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Ayuda a tu niño a afrontar la muerte de un ser querido

Cuando perdemos a un ser querido sufrimos un duro golpe que cada uno lo asume
como buenamente puede, pero ¿qué ocurre cuando es un niño el que tiene que
asumirlo?, ¿cómo le explicamos lo que está ocurriendo?.

Dependiendo de la edad en la que se encuentre el niño, el proceso será de una u


otra forma, así podremos ver que en general el principal problema que se le plantea
al niño, es el mismo concepto de muerte. En los niños de edad preescolar el
problema que se presenta es, que conciben a la muerte como algo que se puede
cambiar, algo así como “ahora está muerto, pero luego viene a merendar conmigo”,
piensan que se trata de algo variable, no asimilan que sea algo fijo, que no se
pueda dar marcha atrás, no conciben el concepto de nunca más o de siempre, con
lo cual no entienden el significado de muerte y por ello no nos debe extrañar si una
vez muerto el abuelo, el niño nos comenta que si mañana va a venir el abuelo a
buscarle para ir al parque. 

Cuando ya tienen unos añitos más, entre los cinco y diez años, el concepto ya se
encuentra más formado, más real, aunque piensan que ni a ellos, ni a sus seres
queridos, les puede llegar a tocar la muerte, es algo que saben que existe pero que
piensan que eso sólo le ocurre a gente que no conocen.

Por desgracia cuando al niño se le muere un ser querido, la pérdida es para toda la
familia, de ahí la complicación ya que los padres y el resto están también de duelo,
con lo que estar pendiente del niño en estos momentos sea tarea dura para los
padres. El ambiente familiar se encontrará tocado, pero debemos intentar que el
cuidado y las atenciones del niño no se vean muy alterados, dentro de nuestras
posibilidades.

Al igual que nosotros damos muestras de nuestro dolor, haremos que el niño
comprenda que puede expresar su dolor de forma natural, que no tiene que
cohibirse ni esconderse, es más, si podemos ayudarle a que lo exprese sería ideal.

Aunque nos cueste debemos estar muy atentos al comportamiento del niño, puede
estar triste como es normal, pero hay detalles que tenemos que tener en cuenta,
como que pasado un tiempo considerable, se muestre aún excesivamente triste.
(Teniendo en cuenta que debe ser a largo plazo). Algo que tampoco se nos puede
pasar por alto es que el niño intente demostrar que nada le ocurre, que el es fuerte
y no le duele, ya que esto con el tiempo puede llevar a un problema grave. 

Otra forma de presentarse una anomalía en el duelo, es que no asimilen que el ser
querido esta muerto realmente, es decir, que hay una negación del suceso por parte
del niño.

Reacciones del niño ante la muerte

Las primeras diferencias, al igual que ocurre en el duelo de las personas adultas,
debemos conocer la relación de cercanía que tenía el niño con el difunto. Por
supuesto que está claro que a mayor cercanía la reacción será más marcada. De
este modo, si el niño mantenía una relación próxima con la persona muerta, la
probabilidad más alta es que el dolor que sienta lo saque al exterior de forma
brusca, normalmente suele ser rabia, esta tensión sale al exterior como pesadillas,
está irascible, tiene reacciones violentas, al igual que los juego pueden aumentar la
violencia…nos damos cuenta perfectamente que el niño está alterado. Puede estar
jugando y de repente pegar a la persona con la que está jugando, esto se debe
porque no puede controlar las emociones que está experimentando. Un detalle
curioso es que en muchas ocasiones los niños parecen enfadarse con el resto de la
familia que esta viva, sobre todo si la persona muerta es uno de sus progenitores o
alguien muy próximo a el. 

En algunos casos el niño experimenta un retroceso, una involución, una regresión


en el proceso evolutivo, es decir que de repente comienzan a realizar acción de
etapas anteriores que ya están superadas, lo que realmente están haciendo es
llamar nuestra atención.

Síntomas de una elaboración errónea de un duelo.

Podemos percibir que nuestro hijo no está realizando un duelo en condiciones si nos
damos cuenta que está experimentando una serie de comportamientos.

Hay algunos que pueden ser muy evidentes porque son muy llamativos, como son
las pesadillas o la incapacidad para quedarse solo, provocándole un miedo intenso,
estas son fáciles de captar, pero no todas son así por desgracia. Debemos estar
atentos o incluso comentarlo con los profesores para que nos ayuden por si ellos
perciben un comportamiento diferente en el niño, sobre todo a la hora de
interactuar con sus compañeros, suele no querer jugar con ellos como antes, se
aísla, incluso sus estudios se deterioran y pueden no querer ir al colegio . 

Si vemos que nuestro hijo, con el paso del tiempo, está perdiendo el interés por
todas aquellas cosas que antes le encantaba hacer y ahora sin motivo aparente no
quiere volver a realizar.

También es importante el apetito, cuando el niño se siente apagado, triste el apetito


se resiente y comienza a mal comer o a incluso no querer ingerir nada. 

Se dan casos en el que el niño expresa abiertamente el deseo de irse con la persona
fallecida, le imita, habla en exceso de el, es decir, mantiene un comportamiento lo
suficientemente llamativo como para que nos demos cuenta de que el niño no se
encuentra bien, que no consigue pasar el duelo.

Guía sobre cómo ayudar a los


niños a enfrentar el duelo
Ya sea que se trate de la pérdida de un abuelo, un padre, un compañero de clase o
incluso la mascota de la familia, el proceso de duelo puede ser difícil y cada niño lo
enfrentará a su propia manera. Los padres, cuidadores y educadores que se
preguntan cómo pueden ayudar encontrarán muchas respuestas a sus preguntas en
la siguiente guía, la cual ha sido preparada con la asesoría de varios expertos en el
área del duelo en niños y adolescentes. En la guía encontrará consejos desglosados
según la edad y experiencias de los niños, así como información para saber qué
decir, quién debería decirlo, qué observar y cómo ayudar.

Después de una pérdida

Todos enfrentamos la muerte y el duelo de manera diferente. Si tiene más de un


hijo, usted puede notar que ellos expresan sus sentimientos de maneras
sorprendentemente contrastantes. Esto puede deberse a la personalidad, así como
también a la etapa de desarrollo en la que se encuentran.

Es un hecho que los niños experimentan el dolor de manera diferente a los adultos.
Es posible que los niños pequeños ni siquiera entiendan lo que significa la muerte, o
que las personas que han muerto no regresarán. Ellos podrían pensar que han
hecho algo para causar la muerte. Por otro lado, podría parecer como si no les
preocupara y pasar del llanto al juego sin problemas. También es normal que se
sientan enojados con la persona que falleció (o con alguien más). A medida que los
niños crecen, pueden comenzar a entender más, pero aún así necesitarán ayuda de
sus padres y de otros cuidadores para aprender a procesar y enfrentar la pérdida.

Saber qué decir y cómo apoyar a los niños durante este tiempo no es fácil. Es
probable que usted también esté sufriendo y tratando de lidiar con sus propias
emociones. Si bien usted no puede proteger a los niños contra la pérdida y el dolor,
sí puede desempeñar un papel importante para ayudarlos a sentirse seguros y
afrontar el duelo de la manera más saludable posible.

¿Quién debe decirle al niño?

De ser posible, la persona más cercana al niño debe ser quien le dé la noticia,
incluso si esa persona es uno de los padres y también está de duelo. Está bien si la
persona que comparte la noticia está triste o llorando, pero es importante que
pueda mantener sus emociones bajo control para no alarmar más al niño en una
situación que ya de por sí es difícil. Si el padre en duelo está demasiado afectado
como para dar la noticia con cierta calma, entonces debería ser la siguiente persona
más cercana al niño quien hable con él.

Qué decir y cómo decirlo

No existe el momento perfecto para compartir la noticia, sin embargo es


recomendable que los niños sean informados lo antes posible, dentro de lo
razonable. Idealmente, espere hasta el final del día escolar. Usted quiere evitar que
su hijo escuche la noticia inesperadamente de alguna otra fuente o que vea a un
grupo de personas llorando o conmocionadas, lo que podría ser muy aterrador para
él.

Elija el lugar donde va a tener la conversación con cuidado. Usted quiere contarle a
su hijo en algún lugar donde él pueda sentirse libre de tener cualquier reacción, y
eso probablemente no sea en un lugar público. Tal vez quiera hacer que el impacto
de la noticia no sea tan fuerte al compartirla en un lugar feliz, como la heladería
favorita de su hijo, pero eso no hará que las noticias sean menos tristes o difíciles
para el niño.

