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inicio, no poder expresar verbalmente lo que sienten, tenemos que estar más
alerta a otro tipo de conductas o de expresiones emocionales. Concretamente,
de cero a tres años lo que hay que hacer son cinco pasos básicos: contener,
calmar, informar, normalizar y consolar. Veamos en qué se concretizan estos
pasos. Primeramente, contener, darle al niño una seguridad, un cariño para
que se sienta reconfortado. Tratemos de evitar todas aquellas conductas de
aferramiento. Tenemos al niño en brazos y se nos coge fuertemente de la ropa.
Cojámosle las manos, indiquemos que eso no se hace, pero no hace falta que
lo dejemos en el suelo. Podemos tener un momento de abrazo, pero que no se
nos enganche de alguna forma. Este tipo de conductas las tendríamos que
controlar o reconducir. También es importante dar un espacio para que el niño
grite o llore. No estamos diciendo que el niño no pueda expresar. La contención
no es una no expresión, la contención es que se haga, pero de forma
controlada. El niño puede gritar, el niño puede llorar, pero estemos ahí para
reconducirlo si llega a ser una conducta perjudicial o nociva para el niño. Por
ejemplo, que se empiece a dar golpes contra el suelo o contra una pared.
Otra cosa que debemos hacer con los niños es calmarlos. Si se dan cuenta,
son pasos muy normales y pasos muy lógicos y que, quizá, en estas
situaciones es lo que hacemos normalmente. Simplemente es tener en cuenta
pequeños detalles, quizá, de cosas que no debemos hacer. Bueno, en el caso
de calmar, lo que tenemos que intentar es ayudar al niño a que se relaje, a que
se relaje, a que pueda tener un momento de descanso, ayudarle cantándole,
explicándole un cuento, dándole un baño con agua tibia, todos esos tipos de
rutinas, ese tipo de conductas que hacen que nuestros pequeños se relajen.
Por otro lado, debemos informarles. Evidentemente, con un recién nacido el
lenguaje no está desarrollado y la capacidad de comprensión es mucho más
difícil. Sin embargo, es importante decirle las cosas, decirle las cosas con un
tono de voz pausado y tranquilo. Este paso es mucho más importante conforme
los niños van creciendo. Es decir, un niño de dos o tres años que, pese que al
lenguaje expresivo quizá no lo tiene tan desarrollado, el lenguaje comprensivo
lo puede tener ya bastante avanzado. Son niños que nos entienden, incluso, a
veces, la recomendación es esa de hay que ir con cuidado de lo que se dice
delante del niño, porque entienden mucho más de lo que nosotros somos
conscientes. Pues entonces aquí empieza a ser importante informar,
explicarles cuál es la situación, qué ha pasado y qué va a pasar a partir de
ahora. Dentro de este punto de informar es muy importante darles opción para
que pregunten. Y responderles de forma veraz, sin mentirles en ningún caso a
esas preguntas que ellos nos van a formular. Es preferible decirles que no
sabemos algo, no importa, no somos infalibles, es preferible, como digo,
decirles que no sabemos algo a decirles algo de lo que no estamos seguros y
que después puede no ser cierto. Eso causaría una sensación de descontrol o
de inseguridad en los niños. Las dos últimas cosas que deberíamos hacer con
los niños son normalizar, normalizar los síntomas, normalizar lo que le está
pasando, hacerle ver que no es el único que tiene esos sentimientos o esas
reacciones. Por ejemplo, si nos ve a nosotros llorar, de alguna forma se
permitirá él también llorar. A veces hay niños que intentamos protegerles de
nuestras expresiones emocionales más fuertes, de que no nos vean llorar, que
no nos vean pasarlo mal. Y eso muchas veces lo que hace es que él piense
que no está bien llorar, que tengo ganas de llorar, pero no hay nadie llorando a
mi alrededor. Quizá es que esto ahora no toca. Con lo cual estamos haciendo
que el niño se coarte y no llore, que se lo guarde. Y esto es perjudicial para él.
