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Se han discutido diversos puntos de vista para determinar si una acción es buena o mala,
verdadera o falsa, lograda o fallida.
Se ha explorado la noción de bien como la realización de los deseos.
Se ha hablado de valores, consecuencias de los actos y justicia.
La respuesta simple de que la conciencia es lo que nos dice qué hacer puede ser correcta,
pero también puede ser engañosa.
Se explorará qué es la conciencia, qué hace, si siempre tiene razón, si debemos seguirla
siempre y si debemos respetar la conciencia de los demás.
El significado de la palabra "conciencia" no es evidente de antemano, ya que se utiliza en
contextos muy variados.
Se habla de personas concienzudas que cumplen exactamente sus deberes diarios, pero
también se habla de conciencia cuando alguien evade sus deberes y se resiste a ellos.
La conciencia se considera algo sagrado en todo ser humano y debe ser respetada
incondicionalmente, aunque a veces se castigue a las personas que actúan en conciencia.
Algunos ven la conciencia como la voz de Dios en el hombre, mientras que otros la ven
como el resultado de la educación y la interiorización de las normas dominantes, que
originalmente eran externas.
Resumen:
- La conciencia nos recuerda todos los aspectos de nuestra acción y es una llamada de
atención.
- Una buena voluntad considera la realidad total de su proceder y no se engaña a sí misma.
- El mal se puede definir como renuncia a prestar atención, y quien actúa mal no sabe lo que
hace.
- La bondad de un acto tiene que ver con una mirada limpia a la realidad, y puede ser
enturbiada por el sentimiento momentáneo, la sensibilidad, la ambición y los ideales.
- La falacia naturalista consiste en sustituir el bien por otro contenido cualquiera, lo cual no
funciona porque el punto de vista moral es absoluto.
- El punto de vista moral es el recto orden, adecuado a la realidad, de los puntos de vista y es
ciertamente lo mismo que realidad.
- La acción buena es la que hace justicia a la realidad y tiene sentido en relación con los
valores que hemos adquirido a través de la educación y el conocimiento. La ética médica, por
ejemplo, brota por sí misma de la naturaleza de las relaciones de confianza entre el médico y
el paciente.
- En la mayoría de los casos, es fácil saber lo que hay que hacer, pero hay situaciones
conflictivas donde es necesario priorizar entre diferentes responsabilidades y urgencias.
- No se puede fijar definitivamente el límite superior de lo que hace buena una acción, ya que
depende de múltiples circunstancias y de lo que uno es para otro.
- Hay acciones que lesionan la dignidad del hombre y no pueden ser justificadas por deberes
más altos o responsabilidades más amplias, como la muerte directa e intencionada de un
hombre, la tortura, la violación o el uso de la sexualidad como medio para determinados
fines.
- Tampoco puede justificarse la acción de quien engaña a alguien que confía razonablemente
en él o le quita la posibilidad de enfrentarse con la realidad.
- Las fronteras inferiores de lo permitido no definen el proceder bueno, pero se deben respetar
para evitar acciones que lesionen la dignidad del hombre.
- La buena intención no basta para hacer buena una acción, pero es necesaria para que una
acción sea buena.
- Se dan buenas acciones en mucho mayor grado de lo que pensamos, y debemos prestar
atención a los comportamientos positivos de los demás para animarnos a imitarlos.
- Cada uno puede justificar la existencia del mundo con pequeñas acciones que hacen el bien
sin restricciones.
- La vieja máxima de los filósofos antiguos es "el obrar sigue al ser".
- Lo que hace bueno a un hombre es el amor, que brota de una actitud de afirmación de la
realidad y se extiende a una benevolencia universal.
- La medida del amor condicionalmente nos hace buenos.
- Lo que es bueno en una situación depende de las peculiaridades de quien está en ella.
- Algunas personas tienen habilidades y cualidades que las hacen responsables de ayudar a
los demás.
- Existen diferencias de rango entre los hombres, y aquellos con una mayor altura moral
tienen más obligaciones.
- El cristianismo ha acrecentado el sentido de los valores y la perspicacia para la realidad, lo
que limita naturalmente las posibilidades de hacer algo injusto o de omitir algo bueno sin
culpa.
- Todos tenemos puntos flacos y una especie de inadvertencia constitucional que nos hace
pisarnos unos a otros.
- La culpa del mal descansa sobre la no consideración de algunos aspectos de nuestra acción.
- Todos somos deudores de nuestro prójimo, pero también existe la posibilidad de reconocer
la culpa y perdonar.
- La indulgencia, el perdón y la reconciliación son más altos que la justicia.
CH 8 --
- La vida nos impone fronteras que descubrimos a lo largo del tiempo, y nuestras acciones
nos configuran y nos modelan de manera irrevocable.
- Es importante reflexionar sobre nuestras acciones porque nuestras actividades anteriores
adquieren la forma de destino.
- Quienes no quieren aceptar esto no pueden actuar, pero la omisión también se convierte en
destino.
- Actuar implica despreocuparse de sí mismo y de las propias intenciones, y siempre implica
someterse al dolor del destino, ya que no podemos controlar las consecuencias a largo plazo
de nuestras acciones.
- El sufrimiento también es una forma de acción, y podemos incorporarlo al sentido de
nuestra vida.
- Existen tres posibilidades para situarnos en relación a lo que sucede: fanatismo, cinismo y
serenidad.
- El fanático se aferra a la idea de que no hay más sentido que el que damos nosotros y quiere
variar las condiciones ambientales.
- El cínico renuncia al sentido y considera la acción bajo el aspecto del acontecer mecánico.
- La serenidad implica aceptar la vida como un todo de sentido y situarnos en una consciente
y expresada relación con lo que sucede.
En este texto se habla de la doctrina estoica y la doctrina cristiana sobre la serenidad ante el
destino. Los estoicos creían en la apatía, la ausencia de dolor y pasión, y la aceptación del
destino sin importar si se trata de éxito o fracaso en los propósitos. En cambio, la doctrina
cristiana enseña también la serenidad ante el destino, pero con una motivación nueva y un
mayor realismo, que consiste en delimitar los límites de la subjetividad natural de acuerdo
con la realidad. Se diferencia de cualquier otra por su mayor realismo y porque la persona
serena no engaña a los dioses. La resignación ante lo inevitable es verdaderamente humana
sólo si lo inevitable se muestra realmente como tal. La disposición de quien actúa es la de
aceptar también como llenos de sentido sus fracasos. Esto presupone que no trazamos por
principio una frontera entre nuestra actividad y la realidad, que posibilita esa actividad y la
hace fracasar. La religión ve en ambas el mismo fundamento, y Dios es honrado también con
nuestros fracasos y, además, garantiza la armonía definitiva de nuestras intenciones con la
marcha del mundo.