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DE FUNCIÓN PÚBLICA1
I.- INTRODUCCIÓN.
En primer lugar, Francia, pues ha sido, es y, por lo que explicaremos, para que será el
paradigma de una opción estatutaria para articular la vinculación de los empleados con la
Administración, reforzando, además en los últimos tiempos, el caracter público de aquellos
agentes que no son estrictamente funcionarios. En segundo lugar, Italia, porque en este país se
ha procedido a una cambio radical en la naturaleza jurídica de los empleados públicos,
reconduciendo al Derecho Laboral su régimen jurídico y proporcionando, en consecuencia, un
ejemplo práctico y real de problemas, éxitos, retos y confusiones para todos aquellos que
desde posiciones teóricas propugnan un modelo laboralizado de empleo público. Y en tercer
lugar, Reino Unido, porque pese a la tradicional singularidad de su Derecho Administrativo y
de su Función Pública, desde premisas diferentes (y, por ello, a veces mal comprendidas por
automáticas transposiciones continentales) ofrece principios y soluciones a problemas que, en
definitiva, son comunes a toda Función Pública.
1
El presente trabajo se ha realizado gracias a una ayuda concedida por la Secretaria de Estado de Educación y
Universidades en el marco del Programa de Movilidad del Profesorado (Convocatoria 2002).
2
Vid. FUENTETAJA, J., Función Pública Comunitaria, Marcial Pons, Madrid 2000.
3
Exposiciones más generales y descriptivas pueden encontrarse en Modelos de Función Pública comparada:
Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Suecia, Comision Europea, Ed. Ministerio de Administraciones Públicas,
Madrid 1997; SALMERON SALTO, M.H.: “Modelos comparados de empleo público” en Situacion actual y
tendencias de la Función Pública española (Coord. F. Castillo Blanco), Granada 1998, pp. 81-118.
1
Francia es el paradigma de lo que en el ámbito de la Función Pública se conoce como
“modelo estatutario”. Conforme a este modelo, el personal al servicio de la Administración
Pública se encuentra sometido a un régimen jurídico-público, de naturaleza legal y
reglamentaria y de carácter objetivo e impersonal. El empleado no participa, pues, en la
determinación de ese régimen jurídico (de ahí que también se conozca este modelo como
“unilateralista”), ni de forma colectiva (a través de la concertación o negociación colectiva), ni
de forma individual, pues la relación jurídica se constituye no mediante un contrato entre el
trabajador y la Administración, sino a través de un acto administrativo, también unilateral, que
lo incorpora a la Administración y que supone la aplicación a ese trabajador de todo el
régimen jurídico previamente establecido.
Ahora bien, esta concepción estatutaria de la naturaleza del vínculo que une al empleado
con la Administración tan sólo se puede predicar de una determinada y específica categoría de
personal que, eso sí, en este tipo de modelos es cuantitativa y cualitativamente la más
importante. A saber, los funcionarios. El resto de categorías de personal, como luego veremos,
se caracterizan porque su vínculo con la Administración no es estatutario sino contractual,
bien sea, a su vez, de naturaleza pública (por ejemplo, auxiliares o contratados
administrativos), bien de naturaleza privada (contratados laborales).
4
BEN SALAH, T., Droit de la fonction publique, Ed. Masson, Paris 1992, p. 51.
5
Vid. la completa y exhaustiva obra Histoire de la Fonction Publique en France (Dir. M. Pinet), Nouvelle
Librairie de France, Paris 1993, en especial el vol. 3 dedicado a los siglos XIX y XX.
2
Por lo demás, la Función Pública francesa es preciso estudiarla desde su configuración
histórica 6 , en la que la jurisprudencia (Consejo de Estado y Tribunal de Conflictos) ha
desempeñado un papel más destacado que el propio Legislador. En este sentido es
paradigmática la evolución de la categorización de la figura del funcionario que, a la postre,
establecía el ámbito de aplicación del régimen estatutario7 .
Este criterio fue abandonado en Francia a principios del siglo pasado por las
dificultades en erigirlo en el criterio definidor de la Función Pública. Pese a ello, conviene
señalar que el criterio del ejercicio de funciones o potestades públicas no ha desaparecido, ni
mucho menos, del ámbito de la Función Pública.
6
Vid. KAFTANI, C., La formation du concept de fonction publique en France, LGDJ, Paris 1998.
7
Vid. CANTERO, J., El empleo público: entre estatuto funcionarial y contrato laboral, Universidad Castilla-La
Mancha/Marcial Pons, Madrid 2001, pp. 71-84.
3
hecho el Legislador y de forma particular deberá hacer, en última instancia, el Tribunal de
Justicia, caso por caso, a través de cuestiones prejudiciales cuando existan discrepancias 8 .
Cuando a principios del siglo XX surge la denominada “teoría del servicio público”
para explicar el Derecho Administrativo, resultó natural y necesaria su traslación y aplicación
al ámbito de la Función Pública para explicar, primero, el concepto de funcionario y, después,
el de agente público. En el primer caso, en cambio, ni la doctrina ni la jurisprudencia se
afanaron especialmente en tal cometido que consideraron pronto inservible. De ahí la
sorprendente y efímera legislación del régimen de Vichy9 que atribuía a la categoría de
“empleados”, sometidos al Derecho privado, los puestos de trabajo que no respondían al
objeto propio del servicio público prestado, así como los puestos análogos por su naturaleza a
los del sector privado; mientras que el resto de empleos, y sólo esos, podían ser ocupados por
funcionarios.
8
GUILLEN, J. y FUENTETAJA, J.: “El acceso de los ciudadanos comunitarios a los puestos de trabajo en las
Administraciones Públicas de los Estados miembros” en RAP, n. 146, 1998, pp. 457-500.
9
Loi 14 septembre 1991, relative à l’organisation des cadres des services publics et des établissements publics de
l’État.
10
“Se considera hoy día que la distinción entre agentes públicos y empleados de la Administración que no
ostentan el carácter de agentes públicos como más importante, desde un punto de vista teórico y práctico, que la
distinción entre funcionarios y agentes no funcionarios; dicha distinción, en efecto, ha devenido la summa divisio
en la materia”: LAUBADÈRE, A. y GAUDEMET, Y., Traité de Droit Administratif. La fonction publique, tome
5, 11ème ed., LGDJ, Paris 1998, p. 18.
4
componente real del puesto de trabajo. Por ello, la atribución del estatuto funcionarial viene
dada por la titularización que, directamente, confiere un grado al funcionario e,
indirectamente, lo incorpora a un Cuerpo.
Pero, como decíamos, grado y empleo son dos realidades diferentes. El grado
pertenece al funcionario, forma parte de su patrimonio jurídico y no depende del empleo que
eventualmente ocupe o de que ocupe empleo alguno. Se es funcionario por poseer un grado,
no por ocupar un empleo. De forma que si se suprime el empleo, no por ello el funcionario
pierde su condición de tal. Este es el verdadero alcance de la estabilidad o de la permanencia.
Lo estable o permanente no es el empleo, sino el grado, del cual el funcionario sólo puede ser
despojado por causas tasadas y objetivas (renuncia, muerte, inhabilitación penal, sanción
disciplinaria grave, jubilación ...).
11
PLANTEY, A., La Fonction Publique. Traite General, Litec, Paris 1991, pp. 177-181.
5
Derecho privado empleados por la Administración. Y es, en efecto, aquí donde se han
producido las novedades jurisprudenciales más importantes tendentes al reforzamiento del
vínculo contractual público (contratados administrativos), en detrimento de una ampliación de
la contractualidad laboral.
Los auxiliares son una categoría sumamente peculiar de la Función Pública francesa
por cuanto si bien su vínculo con la Administración surge de un acto administrativo y no de un
contrato (lo que les asemeja a los funcionarios), dicho vínculo es, en cambio, temporal o, más
exactamente, no permanente, en la medida en que son nombrados para ocupar empleos no
permanentes. Su parecido con los funcionarios no se agota en la forma de constitución de la
relación jurídica sino que se extiende al hecho de que se aprobara para ellos un Estatuto
particular que recoge, mutatis mutandis, el Estatuto de los funcionarios. No es de extrañar que
CHAPUS los denomine “sub-Función Pública”12 y que la lógica reivindicativa del colectivo
haya llevado a su funcionarización progresiva.
Los contratados administrativos son una categoría particular de agentes públicos, pues
su régimen jurídico viene dado por una doble procedencia. Por un lado, unas disposiciones
legales y reglamentarias que suponen una suerte de “estatuto”. Y, por otro, un contrato
administrativo individual que no sólo determina la constitución del vínculo y la naturaleza
contractual del mismo sino que, además, es fuente constitutiva de la relación jurídica, esto es,
que modifica o complementa intuitu personae la normativa legal y reglamentaria en aspectos
como, por ejemplo, la jornada laboral, la duración del contrato, las condiciones de renovación
o cualesquiera otras que la Administración y el agente acuerden.
