Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Chomsky parte de la base de que existe una gnm diferencia cuan tim-
tiva y cualitativa ent"e el contenido de la experiencia Iingüístic:l del nii10
y el contenido de .lo que resu lta de su aprendizaje del Jenguaje , ;1 saber,
su compe tencia lingüística (EL 'eJl,~/laic y el entclldllílicnto, C lp . 2) . Los
datos con los que el niilo cuenta son de número y variclhld mu y reducidos
- piensa Chomsky-; el niño sólo tiene ocasión de 'escucha!' ,1 unas pocas
personas, que son las que usualmente le rodea n , y por consigll iellle sólo
puede haber l en ido experiencia de unos pocos tipos dt: expresiones, qUt'
en su ma yo ría se repite n. De otra parte, el discurso hahlado ordina rio se
caracte riza por su pobre calidad sintácrica y sem¡lntica: SL' dan cortes, con:-;-
trucc iones incorreclas , confusiones de sign ificado , el e ¿Gl11l0 pueJt.: ex pli -
carse que sob re ba!=ie t.m pobre el niño adquiera tina ca pacidad fall riel,!
compleja como la cap<1cidad de produci!' y compn.:ndcr ro,J<1:; las posib les
oraciones correctas de su lengu a Ljue so n potenc ialmente infinit,I:;? En otr:lS
palabras: ¿cómo puede explicarse (Iue con una exper iencia lingüística tan
reducida se adqu iera la competencia lingliísrica ? P ina Chomsk¡ , só lo ¡',IY
una respuesta: el secreto está en lo que el niño ~lportn. El niño debe contar
con recursos que le perm itan consrruir la gramátiGl de su kngu,l con !<ln
escasos datos, y pu es to que no se conoce que exista má s fac ilidad () ma yo r
predisposic ión pa ra aprender una lengua que otras, tales recu rsos debe n
capacitarle para adquir ir indistintamente cualquier lengua y deben ser com -
patibles con rodas las lenguas posibles. Los recursos cirados conslituyen
en definit iva un cierro instrumento para adqui rir e l lenguaj e, y habrán de
incluir . como se ha visto al hnal del capítulo anre rlor , v empl eando tél"-
136
- -- 5. Ideas nonnatas 137
minos que más parecen metafóricos que otra cosa) tanto una teoría lingüís-
tica que especifique la forma de la gramática de cualquier lengua humana
posible como una estra tegia para seleccionar una gramática de la forma
apropiada y que sea compatible con esos datos lingüísticos originales y
primarios (Aspectos, cap. 1) secc. 4). Considerado con más detalle, el ins-
trumento de adquisición del lenguaje habrá de poseer un contenido que sea
el correlato de 10 que contenga una teoría lingüística que aspire a la jus-
tificación explicativa. La razón -como vimos en la sección 4.7- es el
paralelismo que Chomsky asume entre el lingüista que está intentando
formular la gramática de una lengua y el niño que se halla en el proceso
de aprenderla. Si se comparan los ci nco puntos enumerados en aquel lugar
con los cinco aspectos siguientes del instrumento de adquisición del len-
guaje) se verá que corresponden uno a uno. Este instrumento debe) en suma,
contener lo siguiente (Aspectos, cap. 1, secc. 6):
Instrumento de adquisición
del lenguaje
'En el esquema anterior, G1, ~, GJ , ... represen tan las posibles gramá-
ricas que, estando de acuerdo con los universales lingüísticos o gra mática
universal, son asimismo compatibles con los datos obtenidos por la expe-
riencia lingüística. De ellas, la función evaluadora seleccionará la gram¿tica
correcta, cuya interiorización o conoci miento tácito constituye la competen-
cia lingüística (véase Derwing, Transformatioual Grammar as a Theo:ty of
Language Acquisition, seco 3.4) . Por tanto, el instrumento de adquisición
del lenguaje equivale a un procedimiento para descubrir una gramática.
