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Alicia Pinzás Stoll, Claudia Maldonado Cáceres y José Riqueros Morante (2019)
Alicia Pinzás, Claudia Maldonado y José Riqueros revisan los conceptos fundamentales
de lenguaje, lengua y habla para diferenciar la capacidad del lenguaje de su ejecución o
uso a partir de los aportes de Noam Chomsky, Ferdinand de Saussure y Eugenio Coseriu.
Sitúan esta reflexión en el contexto de las prácticas letradas académicas propias de la
universidad y que constituyen el espacio en el que se inserta el trabajo de este curso y de
todas las materias universitarias.
1. LENGUAJE y LENGUA
Chomsky dejó claramente establecida la naturaleza del lenguaje cuando precisó que este
es una capacidad humana innata, resultado de la evolución de la especie y, por lo mismo,
herencia biológica (genética) que le permite al humano comunicar por medio de palabras.
Es evidente el rápido y natural proceso por el que los niños de cualquier grupo humano
dominan la lengua de su entorno sin dificultades mayores y sin necesidad de enseñanza
formal propiamente dicha. Chomsky sostiene que debe haber algo en sus cerebros que
hace posible este logro. El estímulo lingüístico del entorno, que llega al niño como
resultado de su inmersión en la vida de una comunidad hablante, no es ni ordenado, ni
secuencial, ni jerarquizado por grado de dificultad. Los niños solo viven, y como la vida
humana está mediada por la lengua del entorno, es el contacto y la interacción con su
medio lo que les permite, en muy corto plazo, apropiarse del sistema (o código) que se
use en a su alrededor.
Aquello que permite ese desarrollo es lo que Chomsky llama “dispositivo de adquisición
del lenguaje” (DAL), el cual está presente en el cerebro del niño de manera innata. Este
dispositivo posibilita poner en juego reglas gramaticales generales y universales que, en
tanto estructuras predeterminadas, permiten que cualquier ser humano se apropie durante
la infancia de formas particulares, propias a la lengua de su entorno. Es así como el niño
genera reglas de tipo más bien particular, que le permiten expresarse prontamente, por
ejemplo, en español, chino, quechua o ruso. El conjunto de reglas generales y universales
recibe el nombre de gramática universal (GU), y las reglas particulares constituyen la
gramática específica de la lengua que le tocó en suerte por su contexto de nacimiento.
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Lo previamente detallado explica por qué, para un menor de cinco años, no hay ninguna
lengua más difícil que otra. Casos abundan para ejemplificar cómo un niño o niña de
padres con lenguas distintas desarrolla, en un proceso de bilingüismo de cuna, dos
sistemas gramaticales con total naturalidad. Y si a las lenguas que escucha y usa en su
hogar se añade una tercera diferente, por ejemplo, en la escuela, el niño dominará las tres
con igual éxito. Todo ello es posible mientras el menor se halle dentro del llamado periodo
crítico para el desarrollo de las lenguas (maternas o no) presentes en su entorno. Se suele
señalar que este tiempo privilegiado dura hasta los cinco años, o se extiende hasta la
pubertad. Mientras el joven cerebro reciba el estímulo lingüístico de su entorno dentro de
esos plazos, la adquisición, facilitada por la GU y un DAL totalmente disponibles, será
natural y sin esfuerzo. Quienes aprendan luego de ese tiempo tendrán que enfrentar
mayores dificultades, sin que por ello sea imposible su cometido, pues bien es sabido que
se puede dominar varias otras, con estudio y tiempo, más allá de la infancia.
Una vez establecido el concepto de lenguaje como una capacidad innata que le permite al
ser humano comunicarse por medio de palabras, la pregunta es la siguiente: ¿Qué son,
pues, las lenguas? Estas son productos culturales, heredados ya no biológicamente, sino
de manera histórica, dentro de una comunidad. Las lenguas tienen una historia, amarrada
a la experiencia y al devenir de las comunidades que las hablan. Estas suelen reconocer
espacios geográficos como propios, en los que se desarrollan en el tiempo. Las lenguas
también viajan, se desplazan, colonizan nuevos espacios y mutan.
