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Estudio Factorial de escala de valoración de experiencias adversas, en

adolescentes chilenos.

Paula Alarcón-Bañares 1*, Ricardo Pérez-luco2María José Guarderas-

Silva 3|, Karla Mardones-Baeza 4, Andrés Concha- Salgado5, Emilia Lucio-

Gómez-Maqueo 6 y Eduardo García-Cueto 7.

1 Dra. en Psicología, Académica Departamento de Psicología, Universidad de La Frontera, Avenida


Francisco Salazar 01145, Temuco, Chile. +56-45-2325608. Código postal: 4811230,
Correo: paula.alarcon@ufrontera.cl.
2. Dr. en Psicología, Académica Departamento de Psicología, Universidad de La Frontera, Avenida

Francisco Salazar 01145, Temuco, Chile. +56-45-2325608. Código postal: 4811230


3,4 Magíster en Psicología Jurídica y Forense, Universidad de La Frontera, Avenida Francisco

Salazar 01145, Temuco, Chile. Teléfono: +56-45-2596690. Código postal: 4780071.


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Magíster en Psicología, Universidad de La Frontera, Avenida Francisco Salazar 01145, Temuco,
Chile. Teléfono: +56-45-2596690. Código postal: 4780071.
6Dra en Psicología, Académica Universidad Autónoma de México,
7 Dr. en Psicología, Académico de la Universidad de Oviedo, Investigador invitado MEC 80170057

*Autor correspondencia: Paula Alarcón-Bañares, paula.alarcon@ufrontera.cl

AGRADECIMIENTOS:
Este artículo es fruto del aporte de la Agencia Internacional de Investigación y Desarrollo

ANID, a través de Proyecto MEC N° 80170057.


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Resumen

El objetivo de esta investigación fue aportar evidencias de validez de constructo de una escala Comentado [EG1]: Yo pondría mejor “aportar evidencias
de validez de constructo”
para el tamizaje de Experiencias Adversas en adolescentes chilenos (EEA), derivada

empíricamente del Cuestionario de Sucesos de Vida Estresantes (CSVE) versión adaptada a

población chilena (Lucio, Alarcón, Pérez-Luco, Salvo y Wenger, 2013). Se analizó una muestra

total de 2.681 adolescentes, extraídos de una base de datos de dos proyectos de investigación

FONDECYT 7080207 y FONDEF D08i:1405, la que se subdivide aleatoriamente en tres sub-

muestras. A través de análisis racional se deriva una escala de 25 reactivos sobre experiencias

adversas ACE, basado en modelo de Felitti et al (1998). Se examina la validez de constructo de

la escala mediante un Análisis Factorial Exploratorio AFE en submuestra 1 (n1=867) y dos

Análisis Factoriales Confirmatorios AFC, para llevar a cabo una validación cruzada de la escala

en dos submuestras (n2=901 y n3= 913). Se confirma una estructura unidimensional, con Comentado [EG2]: Yo añadiría: para llevar a cabo una
validación cruzada de la escala
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adecuados índices de bondad de ajuste. Además, se estudia la fiabilidad por consistencia interna

(alfa de Cronbach = 0.90 y Coeficiente Omega = 0.91). Se concluye que la EEA, demuestra

evidencias de validez de constructo robusta y buenos indicadores de confiabilidad para población

adolescente chilena.

Palabras clave: Experiencias adversas en la infancia ACE, Validez de constructo,

Adolescencia.
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Introducción

Investigaciones de diversos campos, han documentado los efectos perjudiciales que el

maltrato y el trauma infantil generan a largo plazo (Larkin, Felitti, y Anda, 2013; Lew y Xian,

2019). En la década de los noventa Felitti et al. (1998) conceptualizan las Experiencias Adversas

en la Infancia (ACE, por sus siglas en inglés), como relación de larga data entre experiencias de

infancia, vinculadas con exposición a abuso o disfunción familiar, y problemas médicos y de

salud pública, demostrando las consecuencias de los eventos traumáticos reiterados en la vida

(Vega–Arce y Nuñez-Ulloa, 2018).

Kalmakis y Chandler (2013), a su vez las definen como experiencias perjudiciales,

recurrentes y angustiantes, con efectos acumulativos, de diferente gravedad y consecuencias para

la salud. De esta manera, el efecto de las ACE afecta el desarrollo evolutivo en aspectos como el

grado de lenguaje adquirido, atención y bienestar psicológico en general (Jiménez, Wade, Lin,

Morrow y Reichman, 2016). El malestar psicológico, puede manifestarse a través de problemas

externalizantes, tales como agresiones, hiperactividad y conflictos con pares, o a través de

trastornos internalizantes asociados a somatización y ansiedad (Kerker et al., 2015). A su vez,

variados estudios han demostrado la alteración en el desarrollo de las funciones de regulación

fisiológica del estrés (Kelly-Irving, Mabile, Grosclaude, Lang, y Delpierre, 2012; Shonkoff,

Boyce, y McEwen, 2009) y de los recursos psicosociales requeridos para el afrontamiento

satisfactorio de la adversidad (Mc Elroy, y Hevey, 2014; Vega-Arce y Nuñez-Ulloa, 2017).

