Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
BLOQUE 1
El objeto de estudio de la Psicología de la Educación
Prácticas educativas y procesos de escolarización: Los procesos de escolarización y
la constitución del aprendizaje como objeto de la psicología educacional.
BIBLIOGRAFÍA
Bloque 1: El vínculo entre la psicología y la educación
*Castorina, A (2007) La investigación psicológica en educación; Practicas sociales y
razones epistemológicas, UBA.
*Hernández Rojas, G (s/d) Una mirada psicoeducativa al aprendizaje, En Revista
Sintética, UNAM
*Baquero, R (2018) Saberes y prácticas psicoeducativos y escolarización moderna
*Terigi, F (2009) El fracaso escolar desde una perspectiva educativa; hacia una
reconstrucción situacional; Revista Iberoamericana de Educación. N.º 50 (2009), pp. 23-
39
Bibliografía ampliatoria:
*Stephen Jay Gould ( 1988) La teoría hereditarista del CI: Un invento norteamericano,
Bs As , Ediciones Orbis.
*Pérez, E (2016 ) Los Tests Psicológicos: Concepto y Clasificación, UNC
*Historia de la Psicología (material de cátedra)
*Arcanio,M, Aybar, A ( 2016) La Multiplicidad de Escuelas en Psicología. La Unidad
como Ilusión y las
Contradicciones como Efectos, UNC
En este sentido, la escuela (la organización escolar) impacta sobre los modos de
subjetivación escolar, es decir
Desde un punto de vista etimológico la palabra organización deriva del término griego
órgano, y en latín equivale a ordenación (‘ordinatio’). Por lo que ya se intuye que
organización tiene un sentido de ordenación de los diferentes elementos que intervienen
para la consecución de unos objetivos.
En este sentido Gairín (1996, 76) define organizar como “disponer y relacionar de
acuerdo a una finalidad los diferentes elementos de una realidad para conseguir un
mejor funcionamiento” y considera que toda organización tiene entre sus componentes
centrales al menos los siguientes:
una delimitación de objetivos o finalidades que persigue ese tipo de organización
un conjunto de personas interrelacionadas para conseguir esos objetivos
una definición de estructuras de trabajo y de interrelación que faciliten el
funcionamiento
la existencia de procedimientos establecidos de actuación que sean eficaces para ello
Sin embargo, es necesario hacer una diferenciación entre las organizaciones de carácter
“espontáneo” y las que están constituidas formalmente. Las primeras hacen referencia a
aquellas que no están constituidas explícita o formalmente, mientras que las segundas
son el resultado de propuestas conscientes y delimitadas respecto a lo objetivos a
conseguir, las estructuras para su funcionamiento y las normas de ejecución, que guían
las relaciones y las actividades a desarrollar.
Sin embargo el nudo central, los aspectos duros de la escolaridad, se ajusta al clima que
la realidad cultural social, política o económica imponga, especialmente por las
reformas educativas que se desarrollen a nivel político.
Su autonomía también es limitada en cuanto a la dependencia de la Administración
educativa respecto a los recursos económicos y materiales para su funcionamiento, así
como las directrices legales que se le marcan (afectando al curriculum, a la
organización, y su funcionamiento).
Santos Guerra (1994b, 180 y ss.) reflexiona acerca de las paradojas en las que viven
inmersas las instituciones escolares:
La escuela es una institución jerárquica que pretende educar en y para la democracia.
La escuela es una institución heterónoma que pretende desarrollar la autonomía
propia y de los estudiantes.
La escuela es una institución que debe educar para la vida y a la vez para el mundo.
la escuela es una institución con abundante normativa que pretende desarrollar la
participación.
La escuela es una institución transmisora que pretende transformar la sociedad.
Nuestro sistema educativo, supuso un formato único para un único tipo de estudiante.