Trate de usar un lenguaje directo y prepárese para dar una breve explicación de
cómo o por qué ocurrió la muerte. Pero no tiene que entrar en muchos detalles. Es
mejor dar poca información e ir agregando más detalles dependiendo de las
preguntas que hagan, y mantener las explicaciones más cortas, más simples y más
directas.

Pautas a tener en cuenta

Las palabras que elija van a variar dependiendo de la edad y la etapa de desarrollo
del niño, pero los expertos están de acuerdo en que, independientemente de la
edad del niño, existen ciertas pautas a seguir.

Déjese guiar por el niño. El tipo de preguntas y preocupaciones que los niños tienen
pueden ser muy diferentes a las de los adultos. Darles demasiada información
puede abrumarlos. Es mejor dejar que hagan preguntas y luego responder de la
mejor manera posible (y la más apropiada según su desarrollo). No se sorprenda si
los niños pequeños están más preocupados por ellos mismos, simplemente así es
como ellos son.

Estimule a los niños a expresar sus sentimientos. No intente “proteger” a los niños
ocultando su propia tristeza. Invariablemente sabrán que algo está mal, y esto
podría hacerlos sentir solos y confundidos. Ocultar su propio dolor también puede
hacer que los niños piensen que la tristeza que están sintiendo es mala. Sin
embargo, evite que los niños lo vean en sus momentos más devastadores, ya que
pueden preocuparse por usted o sentirse inseguros.

No trate de suavizar las palabras. Evite frases como “fallecido”, “se nos fue”, “lo
perdimos”. Los niños tienden a ser muy literales y este tipo de lenguaje les crea
ansiedad, los asusta y, a menudo, los confunde. O a la inversa, puede llevarlos a
creer que la persona que murió volverá y que la muerte no es permanente.

Mantenga las rutinas tanto como sea posible. El proceso de duelo tarda un tiempo,
pero los niños se benefician de las rutinas y de saber que la vida continúa.

Conmemorar a la persona que murió. Recordar es parte del proceso de duelo y de


sanación. Esto puede ser tan simple como compartir recuerdos o mencionar el
nombre de la persona que murió para que su hijo sepa que no está prohibido hablar
de esa persona y recordarla. También es importante no quitar las fotos durante un
tiempo.

Consejos para sobrellevar la muerte de una mascota

Para muchos niños, especialmente los niños pequeños, la muerte de una mascota puede significar
la pérdida de un amigo de por vida. También puede ser el primer encuentro personal de su hijo
con la muerte. Si la muerte ocurre inesperadamente, sea honesto sobre lo que pasó. Si su
mascota tiene una enfermedad que requiere eutanasia, asegúrele a su hijo que su veterinario ha
hecho todo lo posible pero que su mascota estaba demasiado enferma para poder recuperarse.
Evite frases potencialmente vagas y confusas, como “sacrificar”. A los niños que se les dice que
“pusieron a la mascota a dormir” pueden desarrollar el temor de irse a dormir.

Consejos para enfrentar la muerte de un familiar

Muerte de un abuelo u otro familiar

A menudo, la muerte de un abuelo es el primer encuentro de un niño con la pérdida de vida


humana y con el duelo. Si sus hijos han perdido a un abuelo, puede explicar que la mayoría de las
personas no mueren hasta que son muy mayores, para mitigar los temores que puedan tener de
que usted o ellos puedan ser los siguientes en morir. Si el pariente que murió fue una persona más
joven como una tía o un tío, explique que fue a causa de una enfermedad (o de un accidente) y
que generalmente no les sucede a los más jóvenes.

Muerte del padre o la madre

Este es un evento mucho más difícil y traumático para que un niño de cualquier edad lo
comprenda y lo enfrente. Es probable que el padre que sobrevive esté muy afligido y mostrar la
tristeza está bien. Pero elija un momento en el que sienta que puede compartir la noticia sin sentir
que pierde el control de sus emociones. Explique la muerte usando palabras adecuadas al
desarrollo de sus hijos y asegúrese de que sepan que todavía se les cuidará. En el caso de la
muerte de un padre, independientemente de la edad del niño, la asesoría profesional suele ser
una buena idea, ya que puede llevar años procesar este tipo de pérdida.
Padre o madre con una enfermedad terminal

Si usted es uno de los padres o cuidador, mantenga a los niños al día sobre el estado de salud de la
madre o padre enfermo para que no haya sorpresas, y para que no se estén preocupando por
estar allí cuando su muera. Si es posible, programe un horario regular para leer en voz baja, jugar a
las cartas o simplemente para hablar con el padre o madre enfermo para tener buenos recuerdos
de sus últimos días.

Si usted es maestro o consejero en la escuela del niño, tome en cuenta que puede necesitar más
apoyo y flexibilidad en este momento. Mantener algunas rutinas y expectativas sigue siendo
importante, ya que pueden ayudar a normalizar las cosas para el niño, haciéndolo sentir más
seguro y dándole un descanso de sus preocupaciones. Manténgase en contacto con la familia del
niño e informe al cuidador si considera que necesita apoyo adicional o incluso comparta buenas
noticias si ha tenido un día particularmente bueno.

Muerte de un hermano

La muerte de niños, ya sea por accidente o por enfermedad, es un suceso muy inesperado. Para
los niños pequeños, tal pérdida a menudo puede hacer que el niño que sobrevive piense si él
también está en peligro. Es probable que los padres que sufren la pérdida de un hijo estén
inconsolables, pero es importante asegurar a sus hijos que están a salvo y que usted estará allí
para ellos. Permítales que hagan preguntas y déjeles saber que es posible que entren y salgan del
proceso de duelo durante muchos meses, mientras que usted, como padre, tiene más
probabilidades de estar en el proceso continuamente. No dude en pedir apoyo a otros cuidadores
adultos, como un abuelo, una tía o un amigo.

Consejos en caso de muerte traumática como suicidio o sobredosis

Hablar de una muerte traumática es particularmente difícil, pero los niños querrán saber cómo
murió su ser querido y usted no debe evitar dar una explicación. Trate de darles información
adecuada a su desarrollo intelectual sin agobiarlos. Por ejemplo, podría explicar que la persona
tenía una enfermedad que causó que su cerebro dejara de funcionar como debería, y que los
médicos trataron de resolver el problema pero no pudieron curarla.

A medida que los niños crecen, usted puede comenzar a dar más información. Si el ser querido
murió por sobredosis, puede explicar que la enfermedad era una adicción, lo que hizo que esa
persona quisiera más sustancia de la que era buena para ella.
A los adolescentes les puede decir cuál era la sustancia y asegurarles que tener esta adicción no
hizo que su ser querido fuera malo. A medida que los niños crecen, también pueden escuchar que
las adicciones son hereditarias. Si bien es importante tener esto en cuenta, puede explicar que la
adicción es una enfermedad compleja causada por una combinación de los genes y el medio
ambiente. Tener un familiar que tuvo problemas de adicción no significa que ellos también
tendrán problemas con ellas.

Si el ser querido murió por suicidio, podría explicar que tenía un trastorno psiquiátrico, que es una
enfermedad en el cerebro y que eso fue lo que causó su muerte. Evite compartir detalles
preocupantes y asegure a los niños que las demás personas que los cuidan están sanos y estarán
ahí para cuidarlos.

Es de esperarse que el niño esté procesando esta muerte en el transcurso de muchos años a
medida que su comprensión de la misma cambie con la edad. Lidiar con una pérdida tan difícil y
traumática puede requerir la ayuda de un profesional.

¿Quién más debe ser informado?

Las personas con las que su hijo pasa el tiempo necesitan saber que ha habido una muerte en la
familia. Los maestros, consejeros escolares, entrenadores, directores de programas
extracurriculares y miembros del otro lado de la familia deben ser informados.

Es importante tomar en cuenta que después de informar al personal de la escuela de su hijo,


puedan tenerlo presente durante una semana o dos. Sin embargo, si la muerte es significativa,
como la pérdida de un padre, es una situación con la que su hijo va a estar lidiando durante todo
el año y puede que usted tenga que estar chequeando con ellos continuamente para recordarles.

Si su hijo es más pequeño, debe informar a los padres de sus amigos cercanos sobre la muerte. Si
su hijo está en la escuela intermedia o preparatoria, debe preguntarle si él quiere decirle a los
padres de sus amigos o si debe hacerlo usted.

¿Qué pasa si su hijo está lejos en la universidad?


