble que aguantes tanto. Ni siquiera tienes ojeras-con su dedo índice me recorrió
delicadamente el párpado inferior y algo en mi cuerpo despertó.

¿Qué me pasaba? Estaba hecha polvo por mi amiga y hasta hacía un par de segundos mi apetito
sexual estaba en grados negativos, y ahora... ¿es que estaba enferma? Él sofocó una sonrisa
rápidamente. Estaba claro que lo que yo sentía era transparente.

-De todas formas, ir bien alimentado te hace estar más sereno y pensar con más claridad. Creo
que lo prudente sería ir a cazar antes de la asamblea con los indios -dijo, y su voz sonó tentadora
y sensual.

-Cazar... contigo-las palabras se deslizaron casi eróticas entre mis labios.

-Si Angela no se encuentra bien, podemos dejar aquí a Alice y Jasper cuidando de ella y de
Daniel-su voz apenas era un tierno susurro. Sus dedos se enredaban en mi nuca y nuestras caras
se habían estado acercando mientras hablábamos, hasta que su boca estuvo a escasa distancia
de la mía.

-¿Es normal esto que me pasa?-susurré con un punto de culpabilidad en mi voz, cada vez más
cerca de sus labios.

-Espero que sí... porque a mí me pasa lo mismo -su dulce aliento acarició mi piel, su lengua mis
labios, y ya no pensé más.

Era un jueves por la noche cualquiera del mes de septiembre. Pero, sentada al lado de Edward,
para mí era como si fuera la noche de Navidad y yo tuviera seis años. La sensación de nervios
me recorría el abdomen, y más que mariposas sentía elefantes en mi estómago. Intenté
concentrarme en el paisaje otoñal que discurría veloz mientras el coche de Edward se deslizaba
con suavidad por la carretera. Las últimas luces del día le daban un aspecto nostálgico.

Pero a pesar de mis esfuerzos, mis pensamientos volvían una y otra vez a la misma idea.

Era mi primera vez con Edward. De caza.

-Estás muy callada-su voz suave avivó la sensación en mi vientre.

-Sé que vamos a Olympic, pero ¿exactamente a qué parte del parque vamos?-lo miré con cierta
timidez.

-No es una sorpresa. Creo que conoces el sitio. Aquella vez te quedaste con las ganas de verme
cazar -sonrió ladeado, mirándome.

-Ah-fue mi respuesta, parpadeando y desviando los ojos de nuevo hacia la carretera,


absurdamente turbada.

Tragué en seco. Aquél lugar. Donde tuvimos sexo salvaje bajo la tormenta.

-¿Estás bien?-tomó mi mentón y lo empujó con suavidad para hacer que lo mirara. Sus ojos eran
dulces.-Te noto nerviosa.

-No es nada-le sonreí.-Sólo es...-fijé mi vista en un punto del salpicadero.-Oh, dios, he hecho esto
otras veces, pero nunca contigo. He oído hablar de esto a los demás, de lo que se siente cuando
te abandonas al instinto al lado de tu pareja, pero...-me mordí el labio durante unos segundos y
me encogí de hombros-ya sabes, es la primera vez. Me explico fatal, ¿no?

-No... Te entiendo bien. Para mí también es la primera vez.

-¿Qué? ¿Quieres decir que nunca has cazado con ninguna de tus... amantes? ¿Ni siquiera con tu
ex?-abrí los ojos como platos.

-No, Bella. Sólo he cazado con gente de mi familia. No ha habido ninguna mujer con quien
quisiera compartir esto.

-Así que también eres virgen en lo de cazar con tu pareja -sonreí, un poco más tranquila.
Entonces, él tampoco sabía qué esperar de esto.

-Ajá-rió.- Pero lo malo de ir a cazar con tu familia es que al final tienes que volver a casa solo y un
tanto... frustrado. Así que al final prefería ir solo, la mayoría de las veces.

-Lo comprendo demasiado bien -me toqué el pelo, en un gesto nervioso.

-¿Cuál es tu animal favorito?

¿Por qué me parecía que me estaba preguntando algo muy íntimo?

Mierda, Bella, reacciona, es Edward.

-El mismo que el tuyo.

-Mejor. Un puma encaja más contigo. No te imagino cazando un oso -pinchó con petulancia.

-¡Oye!-exclamé, indignada- Cacé un oso yo solita hace menos de un mes. Jasper te lo puede
confirmar.

-¡Vale! No digo que no puedas, sólo que no te imagino-rió, mientras encaminaba el coche hacia
Olympic.

Penetramos en el bosque profundamente, firmemente cogidos de la mano. La vegetación en


aquella zona era espesa, y dentro parecía que ya había anochecido.

Caminábamos sin hacer ruido, en completo silencio. Inspirando el denso aire que nos rodeaba.
No sabíamos que encontraríamos, quizá algún gran herbívoro, que era lo que más abundaba en
el parque, pero quizá con un poco de suerte... cazar carnívoros era más divertido, su sabor era
mucho mejor y saciaban más.

Entonces los olí, y noté que Edward también, y a la vez escuchamos su rugido: eran dos pumas.
Al menos uno de ellos estaba herido y el tentador aroma de su sangre penetró en mis venas.

No podía creer nuestra suerte.

Sin mediar palabra, ambos nos separamos y comenzamos a trazar un amplio círculo caminando
cada uno en una dirección, rodeando el punto de donde venía el delicioso olor.

La suerte nos seguía sonriendo. Dos pumas machos estaban enzarzados en una feroz pelea,
probablemente territorial, y ni siquiera nos habían olfateado a pesar de lo cerca que estábamos.

Fui acercándome lentamente, sabiendo que Edward hacía lo propio por otro lado, hasta que uno
de los animales se apartó bruscamente del otro y olisqueó el aire. Nos habían descubierto.
Ambos echaron a correr en distintas direcciones pero, antes de que corrieran unos metros,
Edward cayó sobre uno de ellos, con tanta elegancia y agilidad como si él mismo fuera un felino.
Los pocos milisegundos que duró la visión quedaron clavados en mi retina mientras sin perder
tiempo me lanzaba sobre el otro animal, que no tuvo tiempo de ir muy lejos. Clavé mis colmillos
penetrando en la vena yugular del felino, abrazando su cuerpo y tumbándolo en el suelo de
bruces. Paró de luchar al cabo de unos segundos.

Bebí su sangre deliciosa hasta que, dejándolo exangüe, me sacié por completo, experimentando
el mismo placer que sentía siempre... algo carnal, un deseo íntimo, profundo e instintivo
completamente satisfecho. En ese momento de éxtasis comprendía bien la atracción que la
sangre de un humano ejercía sobre los vampiros "normales", pues todos los que la habían
probado decían que era mucho más exquisita que cualquier otra. Y admiraba a los que,
habiéndola probado, hacían el esfuerzo de olvidarse de ella.

Y ese placer carnal que experimentaba se agudizó cuando sentí el aroma de Edward cerca de mí.
Solté a mi inerte presa y me volteé buscándolo, pero fue demasiado tarde. Cayó sobre mí con
tanta agilidad como la que había demostrado sobre su anterior presa. Mi cuerpo reaccionó de
forma instintiva y dimos varias vueltas sobre el suelo hasta que por fin nos detuvimos. Mi
respiración se volvió superficial mientras sentía el peso de su cuerpo sobre el mío, y sus manos
sujetándome las muñecas sobre la cabeza.

-Te veías jodidamente sexy saciándote con ese animal, Bella – la voz era profunda, ronca,
oscura, y su cara se cernía sobre la mía, los ojos negros y brillantes como la obsidiana.

En el silencio del bosque sólo se podía escuchar nuestra agitada respiración. Durante unos
segundos nos quedamos inmóviles como estatuas, y yo sólo podía oler su embriagador aroma,
que, como una droga, se apoderaba de mí, sólo podía ver cómo cada uno de los rasgos de su
hermosa cara aparecía impregnado de una lujuria arrolladora, y sentir cómo la humedad entre mis
piernas delataba mi excitación. Noté como dilataba las aletas de su nariz e inspiraba con
profundidad.

-Me vuelve loco el perfume de tu cuerpo... -susurró y, sin mediar palabra se abalanzó sobre mi
boca y la devoró con un beso salvaje.

Gemí y le devolví el beso, ávida por su lengua, su sabor, por escuchar cada sonido entregado
que saliera de su garganta. Su duro cuerpo se adhirió al mío completamente, inmovilizándome
contra la hierba del bosque, y pude sentir el tamaño de su excitación. Intenté rozarme contra él,
pero su peso no me dejaba.

Quería verle. Quería tocarle. Sentirle. Quería muchas cosas de él, y en esa posición no podía
tenerlas.

Usé toda mi fuerza y con un rápido movimiento logré intercambiar nuestras posiciones. Esta vez
era yo quien sujetaba sus muñecas. Su pecho se agitaba y su cara, al principio sorprendida, se
transformó de nuevo en una hermosa máscara de deseo.

Me di cuenta de que tenía una pequeña mancha de sangre en la comisura de su apetecible boca
y me incliné sobre él, besando esa parte al mismo tiempo que mi lengua lamía aquella zona. Él
ladeó la cara, buscando mis labios con hambre, y se los ofrecí. Nuestras bocas se fundieron en
un beso profundo, prolongado... necesitado.

Liberé sus manos, ansiando tocar cada parte de su cuerpo a mi alcance, sin parar de devorar su
boca. En cuanto lo hice escuché un gruñido profundo y en un instante nuestras molestas ropas
estaban a un lado y él volvía a estar encima de mí. Gemí al sentir su piel desnuda contra la mía,
las caricias de sus manos explorando cada parte de mi cuerpo con codicia, sus labios acariciando
mi cuello, mis pechos, su boca deleitándose con mis pezones, haciéndome temblar de puro gozo.

-Joder, Edward... sigue...así-jadeé.

Me arqueé contra su boca, encendida por el placer que me estaba dando, y mis manos se
perdieron por su espalda y sujetaron sus nalgas, presionando su cuerpo más aún contra el mío.
Con otro rápido movimiento se separó de mí y me colocó boca abajo, alzando luego mis caderas
y dejándome apoyada sobre mis manos y mis rodillas.

-Te deseo, Bella – sentí su largo cuerpo sobre mi espalda y su voz rota acarició la piel de mi
nuca.

Me mordió con delicadeza desde la base del cuello hasta el lóbulo de la oreja, mientras su mano
me acariciaba los pechos, el vientre, y sus largos dedos se perdían entre mis pliegues,
penetrando en mi interior y nublando mi conciencia. Sentía sus sedosos labios sobre la sensible
piel de mi cuello, la firme caricia de sus dientes, y de pronto noté el suave arañazo de sus
colmillos.

-Quiero volver a beber de ti. Y quiero hundirme en tu cuerpo hasta hacerte enloquecer.

Me excitó violentamente escuchar ese susurro y ni tan siquiera pensé en si sería bueno o
peligroso que él bebiera de mi sangre no siendo ya humana. Sólo quería sentir sus dientes
clavándose en mi piel, y sentirle a él dentro de mí.

-Hazlo. Ahora.
-No voy a ser suave, Bella -su aliento en mi oreja, su pecho en mi espalda, sus dedos
retorciéndose sin piedad en aquella íntima caricia...boqueé buscando el aire que me faltaba para
responderle y no pude encontrarlo.

"Quién te ha pedido que lo seas..."-¡Ah!- sin dejarme terminar el pensamiento había retirado los
dedos y me penetró con fuerza, dejándome sin aliento.-¡Joder, sí!

Su boca se hundió en la curva de mi cuello, besando, lamiendo, mordisqueando... sentí una leve
punzada en el cuello, y entonces mi cuerpo ardió en un torbellino voluptuoso y placentero que me
barría removiendo mi alma desde las entrañas. Escuché un rugido que no estuve segura de si
salió de mi garganta, y sentí a Edward hundiéndose una y otra vez en mi interior, embistiendo
fuerte, duro, rápido, sus brazos sujetando mi cuerpo contra el suyo, mi espalda contra su pecho.
El golpeteo implacable de mi amante no dejaba que mi cuerpo aterrizara, y mi orgasmo se
prolongó hasta que él se unió a mí gritando fuerte en la oscuridad del bosque.

Ambos caímos de bruces sobre el suelo, su peso sobre mí, piel con piel, abrazándome.

Al cabo de unos momentos se puso boca arriba, arrastrando mi cuerpo, que jamás había sentido
tan pesado desde que era vampira, sobre el suyo. Sus brazos se enroscaron en mi cintura y mi
espalda y me besó el pelo con suavidad.

El silencio de la noche nos envolvió, hasta que él inspiró con profundidad y habló.

-Cásate conmigo, Bella.

Y... hasta el miércoles noche o jueves.

Buenas noches. Os traigo el de hoy, y ya os comento que el próximo será para el lunes
(mañana o tarde del horario español, depende del trabajo que tenga).

Me alegro de que os gustara la caza... no podía terminar el fic sin un capítulo dedicado a
eso, y se me olvidó poner que no se había maltratado a ningún animal durante la redacción
del capítulo ;). Dejé el capítulo así, lo reconozco, acordándome de la película "Luna Nueva"
XD.

Cris Cullen Black, ISACOBO, Tandr3a29 , msteppa, Mary de cullen,Mentxu Masen Cullen,
Dra. Laly, kary rodriguez, amy-vampire, SalyLuna, Mjosé, EmilioLT, JustGaby, Ely Cullen M,
GRACIAS.

Kisara Mansen, es que Edward si no pide matrimonio no es él, jajaja.

Nurymisu, un poco mala, sólo. Lo de que un vampiro beba de otro lo tienes en algunos fics
y también en la saga de la hermandad de la daga negra... esto último lo digo por las
referencias que tengo, porque la tengo pendiente de lectura ;).

I love Edward, gracias por tu review... y espera, que Bella aún no ha contestado!

Esme Mary Cullen, ya tienes el vestido? Lo tuyo es previsión.

Rocha... gracias, me gusta hacerte feliz!


YoliCullen, la mordida es sexual y tienen sangre, pero de vampiro ;) Gracias por tu ayuda,
hermosa! Por cierto, mi hija me pregunta que cuándo iremos a casa de mi amiga -tú-... no
se ha desanimado para nada con la idea de que tenemos que ir en avión, al contrario!

Deysi Maria, vale, te apunto a la cola que hay por si Bella dice que no, jeje.

CindyLis, otra que me amenaza... :)

Mlopez, me tienes que decir qué cosa tienes en mente... o no me quieres dar malas ideas?
jejeje. Gracias por tus palabras. Y un beso grandote.

Anaidam, gracias a ti también. Pero es que dudabas que sacaría lo de la caza? Mujer de
poca fe...

kate, sí puede beber sangre y lo ha hecho, veremos si pasa algo... o no.

audrey, rebienvenida. Gracias por tus palabras.

Naya, ya te pusiste al dia. Un beso grande y gracias por tus comentarios.

Capítulo 60

BPOV

-¿Qué?

Lo sé, no era la respuesta que un hombre espera tras hacer esa pregunta. Pero mi mente estaba
aún lenta tras el violento orgasmo y no estaba segura de haber oído bien.

Edward me movió sobre él para colocarnos frente a frente, adhiriendo mi pecho al suyo. Me
impresionó la pasión en su mirada.

-Cásate conmigo, Bella –repitió, su voz dulce e intensa como sus ojos. Su dedo índice acariciaba
mi labio inferior.

-¿Por qué?-pregunté, confusa.

Me senté, poniendo un poco de distancia entre ambos. Si no, no podía pensar con claridad. Su
pregunta me había dejado en un estado de shock que me hacía imposible contestar.

Quizá el que Edward bebiera de mí me había dejado atontada para siempre.

Él se rió al ver mi turbación.

-Porque te amo- se incorporó.

-Y yo a ti. Pero... no hay necesidad de ningún papel... creo – no sabía bien qué decir, me había
pillado en fuera de juego.

Se acercó un poco y su mano se posó en mi mejilla, acariciándola.

-¿Tienes algo en contra del matrimonio?-el humor bailaba en sus ojos a pesar de que su voz sonó
más bien seria.

-¡No! Pero... no sé- me encogí de hombros.- ¿Los vampiros se casan por la Iglesia? ¿No es eso...
raro?-farfullé.
Entonces Edward estalló en una carcajada y, acercándose más a mí, me tomó ambas manos.

-No sé si sería raro, pero yo me refiero a celebrar nuestra unión enfrente de los seres que
amamos. Una ceremonia sencilla, o no, como tú desees. Pero rodeados de nuestros seres
queridos.

-¡Dios! ¡Mis padres! ¡Si ni siquiera me han visto con este aspecto! ¿Y ahora mi boda?-casi
histérica, mi respiración se agitó, y de ser humana habría hiperventilado.

Entonces él se lanzó sobre mí tumbándome contra el suelo, su boca chocó contra la mía y su
lengua me invadió con suavidad, acariciando la mía, con lentitud deliberada. Abracé su nuca y
disfruté del beso, prolongado y dulce.

-¿Te encuentras mejor?- al cabo de varios minutos su boca se separó escasos centímetros de la
mía. Sus labios lucían mi sonrisa favorita.

-¿Vas a hacer esto muchas más veces?-sonreí lánguida, mi ansiedad por fin bajo control.

-¿Te refieres a abalanzarme sobre ti o a besarte para que te tranquilices?-alzó una ceja.

-Las dos cosas -hice una mueca.

-Las veces que haga falta mientras funcione -dibujó una lenta sonrisa.- No hay prisa, Bella.
Tenemos tiempo. Sólo dime... –y ante mi estupefacta mirada, hincó una rodilla ante mí y me tomó
las manos- Isabella Marie Swan ¿quieres casarte conmigo?

A pesar de todo, me emocioné. Acabábamos de cazar juntos por primera vez, y nos habíamos
dejado llevar por la pasión más carnal e incendiaria. Y ahora estábamos de noche en medio de
este fragante bosque, completamente desnudos... Para mí era la petición de mano más romántica
que podía haber imaginado. Mientras salía con Edward no me había llegado a plantear la
posibilidad del matrimonio, y posteriormente al transformarme en vampira y romper con él...
simplemente pasé a observar las bodas como algo externo a mi mundo. Pero tras pedírmelo él no
tuve que pensar mucho... acababa de tomar la decisión: quería hacerlo, quería a ese hombre, y
quería que todo el mundo fuera testigo de ello.

Parpadeé varias veces mirando su rostro, esa cara que amaba tanto, observándome expectante.
Me mordí el labio, porque esta vez un nudo apretaba mi garganta, impidiendo que al aire saliera
por ella y mi boca pronunciara las palabras.

"Sí, quiero"

Su cara se iluminó con una ancha sonrisa y entonces se levantó con un ágil salto y tomó sus
pantalones del suelo. En un segundo lo tenía otra vez de rodillas ante mí. Tuve que hacer un
esfuerzo para no admirar su cuerpo y fijarme sólo en su cara, en sus ojos que brillaban como
nunca. Puso su mano izquierda con la palma hacia arriba, tendiéndola hacia mí, y yo puse mi
mano derecha sobre ella. Su mano libre deslizó lentamente un precioso anillo de diseño antiguo
en mi dedo anular.

-Edward... es...es...-otra vez el nudo.-"Es precioso."

-Era de mi madre... y ahora es tuyo. Para siempre. Como yo.

-Amor mío-musité sin apenas aire.

Edward me abrazó y nuestros labios se volvieron a encontrar para saborearse mutuamente con
dulzura, sin urgencia.
.

-Está a punto de amanecer-el susurro de su voz me llegó como desde la lejanía y me obligué a
bajar de mi nube.

Nuestros cuerpos estaban encajados en el uno en del otro como si fuéramos las dos únicas
piezas de un puzzle, y yo me habría quedado así para siempre, con ese instante suspendido en el
tiempo. Se escuchaba en la lejanía el sonido de algún ave madrugadora. A nuestro alrededor el
único sonido era el suave murmullo de los árboles. Los animales, más sabios que los humanos,
nos rehuían.

-Mmm- esperaba que eso le sirviera como respuesta. No tenía ni fuerzas ni, sobre todo, ganas
para pensar en ese momento. El momento de separar mi cuerpo del suyo, de ser consciente de
que éramos dos y no uno solo.

Estaba en el paraíso.

Escuché una silenciosa risita. Sus yemas rozaron la piel de mi cuello justo en el lugar donde me
había mordido.

-Ya se ha cerrado la herida...-hizo una pausa prolongada, y recordé lo que había pasado. Edward
había vuelto a beber de mí y había sido algo tan íntimo y delicioso como cuando era humana. Yo
jamás había escuchado algo así de los demás vampiros, y me pregunté si debería sentirme
preocupada. -Qué... ¿qué has sentido? ¿Ha sido diferente?

Meneé la cabeza levemente.

-No... Ha sido igual de...- dudé un instante; no había palabras en el diccionario para describir esa
sensación, o yo no las encontraba -alucinante. ¿Y para ti?

-Lo mismo. Íntimo, increíble, maravilloso, impresionante.

Me sonreí. Edward tenía más riqueza de lenguaje que yo, definitivamente.

-¿Es esto normal? Nunca había escuchado que un vampiro bebiera de otro.

Estudié sus ojos. Seguían de color ámbar, cálidos, brillantes. Sin rastro de tonos rojizos.

-¿Te preocupa?

-No me preocupa si es normal o no, Edward-curvé los labios sin poderlo evitar.- Sé bien que lo
nuestro no es normal, ni lo ha sido nunca pero ¿te sientes bien?

-Mejor que en toda mi vida.

-De todas formas, tenemos que hablarlo con Carlisle.

-Sí... ya es hora de que le contemos nuestras intimidades, siempre lo está pidiendo -bromeó.-En
serio, tienes razón. Y ahora... es hora de volver -suspiró.

-Es verdad... Me gustaría estar en casa antes de que Daniel y Ang se despertaran.

-Es precioso, Bella. No me canso de mirarlo- la mano de Angela retenía la mía, examinando de
cerca el anillo.-Y es genial que fuera de la madre de Edward... es... tan romántico.
Por lo menos Ang se lo había tomado con alegría serena. Recordé la reacción de Alice de hacía
unas horas: se había puesto como loca cuando llegamos a casa. Según sus propias palabras,
quería "volver a ver" el anillo en mi mano. Daba unos saltos que por un momento temí que hiciera
un boquete en el suelo del ático, como si fuera un martillo neumático. Estaba tan excitada que
Jasper se tuvo que emplear a fondo en atemperarla. Yo me sentía muy feliz, pero la reacción de
mi cuñada estaba empezando a hacerme sentir inquieta. Muy inquieta. Sobre todo cuando
empezó a farfullar a gran velocidad cantidad de frases que contenían varias veces las palabras
vestido, invitados y celebración.

Para Angela también había sido una gran noticia. Cuando volvió a mirar mi anillo por enésima vez
sus ojos brillaron de emoción y vi que estaba reteniendo las lágrimas. Porque no todas ellas eran
de felicidad, y yo lo sabía.

-Angela... todo se arreglará-la miré con tristeza, mientras ella tenía sus ojos fijos en mi anillo pero
la mente perdida en algún lugar de sus recuerdos.

-¿Eh?-pareció despertar de su ensoñación.-Sí, supongo que sí-forzó una sonrisa.

Daniel se acercó a nosotras con su Spiderman en la mano y se sentó a mi lado.

-Spiderman y Mary Jane también se casan.

-Lo sé-sonreí, mientras el niño tomaba mi mano y la juntaba con la de su juguete, haciendo
ruiditos musicales componiendo él solo un inesperado himno nupcial.

-Yo llevaré los anillos– explicó un orgulloso Danny a Angela, quien lo miraba sonriente, su ánimo
alicaído temporalmente olvidado.

-Seguro que lo harás genial-repuso mi amiga.

Daniel estaba más entusiasmado de lo que yo había creído por la noticia de mi futura boda. Había
creído que estaría celoso pero ese dulce niño era cualquier cosa menos egoísta. Y yo, como
siempre, me sentía dividida por mis emociones... me embargaba una inmensa alegría por
compartir mi amor con Edward con mis seres queridos, pero no podía evitar mi preocupación
pensando en mis padres, en Angela y Jake, y en que Daniel se estaba haciendo ilusiones de
tener a Edward como papá sin saber que él ya tenía uno.

No vayas por ahí, Bella. Agité la cabeza, en un gesto inconsciente para librarme de estos
pensamientos.

Cierto. Una cosa, y luego la otra. Esta tarde teníamos la asamblea en la frontera de la reserva, y
no quería que estériles y negativos pensamientos me descentraran de eso.

-Uao. Hoy esta chica está muy movida-Ang se acarició el abdomen. Daniel abrió mucho sus ojos
observando su gesto.

-¿Cómo ha entrado? Quero saberlo -dijo con determinación, frunciendo el ceño.

Oh, vaya, la pregunta... aún no le había contestado, y ya era hora. Pero mi amiga se me adelantó.

-Cuando un hombre y una mujer están lo más juntos que dos personas pueden llegar a estar,
normalmente porque se quieren mucho, puede ser que dentro del cuerpo de la mujer se junte una
pequeñita parte de ambos, y de esas dos partes unidas va creciendo un bebé, muy poco a poco.

Como explicación adaptada a la edad del pequeño no había estado mal del todo. Al fin y al cabo
hablarle de óvulos, espermatozoides y coitos habría dejado al niño un poco despistado a estas
alturas.

Daniel la miró, parpadeando como si se lo hubiera explicado en chino, pero pareció contento con
el hecho de que alguien por fin se hubiera esforzado en explicarle el misterio del embarazo, y su
carita se iluminó.

-Si pones la mano aquí a lo mejor notas que se mueve, pero aún no se nota mucho. Cuando sea
más grande se notará más.

