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La Revelación de Jesucristo

Una exposición para nuestra época


Volumen Único
Edición No comercial

Wim Malgo

provided by Centro Cristiano de Apologética Bíblica 2022


Wim Malgo

APOCALIPSIS
La Revelación de Jesucristo

Volumen Único
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Edición Digital presentada por
Centro Cristiano de Apologética Bíblica – CCAB © 2022
Apologetics Center © 2022
Este libro no está vinculado con los propietarios del copyright.
Solo para uso personal. Prohibida su venta o utilización comercial,
por lo que rogamos, adquirir la obra impresa.
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La Revelación de Jesucristo
Copyright © 1980, 1996 por Verlag Mitternachtsruf
Ringwiesenstrasse 12a
CH 8600 Dubendorf
www.mitternachtsruf.ch
Todos los derechos reservados
Copyright © 1999, 2018 por Call
2a Edición - Mayo / 2018
Queda prohibida la reproducción en cualquier medio sin el permiso expreso del editor, salvo breves citas con la fuente indicada.
Traducción: Ingo Haake
Crítica: Arthur Reinke
Edición: Sebastian Steiger
Portada: Tobias Steiger
Diseño: Stefan Yuri Wondracek
A menos que se indique lo contrario, todos los pasajes de las Escrituras están extraídos de la Santa Biblia,
Versión KJV Faithful 1611, off-copyright © y de RV-60_

Obra Misionera Llamada de Media Noche

Midnight Call, Inc • 1-800-845-2420 • PO Box 84309, Lexington, SC 29073


© Midnight Call Ministries • All rights Reserved.

El Evangelista holandés Dr. Wim Malgo [1922-1992]


fundó Midnight Call en 1955 con un propósito cuádruple en mente:

Para llamar a la gente a Cristo


Para proclamar la segunda venida de Cristo
Preparar a la Iglesia para Su venida
Para defender la fe y advertir de falsas doctrinas
Contenido

PREFACIO
INTRODUCCIÓN
I E AQUÍ QUE ÉL VIENE CON LAS NUBES (Ap. 1.1-7)
II JESUCRISTO Y LA IGLESIA EN GLORIA (Ap. 1.8-20)
III LAS CARTAS A LAS SIETE IGLESIAS (Ap. 2.1-3.22)
La Primera Carta del Cielo (Ap. 2.1-7)
La Segunda Carta del cielo (Ap. 2.8-11)
La Tercera Carta del Cielo (Ap. 2.12-17)
La Cuarta Carta del Cielo (Ap. 2.18-29)
La Quinta Carta del Cielo (Ap. 3.1-6)
La Sexta Carta del Cielo (Ap. 3.7-13)
La Séptima Carta del Cielo (Ap. 3.14-22)
IV UNA MAGNFICA VISTA DEL CIELO (Ap. 4.1-11)
Juan es Arrebatado al Cielo en Espíritu
Los Veinticuatro Ancianos
Los Seres Espirituales de Dios
El Mar de Cristal
Los Cuatro Seres Vivientes
V EL CORDERO Y EL LIBRO SELLADO (Ap. 5.1-14)
La Adoración del Cordero
VI EL CORDERO ABRE LOS SELLOS (Ap. 6.1-17)
El Primer Sello (Ap. 6.1-2)
El Segundo Sello (Ap. 6.3-4)
El Tercer Sello (Ap. 6.5-6)
El Cuarto Sello (Ap. 6.7-8)
El Quinto Sello (Ap. 6.9-11)
El Sexto Sello (Ap. 6.12-17)
VII LOS CIENTO CUARENTA Y CUATROMIL SELLADOS (Ap. 7.1-8)
VIII LA GRAN MULTITUD INCONTABLE Y EL SEPTIMO SELLO (Ap. 7.9-8.5)
La Gran Multitud Incontable (Ap. 7.9-17)
El Séptimo Sello (Ap. 8.1-5)
IX LAS TROMPETAS DEL JUICIO (Ap. 8.6-9.21)
Introducción (Ap. 8.6)
La Primera Trompeta de Juicio (Ap. 8.7)
La Segunda Trompeta de Juicio (Ap. 8.8-9)
La Tercera Tercer Trompeta de Juicio (Ap. 8.10-11)
La Cuarta Trompeta de Juicio (Ap. 8.12)
El Triple "ay de los ..." (Ap. 8.13)
La Quinta Trompeta de Juicio (Ap. 9.1-12)
La Sexta Trompeta de Juicio (Ap. 9.13-21)

X EL OTRO ÁNGEL PODEROSO CON EL LIBRO (Ap. 10.1-11)


XI LA MEDICIÓN DEL TEMPLO DE DIOS (Ap. 11.1-2)
XII LOS DOS TESTIGOS (Ap. 11.3-14)
XIII LA SEPTIMA TROMPETA (Ap. 11.15-12.5)
XIV LA PROTECCIÓN DE ISRAEL EN LA GRAN TRIBULACIÓN (Ap. 12.6-18)
XV LA REVELACÒN DEL ANTICRISTO (Ap. 13.1-18)
XVI EL CORDERO Y LOS CIENTO CUARENTA Y CUATRO MIL EN MONTE SIÓN (Ap. 14.1-13)
XVII LA VISIÓN DEL ARMAGEDOM (Ap. 14.14-20)
XVIII LOS CANTORES EN EL MAR DE VIDRIO (Ap. 15.1-8)
XIX LAS SIETE COPAS DE LA IRA (Ap. 16.1-21)
Introducción (Ap. 16.1)
La Primera taca de la ira (Ap. 16.2)
La Segunda y Tercera Copas de la Ira (Ap. 16.3-7)
La Cuarta Copa de la Ira (Ap. 16.8-9)
La Quinta Copa de la Ira (Ap. 16.10-11)
La Sexta Copa de la Ira Ap. 16.12-16)
La Séptima Copa de la Ira (Ap. 16.17-21)
XX El JUICO SOBRE BABILONIA (Ap. 17.1-6)
XXI El DESARROLLO DEL IMPERIO ROMANO ANTICRISTIANO (Ap. 17.7-18)
XXII LA DESTRUCCIÓN DE BABILONÍA (Ap. 18.1-24)
XXIII EL TRIUNFO SOBRE LA CAIDA DE BABILONIA (Ap. 19.1-6)
XXIV LAS BODAS DEL CORDERO (Ap. 19.7-10)
XXV LA VUELTA DE JESUCRISTO (Ap. 19.11-16)
XXVI LA DERROTA DEL ANTICRISTO: ARMAGEDOM EN REALIZACIÓN (AP. 19.17-21)
XXVII LA PRISIÓN DE SATANAS (Ap. 20.1-3)
XXVIII EL REINO DE PAZ MILENARIO (Ap. 20.4)
XXIX LA PRIMERA RESURRECCIÓN (Ap. 20.5-6)
XXX LA ULTIMA SEDUCCIÓN Y EL FIN DE SATANAS (Ap. 20.7-10)
XXXI El JUCIO FINAL DESPUÉS DEL MILENIO (Ap. 20.11-15)
El Tribunal de Cristo
XXXII El NUEVO CIELO Y LA NUEVA TIERRA (Ap. 21.1-8)
XXXIII LA GLORIA DE LA NUEVA JERUSALEM (Ap. 21.9-22.5)
XXXIV AMEM. ¡VEN, SEÑOR JESÚS! (Ap. 22.6-21)
APENDICES
1 - Nota Sobre el Cielo Abierto
2 - Observaciones sobre el Discipulado de Jesús
Dedicado a mi querida esposa y fiel compañera
de luchas, Johanna María Malgo-Schouten.
Prefacio

El Apocalipsis de Jesucristo: probablemente no haya otro libro de la Biblia en el que encontremos tantas
opciones de interpretaciones y aclaraciones como precisamente en este último libro de la Biblia. Hay
muchas interpretaciones serias y buenas disponibles, muchos estudiosos de la Biblia - hasta el día de
hoy - han estado involucrados con este libro durante años: cómo entender estas cosas, de quién trata
este libro, a qué época se refiere... Para muchos lectores de la Biblia, el libro de Apocalipsis es difícil de
entender, y muchos dejan de estudiarlo seriamente. Sin embargo, ya en el versículo 3 observamos que
vale la pena estudiarlo. La Biblia es la Palabra Viva de Dios, Dios nos habla a través de ella. Allí está
escrito: “Bienaventurado el que lee las palabras de esta profecía, y dichosos los que oyen y guardan lo
que en ella está escrito, porque el tiempo está cerca” (Ap 1, 3). Como ya se ha dicho, esta declaración y
esta promesa por sí sola sería razón suficiente para leer, estudiar y preocuparse por el libro de
Apocalipsis.

Todavía recuerdo cuando mi padre, hace muchos años, comenzó a explicar e interpretar el libro de
Apocalipsis. Estaba en mi adolescencia y, francamente, me resultaba muy difícil comprender y llevar un
registro de todo esto. Y hoy, mirando hacia atrás y enfrentando esa interpretación, estoy muy agradecido
de que mi padre haya hecho este gran trabajo. Esta obra no pretende ser la única correcta, sino más bien
servir de incentivo para el lector de la Biblia y de ayuda para su estudio e investigación: “... así fue”
(Hechos 17:11). En este sentido, querido lector, deseo que esta interpretación se convierta en una gran
bendición y que este libro tan interesante, Apocalipsis de Jesucristo, te ayude a comprender mejor y te
anime a estudiar el libro de Apocalipsis, porque en este último libro de la Biblia podemos ver claramente:
Dios está a cargo y tiene todo bajo su control. Su plan de salvación se cumple y llegará a la meta, tanto
contigo personalmente, con tu iglesia y con tu pueblo elegido, Israel.

Cierro citando el versículo 7 del último capítulo de Apocalipsis:

“¡He aquí, vengo pronto! Dichoso el que guarda las palabras de la profecía de este libro.”

Jonathan Malgo

Director de Midnight Call en Suiza

Dubendorf, agosto de 2016


Introducción

En el libro de Apocalipsis es Dios mismo escribiendo la historia. Dios es el Eterno y para él todo, pasado,
presente y futuro, es eterno presente, es decir, escribe la historia del futuro. De esta manera, para Dios,
los tiempos oscuros del fin, el gran drama humano, ya están presentes y cumplidos. Juan vio el contexto
eterno desde esta elevada perspectiva. Admitimos la división cronológica de Apocalipsis solo
condicionalmente. Condicionalmente porque la eternidad, por un lado, no puede clasificarse en el
tiempo, sino que, por otro lado, tiene lugar en el tiempo. Allí la razón, que quiere tener todo ordenado
según la lógica humana, entra en conflicto con dos hechos opuestos: con el eterno consejo de Dios, que
está establecido, y con su cumplimiento temporal, es decir, en los últimos tiempos. La iglesia de Jesús
es un organismo, el cuerpo de Cristo. Sin embargo, el libro de Apocalipsis también representa un
organismo. Nota 1

En la estructura del Apocalipsis no encontramos una simple recapitulación (repetición). En ninguna


parte se repite nada de lo que ya se ha dicho en algún capítulo. Por el contrario, son presentaciones del
fin de este mundo, “ordenadas en grupos, cuyos círculos no se corresponden ni coinciden exactamente,
sino que se cruzan y superponen. Así como en cualquier momento los acontecimientos se suceden,
trayendo en sí mismos lo anterior y lo siguiente, preparándolos y formándolos, de manera que los nuevos
engloban a los anteriores, pero son su secuencia, hasta la revelación de todos los misterios que encierran
desde el principio principio” (R. Schmitz). *

* Richard Schmitz observa muy acertadamente: “En todo organismo la unidad se pliega en la multiplicidad y la
multiplicidad en la unidad. El individuo debe ser juzgado por la todo, y sólo cuando uno ha entendido el todo,
teniendo una visión general, puede uno determinar lógicamente la relación de las partes individuales con el todo. El
individuo aparece colocado exactamente en el lugar adecuado, de modo que no pueda encontrarse en ningún otro
lugar. El conjunto vuelve a dominar sus partes, estas ya en sus principios están contenidas en germen con todas las
formaciones resultantes. Esta es la razón por la cual el Apocalipsis procede de la general para el especial y ya en su
inicio contiene todo lo que explica y describe más exactamente en las siguientes profecías. Así como el evangelio
original en el paraíso, de la victoria de descendiente de la mujer, engloba las siguientes revelaciones, y como el Nuevo
Testamento, en su está contenida en germen en el Antiguo Testamento, y sólo a partir de él puede entenderse".

Además, defendemos la interpretación literal de Apocalipsis, no la simbólica o alegórica. Sin embargo,


cuando en el Apocalipsis se usan alegorías, es decir, figuras y símbolos, esto se expresa claramente, con
la palabrita “cómo”. Así, por ejemplo, dice en el capítulo 10.1: “... como el sol”, o en el capítulo 9.5: “ ...
como la picadura del escorpión”.

La revelación es la “Revelación de Jesucristo” (1:1). ¡Él, por tanto, revela la persona de Jesucristo, y sólo
él es el contenido del futuro! En griego, lengua en la que se escribió el Nuevo Testamento, la expresión
“Apocalipsis” se usa para “Revelación de Jesucristo”.

De la revelación de Jesucristo leemos también en 1 Corintios 1:7: “...mientras esperáis a que se


manifieste nuestro Señor Jesucristo”. Allí también se usa la misma palabra griega, como en 2
Tesalonicenses 1:7: "Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo". Lo mismo dice
también 1 Pedro 1,7: "... cuando Jesucristo se manifieste". En el mismo capítulo Pedro dice, en el
versículo 13: “...en la gracia que os será dada cuando Jesucristo se manifieste”. El Señor Jesús también
usa esta expresión, en Lucas 17:30: "... en el día en que el Hijo del hombre se manifieste ". Todas estas
son descripciones idénticas para el apocalipsis o la revelación de Jesucristo.
El último libro de la Biblia es el único libro completamente profético del Nuevo Testamento y está
estrechamente relacionado con los profetas del Antiguo Testamento, ampliando y profundizando sus
mensajes, ya que el mayor cumplimiento de toda la profecía bíblica está en el centro de Apocalipsis. ¿Y
cuál sería el mayor cumplimiento de la profecía bíblica?

No un pueblo o incluso pueblos y tampoco acontecimientos, sino una persona: ¡Jesucristo! De este
modo, el Cordero de Dios está en el centro del Apocalipsis. Por eso también es muy necesario observar
la expresión “cordero”. El cordero nos muestra al Hijo de Dios en su obra en la cruz del Gólgota. Notable,
y maravilloso al mismo tiempo, es que tenemos en Apocalipsis un despliegue séptuplo del carácter y la
obra del Cordero. Esto no quiere decir que el Cordero se menciona solo siete veces. No, en el original, el
Cordero se menciona veintiocho veces en Apocalipsis, ¡eso es cuatro veces siete! El desarrollo séptuplo
del carácter y la obra del Cordero está representado por:

1. La sangre del Cordero. “Y cuando [el Cordero] hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero... y cantaban un cántico nuevo, diciendo: ... Dios
de toda tribu y lengua y pueblo y nación” (5:8-9, RA). En el capítulo 7:14 también encontramos este
pensamiento: “Yo respondí: Señor, tú sabes. Y él dijo: 'Estos son los que han salido de la gran tribulación,
que han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero'”. Y de nuevo, en el
capítulo 12:11: "Le vencieron por la sangre del Cordero...".

2. El libro de la vida del Cordero. Esto se cita dos veces en Apocalipsis: “Adorarán a la bestia todos
los habitantes de la tierra, es decir, todos aquellos cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la
vida del Cordero que fue inmolado desde la creación del mundo” (13:8). “Nada inmundo entrará jamás
en ella, ni nadie que haga lo vergonzoso o engañoso, sino solamente aquellos cuyos nombres están
escritos en el libro de vida del Cordero” (21:27).

3. Los apóstoles del Cordero. De ellos leemos en el capítulo 21:14:


“El muro de la ciudad [de la nueva Jerusalén] tenía doce cimientos, y sobre ellos estaban los nombres
de los doce apóstoles del Cordero”.

4. La novia del Cordero. Ella es citada en Apocalipsis 21:9:


“Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero”.

5. Las bodas del Cordero. “¡Alegrémonos! ¡Alegrémonos y démosle gloria! Porque ha llegado la hora de
las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado” (19:7).

6. El trono del Cordero. En Apocalipsis 22:3 está escrito: “No habrá más maldición. El trono de Dios y
del Cordero estará en la ciudad, y sus siervos le servirán”.

7. La ira del Cordero. “Gritaban a los montes ya las rocas: '¡Caed sobre nosotros y escondednos del
rostro de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero!'” (6:16). Esta ira del Cordero será
terrible para todo el mundo.

Así vemos: el mensaje central del libro de Apocalipsis es la revelación del Cordero de Dios. Porque ese,
de hecho, es el objetivo de toda la Biblia. Nos fue escrito y dado para que reconozcamos a Jesucristo,
porque eso es vida eterna. En este contexto también es claro que en Apocalipsis se habla de los que
pertenecen al Cordero: comprados con su preciosa sangre. Como destinatarios se mencionan, en primer
lugar, sus servidores:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que han de suceder
pronto” (1:1). Luego las siete iglesias: “Juan a las siete iglesias en la provincia de Asia... 'Escribe en un
libro lo que ves y envíaselo a estas siete iglesias'” (1:4, 11). Cabe recordar que los capítulos 2 y 3 están
dirigidos a siete iglesias locales. Y al final del libro, el mismo Señor Jesús dice: “Yo, Jesús, he enviado
mi ángel para daros este testimonio acerca de las iglesias” (22,16). Esta es una de las razones por las que
reconocí interiormente la necesidad de presentarme a la Iglesia con este último libro de la Biblia. No
debemos descuidar Apocalipsis, ya que ofrece una gran visión profética de todo el plan de salvación del
Nuevo Testamento: desde la venida de Jesús a la tierra hasta su mayor triunfo, hasta el cielo nuevo y la
tierra nueva. Es una falsa modestia decir simplemente: "No entendemos esto", como leí en un libro de
1935 sobre Apocalipsis: "Admitamos humildemente que no lo entendemos". Sin embargo, en
Apocalipsis está escrito: “El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía” (19:10). Por tanto, no se puede
predicar a Jesucristo, el crucificado, sin transmitir al mismo tiempo la palabra profética. Si no
predicamos la palabra profética, no predicamos el mensaje completo de la Biblia.

El autor del Apocalipsis es Juan, el discípulo “a quien Jesús amaba” (Juan 13:23). Según el capítulo 1.9,
fue desterrado a la isla de Patmos (una pequeña isla en el mar Egeo) a causa de la Palabra de Dios. Todo
indica que Juan escribió este libro al comienzo de su ministerio, porque el griego es mucho menos fluido
que el griego de su evangelio y de sus cartas, que por lo tanto apareció más tarde.

¡Escuchemos, pues, con corazón humilde y en oración lo que el Señor nos dice y veamos lo que nos
muestra!
I
E Aquí que Viene
con las Nubes
(Ap. 1.1-7)

1 “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para


manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder
pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel
a su siervo Juan,
2 que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del
testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha
visto.
3 Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras
de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas;
porque el tiempo está cerca.
4 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz
a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de
los siete espíritus que están delante de su trono;
5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los
muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que
nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él
sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los
que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán
lamentación por él. Sí, amén.”
E l último libro de la Biblia a menudo se llama erróneamente el "Apocalipsis de Juan". Sin embargo,
este no es el título que le dio el autor. Por el contrario, según el versículo 1, el libro se llama
“Revelación de Jesucristo”. Debemos recordar esto claramente:

“La Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que pronto sucederá. Envió a
su ángel para darlo a conocer a su siervo Juan”. De modo que este libro no está lleno de revelaciones, en
forma de comunicaciones, que el Señor viviente le dio a Juan a través de un ángel. A tal conclusión solo
puede llegar alguien que lea el primer versículo superficialmente.

El libro del profeta Zacarías es así, en el sentido de que la comunicación es a través de revelaciones. El
profeta Zacarías era un joven a quien el ángel le explicó, entre otros, quién era un hombre montado en
un caballo rojo y que lo siguió (Zc 1.9ss). En Apocalipsis, sin embargo, se trata de la manifestación
gradual y progresiva del Señor Jesucristo, en su juicio y en su poder salvador y gloria. Esto es cierto para
toda la Biblia, ya que fue escrita con el propósito de revelarnos a Jesucristo. Eso es lo que el mismo Señor
Jesús dijo mientras caminaba por la tierra: “Estudias cuidadosamente las Escrituras, porque piensas
que en ellas tienes la vida eterna. Y son las Escrituras las que dan testimonio de mí " (Jn 5,39).

Si un hijo de Dios nunca ha leído toda la Biblia, ¡tampoco ha visto al Cristo completo! A diferencia de
otros libros del Antiguo y Nuevo Testamento, donde vemos revelado al Salvador, al Hijo de Dios, al Rey
y al Señor, el Apocalipsis nos revela al Señor que vuelve y, por tanto, figurativamente es la corona de la
Santa Escritura. Nos muestra al Señor que regresa en su comprensión del consejo de Dios. Por esta
misma razón, el libro de Apocalipsis es también el libro de consuelo para la iglesia en los últimos
tiempos, que son los creyentes de hoy. Si no tenemos luz sobre la palabra profética, entonces solo vemos
un gran caos y las maquinaciones y la astucia del enemigo que nos rodea. ¡Cuánta falsedad procede del
infierno! Sin embargo, en medio de esta insoportable oscuridad del fin de los tiempos, se nos dio un
libro llamado "Apocalipsis" = "Revelación". Los terribles juicios que caen sobre este mundo y que se
muestran en Apocalipsis sirven para preparar el camino, es decir, preparar al mundo para la revelación
visible de Jesucristo. Por tanto, no se trata sólo de que el hombre gane lo que se merece, es decir, el
juicio, y que se realice la justicia de Dios, sino de preparar el camino.

Este es también el caso de tu vida personal: cuando el Señor te guía a través de juicios como
enfermedades, aflicciones psicológicas, decepciones, etc., entonces tiene un solo propósito: quitar los
escombros del pecado de tu corazón, para que Jesucristo puede revelarse más clara y gloriosamente en
ti y a través de ti.

“He aquí que viene con las nubes…” (v. 7). ¡Este es el corazón, el verdadero mensaje del
Apocalipsis! Juan nos muestra a Jesús como el verdadero Señor, a quien Dios dio todos los juicios y todo
poder en el cielo y en la tierra. ¡Todo está en manos de Jesús! Después de haber Una vez que se
haya resuelto definitivamente la cuestión de la culpa de la humanidad en la cruz del Gólgota, ahora, al
final de los tiempos, se resolverá la cuestión del poder.

Para los hijos de Dios es un hecho maravilloso que, por la fe, ambas cuestiones en principio ya están
resueltas, es decir: el Señor Jesús ya nos ha purificado y redimido de la culpa del pecado con Su sangre,
y también nos ha redimido del poder del pecado. “Porque el pecado no se enseñoreará de ellos” (Rom.
6:14). De lo que todavía no estamos libres es de la presencia del pecado, del pecado en nosotros. “Sé que
nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne” (Rom. 7:18a). Este hecho explica por qué los creyentes
a veces se convierten en verdaderos monstruos. Todavía no están bajo el dominio del Espíritu de Dios.
Sin embargo, ¡la victoria está ahí! Pablo exclama: “Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio
de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor. 15:57).

¿Cuál es la base de tu regreso? Su amor. Debido a su amor, compró la iglesia para sí mismo con su
propia sangre. Cuán grandioso es observar cuando Apocalipsis 1.5 se dice de una vez:

“Y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el príncipe de los reyes de la tierra. Él
nos ama y nos ha librado de nuestros pecados a través de su sangre ". Según nuestro pensamiento
natural, esto debería ser diferente: primero lavado y luego amado. Sin embargo, es todo lo contrario: ¡él
nos amó primero! Él nos amó cuando todavía estábamos en la inmundicia y el pecado; hombres del
mundo, que eran sus enemigos y seguían cosas diabólicas.

El resultado de ese amor inefablemente grande e inimaginable: después de lavarnos con su sangre,
también “nos hizo un reino y sacerdotes para servir a su Dios y Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por
los siglos de los siglos! Amén” (v. 6). Y justo después viene la promesa: “He aquí que viene…” (v. 7a).
¿Por qué, después de convertirnos, todavía tenemos que quedarnos aquí en la tierra? ¿No sería mejor
ir pronto a la gloria? La razón profunda de nuestra estadía aquí en la tierra es que debemos hacer visible
la victoria de Cristo hasta su revelación. Ésta es nuestra tarea temporal, hasta que resuelva la cuestión
del poder incluso visiblemente. Así que tenemos esta aparente contradicción en Hebreos 2:8: “Has
sometido todo bajo sus pies. Al someterle todas las cosas, no dejó nada que no le estuviera sujeto. Ahora,
sin embargo, todavía no vemos que todas las cosas le están sujetas”.

¿Por qué no los vemos todavía? Porque todavía estamos en la tierra. Sin embargo, somos los portadores
de la victoria; llevamos el estandarte de Jesús. Mientras tanto, entre su primera y su segunda venida,
tenemos la responsabilidad de aplicar la victoria de Jesús. Pablo lo dijo magistralmente: “Gracias, sin
embargo, a Dios, que, en Cristo, siempre nos conduce al triunfo y, a través de nosotros, manifiesta en
todo lugar la fragancia de su conocimiento” (2 Cor 2, 14 RA). En otras palabras: antes de revelarse
visiblemente, se revela a través de nosotros. Aquí Pablo usa una imagen de la vida de los antiguos
griegos. Los ganadores de los torneos, los “Juegos Olímpicos” de la época, fueron llevados triunfantes
por la arena, ante el sonoro aplauso de miles de espectadores fueron, como dice Pablo, coronados con
una corona corruptible. Y continúa diciendo que quien tiene a Jesús en su corazón siempre es conducido
al triunfo, manifestando así la fragancia de su conocimiento. Es decir, la realidad de la victoria de Jesús
se extiende por todas partes. ¿Cuál es el estado de este problema en su lugar de trabajo? Tu profesión,
ya sea alta o humilde, no tiene importancia en este caso. Solo importa que se lleve a cabo “En triunfo”,
y que dondequiera que entre en contacto con la gente, manifieste la fragancia de su conocimiento. Pablo
también habla de su experiencia personal: “Cuando le agradó revelar a su Hijo en mí” (Gálatas 1:15b-
16a).

Sin embargo, no está lejos el tiempo en que el Señor se revelará personalmente, y esto ante los ojos de
todo el mundo:

“He aquí que viene… y todo ojo le verá…” (v. 7). Esta revelación del Señor Jesús ocurrirá en rápida
sucesión. Está escrito, por ejemplo, en el capítulo 1.1: “...deben suceder pronto...”, o en el capítulo 3.11:
“yo vengo pronto...”. En el último capítulo de la Biblia, en Apocalipsis 22, esto se dice hasta cuatro veces:
“... para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.” (v. 6); "¡He aquí, vengo pronto!" (v.
7); "He aquí yo vengo pronto" (v. 12); "Ciertamente vengo en breve" (v. 20). Es esclarecedor que la
palabra griega, que en la mayoría de las traducciones se reproduce como "pronto" o "sin demora", quiere
decir, dos cosas. Primero, desde el punto de vista del plan de salvación: viene pronto, porque mil años
es para el Señor como un día y un día como mil años. Ahora tiene "dos días" lejos; por lo tanto,
¡llegará pronto! Además, también significa que la revelación del Señor Jesucristo será repentina, por lo
tanto, sin interrupción, cuando comience el tiempo del fin, ¡y ya ha comenzado!

Entre los diversos eventos del fin de los tiempos, ya no hay períodos de desarrollos silenciosos. Es lo que
vemos con nuestros propios ojos. Vivimos ahora en el período del que la Escritura dice que la paz de la
tierra fue quitada. De esta rápida secuencia de su regreso, el Señor ya ha hablado a través del profeta
Isaías: “Yo soy el Señor; en el momento oportuno haré que suceda rápidamente” (60:22b).

En Romanos 9:28 está escrito: "Porque el Señor ejecutará su sentencia en la tierra, rápida y
definitivamente". El mundo no tiene descanso. Es como si los acontecimientos en Oriente Medio se
aceleraran cada vez más.

Si ahora miramos una vez más el primer versículo de Apocalipsis, entonces nos damos cuenta de que
Juan debe mostrar esta revelación de Jesucristo de acuerdo con la voluntad de Dios a sus siervos.
¿Quién es un siervo o un siervo de Dios? Es un hijo de Dios que ha subordinado su voluntad a la voluntad
del Señor; que le obedece.

El salmista pregunta: "¿…Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, …?" (Salmo 8.4), pero solo
cuando somos siervos o siervos de Dios, tenemos un gran significado a sus ojos. Nada nos separa tanto
del Dios viviente como nuestra maldita voluntad propia, y nada nos une más a él que su amorosa
voluntad salvadora en Jesucristo.

Por lo tanto, especialmente en los últimos tiempos, los siervos de Dios no deben ignorar lo que Dios hará
al final del tiempo de gracia: ¡el Señor eliminará el dominio de Satanás y todos los poderes satánicos y
anticristianos, estableciendo su glorioso reino de paz!

En consecuencia, el Apocalipsis no es, como se suele decir, un libro cerrado con siete sellos, sino un libro
abierto, que es una guía y un fortalecimiento de la fe en el Señor.
Jesús a los siervos de Dios en medio de las tinieblas del fin de los tiempos. Por eso, el Señor le dice a
Juan, al final del Apocalipsis, exactamente lo contrario de lo que le dijo a Daniel, es decir: "No selles las
palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca". (22, 10).

En otras palabras: quiero tenerlo abierto. A todo el que lo busque debe ser revelado. Sin embargo, al
profeta Daniel, que recibió sus profecías aproximadamente 650 años antes, el Señor le dice: “Pero tú,
Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la
ciencia se aumentará." (Dan 12.4 RV).

En este “tiempo del fin” que vivimos hoy, por eso el conocimiento se multiplica. Por su gracia, el Señor
nos da mucho conocimiento sobre la palabra profética. Ahora, sin embargo, se cumple la palabra de la
Escritura que nos encanta leer en el tiempo de Adviento:

“¡Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti! Porque he
aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre
ti será vista su gloria.” (Is 60, 1-2). En el plan de salvación, esto ocurre primero con Israel y luego con la
iglesia de Jesús. ¡Estamos en medio del advenimiento del plan de salvación! “He aquí, viene con las
nubes ...” Sin embargo, no debes asustarte por la oscuridad, porque cuanto más oscura es la noche, ¡más
cerca está la mañana!

Así está escrito en Isaías 21:12: " La mañana viene, y después la noche ".

"He aquí, viene con las nubes", es decir: viene con la iglesia en gloria. Pero también podríamos decir
esto: entonces él rompe todas las dificultades y tinieblas. Ha llegado tu momento de tomar el
poder. Todo se vuelve ligero. Cuando se trata de la venida de Jesús, las palabras no son suficientes. Este
“He aquí que viene” es un poderoso trueno que resuena de nube en nube, llenando todo el cielo y
sacudiendo la tierra. Así, esta buena noticia de "He aquí que viene" llena toda la Biblia. De libro en libro
resuena cada vez con más fuerza en nuestros oídos y en nuestra conciencia.

Daniel vio al Señor a su alrededor: "... Vi a alguien como un hijo de hombre, que venía con las nubes del
cielo ..." (Daniel 7:13b). Luego dice, en los versículos 14 y 27, que el reino que se establecerá será eterno
y que pertenecerá al pueblo de los santos, a Israel: “Él ha recibido autoridad, gloria y reino; todos los
pueblos, naciones y hombres de todos los idiomas lo adoraron. Su dominio es un dominio eterno que no
terminará ... Entonces la soberanía, el poder y la grandeza de los reinos debajo de todo el cielo serán
entregados en manos de los santos, el pueblo del Altísimo. Su reino será un reino eterno, y todos los
gobernantes lo adorarán y obedecerán”.

El mismo Señor garantiza su regreso en Mateo 24:30: "... y verán venir al Hijo del Hombre ...". No dice
"con las nubes", pero "en las nubes". Viene envuelto en gran poder y gloria para juzgar a las
naciones. Todos los veranos gritarán y aullarán: “Entonces dirán a los montes: '¡Cúbrelos!' Y a los
montes: '¡Caed sobre nosotros!'”. (El 10.8b).

¡Sin embargo, será en vano! Cuando el Señor Jesús ascendió al cielo, está escrito expresamente en
Hechos 1: 9: "... y una nube lo ocultó de su vista". ¡Los discípulos acababan de hablarle cuando de repente
se levantó y ascendió al cielo! Inmediatamente dos hombres vestidos de blanco se pararon junto a ellos
y dijeron: “Este mismo Jesús, que fue llevado entre ustedes al cielo, volverá tal como lo vieron ascender”
(Hechos 1:11).

Entonces el poderoso trueno de "He aquí viene" procede de las cartas de los apóstoles. Es la raíz de sus
mensajes, la fuerza impulsora de su fe y su trabajo. ¡Maranatha, viene Jesús! Sin embargo, en el último
libro de la Biblia, ¡este mensaje se hace visible!

Dios envía un ángel a su siervo Juan para explicarle este Apocalipsis de Jesucristo, que supera con creces
nuestra capacidad de comprensión. En el texto original se dice literalmente que envió a su ángel "y le
mostró esto mediante señales". El servicio de este ángel fue muy difícil, ya que era necesario establecer
contacto entre la capacidad de comprensión de Juan y los eventos eternamente válidos: el Apocalipsis
de Jesucristo. Esto parece imposible. Pero este es precisamente el milagro de la revelación de Jesucristo
en el libro de Apocalipsis: que Juan en Patmos vio lo que “Ningún ojo ha visto, ningún oído ha oído,
ninguna mente ha imaginado lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9), ¡para que él
pudiera entender! Sí, no solo podía entenderlo, sino también escribirlo. El mismo Juan confirma ese
hecho inimaginable, que también vio el Apocalipsis: “El cual da testimonio de todo lo que vio, es decir,
la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (v. 2).
Humanamente, una imposibilidad. Sin embargo, esto también fue a menudo el caso de los profetas del
antiguo pacto. Por ejemplo, en Miqueas 1:1 leemos: “La palabra del Señor que vino a Miqueas de
Moresheth durante los reinados de Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá; visión que tuvo de Samaria
y Jerusalén”. También compare Isaías 1:1-2 y Abdías 1.1. Está más allá de nuestro conocimiento cómo
los profetas y Juan escucharon y al mismo tiempo vieron la Palabra para poder captarla y escribirla. Pero
si el diablo pudo mostrar al Señor Jesús, en un momento en una montaña alta, todos los reinos del
mundo y su gloria, ¡cuánto más podría este ángel enviado por Dios hacer lo incomprensible
comprensible y lo invisible visible para Juan!

Nosotros también dependemos de tales servicios de ángeles. En Hebreos 1:14 está escrito, en cuanto a
los ángeles de Dios, que son enviados como espíritus ministradores "para servir a los que heredarán la
salvación". Como un rey tiene su corte, el gran Señor tiene a los ángeles a su disposición. Los ángeles
anunciaron el nacimiento de Jesús (Lc 2). Un ángel vino y fortaleció al Señor cuando estaba luchando
en Getsemaní y ya estaba cerca de la muerte (Lc 22, 43). En la mañana de Pascua, los ángeles se pararon
junto a la tumba vacía y anunciaron su resurrección: “¡No está aquí! ¡Él ha resucitado!" (Lc 24:6a).
Al final de la magnífica introducción al Apocalipsis, se escucha la primera de las siete
bienaventuranzas. Durante su vida terrenal, el Señor nos dio diez bienaventuranzas cuando habló al
pueblo de Israel en la montaña. En el Apocalipsis, desde el cielo, dio siete (RV):

1. “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella
escritas; porque el tiempo está cerca.” (1.3).
2. “... Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor….” (14:13).
3. “... Bienaventurado el que vela, …” (16:15).
4. “... Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero…” (19:9).
5. “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección;…” (20:6).
6. “... Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.” (22:7).
7. “Bienaventurados los que lavan sus ropas, [en la sangre del Cordero]…” (22:14).

Es sorprendente que la primera bienaventuranza del Apocalipsis contenga una condición:


"Bienaventurados los que leen y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas escritas en
ella". Debemos recordar que la mayoría de los creyentes dependían entonces de escuchar, ya que el arte
de imprimir aún no se había descubierto. Como todo tenía que ser copiado minuciosamente a mano, no
todos tenían un Antiguo Testamento a su disposición. Además, también estaban los analfabetos. Por eso
se leyeron las Escrituras, y más tarde también las cartas de los apóstoles. En una traducción al inglés, la
primera bienaventuranza está redactada de la siguiente manera: "Especialmente bienaventurados son
los que escuchan, leen y guardan las profecías". En el Apocalipsis se presupone la escucha correcta de
cualquier manera, como se dice una y otra vez: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las
iglesias".

¡Somos personas privilegiadas porque tenemos una Biblia! ¿Lo usas? Si no entiende muchas cosas, ore
al respecto. O El Señor te dará una mayor comprensión. Léelo, escúchalo y guárdalo en tu corazón, y
serás bendecido.
"... porque el tiempo está cerca", prosigue Juan. Según el calendario de Dios, la historia mundial y
humana, con el nacimiento del Señor Jesús, su muerte en la cruz, resurrección, ascensión y Pentecostés,
no acaba de entrar en la etapa decisiva, pero también en la última y final, en la última mitad. Por eso se
dice: "Pero en estos últimos días nos ha hablado por medio del Hijo" (Heb 1,2a). En el momento del
derramamiento del Espíritu Santo, Pedro supo: 'Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los
postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán; ...'” (Hechos 2:16-17).

Por consiguiente, la historia del tiempo del fin, en el sentido del Nuevo Testamento, no es solo la historia
del tiempo del fin; todo el plan de salvación del Nuevo Testamento es la realización progresiva de la
historia de los últimos tiempos. Los apóstoles y los primeros cristianos también vivieron en este
reconocimiento. Por eso, hace dos milenios, nunca pudieron decir: "Mi amo se está demorando
demasiado", como lo hizo el siervo malo en Mateo 24:48b. Ya vivían en ese momento conscientemente
en la última hora, en los últimos tiempos y, por tanto, estaba en el centro de sus pensamientos, palabras
y acciones: ¡Jesús viene! Ese era su motor. Hoy, sin embargo, ya no vivimos en la última hora, ¡sino en
el último segundo! "He aquí que viene con las nubes".

¿Quiénes fueron los primeros destinatarios del Apocalipsis de Jesucristo a través de Juan? Después de
la gran presentación, se dirige a ellos directamente. Casi suena como el Antiguo Testamento cuando
comienza a hablar de manera epistolar en el versículo 4: "Juan a las siete iglesias de la provincia de Asia:
A vosotros, gracia y paz del que es ...". Los que renacen pertenecen a esta iglesia comprada con sangre y
ahora escuchan la confirmación del Espíritu Santo en sus corazones al leer la primera alabanza en
Apocalipsis: “Y nos ha designado reino y sacerdotes para servir a su Dios y Padre. ¡Poder para siempre
y siempre! Amén” (v. 6). Esta primera alabanza proviene de Juan, que todavía está en la tierra, mientras
que todas las siguientes surgen de los santos glorificados y los seres celestiales, que alaban a Dios y al
Cordero.

¿Cuál fue el secreto de Juan para recibir tantas revelaciones del Señor? Ningún otro apóstol pudo ver
cosas tan grandes como él. Si queremos que el Señor se revele a través de nuestras vidas, entonces
debemos conocer este secreto de Juan. Juan no era un hombre particularmente culto. Sus escritos
muestran que tenía un vocabulario restringido. Sin embargo, Juan fue el único de los doce discípulos
que permaneció en la cruz en el Gólgota hasta que Jesús murió.

Allí, él, que había sido llamado hijo del trueno por el Señor, fue testigo de la muerte de su propio ser,
junto con Cristo. Así, en su evangelio, no se atreve a hablar de sí mismo en primera persona, sino que
escribe en tercera persona. Ya no quiere desprenderse, sino que dice: “Y el que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.” (Juan
19:35). Desde que vio al Cordero de Dios, ya no se atreve a desapegarse. En la medida en que hemos
visto a Jesús y permanecemos en la posición de ser crucificados con él, ya no nos atrevemos a ponernos
en primer plano. ¡Todos los que buscan honor en los hombres nunca han visto a Jesús! Cualquiera que
haya visto a Jesús en su amargo sufrimiento y en su muerte en la cruz del Gólgota, se odia a sí mismo,
se pone en un segundo plano y pregunta: ¡Señor, revélate! Tal persona no es un fariseo, que se
enorgullece de su piedad. Juan no puede evitar citarse a sí mismo unas cuantas veces cuando quiere ser
testigo de lo que vio. Sin embargo, da un gran giro sobre sí mismo.

Así, por ejemplo, en Juan 13:23 escribe: "Uno de ellos, el discípulo a quien Jesús amaba, estaba reclinado
a su lado". Por eso, en Apocalipsis 2:4, el Señor pudo hablar a través de él: "Contra ti, sin embargo, tengo
esto: has abandonado tu primer amor". Es solo porque amé tanto al Señor que pude hablar de la pérdida
de mi primer amor. No podemos llevar a las personas hacia adentro ni un milímetro más allá, ya sea por
un tratado o un testimonio, de lo que somos nosotros mismos. El hecho de que Juan sea borrado
también aparece principalmente en su introducción, porque no dice, en el capítulo 1.4, algo como “Juan,
apóstol y siervo de Jesucristo escogido desde el vientre”, pero simplemente cita su nombre. Por lo tanto,
renuncia incluso al título, que Paulo y Pedro, por ejemplo, usan con razón, para que los destinatarios
supieran de inmediato con quién estaban tratando. Pero Juan, que había visto al Cristo crucificado y ve
al Señor regresar, simplemente dice: "Juan, a las siete iglesias en la provincia de Asia ...". Luego
pronuncia la bendición del Dios trino sobre las siete iglesias, refiriéndose primero a Dios Padre: "A
vosotros, gracia y paz de parte del que es, que era y que ha de venir".

Luego cita al Espíritu Santo: "... de los siete espíritus que están delante de su trono". Luego el Hijo: "...
y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el príncipe de los reyes de la tierra" (v.
5a). Alaba al Hijo: “A él sea la gloria y poder por los siglos de los siglos! Amén” (v. 6b) - e inmediatamente
sigue el mensaje: “He aquí que viene con las nubes…” (v. 7).

Nadie en la tierra puede escapar de encontrarse con Jesucristo. Juan enfatiza expresamente en el
versículo 7b: “... y todo ojo le verá [es decir, las naciones], incluso los que lo traspasaron [es decir,
Israel]". Cuando viene con las nubes, aparecerá como "Testigo fiel" de Israel y como "primogénito de
entre los muertos" a la Iglesia. A las naciones viene como "el gobernante de los reyes de la tierra". Su
regreso y los que han sido comprados con su sangre se citan como un aliento. Versículo 5b: "Él nos ama
y nos ha librado de nuestros pecados mediante su sangre". Versículo 7a:

"He aquí que viene con las nubes ...". ¡Esto significa que el renacido, basado en la sangre de Jesús, es
un cuerpo con él!
II
Jesucristo y la Iglesia en Gloria
(Ap 1.8-20)

“8 Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que


es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9 Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la
tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en
la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el
testimonio de Jesucristo.
10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí
una gran voz como de trompeta,
11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último.
Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que
están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea.
12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi
siete candeleros de oro,
13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del
Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido
por el pecho con un cinto de oro.
14 Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como
nieve; sus ojos como llama de fuego;
15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en
un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
16 Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada
aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza.
17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra
sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los
siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del
Hades.
19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de
ser después de estas.
20 El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y
de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles
de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las
siete iglesias.”
S abemos aquí qué y quién es Jesucristo, y saber eso es lo más alto. Pablo dice en Efesios 3:19 que
conocer el amor de Cristo sobrepasa todo entendimiento. Juan escucha aquí la voz del Señor, que
dice que él, el Señor, es el Eterno: "Yo soy el Alfa y la Omega". Alfa es la primera letra y omega es la
última letra del alfabeto griego. ¿Qué significa eso? Muchos traductores pensaron que los simples
hombres de la calle no lo entenderían. Por eso agregaron –por ejemplo, en la edición de Almeida
Corregida Fiel (ACF): “el principio y el fin”. Esto no está escrito en el texto original, pero en cuanto al
contenido es correcto, porque el Señor es el principio y el fin.

Esto, sin embargo, tiene un significado aún más profundo, a saber: Jesucristo es la Palabra eterna. Más
allá de él no hay nada más que decir, porque él es la Palabra en el sentido más completo y perfecto:
"...pero en estos postreros días nos ha hablado por medio del Hijo" (Heb. 1:2). Todo lo que pasa más allá
de Jesús es neutral. Esta es la razón de la adición: “...lo que es, y lo que era, y lo que ha de venir, el
Todopoderoso” (v. 8). A él solo le fue dado todo poder en el cielo y en la tierra. Si estuviéramos más
imbuidos de esta verdad, ¡estaríamos mucho más relajados!

A menudo somos afligidos por diferentes poderes bajo el cielo, por poderes de las tinieblas. Pero a él,
Jesucristo, le fue dado todo poder, dominio y majestad. ¡Esta es la persona exaltada de nuestro bendito
Redentor!

Ahora, sin embargo, nos acercamos a la verdadera revelación. Hasta ahora hemos analizado sólo el título
de este libro y su introducción.

Ahora, sin embargo, entramos en contacto con el mismo Revelado. ¡Que todos los lectores de este libro
lleguen al corazón del mismo, para que se pongan en contacto con el mismo Jesús!

La primera parte del Apocalipsis nos revela a Jesucristo en su relación con su iglesia en la tierra
(compare las tarjetas). En la segunda parte de Apocalipsis tenemos la revelación de Cristo con
concerniente a tu iglesia en el cielo. En él vemos a los ancianos glorificados y todo lo que sucede en la
gloria después del rapto. La tercera parte del Apocalipsis revela a Cristo en relación con el mundo y
muestra cómo juzga a los pueblos. Y así continúa gradualmente hasta que vemos la gloria completa: el
cielo nuevo y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

Aquí, sin embargo, se trata de lo esencial, la revelación de Jesucristo.

¡Cuando vemos a Jesús, entonces vemos todo! No debemos hacer esencialmente mucho más, como
muchos piensan, sino hacer cosas más esenciales, es decir, ¡buscar mucho más la revelación del Señor
Jesucristo!

El primer efecto maravilloso es que el apóstol y discípulo Juan, quien ciertamente estaba más
íntimamente relacionado con el Señor, se iguala a sus hermanos y hermanas en el Señor: “Yo, Juan, tu
hermano y compañero...” (v. 9). Es hermano y compañero de tres maneras. Primero: “... en el
sufrimiento” (v. 9). Todo hijo de Dios tiene que entrar en el reino de Dios a través de muchas
tribulaciones. Segundo:

"...en el Reino". Los renacidos somos portadores del reino de Dios, pues, como reyes y sacerdotes,
llevamos el reino dentro de nosotros. El Señor Jesús lo expresó de esta manera: “...el reino de Dios está
en medio de vosotros” (Lucas 17:21b). Precisamente en esta generación se produce el traspaso del reino
de Dios a Israel, porque en Israel se hace visible el reino de Dios. Tercero: "... en la perseverancia en
Jesús". También traducido como “paciencia de Jesucristo” (ACF). Este es el secreto del poder del
Gólgota: perseverar en Jesús, perseverar en la posición de estar crucificado con él, en la paciencia. Eso
es lo que más convence en este ajetreado mundo, ese es el testimonio más eficaz. Solemos tener
paciencia mientras no la necesitemos. Pedro dice:

“Tened presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación” (2 Pedro 3:15). Que Juan aquí no
dice frases vacías se prueba por el hecho de que se encontró en medio de una prueba de fe. Él, el apóstol,
que habló ante miles, ahora está completamente aislado y solo en la isla de Patmos en el Mediterráneo.
¿Porque? El mismo Juan responde a la pregunta: “...por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús” (v.
9b). Por lo tanto, fue desterrado por causa de Jesús. Los cristianos en el (actualmente todavía) libre
Occidente aún no estamos desterrados por causa de Jesús. En el Este, la situación es bastante diferente.
Muchos hermanos se encuentran en “Patmos” por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús.

En el versículo 10, Juan habla con gran autoridad de esta experiencia de la revelación de Jesucristo.
Porque no puedes ser testigo de algo que no has visto. ¡Sin embargo, lo vio! Aquí ya habla en tiempo
pasado. En esto no parlotea, sino que dice breve y sucintamente: “En el día del Señor yo estaba en el
Espíritu, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta” (v. 10). Qué maravilloso contraste: por un
lado, Juan, por la palabra de Dios y los testimonios de Jesús, está solo y abandonado en el sufrimiento,
en el que soporta con perseverancia, y, por otro lado, puede testimoniar: “En el día del Señor me
encontré en el Espíritu”. ¡Él vio a Jesús en la gloria! En esta contradicción se encuentran todos los
verdaderos hijos de Dios: por un lado, probados internamente y perseguidos por el enemigo, por otro
lado ¡experimentando la revelación del Señor Jesús!

Esto también fue así con Pablo. Fue perseguido. Enumera lo que sufrió por causa de Jesús: hambre,
naufragio, flagelación, azotes con varas. Además, padecía de falsos hermanos, etc. Y todo ello a pesar de
poder presumir en la “carne”. Pero dice:

“Pero lo que para mí era ganancia, ahora lo estimo como pérdida por amor de Cristo... lo tengo por
estiércol para ganar a Cristo” (Filipenses 3:7-8). En otras palabras: Cristo se revela en mí.

¿De qué día habla Juan cuando dice: "En el día del Señor yo estaba en el Espíritu"? No es el domingo,
como algunos piensan, sino el día grande, terrible, final y glorioso del que tanto hablaron también los
profetas del Antiguo Testamento. Ellos también han visto ese terrible período de juicio que ahora está a
punto de tener lugar, al final del cual el Señor vendrá con gran poder y gloria con su iglesia. Jeremías
confesó lo que sintió ante tal visión: “Me retuerzo de dolor... Mi corazón se acelera dentro de mí” (Jr.
4,19). El día grande y terrible del Señor es la gran tribulación. ¿Por qué Juan lo ve como si fuera en el
presente, a pesar de verlo aproximadamente dos milenios antes de su realización? Porque estaba en el
Espíritu del Señor. Cuanto más nos encontramos, como hijos de Dios, en el Espíritu del Señor, más
presente se nos hace el futuro; más seremos capaces de reconocer la palabra profética y escuchar a Dios
hablar. “¿Quieres saber las cosas por venir?”, dice a través del profeta Isaías (45:11 RA).

Juan dice, “…y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta” (v. 10). Con esto comienza realmente la
visión de la gloria del Señor. Aparentemente, Juan se sorprende al escuchar esta gran voz detrás de él,
no frente a él ni a su lado. ¿Por qué se la escucha detrás de él? Seguramente para que quede excluida
cualquier otra voz que pudiera descarriarlo, también la suya.

Muchos de los hijos de Dios caminan en zigzag porque no escuchan la voz del Señor detrás de ellos. Pero
tenemos la promesa: “...una voz a vuestra espalda os dirá: 'Este es el camino; síganlo'” (Isaías 30:21).
Por lo tanto: ¡tranquilo! ¡Escucha y listo!

Noé también recibió la completa seguridad de que él y su familia estaban a salvo cuando el Señor cerró
la puerta del arca tras él (Gén. 7:16b). Ezequiel tuvo la misma experiencia. En Ezequiel 3:12 está escrito
del Espíritu que lo levantó y de una voz atronadora que escuchó detrás de él.

Aquí en el versículo 10 Juan dice: "...una gran voz como de trompeta". La pequeña palabra “cómo”
significa que Juan trata de describir lo indescriptible. De ahí que la palabra “cómo” aparezca
aproximadamente setenta veces en Apocalipsis. Además, también utiliza expresiones como “similar”.
Aquí se trata, por tanto, de un sonido sobrenatural y aterrador, que lo contiene todo. Es la trompeta de
Dios. En la Biblia hay dos trompetas, que son únicas. El primero se escuchó en el monte Sinaí, cuando
Dios reunió a su pueblo terrenal, Israel (Éxodo 19:16). La última trompeta de Dios se escuchará cuando
reúna a su pueblo celestial, cuando arrebate a su iglesia. Juan oye esta trompeta. El hecho de que
inmediatamente le contó dos veces lo que el Señor le dijo (v. 8,17) prueba su emoción. La voz dijo: “Yo
soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (1.8 ACF).

¡Esto es un gran consuelo para ti! Lo que estás viviendo ahora, el día a día, al que quizás tengas miedo
por alguna razón, ya sea por alguna situación familiar, tu precario estado de salud, tus condiciones
laborales, etc. – no es el principio y el final. ¡Jesús es el principio y el fin! Juan se estremece porque ya
no ve al Señor Jesús como el Salvador, sino como el Cristo. Por lo tanto, ya no lo ve como aquel que
caminó por esta tierra durante treinta y tres años, sanando y ayudando. No, lo ve como el Eterno. Lo
que también nos sorprende aquí es cuán claramente el Señor da el mandato a Juan: “Escribe en un libro
lo que ves y envíalo a estas siete iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”
(v. 11). El Señor nombra las cosas por su nombre para que Juan sepa exactamente lo que debe hacer:
escribir lo que el Señor le mandó. Se excluyó cualquier posibilidad de malentendido. Su tarea era un alto
compromiso para él y también la cumplió. Supongamos que Juan hubiera guardado todo lo que le fue
revelado, tan generosamente, para su propia edificación. Podría haber dicho: "Estoy aquí tan solo, qué
maravilloso que el Señor me fortalezca de una manera tan especial". Todavía podría haber dicho que
estaba cansado y que quería finalmente recuperarse un poco. ¡Pero no, Juan escribió!

El Señor nos da tareas muy concretas. Conocemos estos cargos: “Id por todo el mundo y predicad el
evangelio a todos los pueblos” (Marcos 16:15). “...y ellos me serán testigos” (Hechos 1:8). “Sígueme” (Mt
4,19a). Son diligencias diferentes con el mismo objetivo: ¡debe ser revelado! ¿Ha realizado su mandado?
¡Si no, entonces ha negado la revelación de Jesucristo a otros! Date prisa, porque el tiempo de prueba
está por terminar.

Juan informa, además: “Me volví para ver quién me hablaba” (v. 12a). El Espíritu Santo, que se había
hecho cargo de Juan, le da la vuelta, es decir, lo aparta de la visión natural presente, de lo terrenal.
Porque el hombre natural nada entiende de las cosas del Espíritu. Son una locura para ti. Aléjate de la
dirección actual de tu mirada y acércate al que te está hablando.

¿Qué ve Juan cuando se da la vuelta? ¿Ve ahora al Cristo glorificado? Inicialmente no, pero: “Me volví y
vi siete candelabros de oro” (v. 12b). ¿Qué son estos candelabros de oro? El versículo 20b responde: "...y
los siete candeleros son las siete iglesias". Lo que inmediatamente llama la atención aquí es que Juan,
antes de ver la gloria de la persona de Jesucristo, ¡ve la iglesia! Esto significa: ¡nadie puede ver a Jesús
en gloria, sino a través de la verdadera iglesia! ¡Qué responsabilidad tenemos! “Vosotros sois la luz del
mundo”, dijo el Señor (Mt 5,14a). Cuando un hombre decepcionado por todos los engaños del mundo
finalmente se da la vuelta, primero ve la iglesia.

Ahí radica nuestra alta misión, porque la gloria de la iglesia es la gloria de Jesucristo. Por lo tanto, hay
que decirlo con toda seriedad y de manera radical: ¡la iglesia de Jesús pierde su derecho a existir cuando
ya no es el comienzo de la revelación de Jesucristo! Esta es la gran vergüenza de nuestro tiempo, que el
mundo se ría de la iglesia, de los creyentes, diciendo: “¿Qué es lo que quieren? ¡No son diferentes a
nosotros!” Esto era algo completamente diferente en la primera iglesia. Allí los pecadores, incluidos los
sacerdotes, temblaban y oraban cuando iban a la iglesia, porque en ella veían la gloria de Jesús. “...siete
candeleros de oro.” Siete es el número de la plenitud divina. El oro es purificado y limpio, valioso y
estable. En el antiguo pacto el oro estaba santificado a Dios. Piensa en el alto precio del oro.

¡Esta es la iglesia, que fue comprada a un alto precio por la sangre de Jesús! Sin embargo, aún hay más:
en el hecho de que Juan ve a la iglesia como un candelabro de siete brazos, vemos con él la vocación de
Israel, porque el símbolo de Israel en los tiempos modernos es la Menorá, el candelero de oro de siete
brazos. Como iglesia de Jesús, se nos ha dado por un tiempo limitado – hasta el Rapto – la vocación de
Israel de ser portadores de luz. El hecho de que Juan viera primero a la iglesia prueba la maravillosa
unidad orgánica con el Señor Jesús, a quien ahora ve. Cuán claramente se dice: “Y entre los candelabros
uno 'como un hijo de hombre'” (v. 13). En la versión Revisada y Actualizada está escrito más claramente:
“Y en medio de los candelabros uno como hijo de hombre”. Esto quiere decir: la iglesia de Jesús es
perfecta, porque Jesús está en medio de ella. Todo se vuelve confuso y oscuro cuando ya no es el centro
de tu vida. ¿Está Jesús en el centro de tu vida, como dice Pablo en Filipenses 1:21: “Para mí el vivir es
Cristo”? Este es el problema de tantos, que Jesús fue dejado de lado, que tantas otras cosas y personas
son más importantes que él. Él era el centro en el establo de Belén. Innumerables ángeles cantaron. Los
científicos ("magos") han venido de todas partes para adorarlo. De la misma manera, también los
pastores.

Todos buscaban y encontraban al niño Jesús, y todos hablaban de él. Él también fue el centro de la
acción de Dios en la cruz del Gólgota. Porque "Dios en Cristo estaba reconciliando consigo al mundo" (2
Corintios 5:19).

Él, el Cordero de Dios, será el centro de la gloria de Dios e iluminará la nueva Jerusalén. Él solo es la
fuente, la vida, el poder, el futuro, la cabeza de la iglesia. Así, Juan ve que Jesucristo y su iglesia son
inseparables. Ella no tiene luz sin él. Ella no tiene fuerza sin él.

Ella no tiene vida sin él. Ella no es capaz de amar sin él. Todo es de él y por él y para él. ¿No es
sorprendente que Juan ni siquiera describa los candelabros de oro? Simplemente nota su existencia. Sus
ojos se fijan inmediatamente en el que está entre los candelabros, la verdadera fuente de luz. Nunca
debemos imaginar que permanece pasivo en el centro de nuestra vida o de nuestra iglesia. ¡No! En
Apocalipsis 2:1 está escrito que “anda entre los siete candelabros de oro”, es decir, no se detiene. ¡Él
prueba y analiza cada uno de tus portadores de luz! ¡Deja que tu luz brille! Él limpia la mecha y la llena
con el aceite del Espíritu Santo para que la enciendas.

“...con un vestido que le llegaba a los pies...” (v. 13). Es de destacar que, en la descripción de Cristo
elevado, Juan muestra cierta reserva. Es precisamente esta reserva la que subraya la majestad del gran
Señor. "... uno 'como un hijo de hombre', con un vestido que le llegaba hasta los pies..." Este ya no es el
Hijo del hombre en humildad, no, no, porque está ceñido con un cinturón de oro alrededor del pecho.
Las túnicas largas indican una gran dignidad sacerdotal; el cinto de oro, tu dignidad real. Al fondo, Juan
ve aquí al Sumo Sacerdote y Rey que regresa, es decir, al Mesías de Israel, porque la iglesia que lo rodea
(los siete candelabros) es su gloria. Él es el Redentor y Soberano de su reino. Entonces Juan ve la cabeza
de su Señor: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana, como la nieve, y sus ojos como llama
de fuego” (v. 14). Ya no está la cabeza llena de sangre y heridas, cubierta con una corona de espinas,
desfigurada por la humillación y la tortura. Por el contrario, Juan describe aquí, con expresiones
sencillas, la mayor gloria. El Espíritu Santo siempre hace esto. En el profeta Daniel, por ejemplo, el
Espíritu Santo utiliza la figura de la piedra que se soltó “sin ayuda de manos”, que llenó toda la tierra y
destrozó la imagen de las naciones, para describir la gloria del Hijo de Dios (cf.). Juan ve su cabeza y su
cabello, que brillan como la lana blanca y la nieve. Con esto quiere decir que sobre él descansa el
indescriptible resplandor de la gloria celestial. La corona de espinas se convirtió en una corona de honor.

Juan ve los ojos de Jesús, ya no llenos de lágrimas, como los vio cuando Jesús lloró sobre Jerusalén, sino
como llamas de fuego. Encontramos los mismos ojos en Apocalipsis 19:12: "Sus ojos son como llamas
de fuego, y sobre su cabeza muchas diademas...".
Estos son los ojos de su justo y santo amor, que lo escudriñan todo. Ahora también esos ojos nos miran
desde su gloria. Allí sucumbe un hombre; como Pedro cuando Jesús se volvió y lo miró. Juan ve los pies
de Jesús, ya no perforados, sino “como bronce bruñido, refinado en un horno” (v. 15 NVT). Los ojos
como llamas de fuego y los pies refinados en un horno: esto muestra a Jesús como el Juez. Él, por tanto,
no es sólo Rey y Sacerdote. También en el capítulo 2:18b lo vemos como Juez: "Estas son las palabras
del Hijo de Dios, cuyos ojos son como llama de fuego y cuyos pies son como bronce reluciente". Que aquí
aparece realmente como Juez de las naciones, y como Reconciliador y Sumo Sacerdote de Israel, lo
prueba el hecho de que justamente a Tiatira también habla de juicio y de gracia: comete adulterio con
ella, a menos que se arrepientan...” (2.22 AR). Eso es juicio. Pero añade: “A los demás que estáis en
Tiatira, a vosotros que no seguís su doctrina, y no habéis aprendido, como dicen, los profundos secretos
de Satanás, les digo, no os pondré otra carga; retén lo que tienes hasta que yo venga. Al que venza y haga
mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones” (2:24-26). ¡Eso es gracia!

La voz que escucha Juan ya no es la voz suave del Buen Pastor, que calló como oveja ante su trasquilador,
cuando fue escupido, insultado y finalmente clavado en la cruz. Ahora la voz es tan poderosa que Juan
nuevamente necesita usar la pequeña palabra “como”: “…como el sonido de muchas aguas” (v. 15). ¿No
es esta la voz del juicio de Dios que escuchamos una y otra vez en la Biblia? Jeremías también lo escuchó.
Lo compara con la voz de un león rugiente (cf. Jer 25, 30-38).

También Joel describe esta voz de juicio: “¡Oh, desde Sion rugirá, y desde Jerusalén alzará su voz; la
tierra y el cielo temblarán!

Pero el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para Israel” (Joel 3:16). Este texto también
lo muestra claramente: su voz significa juicio sobre las naciones y gracia sobre Israel. Amós fue otro de
los que escuchó esta voz del Señor: “Él dijo: 'El estruendo de Sión, y el trueno de Jerusalén; se secaron
los pastos de los pastores, y se secó la cumbre del Carmelo” (Am 1, 2). Asimismo, Oseas:

“Seguirán al Señor; rugirá como un león. Cuando ruge, sus hijos vendrán temblando desde el occidente”
(Oseas 11:10).

Ahora, Juan nos muestra en Apocalipsis 1:16 el rostro del Señor levantado. Antes de describir su rostro,
sin embargo, habla de su mano derecha. Ya no es la mano en la que un soldado romano, camino del
Gólgota, colocó una caña para burlarse de su dignidad real. No, ahora tiene las siete estrellas en la mano:

“Este es el misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha... las siete estrellas son los ángeles
de las siete iglesias...” (v. 20).

Por lo tanto, en su mano derecha traspasada, sostiene a los responsables de las siete iglesias. ¡Aquí
vemos el regreso de Jesús en gran poder y gloria con la iglesia glorificada!
Así Juan también habla de la boca del Señor. No ve la boca del Señor que golpeó un soldado. No, ve
cómo de su boca sale una espada aguda de dos filos (v. 16). Esta es la Palabra de Dios que se hizo carne.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y juzga los pensamientos y las intenciones del
corazón” (Hebreos 4:12). Pablo dice que el Señor destruirá a los impíos “con el aliento de su boca” (2
Tes 2, 8).

Y luego Juan describe la cara. Esto es tan magnífico para él que Juan no puede mirarlo, porque de nuevo
encontramos la pequeña palabra “como”: “Su rostro era como el sol cuando resplandece en todo su
esplendor” (v. 16). No puedes mirar al Sol. Para Israel, sin embargo, está prometido: “Pero a ustedes que
reverencian mi nombre, les saldrá el sol de justicia...” (Mal 4,2).

Así ve Juan, al comienzo de la revelación de Jesucristo, los fundamentos: ve al mismo Jesucristo como
Rey, Sacerdote, Profeta y Juez. ¡La figura del mártir, la más despreciada, se convirtió en la figura de un
vencedor! Juan está abrumado por la santidad y majestad de Jesucristo: “Cuando lo vi, caí a sus pies
como muerto” (v. 17). Pero el Señor no lo deja caer, sino que pone su diestra sobre él, diciendo: “No
temas. Yo soy el Primero y el Último. Soy el Viviente. ¡Estaba muerto, pero ahora estoy vivo para
siempre! Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (v. 17b-18). Aunque Juan se salva, permanece en
la tierra. Así que todavía no puede ver al Señor revelado.

Daniel, uno de los más grandes hombres de Dios en la Biblia, experimentó exactamente lo mismo. Él
describe: “Miré hacia arriba, y delante de mí había un hombre vestido de lino, con un cinturón de oro
puro alrededor de su cintura. Su cuerpo era como el berilo, su rostro como un relámpago, sus ojos como
antorchas encendidas, sus brazos y piernas como el reflejo del bronce pulido, y su voz como el sonido de
una multitud. Solo yo, Daniel, vi la visión; los que estaban conmigo no vieron nada, pero estaban tan
asustados que huyeron y se escondieron. Así que me quedé solo, mirando esa gran visión; Me debilité,
me puse muy pálido y casi me desmayo.

Entonces lo oí hablar, y cuando lo oí, caí sobre mi rostro y perdí el conocimiento” (Daniel 10:5-9).
Entonces Daniel experimentó la misma experiencia que Juan: “Entonces la mano de alguien me tocó y
me puso sobre mis manos débiles y sobre mis rodillas. Y él dijo: 'Daniel, eres muy amado...'” (v. 10-11a).
El Señor mismo quiso revelarse a Daniel para que él pudiera transmitir la revelación. El Señor quiere
transmitirnos su gloria para que podamos llevar adelante su imagen.

¡Qué contraste hay entre la experiencia de Daniel y Juan y toda la humanidad no convertida! Cuando
ella (¡todas las generaciones!) lo vea, comenzará el gran llanto (v. 7). Pero entonces será ceñido con “un
cinto de oro alrededor del pecho” (v. 13), y así se cumplirá Proverbios 1:28: “Entonces me llamarás, y no
te responderé; Me buscarán, pero no me encontrarán”. Después de esta conmovedora y magnífica
revelación del Señor Jesucristo, Juan no tuvo una pausa, sino el mandato inmediato: “Escribe, pues, las
cosas que has visto... las que han de suceder” (v. 19). La revelación de Jesucristo a Juan no fue dada para
su propio beneficio, sino que le impuso la sagrada obligación de transmitir esa revelación a las iglesias.
Así, para excluir cualquier duda, el Señor aclara, en el versículo 20, el misterio de las siete estrellas y los
siete candelabros de oro. El objeto de la revelación de Jesucristo a Juan es, por tanto, la iglesia que,
como su cuerpo, está íntimamente incluida en las cosas "que sucederán".
III
Las Cartas a las Siete Iglesias
(Ap. 2.1; 3.22)

“1 Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete


estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete
candeleros de oro, dice esto:
2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no
puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser
apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado
arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.
4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz
las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu
candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
6 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las
cuales yo también aborrezco.
7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en
medio del paraíso de Dios.
8 Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el
postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:
9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú
eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son,
sino sinagoga de Satanás.
10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo
echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis
probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida.
11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El
que venciere, no sufrirá daño de la segunda muerte.
12 Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la
espada aguda de dos filos dice esto:
13 Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de
Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun
en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre
vosotros, donde mora Satanás.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que
retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner
tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a
los ídolos, y a cometer fornicación.
15 Y también tienes a los que retienen la doctrina de los
nicolaítas, la que yo aborrezco.
16 Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y
pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una
piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el
cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
18 Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el
que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce
bruñido, dice esto:
19 Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y
que tus obras postreras son más que las primeras.
20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa
mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis
siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere
arrepentirse de su fornicación.
22 He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que
con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella.
23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que
yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada
uno según vuestras obras.
24 Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos
no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las
profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra
carga;
25 pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
26 Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones,
27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso
de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre;
28 y le daré la estrella de la mañana.
29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

“22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

“1 Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos;


para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin
palabra por la conducta de sus esposas,
2 considerando vuestra conducta casta y respetuosa.
3 Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de
adornos de oro o de vestidos lujosos,
4 sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un
espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de
Dios.
5 Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas
santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus
maridos;
6 como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual
vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza.
7 Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,
dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a
coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones
no tengan estorbo.
8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos,
amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables;
9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino
por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados
para que heredaseis bendición.
10 Porque:
El que quiere amar la vida
Y ver días buenos,
Refrene su lengua de mal,
Y sus labios no hablen engaño;
11 Apártese del mal, y haga el bien;
Busque la paz, y sígala.
12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
Y sus oídos atentos a sus oraciones;
Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.
13 ¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís
el bien?
14 Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia,
bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de
ellos, ni os conturbéis,
15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad
siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre
y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza
que hay en vosotros;
16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de
vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que
calumnian vuestra buena conducta en Cristo.
17 Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad
de Dios así lo quiere, que haciendo el mal.
18 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados,
el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad
muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,
20 los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez
esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se
preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho,
fueron salvadas por agua.
21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no
quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de
una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de
Jesucristo,
22 quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él
están sujetos ángeles, autoridades y potestades.”
E n los capítulos segundo y tercero del Apocalipsis encontramos una parte muy importante de la
Sagrada Escritura: las cartas.

El piadoso Dr. Bengel solía aconsejar a los predicadores jóvenes que primero estudiaran estas cartas.
Como las parábolas, estas cartas consisten exclusivamente en las palabras del mismo Cristo. Estos son
los últimos que tenemos directamente de él. Quizá sean también los únicos que se nos dan completos.
Con sus introducciones solemnes – “Estas son las palabras de aquel…” – y formas directas de dirigirse
– “Yo sé…” – transmiten la impresión de una majestuosidad extraordinaria. Esta impresión resulta, no
menos importante, también del mandato siete veces repetido: "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias".

No hay indicación de que las siete cartas fueran dirigidas únicamente a las siete iglesias locales, ya que
estas iglesias representan a toda la iglesia de Jesús. El número siete representa la plenitud divina y la
perfección de la era de la iglesia. Es decir, el mensaje de Cristo elevado a las siete iglesias de Asia Menor
es válido para toda la iglesia hoy como lo fue para la iglesia ya glorificada de generaciones pasadas. Las
siete iglesias, sin embargo, no son proféticas en el sentido de que cada una representa una época
específica en la historia eclesiástica. Este tipo de interpretación ha llevado a muchas exégesis,
suposiciones e hipótesis arbitrarias. Aunque no se puede negar que - como en la estatua de las naciones
de Nabucodonosor, donde se representaba en los diversos metales (oro, plata, bronce, hierro, barro) la
reducción de la calidad externa de las potencias mundiales - el poder espiritual de la iglesia de Jesús
disminuyó constantemente a través de los siglos debido al compromiso y la modernización, de modo
que la iglesia del tiempo del fin es hoy, en parte, idéntica a Laodicea. Sin embargo, ¿no están todos los
aspectos positivos y negativos, mostrados por el Señor juzgador y elevado en las siete iglesias, presentes
en toda la iglesia? ¡Escuchemos, pues, lo que el Espíritu dice hoy a la iglesia a través de las siete letras!

La Primera Carta del Cielo (Ap 2,1-7)

1 Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en
medio de los siete candeleros de oro, dice esto:

2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has
probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;

3 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has
desmayado.

4 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.

5 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré
pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.

6 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
7 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol
de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.

Éfeso fue la antigua capital de Asia Menor, con aproximadamente medio millón de habitantes; orgullosa
metrópoli y, al mismo tiempo, destacado centro mercantil y centro del culto a Artemisa (o Diana), como
nos lo muestra claramente Hechos de los Apóstoles 19. Allí había una gran comunidad judía, que Pablo
conoció en su segundo viaje (Hechos 18:19-21). Apolos también predicó allí (Hechos 18:24-28). Más
tarde, Pablo vivió en Éfeso durante tres años (Hechos 20:31).

A través de su obra, el Señor fundó su iglesia entre judíos y gentiles. Fue a los ancianos de esta iglesia a
quienes Pablo se despidió de manera tan conmovedora en su tercer viaje misionero (Hechos 20:17-38).
A esta iglesia Pablo escribió su gran carta, en la que ciertamente se nos da la comprensión más profunda
del misterio de la iglesia, el cuerpo de Jesucristo. La tradición también dice que Éfeso fue el lugar de
residencia del apóstol Juan, y que trabajó y murió allí. Desde allí, después de la muerte de Pablo, habría
supervisado las iglesias de Asia Menor. Entre 630 y 640 EC, Éfeso cayó en manos de los turcos. La ciudad
misma fue destruida en 1402 dC por Tamerlán. Las ruinas restantes se llaman hoy Ayasoluk , que surge
de Hagios Theologos , que significa “santo teólogo”, recordando al apóstol Juan, “el teólogo”, de quien
se dice que fue enterrado allí.

“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso” (v. 1). ¡Una iglesia local recibe una carta personal del Señor! "Al
ángel de la iglesia..." ¿Es realmente un ser angelical en este caso? Es casi seguro que no, porque la
palabra "ángel" también se traduce a menudo como "mensajero". La explicación más razonable es que
aquí se habla de los líderes de la iglesia. Las siete iglesias de Asia Menor estaban alrededor de la isla de
Patmos en el mar Mediterráneo, donde fue desterrado el apóstol Juan. Los siete ángeles, es decir, los
ancianos, mantenían comunicación entre Juan y las iglesias (1:19-20). Tenían una gran responsabilidad.
Ya lo sentimos al leer el primer versículo: "Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso". Porque lo que el Señor
mandó escribir al anciano de la iglesia en Éfeso, estaba destinado a toda la iglesia. Su responsabilidad
era, por tanto, transmitir fielmente a la iglesia todo lo que el Señor le dijo a Juan y lo que Juan escribió.
También nosotros tenemos esta responsabilidad, en tanto que siervos del Señor Jesús: transmitir lo que
el Señor nos dice. ¡Él confió mucho en nosotros! Sin embargo, ¡también es una gran bendición cuando
transmitimos lo que recibimos! Esto, dicho sea de paso, también fue una de las mayores fuentes de poder
de nuestro Señor Jesús. Él testifica en la oración sacerdotal: “Porque les entregué el mensaje que me
diste…” (Jn 17:8 NTV). ¡Qué pobres y miserables son las iglesias y congregaciones que ya no tienen
mensajeros que inclinen el oído a la Biblia, al corazón de Dios!

Y ahora el gran Señor, el Autor, habla de sí mismo en el versículo 1: "Estas son las palabras del que tiene
las siete estrellas en su mano derecha, y camina entre los siete candelabros de oro". Lo que esto significa
no es ningún secreto, porque la Biblia proporciona comentarios para la Biblia. Y a unos versículos antes
se dice qué son los siete candeleros: “Este es el misterio de las siete estrellas que viste en mi mano
derecha, y de los siete candeleros: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete
candeleros son los siete candeleros iglesias” (1:20). Así que está claro lo que el Señor quiere decir con la
frase:

"Estas son las palabras del que tiene las siete estrellas en su mano derecha...". ¡Qué consuelo: tiene a sus
siervos en su mano! ¿Eres un siervo o una sierva de Dios? ¡Así que eso va para ti también! “...nadie me
las podrá arrebatar de la mano” (Juan 10:28). Así dice el gran Señor, que anda en medio de los siete
candelabros, las siete iglesias. ¡Qué grande es la luz de una iglesia! En el Antiguo Testamento, Israel
tenía una sola luz, la Menorá, que iluminaba el tabernáculo y, más tarde, el templo. Las siete iglesias
representan la iglesia completa. Ella tiene una plenitud séptuple de luz. “Vosotros sois la luz del mundo”
(Mt 5,14a), dijo el Señor Jesús.

Cuando el Señor se presenta, para evitar cualquier duda sobre la autoría de la carta, da al mismo tiempo
legitimidad a sus siervos: "... que tiene las siete estrellas en su mano derecha". Esto recuerda a Isaías
42:1: "He aquí mi siervo, yo lo sostendré...". Además, el Señor dice que camina entre los siete
candelabros, por lo que no está simplemente parado. ¡Él está en medio de ti! Y: ¡él es activo en medio
de él!

Observemos al Señor Jesús en su camino victorioso de la tierra al cielo: tres días después de su muerte
en la cruz, resucitó victorioso; cuarenta días después ascendió triunfante al cielo, sentado a la diestra de
la majestad de Dios. Por el Espíritu Santo, sin embargo, camina hoy entre las siete iglesias, es decir,
entre la iglesia entera. Está presente, aunque en el Nuevo Testamento lo vemos nueve veces (cuatro de
ellas en la carta a los Hebreos) sentado a la diestra de la Majestad en las alturas. Él está “muy por encima
de todo gobierno y autoridad, poder y señorío, y de todo nombre que se puede nombrar, no sólo en este
siglo, sino también en el venidero” (Efesios 1:21). Su elevación no es más que el resultado de su
resurrección. Y lo maravilloso: cuando Jesús subió al cielo, fue como con Abraham, de quien se dice que
Melquisedec fue a su encuentro y le trajo pan y vino. Cuando esto sucedió, Levi ya estaba en los lomos
de Abraham, es decir, todo Israel, el sacerdocio (Heb. 7:5), ya estaba en Abraham. Sin embargo, aún no
fue revelado. Así que cuando Jesús subió al cielo, toda la iglesia ya estaba en él. Todavía no éramos
visibles, pero estábamos allí; en sentido figurado éramos en sus lomos, porque él es la cabeza y nosotros
los miembros. Somos el cuerpo de Jesucristo y, por lo tanto, el triunfo de Jesucristo, su ascensión y su
asiento a la diestra de la Majestad de Dios, ¡es también nuestro triunfo! (cf. Efesios 2:6).

El gran tema de esta primera carta del cielo, de Cristo en lo alto, contiene dos cosas: el servicio y el amor.
“Conozco tus obras, tu trabajo duro y tu perseverancia. Sé que no podéis tolerar a los hombres malos,
que han probado a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los han hallado impostores. Has perseverado
y soportado padecimientos por causa de mi nombre, y no has desmayado” (vv. 2-3). Esto es servicio:
servicio fiel e incansable, combinado con falta de compromiso, porque dice en el versículo 6: "Pero hay
una cosa a tu favor: aborreces las prácticas de los nicolaítas...". Los nicolaítas eran cristianos que, a pesar
de ser conversos y miembros de la iglesia de Jesús, de alguna manera se comprometían y aprobaban los
pecados de la carne. Esto fue rechazado por la iglesia en Éfeso. Rechazó decididamente toda semejanza
con el mundo, por lo tanto: servicio y amor. Miremos claramente estos dos conceptos básicos del
discipulado de Jesús y escuchemos lo que dice el gran Señor acerca de la iglesia en Éfeso.

Primero algo de amor, que es siempre primero a los ojos del Señor. Luego hablaremos sobre el servicio
y finalmente, nuevamente, sobre el amor.

El amor corre como un hilo rojo a través de toda la Biblia. El amor es lo más alto. Por eso, Pablo alaba
el amor en 1 Corintios 13 y afirma: “...si no tengo amor, nada soy” (v. 2). En el Antiguo Testamento hay
dos pasajes donde se exige el amor: "Y ahora, oh Israel, ¿qué pide de ti el S tu Dios, sino que temas al S
tu Dios, que andes en todos sus caminos? Ámalo y sírvele". Jehová su Dios con todo su corazón y con
toda su alma” (Dt 10,12). Y un pasaje similar en Miqueas 6: 8: "Él te ha mostrado, oh hombre, lo que es
bueno y lo que exige el Señor: haz justicia, ama la fidelidad y camina humildemente con tu Dios". Si
ahora juntamos estos dos pasajes, tenemos siete requisitos que el Señor hizo de Israel en el antiguo
pacto. Como el mismo tema también predomina en la primera carta del cielo, organicemos estos
requisitos. En Deuteronomio 10:12: 1) temer al Señor; 2) caminar en sus caminos; 3) amarlo; 4) servirle
con todo mi corazón y con toda mi alma. En Miqueas 6:8: 5) para hacer justicia; 6) amor fidelidad; y 7)
caminar humildemente con Dios. Es esclarecedor que estas dos declaraciones en el Antiguo Testamento
no solo contienen siete requisitos de Dios, sino también que uno de ellos se repite, aunque con un matiz.
En Deuteronomio 10:12 dice “ámalo” y en Miqueas 6:8 “ama la fidelidad”. Esto, sin embargo, es el
cumplimiento del requisito completo del Señor, como lo expresó en el Nuevo Testamento.

Cuando un fariseo se acercó a Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿cuál es el mayor mandamiento de la Ley?”
(Mt 22,36), está escrito: “Jesús respondió:

'"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente". Este es el primer
y mayor mandamiento. Y el segundo es similar a él: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". De estos dos
mandamientos depende toda la Ley y los Profetas” (Mt 22, 37-40). Si no vemos esta relación, no
podemos realmente entender la letra. Por cierto: no puedes entender el Nuevo Testamento
correctamente si no conoces el Antiguo Testamento. El Señor describe claramente su exigencia en los
dos pasajes del Antiguo Testamento, pero el superior de dos maneras: "Ámalo" y "Ama a tu prójimo".
Este último se deriva del primero.

Si tu pregunta personal para nosotros es: ¿Me amas?, entonces nos examinaremos con santa seriedad y
nos preguntaremos: ¿respondemos a esta única y por lo tanto mayor necesidad, o nos falta en última
instancia la única condición para el bendito servicio? La iglesia de Jesús de hecho se compone de siervos
del Señor. El mismo Señor Jesús describió lo que realmente es servir: “El que me sirve, que me siga”
(Juan 12:26). Esta es, pues, la definición de servir: ¡seguir a Jesús! Esto lo sabemos muy bien y también
cantamos enseguida:
"Estoy decidido a seguir a Jesús...". Sin embargo, no pongamos el énfasis en el “Yo soy”, sino en la
persona, ¡en Jesús! La falta de voluntad para servir en el reino de Dios tiene su raíz en el desapego de la
persona del Señor Jesús. No más amor ardiente, no más verdadero discipulado.

No se puede decir de los efesios que no estaban dispuestos a servir. Por el contrario, rara vez ha habido
una iglesia tan celosa y tan lista para el trabajo, tan intransigente y tan bíblica como la de Éfeso:
“Conozco tus obras, tu trabajo duro y tu perseverancia. Sé que no podéis tolerar a los hombres malos,
que han probado a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los han hallado impostores. Has perseverado
y soportado padecimientos por causa de mi nombre, y no has desmayado” (vv. 2-3). ¡Qué actividad de
servicio cristiano tuvo esta iglesia! El alto grado de conocimiento da sus frutos. ¡El Señor sabe todo lo
que hacemos! Este “yo sé” aparece siete veces en las cartas.

Si te afanas y te desgastas en el trabajo para el Señor y le sacrificas tu tiempo libre, entonces él dice: "Yo
sé...". Este alto conocimiento del Señor, sin embargo, no siempre significa alegría para él, porque
muchas veces no respondemos a su más alta exigencia.

Sin embargo, es necesaria una corrección, ya que la palabra “requisito” aparece en el Antiguo
Testamento, pero no en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento está escrito: “Está dicho lo que
el Señor requiere de vosotros”, pero en el Nuevo Testamento tenemos un Señor que pide. El Antiguo
Testamento, la ley, dice: haz esto y vivirás. El Nuevo Testamento, gracia, dice, vive, y lo harás. ¿Por qué
el Señor no se regocija con los Efesios, aunque puede enumerar tantas cosas positivas en los versículos
2-3 de su carta? Porque su servicio -y esto también es cierto para el nuestro- fue cuantitativamente
notable, pero cualitativamente deficiente. ¿Porque? Porque no fue bendecido.

Por cuantitativo entendemos el efecto horizontal, lo que se percibe a nuestro alrededor, lo que
impresiona a las personas: buena predicación, hermoso canto, testimonio conmovedor, entrega
desinteresada. No se puede decir que en el reino de Dios no sucedan estas cosas. ¿Pero
cualitativamente...? La calidad es lo que también podríamos llamar un efecto de profundidad: ¡bendito
servicio, porque tiene sus fuentes en la persona de Jesús y lleva a Jesús! Esto es lo que el Señor quiere
decir a los efesios: “Conozco sus obras, su trabajo duro y su perseverancia...y...”. Pero luego viene la
acusación: “Pero esto tengo contra ti: has dejado tu primer amor” (v. 4). Si servimos en el primer amor,
tenemos efectos de profundidad ilimitados: echamos cimientos que permanecen para siempre y dan
frutos que tienen valor eterno. En dos palabras: somos bendecidos. Sin embargo, si no somos
bendecidos, el tiempo se nos escapa.

El servicio del Señor Jesús fue de la más alta calidad. Él era el servidor de todos: “El Hijo del Hombre,
que no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28).

Su servicio tuvo grandes y profundos efectos. Cada renacido es fruto de vuestro servicio. ¿Cuál fue el
motor de tu servicio, que te impulsó a dar tu vida? ¡Fue su gran, maravilloso, inextinguible amor! Un
servicio sin el primer amor por él no tiene efecto; es un servicio frío, degenerado a nivel social: evangelio
social. Podemos así hacer muchas cosas buenas “al prójimo” – incluso convertirnos en un segundo
Pestalozzi o un segundo Albert Schweitzer – pero si el motor no es el amor de Jesús, esto no tiene un
efecto de profundidad, sino de longitud. El Señor Jesús dice: “Nadie tiene mayor amor que el que da la
vida por sus amigos” (Juan 15:13). Por amor, ¿a quién? En primer lugar, su amor ardiente lo impulsó
hacia su Padre. La Biblia está llena de evidencia de este maravilloso amor del Hijo por el Padre y del
Padre por el Hijo. Así, Dios dijo tres veces desde el cielo: “Este es mi Hijo amado” y “Yo lo he glorificado
y lo volveré a glorificar” (Mt 3,17; 17,5; Juan 12,28). Esa fue la majestuosidad de su servicio.

Ahí residía su autoridad. Su servicio no fue estéril, no fue actividad cristiana ni social. Su amor era una
“fuerza impulsora” tal que podía resistir cualquier cosa. El amor por Jesús debe ser la fuerza impulsora
detrás de nuestro servicio. “Porque el amor de Cristo nos constriñe...” (2 Corintios 5:14). Si no es este
amor el que nos impulsa, nuestro servicio no es bendecido. “Bendito servicio” en el fondo no significa
nada más que hacer la voluntad de Dios. La santa voluntad de Dios se mueve por tu carácter, ¡y eso es
amor! “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito...” (Jn 3,16).

Por lo tanto, su disposición a dar a su Hijo fue impulsada por su amor. Todo lo que hacemos fuera de la
persona del Señor es un servicio muerto. Por muy cristianas que sean nuestras actividades, es válido:
“... si no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13,2).

Cuando hablamos del primer amor, hablamos del más sagrado. Con este primer amor se hace referencia
a dos cosas: primer amor y amor en primer lugar. Haber perdido tu primer amor significa no hacer más
tus primeros trabajos. Vuelvan a la práctica de las primeras obras como lo hacían en el pasado: con
oración y motivados “por Jesús”. No estás con él tanto como solías estar. Cuán a menudo se ve esto
también en los matrimonios que se realizaron en contra de la voluntad de Dios. Empiezan de forma
idealista y llenas de confianza. Sin embargo, pronto el primer amor comienza a enfriarse, sí, llega al
punto de congelación. Los cónyuges no tienen nada más que decir. Así es en las cosas espirituales: tal
vez todavía rezas, contribuyes y cantas, pero el resplandor del primer amor, que iluminaba todo lo que
hacías antes, ya no existe. Tal vez habléis la “lengua de los ángeles”, tengáis una fe poderosa, trabajéis
sin descanso, seáis celosos y sin compromisos, pero sin aquello que todo lo vivifica: el primer amor. Con
esto llegamos al segundo significado de “pero contra ti tengo esto: has abandonado tu primer amor”.

Seguramente lo amas, pero ¿qué lugar ocupa en tu vida ese amor por Jesús? En Éfeso había tantas cosas
importantes, incluso para los creyentes. Éfeso era, como se mencionó, una rica ciudad comercial, un
centro de Oriente, que ofrecía muchas posibilidades. Con el tiempo, para muchos creyentes, los
negocios, el trabajo, las relaciones y la planificación del tiempo libre comenzaron a ocupar el primer
lugar.

¿Estás tú también en camino de dar el primer lugar a algo que no sea Jesús, abandonando así tu primer
amor? El primer amor no es más que la disposición a sufrir. El sufrimiento es mayor que el trabajo. El
mayor significado del grano de trigo no se encuentra en sí mismo, sino en el hecho de que muere. “Primer
amor”, por lo tanto, significa voluntad de morir realmente junto con Cristo; amor por la cruz. ¿Qué lugar
ocupa en vuestro corazón el amor de Jesús, el amor de la cruz? “Pero esto tengo contra ti: has dejado tu
primer amor”, dice el Señor. La sociedad se puede tragar muchas cosas en nuestra vida. Tantas
trivialidades ocupan el primer lugar: la televisión, el periódico, el dinero, la comodidad. Un claro
ejemplo de esto son los Juegos Olímpicos. Esas pocas semanas cuestan miles de millones de reales cada
vez. Un periodista llamó con razón a esta absurda estupidez. El esfuerzo fue y es (cada vez más)
demasiado grande en proporción a lo esencial. ¿Cómo es la relación entre lo esencial, el primer amor del
Señor, y el esfuerzo por tu vida diaria? ¿Estás completamente absorto en tu vida diaria, en tus
actividades diligentes, en tu pensamiento material? ¿Está el amor por el Señor Jesús en último lugar o
incluso ha desaparecido por completo? Es porque tantos abandonan su primer amor que todavía no
tenemos un despertar integral. Millones de personas van a la condenación eterna porque el amor del
Señor ya no arde, porque los hijos de Dios no están dispuestos a hacer toda la voluntad de Dios. La
obediencia al Señor y el amor por él son inseparables.

Cuánto se relaciona la voluntad de Dios con su gran amor se puede ver en su propia declaración en Oseas
14:4: "Los amaré con todo mi corazón".

Tu rango es tan estrecho porque no estás dispuesto a hacer la voluntad del Señor, y no estás dispuesto a
hacer la voluntad del Señor porque tu amor completo no le pertenece a Él. El Señor mismo dijo: “El que
tiene mis mandamientos y los obedece, ése es el que me ama” (Juan 14:21).

¿Por qué la Palabra de Dios estaba tan extendida entre los primeros cristianos de la iglesia primitiva?
¿Dios dio un despertar especial? No. Dios es siempre el que bendice, siempre el dador de vida. Los
primeros cristianos, sin embargo, no se amaban a sí mismos, a sus posesiones ni a su dinero. Al
contrario, tenían todo junto, entregaron todo. Hicieron la voluntad de Dios hasta las últimas
consecuencias y el evangelio se propagó.

Sin embargo, debido a la pérdida del primer amor, ya no se cumple la voluntad de Dios en la tierra, por
lo que el Señor Jesús oró: “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. El Señor Jesús viene a
nosotros y nos dice: “¡Recuerda dónde caíste!

Arrepiéntete y haz las obras que hiciste al principio. Si no te arrepientes, vendré a ti y quitaré tu
candelabro de su lugar” (v. 5). Luego oscurece. ¿Notas cómo se apagan las luces a tu alrededor? ¿Ves lo
oscuro que se pone? ¡Arrepentíos y haced las primeras obras!

La urgente necesidad de arrepentirse se expresa en esta primera carta, así como en las siguientes, con
las palabras: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 7,11,17,29; 3:6, 13, 22). Es
decir: el que, como miembro renacido, como miembro del cuerpo de Jesús, tiene la capacidad, es decir,
la inclinación interior, de oír lo que dice el Señor, debe oír de verdad. En otras palabras: tiene la
responsabilidad de responder a lo que ha oído y entendido. Inmediatamente después, el Señor hace la
primera promesa a los vencedores: “Al que venciere, le daré derecho a comer del árbol de la vida, que
está en el paraíso de Dios” (v. 7b). Esa primera promesa a los vencedores nos lleva de vuelta al paraíso
y al árbol de la vida. Después de que Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, fue
expulsado del paraíso para que no comiera también del árbol de la vida: “Entonces el Señor dijo: 'Ahora
el hombre es como uno de nosotros, sabiendo bueno y el malo. Por tanto, no se le debe permitir tomar
también del fruto del árbol de la vida y comerlo, y vivir para siempre.' Así que Dios lo envió lejos del
jardín de Edén para que labrara la tierra de la que había sido tomado.

Después de expulsar al hombre, colocó querubines y una espada encendida que se movía hacia el oriente
del Jardín del Edén, guardando el camino hacia el árbol de la vida” (Gn 3, 22-24). Por esto vemos que
este árbol de vida protegido, es decir, escondido, es el manantial, la fuente original, de la vida eterna.
Los frutos de este árbol nutren la vida eterna. Para que Adán, después de su caída, no comiera de ellos
y viviera eternamente en la tierra, Dios lo expulsó del paraíso, porque la muerte era la paga del pecado.
Aquí se les dice a los vencedores que comerán del árbol de la vida. En otras palabras, tendrán vida eterna
“permaneciendo en ellos” (cf. 1 Juan 3:15 RA). ¿La expresión “vida eterna” no muestra ya con bastante
claridad que se trata de una vida sin fin? ¡Sin duda! Sin embargo, se indica el “árbol de la vida”.

Se la menciona tres veces más en Apocalipsis (22:2, 14, 19). Pero si a los vencedores se les promete que
el Señor les dará a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios, y que entonces tendrán vida
eterna permanentemente en ellos, debemos observar esto: La vida eterna se llama “eterna ” porque va
de la eternidad del pasado a la eternidad del futuro; es la vida de Dios que fue revelada en Jesucristo,
quien es Dios (Juan 1:4; 5:26; 1 Juan 1:1-2).

Esta vida eterna de Dios, que fue revelada en Cristo, se da por renacimiento a todo aquel que cree en el
Señor Jesucristo. El nacido de nuevo toma posesión de ella por el Espíritu Santo sobre la base de la
Palabra de Dios.

Para comprender aún mejor esta promesa a los vencedores, tenemos que notar que esta vida eterna, que
el creyente recibe, no es una vida nueva, siendo nueva sólo en el sentido en que el hombre se apropia de
ella. Se trata de la vida que era “en el principio”. Y esta vida de Dios, que recibe el renacido, es parte
inseparable de la vida que estuvo en Jesucristo desde la eternidad y en la eternidad. A esto se refería el
Señor Jesús cuando dijo:

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” (Juan 15,5); o por Pablo: él es la cabeza y nosotros los miembros
(cf. Ef 1,22-23; 4,16).

Por lo tanto, comer del árbol de la vida significa: ser completamente uno con el Señor Jesucristo por
toda la eternidad. Por eso es tan importante para nosotros ser ganadores. Solo así podremos comer una
vez del árbol de la vida. Entonces viviremos de eternidad en eternidad delante de Dios y del Cordero.
¡La cruz del Gólgota, en la que el Señor Jesús derramó su sangre, se ha convertido para nosotros en el
árbol de la vida!
La Segunda Carta del Cielo (Ap 2,8-11)

8 Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió,
dice esto:

9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se
dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás.

10 No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la
cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te
daré la corona de la vida.

11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no sufrirá daño de la
segunda muerte.

En ese momento, Esmirna era una hermosa y rica ciudad comercial en Asia Menor, que había sido
fundada por Alejandro Magno. En ella vivía una iglesia pobre y perseguida de creyentes del Señor
Jesucristo. Significativamente, Smyrna significa “myrrhia”, “mirra” o también “amargura”. Los hijos de
Dios experimentaron allí muchas cosas amargas y difíciles. En el Antiguo Testamento, era solo la mirra
la que tenía que ser triturada primero antes de que pudiera ofrecerse como un aroma agradable en el
altar de oro del incienso.

Este era el camino de la iglesia en Esmirna, y como los creyentes en esa iglesia, nosotros también somos
aplastados, aplastados y aplastados de modo que nuestra oración, en esencia, es nuestro mismo ser,
convirtiéndonos en un aroma agradable para el Señor. Esmirna era una ciudad de mártires. El padre de
la iglesia, Policarpo, fue quemado más tarde en el monte Pagos en Esmirna; en el mismo lugar se regó
la tierra con la sangre de 1.500 testigos de Jesús, los cuales fueron ejecutados al mismo tiempo, y lo
mismo se hizo después con otros 800. El Señor volvió sus ojos a aquella ciudad, porque en el tiempo en
que Juan encontró en Patmos, allí una de sus iglesias estaba en gran tribulación.

En primer lugar, el Señor da a conocer a esta iglesia: “Conozco tus obras...” (ACF). Cabe destacar que no
describe estas obras.

Esto contrasta con la carta a los Efesios, a quienes había escrito: “Conozco tus obras, tu trabajo duro y
tu perseverancia. Sé que no podéis tolerar a los hombres malos, que han probado a los que dicen ser
apóstoles y no lo son, y los han hallado impostores. Has perseverado y soportado padecimientos por
causa de mi nombre, y no has desmayado” (2:2-3).

Sin embargo, en medio de logros cuantitativos, nuestro Señor ve lo esencial. A pesar de que el Señor le
dice a Esmirna: “Conozco tus obras”, aparentemente no hace nada. La acción está completamente en
manos de los adversarios de la iglesia en Esmirna, y apoya lo que se le hace. Sin embargo, ¡es aquí
precisamente donde radica su mayor actividad! Consiste en la semejanza con el Señor Jesús, quien
realizó la obra mayor dejando la acción a los enemigos.

Cuando el Señor Jesús comenzó su mayor obra, les confirmó a los que venían a arrestarlo, en Lucas
22:53b: "Pero esta es vuestra hora, cuando reinan las tinieblas". Extendió las manos y se dejó sostener.
A Pilato le dijo: “Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no te hubiera sido dada de arriba” (Juan 19:11).
Por lo tanto, a Pilato se le dio la obra, para que Jesús pudiera realizar la obra más grande de todas. ¡Que
os quite también vuestra iniciativa, vuestra capacidad de obrar, para que el Señor pueda actuar a través
de vosotros y así realizar grandes cosas! “Conozco tus obras y tu tribulación” (ACF). El Señor lo sabe
todo - También vuestra tribulación y dificultad. Pero, ¿no es ésta precisamente la razón por la que, al
comienzo de esta carta, se presenta como “el Primero y el Último, que murió y volvió a vivir” (v. 8)? Con
esto le dice a su grupito intimidado: “He estado en gran tribulación delante de vosotros. Tu tribulación
es mi tribulación. Pero el enemigo que te aqueja nunca tiene la última palabra. Yo soy el Primero y el
Último. Si alguna vez sucumbes, extiendo mis brazos y estoy contigo. Yo morí, y he aquí, yo vivo, y
ustedes deben ser partícipes de mi muerte para que puedan vivir.”

“Conozco tus obras y tu tribulación” (ACF). ¡Cuán alto valoró justamente el Señor las obras ocultas de
los creyentes que sufrían en Esmirna! Él mide el suyo por estándares completamente diferentes a los
que hacemos. Con gran fervor le dijo a su iglesia maravillosamente activa en Éfeso: "Si no te arrepientes,
vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar" (2:5). La iglesia de Éfeso estaba espiritualmente en
peligro de vida, porque estaba abandonando su primer amor. Nosotros también estamos en gran peligro
cuando penetra la autosatisfacción espiritual.

Esmirna estaba angustiada; Éfeso, no. Nuestro problema es que no tenemos problemas.

El Señor no se preocupó por la iglesia pobre y sufriente de Esmirna, aunque probablemente estaba
formada únicamente por la gente humilde de la rica ciudad industrial. Los creyentes se asustaron y
sufrieron burlas. Tuvieron duras tribulaciones a través de falsas doctrinas y sus vidas fueron
amenazadas por las autoridades. Miraron los acontecimientos por venir con gran temor. Precisamente
porque esto era así, porque la iglesia estaba a punto de fracasar, el Señor no la reprendió, ¡sino que le
tenía preparadas promesas y maravillosos consuelos! ¿No es realmente conmovedor que el gran Señor,
en el versículo 9, se refiera con delicado cuidado a cada aflicción, sí, que no se pierda ni olvide nada?
“Conozco tus obras y tu tribulación” (ACF). ¡Las obras eran tribulación por causa de Jesús! Sus almas
trabajaron por amor a Jesús.

¡Oh, qué cerca estáis de Jesús si sufrís por amor a Él, cuando os dejáis llevar a la comunión de sus
sufrimientos! Luego se inclina ante ti y dice: “Conozco tus obras y tu tribulación” (ACF).

¿Quién, entonces, podría saber mejor que él? Para él era el tiempo de callar ante los hombres y de ser
clavado en la cruz.
Cuando estaba colgado en la cruz, ya no podía mover sus manos para ponerlas sobre nadie. Sin embargo,
repito: ¡precisamente allí hizo la obra más grande! Adolf Pohl dijo con razón: "¡Qué acción en la Pasión!"
Así que debe haber sido como un bálsamo para la iglesia en Esmirna cuando escuchó: “Yo conozco tus
obras y tu tribulación” (ACF). Así como cuando dijo de sí mismo, "... que murió y ha vuelto a vivir", les
dice esto de la gloria que alcanzó después de su sufrimiento. Sobre la base de este hecho, le dice a la
iglesia de Esmirna: “No temáis lo que estáis por sufrir” (v. 10). ¡A través de los sufrimientos se llega a la
gloria! Sí, la medida de tus sufrimientos por causa de Jesús determina la medida de la gloria futura que
tendrás. Esto es lo que Pablo dice en 2 Corintios 4:17-18: “Porque nuestras leves y momentáneas
aflicciones [o tribulaciones] obran en nosotros una gloria eterna que supera con creces a todas ellas. Así
que no ponemos los ojos en lo que se ve, sino en lo que no se ve, porque lo que se ve es transitorio, pero
lo que no se ve es eterno”. También es conmovedor que el mismo Señor determine la medida de los
sufrimientos de la iglesia en Esmirna, diciéndole también: “El diablo echará a algunos de vosotros en la
cárcel para poneros a prueba, y seréis perseguidos durante diez días” (v. 10). Por lo tanto, están
exactamente delimitados. El Señor no deja pasar la medida (ver también 1 Cor 10,13), pero cuida de que
sus hijos no se desanimen. Pedro también quiere decir lo mismo cuando dice en su primera carta: “En
esto os alegráis, aunque ahora, por un poco de tiempo, es necesario que os entristezcáis por toda clase
de prueba.

Esto es para que vuestra fe, que es de mayor valor que el oro que perece, aunque sea refinado por el
fuego, se pruebe que es genuina y resulte en alabanza, gloria y honra cuando Jesucristo se manifieste”
(1 Pedro 1:6- 6).7).

La razón de la pobreza de la iglesia en Esmirna debe haber sido su testimonio de Jesús, porque en la
gran ciudad comercial los creyentes ciertamente podrían haber tenido una buena vida. Sin embargo,
aceptaron las desventajas sociales; fue la consecuencia de su discipulado. Esto, sin embargo, suponía
una disposición total a renunciar. Éste es un punto importante. ¿Quién, incluso hoy, acepta las
desventajas económicas por causa de Jesús? Ocurre justo lo contrario.

¿Quieres adaptarte al sistema social actual con todas sus exigencias exageradas? No sufrimos pobreza;
Vivimos en un país cristianizado. Sin embargo, aferrarse a las cosas económicas, terrenales, a las
riquezas, siempre tiene como consecuencia la pobreza espiritual. En el fondo, no es un testamento de
alabanza para nosotros cuando nos encontramos en cierto bienestar. ¿No puedes, entonces, poseer algo?
Pablo dice: “Yo sé lo que es estar necesitado, y sé lo que es estar lleno” (Filipenses 4:12). Sin embargo,
tan pronto como nos aferramos a nuestras posesiones, tan pronto como comenzamos a hacer demandas,
somos correspondientemente pobres espiritualmente. ¿Por qué no sufrimos pobreza exterior? Porque
la exigencia de Jesús de hacer nuestra su experiencia, tomando su cruz sobre nosotros en todos los
aspectos, presupone una voluntad de renuncia. Esto no lo exige el Señor de todos. ¿A quién exige la
renuncia a sí mismo? De los que sabe están dispuestos. ¿Está dispuesto? La voluntad de entrega se
manifiesta en la voluntad de sacrificio. Esto, sin embargo, es la renuncia en acción.
Si el Señor le dice a la iglesia de Esmirna: "Conozco vuestras aflicciones y vuestra pobreza", entonces
significa que ella tomó sobre sí la pobreza de Jesús. 2 Corintios 8:9 habla de esta pobreza de Jesús:
“Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, siendo rico, por amor a vosotros se hizo
pobre, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”. ¿Significa esto que todos debemos ser
pobres? No, porque no se trata de la justificación por las obras, sino que significa desapegarnos
interiormente de nuestras propiedades.

¡Podemos disfrutar con acción de gracias todo lo que hemos recibido, pero al mismo tiempo debemos
ponerlo todo en el altar! En otras palabras: prepárate en cualquier momento para renunciar a todo. La
iglesia de Esmirna no necesitaba haber seguido este camino de pobreza y aflicción. Sin embargo, aceptó
de buen grado toda desventaja e inferioridad por causa de Jesús. Su pobreza debe haber sido grande,
porque la palabra griega que aquí se usa para pobreza es ptocheia. Siempre se usaba cuando se
imaginaba la figura inclinada de un mendigo. En una situación tan miserable, por lo tanto, estaban los
creyentes de Esmirna. Sin embargo, debido a su carácter abnegado, el Señor inmediatamente agrega:
"...pero tú eres rico". Esto contrasta con lo que les dice a los cristianos de Laodicea, que no eran ni fríos
ni calientes, sino tibios: “Tú dices: 'Soy rico, he adquirido riquezas y no tengo necesidad de nada'. Pero
no reconoce que es miserable, compadecido, pobre, ciego y desnudo” (3:17). La iglesia de Laodicea
estaba en profunda pobreza espiritual porque se aferraba a sus riquezas. El mismo Señor Jesús dijo que
“es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Mt 19,24).
¿Quiere decir con esto que uno no puede ser rico?

¡Claro que no! El rico, sin embargo, debe considerarse administrador de sus bienes. ¡Ay de aquel cuyo
corazón está atrapado en sus posesiones! Tenemos aquí, pues, a los ricos pobres de Esmirna ya los
pobres ricos de Laodicea.

Surge entonces la pregunta: ¿cómo es tu disposición a renunciar por amor a Jesús? ¿Hasta qué punto
estás dispuesto, de una manera muy práctica, a acercarte a la mentalidad de Jesús? Él dice: “Del mismo
modo, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas
14:33). ¿Te pasa por alto con su exigencia total porque rehúyes lo esencial y amas tu propia vida por
encima de todo? Resulta que no obliga a nadie a renunciar a su vida. Pero el principio divino es: “El que
ama su vida, la perderá; mientras que el que aborrece su vida en este mundo [se entrega a sí mismo por
Jesús], para vida eterna la guardará” (Juan 12:25). Esto no es una orden, sino una comunicación.

de un principio de Dios. La iglesia de Esmirna asumió voluntariamente las aflicciones y las renuncias,
porque amaba a Jesús por encima de todo. Esmirna es una de las dos iglesias que el Señor no tuvo que
reprender y llamar al arrepentimiento, como por ejemplo Éfeso, a quien le dice: “Pero esto tengo contra
ti: has dejado tu primer amor” (2:4). Quisiera volver a decirlo con énfasis: el Señor no nos manda amarlo,
porque el amor se basa siempre en la espontaneidad. La iglesia de Esmirna lo amaba y por eso los animó
tanto también en vista de las cosas difíciles que aún les esperaban: “No tengáis miedo de lo que estáis
por sufrir. El diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para probaros, y seréis perseguidos durante
diez días” (v. 10). Y luego viene el estímulo: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (v.
10c). ¡Así que los creyentes de Esmirna se encuentran en el campo de fuerza de su maravillosa plenitud
de promesa! Eso los hizo felices — En medio de sus aflicciones y pobreza, en sus pruebas y temores, en
su temblor y temor. La promesa del Señor superó todas las cosas difíciles de su vida. Oh, deja que
también en tu vida todas las dificultades sean superadas por la promesa del Señor. Pablo también quiso
aclarar lo mismo cuando dijo en 2 Corintios 4:8-9: “Estamos apremiados en todo, pero no desanimados;
estamos perplejos, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no abandonados; sacrificados, pero
no destruidos.” Se regocijó en la certeza victoriosa de que el Señor estaba con él.

Debido a que la posición y mentalidad de la iglesia en Esmirna correspondía a la posición del Señor
Jesús, es claro que ella también tenía exactamente los mismos enemigos y tuvo que soportar la misma
resistencia que él, y que de exactamente la misma clase de personas: “... la blasfemia de los que se dicen
ser judíos y no lo son, sino sinagoga de Satanás” (v. 9). Por lo tanto, estos judíos aparentemente
creyentes dijeron a los cristianos en Esmirna:

" Nosotros tenemos la religión correcta, no tú". No se trata aquí de judíos en general, sino de una
sinagoga judía particular en una actitud particular hacia una iglesia cristiana particular. Así que es
fundamentalmente erróneo condenar el judaísmo en general, porque los perseguidos se convertirían en
perseguidores. Los judíos aquí, que dicen ser verdaderos judíos – pero de los que el Señor dice que no
lo son – son los prototipos de los religiosos sin Cristo. Tales aparentes creyentes han existido en todos
los tiempos, y los vemos hoy también. ¡Esta es una religión contraria al discipulado de Jesús! La
persecución del mundo no es tan intensa como la persecución de los religiosos, que dicen tener razón,
pero no la tienen; que se burlan de los hijos de Dios y dicen: “Tenemos la iglesia correcta”, aunque sea
una “sinagoga de Satanás”, en la que se cuestiona la infalibilidad de la Biblia. Estas personas, de las
cuales Pablo dice: "Teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella" (2 Timoteo 3:5), se
reúnen bajo el estandarte del Anticristo.

Note bien lo que dice 2 Timoteo 3:12: “Ciertamente, todos los que desean vivir una vida piadosa en Cristo
Jesús serán perseguidos”.

No hay otro camino que el que siguió Jesús. Pero si caminas en él, lo que te espera es la corona de la
vida; entonces el mismo Señor Jesús le espera en la otra orilla. Él te dice ahora a ti, a tu hijo afligido:
"No temas lo que vas a sufrir... Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida". Ser fiel hasta la
muerte, esa es la fidelidad del testimonio de Jesús, pues en el capítulo 1.5 se le llama "el testigo fiel". Fiel
no es sólo el que permanece creyente hasta la hora de su muerte, sino también el que permanece testigo
en la palabra y en el ser; uno que está constantemente en la victoria de Jesús. En nuestros días, muchos
se alejan de este testimonio vivo porque temen los sufrimientos de Jesús. Lo contrario es el caso, y
entonces inevitablemente sucede: hacer demandas de acuerdo con las normas de nuestra sociedad, en
lugar de dar. Así es: el sufrimiento, desconectado de Cristo, sin efecto vicario, es un poder enemigo; no
es para el hombre, porque Dios no lo ha destinado para él.
Por eso está escrito en Apocalipsis 21.4 que en la gloria no habrá más sufrimiento. Sin embargo, sólo a
través de la comunión de sus sufrimientos, que son santificados y que Él tomó sobre sí mismo por
nosotros, tanto en el exterior como en el interior, estamos nosotros, tú y yo, unidos con el ser, el camino
y la gloria de Jesucristo.

Ahora nos encontramos en una encrucijada. La pregunta es, ¿estoy dispuesto a seguir el camino de la
abnegación por causa de Jesús?

Entonces recibimos rico consuelo y maravillosa gloria. Sin embargo, si seguimos el camino de la
autoafirmación y la llamada “autorrealización”, entonces morimos espiritualmente y vivimos sin
consuelo.

Esmirna tuvo este consuelo en toda su plenitud. Los oídos de estos creyentes estaban abiertos al hablar
del Señor. Que la promesa a los vencedores se reduzca tan solo a Esmirna:

“El que venciere, no sufrirá la segunda muerte” (v. 11b) – refuerza el hecho de que esta es una iglesia
vencedora que ya posee toda la plenitud de la divinidad en Jesucristo. Un gran peligro del sufrimiento
es la atrofia del alma.

Lo mismo sucede en otras áreas también, ¡a menos que seamos ganadores! Cuán importante es que
tengamos la victoria y la victoria en la tribulación, porque entonces no sufriremos el daño de la muerte
segunda.

Resulta que hay dos tipos de muerte: la muerte física y la “segunda”, la muerte espiritual. El que nace
una vez debe morir dos veces; el que nace dos veces debe morir una vez. El que recibe sólo la vida física
de su madre, por tanto, el que nace una sola vez, muere dos veces: la muerte física y luego la “segunda”
muerte, es decir, la muerte que no mata. Tal persona está separada del Dios viviente por toda la
eternidad. Pero el que nace dos veces, físicamente y luego espiritualmente por la fe en Jesucristo (nacido
de nuevo), recibe la vida eterna y, por lo tanto, muere una sola vez. Esta muerte única, en el fondo, ya
no es morir, sino volver a casa. La “segunda” muerte ya no podía dañar a un vencedor, porque fue
vencido por la muerte de Jesús.

La Tercera Carta del Cielo (Ap 2,12-17)

12 Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:

13 Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y
no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros,
donde mora Satanás.
14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que
enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos,
y a cometer fornicación.

15 Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.

16 Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi
boca.

17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná
escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual
ninguno conoce sino aquel que lo recibe.

La iglesia de Pérgamo era, de las siete iglesias, la más septentrional, a unos 70 kilómetros al norte d e
Esmirna. La ciudad de Pérgamo mencionada aquí perteneció a Lydia, bajo el muy rico rey Creso y,
después de su derrota, pasó a pertenecer al Imperio Persa. Más tarde pasó a formar parte de Macedonia,
y en el 264 a. C. se convirtió en la conocida y ricamente ornamentada capital del reino de Pérgamo. En
el año 133 aC, por voluntad de su último rey, Atalo III, pasó a formar parte del Imperio Romano. Fue
famoso principalmente por el templo de Asclepio y el gigantesco altar de Zeus. La tan citada biblioteca,
con 250.000 rollos de pergamino (también la palabra pergamino viene de Pérgamo), hacía mucho
tiempo que no estaba allí en la época del apóstol. Sin embargo, la ciencia y el arte todavía florecieron.

Esa ciudad todavía existe hoy. Se llama Bergama y está habitada por griegos y turcos.

Aunque las cartas del cielo están formuladas de manera breve y sucinta, no es una presentación
resumida. Al leer las cartas, debemos recordar repetidamente que estas son las últimas palabras directas
que tenemos de nuestro Señor Jesucristo. Aunque también se habla de la restauración y salvación de
Israel, se dirige principalmente a la iglesia, pues, según 1 Corintios 10.11, la iglesia de Jesús es aquella a
la que ha llegado el fin de los tiempos. En otras palabras: ella es la retaguardia en el plan de salvación.
En los evangelios, el Señor Jesús habla a sus discípulos y, a través de sus discípulos, a nosotros. Aquí,
sin embargo, se dirige desde la diestra del Padre directamente a su iglesia y por lo tanto a nosotros. Esta
forma directa está subrayada porque Juan, como apóstol del Señor y miembro del cuerpo de Jesús,
recibió los mensajes. Así que cada palabra debe ser cuidadosamente observada, meditada, orada y
preguntada: ¿qué quiere decir el Señor con esto?

La manera insistentemente directa en la que el Señor se dirige a cada una de las siete iglesias también
puede ser una de las razones por las que estas cartas son relativamente poco comentadas. A cada iglesia
el Señor le revela otra cara de su ser, según lo que la iglesia en cuestión necesitaba y necesita hoy. A la
iglesia de Esmirna se presenta como "el Primero y el Último", como el vencedor absoluto de la muerte.
Esta iglesia, que estaba en gran aflicción, necesitaba esto como consuelo; ella necesitaba saber quién era
su Señor. A Pérgamo, sin embargo, se le revela como “el que tiene una espada aguda de dos filos” (v. 12).
En esta autopresentación del Señor vemos también, con inconfundible claridad, el tema de esta carta:
¡no mezclar! Lo mismo dice también en Hebreos 4:12: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; penetra hasta dividir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.” ¡Dios no quiere mezclar! En
Apocalipsis 19:15 vemos al Señor levantado sentado sobre el caballo blanco: "De su boca sale una espada
aguda...". Con ella juzga a las naciones anticristianas (cf. Ap 19, 21). La espada aguda de dos filos es la
Palabra de Dios, sí, él mismo es la Palabra de Dios: “El que es la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros” (Juan 1:14a).

El Señor no se revela a Pérgamo sólo como la espada aguda de dos filos que sale de su boca, sino también
a lo largo de toda la historia de la salvación hasta nuestros días. Con esa espada también matará al
Anticristo.

Cuando Josué estaba cerca de Jericó y por primera vez tenía la responsabilidad de guiar al pueblo de
Israel a la tierra prometida, de repente notó a un hombre parado frente a él, “sacando una espada” (Josué
5:13) – la Palabra de Dios. La Palabra de Dios convence, juzga y separa y así no se mezcla. ¡Por eso
necesitamos transmitir la Palabra de Dios!

Pérgamo significa "ciudadela". La iglesia de Pérgamo estaba en peligro extremo. Pérgamo era en ese
momento la sede del gobernador romano. Además, también era el centro del culto al emperador.

Había allí, entre otros, un gran templo dedicado a Roma, en el que César Augusto iba a recibir el culto
divino. A través de esto, la pequeña iglesia se metió en grandes dificultades. Con el poder romano se hizo
especial hincapié en la ley según la cual el emperador debía recibir el culto divino. Entonces, es muy
esclarecedor que el Señor no diga aquí (como en Esmirna, Éfeso y otras iglesias):

“Conozco tus obras”, sino: “Sé dónde vives” (v. 13). Aunque la edición de Almeida Corrigida Fiel dice:
“Conozco tus obras, y dónde vives”, los manuscritos originales carecen de ese “tus obras”. Es por eso que
esta parte se omite en casi todas las traducciones.

Aparentemente, la iglesia de Pérgamo carecía de las obras de Cristo.

Debe haber hecho muchas cosas inútiles, muchas obras muertas. Este es también el gran peligro hoy.
¿Hacemos buen y completo uso, tú y yo, del tiempo que recibimos del Señor aquí en la tierra? ¡Solo
tenemos un tiempo limitado! “En tu mano están mis días” (Sal 31:15a, RA). ¡Ese tiempo hay que
invertirlo para la eternidad, pues necesitamos dar cuenta de lo que hemos hecho por él con nuestro
tiempo aquí en la tierra! Mucha gente tiene tiempo, incluso mucho tiempo, pero no para el Señor, sino
para ellos mismos. Sin embargo, las Escrituras advierten: “…aprovechando al máximo cada
oportunidad” (Col. 4:5).
Si seguimos esta traducción: "Conozco tus obras", el Señor no se refiere aquí a obras provechosas. Al
parecer realizaron obras que no eran dignas de mención. A estas la Biblia las llama obras muertas. Una
parálisis espiritual sólo se supera cuando hay arrepentimiento por las obras muertas. La sangre de
Jesucristo también limpia de obras muertas, que no dan fruto para la eternidad (Hebreos 9:14).

A pesar de esto, el Señor alaba a la iglesia de Pérgamo. ¡Él es justo y no olvida nada! Cuando reprende
donde es necesario, también alaba donde es apropiado: “Yo sé dónde vives, dónde está el trono de
Satanás” (v. 13). El Señor sabía que su iglesia en Pérgamo estaba bajo gran amenaza, pues vivía en el
área de poder de Satanás. Aquí se usan dos veces las palabras de ubicación: “Sé dónde vives”. Y cuando
luego habla de Antipas, su testigo fiel, vuelve a decir: "...donde mora Satanás" (v. 13b). Vivir con el
Diablo, ¡eso es algo terrible! Si está escrito "donde está el trono de Satanás", significa que el príncipe de
las tinieblas tenía una especial plenitud de poder en Pérgamo, ya fuera por el culto de los espíritus, por
el gobernador romano, o por el panorama visible. Se sabe por la historia que en Pérgamo había un altar
de 300 metros de altura en honor a Zeus. Además, había en ese tiempo en Pérgamo un culto de curación
de serpientes, que era conocido y famoso. En un templo donde se guardaban serpientes, la gente buscaba
curar sus dolencias. La serpiente principal incluso fue llamada el "salvador". Muchas personas creyeron
en él y lo adoraron: el trono de Satanás. Esto despierta asociaciones con el cielo y la antigua serpiente
malvada. Si el Señor dice a sus comprados con sangre: "Sé dónde vivís, dónde está el trono de Satanás",
prueba con esto que no pasa por alto ni juzga sin tener en cuenta el poder negativo de las circunstancias
y la atmósfera. También sabe exactamente dónde vives, en qué situación te encuentras: en qué barrio,
en qué familia, en qué lugar de trabajo. Él conoce los poderes satánicos que rugen a tu alrededor día tras
día, de modo que casi pierdes la capacidad de respirar. ¿Qué es la respiración del alma? ¡El orador!

Jesús lo sabe todo, también todo sobre ti y sobre ti. Él nunca permite que seamos tentados más allá de
nuestras fuerzas y que nos hundamos en la desesperación. A pesar de permitir, por ejemplo, que Satanás
tocara a su siervo Job, no solo que los diez hijos de Job fueron heridos de muerte en un día y todas sus
posesiones se perdieron, sino también que su propia esposa le dijo: "¿Todavía tienes tu integridad?
¡Maldice a Dios y muere! (Job 2,9) – poseía una sólida certeza, un conocimiento de Dios, y respondió:
“Yo sé que mi Redentor vive...” (Job 19,25). Esas poderosas palabras de consuelo son válidas para todos
nosotros en esta noche del tiempo del fin.

Aclarando con respecto a Pérgamo también está lo siguiente: el Señor no dice: "Yo sé dónde vives, dónde
está establecido el trono de Satanás", sino, "...dónde está el trono de Satanás ". El trono de Satanás
existe, pero no está "establecido", ¡no tiene solidez!

¡Solo se establece un trono, y ese es el trono del Dios viviente y el Cordero! ¡Jesucristo es el mismo ayer
y hoy, y lo será por siempre! Nos enfrentamos repetidamente a esta pregunta: ¿quién es el más poderoso,
¿quién es el ganador? ¿Es Satanás, que me aflige por dentro y por fuera, o es Jesucristo? ¡Es Jesucristo!
“Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Cor 15,
57). Aunque estemos amenazados, sacudidos y zarandeados por el poder de Satanás de mil maneras, ¡el
Señor sabe dónde vivimos! La iglesia de Jesús no se enfrenta a hombres, sino a potestades, por lo que
nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra potestades y potestades de las tinieblas, como dice
Efesios 6:12. Vemos en nuestros días cómo pueblos, iglesias y organizaciones están cada vez más bajo el
poder del Maligno. Todas las ciencias filosóficas están cada vez más infiltradas por el espíritu del
Anticristo. Como entonces en Pérgamo, hombres y poderes poseídos por el espíritu del enemigo se
preparan cada vez más amenazadoramente para el golpe, física y espiritualmente. ¿Contra quién?
Espiritualmente contra la iglesia de Jesús y físicamente contra Israel. ¿Cómo podemos resistir todavía?
O, como lo expresaron los discípulos, “¿Quién, pues, podrá salvarse?” (Mt 19,25). La Biblia dice: “Vestíos
de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo” (Efesios
6:11).

El Señor pudo alabar a la iglesia de Pérgamo porque mantuvo su nombre: “Sin embargo, permanecéis
fieles a mi nombre” (v. 13). ¿En qué nombre? ¡El maravilloso y precioso nombre de Jesús! En el centro
de la estrategia satánica, esta iglesia no se dejó oscurecer por la pompa pagana, la lujuria de la carne o
de los ojos. Esto podría haber sucedido fácilmente, ya que toda la población de la ciudad estaba
entusiasmada con el culto a la serpiente y al emperador. La expresión “permanece fiel”, usada aquí, en
realidad es muy débil y sin énfasis, porque la palabra griega dice más. Debería decir: sostén y agárrate
con todas tus fuerzas. En Pérgamo era un asunto de vida o muerte, porque algo les sería quitado a los
creyentes. Ese es siempre el objetivo del enemigo: quiere quitarnos lo que tenemos. Por esto

razón se da repetidamente en las cartas una exhortación, visto por ejemplo en el capítulo 2,25: "... sólo
retened lo que tenéis, hasta que yo venga". O en el capítulo 3.11: “¡Vengo pronto! Quédate con lo que
tienes, para que nadie te quite la corona. ¡Se trata de aguantar! En Pérgamo se requería renunciar al
nombre de Jesús, porque Satanás moraba allí. Nota 2 Sin embargo, Satanás no puede soportar la
confrontación con el nombre de Jesús. ¡Esta es la gran lucha en la que nos encontramos!

“¡Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo!” (Hechos 2:21), dice la Escritura. Tan pronto
como se pronuncia el nombre de Jesús con fe, la oscuridad diabólica se rompe. Quien se aferra, sí, se
aferra a ese nombre, nada puede doler. Entonces somos vencedores y exclamamos: “Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). ¡Oh, que usaras más el nombre de Jesús!

Con Antipas, la lucha condujo a la muerte. El Señor mismo dice esto: "...cuando Antipas, mi testigo fiel,
fue muerto en aquella ciudad"

(v. 13). Con nosotros los ataques de Satanás no son tan intensos. Todo sucede más civil y
“eclesiásticamente”. Sus métodos son más sutiles, pero su objetivo sigue siendo el mismo. Quiere que,
día a día, neguemos el nombre de Jesús, imponiéndose, siendo egoístas, envidiosos y calumniadores.
Quiere que guardemos silencio cuando debemos hablar, para que nuestra posición corresponda a la de
Pedro: "¡No conozco al hombre de quien hablas!" (Marcos 14:71b).
El Señor sigue alabando a su iglesia en Pérgamo, porque nunca olvida nada. Él dice, en el versículo 13
(RA): "... no has negado mi fe". ¡Esto es importante, porque hay fe y fe! Juan 3:36 dice: "El que cree en
el Hijo tiene vida eterna". Este es el primer paso.

¡Cree en Jesucristo como tu Salvador personal! Sin embargo, no se detenga en ese primer paso. Quien
hace esto permanece espiritualmente en la infancia. ¡Tal persona cree en el Señor Jesús, pero no tiene
la fe del Señor Jesús! ¡Y ese es exactamente el secreto! “... no has negado mi fe”, dice el Señor. Pablo
entendió esto. Dice en Gálatas 2:20: “Con Cristo fui crucificado. Así que ya no vivo yo, sino que Cristo
vive en mí. La vida que ahora vivo en el cuerpo [con lo cual quiere decir: Vivo todavía en mi carne de
pecado, y sé que, en mí, es decir, en mi cuerpo, no mora el bien], la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó a sí mismo por mí”. En otras palabras: “Vivo y creo exactamente como Jesús vivió
y creyó, y continuamente digo 'no' a las exigencias de la carne, como la terquedad, la impureza y todas
las manifestaciones pecaminosas. Me entrego completamente como lo hizo mi Salvador.

Sigo exactamente el camino seguido por mi Salvador. Estoy en la cruz, como mi Salvador estuvo en la
cruz”. Vivir en la fe del Hijo de Dios es un paso mucho más allá de creer en Jesús.

Los creyentes de Pérgamo entendieron esto y no negaron esa fe. La fe del Señor Jesús resiste aun cuando
todo se derrumba, cuando el cuerpo y el alma se marchitan y aparentemente todo está en tu contra.
Negar significa responder negativamente cuando te desafían a confesar a Jesús, como lo hizo Pedro.
Negar tu fe significa preservarte a ti mismo, a expensas de confesar que perteneces al Señor Jesús. El
Señor puede decir de ti: ¿No has negado mi fe? ¿O has negado su fe? Es un maravilloso testimonio para
Pérgamo cuando agrega: “...tú... no renunciaste a tu fe en mí, ni aun cuando Antipas, mi testigo fiel, fue
muerto en esta ciudad, donde mora Satanás” (v. 13). . El nombre Antipas tiene diferentes significados.
Uno de ellos es: “como tu padre”. Como testigo fiel dio su vida por Jesús.

Todavía no tenemos que pagar con nuestras vidas como mártires por nuestro testimonio. Sin embargo,
ya existe un martirio espiritual, que consiste en no abandonar el testimonio de Jesús en la vida cotidiana,
sino en matar al hombre interior. Pablo dice: “Enfrento la muerte todos los días” (1 Corintios 15:31).
Quizás tu martirio consiste en que, en tu matrimonio, en tu familia o en tu lugar de trabajo, tienes que
vivir con alguien cuyo corazón es el trono de Satanás. Oh, que todos tengamos la mentalidad de Antipas
y no neguemos su fe - la fe de Jesús.

Muchos, incluso en la iglesia de Jesús, están desanimados en nuestros días; renuncian y dejan de llevar
a cabo la buena batalla de la fe. Pero ahí afuera estarán los desesperados, los que ceden a las exigencias
de la carne, en cualquier forma o persona. Pedro quería que el Señor Jesús negara o rechazara la cruz,
pero el Señor le dijo:

"¡Apártate de mí Satanás!" (Mc 8,33). ¿No es conmovedor que el gran Señor le dé a Antipas el mismo
título que tiene? Lo llama “Antipas, mi testigo fiel” (v. 13). El Señor mismo es llamado así en Apocalipsis
1:5: "Y de Jesucristo, quien es el testigo fiel". Testigos fieles son los que resisten hasta la muerte.
Después de la alabanza del Señor, sigue una seria reprensión: "Sin embargo, tengo algunas cosas contra
ti: tienes gente allí que se aferra a las enseñanzas de Balaam, quien enseñó a Balac a tender lazos contra
los israelitas, induciéndolos a comer comida sacrificada a los ídolos. y practicar la inmoralidad sexual.
Así también tenéis a los que se aferran a las enseñanzas de los nicolaítas.

¡Así que arrepiéntete! si no, vendré pronto a ti y los pelearé con la espada de mi boca” (v. 14-16). Las
tribulaciones provocadas por el poder estatal y por los judíos fueron muy duras para los creyentes de
Pérgamo. Pero pudieron resistir porque estaban revestidos de toda la armadura de Dios, guardaron su
nombre y no negaron su fe, porque es el Señor mismo quien tiene la espada que traspasa todas las
corazas del enemigo. ¡Así que quien tiene a este Señor en su corazón es invencible! En Cristo Jesús se
eleva sobre el trono de Satanás y es más que vencedor en todas las tribulaciones. No obstante, esto, el
Señor tiene contra ellos "algunas cosas", o "unas pocas cosas", como también se traduce. Con eso, parece
que sería una nimiedad, a pesar de ser tan grave; un ablandamiento, ya que a los creyentes les gusta
tanto aplicarlo para disminuir su derrota y sus fallas. Sin embargo, aquí está la cosa tremendamente
seria: mientras los hijos de Dios en Pérgamo resistieron victoriosamente al enemigo exterior, ¡se
rindieron al enemigo interior! Con eso, ya tenemos la mezcla mortal de victoria y derrota; seguir a Jesús
hasta la muerte, pero capitular ante las demandas internas de la carne. Bajo esa luz tenemos que mirar
los versículos 14 y 15. Así que los creyentes de Pérgamo resistieron al enemigo exterior en una unión
victoriosa de confesión, pero no tomaron en serio al enemigo interior. Es, por tanto, una insignificancia,
pero de alcance estremecedor. La doctrina de Balaam había echado raíces en Pérgamo. Consistía en el
consejo que Balaam le dio al rey Balac (Núm. 31:16; 22–25). Balaam quería maldecir al pueblo de Dios,
pero no tuvo éxito. Se dio cuenta de que Balak no podía hacer nada con su ejército, porque Israel era
invencible. Por eso le impidió luchar contra Israel. Sin embargo, también quería aniquilar al pueblo de
Israel, y lo hizo induciendo a Israel a participar en la idolatría y la prostitución relacionada. No un gran
ejército, sino mujeres, muchachas, iban a aniquilar a Israel.

Estas "pocas cosas" eran por lo tanto un peligro mortal para Pérgamo, ya que el diálogo "inocente" entre
Eva y la serpiente en el paraíso fue una trampa que tuvo funestas consecuencias. Y en Pérgamo,
probablemente por miembros muy respetados de la iglesia, esta liberalidad sexual fue elevada a la
doctrina: "...los que retienen las enseñanzas de Balaam" (v. 14). Por eso se llegó a esta terrible mezcla
en Pérgamo: por un lado, la conservación resuelta del nombre de Jesús exteriormente (v. 13) y, por otro
lado, la obstinada adhesión a la doctrina de Balaam (v. 14). Hay que recordar que no todos participaron.
El Señor dice expresamente: “...tienes gente allí...”, ¡tienes algunos que han cedido al enemigo interior!
Sin embargo, a pesar de que los demás seguían al Señor de todo corazón, surgió una mezcla en la
estructura de la iglesia porque toleraban las cosas carnales. Ahí terminó la autoridad. Esto ha sucedido
miles de veces, incluso hoy. Por su espada afilada, por su Palabra, el Señor quiere separar; no quiere la
liberalidad de la carne, sino que la carne sea crucificada con Cristo. En Pérgamo había prostitución
carnal porque ya había habido prostitución espiritual. Esta prostitución espiritual se reveló en la
posición neutral de la iglesia hacia estos desviados. De la iglesia en Éfeso el Señor dice, “ustedes
aborrecen” (2:6). Ella tomó una posición clara en contra de cualquier falsa doctrina y lujuria de la carne.
De la iglesia de Tiatira, sin embargo, se dice: "Tú toleras" (2:20). En Pérgamo, estos dos grupos y estas
dos doctrinas, el discipulado decidido de Jesús y los compromisos con la carne, simplemente caminaron
uno al lado del otro. Esta neutralidad comunitaria interior es la más duramente condenada por el Señor,
ya que la infidelidad encuentra en los fieles su mejor escondite.

Por cierto, los nicolaítas y los discípulos de Balaam, de quienes hablamos aquí, no eran dos grupos
distintos. Por el contrario, los nicolaítas sostenían la doctrina de Balaam (Nicolaítas = denominación
griega de los discípulos de la doctrina de Balaam). Lo imitaron y ganaron a otros en la iglesia de Pérgamo
por su posición descarriada. Que debe entenderse lo mismo por nicolaítas y balaonitas, como por
ejemplo por antisionismo y antisemitismo, es particularmente evidente en los versículos 14 y 15, donde
la acusación del Señor se agrupa en una sola. Dice allí: “Sin embargo, tengo algunas cosas contra ti:
tienes gente allí que se aferra a las enseñanzas de Balaam, quien enseñó a Balac a tender lazos contra los
israelitas, induciéndolos a comer alimentos sacrificados a los ídolos y a practicar la inmoralidad sexual.
Así también tenéis a los que retienen las enseñanzas de los nicolaítas.” ¿No es esta la grave situación de
la iglesia de Jesús hoy? ¿Externamente intransigente, pero internamente podrido y corrupto? Esta
terrible mezcla se apoderó de muchos.

Orientada bíblicamente por fuera, pero totalmente deteriorada por dentro, razón por la cual el gran
Señor, que juzga a los enemigos de la iglesia con su aguda espada de dos filos, vuelve la misma espada
con implacable severidad contra los hijos de Dios individualmente, para separarlos, es decir, aislar. "...
Vendré a ti pronto y pelearé contra ellos". Repito: cuando Satanás no puede abatir a un hijo de Dios por
fuera, hace todo lo que puede para abatirlo por dentro. El Señor Jesús sitúa la iglesia en Pérgamo, y
nosotros también, ante la alternativa: “¡Por tanto, arrepentíos! si no, vendré pronto a ti y pelearé contra
ellos [apóstatas] con la espada de mi boca” (v. 16). La batalla, el juicio de separación, ya ha tenido lugar
en muchos corazones. ¡El Señor aleja a los reincidentes en una iglesia viva si no se arrepienten! El juicio
sabe cómo golpear exactamente a los responsables, pero toda la iglesia es humillada a través de él. Sin
embargo, la maldición de tu vida puede ser removida por el juicio del Gólgota, a través de tu
arrepentimiento. Porque cuando nos juzgamos a nosotros mismos, no somos juzgados.

Para aquellos que se arrepienten, se aplica la promesa a los vencedores en el versículo 17: “Al vencedor
le daré…”. Primero: "... del maná escondido", es decir, del pan de vida que él mismo es. El Señor recuerda
aquí a Israel, a quien durante cuarenta años dio maná diariamente en el desierto. El Señor Jesús dice:
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá para siempre” (Jn 6,51).
Segundo: “Le daré también una piedrecita blanca...” (v. 17c). ¿Qué es esta piedra blanca? Es Jesús, la
piedra cortada sin mano (Dan 2,34), la piedra angular preciosa (1Pe 2,6), la piedra angular.

“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios
3:11). Aquí en Apocalipsis se le llama la piedra blanca, figura del Cristo glorificado. Tercero:
"... una piedra blanca con un nuevo nombre inscrito en ella, conocido sólo por quien la recibe". "... con
un nuevo nombre inscrito" significa: grabado en piedra. ¿No es esto lo que el Señor ya prometió a Isaías:
“Mira, te tengo grabada en las palmas de las manos” (Is 49,16)?

La piedra, sin embargo, también recuerda al sumo sacerdote Aarón, quien tenía piedras preciosas en su
pecho, ante el Señor, porque él le había ordenado: “Haz un pectoral de reglas – obra de artesanía.

Hazlo como una túnica sacerdotal: de lino fino torcido, de hilo de oro, de hilo azul, púrpura y rojo. Será
cuadrado, de un palmo de largo y un palmo de largo, y doblado en dos. Luego fije cuatro filas de piedras
preciosas en él. En la primera fila habrá un rubí, un topacio y un berilo; en el segundo, una turquesa, un
zafiro y un diamante; en el tercero, un Jacinto, un ágata y una amatista; en el cuarto, un crisólito, un
ónice y un jaspe. Habrá doce piedras, una para cada uno de los nombres de los hijos de Israel, cada una
grabada como un sello, con el nombre de una de las doce tribus... Siempre que Aarón entre en el Lugar
Santo, llevará los nombres de los hijos de Israel sobre su corazón en el pectoral de decisión, como
memorial permanente ante el S” (Ex 28,15-21, 29). Ahora entendemos mucho mejor la promesa a los
vencedores en Apocalipsis 2:17: “Al vencedor le daré del maná escondido.

