Está en la página 1de 24

D

¿QUÉ ES EL LENGUAJE?

El lenguaje no es una obra más del ser humano: nuestra mente ha llegado a ser estructuralmen-
te lingüística. La palabra penetra hasta el fondo de nuestra inteligencia. Por eso, la lingüística tiene
que comenzar con el estudio de la acción humana. El Lenguaje nace en el Mundo de la vida, y tiene
una función práctica: comunicar, organizar la colaboración, pedir, transferir conocimientos, planificar
y dirigir la conducta. Sirve para la comunicación exterior y para la construcción de uno mismo (]. A.
Marina, La selva del lenguaje, 1998, p. 17).

Cuando surge el tema de lenguaje es fácil que se produzca una avalancha de ideas
muchas veces confusas e incluso contradictorias, pues tal término, sin ningún califica-
tivo que lo limite, presenta una gran variedad de interpretaciones, puntos de vista y
concepciones. Entre este marasmo de ideas más o menos confusas, aquellas que tra-
tan de comprender el origen y desarrollo del lenguaje de los seres humanos a lo largo
de su proceso evolutivo bien pueden ser catalogadas como de interesantes. En su po-
sible análisis, enseguida nos damos cuenta de la gran dificultad que tal intento entra-
ña, pues carecemos de medios para afrontar tan arduo problema. En este sentido, pa-
rece lógica la necesidad de utilizar todos los datos posibles que podamos encontrar en
las diversas ciencias encaminadas al estudio de nuestra especie. Lo que nos llevaría a
la realización de una síntesis multidisciplinar, que fuera capaz de facilitarnos una me-
jor comprensión de algunos procesos relacionados con la producción lingüística, tan-
to en los medios sociales del lejano Paleolítico como en los de la actualidad.
Quizá, la primera tarea que es necesario realizar sería la elaboración de una defini-
ción de nuestro lenguaje, pues es importante conocer los límites sobre los que vamos
a establecer nuestro análisis. Aunque parezca mentira, su realización no es fácil de lo-
grar, pues hay que tener en cuenta los diferentes puntos de vista que ofrecen las cien-
cias que se interesan en su producción y estudio, la múltiple variedad de intercambios
de información que se produce en la naturaleza y los criterios subjetivos del autor que
los analice y expone. Sin embargo, muchos de los lenguajes existentes en la naturale-
za se escapan o no alcanzan el concepto que se asocia a los seres humanos, pues éste
16 AR QUEOLOG I A D E L LE NGUA J E

debe de estar marcado por cierto nivel de intencionalidad, abstracción y simbolización


en su realización. Por tanto, el lenguaje, considerado como humano, puede definirse
como la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio
de un sistema de representación simbólico (en principio sonoro y/ o gestual), con la in-
tención de interferir en la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido
y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje con algún fin determinado
(simple información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).
En esta definición quedan comprendidos los conceptos básicos que van a caracte-
rizar nuestra específica forma de comunicación, así como su separación de otras for-
mas de lenguaje que existen en la naturaleza. El primero de ellos, y quizá el de mayor
trascendencia, es la propia voluntariedad e intencionalidad en la realización de tal pro-
ceso lingüístico. Naturalmente, para su producción es necesaria la existencia de un in-
terés o motivación para realizar tal acto de comunicación, lo que implica la existencia
de alguna forma de autoconciencia (proceso psicológico limitado exclusivamente a
nuestra especie, aunque, como veremos más adelante, su total ausencia no está tan cla-
ra en los primates cercanos a nosotros en la escala evolutiva) . Previa a esta intencio-
nalidad es imprescindible tener algo que comunicar, ya sea un sentimiento específico,
una idea del momento o un pensamiento más elaborado. Este proceso sólo puede dar-
se en un ambiente en el que convivan al menos dos personas, es decir, es imprescindi-
ble la existencia de un ambiente social básico que permita su motivación, manifestación
y desarrollo. Por último, el de interferir en la conciencia o atención del oyente, del que
se supone que puede entendernos por ser semejante a nosotros, con el fin de crear una
relación social que facilitase la simple comunicación de ideas, la intencionalidad de in-
fluir en el pensamiento de los otros, o la realización de una acción conjunta con los
miembros de la sociedad.
Con esta definición nos introducimos de lleno en la llamada teoría de la mente,
donde se admite el tener una representación de los mundos interiores de los otros in-
dividuos, es decir, que poseemos el conocimiento sobre la existencia de una vida men-
tal en los otros componentes de nuestra sociedad semejante a la nuestra, de lo que creen
y lo que quieren, adquiriendo la habilidad para adscribir, asignar, atribuir estados
mentales a otros y a uno mismo. Tal concepto da lugar a estados mentales complejos,
como creer, pensar, desear, pretender (Premack y Woodruff, 1978). Queda claro que
para que exista un lenguaje humano (moderno y simbólico) es imprescindible la exis-
tencia de la teoría de la mente, aunque aparece el problema de su origen (innato o ad-
quirido) y de su desarrollo desde las primeras especies humanas, así como su profun-
da relación con el lenguaje y la autoconciencia.
El uso de tal propiedad humana precisa de un sistema de representación de los he-
chos que se quiere comunicar, es decir, de la simbolización de estos pensamientos,
ideas o sentimientos a transmitir. La simbolización puede estar basada en cualquiera
de los sentidos humanos que pueden ser reconocidos por otros componentes de la so-
ciedad, formando un sistema de señales determinado. Destacan, por su mayor funcio-
nalidad, los sentidos acústico y visual, pues el olfato y gusto no son adecuados para
realizar tan complejo proceso. El tacto, en principio, es poco práctico, aunque podría
igualmente usarse. De hecho, gracias a sus cualidades se puede suplir la falta conjun-
¿ Q UÉ ES EL LENGUAJE? 17

ta de los dos más utilizados (visión y audición), consiguiendo vencer el aislamiento que
esas personas ciegas y sordas tenían, y favorecer la comunicación escrita de los ciegos.
Un claro y conocido ejemplo lo constituye el caso de Hellen Keller, la cual quedó
sorda y ciega a causa de una enfermedad cuando tenía 19 meses de edad. No obstan-
te, comenzó a descubrir el mundo usando sus otros sentidos. Tocaba y olía todas las
cosas que estaban alrededor de ella, sintiendo las manos de otras personas para ver o
comprender lo que estaban haciendo e imitaba (copiaba) sus movimientos. Cuando te-
nía siete años de edad había logrado desarrollar algunos signos táctiles con los que co-
municaba a su familia sus necesidades más básicas. Pero pronto quedó estancada en
este primitivo proceso comunicativo, con lo que la frustración aumentó con la edad.
Se convirtió en una persona salvaje, revoltosa y muy agresiva. Esta situación hizo que
se viera claramente la necesidad de buscar ayuda fuera del ambiente familiar, para lo
cual se contrató a una tutora privada. Anne Sullivan, que había perdido la visión cuan-
do tenía cinco años, fue la persona elegida para educar a Hellen Keller. Lo primero
que realizó Anne fue intentar comunicarse con ella, venciendo su agresividad con
fuerza y paciencia. El siguiente paso fue enseñarle el alfabeto manual. Anne la ponía
en contacto con los objetos y le deletreaba en la mano las palabras. Así, comenzó a ani-
marse y cada cosa que encontraba la cogía y preguntaba a Anne cómo se llamaba.
Poco a poco fue preparando a su alumna con nuevas palabras, ideas y conceptos que
necesitaría para enseñarle a hablar y comprender la realidad en la que vivía. Como re-
sultado de todo este trabajo, Hellen llegó a ser más civilizada y amable, y pronto
aprendió a leer y a escribir con el método para ciegos de Braille. También aprendió a
leer de los labios de las personas tocándolas con sus dedos y sintiendo el movimiento
y las vibraciones. Con la constante ayuda de su tutora que actuaba de profesora e in-
térprete, pues señalaba en las manos de Hellen lo que los profesores decían en clase y
transcribía en los libros utilizando el sistema Braille, Hellen consiguió graduarse con
título de honor de la Radcliffe College en 1904.
Todo inicio lingüístico, con las características de básico y elemental propias del
concepto de protolenguaje (Bickerton, 1994), tiene un desarrollo posterior que lo en-
riquece, pues se autorregularía por una serie de elementos abstractos y simbólicos que
ordenaran su conexión y exposición, dando lugar a un código léxico-gramatical. El re-
ceptor, que debe tener las mismas propiedades que el emisor de las señales lingüísti-
cas, debe recibir y comprender tales señales por medio de un sistema sensorial ade-
cuado a tales señales, estableciendo una correspondencia en ambas direcciones. Este
conjunto de particularidades se acopla perfectamente a las características del lenguaje
que usan las sociedades humanas, tanto históricas como actuales, por lo que es fácil que
sea aceptado sin poner ningún problema, aunque ya de antemano hay que indicar
que presenta un pequeño inconveniente. Es posible que algunas poblaciones de gran-
des monos actuales (p. e. chimpancés, gorilas) también presenten, con su particular
forma de comunicación, un tipo de lenguaje que posea estas mismas cualidades, aun-
que con un diferente grado de desarrollo. En la actualidad, es conocido el carácter so-
cial existente entre estos primates. Su estudio en el medio natural ha permitido com-
probar que tienen una gran complejidad social, formando sociedades jerarquizadas y
con un dinamismo interno importante. Así, es fácil ver diversos aspectos claramente
18 ARQUEOLOGfA DEL LENGUAJE