Como puede apreciarse, la posesión innata, e inconsciente, de los uni-
versales lingüísticos o gramática universal, desempeña un papel central en
este modelo. Es la gramática universal la que especifica la forma de la
gramática de cualquier lengua humana posible, pues es «el sistema de prin-
cipios, condiciones y reglas que son elementos o propiedades de todas las
lenguas humanas , no por mero accidente, sino por necesidad, ... por nece-
sidad biológica , no lógica; así, 1a gramática universal puede tomarse como
expres iva de 'la esencia del lenguaje humano'» (Chomsky, Reflec/ion! on
Language, cap. 1, p. 29). Por tratarse de algo biológicamente necesario, su
estudio es una tarea empírica; de modo diferente , una gramá tica universal
que expresara condiciones lógica o conceptualmente necesar ías no sería pro-
piame nte objeto de una investigación empírica. Sobre este último tipo de
estuóio Chomsky se ha manifestado escéptico, y ha dejado bien claro que
el sentido en que toma la expresión «gramática universal» es el primero,
sentido que resultaría, naturalmente, vacuo en e1 caso de que llegara a
descubrirse que la adquisición del lenguaje no obedece a un instrumentt?
específico, si no que es el resultado de procedimientos genéricos de apren-
dizaje (Rules ofJ.d Representotions, cap. 1) .
La gramática universal es , por consiguiente, algo que el niño posee
de modo innato , un conocimiento inconsciente y previo a toda experiencia,
algo que aporta a su proceso de aprendizaje del lenguaje y que lo hace
. posible (Reflections, p. 11 8). Esta hipótesis es, como se ve, sumamente
5. Ideas f10nna tas 139
[u ene en cua nto q ue resa lta la importanc ia del apamlO innato, de Jo que
el niño aporta al proceso de adquisición dcI lenguaje, dejamJo en un se-
Jundo lugar su exper iencia. De aquí que el modelo cho mskiano se preselHe
como mcntalistu y haya sido el caballo de batalb más destacado en ht
polémica de los úl timos años con e l empirismo. ¿P e ro puede n aceptarse
sin más las razones invocadas por Chomsky en favo r de su modelo? ¿Se
t rata de una hipótesis acep table para la exp licación del proceso de adquisi-
ción del lenguaje? ¿Ha sido e mpíricameme confi rm ado en alguna medida ?
Esto es lo qu e t rata remos de ver a cO lllinu ación.
P or la propia índole del plan team iento chom skiano las crí ticas fil osó fi-
cas, psicolingü ísticas y es tri ctamente lingüísticas se han producido e n una
eSlrecha inte rconexión que en ocasiones hace difíci l di sti ngu ir una s de o tras
y SJpesar su importanc ia relat iva. En Jo que sigue resum iré las críticas que
me parecen más acertadas poniendo el énfas is en las q ue, por su ca rácter
epi ste mológico o metodológico, poseen mayor relevancia filosófica.
l I
144 Principios de Filosofía del Lenguaje
- ..---
""
con los dife rcntes tipos de es tímulos, ra nto imernos como CX[cruos. Pero
es l¡lmbién patcntc que su consideració n no bas ta para ex plica r el proceso
de adqui sición del lenguaje, para 10 que hay que tener en cuenta ade más
los complejos problemas que se refieren a la es tructunl sintáctica, semán-
tica y fonológica de las ex presiones. No es, por eso, de ex trañar que los
textos dI.: iJsi t.:olil1g üís tica comple ten las referencias al análisi s func ionalista
de Skinner con consideraciones estructura listas (véanse, por ejemplo, los de
Herr iot y Lise).
I ndudablemente, el conductis mo radica l de Skinner no es más que una
forma, panicularrnenle extremosa, de la posición empir ista en general y
del cond uctismo en particular. Tanto qu e, para algu nos como List, no
puede tomarse como representativo del empirismo (Introdu cción a la psico-
lillgíiística, p . 11 6). De aquí que convenga tener en cuenta que las críticas
de Chomsky a Skinner, en cuanto que se hallan estrechamente vinculadas
a las caregorías de la metodología skinneriana , no afectan de por sí, y en
principio, a Otros psicólogos conducdstas o simple.mente no mentalistas.