Si la persona que murió es alguien importante y la distancia a la escuela de su hijo se puede
recorrer en auto, los expertos recomiendan ir y dar la noticia en persona. De no ser posible, la
mayoría de las escuelas tienen un protocolo establecido. Por lo general, cuando llama a la oficina
de registro, enviarán un representante que estará presente con su hijo mientras usted le da la
noticia por teléfono. El representante se asegurará de que se conecte con amigos que lo apoyen y
lo acompañará al centro de salud si fuera necesario, o lo ayudará a empacar la maleta y tomar un
avión para regresar a casa para el funeral.

¿Está bien darle tiempo a solas?

Esto depende de cada niño y de la edad que tenga. Los niños pequeños entran y salen del proceso
de duelo, por lo que está bien dejar que jueguen solos en una habitación siempre y cuando usted
esté cerca en caso de que vuelvan al duelo. Acorte el tiempo de las citas de juego en casa durante
un tiempo para que pueda supervisarlas.

Para los adolescentes, pasar tiempo solos después de recibir la noticia es ciertamente apropiado si
lo desean. Y tanto con los adolescentes como con los niños más pequeños, siempre querrá hacer
preguntas como: “¿Qué piensas?” o “¿Cómo te sientes?”. Dígales que usted sabe que les tomará
tiempo para procesarlo y que quiere que sepan que pueden venir con usted cuando tengan
preguntas o simplemente para hablar sobre el ser querido que murió.

Cómo manejar un evento importante que se avecina

Si la muerte ocurre alrededor de una festividad, no espere tener una celebración feliz. Podrían
tener momentos de felicidad, pero es muy probable que todos se preocupen por la pérdida del ser
querido y no debe tratar de ocultar o forzar a su hijo a ocultar su dolor. Dicho esto, aún debe
reconocer las ocasiones importantes, como el cumpleaños o la graduación del niño, porque
ignorarlo también puede ser doloroso.

Si la persona que ha muerto es alguien cercano, todo el año será un año de “primicias” sin esa
persona, por lo que las celebraciones como el primer Día de Acción de Gracias, cumpleaños,
Navidad o Hanukkah sin esa persona serán difíciles. Haga lo que pueda para mantener las
tradiciones tanto como pueda, pero tenga presente, una vez más, que es probable que usted y su
hijo tengan momentos de alegría junto con algo de tristeza.

Decidir si asistir o no al funeral


Los funerales, velorios y servicios conmemorativos son una parte importante del proceso de duelo
y una forma de decir adiós a la persona que ha muerto. Pero cuando se trata de decidir si un niño
debe asistir al funeral de un ser querido, no hay una respuesta correcta o incorrecta. Un niño
nunca debe ser obligado a asistir a un funeral. Si el niño indica que quiere ir, entonces debe ser
alentado a hacerlo. Si el niño es pequeño, pida a la persona favorita de su hijo o a alguien en quien
confíe que se lleve al niño si decide que se quiere ir antes de que termine el servicio.

Asegúrese de preparar a su hijo para lo que verá. Hágale saber que las personas pueden vestirse
de colores oscuros y que estarán muy tristes y que algunos podrían estar llorando, por ejemplo.
Explique si habrá un ataúd con el cuerpo y cualquier otro detalle importante.

Qué esperar de los niños de 2 a 4 años

A esta edad, los niños no tienen una comprensión real de la muerte y es probable que no puedan
procesar que es permanente. Están muy enfocados en el presente y no entienden que la muerte
significa “para siempre”. Pueden hacer las mismas preguntas una y otra vez. Sea paciente,
consistente y tranquilícelo. El niño que está en duelo puede tener una serie de respuestas breves
pero intensas.

Posibles expresiones de dolor: regresión a comportamientos anteriores como chuparse el dedo y


orinarse en la cama, problemas para dormir, irritabilidad, confusión.

Cómo puede ayudar: sea honesto, directo y breve cuando responda a preguntas, y muéstrese
tranquilo y afectuoso. Continuar con las rutinas también es útil. A esta edad el juego es su salida
para el duelo.

Qué esperar de los niños de 4 a 7 años

Los niños de esta edad todavía podrían ver la muerte como reversible. Pueden sacar conclusiones
incorrectas sobre la causa de la muerte, a esto se le conoce como “pensamiento mágico”. También
tienden a hacer muchas preguntas concretas: “¿Cómo murió?”. “¿Qué le pasará ahora?”.

Posibles expresiones de dolor: pesadillas, regresión a comportamientos anteriores, cambios en el


sueño y la alimentación, juego violento, intentar asumir el papel de la persona que murió.

Cómo puede ayudar: anímelos a expresar sus sentimientos a través de medios físicos, juegos
simbólicos (dibujos e historias) y hable sobre la persona que murió.

Qué esperar de los niños de 7 a 13 años


A esta edad, el pensamiento de los niños ha madurado y son más lógicos. Es posible que aún
puedan pensar que la muerte es reversible, pero están empezando a comprender que es
definitiva.

Los niños en edad escolar suelen hacer preguntas específicas y podrían querer saber los detalles.
También podría preocuparles la manera como otras personas responden a la muerte. Quieren
saber cuál es la manera “correcta” de responder y están empezando a tener la capacidad de llorar,
comprender y reconocer el llanto en los demás.

A pesar de que su pensamiento es más lógico, podrían temer demasiado a las enfermedades y a
las lesiones porque no entienden bien los mecanismos por los cuales las personas mueren.
También podrían obsesionarse con el porqué de la muerte, especialmente si viola sus principios
lógicos de lo correcto y lo incorrecto. Bajo cualquiera de estas circunstancias, trate de ayudar a los
niños a desarrollar una explicación para la muerte que tenga sentido para ellos. Cuando crezcan,
ellos podrán comenzar a comprender la pérdida de una manera más sofisticada.

Posibles expresiones de dolor: regresión, problemas escolares, alejarse de los amigos, mal
comportamiento, cambios en los hábitos de alimentación y de sueño, preocupaciones
abrumadoras sobre su propio cuerpo, pensamientos sobre su propia muerte.

Cómo puede ayudar: fomentar la expresión de los sentimientos sin importar cuáles sean. Explique
las opciones y permítale elegir entre funerales y servicios conmemorativos. Esté presente, pero
también permita que tenga tiempo a solas. Fomente las salidas y desahogos físicos. No evite
hablar sobre la muerte ni contestar a sus preguntas.

Qué esperar de los niños de 13 a 18 años

Los adolescentes son capaces de tener un pensamiento abstracto y tienen un concepto de la


muerte mucho más “adulto”.

Posibles expresiones de dolor: tristeza extrema, negación, regresión, conductas de riesgos, estar
más dispuestos a hablar con sus compañeros y otras personas fuera de la familia, depresión,
enojo, mal comportamiento, incluso podría tener pensamientos suicidas.

Cómo puede ayudar: estimúlelos a hablar, si no con usted, con amigos, maestros o con un
terapeuta. No intente “hacer que todo esté bien” o descartar su duelo. Permítales llorar. Esté
disponible, pero respete su necesidad de pasar el duelo a su manera.
Cuándo buscar ayuda profesional

El duelo es un proceso natural y toma tiempo. Pero los síntomas que persisten más allá de los seis
meses o son muy perjudiciales pueden indicar que su hijo podría necesitar ayuda profesional para
superar su dolor. Algunas señales que pueden indicar que su hijo necesita ayuda profesional
incluyen:

Pesadillas

Creer que el mundo es inseguro en general

Irritabilidad, ira y mal humor

Falta de concentración

Falta de apetito o de sueño

Problemas de comportamiento continuos

En niños pequeños, regresión persistente a un comportamiento anterior, como aferrarse a usted,


orinarse en la cama o chuparse el dedo

Dificultad para dormir

Desapego o apartarse de los demás

En adolescentes, uso de alcohol o drogas

Incapacidad o negativa a ir a la escuela, aprender o jugar con amigos

Ansiedad

Depresión continua

Pensamientos suicidas

Cuidado de uno mismo

Aunque su primer impulso puede ser proteger y consolar a sus hijos, es crucial que busque ayuda
para su propio dolor. Si está criando o apoyando a un niño en duelo, una de las mejores formas de
ayudar es asegurarse de que usted también se está cuidando.

Encuentre buenas fuentes de apoyo. Las investigaciones muestran que el rendimiento de un niño
después de una muerte está relacionado con el desempeño de los adultos a su alrededor. Esto no
significa que tenga que ocultar su dolor frente a su hijo. Más bien significa asegurarse de tener
personas y actividades en su vida que lo reconforten. Si necesita ayuda o algún tiempo para
tomarse un descanso y despejarse, dé prioridad a solicitarla.

