Está en la página 1de 17

(Comisión 0011 – Diego Zentner)

CONTRATO DE TARJETA DE CRÉDITO

SUMARIO: 1. Nociones introductorias. 1.1. Función económica.


1.2. Régimen legal: Ley de Tarjetas de Crédito; estatuto del
consumidor. 1.3. Concepto. 1.4. Caracteres. 2. Elementos
propios. 2.1. Consentimiento: partes y sujetos;
perfeccionamiento. 2.2. Forma escrita y contenidos mínimos. 3.
Efectos generales. 3.1. Obligaciones del emisor con el titular.
3.2. Obligaciones del emisor con el proveedor. 3.3. Obligaciones
del titular. 3.4. Obligaciones del proveedor. 4. Efectos
particulares. 4.1. Cobro del saldo deudor impago. 4.1.1.
Impugnación del resumen. 4.1.2. Vía procesal para la acción
judicial. 4.2. Responsabilidad por utilización fraudulenta de
tarjetas. 4.2.1. Extravío o sustracción. 4.2.2. Falsificación. 4.3.
Controversias entre titular y proveedor: promociones
combinadas. 4.4. Cláusulas abusivas. 5. Extinción.

--o--

1. Nociones introductorias.

1.1. Función económica.

La utilización masiva e imprescindible del sistema de tarjeta de crédito torna


casi ocioso debatir acerca de su relevancia en el tráfico negocial. Mediante el
uso de la tarjeta de crédito como medio de pago, el consumidor simplifica sus
operaciones por la sustitución del dinero efectivo, pero principalmente tiene a
su alcance un instrumento de crédito, toda vez que le es posible diferir el
cumplimiento de sus obligaciones dinerarias, sin ser necesaria la previa
provisión de fondos a la entidad que asume la deuda. A la vez, la operatoria
crediticia permite al proveedor adherido ampliar la clientela a través de la
aceptación de operaciones con tarjeta. Mientras que para la entidad
financiera, la coordinación del sistema le depara una rentabilidad cuya carga
distribuye entre los demás sujetos intervinientes.

En la actualidad, el desarrollo de la tecnología en materia informática hace del


sistema de tarjeta de crédito el medio de pago por excelencia en el ámbito del
comercio electrónico y las transacciones online, lo que refuerza la relevancia
del tema para el operador jurídico.

Desde el punto de vista finalístico, la función económica del contrato es


inequívocamente crediticia respecto del usuario, al permitirle el aplazamiento
en el pago de sus operaciones y la financiación de los saldos.

El sistema de tarjeta de crédito presenta un entramado jurídico complejo que


involucra un cúmulo de relaciones jurídicas entre los distintos sujetos
participantes.

La empresa emisora de la tarjeta entabla un doble vínculo. Por un lado,


celebra con el usuario el contrato de emisión de tarjeta de crédito. Al propio
tiempo, estipula con los proveedores de bienes y servicios al público el
respectivo contrato de provisión, según el cual el comerciante asume el
compromiso de aceptar las operaciones que los clientes proponen concertar.

En rigor, el sistema de tarjeta de crédito configura un fenómeno de conexidad


contractual, esto es, una serie de negocios jurídicos coordinados hacia un
objetivo común: contrato de emisión entre emisor y usuario; contrato de
provisión entre emisor y proveedor; contrato de consumo entre usuario y
proveedor, en el que la tarjeta de crédito constituye el medio de pago.

En el caso de las tarjetas bancarias aparece un vínculo adicional, que es el


contrato entre la administradora del sistema de tarjeta de crédito y el banco
emisor (caracterizado para algunos como agencia, para otros asimilable a la
franquicia), por medio del cual la primera, titular de la marca que organiza el
sistema, delega en la entidad financiera la comercialización del negocio
(concesión del crédito, emisión de los plásticos, incorporación de
establecimientos, realización de pagos y cobranzas).

Asimismo, existen otras relaciones jurídicas dentro de la operatoria del


sistema de tarjeta de crédito. Uno de ellos es el que vincula a los usuarios
adicionales, adherentes o beneficiarios de extensiones, a quienes el titular
habilita para hacer uso del crédito mediante un plástico que el emisor le
confiere.

Otra sujeto interviniente es el banco pagador (se vincula con el proveedor),


encargado de gestionar la liquidación y la percepción de las ventas efectuadas
con tarjetas de débito y crédito, y en el que se acreditan los pagos a favor del
proveedor.

También cabe computar los contratos que celebran emisores y proveedores


con las empresas de verificación electrónica de tarjetas y expedición
informatizada de los comprobantes, para la validación de los pagos
electrónicos.

1.2. Régimen legal: Ley de Tarjetas de Crédito; estatuto del consumidor.

La amplia tipicidad social del sistema de tarjeta de crédito en Argentina


significó acuñar un abundante material jurisprudencial que desembocó, en el
año 1999, en la sanción de la Ley de Tarjetas de Crédito (Nº 25.065).

El ordenamiento instituido por la ley especial es pasible de varias


observaciones. En primer lugar, no puede disimularse la seria deficiencia en la
técnica legislativa empleada, desde la propia estructura metodológica de la ley,
los títulos asignados a los capítulos, las contradicciones del articulado, y la
pobre redacción de varias de sus normas. Asimismo, algunas carencias en
áreas de interés como la responsabilidad por pérdida de la tarjeta, la falta de
tratamiento del vínculo entre administradora y emisor (y la responsabilidad
emergente frente al titular), entre otras, ponen en duda la aptitud del
instrumento legal para una adecuada tutela del usuario. Como muestra
palmaria de la inconsistencia normativa del régimen, basta citar lo
preceptuado por el art. 3°, que establece la aplicación supletoria de la LDC,
contrariando todo el sistema basado en el principio de preeminencia
normativa (art. 3°, últ. párr., LDC) con jerarquía constitucional.

