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POBREZA Y EXCLUSION SOCIAL

UNIDAD Nº II
Teorías sociológicas, conceptos y métodos sobre la pobreza y la
exclusión social

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SEMANA 3

Introducción
En el presente documento se presentan las principales teorías sociológicas y
reflexiones acerca de la pobreza y la exclusión social como un fenómeno social, que en
el último siglo ha sido necesario analizar sobre todo en países latinoamericanos que a
propósito de los sistemas económicos actuales ha traído consigo grandes
desigualdades sociales y políticas en los países de la región con un alto índice de
pobreza.

Las teorías sociológicas tratan de analizar el fenómeno de la pobreza desde diferentes


vertientes como se apreciara en el documento, como es la noción de la cultura de la
pobreza de Oscar Lewis Antropólogo que dedicó gran parte de sus trabajos a estudiar
la pobreza y la exclusión social en familias de México, también analizaremos los
aportes del preponderante autor del último siglo Marx quien efectúa su obra sobre las
necesidades y cómo estás son importantes para el individuo en la vida en sociedad,
luego nos encontraremos con la concepción del sociólogo Simmel quien trata de definir
la pobreza desde una perspectiva innovadora para científicos sociales de esa época.

También profundizaremos sobre la teoría de la marginalidad en Latinoamérica que vino


a efectuar importantes aportes al conocimiento acerca de las desigualdades que viven
distintos países de la región, seguido con esto analizaremos el concepto de la nueva
desigualdad desde el punto de vista económico y político, que afecta a cientos de
ciudadanos a propósito de las lamentables consecuencias que han contraído los
sistemas económicos imperantes y finalmente estudiaremos el concepto de la nueva
pobreza urbana y como está ha logrado desarrollar importantes cambios en los últimos
40 años en Chile.

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Ideas Fuerza

Diseño existencial de la cultura de la pobreza: el conjunto de mecanismos de


sobrevivencia de los pobres frente a una situación como si aquellos fueran causa de sí
mismos, lo que equivale a culpar a los pobres de su pobreza

Necesidad del hombre según Marx: La necesidad del hombre y el objeto de la


necesidad están en correlación.: la necesidad se refiere en todo momento a algún
objeto material o a una actividad concreta. Los objetos “hacen existir” las necesidades y
a la inversa las necesidades a los objetos. La necesidad y su objeto son “momentos”,
“lados” de un mismo conjunto.

Construcción social de la pobreza: es construida socialmente cuando se produce una


reacción social que señala a algunas personas como necesitadas de ayuda de acuerdo
con los criterios vigentes en determinado momento en una sociedad concreta e incluso
dentro de un estrato social por muy elevado que sea su estatus

Marginalidad según Roger Vekemans: La marginalidad se diferenciaba de la pobreza


en su radicalidad, pues suponía una distinción fundamental entre un sector participante
y un sector marginado, en donde la imagen de un centro/periferia está presente, no sólo
en el ámbito de las relaciones internacionales, sino al interior de las propias sociedades

Pobreza urbana: Son zonas, impactadas por la exclusión racial, se convierten en


aglomerados homogéneos, densos y pobres, intensificando el problema de desempleo
y generando una serie de problemáticas sociales como la delincuencia, la deserción
escolar, la desintegración familiar y la apatía.

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Desarrollo
Teorías sociológicas, conceptos y métodos sobre la pobreza y la exclusión social

1. La Cultura de la pobreza según Oscar Lewis

El Antropólogo Oscar Lewis se ocupó de estudiar el modo de vida de los sectores


marginados, acuño la expresión “cultura de la pobreza”. Al aplicar este concepto de
cultura a la comprensión de la pobreza quiso atraer la atención hacia el hecho de que la
pobreza no es solo un estado de privación económica, de desorganización, o de
ausencia de algo, sino también algo positivo, un sistema de vida notablemente estable y
persistente, que afecta la participación en la cultura nacional más amplia y se convierte
en subcultura por sí misma.

El auto propuso un conjunto de características demográficas y económicas que, junto


con los rasgos de comportamiento especifico, permitieron definir la “cultura de la
pobreza”. Sin embargo el concepto relativo de pobreza no permite identificar su
ubicación dentro del conjunto de las relaciones estructurales. La falla fundamental de
Oscar Lewis proviene del énfasis que pone en el sistema de normas y valores, y en los
medios de sobrevivencia de los pobres, que representan solo una manifestación
fenomenológica de la base económica y de la organización social. En este sentido
plantea que el diseño existencial de la cultura de la pobreza, es decir, el conjunto de
mecanismos de sobrevivencia de los pobres frente a una situación como si aquellos
fueran causa de sí mismos, lo que equivale a culpar a los pobres de su pobreza. Ahora
bien hechas estas salvedades, hay que reconocer el valor descriptivo de su
caracterización, que, si no explica los factores determinantes de la existencia de los
marginados, al menos visualiza sus comportamientos desde el punto de vista del patrón
cultural dominante y de los estereotipos prevalecientes.

1.2 Características de la cultura de la pobreza según Oscar Lewis

a) Características demográficas

• Tasa de mortalidad relativamente alta

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• Expectativas de vida menor
• Proporción mayor de individuos en los grupos de edad más jóvenes
• Proporción más alta en la fuerza trabajadora, debido al trabajo infantil y femenil

b) Características económicas

• Lucha constante por la vida, periodos de desocupación y de subocupación


• Bajos salarios, diversidad de ocupaciones no calificadas y trabajo infantil
• Ausencia de ahorros, escasez crónica de dinero en efectivo
• Ausencia de reservas alimenticias en casa, sistema de compras frecuentes en
pequeñas cantidades, muchas veces al día a medida que se necesitan
• Empeño de prendas personales, pedido de préstamos a prestamistas locales a
tasas usureras de interés
• Servicios crediticios espontáneos e informales organizados por vecinos

c) Características psicológicas

• Fuerte orientación hacia el tiempo presente con relativamente poca capacidad de


proponer sus deseos y de planear para el futuro
• Sentimiento de resignación y de fatalismo basado en las realidades de la difícil
situación de su vida
• Creencia en la superioridad masculina, cristalizada en el machismo
• Correspondiente complejo de mártires entre las mujeres y gran tolerancia a la
patología psicológica de todas las clases

