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En primer lugar, Leibniz reconoce la posibilidad de un conocimiento claro,

pero confuso, que no puede ser reducido ni reemplazado por un conocimiento


distinto de naturaleza discursiva. En segundo lugar, Leibniz opone
a Descartes un formalismo lógico que se deriva de su concepción general de la
característica universal. El principal elemento contra el cual Leibniz se
revuelve, negándose enteramente a admitirlo, es lo que pudiéramos llamar el
«geometrismo» de Descartes, Descartes establece, por intuición directa, la
substancia pensante, el yo, el alma pensante. Establece también, por una
intuición directa, la existencia de Dios, porque descubre que la idea de Dios es
la única idea en la cual el objeto, la existencia del objeto está garantizada por
la idea misma. Esto es lo que a Leibniz le perturba y provoca en él una
oposición violenta a Descartes, ya que Leibniz niega que tales exuberancias se
deduzcan de la ilimitada voluntad de Dios y la contingencia del mundo ya que
el concibe a Dios como un lógico perfecto y siente aversión por el Dios de
Descartes que está más allá de toda lógica: la lógica no es una imperfección
humana más es una perfección que es atributo de Dios. Leibniz con esto
busca aportar claridad y distinción a la misma formulación del criterio de la
claridad y la distinción que encontraba en Descarte. Ya que descartes lo que
comentaba era que las cosas reales no son ni más ni menos que simples figuras
geométricas; Esa tendencia cartesiana a reducir lo físico simplemente a la
espacialidad, a la extensión pura geométrica, es la dificultad contra la cual
Leibniz se va revolviendo constantemente

La estética trascendental es definida por Kant como la ciencia de todos los principios a


priori de la sensibilidad. La estética trascendental junto con la lógica trascendental forman
doctrina trascendental de los elementos, que es la primera parte de la Crítica de la razón
pura del filósofo prusiano Immanuel Kant.
Kant comienza la estética trascendental señalando que todo conocimiento busca en
definitiva tomar contacto directo con su objeto, busca una relación inmediata con él;
sabemos que tal tipo de referencia, tal presencia inmediata del objeto, se da con la intuición.
Pero para que ello ocurra, según se ha dicho, es preciso que el objeto no sea dado. El sujeto
humano es un ente finito, y su magnitud (en el campo del conocimiento) se muestra
justamente en la circunstancia de que, para intuir el objeto, éste tiene que serle dado.
Para comprender la esencia de la intuición humana, es decir, la esencia de la sensibilidad,
consiste en contraponerla a la intuición divina. Si Dios existe, su conocimiento ha de ser
intuitivo, directo, inmediato. Además, esta intuición divina tiene que ser tal, que no
dependa del objeto intuido, porque Dios, por ser absoluto, no de pende de nada, sino que, al
revés, todo depende de Él. Por tanto, la intuición divina no depende de que el objeto le sea
dado, al contrario, es una intuición que, en tanto se ejecuta, otorga el ser a lo intuido, lo
crea; será, pues, una intuición originaria (intuitus originarius). Pero en cambio, la intuición
humana no es originaria, no es creadora, sino derivada (intuitus derivativus), es decir, una
intuición que depende, primero, de que el ente, antes de ser intuido, ya exista de por sí; y
segundo, de que efectivamente el sujeto se encuentre con el objeto, de que el objeto le sea
dado.

el objeto le sea dado.


Kant sostiene que la receptividad humana tiene condiciones, ciertas formas según las
cuales intuye ; estas formas de la sensibilidad, que no dependen de la experiencia, se
llaman formas a priori de la sensibilidad, o intuiciones puras, y son dos: EL ESPACIO
Y EL TIEMPO. De estas intuiciones puras se ocupa justamente la Estética
trascendental.

La ciencia físico-matemática de la naturaleza está formada de juicios; es decir,


se compone de tesis, de afirmaciones, de proposiciones; en donde, en
resumidas cuentas, de algo se dice algo; en donde hay un sujeto del cual se
habla, algo del cual se habla, y acerca del cual se emiten afirmaciones, se
predican afirmaciones o negaciones; se dice esto es esto, lo otro o lo demás.
Estos juicios son el punto de partida de todo el pensamiento de Kant; sobre
estos juicios se va a asentar toda su teoría del conocimiento, Toma, pues, Kant
esos juicios, cuya textura o contextura constituye la totalidad del saber
científico-matemático, y los considera como enunciados lógicos, como tesis
objetivas, afirmaciones acerca de objetos, entonces encuentra que estos juicios
lógicamente considerados pueden todos ellos dividirse en dos grandes grupos:
los juicios que él llama analíticos y los juicios que él llama sintéticos. Todo
juicio consiste en un sujeto lógico del cual se dice algo y en un predicado que
es lo que se dice del sujeto.
Los Juicios sintéticos A priori son aquellos que no tienen su fundamento en la
experiencia sino en el ejercicio de la razón pura. Son universales y necesarios;
lo peculiar del pensamiento kantiano en este punto es su creencia en la
existencia de juicios sintéticos a priori, por ser a priori no tienen su
fundamento en la experiencia y son universales y necesarios; por ser
sintéticos, son extensivos, nos dan información nueva para aumentar
efectivamente nuestro conocimiento y, por consiguiente, de añadir en el
concepto del predicado algo que no esté comprendido en el concepto del
sujeto. Según Kant, estos juicios no son posibles en la metafísica, pero sí en
matemáticas y en la parte racional de la física.
Juicios analíticos, se verifican recurriendo a la experiencia, son juicios
empíricos, se refieren a hechos, Los juicios analíticos son puras tautologías
repite en el predicado lo que ya está enunciado en el sujeto; no aumentan nada
nuestro saber. Cuando explicitamos en el predicado lo que ya está contenido
en el sujeto, no hacemos descubrimiento ninguno de realidad; no descubrimos
nada real; no hacemos más que explicar lo ya conocido, Su fundamento es
el principio de identidad; por esto se dice que su negación es imposible. los
juicios analíticos son verdaderos, universales, necesarios. Son verdaderos
puesto que no dicen más en el predicado de lo que ya hay en el sujeto; son
universales, válidos en todo lugar, en todo tiempo; válidos en cualquier lugar y
en cualquier momento, porque no hacen más que explicitar en el predicado lo
que hay en el sujeto y esa explicitación es independiente del tiempo y del
lugar. Pero además de universales, son necesarios.

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