Precisamente, las razones señaladas tornan más imperioso aún aplicar de las
normas regulatorias del contrato de consumo (LDC y CCyC) a numerosas
cuestiones sobre las que la ley 25.065 no brinda respuestas u ofrece
soluciones endebles, como deberes de información y seguridad, publicidad,
contratos fuera del establecimiento y a distancia, imposición de prestaciones
mediante cargos automáticos, conexidad contractual, responsabilidad
solidaria.

1.3. Concepto.

No es posible conceptualizar adecuadamente la operatoria jurídica de la tarjeta


de crédito sin reconocer que se trata de un módulo de contratos conexos. A
tono con ello, puede definirse al sistema de tarjeta de crédito como un
complejo de contratos coligados en virtud del cual una entidad financiera o
emisor otorga al usuario, titular o tarjetahabiente un instrumento material
habilitado para ser utilizado como medio de pago en la contratación de bienes
o servicios que ofrece el comercio o proveedor, y luego abonar con diferimiento
las sumas resultantes al emisor, quien debe pagar al proveedor el importe de
la operación, con deducción de la comisión estipulada.

En sentido coherente, el art. 1° de la ley 25.065 adopta una definición del


sistema de tarjeta de crédito que recepta la idea de conexidad contractual.
Según esta disposición, se entiende por tal “al conjunto complejo y
sistematizado de contratos individuales cuya finalidad es: a) Posibilitar al
usuario efectuar operaciones de compra o locación de bienes o servicios u obras,
obtener préstamos y anticipos de dinero del sistema, en los comercios e
instituciones adheridos. b) Diferir para el titular responsable el pago o las
devoluciones a fecha pactada o financiarlo conforme alguna de las modalidades
establecidas en el contrato. c) Abonar a los proveedores de bienes o servicios los
consumos del usuario en los términos pactados”.

Como se aprecia, la norma asume la conexión funcional necesaria entre los


distintos contratos individuales que conforman el vínculo complejo: contrato
de emisión; contrato de provisión; contrato de consumo genérico
(compraventa, locación, servicios, etc.).

Asimismo, como hemos indicado, en el caso de las tarjetas emitidas a través


de los bancos, la función de éstos consiste en la intermediación financiera y
comercial entre la administradora y el público, por lo que la empresa
administradora no contrata directamente con el usuario. Ello no obsta a que
los efectos frente al consumidor deban ser interpretados en forma sistémica,
de modo de impedir cualquier traslado injustificado de los riesgos
empresariales. Si bien la ley no regula ningún aspecto tocante a las relaciones
entre administradora y emisor, en caso de daños al usuario derivados del vicio
o riesgo de la cosa o prestación del servicio (p.ej., inhabilitación ilegítima de la
tarjeta), la responsabilidad alcanza en forma concurrente a ambos sujetos
intervinientes en el circuito financiero, sin perjuicio de las acciones de
repetición (conf. art. 40, LDC).
Además de la tarjeta de crédito, existen otras operatorias similares con
plásticos identificatorios:

a) Tarjeta de compra: la expiden los propios establecimientos comerciales a


favor de sus clientes, para que éstos puedan contratar exclusivamente los
bienes o servicios comercializados por aquél, con la posibilidad de financiar el
pago de dichos consumos (art. 2°, inc. d).

b) Tarjeta de débito: es emitida por los bancos con el objeto de que los
usuarios adquieran bienes de los proveedores adheridos, previa provisión de
fondos suficientes en la cuenta del titular asociada a tal efecto (art. 2°, inc. e),
para realizar los débitos de las sumas correspondientes; resulta una
operatoria accesoria al contrato bancario respectivo (caja de ahorro, cuenta
corriente).

1.4. Caracteres.

Enumeraremos a continuación los caracteres jurídicos del contrato de tarjeta


de crédito, enfocados primordialmente en el contrato de emisión.

a) Bilateral: el contrato genera obligaciones para todas las partes


intervinientes (art. 966).

b) Oneroso: las ventajas que procuran a los contratantes son concedidas en


virtud de la contraprestación que cada uno de ellos debe satisfacer (art. 967).
La onerosidad se verifica tanto en el contrato de emisión, donde el sacrificio
económico por el otorgamiento del crédito tiene contrapartida en los cargos
que el emisor cobra al usuario (gastos administrativos, cargo de renovación,
intereses por financiación), como en el contrato de provisión, en el que las
ventajas del proveedor (cúmulo de operaciones concertadas por la adhesión al
sistema organizado por el emisor, que asume el riesgo crediticio) se
compensan con el pago de una comisión sobre cada transacción.

c) Conmutativo: las ventajas y sacrificios de las partes quedan determinados al


tiempo de la celebración del contrato y son conocidas desde el inicio (art. 968).

d) Formal: los arts. 7ª y 13 de la ley 25.065 exigen forma escrita para su


validez, con requisitos adicionales, de carácter solemne (art. 969).

e) Nominado: la regulación positiva proveniente de la norma especial le da a la


figura suficiente tipicidad legal (art 970).

f) De ejecución continuada: los efectos del contrato se prolongan en el tiempo.

Los contratos de emisión y provisión de tarjeta de crédito responden al típico


modelo predispuesto, sometido a condiciones generales de contratación, lo que
conduce a la aplicación de las reglas hermenéuticas y de control de inclusión y
contenido de los contratos por adhesión (arts. 985 a 989, CCyC). Asimismo, el
contrato de emisión es un vínculo de consumo (arts. 1º, 2º y 36, LDC).
2. Elementos propios.

