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BLOQUE 2.

La Edad Media: Tres culturas y un mapa político en constante


cambio (711-1474)

2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y


califato de Córdoba.
La conquista de la península ibérica por los árabes debemos analizarla con
relación a dos hechos importantes:
Para los árabes supone una fase más de la conquista y expansión iniciada
en el siglo VII que creó un imperio desde la India hasta el Mediterráneo
occidental.
Por otra parte, la debilidad del estado visigodo en el que eran frecuentes
las luchas sucesorias; en el año 711, fecha de la llegada de los musulmanes, la
lucha era entre el rey don Rodrigo y los sucesores del anterior monarca, el rey
Witiza. Estos, viendo el potencial militar de los beréberes, al otro lado del
Estrecho, les piden ayuda, por lo que los musulmanes entran en la Península
llamados por los propios visigodos.
A la propia debilidad de la monarquía visigoda, incapaz de formar un ejército
potente, hay que añadir la indiferencia de la población hispanorromana, cuya
aristocracia prefirió pactar con los nuevos ocupantes para no perder sus bienes,
así como el apoyo de los judíos que veían en los musulmanes a unos liberadores.
Aprovechando las circunstancias favorables, los beréberes, al mando del
general Tariq penetrarán en la Península enfrentándose a don Rodrigo,
derrotado en la BATALLA DE GUADALETE en el 711. Mientras Tariq ocupaba
Córdoba y se dirigía hacia Toledo, otro ejército, de mayoría árabe, mandado por
el gobernador de Ifriqiya Musa ibn Nusayr cruzaba el Estrecho en dirección a
Sevilla. Aprovechando las vías romanas, en apenas cinco años, llegan al norte,
en una fulgurante conquista, la cual se vio limitada por:
La derrota en la batalla de Poitiers (732) ante Carlos Martel al frente de un
ejército de los francos.
La tenaz resistencia que grupos de población situados en la cordillera
cantábrica oponen a ser invadidos, ejemplo de esta resistencia es la batalla de
Covadonga (722), en la que Pelayo derrota a los musulmanes. También surgen
núcleos de resistencia en los valles pirenaicos: Pamplona, Aragón o Cataluña.
La parte de la Península dominada por los musulmanes pasó a denominarse
AL-ANDALUS y su capital se establecerá en CÓRDOBA.

Desde el momento de la conquista y hasta el fin de la dinastía Omeya, se


establecen los siguientes periodos en la historia de al Andalus:

Emirato Dependiente 711-756: Tras la invasión musulmana, la mayor parte de


la península ibérica se convirtió en una provincia del califato islámico, al-
Ándalus. Al frente de este territorio se colocó a un Emir o gobernador que
actuaba como delegado del Califa musulmán, por entonces perteneciente a la
dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.

Emirato Independiente 765-929: A mediados del siglo VIII tuvo lugar un hecho
clave. La dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abbasí, familia que se
adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar,
refugiándose en al-Ándalus, donde, gracias a los apoyos que encontró, se
proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I (756-788), quien acabó con la

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dependencia política de al Ándalus respecto al califato Abbasí, que había
establecido su sede en la ciudad de Bagdad. Abd-al-Rahmán I fijó su capital en
la ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado
independiente en Al Ándalus. Para ello reorganizó el ejército y la administración
y apaciguó la Península, sometiendo tanto a sirios como a yemeníes y haciendo
frente a las revueltas proabbasis. . Embelleció Córdoba donde inició la
construcción de la mezquita. Durante dos siglos sus sucesores asentaron el
dominio sobre el territorio. Sin embargo, al comenzar el siglo X los problemas se
multiplicaban: sublevaciones de familias andalusíes, rebelión de los cristianos
mozárabes, etc.

