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UNIVERSIDAD SANTO TOMÁS

FACULTAD DE TEOLOGÍA

PATROLOGÍA

RESEÑA SOBRE LA LECTURA DE ALLOIS GRILMEIER, ARRIO Y EL


ARRIANISMO, ATANASIO DE ALEJANDRÍA Y EL CONCILIO DE NICEA.

Nombre del estudiante: Juan Pablo Pardo Barrera.

I. RESEÑA DE LA LECTURA DE ALLOIS GRILMEIER


“ARRIO Y EL ARRIANISMO”

El autor presenta en su libro “Cristo en la tradición cristiana” un apartado de 30 páginas que


hablan sobre la doctrina cristológica atribuida al presbítero alejandrino Arrio, llamada el
arrianismo. Se examina principalmente la significación del debate arriano-antiarriano para el
monoteísmo cristiano y, sobre todo, para la doctrina del Logos y de la encarnación.

El apartado es sumamente doctrinal, pues más que datos históricos propiamente de Arrio y el
arrianismo, presenta sistemática y teóricamente lo que es en sí este pensamiento heterodoxo
que supuso la inevitable ruptura en el tema teológico de la Iglesia y que abrió paso a la
intervención por primera vez de un emperador en una nueva situación histórica eclesial. El
texto se divide en tres partes respectivamente: el Padre y su Logos, el Logos y su carne, y el
puesto de la cristología en el sistema Arriano.

1. El Padre y su Logos.

a. Problemas del arrianismo y su investigación.

En esta primera parte, se comienza recordando los problemas que la investigación aborda en
el arrianismo. Un primer problema corresponde al inicio y proceso del movimiento arriano
hasta Nicea. El punto de partida según el autor que se puede fijar la secuencia temporal de la
controversia arriana es la victoria de Constantino sobre Licinio en el año 324. Después de
esta victoria, sucedió la controversia y posteriormente Constantino escribió una carta a
Alejandro de Alejandría y a Arrio, preocupado por establecer la paz religiosa entre las
iglesias, y, sobre todo, en todo el imperio.

Un segundo problema se trata, según el autor, de los orígenes y las orientaciones básicas de
Arrio. Es cuestionante la idea de la verdadera originalidad en los planteamientos teológicos
de Arrio, pues realmente no se sabía con certeza que puesto por ejemplo ocupaba la biblia en
su sistema, la influencia de diversas tradiciones teológicas y el papel de la filosofía en su
pensamiento. La dificultad para resolver estas cuestiones consiste en que las diversas fuentes
de la teología arriana aparecen tan interrelacionadas que, en últimas, no es posible disociarlas
entre sí.

b. La Imagen de Dios en Arrio.

Posteriormente, el autor de un modo lógico y haciendo uso del pensamiento antiguo


filosófico, da a conocer la manera como se puede llegar a entender la imagen de Dios en
Arrio. En primera instancia, hay que afirmar que el punto es bíblico, más específicamente se
apoya en los evangelios y especialmente en el texto de Mt 28, 19, que es una profesión de fe
en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Es indudable que la confesión bíblica misma haya
constituido el marco de todas las reflexiones teológicas de Arrio.

Más adelante, el autor deduce y analiza dos fases filosóficas de conexión que influyeron
notablemente en Arrio. La primera fase hace referencia al Timeo, un escrito que inspira la
teoría de los tres principios básicos del mundo según Platón: “Dios-Idea-Materia”. La
segunda fase del renacimiento platónico fue de mayor trascendencia que la primera para la
teología cristiana. Está fase consiste primero, en que la divinidad platónica debía concebirse
en forma jerarquizada como en grados de lo divino, y segundo, que la concepción pitagórica
de “mónada”, que es un término que significa “sin división”, puede ser aplicado a dios.

Según el autor, encontramos en el párrafo anterior el verdadero elemento platónico de la


imagen de Dios en Arrio. Arrio explicitó el problema que plantea la afirmación de un
verdadero Hijo de Dios, y lo hizo contraponiendo mónada y díada (dos seres o principios
muy estrechamente vinculados entre sí), excluyendo toda dualidad en el ser divino, y
exaltando la mónada para hacer referencia a Dios. El propio Arrio explicó las consecuencias
de esta doctrina de la mónada para la imagen de Dios en la profesión de fe que envío a
Alejandro de Alejandría hacia el año 320. En resumen, Arrio opina que en Dios hay tres
hipóstasis, que Dios (Padre) es la causa de todos, solo y sin origen; que el Hijo es engendrado
intemporalmente por el Padre y que no existía antes de ser engendrado, es decir es
engendrado previamente a todo lo creado.

c. Breve síntesis.

Finalmente, en esta parte, el autor en una breve síntesis explicando la interpretación en sí del
Kerigma cristiano sobre la Santísima Trinidad de Arrio. Lo decisivo es la interpretación de la
mónada, de la arjé primera y única, o primera hipóstasis, en la Trinidad, la cual excluye toda
dualidad. Según Arrio, solo la primera hipóstasis, la mónada, es “Dios” (el Padre) en el
sentido auténtico y pleno de la palabra. Las hipóstasis del Hijo y de Espíritu son grados
inferiores y pertenecen a la esfera creatural. El Hijo, aun siendo “theos” en sentido figurado,
no es verdadero Dios; por eso es “ajeno” al Padre; es desemejante a él. De esta desemejanza y
alteridad viene también que el Padre sea incognoscible para el Hijo.

Arrio va más allá de la teología negativa, en el sentido de que el Hijo no puede conocer al
Padre como es en sí, sino en el modo que le compete, es decir, como conocimiento creatural.
Arrio ve al Hijo primariamente como mediador de la creación. Así pues, la doctrina de logos
de Arrio es de carácter cosmológico. Podríamos decir que Arrio concibe al Hijo como
demiurgo. Realmente la crisis del arrianismo surgió cuando Arrio trato de combinar esta
teoría cosmológica sobre Dios con la doctrina bíblica de la creación. Para Arrio, el Hijo llego
a ser mediador creado de la creación.

2. El “Logos” y su “carne”.

En esta segunda parte, el autor trata el tema de la encarnación del Hijo de Dios en el
pensamiento de Arrio. En el credo enviado al emperador Constantino, Arrio profesa su fe en
el misterio de la encarnación del Logos. La pregunta central que se plantea el autor es como
ven los arrianos de la primera generación, Arrio y sus colegas, la relación entre el Logos y su
carne. Los arrianos al igual que los lucianistas, negaron formalmente la existencia del alma de
Cristo, pues para que el Logos pudiese experimentar el sufrimiento humano en todas sus
esferas, sería necesario llevar consigo en su plenitud la existencia carnal. La situación global
de la cristología en el siglo IV, indica que el esquema Logos-sarx siguió ejerciendo su
influencia latente hasta el 362 aproximadamente, es decir, hasta el sínodo de Alejandría y
años sucesivos.

Pseudo Atanasio en su escrito Contra Apollinarium, afirma que Arrio sólo admite la carne de
Cristo como un velo de la divinidad, y que en lugar del hombre interior que es el alma, dice
que llegó el Logos en su reemplazo. El logos aparece como el principio de toda la vida psico-
vegetativa y racional de la naturaleza de Cristo. El Logos según este autor, ocupó el puesto y
ejerció el papel del alma. Alejandro de Alejandría atestigua que esta doctrina puede
pertenecer a la primera generación arriana. Según la cristología del arrianismo, el Logos debe
ser considerado como primera creatura en su estado de encarnación.

