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PSICOLOGÍA DE LA FAMILIA

FICHA UNIDAD 1

PSICOLOGÍA DE LA FAMILIA

DOCENTES
 Mag. Andrea Pierri
 Mag. Estela Vega
 Lic. Susan Téllez Pñerez
 Prof. Lic. Florencia Peralta

COMISIÓN 3º MM

Ficha Unidad 1: Familia y Pareja a través de los tiempos


Familia Moderna y Contemporánea
Recorrido histórico

Cada época ofrece diferentes discursos, modelos identificatorios e ideales diversos,


delineando así sus propios modos de producción vincular. Lo que va aconteciendo y
transformándose en un momento dado constituye hilos de transmisión generacional
con sus determinaciones culturales y sociales.

Los modos de vincularse y de configurar familia y pareja, junto con las prácticas de
crianza, han sufrido cambios que produjeron subjetividades diferentes.
Comenzaremos un recorrido histórico para comprender las mencionadas
transformaciones en la subjetividad y en los vínculos.

Familia moderna

Durante la modernidad (finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX), acontecen
profundos cambios en el ámbito cultural, social y político de la sociedad europea
occidental. Con la declinación del feudalismo, de la monarquía y la aparición de la
burguesía, hay un desarrollo del capitalismo, la democracia, el socialismo y la
mecanización agrícola.

El advenimiento de la revolución industrial requiere garantizar los sistemas de


producción de acuerdo con las necesidades del capital. Es imprescindible para ello un

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eficaz control de la población que regule entre otras variables, el control de la


natalidad, los modos de organización familiar respecto de los objetivos sociopolíticos y
de la calidad de los placeres, siendo que la moral sexual burguesa combatía los
placeres en pos del trabajo, el orden y el ahorro. En este contexto de la modernidad y
en busca de sostener un orden social, la burguesía industrial desarrolló una
organización sustentada en la familia, que pasa a ser el escenario primordial.

El poder se ejerció sobre todo por el control que ejercieron las instituciones
dominantes –iglesia católica y estado capitalista– que potenciaron la naturalización de
la familia burguesa, otorgándole legitimidad social y jurídica.

Los valores que la regían estaban en sintonía con estas instituciones y tenían como
pilar el matrimonio monogámico. Ordenaba el parentesco consanguíneo, otorgaba
legitimidad a los hijos y establecía formas de transmisión del patrimonio. La familia
ratificaba un lugar social privilegiado. Formar una familia otorgaba prestigio y respeto,
convirtiéndose en ideal de armonía y de ascenso social.

De esta manera, se naturalizó la familia burguesa consolidándose como hegemónica y


excluyente. Fue allí donde surgieron las pautas y referentes de lo que se consideraba
moral y normal. Su contracara era la falta de reconocimiento de otras formas de
organización familiar existentes propias de las clases populares. Lo diferente quedaba
del lado de la marginalidad y eran discriminados madres solteras, parejas concubinas,
parejas homosexuales e hijos de parejas no sustentadas en vínculos aprobados por la
sociedad, por lo que no tenían los mismos derechos ni validez social.

De acuerdo con las ideas de M. L. Méndez:

“La modernidad se constituyó como una época de ingeniería social al servicio de la


producción capitalista y de la reproducción de su ideología, la que fue forjándose a la
sombra de esta ingeniería sobre una fuerte base de naturalización y de represión
presente en diferentes ámbitos. Este orden tiene como eje la fe en la razón y en su
progreso, mantenidos mediante dispositivos de sometimiento y control que constituyen
las matrices de los modelos hegemónicos”.1

Con sus mandatos y contradicciones, el discurso de la modernidad imponía las


condiciones de producción del vínculo conyugal y parento-filial.

1
Méndez, M.L. (2011): Procesos de subjetivación. Ensayos entre antropología y educación. Fundación La
Hendija.

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A partir de ese momento hay un cambio en el modo de definir una familia y el estatuto
de lamisma. Aparecen la filiación y la idea de matrimonio con hijos como familia
nuclear. La familia se compone de menos integrantes, aparece la tríada padre-madre-
hijo, o familia nuclear burguesa, y en esta constitución familiar se produce una división
del trabajo entre los cónyuges. La diferencia de roles entre el marido y la esposa,
atribuida al imaginario social y al género femenino/masculino, era garante de un
adecuado funcionamiento familiar.

El padre debía cumplir con mandatos y expectativas como jefe de hogar y su función
como proveedor le demandaba largas jornadas de trabajo. Este lugar lo habilitaba en
el interior de la familia a ejercer autoridad y lo responsabilizaba por la transmisión de
normas y valores. La madre quedaba al cuidado de los hijos. Su función era el sostén
de la crianza, de la educación y también de lo emocional. En lo que hace al lugar
específico del niño, surge una nueva y mayor sensibilidad hacia la etapa de la infancia
debido al achicamiento del grupo familiar, lo que produjo que se comience a percibir el
vínculo entre madre-hijo como relevante, en especial en los primeros años de vida.

A diferencia de la sociedad feudal o premoderna, en la cual el hijo era considerado


propiedad del padre, en la sociedad moderna es el estado el que regula la autoridad.
La llegada a la adultez estaba signada por el imperativo cultural de ser padres. Tanto
los niños como los jóvenes en la modernidad tenían modelos que debían acomodarse
a lugares predeterminados y preparados para ellos.

El modelo educativo estaba orientado a ideales de perfección y progreso.


Considerando que la familia juega en la transmisión un papel primordial y aporta a sus
descendientes un recorte singular de aquello que la cultura propone, la familia de la
modernidad estaba centrada en la crianza de los hijos y era proclive al encierro, con
escasa apertura al entorno sociocultural.

De este modo, los descendientes fueron demandados como continuidad de un


discurso familiar que pretendía sostenerse ilusoriamente sin modificaciones a través
de las generaciones. Dicha forma de vida, que dio al hijo seguridades y perspectivas,
también originó los extremos psicopatológicos expresados en vínculos
indiscriminados, poco tolerantes en relación a la diferencia y a la singularidad. En este
modelo familiar reinó la violencia de la homogeneidad y de los discursos unívocos en
la trama familiar.

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A diferencia de épocas anteriores, la alianza matrimonial se establece entre los


esposos por reciprocidad de sentimientos y de deseos y no por decisión acordada por
la generación anterior. Tiene lugar el amor romántico y recíproco, que implicaba una
subjetivación diferente. El hecho de que coincidieran los dispositivos de alianza y
sexualidad marca un cambio con relación a la sexualidad que comienza a circular en
el interior de la familia, siendo la sexualidad un dispositivo que hasta el siglo XVIII y
XIX circulaba por fuera de esta institución.

El cuerpo comienza a ocupar otro estatuto: no está sólo concebido en relación a la


función reproductiva, sino que es fuente de placer y de curiosidad, y es motivo de
preocupación por su funcionamiento. Se empieza a considerar el cuidarlo y protegerlo.
Los placeres del cuerpo y de la vida sexual circulan en la pareja conyugal así como
también las manifestaciones de ternura y el contacto físico entre padres e hijos. La
sexualidad adulta es interdicta, debiendo los padres ejercer la función de prohibición
de toda manifestación sensual y erótica en el vínculo parento-filial .

De este modo, lo que constituyó la fortaleza de la familia moderna, ser al mismo


tiempo sostén de la alianza al prohibir el incesto y ocupar el escenario principal de la
vida romántica, también generó severas turbulencias. Por primera vez la familia debió
ejercer esa función prohibitiva (sostenida por el estado y la iglesia) y promotora de la
sensualidad en el seno del vínculo parento-filial. La paradoja consistia en que la familia
promovía sentimientos incestuosos que debía a su vez prohibir.

De acuerdo a las ideas de M. Foucault:

“El dispositivo de la sexualidad no excluye al dispositivo de alianza, sino que operan


en simultaneidad y la función de la familia es asegurarlo y permitirlo. El dispositivo de
alianza se organiza en función de un sistema de reglas que regula lo permitido y lo
prohibido y el dispositivo de sexualidad opera según un sistema de fuerzas de
poder”.2De acuerdo con estas afirmaciones, el autor plantea que en la familia moderna
coexisten ambos dispositivos. Cuestiona la idea de represión de la sexualidad y
propone en cambio pensarla como una producción necesaria para poner en juego un
poder disciplinario. También afirma que es a partir de esta estructura de poder que la
sexualidad vigilará, controlará y garantizará la consolidación de la familia nuclear.