En el nivel primario, este supuesto se vinculó con la obligatoriedad escolar y con la
intencionalidad de normalizar –homogeneizar–, a toda la población de acuerdo a un
conjunto de normas y saberes impuestos como universales (Puiggrós, 1999; Dussel,
2000).
En el nivel medio, el supuesto de homogeneidad se puso en juego en la forma
organizacional de la escuela, en los rasgos de su régimen académico y en la
estructuración enciclopédica del curriculum , a lo que se le sumó el carácter selectivo
del nivel. Es decir, no se suponía que la escuela debía igualarlos de acuerdo a ese
patrón, sino que como no era para todos, este patrón sería el que seleccionaría a aquellos
“que merecían” permanecer en el sistema.
De este modo, subyace en el sostenimiento de este formato escolar único un supuesto de
homogeneidad, el cual se expresa, por un lado, en el cronosistema escolar que supone
una organización graduada y anualizada de acuerdo con edades ideales esperadas y un
sistema de evaluación, calificación y promoción vinculada a esta edad ideal. Este tipo
de organización, por tanto, implica la producción de la sobreedad y la repitencia, ambos
considerados como indicadores del fracaso escolar y causas del abandono (Terigi, 2006
y 2009b). Por otro, a su vez se plasma en la presencialidad y lo que implica en tanto
necesidad de asistencia a la totalidad de las asignaturas.
Desde esta perspectiva, el fracaso escolar sería producto de la gramática escolar, de la
forma de organización de la escuela que hace que algunos jóvenes no puedan sostener
este tipo de escolaridad, poniéndolo constantemente en situación de falta, de déficit.
Todo esto supone la construcción de una mirada normalizadora sobre los estudiantes
que
construye un estudiante ideal, con un tiempo específico para dedicarle a la escuela y al
estudio, en el que las etapas de la vida están secuencial y claramente delimitadas
(estudio
– trabajo, maternidad/paternidad –trabajo, etc.).
Es entonces que reflexionar respecto los modos en que los diversos enfoques y teorías
configuran la llamada psicología escolar, psicologías de las infancias escolarizadas,
supone poner en discusión los contextos situados en la que la experiencia educativa (de
aprendizaje) se da. Es decir, pensar al sujeto que aprende, y poner la mirada en aquello
que se debe “poseer” o alcanzar, incorporando modelos contextualistas que sostienen
que las posibilidades de los sujetos no son atributos individuales sino una propiedad de
las situaciones.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------
La psicología de la educación
Definiciones
Las reflexiones que resultan del saber psicoeducativo pretenden la adecuación de las
situaciones educativas a las características individuales y/o grupales (cognitivas,
sociales, etc.) Estas funciones se realizan a través de asesoramiento didáctico, de la
organización y planificación educativa, de programación, de asesoramiento y
actualización del educador; y en general se refieren a la intervención sobre las funciones
formativas y educativas que se realizan de manera situada.
Igualmente colabora en la formación permanente y apoyo didáctico al educador/a,
aportando su preparación específica sobre las áreas evolutivas, cognitivas, afectivas,
comportamentales, psicosociales e institucionales.
También son objeto los fenómenos institucionales que configuran los centros
educativos: la relación entre los objetivos y las formas organizativas con el
funcionamiento real, la mejora eficaz de las relaciones entre los componentes de la
institución educativa, etc.; así presta su colaboración y apoyo técnico en la elaboración
y desarrollo de proyectos educativos de centro, de proyectos de innovación curricular,
integración y atención a la diversidad, nuevas tecnologías, compensación y apoyo
educativo, etc; así como en los cambios organizativos y metodológicos requeridos por
estos proyectos, en la línea de hacer competentes a las propias instituciones en la
realización de los fines que se proponen.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Psicología de la Educación como disciplina autónoma
Autores como Coll (1989; p. 130 y siguientes) ponen de manifiesto que, ya desde
prácticamente su nacimiento , existen al menos dos formas diferentes de concebir la
Psicología de la Educación:
Una en la que se plantea como una mera psicología aplicada, y otra
Que la plantea como una disciplina puente con entidad propia.