También te daré una piedra blanca con un nombre nuevo inscrito en ella, que solo conoce el que la
recibe”. Esta promesa a los vencedores contiene la comunión más íntima con Dios a través de nuestro
Sumo Sacerdote Jesucristo, quien lleva nuestro nombre ante el Padre. Está sentado a la diestra de la
Majestad en las alturas e intercede por nosotros. Y el vencedor, que así se ha hecho uno con él,
experimenta que, por medio del Sumo Sacerdote Jesucristo, está incluido en Dios. Eso es lo que Pablo
dice en Colosenses 3:3: "Porque habéis muerto, y ahora vuestra vida está escondida con Cristo en Dios".

¿Estás fundado en la piedra angular y grabado en la preciosa piedra blanca, o tienes que ser juzgado por
su espada? Recuerda: ¡el Espíritu de Dios no permite más mezclas!

La Cuarta Carta del Cielo (Ap 2,18-29)

18 Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y
pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:

19 Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más
que las primeras.

20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa,
enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.

21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse de su fornicación.

22 He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se
arrepienten de las obras de ella.
23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el
corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.

24 Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han
conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga;

25 pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.

26 Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he
recibido de mi Padre;

28 y le daré la estrella de la mañana.

29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

La carta a Tiatira es la más larga. Tiatira era una pequeña ciudad de Asia Menor, en la actual Turquía.
El nombre se traduce a menudo como "ofrenda de incienso", pero también se interpreta como "olor
desagradable", lo que indica el paganismo que allí predomina. La ciudad estaba ubicada en una región
encantadora, en un valle. Tiatira también albergaba una guarnición de la milicia romana y, como las
demás, era conocida como una ciudad comercial. Además, esta ciudad era famosa por sus excelentes
artesanos. También Tiatira permanece hasta el día de hoy. Se llama Akhisar, la “ciudad blanca”, debido
a las muchas canteras de mármol que brillan desde las montañas cercanas. Hasta el siglo XX existió allí
una pequeña iglesia cristiana de buena reputación.

En Tiatira debe haber surgido una iglesia muy viva y saludable que, a fines del primer siglo, era
importante en la ciudad. Incluso antes de la formación de la iglesia de Jesús en Tiatira, había allí una
mujer piadosa, la vendedora de púrpura Lidia. Cuando Pablo llegó a la ciudad de Filipos en su segundo
viaje misionero, estaba allí. El Señor abrió su corazón y ella se convirtió: “Una de las que escuchaban era
una mujer temerosa de Dios llamada Lidia, vendedora de telas de púrpura de la ciudad de Tiatira. El
Señor abrió su corazón para responder al mensaje de Pablo” (Hechos 16:14). Ella y los de su casa se
hicieron creyentes y fueron bautizados. Esta descripción trae algún alivio a todos los que predican la
Palabra de Dios o tratan de ganar almas para el Señor Jesús: ¡no podemos abrir el corazón de las
personas, sino sólo el Señor! Y en todas partes tiene personas a las que quiere abrirse, por lo que
debemos darles la palabra de la cruz. ¡Cuando nosotros queremos, el Señor quiere!

La forma en que el Señor se revela en esta carta es profundamente significativa. Leemos en el versículo
18: "Estas son las palabras del Hijo de Dios, cuyos ojos son como llama de fuego y cuyos pies son como
bronce reluciente". ¡Recuerda que eso no lo dice cualquiera!
¡No, aquí habla el Hijo de Dios, que es él mismo la Palabra! Él no es un Señor ausente, sino el Juez
presente, incluso ahora. "Estas son las palabras del Hijo de Dios..." No sólo habló, sino que habla. Se da
cuenta del deterioro bien camuflado y oculto en la iglesia de Tiatira. "...cuyos ojos son como llama de
fuego..." Si se presenta no sólo como el Hijo de Dios, que habla, sino también como el que tiene ojos
como llama de fuego, entonces enfatiza que él está decidido a revelar cosas ocultas.

También leemos esto en Hebreos 4:13: “Nada en toda la creación está oculto a los ojos de Dios. Todo
está descubierto y expuesto ante los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.”

También vosotros estáis descubiertos y desnudos ante los ojos del Hijo de Dios, que son como llamas de
fuego. Sus ojos recorren toda la tierra: “Porque los ojos del S están atentos sobre toda la tierra para
fortalecer a los que le dan todo su corazón” (2 Crónicas 16:9). Sus ojos se posan en ti, ven tu corazón. Así
que no sigas comportándote tan tontamente, como si el Señor no viera todo en tu vida.

“...y los pies como de bronce reluciente” (v. 18). Los pies que fueron traspasados en la cruz del Gólgota
por nuestro pecado ahora son como bronce reluciente. Esta es la realización de Hebreos 2:8 y Efesios
1:21: “Todo lo sujetasteis bajo sus pies. Al sujetarle todas las cosas, no dejó nada que no estuviera sujeto
a él. Pero ahora aún no vemos que todas las cosas están sujetas a él...

Muy por encima de todo gobierno y autoridad, poder y señorío, y de todo nombre que se pueda nombrar,
no sólo en este siglo, sino también en el venidero”. Sus pies como de bronce reluciente - Esto significa
que el vencedor del pecado ya no admite victorias del mal y poderes del pecado sobre los que fueron
comprados por su sangre. Nada escapa a su mirada de fuego; sus pasos de bronce aplastan todo mal.
Nada entristece y ofende más al Señor, que luchó en la cruz y nos compró a tan alto precio, que cuando
el pecado sigue teniendo poder en nuestras vidas, a pesar de su victoria. Por eso Pablo dice en Romanos
6:12: “Por tanto, no dejéis que el pecado domine vuestro cuerpo mortal”.

Después de haberse revelado como Hijo de Dios, dice en el versículo 19: “Conozco tus obras, tu amor, tu
fe, tu servicio y tu perseverancia, y sé qué haces más ahora que entonces. ". Aunque el Señor tiene cosas
graves que reprochar a Tiatira, más bien le otorga un hermoso elogio. ¡Así es nuestro Dios! Él es justo y
no deja nada desapercibido de lo que has hecho por su nombre. Él sabe exactamente cuál es el efecto de
su amor en ti. Él prueba la medida de vuestra fe, registra vuestra paciencia. Por fuera, Tiatira era una
iglesia maravillosa.

El Señor incluso confirma que su actividad ha aumentado cuantitativamente, porque está escrito: “...y
sé que ahora hacéis más de lo que hacíais al principio” (v. 19). En contraste con la iglesia en Esmirna,
que tuvo que sufrir la tribulación pasivamente, esta iglesia estaba activa en la obra del Señor. Pero justo
aquí se muestra que una mayor actividad puede ocultar un pecado grave.

Entonces, inmediatamente después, el Señor continúa: “Sin embargo, tengo esto contra ti: toleras a
Jezabel, esa mujer que se dice profetisa.
Con sus enseñanzas induce a mis siervos a la inmoralidad sexual ya comer alimentos sacrificados a los
ídolos” (v. 20). Lo que el Altísimo Señor tiene contra Tiatira es aún más grave porque es un mal oculto
que desvanece toda entrega existente al Señor. “Un poco de levadura fermenta toda la masa”, como está
escrito en Gálatas 5:9.

Con la mujer Jezabel, no se hace referencia simplemente a una persona. Al contrario, esta mujer
representa un sistema, una mala doctrina. Cuatro veces en Apocalipsis aparece una mujer como tal
representación simbólico-profética, y eso en sentido positivo y negativo. En sentido positivo, “la novia,
la esposa del Cordero” (19:7; 21:9). Este es el organismo completo de la iglesia de Jesús. "...una mujer
vestida de sol" (12:1) es Israel en su significado en el plan de salvación; el remanente, que son salvos a
través de la tribulación. Una representación simbólicamente negativa es la “gran ramera”, “una mujer
montada sobre una bestia roja” (17:1, 3). La gran ramera es una figura de la iglesia apóstata de los
últimos tiempos, que políticamente se prostituyó ante los poderosos de este mundo. Y aquí, en
Apocalipsis 2, tenemos a una mujer, Jezabel, que se llama a sí misma profetisa. Un falso maestro siempre
trata de distinguirse y habla mucho de sí mismo.

Esto es lo que también hace Satanás, porque el Señor Jesús dice de él: “Él fue homicida desde el
principio, y no se aferró a la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla su propia lengua,
porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan 8:44). El Señor se queja de la iglesia de Tiatira: "Sin
embargo, tengo esto contra ti: toleras a Jezabel...". En otras palabras: "Usted permite esta doctrina en
su iglesia". ¡Esta es la tolerancia desastrosa de la que el Señor habla aquí!

Ya conocemos a Jezabel del Antiguo Testamento. Se había criado en Tiro, la ciudad portuaria de Fenicia.
Su padre, el rey Et-baal, también era sacerdote de Astoret y sacrificaba a Baal. Los fenicios, pueblo de
navegantes, comerciaban con maderas nobles, oro y piedras preciosas. Vivían en varias ciudades
florecientes alrededor del mar Mediterráneo. A través de su matrimonio con la fenicia Jezabel, el rey
israelí Acab esperaba haberse asegurado la amistad de la mayor potencia comercial. Sin embargo,
Jezabel se volvió fatídica para él. Ella solo trajo desgracia, confusión y aflicción al reino de Israel. Ella
introdujo la idolatría y se convirtió en la asesina de los profetas. Con eso se silencia la palabra profética
en Israel: “Sin embargo, tengo esto contra ti: toleras a Jezabel…”, dice el Señor a Tiatira. La falsa
profetisa Jezabel sofoca la palabra profética. Esta es ciertamente la razón por la que el Señor aquí habla
poco de su venida. Sólo a los de Tiatira que “no siguen su doctrina” les dice: “Solo retened lo que tenéis
hasta que yo venga” (v. 25). Cuando la palabra profética, que incita a la santificación, es desalojada de
una iglesia, entra otro espíritu.

Luego viene el espíritu de mezcla y prostitución. Este espíritu se extiende en nuestros días de manera
terrible. El salmista dice con razón: "¿Puede un trono corrompido estar en alianza contigo? ¿Un trono
que hace injusticia en nombre de la ley?" (Sal 94:20). El carácter de Jezabel está entre nosotros. Una ley
"espiritual" está hecha de la perversidad humana. Enseñar y animarlos a orar y mentir. Es posible mentir
en oración, diciendo, por ejemplo, “Señor, quita de mí este pecado”, pero
A. no estar dispuesto a abandonar ese pecado;

B. hablar en la causa del Señor y calumniar;

C. habla de mayor santificación y de vivir en adulterio.

Si de la doctrina de Balaam y de los nicolaítas dice el Señor:

“...que aborrezco” (2:15, ACF), ¡cuánto más debe odiar cuando una iglesia entera – con pocas
excepciones (v. 24) – tolera el espíritu y la doctrina de Jezabel! Jezabel significa “la pura”, pero ella es
solo aparentemente pura, porque esta es precisamente la doctrina de Jezabel: crea un abismo entre la
posición en Cristo y la situación real. ¿Qué significa la “posición en Cristo”? En Cristo somos perfectos,
justos, santificados (Rom. 8:1; 1 Cor. 6:11; etc.).

Quien ha aceptado a Jesús como su Salvador, que ha nacido de nuevo, tiene su posición ante Dios santa
y sin mancha. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas han pasado; he
aquí, ¡cosas nuevas han surgido!” (2 Corintios 5:17). Pero entonces nuestra situación, es decir, nuestra
vida personal, también necesita ser santificada en consecuencia (1 Tes. 4:3). Cuando creamos un abismo
entre la posición y la situación, cuando decimos que creemos en Jesucristo, pero al mismo tiempo
seguimos el espíritu de este mundo, ya sea en el ámbito de la música, la moda, la moral o las finanzas,
el espíritu de Jezabel es perjudicialmente eficaz, y eso es lo que tenemos en la iglesia hoy. Se practica la
doctrina de Jezabel. Los límites están borrosos. Se puede llegar a decir como excusa: no es el hombre
nuevo en mí el que peca, sino el hombre viejo. “Sin embargo, tengo esto contra ti: toleras a Jezabel, esa
mujer que se dice profetisa. Con sus enseñanzas induce a mis siervos a la inmoralidad sexual y a comer
alimentos sacrificados a los ídolos”.

Seduce a los siervos obedientes a comer cosas sacrificadas a los ídolos, es decir, a tener comunión con
los dudosos. El amor del Señor se entristece profundamente por las acciones y procedimientos de la
iglesia, y se ofende su santidad. La falta de la iglesia no consiste en un acto activo contra el Señor, sino
en la tolerancia pasiva del enemigo. Tolerar, en el fondo, significa estar de acuerdo, y esto es una gran
falta de la iglesia de nuestro tiempo. Esto comienza con la educación de los niños. Todo se tolera. Se les
deja a su suerte: pueden hacer y no hacer lo que quieran. Y eso va a la iglesia. ¡Qué se tolera todo! Casi
nadie se atreve a luchar contra las falsas doctrinas y el comportamiento despiadado. Sin embargo,
cuando alguien tiene este coraje, se le acusa de fanatismo, de perturbar la tranquilidad, incluso de
sabotaje contra la unidad de la iglesia de Jesús.

"Sin embargo, tengo esto contra ti: toleras a Jezabel... ella lleva a mis siervos a la inmoralidad sexual".
¿Qué significa eso? Desde Oseas, el matrimonio fue y es figura de una relación íntima y fiel entre el Señor
y su pueblo. También en Isaías 54:5-8 leemos conmovedoramente: “'Porque tu Creador es tu esposo,
de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel es su Redentor; es llamado el Dios de toda la tierra. OS
te llamará como si fueras una mujer abandonada y afligida de espíritu, una mujer que se casó joven y
fue rechazada', dice tu Dios. 'Por un breve momento la abandoné, pero con profunda compasión la traeré
de vuelta. En un impulso de indignación escondí mi rostro de ti por un momento, pero con eterna
bondad tendré compasión de ti', dice el Señor, tu Redentor". El matrimonio es, pues, sin duda, una
sombra de la maravillosa relación entre el Señor y los suyos. O piense en Ezequiel 16:8: "Más tarde,
cuando pasé de nuevo, te miré y vi que eras lo suficientemente grande para amar". En el Nuevo
Testamento, Pablo dice conmovedoramente: “Mi celo por vosotros es un celo que viene de Dios. Los
prometí a un solo esposo, Cristo, queriendo presentárselos como una virgen pura” (2 Cor 11, 2). En
Efesios 5:32 aclara: “Profundo misterio es este; pero me refiero a Cristo y la iglesia.” Por lo tanto, la
infidelidad al Señor, en cualquier forma, es prostitución, idolatría y brujería.

Ese es el carácter de Jezabel. Jehú respondió a la pregunta de Joram: "¿Vienes en paz, Jehú?" — con,
“¿Cómo puede haber paz, mientras continúa toda la idolatría y las hechicerías de tu madre Jezabel?” (2
Reyes 9:22). Para entender aún mejor esta prostitución espiritual, es importante entender bien lo que
dice Jeremías 3:6: “Durante el reinado del rey Josías, el Señor me dijo: '¿Has visto lo que hizo Israel el
infiel? Subía a todo monte alto y se escondía debajo de todo árbol frondoso para prostituirse'” (cf. tb. Ez
16, 15; Mc 8, 38; St 4, 4).

En la iglesia de Jesús hoy, no es con las abominaciones de los excesos sexuales que la profetisa Jezabel
contamina la iglesia, sino con graves errores en el ámbito del discipulado de Jesús: en suelo cristiano se
permiten los males paganos. Donde antes había una división muy clara entre las falsas doctrinas
romanas y los entusiastas, hoy se está produciendo una fusión. En lugar de romper con el culto pagano
de Roma, las costumbres de su entorno y el entusiasmo religioso, los cristianos de entonces y los
cristianos de hoy han incluido muchas de estas cosas en su vida de fe. Sacrifican la obediencia absoluta
al requisito total de discipulado de Jesús para adaptarse a este mundo. Esta es la levadura entre nosotros
que lo fermenta todo. Comienza con la autotolerancia.

Hoy observamos un ablandamiento sin escrúpulos de la ley de Cristo, una adaptación temeraria a formas
de pensar y de vivir mundanas, y esto bajo la invocación de la llamada “libertad del espíritu”. Ese fue el
mal de Tiatira, y ese es el mal que se esparce hoy. De hecho, el gran cambio ya pudo haber ocurrido en
Tiatira, pero no pasó nada: “Le di tiempo [tiempo] para que se arrepintiera de su inmoralidad sexual,
pero ella no quiere arrepentirse” (v. 21). Como en el antiguo pacto: cuando se sospechaba que alguien
tenía lepra, el sacerdote miraba bien a la persona y la aislaba durante siete días. En sentido figurado,
recibió un aviso de siete días. Si después de siete días la enfermedad permanecía incierta, se la aislaba
otros siete días (cf. Lv 13,1-46). Si entonces era lepra, la persona era considerada impura y expulsada de
la comunidad. Aplicado a Jezabel, esto significa: se le dio un tiempo para arrepentirse, pero no lo hizo.
De ahí la frase: “Por tanto, la enfermaré, y traeré gran sufrimiento a los que cometen adulterio con ella,
a menos que se arrepientan de las obras que ella hace. mataré a los hijos de esta mujer” (vv. 22-23a).
¡Palabras impresionantemente serias!
¡Observe que el Dios viviente amenaza con una sentencia y la ejecutará!

Hoy se escucha a menudo el lamento: “Estoy tan turbado; ciertamente hay poderes demoníacos detrás
de esto.” Esta realización es a menudo precipitada y falsa. Sucede que aquí mismo, en Apocalipsis 2:22-
23, tenemos ante nosotros una intervención, ¡un juicio del Señor Jesucristo! Lo que también queda claro
aquí es que los seductores de Tiatira no son juzgados por su pecado, aunque es muy grave, sino por su
impenitencia:

"... a menos que se arrepientan de sus obras". Siempre queremos un cambio para bien, un cambio
espiritual en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en nuestra iglesia, y oramos por eso también.
Sin embargo, no hacemos lo único que crea las condiciones para esto: el arrepentimiento. Como
resultado, viene el juicio. El Señor postra a Jezabel y sus seguidores, que insisten en conductas diabólicas
y dudosas, que predican la fornicación en relación al Señor como "libertad de espíritu". En otras
palabras, la arroja a una situación de impotencia. Una persona postrada en cama está indefensa.
“…traeré grandes sufrimientos”, dice el Señor. Muchos ya están en este sufrimiento.

Con algunos el matrimonio está arruinado, con otros su salud se tambalea, y aún otros enfrentan la ruina
financiera, etc. ¿Has sido “postrado en la cama” por el Señor? ¿Porque? Porque te ama y quiere que
finalmente llegues al arrepentimiento. Es significativo que aquí, en el versículo 23, está escrito: "Mataré
a los hijos de esta mujer". El “Cristianismo de Tiatira”, esta mezcla diabólica, esta tolerancia ante el
mundo, produjo hijos. La generación de un mestizaje siempre produce mestizos. Ya en tiempos de Noé
había mestizos. Cuando los ángeles caídos fueron a las hijas de los hombres y vieron que eran hermosas,
tomaron para sí las que les agradaron (Gn 6). El resultado fue que nacieron gigantes. Los hijos de Tiatira
también eran gigantes - gigantes en desobediencia, en libertinaje; gigantes que, ya en su infancia,
sucumbieron a la prostitución.

Debemos ser conscientes de que, con la restauración de Israel y la preparación apresurada de la iglesia
de Jesús para el rapto, comenzó el juicio de Dios sobre la “ideología de Jezabel” en la iglesia de hoy. Es
tiempo de despertar y reconocer que nuestras desgracias no son tribulaciones del Diablo, pues escrito
está que el Maligno no nos tocará (1 Juan 5:18). Estas desgracias son los juicios de Cristo: "... La haré
enfermar, y traeré gran sufrimiento a los que cometen adulterio con ella, a menos que se arrepientan de
las obras que ella hace". En la versión de Almeida Corrigida Fiel, está escrito así:

"Y mataré a tus hijos hasta la muerte". Es lo que vemos hoy ante nosotros. Cuántos padres se quejan:
“Mis hijos han crecido, pero no quieren seguir a Jesús, sino ir al mundo”. La esterilidad espiritual de la
juventud en desarrollo, que no quiere convertirse, es un pesado juicio del Señor suscitado por la
impenitencia de los padres. Además, está claro en el versículo 24 que esta doctrina de mezcla de Jezabel
aparentemente quería conocer las cosas profundas de Satanás: “A los demás que están en Tiatira, a
ustedes que no siguen su doctrina y no han aprendido, como dicen, los profundos secretos de Satanás,
os digo, no os pondré otra carga.” ¿Qué significa conocer “los profundos secretos de Satanás”? Esto es
lo que dice Pablo en Romanos 6:15:
"¿Y entonces? ¿Vamos a pecar porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!".
En otras palabras: ¿debemos hacer lo que es del diablo para que podamos conocer aún más la salvación?
¿Iríamos a las profundidades de Satanás para poder alcanzar las profundidades de Cristo? ¡Nunca!

Pero también hay otro aspecto para reconocer las cosas profundas de Satanás. Con esto volvemos al
punto de la falsa identificación del motivo del sufrimiento, en el que todo sufrimiento es evaluado como
un ataque demoníaco. Muchos están ocupados con Satanás y las conexiones demoníacas. En sentido
figurado quieren conocer las cosas profundas de Satanás, pero a través de esto ya no tienen la fuerza
para ocuparse de la victoria de Jesús. Sin embargo, ¡Jesús es victorioso y se le ha dado todo el poder en
el cielo y en la tierra!

El Señor, que tiene ojos como llama de fuego, dice en el versículo 23b: "Entonces todas las iglesias sabrán
que yo soy el que escudriña la mente y el corazón, y os pagaré a cada uno según vuestras obras". Es de
notar que ahora no solo la iglesia en Tiatira debe reconocer que el Señor escudriña la mente y el corazón,
sino todas las iglesias. ¡Allí estamos incluidos! Como iglesia de Jesús, debemos finalmente reconocer
que sus ojos son como llamas de fuego y escudriñar nuestras mentes y corazones para que él conozca los
motivos más profundos de nuestros corazones. Sin embargo, también es un gran consuelo que el Señor
no pierda de vista a los fieles. La Nueva Versión Transformativa dice: "También tengo un mensaje para
el resto de ustedes en Tiatira...". Este remanente de creyentes en Tiatira no había aceptado la doctrina
de Jezabel. Por eso se les dice: “No os pediré nada, sino que retengáis lo que ya tenéis hasta que yo
venga”. (vv. 24-25 NVI). A quien se mantiene en el primer amor del Señor, en la sagrada unilateralidad
en el seguimiento de Jesús -que, por tanto, no tolera la mezcla-, el Señor no le impone otra carga.

Sin embargo, advierte muy seriamente: conserva lo que tienes, no te dejes robar nada de lo que tienes.
¿Por cuánto tiempo? Hasta que Jesús venga: “Al que venza y haga mi voluntad hasta el final” (v. 26).
Por lo tanto, no solo fugazmente y fugazmente, sino hasta el final. Pero, ¿qué impide que esto se
mantenga hasta el final? Nuevamente la respuesta tiene que ser: ¡impenitencia! Sin embargo, ¡existe la
posibilidad de un cambio radical para bien! El primer paso para el verdadero arrepentimiento y alejarse
del juicio no es tratar de ocultar el pecado que el Señor te ha mostrado, sino dar razón y confesarlo.

También en la carta a Tiatira sigue al final la insistente advertencia del gran Señor: “El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (v. 29). Sin embargo, esta exhortación solo viene después de la
promesa a los vencedores, en contraste con la secuencia en otras iglesias.

La promesa a los vencedores dirigida a Tiatira es: “...Le daré autoridad sobre las naciones. 'Él los regirá
con vara de hierro y los quebrará como a una vasija de barro.' Os daré la misma autoridad que recibí de
mi Padre. también le daré la estrella de la mañana” (v. 26-28). “Las regirá con vara de hierro”, esto nos
recuerda al niño que es arrebatado a su Dios y regirá a las naciones con vara de hierro (cap. 12). Este
poder sobre las naciones fue representado proféticamente en las victorias de Josué, David y Salomón.
Cuando Israel entró en la tierra de Canaán, recibieron poder sobre las naciones a través de Josué. En
otras palabras, sus enemigos le estaban sometidos, porque el Señor había prometido: “Todo lugar donde
pongas tus pies será tuyo” (Dt 11, 24). El Señor promete a los vencedores en el futuro: “Si perseveramos,
también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). Este poder de juzgar sobre los pueblos ya lo reciben hoy
los vencedores: ¡ellos ya tienen autoridad sobre el poder del enemigo, porque Jesús es vencedor! El
Señor prometió en Lucas 10:19: "Os he dado potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda
fuerza del enemigo...". ¡Eso va para los ganadores!

Cabe destacar que en las primeras cuatro promesas a ganadores tenemos cuatro niveles, es decir:

Árbol de la vida. Vida eterna; sin daño de la segunda muerte; maná escondido.

Ejercicio del poder judicial y autoridad gobernante a través de la victoria de Jesús.

¡Todo esto está en Jesús, por Jesús y con Jesucristo! Ahora, mientras el número de modelos proféticos
del Antiguo Testamento está completo, las tres promesas a los vencedores de las otras tres iglesias
hablan de cosas que están por venir. Indican eventos solemnes en la historia del mundo que aún están
por suceder.

Sin embargo, todas las promesas a los vencedores apuntan únicamente al futuro indescriptiblemente
glorioso en el que participará aquel que, por medio de Jesucristo, fue un verdadero vencedor. Esta gloria
en su plenitud no se puede expresar con palabras. Pablo dice en 1 Corintios 2:9: “Ningún ojo vio, ningún
oído oyó, ninguna mente ha imaginado lo que Dios ha preparado para los que lo aman”. Sería por tanto
audaz querer analizar hasta el fondo esta promesa de gloria futura. Nos encontramos aquí en la periferia
de una gloria indescriptible.

Cada una de las siete cartas contiene una promesa a un vencedor en particular, pero, aun así, todas estas
promesas son válidas para todos los hijos de Dios que vencen. Cada área oscura en tu vida sobre la cual
sostienes la victoria de Jesús hasta el final, será llenada en la eternidad con una porción indescriptible
de gloria. Quien pelea victoriosamente la buena batalla de la fe y también vence el sufrimiento, es
recompensado correspondientemente con la gloria de Dios. “Porque nuestros sufrimientos leves y
momentáneos están produciendo para nosotros una gloria eterna que los supera a todos. Por tanto, no
pongamos los ojos en lo que se ve, sino en lo que no se ve...” (2 Cor 4, 17-18).

Cuando hablamos de superación, es en el fondo del puente entre nuestra posición ante Dios y nuestra
situación en la vida cotidiana. (Compárese de nuevo con la exposición de la página 67). Juan dice en su
primera carta: “Todo aquel que es nacido de Dios, no comete pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; no puede estar en pecado, porque es nacido de Dios” (1 Juan 3:9). El hombre nuevo en
ti, el espíritu nacido de nuevo, no puede pecar, es sin mancha. Así dice Romanos 8:1, “Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu” (ACF). Esta es nuestra posición básica ante Dios. Esta posición debería ser el
estado predeterminado en nuestra vida diaria. En otras palabras, debemos vencer nuestra carne y
sangre, el yo, por el poder de la muerte de Jesús, y podemos hacerlo cuando nos consideramos
crucificados con él (Col 2, 19-20; Rom 6, 6-8). Respecto a nuestra situación, en 1 Juan 5:4 está escrito:
“El que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”. Hemos
sido (repito) renovados en posición por la muerte de Jesucristo en la cruz y por su resurrección, por lo
que nuestra situación también necesita ser renovada.

Cada área de nuestras vidas—carácter, pensamientos, palabras, acciones—debe ser dominada por lo que
ha sido renovado en nuestras vidas (2 Cor. 5:17). Sin embargo, si el abismo entre la posición y la situación
en tu vida no se ha salvado, si hay una contradicción entre lo que crees y lo que eres en la vida cotidiana,
entonces te encuentras fuera de las promesas a los ganadores. Entonces tendrás la experiencia de recibir
la vida eterna, pero sufrirás daño cuando estés delante del trono de la recompensa de Jesucristo. “Si lo
que alguno ha edificado se quemare, sufrirá pérdida; pero será salvo como quien escapa del fuego” (1
Cor. 3:15). En otras palabras: aquellos que no ganan solo escapan con su vida – y esto es muy, muy grave,
porque entonces no alcanzas la meta que Dios te puso antes de la fundación del mundo. Esta meta se
nos muestra en Efesios 1:4: "Porque Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que
fuésemos santos y sin mancha delante de él".

La Quinta Carta del Cielo (Ap 3,1-6)

1 Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas,
dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto.

2 Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras
perfectas delante de Dios.

3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré
sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.

4 Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán
conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.

5 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles.

6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

El nombre Sardis se deriva del hebreo sarid y significa "el que escapó" o "el remanente". Históricamente,
Sardis fue la antigua sede real de Lydia y tuvo un pasado glorioso. Sin embargo, en la época romana, por
lo tanto, en la época de Juan, a pesar de su bienestar, Sardis era una ciudad de provincias sin brillo.

En la era cristiana recobró cierta fama gracias al obispo Melito de Sardis, muerto en el año 170 d. C. En
nuestro tiempo no queda nada de esta notable ciudad sino un montón de ruinas esparcidas por una
amplia extensión, y entre ellas miserables chozas turcas, que juntas forman un pequeño pueblo con el
nombre de Sart. Hace muchas décadas, Gotthilf Heinrich Schubert encontró en sus viajes incluso a dos
cristianos en estas casuchas. Tan completamente sucumbió la iglesia al juicio de Dios. Sin embargo,
incluso si desaparece una manifestación visible del cuerpo de Jesucristo en la iglesia local, como aquí en
Sardis, la iglesia de Jesús permanece. ¡Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella! El Señor
ahora se dirige a la iglesia de Jesús en esa ciudad. ¡Es maravilloso ser parte de la iglesia de Jesús y
miembro de su cuerpo! La iglesia de Jesús sobrevive al tiempo, existió hace dos milenios y existe hoy, y
es el mismo Señor, el mismo Salvador, quien le habló y le habla hoy.

Será un cumplido cuando el Señor le diga también a Sardis:

¿“Conozco tus obras”? El hecho de que lo sepa todo es un gran consuelo para todos los que están al límite
de sus fuerzas. Él conoce tus esfuerzos y conoce tus logros subestimados, todo lo que haces en secreto
por causa de Jesús. Estas palabras del Señor a Sardis, sin embargo, no significan consuelo y no deben
ser evaluadas como elogios, sino principalmente como una continuación de su autorrevelación.

A la iglesia de Tiatira se reveló como el Hijo de Dios, que tiene ojos como llama de fuego y pies como
bronce reluciente.

Pero aquí dice: “Estas son las palabras del que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas” (v. 1).
Los siete Espíritus de Dios representan toda la plenitud del Espíritu Santo. El Señor reveló, por boca del
profeta Isaías, esta plenitud de su Espíritu, pues en Isaías 11.2 está escrito que reposará sobre él: Espíritu
del Señor;

Espíritu de sabiduría;

Espíritu de entendimiento;

Espíritu de consejo;

Espíritu de poder;

Espíritu de conocimiento;

Espíritu del temor del Señor.

¡Nuestro Señor Jesús lo tiene todo! Tiene los siete Espíritus de Dios, porque en él habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad (Col 2,9). Muchos dicen que necesitamos tener la "plenitud" del Espíritu
Santo, pero esto no existe, porque ningún hombre podría soportar la "plenitud" del Espíritu Santo. Esta,
por cierto, es una expresión que no aparece en ninguna parte de la Biblia. La “plenitud” del Espíritu
Santo sería el Espíritu Santo en toda su persona divina. había hombres de Dios, y todavía los hay, a
quienes Él, debido a su cargo especialmente alto, les dio tal medida de su Espíritu, que gritaron en
subyugación: "¡No más, Señor, ¡no más!" ¡Lo que el Señor quiere es que seamos “llenos” del Espíritu
Santo!

Ya hemos visto, en el capítulo 1.20, quiénes son las siete estrellas: siete ángeles, es decir, líderes de las
diferentes iglesias, que representan la iglesia completa de Jesús. El Señor, que tiene los siete Espíritus
de Dios, por un lado, habla como la fuente de toda vida en Sardis y, por otro lado, tiene las estrellas, la
iglesia de Jesús, en su mano. Es como si aquí el Señor, con los siete Espíritus de Dios, con toda la plenitud
del Espíritu Santo y con las siete estrellas, quisiera decir: toda la plenitud del poder está disponible para
toda la iglesia. Con eso reconocemos de repente que “Conozco sus obras” esta vez no contiene ni
consuelo ni alabanza. Por el contrario, la expresión “fama de” revela la enorme seriedad de este mensaje
del Señor a su iglesia. Leámoslo nuevamente en contexto: “Estas son las palabras del que tiene los siete
espíritus de Dios y las siete estrellas.

Yo conozco tus obras; tienes fama de estar vivo, pero estás muerto” (v. 1). El Señor habla aquí muy
directamente, no como con otras iglesias, como por ejemplo a Pérgamo, donde primero dice: "Sin
embargo, tengo algunas cosas contra ti" (2,14), o como a Tiatira (2,20) y Éfeso (2,4): “Sin embargo,
contra ti tengo esto”. No, aquí habla directamente: “... se supone que estás vivo, pero estás muerto”. Esto
prueba que el Señor aquí habla de obras muertas, que también vimos con Tiatira. La definición más
corta de obras muertas es probablemente: ¡parecer sin ser! Parece que hay algo, pero en realidad no hay
nada. La iglesia en Sardis tiene un Salvador histórico, pero no un Salvador presente, de lo contrario la
situación sería muy diferente. Después de un comienzo animado, hubo rigidez.

Llama la atención que esta iglesia, a diferencia de otras iglesias, es dejada sola por el diablo. Satanás ni
siquiera se menciona aquí. En Sardis no hay falsas doctrinas, ni entusiastas, ni falsos profetas; tampoco
hay sufrimientos ni tribulaciones. ¿Porque? ¡Precisamente porque la iglesia está muerta! "... se dice que
estás vivo, pero estás muerto". Por supuesto, ella está muerta solo a los ojos del Señor, porque
exteriormente tiene el nombre de ser una iglesia viva.

Todo parece estar en el mejor orden. Que esta iglesia tenga fama de estar viva significa dos cosas: no
sólo que le falta algo, sino también que pretende tener algo que no existe.

Esto es exactamente lo que hacen muchos en nuestro Occidente cristianizado, que se hacen llamar
cristianos. De ahí puede haberse derivado la expresión “cristiano nominal”. Cuando le preguntamos a
alguien: “¿Eres un hijo de Dios?”, obtenemos diferentes respuestas:

“Eso espero”, “Voy a la iglesia, me bautizo y me confirmo” o “Vivo bien y también rezo, Dios también me
ha escuchado”. Sin embargo, todas estas respuestas muestran, después de todo, que la persona en
cuestión es sólo cristiano “de nombre”, pero le falta lo esencial: la vida que viene de Dios. La declaración
del Señor: “...tienes fama de que vives, pero estás muerto”, muestra que Sardis era una iglesia que tenía
un buen nombre. Este buen nombre, sin embargo, engañó, como en el sentido opuesto la fama de
Esmirna engañó. El Señor dice de la iglesia en Esmirna que se la consideraba pobre, pero que en realidad
era rica. Por lo tanto, la reputación de ser pobre es engañosa, porque ella era rica en su Señor. Aquí en
Sardis, sin embargo, es exactamente lo contrario.

En el Antiguo Testamento, las personas recibían su nombre según su ser, carácter o tarea: Israel =
príncipe de Dios; Eva = madre de los vivos, etc. El nombre Sardis, “la que escapó”, indica una iglesia
viva, que escapó del mundo, pero sólo en apariencia. Si pertenecemos a la iglesia de Jesús, entonces
decimos por nuestro nombre, con la designación de "iglesia", "congregación" o "comunidad", y
cualquiera que sea el nombre, que somos fuente de agua viva y, al mismo tiempo, tiempo, una barrera
espiritual contra todos los poderes satánicos. La iglesia de Sardis se veía así, pero estaba muerta.
¡Horrible! Esta es también la aflicción de nuestros días. La gran mentira involucró a muchos “cristianos
de Sardis”, porque cuando finges algo por mucho tiempo o repites una mentira constantemente, al final
tú mismo terminas creyendo que es verdad. Así, ya no se reacciona a la predicación oa una corrección
espiritual, sino que se piensa: “Esto no me concierne, conmigo todo está en el más perfecto orden”. Tal
persona está muy convencida de que tiene razón, al igual que un muerto no reacciona cuando lo tocan o
incluso lo golpean. "... se dice que estás vivo, pero estás muerto". Tanto más conmovedor es el hecho de
que el Señor Jesucristo, que es vida, se presenta precisamente a esta Iglesia como el Señor que tiene la
plenitud del Espíritu y, por tanto, también la plenitud del Espíritu creador. Entonces él también se
presenta a ti. De la misma manera se presenta también a Israel, porque en verdad Israel todavía está
muerto. En Ezequiel 37 :9 leemos: "Ven, oh espíritu, de los cuatro vientos, y sopla dentro de estos
muertos, para que vivan". Esta es la intención del gran Señor con Israel y contigo: ¡lo que está muerto
despertará a una nueva vida! A este respecto tenemos un maravilloso pasaje paralelo en Efesios 5:14,
donde el Señor dice, por boca de Pablo: "Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y
te alumbrará Cristo". Por lo tanto, el propósito de esta carta a Sardis es que los muertos vuelvan a vivir:
“¡Cuidado! fortalece lo que queda y lo que estaba por morir” (v. 2). Es claro que con esto el Señor se
refiere al sueño de la muerte espiritual.

Todo el que renace a una esperanza viva y pertenece a la iglesia de Jesús está llamado a revelar la vida.
Sin embargo, en muchos de nosotros el verdadero estado está en oposición al ser real, que es la vida.
Con demasiada frecuencia somos luces engañosas en lugar de luces de guía, de modo que las personas
se desmoronan en los arrecifes en lugar de encontrar el puerto seguro de salvación. Hay personas que
se desconciertan con nuestro ser porque no se ve la mansedumbre, la humildad y la claridad del Señor
Jesús, sino el yo terco, ambicioso y orgulloso.

Aparentemente la iglesia en Sardis no sabe nada de la gran mentira en la que vive, así como muchos no
saben cuán farsa y mentirosa es su vida de fe. En este caso Israel está un paso por delante de nosotros
en su autoconocimiento, pues leemos en Ezequiel 37:11, “Ellos [¡Israel!] dicen: 'Nuestros huesos se
secaron y nuestra esperanza se desvaneció; nos exterminaron'”. Este es un autoconocimiento salvador,
porque, en otras palabras, significa:

“Nosotros, los que fuimos salvados de Egipto por la sangre del cordero, estamos perdidos; todo ha
terminado con nosotros". El Señor se aprovecha de este conocimiento de sí mismo y comienza de nuevo
a revivir a Israel por el Espíritu de vida de lo alto. Hasta que alcancemos ese punto profundo de
autoconocimiento, el Señor no puede dar vida. Pero el que confiesa: Tengo el nombre de que vivo, pero
estoy muerto, y se humilla y busca pasar por la puerta estrecha, recibe la vida eterna. ¿Quizás tienes un
buen apellido y por lo tanto todavía no has reconocido tu estado de muerte espiritual hasta el día de
hoy? Un buen nombre puede ser un gran peligro, tanto para un individuo como para toda una iglesia.
Hace unos noventa años, una gran fuerza salió del Ejército de Salvación, cuando todavía era despreciado
aquí en Suiza por la mala fama que tenía. Gradualmente se volvió socialmente aceptable y así entró en
peligro mortal. Si nosotros, como el Llamado de Medianoche, gradualmente llegamos a tener una buena
reputación debido a las obras que hacemos, pero al mismo tiempo nos alejamos del Señor por falta de
arrepentimiento, entonces Él dirá: “Tienes reputación de estar vivo, pero están muertos”.

Cuando una iglesia es tan apreciada que incluso es subvencionada por el estado con dinero público,
entonces la muerte, con sus efectos de deterioro, ya es un hecho.

El Señor no se detiene en este juicio aniquilador: “Conozco sus obras; se dice que estás vivo, pero estás
muerto”. No, quiere salvar, porque dice: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14, 19b). Él
también quiere impartir su vida eterna a vosotros que estáis espiritualmente muertos. Su Espíritu te
habla, su corazón indiferente, frío y orgulloso. Este es un orden categórico quíntuple:

El primer comando es: “¡Ten cuidado!” (v. 2). ¡Aquel a quien Jesús despierta del sueño de la muerte
puede resucitar! la poderosa llamada “Vuelve a la vida” ya se ha escuchado con Lázaro, que llevaba
cuatro días en la tumba y apestaba. Cuando finalmente se quitó la piedra, el Señor Jesús gritó a gran
voz, después de haber dado gracias al Padre: "¡Lázaro, sal fuera!" (Juan 11:43). Entonces el muerto se
levantó, con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un pañuelo (Juan 11:44).
Con este mensaje el Señor también os dice: “¡Estad atentos!”. ¿No es una terrible ofensa para él, que
derramó su vida en su sangre en la cruz del Gólgota, para despertarnos del sueño de la muerte, cuando
volvamos a dormir? ¡Y esto en una hora del plan de salvación al que puede volver en cualquier momento!
Los discípulos de Jesús durmieron en esa hora trascendental en el plan de salvación, cuando el Señor
sudó sangre en Getsemaní y luchó con la muerte antes de ir al Gólgota. Entonces encontró a sus
discípulos durmiendo y les preguntó, lamentándose:

“¿No pudiste velar conmigo ni siquiera por una hora?” (Mt 26,40). "¡Ten cuidado!"

El segundo mandamiento es: “Fortalece lo que queda y lo que estaba a punto de morir, porque tus obras
no las he hallado perfectas delante de mi Dios” (v. 2). Es angustioso ver cuántos en nuestros días están
cayendo lentamente en la apostasía. Ezequiel recibió del Señor el encargo de ser centinela de toda la
casa de Israel (cf. Ez 3, 17-19; 33, 7-9). La iglesia de Jesús tiene exactamente la misma carga, pues, según
Apocalipsis 1:1, se le confió la palabra profética para advertir al mundo y a los cristianos nominales sobre
el juicio venidero:
"La Revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que han de suceder
pronto". ¡Tenemos el deber de ser centinelas! La iglesia de Sardis, como nosotros, duerme.

Naturalmente apoyamos a los misioneros, naturalmente trabajamos de alguna manera, pero aun así
dormimos. Sardis duerme y déjala dormir, déjala morir. Este es el motivo de la exhortación del Señor:

“Fortalecer lo que queda y lo que iba a morir”. En otras palabras: cuando despiertes de las obras muertas,
de todo el trabajo inútil, del cristianismo aparente, entonces inmediatamente comienza a consolidar el
resto que estaba por morir. La gente está muriendo continuamente a nuestro alrededor. Muchos que
van a la condenación eterna quisieran haber oído hablar de Jesús y les hubiera gustado aceptarlo, pero
no han escuchado nada de él porque la iglesia duerme.

De ella fluyen efectos de muerte en lugar de ríos de vida. Escucha la llamada penetrante del Señor:
"Fortalece lo que queda y lo que iba a morir". ¡Detén la muerte espiritual en ti y a tu alrededor!

“...porque no he hallado perfectas tus obras a los ojos de mi Dios”

(v. 2). Las obras de Cristo son siempre las obras del Padre. El Señor Jesús habla siempre desde su unidad
con el Padre. Tiene los siete Espíritus, el Espíritu Santo, y habla las palabras y hace las obras del Padre,
del Dios trino. Si el Señor le dice a Sardis: "... No he encontrado perfectas tus obras", entonces esto
significa que predominan las obras muertas. Hebreos 9 nos enseña que somos limpiados de obras
muertas por medio de la sangre de Jesús. Después de todo, ¿qué son las obras muertas?

Es todo lo que tiene una orientación terrenal, por ejemplo: la autopromoción, los vicios varios y ser
esclavo de la codicia, la avaricia, el orgullo y la palabrería; además de perder un tiempo precioso.
Concretamente, es todo lo que no se dirige al Señor. “...porque no he hallado perfectas tus obras delante
de mi Dios.” El siervo perezoso enterró su talento, y muchos de nosotros también. ¡Ustedes, jóvenes
amigos, tendrían una gran oportunidad de ser algo maravilloso para el Señor! Ustedes, los mayores,
¡qué podrían hacer para la oración, las ofrendas y el testimonio! Sin embargo, ¿qué hacéis vosotros,
hermanos menores y mayores? Tu servicio consiste principalmente en asistir al servicio dominical,
escuchar con devoción, salir de nuevo y volver al orden del día. Todo gira más o menos en torno a
vosotros mismos y a vuestro propio bienestar. “...porque no he hallado perfectas tus obras delante de mi
Dios.” Tú debías la parte decisiva de tu obra, es decir, la obra de salvador y centinela en medio de una
humanidad que desespera y también busca desesperadamente. Puede defenderse diciendo: "Doy
testimonio y distribuyo literatura y tratados". La pregunta es, ¿tiene autoridad su testimonio? ¿O es que
lo que haces por el Señor, las obras de Cristo a través de ti, está abrumado y debilitado por muchas cosas
inútiles que te fascinan? “...porque no he hallado perfectas tus obras delante de mi Dios.”

El tercer mandato del Señor es: “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído” (v. 3). El hombre
despierto puede volver a pensar de una manera espiritualmente normal. No se puede esperar que una
persona dormida piense y discierna con claridad, porque es incapaz de ver las realidades. Sin embargo,
tan pronto como se despierta, tiene la capacidad de pensar. “Acordaos, pues”, dice el Señor, “de lo que
habéis recibido y oído”. Las palabras de Dios "desaparecido" ahora deben ser sacadas de los rincones
oscuros de su corazón nuevamente. Quien hace esto con sinceridad y retoma la preciosa Palabra de Dios
en su corazón, escuchando lo que dice, tiene su corazón conducido al arrepentimiento salvador y
liberador.

Muchos no pueden arrepentirse porque no están dispuestos a aceptar lo que han oído. Sin embargo,
cuando esto sucede, el camino está despejado para un verdadero cambio de mentalidad. Este fue
también el caso de Pedro. Era muy piadoso, lleno de sí mismo y siempre quería tener la razón. Era muy
consciente de todo lo que realizaba en el reino de Dios. Siempre fue el primero y el más celoso ante el
Señor. Luego, sin embargo, se reveló que todo era solo en apariencia. Cuando fue puesto a prueba, negó
al Señor. ¿Cuándo fue capaz de arrepentirse? Cuando recordó las palabras del Señor, después de haberlo
negado firmemente y hasta asegurado, con juramento, que no lo conocía. Lucas 22:61 lo describe de
manera conmovedora: “El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de la
palabra que el Señor le había dicho”. Recordó cómo el Señor le había dicho:

“Antes de que el gallo cante hoy, me negarás tres veces” (Lucas 22:61).

Entonces Pedro salió y lloró amargamente (Lucas 22:62). ¡Este es el verdadero arrepentimiento! La
Palabra de Dios es como un martillo que rompe la roca (Jeremías 23:29). La iglesia en Sardis negó al
Señor y su maravilloso poder salvador, manteniendo solo el nombre. ¿Y tú? Recuerda la Palabra que has
escuchado tantas veces. No se limite a seguir manteniendo el nombre, la apariencia, sino convertirse en
una letra legible de Cristo. Recuerda lo que dice Pablo sobre el fin de los tiempos: “Teniendo apariencia
de piedad, pero negando la eficacia de ella. Mantente alejado de ellos también” (2 Tim 3:5).

El cuarto mandamiento: “... obedeced...” (v. 3). ¿Qué Sardis y qué debemos obedecer? ¡La palabra! ¡Deja
de ser apresurado y superficial, pero ve más profundo! No dejéis que el Señor siga llorando sobre
vosotros como tuvo que hacer por medio de Jeremías: “¿Puede la nieve del Líbano desaparecer de sus
pedregales? ¿Podrá dejar de fluir sus aguas frías, venidas de lugares lejanos? Sin embargo, mi pueblo se
ha olvidado de mí” (Jeremías 18:14-15). Así que una vez más: ¡obedece Su Palabra!

Y finalmente, el quinto mandamiento: “... y arrepentíos” (v. 3). En la lectura atenta y orante de la Biblia,
llama la atención que aquí el llamado al arrepentimiento no se hace inmediatamente, como en el caso
de otras iglesias, sino sólo después de varias órdenes. Es así porque nadie puede arrepentirse mientras
duerme, es decir, estando espiritualmente muerto. Jesucristo sólo os ilumina al arrepentimiento
liberador cuando estáis dispuestos a obedecer su llamada. En este contexto recordemos una vez más
Efesios 5:14:

"Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo". Si te despiertas y te
levantas, Cristo te conducirá a su luz. Entonces tu ser será iluminado por él hasta lo más recóndito y
oscuro de tu alma, para que puedas arrepentirte de todo corazón de toda apariencia, arrepentimiento
por el hecho de que Jesucristo es una experiencia pasada en tu vida. vida, pero no presencia viva.

Arrepentirse, por lo tanto, significa también humillarse bajo su mano poderosa, porque después del
comienzo prometedor se endurecieron interiormente. Además, el Señor hace una amenaza más,
diciendo, en el versículo 3b, “Pero si no estáis atentos, vendré…”. Curiosamente, no dice "si no te
arrepientes", como hizo con otras iglesias, sino "si no haces caso ". Él sabe: si se despiertan, también se
arrepentirán. "... Vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré contra ti". El Señor te quiere
advertir: si no velas, te sorprenderá mi venida.

Entonces, cuando llegue de repente el gran momento, seréis como las cinco vírgenes insensatas, que no
tenían aceite con ellas. No estaban preparados y no pudieron acompañar al novio a asistir a su boda. En
este contexto, el Señor habla de un ladrón que sólo se nota cuando se ha ido otra vez.

Entonces la oportunidad de preparar desapareció como si fuera robada por un ladrón. Cuando Jesús
venga, ya todo está decidido: el que no esté preparado será avergonzado. Y así no sabréis la hora de su
venida, porque el Espíritu Santo estará en silencio, mientras dice "¡ven!" en corazones preparados: “El
Espíritu y la Esposa dicen: '¡Ven!'” (22:17).

No es casualidad que Sardis también signifique “remanente”, pues el Señor Jesús todavía envía escrito
a esta iglesia: “Sin embargo, tenéis unos pocos allí en Sardis que no han manchado sus vestiduras.
Andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos” (v. 4). Estos “pocos” viven completa y
totalmente en santificación. Esto significa que en la iglesia de Sardis hay una separación radical entre la
muerte y la vida, entre la luz y las tinieblas, entre lo sagrado y lo profano. No se dice que las vestiduras
de estos pocos estuvieran un poco sucias, sino -y esto era una alabanza a Dios- que no ensuciaron sus
vestiduras. La misma figura fue vista por Jeremías en relación con Judá e Israel en Jeremías 24:2-8. Allí
se compara a Israel con dos cestas de higos. De estos higos se dice que unos eran muy buenos y otros
desagradables; tan mal que no podrías comerlos. También en este caso no dice “bueno y no bueno”, sino
que había higos muy buenos – estos eran aquellos prisioneros de Judá que se arrepintieron, fueron
guardados por el Señor y traídos de vuelta a Israel – y también había higos muy malos, que no se podía
comer—Esta era la casa real de Judá, que fue rechazada, y estos eran aquellos en Jerusalén que no se
humillaron bajo la poderosa mano de Dios, y por lo tanto sufrieron el juicio. Con el Señor no hay
tolerancia frente a la oscuridad.

Los que no han manchado sus vestiduras, el pequeño remanente, caminarán con Jesús vestidos de
blanco. Las vestiduras blancas no son las vestiduras de justicia, sino las vestiduras de los vencedores,
porque el Señor dice que "son dignos". ganaron Luego sigue la promesa a los vencedores: “El vencedor
será igualmente vestido de blanco. nunca borraré su nombre del libro de la vida, sino que lo reconoceré
delante de mi Padre y de sus ángeles” (v. 5). ¡Estos pocos acompañarán al Hijo de Dios en procesión
triunfal por el cielo, en vestiduras resplandecientes, presentados como vencedores! Esto tendrá lugar
después de la primera resurrección, después de la apertura de los libros y después de la revelación de
aquellos que están inscritos en los registros de los fieles. Si eres un ganador, entonces tu nombre será
confesado por el Señor ante tu Padre y ante sus ángeles. Seréis llamados por un nuevo nombre, que
entonces será válido por toda la eternidad.

La Sexta Carta del Cielo (Ap 3,7-13)

7 Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de
David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:

8 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede
cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.

9 He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que
mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado.

10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la


prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.

11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona.

12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y
escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la
cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.

13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Ya en cartas anteriores nos conmovió el hecho de que el Altísimo Señor habla con tanta insistencia y, al
mismo tiempo, también directamente a nuestro corazón. De hecho, toda la Biblia es el hablar directo de
Dios: “En otro tiempo Dios habló a nuestros padres por medio de los profetas muchas veces y de
diferentes maneras, pero en estos postreros días nos ha hablado por medio del Hijo...” (Hebreos 1.1-2).

En la carta a Filadelfia, se nota inmediatamente que esta iglesia no es reprendida. Por el contrario, es la
única iglesia que recibe grandes elogios. Como saben, Filadelfia significa “amor fraternal”.

Filadelfia todavía existe hoy bajo el nombre turco Alasehir. La iglesia de Filadelfia estaba ubicada
aproximadamente a 43 kilómetros al sureste de Sardis, por lo tanto, en las inmediaciones de la iglesia
que el Señor dice:

“... se supone que estás vivo, pero estás muerto” (3.1). El peligro de contaminación para la iglesia en
Filadelfia no podía pasarse por alto, porque nada es más contagioso que la muerte espiritual astuta. si
solo cuatro o cinco en una iglesia tienen fama de estar vivos, pero están espiritualmente muertos,
entonces la muerte espiritual se extiende. Esto ya era así en el antiguo pacto. En Josué 7 leemos cómo
un hombre, Acán, pecó actuando con engaño y así llevó a todo el pueblo de Israel a la derrota.

Sin embargo, el hermoso y significativo nombre de Filadelfia no es de origen cristiano, ya que esta ciudad
ya fue fundada en el año 189 aC por el rey de Pérgamo, Eumenes II. Usó el apellido Philadelphus y luego
llamó a esta ciudad por su nombre. A pesar de haber sido destruida varias veces por terremotos, siempre
fue reconstruida nuevamente, alcanzando nueva prosperidad.

¿Por qué el exaltado Señor en esta carta, en contraste con las otras, se revela tan completamente, tan
ampliamente, al ángel de esta iglesia? La propia revelación especial del Señor consiste en hablar de lo
que es y de lo que tiene: “Estas son las palabras del Santo y verdadero, que tiene la llave de David” (v.
7). Él es el Santo, y la iglesia en Filadelfia no solo es santificada según su posición, sino que también vive
en santificación diariamente. Esto se infiere del testimonio que el Señor le da a ella: “...has guardado mi
palabra de exhortación con perseverancia” (v. 10). En otras palabras, "En cada situación te mantuviste
firme en mi Palabra".

Esto está íntimamente relacionado con la santificación personal, pues quien guarda la Palabra vive en
santificación. Por otro lado: quien vive en santificación debe guardar la Palabra. Una cosa no es posible
sin la otra. El mismo Señor Jesús oró: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Por
tanto, tomar en serio su Palabra significa ser obedientes a ella; y eso significa, a su vez, ser santificados
en su verdad. Esta es también la razón de la segunda revelación del propio Señor: “Estas son las palabras
del Santo y Verdadero” (v. 7). Él no sólo dice la verdad, sino que es la verdad en Persona. De este modo,
él es la única, absolutamente verdadera y completa revelación de lo que es Dios. “El que me ha visto a
mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). ¡Él es verdadero en su Palabra, en sus promesas, para que en cualquier
momento y bajo cualquier circunstancia, puedas confiar en él completamente! La designación
“verdadero” subraya la declaración anterior de que él es el Santo.

No es casualidad que el Señor, después de su propia revelación, también hable de la vida santificada de
la iglesia en Filadelfia. “Por cuanto has guardado mi palabra de exhortación a la perseverancia” (v. 10).
Incluso antes de que el mundo fuera creado, el Señor ya había elegido a los creyentes en esa iglesia y
también a nosotros, para “ser santos y sin mancha delante de él; y en amor” (Ef 1:4 RA). Este “y en amor”
muestra el vínculo único entre el Señor y Sus comprados con sangre. El fin supremo de Dios, que ya
tenía antes de la fundación del mundo con cada uno de nosotros y con tantos millones de hombres, no
era sólo que nos convirtiéramos y fuéramos felices hijos de Dios, sino que fuéramos santos y sin mancha
ante Dios. Esta es también la razón de su presentación en la carta:

"Estas son las palabras del Santo y Verdadero". La iglesia en Filadelfia correspondía al propósito de Dios.

Con respecto a todos los poderes enemigos que amenazan a Filadelfia, el Señor anuncia: “Haré que se
postren a sus pies y reconozcan que lo he amado” (v. 9). Filadelfia está protegida por el
indescriptiblemente poderoso amor de Cristo. Qué maravilloso círculo en el que nos incluye. ¡Nosotros
en él y él en nosotros! En unos versículos se nos muestran tres características de Dios con las que nos
quiere involucrar: su santidad, su veracidad y su amor. Estas tres características fueron desplegadas por
Dios en Jesucristo en la cruz del Gólgota. Si Dios el Señor fuera solo santo, justo y verdadero, todos
estaríamos perdidos y condenados. Ningún hombre malvado puede estar de pie ante él. Sin embargo,
¡él también es amor! Amó tanto al mundo “que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él
cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Jesucristo satisfizo plenamente la justicia y la
santidad de Dios en la cruz del Gólgota, abriendo a través de ellas el camino a nuestros corazones por
amor a Dios.

Es conmovedor cómo el exaltado Señor es condescendiente, revelando su omnipotencia a la iglesia de


Filadelfia. “Estas son las palabras del ... que tiene la llave de David. Lo que él abre nadie lo puede cerrar,
y lo que él cierra nadie lo puede abrir” (v. 7).

Esto parece ser del Antiguo Testamento, pero se cumplió en Jesucristo. ¡Esta es la plenitud del poder
del Cristo alto, que Dios le dio, el gran Hijo de David! Tiene la llave de David, es decir, la llave del Rey
de reyes. Sólo Él puede abrir la puerta del reino eterno, y nadie puede cerrarla, así como "lo que él cierra,
nadie lo puede abrir". Tiene poder sobre la vida, la muerte y el infierno. Así leemos en el capítulo 1:17-
18: “Yo soy el Primero y el Último. Soy el Viviente. ¡Estaba muerto, pero ahora estoy vivo para siempre!
Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. ¡Él es el ganador único y sin restricciones! Por lo tanto, no
es casualidad que estas mismas palabras de la revelación de Cristo a la iglesia en Filadelfia ya fueron
predichas y vistas hace siglos por el profeta Isaías.

En Isaías 22:22 está escrito: “Pondré la llave del reino de David sobre su hombro; lo que él abre nadie
podrá cerrarlo, y lo que él cierre nadie podrá abrirlo”. Aquí, en la carta a Filadelfia, el gran Señor, el
cumplimiento visible de esa profecía, sale al encuentro de su iglesia débil y afligida y declara: "Conozco
sus obras" (v. 8). Como en Esmirna, aquí también el Señor no enumera obras cuantitativas, como
sucedió, por ejemplo, con los Efesios: “Conozco sus obras, su trabajo duro y su perseverancia. Sé que no
podéis tolerar a los hombres malos, que han probado a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los han
hallado impostores. Has perseverado y soportado padecimientos por causa de mi nombre, y no has
desmayado” (2:2-3).

Lo que él cita es la doble lucha de fe de Filadelfia, ya que esa iglesia, como Esmirna, tuvo que sufrir por
causa de Jesús:

Primero, tuvo que ganar una batalla de fe contra el paganismo lleno de odio que la rodeaba. El que
guarda la palabra de su perseverancia está en confrontación radical con su entorno, con el mundo impío.
¡Ay de cuando desaparezca el inevitable contraste entre la iglesia de Jesús y el espíritu del mundo!
Entonces ella – así nosotros – perdimos la batalla de la fe: “... ¿no sabéis que la amistad con el mundo
es enemistad con Dios?” (Santiago 4.4). Ay si nadamos con la corriente y nos adaptamos al espíritu de
este mundo. La consecuencia entonces es que el Señor cierra la puerta del evangelio al mundo.
Concretamente: su mensaje y su testimonio se vuelven ridículos. No siempre es culpa del mundo si se
burla cuando hablas de Jesús. Asegúrate de que no sea porque no tienes autoridad, porque en tu propia
vida ha ocurrido una mezcla.

Cuando Sodoma enfrentó la ruina, Lot trató, ante la insistencia de los ángeles, de transmitir el mensaje
de salvación a sus futuros yernos. Sin embargo, se dice: "Pero ellos pensaron que estaba bromeando"
(Gén 19:14). ¿Cómo pretende ser una “puerta abierta” al mundo si, como creyente, está atrapado en la
nicotina, el alcohol, la televisión y otras cosas?

La iglesia de Filadelfia se apoyó en Jesús, en cuyo nombre está el poder y la redención, y no lo negó. Por
eso prometió la "puerta abierta":

“He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar” (v. 8). Seguramente el Señor
se refiere aquí a una "puerta doble". Primero, la puerta se abrió en lo alto: “Así que, hermanos, tenemos
plena confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un camino nuevo y vivo
que él nos abrió a través del velo, esto es, de su cuerpo. . . Así que acerquémonos a Dios con un corazón
sincero...” (Hebreos 10:19-20,22). Entonces también una puerta abierta al mundo pagano, que está lleno
de rechazo y odio. Los creyentes de Filadelfia, sin embargo, tenían autoridad porque tenían acceso al
trono de Dios en el santuario interior. A pesar del fantástico rechazo del mundo, su testimonio fue
irresistible: “…nadie puede cerrar [la puerta al mundo]”. Esto, dicho sea de paso, también lo dice Pablo:
“Porque se ha abierto una puerta ancha y prometedora; y los adversarios son muchos” (1 Corintios 16:9).
Nadie pudo vencer al apóstol Pablo, porque su testimonio fue completo.

El Señor también da una doble razón por la cual le da a la iglesia en Filadelfia esta maravillosa puerta
abierta: “Conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede
cerrar; porque tienes pocas fuerzas” (v. 8 BKJ). ¡Este es un mensaje alentador para todos los que están
desesperadamente débiles! ¡Aprovéchese de la autoridad del Espíritu para testificar irresistiblemente!
Es la manera de Dios de revelar su gloria en la debilidad. “En medio de mi vida me hirió con su fuerza”,
está escrito en el Salmo 102:23. ¿Porque? Pablo dio la respuesta: “Pero Dios escogió lo necio del mundo
para avergonzar a los sabios, y escogió lo que es debilidad para el mundo para avergonzar a lo fuerte.
Eligió lo insignificante y despreciable del mundo, y lo que no es nada, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte delante de él” (1 Cor 1, 27-29).

Luego agrega: "Porque cuando soy débil, soy fuerte" (2 Corintios 12:10), porque el Señor le había dicho:
"Mi gracia te basta, porque mi poder se perfecciona en la debilidad". (2 Corintios 12:9). Así también
pudo testificar en 1 Corintios 2:4: “Mi mensaje y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de
sabiduría, sino con demostración del poder del Espíritu”.

Segundo, por la razón por la cual el Señor abre la puerta, tenemos que volver al versículo 8: "...pero él
guardó mi palabra y no negó mi nombre". La iglesia de Filadelfia, por lo tanto, tuvo el coraje de la fe
para el sagrado radicalismo de Jesús; ella – hay que subrayarlo de nuevo – tomó en serio toda la Palabra.
Los creyentes de esa iglesia no se apaciguaron con el argumento insípido: “No hay que ser tan específico,
tan inflexible”, ni se intimidaron.

Mantuvieron la palabra de su perseverancia, a pesar de todas las corrientes de ese tiempo.

¿Puedes ver que debido a que te has rendido a los incrédulos, te has convertido en una bomba inofensiva
que no ha explotado, que te has quedado sin el “combustible” del evangelio? Tu testimonio está
completamente desdibujado porque por tu dudosa posición has negado el precioso nombre de Jesús.
¡Ese es el gran problema! Muchos quieren ambas cosas: el Señor y el mundo, y no tienen nada. Son
como moscas que aterrizan alternativamente en un montón de estiércol y luego otra vez en un pan de
miel. Pero el Señor dijo: “…cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi
discípulo” (Lucas 14:33). Todos vuestros problemas no deben atribuirse a circunstancias desfavorables,
sino al hecho de que no tenéis un sí definitivo para el Señor y un no igualmente decidido para el mundo
y el pecado.

La segunda lucha de fe en Filadelfia fue contra el mundo religioso: “Mira lo que haré con los que son
sinagoga de Satanás y que se dicen judíos y no lo son, sino mentirosos, haré que caigan a sus pies y
reconozcan que lo he amado” (v. 9). Pérgamo enfrentó el trono de Satanás, es decir, su cruel gobierno
(2:13). Esmirna (2,9) y Filadelfia ya se enfrentaban a la “sinagoga” de Satanás, a la religión sin
Jesucristo. Esto significa amarga hostilidad contra la verdadera iglesia de Jesús.

Esta lucha llena de enfrentamientos continúa hasta el día de hoy. Sí, aumenta, porque la religión sin
Cristo como centro, ya sea judía, como aquí, o incluso cristiana, siempre termina en el anticristianismo.
Mientras que, para los hijos de Dios verdaderamente santificados, los límites con el mundo están
claramente definidos: "En cuanto a mí, no me gloriaré nunca sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
en la cual el mundo fue crucificado por mí". mundo”, dice Pablo en Gálatas 6,14–, la “sinagoga de
Satanás” es la personificación del engaño satánico-religioso. Sobre esto leemos en 2 Corintios 11:14: "...el
mismo Satanás se disfraza como ángel de luz".

Si alguien se deja engañar religiosamente, aceptando una religión cristiana sin cruz y sin entregar su
corazón al Señor Jesucristo, entonces se encuentra en las garras de Satanás.

En ese momento fueron los judíos quienes negaron con vehemencia a los creyentes de Filadelfia su
salvación en Jesucristo, diciendo: "Tenemos lo único correcto, tenemos justicia ante Dios". Sin embargo,
mintieron, dice el Señor: "...dicen que son judíos y no lo son" (v. 9). Hoy son los cristianos sin Cristo
quienes son tratados por sus líderes como “querida comunidad” quienes desprecian y se burlan de la
iglesia actual de Filadelfia. Cualquiera que sigue a Jesucristo con todo su corazón conoce esta terrible
lucha con el mundo religioso, con los cristianos sin Cristo, que argumentan: “Somos bautizados y
confirmados, hacemos el bien y no tememos a nadie; en consecuencia, todo está en el mejor orden”. Sin
embargo, aquí el Señor Jesús le da a la iglesia de Filadelfia la maravillosa promesa:
“Mira lo que haré con los que son sinagoga de Satanás... Los haré caer a sus pies y reconocer que lo he
amado” (v. 9).

Esto quiere decir: por vuestro testimonio fiel y autorizado, la gente saldrá apresuradamente de la
“sinagoga de Satanás”, del cristianismo aparente, y os dará la razón, aceptando a Jesucristo como
Salvador. Reconocieron que, en lugar de una fe formal muerta, hay una comunión viva entre el Señor y
los suyos. “... y reconoce que yo le he amado” (v. 9). Es más fácil llevar a Cristo a una prostituta, a un
asesino, a un ladrón oa cualquier criminal, que a un cristiano sin Cristo. Sin embargo, el Señor promete
que esto también sucederá. Y sucedió Innumerables veces, hasta el día de hoy, se ha producido el milagro
de que “muchos sacerdotes obedecían también a la fe” (Hechos 6:7). La iglesia de Filadelfia debe haber
sido una iglesia maravillosa.

Mientras que el Señor tuvo que reprender a la iglesia rica en conocimiento en Éfeso: “Pero esto tengo
contra ti, que has dejado tu primer amor”, en Filadelfia se revela el primer amor ardiente. Su fidelidad
a la Palabra, su apego al precioso nombre de Jesús, es tal que el Señor pudo envolverla en su precioso
amor. "... y reconocer que te amaba". Es maravilloso que este hecho sea reconocido por personas hasta
ahora religiosas y presuntuosas. ¿Tus oponentes reconocen que eres amado por el Señor porque lo
amas? Ningún hombre puede reconocer eso si eres poco entusiasta. ¿Es Romanos 5.5 una realidad
visible y perceptible en tu vida? Allí está escrito: "...porque Dios ha derramado su amor en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que nos ha dado".

La iglesia de Filadelfia, por pequeña y débil que fuera, debe haber sido una iglesia victoriosa, porque el
Señor le dio una puerta abierta. Estaba a la ofensiva, al ataque contra el mundo.

A esta conclusión hay que llegar necesariamente cuando se ve que el Señor, por una parte, le concede
una puerta abierta y, por otra parte, da testimonio dos veces de que ella cumplió su Palabra y no negó
su nombre. Además, exhorta en el versículo 11 a guardar lo que tienes: "Aférrate a lo que tienes, para
que nadie te quite la corona". ¡Ella ya tiene la corona de los vencedores, es decir, ha luchado
victoriosamente, porque nadie es coronado si no ha peleado correctamente la buena batalla de la fe! Por
eso la visión del futuro que el Señor da a Filadelfia está tan llena de promesas y de una profecía
sumamente actual. Esta profecía se está cumpliendo en nuestros días. Cuando lo lees en contexto,
entonces sabes con certeza que la iglesia será arrebatada antes de la gran tribulación, y no a la mitad o
incluso después: “Puesto que has guardado mi palabra de exhortación a la paciencia, también te
guardaré de la hora de la prueba, que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran
en la tierra” (v. 10). La “hora de la prueba” es la gran tribulación anticristiana, que se describe en los
siguientes capítulos de Apocalipsis. Si alguna vez hubo una palabra corriente en nuestro tiempo,
entonces es esta: “…Yo también lo guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero, para probar a los que moran sobre la tierra. ¡Iré pronto!”.
En cuanto al tiempo de su venida –entended: no la hora, sino el tiempo– dice en Mateo 24,32-34:
“Aprended la lección de la higuera: cuando sus ramas se renuevan y sus hojas brotan, sabéis que el
verano está a la mano. Así también, cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca, a las puertas.

Os aseguro que esta generación no pasará hasta que todo esto suceda”. Dijo esto en medio de su profecía
sobre las señales de los últimos tiempos, sobre su venida en gran poder y gloria, sobre la gran tribulación
que vendrá. "...esta generación no pasará hasta que todas estas cosas sucedan". ¿Cuánto dura una
generación? Cuarenta años como máximo. Recordemos que en 1948 comenzó el Estado de Israel y que
en 1967 Jerusalén volvió a ser la capital – a la higuera le salieron hojas – y escribo esto a principios de
los 80. Todo sucedió en una generación.

¡Cuán cerca entonces debe estar el rapto! Por eso es decisivo para ti y para mí: como individuos y como
iglesia, o salimos victoriosos del ataque al mundo, al mundo religioso, o nos dejamos llevar por los
compromisos y empujados a una guerra defensiva.

De hecho, quien está a la defensiva es rodeado por Satanás y aniquilado sin compasión. O eliges el
radicalismo sagrado para Jesús, o, en tu corazón dividido, serás víctima del Anticristo. ¡Jesús viene
pronto! ¡Aceptad, pues, el radicalismo sagrado, la entrega total a él, para que no os avergoncéis cuando
él venga! La promesa a los conquistadores de Filadelfia es: “Haré del conquistador una columna en el
santuario de mi Dios, y no se apartará de allí. Escribiré en él el nombre de mi Dios, y el nombre de la
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, que desciende del cielo de Dios; y también escribiré en él mi
nombre nuevo” (v. 12). Esta recompensa de los vencedores tiene su punto de partida en un nuevo reino
fundado, en una nueva ciudad, en una nueva ciudadanía glorificada. El vencedor será hecho columna en
un templo no hecho por manos humanas. El profeta Isaías habla de esta ciudadanía: “Los que hayan
quedado en Sión, los que hayan quedado en Jerusalén, serán llamados santos; todos los empadronados
para habitar en Jerusalén” (Isaías 4:3). Los vencedores de Filadelfia reciben glorias inefables que,
aunque aludidas con palabras, no pueden explicarse racionalmente en su esencia (cf. 2 Co 12, 4; 1 Pe 1,
8).

La Séptima Carta del Cielo (Ap 3, 14-22)

14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el


principio de la creación de Dios, dice esto:

15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!

16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes
que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos
con colirio, para que veas.

19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo.

21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he
sentado con mi Padre en su trono.

22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Laodicea estaba ubicada al sureste de Filadelfia, cerca de Colosas. Era una antigua ciudad frigia,
originalmente llamada Diospolis y luego Roa, solo más tarde se llamó Laodicea, en honor a Laodicea, la
terrible esposa del rey sirio Antíoco II. En el tiempo de los apóstoles, Laodicea era una ciudad
sumamente próspera. Pablo hace referencia a ella en Colosenses 2:1; 4,13,15,16. El historiador romano
Tácito la sitúa entre las ciudades más destacadas de Asia y alaba su gran riqueza. En el año 62 dC fue
destruida por un terremoto, junto con Hierápolis y Colosos. Sin embargo, debido a su gran riqueza, pudo
reconstruirse tan rápida y completamente que cuando Juan recibió el Apocalipsis en Patmos (alrededor
del año 85 dC), esta terrible catástrofe ya se había olvidado. En el año 1402 dC también esa ciudad, junto
con Éfeso, fue totalmente destruida por las hordas de Tamerlán. Hoy en día, solo hay una serie de
impresionantes ruinas en el sitio, llamadas Eski-Hissar, que significa "antiguo castillo". Son
melancólicos testigos de la gloria terrenal del pasado.

Esta es la última carta del Señor elevada a sus iglesias. En un sentido profético, se dirige especialmente
a la iglesia del tiempo del fin y, por lo tanto, a los creyentes de hoy. Precisamente por eso, el mensaje del
Señor contenido en esta carta es de gran actualidad.

Inicialmente, algunos comentarios preliminares sobre el carácter de esta iglesia. Laodicea se traduce
como “los justos del pueblo”; por lo tanto, "la gente correcta" vivía allí. Laodicea es una de las siete
iglesias que, por un lado, se han apartado completamente de su Señor y, por otro lado, en su propia
justicia, es la única que responde al Señor.

La iglesia está llena de sí misma. El Señor cita su declaración:

“Tú dices: 'Soy rico, he adquirido riquezas y nada tengo necesidad'” (v. 17). Este es el testimonio que
Laodicea da de sí misma: la exaltación de sí misma, con la que se lisonjea. De esto vemos que la iglesia
del tiempo del fin está peligrosamente contaminada por el espíritu de Babilonia. Babilonia se alaba a sí
misma. Nabucodonosor ya ha hecho esto en su orgullo: “¿No es ésta la gran Babilonia que he edificado
como capital de mi reino, con mi gran poder y para la gloria de mi majestad?” (Daniel 4,30). La gran
Babilonia se restablecerá en los últimos tiempos en la forma del imperio mundial romano. A su cabeza
estará el Anticristo, que se exaltará a sí mismo y se presentará como Dios (2 Tes 2, 4). También en
Apocalipsis escuchamos a Babilonia decir: “Estoy sentada como reina; No soy viuda y nunca estaré
triste” (18:7). La alabanza y el autoengaño son características de Babilonia. Entre la iglesia de Laodicea
y la de Filadelfia hay una diferencia mucho mayor que, por ejemplo, entre Tiatira y Sardis. En Tiatira y
Sardis, el Señor todavía encuentra un remanente fiel que es consolado, alentado y fortalecido por él.

Sin embargo, mientras toda la iglesia en Filadelfia no es reprendida por el Señor con ninguna palabra,
sino alabada, él acusa a Laodicea a causa de la apostasía, y esto inmediatamente después de presentarse:
"Estas son las palabras del Amén, el fiel y testigo verdadero, soberano de la creación de Dios” (v. 14).
Luego sigue lo que ocupa tu corazón: “Conozco tus obras, sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Sería mejor
si tuvieras frío o calor!” (v.15). Estas palabras son una acusación y un lamento. La acusación: "... que no
eres ni frío ni caliente". El lamento: "¡Sería mejor si tuvieras frío o calor!" En otras palabras: “¡Ojalá
fueras un completo incrédulo o un ardiente creyente! O una cosa u otra. ¡Si tan solo la frontera estuviera
claramente establecida!”

Lo peor de esta iglesia presuntuosa es que el Señor no está en medio de ella. – como con los Efesios –
¡pero está fuera! Con énfasis dice en el versículo 20: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo". ¡Qué terrible:
Jesús está fuera de una iglesia cristiana! Cuando uno ve la iglesia cristiana en su totalidad hoy, entonces
uno tiene que comprobar con angustia: ¡el Señor Jesús está afuera, frente a la puerta! Aunque hay de
todo: Biblia, confirmación, bautismo, adoración, todo lo que entra en ella en el sentido habitual. Él solo,
el Señor de la iglesia, ya no está presente, pero ellos no saben. Es como en el caso de Sansón, ese siervo
de Dios, de quien está escrito: “Pero él no sabía que el S lo había dejado” (Jueces 16:20).

A Esmirna se le promete la corona de la vida (2:10); Se exhorta a Tiatira a guardar lo que tiene hasta que
venga el Señor (2:25); se advierte a los creyentes de Sardis que tengan cuidado si no quieren ser
sorprendidos por la venida del Señor (3,3); la iglesia en Filadelfia recibe la maravillosa promesa de que
será guardada de la gran tribulación y que vendrá pronto (3:10-11). La iglesia de Laodicea, por el
contrario, es amenazada de que el Señor la vomitará de su boca: “Porque eres tibio, ni frío ni caliente, te
vomitaré de mi boca” (v. 16). De modo que mientras los verdaderos creyentes serán arrebatados por el
Señor, los “cristianos de Laodicea” que no se han convertido ni se han arrepentido serán dejados atrás.

Después de estos comentarios preliminares sobre el carácter de la iglesia en Laodicea, ahora vemos, en
el versículo 14, cómo el gran Señor se revela a Laodicea de tres maneras.

Primero, “Estas son las palabras del Amén” (v. 14). Esta es la primera vez que se revela como “Amén”
personificado. En 2 Corintios 1:20 está escrito: “Porque cuantas promesas ha hecho Dios, tantos tienen
un 'sí' en Cristo. Por tanto, a través de él, el 'Amén' es pronunciado por nosotros para la gloria de Dios”.
Él es el Amén. Entre él y su Palabra no hay abismo: “¿Habla y no obra? ¿Prometes y no cumples?”
(Números 23:19).
Él es el Amén en persona, el “así sea” (significado literal de amén). ¡Ay del que quita algo de lo que dice!
Esto hiere a la persona de Cristo. Toda crítica a la Palabra de Dios es un cuestionamiento de la persona
del Señor Jesucristo.

Segundo, dice que él es “el testigo fiel y verdadero” (v. 14). Mientras que, como el Amén en persona, él
es la promesa dada, aún así confirmó su promesa con un juramento, porque "amén" también significa
un juramento. Juró por sí mismo. Esto está escrito en Hebreos 6:13: "...porque no había nadie mejor por
quien jurar, él juró por sí mismo". En Hebreos 6:17 leemos:

"Queriendo mostrar muy claramente la naturaleza inmutable de su propósito para con los herederos de
la promesa, Dios lo confirmó con juramento". Por lo tanto, él es "el testigo fiel y verdadero", porque él
mismo cumplió su juramento en la cruz del Gólgota. ¡Oh, qué Dios fiel! ¡Él se entregó por nosotros! El
Amén que encarna, el juramento que él mismo cumplió en la cruz del Gólgota con el derramamiento de
su sangre, debe despertar a la tibia Laodicea. ¡Él quiere alcanzar y mover corazones!

Tercero, se revela a sí mismo como "el soberano de la creación de Dios". En Colosenses 1:15 Jesucristo
es llamado "el primogénito de toda creación". Esto se refiere a la primera Creación. Él es el origen y
principio de todas las creaciones de Dios, como lo describe magistralmente Juan 1:3: “Todas las cosas
fueron hechas por medio de él; sin él, nada de lo que existe habría sido hecho.” Sin embargo, esto
también se refiere a su resurrección. Él es el primogénito de la nueva creación, de la nueva vida. ¡Qué
gran contraste hay entre su ser y la iglesia a la que ahora le habla! La descripción de la situación de la
última iglesia y el llamado al verdadero arrepentimiento es un resumen de los llamados anteriores al
arrepentimiento, porque el mensaje de Cristo elevado a Laodicea revela la raíz más profunda de la culpa
y los problemas de la iglesia, a los cuales sucumbirá si permanece en la Iglesia.impenitencia:
autoseguridad, fariseísmo, autosatisfacción.

El versículo 17 describe el estado interior en el que se encuentra la iglesia: "Tú dices: 'Soy rico, he
adquirido riquezas y nada tengo necesidad'". Esto era cierto desde un punto de vista material. Los
creyentes de Laodicea eran gente acomodada, vivían en bienestar. Laodicea era una ciudad ubicada muy
cerca de Colosas, donde se ubicaban tres caminos importantes. Laodicea era un cruce comercial. Los
habitantes de Laodicea, como notamos al principio, eran tan ricos que pudieron reconstruir con sus
propios medios la ciudad que había sido destruida por un terremoto. Eso es lo que cuenta la historia
profana. Pablo peleó una lucha especial por los creyentes de Laodicea. Sobre esto escribe en la carta a
los Colosenses: “Quiero que sepáis cuánto peleo por vosotros, por los de Laodicea y por todos los que
aún no me conocen personalmente. Me esfuerzo para que se fortalezcan en su corazón, para que estén
unidos en el amor, y para que alcancen todas las riquezas del pleno entendimiento, a fin de que conozcan
plenamente el misterio de Dios, que es Cristo” (Col 2, 1-2). Él lo sabía: los creyentes de Laodicea se están
alejando de su primer amor, ya no tienen una relación viva con el Señor.
¡Cómo le debe haber dolido eso! Era la condición de los corazones de los creyentes. Colosas y Laodicea
eran ciudades vecinas, por lo que claramente quería que los creyentes de Laodicea leyeran también la
carta a los colosenses: carta de Laodicea” (Col 4:16).

Aparentemente, Pablo había escrito una carta a Laodicea que, sin embargo, no aparece en nuestra Biblia.

La iglesia de Jesús se encuentra hoy en una situación decisiva, pues vivimos en medio de los últimos
tiempos, en el tiempo del renacimiento de Babilonia, en el tiempo del fariseísmo, en el tiempo del
materialismo, en el tiempo del bien -siendo. Somos ricos y no necesitamos nada. Cuando leemos los
versículos 15-16, aquí en Apocalipsis 3, entonces reconocemos cómo el Señor justamente detesta esta
indiferencia segura de sí misma; sí, como ella le da asco: “Conozco tus obras, sé que no eres ni frío ni
caliente. ¡Sería mejor si tuvieras frío o calor! Por tanto, como eres tibio, ni frío ni caliente, te voy a
vomitar de mi boca. La iglesia en Laodicea no vive en pecado grave como la iglesia en Tiatira (el Señor
no nombra ninguna), sino en un estado negativo. ella es cálida

Esto es difícil de entender; no se puede definir concretamente.

No ser “frío” significa no estar en incredulidad. No estar “caliente” significa no estar ardiente en el
primer amor por él, el Señor. A diferencia de las otras iglesias, Laodicea no tiene falsas doctrinas, ni
tribulaciones provocadas por Satanás, como la iglesia de Esmirna. A los ojos del Señor, sin embargo, el
estado de tibieza es terrible, porque la tibieza ante el Señor ya no toma nada en serio, ni siquiera el
pecado. La tibieza es el estado de “sí y no”. Dices “sí” a Jesús, pero al mismo tiempo también dices “sí”
a las cosas de este mundo y al pecado. Sin embargo, la mitad del Señor y la mitad del mundo significa
ser completamente del Diablo. El Señor detesta cojear de ambos lados: "¡Más te vale que tengas frío o
calor!" En otras palabras: "Ojalá fueran ateos, fríos, incrédulos, o se encontraran en el fuego del primer
amor por mí". "Entonces, como eres cálido, no frío ni caliente, estoy a punto de vomitarte de mi boca".
La iglesia tibia, como la iglesia del tiempo del fin, está paralizada.

¿Como? Debido al alto nivel de vida en el que vive, sin invertirlo en la causa de Jesús. ¿Fue este
realmente el caso con Laodicea? Por supuesto, porque de lo contrario el Señor no citaría sus propias
palabras: “Tú dices: 'Soy rica, he adquirido riquezas...'”.

Esta alabanza propia demuestra una doble codicia: ganaban mucho y eran codiciosos cuando se trataba
de la causa del Señor. Por otra parte, eran especuladores religiosos; rico en conocimientos, pero avaro
en transmitir el mensaje; no tenían celo misionero. Debemos ver esto claramente: el Señor habla aquí
de una iglesia que vivía en medio de una ciudad de comercio, banca e industria... como nosotros.
Laodicea era conocida principalmente por su escuela farmacéutica y su industria lanera. Es una iglesia
que aceptó el modo de vida de los banqueros e industriales no sólo en la vida exterior, sino también en
la vida interior, por su riqueza en bienes espirituales, conocimientos bíblicos y sólidas costumbres,
llevando una especie de vida patricia en una burguesía cristiana. Y esto en medio de un mundo pagano
igualmente rico y elegante, que no era fanático pero que, junto con otras cien asociaciones para la
satisfacción de necesidades religiosas, también aceptaba a la iglesia cristiana y quizás hasta le prestaba
atención. Ya no hay contrastes, porque la iglesia, a su vez, comparte el espíritu del capitalismo con su
entorno: “Tú dices: 'Soy rico, he adquirido riquezas y no tengo necesidad de nada'”. Estamos asombrados
de ver: ¡esta es la iglesia de hoy! A las otras iglesias el Señor dice: "Tengo esto contra ti...", pero a la de
Laodicea le dice: "Me eres repugnante". Nos debe estremecer profundamente que el Señor sea tan
inexorablemente estricto con la Iglesia de Laodicea, que está tan segura de pertenecerle y tan orgullosa
de su situación. Nuestro Señor asume aquí una actitud de profundo rechazo y una decidida disposición
al juicio: hace el gesto de alguien lleno de asco ya punto de vomitar. El estado de Laodicea le es tan
repugnante como el agua tibia e insípida que le hace vomitar. El mismo rechazo vehemente lo mueve
ahora en lo oculto, y con tanta vehemencia negará a su regreso a tales “cristianos de Laodicea”,
satisfechos consigo mismos e impenitentes. “Conozco tus obras, sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Sería
mejor si tuvieras frío o calor! Por tanto, como eres tibio, ni frío ni caliente, te voy a vomitar de mi boca.
Ya encontramos en el último libro del Antiguo Testamento la contradicción de la iglesia en Laodicea –
“Soy rico, he adquirido riquezas…”. El profeta Malaquías describe el diálogo del Señor con Israel:
“'Siempre os he amado', dice el Señor, preguntan: '¿Cómo nos has amado?'... 'El hijo honra a su padre,
y el siervo a su señor. Si soy padre, ¿dónde está el honor que se me debe? Si yo soy señor, ¿dónde está el
temor que me debéis?', pregunta la H de los Ejércitos a vosotros sacerdotes. ¡Eres tú quien desprecia mi
nombre! Pero tú preguntas: '¿Cómo hemos despreciado tu nombre?'... Has cansado a la S con tus
palabras. '¿Cómo os hemos cansado?', todavía preguntáis... 'Volved a mí y yo volveré a vosotros', dice el
Señor de las Huestes. Pero vosotros preguntáis: '¿Cómo volveremos?'” (Mal 1,2; 1,6; 2,17; 3,7).

¡Una réplica tras otra! La iglesia del tiempo del fin es una iglesia de rebelión, de contradicción. El
anticristo es el gran retador.

Donde desaparece el temor de Dios, aparece el espíritu de rebelión, contradicción y discordia con el
Señor. Al mismo tiempo, la ceguera también se ocupa de la situación miserable que el Señor
desenmascara aquí: “Tú dices: 'Soy rico, he adquirido riquezas y no tengo necesidad de nada'. Pero no
reconoce que es miserable, compadecido, pobre, ciego y desnudo” (v. 17).

Esta ignorancia fatal de la situación real es impactante. Sin embargo, hoy no es diferente: los cristianos
no ven dónde están; no ven que, a pesar de su bienestar material y de sus conocimientos religiosos, en
el fondo son miserables, pobres, ciegos y desnudos. Es la primera vez que el Señor habla de una manera
tan reprensiva a una iglesia. La ignorancia de la propia situación proviene de la indiferencia a la Palabra
de Dios y la consecuencia es la tibieza. David oró en el Salmo 119:5: “¡Oh, si mis caminos fueran firmes
para guardar tus decretos!”.

La misma ignorancia es juzgada muy livianamente por el Señor, porque hay muchos que están
confundidos, pero el Señor los ama y los busca. Va tras la oveja descarriada, que no conoce el camino
recto. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; y el S cargó en
él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6). Sin embargo, no admite que la falta de conocimiento de sí
mismo provenga de la tibieza cuando se deja de leer y escudriñar la Palabra en la oración. Romanos
11.21-22 sigue teniendo plena vigencia: “Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales [Israel],
tampoco a ti te perdonará. Considerad, pues, la bondad y la severidad de Dios: severidad para con los
que han caído, pero bondad para con vosotros, con tal que permanezcáis en su bondad. De lo contrario,
tú también serás cortado”. Pablo se dirige a la iglesia de Jesús en Roma y dice con insistencia: Dios no
perdonó a Israel, su pueblo elegido, a quien dijo: “Me casaré contigo para siempre; Me casaré contigo
en justicia y rectitud, en amor y compasión” (Oseas 2:19);

“La amé con un amor eterno; La he atraído con amor leal” (Jer 31,3); “Te daré a ti y a tu descendencia
toda la tierra” (Gén 17:8 NVI). No, no perdonó al pueblo rebelde, sino que los expulsó de la tierra
prometida y los dispersó por todo el mundo. Hemos visto por lo que pasó Israel en los últimos milenios.
Si el Dios vivo no perdonó al Israel rebelde, tampoco perdonará a los creyentes tibios. Entonces, tenemos
un paralelo en Romanos 11:21-22 con Apocalipsis 3:16: "Porque eres tibio, ni frío ni caliente, estoy a
punto de vomitarte de mi boca". Todos sabemos: cuando vomitas algo, no lo vuelves a beber. Sin
embargo, ¡oh milagro de la gracia de Jesús, que es mayor que nuestra culpa! ¡El Señor se inclina ante
esta iglesia descarriada!

Mientras habla, atrayéndola con amor después de haberla golpeado como con latigazos con sus palabras:
“Este consejo te doy: Cómprame oro refinado en fuego, y serás rico” (v. 18). En la iglesia de Laodicea era
como en el tiempo de Noé: compraban y vendían. Ahora el Señor se interpuso entre ellos y el oro terrenal
y le dijo a esa iglesia tan rica, pero tan pobre, que debían comprarle oro refinado para enriquecerse.
¿Qué es este oro refinado por el fuego? La respuesta es simple y maravillosa al mismo tiempo. No es más
que la gloria de Dios. Vimos su gloria en Jesucristo, purificado en el fuego de los sufrimientos del
Gólgota. En Apocalipsis 21:23 está escrito: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la
iluminen, porque la gloria de Dios la alumbra, y el Cordero es su lumbrera”. ¡Jesucristo, que también
compró esta iglesia con su sangre, no manda, sino que aconseja! Atrae a su iglesia que se ha desviado
del camino del Cordero, que está presa de la fiebre del oro terrenal.

“Yo doy este consejo: Cómprame oro refinado...” ¿A qué precio? A esto la Biblia da una respuesta
contradictoria, pero tan divinamente armoniosa: “Venid, comprad... sin dinero y sin costo alguno” (Isa.
55:1 RA). ¡Quien quiera comprar este oro refinado, quien quiera revestirse de la gloria del Cordero y
tomar posesión de él, ya ha sido pagado! Esto, sin embargo, le cuesta la vida anterior, ceder el primer
lugar, ¡cuesta todo! Si Jesús os aconseja a vosotros, que sois laodicenses, que le compréis oro divino, es
para que os hagáis ricos y ganéis vestiduras blancas, para cubrir la vergüenza y la desnudez de vuestro
apego terrenal. Del mercader que busca perlas finas dijo, en Mateo 13:45-46: “El reino de los cielos es
semejante a un mercader que busca perlas preciosas. Encontrando una perla de gran valor, fue y vendió
todo lo que tenía y la compró”. Este es el consejo de Jesús de entrega total por el oro refinado en el fuego
del Gólgota. Esto fue para la iglesia de Laodicea en ese momento, y es para los cristianos de Laodicea
hoy, la última oportunidad de salvarse de ser vomitados. ¡No dudes en ponerte su gloria!
¿Y cómo es este intercambio divino, esta compra a precio de entrega completa, en la que el Señor añade
incluso colirios para que vuestros ojos se abran por fin a los valores eternos, a los que todavía estáis
ciegos? El Señor Jesús responde en el versículo 19:

“Por tanto, sé diligente y arrepiéntete”. Tal vez te sientas golpeado y pienses: ¿por qué el Señor me habla
tan duro, tan duro? Respuesta: ¡porque te ama profundamente! Hasta el día de hoy estabas ciego a tu
verdadero estado. Por eso dice, hacia el final de la carta: “Reprendo y disciplino a los que amo. Así que
sé diligente y arrepiéntete”. En ninguna otra carta dice "sed diligentes". En las otras cartas siempre está
escrito arrepentirse. Si aquí está escrito: “Por tanto, sé diligente y arrepiéntete”, entonces es porque esto
es de gran urgencia, ¡porque estos son los últimos tiempos! No somos cristianos primitivos, sino
cristianos del tiempo del fin. Apresúrense, sean diligentes, porque cuando está tibio el Señor debe
vomitar, y ciertamente lo hará. Sin embargo, porque lo ama, él no quiere nada más que una íntima
comunión contigo: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré
y cenaré con él, y él conmigo” (v. 20). ¡Qué gran conclusión tiene esta carta! ¿No es la ofrenda del afligido
Señor sobre vosotros tocar y tocar? ¿No abrirás ahora la puerta de tu corazón y dejarás entrar a Jesús,
humillándote por todo tu laodiceanismo? Laodicea, si vence, gana una medida de dominio y gloria que
supera todo: “Al que venciere, le daré derecho a sentarse conmigo en mi trono” (v. 21).

Con razón se ha encontrado que las siete promesas a los vencedores son la descripción completa de lo
que Dios ha preparado para aquellos que lo aman. Reconocemos claramente cuán profundamente
importante es que, como hijos de Dios, lleguemos a ser verdaderos vencedores, de lo contrario perdemos
la meta final que Dios tiene para nosotros. Esta meta superior se señala en Romanos 8:29:

“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conformes a la imagen de
su Hijo.” Este devenir se refiere a todo lo que Jesús es y ha hecho. También se refiere a nuestro destino
después de nuestra existencia terrenal: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado
lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos como él es” (1 Juan 3:2).

Podríamos describir esta semejanza de la siguiente manera: ser iguales en el andar, en las obras, en el
carácter y en las palabras. Podrías argumentar: “Pero no puedo hacer eso, soy demasiado débil. Este es
un objetivo inalcanzable para mí”. Lo importante, sin embargo, no es lo que tú puedes, ¡sino lo que él
puede! En Efesios 3:20 está escrito: “A aquel que es poderoso para hacer muchísimo más de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros”. Este poder que obra en nosotros es una
persona: Jesucristo en nosotros.

Hebreos 2:17 dice: "Por tanto, era necesario que él fuera en todo semejante a sus hermanos, para llegar
a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel para con Dios, y hacer expiación por los pecados del
pueblo". ¡El eterno Hijo de Dios se hizo como nosotros para que nosotros pudiéramos llegar a ser como
él!
Quien no llega a ser como Jesucristo, revoca la gracia manifestada en él. En otras palabras: si tu posición
ante Dios no se convierte en tu estado predeterminado, entonces en el fondo rechazas la unificación con
Jesucristo; pasas por alto la cruz y haces que la identificación con Jesucristo, de la que también se habla
en Hebreos 2:14, no tenga efecto. Por su parte, todo ha pasado, pero ahora es el momento de darse
cuenta de que la identificación completa del Señor Jesús con nosotros, con todo lo que somos, incluso
con nuestra naturaleza corrupta, se ha realizado. Él se unió tan profundamente a nosotros en la cruz del
Gólgota que él, que no conoció pecado, fue hecho pecado. Por tanto, no murió solamente por nosotros,
sino figurativamente también en nosotros, haciéndose semejante a nuestra naturaleza. Murió a causa
del pecado que es innato en ti y en mí.

Este hecho grandioso, que ha descendido tan profundamente, a nuestra verdadera situación:
encarcelado, esclavizado por el miedo a la muerte, eternamente perdido en la oscuridad, nunca puede
ser respondido completamente en su alcance salvador. Sin embargo, fue él quien permitió que nos
pusiéramos en una situación muy nueva ante Dios. Por eso el Señor no nos pide que venzamos aparte
de su persona, sino que venzamos en él, por él y con él. Eso es lo que dice Romanos 8:37: "Pero en todas
estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó". Pablo quiere enfatizar: el Señor
Jesucristo te ha sacado de esta situación y quiere unirse contigo. En 1 Corintios 6:17 escribe:

“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”. Por eso la Biblia no pide una victoria solitaria, sino,
como dice el Altísimo Señor en Apocalipsis 3.21: “Al que venciere… como también yo vencí…”. Por lo
tanto, no está obligado a hacer esfuerzos imposibles, que no puede hacer. ¿Cómo, sin embargo, puedes
liberarte de tu egoísmo, de tus pensamientos atrapados en la insignificancia, de tus acusaciones miopes,
de tus lamentos de que recibes poco amor (¿mientras ni siquiera te das cuenta de que los que menos se
quejan de falta de amor al prójimo? práctica); en resumen: ¿cómo puedes superar tu carácter
destructivo? Decir con Pablo: "Yo fui crucificado con Cristo" (Gal 2,20).

Por parte del Señor, la unificación se logró hace mucho tiempo, pero aún no por parte de ustedes. Esta
es la discrepancia en tu vida de fe. Todo el impulso desagradable de su ser, la avaricia, la falta de voluntad
para sufrir, etc., prueban su voluntad de autoafirmación en relación con el Cordero. El Señor te espera
con ansias para finalmente entregarte por completo. Entonces, solo entonces, perteneces a la categoría
de personas de las que está escrito en Apocalipsis 12:11:

“Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero, y por la palabra del testimonio de ellos; ante la muerte, no
amaron sus propias vidas.” Esta es la unificación con Jesús: ¡no amar la vida misma frente a la muerte!
El Señor Jesús mismo dijo: “El que ama su vida, la perderá; pero el que aborrece su vida en este mundo,
para vida eterna la guardará” (Juan 12:25). Solo en la muerte de Jesús en la cruz puedes convertirte en
un poderoso vencedor de tu carácter corrupto, y solo entonces puedes convertirte en una persona llena
del Espíritu Santo, que está en completa libertad: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente
sed libres” (Juan 8:36). Fue el enemigo el que nos robó la gloria y nos impide tener comunión con Dios.
Él, el homicida desde el principio, busca sofocar en nosotros la vida eterna y devorar los atributos de la
herencia de Dios y de Jesucristo. Sin embargo, Jesucristo lo venció por completo, por lo que nosotros
también podemos ser más que vencedores sobre él.

Ahora hemos visto siete (siete = número de la plenitud divina) promesas a los vencedores, pero en su
fidelidad el Señor añadió una más (ocho = número del nombre de Jesús). Esta octava promesa a los
vencedores es el logro supremo de todas las promesas anteriores: “El que venciere heredará todo esto, y
yo seré su Dios, y él será mi hijo” (21:7). ¡No es posible decir nada más alto, porque esto es una
identificación completa con el Hijo de Dios en la gloria! ¡Así que no dudes más en pagar el precio de
convertirte en un vencedor en los hechos y en la verdad! Entonces heredarás todo; serás hijo o hija de
Dios, y él será tu Padre por toda la eternidad.
IV
Una Magnifica Vista del Cielo
(Ap. 4.1-11)

“1 Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo;


y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo,
dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después
de estas.
2 Y al instante yo estaba en el Espíritu; y he aquí, un trono
establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado.
3 Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de
jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris,
semejante en aspecto a la esmeralda.
4 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados
en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas,
con coronas de oro en sus cabezas.
5 Y del trono salían relámpagos y truenos y voces; y delante del
trono ardían siete lámparas de fuego, las cuales son los siete
espíritus de Dios.
6 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al
cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres
vivientes llenos de ojos delante y detrás.
7 El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo era
semejante a un becerro; el tercero tenía rostro como de hombre;
y el cuarto era semejante a un águila volando.
8 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y
alrededor y por dentro estaban llenos de ojos; y no cesaban día
y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios
Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir.
9 Y siempre que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y
acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por
los siglos de los siglos,
10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está
sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los
siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder;
porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y
fueron creadas.”
E l cuarto capítulo comienza con "Después de estas cosas miré...". ¿Qué significa este “después”?
Para entender esto, necesitamos recapitular: los primeros tres capítulos de Apocalipsis tratan de
la iglesia de Jesús; contienen el mensaje del Señor elevado a las siete iglesias. Además, tenemos que
recordar qué mandato le dio el Señor a Juan:

1. “Escribe, pues, las cosas que has visto...” (1.19). ¿Qué había visto Juan? ¡El Señor glorificado que
regresa (1:1-20)! Esta vista fue tan indescriptiblemente magnífica y majestuosa que Juan cayó como
muerto a sus pies.

2. “Escribe... las cosas son...” (1.19). ¿Qué era? Las siete iglesias (2:1–3:22).

3. “Escribe... las cosas que sucederán” (1:19). Por lo tanto, también debía escribir lo que sucedería en la
tierra después del tiempo de la iglesia de Jesús, es decir, después del rapto.

“Después de estas cosas miré, y delante de mí había una puerta abierta en el cielo” (v. 1a). Juan ve
primero lo esencial: el evangelio.

Más exactamente: el maravilloso resultado de la redención. Este es el mensaje que tenemos que anunciar
en todo el mundo: ¡el velo se ha roto, el cielo se ha abierto! Cualquiera que quiera puede encontrar el
camino al cielo. El Señor Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por
mí” (Jn 14,6).

En otro pasaje dice: “Yo soy la puerta; el que por mí entre, se salvará” (Juan 10:9). En Hebreos 10:19
está la invitación: "Así que, hermanos, tenemos plena confianza para entrar en el Lugar Santísimo por
la sangre de Jesús".

Juan es Arrebatado al Cielo en el Espíritu

Juan no sólo ve, sino que también oye: “La voz que yo había oído al principio, hablándome como de
trompeta, dijo: Sube acá, y yo te mostraré lo que sucederá después de estas cosas” (v. 1b). Curiosamente,
Juan reconoció de inmediato la voz que había oído una vez en la tierra (1:10). También fue Juan quien,
en su evangelio, transmitió las palabras de Jesús: “...las ovejas oyen su voz... pero nunca seguirán al
extraño” (Jn 10,3,5). Si Juan dice aquí: “La voz que yo había oído al principio, hablándome como una
trompeta, dijo…”, quiere subrayar: ¡es mi Señor quien me llama! ¿Cómo te llama? Con una trompeta.
Entonces Juan es arrebatado figurativamente de la tierra en espíritu. Su rapto tiene lugar de manera
análoga al futuro rapto de la iglesia. ¿Cuándo sucederá? “En un momento... a la última trompeta” (1 Cor.
15:52); cuando, "dado el mandato" (1 Tesalonicenses 4:16), el Señor aparecerá.

Ahora, por lo tanto, Juan es llamado al cielo con la trompeta de Dios. Oye, como oirá la iglesia, una
consigna: "Subid acá, y yo os mostraré lo que sucederá después de estas cosas". Por lo tanto, en espíritu
Juan es arrebatado figurativamente de antemano y ve a la iglesia glorificada en el cielo después de su
arrebatamiento. Entonces él también nos ve en la gloria. Juan llega al cielo muy pronto, pues dice:
“Inmediatamente” (v. 2). Esta palabra en realidad no forma parte de su vocabulario habitual.
“Inmediatamente” o “pronto” son expresiones típicas de Mark. En su evangelio los usa
aproximadamente cuarenta y dos veces. El hecho de que el tranquilo y pensativo Juan ahora use esta
palabra significa que fue atrapado muy rápidamente. “Inmediatamente fui tomado por el Espíritu, y
delante de mí estaba un trono en el cielo”.

Esto también coincide con lo que experimentaremos en el éxtasis que está delante de nosotros: seremos
arrebatados en un instante, tan rápido que apenas podemos entenderlo. ¡Entonces estaremos con el
Señor! Lo primero que Juan ve en el palacio celestial es un trono, en el que está sentado el que merece
este grado superior: "...había un trono en el cielo delante de mí, y alguien estaba sentado en él" (v. 2).
Que Juan se refiera primero al trono y no al que está sentado en él debe tener su razón en el respeto
sagrado en que se le toma al ver la Majestad de Dios. No en vano Dios le dijo a Moisés: “...nadie podrá
verme y vivir” (Éxodo 33:20). Isaías experimentó lo mismo que Juan. Cuando fue llamado y vio la gloria
del Señor, comenzó a gritar de terror: “¡Ay de mí! ¡Estoy perdido!... ¡Mis ojos han visto al Rey, el Señor
de los Ejércitos!” (Isaías 6:5). No fue diferente con el profeta Ezequiel: “Esta era la apariencia de la figura
de la gloria del Señor. Cuando la vi, caí sobre mi rostro...” (Ezequiel 1:28). Ningún hombre puede mirar
a la santa Majestad de Dios a menos que esté cobijado en Jesucristo.

Daniel, a quien se describe como “muy amado” (Daniel 9:23), da testimonio de lo que experimentó al
ver la gloria del Señor: “Estaba impotente, muy pálido y casi desmayado. Entonces lo oí hablar, y cuando
lo oí, caí sobre mi rostro y perdí el conocimiento” (Daniel 10:8-9).

Así que no debemos sorprendernos de que Juan también solo aluda a la grandiosa escena que ve después
de su rapto. No va tan lejos como para decir que vio a Dios, sino que solo habla del trono y de alguien
sentado en él. Describe lo que estaba alrededor del trono, sobre el trono y lo que salía del trono, pero
parece tener miedo de pronunciar el nombre de Dios y describir su apariencia. En cambio, dice
asombrado: "... un trono en el cielo, y alguien sentado en él" (v. 2).

Es como si estuviera estupefacto al ver la gloria de la luz divina. Tampoco podría ser de otra manera.
Quien se enfrenta con el poder originario de la vida guarda silencio en sagrada reverencia. ¡Qué gran
momento es cuando un hombre se encuentra con Dios! El profeta Elías también cubrió su rostro cuando
supo que encontraría a Dios.

De la misma manera también Moisés, a quien el Señor le habló como un hombre habla a su amigo. Pero,
¿no hay un tiempo en que, antes de revelar su consejo a sus siervos, Dios se reveló primero a ellos? Que
este es el caso lo vemos, por ejemplo, también con Abraham. Así en el llamado del profeta Isaías, ese
gran profeta que describió de manera única al Cordero de Dios y profetizó acerca de él. Sin embargo,
primero tenía que encontrarse con el Señor y ser limpiado. Lo mismo experimentó el profeta Ezequiel,
quien de manera única predijo el futuro de Israel, hasta el tiempo presente y en el milenio. Sin embargo,
primero tenía que encontrar al Señor. Del mismo modo Daniel, quien profetizó grandes cosas sobre
eventos futuros, pero también necesitaba encontrarse primero con el Señor, al igual que Juan. Sólo
entonces pudieron escuchar la palabra del Señor.

El Señor quiere instruirnos y confiarnos lo que hará pronto, pero primero quiere encontrarnos, porque
reconocerlo es condición para comprender los acontecimientos de los últimos tiempos. ¡Solo puedes
entender y entender la palabra profética si estás dispuesto a encontrarte con el Señor primero!

Sólo el Señor está detrás de la historia del mundo y del plan de salvación. Esto es lo que se ve aquí al
principio de la revelación sobre las cosas por venir. Cuando leemos desde el versículo 2 en adelante,
vemos que el inefable, que se sienta en el trono en silenciosa majestad, solo puede verse en la plenitud
de la luz que procede de él. Juan no puede describir la persona de Dios, pero dice lo que ve: “El que
estaba allí sentado era como jaspe y sardio. Un arco iris, como una esmeralda, rodeaba el trono” (v. 3).
La abundancia de luz que procede de él refleja el carácter de Dios, y esto pone a Juan en posición de
describirlo, permitiéndole ver también el homenaje de sus siervos. En los versículos 8-9 leemos cómo
los seres vivientes se postran y comienzan a alabar a Dios, y los veinticuatro ancianos los siguen: “Los
veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive. para todo
el tiempo Arrojan sus coronas delante del trono y dicen: 'Tú, Señor y Dios nuestro, eres digno de recibir
la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron
creadas'” (v. 10- 11). Esta es, en el fondo, nuestra tarea con respecto al mundo: reflejar la luz, porque,
salvo la Palabra a través del Espíritu Santo, el mundo sólo puede reconocer el carácter del Señor y, por
tanto, del Cordero de Dios cuando somos una luz (Mt 5,14). Él, y con él Dios Padre, sólo es reconocido
por vuestro entorno a través de las alabanzas y gracias que le dedicáis.

Aquí lo vemos como el Dios Creador: “Tú, Señor y Dios nuestro, eres digno de recibir la gloria y la honra
y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Nuestra función
aquí en la tierra es que seamos algo para alabar la gloria de su gracia (cf. Efesios 1:6, 12). Nada oscurece
tanto la gloria del Señor como nuestra propia gloria, y nada menoscaba el honor de Dios que nuestra
ambición.

Además, llama nuestra atención, en la descripción de Juan, que el que está sentado en el trono es
claramente el medio, el centro. Él es el centro de la gloria del cielo. Lo encontramos también en el
penúltimo capítulo de la Biblia: “La ciudad no tiene necesidad de sol... porque la gloria de Dios la
alumbra, y el Cordero es su lumbrera” (21:23).

¡Oh, que el Señor sea aún más el centro de tu vida y de la mía, porque ese es el secreto para ser un
poderoso testigo de Jesucristo en estos últimos tiempos! Pablo podría decir:

“...para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1:21).

Juan puede decir dos cosas sobre el que está sentado en el trono: “El que estaba sentado en el trono era
como jaspe y sardio. Un arco iris, parecido a una esmeralda, rodeó el trono”. Brilla con un rico y límpido
esplendor de color. El Salmo 104:2 describe al Señor así: "Envuelto en luz como en un manto". Con la
abundancia de brillo, es decir, con el esplendor del color de las piedras preciosas, Juan trata de describir
lo que ve en la pureza, la gloria y la santidad divinas, pero es algo indescriptible. Además, Juan ve un
arcoíris alrededor del trono. Lo curioso es que es diferente al que vemos: es un arco iris glorificado,
similar en apariencia a una esmeralda. Las esmeraldas son de un verde pálido suave (ninguna otra
piedra preciosa verde es comparable a ellas en belleza) y transparentes: una representación de la
misericordia de Dios. Por eso, en Santiago 1:17, la Escritura llama a Dios “Padre de las luces”. Hablar de
este Dios es entrar en la luz penetrante de la eternidad, que revela todas nuestras tinieblas, pero también
las quita todas. Dios, que está lleno de luz brillante y de verdad, también está lleno de gracia. Después
de todo, el interior del corazón de Dios es amor. Eso es lo que muestra el arcoíris.

Después del Diluvio, Dios le habló a Noé: “Entonces me acordaré de mi pacto contigo... Siempre que el
arco iris esté en las nubes...” (Gén. 9:15-16).

Los Veinticuatro Ancianos

Es maravilloso que, debido al libro de Apocalipsis, estemos en condiciones de mirar a través del velo
abierto hacia el cielo y de ver cómo en el futuro estaremos ante el trono del Señor.

Sobre esto leemos en el capítulo 4:4: “Alrededor del cual [el trono] había otros veinticuatro tronos, y
sobre ellos estaban sentados veinticuatro ancianos. Estaban vestidos de blanco y tenían coronas de oro
en sus cabezas”. Los veinticuatro ancianos no son ángeles, no, representan a los creyentes glorificados,
es decir, según tengo entendido, a los vencedores del Antiguo y Nuevo Testamento, porque también los
creyentes del antiguo pacto son redimidos por la sangre de Jesús. Después de su muerte, el Señor
Jesucristo descendió al lugar de los muertos y les predicó el evangelio (1Pe 3:19), es decir, a los que
estaban en el lugar de los muertos que esperaban el día de la redención, les proclamó, “Ahora ha llegado
la hora; ¡se hace!".

¿Por qué solo hay veinticuatro ancianos vestidos de blanco, con coronas en la cabeza, sentados en tronos
y gobernando con él? De 1 Crónicas 24 se concluye que hubo 24 turnos sacerdotales. Veinticuatro, eso
es tres veces ocho. Ocho es el número del nombre del Señor Jesucristo. De las vestiduras del sumo
sacerdote leemos en Levítico 8:8: "También se ponía el pectoral, en el cual ponía el Urim y el Tumim [la
luz y la perfección]". Veinticuatro - es también dos veces doce. Aquí vemos a los creyentes del Antiguo y
Nuevo Testamento que están “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Efesios 2:20).
Los veinticuatro ancianos, por lo tanto, representan las doce tribus de Israel y los doce apóstoles. Los
veinticuatro en los tronos son llamados "ancianos".

Conocemos a los ancianos de la iglesia. Pablo los describe en 1 Timoteo 3. Deben ser irreprensibles,
maridos de una sola mujer, tener hijos creyentes, haber sido aprobados en el discipulado de Jesús. Así,
los veinticuatro ancianos también son los creyentes perfectos.
Aquí puedes ver algo aún más especial: los veinticuatro ancianos vestidos de blanco. Esto indica la
justicia de los santos, que obtuvieron a través de la sangre del Cordero. Los veinticuatro ancianos son
vencedores. ¿Cómo sabemos esto?

Porque llevan coronas de oro: “...y en sus cabezas tenían coronas de oro” (v. 4). Quien es coronado es un
rey. Repetidamente el Señor prometió coronas, como por ejemplo en el capítulo 2.10: "Sé fiel hasta la
muerte, y yo te daré la corona de la vida". Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, exclama en 2 Timoteo
4:8: "Por lo demás, me está reservada la corona de justicia", y Pedro habla de una "corona incorruptible
de gloria" (1 Pedro 5:4).

La prueba más convincente de que los veinticuatro ancianos representan a los creyentes del Antiguo y
Nuevo Testamento es, en mi opinión, el hecho de que adoran al Cordero: “Cuando lo recibieron [el libro],
los cuatro seres vivientes y los veinte -cuatro ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno de ellos
tenía un arpa y cuencos de oro... y cantaban un cántico nuevo: 'Digno eres tú de recibir el libro y de abrir
sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios pueblos de todas las tribus,
lengua, pueblo y nación” (5:8-9). Ahora tal vez alguien dirá: “Si la iglesia de Jesús es arrebatada, ¿por
qué vemos aquí solo veinticuatro ancianos en tronos? ¡Resulta que, si somos vencedores, todos
estaremos en la gloria y todos tendremos una corona, túnicas blancas y un trono!

¡Derecha! Sin embargo, así como en el antiguo pacto había veinticuatro rondas sacerdotales, y los
sacerdotes eran representantes de todo el pueblo ante Dios, así los veinticuatro ancianos coronados son
representantes de toda la iglesia ante Dios. Debemos tener esto claro ante nuestros ojos, para
profundizar en el Apocalipsis y reconocer, por el Espíritu de profecía, lo que pronto debe suceder.

Los Siete Espíritus de Dios

En el versículo 5 leemos: “Desde el trono salían relámpagos, voces y truenos. Delante de él ardían siete
lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios”. Este versículo muestra que el trono de Dios no
es algo pasivo. ¡No! Juan observa que la actividad continua procede de él.

El mismo Apocalipsis nos interpreta la figura del relámpago, del trueno y de las voces y de las siete
antorchas, pues se dice: "... que son los siete espíritus de Dios". Los siete Espíritus ya fueron
mencionados en los capítulos 1.4 y 3.1, y en el capítulo 5.6 los encontramos nuevamente. También se
encuentran en el Antiguo Testamento, en las siete lámparas de la Menorá (Zacarías 4:2). El hecho de
que realmente del trono de Dios procede una actividad grande e ininterrumpida lo vemos también
cuando, en este contexto, leemos en el capítulo 5.6 sobre los siete Espíritus de Dios: "...los siete Espíritus
de Dios enviados a toda la tierra". Desde el trono central, el Espíritu de Dios en toda su plenitud
convence, oye, salva, juzga, humilla, exalta y gobierna. El Señor

Jesucristo dijo tan magistralmente de su Padre: “Mi Padre continúa trabajando hasta el día de hoy, y yo
también trabajo” (Juan 5:17). ¡Está actuando! El número siete no solo describe la plenitud de la deidad
en tercera persona, el Espíritu Santo. También es un signo de la gloria plena de Dios, porque siete es el
número divino de la plenitud. Esto muestra la omnipotencia perfecta e ilimitada, a la que ninguna
reacción en el mundo puede resistir. Por lo tanto, también hay siete iglesias, siete ángeles, siete sellos,
siete trompetas, etc. Dios Padre y el Espíritu Santo están inseparablemente unidos.

El Mar de Cristal

“Y delante del trono había algo como un mar de vidrio, claro como el cristal. En el centro, alrededor del
trono, cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás” (v. 6). El mar de cristal aquí no
es más que el mar de los pueblos, que se agita de un lado a otro de la tierra. Es precisamente en nuestros
días que está muy agitado, pues por todas partes hay guerras y rumores de guerras.

Sin embargo, ante el trono de Dios, el involucramiento catastrófico y las complicaciones de la guerra no
son un problema, un obstáculo. Ante los ojos del mundo Soberano desde la eternidad, el mar de los
pueblos es transparente como el cristal. Él es el que está sentado sobre la bóveda de la tierra (Is 40,22),
es decir, Él, el Todopoderoso, es el que "termina las guerras hasta los confines de la tierra" (Sal 46,9), y
el que dice: “Hasta donde puedes llegar, más allá de este punto no, aquí hago detener tus orgullosas
olas” (Job 38:11). Lo móvil permanece inmóvil ante su rostro. Lleva a cabo su consejo soberanamente a
través de todas las olas de la historia mundial. Esto es lo que dice Hebreos 12:26-27: “Aquel cuya voz
una vez hizo temblar la tierra, ahora promete: 'Pero una vez más haré temblar no sólo la tierra, sino
también el cielo.' Las palabras 'una vez más' indican la eliminación de lo que se puede mover, es decir,
las cosas creadas, para que permanezca lo que no se puede mover” (Hebreos 12:26-27). El Señor ya ha
exclamado a través del profeta Isaías –y allí también vemos el mar de vidrio inmóvil ante el trono, en
contraste con la situación del mar de los pueblos en la tierra: “Calla delante de mí, oh islas! ¡Que las
naciones renueven sus fuerzas! Que se presenten...” (Is 41,1). Piensa en otros dos pasajes de los profetas:
“Que todos callen delante del Señor, porque se ha levantado de su santa morada” (Zacarías 2:13). “El
Señor, sin embargo, está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra” (Hab 2, 20).

Los Cuatro Seres Vivos

En el medio y alrededor del trono hay cuatro seres vivientes. No se trata de ángeles, sino se escribiría
“ángeles”: “... cuatro seres vivientes cubiertos de ojos, tanto por delante como por detrás. El primero
parecía un león, el segundo parecía un buey, el tercero tenía cara de hombre, el cuarto parecía un águila
en vuelo. Cada uno de ellos tenía seis alas y estaba lleno de ojos, tanto alrededor como debajo de las alas.
Día y noche repiten sin cesar: 'Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que
ha de venir'” (v. 6b-8). Los cuatro seres vivientes están “en el centro alrededor del trono”. Están muy
cerca de Dios; sí, son parte de Dios, son cuatro características del Eterno.

El primer ser vivo “parecía un león”. El león es una figura de la majestad, la fuerza y el poder creador de
Dios. Él es el Rey de reyes y Señor de señores. De él, por él y para él son todas las cosas (Rom 11,36), y
él sustenta todas las cosas con la palabra de su poder (Heb 1,3).
La segunda criatura viviente se describe como "un buey". La figura del buey significa que Dios da su
fuerza y poder en el sacrificio, y él mismo se deja sacrificar en Jesucristo.

El tercer ser viviente “tenía rostro de hombre”. Esta es una imagen de su humillación y renuncia a su
gloria, y por lo tanto de su venida a este mundo. Esto sucedió en Jesucristo. En Filipenses 2:7-8 está
escrito: “...haciéndose semejante a los hombres. Y ser encontrado en forma humana..."

Y en cuarto lugar, tenemos la figura del águila. Significa que, a pesar de su renuncia y autolimitación
cuando se hizo hombre, tiene claramente presente la meta de su Creación y continúa resueltamente
hasta el final.

Así, en estos cuatro seres vivos se expresa cómo Dios se inclina ante el mundo, habla al mundo y se
entrega al mundo. Estos seres vivos, como características del Eterno, se manifiestan aquí como
querubines. Tienen alas, por lo que se expresa que Dios obra en todas partes y sin interrupción. También
Ezequiel los vio con alas en todas direcciones. No hay lugar en este mundo, por profundo que sea, ni
corazón, por oscuro que sea, donde la mano misericordiosa de Dios no pueda actuar. Estas alas están
llenas de ojos alrededor y dentro. Esto significa: es omnisciente; él ve todo. El autor del segundo libro
de Crónicas conocía este hecho: “Porque los ojos del Señor están sobre toda la tierra para fortalecer a
los que le dan su corazón” (16:9).

De los cuatro seres vivientes, todavía se escribe una cosa fascinante:

“Día y noche repiten sin cesar: 'Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y
que ha de venir'” (v. 8). En otras palabras: ininterrumpidamente, día y noche, bendicen y alaban al Señor
de señores y Rey de reyes, adorándolo. No tienen necesidad de descansar. Los cuatro seres son Dios
mismo, que ni duerme ni se adormece. ¡Oh, que podamos llegar a ser más como su trabajo continuo! Él
siempre está activo para nosotros. Con eso me acordé de una traducción al inglés del Salmo 139:17-18:
“Cuán precioso es Señor darse cuenta de que estás pensando en mí constantemente. Ni siquiera puedo
contar cuántas veces al día los pensamientos se vuelven hacia mí [Ni siquiera puedo contar cuántas
veces al día tus pensamientos se vuelven hacia mí]. Y cuando me despierto la mañana, todavía estás
pensando en mí. La Nueva Versión Transformadora lo traduce así: “Cuán preciosos son tus
pensamientos acerca de mí, oh Dios; ¡es imposible enumerarlos! no soy capaz de contarlos; son más
numerosos que los granos de arena. Y cuando me despierto, todavía estás conmigo. Los cuatro seres
vivientes dijeron: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de
venir".

El Dios viviente está incesantemente activo por vosotros, para que también vosotros seáis una alabanza
de su nombre, porque ese es su divino propósito para vosotros. Hablar del misterio de Dios significa
adorar a Dios. Esto es lo que vemos también aquí con los cuatro seres vivientes: cuando comienzan a
alabar y bendecir a Dios, también los veinticuatro ancianos, toda la iglesia, se postran. En sentido
figurado, se sienten alentados por estas cuatro características de Dios: “Cada vez que los seres vivientes
dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono y que vive por los siglos de los
siglos, los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado sobre el trono y adorad al que
vive por los siglos de los siglos. Arrojan sus coronas delante del trono y dicen: 'Tú, Señor y Dios nuestro,
eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad
existen y fueron creadas'” (v. 9- 11).

Así, la iglesia glorificada, a la que también nosotros pertenecemos si vencemos, adora al Eterno como
origen y fin de todas las cosas. Este culto suplirá la vida nueva de los que le pertenecen de eternidad en
eternidad. Así, hay movimiento en la sublime escena que Juan pudo contemplar: los ancianos, que por
la alabanza de los seres vivientes, se levantan de sus tronos, se postran y, adorando a Dios, depositan
sus coronas a los pies de aquel quien está sentado en el trono. También comparten la poderosa alabanza:
“Tú, Señor y Dios nuestro, eres digno de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas
las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
V
El Cordero y el Libro Sellado
(Ap. 5.1-14)

“1 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un


libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
2 Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es
digno de abrir el libro y desatar sus sellos?
3 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra,
podía abrir el libro, ni aun mirarlo.
4 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno
digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.
5 Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de
la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro
y desatar sus siete sellos.
6 Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres
vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero
como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales
son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
7 Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba
sentado en el trono.
8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos
tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las
oraciones de los santos;
9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el
libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y
pueblo y nación;
10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y
reinaremos sobre la tierra.
11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de
los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones
de millones,
12 que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno
de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la
honra, la gloria y la alabanza.
13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y
debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos
hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la
alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los
siglos.
14 Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro
ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive
por los siglos de los siglos.”
A quí tenemos la continuación de la visión de Apocalipsis 4 de la santidad y gloria de Dios en el
trono. También la visión de su gloria no cambia, porque él mismo es inmutable. Dios “no cambia
como las sombras que se mueven” (Stg 1,17), es eternamente el mismo. ¡Qué gran consuelo en una
época en que todo vacila y se desmorona!

Ahora, en el capítulo 5, la visión de Juan se amplía mucho. El “foco” apunta ahora a un libro, es decir, a
un pergamino.

En aquella época aún no existían libros como los que tenemos hoy, sino rollos de papiro. Juan ve este
rollo en la mano derecha del que está sentado en el trono.

Todo lo que está a la diestra de Dios está relacionado con la redención y la salvación. Una vez separará
las cabras de las ovejas y dirá a los de su derecha: “¡Venid, benditos de mi Padre! Heredar el Reino.” A
los de su izquierda les dirá:

“Apártense de mí, malditos, al fuego eterno” (cf. Mateo 25:34,41).

Jesucristo mismo está sentado a la diestra de la majestad de Dios, porque en su diestra está la fuerza. El
libro que Juan ve está, por lo tanto, en la mano derecha de Dios. La traducción correcta en realidad sería
“sobre” la diestra de Dios.

Este ya era el caso en el capítulo 4, pero los ojos de Juan aún no lo consideraban esencial. Sin embargo,
el Señor continuamente quiere revelarnos más de su gloria. El rollo está sellado “con siete sellos” y
“escrito por ambos lados” (v. 1). Cuando uno lee todo el capítulo, uno se da cuenta de que este rollo
sellado en la mano derecha del que está sentado en el trono debe ser de suma importancia. Este rollo es
tan extraordinariamente importante que el Cordero de Dios es movido a actuar, y esto, a su vez, da como
resultado que se cante el cántico del Cordero (v. 9). Sucede que en el momento en que el Cordero
extiende su mano traspasada para tomar el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono,
los veinticuatro ancianos comienzan a cantar el cántico del Cordero. Este rollo es tan importante y
especial que ningún otro es digno de abrirlo: “Pero no había nadie... que pudiera abrir el libro ni siquiera
mirarlo” (v. 3).

Este solo hecho nos hace preguntarnos: ¿qué está escrito en el libro que está en la mano derecha del que
está sentado en el trono? ¿Se trata de la historia de la Creación? No, pues entonces no habría orden en
la secuencia divina de toda la visión, pues en el capítulo 4.11 vimos que Dios es adorado como el Creador
de todas las cosas: “Tú, Señor y Dios nuestro, eres digno de recibir la gloria, el honor y el poder, porque
tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. Si el libro tuviera algo que ver con
la Creación, no sería apropiado presentar al Cordero. Pero es esto último lo que está en juego, porque el
Cordero mismo es la revelación de Dios: “A Dios nadie le ha visto jamás, sino que el Dios unigénito, que
está con el Padre, le ha dado a conocer” (Juan 1 :18). Jesús mismo dice: “Quien me ha visto a mí, ha visto
al Padre” (Jn 14,9). Si imaginamos que este libro trata de la redención, hay que decir que no se trata de
la redención realizada en la cruz del Gólgota; por lo tanto, no es la experiencia subjetiva (personal) de
un creyente del nuevo pacto. Esto se basa en el acto único y eternamente válido del Señor Jesucristo,
quien, como Cordero de Dios, derramó su sangre en la cruz del Gólgota. Pero de eso no se trata este
rollo, sino del día de la redención que tenemos por delante, porque la redención que tuvo lugar en la
cruz del Gólgota no solo afecta nuestra situación actual. Pablo dice: “Si tan solo en esta vida esperamos
en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Cor. 15:19). No, también
tiene efectos para la eternidad, y tanto para nosotros como para el Universo entero.

De hecho, los hijos de Dios incluso recibieron una promesa de él para ese día: “Cuando oísteis y creísteis
la palabra de verdad, el evangelio que os salvó, fuisteis sellados en Cristo con el Espíritu Santo de la
promesa, que es la garantía de nuestra herencia hasta la redención de los que son de Dios, para alabanza
de su gloria” (Efesios 1:13-14). Esta es la redención futura. La redención a través de Jesucristo es una
fuerza viva y dadora de vida que se extiende a todo el futuro que tenemos por delante, sobre el cual se
pronuncian las palabras: “¡Hago nuevas todas las cosas!” (21.5). Tiene sus raíces en el pasado, en la cruz
del Gólgota, y todo el que cree se salva.

Este resultado de la redención, sin embargo, es pequeño comparado con lo que se hace visible en la
revelación de la redención cumplida! Él, como dice el autor de la carta a los Hebreos, obtuvo “eterna
redención” (9,12).

Cuando, en su sermón profético en Lucas 21, el Señor Jesús se dirige primero a Israel, de repente habla
a todos los que creen en él, diciendo: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, levántense y levanten la
cabeza, porque será su redención. está cerca” (v. 28). Aquí habla de la redención venidera, y por tanto
de la maravillosa redención de la que está escrito en aquel rollo, que sólo el Cordero es digno de abrir.
Este rollo no es el libro de la vida, del que habla el Apocalipsis y también otros libros de la Biblia; así
como el libro de la vida no es el libro de la vida del Cordero. El rollo, ese documento que está en la mano
derecha del que está sentado en el trono, es el testamento de Dios y del Cordero. Testamento significa
“voluntad final”; es la expresión de la última voluntad.

Sin embargo, con Dios no es la última voluntad en este sentido, porque él no muere, sino que es eterno.
Es, sin embargo, su voluntad por toda la eternidad. ¿Cómo podemos saber que es el testamento de Dios
y del Cordero?

1. El contenido del rollo sellado con siete sellos no permanece oculto, pues está escrito por ambos lados.

2. Los siete sellos con que se sella el documento indican claramente que se trata de un testamento. Esta
figura, por cierto, era muy habitual para Juan, pues en aquella época la ley de aplicación en el Imperio
Romano también estaba sellada con siete sellos. Por tanto, Dios le mostró figuras que él entendía.

3. Al deshacer los sellos y abrir el libro, según la ley, nada nuevo fue revelado. Esto es lo que piensan
muchos comentaristas, pero no puedo compartir esa opinión.
Lo establecido en el testamento se hizo válido cuando se desataron los siete sellos.

Ahora, sin embargo, vemos en Apocalipsis 5 que nadie podía abrir el libro, es decir, el testamento. Nadie
fue capaz, digamos con Colosenses 1:12, de conocer la “herencia de los santos”, y mucho menos de
distribuirla, de darle valor legal. Cuando escuchamos lo que dice este capítulo, sentimos una tensión:
aparece un ángel poderoso y proclama a gran voz: “¿Quién es digno de romper los sellos y abrir el libro?”.
(v. 2b). Ha llegado el momento en que Dios quiere ejecutar su voluntad, su voluntad de salvación. Aquí
echemos un vistazo atrás por un momento:

Dios ya ha revelado su voluntad de salvación al primer Adán en el paraíso. Leemos en Génesis 1:27: "Y
creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó". ¿Cuál fue, entonces, su voluntad salvadora?
¡Lea la historia de la Creación, lea lo que Dios dijo a los primeros hombres, lea qué majestad y autoridad
le dio al hombre! El Dios viviente puso al hombre por encima de todo lo que había hecho y dijo que era
"bueno en gran manera". El hombre había sido puesto por cabeza de su herencia gloriosa, de una
herencia incorruptible, inmaculada, inmaculada, como dice Pedro más adelante (1 Pedro 1:4). Pero por
el pecado se perdió. El hombre ha perdido la comunión con Dios y por lo tanto la vida eterna. Incluso
perdió la capacidad, es decir, el derecho a comer del árbol de la vida.

Fue expulsado del paraíso de Dios, y con eso se convirtió en un vagabundo:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Todo
esto sucedió a través de la actividad del asesino desde el principio, a través de Satanás.

La apertura de un testamento siempre está relacionada con la tensión. Pero aquí, en el reino celestial,
está muy justificado. El ángel poderoso, que pregunta a gran voz: “¿Quién es digno de romper los sellos
y abrir el libro?”, debió tener una boca extraordinaria, pues aparentemente su voz se podía escuchar en
todas partes. Sin embargo, no hubo respuesta: “Pero no había nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo
de la tierra, que pudiera abrir el libro, ni siquiera mirarlo” (v. 3). Esto significa concretamente: nadie en
el cielo – ningún ángel; ninguno en la tierra - Ningún hombre; ninguno debajo de la tierra - No hay
demonios; ¡nadie era ni siquiera digno de abrir el libro y mirarlo! También los poderosos del mundo y
el dictador mundial, que entonces estará reinando, callan. Hay mucho silencio en la tierra y en el cielo.
Solo escuchas una cosa, y eso es muy conmovedor: el llanto y los sollozos de un hombre. Juan no se
avergüenza de sus lágrimas, pero confiesa francamente: “Lloré mucho” (v. 4).

Juan ya había experimentado muchas cosas: había caminado con el Señor Jesús, había escuchado sus
palabras y visto sus obras. Más tarde, él, que también afirma varias veces que el Señor lo amaba, fue el
único discípulo que perseveró en la cruz, habiendo visto morir en la cruz al Salvador, a quien amaba,
como el Cordero de Dios. Dice con insistencia en Juan 19:35: “El que le ha visto, da testimonio de esto,
y su testimonio es verdadero. Sabe que dice la verdad” (Juan 19:35). Juan había visto cómo Jesús
reconcilió al mundo con Dios; había visto las señales que sacudieron la tierra y no había huido cuando
el sol perdió su brillo. Había escuchado el grito de Jesús en la cruz: “¡Consumado es!”. Incluso había
sido testigo del hecho de que Jesús había resucitado de entre los muertos y estaba con él cuando Jesús,
cuarenta días después de su resurrección, ascendió al cielo desde el Monte de los Olivos. También las
palabras del Resucitado: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt 28,18), había sido
escuchada por él. En Patmos, desde la perspectiva eterna, él también había visto grandes cosas.

Sus expectativas en la apertura del testamento deben haber sido correspondientemente altas. Ahora, sin
embargo, experimenta el terrible hecho de que al principio nadie es digno de abrir el libro y deshacer
sus sellos. Es como si la continuación del plan de salvación estuviera bloqueada, porque nadie en el cielo,
en la tierra o debajo de la tierra es digno de abrir el testamento y dar valor legal a la maravillosa herencia
de Dios y del Cordero. ¿Nadie? ¡Nadie sino el Cordero mismo! Ahora viene un anciano, un representante
de la iglesia glorificada, y le dice a Juan: “¡No llores! He aquí, el León de la tribu de Judá, la Raíz de
David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (v. 5).

¿Por qué este anciano necesita consolar al vidente Juan, quien sabía que Jesús había ganado? Porque
Juan hizo lo que hacemos tan fácilmente. Había apartado la mirada de la victoria del Cordero. Las
consecuencias son siempre desolación y lágrimas. ¡Cuántas veces hemos avergonzado a nuestro Señor,
llorando, abatidos y resignados, mientras Él obtenía una victoria tan maravillosa! "¡No llores!" En otras
palabras: “No tienes por qué”. Es de notar que este anciano no se refiere a la persona de Juan y su
relación con el Señor Jesús, haciendo amonestaciones como:

"Lo habías visto, deberías haber sabido que ganó". No, sólo habla del Señor: “¡No llores! He aquí, el León
de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (v. 5). Comienza
con: "He aquí, ha vencido...". Por el bloqueo, porque nadie era digno de abrir el libro, Juan había perdido
de vista al Ganador.

Si estás desanimado y abatido, entonces el Señor te dice a través de Su Palabra: "¡No llores!" "¡No te
preocupes, gané!"

El hecho de que el anciano diga: "He aquí el León de la tribu de Judá", no es tan extraño como parece a
primera vista. El león es el rey - Jesucristo es el Rey de reyes y de la tribu de Judá. En este contexto, es
sumamente esclarecedor que, ya hace milenios, Jacob (Israel) describa a Judá como un “león joven”.
Cuando estaba en su lecho de muerte, hizo venir a todos sus hijos para bendecirlos y profetizar acerca
de ellos. Cuando le llegó el turno a su cuarto hijo, Judá, Jacob, con los ojos casi ciegos, miró hacia el
futuro y dijo: “Judá es un cachorro de león. Vienes escalando, hijo mío, después de matar a la presa.
como un león se sienta; y acuéstate como una leona; ¿Quién se atreve a despertarlo? No será quitado el
cetro de Judá, ni el bastón de mando de su descendencia, hasta que venga su dueño, y las naciones le
obedecerán” (Gn 49, 9-10). ¡El héroe de la tribu de Judá es nuestro Señor Jesucristo!

El anciano continúa: "...la Raíz de David". La Raíz del reino eterno de David ganó. De manera muy
concreta, esto significa: todo lo que el primer Adán perdió por su desobediencia –la vida eterna, la
comunión con Dios, el paraíso–, el último Adán, Jesucristo, lo recuperó por su obediencia. Fue
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Con esto se ha hecho gratuita una herencia para los que en
él esperan: “Por tanto, Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la promesa
de una herencia eterna, puesto que murió en rescate de las transgresiones cometidas. bajo el primer
pacto [el Antiguo Testamento]. En el caso de testamento, es necesario probar la muerte de quien lo hizo;
porque el testamento sólo es válido en caso de muerte, ya que nunca surte efecto mientras vive el que lo
hizo. Por tanto, ni aun el primer pacto fue firmado sin sangre” (Hebreos 9:15-18). Una vez más: un
testamento sólo tiene fuerza de ley cuando la persona que lo hizo ha muerto. El Hijo de Dios vino al
mundo y se llevó la razón que condujo a la pérdida de la herencia eterna: el pecado. "¡Mirar! ¡Es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn 1,29).

Jesús murió en la cruz del Gólgota. Inclinó la cabeza y exhaló. No está escrito, "Él expiró e inclinó la
cabeza", porque voluntariamente dio su vida. Nadie se lo quitó. Ahora la herencia está disponible ya que
el probador está muerto. Y mira: ¡Jesús no permaneció en la muerte!

¡Ha resucitado y vive!

En consecuencia, él es el único heredero legal y, por lo tanto, ¡nadie más que él es digno de abrir el libro,
el testamento! Qué maravilla: por nuestro pecado sufrió la muerte, y con eso la herencia quedó libre
para su descendencia. Sin embargo, luego resucitó de entre los muertos y luego sucedió lo
extraordinario: ¡él mismo era y es el heredero de todas las cosas! Romanos 8:17 dice: “Si somos hijos,
también somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. También en Hebreos 1:2 está
escrito que Dios ha designado a su Hijo como heredero de todas las cosas. ¡Y nosotros, que lo seguimos
y somos vencedores, nos convertimos en coherederos!

