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Lección: Levítico Cap. 25, Vers. 8 al 12. Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los
días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años. Entonces harás tocar fuertemente la trompeta
en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Y
santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y
volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni
segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es jubileo; santo será a vosotros; el
producto de la tierra comeréis. En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión.
Definición 2: Jubileo (heb., Yovel, corneta de cuerno de carnero, trompeta). Cada quincuagésimo año en Israel (Levítico
25). Tres rasgos distintivos daban su característica esencial a este año. Primeramente, se proclamaba libertad a todo
israelita bajo servidumbre de cualquier compatriota. La ley proveía que el precio de los esclavos variara de acuerdo a la
proximidad del año de jubileo.
En segundo lugar, todos tendrían que devolver las posesiones de los antepasados a los que tuvieron que venderlas debido
a la pobreza. Esto evitaba, entonces, la posibilidad de vender una parcela en perpetuidad. Esta ley se aplicaba a tierras y
casas fuera de las ciudades amuralladas y también a todas las casas que pertenecían a los levitas ya sea que estuviesen
adentro o fuera de las ciudades amuralladas. Así como en el caso del precio de los esclavos, la ley estipulaba que el precio
de las propiedades variaría de acuerdo con la proximidad del año de jubileo. El tercer rasgo distintivo de este año era el
hecho de que sería un año de reposo para la tierra. La tierra quedaría sin ser arada, aun si hubiera quedado así en el año
previo al sabático. El pueblo judío viviría simplemente de lo que los campos habían producido durante el sexto año y de lo
que creciera espontáneamente. Es imposible decir si el pueblo judío verdaderamente guardó el año de jubileo alguna vez.
TEXTO: “Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos; la diestra de Jehová hace proezas”. Salmo 118, Vers.
15.
1er Titulo: Deber de administrar el tiempo conforme o lo dispuesto por Dios Versículo 8. Y contarás siete
semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y
nueve años. (Léase: Eclesiastés 3:1. Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. ▬
Salmo 90:12. Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, Que traigamos al corazón sabiduría.).
Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 1
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Comentario de Eclesiastés 3: Dios controla el tiempo para todo, 3:1-15: La vida del hombre está compuesta de
penas y alegrías, de triunfos y fracasos, de trabajos y reposos. El sabio ve que así debe ser. Obtener triunfos sin fracasos
haría del hombre un pequeño dios; padecer fracasos sin ningún triunfo de la vida sería una miseria infinita. Lo que
caracteriza el trabajo del hombre es un continuo hacer y deshacer lo hecho, cada cosa a su tiempo.
Como esos tiempos los fija Dios, para el Predicador la sabiduría del hombre consiste en ponerse en sintonía con Dios para
saber qué hacer en cada caso. Dios lo ha dispuesto todo, lo bueno y lo malo, el hacer esto y el hacer aquello, cada tarea
tiene su tiempo propicio, cada experiencia humana su razón de ser. El hombre, como ser relativo, se encuentra también
ante tareas relativas; ningún momento es absoluto, absoluto es solamente Dios. Esto es lo que nos dice el Predicador.
Veamos un poco más adelante: En el día del bien, goza del bien; y en el día del mal, considera que Dios hizo tanto lo
uno como lo otro... (7:14). Hoy es tiempo de reír, río con gratitud a Dios; mañana, si es tiempo de llorar, lloraré con
esperanza en Dios. El apóstol Pablo se encontró con este problema en su vida y lo solucionó comprendiendo que las
“revelaciones” y los “aguijones en la carne” servían ambos al propósito de Dios en su vida y en su ministerio (2 Cor. 12:7–
9. Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un
mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado
al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto,
de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.). Hay dos maneras
de enfrentarnos con esta realidad de la vida que el Predicador nos presenta: con fe o sin ella. Lo que la vida nos diga
dependerá de ese imponderable que llamamos “fe”.
Todo tiene su tiempo (v. 1). Lógicamente es el tiempo fijado por Dios. No es temor a la fatalidad, la voz de la fe dice:
Pero yo he confiado en ti, oh Jehovah. He dicho: “Tú eres mi Dios; en tus manos están mis tiempos” (Sal. 31:14, 15a).
