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Concepto y distinción.
A la vista de lo anterior, el término de Función Pública puede sustituirse por el más amplio
de Empleo Público con el que se quiere expresar sintéticamente la multiplicidad de
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Como se indica en la Exposición de Motivos de esta Ley “La Ley, como su mismo título indica, es una
Ley de la Función Pública y no solamente de una categoría de ellos, es decir, de los funcionarios. Los
eventuales y los laborales encuentran por tanto acogida también en su articulado. A la Junta de Andalucía
se puede servir por medio de una relación de Derecho Laboral”.
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estatus jurídicos diferenciados que resulta posible encontrar cuando hablamos de los
medios de personal utilizados por las Administraciones públicas (funcionarios, personal
estatutario, contratados laborales, etc.). Para nosotros el término función pública va a
ser equivalente a Derecho de funcionarios, es decir, la rama del Derecho administrativo
que estudia el régimen jurídico al que se somete el conjunto de empleados públicos que
trabajan en las Administraciones en calidad de funcionarios públicos. Queda por lo tanto
fuera de nuestra exposición la problemática jurídica que presentan los empleados
sometidos a régimen laboral (que son objeto de estudio más detallado en otra asignatura),
si bien hay que tener presente que el Estatuto Básico del Empleado Público (en adelante
TREBEP) tiende a ofrecer, allí donde ha considerado posible, un tratamiento jurídico
común para los dos colectivos y nos referiremos al mismo cuando ello se produzca.
Dicha relación se denomina “estatutaria”, por estar regulada por leyes referentes a la
misma y por los oportunos reglamentos de desarrollo que se vayan dictando (los cuales
suponen el Estatuto de las personas afectas por dicha regulación) y de las referidas normas
y no de un inexistente contrato, se derivan o surgen, igualmente, los derechos y
obligaciones de sus destinatarios.
Las Funciones Públicas de los distintos países no son, no pueden serlo, construcciones
abstractas sino realidades vivas, integradas y condicionadas por el contexto en el que han
nacido, en el que se han desarrollado y en el que evolucionan. Las mismas presentan un
perfil producto de la serie de elementos jurídicos que la componen y que se encuentran
en interdependencia permanente. La función pública española, como la de cualquier otro
Estado, se caracteriza por poseer una lógica interna fundada en la recepción de
determinados principios o reglas resultantes de tradiciones históricas, de circunstancias
económicas que han incidido sobre formulaciones jurídicas, o de reglas impuestas por el
poder político legítimo, que, en última instancia, cabe referirlas a algunos de los grandes
modelos o sistemas teóricos existentes.
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Este modelo se asienta sobre el principio nuclear de que cada persona es reclutada para
un puesto de trabajo concreto y permanece en él durante un período determinado o
indefinido sin ningún cambio o ascenso a otro. La Administración suele actuar como un
empresario que contrata personal para cubrir unos puestos de trabajos precisos y
diferenciados, teniendo sólo en cuenta la adecuación competencial de la personal al perfil
del empleo ofertado. El empleado público, regulado normalmente por un contrato laboral,
será despedido cuando su tarea sea innecesaria o no sea ejercida con la competencia
exigida. La Administración no debe preocuparse de la formación de su personal, de darle
un estatuto funcionarial que le garantice un régimen jurídico diferenciado de aquel que
regule las relaciones laborales de los demás trabajadores de las empresas privadas del
país. Los conflictos, consiguientemente, se resuelven por la justicia ordinaria.