Pero, ¿cuáles son los siete sellos con los que se sella el libro? El libro de Apocalipsis contiene demasiados
misterios para que lo leamos a la ligera, pero buscando y orando para que el Señor lo ilumine y lo revele.
Según tengo entendido, los siete sellos que cierran el libro y hacen imposible que tenga fuerza de ley,
hasta que sean desatados, son los terribles juicios de Dios, que por la maldad de los hombres aún deben
pasar sobre esta tierra, para que en el cielo y en la tierra, en virtud de la herencia, todo pueda ser
renovado: “Pero según su promesa, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva, donde habite la
justicia”, escribe Pedro en su segunda carta (3,13). ). Estos juicios están a punto de tener lugar. Ya hemos
oído su trueno. Mientras no se realicen, la herencia no puede tener fuerza de ley. Sin embargo, nadie
podía deshacer los sellos excepto el Cordero.

Ahora Juan ve al Conquistador, al fuerte Conquistador: “Entonces vi un Cordero, que parecía haber
estado muerto, de pie en el centro del trono, rodeado por los cuatro seres vivientes y los ancianos. Tenía
siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. Se acercó y tomó
el libro...” (v. 6-7). Aquí Juan no ve al León, sino al Cordero. ¡Qué contraste hay entre el León y el
Cordero! Un león es majestuoso, un cordero es indefenso y débil.
La enorme paradoja en la que se basa la redención, la iglesia entera – todo lo que el Nuevo Testamento
describe con la palabra “cruz” – se revela aquí de una manera nueva y más profunda al apóstol Juan: el
Cordero como el León; el Rey de reyes, el Príncipe de la Vida, como el sacrificio. ¿Dónde, entonces, está
el Cordero? Justo en el centro. Se debe prestar atención a la expresión "en el centro": "...en el centro del
trono, rodeado de los cuatro seres vivientes y los ancianos". Jesucristo es el centro. Vimos en Apocalipsis
4 que la gloria de Dios es el centro, y esa gloria de Dios es el Cordero.

Sin embargo, si Juan ve al Cordero “que parecía haber estado muerto” a pesar de que la iglesia ya había
sido arrebatada hasta él, esto indica la validez eterna de la redención. La sangre derramada de Jesús
tiene efectos que nunca terminan (cf. Heb. 9:12). Porque en él se ejecutó juicio por el pecado de todo el
mundo; sólo él es digno de juzgar este mundo enemigo de la cruz, que se ha colocado fuera de su obra.
El Padre ha entregado el juicio al Hijo, porque sólo él es digno de abrir los sellos del testamento. Así
vemos aquí, a través de los ojos de Juan, al Cordero "que parecía estar muerto"; sin embargo, en poder
y gloria, porque está escrito en el versículo 6b: "Tenía siete cuernos... que son los siete Espíritus de Dios
enviados por toda la tierra". Los siete cuernos significan poder, un poder que lo conquista todo. En la
Escritura, cuerno o cuernos significan poder (Dt 33,17) o también presuntuosa arrogancia (Sal 75,4-5
BKJ). Curiosamente, aquí se usa la palabra griega arnios para Cordero, que significa suavidad y
mansedumbre; en contraste, está la palabra amnos, normalmente usada en el Nuevo Testamento para
cordero. Los siete cuernos muestran el carácter del Cordero en fuerza y poder divinos. Siete es el número
divino de la plenitud. Pablo dice: “Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24). Por lo
tanto: no fuerza mecánica, sino divina.

En el versículo 6 continuamos leyendo: "...y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por
toda la tierra". ¡Cuán maravillosamente se revela aquí la plenitud de la divinidad! Así vio Isaías a Dios
800 años antes. La profecía de los siete espíritus está escrita en Isaías 11:1-2: “Del tronco de Isaí brotará
un vástago, y de sus raíces brotará un retoño. Reposará sobre él el Espíritu del S , el Espíritu que da
sabiduría y entendimiento, el Espíritu que da consejo y poder, el Espíritu que da conocimiento y temor
del S.” Estos siete espíritus reposan sobre el rebaño, que proviene del linaje de David. Los siete ojos de
Dios, que son los siete espíritus de Dios, son "enviados a toda la tierra". El Cordero penetra por toda la
tierra. Para resumir: los siete cuernos y los siete espíritus significan que tiene un poder espiritual
perfecto. En Zacarías 3:8-9 también se profetiza sobre el Cordero en este sentido. Si en Apocalipsis 4
vimos la posición central del que está sentado en el trono, aquí el Cordero se revela como el centro de la
gloria de Dios.

Leamos de nuevo el capítulo 5.6a: “Entonces vi un Cordero, que parecía muerto, de pie en el centro del
trono, rodeado de los cuatro seres vivientes y de los ancianos”. Aunque estuvo muerto a causa de
nuestros pecados, el Cordero vive. ¡Él ha resucitado!

Jesús vive y con él yo también vivo.


En el versículo 7 vemos ahora el acto personal más majestuoso del Cordero que se nos revela en
Apocalipsis. Por eso es tan importante este quinto capítulo. “Se acercó y tomó el libro de la mano derecha
del que estaba sentado en el trono”. Entonces se rompió el impasse. Para este acto toda la creación había
estado esperando ansiosamente durante seis milenios; por esto esperan los creyentes del antiguo y del
nuevo pacto, y por esto también sufrieron. En este acto de tomar el libro está incluido todo lo que está
por revelarse en gloria. Por la fuerza de este acto del Cordero de Dios, el mundo es vencido; Babilonia
juzgó; el Anticristo, destruido; el dragón, derribado; muerte, tragada; la maldición, deshecha; y la tierra
renovada. Cuando el Cordero se acerca y toma el libro de la mano derecha del que está sentado en el
trono, hay un silencio de muerte en el cielo. ¡Allí el Cordero ejerce su victoria alcanzada en la cruz del
Gólgota! Qué maravilla, porque lo que hace Jesús aquí es la recuperación de la herencia desviada de su
propósito, la recuperación con fuerza de ley de todo lo que Adán perdió. Por esto el Hijo de Dios derramó
su sangre y sus lágrimas. “Se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el
trono”. Literalmente puedes ver como todo el cielo observa en respetuoso silencio. El Universo es testigo
de este hecho, temblando y conteniendo la respiración.

La Adoración del Cordero

“Al recibirlo, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero” (v.
8). Ya hemos visto que los cuatro seres vivientes representan las cuatro características de Dios.

Estos cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postran ante el Cordero y cantan un cántico
que nunca antes se había escuchado:

“Digno eres tú de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado y con tu sangre
compraste para Dios pueblos de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Los has hecho un reino y sacerdotes
para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra” (v. 9-10). El hecho de que el Cordero tome el libro de la
mano derecha del que está sentado en el trono produce una gran alabanza que abarca todo el universo.
Comienza con los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos que, postrándose, lo adoran y
exclaman: "Tú eres digno de recibir...".

Y en los versículos 11 y 12 leemos cómo los muchos millones de ángeles, que están alrededor del trono,
miran, participan: “Entonces miré, y oí la voz de muchos ángeles, miles de miles y millones de millones.
Rodearon el trono, así como a los seres vivientes y a los ancianos, y cantaban a gran voz: '¡Digno es el
Cordero que fue inmolado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la
alabanza!'”.

Entonces el círculo de los que cantan la alabanza se amplía aún más: “Entonces oí a todas las criaturas
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y todo lo que hay en ellos, diciendo: 'Al que está
sentado en el trono y al el Cordero sea la alabanza y la honra y la gloria y el poder, por los siglos de los
siglos!” (v. 13). Concluye con el magistral “Amén” de los cuatro seres vivientes: “Dijeron los cuatro seres
vivientes: 'Amén'” (v. 14a). La iglesia glorificada, representada por los veinticuatro ancianos, cierra el
gran círculo de adoradores: “Y los veinticuatro ancianos se postraron y adoraron al que vive por los siglos
de los siglos” (v. 14b ACF).

En ninguna parte de la Biblia tenemos una alabanza tan poderosa y abarcadora del Cordero de Dios,
porque aquí sucedió lo que Daniel había visto en esquema: “En mi visión de noche vi a uno semejante a
un hijo de hombre, que venía con las nubes de cielo. . Se acercó al anciano y fue conducido a su presencia.
Recibió la autoridad, la gloria y el reino; todos los pueblos, naciones y hombres de todas las lenguas lo
adoraban. Su dominio es un dominio eterno que no tendrá fin, y su reino nunca será destruido” (Daniel
7:13-14). Juan escuchó esto mucho más claramente, porque había conocido y visto al Señor Jesús en su
encarnación, sufrimiento y muerte. Obsérvese que en la gran alabanza que Juan ve y oye, se manifiesta
repetidamente la unidad del Padre y del Hijo. Alaban al Padre y al Hijo; ambos son adorados. En el
capítulo 4 se le dice al Creador: “Tú, Señor y Dios nuestro, eres digno de recibir la gloria y la honra y el
poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (v. 11). En el capítulo
5, sin embargo, se postran ante el Cordero y exclaman: “Digno eres de recibir el libro y de abrir sus sellos,
porque tú fuiste inmolado y con tu sangre rescataste para Dios a personas de toda tribu, lengua, pueblo
y nación.” (v. 9).

¿Hasta qué punto estamos incluidos aquí como creyentes? Ya hemos visto que los veinticuatro ancianos
representan a los creyentes del Antiguo y del Nuevo Testamento, y eso nos incluye a nosotros. También
vimos que se postran ante el Cordero y lo adoran. No vinieron con las manos vacías: “Cada uno tenía un
arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (v. 8b). Al comienzo de la
adoración del Cordero, por lo tanto, se incluyen las oraciones de todos los santos, porque aquí comienza
el tiempo en que se escuchan las oraciones de todos los santos, que han orado durante siglos desde que
Jesús enseñó esta oración. ¿Qué oraciones? Oraciones por la venida de su reino y el cumplimiento de su
voluntad. "Venga tu reino; Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10). Esta es la
oración que se ha rezado miles de millones de veces y que tiene su origen en el Cordero, porque en él,
por él y para él fueron creadas todas las cosas (cf. Ap 4, 11; Col 1, 16).
VI
El Cordero Abre los Sellos
(Ap. 6.1-17)

“1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los


cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: Ven y mira.
2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía
un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo, y para
vencer.
3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que
decía: Ven y mira.
4 Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado
poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros;
y se le dio una gran espada.
5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía:
Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo
montaba tenía una balanza en la mano.
6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía:
Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un
denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente,
que decía: Ven y mira.
8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía
por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad
sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con
hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
9 Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los
que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el
testimonio que tenían.
10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor,
santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que
moran en la tierra?
11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen
todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de
sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser
muertos como ellos.
12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran
terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se
volvió toda como sangre;
13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera
deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento.
14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y
todo monte y toda isla se removió de su lugar.
15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes,
los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las
cuevas y entre las peñas de los montes;
16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y
escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono,
y de la ira del Cordero;
17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá
sostenerse en pie?”
N o debemos mirar la declaración "Observé" separadamente de los capítulos anteriores; por
ejemplo, del capítulo 5.1 o 5.6, donde está escrito “Entonces vi...” y “Entonces vi...”,
respectivamente. Juan tuvo una visión ininterrumpida y eterna, porque su visión comenzó cuando fue
arrebatado al cielo (4:1), donde se dice que ve todo desde la eternidad.

Poco a poco, nos damos cuenta de que Juan tenía una visión grandiosa de los acontecimientos de los
últimos tiempos que, por un lado, pueden ordenarse cronológicamente, pero, por otro lado, ya están
presentes en la eternidad. Juan ve todo a la vez, pero solo puede describir una cosa a la vez. Así que no
podemos separar los capítulos 4 al 6, porque todo lo que sucede, o comienza a suceder, ahora en el
capítulo 6 procede en última instancia del Cordero de Dios, que venció. El rollo sellado del que hablamos
en el capítulo anterior, que estaba en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, ha pasado
ahora a las manos traspasadas del Cordero. Esto también corresponde exactamente a la declaración del
Señor Jesús, quien, en Juan 5:22, dice a los que lo persiguen:

“Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo ha confiado al Hijo”. También notamos
que este libro sellado no contiene secretos ni nuevas revelaciones, ya que está escrito por dentro y por
fuera. Sin embargo, está sellado con siete sellos porque es el testamento de Dios y el Cordero y por lo
tanto la herencia de Dios y el Cordero. Es lo que heredó Jesús en la cruz del Gólgota. Esta herencia ahora
debe tener fuerza de ley, es decir, los sellos deben ser abiertos; y estos son los juicios que aún están por
venir sobre el mundo que rechaza a Dios ya su Hijo, el Señor crucificado y resucitado.

Ahora el Cordero comienza a abrir los sellos. Hay comentarios sobre Apocalipsis que dicen que este libro
sellado contiene la historia de la iglesia a través de los siglos, comenzando desde el tiempo en que Juan
estaba en el exilio. O, en otras palabras, contendría el avance victorioso del evangelio a través de los
siglos hasta el establecimiento del milenio.

Esto, sin embargo, está en desacuerdo con todo lo que reconocemos en Apocalipsis 4 y 5, a saber, la
gloria y majestad de Dios, que sobrepasa todo, y la pregunta hecha con gran solemnidad en el cielo, en
la tierra y debajo de la tierra (si alguien era digno de abrir el libro).

Después de eso sigue la gran admiración, cuando el Cordero se encuentra como el único digno de abrir
este libro sellado. Y luego se escucha el canto de alabanza "Digno es el Cordero..." de boca de los
veinticuatro ancianos, los ángeles, los cuatro seres vivientes y toda criatura.

Estos hechos me impiden ver una parte de la historia eclesiástica en la apertura de los siete sellos.
Nuestro Dios no permite que todos los poderes del cielo y de la tierra sean profundamente conmovidos
y sacudidos por una historia impía. No, aquí se trata de algo superior.

En Apocalipsis 6 entramos en una nueva era, es decir, una nueva era del plan de salvación, porque
conocemos la era sin ley (hasta que fue dada en el Sinaí), después de la era con la ley, es decir, bajo la
ley (hasta Cristo), y luego vino la era de la gracia, que continúa hasta el día de hoy. Sin embargo, en el
momento en que el Cordero toma el libro con los siete sellos y abre el primer sello, hemos dejado la era
de la gracia y hemos entrado en otra era. En Apocalipsis 6, la era de la gracia ha terminado, porque la
iglesia de Jesús es arrebatada. Básicamente, la palabra “era” es muy débil. La palabra “dispensación”
dice más, a saber: una era en la que Dios lleva a cabo una determinada intención.

Vivimos ahora en la época en que Él lleva a cabo sus intenciones de gracia, llamando a través de su
Palabra ya través de sus siervos y siervas: “¡Venid a Jesús! Puedes ser salvado de la condenación eterna.”
Esta temporada, sin embargo, está llegando a su fin. Esto es evidente porque Apocalipsis 4 comienza
con "Después de estas cosas miré..." porque los primeros tres capítulos tratan de la iglesia y, por lo tanto,
el "después" en el cuarto capítulo de Apocalipsis indica que ahora se habla de la próxima dispensación.
. En la apertura de los siete sellos por el Cordero, no se trata de revelar nuevas profecías que van más
allá de lo profetizado previamente. Si ese fuera el caso, el intenso llanto de Juan sería simplemente
ridículo. Insistamos una vez más: se trata de entrar en una nueva era, en la que Jesucristo, el Cordero
de Dios, procede ahora paso a paso a tomar posesión de esta tierra ya dar fuerza de ley a su herencia.
Nosotros, los vencedores, estaremos entonces en el cielo y seremos coherederos. En contraste con
Apocalipsis 4 y 5, donde todas las acciones se refieren a lo que está en el cielo, ahora en Apocalipsis 6
todas las acciones están dirigidas a la tierra. Con la apertura de los sellos por el Cordero, comienza un
terrible período de juicios sobre la tierra, porque el séptimo sello incluye, como veremos, las siete
trompetas subsiguientes, y la séptima y última trompeta, a su vez, incluye las siete copas. de juicio o de
ira. Esto comienza con el capítulo 5 y termina con el capítulo 20 de Apocalipsis.

¡Este es el día del Señor! Para decirlo aún más concretamente: el período de los siete sellos, que tenemos
ante nosotros en el capítulo 6, se encuentra entre el rapto de la iglesia y la era del establecimiento del
reino milenial de paz, cuando el Señor Jesús regrese en gran poder y gloria. Tenemos aquí, por tanto,
una etapa de transición de una época del plan de salvación a otra.

Los tiempos del juicio son siempre períodos de transición, y viceversa; también en nuestra vida personal.
Si tú, como hijo de Dios, experimentas momentos de juicio personal y humillación, entonces comienza
algo completamente nuevo. Oswald Chambers, el bendito expositor de la Biblia y asistente espiritual a
quien el Señor llamó muy joven, lo expresó una vez más o menos de esta manera: “Cuando hayas pasado
por un momento de profundo desánimo y humillación, entonces te espera una ampliación de tu
personalidad". Así también está en el plan de salvación.

El Primer Sello (Apocalipsis 6:1-2)

1 Vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con
voz de trueno: Ven y mira.

2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y
salió venciendo, y para vencer.
Los primeros cuatro sellos nos muestran cuatro jinetes; por lo tanto siempre un hombre y un caballo.
Los caballeros y caballos apocalípticos son una representación de velocidad y fuerza irresistibles. Aún
hoy hablamos de caballos de fuerza, por ejemplo, en automóviles. Dios mismo habla también en Job
39,19-25 de la fuerza del caballo: “¿Tú das fuerza al caballo, o vistes su cerviz con sus crines temblorosas?
¿Lo haces saltar como una langosta, sembrando el terror con su resoplido orgulloso? Araña con furia,
muestra su fuerza con placer y sale a enfrentar los cañones. Se ríe del miedo y no teme a nada; no
retrocede ante la espada. El carcaj se balancea a su lado, la lanza y la jabalina en llamas. En frenética
rabia devora la tierra; no puedo esperar el toque de trompeta. Al escucharlo, relincha: '¡Oye!' De lejos
huele el combate, el grito de mando y el grito de guerra.”

A diferencia del caballo, la fuerza divina no se encuentra en la materia. Sin embargo, el Señor hace que
Juan vea estas imágenes de jinetes sobre caballos para que entienda mejor las cosas. En estos cuatro
caballos y jinetes que avanzan tenemos imágenes terrenales de la fuerza veloz e irresistible de Dios, que
actúa en un mundo que no se arrepiente incluso después de que la gran multitud de creyentes ha
desaparecido. En lugar de humillarse, los hombres buscarán entonces una explicación “lógica” a la
súbita desaparición de miles de contemporáneos.

En el capítulo 6.1 ahora escuchamos cómo uno de los cuatro seres vivientes grita: "¡Ven!" ¿A quién va
dirigida esta convocatoria? No a Juan, sino a un caballero. ¡Que viene!" también se puede traducir como
"¡Vamos!".

Esta llamada es una orden. Incluso está escrito: "Entonces oí a uno de los seres vivientes decir con voz
de trueno ...". La orden viene del trono de Dios, de uno de los seres vivientes. Aquí también volvemos a
ver la unidad de acción de Dios Padre y del Hijo: el Cordero abre el primer sello y la orden viene del
trono de Dios. “Miré, y delante de mí había un caballo blanco. Su jinete sostenía un arco y se le dio una
corona; cabalgaba como un ganador decidido a ganar”.

El primer caballero avanza. Debemos partir del hecho de que los cuatro seres vivientes no sólo revelan
las características de Dios, sino que al mismo tiempo también son su competencia judicial. Dios tiene su
competencia judicial que ejecuta los juicios, es decir, ordena que se lleven a cabo. Los cuatro jinetes son
cuatro sellos que abre el Cordero. Son poderes de juicio que son enviados por Dios a un mundo maduro
para el juicio. Lo que sucede aquí es el estallido de la ira del Cordero. Esto es similar a la octava visión
de Zacarías (Zacarías 6). Los sellos abiertos por el Cordero son juicios, pero estos terribles juicios no
anulan su amor y no eliminan su procesión. ¡El Cordero ama! La ira del Cordero, de la que habla
Apocalipsis 6:17, es causada por despreciarlo y rechazarlo como el Cordero que derramó su sangre y su
vida para reconciliar al mundo con Dios. Esta es la causa de la ira grande y justa. Para repetir: la ira del
Cordero no cancela su amor y su cortejo, pero precisamente a través de estos juicios se prepara el camino
para el arrepentimiento de la humanidad que vivirá después del rapto. Vale también para hoy y para ti:
si estás pasando por juicios, es porque Dios, en su bondad, quiere llevarte al arrepentimiento. Con sus
juicios, Dios nunca pretende la destrucción, sino todo lo contrario. Así que disciplina a todos los que
ama.
Entre los cuatro jinetes apocalípticos, el primero asume una posición especial. ¿Quién es él? Difícilmente
hay un personaje en Apocalipsis que los comentaristas interpreten de tantas maneras diferentes. A
menudo se le interpretaba como Cristo al referirse a su caballo blanco y también al hecho de que está
escrito que "cabalgaba como un vencedor decidido a vencer". Esta interpretación, sin embargo, es
refutada por los siguientes hechos: 1. El Señor Jesucristo ya se reveló aquí como el “Cordero que parecía
muerto”, como el Cordero que abrió uno de los sellos. Por eso no puede, al mismo tiempo, revelarse en
otra figura.

2. Sólo el Señor Jesús es digno de abrir los sellos, y el sello lo abre ahora y el mandato de Dios hace
avanzar a este jinete del caballo blanco.

3. El jinete del caballo blanco está claramente bajo la jurisdicción de Dios; actúa por órdenes: "¡Ven!"
Pero el Padre ha encomendado todo el juicio al Hijo (Juan 5:22), de modo que ese primer jinete nunca
puede ser Cristo.

4. Además, este primer jinete, con su corona y el caballo blanco, nunca puede ser Cristo, porque la
guerra, el hambre y la muerte nunca siguen al Señor, como es el caso aquí: el segundo caballo es rojo y
tiene una gran espada. (v. 4) – guerra; el tercer caballo es negro (v. 5) – hambre; el cuarto caballo es
amarillo (v. 8) – la muerte, seguida por el infierno.

En Apocalipsis 19 vemos a Jesucristo montado en un caballo, pero con un acompañamiento totalmente


diferente: “Vi los cielos abiertos y delante de mí un caballo blanco, cuyo jinete se llama Fiel y Verdadero.
Juzga y pelea con justicia. Sus ojos son como llamas de fuego, y sobre su cabeza hay muchas coronas [he
aquí, no está escrito que le dieron una corona, sino que sobre su cabeza hay muchas coronas] y un
nombre que solo él conoce, y nadie más. Está vestido con una túnica teñida de sangre, y su nombre es la
Palabra de Dios. Los ejércitos del cielo lo siguieron, vestidos de lino fino, blanco y limpio, y montados
en caballos blancos. De su boca sale una espada afilada, con la cual herirá a las naciones. 'Las regirá con
vara de hierro'” (19:11-15). Aquí tenemos claramente ante nosotros la figura de Cristo. En el capítulo 6.1
tenemos una imagen completamente diferente.

También se ha intentado muchas veces interpretar a este jinete como el avance victorioso del evangelio
por toda la tierra, pensando en Marcos 13:10. Allí está escrito que el evangelio del reino primero debe
ser predicado a todas las naciones antes de que llegue el fin. Esto, sin embargo, está reñido no solo con
la entrada en una nueva era, de la que hablábamos antes, sino también con el arco que tiene el caballero.

Un arco es siempre en las Escrituras un instrumento de juicio (cf. Deuteronomio 32:23, 42). Por lo tanto,
un arco no puede ser una representación de la redención. Además, el Cordero victorioso no tiene un arco
como arma en su mano, sino una “espada afilada” que sale de su boca. Pero el arco se ve en la mano de
los enemigos de Dios. De la caída de Rusia en los campos de Israel se dice en Ezequiel 39:3: "Entonces
cortaré el arco de su mano izquierda, y haré caer sus flechas de su mano derecha".
Está claro, por tanto, que en el primer caballero tenemos una figura siniestra, sí, el personaje más
siniestro de la historia mundial: el Anticristo. No es príncipe de nacimiento, porque se dice
expresamente que se le dio una corona. Precisamente en el Apocalipsis tenemos a menudo estas
imágenes dobles, que contrastan profundamente entre sí. Entonces tenemos, por ejemplo, dos figuras
de mujeres completamente opuestas: la novia del Cordero, que es la iglesia (19:7), y la ramera (17). O
piense en las dos ciudades contrastantes: la nueva Jerusalén y Babilonia. Así también tenemos al
Cordero que parecía haber sido inmolado en oposición a la bestia que estaba herida de muerte, pero
cuya herida mortal fue sanada.

Y aquí, en el capítulo 6, y en el capítulo 19 el Anticristo está en confrontación con el Cristo. No os dejéis


engañar, porque como dijo el mismo Señor Jesús, vendrán muchos falsos cristos. Esto ya ha comenzado
a ocurrir. El jinete del caballo blanco, el Anticristo, es como Cristo. Engaña con su caballo blanco, con
su pacifismo, con su apariencia inofensiva, con su triunfalismo. Aparece en la tierra inmediatamente
después de la revelación del Cordero en el cielo. La tensión entre el Cristo verdadero en el cielo y el
Anticristo mentiroso en la tierra aumenta. El Anticristo es el primer sello abierto, y el mismo Cordero lo
obliga a presentarse: “¡Ven!”. El Señor Jesús lo predijo durante su vida en la tierra. “Vine en nombre de
mi Padre, y no me recibisteis; pero si otro viene en su propio nombre, lo aceptaréis” (Juan 5:43). Ese
“otro” está en camino. No me extrañaría que ya estuviera aquí en la tierra, porque su espíritu siempre
está más activo. Entonces el mundo, también el mundo cristiano, recibirá al Cristo sustituto, al hombre
fuerte, al superhombre, seguido de los caballos rojos, negros y amarillos. Su repentina revelación está
relacionada con el reclamo del Cordero de tomar ahora posesión, es decir, apropiarse de la herencia,
porque lo que está escrito en el libro sellado ahora debe tener fuerza de ley. Ahora, cuando el Cordero
ejerza su victoria en toda su plenitud, cuando la iglesia glorificada haya sido arrebatada por el Espíritu
Santo, cuando haya sido quitado lo que detiene al Anticristo (2 Tesalonicenses 2:7), el opositor de Cristo
se revelará en la tierra. ¡Qué precioso que podamos ver aquí en Apocalipsis lo que sucede en el cielo y en
la tierra cuando somos arrebatados! Sin embargo, cuán terrible será para aquellos que se quedan atrás
en el retiro de la iglesia de Jesús. Esto es lo que también dice el capítulo 12:12: “¡Celebradlo, pues, oh
cielos, y los que moráis en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha descendido sobre
vosotros!

Está lleno de furia, porque sabe que le queda poco tiempo”. El Anticristo, impulsado por el trono de
Dios, comenzará ahora su engañoso avance victorioso sobre la tierra, y nadie podrá hacerle la guerra:
“Por las señales que se le permitió hacer en el nombre de la primera bestia, engañó los habitantes de la
tierra. Les mandó hacer una imagen en honor de la bestia que fue herida a espada y vivió” (13:14). En el
capítulo 13.4 está escrito:

“Adoraron al dragón, que había dado autoridad a la bestia, y también adoraron a la bestia, diciendo:
¿Quién como la bestia? ¿Quién puede hacer la guerra contra ella?'”. Entonces se resolverán todos los
problemas políticos, también los del Medio Oriente, donde amenazan guerras más terribles que nunca.
Todos los tratados de paz son estructuras extremadamente frágiles; contienen nuevos materiales
explosivos. Sin embargo, cuando venga el Anticristo, nadie podrá luchar contra él. Él resolverá el
problema. Pero su corona, su victoria y también la duración de su poder solo le son dadas a él:

"...y se le dio una corona". En Apocalipsis 13:5 este “dado” también está escrito sobre dos cosas: “A la
bestia se le dio boca para hablar palabras soberbias y blasfemas, y se le dio autoridad para actuar durante
cuarenta y dos meses”. Esto son tres años y medio. Nada sucede en la tierra, ¡nada en absoluto! — que
el Señor no da ni hace: “¿Acontece alguna desgracia en la ciudad sin que el Señor la haya enviado?”
(Amós 3.6b).

¡Cuán terriblemente rápido sucederá todo entonces! Sucede que el rapto mismo es algo
incomprensiblemente repentino, y así el superhombre, el hombre de pecado, se revelará también más
tarde. El Anticristo es el primer juicio de los sellos después del rapto, y el Cordero ya abre el segundo
sello. Analizamos el juicio del primer sello tan de cerca porque es básico. Los tres siguientes son sólo
consecuencias del primero. Los juicios de los sellos se informan en las Escrituras solo brevemente y en
forma esquemática. En estos juicios se cumple la palabra del Señor por medio del profeta Isaías: “Yo soy
el Señor; a su tiempo haré que suceda pronto” (Isaías 60:22b); por lo tanto, ininterrumpida.

El Segundo Sello (Apocalipsis 6:3-4)

3 Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira.

4 Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y
que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada.

Acentuando aquí dos veces la recepción de algo, se dice que el Cordero siempre y bajo cualquier
circunstancia -también en vista del Anticristo- tiene la iniciativa en sus manos. ¡Nada escapa a tu mano
fuerte! ¡Qué consuelo para los que también confían en Jesús en nuestro tiempo! El poder del enemigo
nunca será excesivo, porque Jesús es victorioso. Él dijo: “Nadie podrá arrebatarlas [las ovejas] de mi
mano” (Juan 10:28).

La profecía nunca se contradice. ¡Al contrario, ella es una maravillosa armonía! Así, por ejemplo, Isaías
y Miqueas hicieron declaraciones idénticas sobre el futuro de Sion: cómo en los últimos tiempos el
monte del Señor será levantado y muchos pueblos acudirán a él. En Juan y Marcos vemos otro acuerdo:
ambos hablan primero del Anticristo y luego de guerras y rumores de guerras. Con Juan, el Anticristo
está sentado sobre un caballo blanco y luego viene el caballo rojo en el segundo sello, a cuyo jinete se le
dio “poder para quitar la paz de la tierra y hacer que los hombres se maten unos a otros. Y se le dio una
gran espada.” En Marcos 13 leemos: “Jesús les dijo: 'Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi
nombre, diciendo: “¡Soy yo!” y engañará a muchos'” (Marcos 13:5-6). Este es el Anticristo en el caballo
blanco. “Cuando oigáis de guerras y rumores de guerras, no tengáis miedo. Es necesario que estas cosas
sucedan, pero aún no es el fin” (v. 7). Este es el jinete del caballo rojo: guerras. O tomemos Mateo 24:4-
6: “Jesús respondió: 'Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
“¡Yo soy el Cristo!” y engañará a muchos. Oiréis de guerras y rumores de guerras, pero no temáis. Es
necesario que sucedan tales cosas, pero aún no es el final'”. O lea Lucas 21:8-9: “Él respondió: 'Mirad
que no os engañéis.

Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: ¡Soy yo! y “El tiempo está cerca”. No los sigas. Cuando
oigas hablar de guerras y rebeliones, no tengas miedo. Es necesario que estas cosas sucedan primero,
pero el fin no vendrá inmediatamente.'” ¡Otra vez la misma secuencia! Siempre debemos recordar que
Jesús dirigió sus palabras proféticas a Israel y no a la iglesia. Crueles guerras ya han quedado atrás: la
Primera Guerra Mundial, con sus diez millones de muertos; la Segunda Guerra Mundial, con sus casi
cincuenta millones de muertos; y luego las otras guerras, por ejemplo en Corea, Vietnam, Camboya, etc.
Todo esto, sin embargo, será nada comparado con lo que vendrá después del Rapto: “Tu jinete recibió
poder para quitar la paz de la tierra y hacer que los hombres se maten unos a otros. Y le fue dada una
gran espada” (v. 4).

Como ya hemos mencionado, los sellos solo se describen en términos generales, en contraste con los
próximos capítulos, donde, por ejemplo, se describe con más detalle, con información privilegiada, la
persona del Anticristo y las terribles guerras mundiales que seguirán.

Ahora solo vemos el exterior en instantáneas. Más aún, preste atención al segundo jinete y su caballo
rojo. Este caballero se caracteriza por tres cosas: Primero, "A su caballero se le dio poder para quitar la
paz de la tierra". – ¡Situación crónica de guerras mundiales! Segundo: "... y hacer que los hombres se
maten unos a otros". – ¡Asesinatos y homicidios por doquier! Este exterminio recíproco ya se está
convirtiendo cada vez más en una realidad hoy, y en un enfrentamiento nuclear entre las superpotencias
no habrá ganadores ni perdedores. Cuando Rusia se mude a Israel, lo que debemos esperar todos los
días, también se matarán unos a otros, según Ezequiel 38:21.

Tercero: "Y le fue dada una gran espada". – Este breve comentario explica el loco armado de las
superpotencias en nuestros días. Diariamente se gastan billones y billones de dólares (¡tres millones de
dólares por minuto!). nota 3 Esta es la gran espada que se está forjando ahora. Está escrito en Isaías
59:8: “Ellos no conocen el camino de la paz”. Qué tiempo tan terrible espera el mundo cuando la iglesia
sea arrebatada. ¿Estarán juntos cuando ocurra el rapto?

El Tercer Sello (Apocalipsis 6:5-6)

5 Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un
caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.

6 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario,
y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino.
También podríamos decir: ¡no toques el aceite y el vino! La descripción del tercer jinete parece ser algo
más emotiva.

Los otros juicios son juicios indirectos del Cordero, mediante los cuales los hombres se destruyen unos
a otros. Este, sin embargo, es un flagelo directo del Cordero. Permítasenos enfatizarlo nuevamente:
aunque los juicios de los sellos, sin duda, ocurren intercalados, Juan solo puede describirlos uno tras
otro. Sin embargo, los cuatro jinetes trotan en sentido figurado por el mundo juntos para provocar su
destrucción. El jinete del caballo negro tiene una balanza en sus manos. Eso significa hambre. Ya hay
mucha hambre en el mundo hoy. La Conferencia Mundial de la Alimentación estimó que en 1974 había
500 millones de personas desnutridas. El Banco Mundial estimó 800 millones de personas desnutridas
para el mismo año. Nota 4

Mientras tanto, la situación no ha cambiado para mejor, sino para peor. Llegamos a tener una idea de
cuán grave será la situación durante la era anticristiana cuando veamos que en el mundo miles y miles
de personas sufrirán la muerte por hambre. Si en la antigüedad el Señor tampoco perdonó a Israel en
este sentido, a causa de su pecado, porque Israel también padecía hambre, cuánto menos perdonará a
un mundo que se rebela contra él. Lamentaciones 4: 9 dice de esto: "Los que fueron muertos a espada
están mejor que los que murieron de hambre, quienes, habiendo sido torturados por el hambre,
languidecen por falta de cosechas".

La balanza en la mano del jinete sobre el caballo negro indica racionamiento. Cabe señalar que el caballo
anterior ya se ha cobrado muchas víctimas, ¡y luego se suma el hambre! Una exigua porción de trigo por
un denario. En la época de Juan esto significaba una mejora de ocho a doce veces. Según Mateo 20: 2,
un denario correspondía al salario de un trabajador por un día. Eso significa hambre de familia, ¡y qué
hambre! Si tres medidas de cebada al día se venden por un denario, entonces tenemos que recordar que
normalmente los caballos y los burros son alimentados con cebada; por lo tanto, es un alimento de poco
valor. Significativamente, una voz de en medio del trono establece esta ración de alimentos sumamente
reducida: “Entonces oí como una voz entre los cuatro seres vivientes, que decía: 'Una libra de trigo por
un denario, y tres kilos de cebada por un denario, y no dañéis el aceite ni el vino!'” (v. 6). Sea como sea
que interpretemos este “¡y no dañéis el aceite ni el vino!”, una cosa está clara: el aceite es en la Biblia la
representación del Espíritu Santo; y el vino es la sangre redentora derramada del Señor Jesús. Aquí
viene una verdad maravillosa: la iglesia de Jesús no participará en todo esto. En él no se hace más mal,
como en aquella promesa a los vencedores: "El vencedor no sufrirá la segunda muerte" (2:11). Entonces
la sangre de Jesús ya no será anunciada, porque los testigos de Jesús fueron quitados de su Señor y
callados. Sin embargo: en este tiempo cruel anticristiano una multitud innumerable aún vendrá al
Señor, como veremos en el capítulo 7.9. Sin embargo, el Espíritu Santo ya no estará presente. Su
conversión, por lo tanto, tendrá lugar bajo otras condiciones.

El Cuarto Sello (Apocalipsis 6:7-8)

7 Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.
8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le
seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre,
con mortandad, y con las fieras de la tierra.

Este cuarto caballero apenas necesita explicación. Él recoge una cosecha grande y terrible. El Anticristo
es realmente el sepulturero del mundo. Jesucristo da vida en abundancia, el Anticristo traerá muerte y
destrucción al mundo. La muerte no es un ser personal, sino la paga del pecado. Esto es lo que dice la
Biblia (Rom 6:23). Aquí se la representa como una jinete sobre un caballo amarillo (o blanqueado: el
color de los cadáveres). Arrastra a Hades y a todas sus innumerables víctimas detrás de él. La última y
más terrible consecuencia de la acción del primer caballero es, pues, la espada, el hambre y la pestilencia.
Hoy ya conocemos enfermedades tan destructivas como el cáncer, del que existirían unas setenta
especies. Además, están los animales salvajes, que desgarran a los hombres en las regiones despobladas
por la guerra.

Todas estas cosas terribles sucederán con precisión divina después del rapto. Si dices “no” a Jesucristo,
el Cordero de Dios, entonces te espera el jinete del caballo blanco, el Anticristo. En Mateo 24:21 dice:
"Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora,
ni la habrá". La pregunta para todos los indecisos es: ¿quieres ser arrebatado a la gloria de Jesús con la
iglesia vencedora, o quieres quedarte en esta tierra esperando el juicio?

El Quinto Sello (Apocalipsis 6:9-11)

9 Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de
la palabra de Dios y por el testimonio que tenían.

10 Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas
nuestra sangre en los que moran en la tierra?

11 Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta
que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos
como ellos.

En el quinto sello Juan tiene una visión completamente nueva. A pesar de seguir mirando la sala del
trono celestial, ahora se da cuenta de algo que aparentemente no había notado antes: un altar. Este altar
aparece con frecuencia en Apocalipsis. El capítulo 8:4-5, por ejemplo, habla del humo del incienso de
las oraciones de los santos subiendo a la presencia de Dios: “Y el humo del incienso con las oraciones de
los santos subía delante de Dios desde el mano del ángel. Entonces el ángel tomó el incensario, lo llenó
del fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto.” En el
capítulo 9:13 se dice muy directamente que era el altar de oro: "El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una
voz procedente de los cuernos del altar de oro que está delante de Dios". El altar del incienso en el
tabernáculo y el templo era una imagen terrenal de lo que Juan ve ahora. En el templo, el altar del
incienso estaba directamente frente al Lugar Santísimo, donde el sacerdote quemaba incienso y mirra
para obtener un aroma agradable al Señor, una indicación de la vida de oración de nuestro Señor Jesús
y las oraciones de todos los santos. Que no se puede tratar del altar de la ofrenda quemada se sigue del
hecho de que el Señor Jesús fue ofrecido una vez como el Cordero del sacrificio, habiendo consumado
todo. Debido a que ya no se necesita sangre, el altar de la ofrenda quemada ya no necesita ser erigido en
el cielo.

¿Quiénes son las almas debajo del altar? Respuesta: mártires: “...las almas de los que habían sido
muertos por causa de la palabra de Dios y del testimonio que dieron” (v. 9). Debemos recordar
nuevamente que el primer sello trajo al Anticristo, quien tuvo como consecuencia terribles juicios. Las
almas debajo del altar son uno de los resultados del dominio del terror del Anticristo, porque aquellos
que durante la gran tribulación se vuelvan al Señor serán ejecutados sin misericordia. Son personas que
podrían y deberían haberse convertido antes del Rapto, pero que indiferentemente dejan pasar su
período de gracia y tienen que pagar con sus vidas su tardía confesión del Señor. Cuando el Anticristo
asuma su dominio mundial y todos se vean obligados a adorar su imagen frente a la televisión, cuando
todo esté registrado y tengan que usar el número 666 para poder comprar y vender, entonces millones
de “cristianos” lo reconocerán: era muy cierto lo que decían los llamados “piadosos”. Entonces, por el
efecto retardado del Espíritu Santo a través de la Palabra, que fue predicada antes del rapto, todavía se
convertirán innumerables personas. Aquellas personas que se conviertan después del arrebatamiento,
a pesar de recibir la vida eterna, no pertenecerán a la iglesia de Jesús, pues entonces se habrá alcanzado
la plenitud de la iglesia. Por rehusar adorar la imagen de la bestia, tendrán que dejar sus vidas (cf. 13:15).

Una cosa llama la atención: cuando se abrieron los primeros cuatro sellos, los cuatro seres vivientes
dijeron “¡Ven!”. a cada uno de los caballeros. Estos juicios se desarrollan en la tierra de parte de Dios,
porque los cuatro jinetes fueron enviados por él desde el cielo.

En el quinto sello, sin embargo, hay un gran silencio entre los cuatro seres vivientes en el cielo. Sólo el
clamor de las almas se escucha debajo del altar.

Los poderes celestiales no participan aquí. Dios permite que, durante el reinado anticristiano después
del rapto, todos los que vienen a la fe sean asesinados. En esta visión, Juan no ve caballos ni jinetes,
porque las almas debajo del altar no fueron muertas por Dios, porque el juicio de Dios nunca se vuelve
contra los que creen en Jesús. No, estas almas mártires fueron asesinadas en la tierra por fuerzas
demoníacas a causa de su fe. Sin embargo, insisto de nuevo: ¡estas personas no habrían tenido que morir
como mártires si se hubieran convertido durante el tiempo de prueba!

Muchos comentaristas opinan que las almas debajo del altar son los mártires de los siglos pasados. Esto
no puede ser, porque ya serán coronados y glorificados con Cristo y pertenecerán a la iglesia de Jesús
(cf. caps. 4-5). Innumerables multitudes de países cristianizados y del Tercer Mundo se convertirán
después del rapto. Por eso tenemos la tarea de dar a conocer el mensaje del evangelio de Jesucristo a
tantas personas como sea posible en Europa, América del Sur y otros lugares, y anunciar que Él viene
pronto. Cuando los creyentes hayan sido arrebatados y el Anticristo gobierne sobre esta tierra,
recordarán y se convertirán. Muchos cristianos impíos, mundanos y nominales serán entonces
completamente sanados de su incredulidad y dureza de corazón, a través de la revelación de los primeros
cuatro sellos, convertidos radicalmente sobre la base de la Palabra de Dios previamente escuchada. Si
tienes parientes incrédulos que no se convirtieron antes del rapto, ciertamente lo harán después de que
haya tenido lugar el rapto, especialmente si ahora intercedes incansablemente en fe por su salvación.
Con el Rapto, se suelta el último “freno” para la revelación del Anticristo y, con su aparición, vienen
también los juicios de Dios desde lo alto.

Un proverbio latino dice: “No es la muerte, sino la razón de la muerte la que hace a uno mártir”. Debemos
recordar que millones y millones de personas ya han muerto en la tierra bajo los sellos anteriores.

Pero no son mártires. El motivo por el cual las almas debajo del altar fueron inmoladas las convierte en
verdaderos mártires: “…habían sido inmoladas por la palabra de Dios y el testimonio que daban”

(v. 9), porque tal testimonio es imposible durante el gobierno anticristiano y cuesta la vida. Para tales
personas no hay más lugar en la tierra. En cierto modo, esto ya lo sentimos, que tenemos cada vez menos
lugar en la tierra, hoy espiritualmente, porque los que hoy están sin restricciones en la Palabra de Dios
y en su testimonio están cada vez más aislados y solos. En los reinos comunistas, los hijos de Dios
también experimentan esto físicamente. Sólo aquellos que nadan con la corriente pueden escapar de
este aislamiento y resistencia y no aferrarse más a la Palabra de Dios como verdad completa, dejando
enmudecido su testimonio. ¡Oh, aferrémonos a toda costa a la Palabra del Señor, que el tiempo apremia!

En el versículo 10 leemos lo que claman los mártires: "Gritaban a gran voz: '¿Hasta cuándo, oh Soberano,
santo y verdadero, esperarás para juzgar a los habitantes de la tierra y vengar nuestra sangre?'" Primero,
¿por qué lloran? Estas almas, a diferencia de las arrebatadas, no tienen un cuerpo glorificado. Todavía
no han sido glorificados. Están ante el trono de Dios, debajo del altar. Por otro lado, la iglesia de Jesús,
la iglesia vencedora, es glorificada. A pesar de estar con el Señor, las almas de los mártires todavía no
están con el Señor. ¿Qué, cómo ya quién claman? Ellos claman al Señor, y muy fuerte: "...a gran voz". Su
deseo se expresa como de forma explosiva. ¿Qué lloran? Debemos prestar mucha atención: “¿Hasta
cuándo, oh Soberano, santo y verdadero, esperarás para juzgar a los habitantes de la tierra y vengar
nuestra sangre?”. A primera vista esto parece extraño; huele a sed de venganza, pero no es así. Este grito
de los mártires tiene razones profundas y justificadas:

1. Esta multitud innumerable ve cómo Dios ya juzga al mundo.

Ellos mismos, sin embargo, estas almas mártires continúan sin justificación, aunque fueron los únicos
en la tierra que, durante la gran tribulación, se adhirieron a la Palabra de Dios y al testimonio de
Jesucristo.
2. Claman con tanta fuerza que el honor del nombre de Dios puede ser restaurado por el juicio de sus
asesinos, porque sus bocas fueron silenciadas, su testimonio en la tierra fue silenciado. Estas almas
debajo del altar arden de impaciencia porque se restablezca el honor y la alabanza de Dios. Su
motivación ya se revela en su manera de tratar: “…Oh Soberano, santo y verdadero”. En otras palabras,
no se puede permitir que su santo nombre continúe siendo vilipendiado.

3. Ellos también claman –como ya hemos indicado– porque siguen encontrándose en una situación
intermedia debajo del altar, y no glorificados como los hermanos que creyeron durante el tiempo de
gracia. Esto los atormenta mucho, a pesar de tener contacto con Dios. Aunque los mártires entraron en
la eternidad al apoyarse en la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús, sucedió sin el sello del Espíritu
Santo. En Efesios 1:13 leemos: "Cuando oísteis y creísteis la palabra de verdad, el evangelio que os salvó,
fuisteis sellados en Cristo con el Espíritu Santo de la promesa". Dios nos ha dado su Espíritu Santo como
una especie de anticipo, como garantía del hecho de que somos salvos y somos su propiedad eterna
(Efesios 1:14). Por medio de su Espíritu, Dios ha puesto en el corazón de sus hijos la seguridad de que
son verdaderamente de su propiedad, aunque todo lo contradiga: “El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom 8, 16). Esta multitud innumerable de personas que
se convertirán durante la gran tribulación tendrán muchas más dificultades. Debido a su testimonio y
posición en la Palabra de Dios, no solo serán ejecutados, sino que también experimentarán dificultades
desde un punto de vista espiritual. No están sellados con el Espíritu Santo porque en ese momento el
Espíritu Santo ya no estará en la tierra. Aunque llegan a la fe por el efecto retardado del Espíritu Santo,
carecen del sello. Se responde al grito de los mártires: “Entonces se les dio a cada uno de ellos una túnica
blanca, y se les dijo que esperaran un poco más” (v. 11a). Esto prueba que ya han entrado en reposo, pero
ahora deben continuar descansando “hasta que se complete el número de sus consiervos y hermanos
que han de ser muertos como ellos” (v. 11b). En la tierra todo continúa. Los creyentes siguen siendo
aniquilados. La penosa situación intermedia de las almas bajo el altar es resuelta por el Señor, haciendo
que a cada una de ellas se le dé una túnica blanca.

Esta es la justicia de los santos. Esto, también, es como un avance de la gloria futura, cuando luego se
añadirán sus hermanos que aún están por ser muertos en la tierra. Así como nosotros aquí en la tierra
recibimos el Espíritu Santo como garantía de la gloria futura (Efesios 1:14), así ellos reciben la vestidura
blanca, la justicia de los santos, como anticipo de la gloria de los vencedores.

Los que una vez fueron condenados a muerte (los condenados a muerte normalmente vestían de negro
antes de su ejecución) ahora están de blanco resplandeciente ante el Señor. El Señor mismo los justificó;
cambió la sentencia de muerte, pues ellos, a pesar de haberse convertido tardíamente, a pesar de no
haber recibido el sello del Espíritu Santo y a pesar de haber tenido que dejar la vida, confesaron
valientemente al Señor ante el Anticristo. Se apoyaron en la Palabra de Dios y el testimonio y ahora el
Señor también los confiesa, dándoles la túnica blanca. Eso es lo que el Señor Jesús prometió en Mateo
10:32: "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de
mi Padre que está en los cielos".
La exhortación del Señor a esperar un poco más, "hasta que se completara el número de sus consiervos
y hermanos que habían de ser muertos como ellos", tiene un significado muy profundo. Sólo alcanzarán
la gloria plena de los vencedores cuando se alcance el número de los que aún se salvarán durante la gran
tribulación y pasarán por el martirio.

Un paralelo a esto lo encontramos en vista de los héroes de la fe del Antiguo Testamento y de nosotros,
pues de ellos se dice, en Hebreos 11:39-40, que no alcanzaron el cumplimiento de la promesa porque
todavía nos faltaba: “Todos éstos recibieron buen testimonio por la fe; sin embargo, ninguno de ellos
recibió lo prometido.

Dios tenía planeado algo mejor para nosotros, para que ellos fueran perfeccionados con nosotros”. ¡Así
que aún no hemos sido perfeccionados porque aún quedan muchos por añadir! Aún no se ha alcanzado
la plenitud (Rom. 11:25).

En cuanto a nuestra espera en el Señor, él tiene paciencia con nosotros cuando nos impacientamos. La
Palabra de Dios nos dice: “El Señor no tarda en cumplir su promesa… pero tiene paciencia con vosotros,
no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Debemos
contar la longanimidad de nuestro Señor para salvación, y la fe confirmada produce paciencia.

El Sexto Sello (Apocalipsis 6:12-17)

12 Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela
de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;

13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es
sacudida por un fuerte viento.

14 Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de
su lugar.

15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo
libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;

16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está
sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero;

17 porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Uno comienza a temblar cuando considera lo que está por venir en este mundo, pero tenemos que lidiar
con eso. Los primeros siete sellos de visión apuntan a futuras desgracias en el mundo de las naciones.
Ahora el campo de visión se extiende más allá de la tierra y la humanidad, ya través de los ojos de Juan,
recibimos una visión deslumbrante del gran día de la ira del Cordero. Estos terribles juicios son una
introducción a la segunda etapa de su regreso en gran poder y gloria, para juzgar al mundo de las
naciones anticristianas. Aquí, sin embargo, no se describe el regreso de Jesús, sino los juicios que
precederán al día de Jesucristo. Jesús vendrá en tres etapas:

Vendrá como un novio en las nubes del cielo a la iglesia para buscar a la novia.

Vendrá con la iglesia en gran poder y gloria, como Juez del mundo. Este es el día de la ira del Cordero.
Esta etapa de su venida es iniciada por las catástrofes cósmicas descritas aquí.

Luego vendrá como Sumo Sacerdote y Mesías a Israel.

Cuando el Cordero abre el sexto sello la tierra es sacudida y sacudida por un terremoto
extraordinariamente fuerte. El alto número de terremotos en nuestros días es un mensaje de la ira del
Cordero, pues el Señor Jesús lo predijo: “…y habrá pestilencias, hambres y terremotos en diferentes
lugares” (Mt 24:7 RV). Aquí, en Apocalipsis 6:12, estalla un terremoto con toda su siniestra violencia.
También se incluye todo el Cosmos: el sol se vuelve negro como si estuviera de luto, la luna se sumerge
en un espantoso rojo y las estrellas son barridas del cielo como verdes higos cuando la higuera es
sacudida por un fuerte viento. Finalmente, incluso el firmamento, que se extiende sobre la tierra, se
enrolla como un pergamino. En la tierra, las montañas y las islas se balancean y se mueven de sus
lugares. Los hombres, despertados de su profana seguridad, se dividen en siete categorías: reyes,
príncipes, generales, ricos, poderosos, esclavos, libres. Con horror, miedo y desesperación se refugian
en cuevas y acantilados. Sin embargo, no pueden salvarse a sí mismos. Este es un breve resumen de lo
que sucederá. En tiempos pasados estos eventos fueron negados como “imposibles”, y los teólogos
modernos nos dicen hasta el día de hoy que no podemos entenderlos literalmente, sino en sentido
figurado. Aun así, ya vivimos hoy en la etapa inicial de realización; escuchamos el preludio de estas
catástrofes cósmicas.

Cuando el Señor Jesús, durante su vida terrenal, habló de su regreso, dijo en Lucas 21:25-27: “Habrá
señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra las naciones estarán angustiadas y perplejas por el
rugir y el batir del mar. Los hombres se desmayarán de terror, temerosos de lo que sucederá al mundo;
y los poderes celestiales serán sacudidos. Entonces se verá al Hijo del Hombre venir en una nube con
poder y gran gloria”. Este es el paralelo de Apocalipsis 6. En Mateo 24:29-30 también está escrito:
“Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días 'el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor; las estrellas caerán del cielo, y los poderes celestiales serán sacudidos.' Entonces aparecerá
la señal del Hijo del Hombre en el cielo”. Mientras muchos piensan que todo esto no debe tomarse al pie
de la letra, los científicos modernos empiezan a ocuparse del tema ya exponer sus puntos de vista. ¡Todas
estas catástrofes, sin embargo, sucederán exactamente de acuerdo con la Palabra del Señor!

Hoy ya hemos experimentado el cumplimiento espiritual de esta profecía.


Miremos a la siguiente luz: en el sexto sello, los versículos 12-17 describen, en pocas palabras, pero de
gran contenido, la situación del mundo en sus etapas finales.

Es una imagen del gran hundimiento de la historia, una imagen del caos, de la anarquía, de la profunda
conmoción de todos los órdenes de Dios. El gran terremoto que tendrá lugar literalmente, por ejemplo,
ya se puede ver espiritualmente en el mundo de las naciones: todo está en movimiento; hay efervescencia
por todas partes. Esto indica que el Señor viene y el viejo mundo tiene que dejar su lugar. El sol será tan
negro como una crin de caballo: la luz sobrenatural, el evangelio, se oscurecerá. El sol de justicia aparta
tu rostro. La luz clara del evangelio, el mensaje claro, ahora está completamente oscurecido en muchas
iglesias y comunidades.

Sin embargo, ni siquiera las religiones terrenales pueden ayudar: la luna, objeto de culto en las religiones
paganas, se vuelve roja como la sangre. Creo que las guerras de los últimos tiempos serán guerras de
religión. Piensa en el avance del Islam. Las estrellas caen del cielo, muchos guardianes de la iglesia hoy
en día están cayendo. De esto concluimos que Apocalipsis, en ciertas partes, tiene un doble sentido y
cumplimiento, uno espiritual y otro literal, así como Israel tiene un futuro nacional y otro espiritual. Nos
encontramos hoy en la etapa de transición entre la realización espiritual y la literal. En espíritu ya vemos
el colapso cósmico; pero, gracias a Dios, la iglesia de Jesús será arrebatada antes del cumplimiento
literal, es decir, antes de esta terrible catástrofe cósmica.

También en este sexto sello se revela la maravillosa armonía de la palabra profética, pues cuando leemos
Mateo 24 y Apocalipsis 6, pero también Lucas 21, entonces nos damos cuenta de que es la misma verdad.
Sí, vemos que las profecías finales se complementan entre sí. El cumplimiento literal será
indescriptiblemente terrible. Cuando leemos, en el versículo 12 de Apocalipsis 6: “Miré cuando abrió el
sexto sello. Hubo un gran terremoto”, es significativo que en griego no se usa la palabra común para
terremoto, sino la palabra más fuerte seismos, que en realidad significa “sacudir, sacudir y golpear” y
está relacionada con eventos en el sol, en la luna y en las estrellas. Cuán extraordinariamente violento
será el azote del Universo con el terremoto simultáneo se muestra en el versículo 13: "Y las estrellas del
cielo cayeron sobre la tierra como caen los higos verdes de la higuera cuando los sacude un fuerte viento".

En el pasado, los acontecimientos del plan de salvación en la tierra tuvieron consecuencias en el Cosmos.
Hubo un gran cambio en el Cosmos cuando Israel entró por primera vez en la tierra prometida, cuando
Josué habló al Señor y luego dijo, en presencia del pueblo de Israel: “¡Sol, detente sobre Gabaón! ¡Y tú,
oh luna, sobre el valle de Ajalón! (Josué 10:12).

Jeremías 4:28 describe muy claramente cómo será el día del Señor: “Por esto se enlutará la tierra, y los
cielos arriba se oscurecerán; porque lo dije y no me arrepentí, lo decidí y no volví”. O recuerda Joel 2:10:
"Ante ellos la tierra tiembla, los cielos se estremecen, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas dejan
de brillar". También hoy, todo lo que sucede en la tierra tiene sus consecuencias en el cielo,
especialmente lo que hacen los miembros del cuerpo de Jesús, sea bueno o sea malo. Jesús es la cabeza;
nosotros los miembros. Por eso un miembro del cuerpo de Jesús no puede hacer lo que quiere, porque
todo se refleja a la cabeza, y así al cielo. Por ejemplo, bueno: hay gozo en el cielo por un pecador que se
arrepiente (Lucas 15:7). O el mal: tan pronto como pecamos, hay un estremecimiento en el mundo
celestial. El Señor le dice esto a Abraham a causa de Sodoma y Gomorra (Gn 18,20) y los ángeles dicen
lo mismo a Lot (Gn 19,13): el clamor de los pecadores en Sodoma y Gomorra había llegado a Dios. En lo
que a nosotros respecta, incluso el movimiento de nuestra lengua se registra en el cielo. El Señor dice
que ninguna palabra inútil caerá en tierra. En otras palabras: cada palabra se registra. También los
acontecimientos en Israel y sus alrededores tienen consecuencias cósmicas (cf. Jer 31,36). Ahora
también comprendemos mucho mejor por qué la tierra tembló y el sol perdió su brillo cuando el Hijo de
Dios, el Señor de la gloria, fue crucificado y clavado en la cruz del Gólgota (Marcos 15:33). La tierra
tembló. Allí el Señor Jesús reconcilió al mundo con Dios; aquí en Apocalipsis 6, sin embargo, llegó el día
de la ira del Cordero.

La Biblia habla a menudo de la ira de Dios, pero en el sexto sello tenemos la descripción única de la ira
del Cordero. Cuán terrible debe ser se desprende del hecho de que el Cordero quitó la ira de Dios en la
cruz del Gólgota. Amó tanto al mundo que, por tu pecado y el mío, murió en la cruz, pero ahora está
enojado. Los hombres desesperados en la tierra exclaman: “Porque ha llegado el gran día de su ira; ¿Y
quién puede soportarlo? (v.17). Cuán terrible será esta ira del Cordero lo prueba el pánico mundial que
reúne a niveles sociales completamente diferentes: los reyes de la tierra, los príncipes, los generales, los
ricos, los poderosos, los esclavos, los libres (v. 15). Entonces ya no hay diferencia social, todos están
juntos, temblando y aullando. Que se enfatice una vez más: no se trata del regreso del Señor. Esto es lo
que prueba Joel 2:31: "El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes del día del Señor,
grande y espantoso". Él mismo Cordero entonces aparece en majestad soberana con su iglesia
glorificada, y con el aliento de su boca pondrá fin a la bestia, el Anticristo, por su aparición. Entonces ya
no será necesario un juicio. Entonces Jesús vendrá simplemente a ejercer su victoria.

Un terremoto relativamente pequeño ya produce mucho pánico. El terremoto que precede al regreso del
Señor, sin embargo, es de una intensidad sin precedentes. En él los hombres oirán la voz de Dios.

Ya lo predijo Isaías: “¡La tierra ha sido quebrantada, está destruida, está totalmente conmovida! La
tierra se tambalea como un borracho, se balancea como una choza al viento; ¡tan pesada es sobre ella la
culpa de su rebelión que cae, para no levantarse jamás!” (Is 24, 19-20).

Este es el reconocimiento que entonces surgirá en todos los estratos de la sociedad humana. Todos los
millones de personas, que ahora viven indiferentes, de repente reconocerán con terror: la tierra se
tambalea y se mueve porque el Dios justo visita nuestra transgresión. El eclipse solar, la luna que parece
sangre y las estrellas que luego caerán del cielo reforzarán simultáneamente en ellos este
reconocimiento. Creo que las estrellas literalmente caerán del cielo, que se "retirarán", que harán
enormes cráteres en la tierra tambaleante.

Entonces habrá un despertar mundial como una vez en Egipto. Cuando Faraón, y con él todo el pueblo,
fue herido de plagas, reconoció a Dios y tembló ante él. A veces confesaba: “He pecado”, pero no se
arrepentía. Así también en este período de juicio de los últimos tiempos habrá un horror y un despertar
en todo el mundo, donde exclamarán: “Porque ha llegado el gran día de su ira; ¿Y quién puede
soportarlo? (v.17). ¡Aquí llora gente que sabía todo, pero no quería aceptarlo! Es característico que el
impío mundo anticristiano hable del Señor y del Cordero: “… del que está sentado en el trono, y de la ira
del Cordero”. (v. 16). Así identifican al Cordero de Dios y al que está sentado en el trono, el Dios eterno.
Sin embargo, ¡es demasiado tarde!

La apertura del sexto sello -seis es número de hombre- alcanza a toda la humanidad. ¡Ay de los que
estarán entonces en la tierra! ¿Dónde estarás entonces, en la tierra o en el cielo? En la tierra todos
temblarán y gritarán. Ellos orarán y huirán a las cimas de las colinas ya las cuevas, o buscarán refugios
antiaéreos, pero ninguno encontrará protección contra la ira del Cordero. Habrá una gran epidemia de
suicidios; buscarán la muerte, pero no la encontrarán, porque entonces no sólo los atormentará la
terrible catástrofe de la naturaleza, sino mucho más la prueba indeseada e indeseada, pero
incontestable: ¡el Señor es Dios! Está sentado en su trono. El pecado trae consigo juicio y muerte. Lo
que sigue entonces es la cosa más miserable que jamás haya sucedido en la tierra: una reunión mundial
de oración, ¡pero qué reunión de oración! No claman de humillación y arrepentimiento al Señor, sino
que gimen, aúllan y hablan de materia muerta: “Gritaron a los montes y a las peñas:

'¡Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que está sentado en el trono y de la ira del
Cordero!'” (v. 16). A pesar del claro reconocimiento de Dios y del Cordero, también falta el
arrepentimiento. ¿No podría el Espíritu Santo convencer también a estas personas? Sí, aunque ya ha
sido arrebatado con la iglesia (ver cap. 8). El Espíritu de Dios no está atrapado en el espacio y el tiempo;
sin embargo, su acción termina donde hay corazones no arrepentidos. La creciente dureza de corazón
en nuestros días prueba que el Espíritu de Dios se está retirando lentamente. Esto también está de
acuerdo con Ezequiel 37:9, donde el Espíritu Santo es llamado desde los cuatro vientos y enviado a
soplar sobre los muertos de Israel para que vivan. ¡Todavía es el tiempo de la gracia! Por eso: “Si oyereis
hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7-8).
VII
Los Ciento Cuarenta y Cuatro
Mil Sellados
(Ap. 7.1-8)

“1 Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro


ángulos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra,
para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar,
ni sobre ningún árbol.
2 Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía
el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a
quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al
mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles,
hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro
Dios.
4 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil
sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén,
doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí,
doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví,
doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José,
doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.”
E n medio de un período de juicio, entre el sexto y el séptimo sello, tenemos un paréntesis. La gracia
de Dios aparece y se manifiesta a una categoría especial de personas. Esto sucede, por cierto, justo
en medio del período de los juicios de los siete sellos y las siete trompetas, que siguen. Aunque el
cielo y la tierra se estremecen y el Universo entero se desarticula figurativamente, hay una pausa en esta
catástrofe cósmica, un silencio. Es como en un ciclón. Se constató que, en medio de un ciclón, que todo
lo arrasa, reina un profundo silencio.

“Después de esto vi a cuatro ángeles que estaban en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo
los cuatro vientos” (v. 1). Por lo tanto, los cuatro ángeles retienen los cuatro vientos del juicio, pero están
a punto de soltarlos. Entonces aparece “otro ángel”, que ordena a gran voz esperar con el daño de la
tierra, el mar y los árboles (v. 2). Que los cuatro poderes destructores, representados en los cuatro
vientos, no puedan simplemente lanzarse sobre la tierra indiscriminadamente prueba que el Señor
mantiene el control sobre la ejecución del juicio y lo lleva a cabo con sumo cuidado.

¿Quién es este “otro ángel” que aparece? Tiene gran autoridad, porque les habló en alta voz. Este otro
ángel se destaca muy claramente de los otros ángeles del juicio. Hasta donde puedo entenderlo, es el
Hijo de Dios, porque aquí está escrito algo único, que nunca se dice de ningún otro ángel: “Vi entonces
otro ángel que subía del oriente” (v. 2). Algo similar se lee, en sentido negativo, sólo de la bestia y el
Falso Profeta (11:7; 13:11), ya que naturalmente suben del Abismo y no pueden pasar más allá de la tierra.
Pero Jesucristo, aquí en figura de ángel, se levanta al salir el sol, desde el Este. Allí vemos proféticamente
brillar el futuro de Israel. Malaquías lo vio así: “Pero a ustedes que reverencian mi nombre, les saldrá el
sol de justicia…”

(Malaquías 4:2). De todos modos, este otro ángel es todo luz y gloria. Él es muy superior a los cuatro
ángeles del juicio que retienen los cuatro vientos de la tierra, y les ordena "en alta voz" que aún retengan
esos vientos. Los cuatro vientos son tempestades del juicio, ejecutores del juicio “a los que se les ha dado
poder para dañar la tierra y el mar” (v. 2).

Los cuatro ángeles evidentemente tienen la tarea de soltar los vientos sobre la tierra maduros para el
juicio, pero de repente llega otra orden, que tiene prioridad. Esto se puede ilustrar con un ejemplo del
tráfico: si el semáforo frente a nosotros está en verde, podemos avanzar libremente, es decir, tenemos
preferencia. Sin embargo, si llega un coche de policía o una ambulancia con la sirena encendida, la
preferencia pasa a ser suya. Prevalece el orden de este otro ángel, por lo que también tenemos prueba
de que es el Hijo de Dios, pues en Colosenses 1:18 está escrito: “Él... supremacía”. Los vientos del juicio
todavía están detenidos, y eso es debido al remanente creyente de Israel. En este otro ángel, que sube
del oriente, Juan ve todavía otra cosa especial: “...que tiene el sello del Dios vivo” (v. 2).

Así pues, durante la gran tribulación, durante el día del Señor, se sellará un grupo de ciento cuarenta y
cuatro mil de Israel. Aquí se lleva a cabo un procedimiento que también se lleva a cabo hoy, antes de la
gran tribulación, pero de otra manera, porque toda persona que, por la fe en Jesucristo, se añade a la
iglesia de Jesús, es sellada con el Espíritu Santo. Esto ha estado sucediendo durante casi dos milenios,
pero pronto llegará a su fin. De este sello leemos en Efesios 1:13:

"Cuando oísteis y creísteis la palabra de verdad, el evangelio que os salvó, fuisteis sellados en Cristo con
el Espíritu Santo de la promesa". ¿Cuál es el Espíritu Santo con el que Dios nos ha sellado? Él es “la
garantía de nuestra herencia hasta la redención de los que son de Dios, para alabanza de su gloria” (Ef
1, 14). Por lo tanto, Dios ha dado su propio Espíritu Santo como garantía para que podamos estar seguros
de que seremos guardados hasta el día de la redención, hasta que Jesús regrese. Dichos sellamientos
han tenido lugar constantemente desde Pentecostés, cuando los individuos se convertían
individualmente. El sellamiento durante la gran tribulación, sin embargo, se realizará simultáneamente
sobre muchos, es decir, sobre ciento cuarenta y cuatro mil de Israel. Los judíos que ahora regresan a
Israel han dado así el primer paso hacia la conversión. Su conversión y sellamiento reales entonces
tendrán lugar en el momento en que el Señor Jesús regrese. Por lo tanto, ellos, a diferencia de los
gentiles, se convertirán colectivamente y, por lo tanto, también serán sellados colectivamente. Sin
embargo, antes de que todo Israel se convierta, se convertirá un remanente de ciento cuarenta y cuatro
mil.

A menudo se pregunta quiénes son los ciento cuarenta y cuatro mil, porque hay varias explicaciones al
respecto, ya que muchos comentaristas no quieren aceptar lo que está escrito tan clara e
inequívocamente en el capítulo 7.4: “Entonces oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil
de todas las tribus de Israel.” En lugar de hablar entonces de las tribus de los hijos de Israel, tales
comentaristas hablan de las "tribus de los fieles creyentes", o de la iglesia de Jesús, o de su propio grupo.
Es interesante cuántos cristianos tienen un prejuicio malsano contra todo lo judío. De antemano se les
establece que todas las manifestaciones de la gracia que se prometen al pueblo judío deben entenderse
de manera diferente, es decir, aplicarse a la iglesia. Naturalmente, a sus ojos, esto no es cierto en el caso
de amenazas de juicio. Estos están felices de dejar a Israel. Apocalipsis distingue muy claramente entre
la iglesia (p. ej., en las cartas), el pueblo (la gran multitud que nadie podía contar: 7:9) e Israel (p. ej.:
7:4). Los ciento cuarenta y cuatro mil sellados son israelitas que se hicieron creyentes, que se
convirtieron a Jesús durante la gran tribulación; por lo tanto, después de nuestro rapto.

Durante la gran tribulación, Israel verá y experimentará muchas cosas. Aparecerán, por ejemplo, dos
testigos (cap. 11) que tienen gran autoridad y dan testimonio. Después de mil doscientos sesenta días,
serán muertos y sus cuerpos serán expuestos durante tres días en Jerusalén. Al tercer día resucitarán.

En ese tiempo habrá un gran terremoto y muchos morirán. Por orden de la “gran voz” finalmente
ascenderán al cielo. Por eso, muchos en la tierra darán gloria a Dios (11:13). Todo esto sucederá después
del rapto.

Sin embargo, una cosa se destaca: estos ciento cuarenta y cuatro mil faltan a la tribu de Dan. Dan fue el
quinto hijo de Jacob, el primero de Bilha, la sierva de Raquel. Cuando Dan fue con su padre y sus
hermanos a Egipto, según Génesis 46:23, solo tenía un hijo. Está escrito en palabras cortas: “El hijo de
Dan fue Husim”. En comparación, Benjamín, el más joven, ya tenía diez hijos en ese momento. Sin
embargo, dos siglos más tarde, Dan era la tribu más numerosa después de Judá (Núm. 1:27, 39). Judá
tenía 74.600 hombres capaces de ir a la guerra y Dan tenía 62.700. Por lo tanto, Dan era una tribu muy
importante. Según Números 10:25, ocupaba una posición destacada en el orden del campamento.
Llevaba uno de los cuatro estandartes principales y protegía toda la retaguardia del ejército con su poder.
Sin embargo, aquí en Apocalipsis 7 falta Dan; ella no está entre los sellados. Es importante encontrar la
razón de la falta de Dan, porque – quién sabe cuándo – habrá muchos cristianos que faltará en la
multitud de los arrebatados. "Pero", preguntan muchos ahora, "¿no creen que todos los que pertenecen
a la iglesia de Jesús serán arrebatados?" ¡Sí, creemos que sí! Sin embargo, de la misma manera sabemos
que hay muchos que por fuera parecen pertenecer, pero por dentro no, a pesar de ser catalogados como
“creyentes”. Curiosamente, falta una más de las doce tribus, a saber, la tribu de Efraín. En su lugar está
José (v. 8) y en lugar de Dan está Leví, quien, como tribu sacerdotal, no tenía territorio en Israel, no
tenía herencia. El Señor mismo era la herencia de Leví (Josué 13:14). Esta ausencia y sustitución, incluso
el orden de los nombres es diferente, es decir, espiritual y antinatural, tiene un significado profético
maravilloso.

Miremos nuevamente la secuencia y el significado de los nombres de las tribus de Israel que fueron
selladas. Son doce mil de cada tribu, doce veces mil, una plenitud que lo abarca todo.

 Judá: "Alabanza". No es el primogénito, pero viene primero. Jacob ya había dicho: “Judá, tus
hermanos te alabarán” (Gén 49,8). De Judá viene nuestro Señor. “…la salvación viene de los
judíos” (Juan 4:22).
 Rubén: "He aquí un hijo". Rubén es el primogénito.
 Gad: "Las multitudes lo alcanzarán".
 Aser: "Feliz".
 Neftalí: "Luchar".
 Manasés: “Recuperación del equilibrio interior en circunstancias difíciles ya pesar de la
pérdida de una vida habitual y placentera”.
 Simeón: “Don de ser escuchado”.
 Levi: "Unidos".
 Isacar: "Dios me dio mi salario".
 Zabulón: "Morada".
 José: "Se multiplicará".
 Benjamín: “Hijo de la mano derecha”.

Aquí vemos inequívocamente la escritura del Espíritu Santo. En Apocalipsis siempre se trata de
Jesucristo. Siguiendo las tribus y los nombres de los ciento cuarenta y cuatro mil sellados, el Hijo de
Dios y su obra son glorificados de manera única. Veámoslo desde este ángulo:

 “Alabanza” (Judá): Jesucristo es la alabanza de Dios. Él tiene una sola pasión, a saber, el honor
de su Padre.
 “He aquí un hijo” (Rubén): ¡miremos a Jesús!
 “Muchos lo alcanzarán” (Gad): vemos al Señor Jesús caminando sobre la tierra, rodeado de
una gran multitud.
 “Feliz” (Asher): luego escuchamos al Señor Jesús decir las bienaventuranzas.
 “Luchador” (Neftalí): en la cruz del Gólgota peleó por nuestros pecados. ¿Qué quería lograr con
esto? La respuesta viene dada por el siguiente nombre.
 “Recuperación del equilibrio interior en circunstancias difíciles y a pesar de la pérdida de una
vida normal y placentera” (Manasés): dejó la gloria con el Padre para restaurarnos el equilibrio
interior, la paz con Dios.
 “Don de ser escuchado” (Simeón): Dios escuchó a Jesús cuando le gritó: “Durante los días que
estuvo en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas a gran voz y con lágrimas al que podía
salvarlo de la muerte, siendo oído por vuestra reverente sumisión” (Hebreos 5:7).
 “Unidos” (Leví): Jesucristo, el gran Sumo Sacerdote, el gran Levita de la tribu de Judá, unió de
nuevo a Dios y al hombre (Ef 1,10). Ahora dice lo que significa el siguiente nombre:
 “Dios me dio mi salario” (Isacar; cf. Is 53, 11-12).
 “Morada” (Zabulón): Jesús ascendió al cielo. Él dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas
hay; si no fuera así, te lo hubiera dicho. Prepararé un lugar para ti. Y cuando me vaya y prepare
un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que estéis donde yo estoy” (Juan 14:2-3).
 “Él multiplicará” (José): el Señor Jesús quiere añadir muchos más a su iglesia. Muchos aún
están por salvar.
 “Hijo de la diestra” (Benjamín): Jesucristo está sentado a la diestra de la majestad de Dios (Ef
1,20; Heb 1,3b; etc.).

Además, estos nombres también describen de manera única la situación de los ciento cuarenta y cuatro
mil durante la gran tribulación. Los ciento cuarenta y cuatro mil israelitas que se harán creyentes en el
Señor Jesús serán entonces testigos de Jesús en medio de esa terrible era anticristiana, en la que el
Diablo estará furioso en la persona del Anticristo. Entonces reflejarán la gloria de Jesús. Por lo tanto,
aquí tenemos un punto de contacto con nuestra vocación, que también se aplica a nosotros: “...a ser
hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom.
8:29). Entonces podemos aplicar los nombres de sus tribus a ellos mismos:

“Alabanza” (Judá) Se hicieron judíos que alaban a Dios,

por ahora ven al Hijo como su Mesías, el quien no quiso


“He aquí un hijo” (Rubén)
antes y no podía ver.

Multitudes lo asaltarán (Gad) Se verán afectados por sus acosadores,

"Feliz" (Asher) porque están del lado del Vencedor.


“Luchar” (Neftalí) Ellos combaten la Buena Batalla de la Fe.

“Recuperando el equilibrio interior


en circunstancias difíciles, a pesar de
Después de la larga separación y difícil recuperación, ellos
la pérdida de una vida
tienen paz con Dios.
acostumbrada y agradable
(Manasés)

Ellos experimentan esa dádiva de ser escuchados y desean


“Don de ser escuchado” (Simeón)
ser

“Unidos” (Levi) unidos con el Señor. Ellos saben

“Dios me dio mi salario” (Isacar) más hacían una

morada celestial, a pesar de no ser parte de la Iglesia de


“Morada” (Zabulón)
Jesús.

“Él multiplicará” (José) Ellos son una adición,

“Hijo de la mano derecha” ellos serán agregados al Hijo de Dios, a la Diestra de la


(Benjamin) Majestad de Dios.

Todo se junta tan naturalmente. De esta visión también se explica por qué los dos nombres, Dan y
Ephraim, fueron reemplazados por Levi y José, ya que Dan significa "juez" o "ejecutor de juicio". Los
ciento cuarenta y cuatro mil nunca serán eso. Efraín significa "creciente, fructífero", pero los ciento
cuarenta y cuatro mil es un número muy definido, aunque, como suele ser el caso en la Biblia, solo se
menciona el número de hombres. Así, también de la comida de los cinco mil está escrito: “Fueron como
cinco mil los hombres que comieron, sin contar las mujeres y los niños” (Mt 14,21). Si contamos las
mujeres y los niños, debe haber más de diez mil personas. Si también aquí, con los ciento cuarenta y
cuatro mil, se hace referencia sólo a hombres capaces de luchar, es decir, a hombres capaces de luchar
entre las diferentes tribus, llegaríamos a unas setecientas mil almas si todavía añadiéramos las mujeres
y los niños. A pesar de esto, es un número muy definido; por lo tanto, no es solo un número simbólico.

Encontramos estos ciento cuarenta y cuatro mil también en el capítulo 14:1-5. Tienen antepasados, pero
no antepasados espirituales, porque son llamados primicias para Dios y para el Cordero, y tampoco
tienen descendencia espiritual. En el capítulo 14.4 se los describe como “castos”. Básicamente, esto
también es cierto para nosotros, porque Dios no tiene nietos, sino solo hijos. La conversión no se puede
heredar. Si tienes una madre o un padre creyente, no puedes esconderte detrás de él. Si eres hijo de Dios,
depende únicamente de que hayas aceptado a Jesucristo como tu Salvador y Redentor personal.

Con estas observaciones, ¿hemos explicado ya la falta de las dos tribus, Dan y Efraín? ¡No! Simplemente
iluminamos el lado positivo, profético.

Sin embargo, también hay un lado oscuro. Estas dos tribus se describen en el Antiguo Testamento como
aquellas que sucumbieron especialmente a la idolatría. Eran una maldición para su pueblo.

Sigamos los pasos de Dan. A diferencia de Efraín, cuyo linaje aún continúa de alguna manera José, Dan
falta por completo, al igual que Judas falta entre los doce discípulos. Los pecados de Dan son
aterradores.

Primero, su entrega al Señor nunca fue completa. Cuando, en tiempos de la jueza Débora, Israel tuvo
que hacer la guerra contra los cananeos, obteniendo una maravillosa victoria sobre el jefe cananeo Sísara
y su ejército, asesinado por el amigo de Israel Jael (Jueces 4-5), Débora entona entonces un cántico de
triunfo De repente, interrumpe su canto y pregunta: "Y Dan, ¿por qué te detuviste en los barcos?"
(Jueces 5.17). La canción continúa describiendo cómo los cananeos fueron golpeados. Débora se regocija
en Jueces 5:20: "Desde el cielo peleaban las estrellas, desde sus órbitas peleaban contra Sísara". Qué
maravillosa oportunidad tuvo todo Israel de ejercitar y experimentar la victoria del Señor. Sin embargo,
¡Dan no estaba! Él, que tenía tal poder (como hemos visto, era la segunda tribu más fuerte), en el
momento de la lucha se detuvo en sus naves.

Es desgarrador ver como muchos creyentes se detienen y huyen de la lucha de la fe que se nos manda,
la cual podemos llevar a cabo victoriosamente.

Sin embargo, el Señor dice en Hebreos 10:38b: "Y si se vuelve, no me agradaré". Abandonar la arena de
combate significa el comienzo de la apostasía. Las Escrituras nos mandan tres veces en el Nuevo
Testamento a pelear la buena batalla de la fe: “Pelea la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12).
“Igualmente, el atleta no es coronado si no pelea conforme a las reglas” (2 Tim 2.5 RA). “... corramos
con perseverancia la carrera [la lucha] que tenemos por delante” (Heb 12:1). Pablo testifica: “He peleado
la buena batalla” (2 Timoteo 4:7). La victoria de Jesucristo abarca al mundo entero, porque Dios estaba
en Cristo y reconcilió consigo al mundo. ¿Quiere hacerse a un lado y dejar millones de almas en las
garras de Satanás? Así que se dio el primer paso para convertirse en apóstata. ¿No quieres bajar a la
arena del Señor este mismo día? Dan continuó retrocediendo. De la entrega a medias, de la tibieza vino
el segundo mal: ¡no tomó posesión de la herencia que le fue asignada! Josué fue el gran repartidor de la
herencia: “Pero su ayudante Josué hijo de Nun entrará [en la tierra prometida]. Anímalo, porque él hará
que Israel tome posesión de ella” (Dt 1, 38). Según Josué 19:40-48, también asignó la herencia a Dan.
Pero Dan no se apoderó de él. Duras derrotas y otros errores fueron las consecuencias. Al final, incluso
tomó una herencia falsa.
El resultado final de la división de su corazón es terrible y nos hace preguntarnos por qué falta entre los
ciento cuarenta y cuatro mil: “Los hijos de Dan se erigieron aquella imagen tallada” (Jueces 18:30 RA).
Con esta imagen tallada, Dan pre programó la caída del reino de diez tribus de Israel, siglos más tarde
Jeroboam continuó con la idolatría exactamente en el mismo lugar (1 Reyes 12:29). Así, Dan se convirtió
para sí mismo y para Israel exactamente lo que el moribundo Jacob había profetizado acerca de él: “Será
Dan serpiente junto al camino, víbora junto al camino, que muerde el talón del caballo y lo hace caer
sobre su lomo. su jinete” (Gn 49,17). Muchos pueden pecar en secreto durante mucho tiempo, como
Dan, pero eventualmente se convierten en engañadores, anticristos. Con eso tocamos la pregunta:
¿vendrá el Anticristo de la tribu de Dan? Esto no es imposible, ya que el Anticristo debe ser judío y, en
consecuencia, pertenecer a una de las tribus. Dan tiene todas las características del Anticristo, sin tener
en cuenta que, ya en la profecía de Jacob, se le llama "serpiente" y "víbora". Aquí también hay que
recordar la profecía de Moisés, cuando se despedía: “Dan es un cachorro de león, que viene saltando de
Basán” (Deuteronomio 33:22). ¿Es Dan un pequeño león? Esto no puede ser, porque Judá es llamado
"leoncillo" (Gn 49,9), y también nuestro Señor, que descendió de Judá: "He aquí el León de la tribu de
Judá, la Raíz de David" (5:5). Entonces, ¿cómo se puede llamar a Dan un león? Solo uno puede ser el
verdadero conquistador, el verdadero León, el verdadero Cristo, y ese es Jesucristo y no Dan. De esta
manera se debe suponer que el Anticristo proviene de la tribu de Dan. Sin embargo, al final del libro del
profeta Ezequiel encontramos un pensamiento y un final reconfortante.

En los capítulos 47 y 48 se enumeran nuevamente todas las tribus.

Se les devuelve la tierra de su tribu, y Dan es el primero en ser nombrado: “Estas son las tribus,
enumeradas por nombre: en la frontera norte, Dan tendrá una parte; ella seguirá el camino de Hethlon
a Lebo-Hamate; Hazar-enán y la frontera norte, vecina de Damasco, cerca de Hamat [por lo que Siria
también pertenece a Israel] formarán parte de sus límites, desde el lado este hasta el lado oeste.

Aser tendrá una porción; éste hará frontera con el territorio de Dan... Neftalí tendrá una parte; limita
con el territorio de Aser...” (Ezequiel 48:1ss). Por lo tanto, se arrepentirá. También en este caso se
cumplirán las palabras del Señor: "...los últimos serán los primeros".

Volvamos ahora rápidamente al acto maravilloso de sellar a los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel
en Apocalipsis 7. Como hemos dicho, el ángel que lleva el sello del Dios viviente, como lo reconozco, es
el Ángel del Señor, Jesucristo, porque hay otro hecho más que se pasa por alto fácilmente. No está escrito
que guardara en su mano el sello del Dios vivo, sino "que tuviera el sello del Dios vivo" (v. 2). ¿No está
aquí el mismo Dios Triuno que obra por medio de Jesucristo? El "sello" - el Espíritu Santo; “del Dios
vivo” - Dios Padre; y el "ángel" que clama a gran voz - el Hijo, que también dice de los siervos de Dios:
"...hasta que sellemos la frente de los siervos de nuestro Dios" (v. 3).

Este extraordinario sellamiento con el Espíritu Santo por el Ángel del Señor es necesario, porque de otro
modo nadie en la tierra podría escapar de la gran tribulación. Este sellado también es visible. Esto es
extraordinario y contrasta con el sellamiento de los miembros en el cuerpo de Jesús. Quien pertenece a
la iglesia de Jesús está sellado con el Espíritu Santo dentro, en su corazón. Aunque los ciento cuarenta
y cuatro mil están sellados por dentro, el sello también es visible por fuera. Sin embargo, entre nosotros
también debe hacerse visible que el Espíritu Santo habita en nuestros corazones. El Espíritu quiere
glorificar a Jesucristo visiblemente en nuestros rostros. Esos sirvientes están visiblemente sellados, para
que el Anticristo no se atreva a tocarlos. Ya en Ezequiel 9 tenemos un evento similar. Como en
Apocalipsis 7, allí también está escrito: “Entonces le oí clamar a gran voz...” (v. 1). Así seguimos leyendo:
“'Traed aquí a los guardias de la ciudad, cada uno con un arma en la mano'... Y la gloria del Dios de Israel
se levantó de sobre el querubín, donde había estado, y se trasladó a la entrada del Templo. Y el S llamó
al hombre vestido de lino y que tenía el estuche de escribir en su cintura y le dijo: 'Pasa por la ciudad de
Jerusalén y pon una señal en la frente de los que gimen y gimen a causa de todas las prácticas
repugnantes que se hacen en él... matar, sin piedad ni compasión, a ancianos y ancianas, mujeres y
niños. Pero no toques a nadie que tenga la señal '” (Ezequiel 9:1, 3-6). Así también serán protegidos los
ciento cuarenta y cuatro mil durante la gran tribulación. Nadie los tocará. Vemos su opuesto en las
personas marcadas por el Anticristo:

“También [la bestia] obligó a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, a recibir una
marca en la mano derecha o en la frente” (13:16).

¿Eres alguien sellado por el Señor? ¿Tienes el Espíritu de filiación (Romanos 8:16)? Si no, no tienes el
sello del Espíritu Santo y perteneces a la categoría de personas en Ezequiel 9 que sufrirán juicio.

No sigáis siendo miserables e infelices, sino tomad, en esta última hora, la mano traspasada y extendida
de Jesús, y dejad que os perdone y os selle con el Espíritu de filiación.
VIII
La Gran Multitud Incontable y
el Septimo Sello
(Ap. 7.9-8.5)

“9 Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual


nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y
lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a
nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los
ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus
rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la
acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.
13 Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que
están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han
venido?
14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han
salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
emblanquecido en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche
en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su
tabernáculo sobre ellos.
16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos,
ni calor alguno;
17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará,
y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos;”

“1 Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como


por media hora.
2 Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les
dieron siete trompetas.
3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un
incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las
oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba
delante del trono.
4 Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del
incienso con las oraciones de los santos.
5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo
arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un
terremoto.”
La Gran e Innumerable Multitud (Ap 7, 9-17)

E l sexto y el séptimo sello, forma parte del sexto sello, pues esto resultó en tres visiones:

1. Catástrofes cósmicas, que llenan de perplejidad, temor y terror a los hombres: el sol se ennegrece
como tela de negra melena, la luna se tiñe de sangre y la tierra es sacudida por un gran terremoto (6,12-
17).

2. En medio de este juicio se incluye una pausa a cuenta de los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel,
que aún deben ser sellados.

3. La gran multitud vestida con túnicas blancas y con palmas en las manos.

Por lo tanto, las dos primeras visiones se refieren a la tierra ya las personas de carne y hueso. La tercera
visión se refiere al cielo ya los hombres glorificados que están allí. Aun así, el contenido de esta visión es
parte de las otras dos, porque el día grande y terrible del Señor no es un día ordinario de veinticuatro
horas. Todos los sellos y otros eventos que contienen son parte de este día, pero cada uno de estos
eventos representa un período de meses o incluso años.

Lo que el apóstol Juan ahora ve en el cielo es maravilloso: “Después de esto miré, y había delante de mí
una gran multitud, la cual nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, de pie delante del
trono y delante del Cordero, vistiendo túnicas blancas y sosteniendo las palmas. Y clamaban a gran voz:
'La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero'” (v. 9-10).

Aquí vemos el resultado del mayor despertar de todos los tiempos. Es, por así decirlo, una continuación
del capítulo 4, donde Juan ve el trono de Dios y del Cordero y los cuatro seres vivientes con los
veinticuatro ancianos sentados en los tronos.

Ahora bien, esta bendita multitud se suma a los incontables de todas las naciones. Están vestidos con
túnicas blancas y agitan sus palmas de victoria. Alaban a Dios y al Cordero a gran voz: “La salvación es
de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero” (v. 10).

Luego viene la reacción: “Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, los ancianos y los cuatro
seres vivientes. Cayeron sobre sus rostros ante el trono y adoraron a Dios, diciendo:

'¡Amén! Alabanza y gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fortaleza sean a nuestro Dios por
los siglos de los siglos. ¡Amén!'” (v. 11-12).

La alabanza de la multitud innumerable provoca una nueva alabanza; produce una reacción en cadena.
Si nuestra alabanza es "fuerte", es decir, clara y verdadera, producirá una nueva alabanza. El hombre
que entró en la sala del banquete de bodas sin vestido de boda, a lo que el rey preguntó: "Amigo, ¿cómo
entraste aquí sin vestido de boda?" no expresó elogios. De él está escrito: “El hombre era mudo” (Mt
22,12). La alabanza de Dios ha sido silenciada hoy con muchos.

La maravillosa escena que Juan ve ahora parece fácilmente comprensible. Se dan muchos detalles del
origen y carácter de esta gran multitud, de modo que no parece haber dificultad en la explicación. ¡Pero
si! El elogio claro de esta multitud requiere un análisis profundo. Uno de los ancianos pregunta:
“¿Quiénes son estos que están vestidos de blanco y de dónde vienen?” (v. 13). Él sabe la respuesta, pero
quiere enseñarle a Juan y ponerlo a prueba. Esta pregunta no se hace con respecto a los ciento cuarenta
y cuatro mil de Israel, porque allí el caso es claro; ni con respecto a los ángeles, que están alrededor del
trono de Dios; y tampoco sobre las almas debajo del altar. De esta forma, la pregunta se presenta aquí
por primera y última vez en Apocalipsis. Por lo tanto, debe haber algo especial en esta multitud
incontable. Juan está completamente desconcertado por esta pregunta. Él, que estaba tan cerca de
Jesús, que descansaba sobre su pecho, está fuera de sí por esta nueva dimensión de la gracia de Dios,
pues la multitud innumerable no es más que un resultado de la gracia de Dios. Juan no sabe de dónde
viene esta multitud jubilosa y quiénes son estas personas. Al igual que Juan, hasta el día de hoy muchos
comentaristas preguntan:

"¿Quiénes son estos... y de dónde vienen?" Generalmente se puede reconocer del versículo 14 que esta
gran multitud, la cual nadie puede contar, pasó por gran aflicción y lavó sus vestiduras en la sangre del
Cordero, porque todos debemos pasar por tribulación para entrar en el reino de Dios (Hch. 14.22). Sin
embargo, hay opiniones muy diferentes sobre si esta multitud innumerable se compone de personas de
carne y hueso, que están en la tierra, o de espíritus en estado de transición, o incluso de santos
glorificados en sus moradas celestiales. Si preguntamos con los ancianos: “¿Quiénes son estos que están
vestidos de blanco y de dónde vienen?”, entonces es bueno comprobar primero quiénes no son.

De esta manera, podemos aclarar malentendidos de hace décadas.

1. No se trata de los más altos vencedores redimidos; es decir, no los veinticuatro ancianos, que ya hemos
visto. Éstos están coronados y sentados en un trono (cf. caps. 4-5). Sin embargo, estos llevan palmas y
no tienen corona ni trono; tampoco están sentados, sino de pie. Esos aparecen en su lugar celestial antes
de que comiencen la catástrofe y los juicios mundiales. Pero estos - la gran multitud - comparecen ante
el trono mientras se lleva a cabo el juicio en la tierra hasta el sexto sello. La iglesia glorificada, la iglesia
novia, ya estaba en el cielo antes de la “hora de la prueba” (3:10), porque era digna de “escapar de todo
lo que está por suceder” (Lucas 21:36).

Pero los portadores de palma pasan por la gran tribulación y alcanzan el cielo solo de esa tribulación.
Esos, según el capítulo 5.10, son reinos y sacerdotes: "Los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro
Dios, y reinarán sobre la tierra". Pero éstos se muestran como siervos: “Por tanto, están delante del trono
de Dios, y le sirven día y noche en su santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo
sobre ellos” (v. 15). Por lo tanto, es un gran error equiparar la innumerable multitud de palmeros con la
iglesia glorificada y raptada.

2. La multitud innumerable no puede ser idéntica a los ciento cuarenta y cuatro mil sellados, porque el
número de los sellados es fijo y exacto, mientras que de los palmeros se dice expresamente que son una
multitud innumerable. Además, los sellados son israelitas, mientras que la gran multitud es de toda
nación, tribu, pueblo y lengua. Los ciento cuarenta y cuatro mil están sellados para ser guardados en
las tormentas del juicio del séptimo sello, que luego vendrá sobre la tierra. Esta gran multitud, sin
embargo, ya está en el cielo durante esta visión, pero no leemos nada de que sean guardados de la gran
tribulación debido a un sellamiento.

3. La gran multitud tampoco representa a toda la iglesia al final de la gran tribulación, porque ya vemos
a la iglesia glorificada y arrebatada en Apocalipsis 4, por lo tanto, antes de la gran tribulación, ante el
trono del Cordero. Además: si esta multitud innumerable representaba a la iglesia, ¿por qué estaría Juan
inseguro? Porque cuando uno de los ancianos pregunta: “¿Quiénes son estos que están vestidos de
blanco, y de dónde son?”, él responde: “Señor, tú lo sabes” (v. 14). No se atreve a dar una respuesta
concreta. Para Juan, que vio en los veinticuatro ancianos coronados a la iglesia glorificada, esta multitud
innumerable de todos los pueblos, naciones y lenguas es también un misterio. ¡Dios tiene sus misterios
maravillosos! Así, por ejemplo, inicialmente los discípulos no sabían nada de la iglesia de Jesús; todavía
era un misterio para ellos. Después de la resurrección del Señor Jesús, justo antes de ascender al cielo,
le preguntaron:

“Señor, ¿es en este momento cuando restaurarás el reino de Israel?” (Hechos 1.6). No tenían, por tanto,
idea de la iglesia de Jesús entre judíos y gentiles, a la que también pertenecemos. De la misma manera,
tenemos poca idea de esta multitud maravillosamente salvada después de nosotros. Precisamente esta
reacción de Juan nos muestra que aquí no se trata de la iglesia de los primogénitos, sino de una iglesia
de los “nacidos tarde”.

4. También es erróneo pensar que esta multitud innumerable no pasó por la gran tribulación. La
respuesta del anciano es:

"Estos son los que salieron de la gran tribulación..." (v. 14), y nadie tiene razón para dudar de esta
afirmación. En mi opinión, sin embargo, se refiere a algo más profundo. Parece que esta multitud
innumerable fue arrebatada de en medio de la gran tribulación, como si se hubiera interrumpido por
causa de ellos. Sin embargo, esta es una conclusión demasiado cómoda, porque la gran multitud no se
nos muestra durante el tiempo en que están en la gran tribulación, sino solo en el momento en que sale;
cuando ganó Se nos presenta, pues, después de haber pasado y sufrido la gran tribulación. Tenemos
aquí, por así decirlo, una visión del futuro del futuro; un anticipo de lo que aún no está terminado. Sin
embargo, Juan pudo verlo desde la perspectiva eterna junto con los grandes eventos que lo precedieron.
Esta gran multitud será, pues, muy afligida después de la apertura del séptimo sello y durante las siete
trompetas y las siete copas de la ira: se levantará la bestia, el Anticristo, cuya imagen no adorarán. La
consecuencia es el martirio: deben morir por su fe. Aquí en el capítulo 7, como decíamos, ya se nos
muestran de antemano como una gran mies: una multitud que nadie puede contar. ¡Qué despertar
habrá después de que se lleve a cabo el rapto! Sin embargo, es un tiempo de triste despertar, pues si
entonces aún estás en la tierra, porque no escuchaste la voz de Jesús antes del rapto –ahora– aún tendrás
la posibilidad de llegar a la fe, pero serás perseguido. y no puede escapar. Tendrás que pagar con tu vida
tu antigua -actual- indiferencia o falta de decisión. Está escrito, "Estos son los que salieron de la gran
tribulación".

Este es un período descrito en las Escrituras como uno de terror sin precedentes. Daniel también lo vio
y dijo: “Será un tiempo de angustia, cual no lo ha habido desde el principio de las naciones hasta
entonces” (Daniel 12:1). El Señor Jesús también señala ese tiempo que está por venir:

“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora,
ni la habrá” (Mt 24,21). Sin embargo, es precisamente en esta tribulación más grande, más terrible y
única que surge el número probablemente mayor de vencedores. Esto recuerda las palabras: "Pero
donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom. 5:20). ¡Esto también es cierto para hoy, para
ustedes que son pecadores! Dios quiere realizar su gran gracia contigo. Y también es verdad para ti, hijo
de Dios: si tu tribulación es grande, la gloria es tanto mayor:
“Porque nuestros sufrimientos leves y momentáneos están produciendo para nosotros una gloria eterna
que los supera a todos. Por tanto, no pongamos los ojos en lo que se ve, sino en lo que no se ve...” (2 Cor
4, 17-18). Esto es lo que también está escrito en Juan 16:33 y Hechos 14:22.

El hecho de que ahora se use la formulación de la "gran tribulación" prueba lo que se ha dicho antes,
que aquí se le da a Juan un anticipo, que muestra lo que sucederá después del final de la gran tribulación,
porque, aunque el pueblo de Dios tiene que esperar tribulaciones en general en esta época, la palabra
tribulación, como aquí, se usa también de manera especial del tiempo futuro, es decir, del tiempo que
citan Daniel y el mismo Señor Jesús. Las expresiones “tribulación” y “gran tribulación” se refieren
especialmente a la segunda parte de ese tiempo. Sin embargo, no está mal hablar de los siete años como
una gran tribulación, porque el mismo Señor Jesús dice que este tiempo será una “gran tribulación” (cf.
Mt 24, 21; Dan 12, 1). Sin embargo, estrictamente considerada, la verdadera gran tribulación comienza
en la segunda mitad de la semana 70 de años. Los primeros tres años y medio de la tribulación son el
tiempo del engaño mundial a través del Anticristo y especialmente el engaño de Israel, mientras que la
terrible y especialmente grande tribulación tiene lugar en la segunda mitad de los siete años. De las
Escrituras podemos concluir que la tribulación comienza con la firma del pacto entre Israel y el
Anticristo. Esto está a punto de suceder, y entonces todo sucederá muy rápidamente. El templo estará
entonces nuevamente en su lugar original (donde ahora se encuentra la Cúpula de la Roca, la mezquita
de Omar), y el servicio sacrificial judío estará en efecto (cf. Dan. 9:27). Después de tres años y medio
habrá un período de aflicción incomparable y de juicio terrible sobre toda la tierra (cf. Ap 3, 10).

Este es un tiempo especial, el tiempo de angustia de Jacob (Jeremías 30:7). Hablaremos sobre los
detalles de la gran tribulación en detalle más adelante, pero aquí hay algunas palabras clave sobre la
última parte de la semana 70 de los años:

Es el tiempo del dominio cruel de la bestia que emerge del mar, del Anticristo (13,1). Al comienzo de los
últimos tres años y medio romperá la alianza con los judíos, mostrándose en el templo y exigiendo la
veneración divina. Esto es lo que dice el Señor Jesús en Mateo 24:15, refiriéndose a Daniel 9:26-27.
Pablo dice lo mismo en 2 Tesalonicenses 2:4.

La interferencia activa de Satanás, quien está lleno de furor (12:12) y entrega su poder a la bestia (13:4),
es otra característica terrible de esta gran tribulación. En ese momento los demonios desarrollarán una
actividad nunca antes vista (cf. 9:2, 11, 20). El tiempo de los terribles juicios causados por el
derramamiento de las copas de la ira de Dios (cap. 16).

Con eso, ahora sabemos exactamente de dónde o de qué situación viene la gran muchedumbre. Entonces
llegamos a la pregunta: ¿Quiénes son las personas de esta gran multitud? Se trata de personas “de toda
nación, tribu, pueblo y lengua”. Vienen de todos los niveles de la humanidad; hay negros, blancos,
amarillos y rojos.

Es ante todo la gente de nuestros países civilizados y cristianizados, que se quedaron atrás en el Rapto
porque eran cristianos nominales. Despreciaron la advertencia del Señor: "Así también vosotros estad
preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos lo esperéis" (Mt 24,44). Una gran
parte de estos llamados cristianos se quedarán atrás, porque no le dieron importancia a la proximidad
del rapto y no se prepararon, como en el tiempo de Noé. Del tiempo de Noé el Señor Jesús dice breve y
sucintamente: “Porque en los días antes del Diluvio el pueblo estaba comiendo y bebiendo, casándose y
dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y nada supieron hasta que vino el
Diluvio...” (Mt 24,38-39). Entonces se dieron cuenta, pero ya era demasiado tarde. Así será en el Rapto.
Muchos de los que hoy lo dan por sentado llegarán más tarde a una fe viva en Jesucristo. Se arrepentirán
decididamente y se convertirán en lágrimas. Con su conversión, sin embargo, el llanto no cesa, al
contrario. Si está escrito: “Nunca tendrán hambre, nunca tendrán sed” (7:16), entonces imaginamos lo
que tuvieron que pasar cuando se unieron a la multitud innumerable, porque durante la gran tribulación
habrá mucha hambre y sed. en la tierra; todo será destruido. Del versículo 16 se concluye además que
tendrán que sufrir bajo un calor extremo, pues se les promete que esta aflicción habrá terminado en
gloria: "No los afligirá el sol, ni ningún calor abrasador".

Dios mismo morará sobre ellos y será su protección: “Por tanto, están delante del trono de Dios, y le
sirven día y noche en su santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre
ellos” (7:15). Por lo tanto, él mismo los protegerá. De esto concluimos todo lo que sufrieron. El horror
de los que quedan atrás debe ser terrible. Tomemos, por ejemplo, una pareja: uno de los cónyuges es
creyente en el Señor Jesús; el otro, no. Ahora el rapto ocurre de repente. Qué desesperación se apoderará
del incrédulo cuando se dé cuenta: mi mujer (o mi marido) ha desaparecido. Entonces escucha noticias
de desapariciones por todas partes y se da cuenta de que ha sucedido aquello de lo que hablaba el
cónyuge creyente. Allí, pues, comienzan también los juicios divinos; primero los siete sellos, luego las
siete trompetas y finalmente las siete copas de la ira.

En esta gran multitud no sólo hay muchos cristianos nominales que luego se convirtieron, sino sin duda
también muchos millones del tercer mundo que aún no conocen el mensaje evangélico. Por eso
tratamos, por ejemplo, de llegar a las masas con nuestra literatura en América del Sur. La mayoría de la
gente acepta con gusto la literatura y comienza a leer los folletos mientras está en la calle. Muchos
posiblemente vuelvan a su rutina más tarde, sin decidirse por el Señor. Sin embargo, cuando el día de la
ira del Cordero haya llegado y el Universo comience a desmoronarse, recordarán y escudriñarán la Biblia
y tal literatura, reconociendo de qué se trata. En todo el mundo, personas de todos los idiomas y pueblos
suplicarán misericordia y se convertirán.

Hoy, sin embargo, necesitan escuchar el llamado alto y claro:

“Arrepentíos, que el Señor está cerca”, ya sea a través de la literatura, la radio, los videos o cualquier otra
oportunidad. Sin embargo, todas las personas que se conviertan después del rapto ya no tendrán la
oportunidad de convertirse en miembros del cuerpo de Cristo y de pertenecer a la novia del Cordero.
Como dijimos antes, no reciben una corona o un trono.

Muchos pueden estar en desacuerdo, diciendo: "No es posible que, después del Rapto, la gente todavía
pueda convertirse, porque entonces el Espíritu Santo ya no estará en la tierra". Que el Espíritu Santo
entonces habrá sido quitado de la tierra con la iglesia es correcto, pero la obra del Espíritu Santo sigue
siendo la misma. Tomemos a Rembrandt como ejemplo: Rembrandt se fue hace mucho tiempo, pero
sus obras siguen vivas. La obra del Espíritu Santo consiste en vivificar la Palabra de Dios en el corazón
de los hombres. El que ha oído el evangelio tiene un aguijón en su corazón. Podríamos describirlo como
una bomba de relojería positiva, desencadenada por el Rapto.

Los efectos secundarios de la Palabra de Dios producirán milagros de gracia. Así, muchos exclamarán:
“¡Señor Jesús, acéptame, que soy pecador!”. Entonces nadie será rechazado, porque el Señor Jesús dijo:
“Al que a mí viene, nunca lo rechazaré” (Juan 6:37).

Aunque el Espíritu Santo haya sido retirado de la tierra con la iglesia, seguirá actuando en soberanía
divina, como lo hizo antes del Gólgota y Pentecostés en y a través de los profetas (2 Pedro 1:20-21). La
diferencia es que antes de Pentecostés nadie renacía por el Espíritu Santo. El Espíritu no actuó como
Espíritu de filiación (Rm 8,16), sino que participó, por ejemplo, en la Creación: "... el Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas" (Gén 1.2).

En este sentido, podemos ver las extraordinarias secuelas del Espíritu Santo durante la gran tribulación,
pues es claro: si leemos en el capítulo 7:14 que lavaron sus vestiduras en la sangre del Cordero, entonces
el Espíritu de Dios está en el trabajo (1 Juan 5:6).

Estos salvados no tendrán la experiencia del renacimiento tal como la conocemos, ya que, según 1
Corintios 12:13, todos fuimos bautizados, en un solo Espíritu, en un solo cuerpo, pero, mediante el
arrepentimiento y la conversión, serán salvos para la eternidad. En el versículo 14 se prueba que
realmente se convirtieron: "... lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero".
Aquí llama la atención una cosa más: ¿por qué se habla dos veces de la ropa? Porque con esta gente
pasaron dos cosas.

Primero, lavaron sus ropas, sus entrañas, en la sangre del Cordero; se arrepintieron y se convirtieron.
Segundo: renunciaron a sus vestiduras, a sus cuerpos, y se hicieron uno con Jesús en su muerte. Después
de dejar sus vidas, se alcanzó el número de mártires que esperaban debajo del altar los mártires, quienes
ya habían recibido una túnica de honor: “Entonces cada uno de ellos recibió una túnica blanca, y se les
dijo que esperaran un poco más. hasta que se completó el número de sus consiervos y hermanos que
habían de ser muertos como ellos” (6:11). El número de mártires ahora se ha completado, y están ante
el trono y el Cordero, alabando al Padre y al Hijo. Babilonia no pudo vencerlos. La fuente de su
bienaventuranza es el Cordero, porque “el Cordero que está en medio del trono será su Pastor; él los
guiará a manantiales de agua viva” (v. 17).

Su sufrimiento se transformará en gloria resplandeciente porque Dios mismo "enjugará toda lágrima de
sus ojos". El Eterno enjugará de cada uno, individualmente, las muchas lágrimas que derramaron.
¡Entonces la gloria brillará! Día y noche podrán estar en tu casa para servirte (v. 15). Así que, si será tan
grande la gloria de los “que quedan” que tuvieron que dejar la vida, cuán grande será entonces la gloria
de los arrebatados antes de la gran tribulación, de la novia del Cordero. Por eso se hace la exhortación:
hoy, si oyes su voz, no endurezcas tu corazón, sino entrégaselo a Jesús, porque “ni el ojo vio, ni el oído
oyó, ni la mente imaginó lo que Dios ha preparado para aquellos”. que lo aman.” (1Co 2:9).

El Séptimo Sello (Apocalipsis 8:1-5)

1 Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
2 Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
3 Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso
para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
4 Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los
santos.
5 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y
voces, y relámpagos, y un terremoto.

El apóstol Juan permanece en el cielo, en espíritu. Es testigo presencial del gran y singular
acontecimiento. El Cordero, quien es el único digno, abre los siete sellos del libro, lo que resulta en la
ruptura de los juicios de Dios retenidos por mucho tiempo en la tierra. Lo que leemos aquí en estos
versículos está por suceder, porque el rapto de la iglesia de Jesús de la tierra podría ocurrir en cualquier
momento. Todo lo que Juan ve incluye la continuación de estos juicios continuos de Dios. El libro que
el Cordero se llevó todavía está en vuestras manos. Ya se han abierto seis sellos, de los cuales hemos
visto las consecuencias. Un sello, el séptimo, aún no se ha abierto. Las consecuencias de este sello son
las más importantes, pues de él salen las siete trompetas y, posteriormente, las siete copas de la ira de
Dios. En el Antiguo Testamento tenemos un paralelo a esto. Los hijos de Israel tenían que dar la vuelta
a Jericó una vez al día durante seis días, y siete veces el séptimo día. La séptima vez cayeron los muros
de Jericó (Josué 6).

Los sufrimientos de Job fueron tan grandes que sus amigos se sentaron en silencio con él durante siete
días. Siempre es así, como si el Señor Dios extendiera los juicios para dar a los hombres más tiempo
para pensar. Esto también es lo que ves con personas individuales. Es admirable cuán grande es la
paciencia de Dios. Él puede darle a una persona décadas de tiempo para arrepentirse. Esto es lo que dice
Pedro en 2 Pedro 3:9: “El Señor no tarda en cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario,
tiene paciencia con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos lleguen al
arrepentimiento”. ¿No está relacionada con esto la primera y principal consecuencia de la apertura del
séptimo sello? Resulta que en el versículo 1 está escrito: “Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio
en el cielo como por media hora”. No se dice media hora, sino alrededor de media hora. La traducción
holandesa dice omtrent; el inglés, por alrededor de. Eso significa un poco más o un poco menos de
media hora. Esta vaga información tiene, hasta donde puedo entenderlo, dos razones: 1) en la eternidad
en el cielo, no hay reglas de tiempo. Allí ha pasado el tiempo y todo es eterno presente. Ahí está, lo que
fue, lo que es y lo que está por venir; 2) porque se ha indicado un tiempo terrenal, también podemos
calcularlo terrenalmente. La gran tribulación dura siete años y corresponde a la semana 70 de los años
de Daniel. Una semana de años son siete años; esta semana 70 corresponde a los siete años de la
tribulación. Media hora es 1/48 de un día, o en este caso un año. Un año bíblico se cuenta como un año
lunar de 360 días. Así llegamos a los siete días y medio.

En el séptimo sello, Dios da, pues, siete días más de plazo, y además, en su longanimidad, medio día
más. También fue así con Noé. Cuando Noé hubo construido el arca exactamente de acuerdo con las
instrucciones del Señor, los animales habían entrado y él mismo con su familia estaba dentro de ella, el
Señor Dios le dijo:

“Dentro de siete días haré llover sobre la tierra...” (Gn 7,4). Dios una vez más dio un plazo más allá del
ya establecido. Quería y quiere que todos lleguen al arrepentimiento. La apertura del séptimo sello tiene
consecuencias nefastas, pero primero hay, como vemos, alrededor de media hora de silencio. Es
esclarecedor: cuando se abrió el primer sello, una poderosa voz dijo “¡Ven!”. También es posible
traducirlo como “¡Adelante!”. Lo mismo ocurre con el segundo, tercero y cuarto sellos (6:1-7). En el
quinto sello se escuchó el gran clamor de las almas de los mártires (6-9-10). La apertura del sexto sello
provocó un tremendo estremecimiento en el cielo y en la tierra, y el terror y el asombro se apoderaron
de los hombres. En la apertura del séptimo sello, sin embargo, no se escucha ninguna voz, no se percibe
ningún movimiento; por el contrario, hay una intención que causa reverencia: “... se hizo silencio en el
cielo como por media hora”. Todo el cielo está quieto; fue silenciada la poderosa alabanza de todos los
poderes de los ángeles, de los veinticuatro ancianos y de los seres vivientes en honor de Dios y del
Cordero. Sin embargo, precisamente este silencio ya ha causado mucho revuelo aquí en la tierra,
especialmente en la interpretación del Apocalipsis. En parte, esto se debe a que no se ve que los eventos
en la visión de Juan sucedan en orden cronológico.

Con los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel, que fueron sellados, hubo también una pausa en el juicio;
sin embargo, sin indicación de tiempo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que
hayamos sellado la frente de los siervos de nuestro Dios” (7:3). Con los ciento cuarenta y cuatro mil se
indica el objeto de la interrupción del juicio (el sellamiento); aquí no. Sin embargo, en este silencio de
aproximadamente media hora Dios habla más perceptiblemente. Dios siempre habla más fuerte cuando
hay silencio en nosotros. Pensemos en las palabras: “Estad quietos y sabed que yo soy Dios” (Sal 46,10
RA), o:

“¡Cállate ante mí, oh islas!” (Isaías 41:1). En el momento en que el Hijo de Dios, durante su vida terrena,
estuvo en completo silencio, habló con más fuerza y con más insistencia de la gran misericordia de Dios:
“Fue oprimido y afligido; y sin embargo no abrió su boca; como un cordero, fue llevado al matadero; y
como oveja que permanece muda delante de sus trasquiladores, no ha abierto su boca.”

(Isaías 53:7). ¿No es este silencio de aproximadamente media hora en medio del juicio una revelación
del carácter del Cordero? ¿No es una profunda revelación desde dentro del Dios Triuno? A pesar de estos
juicios, no está en el terremoto, ni en el viento, ni en el fuego, sino en un profundo silencio. Él no está
en el juicio mismo; no, está en el silencio de la gracia.

Pensemos en un acontecimiento del Antiguo Testamento. Elías, el siervo de Dios, se desanimó y huyó
de Jezabel. Cuando el Señor lo encontró, leemos: “El S le dijo: 'Sal y párate en la montaña en presencia
del S, porque el S pasará.' Entonces vino un viento recio que partió las montañas y destrozó las rocas
delante del Señor, pero el Señor no estaba en el viento.

Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto
hubo un incendio, pero el Señor no estaba en él. Y tras el fuego se oía el murmullo de una suave brisa.
Cuando Elías escuchó, se tapó el rostro con el manto, salió y se paró a la entrada de la cueva. Y una voz
le preguntó: '¿Qué haces aquí, Elías?'” (1 Reyes 19:11-13).

Notamos, por lo tanto, con santa reverencia, que aquí en esta media hora, al abrirse el séptimo sello, el
Señor revela la profundidad de su carácter. Esta escena de media hora de silencio en el cielo -es un
silencio solemne- no debe entenderse en sentido figurado, sino literal. Este es un evento histórico que
está por suceder.

Esta pausa divina afecta a todos los seres vivos, a todos los ángeles ya los bienaventurados del cielo.

El centro de este silencio es el trono de Dios y del Cordero. Los siete días y medio de silencio parecen
indescriptiblemente largos. En Israel, cuando se recuerda a los caídos en la guerra -y este día
conmemorativo se celebra todos los años- a las once de la mañana suena la sirena y sigue un minuto de
silencio. Todo se detiene, incluido el tráfico. Los conductores salen de los autos y se paran sin moverse.
Ese minuto de silencio siempre parece durar mucho tiempo. En las Escrituras nada se dice del efecto en
la tierra de este período de media hora de silencio, así que en el versículo 2 miramos de nuevo al cielo:
“Vi a los siete ángeles de pie delante de Dios; les fueron dadas siete trompetas.” Si se dice de los ángeles,
"...que están de pie delante de Dios", entonces significa que están continuamente delante del rostro de
Dios. Estos son los arcángeles, los seres creados más elevados. Aquí tenemos una vista de la jerarquía
del cielo. Daniel ya ha hablado de príncipes angélicos. Miguel es descrito como uno de los primeros
príncipes angelicales, que defiende a Israel (Daniel 10:13; 12:1). Gabriel es también un príncipe angélico,
que está delante de Dios, porque cuando anuncia el nacimiento del Señor a María, dice: “Yo soy Gabriel,
que siempre estoy en la presencia de Dios” (Lucas 1:19).
Los siete ángeles que están ante Dios como sus servidores directos tienen un poder inimaginable. Esto
ya se puede concluir del Antiguo Testamento, ya que siempre sucedían grandes cosas cuando los ángeles
actuaban por mandato de Dios, como por ejemplo en 2 Reyes 19,35, donde se lee: “Aquella noche salió
el ángel del Señor y mató a cien y ochenta y cinco mil hombres en el campamento asirio.

Cuando la gente se levantó a la mañana siguiente, ¡el lugar estaba lleno de cadáveres!”. De hecho, los
ángeles actuaron con frecuencia en la historia de Israel como mensajeros de Dios (Sal 103, 20-21). Los
príncipes angélicos están al mismo nivel que la hermosa estrella de la mañana antes de que cayera y se
convirtiera en Satanás (Isa. 14:12), porque más tarde Miguel luchó contra Satanás (Judas 9).

Los siervos de Dios, sean ángeles u hombres, que están ininterrumpidamente en la presencia de Dios,
tienen grandes tareas y son sus siervos con mayor autoridad. El profeta Elías era uno de esos siervos, y
podía decirle a Acab: "Tan cierto como el, Dios de Israel, en cuya presencia estoy…” (1 Reyes 17:1 RA).
Estar delante de Dios era su fuerza. ¡Cuántas cosas el Señor ya podría haber confiado y hecho a través
de ti si hubieras continuado continuamente en Su presencia! Pero esto requiere la aceptación completa
de la luz omnipresente, y allí la oscuridad no puede resistir; no puede quedar más pecado.

A los siete arcángeles “fueron dadas siete trompetas” (v. 2). La Biblia cita muchas trompetas. Estas aquí
no son solo trompetas de guerra como en Jericó, donde los sacerdotes las tocaron; no se trata
simplemente de las trompetas que se tocaban en las fiestas, especialmente en “la reunión sagrada
celebrada con toques de trompeta” (Levítico 23). Ni son las trompetas para reunir al pueblo que se
oyeron cuando se dio la ley en el Sinaí, ni son simplemente las trompetas con las que se proclamaba un
nuevo rey y su toma de posesión, o la edificación del templo. Todas estas trompetas eran modelos,
indicaciones proféticas de las trompetas celestiales, cuya plenitud divina vemos aquí: siete trompetas
que proceden del séptimo sello. Estamos aquí en el tiempo del "día del Señor" que, como hemos citado,
no dura veinticuatro horas, sino que abarca un período de juicios de siete años. En Sofonías 1:16 también
se le llama "el día de los toques de trompeta". Cabe señalar que en el capítulo 8 no solo tenemos profecía
para el futuro, sino también profecía ya cumplida en el pasado, porque cuando se dio la ley en el Sinaí,
sonó una trompeta muy fuerte. Dios mismo descendió en fuego, y en Éxodo 19:18 está escrito que toda
la montaña estaba cubierta de humo y temblaba violentamente. Aquí en Apocalipsis, justo en la primera
trompeta, también cae fuego del cielo: “El primer ángel tocó su trompeta, y granizo y fuego mezclados
con sangre fueron arrojados sobre la tierra. Se quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los
árboles y toda la hierba verde” (v. 7). Según Números 10.9 y 31.6, la trompeta se tocaba en caso de peligro
de guerra. Con las siete trompetas de los ángeles tocan guerra contra la bestia, hasta que aparece el
Cordero y la acaba; hasta que la victoria de Jesús se establezca en todo el mundo. Aquí, por lo tanto,
tenemos el cumplimiento del juicio final, que ya ha sido representado en diferentes trompetas.

Sin embargo, antes de que estos siete poderosos ángeles puedan tocar sus trompetas, "otro ángel"
aparece de repente: "Otro ángel... vino y se paró junto al altar" (v. 3). Realiza una tarea
extraordinariamente elevada a la que, en el Antiguo Testamento, sólo tenía derecho el sumo sacerdote.
Incluso los ángeles no tenían derecho a realizar tal acto. Note cómo este “otro ángel” se presenta a sí
mismo en dignidad sacerdotal y se para junto al altar.

En la tierra este altar de incienso estaba directamente ante la faz de Dios; aquí está en el cielo. ¿Qué hace
este “otro ángel”? Él “trajo un incensario de oro... Se le dio mucho incienso para ofrecerlo con las
oraciones de todos los santos sobre el altar de oro delante del trono” (v. 3). ¡Ese otro ángel debe ser
“otro” en el verdadero sentido de la palabra! Ya encontramos la expresión “otro ángel” en Apocalipsis
7,2: “Entonces vi otro ángel que subía del oriente, que tenía el sello del Dios vivo”. ¡No puede ser otro
que Jesucristo!

“Pero para ustedes que honran mi nombre, saldrá el sol de justicia...” (Mal 4:2). ¡Y aquí debe estar el
Sumo Sacerdote celestial, quien realiza la tarea en el altar de oro del incienso!

Si en la media hora de silencio en el cielo vimos revelado su carácter, ahora miramos la obra de su
Espíritu a través de todos los santos, a saber, la oración: “A él se le dio mucho incienso para ofrecer con
las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro delante del trono. Y el humo del incienso subía de
la mano del ángel delante de Dios con las oraciones de los santos. Entonces el ángel tomó el incensario,
lo llenó del fuego del altar y lo arrojó sobre la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto”
(vv. 3-5). Estas son todas las oraciones de todos los santos de todos los tiempos, con doble efecto. 1) El
efecto sobre Dios: dulce aroma sube a su presencia. 2) El efecto en esta tierra: juicios. La obra del
Espíritu Santo en la tierra no es solo transfigurar a Jesús en nosotros, sino también que ore a través de
nosotros: “Así también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos orar, pero el El
Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Rom 8, 26).

Por "mucho incienso" debemos entender el incienso y la mirra. Sin embargo, el Hijo de Dios no lo recibió
para sí, porque está escrito: "... para ofrecer con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro
delante del trono". Así debe entenderse que la gran cantidad de incienso que se le da es el maravilloso
poder de su ministerio mediador. Jesucristo une el mucho incienso que recibió de su Padre con las
oraciones de los santos y el fuego del altar.

Tenga en cuenta las palabras: "dado" y "oferta". Se le ha dado y él lo ofrece. Este es su principio. Lo
encontramos también en la oración del sumo sacerdote: “Ahora saben que todo lo que me has dado viene
de ti. Porque les di las palabras que me diste, y ellos las aceptaron. Sabían verdaderamente que salí de
ti, y creyeron que tú me enviaste... Yo les di la gloria que tú me diste” (Jn 17,7-8,22).

Encontramos el mismo pensamiento aquí en el cielo, pero de una manera aún más completa. El poder
mediador de Jesucristo, junto con las oraciones de los santos, tiene un maravilloso doble sentido desde
la perspectiva de los innumerables oradores: por la oración en el nombre de Jesús dirigida al Padre, le
dan toda confianza como único Mediador. entre Dios y ellos... Con esto honran también a la Altísima
Majestad, que lo tuvo por digno y lo consagró por gran Sumo Sacerdote en este supremo oficio. Dios le
dio este incienso; Jesús no lo tomó para sí mismo, aunque ese hubiera sido su derecho, como el fruto de
su obediencia hasta la muerte y muerte en una cruz. Cristo, sin embargo, no se honró a sí mismo y no se
instaló en el oficio de gran Sumo Sacerdote. No, Dios mismo lo hizo: “De la misma manera Cristo no
tomó para sí la gloria de ser sumo sacerdote, sino que Dios le dijo: 'Tú eres mi Hijo; Yo te he engendrado
hoy'” (Hebreos 5:5).

El propósito de mucho incienso está claramente descrito en Apocalipsis, por lo que enfatizamos una vez
más: "... se dio mucho incienso para ofrecer con las oraciones de todos los santos...".

Él se une a nosotros; ¡sí, él garantiza cada oración en la fe que asciende al Padre en el precioso nombre
de Jesús! Esto es lo que el Señor Jesús dice dos veces en Juan 14:13-14: “Y todo lo que pidáis en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré»
(cf. también Jn 15,16; 16,23-24).
¿Por qué este sacrificio de oraciones, esta solemnidad de las oraciones reunidas de todos los santos de
todas las edades, se ofrece como incienso justo antes del tiempo en que sonarán las siete trompetas del
juicio? ¿Por qué este gran evento está incluido en el séptimo sello, después de los siete días y medio de
silencio? Ya en el capítulo 5.8 vemos que los veinticuatro ancianos, los representantes coronados de la
iglesia raptada, se postran ante el Cordero con copas de oro llenas de incienso. Esto fue al principio de
los siete sellos: “Al recibirlo [el libro], los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron
delante del Cordero. Cada uno de ellos tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las
oraciones de los santos”. Luego cantan la nueva canción. Sin embargo, todavía no se habla de una
respuesta a las oraciones.

Los propios santos glorificados elevan sus oraciones ante el Cordero, como un acto de adoración, en la
confianza de que el Señor está dispuesto a escucharlos plenamente. En el capítulo 5 esperan una
respuesta. Pero aquí, en el capítulo 8, es el mismo Cristo, en forma de “otro ángel”, quien los levanta.
¡Él, el gran Sumo Sacerdote, lleva las oraciones en el incensario de oro, las impregna con el dulce aroma
de su favor ganado, las santifica con fuego santo y las ofrece en el altar de oro ante el trono del Eterno!
Es como si Jesucristo actuara como garante, diciendo a Dios su Padre: "Oh Dios, ahora es el momento
de responder a esta oración, que consiste en todas las oraciones de todos los comprados con mi sangre".
Ahora ha llegado el día de responder a la oración que el Señor nos enseñó: “Venga tu reino; Hágase tu
voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Así que recalquemos aquí nuevamente: ninguna oración de
los santos en Jesucristo que tenga como motivo la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad de
Dios será perdida u olvidada.

¡Prueba las razones de tus oraciones! ¿Es vuestra intención que el Señor sea glorificado, que se haga su
voluntad y que se establezca su reino? ¿O estás siempre ocupado contigo mismo en tus oraciones? ¿Oras
por la conversión de los miembros de tu familia para que tu vida sea más fácil, o te preocupa que el
nombre del Señor no siga siendo blasfemado por su conducta impía? ¿Os interesa que su nombre sea
alabado, que pronto se establezca su reino y que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo? ¡Tales
oraciones son escuchadas!

¿Con qué propósito fueron entregadas las trompetas en manos de los siete arcángeles? ¿Por qué son
convocados estos poderosos seres para derramar sus plagas sobre la tierra, y cuáles son las
consecuencias de sus acciones? Respuesta: ¡la revelación del poder y la gloria del reino, por cuyo
comienzo los santos hasta el rapto nunca cesaron de orar! "Venga tu reino; Hágase tu voluntad, así en
la tierra como en el cielo”. Se trata de establecer el dominio de Dios donde ahora hay impiedad, violencia
y pecado.

Oremos esta oración hasta que seamos arrebatados. Entonces lo traeremos al Señor, en tazones de oro,
y él lo aceptará y lo unirá con el incienso de su mediación. “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).

Entonces, si el sacrificio de las oraciones ocurre justo en el momento en que los siete ángeles están listos
para tocar las trompetas del juicio, es porque ahora es el momento de recordar las oraciones que aún
necesitan ser respondidas. Sin embargo, el hecho de que los siete ángeles con sus siete trompetas
aparezcan primero para presenciar el acto poderoso del “otro ángel”, el Sumo Sacerdote Jesucristo, con
las oraciones de todos los santos, prueba la estrecha relación entre la respuesta a las oraciones de todos
los santos y las siete trompetas del juicio. Mira: el Señor, ya en forma de “otro ángel”, da la señal de la
apertura del día de la ira del Cordero: “Entonces el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar
[fuego es juicio, consume] y échalo sobre la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y un terremoto.”
Al abrirse el sexto sello, los hombres pensarán que han comenzado los últimos y peores días. Los
primeros sellos, los cuatro jinetes, fueron y son solo mensajeros de cosas aún más grandes y terribles.
Debemos recordar que nosotros, como la iglesia de Jesús, oramos: “Venga tu reino; Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo”, somos el desencadenante de estos juicios. Aquí también vemos el poder
ilimitado y maravilloso de la oración: el Hijo de Dios es tocado por ella, la Majestad se mueve en su
trono; los ángeles más altos se conmueven; por ella se produce el más terrible espectáculo del día del
juicio; ¡Los poderes de los cielos se agitan y la tierra se desgarra! Verdaderamente somos colaboradores
de Dios (1 Cor. 3:9). Nuestra mayor tarea es orar para traer el reino de Dios.

Con esto, sin embargo, oramos también por la venida del juicio. Porque mientras los juicios crecientes
tienen lugar en respuesta a las oraciones de todos los santos, esto también incluye la siguiente
advertencia: en todos los lugares donde no hay oración ferviente, temor de Dios y santificación, tampoco
habrá bienaventuranza.

De la misma manera se sigue que quien no anhele y ore por el pronto regreso de Jesús, al final de este
período de prueba no pertenecerá a aquellos santos glorificados, cuyas oraciones serán entonces
contestadas tan poderosamente, sino a aquellos contra quienes estos terribles juicios están dirigidos.,
porque "si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo" (Rom. 8:9). ¡Oh tierra, tierra, tierra!
¡Escucha la Palabra del Señor! Después del rapto todo esto sucederá muy seguramente y muy
rápidamente.
IX
Las Trompetas del Juicio
(Ap. 8.6-9.21)

“6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron


a tocarlas.
7 El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego
mezclados con sangre, que fueron lanzados sobre la tierra; y la
tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba
verde.
8 El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña
ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte
del mar se convirtió en sangre.
9 Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el
mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.
10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran
estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera
parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.
11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las
aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a
causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.
12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte
del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las
estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no
hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche.
13 Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a
gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de
los otros toques de trompeta que están para sonar los tres
ángeles!”
“Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo
arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un
terremoto.”

“1 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del


cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo
de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del
pozo.
3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder,
como tienen poder los escorpiones de la tierra.
4 Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa
verde alguna, ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres
que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen
cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión
cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la
hallarán; y ansiarán morir, pero la muerte huirá de ellos.
7 El aspecto de las langostas era semejante a caballos
preparados para la guerra; en las cabezas tenían como coronas
de oro; sus caras eran como caras humanas;
8 tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de
leones;
9 tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era
como el estruendo de muchos carros de caballos corriendo a la
batalla;
10 tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en
sus colas tenían poder para dañar a los hombres durante cinco
meses.
11 Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre
en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
12 El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de
esto.
13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro
cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios,
14 diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los
cuatro ángeles que están atados junto al gran río Eufrates.
15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados
para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de
los hombres.
16 Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos
millones. Yo oí su número.
17 Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían
corazas de fuego, de zafiro y de azufre. Y las cabezas de los
caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego,
humo y azufre.
18 Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los
hombres; por el fuego, el humo y el azufre que salían de su boca.
19 Pues el poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas;
porque sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas, y con
ellas dañaban.
20 Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas,
ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron
de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de
bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír,
ni andar;
21 y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías,
ni de su fornicación, ni de sus hurtos.”
Introducción (Ap. 8.6)

6 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.

A quí la cronología es muy clara. El período de prueba de aproximadamente media hora (8:1) ya ha
pasado, y los juicios que comenzaron con la apertura del séptimo sello quitan del camino los
obstáculos para la fundación del reino de Dios en la tierra. O el terror y el horror que traen las siete
trompetas del juicio (8–11) son anuncios grandiosos de que el Rey de reyes tomará el trono. No es
casualidad que aquí se hable de trompetas, pues en el Antiguo Testamento se anunciaba la toma de
posesión de un nuevo rey con el sonido de las trompetas. Así, por ejemplo, fue la de Salomón en 1 Reyes
1:34: “Allí el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán por rey sobre Israel. En ese momento toca la
trompeta y grita: ¡Viva el rey Salomón!”.

Así está escrito de nuevo en el mismo capítulo, en el versículo 39:

“El sacerdote Sadoc tomó el cuerno con aceite de la tienda y ungió a Salomón. Entonces se tocó la
trompeta y todo el pueblo gritó: '¡Viva el rey Salomón!'”. Más adelante observamos lo mismo con el joven
rey Joás: “Y he aquí, el rey estaba de pie junto a la columna, conforme a la costumbre, y los capitanes y
los trompetas junto al rey, y todo el pueblo de la tierra se regocijaba, y las trompetas soplaron” (2 Reyes
11:14 RA). Con ese sonido, Joás fue proclamado rey.

Aquí en Apocalipsis suenan las trompetas del juicio y se ejecutan juicios sobre un mundo maduro para
ello, para que llegue el Rey de gloria, el Rey de reyes, Jesucristo.

Para que no se pierda el panorama de los acontecimientos: en los capítulos 6 al 8.1 del Apocalipsis
leemos acerca de los siete sellos que se abren; en los capítulos 8.2 al 9.21 y 11.15-19 leemos de las siete
trompetas del juicio; y en los capítulos 15 y 16 tenemos las siete copas de la ira. Con estas copas de ira,
figurativamente, se quita la última tierra de debajo de los pies del Anticristo y su ejército, porque el
Señor está comenzando a tomar el reino (17).

Es de notar que, en estas tres oleadas de siete juicios, las catástrofes aumentaron en intensidad: en la
apertura de los sellos, que sólo el Cordero es digno de abrir, se alcanza la cuarta parte de la tierra:

“Miré, y delante de mí había un caballo amarillo. Su jinete se llamaba Muerte, y Hades lo seguía de cerca.
Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia
y con las fieras de la tierra” (6:8).

Cuando se tocan las trompetas, es la tercera parte: “El primer ángel tocó su trompeta, y granizo y fuego
mezclados con sangre fueron arrojados sobre la tierra. Se quemó una tercera parte de la tierra, una
tercera parte de los árboles y toda la hierba verde. Un tercio de las criaturas marinas murió y un tercio
de los barcos fueron destruidos. El nombre de la estrella es Absinthe. La tercera parte de las aguas se
amargó, y muchos murieron por la acción de las aguas que se amargaron... y la tercera parte del sol, la
tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas fueron heridas, de modo que la tercera parte de
ellos se oscurecieron. La tercera parte del día estuvo sin luz, y también la tercera parte de la noche”
(8.7,9,11,12). También encontramos lo mismo en el capítulo 9.18: “La tercera parte de la humanidad fue
muerta por las tres plagas…”.
En el derramamiento de las copas de la ira, el mundo entero es afectado: "El segundo ángel derramó su
copa en el mar, y se convirtió en sangre como de un muerto, y murió toda criatura que habitaba en el
mar".

(16.3). Para que podamos ver claramente el aumento gradual de los juicios, analicemos también el
versículo 14 del capítulo 16: “Son espíritus de demonios que hacen señales; ellos van a los reyes de todo
el mundo, para reunirlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.” Todo esto será
experimentado por aquellos que todavía están en la tierra. Por eso se dice en el capítulo 12:12:
“¡Celebradlo, pues, oh cielos, y los que moráis en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar...!

No es sólo la intensidad de los juicios lo que aumenta, sino también el endurecimiento de los hombres.
Al abrirse el sexto sello todavía gritan aterrorizados: "... escóndenos del rostro de aquel que está sentado
en el trono y de la ira del Cordero". (6.16). En el tiempo de la sexta trompeta, sin embargo, está escrito:
“El resto de la humanidad que no murió por estas plagas no se arrepintió…” (9:20). En la séptima copa
de la ira es aún peor: “Blasfemaron a Dios por el granizo, porque la plaga era terrible” (16:21b). Lo
angustioso es que tales eventos proyectan sus sombras ante ellos, porque en nuestros días vemos
exactamente el mismo desarrollo descendente tanto en el mundo como en la iglesia de Jesús. Aumenta
la obstinación y el endurecimiento; uno se vuelve inmune contra el mensaje del evangelio. También fue
así en la historia de Israel. Al principio todavía se dice que el pueblo lloraba porque había pecado, pero
ya en tiempos de Jeremías escuchamos al Señor lamentar repetidamente a través de sus profetas: “Mi
pueblo no me escucha, no quiere volver a mí !”. En el último de los profetas menores, en Malaquías 3,7,
se añade una descarada réplica: “...¿cómo volveremos?”.

Ya hemos visto que los juicios de las siete trompetas proceden del séptimo sello y también que las siete
trompetas del juicio tienen su punto de partida en las oraciones de los santos (8:4-5). Esto confirma que
ahora comenzará el reino.

“Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas, se dispusieron a tocarlas” (8:6). Este texto
dice mucho. En primer lugar, sobre la actividad de los ángeles en relación con los asuntos que conciernen
a los pueblos. Según Hebreos 1:14, los ángeles son enviados como espíritus ministradores para aquellos
que heredarán la salvación.

Dios y el Cordero entregan a los siete arcángeles la ejecución del juicio.


Estos “preparados” para lo que necesitan lograr. Aquí se usa la palabra griega etoimazoo, que no solo
significa “preparar”, sino que también indica que las decisiones tomadas previamente deben llevarse a
cabo. Sin embargo, también puede indicar el “establecimiento de determinaciones antes de que entren
en vigor”. A través de esto vemos cómo los siete arcángeles actúan con autoridad. En lenguaje moderno,
diríamos: estos ángeles del juicio recibieron amplias atribuciones.

La Primera Trompeta del Juicio (Apocalipsis 8:7)

7 El primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fueron lanzados
sobre la tierra; y la tercera parte de los árboles se quemó, y se quemó toda la hierba verde.

Es importante que también en este caso entendamos el Apocalipsis literalmente. Tenga en cuenta que
"la tercera parte" se dice repetidamente.
¡Dios da el juicio justo! ¿Por qué Dios envía aquí una tercera parte del juicio? ¿No será porque entonces
el mundo rechaza por completo a la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo? O El Espíritu
Santo, el Consolador, tenía la tarea de convencer al mundo de pecado (Juan 16:8), pero su mensaje sobre
el pecado, la justicia y el juicio amargó al mundo. Este rechazó la glorificación del Cordero.