La Psicología de la Educación como psicología aplicada a la educación es la forma de
concebir la Psicología de la Educación que dominó hasta prácticamente los años 50 del
pasado siglo, aunque después ha seguido y sigue siendo disfrutando de una amplia
aceptación.
En resumen, desde este punto de vista se propone que:
• El conocimiento psicológico es el único que permite abordar de forma científica y
racional las cuestiones educativas.
• El comportamiento humano responde a una serie de leyes generales que, una vez
establecidas por la investigación psicológica, son susceptibles de ser aplicadas a
cualquier ámbito de actividad humana.
• Como consecuencia de lo anterior, el rasgo característico de la Psicología de la
Educación no sería el tipo de conocimiento que produce o maneja, que en todo caso
procede directamente de esas leyes generales establecidas desde a Psicología, sino más
bien el campo o él ámbito (la educación) en el que se pretende aplicar ese
conocimiento.
• De acuerdo con esto, lo que compete a la Psicología de la Educación es, simplemente,
seleccionar qué conocimientos del corpus general elaborado por la Psicología son
relevantes para ser aplicados en el contexto educativo.
Entre ellos, podríamos citar la tendencia a estudiar cuestiones para las que existen
conocimientos psicológicos relacionados ya elaborados, pero que pueden coincidir o no
con las cuestiones que son más urgentes o relevantes desde la visión de la práctica
educativa.
Por otra parte, esta concepción unilateral de la influencia entre Psicología y Psicología
de la Educación puede llegar a ocultar o entorpecer las posibles aportaciones que la
Psicología de la Educación a otras disciplinas psicológicas.
Quizá por ello, a partir de los años 50 comienza a tomar fuerza una concepción
alternativa de la Psicología de la Educación, una concepción que si bien estaba presente
en su nacimiento, había sido largamente olvidada (o, al menos, había ocupado un lugar
secundario) durante décadas.
Se trata de concebir a la Psicología de la Educación ya no como una aplicación directa
de la Psicología, sino como una disciplina puente entre la psicología y la educación
Esta concepción implica modificaciones profundas del estatus y manera de entender las
relaciones entre Psicología y Psicología de la Educación:
• En primer lugar, se reconoce a la Psicología de la Educación como una disciplina con
entidad propia, cuya finalidad no es sólo aplicar conocimiento y elaborado, sino
contribuir a la generación de nuevos conocimientos.
• Por otra parte, las relaciones entre ambas ya no se consideran únicamente de manera
unilateral (sólo de la Psicología a la Psicología de la Educación), sino recíprocas: la
Psicología de la Educación, a partir del estudio de los fenómenos educativos, puede
también contribuir a ampliar el conocimiento psicológico en otros ámbitos.
• Como consecuencia de lo anterior, es necesario profundizar en las situaciones y
prácticas propiamente educativas como mucho mayor detalle, teniendo en cuenta los
problemas relevantes para ellas, más allá de los que se puedan seleccionar o designar
como relevantes desde el conocimiento psicológico general.
Una vez posicionados desde una perspectiva que concibe la Psicología de la Educación
como una disciplina puente, posición que nos permite hablar de ella en tanto disciplina
autónoma, podemos ya pasar a establecer cuál sería su objeto de estudio e interés, objeto
que, en coherencia, debería ser diferente del propio de otras disciplinas limítrofes, ya
sean psicológicas o educativas.
Definición de aprendizaje
Aprender implica construir y modificar nuestro marco de conocimientos, en torno a
nuestras habilidades, estrategias, creencias, conceptos, actitudes y conductas y
sentimientos. Las personas aprenden habilidades cognoscitivas, lingüísticas, motoras y
sociales, las cuales pueden adoptar muchas formas.
