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En esta línea, podemos comprender el racismo contemporáneo como una herramienta exitosa para
perpetuar la exclusión y la vulneración de derechos. Si la exclusión es una de las consecuencias principales
de la práctica racista, al ser cruzado con la problemática de la desigualdad de clase socioeconómica,
encontramos que el racismo refuerza la estigmatización de los grupos en situación de pobreza.
Desde el discurso, la relación entre racismo y pobreza es notable cuando se oyen expresiones asociadas
al racismo biologicista clásico (“ son unos negros”) o al racismo cultural cuando, por ejemplo, el hecho de
escuchar cumbia villera constituye el imaginario social de que “ son unos grasas/gronchos”, porque “eso no
es música”, desvalorizando la capacidad de producción de cultura de las clases populares.
Otro prejuicio muy común que recae sobre la población en situación de pobreza es el que se escucha en las
siguientes afirmaciones: “son todos vagos, no quieren trabajar”, “les gusta vivir así hacinados”, “se llenan
de hijos para cobrar los planes”, entre las más escuchadas.
A su vez, el proceso ideológico de criminalización de la pobreza tiene una matriz racista y en Argentina se
expresa en el estereotipo del “ pibe chorro”: un varón joven con gorra visera y zapatillas deportivas, con un
tono de pelo y piel morochos. No es difícil asociarlo con rasgos
físicos étnico-raciales que comparten comúnmente los pueblos
indígenas y la población migrante de las provincias o de países
limítrofes (de Bolivia, del Perú o del Paraguay principalmente).
No es casual que la población que migra de estos lugares sea en
su mayoría descendientes de pueblos indígenas (coyas, aymaras,
tupí guaraní, mapuches, tobas, entre otros). Observamos
entonces cómo se entrecruzan las identidades y las problemáticas:
las personas migrantes que más sufren la xenofobia son las
racializadas, es decir, las que tienen rasgos afro o indígenas y, justamente, son las que habitan
mayoritariamente en barrios populares o villas de emergencia, sobre los que recaen los principales
prejuicios y estereotipos que fortalecen la exclusión social.
CLASES SOCIALES
Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro, por ocupar puestos
diferentes en un régimen determinado de la economía social”. El conjunto de las clases sociales y sus
relaciones, forman un sistema de clases que es típico de las sociedades industriales modernas. En este tipo de
sociedad se reconoce una mayor movilidad social que en otros sistemas de estratificación social. Es decir,
todos los individuos tienen la posibilidad de escalar o ascender en su posición social por su mérito u otro
factor.
La consecuencia es la ruptura con las organizaciones estamentarias donde cada persona está ubicada según
la tradición en un estrato especifico, normalmente para toda la vida. Sin embargo, pese a estas posibilidades
de ascenso, el sistema de clases no cuestiona la desigualdad en sí misma, sobre todo en países del tercer
mundo donde existen combinaciones de clases y estamentos, develando el ethos colonial de las mismas. La
clase social a la que pertenece un individuo determina sus oportunidades, y se define por aspectos que no se
limitan a la situación económica. También incluyen las maneras de comportarse, los gustos, el lenguaje, las
opiniones… Incluso las creencias éticas y religiosas suelen corresponderse con las de un “status” social o
(posición social).
LA APOROFOBIA:
La aporofobia (del griego ἄπορος áporos ‘pobre’ y φόβος fóbos ‘miedo’1) es el miedo y rechazo hacia
la pobreza y hacia las personas pobres. Es la animosidad, hostilidad y aversión, respecto de las zonas o
barrios carenciados y respecto de las personas pobres, o sea, frente a aquellas personas que se encuentran
desamparadas y con muy pocos recursos.
El concepto de aporofobia fue acuñado en los años 1990 por la filósofa Adela Cortina, catedrática de Ética
y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, para diferenciar esta actitud de la xenofobia, que solo se
refiere al rechazo al extranjero y del racismo, que es la discriminación por grupos étnicos. La diferencia
entre aporofobia y xenofobia o racismo es que socialmente no se discrimina ni margina a
personas inmigrantes o a miembros de otras etnias cuando estas personas tienen patrimonio, recursos
económicos y/o relevancia social y mediática.
Existen políticas públicas orientadas a la seguridad y a la convivencia así como prácticas periodísticas en
torno a la pobreza y la exclusión social que favorecen la transmisión de una imagen de criminalización de la
pobreza.
Estas prácticas políticas, sociales y mediáticas generan representaciones deshumanizadoras de las personas en
situación de extrema pobreza y crean una distancia simbólica entre «nosotros» y «ellos». De este modo, a
través de procesos de deslegitimización y exclusión moral la ciudadanía no se sienten obligada a aplicar las
normas morales, reglas sociales y consideraciones de justicia que aplicarían con la población que no está
excluida socialmente.
En la aporofobia, la pobreza, una circunstancia sobre las condiciones de vida que tiene un origen
multicausal y que muchas veces escapan al control de uno
mismo queda identificada con su propia esencia como si
formasen parte de su identidad. Así, la falta de recursos
pasa de ser una situación a formar parte de lo que uno mismo
es, independientemente del contexto en el que haya crecido y
de su situación de partida.
Sesgo ideológico
Hay varias ideologías que llevan a despreciar a los pobres. Algunas de ellas vinculadas a la derecha
política, Por ejemplo, se basan en la idea de meritocracia para partir de la presuposición de que ser pobre
o no es fundamentalmente una cuestión de actitud personal y de fuerza de voluntad. Esto, además de ser
falso (la pobreza escapa al control del individuo), reproduce un discurso que favorece la marginalización de
Los pobres.
Disonancia cognitiva
La aporofobia también puede basarse en la incomodidad que genera tener a gente pobre en las
proximidades y no hacer nada para mejorar su situación. Este hecho puede llevar a crear prejuicios
simplemente para justificar esa falta de ayuda, algo relacionado con el concepto de disonancia
cognitiva.
La disonancia cognitiva es un estado de tensión psicológica y de malestar que aparece cuando dos ideas
contradictorias entre sí chocan. Para eliminar ese malestar, se intenta "readaptar" una de esas ideas (o ambas)
para que una triunfe sobre la otra o las dos puedan existir a la vez en un esquema de pensamiento diferente.
También es posible que la aporofobia sea causa por la falta de contacto directo con personas pobres, lo cual
hace que la visión que se tiene de ellas se base en los prejuicios, los estereotipos e incluso una
criminalización que reproducen algunos agentes políticos o medios de comunicación. Esto es algo que
muchas veces también está en la raíz del racismo o la xenofobia.
Combatir la aporofobia es complicado, ya que la pobreza es algo generalizado alrededor de todo el mundo
y es fácil que este rechazo social se contagie de un lado a otro. Además, hay pocas entidades comprometidas
en defender los intereses de las persona con pocos recursos.
En este sentido, un modo de combatir la aporofobia es divulgar una visión de la pobreza anti-
esencialista, que no la vincule "la esencia" de las personas sino al modo en el que por varias circunstancias
deben vivir.
También es importante hacer esto sin normalizar la pobreza, como si fuese algo predestinado y
consustancial a todas las sociedades, que no se puede evitar.
Material audiovisual: