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Galarza, Delfina

Filosofia - Segundo Parcial Domiciliario

3. En la segunda meditación, titulada; “De la naturaleza del espíritu humano; y que es


más fácil de conocer que el cuerpo” 127, Descartes lleva a cabo un experimento mental
a partir del ejemplo de un trozo de cera. A través de este busca derribar la tesis que
sostiene que el cuerpo es más fácil de conocer que el espíritu, contraargumentando la
tesis contraria, continuando así con la distinción del cuerpo y del alma del sujeto, que se
sostiene a lo largo de su texto. Asimismo, Descartes busca analizar la manera en la que
adquirimos y procesamos el conocimiento, ‘cómo conocemos’, explorando a la vez las
distintas teorías del conocimiento.

El ejemplo que explaya consiste en un trozo de cera que es acercado al fuego y


transforma su estado, pasando de sólido a líquido, cambiando sus propiedades
sensibles. Descartes destaca que la cera sigue siendo cera, y que aun si los sentidos
perciben un cambio, y a plena vista esta se transforma, a través del entendimiento el
sujeto pensante puede comprender que la identidad del objeto sigue siendo la misma.
Sin embargo, sin esta capacidad pensante, basándonos en la vista, el olfato, o hasta el
tacto podríamos deducir que la cera cambió y se transformó en otra cosa, debido a la
alteración de sus cualidades sensibles. De esta manera se descartan a los sentidos
como fuente de adquisición de conocimiento, demostrando sus fallas y la manera en la
que nuestros propios sentidos nos ‘engañan’; idea que se podría solidificar con la tesis
de la primera meditación en la cual Descartes observa que la realidad de los objetos no
es siempre la que es percibida por los sentidos debido a que estos son limitados y
pueden ponerse en duda; “..he experimentado varias veces que los sentidos son
engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado
una vez” 120. Al descartar que el conocimiento no se adquiere a través de los sentidos,
por extensión Descartes derriba la tesis que sostiene que el cuerpo es más fácil de
conocer que el espíritu, ya que esta se basaba principalmente en el argumento de que
la identidad corpórea de los objetos se comprendía a través de los sentidos, debido a la
información inmediata que proporcionaban estos.

Simultáneamente el filósofo descarta que el conocimiento sea adquirido por la


imaginación, argumentando que ésta (siendo finita) es incapaz de recorrer la infinidad
de cambios que podría sufrir la cera, o consecuentemente el cuerpo, concluyendo que
por medio de la imaginación no se puede entender algo que solo el entendimiento sabe.

Es entonces que Descartes concluye que; “..no concebimos los cuerpos más que por la
facultad de entender que está en nosotros, y no por la imaginación ni por los sentidos, y
que no los conocemos porque los veamos, o porque les toquemos, sino sólo porque los
concebimos por el pensamiento, conozco evidentemente que no hay nada que me sea
más fácil de conocer que mi mente” 136.

“Digo este trozo de cera en particular, pues en cuanto a la cera en general ello es aún
más evidente” 134. A partir de este extracto podemos confirmar que el ejemplo de la
cera es una alegoría del cuerpo humano, a lo físico, remitiendo una vez más al título de
la meditación, y evidenciando la tesis del autor.

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4. Analizaré ahora la tercera meditación de Descartes titulada como; “De Dios, que
existe” 137. Una vez más el título remite al contenido del texto, funcionando como un
‘adelanto’, anticipando al lector la posición en la que se encuentra respecto al tema.

En la meditación anterior, “De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil de
conocer que el cuerpo” 127, Descartes llega a la conclusión de que el primer
conocimiento, y consecuentemente la primera verdad, es que si piensa, existe (“cogito
ergo sum”). Al verificar esto encuentra la verdad absoluta, demostrando la existencia del
espíritu; “Otro es pensar; y aquí encuentro que el pensamiento es lo único que no
puede separarse de mí. Yo soy, existo.. todo el tiempo que dure mi pensar; pues acaso
podría suceder que, si cesase por completo de pensar, cesaría al propio tiempo por
completo de existir” 130.

Escribe entonces la tercera meditación en la cual, debido a que se considera un ser


pensante, decide clasificar estos pensamientos utilizando el criterio de la verdad. Según
este se puede juzgar como verdadero aquello que se presenta en el pensamiento con
claridad y distinción, es decir aquellas ideas que sean puntuales y bien definidas
internamente. Simultáneamente para validar que este criterio sea acertado, Descartes
decide ‘ponerlo a prueba’ buscando demostrar que Dios existe, y que nosotros (como
sujetos pensantes) somos obras de ‘el’. Busca entonces un camino para probar la
existencia de Dios que proceda por medio de un análisis de sus propios pensamientos.

Comienza clasificando estos pensamientos, distinguiendo entre dos géneros de


pensamiento; las voluntades, afecciones y el juicio por un lado y las ideas
(representaciones de algo) por otro. A su vez clasifica estas últimas en tres secciones;
ideas innatas, ideas adventicias e ideas inventadas por uno mismo. A continuación
Descartes hace una aclaración fundamental para el argumento que busca demostrar
respecto al último género mencionado anteriormente; aclara que las ideas en sí mismas
no son falsas ya que en cuanto a la representación siempre tiene un contenido (un
tema). Debido a esto las ideas siempre tienen realidad objetiva y a la vez un grado de
realidad formal, conteniendo una magnitud proporcional a la realidad de lo que
representan.

Consecuentemente, a la idea de Dios le corresponde el grado máximo de realidad


objetiva ya que representa una sustancia, ‘un objeto’, infinito; “Además, la idea por la
cual concibo un Dios soberano, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y
creador universal de todas las cosas que están fuera de él, esa idea, digo, tiene
ciertamente en sí más realidad objetiva que aquellas otras que me representan
substancias finitas” 142.

La idea de un ser perfecto e infinito es verdadera porque, al poseer realidad objetiva,


representa algo real (que posee realidad formal). De esta manera el sujeto pensante,
como ser finito, no puede concebir el infinito, pero en la conciencia de esta deficiencia,
la idea de un Dios perfecto es la más verdadera, clara y distinta de todas. Por
consiguiente, la idea de un ser perfecto debe haber sido causada por este ser. Así la
idea de Dios no está formada por otras ideas, ni por otras experiencias sino que
proviene de Dios mismo, siendo este el origen de todo, ‘La idea de Dios es un color
primario’; “Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable,
independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las demás cosas
que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas” 146.

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Para poner en prueba la teoría explayada, el mismo Descartes propone posibles


objeciones a su argumento. Así se pregunta si tal vez él mismo no habrá imaginado o
‘creado’ esta figura de Dios a partir de una oposición a lo finito, tomándolo a este como
lo infinito. Sin embargo luego refuta este reparo, sosteniendo que no sería posible que
el se percibiera a sí mismo como imperfecto si no tuviese una figura perfecta (Dios) con
la cual compararse, subrayando así la sacra existencia de este; “Y no se diga que
acaso sea esta idea de Dios materialmente falsa.., pues muy al contrario, siendo esa
idea muy clara y distinta y encerrando más realidad objetiva que ninguna otra, no hay
ninguna que sea por sí misma más verdadera ni que pueda menos prestarse” 148. Se
define a través de su contraste con su opuesto; no existe o no es posible conceptualizar
la luz sin la oscuridad.

Finalmente se pregunta si no pudiese el mismo llegar a ser perfecto, aumentando y


perfeccionando su conocimiento pero contraargumenta esta idea sosteniendo que
aunque mejorase de a grados su conocimiento, nunca alcanzaría tal perfección como la
que representa Dios.

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