2.1. Consentimiento: partes y sujetos; perfeccionamiento.

Al inicio de este capítulo hemos identificado a todos los sujetos que forman
parte de las distintas relaciones jurídicas coligadas que componen el sistema
de tarjeta de crédito.

Ciñendo el análisis al contrato de emisión entre emisor y titular, es preciso


remarcar que el acto comienza a producir sus efectos desde el momento en
que las partes prestan el consentimiento. No obsta a esta conclusión lo
preceptuado por el art. 8° de la ley 25.065, en cuanto a que el contrato de
emisión queda perfeccionado recién al momento de suscribirse el instrumento
respectivo y recibir el titular las tarjetas emitidas. En todo caso, lo que se
dispone es un recaudo de tutela al usuario, cual es evitar la generación de
responsabilidad por la mera solicitud de la tarjeta (art. 9°), por ejemplo, el
cobro de cargos por un servicio financiero que no puede aprovechado antes de
la entrega del plástico.

En el caso inverso, esto es, la recepción de una tarjeta sin haberse firmado el
contrato, la utilización por el receptor solo puede tener el efecto de
constreñirlo al pago de los cargos efectuados, pero no podrían serle opuestas
las cláusulas contractuales, por falta de aceptación del instrumento. Esto
sucede también cuando el envío del plástico se realiza sin mediar solicitud
previa, supuesto que puede constituir una práctica abusiva captada por el art.
35 de la LDC.

2.2. Forma escrita y contenidos mínimos.

El contrato de emisión debe ser celebrado por escrito (conf. arts. 6° a 8°), con
las siguientes formalidades adicionales:

a) Firma del titular y de personal apoderado del emisor; cuando se emplean


instrumentos generados por medios electrónicos, este requisito queda
satisfecho si se utiliza cualquier método que asegure la autenticidad e
integridad.

b) Pluralidad de ejemplares para las partes, y en su caso, para el fiador y el


usuario adicional o autorizado (art. 7°, inc. a).

c) Redacción clara y legible, y en particular, caracteres destacados en las


cláusulas que establezcan responsabilidad para el titular adherente (art. 7°,
incs. b y c).

d) Aprobación y registración del modelo de contrato por la autoridad de


aplicación (art. 7°, inc. d).

Asimismo, se contemplan requisitos de contenido mínimo que deben constar


en el contrato de emisión (art. 6°): plazo de vigencia; plazos de pago para el
titular; porcentual de montos mínimos de pago; importe máximo de
operaciones autorizadas; tasas de intereses compensatorios y punitorios;
fecha de cierre de operaciones; cargos administrativos o de permanencia;
procedimiento y responsabilidades en caso de pérdida o sustracción de
tarjetas; importes por seguros de vida o por cobertura de consumos en caso de
pérdida o sustracción de tarjetas; comisiones por retiros en efectivo;
consecuencias de la mora; causales de suspensión, resolución y/o anulación
del contrato.

Todas las prescripciones formales reseñadas son exigidas bajo pena de


nulidad (art. 13). Aquí la forma es instituida como mecanismo de protección
del consumidor, por lo que entendemos que la omisión de la solemnidad
prescripta impide que el contrato alcance todos sus efectos respecto del
consumidor (solemnidad relativa), en los términos del art. 969 del CCyC.

3. Efectos generales.

3.1. Obligaciones del emisor con el titular.

a) Emitir y entregar el plástico. A partir de la celebración del contrato, el


emisor queda obligado a emitir y facilitar al titular las respectivas tarjetas (art.
8°, párr. 1°). Se trata de un instrumento material de identificación, magnético
o de otra tecnología que asegure la inviolabilidad, y que permita identificar al
usuario mediante los siguientes recaudos (art. 5°): nombre y apellido; número
interno de inscripción; firma ológrafa; fecha de emisión y vencimiento;
identificación del emisor y de la entidad bancaria interviniente.

b) Enviar el resumen de operaciones. El emisor debe confeccionar y enviar


mensualmente al titular un resumen detallado de las operaciones realizadas
por el titular o sus autorizados (art. 22), por lo menos, cinco días antes del
vencimiento (art. 25, párr. 1°), y con las siguientes especificaciones
imperativas (art. 23): identificación del emisor y del titular y adicionales; fecha
de cierre contable del resumen actual y del posterior; fecha, número e importe
de cada operación realizada; identificación del proveedor; fecha de vencimiento
del pago actual, anterior y posterior; límites de compra y de crédito; tasas de
intereses financieros y punitorios y fechas desde las cuales se aplican; monto
del pago mínimo; monto adeudado por períodos anteriores e intereses
devengados sin capitalización; plazo para cuestionar el resumen (en lugar
visible y con caracteres destacados); monto y concepto de gastos a cargo del
titular.

La falta de entrega del resumen impide que comience a correr el plazo para el
pago, y por ende, que se configure la mora del usuario; tampoco se computa el
término para deducir las impugnaciones pertinentes.

Diverso es el supuesto de la no recepción del resumen por causas ajenas al


emisor. En tal caso, éste debe garantizar al titular un canal de comunicación
telefónica para obtener el saldo de la cuenta y poner a su disposición la copia
de la liquidación en la sucursal respectiva (art. 25, párr. 2° y 3°).

Es oportuno señalar que la emisión del resumen de cuenta puede hacerse por
medio de soporte físico (papel) o electrónico.
c) Recepcionar denuncias por sustracción o pérdida. A fin de garantizar las
operaciones y minimizar los riesgos, el emisor debe contar con un sistema de
recepción telefónica de denuncias por tarjetas sustraídas o perdidas durante
las veinticuatro horas, con registración e identificación mediante número
correlativo que debe ser comunicado al denunciante (art. 51).

d) Notificar la fecha de vencimiento del contrato. El emisor está obligado a


comunicar al titular en los tres últimos resúmenes anteriores al vencimiento
de la relación contractual la fecha en la que éste opera (art. 10, in fine).

e) Abstenerse de informar a bases de datos. Se prohíbe a los emisores informar


a las bases de datos de antecedentes financieros sobre los titulares y
beneficiarios de extensiones ante la mora o refinanciación, sin perjuicio de
hacerlo a través del BCRA, bajo apercibimiento de asumir una responsabilidad
solidaria e ilimitada por los daños y perjuicios ocasionados a los usuarios (art.
53).

f) Informar el costo de los productos financieros. Cuando el emisor ofrece


paquetes que incluyen, además de la tarjeta de crédito, otros servicios
financieros y bancarios, debe informar con claridad el costo mensual a cargo
del cliente por todo concepto, bajo pena de no poder reclamar importe alguno
(art. 55). Es de lamentar que la norma se limite únicamente a establecer algo
tan elemental como innecesario, y en cambio, haya omitido regular una
cuestión más relevante, cual es la práctica -muchas veces abusiva- de
transmitir ilegítimamente los efectos de una relación jurídica a la otra (p.ej.,
cancelar la tarjeta de crédito a raíz del saldo deudor en otro producto;
trasladar los fondos de una caja de ahorro a una cuenta corriente para debitar
el saldo de la tarjeta). La jurisprudencia se ha pronunciado destacando, en
general, que cada uno de los contratos que celebra el cliente con el banco tiene
un régimen jurídico propio e independiente que no puede ser alterado por
arbitrio de la entidad bancaria.

g) Respetar los límites a las tasas de interés. La ley 25.065 dispone topes para
las tasas de interés, tanto compensatorio o financiero como punitorio. En el
caso de los primeros, el art. 16 dispone que no pueden superar en más de un
25% la tasa que percibe el banco en operaciones de préstamos personales, o al
promedio de tasas del sistema publicadas por el BCRA, en el supuesto de los
emisores no bancarios. Respecto de los intereses punitorios, la tasa no debe
exceder en más de un 50% a la efectivamente aplicada en concepto de interés
compensatorio (art. 18).

3.2. Obligaciones del emisor con el proveedor.

a) Abonar las liquidaciones. El deber principal del emisor en el contrato de


provisión de tarjeta de crédito consiste en pagar al proveedor de bienes y
servicios los importes correspondientes a las operaciones efectuadas por los
usuarios en cada período, en los plazos y modalidades convenidos (art. 1°, inc.
c). Para ello, el proveedor debe cumplir con la solicitud de autorización y la
presentación de las liquidaciones y comprobantes respectivos, en los plazos y
bajo los requisitos convenidos en el contrato (arts. 37, inc. d, y 38, incs. e y f).
Una práctica bastante común de los emisores es la aplicación de débitos al
proveedor denominados “contracargos”, respecto de operaciones previamente
autorizadas y acreditadas en la cuenta, con fundamento en cuestiones
diversas, como tarjetas adulteradas o exceso en el límite de compra. Si no se
comprueba la existencia de culpa o dolo del proveedor (v.gr., falta de
verificación de la identidad del portador de la tarjeta, connivencia en una
maniobra fraudulenta), el “contracargo” importa un obrar unilateral y de facto
incompatible con los actos propios del emisor que previamente aprobó y abonó
la operación.

Cuando el pago al proveedor se realiza con valores diferidos, corresponde


devengar un interés igual al compensatorio o financiero cobrado a los titulares
por cada día de demora en la efectiva cancelación o acreditación del pago (art.
36).

En el caso de las operaciones efectuadas con tarjetas de débito, la


acreditación de los importes correspondientes en la cuenta del establecimiento
adherido tiene que hacerse dentro de los tres días hábiles (art. 15).

b) Mantener una corriente de información. Dentro de las diversas y dinámicas


facetas de la obligación informativa en el contrato de provisión, se destacan el
deber de comunicarle acerca del régimen de pérdidas y sustracciones al que se
encuentra sujeto el proveedor en garantía de sus derechos (art. 32, inc. b) y de
informarle de manera constante sobre las cancelaciones de tarjetas (arts. 32,
inc. c, y 33).

c) Suministrar instrumentos de identificación. Para una correcta operatoria


que permita a los usuarios individualizar los comercios adheridos, el emisor
debe proporcionarle los materiales pertinentes (art. 32, inc. a).

d) Autorizar las operaciones. El emisor debe autorizar (o en su caso, denegar)


las operaciones que el proveedor le solicite, mediante la implementación de un
sistema de terminales electrónicas (art. 35).

e) Acatar el tope de aranceles. Así como se imponen límites a las tasas de


interés que cobran los emisores a los usuarios, el art. 15 fija también un tope
máximo para las comisiones y cargos a los proveedores, del 3% sobre los
importes de las liquidaciones presentadas por éstos, y del 1,5% en caso de
tarjetas de débito, con prohibición de establecer aranceles diferenciados entre
comercios de un mismo rubro o con relación a productos y servicios similares.

3.3. Obligaciones del titular.

a) Abonar las liquidaciones. Como deber esencial a cargo del usuario se


encuentra el de pagar las liquidaciones que resulten de los consumos
realizados mediante el uso de la tarjeta del propio titular (art. 6º, inc. n) y de
las adicionales extendidas, dentro de los plazos pactados y sin perjuicio de la
facultad que le asiste de realizar el pago mínimo determinado por el emisor.

Como excepción, la ley permite al titular no abonar los cargos cuando son
cuestionados a través del procedimiento reglado en los arts. 26 a 30, que más
abajo examinaremos.

La falta de pago de las sumas consignadas en el resumen de cuenta da lugar


al devengamiento de intereses compensatorios y punitorios, según el caso,
siempre con los límites establecidos en los arts. 16 y 18.