A un nivel sencillo, los niños aprenden a resolver 2 + 2 = ?, a reconocer la letra p en la
palabra papá, a atarse los cordones, y a jugar con otros niños. A un nivel más complejo,
los estudiantes aprenden a resolver problemas con divisiones largas, a redactar trabajos
escolares, a andar en bicicleta y a trabajar en cooperación para un proyecto de grupo.
Ahora examinaremos a fondo esta definición para identificar los tres criterios del
aprendizaje
•El aprendizaje implica un cambio.
•El aprendizaje perdura a lo largo del tiempo.
•El vehiculo del aprendizaje es la experiencia
•El aprendizaje es situado
Un tercer criterio es que el aprendizaje ocurre por medio de la experiencia (la que se
adquiere, por ejemplo, practicando u observando a los demás), lo cual excluye explicar
los cambios en la conducta como determinados principalmente por la herencia
(genética, biológica, etc), cambios que suelen atribuirse al proceso de maduración (por
ejemplo, ciertas habilidades motrices, etc).
Es claro que ciertos aprendizajes se explican por factores madurativos, sin embargo, la
maduración es necesaria, pero no suficiente.
Es probable que las personas procesen información a partir de un soporte material
genéticamente predispuesto (cerebro), pero el desarrollo de las conductas específicas
(por ejemplo; razonar) depende del contexto concreto de experiencias/ entorno.
El lenguaje es un buen ejemplo. A medida que el aparato vocal del ser humano madura,
éste va adquiriendo la capacidad de producir lenguaje; pero las palabras reales que
produce las aprende al interactuar con otros individuos. Aunque la genética es necesaria
para la adquisición del lenguaje en los niños, la enseñanza y las interacciones sociales
con los padres, los profesores y los compañeros ejercen una fuerte influencia sobre sus
logros u obstáculos en relación con el lenguaje.
De manera similar, en su desarrollo los niños gatean y se ponen de pie, pero el entorno
debe ser receptivo y permitir que ocurran todas estas conductas. Los niños a los que se
les impide realizar estos movimientos desarrollan de manera dispar estas habilidades.
Finalmente, hay que dar cuenta de los contextos situados en el que el aprendizaje
ocurre, a fin de entender las lógicas que lo organizan.
Sin importar cuál sea su perspectiva, la mayoría de las teorías del aprendizaje comparten
principios que suponen que se mejora el aprendizaje a partir de la
formación/instrucción/intervención.
Un principio es que los sujetos (educandos) progresan mediante etapas o fases de
aprendizaje que pueden distinguirse de diversas maneras; por ejemplo, en términos de
niveles de habilidad progresiva: principiante, principiante avanzado, competente, hábil y
experto.
Los procesos y las conductas que suponen estadios o etapas, en relación a establecer
clasificaciones incluyen; la rapidez del tipo de procesamiento cognitivo, la habilidad
para reconocer formatos de problemas, la pericia para enfrentar los problemas que
surjan, la organización y profundidad de las estructuras de conocimiento, y la habilidad
para vigilar el desempeño, elegir estrategias; los procesos y conductas dependen de
factores personales y contextuales.
*Los aprendices progresan a lo largo de etapas o fases.
*El material debe organizarse y presentarse en pequeños pasos.
*Los aprendices requieren práctica, retroalimentación y repaso.
*Los modelos sociales facilitan el aprendizaje y la motivación.
*El aprendizaje es influido (atravesado) por factores motivacionales, contextuales y de
época.
Perspectiva innatista
Perspectivas Constructivistas
Para el constructivismo, el aprendizaje es la creación de significados a partir de
experiencias. Aún cuando el constructivismo se considera una rama del cognitivismo
(ambas teorías conciben el aprendizaje como una actividad mental), se diferencia de las
teorías cognitivas tradicionales en varias formas.
La mayoría de los psicólogos cognitivos consideran que la mente es una herramienta de
referencia para el mundo real; los constructivistas creen que la mente filtra lo que nos
llega del mundo para producir su propia y única realidad.
