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En niños pequeños es muy importante saber que el hecho de, sobre todo al

inicio, no poder expresar verbalmente lo que sienten, tenemos que estar más
alerta a otro tipo de conductas o de expresiones emocionales. Concretamente,
de cero a tres años lo que hay que hacer son cinco pasos básicos: contener,
calmar, informar, normalizar y consolar. Veamos en qué se concretizan estos
pasos. Primeramente, contener, darle al niño una seguridad, un cariño para
que se sienta reconfortado. Tratemos de evitar todas aquellas conductas de
aferramiento. Tenemos al niño en brazos y se nos coge fuertemente de la ropa.
Cojámosle las manos, indiquemos que eso no se hace, pero no hace falta que
lo dejemos en el suelo. Podemos tener un momento de abrazo, pero que no se
nos enganche de alguna forma. Este tipo de conductas las tendríamos que
controlar o reconducir. También es importante dar un espacio para que el niño
grite o llore. No estamos diciendo que el niño no pueda expresar. La contención
no es una no expresión, la contención es que se haga, pero de forma
controlada. El niño puede gritar, el niño puede llorar, pero estemos ahí para
reconducirlo si llega a ser una conducta perjudicial o nociva para el niño. Por
ejemplo, que se empiece a dar golpes contra el suelo o contra una pared.

Otra cosa que debemos hacer con los niños es calmarlos. Si se dan cuenta,
son pasos muy normales y pasos muy lógicos y que, quizá, en estas
situaciones es lo que hacemos normalmente. Simplemente es tener en cuenta
pequeños detalles, quizá, de cosas que no debemos hacer. Bueno, en el caso
de calmar, lo que tenemos que intentar es ayudar al niño a que se relaje, a que
se relaje, a que pueda tener un momento de descanso, ayudarle cantándole,
explicándole un cuento, dándole un baño con agua tibia, todos esos tipos de
rutinas, ese tipo de conductas que hacen que nuestros pequeños se relajen.
Por otro lado, debemos informarles. Evidentemente, con un recién nacido el
lenguaje no está desarrollado y la capacidad de comprensión es mucho más
difícil. Sin embargo, es importante decirle las cosas, decirle las cosas con un
tono de voz pausado y tranquilo. Este paso es mucho más importante conforme
los niños van creciendo. Es decir, un niño de dos o tres años que, pese que al
lenguaje expresivo quizá no lo tiene tan desarrollado, el lenguaje comprensivo
lo puede tener ya bastante avanzado. Son niños que nos entienden, incluso, a
veces, la recomendación es esa de hay que ir con cuidado de lo que se dice
delante del niño, porque entienden mucho más de lo que nosotros somos
conscientes. Pues entonces aquí empieza a ser importante informar,
explicarles cuál es la situación, qué ha pasado y qué va a pasar a partir de
ahora. Dentro de este punto de informar es muy importante darles opción para
que pregunten. Y responderles de forma veraz, sin mentirles en ningún caso a
esas preguntas que ellos nos van a formular. Es preferible decirles que no
sabemos algo, no importa, no somos infalibles, es preferible, como digo,
decirles que no sabemos algo a decirles algo de lo que no estamos seguros y
que después puede no ser cierto. Eso causaría una sensación de descontrol o
de inseguridad en los niños. Las dos últimas cosas que deberíamos hacer con
los niños son normalizar, normalizar los síntomas, normalizar lo que le está
pasando, hacerle ver que no es el único que tiene esos sentimientos o esas
reacciones. Por ejemplo, si nos ve a nosotros llorar, de alguna forma se
permitirá él también llorar. A veces hay niños que intentamos protegerles de
nuestras expresiones emocionales más fuertes, de que no nos vean llorar, que
no nos vean pasarlo mal. Y eso muchas veces lo que hace es que él piense
que no está bien llorar, que tengo ganas de llorar, pero no hay nadie llorando a
mi alrededor. Quizá es que esto ahora no toca. Con lo cual estamos haciendo
que el niño se coarte y no llore, que se lo guarde. Y esto es perjudicial para él.
Es muy importante que nosotros nos permitamos llorar y expresar
emocionalmente lo que sentimos para que ellos también se lo permitan. Y, por
último, consolarlos, evidentemente, hay que consolarlos, hay que procurar
hacer actividades positivas con ellos; hay que darles el control de pequeñas
tareas, que se sientan útiles, que vean que dentro de un ámbito de cosas
adaptados a ellos, siguen teniendo el control de según qué tareas; intentar
hacer rutinas de cada día para que vean que hay una coherencia, que ha
pasado una cosa muy grave y que ha habido una ruptura, una ruptura en su
vida, pero que el resto de cosas siguen y que siguen inmutables y que no va a
pasar nada más que eso. También la capacidad de consolar es permitirles que
jueguen o que dibujen lo que ha pasado. No es que nosotros se lo pidamos,
pero muchas veces los niños, después de un incidente crítico o un hecho
traumático, en los días, las semanas posteriores, vemos que en su juego
reproducen el hecho. Bueno, dejemos que lo hagan, no les digamos "no, no
hagas eso", "¿cómo puedes estar jugando a eso?" Porque quizás nos extraña
ver a un niño reproduciendo un entierro o un velatorio, que uno hace de muerto
y el otro está allí velándole. Pues quizá es que lo necesitan, necesitan integrar
esa experiencia en su vida diaria, y el juego es una muy buena herramienta
para que los niños integren toda clase de conocimientos, incluido las
experiencias traumáticas. ¿Qué podemos esperar?, ¿qué reacciones podemos
esperar en niños de cero a tres años? Podemos esperar, como en los adultos,
problemas para dormir. En este caso, es esperable que tengan más problemas
para alejarse del adulto de referencia. Claro, en niños de cero a tres años es
una etapa que tenemos al niño mucho con nosotros, con lo cual la noción de
les cuesta alejarse de los adultos quizá nos queda un poco a desmano. Pero sí
que es cierto que quizá en otras situaciones el niño podría estar solo en su
cunita y después de un incidente crítico, vemos que nos demanda más, llora
más, que en seguida que nos alejamos de su campo de visión, nos reclama;
cuando en una situación normal, el niño puede estar al menos unas horas él
solo entreteniéndose, sin que tengamos que estar ahí. Cuando ya son más
grandes, cuando estamos con 3 años y así, que incluso hemos podido ya
empezar a retirar pañales, después de un incidente crítico puede ser que
alguna de estas conductas involucionen, que volvamos a estadios de desarrollo
anteriores al momento del incidente crítico, al momento que ya habíamos
llegado, pues que tengamos que pierda un poco el control de esfínteres, que de
repente le cueste más comer con cubiertos o que aguante más tiempo sentado
y prestando atención. La forma de verbalizar o de expresar la tristeza en los
niños a veces es un poco diferente, más que tristes se muestran irritables.
Cuando ya tengan capacidad de hablar pueden aparecer frases de "te odio",
"no te quiero", "todo esto es culpa tuya". Tenemos que pensar que esa es una
forma normal que tienen los niños de verbalizar esa tristeza, ese dolor, esa
impotencia ante la situación vivida. No tenemos que considerar que lo que
están diciendo es algo real, que sientan y que no nos quieren. Justamente, al
ser su figura de referencia ahora mismo, en ese momento seremos lo más
importante para ellos y el único punto de anclaje que tendrán frente a todo el
caos que se está generando. Puede ser que lloren más, puede ser que hagan
más rabietas de lo normal o que, si no habían hecho, se den las rabietas de
forma recurrente. Es muy importante, que ante todo esto, seamos conscientes
de que, pese a que algunas normas los primeros días se pueden flexibilizar, los
límites que tengamos establecidos en nuestra forma de educar a nuestros
hijos, en nuestro sistema educativo, tienen que seguir. Si teníamos el límite de
que si haces una rabieta, yo no voy a intervenir, en este caso, primero, quizá
los primeros días flexibilizamos la norma, pues en lugar de mirarnoslo de pie y
simplemente decirle "levántate, por favor", quizá nos sentaremos a su lado y
preguntaremos "¿qué pasa?, "¿es por lo que ha pasado?", "¿es por la muerte
del abuelo? ", es el hecho traumático que sea. Y esperaremos, daremos una
opción a que el niño reajuste sus valores y reajuste sus conductas y sus
respuestas a la nueva situación. ¿Cuando todo esto deja de ser normal?
Porque estamos diciendo "hay que normalizar, hay que consolar, hay que
mantener unas rutinas, flexibilizar algunas normas, pero todo dentro de unos
cauces". Bien. Pues todo esto deja de ser normal y tiene que ser una señal de
alerta para nosotros si al cabo de cuatro semanas, en otros videos esto ya se
ha dicho, ese plazo de aproximadamente un mes, toda esta sintomatología
sigue estando presente y de una forma fuerte. Si no han bajado los niveles de
activación, si el niño sigue teniendo problemas importantes para dormir, si tiene
pánico, pavor, a que desaparezcamos de su campo de visión, que no haya sido
capaz de volverse a integrar en la rutina de la guardería o del parvulario, todo
esto sería nuestra señal de alerta para consultar a un especialista, o sea, un
psicólogo especializado en traumas infantiles o alguien del ámbito que sepa
darnos unas pautas y unas orientaciones para reconducir esta situación. Por
otro lado, es importante recordar, como en todos estos casos y en los vídeos
que verán a continuación en las diferentes franjas de edad, que cada niño es
diferente y que cada niño tiene su forma de reaccionar y una premisa no sirve
para todos los niños. Quizá, un niño tiene dificultades para dormir y, en cambio,
otro no tiene dificultades para dormir pero hace más rabietas. Entonces, es
necesario tener siempre presente que las reacciones de miedo, de angustia y
de tristeza en los niños varían, no son iguales que la de los adultos y no son
exactamente iguales entre un niño y otro.
PAP evolutivos (3 a 6 años)
En esta etapa culmina lo que denominamos la primera infancia, el menor
empieza a ser más independiente al mismo tiempo que más social. Ha
adquirido hábitos que lo hacen más autónomo en su vida cotidiana, como
cepillarse los dientes, calzarse solo, comer solo, ir al lavabo sin ayuda,
etcétera. En los juegos también se hace evidente su mayor independencia y
sociabilidad. El niño you no quiere jugar solo, prefiere jugar con otros niños, en
grupos de tres o cuatro, empieza a compartir sus juguetes. En sus juegos
también aparece la imitación de profesiones como médico, enfermeros,
maestros, jardineros, se interesan más por los cuentos y las canciones
complejas y empiezan a interpretar personajes. El pensamiento del niño es
egocéntrico, sus frases están llenas del pronombre personal yo, empieza
también a darse cuenta de que su opinión no tiene por qué coincidir con la de
los demás, el niño empieza a usar un lenguaje más rico y fluido, empieza a
contar historias más complejas donde mezcla la realidad con la ficción. En este
momento el niño no sabe distinguir lo que es real de la fantasía. En relación a
la concepción de la muerte, los niños entre los tres y los seis años creen que es
un estado temporal y reversible, esto es entienden que el fallecido está
durmiendo y por lo tanto sigue respirando y en algún momento despertará.