En la adultez, estudios retrospectivos han descrito la asociación entre la exposición

temprana a experiencias adversas y graves consecuencias fisiológicas, tales como: cáncer,

diabetes y otros problemas crónicos de salud; los cuales además se establecen como las

principales causas de muerte en EE.UU (Brown et al., 2009; Vega-Arce y Nuñez-Ulloa, 2017).
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Se ha demostrado que las ACE son frecuentes y concurrentes en la población, de la cual

dos tercios habría sufrido al menos una antes de los 18 años y más de un 10% presenta cinco o

más a través de su vida (Bellis, Lowey, Leckenby, Hughes, y Harrison, 2013).

Las experiencias adversas en la infancia presentan un impacto diferenciado a razón del

número de victimizaciones, la duración y el período particular en donde suceden. De esta forma,

es posible advertir el riesgo acumulativo y complejo de este tipo de experiencias, y su impacto en

el desarrollo de la personalidad, aumentando rasgos de neuroticismo, apertura a la experiencia y

seguridad de sí mismo, junto a disminución de la responsabilidad (Grusnick, Garacci, Eiler,

Williams y Egede, 2020; Hajat, Nurius y Song, 2020).

En el caso de quienes han experimentado ACE, se observan mayores probabilidades de

vivenciar sintomatología depresiva y/o ansiosa, incluso de forma mixta con mayor presencia de

pensamientos de ideación suicida en la edad adulta; por lo que la exposición temprana al estrés

crónico puede crear una reactividad al estrés desadaptativo que perjudica la salud mental (Lee,

Kim, Nam y Jeong, 2020).

Diversas investigaciones proponen una alta correlación entre ACEs y comportamientos

de riesgo para la salud, como: abuso de sustancias, inactividad física y comportamientos sexuales

de riesgo. Asimismo, se observa mayor prevalencia e intensidad de daño en enfermedades como:

isquemias cardiacas, cáncer, embolia, diabetes, entre otras (Anda et al., 2002; Hilgen, 2019).

Otros estudios asocian a las ACE vinculadas con violencia comunitaria, conflicto familiar

y participación en dinámicas de violencia de pareja, o mayor riesgo en ejercer y sufrir violencia

posteriormente en la vida (Davis, Ports, Basile, Espelage y David-Ferdon, 2019).


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Es interesante resaltar que, un estudio con población penitenciaria adulta dio cuenta que

91,7% de los participantes habían experimentado ACE, siendo el abuso físico y emocional las

victimizaciones con tasas más elevadas. Además, habría una mayor prevalencia de violencia

física y negligencia en individuos con diagnóstico de Trastorno Antisocial de la Personalidad,

mayor presencia de violencia emocional en personas con diagnóstico de Trastorno Limite de la

Personalidad, y estrecha relación entre experimentar violencia física con el Trastorno por

Consumo de Sustancias. Según los tipos de delitos, existiría mayor prevalencia de transgresiones

contra las personas y la propiedad en víctimas de abuso sexual, mayor presencia de delitos contra

la propiedad en víctimas de negligencia física y/o emocional y un incremento en la reincidencia

frente a antecedentes de elevada negligencia y ser testigo de violencia doméstica (Vallejos y

Cesoni, 2019).

Consecuencias de las ACE en la Adolescencia

Por otro lado, los adolescentes que presentan múltiples ACE tienen mayor probabilidad

de experimentar problemas de depresión grave, indicadores de estrés post traumático, ansiedad e

intentos de suicidio (Baglivio, Wolff, Piquero y Epps, 2015; Lee et al., 2020), trastornos que a

menudos son comórbidos entre sí (Essau, 2003, 2008). En particular, el trastorno ansioso tiene

un impacto significativo en el funcionamiento cognitivo, social y físico de los individuos, y la

presencia de este trastorno en la adolescencia se asocia a resultados psicosociales adversos en la

adultez (Essau, Lewinsohn, Olaya y Seeley, 2014).

Estudios indican una alta correlación en trayectorias de delincuencia juvenil y la

exposición a ACE (Baglivio, Epps, Swartz, Huq y Hardt, 2014), por lo que cobra relevancia el

visualizar de forma comprensiva esta relación.