Así como los racionalistas de la época de Platón, se considera a la mente como la fuente
de todo significado, sin embargo, tal como con los empiristas, se considera que las
experiencias individuales y directas con el medio ambiente son críticas. Los
constructivistas cruzan ambas categorías enfatizando la interacción entre estas dos
variables.
El constructivismo no es un enfoque totalmente nuevo del aprendizaje. Sus presupuestos
teóricos son afines al enfoque cognitivo y socio-histórico del aprendizaje pues considera
que el conocimiento es una función de cómo el individuo crea significados a partir de
sus propias experiencias. De aquí que la problemática del constructivismo es
fundamentalmente epistémica. Es decir trrata de explicar cómo el estudiante construye
el conocimiento y cuál es el rol del contexto en esta construcción.
Este enfoque defiende la necesidad de formar habilidades en el estudiante para que sea
capaz de interpretar, construir y reconstruir las exigencias de los contextos formativos.
Se asume que el individuo procesa la información que recibe del contexto en el que se
encuentra en función de su estructura cognitiva, sus experiencias y de las actitudes y
creencias que tenga hacia los contenidos, medios, materiales y mensajes con los que
interacciona.
El constructivismo es un enfoque del aprendizaje fundamentado en la premisa de que
cada uno de nosotros tiene sus reglas y modelos mentales los cuales permiten dar
sentido a nuestras experiencias y es la forma de comprender dichas experiencias las que
determinan la eficiencia y profundidad del aprendizaje.
Considera que el estudiante es activo en su aprendizaje pues en el proceso de
construcción del conocimiento, el estudiante y el objeto de conocimiento establece una
relación de cambio recíproco, o sea, se establece una relación dialéctica que promueve
un cambio continuo en la percepción que tiene el alumno del objeto de estudio.
Los constructivistas no comparten con los cognitivistas ni con los conductistas la
creencia que el conocimiento es independiente de la mente y puede ser "representado"
dentro del alumno. Los constructivistas no niegan la existencia del mundo real, pero
sostienen que lo que conocemos de él nace de la propia interpretación de nuestras
experiencias. Los humanos crean significados, no los adquieren.
El constructivismo presupone que el conocimiento humano es un producto propio del
sujeto y no un reflejo del mundo objetivo. Por lo tanto el conocimiento es relativo y no
absoluto, ni objetivo, pues depende absolutamente de la construcción intelectual del
sujeto. Por lo tanto, el constructivismo, aunque puedan existir excepciones, expresa por
lo general una posición idealista subjetiva. Por ello concibe que el objetivo de la
educación sea favorecer y potenciar el desarrollo cognoscitivo del alumno,
promoviendo su autonomía moral e intelectual.
Dado que de cualquier experiencia pueden derivarse muchos significados posibles, no
podemos pretender lograr un significado predeterminado y "correcto". Los estudiantes
no transfieren el conocimiento del mundo externo hacia su memoria; más bien
construyen interpretaciones personales del mundo basadas en las experiencias e
interacciones individuales. En consecuencia, las representaciones internas están
constantemente abiertas al cambio. No existe una realidad objetiva que los estudiantes
se esfuercen por conocer. El conocimiento emerge en contextos que le son
significativos. Por lo tanto, para comprender el aprendizaje que ha tenido lugar en un
individuo debe examinarse la experiencia en su totalidad
Establece que la enseñanza debe apoyarse en la actividad espontánea del alumno y la
enseñanza directa.
•El primer aspecto se refiere al empleo de métodos activos de enseñanza centrados en la
actividad y el interés del estudiante, su etapa de desarrollo cognitivo, estrategias de
aprendizaje, tipos de conocimientos que posee, etc.
•El segundo criterio complementa la actividad espontánea del alumno. Consiste en
propiciar situaciones instruccionales donde la participación del maestro se vea
determinada por la actividad manifiesta y reflexiva de los alumnos. Por lo tanto el rol
del maestro no es enseñar, sino propiciar situaciones donde el alumno construye
conocimientos o los descubre de manera natural y espontánea como producto de su
propio desarrollo cognitivo.