Es muy importante que nosotros nos permitamos llorar y expresar
emocionalmente lo que sentimos para que ellos también se lo permitan. Y, por
último, consolarlos, evidentemente, hay que consolarlos, hay que procurar
hacer actividades positivas con ellos; hay que darles el control de pequeñas
tareas, que se sientan útiles, que vean que dentro de un ámbito de cosas
adaptados a ellos, siguen teniendo el control de según qué tareas; intentar
hacer rutinas de cada día para que vean que hay una coherencia, que ha
pasado una cosa muy grave y que ha habido una ruptura, una ruptura en su
vida, pero que el resto de cosas siguen y que siguen inmutables y que no va a
pasar nada más que eso. También la capacidad de consolar es permitirles que
jueguen o que dibujen lo que ha pasado. No es que nosotros se lo pidamos,
pero muchas veces los niños, después de un incidente crítico o un hecho
traumático, en los días, las semanas posteriores, vemos que en su juego
reproducen el hecho. Bueno, dejemos que lo hagan, no les digamos "no, no
hagas eso", "¿cómo puedes estar jugando a eso?" Porque quizás nos extraña
ver a un niño reproduciendo un entierro o un velatorio, que uno hace de muerto
y el otro está allí velándole. Pues quizá es que lo necesitan, necesitan integrar
esa experiencia en su vida diaria, y el juego es una muy buena herramienta
para que los niños integren toda clase de conocimientos, incluido las
experiencias traumáticas. ¿Qué podemos esperar?, ¿qué reacciones podemos
esperar en niños de cero a tres años? Podemos esperar, como en los adultos,
problemas para dormir. En este caso, es esperable que tengan más problemas
para alejarse del adulto de referencia. Claro, en niños de cero a tres años es
una etapa que tenemos al niño mucho con nosotros, con lo cual la noción de
les cuesta alejarse de los adultos quizá nos queda un poco a desmano. Pero sí
que es cierto que quizá en otras situaciones el niño podría estar solo en su
cunita y después de un incidente crítico, vemos que nos demanda más, llora
más, que en seguida que nos alejamos de su campo de visión, nos reclama;
cuando en una situación normal, el niño puede estar al menos unas horas él
solo entreteniéndose, sin que tengamos que estar ahí. Cuando ya son más
grandes, cuando estamos con 3 años y así, que incluso hemos podido ya
empezar a retirar pañales, después de un incidente crítico puede ser que
alguna de estas conductas involucionen, que volvamos a estadios de desarrollo
anteriores al momento del incidente crítico, al momento que ya habíamos
llegado, pues que tengamos que pierda un poco el control de esfínteres, que de
repente le cueste más comer con cubiertos o que aguante más tiempo sentado
y prestando atención. La forma de verbalizar o de expresar la tristeza en los
niños a veces es un poco diferente, más que tristes se muestran irritables.
Cuando ya tengan capacidad de hablar pueden aparecer frases de "te odio",
"no te quiero", "todo esto es culpa tuya". Tenemos que pensar que esa es una
forma normal que tienen los niños de verbalizar esa tristeza, ese dolor, esa
impotencia ante la situación vivida. No tenemos que considerar que lo que
están diciendo es algo real, que sientan y que no nos quieren. Justamente, al
ser su figura de referencia ahora mismo, en ese momento seremos lo más
importante para ellos y el único punto de anclaje que tendrán frente a todo el
caos que se está generando. Puede ser que lloren más, puede ser que hagan
más rabietas de lo normal o que, si no habían hecho, se den las rabietas de
forma recurrente. Es muy importante, que ante todo esto, seamos conscientes
de que, pese a que algunas normas los primeros días se pueden flexibilizar, los
límites que tengamos establecidos en nuestra forma de educar a nuestros
hijos, en nuestro sistema educativo, tienen que seguir. Si teníamos el límite de
que si haces una rabieta, yo no voy a intervenir, en este caso, primero, quizá
los primeros días flexibilizamos la norma, pues en lugar de mirarnoslo de pie y
simplemente decirle "levántate, por favor", quizá nos sentaremos a su lado y
preguntaremos "¿qué pasa?, "¿es por lo que ha pasado?", "¿es por la muerte
del abuelo? ", es el hecho traumático que sea. Y esperaremos, daremos una
opción a que el niño reajuste sus valores y reajuste sus conductas y sus
respuestas a la nueva situación. ¿Cuando todo esto deja de ser normal?
Porque estamos diciendo "hay que normalizar, hay que consolar, hay que
mantener unas rutinas, flexibilizar algunas normas, pero todo dentro de unos
cauces". Bien. Pues todo esto deja de ser normal y tiene que ser una señal de
alerta para nosotros si al cabo de cuatro semanas, en otros videos esto ya se
ha dicho, ese plazo de aproximadamente un mes, toda esta sintomatología
sigue estando presente y de una forma fuerte. Si no han bajado los niveles de
activación, si el niño sigue teniendo problemas importantes para dormir, si tiene
pánico, pavor, a que desaparezcamos de su campo de visión, que no haya sido
capaz de volverse a integrar en la rutina de la guardería o del parvulario, todo
esto sería nuestra señal de alerta para consultar a un especialista, o sea, un
psicólogo especializado en traumas infantiles o alguien del ámbito que sepa
darnos unas pautas y unas orientaciones para reconducir esta situación. Por
otro lado, es importante recordar, como en todos estos casos y en los vídeos
que verán a continuación en las diferentes franjas de edad, que cada niño es
diferente y que cada niño tiene su forma de reaccionar y una premisa no sirve
para todos los niños. Quizá, un niño tiene dificultades para dormir y, en cambio,
otro no tiene dificultades para dormir pero hace más rabietas. Entonces, es
necesario tener siempre presente que las reacciones de miedo, de angustia y
de tristeza en los niños varían, no son iguales que la de los adultos y no son
exactamente iguales entre un niño y otro.
