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¿QUÉ ES EL LENGUAJE?
El lenguaje no es una obra más del ser humano: nuestra mente ha llegado a ser estructuralmen-
te lingüística. La palabra penetra hasta el fondo de nuestra inteligencia. Por eso, la lingüística tiene
que comenzar con el estudio de la acción humana. El Lenguaje nace en el Mundo de la vida, y tiene
una función práctica: comunicar, organizar la colaboración, pedir, transferir conocimientos, planificar
y dirigir la conducta. Sirve para la comunicación exterior y para la construcción de uno mismo (]. A.
Marina, La selva del lenguaje, 1998, p. 17).
Cuando surge el tema de lenguaje es fácil que se produzca una avalancha de ideas
muchas veces confusas e incluso contradictorias, pues tal término, sin ningún califica-
tivo que lo limite, presenta una gran variedad de interpretaciones, puntos de vista y
concepciones. Entre este marasmo de ideas más o menos confusas, aquellas que tra-
tan de comprender el origen y desarrollo del lenguaje de los seres humanos a lo largo
de su proceso evolutivo bien pueden ser catalogadas como de interesantes. En su po-
sible análisis, enseguida nos damos cuenta de la gran dificultad que tal intento entra-
ña, pues carecemos de medios para afrontar tan arduo problema. En este sentido, pa-
rece lógica la necesidad de utilizar todos los datos posibles que podamos encontrar en
las diversas ciencias encaminadas al estudio de nuestra especie. Lo que nos llevaría a
la realización de una síntesis multidisciplinar, que fuera capaz de facilitarnos una me-
jor comprensión de algunos procesos relacionados con la producción lingüística, tan-
to en los medios sociales del lejano Paleolítico como en los de la actualidad.
Quizá, la primera tarea que es necesario realizar sería la elaboración de una defini-
ción de nuestro lenguaje, pues es importante conocer los límites sobre los que vamos
a establecer nuestro análisis. Aunque parezca mentira, su realización no es fácil de lo-
grar, pues hay que tener en cuenta los diferentes puntos de vista que ofrecen las cien-
cias que se interesan en su producción y estudio, la múltiple variedad de intercambios
de información que se produce en la naturaleza y los criterios subjetivos del autor que
los analice y expone. Sin embargo, muchos de los lenguajes existentes en la naturale-
za se escapan o no alcanzan el concepto que se asocia a los seres humanos, pues éste
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ta de los dos más utilizados (visión y audición), consiguiendo vencer el aislamiento que
esas personas ciegas y sordas tenían, y favorecer la comunicación escrita de los ciegos.
Un claro y conocido ejemplo lo constituye el caso de Hellen Keller, la cual quedó
sorda y ciega a causa de una enfermedad cuando tenía 19 meses de edad. No obstan-
te, comenzó a descubrir el mundo usando sus otros sentidos. Tocaba y olía todas las
cosas que estaban alrededor de ella, sintiendo las manos de otras personas para ver o
comprender lo que estaban haciendo e imitaba (copiaba) sus movimientos. Cuando te-
nía siete años de edad había logrado desarrollar algunos signos táctiles con los que co-
municaba a su familia sus necesidades más básicas. Pero pronto quedó estancada en
este primitivo proceso comunicativo, con lo que la frustración aumentó con la edad.
Se convirtió en una persona salvaje, revoltosa y muy agresiva. Esta situación hizo que
se viera claramente la necesidad de buscar ayuda fuera del ambiente familiar, para lo
cual se contrató a una tutora privada. Anne Sullivan, que había perdido la visión cuan-
do tenía cinco años, fue la persona elegida para educar a Hellen Keller. Lo primero
que realizó Anne fue intentar comunicarse con ella, venciendo su agresividad con
fuerza y paciencia. El siguiente paso fue enseñarle el alfabeto manual. Anne la ponía
en contacto con los objetos y le deletreaba en la mano las palabras. Así, comenzó a ani-
marse y cada cosa que encontraba la cogía y preguntaba a Anne cómo se llamaba.
Poco a poco fue preparando a su alumna con nuevas palabras, ideas y conceptos que
necesitaría para enseñarle a hablar y comprender la realidad en la que vivía. Como re-
sultado de todo este trabajo, Hellen llegó a ser más civilizada y amable, y pronto
aprendió a leer y a escribir con el método para ciegos de Braille. También aprendió a
leer de los labios de las personas tocándolas con sus dedos y sintiendo el movimiento
y las vibraciones. Con la constante ayuda de su tutora que actuaba de profesora e in-
térprete, pues señalaba en las manos de Hellen lo que los profesores decían en clase y
transcribía en los libros utilizando el sistema Braille, Hellen consiguió graduarse con
título de honor de la Radcliffe College en 1904.