Un claro ejemplo del desarrollo de las lenguas es la aparición gradual de las lenguas
romances en Europa. Todas ellas parten del latín. Con el paso de los siglos y la necesidad
de los pueblos de diferenciarse unos de otros, surgieron el español (o castellano), el
francés, el portugués, el italiano, el catalán, el rumano y el retorrománico. En el caso
específico del español, se postula que sus primeros rasgos aparecen en los siglos IX y X
de nuestra era. El español que hablamos hoy todos los días no es más que la evolución de
un proceso largo y complejo que se inicia en las mencionadas centurias.
Existe una gran diversidad de lenguas. Todas ellas constituyen sistemas o códigos
altamente complejos que satisfacen todas las necesidades comunicativas de la comunidad
que las emplea. Hoy se reconoce que existen, aproximadamente, 7 000 en el mundo, todas
ellas en procesos de vida, desarrollo e incluso muerte, en función de lo que les ocurre o
deja de ocurrir a sus hablantes. En el Perú, según datos oficiales del Ministerio de Cultura,
existen 48 lenguas en diferentes condiciones de existencia. Entre las más habladas, aparte
del español, se encuentran el quechua, el aimara y el ashaninka.
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DEL LENGUAJE A LA VARIEDAD ACADÉMICA (2)
Alicia Pinzás Stoll, Claudia Maldonado Cáceres y José Riqueros Morante (2019)
2. LENGUA y HABLA
Los trabajos de Ferdinand de Saussure, publicados por sus discípulos en 1916, marcaron
un hito en la reflexión sobre el lenguaje y las lenguas, iniciando lo que consensualmente
se considera la lingüística moderna. Sus postulados abrieron originales campos de
investigación no solo en la lingüística, sino también en la semiótica y la antropología.
Para lograrlo recurriremos a la distinción que establece Saussure entre lengua (langue) y
habla (parole), no como dos objetos distintos, sino como dos aspectos diferentes, pero
inseparables y en continua relación, del mismo fenómeno. El acto concreto a través del
cual se ejerce la facultad del lenguaje es el habla, que solo es posible porque existe un
conjunto de convenciones que hacen viables este acto y que constituyen la lengua.
El enunciado (b) nos parecerá muy extraño, gramaticalmente hablando, porque en este no
hay concordancia entre el sustantivo “juego” y el adjetivo “divertido”. En contraste, nos
resulta natural el enunciado (a), ya que en este se cumple lo exigido por el sistema del
español: “juego” y “divertido” deben concordar en género gramatical masculino. Cabe
resaltar que no todas las lenguas comparten las mismas reglas porque sus sistemas tienen
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características diferentes; por ejemplo, la regla de concordancia de género antes descrita
es parte del español y no del sistema del inglés.
En la lengua así concebida no hay nada individual, sino que resulta ser la suma de todas
las imágenes de palabras y asociaciones comunes a todos los hablantes de una lengua
determinada. Por su intermedio, todos los individuos que forman parte de una misma
comunidad lingüística comparten estos conocimientos de manera implícita, lo que les
permite "hablar", es decir, realizar "actos de habla", sin necesidad de que alguien les haya
enseñado gramática de manera explícita. Por ello, siguiendo a Saussure, podemos afirmar
que la lengua es una realidad social que no está completa en ningún individuo (no existe
perfectamente sino en la masa), que es un producto social de la facultad del lenguaje, que
es un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir
el ejercicio de esa facultad en los individuos (una especie de contrato establecido entre
los miembros de una comunidad).
La lengua es, finalmente, más o menos fija y perdurable; supone continuidad en el tiempo,
pero, aunque parece inmodificable, no lo es, puesto que puede sufrir transformaciones
que, sin embargo, se dan en períodos de tiempo relativamente largos. Así, podemos
constatar que el castellano del siglo XIII muestra bastantes diferencias con el del siglo
XVII y este con el actual.
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El siguiente cuadro propuesto por María García y Ralph Penny (2013) resume algunos de
los cambios para la conjugación de los verbos españoles actuales terminados en “-er”.
En tanto que acto individual, el habla incluye tanto la actividad por la cual el individuo
elige y combina los elementos de la lengua que considera necesarios (codificación), como
el mecanismo psicofísico que le permite exteriorizar estas combinaciones, es decir, los
actos de fonación necesarios para ejecutarlas; por lo anterior, todo acto de habla es de
naturaleza psíquica, fisiológica y física.