Interpretan el mundo de forma muy literal, así como las cosas que les explican
los adultos y las advertencias de estos. Su pensamiento mágico les lleva a
pensar que pueden hacer que las cosas ocurran simplemente pensando que
ocurrirán. De hecho nos podemos encontrar en algunas situaciones en las que
si algún niño ha pensado o ha deseado que le ocurra algo malo a otra persona
cercana a él y casualmente coincide en el tiempo que algo malo le ocurre,
puede creer que ha sucedido porque así lo ha deseado. Pasemos a ver pues
cuales son las reacciones que se pueden dar en esta etapa ante una pérdida o
un incidente crítico. Ante todo es importante saber que los niños reaccionan de
forma distinta que los adultos ante una pérdida o un incidente crítico. Es
importante saber que cada niño es distinto y por lo tanto vivir un incidente
crítico con un niño pequeño que no entiende lo que está sucediendo, que está
asustado y que no sabemos como tranquilizar puede ser muy angustioso para
un adulto. Por ello conocer cuáles son las posibles reacciones de los niños ante
este tipo de situaciones hará que las afrontemos de forma más tranquila y
calmada. El comportamiento que presentan los niños tras vivir un incidente
crítico es un comportamiento normal, algunos comportamientos pueden ser que
hablen más de lo normal o estén más agitados o incluso que no hablen en
absoluto, pues tienen dificultad para expresar lo que les molesta. En algunas
ocasiones expresan sus sentimiento de dolor a través del juego, sienten miedo
generalizado como puede ser estar solo, algún animal en concreto, estar en el
baño, miedo a dormir, etcétera. También pueden presentar inquietud ante la
posible pérdida de otra persona conocida, incerteza sobre quien los va a cuidar
o quien los va a llevar al colegio. Pierden autonomía y pueden presentar
regresiones en su comportamiento como puede ser volver a orinarse en la
cama, no comer bien solos, no saber vestirse, etcétera, etcétera. También
pueden darse alteraciones del sueño como pesadillas, despertarse agitados, no
quererse dormir solos. Ante estos comportamientos, ¿qué debemos hacer?
Debemos hacer cinco cosas. Primero contener, segundo calmar, en tercer
lugar informar, luego normalizar y finalmente en quinto lugar consolar. Veamos
con más detalle cada una de estas cinco fases. En la primera la de contener
debemos tratar de asegurar la comodidad y el descanso del niño procurando
que duerma y coma, que no se deshidrate, de atender sus necesidades de
juego y dibujo. Debemos darle muestras de cariño, no solamente con palabras
sino también con gestos, como un beso, darle la mano, un abrazo o
manteniéndolo en el regazo el tiempo que haga falta. En la segunda fase, en la
de calmar cuando hablemos con el niño debemos hacerlo situándonos a su
mismo nivel. Le hablaremos pausadamente y con voz suave, para relajarlo
también podemos darle un baño, un masaje, cantarle su canción preferida,
explicarle su cuento favorito. También podemos jugar con él e incluso jugar con
sus amigos imaginarios. En la tercera fase, en la de informar debemos
explicarle todo lo que ha sucedido haciendo uso de un lenguaje accesible e
inteligible para su edad. Hay que tratar de responder a todas sus dudas de
forma sencilla y sincera evitando circunloquios y eufemismos. No debemos
minimizar lo que ha ocurrido ni evitar explicar las consecuencias, sino todo lo
contrario. Debemos explicarle qué es lo que va a suceder a partir de ahora y
qué es lo que vamos a hacer, la previsibilidad les da cierta seguridad a los
niños. Debemos tener paciencia, pues quizás las informaciones deberemos
dárselas a diario. También debemos tratar de averiguar qué otras explicaciones
ha oído o le han dado otros adultos, para así corregirlos o complementarlas. No
es menos importante tratar de explicarle cuál es la diferencia entre la vida real y
los sueños y sus miedos. En la cuarta fase, en la de normalizar debemos
hacerle entender al niño que es bueno que exprese como se siente. Para ello lo
ayudaremos a poner nombre a las emociones, a veces compartidas con el
adulto. Durante las tres, cuatro semanas siguientes al incidente crítico
debemos ser pacientes con los comportamientos agresivos, irritantes o
represivos del niño. Debemos tratar de no criticarlo ni enfadarnos ante la
pérdida de habilidades adquiridas. En la quinta y última fase, la de consolar,
debemos animar al niño a dibujar o jugar sobre lo ocurrido, puesto que le
ayudará a entender qué sucedió y cómo se siente. Hay que también tratar de
mantener en lo posible las rutinas familiares previas al incidente crítico.
Debemos dejar al niño hacer tareas sencillas adecuadas a su edad, como
poner la mesa o vestirse, aunque estas nos impacienten más de lo normal. Hay
que ofrecerle al niño la posibilidad de existir a rituales de despedida, y si así lo
desea acompañarlo ya sea al velatorio o al funeral. Si no quiere hablar no
debemos forzarlo, simplemente hacerle entender que cuando quiera hacerlo,
nosotros estaremos ahí para escucharlo. Y cuando esto ocurra debemos usar
palabras que expresen sentimientos comunes para que él no se sienta extraño.
Hasta ahora hemos visto cuáles son los comportamientos esperables de los
niños y qué es lo que debemos hacer ante estos comportamientos. Es
importante recordar que estas reacciones y respuestas ante un incidente crítico
son normales y esperables. E irán disminuyendo de manera progresiva hasta
su extinción en las cuatro semanas siguientes al suceso. Si este no fuese el
caso y se prolongaran más allá de cuatro semanas, o aumentaran en
intensidad, es cuando debemos acudir a un profesional especialista.
PAP evolutivos (6 a 9 años)
Esta época se caracteriza por una mayor madurez cognitiva. Esta mayor
madurez hace que puedan entender muchas cosas que un niño de menor
edad, por ejemplo, de tres o cuatro años, no entiende. Pero es importante que
sepamos que la madurez todavía no es la de un adulto y que, por lo tanto, en
este período de "entiendo más, pero no lo entiendo todo", los niños son
especialmente vulnerables a tener informaciones mal entendidas, a fantasear,
a quedarse con un retazo que alguien explicó y unirlo a otro retazo y
construirse una imagen de lo que ocurre que no corresponde en absoluto a la
realidad. Pero, a su vez, a esta edad los niños son muy receptivos y captan las
incongruencias. Si a los dos o tres años es relativamente fácil tranquilizar a un
niño pequeño, porque el niño pequeño, con nuestra actitud, con nuestro
lenguaje no verbal, nos creerá más fácilmente, a mayor edad lo que nos va a
ocurrir es que el niño captará dónde somos incongruentes, dónde le decimos
que no pasa nada, pero nos conducimos como si lo que pasara es muy grave.
¿Cómo es el concepto de la muerte entre los seis y los nueve años? La
mayoría de niños a esta edad ya han entendido que las muertes ocurren y,
además, han entendido que son irreversibles, que la persona o el animal que
muere no va a volver. Por lo tanto, pueden comprender con bastante exactitud
que la muerte que afecta a todos es un proceso sin vuelta atrás. Lo que todavía
no tienen es consciencia de que ellos, sí, también van a morir un día, pero sí
aparece la idea de que los seres que les rodean probablemente fallezcan. Y
esta es la edad en la que los niños, cuando tienen contacto con la muerte,
empiezan a preocuparse mucho por si "tú, mamá, ¿vas a morir también?",
"papá, ¿tú también te vas a morir?" Y esto nos planteará una dificultad añadida
a la gestión del incidente crítico que estemos viviendo con nuestros niños en
nuestra familia. ¿Cómo les afecta un incidente crítico, ya sea con una muerte o
sin una muerte, pero con un momento de estrés alto a los niños de entre seis y
nueve años? Por un lado, les genera importantes cambios conductuales, por
ejemplo, pueden perder la autonomía que ya habían ganado, pueden estar
agitados y pueden estar extraordinariamente irritables. Si eso ocurre,
deberemos entender que son las reacciones habituales a un suceso que es no
habitual, que es extraordinario y que nos tiene a todos, a niños y adultos,
asustados y estresados. También podremos observar muy posiblemente
cambios en los patrones de comunicación habituales de los niños, o bien
porque un niño o una niña comunicativos de repente se sumergen en un
silencio que es poco habitual en él y observamos que se retrae y no quiere
hablar, o bien, por lo contrario, porque lo que ha ocurrido le ocupa y
constantemente demanda hablar y tener información sobre lo ocurrido. Y, si
bien, una cierta información es importante dentro de la gestión del incidente
crítico y forma parte de la aplicación de los primeros auxilios psicológicos, si la
demanda es exagerada deberemos también reconducirla para tratar de darle el
lugar adecuado, que es una cierta información, pero no una sobreinformación.
Muy habitual es que tras un incidente crítico aparezca miedo generalizado,
miedo a estar solo, miedo a ir a lugares que conocemos o a lugares
desconocidos y, sobre todo, miedo a separarse de los cuidadores principales,
que habitualmente son el padre y la madre, pero que también pueden ser otras
personas. Estos últimos miedos se relacionan con lo que acabamos de
comentar. Dada la consciencia de que todos los seres vivos mueren, el niño,
que ha entrado en contacto con el peligro de muerte o con la muerte en sí,
empieza a tomar consciencia de que puede perder las personas que le
importan y por eso aumentan estos miedos. Deberemos atender estos miedos,
pero deberemos también saberlos dimensionar en el sentido de no dejar que
condicionen el comportamiento del niño, porque si le damos demasiado
protagonismo, de alguna forma le estamos confirmando al niño que esos
miedos son justificados. Podremos ver también, de forma ya muy similar a lo
que ocurre con los adultos, pensamientos reiterados sobre lo que ha ocurrido,
es decir, un niño o una niña que constantemente recuerda, incluso a veces
actúa lo que ha ocurrido, la destrucción de la casa, el accidente de coche o la
muerte de un ser querido. Dentro de las primeras cuatro a seis semanas, este
tipo de reacciones son absolutamente comprensibles, adaptativas y le ayudan
al niño a procesar lo ocurrido. Si se prolongan mucho más, quizá sí que
deberíamos entonces pedir ayuda o consultar a un profesional. Y, por último,
es bastante frecuente observar que los niños de estas edades tengan
alteraciones del sueño tras un incidente crítico. Habitualmente, estas
alteraciones son pesadillas y dificultades para ir a dormir, pero en algún caso
aislado podemos también observar cierta hipersomnia, es decir, dormir más de
lo que el niño hacía en un inicio. ¿Cuáles son los pasos a aplicar en los
primeros auxilios psicológicos de los niños de esta edad? Son los mismos que
ustedes han visto ya en vídeos previos: contener, calmar, informar, normalizar
y consolar. Vamos a tratar ahora de poderles dar ejemplos y procedimientos
con los que podemos ejecutar estas tareas con los niños a esta edad.