Estas ideas no fueron ajenas al contexto sociocultural en el que surge el psicoanálisis


que cuestiona la idea de niñez y familia tal como se venían considerando. El

2
Foucault, M.(1976): Historia de la sexualidad. La voluntad de saber.Ed.Siglo XXI. Buenos Aires.

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descubrimiento de la sexualidad infantil conduce a tomar en cuenta a los niños como


seres con capacidad para fantasear e investigar y también que el dispositivo de la
alianza se ve atravesado por otro tipo de reglamentación dirigido a lo permitido y lo
prohibido.

En el presente hay una coexistencia heterogénea de ideales, prohibiciones y


paradigmas con discursos sobre la familia, la infancia y adolescencia instituidos en el
modernismo junto a otros cuyos referentes se han transformado. Si bien esta
heterogeneidad de modelos culturales nos brinda la oportunidad de no fijar caminos
únicos y de cuestionar certezas anteriores ligadas a lo normal, al mismo tiempo nos
deja sin el resguardo de basamentos imaginarios y simbólicos en los que creíamos,
provocando en muchos casos subjetividades amenazadas por el desvalimiento.

Familia contemporánea

A partir de los años cincuenta y sesenta se producen importantes transformaciones


sociales que dieron inicio a las sociedades contemporáneas. Entre estos cambios del
mundo occidental podemos nombrar los avances tecnológicos, el mundo virtual, la
expansión acelerada del consumo, los profundos cambios históricos ligados al triunfo
del sistema capitalista y la transformación de las categorías de tiempo y espacio. En
este contexto se constituye la familia contemporánea o posmoderna. Se produce una
crisis del patriarcado con la pérdida de la hegemonía de la familia moderna como
único modelo y la aparición de formas alternativas de configuraciones vinculares.

M. Castells3 introduce la idea de cambio de la subjetividad familiar, haciendo hincapié


en que hace unos cuarenta años el patriarcado tenía un estatuto diferente, ya que las
mujeres obedecían a los hombres y los niños a los adultos. El autor pone el acento en
la organización patriarcal, aduciendo que este cambio se debe a cuatro tendencias en
este tipo de sociedades:

1) Las modificaciones en la división de tareas en cuanto a la madre en el hogar


criando y el padre como proveedor de la economía. Con la inclusión de la mujer en el
mercado del trabajo de modo sostenido, esta adquiere poder financiero e ingresa a la
vida pública saliendo parcialmente de la órbita del patriarcado.

3
Castells, M. (1998): La era de la información. El poder de la identidad. Alianza. Madrid.

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2) La posibilidad de controlar la fertilidad con anticonceptivos, lo cual implica


poder tener hijos en distintas etapas de la vida. Comienzan también las técnicas de
fertilización asistida y las nuevas tecnologías reproductivas que permiten la posibilidad
de procreación.

3) El hecho de que la mujer se convierte en actor político. Con la corriente del


feminismo y su expansión, empieza la cuestión de diversidad de género con formas
alternativas de familia y nuevas constelaciones familiares.

4) Las tecnologías de la información que visibilizan diferentes configuraciones


familiares.

Entre los cambios actuales, el dispositivo de alianza conyugal es cuestionado y se


torna innecesario para gestar hijos. Hay una menor tendencia a constituir una alianza
matrimonial legalizada y perdurable; a esto se le suma la legalización del divorcio (en
Argentina a partir del año 1983).

Asistimos a un acontecimiento novedoso con relación a los dispositivos de alianza y


sexualidad, que en la modernidad coincidieron y en la actualidad se están
desentramando. Encontramos otras formas de entender y practicar el amor y la
sexualidad. Las parejas se construyen con nuevas modalidades y diversos contratos.
Hay una variedad de vinculos que coexisten con parejas de tipo tradicional y dan
cuenta de cierto debilitamiento de la monogamia y de la exclusividad sexual: amores
virtuales, cibersexo, matrimonios y o parejas abiertas, etc. Existe una tendencia a
formar pareja sin hijos o con un único hijo, postergado en función de otras situaciones
consideradas prioritarias, entre ellas las que están ligadas al desarrollo laboral.