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Para esto es necesario entender la delincuencia en la adolescencia desde 2 aspectos

fundamentales: la primera es como una expresión de las particularidades evolutivas de la

adolescencia, es decir, un comportamiento transitorio de transgresión de normas y, por otro lado,

como un comportamiento persistente en el delito, donde existiría a la base de este, un conjunto

de factores de riesgo que han favorecido la aparición y mantenimiento de las conductas

desadaptativas del adolescente (Alarcón, Pérez-Luco, Chesta y Wenger, 2017).

Los factores de riesgos de la conducta transgresora pueden actuar como necesidades que

propician avanzar en la trayectoria delictiva e influyen directamente en el inicio, mantención y/o

agravamiento del actuar delictivo (Alarcón et al., 2017).

Antecedentes de experiencias vitales adversas, incluyendo trauma, son considerados

como fuertes predictores de posteriores desórdenes psiquiátricos y de otros factores, que al

confluir pueden predisponer a comportamientos delictivos. Dentro de estas vivencias se puede

encontrar maltrato emocional, físico y sexual; además de exposición a la violencia, duelos no

resueltos, negligencia y abandono (Ellis y Alexander, 2016).

El efecto acumulado y algunas dimensiones particulares de ACE, incluso al ser

experiencias únicas no acumulativas, ha presentado relación con el riesgo de presentar

comportamientos desviados, inhibiendo a su vez el desarrollo y expresión de comportamientos

prosociales altruistas (Gomis-Pomares y Villanueva, 2020).

Una teoría utilizada para explicar cierta relación entre la exposición al trauma y la

delincuencia es la presencia de rasgos de insensibilidad y falta de emocionalidad, que se

caracterizan en los jóvenes por la presencia de falta de empatía y tendencia a la manipulación,

(Frick y White, 2008; Pardini y Fite, 2010). También la presencia de características de baja

regulación emocional, disociación, poco control de la ira, comportamientos auto y


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heterodestructivos y conductas delictivas son posibles secuelas del trauma (Pereira, y Martis,

2013).

Mozley, Lin y Kerig (2018) al estudiar la vinculación de la exposición al trauma

interpersonal con la reincidencia en jóvenes involucrados en la justicia, reportan que la

exposición al trauma interpersonal puede provocar un aumento en la desregulación de la

emoción en dos formas, donde se destaca la sobre-modulación, la cual está asociada a la

emotividad reprimida la que puede ser particularmente prominente en respuesta a la evasión de

situaciones, y puede servir como un intento de suprimir las reacciones de miedo intensas,

pudiendo además adormecer o desactivar las emociones para preservarlas, lo que puede llevar al

despliegue de comportamientos negativos (Felmingham et al., 2008).

Por otro lado, un estudio de Baglivio et al. (2015) informan acerca de la alta prevalencia

de ACE en adolescentes que persisten en el delito, versus quienes presentan este comportamiento

de forma transitoria. Además, cada ACE que experimentó un niño, aumentaría en un 35% el

riesgo ser un delincuente violento y crónico en el tiempo, por cada uno de los eventos adversos

experimentados; en este sentido las ACE muestran alto impacto en el riesgo de delincuencia de

tipo persistente.

A partir de los antecedentes expuestos, la evidencia sustenta la asociación entre el

impacto potencial del trauma y las experiencias estresantes en la salud mental y física, como

también reconocer la asociación de estas con comportamientos antisociales persistentes en la

adolescencia. El riesgo en la conducta delictual abre una brecha urgente en la necesidad de

detección de estas experiencias estresantes, con el fin de focalizar la prevención y la reparación

del maltrato y la traumatización, (Fox, Pérez, Cass,, Baglivio y Epps, 2015) que presentan los

adolescentes que persisten en comportamientos antisociales.


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Debido a la alta prevalencia del fenómeno, se presenta un dilema respecto al abordaje del

mismo, proponiéndose distintas estrategias como: un modelo de intervención en salud mental y

educación desde la intervención temprana, llamado Head Start Trauma Smart, diseñado para

trabajar en los distintos sistemas en los que se desarrollan los niños, con el fin de disminuir el

estrés crónico del trauma, desarrollo social y cognitivo adecuado y crear un abordaje enfocado en

el trauma para los grupos familiares por medio de formación a profesionales y familias para una

evaluación temprana de exposición a ACEs con derivación a instituciones especializadas en

trauma (Holmes, Levy, Smith, Pinne y Neese, 2015).

Existen iniciativas incipientes en las que se incluye una mirada desde la concientización

y problematización acerca de la exposición a eventos traumáticos de distinta complejidad; como

son las intervenciones con abusadores sexuales en los que se incluye una comprensión de cómo

las experiencias adversas y el trauma han afectado el bienestar de los sujetos influyendo en sus

comportamientos transgresores (Levenson, Willis y Prescott, 2014).

