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Introducción
Platón fue un filósofo griego del siglo IV a. C. que junto con Sócrates, quien fue
su antecesor y maestro (aunque él no se considerara así), han inaugurado una nueva
etapa en la filosofía. La preocupación filosófica de los Jónicos, centrada en explicar el
Cosmos y la physis había quedado atrás, y entonces, el interés filosófico comenzaba a
ser antropológico, es decir, pasó a centrarse en los asuntos humanos, pudiendo
observarse un viraje en el objeto de estudio que la filosofía había tenido hasta el
momento.
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Para introducirnos en la metafísica platónica, debemos analizar
etimológicamente el término metafísica (en griego, μετὰφυσικά) para comprender que el
prefijo significa más allá y κ, naturaleza física, es decir, lo metafísico será
aquello que se encuentre más allá de lo físico, de este plano en el cual nos encontramos
los seres vivos y no vivos, o animados e inanimados.
Platón postula la existencia de dos planos o ámbitos del ser, dos registros del ser
o dos modos de darse. Por un lado, existe el plano inteligible, donde residen los seres
que se aprehenden o captan con la inteligencia; por el otro, el plano sensible, donde se
encuentran los seres que se aprehenden o se captan con los sentidos. 'Seres inteligibles'
quiere decir que no son materiales, que están más allá de la physis, y 'seres sensibles'
que son materiales. Ejemplo de un ser inteligible será la Idea de Belleza; ejemplo de ser
sensible, cualquier cosa que podamos ver o tocar: una silla, una montaña, un atardecer o
una computadora. Platón dirá que los seres verdaderamente reales son los inteligibles ya
que los sensibles son solo aparentes, se parecen a los reales, tienen algo de ellos.
Para distinguir entre lo real y lo aparente, Platón postuló una teoría, una forma
de ver la realidad que partía de la existencia de estos dos planos, dos topoi, dos ámbitos
(metafóricamente hablando, ya que no ocupan un lugar en el espacio), cada uno con
características bien diferenciadas. El plano sensible es el que captamos por medio de los
sentidos y en el cual se encuentran los seres sensibles, tales como los seres humanos, los
animales, las plantas y los objetos. Este plano se caracteriza por ser múltiple, ya que en
él podemos observar que hay una multiplicidad de seres. Dicha multiplicidad tiene lugar
porque cada ser se distingue de los demás a partir de las diferencias que detectamos con
respecto a los otros seres, lo cual permite que cada uno sea una entidad determinada en
relación a otros; lo múltiple siempre es relación a otros, en comparación con otros seres
distintos de mí. Entonces, la primera característica de los seres sensibles es la
mutliplicidad: no existen dos seres idénticos entre sí, son todos diferentes; hay muchas
cosas y son todas diferentes.
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Las cosas sensibles también se encuentran sujetas a la mutabilidad, es decir, al
constante devenir, atravesadas por el cambio, la corrupción, y siempre tendiendo al no
ser, a dejar de ser lo que son. La segunda característica de las cosas sensibles es su
mutabilidad, y esto quiere decir que no existe un ser que permanezca idéntico a sí
mismo. Ya no se trata de que no haya un ser que sea idéntico a otro ser, sino que cada
uno es diferente con respecto a sí mismo al cambiar constantemente.
A su vez, dado que esta clase de seres son temporales, tendrán una duración
limitada, finita y, en efecto, teniendo en cuenta esta cualidad y las anteriormente
mencionadas, se puede sostener que se trata de seres imperfectos, ya que son seres que
perecen, se corrompen y son mezcla de ser y no ser. El no ser es aquello que produce su
degradación, que está presente, operando, en cada una de las cualidades que presentan
los seres sensibles; es transversal e ineludible a todas ellas.