Cuando accede a recibir apoyo, usted modela maneras de autocuidadoo a sus hijos y les asegura
que tendrá la energía y la presencia para estar allí para ellos. Esté preparado para aceptar la ayuda
de amigos, familiares y posiblemente profesionales de salud mental.

Cómo pueden ayudar los educadores

Las escuelas desempeñan un papel importante en la vida de los niños, y después de una muerte,
ya sea en la familia o en la comunidad escolar, es natural esperar que los niños experimenten una
aflicción que afecte su comportamiento o su rendimiento en la escuela. Aquí hay algunas pautas
para maestros y psicólogos escolares sobre cómo ayudar a que los estudiantes se sientan
apoyados y puedan hacer frente al duelo de manera saludable.

Regrese a la rutina. Ayude a los estudiantes a regresar a una rutina normal tan pronto como sea
posible. Los niños de todas las edades se desenvuelven mejor cuando saben qué esperar. Las
rutinas los hacen sentir seguros, porque les aseguran que los adultos tienen el control y los están
manteniendo seguros. Si es un niño que ha sufrido una pérdida, trabaje con los padres o
cuidadores de ese niño para retomar la rutina normal tanto como sea posible, incluso si eso
significa modificar el trabajo en el aula y/o la tarea por un período de tiempo determinado,
mientras el niño todavía está de luto.

Esté alerta. Los maestros deben estar atentos a señales de que un niño pudiera estar teniendo
dificultades y necesitar ayuda adicional. Los niños que no logran seguir el ritmo de la clase, que se
alejan de sus amigos, muestran problemas de comportamiento o parecen estar experimentando
tristeza, miedo o enojo intensos, deben ser remitidos a un consejero o psicólogo escolar que
trabaje con los padres para obtener ayuda profesional para el niño. Otras señales de que un niño
puede necesitar ayuda incluyen manifestaciones físicas de dolor intenso, como dolores de cabeza
o de estómago, fatiga o incapacidad para concentrarse.

Conmemore. Para los niños en edad escolar (a partir de seis años), algún tipo de conmemoración
apropiada para su edad es una forma útil de recordar a un maestro, administrador o estudiante
que haya fallecido. Estos recordatorios deben ser relativamente breves y personalizados según el
nivel de grado. Un consejero escolar o un psicólogo escolar es a menudo la mejor persona para
organizar este tipo de evento, con el permiso y la opinión de la familia de la persona que murió.

Manténgase en contacto. Los maestros y la administración de la escuela deben mantenerse en


contacto con los padres en los días y semanas posteriores a la muerte. Los padres deben
mantenerse al tanto de los programas y actividades de la escuela para que puedan estar
preparados para las discusiones que pueden continuar en casa.

El papel de la escuela después del suicidio de un estudiante

Hay pocas cosas más devastadoras para una comunidad que cuando un adolescente se suicida.
Estas son algunas cosas que el personal de la escuela y los maestros pueden hacer ante una
tragedia de este tipo para asegurarse de que los estudiantes se sientan apoyados.

Vigilar de cerca a los estudiantes que se consideran “en riesgo”, ya que un adolescente deprimido
se encuentra en mayor riesgo de suicidarse después de que un compañero se ha quitado la vida.
Algunos adolescentes recurren al alcohol o las drogas como una manera de hacer frente a este
tipo de tragedia. Se debe recomendar a los padres que estén atentos a conductas inusuales en sus
adolescentes, y los maestros que sospechen de cualquier conducta de riesgo deben referir a esos
estudiantes con el psicólogo de la escuela.

Hablar abiertamente sobre el suicidio. Los educadores y los padres deben trabajar juntos para
transmitir un mensaje uniforme sobre las circunstancias de la muerte, y reducir así la confusión y
la información errónea. Ocultar los hechos sobre el suicidio a los estudiantes puede generar
ansiedad y desconfianza en los adultos en quienes deberían poder confiar. Explicar la muerte de
una manera objetiva también puede evitar caer en sensasionalismos.

El suicidio debe ser explicado como una enfermedad mental no identificada o que no fue tratada.
Debe explicarse (idealmente por un terapeuta profesional) que las personas que tienen una
enfermedad mental a menudo ocultan su dolor, incluso de las personas más cercanas a ellos.
También puede ocurrir que incluso cuando están siendo tratadas por un terapeuta algunas
personas pueden recurrir al suicidio, del mismo modo que algunas personas enfermas de cáncer
pueden morir a pesar de que están viendo a un oncólogo.

Mantener el contacto con los estudiantes. Para que los niños procesen un evento como el suicidio
de un compañero de clase se requiere tiempo. Las consecuencias (académicas, sociales y
emocionales) pueden manifestarse después de varios meses.

Algunos niños, sin importar cuán cercanos eran al estudiante que murió, pueden sentirse
culpables, como si pudieran o debieran haber sabido que algo estaba mal, o como si pudieran
haber hecho algo para evitarlo. Es importante enfatizar que esta es una reacción común cuando
ocurre una muerte que es difícil de aceptar, pero que no hay nada que pudieran haber hecho para
cambiar la situación.

Aunque la persona fallecida haya cometido suicidio, hacer un evento escolar en conmemoración
de su vida sigue siendo una buena idea. De esta manera, sus compañeros tendrán algo más que
recordar que la forma en que murió. Los estudiantes que lo deseen deben ser estimulados a
participar en la conmemoración, ya sea hablando, compartiendo recuerdos, haciendo algún video,
etc. Sin embargo, es importante no entrar en demasiados detalles acerca de la muerte en sí misma
y evitar hacer de la muerte algo glamoroso. Se supone que la muerte causa miedo y es algo que
queremos evitar. Hablar demasiado acerca de los detalles de un suicidio puede quitar algo de este
temor y hacer que otros estudiantes en la comunidad sean más propensos a considerar el suicidio
si se encuentran deprimidos.

Al darles a los niños la oportunidad de compartir sus sentimientos en una variedad de entornos
(tanto individualmente como en grupo) y al hablar abiertamente sobre el suicidio, las escuelas
pueden ayudar a los estudiantes a poner la muerte en perspectiva y sanar de una manera
saludable.

La mayoría de los niños pequeños están conscientes de la muerte, incluso si no la entienden. La


muerte es un tema común en las caricaturas y la televisión, y es posible que algunos de los amigos
de su hijo ya hayan perdido a un ser querido. Pero experimentar el dolor de primera mano es un
proceso diferente y a menudo confuso para los niños. Como padre, no puede proteger a un niño
del dolor de la pérdida, pero puede ayudarlo a sentirse seguro. Y al permitirle y animarlo a que
exprese sus sentimientos, puede ayudarlo a desarrollar habilidades de afrontamiento saludables
que le serán útiles en el futuro.

Los niños experimentan el duelo de manera diferente

Después de perder un ser querido, un niño puede pasar de llorar un minuto a jugar el siguiente.
Sus cambiantes estados de ánimo no significan que no esté triste o que haya terminado su período
de duelo. Los niños afrontan el duelo de manera diferente que los adultos, y jugar puede ser un
mecanismo de defensa para evitar que un niño se sienta abrumado. También es normal sentirse
deprimido, culpable, ansioso o enojado con la persona que murió o con alguien completamente
distinto.

Los niños muy pequeños pueden retroceder y comenzar a orinarse en la cama de nuevo, o volver a
hablar como bebés.

Incentive al niño afligido a expresar sus sentimientos

Para los niños es bueno expresar cualquier emoción que estén sintiendo. Hay muchos libros
buenos para niños que tratan sobre la muerte, y leer juntos estos libros puede ser una manera
excelente de comenzar una conversación con su hijo. Como muchos niños no pueden expresar sus
emociones a través de las palabras, otros medios útiles incluyen dibujar, elaborar un álbum de
recortes, mirar álbumes de fotos o contar historias.
Sea apropiado según el desarrollo del niño

Es difícil saber cómo reaccionará un niño ante la muerte o incluso si puede captar el concepto. No
ofrezca demasiada información, ya que puede ser abrumador. En vez de eso, intente responder a
sus preguntas. Los niños muy pequeños a menudo no se dan cuenta de que la muerte es
permanente, y pueden pensar que un ser querido que ha muerto volverá si hacen sus quehaceres
y comen sus vegetales. Como explica la psiquiatra Gail Saltz, “los niños comprenden que la muerte
es mala y que no les gusta la separación, pero el concepto de ‘para siempre’ simplemente no está
presente”.