El pequeño sobó pacientemente todo el abultado vientre de mi amiga en busca de algún signo de
movimiento pero como suele pasar con los niños pequeños se cansó enseguida al no encontrar lo
que esperaba, y se marchó con su Spiderman en alto, emitiendo onomatopeyas varias.

Tuve curiosidad por preguntarle a mi amiga el nombre que tenían pensado para la niña, pero
desistí de preguntar. No quería que el ánimo de Ang volviera a decaer, y me mordí la lengua.

-Tranquila Sarah...-Angela musitó el nombre, acariciándose el vientre y despejando mis dudas.

-Es un nombre precioso.

-La madre de Jake se llamaba así- susurró en voz apenas audible.

Se me encogió el corazón al verla así, tanto que tuve un deseo casi irrefrenable de ir a buscar a
Jacob y traerlo a casa arrastrando del cuello.

-Cuando nazca le harán pruebas, por si tiene lo mismo que yo. La herencia es dominante, así que
hay un cincuenta por ciento de posibilidades -alzó la mirada desde su panza.

-Si lo tiene tendrá los mejores cuidados y no te dará ningún susto, no tiene por qué pasar por lo
mismo que tú- afirmé. Me froté los ojos de forma automática al hablar, recordando a Angela en el
suelo, blanca como... una muerta.

-Lo sé... Lo siento -se secó una lágrima antes de que cayera por su mejilla. – Vaya herencia para
pasarle a un hijo, ¿no? Por cierto ¿sabes que fui a hablar con mis padres?-abrí los ojos como
platos ante la sorpresa mientras ella se sonó la nariz.-Oh, mierda, lo siento, son las putas
hormonas. Ups, perdón-se tapó la boca y miró hacia la puerta por donde había desaparecido
Daniel.

-Tranquila, no creo que Danny te haya escuchado-sonreí a medias.-Sigue, por favor. Pensaba
que no querías saber nada de ellos. ¿Cómo cambiaste de idea?-la curiosidad me podía, aunque
sabía que el tema era doloroso, pero era parte de la vida de mi amiga y quería conocerlo.

-Bueno, supongo que después de haber estado al borde de la muerte, y estando en mi estado...
sentí la necesidad de verles, de ver si podía llegar a entender de alguna manera que hubieran
sido tan avaros con su cariño. Y quería que supieran que iban a tener un nieto. Quise ir sola,
aunque me costó que Jake accediera –suspiró y asentí, animándola.- ¿Sabes? Envidiaba de
pequeña los gestos de cariño que los padres de mis amigas tenían con ellas... No recuerdo un
abrazo, un beso de buenas noches-recitó, su mirada perdida de nuevo en su barriga, sus manos
masajeando su abultado vientre suavemente, como si se lo estuviera explicando a su bebé y no a
mí, como si le estuviera dando a ella las caricias que no había recibido.

-Dios, eso es horrible, Angela.

-Cuando mis padres vieron que estaba embarazada, su expresión fue de pena. ¿Sabes lo que es
decirle a tus padres que estás esperando un hijo y que reaccionen como si fuera una mala
noticia?-negué, aunque la pregunta era retórica.-No sé por qué me esperaba otra cosa. Y fui
directa. Les pregunté por qué no habían sentido por mí lo que se supone que unos padres deben
sentir. Sólo quería saber. Antes me sentía culpable, pensando que era por algo que yo había
hecho mal. Pero ya hace tiempo que sé que el problema es de ellos.

-¿Y?-la animé.

-Pues... es absurdo-negó con la cabeza, con gesto incrédulo.-Mis padres no me quisieron porque
temían perderme.

-¿Qué?

-Sí. Mi madre había tenido varios familiares muertos, todos ellos personas jóvenes, de forma
inesperada y súbita. Sospechaban que había una enfermedad en la familia que causaba la
muerte prematura, pero no se sabía que era algo cardiaco. Mi madre nunca tuvo ningún síntoma
pero ante el temor de pasar esa herencia mortal a su descendencia pusieron los medios para no
tener hijos. Pero al parecer yo quería nacer, y mi madre se quedó embarazada a pesar del tomar
la píldora. Creo que tomó un antibiótico que hizo que ésta perdiera efecto. Se ve que en mi familia
somos así de fértiles, ya ves –sonrió amarga. -Lo lógico hoy en día habría sido estudiar la causa
de esas muertes, pero ya sabes que las personas no siempre somos lógicas, y lo que para ti y
para mí que trabajamos con temas de salud habría sido lo normal... no fue su planteamiento.
Además de que en aquella época no se conocía bien lo del QT prolongado. Optaron por obviar el
problema y seguir viviendo- hizo una pausa y tras unos segundos su mirada volvió a mí. Sentí
ganas de abrazarla.

-Y luego naciste tú.

-Sí. Y no cambiaron de estrategia. Sencillamente, seguir viviendo, cuidar de esa hija que les
había llovido aún no sabían de dónde, pero sin entregarse, siempre pensando que podían
perderme.

-Dios, eso debió ser horrible-no pude evitar que esas palabras escaparan de mis labios y
enseguida me arrepentí.-Quiero decir horrible para ti y para ellos.

-¡Horrible fue que cualquier niña le daba a su muñeca Barbie más cariño que ellos a mí!-estalló,
pero inmediatamente me tomó la mano y la apretó.-Lo siento, lo siento. Tienes razón. Pero... no
me sirve como excusa -negó con la cabeza, repetidas veces.-No.

-Tu hija tendrá cariño de sobras, Ang.

-Eso les dije-sus ojos brillantes se negaban a derramar más lágrimas. Apretó los labios antes de
proseguir con voz más firme.-Mi hija tendrá todo el cariño de sus padres.

-Y ellos...

-Ellos se disculparon, me dijeron que lo sentían mucho, que me dieron todo lo que me podían dar-
Agitó la cabeza.-Mira, Bella, no sé si es verdad eso de que temían perderme, o que simplemente
no me esperaban y llegué, y no eran gente para tener hijos. Pero eso ya me da igual. Es
demasiado tarde. Somos unos extraños. Por mí como si hubiera nacido bajo una col. Pero por lo
menos me he quedado a gusto de poder desahogarme.

Se quedó durante unos minutos mirando al vacío, y cuando pensé que había terminado vi que
sonreía y le brillaban los ojos.

-¿Querrás ser la madrina de mi hija? Quién mejor que tú, una persona casi indestructible, para
cuidar de mi pequeña si sus padres no están? -ahí sí que me abalancé sobre ella al más puro
estilo Edward y la abracé con fuerza, teniendo cuidado con su barriga.

-Joder, Angela, ¡para ya! Vas a hacer que llore, y lo voy a poner todo pringoso.

-¡Ugh!

-Lo siento, te he apretado demasiado fuerte-la solté, y su cara lucía una sonrisa de oreja a oreja.

-Aún no me has contestado.

-¿Qué dirá Jake? Quizá pensaba pedírselo a otra persona-repuse, dubitativa.

-Me da igual si nombra a otra madrina. La niña tendrá dos, entonces -dijo con determinación.

-Entonces, acepto.

Edward hizo su aparición en aquel momento, lo que para mí no tuvo nada de casual. Sabía que
estaba esperando a que termináramos la charla.

-Es hora de irnos preparando, en una hora tenemos que estar fuera.

Hoy ha sido tranquilito, ¿no? Hasta el lunes, y gracias por seguir ahí.

NOTA: os vuelvo a mandar este capítulo con una NOTA AL FINAL DEL CAPÍTULO (aclaración
sobre un término médico), porque veo que no me he explicado bien y hay malentendidos. Las que
lo habéis leído ya, leer sólo la nota al final del capi. El resto, lectura normal.

Buenas tardes. Os traigo este antes de lo que pensaba, para no variar... aunque dije lunes,
ya lo tengo repasado y puedo colgarlo antes.¿Por qué no hacerlo?

Sé que la petición era muy crepusculera, pero me apetecía que fuera así... con obvias
diferencias como la desnudez de los protagonistas, claro ;).

Gracias a Pegn, Maria José, y en este también a Anaidam. Y a las que estáis ahí dejando
vuestros comentarios:

Anabella Falivene , Mary de Cullen, Paola Cullen, Isa-21, I love Edward, nohemi, ISACOBO,
yamira hrdz, kary rodriguez, CindyLis, lexa 0619, Ely Cullen M, PRIGSPE, ladyArwen,
bellaliz, amy-vampire, rocha y kate.

Nurymisu, me alegra poder emocionarte. Gracias por tus palabras, hermosa.

Mlopez, "y siempre que lees estas cosas irremediablemente te acuerdas de la tuya y
piensas "joe, podría haber sido asi... Mas o menos... Sin pumas de por medio y eso..."
jajaja, pues sí, para qué negarlo ;)

Anaidam, Edward coge sus pantalones porque está el anillo en ellos... NO se los pone.
Sería pecado ocultar ese cuerpo, jajaja.

Kisara Mansen... eso del padrino me ha hecho gracia. No, no lo es ;)

maite . mas, " Yo creo que si Bill Condon leyera tu Fic, cambia "Amanecer"
inmediatamente!". Pues ahora que ya le han puesto la clasificación mayores de 13 años...
lo dudo :(. Tendré que seguir haciendo terapia... escribir otro fic clase M, jajaja.

Pegn... me hizo gracia lo de las muñecas esas, no las recordaba, XD.

TheYoliCullen, yo creo que al final mi hija se saldrá con la suya... es persistente y hay
ganas. Gracias, hermosa.

V. Cullen, "en fin, hay gente asi, como todo." La gente hace cosas raras, sí. Estos vampiros
no enferman ni envejecen, y son "casi" indestructibles (en eso son como los de Meyer), así
que sí, son inmortales. Pero no uso esa palabra porque me parece como que no se
pudieran morir jamás, y sí, pueden llegar a morir ;)

Deysi Maria, "supongo que va a hacer que ella por fin cierre ese cap de su vida! fue lo
mejor, ella va atener una hija y no quiere resentimientos ni dudad de ningun tipo para el
inicio de su nueva vida como mama jejeje". De eso se trata. Bien pensado.

Capítulo 61

BPOV

A pesar de los nervios que arrastraba por la reunión mi ánimo se aligeró cuando desde lejos vi el
desvío en la carretera para llegar hasta la casa Cullen.

Recordaba todos los buenos momentos pasados allá con Edward, cuando hicimos el amor por
primera vez, cuando conocí a Rosalie y a Emmet... los echaba de menos, y me habría encantado
volverlos a ver. Y de pronto me invadió la nostalgia y mi ánimo volvió a mudar. Echaba de menos
esa casa, echaba de menos Forks, a mis compañeros... añoraba mi vida pasada... a la cual no
podría volver de ninguna forma.

Por un segundo me planteé la posibilidad de usar maquillaje, lentillas, e intentar aparentar que era
la misma Bella... podía inventar que había sufrido un accidente, y que había tenido que cambiar
un poco mi aspecto. Ang me había explicado que Anne y Monica se preguntaban qué habían
hecho ellas de malo y por qué yo no les contestaba las llamadas.

Suspiré con fuerza. Sé realista. Al fin y al cabo, dentro de pocos meses Anne iba a terminar la
especialidad, Mónica se quedaría en Forks y cada una de nosotras marcharía por un lado.
Podríamos seguir con nuestra amistad... o no. Medité sobre eso. ¿Cómo habría sido mi vida de
no haberse equivocado la inútil secretaria de James? ¿Cómo habría sido si hubiera llegado a
Forks, y Edward no hubiera estado allá? Me angustié ante la idea. Mi vida habría seguido el
camino trazado por mí a instancias de mi padre, y habría terminado de adjunta en algún hospital
de mi ciudad. Quizá conocería a alguien, o no, quizá habría tenido hijos, o no. Pero esa película
se me antojaba en tonos grises y sin sonido, como una película antigua. Ahora era feliz.

¿Cambiaría algo de lo que había pasado? Sin duda, el haber cedido al chantaje de Jacob, y el
momento de mi transformación. Para esto habría deseado algo más íntimo, más romántico. Pero
también era cierto que de no haber sido por ese intento de asesinato y la actuación a la
desesperada de Edward yo no sabía cuándo habría accedido a ello.

No, había dejado cosas por el camino, pero tenía lo más importante conmigo. Miré a Edward y me
di cuenta de que me estaba observando.
-Ojalá me hubieras abierto la mente. Tu cara ha reflejado como una docena de expresiones
distintas en unos pocos minutos- sonrió con dulzura.

-Los mismos que yo llevo aguantando las ganas de gritarte que mires a la carretera, Edward-
rezongó mi amiga desde el asiento de atrás.

Ambos nos carcajeamos con la salida de Angela. A pesar de tener motivos de sobra para estar
tensa, siempre encontraba algo que decir para relajar el ambiente.

Cuando llegamos a la casa Cullen Esme y Carlisle nos estaban esperando y... sorpresa, Rosalie y
Emmet. Salí del coche antes de que Edward parara y me lancé en brazos de la rubia vampira,
quien me sujetó con fuerza.

-Al final hemos podido cambiar las guardias... Queríamos estar cerca por si había problemas-
explicó mientras me abrazaba.-Dios, Bella, es genial veros juntos de nuevo.

-¡Eh, eh! ¿Pero qué es esto?-Emmet se acercó y tomó una de mis manos cuando Rosalie me
depositó en el suelo. La mano del anillo.-Literalmente estoy sin palabras, ¡y no sabes cuánto lo
lamento! Estar sin palabras, quiero decir. Bueno, y esto también- me agitó la mano en alto, y
escuché las exclamaciones de alegría de los demás miembros del clan.-Mis condolencias, futura
señora Cullen. ¿Está segura de que ya ha buscado, comparado y que se queda con lo mejor?
Aún le queda mucha vida por delante.

Aparté la mano de la suya para darle un puñetazo cariñoso con ella y me viré, buscando a
Edward, quien se acercaba con Angela al lado. Sus bellos ojos dirigían una fiera mirada a Emmet.

-Ella ya ha elegido bien. Lo malo es la familia política que tendrá que aguantar, pero ya se sabe
que eso no se elige-gruñó mi prometido.

-Lo que no se elige es la intoxicación de azúcar que habrá sufrido esta pobre humana por ir con
vosotros en el coche- Emmet señaló a mi amiga con la cabeza y luego le dirigió una sonrisa
enorme- Puaf, seguro que estás hasta pegajosa, con estos alrededor el aire se vuelve miel
pura...-compuso una exagerada mueca de asco.

Entonces unos brazos me arrastraron y choqué contra el cuerpo de Esme, en un apretón que me
dejó literalmente sin respiración.

-Gracias, Bella. Por perdonarle, por decirle que sí... su felicidad, vuestra felicidad, es la mía -
musitó en mi oreja.

Sonreí por la enorme emoción que transpiraban sus palabras, y esperaba que Esme no tuviera mi
mala costumbre de llorar sangre, porque quería aparecer presentable en la asamblea. Mientras
me reponía del abrazo rompe-costillas se acercó Carlisle y, más suave, me plantó un beso en
cada mejilla.

Entre abrazos y enhorabuenas de todos y presentar a Angela al resto de la familia-aunque


conocía de vista a todos- casi se nos hizo tarde para salir en dirección al punto de reunión.
Emmet y Rosalie se quedaron en la casa Cullen. No estaban autorizados a acudir.

La luz del día, con el tímido sol de Forks escondido de forma casi perenne tras un velo de nubes,
todavía iluminaba la pradera donde íbamos a celebrar la pequeña asamblea. No éramos los
primeros en llegar. Situados en la distante línea imaginaria podía ver a una mujer que debía ser
Sue Clearwater, a Billy Black, a Jacob y un anciano indio. Estaban sentados en el suelo, cerca de
una pequeña fogata.
-También han traído al Viejo Quil -murmuró Edward.

-Es lo justo, así somos cuatro en cada bando -repuso Carlisle, y se dirigió a Angela antes de que
ella pudiera protestar.- Tú eres neutral-explicó con un gesto amable.

Miré a mi amiga. Llevaba puesta ropa cómoda y una gruesa chaqueta de lana, pues el aire que
venía desde el cercano mar era húmedo y fresco. Estaba pálida, pero serena. Había enroscado
su brazo con el mío, más para recibir apoyo emocional que físico, aunque aquel terreno era
desigual y su barriga no le dejaba ver bien por dónde ponía los pies.

-¿No había un sitio más incómodo para reuniros? -musitó cerca de mi oído, aún a sabiendas de
que el disimulo era inútil.

Me encogí de hombros y me acerqué a ella, usando inútilmente el mismo tono confidencial.

-El sitio lo deciden los indios, y están muy enganchados a la tradición. La primera reunión se hizo
en este lugar.

-¿La primera? ¿Cuántas ha habido?

-Por lo que sé, sólo tres.

-Oh, vaya-Angela se apartó un mechón de cabellos que le tapaba la vista- es una comunidad de
vecinos muy bien avenida, por lo que parece...- Entonces sus ojos negros cambiaron al distinguir
a Jake en el grupo que nos esperaba, y reflejaron angustia y esperanza al mismo tiempo.

No supe si lo de la fogata era también por tradición o por el bienestar de los humanos que
acudían a ella.

Conforme me acercaba al pequeño grupo de indios que, con gesto solemne, nos esperaba,
comencé a admirar su actitud. Desconfiaban de nosotros, pero no tanto como para hacer una
reunión con el pequeño grupo de sangrientos asesinos en potencia que Jake pensaba que
éramos. Y eso indicaba que eran valientes, y que, a pesar de todo, una parte de ellos confiaba en
nosotros.

El padre de Jake me dirigió una profunda mirada que no supe interpretar, pero me pareció que
había algo de compasión en ella. El Viejo Quil me miró con curiosidad, y la expresión de Sue
Clearwater era de evidente hostilidad, no sólo hacia mí, sino para mi sorpresa también hacia mi
amiga; miraba nuestros brazos enlazados con actitud desdeñosa. Lo comprendí de inmediato
cuando recordé que era la madre de Leah, y lo que Angela me había explicado de aquélla.

Jake no nos miraba a ninguno de nosotros. Sus ojos estaban llenos de Ángela. No pude evitar
sentir compasión por él a pesar de todo lo que había pasado. ¿Por qué no era razonable? ¿Quizá
mi amiga estaba siendo demasiado testaruda en su postura inflexible?

Mientras nos acercábamos no pude evitar sentirme cada vez más inquieta. ¿Qué pasaría con
ellos como pareja? ¿Y qué pensaban los indios de lo que había hecho Jake? Sin duda estaban al
tanto de su versión, pero decía mucho de ellos que quisieran escuchar la mía. O quizá todo era
una pantomima y por su parte ya habían emitido un juicio. ¿Y si habían decidido contar el secreto
de los Cullen y romper el tratado?

La mano de Edward tomó la mía libre y la apretó, mandándome una corriente de paz. Lo miré
agradecida. En lo que a mí respectaba, era mejor que Jasper calmando mi ansiedad.

Tras unos saludos corteses entre ambos grupos todos nos sentamos en el suelo, menos mi
amiga, para quien Esme había traído una silla baja plegable y había insistido de forma inflexible
para que ella la usara. Por visión periférica pude ver que Jake observaba la escena, tenso.

-No deberíais haberla traído. No es lugar para ella en su estado-gruñó.

-No hables de mí como si yo no tuviera capacidad de decisión, Jake. Como si ellos hubieran
tenido otra opción que traerme-protestó Angela.

El Viejo Quil levantó la mano y se hizo un inmediato silencio. Entonces tomó la palabra.

-Todos vosotros sabéis por qué estamos aquí reunidos. No hace mucho de la última reunión de
nuestro pueblo con el vuestro-recitó con voz grave, mirándonos a todos por orden, posando al
final su serena mirada en mi rostro.-Como veis, lo que nuestras leyendas pronosticaban se
cumplió, y la mujer humana que el destino había elegido como pareja del frío, el llamado vampiro
por el hombre blanco-en este punto miró a Ang como si la aclaración fuera sólo para ella- ya no
tiene un corazón que lata.

Sentí que mi vello se erizaba al escucharle. No era agradable la sensación de no ser dueña de mi
destino.

Quil hizo una pausa y comprendí que cedía la palabra a nuestro bando. Carlisle habló.

-Es cierto, Bella Swan ya no es humana, pero quería aclarar que su transformación sucedió en el
contexto de una urgencia. Bella había sido atropellada y tenía hemorragias internas muy graves.
Edward la transformó porque su vida corría peligro.

Billy y Quil asintieron con gesto solemne, instándole sin palabras a continuar. Vi que respetaban a
Carlisle y atendían a lo que decía con interés. Sentí la mirada de Jacob sobre mí, pero no se la
devolví. Como los demás indios, él no conocía esa parte de la historia y, seguramente a su pesar,
le interesaba.

Entonces Edward explicó las circunstancias de mi conversión, sin obviar las dudas sobre su
propia conducta y mi reacción posterior. Sabía que si queríamos que confiaran en nuestras
palabras lo mejor era ser sincero, pero me daba bastante apuro que mi vida personal se viera
ventilada en un foro público, en una especie de juicio o algo así.

El Viejo Quil clavó sus ojos negros en mí primero y después en Edward antes de hablar.

-Sigo pensando que el vínculo de sangre tuvo algo que ver en tu decisión. Es algo superior a ti, a
tus fuerzas. Pero también es una reacción normal la de negarse a perder al ser amado - aceptó,
más comprensivo que yo en su momento.-Y a pesar de todo lo que habéis pasado, estáis juntos
de nuevo. Es una unión muy fuerte. Pero ahora hay una nueva vampira, neófita y por tanto con
escaso control sobre sus apetitos, y eso representa un grave peligro para los humanos que la
rodean - miró preocupado a Angela y su barriga.

Alcé la mano levemente para pedir la palabra. El único control escaso que yo tenía sobre mis
apetitos se podía referir a Edward, pero no era algo para decir en público.

-Fui transformada hace casi tres meses y nunca he probado la sangre humana. No os voy a
negar que cuando me rodean seres humanos siento una leve sed, pero es perfectamente
controlable. Y si esos seres humanos eran seres queridos por mí desde antes de mi conversión ni
siquiera siento esa mínima sed -aseguré.

-¿Y ese niño al que cuidas? -sonó la fría voz de Jake.- ¿Ya sabe por qué jamás comes con él?
¿O que algún día te lo puedes comer a él?
Escuché un siseo y de refilón vi que Edward apretaba los puños, se inclinaba hacia delante y
tomaba aire para contestarle.

"No. Déjame a mí." El pensamiento le llegó claro porque relajó levemente su postura.

-Ese niño no corre ningún peligro conmigo. Cuando trabajé en Forks fue paciente mío. Estaba
siendo maltratado por su madre... que fue quien me atropelló, y lo tenían los Servicios Sociales.
Lo estoy cuidando mientras no aparezca su padre biológico. Además, ya quería tenerlo en
acogida desde antes... de que pasara todo. No corre peligro ni conmigo, ni con ninguno de
nosotros- repetí, callándome el hecho de que ya conocíamos el paradero del padre de Danny.-Lo
mismo que Angela.

-Oh, vamos. Ahora no usarás truquitos de vampiros para convencernos o hipnotizarnos y


hacernos creer que sois ovejas y no lobos, ¿no? Angela ¿no te ha hablado tu amiga de los dones
especiales que poseen algunos de ellos? ¿Sabes que si se empeñan pueden hacerte creer casi
cualquier cosa con sus trucos mentales?

-Jamás hemos empleado esos trucos con vosotros, y cuando los hemos usado con otros no ha
sido para hacer daño a un humano-gruñó Edward.- ¿Tanta desconfianza nos tienes? Entonces,
¿qué haces aquí sentado cuando sabes que puedo destrozarte en segundos? ¿No es prueba de
nuestra buena voluntad que estemos en esta reunión intentando convenceros de que somos
pacíficos?

-No hablo de vuestras intenciones, que imagino que no son malas, sino de vuestros instintos y
vuestro control-repuso Jake.

-El tema central de esta reunión -cortó Esme en seco y oportunamente, antes de que la
conversación derivara en otra discusión estéril- es que Edward fue expulsado de la periferia de
vuestros territorios, de nuestra casa, por haber tomado sangre humana, aunque fuera con el
permiso de Bella, incumpliendo así el tratado. Pero uno de vosotros-dijo, sin mirar a Jake-
incumplió el mismo tratado, amenazando a Bella cuando aún era humana con delatar a todos los
Cullen. Nosotros cumplimos nuestra parte y Edward se marchó de estas tierras. Queremos que
no haya dobles raseros. Queremos justicia.

Billy bajó la cabeza un momento, pensativo. Todos miramos a Jake.

-¿Es eso cierto, hijo? –dijo Billy, aunque ya debían haber hablado del tema. ¿Mentiría Jake? Lo
dudaba, él le había dicho la verdad a mi amiga, y no creía que ahora se echara atrás.

-Sí-Jake fijó sus ojos penetrantes en su novia.- Quería separar a Angela de Bella, aunque fuera a
costa de romper el tratado. Lo hice porque temía por ella. Quería protegerla, separarla de este
mundo de monstruos.

-Diría que no te salió muy bien el propósito-habló una irónica Sue.- Tu novia está viviendo con
varios de esos monstruos. Quizá deberías haber escogido a una chica de nuestro pueblo, habría
comprendido mejor tus miedos -la miró con suficiencia.

-No toleraré que hables así de mi novia, Sue. Y cuando digo monstruos no sólo hablo de los
chupasangres, también me refiero a nuestra herencia - Jake habló con la voz desgarrada, sin
dejar de clavar su mirada apasionada en Angela.-No quería terminar dañándote yo de alguna
forma, o que tu embarazo se viera perjudicado. Hice lo que hice por ti, y no me arrepiento. Sólo
lamento haberte ocultado cosas. Angela, varios pueblos de alrededor fueron aniquilados hace
siglos por unos seres que ellos llamaron "los fríos". Según nuestras historias, fue la capacidad de
algunos de transformarse en lobo lo que impidió que nuestra raza corriera la misma desgracia, no
sin grandes pérdidas. Desde entonces el rechazo al vampiro está dentro de nuestra sangre. Y yo
creo que el tratado se hizo en un principio para proteger a nuestro pueblo de la amenaza de los
vampiros, así que en mi opinión no rompí su espíritu. Pero si vosotros pensáis que sí, acataré las
consecuencias.

-Hijo-habló Billy, apenado-no se trata de que cada uno interprete nuestro pequeño trato a su
manera. Dice lo que dice, y es simple. Y tú no lo has cumplido, es un hecho.

Hubo un silencio general, mientras mi amiga sostenía la mirada atormentada de Jacob. El aire
alborotaba sus cabellos y se retorcía las manos, nerviosa. En cambio Jacob estaba quieto como
una esfinge.

Fue el Viejo Quil quien rompió el silencio.

-De acuerdo. Jacob reconoce haber roto el tratado de forma unilateral cuando los Cullen habían
ya tomado las medidas para alejar a Edward Cullen de Forks. Por desgracia para él, eso no bastó
para alejar a Angela de los vampiros, pues en las cosas del corazón no se puede prever nada, y
el destino también había unido con un fuerte lazo amistoso a su pareja con una futura vampira.
Jake lo hizo con una buena intención, sin duda alguna, pero ese tratado se hizo para proteger a
nuestro pueblo en sus tierras, nada decía del resto del mundo-miró a Jake.-No puedes huir de tus
raíces, Jacob Black. Tú nos llamas monstruos, pero estos monstruos fueron los que salvaron a
nuestra raza de la destrucción hace siglos.-Entonces miró a Angela un instante.-Deberías haber
compartido con orgullo nuestras tradiciones con la mujer que amas y espera un hijo tuyo en vez
de ocultárselas, avergonzado. Quizá si le hubieras hablado de ellas podía haber entendido el
porqué de tu aprensión, de tu desconfianza, de tu odio. Quizá entonces no estaríamos aquí
hablando, y tu novia entendería tu pánico... aunque los Cullen han demostrado durante
generaciones de las nuestras que son vampiros distintos.

-Quizá deberíamos cambiar el tratado. Las cosas cambian y ahora el mundo no tiene fronteras.
Quizá deberíamos asegurar una distancia prudencial entre los de nuestro pueblo y los "fríos" en
cualquier parte del mundo humano -sugirió Sue con sequedad.

-¿Te refieres a una especie de apartheid?- exclamó Angela, incrédula.

-Eso puede traer más mal que bien a ambos bandos, ¿no te das cuenta, Sue? ¿Alguien más está
de acuerdo en rehacer el tratado?-la voz grave del Viejo Quil resonó entre nuestras
exclamaciones de sorpresa e indignación.

Para mi asombro, Jake apretó los labios y no dijo nada.

-Bien. Opino que, en aras de la justicia, a Edward Cullen se le debe permitir volver a estas tierras
si él lo desea. Ambos bandos rompimos el tratado , así que creo que debemos volver atrás. Si
alguien aparte de Jake no está de acuerdo conmigo, que hable ahora-sentenció Quil.

Sólo se escuchó la brisa peinando la hierba de la pradera.

-Bien, entonces no hay nada más de que hablar.

Angela se estremeció, y se envolvió más con su chaqueta, y percibí sin verla que palidecía,
además de que la frecuencia cardiaca le había aumentado bastante.

-¿Te encuentras bien?-le dije en un susurro, acercándome más a ella.

-Sí, sí-respondió en el mismo tono, pero frunció el ceño y se puso las manos en el abdomen.
Seguía pálida.
Entonces Jake apareció a nuestro lado de un salto.

-Ang, ¿qué te pasa?-puso sus manos sobre el vientre de ella, sus ojos angustiados. Ella le miró
con ansiedad.

-Se me ha puesto dura la barriga... pero ya se está relajando.

-¿Te duele? ¿Te ha pasado antes? – él la contemplaba con pánico, y ella meneó la cabeza.

-No y sí. Es la tercera vez que me pasa desde que hemos llegado a Forks. Por eso me he
asustado.

-¿Y no habías dicho nada?-la regañé y se encogió de hombros, avergonzada.

-No pensaba que fuera importante... pero ahora me he preocupado un poco. Aunque supongo
que serán contracciones de esas de... como se llame.

-Braxton-Hicks-puntualizó Jake, acunando la cara de ella entre sus manos y mirándola con
dulzura. - Puede ser. Pero ahora no puedes volver a Seattle, son tres horas de camino. Tienes
que tumbarte y descansar. Quédate en casa de mi padre unas horas, está cerca de aquí, y si
siguen apareciendo las contracciones nos vamos al Comunitario para que te visiten. Luego yo
mismo te llevaré a Seattle, y... –suspiró e hizo una breve pausa - tú decides dónde.

El resto de nuestra pequeña asamblea se mantenía atento, aunque discretamente separado.


Angela vaciló durante unos segundos, pero pronto tomó una decisión, y su gesto se relajó.

-Está bien, Jake-sonrió.

Y sin más dilación él la cargó en brazos y se la llevó sin darnos tiempo más que para una rápida
despedida.

NOTA 1: Ángela está de 23 semanas, menos de seis meses de embarazo.

NOTA 2: Contracciones de Braxton Hicks: Alrededor de la vigésima semana de gestación (a


mitad de embarazo), incluso antes, el útero se contrae y se endurece por momentos
preparándose para el parto. No son contracciones dolorosas, pero sí molestas. Como todo
músculo, el útero debe tener cierto entrenamiento para soportar el trabajo de parto. NO ES LO
MISMO QUE CONTRACCIONES DE PARTO, ¡si pensaran eso no estarían tan tranquilos!

Perdonadme por no haberme explicado mejor.

Hasta el miércoles por la noche o jueves. Besos a todas!

Buenos días, chicas. Antes que nada os quiero dar una pequeña mala noticia. La semana
que viene me tomo un descanso. Sí, hace un mes del otro, pero mi tiempo no da para más,
y no quiero que la historia se resienta en su recta final. La otra opción sería publicar sólo
una vez a la semana, con capítulos un poco más largos, pero creo que eso sería un poco
cansino, aunque si os parece bien me lo decís. Yo por mi parte me tomo el descanso de
publicar (que no de escribir) una semanita y vuelvo el 10 de octubre, con dos actus
semanales como hasta ahora. Creo que así es más dinámico.

Después de la mala noticia, quiero deciros que este capi es algo más largo, a ver si os
compensa un poco. No me da tiempo de nombraros a todas, pero os repito que me encanta
leeros, me arrancáis una sonrisa. Alexpattinson, no te enfades conmigo :P, a la hora de
nombrar miro las últimas reviews pero sé que me lees... lo tengo presente, vosotras tenéis
vuestros problemas de tiempo, al igual que yo. Lo mismo va para ti, Luisamarie 22, no
pidas perdón por no comentar. Yo no lo pido por no actualizar durante una semana, sólo
comprensión ;). Se os quiere, lectoras.

Bienvenidas Blapagu, y Caneliita-AP-M.C.P, gracias por vuestras palabras. Y también


bienvenida, Gegargas, es un enorme placer tenerte entre mis lectoras, y también te
agradezco mucho tus piropos. ¿Sabes que el primer fic que me leí fue uno tuyo? Me
enganchaste a esto, jajaja.

Si hay errores, disculpadme. Está repasado por mis betas, pero hay un fragmento que
acabo de escribir... Gracias, Pegn, Maria José y YoliCullen por vuestra valiosa opinión.

Lo último que os quiero comentar antes de pasar al capi es que hay un nuevo fic en FF que
yo ya conozco y puedo recomendar al cien por cien porque lo he leído. Se llama "La
elección de Bella", de MyladyArwen, y os puedo decir que, aparte de disfrutar mucho con
su lectura, derribó unos cuantos prejuicios que tenía, que no es poco. Lo tenéis en mis
favoritos.

Y, sin más...

Capítulo 62

BPOV

-Estará bien... ten calma, Bella- Rose habló con suavidad.

-Sí, supongo que sí-respondí, removiéndome en el asiento, inquieta-pero hasta que no reciba una
llamada suya no estaré tranquila.

Edward estaba encerrado en el despacho de Carlisle, imaginé que debatiendo el tema de


nuestras intimidades, y no sé cómo lo hacían pero no podía distinguir una sola palabra inteligible
de ninguno de los dos.

Emmet, sentado al lado de Esme enfrente de Rosalie y de mí, me miraba con una mezcla de
afecto y diversión. Rose no paraba de repetirme cuánto se alegraba de verme. La última vez que
lo había hecho había sido en circunstancias más tristes, y ahora todo había vuelto a dar un giro
de 180 grados. Por lo menos para mí y para Edward. Esperaba que mi amiga estuviera bien. Jake
se la había llevado a casa de su padre, y ella había prometido llamar en una o dos horas para
decir cómo se encontraba. Y ya pasaba de ese plazo.

Hasta ahora no había tenido contracciones, y, aunque seguramente serían las de Braxton y no
estaba de parto, necesitaba que ella me lo confirmara. Porque un parto ahora era inviable...no, no
debía pensar en eso.

-¿Ya tenéis pensado dónde se ejecutará la sentencia de matrimonio?-comentó Emmet.

-No... ¡Y deja de hablar así de nuestra futura boda! - fingí indignación, aunque en el fondo le
agradecí que intentara distraerme de mis pensamientos cenizos. – Además, es un comentario
curioso para alguien que se ha casado más veces que Elizabeth Taylor, aunque sea con la misma
persona-añadí, mordaz.
-Lo he hecho por la luna de miel, Bella. Las lunas de miel son lo mejor de las bodas. Son
tan...tan... –Emmet puso los ojos en blanco y las manos en las mejillas en un gesto cómico.-No,
aún eres demasiado joven para escuchar cómo son mis lunas de miel.

-Y digo yo, ¿no podías irte de luna de miel sin casarte antes?-inquirí.

-Nooooo, la luna de miel pierde su gracia sin boda... toda la preparación de la ceremonia, tantos
sacrificios, son los que le dan sentido al viaje de después y hacen que lo disfrutes como nunca
–comenzó a contar con los dedos según recitaba- Alice con el vestido y el traje, Alice con el lugar
de celebración, Alice con los invitados, Alice con... bueno, del peinado y el maquillaje me libro...

Conforme escuchaba a Emmet me estaba estresando por momentos, aunque sabía que me
tomaba el pelo.

-Por dios, calla, ¡estás asustando a Bella!-rió Esme.

-¿Ah, sí?-fingió sorpresa.-Pero si es estupendo, en serio-sonrió de oreja a oreja.

Edward entró de improviso. Aún no sabía cómo podía ser tan sigiloso.

-Tranquila, amor. A mí me están entrando unas ganas terribles de raptarte, llevarte a Las Vegas y
casarnos allá con dos dobles de Elvis como testigos-me miró con picardía.

-Eh, esas miradas, que hay público- esta vez fue Rose la que fingió escandalizarse.- Me apuesto
lo que quieras a que no eres capaz de darle ese disgusto a Alice.

-No apuestes, Rose, no apuestes...

-Tranquila, Bella-me sonrió Rose.- Alice es una organizadora de fiestas genial. Lo podrás dejar
todo en sus manos.

-Si lo que a mí me da miedo es eso...-musité.

En aquel momento sonó mi teléfono.

-Dime, Angela, ¿cómo estás? Estaba preocupada - contesté ansiosa mientras salía de la casa, y
me alejaba hacia el jardín en busca de un poco de intimidad.

-Bien... perdona que haya tardado. Ya no se me ha vuelto a poner la tripa dura, pero Jake estaba
medio histérico-casi podía verla poner los ojos en blanco- y me ha llevado directa al Hospital
Comunitario, sin pasar por su casa. Me acaban de dar de alta, dice la comadrona que lo que
tengo son contracciones de Braxton. Que no me preocupe, que si duran poco, son poco
frecuentes y no duelen, que puedo estar tranquila.

-Me alegro, cielo.

-Ahora vamos camino de La Push en el coche de Jake- añadió, sofocando un bostezo. Genial,
por lo menos estaban juntos.- Pasaremos el sábado en casa de su padre... se ha hecho muy
tarde para volver a Seattle. Y el domingo...-hizo una pausa- volveré a casa con él. Ya
quedaremos para ir a recoger mis cosas, ¿eh?

-¡Claro! Es una gran noticia, Ang. En serio-no quise preguntarle en qué términos había quedado
con Jake respecto a nosotros los "fríos". Lo que me importaba es que estaban juntos y a ella se la
oía feliz.

.
.

-Me alegro tanto por Angela... -comentó Edward mientras el coche salía del camino que llevaba a
la casa Cullen y se incorporaba a la carretera principal.

-Sí... ¿crees que Jake cambiará de idea? ¿Has leído algo en sus pensamientos, allá en la
asamblea?

-Bella, no deberías preguntarme eso, ya lo sabes-sonrió burlón.

-Ya, lo de siempre-bufé.- ¿Algo de lo que preocuparme, entonces? ¿Puedes contestar a eso sin
violar el derecho a la intimidad?-pinché.

-No, no me preguntes nada-negó con la cabeza, con una media sonrisa-Ya hablarás con ella.

Suspiré con fuerza, irritada por su tozudez. Miré hacia el paisaje nocturno a través de la ventanilla
de mi lado. De pronto sentí sus dedos acariciando mi mejilla y me giré para mirarle.

-¿Qué has hablado con tu padre? Si puede saberse, claro.

Edward curvó los labios sin apartar los ojos de mí.

-De nuestras intimidades. ¿No es eso lo que querías?-explicó en tono bromista. Entorné los
párpados mirándolo mosqueada.- Sólo le he contado que bebí de ti.

-Habrá flipado.

-Más o menos. Al menos no se ha enfadado. Pero estamos igual como antes de explicárselo,
porque él tampoco sabe de vampiros que hayan bebido el uno del otro. Dice que va a estudiarlo.
Quizá si hubiera congresos sobre vampiros Carlisle presentaría nuestro caso como rareza-rió.

-No le veo yo tanta gracia-refunfuñé.- ¿Y si es algo que te perjudique?-la caricia de sus dedos se
amplió y abarcó la mitad derecha de mi cara, fijándola, haciendo que le mirara.

-No me perjudicará. Lo sé. No me preguntes cómo. Pero si te incomoda, puedo dejar de hacerlo.

-No, no me incomoda. Me... me encanta -aparté mis ojos un momento de los suyos, que ardían
de una forma que estaba despertando algo en mi interior.-Ya sabes lo que siento, porque estoy
segura que es lo mismo que sientes tú-le miré con ternura.-Pero... no quisiera tener ninguna
sorpresa desagradable con esto.

-Lo sé. Tranquila... esperaremos a que Carlisle encuentre algo de información. No quiero
preocuparte-me sonrió dulce, y volvió los ojos hacia la carretera.

-Me he alegrado mucho de ver a Rose y a Emmet... y a tus padres.

-Te quieren mucho, Bella. Y eso me hace feliz.

-Toda la familia ha cuidado mucho de mí mientras... mientras no estabas- susurré mientras


estudiaba su perfecto perfil.

¿Cómo pude pensar que podía estar sin él?

-Lo sé. Eso calmaba mi estado de desesperación. Saber que ellos velaban por ti-murmuró con
tristeza, el ceño levemente fruncido.
-Y mientras, tú estabas solo en la ciudad -la culpabilidad tiñó mi voz.- ¿Dónde te alojabas? No
tendrás otro piso en Seattle del que aún no me has hablado-bromeé.

-No-sonrió.-Estaba en el hotel donde pasamos nuestro fin de semana... en la misma suite.

Me quedé sin palabras. No me esperaba esa respuesta.

-Tú me dijiste que habías vuelto al ático porque, aunque te lo negaras a ti misma, allá me
recordabas -prosiguió.-Yo volví al Vintage por lo mismo. Aquel fin de semana, antes de que todo
se complicara tanto, lo he tenido que recordar una y otra vez para no caer en la desesperación.
Cada momento contigo. El sabor y el tacto de tu cuerpo. Cada palabra tuya... cada suspiro-
pronunció como si hablara para sí.

¿Pero cómo se le ocurría decirme esas cosas y en este momento? Sin darme cuenta mi
respiración se había agitado mientras le escuchaba. Y de pronto la necesidad de él se me hizo
casi insoportable.

-Entra por allá-señalé un camino que conocía, que se introducía profundamente en el bosque.

-¿Allá? ¿Tienes sed?-inquirió, mirándome extrañado pero desviando el coche de la carretera


principal.

-No. Tengo hambre, de ti. Y no quisiera provocar un accidente-susurré, mordiéndome el labio.

Inspiró bruscamente como si le faltara el aire y paró el coche. Se me quedó mirando, con las
manos en el volante, completamente inmóvil. Vaya, había conseguido sorprender al depredador.

En un instante me coloqué sobre él a horcajadas y eché el respaldo del asiento hacia atrás,
empujándole suavemente para que se recostara. Pude ver cómo su expresión pasaba de
sorprendida a sensual en décimas de segundo.

-No sé si esto estaba en tu lista de cosas pendientes-comencé a desabotonarle el vaquero con


lentitud deliberada.- Pero en la mía... sí-murmuré con voz ronca.

-Lo estaba. Desde la primera noche que salimos juntos. Cuando saliste huyendo de mí porque
Angela nos había visto -habló con voz entrecortada.

Intentó tocarme pero le detuve.

-No... Déjame hacer-susurré.-No huí porque Angela nos hubiera visto. Huí porque tenía miedo de
lo que me hacías sentir. Jamás en mi vida había tenido tanto miedo - le retiré los pantalones y los
bóxer de una sola vez mientras él se quitaba la camiseta y, pasándome la punta de la lengua por
los labios, admiré su hermoso cuerpo. Al fin me detuve en sus ojos ardientes y oscuros.- Miedo
de necesitar tanto a alguien. De saber que, si seguía adelante, mi vida jamás volvería a ser la
misma. -Paseé mis dedos por su cuerpo, rozándolo apenas.

-Pero seguiste adelante-pronunció sin apenas voz, estremeciéndose levemente bajo mi caricia.

-Sí-seguí acariciando su cuerpo y eché su asiento más hacia atrás, poniéndome de rodillas
enfrente de él. –Y no me arrepiento.

Acaricié con suavidad su erección y ya no me puede contener más. Quería sentirle temblar de
placer. Acerqué mi boca a la punta y lamí con suavidad. Escuché el siseo y sentí sus manos
enredándose con mi pelo. El sabor de su piel y de su excitación encendieron mi lujuria, y cerrando
los ojos me entregué por completo a darle placer, lamiéndole y succionando cada vez más
profundo.
-Bella... ah... me estás volviendo loco, amor - gimió. Abrí los ojos y le eché un vistazo. Su
expresión de placentero abandono era excitante.

"Me encanta tenerte así... en mi poder. Rendido al placer que te doy. Adoro tenerte en mi boca."

El efecto de mis palabras no se hizo esperar. Como si hubiera recibido una inyección de lascivia
sus jadeos aumentaron y su pelvis se arqueó para profundizar más en mi garganta. Yo estaba tan
encendida que quería más. Aumenté el ritmo y la fuerza de mi boca.

"Cariño, creo que voy a explotar sólo sintiendo el placer que te doy. Déjate llevar. Córrete en mi
boca."

-¡BELLA!-gritó, mientras cumplía con lo que le había pedido. Sentí mi sangre arder mientras bebía
de él y algo en mí me pedía más. Ante mi sorpresa mis colmillos asomaron un poco y me aparté
de él, mirándole un poco asustada. Él lo había notado y me clavó una mirada encendida que en
absoluto reflejaba temor.

-Por dios, Bella... eres increíble-me levantó y me colocó encima de él. Sus ojos eran negros y
febriles. Inconscientemente me llevé la mano a la boca, avergonzada de que él me viera así.
Tomó mi mano y la apartó, devorándome con los ojos.- No te tapes. Estás preciosa. –Me movió
un poco y, subyugada por su mirada, sentí cómo me penetraba lentamente.

Inspiré con fuerza, echando mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, absorbiendo todo el placer
que me daba sentirme llena de él. Mis colmillos seguían fuera de las encías, pero ya no me
importaba. Sus manos movieron mis caderas, estableciendo un ritmo suave, un baile sensual con
su cuerpo. Me dejé llevar por completo.

-Edward...-gemí con voz rota.

El placer ascendía desde la unión de nuestros cuerpos y se irradiaba suavemente al resto de mí,
y a pesar de eso sentía mi vientre cada vez más pesado, tenso. Una presión que se fraguaba y
necesitaba liberarse. Lo deseaba. No podía evitarlo más. Pero una parte de mía aún se resistía.

No es prudente.

Me incliné sobre él y besé su boca entreabierta con voracidad, mezclando nuestras salivas,
enredando nuestras lenguas. La presión en mi vientre dolía a pesar del placer que emanaba de
ella. Él sintió mi lucha y se separó unos milímetros de mi boca, jadeante. Entonces se mordió la
lengua y volvió a fusionar nuestros labios y mezclar nuestros sabores. Creí que enloquecía al
sentir el gusto de su sangre en mi paladar.

Y mi voluntad de ser prudente se rompió. Me acerqué a su cuello y lo lamí de arriba abajo,


estremecida por sus gemidos. Y le mordí, bebiendo de él. Su sangre, el sabor más delicioso que
jamás había probado resbalaba hacia mi garganta al tiempo que intensificaba mis movimientos
sobre su cuerpo. De repente y sin esperarlo la tensión en mi vientre estalló y grité cuando el
clímax asoló mi cuerpo como varias ondas expansivas, arrastrándole a él conmigo.

Por un momento perdí de vista la realidad mientras mi cuerpo se sacudía sobre el suyo.

De pronto me vi recostada contra el pecho de Edward. Sus brazos se levantaron para enlazarse
en mi espalda.

Estuvimos unos minutos en silencio, esperando que nuestra respiración volviera a la normalidad.

-Esto... esto no se lo vamos a contar a Carlisle-musité, con la voz aún temblorosa tras los
violentos orgamos.

-No necesita saberlo-murmuró, y había algo de diversión en su tono de voz.

-¿Ya tenéis pensado lo que haréis? –Rosalie salió al espacioso balcón, donde Edward y yo
estábamos sentados, leyendo. No hacía ni cinco días que él y yo volvíamos a estar juntos, y ya
me sentía como si esas semanas sin él no hubieran existido.

-Rosalie, no agobies... no hay prisa-rezongó Edward sin levantar los ojos de su libro. Yo aún no
sabía a qué se refería, pero por supuesto él sí.

-No agobio- gruñó ella, un poco ofendida.- Pero tú perderás los cuatro años y medio que llevas de
especialidad y ella también la suya si no os reincorporáis al trabajo. ¿No te dará pereza volver a
empezar desde cero en cirugía, cuando sabes más que la media de adjuntos de la mayoría de
hospitales? ¿Y a ti, Bella?-me miró, buscando apoyo.

Lo cierto es que tenía razón. Ahora que volvía a tener una realidad más o menos estable, tendría
que pensar en qué haría con mi profesión. Antes de que Edward y Angela volvieran a mi vida mis
intenciones habían sido trasladarme a Nueva York con Daniel, cerca de Alice y Jasper. Pensaba
volver a empezar desde cero la misma especialidad, pues mi vocación no había cambiado con mi
transformación. No me importaba demasiado, pues tenía otras preocupaciones. Pero ahora...

-¿Pero cómo lo haría? –miré a Rosalie, que se apoyó en el antepecho del balcón, de cara a
nosotros.- No puedo volver a ninguno de los sitios donde estaba antes.

-Seguro que Carlisle o yo podemos arreglar algo-sonrió.- Son solo unos pocos meses los que os
quedan. Creo que no habrá problemas de que os acepten tanto en Boston como en Vancouver.
Siempre que vosotros queráis, claro.

Edward suspiró y me miró, cediéndome la palabra.

-Es algo que aún tenemos que hablar, Rose. Hemos de pensar en todo... y está Daniel. Aún
hemos de hablar con él, y plantearle lo de su padre. No quisiera hacerlo en contra de su voluntad.

-Es normal, Bella. Sólo os lo comento para...daros ideas. Que sepáis que Emmet y yo estaríamos
encantados de teneros cerca.

-Lo sé... gracias, Rose-le sonreí y me viré para observar a Daniel, Jasper y Emmet en el comedor,
sentados en el sofá y riendo mientras jugaban como tres niños con la Playstation.

En aquél momento sonó mi teléfono. En la pantalla podía leerse la palabra "Charlie".


Inmediatamente me tensé.

-¿Papá?-contesté.

-Hola, Bella. ¡Sorpresa!

Odiaba las sorpresas. Y papá lo sabía.

-¿Qué?-mi voz sonó estridente.

-Que estamos aquí ya, en Seattle.


-Pero... pe-pero... si no veníais hasta dentro de dos semanas...-contesté en un hilo de voz.

-Sí, pero teníamos muchas ganas de verte, y lo hemos adelantado.

-Ah...-mi voz no daba más de sí.

-¿No te alegras?-Charlie sonó dolido.-Quizá tenías otros planes. Ya le dije a mamá que era un
error venir sin avisarte.

Entonces fue mi madre quien tomó el teléfono.

-Hija, no queríamos molestarte pero... es que nos tenías preocupados, y la verdad es que
tenemos muchas ganas de verte.

Me di cuenta de que apretaba con fuerza el móvil y me concentré para intentar no romperlo.
Escuchaba la voz de mi madre mezclada con un zumbido, y sentí frío.

Había llegado el momento. Edward y Rose me observaban, ansiosos al ver mi reacción, y Edward
parecía más pálido de lo habitual. Inspiré con profundidad y lo solté.