PAP evolutivos (3 a 6 años)
En esta etapa culmina lo que denominamos la primera infancia, el menor
empieza a ser más independiente al mismo tiempo que más social. Ha
adquirido hábitos que lo hacen más autónomo en su vida cotidiana, como
cepillarse los dientes, calzarse solo, comer solo, ir al lavabo sin ayuda,
etcétera. En los juegos también se hace evidente su mayor independencia y
sociabilidad. El niño you no quiere jugar solo, prefiere jugar con otros niños, en
grupos de tres o cuatro, empieza a compartir sus juguetes. En sus juegos
también aparece la imitación de profesiones como médico, enfermeros,
maestros, jardineros, se interesan más por los cuentos y las canciones
complejas y empiezan a interpretar personajes. El pensamiento del niño es
egocéntrico, sus frases están llenas del pronombre personal yo, empieza
también a darse cuenta de que su opinión no tiene por qué coincidir con la de
los demás, el niño empieza a usar un lenguaje más rico y fluido, empieza a
contar historias más complejas donde mezcla la realidad con la ficción. En este
momento el niño no sabe distinguir lo que es real de la fantasía. En relación a
la concepción de la muerte, los niños entre los tres y los seis años creen que es
un estado temporal y reversible, esto es entienden que el fallecido está
durmiendo y por lo tanto sigue respirando y en algún momento despertará.
Interpretan el mundo de forma muy literal, así como las cosas que les explican
los adultos y las advertencias de estos. Su pensamiento mágico les lleva a
pensar que pueden hacer que las cosas ocurran simplemente pensando que
ocurrirán. De hecho nos podemos encontrar en algunas situaciones en las que
si algún niño ha pensado o ha deseado que le ocurra algo malo a otra persona
cercana a él y casualmente coincide en el tiempo que algo malo le ocurre,
puede creer que ha sucedido porque así lo ha deseado. Pasemos a ver pues
cuales son las reacciones que se pueden dar en esta etapa ante una pérdida o
un incidente crítico. Ante todo es importante saber que los niños reaccionan de
forma distinta que los adultos ante una pérdida o un incidente crítico. Es
importante saber que cada niño es distinto y por lo tanto vivir un incidente
crítico con un niño pequeño que no entiende lo que está sucediendo, que está
asustado y que no sabemos como tranquilizar puede ser muy angustioso para
un adulto. Por ello conocer cuáles son las posibles reacciones de los niños ante
este tipo de situaciones hará que las afrontemos de forma más tranquila y
calmada. El comportamiento que presentan los niños tras vivir un incidente
crítico es un comportamiento normal, algunos comportamientos pueden ser que
hablen más de lo normal o estén más agitados o incluso que no hablen en
absoluto, pues tienen dificultad para expresar lo que les molesta. En algunas
ocasiones expresan sus sentimiento de dolor a través del juego, sienten miedo
generalizado como puede ser estar solo, algún animal en concreto, estar en el
baño, miedo a dormir, etcétera. También pueden presentar inquietud ante la
posible pérdida de otra persona conocida, incerteza sobre quien los va a cuidar
o quien los va a llevar al colegio. Pierden autonomía y pueden presentar
regresiones en su comportamiento como puede ser volver a orinarse en la
cama, no comer bien solos, no saber vestirse, etcétera, etcétera. También
pueden darse alteraciones del sueño como pesadillas, despertarse agitados, no
quererse dormir solos. Ante estos comportamientos, ¿qué debemos hacer?
Debemos hacer cinco cosas. Primero contener, segundo calmar, en tercer
lugar informar, luego normalizar y finalmente en quinto lugar consolar. Veamos
con más detalle cada una de estas cinco fases. En la primera la de contener
debemos tratar de asegurar la comodidad y el descanso del niño procurando
que duerma y coma, que no se deshidrate, de atender sus necesidades de
juego y dibujo. Debemos darle muestras de cariño, no solamente con palabras
sino también con gestos, como un beso, darle la mano, un abrazo o
manteniéndolo en el regazo el tiempo que haga falta. En la segunda fase, en la
de calmar cuando hablemos con el niño debemos hacerlo situándonos a su
mismo nivel. Le hablaremos pausadamente y con voz suave, para relajarlo
también podemos darle un baño, un masaje, cantarle su canción preferida,
explicarle su cuento favorito. También podemos jugar con él e incluso jugar con
sus amigos imaginarios. En la tercera fase, en la de informar debemos
explicarle todo lo que ha sucedido haciendo uso de un lenguaje accesible e
inteligible para su edad. Hay que tratar de responder a todas sus dudas de
forma sencilla y sincera evitando circunloquios y eufemismos. No debemos
minimizar lo que ha ocurrido ni evitar explicar las consecuencias, sino todo lo
contrario. Debemos explicarle qué es lo que va a suceder a partir de ahora y
qué es lo que vamos a hacer, la previsibilidad les da cierta seguridad a los
niños. Debemos tener paciencia, pues quizás las informaciones deberemos
dárselas a diario. También debemos tratar de averiguar qué otras explicaciones
ha oído o le han dado otros adultos, para así corregirlos o complementarlas. No
es menos importante tratar de explicarle cuál es la diferencia entre la vida real y
los sueños y sus miedos. En la cuarta fase, en la de normalizar debemos
hacerle entender al niño que es bueno que exprese como se siente. Para ello lo
ayudaremos a poner nombre a las emociones, a veces compartidas con el
adulto. Durante las tres, cuatro semanas siguientes al incidente crítico
debemos ser pacientes con los comportamientos agresivos, irritantes o
represivos del niño. Debemos tratar de no criticarlo ni enfadarnos ante la
pérdida de habilidades adquiridas. En la quinta y última fase, la de consolar,
debemos animar al niño a dibujar o jugar sobre lo ocurrido, puesto que le
ayudará a entender qué sucedió y cómo se siente. Hay que también tratar de
mantener en lo posible las rutinas familiares previas al incidente crítico.