Todo inicio lingüístico, con las características de básico y elemental propias del
concepto de protolenguaje (Bickerton, 1994), tiene un desarrollo posterior que lo en-
riquece, pues se autorregularía por una serie de elementos abstractos y simbólicos que
ordenaran su conexión y exposición, dando lugar a un código léxico-gramatical. El re-
ceptor, que debe tener las mismas propiedades que el emisor de las señales lingüísti-
cas, debe recibir y comprender tales señales por medio de un sistema sensorial ade-
cuado a tales señales, estableciendo una correspondencia en ambas direcciones. Este
conjunto de particularidades se acopla perfectamente a las características del lenguaje
que usan las sociedades humanas, tanto históricas como actuales, por lo que es fácil que
sea aceptado sin poner ningún problema, aunque ya de antemano hay que indicar
que presenta un pequeño inconveniente. Es posible que algunas poblaciones de gran-
des monos actuales (p. e. chimpancés, gorilas) también presenten, con su particular
forma de comunicación, un tipo de lenguaje que posea estas mismas cualidades, aun-
que con un diferente grado de desarrollo. En la actualidad, es conocido el carácter so-
cial existente entre estos primates. Su estudio en el medio natural ha permitido com-
probar que tienen una gran complejidad social, formando sociedades jerarquizadas y
con un dinamismo interno importante. Así, es fácil ver diversos aspectos claramente
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sociales, entre los que destacan, por su repetida y rápida apreciación, las peleas, alian-
zas y enfrentamientos de grupos de machos entre sí, con el fin de alterar el orden je-
rárquico, el cual da prioridad al acceso sexual sobre las hembras y diversas ventajas so-
ciales (Ghiglieri, 1985; Goodall, 1986; Sabater Pi, 1983). Para lograr el desarrollo de
estas actividades sociales es necesario tener una forma de comunicación o lenguaje in-
tencional, voluntario, con algo que comunicar, dentro de una sociedad que compren-
de y comparte los símbolos sonoros o gesticulares empleados.
Pero de todos es conocido que los monos, con independencia de su especie, no ha-
blan, es decir, carecen de un lenguaje que pueda compararse al de los seres humanos.
No pueden articular los sonidos que caracterizan nuestra forma de hablar, pues está cla-
ramente probado que presentan una gran limitación en la articulación sonora, no sólo
porque su sistema bucal no sea adecuado, sino también porque su cerebro, y dentro de
él su área de Broca, no está tan desarrollado como el nuestro. No obstante, cuando un
chimpancé, en sus habituales recorridos en busca de comida, encuentra un árbol con
gran cantidad de ella, es capaz de avisar al resto del grupo por medio de una emisión
controlada de sonidos, conocidos perfectamente por el resto de la comunidad, para
avisar del hallazgo. Es más, puede incluso omitir o alterar la señal de llamada si el ár-
bol es pequeño, la comida escasa, o sus compañeros son muchos, ante el temor de que
la competencia le deje con poco que comer. No cabe duda que este tipo de conducta
encaja perfectamente, en su forma más elemental, en la definición anteriormente de-
sarrollada (Ghiglieri, 1985). Sin embargo, se han expuesto serias dudas sobre la exis-
tencia de una autentica teoría de la mente por parte de estos primates, lo que les pon-
dría en camino de una inteligencia maquiavélica. Esta forma de pensamiento significa
desarrollar diversas estrategias sociales, con las cuales un individuo busca maximizar
su éxito reproductivo directo o indirecto, recurriendo para ello al uso de comporta-
mientos cooperativos o no, según lo exija la situación (Byme y Whiten, 1988). Sin embar-
go, puede que la forma de engañar a sus compañeros, hecho claramente intencional,
no justifique la plena existencia de tal capacidad cognitiva, sino que puede explicarse
como si el que engaña simulara la conducta del otro animal dentro de un estadio de
su planificación, lo que sería una planificación engañosa (Gardenfors, 2006, pp. 113-
147; Byme y Whiten, 1988, p. 271).