Para ello es importante tener en cuenta ofrecer a los estudiantes la oportunidad de
percibir la complejidad de la realidad mediante actividades vinculadas a ella; emplear
las experiencias previas del estudiante; potenciar la construcción del conocimiento
mediante un aprendizaje significativo y automotivado; negociar las metas y objetivos
instruccionales, no imponerlas; fomentar el desarrollo de prácticas reflexivas; asumir
como principio de trabajo la construcción colaborativa del conocimiento; promover el
aprendizaje autorregulado a través de la retroalimentación; evaluar el aprendizaje desde
múltiples perspectivas.
El descubrimiento y construcción del conocimiento permite un aprendizaje
verdaderamente significativo, con altas posibilidades de ser transferido o generalizado a
otras situaciones y fomenta la percepción de competencia en el alumno.
El aprendizaje puede ser considerado en sentido amplio (desarrollo) o en sentido estricto
(aprendizaje de datos e informaciones). El segundo es elemento necesario para el
desarrollo del primero, pero no suficiente.
La posición de los constructivistas no acepta el supuesto que los tipos de aprendizaje
pueden identificarse independientemente del contenido y del contexto de aprendizaje.
Los constructivistas consideran que es imposible aislar unidades de información o
dividir los dominios de conocimiento de acuerdo a un análisis jerárquico de relaciones.
A pesar de que el énfasis en el desempeño y en la instrucción ha dado muestras de su
efectividad en la enseñanza de las habilidades básicas en dominios de conocimiento
relativamente estructurados, mucho de lo que se requiere aprender implica
conocimiento avanzado en dominios muy poco estructurados.
Dentro del enfoque constructivista el alumno es visto como un constructor activo de su
propio conocimiento que posee un determinado nivel de desarrollo cognitivo que
determina sus acciones y actitudes. La interacción entre alumnos, o en ciertas formas
particulares entre profesor y alumno, es considerada relevante porque fomentan el
desarrollo cognoscitivo y socio-afectivo.
REFLEXIONES
Perspectivas en psicología educacional; EDUCABILIDAD, FRACASO ESCOLAR
Y ETIQUETAMIENTO:
(Flavia Terigi – Ricardo Baquero)
Introducción
La preocupación habitual y reiterada que protagonizamos en el campo psicoeducativo
por el logro de aprendizajes “genuinamente” signifcativos suele chocar con varios
obstáculos que a menudo exceden las prácticas de enseñanza ensayadas y se instalan si
se quiere, en dos dominios de importancia.
Por una parte, la demanda de trabajo cognitivo específico y variado que requieren las
prácticas escolares y, por otra, el sentido que guardan las propias prácticas de
escolarización. Aunque parezcan aspectos disímiles, la dura lección que hemos
cosechado en los trabajos psicoeducativos de los últimos, tal vez, 20 años (cf. Berliner,
1993), indica que, precisamente, ha habido una impensada operación reductiva al dar
tratamiento a los procesos de aprendizaje privilegiando en forma algo exagerada sus
componentes cognitivos y perdiendo de vista el aspecto “vivencial” de los mismos
procesos de aprendizaje (Daniels, 2011; Rodriguez Arocho, 2009).
En el presente trabajo procuraremos describir en los trabajos psicoeducativos
ejempliflicando, en parte, con los abordajes que fueron desarrollándose a propósito un
análisis conceptual y teórico a través de la argumentación de distintos autores sobre la
educabilidad, el fracaso escolar y las prácticas de etiquetamiento; manteniendo una
mirada histórica, que atienda al carácter político de la construcción del dispositivo
escolar moderno en tanto normalizador que sentó las bases del formato escolar.