Hay otros enfoques alternativos del problema de la adqu isición del lenguaje
que , tota lmente alejados del plantea mie!lto de Skinner, son igual mente in-
compatibles con el ingenuo innatismo chomskiano. Por ejemplo, la teoría
de Piaget.
Es característico de Piaget subord inar el lenguaje al pensamiento y,
con un enfoque también funcionalista, considerar la función verbal como
parte de la función simbólica general, ex plicando la aparición de aquélla
sob re la base de un nivel de conocimiento previamente adqu irido (Psico·
logía del niño, I1LVI ; Seis estudio! de pJicología, 3.1 ; Problemas de psi·
cología genética, 6). El nivel de la inteligencia que es prev io al lenguaje
y que lo hace posible es el que corresponde al pr imero de los cuatro perío-
dos en que Piaget ha dividido el des:nrolls psicológico, a saber, el período
sensomotriz, que va desde el nacimiento a los dos años. Este período se
carac ter iza por la progresiva diferenciación entre el sujeto y los objetos
a base de la manipulación y trato directo con ellos, y tiene como fuentes
de conocimiento fundamentales la coordinación de percepciones y movimien-
tos. Denrro de este período pueden di stinguirse hasta seis eSladios, que
van desde la mera consolidación de los esquemas sensomotrices innatos
hasta la interiorización de estos esquemas por med io de combin aciones
mentales que permiten al sujeto salir de los límites de la pura acción. Re-
cordemos que los otros períodos son: el preoperacional, que va de los dos a
los siete años y en el que se distinguen dos estadios, el preconceptual ,
en el que el niño mantiene una actitud egocéntrica y hace generalizaciones
incorrectas a causa de una parcial incapacidad de abstraer, y el intuitivo,
en el que, alcanzada esta capacidad, el niño utiliza conceptos de clases y
relaciones, a la vez que el egocentrismo deja paso a la socialización; el
período de las operaciones concretas, caracterizado por el uso de operaciones
lógicas como la reversibilidad, la clasificación y la seriaci6!l, y que alcanza
de los siete a los once años, y, finalmente, el período de las operaciones
152 Principios de Fi/osofia del Lenguaje
ctapa infantil, aproximadamente entre Jos tres y Jos seis :Hios. con propo·
SilOS que no son frecuentcmente comunicativos, pues resulta se r él mismo
al ti empo emisor y destinal:uio de sus palabras (todo lo <.:ual IlO es mu y
ll amat ivo si se repara en lo que al aprendizaje del len guaje puede ayud:ll'
la eco lalia y el monólogo); adquirido hacia los siete años un dominio su-
ficiente de la lengua, las formas del lenguaje ego<.:éntrico perderí:lll in1erés
para el niño y daría{1 paso progresivameme al lenguaje interior . El desacier-
to de Piagc[ estaría en habe r sugerido con su terminología que la f.1S t; ego,
cénrrica no es, desde el punto de visra lin gü ístico , social, mienrras que sí
lo es la fase poster ior. De otra parte , es cierro que la [eol'Ía de Piagel
no ha concedido atenc ión suficiente a los factores culturales para los que
el lenguaje constituye el medio más idóneo de transmi sión, ni a la aporta-
ción de aquéllos a la formac ión de los conocimientos y a la es tructuración
de la inteligencia, que parecería resultar exclusivamente de procesos in-
di viduales de adaptac ión.