Empecemos por cómo podemos contener las emociones de los niños tras un
incidente crítico. Lo importante es tratar de evitar que las emociones, los
miedos, las sensaciones del niño, de la niña se desborden. ¿Y eso cómo
podemos lograrlo? Vamos a tratar de crear un ambiente tranquilo y relajado,
vamos a recoger y poner nombre a todas las emociones del niño, por ejemplo,
"veo que estás asustado", "veo que tienes miedo", "veo que estás triste", pero
vamos a tratar de apelar siempre a algún pensamiento que pueda tranquilizar
esta emoción: "veo que estás asustado, pero date cuenta que aquí estás
seguro, que papá y mamá te están protegiendo". Es decir, convertir las
emociones intensas en pensamientos tranquilizadores. El segundo paso, como
usted recordará, es calmar al niño o la niña afectado por un incidente crítico.
¿Cómo lo vamos a conseguir? Vamos a tratar de hablar en voz pausada,
vamos a tratar de conducirnos con la mayor tranquilidad posible, que
probablemente no sea completa, pero intentaremos bajar nuestro tono de
activación. Intentaremos recordarle al niño que esta situación es similar a otra
que ya vivió antes y en el que o en la que pudo superar los miedos. Por
ejemplo, "¿te acuerdas aquella vez que te caíste y fuiste al hospital y te
tuvieron que coser y tenías mucho, mucho miedo y llorabas mucho, pero luego
te fuiste calmando, la doctora te ayudó a que estuvieras más tranquila? Bueno,
esto que nos está pasando hoy es similar a aquella vez y verás cómo ahora
estás muy preocupado, pero luego te irás pudiendo tranquilizar". El recurso a
situaciones previas vividas a los niños les ayuda, como a los adultos, a activar
sus propios mecanismos de afrontamiento y esto es altamente positivo. Y una
cosa que no haremos nunca en esta fase es decirle al niño que si se calma
todo irá mejor. Y no lo haremos porque posiblemente no sea verdad. Si un
niño, una niña, acaba de perder, por ejemplo, a su madre, por mucho que se
calme, la situación no va a mejorar. Por lo tanto, le vamos a decir que nosotros
estamos ahí para ayudarle a calmarle y para ayudarle a que las cosas vayan lo
mejor posible. Hechos estos dos pasos, es decir, la contención y calmar,
pasamos a informar. Es importante el orden, no vamos a informar al niño
mientras no está calmado. En el paso de informar tenemos que, con palabras
que pueda entender y teniendo en cuenta eso que comentábamos antes de
que a esta edad muchas veces parece que entienden casi todo, pero hay que
asegurarse de que no malinterpreten ciertas informaciones porque su nivel
cognitivo todavía no es el de un adulto, con esas palabras sencillas habrá que
explicar lo que ha ocurrido. Cuanto más fácil, corta y simple sea una
explicación, más seguridad le dará a un niño, una niña. Por ejemplo, "bien, tú
sabes que esta mañana papá fue a trabajar y que fue en coche. A media
mañana nos ha llamado la policía y nos ha dicho que papá ha tenido un
accidente". A continuación, el niño preguntará evidentemente si papá está bien
o mal y le tendremos que contestar que no, que papá está en el hospital y los
médicos están diciendo que está grave o la información que haya que dar.
Cuantos más rodeos, cuantos más circunloquios demos a una información,
más difícil y amenazante se hace para un niño. Así que es bueno que tratemos
de ser simples, aunque a nosotros como adultos nos asuste lo que tenemos
que decirle al niño. Si la noticia es mala, no será fácil hacerlo, pero poner
muchas palabras y palabras complicadas no le ayuda al niño al que estamos
informando. El siguiente paso es normalizar, es decir, deberemos autorizar al
niño a que sienta lo que en ese momento le surge: rabia, miedo, tristeza,
incredulidad, y vamos a normalizar todas sus emociones. Igual que en edades
más tempranas, una parte importantísima de nuestra intervención aquí
aplicando primeros auxilios psicológicos, es poner palabras a las emociones
que el niño tiene. Una vez hemos conseguido poner palabras, podremos decirle
que eso que ocurre es absolutamente lógico dado el incidente que está
viviendo y que, posiblemente, con el paso de las horas y los días, esas
emociones se irán transformando en otras. Es muy importante que usted no le
diga al niño o a la niña que las emociones van a mejorar, porque es altamente
posible que si lo que ha pasado es muy grave, las emociones no van a mejorar,
se van a transformar. En este sentido, yo recalco que es especialmente
importante poderle decir al niño o la niña que vamos a estar allí para ayudarle y
que seguro que le podemos prometer que dentro de unos días no estará tan
asustado como ahora, pero quizá sí esté triste. Y en el último paso, lo que nos
queda por hacer es consolar a ese niño que seguramente está viviendo o está
dándose cuenta de que está viviendo una pérdida y esa pérdida está
empezando a llegar a su percepción racional, sea la pérdida de una seguridad,
sea la pérdida de objetos o sea la pérdida de una persona. Ese proceso de
darse cuenta de lo que ha ocurrido es un proceso paulatino y nuestro consuelo
tiene que estar presente durante mucho tiempo. Pero es importante concluir
siempre el relato con él con la promesa de que estaremos allí para ayudarle a
sentirse lo mejor posible. Por reiterado, no dejo de subrayarlo de nuevo, no le
diga que se va a sentir bien, dígale que va a estar allí para que se sienta lo
mejor posible. Finalizaremos el vídeo como los anteriores, con dos
advertencias. La primera, que cada niño hace su proceso, tiene sus
características y tiene sus tiempos, y cada situación y cada familia es distinta.
Por lo tanto, caben muchas reacciones posibles, muchas formas de reaccionar
posibles y la mayoría, seguramente, aunque sean duras, serán absolutamente
adaptativas. Solo hace falta que usted, si ve alguna reacción de su hijo, de su
hija o de los niños con los que está trabajando y a los que ha aplicado primeros
auxilios psicológicos no responde al patrón de lo que hemos estado
escribiendo, solicite orientación. Posiblemente no necesite una terapia,
posiblemente necesite una idea de cómo afrontar mejor, o cómo explicar mejor,
cómo normalizar, algún "input", alguna aportación que le permita tanto al adulto
como al niño manejarse mejor con la situación. Pero no se quede con dudas. Si
usted aplica primeros auxilios psicológicos, anime a las personas a pedir
orientación. Si usted es familiar y lo está aplicando en su propia familia, le
recomiendo lo mismo. Si tiene dudas, pregunte, porque cuanto más tranquilo y
más sereno esté usted, más ayudará a los niños de esta edad.
PAP evolutivos (9 a 12 años)
Esta es una edad complicada porque entre los nueve y doce años you no son
niños, pero tampoco son adolescentes. Y no solo que su características
evolutivas están a mitad a caballo de dos fases, es también que los niños de
esta edad ahora son you casi adolescentes y ahora todavía son un niño
pequeño, pudiendo variar eso a lo largo del día. Lo cual dificulta muchísimo que
nos podamos centrar de forma adecuada en las características evolutivas de
estos niños y niñas. Con todo, vamos a intentar transmitir ciertas características
que suelen funcionar bastante bien en esta época. ¿Cómo son estos niños, que
no son todavía ni niños ni adolescentes? Bien, su comprensión cognitiva es
casi igual que la de los adultos, es decir, si en la etapa anterior podíamos tener
que ir con cuidado por malas interpretaciones o por fantasías, ahora you casi
podemos explicar todo como si estuviéramos hablando con un adulto.
Reproduce el video desde :1:36 y sigue la transcripción1:36
Pero, a cambio, es una época de cambios físicos constantes y de cambios de
personalidad constantes. No es solo que se están adaptando a una nueva fase,
es que su cuerpo está cambiando hay cambios hormonales, de forma que a los
menores de estas edades les caracteriza una enorme inestabilidad.
Reproduce el video desde :1:57 y sigue la transcripción1:57
Y eso va a condicionar su forma de reacción frente a los incidentes críticos y
frente a cualquier cosa, pues es una época difícil en la escuela, en el deporte,
con los amigos.
Reproduce el video desde :2:12 y sigue la transcripción2:12
En este momento, el grupo de iguales, la gente de su edad, los amigos y
amigas, pasan a tener un papel crucial. De hecho, en la etapa siguiente, en la
adolescencia, los niños van a dejar atrás los modelos que han aprendido de
sus mayores y tratarán de centrarse exclusivamente en los modelos del grupo
de iguales. Aquí, que estamos a mitad,
Reproduce el video desde :2:39 y sigue la transcripción2:39
habrá momentos en que se refugien en la seguridad que podemos ofrecer los
adultos, pero habrá you momentos en que nos llevarán la contraria en cualquier
cosa que digamos y nos dificultarán mucho la comunicación con ellos.
Característica de esta época en la que todo cambia, en la que ellos no saben
cuál es su rol, y nosotros en el fondo tampoco sabemos tratarlos
adecuadamente, por si faltaba algo, tienen una gran dificultad para manejar sus
emociones. Pueden pasar del llanto descontrolado a la risa igualmente
descontrolada y eso no en momento en el que ha pasado alguna cosa grave o
tras la muerte de un amigo o del progenitor, no. Eso a la hora del patio porque
una compañera ha dicho que la camiseta que llevan hoy no es adecuada o es
fea. Por tanto, es fácilmente de entender que you en situaciones normales a
esta edad empiezan a aparecer más conflictos intrafamiliares y se prepara la
etapa de oposición que caracteriza la adolescencia.