sociales, entre los que destacan, por su repetida y rápida apreciación, las peleas, alian-
zas y enfrentamientos de grupos de machos entre sí, con el fin de alterar el orden je-
rárquico, el cual da prioridad al acceso sexual sobre las hembras y diversas ventajas so-
ciales (Ghiglieri, 1985; Goodall, 1986; Sabater Pi, 1983). Para lograr el desarrollo de
estas actividades sociales es necesario tener una forma de comunicación o lenguaje in-
tencional, voluntario, con algo que comunicar, dentro de una sociedad que compren-
de y comparte los símbolos sonoros o gesticulares empleados.
Pero de todos es conocido que los monos, con independencia de su especie, no ha-
blan, es decir, carecen de un lenguaje que pueda compararse al de los seres humanos.
No pueden articular los sonidos que caracterizan nuestra forma de hablar, pues está cla-
ramente probado que presentan una gran limitación en la articulación sonora, no sólo
porque su sistema bucal no sea adecuado, sino también porque su cerebro, y dentro de
él su área de Broca, no está tan desarrollado como el nuestro. No obstante, cuando un
chimpancé, en sus habituales recorridos en busca de comida, encuentra un árbol con
gran cantidad de ella, es capaz de avisar al resto del grupo por medio de una emisión
controlada de sonidos, conocidos perfectamente por el resto de la comunidad, para
avisar del hallazgo. Es más, puede incluso omitir o alterar la señal de llamada si el ár-
bol es pequeño, la comida escasa, o sus compañeros son muchos, ante el temor de que
la competencia le deje con poco que comer. No cabe duda que este tipo de conducta
encaja perfectamente, en su forma más elemental, en la definición anteriormente de-
sarrollada (Ghiglieri, 1985). Sin embargo, se han expuesto serias dudas sobre la exis-
tencia de una autentica teoría de la mente por parte de estos primates, lo que les pon-
dría en camino de una inteligencia maquiavélica. Esta forma de pensamiento significa
desarrollar diversas estrategias sociales, con las cuales un individuo busca maximizar
su éxito reproductivo directo o indirecto, recurriendo para ello al uso de comporta-
mientos cooperativos o no, según lo exija la situación (Byme y Whiten, 1988). Sin embar-
go, puede que la forma de engañar a sus compañeros, hecho claramente intencional,
no justifique la plena existencia de tal capacidad cognitiva, sino que puede explicarse
como si el que engaña simulara la conducta del otro animal dentro de un estadio de
su planificación, lo que sería una planificación engañosa (Gardenfors, 2006, pp. 113-
147; Byme y Whiten, 1988, p. 271).
Por tanto, podemos aceptar un cierto lenguaje en los monos, aunque con una gran
limitación en su articulación sonora y en sus formas abstractas de pensamiento que
transmitir, con lo que la capacidad de articular sonidos para formar las palabras que-
daría como una propiedad humana que le distingue del resto de los animales. Pero
existe un nuevo inconveniente a esta conclusión, pues en la naturaleza encontramos
una larga serie de aves (loros, papagayos, periquitos, etc.) que pueden articular per-
fectamente los mismos sonidos que tan ufanamente nos atribuimos en exclusividad. Es-
tas aves pueden emitir sonidos que son fácilmente confundidos con los producidos
por los humanos. Seguro que muchos habrán encontrado rápidamente la enorme dife-
rencia que nos separa de este conjunto de aves tan particulares. Tampoco pueden pen-
sar, limitándose sus actuaciones sonoras a la simple repetición de unos sonidos que
han aprendido con anterioridad. Curiosamente en la naturaleza existen animales que casi
no pueden articular sonidos y, sin embargo, tienen un lenguaje con cierta complejidad
¿ Q UÉ ES EL LENGUA J E? 19

(voluntario, con intención de transmitir lo que piensan, socialmente aceptado y con


consecuencias en su conducta), mientras otros, que sí pueden articular fácilmente so-
nidos, carecen de un lenguaje de estas características.
¿Dónde se encuentra la clave de la diferencia del lenguaje humano con el resto de
los seres vivos? Parece ser que la capacidad de articular sonidos no constituye la dife-
rencia que mayor importancia pueda tener. Existe un numeroso grupo de seres hu-
manos que no puede articular palabras por ser mudos y, sin embargo, tiene un len-
guaje de signos que hace el mismo papel que pueda tener el lenguaje sonoro. Si la
clave no radica en el medio empleado para transmitir lo que pensamos, la gran dife-
rencia debe centrarse precisamente en la cualidad de lo que queremos transmitir y la
capacidad de entenderlo, es decir, en las características de nuestro pensamiento. Por
tanto, en función de las particularidades que haya alcanzado nuestro pensamiento, así
de complejo será el lenguaje que tengamos. En este sentido, el lenguaje admite am-
plios márgenes, pues varía desde ser una simple exposición simbolizada por medio
de sonidos y/o gestos de nuestros pensamientos, hasta alcanzar niveles propios de las
sociedades modernas. Lo que ocurre cuando es capaz de tener, en su desarrollo coti-
diano, las abstracciones que más nos caracterizan: el simbolismo de nuestra identidad per-
sonal y social, correctamente ubicado en las coordenadas del tiempo y del espacio, y de
todas las posibilidades de conducta simbólica que de ellos se derivan. La gran diferencia
existente entre el lenguaje de los humanos y el que puedan tener otros primates radi-
ca en la diferente capacidad de pensamiento y abstracción que hayan alcanzado cada uno
de ellos y, por tanto, del desarrollo de las abstracciones claves que, tras su simboliza-
ción lingüística, van a cambiar radicalmente nuestra conducta. Con estas ideas, el as-
pecto lingüístico del lenguaje (articulación sonora y/ o gestual) es simplemente el apro-
vechamiento de unas cualidades evolutivas para lograr un fin de mayor trascendencia,
la comunicación de nuestros pensamientos al resto de la sociedad (emisión y com-
prensión).
Queda clara la estrecha relación existente entre el pensamiento y el lenguaje, lo que
nos permite elaborar una nueva definición más acorde con estas ideas. En este caso se-
ría la transmisión del pensamiento con un importante componente abstracto en su
producción (con conceptos que no tienen presencia real en la naturaleza: como son las
ideas sobre la individualidad social y personal, el tiempo y el espacio) , por medio de
una simbolización específica (sonora, gestual, escrita, digital, etc.) socialmente acepta-
da y conocida, con el fin de comunicar y ser entendidos por los otros elementos so-
ciales, posibilitando la realización de acciones más complejas. Ante esta nueva defini-
ción surge una nueva pregunta: ¿Cuál puede ser la consecuencia inmediata que es
capaz de producir? La respuesta es obvia, una conducta consecuente con lo pensado,
expresado y asimilado por la sociedad que alberga y usa tal lenguaje. Con él se puede
organizar la acción, expresar hechos acaecidos antaño, y conocer el valor de la expe-
riencia, planificar acciones futuras y preventivas, y todo aquello que más nos interese
y mejor poder adaptativo nos ofrezca.
Pensamiento, lenguaje y conducta son tres procesos que se desarrollan en íntima re-
lación y van a caracterizar nuestra propia esencia humana (Bruner, 1984). Aunque su
estudio pueda realizarse aisladamente con fines meramente didácticos, siempre hay
20 ARQUEOLOG!A DE L L ENGUA J E

que recordar su estrecha relación en su producción y desarrollo. En referencia a la


Prehistoria hay que pensar que es cuando (sobre la base funcional o capacidad que la
evolución iba ofreciendo a los seres humanos) fueron desarrollándose los conceptos
abstractos que van a marcar nuestra conducta.