-No, no molestáis, mamá. Me alegro mucho de escucharos. Y también quiero veros. ¿Cuándo
quedamos?

La cara de mis padres fue un poema cuando me vieron. La expresión de su cara era una mezcla
de incomprensión y sorpresa.

-¿Bella?-mi madre usó mi nombre casi con temor de haberse equivocado de persona.

-Sí, mamá, soy yo.

-Hija, por qué... –de pronto Charlie hizo un gesto de comprensión-¿Por qué te has hecho eso?
–me señaló de arriba abajo con la mano tendida.-¿Y por qué no nos habías dicho nada? Cuando
por teléfono nos advertiste que estabas bastante cambiada esperábamos un cambio de peinado,
o algo así, pero...-seguía confuso, y de pronto se puso serio.- ¿No lo habrás hecho por Edward?

Sabía que mi padre estaba hablando de algún tipo de intervención estética, pero pensé que no
iba muy alejado del tema. Mejor que no supiera aún cómo habían sucedido las cosas.

-No, papá. Simplemente las cosas han sucedido así- ellos me seguían mirando confusos.-Venid,
sentaos, por favor -les indiqué el sofá y yo me senté en el sillón que había enfrente.

-Verás, hija, no nos entiendas mal-comenzó Renée.-Estás muy, muy guapa, pero no entendemos
qué tenía de malo tu anterior aspecto para cambiarlo tanto.

Esto iba a ser más difícil que con Angela.

-Mamá, papá. No estoy así porque me haya hecho ninguna intervención de estética, ni llevo
lentillas. Ahora soy así.

-No te comprendo, hija-la voz de Charlie comenzaba a sonar un tanto tensa.-Explícate.

Y así lo hice. Me expliqué, lo mismo que con Angela. Y, lo mismo que mi amiga, la expresión
principal de su cara fue de confusión al principio, y más adelante de preocupación y tristeza.
También creían que se me había ido la cabeza. Así que hice como con ella, y les demostré con
pruebas lo que estaba diciendo. Cuando Renée tocó mi pecho, y luego mi cuello, y no encontró
pulso, retiró la mano como si mi piel quemara, mirándome con ojos a punto de salirse de las
órbitas. Entonces fue el turno de Charlie, y para mi sorpresa y consternación se negó a tocarme.

-No.-Se levantó, negando con la cabeza, sin apartar sus angustiados ojos de los míos.-No.

Me quedé congelada, hasta que me di cuenta de que Renée estaba hiperventilando, y fui a
buscar una bolsa de plástico a la cocina para evitar que se mareara. Cuando volví y se la tendí,
Charlie seguía en la misma postura. Derrotado. Los hombros y la cabeza caídos. La mirada triste.
Me entraron ganas de llorar, pero hice un esfuerzo máximo para calmarme, porque no sabía si mi
estado se quedaría en la habitual sensación de escozor de ojos o terminaría por derramar
lágrimas de sangre, y entonces sí estaba segura de que alguno de los dos se desmayaría.

No había esperado que fuera algo fácil. Pero no había imaginado esto. El pecho me pesaba como
si tuviera una losa. Nos miramos los tres en silencio. Renée estaba respirando dentro de la bolsa,
su actitud una mezcla de incredulidad y tristeza. Charlie, petrificado, parecía que había mirado a
los ojos de la Medusa mitológica en vez de a los de su propia hija.

Y aún no les había explicado que ya no estaba en el Hospital, ni... lo de la boda. Entonces mi
padre pareció reaccionar, y comenzó a caminar por la habitación.

-Tiene que haber alguna solución-gruñó, y se detuvo para examinarme de arriba abajo, de
nuevo.- ¿Es una rara enfermedad? Sí, tiene que ser eso- volvió a caminar de arriba abajo,
murmurando para sí.-Sí, eso es. Tienes algún tipo de enfermedad que te ha contagiado tu novio.
No hay otra explicación racional. Tengo que investigar, seguro que algún especialista podrá
tratarlo -su voz sonaba tensa, la mirada perdida. Renée no lo perdía de vista, quizá ahora más
preocupada por él que por mí.

-Papá... mírame bien. Tócame...-la angustia se estaba apoderando de mí.-No tengo un corazón
que lata. No es una enfermedad, ni nada que me haya contagiado Edward.

No les había contado cómo había sucedido mi transformación, intuía que en este momento sería
más contraproducente que otra cosa. Di un paso hacia él, interponiéndome en su camino.
Entonces se detuvo de golpe y se me quedó mirando, con sorpresa, como si se hubiera olvidado
de que yo estaba allá, con él.

-Busca mi pulso, papá-supliqué.-Ya no está-le tomé la mano y él se deshizo de mi agarre con


brusquedad.

-¡No!-gritó, asustándonos a Renée y a mí. Retrocedió otra vez.-Seguro que tu corazón late, debe
ser algún tipo de arritmia que hace que lata más suavevemente.-Su voz y sus ojos eran
ansiosos.-Hija, vamos a buscar al mejor especialista para que te cure.

-¿Curarme de qué, papá?- las palabras sonaron desesperadas.-¿Tengo aspecto de enferma?


¿Tengo aspecto de infeliz? ¡Estoy genial!

-No eres tú, Bella. ¡No eres mi Bella! –gritó fuera de sí.-¿Qué te ha hecho ese hombre?

-¡Basta! –ya no pude controlar más mis emociones, que se desbordaron.-Me salvó la vida. Y tarde
o temprano habría pasado. Le amo, y... ¡voy a casarme con él!

Escuché un jadeo y Renée se quitó la bolsa de la boca. Me pareció que se movía a cámara lenta.
Charlie me contemplaba con los ojos como platos y la mandíbula a punto de desencajarse,
mientras mi madre lucía una expresión similar, pero más parecida a la sorpresa que al terror.

Entonces, sin decir nada más, mi padre giró sobre sus talones y, dando un portazo, desapareció
del piso de Edward.

Pues eso... hasta el dentro de dos lunes, lindas :-*

Buenas noches, lectoras. Aquí vengo, un poco antes de lo previsto. Gracias a todas por
vuestro apoyo, y por vuestros comentarios, siempre bienvenidos. De momento seguiré con
dos capis por semana.

Os aviso de que este capítulo es tranquilito y de transición. Ya, ya, es una marranada
después de tantos días, pero no todos los capítulos van a ser intensos, ¿no?

Hoy sólo os comento a unas pocas... que si no no publico.

Anaidam, "te lo juro , este tipo me pone en órbita y luego tardo tanto como el cometa Halley en
volver a casa..." XDDD. Si me dices esas cosas me meo de la risa, en serio.

Bellaliz, me gustó esto que dijiste " ya veremos q pasa con q estos dos sean yan aficionados a
chuparse la sangre yo creo q lo unico q puede pasar es q esten mas unidos de lo ya estan q se
marquen como una pareja eterna." Es que la historia va por ahí, no hay que darle más vueltas.

kary rodríguez, "bella y edward estan locos per de amor con eso de beber sangre de el otro pero
me encanto eso" te digo lo mismo que a Bellaliz. Ése es el tema.

Nurymisu, ¿conseguí pararte o acelerarte el corazón? jajajaja. ¿Y qué es eso de que las mato
callando? ¡Si yo no callo ni bajo la ducha!

Luisamarie22, ya te agradecí tus palabras.

ludgardita "Bueno viaje de retorno a Seattle con parada técnica y no para repostar señores," no,
no, no repostaron, me hizo mucha gracia este comentario.

Bienvenidas Carlie Belikov, Pattineza: gracias por vuestras palabras. Liduvina, bienvenida
también, ya te pusiste al dia ;).

Capítulo 63

BPOV

—Debió ser horrible—Angela me pasó el brazo por la espalda y me acercó más a ella.

Asentí, sin tener otra palabra para definir la escena de la confesión a mis padres. Le había
explicado toda la escena a Angela porque había sido inevitable ocultárselo. En cuanto me había
visto abrirle la puerta de mi casa se había dado cuenta de que algo no andaba bien y me había
hecho contarle toda la historia mientras la llevaba en coche a su casa, con las pertenencias que
se había dejado en la mía metidas en el maletero. Daniel nos acompañaba sentado en el asiento
de atrás, así que había tenido que explicar la historia adaptada a oídos indiscretos.

Más tarde Ang había subido la bolsa de viaje sola, pues no queríamos que yo dejara el ascensor
y el rellano oliendo a vampiro, y a continuación nos habíamos ido a dar un paseo por su barrio,
una zona de Seattle muy tranquila. A aquella hora de la tarde la calle estaba prácticamente
desierta.

—Por lo menos Renée se quedó conmigo. ¿Sabes? Al principio me miraba como si me hubieran
salido antenas y un ojo en la frente, pero al cabo de un buen rato de hablar y contestar a sus
preguntas me abrazó y lloró, diciéndome que seguía siendo su hija, y que el resto no importaba.
Estaba tan afectada que ni siquiera me nombró lo de la boda.

—Por lo menos no lloraste tú—bromeó mi amiga, apretándome el hombro con cariño.

—¡Sí! Si llega a pasarme como contigo...—exhalé, negando con la cabeza.— Aunque no sé qué
esperaba. Supongo que tú te lo tomaste tan bien que... pensé que a lo mejor mis temores
respecto a mis padres eran exagerados. Quizá lo debería haber enfocado de otra forma— me
mordí el labio, recordando la angustiosa escena.

—¿Qué otra forma? Tus padres se presentaron en Seattle por sorpresa. Y además... no creo que
haya ninguna forma mejor que otra de decirles lo que eres ahora, simplemente usaste la forma
directa. No creo que hubieran reaccionado mejor de ninguna otra manera.

—Renée me ha pedido que le dé tiempo a Charlie... y a ella. Dice que es un cambio muy fuerte
en la realidad que ellos percibían y lo entiendo. Y tanto que lo entiendo, y seguro que tú también.
Supongo que ese trago no todo el mundo lo tolera igual. Yo recuerdo cuando Edward me contó
su... secreto. Ya sospechaba algo extraño, pero jamás habría imaginado la verdad. Aunque me
sentía tan atraída hacia él que en poco tiempo no tuve ninguna duda de lo que quería.

Me quedé pensativa. Mi madre se había mostrado esperanzada, pero ¿Y si Charlie no se hacía


nunca a la idea? ¿Le había decepcionado? ¿Le daba asco, o miedo? ¿Volvería a ver alguna vez
a mi padre o lo había perdido? Y si volvíamos a encontrarnos... ¿cuál sería la expresión de sus
ojos? Me retorcí las manos con angustia.

En estos momentos ellos se encontraban en Olympic, en una cabaña que habían alquilado cerca
del parque Nacional, y aunque Renée tenía muchas ganas de volver a verme, o eso había dicho y
yo la creía, me dijo por teléfono que Charlie necesitaba en ese momento todo su apoyo. No pude
evitar sentir amargura al recordar esas palabras, pero era consciente de que Renée no estaba
eligiendo, sino sólo siendo realista. Ella sabía que yo ya tenía un buen punto de apoyo.

—Pero ellos son tus padres, Bella— mi amiga interrumpió el rumbo de mis cavilaciones con voz
dulce.— Para ellos es más duro que para mí, o para ti, y es normal. Ya sabes... los padres tienen
expectativas sobre los hijos. Pero te aman, y tarde o temprano se acostumbrarán a la idea.

—No viste la cara de Charlie, Ang—me encogí de hombros con tristeza. – ¡Danny! ¡No te
alejes!—El pequeño circulaba con su bicicleta un poco por delante de nosotras por la casi
desierta calle , y cuando me escuchó se detuvo unos instantes.

—Vaya cuadro, la verdad... –continuó mi amiga.— Mira, una ventaja de tener unos padres
descastados es que me ahorro ese trago... aunque bien pensado ellos no tendrían por qué
ahorrárselo. Creo que les diré que van a tener un nieto licántropo—pronunció la última palabra en
voz más baja y con una cómica sonrisa de malvada, y no pude evitar sonreír.

—Y hablando de cambiar de idea... ¿Cómo van las cosas con Jake?

—Bueno... Hemos tenido mucho tiempo para hablar. Es algo que tendríamos que haber hecho
antes—sonrió con resignación, — pero más vale tarde que nunca. Me ha contado muchas de las
viejas historias de su tribu. Yo creo que las más antiguas mezclan realidad con leyenda. Son
fascinantes. Y me contó también lo del vínculo de sangre -me miró con intensidad.-Me encanta,
es tan romántico... aunque el muy tonto no lo ve así-se encogió de hombros.

—¿Te ha hablado de...—hice una pausa larga, pensando cómo decirlo sin que el pequeño Daniel,
me entendiera si me escuchaba— que a veces beban el uno del otro?

Ang jadeó y se tapó la boca, mirándome con las cejas arqueadas y los ojos abiertos de par en
par.

—¿Tú..? ¿Él...?— dejó la frase en suspenso y asentí.—Uao... Y... —me miró, expectante.

—No he estado en órbita. Más bien he visto las lunas de Júpiter —apreté los labios para no reír a
mi pesar, al ver su cara de alucinada.

—Vale...—sonrió y agitó la cabeza— vale. No, no me ha hablado de nada de eso—me contempló


aún con expresión de fascinación.— Vosotros dos no os andáis con medias tintas, ¿eh?

—No lo pude evitar. Fue algo instintivo. Aunque el no tener ninguna referencia me preocupa un
poco, la verdad. Por lo que sé, normalmente a un... frío no le sale esto-me señalé la boca
discretamente- cuando está con su pareja, pero a nosotros sí. Y la verdad es que es... increíble lo
que se siente.

— Creo que no deberías darle muchas vueltas. Siempre que te has dejado llevar por tu instinto
con Edward te ha ido bien.

—Supongo que sí... —Me pregunté a mí misma si había tenido alguna vez opción a negarme a
esos instintos, que me arrastraban hacia él como una polilla a una llama.

—Hay algo que te quería decir— de pronto ella me miró un poco avergonzada.—Verás, Jake y yo
hemos hablado durante muchas, muchas horas. De todo lo que él siente, de lo que yo siento... He
escuchado las leyendas, y sigo pensando que lo suyo es un prejuicio. Que vosotros no sois como
los otros.

—¿Y?—la insté a continuar, sorprendida por su repentina inseguridad.

—Hemos llegado a un acuerdo en lo que a mí y a vosotros se refiere. Se lo ha tomado muy en


serio, sabe que es importante para mí y lo respeta. No más secretos, ni conspiraciones. Sé que,
por ejemplo ahora, lo está pasando mal sabiendo que tú y yo estamos juntas, pero creo que, a
pesar de todo, se va acostumbrando poco a poco a la idea. Ya no es el Jake agresivamente
protector de antes.

—Me alegro mucho. Él te ama, es normal que se preocupe por ti. Y es un hombre inteligente...
quizá algún día deje de lado esos prejuicios —le sonreí para animarla, sabiendo que lo que aún le
quedaba por decir lo que le estaba costando más.

—Eso espero—frunció el ceño y apretó los labios— porque todavía no hemos llegado a un
acuerdo respecto a Sarah.

—No te preocupes por eso, Angela— le apreté una mano con cariño.

—¡Claro que me preocupo!—dijo con indignación.—Le dije que quería que tú fueras la madrina, y
ya te puedes imaginar que no le gustó mucho la idea. Aunque no discutimos ni nada de eso, nos
planteamos nuestra razones con serenidad y civilizadamente. Con respeto mutuo, ¿sabes? Por lo
menos se puede razonar con él, no es como antes que se cerraba en banda.—Exhaló y negó con
la cabeza.—Conseguir que se haga a la idea de nuestra bebé en tus brazos va a costar mucho.
Pero...mierda, Bella, yo quiero que veas a mi pequeña, quiero poder ir a visitarte con ella, pero
eso ahora le partiría el corazón, y no puedo hacerlo, todavía no—me miró con tristeza.— Así que
sobre eso no llegamos a ningún acuerdo. Espero que se vaya acostumbrando a la idea. Creo que
los dos estamos cediendo en algo, pero...—bufó, como enfadada consigo misma.— Lo que quiero
decirte con todo esto es que espero no decepcionarte.

—Yo quero ver a tu bebé, Angela— antes de que yo hubiera reaccionado Danny soltó su opinión.

Vaya. Parecía que no estaba atento a nuestra conversación, pero era evidente que no era así. La
cara de mi amiga se contrajo en una mueca amarga, y yo no quería que se sintiera de esa forma.

—Y yo también, Danny. Y no te preocupes, que lo haremos. Ang, ¿eres tonta? ¡No me


decepcionas! Entiendo los miedos de Jake, y créeme, después de todo lo que ha pasado puedo
asegurarte que ha cambiado muchísimo.

—Tengo esperanzas de que ese miedo que tiene vaya a menos. Yo... creo que también he de
ceder un poco. Darle tiempo.

Yo no sabía lo que era tener un hijo, pero había podido ver cómo se transformaba la gente por la
paternidad. Por eso pensé por un instante que si Jake continuaba tan sobreprotector ahora,
cuando viera la carita de su hija la flexibilidad que estaba demostrando con su mujer se haría
añicos. Quizá volvería a las andadas y se negaría en redondo no sólo a que yo me acercara a su
hija sino a que mi amiga y yo nos viéramos.

Agité la cabeza e intenté quitarme estas ideas tristes de la cabeza. Lo importante era que ellos
estaban juntos.

—Venga, Ang. Cuéntame algo más del fin de semana... algo alegre pero que sea apto para oídos
inocentes, ya sabes, ahórrate los detalles del polvo de reconciliación y esas cosas.

—Como Daniel vaya por tu casa repitiendo esas últimas palabras, alguien se va a reír mucho—
sonrió ella.

—¿Qué últimas palabras?—Danny detuvo la bicicleta y se giró para demostrarme que continuaba
escuchando atento.

Miré a mi amiga con el ceño fruncido. Ni siquiera habría prestado mayor atención si no hubiera
sido por ella.

—No es importante, Daniel.

—Sí, habéis dicho algo de polvo. Polvo de...—su carita se puso pensativa— relación.

—Vale, vale... ¿Este fin de semana iremos al cine? Estrenan una peli de dibujos que te encantará
—insinué de forma persuasiva... la estrategia de despiste era la mejor.

—¿Qué peli es?—preguntó Daniel.

—Es... ¡mierda! No me lo puedo creer —exclamé.

Daniel comenzó a reírse al escuchar mi palabra y Ang me miró extrañada.

—¿Qué...?—comenzó.

—E-el inspector Jenks—mi voz salió aguda.


Una ciudad de más de medio millón de habitantes y justamente girando una esquina tenía que
encontrármelo. Iba mirando su móvil y por suerte aún no me había visto.

Mi reacción fue completamente instintiva. Tomé a Daniel en brazos y crucé la calle, pasando al
otro lado a velocidad vampírica y metiéndome en un portal. Angela se quedó congelada en la
acera, con la pequeña bicicleta vacía a su lado. El inspector Jenks pasó y alzó la vista un
momento para mirar a mi amiga y a la bicicleta. Seguidamente guardó su móvil en el bolsillo y
continuó su camino.

—¡Dios, Bella! – Dijo mi amiga en cuanto volví a acercarme a ella, esta vez a velocidad normal.
Su cara lucía asombro y preocupación a la vez –También es mala suerte.

—Joder—siseé. — Dímelo a mí.

—¡Joder!—exclamó Danny, quien seguía en mis brazos.—¡Joder! ¡Bella, hazlo ota vez! ¡Ota,
ota!—chilló entusiasmado.

¿Y ahora qué le explicaba a Daniel?

—No, no se puede hacer más veces—respondí, ignorando su imitación de mi lenguaje.

—¿Po qué?

—Porque... porque no.

—¿Po qué?

—Porque... estoy muy cansada. Me he cansado mucho de tanto correr.

Angela rodó los ojos al escucharme. Vale, la respuesta era poco imaginativa, pero seguro que ella
no tenía una más buena.

—¡Venga, venga, venga!

Daniel podía ser muy persistente, pero ni de broma iba a repetir eso, ahora. Si alguien había visto
lo que había pasado, podía llegar a autoengañarse y pensar que lo había imaginado. En mi corta
vida de vampira ya había aprendido que ante un fenómeno inexplicable los humanos acaban
creyendo lo que es mas fácil para ellos. Pero estaba segura de que si ese alguien veía el
fenómeno dos veces, ya sería un problema para mí.

—¿Y cómo terminó la cosa?— se carcajeó Jasper.

—Le prometí que lo repetiríamos en otro momento.

—No lo va a olvidar, lo sabes ¿no?—me sonrió el rubio.—Tendrás que ir con cuidado, o


empezará a explicar cosas raras de ti a la gente.

Le saqué la lengua, mosqueada. Como si hubiera tenido otra opción.

El pequeño ya estaba durmiendo como un ángel en su camita. Jasper, Alice y Edward me habían
visto volver del paseo con Ang un tanto alterada pero habían esperado pacientemente a que
acostara al niño después de la cena para conocer el motivo de mi estado.

—Bien, pero eso nos demuestra una cosa— habló Edward.— Que tenemos que hacer caso a
Rose y comenzar a hacer planes de futuro. Y no hablo de la boda... hay prioridades, como lo del
padre de Daniel. Y decidir si vamos a vivir en Vancouver o en Boston, — asentí y me acarició el
dorso de la mano. Fue como si me hubiera dado un sedante. —A mí me da igual donde vayamos,
mientras esté contigo.

Por el rabillo del ojo vi a Alice poner los ojos en blanco. La miré un instante con expresión de
exagerado fastidio y ella me sonrió.

—No sé, aún no estoy segura —miré a los cálidos iris de Edward,—creo que hasta que no
hablemos con el padre de Daniel no me podré centrar en eso. Depende de si él acepta hacerse
cargo de él, si Daniel le acepta a él... antes de decidirme por una ciudad me gustaría saber si
vamos a ir dos, o dos con un niño —dije con tristeza.

—Entonces nuestra prioridad es Londres. ¿Nos llevaremos a Daniel?— preguntó Edward. Yo


asentí.

—¿Le explicarás algo antes del viaje?—inquirió Jasper.

—No... Creo que no. ¿Y si se pone tan alterado que no puede esperar a verle? Prefiero que si
decide conocer a su padre sea algo más inmediato.

—No me termina de convencer eso—dijo Jasper, pensativo.—De todas formas, antes deberíais
hablar por teléfono con el buen doctor. Para aseguraros de encontrarlo allá cuando vayáis, y para
aseguraros de que quiera ver a su hijo.

Jasper hablaba con lógica aplastante, pero se me encogió el corazón ante esa última posibilidad.

—Sí... Primero hemos de hablar con él y ver cómo se toma la novedad. Si yo le diera la noticia a
Danny de que tiene un padre y luego éste no le aceptara, le rompería el corazón.

—¿Y si su padre está dispuesto a ejercer de tal pero Danny no quiere ir con él?—preguntó Alice.

—Entonces necesitaremos los servicios de Emmet —dije con dureza.—No voy a obligar a Danny
a nada. Y si su padre no lo acepta también seremos una sombra en su memoria.

—¿No le darás una oportunidad para que cambie de idea? Puede que necesite tiempo—dijo un
comprensivo Jasper.

—No—agité la cabeza con energía.—Si se lo tiene que pensar por segunda vez no lo merece.

Sabía que me estaba mostrando intransigente, pero bastante duro era para mí plantearme la
posibilidad de renunciar a Daniel como para tener que hacerlo por dos veces. Era egoísta, sí,
pero era la verdad.

Sentí la mano de Edward apretar la mía, transmitiéndome un calor que iba más allá de lo físico.

Daniel estaba excitadísimo tras las nueve horas en avión. Daba botes sin parar como si le
hubieran puesto un extra de combustible.

—¿Volveremos a hacerlo? ¿Volveremos?— salimos de la terminal del aeropuerto de Heathrow,


donde nos habíamos entretenido yendo al lavabo.

—¿El qué?

—¡El vión! ¿Volveremos?

—Claro que sí, cariño. Volver en barco sería muy largo— bromeé, desordenándole el pelo.
Busqué con la mirada a Edward a través del parking del aeropuerto. Mi novio se estaba
encargando de recoger las llaves de nuestro coche, un bonito y lujoso Mercedes.

"Es un coche muy seguro, piensa en Daniel", fue lo que usó mi manipulador prometido para
convencerme de gastar la cantidad de libras diarias que costaba el alquiler. Eso, y su sonrisa
torcida marca de fábrica.

Lo localicé sin problemas. Estaba firmando sobre el capó del coche los papeles del alquiler del
vehículo, mientras la empleada, una rubia despampanante, se lo comía con los ojos.

—¿Conoce la ciudad? Puedo hacerle de guía, si lo necesita—escuché desde la distancia.

¿Qué manera descarada de insinuarse era ésa? Con el "necesita" parecía que estaba diciendo
alguna obscenidad. Entorné los párpados y sentí una furia dentro de mí que hasta el momento
desconocía.

—Ven aúpa, Danny. Vamos a por Edward— Me cargué el niño a la cadera y me acerqué hacia
ellos silenciosamente.

Me situé al lado de Edward y, tomando su mandíbula con una mano, le besé los labios con
lentitud, tras lo cual dirigí una mirada asesina a la humana que estaba intentando cazar a mi
hombre. Escuché su latido acelerarse y observé su piel palidecer intensamente.

—Buenos días—pronuncié con voz helada.

—¡Hola!—saludó un inocente Daniel, ajeno a la batalla no verbal que estaba teniendo lugar.

—Bu-buenos días—tartamudeó la rubia, mirándonos a mí y al niño.

—Bien, creo que con este ya está todo—Edward firmó el último papel y se lo tendió. Observé que
estaba intentando disimular una sonrisa.

La chica tomó los papeles con una mano ligeramente temblorosa.