Reproduce el video desde :3:47 y sigue la transcripción3:47
Si ocurre un incidente crítico en estas épocas, de nueve a doce años, será muy
complicado saber cuándo le tenemos que hablar al niño que todavía tenemos
delante y cuándo le tenemos que hablar al adolescente que en el fondo
pretende creer que you tiene 20 años y you lo sabe todo. Y esa dificultad
modulará de forma absolutamente destacada toda nuestra actuación y la
aplicación de los primeros auxilios psicológicos en esta época. Igual que en los
otros vídeos, vamos a revisar brevemente cómo es la idea de la muerte en esta
época, porque en muchos incidentes críticos lo que ha ocurrido es el
fallecimiento de un ser querido. Bien, entre los nueve y los doce años el
concepto de muerte es you como el de los adultos, es decir, los niños de esta
edad saben que la muerte nos afecta a todos, que es irreversible, que va a
afectar a los seres que ellos más quieren, hermanos, padres, abuelos, y la
conciencia de esa realidad aumenta porque probablemente hayan tenido
también experiencias de amigos, de compañeros que han perdido pues una
abuela, quizá un hermano y, por lo tanto, la presencia de la muerte se hace
más clara. Pero, y esa es la gran diferencia con las etapas anteriores, aquí a
esta edad los niños también saben y también entienden que ellos van a morir
un día.
Reproduce el video desde :5:19 y sigue la transcripción5:19
Cierto es que creen que la muerte para ellos vendrá cuando sean muy mayores
y en principio parten, por suerte, de la idea que les espera una larga vida. Pero
empiezan a tener consciencia de la propia muerte y, por tanto, miedo a morir.
¿Qué reacciones podemos esperar en niños y niñas de esta edad?
Reproduce el video desde :5:40 y sigue la transcripción5:40
Como hemos visto en todas las otras etapas anteriores, vamos a poder
observar cambios conductuales pero, en este caso, probablemente no haya
pérdida de autonomía, sino más bien el contrario, una hiperactividad, quizá
cierto aislamiento y mucha irritabilidad.
Reproduce el video desde :6:2 y sigue la transcripción6:02
Cuando trabajamos con adolescentes y, por extensión, con niños de esta edad,
es bueno explicarle a los adultos y a ellos mismos que el mal humor, la
irritabilidad, es la forma de llorar de un preadolescente y de un adolescente.
Porque así es.
Reproduce el video desde :6:21 y sigue la transcripción6:21
Incapaces de regular bien sus emociones, muchas veces sus respuesta de
tristeza parecerá mal genio, mal caracter. Y es importante que ellos y nosotros
sepamos que eso no es así, que es su forma de llorar sin lágrimas.
Reproduce el video desde :6:38 y sigue la transcripción6:38
En esta edad se va a hacer muy difícil la comunicación. you lo es normalmente
con niños de nueve a doce años porque están iniciando su oposición, pero
hablar con ellos de un incidente crítico, de las consecuencias, de lo que ha
ocurrido y de lo que va a ocurrir en el futuro, cómo ese incidente les afecta la
vida, genera malestar, genera estrés. Y, como es habitual en esta época,
tratarán de evitar confrontarse con ello y de refugiarse en el grupo de iguales
donde pueden evadirse de lo que está ocurriendo.
Reproduce el video desde :7:13 y sigue la transcripción7:13
La tarea del adulto es ser paciente, volver una y otra vez y mantener abierto el
canal de comunicación, aunque sea en ocasiones en detrimento de explicar lo
que consideraríamos que sería importante explicar.
Reproduce el video desde :7:28 y sigue la transcripción7:28
De hecho, a partir de esta edad y luego en la adolescencia, siempre vale más
que la comunicación la inicie el adolescente o el preadolescente y nosotros
podamos modular nuestra respuesta en función de sus inquietudes. Nos
escucharán mejor. Y eso vale también para los incidentes críticos.
Reproduce el video desde :7:47 y sigue la transcripción7:47
Hemos comentado antes la irritabilidad como un cambio conductual. La
destaco especialmente porque en esta época you empieza a ir acompañada de
cierta impulsividad. No es solo que contestan mal, que puedan dar un portazo,
es también que pueden aumentar sus conductas de riesgo, pueden aumentar
ciertas conductas como la fuga de casa y pueden hacer toda una serie de
muestras de mal estar a través de la conducta que son su forma de pedir ayuda
sin poderlo hacer de una manera más tranquila, más pausada y más
expresada, más hablada.
Reproduce el video desde :8:30 y sigue la transcripción8:30
Cuando los niños a esta edad se enfrentan a un incidente crítico solemos
encontrar siempre una afectación de su rendimiento en la escuela y
probablemente de su socialización. Dado que aumenta la irritabilidad y
aumenta toda la sensación de malestar y de impulsividad, muy probablemtne
en la escuela detectarán que hay problemas. Eso no debe asustarnos,
debemos entenderlo dentro del contexto de lo que está ocurriendo, pero le
daremos un plazo determinado, las habituales cuatro a seis semanas, para
empezar a ver que la situación se reconduce. Si no lo hiciera, pediremos ayuda
como veremos al final de este vídeo.
Reproduce el video desde :9:11 y sigue la transcripción9:11
Y en esta edad también son bastante habituales los cambios en las conductas
basales, sobre todo en la alimentación y en el sueño.
Reproduce el video desde :9:20 y sigue la transcripción9:20
Si los niños pequeños you registran cambios en el sueño y en la comida
cuando son expuestos al estrés de un incidente crítico, a estas edades los
cambios son mucho más importantes. Nuestro consejo es no
sobredimensionarlos, darles un tiempo para volver al estado previo al incidente
crítico. Y, sobre todo, no hacer del dormir y del comer una batalla más porque
normalmente los mismos preadolescentes son capaces De regular esos
comportamientos al cabo de un par o tres de semanas. También aquí
mantendremos la cadencia de pasos que hemos estado viendo en las etapas
anteriores. Empezaremos por contener, seguiremos por calmar, a continuación
informaremos, normalizaremos, y finalmente, consolaremos. El orden de los
pasos es siempre el mismo en menores.
Reproduce el video desde :10:17 y sigue la transcripción10:17
Pero vamos a ver cómo debemos ir modificando las actuaciones de cada uno
de estos pasos para que sean realmente eficaces para los niños de 9 a 12
años. ¿Cuál es la mejor forma de contención en estas edades? Bien,
buscaremos un equilibrio entre la parte emocional y la parte racional.
Buscaremos un equilibrio entre proteger a los preadolescentes y dejarles que
se aíslen y estén con sus compañeros. Y trataremos de dejar un espacio para
que ellos puedan evadirse y no confrontarse con lo que acaba de ocurrir. En
esta etapa poder aislarse, poder no pensar, es especialmente importante
porque dada todos los cambios que están ocurriendo en los preadolescentes
necesitan tener momentos de desconexión, y es muy importante y forma parte
de la contención, lograr ese equilibrio de ratos de ocuparse de lo que está
pasando y ratos de evadirse. ¿Cómo podemos calmar a los menores de esta
edad? Bien, básicamente, como los niños más pequeños, hablando de forma
serena, pausada, pero posiblemente a estas edades se dan los chicos y chicas,
los preadolescentes, los que estén calmados y los que no estén contenidos.
Nos contesten mal, nos griten, se marchen, den un portazo.
Reproduce el video desde :11:45 y sigue la transcripción11:45
Nuestra forma calmada de actuar pasa también por dejarles estar. Es decir, si a
un bebé le acunábamos mucho, le tocábamos mucho, y le teníamos en el
regazo para calmarle, posiblemente a un preadolescente tenemos que dejarle
tranquilo que se vaya a su habitación. Eso sí, volviendo una y otra vez
preguntándole si necesita alguna cosa.
Reproduce el video desde :12:11 y sigue la transcripción12:11
Para informar, podemos utilizar casi las mismas palabras que para un adulto.
Demos la información precisa, corta, sencilla, y esperemos las preguntas que
nos hagan los preadolescentes. Pero dado a que su comunicación va a ser
complicada, en esta fase será muy importante volver una vez y otra hacia el
tema. Como hemos comentado you, posiblemente los chicos no querrán saber
lo que les estamos explicando. Les vamos a dejar un rato tranquilos y luego
vamos a volver. ¿Te acuerdas lo que estuvimos hablando antes sobre la
abuela? Bien, es importante que volvamos a hablarlo porque, y entonces
damos la explicación que consideremos oportuna.
Reproduce el video desde :12:53 y sigue la transcripción12:53
Posiblemente, de todos los pasos de la aplicación de Primeros Auxilios
Psicológicos a esta edad el más importante es normalizar, porque en unos
chicos y chicas que sienten que todo cambia, que no se entienden, que no se
reconocen, y que encima se ven enfrentados a un incidente crítico que les
angustia, todo les parecerá anormal, todo les parecerá preocupante. Y poder
ofrecerles un registro de respuestas tranquilizadoras que incluya eso de que
hay muchas formas de reaccionar que todas son correctas, que no hay una
manera buena de conducirse y otra mala, sino que cada uno se maneja con lo
que le ha ocurrido tal como puede, y que en todo caso, si hay una regla es la
de apoyarse entre ellos, porque ellos mismos, los chicos y chicas de estas
edades, mejor que nadie saben lo que les ayudan y lo que no, será una parte
crucial de nuestra intervención, posiblemente la más importante. Insisto aquí de
nuevo en recordarles a los chicos y chicas de esta edad que el malhumor
puede ser una forma de estar triste, porque muchas veces familiares bien
intencionados reprenden a los chicos de esta edad diciendo, parece mentira,
con lo que ha ocurrido y lo mal que le estás contestando a tu madre. Y no
parece mentira. Es que ese preadolescente está triste y esa es su forma de
manifestarlo.
Reproduce el video desde :14:18 y sigue la transcripción14:18
Finalmente, para consolar a estas edades, evidentemente debemos hacer
esfuerzos como adultos. Nos surgirán de forma espontánea desde el cariño y
es nuestro deber como progenitores, pero también debemos aceptar que
posiblemente quien mejor puede consolar a un chico, una chica, de entre 9 y
12 años son los mismos chicos y chicas de su edad, porque manejan valores,
formas de ver y formas de reaccionar mucho más cercanas a ellos que las
nuestras de adultos, que en ese momento perciben como lejos, muy lejos de lo
suyo. Y como que lo que nos importa es que se puedan consolar, vamos a
priorizar ese consuelo a través del grupo de iguales.
Reproduce el video desde :15:3 y sigue la transcripción15:03
Como siempre, lo que les aconsejamos es que si las reacciones que usted
observa al cabo de, en este caso seis o diez semanas, no empiezan a
disminuir, le aconsejamos que pida ayuda, porque aunque la mayoría de
reacciones son adaptativas siempre ayuda poder tranquilizar, poder recoger
alguna orientación, incluso que el preadolescente pueda charlar con un
profesional que le ayude a encuadrar lo que le ocurre y solucionarlo de la mejor
manera posible.