12
CHAPUS, R., Droit Administratif général, t. 2, 9ª edición, Montchrestien, París 1996, p. 47.
13
Vid. la excelente exposición de CANTERO, J., El empleo público ... op. Cit., pp. 122-144.
6
Pero ha sido la relación del contratado con el servicio público en el que trabajaba la
perspectiva en la que el Consejo de Estado y el Tribunal de conflictos han querido residenciar
la clave de la distinción. Para ello ha utilizado las siguientes interpretaciones:
7
y esencial consideración del agente (e incluso del funcionario) como un trabajador, sin más
adjetivaciones como público o privado, al que se le deben aplicar unos principios y técnicas
universales que conformarían una suerte de estatuto general. Tal es, por ejemplo, la
perspectiva neutral y aséptica que adopta el Derecho Comunitario que al amparo tanto de la
libre circulación de trabajadores como de su Política social y laboral trasciende los estrictos
ámbitos del Derecho Laboral para desbordarse en principios universales aplicables a cualquier
tipo de trabajo profesional.
De ahí que el resultado de los convenios colectivos celebrados entre las organizaciones
sindicales y profesionales, de un lado, y la Administración, de otro, se encuentre desprovisto
de efectos jurídicos, reconociéndose únicamente una vinculación ética o social. De ahí que la
doctrina hable de “contractualización”, refiriéndose a los acuerdos celebrados entre la
Administración y las organizaciones sindicales de funcionarios, y cuyo objeto en los últimos
años ha desbordado la estricta cuestión retributiva (v.gr. trabajo a tiempo parcial, seguridad e
higiene en el trabajo). Queda, no obstante, claro que todo su valor jurídico queda a expensas
de su recepción en una norma legal o reglamentaria.
Un supuesto especial que merece la pena destacar -para percatarse de la primacía del
Derecho público sobre el Derecho privado y sus técnicas- viene dado por aquellas empresas
públicas a cuyo personal, en su momento, se dotó de un estatuto reglamentario. El artículo
134.1 del Código de Trabajo permite la celebración de convenios colectivos con la intención
de completar las disposiciones estatuarias o determinar las modalidades de aplicación dentro
de los límites fijados por los estatutos. Este último inciso impide, pues, que se pudiera
modificar un estatuto de carácter reglamentario por vía contractual 16 .
16
Vid. SAINT-JOURS, Y.: “La contractualisation subsidiaire des status du personnel des enterprises publiques”
en Droit Social, num. 2, 1993, p. 178.
8
III.- LA LABORALIZACIÓN DE LA FUNCIÓN PÚBLICA ITALIANA.
El empleo público constituye uno de los sectores del Derecho Administrativo sobre
los que más se han centrado las ansias de reforma administrativa de los gobiernos y del
legislador italiano17 , lo que expresa la concepción del empleo público como una variable
independiente respecto a la distribución de los servicios y a los modelos organizativos.
Sin embargo, esta Ley marco presentaba numerosos puntos críticos. En primer
lugar, en su intento de abarcarlo todo, propició sucesivas fugas en el sentido de que
numerosos entes e institutos, viejos y nuevos, se sustrajeron a la disciplina general
contenida en la ley marco en busca de una particular y variada "privatización" de las
relaciones de empleo.
17
Para una evolución de la Función Pública italiana, vid. ORTEGA, L., "La función pública en el
ordenamiento histórico italiano", RAP, nº 86, pp. 71-177.
18
PARADA, R., Derecho Administrativo II. Organización y empleo público, 7ª ed., Marcial Pons, Madrid
1993, p. 397.
19
Cfr. TERRANOVA, S., Il rapporto di pubblico impiego, Giuffrè, Milano 1991, p. 99 y ss; ROMEO, C.,
"Privatizzazione ovvero contrattualizzazione del pubblico impiego" en RIDL, 1991, I, p. 302.
20
CARINCI, F., "La c.d. privatizzazione del pubblico impiego" en RIDL, 1993, I, p. 9.
21
De acuerdo con la Ley Marco de 1983, el Tribunal de Cuentas debía proceder a un registro de los convenios
celebrados. Dicho registro permitía a dicho órgano llevar a cabo un control, no sólo contable sino también legal,
de dichos convenios. Pues bien, el Tribunal de Cuentas se negó a proceder a registrar muchos convenios
colectivos ya celebrados por la manifiesta ilegalidad de los mismos que, en muchas ocasiones, invadían los
ámbitos competenciales propios reservados a la Ley al, por ejemplo, establecer normas sobre la admisión y
9
Y en tercer lugar, los efectos causados por la negociación colectiva diseñada en la
ley marco pusieron en evidencia, por un lado, que resultaba imposible a la Administración
dirigir el proceso de contratación de modo que pudiera respetar las previsiones
presupuestarias, y por otro, que las confederaciones sindicales eran incapaces de afrontar de
modo adecuado la proliferación de intereses particulares y la formación de sindicatos
corporativos, sin poder responder a una progresiva crisis de representatividad.
clasificación del personal, lo que incidía en la constitución de la relación jurídica, reservada a la Ley. No sólo eso,
sino que en ocasiones el propio Gobierno presionó al Tribunal de Cuentas a registrar los decretos en que se
recogían los convenios (vid. FIORILLO, L.: “Dentro e fuori la Legge Quadro” en Lavoro e Diritto, n. 3, 1989, p.
545; CANTERO, J., El empleo público … op. Cit., p. 155). Lo cual, de una forma excesivamente comprensiva,
fue considerado como una potenciación de la negociación colectiva.
22
Reducción del gasto público y búsqueda de la eficacia pueden llegar a ser, en la práctica, criterios o metas
difícilmente conciliables. Así lo puso de manifiesto el Protocolo de Acuerdo sobre el Empleo Público entre el
Gobierno y las Organizaciones sindicales, de 12 de marzo de 1997, al invocar expresamente otra finalidad de la
reforma escasamente explicitada hasta entonces pero que resulta sumamente significativa de la filosofía
subyacente en el proceso. A saber, utilizar el empleo público también como instrumento para disminuir los
porcentajes de desempleo y mejorar las condiciones socioeconómicas de los trabajadores.
23
Vid. SANCHEZ MORON, M., "Sobre la reforma administrativa italiana del período de transición, con
especial referencia a la organización administrativa y al empleo público" en RAP, 134, 1994, p. 471 y ss.
24
Dictado en virtud de la delegación conferida por el Parlamento al Gobierno con el art. 2 de la Ley de 23 de
octubre de 1992, n. 421
25
Gazzeta Ufficiale n. 106, de 9 de mayo de 2001.
10
los empleos son asignadas unas personas, y la relación que se establece entre ellas y el ente
determina el ejercicio de la función. Por ello las previsiones constitucionales al respecto
reservan a la ley la organización de los empleos públicos a fin de que resulten asegurados el
buen funcionamiento y la imparcialidad de la Administración Pública26 .
Por tanto, una concepción privatística del vínculo de empleo con el ente público
debe atender a la distinción entre relación orgánica y relación de servicio, encuadrando esta
última como una relación paritaria caracterizada por el simple intercambio de prestaciones,
intercambio obviamente instrumental a la función pública; y corolario de todo ello, se debe
redefinir el concepto de "supremacía de la Administración". La expresión "empleo público"
incluye un elemento subjetivo (vinculación con entes públicos) y un elemento objetivo
(Derecho público regulador de tal vinculación). La privatización de la Función Pública
puede tener lugar, bien por la privatización de la propia Administración27 , bien por el
sometimiento al Derecho privado de la relación funcionarial.
26
Conviene, por su trascendencia, transcribir desde este momento el art. 97 de la Constitución italiana que
recoge las principales previsiones sobre la función pública: "Las oficinas públicas se organizarán según las
normas de la ley, de modo que se garantice el buen funcionamiento y la imparcialidad de la Administra-
ción./ En la organización de las oficinas públicas se determinarán sus esferas de competencia, las
atribuciones y las responsabilidades de los funcionarios./ En los empleos de la Administración Pública se
ingresará mediante concurso, salvo en los casos establecidos por la ley".