Una teoría que intenta superar estas deficiencias conservando los acier -
tos básicos de la escuela de Piaget, es la que ha sugerido Bruner (en su
aportación a Studies in Cognitive Growth). La progresiva independencia
que , con respecto a los estímulos inmediatos, caracteriza al desarrollo psi-
cológico del niño , depende -según él- de procesos representativos que
se dan en tres niveles sucesivos. En el primero , se prolonga la acción mo-
triz; las respuestas motoras adquiridas son reproducibles por el sujeto, aun-
que los estímulos originales no estén presentes; a esto denomina Bruner
« representación enactiva». En el segundo nivel se prolonga la organ ización
percepti va, dando lugar los datos sensibles a imágenes, sin necesidad de
recurri r a la acción; a esta for ma de representac ión le llama «icónica». En
el terccr nivel se recur re a símbolos, y se trata por tanto de una represen·
tación simbólica, que incluye el uso del lenguaje. Ca racterísticamente, Bru'
ncr ha subrayado que , mientras que los dos primeros nive,les suponen sim-
plemente la relación del organismo con el medio, el tercer nive l requiere la
cultura, que es la que su mini stra los símbolos, y especialmente el lenguaje.
Una vez que aparece éste, el desarrollo del conocimiento no puede consi-
derarse separado de él, y, por consiguiente, tampoco separado de la cu ltura ,
pues ésta va a operar justamente a través del lenguaje sobre el desarrollo
individual. Como ha señalado Richelle, la teoría de Bruner ti ene un doble
mérito: no separa la adquisición del lenguaje del resto del desarrollo cog·
noscitivo, y al propio tiempo inserta éste en el fenómeno cultural del cual
es parte el lenguaje ( L'acquisition du langage, VI.5, p. 159).
Teorías como las anteriores tienen, a mi juicio, la importante ventaja
sobre la de Chomsky de considerar la adquisición del lenguaje en un con·
texto más amplio, psicológico y cultural, en el que sin duda aquélla dene
lugar. Podría defenderse a Chomsky manifestando que;: presta más atención
a los aspectos estructurales propiamente lingüísticos; pero entonces es obli·
gado añadir que , al declarar innatos la mayor parte de estos aspectos , se ha
renunciado propiamente a explicar su adquisición. Si la gramát ica universal
156 Principios de Filosofia del Lenguaje
especie una función cognoscitiva típica. llamando así a las func iones cerc-
brales que median entre las estimulaciones se nsibles y la respuesta motri z.
La ncurofis io logía de esta función es en gran parte desconocida , pero puc-
den seña larse co mo sus correlaros de compo rta miento la propensión <1 c<1tC-
gorizar de modos específicos (que se basa en la ex tracción de seme janzils),
1" capacidad para reso lver p roblemas , la tendencia a ge neralizar en cierras
di recc iones y la facilidad para memorizar ciertas condic iones. La interacción
de estas capac idades produce en cada especie sus particularidades cognos-
citivas , que determinan, en últ ima instancia, la peculiflf visi6n de la rea lid ad
propia de cada una (cap. 9 .1). Las capac id ades cognoscitivas se diferenci,¡n
espontáneamente co n la maduración, dada ) natu ral mente, la concurrencia
del medio adecuado. Sobre esta base, Lennebe rg expo ne su concepción hio-
lógica del lenguaje en los sig ui entes té rminos (cap. 9. JI ).
El lenguaj e es una manifestación de la s tendenc ias cognoscirivas (cog-
nitive propensities) propias de la especie humana , es deci r, viene determi·
nado por la función cognoscitiva que caracte riza a aquélla . ES la func ión es
una adaptación del proceso, que puede notarse en los animales superiores,
de categorización y extracción de semeja nzas. Según Lenneberg, esta úlrima
no opera solamente sobre los estímulos físicos sino también sob re las ca-
regarías , puesto que las palabras, con excepción de los nombres propios, no
designan objetos directamente sino más bien clases y, por tanto, procesos
de categorización.
