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El signo lingüístico
Platón
Platón establece el siguiente juicio de valor: entre el nombre y la cosa (referente) hay
una relación de naturaleza. Solo basta con conocer el primer nombre que se le dio a
esa cosa para conocer el significado absoluto, la esencia verdadera. Para ello hay que
recurrir a la protolengua mencionada en la Biblia donde se da nombre a todas las
cosas, en este caso la lengua hebrea.
Platón entiende que existe una relación de identidad entre la palabra y la cosa, es
decir, las cosas han tomado su nombre por su propia naturaleza.
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Esta teoría del significado no resulta buena, e incluso, para algunos autores, es
errónea, por diversas razones. Existen multitud de palabras en las que no resulta fácil
determinar a qué “objeto” se refiere, como es el caso de coherencia, imaginación…
Aristóteles
La tradición estoica conjuga los tres elementos que intervienen en las teorías de los
dos grandes maestros. Nace así la primera concepción triangular del signo descrita
por Sexto Empírico: “Los estoicos dicen que tres cosas están ligadas: lo significado, lo
que significa y el objeto…Dos de estas cosas son corporales (materiales), la palabra y
el objeto, mientras que una es incorpórea, la cosa significada”. Es el mismo
pensamiento adoptado más tarde por San Agustín: el signo estaría compuesto por:
una palabra (verbum), lo que el espíritu capta a través de la palabra (dicibile) y, por
último, la cosa (res).
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6.2. La propuesta de F. de Saussure (Estructuralismo)
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signo exclusivamente como la asociación de un concepto y una imagen
acústica.
3. Destaca la relación solidaria que une a los dos componentes del signo.
4. Saussure eleva la arbitrariedad a categoría de principio.
5. Incardina al signo dentro de una concepción estructuralista y sistemática de la
lengua, y distingue dos dimensiones.
- La significación, relación entre significado y significante
- El valor, resultado de las relaciones que el signo mantiene dentro del sistema al
que pertenece. Son las unidades con las que el signo coexiste, y a las que se
opone, las que delimitan sus posibilidades de uso, su extensión. El significado
ya no será una abstracción o representación fija y preestablecida que
corresponde a una determinada palabra aislada, sino que será el resultado
obtenido de la comparación con los significados de otras palabras de la lengua.
El lazo que une el significante al significado es arbitrario; o bien, podemos decir que el
signo lingüístico es arbitrario. La palabra arbitrario necesita también una observación.
No debe dar idea de que el significante depende de la libre elección del hablante;
queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con
el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.
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SEGUNDO PRINCIPIO. CÁRACTER LINEAL DEL SIGNIFICANTE
Los significantes acústicos no disponen más que de la línea del tiempo; sus elementos
se presentan uno tras otro; forman una cadena.
INMUTABILIDAD.
En cualquier época que elijamos, por antíquisima que sea, ya aparece la lengua como
una herencia de la época precedente.
De hecho, ninguna sociedad conoce ni jamás ha conocido la lengua de otro modo que
como un producto heredado de las generaciones precedentes y que hay que tomar tal
cual es.
La lengua en cada instante es tarea de todo el mundo. La lengua es una cosa de que
todos los individuos se sirven a lo largo del día entero. Este hecho capital basta para
mostrar la imposibilidad de una revolución. La lengua forma cuerpo con la vida de la
masa social, y la masa aparece ante todo como un factor de conservación.
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MUTABILIDAD.
Una lengua es radicalmente incapaz de defenderse contra los factores que desplazan
minuto tras minuto la relación entre significado y significante. Es una de las
consecuencias de lo arbitrario del signo.
La lengua evoluciona bajo la influencia de todos los agentes que puedan alcanzar sea
a los sonidos sea a los significados. Esta evolución es fatal; no hay un solo ejemplo de
lengua que la resista. Al cabo de cierto tiempo, siempre se pueden observar
desplazamientos sensibles.
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6.3. La propuesta de L. Hjelmslev (Funcionalismo)
Las aportaciones de Saussure y Hjelmslev a la teoría del signo no siempre han sido
comprendidas. Por eso se han multiplicado las visiones triangulares del signo, que no
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solo no aportan nada, sino que significan un claro retroceso a la concepción del
maestro ginebrino.
Estas teorías reconocen que para relacionar las palabras con las cosas, tenemos que
pasar por el concepto. Los conceptos median entre el significante y la realidad. Aquí
no hay una relación directa entre las palabras y las cosas (como sucedía en Platón)
que representan o a las que se refieren, sino que se describe la naturaleza del
significado de la palabra recurriendo a la imagen que dicho significado evoca o suscita
en el cerebro del hablante o del oyente. Estamos ante la teoría ideacional o mentalista
(tema 3).
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El símbolo (palabra) <<simboliza>> un pensamiento que a su vez <<refiere>> al
hecho sobre el que estamos hablando, el referente.
El significado en este triángulo está conceptualizado como relación entre <<el signo y
el pensamiento relativo al objeto en cuestión>>. La relación AB-BC es una relación
causal o lineal, pues el signo evoca el concepto que se refiere a la cosa. Es una
relación ternaria, analizable en tres relaciones binarias (dos básicas y una derivada)
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6.4.3 Lyons
Introduce Lyons el término referente, como término moderno para las <<cosas>>. Y
concluye: <<Diremos, así, que la relación que se mantiene entre palabras y cosas (sus
referentes) es una relación de referencia: las palabras refieren a (y no “significan” o
“nombran”) cosas>>.
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6.4.4. Baldinger (1970)
Kurt Baldinger, en una obra que se pretende estructuralista, utiliza también el mismo
triángulo, aunque con remozamiento terminológico.
Introduce una modificación más profunda de lo que a simple vista parece: cambia la
naturaleza del significante. De ser entendido como elemento material (sonido en el
triángulo de Ullman) pasa a ser interpretado como <<concepto>>.
Este autor alemán, discípulo de Baldinger, advierte que la concepción triangular del
signo no le sirve para resolver dos problemas con los que se encontraba la teoría
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semántica: la homonimia y la sinonimia, por un lado, y la viabilidad de dos disciplinas
(onomasiología y semasiología), por el otro.
Para ello propone un cambio profundo, una complejificación del signo triangular: se
desmembra por separación horizontal en el vértice superior y se genera un trapecio.
Como se observa, en este nuevo modelo de signo se hace más complejo el plano del
contenido. En lugar del significado (antes en el vértice del triángulo), ahora tenemos
tres componentes distintos: significado, semema y noema.
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El semema sería algo así como los distintos sentidos o acepciones que conforman el
significado, y en consecuencia la palabra.
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