Medición de ACE

Una de las principales dificultades del estudio de las ACE, es la multiplicidad de

estrategias utilizadas para la evaluación de los factores de riesgo asociados y la presencia de

estas (Vega-Arce y Nuñez-Ulloa, 2017). Pese a esto, dado el incremento en el interés de esta

temática, han surgido nuevos instrumentos de forma progresiva que buscan evaluar la presencia

de ACE en base a instrumentos de autoinforme y a través del reporte de los a cuidadores. Estos

han sido construidos en gran parte para su uso en salud pública, investigación, planificación de

programas y políticas públicas, así como para espacios de trabajo clínicos y de entrega de

servicios (Bethell et al., 2017). Dentro de estos se encuentra el Original ACEs Instrument, con 7

preguntas (Felitti et al., 1998) sin estudio de propiedades psicométricas dado que inicialmente
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surge a partir de recolección de reactivos de otras encuestas y posteriormente es modificado en

longitud, numero de categorías, redacción de preguntas y tipo de respuesta (Asmundson y Afifi,

2019). Así como, el Expanded Original ACEs Instrument de 28 preguntas (Dube, Williamson,

Thompson, Felitti y Anda, 2004), habiendo sido evaluada su fiabilidad por medio del coeficiente

Kappa con un ponderado de 0,64 y un alfa de 0.71 (Murphy et al., 2014). El ACE-International

Questionnaire (ACE-IQ) de 43 ítems con un alfa general de 0.80 y evidencia de validez

convergente con el Childhood Trauma Questionnaire con correlaciones que fluctúan entre 0.49-

0.72 (Kazeem, 2015). Y ACE Abuse Short-Form (ACE-ASF) de 8 ítems con adecuados índices

de ajuste en AFE y AFC, con una consistencia interna de a: 0.71 para la escala total (Meinck,

Cosma, Mikton, y Baban, 2017).

Sin embargo, surgen nuevas escalas en las que se amplían las dimensiones consideradas,

incluyendo experiencias negativas en el contexto sociocomunitario (Anda et al., 2002). Dentro

de los tópicos abordados en la mayoría de los instrumentos se encuentran: abuso físico, sexual y

emocional o psicológico, observándose en menor medida ítems orientados a la visualización de

violencia en contexto barrial, bullying, discriminación y muerte parental. Con respuestas de tipo

dicotómicas que aluden presencia o ausencia de vivencia, y en algunos casos con uso de escalas

Likert orientadas a determinar número de veces de ocurrencia (Bethell et al., 2017).

Dentro de estos instrumentos encontramos Behavioral Risk Factor Surveillance Survey

(B- RFSS) la cual posee 11 preguntas (Ford et al., 2014) y el National Survey of Children’s

Health-ACEs (NSCH-ACEs) de 9 preguntas (Bethell et al., 2017). Otros instrumentos dirigidos a

la evaluación de ACE son: ACE-Screener (Wingenfeld et al., 2011) con 10 reactivos y

Childhood Experiences Survey Expanded (CES) de 17 reactivos (Mersky, Janczewski, y

Topitzes, 2017).
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De dichos instrumentos, el cuestionario NSCH-ACEs construido por Bethell et al. (2017),

es uno de los que se ha informado evidencia de validez, reportando a partir de análisis factorial

confirmatorio, una estructura factorial de un único factor, con un RMSEA= 0.01 y CFI= 0.99.

En virtud de los antecedentes expuestos, en la presente investigación se busca aportar en

evidencias de validez para un instrumento de tamizaje de Experiencias Adversas en Adolescentes

Chilenos. Por lo tanto, se pregunta: ¿Cuáles son las propiedades psicométricas de validez y

confiabilidad de la nueva escala de tamizaje de Experiencias Adversas en la Infancia, en

adolescentes chilenos?

El objetivo general en esta investigación fue examinar la validez de constructo mediante

análisis factorial AFE y AFC de una nueva escala de tamizaje de ACES en adolescentes

chilenos.

