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Cuando se piensa en Jardines Maternales (niñas y niños de 0 a 2 años) y Jardines de Infantes (niñas
y niños de 3 a 5 años), se hace considerando en forma integral la organización del espacio interior y
exterior. Es decir, teniendo en cuenta las posibilidades de acciones que bebés, niñas y niños
desplegarán para su positivo crecimiento y enriquecimiento de sus vidas, en un marco de políticas
públicas que la institución y el sistema educativo ponen en juego.
En este sentido, la educación es una acción política y social cuya responsabilidad primera corresponde
al Estado pero que lleva adelante toda la comunidad, por eso la calidad de los espacios de los servicios
destinados a la educación de la primera infancia es un elemento estratégico en el futuro de cada
persona, pero además de toda la comunidad de pertenencia.
Al pensar el espacio en las escuelas infantiles, decimos que el mismo no es neutro. Es decir, que su
estructuración lleva implícito un modo de pensar y organizar las propuestas basadas en concepciones
de enseñanza y de aprendizaje sobre las que se sustentan. Pero también, y fundamentalmente, se
basa en una concepción de infancia. La misma, implica pensar cómo ve nuestra sociedad a niñas y
niños, cómo piensa el Estado a la niñez y de qué modo respeta sus derechos.
En un contexto de profundas desigualdades, resulta necesaria la focalización de políticas integrales
para las infancias que garanticen el ejercicio de la ciudadanía plena en términos de derechos sociales
y ambientales. El diseño de las áreas exteriores debe enmarcarse en una política particularizada de
los jardines que brinde posibilidades de igualdad a las infancias. En este sentido, uno de los ejes
político-pedagógicos del diseño es pensar la ciudadanía como construcción colectiva de lo común,
como derecho a la igualdad en el reconocimiento de las diferencias y la posibilidad de convivir en el
encuentro. El ejercicio de la ciudadanía como posibles puntos de amarre en el encuentro compartido,
es una práctica que nos convoca a revalorizar experiencias y propuestas que favorezcan aprendizajes,
respetando las individualidades de todas las niñas, niños y docentes. Si pensamos el exterior en clave
de ciudadanía, entonces comienza a tener un valor superlativo, pudiendo albergar múltiples
experiencias que trabajen lo común, la diversidad y que se constituyan, junto al edificio, en una
institución isla faro hacia la igualdad.
En este sentido, el paisaje exterior tampoco es neutro, y es necesario pensarlo ante todo como una
construcción cultural. El paisaje no viene dado ni se reproduce como patrón simbólico estético bajo
normas universales. Por el contrario, es una construcción histórica que se puede transformar, crear y
recrear en base a valores simbólicos y estéticos que tengan que ver con nuestro lugar, nuestro
territorio, pero también nuestros sueños, nuestros anhelos, y una mirada del mundo. Por lo cual, en
tanto niñas y niños son sujetos de derecho, también el paisaje debe tener una mirada desde las
infancias.
El paisaje es una idea colectiva que plasma una forma de relacionarnos con la naturaleza. En este
sentido, el ejercicio de ciudadanía es la que da forma a los paisajes compartidos, comunes, colectivos,
territoriales. Aquí, paisaje y ciudadanía se hermanan en un quehacer común que construye lugar.
Multiplicar los lugares, y espacialmente los exteriores, para las infancias da posibilidades de pensarnos
hacia la igualdad. La existencia de paisaje y ciudadanía es un camino posible en la formación de los
lugares para las infancias. La presencia de un lugar supone también dar un tiempo a las infancias.
Buscamos que los paisajes de la ciudadanía conformen lugar y tiempos de infancia.
En este sentido, es el jardín la expresión relacional de las personas con la naturaleza, pero también la
construcción simbólica de un porvenir, de una forma de encuentro, de un hacer paisaje y lugar. El
jardín es un elemento vivo y, por lo tanto, cambiante. La idea del cambio como fundante de una
genealogía del espacio exterior da camino para que las infancias tengan lugar en clave de ciudadanía.
Esta forma viva del Jardín de Infantes y Maternales en un diálogo con sus jardines, es la que nos
convoca. Es la idea de la vida, la convivencia, el debate público y el encuentro para pensarnos con la
naturaleza desde una mirada de la interculturalidad y la diversidad. Que brinde la posibilidad de ejercer
el derecho al disfrute de lo verde.
En este sentido, la institución debe ser un lugar que construya pertenencia, un edificio con sus
espacios exteriores, capaces de comunicar a través de símbolos y huellas su propia identidad cultural,
la de su comunidad, la de su provincia. La identidad del grupo y la de los sujetos que la habitan se
reflejará sin duda en los elementos que la van constituyendo.
Por último, una institución para la primera infancia debe ser habitable posibilitando acoger a los bebés,
niñas y niños, pero también a las/os mayores en un marco de cuidado y de bienestar.
En este sentido es necesario plantear algunos ejes para la fundamentación:
• Dimensión ético-política:
El posicionamiento a partir de esta dimensión remite fundamentalmente a considerar que el Jardín
Maternal y de Infantes es el primer espacio de lo público en el que un bebé, niña o niño junto con su
familia o los adultos encargados de su crianza acceden en su vida.
El modo de abordar este espacio público puede condicionar obstaculizando o favoreciendo la relación
que se establecerá entre los grupos sociales y el medio. Es por eso que se considera imprescindible
ofrecer la oportunidad de ingreso al mismo teniendo en cuenta las mejores posibilidades de
vinculación. Es deseable, además, que este modo de acercamiento sea también educativo, es decir,
siente las bases ético-morales que impliquen la valoración y el cuidado de los espacios verdes públicos
y sus aspectos positivos para la comunidad local y provincial.
En este sentido planteamos en término de derechos:
La progresiva construcción de ciudadanía representada por el cuidado del espacio público local y
provincial.
El derecho de bebés, niñas y niños de acceder y disfrutar de un paisaje que dé cuenta de todas sus
dimensiones culturales, simbólicas, políticas y ambientales.
El derecho de bebés, niñas y niños de acceder y disfrutar de una cantidad mínima de metros
cuadrados de espacio verde de calidad por persona. Así como existen medidas que cuantifican un
mínimo de 12 m2 eevv/hab en la ciudad, es necesario pensar un mínimo de m2 de espacios verdes de
calidad como derecho básico de bebes, niñas y niños para poder desarrollarse.
El derecho de niñas y niños a vivir en un espacio exterior en contacto con la naturaleza que favorezca
el desarrollo de sus potencialidades.
El derecho a poder acceder al árbol como elemento vegetal estructurante del paisaje y de la vegetación
en general como parte de una naturaleza diversa.
El derecho de niñas y niños de apropiarse y comprender el mundo natural que los rodea para cambiarlo
en caso de ser necesario y poder llevar adelante una vida de calidad.
El derecho de los niñas y niños de formar parte del medio natural y construir conocimiento respecto
de él.
La oportunidad para todos los alumnos del nivel inicial de utilizar el espacio exterior de los Jardines
Maternales y de Infantes como ámbito de conocimiento.
El trabajo cotidiano con niñas y niños para alcanzarla valoración y el cuidado del medio en el que
viven.