Los niños mayores, en edad escolar, entienden la permanencia de la muerte, pero aun así pueden
tener muchas preguntas. Haga su mejor esfuerzo para responder con honestidad y claridad. Está
bien si no puede responder todo; estar disponible para su hijo es lo que importa.

Sea directo

Cuando hable de la muerte, nunca use eufemismos. Los niños son extremadamente literales, y
escuchar que un ser querido “se fue a dormir” puede ser aterrador. Además de hacer que su hijo
tenga miedo a la hora de acostarse, los eufemismos interfieren con su oportunidad de desarrollar
habilidades saludables de afrontamiento que necesitará en el futuro.

Asistiendo al funeral

Decidir si asistir o no al funeral es una decisión personal que depende completamente de usted y
su hijo. Los funerales pueden ser útiles para que haya una conclusión, pero algunos niños
simplemente no están preparados para una experiencia tan intensa. Nunca obligue a un niño a
asistir a un funeral. Si su hijo quiere ir, asegúrese de prepararlo para lo que verá. Explique que los
funerales son ocasiones muy tristes y que algunas personas probablemente llorarán. Si habrá un
ataúd, también debe prepararlo para eso.

Tenga en cuenta que incluso el niño mejor preparado puede desmoronarse y su comportamiento
puede ser impredecible. “Los niños no se comportarán de una manera que pueda desear o
esperar”, señala la Dra. Saltz. “Si decide que un funeral no es la mejor manera, hay otras maneras
de despedirse”. Plantar un árbol, compartir historias o lanzar globos, pueden ser buenas
alternativas para que haya una conclusión para el niño.
Discutiendo la vida después de la muerte

La idea de una vida después de la muerte puede ser muy útil para un niño afligido, observa la Dra.
Saltz. Si tiene creencias religiosas sobre la vida después de la muerte, ahora es el momento de
compartirlas. Pero incluso si usted no es religioso, puede consolar a su hijo con el concepto de que
una persona continúa viviendo en los corazones y las mentes de los demás. También puede
construir un álbum de recortes o plantar algo que represente a la persona que ha perdido.

No ignore su propio duelo

Los niños a menudo imitarán el comportamiento de duelo de sus padres. Es importante mostrar
sus emociones, ya que esto les confirma a los niños que sentirse triste o molesto está bien. Sin
embargo, reaccionar explosivamente o sin control le enseña a su hijo formas poco saludables de
lidiar con el duelo.

Mantenga las rutinas

Los niños encuentran gran confort en las rutinas, por lo que si necesita pasar tiempo solo, trate de
encontrar parientes o amigos que puedan ayudar a que la vida de su hijo se mantenga lo más
normal posible. Aunque es importante afligirse por la muerte de un ser querido, también es
importante que su hijo entienda que la vida continúa.

Algunas situaciones específicas

Para muchos niños, la muerte de una mascota será su primera exposición a la muerte. Los lazos
que los niños construyen con sus mascotas son muy fuertes y la muerte de la mascota de la familia
puede ser intensamente desconsoladora. No minimice su importancia, o reemplace
inmediatamente a la mascota muerta con un nuevo animal. En lugar de eso, dele tiempo a su hijo
para que llore por su perro o su gato. Esta es una oportunidad para enseñarle a su hijo sobre la
muerte y cómo lidiar con el duelo de una manera saludable y con apoyo emocional.

La muerte de un abuelo también es una experiencia común para los niños pequeños y puede
plantear muchas preguntas, tales como: “¿Será mi madre la próxima?”. Es importante que le diga
a su hijo que probablemente usted vivirá por mucho tiempo.

Después de la muerte de uno de los padres, los niños naturalmente se preocuparán por la muerte
del otro padre o de otros cuidadores que le queden. Asegúrele al niño que es amado y que
siempre lo cuidarán. Una buena idea es confiar en los miembros de la familia durante este tiempo
para que le ayuden a brindar apoyo y cuidados adicionales. La Dra. Saltz también recomienda la
terapia en el caso de una muerte significativa, como la muerte de un padre o hermano. “La terapia
proporciona otra oportunidad para hablar cuando el niño podría sentir que no puede hablar con
otros miembros de la familia, porque éstos también están sufriendo”.

Tratando problemas serios

Si nota que su hijo parece inusualmente molesto e incapaz de lidiar con el dolor y su pérdida, es
posible que tenga algo llamado trastorno de adaptación. El trastorno de adaptación es una
condición grave y angustiante que algunos niños desarrollan después de experimentar un evento
doloroso o perturbador. Una buena idea es consultar al médico de su hijo si cree que su hijo no se
está recuperando de una pérdida de manera saludable.

Duelo infantil: el dolor por la muerte de un ser querido.

La muerte como la vida, forma parte de nuestra naturaleza. Explicar la muerte a un niño es un
asunto delicado y muchas veces evitado ya que vivimos en una sociedad que protege en exceso a
los niños de las duras realidades de la vida. A pesar de que parece algo positivo, no siempre lo es.
Vendándoles los ojos no permitimos que experimenten, conozcan, se acostumbren y sobre todo
que aprendan a hacerles frente a muchas experiencias que la propia vida nos pone delante,
experiencias que tarde o temprano tendrán que conocer.

Por muy duro que nos parezca, los niños también tienen el derecho de saber que la vida termina y
de vivir el proceso de duelo por el fallecimiento de un familiar. Esperar a que tenga “la edad
suficiente” puede comprometer sus experiencias futuras y además, responder las preguntas de un
niño que se interesa por la muerte es importante para que no se obsesione con el tema.

¿Qué es el duelo infantil?

El duelo, tanto en la edad infantil como en la edad adulta, es el proceso doloroso que acompaña a
la pérdida de alguien cercano y querido.

Sin embargo, el duelo es un proceso necesario y normal, además de adaptativo. Algunas del duelo
son:

Aceptar la pérdida
Reflexionar sobre momentos que se han compartido con la persona que ya no está y adaptarse al
ambiente sin esta.

La mayoría de autores coinciden en que se puede dar el duelo por superado una vez que podemos
recordar a la persona fallecida sin llorar, siendo capaces de aceptar los nuevos retos que la vida
nos propone y suele tener una duración entre 1 y 2 años. Algunos de los diferentes sentimientos
que acompañan a la persona cuando vive el proceso de duelo por el fallecimiento de un ser
querido son: la soledad, la tristeza o la sensación de que el fallecido se encuentra presente.

¿Cuáles son las características del duelo de los niños?

Las características del duelo son diferentes según la edad del niño, la interiorización de la pérdida
puede ser variable:

Alrededor de los dos años el niño vive sentimientos se separación, pero no entiende lo que la
muerte significa. Sufre y percibe la pérdida, pero la vive como una separación, es decir, nota la
falta de quien se ha ido.

Entre los 4 y los 6 años tienen una comprensión muy limitada de la muerte, es por ello necesario
explicarles lo que esta significa. Los niños piensan que la persona que fallece más adelante volverá
a la vida y son capaces de hablar con naturalidad del tema, eso sí, con limitación en lo que a
sentimientos se refiere debido a la corta edad.

Durante el proceso de duelo los niños pueden retroceder en referencia a las conductas. Es decir,
pueden perder el control de diferentes conductas que anteriormente controlaban como, por
ejemplo, el control de esfínteres.

Es recomendable referirse a momentos de la vida cotidiana en la que la muerte esta presenta para
que el niño entienda su significado (por ejemplo, animales de compañía o la naturaleza) y no se
recomienda dar explicaciones aisladas ya que eso podría llevar al niño a tener una esperanza
acerca de la vuelta de la persona fallecida (por ejemplo, “se ha ido”).

De los 6 años a los 9 años los niños sienten la necesidad de conceptualizar la muerte. Con esta
edad ya diferencian la fantasía de la realidad y son capaces de comprender la muerte y las
consecuencias que esta conlleva. También puede darse el sentimiento de culpa, es decir, el niño
puede sentir que tiene algún grado de responsabilidad sobre la muerte.
El duelo infantil, por tanto, es una realidad a la que hay que enfrentarse y los adultos solemos
tratar de proteger al pequeño contra el dolor no haciéndoles partícipes de lo que ha pasado (no se
les dice nada al respecto o muy poco). Pero no podemos obviar el dato de que la mayoría de los
niños no tienen la capacidad de entender la realidad por si solos ni siquiera los sentimientos que
les nacen después de una pérdida. Es más, una de las causas que más dificulta el proceso de duelo
es la falta de información que suelen tener los niños.

