Está en la página 1de 8

MANUSCRITO K Existe una tendencia defensiva normal; es decir, una

[Enero 1, 1896] aversión a dirigir la energía psíquica de manera tal que


LAS NEUROSIS DE DEFENSA ocasione displacer. Esta tendencia, ligada a las condicio-
(Un cuento de Navidad) nes más fundamentales del funcionalismo psíquico (ley
Hay cuatro tipos y muchas formas. Mi análisis compara- de la constancia), no puede ser dirigida contra las per-
tivo sólo puede extenderse a la histeria, a la neurosis ob- cepciones, dado que éstas tienen la capacidad de impo-
sesiva y a una forma de la paranoia. Estas tienen, en nerse a la atención (como lo demuestra su carácter cons-
efecto, muchos rasgos en común. Son aberraciones pato- ciente); aquélla sólo puede actuar frente a los recuerdos
lógicas de estados afectivos psíquicos normales: de con- y las representaciones cogitativas. Es innocua cuando se
flicto (histeria), de autorreproche (neurosis obsesiva), de trata de representaciones que fueron alguna vez acompa-
mortificación (paranoia), de aflicción (amencia alucina- ñadas de displacer, pero que ya no son susceptibles de
toria aguda). Se diferencian de estos afectos [en su esta- asumir ningún displacer actual (a diferencia del displa-
do normal. T.] porque no llevan a una resolución, sino a cer recordado); en tal caso, aquella tendencia también
un daño permanente del yo. Aparecen en las mismas cir- puede ser superada por el interés psíquico [?]. Por el
cunstancias que sus prototipos afectivos, siempre que su contrario, la tendencia defensiva se torna perniciosa
determinación incluya otras dos condiciones: que sea de cuando se dirige contra representaciones que, en forma
índole sexual y que ocurra antes de haberse alcanzado la de energía, son capaces de suscitar displacer actual, co-
madurez sexual (las condiciones de la sexualidad y del mo es el caso con las representaciones sexuales. He
infantilismo). Nada nuevo sé acerca de las condiciones aquí, en efecto, la única posibilidad de que un recuerdo
determinantes personales; en general, me inclino a ad- produzca ulteriormente una reacción más poderosa que
mitir que la herencia es una condición determinante adi- la original, debida a la acción de la vivencia real que le
cional, en la medida en que facilita y exalta el afecto pa- corresponde. Sólo una condición debe cumplirse para
tológico, o sea, que constituye aquella condición que que ello ocurra: que entre la vivencia y su repetición en
motiva las gradaciones desde lo normal hasta el caso ex- el recuerdo se intercale la pubertad, un factor muy inten-
tremo. En cambio, no creo que la herencia determine la sificante para el efecto de la rememoración.
elección de una neurosis defensiva en particular. El mecanismo psíquico no parece estar preparado para
afrontar esta circunstancia excepcional; de ahí que la in-
munidad contra la neurosis defensiva tenga por condi- miento de displacer durante las experiencias sexuales
ción ineludible el no haber experimentado irritaciones sea una consecuencia de la intervención aleatoria de
sexuales considerables antes de la pubertad, si bien es ciertos factores displacenteros. La experiencia cotidiana
cierto que una experiencia de esta especie necesitaría ser nos demuestra que si la libido es suficientemente inten-
intensificada por la disposición hereditaria para que sus sa, no se experimenta repugnancia alguna y la moral es
consecuencias se exacerbasen en medida suficiente co- superada fácilmente; en cuanto al origen del pudor, creo
mo para tornarse patógenas. (Cabe apuntar aquí una di- que guarda con la vivencia sexual una relación más pro-
gresión de este problema: ¿cómo ocurre que, bajo análo- funda. A mi juicio, debe existir en la vida sexual una
gas condiciones, en lugar de la neurosis se produzca la fuente independiente para la provocación del displacer;
perversión o la simple inmoralidad?). una fuente que, una vez establecida, es susceptible de
Sin duda, nos hallaremos hundidos en los enigmas más activar las percepciones repugnantes, de prestar fuerza a
profundos de la psicología al preguntarnos sobre el ori- la moral, y así sucesivamente. Me atengo al prototipo de
gen del displacer que sería suscitado por la estimulación la neurosis de angustia en el adulto, donde también in-
sexual prematura y sin el cual no podría explicarse la terviene una cantidad originada en la vida sexual que
ocurrencia de la represión. La respuesta más directa nos causa un trastorno en el psiquismo, cuando normalmen-
dirá que el pudor y la moralidad son las fuerzas represo- te habría hallado una aplicación distinta en el proceso
ras, y que la vecindad en la cual la Naturaleza ha colo- sexual. Mientras no dispongamos de una teoría correcta
cado los órganos sexuales no puede dejar de despertar de este proceso, quedará irresuelto el problema del ori-
repugnancia en el curso de la vivencia sexual. Cuando gen del displacer que actúa en la represión.