d) Características sociales a nivel familiar

• Vida incomoda y apretada, falta de vida privada y sentido gregario


• Alta incidencia de alcoholismo, recursos frecuente a la violencia al zanjar
dificultades
• Uso frecuente de la violencia física en la formación de los niños y mal trato y golpes
a la esposa
• Temprana iniciación en la vida sexual, uniones libres o matrimonios no legalizados
• Incidencia relativamente alta de abandono de madres e hijos, tendencia hacia las
familias centradas en la madre y un conocimiento mucho más amplio de los parientes
maternales
• Predominio de la familia nuclear, fuerte predisposición al autoritarismo
• Gran insistencia en la solidaridad familiar, ideal que raras veces se alcanza.
e) Características psicosociales (frente a las instituciones)
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• Concurrencia a curanderos por incapacidad de pagar un doctor, a quien recurre
solo en emergencias lamentables, recelo de los hospitales, a donde solo se va para
morir
• Critica a los sacerdotes que son tan pecadores como todos, actitud crítica hacia
algunos de los valores y de las instituciones de las clases dominantes
• Odio a la policía, conocida más bien por sus medidas punitivas que profilecticas
• Desconfianza en el gobierno y en los que ocupan un puesto alto,
• Sentido de marginalidad, de abandono, de dependencia, de no pertenecer a nada,
como extranjeros en su propio país
• Convencimiento de que las instituciones existentes no sirven a sus intereses y
necesidades
• Sentimiento de inferioridad y de desvalorización personal, falta de conciencia de
clase, aunque son muy sensibles a las distinciones de posición social.
• Escaso sentido de la historia, solo conocen sus problemas, no tienen la visión para
advertir las semejanzas entre sus problemas y los de sus equivalentes de otras partes
del mundo.

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Pregunta de reflexión

¿La cultura de la pobreza, ha desarrollado cambios?

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Para profundizar más sobre la cultura de la pobreza de Oscar Lewi, visita la
siguiente página web: https://www.youtube.com/watch?v=X301ew9i4QA

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2. Teoría de las necesidades en Marx

2.1 El concepto filosófico general de necesidad. Alineación de las necesidades

Marx desarrolla el concepto filosófico general de necesidad en los manuscritos de


economía y filosofía de 1844 y en la ideología alemana. La necesidad del hombre y el
objeto de la necesidad están en correlación.: la necesidad se refiere en todo momento a
algún objeto material o a una actividad concreta. Los objetos “hacen existir” las
necesidades y a la inversa las necesidades a los objetos. La necesidad y su objeto son
“momentos”, “lados” de un mismo conjunto. Si en vez de analizar un modelo estático
analizamos la dinámica de un “cuerpo social” (en el supuesto de que ese “cuerpo
social” admita una dinámica), entonces la primacía corresponde al momento de la
producción.: es la producción la que crea nuevas necesidades. En efecto, también la
producción que crea nuevas necesidades se encuentra en correlación con las ya
presentes: “La diversa conformación de la vida material depende en cada caso,
naturalmente, de las necesidades ya desarrolladas, y tanto la creación como la
satisfacción de estas necesidades es de suyo un proceso histórico”. Naturalmente, por
“objeto” de la necesidad no hay que entender tan sólo objetualidad cosal.

El mundo en su totalidad constituye un mundo objetivo, toda relación social, todo


producto social es objetivación del hombre. En el proceso de objetualización del hombre
se expresan los sentidos humanos, y la relación humana objetualizada ya presente es
la que desarrolla en cada hombre, en la medida de lo posible, sentidos y necesidades
humanas: la objetualización de la esencia humana, tanto en sentido teórico como en
sentido práctico, es, pues, necesaria tanto para hacer ‘humano’ el ‘sentido’ del hombre
como para crear el ‘sentido humano’ correspondiente a la riqueza plena de la esencia
humana y natural.

El objeto más elevado de la necesidad humana es el otro hombre. En otras palabras: la


medida en que el hombre como fin se ha convertido en el más elevado objeto de
necesidad para el otro hombre determina el grado de humanización de las necesidades
humanas. También las necesidades animales se manifiestan siempre dirigidas a
objetos. Sin embargo las necesidades animales y sus objetos vienen “dados” por la
constitución biológica del animal. Pueden asimismo desarrollarse, pero sólo respecto al
modo. Por el contrario, con el retroceso de los límites naturales, las necesidades
humanas se dirigen cada vez más claramente a la objetualización (en el sentido de
actividad y también de objetivación). El hombre crea los objetos de su necesidad y al
mismo tiempo crea también los medios para satisfacerla (los cuales pueden
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corresponderse, pero no incondicionadamente). La génesis del hombre es en el fondo
la génesis de las necesidades. La teoría de la “génesis”, aquí formulada, se encuentra
en dos párrafos próximos de La ideología alemana.: “El primer hecho histórico es, por
consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas
necesidades.

Ambas citas expresan el mismo pensamiento desde perspectivas diferentes. En la


producción de los instrumentos aptos para satisfacer necesidades elementales, la
necesidad de los instrumentos es ya una necesidad nueva que se diferencia de la
animal. Mediante la expresión poética “primer hecho histórico” se describe, por
consiguiente, la creación de necesidades nuevas, no dadas en la constitución biológica,
esto es, las cualidades de la necesidad. La necesidad humana se realiza, así pues, en
el proceso de objetualización; los objetos “dirigen” y “regulan” al hombre en el desarrollo
de las necesidades respectivas. Las necesidades son «explicitadas» sobre todo en las
objetivaciones y en el mundo objetualizado, y las actividades que se objetualizan crean
nuevas necesidades. La tendencia objetual de las necesidades indica también al mismo
tiempo su carácter activo. Las necesidades comportan pasiones y aptitudes, (pasiones
y capacidad para apoderarse del objeto) y así también las aptitudes implican
necesidades. La capacidad para la actividad concreta es por consiguiente una de las
mayores necesidades del hombre.

En general denominamos necesidad solamente a la propiamente humana referida a


objetivaciones y dirigida hacia ellas; en el animal se trata de necesidad, instinto, drive,
etcétera. No obstante es este un problema terminológico que en nuestra opinión solo es
importante por resultar decisivo para el análisis de la psique socializada. Por
consiguiente, la aplicación específicamente histórico–antropológica del concepto de
necesidad parece por lo menos sensata; lo cual es válido no sólo respecto a
necesidades o deseos perfectamente «libres» de motivos biológicos.

El problema de la alienación de las necesidades constituye el núcleo del análisis


filosófico de las necesidades en Marx. También a este respecto, como hemos visto,
sirve de criterio valorativo el hombre “rico en necesidades”. La alienación de las
necesidades equivale a la alienación de esa riqueza. De esta manera, el “hombre rico
en necesidades” constituye una construcción conscientemente filosófica que no se
remite a hechos empíricos. No ha existido nunca una sociedad en la que los miembros
de una determinada clase o capa estuviesen caracterizados por la “riqueza de
necesidades”. El individuo de la sociedad antigua lo era sólo en apariencia.: su riqueza
era limitada, era la riqueza de un hombre que todavía no se ha liberado del cordón
umbilical de la “comunidad natural”. Es cierto que esa época estaba caracterizada por la
actuación de sentidos “humanos” y “teóricos”; es también cierto que dentro de esta
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estructura de necesidades predominaba la calidad y no la cantidad. Pero la estructura
de la comunidad, que circunscribe la expansión ilimitada de la producción, no sólo
determina la “limitación” de la versatilidad del individuo, sino que hace efímero y
“reversible” el período histórico de la universalidad (de las necesidades ricas), que en
efecto, decae en el desarrollo histórico posterior.