Simbolismo y abstracción en los seres humanos


Siempre que se habla de conceptos con un importante fundamento abstracto es
conveniente establecer una definición lo más detallada posible de la misma, con el fin
de indicar con claridad las características y límites de lo que se está comentando. Si-
guiendo este consejo, el simbolismo humano puede definirse como la manifestación
del proceso mental o cognitivo que otorga a determinados objetos, pinturas, sonidos o
gestos (símbolos) la representatividad sobre ciertos sentimientos, conceptos o ideas que
han podido elaborar algunos individuos, siendo aceptados por la sociedad en su con-
junto o por un sector de la misma. De tal forma que la sola presencia de estos símbo-
los nos hace pensar directamente sobre su significación o representación (conceptos o
ideas socialmente compartidos). Al escuchar el sonido árbol enseguida se asocia con el
prototipo general o abstracción de tal manifestación botánica.
La primitiva forma de lenguaje de los primates tiene cierto carácter simbólico, pues
toda representación de un sentimiento o pensamiento por medio de un sonido o gesto
entra dentro de su definición. La gran diferencia radica en la diferente capacidad de abs-
tracción y de simbolización o representación existente entre las dos especies; mientras que
los seres humanos son capaces de producir mejores y más complejas ideas y pensamien-
tos que simbolizar, los otros primates tienen muy limitada su producción. Efectiva-
mente, la creación de conceptos abstractos, ideas o hechos a los que poder simbolizar, es
consecuencia de la producción de operaciones cognitivas capaces de aislar de los objetos
conocidos las cualidades más significativas o generales de los mismos en su comparación con
otros objetos similares, pero no idénticos, dando lugar a conceptos genéricos o abstraccio-
nes. Por tanto, es fácil observar que la comunicación entre los chimpancés podría defi-
nirse como un tipo primitivo de lenguaje humano con un nivel de abstracción y simboli-
zación muy bajo. La diferencia, que sin duda es muy aparente, se basa en el diferente
grado que presentan ambas especies en su capacidad de crear elementos abstractos que
transmitir (ideas y pensamientos complejos), y de construir sistemas de representación de
los hechos que comunicar (simbolización lingüística: códigos léxicos-gramaticales).
La existencia de cultura en los animales es un hecho que debe aceptarse plena-
mente en la actualidad (Bonner, 1982; Lefebvre, 1995; Parker y Gibson, 1990; Whi-
ten et al., 1999). En este sentido, los intentos de enseñar a hablar a los grandes monos,
y en particular a los chimpancés, son ya clásicos. Los esposos Cathy y Keith Hayes
criaron, hará unos cincuenta años, a una hembra chimpancé llamada Vicky en espera
de que pudiera desarrollar el lenguaje humano, pero vieron que presentaba enormes
dificultades para poder controlar su sistema fonador y emitir palabras. Esto se debe a
que los chimpancés tienen la forma de la cavidad bucal diferente, y la laringe con una
posición más alta en el cuello que los seres humanos, lo que impide la vocalización de
¿ Q UÉ ES E L L ENGUA J E? 21

numerosos sonidos (Hayes y Nissen, 1971). Para salvar estas dificultades de los pri-
mates en la producción de palabras, se intentó enseñar a otro chimpancé el lenguaje
por signos. En la década de los sesenta, Allen y Beatriz Gardner, de la Universidad de
Nevada, enseñaron a un chimpancé de ocho meses llamado Washoe el método Ames-
lan o el sistema de comunicación por 'signos para los sordomudos americanos. Éste
aprendió a utilizar y reconocer un importante número de gestos, varios centenares se-
gún algunas publicaciones, aunque tales experimentos fueron muy contestados por di-
versos autores (Gardner y Gardner, 1969). Ante las críticas de que si realmente podían
comprender el significado abstracto de los signos que realizaba, se intentó realizar otro
experimento con mayores controles de laboratorio. Para ello, el psicólogo David Pre-
mack enseñó a otra hembra chimpancé llamada Sarah un sistema de comunicación,
utilizando figuras imantadas de plástico que se podían fijar en un tablero metálico. Es-
tas figuras designaban objetos o propiedades, pero no tenían ninguna relación con
ellos. En su desarrollo apreciaron inicios de usos sintácticos (Premack, 1971).
La crítica general a todos estos tipos de experimentos se basaba en la dificultad de
valorar hasta qué punto el aprendizaje de estos primates correspondía sólo a una serie
compleja de respuestas, como parte de un programa de juegos, en el que se recom-
pensa la calidad de la respuesta. Se dudaba de su verdadera capacidad de abstracción y
simbolismo, tanto en la producción de ideas complejas como en las propias reglas sin-
tácticas. Sin embargo, tras la realización de estos experimentos se observó, como ca-
racterística común a todos ellos, que el desarrollo lingüístico de los grandes monos es
mayor dentro de ambientes humanos con abundancia de estímulos adecuados, ele-
mentos simbólicos que conocer y formas de comunicar fáciles de aprender. Tales prue-
bas indican que poseen una capacidad superior a la que precisan para sobrevivir en su
medio natural, y que con unos medios adecuados pueden desarrollar capacidades que
no utilizan habitualmente (Rensch, 1983, p. 101), hasta el límite impuesto por su pro-
pia anatomía y fisiología.
De los estudios realizados con primates y de los conocimientos que sobre el len-
guaje tenemos es fácil llegar a una conclusión: El lenguaje es un complejo proceso psi-
cobiológico de gran envergadura, resultado de la unión de múltiples fenómenos que,
con su acción conjunta, ofrecen el aparentemente sencillo sistema de comunicación hu-
mana. Para entenderlo es preciso realizar estudios multidisciplinares que nos ofrezcan
visiones más claras de la realidad que entraña.

¿Cómo vamos a estudiarlo?


Sabemos que la principal diferencia, existente entre el lenguaje de los seres huma-
nos y el de los primates actuales, radica fundamentalmente en los distintos grados de
abstracción y simbolización que son capaces de realizar con sus capacidades mentales
o cognitivas de cada especie, así como en su diferente sistema fonador que posibilita
un abanico de sonidos totalmente diferente. La creación biológica de tales capacida-
des es un claro fenómeno evolutivo, por lo que la evolución, como causa primaria de
las capacidades que posibilitan tan complejo fenómeno, sería lo primero que hay que
22 ARQUEOLOGÍA DEL LENGUAJE

analizar para la correcta comprensión del proceso lingüístico. Tales capacidades y su


desarrollo tienen obligatoriamente que basarse en un adecuado substrato anatómico.
Respecto del lenguaje es en el cerebro donde tienen lugar los procesos del pensa-
miento, creación de ideas y desarrollo de la emotividad que constituyen los elementos
que se quieren transmitir, así como el control de la producción del sonido por parte
del sistema fonador. Su estudio presenta dos vertientes, uno el anatómico o neuroló-
gico y otro el psicológico o de las cualidades cognitivas que tiene ese cerebro. Por tan-
to, la Neurología y la Psicología son ciencias que deben también incluirse en el pre-
sente estudio. Dado que este proceso sólo puede producirse dentro de las sociedades
humanas, la Sociología sería otra de las ciencias imprescindible para la mejor com-
prensión de este fenómeno. La unión de todas estas ciencias, que como es lógico cada
una de ellas tiene un interés específico en los seres humanos, va a producir una sínte-
sis multidisciplinar sobre el origen del lenguaje y de la conducta humana, lo que tiene
un gran interés por ofrecer un importante poder explicativo. Los aspectos lingüísticos
(Gramática, Fonética, Estilística, etc.) no serán tratados aquí por no estar directa-
mente relacionados con los cambios conductuales humanos, sino consecuencia de la
propia evolución cultural. Además, es absolutamente imposible intentar siquiera un
acercamiento a cómo pudieron desarrollarse en la Prehistoria (fig. 1.1.).
Una vez asimilado la trascendencia que el lenguaje tiene en nuestra especie, tan-
to en el pasado como en el presente, hay que encontrar su rastro en los datos que el
registro arqueológico nos ofrece en nuestra línea evolutiva. Tradicionalmente, lo que
siempre se ha intentado es buscar los avances evolutivos de los órganos y estructu-
ras anatómicas que controlan y posibilitan la producción lingüística, entre los que
destacan el desarrollo cerebral de las zonas relacionadas con este proceso, como son
el área de Broca y de Wernicke (Holloway, 1996), la posición de la laringe respecto
de la base del cráneo (Laitman, 1986) y otros menos conocidos. Pero todos ellos se
limitan a ofrecer indicios sobre las posibilidades de producción sonora o articula-
ción de sonidos que la evolución ofrece sin dar pistas sobre su uso o desarrollo co-
mún con las otras propiedades cognitivas que el lenguaje conlleva. El camino que
vamos a seguir presenta nuevos aspectos, pues lo que se intenta es conocer el nivel
de abstracción alcanzado en los conceptos básicos que van a regular nuestra con-
ducta en cada uno de los periodos en que tradicionalmente se ha dividido a la
Prehistoria.
Ya vimos la relación existente entre el pensamiento y el lenguaje, donde el segun-
do es la representación o simbolización sonora o gesticular del primero. Hay que te-
ner en cuenta que la acción (actividades que se realizan en la vida cotidiana o extraor-
dinaria) es siempre una consecuencia de nuestra actividad mental. Una de las principales
diferencias existentes entre los humanos y otros seres vivos radica en que con priori-
dad pensamos la acción que vamos a realizar, para poder actuar de forma demorada y
aplicar las enseñanzas que la experiencia nos ofrece. De la importante relación exis-
tente entre los tres procesos claves en nuestro complejo comportamiento (pensamien-
to, conducta y lenguaje), es la conducta el que queda en los yacimientos arqueológi-
cos. La conducta, como la representación del pensamiento y con una importante
relación con el lenguaje desarrollado, es el medio que se va a utilizar en la interpreta-
¿QUÉ ES EL LENGUAJE? 23