5 Factores protectores y de riesgo en emergencias


masivas en niños y adolescentes
¿Qué es un factor protector? El factor protector es una característica
detectable, es decir objetivable en una persona, en una familia o en una
comunidad que favorece el desarrollo humano en general, la salud y la
respuesta a un incidente crítico. Por contra un factor de riesgo es una
característica detectable que puede darnos, señalarnos una mayor probabilidad
de tener o de sufrir cualquier tipo de daño. También para la salud, para la
recuperación tras una emergencia y en general en cualquier situación de la
vida. Es importante poder diferenciar los factores protectores y de riesgo de
otros dos conceptos similares pero que no son exactamente lo mismo, y son la
vulnerabilidad y la resiliencia. ¿Qué es la vulnerabilidad? Es la probabilidad de
que se produzca un riesgo o un daño. Esta vulnerabilidad puede ser de tres
tipos. Genética, puede ser familiar y puede ser psicosocial. Y se estará usted
preguntando, ¿y cuál es entonces la diferencia con el factor de riesgo? Bien, la
vulnerabilidad que tenemos las personas, las familias, las comunidades es
independiente de la situación en la que estamos inmersos. En cambio los
factores protectores y los factores de riesgo tienen una carga importantísima
situacional y refuerzan o disminuyen nuestra vulnerabilidad. ¿Y la resiliencia?
Seguramente usted ha oído hablar de resiliencia. Bien, la resiliencia es un
concepto que proviene de la física. Y en la física designa la capacidad que
tiene un cuerpo de recuperar su forma original después de haber sido sometido
a una presión muy fuerte. Cojamos una esponja, una esponja de mar si la
apretamos mucho se nos queda planita, pero, si esa presión se quita la esponja
vuelve a su forma original. En cambio una piedra probablemente necesitemos
más presión para que se deforme, pero, una vez la hayamos presionada se
romperá, y nunca más podrá recuperar su forma original. Con esa analogía
tomada de la física, en psicología y en respuesta a incidentes críticos y
avergencias nominamos resiliencia la capacidad de las personas, de las
familias y las comunidades a recuperarse de un incidente, de una crisis con las
menos secuelas posibles. Esta capacidad tiene una parte más o menos innata.
Es decir las personas, las familias, las comunidades tenemos una cantidad de
resiliencia determinada. Pero nos haya dotado la naturaleza de mayor o menor
resiliencia siempre podemos potenciar nuestra capacidad, nuestra respuesta
resiliente. Y de eso se trata muchas veces en la respuesta a emergencias y en
la aplicación de primeros auxilios psicológicos. Vamos a ver por tanto ahora y
centrarnos, después de aclarar estos conceptos básicos, en los factores
protectores y de riesgo para la recuperación tras una emergencia. Vamos a
tener una mirada general a todos los factores y luego desgranarlos uno en uno.
Los estudios más recientes nos han demostrado que los principales factores
protectores y de riesgo se relacionan con cuatro ejes, con cuatro variables
distintas. Por un lado las características propias del niño y del adolescente y su
contexto familiar. Por otro, las características del suceso en sí. Es decir lo que
ha ocurrido, lo que ha pasado y cómo ha sido, qué efectos tienes o qué ha
ocurrido para la vida de los niños, las familias afectadas. En tercer lugar la
gestión de la emergencia en sí. Y en cuarto lugar como un factor claramente
protector o de riesgo está la atención y seguimiento recibido tanto por los
propios niños como sobre todo por las familias durante los seis meses
posteriores al impacto. Es muy importante que usted vea que los factores
protectores y los factores de riesgo en el fondo son las dos caras de una misma
moneda. Un mismo hecho puede en una situación actuar como factor protector
y en el otro como factor de riesgo. Por tanto cuando ahora los desvanemos
siempre tendremos pares de opuestos según actúen como protectores o
influencien negativamente en la respuesta a lo ocurrido.
Reproduce el video desde :5:45 y sigue la transcripción5:45
¿Qué sabemos sobre cómo modulan la respuesta a una emergencia en las
características propias de los niños o adolescentes? Sabemos que una
estructura de personalidad de base sana. Es decir un niño, un adolescente
cuya estructura, cuya forma de conducirse, de responder, su capacidad de
gestionar las emociones es sana tiene una mejor probabilidad de salir sin
excesivas secuelas de una emergencia que un niño que tenga problemas
adaptativos o de conducta previos. Sabemos también que una variable muy
importante es el tipo de apego que un niño tiene. El apego es la forma en la
que los niños se vinculan con sus padres. Es el tipo de vínculo, la calidad del
vínculo que los niños tienen con sus padres o cuidadores principales. Si ese
vínculo es seguro el pronóstico en la respuesta al incidente crítico de los niños
es mucho mejor que si el apego es inseguro, ansioso o evitativo. Sabemos
también que un nivel intelectual medio o alto y sobre todo una buena capacidad
de resolver problemas son un factor protector. Mientras que tener dificultades
para entender a nivel cognitivo cuáles son las cosas que ocurren incluso tener
una discapacidad intelectual será un factor de riesgo. Esta variable que algunas
veces se ha discutido tiene que ver con que, por contra de lo que se creía
antes, la madurez cognitiva no aumenta la percepción del riesgo. Muy al
contrario, la madurez cognitiva permite entender que el hecho que ha pasado la
crisis, el incidente es un hecho puntual y por tanto el niño se puede
desangustiar. Mientras que una capacidad intelectual más limitada le dificulta la
niño y al adolescente entender si eso va a volver a ocurrir, si no va a volver a
ocurrir y por ahí elevar el nivel de ansiedad. Anteriormente se creía que era al
revés, que una capacidad intelectual un poco disminuida protegía porque los
niños no se daban cuenta del riesgo que habían corrido. Hemos dejado claro
que esto no es así y que hoy en día sabemos, los estudios han demostrado
que es al revés. Sabemos que una buena capacidad de resolver problemas y
conflictos en los niños protege y que una dificultad para encarar conflictos, un
patrón evitativo de enfrentarse a los problemas es un factor de riesgo. No
porque haya ningún tipo de similitud entre un incidente crítico y un conflicto
normal por ejemplo en el patio. Pero sí porque los recursos que los niños
necesitan son similares. Otro factor es la cohesión, la ternura, la comunicación
en el seno de las familias. Cuanta más cohesión y mejor comunicación hay en
una familia, más capacidad tiene la familia conjuntamente de gestionar lo que
ha ocurrido y de protegerse a sí misma y por tanto a los niños de las secuelas.
Sabemos también que las niñas tienen una mejor respuesta, un mejor
pronóstico frente a los incidentes críticos que los niños. Parece ser que los
niños, el hecho de ser varón es un factor de vulnerabilidad, de mayor riesgo.
Una explicación, una observación para la que creo que en este momento no
tenemos todavía una respuesta técnica, pero los análisis estadísticos así lo, lo
demuestran. Y por último está comprobado que haber padecido previamente al
incidente actual otros acontecimientos vitales estresantes como una muerte, el
divorcio de los padres, una enfermedad grave es claramente un factor factor de
riesgo. Parece que la acumulación de incidentes críticos dificulta la respuesta a
los mismos. Pasamos ahora a describir cuáles son los factores protectores y de
riesgo relativos a la incidente emergencia en sí mismo. Sabemos por los
estudios que los factores más potentes no sufrir, víctimas mortales en el
contexto familiar directo y no resultar el niño o el adolescente herido. Pero
también, son factores protectores que se preserve el propio hogar, es decir
aunque se estropee o haya que renovarlo, los niños puedan volver a lo que
había sido su casa, que se conserven sus pertenencias, sus juguetes, sus
objetos personales, y esto es muy interesante, el hecho de que otros
compañeros de escuela o amigos también sean afectados. Quizás se pregunta
por qué, porque el hecho de que sea un comunidad, todo un bloque de vecinos,
una calle que resulte afectada hace que los niños se sientan menos raros.
Vale, a mi me ha ocurrido esto pero también le ha ocurrido a mis amiguitos y
entonces yo puedo compartir y sentirme que formo parte de un colectivo que
nos ha ocurrido algo desagradable pero parece ser que no soy el único al que
me ha ocurrido. También sabemos que los mismos factores pueden actuar
como factores de riesgo, es decir si en el contexto familiar se produce una
muerte o el propio niño sufre heridas, esto posiblemente dificulte su respuesta,
su recuperación. El hecho de que la casa resulte destruida y no se pueda
volver a ella, evidentemente causará una daño importante, porque los niños
vinculan mucho su seguridad al sitio en el que viven, al sitio en el que duermen,
y que esto se vea alterado les dificulta su respuesta. Y perder objetos juguetes
personales, quizás no es tan grave como perder la casa pero también les
afecta negativamente.
Reproduce el video desde :12:33 y sigue la transcripción12:33
En los primeros auxilios psicológicos en lo que más vamos a incidir es en los
factores que protegen en cuanto a la gestión del impacto en sí misma, por esto
es el espacio en el que los proveedores de primeros auxilios psicológicos como
usted y como yo nos jugamos más la efectividad de lo que vamos a hacer, a
ese, en este sentido es muy importante conocer cuáles son estos factores
protectores. Lo mas importante es conseguir mediante la aplicación de los
primeros auxilios psicológicos y otras medidas que los niveles de activación
sean lo más bajo posibles. Para que usted me entienda mejor el nivel de
activación se refiere a los nervios, la cantidad de gritos, la cantidad de
inquietud. Cuanto más serena y tranquila sea la gestión del incidente, más
estamos protegiendo a los menores y a los adultos del impacto. Esto se
reproduce en cuanto a la contención del miedo y la ansiedad y los niveles de
activación de los progenitores, de los cuidadores principales. Si conseguimos
que la familia, que los cuidadores que están con los niños mantengan a su vez
también bajos nivel de activación y que estén contenidos en sus reacciones,
estamos asegurando o estamos facilitando una buena respuesta del menor. Un
tercer factor es la capacidad de consuelo que la familia, que los cuidadores
tienen de caer a sus hijos. Y eso es importante que lo tengamos muy claros
porque aquí podemos incidir. Usted y yo en una gestión de una emergencia
masiva podemos ayudar a los progenitores y cuidadores principales a consolar,
a informar, a aplicar primeros auxilios psicológicos a los niños pero haciéndolo
los padres, porque eso es mucho más efectivo. De esa manera conseguiremos
que los niños estén más protegidos y disminuya el riesgo de secuelas. Es
importantísimo que los menores permanezcan todo el tiempo o todo el tiempo
posible junto a su familia y sus cuidadores, sino todos al menos una parte. Este
es un claro factor protector que tiene que ver con la gestión del impacto y que
resulta relativamente fácil de cumplir. Pero también es importante recibir un
buen nivel de información para que los niños sepan lo que ocurran, y puedan a
su nivel y con el vocabulario que puedan entender a tener la visión de lo que
ocurre y poder comprender más o menos cómo eso que está ocurriendo les va
a afectar, porque eso disminuye sus fantasías. Muchas veces los niños
imaginan cosas mucho peores de lo que es la realidad. Por tanto, disponer de
información es un amplio importante factor de protección. También lo es ser
llevado rápidamente a un lugar seguro tras el impacto. Poder estar en un sitio
donde más o menos se reproduzcan las características habituales que se
tienen en el domicilio, en un hogar normal ayuda a la respuesta de los niños.