Además, las necesidades están “repartidas” cualitativamente dentro de la división del


trabajo de las sociedades basadas en “comunidades naturales”. El siervo de la gleba
tenía necesidades cualitativamente distintas de las propias del propietario terrateniente,
no porque no pudiese “adquirir” los objetos de sus necesidades, sino a causa de que
éstos eran “naturalmente” (en el sentido del carácter natural de la vida de la comunidad)
diferentes desde el punto de vista cualitativo. Ya por este motivo las necesidades
debían permanecer unilaterales y limitadas, no podían individualizarse y quedaban
subordinadas todas ellas a la estructura de la comunidad. El individuo “rico en
necesidades”, como tipo socialmente característico, es, por consiguiente, una
construcción filosófica no actual, sino que debe realizarse en el futuro.: “Ni objetiva ni
subjetivamente existe la naturaleza inmediatamente ante el ser ‘humano’ en forma
adecuada”.

Sostuvimos que el concepto de hombre “rico en necesidades”, según la intención de


Marx, constituye una construcción filosófica pura sólo en parte. Marx pretende en todo
momento basarla en hechos empíricos particularmente significativos y a tal propósito se
sirve del concepto de “esencia humana”. La esencia humana (la riqueza del hombre),
cuyos conceptos constitutivos son universalidad, consciencia, socialidad, objetivación y
libertad, se configura en sus características dinámicas cuando el ser humano se eleva a
“hombre”. Lo que diferencia al hombre como ser social del mundo animal son las
posibilidades de la especie en sí. En el curso de su proceso de desarrollo la humanidad
no puede realizar más que aquellas posibilidades conforme al género. En las
sociedades divididas en clases ese “ser conforme a la especie” se desarrolla más allá
de los antagonismos. Los hombres desarrollan sus cualidades conforme a la especie (al
menos hasta un cierto grado) en el plano social, pero los individuos particulares no
participan de la riqueza del conjunto social. Mientras que el individuo, debido a la
división del trabajo, permanece pobre (en el sentido más amplio de la palabra), se
produce un enriquecimiento paralelo del género. Merced al grado actual de ese
enriquecimiento, esto es, con el capitalismo, se alcanza el ápice del empobrecimiento
individual. Con la superación de la alienación (superación de la propiedad privada y de
la subsunción bajo la división del trabajo) todo individuo podrá participar de la riqueza
social (tanto respecto del disfrute de ella como en lo referente a la actividad) que asume
de ese modo una forma nueva y superior. Sólo entonces el hombre se convertirá en un

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ser conforme al género para sí, sólo así la naturaleza “interna” y “externa” resultará
adecuada a la esencia humana.

Pero al mismo tiempo el capitalismo como relación social limita el enriquecimiento de


las necesidades, su misma creación. Lo cual, de acuerdo con Marx, se efectúa de dos
maneras. Ya sea reproduciendo la pobreza (particularmente para el proletariado incluso
strictu-sensu, y para la burguesía en el sentido filosófico de la palabra), ya sea porque
limita en última instancia el desarrollo de las fuerzas productivas (por una parte de
conformidad con la ley de la caída de la tasa de beneficio, por otra, a causa de las crisis
que se repiten necesariamente), bien sea a consecuencia del proceso de degradación
de la principal fuerza productiva: el trabajador.

No es casual que Marx enfatice vigorosamente el hecho de que el capitalismo produce


necesidades “múltiples y ricas”, mientras que provoca el empobrecimiento de los
hombres y convierte al trabajador en un ser “exento de necesidades”. Aparece aquí el
tema de las “necesidades radicales”, el cual, como veremos, constituye por así decir el
leitmotiv de la “obra” marxiana. El “hombre rico en necesidades” es un concepto de tipo
filosófico y la “esencia humana”, aunque basada también empíricamente, constituye
“sólo” (y “sólo” no viene entendido aquí en sentido peyorativo) una categoría de valor.

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Pregunta de reflexión

Según lo planteado por Marx ¿Los pobres alcanzan a satisfacer sus


necesidades?

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Para profundizar más sobre la teoría de las necesidades en Marx, visita la
siguiente página web: https://www.youtube.com/watch?v=41Y02E_41kM

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3. La perspectiva de Simmel sobre la pobreza

3.1 La pobreza como categoría analítica

Simmel, en su ensayo “El pobre”, el análisis más largo y minucioso que hizo de un
problema particular en su Soziologie (1908), nos ofrece un cuadro analítico para pensar
en términos sociológicos la cuestión de la pobreza en las sociedades modernas. Se
trata de un modo de abordar este tema muy diferente de las descripciones minuciosas
que hallamos en los informes sociales de la época, como el elaborado pocos años
antes por Charles Booth (1902-1903), quien describe con detalle las condiciones de
vida y de trabajo de los pobres londinenses e intenta determinar con precisión la “línea
de pobreza”. Simmel elige el caso del pobre para ilustrar su concepción de la sociología
como ciencia de la interacción social o de las formas de socialización y, como ha escrito
E. Hughes, “‘lo que hace especialmente sugerente su ensayo son esas dimensiones
inesperadas que introduce en el análisis, como es habitual en su aproximación
sociológica a cualquier fenómeno social, gratificando incesantemente al lector con
importantes observaciones teóricas”.

En ese texto, que en muchos aspectos puede considerarse como el punto de partida de
la sociología de la pobreza, Simmel clarifica los problemas de definición de este
fenómeno con una aproximación constructivista, rigurosa y eurísticamente fecunda, que
permite comprender la formación de la categoría de pobre y los complejos vínculos que
mantiene con el conjunto de la sociedad, rompiendo así con todo tipo de concepciones
naturalistas o substancialistas aún en boga en los debates científicos y políticos
actuales, frecuentemente enraizados en la sociología espontánea.

Con este texto, la sociología de la pobreza no se reduce a un campo específico de la


sociología, sino que, más bien al contrario, remite a las cuestiones fundamentales sobre
el vínculo social, lo cual permite obtener proposiciones teóricas de alcance general.
Este es el modo de proceder característico de este padre fundador de la sociología
alemana quien busca en todo momento contribuir a una teoría general de la sociedad a
través del análisis de los objetos empíricos más variopintos y aparentemente
marginales, convencido de que en cualquiera de ellos se cruzan todos los hilos que
componen el tejido social, de modo análogo a lo que ocurre con los cuadros
impresionistas, tan admirados por él, cuyas características son apreciables en todos y
cada y uno de sus detalles.