Debemos dejar al niño hacer tareas sencillas adecuadas a su edad, como
poner la mesa o vestirse, aunque estas nos impacienten más de lo normal. Hay
que ofrecerle al niño la posibilidad de existir a rituales de despedida, y si así lo
desea acompañarlo ya sea al velatorio o al funeral. Si no quiere hablar no
debemos forzarlo, simplemente hacerle entender que cuando quiera hacerlo,
nosotros estaremos ahí para escucharlo. Y cuando esto ocurra debemos usar
palabras que expresen sentimientos comunes para que él no se sienta extraño.
Hasta ahora hemos visto cuáles son los comportamientos esperables de los
niños y qué es lo que debemos hacer ante estos comportamientos. Es
importante recordar que estas reacciones y respuestas ante un incidente crítico
son normales y esperables. E irán disminuyendo de manera progresiva hasta
su extinción en las cuatro semanas siguientes al suceso. Si este no fuese el
caso y se prolongaran más allá de cuatro semanas, o aumentaran en
intensidad, es cuando debemos acudir a un profesional especialista.
PAP evolutivos (6 a 9 años)
Esta época se caracteriza por una mayor madurez cognitiva. Esta mayor
madurez hace que puedan entender muchas cosas que un niño de menor
edad, por ejemplo, de tres o cuatro años, no entiende. Pero es importante que
sepamos que la madurez todavía no es la de un adulto y que, por lo tanto, en
este período de "entiendo más, pero no lo entiendo todo", los niños son
especialmente vulnerables a tener informaciones mal entendidas, a fantasear,
a quedarse con un retazo que alguien explicó y unirlo a otro retazo y
construirse una imagen de lo que ocurre que no corresponde en absoluto a la
realidad. Pero, a su vez, a esta edad los niños son muy receptivos y captan las
incongruencias. Si a los dos o tres años es relativamente fácil tranquilizar a un
niño pequeño, porque el niño pequeño, con nuestra actitud, con nuestro
lenguaje no verbal, nos creerá más fácilmente, a mayor edad lo que nos va a
ocurrir es que el niño captará dónde somos incongruentes, dónde le decimos
que no pasa nada, pero nos conducimos como si lo que pasara es muy grave.
¿Cómo es el concepto de la muerte entre los seis y los nueve años? La
mayoría de niños a esta edad ya han entendido que las muertes ocurren y,
además, han entendido que son irreversibles, que la persona o el animal que
muere no va a volver. Por lo tanto, pueden comprender con bastante exactitud
que la muerte que afecta a todos es un proceso sin vuelta atrás. Lo que todavía
no tienen es consciencia de que ellos, sí, también van a morir un día, pero sí
aparece la idea de que los seres que les rodean probablemente fallezcan. Y
esta es la edad en la que los niños, cuando tienen contacto con la muerte,
empiezan a preocuparse mucho por si "tú, mamá, ¿vas a morir también?",
"papá, ¿tú también te vas a morir?" Y esto nos planteará una dificultad añadida
a la gestión del incidente crítico que estemos viviendo con nuestros niños en
nuestra familia. ¿Cómo les afecta un incidente crítico, ya sea con una muerte o
sin una muerte, pero con un momento de estrés alto a los niños de entre seis y
nueve años? Por un lado, les genera importantes cambios conductuales, por
ejemplo, pueden perder la autonomía que ya habían ganado, pueden estar
agitados y pueden estar extraordinariamente irritables. Si eso ocurre,
deberemos entender que son las reacciones habituales a un suceso que es no
habitual, que es extraordinario y que nos tiene a todos, a niños y adultos,
asustados y estresados. También podremos observar muy posiblemente
cambios en los patrones de comunicación habituales de los niños, o bien
porque un niño o una niña comunicativos de repente se sumergen en un
silencio que es poco habitual en él y observamos que se retrae y no quiere
hablar, o bien, por lo contrario, porque lo que ha ocurrido le ocupa y
constantemente demanda hablar y tener información sobre lo ocurrido. Y, si
bien, una cierta información es importante dentro de la gestión del incidente
crítico y forma parte de la aplicación de los primeros auxilios psicológicos, si la
demanda es exagerada deberemos también reconducirla para tratar de darle el
lugar adecuado, que es una cierta información, pero no una sobreinformación.
