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Hacia el año 750 podemos afirmar que los conquistadores están firmemente asentados,
le han dado un nuevo nombre a la Península, Al-Ándalus, han elegido como capital la ciudad
de Córdoba y ya acuñan monedas propias.
El dominio musulmán sobre la Península Ibérica, entre el 711 y el 1031, pasa por las
siguientes etapas:
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- Emirato dependiente de Damasco (711-756). Durante este período de asentamiento
inicial, Al-Andalus es una provincia o emirato del Imperio islámico con capital en Damasco y
con los Omeyas como califas. La máxima autoridad, en Al-Andalus, era un gobernador: emir o
walí nombrado por Damasco. Su primera capital será Sevilla, pero pronto pasará a Córdoba.
En estos años los enfrentamientos entre los bereberes con árabes y sirios fueron muy
frecuentes, imponiéndose estos últimos.
- Emirato independiente (756-929). Tiene su origen en un cambio de dinastía en
Damasco: los Omeyas son asesinados y sustituidos por los Abbasidas (que trasladan el califato
a Bagdad), pero un superviviente Omeya consiguió llegar a Al-Ándalus y se autoproclamó emir
independiente con el nombre de Abderramán I, convirtiéndose en el jefe político pero no
religioso (se reconoce al califa de Bagdad). Fue una etapa de consolidación del poder
musulmán estimulándose el desarrollo político, administrativo, económico y urbanístico. No
faltaron las tensiones sociales, no sólo entre los grupos musulmanes (entre árabes y
bereberes), sino también con la población cristiana (mozárabes -cristianos que vivían en Al-
Andalus- y muladíes -cristianos convertidos al Islam-) y judía.
- Califato de Córdoba (929-1031). Comenzó cuando Abderramán III se autoproclamó
califa (929), lo que suponía la independencia tanto política como religiosa de Al-Ándalus del
resto del Imperio. Pacificó a su pueblo y organizó numerosas campañas militares contra los
reinos cristianos, estableciendo el límite de frontera en la línea del Duero. Hizo de Córdoba la
mayor ciudad de Occidente, siendo la situación económica bastante buena, lo que se refleja en
la construcción del palacio de Medina Azahara.
Esta prosperidad se prolongó con su sucesor Al-Hakam II, quien mantuvo el dominio
militar sobre los cristianos, protegió las artes y la cultura y embelleció Córdoba. No fue así
durante el siguiente reinado de Hixam II, que delegó su poder en Almanzor, caudillo militar,
que reorganizó el ejército y emprendió unas 50 expediciones militares contra los cristianos
(razzias, en busca de botín), convirtiendo el Califato en una dictadura militar. A la muerte de
Almanzor, en 1002, empieza un periodo de decadencia. Entre 1002 y 1031, se sucedieron
varios califas débiles, siendo el último Hixam III que sufre una rebelión que le depone,
desapareciendo el Califato al fragmentarse en numerosos reinos, los llamados reinos de taifas
(1031).
A la muerte de Almanzor (1002), se sucede una serie de califas con escaso poder. Las
revueltas internas van minando la hegemonía del Califato, hasta que se produce su
desaparición en el año 1031 (una rebelión en Córdoba depone al último califa, Hixam III). Al-
Ándalus se divide en pequeños reinos independientes llamados reinos de taifas.
Las disputas entre los diferentes reinos de taifas fueron frecuentes y su elevado número
inicial se fue reduciendo, sobre todo por la incorporación de los más pequeños a otros mayores
Tras una cierta apariencia de prosperidad económica y cultural, la debilidad política y militar les
impidió resistir a los ataques cristianos. Por ello, muchos gobernantes musulmanes prefirieron
pagar parias -tributos- a los reyes cristianos a cambio de treguas, para no ser conquistados.
Esto produjo un flujo de riqueza hacia los reinos cristianos y su consiguiente reforzamiento
militar.