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3.2 El Proceso de construcción social de la pobreza

La “pobreza” como forma de interacción social, y no el simple hecho material de ser


pobre, es construida socialmente cuando se produce una reacción social que señala a
algunas personas como necesitadas de ayuda de acuerdo con los criterios vigentes en
determinado momento en una sociedad concreta e incluso dentro de un estrato social
por muy elevado que sea su estatus. Y es la pobreza como relación social la que tiene
interés sociológico: “El pobre como categoría sociológica, no es el que sufre
determinadas deficiencias y privaciones, sino el que recibe socorros o debiera
recibirlos, según las normas sociales”. Por consiguiente, en este sentido, la pobreza no
puede definirse en sí mismo como un estado cuantitativo, sino sólo según la reacción
social que se produce ante determinada situación.

Simmel establece con enorme claridad la diferencia entre pobreza absoluta y pobreza
relativa. Y el carácter relativo de la pobreza en la sociedad moderna. En este segundo
sentido es pobre “aquel cuyos recursos no alcanzan a satisfacer sus fines”. Por un lado
hay determinadas necesidades, como el alimento, la vivienda y el vestido que pueden
considerarse como independientes de toda fijación arbitraria y personal, aunque no
puede determinarse con seguridad la medida de estas necesidades. Por otro lado, hay
necesidades típicas de cada ambiente general, cada clase social y la imposibilidad de
satisfacerlas también significa pobreza. De aquí que pueda haber personas que son
pobres dentro de su clase y no lo serían dentro de otra inferior, ya que dispondrían de
medios suficientes para satisfacer las necesidades típicas de estas últimas. Resulta
muy sugerente la relación que establece Simmel entre la sociología de la pobreza y la
sociología del regalo.

Es la reacción social ante la pobreza la que, según Simmel, termina asignando un rol
específico al pobre: “La función que desempeña el pobre dentro de la sociedad no se
produce por el solo hecho de ser pobre; sólo cuando la sociedad, la totalidad o los
individuos particulares, reaccionan frente a él con socorros, sólo entonces representa
un papel social especifico”. Simmel deja bien claro que la categoría del pobre se
construye desde fuera, siendo la etiqueta impuesta la que unifica a los ojos de la
sociedad el heterogéneo mundo de los pobres al que se llega siguiendo las más
diversas trayectorias: “Esta significación social del «pobre”, a diferencia del sentido
individual, es la que le convierte en una especie de clase o capa unitaria dentro de la
sociedad. El hecho de que alguien sea pobre no quiere decir que pertenezca a la
categoría social determinada de los “pobres”. Sólo en el momento en que son
socorridos, con frecuencia ya desde que su situación lo pide normalmente y aunque no
acontezca de hecho, entran en un círculo caracterizado por la pobreza. Este círculo no
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se mantiene unido por una acción recíproca de sus miembros, sino por la actitud
colectiva que la sociedad en conjunto adopta frente a él.

Desde esta perspectiva constructivista que aborda la pobreza como una categoría
social que emerge a través de la definición social, no siempre ha habido pobres. En
aquellas sociedades en las que prevalecía la indigencia y la miseria sin que hubiese
conciencia de su presencia, los pobres no existían fenomenológicamente como una
categoría separada, sino que eran situados en la misma categoría que las víctimas de
una enfermedad o un desastre. Como ha escrito Lewis A. Coser inspirándose en
Simmel, “históricamente la pobreza emerge cuando la sociedad opta por reconocer la
pobreza como un estatus especial y asigna personas específicas a esta categoría. El
hecho de que algunas personas puedan privadamente considerarse a sí mismas como
pobres es sociológicamente irrelevante. Lo que es sociológicamente relevante es la
pobreza como una condición socialmente reconocida, como un estatus social”.

De la reacción social ante la pobreza pueden derivarse unas consecuencias muy


diferentes a las que con las mejores intenciones persiguen los actores sociales. Desde
Max Weber los sociólogos se vienen percatando de la importancia que tienen las
consecuencias no intencionadas de la acción social a la hora de comprender cómo
funciona realmente la sociedad. Mediante la reacción se construye el rol social de
pobre, quien se halla en la situación paradójica de estar al mismo tiempo dentro y fuera
de la sociedad, de modo análogo al extranjero. Esta paradoja se puso especialmente de
manifiesto cuando el Estado, al tiempo que organizaba la asistencia a los pobres, les
negaba ciertos derechos civiles. De este modo, con la expansión de la asistencia social
estatal y municipal, los pobres se convierten en objetos pasivos de intervenciones que,
como sostiene Coser, al mismo tiempo que tratan la pobreza la construyen como una
categoría de exclusión y de degradación de estatus.

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Pregunta de reflexión

¿Es la pobreza una construcción social?

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Para profundizar más sobre la perspectiva de simmel sobre la pobreza,
visita la siguiente página web: https://www.youtube.com/watch?v=jUAiLZ-criU

4. Teoría de la Marginalidad de Roger Vekemans en América Latina

Diversas teorías utilizaron la categoría de “marginalidad” como variable explicativa


fundamental para dar cuenta de la especificidad de América Latina. Los diversos
énfasis (productivos, de organización técnica de la producción, socioculturales,
políticos, demográficos) mostraron que la discusión de la marginalidad no puede ser
aislada de los supuestos relativos a los contrastantes modelos de desarrollo que

buscaban ser alternativa de comprensión y de superación del subdesarrollo. Pese a
esta heterogeneidad teórica, las diferentes perspectivas sobre la marginalidad poseían
en común la lectura de disfuncionalidad de la misma e, independiente de la matriz
ideológica, asociaban las camadas marginales con un potencial disruptivo, fuera
positivamente por su capacidad revolucionaria o negativamente por la carga que
representaban para el resto de la sociedad.

En este marco emerge la figura de Roger Vekemans, sociólogo belga y sacerdote


jesuita, quien fuera uno de los principales teóricos de la marginalidad en el continente.
Estando políticamente ligado a la Democracia Cristiana, realizó su reflexión,
principalmente, desde el Centro para el Desarrollo Social para América Latina (DESAL)
con sede en Santiago de Chile. Para autores como Lezama (2002) la importancia de la
Teoría de la Marginalidad para la consolidación de diversas corrientes de pensamiento
que buscaron pensar la especificidad del desarrollo urbano en América Latina de una
manera sistemática fue fundamental.

Desde la mirada de Vekemans, la marginalidad se diferenciaba de la pobreza en su


radicalidad, pues suponía una distinción fundamental entre un sector participante y un
sector marginado, en donde la imagen de un centro/periferia está presente, no sólo en
el ámbito de las relaciones internacionales, sino al interior de las propias sociedades.
Es por ello que, bajo esta lógica, ni la categoría de “subdesarrollo”, ni la de
“dependencia” daban cuenta de la especificidad de América Latina. Para este autor, el

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problema era que no existía una cohesión suficiente para que las sociedades
constituyesen un conjunto. América Latina sería una unidad social que como totalidad
estaría en “devenir”, pero con una ruptura no resuelta. Para comprender esto sería
indispensable cruzar una dimensión vertical del análisis de estratificación con la
horizontalidad de un “adentro” y “afuera” internalizado en la sociedad.