Por tanto, podemos aceptar un cierto lenguaje en los monos, aunque con una gran
limitación en su articulación sonora y en sus formas abstractas de pensamiento que
transmitir, con lo que la capacidad de articular sonidos para formar las palabras que-
daría como una propiedad humana que le distingue del resto de los animales. Pero
existe un nuevo inconveniente a esta conclusión, pues en la naturaleza encontramos
una larga serie de aves (loros, papagayos, periquitos, etc.) que pueden articular per-
fectamente los mismos sonidos que tan ufanamente nos atribuimos en exclusividad. Es-
tas aves pueden emitir sonidos que son fácilmente confundidos con los producidos
por los humanos. Seguro que muchos habrán encontrado rápidamente la enorme dife-
rencia que nos separa de este conjunto de aves tan particulares. Tampoco pueden pen-
sar, limitándose sus actuaciones sonoras a la simple repetición de unos sonidos que
han aprendido con anterioridad. Curiosamente en la naturaleza existen animales que casi
no pueden articular sonidos y, sin embargo, tienen un lenguaje con cierta complejidad
¿ Q UÉ ES EL LENGUA J E? 19
numerosos sonidos (Hayes y Nissen, 1971). Para salvar estas dificultades de los pri-
mates en la producción de palabras, se intentó enseñar a otro chimpancé el lenguaje
por signos. En la década de los sesenta, Allen y Beatriz Gardner, de la Universidad de
Nevada, enseñaron a un chimpancé de ocho meses llamado Washoe el método Ames-
lan o el sistema de comunicación por 'signos para los sordomudos americanos. Éste
aprendió a utilizar y reconocer un importante número de gestos, varios centenares se-
gún algunas publicaciones, aunque tales experimentos fueron muy contestados por di-
versos autores (Gardner y Gardner, 1969). Ante las críticas de que si realmente podían
comprender el significado abstracto de los signos que realizaba, se intentó realizar otro
experimento con mayores controles de laboratorio. Para ello, el psicólogo David Pre-
mack enseñó a otra hembra chimpancé llamada Sarah un sistema de comunicación,
utilizando figuras imantadas de plástico que se podían fijar en un tablero metálico. Es-
tas figuras designaban objetos o propiedades, pero no tenían ninguna relación con
ellos. En su desarrollo apreciaron inicios de usos sintácticos (Premack, 1971).
La crítica general a todos estos tipos de experimentos se basaba en la dificultad de
valorar hasta qué punto el aprendizaje de estos primates correspondía sólo a una serie
compleja de respuestas, como parte de un programa de juegos, en el que se recom-
pensa la calidad de la respuesta. Se dudaba de su verdadera capacidad de abstracción y
simbolismo, tanto en la producción de ideas complejas como en las propias reglas sin-
tácticas. Sin embargo, tras la realización de estos experimentos se observó, como ca-
racterística común a todos ellos, que el desarrollo lingüístico de los grandes monos es
mayor dentro de ambientes humanos con abundancia de estímulos adecuados, ele-
mentos simbólicos que conocer y formas de comunicar fáciles de aprender. Tales prue-
bas indican que poseen una capacidad superior a la que precisan para sobrevivir en su
medio natural, y que con unos medios adecuados pueden desarrollar capacidades que
no utilizan habitualmente (Rensch, 1983, p. 101), hasta el límite impuesto por su pro-
pia anatomía y fisiología.
De los estudios realizados con primates y de los conocimientos que sobre el len-
guaje tenemos es fácil llegar a una conclusión: El lenguaje es un complejo proceso psi-
cobiológico de gran envergadura, resultado de la unión de múltiples fenómenos que,
con su acción conjunta, ofrecen el aparentemente sencillo sistema de comunicación hu-
mana. Para entenderlo es preciso realizar estudios multidisciplinares que nos ofrezcan
visiones más claras de la realidad que entraña.
ción del grado de abstracción que pudieron alcanzar las poblaciones humanas en un
determinado periodo histórico.