ción del grado de abstracción que pudieron alcanzar las poblaciones humanas en un
determinado periodo histórico.
Todo proceso en el que se observa un desarrollo de su complejidad para poder es-
tudiarlo es necesario categorizarlo, es decir, establecer una serie de niveles básicos so-
bre los que podamos clasificar los avances logrados y observados en su evolución tem-
poral. En nuestro caso, sólo podemos establecer un cierto ordenamiento sobre las
conductas observables en el registro arqueológico, y que reflejen fielmente la evolu-
ción de alguno de sus componentes importantes. Un lenguaje propio de los seres hu-
manos actuales sería aquel que esté estructurado sobre los conceptos de autoconcien-
cia o individualidad, del tiempo y del espacio, todo ello articulado por un código
gramatical igualmente abstracto. Tras el aprendizaje de la niñez, se llegaría a conducir
la acción con independencia del aquí y ahora (desplazamiento temporal/espacial de la
acción), centrándose toda la acción humana alrededor del concepto aprendido de nues-
tra independencia física y psíquica (el yo), en contrapunto con nuestra relación con los
demás. Estas tres abstracciones, con una repercusión mínimamente observable en el
registro arqueológico, serán la base de nuestro análisis evolutivo.

rc;;pacidades ana~ómicas Desarrollo de


sociedades
SISTEMA NERVIOSO Sociología
Neurología

Base anatómica y ABSTRACCIÓN


fisiológica de los Psicolingiüstica
procesos cognitivos
Psicología

SIMBOLIZACIÓN LENGUAJE
Control del sistema Sociolingiüstica
fonador Lingüística
Semiótica

SISTEMA FONADOR
Anatomía Protolenguaje
PALABRAS
Capacidad de Doble articulación
producir una serie FRASES
de sonidos Fonética Gramática

Figura l. l. Muestra la relación existente entre las diversas ciencias relacionadas con la producción del
lenguaje simbólico humano, desde su creación evolutiva en forma de capacidades hasta la
manifestación sonora del lenguaje.
L A COM P LEJ ID AD EVOLUT I VA 35

Evolución y lenguaje
En los estudios relacionados con nuestra propia evolución, el problema del len-
guaje no fue planteado con detenimiento hasta fechas relativamente recientes. Duran-
te gran parte del siglo pasado, se pensaba que la creación y desarrollo del mismo esta-
ba implícito en la concepción clásica de que a cada periodo paleolítico le correspondería
una especie humana determinada, con lo que la complejidad del lenguaje estaría en
función de la propia capacidad biológica de cada especie. La relación especie-cultura,
que parecía comprobada con los datos aportados por los yacimientos, fue muy bien
recibida por los ideales de su tiempo. Sin embargo, en la actualidad, el registro ar-
queológico no está de acuerdo con tal afirmación, ofreciendo ejemplos de variaciones
corporales y cerebrales importantes, que no se corresponden con cambios conductua-
les que justificasen su mayor poder de adaptación o selectivo (fig. 6.1.). Conocemos
diversos datos que indican la existencia de una evolución morfológica anterior a la cul-
tural, como ya se verá en los siguientes capítulos. El estudio sobre el origen del len-
guaje debía esperar muchos años, hasta que la Prehistoria tomara el problema como
cuestión propia y, con los datos de otras ciencias, poder enfocar el problema de su ori-
gen dentro de la línea evolutiva humana. El verdadero interés se centraba sobre la ca-
pacidad de crear y desarrollar una determinada forma de lenguaje articulado con cier-
tas características simbólicas y abstractas, que pudieran haber tenido las diferentes
especies humanas en el transcurso de su evolución.
La introducción del lenguaje en el debate científico, como parte importante del de-
sarrollo cultural, ha producido multitud de propuestas, discusiones y controversias,
dependiendo de la orientación metodológica y científica del autor que lo trate. No hay
que olvidar que el lenguaje es un fenómeno muy complejo, en el que intervienen fac-
tores biológicos, psicológicos y sociales, por lo que puede ser estudiado por lingüistas,
neurólogos, sociólogos, psicólogos, paleoantropólogos y arqueólogos. En general, la
mayoría de los autores actuales están de acuerdo en la importancia que debió tener el
lenguaje en nuestro desarrollo cultural, aunque la forma de hacerlo es muy discutida.
Todos lo consideran básico, pero lo explican de diferente forma; unos como una con-
secuencia evolutiva lenta y antigua, paralela al propio desarrollo de los cambios ana-
tómicos cerebrales, auditivos y laríngeos (por ejemplo: los antropólogos y prehistoria-
dores Philipp G. Chase, Harold L. Dibble y Sherwood L. Washburn); mientras que
otro grupo de autores confiere al lenguaje un papel muy determinante, con una apari-
ción rápida y reciente, al menos en lo referente al lenguaje moderno humano (por ejem-
plo: lain Davison, William Noble, Critopher Stringer, Paul Mellars y Randall White).
Parece claro que el origen del lenguaje estaría íntimamente relacionado con la
aceptación de un paradigma evolutivo determinado. La forma evolutiva correspon-
diente a la teoría sintética indica un lento avance en el desarrollo del lenguaje, guiado
por la selección natural. Esto se deduce por el paulatino aumento de las áreas cere-
brales y elementos del sistema fonador relacionados con la producción lingüística, a
pesar de que otros factores no corroboren tal proceso, como es la conducta observa-
da en los yacimientos arqueológicos. Mientras que en el modelo evolutivo, en el que
se añaden los descubrimientos de la Biología del Desarrollo, la aparición del lenguaje
36 AR QUEO L OG Í A D EL L ENGUA J E

puede tener un carácter temporal diferente, consecuencia de lo que ya se indicó como


capacidades emergentes. Por tanto, no se debe relacionar directamente el desarrollo
de un órgano o parte de él con complejas funciones cognitivas. Pues su posterior apa-
rición puede también deberse a unas condiciones medioambientales determinadas.

Evolución: capacidades o realidades


La relación entre la herencia genética y la conducta que va a desarrollar todo ser
vivo puede que no esté del todo bien comprendida, pues la influencia del medio am-
biente, como elemento modulador de la expresión genética, es usada más como una
generalidad teórica que como un fenómeno preciso a la hora de definir hechos y for-
mas concretas de actuación. Tal vez la causa sea la falta de matización en la explica-
ción del fenómeno hereditario y su manifestación, así como de los ejemplos usados en
la demostración de la herencia genética.
En la enseñanza de la genética, dentro de sus niveles más elementales y divulgati-
vos, se aplican los ejemplos más sencillos en los que la relación entre padres y descen-
dencia es totalmente clara. Así, se explican los ejemplos de herencia relacionados con
las plantas que Mendel usó en sus experimentos, en los factores sanguíneos de los se-
res humanos (sistema A, B, O y Rh) y algunas herencias ligadas a los cromosomas sexua-
les. Casualmente, en la mayoría de estos ejemplos, el factor medioambiental tiene muy
poca actuación, por lo que ofrecen al lector la idea de que la acción principal de los
genes (en la definitiva manifestación corporal y conductual de los seres humanos) de-
pende muy poco de la influencia medioambiental, cayendo en lo que se llama deter-
minismo genético, tendencia teórica que se está difundiendo en importantes zonas de
nuestro mundo occidental. La inmensa mayoría de la herencia tiene un mecanismo
mucho más complejo del que se explica por medio de los ejemplos anteriores. La ac-
ción conjunta de diversos genes sobre un mismo factor de herencia, el diferente gra-
do de actuación de los distintos genes, las múltiples interferencias existentes entre sus
propias actuaciones y el mismo medio interno en el que actúan ofrecen una gran com-
plejidad no bien comprendida en la actualidad, lo que añadido a los factores externos
que ofrecen influencias nutricionales, sensitivas y culturales, hacen del fenotipo (ca-
racterísticas de las manifestaciones externas de un organismo) un complejo resultante
biológico de muy difícil control y conocimiento.
Realmente, la influencia del medio ambiente, aunque se hayan reconocido casos re-
veladores sobre su profunda importancia, no se le ha dado el valor real que tiene en el
correcto desarrollo de nuestras cualidades cognitivas y, desde luego, del lenguaje. En
su actuación hay que destacar la capacidad de modular la expresión genética a lo lar-
go de todo el proceso ontogénico o de desarrollo, pues entre ambos procesos (genoti-
po y medio ambiente) existe una profunda interacción que da como resultado el fe-
notipo. Es interesante analizar la naturaleza de tal interacción, no para resaltar cuál
puede tener mayor o menor importancia, sino para conocer los mecanismos de acción
que ejerce cada factor en el desarrollo del ser vivo. Los genes tienen la información co-
dificada necesaria para la creación y desarrollo de organismo, pero el grado de desa-
L A CO MPL E JI DA D EV O L U TI VA 37