Así como el siguiente factor reestablecer lo antes posible la rutina de la vida
previa al impacto. Si el niño iba a la guardería, que vuelva lo antes posible a la
guardería, si va a la escuela, que vuelva lo antes posible a la escuela.
Reproduce el video desde :16:17 y sigue la transcripción16:17
Y ahora en la siguiente diapositiva está usted viendo los factores de riesgo, es
decir los mismos factores que acabamos de ver como protectores en un
momento determinado pueden agravar y dificultad la recuperación de los niños.
Así será si hay poco nivel de contención y mucho nervio, mucha activación, así
será si el menor no es contenido y se activa demasiado y se pone muy
nervioso. Será un factor de riesgo también que los cuidadores principales o los
progenitores no consiguen contener y consolar al menor o nosotros no seamos
capaces a hacerlo mejor, factor de riesgo es separado de los adultos de
referencia, no recibir información, permanecer cerca del lugar de impacto en un
lugar inseguro o demasiado provisional. Por ejemplo, existen estudios que
demuestran que tener los niños como ocurren en muchos campos de
refugiados en tiendas, en un contexto claramente provisional casi duplica el
riesgo de sufrir secuelas tras una situación crítica sobre el impacto de por
ejemplo una catástrofe natural. Dificulta mucha la recuperación de los niños
mantener demasiado tiempo la excepcionalidad, es decir no poder ir a la
escuela, no poder jugar, no poder volver a las actividades previas las que
fueran antes del incidente y por supuesto eso incluye no poder volver a la
escuela. Vamos a pasar ahora a ver los factores protectores y de riesgo relativo
al seguimiento que se ofrece alas familias tras el momento de impacto. En
cuanto a factores protectores parece ser que la parte más importante, el factor
mas importante es disponer de orientación para los progenitores, orientación no
quiere decir terapia, quiere decir que se dispone de un profesional que incluso
puede ser por atención telefónica al que las familias poder preguntar lo que les
angustie. Esta orientación disponible preferentemente 24 horas tiene un efecto
importantísimo, no solo por la respuesta concreta que se puede ofrecer a la
familia sino sobre todo porque reduce sus niveles de angustia. Y esto quiero
recalcarlo especialmente. En la mayoría de emergencias, si actuamos
correctamente entregaremos a las familias una hoja en la que se explican
determinadas cosas. Pero los padres, los cuidadores principales algunas
cosas, también están afectados, algunas cosas las entienden bien y otras les
surgen dudas. Poder calmar estas dudas ayudará muchísimo a que la familia
esté tranquila, esté contenida y pueda controlar al niño y eso you hemos visto
que es la parte principal de la protección del menor frente al impacto de lo
ocurrido. También es un factor protector poder hablar, jugar o representar de
diferentes formas lo ocurrido. Y finalmente lo es si al cabo de tres o cuatro
semanas no hemos empezado a ver una mejoría en la respuesta. Todos los
niños hacen una respuesta de este sagudo, pero es este sagudo debe irse
reconduciendo durante estas primeras tres o cuatro semanas. Reconducir no
quiere decir desaparecer, quiere decir disminuir, si no lo hace es importante y
un claro factor protector que se pueda recibir asistencia especializada. Los
mismos factores obviamente de no darse serán factores de riesgo, es decir si
los padres están desorientados, si los padres están ansiosos, si no saben qué
hacer, los niños no tienen un espacio donde pueden procesar lo ocurrido o no
reciben asistencia pasada estas cuatro semanas, su respuesta a la emergencia
seguramente se dificulte muchísimo.

6 Factores protectores y de riesgo en emergencias


cotidianas en niños y adolescentes
Muchas cosas sirven tanto para las emergencias masivas como para las
cotidianas. Sin embargo, ¿por qué entonces hacer este vídeo? Porque hay
algunos rasgos diferenciales. El primero y más importante es que el impacto
solo afecta a la familia. El entorno permanece inmutable, no hay una afectación
del entorno. Esto puede ser un factor protector porque el resto de situaciones
de su vida siguen inmutables, sigue todo de forma normal y rutinaria. Pero
también se podría ver como un factor de riesgo, puesto que las ayudas y las
opciones que se activan en caso de emergencias masivas, en este caso no se
activan, puesto que, como hemos dicho, el entorno permanece libre de
afectación, por tanto, la ayuda disponible tiende a ser mucho menor. Entonces,
en este caso se podría ver como un factor de riesgo. Veamos en más detalle
cuáles se podrían considerar los factores protectores y de riesgo en la
recuperación después de una emergencia cotidiana. Los vamos a enumerar
brevemente y después pasaremos a detallarlos y ver cómo pueden afectar
cada uno de ellos de forma positiva o de forma negativa. Hay cuatro ejes en los
cuales podemos centrarnos a la hora de explorar factores de riesgo y
protectores. Las características del niño o del adolescente y su contexto
familiar, por un lado; las características del suceso en sí, del hecho traumático,
va a ser diferente, tanto para bien como para mal; cómo se gestione ese
momento de impacto; y, por último, cómo va a ser el seguimiento posterior al
incidente, el seguimiento seis meses vista. Ya hemos dicho en otros vídeos que
desde que acontece un incidente crítico hasta que nos debemos preocupar o
se puede empezar a generar un trastorno pasa un tiempo. ¿Cómo va a ser la
gestión de este tiempo posterior al incidente? Es muy importante tener en
cuenta para toda la explicación que vamos a realizar a partir de ahora que lo
que exponemos, factores de riesgo y factores protectores, son siempre las dos
caras de una misma moneda. Un mismo hecho puede ser tenido como factor
protector o como factor de riesgo y, en la mayor parte de casos, de la misma
característica vamos a poder sacar el lado positivo y el lado negativo. Veamos
entonces de las características relativas a los niños, adolescentes propiamente,
qué podríamos considerar factores protectores y qué podríamos considerar
factores de riesgo. A nivel de factores protectores, evidentemente, el tener una
personalidad de base sana, que no tengamos patologías, va a considerarse un
factor protector. Por el otro lado, lo que decíamos antes, si nos imaginamos
que son dos caras de una misma moneda, el hecho de haber sufrido algún
trastorno psiquiátrico o psicológico en el pasado va a actuar como factor de
riesgo en este tipo de situaciones. También, por ejemplo, a nivel de relación
con la familia, a nivel del vínculo que tenga con las figuras de referencia, un
vínculo sano, un vínculo protector, va a ser un vínculo seguro. En definitiva, va
a ser un factor protector. Y en cambio, un vínculo patológico, un vínculo viciado
va a ser un factor de riesgo a nivel de capacidades de los niños y los
adolescentes, depende de cómo sea su habilidad de resolución de conflictos,
de las herramientas y las habilidades/capacidades que tengan de afrontamiento
de los problemas de su vida, cómo hayan gestionado los acontecimientos
vitales estresantes previos. Todo eso puede ser un factor protector si el niño o
adolescente tiene esas capacidades, ha resuelto con éxito otros
acontecimientos previos, esa evolución positiva del niño y, en cambio, puede
ser un factor de riesgo si no tiene capacidad de afrontamiento, si no tiene
tolerancia a la frustración, si no ha sabido resolver bien acontecimientos vitales
estresantes previos y los acarrea, esa idea de piedras en la mochila que hacen
que luego el camino sea más pesado y, ante un incidente crítico, nos impida
avanzar de forma correcta. A nivel de los factores de riesgo y protectores que
influyen, de las características del incidente crítico, vamos a fijarnos sobre todo
en tres puntos clave. Si el incidente crítico implica una muerte, esto también en
emergencias masivas estaba contemplada como factor, que se tenga que
contemplar en los factores de riesgo y factores protectores. El hecho de que
haya acontecido una muerte y que esta muerte sea de alguien cercano o no.
En las emergencias cotidianas, el hecho de que haya acontecido una muerte o
no, y sobre todo, si esta muerte es de un familiar cercano o de los progenitores,
se considerará que hay más riesgo que en una situación donde no haya
acontecido una muerte o la muerte sea de un familiar lejano. También depende
mucho el tipo de muerte que se produce. Es diferente que sea una muerte que
no sea esperada, traumática, o que sea una muerte de la cual luego no se
recupera el cadáver. Este tipo de cosas hacen que la situación se prevea más
de riesgo que en situaciones donde ha sido una muerte esperada, donde ha
podido haber una despedida, donde ha podido haber un seguimiento, una
preparación de este momento de la muerte. Enlaza directamente con el último
punto que tienen ustedes en su PowerPoint, que es el proceso de la
oportunidad de poderse preparar o no ante la muerte de un familiar. Esto no
quita que el hecho de prepararnos tenga que hacer que la muerte duela menos.
Hay una creencia de que cuando se mueren las personas por enfermedad o
larga enfermedad, que han estado hospitalizadas, nos tiene que doler menos.
"Bueno, ya has tenido tiempo para prepararte", "esto ya lo veníamos viendo".
La tristeza es como que está menos permitida en estos casos o que no tendría
que ser tan intensa. Esto, como digo, es un error ampliamente difundido. El
hecho de que nos preparemos para la muerte de una persona querida no
significa que esa muerte nos tenga que doler menos, simplemente que el
proceso va a ser un poco más fácil o más llevadero, puesto que hemos
empezado a elaborarlo antes. Pero eso no significa que el grado de dolor, el
grado de afectación tenga que ser menor. A nivel de los factores que tenemos
que tener en cuenta, tanto de protección como de riesgo de la gestión del
momento del incidente crítico, nos podemos fijar en cinco puntos básicos.