Todo proceso en el que se observa un desarrollo de su complejidad para poder es-
tudiarlo es necesario categorizarlo, es decir, establecer una serie de niveles básicos so-
bre los que podamos clasificar los avances logrados y observados en su evolución tem-
poral. En nuestro caso, sólo podemos establecer un cierto ordenamiento sobre las
conductas observables en el registro arqueológico, y que reflejen fielmente la evolu-
ción de alguno de sus componentes importantes. Un lenguaje propio de los seres hu-
manos actuales sería aquel que esté estructurado sobre los conceptos de autoconcien-
cia o individualidad, del tiempo y del espacio, todo ello articulado por un código
gramatical igualmente abstracto. Tras el aprendizaje de la niñez, se llegaría a conducir
la acción con independencia del aquí y ahora (desplazamiento temporal/espacial de la
acción), centrándose toda la acción humana alrededor del concepto aprendido de nues-
tra independencia física y psíquica (el yo), en contrapunto con nuestra relación con los
demás. Estas tres abstracciones, con una repercusión mínimamente observable en el
registro arqueológico, serán la base de nuestro análisis evolutivo.
SIMBOLIZACIÓN LENGUAJE
Control del sistema Sociolingiüstica
fonador Lingüística
Semiótica
SISTEMA FONADOR
Anatomía Protolenguaje
PALABRAS
Capacidad de Doble articulación
producir una serie FRASES
de sonidos Fonética Gramática
Figura l. l. Muestra la relación existente entre las diversas ciencias relacionadas con la producción del
lenguaje simbólico humano, desde su creación evolutiva en forma de capacidades hasta la
manifestación sonora del lenguaje.
L A COM P LEJ ID AD EVOLUT I VA 35
Evolución y lenguaje
En los estudios relacionados con nuestra propia evolución, el problema del len-
guaje no fue planteado con detenimiento hasta fechas relativamente recientes. Duran-
te gran parte del siglo pasado, se pensaba que la creación y desarrollo del mismo esta-
ba implícito en la concepción clásica de que a cada periodo paleolítico le correspondería
una especie humana determinada, con lo que la complejidad del lenguaje estaría en
función de la propia capacidad biológica de cada especie. La relación especie-cultura,
que parecía comprobada con los datos aportados por los yacimientos, fue muy bien
recibida por los ideales de su tiempo. Sin embargo, en la actualidad, el registro ar-
queológico no está de acuerdo con tal afirmación, ofreciendo ejemplos de variaciones
corporales y cerebrales importantes, que no se corresponden con cambios conductua-
les que justificasen su mayor poder de adaptación o selectivo (fig. 6.1.). Conocemos
diversos datos que indican la existencia de una evolución morfológica anterior a la cul-
tural, como ya se verá en los siguientes capítulos. El estudio sobre el origen del len-
guaje debía esperar muchos años, hasta que la Prehistoria tomara el problema como
cuestión propia y, con los datos de otras ciencias, poder enfocar el problema de su ori-
gen dentro de la línea evolutiva humana. El verdadero interés se centraba sobre la ca-
pacidad de crear y desarrollar una determinada forma de lenguaje articulado con cier-
tas características simbólicas y abstractas, que pudieran haber tenido las diferentes
especies humanas en el transcurso de su evolución.
La introducción del lenguaje en el debate científico, como parte importante del de-
sarrollo cultural, ha producido multitud de propuestas, discusiones y controversias,
dependiendo de la orientación metodológica y científica del autor que lo trate. No hay
que olvidar que el lenguaje es un fenómeno muy complejo, en el que intervienen fac-
tores biológicos, psicológicos y sociales, por lo que puede ser estudiado por lingüistas,
neurólogos, sociólogos, psicólogos, paleoantropólogos y arqueólogos. En general, la
mayoría de los autores actuales están de acuerdo en la importancia que debió tener el
lenguaje en nuestro desarrollo cultural, aunque la forma de hacerlo es muy discutida.
Todos lo consideran básico, pero lo explican de diferente forma; unos como una con-
secuencia evolutiva lenta y antigua, paralela al propio desarrollo de los cambios ana-
tómicos cerebrales, auditivos y laríngeos (por ejemplo: los antropólogos y prehistoria-
dores Philipp G. Chase, Harold L. Dibble y Sherwood L. Washburn); mientras que
otro grupo de autores confiere al lenguaje un papel muy determinante, con una apari-
ción rápida y reciente, al menos en lo referente al lenguaje moderno humano (por ejem-
plo: lain Davison, William Noble, Critopher Stringer, Paul Mellars y Randall White).