¿Será el fracaso escolar el destino ineludible de un “sujeto con problemas”? ¿Es la
“educabilidad” el indicador del grado de “humanización” del sujeto? ¿Puede hablarse de
sujetos “educables” y “no educables”? ¿Los niños fracasan en la escuela porque existe
en ellos o en su contexto una falla, falencia o carencia; o habrá que interrogarse sobre el
formato escolar?
Estos son algunos interrogantes que el presente trabajo se propone abordar.
Desarrollo
La educación ha sido una cuestión central en el debate político dado su potencial de
actuar como herramienta para la transformación social.
A lo largo del siglo XIX fuertemente marcado por la conformación de los Estados
Nacionales modernos, la educación se tornó razón de Estado para la consolidación de
las naciones y la construcción de modernidad. En este contexto, proliferan políticas de
administración masiva y centralizada de los infantes; tornándose la escolarización
(asociada a una práctica normativa y homogeneizadora) el dispositivo hegemónico para
la transmisión masiva de la cultura y la homogeneización, conformándose el sistema de
instrucción pública centralizada en un intento de dar respuesta a cuestiones epocales,
articulando los rasgos de gradualidad, simultaneidad, unificación curricular,
construcción de infancia, posicionamiento del niño en el lugar de “alumno”.
De este modo y a partir de los ideales comenianos, las instituciones escolares sentaron
sus bases sobre el establecimiento de relaciones pedagógicas basadas en la relación
asimétrica docente-alumno, con mediación del contenido a ser transmitido.
A partir de esta estructura, los sujetos fueron distribuidos y ordenados en función del
criterio de gradualidad en la adquisición de conocimientos.
En este marco, siguiendo a Baquero (2014), los componentes duros del formato escolar
tales como la gradualidad, la simultaneidad, regulación de espacios/tiempos y ritmos de
trabajo, la rigidez de los regímenes académicos de asistencia a clase y de aprobación de
asignaturas, y la poca flexibilidad de atender a la multiplicidad de trayectorias escolares,
limitaron la persecución de aprendizajes significativos y autónomos.
De este modo, el formato escolar actuó como productor de condiciones específicas y
delimitadas para la producción de aprendizajes.
Junto a esta matriz moderna se articularon prácticas y discursos psicoeducativos
clásicos (también llamados “fundacionales”), junto al denominado “problema de la
educabilidad” de los sujetos (alumnos).
El “problema de la educabilidad” fue vinculado discursivamente (y recurrentemente)
con la capacidad de ser educado, es decir, como capacidad diferencial entre sujetos o
grupos de sujetos; articulándose la capacidad de ser educado (entendida como atributo
de posible humanización) con el problema del desarrollo intelectual de los sujetos
(Baquero 2001).
Desde la concepción clásica, siguiendo a Cimolai y Toscano (2008), la “educabilidad”
es concebida
como la capacidad intrínseca de los sujetos de ser educados, cuestión a la
cual subyace la idea de “posesión” por parte de los individuos de capacidades
supuestas “naturales” para el desarrollo y el aprendizaje. De este modo, puede
observarse cómo el concepto pareciera vincularse a una perspectiva normalizadora
del desarrollo, que establece criterios “normales” y define a todo lo que se aparta de
ella como “desvío”. A partir de ello, múltiples categorías y técnicas diagnósticas
fueron generadas para determinar los “grados de educabilidad” de los sujetos
escolares.
Siguiendo la argumentación de Baquero (2002), pueden vislumbrarse en este marco los
modos en que es producida una matriz evolutiva para la lectura de los comportamientos
de los sujetos (alumnos), la cual recrea el evolucionismo darwiniano, definiendo ritmos
y cursos normales de desarrollo teleológico y de ponderación de la diferencia como
deficiencia.