¿Qué nivel de activación ha supuesto este incidente? ¿Ha sido un momento de
agitación masiva, toda la familia se ha alterado? ¿El pequeño ha sufrido una
activación importante, un momento de estrés que le ha llevado a tener una
activación fisiológica muy importante? Esto sería una de las cosas que
tendríamos que recoger. Y en este caso, ¿cómo hemos podido contener al
pequeño? ¿Lo hemos podido contener de forma satisfactoria o no? ¿O el
consuelo que le hemos proporcionado no ha sido el adecuado para el pequeño
en esa situación, no hemos sabido consolarlo correctamente? Si ha habido un
momento que, por los factores que sean, no hemos podido contener del todo al
pequeño, lo tenemos que ver como un factor de riesgo. Hay algo que está
haciendo que el niño o la niña esté más activado de lo normal y las estrategias
que usamos normalmente no nos estén funcionando, con lo cual tenemos que
cambiar un poco la forma de gestionar esa activación en este momento en
concreto. También es muy importante si el niño ha podido estar al lado, o no,
de sus progenitores en el momento del incidente y en los momentos
posteriores. El hecho de apartar a los niños de la figura de referencia en el
momento de impacto es un factor de riesgo. La recomendación sería que,
aparte de informar al niño de forma veraz y de forma correcta, no negarle
acceso a la información al niño y que pueda participar de todos los rituales y de
todos los actos que se lleven a cabo relacionados con el incidente, siempre y
cuando él quiera, también es importante que no lo apartemos de la situación
del núcleo crítico. Muchas veces hay una muerte en la familia, de un abuelo, y
dejamos al pequeño con los vecinos o con unos tíos que no están tan
afectados; si ha sido la muerte del abuelo paterno, lo dejamos con los tíos
maternos. Esto, que es una cosa que está muy extendida y que sería una
forma que pensaríamos que es correcta de funcionar porque le evitamos
sufrimiento al niño, normalmente siempre intentamos, sobre todo cuando son
niños pequeños, evitarles el máximo sufrimiento, no queremos que tengan que
pasar por eso, pero esa muerte le va a afectar igual y cuanto más pueda estar
con sus padres y más partícipe sea de todo, mejor va a evolucionar y más
integrado se sentirá. Si no, pueden aparecer sentimientos de abandono relativo
en el sentido de "me están apartando de esto", quizá piensa que entonces no
tiene derecho a sentirse triste o no tiene derecho a sentirse vinculado a una
cosa que realmente le está tocando. Es importante tener en cuenta estos
pequeños detalles. Por todo esto, ¿qué podemos deducir? Que las
necesidades de los niños en estas situaciones suelen ser muy básicas y suelen
ser las que tenemos también los mayores, en el sentido de que necesitan ser
tenidos en cuenta, necesitan tener esa sensación de que no se les aparta.
Muchas veces es importante darles una tarea que hacer. A veces, cuando
somos mayores, el hecho de que nos digan, "bueno, pues ocupate de esto",
hace que funcionemos mejor, aunque sea un poco en "stand by", nosotros
vamos transitando porque tenemos que repartir agua, por ejemplo. Los niños
también. Los niños, si les damos algo que hacer, les damos sensación de
control, aunque sea en una tarea muy pequeña y esto hace que ellos puedan
transitar por este momento crítico de forma más pausada, más tranquila y
mejor, en definitiva. Como hemos dicho, también es muy importante que, si
ellos quieren, se les dé la opción de poder participar en todo tipo de rituales de
despedida, véase velatorios, funerales, cualquier tipo de acto que se lleve a
cabo para despedir al difunto. Se le debe dar la opción de que sea él quien
escoja, no apartarlo porque pensemos que son pequeños, que no se enterarán,
que no les va a hacer ningún bien. Dejemos que él pueda decidir. Esta
persona, este niño va a crecer y esa muerte la va a llevar consigo toda la vida,
Aunque ahora lo apartemos, llegará un momento que se preguntará por qué no
se pudo despedir.
Reproduce el video desde :12:55 y sigue la transcripción12:55
Finalmente, al principio de este vídeo hemos comentado que también era muy
importante el seguimiento posterior, un seguimiento que puede durar hasta los
seis meses antes de ver cómo ha evolucionado todo, tener una visión global
del proceso. ¿Qué cosas son básicas para poder hacer un buen seguimiento
de la evolución de este incidente crítico? Si finalmente se resuelve bien o no, o
hay que pedir ayuda externa, o cómo hemos podido gestionar esto, de forma
efectiva o no. Primeramente, es básico que los progenitores tengan una serie
de orientaciones, por ejemplo, hacer este curso de primeros auxilios
psicológicos y saber cómo lidiar, cómo gestionar con incidentes críticos en la
vida cotidiana. Que estén orientados. Si ustedes tienen un familiar que está
pasando por esto, poderles dar la información básica que les puede ser de
ayuda en algún momento. También es importante que los niños tengan espacio
para jugar, para preguntar, que como personas de referencia, estemos ahí para
cualquier necesidad que tengan. A veces preguntan cosas muy tontas o cosas
que no se nos ocurrirían en ese momento porque cada uno tiene su línea de
pensamiento y, a veces, nosotros en una emergencia lo que pensamos es "¿y
esta noche dónde voy a dormir?". Entonces, ellos quizá lo que te preguntan es,
"¿no voy a poder jugar hasta que todo esto no pase?" Cada uno dice sus
preocupaciones y no debemos juzgarlas, porque en un momento de crisis el
cerebro usa sus estrategias para poder seguir funcionando, con lo cual darle
esa oportunidad de que pueda jugar, que pueda pintar, que pueda expresar sus
emociones de la forma que él necesite, con lo cual para eso total libertad a
nivel de expresión y a nivel de desfogue, un poco de vaciado de emociones.
También es importante, y esto tanto para niños como para adultos, en otros
vídeos lo han visto, volver a la rutina cuanto antes mejor. Volver a la rutina con
todos sus efectos, no solo ir al colegio o hacer los deberes, sino recuperar los
límites y las normas que había antes del incidente crítico. No ser laxos por el
hecho de que haya habido una muerte en la familia. Habrá unos días de
reajuste, evidentemente, en los que quizá hay alguna norma que se flexibilice,
pero cuanto antes se vuelva a la rutina en todos los ámbitos, mejor y más
favorecerá la recuperación del niño y, en este caso, también del resto de la
familia. También es muy importante en la buena gestión de un incidente crítico
saber cuándo pedir ayuda. En este caso, y como hemos dicho en otros vídeos,
si a partir de las cuatro semanas, a partir de más de un mes sigue habiendo
síntomas fuertes y claros de activación fuera de lo normal, reexperimentación
del incidente o pesadillas recurrentes, o problemas de concentración o todos
esos síntomas que ya hemos visto en anteriores vídeos, se debe acudir a un
profesional. A veces, simplemente para que nos dé pautas de cómo gestionar
mejor el incidente y ver cómo evoluciona, que nos dé un apoyo en la evolución.
Es muy importante. Veníamos hablando de factores protectores, un niño sano
que no ha tenido antecedentes psiquiátricos o psicológicos seguirá siendo un
niño sano, igual que los adultos, ya hemos hablado, ¿no? Un incidente crítico
es una ruptura, un momento de escisión en nuestra vida, pero es un momento
que después no volveremos a ser iguales, pero seguiremos siendo personas
sanas y que habremos sacado algo de esta experiencia.

7 Implicación de las familias en las emergencias


masivas
En una situación de incidente crítico, sobre todo cuando hay niños presentes es
importante que la familia se pueda implicar en la gestión del incidente y que la
aplicación de los primeros auxilios psicológicos a niños la puedan aplicar los
referentes de estos niños. ¿Por qué esto es importante? Porque para los niños
es mucho más tranquilizador ver a la figura de referencia que les explique,
incluso pueden estar más abiertos a entenderlo, que no esta explicación y
estas pautas de cuidado o este consuelo venga por parte de un extraño en el
fondo, de un interviniente cualquiera ¿no? ¿Qué beneficios por tanto, puede
tener que la familia aplique los primeros auxilios psicológicos? Por un lado,
mayor efectividad. Los niños harán caso a una figura de referencia que además
implicará que el hecho de aplicar los primeros auxilios psicológicos los padres
hacen que estos también tengan cierta sensación de control y de implicación
en la gestión, con lo cual también estarán más calmados y transmitirán esa
sensación de calma a sus hijos. Por otro lado, el conjunto de la familia reduce
la ansiedad al estar trabajando juntos y con unas mismas metas supra
ordenadas. Por otro lado, reduce la posibilidad del abandono ¿no? Que se ha
comentado en algún video también, en el sentido de que no es bueno
desplazar a los niños del foco del incidente crítico, entonces en este sentido el
hecho de implicar a los padres en la aplicación de los primeros auxilios
psicológicos hace que aunque ellos estén muy afectados sean parte de este
proceso y no descuiden a los hijos o no muevan el foco de atención de sus
hijos a otros aspectos. ¿Qué obstáculos nos podemos encontrar en la
aplicación de primeros auxilios? Bien, como estábamos diciendo el hecho de
que la familia, los progenitores también estén afectados va a dificultar todo este
proceso y seguramente la aplicación de esos primeros auxilios psicológicos se
va a ver dificultada por el nivel de activación o de estado de shock mismo de
los progenitores ¿no? Es normal, no son solo los niños los que están afectados
que tenemos que tener cuidado de ellos, sino que toda la familia va a estar
perjudicada. De la misma forma, la familia extensa también va a ser una parte
importante en toda este proceso de gestión. Y esta familia extensa podría ser
un factor beneficioso, un factor de protector pero también podría ser un
obstáculo porque muchas veces las recomendaciones o las opiniones de la
familia extensa pesan mucho y dificultan este proceso. Muchas veces también
el hecho de esta familia extensa opinando, hace que se propicien actitudes
como la de que acabamos de comentar ahora ¿no?, de separar a los niños.