no existe el pudor (como en el sexo masculino) ni puede El curso clínico de la neurosis defensiva es, en general,
constituirse la moral (como en las clases sociales infe- siempre uno y el mismo: 1) una experiencia sexual (o
riores), cuando la repugnancia está embotada por las una serie de experiencias) que es prematura y traumática
condiciones de vida (como en la población campesina), y que debe ser reprimida; 2) la represión de esta expe-
la estimulación sexual infantil no llevará a la represión riencia en alguna ocasión ulterior que suscite su reme-
ni, por consiguiente, a la neurosis. Mucho me temo, sin moración y la consiguiente formación de un síntoma
embargo, que esta explicación no resistirá a un examen primario; 3) una fase de defensa eficaz que se asemeja
más detenido. Tampoco puedo creer que el desprendi- al estado de salud normal salvo por la existencia del sín-
toma primario; 4) una fase en la cual retornan las ideas consciente, y sólo más tarde -sin que nada nuevo se le
reprimidas, formándose síntomas nuevos durante la lu- haya agregado- ambos [elementos del complejo. T.] se-
cha entre aquéllas y el yo, que constituyen la enferme- rían reprimidos, y en su lugar formaríase en la conscien-
dad propiamente dicha; en otros términos, se trata de cia un síntoma antitético, un matiz cualquiera de escru-
una fase de transacción, o de pleno dominio de la enfer- pulosidad.
medad, o de curación defectuosa con malformación per- La represión también puede producirse porque el recuer-
sistente. do placentero suscite displacer por sí mismo al ser re-
Las diferencias principales entre las distintas neurosis se producido en años posteriores, lo que debería explicarse
expresan a través de la forma en que retornan las ideas partiendo de una teoría de la sexualidad. Pero también
reprimidas, mientras que otras obedecen a las modalida- puede suceder otra cosa. En todos mis casos de neurosis
des de la formación de síntomas y del curso que sigue la obsesiva había ocurrido una vivencia puramente pasiva
enfermedad. El carácter específico de las distintas neu- en una edad muy precoz, años antes de producirse la vi-
rosis, empero, reside en la manera de realizar la repre- vencia placentera, circunstancia que difícilmente podría
sión. considerarse accidental. De ser así, cabe suponer que la
La secuencia de los hechos en la neurosis obsesiva es la ulterior coincidencia de esta vivencia pasiva con la vi-
que me resulta más clara, ya que es ésta la enfermedad vencia placentera es la que agrega el displacer al recuer-
que mejor he llegado a conocer. do placentero y, por consiguiente, la que posibilita la re-
Neurosis obsesiva presión. Sería, pues, una condición clínica necesaria de
En ella, la vivencia primaria fue acompañada de placer; la neurosis obsesiva el que la vivencia pasiva haya ocu-
fue ya una vivencia activa (en el varón), ya una pasiva rrido con tal precocidad que no pueda interferir el desa-
(en la niña), sin agregado alguno de dolor ni de repug- rrollo espontáneo de la experiencia placentera. La fór-
nancia, condición que en la niña presupone, por lo gene- mula sería entonces la siguiente: displacer - placer – re-
ral, una edad mayor (hacia los ocho años). Esta viven- presión El factor determinante radica en las relaciones
cia, al ser recordada más tarde, da motivo a la provoca- cronológicas de ambas vivencias entre sí y con respecto
ción de displacer, surgiendo primero un autorreproche, a la madurez sexual.