Parece claro que el origen del lenguaje estaría íntimamente relacionado con la
aceptación de un paradigma evolutivo determinado. La forma evolutiva correspon-
diente a la teoría sintética indica un lento avance en el desarrollo del lenguaje, guiado
por la selección natural. Esto se deduce por el paulatino aumento de las áreas cere-
brales y elementos del sistema fonador relacionados con la producción lingüística, a
pesar de que otros factores no corroboren tal proceso, como es la conducta observa-
da en los yacimientos arqueológicos. Mientras que en el modelo evolutivo, en el que
se añaden los descubrimientos de la Biología del Desarrollo, la aparición del lenguaje
36 AR QUEO L OG Í A D EL L ENGUA J E
El medio ambiente es un factor que siempre existe, pues todo organismo siempre
se desarrolla y vive en un medio determinado, aunque las características del mismo
pueden variar sustancialmente, lo que sin duda ofrecería diferentes resultados tanto
anatómicos como conductuales. En definitiva, hay que aceptar que los patrones mor-
fológicos propios de cada especie se transmiten por medio del código genético, aunque el
grado de desarrollo final de los mismos dependerá, en muchos casos, de las características
medioambientales.
Paralelamente, la conducta y el lenguaje siguen, en general, por unos derroteros si-
milares aunque con matizaciones importantes. Los patrones conductuales no tienen el
mismo control y desarrollo en todos los seres vivos, pues las características anatómi-
cas y neurofisiológicas de sus respectivos sistemas nerviosos marcan sustancialmente
la diferencia. Conocemos cómo, en numerosas especies biológicas, la conducta está re-
gulada genéticamente gracias a los instintos que son capaces de originar. Pero el desa-
rrollo evolutivo ha producido complejos sistemas nerviosos que han dado lugar a otras
formas de actuación, donde la experiencia realizada y acumulada es un factor a tener
en cuenta en la toma de decisiones, las cuales se pueden elegir dentro de cierta gama
de posibilidades que el aprendizaje facilita (Bonner, 1982, pp. 144-172). La corteza ce-
rebral y el sistema límbico, como responsables primordiales de la conducta humana,
son elementos anatómicos creados y desarrollados por la actividad genética corres-
pondiente. Pero su actividad primordial se centra en el almacenamiento, procesa-
miento y utilización de la información (externa, interna y emocional), que le llega por
medio de las vías nerviosas de todo tipo. En la naturaleza de tal información es don-
de reside la diferencia con el resto de los demás elementos biológicos, pues ésta no se
limita a los aspectos físicos, químicos o biológicos del medio, sino que se basa en el
38 AR QUEOLOG Í A D EL L ENGUA J E
Los hallazgos definitivos no han surgido de una verdad nueva, sino de una ordenación racional
de una serie de verdades conocidas y dispersas: racional o causal, porque en este juego de estructura-
ción de datos no sistematizados ocurre como en la solución de los rompecabezas, que unas veces sur-
ge del ingenio y otras del puro azar. Lo que no puede faltar nunca es la atención. La atención es en la
Ciencia lo que la luz en el cuarto oscuro, que de repente se ilumina y parece que crea lo que, sin em-
bargo, estaba allí y no alcanzábamos a ver (Gregorio Marañón, El bazo y sus funciones, 1952).
La cita del Dr. Marañón expresa una realidad que muchas veces no es tenida en
cuenta con su verdadera trascendencia. Si seguimos su consejo, tras haber leído nu-
merosa información relativa a diversas ciencias que estudian al ser humano desde pun-
tos de vista diferentes, es el momento de prestar la atención debida a cada una de ellas,
con el propósito de analizar su interconexión e intentar agruparlos en un proyecto co-
mún. Con esta intención vamos a elaborar una síntesis multidisciplinar sobre el origen
y desarrollo del simbolismo humano y, por tanto, de su lenguaje, pensamiento y con-
ducta. En cada una de las ciencias, que someramente se han analizado (Biología evo-
lutiva, Neurología, Psicología y Sociología), encontramos los aspectos teóricos y metodo-
lógicos propios de cada disciplina. A pesar de ello, y por mucho que sean diferentes
en sus respectivos enfoques, debe existir un común punto de encuentro, pues no hay
que olvidar que todas ellas tienen como fin principal al ser humano y a sus manifesta-
ciones socioculturales (donde quedan perfectamente ubicadas su lenguaje, pensa-
miento y conducta). Un mismo fin, aunque visto desde parcelas teóricas diferentes. Si
en esta confluencia de intereses se apreciasen importantes contradicciones, habría que
pensar que alguna determinada teoría, de las disciplinas usadas en estos asuntos, pu-
diera no ser correcta, pues en la explicación de la realidad humana no pueden coexis-
tir conceptos claramente antagónicos. Tal vez, el problema radica en la falta de pun-
tos de enlace, que puedan articular tal disparidad de información.