No, pues no te preocupes, me quedo yo con los niños en casa, tú recupérate,
preocúpate de los trámites que tengas que hacer. No, o sea, los niños tienen
que estar con los padres y tienen que vivir y transitar el proceso igual que sus
padres y con ellos. Y por último, mucha tendencia también un obstáculo
importante es la sobreprotección, la sobreprotección que solemos desarrollar
en este tipo de situaciones, de cara a que intentamos apartar cualquier aspecto
negativo de los niños y sobreproteger a la familia, y nos encerramos mucho en
el mismo núcleo familiar. Es importante que consideremos esto como un
obstáculo, que dificultará el proceso de gestión y del desarrollo, evolución
normal en estas situaciones. ¿Cuáles son los pasos que tenemos que
contemplar en la aplicación de primeros auxilios psicológicos con niños? Bien,
son cinco, contener, calmar, informar, normalizar y consolar. En vídeos, en
vídeos que pueden consultarse están más especificados por franjas de edad,
de cero a tres, de tres a seis, ¿no? Cada franja de edad tiene sus
especificidades pero las fases son comunes para todo el rango de niños y
adolescentes. Por lo tanto, las fases que las tengamos presente y luego
simplemente las adaptamos en función del rango de edad con el que vamos a
trabajar. Tal como hemos dicho es muy importante que estos primeros auxilios
los apliquen los familiares de referencia para aumentar los beneficios que
tienen los primeros auxilios psicológicos. Otra cosa que es importante tener en
cuenta, es la diferencia entre las emergencias cotidianas y las emergencias
masivas. En otros vídeos también se hace referencia a esto y, ¿por qué es tan
importante?, ¿por qué lo recalcamos tanto? Porque la casuística de las
diferentes emergencias influirá en cómo sea la gestión y el desarrollo posterior,
¿no?, la evolución de las personas implicadas en dicha emergencia. Dado que
por ejemplo en las crisis cotidianas afectan solo a la familia, a una o dos
familias, ¿no? Pero no el efecto, el entorno inmediato no tiene una afectación,
está libre de afectación con lo cual, esto implica que a nivel de recursos
públicos o del estado o a nivel de ayudas activadas no va a haber tantas, de
hecho van a haber las que haya de forma ordinaria en el día a día. Sin
embargo, la mayor parte de los miembros de la familia van a tener que
participar en la gestión de la misma crisis, ¿no? La muerte de un familiar
cercano, vamos a tener que tramitar, tenemos que hacer burocracias, tenemos
que gestionar muchas más cosas a parte de nuestra propia recuperación. En
cambio en las emergencias masivas, la afectación es más en global, ¿no?
Muchas personas se ven afectadas y esto hace que todo el entorno inmediato
esté afectado. ¿Qué genera? Genera que el estado, las diferentes
organizaciones e instituciones activen recursos de ayuda y de respaldo para las
personas afectadas, de forma extraordinaria. Tenemos más recursos para
afrontar una situación crítica cuando es una emergencia masiva. También
es cierto que en este tipo de situaciones la gestión de la emergencia, la gestión
de la crisis no la tiene que hacer una familia sola, normalmente la hacen los
equipos de intervención que se dedican a gestionar la propia emergencia.
Bien por último, consideraciones de, ¿qué errores podemos cometer o qué
errores se cometen frecuentemente en la gestión o en la aplicación de primeros
auxilios psicológicos con niños? Podemos cometer errores por exceso, ¿no?,
que intentemos aplicar nosotros los primeros auxilios psicológicos con niños,
criticar o desautorizar los primeros auxilios psicológicos o la gestión que están
realizando los padres y sobre todo intentar ser muy sobreprotectores, ¿no?,
con esa familia y con la gestión que están haciendo esa familia, ¿no?,
animarles a que delegen en la gestión de la misma. Cada familia tiene que
gestionar su propia emergencia. O por defecto, centrarnos solo en los padres
no dar pautas de cómo se tiene que actuar con los niños, no dar pautas de
recomendaciones de los momentos siguientes a la emergencia, centrarnos solo
en los adultos. Por ejemplo, sería un error muy común, ¿no?, incluso hablar
delante de los niños sin tenerlos en cuenta, son cosas que debemos evitar en
una aplicación de primeros auxilios psicológicos. Pese que no los debemos
aplicar en los niños pero debemos gestionar, poderlo hacer de forma adecuada
con los padres teniendo en cuenta a los niños. Por último y para acabar este
vídeo, cinco cosas básicas que debemos tener siempre presentes. Nunca
culpabilizaremos, tanto se esté haciendo bien como se esté haciendo mal,
como si detectamos errores, nunca culpabilizaremos a la persona que acaba
de sufrir una emergencia. Siempre, bajo toda circunstancia debemos respetar
las creencias religiosas de la persona que tenemos delante. Es muy importante
que nos adaptemos a los diferentes entornos. De la misma forma respetaremos
las variables culturales, es muy diferente la forma de afrontar una muerte en
una familia de etnia gitana o en una familia israelita con creencias judías, ¿no?
Pues tenemos que respetar su forma de afrontar y de gestionar esa crisis en
particular. No debemos limitar la autonomía de las personas, no debemos
coartarles, no debemos prohibirles que hagan cosas o no, simplemente
debemos recomendar dar unas pautas y luego serán ellos los que finalmente
decidirán. Por último y no menos importante, no apartar a nadie. Esto incluye
los niños, ¿no?, hemos dicho tenerlos incluidos en toda, los primeros auxilios
psicológicos, en el desarrollo de los rituales, etcétera. Pero también no
apartemos a los abuelos, no apartemos a los tíos, no pensemos que por familia
extensa no les estará afectando, ¿no? Contemplemos todas las personas que
puedan estar afectadas y involucradas en cada emergencia.

8 Role playing: Buenas y malas prácticas en la


intervención en familias con niños de 0 a 12 años

Los primeros auxilios también pueden ser psicológicos


22/04/2014
Fuente: 
FAROS Sant Joan de Déu
La mayoría de nosotros sabe qué son los primeros auxilios y muchos hemos
aprendido a aplicarlos. Consisten en una serie de acciones ordenadas que es
recomendable que practiquen aquellos que primero llegan a un accidente o
atienden a una persona que se ha lesionado. 
En cambio, muy pocos hemos oído hablar de los primeros auxilios
psicológicos (PAP). 
Es un término reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que
ha editado varias guías al respecto. Es aplicable a personas de todas las
edades, pero aquí vamos a centrarnos en niños y adolescentes. Suele
difundirse más bien en situaciones extraordinarias, como las catástrofes
humanitarias. Sin embargo, por su alto valor preventivo, todas las personas y
en especial las familias con niños deberían conocer los primeros auxilios
psicológicos y saber aplicarlos en contextos de la vida cotidiana. 
¿Cuándo deben aplicarse los primeros auxilios psicológicos (PAP)?
Los primeros auxilios psicológicos o PAP sirven para acompañar y ayudar a las
personas en general y a los niños en particular a enfrentarse a una situación
difícil y extraordinaria, fuera de su vida diaria, a la que vamos a llamar
incidente crítico.
Ejemplos de incidentes críticos que pueden afectar la vida de un niño y/o un
adolescente son:
 La comunicación del divorcio de los padres, sobre todo si es contencioso
 Ingresar de forma imprevista en un hospital
 Presenciar y/o vivir un accidente grave o muy grave
 Recibir el diagnóstico de una enfermedad grave
 Presenciar y/o vivir la pérdida del hogar por un incendio o por catástrofe
natural
 El diagnóstico de una enfermedad grave o terminal en los progenitores o
en los hermanos
 La muerte inesperada y repentina de un familiar cercano
 La muerte de un amigo o compañero de escuela
En síntesis, los PAP se deben aplicar a cualquier situación que reúna los
siguientes criterios: 
 Ser inesperada y encontrarse fuera de las vivencias habituales que ha
tenido hasta el momento.
 Suponer un cambio pasajero o permanente en las rutinas habituales del
niño.
 Generar miedo o temor intenso en el mismo niño o (muy importante) en
sus cuidadores principales.
¿En qué consisten los PAP?
Son una serie de acciones más o menos sencillas, que pueden ser aprendidas
por cualquier adulto y cuyo objetivo principal es reducir el impacto del
incidente crítico sobre la vida y la evolución del niño afectado. En palabras
más técnicas, los PAP tienen como objetivo prevenir la aparición de los
síndromes de estrés agudo y postraumático.
Los estudios han demostrado que la posibilidad de que un niño sufra secuelas
tras un incidente crítico depende básicamente de tres factores:
1. El nivel de estrés (activación) que se produce inmediatamente después
del incidente: a mayor nivel de activación aumentan las posibilidades de
que el niño sufra secuelas. 
2. La información de la que dispone el niño sobre lo ocurrido: la
información adecuada a la edad del niño disminuye el riesgo. 
3. La rapidez en la normalización y la recuperación de la sensación de
control por parte del niño: a mayor rapidez, menor riesgo de afectación
tras el incidente. 
El fin último de los PAP es, por tanto, gestionar un incidente crítico de forma
que se reduzca al máximo el riesgo de que la persona afectada, adulto o niño,
sufra secuelas tras lo ocurrido. 
¿Qué hay que hacer?
De forma genérica, aplicar PAP en niños y adolescentes consiste en cinco
acciones, que deben realizarse siempre por este orden:
1. Contener
2. Calmar
3. Informar
4. Normalizar 
5. Consolar
Las acciones concretas de cada uno de estos pasos se encuentran
desarrolladas por grupos de edad en los siguientes artículos:
 PAP en niños menores de 3 años 
 PAP para niños de 3 a 6 años 
 PAP para niños de 6 a 10 años
¿Cuándo se aplican los PAP?
Existen dos tipos de Incidentes críticos (IC):
 IC puntual: tienen un comienzo y un final claros y transcurren en un
periodo de tiempo relativamente corto (por ejemplo, un accidente, un
tornado, etc.).
 IC de largo recorrido: se alargan en el tiempo (por ejemplo, un ingreso
de varias semanas en la UCI). 
Para ser efectivos deben de aplicarse desde los momentos
inmediatamente posteriores al incidente.
Si el incidente crítico es puntual, la pauta requiere aplicar los PAP durante al
menos las 72 horas posteriores y, como máximo, durante una semana, periodo
tras el cual la situación de estrés se habrá reconducido.
Si el IC es de largo recorrido, se aplicarán durante todo el periodo de su
duración y hasta al menos un mes tras finalizar el incidente.
¿Quién debe aplicarlos?
En el caso de los niños y adolescentes, las personas idóneas para aplicar
los PAP ante un incidente crítico son sus adultos de referencia, es decir,
sus padres y madres, los adultos más significativos de su familia y sus
maestros de escuela. 
¿Cuándo acudir a un profesional especializado?
Entre las respuestas esperables en los niños tras vivir un incidente crítico
podemos encontrar problemas de sueño, terrores nocturnos (pesadillas),  cierta
irritabilidad, algún pequeño retroceso en el grado de autonomía alcanzado
hasta el momento y reexperimentación del suceso a través del juego.
Estas respuestas son absolutamente adaptativas y suelen desparecer al cabo
de unas cuatro semanas. Si se prolongaran mucho más, lo adecuado sería
consultar a un psicólogo especialista en estrés agudo y/o trauma infantil.  

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