que es consciente. Parecería, en efecto, que todo el com- En la fase del retorno de lo reprimido comprobamos que
plejo psíquico -recuerdo y autorreproche- fuese primero también retorna inalterado el autorreproche, pero es raro
que atraiga sobre sí la atención, de modo que durante un pada por la lucha defensiva del yo contra la idea obsesi-
tiempo se manifiesta como puro sentimiento de culpabi- va, que a su vez produce nuevos síntomas: los de la de-
lidad, sin contenido alguno. Por lo común se adhiere a fensa secundaria. La obsesión, como cualquier otra idea,
un contenido doblemente deformado -en el tiempo y en se halla sometida a la crítica lógica, aunque su fuerza
el tema-; lo primero, al referirse a un acto presente o fu- compulsiva es inconmovible: los síntomas secundarios
turo; lo segundo, al no significar la experiencia real, consisten en la intensificación de la escrupulosidad y en
sino alguna experiencia vicariante por analogía (sustitu- la compulsión de examinar y atesorar las cosas. Otros
ción). Así, la obsesión es un producto transaccional, co- síntomas secundarios surgen cuando la obsesión es
rrecto en cuanto a afecto y categoría, falso por desplaza- transferida a impulsos motores dirigidos contra la idea
miento cronológico y por sustitución analógica. obsesiva; por ejemplo, a la cavilación, la bebida (dipso-
El afecto del autorreproche puede ser transformado por manía), a ceremoniales protectores, etc. (folie de doute).
varios procesos psíquicos en otros afectos, que entonces De ahí que se produzcan tres clases de síntomas: a) el
ingresan a la consciencia con mayor claridad aún que síntoma primario de la defensa: escrupulosidad; b) los
aquél; por ejemplo, en forma de angustia (ante las con- síntomas transaccionales de la enfermedad: ideas obse-
secuencias del acto autorreprochado), de hipocondría sivas o afectos obsesivos; c) los síntomas secundarios de
(miedo a las consecuencias somáticas), de delirio perse- la defensa: cavilación obsesiva, atesoramiento obsesivo,
cutorio (miedo a sus consecuencias sociales), de ver- dipsomanía, ceremoniales obsesivos.
güenza (miedo a que los demás conozcan el acto repro- Aquellos casos en los cuales lo que llega a ser concien-
chado), y así sucesivamente. ciable no es el contenido mnemónico por sustitución,
El yo consciente se encuentra ante la idea obsesiva co- sino el afecto del autorreproche por transformación, im-
mo si fuera algo ajeno a sí mismo: le niega crédito, fun- presionan como si el desplazamiento se hubiese produ-
dándose al parecer en la idea antitética de la escrupulo- cido en ellos a lo largo de una cadena de inferencias: me
sidad, que ya se halla preformada desde tiempo antes. reprocho a mí mismo por algún suceso -temo que los
Sin embargo, el yo puede ser transitoriamente dominado demás lo conozcan-, luego me siento avergonzado en su
en esa fase por la idea obsesiva, como, por ejemplo, presencia. En cuanto se reprime el primer eslabón de es-
cuando se intercalan episodios de melancolía del yo. ta cadena, la compulsión salta al segundo o al tercero,
Salvo esta eventualidad, la fase de enfermedad es ocu- dando lugar a dos formas de delirio de referencia que,
sin embargo, en realidad forman parte de la neurosis ob- la actualidad no estén dispuestos a admitir aquel auto-
sesiva. La lucha defensiva concluye con una manía de rreproche primario.