Es claro que ya la primera generación arriana negó la existencia del alma humana en Cristo.
De admitir esa alma en el Logos creado, habría que reconocer en Cristo dos principios
espirituales creados que pugnaban entre sí. Esto prueba para ir concluyendo, como Arrio
mitifica la imagen de Cristo. Hoy habría que decir que hizo de Cristo un “Superman”; la base
angélica para ello es que en Jesús de Nazaret se encarna un ser angélico superior. Queda ya
claro que los nicenos serán mejores teólogos y también mejores filósofos. Ellos eliminan el
ámbito intermedio que ocupo Arrio con su Logos y Pneuma creados, y excluyen así la
imagen del mundo propia del platonismo medio.

3. El puesto de la cristología en el sistema arriano.

Ya en esta tercera parte, el autor presenta algunas consideraciones para explicar el puesto que
ocupó la doctrina de la encarnación en el sistema de Arrio. Algunos investigadores estiman,
en efecto, que la doctrina de la encarnación ocupó un puesto secundario en el arrianismo. En
lo concerniente a la divinidad de Jesucristo, sólo conocemos las enseñanzas que difundieron
los arrianos entre los años 318-323. En este tiempo se preguntaban si la doctrina de la
encarnación en los textos arrianos desarrolla o no su propia lógica, y si esto lleva a negar la
divinidad del Logos encarnado.

Según un fragmento de Atanasio de Alejandría, los arrianos formulan esta pregunta: “Si el
Logos era verdadero Dios de Dios, ¿cómo pudo hacerse hombre?”. Detrás de esta frase late la
idea en Atanasio y en los nicenos de que una encarnación real sólo se produce si la Palabra
que viene del cielo se une sustancialmente a la carne y pasa a ser un principio vital. Ante esto,
los arrianos replican a sus adversarios nicenos que como se atreven a afirmar que el Logos
participa de la esencia del Padre si tiene un cuerpo que ha de sustentar y soportar; por ende, la
encarnación del Logos en el sentido arriano, significa que el Logos realiza una combinación
física con el cuerpo, una conjunción de ambos.

Atanasio acusa en efecto a los arrianos de afirmar que el Logos cambia y se altera por causa
de la carne, es decir, los acusa de que la asunción de la carne obligue a admitir un cambio en
el Logos. Esta actitud de los arrianos, explica su tendencia a detectar en cualquier pasaje
bíblico la debilidad de la condición humana de Cristo, con el fin de atribuir esa debilidad al
Logos como tal. El autor de este texto, termina afirmando, que esa combinación del Logos
con la sarx permite afirmar una cierta trascendencia del “Encarnado” que el arrianismo
admite sin reservas.

II. ¿QUIÉN ES ARRIO? Y ¿CÓMO SE EXPANDIÓ EL


ARRIANISMO?

Arrio nació en Libia a mediados del S. II (256-260). Discípulo de Luciano de Antioquía, fue
admitido entre los clérigos alejandrinos. El obispo Pedro de Alejandría lo ordenado diácono.
Ancillades lo ordenó presbítero y el obispo Alejandro de Alejandría le confirió la Iglesia de
Baukalis. En su predicación Arrio empezó a manifestar algunas de sus ideas sobre la
Trinidad, que enlazaban con el adopcionismo y subordinacionismo de Luciano de Antioquía
llegando a negar abiertamente la divinidad del Hijo, su eternidad y su consubstanciabilidad
con el Padre. A pesar de las advertencias en secreto de su obispo, Arrio siguió con su
predicación y radicalizando sus posiciones entre el 318-320.

Según el libro “Historia Eclesiástica” de Sócrates de Constantinopla, en la primera parte del


libro I, el sistema de Arrio muy conocido como arrianismo, se expandió de la siguiente
manera:

Estando Alejandro en el episcopado de Alejandría, y habiendo afirmado su postura


consistente y apasionada sobre la Unidad sustancial de la Santísima Trinidad en presencia de
los presbíteros y del resto del clero; Arrio, un presbítero de los que estaban bajo su
jurisdicción, un hombre nada ajeno al debate dialéctico y de acuerdo a su parecer, se opuso de
plano, hecho una furia a las palabras del obispo Alejandro diciendo: “Si el Padre engendró al
Hijo, el que ha sido engendrado tiene un comienzo de su existencia; y por ello es evidente
que hubo un tiempo en el que el Hijo no era: necesariamente se sigue que su subsistencia Él
la tiene del no ser”.
Claramente esta controversia fue el origen de una división en la Iglesia y Alejandro, Obispo
de Alejandría, depuso a Arrio y a sus partidarios por medio de una carta a los obispos de
todas las ciudades e iglesias cercanas. El mal fue peor porque se ponían a porfiar
acaloradamente los obispos y presidentes de las iglesias que iban teniendo conocimiento de la
carta. Los que estaban de acuerdo con el escrito, le añadían su firma; los otros hacían lo
contrario.

Había dos posturas: primero, los que les parecía descabellada la opinión de Arrio, aprobaban
la decisión de Alejandro respecto en la idea de que era justa la sentencia contra Arrio y los
que pensaban como él; y segundo: se encontraban los del entorno de Eusebio de Nicomedia y
todos los que acogían gustosamente la opinión de Arrio, estos mandaban cartas para anular la
susodicha excomunión y acoger de nuevo en la Iglesia a los excomulgados ya que
consideraban que no había mal en sus doctrinas.

Bueno esta confrontación se expandió evidentemente por todo el imperio, tanto que fue
necesario convocar a un concilio (Nicea I), para resolver los desacuerdos surgidos dentro de
la Iglesia de Alejandría sobre la naturaleza del Hijo en su relación con el Padre. El concilio
fue convocado por Constantino el grande, con el objetivo de implementar la paz religiosa en
gran parte de su imperio.

4. ¿QUIÉN ES ATANASIO DE ALEJANDRÍA?

Atanasio nació en Alejandría de Egipto, el año 295. Probablemente de padres no cristianos


de lengua griega. Se dice que se convirtió al cristianismo en su primera juventud. Recibió
una sólida formación en filosofía y teología. Desarrolló un estilo de prosa lúcida y sin
pretensiones y adquirió una considerable habilidad dialéctica. Su fuente de inspiración
principal era la Biblia griega; entre los padres griegos acudió a Ignacio, Atenágoras,
Ireneo y Orígenes. Su teología es marcadamente distinta de la de su obispo Alejandro y
menos origenista. Alejandro lo hizo primero lector y luego diácono y secretario episcopal
por el 318, cuando empezaba a desarrollarse la controversia arriana. Fue uno de los
teólogos que acompaño al obispo Alejandro al Concilio de Nicea.

Según la lectura de Sócrates de Constantinopla, Atanasio de Alejandría fue una de las


figuras más importantes de la Iglesia en el siglo IV; su incansable defensa del símbolo de
la fe promulgado en el concilio de Nicea, fue un factor fundamental por el cual se le
identifico a Atanasio de Alejandría y del cual Sócrates hace mención en buena parte de su
libro. Sócrates narra así la importancia de la participación de Atanasio en el Concilio de
Nicea la siguiente manera:

“Ante la controversia del arrianismo, Atanasio, siendo secretario episcopal y llevando a


penas tres años de diácono, apoya y defiende al obispo Alejandro contra los errores de
Arrio, presbítero de la Arquidiócesis. El joven diácono, ordenado sacerdote, defendió
durante tres años la fe del concilio de Nicea. Cuando cumplió los 35 años fue nombrado
obispo en el año 328 en la sede de Alejandría” (Constantinopla, 2017)
En cuanto su importancia para el desarrollo del cristianismo, Atanasio es una figura
majestuosa que impone y que defiende a capa y espada su fe. El parece encarnar en su ser
a la Iglesia misma instituida por Cristo. Su amor apasionado a la figura de Jesucristo lo
llevo desde muy joven a acoger este estilo de vida. Le apasionaba sobre todo la
humanidad de Cristo; solo basta hojear algunas páginas del tratado “la encarnación del
Verbo” para comprender hasta qué punto esta realidad había sido objeto de su meditación.