27
Así lo sostiene COLTELLI, R. "Il raporto di lavoro con le Administrazioni e gli enti pubblici" en
Rivista della Corti dei Conti, 1992 (6), p. 283, tras analizar la imposibilidad de reducir la relación de empleo
público a la relación de empleo privada. Es lo que MELE señala como la primera de las formas
privatizadoras del Ordenamiento, junto a la privatización procedimental y a la propia privatización de la
relación de empleo público, consistente en la "transformación de los entes de gestión en sociedades por
acciones", es decir, los entes públicos económicos que ya desde 1923 adoptaron el modelo industrial en sus
relaciones laborales: MELE, E., "La privatizzazione del pubblico impiego" en Nuova Rassegna, nº 15-16
(1993), p. 1541.
11
El Derecho Público de la Función Pública se ha mantenido, en primer lugar,
excluyendo de la privatización a una serie de categorías de empleados públicos que
continúan "sometidos a un régimen estatutario de Derecho público" 28 ; y, en segundo lugar,
junto a esta exclusión de carácter subjetivo, se determinan objetiva y taxativamente un
conjunto de materias reservadas a la regulación unilateral de la ley.
Hay una serie de categorías de empleados públicos que han sido excluidos de la
privatización: A) Los magistrados ordinarios y administrativos29 , y los Fiscales y
Abogados del Estado. B) El personal militar, esto es, el personal que ostenta un status
militarizado (en el que se incluyen los magistrados militares, no comprendidos en la
clasificación anterior). C) Las fuerzas de policía. D) El personal de la carrera diplomática (a
partir de la categoría de Secretario de Legación) y de la carrera prefectoral (a partir de la
categoría de Viceconsejero de Prefectura).
28
SANCHEZ MORON, M., op. cit., p. 485; COLTELLI, R., "Aspetti pubblicistici del nuovo rapporto di
impiego ex DLegs n. 29/93" en Dir. lav., 1993, I, p. 261 y ss.
29
En la locución "magistrados administrativos" habrá que entender incluidos los magistrados del Tribunal
de Cuentas (llamados con más propiedad "magistrados contables"), pues de lo contrario se daría el absurdo
de que esta última categoría no estaría regulada por la ley sino por la contratación colectiva. Vid. MELE, E.,
op. cit., p. 1543, nota 11.
30
Esta delimitación funcional no está exenta de problemas: los objetivos, programas y prioridades no se
establecen en la práctica por los órganos de dirección política; la mera atribución a los dirigentes de poderes
de gestión no basta para modificar las normas existentes que atribuyen a los órganos de dirección política
tales tareas en una relación de especialidad frente a aquella atribución general, es decir, no habría aquí una
derogación de la situación anterior; se permite la avocación de actos a los órganos políticos en caso de
"necesidad y urgencia", lo cual es un ámbito propio de la Administración ordinaria; la atribución de poderes
de gestión a los dirigentes se hace por medio de la técnica del elenco, lo que desmiente una atribución
12
afirmaba la separación Administración-política, desde el punto de vista estructural no
ocurría así. El personal directivo se encontraba dividido entre el dirigente (que englobó a
los anteriores primo dirigente y dirigente superiore), contractualizado y sometido al
Derecho privado, y el dirigente generale, cuyo vínculo político y público era claro, tanto
por su nombramiento por los órganos políticos como por venir su remuneración prevista en
la ley (art. 46 DLeg 29/93).
Puede, pues, observarse que, frente a la afirmación del límite para toda proyectada
privatización constituido por la titularidad de funciones públicas, aparece ciertamente una
no manifiestamente infundada excepción de legitimidad de las disposiciones en examen por
haber pretendido, contra el límite puesto al legislador ordinario por el art. 97, incluir en la
privatización también dependientes públicos titulares de funciones públicas.
13
La presencia de una serie de materias reservadas a la ley en el art. 2.1 c) de la Ley
421/92 obedece a sus directas conexiones constitucionales, reserva que impone, por otro
lado, una necesidad de acto administrativo en esas materias33 . Agrupándolas por materias
tendríamos:
33
STEVANATO, L., "Il pubblico impiego dopo la privatizzazione: prime riflessioni" en Il diritto della
regione, nº 2-3, 1993, p. 422, quien, junto a la reserva de ley, habla de "reserva de acto administrativo" sobre
la base de la ley.
34
Sobre todo ello, ROMEO, C., "La privatizzazione dell'impiego pubblico e le regole sull'accesso" en
Studi in onore di Vittorio OTTAVIANO, vol. I, Giuffrè, Milán 1993, pp. 655-717; MARI, A., Accesso e
carriera nelle pubbliche amministrazioni, Giuffre, Milan 1996.
35
Art. 98 Constitución italiana: "Los empleados públicos estarán al servicio exclusivo de la Nación./ Si
son miembros del Parlamento no podrán conseguir ascensos más que por antigüedad./ Por ley podrán
establecerse limitaciones al derecho de inscribirse en los partidos políticos a los magistrados, los militares
de carrera en servicio activo, los funcionarios y agentes de policía y los representantes diplomáticos y
consulares en el extranjero".
14
D) Docencia e investigación. Por último, queda también reservada a la ley la
garantía de la libertad de cátedra y de la autonomía profesional en el desarrollo de la
actividad docente, científica e investigadora, tal como prevé el art. 33 de la Constitución.
El art. 2.2 DLeg 29/93 señalaba que las relaciones de trabajo de los dependientes de
las Administraciones Públicas se regulaban, a falta de disposiciones específicas, por el
Derecho privado "en la medida en que sea compatible con los límites establecidos por el
presente decreto para la consecución de los intereses generales hacia los que se encaminan
la organización y la acción administrativa" (inciso éste tal como ha sido redactado por el
DLegs 546/93 de 23 de diciembre38 ). La última cláusula suponía una válvula de escape a la
36
CARINCI, F., "La c.d. privatizzazione del pubblico impiego" en RIDL, 1993, I, p. 22.
37
La privatización no cambia en absoluto la cualidad jurídica del empleado público; el hecho de que sea
asumido no con actos unilaterales, sino con contratos de Derecho privado, no significa que aquel no sea ya
un empleado público. Esta calificación no depende, de hecho, de la normativa que regula su relación laboral,
sino del hecho de que sea introducido en una Administración pública para la cual trabaja. De aquí que el
empleo público continúe operando en el ámbito de los procedimientos administrativos que son típicos de la
Administración a la que pertenece, que continúe produciendo o que concurra a producir las disposiciones
administrativas conclusivas de aquellos procedimientos administrativos y que continúe afectado por los
delitos tipificados para los funcionarios públicos. Es decir, la privatización no incide en cómo aparece el
empleado público al interior o al exterior de la organización administrativa pública.
38
El texto original del DLegs n. 29/93 era el siguiente: "... en la medida en que sea compatible con la
especialidad del vínculo y con la consecución de los intereses generales en los términos definidos por el
15
aplicación del Derecho privado por parte del operador jurídico, si bien hay que reconocer
que los márgenes para ello no eran muy amplios. Pero es importante destacar que la
aplicación de esta cláusula podía traer como consecuencia que en materia de empleo
público, cuando faltaba una disposición legal específica, podía aplicarse el Derecho privado
común, pero podía también suceder que viniese aplicada una disposición de Derecho
público creada por los jueces a través de procedimientos analógicos cuando las
disposiciones de Derecho privado común aparecieran incompatibles con la naturaleza
especial del vínculo funcionarial39 .
Quizás por ello las reformas de 1997 en adelante han suprimido dicho inciso, en un
exceso de voluntarismo pues, pese a todo el proceso laboralizador, la Administración tiene
como fin la consecución del interés general, el cual no debe –o no debería- verse hipotecado
por el régimen jurídico del personal. Lo contrario –como parece apuntar el articulo en
cuestión- sería subvertir el lógico orden del Derecho Público y del Derecho Administrativo.
Para eso precisamente surgió el propio Derecho Administrativo, en general, y el Derecho de
la Función Pública, en particular: como instrumento para la consecución del interés general.
El régimen jurídico del personal es un instrumento, no un fin. Cuando aquel se erige en un
fin en sí mismo por encima del interés general, el régimen jurídico del personal –cualquiera
que sea, público o privado- deja de tener sentido y se desnaturaliza.
En cualquier caso, la norma, más que privatizar, "hibrida el Derecho del empleo
público con el privado, donde el dependiente público estará ahora regido por un Derecho
mixto, parte público y parte privado ... La nueva normativa habría dado lugar a un Derecho
privado del empleo público, ni enteramente público, ni enteramente privado, dejado a la
discrecionalidad de la Administración y de los sindicatos" 40 .
presente decreto", cuya inadecuada técnica legislativa suscitaba no pocas dudas e incertidumbres sobre la
supervivencia de los institutos típicos del empleo público y sobre la efectiva remisión al régimen privado.