Cierras especia li zaciones de la fi siología y ana tomía periférica explica n
algunos de Jos rasgos universales de las lenguas huma nas, pe ro no por ello
pueden tomarse como una explicación de la filogénesis del lenguaje. Ya
en otro lugar Lenneberg ha bía su brayado que el tamaño del cerebro no es
determinante para la capacidad de ap render una le ngua con tal q ue se
trate de un cerebro humano, puesto que ciertos enanos, cuyo cereb ro es
considerab lemc nre más pequeño de [o norma l, no por eso carecen de di cha
capacidad «<A Biological Perspec ti ve of Language», y tambi én en Funda-
mentos biológicos. .. ) 2.11I ). Cienos ra sgos, sin emba rgo , como el desarro-
llo de un tracto supralarí ngeo dividi do en dos conductos curvos, es cons i-
derado por otros como «el estadio fin al cru cial en la evolución del lenguaje
humano» (Lieberman, On the Origins 01 Language, cap. 1 1, p . 159). Esto
habría permitido desarrollar un lenguaje entera mente dependiente del com-
poneme vocal, relegando los gestos a una función auxilia r, paralingüística.
Presu mibleme nte, los australopitecinos pose ían un lenguaje compuesto tan-
to de gestos co mo de elementos vocales; a panir de ell os, algunos homí-
nidos habrían re tenido ese tipo de le ngu aje, mientras que otros habrían evo-
lucionado, sobre la base de una modificac ión del traero supralaríngeo, hac ia
un lenguaje entera mente vocal (véase una clasificación de los restos fós iles
por razón de esta característica , en Lieberman, op. cit., p. 160, Y en su
artículo «Un enfoque unitario de la evolución del lenguaje» , p. 187). Tal
modificación permi tiría definitiva men te producir señal es acústicas óp tima s,
au mentando el repe norio de sonidos producibles y haci éndolos más efica-
158 Principios de Filosofía del Lenguaje
dieciséis y los veintis iete meses, según Brown), existe la siguiente diferen-
cia. Washoe no otorga relevancia al orden de los signos en la secuencia ,
o rden que modifica de forma arbitraria. Mientras que, según ha mostrado
Brown (loc. cit., p. 41), al menos para la lengua inglesa y de acuerdo con
los datos que ha ob tenido experimcntalmt:nre, el orden de las palabras ya
en esa primera etapa es algo a lo que el niño concede una significación.
Claro que aquí cabría observar que esto es cosa más del propio lenguaje
enseñado a Washoe que del uso que ésta hace de aquél. Pues si es correcta
la indicación de Sa mpson (The Form 01 Lallguage, p. 123 ), cllenguaje de
signos manual es utHizado en este experimento es un lenguaje que carece
de sintax is y en el que el orden de las palabras o bien es arbitrario o bien
tiene una función particular cuasi.icónica , por ejemplo, para indicar el or·
den temporal de las partes de un proceso. El propio Sampson menciona
experimentos que mostraban que los usuarios humanos de un lenguaje así
no pod ían expresar por medio de sus signos la diferencia entre un chico
dando una manzana a una chica y una chica dando una manzana a un chico.
Si esto es así, entonces la falta de orden en las secuencias de Washoe no
hay que tomarla como una característica muy peculiar de su comportamien-
to. A decir verdad, Bro",n mismo no concede gran importancia a la cuestión
del orden de los signos. y por diferentes razones a las que sería prolijo
aludi r aquí , piensa que el experimento sumin ist ra razones suficientes para
co nclu ir que Washoe expresa intenciones semánticas (y , por tanto, que su
comportamiento no es el mero resultado de un condicionamiento) y que
ha alcanzado un nivel semejante al primer nivel del desarrollo lingüístico
infa ntil (L o e. cit., p. 43). Como él mismo sugie re, el estudio que tendría
realm ente valor comparativo sería el de un niño que aprendiera ese len-
guaje manual como su primer lenguaje, e infor ma de que Bdlugi-Klima
tiene uno en curso de realización (desgraciadamente no conozco ningún
informe sobre este estudio).
