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Camille

Lequeux

M2 Master Les Amériques


Littérature et Cultures – N.Ponce

La noción de Heroismo en el personaje de José Maria Heredia

«La novela de mi vida de Leonardo Padura presenta una “estructura abismada” en la que dos
historias paralelas y sus respectivos héroes se reflejan mutuamente, apareciendo el presente como
constante reiteración del pasado» (Guzmán, 2005). En efecto, el tema heroico es muy recurrente en
esta obra a través de los dos protagonistas José Maria Heredia y Fernando Terry. Como esos dos
personajes no son de la misma época, esa novela se desarrolla obligando al lector a viajar en el tiempo,
pero también en el espacio, entre México, España, EE. UU. y sobre todo Cuba. En La novela de mi
vida, la idea de héroe se mezcla con la poesía a través de la memoria y la búsqueda de la justicia.
Entonces, nos podemos preguntar: ¿En qué medidas se desarrolla la noción de heroísmo en La Novela
de mi vida de Leonardo Padura? Primero, nos interesaremos en la identificación al héroe representado
por Heredia, que sea por parte de Fernando o cualquier exiliado. Y luego, vamos a estudiar la relación
entre el héroe y su patria, Cuba que hace de él un héroe nacional patriótico.

I-Identificación al héroe

«La novela de mi vida funciona como un juego de espejos en el que dos historias paralelas y
sus respectivos héroes se reflejan dentro de la obra, presentándose bajo el artificio de la sincronía —
o del tiempo congelado» (Guzmán, 2005). En efecto, se puede notar varias similitudes entre los dos
personajes de la novela. Fernando como Heredia vivieron una vida de exiliado. Desde las primeras
líneas, Padura nos muestra la realidad del exilio y de la nostalgia cotidiana. De esta manera, Fernando
expresa su deseo de estar en una tierra que lo rechaza: «dedico algún pensamiento a lo que hubiera
querido sentir en el preciso instante en que, luego de beber un café doble frente al cabaret Las Vegas,
encendería un cigarro para cruzar la calle Infanta y bajar por Veinticinco, dispuesto a reencontrarse
con lo mejor y lo peor de su pasado» (Padura, p15). La melancolía y la soledad hacen parte de su vida
de exiliado en Madrid. Además, cuando intenta olvidar ese pasado doloroso, todo le vuelve a la
memoria impidiendo el personaje seguir adelante. Se parece que no se puede olvidar de Cuba. Vive
separado entre dos mundos, donde, en el medio, hay «una guerra entre su memoria y la realidad»
(Padura, p15). En Madrid, Fernando tiene que vivir en la miseria trabajando en una revista donde se
siente humillado. La nostalgia para Cuba se vuelve entonces aún más fuerte. Sin embargo, la relación
entre Heredia y el olvido es un poco diferente. Si él siempre está pensando en Cuba con tristeza, lo
que difiere de Fernando es que no deja de pensar que después de su muerte, lo único que permanecerá
será el olvido y su poesía. Heredia se exilió primero a EE. UU., descrito como un infierno frio que no
puede aguantar tanto como la nostalgia de su tierra. De ahí vienen sus preguntas retoricas: «¿Era esto
mejor o peor que la cárcel? ¿Tenía el exilio ese rostro tan poco amable?» (Padura, p189). Esas
preguntas muestran que no se imaginaba el exilio de esta manera, parece mucho peor de lo que cada
uno puede pensar. Heredia sufre demasiado por estar lejos de su patria y beber café cubano se vuelve
una manera de acercarse a esa tierra distante: «Volver a paladear aquella bebida vivificante, tan
diferente del agua oscura e insípida que beben los yanquis, me traslado a la patria lejana y me instalo
en el mismo centro de todas las ausencias que yo estaba sufriendo» (Padura, p190). Su país representa
un vacío que la poesía intenta llenar. Los poemas del exiliado son una manera de expresar su dolor y
tener una razón de seguir adelante. Al final, Heredia vive en la miseria del exiliado y para que su
familia sobreviva tuvo que vender joyas y libros preciados. Si Fernando puede fácilmente
identificarse a Heredia, cualquier exiliado lo puede también. Heredia crea una relación entre el exilio
y el heroísmo. En efecto, hay que tener cierto valor para poder aguantar esa situación. De ahí, se llama
a los exiliados de la isla unos «héroes cubanos» (Padura, p190).

En el exilio, el recuerdo de lo cotidiano siempre vuelve a través de la imaginación. De esta


manera, al creer ver las caras de sus amigos en el barco, Fernando se da cuenta de la fuerza de «las
trampas de la memoria» (Padura, p59). Esos recuerdos muestran la existencia de un hilo indestructible
entre el ciudadano y su nación. Su familia, sus amigos, la mujer que ama están presentes en su día a
día como «espectros» de su pasado. Se trata de una memoria en vínculo con su pasado en Cuba, pero
también se acuerda de Heredia en varias ocasiones como si tuviera un vínculo con un pasado mucho
más anterior. Por su parte, Heredia vuelve a pensar en el pasado, a todo lo que ocurrió a través del
olor si peculiar de La Habana, su vida entera pasa frente a sus ojos, la famosa novela de su vida:
«Ahora apenas respiro un aire vano, y mis pulmones gastados me devuelven, taimadamente, aquella
sensación cálida y juvenil: y es que el olor perdido de La Habana me late en el pecho con la intensidad
dolorosa de la novela que ha sido mi vida» (Padura, p20).