rrollo de sus manifestaciones morfológicas depende de las características del medio


donde se alimenta e interactúa, alcanzado unos niveles de desarrollo que pueden os-
cilar dentro de una gama relativamente amplia de diferentes resultados. La manifesta-
ción genética hay que entenderla como capacidad de desarrollo que depende muchas
veces, en su grado y amplitud, de las características del medio ambiente donde se si-
túen, dando lugar al fenotipo. Un ejemplo ilustra con mayor precisión algunos aspec-
tos de tal relación. La altura media de la población es un parámetro fácil de medir, te-
niendo su desarrollo un fundamento genético que a nadie se le escapa. Un reciente
estudio, realizado por el servicio de Pediatría del Hospital Materno-Infantil de Vall
d'Hebrón en Barcelona, ha puesto de manifiesto que la diferencia de estatura (en va-
lores medios) entre 1969 y la actualidad es considerable. Los chicos han aumentado
10,7 cm, mientras que las chicas incrementaron su talla en 8,9 cm. Como es lógico no
podemos pensar que se trata de un cambio genético, sino la influencia de un medio
ambiente más adecuado. Así lo expone el Dr. Antonio Carrascosa, Jefe del Servicio de
Pediatría del citado hospital, de una forma clara y contundente:

El crecimiento es la expresión fenotípica de una potencialidad genética inherente a


cada persona que se regula también por factores ambientales, básicamente la nutrición
y el estado de salud.

El medio ambiente es un factor que siempre existe, pues todo organismo siempre
se desarrolla y vive en un medio determinado, aunque las características del mismo
pueden variar sustancialmente, lo que sin duda ofrecería diferentes resultados tanto
anatómicos como conductuales. En definitiva, hay que aceptar que los patrones mor-
fológicos propios de cada especie se transmiten por medio del código genético, aunque el
grado de desarrollo final de los mismos dependerá, en muchos casos, de las características
medioambientales.
Paralelamente, la conducta y el lenguaje siguen, en general, por unos derroteros si-
milares aunque con matizaciones importantes. Los patrones conductuales no tienen el
mismo control y desarrollo en todos los seres vivos, pues las características anatómi-
cas y neurofisiológicas de sus respectivos sistemas nerviosos marcan sustancialmente
la diferencia. Conocemos cómo, en numerosas especies biológicas, la conducta está re-
gulada genéticamente gracias a los instintos que son capaces de originar. Pero el desa-
rrollo evolutivo ha producido complejos sistemas nerviosos que han dado lugar a otras
formas de actuación, donde la experiencia realizada y acumulada es un factor a tener
en cuenta en la toma de decisiones, las cuales se pueden elegir dentro de cierta gama
de posibilidades que el aprendizaje facilita (Bonner, 1982, pp. 144-172). La corteza ce-
rebral y el sistema límbico, como responsables primordiales de la conducta humana,
son elementos anatómicos creados y desarrollados por la actividad genética corres-
pondiente. Pero su actividad primordial se centra en el almacenamiento, procesa-
miento y utilización de la información (externa, interna y emocional), que le llega por
medio de las vías nerviosas de todo tipo. En la naturaleza de tal información es don-
de reside la diferencia con el resto de los demás elementos biológicos, pues ésta no se
limita a los aspectos físicos, químicos o biológicos del medio, sino que se basa en el
38 AR QUEOLOG Í A D EL L ENGUA J E

complejo mundo inmaterial de las ideas, de la cultura y de su mayor manifestación, el


lenguaje. Ese nuevo mundo de sensaciones e información ni ha existido siempre, ni
nuestro linaje siempre ha tenido la capacidad suficiente para crearlo. Ambos procesos,
capacidad creativa y su plasrnación con la aparición de la cultura, fueron apareciendo
con diferentes patrones en nuestro proceso evolutivo.
Todo esto nos indica que la evolución confiere capacidades cognitivas relacionadas
estrechamente con la conducta, pero que necesitan de la cultura (medio ambiente es-
pecífico que hay que crear previamente) para que se desarrollen. Así, los cambios con-
ductuales observados en nuestra evolución corresponden a diferentes desarrollos cul-
turales que los humanos del momento pudieron crear, aprovechando las capacidades
evolutivas adquiridas (capacidades emergentes) y el acervo cultural de sus ancestros.
Su transmisión se realizaría por medio de la comunicación generacional dentro de
cada sociedad, es decir, que su desarrollo práctico o manifestación cultural se realiza-
ría mediante formas de tipo larnarckianas, en oposición a la transmisión darwiniana
que presentan las capacidades biológicas humanas. Este camino será el utilizado en el
análisis de la conducta humana en todas sus manifestaciones, entre las que se encuen-
tra el lenguaje corno pieza fundamental de todo el proceso.
ENSAYO SOBRE UNA SÍNTESIS MULTIDISCIPLINAR

Los hallazgos definitivos no han surgido de una verdad nueva, sino de una ordenación racional
de una serie de verdades conocidas y dispersas: racional o causal, porque en este juego de estructura-
ción de datos no sistematizados ocurre como en la solución de los rompecabezas, que unas veces sur-
ge del ingenio y otras del puro azar. Lo que no puede faltar nunca es la atención. La atención es en la
Ciencia lo que la luz en el cuarto oscuro, que de repente se ilumina y parece que crea lo que, sin em-
bargo, estaba allí y no alcanzábamos a ver (Gregorio Marañón, El bazo y sus funciones, 1952).

La cita del Dr. Marañón expresa una realidad que muchas veces no es tenida en
cuenta con su verdadera trascendencia. Si seguimos su consejo, tras haber leído nu-
merosa información relativa a diversas ciencias que estudian al ser humano desde pun-
tos de vista diferentes, es el momento de prestar la atención debida a cada una de ellas,
con el propósito de analizar su interconexión e intentar agruparlos en un proyecto co-
mún. Con esta intención vamos a elaborar una síntesis multidisciplinar sobre el origen
y desarrollo del simbolismo humano y, por tanto, de su lenguaje, pensamiento y con-
ducta. En cada una de las ciencias, que someramente se han analizado (Biología evo-
lutiva, Neurología, Psicología y Sociología), encontramos los aspectos teóricos y metodo-
lógicos propios de cada disciplina. A pesar de ello, y por mucho que sean diferentes
en sus respectivos enfoques, debe existir un común punto de encuentro, pues no hay
que olvidar que todas ellas tienen como fin principal al ser humano y a sus manifesta-
ciones socioculturales (donde quedan perfectamente ubicadas su lenguaje, pensa-
miento y conducta). Un mismo fin, aunque visto desde parcelas teóricas diferentes. Si
en esta confluencia de intereses se apreciasen importantes contradicciones, habría que
pensar que alguna determinada teoría, de las disciplinas usadas en estos asuntos, pu-
diera no ser correcta, pues en la explicación de la realidad humana no pueden coexis-
tir conceptos claramente antagónicos. Tal vez, el problema radica en la falta de pun-
tos de enlace, que puedan articular tal disparidad de información.
Las características evolutivas, que han marcado el desarrollo de nuestro linaje a tra-
vés del tiempo, constituyen el armazón (anatómico y psicológico) sobre el que debe
80 ARQUEOLOG Í A D EL LENGUAJE

