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Fecha: 1-ene-1999
Producto: MJ
La sentencia que tenemos el gusto de comentar y aplaudir permite de entrada apuntar tres
grandes conclusiones: 1) el Derecho del Consumidor o la tutela de los consumidores y
usuarios ya se encuentra plenamente instalado en nuestro país, 2) los Tribunales más
importantes de nuestro país -entre los que se encuentra el que dictó en fallo anotado- han
tomado conciencia de la importancia que el tema tiene y de su jerarquía constitucional(1), y 3)
los usuarios del sistema de tarjetas de crédito se encuentran amparados por la ley 24.240
[EDLA, 1993-B-1278] de Defensa de los Consumidores y usuarios(2).
El fallo anotado demuestra que el Tribunal interviniente ha sido plenamente consciente de esas
tres premisas y las ha sabido aplicar correctamente.
La lectura del fallo es suficiente para darnos cuenta de las vejaciones a las que fue sometido el
usuario de la tarjeta, y todo por un error no imputable a el, sino por una falla del sistema. Fue
así que el actor debió soportar un momento terrible, pasando por un delincuente frente a los
ojos de terceros y de su propia esposa y nieta. Téngase en cuenta que hasta estuvo a punto de
ser detenido por personal policial que llegó al lugar en un patrullero.
Ahora bien, frente a todo ello, cuál fue la reacción de las entidades responsables (la empresa
organizadora de la tarjeta o administradora del sistema y el banco emisor): la de pretender
eludir toda responsabilidad amparándose en las complicadas redes contractuales propias de
todo sistema de tarjeta de crédito.
Por suerte el Tribunal de segunda instancia supo reaccionar y frente a todo el enmarañado
contractual -en el cual por supuesto el usuario de la tarjeta no tuvo la más mínima posibilidad
de participar- encontró la única realidad, la de un usuario que había sufrido un perjuicio por
una falla del sistema, de cuya organización era ajeno.
Esto nos lleva a otra conclusión.Más allá de los términos contractuales, en el caso concreto
nos encontramos con una víctima inocente que merece una justa indemnización. Y esa
indemnización debe ser afrontada por todos aquellos que de una manera u otra han participado
en la organización del sistema de la tarjeta de crédito.
Resultaría verdaderamente absurdo que tanto la empresa organizadora del sistema como el
banco emisor del plástico puedan ampararse en los términos contractuales que rigen la
relación interpartes para eludir sus responsabilidades. En todo caso cláusulas de esa
naturaleza serán nulas a la luz del art. 37 de la ley 24.240.
Todo ello permite concluir que dentro del sistema propio de las tarjetas de crédito, intervienen
frente al usuario, cuanto menos dos partes, la entidad administradora y el banco emisor, y por
lo tanto ambos pueden ser civilmente responsables por los daños que sufra el usuario al hacer
uso de los plásticos.Como bien se señala en los considerandos del fallo en la prestación del
servicio de tarjeta de crédito intervienen ambas codemandadas, no sólo en cuanto lo publicitan
y ofrecen al usuario, sino en tanto participan concretamente en su funcionamiento con las
modalidades señaladas, con lo cual obtienen una ventaja o utilidad, de manera que deben ellas
asumir el riesgo empresario ínsito en tal actividad y responder conjuntamente ante el
destinatario del servicio.
El Tribunal recuerda que la situación hubiera sido claramente subsumible en el art. 40 de la ley
24.240 originariamente vetado que había establecido un régimen de solidaridad respecto del
usuario por los daños resultantes de defectos en la prestación de servicios. Ante el veto
dispuesto por el Poder Ejecutivo, el Tribunal funda la condena solidaria en normas ordinarias
del Derecho de fondo.
Hoy en día, la norma originariamente vetada ha sido nuevamente incorporada al texto de la ley
24.240 por obra del Congreso de la Nación que en fecha 1º de julio de 1998 sancionó la ley
24.999 [EDLA, 1998-Bol. 28-11](3).