El Califato de Córdoba 929-1031: Un importante paso en el fortalecimiento de


al-Ándalus se dio en el año 929, cuando el emir Abd-al-Rahman III (912-961)
decidió proclamarse Califa, cargo en el que confluían el poder político y el
religioso. Pacificó al-Ándalus y se convirtió en árbitro de la política peninsular.
Unos años después de su autoproclamación, Abd-al-Rahman III ordenó
construir, al oeste de la capital, la impresionante ciudad-palacio de Medina
Azahara (Madinat al-Zahra), convertida en residencia califal y en el centro del
poder político de Al-Ándalus. Con su hijo y sucesor Al-Hakam II (961-976) al-
Ándalus vivió el momento de mayor esplendor político, cultural, científico y
artístico. A él se debe la ampliación más bella de la mezquita de Córdoba.

En las últimas décadas del siglo X, Almanzor se hizo con el poder efectivo en
al-Ándalus; ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Mientras
tanto, el califa de la época, Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de
Madinat al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político. Almanzor, que
basó su poder en el Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes,
organizó terroríficas campañas (aceifas) contra los cristianos del norte
peninsular. Su muerte en año 1002 inició el proceso de descomposición política
(fitna) que llevó al fin del Califato en el 1031.

2.2. Al Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.

La muerte de Almanzor en 1002 abrió en al-Ándalus una larga etapa de


fragmentación y disputa (fitna). En menos de treinta años nueve califas se
sucedieron en el trono, finalmente el califato de Córdoba terminó por
desaparecer en el año 1031. En su lugar surgió un mosaico de pequeños reinos
llamados taifas.

En un principio el Califato se fragmentó en veintisiete reinos de taifas. Los más


débiles fueron desapareciendo y fueron anexionados por los más poderosos.

Estos reinos se agrupaban según el componente étnico de sus dirigentes:

 Taifas árabes o andalusíes: Sevilla, Córdoba, Toledo,


Badajoz, Zaragoza...
 Taifas eslavas: Tortosa, Valencia, Játiva...
 Taifas beréberes: Granada, Málaga, Algeciras...

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Estos pequeños reinos, mucho más débiles que el Califato, se mostraron
sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los que entregaban unos tributos
llamados parias. Mientras tanto, el avance de la reconquista cristiana culminó
con la conquista de Toledo en el 1085 por parte del monarca castellano Alfonso
VI

Una vez rota su unidad, al-Ándalus estuvo a merced de los cristianos del norte,
que procedieron a la ocupación paulatina de los territorios que habían estado
bajo el poder musulmán. No obstante, ese proceso no fue lineal, pues hubo
momentos de corta duración en los que la unidad andalusí pudo reconstruirse.
Así, tras la caída de Toledo, los reyes de Sevilla, Granada y Badajoz solicitaron
ayuda a los almorávides norteafricanos. Su jefe, Yusuf Ibn Tashufin,
desembarcó en Algeciras y se enfrentó en 1086 a Alfonso VI en Sagrajas
(Zalaca), obteniendo una resonante victoria y haciendo huir herido al monarca
castellano. Tashufin regresó a África, pero retornó a la Península llamado por los
alfaquíes, que habían declarado fuera del islam a los reyes de taifas. Reunificó
así al Andalus bajo su poder. Su hijo, Ali ben Yusuf, derrotó a los cristianos en
Uclés en el año 1108 y logró someter a la taifa zaragozana.

Agotado el ímpetu bélico de los almorávides, estos fueron sustituidos en el norte


de África por los almohades, surgiendo de nuevo las taifas en al Andalus.

Como el peligro de los cristianos seguía latente, algunos de los nuevos reyes
musulmanes llamaron a los almohades, quienes sometieron a los reyezuelos de
taifas y establecieron su capital en Sevilla, ciudad que embellecieron
notablemente (Giralda, Torre del Oro). Obtuvieron sobre los castellanos una
resonante victoria en Alarcos en 1195, tras la cual se formó una coalición
cristiana dirigida por Alfonso VIII de Castilla y derrotó a los almohades en las
Navas de Tolosa en 1212. A partir de esta derrota el avance cristiano fue
imparable y la España musulmana acabó reducida al pequeño reino de Granada,
que sobrevivirá durante dos siglos y medio, hasta la conquista castellana. Creado
por el emir Muhammad I, se extenderá por Málaga, Granada, Almería y la parte
oriental de Cádiz. Era un reino próspero y bastante poblado, pero dependía
políticamente de Castilla. Así, los reyes granadinos pagaban un tributo a los
monarcas castellanos y les ayudaban en caso de guerra.
Los enfrentamientos internos entre la dinastía nazarí y otras familias nobles
debilitaron al reino, que acabó entregándose a los Reyes Católicos en 1492.