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En conclusión, cada vez que codificamos un mensaje, a partir de nuestros conocimientos
de una lengua dada, y realizamos el acto de fonación necesario para transmitir una
información a un receptor, estamos realizando un acto de habla.
LENGUA HABLA
social individual
De acuerdo con Saussure, hay interdependencia entre lengua y habla, "aquella es a la vez
el instrumento y el producto de esta"; la lengua es necesaria para que el habla cumpla con
su objetivo, pero esta es necesaria para que la lengua se establezca: "históricamente, el
acto de habla precede siempre", ya que nuestros hábitos lingüísticos se podrán ir
modificando cuando escuchamos actos de habla innovadores y los adoptamos.
Una analogía nos permitirá entender mejor la distinción entre los conceptos de lengua y
habla, así como su interdependencia. Podríamos relacionar esta oposición con la actividad
de la preparación de alimentos, por ejemplo. Para realizar esta actividad necesitamos, por
un lado, contar con la existencia de elementos de los que podemos disponer, es decir, de
un conjunto de ingredientes. En nuestra despensa tendremos arroz, fideos, azúcar, sal,
huevos, leche, carne, pescado, aceite, cebollas, ají, tomates, limones, café, cocoa, etc.;
además, hemos aprendido algunas reglas básicas para una adecuada combinación de estos
elementos con el objeto de que sirvan para la alimentación: por ejemplo, el aceite se pone
en una sartén y se calienta para freír carne, o se echa directamente sobre los tomates para
hacer una ensalada; para cada comida vamos a utilizar, en cada ocasión particular, ciertos
ingredientes y los vamos a combinar de esa cierta manera que hemos elegido para esta
vez; para cada comida no utilizamos toda la despensa ni todas las posibles reglas de
combinación de sus elementos. Esa actividad de "cocinar" se concreta en la preparación
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de un plato específico, por ejemplo, un lomito saltado, un cebiche, un arroz con leche,
etc. Para cada plato hemos elegido algunos de los ingredientes, los hemos combinado
según ciertas reglas y hemos obtenido, si lo hemos hecho adecuadamente, el resultado
esperado.
Si relacionamos esta actividad con el problema que nos ocupa, podríamos considerar el
conjunto de ingredientes de nuestra despensa y las reglas para su combinación como la
lengua, y cada una de las preparaciones específicas, como un acto concreto de la actividad
de cocinar, un acto de habla.
No debemos olvidar, puesto que estamos realizando una reflexión teórica, que estos dos
términos se refieren a una abstracción científica necesaria para el estudio; en la práctica,
lo único que podemos observar directamente es el habla.
La oposición que propone de Saussure entre lengua y habla permite comprender mejor el
fenómeno lingüístico; sin embargo, esta dicotomía es insuficiente para algunos
estudiosos, y es necesario distinguir otros niveles para precisar la manera como se ejerce
la facultad del lenguaje.
El sistema sería así el conjunto de virtualidades o potencialidades que se nos ofrecen para
poder ejercer la actividad lingüística y que para Coseriu constituyen las "coordenadas que
indican caminos abiertos o caminos cerrados" para toda una comunidad lingüística. Esto
corresponde perfectamente con la definición saussureana de lengua que hemos
desarrollado anteriormente. En nuestro caso, por ejemplo, el sistema a partir del cual
realizamos nuestros actos de habla es el castellano.
La norma, por su parte, sería "un sistema de imposiciones sociales y culturales que varía
según la comunidad", estaría constituida por los elementos y reglas de combinación que
son "normales y tradicionales en la comunidad". Es decir, es el sistema compartido por
un grupo de hablantes con una identidad colectiva determinada por ciertas características
geográficas, socioeconómicas, culturales, etc.
El término “norma” utilizado por Coseriu equivale a lo que la mayoría de estudiosos llama
“variedad lingüística”. De esta manera podemos explicar cómo un mismo sistema, como
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el castellano, por ejemplo, presenta variedades lingüísticas distintas; es decir, diferencias
sistemáticas tanto en el aspecto fonético, como en el sintáctico y en el léxico, que
dependen de factores diversos.