Los objetivos específicos fueron: (a) Determinar mediante criterio racional y teórico los

ítems de la escala para medir experiencias adversas en adolescentes chilenos, EEA; (b) Explorar

la evidencia sobre la estructura interna de la escala, mediante un Análisis Factorial Exploratorio

(AFE); (c) Contrastar el modelo propuesto en el AFE, mediante un Análisis Factorial

Confirmatorio (AFC); (d) Determinar la fiabilidad de la escala EEA en adolescentes chilenos y

(d) Describir la distribución de experiencias adversas medidas por la escala, según sexo y tipo

muestra (escolar o infractora)

Método

Participantes

Participaron de la investigación un total de 2.681 adolescentes chilenos, en que el 60,3%

fueron hombres y el 39,7% mujeres, con una edad promedio de 16,39 años. Los participantes son Comentado [EG3]: ESO SOBRA, si un 60,3% son hombres y
no hay patos en la muestra, el 39,7% son mujeres (jajaj)
adolescentes escolarizados (n: 1912) y adolescentes que han sido sancionados por la ley de
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responsabilidad penal adolescente en Chile (n:768). Los adolescente provienen de 4 regiones del

centro sur de Chile, que abarca el 24 % de la población del país (Biobío; la Araucania, Los Ríos

y Los lagos ) . La muestra de adolescentes estudiantes consta de 1.912 sujetos, obtenida mediante

un muestreo proporcional y estratificado por conglomerados; que considera como estrato el nivel

educativo (1º, 2º, 3º y 4º medios) y conglomerados a los establecimientos educacionales según su

dependencia administrativa asociada al nivel socioeconómico (particular pagado = alto (25,9 %)

particular subvencionado = medio (30,8%); y público o municipal = bajo (43,3%). Esta muestra

es estadísticamente representativa de la población de estudiantes secundarios de las regiones

estudiadas, con un 3% de error muestral estimado según método de Scheaffer, Mendenhall y Ott

(1987).

El grupo de adolescentes sancionados por infringir la ley de responsabilidad penal consta

de 769 sujetos, esta muestra fue obtenida por muestreo por conveniencia en los programas de

Libertad Asistida en el medio libre y en programas de Privación de Libertad donde cumplen

sentencia en las cuatro regiones mencionadas anteriormente. Los adolescentes se distribuyen en

un 93% de hombres (716) y 6,8% de mujeres (53) con una edad promedio de 17,42 años. La

muestra completa se extrae de las bases de datos de dos proyectos de investigación: FONDECYT

7080207 y FONDEF D08i:1405, que permiten analizar los datos evaluados con la versión

adaptada del Cuestionario de sucesos de vida estresantes CSVE (Lucio y Durán, 2000), a

población de adolescentes chilenos a través del proyecto FONDECYT 7080207 de colaboración

internacional (Lucio y Alarcón, 2009). La base de datos contempla la evaluación de una batería

más amplia de instrumentos de evaluación adolescente registradas del Modelo de evaluación del

MMIDA (Alarcón et al. 2014).


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Diseño

Se utilizó una metodología no experimental, con diseño descriptivo correlacional.

Instrumento

El Cuestionario de Sucesos de Vida Estresantes (CSVE) es un instrumento desarrollado

en México por Lucio y Durán (2000) con el fin de detectar sucesos de vida estresantes que han

afectado la vida del joven, particularmente si han ocurrido en el último año de vida. El

instrumento original posee 129 ítems que cubren una amplia gama de áreas estresantes en la

historia de vida del adolescente, cuenta con adecuada confiabilidad global Kuder-Richardson

(KR20 = 0,89). Además, de una confiabilidad de 0,76 para los reactivos positivos, y de 0.88 para

los negativos (Lucio y Durán, 2000). Por su parte: Ávila, Heredia, Lucio y Martínez (2006)

reporta estabilidad test y el retest; encontrando estabilidad temporal global de 0,75 y por áreas a

través del coeficiente de correlación de Pearson.

A través del proyecto de investigación de colaboración internacional FONDECYT

7080207 (Lucio y Alarcón, 2009), los investigadores seleccionaron mediante análisis de

frecuencia los 83 ítems más reportados por adolescentes chilenos. Ante cada suceso descrito, el

participante responde las siguientes preguntas a) ¿Viviste este suceso? (0 = No, 1 = Sí), y b)

¿Viviste este suceso durante los últimos 12 Meses? (0 = No, 1 = Sí). La versión adaptada en

Chile es más breve (83 ítems) y se le adiciona una escala likert que pregunta ¿Qué importancia

tuvo para ti? (desde 0 = ninguna, hasta 4 = muy alta). Los resultados con adolescentes chilenos

dan cuenta de alta concentración de sucesos de vida estresantes no normativos y negativos para

el grupo de adolescentes con mayor comportamiento antisociales auto-reportado y los

adolescentes judicializados por infracciones a la ley (Lucio et al., 2013), autorizada en proyecto

de colaboración FONDECYT 7080207.