Muy habitual es que tras un incidente crítico aparezca miedo generalizado,
miedo a estar solo, miedo a ir a lugares que conocemos o a lugares
desconocidos y, sobre todo, miedo a separarse de los cuidadores principales,
que habitualmente son el padre y la madre, pero que también pueden ser otras
personas. Estos últimos miedos se relacionan con lo que acabamos de
comentar. Dada la consciencia de que todos los seres vivos mueren, el niño,
que ha entrado en contacto con el peligro de muerte o con la muerte en sí,
empieza a tomar consciencia de que puede perder las personas que le
importan y por eso aumentan estos miedos. Deberemos atender estos miedos,
pero deberemos también saberlos dimensionar en el sentido de no dejar que
condicionen el comportamiento del niño, porque si le damos demasiado
protagonismo, de alguna forma le estamos confirmando al niño que esos
miedos son justificados. Podremos ver también, de forma ya muy similar a lo
que ocurre con los adultos, pensamientos reiterados sobre lo que ha ocurrido,
es decir, un niño o una niña que constantemente recuerda, incluso a veces
actúa lo que ha ocurrido, la destrucción de la casa, el accidente de coche o la
muerte de un ser querido. Dentro de las primeras cuatro a seis semanas, este
tipo de reacciones son absolutamente comprensibles, adaptativas y le ayudan
al niño a procesar lo ocurrido. Si se prolongan mucho más, quizá sí que
deberíamos entonces pedir ayuda o consultar a un profesional. Y, por último,
es bastante frecuente observar que los niños de estas edades tengan
alteraciones del sueño tras un incidente crítico. Habitualmente, estas
alteraciones son pesadillas y dificultades para ir a dormir, pero en algún caso
aislado podemos también observar cierta hipersomnia, es decir, dormir más de
lo que el niño hacía en un inicio. ¿Cuáles son los pasos a aplicar en los
primeros auxilios psicológicos de los niños de esta edad? Son los mismos que
ustedes han visto ya en vídeos previos: contener, calmar, informar, normalizar
y consolar. Vamos a tratar ahora de poderles dar ejemplos y procedimientos
con los que podemos ejecutar estas tareas con los niños a esta edad.
Empecemos por cómo podemos contener las emociones de los niños tras un
incidente crítico. Lo importante es tratar de evitar que las emociones, los
miedos, las sensaciones del niño, de la niña se desborden. ¿Y eso cómo
podemos lograrlo? Vamos a tratar de crear un ambiente tranquilo y relajado,
vamos a recoger y poner nombre a todas las emociones del niño, por ejemplo,
"veo que estás asustado", "veo que tienes miedo", "veo que estás triste", pero
vamos a tratar de apelar siempre a algún pensamiento que pueda tranquilizar
esta emoción: "veo que estás asustado, pero date cuenta que aquí estás
seguro, que papá y mamá te están protegiendo". Es decir, convertir las
emociones intensas en pensamientos tranquilizadores. El segundo paso, como
usted recordará, es calmar al niño o la niña afectado por un incidente crítico.
¿Cómo lo vamos a conseguir? Vamos a tratar de hablar en voz pausada,
vamos a tratar de conducirnos con la mayor tranquilidad posible, que
probablemente no sea completa, pero intentaremos bajar nuestro tono de
activación. Intentaremos recordarle al niño que esta situación es similar a otra
que ya vivió antes y en el que o en la que pudo superar los miedos. Por
ejemplo, "¿te acuerdas aquella vez que te caíste y fuiste al hospital y te
tuvieron que coser y tenías mucho, mucho miedo y llorabas mucho, pero luego
te fuiste calmando, la doctora te ayudó a que estuvieras más tranquila? Bueno,
esto que nos está pasando hoy es similar a aquella vez y verás cómo ahora
estás muy preocupado, pero luego te irás pudiendo tranquilizar". El recurso a
situaciones previas vividas a los niños les ayuda, como a los adultos, a activar
sus propios mecanismos de afrontamiento y esto es altamente positivo. Y una
cosa que no haremos nunca en esta fase es decirle al niño que si se calma
todo irá mejor. Y no lo haremos porque posiblemente no sea verdad. Si un
niño, una niña, acaba de perder, por ejemplo, a su madre, por mucho que se
calme, la situación no va a mejorar. Por lo tanto, le vamos a decir que nosotros
estamos ahí para ayudarle a calmarle y para ayudarle a que las cosas vayan lo
mejor posible. Hechos estos dos pasos, es decir, la contención y calmar,
pasamos a informar. Es importante el orden, no vamos a informar al niño
mientras no está calmado. En el paso de informar tenemos que, con palabras
que pueda entender y teniendo en cuenta eso que comentábamos antes de
que a esta edad muchas veces parece que entienden casi todo, pero hay que
asegurarse de que no malinterpreten ciertas informaciones porque su nivel
cognitivo todavía no es el de un adulto, con esas palabras sencillas habrá que
explicar lo que ha ocurrido. Cuanto más fácil, corta y simple sea una
explicación, más seguridad le dará a un niño, una niña. Por ejemplo, "bien, tú
sabes que esta mañana papá fue a trabajar y que fue en coche. A media
mañana nos ha llamado la policía y nos ha dicho que papá ha tenido un
accidente". A continuación, el niño preguntará evidentemente si papá está bien
o mal y le tendremos que contestar que no, que papá está en el hospital y los
médicos están diciendo que está grave o la información que haya que dar.