Los intereses compensatorios o financieros se aplican sobre los saldos


financiados al titular que exceden el pago mínimo fijado por el emisor, y se
computan a partir de la fecha del vencimiento del resumen mensual, o
tratándose de una extracción de dinero, desde esta fecha (art. 20).

Los intereses punitorios proceden únicamente ante la mora del usuario, es


decir, cuando no se abona el pago mínimo (arts. 19 y 21). No son
capitalizables (art. 18).

Cuando se trata de operaciones en moneda extranjera, los saldos pueden ser


cancelados, a opción del titular, en la divisa extranjera o en moneda de curso
legal al valor vigente al tiempo del efectivo pago del resumen (art. 31).

b) Pagar los cargos administrativos. De conformidad con los términos


estipulados en el contrato, el titular se compromete a abonar los cargos
operativos (p.ej., emisión de tarjetas y adicionales, envío del resumen) y de
permanencia (renovación de tarjetas).

3.4. Obligaciones del proveedor.

a) Aceptar las transacciones. El proveedor adherido al sistema de tarjeta de


crédito no puede rehusar las operaciones propuestas por los clientes titulares
de tarjetas mediante el uso de éstas, mientras cumplan con las disposiciones
de la ley (art. 37, inc. a).

b) Verificar la identidad del titular. En toda operación efectuada con tarjeta de


crédito, es un deber del proveedor de bienes y servicios constatar que el
portador del plástico empleado para el pago es su titular (art. 37, inc. b),
mediante la exhibición del documento de identidad.

c) No fijar precios diferenciados. La ley le impide al proveedor establecer


precios diversos entre las operaciones realizadas al contado y con tarjeta de
crédito (art. 37, inc. c).

d) Solicitar autorización para las operaciones. Toda transacción debe ser


autorizada por el emisor (art. 37, inc. d), a través de los instrumentos técnicos
pautados en cada caso; la falta de cumplimiento de este recaudo impide
convalidar la operación. Dicha autorización también permite corroborar la
vigencia de la tarjeta (art. 38, inc. g).

e) Abonar las comisiones pactadas. El contrato de provisión debe determinar el


tipo y monto de las comisiones, intereses y cargos administrativos de
cualquier tipo que pesan sobre el proveedor (art. 38, inc. c), con los límites
dispuestos por el art. 15.
4. Efectos particulares.

4.1. Cobro del saldo deudor impago.

Una vez confeccionado el resumen de cuenta y recibido por el usuario, éste se


obliga a abonar la liquidación dentro del término fijado a tal efecto. Sin
embargo, existen efectos anormales que se derivan del cuestionamiento del
resumen por el titular, o directamente, de su falta de pago. Analizaremos esta
secuencia, que incluye el procedimiento impugnatorio de la liquidación y la vía
judicial de cobro del saldo deudor por parte del emisor.

4.1.1. Impugnación del resumen.

La ley regula minuciosamente el mecanismo mediante el cual el usuario puede


cuestionar las cuentas detalladas en el resumen.

Es dable segmentar este régimen en etapas sucesivas: a) para abrir el


procedimiento de impugnación, el titular debe detallar claramente el error
atribuido a la liquidación practicada por el emisor en el término de treinta días
contados desde la recepción del resumen, bastando una nota simple girada al
emisor (art. 26); b) el emisor debe acusar recibo de la impugnación dentro de
los siete días de recibida (art. 27); c) dentro de los quince días siguientes a ello
(sesenta, en el caso de operaciones realizadas en el exterior), debe proceder a
corregir el error, o bien, a explicar claramente la exactitud de la liquidación,
con aporte de copias de los comprobantes o fundamentos que la avalan (art.
27); d) recibidas las explicaciones del emisor que confirman la liquidación, el
usuario cuenta con siete días para objetarlas (art. 29, párr.1°); e) habiendo
mediado nueva observación del titular, el emisor debe “resolver la cuestión en
forma fundada” en el plazo de diez días hábiles, “vencidos los cuales quedará
expedita la acción judicial para ambas partes” (art. 29, párr. 2°).

Mientras este procedimiento impugnatorio se encuentra en curso, el titular (y


en su caso, los adicionales) tiene derecho a seguir usando la tarjeta de crédito,
pero no queda relevado de abonar el pago mínimo por los rubros no
cuestionados de la liquidación (art. 28). El pago del mínimo que figura en el
resumen durante la sustanciación de la impugnación, no implica la aceptación
del resumen practicado por el emisor (art. 30).

Como se advierte a primera vista, el procedimiento creado por la ley dista


mucho de ser sencillo y ágil. Pero lo más criticable no es ello, sino las
consecuencias que se siguen del régimen instituido.

Por un lado, si el titular no impugna tempestivamente la liquidación, o bien,


no cuestiona las explicaciones dadas por el proveedor a la impugnación inicial,
se presumen aceptadas las cuentas (art. 29, párr. 1°), y así queda expedita la
preparación de la vía ejecutiva para el emisor. Entendemos que si bien la falta
de desconocimiento formal de la liquidación mediante el procedimiento
explicitado habilita al emisor a ejecutar la deuda, ello no empece a la
posibilidad de revisión de los cargos por vía judicial, a través del proceso de
conocimiento más abreviado (art. 53, párr. 1°, LDC); de otro modo, se estarían
lesionando los derechos del titular en tanto consumidor (arts. 3°, LDC, y 1094,
CCyC).