Los cristianos continuaron la Reconquista. Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo (1085),
trasladando la frontera hasta el Tajo. Algunos reyes de taifas, alarmados por el avance
cristiano, llamaron en su auxilio a los almorávides, musulmanes ultraortodoxos que habían
creado un gran Imperio en el norte de África, quienes unificaron de nuevo Al-Ándalus (1090-
1145). El éxito de la conquista se debió al apoyo popular y al cansancio del pago de parias
entre otros motivos. Pero la pérdida de algunos territorios y la incapacidad de recuperar otros,
la intolerancia religiosa y la aparición de otro grupo integrista (almohades) en el norte de África
propició la descomposición del poder almorávide y se volvió a dividir el territorio de Al-Ándalus
en los segundos reinos de taifas; estos nuevos reinos de taifas duraron poco, incapaces de
resistir al avance cristiano.
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Los almohades fueron los protagonistas de un segundo intento de reunificación de los
reinos de taifas de Al-Ándalus. Habían constituido un nuevo Imperio en el norte de África e
invadieron Al-Andalus (1146-1232), pero su rigor religioso era mayor aún que el de sus
antecesores y no gozaron del apoyo de la población hispana. Infligieron importantes derrotas a
los reyes cristianos (batalla de Alarcos), pero estos unieron sus fuerzas y en la batalla de Las
Navas de Tolosa (1212) derrotaron a los almohades, comenzando así su declive y dejando el
camino libre a los cristianos para conquistar Andalucía, Murcia y Valencia.
Desde mediados del s. XIII solo sobrevive el reino nazarí de Granada (1232-1492). El
cual abarcaba las actuales provincias de Almería, Granada y Málaga.
El Estado nazarita fue creado por Muhammad Ibn Nasr aprovechando la desintegración
almohade. Evitó el peligro cristiano gracias a un pacto con Fernando III, por el que perdió Jaén,
teniendo que reconocerle como señor (convirtiéndose en un reino vasallo de Castilla) y pagarle
tributos (parias).
Basó su larga existencia en: la protección natural de la barrera montañosa Bética, en la
disponibilidad de abundante población y en la próspera actividad económica. Aprovechó las
dificultades del reino castellano-leones, para mantener mientras le fue posible una política de
equilibrio, oscilando entre los cristianos y los benimerines (dinastía bereber que dominaba el
norte de África).
Llegó a su esplendor político y económico durante el reinado de Muhammad V, en la
segunda mitad del siglo XIV.
Desde comienzos del siglo XV las dificultades de abastecimiento de oro norteafricano
para el pago de tributos, unido a la recuperación de la Corona de Castilla, dieron lugar a la
apertura de hostilidades. Se abrió así un largo periodo de crisis provocada por el hostigamiento
de los cristianos en las fronteras y por las disputas internas de familias nobiliarias (destacó la
de los Abencerrajes). En 1482, los Reyes Católicos iniciaron la ofensiva castellana definitiva,
iniciando una guerra que duraría diez años. La pérdida sucesiva de Alhama, Málaga, Baza y
Almería terminó con la capitulación y entrega de la capital, Granada, en 1492, por Boabdil el
Chico (último rey nazarí) a los Reyes Católicos. A los granadinos se les dio la opción de
emigrar o quedarse y los que se quedaron pudieron mantener sus jueces, religión y
costumbres.
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existían diferencias de tipo étnico o económico: había una aristocracia de origen árabe y sirio
que controlaba los cargos políticos y administrativos, le seguían los bereberes -norteafricanos
convertidos al Islam- y, por último, los muladíes, o hispanovisigodos convertidos al Islam. Los
musulmanes -árabes y bereberes- desempeñaban todas las funciones públicas, ejercían
plenamente sus derechos y estaban exentos del tributo personal. Por ello, la mayoría de la
población se convirtió rápidamente al Islam, formando el grupo de los muladíes.
Los no musulmanes tenían más restringidos sus derechos, y pagaban impuestos
personales. Los mozárabes (cristianos andalusíes, generalmente humildes) fueron numerosos
en los primeros siglos, pero con las conversiones y la emigración hacia los reinos cristianos se
fueron reduciendo hasta casi desaparecer. Los judíos fueron siempre una minoría que, con una
posición económica preeminente, vivía en sus propios barrios (juderías).
La sociedad y la cultura andalusí estuvo siempre influida por la religión musulmana, que
afectó a todas las actividades, al pensamiento y a la cultura, si bien de una manera más
moderada que en el resto del mundo musulmán. El progreso cultural y científico se debió en
parte a la atmósfera de libertad ideológica, si bien hubo períodos de intolerancia durante el
dominio de los imperios norteafricanos.