—Gracias—musitó.—Espero que tengan una buena estancia.

Y, sin esperar respuesta, giró sobre sus altos tacones y se perdió de vista entre los coches.
Entonces sí, Edward rió.

—A veces das mucho miedo—pronunció con dificultad por la risa.

Lo miré, desafiante, y se inclinó levemente hacia mí, susurrando en el oído contrario al que
estaba cerca de Daniel.

—Me pone muy caliente que marques territorio—su aliento hizo vibrar mi piel, trasmitiendo la
onda sísmica hasta mi vientre. Tragué en seco.

—¡Venga, vamos, vamos!—el inocente Danny se removía en mis brazos como una culebrilla y,
tras una última mirada cargada de promesas a mi novio, lo deposité en el suelo y le abrí la puerta
posterior del coche.

—Sí, vamos. Londres nos espera—le sonreí.—Sube a la silla, que te pongo el cinturón.

Ya estamos en Londres ¡Hasta el miércoles noche o jueves, chicas!


Buenas noches. Como hoy ha sido fiesta aquí en España esto ya está listo. Para las que os
preguntáis, por el motivo que sea, cuánto le queda a esto, lo repito: espero acabar antes
del 70, o como MUCHO en el mismo 70. Y aún no sé si habrá epílogo. Me va a dar pena
despedirme de la historia, pero os aseguro que no estoy por estirarla: ni la historia ni yo
damos para más ;).

Gracias a YoliCullen por sacarme del enorme embrollo mental que tenía con este capítulo,
y a Pegn y Maria José por su eterna ayuda.

Este capítulo va dedicado a Nurymisu, lectora y nueva amiga, a la que tuve el gustazo de
conocer ayer mismo. Un abrazo para ti, hermosa. Te debo una invitación cuando acabe el
fic, no me olvido.

Bienvenidas, DeniGranger y alessaCullen2314, ¡gracias por vuestras palabras!

Paso a contestaros vuestros comentarios, porque tengo tiempo:

v. cullen, gracias por interesarte por mi descanso. Pues fue estupendo ;). Espero que
London no te defraude.

Rocha... polvo londinense? jajaja... pues... no sé, no sé. Me lo pensaré.

I love Edward, yo también espero que ellos sean felices. Cuídate, hermosa flor mexicana.

ludgardita, yo voto porque Angela le suelte a sus padres que tendrán un lobito en casa,
jajaja.

YoliCullen, gracias por tus palabras, tus ánimos y todo.

bellaliz, mi descanso fue bien, gracias! Sí, espero que Jake vaya entrando un poco en
razón, ya toca.

CindyLis, espero no complicar las cosas mucho más, o esto no se acaba cuando he dicho,
jajaja.

Isa-21, gracias a ti, guapa.

Nurymisu, Bella no estaba celosa antes de ser vampira... o no mucho. Pero los vampiros
tienen fuertes instintos, y de ahí eso de marcar terreno, jajaja. Gracias por tus palabras y te
lo repito: genial haberte conocido.

audreybaldacci, me reí con lo del machoman, jajaja. Gracias por tus palabras, a mí también
me gusta Angela, no lo oculto.

Ely Cullen M, sí, dicen que la temperatura en Londres está sufriendo un incremento...
gradual ;).

Naya, ya te respondí a la pregunta ;). Gracias por tus palabras y me encanta que te guste
Danny.

liduvina, gracias.
Anaidam, eso ha sido un aullido? jajaja. "¡tíiiiiiio...!...no digas esas cosas...no las digas si el
capi se va a terminar, dilas al principio, obra en consecuencia, sácanos de la órbita de la
tierra y luego ya lo que quieras..." Pues... yo creo que va a continuar el tema del
calentamiento global *silbido de disimulo*.

PRIGSPE, gracias por tus buenos deseos para Danny ;)

Paola Cullen, gracias por echarme de menos. A mí también me encanta leerte!

Capítulo 63

BPOV

Londres nos recibió con un día gris, afortunadamente para Edward y para mí. Mientras
recorríamos las calles de la ciudad Daniel miraba embobado a través de los cristales tintados del
Mercedes, exclamando un montón de "Oh" y "Ah", "mira, Bella" y "mira, Edward" durante todo el
trayecto. Su carita reflejaba toda la inocente ilusión que sólo la cara de un niño podía expresar.

Me hacía feliz su alegría, pero empezaba a sentirme ansiosa pensando en lo que nos deparaba el
futuro. Al final Jasper me había convencido de que le explicara a Daniel el motivo de viaje,
haciéndome comprender que mis reticencias a hacerlo no era más que... ¿qué palabra había
empleado? Sí, procrastinar. Quería retrasar el momento de darle la noticia el máximo tiempo
posible porque era algo que me disgustaba a mí. Pero habría sido una torpeza plantarnos en
Londres sin informar antes al pequeño. Así que un día respiré profundamente, me senté con él en
el suelo mientras jugábamos con un tren eléctrico, y le sondeé.

—Danny... ¿te has fijado que muchos niños tienen un papá y una mamá?

—Yo te tengo a ti y a Edward.

—Sí. Siempre nos tendrás a nosotros dos. Eso te lo prometo. Siempre, no lo olvides jamás, ¿me
oyes, peque? Pero hay algo de lo que quiero hablarte... ¿recuerdas a tu mamá?

—¡No quero ir con ella!

—¡No, no! No irás con ella, Danny, nunca más.

Lo había abrazado con fuerza, con la sensación de que yo estaba siendo muy torpe, pero era
muy difícil encontrar las palabras adecuadas.

—Sólo dime una cosa y ya no hablaremos más de tu madre, cariño...¿Alguna vez te habló de tu
papá?

— ¿Un papá? Yo no tengo papá.

—Sí, sí lo tienes, pero no lo conoces. Ni él a ti. Tu papá y tu madre dejaron de verse cuando tú
estabas dentro de ella, y eras tan pequeñito que aún no hacías nada de bulto en la barriga. No
como la de Angela.

—¿Tengo un papá?

—Y ¿sabes? Puedes conocerlo, si quieres. Y si no quieres, no. Haremos lo que tú digas.


Daniel... te quiero muchísimo. No olvides eso. Jamás. Sólo... quería que supieras lo de tu papá.

En mi garganta se formó un nudo, y ya no pude continuar. Él no dijo nada más y nos habíamos
quedado sentados en el suelo del cuarto de juegos, abrazados en silencio, hasta que Edward
entró en la habitación. Se había sentado en el suelo, cruzando sus largas piernas, y había estado
un rato contemplando la escena que formábamos Danny y yo abrazados, hasta que habló.

—Estás con nosotros, Daniel, y lo estarás siempre y cuando quieras. Te lo prometemos. Sólo
queríamos que supieras lo de tu papá, ¿sabes? Porque quizá, algún día, en algún momento,
ahora o el año que viene, o cuando seas más mayor, decidas que quieres ver qué cara tiene.
Quizá quieras saber si el color de sus ojos es como el tuyo, si es cariñoso como tú, o si le gusta
Spiderman tanto como a ti.

Noté algo en el cuerpo de Danny. Un cambio de postura, una leve tensión. Edward se levantó, y
nos dejó solos de nuevo.

—Sí.

—¿Sí...?

—Sí quero conocer a mi papá. Pero no quero quedarme con él.

Entonces le había abrazado con más fuerza, prometiéndole que haríamos lo que él quisiera.
Aunque a su padre no le gustara. O aunque a mí se me rompiera un trocito de corazón.

Entonces habían empezado los contactos con su padre. Comunicarle a un hombre que tiene un
hijo secreto nunca es tarea fácil. Lo primero que hizo el doctor Stefan al escuchar la noticia había
sido amenazarme con llamar a la policía, afirmando que si quería sacarle dinero no me iba a ser
tan fácil, y después colgarme el teléfono. Pacientemente volví a llamarle y antes de que me
amenazara de nuevo le di varios datos sobre Jane Taylor que hicieron que, si no me creía, por lo
menos me prestara atención. Le mandé una foto del pequeño y a partir de entonces nos
comunicamos por mail.

Le había dejado bastante impresionado el parecido del niño con él pero fue sincero y, aunque no
negó la posibilidad de que fuera hijo suyo, continuó dudando de ello. Pero al parecer esa duda no
le dejaba descansar, y cuando le ofrecí hacer el viaje a Londres para que viera a Daniel en
persona y poder hacer una prueba de paternidad aceptó sin ningún tipo de reserva.

Un sistema que Jasper me había instalado en el portátil hacía imposible rastrear el origen de mis
correos, pero en cambio el ordenador de Stefan sí estaba siendo controlado por mi cuñado
hacker. Sin ninguna vergüenza, éste me dijo que también tenía controladas sus llamadas
telefónicas y que no había hecho ninguna a la policía. Un detective privado contratado por él
mismo seguía al buen doctor discretamente por la ciudad. Y, lo que más me avergonzaba... una
prueba genética realizada con cabellos de Daniel, de su madre y de su padre demostraba la
relación entre ellos. Prefería no saber cómo había obtenido mi eficiente cuñado las muestras de
ambos padres. Me sentía un poco incómoda con el masivo ataque a la intimidad del buen doctor.

—Llevas poco en esta vida. Entiende que cualquier precaución para protegernos es poca. Y
ahora, además, hay que proteger al pequeño.

—Te encantará Londres, Bella. No puedo creer que no hayas estado nunca aquí— mi voz favorita
me empujó fuera de mis pensamientos de nuevo hacia el presente, con suavidad pero también
con firmeza.

—No he tenido tanto tiempo como tú para viajar —le saqué la lengua.—Viejito.
Daniel se rió mucho al escuchar eso, y los párpados entornados de Edward no bastaron para
ocultar el oscurecimiento de sus iris.

—Te voy a hacer tragar esas palabras. Acuérdate, Bella Swan—me dirigió una explícita e ilegal
mirada que a mi pesar me hizo temblar por dentro.—Yo conozco bien Londres—me liberó de sus
ojos y miró al frente, en un súbito cambio de tema que agradecí.— Me encantará enseñaros la
ciudad, a ti y a Daniel.

—A mí me encantaría enseñaros Barcelona, pero... –demasiado sol para una vampira joven como
yo. Intenté no pensar en ello.

—Bella... no te preocupes por eso. Podemos ir a Barcelona cuando quieras. Tendremos


limitaciones, pero no tienes por qué no volver —me apretó la mano con firmeza.—Créeme. Es
cuestión de práctica.

Le sonreí, agradecida, y me centré en el viaje que teníamos por delante, cruzando los dedos para
que todo saliera bien.

Al llegar a la suite del hotel Montcalm, Danny empezó a correr de un lado a otro como si le
hubiera poseído el espíritu del demonio de Tasmania. Estaba como una moto. Seguramente por
una explosiva combinación de los efectos de la novedad del viaje, la posibilidad de conocer a su
padre, y el jet-lag. Habíamos salido con el amanecer y tras las horas de vuelo y restar la
diferencia horaria volvíamos a estar en la hora de la comida, que Danny se había perdido en parte
por estar medio adormilado.

—Deberíamos haber traído pastillas de valeriana—le dije a Edward.

—No sé qué pasa con esa palabra que cuando la pronuncias me... altero un poco. ¿Quizá una
asociación de ideas?—se burló él, arqueando una ceja. Apreté los labios, conteniendo una
sonrisa al recordar la vez que lo provoqué para sacarle de su bloqueo. Parecían haber pasado
siglos...

Fui a buscar a Danny, que en su exploración se había metido primero en el cuarto de baño, y
luego había empezado a gatear por todo el suelo de la habitación, metiéndose debajo de la cama.

—Daniel, sal de ahí, que te vas a llenar de polvo.

—¿De polvo de relación?—se oyó su vocecita desde debajo del mueble. Aguanté la risa como
pude, pero Edward no tuvo tantos miramientos y su carcajada resonó por toda la suite. Lo miré
con el ceño fruncido. No había mejor combustible para que un niño repitiera algo que reírse de
ello.

—Vamos, cariño. Tienes que comer—estrategia de despiste. ¿Funcionaría?

—¡Sí! ¿Vamos a un McDonalds? Porfi, porfi— suplicó. Asentí a mi pesar. Al menos la estrategia
había funcionado.

—Está bien... Pero de postre te pides la fruta. Y no cuentes con ir cada día, ¿eh?—advertí.

—Bueno—se encogió de hombros.—Bella. ¿Cómo es que no te guta la hamburguesa?

—No me sienta bien, cielo, ya te lo dije —me acuclillé para mirarle directamente a los ojos.

—¿Ni a Edward?
—No, a Edward tampoco le sienta bien. Le da... ganas de vomitar.

—¿Como a mí la cebolla?

—Más o menos—me reí.

—Yo quero comer lo que tú comes—me miró desde la profundidad de sus ojos marrones, y fue
como si comprendiera algo más de lo que yo creía.

—No, cariño, quizá cuando seas mayor—le rocé la carita de mejillas redondeadas.

¿Vería yo a este niño crecer? ¿Y si era así, me miraría como si yo fuera un monstruo, o seguiría
mirándome con la dulzura de este momento? Sentí un dolor en mi pecho y me mordí el labio. No
debía pensar de esa forma.

—¿Bella?—el pequeño me miró, preocupado por mi expresión. Tomé aire con fuerza e intenté
sonreír.

—No pasa nada. Me ha dolido un poco la cabeza, pero ya está.

—Estas tiste.

—¡No! –me incorporé y abrí mucho los ojos, con un gesto teatral— ¿Cómo voy a estarlo si estoy
en Londres con mis chicos? Venga, vamos a comer, y luego empezamos a conocer un poco la
ciudad.

—¿Sabes qué podemos hacer? –Edward se acercó y se colocó a mi lado, sorprendiéndome con
el suave roce de su mano desde mi cuello pasando por mi espalda hasta llegar a mi trasero—lo
miré con una silenciosa advertencia:"Sátiro". Él disimuló una sonrisa.—Compramos la comida en
el Mc Donald´s y luego nos la llevamos al parque que hay cerca. Hay que aprovechar para
disfrutar de Hyde Park mientras no llueva.

Nuestro improvisado pic-nic estaba siendo bendecido por las nubes de Londres, y miré un
momento al cielo con silencioso agradecimiento. Habíamos "acampado" a la orilla del lago
Serpentine, y Daniel estaba dando de comer a unos tímidos patos que no querían acercarse
demasiado, quizá por culpa de Edward y de mí.

—¿Nunca te ha atraído Londres para vivir?—pregunté a Edward. Una idea iba rondando por mi
cabeza.

Se me quedó mirando pensativo, y asintió.

—No es un sitio que me desagrade. Tiene la limitación de que es más soleado que la zona de
Seattle, ya sabes. Pero Carlisle y Emmet vivieron aquí—asentí, recordando la historia de la
transformación de Rosalie.—No es un mal sitio. Lo dices por Daniel, ¿verdad?

—Sí... Creo que si su padre y él aceptan estar juntos, podía quedarme un tiempo cerca de él...
para hacérselo más fácil, ¿sabes?—bajé los ojos y arranqué una brizna de hierba. Y hacérmelo
más fácil a mí misma.—Quizá... quizá podríamos terminar la especialidad en USA, pero tarde o
temprano tendremos que buscar otro entorno donde sea más difícil que nos encontremos a
nuestros ex-compañeros de trabajo y...—me aturullé hablando, y él me silenció poniéndome un
dedo sobre los labios.

—Te dije que podría estar en cualquier sitio mientras estuviera contigo, ¿recuerdas?—me sonrió
torcido.— Seré un viejito pero tengo mejor memoria que tú—me miró intensamente y sentí calor.
Concentré mi atención en Daniel.

—Lo recuerdo—asentí, sin mirarle.

—Espero que sí—le echó un vistazo a Daniel y luego me tomó de la barbilla, exigiendo con
suavidad mi atención.—Bella, tú eres lo más importante para mí. Y Daniel me importa por sí
mismo y, sobre todo, en la medida en que te importa a ti. Si eres feliz aquí, cerca de él, yo
también seré feliz.

Miré sus dorados ojos y le besé con suavidad en los labios.

—Gracias, amor—sentí la suavidad de sus labios amoldarse a los míos y me obligué a


controlarme, porque tenía que estar pendiente del pequeño.

Entonces Daniel me llamó para que me acercara a la orilla, con él, y cuando lo hice los pocos
patos que se habían acercado salieron volando en desbandada.

Habíamos quedado con Charles Stefan la misma tarde de nuestra llegada. En mi opinión no
había sido la mejor idea, porque el estado de Danny no era el óptimo para tener una reunión de
ese tipo, pero el niño lo había pedido así y no pude convencerle de lo contrario. Así que, prudente
o no, buena idea o no, hicimos lo que él quería. Además, el médico estaba pendiente de nosotros
y había postergado un viaje a África, donde le esperaban como cooperante. Me había informado
de que estaría fuera dos meses, así que no podíamos perder el tiempo.

A pesar de su reticencia inicial, el hombre estaba muy deseoso de esta reunión. Y yo en nuestra
última conversación le había dejado bien clara mi postura en ella.

—¿Doctor Stefan? Soy Bella.

—Dígame.

—El niño ha accedido a quedar para conocerle. Sólo para conocerle. Escuche, Charles, quiero
que tenga clara una cosa. El niño es mi prioridad. Me da igual que usted sea el donante de la
mitad de su material genético, y que como tal la ley le dé poder sobre él. Si Danny no le quiere,
no voy a forzarle. Ese niño lo ha pasado muy mal, y no quiero que le caiga más mierda encima de
la que ha tenido que soportar.

—...

—¿Charles, está usted ahí?

—Sí, sí.

—Bien, entonces diga el día, la hora y el lugar, y allá estaremos.

No pude evitar hablar amenazadoramente, casi como un matón. Quería que el buen doctor no
tuviera ninguna duda de que hablaba completamente en serio.

Y allá estábamos, Daniel y yo sentados en el sofá de nuestro hotel, y Edward hablando por móvil
con Carlisle, cuando sonó el teléfono de la habitación. Lo tomé antes de que hubiera sonado por
segunda vez. Daniel se tensó de inmediato.

—El doctor Charles Stefan está aquí en recepción, señora Cullen. ¿Están esperando su visita?
—Sí, por favor, hágalo subir—contesté sin perder de vista la carita de Daniel.

—Tengo miedo, Bella— estaba pálido, los ojos muy abiertos. Lo alcé con un rápido movimiento y
lo coloqué en mi falda.

—Daniel, no conozco a tu padre, pero puedo asegurarte una cosa, cariño: no es como tu madre—
afirmé, acunando su carita entre mis manos.—Y recuerda: sólo hemos venido a conocerle. A él, y
a la ciudad. Si no nos gustan ni uno ni la otra, no volvemos y tan felices.

Pasamos unos eternos segundos en silencio, esperando. Edward se levantó momentos antes de
que sonaran unos golpecitos en la puerta, y entonces abrió.

—Buenas tardes, soy Charles Stefan— una cara amable y unos ojos vivaces, la versión adulta de
Danny, asomaron casi tímidamente por la puerta, clavándose sucesivamente en Edward, en mí y,
por fin, en el pequeño Daniel, que se tapaba los ojos contra mi cuello, como el día que conoció a
Edward.

Me levanté con el pequeño en mis brazos.

—Adelante, doctor, soy Edward Cullen —Edward le dio la mano y se apartó para franquearle el
paso.

Nos leemos el domingo noche o lunes por la mañana, espero. Besos a todas, y gracias por dejar
vuestra opinión.

Buenos días, chicas. Como siempre que puedo, estoy aquí antes del lunes. Os quería decir
que este es el antepenúltimo capítulo, y que el próximo (penúltimo...*sniff*) no lo subiré
hasta el sábado. Para compensaros, este es un poquito -no mucho-más largo de lo
habitual.

Hoy no voy a contestar todas las reviews, sólo agradeceros que, además de leer, me
recompenséis con vuestra opinión, comentarios, preguntas... haciéndome saber que estáis
ahí. Algunas sois tan fijas que, si no os leo en dos capítulos seguidos, me preocupo por si
no estáis bien ;)... otras aparecéis de vez en cuando para hacerme saber que seguís ahí y
que no os habéis cansado de esta larga historia. Gracias a todas. Es culpa vuestra que
haya llegado hasta aquí.

Bienvenida lizi rodrigues, ¡gracias por tus palabras!

Mil gracias a YoliCullen, por su supervelocidad vampírica en darme su opinión sobre este
capítulo; te deseo mucha suerte en lo tuyo, Yoli. Pensaré en ti. Y como siempre gracias a
Pegn y Maria José por su paciente ayuda capítulo tras capítulo, contra viento y marea ;)

Y, sin más, os dejo este... empezando la cuenta atrás.

Capítulo 65

BPOV

—Hola, doctor Stefan— me adelanté unos pasos hasta situarme frente a él y le tendí la mano.—
Soy Bella.

El buen doctor, como le llamaba Jasper, me miró un tanto boquiabierto, pero antes de que me
entraran ganas de carraspear sus ojos se fijaron en el bulto que tenía aferrado a mi cuello.
—Bella... Edward, por favor, llámenme Charles-dijo.

—Y...—acerqué mi boca a la oreja de Danny—¿Puedo presentarte?—susurré. Él asintió una sola


vez, sin levantar la cara.— Este es Daniel.

—Hola, Daniel—la voz del médico era profunda y serena.

El niño no contestó. Se estaba mostrando tímido, pero por lo menos estaba aceptando la
situación.

—Adelante, pase—me di la vuelta y me dirigí al sofá, con mi liviana carga en


brazos.—Siéntese—indiqué un sillón enfrente del sofá, sentándome yo en éste.—¿Quiere tomar
algo?

—No, no gracias—sonrió levemente, y entonces su parecido con Daniel fue más que evidente.
Inesperadamente eso me emocionó.

Su atención estaba ahora completamente centrada en el pequeño, quien seguía negándose a


dejar ver su carita. Edward se sentó a mi lado en silencio. ¿Qué pensamientos estaría leyendo?
Como yo no tenía su don, decidí que conversar con Charles y abordar el tema con naturalidad
sería lo mejor hasta que el niño se decidiera a enseñarle su rostro a su padre.

—Quiero agradecerle que haya confiado en nosotros. Sé que al principio la historia le sonó muy
extraña, pero usted mismo podrá comprobar que es cierto con las pruebas que quiera solicitar.

Charles no podía evitar mostrar una leve expresión de desconcierto. Y era lógico. Apenas hacía
una semana que le había llamado por primera vez para informarle de la situación y ahora nos
tenía a los tres frente a él. Nos miraba con una extraña mezcla de prudencia y curiosidad.

—Sí... No negaré que fue toda una sorpresa—explicó, sin perder de vista la morena cabecita de
Daniel.— Lamento haber sido tan grosero, Bella. Pero la historia al principio me sonó tan...
peliculera, por decirlo de alguna forma... que no pude evitar reaccionar así.

Ni te imaginas lo peliculera que es esta historia. El pensamiento casi me hizo sonreír, a mi


pesar... si el buen doctor supiera lo que éramos Edward y yo, o que JT había intentado
asesinarme atropellándome y que mi novio me había transformado en vampira para salvarme la
vida... eso sí era peliculero.

—Le comprendo perfectamente, no se disculpe—le sonreí con gesto comprensivo. — Pero


agradezca lo que sea a Danny. Si él no hubiera accedido a conocerle, no estaríamos aquí.

—Gracias entonces, Danny—la voz sonó dulce y se hizo el silencio.

Entonces el niño levantó la cara de su escondite durante dos segundos para echar un vistazo
rápido en dirección a Charles, contestó "de nada" y de inmediato volvió a taparse. El médico no
pudo esconder su sorpresa y alegría al vislumbrar aunque sólo fuera por poco tiempo la cara de
su hijo. Era evidente hasta para él que el niño se le parecía.

—La verdad —Charles retomó la palabra con un ánimo más ligero— es que con los días he
estado pensando, y he ido llegando a la conclusión que me estaban diciendo la verdad. Todo lo
que me han explicado sonaba muy razonable, y no he logrado ver qué iban a salir ganando con
todo esto. Lo que no me cuadraba mucho era que ustedes me hubieran encontrado antes que la
propia policía. Y, lo reconozco, he estado a punto de llamar a la policía varias veces... pero no lo
he hecho.
—Se agradece la confianza, Charles—Edward curvó apenas los labios.

—Sí... confianza, y que he pensado que meter a las autoridades en este asunto sólo iba a
complicar las cosas—se sinceró.—Quizá lo único que habría logrado sería empezar algún
interminable procedimiento burocrático de investigación que alejaría al niño de mí y de ustedes, y
he pensado que eso sería malo para él.

Un punto para el buen doctor. Ya estaba anteponiendo los intereses del niño a sus propias
inseguridades.

Entonces Edward recurrió a su sonrisa más seductora, y hasta el propio doctor Stefan pareció
deslumbrado.

—Entiendo su desconfianza, por eso le diré que contamos con información confidencial
proporcionada por la madre de Daniel cuando estaba ingresada en el psiquiátrico, información
que la policía aún desconoce. Y además tenemos un excelente servicio de detectives privados
contratado—dijo con suavidad, la voz tan seductora como la sonrisa.

Casi me hizo olvidar la versión "No apta" de lo que había sucedido en realidad. Y es que lo que
acababa de decir Edward era un eufemismo de "amenacé de muerte a tu ex y por eso no tuve
ninguna dificultad en que confesara, además de que tengo un cuñado hacker y sabemos hasta la
marca de calzoncillos que usabas cuando tenías veinte años".

Sí, definitivamente sonaba mejor lo que acababa de decir Edward.

En aquel momento Daniel giró la cabeza, los grandes ojos marrones observando a su padre.
Aunque continuaba aferrado a mí como un pequeño pulpo, estaba tan muerto de curiosidad que
ya no podía aguantar más. Charles le sonrió con simpatía y él parpadeó, imitando el gesto. Fue
muy gracioso verlos a los dos, y algo se derritió dentro de mí. Empecé a tener esperanza.