39
RESCIGNO, G.U., "La nuova disciplina del pubblico impiego. Rapporto di diritto privato speciale o
rapporto di diritto pubblico speciale?" en Lavoro e Diritto, VII, 1993 (4) p. 557. En opinión de este autor, la
nueva normativa establece especialidades en función del ente con el que tiene lugar la relación de trabajo, de
donde tenemos dependientes del Estado, dependientes de las Regiones, dependientes de los entes locales,
etc.; distinción que no depende de la contratación sino de las leyes y de los otros actos normativos requeridos
(es decir, actos unilaterales de la autoridades públicas). Y como la especialidad necesita de una base común,
se ha augurado la formación de un Derecho común a todos los dependientes públicos, Derecho común que
intervendrá allí donde cese la especialidad de los singulares tipos de relación. Y aunque este Derecho común
contará en su interior con muchas reglas iguales a las del Derecho privado común, sin embargo dichas reglas
formarán parte de un sistema complejo, diverso y distinto. Más aún, "se pondría en duda que se tratara de
Derecho privado especial, pese a las proclamaciones del legislador, pudiéndose hablar de un vínculo de
Derecho público, integrado por disposiciones de Derecho privado" (p. 559), de donde los dependientes
públicos permanecen distintos de aquellos dependientes privados no tanto porque dependan de sujetos
públicos, sino porque, por conexión y consecuencia, la disciplina que se aplica a los primeros es de Derecho
privado especial, distinta para esta especialidad del Derecho privado común, lo que permite a RESCIGNO
concluir que "el empleo público ... permanece como un sector del Derecho público, sin poder ser clasificado
como parte del Derecho privado, ni aun especial" (p. 555).
40
CASESE, S., "Il sofisma della privatizzazione del pubblico impiego" en RIDL, 1993, I, p. 301.
16
La piedra angular, el elemento clave que posibilita y da operatividad a la
laboralización es, no obstante, el convenio colectivo. De hecho, el papel relevante que se da
al convenio colectivo en la estructuración del empleo público ha llevado a la doctrina a
hablar, antes que de privatización o de laboralización, de verdadera "contractualización"41 .
Así pues, la regla general es que cualquier materia puede ser incluida en la
negociación colectiva -si bien no existen ya "materias reservadas a la negociación
colectiva"-, salvo aquellas que necesariamente han de ser reguladas por ley, debido a su
conexión constitucional. Al fin y al cabo, el sistema de Función Pública italiana es un
sistema de dualidad de fuentes: la ley y el convenio colectivo, que despliegan su eficacia
sobre el vínculo jurídico que une al trabajador con la Administración. Con la reforma de
41
VIRGA, P., La privatizzazione del pubblico impliego: importanti innovazioni ..., op. cit., 237;
GHERGHI, V., Riflessioni in merito alla contrattualizzazione ..., op. cit., p. 241; CAPANO, G., "La riforma
del pubblico impiego" en Amministrare, nº 2, 1993, p. 279; PICCHI, M., "Brevi note sul D.Lvo 3 febbraio
1993, n. 29, concernente il pubblico impiego" en Nuova Rassegna, nº 15-16, 1993, quien destaca que "con la
negociación se ha querido, por parte del legislador, asimilar el sector público al privado, pero con vínculos
inderogables conectados con el hecho de que no se ha "privatizado" la Administración, sino que se ha
"contractualizado" (y no "desregulado") el vínculo"; CASESE, S., Il sofisma della privatizzazione ..., op. cit.,
p. 305, prefiere hablar de "sindicalización" del vínculo en atención a los amplios poderes otorgados a los
sindicatos en la nueva ley.
42
La presencia del convenio colectivo en la Función Pública italiana se remonta a los años setenta, cuando
la negociación sindical fue progresivamente reconocida por leyes particulares, como fuente de
reglamentación de algunos aspectos de la Función Pública, subsistiendo sin embargo diferencias entre los
sectores en cuanto al objeto de la negociación y en cuanto a los procedimientos. Con la ley marco de 1983 se
buscó dar un marco único a la negociación colectiva para el conjunto de la Función Pública. Desde esta
perspectiva, se distinguieron las materias reservadas a las fuentes unilaterales (organización de los servicios,
plantillas orgánicas, selección, responsabilidad, principales disposiciones estatutarias), las materias dejadas a
la negociación (salarios), y las materias que entraban en el ámbito de la ley para los principios y de la
negociación para los detalles (cuadros, organización del trabajo, horarios, etc.). Se definieron tres niveles de
negociación: interdepartamental para las cuestiones a regular de manera idéntica en toda la función pública,
sectorial para las remuneraciones y descentralizada para otras cuestiones. El legislador estableció igualmente
principios uniformes para la constitución de delegaciones (públicas y sindicales) y el desarrollo de las
negociaciones, cuyo procedimiento fue igualmente precisado: una vez concluida la negociación, el acuerdo
debía ser sancionado por un Decreto del Presidente del Consejo. D'ORTA, C. y DIAMANTI, E., "La
fonction publique vers la `privatisation'" en RFAP, nº 67, 1993, p. 352.
17
1993 se han ampliado ciertamente las materias que pueden ser objeto de la negociación
colectiva pero, a diferencia del régimen anterior, no se recoge una reserva de exclusividad
sobre dichas materias con respecto a la Ley43 . Entre otros peligros, cabe destacar que la
eficacia del convenio colectivo ya en vigor se viera truncada por eventuales intervenciones
legislativas posteriores sobre su ámbito de aplicación. En efecto, el escenario ideal del
proceso laboralizador es que un convenio colectivo sólo puede ser modificado o derogado
por otro convenio colectivo. Ahora bien, la normativa liberalizadora, en su reparto de
materias sujetas a fuentes unilaterales o colectivas, no puede impedir que en ese escenario
aparezca e intervenga la Ley. La voluntariosa y, más que probablemente, inconstitucional44
solución dada por la normativa (último inciso del art. 2.2 Dlegs. 165/2001 45 ) ha sido
considerar que las modificaciones a un convenio introducidas por una fuente unilateral (Ley
o reglamento) estarán en vigor hasta que un convenio posterior derogue esa regulación
unilateral (a no ser que la propia regulación unilateral previese su futura inderogabilidad por
los convenios). O sea, convenios colectivos derogando leyes. Sobran los comentarios.
43
D'ORTA, C. y DIAMANTI, E., Ibid. ZOPPOLI, L., "La contrattazione collettiva: due pasi indietro e
uno avanti" en Lavoro e Diritto, 1993 (4), p. 592. Igualmente, CASESE, S., Il sofisma della privatizzazione
..., op. cit., p. 304, quien, partiendo de la inexistencia de una reserva de negociación, señala que "la nueva
disciplina no impide en absoluto que intervengan sucesivas leyes para modificarla, publificando así una
materia ya privatizada", posibilidad que ha sido expresamente prevista por el DLegs 546/93: ALBENZIO,
G., "Il punto sulla privatizzazione del pubblico impiego dopo gli interventi correttivi del DLegs n. 29/1993"
en RIDL, 1994 (3), p. 393 y 394.
44
Vid., CANTERO, J., El empleo público … op. Cit., pp. 205-219 y, en especial, p. 219.
45
Por su interés reproducimos literalmente el citado articulo: “Eventuali disposizioni di legge, regolamento o
statuto, che introducano discipline dei rapporti di lavoro la cui applicabilita' sia limitata ai dipendenti delle
amministrazioni pubbliche, o a categorie di essi, possono essere derogate da successivi contratti o accordi
collettivi e, per la parte derogata non sono ulteriormente applicabili, salvo che la legge disponga espressamente
in senso contrario”.
18
El procedimiento de negociación de los convenios colectivos se lleva, pues, a cabo
entre la Agencia y los sindicatos calificados como más representativos. El primer
preacuerdo al que ambos lleguen debe ser objeto, no ya de una autorización del Gobierno,
sino de un informe del antes citado Comité sectorial, según el ámbito de negociación.
Dicho informe versará sobre las cargas financieras que suponga el futuro convenio y su
compatibilidad con los presupuestos de las Administraciones afectadas. A continuación
interviene el Tribunal de Cuentas, cuyo papel se ha limitado al pasar del control de la
autorización del Gobierno de 1993 (control que se extendía no sólo a la legalidad financiera
y contable sino también incluso a todo el proceso, por lo que llegaba a desplegarse sobre el
propio contenido del convenio46 ) a la mera certificación de compatibilidad de las recientes
reformas. Finalmente, la Agencia y los sindicatos más representativos pueden firmar el
convenio colectivo. Y tanto fue el afán del Legislador de dejar claro que para su validez y
eficacia no se requería recepción reglamentaria alguna que hasta se olvidó de prever su
publicación en la Gazzeta Ufficiale, aunque en la practica se entiende que se deba proceder
a la misma pero, congruentemente, no como condición de eficacia, sino a los solos efectos
de facilitar el conocimiento para los demás ciudadanos.
