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Emirato Independiente 765-929: A mediados del siglo VIII tuvo lugar un hecho
clave. La dinastía Omeya fue víctima de la revolución Abbasí, familia que se
adueñó del Califato. Un miembro de la familia derrotada logró escapar,
refugiándose en al-Ándalus, donde, gracias a los apoyos que encontró, se
proclamó emir. Se trataba de Abd-al-Rahman I (756-788), quien acabó con la
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dependencia política de al Ándalus respecto al califato Abbasí, que había
establecido su sede en la ciudad de Bagdad. Abd-al-Rahmán I fijó su capital en
la ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado
independiente en Al Ándalus. Para ello reorganizó el ejército y la administración
y apaciguó la Península, sometiendo tanto a sirios como a yemeníes y haciendo
frente a las revueltas proabbasis. . Embelleció Córdoba donde inició la
construcción de la mezquita. Durante dos siglos sus sucesores asentaron el
dominio sobre el territorio. Sin embargo, al comenzar el siglo X los problemas se
multiplicaban: sublevaciones de familias andalusíes, rebelión de los cristianos
mozárabes, etc.
En las últimas décadas del siglo X, Almanzor se hizo con el poder efectivo en
al-Ándalus; ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Mientras
tanto, el califa de la época, Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de
Madinat al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político. Almanzor, que
basó su poder en el Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes,
organizó terroríficas campañas (aceifas) contra los cristianos del norte
peninsular. Su muerte en año 1002 inició el proceso de descomposición política
(fitna) que llevó al fin del Califato en el 1031.
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Estos pequeños reinos, mucho más débiles que el Califato, se mostraron
sumisos hacia los dirigentes cristianos, a los que entregaban unos tributos
llamados parias. Mientras tanto, el avance de la reconquista cristiana culminó
con la conquista de Toledo en el 1085 por parte del monarca castellano Alfonso
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Una vez rota su unidad, al-Ándalus estuvo a merced de los cristianos del norte,
que procedieron a la ocupación paulatina de los territorios que habían estado
bajo el poder musulmán. No obstante, ese proceso no fue lineal, pues hubo
momentos de corta duración en los que la unidad andalusí pudo reconstruirse.
Así, tras la caída de Toledo, los reyes de Sevilla, Granada y Badajoz solicitaron
ayuda a los almorávides norteafricanos. Su jefe, Yusuf Ibn Tashufin,
desembarcó en Algeciras y se enfrentó en 1086 a Alfonso VI en Sagrajas
(Zalaca), obteniendo una resonante victoria y haciendo huir herido al monarca
castellano. Tashufin regresó a África, pero retornó a la Península llamado por los
alfaquíes, que habían declarado fuera del islam a los reyes de taifas. Reunificó
así al Andalus bajo su poder. Su hijo, Ali ben Yusuf, derrotó a los cristianos en
Uclés en el año 1108 y logró someter a la taifa zaragozana.
Como el peligro de los cristianos seguía latente, algunos de los nuevos reyes
musulmanes llamaron a los almohades, quienes sometieron a los reyezuelos de
taifas y establecieron su capital en Sevilla, ciudad que embellecieron
notablemente (Giralda, Torre del Oro). Obtuvieron sobre los castellanos una
resonante victoria en Alarcos en 1195, tras la cual se formó una coalición
cristiana dirigida por Alfonso VIII de Castilla y derrotó a los almohades en las
Navas de Tolosa en 1212. A partir de esta derrota el avance cristiano fue
imparable y la España musulmana acabó reducida al pequeño reino de Granada,
que sobrevivirá durante dos siglos y medio, hasta la conquista castellana. Creado
por el emir Muhammad I, se extenderá por Málaga, Granada, Almería y la parte
oriental de Cádiz. Era un reino próspero y bastante poblado, pero dependía
políticamente de Castilla. Así, los reyes granadinos pagaban un tributo a los
monarcas castellanos y les ayudaban en caso de guerra.
Los enfrentamientos internos entre la dinastía nazarí y otras familias nobles
debilitaron al reino, que acabó entregándose a los Reyes Católicos en 1492.
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Nobleza (jassa): Formada por las familias nobles, poseedoras de
extensos dominios y grandes riquezas. Detentaban altos cargos en la
administración.
Pueblo llano (umma): Incluía tanto a gentes acomodadas
(mercaderes, literatos, pequeños propietarios...) como a pequeños
campesinos e incluso a los más humildes.
Esclavos (saqalibah): Procedentes de Europa oriental y del centro
de África. A veces eran liberados como compensación a sus
servicios. Pasaban entonces a ser libertos o mawlas.