La marginalidad sería así la falta de participación y de pertenecimiento a la sociedad,


siendo lo propio de América Latina una dicotomía entre una sociedad participante
versus una sociedad de masas marginales. Por ello, la marginalidad sería relacional y
negativa (carencia), pues el marginal está fuera de las decisiones que modelan la
sociedad y de las estructuras con las que ella se crea a sí misma. En las palabras de
este autor, el mundo marginal, es un mundo internamente desintegrado, atomizado, un
mundo en el que si se encuentran “coagulaciones” ellas serán del tipo ghetto,
replegadas sobre sí mismas, a la defensiva, y no dispuestas a enfrentarse con la
sociedad establecida.

La marginalidad para Vekemans, a diferencia de autores como Quijano (1970), no es un


subproducto de la dependencia; para aquél, la dependencia agrava la marginalidad,
pero no la crea. La marginalidad contribuye a generar la dependencia, porque nuestros
países estarían constituidos por un “afuera” transatlántico, internalizado en un adentro
por parte de las burguesías “herodianas” locales, las que seguirían viviendo en una
matriz externa manteniendo una orientación hacia “afuera”, fortaleciendo la escisión
interna.

Así, el continente sólo tomó consciencia de la marginalidad preexistente cuando se


produjo la avalancha sobre las “urbes”, o sea, en el momento en que físicamente fue
posible mostrar con el dedo los cordones de miseria (tugurios, barriadas, callampas,
favelas). Esta noción explica el fuerte tono de advertencia de esta teoría frente a la
amenaza de los marginales: La masa marginal se encuentra, metafóricamente, frente a
la vitrina pero sin poder de compra. Han pasado cuatro siglos y frente a este nuevo
hecho es necesario actuar para que la vitrina no estalle violentamente.

Las Teorías de la Marginalidad recibieron un fuerte cuestionamiento en la aplicación de


sus hipótesis en el mundo empírico por parte de diversos autores. Una serie de
investigaciones mostraron que las premisas de la marginalidad no tenían sustento,
pues, la pobreza urbana se mostraba más heterogénea de lo que anunciaba la imagen
de “masa marginal”, además de mostrar que los “marginados” tenían otras fuentes de
integración a la ciudad: trabajo, sindicatos, religión, educación de los hijos, etc.

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No obstante buena parte de los más reconocidos investigadores de la cuestión urbana
en América Latina se formó debatiendo, criticando y deconstruyendo los principales
supuestos e hipótesis de la Teoría de la Marginalidad, en el último tiempo es posible
observar una fuerte tendencia de reaparición de tópicos propios de la marginalidad.
Incluso así, no deja de sorprender que uno de los principales críticos a ella en los años
70, Manuel Castells (1972), no hace mucho haya afirmado que si la marginalidad
urbana era un mito cuando se formuló su teoría en los setenta (puesto que la mayor
parte de los llamados marginales urbanos estaban integrados en la economía formal)
en estos momentos sí es una realidad masiva.

A comienzos de la década de los 80, Machado da Silva (1983) ya llamaba la atención


para el hecho de que, a pesar de que la mayoría de los cientistas sociales consideraban
que la Teoría de la Marginalidad estaba muerta y enterrada, en la práctica continuaba
viva, pues el modelo que la corporificaba aún era usado en las políticas sociales y en
los discursos de actores políticos y medios de comunicación; al mismo tiempo,
continuaba insepulta, ya que el mundo académico aún no había completado la tarea de
reordenamiento sistemático del problema. Sumado a lo anterior, será la emergencia y
fortalecimiento de una serie de estudios sobre la “exclusión social” lo que en buena
parte resucitará a la Marginalidad como categoría útil de comprensión. En esa línea,
será José Nun (2001) el autor que más enfatizará el hecho de que muchas de las
problemáticas levantadas por las teorías de la exclusión en Europa retoman, y en
algunos casos replican, tópicos abordados por la marginalidad en los años 60. Patrick
Cingonali (2009) en un artículo relativamente reciente intentó mapear el intercambio
transatlántico de las ideas relacionadas con la marginalidad para dar cuenta del
fenómeno de aumento de poblaciones disfuncionales frente al régimen de producción
dominante, particularmente en los suburbios de los países desarrollados.

De la misma manera, Saraví (2006) afirma que las teorías de la marginalidad


comparten con las nuevas perspectivas sobre la exclusión, la preocupación por la falta
de integración de sectores específicos de la población, entendiendo por exclusión, el
resultado final de un proceso de acumulación de desventajas que corroe la relación
individuo-sociedad y con ella las condiciones de pertenecimiento y de solidaridad
mismas. Aunque esto acontecería en un marco que presenta rupturas significativas
frente a la realidad del siglo XX: disminución de la capacidad de asociación y gestión
colectiva de los sectores populares endurecimiento de la estructura social, segregación
espacial de la pobreza, debilitamiento del Estado y de sus políticas de intervención
social, entre otras.

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Pregunta de reflexión

¿Cómo definiría usted la marginalidad?

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Para profundizar más sobre la teoría de la marginalidad, visita la siguiente
página web: https://www.youtube.com/watch?v=5hURbCjGano

5. "La nueva era de las desigualdades" de Jean Paul Fitoussi y Pierre


Rosanvallon

Los autores desarrollan un análisis sobre las desigualdades y expresan realidades


económicas y sociológicas que causan novedades en la cuestión social que aqueja a
las sociedades modernas que no encuentran rumbo y certidumbre en las acciones del
gobierno que se mueven en sentido opuesto a la atención de estos asuntos. Jean- Paul
Fitoussi es un economista francés, profesor del Instituto de Estudios Políticos. Sus
intereses de investigación se enfocan en la inflación, el desempleo y el papel de la
política macroeconómica. Fitoussi se desempeñó como presidente del Observatorio

Francés de las Coyunturas Económicas de 1989 a 2010.

El libro la nueva era de las desigualdades (1997), Fitoussi y Rosanvallon plantean


aspectos importantes de la realidad social actual. Por un lado, la inseguridad social que
se ha convertido hoy en la palabra clave que expresa un punto de inflexión de la
modernidad, lo que ocasiona que todo parezca inseguro en todo momento, y que la
cuestión social esté ahora en el centro de las preocupaciones. Por otro, sostienen que
existe una falla constante de las instituciones que hacen funcionar el vínculo social y la
solidaridad (es decir, la crisis del estado de bienestar), las formas de la relación entre la
economía y la sociedad (la crisis del trabajo), y los modos de constitución de las
identidades individuales y colectivas (la crisis del sujeto).

17 www.iplacex.cl
También Fitoussi y Rosanvallon hacen alusión a que, si bien durante el siglo XX se
creyó resuelta en definitiva la cuestión social, con la instauración de los regímenes de
protección social, al final el siglo fue sacudido por la internacionalización de la
economía y la crisis del estado de bienestar. Lo anterior los lleva a mantener a lo largo
de su obra, la idea de que el nuevo malestar social, es sin duda, el fruto de la
globalización económica, pero también de la individualización sociológica nacida del
cumplimiento del mismo programa moderno.