2.3. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura.

La sociedad andalusí se estructuraba según la religión en dos grandes grupos:


Musulmanes: Practicaban el islam y se dividían, a su vez, según su origen:
beréberes (norteafricanos), árabes (yemeníes y sirios), muladíes (hispanogodos)
y eslavos; No musulmanes: Mozárabes (cristianos) y judíos.

Si atendemos a factores políticos y económicos encontramos en al


Ándalus las siguientes divisiones sociales:

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 Nobleza (jassa): Formada por las familias nobles, poseedoras de
extensos dominios y grandes riquezas. Detentaban altos cargos en la
administración.
 Pueblo llano (umma): Incluía tanto a gentes acomodadas
(mercaderes, literatos, pequeños propietarios...) como a pequeños
campesinos e incluso a los más humildes.
 Esclavos (saqalibah): Procedentes de Europa oriental y del centro
de África. A veces eran liberados como compensación a sus
servicios. Pasaban entonces a ser libertos o mawlas.

Aunque la mayor parte de la población de Al-Ándalus vivía en el medio rural, las


ciudades tuvieron una gran importancia, algo que contrastaba fuertemente con
el panorama de la España cristiana durante los siglos VIII al XI. Las ciudades
andalusíes se desarrollaron en su gran mayoría a partir de las existentes en los
tiempos romano-visigodos. Pero los musulmanes también crearon ciudades
nuevas, como Almería, Madrid o Calatayud. Córdoba llegó a contar con más de
100.000 habitantes, cantidad muy considerable en aquella época.

La España musulmana supuso importantes cambios en el terreno económico.


En la agricultura los musulmanes impulsaron la práctica del regadío, con
novedades tan significativas como la noria, al tiempo que difundieron cultivos
como los cítricos, el arroz, el algodón o el azafrán. No obstante, los cultivos
principales de las tierras hispanas siguieron siendo los mismos que en la época
romano-visigoda: los cereales, la vid y el olivo. En la ganadería, el descenso de
la cabaña porcina por la prohibición coránica se compensó con el desarrollo del
ganado ovino o equino. La apicultura vivió un desarrollo espectacular.

En la minería sobresalió la extracción de plomo, cobre, mercurio y oro, que se


obtenía del lavado de diversos cursos fluviales.

La producción de manufacturas se desarrolló fuertemente, en especial la


producción textil, en la que destacaron los brocados cordobeses o los tejidos de
Zaragoza. La cerámica, las armas, la fabricación de papel y de vidrio, y el trabajo
de las pieles y los metales preciosos tuvieron presencia en las ciudades de al-
Ándalus

En cuanto al comercio, actividad muy elogiada en los propios textos coránicos,


se vio favorecido por la acuñación de dos tipos de monedas, el dinar de oro y el
dirhem de plata, y por la densa red viaria heredada de tiempos romanos. El
comercio interior se efectuaba en el zoco de las ciudades, donde ocupaban un
puesto privilegiado los bazares, centros en los que se vendían productos de gran
calidad. En los zocos también había alhóndigas, espacios que servían para
almacenar mercancías, así como para alojar a los comerciantes que venían de
fuera. Al-Ándalus mantuvo también un intenso comercio exterior, tanto con los
restantes países islámicos como con la Europa cristiana. Exportaba, ante todo,
productos agrícolas (aceite, azúcar, higos, uvas), minerales y tejidos, e
importaba especias y productos de lujo del Próximo Oriente; pieles, metales,
armas y esclavos de la Europa cristiana; y oro y esclavos negros procedentes
del territorio africano de Sudán.