Al-Andalus fue la vía por la que se transmitieron a Europa Occidental los conocimientos y
obras del mundo clásico, el sistema de numeración actual y otros muchos avances como el
papel, la brújula, la pólvora, etc. El árabe se impuso como lengua oficial, lo que permitió la
relación de Al-Ándalus con los centros culturales del próximo Oriente, como el Cairo, Damasco
o Bagdad. Numerosos vocablos árabes perviven actualmente en nuestro idioma.
En Al-Ándalus existió un elevado desarrollo cultural y científico. El mayor esplendor se
alcanzó en la época del Califato, cuando Córdoba se convirtió en un centro cultual de primera
magnitud. Los califas trajeron a su corte escritores, filósofos, historiadores y doctores de
Oriente; promocionaron la construcción de escuelas y grandes bibliotecas. La literatura
alcanzó un gran desarrollo, tanto en verso -destaca Ben Hazam con “El collar de la paloma”-
como en prosa. Al-Ándalus aportó algunos de los más grandes intelectuales del mundo
medieval, como el filósofo Averroes, responsable de rescatar la filosofía de Aristóteles, o el
judío cordobés Maimónides.
Además, dentro del ámbito cultural, debemos situar a Al-Andalus como un nexo de
conocimientos, un puente de cultura, entre el mundo islámico –que había logrado recuperar la
tradición clásica, fundamentalmente griega- y el mundo cristiano europeo.
Pero, sin duda, las principales aportaciones se encuentran en el terreno de la ciencia,
cuyo contraste con el panorama que ofrecía el mundo cristiano era abrumador, destacando en
campos como la astronomía, la medicina o las matemáticas (álgebra y trigonometría). Al-
Ándalus fue la vía a través de la cual se difundió a toda la cristiandad el sistema de numeración
de origen indio, sustituyendo a la numeración romana. Los médicos andalusíes, muchos de
origen judío, alcanzaron tal fama que muchos acabaron trabajando en las cortes cristianas.
La cultura andalusí, tan amplia en el tiempo y tan rica, dejó en la Península una gran
herencia, con miles de vocablos de origen árabe, costumbres, ritos festivos, música, arte y
pautas culturales, que se han mantenido a lo largo de los siglos.
En arte, la prohibición de representar imágenes hizo que la pintura y la escultura tuvieran
un escaso desarrollo y que la arquitectura fuera la principal manifestación artística. El arte
andalusí mezcla elementos constructivos y estéticos visigodos y bizantinos. Utiliza materiales
pobres, como el ladrillo, que permiten amplias aperturas que dan sensación de ligereza. Son
edificios de poca altura, con interiores muy decorados (a base de yeserías y alicatados con
motivos geométricos, vegetales y epigráficos) y exteriores sencillos, con pocas complicaciones
técnicas y predominio de la línea recta, a excepción de las cúpulas. También destaca el uso del
arco de herradura.
Entre las mezquitas destaca la de Córdoba, iniciada en el reinado de Abderramán I y
ampliada en varias ocasiones, la última en tiempos de Almanzor. En ella destacan la gran
variedad de arcos: lobulados, apuntados, de herradura y las bóvedas de la cubierta. La parte
más exuberante se corresponde con la ampliación llevada a cabo en el reinado de Al-Hakam II,
cuando se realiza el espectacular mihrab. También es importante la mezquita de Bab al-
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Mardun en Toledo (convertida después en la iglesia de El Cristo de la Luz) y la mezquita
almohade de Sevilla, de la que tan solo se conserva su alminar -la Giralda- y el patio.
También abundan los palacios, asimétricos y sin planificación, que se construían dentro
de un recinto amurallado o alcazaba con zonas públicas y privadas. Destacan el de Medina
Azahara, en las afueras de Córdoba, arrasado tras la caída del Califato, y apenas quedan
restos de la Aljafería de Zaragoza o del Alcázar de Sevilla. Se conserva casi intacto el
espléndido conjunto nazarí de la Alhambra de Granada, en el que las estancias se disponen
en torno a patios interiores y jardines, donde destaca la impresionante decoración (yeserías,
artesonados, mocárabes…) que cubre techos y muros.
2.4. LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE RESISTENCIA CRISTIANA. PRINCIPALES ETAPAS DE
LA RECONQUISTA. MODELOS DE REPOBLACIÓN. (Cronología: Inicios siglo VIII a fines
siglo XIII)
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II. Reinos orientales o territorios pirenaicos:
Carlomagno, emperador de los francos, quería proteger su imperio de los musulmanes.
Estableció en el 795, una franja fuertemente fortificada al sur de los Pirineos, a la que llamó
Marca Hispánica. Ésta fue dividida en condados que dependían del emperador franco.
A principios del siglo IX, navarros y aragoneses se independizaron simultáneamente de los
francos, mientras que el dominio carolingio en tierras catalanas duró hasta el siglo X.
- Reino de Pamplona: al sur del Pirineo occidental se encontraba un territorio habitado por
vascones, poco o nada romanizados. En el siglo IX Iñigo Arista se proclamó rey de Pamplona e
inició una dinastía que va a llegar a su máximo esplendor con Sancho III el Mayor (1004-1035),
cuyo reino ocupaba los actuales territorios de Navarra, País Vasco, La Rioja, parte de Castilla y
de Aragón. Estos territorios los repartió a su muerte entre sus hijos.
El Reino de Pamplona fue el núcleo originario del futuro Reino de Navarra (siglo XII).
- Aragón: En el Pirineo central se formaron condados casi en cada valle (Aragón, Sobrarbe,
Ribagorza), destacando el condado de Aragón, con capital en Jaca. En el siglo X pasó a formar
parte del Reino de Navarra, con Sancho III el Mayor. Al morir este, lo hereda su hijo Ramiro I,
convirtiéndose en el Reino de Aragón.
En el año 1137 se produce la unión del Reino de Aragón con los condados catalanes -
consecuencia del matrimonio del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, con la hija del rey
de Aragón, doña Petronila - surgiendo así la Corona de Aragón, un reino de base dinástica en
el que cada territorio mantenía sus leyes, instituciones, lengua y costumbres.
- Los condados catalanes: A finales del siglo IX, Vifredo “el Velloso”, conde de Urgell, reunió
bajo su mando los principales condados catalanes, los convirtió en hereditarios y gobernó con
plena autonomía, aunque se mantuvo como vasallo del rey franco. Posteriormente, en el 988, el
conde Borrell II de Barcelona se negó a renovar el juramento de fidelidad al rey franco, naciendo
así los condados catalanes, de entre los cuales el de Barcelona era el más extenso y poderoso.
b) Etapas de la Reconquista:
Se denomina Reconquista al proceso por el que los reinos cristianos del norte peninsular
van ocupando y conquistando -militarmente o por pactos- los territorios musulmanes de la
Península, entre los siglos VIII-XV. La expansión territorial de los reinos cristianos fue
acompañada normalmente de la repoblación de los nuevos territorios.
La Reconquista se debió principalmente al crecimiento demográfico y al proceso de
feudalización, que llevaba a la ocupación de tierras y a la búsqueda de botín por parte de los
cristianos; los motivos religiosos (espíritu de cruzada) existieron, pero no fueron decisivos,
aunque si fueron usados desde el punto de vista ideológico y de legitimación.
2ª Siglos XI y primera mitad del XII. Con el fin del Califato de Córdoba (1031) y la aparición de
los reinos de taifas, que son sometidos al pago de parias, la situación se invierte y los reinos
cristianos toman la iniciativa militar, produciéndose un gran avance reconquistador hasta que la
invasión almorávide (a partir del 1086) frena el proceso:
- Valle del Tajo. La Reconquista fue llevada a cabo por Castilla y Portugal. Conquistaron: Toledo
(1085) por Alfonso VI de Castilla y Lisboa (1147) por Alfonso I Enríquez de Portugal.
- Valle del Ebro. Realizada por aragoneses y catalanes. Conquistaron: Zaragoza (1118) por
Alfonso I de Aragón; Tortosa (1148) y Lérida (1149) por Ramón Berenguer IV de Cataluña.
3ª Segunda mitad del siglo XII. La llegada de los almohades (1146-1232) y las disputas entre los
reinos cristianos frenaron el avance conquistador, que se limitó a la:
- Ocupación de la Mancha y de la cuenca media del Guadiana (llevada a cabo por
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castellanos y leoneses). El reino de León se expandió por Extremadura; el de Castilla por la
submeseta Sur.
-Ocupación de la cuenca del Turia (Teruel) y del Júcar (Cuenca) por la corona de Aragón.
Los dos grandes poderes cristianos, Castilla y León y la Corona de Aragón –Aragón y
Cataluña- delimitaron sus áreas de expansión en el Tratado de Cazola (1179).
4ª Siglo XIII.
-Ocupación de Murcia y valle del Guadalquivir, llevada a cabo por los castellanos.
Alfonso VIII lideró una coalición de reinos cristianos que derrotó a los almohades en la batalla de
las Navas de Tolosa (1212), en Despeñaperros, lo que abrió las puertas de Andalucía para los
castellanos. Se produjo un avance espectacular: Fernando III el Santo conquistó Murcia (1234) e
importantes ciudades andaluzas como Córdoba, Jaén o Sevilla. Alfonso X el Sabio incorporó
Cádiz y Huelva. Las áreas de influencia fijadas en el Tratado de Cazorla del siglo anterior, fueron
violadas, surgiendo conflictos entre castellanos y aragoneses. En el Tratado de Almizra (1244)
los castellanos se garantizaron ser los únicos que mantuviesen frontera con el reino Nazarí de
Granada.
-Ocupación de Valencia y Baleares, conquistadas por Jaime I el Conquistador durante el
segundo tercio del siglo XIII (Mallorca en 1231, la ciudad de Valencia fue tomada en 1238…). Se
creó un reino federado con las ya existentes Coronas de Aragón y Cataluña, formada desde
entonces por los reinos de Aragón, Cataluña, Baleares y Valencia.
Por ello, desde la segunda mitad del siglo XIII, casi toda la Península y las Baleares
estaban bajo control cristiano, quedando reducido el territorio musulmán al reino nazarí de
Granada (conquistada por los Reyes Católicos en 1492). Será una quinta etapa, pero que se
analizará en el bloque III, al pertenecer ya a la Edad Moderna.
c) Modelos de repoblación:
La repoblación -proceso de ocupación, reparto de tierras y organización de la explotación
de los territorios arrebatados a los musulmanes- determinó la estructura de la propiedad y las
condiciones de vida de los campesinos alodiales, los siervos y los artesanos. El repoblamiento
se produjo de dos formas: en los lugares despoblados o inseguros (norte) donde había que
incentivar a los campesinos, se les otorgaban tierras en propiedad, derechos y libertades. Allí
donde las condiciones eran seguras y las tierras fértiles (sur), nobleza e Iglesia se apoderaron de
grandes extensiones de tierras –o fueron donadas por el rey en premio a su labor bélica en la
Reconquista, a estas donaciones se las conoce como donadíos- y aplicaron desde el principio la
servidumbre feudal.
- Siglos VIII-X: El norte del Duero, alto Ebro y Piedemonte pirenaico -regiones poco pobladas,
territorios de frontera, con una débil islamización-, se repoblaron mediante el sistema de
presura o aprisio, que implicaba la adquisición de la propiedad por el hecho de cultivarla. El
resultado fue una zona de pequeñas y medianas propiedades con campesinos libres (alodiales).
Hacia el siglo X, la repoblación se encomendó a monasterios o a señores feudales con
colonos, quienes acabaron absorbiendo también a los campesinos libres ante la necesidad de
estos de su protección (se suele conocer a este período como época del encastillamiento o de
feudalización). Se convirtieron así en siervos (especialmente en Cataluña y en Galicia).
- En los siglo XI y XII, entre los ríos Duero y Tajo y valle medio del Ebro predominó la
repoblación concejil. El territorio era dividido en concejos con grandes extensiones o alfoces,
regidos por una ciudad o villa. Una vez constituido el concejo, los reyes (para limitar el poder
nobiliario) otorgaban fueros o cartas pueblas con privilegios y libertades para atraer a nuevos
pobladores. La población musulmana en estas zonas era numerosa, y en general, se respetaron
sus propiedades. El sistema dio como resultado el predominio de la mediana propiedad y la
propiedad comunal.