Tiempo de nacer y tiempo de morir (v. 2), abarca los dos extremos de la vida humana y los que están más lejos de su
voluntad. Entre ellos podemos incluir todas las experiencias de la vida. Tiempo de esparcir piedras: Con una ligera variante
en el texto hebreo algunos leen “tiempo de prodigar agasajos y tiempo de guardarlos” (J. J. Serrano); otros, sin recurrir a
ningún cambio, lo interpretan como un eufemismo por el trato marital (Comentario Bíblico San Jerónimo). Generalmente
se ha interpretado con referencia a esparcir piedras en el campo enemigo para hacerlo improductivo. A esa acción del
enemigo corresponde sin lugar a dudas la acción de recoger las piedras para permitir el cultivo del campo. Esto sucedía en
las guerras (2 Rey. 3:19, 25). De todas maneras, la intención es clara, se refiere a acciones diametralmente opuestas.
Tiempo de romper: podría referirse a un acto de duelo. Hay evidencias en la literatura posterior judía de que se
acostumbraba aconsejar el rasgar la ropa moderadamente de modo que pudiera remendarse y usarse de nuevo. ¿Qué
provecho...? es una pregunta retórica; la respuesta es evidente: Ningún provecho, ya que lo que hoy se hace mañana se
deshace.
Todo lo hizo hermoso (v. 11), es un testimonio de lo bueno de la creación. Dios vio todo... y era bueno. También ha
puesto eternidad. Ver la nota al pie del texto. Dejando la traducción actual, la idea pudiera ser: Dios ha puesto en el corazón
del hombre anhelos de verdades eternas, la tarea que Dios ha dado al hombre pero que éste no puede llevar a cabo, no
alcanza a comprender.
No hay cosa mejor... es una idea que se repite en 2:24; 5:18; y 8:15. No hay por qué tomarla como expresión de un
crudo hedonismo. Todo lo que Dios hace permanecerá (vv. 14, 15). Y permanecerá tal como es, sin que haya nada que
añadir ni disminuir. Para que los hombres teman delante de él (v. 13), cosa que para los sabios es el comienzo de toda
sabiduría (Sal. 111:10; Prov. 1:7; 9:10).
Dios recupera lo que ya pasó. Ver nota al pie de página. Este es un texto difícil de traducir e interpretar. Algunas posibles
traducciones son: “Dios restaurará” (Biblia de las Américas, en nota aparte). Nueva Biblia Española traduce: “Dios da alcance
a lo que huye”; Dios Habla Hoy lo traduce “Dios hace que el pasado se repita”; y Biblia de Jerusalén dice: “Dios restaura lo
pasado”, que es semejante a nuestra versión.
Comentario del Salmo 90: El hombre bajo el juicio de Dios, vv. 7–12
El problema del hombre no consiste solamente en su debilidad, sino también en su enemistad con Dios. El salmista
reconoce que toda la humanidad cae bajo la ira de Dios porque todos han pecado. El salmista recuerda la enseñanza de
Génesis 2 y 3 y señala hacia la de Romanos 1 y 2. El v. 8 indica que somos culpables; los vv. 7 y 9 forman un marco para
el 8.
El v. 10 simplemente dice que aun los que viven un poquito más de 70 años, que es lo normal, son pasajeros y la mayor
parte de la vida no es placentera. Los vv. 11 y 12 forman una transición entre el lamento de los vv. 7–10 y la súplica de los
vv. 13– 17. Ya empieza a hablar del temor de Dios. El castigo de Dios sobre la humanidad debe dirigir a los seres humanos
hacia el temor de Dios.
Pero muy pocos han aprendido a “contar sus días”, y no se dan cuenta de lo efímero de su vida. Hoy pueden medir la
distancia al sol y la luna y a las estrellas y la cantidad exacta de tiempo para que la luz llegue de ellas, pero no han aprendido
a contar sus propios días. Aun si son lit. las cifras de larga vida de los prediluvianos, ninguno vivió por mil años, que para
Dios no es más significante que un día. Solamente Dios puede dar la sabiduría para contar, o evaluar, o juzgar, nuestros
días; sólo Dios puede hacernos entender la realidad (cf. Ef. 5:16. aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos;
▬ Col. 4:5.) Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.
Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 2
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Con respecto al tiempo, la biblia aconseja que debemos poner nuestro enfoque en lo que es eterno en contraposición a
los placeres efímeros de este mundo pasajero. Por lo tanto, debemos avanzar con diligencia y propósito divino, mientras
los caminos de nuestras vidas progresan hacia el propósito final de Dios. El tiempo que pasamos con Dios y el conocerle, a
través de la lectura de Su palabra y la oración, nunca es una pérdida de tiempo. El tiempo que pasamos para la edificación
del cuerpo de Cristo y para amar a los demás con el amor de Dios (Hebreos 10:24-25; Juan 13:34-35; 1 Juan 3:17-18) es
un tiempo bien empleado. El tiempo invertido en compartir el evangelio para que otros lleguen a conocer la salvación en
Jesús, da fruto eterno (Mateo 28:18-20). Debemos vivir como si cada minuto contara, porque realmente cada minuto si
cuenta. (https://www.gotquestions.org/Espanol)
2° Titulo: Tiempo de pregonar redención y libertad. Versículos 9 y 10. Entonces harás tocar fuertemente la
trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Y
santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y
volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. (Léase: Isaías 61:1 y 2. El Espíritu de Jehová el
Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la
buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;).
Comentario de Isaías 61: Las buenas nuevas de liberación, 61:1-11 Al final del comentario de la sección de
59:16–21 indicamos que las promesas del v. 21 pueden haber sido para el profeta y sus descendientes: Mi Espíritu que
está sobre ti y mis palabras que he puesto en tu boca no se apartarán... Estas palabras pueden ser la base para la
declaración del profeta en el v. 1: El Espíritu del Señor Jehovah está sobre mí...
El profeta, que antes se viera desprovisto de la capacidad para interceder (59:16), se vio de pronto investido del poder
del Espíritu de Dios para encarnar el mensaje de liberación para Sion (59:21; 61:1). Sus palabras en los vv. 1 y 2 fueron
leídas por nuestro Señor Jesús en la sinagoga de Nazaret, para luego basar en ellas su testimonio mesiánico (ver Luc. 4:18
y 19. El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los
quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año
agradable del Señor.). Las figuras literarias que describen el efecto o consecuencias del ministerio del profeta, se convierten
en hechos concretos en la persona y ministerio de Jesús. No obstante, pasemos a considerar el sentido de las palabras del
profeta a la luz de su mismo desempeño profético.
El profeta ha adquirido conciencia de su misión profética y se siente ungido por el Espíritu de Dios para anunciar las
buenas nuevas de liberación a una comunidad sumida en la humillación y la desesperación de la pobreza (comp. Neh. 5:3),
en la desilusión y desaliento o “quebranto de corazón” (comp. Neh. 5:1), de la esclavitud (comp. Neh. 5:5) y de la cárcel
que constituye el perder la visión).
La meta de su ministerio profético es hacer resurgir la vida en medio del duelo nacional. La ceniza, que es señal de duelo,
va a ser reemplazada por una diadema de gloria. Va a haber aceite de regocijo y manto de alabanza.
¿En qué reside la garantía de estas buenas nuevas? La respuesta fue dada en 60:21 y se repite aquí en el v. 3: Serán
efectivas porque han sido destinadas para manifestar la gloria divina. Para Dios es un asunto de honor que la ruina y la
desolación desaparezcan del país y que sean restauradas las ciudades destruidas (v. 4).
En los vv. 5–9 y en v. 11 el profeta concibe la reunificación de toda la humanidad en un solo pueblo, en medio del cual
Israel asumirá el sitial del sacerdocio. Todos ellos estarán entregados por completo al servicio de Dios, mientras que las
demás naciones llevarán a cabo las actividades seculares.
Quizá teniendo en mente la vergonzosa remuneración y el abandono por parte del pueblo de sus guías espirituales, los
sacerdotes y los levitas de los días del profeta, él vislumbra que en lugar de la presente vergüenza habrá doble porción y
en lugar de la afrenta se regocijarán por su heredad (comp. Núm. 18:21; Neh. 13:10).
Los vv. 8 y 9 siguen refiriéndose a este nuevo y más extenso radio del servicio sacerdotal de todo el pueblo de Israel.
Jehovah recompensará sus obras con fidelidad, sobre la base de un pacto eterno (v. 8). No como hizo el pueblo de Israel
con sus sacerdotes y levitas, a los cuales abandonó. El encumbramiento de Israel a un sitial glorioso en medio de los
pueblos hará que todos reconozcan que ellos son la simiente que Jehovah bendijo (v. 9).
La justicia como la base de la recompensa de los siervos de Dios, y la alabanza a Dios como resultado del cumplimiento
del ministerio sacerdotal delante de todas las naciones, son lo que el Señor mismo va a hacer germinar en el planeta tierra
(v. 11).