duda generalizada o con la adopción de un modo de vi- La neurosis obsesiva se cura deshaciendo todas las sus-
da excéntrico, con indefinido número de síntomas de- tituciones y transformaciones afectivas que han tenido
fensivos secundarios -es decir, si se llega siquiera a se- lugar hasta que el autorreproche primario y las vivencias
mejante conclusión. que le corresponden quedan al descubierto y pueden ser
Queda aún sin resolver la cuestión de si las ideas repri- sometidos al yo consciente para su nuevo enjuiciamien-
midas pueden retornar de por sí, sin la ayuda de ninguna to. Al hacerlo debemos abrirnos camino a través de una
fuerza psíquica actual, o si para cada nuevo brote recu- increíble cantidad de ideas intermedias o transacciona-
rrencial necesitan tal ayuda. Mis experiencias señalarían les, susceptibles de convertirse fugazmente en ideas ob-
más bien el segundo término de dicha alternativa. Pare- sesivas. Ello nos proporciona la más tangible convicción
cería que son los estados de libido actual insatisfecha los de que al yo le es imposible dirigir al material reprimido
que emplean la fuerza de su displacer para despertar el aquella parte de la energía psíquica que está vinculada al
autorreproche reprimido. Una vez producida esta reani- pensamiento consciente. Es preciso admitir que las ideas
mación y engendrado un síntoma por el impacto del ma- reprimidas subsisten y entran sin dificultad alguna en las
terial reprimido sobre el yo, no cabe duda que dicho ma- más correctas series de pensamientos, pero su recuerdo
terial sigue operando independientemente, pero las osci- también puede ser evocado por la más remota alusión.
laciones cuantitativas de su poderío siguen dependiendo Nuestra sospecha de que solamente a manera de excusa
siempre de la magnitud que en cada momento alcance la la «moral» es aducida como fuerza represora queda con-
tensión libidinal. firmada por la experiencia de que en el curso del trata-
Toda tensión sexual que no tenga tiempo de convertirse miento la resistencia recurre a todos los medios de de-
en displacer, por ser satisfecha, permanece innocua. Los fensa imaginables.
neuróticos obsesivos son personas que están expuestas Paranoia En este caso aún ignoro las condiciones clíni-
al peligro de que la totalidad de la tensión sexual diaria- cas determinantes y las relaciones cronológicas de pla-
mente generada en ellos termine por convertirse en au- cer y displacer en la vivencia primaria. Lo que he com-
torreproche o en los síntomas consiguientes, aunque en probado hasta ahora es el hecho de la represión, el sínto-
ma primario y el hecho de que la fase de enfermedad
clínicamente manifiesta está determinada por el retorno titutos. Como es el caso en las obsesiones, las voces re-
de las ideas reprimidas. presentan el retorno del autorreproche en forma de un
La vivencia primaria parece ser de índole similar a la de síntoma transaccional: primero, lo presentan deformado
la neurosis obsesiva; la represión tiene lugar una vez en su texto, al punto de restarle todo significado y de
que el recuerdo de aquélla, sin que se sepa cómo, lleva a convertirlo en una amenaza; segundo, no lo relacionan
un desprendimiento de displacer. En este caso, empero, con la vivencia primaria, sino justamente con la descon-
no se forma un autorreproche que luego será reprimido, fianza, es decir, con el síntoma primario.
sino que el displacer producido se atribuye al prójimo, Como al autorreproche primario se le ha negado crédito,
de acuerdo con la fórmula psíquica de la proyección. queda a la ilimitada disposición de los síntomas transac-
Por tanto, el síntoma primario así formado es la descon- cionales. El yo no los considera como ajenos a sí mis-
fianza (susceptibilidad frente a los demás). Mediante es- mos, sino que es incitado por ellos a efectuar intentos de
te proceso, un autorreproche queda privado de todo cré- explicarlos, cuyo conjunto puede calificarse como deli-
dito. rio de asimilación.
Podemos presumir que existen distintas formas, según En este punto la defensa fracasa apenas se cumple el re-
que sólo el afecto haya sido reprimido por proyección o torno de lo reprimido en forma distorsionada, y el deli-
también se haya reprimido el contenido de la vivencia. rio de asimilación no puede ser interpretado como un
En tal caso, el retorno comprenderá únicamente el afec- síntoma defensivo secundario, sino como el comienzo
to penoso o, junto con el, el recuerdo correspondiente. de la modificación del «yo», como una expresión de que
En el segundo caso, único que conozco con cierta preci- el yo esta siendo dominado. El proceso llega a su ter-
sión, el contenido de la vivencia retorna como una sim- mino final, ya en la melancolía (sensación de pequeñez
ple ocurrencia o como una alucinación visual o sensiti- del yo), la cual concede secundariamente a las deforma-
va. El afecto reprimido parece retornar invariablemente ciones aquel crédito que se le negó al proceso primario;
en la forma de alucinaciones con percepción de voces. ya -lo que es más frecuente y más grave- en la forma-
Los fragmentos retornantes del recuerdo han sido defor- ción de delirios de protección (megalomanía), hasta que
mados al ser sustituidos por imágenes análogas de la vi- el yo queda finalmente remodelado por completo.