—Me tienen que poner al día con respecto a Danny... ya que él no me quiere contar sus cosas. A
mí me gustaría mucho saber cómo lo pasa bien, qué le gusta de comer y qué no... tengo mucha
curiosidad por cualquier cosa que me quieran explicar, la verdad. Y yo también podría explicarle
algo de mí. No siempre hago cosas tan aburridas como trabajar de médico.

Entonces Daniel se removió y lo solté, permitiendo que se recolocara en mi falda mirando de cara
hacia su padre.

—¿Eres médico?—su padre asintió con una sonrisa.—Bella y Edward también.

Charles nos miró, sorprendido, y me encogí de hombros.

—Sí, conocí a Daniel en el hospital donde me estaba especializando en pediatría.

Le dirigí al médico una mirada significativa... no era un tema en el que quisiera ahondar mientras
Danny estuviera escuchando. No quería despertarle recuerdos traumáticos y tensar más la
situación. Aunque tenía que reconocer que yo cada vez estaba menos tensa y más cómoda.

Charles fue rápido en captar mi mensaje y cambió de tema. Él conocía cómo su hijo había ido a
parar a un orfanato. Lo que no conocía eran todos los detalles de mi acogida del pequeño.

Daniel se iba animando por momentos y se atrevió a contestar algunas preguntas de su padre,
quien a la vez respondió a algunas de su hijo. Me gustó verles hablar. Al principio se les veía un
poco torpes, y Danny estaba muy tímido, irreconocible casi, contestando con monosílabos. Pero
conforme pasaban los minutos se abría cada vez más. Su padre lo miraba con dulzura y le
hablaba con sinceridad, y eso era algo que el niño captó al instante.

No quería forzar al pequeño, pero pensaba que era hora de estimularle un poco.

—Danny, ¿no quieres ver un poquito más de cerca a... tu padre? —le susurré en la oreja. Me
costó un poco decir las últimas palabras.

El pequeño no respondió, pero se quedó muy quieto durante unos instantes. Entonces se levantó
de un salto y, perdidos los miedos iniciales, se lanzó sobre Charles y le rodeó con sus bracitos.

La cara de Charles fue un poema. Frunció el gesto conteniendo la emoción mientras correspondía
suavemente al abrazo. Daniel le dio un beso en la mejilla y volvió a saltar a mi falda a velocidad
casi vampírica.

—Gracias—murmuró Charles, los ojos un poco brillantes.

Sonreí feliz, abrazando a Daniel contra mi pecho. Parecía que ambos se estaban aceptando.
Continuamos charlando, el ambiente cada vez más relajado, y al final el relax y la naturaleza
hicieron su trabajo y, sin necesidad de valeriana, Daniel se quedó dormido en mis brazos.

Me disculpé un momento para llevarlo a la gran cama de matrimonio. El doctor pidió


acompañarme y no perdió de vista al pequeño mientras rápidamente le ponía su pijama y lo
acostaba sin que siquiera se hubiera despertado. Entonces volvimos al salón y nos volvimos a
acomodar en nuestros sitios.

—Es un niño muy dulce y es evidente que les quiere mucho... Sobre todo a usted, Bella.

—Por favor, tutéeme— pedí, y él asintió. — Nosotros —miré a Edward y le tomé la mano—
también le queremos, pero cuando descubrimos que tenía un padre y era usted... no nos pareció
justo que siguieran sin conocerse—suspiré.

—Eso te honra. Porque estoy seguro de que estás haciendo un esfuerzo con esto—el doctor me
miró con calidez y empatía.

Me encogí de hombros y apreté los labios, esforzándome por ahuyentar la sensación de tristeza y
pérdida que latía dentro de mí entremezclada con la alegría de ver que las cosas entre Daniel y
su padre parecían encarrilarse.

—Todos hemos sido víctimas de aquella mujer. Pero ya que podía intentar poner remedio a algo
del daño que hizo, quería intentarlo— murmuré.

El doctor asintió en silencio, y el momento pareció ser el pistoletazo de salida para nuevas
confidencias.

— Jane y yo estuvimos viviendo juntos una temporada—comenzó Charles.— Nos conocimos en


el hospital donde trabajaba antes, ¿sabéis?—nos miró y tanto Edward como yo pusimos cara de
acabarnos de enterar.— Ella era enfermera y trabajaba en el turno de noche de la planta de
Medicina interna. Era guapa, encantadora e inteligente, y yo admiraba cómo se preocupaba por
su hermano, sus cuidados. Yo era el endocrinólogo de su hermano y ella le acompañaba a todas
las visitas.—Levantó la mano y se mesó el pelo con un gesto de dolor.—Nunca pude comprender
cómo pudo suceder aquello... la sobredosis de insulina que sufrió su hermano. ¿Podéis creer que
me sentí culpable durante meses? Ella estaba tan entera, tan valiente después de haber perdido
a un ser querido... consolándome a mí —agitó la cabeza y abrió los ojos con incredulidad, viendo
la situación desde un nuevo prisma.—Jane era una mujer atractiva, y eso junto a esa actitud tan
amable y dulce...consiguió que me enamorara de ella. Salimos juntos durante varios meses.
El padre de Daniel quedó en silencio durante unos minutos, la mirada perdida en sus
pensamientos, hasta que pareció despertar de un ensueño.

—Lo siento— dijo de pronto.—Os estoy molestando explicándoos cosas íntimas. Y, la verdad, no
sé por qué. No suelo hacer esto pero... supongo que es porque la situación es tan extraña...
¿Exactamente qué le habéis explicado a Daniel de todo esto? No quisiera meter la pata.

—No te preocupes—repuso Edward, quien mejor conocía lo que sabía Danny.—Él sabe lo más
importante, que su madre estaba "enferma" y que no podía cuidar de él. Y sabe que no recibió el
cariño que merecía. Lo demás se lo pensábamos explicar con el tiempo.

—De acuerdo...—Charles aún parecía dubitativo.—Vosotros le conocéis mejor que yo.—Una leve
tristeza teñía estas últimas palabras, y de pronto su cara mudó a una de ira.—No me puedo hacer
a la idea...¿Cómo fue capaz de hacernos eso? ¿De hacerle eso a su propio hijo? Primero nos
separa y luego...—su rostro expresó horror— todo eso de fingir que el niño estaba enfermo. Es...
repugnante. Hacer sufrir a su propio hijo... a mi hijo. Depués de robarme los primeros años de su
vida—sus ojos brillaron de nuevo y bajó la mirada, sin poder decir nada más.

—¿Estás seguro de que no quieres tomar nada?—insistí con suavidad.

—No... no gracias—levantó la mirada y sus amables ojos marrones se encontraron con los
míos.—Bueno, la verdad es que me iría bien un té.

De inmediato Edward se levantó y tomó el teléfono, haciendo un pedido al servicio de


habitaciones. En unos minutos teníamos al camarero a nuestra puerta.

—Espero que no te importe que nosotros no tomemos, hacemos una dieta especial —le dirigí mi
mejor sonrisa y entonces su boca se abrió y parpadeó rápidamente.

Por las pruebas, parecía que yo le iba cogiendo el truco a esto de la seducción vampírica. De
pronto Charles sacudió la cabeza, reaccionando.

—¿Una dieta que incluye vivir sin té? Mmmm, yo no podría—sonrió y se sirvió una taza de la
aromática bebida.

Entonces le resumí a Charles mi parte de la historia, empezando desde el ingreso de Daniel en el


Hospital de Forks, pasando por la huída de la madre con el niño cuando sospeché de ella y
terminando por nuestro encuentro fortuito en urgencias del Hospital Infantil de Seattle. Omití las
partes más truculentas como el intento de asesinato que había sufrido por parte de su ex novia.
Eso era algo que ni siquiera sabía la policía. Terminé contándole el resultado de la investigación
policial y, evidentemente, le oculté la participación de Jasper en todo el asunto.

Durante todo mi relato su cara no daba de sí para expresar sorpresa y consternación. Cuando
terminé estuvo unos minutos en silencio, procesando toda la información.

—Demostraste mucha intuición al sospechar de Jane ya en el hospital de Forks... mucha más que
yo—suspiró, con tristeza.— Aún me parece increíble que hiciera lo que hizo...Pero es cierto que,
pasados los primeros meses de enamoramiento, comencé a notar que ella tenía problemas. Su
autoestima era muy baja, y su necesidad de reafirmarse, de atención y de cariño no tenían
límites. Comencé a agobiarme un poco. Cuanto más le daba más quería, era como un pozo sin
fondo. Me di cuenta de que el cariño que ofrecía no era más que una forma de buscar que se lo
devolvieran con múltiples intereses. Pero aún así seguía enamorado...—se inclinó hacia delante y
apoyó la barbilla en una mano, pensativo. A pesar de lo que me explicaba contuve una sonrisa
porque estaba haciendo un gesto muy propio de Daniel— Entonces fue cuando murió aquella
chica. La novia de su hermano. Fue en el 2005. Jane la odiaba porque la había acusado de matar
a su hermano, pues decía que era imposible que su novio hubiera cometido un error así. Y un día,
cuando la chica estaba ya muerta... en una conversación con Jane mencioné la mala suerte que
rodeaba a su familia. Y de pronto vi algo... extraño en su mirada. En su actitud. Ella me miró de
otra forma. No sé qué fue. Pero al día siguiente cuando volví del trabajo se había llevado todas
sus pertenencias, y no supe más de ella. Hasta que hablé contigo, Bella —nos miró primero a mí
y luego a Edward, con una especie de melancolía. —Gracias. A los dos.

—No tienes que darlas—me aclaré la garganta, un poco afectada por todo, y más aún por lo que
estaba a punto de decirle.—Quería hacerte una pregunta importante. ¿Crees que Daniel puede
encajar en tu vida en estos momentos? Quizá habrá alguna mujer, o tu trabajo sea muy
absorbente. ¿En qué medida crees que puedes hacerte cargo de él, si es que quieres hacerlo?

—En la medida en que él y vosotros queráis. Y sí, quiero hacerlo —respondió sin dudar un
instante. A pesar de que debería alegrarme, me dolió su respuesta.— Pero no quiero
traumatizarle, es evidente el apego que os tiene, y creo que lo que más necesita es seguridad.

—De acuerdo. Creo que lo hablaré con él mañana, y ya te comentaré cómo ha reaccionado. Lo
más importante es cómo se sienta él con todo esto.

—Estoy de acuerdo—repuso.—Bien... si me disculpáis, mi vuelo sale mañana por la tarde y aún


tengo que preparar algunas cosas. ¿Creéis que nos podríamos ver mañana y comer juntos?

Entonces se levantó, y Edward y yo le imitamos. Miré a mi novio por unos instantes, y él asintió.

—Claro—sonrió.—Mañana por la mañana te llamamos al móvil y quedamos. Nosotros aún


tenemos algunos días más para estar por aquí.

—Siento no poder haceros de guía— sonrió él, tendiendo su mano.—En otra ocasión. Espero que
sea pronto.

—Sí, en otra ocasión—le acompañé a la puerta.

Cerré la puerta y cuando me giré casi choqué con Edward, pues estaba parado a escasos
centímetros detrás de mí. Alcé la cara buscando la suya. Sus ojos dorados me pedían permiso
para conocer mis pensamientos, pero me negué a abrirle mi mente.

—¿Estás bien?—inclinándose un poco clavó sus iris en los míos, sondeándome.

—Sí... bueno, es una sensación agridulce, ¿sabes? Es como sentirse mal y bien al mismo tiempo.
Es... extraño. —Era la verdad. Tenía una sensación mezcla de euforia y tristeza que me
desconcertaba.

En el dormitorio se oía la tranquila respiración de Daniel. Sintiendo que me pesaban los pies, me
acerqué a la cama y me acosté en el otro lado de la enorme cama, contemplando el rítmico
ascenso de su pecho. Edward se quedó en la sala, intuyendo mi necesidad de estar sola con el
pequeño.

Alargando una mano, toqué su cabeza y acaricié sus cabellos con suavidad. Se removió un poco
y cambió de postura, acostándose boca arriba. Dormía sereno, y de vez en cuando una tenue
sonrisa aparecía en su rostro.

Lo que importa es que él sea feliz.

No supe cuánto tiempo había pasado así, contemplando el tranquilo sueño del niño, pero cerca
de la madrugada Edward entró en la habitación y se acostó detrás de mí. Pasando un brazo por
mi cintura, me abrazó acercándome a su cuerpo, como cuando yo dormía y él se quedaba
conmigo toda la noche. Puse mi brazo encima del suyo, y me relajé, acompasando mi respiración
al movimiento de su pecho en mi espalda. Cerré los párpados, disfrutando del contacto con él, de
la forma en que mi cuerpo y el suyo se amoldaban... de su aroma envolviéndome.

—Todo saldrá bien, amor—murmuró contra mi cabello, perfilándome la cara con la yema de sus
dedos.—Es un buen hombre. Y a Daniel le gusta.

—Lo sé—susurré.—Lo sé— repetí, sonriendo con los ojos aún cerrados, dejándome llevar por la
lenta sensualidad que emanaba de nuestra íntima proximidad.

Él rozó la piel de mi cara y de mi cuello, pausadamente, sin dejar un solo centímetro cuadrado sin
acariciar, despertando el anhelo de su tacto en cada poro que rozaba, estimulando cada
terminación nerviosa... Mis sentidos entumecidos iban despertando bajo su toque, y mi cuerpo
tomó vida propia, apretándose más contra el suyo.

Se incorporó levemente y su boca rozó apenas la piel de mi oreja. Un dulce escalofrío recorrió mi
espalda.

—Quiero hacer que te sientas bien, amor. Pero tienes que pedírmelo— su voz aterciopelada era
una sensual caricia.

Entonces enroscó sus brazos alrededor de mi cuerpo con fuerza, como si un aro de acero me
hubiera rodeado de repente. Un gemido involuntario se escapó de mi garganta. En estos
momentos comprendía cuánto se había controlado cuando yo era humana, y la delicadeza con la
que me había tratado. No podía respirar. Mi cuerpo, inicialmente tenso, iba respondiendo por fin,
abandonándose en sus manos. Manteniéndome sujeta, se movió de nuevo hasta alcanzar mi
cuello. Sus labios y su dulce aliento rozaron apenas la sensible piel, avivando la recién encendida
llama de mi deseo.

—Oh... sí...Edward. Pero aquí no-susurré.

—No. Aquí no. Pero antes pídemelo, cariño. Dilo —murmuró, y su lengua lamió con delicadeza el
lóbulo de mi oreja, descendiendo por mi cuello, bajo mi mandíbula...espoleando mi deseo.

—Hazme el amor, Edward... ¡ah!—apenas había terminado la frase y él me levantó de la cama,


cargándome sobre un hombro como si fuera un saco de patatas.

—Bájame—protesté sofocando la risa para no despertar a Danny.

—Ni hablar, este viejito te da a dar una lección ¿o creías que se me había olvidado?—su susurro
sonó excitante y amenazador mientras salía del dormitorio.

De esa guisa me llevó hasta el cuarto de baño, y tras quitarnos los zapatos a ambos se metió,
conmigo aún cargada, en la enorme bañera. Abrió el grifo de la ducha sin siquiera quitarnos la
ropa y tras depositarme en el suelo silenció mis protestas aplastándome contra la pared con un
beso ardiente. Nuestras ropas se empaparon en un instante, y gemí contra su boca, sintiendo el
sabor de su lengua en la mía, su olor exquisito intensificado por la humedad, sus manos por
dentro de mi ropa, acariciando con destreza mis pezones, apretando mis pechos, dibujando mi
cintura y mis caderas. Las mías se perdieron por su espalda y sus nalgas, tocando con rudeza,
casi arañando, cada uno de sus tensos músculos.

Mi necesidad de él era aguda, dolorosa, intensa. Tenía razón. Me sentía bien con él entre mis
brazos, con mis manos sobre su cuerpo, llena de su olor, de su piel, del sonido de su placer.
—Mírame, amor. Dime cómo te sientes —ronroneó contra mi boca, sus dedos perdiéndose entre
mis piernas.

El agua caía sobre ambos, y su cara y cabellos mojados, los magnéticos ojos negros y su
expresión de salvaje lujuria me recordaban el día que hicimos el amor bajo la lluvia.

—Bien—balbuceé entre jadeos pues sus diestros dedos estaban tocando los puntos justos para
hacerme temblar la voz tanto como el resto del cuerpo.

—¿Sólo bien?—su voz sonó burlonamente incrédula.—Dioses, Bella, estás más mojada por
dentro que por fuera. Quizá este viejito podría hacer que te sintieras mejor... O no.

Retiró sus dedos y en mi pecho vibró un gruñido de ira. Entonces le arranqué la húmeda ropa de
una sola vez y me miró con un brillo divertido y pícaro en sus ojos oscuros.

—Vaya... ya has aprendido—murmuró mientras él hacía lo mismo con la mía.

Le tomé por la nuca y acerqué nuestras bocas; le besé con brusquedad, mordiéndole el labio y
lamiendo con fruición las gotas de sangre que brotaron de él. Eso le descontroló por completo y,
gimiendo con fuerza, me tomó por las nalgas, me alzó y se hundió en mí de una sola embestida.
Grité en su boca y enrosqué mis piernas en sus caderas.

—¡Por dios, Edward, sí!—me adherí a su duro cuerpo, sintiendo la húmeda y fría pared del baño
detrás de mí.

—Grita, Bella—su cuerpo se hundió profundamente en el mío.

—No... me... pueden oír—farfullé entre gemidos —Y está Daniel.

Entonces él fundió sus labios con los míos y volvió a embestir, duro. Grité y el sonido se perdió en
su boca. Una, y otra vez. Una embestida tras otra. Bebía con avidez cada uno de mis gritos como
si su pasión se alimentara de ellos.

—Edward...—gemí, al borde del abismo— Edward.

—Bella... vente conmigo—susurró, volviendo a embestir.

Y entonces mi clímax estalló arrastrándonos, uniéndonos y liberándonos. Le abracé con fuerza


hundiéndome por completo en el mar de placer que él me hacía sentir.

Tras unos minutos se sentó en el suelo de la bañera, sin salir de mí ni soltarme, y yo quedé
sentada encima de él, las piernas aún enroscadas a su cuerpo. El agua de la duchaba seguía
cayendo y, alargando una mano, cerré el grifo. Luego acuné su cara entre mis manos y le besé
con suavidad, sonriendo.

—No ha estado mal para un viejito.

Edward alzó una ceja y en un movimiento rápido me tumbó en el suelo de la bañera, con su
cuerpo aplastando el mío, su cara a escasos centímetros, y sin mediar una palabra su boca
devoró la mía, demostrándome que para su edad se recuperaba muy rápido.

Gracias por dejar vuestros comentarios. Besos a todas.

.
Buenas noches. Ya casi es sábado y estoy aquí con el penúltimo. Os comento que es un
capítulo un poco atípico, con menos diálogo y más recuerdos de Bella que los otros, pero
ha tenido que ser así para no dejar temas importantes abiertos ni alargar el fic todavía
más... y sí, huele a despedida. Ya sabéis que es la primera historia que escribo, me da
mucha pena terminarla, pero debe haber un final. Y no, no creo que escriba un epílogo. Mi
idea a dia de hoy es esa, igual cambio.

El siguiente será el sábado de la semana que viene. Sí, sé que es una semana pero es el
último, así que tampoco hay prisa, ¿no? Aunque si lo termino antes, como este, lo
postearé el viernes.

Gracias a Pegn y Maria José, y en especial con este capítulo a YoliCullen.

Bienvenidas Carlota, yolabertay, Fran Ktrin Black ,MixelintheDark !

Sobre vuestros comentarios del 65:

v. cullen, a mí también me da penita que se acabe. Me alegro de que te gustara y te


pareciera tierno. Besos.

Gegargas, yo también me pido un viejito así, jeje. Besos para ti también.

YoliCullen, muchísimas gracias a ti por tu ayuda y por dejarme a mí entrar en tu vida, y


mucha suerte con tu frío.

Cris Cullen Black, me alegro de que pienses en el padre de Danny, es una marranada lo
que le hizo su ex.

Kisara Mansen, veremos qué podemos hacer con lo del padre de Danny y Bella ;).

ludgardita, "Vaya ducha, si a estos dos el agua les va mucho " jajaja, y otras cosas les van
más XDD.

I love Edward, gracias por seguir ahí a pesar de tus tareas, preciosa. "todas queremos un
Edward hahahahaa" Sí, diría que sí ;).

Nurymisu, te voy a conseguir bragas a buen precio, una clienta mía vende XDD. ¡Desde mi
casa te he oído gritar! jajajaja. Por supuesto que tenemos una cita pendiente, y esta vez
pago yo ;)

litzy, muchas gracias por tus palabras, no sufras por nuestros chicos, veremos qué pasa
hoy.

PRIGSPE, pues hoy leeremos qué ha pasado.

Deysi María, gracias por tu comentario. Espero que tengas suerte en tus exámenes!

Naya, sí, la situación es difícil. Me alegro de que te haya gustado el encuentro.

bellaliz, sí que es un hombre bueno... veremos qué pasa con eso. Y no, dije que postearía
el sábado, no el jueves ;)

CindyLis, sí, lo de viejito Bella lo ha pagado, pero yo también lo pagaría así ;)

Pegn, muchas gracias por tus mayúsculas. Gracias a ti por tu ayuda :*

audreybaldacci, nena, gracias por tus palabras. Me gustan tus sugerencias para que Danny
no salga de la vida de Bella.

Anaidam, loquita, lo que me reí con los patos y el buen doctor enamorado de Edward. Me
alegro de que hayas orbitado un rato, y gracias por esas bonitas palabras!

Carlota, te pusiste al día pronto!, y gracias por tus palabras. Yo buscaba ese punto adulto
para la historia ;)

mimi. rp9, gracias por tu comentario. Yo me siento como tú, tengo ganas de terminar pero
me da pena. En fin...

yolabertay, 5 días leyéndome! Wow. Gracias, guapa.

Fran Ktrin Black, y tú 4 días leyéndome! Wow también. Gracias y miles de besos para ti.

lizi rodriguez, muchas gracias a ti por tus palabras, :-*. Muchos besos.

liduvina, gracias.

yamira hrdz, pronto sabrás de Angela.

MixelintheDark, tienes razón, personas así no deberían tener hijos. Besos y gracias.

Capítulo 66

BPOV

—¿Qué harás cuando termines la especialidad, Bella?—preguntó la voz de mi curiosa


compañera.

Victoria Reed, la pelirroja residente de pediatría, era agradable y me había ayudado mucho en mi
adaptación al Hospital General de Massachusetts. Aunque seguía sin encontrar en ninguno de
esos grandes hospitales amigas como las que había hallado en Forks, por lo menos tenía buena
relación con unos cuantos residentes de uno de los hospitales más prestigiosos de USA, y el
ambiente no era tan hostil como en Seattle.

—Casarme—respondí de forma casual, como si hablara del tiempo.

Vi cómo se desencajaba su mandíbula durante unos segundos, pero duró poco. En seguida
recuperó la compostura, y me miró mosqueada.

—Me tomas el pelo, ¿no?—frunció el ceño.

Apoyé el montón de historiales que llevaba sobre la mesa del control de enfermería y tomé el
primero de ellos.

—Puede ser— le sonreí misteriosamente y me centré en las gráficas de constantes vitales,


ignorando su gesto de frustración.

Mi llamativo anillo de compromiso no había pasado desapercibido en el Hospital General, pero en


mi nueva vida me había vuelto muy reservada y nadie sabía nada con certeza sobre mi futura
boda con el residente de cirugía más deseado del prestigioso hospital.

Deseado... era decir poco. Desde que había puesto el pie en el hospital, Edward había pasado en
décimas de segundo de ser el "cuñado de Rosalie Cullen", la guapa traumatóloga, a ser el
"sexydoctor Cullen", alias "cirujano-rompecorazones", alias "Tíobueno Cullen" y otros alias más
explícitos. Las peores eran un grupo de internas que querían hacerle un templo al cirujano que
estaba como un dios. Prefería no recordar las palabras que salían de sus bocas cuando creían
que ni Edward ni yo las escuchábamos.

No podía leer la mente como él, pero mi oído agudo en muchas ocasiones no era precisamente
una bendición.

Yo también tenía mi particular club de fans, pero lo de mi prometido era superlativo. Aprendí a
controlar mis celos, un fenómeno que estaba experimentando extrañamente con más fuerza
ahora que era vampira y, al parecer, más atractiva que antes cuando era humana. Edward me
había explicado que era normal, que los instintos y las emociones eran más poderosos y
profundos en los vampiros. Así que ahora tenía que lidiar con las ganas de arrancarle la cabeza a
alguna de las doctoras y enfermeras que se nos cruzaban a diario más o menos a propósito. Y el
cielo sabe el esfuerzo que estaba haciendo.

El General era un gran hospital con mucho flujo de residentes de USA y otros países, y no llamó
la atención que Rosalie, quien por otra parte era una profesional muy respetada en el centro, nos
"ayudara" con el traslado de centro docente de Seattle a recuperar todos los meses que teníamos
pendientes para que nos dieran el título, Edward y yo terminaríamos la especialidad este mismo
mes.

Acababa de empezar la primavera, mi época favorita del año, y mi boda con Edward estaba
cercana, lo que me despertaba sentimientos encontrados. Por una parte me emocionaba la
proximidad de celebrar nuestra unión delante de nuestros seres queridos. Pero, además de tener
miedo escénico, a ratos mis ánimos estaban bastante decaídos. Y tenía motivo para ver
empañada mi felicidad. Mi padre no vendría a mi boda. Además, estábamos cerca de la Semana
Santa y eso me recordaba con intensidad las felices vacaciones de mis padres en Forks. Hacía
un año que les había presentado a Edward. Hacía seis meses que sabían que ya no era humana.
Pero mi padre todavía continuaba negando la realidad, insistiendo en que debía verme algún
especialista porque estaba claro que sufría alguna enfermedad, y culpaba a Edward de todo.