Ahora bien, la mayor inconsistencia del esquema de la ley 25.065 queda al


desnudo, paradójicamente, cuando el titular completa el procedimiento de
impugnación (y el emisor insiste con la exactitud y validez de la liquidación),
ya que el juego de los arts. 29, párr. 2°, y 39, inc. b, últ. pte., atribuye al
emisor la potestad de dirimir la cuestión y descartar según su arbitrio las
objeciones al resumen (le basta con expedir una mera declaración jurada en
tal sentido), y más aún, lo faculta a promover acción ejecutiva incluso por los
cargos cuestionados. Es evidente que ello no satisface una adecuada tutela del
usuario, que al no poder ventilar defensas de origen causal en el marco del
juicio ejecutivo, se vería precisado a promover en forma paralela otra acción
para lograr la revisión de los cargos. Estamos convencidos que la norma debió
impedir expresamente la preparación de la vía ejecutiva en la hipótesis aquí
comentada.

4.1.2. Vía procesal para la acción judicial.

La jurisprudencia especializada da cuenta de una dilatada controversia en


torno a la vía procesal para el cobro de los saldos deudores de la tarjeta de
crédito. Haremos una breve reseña de la evolución sobre el tema hasta llegar a
la solución positiva vigente según la ley 25.065.

En una primera etapa, los emisores pretendieron asignar sin más el carácter
de título ejecutivo al resumen de cuenta, a partir de considerarlo aceptado
tácitamente ante la falta de impugnación del deudor. Sin embargo, dicho
instrumento no figuraba entre los títulos pasibles de ejecución en los códigos
rituales u otras leyes especiales, ni tampoco era factible su asimilación al
certificado de saldo deudor de cuenta corriente bancaria del art. 793 del viejo
C.Com.

Frente a este panorama, los bancos comenzaron a instrumentar una


autorización convencional que los facultaba a proceder a la apertura de una
cuenta corriente a los fines de debitar automáticamente los saldos impagos
con todos sus accesorios, para luego poder emitir el certificado de saldo
deudor como título ejecutivo. Pero la práctica reveló que los emisores abrían la
cuenta del usuario con posterioridad a la generación del débito, al solo efecto
de proceder a su cierre inmediato (por esta razón, la doctrina las denominó
“cuentas instantáneas”), solo para dar ejecutividad a la deuda,
comportamiento que implicaba un abuso y desnaturalización del instituto de
la cuenta corriente bancaria. Los tribunales restaron validez a este tipo de
estipulaciones, dando lugar incluso a la doctrina plenaria del fuero comercial
(“Compañía Financiera Argentina c/Ravazza”, 2003), según la cual el
certificado de saldo deudor de cuenta corriente bancaria emitido con relación a
un contrato de tarjeta de crédito no posee fuerza ejecutiva.

En otro intento de las entidades financieras para concretar el mismo


propósito, se comenzó a implementar el "pacto de ejecutividad", consistente en
una cláusula contractual por la cual el titular aceptaba anticipadamente
someterse al juicio ejecutivo en caso de que el emisor debiera acudir a la
justicia para el cobro del saldo deudor. Más allá del debate que el tema merece
en el ámbito del derecho procesal, lo cierto es que este tipo de estipulaciones
en el marco de contratos por adhesión bajo cláusulas generales predispuestas
resultan desequilibrantes, contrarían la buena fe y, por lo tanto, son pasibles
de nulidad.

Finalmente, la ley 25.065 (en su art. 39) legitimó en el campo normativo esta
larga aspiración de las instituciones crediticias. Si bien no consagra la
ejecutividad directa del saldo deudor de tarjeta de crédito, confiere a los
emisores la facultad de preparar la vía ejecutiva de conformidad con las
normas procesales de cada jurisdicción, mediante la citación del deudor a
reconocer judicialmente los documentos integrativos del título, a saber: el
contrato de emisión (el usuario debe reconocer o desconocer su firma inserta
en él) y el resumen de cuenta. Asimismo, el emisor debe acompañar sendas
declaraciones juradas sobre inexistencia de denuncia por extravío o
sustracción y sobre ausencia de cuestionamiento fundado y válido del
resumen, en los términos de los arts. 27 y 28. Cumplidos tales recaudos,
queda habilitada la acción ejecutiva para el cobro de la liquidación.

Según se observa, el legislador decidió prescindir de los cupones o


comprobantes de las operaciones como soporte instrumental para el juicio de
cobro, en consonancia con el criterio jurisprudencial que había validado la
práctica de los emisores de proceder a su destrucción al cabo de cierto tiempo.

De manera acertada, y en línea con la jurisprudencia relevada, la ley veda en


forma expresa el cobro ejecutivo directo de los saldos, y también impide que
ello pueda hacerse a través de cuentas corrientes abiertas a ese fin exclusivo
(art. 42) o mediante cláusulas contractuales que permitan la ejecución directa
(art. 14, inc. h). En suma, el emisor solo puede emplear el procedimiento
preparativo de la instancia ejecutiva previsto por el art. 39.

Una hipótesis no prevista por la ley es la inclusión de conceptos de tarjeta de


crédito en el saldo final de una cuenta corriente bancaria genuina u operativa,
es decir, no abierta al único efecto de la ejecución del saldo. Según la
interpretación más firme en el ámbito judicial, la apertura de la cuenta en
dicha hipótesis no debe haber sido condición para la emisión de la tarjeta de
crédito; además es preciso el consentimiento del titular para el débito de los
saldos provenientes de la tarjeta. Y aun dadas estas condiciones, los intereses
que se apliquen deben ajustarse siempre a los límites de la ley 25.065.

Para resguardar el equilibrio del sistema, la ley también contempla la


preparación de la vía ejecutiva del proveedor contra el emisor tendiente al
cobro de la liquidación adeudada por éste (art. 40).

De acuerdo con lo dispuesto por el art. 47, la acción ejecutiva (preparada de


conformidad con las especificaciones ya comentadas) prescribe en el término
de un año (inc. a), mientras que las acciones ordinarias fundadas en misma
ley lo hacen a los tres años (inc. b).