En parte es innegable que las mutaciones económicas son la causa principal de este
fenómeno. Es indiscutible que las transformaciones de los modos de regulación
económica, desempeñaron un papel completamente fundamental en la remodelación
de la sociedad, quebrando las solidaridades tradicionales y modificando en profundidad
las formas del contrato salarial; pero esto no es lo esencial, ya que los factores de
orden económico solo tuvieron pleno efecto porque intervenían en un contexto de
particular fragilización del vínculo social, ligado a una transformación y
descolectivización a largo plazo de nuestras sociedades. Así, no es en modo exagerado
sostener, que lo que se encuentra en el centro de la crisis actual es lo que podría
llamarse la crisis del sujeto.

Bajo este análisis, los autores sostienen que este malestar social es entonces resultado
de dos crisis. Por una parte, la económica y, por la otra, antropológica, considerando
que el triunfo del individualismo aporta consigo un formidable potencial de progreso,
pero al mismo tiempo, aporta un padecimiento, pues el mercado mundial impulsa el
crecimiento, pero también destruye puestos de trabajo; así mismo multiplica las
riquezas, pero aumenta las desigualdades hasta lo intolerable.

Lo anterior ocasiona que los ciudadanos perciban con mayor claridad estas
desigualdades, desigualdades que las elites en el gobierno no siempre comprenden
desde las alturas del confort protegido en que viven. Así, un número creciente de
personas comprueban que el discurso y la acción política están cada vez más
desconectados de los problemas que viven cotidianamente.

Entonces, el retorno de lo social se acompaña hoy por una confusión perversa de la


política y los buenos sentimientos. Mientras que los asalariados viven en un imaginario
de la fragilidad, el discurso político por su lado, no consigue darles confianza con el
porvenir. Al respecto señalan lo siguiente: “La cuestión social se aborda con demasiada
frecuencia en unos términos que conjugan tres grandes perversiones de la política
moderna: la confusión de la política y los buenos sentimientos, el gusto por la política
espectáculo, y la simplificación de los problemas”.

18 www.iplacex.cl
Del mismo modo, Fitoussi y Rosanvallon, consideran que la nueva atención prestada a
la cuestión social se inscribe, desgraciadamente, en el linaje de la política espectáculo.
En la actualidad, la mayoría de los gobernantes tratan de solucionar la nueva era de las
desigualdades a través de lo que los autores llaman un “voluntarismo espectáculo”, que
sería imposible confundir con la expresión de una verdadera voluntad de cambio. Esto
ha ocasionado que la mayoría de los ciudadanos de cualquier país que vive en estas
condiciones de inseguridad social, sientan una desconfianza hacia las instituciones y
una ausencia de representación democrática por parte de sus gobernantes, pues, sin
duda alguna, la mayoría de las acciones de los gobernantes han tenido como efecto el
desbloqueo de algunas situaciones dramáticas.

Actualmente, como sostienen ellos, la mayoría de la sociedad puede ver con


demasiada frecuencia, que la acción de los gobernantes se contenta con multiplicar los
efectos publicitarios sin poner en práctica verdaderas políticas. Se asiste entonces a
una preservación de la noción de la voluntad política, que provoca su degradación a
una mera “buena voluntad”.

Es claro que los ciudadanos entendemos que la compasión no puede servir como
política. Esta no es cosa de buenas intenciones. Implica arbitrajes y opciones, pues
siguiendo las palabras textuales de los autores: “en la política de los buenos
sentimientos, no se habla ni de impuestos ni del costo de la solidaridad; no se discuten
los efectos eventualmente perversos de ciertas políticas sociales, así como tampoco se
procuraran determinar verdaderos derechos”.

Para la sociedad el escenario político ya no ofrece ni puntos de referencia para la


comprensión de los problemas, ni perspectivas para la acción. Pues las torpezas y
dilaciones de los gobernantes se conjugan en políticas públicas vacías que provocan
incertidumbre del mañana, pues las ideas, los planes, los programas, no tienen forma ni
fondo. Así, es como Fitoussi y Rosanvallon consideran que hemos ingresado en una
nueva era vaga de lo político. De este hecho advierten lo siguiente: “Vivimos un periodo
de transición pero el problema es que nadie sabe hacia dónde lleva. Todo el mundo
percibe con claridad que no basta hablar de populismo en política y de exclusión en el
dominio social para comprender la naturaleza de las conmociones que vivimos sin
entenderlas demasiado”.

Muchos de los ciudadanos que padecen esta desigualdad social se la pasan


estigmatizando a las elites y denunciando una especie de abandono social de las
poblaciones más desamparadas. Es indiscutible que el abismo entre la sociedad civil y
sus elites se ha agrandado. En sí, cuando los mecanismos económicos y sociales de
regulación no funcionan más, cuando los individuos se sienten “peloteados” en una
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sociedad que les ofrece menos puntos de referencia y cuando la maquinaria económica
parece, con razón o sin ella, escapar al control y estar en demasiado gobernada por las
fuerzas impersonales de los mercados, se instala lógicamente un sentimiento de miedo.
Todo esto pasa a percibirse como una amenaza virtual. De allí la suma de una serie de
fantasmas y efectos perversos que corroen tanto el vínculo social como las formas de
vida democrática.

Ante esta situación desfavorable, Fitoussi y Rosanvallon sostienen, que aún se puede
hacer algo, esto es dando lugar a la redefinición de un verdadero reformismo radical en
sus análisis y ambicioso en sus objetivos. En donde la política se consagre en
formalizar este diagnóstico y las perspectivas a las que conduce. Recordando que es
necesario que no pueda haber un cambio de la sociedad que proceda exclusivamente
desde la cima. Para que haya una verdadera reforma, siempre hay que apoyarse en
relevos sociales que tomen la posta. Si muchos proyectos giran en el vacío, es porque
no hubo actores que se reapropiaron de ellos en el terreno, pues el objetivo principal de
una reforma debe ser dar las herramientas a la sociedad civil y no únicamente
aumentar las transferencias del Estado. Así se mide no una política asistencialista, sino
una visión activa y cívica del cambio. Ya que lo más importante es liberar las
potencialidades, favorecer los dinamismos y estimular las iniciativas.

De esta manera se confiere un verdadero retorno del sentido de lo político:


fortaleciendo la capacidad de descifrar las inquietudes; de formalizar y hacer compartir
un marco de interpretación de las mutaciones en curso, de las consecuencias benéficas
y sus efectos perversos; de proponer una trayectoria colectiva capaz de establecer los
términos renovados de un contrato social duradero, que sea productor de una
certidumbre, que tenga apertura a los otros y genere un porvenir común

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Pregunta de reflexión

¿Qué desigualdades sociales podría mencionar usted que existen en Chile?