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La primacía religiosa del islam marcó toda la cultura andalusí. La doctrina
malekí introducida en época de Hixam I garantizaba la unidad de dogma en el
país y ejercía gran influencia en los asuntos de estado y en la vida intelectual a
través de los juristas y eruditos religiosos (alfaquíes).

La creación literaria alcanzó un gran desarrollo, sobre todo en el transcurso del


siglo x, tanto en verso como en prosa. Ibn Hazm (994-1063) es uno de los poetas
más conocidos de al Ándalus, especialmente por su obra El collar de la paloma,
un tratado sobre el amor que además aporta interesantes datos sobre la
sociedad andalusí. Las contribuciones más originales de la poesía andalusí
fueron la moaxaja y el zéjel. La primera era un poema largo, escrito en árabe o
en hebreo culto y acabado en un pareado final o jarcha. El zéjel era una estrofa
corta, transmitida a través de la tradición oral, formada por tres versos y un
estribillo.

La Historia fue un género muy cultivado por los árabes. Destacan la familia al-
Razi, cronista de los omeyas; Ibn Hayyan, historiador del siglo XI al que
debemos el conocimiento de gran parte de la historia de España desde los
primeros omeyas hasta el fin del califato; o Ibn Jaldún ya en el siglo XIV,
precursor de la filosofía de la historia y de la sociología, siendo especialmente
conocida su Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddimah).

En filosofía destaca Ibn Rusd (Averroes) que vivió en el siglo XII y que es
conocido ante todo por sus comentarios a la obra de Aristóteles. Averroes fue el
autor clave para que la obra aristotélica llegara a la cultura de Europa Occidental.
En la misma línea está el hebreo Maimónides, coetáneo del anterior que intentó
conciliar el judaísmo con el aristotelismo musulmán.

Pero, sin duda, la cultura andalusí destacó sobre todo en el terreno científico. El
contraste con el panorama que ofrecía en esas fechas la ciencia en el mundo
cristiano es abrumador. Un ejemplo, Al-Ándalus fue la vía a través de la cual se
difundió hacia el resto de la cristiandad europea el sistema de numeración de
origen indio que terminó sustituyendo a la numeración romana. Alcanzó gran
esplendor la escuela de astronomía de Córdoba en época de al Hakam II. Su
principal figura fue un madrileño de nombre Maslama. A Azarquiel debemos el
perfeccionamiento del astrolabio y unas tablas astronómicas. En medicina hubo
cierto monopolio judío (Hasday Ibn Saprut, médico de Abd-al-Rahmán III), pero
también destacaron árabes como Abulcasis (936-1013), autor de una
excepcional enciclopedia médica y quirúrgica que posteriormente sería traducida
al latín.

2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de la


Reconquista. Modelos de repoblación.

Las zonas montañosas del norte peninsular se mantuvieron fuera del dominio
musulmán. Fue allí donde surgieron los primeros núcleos de resistencia frente al
islam, que entre los siglos VIII-X se limitarían a resistir o, a lo sumo, a realizar

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avances por “tierra de nadie”, zonas casi despobladas que no estaban sometidas
directamente a los musulmanes Estos núcleos son:

 Reino Astur: Surge tras el triunfo sobre los musulmanes en Covadonga


(722), con Pelayo al frente de los astures. Sus sucesores, ya con el título
de reyes, efectuaron correrías por el valle del Duero y extendieron sus
dominios por el oeste hacia Galicia y por el este hacia el País Vasco. Con
Alfonso III el Magno(866-910), a finales del IX-inicios del X, se llega
hasta el Duero. En el siglo X se traslada la capital a León, por lo que pasa
a denominarse reino astur-leonés o simplemente reino de León. En
este siglo se puso freno a la expansión por el esplendor del califato
cordobés. A la vez van ganado autonomía otras dos entidades políticas:
Galicia, que en determinados momentos tendrá reyes propios; y el
Condado de Castilla que empieza a mostrar su independencia con el
conde Fernán González, convirtiéndose en reino ya en el siglo XI con
Fernando I (1038-1067), el cual se anexiona además el reino de León.
 Reino de Navarra (Pamplona): En la segunda mitad del siglo VIII los
vascos de la zona de Pamplona consiguieron derrotar a la retaguardia
franca en Roncesvalles (778). En los primeros años del siglo IX, con la
dinastía Arista, esta zona se mueve entre la influencia y control de
Carolingios, de los emires cordobeses y de la familia muladí Banu Casi
(señores de Tudela y Zaragoza). En el siglo X se produce un cambio
dinástico con la familia Jimena y comienza su expansión por el alto Ebro
y la anexión del condado de Aragón. En el siglo XI, coincidiendo con la
crisis del califato, muestra su hegemonía sobre otros territorios cristianos
con Sancho III el Mayor: incorpora los condados de Ribagorza y
Sobrarbe y arrebata Castilla el rey leonés, convirtiéndola en reino para su
hijo Fernando I.
 Condados Catalanes: En la zona del norte de la actual Cataluña, el reino
franco carolingio estableció la Marca Hispánica, dependiente de los
emperadores carolingios. Organizado en condados, pronto el Condado
de Barcelona predominó sobre los demás. Wifredo el Velloso
reconquistó algunos territorios e inició un proceso de independencia
respecto al debilitado reino franco. Ya en el siglo X, los sucesores de
Wifredo el Velloso dejaron de prestar el homenaje feudal debido al
monarca franco. El condado de Barcelona pasó a ser un ente político
independiente. No obstante, en el siglo XI prestó homenaje al rey navarro
y aceptó su hegemonía.

El avance militar de los reinos cristianos comenzó por zonas deshabitadas,


arrebatando más tarde territorio a los musulmanes. Este proceso, la
Reconquista, se fue dotando de contenido ideológico, con la idea de la
restauración del reino visigodo. Distinguimos:

1) Siglos VIII-X. Los diversos núcleos de resistencia se limitaron a ocupar


tierras deshabitadas del valle del Duero, de Galicia y Pirineos
2) Siglos XI-XIII. Durante el siglo XI el avance cristiano fue inexistente, a
causa de los conflictos internos de los reinos, pero la caída del Califato en
1031 permitió la conquista del valle del Tajo (Toledo 1085) y del Ebro
(Zaragoza, 1118). Tras la firma de tratados de reparto entre cristianos

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(Tudillén y Cazorla), la primera mitad del siglo XIII culminó con la
conquista de Extremadura, Valle del Guadalquivir (Andalucía) y Murcia
y zona oriental de Valencia y Baleares.
3) Siglos XIV y XV. La conquista de Granada, que recaerá completamente
en Castilla. Después de años de crisis y lentos avances cristianos, el
reinado de los RRCC completará la conquista del último reino musulmán
de la Península, en 1492.

En paralelo a la conquista, el proceso de ocupación, reparto y explotación de las


tierras conquistadas por los reinos cristianos es conocido como repoblación. En
un principio la repoblación se hacía otorgando tierras a los campesinos del Valle
del Duero o de Cataluña, mediante presura o aprisio, respectivamente. En
estos lugares los reyes otorgaban pequeñas propiedades y libertad personal a
cambio de la defensa del territorio.

A partir del siglo XI, la repoblación en la zona meridional del valle del Duero y en
el norte del Tajo se hizo mediante la fundación de municipios a los que los reyes
concedían fueros o cartas pueblas (privilegios). A cambio, las ciudades se
fortificaban y prestaban ayuda militar al rey.