- En la primera mitad del siglo XIII, entre el Tajo y el valle del Guadiana (Extremadura, La
Mancha), provincia de Teruel y el norte de Castellón. En estas zonas extensas y escasamente
pobladas -en cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares (Alcántara, Santiago,
Calatrava…)- se dividieron las nuevas tierras en encomiendas, al frente de las cuales se situaba
a un caballero de la Orden con cargo de comendador. Se formaron así grandes latifundios
dedicados a la explotación ganadera.
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- En la segunda mitad del siglo XIII se ocuparon las regiones más ricas y pobladas de
Andalucía. Las tierras fueron adjudicadas en grandes lotes – latifundios – a la nobleza e Iglesia,
mediante el sistema de repartimientos en los que se impuso el modelo feudal. En el litoral
levantino se siguió el mismo modelo, si bien se permitió la permanencia de la población
musulmana, imprescindible para las tareas agrícolas, como hemos visto, muy avezados en los
sistemas de regadío.
b) Régimen señorial:
Los señoríos eran territorios concedidos por el rey a un particular (noble) o a una institución
(eclesiástica) para su explotación económica únicamente o, a posteriori, económica y
jurisdiccional.
En los comienzos de la Reconquista apareció el primer tipo de señorío, los denominados
señoríos territoriales o solariegos, cuyas tierras carecían de dueño previo. En estos señoríos,
el señor poseía la propiedad de la tierra, obteniendo una renta por parte de los siervos y de los
campesinos alodiales. Esto fue frecuente hasta el siglo XII en las zonas de repoblación por
presura.
A partir del siglo XII, y de forma progresiva, los monarcas empezaron a otorgar a los
señores también el privilegio de la inmunidad, es decir, la garantía de que en esos territorios
no intervendrían los agentes del rey. De este modo, tales lugares se convirtieron en señoríos
jurisdiccionales, donde el señor asumía las funciones propias del monarca sobre los
pobladores de la zona –impartir justicia, obtención de impuestos, prestaciones de trabajo, etc.-.
Así pues, el régimen señorial se caracterizaba por:
- En el plano jurídico, implicaba un traspaso de competencias del rey (gobierno, justicia, cobro de
tributos, etc.) a los titulares del señorío.
- En el plano político, el poder efectivo del monarca se limitaba a las tierras de realengo, es decir,
las que estaban bajo su dominio directo.
El establecimiento del régimen señorial supuso:
- La erosión del poder monárquico. El rey no disponía de poder para ofrecer seguridad y
justicia en todos sus dominios al cederlo en gran parte a los nobles a cambio de sus servicios,
principalmente en los jurisdiccionales.
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- Fortalecimiento de la nobleza tanto laica como eclesiástica, que fue consolidando las
concesiones reales y logró convertirlas en hereditarias.
- Inexistencia de un poder centralizado del Estado, que se concibe desde un ejército propio y
un código legal público y único. Estas funciones se sustituyeron por un sistema de relaciones
personales.
A partir del siglo XIII los reyes comenzaron a recuperar poder a costa de los poderes de la
nobleza, para ello contaron a menudo con el apoyo de las ciudades y del clero secular.
c) Sociedad estamental:
Definimos sociedad estamental como aquel modelo de estructuración social propia del
Antiguo Régimen organizada a partir de criterios jerárquicos, la cual estaba dividida en
estamentos sociales (privilegiados y no privilegiados), a los que se pertenece por nacimiento y
con una estructura cerrada. Se puede señalar que cada estamento tenía su propia función: los
nobles guerrear, los clérigos orar y el estado llano trabajar para mantener a los otros dos
estamentos.
La sociedad en este periodo, por lo tanto, era estamental, pero no tan cerrada como la
europea del momento, debido a las peculiaridades de la Reconquista y la repoblación y la
coexistencia de diferentes grupos étnicos y religiosos.
- Nobleza y clero eran los grupos privilegiados, con exención de impuestos y leyes propias.
Eran la minoría de la sociedad. Los nobles, lo eran por nacimiento o por designación real, y se
dedicaban a la guerra. No todos los miembros del estamento nobiliario gozaban de igual
prestigio y fortuna, se dividía en: alta nobleza, nobleza media (caballeros) y baja nobleza o
hidalgos. El clero, dedicados a la oración y a la Iglesia, se dividía en: alto clero (obispos, abades,
etc) y bajo clero (curas, frailes…); clero regular (monjes) y clero secular (sacerdotes), existiendo
grandes diferencias de rentas y posición social entre ellos.