Pueden mostrar sentimientos de abandono, rechazo y confusión en el momento que más


seguridad, consuelo y comprensión necesitan. Por otro lado, los adultos se encuentran inmersos
en el mismo proceso y pueden llegar a sentirse impotentes para hacer frente a los sentimientos de
un niño dolido, triste y apenado.

¿Qué siente el niño ante la muerte de un ser querido?

Algunos sentimientos que pueden manifestar los niños ante el fallecimiento de un familiar en lo
que al duelo se refiere son:

Culpa: Este sentimiento puede nacer a raíz de que el niño necesite encontrar una causa para
explicar la muerte. Hay niños que incluso llegan a sentirse culpables por estar vivos.

Negación: Este sentimiento lleva al niño a hablar de la persona fallecida como si estaría viva y a
esperar su vuelta a pesar de que saben que no pasará. En definitiva, es un mecanismo para hacerle
frente algo que ni aceptan, ni comprenden.

Idealización: Hay niños que idealizan a la persona que ha muerto, llegando a imitar sus gestos.

Ira: Suele manifestarse mediante un comportamiento rebelde y puede ser dirigida a la propia
familia, a iguales que no han pasado por lo mismo e incluso a la persona que ya no está.

Miedo/pánico: Les hace sentirse inseguros y muestran una preocupación enorme sobre las
personas que les rodean. El miedo se desarrolla como consecuencia de un pensamiento que los
lleva a imaginarse la muerte de seres queridos.

También se pueden dar procesos psicosomáticos, es decir, pueden llegar a tener pesadillas, a
manifestar dolores de cabeza y/o de estómago y a perder el hambre entre otras cosas. Pueden
incluso manifestar los síntomas que mostraba la persona fallecida.
Concluir añadiendo que diferentes autores afirman que cuando el duelo se bloquea, la capacidad d
establecer lazos de apego se dificulta y esto tiene como consecuencia que los sentimientos de
negación o de huida se acentúen.

¿Existen diferentes tipos de duelo en la infancia?

Sí, hay diferentes tipos de duelo infantil como:

Tipo de duelo

Descripción del duelo

Congelado El duelo comienza, pero se para en un punto, es decir, no se adelanta en sus


tareas.

Anticipado El dueño se da antes de la pérdida, es decir, la pérdida se anticipa.

Inhibido Cuando la persona siente una dificultad para expresar sus sentimientos.

Ausente No comienza el duelo debido a la negación de la persona ante la pérdida.

Distorsionado Se refiere a la reacción sin proporción.

Crónico No se resuelven labores de duelo.

Desautorizado La familia o la sociedad no acepta que la persona está viviendo un duelo.

Por ejemplo, cuando a un niño se le muere una mascota.

¿Cuáles son los objetivos del tratamiento psicológico ante el duelo?

Crear un espacio para hablar de la persona que ya no está.

Que el niño comprenda que la persona fallecida no va a volver.

Crear un recuerdo sano y bueno de la persona que ha muerto y que el niño pueda acordarse de
ella remitiéndose a dichos recuerdos.

Trabajar con aquellas emociones que han envuelto el fallecimiento.

Que los sentimientos de culpa que se hayan podido dar se reduzcan (problemas en la relación con
la persona fallecida, el no haber aprovechado diferentes situaciones, etc.).
¿Hay más tipos de duelo en los niños?

Sí, no todos los duelos se dan a raíz de una perdida. Cuando hacemos alusión al duelo nos
referimos al proceso que se da tras la pérdida de alguien o de algo importante o significativo.
Durante los párrafos anteriores se ha hablado del duelo por pérdida porque es el más común e
impactante, pero existen otras pérdidas que se viven de la misma manera y con la misma
intensidad debido a que son cosas con importancia para la persona.

Por ejemplo, el hecho de que se muera una mascota durante la infancia conlleva un duelo
enorme. También se sienten las pérdidas de los amigos, la inmigración, el fracaso escolar, el no
sentirse integrados en un grupo de iguales, etc. La separación de los padres comparte muchos
aspectos del duelo por fallecimiento.

¿Cómo es el tratamiento del duelo infantil en psicología?

En primer lugar, el psicólogo llevará a cabo una exploración mediante una entrevista con los
padres y otra con el niño. La entrevista es una técnica de recogida de información muy valiosa,
aunque a lo largo del tratamiento también se utilizaran otras. Mediante las entrevistas
conoceremos información referente al caso (en el caso del duelo por fallecimiento, por ejemplo, la
relación del niño con la persona fallecida, actitudes que ha llevado a cabo desde la pérdida,
posibles síntomas como el orinarse en la cama, etc.). Después, se elaborará un tratamiento para
elaborar las pérdidas.

Los tratamientos son individualizados y adaptados a cada caso.

El duelo en la infancia: el apoyo psicológico desde la familia,


la terapia y la escuela

En la sociedad contemporánea la muerte es un tema tabú del que se prefiere ni hablar, ni


compartir con los demás, un hecho del que se prefiere huir mediante el silencio y la evitación por
miedo a enfrentarnos a ello. Pero esta actitud es inadecuada, ya que los efectos emocionales se
sufrirán igual, pero no se podrá recibir o dar el apoyo que tanto puede beneficiar.
Y si lo focalizamos en la infancia, el conflicto aumenta. A menudo, la sociedad, parece querer
proteger a los niños de los aspectos emocionales de la muerte, posiblemente debido a la creencia
de que la muerte no tiene ningún significado real para ellos, que son demasiado jóvenes para
entender lo que ha ocurrido y, por tanto, demasiado joven para llorar (Baez, 1998). Pero los niños
necesitan estar tristes.

Aun así, en los últimos años, parece estar cambiando, con una creciente conciencia de los efectos
que la pérdida y el duelo puede tener en los niños.

Sujetar emocionalmente y ayudar a los niños y adolescentes en estas circunstancias a elaborar sus
emociones parece ser crucial en el proceso de ayuda. Por ello, la intervención de los psicólogos es
fundamental en el proceso de duelo, no solo como asesores y facilitadores en el contexto familiar,
o como terapeutas del niño o adolescente que sufre, sino también como formadores de los
profesores en este ámbito, ya que son un elemento importante en el día a día del infante. Es esta
última idea en la que se pretende ahondar y hacer hincapié en este artículo.

1. EL DUELO

El duelo es un trabajo, un proceso simbólico y emocional, normal, de lento y doloroso


desprendimiento de un objeto o sujeto importante para la persona, que supone un
reordenamiento de algunos de los aspectos de nuestro ser. Es la elaboración psíquica y
comportamental en forma de sufrimiento y aflicción, cuando el vínculo afectivo se rompe (Gómez
Sancho, 2004).

La consideración más frecuente es ligar el duelo con una pérdida, y en sentido estricto, no hay
duelo sin la pérdida de un objeto amado, pero cabe destacar que no ante toda pérdida vamos a
encontrarnos con un duelo (Donzino, 2006).

En términos de frecuencia, diversos autores (Gómez Sancho, 2004; Bayés, 2001; Holland, 2008)
han estimado que entre el 4 y 7% de los niños han sufrido una experiencia de muerte de sus
padres antes de la edad de 16 años. Pero mucho más niños o adolescentes se ven afectados por la
separación de sus padres, en ocasiones suponiendo perderán contacto con uno de sus padres y
por tanto pueden sufrir un duelo.

Además, la pérdida inicial potencialmente conduce a más pérdidas, como amigos, el hogar, las
escuelas, las comunidades y estabilidad. Otros aspectos no tan evidentes que pueden suponer un
sufrimiento normal de pérdida son el cambio de colegio, la marcha de una de las cuidadoras a la
que estaban especialmente vinculados, aspecto que no se suele tener en consideración, la pérdida
de un objeto (algún muñeco, anillo, etc.) que tuviera un valor simbólico especial, o la pérdida de
un estatus o idea, como por ejemplo pasar de ser hijo único a no serlo o dejar de ser niño para
hacerse adulto, entre otros.

Por ello, elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida,
valorar su importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que comporta.

2. EL DESARROLLO DEL CONCEPTO DE MUERTE EN LA INFANCIA

La edad del niño en el momento de la pérdida es el factor más importante en la comprensión del
concepto de muerte y de sus consecuencias emocionales (Villanueva y García, 2000).

