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Freud afirmó que el complejo de Edipo era universal: aparece en el desarrollo de todos
los seres humanos, tanto en el sexo masculino como en el femenino. Sin embargo, al
igual que la psicoanalista alemana Karen Horney, el antropólogo británico de origen
polaco Bronislaw Malinowski refutó con datos empíricos la universalidad del complejo
de Edipo.
Esta conflictiva edípica debe ser reprimida para favorecer el desarrollo natural de la
sexualidad del niño. Pero cuando la conflictiva edípica se dirige al inconsciente,
entonces se pone en funcionamiento el llamado complejo de castración, que aporta al
niño una respuesta rudimentaria al enigma que le plantea la diferencia anatómica de
los dos sexos (posesión o privación del pene), que el niño atribuye al cercenamiento
del pene en la niña. El niño teme el cercenamiento del pene como castigo de sus
actividades sexuales, lo cual le provocará una intensa angustia de castración. En la
niña, la ausencia de pene es percibida por ella como un daño que, según el
psicoanálisis, ella misma intentará negar, compensar o reparar durante su desarrollo.
El interés del niño por los genitales desaparece durante el llamado periodo de latencia,
pero reaparece después. Durante este periodo le otorga especial atención y recibe
entonces la amenaza de castración de parte de la madre, que busca reforzar su
autoridad con la ayuda del padre o del médico.
Al principio no presta oídos a la amenaza, pasa por el retiro del pecho materno,
temporario y definitivo luego, y la separación del contenido de los intestinos, requerido
diariamente. Cuando ve la falta en una niña, advierte la posibilidad de la castración y la
amenaza adquiere su efecto con posterioridad (nachträglich, en el original en alemán).
El complejo de Edipo ofrece al niño dos vías:
La niña percibe que su clítoris es un pene pequeño, que ya crecerá pero, al asumir
que las mujeres grandes lo poseen, intuye que ha sido castrada. Si la angustia no
existe, el Super Yo se instituye como resultado de la educación y el amedrentamiento
externo. Es unívoco, se acerca al padre y sustituye la madre. Simbólicamente pasa del
pene al hijo, su complejo culmina en el deseo del recibir el regalo de un hijo de su
padre, el cual permanece en lo inconsciente como el del pene y son la base para su
futura función sexual.
La finalidad terapéutica del análisis (la terapia) consiste en conseguir que el paciente
renuncie al fantaseo y a sus satisfacciones secretas para sustituirlas por otras
formaciones imaginarias y otras acciones en la vida, para alcanzar nuevas formas de
satisfacción en la realidad. La curación pasa por la reapropiación por parte del sujeto
de sus potencialidades pulsionales, para que pueda hacer con ellas algo en la
realidad. Hay que liberar a la libido desligándola de las imagos parentales sepultadas
en el inconsciente, para devolverla a la influencia del yo y de la realidad.
La actitud comprensiva de los padres ayuda a solucionar este conflicto y el hijo puede
salir del complejo de Edipo. En el mejor de los casos, el niño trata, en su deseo, de
superarlo, de parecerse a su rival. Acaba entonces por identificarse con él, en una
especie de solidaria convivencia, en la que el padre se vuelve un modelo para el niño.
Lo mismo ocurre entre la niña y su madre.
Cómo actuar
El Complejo de Electra o papitis es algo muy común entre la mayoría de las niñas
en algún momento de la infancia aunque, en algunas ocasiones, va más allá. Esta
fijación afectiva o enamoramiento hacia el padre puede generar una situación de
rivalidad con la madre. Según explica José Luis González de Rivera, jefe Psiquiatría
de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, “se supone que es una dinámica normal en
el desarrollo de las pequeñas, que puede observarse a partir de los 3 años, pero que
en un plazo de dos años se suele resolver de forma natural”.
Al contrario que en los niños, esta circunstancia es “menos clara y pasa más
desapercibida” puesto que las niñas tienen un vínculo muy estrecho con las madres, lo
que les dificulta mantener la competitividad con ésta.
Formas de actuación
En parte es lógico que la niña llegue a decir que se quiere “casar con papá”, porque es
su referencia amorosa al ser el único hombre que conoce y que, por imitación a su
madre, desea lo mismo. Por ello, según explica González de Rivera, los padres deben
hacerle entender que no tiene sentido y que no es lo que realmente quiere. Además,
no deben ser seductores y tienen que establecer una barrera generacional; sólo así se
podrán determinar los roles parentales.
Origen del Complejo de Electra. Según la mitología griega, Electra era la hija de
Agamenón, rey de Micenas, que fue aniquilado por el amante de su mujer. Años
después, como venganza, Electra animó a su hermano, Orestes, para que diera
muerte al asesino de su padre y a su cómplice, su madre.
En esta narración se basó el psicólogo Jung para designar, a principios del siglo XX, la
fijación afectiva de la niña hacia el padre. Supone, pues, la contrapartida del Complejo
de Edipo.