Las características evolutivas, que han marcado el desarrollo de nuestro linaje a tra-
vés del tiempo, constituyen el armazón (anatómico y psicológico) sobre el que debe
80 ARQUEOLOG Í A D EL LENGUAJE
explicarse nuestro comportamiento. Es evidente que para llegar a tener unas capaci-
dades cognitivas de las características humanas, es imprescindible la producción de
cambios morfológicos que posibiliten estas nuevas cualidades neurológicas y cogniti-
vas, así como que puedan verse manifestadas en el registro paleoantropológico con un
mínimo de clara evidencia. Por tanto, sería en la manera y forma en que se producen
dichos cambios, donde reside una de las claves de la explicación del comportamiento
humano. Lo cierto es que en el desarrollo teórico de la Biología Evolutiva existen dos
formas de entender el cambio anatómico. No es que existan dos teorías diferentes,
sino que la manera de producirse puede ser diferente. La primera y más tradicional,
por lo que podría denominarse como clásica, estaría representada por los aspectos más
conocidos de la teoría sintética. En ella, vemos cómo el lenguaje y toda la conducta
humana, con su gran capacidad de adaptación, debió irse configurando de una forma
paralela y lenta a los cambios morfológicos que lo posibilitan y ofreciendo una mayor
capacidad de supervivencia. Todo este proceso sería dirigido durante su desarrollo por
la acción de la selección natural. La segunda estaría basada en los conceptos que la
Biología ha desarrollado en estos últimos años, y que constituían el ya explicado mo-
delo multifactorial, que engloba el modelo de los equilibrios puntuados de Stephen J.
Gould. En él se explica la producción evolutiva con otros parámetros, entre los que
destaca la realización de algunos cambios anatómicos relativamente rápidos, y su pos-
terior sometimiento a los controles de la selección natural. Con estas premisas, el len-
guaje se entiende como consecuencia de una exaptación evolutiva, es decir, como una
cualidad cognitiva emergente que aparece después de realizados los cambios anatómi-
cos (neurológicos y lingüísticos) que lo posibilitan, pero que no se crearon evolutiva-
mente para realizar tal propiedad. Aunque las dos formas de entender los mecanismos
evolutivos tienen cierto antagonismo, lo cierto es que, al menos teóricamente, pueden
producirse ambos a la vez. En la práctica, dentro del estudio de cada homínido en par-
ticular, las dificultades para conocer cuáles fueron los causantes de su evolución son
aún muy importantes, lo que dificulta su conocimiento con el grado de certeza que a
todos nos gustaría tener. Por tanto, siempre queda la pregunta: ¿Cuál sería el mejor
camino a seguir?
Con los únicos datos que nos ofrece esta ciencia biológica, no es posible conocer
la forma exacta en que se produjo nuestra evolución. El testimonio paleontológico,
único sobre la realidad de los cambios evolutivos, no es capaz de indicar con claridad
los caminos seguidos en tal complejo proceso y de tan larga duración. Si la Paleonto-
logía no es suficiente para conocer las formas evolutivas que dieron lugar al desarro-
llo de las características conductuales y lingüísticas humanas, estamos obligados a bus-
car ayuda en otras ciencias que nos aporten nuevas vías de estudio sobre la forma de
creación de estos aspectos culturales. Como es lógico, la Prehistoria, Neurología, Psi-
cología y Sociología, al ser ciencias que estudian al ser humano y todas sus manifesta-
ciones conductuales, deberían ser las primeras que usemos, pues al tener sus contenidos
metodológicos los mismos fines (el estudio de la conducta del ser humano), necesa-
riamente deben aportar una valiosa ayudar en nuestro intento.
Parece obligado indagar que nos puede ofrecer la Prehistoria, pues es la disciplina
que más se ha dedicado a explorar la conducta durante el periodo de nuestra evolu-
E NSA Y O S OBRE U NA S Í NT E S I S MULTIDI SC IP L I NA R 81
Es evidente que no existe una relación simple entre el tamaño del cerebro, la «inte-
ligencia» y la conducta [. ..] hubo dos grandes expansiones repentinas del cerebro, una
hace entre 2 y 1,5 millones de años, relacionada con la aparición del Homo habilis, y otra
menos pronunciada hace entre 500.000 y 200.000 años. Los arqueólogos suelen vincu-
lar la primera al desarrollo de la producción de útiles, pero, en cambio, no logran des-
cubrir ningún cambio importante en la naturaleza del registro arqueológico susceptible
de ser correlacionado con el segundo periodo de expansión cerebral. Nuestros antepa-
sados siguieron manteniendo el mismo estilo básico de vida cazadora-recolectora, y uti-
lizando la misma gama limitada de útiles de piedra y de madera.