Durante el primer año de edad el niño está ocupado en distinguir entre él mismo, el entorno que
le rodea y la persona que lo atiende. Por ello, reaccionan con angustia ante la pérdida de la
principal persona que los cuidaba (usualmente la madre). Además, es posible que capten el dolor
de quienes les rodean cuando éste toma forma de llantos, de cambios en el programa y en las
rutinas, y de ruidos y estímulos adicionales en el ambiente del hogar. La ausencia de rostros
sonrientes y de períodos de juegos, o que ya no lo sostengan en brazos, puede tener un efecto
acumulativo.

A partir del año estará muy ocupado explorando su entorno, desarrollo la consciencia de la
permanencia de un objeto que esté fuera de su campo visual, es decir, que aunque no lo vea,
existe. Desarrolla una representación o imagen mental del objeto. Por ello, los niños menores de 3
años tienen una escasa comprensión de la causa o finalidad de la muerte, aunque reaccionan a la
separación y responden a los cambios en su mundo inmediato. Las reacciones comunes a la
muerte son el llanto, la conducta aferrada, se “pega” al cuidador, y conducta regresiva en general.

Los Pre-escolares de 3 a 5 años en cambio se enfocan en detalles concretos. Personalizan la


experiencia y pueden llegar a creer que pueden haberla causado ellos, por ejemplo, pueden
pensar que la muerte de su padre es un castigo por portarse mal. Debido a que todavía son
incapaces para manejar el tiempo y el concepto de finalidad, creen que la muerte es reversible.
Además, consideran que la persona muerta conserva cualidades de las personas vivas. Las
reacciones comunes a la muerte a esta edad son el miedo a la separación de los padres y otros
seres queridos, rabietas y explosiones de irritabilidad, llanto y aislamiento, además de conducta
regresiva, trastornos del sueño o incremento en los temores usuales como a la oscuridad por
ejemplo.

Entre los 5 y los 9 años más del 60% de los niños personifican a la muerte como a un ser con
existencia propia. El niño mayor de 6 años comienza a considerar la intención, hasta llegar al punto
en que distingue entre rotura accidental o intencionada. A su vez, comienzan a aparecer las
consecuencias de su educación religiosa, social y familiar. A esta edad se da una mayor
comprensión respecto a la propia salud personal y seguridad. Sin embargo, se da la personificación
de la muerte (creen en el “hombre del saco” por ej.), sus respuestas van encaminadas a causas
específicas más que a procesos generales: pistolas, cuchilladas, explosiones, ataque al corazón,
etc. Durante este período hay una auténtica curiosidad por ver lo que ocurre después de la
muerte. Las reacciones comunes a la muerte son la rabia, comportamiento envalentado, negación,
irritabilidad, culpa, fluctuaciones en el humor, miedo a la separación, a estar solo, además del
aislamiento, regresión y quejas físicas (dolor de estómago o de cabeza). Frecuentemente
problemas escolares y dificultades de concentración.

Los preadolescentes, de 9 a 12 años tiene una comprensión madura de la muerte, ya que es


concebida por los cinco conceptos que lo caracterizan, es permanente, irreversible, inevitable,
universal y no funcional. Por ello, las respuestas son semejantes a los de los adultos aunque
frecuentemente se suelen dar exagerados intentos por proteger/ayudar a los cuidadores y
miembros de la familia. Impera el sentido de responsabilidad en los conflictos familiares y suelen
darse fuertes deseo de continuar con el compromiso social. Aun así, por norma general, suele
brillar el sentirse diferentes a otros que no han experimentado una muerte. Debido a la mayor
madurez de su personalidad, los adolescentes pueden enfrentar en mejores condiciones las
consecuencias de la muerte. A diferencia de los niños, no dependen por completo de sus padres
para desarrollarse; no obstante, si pierden a uno de estos pueden presentar problemas muy
peculiares, tales como abotargamiento, re-experimentación del hecho, evitación de sentimientos,
resentimiento, pérdida de confianza, culpa, vergüenza, depresión, pensamientos suicidas,
aislamiento, ansiedad, pánico, oscilaciones del humor, irritabilidad, exagerada euforia. Lo más
prototípico a esta edad quizás sean los “acting out”, es decir, involucrarse en actividades de riesgo,
antisociales, ilegales o abuso de sustancias. A pesar de que muchas veces tratan de ocultarlo,
suelen tener miedo a eventos similares, a la enfermedad, muerte o el futuro.

2.1. Factores que afectan en la adaptación a la pérdida en el niño

Villanueva y García (2000) sostienen que en el niño un duelo saludable depende de una serie de
factores:
La edad del niño en el momento de la pérdida.

Relación emocional del niño con el objeto perdido, es decir, el grado de apego con lo perdido.
Cualquier muerte tendrá un impacto en el niño, ya sea la de abuelos, de la mascota, del juguete,
cambio de escuela, etc., pero la muerte de sus padres va a ser la más angustiante para el niño. La
“certeza” de la infancia es que sus padres siempre estarán allí, disponible, para cuidarle y quererle,
y con la muerte esta seguridad desaparece, al menos parcialmente. En tales casos, el mundo
puede ahora ser visto por los niños como un lugar no tan seguro como se había asumido, siendo
fácil, además, pensar que si un padre muere, entonces ¿por qué no podrá hacerlo el otro
también? (Holland, 2008).

 Las características de la pérdida, si es repentina, lenta o violenta.


 Sensibilidad y ayuda de los miembros supervivientes de la familia ante sus sentimientos y
necesidades emocionales. Mazaira y Gago (1999) informaron de que el mayor factor de
riesgo para los niños que han sufrido una pérdida es el nivel de ajuste y el bienestar
psicológico del padre sobreviviente, en caso de tratarse de la pérdida de un progenitor. En
ocasiones, este puede no estar emocionalmente disponible para el niño y ser incapaz de
facilitar su duelo. Los niños pueden entonces convertirse en el “olvidado dolientes»,
aisladas y vulnerables.
 Su propia experiencia de pérdidas anteriores.
 Su herencia familiar, enseñanza religiosa y cultural.
 Actitud que ha adquirido a través de la observación de la reacción de sus padres, otros
adultos y compañeros ante la muerte de otros (aprendizaje vicario).
 La participación en el cuidado e información adecuada y lo más completa posible favorece
la mejor evolución y asunción de la situación de perdida.
 La falta de consistencia en la disciplina impuesta al niño o adolescente tras la pérdida, por
compasión o incapacidad del adulto, puede dificultar la adaptación.

3. OBJETIVOS EN LA ATENCIÓN PSICOLÓGICA AL DUELO EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

El objetivo en la atención psicológica al duelo en niños y adolescentes es el mismo que en los


adultos, es decir, prevenir un duelo dificultoso y facilitar el proceso de adaptación.

Para favorecer en el niño un duelo saludable es determinante la calidad de la red de apoyo, no


solo los familiares, también la escuela y amigos (Holland, 2008).

Por ello, el presente artículo tiene como objetivo determinar la importancia del papel del
psicólogo toda la red de apoyo del niño y adolescente, no solo en la consulta terapéutica.
3.1. Ámbito familiar

Desde el ámbito familiar, con la colaboración y asesoramiento de un equipo psicológico, es


necesario implicar a los niños o adolescentes, de acuerdo a su edad, en los sucesos que se están
viviendo, informándoles de la situación de forma sencilla y natural posible. En la comunicación
emocional, los adultos, si les afecta a ellas también, no tiene que temer mostrar el dolor o la
preocupación de forma controlada, esto hará que el joven también se sienta libre de poder
mostrar sus emociones.

Si es un familiar o ser querido quien está enfermo, se les debe involucrar en los cuidados del
enfermo, adecuados a su edad y desarrollo madurativo, así como facilitar la despedida, permitirles
ver el cadáver, solo si lo desean, y participar en los ritos funerarios acompañados por una persona
cercana (Mazaira y Gago, 1999).

También pueden darse otro tipo de perdidas, no necesariamente la muerte de alguien querido, y
en cualquier caso, se les explicará previamente cada situación, teniendo la absoluta certeza de que
lo han entendido por completo y no les quedan dudas que posteriormente puedan angustiarles.
Las fantasías son, a menudo, peores que la realidad.

La madre, padre o familiar cercano, con quien se sienta cobijado, debe dedicar un tiempo diario a
estar con el niño o adolescente, a garantizarle afecto a pesar del dolor y fomentar de emociones,
tanto de tristeza como de rabia. Ser capaces de entender las emociones que están sintiendo
aunque no necesariamente consentir cualquier mal compartimento, excusándolo en el dolor.
Como anteriormente se ha comentado, los límites y las normas también les dan seguridad, les
calman, pero por supuesto con empatía.