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Procedimiento

A continuación, se describe el procedimiento para evaluar la muestra general

correspondiente a 1.912 adolescentes escolarizados. Se seleccionó de modo intencionado 17

establecimientos de las 4 regiones de estudio, intentando mantener la proporción de población

escolar de la región en la muestra obtenida, por lo que se seleccionaron dos ciudades de la

Región del Bío-Bío y la ciudad de cabecera de las otras tres regiones. En todas las ciudades se

seleccionó un establecimiento particular pagado y uno particular subvencionado y en dos de ellas

se seleccionaron dos establecimientos municipales (Concepción y Temuco), para mantener

representada la distribución de estudiantes por tipo de sostenedor del establecimiento, lo que se

asocia a nivel socioeconómico. La muestra de adolescentes infractores se obtuvo en las mismas

regiones, pero por su “carácter clínico” asociado a la sanción, la evaluación se realizó de modo

individual por los profesionales de los programas y en el lugar de sanción, abarcando múltiples

programas de las ciudades y durante un tiempo más prolongado en cada caso.

Resguardos éticos

La base de datos de adolescentes escolarizados de la que se obtiene la muestra, se obtiene

de un riguroso proceso de solicitud de autorizaciones formales que se inicia en las direcciones

provinciales y municipales de educación, luego se invita a participar a directores y equipos

técnicos de los establecimientos y finalmente se solicita a los centros de padres su

consentimiento para el estudio. Las aplicaciones de instrumentos son realizadas por estudiantes

de la carrera de psicología y en jornadas intensivas en que se evalúa cuatro cursos (uno por nivel)

en cada establecimiento; para ello se diseña un protocolo que se aplica en sala de clases y en

centros de atención a adolescentes infractores. Los adolescentes firman de un asentimiento

informado y los representantes de los centros de padres de cada establecimiento educacional y


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centros de intervención con adolescentes, firman un consentimiento informado, autorizando a los

adolescentes a participar de la investigación. La muestra de adolescentes infractores, es obtenida

de los programas de libertad asistida en convenio de investigación, los adolescentes firman un

asentimiento informado y los directores de los programas autorizan el uso de datos con fines de

investigación durante el periodo de ejecución de la sanción. Los proyectos de investigación de

los que se extraen la base de datos son FONDECYT 7080207 y FONDEF D08i:1405, los que

fueron sometidos a sus correspondientes comisiones de ética y fueron aprobados para su

realización.

Análisis de los datos

Del instrumento CSVE se extraen mediante criterio racional 25 ítems que

teóricamente corresponde al listado de Experiencias Adversas en la Infancia de Felliti et al.

(1998), se analizan los ítems por el equipo de investigación y se incluyen reactivos que

consideran abusos y disfunciones familiares. Ver Tabla 1.

Tabla 1

Categorías de Experiencias Adversas en la Infancia sugeridas por Felliti et al. (1998).

Abusos Disfunciones Familiares


Psicológico Abuso de sustancia
Físico Enfermedades mentales
Sexual Violencia hacia su progenitora
Comportamientos delictivos en el hogar

De los 25 reactivos seleccionados de forma racional, se realiza la estimación del índice de

discriminación de los ítems se utiliza el coeficiente de correlación parcial ítem-test. La fiabilidad

del instrumento se estima mediante el cálculo del coeficiente alfa de Cronbach y el coeficiente

omega de McDonald.
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Para el estudio de la estructura factorial, la muestra se dividió en tres submuestras

aleatorias sobre las que se llevaron a cabo un análisis factorial exploratorio AFE y dos análisis

factoriales confirmatorios AFC respectivamente, para especificar el modelo a través de la

validación cruzada; mediante los programas estadísticos Factor (v10.9.01) y Mplus (v8).

Sobre la primera submuestra (n1) se exploró su estructura factorial, utilizando la matriz de

correlaciones policóricas y el método de extracción de mínimos cuadrados no ponderados y

rotación de Promin. Sobre las dos submuestras restantes (n2 y n3) se aplicaron análisis factoriales

confirmatorios. La matriz de entrada fue en ambos casos la matriz de correlaciones policóricas y

el método de extracción fue el de mínimos cuadrados no ponderados. En la segunda submuestra,

se tienen en cuenta y se señalan los índices de modificación con la finalidad de definir el modelo

con la mayor exactitud posible. En la tercera submuestra se aplica el modelo ya definido en n2.

El ajuste de los datos al modelo se probó a partir del índice de ajuste comparativo (CFI) y error

medio cuadrático de aproximación (RMSEA).

Resultados

Las experiencias adversas reportadas a través de los 25 ítems en la muestra total de 2.681

adolescentes, permite observar que los datos se distribuyen de manera asimétrica (p= 0,000), ver

Figura 1, con una media de 12,49 (DS=11,43), mediana de 10,00; el valor mínimo obtenido es de

0 y el máximo de 105.

Figura 1

Histograma de la distribución de los datos


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En la Tabla 2 se pueden observar los valores de medias, mediana, desviación típica,

mínimos y máximos de las tres submuestras aleatorias analizadas.