Cuantos más rodeos, cuantos más circunloquios demos a una información,
más difícil y amenazante se hace para un niño. Así que es bueno que tratemos
de ser simples, aunque a nosotros como adultos nos asuste lo que tenemos
que decirle al niño. Si la noticia es mala, no será fácil hacerlo, pero poner
muchas palabras y palabras complicadas no le ayuda al niño al que estamos
informando. El siguiente paso es normalizar, es decir, deberemos autorizar al
niño a que sienta lo que en ese momento le surge: rabia, miedo, tristeza,
incredulidad, y vamos a normalizar todas sus emociones. Igual que en edades
más tempranas, una parte importantísima de nuestra intervención aquí
aplicando primeros auxilios psicológicos, es poner palabras a las emociones
que el niño tiene. Una vez hemos conseguido poner palabras, podremos decirle
que eso que ocurre es absolutamente lógico dado el incidente que está
viviendo y que, posiblemente, con el paso de las horas y los días, esas
emociones se irán transformando en otras. Es muy importante que usted no le
diga al niño o a la niña que las emociones van a mejorar, porque es altamente
posible que si lo que ha pasado es muy grave, las emociones no van a mejorar,
se van a transformar. En este sentido, yo recalco que es especialmente
importante poderle decir al niño o la niña que vamos a estar allí para ayudarle y
que seguro que le podemos prometer que dentro de unos días no estará tan
asustado como ahora, pero quizá sí esté triste. Y en el último paso, lo que nos
queda por hacer es consolar a ese niño que seguramente está viviendo o está
dándose cuenta de que está viviendo una pérdida y esa pérdida está
empezando a llegar a su percepción racional, sea la pérdida de una seguridad,
sea la pérdida de objetos o sea la pérdida de una persona. Ese proceso de
darse cuenta de lo que ha ocurrido es un proceso paulatino y nuestro consuelo
tiene que estar presente durante mucho tiempo. Pero es importante concluir
siempre el relato con él con la promesa de que estaremos allí para ayudarle a
sentirse lo mejor posible. Por reiterado, no dejo de subrayarlo de nuevo, no le
diga que se va a sentir bien, dígale que va a estar allí para que se sienta lo
mejor posible. Finalizaremos el vídeo como los anteriores, con dos
advertencias. La primera, que cada niño hace su proceso, tiene sus
características y tiene sus tiempos, y cada situación y cada familia es distinta.
Por lo tanto, caben muchas reacciones posibles, muchas formas de reaccionar
posibles y la mayoría, seguramente, aunque sean duras, serán absolutamente
adaptativas. Solo hace falta que usted, si ve alguna reacción de su hijo, de su
hija o de los niños con los que está trabajando y a los que ha aplicado primeros
auxilios psicológicos no responde al patrón de lo que hemos estado
escribiendo, solicite orientación. Posiblemente no necesite una terapia,
posiblemente necesite una idea de cómo afrontar mejor, o cómo explicar mejor,
cómo normalizar, algún "input", alguna aportación que le permita tanto al adulto
como al niño manejarse mejor con la situación. Pero no se quede con dudas. Si
usted aplica primeros auxilios psicológicos, anime a las personas a pedir
orientación. Si usted es familiar y lo está aplicando en su propia familia, le
recomiendo lo mismo. Si tiene dudas, pregunte, porque cuanto más tranquilo y
más sereno esté usted, más ayudará a los niños de esta edad.
PAP evolutivos (9 a 12 años)
Esta es una edad complicada porque entre los nueve y doce años you no son
niños, pero tampoco son adolescentes. Y no solo que su características
evolutivas están a mitad a caballo de dos fases, es también que los niños de
esta edad ahora son you casi adolescentes y ahora todavía son un niño
pequeño, pudiendo variar eso a lo largo del día. Lo cual dificulta muchísimo que
nos podamos centrar de forma adecuada en las características evolutivas de
estos niños y niñas. Con todo, vamos a intentar transmitir ciertas características
que suelen funcionar bastante bien en esta época. ¿Cómo son estos niños, que
no son todavía ni niños ni adolescentes? Bien, su comprensión cognitiva es
casi igual que la de los adultos, es decir, si en la etapa anterior podíamos tener
que ir con cuidado por malas interpretaciones o por fantasías, ahora you casi
podemos explicar todo como si estuviéramos hablando con un adulto.
Reproduce el video desde :1:36 y sigue la transcripción1:36
Pero, a cambio, es una época de cambios físicos constantes y de cambios de
personalidad constantes. No es solo que se están adaptando a una nueva fase,
es que su cuerpo está cambiando hay cambios hormonales, de forma que a los
menores de estas edades les caracteriza una enorme inestabilidad.
Reproduce el video desde :1:57 y sigue la transcripción1:57
Y eso va a condicionar su forma de reacción frente a los incidentes críticos y
frente a cualquier cosa, pues es una época difícil en la escuela, en el deporte,
con los amigos.
Reproduce el video desde :2:12 y sigue la transcripción2:12
En este momento, el grupo de iguales, la gente de su edad, los amigos y
amigas, pasan a tener un papel crucial. De hecho, en la etapa siguiente, en la
adolescencia, los niños van a dejar atrás los modelos que han aprendido de
sus mayores y tratarán de centrarse exclusivamente en los modelos del grupo
de iguales. Aquí, que estamos a mitad,
Reproduce el video desde :2:39 y sigue la transcripción2:39
habrá momentos en que se refugien en la seguridad que podemos ofrecer los
adultos, pero habrá you momentos en que nos llevarán la contraria en cualquier
cosa que digamos y nos dificultarán mucho la comunicación con ellos.
Característica de esta época en la que todo cambia, en la que ellos no saben
cuál es su rol, y nosotros en el fondo tampoco sabemos tratarlos
adecuadamente, por si faltaba algo, tienen una gran dificultad para manejar sus
emociones. Pueden pasar del llanto descontrolado a la risa igualmente
descontrolada y eso no en momento en el que ha pasado alguna cosa grave o
tras la muerte de un amigo o del progenitor, no. Eso a la hora del patio porque
una compañera ha dicho que la camiseta que llevan hoy no es adecuada o es
fea. Por tanto, es fácilmente de entender que you en situaciones normales a
esta edad empiezan a aparecer más conflictos intrafamiliares y se prepara la
etapa de oposición que caracteriza la adolescencia.