5. ¿QUÉ ES EL CONCILIO DE NICEA, CÓMO SE DESARROLLO Y CUALES


FUERON SUS CONCLUSIONES?

El concilio de Nicea fue el primer concilio ecuménico y supuso, para la Iglesia y la ortodoxia,
una gran victoria. Los obispos fueron conscientes de ello durante el concilio y después de él,
llamándolo “santo”, “grande” y “columna” contra todos los pensamientos heterodoxos. La fe
de Nicea habría de durar por siempre, al menos en gran parte de la Iglesia, como definición
solemne de la fe recibida de los Padres. Los obispos fueron igualmente conscientes de que
habían creado una nueva institución, el concilio ecuménico o de la Iglesia Universal,
adornado de especiales honores, autoridad y derecho; también lo advirtieron los adversarios
del concilio, que, mientras vivió Constantino, no se atrevieron a impugnarlo.

Según el libro “Historia Eclesiástica” de Sócrates de Constantinopla, en la primera parte del


libro I, el Concilio de Nicea convocado por el gran Constantino I, se convocó y se desarrolló
de la siguiente manera:

Debido a la controversia por la polémica del arrianismo en todo el imperio, y luego de los
admirables y sabios concejos que daba la carta del emperador Constantino a Alejandro de
Alejandría y a Arrio; a pesar de ello, había en las iglesias una insoluble rivalidad y
desconcierto. A parte de esta polémica, había otra “enfermedad” local entre las iglesias: el
desacuerdo respecto a la fiesta de la Pascua, que solamente se dio en Oriente, porque unos
estaban empeñados en celebrar la fiesta de una manera muy parecida a los judíos, mientras
otros imitaban a todos los cristianos del mundo entero.

Así pues, el emperador, al ver a la Iglesia desconcertada por ambos motivos, vino a reunir a
un concilio ecuménico convocado por carta a los obispos de todas partes para que se
encontraran en Nicea de Bitinia. En este concilio, asistieron los obispos de muchas provincias
y ciudades. Destacaban entre los obispos Pafnucio de la Tebaida Superior y Espiridón de
Chipre. También estaban allí presentes muchos laicos expertos en dialéctica, dispuestos a
hablar en favor de cada una de las partes. La opinión de Arrio la apoyaba Eusebio de
Nicomedia, por su parte Atanasio, diácono de la Iglesia de Alejandría, apoyo la postura en
contra de su obispo Alejandro, quien había decidido llamar “apostata” a Arrio por su postura.
En total fueron unos trescientos los obispos que participaron.

El propósito del Concilio de Nicea fue eliminar la confusión y el conflicto dentro de la iglesia
sobre ciertas doctrinas. Una de las principales doctrinas en disputa fue la naturaleza de
Jesucristo. El Concilio declaró las enseñanzas de Arrio una herejía inaceptable para la Iglesia
y decretó que Cristo es Dios, siendo de la misma esencia con Dios el Padre.

La conclusión del Concilio fue la expresión de una fórmula que expresa la substancia de la fe,
llamada Símbolo Niceno y que proclama la plena «consubstancialidad» de Cristo, verdadero
Dios, con el Padre y con el Espíritu Santo. Este se considera el concilio número uno,
celebrado a nivel general en toda la historia de la Iglesia, claro está dejando a un lado aquel
celebrado en Jerusalén en el primer siglo, el cual permitió la reunión de Pablo de Tarso,
Santiago el Justo y de Pedro.
BIBLIOGRAFÍA

 Allois, G. (1997). Cristo en la tradición cristiana. Salamanca: Sígueme.


 Constantinopla, S. d. (2017). Historia Eclesiástica. Madrid: Ciudad Nueva.
 Berardino, A. D. (1998). Diccionario Patrístico y de la Antiguedad cristiana.
Salamanca: Sígueme.

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