No nos habíamos visto desde aquel triste día en que salió por la puerta sin mirar atrás. Yo había
hablado muchas veces del tema con Renée. Ella también llevaba muy mal la reacción de Charlie,
pero en cuanto a lo mío... lo estaba superando poco a poco. Y me había prometido venir a mi
boda.

Me esforcé por centrarme en mi trabajo y dejar de pensar en mi padre y abrí el siguiente historial,
repasando los datos y constantes vitales del niño trasplantado del hígado. Estaba a punto de
recibir el alta, y yo me alegraba de poder estar presente. Había habido algunas complicaciones,
pero al final todo había resultado bien. Era uno de los pacientes que había compartido con
Edward.

Y entonces fue cuando lo sentí... como siempre, cada célula de mi cuerpo parecía vibrar cuando
él estaba cerca. Y ni siquiera había salido del ascensor. Terminé de escribir en el momento justo
en que las puertas del elevador se abrían y le vi salir, acercándose por el pasillo con aquel paso
felino que me extasiaba. Su atención parecía concentrada en el historial que tenía entre manos,
pero yo sabía que estaba disimulando. Fue como si quisiera recordar el primer día que nos
conocimos.
Sonreí a mi pesar, rememorando demasiado bien aquel primer encuentro.

Victoria se giró para ver qué era lo que estaba captando mi atención y su boca volvió a abrirse un
palmo.

—Dios, es...es... está buenísimo –murmuró y se giró hacia mí, que no perdía de vista el avance
de mi futuro marido.— Perdona que sea tan sincera, Bella—me dijo sonrojada, y no pude evitar
sonreír.

—No te preocupes... estoy harta de oírlo—me encogí de hombros.

Cuando Edward estuvo a pocos metros de nosotras levantó sus ojos ámbar y vi que brillaban con
humor.

—Doctoras...—sacudió la cabeza levemente.—Buenos días —sonrió y escuché el ritmo cardiaco


de mi compañera acelerarse peligrosamente.

—Buenos días, Edward—siempre mantenía una distancia profesional con mi futuro marido dentro
del trabajo.— Ahora mismo íbamos a ver a Thomas. Me gustaría poder darle el alta pronto—tomé
la historia del niño y señalé los datos.—Parece que todo está en orden. Diuresis, tensiones,
temperatura... no hay signos de rechazo del órgano.

Edward no miraba la historia sino a mí, acariciándome con sus hipnóticos ojos.

—No los hay, es cierto. Está evolucionando muy bien. Espero que podamos darle el alta antes de
terminar la residencia—su voz suave y musical evocó en mí involuntarios pero bienvenidos
recuerdos de la noche previa...mmmm, era una gran ventaja lo de no tener que
dormir.—¿Vamos?—me miró arqueando una ceja, conteniendo una sonrisa a duras penas.

Eeh... ¿me he olvidado de mi escudo otra vez? Espero que no me haya leído los pensamientos.

—Lo he hecho—dijo camino de la habitación del pequeño Brian, y se me escapó un pequeño


jadeo.

Victoria nos miró sin comprender, pero no preguntó nada. Mientras caminaba al lado de él sentí
una intensa sensación de sonrojo, aunque sabía que sólo era eso, la sensación que mis nervios
recordaban al sonrojarse, pero que no estaba pasando.

Edward y yo habíamos seguido bebiendo el uno del otro, y el único efecto secundario –si es que
lo era— que habíamos apreciado era que mi escudo se iba volviendo cada vez más débil, pero
únicamente con él. Tanto que últimamente caía por sí solo, muchas veces sin que me diera
cuenta. Podía subirlo a voluntad pero ocultarle mis pensamientos tenía que ser cada vez más un
acto voluntario que algo automático. A veces también pensábamos que esto era algo natural en la
cada vez mayor intimidad que teníamos, así que hasta qué punto era consecuencia de beber la
sangre el uno del otro... no lo sabíamos. Y tampoco perdíamos mucho el tiempo pensándolo.
Simplemente disfrutábamos del placer de la mutua, confiada y absoluta entrega.

Hice un enorme esfuerzo para olvidarme del recuerdo de Edward bebiendo de mí y abrí la puerta
de la habitación de nuestro paciente.

—Buenos días, Thomas—sonreí al niño y a su madre, y me sumergí de nuevo en mi trabajo


cotidiano.

Lo sería ya por poco tiempo.

Está bien, Bells... inspira, espira, adentro, afuera...


Estaba histérica y era la mejor forma de calmarme. Me esforcé por acompasar mi respiración y
me coloqué sobre la cama en la postura del loto, recordando las clases de yoga a las que había
ido con mi madre. El profesor siempre había insistido en lo mismo: Si obligas a tu cuerpo a
mantener una postura relajada, tu mente le seguirá.

¿Y por qué coño no lo consigo? Calma, calma. Inspira, espi...

El sonido de pasos que se acercaban me sobresaltó más aún dado mi estado. Eran los pasos de
cinco vampiros. Me pasé las manos por la cara, presa del pánico.

Entonces Edward abrió la puerta de nuestro dormitorio.

—Vaya, casi esperaba no encontrarte aquí—pronunció en tono socarrón y se apartó, cediendo el


paso a los cuatro restantes vampiros.

—Mira que eres exagerada, Bella Swan... — Rosalie se plantó al lado de la cama con los brazos
en jarras, mirándome con una mezcla de reprobación y humor en su expresión.

Alice se lanzó sobre mí y me abrazó efusivamente, y no pude hacer menos que corresponder a
su gesto, feliz a pesar del miedo que mi cuñada me inspiraba en estos momentos. Jamás me
había resultado tan temible como ahora.

Se sentó en la cama y me tomó la cara entre sus manos.

—Todo saldrá bien. No querrás hacer caso de la propuesta de tu prometido y casaros en Las
Vegas, ¿verdad?—me suplicó después de dirigirle una mirada asesina a su hermano.

Mierda. Debió verlo en una de esas contadas veces en que, de forma voluntaria, anulaba mi
escudo con Edward... y con el resto del mundo. Cada vez me resultaba más fácil hacerlo sólo con
él, pero aún así alguna vez me despistaba.

—Tío, ¿lo dices en serio?—Emmet, al lado de Edward, lo miraba con gesto alucinado mientras le
daba un amable codazo.—Tú no aprecias tu vida, ¿verdad?

—Em, es que no sabes cómo está Bella estos últimos días. No pude evitar insistirle—explicó mi
novio, sin un ápice de arrepentimiento a pesar de la mirada envenenada de Alice.—Está tan
asustada por la boda que pensé que así facilitaría las cosas—la dulce mirada de Edward se posó
sobre mí y sonrió.— Hasta que Alice llamó y nos amenazó de varias formas. No es por nada,
Jasper, pero menudo lenguaje tiene tu mujer.

—Puedes jurarlo. Y sí, Emmet, se lo habían planteado en serio —afirmó Jasper, saliendo de
detrás de ambos vampiros y acercándose a mí.— Tuve que emplearme a fondo para calmar a mi
mujercita del ataque que le entró cuando os "vio" casándoos en una capilla en esa ciudad perdida
en medio del desierto—lució su arrebatadora sonrisa.—Por cierto, Em, paga—tendió la mano con
la palma hacia arriba.

—Eh, eh, no te pagaré hasta que los vea casados conforme Alice manda.

—¿Habíais apostado que me fugaría con Edward?—pregunté incrédula. Miré a Edward, quien se
encogió de hombros.

—Venga, venga,—Rose se separó de mi lado y se encaró a los chicos—vamos a empezar el


ensayo del peinado y maquillaje, y Bella se va a probar el vestido, así que largo—movió los
brazos como si ahuyentara moscas, ante lo cual los tres altos vampiros retrocedieron fingiendo
estar asustados.
—En serio, Emmet, cuando se pone así da miedo... es como una bruja —Jasper se agachó a
tiempo para que el cepillo que Rose acababa de lanzar contra su cabeza chocara contra la pared.

—¡FUERA!

Las risas de los chicos duraron un buen rato hasta que se hizo el silencio.

—Vamos, mírate en el espejo, Bella.

—No. Ojalá... ojalá no me reflejara en el espejo, como los vampiros de las películas. ¡Ojalá fuera
invisible!—exclamé con un átomo de esperanza en que se me concedía ese don si lo pedía en
voz alta.

Rose y Alice rodaron los ojos al mismo tiempo y, tomándome una por cada brazo, me llevaron
casi en volandas y sin ningún esfuerzo ante el espejo de cuerpo entero del vestidor.

—Vamos, mírate—ordenó Rosalie.—Deja de comportarte como una cría. Dentro de poco vas a
ser una mujer casada—regañó.

La miré ofendida, pero consiguió su propósito, y por fin me atreví a mirarme en el espejo. Si no
me gustaba el resultado siempre me quedaba Las Vegas.

Me froté los ojos. La Bella del espejo me miraba incrédula y boquiabierta, y a pesar de eso...

—Parezco una novia de verdad—fue mi tonto comentario, y Alice y Rosalie rieron.

—¿Y qué querías parecer? ¿La novia de Frankenstein? Y no es porque no nos haya costado
nuestro esfuerzo, pero el resultado merece la pena, ¿no?— se burló Alice.

—Quiero decir...—parpadeé ante el espejo, casi maravillada al ver cómo mi imagen hacía lo
mismo— quiero decir que nunca me había imaginado de novia, jamás. Nunca me han gustado las
bodas...

—No hace falta que lo jures—rezongó Alice, interrumpiéndome. La miré ceñuda y levantó las
manos en señal de rendición—Lo siento.

—Déjame explicarme. No me gustaban en parte porque lo veía todo artificial: el vestido, la


ceremonia... pero ahora que me veo así, me veo como novia. No es un disfraz, me siento como
una novia... no sé si me explico— suspiré, dejando caer mis hombros con frustración.

—Sí—repuso Alice mirando a Rosalie y ambas sonrieron de oreja a oreja.—Bueno, no es que te


expliques muy bien, pero se te entiende perfectamente. Gracias.

—Gracias a vosotras—las abracé por la cintura, una a cada lado, y miré la bonita imagen que nos
devolvía el espejo.

Había otro motivo por el que me asustaba la idea de casarme. No soportaba ser el centro de
atención, ni que fuera de un pequeño grupo de personas. Pero tenía mal arreglo, porque eso era
lo que se suponía que tenía que ser la novia. Afortunadamente la boda se celebraría en la casa
Cullen de Forks, y con pocos invitados. Carlisle había prometido al viejo Quil y a Billy Black que
no vendría ninguno de los escasos vampiros no vegetarianos con los que se relacionaban los
Cullen (cosa que yo también agradecí). Sólo vendrían los más allegados pero yo no podía,
aunque me doliera, invitar a mis amigas del Comunitario de Forks, ni las que había dejado atrás
en Barcelona... Así que sólo vendrían Eleazar y Carmen, Tanya y su novio Alec, los Cullen al
completo, Siobhan y Maggie –dos vampiras irlandesas—, Amun y Kebi –egipcios— y como
humanos Daniel, mi madre y Angela... o eso esperaba. Me hubiera gustado invitar al padre de
Danny, pero era evidente que habría notado algo extraño en nuestro grupo.

Mi mejor amiga me había avisado de que no iría con Sarah, quien se quedaría en Forks con su
padre durante la ceremonia, pero por lo menos ella sí haría acto de presencia. La leal, valiente y
testaruda Angela había seguido visitándonos mientras habíamos permanecido en Seattle, y a
pesar de lo que yo me temía había conseguido contra viento y marea convencer a Jake para
vernos a Edward y a mí a los pocos días del parto. Jake se salió con la suya con su insistencia de
que quedáramos en un sitio público, al fin y al cabo estaba haciendo un increíble esfuerzo de
tolerancia. Así que alquilamos un reservado en un bonito restaurante de la ciudad donde ni
siquiera entró: se quedó esperando en la parte de fuera mientras la radiante Ang nos mostraba a
su primera hija. Sarah era preciosa, una muñequita de pelo oscuro y ojos grandes y negros. Se
parecía mucho a su madre, pero era evidente que había heredado el fino olfato de su padre
porque estuvo muy llorona e incómoda durante la visita.

—No os preocupéis, Sarah es bastante lloroncita...

—Angela, no te preocupes, la comprendemos muy bien.

—Tienes razón, Edward. Como si pudiera engañarte. La verdad es que aunque me pese yo
también la comprendo bien. Afortunadamente para mí ahora volvéis a olerme de maravilla los
dos, pero sé lo que ella siente. Pues ya te puedes ir acostumbrando como hice yo, pequeña,
porque ellos son los mejores amigos de tu madre... y tus padrinos.

Desde aquel día las volvimos a ver a las dos en las fiestas navideñas, y la pequeña seguía
mostrándose incómoda con nuestra presencia, pero había llorado menos. Esperaba que se fuera
acostumbrando.

—¿Ya tenéis las licencias de matrimonio, y los análisis corroborando que no tenéis ninguna
enfermedad venérea?—preguntó Emmet con seriedad teatral.

Estábamos todos en el comedor de la casa Cullen, y fuera caía una fina cortina de agua. Sonreí
mirando el cielo gris a través de la ventana. Parecía imposible pero había añorado Forks. Me
sentía en esta casa como si fuera mi propio hogar.

—Sí... –repuso mi prometido.—Gracias por echarnos una mano falsificando el análisis de sangre,
Jasper.

El rubio asintió con una sonrisa encantadora. Y es que en el estado de Washington era obligatorio
hacerse un análisis de sífilis y demás enfermedades de transmisión sexual antes de la boda.
Afortunadamente nuestro hábil cuñado nos ayudó a soslayar el paso.

—¿Quién será el maestro de ceremonias?—pregunté, pensando en el único humano que vendría


a la boda sin estar al corriente de nuestras especiales características.

—Un juez de paz de la región. No nos ha visto nunca, y probablemente no nos vea nunca más. Y
hasta probablemente olvide todo lo que vea—sonrió Rose mirando a su marido.—Es una lástima
que no venga el padre de Daniel. Me habéis hablado de él tan bien que me entran ganas de
conocerle.

Daniel y su padre pasarían juntos la Semana Santa, en Londres. Habíamos hecho coincidir
nuestra luna de miel con esa semana después de que Charles nos hablara de la posibilidad de
estar con su hijo durante esos días y de que Danny reaccionara con gran alegría cuando yo se lo
propuse.

Desde nuestra primera cita en octubre nos habíamos visto en cuatro ocasiones, la más larga de
ellas en las fiestas navideñas, pero no habían tenido ocasión para estar ellos solos más de unas
pocas horas. Para mí era emocionante ver cómo Daniel y su padre cada vez se despedían con
mayor tristeza, y eso me provocaba la habitual sensación agridulce, aunque cada vez era mayor
la parte dulce que la otra. Además, Edward y yo teníamos muy claro que nuestro siguiente
destino tras el viaje sería Londres. Tanto que acabábamos de alquilar una bonita casa en las
afueras de la ciudad, y en cuanto estuviéramos instalados empezaríamos a buscar trabajo,
porque del colegio de Danny ya se había encargado su padre. De momento podíamos tener una
especie de custodia compartida con Charles, con vistas a que, poco a poco, Daniel viviera
siempre con su padre.

Pero no era algo que fuera a suceder en poco tiempo, y me consolaba saber que podría seguir
disfrutando del pequeño durante unos pocos años más.

Bien, chicas. Como información extra os diré que en el Hospital General de Massachusetts no hay
pediatría, y que lo de los análisis de sífilis y demás es cierto.

Sé que los vampiros egipcios y los irlandeses no eran vegetarianos (por lo que recuerdo) pero
bueno... lo he cambiado porque me ha dado la gana, no tiene mayor importancia.

Espero no decepcionaros con el siguiente. Muchos besos y gracias por seguir ahí. Hasta el
sábado que viene.

¡Buenos días! Aquí os traigo el último capítulo tal como os prometí. Aviso: es largo, casi
como dos capítulos, para que no os quejéis de que no haya epílogo, tiene extra de miel y
azúcar, así que mejor lo leéis en ayunas, no os vaya a dar una sobrecarga de glucosa ;). Me
guardo la posibilidad de escribir un epílogo y publicarlo aparte, pero con este capítulo doy
esta historia por finalizada. Tampoco descarto algún outtake o secuela. Por otra parte hay
un par de ideas que me gustaría plasmar, una en forma de historia corta y la otra ya
veríamos, aunque esto aún no son más que planes en el aire. También es posible que, una
vez terminada mi terapia -este fic salió de mi frustración al leer Amanecer-, no necesite
escribir más.

El capítulo de hoy viene con música, opcional, de la banda sonora de New Moon:

www . youtube . watch?v=wI37QPjI3Vk

Dadle al play cuando Bella y Edward están ante el juez de paz.

Más cosas sobre el capi de hoy: yo siempre repito que no me gustan las bodas, dije (
Nurymisu y Anaidam son testigos) que no escribiría la boda, y no sé si es por tanto ver el
trailer de Amanecer (veréis que hay alguna referencia a él) o que mis personajes a veces
tienen voluntad propia, pero... ¡he acabado escribiendo la boda! Ah, y he tomado una idea
de mi serie favorita, "Friends"... las que habéis visto la serie la reconoceréis.

Respecto al capi previo, I love Edward, me hiciste una pregunta y sé que llego tarde pero
¡no tenía forma de responderla antes! Espero que te sirva para dentro de un año: mírate la
historia de Joseph Lister o Alexander Fleming, ellos dos solos han salvado millones de
vidas. También tienes a Santiago Ramón y Cajal, todo un luchador ;).

He disfrutado mucho escribiendo esta historia, y más aún viendo que había gente que
disfrutaba leyéndola. Quiero agradeceros a las lectoras que me dais vuestra opinión el
esforzaros por hacerlo, y animar a "salir del armario" a las que leéis y no decís nada...
porque todo el esfuerzo, y no es poco, que representa escribir cada uno de los capítulos se
ve recompensado cuando ves que alguien se atreve a opinar sobre él, o sobre alguno de
ellos. Y digo opinar... porque puedes decir "me gusta", o "no me gusta", desde un primer
momento he dicho que mientras fuera con educación se admitían los comentarios
negativos.

A quien más he de agradecer es a Maria José y a Pe: me animasteis desde los principios
de la historia, y a Yoli: has sido un gran estímulo en el final. Gracias, chicas. A una de
vosotras ya la conozco en persona, a las otras dos... espero que en una semana podamos
abrazarnos. Y gracias a las amigas que hice en el foro de crepúsculo , las "templarias", por
vuestro apoyo desde que la que "salió del armario" fui yo ;).

Como siempre, no tengo derechos sobre Twilight pero sí sobre esta historia -hacía mucho
que no lo decía-.

Capítulo 67

BPOV

—¡Ya está! Es una señal del cielo. ¡Lo sabía! No he de casarme, no tenía que casarme—farfullé a
toda velocidad mientras empezaba a caminar a lo ancho y largo de la habitación, intentando
recuperarme del shock de recibir aquella noticia.

Mi madre me miraba boquiabierta a pesar de que intentaba caminar a ritmo casi normal para no
asustarla. A decir verdad, desde que había llegado de Seattle la noche antes nos estaba
contemplando a todos boquiabierta. Ángela estaba más tranquila, pero me miró con
preocupación.

—Eh, eh, Bella Swan ¡para ya antes de que hagas un surco en el suelo de la habitación! Ninguna
de las bodas que he organizado se ha tenido que suspender, señorita—Alice me apuntó con un
dedo amenazador, como si de allí fuera a salir algún rayo desintegrador.—¡Ni una sola! Y que el
juez de paz esté con gastroenteritis no es motivo para hacerlo.

—¿No?—me detuve delante de ella y me señalé de arriba abajo.—¡Me puedo casar en bata y sin
peinar, me puedo casar desnuda, me puedo casar sin invitados, pero no me puedo casar sin
alguien que me case!

—¿Y quién te ha dicho que no hay nadie que te case?—se cruzó de brazos y arqueó una ceja,
noqueándome con la respuesta.—No es la mejor opción, pero servirá—remató con voz
profesional, encogiéndose de hombros.

Oh, oh.

—¿Quieres decir que vas a llamar a algún tipo de juez de paz sustituto o algo así?—pregunté,
frunciendo el ceño confusa.

—En este estado te puedes casar mientras tengas los análisis, la licencia de matrimonio y un juez
de paz. Y da la casualidad de que tenemos uno en la casa.
.

EPOV

—¡ESTÁS LOCA!—el grito de Bella se debió escuchar desde la playa incluso para oídos
humanos, estaba seguro. Hacía un buen rato que lo estaba esperando, y no me tomó de
improviso.

Bella salió disparada de la habitación que compartíamos en la casa de Forks, mi antiguo


dormitorio, con tan sólo una fina bata de seda cubriéndole el cuerpo y los cabellos ondeando
sueltos, seguida de Renée, Angela, Alice y Rosalie.

Se plantó ante mí con los ojos llameantes. Por dios, ¿cómo podía excitarme incluso en esa
situación? ¿Estaba enfermo o algo?

—Edward, no nos casamos. Hoy no. No con él de oficiante—señaló con el dedo.

—Bella, me ofendes—la voz de Emmet habría sonado dolida si no hubiera sido por la risita que
se le escapó al final.

—Emmet Cullen, no me vas a casar tú—mi futura esposa había sacado su fuerte carácter y clavó
su dedo índice en el pecho de mi hermano. Ver a una mujer menuda como ella llena de furia y
plantada ante el enorme vampiro-armario habría sido cómico de no ser por la situación.—Ni
hablar. No, no, no. Y no—remató al más puro "estilo Daniel".

Alice, detrás de Bella, me miraba suplicando ayuda. Vale, era hora de serenar el ambiente. Me
adelanté y me coloqué al lado de Emmet.

—¿Por qué, cariño?—miré a mi futura esposa apartando a duras penas los ojos de las curvas que
su fina bata marcaba alrededor de su cuerpo.—Emmet hace años que es juez de paz, aunque
nunca ha oficiado una boda, pero no creo que haya mayor problema. Tenemos los votos, y él
apenas ha de intervenir, ¿verdad Em?—enfaticé el "verdad" mirando a mi hermano de forma más
o menos amenazadora. El bajó los párpados en señal de asentimiento.

—Bella— se adelantó, le puso las manos sobre los hombros y la miró fijamente a los ojos. Los
suyos irradiaban sinceridad.—¿Crees que sería capaz de fastidiar tu boda con mi hermano? Es tu
primera boda, cuñadita, y sería incapaz de hacerlo. Podría fastidiar la cuarta o la quinta—sonrió
ampliamente—pero la primera... la primera no. Además, ¿no es mejor un pequeño toque familiar
en la ceremonia? Será algo más natural.

Bella se lo quedó mirando en silencio, pensativa. No se escuchaba más sonido en la habitación


que la respiración y el acelerado latido de Renée Swan, y el más tranquilo latido de la serena
Ang. Tras un largo minuto Bella asintió lentamente sin perder de vista los ojos de Emmet.

—De acuerdo. Pero si te pasas con ese toque familiar... si estropeas mi boda, estropearé yo tu
linda cara—lo miró ceñuda y entonces sí, tuve que aguantar la risa.

—Y tendrás ayuda, créeme—Rosalie sonrió de forma malévola y Alice asintió.

—Por cierto, lo de casarte desnuda... ¿iba en serio?—Emmet calló de golpe cuando lo fulminé
con la mirada.

El latido de mi futura suegra estaba volviendo de nuevo a la normalidad. Renée miraba a su hija
entre emocionada, alucinada y también un poco triste. Me centré en su mente, bloqueando todas
las demás de la habitación. Leí alegría por la felicidad de su hija, algunos pensamientos de temor
respecto al resto de vampiros que no conocía, y tristeza porque su marido iba a perderse esta
ocasión.

Charlie había accedido a duras penas a acompañar a Renée desde España "para que no viajara
sola", pero se había quedado en Seattle. Era algo que empañaba la felicidad de mi prometida, y
yo había estado tentado de ir a hablar con él.

—No, Edward. A mí no me coge el teléfono. Y no quiero ir allá y que no me quiera recibir. Sería
demasiado duro.

—Por eso, cariño. Déjame ir a mí. Podría hacer que entrara en razón, y si no me recibe no pasa
nada.

—Si no te recibe sería como si no lo hiciera conmigo. No vayas, Edward. Espero que con el
tiempo cambie de idea...pero de momento parece que mi padre no va a verme casar.

Recordé su expresión amarga al pronunciar esas palabras. Y desde entonces estaba cerrándome
su mente, probablemente para protegerme de los pensamientos que la entristecían, como solía
hacer últimamente.

BPOV

—Menos mal que no te puedes marear hiperventilando, Bella, porque lo estás haciendo desde
hace mucho rato—Angela, sentada en la cama detrás de mí y al lado de Renée, sonrió en el
espejo.

Me di cuenta de que tenía razón pero no podía serenar mi ritmo respiratorio. Rosalie estaba
terminando de dar los últimos toques a mi peinado, un recogido informal con un adorno de flores
de azahar a un lado, mientras Alice me daba un leve toque de maquillaje.

—Ali, no te pases, quiero que quede natural—refunfuñé cuando vi que tomaba el


colorete.—¿Desde cuándo un vampiro tiene las mejillas sonrosadas?—escuché el jadeo de mi
madre al escuchar la palabra y la miré, arrepentida de mi naturalidad.—Perdona, mamá.