Vivimos hoy en un tiempo que se parece al tiempo de Noé. O El Señor tuvo que afligirse entonces y
necesita afligirse hoy: "Mi Espíritu no obrará para siempre con el hombre..." (Gén 6:3 RA).
¿Qué es tan terrible aquí en este juicio de la primera trompeta?

Primero, los elementos del juicio combinados y sus devastadores resultados: granizo y fuego mezclados
con sangre son arrojados sobre la tierra. Estas son relaciones proféticas extremadamente
esclarecedoras. Por un lado, tenemos aquí el cumplimiento de Joel 2:30: "Y daré prodigios en el cielo y
en la tierra: sangre, fuego y nubes de humo". Por otro lado, también tenemos el cumplimiento mundial
de un juicio que se llevó a cabo hace milenios sobre una nación: “Cuando Moisés extendió su vara hacia
el cielo, el Señor hizo venir truenos y granizo, y relámpagos cayeron sobre la tierra. Así llovió el Señor
granizo sobre la tierra de Egipto” (Éxodo 9:23). Esta fue la séptima plaga que azotó a Egipto. En el
versículo 26 del mismo capítulo está escrito:

"Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los israelitas, no cayó granizo". Egipto fue juzgado por
causa de Israel, mientras que Israel mismo fue preservado del juicio. Recuerda que las plagas que
azotaron a los egipcios, incluida la séptima, fueron verdaderas plagas. Así, igualmente reales -y no
simbólicos- serán los juicios anunciados en el Apocalipsis. Permítanme enfatizarlo una vez más: en ese
momento las plagas golpearon a Egipto por causa de Israel, y por causa de Israel, quien entonces,
durante la gran tribulación, será tan gravemente afligido, que el primer juicio de las trompetas será
derramado sobre la tierra.

Miremos una vez más las sustancias de este primer juicio de las trompetas: granizo y fuego mezclados
con sangre. ¿No es este el juicio futuro sobre todos los enemigos de la cruz? ¿No bebió la tierra la sangre
del Hijo de Dios? ¿No fue por el pecado de todos nosotros que pasó por el fuego del juicio? “…Dios en
Cristo estaba reconciliando consigo al mundo” (2 Cor. 5:19). ¿Podemos imaginar algo de la ira del
Cordero contra un mundo que despreciaba y se burlaba de su poderosa obra de redención? En ese
momento Israel clamó: “¡Que su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” (Mt 27,25). La
consecuencia fue su rechazo. Entonces sucederá lo mismo en todo el mundo: la sangre preciosa de Jesús,
que fue derramada en la cruz del Gólgota para la salvación y redención de los hombres, pero que también
fue rechazada y despreciada, luego regresa en forma de juicio sobre un mundo maduro. por lo mismo.
Los resultados de este juicio de la primera trompeta serán terribles.

Mientras que los cuatro ángeles del juicio aún estaban bajo el sexto sello (7:2-3) debido al sellado de los
144.000 de Israel, y aún no podían desatar sus juicios, ahora el mandato de esperar ha sido revocado.
¡Comienzan los juicios! Hielo (granizo), fuego y vida: tres elementos opuestos. Causan gran destrucción:
la tercera parte de la tierra es quemada (v. 7). Un tercio de la tierra, un tercio de los árboles y toda la
hierba verde arden. Muchos comentaristas, probablemente la mayoría, se niegan a tomar literalmente
estos juicios anunciados. Entonces en este caso entonces deberían explicar qué se entiende por tierra. Si
“tierra” en Apocalipsis no significa literalmente la tierra, entonces ¿qué significa? Sin embargo, si
“tierra” realmente significa la tierra, ¡entonces los árboles son realmente árboles y la hierba es realmente
hierba!
En consecuencia, también los juicios deben tomarse literalmente. Si ciertos comentaristas consideran
que estas declaraciones sobre los juicios son simbólicas, y seguimos tales comentarios, entonces esto
contradice no solo el nombre del libro de Apocalipsis, porque "apocalipsis" también significa "revelar el
velo de la revelación", sino también su contenido. ¿Se ha quitado el velo de tus ojos?

Hay tantas personas cristianas que no conocen a Cristo; y es precisamente el cristianismo sin Cristo, el
anticristianismo, el que provocará estos juicios.

Debemos observar claramente que los primeros cuatro juicios de las trompetas están necesariamente
relacionados, como lo están los primeros cuatro sellos abiertos. El primer juicio de las trompetas llega a
la tierra, el segundo al mar (v. 8), el tercero a las fuentes de agua (v. 10-11), y el cuarto a las estrellas, el
Universo (v. 12-13).

Recuerda que todo se juzga...

... por causa de aquel que está en los cielos y fue desechado en la tierra;
... a causa del pueblo que entonces estará en la tierra y será perseguido hasta la sangre por las naciones:
Israel;
... por los muchos mártires, que dejarán tu vida por el nombre de Jesús.

La Segunda Trompeta del Juicio (Apocalipsis 8:8-9)

8 El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en
el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.

9 Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves
fue destruida.

Si por un lado rechazamos cualquier explicación simbólica del Apocalipsis, por otro lado, hay símbolos
y expresiones figurativas, como ocurre también en otros libros de la Sagrada Escritura. Pero entonces
esto se indica o se dice, como en el caso del segundo juicio de las trompetas. Allí no se dice que un gran
montón ardiendo en llamas fue arrojado al mar, pero muy claramente "algo como un gran montón en
llamas fue arrojado al mar". Es natural que haya muchas conjeturas sobre este pasaje.

Algunos piensan que es un volcán. Aunque sea algo razonable, no puede ser eso, porque un volcán es
una montaña que escupe fuego. Juan, sin embargo, lo describe así: "... algo así como una gran montaña
en llamas". Cuando el Señor descendió sobre el Sinaí, leemos en Deuteronomio 4:11: "La montaña ardía
con llamas que subían al cielo, y una nube oscura y espesa lo rodeaba". Sin embargo, tampoco en este
caso tenemos motivos para pensar que el Sinaí fuera un volcán. Los comentaristas antiguos no pudieron
entender el significado de las palabras de Juan. Seguramente pensó en un meteorito en llamas que caería
al mar. Tal explicación tampoco podría ser despreciada, pero vivimos en la última hora y vemos hoy que
los ángeles del juicio ya se están preparando. El único signo del fin de los tiempos – Israel – es visible:
“Cuando estas cosas comiencen a suceder, levántense y alcen la cabeza, porque su redención está cerca”,
está escrito en Lucas 21:28.

¡Piense en la situación política actual en el mundo! El dilema en el que se encuentra la gente es enorme.
Vemos eventos apocalípticos en preparación. Una indicación: bombas atómicas. Sin embargo, cómo la
tercera parte del mar se convierte en sangre a través de la gran bola de fuego pertenece a las señales del
juicio de Dios que no se explican. Al fin y al cabo, tampoco importa cómo suceda, ¡sino lo que suceda!
Cualquiera que dude debería leer de nuevo Éxodo 7:20-21, donde la primera plaga en Egipto ocurrió de
manera similar: “Moisés y Aarón hicieron como los S habían mandado. Aarón levantó su vara y golpeó
las aguas del Nilo en presencia de Faraón y sus consejeros; y toda el agua del río se convirtió en sangre.
Los peces murieron y el río olía tan mal que los egipcios no podían beber su agua. Había sangre por toda
la tierra de Egipto”.

Curiosamente, esto también se indica en varios otros lugares, por ejemplo, en el Salmo 105:29: “Él
convirtió sus aguas en sangre, causando la muerte de sus peces”. O en el Salmo 78:44: “Cuando convirtió
en sangre los ríos y arroyos de los egipcios, y ya no pudieron beber sus aguas”. Esto muestra que el Señor
no depende de meteoros o bombas atómicas como instrumentos de juicio, sino que la opción de usarlos
está en su poder. Por eso es recomendable mantener un perfil bajo. No siempre se debe querer explicar
todo en detalle; pero en cualquier caso vemos cuán terriblemente graves serán estos juicios. Y es como
si el Señor del mundo estuviera indicando hoy lo que está por suceder.

La masa ardiente mencionada en el juicio de la segunda trompeta es arrojada al mar. ¿En qué mar? A
mi entender, no se puede hablar de otro mar que no sea el mar Mediterráneo, en cuyas orillas sucedieron
y sucederán tantas cosas del plan de salvación, porque en las orillas del mar Mediterráneo tendrá lugar
la lucha final de los pueblos. también tener lugar. Pero seguramente todos los mares del mundo serán
afectados por este terrible juicio de las trompetas. El mar Mediterráneo es como el punto central de la
tierra. Veamos esto según el plan de salvación: Jerusalén es llamada el centro de la tierra (Ezequiel 5:5)
y allí el Señor realizó, en el Gólgota, el acto central: "... Dios en Cristo estaba reconciliando al mundo
para mismo" (2 Corintios 5:19). Del Gólgota partió y partió el mundo y los efectos universales.

Hay que recordar lo que significará la caída de las masas ardientes al mar. Concretamente: tenemos siete
mares y tres océanos. Un tercio del mar se convierte en sangre, es decir, más que un océano entero. Hoy
en día, mucho se dice y se escribe sobre la contaminación de los mares y sus consecuencias, pero la gran
muerte de los peces realmente comenzará allí: un tercio de los peces morirá. Al mismo tiempo, olas
enormes, desastrosas e inimaginables también hundirán, quemarán o destruirán la tercera parte de
todas las embarcaciones en las costas del mar. Este período terrible durante la gran tribulación
pertenece al “día S”, que será después del Rapto. Es incomprensible que se preste tan poca atención a
este día, a pesar de que la Biblia habla tanto de él. Isaías dice de este día terrible: “EL de los ejércitos
tiene un día reservado para todos los soberbios y altivos, para todos los que se enaltecen, para que sean
abatidos; por todos los cedros del Líbano, altos y altivos, y todas las encinas de Basán; a todos los montes
altos y colinas altas; a toda torre imponente ya toda muralla fortificada; para cada barco mercante y cada
barco de lujo. La arrogancia de los hombres será abatida, y su orgullo será humillado. Solo el Señor será
exaltada en ese día, y los ídolos desaparecerán por completo. Los hombres huirán a cuevas en las rocas
y agujeros en la tierra por el terror que viene del Señor y el esplendor de su majestad cuando se levante
para sacudir la tierra. En aquel día, los hombres arrojarán a los ratones ya los murciélagos los ídolos de
plata y los ídolos de oro que han hecho para adorarlos. Huirán a las cuevas de las peñas ya los
desfiladeros de los peñascos, por el terror que viene del Señor, y por el esplendor de su majestad, cuando
se levante para hacer temblar la tierra” (Isaías 2:12-21).

La Tercera Trompeta del Juicio (Apocalipsis 8:10-11)

10 El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y
cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas.
11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos
hombres murieron a causa de esas aguas, porque se hicieron amargas.

Aquí son necesarias algunas observaciones preliminares sobre los efectos de la tercera trompeta. Las
aguas amargas de los tiempos del Antiguo Testamento tienen su equivalente mundial en los últimos
tiempos. En ese momento, durante los primeros tres días de la peregrinación por el desierto, Israel no
tenía agua, y cuando finalmente la encontraron, era amarga: “Luego llegaron a Mara, pero allí no podían
beber el agua, porque era amarga.” (Éxodo 15:23). En los últimos tiempos, cae del cielo una gran estrella
ardiendo como una antorcha, y nuevamente llama la atención el número tres: cae sobre la tercera parte
de los ríos y sobre las fuentes de agua, que están envenenadas, como leemos más adelante. : “... y muchos
murieron por la acción de las aguas que se tornaron amargas”.

Si la Biblia habla aquí de una gran estrella, entonces realmente debe ser muy grande. Algunos
comentaristas dicen que esta estrella sería un ángel. Se basan en el capítulo 1.20, que dice: "...las siete
estrellas son los ángeles de las siete iglesias". Sin embargo, esta misma declaración de la Escritura
prueba lo contrario, porque en ella el Señor mismo dice que las siete estrellas son los siete ángeles de las
siete iglesias.

En el tercer juicio de las trompetas, sin embargo, no está escrito nada parecido. Además, esta gran
estrella se llama "Ajenjo", y por lo tanto es amarga. Cae del cielo, esparciendo su veneno a través de ríos
y manantiales. El ajenjo es la amargura de los amargos. Fue ofrecido a nuestro bendito Señor antes de
ser crucificado:

“Y le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero él, después de probarlo, rehusó beber” (Mt 27,34).
“Vino mezclado con hiel” también se traduce como absenta. Así, esta gran estrella no tiene por qué
consistir en materia compacta, sino que será como un gigantesco meteoro o cometa que atraviesa la
tierra y sin duda cae sobre las montañas y derrama su veneno sobre la tercera parte de todos los glaciares
-que son las fuentes del agua- haciendo es desagradable un tercio de todos los ríos. Dentro de ciertos
límites, también en este caso, por una catástrofe cósmica, se les quita a los hombres lo que más
necesitan: el agua.

Debido a su arrogancia, la otrora hermosa estrella de la mañana ha caído, arrastrando consigo a la


maravillosa creación de Dios a la ruina.

Resultado: “La tierra estaba desordenada y vacía...” (Gn 1,2). Sin embargo, Dios el Señor envió a Jesús,
y su sangre deshace el peor de los males.

Durante el día terrible del Señor, que está delante de nosotros, muchos enemigos de la cruz en la tierra
tendrán que beber el agua amarga y venenosa. ¿Porque? Porque rechazaron el agua de vida. El Señor
Jesús exclamó: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Él dice en Juan 4:14: “Pero el que
beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás. Al contrario, el agua que yo le doy se convertirá en él
en una fuente de agua que salte para vida eterna”.

La Cuarta Trompeta del Juicio (Apocalipsis 8:12)

12 El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna,
y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en
la tercera parte del día, y asimismo de la noche.
Ya sabemos que en los últimos tiempos habrá eventos cósmicos inconcebibles. El mismo Señor Jesús
las anunció: “Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra las naciones estarán angustiadas
y perplejas por el rugir y el batir del mar. Los hombres se desmayarán de terror, temerosos de lo que
sucederá al mundo; y las potencias celestiales serán conmovidas” (Lucas 21:25-26). Los profetas
también les predijeron: “¡Mira! El día del Señor está cerca, un día cruel de ira y gran ira, para asolar la
tierra y destruir a sus pecadores. Las estrellas del cielo y sus constelaciones no mostrarán su luz. El sol
naciente se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor” (Isaías 13:9-10). Esto es justo lo que se nos
muestra aquí en el cuarto juicio de las trompetas.

Ezequiel también los vio: “Cuando lo apague, cubriré el cielo y oscureceré sus estrellas; Cubriré el sol
con una nube, y la luna no dará su luz. Todas las estrellas que brillan en los cielos, os oscureceré y traeré
tinieblas a vuestra tierra. Palabra del Soberano, el Señor. Alborotaré el corazón de muchos pueblos
cuando haga vuestra destrucción entre las naciones, en tierras que no conocíais” (Ezequiel 32,7-9). En
Ezequiel 32, y especialmente en los versículos recién citados, se anuncia el juicio sobre Egipto, que
también atemorizará a muchas naciones, pues hubo una vez tinieblas sobre esta nación durante tres días
(cf. Ex 10, 22-23).

En Joel 2.10 y 3.15 también se habla del cuarto juicio de las trompetas. Que también en este caso haya
un límite a la tercera parte prueba la gran longanimidad de Dios. Sin embargo, ¡no lo subestimemos! El
cuarto juicio de las trompetas debe ser una catástrofe cósmica inconcebible, pues en el versículo 12 está
escrito:

Herida la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, de modo que
la tercera parte de ellos se oscureció. La tercera parte del día estuvo sin luz, y también la tercera parte
de la noche”. Por lo tanto, es completamente erróneo pasar por alto tales relatos de juicios con algunas
observaciones superficiales, porque "fue herido" significa nada menos que una terrible explosión
universal, con todo el orden divino de la creación del Universo desarticulado. No es de extrañar que las
campanas de alarma en el cielo ya se estén volviendo cada vez más intensas. Si los trastornos cósmicos
mencionados en el sexto sello (6.12-13) ya son tan aterradores, ¡¿cuánto más lo será el cuarto juicio de
las trompetas?!

Lo que sucederá durante la gran tribulación en forma de terribles juicios de parte de Dios, ahora ya es
espiritualmente visible de una manera aterradora:

Vemos espiritualmente el primer juicio de las trompetas (v. 7), en el que se quema la tercera parte de la
tierra, los árboles y toda la hierba verde, en el hecho de que la vida de Dios desaparece.
Sólo unos pocos renacen; ya no hay poder para renacer.

Muchos pueblos están cristianizados pero aún no evangelizados. La vida espiritual se está
desvaneciendo porque se encubre la firme Palabra de la Biblia, que dice: “El que tiene al Hijo, tiene la
vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida” (1 Juan 5:12).

El segundo juicio de las trompetas (v. 8), en el cual una gran montaña cae en el mar, ardiendo en fuego,
y se contamina de tal manera que muere la tercera parte de las criaturas en el mar y se destruye la tercera
parte de las naves, tiene su reflejo en nuestro tiempo en la contaminación.
No solo la contaminación exterior, sino mucha más contaminación interior aumenta enormemente. En
la Biblia, el mar es una imagen de personas. El mar está contaminado; la gente se corrompe. Un pueblo
se levanta contra el otro. Todo esto está relacionado con el plan de salvación, con la restauración de
Israel, porque por un lado Israel reemplaza políticamente al mundo de las naciones y, por otro lado,
reemplaza espiritualmente a la iglesia. Esta es la razón de la decadencia general de las naciones y la
ruina de las iglesias cristianas. Por eso la verdadera iglesia de Jesús cristaliza también en todas las
iglesias, iglesias independientes y grupos, y se deja preparar para la venida del Señor.

El tercer juicio de las trompetas (v. 10): manantiales envenenados. No sólo los ríos, sino también las
fuentes están envenenadas. ¡Qué temblor! Vivimos en una época de envenenamiento de las fuentes
cristianas. La Palabra ya no se toma en serio. ¿Quién todavía confiesa: “¡La Biblia es la Palabra de Dios!”?
¡A pesar de ser considerada obsoleta, es la única confesión cierta que confiere autoridad!

La Biblia es la Palabra de Dios! Algunos dicen: "La Biblia contiene la Palabra de Dios". Si ese fuera el
caso, al leer cualquier versículo bíblico siempre deberíamos llamar a un profesor de teología para
preguntar: ¿lo que acabo de leer es Palabra de Dios o palabra de hombres? No, lo confesamos: la Biblia
es la Palabra de Dios. ¡La crítica bíblica es en nuestros días un incomparable envenenamiento de fuentes!
El cuarto juicio de las trompetas (v. 12-13), en el que “se hiere la tercera parte del sol, la tercera parte de
la luna y la tercera parte de las estrellas”, de modo que se oscurece la tercera parte del día y de la noche,
tiene lugar hoy espiritualmente. : la luz del evangelio retrocede cada vez más ante el avance de las
tinieblas. En muchos corazones se oscureció. Estamos justo frente a la era anticristiana. ¡Primero, sin
embargo, vendrá el rapto! ¡Bendito el que está preparado para encontrarse con Jesús en las nubes del
cielo!

El Triple "Ay de..." (Apoc 8:13)

13 Y miré, y oí a un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay, ay, ay, de los que
moran en la tierra, a causa de los otros toques de trompeta que están para sonar los tres ángeles!

Antes de que tengan lugar los tres últimos y más importantes juicios de las trompetas, leemos de una
proclamación en el cielo, que consiste en un triple "Ay de...". Por la traducción del Dr. Martín Lutero, es
un ángel que dice este "Ay, ay, ay...". Desafortunadamente, esta no es la traducción correcta. Cabe
recordar que, en la Edad Media, aún no se disponía de los mejores textos. Los masoretas, que copiaron
el texto original y lo transmitieron de generación en generación, tenían un respeto sagrado por la
Palabra. Aun así, sin embargo, a veces se producía un error. Por eso somos partidarios de la crítica
textual, que, comparando los textos originales, busca descubrir qué se ha traducido bien o mal. Sin
embargo, rechazamos cualquier crítica bíblica, ya que analiza críticamente el contenido de la Biblia.

Precisamente en este verso decisivo Lutero no tuvo la posibilidad de traducirlo correctamente, ya que
fue hacia 1880 cuando se descubrieron copias muy importantes y antiguas del Nuevo Testamento,
incluido el Apocalipsis, como el Codex Sinaiticus, que data del siglo IV siglo después de Cristo. Tanto en
el Codex Sinaiticus como en el Codex Alexandrinus (del siglo V dC) está escrito “águila”. Innumerables
traductores han utilizado esta forma: "Mientras miraba, oí un águila ...".

Para esta águila existen las interpretaciones más diferentes, pero no son satisfactorias. Las aves
normalmente vuelan bajo el cielo, pero esta águila vuela “por medio del cielo”. Así que esta águila está
en casa en el cielo. Que ella, en vista de las próximas tres trompetas, exclame “¡Ay, ay, ay!” muestra
cuánto la conmueve el hecho de que los habitantes de la tierra todavía tendrán que sufrir juicios tan
terribles.

Los hijos de Dios a menudo se comparan con las águilas en la Biblia; por ejemplo, en Isaías 40:31: “Pero
los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas. Vuela alto como las águilas; corren y no se cansan,
caminan y no se cansan”. O piense en la maravillosa promesa para los hermanos mayores en el Salmo
103:5:

“Que llena tu vida de cosas buenas, para que tu juventud se renueve como el águila”. Según tengo
entendido, vemos representada en esta águila, que vuela por en medio del cielo y exclama el triple ay, la
iglesia arrebatada de Jesús, que se une al Cordero que fue inmolado; así como los veinticuatro ancianos
del capítulo 4 también representan a la iglesia. La Biblia explica la Biblia: en su sermón profético, en
Lucas 17, el Señor Jesús describe el rapto: “Os digo que en aquella noche estarán dos en una cama; uno
será tomado, y el otro dejado. Dos estarán juntos, moliendo; uno será tomado, y otro será dejado. Y
respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? [en otras palabras, ¿adónde serán llevados?] Y les dijo: Donde
esté el cuerpo, allí se juntarán las águilas” (Lucas 17:34-35,37 RV).

¡Qué figura tan maravillosa: unidos a él en su muerte y resurrección! Los creyentes son llamados águilas;
el Señor Jesús es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29). El Cordero fue
inmolado; Jesucristo murió en la cruz del Gólgota. "...allí se juntarán las águilas". Comerán del cadáver.
¿No es eso macabro? Ya lo decían los discípulos: “Este discurso es duro; ¿Quién puede oírlo? (Jn 6,60b
RA), después de que Jesús les había dicho: “De cierto os digo, que si no coméis la carne del Hijo del
hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros mismos. Todo el que come mi carne y bebe mi
sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi
sangre verdadera bebida” (Jn 6, 53-55).

Para que no entendamos mal este punto importante, queremos citar aún más un extracto del sermón
profético del Señor.

Jesús, en Mateo 24. En él el Señor Jesús exhorta a los discípulos, así como a nosotros, a que no se turben
si alguien dice: “¡Él está allí en el desierto!” (Mt 24,26). Y continúa: “… no salgas. He aquí, él está dentro
de la casa; no creen.

Porque como el relámpago que sale del oriente y resplandece hacia el occidente, así será la venida del
Hijo del hombre. Porque donde esté el cadáver, allí se juntarán las águilas” (Mt 24:26b-28 RV). Si el
Señor usa esta figura, debemos recordar siempre que él es el Cordero inmolado, no solo antes de la
fundación del mundo, sino desde la eternidad. Los padres de la iglesia Orígenes y Agustín, así como
Lutero, ya lo veían así. Cuando Juan tuvo esta visión del águila, que decía “a gran voz: ¡Ay, ay, ay de ti!”,
experimentó lo que ya se había representado en el Antiguo Testamento, pues el Señor dijo de sí mismo
y de Israel: “Cómo el águila que alborota a sus polluelos, se cierne sobre sus polluelos, y luego extiende
sus alas para atraparlos, llevándolos sobre ellos” (Dt 32:11).

El triple “ay” dicho por el águila, es decir, por la iglesia, ¿no es esto lo que Pablo quiso decir cuando
escribió: “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo?” (1Co 6.2)? Como iglesia de Jesús, por lo tanto,
participamos en el juicio sobre el mundo. Esta águila en el cielo tiene una misión que cumplir, y eso es
entre el sonido de la cuarta y quinta trompetas. Todavía sabemos muy poco de lo que la iglesia raptada
hará en el cielo. Prevalecerá una actividad dinámica maravillosa, porque a la iglesia glorificada se le
darán tareas elevadas. Si aquí en la tierra somos fieles y vencedores, entonces volaremos como las
águilas por en medio del cielo. Pero entonces también gobernaremos y juzgaremos con él. El triple "ay"
se escucha en la tierra, en el sentido de que la iglesia de Jesús ya no estará aquí más. Esta es la señal
milagrosa y el juicio para los que quedan atrás: una de las predicaciones más ruidosas para todo el
mundo cristianizado.

La Quinta Trompeta del Juicio (Apocalipsis 9:1-12)

1 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del
pozo del abismo.
2 Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol
y el aire por el humo del pozo.
3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones
de la tierra.
4 Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra, ni a cosa verde alguna, ni a ningún árbol,
sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
5 Y les fue dado, no que los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como
tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; y ansiarán morir, pero la
muerte huirá de ellos.
7 El aspecto de las langostas era semejante a caballos preparados para la guerra; en las cabezas
tenían como coronas de oro; sus caras eran como caras humanas;
8 tenían cabello como cabello de mujer; sus dientes eran como de leones;
9 tenían corazas como corazas de hierro; el ruido de sus alas era como el estruendo de muchos carros
de caballos corriendo a la batalla;
10 tenían colas como de escorpiones, y también aguijones; y en sus colas tenían poder para dañar a
los hombres durante cinco meses.
11 Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego,
Apolión.
12 El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto.

El juicio de la quinta trompeta es completamente diferente de los primeros cuatro. En el primero, la


tierra, los árboles y la hierba son golpeados por granizo y fuego mezclado con sangre. En el segundo, los
mares, los peces y los barcos resultan heridos. En el tercero se contaminan ríos y manantiales, y en el
cuarto se produce una catástrofe cósmica: el sol, la luna y las estrellas se oscurecen. El quinto juicio de
las trompetas penetra en otra dimensión: de la tierra al más allá. Juan dice: “Vi una estrella que había
caído del cielo a la tierra” (v. 1). Hay que distinguir bien: no ve la estrella fugaz, pero ve lo que ya pasó.
Esta estrella no es de materia, por lo tanto, no es un meteoro o algo parecido, sino un ser racional, porque
recibe la llave del pozo del Abismo. Este ser racional no es otro que Satanás, a quien se refiere el Señor
Jesús en Lucas 10:18: "Vi a Satanás caer del cielo como un rayo". Satanás es descrito como la estrella de
la mañana en Isaías 14:12: "¡Cómo caíste del cielo, oh estrella de la mañana, hijo de la aurora!"

Antes de su caída se regocijó con las otras estrellas de la mañana ante el trono de Dios: "Mientras las
estrellas de la mañana cantaban juntas y todos los ángeles se regocijaban..." (Job 38:7). Pero entonces
cayó el lucero más grande y glorioso de la mañana, porque pensó en su corazón: Quiero ser como el
Altísimo. Ahora Juan ve que esta estrella caída comienza su terrible actividad del tiempo del fin: “...
¡porque el diablo ha descendido sobre vosotros! Está lleno de furor, porque sabe que tiene poco tiempo”
(12:12b). ¡Su actividad está permitida por Dios, porque la oscuridad también tiene que hacer la voluntad
de Dios al final!

“A la estrella se le dio la llave del pozo del abismo” (v. 1), e inmediatamente entra en acción: “Cuando
abrió el abismo, salió humo de él como de un horno gigantesco. El sol y el cielo se oscurecieron con el
humo que se elevaba desde el Abismo. Del humo salieron langostas...”. En las palabras "A la estrella le
fue dada" se esconde un consuelo, porque muestran que el poder de Satanás es limitado, así como
Satanás también pudo tocar a Job solo de manera limitada porque el Señor le dio un poder limitado solo
para eso, así que aquí él puede liberar a sus demonios atrapados en el Abismo, ¡pero ellos también
pueden ejercer su impulso destructivo solo dentro de los límites establecidos por Dios! Esto también es
cierto para nosotros, que a menudo tenemos tribulaciones: ¡el enemigo solo puede atacarnos dentro de
los límites establecidos por Dios! Por eso está escrito en 1 Corintios 10:13: “Y Dios es fiel; él no permitirá
que seas tentado más allá de lo que puedas soportar.”

Las personas que aún viven en la tierra después del Rapto se han decidido por el Diablo y ahora
comienzan a experimentar su ira cruel y despiadada. El Abismo es una realidad; por lo tanto, no es algo
figurativo. También Judas 6 dice que los ángeles caídos están atados: “Y en cuanto a los ángeles que no
guardaron sus posiciones de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, él [el Señor] los ha
tenido en tinieblas, atados con cadenas eternas para el juicio. del gran Día". Si leemos con atención el
Nuevo Testamento, veremos que no todos los poderes de las tinieblas fueron enviados al Abismo, sino
que hay innumerables debajo del cielo. Esto es lo que está escrito en Efesios 6:12: "Porque nuestra lucha
no es contra seres humanos, sino contra potestades y autoridades... contra huestes espirituales del mal
en las regiones celestiales". El miedo de los espíritus a ser enviados al Abismo es muy esclarecedor.
Esto es lo que percibimos con el Gadareno violentamente poseído:

“Estando Jesús en el suelo, le salió al encuentro un endemoniado de aquella ciudad. Hacía mucho
tiempo que aquel hombre no vestía ropa, ni vivía en casa alguna, sino en los sepulcros. Al ver a Jesús,
dio un grito, se echó a sus pies y dijo a gran voz: ¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por
favor, no me atormentes! Porque Jesús había mandado al espíritu inmundo que saliera del hombre.
Muchas veces se había apoderado de él. Incluso con los pies y las manos encadenados y dejados al
cuidado de los guardias, rompió las cadenas y fue llevado por el diablo a lugares solitarios. Jesús le
preguntó: '¿Cuál es tu nombre?' 'Legión', respondió; porque muchos demonios habían entrado en él. Y
le rogaron que no los enviara al Abismo” (Lucas 8:27-31). ¡Preferirían entrar en los cerdos que ir al
Abismo!

En nuestros días a menudo tenemos la impresión de que los espíritus ya han sido liberados, pero esto
solo se aplica a los espíritus que están bajo el cielo. Los que están en el Abismo no pueden hacernos
nada, pero los que están debajo del cielo se acercan cada vez más a la tierra porque la atmósfera celestial
se acerca a la tierra y así se encuentran en problemas. Sin embargo, en la gran tribulación Satanás abrirá
el Abismo, como lo ve Juan en el versículo 2. La consecuencia es: “... de él salía humo como un horno
gigantesco. El sol y el cielo se oscurecieron con el humo que se elevaba desde el Abismo. Del humo
salieron langostas y descendieron sobre la tierra, y se les dio poder como el de los escorpiones de la
tierra” (vv. 2-3).

La primera es, por tanto, una gran nube de humo. Podemos imaginar esto: una intensa contaminación
global. Toda la atmósfera estará contaminada. Nota 6 Las langostas luego emergen de este humo. Si la
Biblia dice "langostas", entonces también lo son las langostas: demonios en forma de langostas.
Curiosamente, este juicio de las trompetas está representado en la octava plaga egipcia: “Moisés
extendió su vara sobre Egipto, y el viento del este hizo soplar sobre la tierra todo aquel día y toda aquella
noche. Por la mañana el viento había traído las langostas, que invadieron todo Egipto y descendieron en
gran número sobre toda su extensión.

Nunca antes hubo tantas langostas, ni las habrá” (Éxodo 10:13-14). Esto también fue único. El texto
continúa: “Cubrieron toda la faz de la tierra de tal manera que se oscureció [también aquí tenemos un
oscurecimiento del sol]. Devoraron todo lo que había dejado el granizo: toda la vegetación y todo el fruto
de los árboles. No quedó nada verde en los árboles ni en la hierba del campo en toda la tierra de Egipto”
(Éxodo 10:15). Esta es la diferencia con las langostas en Apocalipsis: dañan árboles y plantas; éstos no,
sino que atormentan a los hombres durante cinco meses, porque se les ha dado poder como el de los
escorpiones. ¿Serán atormentados todos los hombres? ¡No! Se guardan los ciento cuarenta y cuatro mil
de Israel, pues está expresamente escrito que sólo son atormentados aquellos "que no tenían el sello de
Dios en la frente" (v. 4). Se imponen cuatro limitaciones al ejército demoníaco de langostas:

1. La naturaleza no puede ser dañada;


2. Los sellados no pueden ser atormentados, porque las personas selladas por Dios son intocables. Esto
también es cierto hoy si estás sellado con el Espíritu Santo;
3. Pueden atormentar, pero no matar;
4. Su poder está limitado a cinco meses. Este tiempo se menciona dos veces (v. 5, 10).

Por cierto, las langostas comunes también tienen una vida útil de aproximadamente cinco meses. Esta
plaga debe ser muy cruel y terrible. Esto es lo que se concluye del versículo 6: “En aquellos días los
hombres buscarán la muerte, pero no la hallarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.”
La aparición de estos seres crueles se describe en los versículos 7-10:

“Las langostas parecían caballos preparados para la batalla. Tenían en la cabeza algo como coronas de
oro, y sus rostros parecían rostros humanos. Su cabello era como el de una mujer y sus dientes como los
de un león. Tenían corazas como corazas de hierro, y el sonido de sus alas era como el estruendo de
muchos caballos y carros que se lanzan a la batalla. Tenían colas y aguijones como escorpiones, y en sus
colas tenían poder para causar tormento..."

Aunque el Abismo todavía hoy está cerrado, la ola espírita fundamental se hace cada vez más fuerte.
Millones de personas ya están psicológicamente atormentadas hoy por los poderes del reino de las
tinieblas, que se encuentran debajo del cielo. En cuanto los espíritus del Abismo puedan tomar forma y
manifestarse durante la gran tribulación, atormentarán físicamente a los hombres. Esto será tan terrible
que los hombres buscarán desesperadamente la muerte, pero no la encontrarán.

Surge naturalmente la pregunta inevitable: ¿qué significa la multiplicidad confusa y caótica de su


aparición? Sería posible describir a estas langostas como demonios mentalmente trastornados que
ahora finalmente están satisfaciendo su deseo malsano por cualquier cuerpo. Este deseo febril de
hacerse carne culminará con la encarnación del Diablo en la figura del Anticristo. Estos demonios, es
decir, langostas, parecen “caballos preparados para la batalla”: su deseo de destrucción se hace carne y
su furia destructora toma forma. “Tenían en la cabeza algo así como coronas de oro”: su orgullo
enfermizo encuentra ahora una forma, una posibilidad de satisfacción. “...su rostro parecía un rostro
humano”: se muestran con apariencia de humanidad; su satánico instinto de imitación, de ser como la
imagen de Dios, queda satisfecho. "El cabello de ellos era como de mujer...": inmoralidad. "... y dientes
como de león": buscan presas. “Tenían corazas como corazas de hierro”: esta es una expresión visible de
fuerza. “... y el sonido de sus alas era como el estruendo de muchos caballos y carros que se precipitan a
la batalla”: este es el deseo de destrucción expresado acústicamente e igualmente un signo de fuerza.
“Tenían colas y aguijones como escorpiones”: sus armas. Con ellos atormentarán a los hombres durante
cinco meses. No sabemos cómo sucederá esto, pero sabemos que la picadura de un escorpión es muy
dolorosa. La picadura del escorpión, que es insoportablemente dolorosa, debe ser solo una débil
representación de los tormentos que caerán sobre los abiertos. No durará, también sufrirán tormentos
psicológicos.

Sorprendentemente, estas langostas tienen un rey (v. 11). Esto contrasta con las langostas naturales, de
las cuales Proverbios 30:27 dice: "Las langostas que no tienen rey...". Sin embargo, los repugnantes seres
monstruosos tienen uno: "Tenían un rey sobre ellos, el ángel del Abismo...". Este no es Satanás, pues
abrió el Abismo como una estrella caída; sin embargo, este ángel del Abismo es un príncipe de las
tinieblas. Es significativo que su nombre sea citado tanto en hebreo como en griego: “...cuyo nombre en
hebreo es Abadón, y en griego Apolión” (v. 11). En portugués significa "destructor" o "aniquilador".
El hecho de que su nombre se mencione en estos dos idiomas significa que él y su ejército de langostas
atormentarán a judíos y gentiles por igual.

La interpretación de la quinta plaga de las trompetas causó dificultades a muchos y los llevó a
especulaciones fantásticas.

Por cierto, leyendo comentarios sobre el Apocalipsis, encontré que los comentaristas de diferentes
generaciones siempre introdujeron sus propias impresiones subjetivas; de alguna manera fueron
moldeados por su época y tenían los prejuicios de su época. Nota 7

Por eso, es mi deseo personal apartarme de opiniones y tradiciones, para que el Espíritu Santo nos
ilumine y se revele lo que el Espíritu de Dios quiere decir.

La Sexta Trompeta del Juicio (Apocalipsis 9:13-21)

13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba
delante de Dios,
14 diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados junto al
gran río Eufrates.
15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin
de matar a la tercera parte de los hombres.
16 Y el número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones. Yo oí su número.
17 Así vi en visión los caballos y a sus jinetes, los cuales tenían corazas de fuego, de zafiro y de azufre.
Y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de su boca salían fuego, humo y azufre.
18 Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres; por el fuego, el humo y el azufre
que salían de su boca.
19 Pues el poder de los caballos estaba en su boca y en sus colas; porque sus colas, semejantes a
serpientes, tenían cabezas, y con ellas dañaban.
20 Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras
de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de
piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar;
21 y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.

“El sexto ángel tocó su trompeta, y oí una voz de los cuernos del altar de oro que está delante de Dios.”
Estas palabras son la introducción a uno de los más grandes y terribles juicios.
Primero observemos la situación social en el tiempo de la sexta trompeta, y en segundo lugar, el tipo de
juicio que entonces golpea a los hombres.

Desde el punto de vista social, los hombres serán entonces como Pablo los vio y los describió
proféticamente: “Sin embargo, los impíos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo
engañados” (2 Timoteo 3:13). Ya vemos esta tendencia hoy, pero luego será mucho más prominente ya
que será un período de adoración general a los demonios. A la cabeza estará Satanás encarnado, el
Anticristo, cuya imagen será adorada. El culto a los demonios, que en esencia es una continuación del
culto a las deidades paganas en el mundo antiguo, ahora se está extendiendo cada vez más y seguirá
estando más extendido.

Las librerías están llenas de literatura oculta. El espiritismo, es decir, el espiritismo, se extiende como
una epidemia por todo el mundo. Incluso hay iglesias de Satanás; casas donde se adora a Satanás. El
Islam y otros cultos y adoración de imágenes paganas pertenecen a la adoración de demonios. También
es lo mismo que antes del Diluvio, y después en Sodoma y Gomorra: la homosexualidad, que es
demoníaca (Rom. 1:24-28), era y es legal.

Esto significa, sin embargo, que la medida está llena. Entonces Dios interfiere. Juan oye la voz "que salía
de los cuernos del altar de oro que está delante de Dios". Procede, pues, de donde surgen las oraciones
de los santos. Se escucha un nuevo mandato como respuesta más amplia a las oraciones de los santos:
“Venga tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”, porque ahora se trata de la caída
de los reinos inicuos del mundo. La gravedad de este juicio se muestra por el hecho de que ese sexto
ángel, que toca la trompeta, recibe un mandato complementario del santuario, a pesar de su amplia
autoridad: “... Oí una voz de los cuernos del altar de oro que está ante Dios. Ella dijo al sexto ángel que
tenía la trompeta: 'Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates'” (v. 13-14).

Por primera vez se menciona aquí el gran río Éufrates. El Éufrates es la frontera norte original de Israel;
él protege al pueblo de Dios contra todos los ejércitos enemigos. El principal peligro no son los pueblos
de este lado del río que actualmente luchan contra Israel (Siria y Líbano, por ejemplo), sino los pueblos
más allá del río. Primero, los países del norte, como Turquía y Rusia, y luego, del este, los reyes que
vienen del lado del amanecer: China, India, etc.

El hecho de que el Éufrates sea una frontera protectora para Israel tiene un profundo significado
profético. Sucede que allí, junto al Éufrates, Satanás hizo su primer ataque al hombre. Allí, en el actual
Irak, era el paraíso. El Éufrates, que nace en Turquía, pasa por Siria, luego por Irak y finalmente
desemboca en el Golfo Pérsico. Por lo tanto, no es casualidad que los ojos del mundo entero estén
actualmente puestos en el Golfo Pérsico debido al petróleo.

Junto al Éufrates se cometió el primer asesinato: Caín mató a su hermano Abel. A lo largo del Éufrates,
antes y después del Diluvio, fue el comienzo y el centro de la primera gran desviación de Dios; y, según
Apocalipsis 9:14, por el Éufrates serán desatados los cuatro ángeles invisibles o poderes guerreros.

Este terrible juicio de la sexta trompeta, y así todos los que siguen, está a punto de cumplirse, porque
ahora mismo, a lo largo del Éufrates, las tensiones por el petróleo están creciendo al punto de ser
insoportables. Es como si estos príncipes de las tinieblas, que han estado atrapados durante milenios en
el Éufrates, y miles de espíritus malignos detrás de ellos, ya hubieran comenzado a tirar de sus cadenas.
¡Quieren soltarse y actuar! Entonces, es pura tontería hablar de tiempos mejores, porque tiempos
mejores no vienen al mundo.

“'Libera a los cuatro ángeles que están atados por el gran río Éufrates'. Los cuatro ángeles, que estaban
preparados para esa hora, día, mes y año, fueron puestos en libertad para matar a la tercera parte de la
humanidad”. Por lo tanto, está determinado exactamente cuándo pueden ser soltados por el ángel de la
sexta trompeta; ¡sin embargo, ese día y esa hora están terriblemente cerca! El Éufrates ya se menciona
en las primeras páginas de la Biblia (Gn 2,14). En el paraíso (que estaba situado entre el Éufrates y el
Tigris), el Eterno proclamó primero la victoria de Jesucristo sobre el Diablo en la cruz del Gólgota,
diciéndole a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su
descendencia; él te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn 3,15). Actualmente todo el
Medio Oriente está en gran inquietud, porque allí, junto al Éufrates, habrá un incendio, una guerra
mundial.

En los versículos 15b-18 vemos a los ejércitos marchando: “... fueron puestos en libertad para matar a la
tercera parte de la humanidad. El número de caballeros que componían los ejércitos era de doscientos
millones; Escuché tu número. Los caballos y jinetes que vi en mi visión se veían así: sus corazas eran
rojas como el fuego, azules como el jacinto y amarillas como el azufre. Las cabezas de los caballos
parecían cabezas de león, y de sus bocas arrojaban fuego, humo y azufre. La tercera parte de la
humanidad fue muerta por las tres plagas: fuego, humo y azufre, que salían de la boca de los caballos”.
El propósito de la actividad de estos cuatro poderosos ángeles desatados se expresa sin rodeos en el
versículo 15: la tercera parte de la humanidad debe ser destruida, y este propósito también se logra: “La
tercera parte de la humanidad fue muerta por las tres plagas” (v. 18). Las tres plagas son: fuego, humo
y azufre: una guerra mundial.

Quiero subrayar de nuevo lo que ya he explicado: es erróneo pretender interpretar la política actual a la
luz de la palabra profética, pues hemos visto cómo ésta, en siglos pasados, ha llevado a falsas
interpretaciones del Apocalipsis. La política mundial es pasajera, pero la palabra profética es eterna. Sin
embargo, es imperativo mirar la política en y hacia Israel a la luz de la profecía bíblica, porque Israel es
el pueblo elegido de Dios. Por lo tanto, tan pronto como, como aquí en la sexta trompeta, se indica un
punto geográfico, el río Éufrates, sabemos que estamos tratando con el Medio Oriente e Israel. Desde el
resurgimiento de Israel como un acto político de Dios, no podemos ni debemos desconectar más la
política del Medio Oriente de la profecía.

El mismo Señor Jesús advirtió sobre esto: “Hipócritas, ¿sabéis discernir la faz del cielo, y no conocéis
las señales de los tiempos? (Mt 16:3 RV).

Por lo tanto, un tercio de la humanidad será destruido por un ejército gigantesco de "doscientos
millones". Debemos recordar que esta guerra no está dirigida solo contra Israel, sino que involucra a
todo el mundo, de lo contrario no podría escribirse que un tercio de la humanidad será asesinada. Con
la población mundial actual, serían aproximadamente 2.500 millones de personas. Un número
inimaginable, que nos obliga a pensar que debe ser una guerra nuclear, una guerra mundial como nunca
antes, que hoy ya está en el campo de posibilidades.

¿Quiénes son estos doscientos millones de caballeros? ¡La profecía bíblica es un conjunto maravilloso!
Como hemos señalado varias veces, suele tener un doble o triple saludo. Piensa en la profecía del Señor
sobre la destrucción de Jerusalén en Mateo 24. El primer cumplimiento tuvo lugar cuarenta años
después. Sin embargo, durante los últimos dos milenios, se ha cumplido varias veces, y el cumplimiento
final tendrá lugar durante la gran tribulación. O recuerda lo que vieron los profetas. Tomemos, por
ejemplo, a Sofonías, tataranieto del rey Ezequías. Profetizó de la futura invasión de Nabucodonosor,
pero al mismo tiempo vio de una manera magnífica y devastadora el terrible día del Señor. Estas son
dos de muchas profecías dobles o triples que aparecen en las Escrituras. Así que aquí también, en
Apocalipsis 9:13ss, tenemos una visión profética que anuncia la lucha final de los pueblos en
Armagedón, cuando el reino mundial anticristiano, el Imperio Romano, sea restaurado, al que también
pertenecerán los reyes que vendrán del lado de la salida del sol, es decir, según nuestro entendimiento,
China, Japón e India-, avanzan contra Israel (cf. Ap 16,13-16; donde vemos avanzar a los ejércitos del
Lejano Oriente).

Juan ve los detalles y colores de las corazas. La tarea del ejército de langostas infernales era atormentar,
no matar. Sin embargo, la tarea de estos cuatro ángeles del juicio ahora liberados, y sus subordinados,
es matar. Si las langostas infernales del capítulo 9.3ff ya eran seres crueles, ¡estos caballeros son aún
más terribles! Sus corazas tienen los colores del abismo infernal: "... rojo como el fuego, azul como el
jacinto y amarillo como el azufre". Estas figuras están impulsadas por los cuatro poderes infernales
desatados. Aquí se nos muestra, en pocas palabras, la lucha final del pueblo contra Sión y contra el Señor
y su Ungido, siendo que vemos los ejércitos de inspiración satánica en sus características interiores,
mientras que Apocalipsis 16 nos presenta a su adversario victorioso: Dios, el Todopoderoso, y el Señor
que viene (v. 14b-15).

El número tres se destaca en estos versículos. Como acabamos de ver, hay tres colores de batalla de
caballeros con armadura: rojo, azul oscuro y amarillo (v. 17). Luego los tres flagelos: fuego, humo y
azufre. Las víctimas: un tercio de los hombres son asesinados. Es un testimonio del odio, la ira y el
desprecio de Satanás que la bomba atómica de la primera prueba nuclear de EE. UU. se llamara
"Trinidad". Eso fue en julio de 1945.

Por un lado, esta horrible guerra mundial tiene lugar como juicio bajo el permiso del Eterno. Por otro
lado, Satanás y sus ángeles serán los verdugos. De esta manera, Juan también ve el trasfondo espiritual
de este ejército: “…porque su cola era como de serpiente” (v. 19). Detrás de eso está la antigua serpiente
malvada.

La sexta trompeta es, nuevamente, un llamado al arrepentimiento para los hombres que entonces viven;
prueba de que todavía existe la posibilidad de arrepentimiento. Los pecados se mencionan por nombre:
asesinato, hechicería, inmoralidad sexual, robo. Estos son especialmente los pecados que ya se destacan
hoy. Solo piense en los abortos: ¡asesinato en gran parte legalizado! Luego el ocultismo, del que ya hemos
hablado. Inmoralidad sexual: sexo antes y fuera del matrimonio. Los robos, los robos y el materialismo
pronunciado son características de nuestro tiempo del fin y todos estos solo aumentarán. Incluso el
terrible juicio de una guerra mundial nunca antes vista, es decir, una guerra de destrucción, es rechazado
como un llamado al arrepentimiento, pues en los versículos 20 y 21 está escrito dos veces que no se
arrepintieron. ¡Impactante!

Cuando ahora vemos cómo todo empeora, ¡¿qué tan cerca debe estar entonces el rapto?! ¡Así que
prepárate!
X
El Otro Ángel Poderoso
con el Libro
(Ap. 10.1-11)

“1 Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube,


con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus
pies como columnas de fuego.
2 Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre
el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo
clamado, siete truenos emitieron sus voces.
4 Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a
escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas
que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
5 Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó
su mano al cielo,
6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo
y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella,
y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él
comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará,
como él lo anunció a sus siervos los profetas.
8 La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma
el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie
sobre el mar y sobre la tierra.
9 Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo:
Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será
dulce como la miel.
10 Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era
dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido,
amargó mi vientre.
11 Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos
pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
E l décimo capítulo de Apocalipsis es un acto intermedio de eventos entre la sexta y la séptima
trompetas. Al comienzo de la sexta trompeta vimos una terrible guerra mundial y no pudimos
evitar pensar que será una guerra nuclear, en la que morirá la tercera parte de los hombres, y
además de esta guerra mundial, Juan ve la final lucha de los pueblos en Armagedón. Así que aquí
tenemos la continuación y vemos en primer lugar “otro ángel poderoso” (v. 1). Solo en el capítulo 11:14
tenemos entonces el anuncio del final del segundo “ay” de la sexta trompeta, y en consecuencia también
termina allí. Por lo tanto, lo que ahora leemos en el capítulo 10 pertenece a la sexta trompeta, tanto como
el sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil, en el capítulo 7, pertenece al sexto sello. También
aquí necesitamos sencillez de corazón, de pensamiento y una santa seriedad para comprender lo que el
Señor quiere decirnos.

“Entonces vi otro ángel poderoso que descendía del cielo” (v. 1). Ya hemos visto a los siete arcángeles
que están delante de Dios ya quienes se les han dado trompetas (8:2). Este es el mismo ángel
mencionado en el capítulo 7:2: "Entonces vi otro ángel que subía del oriente, que tenía el sello del Dios
vivo". En el capítulo 8.3 también vemos a este otro ángel: “Otro ángel, trayendo un incensario de oro,
vino y se paró junto al altar. Se le dio mucho incienso para ofrecer con las oraciones de todos los santos
sobre el altar de oro delante del trono”. En el capítulo 7 lo vemos como el sol naciente, el sol de justicia;
en el capítulo 8.3, como el gran Sumo Sacerdote, de pie junto al altar de oro. Sin duda: ¡es Jesucristo!
Aquí en el capítulo 10.1 el "otro ángel poderoso" tiene la forma del Cristo que regresa.

Muchos comentaristas piensan que es un ángel, ¡pero es Jesucristo en forma de ángel! Esto es
confirmado por diferentes declaraciones de la Escritura. Por ejemplo, la descripción de su gloria aquí en
el versículo 1: “Entonces vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo. Estaba envuelto en una nube”.
¿Y qué está escrito en Apocalipsis 1:7? Allí leemos la elevada declaración: "He aquí, viene con las
nubes...". Sabemos que los hijos de Dios entonces serán arrebatados para recibir al Señor en las nubes.
En el versículo 1 se dice, además: "... y había un arco iris sobre su cabeza". Esto recuerda al profeta
Ezequiel, quien también vio la gloria del Señor y la describe así: “Como el arco iris que aparece en las
nubes en un día de lluvia, así era el resplandor a su alrededor. Tal era el aspecto de la figura de la gloria
del Señor” (Ezequiel 1:28). Primero, leemos en el versículo 1 sobre el rostro de “otro ángel poderoso”:

"Su rostro era como el sol". Lo mismo se dice también del regreso de Cristo en Apocalipsis 1:16: "Su
rostro era como el sol cuando resplandece en todo su esplendor". Cuarto, el versículo 1 continúa
diciendo: "...sus piernas eran como columnas de fuego". Esto coincide con Apocalipsis 1:15: "Sus pies
eran como bronce en un horno de fuego...".

Sin embargo, cuando en el capítulo 10.1 se dice que sus piernas son como columnas de fuego -y no que
sean como de bronce- es porque, según el versículo 2, hace algo gigantesco: “Puso su pie derecho sobre
el mar”. Este es el mar de los pueblos. “...y el pie izquierdo en el suelo.” Esto es Israel. ¡Está sola
declaración revela la omnipotencia ilimitada del Señor! ¡Qué gran espectáculo es cuando este “otro ángel
poderoso” desciende del cielo, poniendo su pie izquierdo sobre la tierra y su pie derecho sobre el mar!
Esto también revela su omnipresencia sin límites, porque ¿quién es capaz de poner los pies en la tierra
y en el mar, tomando así posesión de ambos?

Aunque no sería necesaria más prueba de que este otro ángel poderoso es Jesucristo, puede ser útil
señalar lo siguiente: la designación "ángel poderoso" se coloca sobre los siete arcángeles antes
mencionados que están de pie ante Dios. ¡El Apocalipsis es algo tan grande, tan maravillosamente
profundo! Si de un ángel solo se dice que es fuerte o poderoso, eso en sí mismo no es nada excepcional,
y no hay razón para pensar que sería más que todos los demás seres angelicales creados, porque los
ángeles son seres creados como nosotros, y todos son más. o menos potente. Sin embargo, si se usa la
designación “otro ángel poderoso” como rasgo distintivo en relación con otros ángeles altos, e incluso
en relación con las nubes y el rostro como el sol, entonces no hay duda de que se trata de un ser
inexistente. creado: el Hijo de Dios, que era desde la eternidad.

Prestemos, pues, atención una vez más a la actitud extraordinariamente notable de ese otro ángel
poderoso, que es Jesucristo: pone su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra. Esto se
hizo intencionalmente y es muy significativo. Según Deuteronomio 11:24, el Señor le dijo a Israel: “Todo
lugar donde pongas tus pies será tuyo”. Por lo tanto, si el pueblo de Israel pisaba un pedazo de la tierra
prometida, era de su propiedad. Ahora bien, si este ángel poderoso, que creemos que es el Señor Jesús,
pone su pie derecho sobre el mar, el mar de los pueblos, y su pie izquierdo sobre la tierra, Israel, entonces
esto es un acto de toma de posesión de su propiedad legal! Con eso asume el dominio sobre ambos. Este
es un acto que conviene al carácter y la dignidad de Cristo; sin embargo, sería inimaginable como el acto
de un ángel creado.

Sin embargo, antes de tomar posesión de la herencia legal, tomó el rollo sellado: “Vino y tomó el rollo
de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (5:7). Nadie sino el Cordero de Dios había sido
digno de tomar ese libro y abrir sus sellos. El tomar el libro sellado de manos del que estaba sentado en
el trono y abrir los sellos era prueba de su derecho a poseer la tierra. Aquí, en el capítulo 10, tenemos la
confirmación de este derecho y su intención de hacerlo valer. ¡Aprendamos de los pasos victoriosos del
Cordero: los hace en base a la obra hecha en la cruz del Gólgota, y nosotros podemos hacerlos en base a
la misma obra! Siempre podemos triunfar en la victoria que obtuvo en la cruz.

La tierra y el mar ya han sufrido bastante bajo el dominio del enemigo. El triunfo de Jesucristo se hace
visible y perceptible. El Señor hace esto de una manera que pronto revela cuán impotentes son realmente
los enemigos. Nuestros corazones se regocijan por esto, porque dondequiera que aparece Jesús, los
enemigos se vuelven insignificantes. ¡Es por eso que no debes asustarte por los poderes enemigos que
te rodean! ¡Jesús es el ganador!

Naturalmente, estamos rodeados por estos poderes y los ataques del mundo invisible se vuelven cada
vez más brutales, ¡pero Jesús es y sigue siendo el héroe victorioso del Gólgota!

En medio de la sexta trompeta, el futuro Rey del mundo se revela nuevamente: "...sus piernas eran como
columnas de fuego", dice en el versículo 1. Creo que la expresión "como columnas de fuego" describe su
invencible el poder y su decisión, irrevocable, porque las columnas son fuertes; columnas de fuego,
irresistibles. Desafían cualquier resistencia.

Es conmovedor que aquel, a quien se ha entregado todo juicio, lleve el signo de la gracia de Dios, pues
está escrito: "...había un arco iris sobre su cabeza" (v. 1). Sucede que conocemos el arco iris desde los
tiempos de Noé: es para los hombres un signo de la fidelidad de Dios. El Padre entregó todo juicio al
Hijo, Jesucristo.

En el versículo 3 está escrito que "dio un gran grito, como el rugido de un león". Este es el León de Judá.
“Cuando él clamó, los siete truenos hablaron” (v. 3). Ambas cosas, el fuerte clamor del Cordero de Dios,
como el rugido de un león, y los siete truenos, que lanzan sus voces y responden, significan lo mismo.
Ya en los profetas, el rugido del león es siempre señal de juicio. Cuando el león, el rey de las bestias,
ruge, entonces la criatura se estremece. “Rugirá desde Sión, y desde Jerusalén alzará su voz”, dice Joel
3:16. Lo mismo informa el profeta Amós (Amós 1,2), al igual que los profetas Jeremías e Isaías (Jeremías
25,30; Is 31,4). Grita y ruge como un león: esta es la voz del Triunfante. Al mismo tiempo, los siete
truenos se escuchan desde el trono de Dios: esto es juicio. Se nos recuerda 2 Samuel 22:14: “El trueno
tronó desde el cielo; resonó la voz del Altísimo.” Sin embargo, en medio del juicio está su gracia eterna:
el arco iris sobre su cabeza significa que Dios no quiere la muerte del pecador. Tiene pensamientos de
paz y gracia.

Esta gracia resplandece a pesar de que la humanidad se endurece cada vez más y está escrito dos veces,
al final de Apocalipsis 9, que los hombres no se han arrepentido. Así que tiene que comparecer como
juez.

Si analizamos cuidadosamente los versículos 2-4, entonces veremos ante nuestros ojos interiores la
figura luminosa envuelta en tinieblas. Crece, se vuelve gigantesco. Su mano sostiene el rollo de libro
abierto. Pone un pie en el mar, el otro en la tierra, y levanta la voz como un león rugiente. Es imposible
imaginar cómo será esto. Con estruendos y estruendos, el trueno procede del nubarrón en el santo
número siete, es decir, en la plenitud de Dios. Así que mientras el Cordero, con el libro abierto, habla
con gran voz, los siete truenos hacen oír su voz. Es como si en esta fase del juicio de la sexta trompeta
Dios se volviera una vez más a los hombres, diciendo: ¡No quiero vuestra destrucción, sino vuestra
salvación!

El hecho de que el Señor, en figura de ángel, ponga un pie sobre el mar y otro sobre la tierra, significa
que este mensaje está destinado, por un lado, al mundo de las naciones y, por otro, a Israel. Durante la
gran tribulación el Señor Dios reclama dominio tanto sobre el agitado mar de los pueblos como también
sobre la tierra del afligido pueblo de Israel. Aquel que encontramos en la historia como Señor es el
mismo cuya voz se escucha cada vez más claramente en el Israel de hoy. En Israel hay un interés
creciente por la persona de Jesús.

El Señor quiere ser escuchado tanto en el mundo de las naciones como en Israel. Si el mundo rechaza
su reclamo, su llamado al arrepentimiento en medio de la gran tribulación, del libro abierto presentado
para leer, entonces tiene otro idioma más, un idioma que el mundo está obligado a escuchar. Así como
el mundo animal contiene la respiración y calla ante el rugido de su rey, el león, así temblará el mundo
ante la ira de Dios. Una última palabra a un mundo que rechaza su atracción y sus advertencias es el
juicio, y eso en la séptuple plenitud. Esto es lo que los siete truenos le dicen al mundo ya Israel. Los
hombres piensan que Dios calla y que los poderes liberados de la naturaleza y de la historia tienen la
palabra, pero en realidad habla en su ira.

Hoy todavía habla en voz relativamente baja sobre la amenaza de guerras en todo el mundo y sobre las
crisis económicas y energéticas que surgen y de repente se vuelven severas. Los siete truenos, sin
embargo, provienen del trono de Dios en respuesta a lo que el otro ángel poderoso, Cristo, clama a gran
voz. Son misteriosos verdugos del juicio. Ya en el Salmo 29 encontramos este séptuple trueno con la voz
del Señor. También hemos escuchado esa voz de trueno cuando el Cordero abrió el primer sello:

“Vi cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos. Entonces oí a uno de los seres vivientes decir
con voz de trueno: '¡Ven!'” (6.1).

Cuando Juan escuchó hablar a estos siete truenos, quiso escribir sus palabras: “Tan pronto como los
siete truenos hubieron hablado, yo estaba a punto de escribir...” (v. 4). Sin embargo, fue detenido:
“...pero oí una voz del cielo, que decía: 'Sella lo que dijeron los siete truenos, pero no lo escribas'”. ¿Por
qué no, ya que al comienzo de Apocalipsis se le ordenó que escribiera todo? Según tengo entendido, los
siete truenos responden al que ordena el juicio sobre el cumplimiento de los juicios. Sin embargo, cómo
(cómo serán los efectos) es el secreto de Dios y, por lo tanto, aún debe ocultarse. Esto está íntimamente
relacionado con el rollo del libro abierto, que tiene en su mano el otro ángel poderoso, a saber,
Jesucristo.

Por lo tanto, surge la pregunta: ¿qué es ese libro que João necesita tomar y luego comer? Si realmente
este ángel fuerte es el Cordero, el único digno de tomar el libro, el testamento del Padre, y de abrir sus
sellos (5,5-7), entonces también el libro que ahora se abre es el mismo que el de capítulo 5. Antes de ser
sellado; ahora los sellos están abiertos. Por lo tanto, contiene el maravilloso testamento de Dios y el
Cordero. Está escrito por dentro y por fuera (5.1). A través de la apertura judicial de los siete sellos, como
explicamos en los comentarios del capítulo 5, nada nuevo fue revelado (la herencia de Cristo y de los
santos en la luz), pero las disposiciones del testamento de Dios se legalizaron a través de la apertura
judicial de los sellos, es decir, a través de los juicios ejecutados en la tierra. En otras palabras, cuanto
más se ejecutan los juicios de Dios sobre la humanidad porque ha rechazado su oferta más alta,
Jesucristo, más hace valer el Cordero su derecho. Esta es la visión de Apocalipsis 10.

¿Por qué, entonces, se llama al rollo un “libro” en Apocalipsis 5 y un “librito” aquí en Apocalipsis 10? Se
trata de los manuscritos en los que se basó la traducción. Ambos documentos, el libro y el librito, eran
pequeños rollos. Ambos se describen con la palabra griega biblion. Este es un diminutivo de byblos. El
que está en la mano del ángel fuerte (ejemplo, cap. 10) en algunas copias del Nuevo Testamento también
se llama biblaridion. Así como también podemos decir “libro”, “librito” o “volumen”. Las mejores copias,
sin embargo, usan la misma palabra tanto en Apocalipsis 5 como en Apocalipsis 10: libro. El contexto
también muestra muy claramente que este es el mismo libro que en Apocalipsis 5, cuando el Cordero lo
tomó de la mano derecha de Dios.

El “otro ángel poderoso”, Jesucristo, está realizando su alto y solemne acto: tomar públicamente la
herencia, pero para ello necesita autoridad. La salvación lograda en la cruz del Gólgota tiene un
fundamento legal. En su nacimiento, Jesucristo tuvo que ser puesto bajo la ley para convertirse en
nuestro Salvador. Era una necesidad divina que se cumpliera toda justicia, como él mismo afirmó en el
momento de su bautismo (Mt 3,15). Todas las victorias que alcanzó y todas las alabanzas que recibió se
basan en su labor mediadora y en el cumplimiento de todo lo que exige la ley de Dios. Él es el
cumplimiento de la ley.

No pudo haber resucitado de entre los muertos, no pudo haber subido al cielo, ni pudo haberse sentado
a la diestra del Padre; ni podría haber dado el perdón de los pecados a los hombres o incluso recuperar
la herencia perdida si realmente no hubiera expiado los pecados del mundo entero en la cruz del Gólgota.
A través de su completa obediencia, ha comprado con su sangre a todos aquellos que ahora, o en
cualquier momento, reclaman la redención por su sangre, para que se conviertan en su propiedad legal.
¿Perteneces a ellos? ¿O todavía estás en las garras del diablo? Si es así, debes saber que te está reteniendo
ilegalmente. Si todavía estás atrapado en los poderes de la depresión o la impureza, ¡esto es ilegal,
porque Jesucristo te ha comprado con Su sangre! Solo después de que él, el Cordero, fue inmolado y
sacrificado por la injusticia de todos los hombres: “¡Mira! ¡Es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo!” (Juan 1:29)—es que fue tenido por digno de tomar el libro y abrir sus sellos. Solo después
podría actuar como el Recomprador (hebreo: goel) para todos aquellos cuya herencia se había perdido.
Esto se ve tan bellamente en el libro de Rut. El esposo judío de Ruth había muerto y ella no tenía hijos.
Por eso tuvo que venir un salvador para mantener viva la herencia. Tenía que darle una descendencia,
para que la herencia no se perdiera. ¡Jesucristo, nuestro gran Redentor, pudo actuar por todos aquellos
cuya herencia se perdió a causa del enemigo, porque estamos destinados a ser coherederos del reino!
Dios creó al hombre a su semejanza para que gobernara sobre la creación. Pero el hombre ha caído en
los abismos más profundos de la perdición. Sin embargo, luego vino nuestra ¡ goel , nuestro Salvador!
Recuperó la herencia perdida a través de su muerte en la cruz del Gólgota. Antes no podía tomar
posesión ni hacer valer ningún derecho sobre la tierra, para limpiarla de todos los enemigos. Solo
después de recibir la autoridad legal para hacerlo, como recompensa por su justicia perfecta, fue
colocado en esta situación.

En la vida cotidiana de nuestra sociedad humana también es así: nadie puede reclamar una parcela de
tierra sin tener un documento de la notaría. Tampoco puede nadie arrestar a quien ha violado la ley a
menos que tenga la autoridad correspondiente. De la misma manera, nuestro poderoso Redentor tiene
el documento abierto en su mano mientras pone su pie derecho sobre el mar (los pueblos) y su pie
izquierdo sobre la tierra (Israel); por lo tanto, cuando esté a punto de juzgar a los rebeldes que han
profanado su propiedad y disputado su herencia. Lo recibió legalmente de la mano derecha de la
Majestad eterna (5.7). Lo muestra con su autoridad recibida del Dios eterno, en sentido figurado, a todos
los que quieren verlo, y de ese modo desafía todos los poderes de la tierra y del infierno. Mientras hace
esto, sus palabras y acciones son apoyadas por el trueno del Todopoderoso.

Y ahora sucede algo notable con el librito: “Entonces la voz que había oído del cielo me habló de nuevo:
'Ve, toma el libro abierto que está en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra '.
Así que me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Me dijo: '¡Tómalo y cómelo! Será amargo
en tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel.'

Tomé el librito de la mano del ángel y me lo comí. Se sentía dulce como la miel en mi boca; pero mientras
lo comía, sentí que mi estómago se agriaba. Entonces me fue dicho: 'Tienes que profetizar de nuevo
sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes'” (v. 8-11).

¿Por qué el Cordero de Dios tomó el rollo sellado de la mano derecha de Dios en el capítulo 5? ¿Por qué
Jesucristo aparece en el santuario celestial, como el Cordero que fue inmolado, para ser considerado
digno de tomar el rollo y abrir sus sellos? ¿Cuál es, después de todo, el mayor objetivo de todos sus actos
en la tierra y en el cielo? ¿Cuál es la intención más profunda y la meta de Dios y el Cordero? Respuesta:
¡nada más que dar y transmitir a los que creen en él lo que está contenido en el libro!

Su multitud comprada con sangre la tomará y la comerá; apropiárselo, anunciarlo y profetizarlo; debe
vivir de él y dejarse edificar para la vida eterna. Este libro contiene todos los derechos proféticos,
sacerdotales y reales de Cristo como nuestro Redentor. Sin embargo, si somos herederos, entonces
somos coherederos, es decir, coherederos con Cristo. Eso es lo que dice Pablo en Romanos 8:17. Eso es
lo que quiere transmitirnos.

Este libro cubre el origen y el corazón de toda profecía, toda predicación del evangelio, toda fe verdadera
y toda esperanza firme. Este libro, de los capítulos 5 y 10, es el documento de la diestra divina de la
Deidad eterna, sobre el cual se fundamenta el reinado del Señor Jesucristo como Señor de señores y Rey
de reyes. Y toda esta gloria quiere impartirnos. Ya en la oración sacerdotal se pedía: “Padre, mi voluntad
es que donde yo esté, los que me diste... antes de la fundación del mundo estén también conmigo” (Jn
17,24 RA).

Este es el significado del extraño mandato que ahora recibe Juan:


“Ve, toma el libro abierto que está en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra” (v.
8). Es el cumplimiento de lo que dijo el Señor Jesús en la oración sacerdotal: “Porque les he dicho las
palabras que me diste” (Jn 17, 8). Un verdadero profeta nunca entrega un mensaje de sí mismo, sino
que hace lo que hace Juan en el versículo 9: va a “otro ángel poderoso” y le pide que le dé el libro. Sin
embargo, debe estar quieto, porque ahora recibe la plenitud del mensaje divino, las inescrutables
riquezas de Dios: el testamento de Dios y del Cordero. El propio John no tiene nada más que decir.

Ahora Jesucristo habla en la persona del ángel poderoso: “Él me dijo: '¡Tómalo y cómelo! Será amargo
en tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel.' Tomé el librito de la mano del ángel y lo comí”
(v. 9-10). ¿Por qué necesita comerlo? Cuando comemos algún alimento, se convierte en parte de
nosotros mismos. ¡Literalmente pasa a nuestra carne y sangre! Con Ezequiel fue similar. El Señor le
dijo: “Pero tú, hijo de hombre, escucha lo que te digo. No seáis rebeldes como esa nación; abre tu boca
y come lo que yo te daré.' Entonces miré y vi la mano de alguien extendida hacia mí. En él había un rollo
de un libro, que desenrolló ante mí. En ambos lados del rollo estaban escritas palabras de lamentación,
llanto y aflicción. Y me dijo: 'Hijo de hombre, come este rollo; luego ve y habla a la nación de Israel'”
(Ezequiel 2:8–3:1). Tanto Juan como Ezequiel tuvieron que apropiarse de las palabras de Dios al
comerlas. Sólo entonces podrían transmitir fielmente el mensaje del Señor, palabra por palabra, porque
se había convertido en parte de ellos mismos.

Cuando Juan se come el librito, internamente se apropia del mensaje y experimenta dicha, pero también
sufrimiento. Siempre es así: cuando uno come la Palabra de Dios, acogiéndola en sí mismo, el corazón
se alegra por la magnífica plenitud. Por otro lado, esto se relaciona con muchas tribulaciones fuertes,
especialmente cuando se tiene que anunciar el juicio. No puedes apuntar la espada de la Palabra de Dios
contra otras personas cuando no ha sido apuntada primero contra ti mismo.

Y ahora viene la nueva tarea: “Debes profetizar…” (v. 11). En otras palabras: a pesar de haberle costado
la libertad – porque João estaba exiliado – a pesar de su cansancio y miedo a nuevas luchas: “Debes
profetizar”. Las siguientes profecías de Juan deben, por tanto, no sólo referirse a la iglesia, a los ciento
cuarenta y cuatro mil sellados, y a la multitud que nadie podía contar, sino a abarcar aún más pueblos,
naciones, lenguas y reyes:

“...profetizar otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (v. 11).

La maravillosa proclamación del otro ángel poderoso, Jesucristo, está incrustada en la mitad del capítulo
10 y es: “Entonces el ángel que había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano derecha
al cielo y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó los cielos y todo lo que hay en ellos, la
tierra y todo lo que hay en ella, y el mar y todo lo que hay en él, diciendo: ¡No habrá más dilación! Pero
en los días en que el séptimo ángel toque la trompeta, se cumplirá el misterio de Dios, como lo anunció
a sus siervos los profetas” (v. 5-7).

El misterio de Dios, que se cumplirá en los días de la séptima trompeta, es la suma de todas las
revelaciones y acciones de Dios para restaurar al hombre a su herencia perdida. El misterio de Dios
abarca todos los misterios de la Escritura. El Señor Jesús habló de ello cuando dijo a sus discípulos: “A
vosotros se os ha dado conocimiento de los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no” (Mt 13,11).
Pablo cita algunos componentes de este misterio. En Romanos 11:25 tenemos el misterio de Israel: “No
quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no os hagáis presuntuosos: Israel ha
experimentado un endurecimiento en parte, hasta que llegue la plenitud de los gentiles”.
(Romanos 11:25). Luego tenemos el misterio de su voluntad (Efesios 1:9), luego el misterio de Cristo
(Efesios 3:4) y el misterio de la iglesia (Efesios 5:32).
O recordad el misterio del evangelio (Ef 6,19) o el misterio del arrebatamiento: “Os digo un misterio: no
todos dormiremos, pero todos seremos transformados” (1 Cor 15,51). Todos los misterios mencionados
en el Nuevo Testamento se agrupan en el misterio de Dios, que luego se cumplirá durante el período de
la séptima trompeta.

La séptima trompeta no caracteriza un solo día, sino un período de juicio, porque los mayores eventos
suceden durante ese tiempo. Entonces se cumplirá todo el misterio de Dios, que anunció a sus siervos y
profetas. En el Apocalipsis hay un crescendo de los actos ocultos de Dios. Todo esto está cerca, porque
el rapto está a punto de suceder. Una y otra vez Dios ha dado un período de gracia, porque el Señor es
paciente con nosotros, “no queriendo que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”
(2 Pedro 3:9). Varias veces pospuso el juicio final. ¿Seguirá posponiéndolo?

Aquí en la sexta trompeta, “otro ángel poderoso”, Jesucristo, habla de poner su pie sobre la tierra y sobre
el mar. Su mano está levantada al cielo, y jura por aquel que vive eternamente y creó todo lo que hay en
el cielo y en la tierra. Y luego dice algo impactante y serio: "¡No habrá más demora!" Por lo tanto, no hay
más tiempo más allá de los días de la séptima trompeta: “¡No habrá más demora! Pero en los días en
que el séptimo ángel toque la trompeta, se cumplirá el misterio de Dios, como lo anunció a sus siervos
los profetas” (v. 6-7). Y será demasiado tarde para dar marcha atrás; aunque muchos acontecimientos
aún proceden de esa trompeta, el juramento de Jesucristo es irrevocable. Hoy, ese plazo ya se está
agotando. La cuenta atrás ya ha comenzado. Partes importantes del misterio de Dios ya se están
cumpliendo de manera preparatoria. Espero cada día que se cumplan dos partes del misterio de Dios:
el misterio de la iglesia y el misterio del rapto de la iglesia. Si aún no has rendido completamente tu vida
a Jesús, quien te compró a un alto precio como un Cordero ensangrentado, entonces hazlo hoy, ¡hazlo
ahora!
XI
La Medición del Templo
de Dios
(Ap. 11.1-2)

“1 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de


medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el
altar, y a los que adoran en él.
2 Pero el patio que está fuera del templo déjalo aparte, y no lo
midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán
la ciudad santa cuarenta y dos meses.”
E n el comentario de la sexta trompeta vimos que la tercera parte de la humanidad será destruida.
Vemos que esta guerra mundial, que probablemente será una guerra nuclear, se desencadena en el
Medio Oriente, cuando los cuatro ángeles guerreros son liberados a lo largo del río Éufrates.
Finalmente, reconocemos en esto un anticipo de la lucha final de los pueblos en Armagedón. Apocalipsis
11 ahora habla del tiempo después de esa guerra. Es una continuación de las palabras de “otro ángel
poderoso” en el capítulo 10.

En estas palabras del Señor a Juan se retoma el hilo que se había dejado de lado en la visión anticipada
de la lucha final de los pueblos en medio de la gran tribulación.

En este caso, podemos partir del hecho de que estas oleadas de guerras mundiales comenzarán con la
aniquilación de Rusia y terminarán con Armagedón. Este primer evento que sacudirá al mundo se acerca
rápidamente a nosotros hoy. Sin embargo, no se presenta en Apocalipsis porque no tiene significado en
el plan de salvación. nota 8 Por otro lado, este juicio sobre los pueblos se describe con detalle en el
Antiguo Testamento, principalmente en Ezequiel 38 y 39.

En vista de Apocalipsis 11:3-14, surge la pregunta: ¿qué hace Israel después de esta catástrofe mundial?
Según Ezequiel 39:11-16, Israel enterrará primero a los muertos durante siete meses: “En aquel día daré
a Gog un sepulcro en Israel, en el valle de los que van hacia el oriente, hacia el mar. Él bloqueará el
camino de los viajeros porque Gog y todos sus batallones serán enterrados allí. Por eso se llamará el
Valle de Hammon-Gog. Durante siete meses la nación de Israel los enterrará para limpiar la tierra. Todo
el pueblo de la tierra los enterrará, y el día en que yo sea glorificado será un día memorable para ellos.
Palabra del Soberano, el S. Pasados los siete meses, se contratarán hombres para recorrer la tierra y
sepultar a los que quedaren. Y así la tierra será purificada.

Cuando estén vagando por la tierra y uno de ellos vea un hueso humano, pondrá una señal junto al hueso
hasta que los sepultureros lo entierren en el valle de Hammon-Gog. (Habrá allí también una ciudad que
se llamará Hamona.) Y así limpiarán la tierra.

Es como un desastre aéreo, en el que se marcan los lugares donde se encuentran los restos físicos de las
víctimas para luego enterrarlos. Entonces Israel comenzará inmediatamente a reconstruir el templo. A
través del gran terremoto del que habla Ezequiel 38.19-20 – “En mi celo y en mi gran furor declaro que
en aquel tiempo habrá un gran terremoto en Israel. Los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del
campo, todo animal que se arrastra sobre la tierra y todos los pueblos sobre la faz de la tierra temblarán
ante mi presencia. Los montes serán derribados, los peñascos se derrumbarán y todos los muros se
derrumbarán” – estará preparado en la tierra de Israel, no sólo política, sino también técnicamente, el
camino para la reconstrucción del templo: la Cúpula de la Roca, la mezquita de Umar, será devastada.
Pero entonces la iglesia de Jesús ya no tiene espacio en la tierra, porque el tiempo de la iglesia de Jesús
está ubicado entre la destrucción y la reconstrucción del templo en Jerusalén. En este período, la iglesia
de Jesús es el templo espiritual en la tierra (Efesios 2:20-22).
Si leemos con detenimiento Apocalipsis 11, nos quedará claro que los hechos allí registrados son
realmente una parte del capítulo décimo, donde el ángel poderoso, que es Cristo, en actitud solemne,
toma posesión de la tierra poniendo sus pies sobre (10:2). Al final del décimo capítulo, este “otro ángel
poderoso” le ordena a Juan que continúe profetizando. Aquí, en el capítulo 11.1, se le da un nuevo
mandato: "Ve y mide el templo de Dios y el altar". La relación es, por tanto, evidente. El mandato
proviene del Hijo viviente de Dios, quien en el capítulo 10:5-7 juró que no habría demora después de la
séptima trompeta. Lo que tenemos ante nosotros, por lo tanto, debe ser la continuación, hasta el clímax
del día del Señor.

Como ya hemos dicho, aquí en el capítulo 11 nos encontramos en medio de la semana 70 y por lo tanto
en la última semana de los años de Daniel, es decir, en la segunda mitad de la tribulación de la que habla
tan enfáticamente la palabra profética. En Jerusalén todo estaba decidido, porque Dios estaba allí en
Cristo y reconcilió consigo al mundo, y allí Jesús murió en la cruz. En Jerusalén había la Pascua; allí
resucitó el Señor. En Jerusalén subió al cielo, ya Jerusalén volverá (Zacarías 14:4). Por lo tanto, todo se
decidirá en Jerusalén.

En el curso de la toma de la herencia, lo primero se expresa en el cambio de actitud de Juan. Después de


ver y oír al ángel poderoso (Cristo), él, que hasta ahora sólo había visto, comenzó a actuar: “Entonces
me acerqué al ángel y le pedí que me diera el librito. Me dijo: '¡Tómalo y cómelo! Será amargo en tu
vientre, pero en tu boca será dulce como la miel” (10:9). Este librito, que comió como se le ordenó,
contiene toda la herencia de los santos, que recibió en lugar de toda la iglesia glorificada. Lo hizo como
representante de toda la iglesia glorificada, así como los veinticuatro ancianos coronados representan a
la iglesia glorificada de Jesús.

Así que Juan tuvo que continuar profetizando (10:11). ¿Qué tenía que profetizar? ¡Que viene Jesús y su
gloria! ¡La iglesia es la gloria de Cristo!

Ahora Juan es trasladado en espíritu a la Jerusalén terrenal y realiza una acción que no es visible para
los habitantes: mide el templo. Esto sucede, como hemos dicho, en la segunda mitad de la tribulación,
es decir, en la gran tribulación, cuando la bestia, el Anticristo, está en el colmo de su poder. Esto se
prueba en el versículo 2: “Pero excluye el atrio exterior; no lo midáis, porque fue dado a los gentiles.
Pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses”. El capítulo 12 habla del mismo período.
Cuando leemos indicaciones de tiempo en la Biblia, como “un tiempo, tiempos y medio”, “cuarenta y
dos meses” o “mil doscientos sesenta días” (como en el v. 3), esto siempre es una referencia a los últimos
días, tres años y medio de los siete años de la tribulación. Juan mide el santuario; actúa como miembro
del cuerpo de Cristo.

Medir aquí es un acto judicial. Significa limitación y posesión; comprende la separación, es decir, la
exclusión: “Excluir...”. El patio, que no es sagrado, está separado del santuario. Esta será la tarea de la
iglesia glorificada y arrebatada, porque -repetimos- Juan actúa proféticamente y representando a la
iglesia en el cielo. Pablo lo dijo así: “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo?” (1Co 6.2). ¡Qué gran
perspectiva! Debemos ser conscientes de que este juicio separador ya se está produciendo en las filas de
los cristianos de hoy, quedando de lado el mal (los cristianos del atrio) y quedando lo sagrado.

Observemos esto: lo primero que se mide es el santuario, el altar y los adoradores. La única casa de Dios
que existe actualmente en la tierra es su templo espiritual: la iglesia de Jesús.

Las piedras vivas de las que está hecho este templo son los renacidos de entre judíos y gentiles (1 Pedro
2:5). En esta casa se juzga primero; y, a través del éxtasis de esta tierra, luego viene el retiro repentino y
maravilloso por fin. Estos actos de juicio, sin embargo, tienen dos lados, dos corrientes: una corriente
ascendente - el santificado que es arrebatado de este mundo maduro para el juicio - y una corriente
descendente - el santificado que regresa con poder creciente, Nota 9 para tomar posesión de todas las
cosas, para asumir la herencia. Debemos recordar que Jerusalén será, con el templo reconstruido luego
del rapto de la iglesia, el único centro de la santa presencia de Dios en la tierra. Aunque entonces
comienza el terrible sacrilegio, cuando el Anticristo se sienta en el templo como si fuera Dios, en la Biblia
se le llama expresamente "el santuario de Dios" (2 Tes 2, 4).

¿Quiénes son los adoradores? Estos son los ciento cuarenta y cuatro mil sellados que conocemos en el
capítulo 7. Esta gran cantidad de personas de Israel, que se vuelven creyentes en el Señor Jesús durante
la tribulación, durante el reinado del Anticristo, son en sentido figurado la cabeza de playa, la base de
Dios. en la tierra. A través de la medida judicial son separados de los impíos. Es, por lo tanto, un evento
espiritual que será exactamente como el juicio de separación que tiene lugar hoy en la iglesia de Jesús.
En la última página de la Biblia está escrito así: “Que los injustos sigan haciendo injusticia; que los
inmundos continúen en la inmundicia; que los justos sigan haciendo justicia; y que el santo siga
santificándose. ¡He aquí, vengo pronto! Mi recompensa está conmigo, ya cada uno le pagaré según lo
que haya hecho” (22:11-12).

Los adoradores no pueden ser los creyentes que forman parte de la multitud innumerable de todas las
naciones y lenguas porque tendrán que dejar la vida como mártires. De la innumerable multitud se dice
que no adoran, pero en sentido positivo: "No habían adorado a la bestia ni a su imagen" (20:4). No hay
duda de que adorarán al Señor, pero no será en el templo de Jerusalén, sino donde están: entre los
pueblos y las naciones. Tienen otra posición que la de ciento cuarenta y cuatro mil. Los judíos que
creyeron en Jesucristo, sin embargo, adorarán en el templo de Jerusalén, como lo hizo Pablo (Hechos
21:26). De alguna manera, entonces dominará la misma situación que en la presente era de la gracia,
cuando muchos creyentes judíos, a pesar de estar todavía ciegos a su Mesías (Rom 11:25), adoran en
Jerusalén, especialmente en el Muro de los Lamentos, mientras nosotros, como creyentes entre las
naciones, no adoramos en un lugar geográfico, sino que, según Juan 4:24, adoramos a Dios en espíritu
y en verdad, dondequiera que estemos.

Los sellados de Israel son guardados de la gran matanza durante la tribulación; serán guardados hasta
la plenitud de la redención; están separados del atrio, que fue dado a los gentiles. Percibimos que
después del arrebatamiento habrá el mismo procedimiento que con nosotros antes de él, porque así
como los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel son sellados después del arrebatamiento, así nosotros
somos sellados con el Espíritu Santo antes del arrebatamiento.

De esto aprendemos hoy para nosotros que el crecimiento en la santificación es de eminente


importancia, porque no debemos quedarnos quietos en el "patio" junto al altar del holocausto, sino que
"dejemos las enseñanzas elementales acerca de Cristo y avancemos hacia la madurez” (Hebreos 6:1),
entrando en el “santuario” – en comunión con el Hijo de Dios – donde está la luz, la Menorá y el pan
siempre fresco. Por tanto, entremos confiadamente a través del velo abierto en el “Lugar Santísimo”,
donde Dios está presente, como dice Juan en su primera carta: “Nuestra comunión es con el Padre y con
su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1: 3). En otras palabras: ¡totalmente para Jesús!
XIII
La Séptima Trompeta
(Ap 11.15-12.5)

“15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el


cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los
siglos.
16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de
Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a
Dios,
17 diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que
eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran
poder, y has reinado.
18 Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de
juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los
profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los
pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la
tierra.
19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto
se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un
terremoto y grande granizo.”

“1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol,
con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de
doce estrellas.
2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia
del alumbramiento.
3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran
dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus
cabezas siete diademas;
4 y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y
las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer
que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto
como naciese.
5 Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a
todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su
trono.”
L
a séptima trompeta nos acercamos al clímax de la historia mundial, que pronto tendrá lugar.
Estos juicios del Todopoderoso son los más amplios y terribles. La séptima trompeta no se oirá por
un momento ni por un día, sino por todo un período: “Pero en los días en que el séptimo ángel esté
para tocar su trompeta, se cumplirá el misterio de Dios, como él lo ha anunciado. sus siervos los profetas”
(10:7). Por tanto, en los días de la séptima trompeta, que se oirá después del arrebatamiento y durante
la gran tribulación, se cumplirá el misterio de Dios. No se dice cuánto tiempo se oirá esta trompeta, pero
será por varios días, ya que se usa el plural: "... en los días". Es el tercer “ay” que entonces vendrá sobre
la tierra: “El segundo ay ha pasado; el tercer ay vendrá pronto” (11:14).

El cumplimiento del misterio de Dios tiene lugar después del rapto, pero no sin las siete copas de la ira,
que aún siguen. El milenio, el juicio final ante el gran trono blanco (cap. 20), los cielos nuevos y la tierra
nueva, todo esto es parte del misterio de Dios que aún debe cumplirse. Evidentemente, el cumplimiento
del misterio de Dios incluye todo lo que se encuentra después de la redención completa y ya ha
comenzado con la reaparición de Israel.

Este es un misterio, un milagro, que a principios de la década de 1940 prácticamente nadie esperaba.
Sin embargo, el misterio de Dios ha comenzado a cumplirse y se completará, ¡etapa tras etapa! Esto
incluye todo lo que Dios el Señor ha logrado desde 1948 y seguirá logrando. El cumplimiento como tal,
sin embargo, comenzará en los días en que el séptimo ángel toque la trompeta. En esta séptima trompeta
se desarrolla todo el plan de salvación. Es el cumplimiento de la plenitud divina, razón del número siete.
Las circunstancias que acompañan al sonido de la séptima trompeta tienen un significado profundo y
de largo alcance.

“...y hubo grandes voces en el cielo, que decían: 'El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro
Señor y de su Cristo'” (11:15). Estas fuertes voces representan las voces de todos los seres vivos en el
cielo, quienes están muy conmovidos por lo que está pasando ahora en la tierra. Anuncian el comienzo
del reino de Dios y de Jesucristo en la tierra, cuando el “reino del mundo” se convierta en el reino de
nuestro Señor. Por tanto, el reino de Dios en el mundo, por medio de Jesucristo, se establecerá cuando
concluya el séptimo juicio de las trompetas. Jesucristo entonces reinará como el Cordero desde la
eternidad y hasta la eternidad, como leemos en Apocalipsis 5:8-12: “Cuando lo recibió, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno de ellos tenía un arpa
y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos; y cantaban un cántico nuevo:
Digno eres de recibir el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado y con tu sangre compraste
para Dios pueblos de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Los has hecho un reino y sacerdotes para
nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.' Entonces miré y escuché la voz de muchos ángeles, miles de
miles y millones de millones. Rodearon el trono, así como a los seres vivientes y a los ancianos, y
cantaban a gran voz: '¡Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza!'”.

Cuando el Cordero tomó el libro de la mano de Dios, los veinticuatro ancianos y todos los seres celestiales
vieron en sentido figurado el cumplimiento, el cumplimiento final, del misterio de Dios en la séptima
trompeta. Pero aquí en el capítulo 11:16 está escrito: "Los veinticuatro ancianos que estaban sentados
en sus tronos delante de Dios se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios". Se inclinaron en una
adoración aún más profunda, mientras ahora observan cómo el Cordero de Dios, Jesucristo, lo cumple
todo. Él es el cumplimiento de la Palabra en persona, porque Él es la Palabra. Los cuerpos glorificados
de los veinticuatro ancianos se postran bajo el peso del asombro; todo su ser está extasiado en virtud del
cumplimiento que ahora ven. El flujo de su gozo al adorarle sale como un mar de gratitud hacia el trono
de Dios. Todo esto todavía está en el futuro. Si recordamos que los veinticuatro ancianos coronados
representan a toda la iglesia de Jesús raptada y glorificada, entonces sabemos que, como hijos de Dios,
participaremos en este evento.

Primero nos postraremos y adoraremos (cap. 5), pero luego, cuando proceda el cumplimiento del
misterio de Dios, nos postraremos sobre nuestros rostros y nos inclinaremos aún más profundamente
ante su majestad. ¡Eso será la gloria! ¡Y ya podemos ver esa gloria en la Palabra! Sin embargo, qué gran
contraste habrá entonces: en la tierra, las más extremas tinieblas del juicio; en el cielo, la mayor gloria!
La victoria del Cordero aún no es visible en la tierra; sí, uno concluiría que el Diablo está gobernando.
Sin embargo, al sonido de la séptima trompeta, la iglesia glorificada en el cielo ve el cumplimiento
triunfante de la victoria de Jesús. ¡Cuando seamos arrebatados, veremos aún más de lo que podemos
ver actualmente a través de la Palabra!

En el capítulo 11:17, los veinticuatro ancianos comienzan a decir algo y de repente se detienen. Esto es
extremadamente esclarecedor. Dicen: “Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, que eres y que
eras…”. En lugar de proceder con "y lo que vendrá", dicen: "...porque has asumido tu gran poder y has
comenzado a reinar". ¿Por qué interrumpen aquí? ¡Porque al tiempo de la séptima trompeta el futuro
del Señor ya ha comenzado! ¡Entonces ya habrá asumido su herencia! Aquí se está realizando algo
maravilloso: mientras los veinticuatro ancianos coronados, es decir, los representantes de la iglesia
glorificada, se pierden en adoración y así se hunden en el ser del Dios eterno, ven suceder lo que está
por venir sobre la tierra. . En la tierra todavía se ejerce el dominio anticristiano, pero en el cielo ya ven
presente lo dicho en el capítulo 11.18: “Las naciones se enojaron; y ha venido tu ira. Ha llegado la hora
de que juzgues a los muertos y recompenses a tus siervos, a los profetas, a tus santos y a los que temen
tu nombre, a pequeños y a grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra”.

Ven, por tanto, el odio del pueblo contra el Señor y su Ungido; contra Sión, contra Israel, y ven la ira de
Dios y el juicio final ante el gran trono blanco. Juan también ve todo esto como algo anticipado, porque
el juicio ante el gran trono blanco tendrá lugar después del milenio. Los veinticuatro ancianos y Juan
ven bendición y recompensa para tres categorías de creyentes: 1) los profetas, sus siervos; 2) los santos;
y 3) los que temen su nombre.

Ellos, sin embargo, también ven destrucción para aquellos que destruyen la tierra, es decir, para aquellas
personas que son la causa de la destrucción de la tierra. Siempre hay algunos, incluso dentro de la iglesia
de Jesús, que se encargan de avanzar en la destrucción, prestándose a ser estaciones de paso para el
pecado. Sin embargo, si estamos en Jesús, somos temporadas finales de pecado, en el sentido de que
llevamos todo al santuario y no lo tocamos más.

Aquí, en el versículo 18, tenemos, pues, el cumplimiento y el juicio final, que ya ven ahora los que están
en el cielo.

Ven prueba de que el dominio de Dios ha venido a ejercerse sobre la tierra. Esto también abarca la
multitud innumerable que viene de la gran tribulación, porque durante la gran tribulación muchos se
convertirán, como mostramos en el comentario de Apocalipsis 7 (ver capítulo 8 de este libro): gente de
nuestros países cristianizados, cristianos nominales, que tuvieron que dejar atrás en el momento del
Rapto, y la gente del Tercer Mundo.

Juan ya ve esta multitud innumerable en el cielo mientras todavía están físicamente en la tierra, donde
en ese momento tendrá lugar una terrible carnicería y será un tiempo tan terrible como nunca antes lo
fue y nunca lo volverá a ser. Israel será perseguido y todo aquel que crea en Jesús después del Rapto será
ejecutado. Juan es, por tanto, llevado en espíritu de un salto sobre el curso de los acontecimientos a la
meta, convirtiéndose en testigo de la realidad de la salvación, viendo a Jesús como el Vencedor. También
contigo Dios quiere hacer esto. Esto también lo puedes ver en medio de tu día a día oscuro, cuando la
presión sobre tu alma aumenta cada vez más, porque nuestra lucha de fe consiste precisamente en partir
del hecho celestial invisible, pero real: “' Tú has sometido todo bajo tu pie'. Al sujetarle todas las cosas,
no dejó nada que no estuviera sujeto a él. Pero ahora todavía no vemos que todas las cosas estén sujetas
a él” (Hebreos 2:8). ¡Aferrémonos a lo que no vemos, no a lo que vemos (cf. 2Co 4,18)!

Servimos a Dios en espíritu, es decir, estamos sobre el terreno de la victoria. Así se nos muestra lo que
Juan ve en el versículo 19, y para una mejor comprensión, este versículo debe leerse como parte del
capítulo 12: “Entonces se abrió el templo de Dios en el cielo, y se vio el arca de su pacto. Hubo
relámpagos, voces, truenos, un terremoto y una gran granizada” (11:19). Note las palabras "el santuario
fue abierto... en los cielos" y "allí fue visto". Aquí tenemos la realización del resultado de la muerte del
Señor Jesús en la cruz del Gólgota, por lo que sucedió en Jerusalén cuando el Señor Jesús murió y
exclamó:

"¡Se hace!"? El velo del santuario se rasgó de arriba abajo (Mt 27,51) – ¡el santuario se abrió!

En Apocalipsis 11:19, en la profecía sobre el fin de los tiempos, vemos cómo durante los terribles juicios
el cielo se abre repentinamente y el arca del pacto, la presencia de Dios, se hace visible con la sangre
derramada. Sabemos que el templo terrenal en Jerusalén es una sombra, es decir, una imagen de las
cosas celestiales (Heb 8:5–9:23). En el cumplimiento del misterio de Dios, al sonido de la séptima
trompeta, se abre el santuario del cielo y se revela el Lugar Santísimo. Lo que experimentamos aquí en
la tierra en espíritu—“Así que, hermanos, tenemos plena confianza para entrar en el Lugar Santísimo
por la sangre de Jesús…a través del velo, esto es, por su cuerpo” (Hebreos 10:19-20)— entonces será
ópticamente visible: el cielo se abrirá. Esta será entonces la realidad escatológica y el plan de salvación;
la realidad visible!

“...y allí se vio el arca de su pacto” (v. 19). Aquí, por primera vez en Apocalipsis, aparece el gran tema
que domina los medios de comunicación en nuestros días: ¡el pueblo de Israel! Esta arca es la expresión
visible del pacto de Dios con Israel. Todas las alianzas de Dios con su pueblo Israel, todas sus solemnes
promesas, están contenidas en el fondo en esta arca de la alianza. A pesar de la destrucción de Jerusalén,
aparentemente el arca del pacto terrenal siguió existiendo durante mucho tiempo. Los libros apócrifos
no son la Palabra de Dios, pero en parte son bastante interesantes históricamente. En 2 Macabeos 2:4-
8, por ejemplo, está escrito que el profeta Jeremías, en virtud de un mandato de Dios, determinó que el
arca del pacto fuera ocultada por aquellos que iban a ser llevados al cautiverio babilónico, y que esto fue
hecho, para que ella no sufriera daño en el tiempo de la destrucción de Jerusalén.

Sin embargo, más confiable es la información de la palabra inspirada de Dios, que dice acerca de
Jeremías 3:16: “'Cuando crezcas y te multipliques en tu tierra en aquellos días', dice el Señor, 'no dirás
más: 'El arca del pacto del Señor”. Ya no lo pensarán ni lo recordarán; no te echarán de menos, ni se
hará otra arca'”. Sin embargo, el patrón celestial original permanece, al igual que las promesas de Dios.

Ninguna de sus promesas ha envejecido o se ha vuelto inválida, ni para nosotros ni para Israel. Por tanto,
al final de los tiempos, aparece el arca eterna de la alianza. ¡Con esto también explicamos la reaparición
de Israel con el fin divino de que se convierta y sea glorificado! Sabemos por el plan de salvación que el
arca del pacto estuvo siempre acompañada por la gloria y el poder de Dios. Así, las aguas del Jordán
retrocedieron cuando los sacerdotes cruzaron, e Israel pudo entrar en Canaán. En presencia del arca del
pacto, los muros de Jericó cayeron con gran estruendo. Los filisteos, que profanaron el arca del pacto,
queriendo robársela a Israel, fueron castigados con violencia. Sin embargo, miles y miles de israelitas
estaban a salvo y bendecidos cuando estaban con ella. Aquí en el versículo 19 se hace visible en el cielo,
como confirmación de la fidelidad inmutable del pacto de Dios con su afligido pueblo Israel, pues justo
entonces Israel estará pasando por algo muy difícil en la tierra.

En reacción a la aparición del arca del pacto, hubo “relámpagos, voces, truenos, un terremoto y
granizada” (v. 19). La tierra es sacudida como por una explosión de juicios cuando Dios manifiesta, con
el arca de la alianza, su fidelidad a Israel. Es como un Pentecostés negativo, como un derramamiento de
plenitud de juicios; así como tenemos un Pentecostés positivo: la efusión del Espíritu Santo en el día de
Pentecostés (Hechos 2). Este Pentecostés fue, ante todo, un juicio individual sobre los discípulos, porque
sobre cada uno de ellos cayó sobre cada uno de ellos lo que parecían ser lenguas de fuego. ¡El juicio
comienza en la casa de Dios! Ahora, sin embargo, se trata de un juicio general e inevitable, sin expiación
sustituta. Relámpagos, voces, truenos, terremotos y gran granizada son una protesta del juicio divino
contra un mundo anticristiano.

“Apareció en el cielo una señal extraordinaria: una mujer vestida de sol...” (12,1). Junto al arca de la
alianza no aparece aquí, como muchos se apresuran a decir, una mujer. Nada debe pasarse por alto en
el maravilloso libro de Apocalipsis. Primero se habla de un signo. Como tomamos todo lo que aparece
en Apocalipsis literalmente, aquí está claro que es un símbolo. Además, se dice que es un signo
extraordinario. Lo que aparece claramente es algo muy importante a los ojos de Dios. Esta gran señal
aparece en el cielo, lo que indica un significado espiritual. Esta mujer no es María, como enseñó una vez
la Iglesia Católica Romana, ni es Jerusalén, como dicen muchos comentaristas bíblicos. Estos últimos
se basan en el pasaje bíblico de Gálatas 4:26, donde se describe a Jerusalén como nuestra madre.

Sin embargo, no debemos sacar las palabras bíblicas fuera de contexto o interpretar la Palabra de Dios
arbitrariamente.

Los comentaristas que deberían ser tomados en serio piensan que la mujer sería la congregación de los
creyentes del Antiguo y Nuevo Testamento, pero esto contradice el hecho de que para entonces la iglesia
habrá sido arrebatada y ya no estará en la gran tribulación. Tal como lo entiendo, la mujer vestida con
el sol sin duda apunta a Israel, porque Israel y el arca del pacto están relacionados. Aquí aparece la mujer
Israel, que en los últimos tiempos volverá a estar en primer lugar. Sabemos que el fin de los tiempos
comenzó en 1948, cuando se refundó el Estado de Israel. Israel es el verdadero centro de los
acontecimientos del fin de los tiempos: es el signo del reloj mundial de Dios por el que debemos
orientarnos: "... una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas
sobre la cabeza” (v. 1b). La mujer vestida del sol representa a todo Israel, pues la corona con las doce
estrellas apunta a las doce tribus de Israel. En Romanos 11:25-26 está escrito que todo Israel será salvo
después del arrebatamiento de la iglesia de Jesús: “No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio,
para que no os hagáis presuntuosos: Israel experimentó un endurecimiento en parte, hasta que vino la
plenitud de los gentiles [en otras palabras, hasta que se convierta el último de los gentiles. Y cuando se
alcance la plenitud, tendrá lugar el rapto].

Y así todo Israel será salvo, como está escrito: 'Vendrá de Sión el Redentor, que apartará de Jacob la
maldad'”.

Quien compare Escritura con Escritura no se equivoca. La visión de Apocalipsis 12 hace referencia al
sueño de José. De ese sueño leemos en Génesis 37:9: "Luego tuvo otro sueño y dijo a sus hermanos:
'Tuve otro sueño, y esta vez el sol y la luna y once estrellas se inclinaron ante mí'". Ante esto, no solo sus
hermanos se enojaron, sino también su padre. Es fácilmente comprensible que sólo viera once estrellas,
pues él mismo era la duodécima. Y su sueño se hizo realidad. La gran señal en Apocalipsis 12:1 – la mujer
vestida del sol con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza – muestra
que todo el universo, el sol, la luna y las estrellas están subordinados al llamado de Israel.

El Señor dejaría que el universo se derrumbara antes de rechazar la simiente de Israel: “Así dice el
SEÑOR, que dispuso que el sol brillara de día, que decretó que la luna y las estrellas brillaran de noche,
que agita el mar para que sus olas rugido; su nombre es S de los ejércitos: 'Sólo si estos decretos perecen
de delante de mí', dice el Señor, 'la descendencia de Israel dejará de ser nación delante de mí para
siempre'” (Jer 31, 35-36). De hecho, cuando Israel entró en la tierra prometida, conquistándola y
derrotando a sus enemigos por el poder del Señor, Josué subordinó el sol y la luna por la fe en el Señor
a los objetivos estratégicos de Israel: "El día que el Señor entregó a los amorreos a los israelitas, Josué
exclamó al Señor, en presencia de Israel: '¡Sol, detente sobre Gabaón! ¡Y tú, oh luna, sobre el valle de
Ajalón! El sol se detuvo y la luna se detuvo, hasta que la nación se vengó de sus enemigos” (Josué 10:12-
13). Allí se ve claramente que el sol y la luna sirven a la gloria de Israel. La corona de la mujer con las
doce estrellas, la gloria celestial, representa la vocación de Israel. El más alto y perfecto testimonio viene
de Israel, como dijo el mismo Señor Jesús, “…la salvación viene de los judíos” (Juan 4:22). En el futuro,
en el reino milenario, cuando Jesús haya regresado y asumido el gobierno, la Palabra del Señor saldrá
de la ciudad de Jerusalén a todo el mundo (Is 2,1ss; 66,19).

El hecho de que Juan vea a esta mujer en el cielo significa que la ve desde la perspectiva eterna, es decir,
ve toda la historia de Israel, tanto en retrospectiva como mirando hacia adelante. En esta visión del
futuro ve el gran signo de la mujer. Comprendido esto, también es claro lo que sigue, pues en la mujer
tenemos el resumen de todo el plan de salvación, desde el nacimiento de Jesús hasta su regreso:
“Apareció en el cielo una señal extraordinaria: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una
corona de doce estrellas sobre su cabeza.

Estaba embarazada y gritaba de dolor cuando estaba a punto de dar a luz. Entonces apareció otra señal
en el cielo: un enorme dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos, con siete coronas en sus cabezas. Su
cola arrastró consigo una tercera parte de las estrellas del cielo, arrojándolas a la tierra. El dragón se
paró frente a la mujer que estaba a punto de dar a luz, para devorar a su hijo en el momento en que
naciera. Ella dio a luz a un hijo, un hombre, que gobernará a todas las naciones con vara de hierro. su
hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (v. 1-5). Qué declaración tan profética y compacta: "Estaba
embarazada y gritaba de dolor, cuando estaba a punto de dar a luz". Describe la historia de Israel hasta
el nacimiento de Jesús. ¡Lo que pasó Israel hasta el nacimiento de Jesús! ¡Cuánto sufriste! ¿Por qué, de
todos modos? En mi opinión, hay dos razones para esto:

La primera se debe a la pecaminosidad: Juan ve a Israel aquí en su maravillosa vocación y destino divino,
es decir, como Dios ve a Israel; sin embargo, en la tierra la situación es bastante diferente. Sin embargo,
Dios también quiere vernos, y así nos ve en Jesucristo: perfectos y en dignidad real: “Ahora, pues,
ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Rom. 8:1). Así que Juan aquí ve el
nacimiento del Mesías retrospectivamente. ¡Pero cuánto esfuerzo y trabajo tuvo el Señor con Israel! Se
lamenta a través de Isaías: “Pero vosotros me habéis pesado con vuestros pecados, y me habéis dejado
cansado con vuestras transgresiones” (Isaías 43:24).

Entonces nació Jesús, el Mesías, el gran Hijo de Israel que era y es a la vez Hijo de Dios. ¿Te das cuenta
de que tú también le causas al Señor mucho esfuerzo y trabajo? ¡Qué dolores de parto sufre el Espíritu
Santo hasta que Jesús pueda revelarse a través de nuestra carne mortal! Los que pertenecemos a la
iglesia de Jesús somos pecadores perdonados, pero todavía vivimos en carne de pecado.
Quien acepta el Gólgota por su yo pecaminoso se transforma en imagen de Jesús. Pablo también sabía
que hay dolores de parto hasta que Jesús se revela en ya través de nosotros. Él escribe a los Gálatas:
“Hijos míos, de nuevo sufro dolores de parto por vosotros, hasta que Cristo sea formado en vosotros”
(4:19). Que dolores nos causamos cuando insistimos en nuestro impulso de conservación frente a la
revelación de Jesucristo en nuestras vidas. Si te preguntas por qué tienes que pasar por ciertas cosas,
aquí está la respuesta: ¡Dios quiere que Jesucristo se revele a través de ti!

La segunda razón del dolor de la mujer se menciona en los versículos 3-4: “Entonces apareció otra señal
en el cielo: un enorme dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos, con siete coronas en sus cabezas. Su
cola arrastró consigo una tercera parte de las estrellas del cielo, arrojándolas a la tierra. El dragón se
paró frente a la mujer que estaba a punto de dar a luz, para devorar a su hijo en el momento en que
naciera”. El significado profético general de las dos señales en el cielo es: la mujer está vestida con los
símbolos del poder celestial; el dragón, con los símbolos del poder terrenal, pues tiene "siete cabezas y
diez cuernos, teniendo sobre sus cabezas siete coronas". El dragón no es el Anticristo, sino el Diablo. Los
dos tienen muchas similitudes, pero con una diferencia: mientras que el gran dragón rojo tiene las
señales del poder terrenal en la cabeza, el Anticristo las tiene en los cuernos: “Vi una bestia que salía del
mar. Tenía diez cuernos y siete cabezas, con diez coronas, una en cada cuerno, y en cada cabeza un
nombre de blasfemia” (13:1). Esto significa que Satanás es el verdadero gobernante. Podríamos describir
a Satanás como el poder legislativo y al Anticristo como el ejecutivo, el poder ejecutor.

En el versículo 4 leemos lo que hace Satanás, el dragón rojo, cuando se presenta ante Israel: "Su cola
arrastró consigo la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra". Volvemos
nuevamente a Jeremías 31:35-36, donde se muestra que el Señor dejaría que el sol, la luna y las estrellas
desaparecieran antes de rechazar la simiente de Israel. Después de que el dragón intenta atacar a Israel,
el Universo se ve afectado: un tercio de las estrellas son arrojadas sobre la tierra. Cuando aparece Israel
en la historia mundial, lo que ya sucedió; cuando la iglesia de Jesús sea arrebatada, y pronto lo será;
cuando venga el Mesías, y eso será muy pronto, entonces se cumplirá la profecía de Jesús:
“Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días 'el sol se oscurecerá, y la luna no dará su
resplandor; las estrellas caerán del cielo, y los poderes celestiales serán sacudidos.' Entonces aparecerá
en el cielo la señal del Hijo del Hombre, y todas las naciones de la tierra harán duelo, y verán al Hijo del
Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt 24, 29-30).

Se puede ver: la profecía bíblica tiene una línea. Aquí en el capítulo 12:3-4 se describe la antigua
serpiente malvada, que quiere destruir, o devorar, la simiente de la mujer. Los contextos proféticos
milenarios se resumen y expresan en pocas palabras. Algunas de ellas se cumplieron hace casi dos mil
años: cuando nació el hijo de Israel, es decir, con motivo de la primera venida del Mesías, Satanás usó
al rey Herodes para matarlo. Pero el Señor la protegió y la llevó a Egipto. Posteriormente hubo otros
ataques a la vida del Señor Jesús, pues de ninguna manera Satanás quería que llegara al Gólgota. La otra
parte, la parte final, se cumplirá justo antes del regreso del Señor Jesús.
Mientras que el primer cumplimiento se refería a la persona del Mesías – “El dragón se paró delante de
la mujer que estaba para dar a luz, para devorar a su hijo tan pronto como naciera” – el segundo se
refiere a las primicias de Dios y del Cordero. durante la gran tribulación. ¿Y quiénes son estas primicias?
Note lo que dice en Apocalipsis 12:5: "Dio a luz un hijo, un hombre ...". Este “hombre” son los ciento
cuarenta y cuatro mil sellados de Israel que, según Apocalipsis 14, estarán con el Cordero en el monte
Sion:

“Entonces miré, y delante de mí estaba el Cordero, de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta
y cuatro mil que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. fueron comprados de
entre los hombres y ofrecidos como primicias a Dios y al Cordero” (14:1, 4b). Sin duda ellos también
serán arrebatados y participarán de tu dominio. Esta es la razón del odio de Satanás.

Ahora comprendemos el doble significado de la palabra del capítulo 12:5: "Dio a luz un hijo, un varón,
que regirá a todas las naciones con vara de hierro". Porque, como hemos explicado en varias ocasiones,
los acontecimientos del plan de salvación en la tierra -tanto pasados como futuros- son eterno presente
en el cielo, vemos al mismo tiempo la ascensión del Hijo de Dios: “Su Hijo fue arrebatado juntamente
de Dios y de su trono” (v. 5b), el arrebatamiento ya consumado de la iglesia de Jesús, que pertenece
inseparablemente a Cristo, y también el arrebatamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil durante la
gran tribulación, pues en el versículo 6 tenemos nuevamente ante nosotros la era anticristiana, cuando
la mujer misma huye del dragón: “La mujer huyó al desierto, a un lugar preparado por Dios para ella,
para que allí la sustenten mil doscientos sesenta días” (12:6). Entonces el dragón hará guerra contra el
"remanente" de la descendencia de la mujer (12:17): los que han guardado los mandamientos de Dios y
tienen el testimonio de Jesús, es decir, los 144.000 sellados de Israel. Sin embargo, estos, como hemos
dicho, serán arrebatados hasta Dios.

Aquí se revela la cronología producida por el Espíritu, aunque todo esto sucederá sólo después del
arrebatamiento: “Tu hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. La mujer huyó al desierto”. Por un
lado, hay aproximadamente dos milenios entre las dos frases, ya que la huida de Israel se producirá
después del rapto, es decir, durante la gran tribulación. Por otra parte, en cuanto al plan de salvación se
refiere, todo está relacionado, así como la primera y la segunda venida de Jesús son una y la misma,
aunque hay un período de casi dos mil años entre la ascensión de Jesús. el Señor Jesucristo y la gran
tribulación. Entonces vemos que lo que Juan ve en la luz celestial ha sucedido y sucede bajo terribles
luchas en la tierra. Durante siglos Israel estuvo en dolores de parto. Luego vino el nacimiento del Hijo
más grande de Israel, Jesucristo. Después de su obra terminada, fue arrebatado a Dios como el único
gobernante legítimo. Es de notar que se usan dos descripciones para el niño, y esto es prueba de que
aquí en el nacimiento realmente se trata del Hijo de Dios, el Mesías.

En el versículo 5 está escrito: "Ella dio a luz un hijo, un hombre...", mientras que en el versículo 4 se
habla de un "niño" (NVT), es decir, niño e hijo. Esto recuerda a Isaías 9:6: "Porque un niño nos es nacido,
hijo nos es dado". Así reconocemos que se habla de Jesucristo.
A través de esta visión vemos en los versículos 3-4 también al viejo y maligno enemigo, que ha estado
trabajando durante siglos y ahora aparece en la lucha final, apareciendo como un dragón rojo, como
fuego ante la mujer que está a punto de dar a luz. Ya en la primera página de la Biblia encontramos al
Diablo en el paraíso, frente a una mujer, para engañarla y alejarla de Dios. Él tuvo éxito, y entonces el
Señor Dios le habló a la serpiente las poderosas palabras: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre
tu simiente y la simiente suya; él te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gn 3,15).

Ahora, en el último libro de la Biblia, se nos presentan nuevamente las dos partes; sin embargo, con
signos inversos. En el paraíso, Satanás parecía ganar; aquí vemos el triunfo del Eterno. Aunque el dragón
tiene siete cabezas, diez cuernos y siete coronas, como ya hemos dicho, no es el Anticristo. El número
diez (diez cuernos) indica la totalidad de la dominación política mundial. El dragón es el “anti-Padre”,
pues está escrito en el capítulo 12.9: “El gran dragón fue expulsado. Él es la serpiente antigua llamada
Diablo o Satanás”. Por eso es también él quien da el poder a la bestia: “…había dado autoridad a la bestia”
(13:4).

La bestia es el “anti-Hijo” y el Falso Profeta es el “anti-Espíritu”; como el dragón es el "anti-Padre",


forman una trinidad satánica. En Daniel 7:7 la bestia se describe de manera similar como el último
imperio mundial: “...una cuarta bestia, aterradora, aterradora y muy poderosa. Tenía grandes dientes
de hierro con los que desgarraba y devoraba a sus víctimas y pisoteaba lo que quedaba. Era diferente de
todos los animales anteriores y tenía diez cuernos”. El Señor Jesús lo llama “príncipe de este mundo”.

Satanás es el ocupante del antitrono. Con sus palabras, Jesús indica la batalla que en ese momento ya
se estaba librando desde hace mucho tiempo y se llevó a cabo en la cruz del Gólgota. Pablo llama al gran
dragón “el dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). El color del dragón es rojo como el fuego; es el color de
la furia y el odio. Es de esta furia de la que habla el capítulo 12.12: "... se llena de furor".

El dragón ahora se levanta para devorar al niño por nacer. Desde el nacimiento de Jesús hasta su victoria
en la cruz del Gólgota, como dijimos, el enemigo trató de devorarlo. No quiso permitir que Jesucristo
ascendiera al cielo como el triunfante sobre él, el príncipe de las tinieblas y de la muerte. Con gran
esfuerzo y gran ira, Satanás quiso evitar esto a toda costa. Mientras la mujer se retorcía en dolores de
parto –esto es Israel en juicio y dispersión– él ya se detuvo ante ella, porque sabía que Jesús nacería en
la plenitud de los tiempos. Solo así podemos entender las cosas terribles que tuvo que pasar Israel antes
del nacimiento de Jesús. Pensemos solo en la persecución bajo Antíoco Epífanes, quien construyó un
altar a Zeus en el templo y atormentó a los hijos de Israel, asesinando a muchos de ellos. O piense en el
cautiverio asirio y babilónico, entre otros. Así fue hasta el nacimiento de Jesús.

Cuando, por fin, nació, ¡cuán casi imposible fue para María y José llegar a Belén incluso antes de nacer!
Y cuando finalmente estuvieron allí, no encontraron lugar en la posada.
Dios permitió todo esto, pero detrás estaba Satanás, que quería destruir la vida en ciernes. Tras el
nacimiento, hubo una huida a Egipto y, posteriormente, persecución por parte de las autoridades
religiosas.

Justo antes del Gólgota, Satanás una vez más llevó a cabo un ataque a gran escala contra Jesús, con la
intención de matarlo en Getsemaní. Allí estaba ya el Señor Jesús en agonía; incluso sudaba sangre.

Muchos piensan que Jesús tuvo miedo al ver el Gólgota, por lo que exclamó: “Abba, Padre, todo es
posible para ti. Aparta de mí esta copa; pero no lo que yo quiero, sino lo que vosotros queréis” (Marcos
14:36). Sin embargo, tal interpretación deshonra a nuestro Señor. En Getsemaní no le tuvo miedo al
Gólgota, sino que gritó y lloró porque el Diablo estaba a punto de matarlo allí mismo, sin que
aparentemente Dios lo detuviera. Dios estaba poniendo a prueba a su Hijo por última vez. Entonces
Jesús, en su angustia, dijo a sus discípulos dormidos: “¿No pudisteis velar conmigo una hora? Mi alma
está profundamente triste, en una tristeza mortal”. Pero se sometió a la voluntad de su Padre; luego vino
un ángel del cielo y lo fortaleció (Lucas 22:43; Hebreos 5:7). Él fue “obediente hasta la muerte”, eso es
Getsemaní; “…y muerte de cruz”, eso es el Gólgota (Filipenses 2:8). El Hijo de Dios venció a Satanás a
través de la completa obediencia en la fe. Por eso, justo antes de Getsemaní, pudo decir tan
majestuosamente: “...el príncipe de este mundo viene. Él no tiene derecho sobre mí” (Jn 14,30).

Durante la gran tribulación, el enemigo entonces querrá buscar destruir a toda costa a los recién nacidos
de Israel, los ciento cuarenta y cuatro mil israelíes que creyeron. Por esta misma razón ellos están
sellados en sus frentes por Dios por “otro ángel que sube del oriente, con el sello del Dios vivo” – quien
es el mismo Jesucristo (7:2-4). Por tanto, el enemigo no podrá tocarlos; sin embargo, nosotros que
estamos en Jesucristo también estamos seriamente amenazados hoy. Nuestro nacimiento, es decir, el
renacimiento, ha tenido lugar. Somos nacidos del Dios de Israel (1 Juan 3:9). Israel es nuestra fuente,
pues la palabra de Jesús –“la salvación viene de los judíos”– sigue siendo plenamente válida. Fuimos
injertados en el verdadero olivo como ramas de olivo silvestre (Rom 11, 17-18).

Desde nuestro renacimiento, el gran dragón rojo se ha parado frente a nosotros para devorarnos. Pedro
lo expresó de esta manera: “Vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, ronda alrededor buscando
a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Él quiere impedir a toda costa que tú, como miembro del cuerpo de
Cristo, seas arrebatado como vencedor. Por eso eres tentado tantas veces. Sin embargo, repito: cuando
Jesucristo subió al cielo, ya estábamos en sus lomos, así como Leví ya estaba en los lomos de Abraham
cuando Melquisedec fue a su encuentro (cf. Heb 7, 9-10 RVR1960). Somos miembros de tu cuerpo, carne
de tu carne y hueso de tus huesos. Porque Cristo está en nosotros y nosotros en él, en principio ya somos
arrebatados. Por eso Pablo habla de ello como algo que ya es una realidad: “Dios nos resucitó con Cristo
y nos hizo sentar con él en los lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef 2,6).

Ahora, la historia se repite y el círculo del plan de salvación se cierra: la mujer Israel es el gran signo
hoy. Ella está en severos dolores de parto por la revelación del reino de Dios en la tierra. Cuando decimos
a menudo que Israel está afligido y atacado violentamente por pueblos antisemitas, por pueblos
antisemitas –detrás de los cuales está nada menos que Satanás– debemos hacer una reserva: el odio de
Satanás aún no está dirigido total y completamente contra Israel. Esto sucederá solo después del Rapto,
cuando la mujer tenga que huir al desierto (12:6).

Todo el odio del enemigo está actualmente dirigido contra la simiente de la mujer, que es la iglesia de
Jesús. En cierto sentido, los que pertenecemos a la iglesia de Jesús somos el "Israel de Dios" (Gál. 6:16),
pero no en lugar de Israel, sino como una interposición en el plan de salvación. Nos encontramos entre
el rechazo y la nueva aceptación de Israel. El enemigo ruge y se detiene ante la mujer, pero aún no la
toca. ¡Nosotros, sin embargo, estamos en combate! Esto es lo que el apóstol Pablo quiere decir cuando
exclama en Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra los poderes y
autoridades, contra los gobernantes de este mundo tenebroso, contra las huestes espirituales del mal en
los reinos cielestes”. Nos enfrentamos al gran dragón rojo. Por eso, en estos últimos días antes del rapto,
¡es tan peligroso no permanecer en Jesús! Detrás del dragón, detrás de Satanás, la bestia, el Anticristo
o el Cristo aparente ya está esperando. Aquí vemos muy cerca el Rapto y el Anticristo: Apocalipsis 12 –
el dragón, Satanás, que espera para devorar la preciosa descendencia, los renacidos que esperan el
Rapto.

Apocalipsis 13 - la bestia, el cristo aparente. Por lo tanto, es un peligro mortal cojear de ambos lados
justo antes del rapto, porque tener un corazón dividido en relación con el Señor conduce necesariamente
al campo de acción destructivo del Anticristo.

¡Oh tierra, tierra, escucha la Palabra del Señor!


XIV
Protección de Israel en la Gran
Tribulación
(Ap 12.6-17)

“6 Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por


Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.
7 Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles
luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
8 pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
9 Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que
se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue
arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha
venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la
autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador
de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios
día y noche.
11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de
la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas
hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de
los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha
descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco
tiempo.
13 Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra,
persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para
que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde
es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un
río, para que fuese arrastrada por el río.
16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y
tragó el río que el dragón había echado de su boca.
17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a
hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que
guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de
Jesucristo.”
Y
a sabemos que la gran señal que apareció en el cielo -la mujer- es Israel y la otra señal -el dragón-
, que se detuvo ante la mujer y quiso devorar a su hijo cuando naciera, es Satanás. En el versículo
1 vimos a la mujer en el cielo, vestida del sol con la luna debajo de sus pies y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza. Ahora la mujer está en gran angustia en la tierra. Este es el tiempo de la gran
tribulación, en el cual Israel será perseguido por el dragón.

Muchos comentaristas de Apocalipsis piensan que debido a que la mujer estuvo escondida y retenida
durante mil doscientos sesenta días en el desierto, fue solo la segunda mitad de la gran tribulación. Esto
es en parte correcto; Sin embargo, cabe señalar otra cosa: ya hemos visto que, en el signo de la mujer y
el dragón, se reproduce toda la historia de Israel: durante siglos Israel sufrió fuertes dolores de parto
hasta el nacimiento del Mesías, luego el Rapto de tuvo lugar el Mesías y con él, desde el punto de vista
del plan de salvación, el arrebatamiento de la iglesia de Jesús, pues cuando ascendió a los cielos, ya
estábamos en principio en su cuerpo. Por eso Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él “en los lugares
celestiales con Cristo Jesús” (Efesios 2:6). Luego el nacimiento que viene de Israel en los últimos
tiempos: los ciento cuarenta y cuatro mil sellados, las primicias para Dios y para el Cordero, que luego
vemos en Apocalipsis 14. Por lo tanto, no lo tenemos aquí, en la mujer que huye. en el versículo 6, sólo
la representación de Israel muy afligido durante la tribulación, pero, al mismo tiempo, también la de
Israel perseguido por milenios, el judío peregrino. Israel, sin embargo, fue sostenido por Dios y
preservado como nación - y eso solo es un gran milagro - en medio del "desierto de las naciones". En
Ezequiel 37:12, el Señor llama a las naciones “sepulcros” de Israel.

Ya hemos visto la representación de la persecución del gran dragón rojo, durante la gran tribulación,
cuando todo el pueblo de Israel huyó de Egipto y el dragón egipcio lo persiguió para destruirlo. En
Ezequiel 29:3-5 leemos de este faraón de Egipto, a quien se le llama literalmente el “gran dragón” (ACF).
Persiguió a Israel con seiscientos carros y otros más que estaban en Egipto, pero el Señor peleó por Israel
y destruyó a los egipcios en el Mar Rojo (Éxodo 14).

En Isaías 30:6 Egipto es llamado "la tierra de angustia y angustia, de donde vienen... la víbora y la
serpiente voladora [dragón]" (BKJ). ¡Cómo enfureció esto a Egipto, en la persona de Faraón, persiguió
a la mujer Israel! Sin embargo, ya en ese tiempo el Señor Dios había preparado un lugar en el desierto,
donde protegió a Israel de manera maravillosa durante cuarenta años y los alimentó con maná.

Repetidamente se han hecho intentos de explicar racionalmente esta alimentación de Israel, pero esto
no es posible, ya que es un milagro de Dios.

Por último, vemos ahora, en la segunda mitad de la gran tribulación, a la mujer que huye de Satanás,
quien, luego de haber sido arrojado a la tierra, la persigue con gran ira. La razón por la cual Satanás, el
dragón iracundo, persigue a la mujer se explica no sólo por la ascensión victoriosa del Mesías a Dios (v.
5), sino también por el resultado de la conclusión triunfante de la obra de Cristo en la tierra: "Entonces
hubo guerra en el cielo". Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón, y el dragón y sus ángeles se
defendieron. Pero estos no eran lo suficientemente fuertes, por lo que perdieron su lugar en los cielos.
El gran dragón fue expulsado. Es la serpiente antigua llamada Diablo o Satanás, que engaña al mundo
entero. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra” (v. 7-9). A pesar de que los hombres no verán estos
grandes eventos en el mundo invisible, los sentirán, porque entonces estos seres espirituales, Satanás y
sus ángeles, estarán realmente en la tierra. Habrá una terrible invasión del infierno, que fue precedida
por una batalla en el cielo. Este gran evento tendrá lugar al principio de los mil doscientos sesenta días:
1260 días = 42 meses = 3 años y medio = la segunda mitad de la gran tribulación. En la batalla que se
lleva a cabo en el cielo, se trata de si Satanás y su jerarquía pueden ser expulsados del cielo o no. Vimos
en los versículos 5 y 6 cómo el niño fue arrebatado a Dios a su trono, y en el niño reconocemos al Mesías
y con él a la iglesia de Jesús. Luego viene esta lucha violenta en el cielo. Por lo tanto, también es el
resultado del rapto de la iglesia.

Cuando Jesucristo, el “hombre”, aparezca en las nubes del cielo y arrebate a los que compró con su
sangre, descenderá del cielo “con voz de arcángel” (1 Tes 4,16). Tenga en cuenta que no está escrito "la
voz de un arcángel", sino " del arcángel". Este es Michael.

Michael significa "¿Quién es como Dios?". No es casualidad que, en el plan de salvación, Miguel se
enfrente constantemente a Satanás, pues él es los dos polos opuestos. Antes de su caída, Satanás también
era un poderoso príncipe angélico, probablemente incluso un arcángel. En su corazón, sin embargo,
nació el pecado: “Seré como el Altísimo” (cf. Is 14, 12-15).

Miguel aparece repetidamente en el plan de salvación. Según Daniel 12:1, es el gran príncipe, el defensor
de los hijos de Israel.

Es el único ángel llamado arcángel. En Daniel 10 leemos que Daniel se lamentó, ayunó y oró por la
restauración de Israel y su regreso del cautiverio durante tres semanas. Entonces un príncipe angelical
luchó por llegar a él, con el fin de tratar de hacer retroceder al príncipe de las tinieblas. Después de
finalmente llegar a Daniel, le dice: “No tengas miedo, Daniel. Desde el primer día que decidiste buscar
entendimiento y humillarte ante tu Dios, tus palabras fueron escuchadas, y yo vine en respuesta a ellas.
Pero el príncipe del reino de Persia me resistió durante veintiún días. Entonces Miguel, uno de los
príncipes supremos, vino en mi ayuda, porque estaba impedido de continuar allí con los reyes de Persia.
Ahora he venido a explicaros lo que sucederá con vuestro pueblo en el futuro, pues la visión se refiere a
un tiempo futuro... pero antes os revelaré lo que está escrito en el Libro de la Verdad. Y en esta lucha
nadie me ayuda contra ellos sino Miguel vuestro príncipe” (Daniel 10:12-14,21). Por lo tanto, Michael
defiende a Israel.

En este pasaje hay un maravilloso paralelo: en el momento del rapto, el Señor Jesús vendrá en las nubes
del cielo con la última trompeta y con voz de arcángel. Esto significa que Michael inmediatamente
comenzará a actuar y comenzará la batalla en el cielo. Nota 10 Esto es lo que también está escrito en
Daniel 12:1: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que protege a su pueblo. Será un
tiempo de angustia como no lo ha habido desde el principio de las naciones hasta entonces.
Pero en aquel tiempo su pueblo, todos aquellos cuyo nombre está escrito en el libro, serán puestos en
libertad”. Este es el mismo evento que en Apocalipsis 12. La gran guerra en el mundo invisible se pelea
por Israel. Que debe ser muy violento podemos concluir por el hecho de que se menciona tres veces en
un verso corto: “Entonces hubo una guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón,
y el dragón y sus ángeles se defendieron” (v. 7). Podemos sentir que esto debe ser una confrontación
terrible.

Esto es algo muy inusual en el plan de salvación, porque hasta entonces la ira de Satanás estaba dirigida
contra la descendencia de la mujer, no contra la mujer. La simiente de la mujer es, como hemos dicho,
la iglesia de Jesús. Ella se encuentra hoy en medio de la lucha contra estos poderes de las tinieblas en
los cielos, porque aún no han sido expulsados de allí: “Porque nuestra lucha no es contra los seres
humanos, sino contra los poderes y autoridades, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas,
contra las fuerzas espirituales del mal en los lugares celestiales” (Efesios 6:12). Éstos no fueron, por
tanto, arrojados al Abismo –aunque allí también hay muchos–, sino que se encuentran “en las regiones
celestiales”, como dice el final del versículo bíblico citado más arriba (cf. capítulo 15 de este libro). Sin
embargo, cuando ocurra el arrebatamiento de la iglesia, el dragón y sus ángeles ya no tendrán lugar allí,
porque la iglesia triunfante pasa apresuradamente por las regiones celestiales para encontrarse con el
Señor. Esta es la razón del fuerte clamor del grande y fuerte Arcángel Miguel en el momento en que el
Señor Jesús regresa para arrebatar a los Suyos.

Michael ha luchado contra Satanás en la antigüedad en el momento de un cambio decisivo en la historia


de Israel. Uno de los hermanos físicos del Señor, Judas, relata de esto: “Sin embargo, aun el arcángel
Miguel, cuando disputaba con el Diablo por el cuerpo de Moisés, se atrevió a hacer una acusación
calumniosa contra él, pero dijo: 'El Señor reprenda él!'” (Judas 9). Esto sucedió cuando Israel estaba en
la frontera de la tierra prometida, en ocasión de su primer regreso, y Moisés murió. Así que fue Israel.

En un cambio de curso posterior en la historia de Israel, con motivo de su segundo regreso a la tierra de
los padres, Satanás se aferró una vez más al máximo representante de Israel. En Zacarías 3 leemos que
Josué el sumo sacerdote se paró delante del ángel del Señor, delante del rostro del Señor. Pero Satanás
estaba de su lado para resistirlo. Según tengo entendido, el ángel del Señor del que se habla aquí es
Miguel. Reprende a Satanás y dice:

“¡La reprensión, Satanás! ¡Los que eligieron a Jerusalén lo reprenden! ¿No parece este hombre como un
tizón arrebatado del fuego? (Zac 3.2). En este caso también se trataba de Israel y Jerusalén. Incluso hoy,
donde hubo y hay una lucha por Jerusalén e Israel, Michael está presente luchando y luchando. En el
mundo invisible suceden muchas cosas; ¡hay más cosas que no vemos que cosas que vemos! Por eso es
tan importante que, a través de Jesús, estemos completamente limpios con el Dios invisible, de lo
contrario, los poderes de las tinieblas tienen derecho sobre nosotros.

¡Es terrible cuando una persona no sigue completamente el camino del Cordero! A través de las cosas
más pequeñas, el viejo y malo enemigo puede arrestarte. Jonás exclamó, advirtiendo en el vientre del
pez: "Los que creen en ídolos vanos desprecian la misericordia" (Jonás 2:8). Hasta que tengas la edad
suficiente, el enemigo intentará pasar por encima de ti, a través de diferentes formas furtivas, para que
entres en la oscuridad. ¡Jesús, sin embargo, es victorioso sobre todos los poderes de las tinieblas! De su
parte, sin embargo, ¡tiene que haber un “sí” completo a Jesús y un “no” completo al pecado!

Volvamos una vez más a Daniel 10. El príncipe angélico que se encontró con Daniel, después de estar
impedido durante tres semanas, estaba muy agradecido por la ayuda de Miguel (Dan 10:13), porque era
necesario comunicarle a Daniel, que estaba orando, lo que sucedería a Israel (Daniel 10:21). Según el
testimonio de este príncipe angélico (probablemente fue Gabriel), Miguel acudió en su ayuda, echando
fuera los poderes de las tinieblas que lo estorbaban. Sin embargo, en el corazón de Apocalipsis se
encuentra el mayor cumplimiento de la profecía bíblica: responder a la oración de nuestro Señor Jesús:

"Venga tu reino; Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”.

La gran lucha que, como ya dijimos, comienza inmediatamente después del rapto, no es un símbolo,
como lo es, por ejemplo, la mujer: una gran señal. No, en este caso tenemos algo muy real; una de las
etapas principales de la victoria ya lograda del poder de la luz sobre el poder de las tinieblas. Sin
embargo, siempre debemos observar la alternancia de los atacados: de la iglesia a Israel; del pueblo
celestial al pueblo terrenal de Dios que queda atrás, porque, después del rapto de la iglesia, la ira de
Satanás se vuelve contra Israel. El vuelo final del pueblo judío que huye eternamente, por lo tanto, tiene
lugar después de que Satanás y sus ángeles son arrojados sobre la tierra:

“'Por lo tanto, ¡celébrenlo, oh cielos y los que moran en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el
diablo ha descendido sobre vosotros! Está lleno de furia, porque sabe que le queda poco tiempo. Cuando
el dragón fue arrojado a la tierra, comenzó a perseguir a la mujer que había dado a luz al niño. A la mujer
se le dieron las dos alas de la gran águila, para que volara al lugar preparado para ella en el desierto,
donde sería sustentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo, fuera del alcance de la serpiente”
(12:12-14).

La iglesia ha sido arrebatada y ahora, en la segunda mitad de la gran tribulación, Israel está sumamente
amenazado, pues aún no es el Señor mismo quien lucha por Israel, sino un príncipe angélico.

Todavía no se dice, como en Éxodo 14:14: “Oh pelearé por ti; simplemente cálmate." El versículo 8, sin
embargo, prueba que el príncipe angélico también es poderoso, porque de Satanás y sus ángeles está
escrito: "Pero estos no eran lo suficientemente fuertes, y así perdieron su lugar en el cielo". No importa
cuán violenta sea la lucha, ¡la luz siempre gana a la oscuridad! Por cierto, este es también el secreto de
la victoria en la vida cotidiana: caminar continuamente en la luz, y entonces tendrás la victoria y
experimentarás el poder de la sangre de Jesús, ¡que hace que Satanás sea impotente! Cuando sufres
derrotas y eres vencido por el enemigo, es porque te has retirado a la oscuridad. El Señor se lamenta a
través de Juan: "... los hombres amaron más las tinieblas que la luz" (Juan 3:19).
En Apocalipsis 12 vemos cómo el reino de las tinieblas se defiende desesperadamente, pero es derrotado.
No puede continuar en los lugares celestiales, donde se ha mantenido por tanto tiempo bajo el permiso
de Dios - para la aprobación de la iglesia de Jesús en la tierra - porque, como hemos dicho, después del
arrebatamiento, los poderes de las tinieblas no tendrán nada más buscar allí.

Además, en este capítulo también tenemos una de las muchas pruebas de que la iglesia de Jesús será
arrebatada antes de la gran tribulación.

Cuando el Diablo y sus ángeles estén en la tierra, la iglesia de Jesús ya no podrá estar en ella, de lo
contrario algo no estaría bien en Efesios 6:12; al fin y al cabo, allí está escrito con quien nosotros, como
iglesia de Jesús aquí en la tierra, tenemos que luchar: “...contra los poderes y autoridades...”. Y también
se dice donde se encuentran: "...en los lugares celestiales". Después del rapto, sin embargo, ya no estarán
allí, sino que habrán sido arrojados a la tierra por el arcángel. Mediante la victoria de Miguel y sus
ángeles, se produce una invasión del infierno en la tierra, es decir, de los lugares celestiales hasta
entonces habitados por Satanás y sus ángeles. Una señal negativa del rapto inminente es que ya estamos
sintiendo los dolores preliminares de esta invasión de poderes oscuros. ¿Ya no se demoniza el mundo?
La amenaza para la mujer, Israel, también toma formas cada vez más aterradoras. Esto, sin embargo, es
solo el preludio de los eventos mismos.

Miremos de nuevo al pasado: cuando Israel salió de Egipto y atravesó el desierto, Dios los fortaleció de
una manera maravillosa.

Incluso en el Salmo 105:37 está escrito: “…entre sus tribus no hubo ningún inválido” (RA). Sus pies no
se hincharon y su ropa no se gastó (Dt 8:4). Y así será en esos mil doscientos sesenta días en el desierto
anticristiano. Es maravilloso que la duración se informe con precisión. ¡Esto muestra que Dios cuenta
exactamente los días y las lágrimas del Israel muy afligido en el tiempo de prueba y protección! Este es
el período cuando a la bestia se le da boca para hablar arrogancia y blasfemias (13:5), y cuando los
gentiles pisotearán la ciudad santa.