Las notas positivas que de este sistema se han predicado han sido las de su simplicidad
y flexibilidad, pues si el referido puesto de trabajo se suprime la persona que lo
desempeña es despedida y deberá buscarse otro en otra Administración o en el sector
privado. La rentabilidad es también una tercera ventaja de su puesta en práctica, dado que
sólo se tiene el personal necesario, éste suele tener un alto grado de especialización y,
como proviene con frecuencia del sector privado, trae los hábitos de la eficacia y
rentabilidad de la empresa privada. Los inconvenientes se concretan en una ausencia de
aprendizaje, formación y experiencia en el quehacer general de la Administración,
además de una presumible inadaptación al espíritu de eficiencia en el desempeño del
interés general y no sólo de la mera rentabilidad propia de la empresa privada. Este
modelo postula en principio, además, para su normal puesta en práctica dos condiciones
en la sociedad respectiva: la primera de ellas es la existencia de un régimen de enseñanza
diferenciado y especializado en el correspondiente país, pues debe ser capaz de
proporcionar especialistas a la demanda de la Administración; y la segunda no es otra que
la presencia de un sector privado importante que posibilite el pasaje recíproco del
personal.
Este modelo de Función Pública se cimienta sobre la carrera. Esta puede ser definida
como el itinerario profesional establecido en la Administración a toda persona para
que, a partir de su ingreso, según unas pruebas objetivas reglamentadas, pueda realizar
una progresión de ascenso superando las exigencias promocionales positivadas en
reglas generales, impersonales e igualitarias. El sistema está concebido para que la
persona ingrese de joven en la función pública y en ella permanezca toda su vida, y de
ahí la necesidad de que en ésta encuentre un régimen de promoción y de ascensos que le
posibilite, aportando méritos y/o superando pruebas, “ascender” del grado inferior al
superior y del cuerpo de menor al de mayor categoría hasta el más alto nivel establecido.
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- Los conflictos entre este personal y la Administración aforan en la jurisdicción
Administrativa
- La estructura de esta función pública es necesariamente jerárquica.
Con carácter general, podemos decir que España ha creado su propia y diferenciada
Función Pública, determinada por sus peculiares circunstancias políticas, sociales y
culturales, hecho que podemos comprobar a través de sus principales textos legales.
Estas normas jurídicas merecen ser consideradas como las primeras precursoras de
nuestro sistema de función pública de carrera. El autor material de este primer paso de
profesionalización de nuestro personal público es López Ballesteros, Ministro de
Hacienda de Fernando VII. Es mérito suyo haber comprendido que la Administración del
Estado moderno demanda personal especializado y estable, y como en consecuencia era
necesario establecer unas reglas de ingreso basadas en la capacidad y mérito, y otras
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“En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. Lawrence J. Peter.
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de ascenso asentadas en estos criterios y en el de la antigüedad. Estas exigencias
demandaban una estructuración jerarquizada de la función pública en clases o
categorías de personal con sus correspondientes y diferenciados derechos retributivos3.
Esta sustitución del sistema objetivo de empleos por el sistema subjetivo de clase o
categoría personal, en el que ya no se ocupa un puesto de jefe u oficial, sino que se es jefe
u oficial con independencia del empleo desempeñado, supone pues la inicial y
rudimentaria institucionalización de la carrera funcionarial. Esta primera reforma,
limitada al Ministerio de Hacienda y frustrada posteriormente, establece, como así lo ha
señalado ALEJANDRO NIETO, las líneas sobre las cuales habría de moverse
posteriormente tanto el Derecho español como el europeo.
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Cuatro clases en concreto: Consejeros, Intendentes de provincias, Jefes de Administración y Oficiales de
Real Hacienda.
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(jefes superiores, jefes de administración, jefes de negociado, oficiales, y aspirantes a
oficial; los subalternos no tienen el carácter de empleados públicos). Se establece un
régimen retributivo para cada una de las cinco categorías mencionadas. La
oposición, antigüedad y méritos profesionales se configuran como los criterios de
ingreso y promoción. Finalmente, esta norma relativamente general contempla la
existencia de carreras especiales -cuerpos especiales- y les excepciona de su ámbito de
aplicación (Consejeros y demás funcionarios de la Administración consultiva,
gobernadores de provincia, empleados de carrera diplomática fuera de España,
magistrados, jueces, ministerio fiscal y otros funcionarios del orden judicial que estén en
condiciones especiales –art. 44-).
c) Se establece la jubilación forzosa a los 67 años y la voluntaria a los 65, cuando los
interesados lleven 40 años de servicio o antes sí justifican una imposibilidad física.