Todo 10 más que podría afirmarse sobre Washoe es, pues , que posee
capacidad para llegar al primer nivel del desarrollo lingüístico humano.
Esto no prueba, si n embargo, que pueda llegar más allá. Brown piensa que
es una capacidad suficiente para justificar un considerable grado de cultura,
y si es así, ello sugiere que los chimpancés no han hecho uso de toda su
capacidad mental. Aunque acaso esto no deba extrañarnos: probablemente
tampoco los seres humanos hemos llegado a utilizar totalmente nuestra
capacidad. El caso es que , debido al crecimiento de Washoe, y por la
ame naza que podía suponer para los ayudantes más jóvenes e inexpertos,
su mantenimiento en condiciones experimentales se hizo tan difícil que
hubo que trasladarla a una reserva de primates. Aunque había intención
de continuar el expe rimento dentro de lo posible, no conozco ningún in·
forme sobre progresos posteriores a 1971. 10 que sí se encuentran son
informes sobre otros experimentos análogos. Así, por ejemplo , Fouts (<<La
adquisición y comprobación de signos gestuales en cuatro chimpancés jó·
venes», 1973) enseñó diez signos de] lenguaje de Washoe a cuatro chim·
pancés, dos machos y dos hembras , a fin de comparar el ritmo de adquisi.
5. Ideas nonnatas 163
ClOn entre ellos y \'(Iashoe. Los resultados muestran que unos signos son
más fáciles de adquiri r que orros, y que unos chimpancés liencn más habi-
lidad O ca pacidad para adquirir signos que otros. La comparación con
Washoe prueba que el caso de ésta no es en modo algu no excepcional.
Olro experimento semejante es el iniciado por los propios Gard ner en
1972 (<<Signos tempranos de lenguaje en el niiio y en el chimpancé», 1975).
La pri ncipal novedad es que los chimpancés some tidos a experimemación
(dos, según el informe que acabo de citar) eran rec ién nacidos, y es tuv ieron
so metidos al experimento desde el comienzo de sus vidas. Los ayudan res
del experimento eran, por su parte, o sordomudos o hijos de sordomudos,
y por ello mucho más expertos y fluidos en el uso del lenguaje de signos.
El in forme relata que los simios comenzaron a usar signos cuando conta-
ban unos tres meses, y a los seis meses usaban ya unos quince signos. Para
estimar la diferencia con \'(Iashoe, piénsese que és ta , a los seis meses , sólo
utiJizaba dos signos. La diferencia, daro es tá, no se debe a diferencias de
capacidad en los nuevos sujetos del experimento, sino al mayor dominio dd
lenguaje manual que tienen los experimentadores y a la más temprana edad
en que iniciaron el experimento los chimpancés.
A resultados aún más espectaculares parece haber llegado el chimpancé,
también hembra, Sa rah, sometido a experimentación por Premack a partir
de 1966 (sobre este caso hay varios informes y un voluminoso libro; en
castell ano , «A lgunas características generales de un método para enseñar
el lenguaj e a organismos que normalmente no lo adquieren); el libro, de
Premack, es l ntelligence in Ape and Man). El lenguaje ensei'lado a Sa rah
difiere notablemente dd utilizado en los experimentos que hemos comen-
wdo. En es te caso se trataba de piezas de plástico, de diferentes tamaños ,
colo res y fo rmas, y con el reverso de metal, lo que permitía adherirlas a
una pizarra magnética . Los signos formaban secue ncias que se representa-
ban verticalmente sobre la pizarra; la razón de esta escri tura vertical , segú n
Premack, cs quc , desde un principio, el simio pareció preferirla . Propia-
mente, pues, puede decirse que Sarah aprendió a leer y escribir. Cada pieza
de plástico representaba una palabra, y hacia 1972 Sarah ut ilizaba ciento
rteinta piezas. con un índice de aciertos entre el 75 y el 80 por 100
(Premack, «Teaching Language to An Ape», p. 92). Lo más llamativo es
el amplio alcance semántico de algunas de estas piezas. Por lo pronm había
dos que oficiaban como nombres propios para designar , respecti va mente,
a Sarah y a la experimentadora. Otros símbolos representaban las habi-
tuales clases de objetos: plátano, cubo, plato, manzana ... ; algunos verbos
como dar, coger, colocar; propiedades como rojo y amarillo, grande y pe-
queíio, redondo y cuadrado; y términos cuantificadores como todos, ningu-
no, uno y varios. H abía, además, piezas que representaban rel aciones como
igual a y distinto de; había un símbolo para la afirmación , otro para la
negación y Otro para la interrogación, así como otra pieza representando
la relación condicional si ... entonces. Y más interesa nte aún: para cada uno
de los pares de propiedades mencionados ex is tía una pieza que significaba
la correspondiente propiedad de segundo orden: ser·el-color-de, ser-el-tama-
164
--.,..--- --
Principios de Filosofía del Lenguaje
-
ño-de, y ser-la-forma-de. Había, finalmente , una pieza de carác ter claramente
metalingüístico, puesto que func ionaba con el significado de ser-el-nombre-de.