explicarse nuestro comportamiento. Es evidente que para llegar a tener unas capaci-
dades cognitivas de las características humanas, es imprescindible la producción de
cambios morfológicos que posibiliten estas nuevas cualidades neurológicas y cogniti-
vas, así como que puedan verse manifestadas en el registro paleoantropológico con un
mínimo de clara evidencia. Por tanto, sería en la manera y forma en que se producen
dichos cambios, donde reside una de las claves de la explicación del comportamiento
humano. Lo cierto es que en el desarrollo teórico de la Biología Evolutiva existen dos
formas de entender el cambio anatómico. No es que existan dos teorías diferentes,
sino que la manera de producirse puede ser diferente. La primera y más tradicional,
por lo que podría denominarse como clásica, estaría representada por los aspectos más
conocidos de la teoría sintética. En ella, vemos cómo el lenguaje y toda la conducta
humana, con su gran capacidad de adaptación, debió irse configurando de una forma
paralela y lenta a los cambios morfológicos que lo posibilitan y ofreciendo una mayor
capacidad de supervivencia. Todo este proceso sería dirigido durante su desarrollo por
la acción de la selección natural. La segunda estaría basada en los conceptos que la
Biología ha desarrollado en estos últimos años, y que constituían el ya explicado mo-
delo multifactorial, que engloba el modelo de los equilibrios puntuados de Stephen J.
Gould. En él se explica la producción evolutiva con otros parámetros, entre los que
destaca la realización de algunos cambios anatómicos relativamente rápidos, y su pos-
terior sometimiento a los controles de la selección natural. Con estas premisas, el len-
guaje se entiende como consecuencia de una exaptación evolutiva, es decir, como una
cualidad cognitiva emergente que aparece después de realizados los cambios anatómi-
cos (neurológicos y lingüísticos) que lo posibilitan, pero que no se crearon evolutiva-
mente para realizar tal propiedad. Aunque las dos formas de entender los mecanismos
evolutivos tienen cierto antagonismo, lo cierto es que, al menos teóricamente, pueden
producirse ambos a la vez. En la práctica, dentro del estudio de cada homínido en par-
ticular, las dificultades para conocer cuáles fueron los causantes de su evolución son
aún muy importantes, lo que dificulta su conocimiento con el grado de certeza que a
todos nos gustaría tener. Por tanto, siempre queda la pregunta: ¿Cuál sería el mejor
camino a seguir?
Con los únicos datos que nos ofrece esta ciencia biológica, no es posible conocer
la forma exacta en que se produjo nuestra evolución. El testimonio paleontológico,
único sobre la realidad de los cambios evolutivos, no es capaz de indicar con claridad
los caminos seguidos en tal complejo proceso y de tan larga duración. Si la Paleonto-
logía no es suficiente para conocer las formas evolutivas que dieron lugar al desarro-
llo de las características conductuales y lingüísticas humanas, estamos obligados a bus-
car ayuda en otras ciencias que nos aporten nuevas vías de estudio sobre la forma de
creación de estos aspectos culturales. Como es lógico, la Prehistoria, Neurología, Psi-
cología y Sociología, al ser ciencias que estudian al ser humano y todas sus manifesta-
ciones conductuales, deberían ser las primeras que usemos, pues al tener sus contenidos
metodológicos los mismos fines (el estudio de la conducta del ser humano), necesa-
riamente deben aportar una valiosa ayudar en nuestro intento.
Parece obligado indagar que nos puede ofrecer la Prehistoria, pues es la disciplina
que más se ha dedicado a explorar la conducta durante el periodo de nuestra evolu-
E NSA Y O S OBRE U NA S Í NT E S I S MULTIDI SC IP L I NA R 81

ción anatómica y cultural. En ella, la forma más tradicional y difundida de explicar el


aumento del sistema nervioso central humano, que aparentemente se realiza de una
forma lenta y progresiva, es que pudo permanecer y progresar gracias al desarrollo de
adaptabilidad que ofrecía el consecutivo aumento de la inteligencia de los humanos de
cada nueva especie. Pero el registro arqueológico nos ofrece una versión diferente, al
mostrar que tal crecimiento neurológico no se corresponde con un paralelo desarrollo
de una conducta simbólica con mayor capacidad de adaptación (fig. 6.1.).
Tal idea es apreciada por diversos autores, que ven en esta aparente divergencia teó-
rica un problema de difícil explicación. Steven Mithen ( 1998, pp. 15-17), en su cono-
cido libro Arqueología de la mente, lo expone con las siguientes palabras:

Es evidente que no existe una relación simple entre el tamaño del cerebro, la «inte-
ligencia» y la conducta [. ..] hubo dos grandes expansiones repentinas del cerebro, una
hace entre 2 y 1,5 millones de años, relacionada con la aparición del Homo habilis, y otra
menos pronunciada hace entre 500.000 y 200.000 años. Los arqueólogos suelen vincu-
lar la primera al desarrollo de la producción de útiles, pero, en cambio, no logran des-
cubrir ningún cambio importante en la naturaleza del registro arqueológico susceptible
de ser correlacionado con el segundo periodo de expansión cerebral. Nuestros antepa-
sados siguieron manteniendo el mismo estilo básico de vida cazadora-recolectora, y uti-
lizando la misma gama limitada de útiles de piedra y de madera.
Las dos transformaciones verdaderamente espectaculares de la conducta humana
tuvieron lugar mucho después de que el tamaño del cerebro alcanzara su tamaño mo-
derno. La primera fue una explosión cultural ocurrida hace entre 60.000 y 30.000 años,
cuando surgieron las primeras manifestaciones de arte, de tecnología avanzada y de re-
ligión. La segunda se asocia a la emergencia de la agricultura ...

Sin embargo, a pesar de conocer este desfase entre la evolución física y la cultural,
en su explicación sobre el desarrollo cognitivo humano no profundiza en las causas
evolutivas que justificasen tan peculiar forma de desarrollo cultural, ni su correlación
lógica con las remodelaciones neurológicas. Éste es el primer problema que encontra-
mos corrientemente en la explicación sobre la formación de nuestra cultura simbóli-
ca. Se explica la teoría sintética de la evolución y, sin casi conexión práctica, se pasa a
exponer los cambios culturales ocurridos a lo largo del desarrollo de nuestro linaje.
No se aclara la forma en que estos cambios conductuales se producen, dando por se-
guro que siempre son consecuencia de las características que la evolución ofrece en sus
cambios anatómicos. Tal afirmación no deja, de una forma muy genérica, de ser cier-
ta, pero hay que explicar los mecanismos (psicobiológicos, socioculturales y medio-
ambientales) que fueron necesarios para su producción.
Bien es verdad que los datos que obtenemos de los yacimientos arqueológicos dis-
tan mucho de ser exhaustivos, por lo que puede atribuirse a esta falta de datos la im-
posibilidad de aclarar los conceptos de relación entre la evolución y la conducta hu-
mana. No obstante, queda patente que la forma explicativa de la evolución que mejor
se ajusta al desarrollo simbólico observado en el registro arqueológico corresponde al
modelo multifactorial. Primero se produce un aumento de la capacidad cognitiva (sin
82 AR QUEO L OG Í A DEL LENGUA J E

olvidar que capacidad se usa en el término de potencialidad, no de una realidad mani-


fiesta), y después se generan las nuevas pautas de conducta (fig. 6.2.).
Si las cosas no quedan claras, debemos seguir buscando nuevas ayudas que nos
puedan solucionar, hasta donde sea posible, tales problemas. Puesto que siempre es-
tamos hablando del cerebro, de su crecimiento y de la relación con la conducta ob-
servada, parece lógico que busquemos nuevos datos en las ciencias que traten especí-
ficamente sobre estos problemas, como son la Neurología y la Psicología. Hay que
tener presente que los cerebros de los diferentes homínidos que componen nuestra es-
cala evolutiva no son entidades neurológicas aisladas e independientes, sino que todos
ellos están relacionados entre sí por los mecanismos evolutivos que los han creado. Por
tanto, entre todos ellos existe un nexo común, como es el que corresponden a un mo-
delo único, sobre el que se están produciendo ciertos cambios cuantitativos y cualitati-
vos que, sin duda, hay que valorar.
El mejor conocimiento de la famosa caja negra nos indica que el sistema nervioso de
todos los mamíferos, y más aún el de los humanos, es un órgano que depende de los es-
tímulos sensoriales externos para su estructuración, mantenimiento y correcto funcio-
namiento. Siempre hay que estar recibiendo información que, correctamente almacena-
da y procesada, nos sirva para desarrollar una conducta demorada y consecuente con la
experiencia adquirida. La conducta de carácter innato (los instintos) estaría relegada a
situaciones muy precarias y extraordinarias, donde la acción de la corteza cerebral es su-
perada por la actuación de la parte más primitiva de nuestro cerebro. Por tanto, es un
hecho bien aceptado en la actualidad que nuestro cerebro, para un correcto funciona-
miento, depende de la continua llegada de información a través de sus sistemas de cap-
tación especializados (audición, tacto, visión, gusto y olfato). Como ya vimos en el apar-
tado referente a la Neurología, la evolución dio lugar al desarrollo de un gran cerebro
por medio de un aumento importante de las áreas de asociación (aumento cuantitativo),
lo que le otorgó una gran capacidad para la creación de diversas cualidades cognitivas
primarias. Éstas, con su desarrollo por medio de la información adquirida, darían lugar
a un desarrollo cualitativo o capacidades cognitivas emergentes o exaptativas. Igual que en
el caso de la Prehistoria, esta forma de explicación sobre el desarrollo neurológico se
acopla mejor al modelo de evolución que denominamos como multifactorial (fig. 6.2.).
En la actualidad, la Psicología se va centrando en metodologías más concretas y
con mejor base doctrinal, lo que les confiere unos fundamentos más delimitados y pre-
cisos, aunque aún falta mucho para una total y general comprensión de nuestra men-
te. La Psicología cognitiva trata de explicar la conducta humana a través del conoci-
miento de los procesos de índole mental o cognitiva que tienen lugar en nuestro
cerebro. Son ellos los que realizan las acciones que nos caracterizan, sobre la base de
la información que reciben por medio de los receptores sensoriales. Esta nueva direc-
ción metodológica parece que presenta actualmente una hegemonía conceptual en la
explicación de los procesos conductuales. Uno de los enfoques más aceptados de la
Psicología cognitiva corresponde al denominado Procesamiento de la información, que
se asocia a la concepción del ser humano como un sistema neurológico capaz de recibir,
procesar, almacenar y recuperar la información que le llega a través de sus sentidos
(González Labra, 1998, pp. 27-34; Belinchón et al., 1992, pp. 293-295).
ENSAYO SOBRE UNA S Í NTES I S MULT I D I SCIPL I NAR 83