El v. 10 interrumpe la secuencia del pensamiento expuesto arriba (vv. 5–9 y 11), por lo cual se cree que su sitio original
habría sido al final del capítulo, después de las palabras del v. 11. El v. 10 en realidad subraya la investidura del profeta
para anunciar las buenas nuevas de salvación y de justicia. Es muy posible que el contenido del v. 10 haya sido traspuesto
en una fase temprana de la transmisión, siendo su lugar correcto antes de 62:1, donde se retoma el tema de la justicia y
la salvación (ver comentario de la próxima sección).
3er Título: Dios establece un año especial de abundancia y santidad. Versículos 11 y 12. El año cincuenta os será
jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es jubileo; santo
será a vosotros; el producto de la tierra comeréis. En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión. (Léase:
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Isaías 57:15. Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la
altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar
el corazón de los quebrantados. ▬ 2ª a los Corintios 9:10 y 11. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come,
proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo
para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.).
Consuelo para los oprimidos, Isaías 57:14-21:
El v. 14 constituye la continuación de las palabras de Jehovah en la sección anterior. En lugar de él dirá, como tiene el
Texto Masorético y traduce la RVA, la vocalización de la Vulgata que es también propuesta por la Stuttgartensia permite
traducir: Entonces diré. Jehovah ha prometido a los que se refugian en él darles la tierra por heredad (v. 13). Ahora él se
presta a intervenir directamente para que esta promesa sea realidad (v. 14).
A pesar de habitar en las alturas y en santidad (v. 15), se abre camino para reencontrarse con los anhelos y
expectativas de su pueblo, porque él está con el de espíritu contrito y humillado para vivificar el corazón de los oprimidos
(v. 15).
En los vv. 16–18, haciendo eco de Génesis 6:3, Jehovah se propone condescender con su pueblo, a pesar de sus fracasos
y frustraciones, ya que sus objetivos no son para que su pueblo perezca ante las justas demandas de su Dios, sino que
halle una tregua y experimente la bendición divina a pesar de su iniquidad (v. 17). Entonces expresa estas palabras llenas
de amor y condescendencia: He visto sus caminos, pero lo sanaré... (v. 18). Estas palabras son enfatizadas en el v. 19: Yo
lo sanaré.
¿En qué consiste, o en qué se basa esta sanidad nacional que se anuncia? En una nueva actitud que surgiría en el corazón
de los judíos, tanto los que están lejos (los que están en Babilonia) como los que están cerca (en la tierra de Judá y en
Jerusalén). De este cambio en el corazón surgiría un nuevo diálogo, una nueva manera de hablar, un nuevo mensaje cívico,
que se resume en la palabra: Paz (v. 19). La repetición de la palabra paz (shalom) confirma la autenticidad de esta nueva
actitud y la extensión de sus efectos. El profeta vislumbra un avivamiento en el pueblo de Dios, más allá del área del monte
santo y de las fronteras del minúsculo territorio de Judá.
Sin embargo, este avivamiento no cubrirá con sus frutos de bendición a los impíos, quienes son como el mar agitado que
no puede estar quieto y cuyas aguas arrojan cieno y lodo (v. 20). Con estas palabras es posible que el profeta, alude a las
acusaciones ruines y a las intrigas de los samaritanos y sus aliados judíos contra el remanente del pueblo de Dios. Para
ellos definitivamente no habrá paz (v. 21). Ellos no podrán resistir el movimiento de pacificación que se avecina, el cual
tendrá recursos tan poderosos como para imponerse a pesar de todo el poderío de la impiedad. Posiblemente se alude aquí
a las reformas de Nehemías (Neh. 5:1–13), las cuales el mismo Nehemías respaldó con su ejemplo (Neh. 5:14–19). La
historia registra la incapacidad de los enemigos de dentro y de fuera para boicotear sus gestiones de paz.
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Pero el aumento y expansión de estos dones se los deja a Dios, que les dará una abundante cosecha de justicia.
Indudablemente, Dios hará esto y el pueblo de Dios puede depender por completo en él, que cumplirá su palabra. A su
vez, ellos se transforman en fuente de generosidad y, como tales, reflejan la benevolencia de Dios en sus vidas.
En este contexto, el término justicia es otra palabra para generosidad o liberalidad (véase el comentario al v. 9). Esto
incluye alimento y ropa para los pobres, préstamos de dinero, mostrarles amabilidad y misericordia y la defensa de los
derechos de los marginados. Pablo escoge cuidadosamente estas palabras y escribe: «vuestra justicia», para especificar
que es algo personal. Dondequiera que la justicia se manifiesta, allí abundan las bendiciones, al hacer Dios que aumente
más y más la generosidad de su pueblo. «El que es amable con el pobre, presta al Señor, y él lo recompensará por lo que
ha hecho» (Pr. 19:17).