Tabla 2

Estadísticos descriptivos en las submuestras.

n1= 867 n2=901 n3=913


Media 12,58 12,24 12,64
Mediana 10 10 10
Desviación típica 11,42 10,86 11,98
Mínimo 0 0 0
Máximo 100 76 105
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Evidencias de Validez

Análisis Factorial Exploratorio.

Para el estudio de la dimensionalidad, se exploró la estructura factorial del cuestionario

ACE aplicando un Análisis Factorial Exploratorio (AFE) sobre la primera submuestra (n1=867).

Los datos confirmaron la adecuación muestral para la aplicación del análisis factorial

(Coeficiente Kaiser-Meyer-Olkin, KMO=.78; Estadístico de Bartlett, p< .00001). Además, a

partir de los resultados, la prueba tiene una estructura fundamentalmente unidimensional, el cual

explica el 32,21% de la varianza total (índice de bondad del ajuste global, GFI=.92; raíz

cuadrática media de los residuales, RMSR=.10.ver Tabla 3.

Tabla 3

Cargas factoriales de la matriz rotada mediante método Promin en el AFE

Ítem Carga factorial


It1. Mi hermano se fue de la casa .246
I12. Mi padre se fue de la casa .392
It3. Mi madre se fue de la casa .721
It4. Mis padres se separaron o divorciaron .452
It5. Mi papá se casó o convive de nuevo .481
It6. Mi mamá se casó o convive de nuevo .488
It7. Me echaron de la casa .545
It8. Murió un amigo/a cercano .415
It9. Un miembro de la familia se suicidó .421
It10. Un amigo/a de la familia se suicidó .535
It11. Se murió mi abuelo/a .079
It12. Murió mi papá .559
It13. Murió mi mamá .750
It14. Murió un hermano/a .423
It15. Tuve un aborto provocado (si eres mujer) o mi pareja tuvo un aborto .911
provocado (si eres hombre)
It16. Abusaron sexualmente de mí o fui violada/o .623
19

It17. Tuve un accidente grave .503


It18. Me golpearon violentamente otros chicos/as .597
It19. Siento el rechazo de algunos profesores .325
It20. Fui golpeado físicamente por algún miembro de mi familia .508
It21. Mi hermano/a fue detenido/a .474
It22. Mi papá fue enviado a la cárcel por un año o más .721
It23. Mi mamá fue enviada a la cárcel por un año o más .790
It24. Mi papá o mamá fue hospitalizado por una enfermedad grave .389
It25. Mi mamá tuvo un problema nervioso grave que requirió tratamiento .589

Análisis Factorial Confirmatorio

Sobre las dos submuestras restantes se aplicaron dos Análisis Factoriales Confirmatorios

(AFC) que permitieran probar la estructura unidimensional anteriormente definida. Como se

puede ver en la Tabla 4 todos ellos se encuentran en torno a valores adecuados.

Tabla 4

Índices de ajuste de los análisis factoriales confirmatorios sobre las submuestras n2 y n3

Submuestra CFI RMSEA

n2 901 0.906 0.022

n3 913 0.938 0.022

En el primer AFC se toma en cuenta los índices de modificación para el ajuste al modelo,

que se muestra en la Figura 2, que se especifica en el segundo AFC, el que indica la covarianza

entre las variables latentes. Cabe destacar que los índices de ajuste mejoran levemente y se

reafirman la hipótesis de unidimensionalidad de la prueba.

Figura 2

Ajuste al modelo para Analisis Factorial Confirmatorio


20

Evidencias de Fiabilidad Comentado [EG4]: Se habla de evidencias de validez; pero


no de fiabilidad.
Al analizar la confiabilidad del cuestionario de tamizaje de ACE, considerando la

muestra total de 2.681 adolescentes, es posible indicar que presenta adecuados niveles de

consistencia interna. El coeficiente alfa de Cronbach arrojó un valor de .909 y un Coeficiente

Omega de 0.910.

Distribución de las Experiencias Adversas

Respecto a la distribución de los puntajes de la escala, se aprecia que el grupo de

adolescentes infractores obtienen puntuaciones más elevadas (media 19,41 y desviación estándar

14,96) que el grupo de adolescentes estudiantes (media 9,7 y desviación estándar 8,14). Junto

con lo anterior en la aplicación del estadístico U de Mann-Whitney para contraste de muestras

independientes no paramétricas , permite reconocer diferencias significativas entre estos grupos

(U = 406295,5; p = 0,000) ver Tabla 5.

Además, se puede observar que los hombres obtienen puntuaciones más elevadas (media

= 13,37 y desviación estándar = 12,45) que el grupo de mujeres (media= 11,15 y desviación

estándar =12,45) y la comparación entre estos dos grupos arroja que existen diferencias
21

significativas, donde los adolescentes varones concentran mayor cantidad de experiencias

adversas (U=789124,5; p= 0,000), Ver Tabla 6.