La familia contemporánea, a diferencia de la familia de la modernidad proclive al cierre


y a la endogamia, con ideales familiares y sociales que adjudicaban un lugar prefijado
por las anteriores generaciones, presenta hoy en su conformación y en su dinámica
relacional, fuertes modificaciones. Han caído en el lapso entre dos o tres
generaciones, e incluso dentro de una misma generación, ciertas certezas vinculadas
a lo normal y a lo patológicocon que las generaciones adultas crecieron. En la
actualidad, las nuevas formas de organización familiar coexisten con otras
tradicionales donde sigue vigente la familia nuclear como modo de organización
predominante. Algunas de estas nuevas variantes de la pluralidad actual son las
familias extendidas o ampliadas, las familias monoparentales, homoparentales, etc.,
que delinean funciones maternas y paternas de modos disímiles y novedosos.

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Con relación a los niños y jóvenes que en la modernidad contaban con dos espacios
privilegiados de constitución subjetiva (el hogar y la escuela, que en la actualidad
mantienen su vigencia), hoy cuentan con otros espacios de producción de
subjetividad. Cada vez más temprano los hijos pasan a tener contacto directo con el
ámbito social por fuera de lo familiar y sobre todo a través de los medios. Las
propuestas culturales irrumpen con fuerza y tanto los jóvenes como los padres están
en contacto con fuentes de información y placer diferentes a las que surgieron en el
ámbito familiar en la modernidad.

En lo que concierne a los ideales culturales, durante la modernidad se afirmaba que el


medio no cambiaba y los ideales fijaban caminos únicos y totalizadores. Las secuelas
de este concepto fueron los totalitarismos, los fenómenos de masas y las violencias
múltiples.

Los mandatos sociales actuales, apelan al éxito basado en el acceso al consumo, el


placer, la imagen y la juventud; ya sea a través del mundo de la conectividad, de la
moda o en general lo que sea posible exhibir prometiendo satisfacción instantánea.
Tal como lo describe Z. Bauman (2000), “bajo la cultura del consumo la promesa de
felicidad parece haber mutado hacia el acto mismo de comprar, más allá de la
utilización del objeto en cuestión”.4

El ideal de juventud en algunas familias trae aparejado que los padres tomen a sus
hijos como modelo, imitándolos en modo de ser y pensar, así como en su vestimenta.
Estas familias funcionan al estilo de un clan fraterno, con funciones maternas y
paternas borrosas, desdibujando de ese modo las diferencias generacionales. En
otros casos, la sobreoferta de objetos y actividades ligadas al universo del consumo
intentan sustituir carencias libidinales y fallas en el sostén.

En el mundo actual, los ideales ligados al amor, la sexualidad y las categorías


masculino/femenino han cambiado. Los distintos movimientos sociales que surgen a
partir de los años setenta y ochenta (la comunidad gay, los movimientos feministas,
los estudios de género) vienen a cuestionar distintas teorías referidas a la sexualidad
de la era moderna, como ser el binarismo hegemónico. Así, se comienza a pensar en
términos dediversidades más que en diferencia y ensexualidades más que en
sexualidad.

4
Bauman, Z. (1999): Modernidad líquida.Ed.Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

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Los modos de encuentro y acercamiento presenciales conviven con nuevos códigos


de darse a ver en la red, cuyo objetivo no es sólo exhibir sino sentirse sostenido por la
mirada del otro, así como medir cuántos miran y aprueban con un like, siendo esto
último asociado a la autoestima (este punto será desarrollado en el item 1.2 : “Marcas
de época”).

M. Foucault5 destaca que la explosión discursiva en torno al sexo en estos tres siglos,
lejos de restringirlo, ha puesto en marcha un mecanismo de incitación creciente. De
acuerdo al autor, las técnicas de poder ejercidas sobre el sexo han promovido la
diseminación de sexualidades polimorfas, destacándose la relación entre poder y
sexualidad e incluyendo a las sexualidades heterogéneas en el dispositivo de
sexualidad, que tiene como objetivo final penetrar y controlar el cuerpo individual y el
cuerpo social. A diferencia de la modernidad, donde la lógica fue la lógica del estado,
actualmente predomina en el espacio sociocultural, otra lógica que se apoya en las
vicisitudes del mercado.

Esto es lo que Z. Bauman6 describe en cuanto que el paradigma que circula ya no es


lo sólido institucional sino lo que fluye, como los capitales, las imágenes y los flujos
informáticos. Por tal motivo, a la época actual el autor la denomina “modernidad
líquida”, ya que al igual que en los estados fluidos, los eventos son instantáneos.

