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AÑO DE JUBILEO
Jubileo. m. || 3. Fiesta pública muy solemne que celebraban los israelitas cada 50 años. || 4. Espacio
de tiempo que contaban los judíos de un jubileo a otro. || □~ de jubileo. m. año santo
Del lat. Iubilaeus, y este del hebr. Šĕnat hayyōbēl, literalmente, 'el año del ciervo o del carnero'
Según Levítico 25, cada 49 años [año sabático (7) x 7], en el séptimo mes [Tishrei], en el día 10, se hacía sonar
fuertemente la trompeta [bocina o cuerno del carnero] para dar inicio al Día de la Expiación con ayuno y receso de cualquier
actividad para dedicarse al arrepentimiento, confesión de pecados y reconciliación con Dios (Lv 16:29-34, 23:26-32; Nm
29:7-11). Enseguida iniciaba el año 50 o de jubileo, un año santo. Pero, ¿qué era, para qué fue establecido y qué acontecía
durante este año?
1
Todos los versículos corresponden al capítulo 25 de Levítico, a menos que se cite otro pasaje.
2
El año del jubileo, entonces, era un mecanismo para prevenir la acumulación de las tierras en manos de unos pocos o los israelitas más ricos, y preservar la fábrica
socioeconómica de múltiples familias que fueran propietarias de tierras, con la comparativa igualdad e independiente viabilidad de las familias más pequeñas que poseían
terrenos. La sabiduría en todo esto es muy obvia en un tiempo de adquisición, conglomerados más y más grandes y negocios multinacionales monopolizadores.
IGLESIA CRISTIANA BÍBLICA “KAIRÓS”
Con Personería Jurídica Nº 3246
del 21 de diciembre de 2006
AÑO DE JUBILEO
«Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia
y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza»3
El año de jubileo iniciaba después del Día de Expiación, una santa convocación en ayuno y arrepentimiento, ofrenda de
sacrificios y reposo para reconciliarse con Dios. Ahora no es diferente. Es necesario entrar en su reposo y la Palabra nos
propone permanentemente a reconciliarnos con el Señor (2 Co 5:14-20). Celebrar la fiesta sin la vieja levadura (1 Co 5:7-8)4
Al realizar una lectura cuidadosa de Levítico 25:8-55, podemos registrar que este año se inauguraba consagrándolo a Dios.
Luego se debía cumplir todas las sanciones del año sabático, pues este era, en la práctica, “siete años sabáticos”. De otro
modo, no se podía sembrar ni segar ni vendimiar, debía dejarse descansar la tierra y comer del producto de esta. Además,
era un año de libertad económica, familiar y territorial. Las deudas quedaban canceladas y se recuperaba lo perdido en
procesos de compraventa o por situaciones de pobreza. Se ejercía la justicia social, la caridad, la benevolencia, la empatía
y la hermandad. Debían ser generosos y tolerantes.
El año de jubileo, pues, era tiempo de “circuncidar el prepucio del corazón” (Jer 4:4) y volver al corazón de Dios. Era un
tiempo de quebrar los ídolos de la indiferencia, la dureza, la injusticia y la impiedad, para retornar al Señor y a su tierra.
De la misma manera, hoy, podemos aplicar los principios y el mensaje del año de jubileo hebreo para vivir un año de jubileo
cristiano. No bajo formulismos y tradiciones, sino como un tiempo para la libertad espiritual y ministerial, libertad financiera,
emancipación emocional y laboral. Para ser libres. Para restaurar los "portillos" destruidos de nuestra vida, para renovar
nuestro ministerio, para reconciliarnos, para reafirmar nuestra identidad y nuestra ciudadanía en Cristo.
Es nuestro jubileo un tiempo de refrigerio en el Señor, donde podremos fortalecer nuestra fe, robustecer nuestra esperanza
y seguridad en su salvación. Creer que Él suplirá todo lo que nos falta y que sanará nuestra vida en todas las áreas. Es una
oportunidad para volver a “nuestra posesión”, a rescatar todo lo que Cristo ganó en la cruz para nosotros y “ensanchar el
lugar de las tiendas y reforzar las estacas” (Is 54:2), en lo personal, en lo familiar, en lo laboral, en lo ministerial y como
congregación.
Es un tiempo para descansar en Cristo y regocijarnos por su obra redentora como nuestro Goel o Pariente Cercano, para
renovar nuestro llamado, nuestro compromiso y decisión de “llenarlo todo del evangelio” y de ser fieles administradores de
la multiforme gracia de Dios. Así, en el núcleo del jubileo se tejen dos mensajes que resumen la esencia de este año:
libertad y reconciliación:
«Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con
Dios» (2 Co 5:20)
«Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud» «Porque vosotros, hermanos, a
libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley
en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Gá5:1,13-14)
3 Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.