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d) Se regulan los derechos pasivos de jubilación, retiro, viudedad y orfandad; y se
establece el derecho de asociación funcionarial, aunque haciéndolo depender de la
aprobación ministerial.
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empeño-, los resultados dejaron mucho que desear como al poco tiempo se reconocería
de manera prácticamente unánime.
De otra parte, la Ley de Funcionarios dio un paso hacia el sistema de empleo, haciendo
desaparecer las categorías personales e introduciendo las plantillas orgánicas y la
clasificación de puestos de trabajo, que debían ajustarse a las necesidades de los servicios
y, en consecuencia, revisarse periódicamente. La Ley pretendía, pues, algo tan elemental
pero tan difícil de conseguir en la Administración española como adecuar los recursos
humanos a las funciones y no la estructura de la organización a las aspiraciones y
presiones de los funcionarios. Sin embargo, en este aspecto la reforma de los años sesenta
cosechó un rotundo fracaso. Las plantillas orgánicas y clasificaciones de puestos no se
elaboraron, salvo en medida insignificante, no tanto por sus dificultades técnicas como
por la cerrada resistencia de los cuerpos especiales, empezando por los más privilegiados,
a perder espacios burocráticos propios y el dominio de los escalafones y destinos, así
como por la aversión de las jerarquías de los diferentes cuerpos a la igualdad de
retribuciones en función del puesto.
La Ley de Funcionarios, por lo demás, introdujo otras mejoras técnicas (unificando, por
ejemplo, también en términos moderados, la regulación de las incompatibilidades y de
las situaciones administrativas), pero no abordó la cuestión de las asociaciones de
funcionarios, sucedáneo de un sindicalismo incompatible con el régimen político que la
vio nacer. Al mismo tiempo, durante su vigencia empezó a extenderse la contratación
laboral en algunos ámbitos de la Administración y se creó una figura de contratación
administrativa de personal en régimen precario, destinada a cubrir algunas
necesidades perentorias de la Administración a reducido coste, figura carente, entre otras,
de las ventajas de estabilidad propias tanto del régimen funcionarial como del régimen
laboral de la época4.
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El art. 6 LFCE indicaba que los Ministros podían autorizar la contratación de personal para la realización
de estudios, proyectos, dictámenes y otras prestaciones, siendo el objeto del contrato la realización de
trabajos específicos, concretos y de carácter extraordinario o de urgencia o la colaboración temporal en las
tareas de la respectiva dependencia administrativa en consideración del volumen de gestión encomendada,
cuando por exigencias y circunstancias especiales de la función no puedan atenderse adecuadamente por
los funcionarios de carrera de que disponga el Organismo. La LMRFP en su DA 4ª indicaba que a partir de
su entrada en vigor, no podían celebrarse por las Administraciones Públicas contratos de colaboración
temporal en régimen de derecho administrativo, sometiéndose los contratos de trabajos específicos y
concretos no habituales de la Administración a la legislación de contratos del Estado que en un primer
momento vino determinado por el RD 1465/1985, de 17 de julio, sobre contratación para la realización de
trabajos específicos y concretos, no habituales en la Administración del Estado, sus Organismos
Autónomos y la Seguridad Social y en el ámbito local, por el RD 2357/1985 de 20 de noviembre. Este tipo
de contratos ha desaparecido de las normas que regulan la contratación del sector público.
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En resumidas cuentas, la legislación de funcionarios civiles del Estado del último período
franquista demostró las dificultades de abordar un proceso de modernización burocrática
en el marco de un régimen cada vez más asentado en la propia burocracia administrativa
y escasamente proclive a la innovación. No obstante, lo cual, en el plano de nuestra
cultura administrativa supuso, como otras leyes del mismo período, un punto de inflexión,
una apertura hacia la renovación de las estructuras en el panorama preexistente.