Reproduce el video desde :3:47 y sigue la transcripción3:47
Si ocurre un incidente crítico en estas épocas, de nueve a doce años, será muy
complicado saber cuándo le tenemos que hablar al niño que todavía tenemos
delante y cuándo le tenemos que hablar al adolescente que en el fondo
pretende creer que you tiene 20 años y you lo sabe todo. Y esa dificultad
modulará de forma absolutamente destacada toda nuestra actuación y la
aplicación de los primeros auxilios psicológicos en esta época. Igual que en los
otros vídeos, vamos a revisar brevemente cómo es la idea de la muerte en esta
época, porque en muchos incidentes críticos lo que ha ocurrido es el
fallecimiento de un ser querido. Bien, entre los nueve y los doce años el
concepto de muerte es you como el de los adultos, es decir, los niños de esta
edad saben que la muerte nos afecta a todos, que es irreversible, que va a
afectar a los seres que ellos más quieren, hermanos, padres, abuelos, y la
conciencia de esa realidad aumenta porque probablemente hayan tenido
también experiencias de amigos, de compañeros que han perdido pues una
abuela, quizá un hermano y, por lo tanto, la presencia de la muerte se hace
más clara. Pero, y esa es la gran diferencia con las etapas anteriores, aquí a
esta edad los niños también saben y también entienden que ellos van a morir
un día.
Reproduce el video desde :5:19 y sigue la transcripción5:19
Cierto es que creen que la muerte para ellos vendrá cuando sean muy mayores
y en principio parten, por suerte, de la idea que les espera una larga vida. Pero
empiezan a tener consciencia de la propia muerte y, por tanto, miedo a morir.
¿Qué reacciones podemos esperar en niños y niñas de esta edad?
Reproduce el video desde :5:40 y sigue la transcripción5:40
Como hemos visto en todas las otras etapas anteriores, vamos a poder
observar cambios conductuales pero, en este caso, probablemente no haya
pérdida de autonomía, sino más bien el contrario, una hiperactividad, quizá
cierto aislamiento y mucha irritabilidad.
Reproduce el video desde :6:2 y sigue la transcripción6:02
Cuando trabajamos con adolescentes y, por extensión, con niños de esta edad,
es bueno explicarle a los adultos y a ellos mismos que el mal humor, la
irritabilidad, es la forma de llorar de un preadolescente y de un adolescente.
Porque así es.
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Incapaces de regular bien sus emociones, muchas veces sus respuesta de
tristeza parecerá mal genio, mal caracter. Y es importante que ellos y nosotros
sepamos que eso no es así, que es su forma de llorar sin lágrimas.
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En esta edad se va a hacer muy difícil la comunicación. you lo es normalmente
con niños de nueve a doce años porque están iniciando su oposición, pero
hablar con ellos de un incidente crítico, de las consecuencias, de lo que ha
ocurrido y de lo que va a ocurrir en el futuro, cómo ese incidente les afecta la
vida, genera malestar, genera estrés. Y, como es habitual en esta época,
tratarán de evitar confrontarse con ello y de refugiarse en el grupo de iguales
donde pueden evadirse de lo que está ocurriendo.
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La tarea del adulto es ser paciente, volver una y otra vez y mantener abierto el
canal de comunicación, aunque sea en ocasiones en detrimento de explicar lo
que consideraríamos que sería importante explicar.
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De hecho, a partir de esta edad y luego en la adolescencia, siempre vale más
que la comunicación la inicie el adolescente o el preadolescente y nosotros
podamos modular nuestra respuesta en función de sus inquietudes. Nos
escucharán mejor. Y eso vale también para los incidentes críticos.
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Hemos comentado antes la irritabilidad como un cambio conductual. La
destaco especialmente porque en esta época you empieza a ir acompañada de
cierta impulsividad. No es solo que contestan mal, que puedan dar un portazo,
es también que pueden aumentar sus conductas de riesgo, pueden aumentar
ciertas conductas como la fuga de casa y pueden hacer toda una serie de
muestras de mal estar a través de la conducta que son su forma de pedir ayuda
sin poderlo hacer de una manera más tranquila, más pausada y más
expresada, más hablada.
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Cuando los niños a esta edad se enfrentan a un incidente crítico solemos
encontrar siempre una afectación de su rendimiento en la escuela y
probablemente de su socialización. Dado que aumenta la irritabilidad y
aumenta toda la sensación de malestar y de impulsividad, muy probablemtne
en la escuela detectarán que hay problemas. Eso no debe asustarnos,
debemos entenderlo dentro del contexto de lo que está ocurriendo, pero le
daremos un plazo determinado, las habituales cuatro a seis semanas, para
empezar a ver que la situación se reconduce. Si no lo hiciera, pediremos ayuda
como veremos al final de este vídeo.
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Y en esta edad también son bastante habituales los cambios en las conductas
basales, sobre todo en la alimentación y en el sueño.