Con estos elementos, los experimentadores consiguieron que Sa rah des-
cifrara y reprodujera «oraciones» de una complejida.:l semántica muy llama-
tiva. Premack seguía con ella el método skinneriano de las aproximaciones
sucesivas por el que iba condicionando su comportamiento a base de pre-
miar sus aciertos parciales, hasta conseguir así un éx ito tota l en la conducta
comunicativa. Las diferentes oraciones o secuencias de signos que Sarah
consiguió aprender a completar resultan, en esta medida, un tanto inconexas
y como no integradas en un sistema conjunto, según ha puesto de mani-
fiesto Brown (A First Language, p. 34). Pero ciertamente algunas de estas
oraciones, si efectivamente eran «entendidas» por Sarah, suponen una ca-
pacidad mental claramente lingüística. Así, por ejemplo, cuando entre dos
objetos el experimentador colocaba el signo de interrogación y los signos
de igual a y distinto de , el chimpancé aprendió a sus tituir el signo de inte-
rrogación por uno de estos dos últimos, según los objetos fueran iguales
o diferentes . Aprendió igualmente a colocar la pieza para ser el nombre de
entre la pieza que significaba manzana y una manzana rea1.. añad iendo la
pieza no si en lugar de una manzana se colocaba otra fruta. Utilizaba tam-
bién correctamente la pieza que significaba si ... entonces, pieza que colo-
caba entre la oración antecedente y la oracieSn consecuente, al modo como
se utiliza en lógica el signo correspondiente, y demostró capacidad para
transferir esta relación a contextos nuevos. Podía asim ismo formar oracio-
nes del tipo de «amarillo no ser-el-color·de manzana», en contestación a
una pregunta formada por el símbolo de amarillo, el símbolo de la interro-
gación y el símbolo de manzana.
¿Qué decir sobr~ los éxitos de Sarah? Premack piensa que resiste bien
la compara:::ión con un niño de dos años en lo que a habilidad lingüística
se refiere «<Teaching Language to an Ape», p. 99), Y que la comparación
está justificada por lo que toca a su peculiar lenguaje. ¿Cuándo deja una
pieza de plástico de ser una pieza de plástico para convertirse en una pa-
labra ? La respuesta de Premack es simple: cuando se usa como una pala-
bra, cuando aparece junto con otras palabras de la clase gramatical apro-
piada formando oraciones, cuando se usa como respuesta o co mo parte
de una respuesta a una pregunta (<<Language in Chim panzee?» , p. 820).