Conceptualmente se basa en que los procesos mentales o cognitivos superiores


pueden desarrollarse gracias a la información que previamente el cerebro ha tenido
que recibir y procesar. Ya vimos cómo el sistema nervioso humano es un complejo ór-
gano evolutivamente diseñado para recibir y procesar información del medio ambien-
te en el que vive y se desarrolla. La falta de estímulos produce graves alteraciones neu-
rológicas y psicológicas, sólo hay que recordar el experimento realizado sobre el déficit
severo de información sensorial y las graves consecuencias del aislamiento (véase el lla-
mado experimento de O. Hebb: Milner, 1994), o falta de trato afectivo y lingüístico a
los niños de corta edad (Vallejo-Nágera, 1974, pp. 195-198). Son datos que corrobo-
ran que tales estímulos juegan un papel trascendental en la correcta maduración neu-
rológica y psicológica de nuestro cerebro. Como podemos apreciar, tal modelo se ajus-
ta bien a las formas evolutivas comprendidas en el modelo multifactorial (fig. 6.2.).
Existe una última ciencia, y no por ello menos importante, que nos puede ayudar
en nuestro intento de comprender mejor nuestra forma de actuar en el presente y en
el pasado. Nos referimos a la Sociología, pues en ella se estudian los componentes cul-
turales y sociales de las relaciones humanas. Los elementos sociales, íntimamente rela-
cionados con los culturales, están basados en la interrelación existente entre los diver-
sos componentes de un grupo, así como de las diversas poblaciones humanas entre sí.
La consecuencia más importante de esta relación social sería el desarrollo de una fa-
cultad propia de nuestro género, el lenguaje. La necesidad de entendimiento social es
una importante motivación para desarrollar cualquier tipo de forma de comunicación,
pues con él la conducta de la sociedad mejora mucho su adaptabilidad al medio. El
lenguaje constituye un método altamente eficaz de simbolización y transmisión de la
información que obtenemos sobre el medio ambiente, ya sea simple o elaborada por
medio del pensamiento del que intenta comunicarse con los otros componentes del
grupo. Igualmente, es la forma más eficaz de adquirir las ideas abstractas fundamen-
tales (identidad social y personal, conceptos del tiempo y del espacio) por parte de los
niños dentro de su periodo crítico, lo que va a configurar su conducta simbólica a lo
largo de toda su vida. Podemos destacar al lenguaje como el medio que ha servido al
ser humano para poder desarrollar y organizar su propio pensamiento en las bases del
simbolismo y la autoconciencia, ampliar la cultura que heredó de sus ancestros y modifi-
car sustancialmente su conducta. En el desarrollo de la Sociología se aprecia fácilmen-
te que la conducta humana, y desde luego su lenguaje, son creaciones que las socie-
dades humanas generan a partir de las capacidades que la evolución les ha otorgado.
La influencia del medio ambiente (físico, cultural y social) es fundamental para la crea-
ción y desarrollo de tales procesos, por lo que si éstos faltasen es muy difícil e incluso
imposible producir conductas simbólicas. También, estos conceptos nos acercan más
a la forma evolutiva generada por el modelo multifactorial (fig. 6.2.).
Hemos visto cómo todas estas ciencias se acoplan perfectamente entre sí, siempre
que se utilicen las teorías más modernas y avanzadas de las diversas y complejas me-
todologías académicas. El apoyo común entre todas ellas ofrece una mayor seguridad
a cada una en particular, ofreciendo un modelo sobre la evolución y estructuración
psicobiológica de nuestro cerebro, con un alto poder explicativo y, por tanto, de ma-
yor fiabilidad científica (fig. 6.2.).
84 AR QU EOL OG I A DEL LE NGUA J E

¿Cómo ocurre todo esto?


La evolución dio lugar al característico y gran cerebro de nuestra especie, este au-
mento de tejido neurológico necesitaría un paralelo aumento del tiempo para lograr su
maduración o estructuración funcional definitiva; lo que es fácil de observar en las ca-
racterísticas neurológicas de los recién nacidos, donde destaca su gran inmadurez fisio-
lógica. Efectivamente, el inicio del parto se debe a la unión de diversos factores que obli-
gan a su producción, entre los cuales no se encuentra la madurez neurológica que
permita al recién nacido poder valerse por sí mismo en un corto periodo de tiempo.
Tal inmadurez limita el crecimiento de la cabeza del neonato, lo que debido a la pro-
pia estrechez del canal del parto, consecuencia de la locomoción bípeda (Bruner, 1984,
p. 54), adquiere una gran importancia. En la actualidad, entre las causas que se consi-
deran como desencadenantes del parto, se encuentran cierta incompatibilidad entre la
nutrición entre el feto y el útero que le cobija y alimenta, así como el inicio de un com-
plejo proceso neuro-hormonal en la madre (Usandizaga y de la Fuente Pérez, 1997).
La inmadurez neurológica en el momento del nacimiento es tan acusada que diversos
autores consideran que los seres humanos tienen un periodo de desarrollo fetal ex-
trauterino de doce meses, con lo que el ritmo de desarrollo fetal abarca un total de
veintiún meses (Changeux, 1985, p. 301; Holt et al., 1975). La causa de la prolonga-
ción del tiempo necesario para el desarrollo embrionario cerebral se debe al aumento
cuantitativo del córtex, que necesitará más tiempo para desarrollarse y madurar.
La inmadurez neurológica, la gran plasticidad del sistema nervioso y la existencia de
un tardío periodo crítico son las características psicobiológicas que van a conferir al neo-
nato un Largo periodo de aprendizaje. Durante la infancia, juventud y madurez del ser
humano se van a producir una serie de interrelaciones entre las características neuro-
lógicas anteriores y los estímulos externos de todo tipo (sociales, psicológicos, lingüís-
ticos, etc.). La consecuencia de tales hechos va a tener una gran trascendencia, como
sería trasformar ese aumento cuantitativo de las áreas corticales asociativas en módulos
funcionales, estructuración cualitativa o emergencias cognitivas. Las sociedades huma-
nas, como creadoras de todas las estructuras socioculturales y de todos los compo-
nentes abstractos y simbólicos del lenguaje, son las responsables del desarrollo cogni-
tivo de los recién nacidos. Sin embargo, al producirse de una forma casi imperceptible
gracias a su alta capacidad de asimilación y/ o aprendizaje que presenta nuestra espe-
cie, parece más una manifestación innata que una reorganización psicobiológica de-
pendiente de las características del medio en el que se desarrolla.
Desde el mismo momento del nacimiento se va a producir una organización psico-
lógica, que depende de tres factores fundamentales en la futura conducta del neonato.
Primero, de las capacidades cognitivas primarias (creatividad, memoria, funciones eje-
cutivas, motivación, etc.) que la evolución haya otorgado, por medio de la herencia ge-
nética de sus padres, a ese nuevo ser. Segundo, de las características funcionales que
tenga el sistema nervioso creado, es decir, de la forma particular de responder al me-
dio ambiente que tenga ese cerebro en particular, correspondiendo a lo que en psico-
logía se denomina como temperamento, con un carácter igualmente innato, aunque
moldeable, en parte, por la influencia ambiental. Tercero, con la influencia de los es-
E NSAYO SOBRE UNA SÍN T ES I S MUL TIDJ SC I PL I NA R 85

tímulos externos se produce la adquisición e interiorización del simbolismo del lengua-


je y el desarrollo funcional del pensamiento (lenguaje interno), facultando el desarrollo
de los fenómenos de autoconciencia y demás procesos cognitivos emergentes o exaptati-
vos. La unión funcional de todos estos procesos van a dar lugar a un importante cam-
bio conductual, tanto en el simbolismo de sus actos como en el control de los mismos.
Este lenguaje, al ser una creación de los propios seres humanos, será el que más fácil-
mente puede variar y, por tanto, el que más va a significar en la diferenciación con-
ductual de las poblaciones humanas.
Cuando las capacidades cognitivas alcancen el nivel evolutivo adecuado, puede co-
menzar a producirse el desarrollo funcional, basado en el simbolismo adquirido por me-
dio del lenguaje, y de las áreas asociativas aumentadas cuantitativamente por la evolu-
ción. Este desarrollo daría lugar a un cambio cualitativo en las propiedades del córtex
que se manifiesta por medio de las propiedades emergentes o exaptativas de nuestra es-
pecie. Con ello se produce un desarrollo cognitivo moderno, donde el pensamiento hu-
mano esté organizado por las propias características del lenguaje (en la forma con el len-
guaje interno, y en el fondo con el simbolismo que pueda llevar). Así, es capaz de seguir
creando un mundo simbólico, de ofrecer soluciones nuevas a los problemas cotidianos
por medio de las modificaciones sustanciales de su conducta. Se producirían los aspec-
tos culturales modernos, es decir, el desarrollo de una conducta simbólica y la creación
de las formas culturales propias de un mundo moderno.
Las características neurológicas imponen una condición imprescindible para el lo-
gro correcto de tal organización psicológica, debe tener lugar dentro del periodo críti-
co, es decir, mientras se está madurando y estructurando definitivamente el sistema
nervioso. Si no se produce dentro de este periodo, la experiencia clínica neurológica
y psicológica nos ofrece la triste realidad de un desarrollo cognitivo limitado, pobre o
incluso inexistente, dependiendo del momento en que se produjeron los intentos de
recuperación del ser humano que, por causas claramente anormales, se mantuvo ale-
jado de la influencia de un medio ambiente simbólico. Con todo esto se ha diseñado
un modelo general sobre el origen del comportamiento humano (modelo psicobiológi-
co), estableciendo la relación entre las diversas formas conductuales, el desarrollo cog-
nitivo que las genera y la elaboración de un len~uaje simbólico (fig. 6.3.).