- El estado llano: son los no privilegiados, pagaban impuestos. Era un grupo muy heterogéneo:
campesinos (libres o sometidos a sus señores, constituían la inmensa mayoría de la población),
artesanos, pequeños burgueses que vivían en las ciudades y oligarquías urbanas, grupos
económicamente potentes que se hacían cargo del gobierno municipal y de representar a las
ciudades en las Cortes. Los componentes del estado llano se dedicaban a trabajar para
mantener a los otros dos estamentos.
Aunque los tres grandes reinos peninsulares de la órbita cristiana (Castilla, Corona de
Aragón y Navarra) –obviamos Portugal-, tienen modelos de gobierno diferentes, en ellos vemos
una estructura política con ciertos paralelismos, basadas en tres instituciones políticas básicas:
monarquía, Corte y municipio (de un carácter más territorial).
A continuación indicamos las características principales de cada reino:
- Castilla era una monarquía unitaria en la que el rey mantenía la autoridad debido al escaso
poder de las Cortes y a la aceptación del origen divino de la autoridad.
- La Corona de Aragón era una Confederación de reinos (Aragón, Cataluña, Baleares y
Valencia), donde el poder del rey estaba limitado por la nobleza a través de las Cortes, debido al
origen pactista de la monarquía.
- Navarra, territorio ubicado en la antigua Marca Hispánica, cuenta también con una concepción
pactista de la Monarquía, donde las Cortes limitan el fortalecimiento monárquico y la tendencia
al autoritarismo.
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controlar a los reyes castellanos. Un resumen de estos conflictos políticos de la Baja Edad Media
en Castilla puede ser el siguiente: la crisis política estuvo marcada por la rebelión continua de
la nobleza contra la autoridad creciente de los monarcas. En Castilla la nobleza se organizaba
en bandos enfrentados, mientras la Corona contaba con el apoyo de las ciudades. En el s. XIV
estalló una guerra civil entre Pedro I el Cruel y su hermanastro Enrique de Trastámara (Enrique
II, hijo bastardo de Alfonso XI) quien, con el apoyo de la nobleza y del alto clero, derrotó a Pedro
I, iniciándose la dinastía de los Trastámara (1369). Esta guerra supuso un importante triunfo de
la nobleza al recompensar Enrique II de Trastámara con generosas concesiones a quienes le
habían apoyado (creación de nuevos señoríos jurisdiccionales). En definitiva, los nobles
adquirieron tanta fuerza que incurrieron en constantes abusos de poder, que derivaron en
continuos enfrentamientos con la monarquía a lo largo del s. XV. El reinado de Enrique IV (1454-
1474) fue complicado, los principales conflictos tuvieron como pretexto la cuestión sucesoria que
se agravaría a su muerte (entre Juana, apodada la Beltraneja, y su tía, Isabel la Católica,
hermanastra de Enrique IV), que llevaría a otra guerra civil, que será tratada en el bloque III.
Alrededor del rey se creó una corte real (nobles al servicio del rey, burócratas, etc.), que no
tenía capital fija, a partir de la cual tuvo lugar el desarrollo institucional y el proceso de
centralización del poder real:
- El Consejo Real, órgano que se ocupaba de asesorar al rey. Estaba formado por nobles,
eclesiásticos y expertos en leyes.
- Las Cortes, órgano de representación estamental, formada por los representantes de la
nobleza, del clero y de las ciudades. Una de sus competencias era la concesión de impuestos
solicitados por la Corona a cambio de atender las peticiones de sus miembros. Tenían un
importante papel consultivo, aceptan impuestos y juran respetar al heredero.
- La Audiencia, órgano supremo de justicia, solo supeditado al rey. En principio era itinerante,
pero en el s. XV fijó su sede en Valladolid con el nombre de Chancillería.
- Se reforzó la Hacienda, con recaudadores encargados de los ingresos fiscales, principal
soporte del fortalecimiento de la Monarquía.
El principal instrumento de control de la monarquía sobre los municipios lo representó la
figura del corregidor, cuya función era representar a la Corona en los municipios, aparte de
poseer funciones judiciales y militares.