Tabla 5

Media y desviación típica de adolescentes escolares e infractores

Adolescente infractor Adolescente escolar


n=769 n=1912
Media 19,41 9,70
Mediana 17 8
Desviación típica 14,96 8,14

Tabla 6

Media y desviación típica por género

Hombres Mujeres
n= 1617 n=1064
Media 13,37 11,15
Mediana 10 10
Desviación típica 12,45 12,45

Discusión

El objetivo de este estudio fue analizar evidencias de validez de constructo mediante AFE

y AFC, de un nuevo instrumento para la evaluación de las Experiencias Adversas en la Infancia

en población adolescente chilena.

A partir del estudio se aporta evidencia de la fiabilidad y validez de la escala, lo que

contribuye a dotar mayores antecedentes de cómo se comporta el constructo en la población


22

estudiada, dada la poca profundización de análisis psicométricos presentes en relación a otras

escalas usadas para evaluar ACE a nivel internacional (Bethell et al., 2017).

Asimismo, se encuentra evidencia que apoya una estructura unidimensional del test. Lo

que se reafirma por la diversidad de eventos constituyentes como experiencia adversa y su

consiguiente dificultad en su agrupación, lo que ha sido tratado por otros autores que proponen

un abordaje de las ACE como constructo unidimensional y de riesgo acumulativo (Bethell, et al.

2017; Kessler et al., 2010; Hughes et al., 2017).

Disponer de un instrumento de estas características, permite obtener datos fiables y

establecer grupos de riesgo para ser derivados a intervenciones preventivas. Los resultados dan

cuenta de que el cuestionario de tamizaje se presenta como un instrumento válido y fiable para

medir el constructo, lo que se muestra como un relevante aporte para su uso dado que, a

diferencia de otros instrumentos utilizados en la actualidad, considera no sólo la presencia de la

vivencia de ACE, sino que además la importancia otorgada por el individuo ante dichas

experiencias. Cabe destacar que su extensión, facilita su aplicación. Otro aspecto relevante del

EEA es la inclusión de tópicos como vivencia de discriminación o muerte parental, temáticas las

cuales no se encuentran abordadas en otros instrumentos de similares características (Bethell et

al., 2017). De acuerdo a los análisis realizados, se observa la diferencia de puntuaciones totales

asociadas al sexo y grupo (escolar e infractor). Los datos revelan que la población de

adolescentes infractores de ley presenta puntuaciones más elevadas en torno a este tipo de

experiencias, siendo concordantes dichos hallazgos con la literatura en la que se vincula la

acumulación de ACE y su presencia temprana a mayor riesgo de presentar conductas delictivas

(Jones y Pierce, 2020).


23

Respecto al modelo factorial confirmado AFC propuesto, se puede especificar que existe

covarianza entre algunas de las variables latentes que permitieron especificar el modelo, las que

teóricamente es posible contrastar. Aquellas variables están relacionadas con la percepción de un

quiebre familiar relacionado con las figuras parentales, es decir, el abandono del hogar de uno de

ellos, o el inicio de una nueva relación de matrimonio o convivencia. Lo anterior es catalogado

como disfunción familiar (World Health Organization, 2017), relacionado específicamente con la

separación o divorcio de los padres, pudiendo ser percibido como abandono físico y/o

emocional. Este tipo de vivencias de se vinculan con la mayor posibilidad de involucrarse en

conductas contranormativas e incluso criminales (Jones y Pierce, 2020; Maneta, White y

Mezzacappa, 2017).

Es necesario señalar -respecto de las limitaciones de la presente investigación- que este

podría ampliarse por medio de estudios que evalúen las propiedades de la presente escala a

través de su validez discriminante y convergente. Por otro lado, es necesario continuar con la

exploración nuevas formas y vivencias de ACE, para continuar con la actualización de la

presente escala, a las vivencias de las nuevas generaciones de niños, niñas y adolescentes (cómo

es la vinculación y victimización a través de las nuevas tecnologías).

Es posible concluir, que la escala EEA parece un buen instrumento para evaluar el riesgo

tras experiencias ACE en población adolescente, por este motivo se propone como una

herramienta de evidente utilidad en el contexto de intervención con adolescentes vinculados con

el sistema de justicia, para planificar y diseñar propuestas de intervención que aborden el trauma

subyacente al comportamiento delictivo. Además, permitirá la detección temprana de niños y

niñas que pudiesen presentar riesgos de iniciar comportamientos de desadaptativos en la

adolescencia, y así generar acciones preventivas basadas en el trauma infantil (Fox et al., 2015).
24

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