Las categorías de tiempo y espacio se han transformado de modo considerable: el


tiempo se ha acelerado en relación con épocas anteriores, las nociones de futuro y
porvenir han perdido cierta vigencia, en tanto que el presente adquiere protagonismo.

Con relación a esto último, M.C. Rojas y S. Sternbach plantean:

“La transmisión intergeneracional de significaciones propia del grupo familiar en la


actualidad se ve afectada por la transformación acelerada y por la mentalidad
postmoderna. El cambio brusco y permanente excede a veces las posibilidades
inmediatas de semantización. De este modo el sostén cultural puede verse afectado y
la discontinuidad generar desconocimiento en lugar de pertenencia e identidad. La
incertidumbre acentúa las fallas de la transmisión ya que también se ve recortada por
las dificultades de significar lo novedoso y diferente”.7

5
Foucault, M. (1976): Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires.
6
Bauman, Z. (1999): Modernidad líquida. Ed.Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
7
Rojas, M.C.; Sternbach, S. (1997): Entre dos siglos. Ed. Lugar. Buenos Aires.

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A lo anteriormente dicho, se puede sumar que en este último medio siglo, y aún siendo
otros los paradigmas vigentes, el malestar en la cultura hace sentir sus efectos en los
contextos sociopolíticos y económicos con las características generales de la
globalización y del capitalismo tardío. La falta de un estado protector intensifica las
modalidades extremas de la violencia social que implican el desamparo físico y
psíquico. El debilitamiento, caída, desarticulación y banalización de las instituciones
disciplinarias que pautan y normalizan generan un gran desconcierto con vivencias de
desprotección.

Marcas de época
Tecnología

Teniendo en cuenta la importancia de las modalidades culturales de cada época, I.


Lewkowicz8 señala, con el concepto de “subjetividad socialmente instituida”, la marca
que la cultura de época imprime sobre la indeterminación básica del infans. De
acuerdo al autor, la naturaleza humana no es una constante ni está determinada per
se: no se trata de una propiedad genérica de los seres humanos, fruto de su
pertenencia a una especie, sino que sus características son producto de las
condiciones sociales en las que ellos nacen, crecen y se desarrollan, de las prácticas y
discursos que constituyen la situación histórica en que transcurren sus vidas.

En la posmodernidad, la globalización, el capitalismo, los avances tecnológicos y el


auge de los medios de comunicación han revolucionado el campo del conocimiento
del intercambio entre los sujetos, afectando los lazos sociales y su conexión con la
realidad.

Sin duda, estas innovaciones influyen en el entramado de las relaciones entre sujetos,
tanto intra- como intergeneracionales. De este modo, las tecnologías de la información
y la comunicación no son solo herramientas, sino que se erigen como una auténtica
mediación cultural. El mundo globalizado de hoy se mueve por el constante accionar
de individuos que propagan información continua, veloz y heterogénea que se plasma
también en realidades virtuales. La cantidad de información producida es tan masiva
que estas realidades se desalojan unas a otras. De este modo la tecnología va

8
Lewkowicz, I. (2001): Esparta o la paternidad abolida. Lumen. Buenos Aires.

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cobrando interacción con el mundo y los sujetos con una dimensión imprevisible. Se
puede caracterizar nuestra época como una verdadera revolución cognitiva.

Con relación a las tecnologías de la información y comunicación encontramos diversas


posturas. A.Piscitelli9 plantea que dentro de las profundas transformaciones que
provoca la cultura de la pantalla se debe considerar que la misma no es solo un
soporte tecnológico, sino un fuerte dispositivo cultural que compite con el libro, la
práctica de la cultura y la generación de nuevos valores.

Otros, como E.Galende10 y Z.Bauman11 ponen el acento en el poco compromiso


emocional que caracterizan los vínculos actuales; los conceptos de sujeto robotizado y
de modernidad líquida apuntan a estas ideas. El contexto actual, marcado por la
inmediatez y los escenarios movedizos, contrasta con el sistema de lo concebido
como sólido que es característico de la modernidad.