4.2. Responsabilidad por utilización fraudulenta de tarjetas.

La operatoria con tarjetas de crédito presenta dos situaciones habituales de


fraude que requieren dirimir la responsabilidad emergente y que
lamentablemente no han sido contempladas en profundidad por la ley
especial.

4.2.1. Extravío o sustracción.

Corresponde analizar las consecuencias de los consumos ilegítimos realizados


por terceros como consecuencia de la pérdida o desapoderamiento del plástico.

Como adelantamos, es desafortunado el tratamiento tangencial y casi


marginal que este tópico tiene en la ley. El art. 6°, incs. i y j, impone incluir en
el contrato la descripción del procedimiento, responsabilidades y cobertura en
caso de pérdida o sustracción, lo que importa un mero reenvío a la autonomía
de la voluntad (por no decir, a la decisión del emisor predisponente). En otra
norma, se sanciona con nulidad las cláusulas que imponen costos por
informar la no validez de la tarjeta por pérdida o sustracción (art. 14, inc. d).
Por último, el art. 51 obliga al emisor a arbitrar los medios para la recepción
telefónica de denuncias durante las veinticuatro horas del día, mediante
registración con hora y número correlativo. Ninguna de las disposiciones
comentadas resuelve el problema de la atribución de responsabilidad por los
cargos fraudulentos.

En la práctica, la tendencia de las cláusulas contractuales consiste en


disponer que el titular se libera de responsabilidad por los consumos
efectuados desde la hora cero del día en que se formula la denuncia por la
pérdida del plástico. Este tipo de condición hacer cargar al usuario con las
contingencias derivadas del robo o extravío del instrumento (cuando no lleva a
cabo la denuncia dentro de la jornada en curso), como una asunción
voluntaria del caso fortuito o fuerza mayor (art. 1733, inc. a, CCyC).

Mayormente se ha entendido que la cláusula así concebida representa una


razonable distribución de los riesgos y cargas para las partes y que es un
mecanismo idóneo para la evitación de fraudes. No obstante, es preciso valorar
en cada supuesto particular el rigor de la estipulación, de modo que no
represente un injustificado traslado de riesgos al consumidor en función de las
circunstancias concretas (p.ej., cuando el hecho ocurre en horario muy
cercano al fin del día).

En cualquier caso, la responsabilidad del titular debería quedar acotada


cuantitativamente hasta el límite de crédito otorgado por el emisor, ya que
incumbe a éste arbitrar los medios eficaces para que los consumos no excedan
la línea de financiamiento, o bien, de sobregiro.

Del lado del proveedor, su obligación se circunscribe a controlar la identidad


del portador de la tarjeta de crédito (art. 37, inc. b).

4.2.2. Falsificación.

Más allá de su tipificación penal como figura delictiva, el fraude perpetrado


mediante el uso de tarjetas falsificadas (tarjetas “mellizas” o “clonadas”), debió
haber sido materia de regulación en la ley 25.065.
Pese a la omisión legislativa, es claro que este tipo de maniobras configura
una situación de caso fortuito ajeno al riesgo asumido por el usuario y que
siempre debe ser absorbido por el emisor, sin posibilidad de estipulación en
contrario.

Tampoco es admisible desplazar las consecuencias económicas del hecho al


proveedor, a quien la entidad emisora le autoriza inicialmente la operación y
luego se la debita a través de un “contracargo”, por lo menos, mientras no se
pruebe la connivencia de aquél en el ilícito.

No debe escaparse que es el ente financiero quien debe contar con los medios
tecnológicos idóneos para la detección del fraude. En este orden, pesa sobre el
emisor el deber legal de proveer a la inviolabilidad del sistema y del propio
plástico (art. 5º, inc. f), como una especial obligación de seguridad que
refuerza el deber genérico de indemnidad plasmado en las normas de
protección del consumidor.

4.3. Controversias entre titular y proveedor: promociones combinadas.

Puede sostenerse sin hesitaciones que las relaciones entre el titular y el


establecimiento adherido al sistema, y por ende, las controversias que de ellas
pudieran derivarse (v.gr., incumplimiento en la calidad del producto adquirido
mediante la tarjeta), no son oponibles al emisor, ni tampoco enervan las
obligaciones del usuario frente a éste (p.ej., pagar los saldos deudores).

Esta regla ha sido plasmada en el art. 43 de la ley, aunque reconoce una


importante excepción en la misma norma. El emisor no es ajeno a las
controversias entre el titular y el proveedor derivadas de la ejecución de las
prestaciones convenidas, cuando promueve los productos contratados o al
propio proveedor.

El precepto permite atribuir responsabilidad al emisor que impulsa la


comercialización de un producto o servicio o directamente insta a contratar
con cierto proveedor, a través del ofrecimiento de una ventaja comparativa
(descuentos en el precio por el pago con tarjeta, bonificaciones, etc.) No se
trata de una mera publicidad que se hace del proveedor o de la prestación,
sino que es menester una inducción hacia un determinado consumo mediante
el uso de la tarjeta. Estas promociones combinadas entre emisor y proveedor
permiten inferir un interés económico subyacente de ambas partes, y ello es lo
que justifica la imposición de corresponsabilidad.

El texto legal establece que en dichas prácticas el emisor garantiza “la calidad
del producto o del servicio”, sin aclarar cuál es el alcance de dicha garantía.
Una interpretación amplia en razón de los intereses resguardados, abarcaría
la responsabilidad del emisor en cualquier situación de inejecución por parte
del proveedor (deficiencias de calidad, falta de entrega del bien, etc.).

4.4. Cláusulas abusivas.

La homogeneidad contractual y la predisposición de las condiciones negociales


favorecen la inclusión de ciertas cláusulas lesivas de los derechos del usuario.
Examinaremos las más habituales.

a) Modificación unilateral del contrato. Por medio de esta estipulación la


entidad emisora se reserva la facultad de alterar el contenido del contrato a su
arbitrio.