En el siglo XIII, la rapidez y extensión de la conquista explica que el peso de la


guerra y la defensa territorial quedasen en manos de tropas profesionales a las
que la Corona compensó con enormes latifundios y privilegios. En el caso de las
Órdenes Militares se usaba un sistema de encomiendas, según el cual los
caballeros cruzados protegían a la población, a cambio de instaurar un sistema
feudal. En el caso de la nobleza, se utilizaba el repartimiento, que asignaba
lotes de tierras y propiedades según la contribución a la campaña militar (alta
nobleza, nobleza segundona o villana y milicias concejiles). En el valle del Ebro
y Valencia, se permitía conservar sus tierras a los musulmanes (capitulaciones),
mientras que en las zonas fronterizas más peligrosas, se les expulsaba y se
repoblaban mediante el sistema de fueros concejiles y Órdenes Militares.

Estas diferencias de reparto y explotación han condicionado, hasta tiempos


recientes, la estructura de la propiedad en las regiones repobladas.

2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política, régimen


señorial y sociedad estamental.

Aunque a los monarcas se les reconocían numerosos poderes, en la práctica su


capacidad de actuación se limitaba a las tierras de realengo.

En un principio, el organismo más importante de la administración estatal era la


Curia Regia, consejo integrado por magnates del clero y la nobleza, cuyo
cometido era asesorar al rey (aunque en la mayoría de las ocasiones, trataban
de controlarlo).

Desde finales del siglo XII y durante el siglo XIII en la mayoría de los reinos, los
monarcas convocaron también a los burgueses a la curia, en representación de
las ciudades. Así nacieron las Cortes (en 1188 nacen las primeras Cortes en el

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reino de León), que eran convocadas por el rey y reproducían la estructura
estamental de la sociedad, ya que estaban compuestas por tres brazos en
representación de la nobleza, el clero y las ciudades. Las funciones de las Cortes
eran esencialmente dos: atender a las consultas del rey (en asuntos de especial
interés) y votar subsidios (impuestos de carácter extraordinario).

Los primitivos núcleos de población medievales se regían mediante acuerdos


adoptados en la asamblea de vecinos o concejo abierto. Con el paso del tiempo,
las oligarquías locales o nobleza segundona, pasarían a controlar el gobierno de
los municipios, que se dotaron de numerosos cargos de administración,
hacienda y justicia.

El modelo de sociedad feudal se consolidó a lo largo de toda la península con


sus instituciones típicas como el vasallaje y los señoríos territoriales y
jurisdiccionales. Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un
particular o institución como pago por algún servicio prestado. Los territoriales
fueron característicos de las zonas de repoblación por presura, ya que en el
momento de su ocupación carecían de dueño. Los jurisdiccionales daban a sus
beneficiarios el privilegio de la inmunidad, es decir, que el rey no se inmiscuía en
sus asuntos, y sus dueños ejercían su autoridad con total independencia. De
esta manera los señores percibían rentas por la tierra (pago directo en especie,
dinero o trabajo) y por gravámenes de servicios de obligado uso (pontazgo,
portazgo, uso de bosques, ríos, molinos,…). Además, llegaban a impartir justicia
y a aplicar castigos. Sólo las tierras de realengo y las ciudades quedaban
liberadas de la presión señorial. Durante los siglos XIV y XV esta presión fue tan
fuerte que los campesinos se rebelaron en numerosos movimientos de signo
antiseñorial (“guerras irmandiñas” en Galicia, “remensas” en Cataluña, “forans”
en Mallorca…).

La división social fue consecuencia de dos factores fundamentales: el


protagonismo absoluto de la Iglesia en el terreno ideológico y la importancia de
la fuerza militar. Surgió entonces una sociedad tripartita. En ella, el clero
(oratores) estaba encargado de velar por la salvación de las almas; a la nobleza
(bellatores) le correspondía defender a la comunidad; y el pueblo llano
(laboratores) tendrían que trabajar para el mantenimiento de todos.

Los estamentos eran muy rígidos. Sólo el clero se nutría de miembros de la


nobleza y del pueblo llano, aunque con una clara delimitación de cargos para
unos y otros. Cada estamento se regía por unas normas diferentes. La nobleza
y el clero gozaban de privilegios reconocidos legalmente, mientras que el estado
llano carecía por completo de ellos. A su vez, la nobleza contenía distintos
grupos: la alta nobleza, la nobleza media o caballeros y la baja nobleza (llamados
hidalgos en Castilla e Infanzones en Aragón).