Con relación al concepto de presencia, el intercambio virtual implica transformaciones


en nuestros modos de relación y facilita la emergencia de nuevas formas de concebir
la misma. Las tecnologías de la información y de la comunicación operan como
agentes productores de valores, ideales y modelos de acción. Cada tecnología tiende
a crear un nuevo entorno humano, cambiando hábitos y creencias. Los hábitos, como
modos de obrar adquiridos y repetidos, son estados y condiciones que procuran obrar
en algún sentido determinado y constituyen una fuerza con la cual la cultura se
organiza y selecciona aquellos que facilitan la transmisión o los cambios. De este
modo, se construyen ideales a través de la imposición de un producto que se debe
comprar. En la actualidad, el modelo generalizado es la sociedad de consumo, y las
tecnologías son un exponente claro de esta tendencia.

Lo que caracteriza nuestra época es la mediatización del conocimiento, en el sentido


de que el saber no sólo se hace por mediossino que es de medios, o sea, datos que
sirven para obtener nuevos datos. El saber es cada vez menos local, patrimonial, y
cada vez más globalizado. En relación al sujeto, en la expansión cognitiva solo es
posible concebir lugares cambiantes. Para la sociedad digital se requiere ser
adaptativo y versátil. Hoy, a partir de las redes, el sujeto siente que pertenece a un

9
Piscitelli, A.(2011):Cuaderno de investigación.Enlace en La Brecha Digital en:
www.comie.org.mx/documentos/rmie/vII/n28/pdf/rmievIIn28scBo4notes.pdf.
10
Galende, E.(2004):El niño y la historia.Diarios Clínicos.Revista de psicoanálisis con niños y
adolescentes.
11
Bauman, Z. (1999): Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

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mundo demasiado amplio que genera la ilusión de acceder a toda la información, de


tal forma que aparece como representación de una libertad sin límites en la que las
redes prometen una exuberancia sin jerarquías y una confusión de fronteras.

Una idea que resume este concepto es la intensificación del conocimiento: no hay
techo para el saber. Hay innumerables especialidades, acompañadas de una
priorización concedida al valor del conocimiento por delante de otros valores de la
cultura. En la cultura de los mass media se adquiere gran cantidad de información y lo
que se vuelve previsible en la cadena de cambios imprevistos es el cambio
permanente. Lo perentorio de la temporalidad actual y su correlato subjetivo es la
imposibilidad de la espera. Este exceso de información plantea una paradoja, yaque,
si bien abre una infinidad de opciones, esto también puede generar confusión,
frustración y dificultad de elección. Sibien las nuevas tecnologías desdibujan barreras
geográficas, también redefinen los criterios que determinan las categorías de lo
público y lo íntimo y lo privado.

De acuerdo con las ideas de la antopóloga P.Sibilia12 en la actualidad se estaría


desplazando el eje alrededor del cual se edifican las subjetividades, con cierto declive
de la interioridad psicológica y una creciente exteriorización del yo. En una cultura
propulsada por el imperativo de la visibilidad, el culto a las apariencias y la búsqueda
de celebridad, hay que mostrarse espectacularmente para ser alguien. La autora
destaca que para intentar comprender los sentidos de estas mutaciones, hay que
considerar que la separación de los ámbitos público y privado es un invento histórico,
una convención que en otras culturas no existe.

La esfera de la privacidad ganó consistencia en Europa de los siglos XVIII y XIX como
una repercusión del desarrollo de las sociedades industriales modernas y su modo de
vida urbano. En esa época fue cuando comenzó a construirse un espacio que pudiera
servir de refugio para el individuo que le permitiera estar a salvo de las exigencias y
peligros del medio público de las calles. Las casas asumieron su papel de lugares
privados, donde se definieron funciones específicas y fijas para los diversos
ambientes. Fue así como se configuraron dos ámbitos claramente delimitados: el
espacio público y el privado, cada uno con sus funciones, reglas y rituales que debían

12
Sibilia,P.(2009):“En busca del aura perdida:espectaculizar la intimidad para ser alguien.”
Psicoperspectivas, Vol. VIII, núm. 2. Chile.

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ser respetados. De este modo, se originó un tipo de subjetividad particular dotada de


interioridad psicológica.