¿Cómo fue en el pasado?


La evolución, en su constante acción, produce una serie de capacidades que pueden
o no desarrollarse, en función de las propias características medioambientales. Si estas
características son las apropiadas, se desarrollarán las formas conductuales que han ca-
racterizado al ser humano moderno, siendo el lenguaje una pieza clave de tal desarrollo.
Como es lógico, las cosas fueron diferentes en el pasado, pues ni todos los homínidos de
nuestro linaje tenían las mismas capacidades cognitivas, ni existía un medio ambiente so-
ciocultural con los componentes abstractos y simbólicos que caracterizan al actual.
Sin pararnos con precisión en la línea evolutiva humana, siempre en continua dis-
cusión y adaptación, lo cierto es que la principal característica que se aprecia es el au-
86 ARQUEOLOG!A DEL LENGUAJE

mento notable del cerebro, así como una importante reorganización corporal hasta lle-
gar a las formas de los humanos anatómicamente modernos. Este aumento neurológi-
co hay que matizarlo, pues con una simplicidad explicativa parece que se trata de un
proceso evolutivo unidireccional, cuando en realidad se trataría de la manifestación de
una serie de mutaciones en la embriogénesis neurológica dentro de unas poblaciones
y/ o especies cuya relación definitiva desconocemos, y de las que sólo tenemos claro
dos cosas. Primero, los cambios evolutivos, que producen los cambios neurológicos,
parece ser que son bien soportados por la embriología fetal, llegando en buenas con-
diciones al parto; posiblemente otras mutaciones parecidas no lograron llegar a tan
buen final . Segundo, el gasto energético que supone este importante aumento de teji-
do nervioso se vio ampliamente suplido con las ventajas adaptativas que supuso el ini-
cio del comportamiento social de tipo humano, que como ya vimos se iniciaba en el
albor de nuestro linaje con la aparición del Hamo habilis.
El conocimiento de todos estos datos nos lleva a pensar que las cualidades cognitivas
que la evolución nos ha dado encajan mejor en el concepto de emergencia o exaptación,
al necesitar de la creación de un ambiente externo idóneo para su desarrollo. Este
ambiente es la cultura que el ser humano desarrolla en su interacción con el medio am-
biente físico y social, pero no de una forma lineal, sino con una curva ascendente, que
sólo se acentúa cuando la capacidad creativa de nuestro cerebro alcanza los niveles ne-
cesarios para poder desarrollar los conceptos claves de nuestro lenguaje simbólico (ideas
de la individualidad personal, del tiempo y del espacio), lo que según el registro arqueoló-
gico no acontece en su plenitud hasta la aparición del Hamo sapiens (fig. 6.1.). La pro-
pia creación del lenguaje y su desarrollo forman un proceso complejo, que requiere la
coordinación de numerosos factores. La formación de una base anatómica que sea capaz
de articular una serie de sonidos múltiples y variados (sistema /onador ), y de un sistema
capaz de recibir y comprender dichos sonidos (sistema auditivo). El desarrollo de un sis-
tema nervioso con la capacidad de poder correlacionar hechos de la vida corriente con
diversos sonidos o símbolos, creando nuevas abstracciones sobre realidades no observa-
bles directamente en la naturaleza (como son los conceptos del tiempo y del espacio). La
creación y mantenimiento de un sistema sociocultural, que pueda favorecer el desarrollo
de los anteriores apartados, el cual debe facilitar la comunicación, incentivar su creación
y conservarlo a través de las diversas generaciones. Si alguno de estos tres componentes
no está suficientemente desarrollado, el lenguaje sólo podrá manifestarse en los aspectos
que la limitación de la conjunción de los tres elementos anteriores permita. Por tanto, la
creación de uno o dos de ellos no es suficiente para desarrollar un lenguaje simbólico, si
un tercero no lo está plenamente, lo que explica la dificultad de comunicación de los di-
ferentes homínidos de la cadena evolutiva humana.
En el Paleolítico, el género Hamo se desarrolló anatómicamente hasta las formas
actuales, creando a su vez las capacidades cognitivas (abstracción, simbolización,
aprendizaje, atención, creatividad, etc.) que han posibilitado su compleja forma de ac-
tuar. Pero también se ha ido generando ese medio ambiente cultural de base simbóli-
ca, imprescindible para un desarrollo cognitivo adecuado. La unión o lazo de cone-
xión entre ambos procesos es el lenguaje, pieza clave en nuestro desarrollo como seres
humanos, como veremos en los siguientes capítulos.
E NSAYO SOBRE UNA SÍNTES I S MULT IDI SC I P LI NA R 87

Evolución técnica 1 Modo 2 1


Capacidad Nivel de lenguaje
Craneal Evolución craneal
P. P. Inferior Evolución simbólica
VI
1700- V

1600 IV

1500-

1400- Modo 4

1300-

1200-

1100- rn
1000-

•••
500
....
300-

1 1 1 [ [ 1 1 [ [ 1 1
100 200 400 600 800 1000 1200 1400 1600 1800 2000

Miles de años BP

Figura 6.1. Muestra el diferente ritmo de evolución, siendo más acentuado el morfológico representado por el
aumento de la capacidad craneal, mientras que el tecnológico y simbólico progresa muy lentamente durante
muchos miles de años, para tener un importantísimo despegue en los últimos miles de años.
88 ARQUEOLOGÍA DEL LENGUAJE

PREHISTORIA
Diferente evolución
cultural y biológica

NEUROLOGíA PSICOLOGíA
Inmadurez neurológica BIOLOGíA Desarrollo cognitivo.
Plasticidad neuronal EVOLUTIVA Aumento cualitativo.
Periodo crítico Modelo multifactorial. Interiorización del
Organización neurológica Aumento cuantitativo del lenguaje en forma
definitiva dependiendo <le córtex cerebral. (lenguaje interno) y fondo
la cantidad y cualidad <le Capacidades cognitivas (simbolización)
los estímulos externos. exaptativas Capacidades cognitivas
Control <le! lenguaje emergentes

SOCIOLOGíA
Naturaleza
medioambiental.
Acervo sociocultural
Motivación.
Creación del lenguaje

Figura 6.2. Relación de las diversas ciencias utilizadas en el presente estudio y el modelo multifactorial
de la evolución.
E SAYO SOBRE UNA SfNTESIS MULTIDISCIPLINAR 89

MODELO PSICOBIOLÓGICO

ONTOGENIA HUMANA

Características neurológicas
EVOLUCIÓN - Gran inmadurez del SNC
- Importancia de los estímulos externos
Modelo multifactorial - Periodo crítico
- Gran plasticidad neurológica
- Aumento cuantitativo de las áreas de
asociación
- Aumento cualitativo. Exaptaciones
- Gran capacidad de abstracción
FACTORES EPIGENÉTICOS

Organización neurológica
Factores biológicos - Estructuración de las áreas corticales
- Lateralización hemisférica
- Limitación de cierta plasticidad (periodo
Factores no biológicos: crítico)
- Medioambientales - Estructuración neurológica y funcional
- Sociales modulada en parte por la experiencia
- Culturales - Desarrollo de capacidades cognitivas

[ [
ORGANIZACIÓN PSICOBIOLÓGICA

Influencia de los estímulos externos


Adquisición e interiorización del lenguaje
Desarrollo cognitivo. Capacidades emergentes
Conciencia reflexiva. Autoconciencia
Control y desarrollo de la conducta simbólica

l
Desarrollo cognitivo del ser humano moderno
Conducta simbólica
Aparición de la cultura del Paleolítico Superior

Figura 6.3. Esquema del modelo psicobiológico de la conducta simbólica humana.

También podría gustarte