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Para profundizar más sobre la nueva era de las desigualdades de Jean Paul
Fitoussi y Pierre Rosanvallon, visita la siguiente página web:
https://www.youtube.com/watch?v=NMZyuT9sQIA

6. Nueva Pobreza urbana de Manuel Tironi

El objetivo central de la investigación que da cuenta le libro de Manuel Tironi sobre la


nueva pobreza urbana arranca de la idea sustentada por Jorge Bengoa en un artículo
publicado en 1994, respecto a que durante la década pasada surgió en Chile una
"pobreza de los modernos", producto precisamente de la modernidad y no de su
carencia. Ello implica que en nuestro país coexistiría una pobreza material "tradicional",
expresada en déficits e insatisfacción de necesidades básicas, junto a una nueva
derivada de las transformaciones económicas, sociales, culturales y urbanas
experimentadas por la sociedad chilena durante el último decenio.

Como una clave para interpretar la nueva pobreza urbana emergente, el autor propone
el concepto New Urban Poverty originado en Estados Unidos en los ochenta y que

surge de "los cambios estructurales en la economía moderna: su paso desde un
configuración industrial basada en la manufactura a otra basada en los servicios, la
relocalización territorial que esta transformación implicó y la consecuente migración
desde la inner city hacia las zonas suburbanas, tanto de las clases medias, en busca de
una mejor calidad de vida, como de las industrias, dejando a la población pobre
existente sin mercado laboral de baja calificación. Estas zonas, impactadas además por
la exclusión racial, se convierten en aglomerados homogéneos, densos y pobres,
intensificando el problema de desempleo y generando una serie de problemáticas
sociales como la delincuencia, la deserción escolar, la desintegración familiar y la
apatía".

Estas características de la pobreza urbana propias de los países desarrollados estarían


presentes en nuestro país. De acuerdo al autor, en el Chile de los 90 se pasó desde
una pobreza dramática en que campeaba la subnutrición, la insalubridad, el
hacinamiento el infraconsumo hacia una en que, gracias al incremento del ingreso
familiar, la población busca satisfacer necesidades de segundo orden tales como la

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entretención y la posesión de artículos a los que otrora accedía sólo la población de
altos ingresos: refrigerador, televisión por cable, juegos electrónicos, teléfonos
celulares, hornos micro hondas, discos compactos etc.

Lo anterior no significa que se hayan superado las carencias y los problemas sociales.
Entre los pobres subsiste una muy alta desocupación estructural, una importante
deserción escolar y un escaso avance en cuanto a logros escolares en general, una
concentración, homogeneización y aislamiento residencial, así como un alto nivel de
endeudamiento derivado del pago de dividendos de sus viviendas y de compras de
viene de consumo en casas comerciales.

En la dimensión residencial, los segmentos pobres en la capital pasaron "de la


población a la villa". Es decir, de habitar predominantemente en un tipo de
asentamiento irregular y precario o en situación de allegados, a residir en conjuntos
residenciales de viviendas sociales sólidas, dotadas de equipamientos de
infraestructura básicos. Para el autor las características habitacionales no serían una
traducción espacial y material de las condiciones socioeconómicas, culturales y
políticas de la pobreza sino que "la condición de pobreza se genera por factores
espaciales". De este modo, la construcción masiva de viviendas sociales ocurrida en los
noventa habría provocado que éstas se hayan constituido en una nueva unidad
espacial de la pobreza, en "la" forma residencial de los pobres urbanos, cuyas
peculiaridades son una mayor concentración, densidad y lejanía de los centros de
actividad, segregación, delincuencia y drogadicción que la prevaleciente en los años
ochenta.

Pensamos al respecto que la localización cada vez más periférica de los pobres no
obedece a la influencia de factores puramente espaciales y que éstos no originan la
pobreza, como sostiene Tironi, si bien es cierto que el emplazamiento de los conjuntos
habitacionales o villas en un determinado territorio urbano a, lejado y segregado,
revierte negativamente en las condiciones de vida de los pobres en la ciudad. Otra
afirmación arraigada en la literatura que se pretende cuestionar consiste en que las
villas han conllevado una pérdida o debilitamiento en el capital social de los pobres,
comparativamente al que tenían en las poblaciones y campamentos, debido a un
quiebre de los vínculos comunitarios, a la disolución de redes sociales familiares y
extrafamiliares de cooperación, y a una falta de participación en organizaciones
formales e informales.

En orden a revisar estos planteamientos, se comparan los resultados de dos encuestas


realizadas en 1985 en diversas poblaciones de Santiago con otra efectuada también en
la capital en el año 2001. A nuestro juicio, los datos no son concluyentes para sustentar
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que el capital social ha disminuido, como tradicionalmente se ha postulado, pero
tampoco que se ha reforzado significativamente. En efecto, al confrontar el nivel de
participación organizativa se observa que ésta ha disminuido de 32% en la población a
un 25% en la villa, aun cuando quienes participan ahora lo hacen en más
organizaciones que antaño. Además se constata que ha bajado la participación en
sindicatos y clubes deportivos, aumentando sin embargo la pertenencia a centros de
madres y juntas de vecinos, manteniéndose relativamente constante la participación en
organizaciones religiosas.

Si bien los niveles de asociatividad y de densidad asociativa son bajas tanto en las
poblaciones como en las villas y las tendencias a un incremento o disminución de los
valores de estas variables no son claras, se observa, por una parte, que en los nuevos
conjuntos de vivienda social se ha experimentado un mejoramiento en las relaciones
vecinales y, por otra, que la mejor calidad de las interacciones entre los vecinos está
asociada significativamente con la participación en organizaciones comunitarias. Estos
resultados son auspiciosos en cuanto a la potencialidad de un futuro incremento en la
participación en organizaciones voluntarias y del capital social, en cuanto diversos
estudios han mostrado que el involucramiento en asociaciones formales se basa en la
confianza en las relaciones informales entre vecinos y sugieren que, al menos, las
afirmaciones respecto a una pérdida de la sociabilidad en las villas deberían ser re-
evaluadas.

Otro aspecto interesante que el autor aborda con el propósito de desmitificar


interpretaciones comúnmente aceptadas se refiere a que el contexto comunal en que se
han emplazado los conjuntos de vivienda social construidos en los noventa ha
experimentado un deterioro en su dinamismo urbano y a desvalorizar los suelos, es
decir, que las viviendas pobres han acarreado externalidades negativas para los
terrenos de amplios sectores comunales en nuestra capital, tornando más pobres
precisamente a las áreas urbanas más pobres.

Según los datos consignados en el libro, trece de las quince comunas con mayor
vivienda social son también parte de las quince comunas con mayor variación positiva
en su valor del suelo durante 1990 y 2002 y once de las quince comunas con mayor
vivienda social aparecen dentro de las veinte comunas con mayor cantidad de metros
cuadrados de construcción aprobados en el gran Santiago entre 1990 y 1998, "de modo
que aquellas comunas con mayor incremento positivo en el valor del suelo y de
desarrollo constructivo en los últimos diez años son también las comunas que acogen la
mayor cantidad de vivienda social durante el período. Es decir, donde habitan los
pobres es también donde la ciudad crece y se desarrolla".