Entre los estímulos para fundar esa escisión público-privado en la era moderna,
continúa P.Sibilia, figuran varios factores: la institución de la familia nuclear burguesa,
la separación entre el espacio-tiempo de trabajo y el de la vida cotidiana, además de
los nuevos ideales de confort, domesticidad e intimidad, todos elementos que hoy se
encuentran en crisis y en mutación. La transformación que se desató en la segunda
mitad del siglo pasado por el modo de vida y los valores privilegiados por el
capitalismo en auge, al propiciar el desarrollo de habilidades de autopromoción en
cada individuo y suscitar la instauración de un verdadero mercado abierto de
personalidad, fue primordial en esta transición, donde la imagen personal y la
reputación es el principal valor de cambio. La autora remarca que en la actualidad
sucede algo paradójico. Por un lado, sigue vigente la preservación de ciertos datos
personales bajo señas y candados contra posibles invasiones de la privacidad; sobre
todo, las informaciones bancarias y comerciales de los individuos. Por otro lado, se
promueve una evasión de la privacidad, que pasó a invadir el universo público, de
modo que en la exposición voluntaria y estridente , en la visibilidad de las pantallas
globales, lo que se busca es mostrarse abiertamente y sin temores, con el fin de
constituirse como un yo visible.

Con relación a esta exhibición de la intimidad, la autora plantea una transformación de


las subjetividades y una ruptura con respecto a las formas modernas de ser y estar en
el mundo. Las subjetividades buscan aprobación, y para lograrlo, intentan tejer
contactos y relaciones. Las tendencias de exposición de la intimidad y de
espectacularización de la vida cotidiana que hoy proliferan por todas partes no
parecen denotar recelo o temor alguno a una irrupción indebida en la privacidad de
cada uno. Por el contrario, este nuevo tipo de personalidad invierte todos sus
esfuerzos en las apariencias y utiliza todos sus recursos con el fin de controlar los
efectos que el propio aspecto físico puede provocar en sus contemporáneos.

En este sentido, G. Barros, M. Eksztain y S. Moscona13 proponen que en la actualidad


nos hallamos ante un exceso de exposición e hiperexcitación, ya que se muestra la
intimidad como un espectáculo. Existe una estimulación mediática de la obscenidad

13
Mendilaharzu,G.B.; Eksztain,M.; Inda,N.; Moscona,S.; Makintach,A. (2012):“Lo obsceno en psicoanálisis
de pareja.” Ed. Psicolibro. Buenos Aires.

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donde la intimidad y el sexo son explícitamente expuestos en el centro de la pantalla.


La necesidad de exponerse, la falta de mediación y la inmediatez arrasan con el
discernimiento. Las redes sociales han generado nuevas formas de seducción e
interacción y los diques anímicos como la vergüenza y el asco no operan de la misma
forma que en épocas anteriores. Este fenómeno cultural se expresa en reality shows,
talk shows, autobiografías, literatura testimonial, etc. A esto se suman las webcams
que permiten ver en vivo y en directo lo que ocurre en la intimidad. Todos estos
escenarios se prestan para que se rompa el umbral de lo privado.

Las autoras se preguntan si la cuestión fundamental de este fenómeno actual de


exceso de mostración reside en la incapacidad de estar a solas, ya que si nadie nos
ve, el riesgo es que ni siquiera existamos. La necesidad de ser mirado, entonces, se
transforma en una necesidad fundamental para constatar la existencia.

Efectos de la pandemia

Partiendo de la base de que no es posible pensarnos sino desde los vínculos y que
nuestra vida se anuda y desanuda en las tramas sujeto-vínculo-cultura, S. Moscona y
S. Matus14 plantean que “la pandemia nos conmovió y desestabilizó los hilos de esas
tramas”. Como evento global incierto y disruptivo en su comienzo, no posibilita poner
en juego mecanismos anticipatorios y se impone más allá de los diferentes momentos
del devenir vital.

La pandemia fue un hecho inédito que produjo incertidumbre y reacciones de temor y


ansiedad en grados variables ante la amenaza y la posibilidad de enfermar o morir. Si
bien la incertidumbre siempre está presente en todo vínculo, la pandemia tornó este
sentimiento en un modo permanente de vivir.

Las autoras señalan que:

“La situación de pandemia nos impactó porque pudimos observar que las alianzas
entre pares y sus devenires, podrían pensarse también desde una perspectiva
planetaria, en la trama vínculos humanos-naturaleza. […] La pandemia, más que una

14
Moscona S., Matus S.,(2020): “Alianzas entre pares. Fraternidades, colectivos abiertos, tramas
sociales”.Ed.Conjunto.Buenos Aires.