4 Cristo es la Pascua y también Señor del reposo (sábado). Podríamos extender este principio al Jubileo sin alterar la interpretación ni el sentido del texto.
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8-9 Emerge como el año 50 después del séptimo año sabático y se proclamaba en el Día de
Expiación. El saberse perdonado por Dios debía expresarse en la remisión de las deudas y la liberación
de sus coterráneos.
10 Expone dos nociones esenciales a todo el jubileo: libertad y retorno. Eran libres quienes
hubiesen incurrido en deudas, tanto de lo que aún quedara por cancelar como de cualquier compromiso
colateral de su deuda. De esta forma, ellos podían “repatriarse” y tomar posesión de cualquier
propiedad que la familia hubiese sido obligada a ceder a un acreedor como garantía sobre cualquier
hipoteca.
11-12 Revelan el gobierno soberano de Dios sobre el tiempo y la naturaleza. El jubileo debía
observarse como resultado del “temor de Señor”, la “santidad” y “consagración”. Demandaba fe en la
providencia de Dios como el Alto y Sublime que podía establecer que hubiera bendición en el plano
natural de las circunstancias.
13-17 «La venta de un terreno realmente solo era igual al precio por el uso de la tierra. De esta
manera, cuando se acercaba un jubileo, el costo para el comprador disminuía, ya que él estaba
comprando el número de cosechas hasta que el jubileo restaurara la tierra a su dueño primario. Nadie
engañe a su hermano muestra que el negocio es en efecto entre un acreedor y alguien que está
buscando un préstamo sobre la base de poner algo de su propiedad como garantía del mismo».
23, 24 Estos versículos revelan una atención central en el rescate mercantil de las propiedades y
las personas, en relación con el tema del año del jubileo. Dios informó cómo debía repartirse la tierra
de Canaán de manera justa y proporcional -conforme con el tamaño y necesidad de las tribus- (Nm
26:52–56; 33:50—34:29; Jos 13—21) Otro principio es el gente que moraba entre los israelitas en
Canaán, pero que étnicamente no eran judíos (Ef 2:19).
Los israelitas debían meditar y asumir su posición delante de Dios como forasteros y
extranjeros, equivalente de aquella de los residentes que dependían de ellos. Igualmente, ellos no tenían
título de propiedad sobre la tierra, pues pertenecía a Dios. Pero podían estar seguros de sus beneficios
bajo el amparo y dependencia del Señor.
Toda persona o familia que hubiese empobrecido o endeudado debía ser considerado del mismo
modo como Dios trata a todo su pueblo: con generosidad y liberalidad.
25–55. Hay cuatro momentos de pobreza que demandaban respuesta. Cada uno es introducido
con la expresión cuando tu hermano empobreciere (25–28, 35–38, 39–43 y 47–53). La primera
respuesta era rescate (25–28). El dueño que se encontraba en dificultades económicas ofrecía en venta
una parte de sus heredades. Para conservarla dentro de la familia o clan, era obligación del pariente más
cercano adquirirla o redimirla (Jer. 32, Rut 4). “El vendedor retenía el derecho de redimirlo él mismo,
si más tarde obtenía los medios para hacerlo”. Finalmente, y de cualquier forma, la propiedad, sea que
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se vendiera o fuera redimida por un pariente, regresaba al poder de la familia original en el año del
jubileo.
Si ocurriera una quiebra financiera insalvable, que ya no tuviera tierras para ofrecer en venta o
empeñar, él y toda su familia podían venderse al pariente pudiente, pero no sería tratado como un
esclavo, sino como un criado o siervo vecino (extranjero). El deudor y sus hijos; recuperarían su
heredad y podrían empezar de nuevo.
El año del jubileo era un dispositivo para restringir la tenencia de la acumulación de las
posesiones y riquezas en manos de unos pocos, y preservar la estructura familiar de su separación y de
todo tipo de explotación, expropiación y opresión por causa de su situación de pobreza. Así, buscaba
restaurar, a partir de lo socioeconómico, la familia.
En el Nuevo Testamento. Jesús anunció la apertura del reino de Dios al iniciar su propio
ministerio (Lc. 4:16–30), y cita Is 61, que estaba bien “influenciado por los conceptos del año del
jubileo”. Según muchos estudiosos, se puede aseverar que se encuentran ecos del jubileo en textos
como las bienaventuranzas (Mt 5:1-12), la respuesta a Juan el Bautista (Mat. 11:2–6), la parábola de la
gran cena (Lc 14:12–24) y algunos hechos de ayuda económica mutua (Hch 2:43-47; 4:34-37, 5:1-11).
«Aplicar el modelo del jubileo requiere que la gente haga frente a la soberanía de Dios, confíe en
su providencia, conozca su acción redentora, experimente su expiación, practique su justicia y
confíe en sus promesas. Todo el modelo encierra la misión evangelizadora de la iglesia, su ética
personal y social, y su esperanza futura».