[11]. Vosotros seréis hechos ricos en todo para que seáis enteramente generosos, y a través de nosotros
vuestra generosidad producirá acción de gracias a Dios.
[a]. «Vosotros seréis hechos ricos en todo para que seáis enteramente generosos». Cuando Pablo escribe acerca del
ofrendar, usa el adjetivo griego pas (todo), como en el versículo 8 (donde aparece cinco veces). Aquí, la palabra pas aparece
dos veces: «en todo» y «enteramente». Esto significa que la mano de Dios nunca está cerrada para las personas que
gozosamente pasan algo de sus recursos a aquellos que están empobrecidos, como en el caso de los macedonios (8:2).
La forma verbal ser hecho rico está en voz pasiva y alude a Dios como el agente que enriquece a los corintios. Dios
bendice al dador alegre con riquezas en todo sentido: material, económico, espiritual, intelectual, social, temporal y eterno.
Imparte sus bendiciones al dador en varias formas y a menudo en tiempos diferentes. El verbo también puede interpretarse
en voz media, y entonces querría decir «enriqueciendo a otros».34 Sin embargo, se prefiere la voz pasiva porque se ajusta
mejor al contexto.
Que nadie piense que Dios hace a las personas ricas materialmente sólo porque son cristianos, ya que frecuentemente
ocurre lo contrario. El concepto hacer rico no significa que Dios nos favorece con bienes materiales para satisfacer nuestros
deseos egoístas. Este versículo claramente establece que el enriquecimiento se refiere a que nosotros podremos ser
inmensamente generosos. La mayoría de traductores ponen el verbo en futuro, para que coordine con el tiempo futuro del
versículo anterior (v. 10). Pero el texto griego lo tiene en el tiempo presente, indicando que Dios ya está enriqueciendo a
los corintios para que sean extremadamente generosos cuando dan. Ellos son un canal a través del cual las bendiciones de
Dios fluyen hacia las personas en necesidad.
[b]. «Y a través de nosotros vuestra generosidad producirá acción de gracias a Dios». ¡Qué comentario más penetrante!
Pablo está diciendo que él y sus colegas trajeron el evangelio a los corintios, por lo cual éstos deberían ser creyentes
agradecidos no solo en palabras sino también en obras. El Señor Jesucristo envió a Corinto misioneros que exaltaron a Dios
en su ministerio. Dios inspiró a Pablo a que hablara y escribiera acerca de la colecta para los santos de Jerusalén golpeados
por la pobreza. El resultado será que los receptores de estos dones expresarán agradecimiento a Dios, y los dadores en
todas las iglesias se gozarán y alegrarán en el Señor (4:14). En resumen, toda la iglesia se goza y da la gloria a Dios.
Consideraciones prácticas en 9:10–11
Solo dos veces en la Escritura encontramos una época en la que no hubo pobres entre el pueblo de Dios. Primero, el
Antiguo Testamento enseña que cuando los israelitas viajaron a través del desierto desde Egipto hasta Canaán, todos
tuvieron suficiente comida, ropa y las necesidades básicas para la vida. Dios proveía para las necesidades diarias de su
pueblo y en el campamento de Israel no había ni ricos ni pobres. Luego, en los primeros años de la iglesia cristiana en
Jerusalén, de tanto en tanto los ricos vendían porciones de sus propiedades y presentaban el producto de la venta a los
apóstoles para que fuera distribuido entre los pobres. Lucas escribe esta sorprendente afirmación: «No había personas
necesitadas entre ellos» (Hch. 4:34 a). En los albores de la iglesia, el amor de los unos por los otros eliminó la pobreza.
En años posteriores, Pablo dio el ejemplo en cuanto a ayudar a los demás. Dijo que había trabajado con sus propias
manos para satisfacer sus necesidades y las de sus compañeros. Luego instruyó a los ancianos de Éfeso para que ayudaran
al débil, para que fueran generosos y para que recordaran las palabras de Jesús: «Hay más dicha en dar que en recibir»
(Hch. 20:34–35).
Y finalmente, el mandamiento apostólico de atender a los pobres es un imperativo permanente para la iglesia (Gá. 2:10;
6:10). Cuando los cristianos obedecen este mandamiento, experimentan el amor de Cristo revelado tanto en el dar como
en el recibir de sus dones. Y recogen una cosecha de justicia.
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