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lucha contra el virus implica encontrar el modo de cuidarnos mutuamente,


reconociéndonos como una red que vamos construyendo, en un pensar con otros, un
devenir en convivencia comunitaria en el que somos responsables. Un devenir tenso e
intenso, en el que no hay salud singular sin salud comunitaria”.

También enfatizan la idea de que la pandemia puede significar una oportunidad que
habilite la construcción de un nosotros potenciador, en tanto constituye una
responsabilidad ética y atañe a la preservación de todo aquello que hace al hábitat y la
morada de lo viviente, o por el contrario, el triunfo de un nuevo orden en que los
intereses económicos de las empresas tecnológicas nos hagan naturalizar la idea de
la virtualidad como la forma privilegiada de ser y estar en el mundo.

Por su parte, el filósofo P.B. Preciado propone que:

“La gestión política de las epidemias pone en escena la utopía de la comunidad y las
fantasías inmunitarias de una sociedad, externalizando sus sueños de omnipotencia
de su soberanía política. Desde esta perspectiva, el virus actúa a nuestra imagen y
semejanza, no hace más que replicar, materializar, intensificar y extender a toda la
población, las formas dominantes de gestión biopolítica y necropolítica que ya estaban
trabajando sobre el territorio nacional y sus límites. De ahí que cada sociedad pueda
definirse por la epidemia que la amenaza y por el modo de organizarse frente a ella”.15

El autor señala que mucho antes de que hubiese aparecido el COVID-19 ya habíamos
iniciado un proceso de mutación planetaria y un cambio social y político profundo, y es
en este contexto donde el virus opera y se convierte en estrategia política.

Estos autores ponen énfasis en que la crisis COVID-19 puede implicar situaciones
riesgosas, pero también una gran oportunidad, ya que uno de los desplazamientos
centrales que la caracterizan es que el domicilio personal aparece en la actualidad
como el nuevo centro de producción, consumo y control biopolítico. Por lo tanto, lo que
se habrá inventado después de la crisis será una nueva utopía de la comunidad
inmune y una nueva forma de control del cuerpo.

Por otro lado, la oportunidad se vincula a otra comprensión de la comunidad y un


nuevo equilibrio con los demás seres vivos del planeta. Al decir de Preciado: “así
como el virus muta, los individuos también deberíamos mutar, y para ello, es

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Preciado, P.B. (2020): Aprendiendo del virus. Sopa de Wuhan: pensamiento contemporáneo en tiempos
de pandemia. Publicado en el diario El País.

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imperativo cambiar la relación de nuestros cuerpos con las máquinas de biovigilancia y


biocontrol. Es preciso desalienarnos”.

Durante la pandemia el aislamiento social impactó en todos los órdenes de la vida


cotidiana; se vieron modificadas rutinas, hábitos y costumbres. Las actividades y los
encuentros que antes ofrecían un afuera seguro y confiable estuvieron asociados al
riesgo, la contaminación y la amenaza de contagio.Estonos obligó a diseñar e inventar
nuevas modalidades para relacionarnos, dado que la presencialidad estaba limitada.
De esta forma, los recursos tecnológicos cobraron un protagonismo indispensable a la
hora de estar con otros, de crear un espacio propio dentro del hogar y de construir
intimidad. Tomando en cuenta que en el intercambio virtual también se pone en juego
el cuerpo, en muchos casos, el cansancio y la ansiedad fueron reflejo del uso excesivo
de estos dispositivos.

También el aislamiento y el encierro en el hogar implicó una nueva dinámica, ante la


imposibilidad de crear espacios de intimidad. Algunos de los modos del estado de
ánimo en pandemia que dieron cuenta del desorden durante el tiempo de aislamiento
fueron: cambios bruscos de humor especialmente la irritabilidad y el enojo, como
modos de reaccionar frente la frustración, la incertidumbre respecto del futuro y el
encierro.

También se observaron angustia, ansiedad, depresión, desórdenes de la alimentación


y del sueño, dificultades para concentrarse y estudiar, en algunos casosuna detención
́ icos si bien no fueron motivados por el
de los proyectos vitales. Otros fenómenos clin
confinamiento, se vieron potenciados por él, como el aumento de consumo de
sustancias, estados depresivos, rituales obsesivo- compulsivos, trastornos de la
conducta alimentaria, etc.

El momento de post-pandemia será la oportunidad que tendremos para evaluar cuáles


serán las consecuencias y qué marcas dejará en esta generación.

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