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El diagnóstico de cirrosis conlleva la valoración clínica del paciente, una analítica y algunas

pruebas de imagen. La biopsia hepática permite además ver el grado de afectación del tejido
hepático y, en ocasiones, ayuda a hacer el diagnóstico de la causa de la enfermedad. Los
médicos deben diagnosticar por un lado la presencia de una cirrosis, e intentar determinar cuál
ha sido la causa de la misma.

En el examen físico que se le hace al paciente se puede palpar un hígado duro con borde
irregular y aumentado de tamaño. Este hígado grande generalmente no es doloroso. Sin
embargo, cuando la enfermedad está muy evolucionada el hígado suele tener tamaño
reducido. Se puede encontrar líquido en el abdomen (ascitis) y un bazo grande. Los pacientes
pueden tener las palmas de las manos enrojecidas, las parótidas (glándulas que producen
saliva y que se encuentran a ambos lados de las mejillas) aumentadas de tamaño, y arañas
vasculares en la piel (dilatación de capilares sanguíneos a modos de patas de araña). También
se pueden alterar las uñas, curvándose y adquiriendo un tono opaco.

En los análisis de sangre se ve si hay anemia (menos cantidad de glóbulos rojos de lo habitual).
Es frecuente que en fases avanzadas disminuyan los glóbulos rojos y las plaquetas. Esto suele
ser debido a que el bazo (órgano situado detrás del estómago, cuya principal función es la de
eliminar las células de la sangre cuando están viejas, y que sirve también para la defensa de
algunas infecciones) está aumentado de tamaño y trabaja más de la cuenta, eliminando estas
células antes de tiempo. Son frecuentes las alteraciones en las pruebas de coagulación de la
sangre. La cantidad de proteínas también está disminuida. Puede elevarse las cifras de
bilirrubina y los enzimas del hígado (transaminasas) y de amoníaco en sangre.

Los análisis, además sirven para detectar la presencia de virus en la sangre, la cantidad de
hierro que existe, si hay cobre en exceso o si existe auto anticuerpos (sustancias que pueden
atacar nuestras células hepáticas hasta destruirlas), ayudando así al diagnóstico de la causa de
cirrosis.

En los estudios radiográficos se suele hacer una ecografía abdominal que puede demostrar el
hígado aumentado de tamaño y/o desestructurado. También pueden verse incrementados el
bazo y la dilatación de las venas que salen y entran del hígado. Para llegar al diagnóstico de
cirrosis hay que realizar una prueba de imagen que permita ver el grado de afectación del
hígado y descartar otras enfermedades (tumores, obstrucciones de la vía biliar etc.). Por ello,
siempre se realizará una prueba de imagen en la fase inicial del estudio.

La ecografía es la que se usa con más frecuencia por ser fácil y rápida de realizar y porque
aporta mucha información.

Otras pruebas como el escáner o la resonancia magnética del hígado ayudan también a ver el
grado de afectación y a descartar otras lesiones o enfermedades asociadas. Sin embargo, en la
mayoría de las ocasiones no es necesario realizarlas para tener el diagnóstico si ya se ha hecho
una ecografía.

La biopsia hepática ayuda a conocer el grado de afectación o fibrosis del hígado. La prueba
consiste en coger un trozo de hígado para luego mirar por el microscopio su estructura y
comprobar la cantidad de tejido normal que ha sido sustituido por tejido cicatricial. Para
obtener la muestra se suele localizar la zona del hígado más adecuada con una ecografía.
Posteriormente, se anestesia localmente la piel y se pincha al paciente con una aguja de
grueso tamaño con la que se obtiene una muestra de hígado. No es necesario abrir al enfermo
ni precisa anestesia general. No suele haber complicaciones, aunque en ocasiones los
pacientes pueden sangrar. En la mayoría de los hospitales no es preciso ingresar al sujeto para
realizársela y se hace de forma ambulatoria. En situaciones excepcionales se utilizará la cirugía
para obtener la muestra.

La biopsia sirve también para determinar la causa de la cirrosis. Por ejemplo, en enfermedades
como la hemocromatosis se observa gran cantidad de hierro en el hígado, o en la enfermedad
de Wilson se ve el cobre. En algunas ocasiones, la biopsia es la única forma de hacer un
diagnóstico seguro: ayuda a saber la causa y ayuda a ver el grado de afectación. En otras, la
biopsia se utiliza sólo para saber el grado de afectación, puesto que la causa se ha podido
determinar con análisis de sangre (por ejemplo, en la cirrosis por virus C o B).

En muchos casos la historia clínica puede determinar la causa de la cirrosis. Por ejemplo, los
pacientes que tienen antecedentes de consumo excesivo de alcohol, junto con alteraciones en
la analítica y la exploración y una ecografía con datos de afectación hepática, son
diagnosticados de cirrosis sin precisar muestra de tejido hepático. En otros casos es necesario
tomar una muestra y analizarla para saber la causa de la enfermedad.

¿Cómo se diagnostica la cirrosis hepática?

La cirrosis se determina preferiblemente examinando una muestra de tejido del hígado bajo el
microscopio, un procedimiento que se denomina biopsia hepática. En este procedimiento,
relativamente sencillo, una fina aguja se inserta en el hígado, generalmente bajo anestesia
local, y extrae un pequeño trozo de tejido hepático. La biopsia hepática no sólo confirma la
presencia de cirrosis, sino que, a menudo, puede proporcionar información en cuanto a su
causa.

Una biopsia hepática no es siempre necesaria para detectar cirrosis. Con frecuencia, su médico
puede detectar cirrosis a través de la presencia de cambios observados durante el examen
físico (como la dilatación del bazo, la dilatación del tejido mamario en hombres y algunos
cambios de la piel) junto con los resultados de pruebas de sangre, estudios de imagen (como
ultrasonido, escaneos TC o RM) o endoscopia. Hay varias nuevas pruebas que utilizan
ultrasonido o IRM para medir directamente la rigidez del hígado, lo que puede ayudar en el
diagnóstico de cirrosis, pero las pruebas no están muy disponibles.

Diagnóstico de la Cirrosis hepática

El diagnóstico de la cirrosis puede establecerse cuando se detectan alteraciones en varias


pruebas:

Analítica: suele verse un aumento de la bilirrubina, y descenso de la albúmina y del tiempo


de protrombina (marcadores que indican un daño hepático). También es característico
observar el descenso en el número de plaquetas. Sin embargo, en algunos casos los análisis
pueden ser normales o presentar alteraciones mínimas.

Elastografía de transición: permite estimar la cantidad de tejido fibroso (cicatrices) que


existe en el hígado. Valores elevados por encima de 8 kPa sugieren que el paciente tiene
fibrosis significativa. Por encima de 15 kPa se sospecha que tiene cirrosis y, por tanto, es
necesario realizar pruebas para descartarlo. Esta prueba se está evaluando como
potencial técnica de cribado de fibrosis hepática en la población general.
Ecografía abdominal: evalúa la forma del hígado. Si el paciente tiene cirrosis, la ecografía
mostrará irregularidad de los márgenes del hígado, tejido hepático fibroso, o la
disminución en el tamaño del hígado.

Biopsia hepática: esta prueba permite el diagnóstico definitivo de la cirrosis. Se puede


realizar guiada por ecografía o a través de la introducción de un catéter en el hígado. La
realización de un cateterismo hepático permite también medir la presión venosa a nivel
del hígado, que aumenta en caso de tener cirrosis y es útil para obtener datos sobre el
pronóstico de la enfermedad

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