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2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón
y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.

La organización política y administrativa de los dos principales reinos


peninsulares fue muy diferente, a lo largo de la Baja Edad Media. En líneas
generales se aprecia para este periodo una tensión permanente entre los
distintos estamentos y los reyes para aumentar o mantener su poder.

En Castilla el siglo XIV asistió a un proceso de fortalecimiento del poder real.


Así, en 1348 se aprobó el Ordenamiento de Alcalá, en el que Alfonso XI,
apoyado en la baja nobleza urbana, consolidaba su mando. Sin embargo, la
guerra civil entre Pedro I y su hermanastro Enrique II (1366-1369) y las minorías
de edad de los reyes hicieron que este proceso se aplazase hasta el acceso al
trono de los Reyes Católicos (1476-1515).

El rey se veía asistido en su acción de gobierno por distintas instituciones: el


Consejo Real, la Audiencia, encargada de la administración de la justicia, y la
Real Hacienda, encargada de los impuestos. Además, en el siglo XII (1188)
nacieron las Cortes, asamblea estamental formada por representantes de la
nobleza, el clero y las ciudades. Este organismo nació de la necesidad de la
corona de recaudar subsidios o ayudas, a cambio se ser reunido con cierta
frecuencia y escuchar y atender las demandas de la nobleza urbana. En el siglo
XIV las Cortes alcanzaron gran protagonismo, puesto que se convirtieron en el
principal apoyo de los reyes frente a los nobles, aunque solo tuvieran carácter
consultivo. En el siglo XV su importancia disminuyó, al ser entregada la
representación ciudadana a los nobles, que influían sobre los reyes de otros
modos (Consejo, Audiencia, oficios palatinos,…)

La administración local se basó en la institución de los Concejos, que con el


tiempo terminarían bajo el control de las oligarquías urbanas.

En Aragón la situación era más complicada. La unificación del reino se había


basado en una especie de confederación entre Aragón, Valencia, Mallorca y los
Condados Catalanes, que poseían distintas instituciones y leyes. Además, el
poder del monarca era débil, de manera que debía pactar con los estamentos
privilegiados, salvaguardando sus privilegios, y respetar las leyes de cada reino
a la hora de tomar una decisión. A esta forma de gobierno se la conoce,
genéricamente, como pactismo.

Entre las restantes instituciones aragonesas hay que destacar la figura del
lugarteniente, que representaba al rey en los diferentes reinos de la corona, el
Consejo Real y la Audiencia.

Las Cortes de Aragón, a diferencia de las de Castilla, controlaron el poder del


monarca y velaron por los intereses del clero y de la nobleza, que tomaban las
decisiones más importantes, frenando los intentos de la Corona por extender su
autoridad. En Cataluña las Cortes catalanas crearon una institución, la
Diputación General de Cataluña o Generalitat, que se convirtió, de hecho, en
una especie de gobierno.

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En el caso del reino de Navarra, la organización política del mismo se situaría
a medio camino entre el autoritarismo de Castilla y el pactismo de la Corona de
Aragón. Conviene destacar que Navarra gozaba de un importante Fuero
General, que fue mejorado por sucesivos monarcas; y que sus Cortes, nacidas
tardíamente, tuvieron gran vitalidad en los siglos XIV y XV. La Cámara de
Comptos, por su parte, se encargaba de vigilar y gestionar la recaudación de
impuestos.

La incorporación de Navarra a Castilla, a partir de 1515, se hizo bajo el principio


de que Navarra conservaría su condición de Reino (virrey) y sus instituciones.

ANEXO: MAPAS

Península Ibérica en el siglo X

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Península Ibérica en el siglo XI

Península Ibérica en el siglo XII

11
Península Ibérica en el siglo XIII

Península Ibérica en el siglo XV

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