Con la LMRFP se producirá una acusada apuesta del legislador por el sistema abierto
en detrimento de los aspectos cerrados existentes en nuestro ordenamiento (mayor papel
del puesto de trabajo, estableciendo la movilidad indistinta de los funcionarios sin tener
en cuenta su especialización profesional), dando lugar a una especie de sistema híbrido,
en el que coexisten aspectos de uno y otro modelo teórico (no necesariamente de modo
armónico), sistema mixto en el que la idea de cuerpo funcionarial deja de actuar ya como
eje principal del conjunto normativo, incorporándose la idea de carrera administrativa
basada en puestos de trabajos, niveles y grados personales funcionariales. No obstante, al
no haberse modificado el sistema tradicional de acceso a la función pública a través de
los cuerpos de funcionarios, se produjo una fuerte desconexión entre la preparación
profesional exigida para el ingreso y las expectativas de carrera del funcionariado,
basadas en la ocupación de puestos de trabajo. Por otra parte, el nuevo sistema retributivo
diseñado en la citada ley fue dando una creciente importancia a las retribuciones ligadas
al puesto de trabajo, en detrimento de las vinculadas a las condiciones personales y
profesionales de los funcionarios, lo que reforzó aún más la movilidad, puesto que en la
mayoría de las Administraciones públicas las mejoras retributivas se obtienen
fundamentalmente mediante el cambio de puesto de trabajo. La conversión de los puestos
de trabajo en el eje de la carrera administrativa y en la única posibilidad real de mejorar
las retribuciones produjo, además, una constante presión sobre las estructuras orgánicas
y las relaciones de puestos de trabajo con el fin de aumentar los puestos mejor dotados
económicamente, dejando vacíos los niveles inferiores.
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Destacar que la STC 99/1987, de 11 de junio, declaró la inconstitucionalidad de
algunos preceptos de la LMRFP. La razón de la declaración de inconstitucionalidad
fue, principalmente, infringir el principio constitucional de la reserva de ley en
materia de Régimen Estatutario de la Función Pública, al haber deslegalizado
determinados aspectos del referido Régimen. Consecuencia directa de esta Sentencia es
la modificación que sufre la LMRFP por la Ley 23/1988, de 28 de julio, consistente en la
reforma de determinados aspectos de la citada Ley y la sustitución por otros los preceptos
declarados inconstitucionales y nulos por el Tribunal Constitucional.
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octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto Básico del
Empleado Público (TREBEP), que ya ha sufrido también varias modificaciones5.
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El art. 49.c), por Ley 6/2018, de 3 de julio; el art. 14, por Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre; los arts. 7, 48.f) y con efectos
desde el 1 de abril de 2019, el art. 49.a), b), c) y d); se añade la disposición transitoria 9, por Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo,
de medidas urgentes para garantía de la igualdad de trato y de oportunidades entre mujeres y hombres en el empleo y la ocupación,
que ha sido objeto de recurso de inconstitucionalidad (núm. 2206-2019) y los arts. 48, 49 y 50, por Ley 11/2020, de 30 de diciembre;
también, se añade el art. 47 bis, por Real Decreto-ley 29/2020, de 29 de septiembre. Añadir aquí, las nuevas modificaciones en el art.
48.a) y f), producidas por la disposición final 37.1 de la Ley 11/2020, de 30 de diciembre; el art. 49.b) y c), modificado por la
disposición final 37.2 de la Ley 11/2020, de 30 de diciembre, así como, la letra e) por la disposición final 26 de la Ley 20/2021, de 28
de diciembre; se añade el tercer apartado del art. 50 por la disposición final 37.3 de la Ley 11/2020, de 30 de diciembre. Y por último,
destacar las sufridas en los arts. 10 y 11 y la introducción de la disposición adicional 17, tanto por el Real Decreto-ley 14/2021, de 6
de julio (arts. 1.1, 1.2 y 1.3, respectivamente), como por la Ley 20/2021, de 28 de diciembre (sendos arts.).
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