Las dos transformaciones verdaderamente espectaculares de la conducta humana
tuvieron lugar mucho después de que el tamaño del cerebro alcanzara su tamaño mo-
derno. La primera fue una explosión cultural ocurrida hace entre 60.000 y 30.000 años,
cuando surgieron las primeras manifestaciones de arte, de tecnología avanzada y de re-
ligión. La segunda se asocia a la emergencia de la agricultura ...
Sin embargo, a pesar de conocer este desfase entre la evolución física y la cultural,
en su explicación sobre el desarrollo cognitivo humano no profundiza en las causas
evolutivas que justificasen tan peculiar forma de desarrollo cultural, ni su correlación
lógica con las remodelaciones neurológicas. Éste es el primer problema que encontra-
mos corrientemente en la explicación sobre la formación de nuestra cultura simbóli-
ca. Se explica la teoría sintética de la evolución y, sin casi conexión práctica, se pasa a
exponer los cambios culturales ocurridos a lo largo del desarrollo de nuestro linaje.
No se aclara la forma en que estos cambios conductuales se producen, dando por se-
guro que siempre son consecuencia de las características que la evolución ofrece en sus
cambios anatómicos. Tal afirmación no deja, de una forma muy genérica, de ser cier-
ta, pero hay que explicar los mecanismos (psicobiológicos, socioculturales y medio-
ambientales) que fueron necesarios para su producción.
Bien es verdad que los datos que obtenemos de los yacimientos arqueológicos dis-
tan mucho de ser exhaustivos, por lo que puede atribuirse a esta falta de datos la im-
posibilidad de aclarar los conceptos de relación entre la evolución y la conducta hu-
mana. No obstante, queda patente que la forma explicativa de la evolución que mejor
se ajusta al desarrollo simbólico observado en el registro arqueológico corresponde al
modelo multifactorial. Primero se produce un aumento de la capacidad cognitiva (sin
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mento notable del cerebro, así como una importante reorganización corporal hasta lle-
gar a las formas de los humanos anatómicamente modernos. Este aumento neurológi-
co hay que matizarlo, pues con una simplicidad explicativa parece que se trata de un
proceso evolutivo unidireccional, cuando en realidad se trataría de la manifestación de
una serie de mutaciones en la embriogénesis neurológica dentro de unas poblaciones
y/ o especies cuya relación definitiva desconocemos, y de las que sólo tenemos claro
dos cosas. Primero, los cambios evolutivos, que producen los cambios neurológicos,
parece ser que son bien soportados por la embriología fetal, llegando en buenas con-
diciones al parto; posiblemente otras mutaciones parecidas no lograron llegar a tan
buen final . Segundo, el gasto energético que supone este importante aumento de teji-
do nervioso se vio ampliamente suplido con las ventajas adaptativas que supuso el ini-
cio del comportamiento social de tipo humano, que como ya vimos se iniciaba en el
albor de nuestro linaje con la aparición del Hamo habilis.