Para comprender mejor la relación entre la Idea y las copias del plano sensible,
colocaremos un ejemplo sobre la belleza. Constantemente vemos cosas bellas. Por
ejemplo, la persona amada, el cuadro de un artista, un atardecer en la playa son distintos
ejemplos de cosas bellas. De todos ellos decimos que son cosas bellas, aunque sean
múltiples y distintas entre sí, a pesar de degradarse y perecer. ¿Podríamos afirmar con
objetividad cuál de todas esas cosas es la más bella? ¿De dónde surge esa belleza que
nosotros apreciamos con nuestros sentidos? Platón sostendrá que las cosas bellas que
apreciamos con nuestros sentidos no son más que copias imperfectas de la Idea de
Belleza, ya que ésta será el fundamento de esa multiplicidad de cosas bellas que se
encuentran en el mundo sensible, a pesar de que se degraden, se corrompan y perezcan.
A propósito, Platón en el Fedón sostiene lo siguiente:
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A estas [muchas cosas bellas, iguales, etc,] las puedes tocar,
ver o percibir por los otros sentidos, mientras que a las que se
comportan idénticamente no podrás aprehenderlas por ningún otro
medio que por el uso racional de la mente dado que estas son
invisibles y no perceptibles.1
Como dijimos, estos seres sensibles se parecen a los reales, es decir, son copias
imperfectas de otro tipo de seres que se encuentran en el otro plano, el plano inteligible.
Accedemos a este plano, lo captamos, por medio del intelecto y en él se encontrarán los
seres inteligibles, las Ideas. Lo primero que tenemos que advertir es que las Ideas
(escritas así en mayúsculas -Idea de Belleza, Idea de Justicia, etc.) no tienen nada que
ver con lo que comúnmente llamamos "ideas: un contenido de nuestra mente, como
cuando decimos "tengo una idea". Por el contrario, Platón utiliza el término para
referirse a los seres reales y perfectos que se encuentran el plano inteligible.
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bella y es la que hace que la montaña sea bella. Platón llama a esta presencia de la Idea
en las cosas sensibles "participación". Decimos que la Idea de Belleza "participa" en la
montaña, o, mejor, que la montaña participa de la Idea de Belleza.
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Platón. Fedón. Página 178.
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No obstante, analizando y comprendiendo de una manera crítica al dualismo
propuesto por Platón, Cordero cita lo siguiente:
Existen muchas Ideas, pero existe una que está por encima de todas: la Idea del
Bien. Así como la Idea de Belleza es una realidad en sí, también lo será la Idea del Bien.
Es decir, si bien todas son seres que existen plenamente, que se comportan siempre de
manera idéntica y que, por ende, son inmortales, la Idea del Bien estará por encima de
todas las demás, ya que será la condición de inteligibilidad para que algo pueda ser
pensable, para que las ideas sean, es decir, tengan una entidad. Su jerarquía ontológica
hace que sea el fundamento de las demás: la Idea del Bien es la arkhé del resto de las
ideas. Platón no solo fundamenta la realidad sensible, sino también la inteligible y es
por ello que la arkhé por excelencia será la Idea del Bien.
3
Cordero, Néstor Luis. Platón contra Platón. La autocrítica del Parménides y la ontología del Sofista.
Página 24.
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En Fedón, Platón desarrolla la afinidad del alma con las Ideas para poder llegar a
la conclusión de que el alma es inmortal. Lo central es comprender que esta afinidad se
produce a partir de la semejanza que comparten entre sí, ya que ambas se caracterizan
por ser inmortales, idénticas, inteligibles, únicas e indisolubles; todas cualidades que
refieren a lo divino, ya que es este aspecto el que manda y rige sobre lo corporal y
mudable. No obstante, Guthrie es contundente al explicar que el alma no es una Forma:
Actividades:
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Guthrie, W. K. C. Historia de la filosofía griega. Volumen IV. Platón. El hombre y sus diálogos.
Primera época. Página 348.
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1. Mirar la explicación de la alegoría de la caverna del siguiente link:
https://www.youtube.com/watch?v=kwBwZyFVnYM
Bibliografía