No es necesario ahondar demasiado para concluir que esta cláusula, típica de


todo contrato predispuesto, vulnera el equilibrio de los derechos y obligaciones
de las partes en perjuicio del consumidor, cuando implica la modificación de
condiciones esenciales. La ley 25.065 la sanciona expresamente con la nulidad
(art. 14, inc. b).

La cláusula suele ser empleada para distintos propósitos de exclusivo interés


del emisor, a saber: aumentar o disminuir unilateralmente los límites de
compra y de crédito; incorporación de cargos no pactados; etc.

b) Apoderamiento compulsivo. Con el objeto de sustituir la voluntad del


consumidor para la concreción de distintos actos durante la ejecución del
contrato, se le impone al usuario un representante, incluso bajo condición de
irrevocabilidad. Este pacto, también conocido como "cláusula mandato", es
habitual en otros negocios jurídicos, como el contrato de ahorro previo.

Desde ya, estos apoderados no son designados por el usuario, y para peor,
resultan ser sujetos vinculados con el emisor (p.ej., un estudio auditor
relacionado con éste).

A través de esta autorización genérica y anticipada, el representante tiene a su


alcance reconocer deudas, abrir cuentas corrientes, debitar o transferir saldos,
efectuar compensaciones con otras cuentas, recepcionar notificaciones, etc.

Sin perjuicio de la normativa de orden público que veda la oposición de


intereses entre mandante y mandatario, existe una previsión expresa de
ineficacia en el art. 14, inc. g, de la ley 25.065.

c) Adhesión a servicios accesorios. La cláusula atañe a la posibilidad del


emisor de incorporar consumos al resumen de cuenta del titular en concepto
de prestaciones accesorias (p.ej., seguros de vida, publicaciones periódicas),
sin requerimiento previo del consumidor. Dichas prestaciones no hacen
estrictamente a la economía y finalidad del contrato de tarjeta de crédito.

Mediante este tipo de prácticas, que se valen del silencio del usuario como
manifestación de voluntad (arts. 263 y 979, CCyC), el banco imputa cargos
indebidos a través del sistema de débito automático, lo que constituye un
comportamiento explícitamente reprobado por la LDC en su art. 35. El art. 14,
inc. j, de la ley especial declara la nulidad de este tipo de cláusulas.

d) Garantía prestada por adicionales. Otra estipulación común es la de


comprometer a los beneficiarios de tarjetas adicionales como fiadores y7o
codeudores solidarios de todas los cargos correspondientes a la cuenta del
titular.
Para abordar esta hipótesis de abuso, es menester discriminar las situaciones
fácticas que pueden presentarse y que han sido identificadas en sede judicial.
Si el usuario de una extensión no suscribió la solicitud de adhesión, ni
siquiera podría responsabilizárselo por sus propios consumos. Y aun en ese
caso, a falta de una convención expresa, el adicional no queda obligado frente
al emisor, por lo que la responsabilidad recae exclusivamente sobre el titular
(conf. art. 2°, inc. b). Cuando el adherente, además de suscribir el contrato,
asume en forma expresa el carácter de garante o codeudor solidario, su
obligación solo queda limitada a los consumos realizados con su tarjeta,
siempre que la cláusula respectiva esté redactada mediante el empleo de
caracteres destacados o subrayados (art. 7°, inc. c). Opinamos que una
solución diversa resultaría desnaturalizadora de las obligaciones y sumamente
gravosa, ya que el usuario adicional no es deudor del sistema, sino
beneficiario de la prestación crediticia instituida a su favor por el titular.

e) Otras cláusulas prohibidas por la ley. Además de las especies comentadas,


la ley sanciona con la nulidad las siguientes cláusulas: las que imponen un
monto fijo por atrasos en el pago del resumen (art. 14, inc. c); las que
establecen costos por informar la no validez de la tarjeta (art. 14, inc. d); las
que autorizan al emisor a la rescisión unilateral incausada (art. 14, inc. f); las
que permiten la habilitación directa de la vía ejecutiva (art. 14, inc. h); las que
importan prórroga a la jurisdicción establecida por la ley (arts. 14, inc. i, y 52);
las que implican exoneración de responsabilidad del emisor (art. 46).

Asimismo, se contemplan dos fórmulas abiertas o residuales: las cláusulas


que importan renuncia del titular a los derechos de la ley (art. 14, inc. a) y las
cláusulas adicionales no autorizadas por la autoridad de aplicación (art. 14,
inc. e).

5. Extinción.

El contrato de emisión de tarjeta de crédito concluye regularmente con el


vencimiento del plazo pactado para su vigencia. Se autoriza la prórroga
automática del término convencional mediante estipulación expresa, que el
titular puede dejar sin efecto por notificación fehaciente con treinta días de
antelación al vencimiento (art. 10).

Además, el usuario dispone de la facultad de rescindir unilateralmente y en


cualquier momento la relación contractual, a través de una comunicación
fehaciente (art. 11, inc. b). Una congruente interpretación con el precepto
anterior, lleva a concluir que el ejercicio del derecho rescisorio no lo pone a
salvo de los costos operativos de la renovación, cuando ésta se perfecciona con
anterioridad a la rescisión.

También procede la extinción parcial del vínculo respecto de los adicionales o


beneficiarios de extensiones por voluntad del titular, notificada de modo
fehaciente (art. 12).

Por último, se produce la terminación del contrato en caso de resolución,


motivada en el incumplimiento de cualquiera de las partes, en el fallecimiento
del usuario, y en la quiebra o liquidación del emisor o de la administradora.

También podría gustarte