—No, hija, perdona tú—se encogió de hombros y sonrió—. Tengo que ir acostumbrándome.

Ang la miró con empatía.

—Me ofendes, Bells—mi cuñada sacudió la brocha de colorete ligeramente en su mano, quitando
el exceso de producto.—¿Aún no confías en mí? –hizo uno de sus pucheros.

Estuve a punto de reírme cuando la puerta de la habitación se abrió y Daniel entró y se quedó
boquiabierto mirándome.

—¡Qué guapa!—no había piropo más sincero que el de un niño, así que sonreí a Alice y asentí a
su pregunta.

—Gracias, Danny. ¿Lo has pasado bien con el tío Jasper?—dije mientras él se acercaba y se
colocaba a mi lado. Me di cuenta de que mi madre lo miraba con ojos brillantes y me sorprendí.
Hasta ahora no le había mirado así.

—Sí. Hemos jugado en la playa. Pero abajo hay gente que no conoco—explicó.

Solía ser tímido con la gente que no conocía, y yo ya hacía rato que estaba escuchando la
llegada de los distintos invitados. Esa era la razón por la que estaba hiperventilando desde hacía
una hora. Por las voces que estaba oyendo, todo el mundo estaba ya abajo.
Todo el mundo, menos mi padre.

Agité la cabeza inconscientemente para librarme de ese hilo de pensamiento.

—Entonces quédate aquí con nosotras, si quieres—lo miré y le acaricié el pelo.—¿Ya sabes bien
lo que tienes que hacer?—Él asintió, muy serio.

—Sí, lo he repasado con Jasper.

—Daniel, ¿querrás hacer compañía a Renée durante la boda? —mi madre no le quitaba los ojos
de encima al pequeño.

El niño miró a mi madre y dudó un breve instante, pero de inmediato asintió con semblante cálido,
y se sentó a su lado en la cama.

—Gracias cariño— murmuró mi madre, quien pareció derretirse con el gesto de Daniel. Y eso me
hizo sentir mejor. Ya que mi padre no iba a estar, por lo menos ambos se harían mutua
compañía.

—Ya está—Rosalie se separó de mí y fue como una señal, porque Alice hizo lo mismo y se giró.
Iba a buscarlo...el vestido. ¡El vestido! Tragué con dificultad. Mi cuerpo estaba como entumecido.

—En serio te lo digo, deberías bajar tu... eso—dijo la vampira morena mirando de reojo a Daniel.
Intentábamos de no decir palabras delante de él que luego pudiera repetir.— Así Jasper te podría
tranquilizar—Alice se acercó con el precioso vestido confeccionado por ella misma.

—Cuando estoy así de nerviosa eso se vuelve más fuerte, es como... un mecanismo de defensa,
supongo. Pero lo intentaré—suspiré, y fue evidente que abajo todo el mundo nos estaba
escuchando, porque de inmediato sentí una sensación de paz. La intimidad y los vampiros,
pensé, soltando un suspiro.

Alice se quedó con la mirada fija, perdida en algún punto de su mente, con el vestido en sus
manos, y de pronto dibujó una lenta sonrisa. Renée la miró extrañada, Daniel, acostumbrado a
esas breves ausencias mentales de su tía no dijo nada, y Angela, Rose y yo clavamos los ojos en
ella.

—¡Ali!... Ali, ¿qué has visto?—era evidente que tenía que ver conmigo.

Mi cuñada agitó la cabeza con los ojos muy abiertos y expresión inocente.

—Sólo la boda... todo saldrá bien—mintió—levántate, vamos a ponerte el vestido.

Sabía bien que era inútil intentar convencerla de que confesara. Era tan reservada con sus
visiones como Edward con sus lecturas de mentes. Inspiré con fuerza y me aguanté el
sentimiento de frustración, levantando de nuevo mi escudo. Ahora me encontraba mejor. Y lo que
fuera, sería algo bueno, o Alice no habría sonreído así.

Me levanté del pequeño banco que había ante el espejo de mi tocador y la ayudé a ponerme el
vestido. Era un precioso diseño en tono crudo, con escote "palabra de honor" ajustado en el torso
y suelto en varias capas desde la cadera.

—Por dios, hija, estás preciosa—Renée se levantó de la cama, se puso delante de mí y me miró
con dulzura. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas sin más freno.

Nos abrazamos con fuerza y sentí el latido de su corazón golpeando mi pecho y su calidez
calmándome como cuando era una niña pequeña. Angela se había levantado y también me
abrazó con fuerza.

—Bella... estoy tan feliz por ti.

Y estaba tan centrada en el momento, que no me di cuenta de que había otro latido en la casa
hasta que estuvo a la puerta de la habitación. En aquel momento alguien llamó a la puerta y dije
"pase". ¿Se había recuperado el juez de paz?

—Gracias al cielo, hija... pensé que llegaba tarde, y no me lo habría perdonado jamás —mi padre,
vestido con un elegante traje, se paró en el umbral mirándome con timidez, pidiéndome sin
palabras permiso para entrar.

Yo aún tenía a mi amiga abrazada y ambas nos quedamos como estatuas. No sólo nosotras sino
también mi madre, Rosalie y Alice. El primero que reaccionó fue Daniel.

—¡Hola!—su timidez habitual se había esfumado y corrió hacia Charlie.—¿Quién eres?

—Soy el padre de la novia—dijo orgulloso, se agachó y sus ojos se pusieron a nivel de los de
Daniel.—¿Y tú?

El padre de la novia...ha dicho el padre de la novia.

—Soy Daniel. Bella ahora es mi mamá—declaró un orgulloso niño.—Voy a llevar los anillos.

El resto seguíamos paralizadas mirando la escena. Como estatuas del museo de cera.

—Entonces soy un poco como tu abuelo, ¿no?— Charlie clavó sus ojos color chocolate, idénticos
a lo que fueron los míos, en el niño de cinco años.—Y yo voy a entregar a la novia...—me miró
entre esperanzado y avergonzado— si aún me deja.

Por mi interior pasó una tormenta de distintas sensaciones en tan sólo unos segundos. Ira...
podías haber venido antes, despecho... no tenías derecho a hacerme sufrir así, rencor... no
pienso dejar que me entregues al hombre que has despreciado hasta ahora. Pero todas esas
emociones negativas fueron barridas por un huracán de felicidad... mi padre me quiere entregar al
hombre que yo amo.

Sin darme cuenta estaba abrazando a mi padre, quien me correspondía con fuerza. Y cuando
ambos nos separamos el uno del otro, sin dejar de sujetarnos los brazos, miré a nuestro
alrededor y vi que la habitación estaba vacía, excepto por nosotros.

Me mordisqueé el labio inferior, centrando mis ojos en Charlie. Estaba como siempre... sólo unas
leves ojeras delataban cansancio y falta de sueño, pero nada más. Él tampoco perdía detalle de
mi rostro, y al cabo de un rato se separó un poco más de mí, sin llegar a perder el contacto con
mis manos, y me miró de arriba abajo con sus iris castaños llenos de dulzura.

—Hija... estás preciosa—sus ojos se humedecieron y los míos me escocieron.

—Gracias, Cha... papá—me quedé indecisa, sin saber qué decirle, más que lo feliz que estaba de
verle aquí y ahora. Pero no pude hablar más. Como si temiera que, de alguna forma, lo asustaría.

Entonces él me tomó de la mano y tiró de mí para que nos sentáramos en el sofá que había en la
habitación.

—Hija...—aquella palabra jamás me había sonado tan maravillosa como ahora; tuve la sensación
de que mi piel se erizaba y miré un momento a mis brazos, pero como siempre... sólo era la
sensación.
Lo miré a los ojos y vi tanto arrepentimiento en los suyos que, aún a sabiendas de que era un
gesto raro entre nosotros, extendí mi mano y la apoyé en la mejilla de mi padre, sonriéndole. Él
parpadeó, y tomó aire con fuerza como si le faltara. Me apresuré a detener su discurso.

—Estás aquí. No tienes que decir nada más—murmuré. Charlie no era mucho de abrir su corazón
y no quería que se sintiera incómodo.

Para mí lo importante era que estaba conmigo. Ya habría tiempo de hablar. Él negó con la cabeza
y tomó la mano que aún rozaba su mejilla, y la apretó con fuerza, bajándola hasta el sofá pero sin
soltarla.

—Bella... hija. Si me permitieras entregarte a tu futuro marido me harías muy feliz—su voz sonó
ligeramente tomada. Asentí varias veces, animándole a seguir.—Pero no puedo hacerlo sin antes
darte una explicación. La mereces.

Hizo una breve pausa y asentí de nuevo. Yo tampoco tenía muchas fuerzas para hablar.

—Creo... que mi reacción el primer día, cuando me explicaste tu... tu nuevo estado vital, por
decirlo de alguna forma... entiende que no me sienta muy cómodo con el otro
término...—entonces me soltó la mano y se frotó la cara con ambas palmas, como si acabara de
despertarse.—Por dios, lo estoy haciendo fatal.

—Que no, Charlie. Que lo estás haciendo muy bien—Reí suavemente.

—Sabes que odio que me llames así, Isabella—frunció el ceño pero sus ojos brillaron con
humor.—Lo que quiero decir es que mi primera reacción quizá, y sólo quizá, es perdonable. Pero
no lo de después. Bella —cerró los ojos,— aquel día eras la realización de lo que siempre me
había temido desde que te vi con ese chico... con Edward. Sabía que era tan fuerte lo que te unía
a él que al final terminaría separándote de mí—me miró con los ojos brillantes.—Lo que no quería
ver era lo feliz que eres, el bien que él te ha hecho, y si además probablemente te salvó la vida
con lo que hizo...—miró abajo, hacia nuestras manos de nuevo enlazadas, y negó con la
cabeza.—Lo siento, hija. He sido un egoísta. No quería que nadie me quitara a mi hijita y al final
casi la pierdo yo solo.

Oh, por dios, como manche el vestido de sangre Alice me matará.

—Vale, papá. Me harás llorar, y es algo que no quieres ver, te lo aseguro—reí entre
dientes.—Vamos. La gente nos espera—me levanté y tendí mi brazo hacia él.

Se levantó de un salto y lo tomó. Lo noté un poco tembloroso. Yo también sentía ese temblor,
pero por dentro. Esa debilidad que tenía, como cuando de niña miraba al mar y no veía el fondo...
ese miedo a la inmensidad de lo desconocido. Iba a afrontar todo eso con la presencia de Edward
en mi vida. ¿Podría seguir sin los que habían sido mi apoyo durante la mayor parte de mi vida?
Así debería ser. Pero de momento, él estaba aquí, conmigo. Aferré su brazo con fuerza y me
sentí mejor.

—Papá...—murmuré sin apenas voz antes de salir de la habitación— Todavía te necesito. Deja
que me apoye en ti.

—Estoy aquí, hija. Contigo —declaró él muy serio mientras abría la puerta de la habitación.

.
El hermoso jardín de la casa Cullen lucía cuidado y precioso con las primeras señales de la
primavera. Tal como había pronosticado Alice el día era nuboso pero curiosamente seco, y una
suave brisa acariciaba los mechones de cabello que escapaban de mi peinado. Miré a Edward y
me sentí turbada ante su ardiente mirada, como inexplicablemente me seguía pasando en
ocasiones.

—Edward, Bella, ¿queréis pronunciar vuestros votos? Podría hacerlo yo... si queréis. Tengo
mucha experiencia. —Emmet se había comportado de forma muy profesional hasta el momento y
una mínima elevación de la ceja de mi futuro esposo bastó para que volviera a esa misma
actitud.—Daniel, los anillos, por favor—pronunció pomposo.—Adelante, chicos—nos guiñó un ojo,
menos pomposo.

Fue la señal para que Edward y yo quedáramos frente a frente. Por un momento temí que no
podría hablar por los nervios que estrangulaban mi garganta. Entonces él y yo enlazamos
nuestras manos y sentí su energía invadiendo mi cuerpo, dándome fuerzas para continuar,
liberándome de la tensión. Me centré en sus iris, abandonándome en ese mar dorado y cálido, y
mi boca comenzó a hablar por voluntad propia.

—Edward... cuando vine a Forks gracias a un error jamás imaginé que encontraría algo que ni en
el momento más optimista de mi vida pensé que hallaría... algo que jamás creí merecer... el amor
entregado y absoluto de un hombre como tú. Tan inmenso era eso que me ofrecías que me
asusté. Tanta ira tuve cuando no comprendí que me habías salvado la vida que estuve a punto de
perderte. Y luego he comprendido que tú me has salvado la vida de varias formas, y desde ahora
esa vida es tuya. Para siempre.

Al terminar mis votos Edward me sonrió de esa forma tan deslumbrante que se me olvidó respirar.
Estaba tan concentrada en él que apenas escuchaba los suaves sollozos de Renée. Tomé el
anillo que me ofrecía un formalito Danny y se lo coloqué en su largo dedo índice. Tenía manos
muy hermosas... de cirujano, de pianista... de amante.

"¡Bella! ¡Contrólate!"

Él me había vuelto a escuchar, porque apretó los labios por un instante para no sonreír. Oh, es
injusto que yo no pueda leerle a él.

—Bella... –apretó con suavidad mis manos y centró toda la intensidad de su traslúcida mirada en
mí, con tanta fuerza que me hizo parpadear— he pasado muchos y largos años esperando a una
persona como tú. Y cuando había empezado a pensar que mi destino era la soledad, apareciste
tú y mi vida cambió por completo. Y no pasó mucho tiempo hasta que tuve la certeza de que
jamás podría estar sin ti. La vida sin ti sólo es oscuridad. Mi existencia es tuya, yo soy tuyo, para
siempre.

Me tomó de la mano y deslizó el anillo en mi dedo suavemente, con una caricia. Lo miré y
parpadeé para paliar el escozor de mis ojos. Como si fuera en la lejanía escuché la voz de Emmet
decir que ya éramos marido y mujer y que podíamos besarnos. Y sin apenas darme tiempo a
procesar estas extrañas palabras el brazo de Edward se cerró en mi cintura, mi torso fue inclinado
hacia atrás por una fuerza invencible y sus labios se estrellaron con los míos.

—¡Buscaos un hotel!—fue el comentario de nuestro juez de paz.

Era ya de noche ya cuando nos quedamos solos. Solos. Edward y yo. En nuestra noche de
bodas. Me mordí un nudillo, nerviosa. ¿Por qué con él era así? Se supone que después de un
tiempo la timidez se desvanecía, pero de vez en cuando sentía esos nervios de la primera vez...
como si con él no supiera qué esperar. Me hacía sentir como si todo fuera nuevo para ambos.

Me miré en el espejo de nuestro dormitorio, tenuemente iluminado por algunas velas –idea de
Alice—. ¿Dónde estaba Edward? No sabía qué era lo que le detenía. Se había entretenido un
momento hablando con Alice así que decidí subir a la habitación. ¿No era donde se suponía que
tenía que terminar una novia?

Entonces escuché las notas del piano, ascendiendo desde el comedor.

¿Qué? ¿Ahora? ¿Justo ahora se pone a tocar?

Deseché este pensamiento en cuanto reconocí la melodía, que evocaba uno de mis recuerdos
más dulces de los muchos que compartía con él: My love, la música que tocó la primera vez que
hicimos el amor.

Bajé los escalones lentamente y me detuve en el último disfrutando de la visión que tenía ante mí:
mi flamante marido sentado sin chaqueta y con las mangas de la camisa dobladas hasta el codo,
no tocando, acariciando el piano como sólo él sabía hacerlo. ¿Cómo podía excitarme tan sólo
contemplando el sinuoso movimiento de sus antebrazos y de sus manos?

—Siéntate a mi lado, ¿quieres?—susurró sin volverse.

—No sé... la falda es muy amplia, creo que en la banqueta no cabremos los dos.

Entonces sí, giró la cabeza y se me quedó mirando con aquella media sonrisa que me dejaba KO.

—Eso tiene una solución bien sencilla, señora Cullen—sentí mi piel acariciada por el calor que
desprendían sus ojos y su voz.—Si lo hago yo, el vestido corre peligro y Alice nos matará a los
dos. Si lo haces tú...—su voz se apagó.

—Está bien, pero no pares de tocar. Es... relajante —y una mierda, pero si quería jugar,
jugaríamos los dos.

Frente a él, "intenté" bajarme la cremallera del vestido con grandes esfuerzos pero de pronto me
había atacado una "extraña" rigidez y no pude. Mientras, él me observaba con un brillo de humor
en sus ojos cada vez más oscurecidos.

—Mmmm, creo que necesitaré ayuda, Edward— pedí con toda mi falsa inocencia. Le miré
mordiéndome el labio.

Él se levantó de la banqueta y se acercó a mí con pasos lentos... deliberadamente lentos. Cuando


estuvo detrás de mí sentí como si su cuerpo irradiara calor.

—¿Ayuda para bajar una cremallera?—su voz ronroneó en mi oído y su aliento acarició mi piel,
acelerando mi respiración de forma evidente.

—Ajá. Soy una vampira de lo más torpe—afirmé sin apenas voz, sintiendo sus dedos rozando mi
espalda.

Me di cuenta de que la única respiración que se oía en la habitación era la mía. Tramposo.
Deslicé el vestido dejándolo que lentamente rozara todo mi cuerpo desde el torso hasta los pies, y
dando un paso a un lado quedé tan sólo vestida con mi conjunto de novia: un sujetador y unas
braguitas blancas que sólo tenían de inocente el color, un liguero y unas medias también blancas.
Edward jadeó y el ambiente en la habitación cambió de pronto y se hizo más denso.
Sin mirarle, me senté en un lado de la banqueta.

—¿No querías tocar?—pregunté en voz baja, viendo que él no se acercaba.

Veamos quién gana el concurso de autocontrol, señor Cullen.

Pasó un minuto que se me hizo eterno hasta que él se sentó a mi lado. Sentí la tensión que
ejercía para controlar sus músculos vibrando en el aire. Contemplé sus hermosas manos
reposando sobre las teclas. Seguía sin respirar y estuve por imitarle, pero su perfume era tan
embriagante... no sabía cuánto tiempo podría aguantar el juego.

—Podríamos tocar juntos—dijo, y de pronto me alzó y me sentó en la banqueta acomodándome


entre sus piernas.

Ay, dios mío. Percibí toda la firmeza de su deseo presionando mi trasero. ¿Cómo podía él
soportarlo? ¿Y yo? Entonces tomó cada una de mis manos con las suyas y fue colocando mis
dedos sobre las teclas.

—Tienes dedos largos y flexibles. ¿Nunca te has planteado aprender? Yo podría enseñarte—su
voz sonó ronca y sinuosa.

¿Por qué parecía que me estaba hablando de otra cosa? De pronto percibí su nariz recorriendo la
curva de mi cuello, apenas un roce desde el lóbulo de la oreja hasta el hombro, que bastó para
que mi respiración se agitara... más. Sentí una placentera tensión instalándose en mi bajo vientre.

—Ah—fue mi patética respuesta.

Mis manos eran transportadas sin voluntad alguna sobre el piano, y aunque parecía imposible
dada la situación, algo parecido a una melodía simple sonaba en el piano. Sus labios siguieron a
su nariz en su recorrido por mi cuello, cubriendo con besos cada centímetro cuadrado de piel a su
alcance.

—Ha sido buena idea que yo no supiera lo que llevabas puesto debajo de ese precioso vestido,
amor—susurró, su aliento deliciosamente cerca de mí, sus manos moviéndose sobre las
mías.—O creo que ese indecente conjunto no habría llegado a vivir nuestra boda.— Su lengua
lamió con suavidad la piel del hombro y luego me mordió con delicadeza. Un gemido bajo escapó
de mi garganta y un sonido disonante escapó del piano.

—Creo que me he cansado de tocar el piano. Prefiero los sonidos que salen de tu
garganta—murmuró, volviendo a morderme, esta vez un poco más fuerte.

Sus manos abandonaron las mías para perderse por mi abdomen, acariciándome suave, muy
suave... ascendiendo por las caderas, la cintura... era una lenta y deliciosa tortura. Gemí y suspiré
disfrutando de su tacto. Cuando llegó a mis pechos apenas rozó los pezones y siguió hacia arriba
por mis brazos hasta el cuello. Entonces con la misma calma deshizo mi peinado. Yo me sentía
en trance bajo el contacto de sus hábiles dedos, mi respiración superficial. Cuando hubo liberado
mi cabello por completo se levantó de forma inesperada tomándome en brazos "estilo novia" al
mismo tiempo, y se dirigió hacia las escaleras. Las subió a velocidad humana sin perder de vista
mi cara en ningún momento.

—Eres preciosa, Bella Cullen —pronunció posesivo, mirándome con adoración.—Y voy a hacerte
el amor en el mismo sitio donde me dijiste que me amabas por primera vez

Una vez en la habitación me depositó con suavidad sobre la cama y procedió a quitarse la ropa
delante de mí, con la misma lentitud que estaba manteniendo desde un primer momento y sus
ojos clavados en los míos. Admiré su perfecto cuerpo de estatua griega y no pude evitar
morderme el labio al sentir mi deseo desatándose por completo, invadiéndome y poseyendo mi
escasa razón. Moví mis manos en mi espalda para quitarme el sujetador y en un instante lo tuve a
mi lado, sus manos sujetando mis brazos, deteniéndome. Y completamente desnudo y preparado.

—No. Déjame hacer a mí.

"Por los dioses, ¿de dónde sacas el autocontrol? Me vas a volver loca."

Sonrió al leer mis pensamientos. A horcajadas sobre mí deslizó sus dedos por mi espalda y
desabrochó el sujetador, sus ojos negros mostrando tanto como su cuerpo toda su necesidad de
mí. Los largos y finos dedos se colaron por debajo de la fina tela y alcanzaron la sensible piel de
mis pezones. Los tomó entre sus dedos y tiró de ellos con suavidad... gemí fuerte varias veces y
su respiración se fue volviendo progresivamente tan caótica como la mía. Entonces me quitó el
sujetador, mirando mis pechos maravillado como si fuera la primera vez que los viera, luego
continuó con las braguitas y las medias, y acercando su boca a la mía comenzó un beso suave,
acariciante, su lengua encontrándose con la mía y explorándose mutuamente. Me recostó en la
cama sin separarse de mi boca ni un solo instante y el beso se hizo más demandante,
necesitado, posesivo. Su erección rozó el vértice de mis piernas y gemí, fuerte. Me separé un
momento de sus labios. La dulce tensión en mi interior había aumentado tanto que casi dolía.

—Edward... Edward... amor mío, te necesito—supliqué jadeante, perdiéndome en la profunda


noche de sus iris, envolviendo sus caderas con mis piernas.

—Y yo a ti, Bella. Como a mi vida—me penetró y grité de puro placer flexionando hacia atrás mi
cabeza, arqueando mi cuerpo contra el suyo, y enredando mis dedos con sus cabellos. –No
cierres los ojos, amor. Quiero ver tu cara de ángel—sus manos sujetaron mi cara mientras volvía
a hundirse en mi interior profundamente, una vez, y otra, a un ritmo gradualmente más intenso. El
calor invadió todo mi ser y sentí mi cuerpo más pesado, tenso, mientras los apasionados y negros
ojos del hermoso hombre que me poseía me hipnotizaban. Sus caderas se movieron con más
fuerza, y pude disfrutar su expresión de intenso placer cuando pronunciando mi nombre, llegó a
su clímax. Entonces la presión de mi núcleo explotó con toda su fuerza llenándome de un placer
agudo y exquisito, y haciéndome gritar con fuerza.

Nuestros cuerpos continuaban entrelazados mientras nuestra respiración se serenaba. La seda


de sus labios acarició los míos e inspiré con fuerza, embriagándome de su olor.

—Te amo, Edward—susurré con una sonrisa lánguida.

—Y yo a ti, Bella—su voz rota por la emoción me estremeció de pasión. Estaba profundamente
enamorada de él. ¿Cómo podía haber dudado jamás de que no podría vivir sin él?

Me acariciaba el labio con su dedo índice.

—¿Sabes de qué hablaba con Alice antes?

—Eso me preguntaba... había llegado a pensar que no me deseabas—hice un puchero.

—Mmmm... recuérdame que te lo demuestre unas cuantas veces más esta noche, creo que aún
no lo tienes claro—me miró como si yo fuera una golosina y él un niño necesitado de azúcar y no
pude evitar reír. Él sonrió y prosiguió.—Hablaba de nuestra luna de miel.

—Pensaba que la íbamos a pasar aquí— lo miré extrañada.—¿Más sorpresas?—lo miré con cara
de susto, medio en serio medio en broma, y él soltó una carcajada.
—Creo que esta te gustará. Alice me ha confirmado su pronóstico del tiempo para el Pirineo... y
Barcelona. Habrá unos cuantos días seguidos de nubes y lluvias. Creo que podrás enseñarme tu
ciudad. Y tendremos caza asegurada, dicen que hay sobrepoblación de jabalíes- alzó las cejas
varias veces con gesto divertido y lo abracé con fuerza, riendo y sintiéndome feliz.

—Por una vez y sin que sirva de precedente... me ha gustado la sorpresa—declaré, recorriendo
con un dedo sus cejas, pómulos, labios...

—Me alegro. Y ahora... déjame demostrarte cuánto te deseo por segunda vez—su voz sonó
profunda y tomada por una súbita pasión, y me besó.

Y esa fue la segunda, a la que siguieron muchas otras demostraciones.

FIN

Gracias a María José por su idea de la luna de miel. Gracias a todas, chicas. Os quiero y os
echaré de menos.

NOTA a enero de 2013: Muchas gracias a las que seguís pasando por aquí y me hacéis
saber que la historia os gusta.

NOTA a marzo de 2014: no me pongáis en author alert. No voy a publicar nada nuevo en FF
cuando termine Turno de noche. Si quieres leerme en otro sitio, el link está en mi perfil.

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