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Si los niños pequeños you registran cambios en el sueño y en la comida
cuando son expuestos al estrés de un incidente crítico, a estas edades los
cambios son mucho más importantes. Nuestro consejo es no
sobredimensionarlos, darles un tiempo para volver al estado previo al incidente
crítico. Y, sobre todo, no hacer del dormir y del comer una batalla más porque
normalmente los mismos preadolescentes son capaces De regular esos
comportamientos al cabo de un par o tres de semanas. También aquí
mantendremos la cadencia de pasos que hemos estado viendo en las etapas
anteriores. Empezaremos por contener, seguiremos por calmar, a continuación
informaremos, normalizaremos, y finalmente, consolaremos. El orden de los
pasos es siempre el mismo en menores.
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Pero vamos a ver cómo debemos ir modificando las actuaciones de cada uno
de estos pasos para que sean realmente eficaces para los niños de 9 a 12
años. ¿Cuál es la mejor forma de contención en estas edades? Bien,
buscaremos un equilibrio entre la parte emocional y la parte racional.
Buscaremos un equilibrio entre proteger a los preadolescentes y dejarles que
se aíslen y estén con sus compañeros. Y trataremos de dejar un espacio para
que ellos puedan evadirse y no confrontarse con lo que acaba de ocurrir. En
esta etapa poder aislarse, poder no pensar, es especialmente importante
porque dada todos los cambios que están ocurriendo en los preadolescentes
necesitan tener momentos de desconexión, y es muy importante y forma parte
de la contención, lograr ese equilibrio de ratos de ocuparse de lo que está
pasando y ratos de evadirse. ¿Cómo podemos calmar a los menores de esta
edad? Bien, básicamente, como los niños más pequeños, hablando de forma
serena, pausada, pero posiblemente a estas edades se dan los chicos y chicas,
los preadolescentes, los que estén calmados y los que no estén contenidos.
Nos contesten mal, nos griten, se marchen, den un portazo.
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Nuestra forma calmada de actuar pasa también por dejarles estar. Es decir, si a
un bebé le acunábamos mucho, le tocábamos mucho, y le teníamos en el
regazo para calmarle, posiblemente a un preadolescente tenemos que dejarle
tranquilo que se vaya a su habitación. Eso sí, volviendo una y otra vez
preguntándole si necesita alguna cosa.
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Para informar, podemos utilizar casi las mismas palabras que para un adulto.
Demos la información precisa, corta, sencilla, y esperemos las preguntas que
nos hagan los preadolescentes. Pero dado a que su comunicación va a ser
complicada, en esta fase será muy importante volver una vez y otra hacia el
tema. Como hemos comentado you, posiblemente los chicos no querrán saber
lo que les estamos explicando. Les vamos a dejar un rato tranquilos y luego
vamos a volver. ¿Te acuerdas lo que estuvimos hablando antes sobre la
abuela? Bien, es importante que volvamos a hablarlo porque, y entonces
damos la explicación que consideremos oportuna.
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Posiblemente, de todos los pasos de la aplicación de Primeros Auxilios
Psicológicos a esta edad el más importante es normalizar, porque en unos
chicos y chicas que sienten que todo cambia, que no se entienden, que no se
reconocen, y que encima se ven enfrentados a un incidente crítico que les
angustia, todo les parecerá anormal, todo les parecerá preocupante. Y poder
ofrecerles un registro de respuestas tranquilizadoras que incluya eso de que
hay muchas formas de reaccionar que todas son correctas, que no hay una
manera buena de conducirse y otra mala, sino que cada uno se maneja con lo
que le ha ocurrido tal como puede, y que en todo caso, si hay una regla es la
de apoyarse entre ellos, porque ellos mismos, los chicos y chicas de estas
edades, mejor que nadie saben lo que les ayudan y lo que no, será una parte
crucial de nuestra intervención, posiblemente la más importante. Insisto aquí de
nuevo en recordarles a los chicos y chicas de esta edad que el malhumor
puede ser una forma de estar triste, porque muchas veces familiares bien
intencionados reprenden a los chicos de esta edad diciendo, parece mentira,
con lo que ha ocurrido y lo mal que le estás contestando a tu madre. Y no
parece mentira. Es que ese preadolescente está triste y esa es su forma de
manifestarlo.
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Finalmente, para consolar a estas edades, evidentemente debemos hacer
esfuerzos como adultos. Nos surgirán de forma espontánea desde el cariño y
es nuestro deber como progenitores, pero también debemos aceptar que
posiblemente quien mejor puede consolar a un chico, una chica, de entre 9 y
12 años son los mismos chicos y chicas de su edad, porque manejan valores,
formas de ver y formas de reaccionar mucho más cercanas a ellos que las
nuestras de adultos, que en ese momento perciben como lejos, muy lejos de lo
suyo. Y como que lo que nos importa es que se puedan consolar, vamos a
priorizar ese consuelo a través del grupo de iguales.
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Como siempre, lo que les aconsejamos es que si las reacciones que usted
observa al cabo de, en este caso seis o diez semanas, no empiezan a
disminuir, le aconsejamos que pida ayuda, porque aunque la mayoría de
reacciones son adaptativas siempre ayuda poder tranquilizar, poder recoger
alguna orientación, incluso que el preadolescente pueda charlar con un
profesional que le ayude a encuadrar lo que le ocurre y solucionarlo de la mejor
manera posible.