23 www.iplacex.cl
Pero el autor va más allá en sus análisis, pues sobre la base de los datos referidos al
incremento de los valores del suelo y de los permisos de construcción elabora un índice
de dinamismo urbano que relaciona con la participación asociativa y la calidad de las
relaciones vecinales, concluyendo que ellas están asociadas en términos que en las
comunas donde se han construido más villas en el decenio pasado no sólo son las que
presentan un más alto valor en el índice de dinamismo urbano sino que también un
mejor capital social.

En general los planteamientos son, en parte, tan novedosos como discutibles. Los
números agregados que sirven de base a las interpretaciones suelen encubrir
fenómenos relevantes que ocurren tanto a una escala macro como micro socioespacial.
En la escala macro urbana, durante los noventa hasta nuestros días el dinamismo
experimentado por Santiago ha sido particularmente notable. Todas las comunas
centrales y pericentrales han perdido población residencial; las comunas del "barrio
alto" han experimentado indicios de deterioro físico y social; los grandes centros
comerciales, de cadenas de supermercados, de farmacias, entre otros servicios
urbanos ya no se emplazan exclusivamente en dichas áreas; las familias jóvenes de
altos ingresos no prefieren localizarse en ellas sino en una nueva periferia rica y, en
general, todas las comunas de la capital se han tornado más heterogéneas,
reforzándose en su interior la microestratificación social.

Las áreas residenciales de los pobres no sólo se han distanciado espacialmente de los
centros de actividad, con los consiguientes costos económicos y psicológicos que
implican a sus habitantes desplazarse diariamente durante horas en locomoción
colectiva de pésima calidad desde sus domicilios hacia sus lugares de trabajo, sino que
también se ha incrementado la distancia sociocultural entre las condiciones de vida
entre ricos y pobres urbanos. Las cifras avalan el hecho de que los nuevos pobres son
menos carenciados, pero el esfuerzo por acceder a los bienes y servicios a los que
aspiran mediante trabajos cada vez más inestables no parecen ser menores que hace
una década. A escala micro urbana, la gran cantidad de villas construidas desde los
noventa ha contribuido a tornar crecientemente variadas la condiciones de vida en los
hábitat residenciales de los pobres, de modo que los perfiles demográficos, grados de
calidad de los vínculos vecinales, de participación y de capital social de sus habitantes
son muy diversos entre una villa y otra. Incluso más, los grandes conjuntos, pese a que
tengan la misma denominación, casi siempre se diferencian en sectores, delimitados
físicamente por rejas perimetrales y socialmente en comunidades distintas de acuerdo a
su historia residencial.

Estas y otras diferencias no menores se anulan y no se registran cuando se analizan


conjuntamente encuestas realizadas en 25 poblaciones a mediados de los ochenta con
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resultados de estudios que han aplicado este mismo instrumento en villas de viviendas
sociales el año pasado. Desde una perspectiva territorial, a la que el autor incluso
atribuye el origen de la condición de pobreza, la realidad de las diferentes unidades
espaciales o hábitats no son homologables y, por tanto, no deberían examinarse a nivel
de cifras agregadas.


Pregunta de reflexión

¿Cómo definiría usted la nueva pobreza urbana?

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
Para profundizar más sobre la nueva pobreza de Manuel Tironi, visita la
siguiente página web: https://www.youtube.com/watch?v=9_egqRef-nc

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Conclusión
La pobreza y la exclusión social es un fenómeno social complejo de poder analizar,
puesto que tiene distintas aristas que explican su accionar en la sociedad y los
profundos problemas que ha traído consigo los sistemas económicos en los países de
la región. De esta forma la sociología como ciencia social nos explica como la pobreza,
la exclusión social y la marginalidad son problemas de nivel estructural en las sociedad
modernas, de esta manera la cultura de la pobreza nos señala como se ha instaurado
una cultura entre los pobres y nos indica la forma de vida de ellos y como esta cultura
no ha permitido el desarrollo de estos individuos. Marx en este sentido nos señala las
necesidades en orden social y como los sistemas económicos y la alineación ha
desarrollado efectos negativos entre las personas que viven en la pobreza.

Simmel desarrolla su análisis en torno a la pobreza y estructura su visión a cómo este


problema se ha construido socialmente en la sociedad, y no solo se refiere a la escasez
de recursos sino a las profundas desigualdades que la misma sociedad efectúa hacia
los individuos, de esta manera la teoría de la marginalidad refiere como los países y los
individuos han debido que soportar la exclusión social incluso como estilos de vida en
distintos países ya que la marginalidad como proceso de privación de libertades
sociales, económicas, políticas, culturales y sociales ha desarrollado efectos negativos
en la sociedad.

Finalmente la nueva pobreza urbana en Chile, nos refiere como el fenómeno de la


pobreza y la exclusión social ha tenido cambios de conceptos, de accionar, de estilos
de vida y de incluso formas de vivir, ya que actualmente el pobre es muy distinto al
pobre que conocíamos hace 40 años atrás, dichos cambios no solo han traído efectos
sociales sino a nivel geográfico, territorial y de clases sociales.

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Bibliografía

Aguirre Jesús, María, La cultura de la pobreza según Oscar Lewis, fundación centro
gumilla, Venezuela, 2002, recuperado de: COM197712_88-93.pdf (gumilla.org)

Heller, Agnes, La Teoría de las necesidades en Marx, Traducido por J. F. Yars


Ediciones Península, Barcelona, 1978 Segunda edición, 1986. Recuperado en:
http://afoiceeomartelo.com.br/posfsa/Autores/Heller,%20Agnes/Heller,%20Agnes%20-
%20Teoria%20de%20las%20necesidades%20en%20Marx.pdf

Fernández, Manuel, La construcción social de la pobreza en la sociología de Simmel,


cuadernos de trabajo social año 2000, recuperado de: SOCIOLLOGIA DE LA
POBREZA SEGUN SIMEL.PDF

Cortes, Alexis, Modernización, dependencia y marginalidad: itinerario conceptual de la


sociología latinoamericana, revista Sociológicas, Porto Alegre, año 14, no 29, jan. /abr.
2012, p. 214-238, recuperado de: a09v1429.pdf (scielo.br)

Tironi, Manuel, Nueva Pobreza Urbana Vivienda y Capital Social en Santiago de Chile,
1985-2001, REVISTA DE SOCIOLOGÍA Nº 17 – 2003 Facultad de Ciencias Sociales –
Universidad de Chile (P. 167- 171), recuperado de: nueva pobreza 2.pdf

Martínez, Adriana, El efecto social del programa moderno. Reseña a "La nueva era de
las desigualdades" de Jean Paul Fitoussi y Pierre Rosanvallon, Instituto de Ciencias
Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Recuperado de: https://www.uaeh.edu.mx/scige/boletin/icshu/n2/r1.html

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