Por lo que hace referencia al propio vínculo laboral, éste viene constituido por el
contrato individual del trabajador con el ente público, con lo que desaparece el acto de
nombramiento. Sus modificaciones serán negociadas entre las partes y su extinción puede
también tener lugar por la rescisión unilateral del empleador (esto es, la Administración), es
decir, el despido.
46
Vid. D'AURIA, G., "Il "nuovo" pubblico impiego e i controlli amministrativi" en Diritto del lavoro e di
relazioni industriali, nº 58, 1993 (2), pp. 320-326.
47
VIRGA, P., La privatizzazione del pubblico impiego: importanti innovazioni ..., op. cit., p. 239. En el
mismo sentido, GHERGHI, V., Riflessioni in merito alla contrattualizzazione ..., op. cit., p. 242.
19
No obstante, el art. 2.3 del Dlegs. 165/2001 califica al contrato de trabajo como
“fuente” de la relación jurídica. Afirmado, pues, que el contrato individual que celebra la
Administración con el trabajador es fuente reguladora de la relación jurídica, lo cierto es
que su virtualidad es dudosa, toda vez que la Administración debe observar en su actuación
el principio de igualdad. Pues volvemos a que la Administración no es un empresario, por
mucho que así lo equipare ficticiamente la norma. No lo es ni puede actuar como tal, pues
sus principios de actuación formales (procedimiento reglado de selección, principios de
mérito y capacidad y de igualdad) y sustanciales (consecución del interés general, sin ánimo
de lucro, no se juega su dinero) son radicalmente diferentes a los de un empresario privado.
Otro aspecto del contenido de la relación laboral que interesa destacar es el relativo
a las retribuciones. Señalábamos al inicio como una de las razones de las reformas italianas
era la mejora de la eficacia de las Administraciones Públicas, lo que, traducido al ámbito de
los recursos humanos, se entiende como aumento de la productividad, lo cual, a su vez, se
concreta en un nuevo método de determinación de las retribuciones vinculado a esa
productividad. No es que, como de todos es conocido, los regímenes administrativos de
Función Pública desconozcan la productividad como elemento o complemento de los
salarios. El problema era la discrecionalidad en su apreciación o, mejor dicho, la
arbitrariedad en su concesión.
48
Art. 45.3 Dlegs. 165/2001: “I contratti collettivi definiscono, secondo criteri obiettivi di misurazione,
trattamenti economici accessori collegati: a) alla produttivita' individuale; b) alla produttivita' collettiva tenendo
conto dell'apporto di ciascun dipendente; c) all'effettivo svolgimento di attivita' particolarmente disagiate
obiettivamente ovvero pericolose o dannose per la salute. Compete ai dirigenti la valutazione dell'apporto
partecipativo di ciascun dipendente, nell'ambito di criteri obiettivi definiti dalla contrattazione collettiva”. Vid.
CANTERO, J., El empleo público … op. Cit., p. 162.
20
o el Reglamento, es garantía suficiente para evitar que esa discrecionalidad degenere en
arbitrariedad.
21
ha mostrado imposible, por lo que algunos ámbitos subjetivos y objetivos han tenido que
ser excluidos de la reforma.
Una cosa es sostener como deberían o podrían ser los vínculos, y otra analizar la
realidad normativa en su efectiva aplicación. Es decir, una cosa es disertar sobre la
oportunidad de reformas radicales de la actual situación, propugnando progresivas
transferencias del Ordenamiento administrativo al Ordenamiento privado; y otra, en
cambio, el percibir la exacta connotación del sistema vigente. "Es esencial distinguir ambos
planos, porque precisamente gracias a la objetiva percepción de las lógicas del
Ordenamiento, tal como ellas inciden en concreto sobre los vínculos, es posible captar, en
un segundo momento, las líneas de política del Derecho, advirtiendo que las modificaciones
estructurales en la materia que aquí nos ocupa son lentas y no están privadas de graves
contradicciones" 50 .
50
ROMEO, C., "La privatizzazione dell'impiego pubblico e le regole sull'accesso" en Studi in onore di
Vittorio OTTAVIANO, vol. I, Giuffrè, Milano 1993, p. 676.
51
Una presentación historica del Civil Service puede verse en PYPER, R., The Evolving Civil Service, Longman,
Burnt Hill 1991.
52
Report on the Organisation of the Permanent Civil Service, London 1854.
22
más precioso legado individual que un Gobierno del siglo XIX hizo al siglo XX” 53 . Dos
fueron las principales innovaciones que explican esta aseveración. En primer lugar, la
generalización del principio de mérito y capacidad para gestionar el Civil Service y al servicio
del cual se crea la Civil Service Commission para proceder de forma independiente a la
selección del personal mediante exámenes públicos 54 . Esto propició el segundo logro: el
principio de neutralidad o imparcialidad política, que suponía la conformación de un Civil
Service permanente capaz de transmitir su lealtad y su pericia de un Gobierno elegido a otro.
El citado informe sentaba, además, las bases para superar la atomización organizativa
endémica de las primitivas Administraciones decimonónicas, si bien no fue hasta el final de la
I Guerra Mundial que W. FISHER impulsó la naturaleza unitaria del Civil Service,
fortaleciendo el papel preponderante que el Tesoro (o Ministerio de Hacienda) ha ostentado
hasta hace poco. Surge así el Civil Service como entidad única pese a la existencia de
diferentes Ministerios o Departamentos55 .
53
HENNESSY, P., The British Civil Service: The Condition of Mr. Gladstone’s Legacy as the Century Turns,
Founder’s Day Address, St. Deiniol’s Library, Hawarden Castle, 8 July 1999.
54
Estos rigurosos exámenes públicos, similares a nuestras tradicionales oposiciones, hace ya tiempo que cayeron
en desuso. Hoy en día, en cambio, la selección se basa más bien en las calificaciones del sistema educativo
(escuela y Universidad), complementadas, en su caso, con entrevistas personales y exámenes especiales: cfr.
WADE, H.W.R. & FORSYTH, C.F., Administrative Law, 8th edition, Oxford University Press, Oxford 2000, p.
54.
55
HENNESSY, P., Whitehall, Secker and Warburg, Londres 1989, pp. 70-74.
56
The Civil Service, Cmnd. 3638, Session 1968-9.
57
DREWRY, G. y BUTCHER, T., The Civil Service Today, 2nd. Ed., Blackwell, Oxford 1991.
58
KELLNER, P. y CROWTHER-HUNT, L., The Civil Servants: An Inquiry into Britain’s Ruling Class,
McDonald, Londres 1980, capitulos 4 y 5.
59
Improving Management in Government: The Next Steps (1988).
60
Modernising Government, White Paper, Cm. 4310, Marzo 1999.
23
Public Life, cuyos informes (en especial el conocido como Informe Nolan61 ) ha reforzado la
deontología del Civil Service y cuya trascendencia, a través de la redacción de Códigos de
Conducta, ha llegado a muchas Administraciones europeas.
En la actualidad, el Civil Service cuenta con cerca de 482.000 empleados, de los cuales
453.000 tienen una vinculación permanente y de naturaleza Pública 62 . Esta cantidad apenas
supone el 2% de los 29 millones a los que asciende la población activa británica, en la que el
trabajo en el sector público representa en total el 18% 63 .
Sin embargo, a partir de 1988 el programa Next Step ha reemplazado la teoría de una
Función Pública uniforme en su organización por una concepción de un Civil Service que se
compone de “una estructura federal de unidades más autónomas”66 . En efecto, dicho
programa ha supuesto una radical reorganización de la Administración central británica y en la
actividad de los Departamentos y Ministerios, al crear en su seno un gran número de
Agencias67 ejecutivas que, desde una autonomía orgánica y funcional, puede establecer
regulaciones propias sobre su personal en lo concerniente, por ejemplo, a sus remuneraciones
o a la clasificación de los empleados. La doctrina, especialmente, ha sido sumamente critica
con esta fragmentación o federalización 68 . El Gobierno no ha negado esta falta de unidad, si
61
First Report from the Committee on Standards in Public Life, Cm. 2850, 1995. Este informe está ampliamente
analizado en FUENTETAJA, J. y GUILLEN, J., La regeneración de la Administración Pública en Gran Bretaña,
Civitas, Madrid 1996.
62
Civil Service Stastistics 2001, p. 2.
63
Junto al tanto por ciento ya citado del Civil Service, hay que contar el 5% de las Empresas y Organismos
públicos, un 1% que se reparte entre otros órganos del Gobierno central y, especialmente, el 10% que representa
la Función Pública local.