En el capítulo 11.2 está escrito que este período es de cuarenta y dos meses. Juan describe el mismo
período con “un tiempo, tiempos y medio” (12:14); un tiempo para experimentar al Señor y su presencia
ante el rostro del enemigo: “A la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila, para que pudiera volar
al lugar preparado para ella en el desierto, donde sería sustentada por un tiempo. tiempo, tiempos y
medio tiempo, fuera del alcance de la serpiente.”

Este sustento para mil doscientos sesenta días es el mayor cumplimiento del Salmo 23:5a: "Me preparas
un banquete a la vista de mis enemigos". Este es el período del que habla Daniel 7:25:

“Hablará contra el Altísimo, oprimirá a sus santos y tratará de cambiar los tiempos y las leyes. Los santos
serán entregados en sus manos por tiempo, tiempos y medio tiempo.” Daniel 12:7 también dice: “El
varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, levantó su mano derecha y su mano izquierda
al cielo, y le oí jurar por el que vive para siempre, diciendo: 'Habrá ser un tiempo, tiempos y medio
tiempo. Cuando finalmente se rompa el poder del pueblo santo, todas estas cosas se cumplirán'”.

Encontramos el fin de la destrucción del poder del pueblo santo, el fin de su dispersión, en Mateo 24,
donde el Señor dice: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá y
la luna dejará de ser visible”. da su luz; las estrellas caerán del cielo, y los poderes celestiales serán
sacudidos.' Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y todas las naciones de la tierra
harán duelo y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y
enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un
extremo del cielo hasta el otro” (v. 29-31). Entonces el recogimiento de Israel será completado por
ángeles con trompetas, quienes arrebatarán a los millones de judíos de las naciones a Israel. Esto es lo
que dice Daniel 12:7b: "Cuando el poder del pueblo santo finalmente sea quebrantado, todas estas cosas
se cumplirán".

Daniel y Juan evitaron determinar los años, ciertamente para fortalecer y animar a los que trataron de
mantenerse firmes en la fe perseverante en el Señor.

En el versículo 14 se dice que la mujer recibe alas. ¿Qué alas son estas? Aquí tenemos que volver de
nuevo a la época de las andanzas de Israel en el desierto. Siempre debemos comparar la Biblia con la
Biblia, porque la Biblia proporciona comentarios para la Biblia. El Señor dice en Éxodo 19:4: "Tú has
visto lo que hice con Egipto y cómo los llevé sobre alas de águila y los traje a mí".

Y lo mismo en Deuteronomio 32:11-12: “Como águila que alborota su nido, se cierne sobre sus polluelos,
y luego extiende sus alas para atraparlos, llevándolos encima de ellos. OS solo se lo llevó; ningún dios
extranjero lo ayudó.” Las mismas alas aparecerán nuevamente en los últimos tiempos para proteger y
proteger a Israel en el momento de mayor angustia y persecución. Es el milagro divino de la protección.
Habacuc, uno de los llamados profetas menores, también vio esta maravillosa protección “en medio de
los años” (ACF), es decir, en medio de la tribulación: “Oí tu palabra, oh, y tuve miedo; Aviva, O S, tu obra
en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en tu ira acuérdate de la misericordia. Dios
vino de Temán, y del monte Parán el Santo. Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza”
(Hab 3:2-3 RV). Dios hará esto a la mitad de los años, tres años y medio y tres años y medio, cuando la
tribulación sea grande.

A menudo se dice que la mujer que huye representa a los creyentes en Israel, pero no debería ser así
porque, según Apocalipsis 12:1, la mujer representa a todo Israel. Por lo tanto, uno no puede tratar
repentinamente solo con una selección de entre Israel. Todo Israel es perseguido por el dragón y todo
Israel será salvo. Así como algunas naciones ayudaron a algunos judíos durante el tiempo del nazismo,
escondiéndolos o haciendo posible que se escondieran, así todo Israel estará maravillosamente
guardado durante los mil doscientos sesenta días, mientras son perseguidos por el dragón, es decir, por
el Anticristo, porque aquel tiempo será tan terrible que se contarán los días.
El versículo 17 también prueba que la mujer sigue representando a todo Israel: “El dragón se enojó
contra la mujer y salió a hacer guerra contra el resto de su descendencia, los que guardan los
mandamientos de Dios y se aferran al testimonio de Jesús”. Después de que la mujer ha escapado, él se
vuelve contra "el resto de su descendencia". Estos son los que le nacieron en los últimos tiempos: los
ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel (cap. 7). El Diablo también luchará contra ellos entonces,
pero no podrá vencerlos, pues estarán sellados y, por tanto, intocables hasta su rapto. La mujer se le ha
escapado por razones racionalmente inexplicables, por lo que va a la guerra contra el resto de su
descendencia "que obedece los mandamientos de Dios y se aferra al testimonio de Jesús".

Nosotros también somos intocables cuando somos sellados con el Espíritu Santo. En medio de la gran
tribulación, por tanto, se revela el milagro de la protección divina de Israel, en virtud de la cual Israel
sobrevive.

Hay muchas especulaciones en torno a la mujer en el desierto. Dicen, por ejemplo, que Israel se
esconderá en Petra. No hay base bíblica para esta tesis. Solo tenga en cuenta que el Dios vivo ha
preparado un lugar en el desierto anticristiano, cuando la tierra santa también es un desierto, para
proteger a su pueblo. ¿No fue también un gran milagro que, durante los cuatrocientos años en Egipto,
durante los cuarenta años en el desierto, durante los setenta años en el cautiverio en Babilonia, y durante
los dos mil años de la diáspora, Israel se mantuvo?

Contra toda lógica humana y a pesar de toda astucia satánica, ¡Israel fue salvado y devuelto a la tierra
de sus padres!

Al preparar un lugar para Israel en el desierto, y sostenerlo por mil doscientos sesenta días, Dios también
lo mantendrá en oposición a todos los cálculos anticristianos. El apoyo de Israel por parte del Dios
viviente prueba su absoluta impotencia; entonces Israel dependerá completamente de Dios. Esto será
una preparación para su conversión, pero aparentemente habrá un gran movimiento de huida en Israel,
ya que la persecución pretende su destrucción. Esto es lo que concluimos de los versículos 15-16:
“Entonces la serpiente hizo brotar agua de su boca como un río, para alcanzar a la mujer y arrastrarla
con la corriente. Pero la tierra ayudó a la mujer, abriendo su boca y tragando el río que el dragón había
echado de su boca”. Aquí tenemos que observar la palabra “cómo”. Así que no es un río, sino algo así
como un río.

El río es algo que simboliza la amenaza mortal para Israel. En este caso, hay otro ataque concentrado
contra la mujer de Israel, que, sin embargo, no la alcanza. Debemos entender que este río simbólico, que
se arroja detrás de la mujer en el desierto, son los ejércitos del Anticristo, es decir, del dragón que aquí
se llama "serpiente". ¿No sería esto una especulación? No. Encontramos una comparación bíblica en
Jeremías 46:7-8: “¿Quién es éste que sube como el Nilo, como ríos de aguas turbulentas? Egipto se
levanta como el Nilo, como ríos de aguas turbulentas. Él dice: 'Me levantaré y cubriré la tierra; Destruiré
las ciudades ya sus habitantes'”. Fue entonces cuando Faraón Necao subió con sus ejércitos contra
Babilonia. De esto se puede concluir que, en Apocalipsis 12.15, estos son ejércitos anticristianos que
quieren exterminar a Israel.

Encontramos la misma figura también en Jeremías 47:2-3a, donde Nabucodonosor subió con sus
ejércitos caldeos contra Tiro y Sidón: “Así dice el Señor: 'Mirad cómo suben las aguas desde el norte; se
convierten en un torrente desbordante. Inundarán esta tierra y todo lo que hay en ella; ciudades y sus
habitantes. El pueblo clamará, todos los habitantes de esta tierra clamarán, con el estruendo de los
cascos de sus caballos al galope, con el estruendo de sus carros de guerra, y con el estruendo de sus
ruedas'”. Estos son los terrores de la guerra. Será muy terrible cuando las hordas anticristianas inunden
Eretz Israel con sus tanques, aviones y helicópteros. Es por eso que este tiempo sin precedentes también
se llama “la angustia de Jacob”: “Será un tiempo de angustia para Jacob; pero será salvo” (Jeremías
30:7b). ¡Otra vez tenemos la preciosa promesa de que el Dios viviente guardará a Israel!

Cuando el río es arrojado tras la mujer, Dios interviene indirectamente: “Pero la tierra ayudó a la mujer,
abriendo su boca y tragando el río que el dragón había hecho brotar de su boca”. ¡Extraño: la serpiente
echó agua de su boca para ahogar a la mujer, y la tierra abrió su boca para ayudar a la mujer! No sabemos
exactamente qué catástrofes ocurrirán a los ejércitos que persiguen a Israel. Por otro lado, las catástrofes
que golpearán a Rusia cuando invada Israel están claramente descritas, y esto podría suceder de la noche
a la mañana.

Esta invasión se describe en Ezequiel 38. En el versículo 2 se menciona su nombre: "... el príncipe
soberano de Mesec [que es Moscú] y de Tubal [que es Tobolsk, otra ciudad rusa]". En el versículo 5 se
citan los armamentos de Rusia: “Persia, Etiopía y Libia estarán con ellos, todos con escudos y yelmos”.
Y luego leemos en los versículos 18-20: “Esto es lo que sucederá en aquel día: Cuando Gog ataque a
Israel, mi ira se despertará. Palabra del Soberano, el Señor. En mi celo y en mi gran furor declaro que
en aquel tiempo habrá un gran terremoto en Israel. Los peces del mar, las aves del cielo, las bestias del
campo, todo animal que se arrastra sobre la tierra y todos los pueblos sobre la faz de la tierra temblarán
ante mi presencia. Las montañas serán derribadas, los acantilados se derrumbarán y todos los muros se
derrumbarán”. Por lo tanto, la consecuencia será un terremoto mundial. Además, el Señor entonces
liberará las transgresiones acumuladas que evidentemente existen entre los países del Pacto de Varsovia
contra la antigua Unión Soviética: “Convocaré la espada contra Gog en todas mis montañas. Palabra del
Soberano, del Santo, la espada de cada uno será contra su hermano” (v. 21).

En los versículos 22-23 leemos de otras catástrofes:

“Haré juicio sobre él con pestilencia y derramamiento de sangre; Y derramaré torrentes de lluvia y
granizo y azufre ardiente sobre él y sobre sus tropas y sobre las muchas naciones que estarán con él.

Y así mostraré mi grandeza y mi santidad, y me daré a conocer a muchas naciones. Entonces sabrán que
yo soy el Señor.” Estas son las catástrofes que resultarán en la aniquilación del comunismo mundial en
las colinas y campos de Israel. Sin embargo, lo que sucede con los ejércitos anticristianos que persiguen
a la mujer, Israel, se dice solo de manera simbólica: “Pero la tierra ayudó a la mujer, abriendo su boca y
tragando el río que el dragón había echado de su boca” (v. 16). Imaginamos que estos ejércitos
anticristianos también serán tragados por un terremoto o por una grieta en la tierra.

Apocalipsis 12 también nos muestra el gozo en el cielo por la victoria:

“Entonces oí una gran voz del cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Cristo, porque ha sido echado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que
los acusa delante de nuestros ojos Dios, día y noche. Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero, y por
la palabra de su testimonio; ante la muerte, no amaron la vida misma'” (v. 10-11). En estos dos versos se
aplica contundentemente la victoria de Jesús y sus efectos sobre Satanás y sus ángeles se cantan y
proclaman gozosamente de manera impresionante.

El hecho de que este gozo de victoria resuene en medio de la gran tribulación muestra nuevamente la
realidad de la victoria alcanzada por Jesús en contraste con lo que se ve y se experimenta en la tierra,
pues este contraste se muestra insistentemente en el versículo 12:

“¡Celebradlo, pues, oh cielos, y los que moráis en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el diablo
ha descendido sobre vosotros! Está lleno de furia, porque sabe que le queda poco tiempo”. ¡Cómo se
regocijarán todos los bienaventurados, toda la iglesia glorificada! Pero en la tierra nadie puede
regocijarse en ese momento. Por eso el canto gozoso de la multitud dichosa termina con un “ay”.

Todos los moradores de la tierra temblarán ante los acontecimientos de aquel tiempo; no sólo los que
viven en continentes, sino también los que viven en islas y los que viajan por mar. Toda la humanidad
sentirá terriblemente lo que significa que Satanás y sus ángeles fueron arrojados de los lugares
celestiales a la tierra. Satanás sabe, entonces, que tiene poco tiempo, sólo los tres años y medio
determinados por Dios. Esa es la razón de tu gran ira. Su furia será indescriptiblemente grande.

A pesar de esto, habrá innumerables “nacimientos tardíos” en ese momento: personas que luego llegarán
a la fe. Por otro lado, el Señor Jesús dice en Mateo 24:22: “Si aquellos días no fueran acortados, nadie
sobreviviría; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.” Sin embargo, el gozo en el
cielo se manifiesta por “una gran voz” que escucha Juan. En el capítulo 11:15, al comienzo de la séptima
trompeta, se proclama a gran voz la legitimidad del reino: “El séptimo ángel tocó su trompeta, y hubo
grandes voces en el cielo, que decían: El reino del mundo ha llegado. convertido en el reino de nuestro
Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos'”.

Aquí, en el capítulo 12.10, se trata de una voz fuerte que, sin embargo, corresponde a muchas voces,
pues habla de “nuestro Dios” y de “nuestros hermanos”. Proclama en voz alta el fundamento de la
victoria del reino que ya ha comenzado: "Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro
Dios, y la autoridad de su Cristo". Por lo tanto, la victoria es un hecho, a pesar de la gran tribulación en
la tierra. Hasta este tiempo, es decir, mientras todavía viven en la tierra en carne de pecado, el dragón,
la serpiente - Satanás con sus ángeles - todavía tiene el derecho de acusar a los hermanos día y noche
ante Dios en los lugares celestiales. Lo que está escrito en 1 Juan 3:8 tiene un significado muy profundo:
"El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio".

En el versículo 7 se habla de guerra tres veces; en el versículo 9 se dice dos veces que el Diablo fue
despojado de su poder y expulsado: “El gran dragón fue expulsado. Es la serpiente antigua llamada
Diablo o Satanás, que engaña al mundo entero. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra”. Estas
palabras son muy impactantes, ya que se enumeran nuevamente los nombres de los vencidos para que
todos sepan la profundidad de las consecuencias que debe tener su caída.

El dragón es llamado la “serpiente antigua”, un recordatorio de cómo una vez causó la caída de la
humanidad (Génesis 3). Se llama a sí mismo el “Diablo”, el acusador nunca se cansó de acusar a los hijos
de Dios y a la humanidad en general. Finalmente, su nombre es “Satanás”, que significa diábolo, el gran
alborotador, el adversario. Él es el luchador constante contra Dios y los que le pertenecen en la tierra.
Por esto recordamos que realmente engaña al mundo entero, sometiéndolo cada vez más a su terrible
influencia, porque ya lo vemos ahora.

Después de ser arrojado a la tierra, el alcance de su poder es muy limitado. El cielo permanece cerrado
para él, porque la iglesia ha sido arrebatada. Está justamente con los suyos, con su campo de acción
restringido a la tierra, y sólo por poco tiempo. Recalquemos de nuevo: Satanás tiene derechos donde hay
pecado, y donde los pecados han sido expiados, él trata de mantener demandas ilegítimas. Dios permite
esto porque es justo. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en el libro de Job, donde Satanás se presenta
ante el Señor y dice: “¿No tiene Job por qué temer a Dios? Tú mismo has bendecido todo lo que hace.
Pero extiende tu mano y golpea todo lo que tiene, y ciertamente te maldecirá en tu misma cara. El Señor
respondió: “Pues bien, todo lo que tiene está en sus manos; simplemente no lo toques” (Job 1:12). O
piense de nuevo en Zacarías 3. Cuando el sumo sacerdote Josué entró en el santuario, Satanás se puso
de su parte. Se atrevió a entrar en el santuario interior porque Josué estaba vestido con ropas sucias,
una representación del pecado. El enemigo permaneció a su lado hasta que el Señor lo reprendió.

“Entonces el dragón se paró sobre la arena del mar” (v. 18). Hay versiones que traducen este pasaje
refiriéndose a Juan: “Y yo me paré sobre la arena del mar...” (ACF). A lo largo de los siglos, se han
encontrado varios manuscritos del Nuevo Testamento, lo que permite traducciones más precisas. En mi
opinión, las revisiones más recientes usan manuscritos más confiables del texto original y muestran que
no fue Juan sino el dragón que se paró sobre la arena del mar. Por cierto, este versículo se designa en
algunas traducciones de la Biblia como parte del capítulo 13:1; en otros, como parte del capítulo 12:17,
donde dice: “El dragón se enojó contra la mujer, y salió a hacer guerra contra el resto de su
descendencia, los que guardan los mandamientos de Dios y se aferran al testimonio de Jesús". Estas
traducciones parecen aún más evidentes porque en ninguna parte de Apocalipsis Juan cambia su
posición celestial por su propia voluntad. Lo hizo sólo por mandato expreso del Señor o de un ángel. Así,
se le dice, por ejemplo, en el capítulo 4.1: “Sube aquí…”, en el capítulo 10.8: “Ve…”, en el capítulo 11.1:
“Ve…”, o en el capítulo 17.3: " Entonces el ángel me llevó en el Espíritu...". En consecuencia, quien está
sobre la arena del mar es Satanás.

Desde el punto de vista del plan de salvación, la arena a la orilla del mar es una representación del pueblo
de Israel. Esto es lo que concluimos de Génesis 22:17, donde el Señor le dice a Abraham: “Ten la certeza
de que te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas en el cielo y como la arena a la
orilla del mar”. La playa, la arena del mar, regula el mar, el mar de los pueblos. Esto es lo que vemos
hoy: Israel regula el movimiento de las naciones. Como es bien sabido, durante años Naciones Unidas
prácticamente no se ha ocupado de peligrosos brotes de crisis o incluso de genocidio en el mundo. No,
están ocupados con la copa de vértigo, con Jerusalén, como está profetizado en Zacarías. Realmente, el
pequeño Israel domina la atención de la gente. Jerusalén está en boca y pensamiento de todos. Esta es
una prueba de que Israel realmente es la arena. Por lo tanto, el dragón ahora está parado en la arena y
mirando hacia el mar.

Todavía no ha renunciado a la lucha, pero ahora se enfoca primero completamente en la población de


Israel: está de pie en Israel y quiere tomar posesión de las naciones. Debemos recordar que en la era
anticristiana Israel hará pacto con el Anticristo, como está escrito en Daniel 9.27 (en Isaías 28.15 se dice
incluso que hará pacto con la muerte).

Sin embargo, ahora: después de que la iglesia haya sido arrebatada y glorificada, y el mundo se
desmorone bajo los juicios divinos; e Israel, la mujer, se enfrenta a su renacimiento definitivo, habiendo
ya dado a luz a los ciento cuarenta y cuatro mil, que son las primicias – El tiempo de Satanás en los
lugares celestiales ha terminado definitivamente: “…fueron arrojados a la tierra". Ya no puede acusar a
nada ni a nadie delante de Dios, porque le han vencido con la sangre del Cordero (v. 11). Y mientras ellos,
los creyentes ahora glorificados y los que aún luchan en la tierra, reclamaron y reclamaron la sangre
derramada del Cordero por sus pecados, proclamaron el poder redentor genuino de esa sangre preciosa
a través de la palabra de su testimonio. La palabra de testimonio en presencia del enemigo es
importante. Con esto prueban que, incluso ante la muerte, no aman su vida, así como el Cordero
derramó su vida en su sangre por ustedes y por nosotros.

Las tres características más llamativas de una persona verdaderamente salva, tanto en nuestro tiempo
como después del rapto, son:

1. Redención por la sangre del Cordero. Tenemos redención a través de su sangre. No luchamos por
alcanzar la victoria de Jesús, sino desde la victoria alcanzada por Jesús. No nos esforzamos por alcanzar
un ideal, sino que partimos del ideal más grande: ¡Jesús es Vencedor!

2. La confirmación de la experiencia personal de esta redención a través de nuestro testimonio. Esto no


solo hace que el enemigo pierda su derecho, sino también su poder sobre ti.
3. La entrega de la propia vida. Te une con la victoria de Jesucristo para que ya no puedas ser tocado por
el enemigo por toda la eternidad.

Lo que se concluye sobre el plan de salvación en el capítulo 12 debe ser hoy y aquí, antes de nuestro
rapto, nuestra triple experiencia a través de la fe. Con respecto al futuro, es de suma importancia que
ejerzamos plenamente la victoria de Jesús. Si en Job 15:15 está escrito: “Porque si Dios no confía en sus
santos [ninguno está libre de culpa], y si ni aun los cielos son puros a sus ojos”, entonces entendemos
que hasta la limpieza general de los cielos en Apocalipsis 12, cuando sobre la base de la victoria de Jesús,
el Diablo y sus ángeles son expulsados por Miguel, no hay cese al fuego. Tenemos que demostrar hoy,
ahora, ante el enemigo enfurecido, que la victoria de Jesús es genuina.

Surge entonces la pregunta objetiva: ¿cómo la victoria de Jesús, la instauración del reino de Dios, puede
ser ya tan ampliamente proclamada aquí en el capítulo 12, cuando Satanás sólo fue arrojado a la tierra
y no al Abismo? Solo en el capítulo 20.3 es arrojado al Abismo y atado con una gran cadena por mil años.
¿Por qué esta contradicción entre la realidad celestial -la victoria de Jesucristo- y la cruel realidad
terrenal, donde el Diablo y sus ángeles se enfurecen con gran ira, conscientes de que tienen poco tiempo?
Una imagen de tiempos de guerra puede ilustrar la respuesta: una tropa defiende su posición con las
últimas fuerzas. Está rodeada por el enemigo y no ve salida. Luego, sin embargo, de repente recibe
información del cuartel general de que las fuerzas enemigas han sido derrotadas en un lugar decisivo.
Esto les dice a las tropas desesperadas que, tarde o temprano, la victoria también se reflejará en su
situación desesperada. ¿No cambia repentinamente tal conocimiento toda la disposición moral y la
situación de los soldados sitiados? Lo mismo es cierto desde el punto de vista espiritual: los que están
en la gran tribulación, la multitud innumerable de naciones, pueblos y lenguas, y los ciento cuarenta y
cuatro mil sellados de Israel, si aún no han sido quitados, pondrán su oído en la Biblia, oirán este grito
de victoria del “cuartel general”, y sabrán: ¡El dominio de Dios ha sido establecido! ¡Las cadenas con las
que Satanás ataba al mundo se han roto! ¡Jesús es Víctor!

¡Esto también es cierto hoy! A pesar de que Satanás nos acusa y nos ataca día y noche ante Dios,
sabemos: en el fondo, ¡no tenemos nada que ver con él y su obstinación! ¡No no! Nuestra relación es con
el gran Sumo Sacerdote, que intercede incesantemente por ti y por mí ante el Padre: “Pero puesto que
Jesús vive para siempre, Jesús tiene un sacerdocio permanente. Por tanto, puede salvar definitivamente
a los que por él se acercan a Dios, pues vive siempre para interceder por ellos” (Hb 7, 24-25).

Mientras aún pertenezcas a la iglesia en combate, él intercede por ti. ¡Pero pronto, muy pronto,
estaremos jubilosos por la eternidad! ¡Ven pronto, Señor Jesús!
XV
La Revelación del Anticristo
(Ap 13.1-18)

“1 Me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia
que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez
diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo.
2 Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies como
de oso, y su boca como boca de león. Y el dragón le dio su poder
y su trono, y grande autoridad.
3 Vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida
mortal fue sanada; y se maravilló toda la tierra en pos de la
bestia,
4 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y
adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién como la bestia, y quién
podrá luchar contra ella?
5 También se le dio boca que hablaba grandes cosas y
blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos
meses.
6 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de
su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo.
7 Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos.
También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y
nación.
8 Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres
no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue
inmolado desde el principio del mundo.
9 Si alguno tiene oído, oiga.
10 Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno
mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia
y la fe de los santos.
11 Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos
cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como
dragón.
12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de
ella, y hace que la tierra y los moradores de ella adoren a la
primera bestia, cuya herida mortal fue sanada.
13 También hace grandes señales, de tal manera que aun hace
descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le
ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los
moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene
la herida de espada, y vivió.
15 Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para
que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la
adorase.
16 Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres
y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la
frente;
17 y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese
la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el
número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es
seiscientos sesenta y seis.”
Q ué terrible pasaje! ¡Sin embargo, el que ha renacido por la gracia del Señor escapará de todo esto!
Estas cosas solo sucederán después del rapto de la iglesia de Jesús. Pero ¡ay de los que entonces
todavía están en la tierra!

Es muy esclarecedor que, ya en su primera carta, Juan dice respecto al Anticristo: “Hijitos, esta es la
hora postrera y, así como habéis oído que viene el anticristo, también ahora se han levantado muchos
anticristos. Por tanto, sabemos que esta es la última hora” (1 Juan 2:18).

Es el único en el Nuevo Testamento que usa el apelativo "anticristo", y cinco veces: dos veces en 1 Juan
2:18 y una vez en los capítulos 2.22 y 4.3 de la misma carta, más una más en 2 Juan 7. Esto confirma en
primer lugar el hecho que citamos en la introducción del primer capítulo: Juan recibió la revelación de
Jesucristo antes de escribir su evangelio y sus epístolas. Probablemente fue exiliado a la isla de Patmos
por el emperador romano cuando aún era un hombre joven, quizás justo después de Pentecostés, solo
para ser liberado nuevamente más tarde. Esto es lo que se sigue del hecho de que el griego del
Apocalipsis no es tan bueno como el griego de sus epístolas y el evangelio. En los años siguientes dominó
mejor el idioma. En sus cartas también se siente que todavía está bajo la impresión indeleble de lo que
vio en Apocalipsis 13 y 17: el despliegue del Anticristo.

Pablo ve al Anticristo en el futuro. Él no tuvo una visión como la tuvo Juan; por el contrario, habla
proféticamente de la bestia, del Anticristo, usando diferentes denominaciones. Sin embargo, no usa la
palabra “anticristo”: “No dejen que nadie los engañe de ninguna manera. Antes de ese día vendrá la
apostasía, y entonces se manifestará el hombre de pecado, el hijo de perdición. Se opone y se exalta
contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, aun sentándose en el templo de Dios, proclamando
que él mismo es Dios” (2 Tesalonicenses 2:3-4). Luego habla rápidamente del presente, diciendo: “La
verdad es que el misterio de la iniquidad ya está obrando, sólo resta que sea quitado el que ahora lo
tiene. Entonces se manifestarán los impíos, a quienes el Señor Jesús matará con el aliento de su boca y
destruirá con la manifestación de su venida. La venida de este maligno es por obra de Satanás, con gran
poder, con señales y prodigios engañosos. Con todo engaño de iniquidad usará a los que se pierden...”
(2 Tes 2, 7-10).

Pablo ve el carácter terrible de la bestia, pero simplemente no puede describirlo. Puedes ver cómo busca
las palabras. Lo llama "hombre de pecado", "hijo de perdición", "se opone", "se exalta sobre todo lo que
se llama Dios", "malvado". Repito de nuevo: aunque Pablo dice en el versículo 7 que el misterio de la
iniquidad ya está obrando (es decir, en el presente), él ve al Anticristo en el futuro. ¡Los caminos de la
revelación de Dios son maravillosos! Pablo, el nacido tarde - se añadió más tarde - fue el único que
recibió el misterio hasta entonces oculto del cuerpo de Cristo, la iglesia, y por lo tanto el ser mismo de
Cristo. Así, en la carta a los Efesios dice: “Este es el misterio que me fue dado a conocer por revelación”
(Ef 3, 3). Sin embargo, para Juan, que durante la vida terrena del Señor Jesús tuvo la comunión más
íntima con el Hijo de Dios -pues era el discípulo a quien Jesús amaba-, el Anticristo se revela en todo su
horror y como el gran enemigo de Jesucristo. Y bajo la impresión de esta revelación dice del presente:
"... incluso ahora se han levantado muchos anticristos".
El mismo Señor Jesús conocía muy bien a su gran adversario. Esto es lo que se nota, por ejemplo, en sus
declaraciones proféticas en Mateo 24:15 y Marcos 13:14. Habla de “el terrible sacrilegio”, refiriéndose a
Daniel 9:27 y Daniel 12:11: “Cuando veas 'el terrible sacrilegio' en el lugar donde no debe estar -que el
lector entienda- entonces que los que están en Judea huye a las montañas”

(Mc 13,14). Esto es lo que también dice Pablo: "...hasta el punto de sentarse en el templo de Dios".

Ahora tenemos aquí en Apocalipsis 13 el desarrollo de la bestia, del Anticristo, y eso hasta el punto en
que Dios le puso un límite.

Ese punto es el momento en que el Anticristo se sentará en el templo de Dios, presentándose como Dios.
Esto presupone naturalmente, y tal vez todavía veamos esto justo antes del Rapto, que el templo se
construirá nuevamente en Jerusalén, porque de repente puede llegar el momento en que comenzará la
construcción del templo, porque cuando Rusia esté bajo más y más presión debido a la escasez de energía
o petróleo y por lo tanto avanzar hacia el Golfo Pérsico y aplastar a Israel, entonces habrá un gran
terremoto (cf. Ezequiel 38-39). Esto indudablemente destruirá la mezquita de Umar, la Cúpula de la
Roca, por lo que el templo se puede construir muy rápidamente.

Si ahora vemos aquí en Apocalipsis 13 la revelación sucesiva del misterio de la iniquidad, entonces nos
asombramos de cuán completa y perfecta es la profecía bíblica, porque mientras el dragón está sobre la
arena del mar, es decir, en Israel, ahora llama como a su prójimo del mar de los pueblos: "Vi una bestia
que salía del mar...". ¡Esta bestia será tu instrumento! El mar de los pueblos será entonces idéntico al
Abismo del infierno, pues ya hemos visto que los demonios se encuentran en dos lugares diferentes: una
categoría de potestades, autoridades y malos espíritus se encuentran en las “regiones celestiales” (Ef
6,12). Esta categoría, junto con el dragón, será arrojada a la tierra por Miguel y sus ángeles (12:7-9). La
otra categoría de poderes de las tinieblas se almacena en el Abismo. Del Evangelio de Lucas sabemos
que los espíritus malignos tienen un miedo terrible de ser aprisionados en el Abismo, pues cuando el
Señor Jesús liberó a los endemoniados de la legión de espíritus inmundos, estos le pidieron que no los
enviara al Abismo, sino que les permitiera para entrar en los cerdos. ¿A qué se debe entonces la
comprensión de que el mar de los pueblos equivale al Abismo infernal? Porque también los malos
espíritus retenidos en el Abismo podrán salir de ese lugar durante la gran tribulación: “El quinto ángel
tocó su trompeta, y vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. A la estrella se le dio la llave del
pozo del Abismo.

Cuando abrió el Abismo, salió humo de él como un horno gigantesco. El sol y el cielo se oscurecieron
con el humo que se elevaba desde el Abismo. Del humo salieron langostas y descendieron sobre la tierra,
y se les dio poder como el de los escorpiones de la tierra” (9:1-3; véase también el comentario anterior
sobre “La quinta trompeta del juicio”, en el cap. 9). Por lo tanto, la tierra será literalmente inundada de
espíritus malignos de las regiones celestiales y del Abismo. No hace falta mucha imaginación para
comprender cómo será entonces en la tierra, cuando el dragón esté en la arena a la orilla del mar y la
bestia emerja del mar. Ya en el capítulo 11.7 se menciona la bestia que subirá del Abismo, del mundo de
las naciones: “... la bestia que sale del Abismo”.

Una y otra vez el Señor mostró a su pueblo, ya en el Antiguo Testamento, a través de tipos, a través de
precursores, cómo será el gran adversario de Cristo. En el fondo, el conflicto entre Dios y Satanás ya ha
comenzado en el paraíso, porque el Señor dice en Génesis 3:15: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y
entre tu descendencia y la descendencia de ella”. A lo largo de la historia vemos esta enemistad: Caín
contra Abel, Faraón contra Moisés, Babilonia contra Jerusalén, Hitler contra Israel, etc. Todos ellos
fueron precursores de quien representará la mayor expresión de todos los males, la reunión de todo lo
que en el mundo se levantó contra Dios y su Hijo. En Apocalipsis 13:7 leemos cuánto poder satánico
tiene el Anticristo: “Le fue dada potestad para hacer guerra contra los santos y vencerlos. Se le dio
autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación”. O en el versículo 2b del mismo capítulo: "El dragón
dio a la bestia su poder, su trono y gran autoridad".

El dragón ahora se yergue amenazante en la orilla del mar, como si estuviera listo para tomar posesión
del mar de las naciones; pero parece vacilar, porque es sólo un espíritu, lo que realmente significa que
en las cosas de este mundo él mismo no puede actuar directamente. Por eso necesita un instrumento
humano, un médium. Sólo puede hacer todo mal a través del razonamiento humano, los vicios humanos
y los actos humanos, por lo que tiene que encarnarse en un ser terrenal para llevar a cabo sus intenciones
asesinas. Nota 11

A través de Juan, que tuvo visiones iluminadas por el Espíritu de Dios, vemos qué y quién es este último
médium que se levanta contra Cristo. Con esto, sin embargo, también vemos las posibilidades limitadas
del Diablo, que solo puede expresarse indirectamente, es decir, a través de un instrumento, en completo
contraste con el Dios vivo. Dios se manifiesta tanto indirectamente -hablando o actuando, por ejemplo,
a través de los hombres- como directamente: puede actuar directamente sobre el corazón humano. Uno
podría estar en desacuerdo: ¿no estaba el dragón actuando directamente en Apocalipsis 11 y 12 cuando
quería devorar al niño recién nacido?

Ciertamente, pero esto sólo lo puede hacer en el mundo invisible, mientras que en el mundo visible
siempre tiene y busca sus instrumentos.

¡Qué momento de terrible tensión tenemos aquí ante nosotros, en el clímax de los acontecimientos
apocalípticos! ¡Desde las profundidades del agitado mar de las naciones, el dragón ahora quiere reunir
y liberar las fuerzas de las tinieblas para el último ataque a lo que pertenece a Dios en la tierra! Entonces,
ante los ojos de Juan, sucede el milagro satánico: una bestia emerge del mar. El parecido con el dragón
es tan evidente que el parentesco y la forma diabólica saltan a la vista de inmediato. Leemos del dragón:
“Entonces apareció otra señal en el cielo: un enorme dragón rojo con siete cabezas y diez cuernos, con
siete coronas en sus cabezas” (12:3). Y del Anticristo está escrito: “Vi una bestia que salía del mar. Tenía
diez cuernos y siete cabezas, con diez coronas, una en cada cuerno, y en cada cabeza un nombre de
blasfemia” (13:1). Los cuernos son vasallos subordinados del Anticristo.
A lo largo de los siglos ha habido mucho pensamiento y especulación acerca de quién sería el Anticristo.
Muchas veces ha ido y si es muy precipitado. Así, en mi corta vida he oído hablar de diferentes
personalidades: "¡Tal y tal es ciertamente el Anticristo!" Esto me lo dijeron, entre otros, sobre Henry
Kissinger y el ex presidente Carter, y me escribió un “profeta” alemán antes de las elecciones de 1980,
celebradas en ese país, que, contra todo pronóstico, resultaría elegido Franz Joseph Strauss, por siendo
el Anticristo! Hay buenos comentaristas del Apocalipsis que afirman que el Anticristo será Nerón
resucitado, porque, como sabemos, Nerón fue un sanguinario perseguidor de los cristianos. Los usó
como antorchas vivas en las fiestas celebradas en sus jardines. También hay una tradición
correspondiente, según la cual el Nerón regresado sería una de las cabezas de la bestia, que fue herida
de muerte, pero cuya herida mortal fue curada.

Los comentaristas que deberían ser tomados más en serio al respecto dicen que el Anticristo será Antíoco
Epífanes, quien resucitaría. Es muy interesante en verdad que lo que Daniel profetiza sobre el Anticristo
se aplica al rey seléucida Antíoco Epífanes, pues, despreciando la libertad religiosa existente hasta
entonces en Judá, Antíoco Epífanes introdujo las costumbres griegas e incluso saqueó el templo.

Su esfuerzo de helenización fue enorme. Él, por ejemplo, logró, a través de intermediarios y sobornos,
instalar un sumo sacerdote de su agrado, y los sacerdotes tenían que usar túnicas sacerdotales griegas.
No es de extrañar que los del pueblo que se aferraban al Dios de sus padres resistieran cada vez más.

Cuando la resistencia se hizo notablemente mayor, Antíoco Epífanes se volvió lleno de furia contra los
judíos, marchando con un poderoso ejército a Judea, donde mató a miles de personas, profanó el templo,
incluso sacrificando cerdos en él, anuló las normas santificadas de la ley judía y requería adoración como
dios.

Daniel dice en el capítulo 7:25: "Hablará contra el Altísimo, oprimirá a sus santos y tratará de cambiar
los tiempos y la ley". Las profecías de Daniel, sin embargo, avanzan hacia el verdadero y final Anticristo.

También en este caso, por lo tanto, tenemos una doble profecía; una profecía para el futuro cercano y
para el futuro lejano, pues Daniel 7.23-24 habla del cuarto imperio, del Imperio Romano: “La cuarta
bestia es un cuarto reino que aparecerá en la tierra. Será diferente de todos los demás reinos y devorará
toda la tierra, desgarrándola y pisoteándola. Los diez cuernos son diez reyes que saldrán de este reino.

Después de ellos se levantará otro rey, y será diferente de los primeros reyes”. Y luego sigue el pasaje
citado anteriormente, según el cual hablará palabras contra el Altísimo, oprimirá a los santos del
Altísimo y se encargará de cambiar los tiempos y las leyes. En el versículo 25b continúa: "Los santos
serán entregados en su mano por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo". Y luego se habla del
reino de Dios bajo el gobierno del Señor Jesucristo: “Entonces la soberanía, el poder y la grandeza de
los reinos debajo de todo el cielo, serán entregados en manos de los santos, el pueblo del Altísimo. Su
reino será un reino eterno, y todos los gobernantes lo adorarán y obedecerán” (Daniel 7:27).
Antíoco Epífanes también se cita en Daniel 11:36: “El rey hará lo que quiera. Se exaltará a sí mismo y se
engrandecerá sobre todos los dioses y dirá cosas nunca oídas contra el Dios de los dioses. Tendrá éxito
hasta que se complete el tiempo de la ira, porque lo que está decidido se cumplirá”. Antíoco Epífanes es,
por lo tanto, un tipo muy característico del Anticristo del tiempo del fin. Esto se prueba por el hecho de
que Daniel vio inmediatamente después de Antíoco Epífanes (¡el anticristo!) al Señor Jesús en gran
poder y gloria: “En mi visión de noche vi a uno semejante a un hijo de hombre, que venía con las nubes
del cielo... Se acercó al anciano [del Dios eterno] y fue llevado ante él. Recibió la autoridad, la gloria y el
reino; todos los pueblos, naciones y hombres de todas las lenguas lo adoraban. Su dominio es un
dominio eterno que no tendrá fin, y su reino nunca será destruido” (Daniel 7:13-14).

Curiosamente, Pablo describe al Anticristo con las mismas expresiones que Daniel. Dice en 2
Tesalonicenses 2:4: "Este se opone y se exalta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, aun
sentándose en el templo de Dios, proclamando que él mismo es Dios". De esta manera, se llegó a la
conclusión de que Antíoco Epífanes, quien en la antigüedad había cometido efectivamente “el terrible
sacrilegio”, se levantaría y sería el Anticristo del Nuevo Testamento. Aunque la herida mortal de la
bestia, de la que habla Apocalipsis 13, fue sanada, no puedo estar de acuerdo con tales interpretaciones.
Sin embargo, la herida mortal -literalmente "una herida mortal, pero la herida mortal fue curada"- es de
gran importancia, ya que esta circunstancia se cita tres veces. Verso 3:

"... pero la herida mortal fue sanada". Verso 12: "...cuya herida mortal había sido sanada". Verso 14:
"...que fue herido a espada, y sin embargo vivía". Porque ¿qué significa esta herida mortal de la bestia?
En términos generales, que en su manifestación el Anticristo es movido por el impulso de la imitación.
Si en griego dice “como muerto”, entonces es claro que es una imitación del Cordero que fue inmolado.
Solo piense en Apocalipsis 5:6: "Entonces vi un Cordero, que parecía haber estado muerto, de pie en el
centro del trono, rodeado por los cuatro seres vivientes y los ancianos". De la misma manera, el milagro
divino de la resurrección de Jesucristo es imitado en un milagro satánico de dibujos animados: el
Anticristo regresa. Con esto no queremos decir de ninguna manera que el regreso del Anticristo será el
regreso de los muertos, el regreso de Antíoco Epífanes o Nerón, por ejemplo. Al contrario, todos juntos
son una tenue sombra del verdadero Anticristo, como también en el último imperio que Daniel vio se
perciben características de otros reinos (Dan 7,7; Ap 13,1-2). En otras palabras: el Anticristo es una
aglutinación de todas las características negativas, de toda la maldad de todos los antisemitas de todos
los tiempos. Me gustaría citar lo siguiente al respecto:

1. La bestia no es solo una persona, sino que al mismo tiempo también es un reino, un sistema. Por lo
tanto, es tanto el reino como su líder.

Según tengo entendido, esto se prueba con una declaración de Juan. Describe a la bestia con diez
cuernos (diez entidades estatales) y luego continúa: “La bestia que vi era como un leopardo, pero tenía
pies como un oso y una boca como un león. El dragón dio su poder a la bestia...” (v. 2). Es tanto el
Imperio Romano en su estructura del tiempo del fin como la persona del Anticristo, según el lema: un
pueblo, un reino, un líder.
2. Vemos en la bestia la aglutinación de las bestias, es decir, de los imperios mundiales anteriores. Daniel
ya los vio en el capítulo 7 y los describió individualmente: “En el año primero de Belsasar rey de
Babilonia, Daniel tuvo un sueño, y ciertas visiones pasaron por su mente mientras estaba acostado en
su cama. Escribió el siguiente resumen de su sueño. 'En mi visión de noche, vi los cuatro vientos del
cielo agitando el gran mar. Cuatro grandes bestias [reinos, como en el caso de la imagen de
Nabucodonosor], diferentes entre sí, subieron del mar. El primero parecía un león...'” (Daniel 7:1-4a).
Aquí tenemos lo que Juan dice al final de su descripción: “…boca de león”. Esto es Babilonia. “Luego vi
una segunda bestia, que tenía la apariencia de un oso” (Daniel 7:5). Juan también lo menciona. Este es
el Imperio Medo-Persa. “Después de eso, vi otro animal, que parecía un leopardo. En su espalda tenía
cuatro alas...” (Daniel 7:6). Este es el Imperio Greco-Macedonio bajo Alejandro Magno. Así que Daniel
quiere describir el cuarto imperio, pero no puede. Aunque también es un animal, no sabe si es un oso,
un león o un leopardo, parece ser todo en uno. Daniel relata: “En mi visión de noche vi una cuarta bestia,
aterradora, aterradora, y muy poderosa. Tenía grandes dientes de hierro con los que desgarraba y
devoraba a sus víctimas y pisoteaba lo que quedaba. Era diferente de todos los animales anteriores y
tenía diez cuernos” (Daniel 7:7). Con esto, Daniel enfatiza que esta cuarta bestia será mucho más terrible
que todas las que le precedieron. Juan también ve estos animales. Sin embargo, no los ve en la misma
secuencia que Daniel, ya que vive en una época en la que ya vio a estos tres animales mirando hacia
atrás, mientras que Daniel vivió antes de tiempo. La última bestia, a saber, el Imperio Romano, que
ahora se avecina, no solo tendrá todas las características animales de sus predecesores: leopardo, oso,
león, sino que, repito, será al mismo tiempo el Anticristo mismo. Encarna a todos los anticristos que
antes se manifestaron y desaparecieron. Así como el futuro Imperio Romano tiene todas las
características animales de los imperios que lo precedieron, también las tiene el Anticristo. El Anticristo
es la máxima expresión de la maldad de hombres como Faraón, Amán, Antíoco Epífanes, Nerón, Hitler
y otros – también de los actuales antisemitas y anticristos. Si el Señor Jesús dice sobre el tiempo del
Anticristo: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24,21), entonces debe ser algo inimaginablemente terrible! Ya ahora
escuchamos el sonido de los pasos del Anticristo. ¡Cuán cerca, entonces, debe estar nuestro rapto!

Del Anticristo procederá un gran poder de seducción. Estará dotado de toda autoridad satánica, porque
“el dragón dio su poder a la bestia” (13:2b). Satanás os dará todo lo que quiso darle al Hijo de Dios
cuando lo tentó en el desierto, porque en aquel tiempo lo llevó a un monte alto, le mostró todos los reinos
del mundo y le dijo: “Todo esto te daré si te postras y adorares" (Mt 4, 9). Sin embargo, el Señor rechazó
la oferta con la Palabra de Dios. Ahora el dragón da todo a su prójimo, la bestia, que lo acepta todo: el
trono, su posición histórica de dominio; el poder - la plenitud de sus medios violentos; y la autoridad,
su dominio. Es por eso que la bestia es tan terriblemente similar al dragón.

En este punto volvemos a ver también el impulso imitativo de Satanás: el Hijo de Dios que se hizo
hombre quiso aceptar el reino y la autoridad sólo de la mano de su Padre, no de la mano del Diablo.

Leamos una vez más Daniel 7,13-15, donde se revela en el Antiguo Testamento esta toma de posesión
por parte de Jesús: “En mi visión de noche vi a alguien semejante a un hijo de hombre [este es Jesucristo]
que venía con las nubes del cielo. Se acercó al anciano [esta no es una buena traducción; otros dicen más
apropiadamente:

'Se fue al lugar donde el que siempre estuvo...' (GNT).

En la parte inferior, debe decir: '... se acercó al Eterno'.] y fue conducido a su presencia. Recibió la
autoridad, la gloria y el reino; todos los pueblos, naciones y hombres de todas las lenguas lo adoraban.
Su dominio es un dominio eterno que no tendrá fin, y su reino nunca será destruido. Yo, Daniel, me
agité en mi espíritu, y las visiones que pasaron por mi mente me aterrorizaron”. El Señor Jesucristo
recibirá todo esto de la mano del Padre. ¡Por lo tanto, la entrega de todo el poder del dragón a la bestia
también es una imitación!

De hecho, encontramos este impulso de imitación en muchos detalles, por ejemplo: el Cordero tiene
cuernos: “Entonces vi un Cordero, que parecía muerto... Tenía siete cuernos...” (5,6). Pero la bestia
también tiene cuernos: “Vi una bestia que salía del mar. Tenía diez cuernos...” (13:1). El Cordero tiene
nombres soberanos: “... y sobre su cabeza muchas coronas y un nombre que sólo él conoce, y nadie más...
y su nombre es la Palabra de Dios... Sobre su manto y sobre su muslo este nombre está escrito: REY DE
REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (19:12-13,16). La bestia también tiene nombres—nombres blasfemos:
“…con diez diademas, una en cada cuerno, y en cada cabeza un nombre blasfemo” (13:1). Según el
versículo 6, la bestia pronuncia blasfemias contra Dios, contra su santo nombre, contra su tabernáculo
celestial y contra los que moran en el cielo, por lo tanto, también contra la iglesia raptada: “Abrió su
boca para blasfemar contra Dios y maldecir su nombre, y su tabernáculo, los que moran en el cielo.” Sin
embargo, gracias al Señor, al Anticristo se le da solo un tiempo limitado, a saber, cuarenta y dos meses
(v. 5). Constantemente encontramos la cita de ese tiempo en las Escrituras: 42 meses - medio tiempo,
un tiempo, dos tiempos - 1260 días. En los versículos 5, 7, 14 y 15 se enfatiza cinco veces que le fue dada
su autoridad. Por lo tanto, el poder de las tinieblas, así como el Anticristo, solo pueden llegar hasta
donde Dios lo permita.

Esto también va para tu vida. ¡Nunca imagines que estás completamente a merced del enemigo! ¡Él sólo
puede llegar tan lejos como Dios lo permita! A través de las tribulaciones sois probados en cuanto a la
medida en que ejercitáis la victoria de Jesús en vuestra vida diaria. “Feliz el hombre que persevera en la
prueba, porque cuando haya pasado la prueba, recibirá la corona de la vida, que Dios ha prometido a los
que le aman” (Santiago 1:12).

En cuanto a la pregunta: ¿quién será el Anticristo?, se ha especulado y especulado innumerables veces


sobre el número seiscientos sesenta y seis, que se cita en el versículo 18: “Aquí hay sabiduría. El que
tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es
seiscientos sesenta y seis”. Por lo tanto, se hicieron diferentes cálculos para probar que el número se
encuentra en la tiara del Papa (tiara: la cabeza extra litúrgica del Papa, con tres coronas superpuestas
que simbolizan los ministerios sacerdotal, pastoral y doctrinal del Papa). Se presentaron cálculos y
“pruebas” similares con respecto a Napoleón, Hitler, Mussolini, etc. No queremos hacer cálculos, sino
decir con el “resto” de Tiatira, que “no han aprendido… los profundos secretos de Satanás” (2,24). Basta
tomar conocimiento de lo que está escrito aquí en Apocalipsis 13 y lo que dice Pablo en 2 Tesalonicenses
2:9: “La venida de este maligno es por obra de Satanás, con gran poder, con señales y prodigios
engañosos. ” En conclusión, me gustaría enfatizar una vez más: el Anticristo no será un anticristo del
Antiguo ni siquiera del Nuevo Testamento resucitado, sino una encarnación de todas las características
negativas de todos los anticristos y antisemitas de todos los tiempos.

En cuanto a la "herida mortal" de la bestia se menciona tres veces, tiene un significado triple. Ya hemos
mencionado dos puntos, pero los volvemos a mencionar:

1. El impulso satánico de la imitación, que es tan fuerte que se imita hasta la muerte del Cordero.

2. El milagro satánico-mentiroso de la resurrección.

3. Un trasfondo puramente histórico-profético, que se describe en detalle en Apocalipsis 17:8. En las


explicaciones del capítulo 17, en el que hay muchos engaños del Anticristo, entraré en más detalles. Sin
embargo, ya aquí en el capítulo 13.1-2 Juan describe a Roma, el poder mundial restaurado de Roma con
las diez entidades estatales y la autoridad de la bestia que todo lo domina, el déspota cruel por la gracia
de Satanás. De Roma vendrá entonces un peligro mortal, porque, como en tiempos antiguos, esta
potencia mundial pretenderá ser la autoridad divina. Con sus milagros, con sus capacidades ilimitadas,
el Cristo aparente dejará entonces atónito al mundo entero. Esto es lo que está escrito en el versículo 3b:
“El mundo entero se asombró y siguió a la bestia”. El mundo entero quedará fascinado con este
superhombre que puede hacer cualquier cosa, siguiéndolo. Esta admiración significa asombro ante lo
sobrenatural.

Este asombro de los pueblos ante lo inconcebible es lo que se describe en Apocalipsis 13:3b. Habrá
asombro paralizante y horror mundial, lo opuesto a la admiración satisfecha, porque la bestia puede
hacer cualquier cosa. Entonces exclaman llenos de asombro: “¿Quién como la bestia?

¿Quién puede hacer la guerra contra ella? (v. 4b). Una cosa, sin embargo, este personaje todopoderoso
no puede: ¡no puede amar! Sólo el Cordero es capaz de amar: “Él nos ama y nos ha librado de nuestros
pecados con su sangre” (1,5). Hoy se puede sentir el anhelo de los pueblos por tal solucionador de todas
las cosas. ¡Qué esperanzas se depositan, por ejemplo, en cada nuevo presidente de los Estados Unidos!
Está destinado a resolver todos los problemas políticos, económicos y sociales. Todos gritan “¡paz, paz!”.

El Anticristo, la bestia, resolverá todos los problemas de una sola vez. Entonces estallará también el
elemento religioso, la deificación de la bestia: toda la tierra adorará entonces al dragón y a la bestia:
“Adoraron al dragón, que había dado autoridad a la bestia, y también adoraron a la bestia, diciendo:
'¿Quién es como la bestia? ¿Quién podrá hacer guerra contra ella?'” (v. 4). Con esto Satanás logró su
objetivo: el verdadero Cristo, el Cordero, queda excluido del pensamiento de los hombres. Ciertamente
no habrá doble genuflexión ante el dragón y la bestia, porque el dragón y la bestia son uno.
También en este aspecto se manifiesta el motivo de la imitación, pues el Señor Jesús dijo: “Yo y el Padre
uno somos” (Jn 10,30). “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9b). También el Anticristo
puede decir: “El que me ha visto a mí, ha visto al diablo”.

La búsqueda de la humanidad por un hombre fuerte será satisfecha en el Anticristo. Tendrá una
influencia tan grande y, al mismo tiempo, un poder de atracción tan enorme que, entonces, muchos jefes
de Estado se complacerán en entregarle la soberanía de su país. Apocalipsis 17:13 establece que estos
jefes de estado, la Biblia los llama "reyes", serán de una sola mente y ofrecerán a la bestia el poder y la
autoridad que poseen. El intenso aplauso y el fervor con que se adorará a la bestia se expresará en la
pregunta retórica: “¿Quién como la bestia? ¿Quién puede hacer la guerra contra ella?

Esto no es solo la deificación de la bestia, sino al mismo tiempo una aceptación por un tiempo limitado
de su deseo milenario, pues ¿qué quería ya Satanás antes de la fundación del mundo? Ser igual al
Creador del cielo y de la tierra: “Subiré al cielo; Levantaré mi trono sobre las estrellas de Dios; Me sentaré
en el monte de la asamblea, en lo más alto del monte santo.

me elevaré más alto que las nubes más altas; Seré como el Altísimo” (Isaías 14:13-14). Y ahora se le dice:
"¿Quién es como la bestia?" ¡Qué triunfo será para ella! Ella se eleva incluso por encima de Dios,
excluyendo la posibilidad de semejanza con él, cuando se proclama su poder aparentemente ilimitado
de victoria: "¿Quién puede hacer la guerra contra ella?", porque, en otras palabras, eso significa: nadie
es igual a ella; ella es la única poderosa.

Esta influencia anticristiana y esta afirmación absolutista de Satanás están destinadas a conducir a una
persecución sin precedentes de los santos: “Se le dio poder para hacer guerra contra los santos y
vencerlos. se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (v. 7). ¿Quiénes son estos
santos? Estas son las innumerables personas que no participarán en el rapto; los que se convertirán sólo
después del rapto. Si el Anticristo, con odio loco, blasfemia no sólo contra Dios, contra su santo nombre
y su tabernáculo celestial, sino también contra los que están en el cielo, ¡cuán grande debe ser su odio y
su ira contra los que se convierten durante su dominio en tierra y laven sus ropas en la sangre del
Cordero!

En el comentario del capítulo 7 de Apocalipsis (v. 9-17), vimos que durante la gran tribulación todavía
se convertirán millones y millones de personas, que entonces tendrán el testimonio de Jesús (ver pág.
161). Serán convertidos en virtud del recuerdo del testimonio de los arrebatados, por las consecuencias
de la Palabra proclamada o por el testimonio de los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel y, no
por último, por supuesto, a través de la testimonio de los dos testigos: “A él se le dio poder para hacer la
guerra contra los santos y vencerlos”. El diablo ahora está logrando uno de sus otros objetivos, lo que le
permite destruir al menos parcialmente a la descendencia de la mujer. Sin embargo, solo puede matar
el cuerpo, no el alma, porque aquellos que serán asesinados en la terrible carnicería se encuentran en la
victoria de Romanos 8:35-39: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Será tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: 'Por tu causa enfrentamos la muerte todos los días; somos considerados como ovejas
destinadas al matadero».

Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Porque estoy
convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni
ningún poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa en la creación podrá separarnos del amor
de Dios que es en Cristo Jesús nuestro Señor”. Entonces literalmente beberán esas palabras y las
tomarán profundamente.

A través del versículo 5 de Apocalipsis 13 se concluye claramente que durante cuarenta y dos meses la
bestia tendrá autoridad absoluta e ilimitada, tanto en el campo religioso como político: “A la bestia se le
dio boca para hablar palabras soberbias y blasfemas, y se le dio autoridad actuar durante cuarenta y dos
meses”.

Del resto de los hombres, que entonces estarán viviendo en la tierra, está escrito: “A la bestia adorarán
todos los moradores de la tierra, es decir, todos aquellos cuyos nombres no estaban escritos en el libro
de la vida del Cordero. quien fue inmolado desde la creación del mundo.” (v. 8). Por eso es lógico que
justo después de la información sobre los poderes ilimitados de la bestia, que tiene dominio hasta sobre
el alma y el espíritu del hombre, se agregue una seria advertencia: “El que tiene oído, oiga” (v. 9). Al final
de las siete cartas siempre estaba escrito: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Aquí la advertencia suena diferente. También se hace una sola vez. Esta advertencia está dirigida
principalmente a aquellos que viven hoy pero que aún no se han convertido al Señor Jesucristo.

Sin embargo, también es cierto para los “cristianos” de hoy que cojean de ambos lados, que son tibios,
perezosos y en peligro de perder el éxtasis.

“Si alguno ha de ir en cautividad, en cautividad irá. Si alguno ha de ser muerto a espada, a espada será
muerto” (v. 10). Tal como lo entiendo, este pasaje es una advertencia a la innumerable multitud que se
hizo cristiana durante la gran tribulación y será tentada a organizar una resistencia contra la bestia,
posiblemente incluso combatiéndola con la espada.

Pero no debería haber tal comportamiento. Este versículo dice muy claramente qué tipo de mentalidad
deben mostrar, y saben que su martirio es inevitable. Entonces se pondrán la mentalidad del Cordero,
que fue llevado al matadero – al Gólgota. “Aquí está la perseverancia y la fidelidad de los santos” (v.
10b). Esta es la mentalidad que muestran actualmente muchos de nuestros hermanos que son
perseguidos violentamente en Oriente. Sin embargo, ¡cuán pocos de nosotros que estamos libres de
persecución mostramos esta mentalidad, esta perseverancia y esta fidelidad de los santos!

La Escritura, sin embargo, advierte que sólo reinaremos si perseveramos con él (cf. 2 Tm 2,12). También
en esto Israel es un ejemplo para nosotros, porque, en la dispersión entre las naciones, los judíos se
dejaron matar como corderos. Sin embargo, desde que se encuentra nuevamente como nación en la
tierra de los padres, Israel pelea como un león.

“Entonces vi otra bestia que salía de la tierra, con dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero que
hablaba como un dragón” (v. 11). ¿Quién es esta otra bestia? Es extremadamente esclarecedor que el
Anticristo no está solo. Además de sus diez reyes (de sus diez vasallos), también tiene un promotor, un
brillante propagandista. Esta otra bestia se identifica en los capítulos 16:13; 19.20 y 20.10: es el Falso
Profeta.

¡Ahora también la imitación de la Trinidad es un hecho! El dragón = el anti-Padre; la primera bestia =


el anti-Hijo; la segunda bestia = el anti-Espíritu. El Falso Profeta es el elemento religioso.

En el Antiguo Testamento, y en la historia en general, tenemos ejemplos de esta táctica. Faraón, el


antisemita, llamó a los magos como ayudantes religiosos (Éxodo 7:11, 22). Balac, el rey moabita que
quería exterminar a Israel, encargó al falso profeta Balaam que maldijera a Israel (Números 22–24).
Dan, una de las tribus rebeldes de Israel – su nombre significa “serpiente” – tomó para sí a un levita
como sacerdote (Jueces 18). Absalón, el rebelde hijo de David, tenía a Ahitofel como su consejero (2
Samuel 16–17). Y Acab, el séptimo rey del linaje israelita, nunca hubiera sido lo que fue sin Jezabel y los
que la siguieron (1Re 21:5ss). Hitler tenía a Goebbels y el lema era: “¡Creemos en la victoria porque
tenemos al líder!”.

El elemento religioso es uno de los más poderosos en la historia humana. Cuando aparezca el Falso
Profeta, la iglesia mundial unificada también se agregará al imperio mundial unificado, es decir, una
religión mundial. El hecho de que el Falso Profeta también sea llamado “la bestia” muestra su objetivo
común: la glorificación de Satanás. Pero también muestra su crueldad animal. Esta segunda bestia está
subordinada a la primera. Ella hace todo por el Anticristo. Si está escrito que ella sale de la tierra,
entonces esto tiene un significado profético y se refiere al Imperio Romano restaurado. Esta segunda
bestia es el opuesto correspondiente del Espíritu Santo, quien glorifica a Jesús para que adoremos al
Cordero.

Que el Falso Profeta es un “hacedor” típico se concluye en los versículos 12-17, donde se destacan 9
verbos: “Él ejerció toda la autoridad de la primera bestia, en su nombre, e hizo que la tierra y sus
habitantes adoraran a la primera bestia, cuya herida mortal había sido curada. E hizo grandes señales,
y aun hizo descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres. Por las señales que se le permitió
hacer en nombre de la primera bestia, engañó a los habitantes de la tierra. Les mandó que hicieran una
imagen en honor de la bestia que había sido herida a espada y sin embargo había vuelto a la vida. Se le
dio poder para dar aliento a la imagen de la primera bestia, para que pudiera hablar y hacer que todos
los que se negaran a adorar la imagen fueran asesinados. También obligó a todos, pequeños y grandes,
ricos y pobres, libres y esclavos, a recibir una marca en la mano derecha o en la frente, para que nadie
pudiera comprar ni vender, a menos que tuviera la marca, que es el nombre de la bestia o el número de
tu nombre”. Esto significa lo siguiente: así como la primera bestia recibió toda la autoridad del dragón,
así, a su vez, ejerce su poder a través de la segunda bestia. En otras palabras: la segunda bestia hace que
se obedezcan la voluntad y las leyes del Anticristo. Por lo tanto, también es una imitación casi perfecta
del Cordero, porque tiene dos cuernos, como un Cordero.

El Señor Jesús advierte muy seriamente en Mateo 7:15:

“Cuidado con los falsos profetas. Vienen a vosotros vestidos con pieles de ovejas, pero por dentro son
lobos rapaces. Los dos cuernos no solo expresan poder político. Los cuernos pueden caracterizar tanto
al carnero (Aries) como a la oveja. (A diferencia de la mayoría de las ovejas domésticas, las especies
salvajes tienen cuernos.) ¿La actual actividad febril de los hombres no se está dando ya una idea de lo
que sucederá entonces? ¿No es el espíritu del Falso Profeta el que casi hostiga a los hombres hasta la
muerte porque aman el dinero, los automóviles u otras posesiones?

Aunque Juan describe a las dos bestias en secuencia, aparecen simultáneamente, tanto en el versículo
4, donde se habla de adoración, como en los versículos 12 y 15 muestran lo que el Falso Profeta pretende
lograr a toda costa: la adoración del Anticristo. Este espíritu, que procede de Satanás, ya se hace cada
vez más perceptible en nuestros días, en el culto a las cosas materiales, la tecnología, etc. Sólo estamos
protegidos de la adoración inconsciente – porque también hay adoración inconsciente – del espíritu
anticristiano sólo cuando nos establecemos interiormente en la adoración de Dios y del Cordero. Muchos
no pueden orar porque no adoran al Cordero, sino a algo terrenal. ¿Es esa la razón por la que no puedes
orar con perseverancia? Si mantenemos el testimonio de Jesucristo por fuera, entonces también somos
guardados por dentro.

La doctrina del Anticristo se puede definir claramente: culto al Anticristo y, por tanto, culto a Satanás.
Los medios utilizados para lograr este fin son variados y sobrenaturales:

“E hizo grandes señales, incluso haciendo descender fuego del cielo a la tierra a la vista de los hombres.
Por las señales que se le permitió hacer en nombre de la primera bestia, engañó a los habitantes de la
tierra. Les mandó hacer una imagen en honor de la bestia que tenía la herida de espada, y vivió” (vv. 13-
14). Él seduce a toda la humanidad y, por lo tanto, se hace necesaria una advertencia para aquellos que
tienen señales y milagros en el centro de su predicación.

El Señor Jesús nos dice en Mateo 24:24: "Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas, y harán
grandes señales y prodigios, para engañar, si fuere posible, aun a los escogidos". El que actualmente está
orientado hacia señales y milagros, será presa fácil del enemigo, quien realizará señales y prodigios a
través de los poderes de la mentira.

El Falso Profeta hace erigir una imagen del Anticristo, y entonces ocurre un milagro extraordinario: ¡la
imagen recibe aliento, cobra vida y puede hablar! Incluso hoy, a través de la televisión, la adoración
mundial de la bestia sería tecnológicamente posible. Tiene un método terrible para imponer la adoración
de imágenes: la amenaza de la pena de muerte y la ejecución de millones de personas que se niegan a
adorarlo. Nadie puede esconderse. Actualmente, es posible determinar los índices de audiencia de los
programas de televisión. En otras palabras: comprueba quién ve qué programas de televisión. La
adoración de imágenes en sí no es nada nuevo. Roma, es decir, la Iglesia Católica, mantiene esta
abominación como parte del culto hasta el día de hoy. El popular Papa Juan Pablo II tenía una imagen
favorita: la Virgen Negra. Le encantaba esa imagen.

La terrible situación de la adoración de la imagen de la bestia ya está representada en Daniel 3, donde


Nabucodonosor da la orden de levantar la gran imagen de oro. El heraldo anuncia que cualquiera que
no se postre y adore la imagen será arrojado al horno.

Por lo tanto, es una representación del Falso Profeta. Solo tres jóvenes israelitas se pararon frente a esta
imagen. Luego son arrojados al horno, pero permanecen intocables. Son una indicación para los ciento
cuarenta y cuatro mil sellados de Israel que serán guardados y arrebatados al Señor durante la gran
tribulación. En ese momento, en la imagen dorada también apareció el siniestro número 666: la imagen
tenía “sesenta codos de alto y seis codos de ancho” (Dan 3.1 RA). Además, se indicaba a los pueblos, por
medio de seis instrumentos nombrados, cuándo debían postrarse ante la imagen y adorarla. ¡Qué
paralelo con lo que Juan vio más tarde!

“También obligó a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, a recibir una marca en la
mano derecha o en la frente, para que nadie pudiera comprar ni vender a menos que tuviera la marca,
que es el nombre de la bestia. o el número de tu nombre. Aquí está la sabiduría. El que tenga
entendimiento, calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos
sesenta y seis” (v. 16-18). Luego del establecimiento de la iglesia mundial, cuyos precursores actuales se
encuentran en el Consejo Mundial de Iglesias y, más recientemente, también en el movimiento
evangélico, surge el monopolio económico mundial. Un anticipo son las fusiones de grandes empresas
y fábricas. Las pequeñas empresas son tragadas, pisoteadas y aplastadas.

Estas son sombras del monopolio económico mundial que luego será una realidad. Según el versículo
16, los hombres no solo serán registrados estadísticamente (esto ya se está dando a través de
computadoras, a través de números), sino también identificados ópticamente a través de una marca.
Los marcados a la derecha probablemente sean los trabajadores; los marcados en la frente serán sin
duda los intelectuales. Nadie podrá escapar de la telaraña satánica, porque sin el número, sin el nombre
de la bestia, nadie puede existir, es decir, no puede comprar ni vender.

Esto sera un boicot absoluto, sumamente efectivo contra todo aquel que no tenga el signo 666 o el
nombre de la bestia. ¡Horrible!

Curiosamente, en el versículo 18 está escrito: "Aquí hay sabiduría".

Literalmente: "Aquí hay sabiduría ". En otras palabras: en el próximo comunicado está la sabiduría, que
servirá para reconocer al Anticristo a tiempo en ese momento difícil, ayudando también a tomar la
correcta posición interior y exterior ante él. Esta palabra, por lo tanto, se aplica exclusivamente a
aquellos que no participan en el rapto: "El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia...".
Por lo tanto, cuando surja entonces el gran emperador mundial, quien a los ojos del mundo y de los
cristianos nominales aparecerá como el Anticristo, deberán calcular el número del nombre de la bestia.

Se podrá tener claridad al sumar el valor numérico de las distintas letras de ese nombre. Si entendemos
así el significado simple de estas importantes palabras, entonces, naturalmente, parece que es un
esfuerzo sin sentido y sin esperanza el descubrir incluso ahora el nombre del Anticristo. Por el contrario,
aquellos que no fueron llevados entonces, cuando aparece un líder sospechoso, deben calcular
tranquilamente el valor numérico de su nombre. Si el resultado es el número 666, se confirman sus
suposiciones.

En el idioma original del Nuevo Testamento, el griego, el santo nombre del Señor Jesús representa el
valor 888. El número 7 es el número santo del Creador, que en el día 7 descansó de sus obras y dio a la
creación terrenal los siete -día semana, con su día regular de descanso, como condición sagrada de vida.
Siete es, por tanto, el número del Creador, y el número 8 es el número del Salvador, que resucitó al día
siguiente del séptimo día de la semana. Con esto sentó las bases para la nueva creación. Por el contrario,
el número 6 es el número de los días de la semana sin el Sábado, o también el número de la creación sin
el Creador; el número del mundo sin Dios. Así, el número del nombre del Anticristo forma el contraste
más marcado con el número del santo nombre de Jesús: 888.

Ya hemos dicho que el Anticristo será una aglutinación o una reincorporación de las características de
todos los anticristos políticos de todos los tiempos. Sin embargo, del mismo modo, todos los anticristos
religiosos anteriores también se proyectarán en su máxima expresión, en el número de su nombre.
Seguramente es por eso que Juan dijo: "... ahora mismo se han levantado muchos anticristos" (1 Juan
2:18).

Ahora reconocemos el carácter del Anticristo, y sabemos que en 2 Timoteo 3:1-4 Pablo enumeró las tres
veces seis características de los cristianos nominales del tiempo del fin: “Sabed esto: en los postreros
días vendrán tiempos terribles. Los hombres serán...”. Luego enumera sus características negativas:
egoístas, malagradecidos, crueles, avaros, malvados, enemigos de los buenos, presuntuosos, traidores,
arrogantes, sin amor a los temerarios, blasfemos, familiares, altivos, irreconciliables desobedientes,
amantes del placer más que de sus padres, calumniadores, que amigos de Dios 6 sin dominio propio 6,
6 En el versículo 5 del mismo capítulo dice cuál es la característica general de estos hombres: "Teniendo
apariencia de piedad, pero negando su eficacia". Todas estas son características del Anticristo, y muchos
ya se han convertido en anticristos. A pesar de que una vez fueron emocionados por el evangelio,
degeneraron y se convirtieron en anticristos, porque perdieron el amor por la verdad. ¿Cómo puedes ser
preservado de convertirte en un anticristo en estos últimos tiempos, con todas sus tentaciones? Ponerse
dentro de la verdad absoluta.
En otras palabras: ¡llegar completamente a la luz! ¡Solo así podréis distinguir entre la verdad y la mentira
y adorar a Dios y al Cordero en verdad!
XVI
El Cordero y los Ciento
Cuarenta y Cuatro Mil en el
Monte Sion
(Ap 14.1-13)

“1 Después miré, y he aquí el Cordero estaba en pie sobre el monte


de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que tenían el
nombre de él y el de su Padre escrito en la frente.
2 Y oí una voz del cielo como estruendo de muchas aguas, y como
sonido de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas
que tocaban sus arpas.
3 Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los
cuatro seres vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender
el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron
redimidos de entre los de la tierra.
4 Estos son los que no se contaminaron con mujeres, pues son
vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero por dondequiera
que va. Estos fueron redimidos de entre los hombres como
primicias para Dios y para el Cordero;
5 y en sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha
delante del trono de Dios.
6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el
evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a
toda nación, tribu, lengua y pueblo,
7 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la
hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y
la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
8 Otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, la
gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino
del furor de su fornicación.
9 Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno
adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o
en su mano,
10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido
vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego
y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero;
11 y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no
tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su
imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
13 Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe:
Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en
el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque
sus obras con ellos siguen.
14 Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado
semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona
de oro, y en la mano una hoz aguda.
15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que
estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la
hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
16 Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra,
y la tierra fue segada.
17 Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo
también una hoz aguda.
18 Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y
llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz
aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están
maduras.
19 Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la
tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
20 Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió
sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos
estadios.”
E
n contraste con el oscuro y terrible capítulo 13, aquí tenemos una visión del cielo. Esto es similar
al silencio de la noche después de una tormenta devastadora. ¡Después de la revelación de la bestia
y el Falso Profeta, ahora viene el amanecer de la gloria del Cordero en medio de las nubes negras!
Así que tenemos que aprender a mirar detrás de las cosas; sin embargo, esto solo lo logramos a través
de la fe. ¡Para poder mirar a través de los hechos tenemos que mirar hacia arriba! “Con los ojos puestos
en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2).

“Entonces miré, y el Cordero estaba delante de mí sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro
mil que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes” (v. 1). No está escrito "los
ciento cuarenta y cuatro mil", sino simplemente "ciento cuarenta y cuatro mil". Falta el artículo. Sin
embargo, estos son sin duda los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de entre las doce tribus de Israel
que vimos en el capítulo 7: “'No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que hayamos
sellado las frentes de los siervos de nuestro Dios'. Entonces oí el número de los sellados: ciento cuarenta
y cuatro mil de todas las tribus de Israel” (7:3-4). ¿Por qué falta el artículo en nuestro texto? ¡Porque el
Cordero todo lo vence!

Además, el Cordero todavía tiene otros innumerables comprados con sangre, la iglesia de Jesús, además
de los ciento cuarenta y cuatro mil, porque en Hebreos 12:22 está escrito: “Pero tú has venido al monte
Sion, a la Jerusalén celestial, a la ciudad de Dios vivo. Miles y miles de ángeles vinieron en asamblea
gozosa”. Esto también aclara que aquí en Apocalipsis 14 no estamos hablando del monte Sion terrenal,
la ciudad de David, la Jerusalén de hoy. Por el contrario, esta vista maravillosamente placentera
contrasta con la Jerusalén terrenal y el drama que se desarrolla allí durante los 42 meses del reinado de
la bestia.

La descripción del Cordero y los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel no es más que el inverso
celestial de lo que vimos en el capítulo 13. Las dos bestias y su comportamiento era terrenal; el Cordero
y los ciento cuarenta y cuatro mil son celestiales.

Se presenta el contraste entre el monstruo cruel y grosero que es el Anticristo y el Cordero de Dios sin
mancha en el Monte Sión. Los portadores de la marca de la bestia (666), sus seguidores y adoradores,
se enfrentan a la asamblea de los discípulos del Cordero; los que tienen el nombre del Cordero y el
nombre de su Padre escrito en la frente! El carácter de la bestia y sus seguidores, que sólo revela
prostitución, se contrasta con la pureza virginal de los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel,
que rechazaron toda participación en la inmoralidad reinante.

Como creyentes, nosotros también estamos actualmente en profunda confrontación con el espíritu de
este mundo. Por eso sientes tanta presión, por eso notas las risas y las burlas, y por eso te desprecian.
Nos encontramos en medio de un mundo anticristiano, aunque el Anticristo aún no puede manifestarse,
pues la iglesia de Jesús, y con ella el Espíritu Santo, aún está en la tierra. Sin embargo, sigamos adelante
con valentía, porque somos, como los ciento cuarenta y cuatro mil, libres de la culpa y del poder del
pecado a través de la preciosa sangre del Cordero.
Mientras los hombres en la tierra se maravillan del nuevo orden del Anticristo y de su poder, adorándolo
– un pueblo, un reino, un líder – los ciento cuarenta y cuatro mil cantan el cántico nuevo del Cordero:
“Cantaban un cántico nuevo antes el trono, los cuatro seres vivientes y los ancianos. nadie podía
aprender el cántico sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido comprados de la tierra” (v. 3).
De hecho, este no es un canto ordinario. Debe ser algo tan celestialmente maravilloso que la palabra
"canción" es del todo insuficiente para describirlo. ¡Tu sonido será magnífico y glorioso!

El contraste entre los ciento cuarenta y cuatro mil y los que llevan la marca de la bestia se vuelve aún
más intenso si recordamos que los adoradores de la bestia se perderán para siempre, porque no están
escritos en el libro de la vida del Cordero (13:8). Y en el capítulo 14:11 ahora se dice de ellos: “Y el humo
del tormento de tales personas sube por los siglos de los siglos. Para todos los que adoran a la bestia y a
su imagen... no hay descanso, ni de día ni de noche.” Sin embargo, en el monte Sión hay una multitud
que sigue al Cordero por dondequiera que va. ¿Y adónde va? ¡A la felicidad eterna! ¡Pero no debemos
ver primero a los ciento cuarenta y cuatro mil, sino al Cordero! Juan está profundamente impresionado
por la visión del Cordero, que no sólo dice: "Vi al Cordero", sino: "Entonces miré, y el Cordero estaba
delante de mí...". Esto nos recuerda a Juan el Bautista, exclamando en el Jordán: “¡Mira! ¡Es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn 1,29). En Jesucristo habita corporalmente la plenitud de
la divinidad; como Cordero inmolado, él es el resplandor de la gloria de Dios. ¡Lo que necesitamos es
una visión completamente nueva del Cordero! “¡ Mira ! ¡Es el Cordero de Dios!” Cuando vemos a Jesús,
todos los problemas, preocupaciones, frustraciones, etc. desaparecer de nosotros. Entonces somos
libres, entonces podemos regocijarnos: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Juan tuvo esta visión del Cordero. Tuvo que digerir cosas terribles, porque lo que había visto, todo el
camino sanguinario del Anticristo, haciendo ejecutar a millones de creyentes, no podía dejarlo sin
marcar. Así exclama profundamente conmovido: "Entonces miré, y delante de mí estaba el Cordero".

La revelación del Cordero y los ciento cuarenta y cuatro mil ya nos muestra claramente que este
maravilloso espectáculo tiene lugar en el cielo, porque en ninguna parte de Apocalipsis el Cordero - con
la excepción del capítulo 17.14, donde se pone fin a la bestia.- era visible en la tierra, excepto en la figura
de “otro ángel” (7:2; 8:3).

Ya hemos visto que los ciento cuarenta y cuatro mil del capítulo 14 son los mismos que los del capítulo
7 y que están sellados de todas las tribus de Israel. Por tanto, son las primicias de Israel.

Conocemos el sello también en la presente dispensación, porque, según Efesios 1:13, todos los nacidos
de nuevo fueron sellados con el Espíritu Santo. Por eso somos intocables para el enemigo. Lo mismo es
cierto también de los ciento cuarenta y cuatro mil; a pesar de la aparente omnipotencia de la bestia, que
controla estadística y espiritualmente al mundo entero, imponiendo su adoración a través del Falso
Profeta, ordenando matar a todos los que no adoran la imagen de la bestia, éstos no son diezmados. En
virtud de ser sellados con el Espíritu Santo, resistieron victoriosamente la furia de la bestia.
Según el versículo 4b, "fueron comprados de entre los hombres y ofrecidos como primicias a Dios y al
Cordero". Ahora se encuentran “delante del trono” (v. 3). Por tanto, como ya hemos dicho en el análisis
de Apocalipsis 12,6-17, esto quiere decir que fueron arrebatados al Cordero, porque su trono está en los
cielos.

Este rapto también corresponde exactamente al principio divino con respecto a los sellados. Como
creyentes del nuevo pacto, estamos sellados hasta el día de la redención. ¿Cuál será el día de la
redención?

¡Nuestro Rapto! Así que, debido a que ahora aparecen los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel
con el Cordero de Dios sobre el monte celestial de Sion, deben haber sido arrebatados durante la gran
tribulación. Así, vemos dos tipos de rapto durante la gran tribulación, que también conocemos como la
iglesia de Jesús:

1. El rapto de los que pasan por la muerte y luego son resucitados y arrebatados - los nuestros que
durmieron en el Señor (1 Tes. 4:16).

2. El rapto de los que estarán vivos y restantes (1 Tes. 4:17).

¿Quién en Apocalipsis pasó por la muerte y fue arrebatado? Los dos testigos. Después de haber dado su
testimonio, primero tenían que morir (cf. 11, 7-10). Así que en el versículo 11 está escrito: "Pero después
de tres días y medio entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre sus pies, y
un gran terror se apoderó de los que los vieron". Y en el versículo 12 dice:

“Entonces oyeron una gran voz del cielo, que les decía: 'Subid acá.' Y subieron al cielo en una nube,
mientras sus enemigos miraban.” ¿No es eso un rapto?

Los ciento cuarenta y cuatro mil, sin embargo, son arrebatados mientras viven. Aunque no está escrito
literalmente, el hecho de que de repente se encuentren en el cielo habla por sí mismo; después de todo,
en el capítulo 12:17 todavía los vimos en la tierra, donde Satanás el dragón estaba tratando de devorarlos:
“El dragón se enojó contra la mujer y salió a hacer guerra contra el resto de su descendencia, los que
obedecen a los mandamientos de Dios y permanecer fieles al testimonio de Jesús”.

Para destruir la descendencia de la mujer, entonces va a la arena del mar y llama a la bestia, el Anticristo,
¡pero luego los ciento cuarenta y cuatro mil son arrebatados!

Es como si en la gran tribulación -especialmente en los últimos tres años y medio- no sólo se manifieste
toda la maldad de Satanás de manera comprimida a través de la bestia, sino que también se revele lo
positivo de manera extraordinariamente clara y resplandeciente, porque ciertamente en ninguna parte
del Nuevo Testamento se menciona tanto el nombre del Cordero como el Apocalipsis.
Ahora las características de los ciento cuarenta y cuatro mil se revelan en el cielo. Lo que fueron en la
tierra ahora se manifiesta en gloria. Sus características son al mismo tiempo las características de todos
los sellados con el Espíritu Santo. Lo que somos aquí interiormente será entonces manifestado en gloria.
Esto corresponde exactamente a lo que está escrito en 1 Corintios 15:49:

“Así como tuvimos la imagen del hombre terrenal, así tendremos la imagen del hombre celestial”. ¡Qué
seria advertencia para nosotros! En Apocalipsis 7:3 solo se dice que los ciento cuarenta y cuatro mil
sellados son "siervos de nuestro Dios". Sin embargo, con el Cordero en gloria en el monte Sion, se
muestra el grado de su semejanza con él. Toda falsa apariencia en nuestra vida desaparece con el Rapto,
porque “el Día la revelará” (1 Cor. 3:13). En ese día, el día de nuestro rapto, se revelará lo que realmente
somos.

Analicemos ahora el sellamiento y sus efectos sobre los ciento cuarenta y cuatro mil. El sello es el
Espíritu Santo. Hace visible el nombre del Padre, señalando a Israel ya los que pertenecen a Jehová. Y
el nombre del Cordero apunta a su pertenencia a Jesucristo. Los ciento cuarenta y cuatro mil guardan
los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. El sello con el nombre sagrado en la frente
revela:

1. Que, en medio de la ira del Anticristo, fueron testigos fieles. Perseveraron en la fe. Esto contrasta con
los muchos millones que tienen el nombre de la bestia grabado en la frente o en la mano derecha.

2. Que mantuvieron la pureza absoluta, pues de ellos se dice: “Estos son los que no se contaminaron con
mujeres, pues se mantuvieron castos [griego: vírgenes]…” (v. 4). Ciertamente no es celibato, sino pureza.
El mismo Señor Jesús compara el reino de los cielos a diez vírgenes (Mt 25).

Pablo dice de la iglesia en Corinto: "Mi celo por vosotros... os prometí a un solo esposo, Cristo, queriendo
presentaros a él como una virgen pura" (2 Corintios 11:2). La decadencia de la moral, que ahora se
extiende cada vez más, será tan completa durante la gran tribulación que será difícil permanecer
inmaculados. Si aún hoy es necesario pelear de manera especial la batalla de la fe en esta área, ¿cuán
difícil será en el tiempo del Anticristo? Sin embargo, en virtud de estar sellados, los ciento cuarenta y
cuatro mil permanecen sin mancha.

3. Que eran absolutamente ciertas. ¡Esto también es tan esencial para nuestro discipulado hoy! Después
de aparecer con el Cordero sobre el monte Sión celestial, reciben el testimonio: “Ninguna mentira fue
hallada en su boca; son sin mancha” (v. 5). Cuán infinitamente importante es que no haya mentiras en
nosotros, aunque solo sea porque el Señor solo nos escucha cuando lo invocamos con un corazón
sincero. La declaración del Señor Jesús:

“…la verdad os hará libres” (Juan 8:32), nos muestra que la veracidad interior nos atrae poderosamente
al campo de fuerza del Salvador. Él dijo de sí mismo: "Yo soy... la verdad" (Juan 14:6). Quién miente se
aleja cada vez más de su persona y se apega cada vez más al padre de la mentira.
En muy poco tiempo, los ciento cuarenta y cuatro mil experimentaron muchas cosas: creyeron, fueron
sellados y se hicieron como el Cordero. Estas primicias puras y verdaderas de Israel, a pesar de tener la
nueva mentalidad, no formarán parte de la novia-iglesia, pues ésta ya estará adornada y preparada para
las bodas del Cordero. Los ciento cuarenta y cuatro mil no están sobre tronos, sino delante del trono,
como lo están las innumerables multitudes de todos los pueblos y lenguas (7:9). Allí los sellados de Israel
cantan un “cántico nuevo”, que es su propio cántico, porque está escrito: “Nadie podía aprender el
cántico” (v. 3). Aunque no están pegados al trono como los cuatro seres vivientes (4,6-9), ni están
sentados en tronos con coronas en la cabeza como los veinticuatro ancianos (la iglesia; cf. 4,10-11) ,
tienen un motivo extraordinario y especial para esta singular canción. Ni los cuatro seres vivientes ni los
veinticuatro ancianos tienen este motivo, porque ninguno ha cumplido tal tarea u orden como ellos: la
prueba ante la faz de la bestia, del Anticristo. En virtud de ser sellados, superaron la prueba extrema de
la autenticidad de su fe en Jesucristo.

No es de extrañar que esta maravillosa canción esté precedida por un preludio indescriptible: “Oí un
sonido del cielo como muchas aguas y un gran trueno. Era como arpistas tocando sus instrumentos” (v.
2). Note también las tres comparaciones en este pasaje: 1) “...como el de muchas aguas...” ¿No indica
esto el río de bendición que Jesús prometió? Él dijo: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38). 2) "... como... de un gran trueno". ¿No es esto la santidad
y la justicia de Dios? La justicia de Dios dice "sí" a los ciento cuarenta y cuatro mil de Israel. 3) “Era
como arpistas tocando sus instrumentos”.

Qué maravilla: truenos y música agradable de arpas: aquí la justicia y la paz se besan (cf. Sal 85, 10).

Me gustaría señalar: aunque vemos a los ciento cuarenta y cuatro mil unidos con el Cordero en el monte
de Sion celestial, tenemos aquí el espectáculo glorificado de su victoria sobre el monte de Sion terrenal
en presencia del Anticristo. Oh, que hoy y ahora podamos vencer en la presencia del enemigo de nuestras
almas, que también podamos ser correspondientemente glorificados en gloria. ¡Como es el terrenal, así
será el celestial (1 Cor 15,49)!

Estas primicias de Israel también nos muestran un orden completamente nuevo: todo Israel, que será
salvo más tarde (Rom. 11:26). Los ciento cuarenta y cuatro mil, sin embargo, son la “vanguardia”.

Así como los veinticuatro ancianos representan a toda la iglesia de Jesús, así los ciento cuarenta y cuatro
mil representan al nuevo Israel en formación, cuando el tiempo de las naciones haya terminado
definitivamente. Son testigos especiales del Padre y del Hijo en los días oscuros de angustia de Jacob,
en la humillación y miseria de su pueblo. Con Cristo, en sus actos especiales para la salvación final de la
nación escogida, Israel, ocupan la posición más alta.

Precisamente por eso, también se sellan de manera especial en días especialmente difíciles. Esta es la
recompensa por su fidelidad al Señor en presencia del mentiroso desde el principio.
Por eso se escribe la honrosa referencia sobre ellos: “…y siguen al Cordero por dondequiera que va” (v.
4). Eso es lo que hicieron mientras estaban en la tierra. Ahora son honrados por el Padre, como también
el Señor nos prometió: “El que me sirve, que me siga; y donde yo estuviere, también estará mi siervo. El
que me sirve, mi Padre lo honrará” (Juan 12:26). El siervo está donde está el Cordero, y en consecuencia
el Padre honrará al siervo.

Ahora nuestros ojos se vuelven por un momento a la tierra.

Juan ve: “Entonces vi otro ángel volar por el cielo, que tenía en su mano el evangelio eterno, para
proclamarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo. Dijo a gran voz: 'Temed
a Dios y glorificadlo, porque ha llegado la hora de su juicio. Adorad al que hizo los cielos y la tierra, el
mar y las fuentes de las aguas'” (v. 6-7). La voz, el testimonio de los ciento cuarenta y cuatro mil, ahora
se silencia desde la tierra, y el evangelio eterno es entonces proclamado por un ángel que vuela por en
medio del cielo. De la continuación concluimos que hay seis ángeles en total, que ahora tienen un
mensaje que proclamar desde el cielo. Es un grupo de ángeles –podríamos llamarlo también grupo de
juicios– en medio de los cuales (v. 9-11) se manifiesta la majestad santa y juzgadora de Dios. Los ángeles
hablan de condenación eterna.

Hoy en día ya no te gusta escuchar eso. Sin embargo, estos seis ángeles son heraldos y hacedores de
juicio (vv. 18-20).

En este panorama, que nuevamente sobresale del resto, vemos el terrible tiempo del juicio durante la
gran tribulación, ahora nuevamente desde otra perspectiva: la de la predicación. Es necesario entender
bien esto: cuando ya no haya ninguna lengua humana para proclamar el evangelio, porque los ciento
cuarenta y cuatro mil han sido arrebatados y los creyentes son continuamente ejecutados, ¡el cielo
hablará! Los ángeles, a los que el Anticristo no puede alcanzar, predicarán el evangelio. En sentido
figurado, tendrán su púlpito en medio del cielo, y todas las naciones, tribus y lenguas se verán obligadas
a escuchar, aunque no quieran. El infierno rugirá entonces como nunca antes, pero la Palabra de Dios
no está atada. Ella está eternamente viva y necesita ser escuchada.

El mensaje de este primer ángel es: “Temed a Dios y glorificadle, porque la hora de su juicio ha llegado.
Adorad al que hizo los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas” (v. 7). ¡Qué poderosa voz debe
tener el ángel para que todos escuchen su mensaje! Por eso se escribe "en voz alta". Su evangelio es:
adorad a Dios y temedle.

Esto, sin embargo, es contrario al mensaje de la bestia, que exige la adoración de la imagen de la bestia.
Simultáneamente, este primer ángel también anuncia el juicio. En cuanto al tiempo, su predicación tiene
lugar en el límite entre el tiempo y el comienzo de la eternidad, pues en el versículo 14 vemos el regreso
del Señor: “Miré, y había delante de mí una nube blanca, y alguien 'como un hijo de hombre'. Tenía una
corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano”. Si está escrito que el ángel predica un
"evangelio eterno", entonces debemos recordar que la palabra "evangelio", en el sentido del Nuevo
Testamento, significa "buenas noticias".

Este, a su vez, tiene diferentes aspectos divinos: Primero, el evangelio es la buena noticia de que
Jesucristo murió en la cruz del Gólgota por el pecado del mundo.

Esto se llama el "evangelio de Dios" (Rom. 1:1) y "el evangelio de Cristo" (2 Cor. 10:14). Es también el
“evangelio de la gracia de Dios” (Hch 20,24), porque salva a los malditos de la ley. Además, la Escritura
también habla del "evangelio glorioso" (1 Tm 1,11) y del "evangelio que los salvó" (Ef 1,13).

La buena noticia, sin embargo, es también el evangelio del reino. El mismo Señor Jesús predicó el
evangelio del reino antes de ir al Gólgota: “Jesús iba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas de
ellos, anunciando el evangelio del reino” (Mt 4,23). El evangelio del reino es el mensaje de que Dios
establecerá en esta tierra el reino del Cristo, el Hijo de David, como cumplimiento del pacto con David.
Por eso Juan el Bautista anunció: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt 3, 2).
Este maravilloso mensaje ya fue anunciado en el Antiguo Testamento en Isaías 9.6-7, por ejemplo. Sin
embargo, como ya hemos dicho, fue anunciado especialmente por el mismo Señor Jesús: “Jesús recorría
todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del reino, y curando
toda enfermedad y dolencia” (Mt 9:35). Si en ese tiempo todo Israel se hubiera convertido, el reino de
los cielos se habría establecido en la tierra y el Mesías habría comenzado su reinado. Según tengo
entendido, este evangelio del reino será proclamado por los ciento cuarenta y cuatro mil en todo el
mundo durante la gran tribulación, después de que termine la predicación del evangelio de la gracia, y
todos los que lleguen a la fe serán exterminados.

En este contexto deben entenderse las palabras de Jesús en Mateo 24:14: "Y será predicado este
evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin".

Aquí en Apocalipsis 14:6 tenemos ahora el "evangelio eterno".

Este es el anuncio del juicio divino sobre todo el mal que se hace durante la gran tribulación. Al mismo
tiempo, sin embargo, también es una buena noticia para los creyentes que entonces están sufriendo:
“Aquí está la perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de Dios y permanecen fieles a
Jesús” (v. 12).

La palabra “evangelio” por lo tanto abarca diferentes resultados de las buenas nuevas. Sin embargo, el
hecho de que Dios anuncie tanto la buena nueva del evangelio de la gracia y el evangelio del reino futuro,
como el evangelio del juicio divino, no significa que haya más de un evangelio de salvación, pues la gracia
es el fundamento de todas las dispensaciones y en todas las circunstancias es el único camino para la
salvación del pecador. En la versión revisada y actualizada, no está escrito que el ángel que vuela por en
medio del cielo predique “el” evangelio eterno, sino “un” evangelio eterno. También podría decirse lo
siguiente: un evangelio del único evangelio de la gracia de Dios en Jesucristo. El gran reformador Lutero
dijo una vez que no le gustaba Apocalipsis porque tenía la impresión de que el espíritu de este libro no
coincidía con el evangelio. Tiene razón en que el Apocalipsis ya no habla de la dispensación de la gracia,
sino del tiempo del juicio. Pero la gran alma de Lutero estaba completamente inmersa en el evangelio
de la gracia.

De eminente importancia es el hecho de que el evangelio del reino, en contraste con el evangelio eterno,
será predicado a todos los pueblos durante la gran tribulación. ¿A través de quién podría suceder esto,
excepto en primer lugar por los ciento cuarenta y cuatro mil, antes de que sean llevados, y por la
innumerable gran multitud de creyentes, antes de que sean ejecutados? El resultado de su predicación
será el juicio sobre el mundo de las naciones al regreso del Señor Jesucristo. El mismo Señor habla de
esto en sus palabras sobre el fin de los tiempos: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos
los ángeles, se sentará en su trono en la gloria celestial. Todas las naciones serán reunidas delante de él,
y los apartará los unos de los otros como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mt 25, 31-32). En
este juicio del reino, los pueblos serán juzgados según lo que hicieron con el evangelio del reino, lo que
hicieron o no hicieron a Israel: “Lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo
hicisteis” (Mt 25,40). ). El evangelio eterno se llama “eterno” porque procede del Dios eterno y porque
su juicio produce hechos eternos que nunca serán cambiados. Esto es lo que está escrito en el versículo
11: “Y el humo del tormento de tales personas sube por los siglos de los siglos. Para todos los que adoran
a la bestia y a su imagen, y para cualquiera que recibe la marca de su nombre, no hay descanso ni de día
ni de noche.”

Ahora sigue el mensaje del segundo ángel: “Un segundo ángel lo siguió, diciendo: '¡Ha caído! ¡Ha caído
Babilonia la grande, la que hizo beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación!'” (v. 8).

Se enfatiza que ahora habla un segundo ángel. Éste continúa con el mensaje del primero, es decir, el
completo. Anuncia un resultado de la victoria alcanzada por el Cordero en la cruz, que está justo delante
de la revelación visible: “¡Ha caído! ¡Ha caído Babilonia la grande, la que hizo beber a todas las naciones
del vino del furor de su fornicación!” El anuncio de la caída de Babilonia es una revelación anticipada de
lo que comienza a cumplirse. Los detalles de la caída de Babilonia, es decir, la ejecución del juicio sobre
Babilonia, se nos muestran en Apocalipsis 17 y 18. También se muestra, y esto me gustaría avanzar, el
propósito del anuncio anticipado en el capítulo 14.8: una advertencia a los creyentes: “¡Salid de ella,
pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, para que no os alcancen las plagas que caerán
sobre ella!” (18.4). En el anuncio anticipado, se hace visible una vez más el esfuerzo de la gracia de Dios
en medio de los terribles juicios, pues, en el versículo 7, el primer ángel dice: "... ha llegado la hora de su
juicio". La advertencia es tanto más insistente cuanto que Dios mismo anuncia a través de sus ángeles
que Babilonia ha caído en el mundo entero. Ha caído la bestia, sobre la que está sentada una mujer (cf.
Ap 17), es decir, el poder político mundial anticristiano ligado a la religión mundial unificada, la falsa
iglesia. La doble afirmación – “¡Ha caído, ha caído…!” – muestra cuán profunda y completa es tu caída.
Lo mismo también está escrito en Apocalipsis 18:2.
Babilonia, Babel, es ante todo toda la cristiandad aparente, unificada con todas las religiones del mundo.
En lo que respecta al occidente cristiano: millones de personas llorarán en sus iglesias y salas de
adoración porque no participaron en el rapto. Entonces serán arrastrados por la corriente política
anticristiana e integrados al Reino del Anticristo. La autoridad estatal y la iglesia mundial serán
unificadas. Es por eso que actualmente es peligroso cuando las iglesias son “nacionalizadas”, porque el
Anticristo, como el único líder del estado mundial, las unirá con todas las demás religiones del mundo,
formando una iglesia mundial sin Cristo.

En lo que se refiere a la declaración doble, es muy esclarecedor que esta expresión ya se usa en relación
con la Babilonia del Antiguo Testamento. En Isaías 21:9 leemos: “¡Ha caído! Babilonia ha caído!”

Por tanto, en medio de la gran tribulación en Apocalipsis 14 se anuncia como un hecho consumado la
caída de Babilonia, aunque esto sólo se hará visible después del derramamiento de la séptima copa de
la ira. Así, los ángeles ya pueden decir en este momento lo que está escrito en el capítulo 18.2. De hecho,
Babilonia ya había caído en principio cuando Jesús exclamó: “¡Consumado es!”. en la cruz del Gólgota.

Babilonia es la personificación de la rebelión del hombre contra Dios. Esto ya comenzó en Génesis 11
con la construcción de la Torre de Babel y el Imperio Babilónico en general.

Ahora sigue el mensaje del tercer ángel: "Un tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: 'Si alguno adora
a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la
ira de Dios que fue derramada sin mezcla en la copa de su ira. Aún será atormentado con azufre ardiente
en presencia de los santos ángeles y del Cordero, y el humo del tormento de tales personas sube por los
siglos de los siglos. Para todos los que adoran a la bestia ya su imagen, y para cualquiera que recibe la
marca de su nombre, no hay descanso ni de día ni de noche'” (v. 9-11). Mientras que el primer ángel
anuncia juicio sobre todas las naciones y lenguas, el segundo sobre el mundo anticristiano imperio
romano y su fornicación con la falsa iglesia, describiéndola como objeto del juicio divino, el tercer ángel
ahora se dirige en su mensaje a ese pueblo quienes serán golpeados por el juicio de la condenación
eterna.

Es posible que este tercer ángel hable incluso más fuerte que los otros dos. También de él se dice: "...
hablando en voz alta ". Esto no es sorprendente, ya que su mensaje se refiere a miles de personas,
individualmente. Habla de la condenación eterna, la realidad del infierno.

El terrible pecado de adorar a la bestia traerá a todos sus seguidores la maldición del infierno. Hoy en
día a la gente le gusta oír hablar de la realidad del cielo, pero ¡ay si alguien se atreve a hablar de la
realidad del infierno! La Biblia dice esto: “Y el humo del tormento de tales hombres sube por los siglos
de los siglos... no hay descanso ni de día ni de noche” (v. 11).

Dos veces se menciona el terrible pecado que durante la gran tribulación lleva a los hombres a la
maldición del infierno. Versículo 9: "Si alguno adora a la bestia ya su imagen, y recibe la marca en su
frente o en su mano". Versículo 11: "Para todos los que adoran a la bestia ya su imagen, y para cualquiera
que reciba la marca de su nombre...".

¡Tú también, que aún vives en la era de la gracia, estás en peligro de caer en este pecado! En la actualidad
no son los ángeles los que anuncian este grave mensaje, sino los hombres. Tú también eres alguien que
se salvará eternamente o irá a la maldición que nunca termina, porque Dios realmente quiere decir lo
que dice. ¡Si la felicidad eterna es infinita, entonces la maldición también es eterna! Debemos leer con
calma los versículos 10-11, que hablan con tanta insistencia y claridad del humo del tormento que subirá
por los siglos de los siglos.

No es decisivo si entendemos o no el tormento del infierno.

Decisivo es si aceptamos o rechazamos estas palabras como la voluntad completa de Dios. Uno está
constantemente tratando de socavar esta verdad gravemente seria de la condenación eterna a través de
las filosofías humanas. Sin embargo, me gustaría recordarles que expresiones como “por los siglos de
los siglos” aparecen en la Biblia más de una docena de veces en relación con la alta persona de Dios,
como en los ejemplos a continuación:

Salmo 90:2: "...desde la eternidad y hasta la eternidad, tú eres Dios".

Salmo 103:17: "Pero el amor fiel del Señor, su amor eterno...".

Hebreos 1:8: "Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre".

1 Pedro 4:11: "...Dios sea glorificado por Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los
siglos".

1 Pedro 5:11: "A él sea el poder por los siglos de los siglos".

Apocalipsis 1:6: "...a vuestro Dios y Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos!”

Apocalipsis 1:18: "¡Estaba muerto, pero ahora estoy vivo para siempre!"

Apocalipsis 4:9: "...dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los
siglos de los siglos".

Apocalipsis 4:10: “…adoran al que vive por los siglos de los siglos” (cf. 5:13-14; 15:7).

Apocalipsis 7:12: “La alabanza y la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, la honra, el poder y la
fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos”.

Apocalipsis 10:6: "Y juró por el que vive por los siglos de los siglos...".
Apocalipsis 11:15: “El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él
reinará por los siglos de los siglos”.

Todos ellos se refieren a la persona de Dios, que lo supera todo.

Una vez que la expresión "por los siglos de los siglos" también se usa en referencia a las bendiciones de
los justos: "... y reinarán por los siglos de los siglos" (22:5). En cuanto a los eternamente malditos, se
dice tres veces que sufrirán tormento por los siglos de los siglos:

Apocalipsis 14:11: "Y el humo del tormento de tales personas sube por los siglos de los siglos".

Apocalipsis 19:3: "El humo que sale de él sube por los siglos de los siglos".

Apocalipsis 20:10: "Serán atormentados día y noche, por los siglos de los siglos".

Si, por lo tanto, se quiere interpretar este “por los siglos de los siglos” como algo pasajero, ¡el Dios eterno
también estaría limitado en el tiempo en su divinidad! Si leemos en Apocalipsis 19:9, "Estas son las
palabras verdaderas de Dios", ¿quién puede atreverse a dudar de esta verdad eterna? Surge así con gran
insistencia la pregunta: ¿usted, querido lector, ya está salvado o va a la condenación eterna?

No sabemos exactamente qué es este lago de fuego que existirá en la eternidad. Ni siquiera podemos
imaginarlo tampoco. Sin embargo, cuán terrible es la maldición puede juzgarse por la indecible grandeza
del sacrificio que Dios hizo para salvarnos de ella, ¡porque dio a su Hijo unigénito, Jesucristo! “¿Cómo
escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?” (Hebreos 2:3).

Similar al capítulo 13:10b, ahora de repente tenemos un paréntesis en el versículo 12: "Aquí está la
perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de Dios y permanecen fieles a Jesús". Este
mensaje de consuelo será especialmente necesario aquí, porque los muchos hombres que se han
convertido en creyentes —aquí no hablo más de los ciento cuarenta y cuatro mil que entonces, según
tengo entendido, estarán con el Señor— se enfrentarán a la alternativa de adorar a la bestia o morir.
Muchos hoy dudan en rendirse por completo hasta que descubren demasiado tarde que ahora tienen
que tomar una decisión. Entonces, sin embargo, su decisión por Jesucristo tendrá terribles
consecuencias. Debido a que no niegan su fe y guardan los mandamientos de Dios, habrá una terrible
carnicería en las filas de los santos. Uno tras otro serán llevados al lugar de ejecución. Serán tildados de
disidentes, opositores, revisionistas, herejes, etc. Los juicios sangrientos de la Revolución Francesa, los
ríos de sangre que se derramaron bajo Stalin o Hitler no serán nada comparados con este baño de sangre.

En medio de este tiempo terrible, se escucha por primera vez la consoladora advertencia: "Aquí está la
perseverancia de los santos...". Entonces se oye otra voz del cielo, ordenando a Juan: "Escribe". El pedido
ya se conoce ahora. Detrás de ella reconocemos al Señor, pues en Apocalipsis 1:11 y 1:19 a Juan se le
encomienda la misma tarea. Ahora debe escribir: “Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor
de ahora en adelante. Dice el Espíritu: 'Sí, descansarán de su trabajo, porque sus obras los seguirán'” (v.
13). Estas palabras, por supuesto, se pueden aplicar a todos los santos que se han dormido, porque todos
los que han muerto en el Señor a través de las edades se salvan. La sangre y la justicia de Cristo son sus
adornos y mantos de honor. Aquí, sin embargo, se aplican ante todo a los muchos que dejarán sus vidas
durante la gran tribulación. Después de predicado el evangelio del reino, el evangelio eterno, porque ha
llegado la hora del juicio.

Ser asesinado justo cuando el Señor está listo para regresar y establecer su reino, como está escrito en
el versículo 14, debe ser un sentimiento atormentador para los santos. La voz celestial, sin embargo,
anuncia que ganarán mucho con el martirio.

Necesitamos ver esta declaración – “Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor desde ahora
en adelante” – también en relación con Apocalipsis 20:4. Allí está escrito que también los muertos por
el testimonio en la gran tribulación vivirán con Cristo y reinarán por mil años, que es su recompensa:
“Vi tronos en los cuales se sentaban los que tenían autoridad para juzgar.

Vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y la palabra de Dios. No habían
adorado a la bestia ni a su imagen, y no habían recibido su marca en sus frentes ni en sus manos.
resucitaron y reinaron con Cristo mil años”.

El Espíritu Santo da su amén a este respecto: “Y descansarán de sus trabajos, porque sus obras los
seguirán” (v. 13b).

El Espíritu Santo gime con los santos que pasan por sufrimientos y tribulaciones y se regocija en su
salvación y glorificación. Fue testigo de su fidelidad perseverante, conoció la obra de sus almas. El
trabajo de oración que hagan los hombres creyentes durante la gran tribulación será muy intenso,
porque de otra manera no podrían testificar de Jesús hasta la muerte; después de todo, lo que realmente
les importa es lo que a menudo decimos superficialmente: “Alcanzar las almas para el Cordero hasta la
muerte”. Que las declaraciones del versículo 13 son especialmente verdaderas para los santos de la gran
tribulación se prueba con las palabras "desde ahora": "Bienaventurados los muertos que mueren en el
Señor desde ahora". Hay una promesa especial para aquellos que laven sus ropas en la sangre del
Cordero durante la gran tribulación. Su muerte en el Señor tiene como consecuencia coronación y gran
honra. Mediante el martirio se convierten en partícipes de algo mucho mejor que si hubieran
permanecido vivos.

Al regreso del Señor en gran poder y gloria, participarán en la primera resurrección: “Esta es la primera
resurrección. ¡Dichosos y santos los que participan en la primera resurrección! La segunda muerte no
tiene poder sobre ellos; serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (20:5b-6).
Tenemos aquí ante nosotros dos etapas de la primera resurrección (hay varias etapas; cf. el comentario
sobre Apocalipsis 20:5-6 en la página 421): 1) en el momento del rapto; y 2) inmediatamente después
de la gran tribulación.
Aunque los santos de la gran tribulación no pertenecen a la iglesia novia, sí comparten la promesa que
también nos fue dada a nosotros.

Tenemos una triple promesa en este sentido:

1. “Si perseveramos, también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12).

2. “¿No sabéis que los santos juzgarán al mundo?” (1Co 6.2).

3. “¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles?” (1Co 6.3).

Estas promesas fueron dadas para el tiempo antes del rapto. En Romanos 8:17 está escrito que, si
sufrimos con él, "para que también seamos partícipes de su gloria". Los santos de la gran tribulación,
sin embargo, tendrán que morir físicamente, no tendrán otra opción. Tenemos que morir
espiritualmente para ser glorificados. Cuidaos de que los santos de la gran tribulación no os avergüencen
cuando se os apliquen las palabras: "Sin embargo, muchos primeros serán últimos, y muchos últimos,
primeros" (Mt 19, 30). Los “últimos” son los creyentes de la gran tribulación.

Es aquí y ahora, en este último período antes del rapto, que se requiere una entrega completa a
Jesucristo. Cualquiera que actualmente no esté completamente dedicado al discipulado retrocede y se
desvía. Tal persona estará dispuesta a adorar la imagen cuando rinde homenaje a la televisión, y tiene
en sí la raíz del mal cuando está dominada por el amor al dinero (cf. 1 Tm 6,10: “Por amor al dinero es
la raíz de todos los males”). Ahora, sin embargo, todavía estás a tiempo de entregar tu corazón y tu vida
por completo al Señor. ¡Disfruta del tiempo de gracia, que no durará mucho!
XVII
La Visión de Armagedón
(Ap 14,14-20)

“14 Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado
semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona
de oro, y en la mano una hoz aguda.
15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que
estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la
hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
16 Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra,
y la tierra fue segada.
17 Salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo
también una hoz aguda.
18 Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y
llamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: Mete tu hoz
aguda, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están
maduras.
19 Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la
tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
20 Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad, y del lagar salió
sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos
estadios.”
L
a introducción indica que la visión que Juan ahora ha visto es extraordinaria: “Miré, y delante de
mí...” (v. 14). Lo mismo también está escrito en el primer versículo del capítulo 14, donde Juan vio
al Cordero. Sin embargo, aquí ve algo mucho más amplio y elevado: ve al Cordero, al Señor,
ejerciendo juicio. Mientras que una vez vio a los ángeles del juicio sobre la tierra, donde los creyentes
perseveran bajo una terrible persecución, ahora su mirada se eleva a través de esta nueva visión hacia la
venida del Señor de la cosecha. Las cuatro voces celestiales de las que se habla en los versículos 2, 7, 8 y
9 ya no se escuchan.

Ahora Juan trata de describir esta nueva visión, lo indescriptible que ve, a saber: ¡la gloria del Señor que
regresa! ¡Quién entonces podría describir a Jesucristo, que vendrá tal como es, porque lo veremos tal
como es! — en toda su gloria y majestuosidad? Es por eso que Juan primero ve su poder en movimiento,
y no a sí mismo:

"Miré, y delante de mí había una nube blanca, y sentado en la nube estaba alguien 'como un hijo de
hombre'". Está sentado sobre una nube blanca, que lo trae de regreso a la tierra a una velocidad
inimaginable para ejercer el juicio, para cosechar la tierra. Es esclarecedor comparar las diferentes
afirmaciones sobre el poder del Cordero en el Apocalipsis: en el capítulo 22.1 su poder reparador. Dios
Padre y el Cordero están sentados en el trono. En el capítulo 19:11 está sentado sobre un caballo blanco,
lo que indica su poder de avance. Aquí en el capítulo 14:14, sin embargo, el Cordero está sentado sobre
una nube, lo que indica su poder para ejecutar juicio, y eso en contraste con los ángeles. La nube sobre
la que se sienta el Señor que regresa no es negra ni gris, sino blanca. En griego la palabra usada es leukos,
traducida como "luminoso" o "lúcido". Por lo tanto, podría traducirse como “una nube luminosa”.

Cuando Juan continúa diciendo: "...y alguien 'como un hijo de hombre' sentado en la nube", entonces
nos damos cuenta de que este es el mismo Hijo del hombre que, siglos antes, fue visto por Daniel
igualmente en las nubes: “Vi a alguien semejante a un hijo de hombre que venía con las nubes del cielo”
(Daniel 7:13).

También sabemos que el Señor Jesús habló de su propio regreso cuando dijo, en Mateo 24:30: "... y
verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo...". No hay duda de que aquí, en Apocalipsis
14:14, es Jesucristo quien viene a juzgar: “Miré, y había delante de mí una nube blanca, y alguien 'como
un hijo de hombre' sentado sobre la nube”. Es conmovedor que Juan vea al Señor con motivo de su
regreso para juzgar a la humanidad anticristiana ya las dos bestias (el Anticristo y el Falso Profeta), pero
a pesar de describirlo, no lo identifica. Está tan en el espíritu que cualquier conclusión sentimental y
precipitada le es ajena. Al contrario, continúa, inspirado por el Espíritu Santo, describiendo exactamente
lo que ve: “Tenía una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano” (v. 14b). No es una
diadema la que adorna la cabeza del que viene sobre la nube, sino una corona de oro: ¡es el Rey de las
naciones, el Rey del mundo! El Rey de reyes coronado, que viene con gran poder y gloria, con una hoz
afilada en su mano. Esta es la única vez en las Escrituras que encontramos tal descripción del Señor. ¡La
hoz afilada se levanta para segar la cosecha! Esta expresión nunca se usa para describir la recolección
de buenos frutos, por lo que significa algo terrible: ¡viene aquí como el Juez del mundo! La tierra necesita
ser limpiada de malas plantas por la obra del juicio de la venganza divina. Por eso la hoz es “afilada”.
¡Juan recibe una visión del Armagedón aquí! Ve, en pocas palabras, la lucha final de los pueblos, que se
cita varias veces en Apocalipsis (cf. caps. 9-16). Se trata de la ejecución del juicio del Señor contra los
pueblos anticristianos y contra la bestia. Después del Rapto, todo esto sucederá rápidamente, dentro de
siete años.

Jesucristo está sentado, por lo tanto, sobre esa nube luminosa, listo para ejecutar el juicio. Entonces de
repente se oye una gran voz: “Entonces salió otro ángel del santuario, clamando a gran voz al que estaba
sentado sobre la nube:

'Toma tu hoz y sega la mies, porque la mies de la tierra está madura; ha llegado la hora de recogerlo'” (v.
15). El ángel clama a gran voz “desde el santuario”, dirigiéndose al que está sentado en la nube. Este
clamor no es un mandato, porque ningún ángel puede dar un mandato al Señor Jesucristo. Tampoco se
trata de transmitir una orden del Padre, porque el Padre ha confiado todo juicio al Hijo (Juan 5:22). No,
lo que se escucha es una petición insistente, casi una súplica de angustia. Esta “gran voz” tampoco viene
de lo alto, sino del lugar donde se encuentra el “gran sacrilegio” (Dan 9,27) del templo reconstruido en
Jerusalén. Mientras que en el versículo 15 está escrito sólo “desde el santuario”, el versículo 17 habla
expresamente “desde el santuario en el cielo”. Así que aquí, en el versículo 15, la referencia sin duda es
al templo de Dios que entonces se reconstruyó en Jerusalén, en el cual se sentó el Anticristo, alardeando
de sí mismo como un dios. Y así como la sangre de Abel clamaba desde la tierra a Dios por venganza
(Gén 4,10) –y el clamor de los pecados de Sodoma y Gomorra ascendía a Dios, como dice el Señor dos
veces a Abraham en Génesis 18,20– 21 – ahora los pecados de la gran Babilonia suben, por boca del
ángel, al que está por venir por la mies de la tierra: “Toma tu hoz y sega la mies, porque la mies de la
tierra está madura; ha llegado el momento de cosecharlo”. En otras palabras: Señor, no es posible seguir
así. El salmista escribe: “Te levantarás... porque es el tiempo...” (Sal 102,13). El profeta Joel dijo
literalmente: “Echad la hoz, que la mies está madura. Venid, pisad bien las uvas, porque el lagar está
lleno y las tinajas rebosan...” (Joel 3:13). La siega, el juicio, comienza con el grito del ángel: “Y el que
estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada” (v. 16). ¡Esta es la señal
para la gran cosecha!

Ahora comienza la hora del juicio sobre la bestia y sus adoradores.

El juicio demorado por mucho tiempo no puede esperar más. ¡Dios es longánimo, paciente y de gran
bondad! Él es capaz de esperar, pero llega el momento – y aquí en el versículo 15 ha llegado – cuando la
medida está llena. La cosecha está demasiado madura: "Así que el que estaba sentado sobre la nube
metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada". ¡Una extraña cosecha que no podemos entender
racionalmente! Esta cosecha de juicio abarca todas las catástrofes que pronto caerán sobre la tierra. Se
derramarán las copas de la ira de Dios; para horror del mundo entero, Babilonia se derrumba con gran
estruendo; los nervios vitales más importantes del Anticristo son cortados; la gran ramera (cap. 18)
pierde su esplendor y sus atavíos reales, quedando cubierta de plagas, miseria y fuego. Si Juan dice aquí,
"...y la tierra fue segada", entonces habla de la conclusión final de esta era de gracia, tal como lo hizo el
Señor cuando estuvo sobre la tierra: "La siega es el fin de esta era. ..." (Mt 13, 39b). Este es el contenido
corto pero muy serio de la visión de Juan del Armagedón, de la lucha final de los pueblos que se describe
en detalle en Apocalipsis 9 y 16.

En el capítulo 14, sin embargo, la escena cambia inmediatamente. Juan tiene no sólo la visión de la siega,
la venida del Señor para segar las naciones, sino también la visión de la vendimia: “Otro ángel salió del
santuario que está en el cielo, trayendo también una hoz afilada. Y aun otro ángel, que tiene autoridad
sobre el fuego, salió del altar y clamó a gran voz al que tenía la hoz afilada: 'Toma tu hoz afilada y recoge
los racimos de uvas de la vid de la tierra, porque tus uvas están maduras!'” (v. 17-18). Aquí vemos el
mismo procedimiento que en los versículos 15-16, pero refiriéndonos ahora a la vendimia. Sin embargo,
el ángel que viene del cielo es otro; no en cuanto a su naturaleza, sino en cuanto a su misión. Esto
significa, como ya hemos dicho, que Juan ve el regreso del Señor en diferentes aspectos. En otras
palabras: este ángel, según tengo entendido, es el mismo que Juan acaba de ver sentado en una nube
con una corona de oro, es el ángel del Señor: Jesucristo mismo. Primero lo vio venir con la hoz afilada a
la siega de las naciones; ahora lo ve venir como el ángel para traer la vendimia, el juicio sobre Israel,
porque la “vid de la tierra” es Israel. Esto es lo que se puede concluir, por ejemplo, del Salmo 80:8: “Tú
sacaste una vid de Egipto; tú expulsaste a las naciones y la plantaste.” O piense en Isaías 5:1-7, donde se
describe muy seriamente la vid o la vid de Israel. O en la conmovedora descripción de Oseas 10:1-2b:
“Israel era como una vid que era abundante; cubierto de fruta. Cuanto más producía, más altares
construía; Cuanto más prosperaba su tierra, más adornaba sus sagradas columnas. Sus corazones son
engañosos, y ahora deben cargar con su culpa”. Específicamente, esto significa: ¡Israel fue entonces
víctima del falso mesías, la bestia!

Sin embargo, ¿no dijo el Señor Jesús de sí mismo, en Juan 15:1, que él es la “vid verdadera”? ¿Cómo,
entonces, Israel puede ser la vid si Jesucristo también lo es? ¡Este es simplemente el hecho maravilloso,
porque este doble hecho muestra la identificación del Señor con sus hermanos según la carne! Lo mismo
ocurre con el nombre "siervo", que se aplica tanto al Señor como a Israel. En Isaías 41:8 está escrito:
“Mas tú, oh Israel, mi siervo Jacob, a quien yo he escogido, descendencia de Abraham mi amigo”. Esto
claramente se refiere a Israel. En Isaías 42:1, sin embargo, leemos: “He aquí mi siervo, a quien yo
sostendré, mi escogido, en quien tengo complacencia. Pondré mi Espíritu sobre él...”. Con la misma
evidencia, estas palabras se refieren a Jesucristo; de ahí nuevamente esta identificación de Israel con el
Señor Jesucristo. ¡Es una profunda tragedia que todavía estén tan separados en el exterior!

Hagamos un resumen rápido: en Apocalipsis 14 vemos dos etapas del regreso de Jesús:

Su venida como coronado sobre una nube blanca y con una hoz afilada en la mano. Esta es su venida a
las naciones, que no se han convertido y por lo tanto están afligidas con toda la ira de Dios.

Su venida como ángel del Señor. Esta es vuestra venida a Israel, que se convertirá al ver a su Mesías y
Sumo Sacerdote. Esto es lo que dice el profeta Zacarías. Primero, Israel será golpeado con duros juicios
a través de la bestia, y luego reconocerá que el Señor que regresa es realmente el Cordero de Dios,
Jesucristo. Estas experiencias y conclusiones llevarán a Israel a la conversión.

Muchos preguntan: ¿cómo es posible que Israel se convierta tan de repente, cuando todavía es un estado
laico que no quiere saber nada de Jesús? Se olvida que entonces Israel no sólo conocerá la primera etapa
del regreso de Jesús, el arrebatamiento de su iglesia, sino, como mencionamos antes, también de su
venida a las naciones. “El ángel balanceó su hoz sobre la tierra, recogió las uvas y las echó en el gran
lagar de la ira de Dios. Fueron pisoteados en el lagar fuera de la ciudad, y del lagar brotó sangre, que
llegó hasta los frenos de los caballos, como a doscientos kilómetros” (v. 19-20). En esta terrible
declaración se encierra algo maravilloso: ¡el recogimiento final, muy rápido y definitivo de Israel en la
tierra de sus padres – en Israel! Necesitamos ver esto en conexión con Mateo 24: “Entonces aparecerá
en el cielo la señal del Hijo del hombre [este es el hijo del hombre de Apocalipsis 14:14], y se lamentarán
todas las naciones de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo en las nubes del cielo [esta es la nube
blanca de Apocalipsis 14:14] con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y
juntarán a sus escogidos [esta es la vendimia, esto es Israel] de los cuatro vientos, desde un extremo del
cielo hasta el otro” (Mt 24:30 -31).

Después de leer esto, queda muy claro Apocalipsis 14:18, donde leemos lo siguiente: “Otro ángel, que
tenía autoridad sobre el fuego, salió del altar y clamó a gran voz al que tenía la hoz afilada: '¡Toma tu
hoz afilada y recoge los racimos de uvas de la vid de la tierra, porque sus uvas están maduras!'”. En otras
palabras: recoger las uvas de la vid, reunir a los hijos de Israel.

¿Qué hará entonces el Señor con estas uvas recogidas por todo el mundo, con todos los judíos dispersos
que en nuestro tiempo no pudieron o no quisieron volver a Israel? Los echa “en el gran lagar de la ira de
Dios. Fueron pisoteados en el lagar fuera de la ciudad, y la sangre brotó del lagar, llegando al nivel de
las riendas de los caballos, por una distancia de unos doscientos kilómetros”. ¿Cuál es este juicio terrible
que entonces golpeará a Israel? Necesitamos leer Isaías 63:1-4: “¿Quién es éste que viene de Edom, de
Bosra, con vestiduras de colores brillantes, que se glorifica en su manto, que marcha en la plenitud de
su fuerza? Soy yo quien habla en justicia, poderoso para salvar. ¿Por qué es rojo vuestro vestido, y
vuestros vestidos como los de los que pisan uvas en el lagar? El lagar pisé yo solo, y de los pueblos nadie
estuvo conmigo; He pisado las uvas en mi ira; en mi ira los aplasté, y su sangre salpicó mis vestidos y
manchó toda mi ropa. porque el día de la venganza estaba en mi corazón, y el año de mis redimidos está
cerca” (RA). Ese lagar es Gólgota. Allí sus vestiduras fueron rociadas. Se cumplió lo que Israel había
exclamado cuando acusó a Jesús ante Pilato: “¡Que su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!”
(Mt 27,25).

Cuando Israel sea arrojado al lagar de la ira de Dios, entonces entrará en contacto con el hombre del
Gólgota. “Mirarán al que traspasaron”. Entonces la sangre del Cordero surtirá efecto en ellos, en sus
propios hermanos. Al ver al Señor regresar con su hoz afilada, se humillarán bajo su juicio.
“Porque el día de la venganza está en mi corazón [venganza contra las naciones], y el año de mis
redimidos está cerca [la redención de Israel]” (Is 63:4 RA). Cuando Israel esté en el lagar de la ira de
Dios, lamentarán, llorarán y se convertirán. Apocalipsis 14:20 describe de manera tan conmovedora lo
que también sucedió fuera de la ciudad para Israel: "Fueron pisoteados en el lagar fuera de la ciudad...".
Allí se derramó la sangre del Hijo de Dios.

Este maravilloso cuadro de la conversión de todo el pueblo de Israel se completa con el otro ángel: “Y
otro ángel... salió del altar...” (v. 18). Viene del lugar donde, en ese momento, se ofrecen nuevamente
sacrificios de animales que señalan a Jesús, pero eso será interrumpido por el Anticristo. En ese vacío,
el ángel que tiene poder sobre el fuego, es decir, sobre el juicio, exclama: Señor, reúne a Israel, échalos
ahora en tu gran lagar, lávalos con tu sangre preciosa. Si ahora leemos de nuevo el versículo 20, la
primera frase se vuelve muy clara para nosotros: "Fueron pisoteados en el lagar, fuera de la ciudad...".
¿No es eso lo mismo que dice Hebreos 13:12? Allí está escrito: "Así también Jesús padeció fuera de las
puertas de la ciudad, para santificar al pueblo por su propia sangre". – “Solo pisé uvas en el lagar...” (Is
63,3). Así que ahora reconocemos el significado profético interno de esta gran palabra, y lo pensamos
en Romanos 5:20b: "Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". Entonces será válido
también para Israel: ¡sólo en la sangre del Salvador hay poder!

Sin embargo –y esto también hay que subrayarlo– esta vendimia y sus consecuencias tienen también un
terrible significado literal: primero, que el juicio de los pueblos en Armagedón tendrá lugar fuera de la
ciudad de Jerusalén (v. 20). La Biblia habla de la llanura de Meguido o del valle de Josafat. Segundo,
que habrá un terrible derramamiento de sangre. No debemos interpretar las cosas sólo espiritualmente.
También está el sentido literal. “Fueron pisoteados en el lagar fuera de la ciudad, y la sangre brotó del
lagar, llegando al nivel de las riendas de los caballos, por una distancia de unos doscientos kilómetros”.
Joel 3:12-17 describe este evento transformador con gran precisión: “'Despertad, naciones; id al valle de
Josafat, porque allí me sentaré para juzgar a todas las naciones de alrededor. Echad la hoz, que la mies
está madura. ¡Venid, pisad fuerte las uvas, porque el lagar está lleno y las tinajas rebosan, tan grande es
la maldad de estas naciones!

¡Multitudes, multitudes en el Valle de la Decisión! Porque el día del S está cerca, en el valle de la
Decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas ya no brillarán. OS rugirá desde Sión, y desde
Jerusalén alzará su voz; la tierra y el cielo temblarán. Pero el S será un refugio para su pueblo, una
fortaleza para Israel. ``Entonces sabréis que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, que habito en Sion, mi santo
monte. Jerusalén será santa; y los extranjeros nunca la conquistarán'”. De todo esto vemos el punto de
partida para el juicio divino sobre todo el mundo de las naciones, porque "el Señor rugirá desde Sión".
XVIII
Los Cantores en el Mar
de Cristal
(Cap 15.1-8)

“1 Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que


tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba
la ira de Dios.
2 Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los
que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y
su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio,
con las arpas de Dios.
3 Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del
Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor
Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de
los santos.
4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues
sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te
adorarán, porque tus juicios se han manifestado.
5 Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el
templo del tabernáculo del testimonio;
6 y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete
plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos
alrededor del pecho con cintos de oro.
7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete
copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de
los siglos.
8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su
poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen
cumplido las siete plagas de los siete ángeles.”
“Vi otra señal en el cielo...” (v. 1). Recordemos que Juan ya vio dos señales: primero vio una señal en el
cielo: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies y una corona de doce estrellas sobre su
cabeza, etc. (12.1-2). Luego vio una segunda señal: el dragón rojo, el Diablo (12:3). Aquí ahora ve una
tercera señal, que dice que es "grande y maravillosa". Es esclarecedor que, en el plan de salvación, a
menudo se mencionan tres signos: Moisés recibió tres signos de su vocación; Gedeón recibió tres señales
para fortalecer su fe; Saúl recibió tres señales diferentes cuando fue ungido rey. En Mateo 24 el Señor
Jesús habló de tres señales que indicarán su regreso:

1. La señal del Hijo del hombre en el cielo.

2. El signo de la higuera.

3. La señal del tiempo de Noé, es decir, la situación moral de los hombres justo antes de su regreso.

Por lo tanto, la señal que Juan ve ahora es "grande y maravillosa".

Grande porque contiene mucho más de lo que se ha visto hasta ahora y maravilloso porque abarca las
más grandes revelaciones acerca de los milagros del juicio de Dios para el mundo de hoy. La señal en sí
consta en primer lugar de siete ángeles: “…siete ángeles con las siete plagas postreras, porque con ellas
se consumará la ira de Dios” (v. 1).

Signos milagrosos de curación acompañan la predicación del evangelio.

Los signos de la muerte caracterizan el final de esta época, ya que el juicio ya aumenta individualmente,
ya sea por enfermedad u otros problemas, pero también en general, política y militarmente.

¡Qué amenaza hay en el aire! Estos son signos de muerte, que anuncian y acompañan el fin de esta época.

Los siete ángeles se asemejan a los de las siete trompetas en el capítulo 8.2. Sin embargo, aquí en el
capítulo 15 se añade una palabra que debe ser cuidadosamente observada: estos siete ángeles traen
consigo las últimas plagas: "...las siete postreras plagas". ¡Eso significa cierre! Somos llevados a pensar
en la última plaga que Dios trajo sobre Egipto. En Éxodo 11:1 está escrito: “Entonces Jehová dijo a
Moisés: 'Aún enviaré otra plaga sobre Faraón y sobre Egipto. Sólo después de esto los dejará salir de
aquí e incluso los expulsará por completo'”. Israel era entonces libre. También en el tiempo anticristiano
Israel será libre cuando se hayan derramado las últimas siete plagas, las últimas siete copas de la ira.
Aquí tenemos la consumación del "misterio de Dios" que se menciona en Apocalipsis 10:7. También
puede llamarse "las palabras de Dios", como es el caso en el capítulo 17:17: "... induciéndolos a ponerse
de acuerdo para dar a la bestia el poder que tienen para reinar hasta que se cumplan las palabras de
Dios". ". Este es el cumplimiento completo de la profecía. Cuando estos últimos juicios de las copas, que
son inimaginablemente terribles, hayan pasado sobre la tierra, el séptimo ángel traerá la noticia de la
conclusión: "¡Hecho está!" (16.17).
Sin embargo, antes de que Juan transmita los detalles de esta gran y maravillosa señal, introduce la
descripción de otra visión. Aunque tiene una estrecha relación con el derramamiento de las copas de la
ira, tiene un carácter agradable. “Vi algo como un mar de vidrio…” (v. 2). Aquí tenemos de nuevo un
símbolo, pues no es un mar real, sino algo que parece un mar de cristal. Esta parábola nos recuerda el
capítulo 4:6, donde está escrito: “Y delante del trono había como un mar de vidrio, diáfano como cristal”.
Como un mar, la superficie del cielo, que es el mundo de las naciones, se extiende ante el trono de Dios.
En Apocalipsis 4:6 se describe como un mar transparente que permanece en calma, pues un “mar de
vidrio” indica una masa compacta.

Además, se muestra que está atravesado por la luz, como el cristal. El mar de cristal, el mar de los
pueblos, a pesar de sus angustias y guerras, debe callar ante el rostro de Dios (Is 41,1). Él, el Eterno, ya
ve el mar de los pueblos como permanecerá siempre en el futuro – cuando el Señor haya vuelto para
establecer su reino milenario – en alta paz y profunda tranquilidad (Hab 2,20; Sof 1,7; Zacarías 2:13).

En el capítulo 15 Juan ve el mismo mar, pero bastante diferente: "...como un mar de vidrio mezclado
con fuego". En ese momento no está iluminado por la luz pura de la gloria y el amor, sino que está
totalmente ardiendo con el fuego de la ira del juicio de Dios. En esto se anuncia algo terrible para el
mundo anticristiano: los acontecimientos del juicio que entonces tendrán lugar en la tierra. Junto a este
mar de cristal de aspecto tan amenazador, Juan ve reunida una multitud santa: “... de pie junto al mar,
los que habían vencido a la bestia, su imagen y el número de su nombre” (v. 2). Estas personas deberían
haber servido a la bestia, el Anticristo (cap. 13), pero rehusaron y ganaron la victoria. Estos creyentes
deberían haber llevado la marca de la bestia, o el número de su nombre, en sus frentes o en su mano
derecha, pero no lo hicieron; rechazaron el “símbolo del partido” y obtuvieron la victoria. A pesar de
todas las amenazas, el mundo anticristiano no pudo doblegar su gran valentía y fidelidad. Entregaron
sus cabezas, fueron decapitados. Murieron, pero tuvieron victoria en todo. ¡Qué respetable y majestuosa
multitud! Estos vencedores son los mismos que ya vimos en el capítulo 7.9: la gran muchedumbre,
vestida de ropas blancas, con las palmas en las manos, ante el trono del Cordero.

De la innumerable multitud está escrito en el capítulo 7.14: "Estos son los que han salido de la gran
tribulación, que han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero". En el
capítulo 15 Juan los ve tal como están ahora junto al mar de vidrio, encendidos con el fuego de Dios,
teniendo arpas, arpas que Dios les dio para su servicio.

Juan también los escucha cantar: "Y cantaban el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del
Cordero..." (v. 3). Parece ser una canción, y sin embargo son dos. Cuando el pueblo del antiguo pacto de
Dios fue esclavizado y atormentado por Faraón, el Anticristo del Antiguo Testamento, Dios liberó a
Israel a través de la sangre de un corderito. Moisés elogió este gran acto de liberación con un canto
solemne (Ex 15, 1-21). Sin embargo, con esto Israel aún no estaba completamente libre de la esclavitud
de este mundo. Lo que sucedió en Éxodo 15 fue una indicación profética, por así decirlo, un bosquejo de
la verdadera redención, la redención que vendría a través de Jesucristo. Dios solo había hecho el
comienzo para liberar a Israel. Muchos actos de liberación aún estaban por venir.
En la plenitud de los tiempos vino entonces Dios, en Jesucristo, y reconcilió consigo al mundo, obrando
una redención perfecta y eterna. El resultado final de esta redención eterna, que completará todo, será
la derrota del Anticristo por el Cordero. ¡Esto es inminente! Sí, ya hemos escuchado los pasos del
Anticristo. Pensemos sólo en la anarquía que se expande, para que los políticos y estadistas no sepan
qué más hacer. La gente se está volviendo cada vez más ingobernable. Las autoridades se cansan y se
complacen en entregar su poder y autoridad a la bestia. El Anticristo gobernará sobre todos, pequeños
y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos.

Pero el Cordero vencerá al Anticristo, y por eso ahora los cantores se reúnen en el mar de vidrio mezclado
con fuego para cantar el cántico de Moisés y el cántico del Cordero, el cántico del mediador del antiguo
pacto y el cántico del Mediador de la nueva Alianza.

Fue este canto de victoria de los hijos de Dios el que ahora han cantado los cantores en el mar de vidrio,
y cantan: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus
caminos, oh Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, oh Señor? ¿Quién no glorificará tu nombre?
Porque solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán delante de ti y te adorarán, porque tus justicias
se han hecho manifiestas” (v. 3-4). Por segunda vez se usa la expresión “grande y maravilloso”, porque
las obras de Dios son actos de redención para los suyos, pero golpes de juicio para el mundo. En el
versículo 1, la expresión “grande y admirable” se refiere a la señal misma; en el versículo 3 se refiere a
las obras de Dios. El mundo considera que muchas cosas son geniales cuando en realidad no lo son.
¡Quien quiera ver lo que es grande en el sentido exacto de la palabra debe observar las obras de Dios!
Los renacidos también forman parte de ellos, pues Efesios 2:10 dice: "... creatura de Dios somos...". ¿No
es cosa grande y admirable que nos haya salvado a ti ya mí? Las obras de Dios tienen algo de
contradictorio con nuestro razonamiento, pues son maravillosas.

Podemos reconocerlos en espíritu con asombro y adoración, pero no podemos explicarlos. ¡Qué gran
señal vio Juan! El ángulo visual de John cambia de nuevo; recibe otra visión.

Él ve el origen de los juicios de Dios y la última ola de juicios en esta tierra. Ahora se abre la parte interior
del cielo, el santuario; el centro de la morada de Dios: “Después de esto miré, y vi que el santuario, el
tabernáculo del pacto, estaba abierto en el cielo” (v. 5). Por primera vez Juan habla del "santuario, el
tabernáculo del pacto". Aunque en el capítulo 11:19 ya ha visto el cielo abierto y el arca de su pacto con
Israel en el santuario, aquí está el “santuario, el tabernáculo del pacto”. ¿Qué es eso? Cuando Dios
Todopoderoso le dio a Moisés el encargo de construir el tabernáculo y sus utensilios en la montaña, él
mismo usó la expresión “pacto” tres veces (Ex 25:16, 21, 22). En esta arca recubierta de oro se guardaban
entonces las tablas en las que Dios escribió su santa ley. Este pacto divino ahora se vuelve visible para
Juan. El cielo se abre y la alianza, la ley de Dios, se vuelve contra una humanidad que ha rechazado esta
“alianza” de la voluntad de Dios, y sobre ella se derraman los juicios finales de Dios. El tabernáculo del
pacto se abre para derramar la ira de Dios sobre la humanidad culpable. También podríamos formularlo
así: poderes invisibles de la eternidad se están transformando en la tierra en grandiosos hechos de juicio.
De lo profundo del santuario salen siete ángeles: “Los siete ángeles salieron del santuario con las siete
plagas. Estaban vestidos de lino limpio y resplandeciente y tenían cintos de oro alrededor del pecho” (v.
6). Las vestiduras de los ángeles llevan a la pregunta de si son ángeles sacerdotes. Sin embargo, esto es
imposible, porque el Señor no instituyó ángeles, sino hombres, hombres de la tribu de Leví, en el
ministerio sacerdotal. El gran Sumo Sacerdote es el hombre Jesucristo. A pesar de ello, su apariencia
sacerdotal –“vestidos de lino limpio y resplandeciente y ceñidos al pecho con cintos de oro”– indica una
tarea sacerdotal. A diferencia de los sacerdotes, no presentan un sacrificio sustituto, sino que están
llamados a ejercer juicio sobre una humanidad que no tiene sustituto como sacrificio de expiación
personal. ¡Pero para los habitantes de la tierra esto es terrible! Porque “¡Horrenda cosa es caer en manos
del Dios vivo!” (Hebreos 10:31). Cuando vemos al Cordero ensangrentado sufriendo tan terriblemente,
entonces imaginamos algo de la seriedad y el horror del juicio divino. Tanto nos amó Dios que no
perdonó a su amado Hijo unigénito, sino que lo entregó por nosotros, para que no nos perdamos para
siempre. ¡Alabado sea el Señor, porque como renacidos podemos cobijarnos en Jesús, para que no nos
alcance este juicio, porque en él ya somos juzgados! ¿Te has dado cuenta de cuánto necesitas la gracia
de Dios en Jesucristo?

Lo terrible de las siete últimas plagas es que ya no hay posibilidad de arrepentimiento, ya no hay
salvación. Aunque los cantores en el mar de vidrio alaban al Señor, en el versículo 4, diciendo “Porque
solo tú eres santo”, la palabra “santo” no significa lo mismo que en otros lugares, como por ejemplo en
“Santo, santo”, santo es el Señor de los Ejércitos”, donde con “santo” se expresa la ausencia de todo mal.
Allí la palabra “santo” tiene el significado de “misericordioso” o “perfecto en su bondad”. Sin embargo,
cuando comiencen los juicios, no habrá sustituto, por lo que tampoco habrá más misericordia. Además,
las vestiduras de los siete ángeles, que deben ser grandes príncipes al salir del santuario interior, son
algo diferentes de las vestiduras de los sumos sacerdotes terrenales. Por ejemplo, el cinturón del sumo
sacerdote terrenal es diferente: “El cinturón y el chaleco unido a él estaban hechos de la misma pieza. Y
el cinto fue hecho de lino fino torcido, de hilo de oro, de hilo azul, púrpura y rojo, como Jehová lo había
mandado a Moisés” (Éxodo 39:5). Aquí tenemos, entre otros, el color de la sangre de la reconciliación,
que el sacerdote -luego el gran Sumo Sacerdote- debía derramar por los pecados del pueblo. Sin
embargo, los cinturones de los siete ángeles carecen del elemento sangre. Son oro puro. Los ángeles
tampoco usan cinturones alrededor de la cintura, pero desde el pecho, su corazón está cerrado.

Aquí son muy parecidos a su Señor a su alrededor (cap. 1). “Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los
siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. El santuario
se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el santuario hasta que se
cumplieran las siete plagas de los siete ángeles” (v. 7-8). Vimos en las explicaciones del capítulo 4 de
este libro que los cuatro seres vivientes representan la jurisdicción de Dios. Dios vive de eternidad en
eternidad, y su ira no puede apagarse sin el sacrificio sustituto del Cordero de Dios. Si leemos que el
santuario “se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder”, de modo que “nadie podía entrar en el
santuario”, esto nos recuerda la consagración del tabernáculo terrenal. En Éxodo 40:34-35 leemos que
aun Moisés, que había visto a Dios cara a cara, no podía entrar en la Tienda de Reunión a causa de la
nube de la gloria de Dios. Cuando más tarde se consagró el templo de Salomón, está escrito en 2 Crónicas
7 que la nube de la gloria del Señor llenó la casa del Señor, de modo que los sacerdotes no podían entrar
en ella a causa de su gloria. En Apocalipsis 15, sin embargo, tenemos ante nosotros el día del estallido
de la ira de Dios. “El santuario se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar
en el santuario...” Podría decirse: no se trata sólo de ira, sino de la ira final de Dios que se descarga aquí.
“...nadie podía entrar en el santuario hasta que se cumplieran las siete plagas de los siete ángeles”. Por
tanto, durante estos últimos juicios nadie más podía entrar en el templo.

Significado: Nadie más puede arrepentirse, nadie más puede suplicar gracia y exclamar: "Señor,
sálvame". Por eso: hoy, si escuchas su voz, ¡no endurezcas tu corazón! Hoy todavía puedes rogar por la
gracia. Hoy el santuario en el cielo aún no está cerrado. Al contrario, porque en Hebreos 10:19-20 está
escrito:

“Así que, hermanos, tenemos plena confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús,
por un camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, es decir, a través de su cuerpo”.
Acérquense, porque pronto llegará el tiempo en que este santuario será cerrado por la gloria del Señor,
para que nadie más pueda entrar.
XIX
Las Siete Copas de la Ira
(Ap 16.1-21)

“1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles:
Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una
úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenían la
marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se
convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que
había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las
fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el
que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los
profetas, también tú les has dado a beber sangre; pues lo
merecen.
7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor
Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado
quemar a los hombres con fuego.
9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el
nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se
arrepintieron para darle gloria.
10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y
su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas,
11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus
úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates; y
el agua de éste se secó, para que estuviese preparado el camino a
los reyes del oriente.
13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de
la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de
ranas;
14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los
reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de
aquel gran día del Dios Todopoderoso.
15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y
guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su
vergüenza.
16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran
voz del templo del cielo, del trono, diciendo: Hecho está.
18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran
temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo
jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de
las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria
delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.
20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
21 Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como
del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios
por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera
grande.”
Introducción (Ap. 16.1)

1 Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete
copas de la ira de Dios.

N otar de antemano que esta fuerte voz, proveniente del santuario en el cielo, no es la voz de Dios,
porque les dice a los siete ángeles que deben derramar las copas de la ira de Dios sobre la tierra.
Si fuera la voz de Dios, diría: "Las siete copas de mi ira se derramarán sobre la tierra ". Se puede suponer
que esta “gran voz”

(RA) proviene de uno de los cuatro seres vivos. Me gustaría recordar el capítulo 15:7, donde dice: "Y uno
de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, que vive
por los siglos de los siglos".

Es esclarecedor que precisamente en este capítulo 16 la palabra “grande” se usa nueve veces:

Verso 1: “... una gran voz...” (RA).

Verso 9: “...los hombres fueron quemados con gran calor...” (BKJ).

Verso 12: "...sobre el gran río Éufrates...".

Verso 14: "... del gran día del Dios Todopoderoso".

Verso 18: "... y hubo un gran terremoto" (RA).

Verso 18b: "... tal fue el terremoto, fuerte y grande" (RA).

Verso 19: "La gran ciudad...".

Verso 21: “...gran granizo...” (RA).

Verso 21b: "... su flagelo fue muy grande" (RA).

Esta repetición de la palabra “grande” muestra que, de hecho, estos deben ser juicios inimaginablemente
grandes. Juan siente que su vocabulario es insuficiente y murmura repetidamente "grande", "grande",
"grande".

Aunque los siete juicios de los sellos y los siete juicios de las trompetas ya eran terribles, las siete copas
de la ira son mucho más, pues abarcan toda la ira de Dios, que ya no puede ser detenida, derramándose
sobre la tierra. Lo que los distingue de las siete trompetas es el hecho de que los siete ángeles recibieron
un orden conjunto.
Simplemente dice: "Las siete copas de la ira de Dios se derramarán sobre la tierra", mientras que en los
capítulos 8 y 9 parece que cada uno de los siete ángeles con las trompetas recibió un mandato personal,
al igual que cada uno de ellos. .de los cuatro caballos, en el capítulo 6, se le ordenó ir o venir. Sin
embargo, en el capítulo 16 un solo alto orden comienza las últimas plagas:

"Ellos van...". Deben ir y, uno tras otro, derramar las copas sobre la tierra. Es como una invasión. Es de
notar que las primeras cuatro copas de la ira corresponden exactamente a los efectos de las primeras
cuatro trompetas descritas en el capítulo 8, obedeciendo también al mismo orden. Hagamos una
comparación con el capítulo 8:

Capítulo 16 Capítulo 8

La primera copa de la ira alcanza la tierra, los


continentes (16:2)
Así como el primer juicio, de las trompetas (8:7).

Así como el segundo juicio de las trompetas


La segunda copa de la ira alcanza al mar (16:3)
(8:8).

La tercera copa de ira alcanza los ríos y


Así como el tercer juicio de las trompetas (8:10).
manantiales (16:4).

Así como el cuarto juicio de las trompetas (8:12)


La cuarta copa de la ira se derrama sobre el sol
(16:8).

Cada trompeta es como una última amenaza de juicio, produciendo una plaga como anticipo del juicio
final. Estas copas de ira, sin embargo, hacen que los golpes amenazantes del juicio se lleven a cabo en
toda su extensión. Esta es la razón de la notable similitud entre las diferentes plagas de las trompetas y
los correspondientes juicios de las copas.

La Primera Copa de la Ira (Apocalipsis 16:2)

2 Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los
hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.
Las personas que repentinamente sufren de estas heridas malignas y dolorosas se describen con
precisión. Estos son los que adoran la imagen de la bestia y tienen la marca de la bestia en la frente o en
la mano derecha (cf. 13:17). Ese tumor o cáncer infectará a millones de personas, a todos los que siguen
a la bestia. Es un castigo provisional, un juicio por haber seguido a Satanás. Mientras que, en la primera
trompeta, en el capítulo 8.7, la tierra es golpeada y una tercera parte de la vegetación es quemada – “...
y granizo y fuego mezclados con sangre fueron arrojados sobre la tierra. Se quemó la tercera parte de la
tierra, la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde” – aquí en Apocalipsis 16 los hombres
anticristianos son afectados. Este juicio no se limita a un tercio de ellos, sino que afecta a todos.
Presumiblemente, en la época del Anticristo, la ciencia médica estará aún más avanzada que hoy, pero
nadie podrá combatir eficazmente esta terrible úlcera, este cáncer. Durante décadas, una epidemia de
úlceras de este tipo ha sido realmente preprogramada. Pienso en la contaminación radiactiva de la
atmósfera a través de las pruebas nucleares. Ya hoy muchas personas padecen enfermedades incurables
como resultado de la contaminación nuclear. Esta plaga, este juicio, es similar a la sexta plaga que azotó
a Egipto, pero la supera con creces.

Sorprendentemente, uno también comenzó con la contaminación, aunque simbólica: “Tomaron cenizas
de un horno y se pararon ante Faraón. Moisés la esparció por el aire, y empezaron a salir llagas en los
hombres y en los animales” (Éxodo 9:10). Por lo tanto, la consecuencia de la contaminación fue también
una epidemia.

Es notable que nosotros que estamos enfrentando el rapto ya podemos ver los preparativos para ciertas
cosas que sucederán después del rapto. Sólo recordemos que, aún hoy, innumerables japoneses sufren
las consecuencias de la explosión de las dos primeras bombas atómicas, que fueron lanzadas sobre
Hiroshima y Nagasaki al final de la guerra, y que, a causa de los numerosos ensayos nucleares
estadounidenses y soviéticos durante la Guerra Fría, innumerables personas estaban incurablemente
enfermas. Estas crueles enfermedades aumentarán y aparecerán en toda su intensidad en el momento
del derramamiento de la copa de la ira, afectando a todas las personas que adoran a la bestia.

Todo está preparado para la primera copa de la ira de Dios.

La Segunda y Tercera Copa de la Ira (Ap 16:3-7)

3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y
murió todo ser vivo que había en el mar.

4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos, y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en
sangre.

5 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y que eras, el Santo, porque
has juzgado estas cosas.
6 Por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber
sangre; pues lo merecen.

7 También oí a otro, que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son
verdaderos y justos.

En contraste con el capítulo 8.8, donde un tercio del mar se convierte en sangre, aquí en el capítulo 16.3
todos los mares se ven afectados. ¿Qué significa la afirmación “y se convirtió en sangre como de
muerto”? Significa que esta sangre ya no es portadora de vida, sino muerta, coagulada y maloliente. El
mar, es decir, los gigantescos océanos, parecen un enorme cadáver en lenta descomposición. Se
transforman en un lugar repugnante, y todos los seres que viven en ellos son asesinados: "... y murió
toda criatura que vivía en el mar". Una gran parte de la creación, y con ella también los alimentos, se
destruye. Sin embargo, este no es el final todavía. El tercer ángel viene con su copa y la derrama “en los
ríos y en las fuentes, y se convierten en sangre” (v. 4). Esto recuerda mucho a la plaga que en tiempos
del Antiguo Testamento cayó sobre Egipto, por la cual el Nilo y otros ríos y canales fueron afectados:

“'Así dice el Señor: En esto conoceréis que yo soy el Señor: con la vara que llevo en la mano heriré las
aguas del Nilo, y se convertirán en sangre. Los peces del Nilo morirán, el río apestará y los egipcios no
podrán beber sus aguas.'

Dijo el Señor a Moisés: 'Dile a Aarón que tome su vara y extienda su mano sobre las aguas de Egipto, los
ríos, los canales, los estanques y todos los embalses, y se convertirán en sangre. Habrá sangre por toda
la tierra de Egipto, incluso en vasos de madera y vasos de piedra.' Moisés y Aarón hicieron lo que los S
habían mandado. Aarón levantó su vara y golpeó las aguas del Nilo en presencia de Faraón y sus
consejeros; y toda el agua del río se convirtió en sangre. Los peces murieron y el río olía tan mal que los
egipcios no podían beber su agua.

Hubo sangre por toda la tierra de Egipto” (Éxodo 7:17-21). Aunque no se extendió por todo el mundo,
estando restringida a Egipto, esta plaga fue terrible.

También en el tiempo de la tercera trompeta no toda el agua es inservible, sino sólo una tercera parte:
“El tercer ángel tocó su trompeta, y una gran estrella cayó del cielo, ardiendo como una antorcha, sobre
la tercera parte de los ríos y manantiales de agua; el nombre de la estrella es Absinthe. La tercera parte
de las aguas se amargaron, y muchos murieron por la acción de las aguas que se amargaron” (8:10-11).
La plaga en el capítulo 16, sin embargo, golpea todas las fuentes de la tierra y hace que toda el agua sea
inutilizable. ¡Ningún hombre en el mundo entero, es decir, ningún ciudadano de todo el imperio o
ejército anticristiano, podrá beber nada! Lo que esto significa solo puede ser evaluado por aquellos que
han pasado unos días sin agua. ¡Un juicio de Dios inimaginablemente terrible, pero justo!

En los versículos 5-6 escuchamos una proclamación del ángel de las aguas.
Inicialmente alaba la justicia y la santidad de Dios: “Entonces oí decir al ángel que tiene potestad sobre
las aguas: Justo eres tú, Santo, que eres y que eras, porque tú has juzgado estas cosas” (v. 5). Y luego
sigue la razón por la cual estos juicios repugnantes caen sobre los hombres: “Porque ellos han derramado
la sangre de tus santos y de tus profetas, y tú les has dado a beber sangre, como se merecen” (v. 6). En
otras palabras: se lo merecen. Podemos comprender este terrible juicio en toda su extensión sólo si
comprendemos bien la justificación; después de todo, si ya la voz de la sangre de Abel, es decir, de una
sola persona que fue asesinada, clama al Señor (Gén 4,10), cuánto más fuerte debe clamar al cielo la
sangre de todos los innumerables asesinatos! Especialmente la sangre de "los santos y profetas", es decir,
de la iglesia e Israel. Cuántos hijos de Dios son asesinados hoy en Asia – e incontables serán ejecutados
en todo el mundo cuando se conviertan solo durante la gran tribulación. En Alemania se habla mucho
de que es hora de acabar con el pasado, porque la nueva generación no se puede hacer responsable de
lo que hicieron sus padres. ¡De ninguna manera puedes ponerle fin! La sangre de seis millones de judíos
asesinados clama a los cielos de Alemania.

También la sangre de los judíos que fueron enviados a las fronteras de los países europeos y enviados a
la destrucción, “porque la barca estaba llena”, clama al cielo. La sangre de millones y millones de niños
no nacidos, que fueron abortados, también clama al cielo. Todo esto nunca puede ser olvidado, y por lo
tanto vendrá el juicio.

“Tú eres justo, tú, el Santo, que eres y que eras, porque juzgaste estas cosas; porque ellos han derramado
la sangre de tus santos y de tus profetas, y tú les has dado a beber sangre, como merecen” (v. 5b-6). Es
extraño que el ángel de las aguas, que dice esto, aparentemente sea el mismo que ejecuta el juicio
mundial de Dios contra ellos.

Podríamos esperar que este ángel se lamente de que su área haya sido tan duramente golpeada por el
derramamiento de la copa de la ira. Sin embargo, escuchamos lo contrario: él alaba en voz alta la alta
justicia de ese juicio. Dios fue y es, desde entonces, justo y santo, como dice la Escritura. En el texto
original se usa la misma palabra que en el capítulo 15.4 para “santo”: “¿Quién no te temerá, oh Señor?
¿Quién no glorificará tu nombre? Porque solo tú eres santo. Significa: que siempre permanece fiel a sí
mismo en todas las cosas. Esta característica de Dios se revela claramente en la ejecución de este juicio.
La humanidad anticristiana derramó la sangre de los santos y profetas como agua, ahora Dios les da
sangre en lugar de agua para beber. La verdad es que no se merecen nada más.

En el versículo 7 se confirma además que la justicia castigadora de Dios es precisa de una manera
sorprendente y, al mismo tiempo, conmovedora: "Y oí que el altar respondía: 'Sí, Señor Dios
todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios'".

Por lo tanto, del altar mismo procede una voz. Este altar solo puede ser el altar del holocausto citado con
frecuencia, que encontramos constantemente mencionado en la Biblia, como en Apocalipsis 6:9-10:
“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la
palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Gritaron a gran voz: '¿Hasta cuándo, oh Soberano,
santo y verdadero, esperarás para juzgar a los habitantes de la tierra y vengar nuestra sangre?'”. El altar
del holocausto es la cruz del Gólgota, donde se proclamaba a gran voz la justicia y la santidad de Dios y
donde Jesús gritaba: “¡Consumado es!”. El altar parlante confirma que Dios prueba su omnipotencia en
juicios verdaderos, es decir, genuinos, reales y ciertos, y por tanto también perfectamente justos.

La Cuarta Copa de la Ira (Apocalipsis 16:8-9)

8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego.

9 Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder
sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.

De nuevo existe el paralelo con el juicio de la cuarta trompeta, que también hirió al sol: “El cuarto ángel
tocó su trompeta, y fueron heridos la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte
de las estrellas, así que la tercera parte de ellos fueron heridos. La tercera parte del día estuvo sin luz, y
también la tercera parte de la noche” (8:12). Además, la luna y las estrellas también se vieron afectadas,
pero solo la tercera parte de todo, por lo que el día y la noche perdieron la tercera parte de su luz. Esto
debe ser terriblemente angustioso y, sin embargo, este castigo preventivo a través del juicio de la cuarta
trompeta es en vano. Por lo tanto, el fuego de la ira de Dios ahora se derrama sobre todo el sol. El calor
así provocado es terrible: “Éstos fueron quemados por el feroz calor...” (v. 9). Un calor nunca antes visto
e insoportable tortura a los hombres.

Su sufrimiento es tanto más doloroso cuanto que después de que se ha derramado la tercera copa, ya no
hay bebida para saciar la sed. ¡Ya no pueden saciar tu sed! ¡Una aterradora exhibición de fuego eterno!
El fervor de su odio contra los que confiesan a Jesús les es devuelto con este calor castigador. Ellos, sin
embargo, no se humillan ante Dios, al contrario: “... maldijeron el nombre de Dios, que tiene dominio
sobre estas plagas; sin embargo, rehusaron arrepentirse y glorificarle” (v. 9). ¡Cuanto mayor es el
sufrimiento, más decididamente se endurecen y obstinan!

El sol, que entonces causará un terrible calor en la tierra, demuestra al mismo tiempo algo maravilloso:
el Dios eterno tiene toda la creación en sus fuertes manos, pero cuando el Señor retira sólo por un
momento sus manos que dirigen y protegen, la mayor terrible juicio. Veamos algunos hechos: todo el
Universo está exactamente equilibrado, por lo que todo funciona con una precisión asombrosa. Para que
haya vida en la tierra, se deben cumplir numerosas condiciones. Están sincronizados con tanta precisión
que no pueden coordinarse por casualidad en absoluto. Cualquiera que tenga una idea de ciencias
naturales sabe que en el Ecuador la tierra gira alrededor de su propio eje, a una velocidad aproximada
de 1.600 kilómetros por hora. Si lo hiciera a solo 100 millas por hora, nuestros días y noches serían diez
veces más largos de lo que son ahora. El calor solar en un día tan largo quemaría la vegetación; lo que
eventualmente sobrevivió moriría congelado en la larga noche. Qué gracia nos otorga Dios el Señor a
través de su precisión matemática, haciendo que su creación sea cálida y fresca, y con ella nosotros
también. El propio Sol, fuente de nuestra vida terrenal, tiene una temperatura superficial de
aproximadamente 6.000ºC, y nuestra Tierra está lo suficientemente alejada de él como para que este
fuego eterno no se caliente ni más ni menos de lo que requiere la vida. Si, por ejemplo, el Sol emitiera
sólo la mitad de sus rayos, moriríamos congelados. Si enviaras una mitad extra, nos quemaríamos.

Tomemos otro ejemplo de este maravilloso poder de Dios que todo lo mantiene y lo guarda: la
inclinación del eje de la Tierra, de 23º con relación a la órbita terrestre, da como resultado las estaciones.

Si no hubiera tal inclinación, los vapores del océano se moverían de norte a sur y formarían continentes
enteros de hielo. O pensemos un momento en la Luna: si nuestra Luna estuviera aproximadamente a
80.000 kilómetros de la Tierra, en lugar de su distancia real, su influencia sobre las mareas sería tan
intensa que todos los continentes se inundarían dos veces al día. O: si nuestra atmósfera estuviera
sensiblemente más enrarecida, parte de los meteoritos que se queman a diario por millones en el espacio
caerían sobre la Tierra y provocarían incendios. Cualquiera que tome conciencia de estos pocos hechos
del orden de la Creación de Dios -y todavía hay muchos más- comprende de repente, de una manera
completamente nueva, cuán dependiente es el hombre de la gracia de su Creador. Se puede ver cuán
grande es la longanimidad y la paciencia de nuestro Dios, pero también cuán terrible será en la tierra
cuando retire sus manos y los siete ángeles del juicio con las copas tengan el camino libre.

¿No es el juicio de la cuarta copa de la ira idéntico a lo que ya fue predicho en Deuteronomio 32:22? Allí
está escrito: “Porque un fuego ha sido encendido por mi ira, un fuego que arderá hasta las profundidades
del Seol. Él devorará la tierra y sus cultivos y consumirá los cimientos de las montañas”. Tenemos que
comparar esto también con Malaquías 4:1: “'Porque ciertamente viene el día, ardiente como un horno.
Todos los soberbios y todos los malhechores serán como paja, y aquel día que viene, los prenderá fuego',
dice el Señor de los Ejércitos. 'No quedará ni raíz ni rama'”.

Por supuesto, uno esperaría que muchas personas que experimentan estas cosas terribles reconocieran
sus faltas y que un gran grito de arrepentimiento subiera al cielo. Sin embargo, como ya hemos dicho, el
versículo 9 muestra trágicamente lo contrario: “Éstos fueron quemados por el intenso calor, y
maldijeron el nombre de Dios, que tiene dominio sobre estas plagas; sin embargo, rehusaron
arrepentirse y glorificarlo.” Qué profundo contraste: en el cielo, arriba, se escucha la alabanza de los
ángeles: “Tú eres justo, tú eres el Santo…” (v. 5-7), mientras que en la tierra, abajo, se escuchan voces de
blasfemias.

El hecho de que blasfemen contra Dios prueba que pertenecen a la bestia, porque tiene nombres
blasfemos y habla palabras soberbias y blasfemas; de ahí que sus adherentes estén contaminados
intelectual y espiritualmente (cf. 7:14; 13:1-5).

¡Imagina lo que significará cuando la humanidad ya no crea en Dios! Hoy ya hay teólogos modernos,
ateos disfrazados de cristianos, que afirman que Dios está muerto. Sin embargo, este será entonces el
“credo” mundial. La voz de los predicadores se callará porque la iglesia de Jesús ya habrá sido
arrebatada, y la fe en Dios, acabada. Sin embargo, los ateos proporcionan la mejor prueba de la
existencia de Dios, ya que alguien que no existe tampoco necesita ser negado. Es esclarecedor que
entonces, aunque ya no creen en Dios, de repente blasfeman su nombre. En consecuencia, también
saben que Dios vive, pero no le dan gloria.

Cuando se derramen las siete copas de la ira, el tiempo de prueba terminará definitivamente, es decir,
incluso por el arrepentimiento, los juicios ya no podrán ser detenidos. Esto se nos muestra con
insistencia en el capítulo 15,8b: "...y nadie podía entrar en el santuario hasta que se cumplieran las siete
plagas de los siete ángeles". Aunque ya lo hemos comentado en el último capítulo, aún debe recordarse
que esto también significa que entonces nadie podrá interceder más por este mundo anticristiano.
También he experimentado muchas veces personalmente el hecho de que el cielo se cierra
repentinamente, de modo que ya no puedo orar.

Una vez un hombre vino a “asistencia espiritual” y me pidió que orara con él. Pero no podía rezar; mi
boca estaba como atada. Más tarde, se descubrió que el hombre aún vivía conscientemente en adulterio.
También recuerdo cómo, hace muchos años, realicé una evangelización en un pequeño pueblo donde se
practicaba mucha brujería. Fue una semana terrible. El segundo día, un joven, que anteriormente había
estado entre los oyentes, se suicidó. Fui al bosque a orar y rogar a Dios por un despertar. De repente
escuché muy claro en mi corazón: “No ores por esta gente; No te escucharé”. Todos los convertidos esa
semana vivían fuera del pueblo. El pueblo estaba bajo el juicio de Dios. Así será en el momento del
derramamiento de las siete copas de la ira. Por eso prácticamente ya no hay pausas entre los diferentes
juicios y los siete ángeles no están ordenados individualmente, sino juntos. Apenas se ha derramado una
copa de ira, viene la siguiente. La expresión “derramar” significa que el juicio no viene gradualmente,
como en dosis. Se debe prestar atención a las palabras breves que se usan en relación con las copas de
la ira. Muestran que los juicios son comprensivos y rápidos.

La Quinta Copa de la Ira (Ap 16:10-11)

10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y
mordían de dolor sus lenguas,

11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus
obras.

Las siete copas de la ira son una cadena de juicios. Claramente esta quinta copa está relacionada con la
primera, la de las malas y dolorosas heridas que causan mucho sufrimiento. El núcleo, el centro del
poder del imperio romano anticristiano, es golpeado con esta quinta copa de ira. Es literalmente
derramado sobre el trono de la bestia. La concentración del poder del Anticristo es alcanzada por el
juicio, y desde allí todo el reino de la bestia se convierte en tinieblas. Pero la bestia misma aún no ha
sido juzgada; esto solo sucederá cuando el Señor Jesucristo aparezca con su iglesia en gran poder y
gloria. Sin embargo, el trono del Anticristo es desenmascarado, pues ahora procede de ese trono,
esparciendo por todo el reino, lo que en realidad es el Anticristo: ¡tinieblas! "...cuyo reino estaba en
tinieblas". Este “reino” suyo significa proféticamente todo el Imperio Romano nuevamente restaurado.
Las regiones que no le pertenecen no serán afectadas, así como Israel fue guardado en Egipto.

Ciertamente, la situación de la tierra será entonces la misma que en la época de la novena plaga egipcia,
de la que está escrito en Éxodo 10,23: "Nadie podía ver a nadie, ni moverse de su lugar durante tres
días". Isaías también profetizó acerca de la oscuridad venidera:

"¡Mirar! Las tinieblas cubren la tierra, densas tinieblas envuelven a los pueblos...” (Is 60,2). Joel también
habla de esto: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre...” (Joel 2:31). Por lo tanto, será una
oscuridad literal que cubrirá el imperio romano anticristiano.

Sucede que toda la sociedad humana estará como paralizada; al no encontrar medios de escape de sus
terribles dolores, los hombres se morderán la lengua: “En agonía, los hombres se mordían la lengua” (v.
10b). Seguramente estos dolores tendrán una doble causa, pues, como consecuencia del quinto juicio de
las trompetas, los hombres son picados por langostas demoníacas (cf. 9,3-6). Sin embargo, aún más
terribles serán los tormentos de la primera copa de la ira (16:2). Pero preferirían morderse la lengua que
gritar: “¡Hemos pecado! ¡Oh Dios, perdónanos!” ¡Qué endurecimiento! Los hombres quedan entonces
fuera del campo de acción del Espíritu Santo, que convence de pecado, de justicia y de juicio.

Sin embargo, ¿no sentimos ya hoy cómo aumenta el endurecimiento ante el hablar de Dios? Luego
leemos por última vez lo increíble: “Y blasfemaron del Dios del cielo a causa de sus dolores y de sus
heridas; pero rehusaron arrepentirse de las obras que habían hecho” (v. 11). Aquí es sorprendentemente
claro para nosotros que vivimos antes del Rapto que creer en Dios en sí mismo no hace que el corazón
de un hombre esté dispuesto a arrepentirse. Después de todo, estas personas creen en Dios, porque de
lo contrario no blasfemarían.

Por tanto, si decís: "Creo en Dios", debéis saber que esta fe no os salva. Santiago 2:19 dice: “¿Crees que
hay un solo Dios?

¡Muy bien! ¡Incluso los demonios creen y tiemblan!” Sin embargo, aquí, durante la quinta copa de la ira,
los hombres superan incluso a su maestro el Diablo: ¡ya no tiemblan, sino que se muerden la lengua!

¡Hay tan poco temor verdadero del Señor en la tierra hoy! ¡Oh, que se apoderara de usted un saludable
temblor ante la santa majestad de Dios, porque todos, incluidos los creyentes, están en peligro de no
temblar más ante el santo Dios! Sin embargo, todavía vivimos en el tiempo de gracia y todavía tenemos
la posibilidad de arrepentirnos. Para cualquiera que pierda esta oportunidad de arrepentirse, existe un
gran peligro de que de repente no pueda hacerlo. Que Isaías 33:14 se haga realidad en la vida de todos
los lectores de este libro: “En Sion los pecadores están aterrorizados; el temblor se apodera de los
malvados: '¿Quién de nosotros puede vivir con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede vivir con
la llama eterna?'”. Este es el comienzo de un despertar, cuando un hombre ya no ve sus pecados en el
sentido de decir: "Bueno, todos somos pecadores", ¡sino que los ve como Dios los ve! Si ves tus pecados
como Dios los ve, entonces temblarás como nunca antes y exclamarás: “¡Ay de mí, estoy arruinado! Voy
a la condenación eterna, porque pensé, hablé y actué irreflexivamente; Fui impuro, fui codicioso, fui...,
fui...”. Si hoy confiesas tu culpa, humillándote sinceramente por ello, puedes experimentar a Jesucristo
quitándote la carga de tus pecados, porque tembló como tu sustituto en Getsemaní. Y en la cruz del
Gólgota fue juzgado por vosotros, para que escapeis del terrible juicio venidero. Por lo tanto: ¡date prisa,
salva tu alma! Busca a Jesús y su luz; ¡Todo lo demás no te ayudará!

La Sexta Copa de la Ira (Apocalipsis 16:12-16)

12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, para que
estuviese preparado el camino a los reyes del oriente.

13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus
inmundos a manera de ranas;

14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo,
para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.

15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande
desnudo, y vean su vergüenza.

16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.

Podríamos llamar al derramamiento de la sexta copa de la ira anti-Pentecostés, porque es un


derramamiento de espíritus demoníacos que, en consecuencia, provocan una reunión gigantesca de
todos los reyes del mundo entero contra Jerusalén.

Esto sucede después del rapto de la iglesia, después de la apertura de los siete sellos, después de los
juicios de las siete trompetas y después del derramamiento de las primeras cinco copas de la ira. Aunque
la iglesia aún no ha sido arrebatada, ya hemos visto cómo salen espíritus demoníacos y comienzan a
hacer su obra con las naciones. Habiendo resistido la obra del Espíritu Santo y amargándolos, las
naciones ahora son muy receptivas al espíritu seductor de Satanás.

“Entonces vi salir de la boca del dragón [este es Satanás el anti-padre], de la boca de la bestia [este es el
Anticristo, el anti-hijo] y de la boca del falso profeta [ este es el anti-espíritu] tres espíritus inmundos
como ranas. Son espíritus demoníacos que realizan señales milagrosas; ellos van a los reyes de todo el
mundo [por lo tanto, a todos los jefes de estado] para reunirlos para la batalla del gran día del Dios
Todopoderoso” (v. 13-14). Esta reunión está comenzando en nuestros días. Esto es lo que demuestra la
tendencia creciente de formación de bloques. ¿Por qué los hombres de hoy en día están tan abiertos a
mentir? El Señor mismo respondió esa pregunta a través de Pablo, en 2 Tesalonicenses 2:10b-11: “...por
cuanto desecharon el amor a la verdad, que los podía salvar. Por eso Dios les envía poder de seducción,
para que crean la mentira”.

El hombre natural, que no quiere aceptar la verdad, está abierto a todo lo que es mentiroso. Un colosal
engaño mundial se ha hecho realidad desde el punto de vista político, militar y económico, como ya
hemos experimentado lo que dice 1 Timoteo 4:1-2: “El Espíritu dice claramente que en los postreros
tiempos algunos abandonarán la fe y seguirán espíritus engañadores y doctrinas de demonios. Tales
enseñanzas provienen de hombres hipócritas y mentirosos, cuyas conciencias están cauterizadas”.

Inicialmente, el derramamiento de la sexta copa de la ira tiene una profunda consecuencia geopolítica y
profética, pues leemos en el versículo 12: “El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y
sus aguas se secaron, de modo que los caminos puedan estar preparados para los reyes que vienen del
oriente. Por lo tanto, este gran río, la frontera norte de Israel según la Biblia, literalmente se secará.

Varias veces hemos subrayado y seguiremos subrayando: lo que no se caracteriza explícitamente como
símbolo en Apocalipsis debe tomarse literalmente. Cuando el Señor, el Dios de Israel, en tiempos
antiguos preparó un camino para su pueblo del pacto a través del Mar Rojo, eso tampoco fue una
interferencia simbólica, sino literal, de parte de Dios. Si el pueblo de Israel no hubiera cruzado
literalmente el Mar Rojo “sobre tierra seca” (Éxodo 14:22), Israel no existiría hoy; y cuarenta años
después, cuando Israel cruzó el Jordán hacia la tierra prometida, las aguas retrocedieron. Esta fue
también una experiencia real y no simbólica.

Del mismo modo, durante la gran tribulación, ¡quién sabe pronto! — también se secará el Éufrates, y
será como en la antigüedad, cuando se secaron el Mar Rojo y el Jordán.

En ese tiempo tenía un doble sentido o efecto: para Israel era gracia y liberación de la servidumbre; a
Egipto, juicio y destrucción.

Cuando Israel cruzó el Jordán “en tierra seca” (Josué 3:17), también significó dos cosas: después de
cuarenta años de vagar por el desierto, Israel finalmente pudo tomar la tierra, una tierra que mana leche
y miel. Sin embargo, para las personas que habitaban allí, significaba juicio y destrucción. Así será
cuando el Éufrates pronto se seque, porque este gran río es especial como frontera. El Éufrates es el río
más grande e importante de Asia occidental. Nace en Turquía y desemboca en el Golfo Pérsico. El
Éufrates tiene una longitud total de aproximadamente 2.800

kilómetros. Forma el límite natural y protector entre Israel y los pueblos del este. El Éufrates, o Perath,
como también se le llama (antiguamente también "río" o el "gran río"), ocupaba ya un lugar importante
al comienzo de la Sagrada Escritura. Según Génesis 2:14, era uno de los ríos ribereños del paraíso.
Además, y esto es política y proféticamente muy actual, el Éufrates fue mencionado a Abraham como la
frontera de su herencia futura. Génesis 15:18 no pretende ser políticamente oportuno, pero está escrito
en la Biblia: “En aquel día los S hicieron el siguiente pacto con Abram:
'A tu descendencia he dado esta tierra, desde el arroyo de Egipto hasta el gran río, el Éufrates'”. O piense
en Deuteronomio 1:7:

Levantad el campamento y avanzad hacia la cordillera de los amorreos; id a todos los pueblos vecinos
en el Arabá, en las montañas, en la Sefela, en el Neguev y a lo largo de la costa, en la tierra de los cananeos
y en el Líbano, hasta el gran río Eufrates”.

Para entender los acontecimientos políticos en el Medio Oriente, uno debe leer la Biblia y no los
comentarios políticos, ¡porque siempre llegan tarde! A lo largo de los siglos, los ríos han sido, y siguen
siendo, los límites entre los pueblos y las orientaciones espirituales.

Por ejemplo, piense en el Rin, que divide Suiza y Alemania, entre otros, y tiene dos orientaciones
espirituales diferentes. Por lo tanto, la importancia del Éufrates como límite natural y espiritual pronto
desaparecerá, cuando la sexta copa de la ira de Dios sea derramada sobre el mundo. Con eso, la barrera
contra los pueblos del lado de la salida del sol (Este) desaparecerá, y entonces Israel estará en el mayor
peligro. Es de notar que los cuatro ángeles de la guerra, mencionados en Apocalipsis 9, están atados por
el Éufrates y necesitan ser desatados allí: “'Desata los cuatro ángeles que están atados junto al gran río
Éufrates'. Los cuatro ángeles que estaban preparados para aquella hora, día, mes y año, fueron soltados
para matar a la tercera parte de la humanidad” (9:14b-15). Con motivo de la explicación de la segunda
parte del capítulo noveno (p. 197), vimos que la consecuencia inmediata de esta liberación es una
catástrofe nuclear, mientras que aquí, con motivo del derramamiento de la sexta copa de la ira, vemos
una primera consecuencia geopolítica y profética: ahora los reyes que vienen de Oriente son atraídos
con poder irresistible a Israel, a Armagedón.

¿Quiénes son los reyes que “vienen del Este”, o “del lado del nacimiento del sol” (RA)? Para reconocerlos
necesitamos estudiar el mapa del mundo y un poco de historia mundial. Estas son las gigantescas
potencias asiáticas, como Japón (que tiene el sol naciente en su bandera), China (la antigua China tenía
un dragón como símbolo) e India. Así como el Espíritu Santo atrae a personas de todas las naciones a
Jesucristo, estos espíritus demoníacos en Apocalipsis 16 atraen a las cabezas de las naciones, y con ellas
a pueblos enteros, a Israel. No sólo los reyes que vienen del oriente, sino todos los reyes de la tierra se
juntarán contra Israel (v.

14). ¿Cuál es el propósito del futuro ataque cuya preparación ya hemos notado? En mi opinión, el
versículo 14 da una respuesta. Allí se describe lo que hacen los espíritus inmundos, que salen de la boca
del dragón, la bestia y el Falso Profeta: “Son espíritus de demonios que hacen señales milagrosas; van a
los reyes de todo el mundo, para reunirlos para la batalla del gran día del Dios todopoderoso” (v. 14).

Esta es la última guerra, que según el versículo 16 tendrá lugar en Armagedón. Por lo tanto, el propósito
de esta reunión es la gran batalla en la que, según Zacarías 14.2, todas las naciones de la tierra se unirán
contra Jerusalén. Esta es la última guerra mundial antes de la venida del Señor.
¿No es horrible que el dragón (Satanás), la primera bestia (Anticristo) y la segunda bestia (Falso Profeta)
formen una trinidad?

Aquí está escrito que de la boca del dragón, de la bestia y del Falso Profeta salen tres espíritus inmundos:
“Entonces vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia, tres espíritus inmundos semejantes a
ranas, y de la boca del Falso Profeta” (v. 13). Qué poderes espirituales destructivos y engañosos proceden
de estos tres, si leemos: “Son espíritus de demonios que hacen señales milagrosas; van a los reyes de
todo el mundo, para reunirlos para la batalla del gran día del Dios todopoderoso” (v. 14). Luego viene la
extraña declaración en el versículo 16: "Entonces los tres espíritus los reunieron en el lugar que en
hebreo se llama Armagedón".

Dios está en control; tiene todo en sus manos! Todos los pueblos de la tierra están reunidos en
Armagedón por fuerzas satánicas con un solo objetivo: la rebelión contra Dios. Sin embargo, su ida a
Armagedón es de Dios. En Apocalipsis 19:19 leemos: "Entonces vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a
sus ejércitos, reunidos para hacer guerra contra el que montaba el caballo y contra su ejército". Este es
Jesucristo con los suyos. Los reyes de la tierra tienen “un propósito y darán su poder y su autoridad a la
bestia. Harán guerra contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey
de reyes; y los llamados, escogidos y fieles vencerán con él” (Ap. 17:13-14). Los "llamados, elegidos y
fieles" representan la iglesia glorificada entre judíos y gentiles.

La guerra de Armagedón, por lo tanto, no será una guerra comercial o una guerra de herencia; tampoco
será una guerra ideológica o una guerra de fronteras. La Batalla de Armagedón se distingue de todas las
guerras anteriores porque es una lucha abierta contra Dios y el Cordero, y esa lucha será decidida por la
aparición personal del Señor Jesucristo con todas sus milicias celestiales. Entonces sus pies estarán
sobre el Monte de los Olivos, como dice el profeta Zacarías en el capítulo 14:4.

Ya en el Salmo 2 vemos que los poderes de la tierra se unen contra el Señor y su Ungido: “¿Por qué se
amotinan las naciones, y los pueblos conspiran en vano? Los reyes de la tierra toman su posición y los
gobernantes conspiran unidos contra el S y contra su ungido, y dicen:

'¡Rompamos sus cadenas en pedazos, echemos de nosotros sus cadenas!'” (Sal 2:1-3). El Diablo conoce
su tiempo y sabe que le queda muy poco tiempo, porque el reino de Jesucristo está cerca; la restauración
de Israel es la señal más llamativa de esto.

Israel está en dolores de parto por la revelación del reino de Cristo en la tierra, porque Israel será una
teocracia y Jerusalén será la capital. Esta es la razón por la cual Satanás reunirá a los pueblos: para
impedir el establecimiento de ese reino por el mayor tiempo posible. Esta es la razón por la que ya existe
este odio ideológico mundial contra todo lo que pertenece a Israel y se refiere a Israel. Lo que Satanás
hace en la última fase de los últimos tiempos es un acto de locura. Podría saber que será derrotado y, sin
embargo, se atreve, porque es su penúltima oportunidad. Por eso juega sus mayores bazas y concentra
todas sus fuerzas disponibles contra el Señor y su Ungido, dando poder a los pueblos.
Los espíritus engañadores son “como ranas” (v. 13). Las ranas son extraños seres anfibios. Viven en las
profundidades oscuras y fangosas, así como en tierra firme bajo el sol. Pueden ocupar la imaginación de
los hombres; tienen miembros similares a ellos. Lo que llama la atención son los ojos extremadamente
grandes y el volumen de voz desproporcionado. A menudo surgen repentinamente de las profundidades.
Una rana tiene algo misterioso y siniestro al respecto. ¿Por qué se comparan estos espíritus inmundos
con ranas?

Ciertamente porque la rana vive tanto en la tierra como en el agua. Estos espíritus engañadores, que
salen de la boca del dragón, la bestia y el Falso Profeta, vagarán tanto por las islas, pienso, por ejemplo,
en los

Gran Bretaña, Japón, Australia, Indonesia, así como los continentes, para incitar a los hombres.
Impulsarán una verdadera campaña antisemita, para que todos los pueblos marchen hacia Armagedón.
Hoy ya podemos ver cómo el antisemitismo se extiende cada vez más, apareciendo aquí y allá. Sin
embargo, como ya hemos dicho, en el fondo se trata de una rebelión declarada contra Dios y su Ungido
y, por tanto, contra el culto y en consecuencia contra su pueblo Israel. El mundo entero, que entonces
marchará unido: la Europa unificada, los Estados Unidos, Canadá, etc. — se unirán bajo un líder y
formarán un reino. Todos tendrán una opinión y le darán a la bestia, el Anticristo, su poder, es decir, su
independencia nacional (17:13).

Todos los pueblos marchan hacia Jerusalén, porque Armagedón incluye a Jerusalén. Las dos primeras
letras de Armagedón significan "montaña", "colina", y Armageddon significa "Colina de Megiddo". La
raíz de la palabra "Megiddo" significa "derrocar", "cortar", "matar". La palabra Armagedón sugiere que
no se trata solo de un lugar, sino que también indica lo que sucedió allí tantas veces y también volverá a
suceder, pero luego en proporciones mucho más gigantescas: un corte, una matanza, un derribo de
arriba. Otra interpretación de la palabra Armagedón es: "derribar lo alto". Este doble sentido
corresponde exactamente al carácter de los acontecimientos, pues lo elevado no sólo es abatido; no, tal
cosa sucede desde arriba. Hay otra interpretación de Armagedón que es muy esclarecedora: "matar". En
todos los casos, el nombre indica hechos que tendrán lugar con motivo de la lucha final de los pueblos.
Así como en la antigüedad la llanura de Meguido fue campo de batalla de los pueblos, como enseña la
historia, será por última vez el punto de reunión de los ejércitos terrenales, que el mismo Dios destruirá
desde lo alto. el medico Clarke, un historiador, escribe: “Desde Nabucodonosor hasta el avance de
Napoleón en Siria, esta llanura siempre fue elegida como campamento de los ejércitos. Judíos, gentiles,
sarracenos, cruzados, egipcios, persas, drusos, turcos y otros pueblos levantaron allí sus tiendas y
dejaron que sus banderas fueran mojadas por el rocío del Tabor y el pequeño Hermón”.

Cabe señalar que, según el versículo 16, este campo de batalla no debe llamarse Megiddo, sino el hebreo
Armagedón (esto se dice expresamente en el Nuevo Testamento griego).

En primer lugar, esto dirige nuestra atención al hecho de que de esta manera se está diciendo
proféticamente que luego nuevamente se hablará hebreo en Israel; por lo tanto, que después de muchos
siglos este idioma volvería a vivir – y desde 1948 el hebreo es nuevamente el idioma oficial de Israel.
Además, de esta manera se dice que no es la llanura de Meguido, sino las colinas de Meguido las que
formarán el campo de batalla. Por lo tanto, el "aire" ("colina", "colina") se refiere tanto a la colina de
importancia estratégica en la llanura de Jezreel como al carácter de la pelea final, que se llevará a cabo
allí. Cuando desciendes del Carmelo, inmediatamente llegas a la llanura de Meguido: la lucha será desde
arriba. De ahí que Megido, por el doble sentido de la palabra, se convierta en “Armagedón”. Esto se
puede entender bien cuando se recuerda que hasta el día de hoy Meguido es un cruce de caminos de los
grandes caminos estratégicos norte-sur y este-oeste, formando un punto de gran importancia estratégica
que da a su poseedor la llave de la parte central y norte de Israel. También en los anales del antiguo
Egipto Meguido se describe como una ciudad de gran importancia estratégica, cuya conquista significó
el equivalente de mil otras ciudades. Así que también es esclarecedor que el rey Salomón hizo que
Meguido fuera fortificado de una manera especial (1 Reyes 9:15).

Además del punto de vista estratégico, Megido ocupa un lugar aún más especial en la Escritura porque
fue y será un lugar del juicio de Dios: “Entonces los tres espíritus los reunieron en el lugar que en hebreo
se llama Armagedón” (v. 16). Esta llanura comienza a los pies del Carmelo. Allí será el lugar de reunión
de los reyes del norte, del sur, del este y del oeste y el lugar de reunión de sus ejércitos; pero la gran
llanura de Meguido, o Jezreel, como también se la llama, no será suficiente para recibir a todos los
innumerables ejércitos; y así como en la antigüedad el nombre de la fortaleza de Meguido se transfirió
a toda la llanura de Jezreel, así Armagedón del futuro se extenderá a las montañas adyacentes de Israel.
El profeta Joel dice: “Multitudes, multitudes en el Valle de la Decisión” (Joel 3:14). El arroyo de Kishon
atraviesa la llanura de Megiddo, donde Elías una vez mató a los cuatrocientos sacerdotes de Baal. Ahora
toda la llanura sigue tranquila y en paz. Incluso con las fuerzas armadas israelíes teniendo pistas para
su fuerza aérea allí, nada indica esta terrible batalla final de los pueblos que se llevará a cabo allí.

Sin embargo, los que tienen los ojos y los oídos abiertos ven cómo las naciones son cada vez más atacadas
por el bacilo antisemita, aunque hoy se use una palabra moderna, es decir, “antisionismo”.
Políticamente, la manifestación contra Jerusalén ya es un hecho, pues incluso la ONU ha condenado el
sionismo como “una forma de racismo y discriminación racial”. Nota 12 Como resultado, se niega
fundamentalmente el derecho de Israel a existir, ya que la palabra sionismo significa "movimiento para
la fundación y garantía de un estado nacional judío". Por lo tanto, el sionismo es el deseo de los judíos
de regresar a su patria: Sion. Políticamente, por lo tanto, el mundo ya se ha puesto claramente en contra
de Jerusalén. El general prusiano Carl von Clausewitz (1780-1831) dijo con razón: “La guerra es la
continuación de la política por otros medios”. De esta manera, la marcha contra Jerusalén ya ha
comenzado políticamente, y pronto seguirá el avance militar. Los ejércitos de millones que se reunirán
allí se extenderán por millas, para que la batalla final y decisiva de Armagedón llegue a Jerusalén.

El profeta Zacarías habla de esto en el capítulo 12:9: “En aquel día procuraré destruir a todas las naciones
que atacan a Jerusalén”. Y en Zacarías 14:2 leemos: “Reuniré a todos los pueblos para pelear contra
Jerusalén; la ciudad será conquistada, las casas saqueadas y las mujeres violadas. La mitad de la
población será llevada al destierro, pero el resto del pueblo no será sacado de la ciudad”. Joel habla en
el capítulo 3.12 que las naciones avanzan "hacia el valle de Josafat".

Esta designación del valle es también tanto local como típica, porque "Josafat" significa "el Señor juzga".
El valle de Josafat es idéntico a Armagedón; es el valle donde el Señor juzgará. En Joel 3:14 leemos sobre
el “valle de la Decisión”. La Sagrada Escritura es siempre muy exacta en el uso de los nombres. No
significan ni demasiado ni demasiado poco. Por eso los nombres bíblicos son de gran ayuda para explicar
los pasajes donde aparecen. En el estudio de la lucha del rey Josafat contra los hombres de Amón, Moab
y el monte Seir, cuando Josafat recibió la noticia de que una gran multitud venía contra Jerusalén (2Cr
20), vemos, por ejemplo, que esta lucha, en sus mismas características especiales, se asemeja totalmente
a la de Armagedón. Allí también fracasó toda la capacidad guerrera humana. Pero Josafat comenzó a
buscar al Señor y proclamó un ayuno. El Señor lo escuchó y animó a Josafat por medio del profeta: “'No
tengas miedo ni te desanimes a causa de este gran ejército. Porque la batalla no es vuestra, sino de Dios.
No necesitarás pelear esta batalla.

Tomen sus posiciones, manténganse firmes y vean la liberación que dará el Señor, oh Judá, oh Jerusalén.
No tengas miedo ni te desanimes. Sal a enfrentarlos mañana, y los S estarán contigo. Josafat se postró
sobre su rostro en tierra, y todo el pueblo de Judá y de Jerusalén se postró en adoración delante de
Jehová” (2 Crónicas 20:15b, 17-18). ¿Qué sucedió? “Al amanecer partieron hacia el desierto de Tecoa.
Cuando se iban, Josafat les dijo: ¡Escuchadme, Judá y habitantes de Jerusalén! Ten fe en el Señor, tu
Dios, y serás sostenido; ten fe en los profetas del Señor, y obtendrás la victoria.' Después de consultar al
pueblo, Josafat nombró a algunos hombres para que cantaran al S... Cuando comenzaron a cantar y
cantar alabanzas, el Señor preparó emboscadas contra los hombres de Amón, Moab y el monte Seir, que
estaban invadiendo Judá, y ellos fueron derrotados. Los amonitas y moabitas atacaron a los del monte
Seir para destruirlos y aniquilarlos. Después que mataron a los hombres de Seir, se destruyeron unos a
otros” (2 Crónicas 20:20-21a, 22-23). Esta es sin duda la razón por la cual Armagedón a menudo se
llama el "valle de Josafat", porque esta lucha es muy similar a la lucha final de los pueblos en Armagedón.

Si nosotros, como creyentes del nuevo pacto, tenemos que enfrentar el espíritu de Armagedón en nuestra
lucha espiritual, ¡entonces debemos hacer lo que hizo el rey Josafat junto con Judá! Tenemos que alabar
y dar gracias. Así el Señor preparará una “emboscada”. Alabar y dar gracias frente al enemigo demasiado
fuerte es la mayor expresión de fe. En la lucha final de los pueblos en Armagedón, Israel será

inundado de ejércitos extranjeros, por lo que el Tzahal, el ejército israelí, será impotente. Nota 13
Entonces sucederá lo extraordinario, con la intervención de lo alto para destruir lo anterior: ¡Jesucristo
vendrá!

Cuando hablamos de la batalla de Armagedón, debemos recordar que, al final, el foco de la lucha será
Jerusalén. Directa o indirectamente, de alguna manera, todo siempre gira en torno a Jerusalén.
Pensemos en todos los conflictos que ya han tenido lugar entre países árabes, como entre Irán e Irak o
Jordania y Siria.
Estos traen alivio a Israel, porque de esta manera se destruyen las armas que podrían usar contra Israel.
En cualquier caso, la fraternidad entre los árabes es de piernas cortas. Se cumplirá lo que dice el Señor
en Isaías 19:2: “Incitaré a egipcio contra egipcio; cada uno peleará contra su hermano, vecino contra
vecino, ciudad contra ciudad, reino contra reino.” Esto será un alivio para Israel. Sin embargo, la
verdadera liberación de Israel en la lucha de Armagedón será la aparición del Mesías, cuando regrese
con gran poder y gloria con sus fieles elegidos.

Es esclarecedor que el nombre Armagedón no sea desconocido en nuestra era moderna. Tanto en la
Primera Guerra Mundial (1914-1918) como en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) ya se hablaba de
ello. Es una palabra que describe un conflicto mundial generalizado. Pero en el sentido absoluto y literal
Armagedón es incomparable: "Entonces los tres espíritus los reunieron en el lugar que en hebreo se
llama Armagedón". Tampoco necesitamos buscar en los anales de la historia mundial un evento que
pueda representar el cumplimiento de este pasaje de las Escrituras, porque Armagedón es único. Este
evento tiene su lugar especial, tiempo especial y carácter especial, porque en todo momento Israel ha
sido el centro de tres continentes y el escenario de los actos especiales de Dios. Allí Dios se reveló a
Abraham y a su descendencia. Allí también se logró la maravillosa victoria del Gólgota por medio de
Jesucristo, y allí Dios ajustará cuentas con los pueblos y ejércitos demoníacos. Eventualmente, el trono
de David también se restablecerá allí.

Armagedón es único, a pesar de que, según Ezequiel 38–39, un día Rusia invadirá Israel. Ella será
“arrastrada” y llevada a Israel. A pesar de lo terrible que es esta guerra, la traducción inglesa King James
dice que el 87% de los ejércitos comunistas serán aniquilados sobre las colinas y los campos de Israel,
no será comparable a la de Armagedón. En la batalla de Armagedón no se trata del dominio de uno u
otro pueblo sobre tierra o mar; tampoco se trata de la expansión de un país o de metas económicas. No,
Armagedón decidirá quién tendrá pleno dominio sobre esta tierra. La bestia, el Anticristo, se opondrá
públicamente al Rey de Reyes ungido por Satanás contra el Rey de Reyes ungido por Dios. Dios mismo
dice: “He puesto a mi rey en Sion, en mi santo monte” (Sal 2, 6). En Armagedón se librará la lucha final
entre Cristo y el Anticristo, cuyo resultado ya fue anunciado a la séptima trompeta, en Apocalipsis 11:15:
“... y hubo grandes voces en el cielo, que decían: El reino del mundo se ha convertido en el reino de
nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos'”. Esa fue la proclamación, el anuncio
del reinado de Cristo sobre los reinos de este mundo.

En Apocalipsis 16 el cumplimiento ahora tiene lugar después de la batalla de Armagedón, bajo la sexta
de las siete postreras plagas. Es notable que en el Nuevo Testamento solo se mencionan cuatro
"aleluyas": tres de ellos se cantan en los juicios sobre Babilonia y el cuarto después de la batalla de
Armagedón, al comienzo del reinado de Cristo y las bodas del Cordero asociado con él. Así está escrito
en Apocalipsis 19:5-7: “Entonces vino una voz del trono, que decía:

"¡Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos, los que le teméis, así pequeños como grandes!" Entonces oí
algo como el estruendo de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y de un gran trueno,
que clamaba: '¡Aleluya!, porque el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso, reina. ¡Alegrémonos!
¡Alegrémonos y démosle gloria! Porque ha llegado el tiempo de las bodas del Cordero, y su novia se ha
preparado.'” El Señor Jesucristo establecerá su reino en Israel y desde allí ejercerá su bendito dominio
de paz sobre el mundo. La razón por la que Israel no puede ver esto hasta el día de hoy es solo por las
naciones, porque Romanos 11:25 dice: "Israel experimentó un endurecimiento en parte, hasta que venga
la plenitud de los gentiles". La ceguera de Israel durará hasta el tiempo en que se alcance la plenitud de
los gentiles, hasta el tiempo en que se le abran los ojos a la última de las naciones. Entonces ocurrirá el
rapto de la iglesia y luego comenzará la gran tribulación, con sus olas de juicios y la gran batalla final en
Armagedón. Entonces Jesucristo volverá e Israel lo verá, volviéndose al que traspasaron.

Cuando la batalla de Armagedón, que es una realización visible del Salmo 2:1-3, se libra con toda su
furia, el tiempo del silencio de Dios habrá terminado. Entonces se cumplirán los siguientes tres
versículos del Salmo 2: “El que mora en los cielos se ríe; el Señor se burla de ellos. En su ira les hablará
a su tiempo, y en su furor los confundirá. Pero yo he hecho mi Rey en mi santo monte de Sión” (RA).
Dios ve a todas las naciones desde su perspectiva divina y las confronta con su “pero” divino. Ve al
ejército ruso con sus misiles y tanques; ve los poderosos ejércitos del Imperio Romano y se burla de
ellos.

Tan terrible como es Armagedón, citamos nuevamente las palabras de Dios sobre él: "Pero yo he puesto
a mi Rey en mi santo monte de Sión". En las palabras "Yo, sin embargo" está contenida la respuesta de
Dios al Armagedón. Allí el orgullo del hombre habrá llegado a su clímax, y entonces habrá llegado el
momento en que Dios desenmascarará a Satanás y sus espíritus mentirosos. Entonces la cuestión del
dominio mundial quedará resuelta para siempre y Dios será justificado ante los ojos de todos los seres
vivos. Se cumplirá la palabra del profeta Zacarías, en el capítulo 14.9: “Oh serás rey de toda la tierra. En
ese día solo habrá un S y su nombre será el único nombre”. La risa del hombre cesará y comenzará el
tiempo de la risa de Dios, porque la piedra -que Dios puso por piedra angular, pero que fue desechada
por los hombres, como está escrito en el Salmo 118,22- aplastará entonces la imagen obstinada de las
naciones, que Nabucodonosor ya había visto en su sueño (cf. Dan 2).

Dios da tiempo a todos, también a ti. Aparentemente puedes hacer lo que quieras; puede rebelarse
contra él; puede rechazar a su Hijo, Jesucristo, lo permite, porque deja que todo madure para el juicio.
También permite que Satanás, la bestia y el Falso Profeta actúen libremente; permite la libre acción de
los espíritus inmundos. De esta manera, los hombres no tienen excusa. Satanás tampoco tendrá razón
para acusar a Dios de restringirlo en su esfuerzo por ganar a los hombres para sí. Dios dejó que Satanás
corriera libre para tentar a Job. Sin embargo, cuando todas las personas se reúnan para la batalla en ese
gran día de Dios Todopoderoso, la paciencia de Dios habrá terminado y sucederá la última confrontación
entre el Cordero y la serpiente, entre Cristo y el Anticristo, entre Dios y Satanás. Entonces la victoria de
Jesús, conquistada en la cruz del Gólgota, se ejercerá plenamente contra todos los poderes de las
tinieblas. Entonces Israel tendrá Shalom, es decir, paz.

Lo que encontramos hoy individualmente en personas en poder y maldad aparecerá agrupado en


Armagedón: todos los poderes humanos y demoníacos se reunirán allí, a saber, el dragón, la bestia, el
Falso Profeta, los reyes de la tierra, los espíritus inmundos. Marcharán hacia Armagedón con el
armamento más terrible y los inventos más desarrollados del espíritu humano, por ejemplo, la bomba
de hidrógeno, las armas biológicas y otras armas terribles.

Allí se revelará la suma de toda la capacidad humana. Dios permite que se alcance este clímax; se calla
Entonces, sin embargo, su tiempo de silencio definitivamente terminará. Entonces se cumplirá la
palabra de Isaías 42:14: “Por mucho tiempo estuve callado; Guardé silencio y me contuve; pero ahora
clamaré como mujer de parto, y los dejaré a todos desolados y a una los devoraré” (ACF). Cuando
observamos los acontecimientos de nuestros días, nos aterroriza la amenaza a Israel y Jerusalén. Sin
embargo, la situación todavía va a empeorar mucho. Israel estará rodeado de ejércitos.

Al principio parecerá que la intención de las diferentes naciones (de destruir a Israel en su propio país)
tendrá éxito, pues conquistarán y sitiarán la ciudad. Sin embargo, cuando la aflicción y la tribulación de
Israel lleguen a su clímax, el Señor saldrá, como en día de batalla, como está escrito en Zacarías 14:3,
Jueces 5 e Isaías 9. Esto sucederá cuando los pueblos tomen las casas de Jerusalén. Sin embargo, serán
como paja que esparce el viento, o como arboleda quemada por el fuego. Entonces habrá llegado el gran
momento en que Cristo aparecerá con todos sus santos. Joel 3,11 habla de esta venida de Cristo con sus
“guerreros” (cf. tb. Zac 14,4-5). ¡Entonces Zacarías 14.4 será un hecho! Esta venida de Jesús precede a
su venida en el aire, cuando la gran multitud que se levantará de entre los muertos y los renacidos aún
vivos serán arrebatados para recibirlo. Está escrito en 1 Tesalonicenses 4:16: “Porque con el
mandamiento dado, con voz de arcángel y trompeta de Dios, el Señor mismo descenderá del cielo, y los
muertos en Cristo resucitarán primero”. Esto puede suceder en cualquier momento. Luego aparecerá
con su pueblo en el Monte de los Olivos. Primero vendrá con gran poder y gloria a las naciones, las cuales
clamarán con asombro. Después, sin embargo, vendrá también a Israel, pero como Sumo Sacerdote y
Mesías, y todo Israel será convertido y bendecido.

En Apocalipsis 16:15 escuchamos de repente la insistente advertencia de la boca del Cristo alto: “¡He
aquí, vengo como ladrón!

Dichoso el que vela y lleva consigo su ropa, para que no ande desnudo y no se vea su vergüenza.” No es
casualidad que la voz de Jesús resuene en medio de los acontecimientos de los últimos tiempos, cuando
los poderes del engaño antisemita en la política, el ejército y la religión se extienden por tierra y mar.
Esta lucha no es solo alrededor de Jerusalén, sino también alrededor de ti: por tu alma. El paralelo entre
los crecientes peligros y las luchas alrededor de Jerusalén y alrededor de tu alma es inevitable, porque
fue en Jerusalén donde Jesús murió en la cruz del Gólgota y gritó: "¡Consumado es!" Allí fue sepultado,
allí ascendió al cielo, ¡y allí regresará con gran poder y gloria! ¡Así que ten cuidado, porque vendrá como
un ladrón en la noche!
La Séptima Copa de la Ira (Apocalipsis 16:17-21)

17 El séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, del trono,
diciendo: Hecho está.

18 Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande,
cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.

19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran
Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira.

20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.

21 Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres
blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.

La séptima copa de la ira, que ahora se derrama, es un juicio tan terrible que ni siquiera podemos
imaginarlo. Aunque se nos describa sólo en frases cortas, la amplitud de este juicio revela el exceso de
perversión que existirá entonces en el mundo, en la humanidad anticristiana.

Al derramarse esta última copa de ira, salió una voz del trono de los cielos, de la cual procedía el juicio
divino: "¡Hecho está!" Esto parece un mensaje de finalización. Debe recordarse que este terrible juicio
no tenía por qué haber tenido lugar, es decir, no tenía por qué haber tenido lugar, porque el juicio sobre
todos los hombres de todos los tiempos fue ejecutado vicariamente sobre Jesucristo cuando él, muriendo
en la cruz del Gólgota, exclamó: ¡consumado!” Sin embargo, nuestro mundo actual ya no quiere saber
nada de su sacrificio expiatorio, mucho menos el mundo anticristiano.

Cuando la iglesia de Jesús haya desaparecido de este mundo - y con ella el freno contra la maldad - ya
no habrá ningún deseo de saber nada sobre el sacrificio expiatorio y la sangre derramada de Jesús, para
que no quede nada para la humanidad anticristiana. decir, en sentido figurado, lo que está escrito en
Hebreos 10:26-27, 29-31: “Si continuamos pecando voluntariamente después de haber recibido el
conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino sólo un temible expectación
de juicio y fuego intenso que consumirá a los enemigos de Dios. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que
merece el que pisotea al Hijo de Dios, profana la sangre de la alianza en la que fue santificado e insulta
al Espíritu de gracia? Porque conocemos al que dijo: 'La venganza me pertenece; yo pagaré'; y otra vez,
'El Señor juzgará a su pueblo'. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”. Esta es la situación
debido a la séptima copa de la ira, cuando la venganza, la santidad y la justicia de Dios juzgan a un
mundo que ha rechazado su sacrificio. Entonces el Anticristo habrá tomado el dominio en lugar de
Cristo. Las consecuencias de esta séptima copa de ira, con su propagación, se explican en detalle en la
segunda mitad del capítulo 17 y en el capítulo 18. Estas destrucciones no tienen precedentes en la historia
humana.
“Entonces hubo relámpagos, voces, truenos...” (v. 18a). Podríamos llamar a este pasaje un preludio en
el aire, porque el séptimo ángel vierte su copa de ira en el aire. Por lo tanto, el juicio comienza en el aire
y luego es arrojado a la tierra. Comienza con truenos, voces y relámpagos. Las condiciones geográficas
existentes hasta ahora en la tierra serán completamente deshechas. Así, truenos, relámpagos y voces
son, en cierto modo, convulsiones en el aire que estallarán en la tierra.

De acuerdo con los resultados de investigación generalmente aceptados, se supone que antes del Diluvio,
es decir, antes del primer juicio mundial, la tierra tenía una apariencia completamente diferente a la que
tiene hoy. David Watson, en su libro Weltschöpfung und Urgeschichte aus wissenschaftlicher Sicht [La
creación del mundo y la historia temprana desde un punto de vista científico], dice muchas cosas
esclarecedoras sobre la situación anterior al diluvio y las condiciones climáticas. Él es de la opinión de
que las montañas más altas que conocemos actualmente ni siquiera existían antes del Diluvio.
Probablemente se levantaron solo después del Diluvio, que creó las cuencas oceánicas profundas para
absorber grandes cantidades de agua del diluvio absurdo.

Esta afirmación puede ser fundamentada bíblicamente, pues en el Salmo 104:6-8 está escrito: “Con las
corrientes del abismo la cubriste como con un manto; las aguas subieron sobre las montañas. A tus
amenazas huyeron las aguas, al sonido de tu trueno huyeron; subieron las montañas y fluyeron a través
de los valles a los lugares que les diste.” El juicio único a través de los cuerpos de agua transformó el
mundo antediluviano.

Para comprender mejor los juicios de la séptima copa de la ira, debemos mirar hacia atrás. Entonces,
antes del Diluvio, la tierra también era redonda, pero más plana que hoy, y los mares no eran tan
profundos. En el tercer día de la Creación se dice que Dios reunió las aguas en un solo lugar y no en
diferentes lugares, y que la tierra seca y el mar fueron separados. Esto parece indicar que antes del
Diluvio no había mares interiores, como el Mar de Aral, situado a 50 metros sobre el nivel del mar, o el
Mar Muerto, que está a 400 metros bajo el nivel del mar, sino mares que tenían el mismo nivel y
formaban una sola gran superficie de agua. Muchos científicos tienen dificultades para creer que los
continentes se levantaron en un solo día desde las profundidades de los mares. Nadie sabe cómo sucedió
esto, ¡pero el poder creativo de Dios es inmensamente grande! Cuando hablamos de continentes
antediluvianos, no nos referimos a continentes en el sentido actual, sino a toda la superficie de la tierra.
Creemos que solo había un gran continente.

Los truenos, los relámpagos y las voces de la séptima copa de la ira vendrán al final de la gran tribulación,
y entonces seguramente se cumplirá lo que dice el Señor en Hebreos 12:25-26: “¡Cuidado! No rechaces
al que habla. Si no escaparon los que rehusaron escuchar al que les amonestaba en la tierra, ¿cuánto
más nosotros, si nos apartamos del que nos amonesta desde el cielo? Aquel cuya voz una vez sacudió la
tierra, ahora promete: 'Sin embargo, una vez más haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo.'
Y luego continuamos leyendo en Hebreos 12:27-29: “Las palabras 'una vez más' indican la eliminación
de lo que se puede mover, es decir, las cosas creadas, para que permanezca lo que no se puede mover.
Por lo tanto, ya que estamos recibiendo un Reino inconmovible, seamos agradecidos y adoremos a Dios
aceptablemente, con reverencia y asombro, porque nuestro 'Dios es fuego consumidor'”. ¡Así será
cuando se derrame la séptima copa de la ira! Toda la atmósfera se llenará de truenos, relámpagos y
voces, mientras que el mundo será sacudido por un violento terremoto: “... un fuerte terremoto. Nunca
hubo un terremoto tan poderoso como éste desde que el hombre existe sobre la tierra” (v. 18). El profeta
Isaías ya vio y describió este terremoto nunca antes visto: “¡La tierra se desgarra, se destruye, se
estremece! La tierra se tambalea como un borracho, se balancea como una choza al viento; ¡Tan pesada
es para ella la culpa de su rebelión que cae para no volver a levantarse! En ese día, el Señor castigará a
los poderes de arriba en los cielos ya los reyes de la tierra abajo.

Serán reunidos como prisioneros en un calabozo, encerrados en una prisión y castigados después de
muchos días. La luna será humillada y el sol avergonzado; porque el Señor de los ejércitos reinará en el
monte Sion y en Jerusalén, gloriosos en la presencia de sus líderes!” (Isaías 24:19-23).

“La gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones se derrumbaron” (16:19a). La
"gran ciudad" es sin duda Jerusalén, porque se hace una clara distinción entre "las ciudades de las
naciones" y esa gran ciudad. Para que incluso los necios no identifiquen mal esta ciudad, está escrito en
el capítulo 11:8: "... de la gran ciudad que en sentido figurado se llama Sodoma y Egipto, donde también
su Señor fue crucificado". Cuando se derrame la séptima copa de la ira, las ciudades de las naciones
serán destruidas, pero Jerusalén será dividida en tres partes. Cuando eso suceda, Jerusalén se
convertirá, en el verdadero sentido de la palabra, en una ciudad portuaria, porque entonces habrá
llegado el momento del terrible juicio cuando el Señor Jesús regresará en gran poder y gloria.

De ese momento está escrito, en Zacarías 14:4: “En aquel día se afirmarán sus pies sobre el monte de los
Olivos, al oriente de Jerusalén, y el monte se dividirá en dos, de oriente a occidente, por un gran valle;
la mitad del monte se moverá hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur”. Además, también debemos
leer lo que está escrito en Zacarías 14:8-9: “En aquel día [es decir, cuando la tierra de Jerusalén se divida
en tres partes], muchas aguas correrán de Jerusalén, la mitad de ellas hacia el este mar [mar Muerto] y
la otra mitad al mar occidental [mar Mediterráneo]. Esto sucederá tanto en verano como en invierno.
OS será rey de toda la tierra..." Ezequiel 47:1-8 también describe esto.

¡El maravilloso lado bueno de la séptima copa de la ira es el regreso del Señor con su iglesia glorificada!
La ruptura de Jerusalén tiene, además, un significado muy profundo de juicio. Pensemos en los
diferentes montes de Jerusalén: el monte Moriah, sobre el que se construyó el templo, la morada de Dios
Padre (ahora sigue allí la Cúpula de la Roca). El otro monte o colina se llama Gólgota. Allí Dios Hijo
quitó el pecado del mundo y venció a Satanás. El tercer monte es el Monte de los Olivos, sobre el cual
estarán entonces vuestros pies. El Monte de los Olivos es una representación de Dios Espíritu Santo. Ya
en el capítulo 11.13 vimos un fuerte terremoto que sacude

Jerusalén justo antes de que se escuche la última trompeta. La consecuencia de ese terremoto fue que la
décima parte de la ciudad se derrumbó y siete mil personas murieron, mientras que el resto dio gloria
al Dios del cielo. Aquí, sin embargo, Juan ve cómo la ciudad edificada sobre tres elevaciones —la ciudad
alta, la ciudad baja y el Monte del Templo— se divide en tres partes a causa del terrible terremoto de la
séptima copa de la ira, y las ciudades de las naciones caen.

Es como si las tres personas del Dios uno y trino en una sola persona -pero cada una con su tarea de
juicio- estuvieran actuando: Dios Padre hace derramar su copa de ira; Dios el Hijo aparece en gran poder
y gloria; Dios Espíritu Santo será derramado en Jerusalén como Espíritu de gracia sobre los hijos de
Israel (cf. Zac 12,10). Esta ruptura de Jerusalén es también un juicio porque despreciaron que el eterno
Hijo de Dios, Jesucristo, que desde la eternidad era uno con su Padre, fuera arrancado de su Padre en
Jerusalén, en la cruz del Gólgota, para que pudiéramos estar nuevamente unidos. con Dios. Allí gritó:
“¡Dios mío! ¡Dios mio! ¿Por qué me dejaste?" (Mt 27,46), para que tengamos eterna comunión con él.
¡Oh, que a través de la vista de esos cambios violentos de juicios en la tierra, que tendrán lugar después
del arrebatamiento de la iglesia, incluso ahora debería haber cambios violentos en muchos corazones!
El profeta Joel exclama en el capítulo 2:13:

"Arranca tu corazón, no tu ropa".

Al mismo tiempo que se produce la división de Jerusalén, se producen también gigantescos cambios
continentales, pues no sólo caen todas las ciudades de las naciones, sino que “todas las islas huyen y los
montes desaparecen” (v. 20). Como ya hemos dicho, a menudo se supone que ya en la antigüedad la
tierra fue dividida, y se cita Génesis 10:25: “A Heber le nacieron dos hijos: uno de ellos se llamó Peleg,
porque en su tiempo la tierra se dividió…”.

Pelegue significa "dividido". Muchos piensan erróneamente que esto se refiere a la confusión de lenguas
en Génesis 11, pero este no es el caso, porque allí los hombres fueron esparcidos por toda la tierra. Esto
es también lo que está escrito en el texto original. Génesis 10:25, sin embargo, debe entenderse
geográficamente. Si Dios, según Génesis 1.10, hizo una clara línea de separación entre la tierra seca y las
aguas, en el tercer día de la Creación, en tiempos de Peleg se produjo claramente una rápida separación
de la tierra, es decir, un desplazamiento de los continentes, después, ya después del Diluvio, debieron
producirse enormes cambios geográficos, geológicos y climáticos. Estos hechos históricos están
confirmados por los resultados de investigaciones recientes, porque, incluso como un profano, se puede
ver cuando tomas un globo terráqueo o un mapamundi: es posible juntar los diferentes continentes
como un rompecabezas; encajan perfectamente.

Para entender mejor lo que sucede en el momento de la séptima copa de la ira, debemos mirar estos
antecedentes, porque, según tengo entendido, los diferentes continentes se unirán nuevamente, tal
como lo estaban antes de Génesis 11. Según el versículo 20 de nuestro capítulo, pues en el momento de
la séptima copa de la ira, las islas y las montañas desaparecerán o se fusionarán, así como habrá, al
comienzo del milenio, una reunificación política mundial. No habrá más bloque oriental y bloque
occidental. Al contrario, toda la tierra será llena del conocimiento del Señor (Hab 2,14). Sin embargo,
esta reunificación pacífica de los pueblos, este reino de paz que se extenderá por todo el mundo, sólo se
establecerá a través de Jerusalén. Primero los pueblos deben marchar a Jerusalén para ser juzgados allí.
¿Son estos los cielos nuevos y la tierra nueva prometidos? No y sí. No, porque la tierra antigua no pasará
cuando el Señor regrese. Sí, porque la apariencia de la tierra cambiará radicalmente.

No está escrito cuántos montículos desaparecerán definitivamente. Si está escrito que las islas
“huyeron”, esto no significa que dejarán de existir, sino que han cambiado de ubicación y apariencia.

Estos enormes cambios también darán como resultado un clima diferente.

Después de estos terribles juicios, incluso el carácter de los hombres y los animales será completamente
diferente. Lo leemos en el profeta Isaías: “El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con la
cabra, el becerro, el león y el becerro engordado pacerán juntos; y un niño los guiará. La vaca pacerá con
la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. El niño pequeño jugará cerca del
escondite de la serpiente, el niño pondrá su mano en el nido de la víbora. Nadie hará daño ni destruirá
nada en todo mi santo monte, porque la tierra se llenará del conocimiento del Señor como las aguas
cubren el mar. En aquel día buscarán las naciones la Raíz de Jesé, el cual será por bandera al pueblo, y
su lugar de reposo será glorioso” (Isaías 11:6-10). ¡La Raíz de Jesé es Jesucristo!

En todos estos juicios terribles y transformadores, en los que ciudades y pueblos caerán repentinamente,
los hombres tratarán de huir al campo abierto. Cualquiera que haya presenciado alguna vez un fuerte
terremoto sabe que, en ese momento, existe una compulsión instintiva de huir a lugares abiertos.
¡Cuánto más será así cuando huyan las islas y desaparezcan las montañas! Entonces, sin embargo, les
sobreviene una nueva y terrible catástrofe: “Enormes piedras de granizo, de unos treinta y cinco kilos
cada una, cayeron del cielo sobre los hombres” (v. 21a). ¡Imagínese el terror de los hombres cuando de
repente comienzan a desmoronarse pedazos de hielo que pesan alrededor de treinta kilos! Sin embargo,
esto tampoco llevará a la humanidad anticristiana a convertirse, ya que producirá un endurecimiento
aún mayor: “…blasfemaron contra Dios a causa del granizo, porque la plaga era terrible” (v. 21b). Por
tanto, cuanto mayor es la plaga, más airadas son las blasfemias de los hombres endurecidos. ¡Que el
Señor dé la gracia para que nadie que lea este libro tenga que experimentar tal plaga! Sin embargo,
cualquiera que no participe en el rapto experimentará cosas terribles. ¡Así que conviértete hoy!

Jeremías también vio las cosas terribles que vemos en Apocalipsis 16. Él dice: “Miré la tierra, y estaba
desordenada y vacía; a los cielos, y su luz se apagó. Miré los cerros y estaban temblando; todas las colinas
se balancearon. Miré, y no había más gente; todas las aves del cielo habían huido en vuelo.

Miré, y la tierra fértil era un desierto; todas sus ciudades estaban en ruinas a causa del Señor, a causa
del fuego de su ira. Así dice el Señor: 'Toda esta tierra será asolada, aunque yo no la destruiré del todo'”
(Jeremías 4:23-27).

Ya hemos oído hablar dos veces de la catástrofe que sobrevendrá a Babilonia la grande: la primera en el
capítulo 14.8, donde está escrito: “¡Ha caído!
¡Ha caído Babilonia la grande, la que hizo beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación!”
Ese fue el anuncio anticipado de las cosas terribles que le sobrevendrían. Luego en el capítulo 16:19:

“Dios se acordó de Babilonia la grande y le dio la copa del vino del furor de su ira.” Aquí se menciona
que Dios se acordó de darle a Babilonia la copa del vino del furor de su ira. Los detalles de este flagelo,
así como el carácter de esta misteriosa personalidad, se describen en los siguientes capítulos. La primera
mención de la gran Babilonia precedió a los acontecimientos. Aquí, en la ejecución del juicio sobre
Babilonia, se da una breve reseña, y lo que se ha resumido brevemente antes se describe con todo detalle.
El tema en sí es uno de los más importantes en Apocalipsis y todas las profecías en general. Resultó
difícil y claro. El hecho de que, por ejemplo, Roma y el sistema romano estén incluidos en la visión es
ciertamente cierto. Sin embargo, el punto de que la repentina caída de la gran Babilonia significaría sólo
la caída, es decir, la destrucción, de la ciudad de Roma debe ser negado decididamente. Debemos
interpretar las palabras de la visión de Juan tal como están escritas. Por eso en el estudio de los
siguientes capítulos es importante también acudir al Dios vivo, pidiéndole que abra nuestro
entendimiento, es decir, nuestro razonamiento, para que no nos equivoquemos, sino que entendamos
lo que él quiere que vea su pueblo. en estas visiones santificado.
XX
El Juicio Sobre Babilonia
(Ap 17.1-6)

“1 Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete
copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la
sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre
muchas aguas;
2 con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores
de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
3 Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada
sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que
tenía siete cabezas y diez cuernos.
4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada
de oro de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un
cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su
fornicación;
5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA
GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS
ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
6 Vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de
los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran
asombro.”
E n el verso 19b ya leemos sobre Babilonia: “Dios se acordó de Babilonia la grande, y le dio la copa
del vino del furor de su ira”. Dejé este versículo a propósito en el capítulo anterior, ya que se refiere
a otro tema: el juicio sobre Babilonia. ¡Debe ser alguien o algo muy abominable, porque esta Babilonia
no es solo el objeto de la ira de Dios, sino el objeto de "el furor de su ira"! En el capítulo 14.8 la caída de
Babilonia es proclamada por un ángel de Dios. Aquí, en el capítulo 17, se nos describe por primera vez
el carácter de Babilonia como ciudad. Juan ve a una mujer sentada en el desierto, en medio de los
terribles juicios de los últimos tiempos y la destrucción del mundo. En el versículo 1 se llama a la mujer
"la gran ramera", y en el versículo 5, "LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS PERTURBACIONES
DE LA TIERRA". La ramera Babilonia es todo lo contrario de la novia del Cordero luego arrebatado, la
iglesia de Jesús, de la cual Pablo habla como un misterio. También aquí se habla dos veces de un
misterio:

“En su frente tenía esta inscripción: MISTERIO...” (v. 5). “Explicaré el misterio de esta mujer y de la
bestia...” (v. 7). Según el versículo 1, la mujer está "sentada sobre muchas aguas". El versículo 15 muestra
lo que son estas aguas: "Las aguas que viste, donde está sentada la ramera, son pueblos, muchedumbres,
naciones y lenguas".

Analicemos todo en secuencia como lo describí en mi libro En las Sombras de la Futura Guerra
Mundial: mientras que Apocalipsis 13 describe el Imperio Romano restaurado, encabezado por la bestia,
Apocalipsis 17 nos muestra algo nuevo, a saber, que esta poderosa bestia será guiada por una mujer. Un
contraste repugnante: una mujer y una bestia. Después de todo, en las Escrituras se usa a la mujer como
figura de la iglesia o, al menos, de una corporación espiritual. Esto es lo que vemos por ejemplo en
Apocalipsis 12, donde se representa a Israel como una mujer. La iglesia de Jesús también es
representada como una mujer, como la novia del Cordero (Apoc. 21:9); mientras que la iglesia mundial
sin Cristo se presenta como la mujer de la bestia. Jesucristo vendrá con los suyos, pero la bestia también
vendrá con los suyos. En Apocalipsis 17 vemos a la mujer como la ramera “que está sentada sobre
muchas aguas” (v. 1). Esta mujer estaba “vestida de púrpura y de rojo y adornada con oro, piedras
preciosas y perlas” (v. 4). Se la llama “MADRE DE LAS RAMERAS” (v. 5). Además, estaba “borracha
con la sangre de los santos, la sangre de los testigos de Jesús” (v. 6). Así sabremos quién es.

En principio, en esta mujer descarriada no podemos ver nada más que la iglesia romana, aunque sea
como un embrión; después de todo, ningún otro poder en el mundo se corresponde tanto con el descrito
en Apocalipsis 17. Cualquiera que conozca la historia sabe que la iglesia de Roma tiene un pasado
grabado en la historia mundial con letras de sangre.

Pensemos en los ríos de sangre que claman al cielo de los innumerables valdenses, albigenses,
hugonotes, etc. Esta mujer derramó la sangre de los discípulos de Jesús con una crueldad tan satánica
que las hazañas de Nerón palidecen en comparación. A través de este derramamiento de sangre, Satanás
pudo detener la Reforma en Italia, Francia, España, Portugal, Irlanda, Austria y otros países.
Así entendemos la expresión del versículo 6: que la mujer está ebria de la sangre de los santos. La iglesia
de Roma es heredera de la gran Babilonia, tanto con respecto a los misterios paganos, que fueron
transformados en ritos cristianos, como también con respecto a la persecución del pueblo de Dios. La
“fornicación” representa la conexión de la mujer con la bestia, es decir, con los reyes de la tierra. Esto es
catolicismo político. ¿Dónde hay una iglesia vestida tanto de rojo (v. 4) como la católica? ¿Y dónde hay
una iglesia que lleve el nombre de la ciudad que, al mismo tiempo, le sirve de trono? “La mujer que viste
es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (v. 18). ¡Esto es Roma!

Sin embargo, ¡no solo debemos ver la iglesia romana! No, porque al mismo tiempo vemos cómo la iglesia
protestante (o reformada), en sus diferentes ramificaciones, es cada vez menos capaz de resistir el poder
de Roma. Por el contrario, a través del Consejo Mundial de Iglesias se acerca cada vez más. De hecho, la
iglesia mundial unida toma formas cada vez más claras; ella es la mujer, Babilonia la grande! Por eso es
mucho más precioso percibir un despertar espiritual precisamente entre los católicos: muchos están
pidiendo la verdad y viniendo a Jesús, lo que resulta en una terrible contradicción, en la que dentro de
la Iglesia Católica -cuya doctrina es falsa- surge un gran anhelo de algunos por la verdad.

Mientras tanto, en las iglesias protestantes reunidas en sus diversas denominaciones en el Consejo
Mundial de Iglesias, que creen tener la verdad, hay una clara desviación, es decir, la separación de los
miembros de Jesucristo. Entonces, esos católicos que aman a su Salvador son nuestros hermanos y
hermanas en Jesucristo, y están más cerca de nosotros que los protestantes y apóstatas modernos.

Lo que decimos de Roma es, por tanto, válido para el sistema, para la doctrina, pero no para las ovejas
dentro de esa iglesia, que buscan a Jesús y quieren seguirlo. A estos les decimos: "Huid de Babilonia,
para que no muráis por vuestras iniquidades". Permítanme enfatizar: estoy hablando del catolicismo
político cada vez más fuerte y la politización del Consejo Mundial de Iglesias. Ambas cosas van juntas y
son un anuncio del Armagedón. También puede verse de la siguiente manera: Armagedón proyecta sus
sombras ante ella, pues mientras por un lado la Iglesia Católica pierde cada vez más en sustancia
religiosa, por el otro gana en fuerza y expansión política. ¿Dónde hay una iglesia como ella, que se ha
aprovechado y se está aprovechando de la “política oportunista”, adaptándose a cualquier forma de
gobierno? Pero no solo eso. La iglesia romana quitó a los creyentes la copa de la acción de gracias y, en
su lugar, les dio la copa de las abominaciones: sustituyó el sacrificio del Gólgota por el sacrificio
incruento de la hostia en la Misa. Ella colocó a María, que fue reprendida por Jesús cuando quiso
entrometerse en su obra (Jn 2), como reina del cielo en el lugar de la única Intercesora y Mediadora. No
nos engañemos, a pesar de que la Iglesia Romana aún no es miembro del Consejo Mundial de Iglesias,
será cada vez más el factor dominante de este bloque religioso, porque, según la palabra profética, según
la cual las mujeres recibir un enorme poder político, debemos esperar que la iglesia romana, incluido el
Consejo Mundial de Iglesias, experimente un tremendo progreso. Ese hecho en sí mismo es impactante.

Sin embargo, consternados están los creyentes que se ven obligados a ver cómo la mayoría de la iglesia
de Jesús no reconoce este terrible desarrollo, pero ya está en el camino de la mezcla, ahora en una nueva
forma bajo el lema de la unificación "evangélica".
La mujer, la gran ramera, es también la ciudad de Babilonia: “La mujer que has visto es la gran ciudad
que reina sobre los reyes de la tierra” (v. 18). La ciudad de Babilonia se menciona siete veces en
Apocalipsis (14:8; 17:18; dos veces en 18:10; v. 16, 19, 21).

Babilonia, la mujer inmoral, está suficientemente caracterizada por la misma interpretación que da el
Apocalipsis, pues está sentada sobre siete montes (v. 9) y está ebria de la sangre de los santos y de la
sangre de los testigos de Jesús (v. 6). Por eso todos los intérpretes de la Escritura que no se han
entregado a explicaciones alegóricas han dicho unánimemente desde el principio de la cristiandad, a
través de todos los siglos y en todas las confesiones: la mujer, Babilonia, es figura de la ciudad de Roma,
y Roma es la Imperio Romano. En qué medida se refiere exclusivamente a Roma, las opiniones difieren.

Los católicos y algunos racionalistas entienden que se trata de la antigua Roma pagana. La iglesia
evangélica enseña que es la Roma que luego se hizo cristiana, es decir, la Roma papal. Las razones de
esta última opinión son: 1) No puede tratarse de la antigua Roma porque allí no se cumplió la profecía
del Apocalipsis. 2) Desde su salida del evangelio (repito), la Roma que luego se hizo cristiana tiene todas
las características que el Apocalipsis le atribuye a Babilonia. Sigue siendo la antigua ciudad de las siete
colinas que domina el mundo; sin embargo, ahora extiende sus brazos más allá que el antiguo
gobernante del mundo pagano. El mundo entero, así se enseña en Roma, está destinado a la Iglesia
cristiana: Roma es la madre, maestra y soberana de toda la Iglesia cristiana. Roma exige obediencia
completa, no solo en asuntos espirituales, sino indirectamente también en asuntos mundanos (Ap.
17:18). Roma nunca se rindió en ese objetivo final. No es casualidad que el amable Papa viaje por todo
el mundo. Según la palabra profética, todavía veremos un gran avance romano en el futuro. Esto
sucederá junto con la unificación política y militar de Europa, con la restauración del Imperio Romano.
Roma misma es débil; sin embargo, será llevado por una potencia mundial: la bestia. Roma será
sostenida por el poder anticristiano, y sus nombres gobernarán el mundo. De esta manera, el poder de
una mujer es mayor que el del mayor trono real. Esto no se logra por el poder de las armas, sino por el
vino de su prostitución: superstición, falsa política, moral totalmente corrupta, etc. — a través del cual
el mundo (los príncipes de este mundo) se embriaga.

Cuando tuvo esta visión, Juan se llenó de asombro y emoción:

“Cuando la vi, quedé muy asombrado” (v. 6b). No puede entender lo que vio. ¿Por qué Juan estaba tan
asombrado y conmocionado? ¡Porque él, el discípulo de Jesús, ve a la mujer que una vez estuvo
comprometida!

Originalmente, esta mujer era una novia fiel, sumisa al Señor Jesús, ¡pero se convirtió en una ramera!
La primera iglesia, la iglesia primitiva, era una iglesia llena del Espíritu Santo, pero se convirtió en
ramera. Juan está muy asombrado, pero lo que ve es la continuación de la decadencia de la iglesia de
Laodicea.
Por lo tanto, la mujer es, inicialmente desde el punto de vista global, toda la cristiandad apóstata del
tiempo del fin que no será arrebatada. Entonces habrá una religión unificada, una iglesia unificada.

Cuántas veces los profetas advirtieron a Israel de la fornicación espiritual, del alejamiento de Dios (cf.
Ezequiel 16; Jeremías 3, etc.) Aquí, sin embargo, se trata de fornicación espiritual en grado sumo, pues
la entonces iglesia mundial existente, la mujer, se une en todos los sentidos con la bestia. Sí, sucederá
por un tiempo, como hemos visto, que la mujer conducirá a la bestia; la iglesia mundial unificada
entonces se hará visible en su despliegue de poder político.

Cuando observamos cómo el Consejo Mundial de Iglesias apoya los movimientos terroristas, a través de
los cuales se crea la paradoja de que los contribuyentes de la iglesia financian a sus propios verdugos, ya
reconocemos parte de ese poder hoy. El espíritu de la mujer, ese espíritu de prostitución espiritual, ya
está obrando entre los cristianos. Con gran angustia tenemos que ver que muchos en nuestra cercanía
fueron afectados por este espíritu de prostitución, porque el espíritu de esta mujer, esta madre de las
rameras, comienza a ofrecer su copa llena de abominaciones e inmundicias que tiene en la mano, como
está escrito en el versículo 4.

Tú, que eres creyente en el Señor Jesucristo, pero te has vuelto tibio y has hecho concesiones con el
espíritu de este mundo: ¡estás en gran peligro, porque el origen de toda prostitución espiritual es el
abandono del primer amor por el Señor! ¿Se ve en su frente el signo “Consagrado a al Señor”, como
ocurría con el sumo sacerdote Aarón? ¿Está usted sellado con el Espíritu Santo? O ya brilla en su frente
el horror como el de una mujer: “En su frente estaba esta inscripción: MISTERIO: BABILONIA LA
GRANDE; LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS PERTURBACIONES DE LA TIERRA” (v. 5). Según
tengo entendido, estas son las palabras que corresponden a los tres dígitos: 666 (cf. 13:16-18). La
desconexión de Jesucristo, de su dominio, de su victoria, de su luz, ahora se está volviendo visible en
proporciones aterradoras, con muchos rindiéndose al espíritu anticristiano. Si reconoces que perteneces
a este pueblo, que practicas la prostitución espiritual, ¡entonces vuelve a Jesucristo! Quiera el Señor que
en tu vida no necesite escribirse la terrible palabra de juicio que leemos en

Jeremías 3:3: "Pero tú, presentándote abiertamente como una ramera, no te avergüenzas de la
vergüenza".
XXI
El Desarrollo del Imperio
Romano Anticristiano
(Ap 17.7-18)

“7 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio


de la mujer, y de la bestia que la trae, la cual tiene las siete
cabezas y los diez cuernos.
8 La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del
abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos
cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo
en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y
no es, y será.
9 Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son
siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer,
10 y son siete reyes. Cinco de ellos han caído; uno es, y el otro aún
no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve
tiempo.
11 La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre
los siete, y va a la perdición.
12 Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han
recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como
reyes juntamente con la bestia.
13 Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su
autoridad a la bestia.
14 Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque
él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son
llamados y elegidos y fieles.
15 Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se
sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la
ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus
carnes, y la quemarán con fuego;
17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él
quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que
se cumplan las palabras de Dios.
18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los
reyes de la tierra.”
A veces nos preguntamos por qué las luchas entre la luz y la oscuridad aumentan con tanta
intensidad, volviéndose casi perceptibles en el mundo físico. En el fondo, nuestra alma es el campo
de batalla de los poderes de la luz y las tinieblas. La razón por la cual estas luchas se vuelven cada
vez más intensas es que todo lo que Dios predijo a través de sus siervos los profetas comienza a
cumplirse. La razón de los terribles acontecimientos inminentes es el juicio sobre la sociedad
anticristiana. La meta, sin embargo, es que las palabras de Dios se cumplan: “...hasta que se cumplan
las palabras de Dios” (v. 17). Parte de esto es el desarrollo del imperio mundial descrito en los versículos
anteriores. Un ángel le explica al asombrado Juan, que no puede entender la visión y su forma compacta
y terrible, lo que significa todo lo que vio: “La mujer que viste es la gran ciudad que reina sobre los reyes
de la tierra” (v. 18). Como vimos en el capítulo anterior, este es el imperio mundial de Roma con el
Anticristo, el gran adversario de Dios, a la cabeza. En efecto, ¿cuál es la esencia de este último imperio
mundial? Sólo podemos entender esto cuando volvemos a su origen, pues ella tiene algo misterioso en
su frente: “y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE
LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.” (17.5).

El origen de Babilonia, es decir, de Babel, se encuentra en el pasado gris. En la Biblia se la menciona por
primera vez después del Diluvio, en Génesis 10,8-10: “Cus engendró también a Nimrod, el primer varón
valiente sobre la tierra. Era el más valiente de los cazadores, de ahí que se diga: 'Valiente como Nimrod'.
Al principio su reino abarcaba Babel...”. En Génesis 11, entonces, tenemos la unión de los pueblos -de la
humanidad- con el objetivo de construir una torre en Babel cuya cúspide llegaría al cielo. Por lo tanto,
Nimrod fue el fundador del Imperio Babilónico. ¿Cuál fue su origen? Era nieto de Cam, pero Cam era el
hijo que Noé maldijo. El imperio de Nimrod era "BabEl", que significa "puerta de los dioses", es decir,
idolatría en el lugar de la verdadera adoración; Satanás en lugar de Dios. Nimrod fue inspirado
satánicamente. “Bab-El” no fue consagrada al Dios de Noé, Sem y Jafet. Es esclarecedor cómo el Tárgum
de Jerusalén vierte Génesis 10:8-9: "Nimrod fue el rebelde más poderoso contra Jehová que jamás hubo
en el mundo".

El Targum de Jerusalén es una versión muy antigua del texto hebreo al idioma arameo y fue utilizado
especialmente por los antiguos rabinos en las sinagogas. En esta versión se explica que Nimrod fue
poderoso en pecar ante la faz de Dios; que cazaba hombres (de ahí la designación “cazador”), instándolos
a abandonar el consejo de Sem, el hijo creyente de Noé, y seguirlo. El significado hebreo de "Babel" es
"confusión" porque Dios puso fin a los esfuerzos blasfemos de la humanidad bajo el liderazgo de Nimrod.
El motivo de la construcción de esta torre es esclarecedor: ¡los hombres querían hacer famoso su
nombre! Además, ya no querían extenderse por toda la tierra, como el Señor Dios lo había mandado. Es
notable que en hebreo "nombre" es "Sin". Claramente querían apropiarse de lo que Sem había recibido
a través de la fe. Como es bien sabido, los descendientes de Sem, los semitas, son, entre otros, los judíos.
Cuando el Dios vivo vio que los hombres no querían dejar lo que se habían propuesto hacer, dijo: “Venid,
bajemos y confundamos la lengua que hablan, de modo que no se entiendan más unos a otros” (Gn 11:
7). Las tradiciones de fuentes árabes informan que el nombre de la esposa de Nimrod habría sido
Semaris, un nombre por lo tanto derivado de "Shem". Semaris significa "la paloma". Esta línea de
Semaris se puede seguir históricamente.

Semaris aparece en todos los estandartes de los reyes asirios, así como la diosa Ashtoreth o Astarte.
Israel sucumbió porque adoraron a estos ídolos falsos (Jueces 2:13; 1 Samuel 7:3-4; 12:10; 1 Reyes
11:5,33; 2 Reyes 23:13, 26-27). Fue por esta idolatría que el Señor los expulsó de la tierra de Israel.
¡Cuántas veces ha acusado Dios a su pueblo de fornicación espiritual y apostasía por boca de los profetas!

Era el espíritu de Babel que se levantaba una y otra vez y engañaba a la gente. Si servimos al Señor y al
mismo tiempo a los ídolos, ya sea la televisión, el dinero o una persona, servimos al espíritu de Babilonia
y nos encontramos en rebelión contra Dios.

Por la historia, sabemos que la esposa de Nimrod era hermosa pero inmoral. Nimrod y su esposa
fundaron una doctrina secreta, un culto. Este culto babilónico se reprodujo durante milenios. El espíritu
de construir la Torre de Babel es un espíritu de rebeldía, una cultura sin Cristo, un “no” a Dios. Sabemos
que los misterios babilónicos están representados por la figura de una copa de oro. En este caso, tenemos
una relación directa con la ramera de Apocalipsis 17, pues en este culto era necesario beber de una copa
de oro cuyo contenido confundía los sentidos. Por lo tanto, es una bebida embriagante, lo cual también
es un claro paralelo con Apocalipsis 17:2: “Con quien los reyes de la tierra han cometido fornicación; los
moradores de la tierra se embriagaron con el vino de su fornicación.”

La mujer, la madre de las rameras, que está unida a la bestia, el Anticristo, es así la personificación de
todas las religiones sin Cristo. Estos aspectos religiosos pero diabólicos sirven como camuflaje para el
Anticristo. Inicialmente, tiene una gran necesidad de este camuflaje, porque se presenta como cristiano.
Debido a que es religioso, los judíos aceptarán al Anticristo como su mesías. Sin embargo,
aproximadamente a la mitad de la gran tribulación se quitará ese camuflaje, cuando rompa el pacto con
Israel. Quemará a la mujer, pues en principio odia el camuflaje religioso que debe llevar para ser
aceptado como Cristo. “La bestia y los diez cuernos que viste odiarán a la ramera. La arruinarán y la
desnudarán, comerán sus carnes y la destruirán con fuego” (v. 16). Básicamente, "comerán su carne"
significa: la bestia y su imperio tomarán para sí las riquezas de la mujer. Apocalipsis 18 luego muestra
este otro aspecto no religioso de Babilonia.

En nuestros días ya vemos que el objetivo del Consejo Mundial de Iglesias es hacia la unificación de
todas las religiones. Su objetivo ya no es la unificación del cristianismo (católico romano, protestante,
liberal, etc.), sino que va mucho más allá. Fue en Utrecht, Países Bajos, donde el CMI aprobó una
declaración oficial, según la cual ve la “presencia de Cristo” en todas las religiones. En otras palabras: el
objetivo es unificar todas las religiones. Ya sea el hinduismo, el budismo, el judaísmo o el cristianismo,
no es tan importante a sus ojos; lo importante es la religiosidad. ¡Allí vemos realmente a la mujer, la
madre de las prostitutas, apareciendo en el horizonte!
El Espíritu Santo difícilmente puede encontrar palabras lo suficientemente fuertes para expresar la gran
depravación de esta mujer. La religión, incluida la religión cristiana, sin Jesucristo como centro es la
cosa más corrupta. Esa es la gran puta.

Es prostitución espiritual, cuando aceptamos el cristianismo sin aceptar a Cristo como Salvador y
Redentor. Recientemente volví a ver prueba de esto en una revista holandesa; en ella, un teólogo
empezaba escribiendo muy bien sobre la persona de Jesús; sin embargo, el error se reveló más tarde
cuando dijo que ¡la leyenda de la resurrección de Cristo debería acabar con la leyenda! Esto es lo que
ellos llaman una religión “cristiana”, pero en realidad es una religión demoníaca.

Si en el capítulo anterior dijimos que la mujer es la iglesia de Roma, en realidad esta es una explicación
superficial, es decir, en cierto modo, solo la punta del iceberg. Por lo tanto, profundicemos más, porque
el carácter de Babilonia no se limita a la Iglesia Católica con su culto pagano. Sucede que la Iglesia
Católica tomó muchas cosas del culto babilónico: incienso, rosarios, imágenes, etc. Sin embargo, la
prostitución espiritual abarca todas las religiones sin Cristo.

“La mujer estaba vestida de púrpura y rojo y adornada con oro, piedras preciosas y perlas. Tenía en la
mano una copa de oro, llena de cosas repugnantes y de la inmundicia de su fornicación” (v. 4). Por "cosas
repugnantes" la Biblia siempre entiende idolatría. Así como la bestia tiene nombres "de blasfemia" (13:1)
sobre sus cabezas, así la copa de la gran ramera está "llena de cosas repugnantes". No sólo se dice que
hay ídolos, sino que la copa está llena de cosas repugnantes y de la inmundicia de su fornicación. Eso
significa: ¡mezclar lo sagrado con lo profano! Esto es lo que estamos experimentando actualmente con
el cristianismo: el agua se mezcla con el vino; el mundo y el cristianismo se mezclan. Todo está
permitido; la frontera entre el discipulado de Jesús y el mundo ha sido borrada. En la antigüedad, la
inscripción "Fuiste pesado en la balanza y hallado falto"

(Dan 5,27) apareció en el muro del palacio de Belsasar, en Babilonia, en el momento en que mezclaba lo
sagrado con lo profano; cuando, con sus esposas y concubinas, bebía de los vasos sagrados del templo.

La copa “llena de las cosas repugnantes y de la inmundicia de su fornicación” es el resultado completo


de lo que ya se está haciendo visible en nuestro mundo cristiano hoy. La mujer ofrece la copa a todos los
pueblos; ¡todos participan, todos son religiosos! Cuando a alguien se le pregunta: “¿Eres hijo de Dios?”,
la respuesta es: “¡Claro que yo también tengo fe!”, sin que la persona en cuestión tenga noción de lo que
significa renacer. En el fondo, vemos en esta mujer la anti-iglesia. Este es el contraste con la verdadera
iglesia de Jesús que entonces estará con el Señor, y de la cual Pablo escribe en sus cartas, especialmente
en la carta a los Efesios: “Este es un misterio profundo; pero me refiero a Cristo y la iglesia” (Efesios
5:32). Aquí en Apocalipsis 17:5 tenemos el misterio opuesto: "En su frente estaba esta inscripción:
MISTERIO: BABILONIA...". Es el misterio anticristiano-diabólico de la injusticia: la gran Babilonia
sentada sobre la bestia. Repito: ella es el aspecto religioso en el despliegue del imperio romano
anticristiano, pues inicialmente la bestia (el Anticristo), el imperio (el reino romano mundial) y la mujer
son una y la misma: “La mujer que viste es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (17:18).
Pero luego viene la última ruptura en el versículo 16: “La bestia y los diez cuernos que viste odiarán a la
ramera. Te arruinarán y te desnudarán, comerán tu carne y te destruirán con fuego”. De esta manera,
sin embargo, el Anticristo se desprende de su elemento religioso: ¡entonces mostrará su verdadero
rostro! No es de extrañar que, en esta visión, en este misterio de iniquidad, Juan necesite la explicación
del ángel, que él también recibe: “Entonces el ángel me dijo: '¿Por qué te asombras? Yo explicaré el
misterio de esta mujer y de la bestia sobre la cual está montada, la cual tiene siete cabezas y diez
cuernos'” (v. 7).

En el versículo 12 se vuelve a enfatizar que la bestia tiene diez cuernos: "Los diez cuernos que has visto
son diez reyes...". Extremadamente esclarecedor es el hecho de que Juan dice aquí en el capítulo 17 lo
que también citó en el capítulo 13.1: “Vi una bestia que salía del mar.

Tenía diez cuernos y siete cabezas…” – y que ya fue visto por el profeta Daniel: “En mi visión de noche
vi una cuarta bestia, espantosa, espantosa y muy poderosa. Tenía grandes dientes de hierro con los que
desgarraba y devoraba a sus víctimas y pisoteaba lo que quedaba. Era diferente de todos los animales
anteriores y tenía diez cuernos” (Daniel 7:7). Es muy fascinante que Daniel y Juan, aunque hay muchos
siglos entre ellos, forman una unidad completa en sus declaraciones proféticas acerca del Imperio
Romano restablecido, el cuerno pequeño que luego procederá de los diez cuernos.

Según Daniel 7:24, los diez cuernos significan diez reyes que saldrán del reino: “Los diez cuernos son
diez reyes que saldrán del reino. Después de ellos se levantará otro rey, y será diferente de los primeros
reyes”. Estas son las tres formas de estado que, al final de los tiempos, formarán el cuarto imperio
mundial, es decir, el Imperio Romano.

Cuando Grecia, el 1 de enero de 1981, se convirtió en el décimo estado miembro de la Unión Europea,
pudimos concluir que el tan citado número diez de Daniel 7 y Apocalipsis 17 estaba completo. Sin
embargo, en ese momento uno no debería haber llegado a esa conclusión. No, todavía será necesario
que se unan muchos países (más de los que hay ahora). Esto es lo que ves muy claramente cuando
miramos los mapas del antiguo Imperio Romano.

Así, el imperio restablecido incluirá, por ejemplo, muchos países africanos e Israel. Por supuesto,
también se incluirán países que pertenecen al Hemisferio Occidental, como EE. UU. y Canadá, ya que
sus poblaciones provienen originalmente del Imperio Romano. Según mi comprensión de las Escrituras,
los reyes del este (16:12) – China, Japón, India, etc. – también será parte de ella.

El imperio mundial del Anticristo estará compuesto por diez formas de estado. Todo el gran Imperio
Romano restablecido será entonces subdividido en diez partes, con diez jefes de estado. Los diez cuernos
(los cuernos son una expresión de poder) serán dirigidos por la cabeza, por el Anticristo. Por lo tanto,
los diez reyes, las diez formas de estado, son vasallos del Anticristo: “Los diez cuernos que has visto son
diez reyes que aún no han recibido un reino, pero que por una hora recibirán autoridad como reyes con
la bestia” (v. 12). Esto significa que las nuevas estructuras estatales que están surgiendo (cuando
hablamos de “estructuras estatales”, pensamos en organismos como los representados, por ejemplo, por
los países del Benelux y Mercosur), cuyos líderes pueden haber sido elegidos poco antes, entonces
entrega su poder y autoridad a la bestia.

Si reconocemos lo que representan los diez cuernos, también nos gustaría saber qué significan las siete
cabezas, sobre las cuales ya leemos en Apocalipsis 13:1: “Vi una bestia que subía del mar. Tenía diez
cuernos y siete cabezas..." El capítulo 17:9-11 nos da una doble explicación de quiénes son estos jefes:
“Aquí se requiere una mente sabia. Las siete cabezas son siete colinas sobre las cuales está sentada la
mujer. También hay siete reyes. “Siete colinas” es una explicación geográfica. “También hay siete reyes”
es una explicación política. ¡Entonces, de vuelta a Roma otra vez! Como es bien sabido, Roma está
construida sobre siete colinas, pero hay varias ciudades construidas sobre siete colinas (por ejemplo,
Estambul). ¿Por qué sería Roma? Porque, ya en la antigüedad, los romanos llamaban con orgullo a su
ciudad la “ciudad de las siete colinas”. En cuanto a la declaración política, que se trata de reyes: los reyes
son, como ya hemos dicho, líderes de una forma de estado. Tito Livio, un historiador romano, nos enseña
que en el pasado (es decir, en la época de Juan) Roma tenía cinco formas diferentes de gobierno. Cuando
dice en el capítulo 17:10 que "cinco han caído", significa que la bestia, el Imperio Romano, ya había
pasado por cinco formas diferentes de gobierno en ese momento. En nuestro capítulo, en el versículo
10, está escrito, además: "... uno es todavía...". Este fue el sexto "rey" que gobernó en la época de Juan.
Además, leemos: “... y el otro aún no ha venido”. Por lo tanto, en ese momento aún no había llegado la
séptima forma de gobierno.

En el capítulo 17.13, sin embargo, ha llegado: se trata de los diez reyes vasallos, que tendrán una mente
con la bestia y le darán el poder y la autoridad que tienen. La bestia, el Anticristo, “es el octavo rey. Es
uno de los siete, y va camino de la destrucción” (17:11). Esta bestia aparecerá en forma humana al
comienzo de la septuagésima semana de años de Daniel como un monstruo horrible. ¿Cómo le dará
Satanás a la bestia, el Anticristo, "su poder, su trono y gran autoridad"? (13.2), actuará furiosamente en
la tierra como una bestia inimaginablemente terrible en el nombre y por medio de Satanás. ¿Dio Dios a
la tierra donde se encuentra Roma la forma de una bota para que ni los necios fueran engañados? Toda
la humanidad gemirá bajo la bota del Anticristo. Los diez reyes corresponden a los diez dedos de los pies
de la imagen de las naciones que Nabucodonosor vio en su sueño. ¡Israel también establecerá una
alianza con el Anticristo, sí, incluso lo aceptará como mesías! Es extraño que personalidades patriarcales
de la actualidad en Jerusalén, basándose en su estudio de los profetas, los Salmos, la Torá, el Talmud y
otros comentarios judíos, hablen de esperar dos mesías. El primero vendría de la casa de José; el
segundo, de Judá. Según nuestro entendimiento, el primero será el falso mesías, el segundo será
Jesucristo. En Daniel 9:27 leemos que el Anticristo hará un pacto firme con muchos por una semana
(semana de años). El Señor Jesús se lamentó al respecto: “Vine en nombre de mi Padre, y no me
recibisteis; pero si otro viene en su propio nombre, lo aceptaréis” (Juan 5:43). Podemos preguntarnos
por qué Israel aceptará como mesías al dictador mundial romano, que será al mismo tiempo el Mahdi,
el renovador del mundo y de la fe esperada por los musulmanes, a pesar de ser la encarnación del Diablo.
Hay algunas razones para esto:
Porque el Anticristo será judío y la obra maestra de la mentira de Satanás. Este alto camuflaje de Satanás
en la tierra no será reconocido, porque toda la humanidad ha rechazado el amor de la verdad que podía
salvarlos (cf. 2 Tes 2, 10).

Porque será considerado el hombre más grande de todos los tiempos. Precisamente las personas más
refinadas y cultas saludarán con júbilo al destructor, pues los esfuerzos en el plano cultural confluyen
en el ideal de personificación del Anticristo. En medio de una sociedad decadente y moribunda,
aparecerá como el hombre fuerte, el superhombre, el dictador benévolo, el profeta de una nueva religión
que acabará con las repugnantes divisiones y conducirá a la unidad. Se presentará a sí mismo como el
salvador en parte prometido y en parte vagamente imaginado en todos los credos y tradiciones, quien
juzgará según los estándares de los hombres del mundo. Todo lo que este gran engañador diga y haga
parecerá tan bueno, tan razonable, tan bello y tan científico, que se necesitarán razones muy
convincentes y mucho coraje para mantener la calma y la distancia frente a este huracán de entusiasmo
que se apoderará de nosotros. opinión pública. Tendrá que ser judío, porque los judíos solo aceptarán a
uno de ellos como mesías, porque todo el mundo de las personas está influenciado por el genio y la
cultura judíos.

“Los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido un reino, pero que por una hora
recibirán autoridad como reyes con la bestia. Tienen un solo propósito y le darán su poder y su autoridad
a la bestia. Porque Dios ha puesto en sus corazones el deseo de cumplir el propósito que tiene,
llevándolos a aceptar dar a la bestia el poder que tienen para reinar hasta que se cumplan las palabras
de Dios” (v. 12-13,17). Aquí se usa dos veces la palabra “propósito”. Hay, por lo tanto, una unión
sobrenatural y siniestra, una concentración de poder mundial como nunca antes ha existido, en cuyo
liderazgo estará la bestia. Sin embargo, ¡tu tiempo es limitado! “…por una hora”, dice el versículo 12.

Los diez reyes, los vasallos de la bestia, son así administradores del Imperio Romano y tienen “un
propósito” (v. 13). Entonces se dejarán de lado los contrastes políticos, ideológicos, racistas y culturales.
Los gobernantes del cuerpo formado por las diez estructuras estatales están todos unidos en su odio al
Cordero. Se puede comparar con la unidad de las naciones árabes: a pesar de estar crónicamente
desunidas entre sí, están unidas en su odio contra el pueblo de Israel, contra el pueblo en el que el
Cordero logró su victoria, y la tierra en la que Jesús regresar. La siniestra unidad política, económica y,
sobre todo, militar de los diez reyes se realizará de repente, y nuevamente, como en la época de Hitler,
pero luego en todo el mundo, se escuchará el grito de "un pueblo, un reino, un líder". Repito: ¡todo esto
está dirigido contra el Cordero! El Cordero, sin embargo, aparecerá con sus llamados, elegidos y fieles.
Los "llamados" son aquellos que han sido llamados a la vida eterna ya la iglesia de Jesús. Los “elegidos”
son los israelitas que se hicieron creyentes, vencieron y están en la gloria. Los “fieles” son los creyentes
de todos los tiempos. El Cordero volverá con estos glorificados. ¡Aparecerá con gran poder y gloria como
Señor de señores y Rey de reyes! ¡El Cordero no necesita ganar primero la victoria, porque ya ganó en la
cruz del Gólgota!
Los ejércitos de Satanás se convirtieron en instrumentos en la mano de Dios para destruir a Roma (es
decir, la malvada Babilonia); para arrasar y saquear la ciudad de las abominaciones idolátricas: “La
bestia y los diez cuernos que viste odiarán a la ramera. La arruinarán y la desnudarán, comerán sus
carnes y la destruirán con fuego” (v. 16). De esta manera, hasta el Anticristo tendrá que servir como
instrumento del juicio de Dios, para juzgar a la mujer, la gran ramera. ¡De esto se sigue que, al final, el
poder de las tinieblas también debe realizar la voluntad de Dios!
XXII
La Destrucción de Babilonia
(Ap 18.1-24)

“1 Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran


poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
2 Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran
Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de
todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y
aborrecible.
3 Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su
fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los
mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus
deleites.
4 Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para
que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus
plagas;
5 porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha
acordado de sus maldades.
6 Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus
obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el
doble.
7 Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle
de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy
sentada como reina, y no soy viuda, y no veré llanto;
8 por lo cual en un solo día vendrán sus plagas; muerte, llanto y
hambre, y será quemada con fuego; porque poderoso es Dios el
Señor, que la juzga.
9 Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella
han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella,
cuando vean el humo de su incendio,
10 parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay,
ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en
una hora vino tu juicio!
11 Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre
ella, porque ninguno compra más sus mercaderías;
12 mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas,
de lino fino, de púrpura, de seda, de escarlata, de toda madera
olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera
preciosa, de cobre, de hierro y de mármol;
13 y canela, especias aromáticas, incienso, mirra, olíbano, vino,
aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos y carros, y
esclavos, almas de hombres.
14 Los frutos codiciados por tu alma se apartaron de ti, y todas
las cosas exquisitas y espléndidas te han faltado, y nunca más las
hallarás.
15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa
de ella, se pararán lejos por el temor de su tormento, llorando y
lamentando,
16 y diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad, que estaba vestida de
lino fino, de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro,
de piedras preciosas y de perlas!
17 Porque en una hora han sido consumidas tantas riquezas. Y
todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos
los que trabajan en el mar, se pararon lejos;
18 y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué
ciudad era semejante a esta gran ciudad?
19 Y echaron polvo sobre sus cabezas, y dieron voces, llorando y
lamentando, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad, en la cual todos
los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus
riquezas; pues en una hora ha sido desolada!
20 Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y
profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella.
21 Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra
de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu
será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será
hallada.
22 Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros
no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará
más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti.
23 Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de
esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes
de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las
naciones.
24 Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de
todos los que han sido muertos en la tierra.”
E n el capítulo 17 vimos que el aspecto religioso del imperio anticristiano - la madre de las rameras,
que es al mismo tiempo también la gran ciudad — Es destruida por los diez reyes y la bestia.

Aquí en el capítulo 18 la gran Babilonia, es decir, el imperio anticristiano, en su grandeza política y


económica, es juzgada por Dios mismo. Eso es lo que dice el versículo 8: “Por tanto, en un día la
alcanzarán sus plagas: muerte, dolor y hambre; y el fuego la consumirá, porque poderoso es el Señor
Dios que la juzga.”

Como consecuencia, en este capítulo desaparece la imagen de la ramera Babilonia, el sistema religioso
del imperio anticristiano. La ramera, el equivalente de la mujer celestial Israel (cf. 12:1), y la ciudad de
Babilonia, el equivalente de la Jerusalén celestial, son destruidas. Cuando leemos en el versículo 10:
“Atemorizados por su tormento, se pararán a lo lejos y gritarán: ¡Ay! ¡La gran ciudad! ¡Babilonia, ciudad
poderosa! ¡En solo una hora ha llegado tu perdición!'” Surge la pregunta de si realmente deberíamos
pensar en reconstruir Babilonia, y si esa ciudad será entonces la capital del mundo. Hay comentaristas
que piensan así.

Otros dicen que Babilonia significa la ciudad de Roma, ya que es el Imperio Romano anticristiano. No
puedo estar de acuerdo con ninguna de las dos versiones, porque así como la ramera del capítulo 17
representa el sistema religioso apóstata del imperio anticristiano, según tengo entendido, la gran ciudad
de Babilonia en el capítulo 18 representa el sistema político y económico. ¿Qué es, entonces, una gran
ciudad? Básicamente, una ciudad es una reunión de masas humanas opuestas a Dios, con un claro
objetivo demoníaco.

Esto es lo que vemos en la construcción de la primera ciudad, ¡que fue Babel!

Entonces los hombres dijeron: “Edifiquemos una ciudad, con una torre que llegue al cielo. Entonces
nuestro nombre será famoso y no seremos esparcidos sobre la faz de la tierra” (Gn 11, 4). También
podrían haber dicho: "Queremos evitar que se cumpla la voluntad de Dios". De hecho, Dios quería que
los hombres poblaran y llenaran la tierra y se multiplicaran (Gén. 1:28). Por lo tanto, no sólo había que
habitar partes de la tierra, sino toda la tierra. Por lo tanto, en principio, las grandes ciudades están en
contra de la voluntad de Dios.

Su origen es Babel. Por eso el Señor edificó un polo opuesto en Jerusalén, donde por medio de Jesucristo
se abrió el camino de arriba hacia abajo en la cruz del Gólgota.

Debemos ver claramente que la gran ciudad de Babilonia mencionada aquí representa todo el imperio
anticristiano, con su infraestructura tecnológica, y está dirigida al servicio del falso dios, es decir, el falso
cristo - el Anticristo. He aquí dos razones por las que no debemos pensar en una ciudad, sino en un reino
para el imperio anticristiano:
En Génesis 11:8-9 está escrito que “dejaron de edificar la ciudad... porque allí el Señor confundió la
lengua de todo el mundo. Desde allí los S esparcieron por toda la tierra.” El objetivo de los hombres de
esa época, hacer famoso su nombre, se extendió por todo el mundo. Como un cáncer, inicialmente
localizado en un determinado órgano, de repente se propaga por metástasis a otras partes del cuerpo,
esta mentalidad babilónica se ha extendido por todo el mundo.

La gran ciudad de Babilonia que vivió su apogeo bajo Nabucodonosor –en ese tiempo Nabucodonosor
hizo construir una imagen de oro con el número 66 en la llanura de Dura– fue definitivamente destruida
y, según las palabras del profeta Jeremías, no será reconstruido: “Dijo a Seraías: 'Cuando vengas a
Babilonia, ten cuidado de leer todas estas palabras en voz alta. Entonces di: Oh, tú has dicho que
destruirás este lugar, que no habitará en él hombre ni bestia, porque estará en ruinas para siempre.
Cuando termines de leer este rollo, átale una piedra y arrójala al Éufrates. Entonces di: Así se hundirá
Babilonia, para no volver a levantarse, a causa de la deshonra que traeré sobre ella. Y tu pueblo caerá.
Aquí acaban las palabras de Jeremías” (Jer 51, 61-64). Ese fue el fin de la ciudad de Babilonia. Entonces
su nombre se convirtió en sinónimo de un sistema contrario a Dios, cuyo punto culminante será el
imperio mundial romano anticristiano.

“Después de esto vi otro ángel que descendía del cielo” (v. 1). Este "después" que aparece con frecuencia
en el Apocalipsis debe ser bien observado, porque creemos, sobre la base de estas declaraciones y
similares, en la cronología secuencial de los juicios. Este terrible período de juicio se llama “el día del
Señor” y al mismo tiempo significa el regreso del Señor. Tendemos a querer explicar que este día del
Señor, este período de juicios, que corresponde a la última semana de los años de Daniel, durará
exactamente siete años.

Sin embargo, es muy posible que el regreso del Señor, su "día", que es anunciado por estos juicios, cubra
un período más largo.

Recapitulemos lo que sabemos exactamente: 1. El Anticristo reinará durante una semana completa de
años, es decir, siete años. Durante los primeros tres años y medio se presentará como amigo y protector
de Israel; y como una bestia durante los próximos tres años y medio. Luego, a la mitad de la semana
(Daniel 9:27) romperá el pacto. En Apocalipsis 11:2 está escrito que reinará durante 42 meses, lo que
corresponde a tres años y medio, o “un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Daniel 12:7).

2. También sabemos que el Anticristo no puede revelarse a sí mismo hasta que se elimine lo que lo
detiene. Esto se afirma muy claramente en 2 Tesalonicenses 2:6-7: “Y ahora sabéis lo que le detiene,
para que se manifieste a su debido tiempo. La verdad es que el misterio de la iniquidad ya está obrando,
lo único que resta es que el que ahora lo tiene sea quitado.” ¿Qué impide todavía que el Anticristo se
revele? La iglesia de Jesús en la tierra, es decir, el Espíritu Santo que mora en los miembros de la iglesia
de Jesús. Estos primero deben ser arrebatados; el Espíritu de Dios debe partir de la tierra. ¡Solo entonces
el Maligno puede revelarse! Al respecto, debemos señalar que la venida del Señor Jesús -vista en general-
se llevará a cabo en tres etapas:
Vendrá como Esposo celestial, en las nubes del cielo, a la iglesia de Jesús. Este es el momento del rapto.
Vendrá con gran poder y gloria, con su iglesia, como Rey de reyes, para juzgar a todas las naciones y
pueblos. Todos los pueblos lo verán y llorarán. Vendrá como Sumo Sacerdote y Mesías a Israel, y verán
a aquel a quien traspasaron.

Sin embargo, no sabemos la duración de los períodos entre estas diferentes etapas. En mi opinión, es un
error hablar siempre de siete años. Tampoco está escrito de esa manera en la Biblia. Sin embargo, es
evidente que la bestia, el Anticristo, solo se menciona como adversario activo de los dos testigos entre la
sexta y la séptima trompetas en Apocalipsis 11:7. Y solo en el capítulo 13 vemos a la bestia en su pleno
desarrollo. Sin embargo, ya en el primer sello aparece como una de las primeras jinetes (sobre el caballo
blanco; cap. 6.2), como comandante victoriosa, pero no se la describe como una bestia. Si recordamos
que el Cristo que viene, es decir, la venida de Jesucristo en general, se anuncia cada vez más en el
Apocalipsis, entonces se enciende para nosotros una nueva luz. Me acuerdo de los siguientes pasajes
que hablan del regreso de Jesús: Apocalipsis 1:7: "He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá,
hasta los que le traspasaron".

Apocalipsis 5:7: "Él [el Cordero] se acercó y recibió el libro de la mano derecha del que estaba sentado
en el trono".

Apocalipsis 6:16-17: “Gritaban a los montes y a las peñas:

¡Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero!
porque ha llegado el gran día de su ira; y ¿quién puede soportarlo?'”.

Apocalipsis 11:15: “El séptimo ángel tocó su trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: 'El
reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de
los siglos.' "

Apocalipsis 14:7: “Él dijo a gran voz: 'Temed a Dios y glorificadle, porque la hora de su juicio ha llegado.
Adorad al que hizo los cielos, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas'”.

Apocalipsis 14:14: “Miré, y había delante de mí una nube blanca, y sentado sobre la nube había alguien
'como un hijo de hombre'. Tenía una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano”.

Apocalipsis 16:15: “¡He aquí, vengo como ladrón! Dichoso el que vela y lleva consigo su ropa, para que
no ande desnudo y no se vea su vergüenza.”

Apocalipsis 19:7: “¡Alegrémonos! ¡Alegrémonos y démosle gloria! Porque ha llegado el tiempo de las
bodas del Cordero, y su novia se ha preparado.”

Apocalipsis 22:20: “El que da testimonio de estas cosas dice:


'¡Sí, vendré pronto!' Amén. ¡Ven, Señor Jesús!”

En todas estas citas vemos la venida del Señor en sus diferentes aspectos. ¿No somos llevados a pensar
también en la primera venida de Jesús? Desde el punto de vista del plan de salvación, su primera y
segunda venida son una y la misma, porque mil años son como un día para el Señor, y un día como mil
años. De la primera venida de Jesús leemos en las Escrituras:

Llegó a Belén; nació allí de niño (Lucas 2:4-20).

Vino de Egipto: "... y de Egipto llamé a mi hijo" (Oseas 11:1).

Fue “a Nazaret” (Lucas 4:16). Cuando apareció en la sinagoga de Nazaret y leyó al profeta Isaías, dijo
inesperadamente: “Hoy se cumple la Escritura que acabas de oír” (Lucas 4:21).

Entró en la ciudad de Jerusalén montado en un pollino (Mt 21, 1-11) para cumplir la profecía de Zacarías
9, 9: “He aquí, tu rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un asno, un pollino, potro de
burro”.

Vino como la gran luz que había de iluminar a Neftalí ya Zabulón, como está escrito en Isaías 9:1. Mateo
hizo referencia a esto: “Dejando Nazaret, se fue a vivir a Capernaum, que estaba junto al mar, en la
región de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

'Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el
pueblo que vivía en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, una
luz les resplandeció'” (Mt 4,13-16).

¿Por qué no debería ser así también en su segunda venida? Tenemos que ver el todo como Juan lo vio.
Primero vio la iglesia (cf. caps. 1-3). Así está escrito, "Después de estas cosas miré" (4:1), y lo que vio
después del rapto fueron juicios terribles. Fácilmente podrían durar décadas. Recuerde, solo
cuantitativamente, cuántas catástrofes deben ocurrir: primero los siete sellos, luego las siete trompetas
y finalmente las siete copas de la ira. Esto es tres veces siete juicios. También debemos recordar que, en
este período de juicio, en el umbral del reino milenial, Egipto todavía será esparcido por cuarenta años
a causa de todo el mal que ha hecho a Israel: “Haré que la tierra de Egipto sea arrasada en en medio de
tierras asoladas, y sus ciudades serán asoladas por cuarenta años entre ciudades arruinadas. Esparciré
a los egipcios entre las naciones y los esparciré entre los pueblos. Sin embargo, así dice el Señor
Soberano: Al cabo de cuarenta años reuniré a los egipcios de entre las naciones donde fueron esparcidos.
Los haré volver del cautiverio y los haré volver al alto Egipto, a la tierra de sus antepasados. Habrá un
reino humilde. Será el más humilde de los reinos, y nunca más se exaltará por encima de otras naciones.
Lo haré tan débil que nunca más gobernará sobre las naciones. Egipto ya no inspirará confianza en
Israel, pero será un recordatorio de su iniquidad por venir a Israel en busca de ayuda. Entonces sabrán
que yo soy el Soberano, el Señor” (Ezequiel 29:12-16). Isaías 19:22 complementa en el sentido de que los
egipcios se convertirán.

Por tanto, el comienzo del séptimo milenio, el milenio sabático, no es de paz, sino de juicios. Esto
también se muestra en el Salmo 2:6, donde el Señor dice: “Yo mismo he puesto a mi rey en Sion, en mi
santo monte”. En el versículo 9 del mismo Salmo continúa: "Los quebrantarás con vara de hierro, y como
vaso de barro los desmenuzarás". Cuando se trata de cosas bíblicas, corremos el riesgo de pensar
demasiado. La doctrina de las dispensaciones -así se llama la división del plan de salvación en siete
períodos- es maravillosa, pero en el fondo es sólo una división humana.

El paso de una dispensación a otra trae consigo muchas cosas. He llegado a la conclusión (y al estudiar
el Apocalipsis no se puede, en mi opinión, llegar a ninguna otra) que la transición al reino milenario de
paz será un terrible período de juicios: los pueblos tendrán que comparecer ante el trono de gloria y
serán juzgados según lo que hayan hecho o dejado de hacer a Israel (cf. tb. Mt 25).

“Después de eso vi a otro ángel que bajaba del cielo. Tenía gran autoridad, y la tierra fue alumbrada con
su esplendor” (v. 1). ¿Quién es este ángel? ¡Se trata del Señor Jesucristo glorificado a su regreso!

Las señales de que es Él son inequívocas: 1. El “otro ángel” es el ángel del Señor.

2. “...que descendió del cielo.” Se trata del Señor a su regreso.

3. “Tenía gran autoridad...” Esto no puede referirse a nadie más que al Señor Jesús, porque está escrito:
“Y le dio autoridad para juzgar, por cuanto es el Hijo del hombre” (Juan 5:27).

4. “...y la tierra fue alumbrada por su esplendor.” Si leemos otros pasajes de la Biblia, veremos que aquí
no estamos hablando de un ángel ordinario que viene a la tierra, sino del Señor mismo. Simplemente
leamos Isaías 6:3: "Y se proclamaban unos a otros: 'Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos, toda
la tierra está llena de su gloria'". O el Salmo 72:18-19: “Bendito sea el SEÑOR, el Dios de Israel, el único
que hace maravillas. Bendito sea su glorioso nombre para siempre; que toda la tierra se llene de su gloria.
Amén y amén.” O Ezequiel 43:2: “Y vi la gloria del Dios de Israel que venía del oriente. Su voz era como
el estruendo de muchas aguas, y la tierra resplandecía con su gloria”. Si comparamos esto con
Apocalipsis 18:1 – “Tenía gran autoridad, y la tierra fue alumbrada con su esplendor” – entonces
sabremos quién es este “otro ángel”. ¡La gloria del Señor iluminará toda la tierra!

“Y clamó con gran voz” (v. 2). Nos lleva a pensar en el Salmo 29:4: "La voz del Señor es poderosa". Por
lo tanto, ciertamente no estamos equivocados si vemos al Señor Jesucristo como ese ángel poderoso, y
tenemos aún más razón cuando leemos Apocalipsis 16:19: “Dios se acordó de Babilonia la grande, y le
dio la copa del vino del furor de su ira.” Dios mismo juzgará y el Hijo de Dios, Jesucristo, será el ejecutor
del juicio.
Este segundo juicio sobre Babilonia (vimos el primero en el cap. 17) vendrá, por lo tanto, directamente
de Dios, a través de Jesucristo: “Y clamó a gran voz: ¡Caed! ¡La gran Babilonia ha caído! Se ha convertido
en habitación de demonios y en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de toda ave inmunda y
abominable” (v. 2). Aquí la caída, es decir, la destrucción de Babilonia, que tendrá lugar a través de una
catástrofe inimaginable: a través de un incendio mundial, se anuncia nuevamente a gran voz, esta vez
por la boca del Señor. Como dice el "ángel", es decir, el Señor, el mundo de Babilonia es "habitación de
demonios y guarida de todo espíritu inmundo, guarida de toda ave inmunda y abominable", y eso desde
los acontecimientos de Apocalipsis 12. Allí leemos: "Hubo entonces una guerra en el cielo. Miguel y sus
ángeles pelearon contra el dragón, y el dragón y sus ángeles pelearon” (12:7). Entonces sucede algo sin
precedentes: “El gran dragón fue lanzado fuera. Es la serpiente antigua llamada Diablo o Satanás, que
engaña al mundo entero. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra” (12:9). Esto sucederá en el período
del rapto. Luego se habla del rapto en el versículo 12 del mismo capítulo: “¡Celebradlo, pues, cielos y los
que moráis en ellos! Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha descendido sobre vosotros! Está
lleno de furia, porque sabe que le queda poco tiempo”.

Podemos ilustrar estos eventos, especialmente el arrebatamiento, con un balance: en un plato está la
iglesia de Jesús en la tierra (abajo), en el otro están los poderes de las tinieblas (en los lugares
celestiales): “Porque nuestra lucha no es contra los seres humanos, sino contra los poderes y
autoridades, contra los gobernantes de este mundo tenebroso, contra las huestes espirituales del mal en
las regiones celestiales” (Efesios 6:12). Cuando se lleve a cabo el rapto, la escala en la que se encuentra
la iglesia de Jesús subirá. Al mismo tiempo, sin embargo, los poderes del diablo, los poderes de las
tinieblas, serán arrojados sobre la tierra. Entonces la tierra será literalmente demonizada. Al mismo
tiempo también se abrirá el pozo del Abismo: “El quinto ángel tocó su trompeta, y vi una estrella que
había caído del cielo a la tierra. A la estrella se le dio la llave del pozo del Abismo. Cuando ella abrió el
Abismo, salió humo de él como de un horno gigantesco... Del humo salieron langostas que vinieron sobre
la tierra...” (9:1-3; ver p. 192) Los demonios vendrán a la tierra desde arriba y desde abajo. Así, toda la
tierra, toda la Babilonia del mundo, será morada de demonios, de espíritus inmundos y de aves
inmundas. No es de extrañar que entonces será imposible dar testimonio de Jesús con impunidad.
Tampoco sorprende que el Señor ya le haya dicho a Daniel que este será un tiempo como nunca ha sido
y nunca será. Los resultados, del hecho de que entonces todo el infierno con sus habitantes ocupará la
tierra, son inimaginables, porque al tomar posesión de los hombres estos poderes gobernarán. Será
exactamente como Génesis 7 describe el Diluvio: “... todas las fuentes del gran abismo brotaron, y las
compuertas del cielo se abrieron. Las aguas se enseñorearon cada vez más de la tierra, y todos los montes
altos debajo del cielo fueron cubiertos” (v. 11,19). Así, toda la tierra estará cubierta de poderes
demoníacos.

Si en Apocalipsis 18,2 el Señor exclama dos veces que Babilonia ha caído, podemos entenderlo así: la
primera "caída" se refiere al misterio de la fornicación (cap. 17), a la falsa adoración sin Jesucristo; la
segunda "cayó", ante la "gran Babilonia", en la que este sistema se lleva a la práctica. Esta es la maldición
sobre los deseos de bienestar y riqueza, pues en el versículo 3 está escrito:
"... a expensas de su excesivo lujo se enriquecieron los mercaderes de la tierra". Es sorprendente cuánto
se parece nuestra situación actual a la de Apocalipsis 18, ya que actualmente tenemos cuatro poderes en
el mundo: el Islam, el cristianismo, la política mundial y la economía mundial. Los cuatro están
estrechamente entrelazados. Así que los reyes de esta tierra, los estadistas, practican la prostitución
espiritual por el bien del comercio, inclinándose ante el Islam. Efraín ya fue acusado, en Oseas 12.1, de
practicar la idolatría y, al mismo tiempo, llevar aceite a Egipto:

“Efraín se alimenta de viento; corre tras el viento solano todo el día y multiplica la mentira y la violencia.
Haz tratados con Asiria y envía aceite a Egipto”. Por eso, ya en la antigüedad Israel practicaba la
prostitución espiritual, la idolatría, a causa del comercio. La política actual se inclina ante el Islam y el
cristianismo nominal. La economía mundial actual está estructurada de tal manera que se inclina ante
el Islam a expensas de Sión.

Pensemos en las medidas de boicot árabe que pretenden hacer ceder a los políticos. En los versículos 11-
14 se enumeran todos los productos y riquezas: “Los mercaderes de la tierra llorarán y se lamentarán
por ella, porque ya nadie compra sus mercancías: artículos como oro, plata, piedras preciosas y perlas;
lino fino, púrpura, seda y tela roja; toda clase de madera de cedro y piezas de marfil, maderas preciosas,
bronce, hierro y mármol; canela y otras especias, incienso, mirra y perfumes; vino y aceite de oliva, flor
de harina y trigo; bueyes y ovejas, caballos y carruajes, y cuerpos y almas de seres humanos. Dirán: '¡Se
acabaron los frutos que tanto deseabas! Todas sus riquezas y todo su esplendor se han ido; nunca más
será recuperada'”.

Todas estas cosas serán destruidas por la gran catástrofe del fuego mundial. También debemos
considerar varios hechos tecnológicos y económicos. En primer lugar, la variedad de productos
elaborados a partir del petróleo. Segundo, las inefables riquezas que se amasan en virtud del comercio
mundial - negando a Jesucristo: “Los reyes de la tierra han fornicado con ella; a expensas de su excesivo
lujo se enriquecieron los mercaderes de la tierra. Los traficantes de estas cosas, que se enriquecieron a
costa de ella, se pararán a distancia, aterrorizados por su tormento, y llorarán y lamentarán” (v. 3b, 15).
Si hoy los estadistas “cristianos” hacen concesiones a quienes tienen poder sobre las fuentes de energía
y por ende sobre sus innumerables derivados, entonces sabemos que ya estamos en medio de esta
Babilonia mundial.

A pesar de los aviones gigantescos, se necesitan grandes barcos, es decir, petroleros, y por consiguiente
también muchos marineros. Leemos de ellos en los versículos 17-18: “Todos los pilotos, todos los
pasajeros y marineros de los barcos, y todos los que se ganan la vida en el mar, se mantendrán lejos.
Cuando vean el humo de su fuego, exclamarán: '¿Qué otra ciudad ha igualado jamás a esta gran ciudad?'”
¡Todo esto está muy actualizado!