Como sugiere el autor, la idea de rendimiento diferencial de los alumnos resulta
impensable fuera de la matriz escolar de organización de los aprendizajes. En este
sentido, son numerosos los procedimientos y rutinas de detección de problemas de
aprendizaje que tienden a la construcción de una descripción “descontextuada” de los
sujetos (incurriendo en una abstracción de la situación), describiéndolos a partir de
aquellos atributos (que poseen o de los cuales carecen los sujetos) que deberían ser
portados a determinada edad cronológica; subyaciendo el supuesto de que el desarrollo
consistiría en el despliegue natural, universal y único de la subjetividad enfrentada a un
medio igualmente natural para aprender: la escuela.
Los sujetos de la educación no constituyen “objetos naturales”; sino que son producidos
históricamente combinando cuestiones discursivas, pedagógicas, políticas e ideológicas.
Por ello, cabe destacar que la noción de “alumno común (o normal)” y, por tanto, de
educabilidad, es un constructo político.
Analizar estas cuestiones lleva al planteamiento de ciertas preguntas:
¿Es la “educabilidad” un atributo del sujeto, una capacidad diferencial entre sujetos o,
más bien, un constructo histórico, un artificio de aquella escuela moderna
normalizadora, homogeneizadora, infantilizadora; que bregaba por un gobierno del
desarrollo? ¿Es, por tanto, el fracaso escolar un destino del sujeto con problemas?
Tras el análisis efectuado, puede considerarse que no se debe perder de vista el carácter
histórico-político de toda decisión de inclusión/exclusión. Como sugiere Baquero
(2013), debe advertirse que, así como nuestra escuela puede generar espacios potentes
para el desarrollo de los sujetos y el despliegue de sus vidas, puede contribuir también
con enorme eficacia a la confirmación de destinos inexorables.
Baquero define a la “educabilidad” como “la delimitación, alcances y limites que posee
potencialmente la acción educativa sobre sujetos definidos en situaciones definidas”.
Esta visión lleva a abandonar la sospecha de las capacidades de los sujetos (alumnos) y
operar sobre las situaciones, produciendo una reconceptualización del fracaso al atender
a una mirada interaccionista y situacional.
Como afirma Baquero (2007), si el espacio escolar es un espacio político obedece a la
razón de que sus prácticas no promueven el desarrollo de los sujetos en términos
universales y abstractos; sino que las prácticas escolares producen ciertas formas
específicas de desarrollo psicológico permitidas, que nada poseen, tampoco, de
naturales. De allí la doble necesidad de atender a la especificidad situacional de la
producción de conocimientos en sentido estricto y de producción de subjetividad en
sentido amplio, lo que, tal como afirma Baquero (2007), parece requerir espacios que
representen experiencias de producción de saberes políticamente alternativos, modos de
implicación diferentes, operadores de posibilidad. producir espacios para la propia
emancipación.
CONCLUSIONES
¿Es genuino sospechar del grado de humanización de los sujetos? ¿Es el fracaso escolar
el destino ineludible de un sujeto con problemas? ¿Es la educabilidad el indicador del
grado de “humanización” del sujeto? La respuesta es NO.
Tras el análisis efectuado en el trabajo, puede concluirse que no sería justo incurrir en
reduccionismos. Como se ha sugerido, la escuela no es un espacio natural para que los
niños se desarrollen naturalmente de acuerdo a su naturaleza, lo cual afecta la premisa
habitual de los modelos psicoevolutivos acerca de la existencia de una suerte de
“desarrollo o esencia natural” escindible del desarrollo cultural. Como sugiere Baquero
(2014), ello invita a repensar las prácticas escolares: si las prácticas escolares pierden su
carácter cosificado y naturalizado, debiéramos tener la posibilidad de pensarlas como
prácticas también modificables y resignificables histórica y políticamente. Como
sugieren Benasayag y Schmit (2010), de lo que se trata es de evitar el camino de la
tristeza, el de un saber normalizador que aprisiona al otro en su etiqueta.
Como sugiere Baquero (2014), es responsabilidad de los actores educativos revisar y
generar las condiciones de una experiencia posible, de una experiencia
educativa/escolar genuina. Una experiencia que es social y política a la vez.