La división territorial de la corona castellana estaba compuesta por las merindades
–territorios al mando de un merino, designado por el rey, con fuertes prerrogativas de gobierno y
administrativas- y los adelantamientos –dirigidas por adelantados, similares a las merindades,
pero ubicadas en zonas fronterizas-. En la administración local debemos destacar los concejos
–ayuntamientos- y los regidores –alcaldes-.
Por último, debemos mencionar la conquista de las Islas Canarias, que eran conocidas
desde la antigüedad, pero su conquista (lenta por falta de recursos económicos y la resistencia
indígena), comenzó en 1402 con el normando Juan de Bethencourt (vasallo del rey castellano)
que conquistó Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y Gomera.
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En la Corona de Aragón también fueron dos siglos de inestabilidad constante, donde la nobleza
era más fuerte y forzaba a la Corona a negociar (pactismo). En el siglo XV una crisis sucesoria
(tras morir Martín I sin descendencia) dio lugar, por el Compromiso de Caspe (1412), a la
entrada de la dinastía Trastámara en la Corona de Aragón, con Fernando I. Durante el reinado
de Juan II (1458-1479) la tensión entre la monarquía y las clases dirigentes de Cataluña
desembocó en guerra civil, quedando la Corona de Aragón (Cataluña especialmente) arrasadas
por la crisis. Tras la conquista de Baleares en el siglo XIII se inicia la expansión militar por el
Mediterráneo. A pesar de la oposición del papado y de Francia (la lucha contra Francia por el
control de Italia será durante siglos un elemento fundamental de la política exterior aragonesa),
se fueron incorporando a la Corona de Aragón Sicilia (1282), Cerdeña (1324) y el reino de
Nápoles (1443). Incluso, durante un tiempo, pertenecieron a la Corona de Aragón los ducados
griegos de Atenas y Neopatria, conquistados por tropas mercenarias catalanas (los almogávares
al mando de Roger de Flor), que habían acudido allí en ayuda del emperador bizantino contra los
turcos. El coste de todas estas conquistas forzó a los reyes de Aragón a pedir ayuda a la nobleza
y a la burguesía que, como contrapartida, aseguraron su poder y sus privilegios (este es uno de
los factores que explican que la monarquía aragonesa fuera una “monarquía pactista”).
Gracias a esta expansión se desarrolló un activo comercio internacional en el que la ciudad de
Barcelona tuvo un papel prioritario, pero la profunda crisis de Cataluña en el siglo XV afectó
también a esta actividad y Valencia sustituyó a Barcelona como principal puerto comercial.
La autoridad real estaba representada en los distintos territorios por virreyes que actuaban
en su nombre. Los municipios fueron cayendo progresivamente bajo el control de las oligarquías
urbanas. Así, el gobierno municipal estaba integrado por: un delegado (nombrado por el rey),
los magistrados (funciones ejecutivas, consellers en Barcelona) y una asamblea o consejo
municipal (órgano asesor, Consejo del Ciento en Barcelona).
La división territorial en los diferentes reinos que conforman la Corona se estructuraba en
honores –veguerías en Cataluña-, que son una especie de comarcas.
Había, como en el reino de Castilla, Consejo Real y Audiencia.
Reino de Navarra: contó con monarcas de casas francesas hasta mediados del siglo XV,
cuando los Trastámara tomaron el poder hasta la adscripción de Navarra a la monarquía
castellana a partir de 1512 y la imposición de un virrey como gobernador por parte de estos
(acontecimiento que crea fuertes controversias historiográficas y que, además, no pertenece a
este bloque, que debemos cerrar en 1474). Las instituciones que ayudaban al rey navarro en sus
tareas de gobierno son las siguientes:
- Consejo Real: órgano asesor.
- Cortes: ante las cuales el rey tenía que jurar los fueros y que estaba dotada de potestad
legislativa.
- Cámara de Coptos: organismo encargado de la función fiscal.
Además, existía el Fuero General, una normativa que limitaba las atribuciones del rey y que
garantizaba muchos derechos políticos de los súbditos.
En Navarra nos encontramos también con una división territorial análoga a la vista en Castilla y
Aragón, dependiendo del momento histórico, recibieron la denominación aragonesa (honores) o
castellana (merindades).
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