Mientras ahora la prostitución político-económica mundial se está extendiendo, al mismo tiempo la


humanidad está inundada por olas de inmoralidad, pornografía, homosexualidad y prostitución. Al ver
tales cosas, imaginamos algo de la grave declaración del versículo 5: "Porque los pecados de Babilonia
han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus crímenes". Entre los bienes del versículo 13
también se mencionan “los cuerpos y las almas de los seres humanos”. En la antigüedad, se trataba de
vender esclavos. Si lo vemos hoy en la realización profética, se trata de la prostitución carnal y perversa
de aquellos que “vendieron” sus cuerpos y por ende también sus almas.

Pero antes de que las poderosas palabras de juicio del ángel divino, que es el mismo Jesucristo, se
cumplan sobre esta Babilonia, otra voz, ¿es la voz de Dios? – dice desde el cielo: “Entonces oí otra voz
del cielo que decía: 'Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, para que las
plagas que van a caer sobre ella no os alcancen! (v. 4). “Mi pueblo” es Israel. Es evidente que entonces
los israelitas todavía estarán involucrados en el comercio mundial. Sin embargo, se les exhorta: “Salid
de ella, pueblo mío”, porque ya se habrá llegado a la etapa en que este pueblo ya no se llamará Lo-Ami,
que significa “no mi pueblo”, sino “mi pueblo”. . . Entonces se cumplirá conmovedoramente lo que
leemos en Jeremías 50:4-7: “'En aquellos días y en aquel tiempo', dice el Señor, se juntarán los hijos de
Israel y los de Judá, llorando y buscando al Señor su Dios. Preguntarán por el camino de Sion y volverán
sus rostros hacia ella. Vendrán y se aferrarán al Señor en una alianza permanente que no se olvidará. Mi
pueblo han sido ovejas perdidas; sus pastores los extraviaron y los hicieron vagar por los montes.
Deambularon por montañas y cerros y se olvidaron de su propio corral. Todo el que las encuentra las
devora. Sus adversarios decían: “Nosotros no somos culpables, porque han pecado contra el Señor, su
verdadero pasto, el Señor, la esperanza de sus padres”'”. En otras palabras: los judíos merecían su suerte.
¡Eso es lo que dijeron los nazis también!

En el siguiente versículo de Jeremías 50, el Señor exhorta a Israel:

“Huid de Babilonia; salid de la tierra de los babilonios y sed como los machos cabríos que llevan el
rebaño” (v. 8). También en Isaías 48:20 el Señor los exhorta a salir de Babilonia: “¡Salid de Babilonia,
huid de en medio de los babilonios! Anunciad esto con gritos de alegría y proclamadlo. Envíalo hasta los
confines de la tierra; di: Redimiste a su siervo Jacob. Todavía hay más pasajes de este tipo en el Antiguo
Testamento en los que se exhorta a Israel a huir de Babilonia.

Aquí en Apocalipsis 18 se escucha por última vez: “Salid de ella, pueblo mío”. Esta es la exhortación a
salir del sistema anticristiano. Israel se enfrentará entonces a su conversión nacional.

En los versículos 6-8 de Apocalipsis 18, la velocidad de ejecución de este juicio mundial, este mundo de
fuego, se describe de manera impactante: “Pagadle en especie; págale el doble por lo que ha hecho;
prepárale una porción doble en su propia taza. Hazla sufrir tanto tormento y aflicción como la gloria y
el lujo a que se entregó. En su corazón se jactaba: 'Soy reina sentada; No soy viuda y nunca estaré triste.
así que en uno día la alcanzarán sus plagas..." ¡Un juicio como nunca antes existió en esta extensión!
Babilonia mundial recibirá sufrimiento y tormentos en proporción a su esplendor y su pecado. Los hijos
de Dios experimentan lo contrario: su tribulación se transforma en gloria: “Porque nuestra luz y nuestros
sufrimientos momentáneos están obrando en nosotros una gloria eterna que los supera a todos” (2 Cor.
4:17). El versículo 7b de Apocalipsis 18 habla del imperio anticristiano seguro de sí mismo y arrogante;
esa seguridad en sí misma que a menudo vemos hoy en día también en las personas del mundo, que se
comportan como si fueran a vivir eternamente: “Estoy sentada como una reina; No soy viuda y nunca
estaré triste”.

Dos declaraciones muestran la velocidad del juicio sin precedentes de Dios:

“…en un día” (v. 8) y “¡en solo una hora, tanta riqueza se arruinó!” (v.17). Algunos, laicos y científicos,
perciben la proximidad de esta catástrofe mundial. Por eso vivimos en una época marcada por el miedo.
¿Qué hace que millones de personas hoy en día sigan moviéndose constantemente, no siempre
racionalmente? Es un espíritu de agitación, que instiga a pisar el acelerador y, por tanto, a huir. Estos
son síntomas que muestran que el hombre actualmente intuye lo que se aproxima. En Apocalipsis 18:19,
se les dice a los sobrevivientes: “Echarán polvo sobre sus cabezas, y gimiendo y llorando, gritarán: '¡Ay!
¡La gran ciudad! ¡Gracias a su riqueza, todos los que tenían barcos en el mar prosperaron en él! ¡En solo
una hora estaba en ruinas!'”.

Los versículos 9-10 describen el gran llanto que entonces se apoderará de los reyes, es decir, de los
políticos: “Cuando los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron sus deleites, vean el
humo de su incendio, llorarán. y lloraré por ella. Asustados por su tormento, se pararán a distancia y
gritarán: '¡Ay! ¡La gran ciudad! ¡Babilonia, ciudad poderosa! ¡En solo una hora ha llegado tu destino!'”.
No sólo los políticos, sino también los empresarios clamarán: “Los mercaderes de la tierra llorarán y se
lamentarán por ella, porque ya nadie compra sus mercancías” (v. 11). ¡Impactante! No son las lágrimas
de arrepentimiento lo que lloran ante Dios. No, están llorando porque sus bienes y toda la
infraestructura están siendo destruidas. De repente, su tranquilidad se convierte en pánico y estallan en
"¡Ay!... ¡Ay!" Tres veces se dice “en una hora” (v. 10,17,19). En la tierra entonces habrá fuertes lamentos,
llantos, gritos, pánico loco. Sin embargo, en el cielo se escucha la llamada a la santa alegría: “¡Celebrad
lo que ha sido de ella, oh cielos!

¡Celebrad, oh santos, apóstoles y profetas! Dios la ha juzgado, pagándole lo que te hizo” (v. 20). Si está
escrito “lo que ella te ha hecho”, debemos recordar que está escrito: “¿No sabéis que los santos juzgarán
al mundo?” (1Co 6.2). Los conquistadores de Tiatira también tienen esta promesa. Los ángeles del cielo
y los santos, entre ellos especialmente los apóstoles y profetas, tienen todas las razones para prorrumpir
ahora en un gran gozo, porque Dios ha ejecutado su juicio contra Babilonia, es decir, ha decidido su
causa contra Babilonia en su propio beneficio. . . La injusticia del mundo anticristiano, que había
permanecido impune durante mucho tiempo, y los derechos de los creyentes hasta entonces velados,
ahora fueron traídos a la clara luz de Dios y revelados ante todo el mundo. Por lo tanto, todo el cielo
debe alabar a Dios a gran voz. Esta alabanza continúa en el capítulo 19. Antes, sin embargo, Babilonia
es arrojada, como simbólicamente, pero también realmente, al Abismo por el primer ángel, que es
Jesucristo, porque él, lleno de gran poder y de gloria resplandeciente, ya ha anunciado este otoño en el
versículo 2.
Finalmente, hay otro ángel que tiene algo que decir y hacer en la última hora del mundo ya en llamas:
“Entonces un ángel poderoso levantó una piedra del tamaño de una gran piedra de molino, la arrojó al
mar y dijo: ' Con igual violencia será derribada por tierra la gran ciudad de Babilonia, para no ser jamás
hallada'” (v. 21).

¡Notable! Este es el cumplimiento de lo que Jeremías mandó a Seraías (cf. Jer 51, 59-63). Seraías
necesitaba leer el libro en el que estaban escritos los juicios sobre Babilonia, atarlo a una piedra y
arrojarlo en medio del Éufrates. La justificación de este procedimiento simbólico fue: “Babilonia se
hundirá y nunca más se levantará a causa del mal que yo traeré sobre ella” (Jeremías 51:64). Este juicio
se ejecuta aquí en Apocalipsis 18: Babilonia es arrojada como una piedra arrojada a lo profundo del mar;
¡así de radical será la destrucción! Cuando este juicio haya sido ejecutado sobre la humanidad
anticristiana, entonces habrá un silencio espantoso sobre la tierra oscura y muerta.

Eso es lo que describen los versículos 22-24: "El sonido de arpistas, músicos, flautistas y trompetistas
nunca más se volverá a oír en medio de ellos". Toda expresión de alegría y placer de vivir desaparecerá.
“Nunca más se encontrará dentro de sus muros ningún artesano de ninguna profesión”. No se escuchará
más ruido de trabajo activo. “El sonido de las piedras de molino nunca más se escuchará en medio de
ti”. La harina ya no será molida para el uso diario. Cómo latía la vida antes en este mundo, Babilonia, ya
sea en el gozo del placer, en el ruido de la industria, o en los lamentos y gemidos de los miserables y
cansados. Ahora, sin embargo, reina un silencio mortal. “Nunca más la luz de la lámpara brillará dentro
de sus paredes”. ¡Qué abundancia de luz había antes, incluso de noche, en el esplendoroso mundo de
Babilonia! Sin embargo, tampoco surgirá nueva vida. “Nunca más se escuchará allí la voz de los novios”.
No se celebrarán más matrimonios, no se fundarán más familias; la vida ya no florecerá. Babilonia
mundial estará completamente desierta. ¡Un juicio de una severidad inusual! Él, sin embargo, no podría
ser más agradable. El ángel lo justifica triplemente:

1) “Sus mercaderes eran los más grandes del mundo”. Babilonia ha degradado a los grandes de la tierra
para que sean sus mercaderes, usándolos de una manera indescriptiblemente pecaminosa. Ya vemos
esto a menudo en la política actual;

2) “Todas las naciones fueron seducidas por tus hechicerías”. Babilonia atrajo, engañó y embriagó a las
masas con su hechicería y prostitución, también a través de la verdadera hechicería del infierno, que
será ampliamente practicada por el Anticristo y sus profetas. (Recuerdo el capítulo 13.) Por lo tanto, ella
fascinó a las naciones. Estos dos primeros hechos se describen de manera similar en el capítulo 17:2:
“Con los cuales han fornicado los reyes de la tierra; los moradores de la tierra se embriagaron con el vino
de su fornicación”; y

3) “En ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que fueron muertos en la
tierra”. En última instancia, no sólo la sangre de los mártires, que fue derramada sin igual por Babilonia,
sino toda la sangre inocente de toda la historia del mundo, en todos los lugares y tiempos, debe ser
atribuida y vengada en Babilonia.
El espíritu asesino, que a lo largo de toda la historia humana se ha revelado aquí y allá en diversos actos
aterradores, ha colmado su medida de maldad y culpa y recibe su castigo en Babilonia. Y esto con razón,
porque desde sus pequeños comienzos, inmediatamente después de la Caída de la humanidad, hasta su
mayor desarrollo, la Babilonia mundial se ha convertido en el imperio del Anticristo. Su carácter final
es el de Babilonia. En este personaje aparece el espíritu del imperio mundial en su pleno desarrollo y en
toda su culpa. Sobre este personaje se lleva a cabo el castigo por toda la culpa de todo el imperio mundial
de todos los tiempos y todos los lugares.

Ahora se ha llevado a cabo el terrible juicio que ya había sido anunciado por un ángel en el capítulo 14.8.
Lo chocante es que la humanidad ya es consciente de lo que está por venir, y hay que imaginar que esta
hora de aniquilamiento -cuando llegue- es un punto fijo en la conciencia de los seres humanos, algo así
como una meta de sus vidas para ellos. que todo está dirigido. Sin embargo, ¡no es nada de eso!

Nada en el mundo ha sido tan decidida y meticulosamente ignorado, y es continuamente ignorado, como
el pensamiento al final. Hasta el día de hoy nunca ha penetrado realmente en la conciencia de los
hombres, de lo contrario habríamos tenido un despertar mundial hace mucho tiempo. Esta ignorancia
es fruto de un esfuerzo muy grande, si consideramos cuántas veces y de qué manera minuciosa se ha
recordado a los hombres, por la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, esta hora, y eso con una claridad
que nada deja en duda. deseado. Es como si trataran de esclarecer estos hechos para darle sentido,
sentido y dirección a sus vidas, llevándolos a Jesucristo. Si el hecho de que la tierra será aniquilada fuera
la base sobre la cual la gente construye su vida, muchas cosas serían muy diferentes. Sin embargo, que
la tierra llegará a su fin ha sido reprimido hasta el día de hoy en la conciencia de los hombres, y estamos
más lejos que nunca de un despertar mundial. Los hombres no aceptaron como verdadera la Verdad y,
con ello, se engañaron en la cuestión esencial de su existencia, esto es, en cuanto al entendimiento de
que la vida aquí en la tierra no es más que avanzar hacia el momento en que debemos asistir ante Dios.

¿Quizás perteneces a aquellos que, a menos que se les entienda mejor, tienden a creer que nunca les
puede pasar nada? ¡Muchos creen las cosas más increíbles si son positivas! Quiero mostrar el efecto de
este extraño fenómeno a través de un ejemplo especialmente drástico: el Titanic fue considerado un
barco absolutamente incapaz de hundirse. Incluso cuando ya se estaba hundiendo, todavía se le
consideraba -más aún en ese momento- incapaz de hundirse. ¿Fue la fe en la técnica o un milagro lo que
cegó a los pasajeros de lo que estaba sucediendo?

Ciertamente, el comportamiento del comando también tuvo alguna influencia, pero no se debe suponer
que sería posible convencer a la gente de algo que a ellos mismos no les gustaría creer. El mando del
puente ocultó todas las noticias sobre la verdadera situación; no querían asustar a la gente. Uno puede
imaginar que incluso en el puente la verdad no quería ser aceptada, confiando en la habilidad de la
técnica y, además, esperando el milagro que detendrían las esclusas (muros transversales impermeables
internos en el barco). Así se transmitían noticias interesantes, salpicadas aquí y allá de anécdotas, y se
navegaba alegremente hacia la destrucción. Como actualmente! Las esclusas estallaron una tras otra y
el casco del barco se llenó de agua.
Estalló el pánico; todo sucedió muy rápido. Fue un infierno, fue el "fin del mundo". Los botes salvavidas
quedaron parcialmente vacíos y dos tercios de los pasajeros fueron arrastrados a las profundidades por
el barco. ¡Así fue el hundimiento del Titanic! Fue así como será en todo el mundo con Babilonia; como
es actualmente.

No sólo el nombre “Titanic”, sino también su destino parece tener un significado profético-simbólico.
Tan vívido es el paralelo con el hundimiento que pronto ocurrirá en proporciones incomparablemente
mayores. La destrucción de esta Babilonia, cuya cuenta atrás ya comenzó hace tiempo, también pasa en
su fase inicial tan desapercibida como en el caso del Titanic, aunque en el “puente de mando” hay
algunos iniciados que conocen la situación, porque son silencioso. "¡No podemos volver loca a la gente!"
Por lo tanto, son engañados acerca de la verdad y adormecidos diariamente, especialmente por la noche,
con entretenimientos vanos. Los músicos del barco se encargaron de esto en el Titanic; hoy son los
medios. Hay que tener en cuenta que los propios señores encargados no saben del todo la gravedad de
la situación, pues también prefieren creer que se trata de una crisis pasajera. Por eso corren de
conferencia en conferencia y arrullan a la gente con la ilusión de que pronto todo mejorará. "Que la proa
del barco ya se haya hundido en las olas debe tomarse como una señal inequívoca de que está a punto
de resurgir". Este es más o menos el tenor de los comunicados conjuntos firmados, ¡porque eso es
precisamente lo que los hombres de hoy quieren escuchar! Les gustaría mucho creer en lo que es
improbable que suceda, y así se repetirá la situación del hundimiento del Titanic, pero esta vez a nivel
mundial. Mientras la gente se divierte, estallará el juicio sobre el mundo de Babilonia, y el resto será
pánico.

¡Jesucristo, el Hijo de Dios, aún hoy quiere salvar a las personas de la futura ira terrible de Dios! ¡Todavía
vivimos en el hoy de la gracia! ¡Disfrútala!
XXIII
El Triunfo Sobre
la Caída de Babilonia
(Ap. 19.1-6)

“1 Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo,


que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del
Señor Dios nuestro;
2 porque sus juicios son verdaderos y justos; pues ha juzgado a
la gran ramera que ha corrompido a la tierra con su fornicación,
y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.
3 Otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos
de los siglos.
4 Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se
postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el
trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
5 Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos
sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes.
6 Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de
muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía:
¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!.”
N ecesitamos fijarnos en estos versículos con el capítulo 18 de fondo, donde -durante el terrible
juicio sobre Babilonia- se escucha en el cielo la exhortación: “¡Celebrad lo que ha sido de ella, oh
cielos!

¡Celebrad, oh santos, apóstoles y profetas! Dios la ha juzgado, pagándole lo que te hizo” (18:20). Esta
exhortación es ahora magníficamente atendida en el cielo, porque Babilonia la grande, que incluye tanto
a la iglesia falsa (es decir, la ramera) como al sistema mundial babilónico anticristiano, ahora ha caído,
ha sido destruida. Los habitantes del cielo estallaron en una alegría nunca antes escuchada, repitiendo
cuatro aleluyas.

Por primera vez en el Nuevo Testamento, encontramos aquí una de las expresiones de agradecimiento
más interesantes jamás usadas en la tierra. Es la misma palabra que aparece varias veces en los grandes
salmos. Uno de los antiguos hombres de Dios, el arzobispo Anselmo de Canterbury, que murió en 1109,
consideró que la palabra “aleluya” estaba en el lenguaje de los ángeles. Agustín, uno de los padres de la
iglesia, dijo que esta palabra contenía todo lo necesario para la alabanza del Eterno. Los libros apócrifos
no son (como hemos dicho) inspirados por el Espíritu Santo, pero su lectura es, como decía Lutero, útil.
En el libro apócrifo de Tobías está escrito, en el capítulo 13.20-22: "... mira el esplendor de Jerusalén:
sus puertas serán reconstruidas con zafiros y esmeraldas, sus muros serán enteramente de piedras
preciosas, sus plazas serán pavimentadas con mosaicos y rubíes, y en sus calles cantarán: ¡Aleluya!”.
Nota 14

A partir de Apocalipsis 19,1, volvemos a ver en primer lugar la secuencia cronológica de los
acontecimientos de los últimos tiempos, pues aquí también está escrita la palabra “después”: “Después
de esto oí en el cielo algo así como la voz de una gran multitud, exclamando: '¡Aleluya! La salvación, la
gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios”.

¡Qué contraste hay entre los capítulos 18 y 19! En el capítulo 18 escuchamos un triple llanto fúnebre, un
duelo triple: los reyes (v. 9), los mercaderes (v. 11) y los hombres del mar (v. 17-19) lloraban, gemían y
lloraban. Ya en el capítulo 19 escuchamos un triple júbilo: de la gran multitud (v. 1), de los veinticuatro
ancianos y de los cuatro seres vivientes alrededor del trono (v. 4). Los veinticuatro ancianos y los cuatro
seres vivientes “se postraron y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y clamaron: '¡Amén,
aleluya!'”

Comparado con el silencio mortal que descendió sobre la tierra después de los terribles juicios, este
contraste parece aún más intenso, porque este silencio se describe palpablemente en el capítulo 18: 22-
23: “El sonido de los arpistas, músicos, flautistas y trompetistas.

Ningún artesano de ninguna profesión se encontrará nunca más entre sus muros. Nunca más se oirá
ruido de ruedas de molino en medio de ellos. La luz de la vela nunca más brillará dentro de sus paredes.
Nunca más se escuchará allí la voz de los novios...”.
¡En verdad, un silencio mortal! En contraste, tenemos la descripción de lo que Juan ahora escucha: “Oí
en el cielo algo como la voz de una gran multitud, que gritaba: '¡Aleluya!'” (v. 1), y en el versículo 6: “.. .
algo así como el sonido de una gran multitud”. No se dice de dónde en el cielo vienen estas voces, pero
la expresión "gran multitud" nos lleva a los innumerables que salen de la gran tribulación y han lavado
sus ropas en la sangre del Cordero.

De esos innumerables, leemos en Apocalipsis 7:9-10: “Después de esto miré, y había delante de mí una
gran multitud, la cual nadie podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua, de pie delante del trono
y ante el Cordero, con vestiduras blancas y palmas de las manos. Y clamaban a gran voz: 'La salvación
es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero'”. A la pregunta de quiénes eran, Juan
recibe la respuesta: “Estos son los que han salido de la gran tribulación, los cuales han lavado sus
vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (7:14).

Los innumerables que se convirtieron durante la gran tribulación y vencieron al Anticristo, teniendo que
pagarlo con sus vidas, están ahora en el cielo, desde donde ven el justo juicio sobre Babilonia y
prorrumpen en aleluyas de júbilo. Tampoco podemos imaginar cómo los oídos de Juan podrían soportar
estos poderosos aleluyas, ya que el oído humano tiene una capacidad auditiva limitada. Qué
indescriptible debe haber sonado cuando estos innumerables, estos glorificados, jubilaron con sus
aleluyas. Porque Juan lo describe con las palabras: "Entonces oí algo como el estruendo de una gran
multitud, como el sonido de muchas aguas y de grandes truenos..." (19:6). En el capítulo 14.2 leemos lo
mismo: “Oí del cielo un estruendo como de muchas aguas y un gran trueno”. La expresión “Dios nuestro”
en Apocalipsis 19:6 muestra claramente que son redimidos. Con estos aleluyas exaltan la redención, la
gloria y el poder de nuestro Dios. Lo que los reyes, mercaderes y marineros del capítulo 18 sienten y
lamentan como ruina y catástrofe es alabado en el cielo como redención y gloria divina. Lo que en la
tierra se valora como la destrucción del poder y la riqueza, en el cielo recibe alegría como la victoria de
la bondad y la justicia divinas.

Como creyentes, siempre debemos recordar el hecho de que la perspectiva celestial de las cosas y eventos
terrenales es fundamentalmente diferente de la perspectiva mundana. ¡Debemos aprender a mirar las
cosas que enfrentamos desde una perspectiva celestial!

Si no lo hacemos, sacaremos conclusiones falsas y juzgaremos mal. ¡Cuán pocos creyentes son capaces
de juzgar espiritualmente! Esto también a menudo resulta en divisiones interiores. Muchos juzgan
según criterios terrenales y sentimentales, y así llegan a valoraciones falsas. Lo que en la tierra es objeto
de la santa ira de Dios se juzga desde la perspectiva terrenal como bueno y justo, como amor y alegría.
Muchas cosas por las que la gente se esfuerza, trabaja y corre, son rechazadas y condenadas duramente
por el Señor. Esto es lo que nos muestran los capítulos 18 y 19 de Apocalipsis. Como hijos de Dios, no
hay límite de cuánto debemos luchar para ver las cosas, incluso en nuestra vida personal, desde la
perspectiva celestial y divina. Sin embargo, ¿somos realmente capaces de eso mientras estamos aquí en
la tierra? Si y no. Aunque estábamos en la tierra, en espíritu fuimos resucitados juntamente con Cristo,
quien nos hizo sentar en los lugares celestiales (Efesios 2:6). Por eso somos capaces de evaluar y juzgar
todas las cosas que enfrentamos, incluidas las malas y difíciles, desde un punto de vista celestial.

Esto es lo que también dice la carta a los Colosenses: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de
la tierra” (Colosenses 3:2).

La “voz de una gran multitud” justifica expresamente su alegría: “Porque sus juicios son verdaderos y
justos. Condenó a la gran ramera...” (19:2). La destrucción de Babilonia será una brillante revelación de
la verdad y la justicia del dominio de Dios.

En sentido figurado: en la cruz del Gólgota, es decir, en perspectiva inversa –allí donde tuvo lugar la
mayor injusticia de todos los tiempos, cuando el Señor de la gloria fue burlado y crucificado– ¡la justicia
de Dios quedó plenamente satisfecha! Pero aquí, en la destrucción de Babilonia, el terrible juicio no
tiene ningún efecto indirecto. Esto también, nosotros que somos creyentes, debemos tomarlo
personalmente: cuando sufrimos injusticia, se nos aplica la justicia de Dios: Gólgota.

Cuando tenemos esta visión de las cosas, estamos tranquilos y felices; entonces sabemos que estamos
en la mano de Dios y que todas las cosas cooperan para nuestro bien. A menudo parece que la suerte de
los impíos es tan grande, que nuestro Señor se ha olvidado de sus promesas, que ha abandonado la
tierra. Sin embargo, nuestro Señor es paciente y muy bondadoso. Él espera mucho; él espera hasta que
la medida del pecado esté llena. Solo entonces destruye a Babilonia. La gran ramera que ahora se está
formando es el obstáculo gigantesco para el derramamiento de las bendiciones de Dios. Según el capítulo
17,16-17, el Señor se valdrá, durante la gran tribulación, de los poderosos del imperio anticristiano para
juzgar y destruir definitivamente a esta ramera: “La bestia y los diez cuernos que has visto aborrecerán
a la ramera. La arruinarán y la desnudarán, comerán sus carnes y la destruirán con fuego, porque Dios
ha puesto en sus corazones el deseo de cumplir el propósito que tiene, llevándolos a ponerse de acuerdo
para darle a la bestia el poder que tienen. reinar hasta que se cumplan las palabras de Dios”. En el fondo,
Dios mismo lo hace a través de la humanidad anticristiana y de la bestia.

“Porque verdaderos y justos son sus juicios. Condenó a la gran ramera que corrompió la tierra con su
fornicación. Él la cargó con la sangre de sus siervos” (v. 2). Así que ahora la iglesia mundial sin Cristo,
ese sistema diabólico-religioso, ha sido eliminado. No hay sistema más satánico que la religión sin el
Cristo viviente, que la gran ramera. Todo tendrá entonces una composición cristiana: habrá ritos
cristianos, bautizos, confirmaciones o confirmaciones, etc., y aun así faltará lo decisivo: el Cristo vivo.
¡Cuánta sangre de santos ha derramado la gran ramera en el curso de la historia! Los aleluyas de la
eternidad se escucharán fuertes y fuertes, correspondientes al terrible y radical juicio sobre estas
abominaciones. ¡Los caminos de Dios son justos! ¡Los juicios de Dios son verdaderos! Por más
misteriosos y enigmáticos que puedan parecer estos caminos de Dios por un tiempo, ¡los aleluyas serán
más profundos y claros en proporción a estas direcciones de Dios!
Esto también se aplica a nuestra vida personal: cuando pasemos por un valle oscuro, los aleluyas sonarán
doblemente, como aquí en el doble juicio: el juicio sobre la ramera y el juicio sobre el mundo babilónico.

“Y una vez más la multitud exclamó: '¡Aleluya! El humo que sale de él sube por los siglos de los siglos'”
(v. 3). Este segundo aleluya se debe a que nunca más la terrible Babilonia podrá levantarse sobre la
tierra, quedando atrapada eternamente en el fuego del Abismo. En cuanto al tormento eterno, se usa
aquí la misma expresión aterradora que ya encontramos en el capítulo 14.11: “Y el humo del tormento
de tales personas sube por los siglos de los siglos. Para todos los que adoran a la bestia y a su imagen, y
para cualquiera que recibe la marca de su nombre, no hay descanso ni de día ni de noche.” El juicio sobre
Babilonia es definitivo, ¡para siempre! Tenemos aquí ante nosotros uno de los pasajes bíblicos que refuta
la doctrina del universalismo. Como es bien sabido, la doctrina del universalismo dice que los
condenados aún serán bendecidos a través de los juicios (se habla de eones = edades). Sin embargo, aquí
está escrito que "el humo del tormento de tales personas sube por los siglos de los siglos". De Dios
nuestro Señor lo mismo está escrito en Apocalipsis. El texto griego dice: “El Dios que vive desde el siglo
y hasta el siglo” (cf. 4, 9-10; 5, 13; 15, 7). Si, por lo tanto, la maldición fuera de un tiempo limitado, esto
también sería el caso de Dios.

Ahora los miembros del concilio celestial levantan su voz: “Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres
vivientes se postraron y adoraron a Dios, quien estaba sentado en el trono, y gritaron:

'¡Amén, Aleluya!'” (v. 4). Este es el tercer aleluya. Antes de adentrarnos más en esto, quiero analizar un
poco más profundamente el significado de la palabra "aleluya", para que la usemos correctamente, es
decir, en los casos en que se aplica.

Resulta que hoy en día se usa en muchos lugares de manera inapropiada. Así que debemos notar que
este no es el caso de la Biblia. En el Antiguo Testamento la expresión “aleluya” aparece veinticuatro
veces, exclusivamente en los Salmos y sólo a partir del Salmo 104. En el Nuevo Testamento aparece
escrita sólo cuatro veces, y todas aquí en este capítulo, en los versículos 1, 3, 4 y 6.

Es muy esclarecedor ver en qué contexto se usa por primera vez en la Biblia la palabra aleluya, que está
en el Salmo 104:35: “Sean cortados de la tierra los pecadores, y cesen los impíos.

¡Bendita sea el Señor mi alma! ¡Aleluya!". Allí, por lo tanto, es bendita la victoria final de Dios sobre el
pecado de la humanidad, y la completa aniquilación de los malvados de la tierra, porque la maldad de
los hombres significa una constante blasfemia y deshonra al nombre del Señor. Aquí en Apocalipsis 19,
donde aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, también expresa la gratitud y el gozo de los
redimidos celestiales, porque con la caída del imperio anticristiano comenzó realmente la aniquilación
de los impíos de la tierra.

Este es el significado de esta expresión sagrada de alegría en los cuatro pasajes del Nuevo Testamento.
En este contexto aprendemos que cuando oramos por la conversión de nuestros familiares, primero
debemos purificar los motivos de nuestro corazón; porque, por supuesto, nos preocupa que se salven, y
no que se condenen. Sin embargo, esta no es una buena razón. La razón debe ser: "Señor, salva a mi
esposa, a mi esposo, a mis hijos, para que tu santo nombre no continúe siendo blasfemado".

Si analizamos también los otros pasajes donde está escrita la palabra “aleluya”, descubriremos que
también expresan un pensamiento muy similar: se trata de alabanza a Dios por la gran certeza de que
su justicia obtendrá el dominio exclusivo sobre esta tierra. Si, por lo tanto, realmente sufres injusticia,
entonces puedes decir "aleluya". Por lo tanto, esta extraordinaria palabra de alabanza a Dios no debe
decirse a la ligera, sino que debe usarse con santo respeto.

Lo que las grandes multitudes en el cielo exclaman en Apocalipsis 19:1,6 es lo que la iglesia arrebatada
(representada por los veinticuatro ancianos) también sentirá y dirá, junto con los cuatro seres vivientes
alrededor del trono de Dios (la jurisdicción de Dios): aleluya! Y nosotros, que como renacidos
pertenecemos a la iglesia de Jesús, cantaremos – quién sabe cuándo – este aleluya. Los veinticuatro
ancianos y los cuatro seres vivientes se postran en profunda admiración y adoran a quien está sentado
en el trono, diciendo una palabra más notable: “¡Amén, aleluya!” (v. 4).

“Amén” – ¡una palabra consagrada y significativa! Con razón se supone que tales palabras tienen su
origen en el cielo. La palabra “amén” aparece por primera vez en Números 5:22 y por última vez en el
penúltimo versículo de la Biblia, donde está escrito: “El que da testimonio de estas cosas dice: ¡Sí, vengo
pronto! ' Amén. ¡Ven, Señor Jesús!” (22,20). El “amén” se usa como expresión de santo acuerdo y
confirmación. No es posible traducirlo con una sola palabra; significa "fiel", "en verdad", "ciertamente",
"así sea". Piensa en Jeremías 28:6, donde el profeta Jeremías responde a la declaración del profeta
Hananías: “¡Amén! ¡Que el Señor así lo haga! Que el Señor cumpla las palabras que has profetizado al
traer los utensilios del templo del Señor y a todos los desterrados de Babilonia a este lugar”. Una profecía
que actualmente se está cumpliendo.

Según diferentes pasajes de la Escritura, también se usa para confirmar un juramento (cf. Núm. 5:21-
22; Dt. 27:15-26; Neh. 5:13). Este es también el caso aquí en Apocalipsis 19.

El círculo se estrecha, porque los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos (es decir, la iglesia
raptada) están muy cerca del trono de Dios y del Cordero. Encontramos la misma descripción de
ubicación en Apocalipsis 5:6: "Entonces vi un Cordero, que parecía haber estado muerto, de pie en el
centro del trono, rodeado por los cuatro seres vivientes y los ancianos". Los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos confirman ahora en el capítulo 19, no sólo con todo su ser, postrándose ante el
Dios eterno, adorándolo y exclamando el poderoso aleluya, sino también con la voz unánime y fuerte de
amén, que Dios es santo y sus juicios son justos. No dicen “¡Aleluya, amén!”, sino primero amén y luego
aleluya (v. 4).

En el versículo 5 se escucha una voz desde el trono y luego cambia el tema de la alabanza. Se vuelve más
completo. En este versículo destacan dos dobles descripciones: “¡Alabad a nuestro Dios, todos sus
siervos, los que le teméis, así pequeños como grandes!”. “...todos vosotros sus siervos, los que le
teméis...” – esta es una evaluación de la espiritualidad. "... tanto pequeños como grandes": este es el
grado de crecimiento. Ambos indican que esta voz extremadamente poderosa de en medio del trono
ordena a todos los glorificados que alaben a Dios. “Alabado sea nuestro Dios” – este es un mandato
categórico. No se dice de quién es la voz que escuchamos aquí. Entre muchos comentaristas prevalece
la opinión de que es la voz de Cristo, pues también en el capítulo 7.17 vemos “al Cordero que está en
medio del trono”. En todo caso, la reacción al mandato de que todos lo alabaran es magnífica, pues Juan
lo describe así: “Entonces oí algo como el estruendo de una gran multitud, como el estruendo de muchas
aguas y de grandes truenos, que gritaba: ' ¡Aleluya!'” (v. 6).

Luego sigue la justificación de este cuarto aleluya: “…porque el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso,
reina” (v. 6b). Este aleluya es más intenso que los tres anteriores, pues ya no se refiere a algo negativo,
ya no a la caída, juicio y destrucción de Babilonia, sino a algo positivo, a algo celestial. El juicio sobre la
ramera Babilonia reveló la omnipotencia de Dios; demostró que él reina. Aquí, ahora, ese poder se
despliega a través de la posesión del reino del mundo. De hecho, vemos algo similar en la séptima
trompeta:

“El séptimo ángel tocó su trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: 'El reino del mundo
ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos'” (Ap. 11:
15). La oración de nuestro Señor – “Venga tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”–
se cumple por “etapas” en el Apocalipsis, pues cuando los poderosos son quitados, el Señor asume el
dominio exclusivo. Esto no significa que las estructuras políticas de gobierno existentes (democracia,
dictadura, democracia manipulada o comunismo) de repente sean impulsadas o caracterizadas por
principios cristianos. Dios nunca continúa con lo que es viejo. Dios no arregla, sino que siempre crea
algo nuevo. Esto también se aplica a su vida personal. Si te llama la atención la Palabra de Dios, podrías
pensar: “De ahora en adelante, todo debe mejorar. Me controlaré más”. Quiere restaurar, revisar, pulir.
Pero Dios nunca hace eso. La Escritura dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es.
Las cosas viejas han pasado; he aquí, ¡cosas nuevas han surgido!” (2 Corintios 5:17). Si ahora leemos que
él reina, que ha asumido el dominio, entonces eso significa que todo es nuevo y que toda la tierra está
cubierta con la gloria del Señor, pues la caída de Babilonia es el preludio del completo renacimiento
social de esta tierra, del maravilloso reino milenario del Señor Jesucristo!
XXIV
Las Bodas del Cordero
(Ap. 19.7-10)

“7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han


llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.
8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y
resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los
santos.
9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son
llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son
palabras verdaderas de Dios.
10 Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no
lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen
el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de
Jesús es el espíritu de la profecía.”
L as bodas del Cordero son la conclusión de la unión del Esposo celestial con la entonces iglesia-
novia glorificada. El matrimonio terrenal no es más que una débil sombra del matrimonio del
Cordero. Necesitamos ver las bodas del Cordero representadas en las costumbres matrimoniales
orientales, que consta de tres pasos: 1. Los esponsales, que es un acto de compromiso legal. En el sentido
bíblico, compromiso es cuando una persona acepta a Jesús. Por esto, como miembro individual, ella es
añadida a la iglesia de Cristo, que es su iglesia novia.

2. El novio viene por su novia. El Señor viene a arrebatar a la novia-iglesia (1 Tes 4,13-17; 1 Cor 15,51).
¡Aparecerá de repente! Los muertos en Cristo resucitarán primero. Entonces nosotros, los que vivimos
y permanecemos, seremos transformados. Entonces seremos arrebatados hacia él en las nubes, junto
con los que durmieron antes.

3. ¡La boda, el banquete de bodas! Una novia espera el día de su boda, cuando se unirá al novio. Así
también la iglesia de Jesús. Las bodas del Cordero tendrán lugar en el contexto de la segunda venida del
Señor, es decir, cuando venga a establecer su reino de mil años, su reinado. La novia, la esposa del
Cordero, está en marcado contraste con la ramera del capítulo 17:1. La novia del Cordero, sin embargo,
también debe distinguirse de Israel, la esposa infiel del Señor Jehová en la historia. Eso será restaurado
en el milenio. ¡Estos son misterios maravillosos!

Encontramos, por ejemplo, prueba de que Israel es la esposa del Señor en Isaías 54:5-8: “'Porque tu
marido es tu Hacedor, el SEÑOR de los ejércitos es su nombre, el Santo de Israel es tu Redentor; es
llamado el Dios de toda la tierra. OS te llamará como si fueras una mujer abandonada y afligida de
espíritu, una mujer que se casó joven y fue rechazada', dice tu Dios. 'Por un breve momento la abandoné,
pero con profunda compasión la traeré de vuelta. En un impulso de indignación escondí mi rostro de ti
por un momento, pero con eterna bondad tendré compasión de ti', dice el Señor, tu Redentor”. Esta es
la restauración, la nueva aceptación de Israel como esposa de Jehová.

En el profeta Oseas el Señor también habla con duras palabras de la apostasía y fornicación de Israel:
“Llamad a vuestros hermanos 'pueblo mío' ya vuestras hermanas 'mi amado'.

Reprende a tu madre, repréndela, porque ella no es mi esposa, y yo no soy su esposo. Quite de su rostro
el signo de la adúltera y de entre sus pechos la infidelidad. De lo contrario, te dejaré tan desnudo como
el día en que naciste; La convertiré en un desierto, en una tierra árida, y la saciaré de sed. No trataré a
tus hijos con amor, porque son hijos de adulterio. Su madre les fue infiel, quedó embarazada de ellos y
está cubierta de vergüenza. Porque ella dijo: 'Iré tras mis amantes, quienes me dan comida, agua, lana,
lino, aceite y bebida.' Así que bloquearé tu camino con espinas; La rodearé para que no pueda encontrar
su camino. Correrá tras sus amantes, pero no los alcanzará; los buscará, pero no los encontrará.

Entonces ella dirá: 'Volveré a estar con mi marido como al principio, porque era mucho mejor de lo que
soy ahora'” (Oseas 2:1-7).
Luego, sin embargo, se vuelve de nuevo a Israel: “Por tanto, ahora la seduciré; La llevaré al desierto y le
hablaré con bondad” (Oseas 2:14). Israel está en el desierto entre las naciones; está aislado, pero el Señor
quiere hablarle al corazón; sí, él quiere unirse con estas personas: “Me casaré contigo para siempre; Me
casaré contigo con justicia y rectitud, con amor y compasión. Te casaré fielmente, y reconocerás al
Señor” (Oseas 2:19-20). Sin embargo, aquí en Apocalipsis 19 se habla de las bodas del Cordero, el Hijo
de Dios. Este maravilloso evento se llevará a cabo en la gloria celestial.

Para nosotros, las expresiones “novia del Cordero” o “bodas del Cordero” son más o menos comunes,
pero para Juan eran completamente nuevas. “...su novia se ha preparado” (v. 7b) – esto es esencial,
porque es imposible que Jesucristo tome posesión de su reino, es decir, asumir el dominio, ante su
iglesia-novia, su esposa, ¡prepárate! Por lo tanto, para que las bodas del Cordero se realicen pronto,
dependerá de la preparación de la iglesia-esposa.

¡Tampoco somos conscientes de que nosotros, como nacidos de nuevo, como primicias del Espíritu y
pertenecientes al cuerpo de Cristo, la esposa de Cristo, determinamos el curso de la historia del mundo
a través de nuestra situación interior!

“¡Alegrémonos! ¡Alegrémonos y démosle gloria! Porque ha llegado la hora de las bodas del Cordero, y
su novia se ha preparado” (v. 7). La tensión en la historia del mundo y el plan de salvación radica en que
lo que sucede en el plan de salvación por parte de Israel por un lado y por parte de la iglesia de Jesús por
el otro frena y retrasa continuamente el plan de Dios. . El Esposo celestial quiere la unión con su novia
en la gloria, pero eso requiere su prontitud.

Colosenses 3:4 habla de esta grandiosa perspectiva: "Cuando Cristo, vuestra vida, sea manifestado,
entonces también vosotros seréis manifestados con él en gloria". Esto es lo que también dijo el Señor
Jesús en su oración sacerdotal: “La gloria que tú me diste, les he dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Que sean llevados a la unidad plena, para que el mundo sepa
que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.

Padre, los que me has dado, quiero que donde yo estoy, estén conmigo y vean mi gloria, la gloria que me
diste porque me amaste antes de la creación del mundo” (Juan 17:22-24). Aquí el Esposo habla de su
anhelo de buscar a su novia-iglesia para sí mismo en la gloria.

Cuando se haya ejecutado el juicio sobre Babilonia, inmediatamente después (casi al mismo tiempo)
tendrá lugar la revelación de la gloria del Cordero, de la novia-iglesia. Ciertamente Juan 17:22-24
también se refiere a nuestro presente. Nuestra verdadera preparación consiste en “que sean uno, así
como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí”. Esta unión íntima ya debe manifestarse ahora. Leemos
repetidamente en los Hechos de los Apóstoles que cuando estaban reunidos unánimes, el lugar tembló
y todos fueron llenos del Espíritu Santo. La unidad y la unanimidad en el Espíritu no es sólo una
condición para el despertar, sino también para una preparación acelerada para las bodas del Cordero.
Por tanto, como nacidos de nuevo, no debemos vivir en desunión y no debemos juzgarnos según la carne,
es decir, según las particularidades del carácter, sino para conocernos a nosotros mismos en Jesucristo.

“'Para que se vistiera, se le dio lino fino, resplandeciente y limpio.' El lino fino son las acciones justas de
los santos” (v. 8). Aquí debemos distinguir: en la Escritura, un vestido es símbolo de justicia. En un mal
sentido ético, es un símbolo de justicia propia: “Todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia”
(Is 64,6). En Filipenses 3:3-6, Pablo describe lo mejor que un hombre moral y religioso puede hacer bajo
la ley. En un buen sentido ético, el vestido representa el cuidado primario del Señor por nuestra
redención, que se realiza por gracia de su parte y basada en la fe en Jesucristo de nuestra parte. Ya lo ha
visto Isaías: “Porque me vistió con vestiduras de salvación, y me puso manto de justicia…” (Is 61,10). En
principio, todo el que ha aceptado a Jesús recibe estas vestiduras.

La vestidura de lino fino son las “acciones justas de los santos” (griego: dikaioma). Este vestido consiste,
pues, en los actos de piedad y bondad que produce el Espíritu Santo cuando la fe juzga la carne y se
entrega a Dios; cuando un hombre se viste de Jesucristo.

Estas son las buenas obras para las que fuimos creados en Cristo Jesús (cf. Ef 2,10). Los creyentes deben
adornarse con estas obras aquí en la tierra para honrar el nombre de Cristo; muchos pasajes del Nuevo
Testamento hablan de esto (por ejemplo, Tito 2:8-10; 1 Pedro 2:12, etc.).

Juan ahora ve cómo la novia recibe su maravilloso vestido de novia: “A ella le fue dado vestirse de lino
fino, resplandeciente y limpio” (v. 8). La novia es una figura sacerdotal con túnicas blancas relucientes,
fundamentalmente diferente de la terrible prostituta del capítulo anterior, vestida de púrpura y rojo. El
vestido nupcial consiste, por lo tanto, en las acciones justas de los santos, con las cuales fue tejido poco
a poco. La Iglesia Católica enseña que eres salvo por las buenas obras. Esta es una doctrina falsa; sin
embargo, las buenas obras no deben considerarse innecesarias. ¡Por lo contrario! Las buenas obras son
fruto de la fe en Jesucristo. Si no hay buenas obras, la fe está muerta, porque es una doctrina falsa
afirmar que una persona es salva solo por la fe sin obras. Sería posible llegar a esta conclusión leyendo
solo Romanos 4:4, pero la carta de Santiago dice claramente: “Así también la fe en sí misma, si no es
acompañada de obras, es muerta” (Santiago 2:17). Y Pablo, quien también es el autor de la carta a los
Romanos, escribe a Timoteo para que los creyentes “sean ricos en buenas obras” (1 Timoteo 6:18); y
Tito, que “estén siempre dispuestos a hacer todo lo bueno” (Tito 3:1).

Todo el Nuevo Testamento enseña que los que son justificados por la fe deben actuar en consecuencia.
No se deben producir logros religiosos, sino las obras de Cristo a través de nosotros: “No por obras, para
que nadie se gloríe. Porque somos creación de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras...”
(Efesios 2:9-10). Las buenas obras, el amor al prójimo, deben expresar lo que habéis experimentado con
ya través de Jesús.

Así se teje el vestido de novia. Sólo poco a poco la novia del Cordero llega a poseer este precioso y
hermoso vestido. Observemos bien: el lino no se le da sólo ahora. Ella ya está en posesión de él, pero en
el momento del matrimonio se le da a revestirse, ante toda la creación, con el esplendor resplandeciente
de su vestido nupcial, con la gloria alcanzada. Ahora ella está “sin mancha ni arruga” (Ef 5,27), porque
desde hace mucho tiempo dice un antiguo himno:

“La vida interior de los cristianos resplandece, aunque por fuera estén quemados por el sol. Sólo ellos
saben lo que el Rey de los Cielos les ha dado” (traducción libre del alemán). Ahora, con la aparición del
Esposo celestial, Jesucristo, y la manifestación de su gracia, la santificación interior escondida, que hasta
ahora ya se había manifestado en los actos justos de la vida, irrumpe visiblemente en gloria
resplandeciente ante todo el mundo. Muchas veces la novia estaba triste en diversas pruebas, porque
aún no había llegado su Esposo. El mismo Señor Jesús habló de esta tristeza ante el Gólgota,
presentándose al mismo tiempo que el Esposo: “¿Cómo pueden llorar los invitados del Esposo mientras
el Esposo está con ellos? Días vendrán cuando el novio les será quitado; entonces ayunarán” (Mt 9,15).
Ahora vivimos en ese período. El Esposo tarda en venir, pero sabemos que vendrá pronto.

El versículo 9 habla de los invitados a la boda: "Y el ángel me dijo: 'Escribe: ¡Dichosos los invitados a las
bodas del Cordero!'" Una vista excelente: la novia está vestida, los invitados están presentes. ¿Quiénes
son estos invitados a la boda? Según tengo entendido, estas son personas salvas que no pertenecen a la
iglesia de Jesús: los creyentes del antiguo pacto, los 144.000 y la gran multitud que nadie podía contar.
Todos ellos están "invitados a la fiesta de las bodas del Cordero". Por lo tanto, hay dos categorías de los
salvados: la novia –la iglesia y los invitados a la boda. Es necesario distinguir esto claramente. Nunca se
deben mezclar los versículos 7 y 9. El versículo 7 habla de la iglesia-novia, de las bodas del Cordero:

“¡Alegrémonos! ¡Alegrémonos y démosle gloria! Porque ha llegado el tiempo de las bodas del Cordero,
y su novia se ha preparado.” El versículo 9 habla de los invitados a la boda: "Y el ángel me dijo: 'Escribe:
¡Bienaventurados los invitados a las bodas del Cordero!'" Estos son los elegidos que han respondido a la
invitación del Rey a las bodas de su Hijo; estas son las vírgenes prudentes de Mateo 25:1-12 que aparecen
en vestidos de boda. Por lo tanto, los invitados a la boda no deben confundirse con la iglesia
anteriormente raptada, que está vestida de lino fino.

El significado de este momento se acentúa a través de una palabra especial del cielo: “Y el ángel me dijo:
'Escribe...'”. ¿Quién le da esta orden a Juan? Cuatro ángeles le hablaron sucesivamente.

Primero, en el capítulo 17:1, uno de los ángeles que tenía una de las copas de la ira de Dios. Sus palabras
terminan en el capítulo 17:18 y ya no se le cita. Le siguió en el capítulo 18:1 un ángel que tenía gran
autoridad, encargado de ejecutar el juicio sobre Babilonia. Este es el mismo Jesucristo. Su mensaje es
corto pero poderoso (v. 1-3). Luego, en el capítulo 18:4-20, aparece un tercer ángel. Le sigue un cuarto
ángel en el capítulo 18:21-24. Pronto él también, como sus tres predecesores, desaparece de la vista de
Juan y se escucha el cántico celestial de victoria sobre la caída de Babilonia (19:1-4). Tras la exhortación
de la voz del trono, resuena la alabanza celestial por las bodas del Cordero. Por lo tanto, encontramos
que todos los ángeles mencionados hasta ahora se retiraron después de entregar su mensaje. El Señor
Jesús ya no está visiblemente presente. Al lado de Juan sólo queda uno: el ángel ya mencionado en el
capítulo 1.1, a través del cual se transmite el Apocalipsis a Juan. Si ahora se dice: "Y el ángel me dijo...",
ciertamente se hace referencia a este ángel. Tiene palabras especialmente importantes que transmitir:
“Escribe: ¡Dichosos los invitados a la fiesta de las bodas del Cordero!”. (v. 9). Ya en el capítulo 14.13
leemos la misma orden: "Escribe...". Como aquí, allí también, era una cuestión de felicidad; como en el
capítulo 21:5: “El que estaba sentado en el trono dijo: '¡Hago nuevas todas las cosas!' Y añadió: 'Escribe
esto, porque estas palabras son verdaderas y fidedignas'”.

Ahora surge una pregunta muy aleccionadora: ¿qué razón objetiva tenemos para suponer que todo
sucederá realmente de esta manera? Muchos se preguntan en sus corazones, “¿Qué pasa si estamos
equivocados en todo esto; por ejemplo, en la esperanza del Rapto, las bodas del Cordero, etc.? No es
pecado pensar así, sobre todo porque no podemos imaginarlo todo. En este sentido, a través del ángel
Juan incluso recibió una palabra divina especial de consuelo para los santos de los últimos tiempos. El
versículo 9 es como un reconocimiento legal de un documento: "Y añadió: 'Estas son las palabras
verdaderas de Dios'". Como no está escrito, "Esta es una palabra verdadera de Dios", la referencia no es
a la palabra de consuelo que se acaba de dar, sino que debe tener un alcance mucho más amplio.

Entonces se comprende, sin embargo, por qué el Apocalipsis, dado a Juan y que ahora se acerca a su
conclusión, debe recibir ya aquí una confirmación especialmente solemne, como lo hace de nuevo en el
capítulo 22.6.

Juan está tan abrumado por la atmósfera celestial, tan impresionado por la presencia de Dios y del
Cordero, que comete un error: “Entonces me postré a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: '¡No hagas
eso! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantienen fieles al testimonio de Jesús. ¡Alabar
a Dios! El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía'” (v. 10). Si Juan se sintió tan impelido a adorar
de rodillas al que le hablaba, debió pensar que era Dios mismo o el Cordero, pues es bastante
inimaginable que Juan quisiera adorar a una criatura.

De hecho, fácilmente podría haber tenido la impresión de que quien le hablaba era Dios; tanto más
porque estaba seguro de que todo lo que se había dicho hasta ahora eran las verdaderas palabras de
Dios.

A pesar de ello, el ángel rechaza muy seriamente la exaltación que se le atribuye y se describe a sí mismo
ante Juan como “un siervo como tú” y de todos los que mantienen el testimonio de Jesús. Deja claro
quién es el centro. Aunque las personas, las ciudades y las naciones tienen un amplio espacio en la
profecía, una persona está en el centro: el Señor Jesucristo. En este clímax, justo cuando quería ver a
Jesús aparecer en gloria, a Juan se le recordó que el testimonio de Jesús, el testimonio acerca de él, es
el espíritu de profecía. Todos los temas proféticos deben presentarse con cuidado, pero nunca de tal
manera que oscurezcan el hecho de que Jesucristo es el centro.

El “testimonio de Jesús” significa: el testimonio dado por Jesús a través de su Palabra y su obra. (Esta
es la misma expresión usada en los capítulos 1.2, 9; 6.9; 12.17; y más adelante en el capítulo 20.4.) El
“siervo” es aquel que tiene este testimonio, guardándolo con obediencia exacta y confianza completa.
¡Qué precioso: los ángeles son servidores con nosotros! Además, leemos en Hebreos 1:14: "¿No son todos
los ángeles espíritus ministradores, enviados para servir a los que han de heredar la salvación?"

Los verdaderos siervos del Señor tienen un solo deseo: exhortar a todos los que encuentran a adorar a
Dios. "¡Alabar a Dios!" Esta es la mayor recompensa de los siervos de Dios por todo el servicio en la
tierra, cuando muchas almas se vuelven obedientes a la exhortación de Dios y lo adoran. ¿Es esta vuestra
aflicción, que adoráis todo lo que es posible en este mundo? ¿Aún idolatras a tu esposo, a tu esposa, a
tus hijos? ¿O serán tus posesiones? Así que no te sorprendas de que esté tan oscuro en tu vida. ¡Adora
al Señor!

El ángel da otra razón más para que Juan no lo adore en absoluto: “El testimonio de Jesús es el espíritu
de profecía” (v. 10).

Esto significa: quien realmente tiene el testimonio de Jesús, también ha recibido el espíritu de la profecía
bíblica. ¡El mismo espíritu, que aquí capacita al ángel para transmitir a Juan esta alta revelación de Dios,
obra en cada verdadero hijo de Dios! ¡Quien tiene el testimonio de Jesús lo tiene todo! ¡Dios quiere
darnos todo en Jesús!

Incluyendo el espíritu de profecía. En el sentido bíblico, el espíritu de profecía es vislumbrar el futuro


del Señor. Nuestro futuro ya no está velado, no, miramos profundamente en la iluminación de la palabra
profética y ante nuestro espíritu se despliega toda la maravillosa plenitud de la belleza, el maravilloso
futuro que el Dios rico en misericordia ha preparado para los suyos.

Sin embargo, el espíritu de profecía es también el espíritu de filiación:

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom. 8:16). ¿Tiene
usted ese espíritu de filiación? Es el mismo espíritu que exclama unido a la iglesia-esposa, diciendo al
Esposo:

"'¡Él viene!' Y todo el que oiga diga: '¡Ven!' Que venga el que tenga sed; y el que quiera beber del agua de
la vida gratuitamente” (22:17). Por un lado, se trata de una invitación para hoy y ahora: "¡Vosotros que
aún no sois salvos, venid a Jesús!" Por otro lado, es una llamada del Esposo celestial, Jesucristo: “¡Ven!”.
Y Apocalipsis 22:20 luego concluye:

“El que da testimonio de estas cosas dice: '¡Sí, vengo pronto!'”, a lo que la novia-iglesia repite: “Amén.
¡Ven, Señor Jesús!”
XXV
El Regreso de Jesucristo
(Ap. 19,11-16)

“11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el


que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga
y pelea.
12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza
muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno
conocía sino él mismo.
13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es:
EL VERBO DE DIOS.
14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y
limpio, le seguían en caballos blancos.
15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las
naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del
vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY
DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”
L a aparición de Jesucristo conmueve el corazón de todos los verdaderos creyentes, pues son los
que “aman su venida” (2 Timoteo 4:8). Cuando regrese, todo lo que los comprados con sangre
creyeron será revelado. Amar su venida encierra una gran promesa, es decir, la corona de justicia:

“Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día;
y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8). La corona de justicia
incluye, entre otras cosas, manifestarse con él en gloria. En Colosenses 3:4 está escrito: "Cuando Cristo,
vuestra vida, sea manifestado, entonces también vosotros seréis manifestados con él en gloria". Y esto
se describe en Apocalipsis 19:14: "Los ejércitos del cielo le seguían, vestidos de lino fino, blanco y limpio,
y montados en caballos blancos". Aquí Juan enfatiza nuevamente que vio el cielo abierto; que lo que ve
tiene lugar en el cielo: “Vi los cielos abiertos...” (v. 11).

No ve - como en Apocalipsis 4:1 - "una puerta abierta en el cielo", sino todo el cielo completamente
abierto. Esto es un misterio: ¡ve el cielo abierto! (Véase el Apéndice 1 al final de este libro.) “...y delante
de mí un caballo blanco, cuyo jinete se llama Fiel y Verdadero. El juzga y pelea con justicia” (v. 11). A
través del cielo abierto, Juan ve al gran Héroe que es nuestro Salvador y Mesías de Israel. En sagrado
asombro y asombro, Juan cita primero al caballo blanco y no al primero que importa, porque así fue en
el capítulo 1:12-13 cuando citó primero los siete candelabros y luego el que está en medio de ellos. El
caballo blanco es una expresión de honor real, juicio y guerra. El color blanco representa la justicia y el
juicio. El caballo es un animal de montar guerrero y real. Esto es lo que también nos muestran los
capítulos 6.2 y 9.7. Este punto de vista contrasta fuertemente con Zacarías 9:9, donde se describe la
entrada de Jesús a Jerusalén sobre un pollino. Allí vino Jesús con mansedumbre para dejarse llevar al
matadero. Aquí en Apocalipsis 19 viene sobre un caballo blanco, una figura de triunfo. No necesita
obtener primero el poder, pues, según el capítulo 5.7, 9, 12, ya lo ha recibido con todos los honores.

Sin embargo, todavía hay quienes ponen en duda su poder, quienes no lo reconocen como representante
supremo. Él viene ahora para romper esa resistencia con la palabra de su poder, para destruir y derrocar
poderosamente el reino y el poder del diablo. “... cuyo jinete se llama Fiel y Verdadero. El juzga y pelea
con justicia” (v. 11). En la tierra, que se ha vuelto tan oscura, las turbas armadas están en la mayor carrera
de combate demoníaca y loca. Un caballo blanco emerge del cielo abierto, sobre el cual está montada
una figura imponente. Inmediatamente se nos lleva a pensar en el jinete del caballo blanco en el capítulo
6.2, donde se abre el primer sello.

Sin embargo, mientras allí vemos al Anticristo avanzando victorioso, es aquí el eterno Vencedor quien
regresa; el vencedor sobre la bestia y su Falso Profeta. En el versículo 11 se le reconoce inmediatamente
por su nombre: Fiel y Verdadero. Es el mismo que en el capítulo 3.14 se describe a sí mismo ante la
iglesia de Laodicea con gran seriedad de juicio como “el testigo fiel y verdadero”. Ahora su pueblo debe
reconocerlo como fiel y verdadero. Como "fiel" significa: como quien es plena y completamente digno
de confianza, como quien no defrauda a quienes confían en él, que cumple sus promesas con la mayor
exactitud. Y por “verdadero” quiero decir: como el veraz, cuya venida estaba tan largamente prometida
que era tan ansiosamente esperada. Lo prueba yendo a pelear en el combate provocado por la
humanidad caída: “Él juzga y pelea con justicia” (v. 11). El juicio que ahora ejecuta es absolutamente
justo; el combate es una guerra perfectamente justa. Jesucristo desciende de la gloria para juzgar al
Anticristo, el cristo aparente y profeta.

Juan describe la figura sublime del Señor: “Sus ojos son como llamas de fuego...” (v. 12). Tu sola mirada,
con el calor del fuego de la ira de Dios, ya consume todo lo que es impuro y profano. Esto es lo que vemos
también en los capítulos 1:14 y 2:18: “... y sobre su cabeza muchas diademas” (v. 12). Sobre su cabeza
hay una serie de coronas entrelazadas, como ya había predicho y anunciado el profeta Zacarías: “Y el
SEÑOR me ordenó: 'Toma plata y oro de los desterrados Heldai, Tobías y Jedaías, que vinieron de
Babilonia. En el mismo día ve a la casa de Josías hijo de Sofonías. Toma la plata y el oro, haz una corona
y colócala sobre la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. Dile que así dice el Señor de los
ejércitos: He aquí el hombre cuyo nombre es Renuevo, y dejará su lugar y edificará el templo del Señor”
(Zac 6.9-12). Se le dio todo poder en el cielo y en la tierra. “...y un nombre que sólo él conoce, y nadie
más” (v. 12).

Incluso si su nombre brilla en su frente, nadie puede penetrar la luz inaccesible con sus ojos. Ninguna
criatura puede penetrar con su espíritu en lo más profundo de su ser. Sólo él mismo comprende la
profundidad de su ser; él mismo y el Padre.

Como dijo en Mateo 11:27, “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre. Nadie conoce al Hijo
sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo se lo quiera revelar…”.

En Apocalipsis 19:13, se describe su vestimenta: "Está vestido con una túnica teñida en sangre". Creo
que debemos pensar aquí en un doble sentido: primero en relación a su persona y obra en la cruz del
Gólgota. Él es eterno: es el Cordero que fue inmolado. En el capítulo 5.6 lo vemos en la eternidad como
el Cordero que fue inmolado. Su sangre derramada es vida eterna. Según el capítulo 13.8, Jesucristo es
el Cordero que fue inmolado: "...el Cordero que fue inmolado desde la creación del mundo". Lo que
Jesucristo hizo en la cruz fue una obra eterna. Por eso, la sustancia de su eterna redención no puede
permanecer oculta en el momento de su regreso. ¡Por lo contrario! Una humanidad impía se verá
obligada a ver, luego aterrorizada, lo que debería haber creído y no creyó: la sangre del Cordero.

El segundo significado sería, la batalla que tendrá lugar con motivo de su regreso será terriblemente
sangrienta, como ya se muestra al final del capítulo 14. Allí, como aquí, se nos recuerda a esa poderosa
figura que viene de Edom con túnicas cubiertas de sangre: “¿Quién es el que viene de Edom, el que viene
de Bosra, con sus vestidos teñidos de rojo? ¿Quién es aquel que, en un manto de esplendor, avanza a
zancadas en la grandeza de su fuerza? 'Soy yo quien habla con justicia, poderoso para salvar.' ¿Por qué
son rojos vuestros vestidos, como los del que pisa uvas en el lagar? 'Solo pisé uvas en la prensa; de las
naciones nadie estaba conmigo. Los he pisoteado en mi ira y los he pisoteado en mi indignación; su
sangre salpicó mis vestidos, y manché todo mi vestido. Porque el día de la venganza estaba en mi
corazón, y el año de mi redención ha llegado. Miré, y no había nadie para ayudarme; Mostré asombro, y
no había nadie que me apoyara. Así que mi brazo me ayudó, y mi ira me sostuvo. En mi ira pisoteé a las
naciones; en mi ira los embriagué y derramé su sangre sobre la tierra'” (Is 63, 1-6). Él solo logra esto,
sin la ayuda de ningún pueblo, porque él ha pisoteado a todos los pueblos en su ira.

Sin embargo, Juan lo ve aquí cuando viene revoloteando en todo su poder y gloria para el juicio, y sus
vestiduras ya están teñidas de rojo con la sangre de los adversarios para ser juzgados. Ahora el vidente
también oye el nombre del Juez: “... y su nombre es [la] Palabra de Dios” (v. 13).

Con eso, todo el mundo sabe quién es el Juez que viene rondando: es la Palabra de Dios, es decir, la
revelación personal de Dios, Jesucristo, el Salvador del mundo. Así designaba Juan al Señor Jesucristo
al comienzo de su evangelio y al comienzo de su primera carta. Aquí lo escuchó llamar así por voces
celestiales. La Palabra de Dios desciende a la tierra para juzgar a los enemigos.

“Le seguían los ejércitos del cielo, vestidos de lino fino, blanco y limpio, y montados en caballos blancos”
(v. 14). Esta es la novia-iglesia glorificada, unida con él, quienes sin duda conocen su nombre glorificado.
Quien sea tu discípulo aquí en la tierra también formará parte de tu séquito cuando regreses. (Consulte
el Apéndice 2 al final de este libro).

“De su boca sale una espada aguda, con la cual herirá a las naciones. Los gobernará con cetro de hierro.
Él pisa el lagar del vino del furor de la ira del Dios Todopoderoso” (v. 15). La espada aguda que sale de
su boca es la Palabra de Dios: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada
de dos filos; penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y juzga los
pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Aquí está la palabra aguda de juicio con la
que hiere a los gentiles: "...con la cual herirá a las naciones". ¡Bienaventurado el que ya se ha dejado
juzgar por la aguda espada de dos filos, la Palabra de Dios!

La sentencia de juicio proclamada por el Hijo de Dios contiene ya en ella todo el poder de ejecución,
pues ahora también su Palabra salva o juzga. El Señor dice: "Las palabras que he hablado son espíritu y
vida" (Jn 6,63). Ya en Isaías 11.4 está escrito: “Pero con justicia juzgará a los necesitados, con justicia
juzgará a los pobres. Con sus palabras, como si fueran un bastón, herirá la tierra; con el aliento de su
boca matará a los impíos.”

Pablo dice lo mismo en 2 Tesalonicenses 2:8, "Entonces se manifestarán los impíos, a quienes el Señor
Jesús matará con el aliento de su boca y destruirá con la manifestación de su venida". ¡Esto es
exactamente lo que sucede en Apocalipsis 19:11-21!

El ejército que lo sigue, la iglesia glorificada, está lejos de portar armas. Está vestida de lino puro y está
sentada sobre caballos blancos. ¡Eso es todo! Ella ya no lucha por la victoria, sino que se apresura desde
la victoria lograda por Jesús, con Cristo, para encontrarse con el Anticristo y sus ejércitos. Aquí se
muestra lo que solo se menciona brevemente en Apocalipsis 17:13-14: “Ellos tienen un propósito, y darán
su poder y su autoridad a la bestia. Harán guerra contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque
es Señor de señores y Rey de reyes; y los llamados, escogidos y fieles vencerán con él.”
“'Él las gobernará con cetro de hierro.' Él pisa el lagar del vino del furor de la ira del Dios Todopoderoso”
(v. 15). Este pasaje ilumina como un relámpago lo que sucede y tendrá que suceder cuando nuestro
Señor tome posesión del gobierno: un juicio purificador. También la iglesia en Tiatira está amenazada
con tal juicio:

“Él las regirá con vara de hierro, y las quebrará como a vaso de barro” (2:27). El cetro de hierro también
se menciona en Apocalipsis 12:5: "Dio a luz un hijo, un varón, que regirá a todas las naciones con vara
de hierro". Es muy intrigante que también una parte de la iglesia de Jesús (ver Tiatira) será incluida en
este juicio. Ya en el Salmo 2:9 se predijo este juicio en la posesión de nuestro Señor: "Los quebrantarás
con vara de hierro, y los desmenuzarás como vaso de barro". O piense en Egipto, que, según Ezequiel
29:12, aún será destruido y quedará desierto: “Haré que la tierra de Egipto sea arrasada en medio de
tierras asoladas... Esparciré a los egipcios entre las naciones y espárcelos entre los pueblos”. La
justificación se encuentra en Ezequiel 29:6-7: por todo el mal que hicieron a Israel. “Él pisa el lagar del
vino del furor de la ira del Dios Todopoderoso” (v. 15). Esto sucede en el momento de la posesión del
Señor. En Apocalipsis 14:19-20 se dice lo mismo: “19 Y el ángel arrojó su hoz en la tierra, y vendimió la
viña de la tierra, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios. 20 Y fue pisado el lagar fuera de la
ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por mil seiscientos estadios”.

Después de la Babilonia mundial, que a estas alturas ya ha sido destruida, el ejército anticristiano está
siendo destruido aquí en este terrible baño de sangre. La doble comilla enfatiza cuán terrible será este
juicio. Se nos recuerda una vez más Isaías 63:3-4, donde en el versículo 4 brilla la redención de Israel:

“3 He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con
mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. 4 Porque el día de la venganza está
en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado.”

“Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.”
(v. 16). ¿No es sumamente notable y significativo que en el Señor que regresa, donde normalmente se
encuentra la espada, junto al muslo, está escrita su posición ilimitada de dominio y victoria? Él es “REY
DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”. Este hecho se enfatiza continuamente en el Nuevo Testamento;
por ejemplo, en Hebreos 2:8: “Todo lo sujetaste bajo sus pies. Al sujetarle todas las cosas, no dejó nada
que no estuviera sujeto a él. Pero ahora aún no vemos que todas las cosas le estén sujetas.” O en Efesios
1:22: "Dios sometió todas las cosas bajo sus pies...". ¡Es un error decir que Jesús será Rey cuando regrese
y tome posesión del reino porque desde el Gólgota es Rey de reyes y Señor de señores! Sí, antes del
Gólgota ya dijo ante Pilatos: “… yo soy rey” (Jn 18,37). Por eso es tan importante que el dominio de
Jesucristo ya se haga visible a través de nuestra vida, porque el reino de Dios todavía está dentro de los
creyentes, es decir, dentro. No necesitamos preguntarnos muchas veces ¿dónde está el Rey, el Señor
sobre tu vida?
XXVI
La Derrota del Anticristo:
Armagedón en Cumplimiento
(Ap. 19,17-21)

“17 Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz,


diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y
congregaos a la gran cena de Dios,
18 para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de
fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos,
libres y esclavos, pequeños y grandes.
19 Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos,
reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y
contra su ejército.
20 Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había
hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a
los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su
imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de
fuego que arde con azufre.
21 Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca
del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las
carnes de ellos.”
V ivimos en una época que podríamos llamar “el miedo al enfrentamiento”: existe el miedo a un
enfrentamiento entre las superpotencias, que inevitablemente traería consigo la inimaginable
catástrofe de la tercera guerra mundial. Aquí tenemos ahora la confrontación final entre Cristo que
regresa con su ejército y el Anticristo con sus ejércitos terrenales. No es necesario preguntar si la
referencia es literalmente a "caballos" o no, porque la fuerza y el poder es un hecho que no se puede
juzgar a simple vista. Sin embargo, este hecho visible tiene que tomar una forma para volverse visible.

Ese es el caso aquí con el ejército en caballos blancos. Cristo mismo está montado en un caballo blanco.
En Apocalipsis 6 encontramos caballos simbólicos. Aquí en Apocalipsis 19 la situación es completamente
diferente, pues tenemos ante nosotros el regreso literal del Señor con su pueblo para la ejecución de su
victoria y juicio. Por lo tanto, los caballos aquí citados son una representación visible de los poderes
sagrados que conducen al Rey de reyes y sus ejércitos al campo de batalla y a la victoria sobre los
enemigos literales. Los poderes que elevaron a Elías al cielo eran reales y no solo figurativos, ¡porque
literalmente ascendió al cielo! Así también estos poderes, por los cuales el Señor de los señores se dirige
con su hueste celestial al campo de batalla del gran día del Señor, son literales. ¿Quiénes, sin embargo,
son los ejércitos a los que va a encontrar?

Sobre ellos no hay duda, porque está escrito en el versículo 19:

“Entonces vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra contra el
que montaba el caballo y contra su ejército.” Este enfrentamiento, que, como ya hemos dicho, no tiene
igual en toda la historia del mundo, también se menciona en el capítulo 17.14 por su singularidad:
“Pelearán contra el Cordero, pero el Cordero los vencerá, porque Él es el Señor. de señores y Rey de
Reyes; y los llamados, escogidos y fieles vencerán con él.” Sin embargo, nos causa gran admiración cómo
se lleva a cabo la reunión de estos ejércitos anticristianos.

En el derramamiento de la sexta copa de la ira, está escrito en el capítulo 16:12-16: “El sexto ángel
derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, a fin de preparar el camino para los
reyes que vienen del oriente. Entonces vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia, y de la boca
del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas. Son espíritus demoníacos que realizan
señales milagrosas; van a los reyes de todo el mundo, para reunirlos para la batalla del gran día del Dios
todopoderoso.

'¡He aquí, vengo como ladrón! Bienaventurado el que vela y lleva consigo su ropa, para que no ande
desnudo y no se vea su vergüenza. Entonces los tres espíritus los reunieron en el lugar que en hebreo se
llama Armagedón”. Aquí tenemos la aclaración de la pregunta presentada en el capítulo 19.19:

“Entonces vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra contra el
que montaba el caballo y contra su ejército.” ¿Por qué, aun sabiendo que está derrotado, el Anticristo
hace esto? La misma pregunta surge también hoy: ¿por qué las naciones se arman febrilmente cuando
saben que de esta manera aceleran su propia destrucción? Una pregunta igualmente idéntica surge con
respecto al pecado: ¿por qué persistes en él, a pesar de saber que heredarás la destrucción?

¿No es autoengaño y ceguera?

Mientras que la trinidad satánica (16:13) engaña a todos los reyes de la tierra para hacer la guerra contra
Israel, ¡porque el Armagedón está en Israel! – en el fondo es el mismo Señor quien los conduce allí.

Aquí nos queda bastante claro lo que está pasando entonces en todo el mundo: no que los pueblos
pretendan hacer la guerra contra Dios y el Cordero, sino contra Israel. Entonces, como ahora, las
naciones no verán que realmente están peleando contra Dios y el Cordero. Sea enfático: quien pelea
contra Israel, pelea contra Dios y el Cordero. Aunque hoy en día más y más personas se vuelven contra
Israel, el Señor aún retrasa su venida. Sólo cuando el ahora invencible militarmente Israel se enfrente a
un nuevo holocausto, rodeado por todos los ejércitos del mundo, aparecerá allí con los suyos. Quien toca
a Israel, toca la niña de sus ojos (Zacarías 2:8).

El profeta Zacarías nos muestra claramente este evento:

“Reuniré a todos los pueblos para pelear contra Jerusalén; la ciudad será conquistada, las casas
saqueadas y las mujeres violadas. La mitad de la población será llevada al exilio, pero el resto del pueblo
no será sacado de la ciudad. Entonces el Señor saldrá a la guerra contra esas naciones, como lo hace en
un día de batalla.

En aquel día sus pies estarán sobre el monte de los Olivos, al oriente de Jerusalén, y el monte se dividirá
en dos, de oriente a occidente, por un gran valle; la mitad del monte se moverá hacia el norte, la otra
mitad hacia el sur” (Zacarías 14:2-4). Si analizamos Apocalipsis 19:19 – “Entonces vi a la bestia y a los
reyes de la tierra y sus ejércitos reunidos para hacer guerra contra el que montaba el caballo y contra su
ejército” – nos escandalizamos por la ignorancia de las naciones. ¡Los pueblos no saben contra quién
han ido a la guerra! Sin embargo, ¿acaso no son también actualmente ignorantes y seguros de sí mismos?
Además, tampoco debemos dejar de señalar que la profecía que escuchamos de boca de Zacarías se
refiere a dos cumplimientos: el primer cumplimiento tuvo lugar en el año 70 dC, por lo que algunos
detalles no son importantes en el segundo cumplimiento.

“Vi a un ángel de pie en el sol, que clamaba a gran voz a todas las aves que volaban en medio del cielo:
Venid, congregaos en el gran banquete de Dios, para comer carne de reyes, generales y valientes, carne
de caballos y sus jinetes, carne de todos: libres y esclavos, pequeños y grandes'” (v. 17-18). Para entender
estos versículos, debemos recordar que la unidad ideológica del Anticristo y sus ejércitos ya no será
buena. Por el contrario, el profeta Daniel describe el ataque a Jerusalén, a Israel de la siguiente manera:
“En el tiempo del fin, el rey del sur [es decir, toda África] entrará en combate, y el rey del norte atacará
él con carros y jinetes, y una gran flota de barcos. Invadirá muchos países y los atravesará como una
inundación. También invadirá la Tierra Magnífica [Israel]. Muchos países caerán, pero Edom, Moab y
los líderes de Amón [Jordania] serán librados de su mano.

Extenderá su poder sobre muchos países; Egipto no escapará, porque ese rey tendrá el control de los
tesoros de oro y plata y todas las riquezas de Egipto; Libios y nubios se someterán a ella. Pero la
información del este y del norte lo alarmará, y con ira se dispondrá a destruir y aniquilar a muchas
personas. Él plantará sus tiendas reales entre los mares, en la montaña hermosa y santa [entre el monte
Sion y el mar Mediterráneo]. Sin embargo, llegará a su fin y nadie le ayudará” (Daniel 11:40-45). En este
pasaje, el fin del Anticristo y sus ejércitos se describe con más detalle que en Apocalipsis.

Sorprendentemente, antes de su desaparición, el imperio anticristiano mostrará los mismos signos de


desintegración vistos recientemente en la Unión Soviética y sus aliados, que eran los grandes enemigos
de Israel.

Así, los versículos 17-18 de Apocalipsis 19 son claros para nosotros:

“Vi un ángel parado en el sol [es un ángel de guerra] y que clamaba a gran voz a todas las aves que
volaban en medio del cielo: Venid, congregaos en el gran banquete de Dios, para comer la carne de reyes,
de generales y de valientes, la carne de caballos y de sus jinetes, la carne de carne de todos: libres y
esclavos, pequeños y grandes'”. ¿No son los escuadrones de “pájaros” de los reyes rebeldes los que
bombardean a los ejércitos anticristianos dirigidos por la bestia cuando se reúnen en Armagedón? ¿No
es eso lo que está por venir, la gigantesca repetición de lo que está escrito en Ezequiel 38:21? Allí leemos:
“Convocaré la espada contra Gog en todas mis montañas. Palabra del Soberano, del Santo, la espada de
cada uno será contra su hermano”. De ninguna manera esto contradice el versículo 21 de Apocalipsis 19:
“Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo. Y todas las
aves se saciaron de su carne.” En cualquier caso, el momento de la aparición del Señor, por un lado, y
de las aves que vuelan bajo el cielo y se lo comen todo, por el otro, es innegable.

Es importante ver no solo los "pájaros", sino mucho más el ángel parado en el sol. Así como los cuatro
ángeles guerreros atados por el Éufrates sacuden sus cadenas para liberarse (9:14), parece que el ángel
del juicio de Apocalipsis 19:17 ya se dirigió hacia el sol. Desde allí gritará sus terribles palabras de juicio
e invitará a todas las aves que vuelan bajo el cielo a la gran fiesta de Dios. Es característico: mientras,
según el capítulo 19.19, la bestia y sus ejércitos se reúnen para la batalla contra el que monta el caballo
y contra su ejército, ¡el combate ni siquiera se produce! Aunque mucho se habla de la lucha final de los
pueblos, con el Rey de reyes y Señor de señores con su ejército, ni siquiera hay combate, porque el
poderoso avance de las naciones se transforma en un acto de justicia divina. Ese será el final. El profundo
significado espiritual para nosotros es que ya no necesitamos luchar contra el enemigo, incluso si se
levanta con sus ejércitos para dejarnos fuera de combate. ¡Estamos instalados en el Ganador sin
restricciones del Gólgota! ¡Jesús es el ganador!
“Pero la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho las señales milagrosas en su
nombre, con las cuales había engañado a los que habían recibido la marca de la bestia y adoraban su
imagen. los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre” (v. 20). Allí vemos a la
bestia, que hasta ahora dominaba el mundo, completamente impotente: toda su empresa se derrumbó.
La bestia es apresada por una mano poderosa. Solo en esto ya nos damos cuenta de que el Anticristo no
es solo un sistema, sino también una persona, de la misma manera que quien lo atrapa es una persona.
La bestia debe distinguirse de sus ejércitos, que luego son juzgados, así como el Señor Jesús debe
distinguirse de los suyos. Para sus seguidores, la bestia es el dios mismo; ella es el apoyo de todos sus
adherentes.

Toda guerra está destinada a ser por tu honor. Por lo tanto, el primer ataque ahora se dirige contra ella.

Como la bestia, el Anticristo, es un producto sobrenatural del Diablo, aparentemente no está sujeto a la
muerte corporal, ya que no se le da muerte. Ninguna espada la golpea; ella no muere A diferencia de
todos los demás, excepto el Falso Profeta, ella es capturada viva.

Ambos son arrojados al lago de fuego que arde con azufre. De este lugar de maldición Apocalipsis habla
repetida y claramente: en el capítulo 20:10: “El diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego
que arde con azufre, donde ya habían sido arrojados la bestia y el falso profeta. Serán atormentados día
y noche, por los siglos de los siglos”; en el capítulo 20.15: “Aquellos cuyos nombres no se encontraban
en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego”; en el capítulo 21:8: “Pero los cobardes, los
incrédulos, los depravados, los homicidas, los que cometen fornicación, los que practican adivinaciones,
los idólatras y todos los mentirosos, tendrán su lugar en el lago de fuego que arde con azufre. Esta es la
segunda muerte."

Note bien: cada versículo dice que alguien irá allí, ¡en ninguna parte está escrito que alguien volverá a
salir! ¡La derrota de la bestia está completa! Sus adoradores la consideraban invencible. Exclamaron
emocionados y confiados:

“¿Quién es como la bestia? ¿Quién puede hacer la guerra contra ella? (13.4), pero ahora es atrapada sin
haber recibido ningún golpe, y mientras todavía está rodeada de adeptos fuertemente armados, como
un león atrapa a su víctima. Como prisionero indefenso, el Anticristo es sacado del campo de batalla. A
pesar de todo su poder, grandeza, energía rebelde e intocabilidad por la muerte, es capturado. Con
mucha mayor facilidad que antes, los guardias arrestaron al Señor Jesús, quien no ofreció resistencia.

El que está montado en el caballo blanco lo expulsa de su ejército. No se menciona su posible resistencia
porque es completamente despreciable. Tiene que ir donde el poderoso Víctor lo quiere: se hunde en el
lago de fuego para nunca salir.

Es muy esclarecedor que leemos en el capítulo 20:14 que el lago de fuego es la "muerte segunda". ¡Esta
es la muerte que nunca mata! El mismo juicio se ejecuta sobre el Falso Profeta. “...y con ella el falso
profeta que había hecho señales milagrosas en su nombre...” (v. 20). De él, del dragón, y de la primera
bestia, el Anticristo, salen “tres espíritus inmundos como ranas... (16:13-14). El Falso Profeta indujo a la
humanidad a adorar al Anticristo ya su imagen. También se le llama “la bestia”, pero hay una clara
distinción entre la “primera bestia” y él, que es la “otra bestia” (13:11ss). Él también es una personalidad
de origen satánico. Ahora, sin embargo, sus señales y sus milagrosos poderes satánicos ya no sirven.

Como la primera bestia, él también es apresado, y ambos son arrojados vivos al lago de fuego que arde
con azufre.

Que se enfatice de nuevo: los dos, como los causantes de todo mal, son separados de los demás y juzgados
por separado. Esto se ve en el versículo 21: “Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca
del que montaba el caballo. Y todas las aves se saciaron de su carne.” Este es un juicio diferente al del
Anticristo y el Falso Profeta. Estos dos no van primero al reino de los muertos, que en todo caso no es el
lugar de morada permanente de nadie, pues está escrito en Apocalipsis 20:13: “El mar entregó los
muertos que había en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos, los muertos que había en ellos.”
No, serán arrojados directamente al “lago de fuego”.

La expresión “lago de fuego” era familiar en el ambiente del autor de Apocalipsis. Así, el judaísmo se
refería a la gehenna. Encontramos esto también en Mateo 5:22 y 18:9. La forma griega de la expresión
hebrea que designaba el “valle de Hinnom” (Hinnom es un nombre de familia; el valle se extiende a lo
largo del muro sur de Jerusalén) ya tenía un aspecto negativo desde los tiempos más remotos, pues se
habían realizado allí. sacrificios de infantes a Moloc (cf. 2Re 16,3; 21,6).

Más tarde, este infame valle, un precipicio, sirvió como vertedero de basura, escombros y animales
muertos. La puerta que conduce desde la ciudad de Jerusalén allí se llama la Puerta del Vertedero (o
Puerta de la Basura). Según la tradición, allí se quemaba la basura; y por causa del fuego que siempre
ardía, aquel lugar era considerado el más abominable del mundo, siendo conocido de todo judío. Es una
indicación profética que advierte de la terrible realidad del fuego del infierno.

Cuando estos dos líderes anticristianos hayan sido eliminados, el mundo respirará aliviado, porque
entonces el poder del imperio anticristiano se romperá. También fue así en 1945, cuando la noticia corrió
por todo el mundo: ¡Hitler ha muerto! Fue redactado de la siguiente manera, floreciente en la jerga nazi
de la época: “El líder cayó peleando en medio de sus tropas”, pero eso no cambió el hecho de que estaba
muerto. Casi físicamente se sintió como si el mundo respirara aliviado.

La maravillosa verdad de que Satanás ha sido vencido rara vez se proclama en estos días. Cuando el
Anticristo y el Falso Profeta hayan sido eliminados, sus seguidores también pronto llegarán a su fin. Éste
se describe en unas pocas palabras, que, sin embargo, muestran algo terrible: “Los demás fueron
muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo. Y todas las aves se saciaron de su
carne” (v. 21). Este es el cumplimiento de Habacuc 3:10-12, donde está escrito: “Los montes te vieron y
se retorcieron.
Corrientes de agua descendieron con violencia; rugía el abismo levantando sus olas. El sol y la luna se
detuvieron en sus moradas, ante el reflejo de tus flechas voladoras, ante el destello de tu lanza
resplandeciente. Con ira recorriste toda la tierra y con indignación pisoteaste a las naciones”.

Otras declaraciones proféticas también lo describen; por ejemplo, Salmo 2:9: "Los quebrantarás con
vara de hierro, y como vaso de barro los desmenuzarás". Aquí tenemos el cumplimiento del sueño de
Nabucodonosor; pensemos en él según la interpretación de Daniel:

“Mientras mirabas, una piedra se desprendió, sin la ayuda de manos, golpeó la estatua en los pies de
hierro y barro y los aplastó. Entonces el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro fueron hechos añicos,
convertidos en polvo, como el polvo de la trilla del trigo en la era durante el verano. El viento se los llevó
sin dejar rastro. Pero la piedra que hirió a la estatua se convirtió en un monte y llenó toda la tierra”
(Daniel 2:34-35). A continuación, leemos en los versículos 44-45 del mismo capítulo: “En el tiempo de
estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido ni será gobernado por ningún
otro pueblo. Destruirá todos los reinos de esos reyes y los aniquilará, pero este reino durará para
siempre. Este es el significado de la visión de la piedra que se desprendió de una montaña, sin ayuda de
manos, la piedra que destrozó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El Dios poderoso le mostró
al rey lo que sucederá en el futuro. El sueño es verdadero, y la interpretación es fiel.”

Toda la Biblia habla del gran momento en que el Señor Jesús establecerá su gran gobierno de paz en la
tierra con los que han vencido por su gracia, por su sangre preciosa. ¡Ven pronto, Señor Jesús!
XXVII
La Prisión de Satanás
(Ap 20.1-3)

“1 Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo,


y una gran cadena en la mano.
2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y
Satanás, y lo ató por mil años;
3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para
que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos
mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de
tiempo.”
A quí tenemos ante nosotros el colapso repentino del poder de Satanás. A través de la
interferencia del mundo superior, Satanás, la serpiente antigua, también llamada dragón,
engañador, asesino desde el principio y padre de la mentira, es atado por un ángel y mantenido allí
durante mil años. Debemos considerar que el resultado de las últimas grandes luchas, es decir, de los
juicios de Dios que analizamos en los capítulos anteriores, especialmente en los capítulos 17-18 (la caída
de Babilonia), va mucho más allá de lo que afectará a la bestia, el Falso Profeta y los pueblos
anticristianos, porque, aquí en el capítulo 20, el juicio de Dios se derrama sobre el verdadero
gobernante: el príncipe de las tinieblas. Debido a su influencia, las potencias mundiales y sus jefes de
estado habían tomado previamente la desastrosa decisión de hacer la guerra contra el Rey de reyes y sus
ejércitos.

“Vi un ángel que descendía del cielo...” (v. 1). Es un ángel “ordinario”, de los cuales Dios tiene muchos,
que ahora hace lo que la humanidad ha esperado hacer durante milenios. Simplemente extiende la
mano... y ya ha cogido al dragón, pues se trata de un enemigo totalmente vencido. Siempre podemos
afirmar esto: por mucho que el Diablo se enfurezca, ¡fue completamente vencido en la cruz del Gólgota!
El Señor Jesús pisoteó allí la cabeza de la serpiente. Lo que queda por hacer se resuelve con un
asentimiento tuyo por uno de tus sirvientes, un ángel.

El equipo de este ángel corresponde al de un carcelero: "... que llevaba en la mano la llave del Abismo y
una gran cadena". Insistamos de nuevo: se trata de un ángel ordinario, y no, como leemos a menudo en
el Apocalipsis, un ángel “poderoso”, “fuerte” (RA), ni siquiera un arcángel. ¡Es algún ángel de los
ejércitos de Dios que simplemente retiene, sin lucha alguna, a Satanás, que durante milenios ha
engañado a tantas personas y las ha dominado! Mientras que en el capítulo 12 el arcángel Miguel todavía
tuvo que pelear una dura pelea con Satanás y sus ángeles para expulsarlos de las regiones celestiales,
ahora es arrestado por un ángel muy común y arrojado al Abismo.

En Hebreos 1:14 los ángeles son llamados "espíritus ministradores enviados para servir a los que
heredarán la salvación". Todo niño tiene también su ángel, porque el Señor Jesús dijo: “¡Mirad que no
despreciéis a uno de estos pequeños! Porque digo que sus ángeles en el cielo están siempre
contemplando el rostro de mi Padre celestial” (Mt 18,10).

Sin embargo, este ángel ahora hace algo extraordinario, y el dragón, Satanás, el príncipe de las tinieblas,
se deja cautivo sin resistencia. El ángel, que, como dijimos, parece un carcelero que retiene a un criminal
con una gruesa cadena en una celda, lleva consigo "la llave del Abismo". El Abismo se menciona varias
veces en Apocalipsis. Por ejemplo, en los capítulos 9.1-2.11, donde un ángel abre el Abismo y todos los
demonios contaminan el mundo entero como langostas, como una contaminación espiritual. También
los capítulos 11.7 y 17.8 hablan del Abismo. Es, además, el mismo Abismo que ya se menciona en Lc 8,31.
A partir del versículo 26, Lucas relata la historia de un hombre poseído por una legión de demonios, y
cómo estos espíritus imploraron al Señor Jesús que no los enviara al Abismo, del cual aparentemente
tienen miedo. Esto equivaldría a un cierre definitivo, por lo que quedarían completamente impotentes.
Así que piden entrar en una piara de cerdos, consiguiendo el permiso del Señor. Ahora, la llave de este
Abismo se le da al ángel “del cielo” para atar a Satanás.

“Y ató al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y lo ató por mil años” (v. 2). ¿Cómo es
posible que el Diablo esté tan indefenso e incapaz de defenderse? Encontramos la respuesta en el
capítulo 15:1: "...porque con ellas [las siete copas de la ira] se consuma la ira de Dios". La ira de Dios
sobre el pecado de la humanidad anticristiana se consuma, porque, después del derramamiento de la
séptima copa por el séptimo ángel, una voz clama desde el cielo, desde el trono de Dios, y desde el
Cordero: “Es ¡está hecho!" (16.17). Este fue un relato de la consumación del juicio sobre Babilonia antes
de que realmente se ejecutara. Este "¡Hecho está!", sin embargo, es la gran cadena que el ángel tiene en
su mano, con la que ahora ata al dragón por mil años.

El poder de Satanás sobre los hombres, sobre cada hombre, siempre consiste en el pecado. “Todo aquel
que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio” (1 Juan 3:8).

Cuanto más peca el hombre, más está en las garras del diablo. Jesús quitó el pecado del mundo, pero
cualquiera que se aparte de él será juzgado con juicios terribles. A través de los juicios de los últimos
tiempos, el pueblo recibió la paga por sus pecados. “Págale en especie; págale el doble por lo que ha
hecho; prepárale una porción doble en su propia copa” (18:6). A través de los juicios hechos por Dios
sobre el pecado de cada hombre y pueblo, la base, es decir, la posición de poder, es quitada de debajo de
Satanás.

Aquí en Apocalipsis 20 esto ya es un hecho. Juicios tan terribles han pasado sobre la tierra que el Diablo
ya no tiene derecho sobre la humanidad, que en todo caso fue destruida en gran parte en esos juicios.
Entre paréntesis: allí también vemos la razón por la cual Jerusalén ya no está bajo el poder de los
gentiles, pues está escrito en Isaías 40.1-2: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Anima a
Jerusalén y anuncia que ya ha hecho la obra que le fue impuesta, pagó por su iniquidad y recibió de la
mano del Señor el doble por todos sus pecados”.

Sea enfático nuevamente: el príncipe de las tinieblas ya no tiene poder sobre la humanidad aquí en el
capítulo 20, porque los pueblos ya han pasado por los juicios de los últimos tiempos. Ahora él mismo
está atrapado: “Y ató al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y lo ató por mil años” (v.
2). Es interesante comparar esto con el capítulo 12:7-12, donde vemos la expulsión de Satanás del cielo:
“Entonces hubo guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón, y el dragón y sus
ángeles se defendieron. El gran dragón fue lanzado fuera...” (v. 7,9a). Luego, en Apocalipsis 12:9b, se
mencionan con cierta solemnidad los nombres de los expulsados: “Es la serpiente antigua, llamada
Diablo o Satanás, que engaña al mundo entero. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra”.

Es muy esclarecedor que las características personales de Satanás se mencionen una vez más en detalle
en el momento de su arresto: dragón, serpiente antigua, Diablo, Satanás. Estos nombres muestran
mucho:
Primero, la designación “dragón” indica en la Sagrada Escritura principalmente las acciones de Satanás
con y a través de los reinos terrenales, porque, hasta ese día, Satanás domina los reinos del mundo.

Pablo lo llama “el dios de este siglo” (2 Cor. 4:4). ¡Él ejerce su dominio así hasta el día de hoy, con el
permiso de Dios! — y haré esto hasta la venida del Señor. Sin embargo, cuando los diez reyes y sus
ejércitos caigan, su poder también desaparecerá. Este espíritu maligno será luego soltado una vez más
después de los mil años (20:3b), pero luego aparece con sólo dos de sus cuatro nombres: “Cuando se
cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión. El diablo, que los engañaba [a las naciones],
fue lanzado al lago de fuego que arde con azufre...” (v. 7,10a). Al final ya no se le llama “dragón”, porque
entonces, cuando sea nuevamente liberado por un “breve tiempo” después de los mil años, ya no tendrá
poder sobre los reinos de este mundo, porque al final tiempo después del milenio, las naciones entonces
engañadas ya no serán más reinos, es decir, potencias políticamente independientes. Jesucristo reinará
ininterrumpidamente durante mil años con sus santos en esta tierra. Por lo tanto, el dragón ya no tendrá
poder y ya no será un dragón. Por lo tanto, solo está escrito: “Y [Satanás] saldrá para engañar a las
naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su
número es como la arena del mar” (v. 8).

En segundo lugar, se le llama la "serpiente antigua". Desde el paraíso conocemos a esta serpiente con su
astucia, su veneno sutil y su maldad mortal. Además, actualmente todavía se cuela y pica antes de que
nos demos cuenta. El veneno del pecado no puede ser tratado naturalmente. Sólo con una sustancia
divina, con la sangre de Jesús, puede ser neutralizado y vencido.

Tercero: se le llama el "Diablo". Diablo significa "blasfemo", "mentiroso deliberado", "confundidor", lo


cual fue desde el principio. El papel de engañador del preso es especialmente importante. En el capítulo
19:20 leemos acerca del engaño del pueblo llevado a cabo por las dos bestias: “Pero la bestia fue
apresada, y con ella el falso profeta que había hecho las señales milagrosas en su nombre, con las cuales
había engañado a los que habían recibido la marca de la bestia, y adoraron su imagen. Los dos fueron
arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre”. Sin embargo, según el capítulo 13.4, el mismo
Satanás estaba detrás de ellos como origen. Después de que sus instrumentos sean inútiles, le toca a él
ser el principal responsable.

Cuarto: la palabra “Satanás” es hebrea y significa “adversario”, “acusador”. Se usa comúnmente como
un nombre para el gran espíritu maligno y aparece aproximadamente cuarenta veces en las Sagradas
Escrituras. Hijo de Dios, ten cuidado de que Satanás, ese dragón, esa serpiente antigua, ese Diablo, no
tenga ningún derecho sobre ti, porque los pecados que has cometido han sido juzgados en el Señor
Jesucristo y expiados por él. El que permanece en él no puede ser tocado por el maligno. Juan dice: "...el
maligno no le alcanza" (1 Juan 5:18). Sin embargo, es muy peligroso desobedecer a sabiendas como hijo
de Dios y persistir en ciertos pecados, porque en cuanto alguien vive en pecado consciente, el Diablo
tiene derecho sobre él y Dios no lo detiene.
Recordemos una vez más la gravísima palabra de 1 Juan 3,8: “El que practica el pecado es del diablo”.
Sin embargo, es maravilloso: si por la misma victoria te dejas librar del poder y de la culpa del pecado,
incluso en tu vida Satanás está atado por la victoria de Jesucristo, por la victoria de Jesucristo sobre el
poder del pecado y sobre Satanás es lo mismo. Cuando dices "no" al pecado, Satanás pierde su derecho
sobre ti.

Según el versículo 2, Satanás estará atado con una cadena por mil años, pero eso no es todo. Incluso
como prisionero, no permanecerá en la tierra, porque además está escrito: el ángel “lo arrojó al abismo,
lo cerró y lo selló para que no engañara a las naciones” (v. 3). Tres años y medio antes fue arrojado del
cielo a la tierra (cap. 12), pero ahora tampoco hay lugar para él en la tierra. Se gana un lugar en el Abismo,
e incluso allí queda atrapado. El ángel que ejecuta la sentencia en él cierra el Abismo para que los
espíritus del infierno no puedan abrir la puerta a su amo.

Sí, el ángel incluso sella la puerta por fuera, para que nadie pueda abrir el Abismo desde arriba hasta
que Dios le ordene que se abra de nuevo, mil años después. Y todo esto para que Satanás ya no pueda
engañar a las naciones. De ahora en adelante, la humanidad ya no será confundida por él e incitada
contra el Dios vivo, porque entonces la enorme presión espiritual satánica que tan terriblemente está
cayendo sobre nuestro mundo en este momento habrá sido eliminada de un golpe, manteniendo todo
atrapado en esposas e invisible. cautiverio.

¡Qué maravilloso será entonces en la tierra! Satanás tendrá que permanecer en esta situación de
completa impotencia "hasta que se cumplan los mil años".

Posteriormente, debe ser puesto en libertad por “un poco de tiempo”. Por lo tanto, cuando haya pasado
este milenio único de la historia mundial, el milenio de la paz, será liberado una vez más, según el
consejo de Dios, y volverá a trabajar en la tierra por un corto tiempo.

Ambas cosas, tanto el encarcelamiento de Satanás y su pueblo como su liberación después de mil años,
ya fueron anunciadas con determinación por el profeta Isaías: “Será quebrantada del todo la tierra,
enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra
como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca
más se levantará. Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los
reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en
mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. La luna se
avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en
Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.” (Isaías 24:19-23). Debido al tiempo indicado por
Isaías, vemos que es el mismo evento que Apocalipsis 20:3. Precisamente esta profecía de Isaías aclara
la cuestión de dónde estarán los ángeles satánicos que no se mencionan aquí en Apocalipsis 20.3 -
probablemente a causa de su completa pérdida de poder- pues Isaías dice que el Señor castigará a los
"poderes que están arriba en los cielos". Esto también se refiere a los ángeles de Satanás.
Todos los ejércitos de espíritus y potestades que no se mencionan en Apocalipsis 20, en contraste con
Isaías 24, sin duda serán arrojados junto con Satanás al Abismo, así como fueron liberados en
Apocalipsis 9: “El quinto ángel tocó su trompeta. y vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. A
la estrella se le dio la llave del pozo del Abismo. Cuando abrió el Abismo, salió humo de él como un horno
gigantesco. El sol y el cielo se oscurecieron con el humo que se elevaba desde el Abismo. Langostas
[demonios] salieron del humo y vinieron sobre la tierra, y se les dio poder como el de los escorpiones de
la tierra” (v. 1-3). En Apocalipsis 20 todos son arrestados nuevamente y arrojados al Abismo. El Abismo
es una realidad espiritual absoluta, de lo contrario no se diría: “Lo arrojó al Abismo, lo cerró y lo selló”.

Por lo tanto, a Satanás se le impide de tres formas realizar cualquier actividad: a través de las esposas, a
través de la puerta y a través del sello. Ni dentro del mismo Abismo, ni en la tierra, ni en el cielo puede
hacer nada. Tenemos que profundizar aún un poco más: el Abismo sellado, donde Satanás fue arrojado
y permanecerá por mil años, y el infierno son dos cosas diferentes. La bestia y el Falso Profeta son
arrojados al infierno, al lago de fuego. Proverbios 15:11 dice: “El más allá y el abismo están descubiertos
delante del Señor” (RA). La edición de Almeida Corrigida Fiel dice: “El infierno y la perdición están ante
el Señor”. Recordemos una vez más Lucas 8:31, de donde se sigue que los demonios tienen un miedo
terrible de ser enviados a este Abismo, porque imploran al Señor Jesús que no los envíe allí.

Finalmente, seguro y cierto es lo que dice el Salmo 140:10: "Que caigan carbones sobre ellos, y que sean
echados en el fuego, en fosos de los cuales nunca podrán salir". Entonces comenzará un tiempo
singularmente glorioso...
XXVIII
El Reino Milenario de Paz
(Ap. 20.4)

“4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron


facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa
del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no
habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la
marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con
Cristo mil años.”
¡Qué maravilloso y gran contenido tiene esta palabra! ¡Este es el extremo opuesto de lo que
escuchamos y vimos en el capítulo anterior! Después del abismo más profundo, Juan ve en su visión la
gloria más alta.

En el milenio no habrá más destrucción ni guerra, y mucho menos una guerra nuclear. Habrá
condiciones maravillosas y completamente diferentes. Los hombres que vivan entonces, los vencedores
del versículo anterior, reinarán con Cristo por mil años. Curiosamente, en ninguna otra parte de la Biblia
se menciona que el gran tiempo de prueba y gloria durará exactamente mil años. Esta profecía se nos
presenta aquí como algo completamente nuevo. Tanto más notable es una antigua tradición israelita,
que presenta una idea muy similar. La tradición de la casa de Eli dice que el mundo durará exactamente
siete mil años, dividiéndolos en las siguientes etapas: los primeros dos milenios representan el tohu , es
decir, el desierto, la anarquía. Los próximos dos milenios tienen la Torá, la ley de Dios, como su
contenido. Los próximos dos milenios serían los yme hammashíaj, es decir, los días del Mesías. El
séptimo milenio sería el milenio sabático. El mundo, completado alrededor del año 4000 aC, con la
creación del hombre, se presentaría después de cuatro mil años de existencia con la venida del Mesías,
como realmente sucedió. Luego seguirá viviendo dos milenios más de lucha y trabajo bajo la influencia
de tu Espíritu, para gozar finalmente de un milenio de descanso sabático bajo tu gobierno.

“Vi tronos en los que se sentaban los que tenían autoridad para juzgar” (v. 4a). ¿Quiénes son los que se
sientan en estos tronos, reinando con Cristo por mil años? Estas son diferentes categorías de creyentes.
Primero, los que participaron en la primera resurrección: “Esta es la primera resurrección. ¡Dichosos y
santos los que participan en la primera resurrección! La segunda muerte no tiene poder sobre ellos;
serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (20:5b-6). Son también los mencionados
en Apocalipsis 1:5-6: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y
sacerdotes para Dios, su Padre” (ACF).

Se trata también de los que sufren por causa de Jesús: “...si en verdad somos partícipes de sus
padecimientos, para que también seamos partícipes de su gloria” (Rom. 8:17). “Si perseveramos,
también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12). Es también la misma multitud victoriosa de Apocalipsis
19:14: la iglesia glorificada. También seremos parte de ella cuando seamos arrebatados al Señor.

Los glorificados tienen una tarea de gobierno y juicio. Pablo escribe a los corintios: “¿No sabéis que los
santos juzgarán al mundo? ¿No sabéis que juzgaremos a los ángeles? (1 Co 6.2a, 3a). Por eso Pedro llama
a la iglesia novia “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa” (1 Pedro 2:9). Sin embargo, hay que
subrayar que esta gloria de gobernar durante mil años, de sentarse con él en su trono, es sólo para los
vencedores. ¿Eres un ganador? Está escrito, “Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por
medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:37). El gran Señor mismo dice en Apocalipsis 3:21: "Al que
venciere, le daré derecho a sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí y me senté con mi
Padre en su trono". ¿Practicas la victoria de Jesús frente al enemigo? Jesús es Vencedor, y él da la
victoria: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”
(1 Cor. 15:57).

Luego se menciona otra categoría de creyentes en el versículo 4. No son parte de la iglesia de Jesús, pero
reinarán con él: “Vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de
Dios” (v. 4b). Estos son los mártires que, por el nombre de Jesús, tienen que esperar debajo del altar y
gritar: "¿Hasta cuándo, oh Soberano...?" (cf. 6:9-11). Son los que le sirven día y noche delante de su trono
en su templo (7:15).

En el milenio, sin embargo, reinarán con Jesús. “No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni habían
recibido su marca en sus frentes ni en sus manos” (v. 4c).

Según tengo entendido, esto se refiere a los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de Israel. Todos estos
"resucitaron y reinaron con Cristo mil años". ¿Qué es, después de todo, el milenio? Se trata
principalmente de responder a la oración de Jesús: “Venga tu reino; Hágase tu voluntad, así en la tierra
como en el cielo” (Mt 6,10). Y este es el milenio sabático. Patriarcas, profetas, sacerdotes y reyes ya
esperaban el milenio. Cuando leemos la Biblia detenidamente, solo podemos sorprendernos de la
frecuencia con la que se habla de este reino futuro.

Solo en el Antiguo Testamento encontramos aproximadamente cincuenta profecías al respecto. Este


milenio sabático siempre se menciona junto con el Rey, el Administrador del reino.

Piense en Números 24:17, 19, donde el vidente gentil Balaam lo vio y tuvo que profetizar acerca de él:
“Lo veo, pero no ahora; Lo veo, pero no de cerca. Una estrella se levantará de Jacob; un cetro se levantará
de Israel. Aplastará las frentes de Moab y los cráneos de todos los descendientes de Set. De Jacob vendrá
el gobierno...”. También, Ana, la madre de Samuel, vio este reino venidero y dijo en su canción inspirada
por el Espíritu Santo: “...el Señor juzgará hasta los confines de la tierra. 'Dará poder a su rey, y exaltará
el poder de su ungido'” (1 Sam. 2:10). Encontramos otra profecía sobre este futuro reino en el Salmo 2,
donde inicialmente se habla de la revuelta anterior: “¿Por qué se alborotan las naciones y los pueblos
conspiran en vano? Los reyes de la tierra toman su posición, y los gobernantes conspiran juntos contra
el Señor y contra su ungido, y dicen: '¡Rompamos sus cadenas en pedazos, echemos de nosotros sus
cadenas!'” (v. 1-3). Esta revolución entonces llegará a su fin en el tiempo del Anticristo, porque el Señor
los destruirá con el aliento de su boca, y entonces el Señor Dios establecerá visiblemente a su Hijo como
Rey: “Yo mismo he establecido mi rey en Sion, en mi santo monte.” (Salmo 2:6).

O piense en los Salmos 47 y 48, donde se profetiza de manera similar el milenio. Sin embargo,
aprendemos mucho más al respecto del profeta real Isaías: “En los postreros días el monte del templo
del Señor será establecido como el principal; será levantado sobre los montes, y todas las naciones
correrán hacia él. Mucha gente vendrá y dirá:
'Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que nos enseñe sus caminos, y
andemos por sus veredas.' Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén saldrá la palabra del SEÑOR, El
juzgará entre las naciones, y arreglará las disputas de muchos pueblos. Harán arados de sus espadas, y
hoces de sus lanzas. Una nación ya no tomará las armas para atacar a otra nación, nunca más se
preparará para la guerra. ¡Ven, simiente de Jacob, caminemos a la luz del Señor!” (Is 2,2-5).

También se menciona el lugar, la ciudad donde se establecerá el reino. ¡El centro del desarme y de la paz
mundial no estará en Washington DC, ni en Moscú, ni en Ginebra, sino en el monte santo de Dios en
Jerusalén! Cuando Jesucristo esté sentado allí en el trono y gobierne como Rey, no podrá haber más
guerra. ¡Entonces tampoco habrá más divorcios, no más odio, no más chismes, no más peleas de ningún
tipo! ¡Habrá paz completa, que se extenderá al mundo animal! Las condiciones climáticas serán
diferentes porque los continentes se unirán nuevamente (cf. “La séptima copa de la ira”, p. 336). Y si las
condiciones climáticas se transforman por completo, la relación de los animales entre sí y con el hombre
también será diferente. Por lo tanto, incluso el mundo animal será tocado por la gloria del Señor, que
luego cubrirá toda la tierra. El profeta Isaías habla de esto: “Del tronco de Isaí brotará un vástago, y de
sus raíces brotará un retoño. El Espíritu del Señor reposará sobre él, el Espíritu que da sabiduría y
entendimiento, el Espíritu que da consejo y poder, el Espíritu que da conocimiento y temor del Señor.
La justicia será su banda de pecho, y la fidelidad su cinturón. El lobo vivirá con el cordero, el leopardo
se echará con la cabra, el becerro, el león y el becerro cebado pacerán juntos; y un niño los guiará. La
vaca pacerá con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. El niño pequeño
jugará cerca del escondite de la serpiente, el niño pondrá su mano en el nido de la víbora. Nadie hará
daño ni destruirá nada en todo mi santo monte, porque la tierra se llenará del conocimiento del Señor
como las aguas cubren el mar. En aquel día buscarán las naciones la Raíz de Isaí, el cual será por bandera
al pueblo, y su lugar de reposo será glorioso” (Is 11,1-2,5-10). ¡Un reino de paz sin igual!

¡Israel espera ese reino! ¿No es cierto que hoy ya podemos intuir algo de este reino de paz? Resulta que
todos tenemos nuestras luchas; el aire a menudo está cargado demoníacamente y parece que nos vamos
a asfixiar espiritualmente. Luego, sin embargo, el Señor nos da muchas veces momentos de refrigerio,
cuando sentimos que la gloria del Señor está muy cerca. Estos son los tiempos en los que nos conduce
al desierto para hablar a nuestro corazón (cf. Oseas 2,14). ¡Sin embargo, en el reino de la paz este
refrigerio será permanente! Entonces desaparecerá toda enemistad, así como todo miedo y agotamiento.
Entonces nos encontraremos completa e ininterrumpidamente bajo el dominio de aquel de quien está
escrito: "...él es nuestra paz" (Efesios 2:14).

Observemos ahora las diferentes etapas en las que se ha realizado y se realizará el reino de Dios en el
plan de salvación:

De principio a fin la Biblia trata de mostrar que Jehová será Rey para siempre, y que todas las cosas son
suyas, por él y para él, como dice Romanos 11.36. Entonces, en última instancia, siempre es el reino de
Dios. En el momento de la Caída, se demostró que el hombre no estaba dispuesto a reconocer el reino
exclusivo de Dios.
Así, bajo la tentación de Satanás, también abandonó su propio reino dado por Dios y lo perdió, porque
Dios había puesto al hombre como señor sobre la creación. En el Salmo 8 hay una declaración
importante sobre la posición del hombre: “¿Qué es el hombre, para que te preocupes por él? Y el hijo del
hombre, ¿por qué te preocupas por él? Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos...” (v. 4,6a). Eso
fue antes de la Caída. Luego se habla proféticamente de Jesús como el “último Adán”: “…todo lo pusiste
debajo de sus pies” (v. 6b).

Dios hizo al primer hombre, Adán, para reinar sobre la creación. A través de la Caída fue colocado en la
posición de esclavo. Por eso tenía que venir Jesucristo, el último Adán: para reconstruir el reino, la
tienda de David (cf. Hch 15,16). ¿Y cómo fue posible reconstruir el reino de Dios en la tierra, que estaba
sujeto al Diablo y todavía lo está hoy? ¡Porque el Señor Jesucristo, a través de su sufrimiento y muerte
vicaria, permaneció Rey en todas las circunstancias y no pecó! En lugar de una corona, cetro y ropas
reales, usó ropas de burla, una corona burlona hecha de espinas y un cetro burlón, una caña. Cuando
estaba colgado en la cruz, sobre él estaba escrito el título real “Inri”, que significa “Rey de los judíos”,
ciertamente imaginado como una burla. Nuestro Señor tuvo que convertirse en el último Adán para que
el primer Adán caído, y nosotros le pertenecemos, pudiera ser establecido de nuevo en la función real.
El resultado es grandioso y maravilloso, de modo que podemos exclamar: “Y nos hizo reyes y sacerdotes
para Dios, su Padre; a él gloria y poder por los siglos de los siglos. Amén” (1.6 ACF). Somos reyes, aunque
esto todavía no es visible; sin embargo, llegará el momento en que nosotros, en el milenio, seremos
manifestados con Jesús. ¿Porque? Porque hoy y ahora reconocemos a Jesucristo como nuestro Rey.

Muchos de los hijos de Dios piensan que solo es importante conocer a Jesús como un Salvador personal.
Por supuesto, esto es importante, porque solo a través de él obtenemos el perdón de los pecados. Sin
embargo, todavía hay mucho más: importa que sea Rey. La tragedia de tantos hijos de Dios es que se
apartan del Señor y eligen otro rey, tal como los hijos de Israel se apartaron del Señor en el tiempo de
Samuel y pidieron un rey terrenal.

Cuando Samuel se entristeció por esto, fue consolado por el Señor: “...no fuiste a ti a quien rechazaron;
Fui rechazado como rey” (1 Samuel 8:7). Cuando más tarde vino Jesús, el verdadero Ungido, el Mesías,
gritaron: No queremos que esto reine sobre nosotros: “No tenemos más rey que César” (Juan 19:15).
Esta tragedia de Israel abarcó la totalidad de la historia humana. ¿Y cómo se manifiesta el dominio de
Cristo en nuestros corazones? Porque nosotros, movidos por el Espíritu Santo, tenemos el deseo de
avivamiento, purificación y santificación, dándole realmente el dominio sobre nuestras vidas.

Como primer paso en la restauración del reino de Dios, citamos el reino de los cielos. En los capítulos
13 y 25 del Evangelio de Mateo vemos que el Señor Jesús siempre habló del reino de los cielos: "El reino
de los cielos es semejante..." (Mt 13,44, 45, 47).

La segunda etapa la llamamos el reino de Jesucristo. Este es el reino que esperamos ahora. Quedará
definitiva y visiblemente establecida en el momento del regreso de Jesucristo. Entonces se hará visible
lo que ha estado en el corazón de los creyentes durante milenios: “…porque el reino de Dios está entre
vosotros” (Lucas 17:21). Ese "entre vosotros", sin embargo, nunca es la meta. La intención es que el reino
se haga visible: “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces también vosotros seréis
manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4). Nuestra redención del poder de Satanás ya había sido
decidida en el corazón de Dios antes de la fundación del mundo. Sin embargo, lo hizo visible en la muerte
y resurrección de su Hijo.

De esta manera, también, el reino debe hacerse visible. Leemos acerca del objeto del reino de Jesucristo:
“Porque él 'sujetó todas las cosas bajo sus pies'. Ahora bien, cuando se dice que 'todo' estaba sujeto a él,
es claro que esto no incluye a Dios mismo, quien sujetó todo a Cristo.

Pero cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas
las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Cor 15, 27-28). Por lo tanto, el milenio es el nivel final para
la completa restauración del reino de Dios.

Si ahora se plantea la pregunta, derivada de la incredulidad, de si el próximo milenio debe entenderse


literal o simbólicamente, respondemos con otra pregunta: ¿el pueblo de Israel, tal como existe
actualmente en Oriente Medio, es una realidad o simplemente ¿un símbolo? La respuesta es clara: Israel
es una realidad viva. Sin embargo, a lo largo de la historia eclesiástica, la iglesia cristiana ha cometido el
grave pecado de tomar para sí las promesas bíblicas de bendiciones sobre Israel, y eso literalmente. Pero
donde se habla del maravilloso futuro de Israel en la Sagrada Escritura, lo ha espiritualizado o
simbolizado.

Las amenazas de juicio son la excepción que ella aceptó sin dudar como literales, ¡pero inmediatamente
las lanzó sobre Israel! Así se nos muestra claramente, por ejemplo, las notas de una Biblia del año 1852,
donde, a propósito de Isaías 60.1 – “¡Levántate, resplandece! Porque ha venido tu luz, y la gloria de
Jehová está sobre ti” – se observa: “'Levántate de tus preocupaciones', así habla Dios a tu Sion, tu iglesia
creyente”. Otro ejemplo es la explicación de Isaías 62:1: "Por amor de Sión no descansaré, por amor de
Jerusalén no descansaré, hasta que resplandezca como el alba su justicia, y su salvación como las llamas
de una antorcha". Al respecto, se dice: “Por el bien de la iglesia de la Jerusalén espiritual, porque la amo,
no dejaré de mostrar mi cuidado”. ¡Así que la Palabra de Dios fue y es violada! Hoy en día, muchos
creyentes todavía tienden a aceptar como literales los pasajes bíblicos que se aplican a ellos, pero a
espiritualizar las palabras que se refieren a Israel. ¡Este es un gran peligro! Por ejemplo, si leemos Lucas
1:32, “Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”, todos estamos de acuerdo en que Jesús nació y
es llamado Hijo del Altísimo. Sin embargo, cuando se dice en la segunda parte de este versículo: "El
Señor Dios le dará el trono de su padre David", esto parece dudoso para muchos y por lo tanto es
simplemente espiritual.

Lo mismo ocurre con Sofonías 3:12-13, que les gusta dejar a Israel: “Pero dejaré a los mansos y humildes
en medio de la ciudad, los cuales se refugiarán en el nombre del Santo. el remanente de Israel no hará
mal; no mentirán, ni se hallará engaño en su boca. Se alimentarán y descansarán, sin que nadie los
asuste”. El versículo 14, sin embargo, se aplica y anuncia a los cristianos: “Canta, oh ciudad de Sión;
¡Alégrate, oh Israel! ¡Alégrate, alégrate con todo tu corazón, oh ciudad de Jerusalén!” La iglesia de Jesús,
sin embargo, no tiene nada que ver con esto, ¡porque estas últimas frases están igualmente dirigidas a
Israel! Los himnarios de la iglesia de Jesús, sin embargo, prueban que ella los aplicó a sí misma, aunque
estaban destinados a Israel.

Hemos tratado Apocalipsis 20:4 con tanto detalle que estará perfectamente claro en el corazón de cada
hijo de Dios que podemos esperar la venida del reino de Dios, el milenio de paz, como algo visible y
palpable, así como también experimentaremos realmente la venida de Jesús, pues está escrito que “todo
ojo le verá…” (1,7), y “le veremos tal como es” (1 Juan 3,2b). ¿Lo verás? ¿Estás listo para el momento de
la reunión?
XXIX
La Primera Resurrección
(Ap. 20.5-6)

“5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se


cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera
resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos,
sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él
mil años.”
L a primera resurrección era y es la esperanza de todos los creyentes de todos los tiempos,
porque Jesucristo ha resucitado verdaderamente; ¡Él es el primogénito de entre los muertos! Dijo
expresamente:

“Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Decimos con Pablo en 2 Corintios 13:8:
"Porque nada podemos contra la verdad, sino solamente por la verdad". La idea ampliamente difundida
entre los creyentes de que habrá una sola resurrección de los muertos, es decir, la resurrección
simultánea de los justos y los injustos, no corresponde a la enseñanza completa de la Biblia. Aquí en el
texto, la Sagrada Escritura habla claramente de una primera y una segunda resurrección, con un
intervalo de mil años: "(Los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años.)".

La primera resurrección es la resurrección de entre los muertos. Todos los bienaventurados participan
de esta resurrección. La segunda resurrección es la resurrección de los muertos. Esto significa que, en el
momento de la primera resurrección, los santos resucitarán de entre los demás muertos, que
permanecerán en sus sepulturas. En la segunda resurrección, todos los muertos resucitan de los
sepulcros. En Apocalipsis 20:12-13 está escrito: “Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie
delante del trono, y se abrieron los libros. Otro libro fue abierto, el libro de la vida. Los muertos fueron
juzgados según lo que habían hecho, según lo que estaba escrito en los libros. El mar entregó los muertos
que había en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y cada uno fue juzgado
según lo que había hecho.” Además, la primera resurrección ocurre en diferentes momentos.

La segunda resurrección, sin embargo, tiene lugar globalmente, todos a la vez, después del milenio, y
luego los resucitados aparecerán ante el gran trono blanco para juicio. En cuanto a la primera
resurrección y por lo tanto a todos los hijos de Dios, leemos en 1 Corintios 15:22-25: “Porque así como
en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno a su vez: Cristo el
primero; luego, cuando él venga, los que le pertenecen. Entonces vendrá el fin, cuando entregue el Reino
a Dios Padre, después de haber destruido todo dominio, autoridad y poder. Porque es necesario que
reine hasta que todos sus enemigos sean puestos debajo de sus pies.” Con el primogénito, Jesucristo,
comenzó la primera resurrección. Esto tiene efectos maravillosos: retroactivamente en todos los
creyentes del antiguo pacto y en adelante hasta el rapto, hasta el comienzo del milenio.

¿No es un pensamiento precioso que todos los creyentes, que “reinarán con él [Cristo] mil años” (v. 6),
no morirán durante esos mil años? Sí, y más aún: después de los mil años, cuando Cristo entregue el
reino al Padre, serán nuevamente transformados para ser conducidos a una nueva gloria. Todos los
verdaderos hijos de Dios que participarán en este maravilloso evento serán “sacerdotes de Dios y de
Cristo”, según el versículo 6b. Esto significa concretamente: intercederán orando ante Dios por medio
de Jesucristo por los hombres que luego se hicieron creyentes en la tierra. También en esto Jesucristo
es el primogénito, pues está escrito en Hebreos 7:25: “Por eso puede salvar de una vez por todas a los
que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.
Este será entonces uno de los más maravillosos canales de gloria, a través del cual fluirán poderosos ríos
de bendición sobre el reino de la paz, cuando todos los innumerables sacerdotes estén orando ante Dios
y el Cordero.

En Apocalipsis 1:6, además del sacerdocio que alaba y exalta, también se menciona el reino: “Y nos hizo
reino y sacerdotes para servir a su Dios y Padre. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos!
Amén". Asimismo, en Apocalipsis 5:10: "Los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios, y
reinarán sobre la tierra". Pedro recoge esta gloria ininterrumpida del gobierno y del sacerdocio cuando
exclama: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P 2,9). Se
cumple la palabra del salmo, que la justicia y la paz se han besado (Sal 85,10). La justicia gobierna a
través del reino y la paz se ejerce a través del sacerdocio.

Mientras Juan ve en una visión la realización de nuestra posición después de la primera resurrección,
Pedro todavía está en la tierra y le habla a la iglesia que aún no ha sido glorificada, a la iglesia que aún
no ha resucitado: ¡Vosotros sois ahora el linaje elegido, el sacerdocio real! Pablo exhorta en Efesios 4:1,
17-32, así como en Colosenses 1:10, que debemos andar de una manera que corresponda a nuestro
llamado celestial, porque tan cierto como vosotros que ahora vivís, moriréis, a menos que venga el
arrebatamiento. ¡primero! – así que seguro que también resucitará.

Quien no participa de la primera resurrección no puede escapar de la segunda. El mismo Señor Jesús
dice de manera resumida en Juan 5,28-29: “No os asombréis de esto, porque llega la hora en que todos
los que están en los sepulcros oirán su voz y saldrán; los que hicieron el bien resucitarán, y los que
hicieron el mal resucitarán para ser condenados”. El Señor mismo, por tanto, distingue claramente entre
las dos resurrecciones.

De la resurrección de los muertos en general, leemos por primera vez en el Antiguo Testamento en Isaías
26:19a: “Pero tus muertos vivirán; sus cuerpos se levantarán.” Y en Daniel 12:2 leemos: "Muchos de los
que duermen en el polvo de la tierra serán despertados; unos para vida eterna, otros para vergüenza y
confusión perpetua". Lo que nos estremece es el gran abismo entre los que pueden participar de la
primera resurrección y los que tienen que participar de la segunda. Esto no sólo desde el punto de vista
del tiempo -después de mil años-, sino también desde el punto de vista del plan de salvación: los
bienaventurados y los santos al comienzo del maravilloso reino de la paz y los perdidos al final absoluto
de la antigua tierra y el cielo.

En el caso de la resurrección, es un evento literal, no simbólico. La palabra "resurrección" (griego:


anastasis) en el Nuevo Testamento solo se usa para describir la verdadera resurrección corporal; más
de cuarenta veces se usa en este sentido exacto. También debemos notar que el Espíritu Santo habla de
la primera resurrección. Por una parte, ciertamente porque hay que distinguirla de la segunda, y, por
otra parte, porque la primera resurrección es el culmen de la más alta esperanza de los creyentes.
Todo lo descrito en el contexto de la primera resurrección tiene que ver con la recompensa inefable de
los santos y los juicios finales sobre los perdidos. La primera resurrección eleva a la dignidad de reinado
-juez y pastor- lo que, a su vez, tiene que ver con la victoria final y la redención de todo hombre. Todas
las recompensas, todos los honores, todos los títulos de dignidad, que se prometen a los santos y
vencedores, se otorgarán con ocasión de la primera resurrección.

Cuando preguntamos quién tiene parte en la primera resurrección, la respuesta es:

Primero: los “felices y santos” (v. 6). Esto ya lo eran en su existencia terrena: felices (o
"bienaventurados") en la esperanza, santificados al instante por Jesucristo.

Segundo: los creyentes que resucitaron y resucitarán en los diferentes períodos hasta el comienzo del
milenio. Pablo dice en 1 Corintios 15:22-23: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo
todos serán vivificados. Pero cada uno a su vez...”. La resurrección comienza con Cristo; luego sigan a
los que pertenecen a Cristo cuando él regrese. Al respecto, es muy esclarecedor lo que está escrito en
Mateo 27:51-53: “La tierra tembló, y las rocas se partieron. Se abrieron las tumbas y se levantaron los
cuerpos de muchos santos que habían muerto. Y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección
de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos”. ¡Observe que dice “los cuerpos de
muchos santos”! Estos son los santos del Antiguo Testamento, pero no todos. Tanto Selnecker, uno de
los autores de la Fórmula de la Concordia, como Lutero y Agustín citaron esta resurrección, que tiene
lugar de vez en cuando durante el período del Nuevo Testamento. Pablo también anhelaba esta
resurrección de entre los muertos, pues dice en Filipenses 3:11: "Para lograr de alguna manera la
resurrección de entre los muertos".

De hecho, dice “entre los muertos”. Aunque escuchamos acerca de ataúdes vacíos y no necesitamos creer
estas historias, sabemos que hay una resurrección de entre los muertos. Si dice aquí que "los cuerpos de
muchos santos" se levantaron de las tumbas después de la resurrección de Jesús, entonces eso significa
que hubo una selección, una elección. ¿Por qué no aparecieron todos? Porque Pablo dice: "Para obtener
de alguna manera la resurrección de entre los muertos". ¿Por qué este “de alguna manera”? Porque la
resurrección de entre los muertos es una distinción del Señor a los especialmente santificados, a los que
verdaderamente se han entregado al Señor.

Tienen el privilegio de no tener que esperar hasta el rapto, sino de poder revestirse del cuerpo de gloria
inmediatamente después de su muerte. Puede comparar esto con un estudiante que tiene calificaciones
tan buenas que puede ser aceptado en una universidad sin exámenes. Esto, sin embargo, le costó
dedicación y esfuerzo. Pablo se esforzó por llegar a la resurrección de entre los muertos; lo consideró
todo pérdida para ganar a Cristo, avanzando hacia esa meta (Filipenses 3:14). Como predicador del
evangelio, tengo la fuerte impresión de que este anhelo de verdadera santificación está en gran parte
encubierto en la iglesia de Jesús; que usa la maravillosa gracia de Dios como almohada para descansar,
en lugar de seguir el estándar de gracia en Tito 2:
“Porque se ha manifestado la gracia de Dios que salva a todos los hombres. Nos enseña a renunciar a la
impiedad y a las pasiones mundanas, ya vivir con sensatez, rectitud y piedad en esta era presente,
mientras aguardamos la esperanza bienaventurada, la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y
Salvador, Jesucristo. se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda maldad y purificar para sí
un pueblo propio, dedicado a hacer buenas obras” (vv. 11-14). Hay misterios – y a ellos pertenece la
resurrección de entre los muertos- que todavía no comprendemos.

Tercero, la resurrección de los muertos en Cristo tendrá lugar cuando el Señor venga con su mandato en
el arrebatamiento, como está escrito en el conocido pasaje de 1 Tesalonicenses 4:16-17: de Dios, el Señor
mismo descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Entonces nosotros los que
estemos vivos seremos arrebatados con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire. Y así estaremos
con el Señor para siempre”.

Sin embargo, este “primero” sin duda también apunta a la primera resurrección. No importa si
entendemos este “primero” como si nosotros, los vivos, los que quedamos, no precederemos a los que
duermen, o, como dice el profesor Stuart: “Ellos, que duermen en Cristo, vienen primero, es decir, ,
resucitarán ante los que no han muerto en Cristo.” El sentido es que sólo los que durmieron en Cristo
participarán de la primera resurrección, porque si ya se hace una diferencia de tiempo entre los que
durmieron en Cristo, y la transformación repentina de los que aún viven en Cristo, es decir, de los
dejados atrás, mayor será entonces el espacio de tiempo entre la resurrección de los renacidos y la
resurrección de los perdidos; por lo menos mil años!

Cuarto: también la gran multitud que nadie puede contar (7:9-14) es parte de los muchos que
participarán en la primera resurrección:

“Vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de Dios” (v. 4). Estos
son los mártires que salen de la gran tribulación. Han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero y
tienen parte en la primera resurrección.

Quinto, ¿no se levantarán de entre los muertos los dos testigos de Apocalipsis 11 inmediatamente
después de morir? “Cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que viene del Abismo los atacará.
Y los derrotará y los matará. Sus cadáveres serán expuestos en la calle principal de la gran ciudad, que
en sentido figurado se llama Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor. Durante tres
días y medio, personas de todos los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplarán sus cadáveres y
no permitirán que sean sepultados. Los habitantes de la tierra se regocijarán por ellos y celebrarán,
enviándose regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los que moran en la
tierra.

Pero después de tres días y medio entró en ellos un soplo de vida enviado por Dios, y se levantaron sobre
sus pies, y un gran terror se apoderó de los que los vieron. Entonces oyeron una gran voz del cielo, que
les dijo: 'Subid acá.' Y subieron al cielo en una nube, mientras sus enemigos miraban” (11:7-12). ¡Ellos
también son parte de la primera resurrección!

Sexto, ¿no pertenecen también a la primera resurrección los ciento cuarenta y cuatro mil sellados de
Israel en el monte Sión (caps. 7 y 14) que fueron arrebatados aun ante el trono del Cordero?

Séptimo: en Apocalipsis 16:15 hay una indicación de que cuando los pueblos se reúnan para la pelea
final en Armagedón, todavía habrá gente que resistirá hasta el final el dominio anticristiano: “No habían
adorado a la bestia ni a su imagen, y no había recibido la marca en su frente ni en sus manos” (20.4). A
tales, el Señor dice directamente: “¡He aquí, vengo como ladrón! Dichoso el que vela y lleva consigo su
ropa, para que no ande desnudo y no se vea su vergüenza” (16:15). Esto prueba que la primera
resurrección no es completa y termina antes del último período de iniquidad del hombre. Por tanto,
ellos también serán partícipes de la primera resurrección.

Así es claro que la primera resurrección no es algo único y completo en sí mismo, sino que consta de
diferentes resurrecciones y raptos, comenzando con la resurrección del Señor Jesucristo y terminando
con el tiempo de la derrota de la bestia y sus ejércitos. Lo maravilloso de la primera resurrección es que
es como demostrada proféticamente en nuestros días, en los detalles más pequeños, en la resurrección
del pueblo de Israel. Esta resurrección, a su vez, es un cumplimiento de las profecías del capítulo 37 de
Ezequiel.

Así como la resurrección de los justos y los impíos tiene lugar en dos etapas, así es con Israel; sin
embargo, en orden inverso: la primera resurrección de Israel es carnal, nacional. Luego sigue el período
de los juicios anticristianos. Mientras que en nuestra primera resurrección todo se vuelve nuevo, a la
primera resurrección de Israel le sigue la "angustia de Jacob". Entonces, sin embargo, tiene lugar la
segunda resurrección de Israel, su renovación espiritual, después de la cual Israel se une a su Mesías.
Debemos acostumbrarnos a que en Israel todo sucede al revés, es decir, en la cronología de Dios Padre,
mientras que en nosotros todo parte de Dios Hijo y conduce al Padre. Con Israel, el camino va de arriba
abajo; con nosotros, de abajo hacia arriba. Por eso el Señor muestra milagros a Israel, para que crean.
Pero a nosotros nos dice: ¡creed y veréis milagros!

¿Está tu vida tan moldeada por el amor a tu Salvador que participarás en la resurrección de entre los
muertos?
XXX
La Última Seducción y el Fin
de Satanás
(Ap. 20.7-10)

“7 Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su


prisión,
8 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro
ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la
batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.
9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el
campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios
descendió fuego del cielo, y los consumió.
10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y
azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”
U na seriedad demoledora descansa en este pasaje. Describe los últimos acontecimientos, antes
de que haya cielos nuevos y tierra nueva.

“Cuando se cumplan los mil años, Satanás será soltado de su prisión” (v. 7). Con estas breves
palabras nos situamos al final del milenio. Los profetas del antiguo pacto describen en detalle cómo será
durante los mil años en la tierra. Además de que las personas envejecen mucho, de modo que a los cien
años todavía se les llamará “jóvenes” (Is 65,20), los profetas hablan extensamente sobre la eliminación
de la maldición de la tierra durante el reinado bendito de los Señor Jesucristo. Esto significa, por
ejemplo, según Isaías 55:13, que ya no producirá espinas ni zarzas:

“En lugar del espino, crecerá el pino, y en lugar de las zarzas, crecerá el mirto. Esto resultará en
renombre para el Señor, para una señal eterna, que no será destruida”. Los desiertos también volverán
a florecer, como ya estamos viendo en Israel hoy, ya que el clima del mundo entero cambiará.

Isaías habló mucho al respecto, como por ejemplo en el capítulo 35.1-2: “El desierto y la tierra sedienta
se regocijarán; el desierto se regocijará y florecerá como el tulipán; él estallará en flores, mostrará gran
regocijo, y cantará de alegría. Le será dada la gloria del Líbano, y el esplendor del Carmelo y de Sarón;
ellos verán la gloria del Señor, el resplandor de nuestro Dios.” La fertilidad de la tierra que regresa y se
muestra de una manera nueva es un punto muy importante del milenio. Esto es lo que también describe
Isaías 43:19-20:

“¡Mira, estoy haciendo algo nuevo! ¡Ya está emergiendo! ¿No la reconoces? Incluso en el desierto abriré
camino y arroyos en el desierto. Las bestias del campo me honrarán, los chacales y las lechuzas, porque
yo daré agua en el desierto y arroyos en el desierto, para dar de beber a mi pueblo, mi escogido”.

Una descripción igualmente detallada de lo que será en el milenio la leemos en Isaías 11: es un reino de
paz, porque desaparecerá la enemistad entre las diferentes especies de animales, como ya hemos
indicado en la explicación de Apocalipsis 20.4. “El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con
la cabra, el becerro, el león y el becerro cebado pacerán juntos; y un niño los guiará. La vaca pacerá con
la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. El niño pequeño jugará cerca del
escondite de la serpiente, el niño pondrá su mano en el nido de la víbora. Nadie hará daño ni destruirá
nada en todo mi santo monte, porque la tierra se llenará del conocimiento del Señor como las aguas
cubren el mar” (Isaías 11:6-9). Y luego se habla del Señor Jesús como la “Raíz de Jesé”, como el Mesías.

Durante el milenio sucederá algo apasionante: a través del Israel convertido, se realizará una
evangelización mundial intensa e inigualable. Israel hará esto mucho mejor que nosotros. Leemos en
varios lugares acerca de esta actividad misionera mundial de Israel. Entre estos pasajes está Isaías 2:3,
donde está escrito que de Sion saldrá la ley y de Jerusalén la palabra. En el último capítulo del profeta
Isaías se describe con detalle la evangelización que durará mil años: “Y a causa de sus obras y de sus
conjuras vendré a reunir a todas las naciones y lenguas, y vendrán y verán mi gloria. Estableceré entre
ellos una señal, y enviaré algunos de los sobrevivientes a las naciones: a Tarsis, a los libios y a los lidios,
famosos arqueros [las tribus indias], a Tubal, a Grecia y a las lejanas islas, que no han oído hablar de mí
y no han oído hablar de mí, vieron mi gloria. Proclamarán mi gloria entre las naciones” (Isaías 66:18-
19). ¡Los israelitas harán esto desde Jerusalén, desde Sión! Sin embargo, por otro lado, durante el
milenio también habrá un intenso movimiento de viajes a Israel: “Vendrán muchos pueblos y dirán:
'Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob, para que nos enseñe sus caminos, y
así andemos por sus veredas. Porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén saldrá la palabra de Jehová”
(Isaías 2:3). Además, el profeta Zacarías incluso expresa una amenaza contra aquellos que se niegan a
subir a Jerusalén con motivo de la Fiesta de los Tabernáculos: no tendrán lluvia (Zac 14,17).

Será maravilloso cuando este alcance evangelístico mundial se lleve a cabo durante el milenio: ¡desde
Jerusalén los israelitas saldrán con la Palabra de Dios a todo el mundo, y las naciones, a su vez, subirán
a Jerusalén! Tenemos que notar esto si queremos entender correctamente lo que sigue en Apocalipsis
20:

“Cuando se cumplan los mil años, Satanás será liberado de su prisión” (v. 7). Puede parecer amargo que
el enemigo mortal se desate nuevamente después de este tiempo maravilloso del milenio. Sin embargo,
según el versículo 3, hay detrás de esto una “necesidad” de Dios: “Después de esto es necesario que sea
soltado por un poco de tiempo”. Es la “necesidad” de la justicia divina.