El conocimiento de todos estos datos nos lleva a pensar que las cualidades cognitivas
que la evolución nos ha dado encajan mejor en el concepto de emergencia o exaptación,
al necesitar de la creación de un ambiente externo idóneo para su desarrollo. Este
ambiente es la cultura que el ser humano desarrolla en su interacción con el medio am-
biente físico y social, pero no de una forma lineal, sino con una curva ascendente, que
sólo se acentúa cuando la capacidad creativa de nuestro cerebro alcanza los niveles ne-
cesarios para poder desarrollar los conceptos claves de nuestro lenguaje simbólico (ideas
de la individualidad personal, del tiempo y del espacio), lo que según el registro arqueoló-
gico no acontece en su plenitud hasta la aparición del Hamo sapiens (fig. 6.1.). La pro-
pia creación del lenguaje y su desarrollo forman un proceso complejo, que requiere la
coordinación de numerosos factores. La formación de una base anatómica que sea capaz
de articular una serie de sonidos múltiples y variados (sistema /onador ), y de un sistema
capaz de recibir y comprender dichos sonidos (sistema auditivo). El desarrollo de un sis-
tema nervioso con la capacidad de poder correlacionar hechos de la vida corriente con
diversos sonidos o símbolos, creando nuevas abstracciones sobre realidades no observa-
bles directamente en la naturaleza (como son los conceptos del tiempo y del espacio). La
creación y mantenimiento de un sistema sociocultural, que pueda favorecer el desarrollo
de los anteriores apartados, el cual debe facilitar la comunicación, incentivar su creación
y conservarlo a través de las diversas generaciones. Si alguno de estos tres componentes
no está suficientemente desarrollado, el lenguaje sólo podrá manifestarse en los aspectos
que la limitación de la conjunción de los tres elementos anteriores permita. Por tanto, la
creación de uno o dos de ellos no es suficiente para desarrollar un lenguaje simbólico, si
un tercero no lo está plenamente, lo que explica la dificultad de comunicación de los di-
ferentes homínidos de la cadena evolutiva humana.
En el Paleolítico, el género Hamo se desarrolló anatómicamente hasta las formas
actuales, creando a su vez las capacidades cognitivas (abstracción, simbolización,
aprendizaje, atención, creatividad, etc.) que han posibilitado su compleja forma de ac-
tuar. Pero también se ha ido generando ese medio ambiente cultural de base simbóli-
ca, imprescindible para un desarrollo cognitivo adecuado. La unión o lazo de cone-
xión entre ambos procesos es el lenguaje, pieza clave en nuestro desarrollo como seres
humanos, como veremos en los siguientes capítulos.
E NSAYO SOBRE UNA SÍNTES I S MULT IDI SC I P LI NA R 87
1600 IV
1500-
1400- Modo 4
1300-
1200-
1100- rn
1000-
•••
500
....
300-
1 1 1 [ [ 1 1 [ [ 1 1
100 200 400 600 800 1000 1200 1400 1600 1800 2000
Miles de años BP
Figura 6.1. Muestra el diferente ritmo de evolución, siendo más acentuado el morfológico representado por el
aumento de la capacidad craneal, mientras que el tecnológico y simbólico progresa muy lentamente durante
muchos miles de años, para tener un importantísimo despegue en los últimos miles de años.
88 ARQUEOLOGÍA DEL LENGUAJE
PREHISTORIA
Diferente evolución
cultural y biológica
NEUROLOGíA PSICOLOGíA
Inmadurez neurológica BIOLOGíA Desarrollo cognitivo.
Plasticidad neuronal EVOLUTIVA Aumento cualitativo.
Periodo crítico Modelo multifactorial. Interiorización del
Organización neurológica Aumento cuantitativo del lenguaje en forma
definitiva dependiendo <le córtex cerebral. (lenguaje interno) y fondo
la cantidad y cualidad <le Capacidades cognitivas (simbolización)
los estímulos externos. exaptativas Capacidades cognitivas
Control <le! lenguaje emergentes
SOCIOLOGíA
Naturaleza
medioambiental.
Acervo sociocultural
Motivación.
Creación del lenguaje
Figura 6.2. Relación de las diversas ciencias utilizadas en el presente estudio y el modelo multifactorial
de la evolución.
E SAYO SOBRE UNA SfNTESIS MULTIDISCIPLINAR 89
MODELO PSICOBIOLÓGICO
ONTOGENIA HUMANA
Características neurológicas
EVOLUCIÓN - Gran inmadurez del SNC
- Importancia de los estímulos externos
Modelo multifactorial - Periodo crítico
- Gran plasticidad neurológica
- Aumento cuantitativo de las áreas de
asociación
- Aumento cualitativo. Exaptaciones
- Gran capacidad de abstracción
FACTORES EPIGENÉTICOS
Organización neurológica
Factores biológicos - Estructuración de las áreas corticales
- Lateralización hemisférica
- Limitación de cierta plasticidad (periodo
Factores no biológicos: crítico)
- Medioambientales - Estructuración neurológica y funcional
- Sociales modulada en parte por la experiencia
- Culturales - Desarrollo de capacidades cognitivas
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ORGANIZACIÓN PSICOBIOLÓGICA
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Desarrollo cognitivo del ser humano moderno
Conducta simbólica
Aparición de la cultura del Paleolítico Superior