Además, será facilitador retomar el ritmo cotidiano de las actividades para normalizar su vida,
evitar expectativas o responsabilidades excesivas. Es importante que el resto de su vida se
mantenga lo más constante posible (Holland, 2008).

Pero sobre todo, teniendo en cuenta el elemento característico en los niños, habrá que evitar que
ocupen el “papel” de la persona fallecida como forma de agradar y satisfacer a los adultos, actitud
bastante habitual en los adolescentes sobre todo (Mazaira y Gago, 1999).

3.2. Ámbito psicoterapéutico


Los niños, y no necesariamente los más jóvenes, tienen dificultad a la hora de expresar
verbalmente sus emociones. No es fácil para elles saber identificarlas y nominarlas tal y como los
adultos lo hacemos. Ellos las sienten pero no siempre puede exteriorizarlas adecuadamente,
porque muchas veces ni siquiera las comprenden, en ocasiones no entienden qué les sucede
aunque saben que les hace sentirse mal. En el caso de la vivencia de una perdida, a corto y
mediano plazo, los niños pueden tener dificultades para expresarse verbalmente.

En estos casos en los que el niño o adolescente y su familia acuden a recibir la ayuda del psicólogo,
el primer objetivo a trabajar será la relación terapéutica y de seguridad con el terapeuta
(Villanueva y García, 2000). Será imprescindible no poner prisa al proceso, no impacientar ni a la
familia ni al menor por recuperarse, por sentirse bien, por no sufrir. Como se ha dicho
anteriormente, el niño tiene que estar triste si así lo siente. Además, aunque sean niños y utilicen
la fantasía como herramienta para manejar las emociones, es importante la aceptación
incondicional del menos, creer lo que cuenta, no juzgar sus pensamientos, ni mucho menos la
intensidad de estos.

Posteriormente, o una vez que este enganche ya se está forjando, el objetivo a conseguir será
favorecer la expresión de las emociones, imprescindible para una evolución y elaboración
adecuada de estas. Esto se suele conseguir mediante la utilización del juego terapéutico, los
dibujos (Báez, 1998), la música, se puede utilizar la danza, teatro o títeres como instrumento para
ayudar a los niños a expresar sus emociones. Los niños también pueden crear un mural, libro de
memoria, la caja-memoria, o un collage sobre lo que han perdido o sobre la vida de la persona que
murió (Holland, 2008), lo que les gustaría decirles, despedirse o simplemente pensar en ellos.

A su vez, es importante no olvidarse que los niños y adolescentes, por su proceso evolutivo en el
desarrollo de su persona, todavía son egocéntrico, para lo bueno pero también para lo malo. Es
muy frecuente que mucho de ellos, tras sufrir una pérdida, se sientan culpables o en cierto grado
responsables. Por ello, es imprescindible eliminar los sentimientos de culpa que en estos pueda
haber, tanto los reales como los fantaseados. Sin llegar a elaborar este aspecto el duelo podría no
quedar totalmente resuelto y arrastrar complicaciones emocionales o sufrimiento durante
demasiado tiempo.

Aunque en este ámbito del apoyo psicoterapéutico al duelo hay mucho más para decir, es en el
siguiente punto, el ámbito escolar, donde más energía quiero focalizar, pues considero que es una
idea más novedosa e igualmente importante.
3.3. La escuela como una posible ayuda

Aunque el duelo es un tema familiar, los niños pasan la mayor parte de su tiempo de vigilia en la
escuela, de modo que esta tiene el potencial de ser un refugio seguro para ellos. Si se establece
una relación de confianza y el niño o adolescente disponen de información precisa, será más
posible evitar el desarrollo de los mitos acerca de una muerte, que pueden complicar aún más el
duelo.

El personal de la escuela tiene que ser conscientes de las posibles repercusiones que puede tener
sobre los niños la muerte, para que puedan responder a las sus necesidades adecuadamente. El
impacto de la pérdida no es fácil ni previsible, ni es siempre reconocido por los demás. Por ello, un
maestro sensible y adecuadamente formado, que es capaz de reconocer las necesidades de los
alumnos es fundamental (Holland, 2008).

Para poder abordarlo adecuadamente, el personal en la escuela debe ser conscientes de cuándo
los niños están afligidos, y así responder de manera adecuada y eficiente. Es en este punto donde
la formación adecuada contribuye a crear conciencia de cuestiones tales como que el regreso a la
escuela después de una muerte puede ser problemático para los niños, pues suelen sentirse
ignorado, aislado, avergonzado, incierta, y diferentes (Holland, 2008). Además del conocimiento
de que algunos adolescente suelen renunciar a hablar con sus amigos acerca de la perdida sufrida,
que muchos no tienen a nadie que se pueda hablar en profundidad sobre ese tema, o incluso
sentir que podrían ser burlado por ser ‘a normales’.

Sería de gran ayuda preparar a los compañeros de la clase del alumno para responder
adecuadamente cuando estos regresan. Los niños pueden necesitar orientación sobre la manera
de ayudar a otros compañeros y para ello el profesorado debe estar bien preparado y organizado.

A su vez, es importante que el resto de su vida escolar se mantenerse lo más constante posible, ya
que el deber de cumplir con las normas les ayuda, aunque entendiendo lo peculiar de la situación.
Es decir, se les podría permitir que un alumno en duelo pueda elegir una “persona especial” si
necesitan a alguien con quien hablar o en algunas clases asignar una “zona tranquila” donde los
niños pueden ir a sentirse seguros. Incluso, es posible permitirle al alumno llamar por teléfono a
casa si es necesario, ya que algunos los niños pueden ponerse ansiosos y preocupados por que el
resto de sus padres también pueden morir (Holland, 2008).
Los profesores deben ser conscientes de estas cuestiones y para ello, debe recibir formación
adecuada en duelo por parte de equipos de psicólogos especializados.

3.3.1. Hacia un modelo de apoyo: la experiencia de Hull

Ejemplo de esta formación e involucración del medio académico como apoyo emocional en niños
o adolescentes que están pasando por un duelo es el proyecto Lost for Words (Holland, 2008),
realizado en Inglaterra. Fue un proyecto conjunto entre Dove House (hospicio local en Hull) y el
Servicio Psicológico de la comarca. En este se pretendió proporcionar asesoramiento en las
escuelas sobre el duelo en la infancia y las consecuencias de ello en las aulas, capacitar al personal
en cuanto a cómo responder con los niños después de una pérdida y cómo utilizar el plan de
estudios de manera proactiva para preparar los niños para futuras pérdidas.

Fue difícil aislar los efectos de proyectos como Lost for Words ya que había muchas otras variables
que interfería, pero se percibió que el porcentaje de escuelas con personal capacitado ha ido
aumentando paulatinamente gracias a los buenos resultados y esto ha fomentado una adaptación
emocional superior en los niños y adolescentes de la región (Holland, 2008).

4. CONCLUSIÓN

El duelo en la infancia o adolescencia no se diferencia excesivamente del que padecemos los


adultos ante una perdida importante, aun bien es cierto que ellos cuentan con menos
herramientas para elaborarlo adecuadamente. Como hemos mencionado anteriormente, para
poder elaborarlo es necesario ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida, valorar
su importancia y soportar la frustración que conlleva, y los niños o adolescentes no siempre
pueden llegar a hacer una introspección tal sin ayuda. Por eso, el duelo en la infancia o
adolescencia es algo más complicado si cabe.

Desde este artículo se quiere plasmar la importancia de dedicar tiempo y espacio emocional a los
menores a sufrir, a expresar las emociones de rabia, ira o dolor con naturalidad, a darle la
importancia que tiene, porque ellos sí entienden que perder algo duele, la entienden y lo padecen.
Para ello, considero que, el tema de la muerte, al igual que lo que ocurre con la educación sexual,
es potencialmente problemático, pero la introducción de estos temas en la educación puede
ayudar a los alumnos a comprender los efectos y consecuencias de la pérdida y, por tanto, esperar
a estar mejor preparados cuando se encuentren con una pérdida en sus vidas. Esta educación
sobre la muerte debe hacerse antes de una crisis.

La investigación concluye que a menudo se produce una falta de ayuda y respuesta a las
necesidades de los niños y los jóvenes después de la muerte de un pariente cercano (Holland,
2008). Y considero que existe una gran necesidad de que los gestos se traduzcan en ayuda real
para los menores, desde la orientación familiar, la psicoterapéutica, pero también, pudiéndose
hacer quizás a través de la presencia en las escuelas de profesores que están dispuestos y sean
capaces de escuchar y responder. Para ello requerirán una formación específica otorgada por
equipos de psicólogos especializados.

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