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La primacía religiosa del islam marcó toda la cultura andalusí. La doctrina
malekí introducida en época de Hixam I garantizaba la unidad de dogma en el
país y ejercía gran influencia en los asuntos de estado y en la vida intelectual a
través de los juristas y eruditos religiosos (alfaquíes).
La Historia fue un género muy cultivado por los árabes. Destacan la familia al-
Razi, cronista de los omeyas; Ibn Hayyan, historiador del siglo XI al que
debemos el conocimiento de gran parte de la historia de España desde los
primeros omeyas hasta el fin del califato; o Ibn Jaldún ya en el siglo XIV,
precursor de la filosofía de la historia y de la sociología, siendo especialmente
conocida su Introducción a la Historia Universal (Al-Muqaddimah).
En filosofía destaca Ibn Rusd (Averroes) que vivió en el siglo XII y que es
conocido ante todo por sus comentarios a la obra de Aristóteles. Averroes fue el
autor clave para que la obra aristotélica llegara a la cultura de Europa Occidental.
En la misma línea está el hebreo Maimónides, coetáneo del anterior que intentó
conciliar el judaísmo con el aristotelismo musulmán.
Pero, sin duda, la cultura andalusí destacó sobre todo en el terreno científico. El
contraste con el panorama que ofrecía en esas fechas la ciencia en el mundo
cristiano es abrumador. Un ejemplo, Al-Ándalus fue la vía a través de la cual se
difundió hacia el resto de la cristiandad europea el sistema de numeración de
origen indio que terminó sustituyendo a la numeración romana. Alcanzó gran
esplendor la escuela de astronomía de Córdoba en época de al Hakam II. Su
principal figura fue un madrileño de nombre Maslama. A Azarquiel debemos el
perfeccionamiento del astrolabio y unas tablas astronómicas. En medicina hubo
cierto monopolio judío (Hasday Ibn Saprut, médico de Abd-al-Rahmán III), pero
también destacaron árabes como Abulcasis (936-1013), autor de una
excepcional enciclopedia médica y quirúrgica que posteriormente sería traducida
al latín.
Las zonas montañosas del norte peninsular se mantuvieron fuera del dominio
musulmán. Fue allí donde surgieron los primeros núcleos de resistencia frente al
islam, que entre los siglos VIII-X se limitarían a resistir o, a lo sumo, a realizar
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avances por “tierra de nadie”, zonas casi despobladas que no estaban sometidas
directamente a los musulmanes Estos núcleos son:
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(Tudillén y Cazorla), la primera mitad del siglo XIII culminó con la
conquista de Extremadura, Valle del Guadalquivir (Andalucía) y Murcia
y zona oriental de Valencia y Baleares.
3) Siglos XIV y XV. La conquista de Granada, que recaerá completamente
en Castilla. Después de años de crisis y lentos avances cristianos, el
reinado de los RRCC completará la conquista del último reino musulmán
de la Península, en 1492.
A partir del siglo XI, la repoblación en la zona meridional del valle del Duero y en
el norte del Tajo se hizo mediante la fundación de municipios a los que los reyes
concedían fueros o cartas pueblas (privilegios). A cambio, las ciudades se
fortificaban y prestaban ayuda militar al rey.
Desde finales del siglo XII y durante el siglo XIII en la mayoría de los reinos, los
monarcas convocaron también a los burgueses a la curia, en representación de
las ciudades. Así nacieron las Cortes (en 1188 nacen las primeras Cortes en el
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reino de León), que eran convocadas por el rey y reproducían la estructura
estamental de la sociedad, ya que estaban compuestas por tres brazos en
representación de la nobleza, el clero y las ciudades. Las funciones de las Cortes
eran esencialmente dos: atender a las consultas del rey (en asuntos de especial
interés) y votar subsidios (impuestos de carácter extraordinario).
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2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de Aragón
y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.
Entre las restantes instituciones aragonesas hay que destacar la figura del
lugarteniente, que representaba al rey en los diferentes reinos de la corona, el
Consejo Real y la Audiencia.
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En el caso del reino de Navarra, la organización política del mismo se situaría
a medio camino entre el autoritarismo de Castilla y el pactismo de la Corona de
Aragón. Conviene destacar que Navarra gozaba de un importante Fuero
General, que fue mejorado por sucesivos monarcas; y que sus Cortes, nacidas
tardíamente, tuvieron gran vitalidad en los siglos XIV y XV. La Cámara de
Comptos, por su parte, se encargaba de vigilar y gestionar la recaudación de
impuestos.
ANEXO: MAPAS
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Península Ibérica en el siglo XI
11
Península Ibérica en el siglo XIII
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