Como en el caso anterior, discutir si estamos o no ante un auténtico len-
gua je sería errar el ti ro. Por un lado , las diferencias entre este juego de
cientn treinta fichas y el sistema de los ffmemas de una lengua son 10 bas-
tante claras como para que no tenga interés seña larlas, especial mente desde
el punto de vista de sus posibilidades de comhinación y del alcance de sus
significaciones. La cuestión, una vez más, es lo que representan las hab i-
lidades adquiridas por el simio en cuanto expresivas .de una posible capa-
cidad lingüística. Y en este aspecto , y a pesar de los excelentes resultados
del experimento, no parece que se puedan sacar conclusiones diversas de
las obtenidas en el caso de Washoe. De hecho, y en comparación con ésta,
se ha notado en el caso de Sarah una mayor pasividad . Como ha señalado
5. Ideas nonnatas 165
Brown (loc. cit.), Sarah no parecía interesarse por las pi ezas de plástico
salvo bajo estimulaciones previas del experimentador, y no demostró capa-
cidad apreciable de iniciar la comunicación. Esto podría ser debido a las
condiciones del experimento, quc, a difcrencia del realizado con Washoe,
tal vez no atendió al desarrollo de la iniciativa del chi mpancé, pero no
deja de ser llamativo, y en este punto Sarah está, desde luego, muy por
debajo de Washoe. El Índice de aciertos de aquélla, por otra parte y como
ya se mencionó antes, aunque tan alto que llegó al 80 por 100 de los
casos, no alcanza aún al ideal 100 por 100. Aquí puede uno extrañarse,
por cierto, como hace Brown (loc. cit., p. 44), por el hecho de que el
Índice de aciertos no varíe de acuerdo con la complejidad de las estructuras
y de los símbolos usados, de manera que Sarah acerraba lo mi smo cual-
quiera que fuera la aparente dificultad del caso propuesto. Brown sugiere,
a causa de ello, que los éxitos de aquélla acaso no obedezcan a una autén-
tica comprensión se miósica de la función de las piezas de plástico tanto
como a su habi lidad para desarrollar un cierto comportamiento operante
en respuesta a ciertos estímulos que no se agorarían en las preguntas del
experiment':l.dor sino que incluirían también determinadas características
del entorno experimental. Es decir , que podría ser un caso semejante al
de los pichones que fueron entrenados para hacer algo parecido al juego
de ping-pong, aunque naturalmente no puede decirse que propiamente es-
tu vieran jugando.
En última instancia, parece que lo que se ha ganado en cuanto a com-
plejidad de las estructuras o a dificultad se mántica de al gu nos de los símbo-
los empl eados, se ha perdido en cuanto a la riqueza y autonomía de las
formas de comporra miento adqu iridas. En mi opinión, el balance final es
má s favorable a Washoe que a Sarah. y ello por estas razones. El compor-
tamiento de la primera era más activo y daba la clara impresión de estar
más libre de las condiciones experimentales inmediatas. De otra parte, su
lenguaje, aunque sintáctica y semánticamente era más sencillo , era más hu -
mano, y·se utilizaba en más directa vincu lación con las situaciones normales
de su vida cotidiana (una vida que, en algún grado, constituía un reflejo
de la vida humana). No hace falra añadir que Premack tiene una opinión
co nsiderableme nte más alta de las capacidades de su chimpancé , y que
algún autor, como Sampson, piensa incluso que los resultados del expe-
rimento de Sarah constituyen un contraejemplo para las afirmaciones de
Chomsky reprodu cidas al comie nzo de esta sección (Sampson, The Form 01
Language, p. 126). La justificación para los juicios de Premack y Sampson
me parece por demás obscura.
Muy diferente es el experimento desarrollado posteriormente con otro
chimpancé hembra , Lana , y sobre el que han informado Rumbaugh, Gil l
y van Glasersfeld (<< La lectura y el completado de oraciones realizados por
un chimpancé», 1973). Aquí la comunicación del ch im pancé se realizaba
con una máquina, un o rdenador de particulares características. Formaban
pa rte de él consolas provistas de teclas de palabras, así co mo un dispositivo
para su min istrar las recompensas (comida, bebidas, juguetes, etc.). Una de
166 Principios de Fifosofía del Lenguaje