64
Cfr. DRENERY, G. y BUTCHER, T., The Civil Service Today, Basil Blackwell, Oxford 1988, p. 43.
65
Vid. BIRD, D.L., The Civil Service College (1970-1995), HMSO, Londres 1995.
66
Developments in the Next Step Programme: The Government reply to the Fifth Report from the Treasury and
Civil Service Committee-Session 1988-89, Cmnd. 841, p. 5. En abril de 2001, el 76% del personal del Civil
Service trabajaba ya en Agencias ejecutivas, en una tendencia que sigue incrementándose.
67
Para una exposición general puede consultarse CRAIG, P.P., Administrative Law, 4th ed., Sweet&Maxwell,
Londres 1999, pp. 89-120.
68
Vid., por ejemplo, CHAPMAN, R.: “The end of the civil service” en Teaching Public Administration, vol. 12,
1992(2), pp. 1-5; PYPER, R., The British Civil Service, Prentice Hall, Londres 1995, pp. 181-187.
24
bien ha considerado que lo importante era alcanzar un Civil Service unificado pero no
necesariamente uniforme. Y para ello, lo que desde el punto de vista de la organización había
quebrado el Next Step, pretende alcanzarlo a través de los principios o valores esenciales del
Civil Service.
El primero en denunciar la erosión de los valores del Civil Service como consecuencia
de las reformas administrativas fue el Committee of Public Accounts al advertir los fallos a la
hora de “asegurar que la delegación de responsabilidades se viera acompañada por claros
mecanismos de control y responsabilidad” 69 . Quizás las causas de ese efecto se enmarquen en
un “conflicto más amplio entre los valores orientados a los negocios de los actuales gestores
de la Función Pública y la ética del servicio público”70 , y es que la denominada revolución del
«management» ha actuado, en ocasiones, como el caballo de Atila, que por donde pasaba no
volvían a crecer ni los valores ni los standards de conducta tradicionales del Civil Service.
Crípticamente advierte SÁNCHEZ MORÓN que “los excesos en la aplicación de las pautas
de organización propias de la empresa privada pueden reducir las garantías del sistema de
mérito y de imparcialidad de los empleados públicos, con las inevitables secuelas de
corrupción” 71 .
En definitiva, los valores esenciales del Civil Service deben ser preservados
precisamente por cada Gobierno, quien tiene el deber de transmitirlos intactos a sus sucesores.
En este sentido, el Libro Blanco Continuity and Change recoge los siguientes valores del civil
service : “integridad, neutralidad política, objetividad, selección y promoción basados en el
principio de mérito y responsabilidad a través de los Ministros ante el Parlamento”74 . Se
69
The Proper Conduct of Public Business, HC (1993-94), n. 3, p. VII.
70
The Role of the Civil Service, n. 75.
71
SÁNCHEZ MORÓN, M., Derecho de la Función Pública, Tecnos, Madrid 1996, p. 37.
72
The Role ot the Civil Service, n. 75.
73
Ibíd.
74
Cmnd. 2627, n. 2.7. La formulación de estos principios, tal y como los recoge el Libro Blanco, corresponde al
anterior Head of the Home Civil Service, Sir Robin Butler, quien la realizó por vez primera en el vista oral ante el
Treasury and Civil Service Committe, el 26 de abril de 1994, recogido posteriormente por el Quinto Informe de
dicho Comité -The Role of the Civil Service- en los dos volúmenes que integran aquel.
25
reafirman así los tres pilares básicos de la Función Pública británica: neutralidad, lealtad y
anonimato. En primer lugar neutralidad: el funcionario es permanente y no político, por lo que
continúa en su puesto pese a los diferentes cambios de Gobierno. En segundo lugar, se exige a
los funcionarios una lealtad total al Gobierno, así como cumplir sus decisiones
“meticulosamente y con la misma energía y buena voluntad, tanto si están de acuerdo como si
no” 75 . Y en tercer lugar, y como contrapartida a su lealtad, “los funcionarios permanecen
anónimos: están protegidos tanto de las críticas como de las alabanzas públicas. Es el
Ministro, el responsable político del Ministerio, quien asume las responsabilidades por las
acciones de los funcionarios” 76 . Se da, pues, un doble juego del principio de reciprocidad en
virtud del cual la neutralización política del funcionario se corresponde con la despolitización
de la Administración, de forma que se exige a los funcionarios “que se esfuercen en realizar
sus tareas con el mismo espíritu de objetividad e imparcialidad que preside su
nombramiento” 77 .
Las palabras del Fitht Report del Treasury and Civil Service Committee son
sumamente elocuentes de la importancia de todos estos valores para comprender cabalmente
la Función Pública británica: “Los valores de imparcialidad, integridad, objetividad, selección
y promoción basados en el mérito y responsabilidad deben actuar como caracteres
unificadores del Civil Service británico. Son tan importantes hoy en día como lo fueron en el
siglo pasado: su importancia no debería disminuir en el siglo venidero. Creemos que la razón
para la existencia de una Función Pública permanente y políticamente imparcial es tan
imperiosa actualmente como lo ha sido a lo largo de este siglo. El principio de selección y
promoción basados en el mérito debe representar el cimiento del Civil Service. La importancia
de los valores de integridad, imparcialidad, objetividad y responsabilidad radica en las
características de las tareas que la Función Pública está llamada a desempeñar. Estos valores
reflejan y no imposibilitan los trabajos a realizar y afectan tanto a los funcionarios que sirven
al público como aquellos que sirven directamente a los Ministros. Tales valores pueden y
deben actuar como una fuerza unificadora para todo el Civil Service” 78 .
Se puede afirmar, sin temor a exagerar, que la neutralidad política del funcionario
británico ha sido uno de los caracteres más idiosincráticos del Civil Service británico. El
primer paso fue una autentica “esterilización política"79 de los empleados públicos, en
detrimento, eso sí, del pleno disfrute de sus derechos y libertades políticas. En este sentido, el
civil servant no puede expresar públicamente sus opiniones políticas ni adoptar siquiera una
75
“The Duties and Responsabilities of Civil Servants in Relation to Ministers”, Note by the Head of Home Civil
Service R. Armstrong, reproducido en CCSU Bulletin, vol. 8, nº 2, pp. 28-29, para. 7.
76
FREDMAN, S. y MORRIS, G.S., The State as Employer. Labour Law in the Public Services, Mansell,
London/New York 1989, p. 209. “En la determinación de la política, el funcionario no tiene responsabilidad
constitucional distinta de la del Ministro ... Cuando, habiendo proporcionado toda información y consejo
pertinentes (se refiere a los funcionarios), el Ministro toma una decisión, el deber del funcionario es ejecutarla
lealmente”: The Duties and Responsabilities ... op. cit., para. 7.
77
KONDYLIS, V., Le principe de neutralité dans la fonction publique, LGDJ, París 1994, (560 p.), p. 202.
78
The Role of Civil Service, n. 72.
79
EPSTEIN, L.: “Political Sterilization of Civil Servants. The United States and Great Britain” en Public
Administration Review, n. 4, 1950, pp. 281-290.
26
posición de forma Pública sobre una cuestión política, asociarse libremente a un partido
político, participar en contiendas electorales y, muy especialmente, presentarse como
candidato a las elecciones al Parlamento sin haber previamente renunciado a su puesto o
haberse jubilado. En el ámbito municipal, el ejercicio de un cargo quedaba subordinado a la
autorización del Jefe de personal correspondiente que debía asegurar que dicho cargo no iba a
perjudicar al servicio. Más aún, en determinados casos y por cierto tiempo se llegó a negar el
derecho de voto a ciertas categorías de funcionarios.
La neutralidad política de los empleados públicos surge, pues, desde los mismos
orígenes del moderno Civil Service en el siglo XVIII (Act of Settlement de 1701) y se mantuvo
incólume hasta su progresiva atenuación como consecuencia de la actividad sindical. Ahora
bien, estas exigentes y casi draconianas normas de “esterilización política” se entienden mejor
en el contexto de un Civil Service que no seria despolitizado hasta casi un siglo y medio
después. En efecto, esas normas de neutralización subjetiva se aplicaban a una Administración
extremadamente politizada en la que primaban el patronazgo y la patrimonializacion de los
empleos, lo que se traducía en favoritismos y nepotismos en los nombramientos y venganzas
políticas en los despidos. Un auténtico sistema de botín. En este contexto, en el que el
empleado llegaba a sus puestos de forma harto sospechosa, las normas que tendían a su
neutralización política eran, sin duda, un logro y una garantía de buen servicio.
No obstante, en los últimos años se han producido ejemplos de politización del Civil
Service que han puesto en evidencia, por un lado, que el régimen jurídico tenía sus vías de
escape y, por otro, que la neutralidad también descansaba en gran medida sobre la práctica
política que consensuaba abstenerse de injerencias en el Civil Service. Sin embargo, este
consenso se ha quebrado cuando los cambios en el Gobierno se han producido después de
27
largos periodos de Gobiernos de signo contrario, de forma que “heredaban” un Civil Service
(en especial en sus altos cargos) que constituía una hechura de sus antecesores y al que los
nuevos Ministros miraban siempre con suspicacia y llegaban a acusar de entorpecer sus
nuevas políticas. En realidad se trata de un fenómeno universal que no conoce ni de ideologías
(gobiernos de M. THATCHER80 o de T. BLAIR81 ), ni de países (la historia reciente de
España nos proporciona también ejemplos similares).
Los ingleses utilizan dos términos para referirse a lo que nosotros denominamos
«responsabilidad»: accountability y responsibility. El primero hace referencia a la
responsabilidad (accountability) ministerial ante el Parlamento en cuanto deber último del
Ministro de responder (to account) ante el Parlamento por la labor de su Departamento, es
decir, el Ministro encargado de un Departamento ministerial es la única persona responsable
del trabajo de ese Ministerio. Esto viene a significar, en última instancia, que se pueden pedir
cuentas a los Ministros de cualquier acción de la Administración (Civil Service), de ahí que el
Gobierno sostenga que, desde el momento en el que los funcionarios actúan en nombre (on
behalf) de los Ministros -salvo en aquellos casos específicos en los que las leyes atribuyan
poderes o responsabilidades directamente a los funcionarios- los Ministros son los únicos
80
Cfr. RIDLEY, F., The British Civl Service and Politics: Principles in Question and Traditions in Flux, A.I.F.P.,
1983.
81
JONES, N., The Control Freaks. How New Labour Gets its Own Way, Ed. Politico’s, Londres 2001, en especial
el capítulo 3.
82
Code of Conduct of Special Advisors, julio 2001: “1. As the Ministerial Code explains, the employment of
special advisers on the one hand adds a political dimension to the advice available to Ministers, and on the other
provides Ministers with the direct advice of distinguished experts in their professional field, while reinforcing the
political neutrality of the permanent Civil Service by distinguishing the source of political advice and support
(paragraph 50)./ 2. Special advisers are employed to help Ministers on matters where the work of Government
and the work of the Government Party overlap and it would be inappropriate for permanent civil servants to
become involved. They are an additional resource for the Minister providing advice from a standpoint that is
more politically committed and politically aware than would be available to a Minister from the Civil Service”.
28
responsables (accountable) ante el Parlamento, mientras que los funcionarios lo serán ante
aquellos.
83
Vid. PYPER, R., The doctrine of individual ministerial responsibility in British Government: Theory and
Practice in a new regime of parliamentary accountability, Tesis Doctoral, 1987, Universidad de Leicester.
84
Cfr. DOWDING, K., The Civil Service, Routhledge, Londres/Nueva York 1995, p. 178, quien, por un lado,
considera “secretismo” el anonimato del funcionario y, por otro, describe numerosos casos en los que el principio
de responsabilidad ministerial sólo ha servido para que Ministros y funcionarios se escudasen mutuamente.
85
Algunos autores, incluso, consideran que las reglas constitucionales sobre responsabilidad (accountability) son
“incompatibles con la filosofía managerialista del Next Step”: DAVIES, A. y WILLMAN, J., What Next?
Agencies, Departments and tha Civil Service, Institute for Public Research, Londres 1991, p. 27.
29
El marco jurídico y normativo del Civil Service viene constituido, por un lado, por la
relación jurídica que vincula al civil servant con la Corona y, por otro, por los instrumentos
normativos que regulan dicha relación.
3.2. El Civil Service como prerrogativa de la Corona. Hacia un Civil Service Act del
Parlamento.
En 1854 el Informe Northcote-Trevelyan sentó las bases del actual Civil Service. Este
Informe concluía con el siguiente párrafo:
86
Así, la Race Relations Act de 1976 extendió el principio de no discriminación por razón de raza al Civil Service.
Más reciente y trascendente ha sido la Employment Rights Act de 1996 que, pese a no vincular al Civil Service, ha
extendido a su ámbito las indemnizaciones por despido improcedente.
87
Inland Revenue Commissioners v. Hambrook, [1956] 2QB, pp. 641-654. Y más significativa aún, la regla de
que los civil servants están sujeto al libro despido (at pleasure): “Un contrato para emplear a un servidor de la
Corona por un tiempo determinado sería contrario al interés público e inconstitucional. La Corona no es
competente para atarse las manos con tal contrato” : Dunn v. The Queen, [1896] 1QB, p. 116; Riordan v. War
Office, [1959] 1WLR, p. 1046.
88
Vid. BLAIR, L.: “The Civil Servant. A Status Relationship?” en M.L.R., 1958, nº 21, p. 265.
89
WADE, H.W.R. & FORSYTH, C.F., Administrative Law ... op. Cit., p. 73.
30
Sin embargo, esta recomendación no fue seguida y la Función Pública británica se ha
desarrollado a golpe de Orders in Council dictadas al amparo de la prerrogativa real. Las
prerrogativas de la Corona son los poderes de que ésta dispone derivados del common law y
no del Derecho estatutario (o legislado), pero como este último puede modificar aquel, DICEY
definió la prerrogativa como el residuo de autoridad discrecional o arbitraria que en un tiempo
dado está jurídicamente en manos de la Corona90 . Ello no pone sino de manifiesto la
naturaleza histórica de la Prerrogativa, la cual vendría constituida por los poderes que la
Corona ha conservado a raíz de su enfrentamiento secular con el Parlamento. Uno de esos
poderes es el de la gestión de la Función Pública, “que se rige por lo dispuesto en las
facultades atribuidas por el common law a la Corona como «empleador», y cuando sea
necesario por la prerrogativa real ejercida a través de orders in council y desarrollada por
reglamentos”91 . En consecuencia, el Gobierno puede establecer o modificar las condiciones de
empleo discrecionalmente92 . La vigente order in council para el Civil Service data de 1995,
aunque ha sido modificada en varias ocasiones.
El objetivo de esta “consagración legislativa” sería reforzar el papel de los valores del
Civil Service, así como involucrar al Parlamento en la elaboración de toda la normativa
aplicable a los funcionarios, sustrayéndola a la discrecionalidad del Gobierno94 . Su primera
consecuencia redundaría en las bases estatutarias de la Civil Service Commission, cuya misión
ya no es la originaria de organizar el reclutamiento de los funcionarios95 . Las ventajas de una
legislación sobre el tema serían la mayor autoridad de esa normativa -y, por extensión, de los
Civil Service Commissioners- y la confirmación de la neutralidad política del Civil Service. No
obstante, aunque diversas instancias institucionales96 y académicas97 así lo han reclamado, la
actitud del Gobierno británico ha sido ambigua y esquiva 98 .
90
Cfr. DICEY, A.V., An Introduction to the study of the Law of Constitution, 10th ed., MacMillan, Londres 1979
(reimp.), p. 424.
91
WADE, E.C .S. y BRADLEY, A.W., op. cit., p. 276.
92
Council of Civil Service Unions v. Minister for the Civil Service, [1985] AC, pp. 374-409.
93
Taking forward Continuity and Change, p. 8.
94
Cfr. The Role of the Civil Service, n. 116.
95
Cfr. DEBBASCH, Ch., Ciencia administrativa. Administración pública, 2ª edición, INAP, Madrid 1981, p.
337, donde se pone de manifiesto la original -y problemática- solución de desdoblar en dos órganos las funciones
de reclutar a los funcionarios -Civil Service Commission- y de organizar sus carreras -el Ministerio de Hacienda y,
últimamente, los Deprtamentos y las Agencias.
96
Committee on Standards of Public Life, en todos y cada uno de sus Informes.
97
LEWIS, N.D.: “A Civil Service Afc for the United Kingdom” en Public Law, Autumn, 1998, pp. 463-488.
98
Ni el Manifiesto electoral del Partido Laborista (New Labour, Because Britain Deserves Better, 1997) ni el
Libro Blanco Modernising Government hacen referencia alguna a una Ley de Función Pública. No obstante, el
Gobierno de Tony BLAIR sí que ha confirmado su disposición a aprobar una legislación de Función Pública
31
3.2. El Código de gestión de la Función Pública (Civil Service Management Code).
La Civil Service Order in Council de 1995 atribuye al Ministro para la Función Pública
competencia no sólo para adoptar reglamentos y dictar instrucciones que, desarrollando
aquella primaria norma, coadyuven a la buena gestión del Civil Service, sino también para
establecer y modificar el régimen jurídico de los empleados públicos. En este contexto, el
instrumento más importante es el Civil Service Management Code que, si bien no establece
por sI mismo directamente ningún contenido específico de la relación jurídica de los
empleados públicos, sí que dispone reglas y principios sobre su régimen jurídico que deben ser
observados por los Ministros y los Directores de las Agencias ejecutivas en el ejercicio de las
amplias potestades discreccionales de organización que al respecto se les atribuyen.