El nuevo art. 40 de la ley 24.240 dispone: Responsabilidad: si el daño al consumidor resulta del
vicio o riesgo de la cosa o de la prestación del servicio, responderán el productor, el fabricante,
el importador, el distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien haya puesto su marca en la
cosa o servicio. El transportista responderá por los daños ocasionados a la cosa con motivo o
en ocasión del servicio. La responsabilidad es solidaria sin perjuicio de las acciones de
repetición que correspondan. Sólo se liberará total o parcialmente quien demuestre que la
causa del daño le ha sido ajena(4).
A la luz del nuevo texto legal ya no puede caber absolutamente ninguna duda que todo usuario
de tarjeta de crédito que sufra un daño con motivo de su uso, puede dirigir la acción
resarcitoria tanto contra la empresa administradora del sistema como contra el banco
emisor.En el caso concreto que diera lugar al fallo que comentamos, no cabe ninguna duda
que el daño sufrido por el usuario resulta del vicio o riesgo de la prestación del servicio y por
ende deben responder todos aquellos que hayan puesto su marca en el servicio, y es de
público y notorio que en todos los plásticos (tarjetas de crédito) como así también en la
documentación que ordinariamente recibe el usuario se incorpora el nombre del banco emisor
y de la entidad organizadora del sistema.
Es por ello que a la hora de las responsabilidades no pueden ampararse en oscuras normas
contractuales contrarias al régimen de orden público que establece la ley 24.240 y sus
modificatorias.
Se trata de aquellos casos en que al empresario no se le atribuye el hecho de otro, sino que se
le imputa que el servicio que creo no funcionó, o funcionó mal o defectuosamente. Por ello se
lo hace responsable si se acredita que la causa del daño se encuentra en la organización que
él titulariza, y más allá de toda culpa individual(5).
En abono de que estamos frente a una responsabilidad de tipo objetiva, en la que la culpa nada
tiene que ver, es lo dispuesto en el propio art. 40 de la ley 24.240 según el cual los
responsables solidarios sólo se liberarán de responsabilidad probando que la causa del daño
les ha sido ajena.
Todo lo demás que se pueda decir está magistralmente expuesto en el fallo anotado, al que
adherimos y aplaudimos con fervor.
Notas:
(1) Adviértase que en los considerandos del Fallo se reconoce -como no podía ser de otra
manera- plena efectividad al art. 42 de la Constitución Nacional en cuanto reconoce a los
consumidores y usuarios de bienes y servicios el derecho a la protección de sus intereses
económicos y a condiciones de trato equitativo y digno.
(2) El sector de los contratos de crédito y más particularmente el sistema de tarjetas de crédito
es un área en donde cobran vital importancia las normas tuitivas del consumidor debido a los
constantes abusos cometidos por las empresas emisoras y administradoras. Ver de
CARBONEL PINTANEL, JOSé CARLOS, La protección del consumidor titular de tarjetas de
pago en la Comunidad Europea, Beramar, Madrid, 1994.
(4) Sobre la oportuna ley 24.999 puede verse: SAGARNA, FERNANDO ALFREDO, Reforma a
la ley de defensa del consumidor, en Antecedentes Parlamentarios, año 1998, Nº 9, pág. 2451
y sigtes. PICASSO, SEBASTIáN Y WAJNTRAUB, JAVIER, Las leyes 24.787 y 24.999:
consolidando la protección del consumidor, JA, semanario del 4 de noviembre de 1998. (5) Ver
KEMELMAJER DE CARLUCCI, AíDA, Daños causados por los dependientes, Hammurabi,
1992, pág. 36. La Jurista citada recuerda GENEVIEVE VINEY para quien en algunos casos
todavía no se es consciente de que algunos riesgos deben ser asumidos por la empresa
misma. Ninguna de las explicaciones dadas sobre el fundamento satisfacen, porque hoy y a no
hay que mirar al comitente como un individuo sino como el sujeto que representa la unidad
económica y, consecuentemente, es quien está obligado a tomar el seguro destinado a
proteger a los terceros y a incitar a la empresa misma a la prevención.