da actual, o sea, que su deformación es simple por mero El elemento determinante de la paranoia es el mecanis-
desplazamiento cronológico y no por formación de sus- mo de proyección, acompañado por la negativa de creer
en el autorreproche. De ahí las características generales vidad sexual natural de la mujer explica así su propen-
de esta neurosis: el significado de las voces, como me- sión a la histeria. Cuando comprobé la histeria en un
dios por los cuales los demás actúan sobre nosotros, así hombre, su anamnesis me reveló siempre una buena me-
como el de los gestos, que nos revelan la vida psíquica dida de pasividad sexual. Otra condición de la histeria
de los demás; la importancia del tono de sus palabras y es que la experiencia primaria displacentera no haya
de sus alusiones, dado que la conciencia no admitiría ocurrido en una época demasiado temprana, en la que el
ninguna referencia directa del contenido de dichas pala- desprendimiento de displacer es aún demasiado reduci-
bras al recuerdo reprimido. do y otros sucesos placenteros pueden sobrevenir inde-
En la paranoia la represión tiene lugar después de un pendientemente más tarde, pues en tal caso el resultado
complicado proceso cogitativo consciente (negación del sólo sería la formación de ideas obsesivas. De ahí que
crédito): ello quizá nos indique que la represión se pro- con frecuencia se halle en el hombre una combinación
duce en la paranoia a una edad mayor que en la neurosis de ambas neurosis, o la sustitución de una histeria ini-
obsesiva y en la histeria. Es indudable que en los tres cial por una neurosis obsesiva subsiguiente. La histeria
casos las premisas de la represión son las mismas. Que- comienza con el sometimiento del yo, que es el resulta-
da por verse si el mecanismo de la proyección arraiga do final de la paranoia. El aumento de tensión en la vi-
exclusivamente en la disposición individual, o si es ele- vencia primaria displacentera es tan grande que el yo no
gido en virtud de determinados factores cronológicos y puede resistirle ni construir un sistema psíquico, sino
accidentales. que se ve obligado a soportar una manifestación de des-
Hay cuatro tipos de síntomas: carga, por lo común una desmesurada expresión de la
a) síntomas defensivos primarios; excitación. Esta primera fase de la histeria puede califi-
b) el retorno [de lo reprimido] con carácter transaccio- carse de «histeria terrorífica»: su síntoma primario es la
nal; manifestación del susto, acompañada por una brecha
c) síntomas defensivos secundarios, psíquica. Todavía no sabemos hasta que edad puede te-
d) síntomas del sometimiento del yo. ner lugar esta primera superación histérica del yo.
Histeria La represión y la formación de síntomas defensivos sólo
La histeria presupone necesariamente una vivencia pri- ocurren más tarde, en conexión con la memoria, y a par-
maria displacentera; es decir, de índole pasiva. La pasi- tir de ese momento la defensa y la superación del yo, es
decir, la formación de síntomas y el desencadenamiento
de ataques, pueden combinarse arbitrariamente entre sí
en la histeria.
La represión no se produce mediante la construcción de
una idea antitética predominante, sino por el reforza-
miento de una idea fronteriza que a partir de entonces
representa el recuerdo reprimido en el proceso del pen-
samiento. Cabe denominarla, en efecto, idea fronteriza,
porque, de un lado, pertenece al yo consciente, y del
otro, constituye una parte no deformada del recuerdo
traumático. Así como en las demás neurosis ella es el re-
sultado de una transacción; pero esta transacción no se
manifiesta por la sustitución basada en una similitud te-
mática cualquiera, sino por el desplazamiento de la aten-
ción a lo largo de una serie de ideas interrelacionadas
por su simultaneidad temporal. Si la experiencia traumá-
tica pudo descargarse en alguna manifestación motriz,
será precisamente ésta la que habrá de convertirse en
idea fronteriza y en primer símbolo del material reprimi-
do. No es cuestión de admitir por ello que a cada repeti-
ción del ataque primario haya de ser coartada una idea,
pues aquí se trata, ante todo, de una brecha en el psi-
quismo.

También podría gustarte