En efecto, la acusada desconcentración del actual Civil Service confiere a los Ministros
y, en el marco de los acuerdos de creación y funcionamiento de las Agencias ejecutivas, a los
Directores de éstas amplias competencias para desarrollar el régimen jurídico del personal que
trabaja para ellos. Así, pueden, en primer lugar, establecer las cualificaciones requeridas para
ser nombrado empleado público, lo que incluye elementos como edad, conocimientos,
capacidades, etc. Y, en segundo lugar, gozan de amplias competencias para determinar la
plantilla orgánica de su unidad: número, grados o régimen jurídico (clasificacion, retribución,
indemnizaciones, dietas, vacaciones, jornada laboral, formación, promoción, edad de
jubilación, despido, cambio de destino o transferencia a otras unidades). El elenco es,
sencillamente, asombroso.
“cuando se produzca la coyuntura legislativa propicia para ello” (The Government’s Response to the Report from
the House of Lords Select Committee on the Public Service, Cm. 4000, July 1998).
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que es preciso destacar el Armstrong Memorandum99 , el Civil Service Management Code y las
Questions of Procedure for Ministers 100 .
Sin embargo, el Treasury and Civil Service Committee consideró que ninguno de estos
documentos “presenta los valores esenciales del Civil Service con suficiente claridad”101 , y
ello porque cada documento tiene unos destinatarios bien precisos: el Armstrong
Memorandum se dirige a los funcionarios en sus relaciones con los Ministros; el Civil Service
Management Code a los gestores de la Función Pública; y las Questions of Procedure for
Ministers a los Ministros. Pero ninguno proporciona un mensaje claro y simple a todos los
funcionarios y al público en general sobre los standards que deben ser cumplidos y sobre la
posición y el papel constitucional del Civil Service.
99
The Duties and Responsabilities of Civil Servants in Relation to Ministers, Cmnd. 2627, HC (1985-86) 92-II,
pp. 7-9. El Armstrong Memorandum describía la naturaleza y posición del Civil Service británico con los
siguientes términos: “Civil servants are servants of the Crown. For all practical purposes the Crown in this
context means and is represented by the Government of the day ... The Civil Service as such has no constitutional
personality or responsability separate from the duly constituted Government of the day ... The British Civil
Service is a non-political and professional career service subject to a code of rules and disciplines”.
100
El parágrafo 55 de las Questions of Procedure for Ministers se expresa de la siguiente manera: “Ministers have
a duty to give fair consideration and due weight to informed and impartial advice from civil servants, as well as to
other considerations and advice, in reaching policy decisions; a duty to refrain from asking or instructing civil
servants to do things which they should not do; a duty to ensure that influence over appointments is not abused for
partisan purposes; and a duty to observe the obligations of a good employer with regard to terms and conditions
of those who serve them. Civil servants should not be asked to engage in activities likely to call in question their
political impartiality, or to give rise to the criticism that people paid from public funds are being used for Party
political purposes”.
101
The Role of Civil Service, n. 101.
102
The Role of Civil Service, n. 102.
103
Una versión traducida del mismo puede encontrarse en FUENTETAJA, J. y GUILLEN, J., La regeneración de
la Administración Pública en Gran Bretaña, Civitas, Madrid 1996, Anexo II, si bien no incluye las
modificaciones que se llevaron a cabo el 13 de mayo de 1999 para adecuarlo a la descentralización en favor de
Escocia y Gales.
33
y obligaciones de los empleados públicos, definiendo y tipificando, consecuentemente,
auténticas faltas y sanciones disciplinarias. Lejos, pues, del principio de legalidad del Derecho
de la Función Pública continental. Cuando en España, Francia o Italia, por ejemplo, el
Gobierno aprueba documentos que titula “Códigos de Conducta”, su eficacia no deja de ser
admonitoria y, si se quiere, explicativa o interpretativa de lo que la Administración entiende
debe ser un adecuado comportamiento de los empleados públicos, pero ni por asomo podrían
establecer faltas o sanciones disciplinarias. A diferencia de muchos países de la Europa
continental, la concepción del Civil Service como una “prerrogativa de la Corona” lo aleja del
principio de legalidad en esta materia.
El Código señala, por ejemplo, que los funcionarios deben lealtad al Gobierno
legítimamente constituido “según lo dispuesto en este Código” (nº 2). Recuerda a los
funcionarios algunos de sus deberes fundamentales como consecuencia de su posición,
incluyendo la importancia primordial de la obediencia a la ley y el respeto de la legalidad
vigente. Incluye el deber de los Ministros de familiarizarse con el nuevo Código y no pedir a
los funcionarios que lo incumplan. Informa a todos los funcionarios de sus deberes respecto a
la Administración pública, incluyendo el uso del dinero público que esté bajo su control.
Asimismo, recuerda a los funcionarios sus deberes con relación a la separación de los intereses
públicos y de sus intereses privados, la neutralidad política y la confidencialidad.
34
- Grado 4: escala numérica de la estructura abierta que no cuenta actualmente con una
denominación particular.
- Grado 5: Assistant Secretary o Jefe de División, al que se puede llegar no sólo desde el
grado 6 -como es lo normal- sino también directamente desde el grado 7.
- Grado 6: Senior Principal o Administrador Civil Principal.
- Grado 7: Principal o Administrador Civil, primer escalón de la estructura abierta, al que
se puede acceder, bien directamente desde cualquier grupo o desde el exterior, bien
desde el interior del propio Grupo de Administración a través de sus dos escalones más
altos: el Senior Executive Officer y el Higher Executive Officer D.
- Senior Executive Officer, situado en el escalón más alto y cuyo resultado normal de
promoción es el acceso a la estructura abierta en su grado 7.
- Higher Executive Officer D, jerárquicamente equiparado al Senior Executive Officer,
supone el punto de promoción de diversas escalas del Grupo, ya sea promoción normal
(Administration Trainee o administrador en prácticas, del que luego hablaremos), ya sea
promoción excepcional (Higher Executive Officer, pese a lo cual es su inmediato
inferior jerárquico, y Executive Officer, que se sitúa tres grados más abajo en la escala).
- Higuer Executive Officer.
- Administration Trainee, situado en el escalón número 4, constituye “la entrada lateral
prevista para los universitarios en el empleo de Administradores en prácticas”105 ;
también supone una vía excepcional de promoción para el Executive Officer.
- Executive Officer, situado en el escalón número 3, al que se puede acceder, bien por
promoción desde el empleo inferior, bien desde el exterior.
- Administrative Officer, escalón creado en 1987, permite, igualmente, la entrada lateral
desde el exterior.
- Administrative Assistant, finalmente, creado también en 1987, es el nivel inferior.
V.- CONCLUSIONES.
104
PARADA VAZQUEZ, R., Derecho Administrativo II. Organización y empleo público, Novena edición,
Marcial Pons, Madrid 1995, p. 390.
105
PARADA VAZQUEZ, R., Derecho Administrativo ... op. cit., p. 391.
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continuidad también de sus medios personales que se debía traducir en la estabilidad en el
empleo que otorgase una posición jurídica a los empleados que les permitiese igualmente una
imparcialidad en el ejercicio de sus funciones. Probablemente aquel incipiente Derecho
Laboral decimonónico no estuviese en condiciones de subvenir estas necesidades.
Sin embargo, las respectivas evoluciones del Derecho de la Función Pública y del
Derecho Laboral han sido diferentes y, en muchos casos, convergentes. Mientras éste se ha
“funcionarizado”, para aquel se ha propuesto la laboralización. Italia es el ejemplo más
radical. Pero este proceso laboralizador tiene un fundamento filosófico que afecta a la propia
estructura del Derecho Administrativo, en general, y del Derecho de la Función Pública, en
particular, pues a lo largo del s. XX se produjo un giro copernicano en sus fundamentos, de
forma que la originaria prioridad dada a la consecución del interés general y que amparaba la
configuración de instrumentos exorbitantes en manos de la Administración Pública (como los
regímenes estatutarios) da paso a una mayor valoración, no de ese interés general, sino del
interés de los trabajadores. Una perspectiva tuitiva de ese interés es lo que explica el proceso
de laboralización.
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