A través de esta liberación de Satanás se prueba que, a pesar de mil años de prisión, no ha cambiado; a
pesar de haber pasado por un tiempo lleno de sufrimiento, pues estuvo preso por mil años en el Abismo
del infierno, condenado a la inactividad total. Y ahora es liberado "por un poco de tiempo". Cabe señalar
que no es secreta y repentinamente liberado en las circunstancias dramáticas de una maniobra de
liberación. No, será liberado cuando llegue el momento. Por tanto, no hay tragedia en estas palabras,
sino la descripción de una etapa hacia el juicio definitivo sobre el dragón, ya que, como dice Pohl, “el
concepto de revelación también pertenece siempre al concepto bíblico de juicio”. Es decir, nada se juzga
desde Dios, desde Jesucristo, sin antes ser revelado. Esta es la justicia divina. Ya ha sido así en el paraíso:
cuando Adán y Eva cayeron en pecado, Dios no los juzgó inmediatamente, sino que les dio la
oportunidad de presentar sus argumentos.

Tenía que ser revelado que habían pecado. ¡Todo tiene que salir a la luz! También el Juez mismo, como
juez justo, tiene que ser revelado. El Juez celestial fue revelado en el capítulo 19:11-16, donde lo vemos
llegar sobre un caballo blanco con gran poder y gloria, seguido por su iglesia glorificada. Asimismo,
también en el capítulo 20.1-6. Los participantes en el juicio, los reyes y sacerdotes, ahora juzgarán y
reinarán con él. En nuestro pasaje, el principal acusado está siendo juzgado. Ahora le ha llegado el turno,
por lo que es liberado de la prisión después de los mil años. Su liberación sirve para su
desenmascaramiento definitivo.

“Y saldrá para engañar a las naciones que están sobre los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, a
fin de reunirlos para la batalla. Su número es como la arena del mar” (v. 8). No se menciona aquí ningún
líder humano, político o eclesiástico, ni el Anticristo o el Falso Profeta, pues estos ya están en la
maldición eterna. Sólo se habla del mismo Satanás. Él es el iniciador y el verdadero jefe de la rebelión.
Habría tenido mil años de tiempo para reflexionar, sobre todo, pero se rebela y organiza de nuevo una
manifestación contra Cristo. Ahora, sin embargo, ya no puede esconderse detrás de títeres y máscaras,
debiendo actuar directamente sobre lo que está a su disposición, llamando directamente a una decisión
para sí mismo y, por lo tanto, contra Dios. En el paraíso tenía un médium: la serpiente.

Antes del milenio tuvo dos médiums: el Anticristo y el Falso Profeta. Después del milenio no le queda
nada. En cuanto a la tierra entonces santificada, como hemos dicho, debe actuar directamente y ya no
indirectamente. Por eso inmediatamente se nota que no envía a nadie, como en Apocalipsis 16:13 -donde
envió espíritus inmundos a los reyes de la tierra para engañarlos, mientras el Señor los reúne para pelear
en Armagedón- porque entonces no habrá más reyes mortales que puedan ser engañados, porque
Jesucristo es Rey de toda la tierra! Además, toda la tierra se llenará entonces con el mensaje del
evangelio. Si bien, en el milenio, los pecadores centenarios son malditos (Is 65,20) –lo que significa que
todavía habrá pecado–, parece utópico que por “naciones”, por “Gog y Magog”, que son engañados por
Satanás después del milenio y cuyo número será como “la arena del mar”, hay que entender naciones.

¡No nunca! ¡Esto equivaldría a una derrota de nuestro bendito Salvador si las personas que fueron
evangelizadas durante mil años y vivieron bajo el bendito gobierno de Jesucristo fueran engañadas por
Satanás!

En el caso de “Gog y Magog”, este es un sorprendente paralelo con la reunión guerrera descrita en el
capítulo 19.19. Allí está escrito:

“Entonces vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para hacer la guerra contra el
que montaba el caballo y contra su ejército.” ¿Será que Apocalipsis 20:8 es una repetición, una especie
de estertor final, para que consideremos que el Jinete del caballo blanco, Jesucristo, no terminó por
conquistar por completo a los pueblos? ¿O debemos pensar que Gog y Magog son pueblos hasta ahora
neutrales, es decir, que no aparecieron y permanecen? ¿Personas que ni siguieron al Anticristo, a pesar
de que Apocalipsis 13:3-4 dice que todo el mundo se maravilló de la bestia, ni se unieron al Cordero en
el milenio, para que ahora Satanás pueda conquistarlos para su segunda campaña?

Esta suele ser la explicación. Sin embargo, según mi entendimiento de la palabra profética, esto es
imposible después de que el Señor Jesucristo reinó por mil años en esta tierra y, como dijimos, los
pueblos fueron alcanzados con su evangelio, pues el pueblo de Israel fue bendecido con el éxito
misionero nunca visto, por lo que las multitudes se convirtieron.

Durante los mil años, Dios ha puesto un anhelo completamente nuevo en el corazón de los hombres, de
modo que incluso los más endurecidos han llegado al reconocimiento del pecado, e innumerables, sí,
naciones enteras, se han vuelto al Señor como un solo hombre.
Y toda la tierra se llenó (como acabamos de leer) con el conocimiento y la gloria del Señor. Por lo tanto,
justo lo contrario de lo que experimentamos hoy: mientras entonces sólo una minoría permanecerá en
la incredulidad, la mayoría de la humanidad, convencida del pecado, viene y se reúne alrededor de
Jesucristo, ¡sirviéndolo de todo corazón! Si consideramos esto – y esto es lo que hacemos – entonces
analizando el versículo 9, esta palabra – “Las naciones marcharon sobre la faz de la tierra y rodearon el
campamento de los santos, la ciudad amada” – pierde su lógica, porque el pueblo quienes realmente
muestran a los creyentes después de la liberación de Satanás consistirían solo en la población de una
sola ciudad.

Está escrito que Gog y Magog "rodearon el campamento de los santos, la ciudad amada". Por lo tanto,
no habría creyentes fuera de esa ciudad, sino sólo adversarios "como la arena del mar". ¿Será entonces
que mil años de evangelización no han cambiado realmente nada? ¿Todavía está justificado atribuir los
acontecimientos del milenio, que esperamos, a grandes despertares y bendiciones?

Entonces vemos: cuando decimos que las “naciones”, “Gog y Magog”, que Satanás seducirá después de
los mil años son personas, perdemos completamente el punto. Es imposible que sean naciones en el
sentido humano. Sin embargo, si seguimos el texto con atención, muchas cosas se nos aclaran. Los
seducidos son de “los cuatro ángulos de la tierra” (v. 8). Los extremos o “rincones” de la tierra contrastan
con la “anchura” de la tierra: “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los
santos y la ciudad amada” (v. 9 ACF). En otras palabras: suben a la superficie habitada de la tierra. Estas
son, por lo tanto, las “naciones” que habitan el abismo más allá del horizonte y por lo tanto necesitan
primero elevarse “sobre la anchura de la tierra” para llegar a su superficie habitada. En este contexto, es
esclarecedor que los “confines de la tierra” ya son un concepto relacionado en el Antiguo Testamento,
porque de ahí, del más allá, viene la destrucción sobre el presente. Allí, al final de la superficie de la
tierra, el hombre antiguo imaginó que era el mar del caos, el mundo de la muerte y la separación de los
buenos poderes de Dios. Por eso David exclama en el Salmo 61:2: “Desde los confines de la tierra clamo
a ti con el corazón quebrantado…”.

Ya buscaban la entrada del reino de los muertos en el antiguo pacto, junto al “final de los mares”, que
también es una expresión bíblica:

“Si subo al cielo, allí estás tú; si hago mi lecho en el abismo más profundo, allí también estás tú; si tomo
las alas de la aurora y me paro en los extremos de los mares, aún allí me guiará tu mano, y me sustentará
tu diestra” (Sal 139:8-10 RA). Por lo tanto, percibimos que los “cuatro ángulos de la tierra” es el reino
de los muertos.

Apocalipsis 7:1 también habla de él como el más allá, el origen del viento destructor: “Después de esto
vi a cuatro ángeles que estaban en pie en los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos,
para que ningún viento soplara sobre la tierra ni sobre mar o en cualquier árbol.”. Su ubicación es por
lo tanto extraterrestre.
En este contexto, de repente entendemos lo que significa que en el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá
más “mar”. ¡Este nuevo mundo será sin caos! “Entonces vi nuevos cielos y una nueva tierra, porque el
primer cielo y la primera tierra habían pasado; y el mar ya no existía” (Ap 21, 1). Por lo tanto, estamos
de acuerdo con Adolf Pohl, cuyas explicaciones seguimos en parte sobre este punto, que estas "naciones"
seducidas por Satanás proceden de más allá de la tierra habitada, siendo habitantes del inframundo.
Estos son los ángeles de los que habla Judas:

“Y a los ángeles que no guardaron sus posiciones de autoridad, sino que abandonaron su propia morada,
él los ha tenido en tinieblas, atados con cadenas eternas para el juicio del gran día” (v. 6). Antes de la
fundación del mundo, Satanás los arrastró a la rebelión, a la ruina, contra Dios. Luego fueron
mantenidos en oscuridad con cadenas. Al final de los tiempos, Satanás podrá seducir a sus compañeros
por última vez.

En el capítulo 19, antes del milenio, todo el cielo se abre: Jesucristo viene con toda su iglesia glorificada,
con innumerables comprados con sangre. Después del paso victorioso de los ejércitos celestiales, ahora
también aparece todo el mundo de los destructores. En el capítulo 13 Satanás ya ha enviado a las dos
bestias, ahora sigue su "última reserva". Arroja al frente todo lo que le queda, que son las “naciones” que
ha seducido. Los nombres “Gog” y “Magog” no deben confundirse con Gog y Magog de Ezequiel 38–39,
porque allí estos nombres se usan como colectivos de los pueblos rebeldes, que penetran en Israel desde
el norte. Los antiguos rabinos combinaron los nombres Gog y Magog, usándolos como nombres de
pueblos; se convirtieron en una expresión dual de los ejércitos de las tinieblas y enemigos de Dios. Las
naciones no surgen del mundo visible, sino del mundo invisible, del Abismo. “Su número es como la
arena del mar” (v. 8). Esta expresión es habitual para describir una multitud incalculable; una multitud
que supera todas las medidas conocidas. Por lo tanto, tantos están encadenados en tinieblas y serán
liberados una vez más. ¡Es precisamente esta característica de seducción la que nos hace imposible creer
que estamos tratando aquí con los pueblos que vivían entonces!

El anuncio de que Satanás está suelto y seduce a las naciones en los versículos 7-8 ahora es seguido por
la descripción de una visión: “Las naciones han marchado sobre toda la faz de la tierra” (v. 9). Cubren el
mundo de las naciones creyentes y asedian el campamento de los santos y la ciudad amada. Adolf Pohl
dice aquí: “La intimidad existente en la expresión 'ciudad amada' no puede dejar de notarse. Hace
superflua la cita del nombre de la ciudad”. También en el capítulo 11.2 no es necesario decir a qué ciudad
nos referimos cuando hablamos de la “ciudad santa”. ¡Es Jerusalén! Allí reina el Mesías, allí vive el Israel
convertido, allí cumple su tarea la iglesia glorificada. En el versículo 9 está escrito entonces: “...pero
fuego descendió del cielo y los devoró”. Los ejércitos demoníacos que avanzaban son aniquilados en un
instante.

La tradición judía describe un triple ataque de los pueblos de Gog y Magog y una batalla salvaje. Aquí
no se dice nada de esto, no se menciona el más mínimo detalle. Es simplemente una interferencia
repentina del cielo. Es esclarecedor que no vemos aquí, como por ejemplo en Apocalipsis 19, un campo
con innumerables cadáveres, sino que todo, como una aparición de espíritus, desaparece tan rápido
como apareció. Aquí no queda nada para los buitres, como sucedió en Armagedón: “Los demás fueron
muertos con la espada que salía de la boca del que iba montado en el caballo. Y todas las aves se saciaron
de su carne” (19:21). Ahora, después del milenio, no se trata de hombres, se trata de espíritus.

También debemos ser conscientes de lo que trama el enemigo y quién es. No me refiero a tal o cual
personaje histórico, que mora aquí o allá, sino que hablo de los ejércitos invisibles de espíritus que
avanzan contra los amados del Señor. La guerra de Satanás contra los santos ahora se ha intensificado
grandemente. Es por eso que la apostasía en la iglesia de Jesús es tan terriblemente grande en nuestros
días.

¡Quien no vela y ora no vencerá! En el fondo, experimentamos exactamente lo mismo que luego estallará
una vez más, finalmente, en proporciones gigantescas, desde el infierno: “Porque nuestra lucha no es
contra los seres humanos, sino contra los poderes y autoridades, contra los gobernantes de este mundo
de tinieblas contra las huestes espirituales del mal en los lugares celestiales” (Efesios 6:12). Conocemos
el destino final del Diablo.

En el versículo 10 está escrito: “El diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego que arde con
azufre…”. Luego viene el complemento, que también establece una conexión con el capítulo 19.20: ...
"donde fueron arrojados la bestia y el falso profeta". Estos habían sido arrojados al lago de fuego y azufre
hace mil años. El satánico, en su trinidad satánica, ahora ha sido alcanzado por el juicio divino, y está
escrito, "Serán atormentados día y noche..." (v. 10). La expresión “día y noche” se usa en el capítulo 4.8
en el contexto opuesto. Allí se dice de los cuatro seres vivientes: "Día y noche repiten sin cesar: 'Santo,
santo, santo es el Señor, Dios Todopoderoso, que era y que es y que ha de venir'". Su alabanza en honor
de Dios y del Cordero se escuchaba sin interrupción día y noche.

En el capítulo 20 es todo lo contrario: no tienen descanso, porque son atormentados día y noche por los
siglos de los siglos. ¡Esa es la maldición! Este tormento ininterrumpido, este castigo corresponde a la
anterior acusación ininterrumpida de los siervos y siervas de Dios ante él, porque está escrito de Satanás:
"...el acusador de nuestros hermanos, que los acusa delante de nuestro Dios día y noche".

(12.10). La maldición se extiende "por los siglos de los siglos". El mismo Señor Jesús también se refiere
al fin de Satanás y sus ángeles, hablando del fuego eterno en Mateo 25:41: "...preparado para el diablo y
sus ángeles". También reconocemos que los que vienen de los cuatro rincones de la tierra son espíritus.
Después, sin embargo, el enemigo desde el principio definitivamente será inofensivo. El mal es total y
definitivamente eliminado.

Es esclarecedor ver los niveles de descomposición de Satanás. No sólo es expulsado del cielo, perdiendo
así su poder como acusador (cap. 12); no sólo es arrojado de la tierra al Abismo, y así despojado de su
poder seductor (cap. 20); pero ahora es arrojado definitivamente al lago del juicio, donde ya se
encuentran el Anticristo y el Falso Profeta. El juicio en este lago de fuego excede nuestra capacidad de
entendimiento.
XXXI
El Juicio Final después del
Milenio
(Ap. 20,11-15)

“11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de


delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se
encontró para ellos.
12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los
libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro
de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que
estaban escritas en los libros, según sus obras.
13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el
Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron
juzgados cada uno según sus obras.
14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta
es la muerte segunda.
15 Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al
lago de fuego.”
L a poderosa transición entre lo antiguo y lo nuevo: "Entonces vi un gran trono blanco". Antes de
analizarlo con más detalle, me gustaría comparar este gran trono blanco con otro trono, es decir,
con el del capítulo 4.2-6:

“Inmediatamente fui tomado por el Espíritu, y delante de mí había un trono en el cielo, y alguien estaba
sentado en él. El que estaba sentado era como jaspe y sardio. Un arco iris, parecido a una esmeralda,
rodeaba el trono, alrededor del cual había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos estaban
veinticuatro ancianos. Estaban vestidos de blanco y en sus cabezas tenían coronas de oro. Del trono
salían relámpagos, voces y truenos.

Delante de él se encendieron siete lámparas de fuego, que son los siete espíritus de Dios. Y ante el trono
había algo como un mar de vidrio, claro como el cristal. En el centro, alrededor del trono, cuatro seres
vivientes cubiertos de ojos, tanto por delante como por detrás”.

Ese trono del capítulo 4 estaba en el cielo. No se dice dónde está el trono de Apocalipsis 20. Alrededor
del trono de Apocalipsis 4 había un arco iris, expresión del cumplimiento de todas las promesas.

de alianza El gran trono blanco, sin embargo, se presenta sin ningún signo de esperanza, porque no hay
nada más que esperar; ya no podéis cumplir ningún pacto para bien.

Del primer trono de Apocalipsis 4 salieron relámpagos, truenos y voces, una expresión de los juicios
destructivos sobre el mundo de los vivos. Sin embargo, del trono en Apocalipsis 20 no se dice nada más
que él era grande y blanco, una figura de poder inconmensurable y de justicia pura e incorruptible. No
hay más tiempo de prueba, no hay más purificación para aquellos contra quienes proceden las
sentencias de este trono, y por lo tanto tampoco hay amenaza de un juicio futuro, como sucedió en
Apocalipsis 4 a través de rayos y truenos. Alrededor de ese trono de Apocalipsis 4 también había otros
tronos, ocupados por jueces asistentes adicionales. Y había cuatro seres vivientes como ejecutores de la
jurisdicción de Dios, cuyos juicios eran múltiples, tanto en carácter como en materia juzgada. Pero aquí,
en Apocalipsis 20, el trono es absoluto en sí mismo; el juicio es singularmente corto y directo con
respecto a una clase de cuestión.

Según Apocalipsis 4:5, delante de ese trono ardían siete lámparas de fuego, "que son los siete espíritus
de Dios", como allí está escrito. Esos juicios fueron en parte misericordiosos y curativos, pero también
castigaron a los involucrados.

En este trono de Apocalipsis 20, sin embargo, que se erige después del milenio, nada más se parece a la
gracia, porque los juicios que proceden de ese trono son exclusivamente de castigo y condenación para
todos los afectados. Ante ese primer trono, en el capítulo 4.6, vimos “algo como un mar de vidrio, claro
como el cristal”, como una llanura celestial: la representación de un refugio en el cielo. Desde ese trono
muchos serían conducidos a la gloria. Sin embargo, aquí en Apocalipsis 20 ya no hay un lugar de refugio
y paz celestial, pues de allí nunca vendrá la salvación. Delante del primer trono (4:8-11) hubo cantos de
júbilo; se oían poderosos cánticos de alabanza a la gloria de Dios y del Cordero, porque con ese trono
comenzó el tiempo de la gloria de los santos, que les trajo plena redención y recompensa. Pero aquí, ante
este gran trono blanco, después del final del milenio, ya no hay canto, ni voz de alegría, ni sonido de
gratitud, porque aquí no hay más que justicia castigadora, que entrega a los malvados a la perdición.
Además, se dice, "... y el que estaba sentado sobre él".

¿Quién es este? Por supuesto, lo mismo que en la primera visión de Apocalipsis 4. En ambos casos no se
menciona ningún nombre, no se describe ninguna figura, no se indica ninguna forma. En el trono está
sentado un ser que inspira respeto, que es misterioso, soberano y autosuficiente. ¡No puede ser otra que
la única, indescriptible, eterna Divinidad! Si fuera el Señor Jesús, Juan -y nosotros con él- vería alguna
figura “como un hijo de hombre”, “un cordero”, porque es Dios verdadero, pero también es hombre
manifestado. Sin embargo, también es el Juez, a quien el Padre ha entregado todo el juicio (Juan 5:22-
27). Aquí ejecuta este juicio, pero lo hace bajo y en presencia de la Divinidad omnipotente - el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo - y no como el Rey absoluto y eterno de todas las cosas. En el primer caso, en
Apocalipsis 4:3, la figura del que está en el trono es comparada en su imponente sublimidad con las
piedras preciosas de jaspe y sardio, con un brillo rojizo y cristalino, como una llama pura sin humo, pero
poderosamente atractivo. Pero aquí en Apocalipsis 20 estás sacudido hasta la médula; no se ve nada
más que la santa presencia de la omnipotencia de Dios. Ella es tan terrible que la tierra y el cielo huyen
de su presencia.

Significa que todo lo que actualmente es visible y ejerce dominio, incluyendo todo lo que tememos
(hombres, demonios, gobernantes del mundo y pueblos vencedores), además del cielo y la tierra,
entonces estará huyendo de él: “Entonces vi un gran trono blanco y al que se sentó en él. La tierra y el
cielo huyeron de su presencia, y ningún lugar fue hallado para ellos” (v. 11). ¡Así llegará el día en que
toda la realidad visible se derrumbará!

Entonces tendrá lugar la segunda y última resurrección. Cuando lees el versículo 12 de Apocalipsis 20,
escuchas casi un silencio oscuro, porque el silencio también se puede escuchar: “Vi también a los
muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros fueron abiertos. Otro libro fue abierto,
el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, según lo que estaba escrito
en los libros”. Silenciosamente se lleva a cabo este último gran evento. Ningún toque de trompeta
acompaña esta resurrección. La última trompeta había sonado mil años antes, con motivo del
arrebatamiento de todos los comprados con sangre, los amigos y hermanos de Jesús, los miembros de
su cuerpo, que iban al encuentro del Esposo celestial. Aquí en Apocalipsis 20, sin embargo, ni sus amigos
ni su pueblo están presentes. En esta resurrección de los muertos vemos el efecto infinito de la Pascua.
Pablo expresó esto magistralmente en 1 Corintios 15. Todos los muertos, los pequeños y los grandes,
reviven, ya sea para entrar en la bienaventuranza eterna o para ser arrojados a la perdición eterna.

Mientras todo lo demás se escapa, el hombre no puede escapar. Todo el ruido del mundo desaparecerá.
Ahí están todos, sin excepción.
En contraste con Apocalipsis 4, no leemos aquí nada de "vestiduras blancas", "lino fino, resplandeciente
y limpio" y "palmas de palma", sino solo de pecadores desnudos que reciben su sentencia eterna ante la
majestad de la omnipotencia entronizada. ¡Que terrible! Oh, que ningún lector de este libro vaya a la
eternidad sin convertirse, porque entonces sabrá que no volverá a vivir hasta que hayan pasado estos
mil años, y que pertenece a la segunda resurrección. En ese día, la palabra “Dios” perderá todos sus
enigmas y velos ante estos muertos resucitados. Los ojos del Señor mirarán directamente a sus
corazones. El sentimiento de temor ante el Juez, que a veces embarga al hombre, no es fruto de una
conciencia enferma, sino un anticipo de ese día, el crepúsculo o destello de una desilusión y revelación
venidera. El tiempo de esta segunda resurrección es momentos antes de la creación de un cielo nuevo y
una tierra nueva, antes de la transición de Apocalipsis 20 a Apocalipsis 21, cuando el cosmos se disolverá
y el cielo y la tierra huirán a la nada; por lo tanto, al final de todas las cosas pasajeras. Los creyentes han
resucitado antes y han compartido bendiciones y gozos con Cristo durante mil años. Ante el gran trono
blanco tiene lugar la última acción jurídica de Cristo. Lo que sigue es un cielo nuevo y una tierra nueva,
en los cuales mora la justicia, como dijo Pedro: “Pero según su promesa esperamos cielos nuevos y una
tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).

Entonces vemos los libros abiertos. La apertura del libro de la vida y los libros con la anotación de todos
los pecados de todos los hombres que no aceptaron al Señor Jesús trae la importante decisión sobre la
bienaventuranza eterna o la condenación eterna. La decisión ya está tomada ahora en la vida de uno,
pero la justicia de Dios todavía tiene que ser ejercida. También se decide el grado de la eterna maldición,
pues se dice dos veces en los versículos 12-13: "Fueron juzgados los muertos según sus obras, según lo
que estaba escrito en los libros... y cada uno fue juzgado según su lo que ellos habían hecho.” conforme
a lo que yo había hecho”. En la eternidad habrá innumerables niveles diferentes, porque Dios es justo.
Lo mismo vale para el juicio ante el tribunal de Cristo (cf. 1 Cor 3, 11-15; 2 Cor 5, 10). Allí no se decidirá
sobre la bienaventuranza eterna o la condenación eterna, porque esto, repito, se decide durante la vida
-cuando una persona acepta o rechaza a Jesucristo- sino sobre la recompensa de los vencedores, sobre
la corona. Sin embargo, ante el gran trono blanco se decide el grado de perdición. Antes del milenio se
decidirá el grado de bienaventuranza eterna.

Entonces surge la pregunta: si ya está todo decidido, ¿por qué aún existe el libro de la vida, porque en el
versículo 15 dice que “aquellos cuyos nombres no se hallaron en el libro de la vida fueron arrojados al
lago de fuego”? Poniendo la pregunta de otra manera: si todos estos muertos, grandes y pequeños, que
están delante del trono de Dios están perdidos de todos modos, ¿por qué buscáis sus nombres en el libro
de la vida? Repito: ¡Dios es justo! Allí, ante su rostro, todo quedará en silencio. Cada respuesta, cada “sí,
pero...” se pierde en la nada, porque el nombre de la persona en cuestión faltará en el libro de la vida.
Nadie puede decir, por lo tanto, que no se buscó su nombre. De hecho, el libro de la vida aparece seis
veces en Apocalipsis (3:5; 13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27).

Cuando el Señor Jesús envió a sus discípulos y ellos echaron fuera espíritus en su nombre, volviendo
gozosos, el Señor les dijo:
“Sin embargo, regocijaos, no porque los espíritus os estén sujetos, sino porque vuestros nombres están
escritos en los cielos” (Lucas 10:20).

Así que la pregunta no es si eres católico o protestante, sino si tu nombre está escrito en el libro de la
vida del Cordero. Filipenses 4:3 y Hebreos 12:23 también hablan del libro de la vida.

Nunca podremos apreciar completamente la seriedad de este próximo día del juicio final. También hay
que recordar la inevitabilidad: ¡quien ha huido de Dios toda su vida ya no puede huir! No hay nada a lo
que recurrir; sin grandeza de orgullo, sin profundidad de duda, sin muerte, sin infierno, sin olvido, nada
donde sea posible esconderse de este juicio final. Ya sea que alguno perteneciera a los grandes de este
mundo, ante los cuales el mundo tembló, o a los pequeños, que fueron sepultados y olvidados bajo las
ruinas de cualquier ciudad; si arrojó su vida, si el cuerpo fue hundido en el mar, o si los vientos llevaron
su polvo sobre los campos de batalla: todo debe aparecer y estar ante los santos ojos de Dios:

“El mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había
en ellos” (v. 13).

Ante el trono tiene lugar una solemne ceremonia de juicio: se abren los libros. Por un lado, muchos
libros; por otro, un solo libro, que en su diferente carácter llama la atención cargado de tensión. “...y se
abrieron los libros. Otro libro fue abierto, el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus
obras, conforme a lo que estaba escrito en los libros” (v. 12).

Los muchos libros contienen todo lo que el hombre ha hecho en esta vida; hablan un lenguaje
amenazante. El “otro libro” contiene los nombres de aquellos que abrieron la puerta de su corazón a
Jesucristo (3,20) para que él pudiera actuar en sus vidas. Todos los ojos mirarán con temor a los muchos
libros y esperarán con ansias el "otro libro". Estos libros representan la omnisciencia de Dios. ¡Él
entiende todo! Por lo tanto, no hay un solo pecado que no sea visto por Dios. Dios mira, él sabe. Él no
olvida nada, incluso cuando nosotros olvidamos muchas cosas. Sólo olvida el pecado cuando pudo
borrarlo mediante la sangre preciosa de su Hijo, que fue derramada en la cruz. Luego dice: “Porque
perdonaré la iniquidad de ellos, y nunca más me acordaré de sus pecados” (Jeremías 31:34). Sin
embargo, cuando el pecado no es expiado ni perdonado, permanece hasta ese día, cuando será revelado
ante el gran trono blanco.

Si en el versículo 13 está escrito que "el mar entregó los muertos que había en él", esto no se refiere a los
que se ahogaron en el mar - estos también tendrán que comparecer ante el gran trono blanco si no están
escritos en el El libro de la vida del Cordero - aquí, pero se dice algo más profundo: "El mar entregó los
muertos que había en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos...". Aquí se
mencionan tres lugares, pero estos tres, el mar, la muerte y el Hades, son idénticos. La muerte y el Hades
difícilmente se pueden distinguir en Apocalipsis 6:8: “Miré, y delante de mí estaba un caballo pálido.
Su jinete se llamaba Muerte, y Hades lo seguía de cerca. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la
tierra para matar…”. Por lo tanto, Hades es el reino de los muertos e idéntico al poder de la muerte. El
mar aquí no es un mar perteneciente a la tierra, porque ya huyó con la tierra.

Este es un concepto paralelo del mundo de los muertos (Ap. 20:8). Con esta triple denominación se
muestra insistentemente que se abarca todo el mundo de la muerte. Leemos en el versículo 14:
“Entonces la muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. El lago de fuego es la muerte segunda.”
Es un error pensar en las dimensiones del espacio en el caso de la muerte y el Hades, ya que son un
poder. Y este poder sufre el mismo destino que los otros poderes que son enemigos de Dios. Fue Johann
A. Bengel, el padre del pietismo alemán, quien exclamó ante estos hechos: “¡Oh, qué atolladero será este:
todo el mal y toda la maldad juntos en un solo montón!”.

El hecho de que la “muerte segunda” sea el lago de fuego significa que esta segunda muerte es la muerte
que no mata. El Señor Jesús lo formula así: “Donde su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga” (Mc
9, 44, 46, 48). Aquí, también, tenemos prueba nuevamente de que la doctrina de la reconciliación
universal no tiene fundamento bíblico. Indescriptible es la tragedia del versículo 15: "Aquellos cuyos
nombres no se hallaron en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego". Todo ha terminado,
porque la nueva creación de Apocalipsis 21 – “Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva...” – significa
que la maldición es final. El lago de fuego es el eterno “afuera” en este orden completamente nuevo. Los
defensores de la reconciliación universal apelan a la lógica humana y dicen: "¿Es posible imaginar que
si hay un cielo nuevo y una tierra nueva, todavía hay un infierno en alguna parte?" Sin embargo, ¡no es
esencial lo que podamos imaginar! ¡Lo que importa es lo que la Biblia enseña! Enseña el eterno “afuera”,
la eterna maldición. Agustín, uno de los padres de la iglesia, que fue un gran pensador, describió este
hecho incomprensible para el razonamiento bíblico de la siguiente manera: "¡Qué gran miseria es estar
lejos del que está en todas partes!"

El Tribunal de Cristo

Volvamos por un momento a nosotros que renacemos y seremos arrebatados, que participaremos de la
primera resurrección y, por tanto, no tendremos que comparecer ante el gran trono blanco: como ya
hemos explicado, todos, sin excepción, comparecer ante el tribunal de Jesucristo antes del milenio:
“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba conforme a las obras hechas en el cuerpo, sean buenas o malas” (2 Corintios 5 :10). Esta es una
palabra muy seria, aunque no se decide aquí sobre la salvación eterna o la condenación eterna, sino
sobre la importante cuestión de la recompensa eterna. Entonces se mostrará sobre qué fundamento
edificamos, como está escrito en 1 Corintios 3:11-15: “Porque nadie puede poner otro fundamento que
el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. Si sobre este fundamento alguno edificare con oro, plata,
piedras preciosas, madera, heno o hojarasca, su obra será manifiesta, porque el Día la sacará a luz;
porque será revelado por fuego, el cual probará la calidad de la obra de cada uno. Si lo que uno ha
construido permanece, recibirá una recompensa. Si lo que alguno ha edificado se quemare, sufrirá
pérdida; sin embargo, será salvo como quien escapa por el fuego.”
Hay muchas incertidumbres sobre este tema. Así, hay teólogos creyentes que mezclan el juicio ante el
tribunal de Jesucristo (antes del milenio) y el juicio ante el gran trono blanco (después del milenio). Así
que que se enfatice de nuevo: los renacidos no tendrán que comparecer ante el gran trono blanco, sino
ante el tribunal de Cristo. Sin embargo, este tribunal también es tremendamente serio. Cuando, pues,
después del Rapto, estemos gozosos de encontrarnos con el Señor y seamos conducidos lentamente al
Tribunal de Cristo, la gravedad de ese momento no consistirá en golpes y castigos que nos amenazan,
sino en hechos: los hechos hablarán. cuando lo que hemos hecho con nuestra vida se encuentra con los
ojos de Dios. Lo que hace mucho tiempo olvidamos y reprimimos, actos cuyas consecuencias hemos
ocultado, palabras que solo se expresaron fugazmente y se perdieron, deseos y pensamientos que tal vez
solo oscurecieron por un segundo el espejo de nuestra alma: todo está almacenado; y se levantará y
hablará un lenguaje nuevo ante los ojos del Señor. Cada uno recibirá entonces lo que ha hecho durante
su vida. Aunque pase el tiempo con el bienhechor y termine el olvido, lo que hicimos con nuestro tiempo
no se habrá olvidado ni pasará, porque lo encontraremos escrito: “... cuerpo, sea bueno o sea malo”.
Claramente, aquí se hace referencia al mal no perdonado; pecados que no fueron borrados por la sangre
de Jesús porque faltaba el arrepentimiento.

Tan grave como preguntar si tu nombre será escrito en el libro de la vida es la pregunta de si nosotros,
tú y yo, seguimos la santificación, porque ante el tribunal de Jesucristo entonces será visible, en toda su
extensión, cuáles fueron los resultados fueron de nuestra vida. Actualmente, normalmente solo vemos
el comienzo de nuestros pensamientos, palabras y acciones, es decir, de nuestras obras, pero no el
alcance de su efecto. ¡Cuán despreocupados son a menudo los creyentes por lo que dicen! Ni siquiera
saben qué lo causa. Esto, sin embargo, será visible ante el tribunal de Jesucristo.

¿Nos imaginamos algún daño causado por nuestros pensamientos envenenando el aire que nos rodea?
Muchos no saben que, a través de lo que piensan, ejercen terror espiritual.

Quizás algún día encontremos los frutos producidos por un pensamiento prohibido de nuestra propia
alma, con el que jugamos temporalmente y que se arraigó en lo más profundo de nuestros instintos,
envenenándolos de tal manera que tuvimos que luchar durante años para liberarnos. su toxicidad. Pero,
¿qué sabemos sobre cómo se transmiten nuestros pensamientos a los demás y qué despiertan en ellos?
El autor de la carta a los Hebreos dice que debemos cuidarnos de que en nuestro corazón no brote
ninguna raíz de amargura, y por ella muchos sean contaminados (Hebreos 12.15).

También en lo que respecta a nuestras palabras, solemos observar únicamente cómo salen y en
ocasiones provocan el primer eco, pero no los poderes que siguen actuando en silencio, despertados por
ellas, como una bola de nieve que se convierte en avalancha. No vemos el socavamiento de la fe y la
confianza causado por nuestras palabras de incredulidad, el envenenamiento transmitido por la luz y
las palabras obscenas, el asesinato gradual causado por nuestras palabras de nerviosismo y desamor
repentino, la siembra de insolencia por nuestras palabras arrogantes y orgullosas. Sin embargo,
tendremos que comparecer ante el tribunal de Jesucristo, y allí se revelará todo lo que aún no ha sido
purificado por la sangre del Cordero.
En algunos casos podemos apreciar las consecuencias de nuestros ejemplos, que se extienden como
círculos alrededor de una piedra que se arroja al agua; influyendo en nuestro camino y en todo el entorno
que nos rodea. ¿Saben algo los padres y las madres de cómo sus pecados ocultos continúan y se repiten
en sus hijos? ¡Tu ejemplo visible da forma a la juventud en crecimiento! ¿Saben las mujeres y los
hombres que se encuentran en un puesto de responsabilidad o en un lugar destacado cómo sus actitudes
más íntimas afectan a todo su entorno?

Hijo de Dios, ¿qué producen tus pensamientos, palabras y acciones? ¿Lo que produzcas se quemará o
comparecerá ante los tribunales? Pablo dice: "Pero si tuviéramos cuidado de examinarnos a nosotros
mismos, no recibiríamos juicio" (1 Corintios 11:31).

¡Déjate juzgar ahora mismo a la luz de Jesucristo y sé purificado en su sangre! “Pero si andamos en luz,
como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo
pecado” (1 Juan 1:7).
XXXII
El Cielo Nuevo y la Tierra
Nueva
(Ap. 21.1-8)

“1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y


la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del
cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su
marido.
3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de
Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su
pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
4 Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las
primeras cosas pasaron.
5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras
son fieles y verdaderas.
6 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y
el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del
agua de la vida.
7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él
será mi hijo.
8 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas,
los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la
muerte segunda.”
¡Y este gran evento no se puede explicar con palabras humanas! También Juan, teniendo la visión,
solo puede describir lo que ve. Él es incapaz de explicar el cómo. Por el contrario, cuando leemos sus
rigurosas formulaciones, nos damos cuenta de cómo está limitado por el poder del espíritu de profecía,
que en modo alguno le permite desviarse un solo milímetro de lo que el Señor quiere revelar sobre la
nueva creación consumada. Por otro lado, esto también tiene su razón en que la capacidad de
comprensión humana se limita a estas grandiosas nuevas dimensiones divinas, siendo con mucho
insuficiente.

Pohl comenta acertadamente sobre este punto: "Una persona que se vuelve muy verbosa y habladora
muestra que no sabe de lo que está hablando". Es como en el caso del misterio del renacimiento: el Señor
Jesús habla con mucha seriedad de la necesidad del pecador de renacer, pero del “cómo” dice: “El viento
sopla donde quiere. Lo escuchas, pero no puedes decir de dónde viene o hacia dónde va. Así es con todos
los que son nacidos del Espíritu” (Juan 3:8).

Esta limitación del espíritu de Juan se manifiesta con especial fuerza en los versículos 1-8. Lo cual no es
de extrañar, porque aquí se cierra un ciclo divino, que comenzó en Génesis 1.1 – “En el principio creó
Dios los cielos y la tierra” – y ahora termina en Apocalipsis 21.1 – “Entonces vi unos cielos nuevos y una
tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado; y el mar ya no existía.” La
diferencia es que en el principio Dios recreó la tierra antigua, que existía originalmente, porque estaba
desordenada y vacía y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. No así en Apocalipsis 21, donde el
que está sentado en el trono exclama:

“¡Estoy haciendo nuevas todas las cosas!” (v. 5). Esto incluye que la vieja tierra y el viejo cielo ya no
existen: “…porque el primer cielo y la primera tierra pasaron; y el mar ya no existía” (v. 1). Millones de
veces hay una demostración previa de esta nueva creación de Dios en el corazón de las personas, como
está escrito en 2 Corintios 5:17:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Las cosas viejas han pasado; he aquí, ¡cosas
nuevas han surgido!”

Con el primero y el último Adán es también de esta manera: “Así está escrito: 'El primer hombre Adán
se convirtió en un ser viviente'; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1 Cor 15,45). La diferencia entre el
primer hombre y el nuevo hombre se nos muestra muy claramente en 1 Corintios 15:47: “El primer
hombre era del polvo de la tierra; el segundo hombre del cielo.” En Apocalipsis 21, 2-3 también se nos
muestra de manera cristalina la nueva creación de Dios: “Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que
descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido. Oí una gran voz desde
el trono que decía: 'Ahora el tabernáculo de Dios está con los hombres, con quienes vivirá. Ellos serán
tu pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios'”. El cielo y la tierra se están unificando. ¡Dios y
los hombres moran juntos! Note, nuevamente, cómo esta unión se describe como una de gran intimidad:
“Ahora el tabernáculo de Dios está con los hombres, con quienes él vivirá. Ellos serán tu pueblo; Dios
mismo estará con ellos y será su Dios”.

En el versículo 4, Juan vuelve a escuchar la promesa sumamente reconfortante que ya encontramos en


el capítulo 7:17: “Él enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. No habrá más muerte, ni pena, ni llanto,
ni dolor, porque el antiguo orden ha pasado”. El profeta Isaías trata de describir esta situación
indescriptible: “La muerte destruirá para siempre. El Soberano, el Señor, enjugará las lágrimas de todos
los rostros y quitará de toda la tierra la burla de su pueblo. ¡Fue el Señor quien lo dijo! (Isaías 25:8). El
tipo de gloria se describe, entre otras cosas, también por la completa ausencia de todos los demonios,
porque entonces todo lo que es diabólico habrá desaparecido, porque está escrito en el versículo 1: "... y
el mar ya no existía". El hecho de que no es uno de nuestros mares actuales se prueba en Apocalipsis
20:11b: "La tierra y el cielo huyeron de su presencia, y ningún lugar se halló para ellos". La tierra y el
mar son inseparables, de modo que, junto con el cielo, huirá también el mar, pues del mar del que habla
nuestro texto también se levantó la bestia: “Vi una bestia que salía del mar” (13: 1). Sin profundizar más
en el verdadero significado de este mar – esto es lo que hicimos en detalle en el capítulo anterior – quiero
señalar aquí que Juan, en esta gran visión del cielo nuevo y la tierra nueva, excluye todo lo que es
negativo: ya no habrá más muerte, ni tristeza, ni dolor, ni llanto, ni noche, ni impureza, etc.! Y así el
mar, esa terrible morada de los demonios, dejará de existir.

Hablamos mucho de anhelar el cielo, la gloria. ¡Sin embargo, el Dios eterno tiene más anhelo por
nosotros, más anhelo por la plena comunión con los comprados con sangre, de lo que podemos
imaginar! Esto es lo que escuchamos en unas pocas frases cortas de Juan.

La gran voz de Apocalipsis 21:3 comienza con “he aquí” (RA). Solo hay unos pocos versículos que
comienzan con "he aquí". Aquí es una invitación a mirar el tabernáculo de Dios con los hombres: “He
aquí el tabernáculo de Dios con los hombres”. ¡El Señor habitará con ellos!

¡La Jerusalén celestial será, por tanto, una morada común de Dios y de los hombres! Podemos tomar
esto literalmente, porque este hecho está fuertemente acentuado en este tercer versículo por algunas
declaraciones: “Ellos serán tu pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios”. ¡Eso significa la dicha
más alta!

Es como si el Señor quisiera enfatizar: no es cualquier ángel o cualquier sustituto el que habitará con
ustedes, sino que seré yo mismo.

Cuando, después de la catástrofe del becerro de oro, Moisés hubo obtenido el perdón para el pueblo, el
Señor le dijo: “Deja este lugar con el pueblo... Enviaré un ángel delante de ti... Pero no iré con él.
vosotros, vosotros, porque sois un pueblo terco...” (Éxodo 33:1-3). Pero Moisés no quería un ángel,
ningún sustituto. Suplicó: “Si no vas con nosotros, no nos envíes” (Éxodo 33:15), y el Señor respondió,
yendo delante de Moisés y del pueblo.
En la nueva Jerusalén Dios mismo habitará con los suyos. Esto está garantizado en el cumplimiento de
su juramento a Abraham: “Por mí mismo juro…” (Gén. 22:16). Cuando se cumplió el tiempo, vino a esta
tierra, se despojó a sí mismo y realizó la limpieza de nuestros pecados a través de sí mismo. ¡Así él mismo
habitará con vosotros los que renacéis! Otra prueba del hecho de que no habrá más separación entre los
comprados con sangre y Dios se encuentra en el versículo 22: "No vi templo en la ciudad, porque el
Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo". Además, se promete expresamente que su
sufrimiento personal será quitado personalmente por Dios: “Él enjugará toda lágrima de sus ojos” (v.
4a). Esto significa, en primer lugar, que tus lágrimas son vistas por Dios y no desaparecen simplemente.

También David exclamó en el Salmo 56:8: "... recoge mis lágrimas en tu piel...". Por eso también se
regocijó: “Los que siembran con lágrimas, con cantos segarán” (Sal 126, 5). ¡Estos no son sueños, sino
poderosas realidades!

Hijo de Dios, cuando pases por sufrimientos y aflicciones y llores mucho, recuerda que la Biblia dice,
expresa y repetidamente, ¡que Dios mismo enjugará toda lágrima de tu rostro! Este es el trasfondo de 2
Corintios 4:17, donde Pablo dice proféticamente: "Porque nuestros sufrimientos leves y momentáneos
están obrando en nosotros una gloria eterna que supera con creces a todos ellos". Esto no es algo vago,
sino verdadero y real, porque no leemos, "y las lágrimas serán enjugadas", sino, " Él enjugará toda
lágrima de los ojos de ellos".

Por eso, en la Jerusalén celestial, Dios mismo se hará cargo de los sufrimientos de cada uno. Usted
podría preguntarse: ¿tiene esto sentido?

Sí, porque en el versículo 5 el Señor añade algo sumamente importante: "El que estaba sentado en el
trono dijo: '¡Hago nuevas todas las cosas!'" Si Dios enjuga todas tus lágrimas, no solo el llanto, la muerte,
la tristeza y el dolor fueron eliminados. No, al mismo tiempo todavía aparece algo glorioso, a saber, el
rostro resplandeciente del primogénito. Dios ha alcanzado la meta que se había propuesto contigo. Lo
que vio cómo su meta se encuentra en Romanos 8:29: "Porque a los que de antemano conoció, también
los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos
hermanos". Por lo tanto, las lágrimas son como la última capa que se despega; entonces estalla la gloria:
¡la semejanza del Cordero!

Visto así, todo hijo de Dios que llora sus sufrimientos y dolores debe ser profundamente humillado, pues
muchas veces nos defendemos desesperadamente de no ser incluidos en la comunión de sus
sufrimientos; sin embargo, Pablo escribe, en el capítulo 3 de su carta a los filipenses, que considera todo
como pérdida el “conocer a Cristo, el poder de su resurrección, y la participación en sus padecimientos,
haciéndose semejantes a él en su muerte” (v. 10). . .

Inmediatamente después de que Dios dice desde el trono: "¡Hago nuevas todas las cosas!" Él ordena en
Apocalipsis 21:5: "Escribe esto, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza". Esto
significa que no hay otra forma de seguir al Cordero que entrar en el reino de Dios a través de muchas
tribulaciones. ¡Que el Señor nos conceda mucha gracia para esto!

En el versículo 2 leemos algo maravilloso y misterioso: "Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén,
descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su marido". Y en los versículos 9-
10 está escrito: “Vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas
y me dijo:

'Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero.' Me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me
mostró la Ciudad Santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios”.

Extremadamente notable es que el nombre de Jerusalén sobrevive a todas las catástrofes de los juicios,
mientras que la tierra y el cielo antiguos, con todo lo que tenían y eran, desaparecieron. Allí somos
llevados a pensar en las palabras del Señor en Mateo 24:35: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras nunca pasarán". Y una de sus palabras sobre Jerusalén es: "...Jehová de los ejércitos protegerá
a Jerusalén" (Is 31,5).

La historia de Jerusalén es la historia de la inconmensurable fidelidad de Dios. Jerusalén significa


“fundamento de la paz”. Allí habitó. Allí él, en medio de la destrucción espiritual, por medio de
Jesucristo, hizo la paz con nosotros a través de su sangre, que derramó en la cruz. Así, el Cristo viviente
es la Jerusalén eterna, el verdadero templo. Leamos con atención lo que él mismo dice al respecto: “Jesús
les respondió:

'Destruid este templo, y yo lo levantaré en tres días.' Los judíos respondieron: 'Este templo tomó
cuarenta y seis años para construirlo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?' Pero el templo del cual él
habló, era su cuerpo” (Juan 2:19-21). Entonces la Jerusalén actual pasará; ¡pero permanece para
siempre!

Además, tenemos aquí en Apocalipsis 21:2 el maravilloso secreto de la identificación de la nueva


Jerusalén con la novia adornada:

“Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada
para su marido”.

Si leemos cuidadosamente Apocalipsis 21:9 al respecto – “Ven, te mostraré la novia, la esposa del
Cordero” – volvemos al capítulo 17:1. También se le apareció a Juan uno de los siete ángeles que tienen
las siete copas de la ira para mostrarle una ciudad. Sin embargo, era la gran ramera: "Vino uno de los
siete ángeles que tenían las siete copas y me dijo: 'Ven, te mostraré el juicio de la gran ramera que está
sentada sobre muchas aguas'".

Aquí está la novia adornada con la gloria de Dios, la esposa del Cordero (v. 11) y al mismo tiempo la
ciudad de Jerusalén. Allí está la ramera, vestida de gloria terrenal, de púrpura y rojo (17.4). Para ver a la
gran ramera, Juan fue transportado en espíritu al desierto (17:3). Para ver a la novia del Cordero, el
ángel lo llevó a un monte alto: “Me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad
santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios” (v. 10). Desde allí, desde los lugares celestiales, ve a
la esposa del Cordero, es decir, a la santa Jerusalén, "que descendió del cielo, de Dios". Jerusalén está
contra Babilonia. La separación de los dos es radical y claramente visible, porque Jerusalén está en la
tierra nueva. El contraste entre la luz y las tinieblas, entre el bien y el mal, entre lo celestial y lo terrenal,
entre la verdadera esposa del Cordero y la ramera, es también visible hoy. Sin embargo, y este es el
peligro, los dos se confunden a menudo y es difícil distinguirlos, así como la paja crece con el trigo. Pero
cuanto más se acerca el fin, y se acercan en el tiempo los cielos nuevos y la tierra nueva, más cristaliza
la verdadera esposa del Cordero. Mientras tanto, Babilonia, la gran ramera, se siente cada vez más
atraída a ser juzgada por la ira de Dios. Este es el evento descrito en el capítulo 22:11-12: “Que los injustos
continúen cometiendo injusticia; que los inmundos continúen en la inmundicia; que los justos sigan
haciendo justicia; y que el santo siga santificándose. ¡He aquí, vengo pronto! Mi recompensa está
conmigo, y pagaré a cada uno según lo que haya hecho”.

Cuanto más cercana es la parusía del Señor, su venida, más clara es la distinción entre lo santo y lo
profano, entre lo puro y lo impuro.

En el caso de Jerusalén que desciende del cielo, es una verdadera ciudad, pues así se describe once veces.
En el versículo 10 se le llama “Ciudad Santa, Jerusalén” y en el versículo 2 se enfatiza que no es la antigua
Jerusalén, sino la “nueva Jerusalén”. Abraham ya la estaba esperando: “Porque él estaba esperando la
ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11:10).

Dios mismo preparó esta ciudad para todos los santos: “[Dios] les ha preparado una ciudad” (Heb.
11:16). El Señor Jesús aseguró a sus discípulos: “Voy a prepararos un lugar” (Juan 14:2b) –

un lugar en la ciudad del gran Rey! Por eso el autor de la carta a los Hebreos escribe en nombre de todos
los santos: “Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la venidera” (Heb.

13.14). Como hijos de Dios, ¿somos plenamente conscientes de que la mayor gracia y privilegio ha sido
poder entrar en el espíritu a esta ciudad celestial, como está escrito en Hebreos 12:22?

Allí leemos: “Pero tú has venido al monte Sión, a la Jerusalén celestial, a la ciudad del Dios viviente.
Miles y miles de ángeles vinieron en asamblea gozosa”. ¡Esto no es una utopía, sino una verdadera
ciudad maravillosa construida por Dios mismo!

Existe de forma independiente, como si nunca hubiera habido otra ciudad. Jerusalén tampoco tiene
nada que ver con las características de las ciudades terrenales, que se construyen desde cero. Juan ve a
la nueva Jerusalén descender del cielo, es decir, de arriba hacia abajo. Ha estado flotando desde el
maravilloso mundo invisible. Pablo dice en Gálatas 4:26: "Pero la Jerusalén de arriba es libre, y esta es
nuestra madre". Debemos recordar que la maravillosa visión que Juan tiene aquí se explica por “una
gran voz”: “Oí una gran voz desde el trono, que decía: 'Ahora el tabernáculo de Dios está con los
hombres'” (v. 3). Probablemente sea la voz de uno de los cuatro seres vivos. Esta voz revela el maravilloso
resultado de la redención, realizada por Jesucristo en la cruz del Gólgota, que acabamos de citar.

Me gustaría recordarles una vez más que tanto en el versículo 3 como en el versículo 5 se usa la expresión
“he aquí”. “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (RA). Esto es lo que dice el que está sentado en el
trono. ¡Él hace todo nuevo! Y después que Dios ha enjugado todas las lágrimas de sus ojos, y la gloria
del Cordero irrumpe en su ser, dice: “Hecho está” (v. 6). Asombrados, reconoceréis entonces que Él ha
cumplido su obra en vosotros y que desde el principio hasta el final de vuestra vida terrena habéis sido
cobijados en su presencia. Eso es lo que el Señor quiere decir cuando dice en el versículo 6: "Yo soy el
Alfa y la Omega, el Principio y el Fin". ¡Tú no comenzaste con él, sino que él comenzó contigo desde
antes de la fundación del mundo! ¡El enemigo, la noche, la melancolía y la muerte no son el fin, sino él,
el Eterno! ¡Él es el principio y el fin! Por eso vino a esta tierra. La Sagrada Escritura dice que él es el
autor y consumador de la fe. Entonces se os revelará que sólo Él satisface vuestros anhelos y sed más
profundos: “Al que tenga sed, le daré de beber de la fuente del agua de la vida” (v. 6). Entonces no habrá
ni hambre ni sed; ni el sol ni ningún otro calor dañará a los hombres, porque el Cordero en medio del
trono los pastoreará, conduciéndolos a la fuente de agua viva. “Él enjugará toda lágrima de sus ojos ”
(v. 4).

El pecado peligroso en nuestros días es el que el Señor cita en Jeremías 2:13-14: “Dos delitos ha cometido
mi pueblo: me han abandonado a mí, fuente de agua viva; y cavaron sus propias cisternas, cisternas
rotas que no retienen agua. ¿Es Israel, mi pueblo, un esclavo, un esclavo por nacimiento? ¿Por qué
entonces se convirtió en prisionera...?”. ¡Cuidado con esas cisternas rotas! La fuente viva en la Jerusalén
celestial solo te esperará si eres un ganador.

Volviendo al versículo 5: “¡Hago nuevas todas las cosas!” – Me gustaría enfatizar que Dios también
quiere hacer esto en tu vida. “Olvida lo que se ha ido; no vivas en el pasado ¡Mira, estoy haciendo algo
nuevo! ¡Ya está emergiendo!” (Is 43, 18-19). Esta es la dinámica eterna de Dios. Siempre crea algo nuevo;
¡nunca se repite! Siempre tiene nuevas bendiciones preparadas para nosotros.

Sin embargo, quiere que cada uno ponga fin por completo al pasado pecaminoso. Por eso dice: "Olvida
lo que se fue". Dice en el versículo 25 del mismo capítulo: "Yo, yo soy el que borro sus rebeliones por
amor de mí mismo, y no me acuerdo más de sus pecados". Cuando nos arrepentimos de los pecados
cometidos, el Señor no sólo los perdona, sino que ya no los recuerda en absoluto; sí, olvida que hemos
cometido este pecado. Esta es la cosa más maravillosa imaginable.

Cuando brindas un servicio de asistencia espiritual durante décadas, como yo pude hacer, terminas
imaginando algo de este misterio: escuché y leí innumerables confesiones de pecados y pude orar con
muchas personas, pero poco después no ya sabía lo que era el Sujeto. El Señor lo había borrado. Dios,
que tanto gusta de poner fin a nuestro pasado, exige lo mismo de nosotros, pues nos exhorta a no
recordar el pasado ni considerar lo viejo.
No recuerdes el pasado, pues sólo entonces podrá hacer algo muy nuevo, algo que nunca fue; tal como
hará con la nueva Jerusalén cuando haya terminado lo que está haciendo con la antigua. “¡Estoy
haciendo nuevas todas las cosas!” El Señor tiene una relación de confianza con los hijos de Dios que ya
no arrastran tras de sí las cosas viejas. Recordemos las palabras de Jesús:

“Os he llamado amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer” (Juan 15:15b).
En la antigüedad, el Señor dijo: "¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer?" ¡O piense en la relación de
confianza entre Dios y Moisés! Eran personas que habían puesto fin al pasado, que habían perdonado a
su prójimo y podían perdonar y olvidar continuamente el mal que se les había hecho. Con otros, sin
embargo, el Señor no podía ni podía continuar o confiarse a ellos. A tales irreconciliables necesita incluso
advertir: "Pero si no os perdonáis unos a otros, vuestro Padre celestial no os perdonará vuestras ofensas"
(Mt 6,15).

¡El Señor también se revela hoy! Él también quiere crear algo nuevo en nuestra vida personal, en nuestro
matrimonio, en nuestra familia y en la iglesia. Tú también puedes experimentar los milagros de limpieza
cada vez más profundos de la comunión con él, si rompes con tu pasado. El Señor quiere hacer penetrar
cada vez más en nuestro ser la renovación que nos ha sido dada en Jesucristo. A esto se refiere Pablo
cuando dice en Romanos 12:2: “No os conforméis a la forma de este mundo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que podáis experimentar y demostrar lo bueno
y lo bueno”. agradable y perfecta voluntad de Dios.”. En contexto esto significa que todo vive en el
evangelio: su fuente es Dios el Viviente; su mediador es Jesucristo, el Resucitado; su poder es el Espíritu
de Dios, que da vida. Por eso la salvación de Dios no es sólo salvación, es decir, no sólo algo pasivo,
estático, sino al mismo tiempo un acontecimiento activo. Tampoco es un regalo único, sino un regalo
constante y creciente. Toda gracia es un movimiento de vida que Dios nos da en Cristo, por medio del
Espíritu Santo. La gracia de Dios no es como un ancla que simplemente sostiene el barco de nuestra
vida, sino como una vela en la que sopla con poder el viento del Espíritu, acercando así el barco de
nuestra vida a la meta: a la Jerusalén celestial. “¡Estoy haciendo nuevas todas las cosas!”

En lo que se refiere a nuestro futuro, nos renovamos constantemente de manera correspondiente a


nuestra posición que ha sido renovada. “¡Estoy haciendo nuevas todas las cosas!” – al cielo nuevo ya la
tierra nueva. Esta experiencia personal de renovación cada vez más profunda tiene sus raíces en una
penetración cada vez mayor en la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios. Esto se refleja
maravillosamente en la práctica de la vida diaria: nuestro pensamiento ya no gira en torno a nosotros
mismos, porque pensar en uno mismo es siempre destructivo. Cuando, por ejemplo, conocemos a
alguien que nos debe gratitud, pronto lo recordamos.

Sin embargo, ¡con qué frecuencia podemos encontrar a alguien a quien debemos gratitud sin pensar en
ello! Esto es egocentrismo, que por la palabra bíblica “porque cada uno busca sus propios intereses y no
los de Jesucristo” gusta de añadir: ¡solo lo mío! El Señor te habla personalmente hoy: "¡Hago nuevas
todas las cosas!"
Para el matrimonio esto también es válido. El poeta francés Balzac dijo al respecto: “El matrimonio debe
luchar continuamente contra un monstruo que quiere devorar todo lo que hay de sublime en él. Este
monstruo es una rutina”. La rutina hace que nos hartemos. Las parejas que no tienen a Jesucristo en el
centro de su experiencia matrimonial, en lugar de una renovación cada vez más profunda, la
desertificación y el derrumbe de su matrimonio, y al final no tienen nada más que decir, a menos que
regresen a Jesús, permitiéndose ser conducido a este proceso de renovación. ¡Usted también puede
tener su matrimonio renovado por Dios! O vosotros, que tenéis tantas preocupaciones porque
envejecéis: el poder renovador de Jesucristo produce todo lo contrario: “Aunque por fuera nos
desgastamos, por dentro nos renovamos de día en día” (2 Cor 4,16). Muchas personas, a pesar de querer
vivir mucho tiempo, no quieren envejecer. Dios no renueva lo viejo al que tan desesperadamente te
aferras. Este, también, es precisamente el engaño absurdo en nuestros países cristianizados: se piensa
que Dios va a pulir lo viejo; que la pintura cristiana es suficiente. ¡Pero eso no es suficiente! El Señor
Dios nunca renueva lo viejo, sino que crea algo nuevo. Por eso está escrito en Colosenses 3:8-10: “Pero
ahora desechad todas estas cosas: la ira, la indignación, la malicia, la maledicencia y las palabras
indecentes en el habla. No os mintáis unos a otros, puesto que os habéis despojado del viejo hombre con
sus prácticas y os habéis puesto el nuevo hombre, que se va renovando en el conocimiento a imagen de
su Creador.” De esto se sigue claramente que primero debes despojarte del viejo hombre pecador si
quieres experimentar la maravillosa renovación. Sólo después de desvestiros podréis revestiros del
hombre nuevo por medio de Jesucristo. El Señor Dios renueva cada vez más a este hombre nuevo, hasta
transformarte en la figura de Jesús.

Muchos hijos de Dios han encallado en este punto: a pesar de tener en ellos al hombre nuevo, siempre
ha estado cubierto de cosas viejas. La consecuencia es el hecho demoledor de que, a pesar del poderoso
hablar de Dios, en las últimas décadas realmente no ha habido un despertar amplio y general. Al
contrario, hay entre los creyentes tanta terrenalidad, tanto amor al mundo, tanto espíritu de
preocupación, tanto egoísmo estrecho, tanto "dar la vuelta", tanta antinaturalidad, tanto amor por las
cosas vanas o por las formas religiosas, tanto tiempo rígidas y sin vida que ni siquiera tienen un
fundamento bíblico, tanta sobreimportancia dada a las cosas secundarias y tanto desprecio por los
verdaderos valores. Sin embargo, ¿cómo podemos esperar que las personas alejadas del evangelio
despierten si nosotros mismos no estamos despiertos? ¿Cómo puede surgir el fuego si no nos
quemamos? ¿Cómo se puede generar vida si nosotros mismos no estamos realmente vivos? ¡No puede
seguir así! “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo” (Ef 5, 14).

¡Debemos dejar que los poderes de la vida de lo alto vuelvan a caer como rocío sobre nosotros! Pedro
insiste en decir: “En aquel tiempo vivíais en libertinaje, libertinaje, borracheras, orgías y orgías, e
idolatría repugnante” (1 Pedro 4:3).

¡Has seguido el camino de la decadencia lo suficiente!


Has vivido demasiado tiempo con la pérdida de tu primer amor por el Señor. No puedes darte el lujo de
seguir tropezando en ambos lados, por lo que la renovación profunda está cubierta por tu egoísmo
ilimitado. ¡No puedes atascarte en este comportamiento infantil!

¡Quien permanece para siempre espiritualmente como un niño, no importa cuán inteligente sea,
siempre quiere jugar con cuchillos afilados y tijeras afiladas! En palabras simples: ¡tú carácter, de ti,
permanece inalterado, agudo, venenoso y peligroso! Pero Jesucristo está ahora delante de tu corazón y
dice: "¡Hago nuevas todas las cosas!"

Cuán poderosamente resonarán en el espacio las comunicaciones de que todo está cumplido, en
Apocalipsis 21:5-6: “El que estaba sentado en el trono dijo: '¡Hago nuevas todas las cosas!' Y añadió:
'Escribe esto, porque estas palabras son verdaderas y fidedignas.' También me dijo: 'Está hecho. Yo soy
el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed, le daré de beber gratuitamente de la fuente del
agua de la vida”. No estamos soñando cuando hablamos de un cielo nuevo y una tierra nueva, porque se
hacen tres referencias a aquel que está haciendo nuevas todas las cosas:

“El que estaba sentado en el trono dijo ...” (v. 5).

“Y añadió …” (v. 5).

“Él también me dijo ... (v. 6).

Las palabras pronunciadas justo antes, “¡Hago nuevas todas las cosas!”, ya se cumplen en el versículo 6.
La bendita nueva creación está completa. Sabemos que Dios ya pudo decir acerca de su primera
creación: “…todo estaba muy bien”. ¡Qué buena será entonces la nueva creación! ¡Cómo proclamará su
honor, porque todas sus promesas se habrán cumplido! Cuando la ira de Dios, todos sus juicios, fueron
ejecutados sobre el mundo anticristiano, también leemos la declaración "¡Hecho está!" en Apocalipsis
16:17. Sin embargo, aquí se trata de mucho más: se trata de la realización de todo y de todos. Y como la
obra de la redención está realmente completada hasta en los más mínimos detalles, el Padre también se
ha revelado completamente con su ser más íntimo. Esto es lo que indica cuando continúa: "Yo soy el
Alfa y la Omega, el Principio y el Fin". Es el mismo testimonio de la boca del Padre que ya encontramos
en Apocalipsis 1:8. Él es antes y después de todas las cosas. De él proceden y a él fluyen todas las cosas.
Ahora ha probado que no es sólo el principio, sino también el bendito fin.

Terminado todo, el Padre quiere dar el agua de la vida a todo el que la quiera: “Al que tenga sed, le daré
de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. Él es la única fuente inagotable de vida, como
el Hijo le dijo al Padre: “Si hubieras conocido el don de Dios y quién te pedía agua, tú le habrías pedido
y de él habrías recibido agua viva” (Juan 4 :10). Es el Espíritu Santo, que da vida a todo lo que viene de
Dios (cf. Jn 7, 38-39).
“El vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos,
los depravados, los homicidas, los que cometen fornicación, los que practican hechicería, los idólatras y
todos los mentirosos, tendrán su lugar en el lago de fuego que arde con azufre. Esta es la muerte
segunda” (21:7-8). El versículo 7 contiene la última promesa a los vencedores en el último libro de la
Biblia. En él, el Señor promete algo tan amplio que nos asombra. Esta promesa parece abarcar las siete
promesas a los vencedores en las siete cartas a las iglesias. Y así como el Señor Dios da gratuitamente el
agua de vida, el vencedor heredará todo. Aquí tenemos ante nosotros dos tipos de bienaventuranza: la
vida eterna, que se nos presenta gracias a la dignidad de Jesús en la cruz, y la herencia que recibiremos
si vencemos. "... Yo seré su Dios, y él será mi hijo". Esta promesa recuerda mucho al versículo 3, pero
aquí se refiere individualmente a los miembros del pueblo de Dios. No dice que seremos hijos de Dios
en el momento del regreso de Jesús –pues los creyentes ya lo son– sino que seremos manifestados como
hijos de Dios: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y lo que aún no se manifieste, pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
XXXIII
La Gloria de la Nueva Jerusalén
(Ap 21.9-22.5)

“9 Vino entonces a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete
copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo,
diciendo: Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del
Cordero.
10 Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró
la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de
Dios,
11 teniendo la gloria de Dios. Y su fulgor era semejante al de una
piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el
cristal.
12 Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las
puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce
tribus de los hijos de Israel;
13 al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres
puertas; al occidente tres puertas.
14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los
doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
15 El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para
medir la ciudad, sus puertas y su muro.
16 La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual
a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios;
la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
17 Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de
hombre, la cual es de ángel.
18 El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro
puro, semejante al vidrio limpio;
19 y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con
toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo,
zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;
20 el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el
octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el
undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
21 Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas
era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro,
transparente como vidrio.
22 Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es
el templo de ella, y el Cordero.
23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en
ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su
lumbrera.
24 Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de
ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.
25 Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá
noche.
26 Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.
27 No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace
abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en
el libro de la vida del Cordero.”

“1 Después me mostró un río limpio de agua de vida,


resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del
Cordero.
2 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río,
estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada
mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las
naciones.
3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero
estará en ella, y sus siervos le servirán,
4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
5 No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de
lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y
reinarán por los siglos de los siglos.”
E l ángel aquí llama a la esposa del Cordero la “Ciudad Santa”. No por algo misterioso, sino por
los muchos santos que la habitan, pues sin estos santos la ciudad no sería la esposa del Cordero.
Pablo fue otro que señaló este hecho maravilloso, en Efesios 2:20: “Edificando sobre el fundamento de
los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo la piedra del ángulo”. En 1 Pedro 2,5-6 está escrito: "Vosotros
también sois piedras vivas...". Aunque aquí se habla del templo espiritual, debemos recordar que el
templo era el corazón de la Jerusalén terrenal.

Por eso se enfatiza aquí en Apocalipsis 21:22 que la nueva Jerusalén no tiene templo: “No vi templo en
la ciudad, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo de ella”. Se trata de Dios mismo
y del resplandor de su gloria: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la alumbren, porque
la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (v. 23).

¡Esta ciudad, la nueva Jerusalén, es muy grande! Las medidas dadas en los versículos 15-17 muestran
que la longitud, la anchura y la altura de la ciudad son siempre 2200 kilómetros. Debido a que tiene
forma de cubo, no podemos imaginarnos esta ciudad, cuyo largo, ancho y alto corresponden a la
distancia entre Ámsterdam y Moscú. Es un gigantesco satélite del cielo rodeado por un muro: “Tenía un
muro grande y alto...” (v. 12). Las medidas del muro se dan en el versículo 17: "... de sesenta y cinco
metros de espesor, conforme a la medida humana que usaba el ángel". Este muro es una representación
de que todo lo que es inmundo está absolutamente excluido de esta ciudad, porque esto es lo que
también leemos en el versículo 27: “Ninguna cosa inmunda entrará jamás en ella, ni nadie que haga lo
vergonzoso o engañoso, sino solo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del
Cordero.” Es inimaginable que esta ciudad, la Jerusalén celestial, no tenga sol, ni luna, ni luz artificial,
¡y sin embargo no habrá más noche! Toda la ciudad, que flota entre el cielo y la tierra, se inunda de una
luz maravillosa que no podemos describir. Está escrito en palabras sencillas en el versículo 23: "...porque
la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera". El Cordero que fue inmolado, que derramó su
sangre en la cruz del Gólgota; el Cordero que desde la antigüedad en la tierra fue tan despreciado y
rechazado, tan cubierto de oprobio, ¡es la mayor gloria en la Jerusalén celestial! Resulta que el Cordero
es el núcleo mismo del ser de Dios. Esto es lo que dicen las palabras: “...porque la gloria de Dios la
alumbra, y el Cordero es su lumbrera”.

“Me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto y me mostró la Ciudad Santa, Jerusalén, que descendía
del cielo, de Dios. Ella resplandecía con la gloria de Dios, y su lustre era como el de una joya muy
preciosa, como el jaspe, diáfano como el cristal. Tenía un muro grande y alto con doce puertas y doce
ángeles en las puertas. En las puertas estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel” (v. 10-
12).

Aquí vemos descender la Jerusalén celestial en toda su belleza y sublimidad. La piedra angular y el muro,
los cimientos de la ciudad, nos muestran que no habrá división entre Jesús, Israel y la iglesia de Jesús.
El muro alto, sin embargo, forma la separación protectora para todo lo que es inmundo. El muro es
Israel, porque ahora Israel es exteriormente la cabeza de las naciones (Dt 28:13); sin embargo,
interiormente nace de nuevo, está protegido en Dios. La ciudad celestial tiene doce puertas de perlas:
las doce tribus de Israel. Por tanto, Israel tiene, por un lado, en la Jerusalén celestial una función de
exclusión y, por otro lado, una función de transmisión de salvación, tal como la tiene aquí en la tierra.

O una persona o un pueblo es juzgado por Israel y excluido de la salvación de Dios, o Israel es la puerta
a la gloria, pues la salvación viene de los judíos. La iglesia de Jesús, a su vez, está edificada sobre lo más
glorioso de la Jerusalén celestial, pues sobre los doce cimientos están los nombres de los doce apóstoles
del Cordero. Esto también enfatiza inmediatamente que solo hay doce apóstoles del Cordero (una
palabra bíblica incómoda para la falsa doctrina de los neoapostólicos). Si vemos aquí que la iglesia de
Jesús forma el fundamento de la nueva Jerusalén, recordamos la palabra de 1 Corintios 3:11: “Porque
nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo. ."

Los doce ángeles en las doce puertas (v. 12) son indudablemente guardianes. El versículo 27 y también
los versículos 14-15 del capítulo 22 confirman la presencia de guardianes controladores en cada puerta
(cf. tb. Gen 3,24).

Juan dice en el capítulo 21:18: “El muro era de jaspe, y la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio
puro”, y en los versículos 19-21 describe los cimientos del muro, adornados con diversas clases de
piedras preciosas. . ¿Es la Jerusalén celestial realmente como la describe Juan? ¿Son las doce puertas
realmente doce perlas y el cuadrado realmente oro puro? ¡No!

¿Será que las gemas cuyos nombres se nombran, con las que se adornan los cimientos de la muralla de
la ciudad, son piedras como las conocemos? ¡No! Aunque aquí falta la palabra “como” (como jaspe, como
zafiro, etc.), estoy convencido de que João simplemente quiere describir lo indescriptible con estas
piedras y perlas, como también lo hace cuando habla de “oro puro, semejante a puro cristal”,
inimaginable para nosotros. Recalque nuevamente que Juan solo puede describir la Jerusalén celestial
en cifras, porque son glorias celestiales. Los eventos en la tierra, sin embargo, deben entenderse como
literales. Sin embargo, es esclarecedor conocer la descripción de las piedras preciosas que el doctor en
teología Abraham Meister da en su Biblisches Namen-Lexikon [Diccionario de nombres bíblicos]:

Jasper, según antiguos y nuevos expositores, es la traducción de la palabra hebrea jashpeh (Ex 28:20;
39:13; Eze 28:13; cf. Ap 4:3; 21:11, 18, 19). En Apocalipsis algunos piensan en el diamante. Las
expresiones “joya preciosa” y “clara como el cristal” no nos permiten ver aquí jaspe. Según Plinio, el
jaspe no es cristalino. El nombre de esta piedra preciosa se basa en la Septuaginta, en su traducción de
Isaías 54:12. Si Juan ve la majestad de Dios en su resplandor, lo obliga a pensar en el diamante. El
nombre hebreo que suena similar a jaspe no justifica pensar en nuestro jaspe actual. Esta gema es opaca,
translúcida solo en las esquinas, con un quiebre en forma de concha y textura fina. Se encuentra en color
marrón, rojo, amarillo, verde, blanco, con vetas o rayas, en forma de esferas, con diseño de colores
concéntricos, etc. Plinio cita varias especies de jaspe; los antiguos lo valoraban más cuando era un poco
de color púrpura. La expresión hebrea a menudo se traduce como "ónice" o "berilo".
Otros piensan aquí en el noble “ópalo”, claro como el agua y con un magnífico juego de colores, que no
se menciona en la Biblia.

Zafiro, zafiro en hebreo. Esta piedra preciosa (citada en Éx 24,10; Job 28,6,16; Cant 5,14; Is 54,11; Lam
4,7; Eze 1,26; 10,1) es el color azul del cielo. Es la piedra fundamental y sobre la cual se construye la
ciudad glorificada de Dios. La descripción profética compara la belleza de Salomón con zafiros (Cnt.
5:14). La apariencia de los nazareos se compara con la suavidad y el brillo radiante de los zafiros
(Lamentaciones 4:7). Todos los pasajes bíblicos citados recuerdan al noble y famoso zafiro de los
antiguos egipcios, de hermoso color y vivo brillo. Los antiguos lo recibieron de Etiopía y la India. Plinio
y Teofrasto consideraban que la lazurita azul, cubierta con granos de sulfito de sodio o puntos dorados,
era zafiro. Se obtuvo de las minas de Alto Egipto. Plinio dice: “El oro aparece en puntos”. Job 28:6 dice
del zafiro: "... su polvo contiene pepitas de oro".

Calcedonia, se menciona solo en Apocalipsis (Ap. 21:19). Esta especie de cuarzo tiene aún otros
nombres en mineralogía. En la Edad Media, esta piedra preciosa recibió su nombre de la ciudad de
Calcedonia, ubicada frente a Bizancio. A partir de ahí se comercializó. Plinio cita una esmeralda de
calcedonia, que tenía un brillo verdoso, y un jaspe de calcedonia. Otros consideran que la calcedonia es
el rubí.

Esmeralda, en hebreo bareketh (Ex 28,18; 39,11; Eze 28,13), de la raíz barak = "brillar, resplandecer",
recibe este nombre por su brillo. Los antiguos siempre tradujeron esta expresión del texto original como
“esmeralda” (Ap. 21:19). Después del diamante, ella era la más preciada. La piedra preciosa que brilla
en un color verde agradable a la vista, transparente y luminosa, fue traída en la antigüedad desde Chipre,
Egipto, Etiopía, Persia, Bactria, Escitia y Nubia. Plinio explica que el verde de la esmeralda supera
cualquier verde en la naturaleza y ofrece el fortalecimiento más agradable a los ojos. La antigüedad
clásica conocía doce clases de esmeraldas, todas piedras verdes: dioptasa o esmeralda de cobre, prasin,
malaquita y similares se consideraban esmeraldas; Las especies de fluorita y jaspe verde también se
incluyen en el nombre.

La investigación mineralógica ha demostrado que la esmeralda es más dura que el cuarzo, pero más
suave que el topacio. Se distingue entre esmeraldas lisas, nobles y rayadas o comunes. La esmeralda
noble se hizo famosa por su color verde único, se encuentra como un cristal incrustado en diferentes
tipos de rocas. Las noticias sobre tamaños colosales de esmeraldas se explican por las diferentes especies
de piedras verdes que se consideraban tales piedras preciosas.

Sardonyo, (Ap 21:20) es una variedad de calcedonia. A los antiguos les gustaba mucho. Según Plinio,
había una piedra así en el anillo de Polícrates y, según Heródoto, era una esmeralda.

Originalmente el nombre hacía referencia a una cornalina transparente recubierta de un brillo


blanquecino en forma de uñas. El nombre se le dio a las calcedonias de diferentes colores,
principalmente aquellas con colores básicos negros y azulados, recubiertas con una capa de rojo cinabrio
y un blanco graso, que a través de la coloración roja cambia lentamente a rojo cinabrio. El sardonyx
también fue imitado a través de artificios especializados. Se obtenía preferentemente de India y Arabia.
Ahora la cornalina de rayas blancas se llama sardonyx.

Sardius, hebreo odem = una piedra preciosa roja, en opinión de algunos la "cornalina" o el "rubí" (Ex
28:17; 39:10; Eze 28:13). La mayoría de los traductores griegos y latinos antiguos lo consideraban como
“sardius” (cf. Apoc. 21:20). Esta es la cornalina más cercana, una especie de calcedonia con un color rojo
bien distribuido, llamada así por los antiguos por la ciudad de Sardis. La mejor calidad vino de Babilonia;
sin embargo, también procedían de la India, Arabia y Egipto. Las piedras de colores más claros se
llamaban femeninas; los oscuros, volviéndose marrón rojizo, masculinos.

Crisólito, (Apoc. 21:20) significa “piedra de oro” en griego. Así se traduce, en la Septuaginta y Josefo,
la palabra hebrea tharshish (Ex 28:20; 39:13). El nombre tharshish probablemente se usó porque los
barcos de Tarshish trajeron la piedra de la colonia fenicia en España para comerciar con ella. Los
traductores antiguos, la Septuaginta y Teodosio lo pusieron como "crisólito" (Ex 28:20; 39:13). Ántrax
= "carbunclo" (Ex 10:9) y "jacinto" (Cnt. 5:14 Vulgata). Los traductores más recientes aceptan el
“crisólito” y piensan, como Plinio, en el “topacio”, que también se encontró en España, distinguiéndose
por su hermoso brillo y su coloración más luminosa del amarillo más oscuro del citado oro. . El crisólito
más bello de la India se distinguió por su brillo dorado, ya que el crisólito actual es de color verde pálido.
Según la antigua tradición judía, sería una piedra blanca similar a la espuma del mar.

Berylo, es el equivalente griego del hebreo shoham, que los antiguos también traducen como "onyx",
"sardonyx" y "sardius". La expresión hebrea shoham, según su raíz shum = “puerro”, designaría a la
crisoprasa, que tiene un color verde similar a esta planta. Algunos entienden que es el berilo, una piedra
preciosa transparente y pálida, que los joyeros llaman “aguamarina”, una especie de esmeralda, a
menudo de color azulado, verdoso o amarillento, a veces cubierta de blanco. Los antiguos creían que
solo la India era el lugar donde se podía encontrar. Se menciona varias veces en la Biblia (Gen 2:12; Ex
28:9,20; 35:9,27; Job 28:16; Eze 28:13; Rev 21:20). Un derivado del berilo es el Brillante, un diamante
tallado.

Topacio, en hebreo pitedah (Ex 28:17; 39:10; Job 28:19), llamado pita por los indios y referido como
"topacio" en las traducciones, es descrito como amarillo dorado por los griegos. Aparece en cristales en
forma de columna o en masas cristalinas. Esta gema parcialmente transparente tiene un fuerte brillo, a
veces transparente como el agua y brillante en todos los tonos de amarillo. Estrabón y Diodoro lo
describen como amarillo. Según Diodoro, fue encontrado en una isla del Mar Rojo, cuya riqueza en
topacios fue explotada por los reyes de Egipto. Plinio la llama la isla de Topacio. Él describe el topacio
como una piedra preciosa verde, aunque también se sabe que es gris ahumado y amarillo miel. El topacio
también se confundía a menudo con la crisólita. Lo más correcto es considerar el topacio bíblico como
nuestro topacio. Se habla de una fisalita común (piedra natural), de color blanco verdoso a amarillo
pajizo. Hay ejemplares en blanco, amarillo, verde, azul pálido, así como en rosa y violeta.
Es transparente y buscado por su especial dureza y brillo vivo. El Targum en Job 28:19, que explica
pitedah como una "perla verde", no excluye que el topacio sea de color amarillo dorado. Según el
sánscrito indio pita, el hebreo pitedah significaría “amarillo”. Es poco probable que hubiera un cambio
de letras entre el griego topazin y el hebreo pitedah. Plinio explica la palabra a través de la lengua de los
primitivos habitantes de la isla de Topacio, en la que topazin significa “buscar”.

El crisopraso, que se menciona solo en Apocalipsis 21:20, es una calcedonia verde manzana, causada
por el dióxido de níquel, con un brillo transparente, áspero y grasoso. Plinio lo considera como el
crisoberilo más noble. Se identifica con el topacio actual.

Jacinto, se cita en Apocalipsis 21:20. En opinión de los antiguos, correspondería al hebreo leshem (Ex
28,19; 39,12). En la antigüedad, la palabra del texto original también se traduce como licurio , que sería
idéntico a jacinto. En mineralogía se llama zirconita, una piedra preciosa brillante como el vidrio o el
diamante, poco transparente, de color rojo o amarillo que pierde su color con el fuego. Estaba muy
grabado. Los antiguos lo recibieron de Etiopía. Lutero, como se señala en Éxodo 26:1, solo conocía la
piedra y la flor del mismo nombre en amarillo o dorado.

Amatista, en Éxodo 28:19; 39:12 y Apocalipsis 21:20, el apelativo griego del hebreo achlamah, una
derivación de chalam = "sueño", porque tendría el poder de conceder sueños. El nombre puede tener su
origen en una superstición con la palabra griega amethystos = "no borracho", porque se suponía que
protegía contra la embriaguez. También tendría su origen en que el color llegaría al vino, pero pasando
primero al violeta, y luego el púrpura se desvanecería al color del vino. Es una piedra semipreciosa
transparente, de color violeta o azul oscuro, rara vez blanquecina, gris o verdosa. Plinio prefería las
piedras indias de este tipo.

Aquí terminan las explicaciones del profesor de teología Abraham Meister. Sin embargo, repito: Juan
intenta describir lo indescriptible.

Sus palabras solo son capaces de transmitir un muy débil reflejo de la maravillosa y eterna realidad. Esto
supera con creces el oro y las piedras preciosas. Sin embargo, Juan no puede describirlo y nosotros no
podemos entenderlo. Recuerdo las palabras de Pablo: "Ningún ojo vio, ningún oído oyó, ninguna mente
ha imaginado lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (1 Corintios 2: 9). Incluso diciendo que
fue arrebatado hasta el tercer cielo, no puede describir la gloria de lo que escuchó y ciertamente también
vio. Llama mucho la atención que, al intentar una descripción, habla de sí mismo en tercera persona:
“Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo. Si fue en el
cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios sabe. Y sé que este hombre, si en el cuerpo o fuera del cuerpo,
no lo sé, pero Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó cosas inefables, cosas que no es lícito al
hombre hablar” (2 Corintios 12:2-4).

Pablo renuncia a una descripción más detallada de lo que vio y oyó, porque estas son cosas
indescriptibles. Incluso se distancia de su propia persona, y simplemente deja abierto si estaba en el
cuerpo o fuera del cuerpo. Sin duda él estaba fuera del cuerpo - su espíritu que fue arrebatado. El resto
de su personalidad permaneció en la tierra. Sin embargo, está tan lleno de asombro y reverencia ante
las cosas indecibles que ha oído y visto que teme relacionarlas de alguna manera con su propia persona.
Juan también vio todo en espíritu y ahora necesita describir lo que vio. Fue lo que el Señor mandó
repetidamente (cf.

1.11.19; 14,13; 19.9). Ahora, vea también Apocalipsis 21:5:

“Escribe esto, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza”. En total, por tanto, se le
ordenó cinco veces que escribiera lo que había visto y oído, además de decirle enfáticamente lo que no
debía escribir: “…pero no lo escribas” (10.4).

Muchos consideran que la descripción de Juan no es espiritual, sino física; sin embargo, esto es
completamente erróneo, porque la gloria que ha de ser revelada en nosotros aún no se ha manifestado.
Por tanto, cuando Juan habla de la ciudad con el cuadrado de oro, etc., es sólo figurativo y esquemático,
pues, como hemos dicho, no puede describir lo esencial. Si cambiamos ese testimonio a través de una
interpretación literal, frustramos a los miembros sinceros de la iglesia de Jesús. Al recordar los últimos
días de su padre, Adolf Schlatter escribe: "Cuando mi madre una vez leyó este verso del cuadrado dorado,
dijo: '¡No anhelo tales baratijas, sino colgarme del cuello del Padre!'". Insisto: hay que entender
espiritualmente la descripción de la gloria de la nueva Jerusalén. Apocalipsis 21:24-26 y 22:2 dice: “Las
naciones andarán a su luz, y los reyes de la tierra traerán su gloria a ella. Sus puertas nunca se cerrarán
durante el día, porque allí no habrá noche. La gloria y el honor de las naciones serán traídos a ti. En
plena calle principal de la ciudad. A ambos lados del río estaba el árbol de la vida, que da fruto doce
veces al año, una vez al mes. Las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones”. Este caminar
de las naciones no indica un paso, un cambio de lugar, sino, según Bertram, “permanecer caminando en
un lugar determinado”. Por lo tanto, se describen las nuevas naciones en la nueva tierra. Viven en ella,
pero pueden entrar y salir libremente de la maravillosa Jerusalén celestial que descendió revoloteando
sobre la tierra.

Debe observarse que está escrito que "las naciones caminarán a su luz". Sólo hay una maravillosa fuente
de luz: la gloria de Dios; y su lumbrera es el Cordero (21:23). Esta luz omnipresente, que sale de la nueva
Jerusalén, ilumina a todas las naciones de la nueva tierra. Si el capítulo 21:24 habla de los reyes de la
tierra, entonces sabemos que se trata de Jesucristo y sus santos, porque somos, como hemos dicho
muchas veces, reyes y sacerdotes. Habitarán en la ciudad, y todo lo que les concierne tendrá allí su centro
y sede.

Su esplendor como reyes, su dignidad y sus tronos serán dignos del honor y la glorificación de esta
ciudad. Además, se dice: “La gloria y el honor de las naciones le serán traídas” (21:26).

Todo el honor que el nuevo mundo pueda traer se le dará a esta ciudad. Entonces todas las naciones
darán gracias y adorarán a Dios unánimes en la nueva Jerusalén. ¡Cuán grande será entonces el
significado profético de Isaías 2! Allí está escrito que las naciones, inicialmente en el milenio, pero más
tarde también en la tierra nueva, vendrán y aprenderán en Jerusalén la ley, la Palabra del Señor. De
manera muy especial y precisa, el culto de los pueblos -del mismo modo: primero durante el milenio y
luego también en la tierra nueva- está profetizado en Isaías 60,3: "Las naciones vendrán a su luz y los
reyes a su aurora".

Hasta donde entiendo las Escrituras, la Jerusalén terrenal no representará la gloria perfecta en la tierra
sin su imagen original, la Jerusalén celestial. El 7 de junio de 1967, la toma de Jerusalén Este y, por lo
tanto, la unificación de toda la ciudad, nos dice que se acerca la llegada de este satélite celestial.

¿No habrá limitaciones de espacio en la Jerusalén celestial, pues las medidas, aunque muy extensas,
todavía son limitadas?

¡No! Las medidas de la ciudad no significan límites, porque Dios no tiene límites. Él es eterno e infinito
en su ser. En la Jerusalén celestial no existe el tiempo ni el espacio, pues estamos hablando aquí de
límites espirituales: transparente –similar a un cristal transparente–, esta es una limitación de arriba
hacia abajo, porque la Jerusalén celestial representa la mayor gloria de Dios. En consecuencia, esta
Jerusalén es ilimitada en sí misma. Y sin embargo: ¿quién no puede entrar? En Apocalipsis 21.8 se
mencionan algunas categorías de personas que no pueden entrar: 1) los cobardes, es decir, los que no
perseveraron en la fe; quienes se enojaron y al final incluso se apartaron de su Señor, de modo que se
dieron por vencidos; 2) incrédulos, porque, según la Palabra del Señor, la incredulidad es una
provocación a Dios: “¿Hasta cuándo me tratará con ligereza este pueblo? ¿Hasta cuándo te negarás a
creerme...? (Números 14:11); 3) los depravados, es decir, los supersticiosos, los que observan
horóscopos, los que se dejan leer las líneas de las manos, los que usan el péndulo y siguen otras prácticas
ocultas. Todo esto es abominación delante de Dios (cf. Dt 18,10-12); 4) homicidas, los que aborrecen a
sus hermanos, ya que la Sagrada Escritura dice que quien odia a su hermano también es homicida (1
Juan 3:15); 5) los que cometen inmoralidad sexual, los que viven en los placeres de la carne, también
estarán fuera (Efesios 5:5); 6) los que practican la brujería. Los pecados de hechicería también son parte
del pecado de rebelión (1 Samuel 15:23); 7) idólatras: son, por ejemplo, las personas que buscan el honor
ante los demás, que son presuntuosas y soberbias (Gal 5, 15-21); y 8) mentirosos – y así todos los que
sólo parecen ser cristianos: “…su lugar será en el lago de fuego que arde con azufre. Esta es la segunda
muerte."

La Jerusalén terrenal, el Israel en construcción – porque Israel aún no está completo, tanto en términos
de territorio como de población – es la insistencia de Dios en alcanzar la meta más alta: la nueva
Jerusalén que descenderá del cielo. Sin embargo, también es un alto llamado al arrepentimiento, ¡a
volver! Haz la prueba para ver si eres digno de entrar en la Jerusalén celestial. Si tienes que reconocer
que no eres digno, entonces busca inmediatamente la salvación en la sangre de Jesús, porque todavía es
válida: "... la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).
Mientras que el capítulo 21 describe más sobre el exterior de la Jerusalén celestial, el capítulo 22 se
enfoca en el interior de este satélite celestial.

En los versículos 1-5 tenemos, por así decirlo, las últimas pinceladas del maravilloso cuadro profético de
la redención de la humanidad: “Entonces el ángel me mostró un río de agua de vida, que, claro como el
cristal, brotaba del trono de Dios y del Cordero” (Ap 22,1). Llama la atención que Juan una vez más
recuerda que el ángel le mostró algo. De hecho, se trata de algo especial: el interior de la nueva Jerusalén.
De esta manera llegamos al clímax del Apocalipsis y por lo tanto a la verdadera meta. Es notable que las
visiones del capítulo 4 comienzan en el trono de Dios y ahora también terminan en el trono de Dios y el
Cordero.

¡Los tronos suben y bajan en esta tierra, pero el trono de Dios permanece por los siglos de los siglos!

Cuando leemos este primer versículo de Apocalipsis 22, nuestro corazón se regocija porque el evento
profético de Ezequiel 47:1 se cumple con la mayor exactitud: “El hombre me llevó de nuevo a la entrada
del templo, y vi salir agua de debajo. el umbral del templo templo y yendo al oriente, porque el templo
estaba mirando al oriente. El agua descendía de debajo del lado sur del templo, al sur del altar”. Aquí
brota el agua viva del templo del trono de Dios y del Cordero. El agua de la que habla Ezequiel 47 se
convierte entonces en un río ancho, y donde corre, todo queda limpio (v. 8). El paraíso no hubiera sido
perfecto sin agua. Leemos en Génesis 2:10, 13-14: “En Edén un río comenzaba a regar el jardín, y luego
se dividía en cuatro. El nombre del primero es Pisom. Viaja por toda la tierra de Havila, donde hay oro.
La segunda, que atraviesa toda la tierra de Cus, es Gihón. El tercero, que corre a lo largo del lado oriental
de Asiria, es el Tigris. Y el cuarto río es el Éufrates.” Lo que hoy significa para nosotros el agua más pura
y más refrescante será para el nuevo mundo el agua resplandeciente de ese río puro. En este punto tengo
que pensar en las siguientes palabras del Señor Jesús: “En el último y más importante día de la fiesta,
Jesús se levantó y dijo a gran voz: 'Si alguno tiene sed, venga a mí y beber. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva'” (Jn 7, 37-38). Y continúa el versículo 39 de Juan
7: “Se refería al Espíritu que recibirían después los que creyesen en él. Hasta entonces aún no se había
dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado”. ¿No es esto lo que se revela en el último
capítulo de la Biblia sobre el interior de Jerusalén?

¡Los ríos espirituales de Jerusalén fluirán por todo el mundo y lo renovarán todo! ¿No es ese el
significado de Apocalipsis 22:17? Allí leemos: “El Espíritu y la Esposa dicen: '¡Ven!' Y todo el que oiga
diga: '¡Ven!' Que venga el que tenga sed; y el que quiera beber del agua de la vida gratuitamente.” Así
como todos los que tengan sed en el milenio recibirán de los ríos de vida, que brotarán del templo y
unirán los dos mares, el Mar Muerto y el Mar Mediterráneo, para que Jerusalén se convierta en una
ciudad portuaria (Zac 14,8) y como la corriente del Espíritu nos une a todos en un solo cuerpo — “Porque
en un solo cuerpo fuimos todos bautizados en un solo Espíritu, sean judíos o griegos, sean esclavos o
libres. Y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Cor. 12:13) – estos ríos de agua viva llegan
a la tierra nueva y dan mucho fruto. Esto es lo que está escrito en el versículo 2: “En medio de la calle
principal de la ciudad. A ambos lados del río estaba el árbol de la vida, que da fruto doce veces al año,
una vez al mes. Las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones”.

Doce veces, de mes a mes; doce tribus de Israel; doce apóstoles = iglesia de Jesús.

Muy asombrados, encontramos el árbol de la vida al final de la Biblia, el cual fue negado a los hombres
que habían caído en el pecado en las primeras páginas de la Biblia: “Entonces dijo Dios: 'Ahora el
hombre es como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Por tanto, no se le debe permitir tomar
también del fruto del árbol de la vida y comerlo, y vivir para siempre.' Así que Dios lo envió lejos del
jardín de Edén para que labrara la tierra de la que había sido tomado.

Después de expulsar al hombre, colocó querubines y una espada encendida que se movía hacia el oriente
del Jardín del Edén, guardando el camino hacia el árbol de la vida” (Gn 3, 22-24). La meta original de
Dios, que el hombre viviera eternamente a través del árbol de la vida, fue bloqueada por Satanás y el
pecado cuando el hombre, a pesar de la prohibición divina, comió del árbol del conocimiento del bien y
del mal.

En la nueva Jerusalén, sin embargo, este árbol de la vida vuelve a crecer con poder, y el hombre debe
comer abundantemente de sus frutos para vivir eternamente, porque en la cruz del Gólgota fue plantado
de nuevo el árbol de la vida cuando Jesús se sacrificó. Allí derramó su vida en su sangre preciosa por el
Espíritu eterno. En la última página de la Sagrada Escritura tenemos el maravilloso resultado: allí no
sólo hay un árbol de la vida, sino que “a cada lado del río estaba el árbol de la vida” (v. 2). Encontramos
el mismo hecho también en Ezequiel 47:7: "Cuando llegué allí, vi muchos árboles a cada lado del río". Y
en el versículo 12 del mismo capítulo: “Árboles frutales de toda especie crecerán a ambos lados del río.
Sus hojas no se marchitarán y su fruto no caerá. Todos los meses producirán, porque les llega el agua
del santuario. Sus frutos servirán de alimento; sus hojas, de medicina”. En consecuencia, cuando se
escribe “árbol de la vida”, se puede hablar de árboles de la vida. No debemos sorprendernos cuando, por
un lado, solo se menciona uno y, por otro lado, se ven muchos. Es como en Gálatas 5:22-23, donde se
menciona el fruto del Espíritu, pero luego se enumeran nueve frutos: “Mas el fruto [singular] del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio".
O como el cuerpo de Jesucristo: muchos miembros, pero un solo cuerpo. Si yo dijera: “Ahora estoy
hablando del naranjo”, sería inmediatamente evidente que todavía hay muchos otros naranjos.

¡El árbol de la vida es un tipo especial de árbol! La originalidad de la visión de Juan del árbol de la vida
se hace visible especialmente en el uso de los árboles de la vida. Mientras que en Génesis 3.3 se habla de
los frutos y en Apocalipsis 2.7 se promete a los vencedores que podrán alimentarse del árbol de la vida,
que está en el paraíso, aquí (como en Ezequiel 47.12) se apunta a las hojas del árbol para la sanidad de
las naciones.

Muchos se preguntarán: ¿pero cómo es esto posible? Si las hojas han de usarse para la curación de
naciones, ¿presupone eso enfermedad?
Al contrario, porque así como Juan niega enfáticamente todo lo negativo en el cielo nuevo y la tierra
nueva -

“La muerte ya no será, ni lamento, ni llanto, ni dolor, porque el antiguo orden ha pasado” (Ap 21,4) –
describe aquí cómo la enfermedad y la muerte son eliminadas para siempre: a través del fruto de los
árboles de la vida = eterna vida, por sus hojas = ninguna enfermedad. En Hebreos 1.3 está escrito, por
ejemplo: "... quien sustenta todas las cosas con su poderosa palabra". La palabra griega "sostener"
incluye "mantener". ¡Toda la vida procede de él! Él mantiene la vida eterna permanentemente en
nosotros a través del fruto del árbol de la vida. ¿Está completamente explicado el árbol de la vida?

¡De ningún modo! ¡Es parte de los maravillosos misterios de Dios!

Juan enfatiza nuevamente que no habrá más maldición: “No habrá más maldición” (v. 3a). En otras
palabras, no habrá nada más maldito. Este es el nuevo paraíso: sin serpiente, sin amenaza, sin engaño y
sin pecado. Todo remanente de pecado de cualquier tipo está absolutamente excluido, porque si todavía
hubiera algo anatema, el Señor no podría habitar en esa nueva Jerusalén. Esto es también lo que se
concluye de Josué 7:12, donde el Señor dice: "... ni yo continuaré contigo, a menos que destruyas a los
anatemas entre vosotros" (BKJ). ¡Pero aquí Dios mora con los hombres! Pohl lo expresa de esta manera:
“Pero debido a que la tierra se presentó sin nada que condenar, el cielo descendió a ella y se convirtió en
el lugar donde reina Dios”. Si en la actualidad ya hemos desechado la vieja levadura, si todo lo que es
“condenable” es quitado de en medio de nosotros, ¡el cielo descenderá sobre nosotros! El centro de la
nueva Jerusalén es el trono de Dios y del Cordero. Este es el gran tema de los últimos versículos sobre
el cielo nuevo y la tierra nueva.

En torno al centro del dominio de Dios y del Cordero, se desarrolla ahora el ministerio sacerdotal de sus
siervos: “... y sus siervos le servirán” (v. 3). “Ellos le servirán”, esto acentúa la unidad absoluta entre el
Padre y el Hijo, porque “el” (singular) se refiere al Padre y al Hijo.

Pero entonces, ¿por qué se dice en el versículo 4 que “verán su rostro”? En 1 Reyes 10:8 la reina de Sabá
exclamó al ver la gloria de Salomón: "¡Cuán felices son los hombres de tu corte, que continuamente están
delante de ti y escuchan tu sabiduría!" Los siervos de Salomón vieron su rostro, escucharon su sabiduría
y lo sirvieron. ¡Tal servicio es adoración perfecta! David dice en el Salmo 123:2:

“Como los ojos de los siervos están atentos a la mano de su señor, y como los ojos de las siervas están
atentos a la mano de su señora, así nuestros ojos están atentos al S, nuestro Dios, esperando que tenga
misericordia de nosotros. .” ¡Oh, que incluso ahora, aquí en la tierra, fuéramos tan siervos, que siempre
verían su rostro! ¿No son los miembros de la iglesia del primogénito los siervos que le sirven? ¡Sí! Y
precisamente esa será un día la característica más sublime de los santos en el cielo: todos van a trabajar,
y nosotros con ellos. Es obra celestial, porque es necesaria para realizar directamente la voluntad de
Dios, obra del Altísimo. Tenemos esto representado en los siete príncipes de los persas y medos, quienes,
según Ester 1:14, se encontraron personalmente con el rey, eran los más cercanos a él y se sentaban
como jefes en el reino.

En Apocalipsis 22:4 está escrito aún otra cosa notable: "... y su nombre estará en sus frentes". Esto
significa que el servicio de estos siervos de Dios tiene una especie de efecto recíproco: sus siervos fieles
ven su rostro y vuelve a ellos el resplandor de su gloria. El resplandor de su gloria consiste en la totalidad
de sus características, que se expresan en su nombre inefablemente maravilloso, y que el Hijo manifestó
en la tierra (Hb 1, 3).

Cuando leemos que su nombre estará en sus frentes con esto en vista, entendemos Apocalipsis 13:16-18:
el intento de la bestia de grabar el número de su nombre en la frente o en la mano derecha de todos los
hombres. Es, por así decirlo, una imitación anticipada de esta gloria de los santos. Sin embargo, para los
siervos de Dios se cumple entonces la promesa de Jesús en Juan 12,26: “... donde yo esté, también estará
mi servidor. A cualquiera que me sirva, mi Padre lo honrará”. ¡¿No vemos aquí la completa restauración
del hombre caído y ahora redimido?! ¡Él fue transformado nuevamente a su imagen original, la imagen
de Dios! El nombre de Dios y del Cordero en la frente - Corresponde al "Santo a los Santos" que el sumo
sacerdote tenía en la frente (Ex 28,36). Qué maravilla: aquí se cumple plenamente lo que está escrito en
1 Juan 3:2: seremos como él. Lo grotesco es que Satanás también dijo en el paraíso: “…seréis como Dios”
(Gén. 3:5). Sin embargo, las declaraciones formalmente similares tienen mundos de diferencias entre
ellas: en una, la verdad de ser imagen de Dios es falseada por la serpiente al ser “como Dios”, para ser
Dios mismo y tomar el trono. El “seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2) significa mucho más: la
transformación a la imagen de Dios a través de la redención que tuvo lugar a través de Jesucristo.

La conclusión de la descripción de la nueva Jerusalén aparece en Apocalipsis 22:5: “No será más la
noche. No tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará; Y
reinarán por siempre y para siempre." Hagamos un breve análisis antes de la última frase: “... y ellos
reinarán...”. ¿Quién reinará?

Los verdaderos siervos de Dios serán aquellos que realmente reinarán con Jesucristo, así como él,
nuestro bendito Señor Jesús, Rey de reyes, fue siervo primero: “Como el Hijo del hombre no vino para
ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). ¡Esta es la majestad
de servir a Jesucristo! A este señorío de los siervos de Dios se añade otra dimensión: “...por los siglos de
los siglos”. Este es el restablecimiento de su posición original de dominio, porque en la creación del
hombre, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza. Que tenga
dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los animales grandes de toda la tierra y
sobre todos los animales pequeños que se mueven sobre la tierra” (Gn 1, 26).

Apocalipsis 22:5 comienza con “no habrá más noche”, afirmación que ya está escrita en Apocalipsis
21:25. Sin embargo, esto se dice aquí en otro sentido. El capítulo anterior se refería a la ciudad, la
Jerusalén celestial: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de
Dios la alumbra, y el Cordero es su lumbrera” (Ap 21,23). Aquí se hace referencia al Lugar Santísimo
ante el trono ya los siervos de Dios, pues está escrito de manera tan sencilla, pero también tan sublime:
"...el Señor Dios os alumbrará". Lo que Israel ha suplicado por muchos siglos, por milenios – “Haz
resplandecer Su rostro sobre ti…” (Núm. 6:25) – ¡se realiza plenamente aquí!
XXXIV
¡Ven, Señor Jesús!
(Ap. 22,6-21)

“6 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor,


el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para
mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
7 ¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las
palabras de la profecía de este libro.
8 Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube
oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me
mostraba estas cosas.
9 Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo
tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las
palabras de este libro. Adora a Dios.
10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro,
porque el tiempo está cerca.
11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea
inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía;
y el que es santo, santifíquese todavía.
12 He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra.
13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el
último.
14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho
al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
15 Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios,
los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace
mentira.
16 Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas
cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella
resplandeciente de la mañana.
17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y
el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida
gratuitamente.
18 Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de
este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él
las plagas que están escritas en este libro.
19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía,
Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y
de las cosas que están escritas en este libro.
20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo
en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.
21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.
Amén.”
H emos llegado al final de este maravilloso libro. En él vimos a Israel en su gran tribulación y en
su maravillosa salvación. Vimos la iglesia de Jesús en su belleza nupcial.

También hemos visto los terribles juicios de limpieza sobre esta tierra, y hemos visto que el cielo y la
tierra han pasado. Miramos el cielo nuevo, la tierra nueva y la nueva Jerusalén. Además, como un clímax
absoluto, vimos la gloriosa majestad de Dios y el Cordero sobre el trono. Ahora estamos seguros en el
versículo 6 que estas palabras son “fieles y verdaderas” (cf. 19:9; 21:5). Toda persona que lea estas
palabras está llamada a tomar una decisión. Ella necesita tomar una posición. O "Creo que estas son
palabras verdaderas de Dios" o "No creo". El carácter divino del libro, de una sublimidad superior a
cualquier valoración humana, está también relacionado con su inspiración divina: “El Señor, el Dios de
los espíritus de los profetas, envió a su ángel para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder
pronto...” (v. 6). Recordemos: es el mismo Señor que también llamó a Isaías, Jeremías, Ezequiel y
Daniel. En este capítulo también vemos de manera especial la unidad del Hijo y del Padre, pues el “Dios
de los espíritus de los profetas” es Dios Padre. Y “Yo, Jesús” (v. 16) es Dios el Hijo. Esta es una
confirmación de Juan 10:30: "Yo y el Padre uno somos".

“¡He aquí, vengo pronto! Dichoso el que guarda las palabras de la profecía de este libro” (v. 7). Esta es
la sexta bienaventuranza del Apocalipsis; el séptimo se encuentra en el versículo 14. Algo muy similar
ya lo dijo el ángel en el capítulo 1.3: “Bienaventurado el que lee las palabras de esta profecía, y dichosos
los que oyen y guardan lo que en ella está escrito…”. Estas son las profecías que escuchó Juan y las
visiones que tuvo que escribir cuidadosamente por mandato del ángel, que ahora se cumplió. Es una
gran falta y una gran pérdida que innumerables creyentes no presten atención a estas exhortaciones y
bienaventuranzas, porque la iglesia de Jesús sólo puede ser plenamente fortalecida, madura y fecunda
cuando también es obediente a esa palabra y presta atención a la firme palabra profética en cuanto a
una lámpara que alumbra en un lugar oscuro (2 Pedro 1:19).

“Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas” (v. 8). Con su nombre de apóstol, con toda su persona y toda
su vida, Juan garantiza que escribió exactamente lo que vio y oyó. Sin embargo, las palabras que acaban
de salir de los labios del ángel: "¡He aquí, vengo pronto!" (v. 12), despierta en él, el vidente, el sentimiento
de que Jesús mismo está ante él en forma de ángel. Ya tuvo una experiencia similar en Apocalipsis 19.
Como allí, así ahora es llevado a arrodillarse: “Cuando los hube oído y visto, caí a los pies del ángel que
me mostraba todas estas cosas, para adorarlo” (v. 8). Nuevamente el ángel lo rechaza resueltamente:
“Pero él me dijo: '¡No hagas eso!

Siervo soy como tú y como tus hermanos los profetas y como los que guardan las palabras de este libro.
¡Adorad a Dios!'” (v. 9). Sus palabras son muy similares a las que dijo en Apocalipsis 19:10, pero también
incluyen algo nuevo y profundamente conmovedor: “siervo soy como tú y como tus hermanos los
profetas”. ¡Juan mismo, quien también es profeta, y los profetas del antiguo pacto son hermanos del
ángel! Juan no debe haber escuchado estas palabras sin temblar. El ángel también dice: "...un siervo
como tú... y como los que guardan las palabras de este libro". Para todos los siervos de Dios es
absolutamente necesario guardar, es decir, seguir las palabras del libro que Juan iba a escribir. El ángel
tiene una tarea más que transmitir: “Entonces me dijo: 'No selles las palabras de la profecía de este libro,
porque el tiempo está cerca'” (v. 10). Por lo tanto, Juan no debe sellar y cerrar el contenido del libro,
todo lo que ha oído y visto. Esto es lo que Daniel tuvo que hacer una vez por mandato especial de Dios
como una revelación que había recibido (Daniel 12:4).

Juan, sin embargo, debe hacer lo contrario: debe cuidar que el libro encuentre la más amplia difusión y
se convierta en un bien común de la iglesia, porque las exhortaciones y consolaciones contenidas en él
pronto serán necesarias, porque el tiempo está cerca. ¿Quién puede atreverse, después de las palabras
del ángel, a ocultar este libro profético de la enseñanza cristiana, por así decirlo, sellándolo así?

“Que los injustos sigan cometiendo injusticia; que los inmundos continúen en la inmundicia; que los
justos sigan haciendo justicia; y que el santo se siga santificando” (v. 11). ¡Palabras agudas y serias! Dios
hizo todo para advertir a los injustos y animar a los justos. Ahora cada uno puede actuar según la libre
decisión de su corazón. Que los injustos continúen con sus malas obras, y los inmundos se hundan más
y más en su inmundicia; la venida del reino de Dios no se retrasará por esto ni un solo día. Pero ellos,
los impíos, traerán sobre sí mismos un juicio mucho más severo. Mientras los hijos de la maldad y de la
impureza no se dejen enseñar y no quieran convertirse, los hijos de Dios deben avanzar cada vez más
decididamente hacia adelante y hacia arriba en su camino piadoso y santo, porque pronto vendrá el
Juez: “¡Mira, vengo pronto! Mi recompensa está conmigo, ya cada uno le pagaré según lo que haya
hecho” (v. 12). Entonces cada uno recibirá exactamente lo que corresponde a sus obras.

Si durante la vida terrena a menudo parece que los malos quedan sin castigo y el creyente sufre mucho
sin razón, pronto cada uno recibirá su justa retribución. Corresponderá a la justicia más perfecta.

Esto es lo que Cristo puede prometer con toda certeza, pues el principio, el medio y el fin de todos los
acontecimientos están en sus manos: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el
Fin” (v. 13). Esto es lo que el Padre testificó acerca de sí mismo en Apocalipsis 1:8 y 21:6, pero el Hijo
también puede decir lo mismo acerca de sí mismo. Lo hizo en Apocalipsis 1:17 y 2:8 y lo vuelve a hacer
aquí con un énfasis profundo y una solemnidad sublime. El mundo debe saber esto, y su pueblo debe
ser consolado, porque él tiene el principio y el fin de todas las cosas bajo su poder. Y como tiene en su
poder el principio y el fin, pronuncia la primera y la última palabra decisiva de cada acontecimiento.

Esto significa que el medio también está en tus manos. Además, domina todos los desarrollos y eventos,
y también puede asegurar que cada alma humana reciba la recompensa exacta por sus obras (v. 12).

“Bienaventurados los que lavan su ropa...” (v. 14). Esto significa lo mismo que está escrito en Apocalipsis
1.5 y 7.14 en otras palabras: bienaventurados los que se apropian cada día de la purificación por la sangre
del Cordero, haciéndola más profundamente, para que tengan derecho, es decir, participación en el árbol
de la vida y pueden entrar por las puertas de la ciudad: “...y así tienen derecho al árbol de la vida y
pueden entrar en la ciudad por las puertas” (v. 14).
Todo lo que es impuro y todo lo que ha quedado bajo la maldición de la justicia castigadora de Dios
queda excluido para siempre del nuevo mundo, porque “afuera están los perros [es decir, todos los que
han mantenido descaradamente su carácter impuro; los que el Padre llama “depravados” en Apocalipsis
21:8], los que practican hechicería, los que cometen fornicaciones sexuales, homicidas, idólatras, y todos
los que aman y practican la mentira” (v. 15). A todos estos el Padre ya los excluyó de la nueva tierra y los
envió al lago de fuego (Ap. 21:8). Aquí el hijo repite la sentencia y advertencia del Padre:

“Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros este testimonio acerca de las iglesias” (v. 16a). “Yo, Jesús” –
¡palabras de aliento! el Señor cita incluso con ese sacrosanto nombre tuyo. Lo vemos en espíritu,
caminando entre los siete candelabros de oro, sosteniendo en su mano derecha la corona de siete
estrellas. Entonces le transmitió a Juan las siete cartas a las siete iglesias. Y ahora se cita a sí mismo por
su nombre. Es como si quisiera ponerlo como sello y firma bajo el libro del Apocalipsis. ¡Solo por el
contenido de este libro, la humanidad escucha lo que Jesús, que pronto regresará, es para ellos en todo
su alcance!

“'Yo soy la Raíz y la Simiente de David, y la estrella resplandeciente de la mañana.' El Espíritu y la novia
dicen: '¡Ven!' Y todo el que oiga diga: '¡Ven!' Que venga el que tenga sed; y el que quiera beber del agua
de la vida gratuitamente” (v. 16b-17). Tres veces se nos asegura en este capítulo, por boca del Señor, que
él pronto vendrá. Es sumamente notable cómo el Dios Uno y Trino – Dios Padre, Dios Hijo y Dios
Espíritu Santo – actúa en las primeras y últimas páginas de la Biblia. Al principio, en Génesis 1:1, está
escrito: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” = el Padre. “Dios dijo ...” (v. 3) = el Hijo, porque
“el que es el Verbo se hizo carne...” (Jn 1,14). "...y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas"
(Gn 1,2) = el Espíritu Santo.

Y al final, en Apocalipsis 22, Dios Padre envía a su ángel para mostrar lo que debe suceder pronto. ¡Solo
Dios es la fuente de todas las profecías bíblicas! Luego viene Dios Hijo y revela lo que pronto sucederá:
“¡Sí, vengo pronto!”, lo cual vuelve a ser subrayado por el ángel enviado por el Señor: “No selléis las
palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca”. Entonces el Espíritu Santo, como
tercera persona de la Trinidad, exclama en unión con la Esposa: “Ven” (v. 17). Aquí, por tanto, el Espíritu
Santo no llama solo. Se unió con la novia del Cordero (iglesia de Jesús), la cual compró para el Hijo.
Ambos llaman juntos en dos direcciones: por un lado, la llamada se dirige a un mundo perdido:

“Venid, reconciliaos con Dios”. “El Espíritu y la novia dicen: '¡Ven!' Y todo el que oiga diga: '¡Ven!' Que
venga el que tenga sed; y el que quiera beber del agua de la vida gratuitamente.” Faltan los últimos para
que se alcance la plenitud de los gentiles y Jesucristo aparezca en gloria con su novia ataviada,
preparada. Por otro lado, esta llamada se dirige al mismo Señor: “¡Ven, Señor Jesús, ven pronto!”. Y la
respuesta del Señor: “El que da testimonio de estas cosas dice: '¡Sí, vengo pronto!'” (v. 20).

¡El conocimiento de nuestro Esposo celestial, quién, qué y cómo es, es de gran importancia para
nosotros! Dice de sí mismo: “Yo, Jesús...
Yo soy la Raíz y la Simiente de David, la estrella resplandeciente de la mañana” (v. 16). Así, se describe
a sí mismo de tres maneras:

1. “Yo, Jesús” = Redentor, Salvador y Rey.

2. “Yo soy la Raíz” = indicación de su divinidad y filiación eterna.

3. "Yo soy... la simiente de David" = el Hijo del hombre, que vino de la simiente de David y un día asumirá
para siempre el trono de David (cf. 2 Tim. 2:8; Rom. 1: 3).

En el evangelio de Juan, mientras caminaba por la tierra, el Señor también reveló su personalidad más
íntima, y esto solo siete veces:

“Yo soy el pan de vida” (Juan 6:35).

“Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12).

“Yo soy la puerta” (Juan 10:7).

“Yo soy el buen pastor” (Juan 10:11).

“Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25).

“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6).

“Yo soy la vid verdadera” (Juan 15:1).

Pero, como Cristo exaltado, ahora dice aún más de sí mismo, algo magnífico: “Yo soy… la estrella
resplandeciente de la mañana” (v. 16). Él no dice: "Yo soy una estrella de la mañana", sino:

"Yo soy... la brillante estrella de la mañana" - el único. ¡Esto también incluye que es absoluto y exclusivo!
¡Él viene del cielo!

Vemos esta Estrella de la Mañana brillar a lo largo de todo el plan de salvación. La primera vez, un
enemigo de Israel vio salir esta estrella en Jacob. El vidente gentil Balaam dijo: “Lo veo, pero no ahora;
Lo veo, pero no de cerca. Una estrella se levantará de Jacob; un cetro se levantará de Israel. Aplastará
las frentes de Moab y los cráneos de todos los descendientes de Set. Edom será dominado; Seir, su
enemigo, también será vencido, pero Israel será fortalecido” (Números 24:17-18). En medio del plan de
salvación, esta estrella reapareció por segunda vez cuando Jesús se hizo hombre. Está escrito acerca de
los magos del oriente, que vinieron a Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos recién
nacido?" y anunciaron: "Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo" (Mt. 2:2). Está
escrito, además: “...y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que por fin se
posó sobre el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron de nuevo la estrella, se llenaron de alegría” (Mt
2, 9-10). Vemos esta estrella brillando por última vez ahora en la última página de la Biblia, cuando el
mismo Señor Jesús se da a conocer como la estrella resplandeciente de la mañana. ¿Ves esa brillante
estrella matutina? ¿Caminas en tu luz?

Tenéis comunión con ella, el -es decir, el único- verdadero Señor? Si, por ejemplo, los discípulos después
de la muerte de Jesús en la cruz hubieran recordado su singularidad y unicidad absolutas, no se habrían
desanimado, sino que habrían entendido que su palabra:

"Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11:25) - está vivo e infinitamente más poderoso que su muerte,
porque ¿cómo podría la muerte mantener la resurrección en persona? Es todo lo contrario: “La muerte
fue destruida por la victoria. ¿Dónde, oh muerte, está tu victoria?

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1 Co 15,54-55). ¡Como hijos de Dios, podemos testificar con gozo
que la muerte eterna es conquistada en Jesucristo! Por tanto, no temáis la vejez y el envolvimiento con
diversos signos de muerte, porque aunque el hombre exterior se corrompe, el hombre interior se renueva
de día en día (cf. 2Co 4,16). Este Jesús, la estrella resplandeciente de la mañana, dice en Apocalipsis
1:18: "¡Estuve muerto, pero ahora estoy vivo para siempre!" Y al mismo tiempo proclama: “Porque yo
vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14,19).

“Estrella de la mañana” significa que, en el cielo nocturno, que ya está clareando, aparece una estrella
brillante que anuncia la llegada de la mañana. ¡Señala a Jesús, el primogénito! El hecho de que sea
brillante significa que no hay oscuridad ni duda en ella. Por él, por esa brillante Estrella de la Mañana,
somos iluminados incluso en los rincones más oscuros de nuestra alma, porque nuestra alma es como
un sótano con telarañas y suciedad, cosas oscuras que han anidado en el mundo de los pensamientos.
Sin embargo, quien quiera vivir con Jesucristo debe saber que ¡absolutamente nada le queda oculto! La
brillante Estrella de la Mañana es al mismo tiempo la luz del mundo. Así como el lucero de la mañana
anuncia el nuevo día, como si separara el día de la noche, nuestro Señor Jesús produce en nosotros una
separación radical – como en el tiempo de la Creación, cuando Dios dijo: “'Hágase la luz', y fue luz. Dios
vio que la luz era buena y separó la luz de las tinieblas” (Gn 1, 3-4). De la misma manera también quiere
separar la luz y la oscuridad en su corazón. Romanos 12:2 nos exhorta a "... ser transformados por la
renovación de vuestra mente". ¡Tenemos tanta necesidad de ser profundamente renovados por el poder
de la sangre de Jesús, viniendo a su luz!

Si profundizamos un poco más en el versículo 16 de Apocalipsis 22, nos daremos cuenta de que no todos
aquí hablan de la Estrella de la Mañana. La misma Estrella Matutina dice: "Yo soy... la brillante Estrella
Matutina". Esto contiene un mandato categórico para nosotros: “Despiértate, tú que duermes, levántate
de entre los muertos, y te alumbrará Cristo” (Efesios 5:14). ¡El pecado es oscuridad! Él te hace dormir
espiritualmente. Sin embargo, Jesucristo el Viviente tiene el poder de sacarte de la muerte espiritual. Él
ahora brilla muy claramente en tu corazón como la brillante Estrella de la Mañana. ¿Te despiertas
asustado?
El segundo mandato es para Israel, que también está relacionado con la brillante Estrella de la Mañana:
“¡Levántate, resplandece! Porque ha llegado tu luz, y la gloria del Señor está sobre ti. ¡Mirar! Las
tinieblas cubren la tierra, las tinieblas envuelven a los pueblos, pero sobre ti resplandece el Señor, y
sobre ti se ve tu gloria” (Isaías 60:1-2). Esta es una profecía maravillosa para Israel, el pueblo del antiguo
pacto de Dios, que se está cumpliendo con precisión divina en nuestros días, en gran parte sin que el
mundo de las naciones se dé cuenta. ¡Israel está listo! ¡Su luz está por venir, y correspondientemente
“las tinieblas cubren la tierra, y los pueblos están cubiertos de esta oscuridad”! Con maravillosa
resolución, el cielo nocturno milenario se retira lentamente de Israel, y la brillante Estrella de la Mañana
se eleva brillante sobre él. Nunca se había leído tanto el Nuevo Testamento en Israel como hoy: Israel
comienza a despertar.

“Declaro a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno le añade, Dios le traerá las
plagas descritas en este libro. Si alguno quita una palabra de este libro de profecía, Dios le quitará su
parte en el árbol de la vida y en la ciudad santa, de las cuales se habla en este libro” (v. 18-19). Como si
este libro fuera el mismo árbol de la vida, es como si querubines con espadas de fuego estuvieran
guardando el camino hacia el libro como lo hicieron con el camino hacia el árbol de la vida después de
la Caída (Gén. 3:24).

Dios le dijo a Israel en los días de Moisés: “No añadas nada a las palabras que yo te mando, ni quites
nada de ellas, sino obedece los mandamientos de Jehová tu Dios que yo te ordeno” (Deuteronomio 4:2).
En 2 Samuel 22:31 está escrito: "... la palabra del Señor es demostrablemente genuina". Lo mismo
leemos en Salmos 12:6 y 18:30, así como en Proverbios 30:5, donde se enfatiza que toda Palabra de Dios
es pura. Y, al igual que nuestro texto, también Proverbios 30:6 advierte en contra de añadir nada a la
Palabra, castigo amenazador. Aquí, al final de la Biblia, las advertencias son mucho más agudas; los
castigos prometidos, mucho más terribles. La alteración del Apocalipsis, que describe el desarrollo y fin
de las intenciones de Dios, provoca la pérdida de la recompensa en la bienaventuranza eterna.
¡Aferrémonos, pues, a toda la Sagrada Escritura! La Biblia concluye con las palabras: “El que da
testimonio de estas cosas dice: '¡Sí, vengo pronto!' Amén. ¡Ven, Señor Jesús! La gracia del Señor Jesús
sea con todos. Amén” (v. 20-21).

Entonces, ¿tenemos la conclusión de la Biblia? No, porque la última palabra nos deja ver el principio
eterno: ¡lo mejor aún llega para todos los que esperan a Jesús! Y en el caso de esta promesa final de
nuestro Señor, “¡Sí, vengo pronto!”, podemos apoyarnos en otra palabra: “Porque la palabra del Señor
es verdadera; es fiel en todo lo que hace» (Sal 33,4). La verdad es que no hay promesa más importante
o gloriosa en todo el Libro de Dios que esta última palabra del Señor Jesucristo a su iglesia: "¡Sí, vengo
pronto!" ¡Esta es la promesa más grande y completa, sí, la corona, el punto culminante de todas las
promesas del Señor, el cumplimiento de la esperanza de todo creyente y el resumen de todas las
profecías y oraciones!

Amén. ¡Ven, Señor Jesús!


Apéndices, Notas y
Sobre el Autor

Apéndices

1 - Nota sobre Cielo Abierto

Como Juan, Esteban, justo antes de ser apedreado, también exclamó: “Veo abiertos los
cielos...” (Hch 7,56; cf. Apoc 19,11).

¡Feliz eres tú si también tienes un cielo abierto! Hebreos 10:19 es también una
maravillosa realidad hoy: "Así que, hermanos, tenemos plena confianza para entrar en
el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús". ¡El cielo está abierto, pero la confianza tirada
impone barreras a muchos! La introspección es a menudo el escollo. Nos miramos a
nosotros mismos en lugar de mirar a Jesús. En medicina se habla mucho del
estrechamiento de los vasos, figura del estrechamiento intelectual y espiritual de tantos
cristianos. ¡Es necesario agrandar los vasos!

Quien confía en el Señor le toma la palabra y ve el cielo abierto como Esteban: “Pero
Esteban, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a
la diestra de Dios” ( Hechos 7.55). Quien está lleno del Espíritu Santo ve el cielo abierto
en medio de la furia de los enemigos. ¿Por qué entre los hijos de Dios hay criaturas tan
mezquinas y arrogantes? ¿Por qué hay obreros en el reino de Dios que son
extremadamente sensibles, tercos, calumniadores y pedantes, no teniendo un gozo
maravilloso en el Señor? ¿Por qué no ven el cielo abierto, pero siempre solo a sí mismos?
No ven el amplio espacio del Señor, pero se mueven en dimensiones muy estrechas.
Aunque luego son extremadamente activos durante todo el día en este pequeño mundo,
no producen nada esencial. Se esfuerzan mucho, pero se calman poco. Hablan mucho,
pero no con Dios. Hacen de todo un problema, porque son un problema para ellos
mismos. ¡Sal de ese estrecho círculo tuyo! Terminarás con tu sobreestimación y te
perderás en el Eterno, como los veinticuatro ancianos en Apocalipsis 11: en la presencia
del Señor se postraron sobre sus rostros. Mientras no usemos el cielo abierto, nos
perderemos las grandes obras que Dios quiere hacer a través de nosotros. Y también
hemos perdido lo que nos quiere revelar en estos últimos tiempos. Ante el cielo abierto,
el santuario abierto, finalmente obtienes la distancia que tanto necesitas de tus pruebas
del tiempo del fin. Cuando has entrado a cielo abierto, el enemigo pierde poder sobre ti.
Por mucho que todavía se enfurezca, su fe en ti se fortalece inmensamente. Por eso:
“Creer cuando no hay nada que esperar, el cielo siempre estará abierto. ¡Jesús aún no ha
cambiado, creed, creed en aquel que lo invitó!” (adaptado del alemán).

Cuando no usamos la puerta abierta en el cielo, existe el peligro de escuchar a través del
Espíritu Santo las maravillosas y amplias promesas de Dios sin poder entenderlas
debido a la estrechez de nuestro corazón. Entonces no entendemos nuestro tiempo, nos
desesperamos y amenazamos con confundirnos con todo. Entonces nos comportamos
de manera impredecible, de una manera espiritualmente esquizofrénica. Sin embargo,
cuando miramos hacia el cielo abierto, primero experimentamos la gran visión del Señor
que viene.

2 - Observaciones sobre el Discipulado de Jesús

¿Eres un verdadero discípulo de Jesús? Pocas personas piensan más profundamente en


lo que realmente significa el discipulado de Jesús. Pocas veces el Señor ha repetido
tantas veces una exhortación como “sígueme”. ¿Y qué es realmente el discipulado de
Jesús? En primer lugar, un asunto muy personal, porque el Señor Jesús siempre llamaba
a las personas aisladas de la multitud: “Si alguno viene a mí...” (Lc 14,26). “El que me
sigue...” (Juan 8:12). "¡En cuanto a ti, sígueme!" (Juan 21:22).

El discipulado de Jesús significa –y deberías pensarlo– renunciar a lo primero. No


puedes tomar nada de tu vida anterior para discipular a Jesús. La puerta que conduce a
la vida es estrecha. Sin embargo, ¿qué significa “renunciar a lo primero”?

Significa desapego de las cosas externas: "Y luego, dejando a su padre y la barca, le
siguieron" (Mt 4,22). Sólo así los discípulos pudieron seguir a Jesús. Jesucristo tiene
derecho a nuestro discipulado, porque él, el Hijo de Dios, dejó la gloria con el Padre, y
así, todo lo anterior, para traernos a su discipulado, para que podamos ser partícipes de
esa gloria. Él dejó todo para que vosotros salierais de vuestra aflicción, que os envuelve
y os quiere alejar del Dios vivo. El discipulado de Jesús revela el propósito de Cristo con
nosotros: "...llevarnos a Dios", como dice Pedro (1 Pedro 3:18). Así es como entendemos
la exigencia radical de Jesús de renunciar a todo para que podamos estar capacitados
para el discipulado. El Señor dice repetidamente que “cualquiera de vosotros que no
renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33).

De manera concreta, el discipulado de Jesús significa también tomar nuestra cruz. El


hecho de que el Señor, antes de ir a la cruz, hablara de la cruz personal de quien quiere
seguirlo, prueba la inevitabilidad de la cruz para todo aquel que realmente lo sigue. Jesús
nunca quiso evitar la cruz. Por el contrario, cuando Pedro quiso quitárselo de encima, lo
llamó “Satanás”. Qué error y presunción es decir que queremos seguirlo y, sin embargo,
huir de la cruz misma. ¡Cada uno tiene su cruz! El que no quiera llevarla no estará con
él cuando venga Jesús; no podréis seguirlo a la gloria porque no lo habéis seguido hasta
aquí. Por lo tanto, qué significado tan profundo y abarcador tiene la palabra:

“Y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt 10,38). Con esto dice el
Señor: de nada sirve buscar el camino hacia Dios sin un deseo sincero de tomar la propia
cruz. El discipulado de Jesús es un camino sin reservas.
El Señor hace esto muy insistente a través de tres ejemplos en Lucas 9:57-62: “Mientras
iban por el camino, un hombre le dijo: 'Te seguiré adondequiera que vayas'. Jesús
respondió: 'Las zorras tienen sus madrigueras y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo
del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza'. El otro dijo: 'Sígueme'. Pero el hombre
respondió: 'Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.' Jesús le dijo: 'Deja que los
muertos entierren a sus propios muertos; pero vosotros id y proclamad el Reino de Dios.'
Otro más dijo: 'Te seguiré, Señor, pero primero déjame volver y despedirme de mi
familia'. Jesús le respondió: 'Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es
apto para el Reino de Dios'”. El primero a quien el Señor cita aquí es un náufrago en
materia de vivienda. En el propio testimonio de Jesús – “el Hijo del hombre no tiene
donde recostar la cabeza”– la pregunta tranquila al hombre que dice querer seguirlo es:
¿acaso su casa no me pertenece? A la segunda, Jesús mismo llama al discipulado (v. 59),
pero esto presenta una objeción de carácter familiar. Pero el Señor lo exhorta a volverse
de las obras muertas: “Dejen que los muertos entierren a sus muertos”—su sangre nos
limpia de las obras muertas (Hebreos 9:14). El tercero, finalmente, es alguien que “mira
hacia atrás para siempre”. Nunca se despidió radicalmente de su antigua vida anterior,
y el Señor Jesús tiene que describirlo como no apto “para el Reino de Dios”.

Tras la exhortación al discipulado total, no falta la promesa integral, para cuando los
discípulos le dicen: “¡Hemos dejado todo para seguirte! ¿Qué será de nosotros?" (Mt 19,
27), les da una rara plenitud de promesa: “De cierto os digo que, en la regeneración de
todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros
que me habéis seguido, también os sentaréis en doce tronos, para juzgar a las doce tribus
de Israel. Y todo el que haya dejado casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o
campos por mi causa, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (Mt 19, 28-29).
Luego añade: “Sin embargo, muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán
primeros” (Mt 19,30). Si vosotros, que por la Palabra habéis recibido mucha más luz que
los demás, no obedecéis a esa luz, los demás, los últimos, aún os superarán. ¡Déjate llevar
hoy al discipulado interior y verdadero de Jesús!

Cuando la cruz se hizo visible por primera vez a Pedro, esto fue cuando Jesús se dirigió
a propósito al Gólgota, leemos:

"Y Pedro le siguió de lejos..." (Mt 26,58). Cuanto más se acercaba Jesús a la cruz, más
solo se volvía.
Notas

Nota 1 - Richard Schmitz muy acertadamente observa: “En todo organismo la unidad
se despliega en la multiplicidad y la multiplicidad en la unidad. El individuo debe ser
juzgado por el todo, y sólo cuando se ha entendido el todo, teniendo una visión general,
se puede determinar lógicamente la relación de las partes individuales con el todo. El
individuo aparece colocado exactamente en el lugar que le corresponde, de modo que no
puede ser encontrado en otro lugar. El todo vuelve a dominar a sus partes, éstas ya en
sus comienzos están contenidas en germen con todas las formaciones resultantes de
ellas. Por eso el Apocalipsis va de lo general a lo especial y ya en su comienzo contiene
todo lo que explica y describe más exactamente en las siguientes profecías. Así como el
evangelio original en el paraíso, de la victoria de la descendencia de la mujer, engloba
las siguientes revelaciones, y como el Nuevo Testamento, a su vez, está contenido en
germen en el Antiguo Testamento, y sólo a partir de éste puede entenderse.

Nota 2 -En este contexto algo me queda inolvidable. Hace treinta años (NE: Wim Malgo
escribió este libro en 1980, es decir, el siguiente evento tuvo lugar en la década de 1950)
predicamos el evangelio en la parte católica de Irlanda y también celebramos reuniones
al aire libre. De una ciudad, Limerick, se nos dijo que en los últimos cien años el nombre
de Jesús no se había mencionado públicamente allí. Había mucha oscuridad y
superstición allí. Habíamos esperado hasta altas horas de la noche, hasta que dos cines
del centro terminaron su horario, y ahora había una multitud. Como introducción, mi
esposa y yo cantamos el himno “Qué amigo tenemos en Jesús” en inglés y luego comencé
a predicar. En el momento en que mencioné el nombre de Jesús, un aullido atravesó la
multitud, como el infierno. Fui escuchado hasta que mencioné el nombre de Jesús,
diciendo que solo él era la salvación. Luego nos sacaron del estrado y todavía recuerdo
cómo cuatro policías apenas pudieron defenderse de la multitud, ¡solo por el nombre de
Jesús!

Nota 3 - Los valores no son muy diferentes de la primera edición de este libro. Ha
habido un aumento de alrededor de US$200 mil millones de 1988 a 2016. Fuente:
Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Disponible en:
goo.gl/QnBzFN. (EH)

Nota 4 - Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la


Alimentación (FAO), en 2016 había un estimado de 815 millones de personas
desnutridas en el mundo, afectando al 11% de la población mundial. Después de que este
número declinara durante una década, desde 2014 ha vuelto a aumentar.

Disponible: goo.gl/hJQsnN. (EH)

Nota 5 - De Wesley, quien luego se convirtió en un gran hombre de Dios y el fundador


de la Iglesia Metodista, se sabe que, en su juventud, fue al campo misionero sin
convertirse y nacer de nuevo. Hizo enormes esfuerzos desde el punto de vista religioso,
pero tuvo que fracasar. Finalmente regresó exhausto y abatido a Inglaterra. Allí se
convirtió y luego llegó a ser un instrumento bendito en la mano del Señor. Pablo también
era un hombre religioso, incluso fanático, pero estaba ciego a la obra redentora de
Jesucristo. Después, sin embargo, Dios pudo revelar en él a su Hijo; ¡reconoció la verdad
y se convirtió en un poderoso instrumento en las manos de Dios!
Nota 6 - Durante las erupciones volcánicas, por ejemplo, la capa de aire alrededor de la
Tierra está completamente contaminada por gases y diminutas partículas de sustancias
sólidas hasta una altitud de 40 a 60 kilómetros. Hasta entonces esta capa de aire se
consideraba absolutamente limpia, pero los astrofísicos rusos ya han negado esta
opinión.

Nota 7 - Bengel, por ejemplo, interpreta la quinta plaga como los persas; Lutero como
siendo los arrianos; otros como los calvinistas o también como Napoleón, cuyo nombre
se encuentra en "Apolion", el rey de las langostas. Si no hay indicaciones directas en las
Escrituras para tales interpretaciones, es mejor que las abandonemos.

Nota 8 - Por plan de salvación, en un sentido más restringido, debemos entender todo
lo que tiene relación directa o indirecta con la primera y segunda venida del Señor, como
la lucha final de los pueblos en Armagedón, donde el Cordero de Dios, junto con sus
santos, triunfará sobre todos los enemigos, lo que no sucede en el aniquilamiento de los
pueblos de la antigua Unión Soviética. En este caso es válida la evaluación de Isaías
40.15,17.

Nota 9 - Tenemos que imaginarnos ampliamente al santificado que “vuelve en poder


creciente”, es decir, la corriente de lo alto. Después del Rapto de la Iglesia de Jesús hay
una noche negra anticristiana en la tierra.

Pero durante esta tribulación comienza una cadena de arriba hacia abajo: los ciento
cuarenta y cuatro mil son salvos y sellados; a través de la acción adicional del Espíritu
Santo, una multitud innumerable de todas las naciones son salvadas desde lo alto, y
finalmente, a través de los crecientes juicios desde lo alto, se prepara el camino para que
el Cordero tome la herencia.

Nota 10 - Así, se sigue que esta batalla ya comienza al principio de la tribulación, es


decir, al principio de los siete años, alcanzando su clímax al principio de la segunda
mitad de la tribulación.

Nota 11 - Esto no quiere decir que, durante la realización del plan de salvación, Satanás
no haya hablado y actuado directamente a menudo. Esto especialmente con respecto al
Hijo de Dios, que tentó en persona (Mt 4). O pensemos en el enfrentamiento con el
arcángel Miguel, con quien disputó el cuerpo de Moisés, como está escrito en Judas 9.
Asimismo, cuando entró audazmente hasta en el santuario interior para resistir al sumo
sacerdote Josué (Zac 3). En general, sin embargo, Satanás depende de médiums,
especialmente de dos tipos: a través de poderes o autoridades, como en Daniel, o bien
en ya través de los hombres (cf. Dan 10,13; Ef 6,12; Hch 5,3).

Nota 12 - En la Resolución 3379 del 10 de noviembre de 1975, la ONU condenó el


sionismo como una forma de racismo, con 72 votos contra 35 y 32 abstenciones. Sin
embargo, el 16 de diciembre de 1991 fue revocado por Resolución 46/86, con 88 votos
contra 25, 13 abstenciones y 15 ausencias. (EH)

Nota 13 - Aún recuerdo el 10 de mayo de 1940, en Holanda: los alemanes llegaron de


repente; Todavía veo ante mí, en ese momento, los grandes aviones y sus paracaidistas.
Los holandeses eran impotentes. Aunque lucharon hombre contra hombre, fue inútil,
porque la supremacía era excesiva. El país fue literalmente atropellado, y después de
cinco días todo había terminado.
Nota 14 - Biblia Ave María . Disponible en: www.bibliacatolica.com.br/biblia-ave-
maria/tobias/13/. Consultado el: 22 de febrero. 2018

Sobre el Autor

Wim Malgo (1922-1992) nació en Maassluis, Holanda. Se graduó del Instituto Bíblico
Beatenberg en Suiza. Fundó la Obra Misionera Midnight Call en Suiza en 1955. Autor de
más de 40 libros, durante décadas sus profundos y actuales mensajes bíblicos, proféticos
y de santificación transmitieron una clara visión del plan de Dios y ayudaron a
innumerables personas en su vida de fe.

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