El primero de ellos es el factor geográfico: las características de una lengua varían según
el lugar o región donde viven sus hablantes y en este caso distinguiremos variedades
dialectales o dialectos. En efecto, los habitantes de España y de los países
latinoamericanos compartimos un mismo sistema: la lengua castellana. Pero en cada uno
de nuestros países el conjunto de posibilidades que se le ofrecen al hablante no es el
mismo; así, el dialecto peruano, a nivel del léxico, nos da la posibilidad de utilizar las
palabras "auto" y "carro" para representar el mismo concepto; en cambio, en la variedad
dialectal española estas dos posibilidades no existen, pues allá las posibilidades son "auto"
o "coche"; igualmente, la variedad dialectal chilena distingue entre "novia" y "polola",
mientras que nosotros lo hacemos entre "novia" y "enamorada". En lo que se refiere al
nivel fonológico, en el Perú, "casa" y "caza" se confunden porque nuestra variedad
dialectal ofrece solo un fonema, la /s/ que se realiza como una dental sorda; mientras que
en la española se diferencian claramente por la oposición entre el fonema /s/ dental sordo
y el fonema /Θ/, interdental sordo. En el dialecto limeño la /j/ de /pojo/ (pollo) se realiza
siempre como una semiconsonante, mientras que en el rioplatense este mismo fonema /j/
se realiza más bien como una africada. En cuanto al aspecto sintáctico, la variedad
dialectal centroamericana acepta formas como “¿Qué cosa tú quieres?”, mientras que el
hablante peruano diría “¿Qué quieres tú?” o, simplemente, “¿Qué quieres?” como
perfectamente posibles.
Sistema
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Estamos en condiciones, entonces, de afirmar que en un mismo sistema podemos
identificar variedades lingüísticas diferentes que comparten ciertos grupos (regionales,
generacionales, socioculturales) y dentro de cada uno de esos grupos, innumerables
idiolectos, ya que cada individuo preferirá y repetirá algunas de las posibilidades que le
concede su variedad y, en cambio, dejará de lado otras.
El hablar, entonces, supone ese primer nivel de abstracción que es la variedad lingüística,
por un lado; y supone también ese segundo nivel de abstracción constituido por el sistema.
Para precisar su propuesta teórica, Coseriu declara que la norma individual, la norma
social y el sistema no son sino distintos grados de formalización del hablar mismo; la
norma individual contiene la norma social y el sistema, y la norma social contiene el
sistema.
Existe, entre los hablantes de una lengua, una clara conciencia respecto de la diferente
valoración que socialmente se le otorga a cierta forma de hablar, a cierto modo y uso, por
encima de otros. Los hablantes reconocen qué usos son prestigiosos y aceptan, las más de
las veces sin cuestionamientos, que “esto se dice así” o “aquello no se dice”. Usualmente,
las formas dialectales muy marcadas (en cuanto a acento, estructura o léxico) suelen
considerarse menos “correctas” que otras formas supuestamente “mejores” por ser más
neutrales, menos marcadas, pertenecientes a la llamada variedad estándar o variedad
prestigiosa que, en cada comunidad, se termina imponiendo desde los grupos a los que se
les reconoce el poder de definir cómo se debe usar el idioma.
Son las élites letradas, los profesionales, los académicos, así como los medios de
comunicación masivos, “oficiales” o reconocidos, quienes marcan la pauta de lo que se
debe o no se debe usar. Y eso obedece a criterios no lingüísticos, sino de otra y muy
diversa naturaleza. Con frecuencia, por ejemplo, los usos de las capitales son incluidos
preferentemente en la lista de lo correcto o prestigioso, en desmedro de formas propias
de comunidades más pequeñas.
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No cabe duda, entonces, de que el poder que se reconoce a ciertos grupos por factores
extralingüísticos (poder económico, reconocimiento académico, valoración social y
cultural, centralismo político, etc.) termina haciendo que las formas de habla de esos
mismos grupos se aprecien como mejores, más adecuadas, más correctas, sin que ello
tenga ningún sustento en criterios científicos o de comunicación.
GUÍA DE LECTURA
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