Fernando tiene esa angustia de volver a Cuba, por saber que ahí se puede encontrar la persona
que lo traiciono. Así que considera su vida en La Habana, su pasado, como una pesadilla que quiere
olvidar pero que no lo deja en paz: «aquellos flashazos del recuerdo volvieron a acecharlo, con una
insistencia desgarrante» (Padura, p59). A pesar de todo, decide volver a Cuba para buscar los papeles
perdidos del famoso poeta, Heredia. Este último fue un migrante desde pequeño y tenía ese
sentimiento de «no pertenecer a ningún sitio, no tener un lugar, ser siempre un hombre de paso hacia
otro destino» (Padura, p21). Sin embargo, Heredia nos mostrara su apego por Cuba y esa fibra
patriótica que le acompaña desde entonces. Fernando, por estar en la misma situación que Heredia,
imagina como fue su vuelta a Cuba y se pone en su sitio:

«le hizo sentir, como una rémora capaz de volar, sobre el tiempo, el dolor que debió de embargar a
José Maria Heredia aquella mañana, seguramente fría, del 16 de enero de 1837, cuando vio, desde el
bergantín que lo devolvía al exilio luego de una lacerante visita a la isla, como las olas se alejaban en
busca precisamente de aquellos arrecifes, el ultimo recodo de una tierra cubana que el poeta ya nunca
volvería a ver» (Padura, p17).

Eso nos muestra que, en cierta medida, Fernando tiene miedo de nunca más volver a ver a Cuba y del
dolor que eso produciría. Igual que para Heredia, la vuelta fue un choque. Acordarse, dar una vuelta
en su memoria, pero al mismo tiempo notar todo lo que cambio es un proceso difícil: «una oleada de
nostalgia había revuelto las entrañas de Fernando, que se sintió como un exiliado en su propia tierra:
aquel territorio que fue suyo ya no le pertenecía, apenas sobrevivía entre sus maltrechos recuerdos, y
la densa soledad que lo acompañará por la calle» (Padura, p218). Se siente al margen de la sociedad
cubana y de lo que era antes de exiliarse. Muestra como el recuerdo y la nostalgia duele al ver que el
tiempo cambia ciertas cosas. De ahí, Fernando se pregunta cuáles fueron los sentimientos de Heredia
a su regreso y cómo fue su estancia en Cuba, pero obviamente son preguntas retoricas que no pueden
tener respuestas, lo que deja Fernando en la frustración de saber si se puede comparar a Heredia en
cuanto a su emoción. Después de once años, Heredia decide regresar a Cuba, aunque tiene que
humillarse para poderlo. Aun si encuentra de nuevo su familia y unos amigos, el cambio que ocurrió
en Cuba le hace pensar que no se puede considerar como un exiliado sino como un desterrado. Ese
choque es tan traumatizante que no va a poder escribir más y el don de poeta, no lo tiene más.

Por otra parte, los dos son poetas. Fernando no escribe más, pero al volver a su nación, se
acuerda de cuando era un escritor joven en una banda llamada «los Socarrones». La poesía era
entonces, una manera de liberarse y reivindicar sus luchas o sus amores. Describe sus años de
prosperidad como profesor de literatura cubana en La Habana. Conoce muy bien el poder de las
palabras y su capacidad a transmitir una paleta de sentimientos. De ahí surgió la necesidad
incontrolable de escribir poemas. De la misma manera, Heredia es un aficionado de la poesía desde
muy temprano y comparte sus poemas con su amigo Domingo del Monte, que también está
apasionado por este arte. Desde entonces, se dedicó a escribir poemas perfeccionándose en los
poemas de amor y de patria. Es en Cuba que Fernando va a encontrar a Delfina, mujer que va a amar
toda su vida mientras que ella se va a casar con su amigo. Es a su regreso que va a poder darse cuenta
de la reciprocidad de su amor. Por parte de Heredia, se dedica tanto a la poesía que va a querer hacer
el amor o crear un amor fingido para tener creatividad y escribir unos poemas románticos. Es solo
cuando va a encontrar a Dolores, llamada Lola que sus poemas van a reflejar la verdad. Este amor
también es reciproco, pero, por la situación de Heredia, considerado rebelde independentista, no van
a poder casarse. Heredia tiene que dejar su patria y una mujer embarazada amada. La carta de Lola
llena de mentiras sobre un amor que se apagó y un hijo muerto dejara al poeta destrozado. Si después
de eso va a encontrar a su mujer Jacoba en México, su primer amor fue siempre en Cuba y su
reencuentro con Lola a su vuelta a Cuba muestra la intensidad del amor qui vivieron, que después de
mucho tiempo. Así que, si Fernando y Heredia consiguen ver de nuevo a las mujeres que aman, el
exilio y la situación de ambos impide que uno se proyecte en esas relaciones.

De la misma manera que Heredia está apasionado por la ciudad de Matanzas, Fernando va a
quedarse boquiabierto frente al paisaje maravilloso. Además, se encuentra con Heredia en cualquier
lugar, imaginando al famoso poeta: «en muchas ocasiones hizo viajar a su lado al joven Heredia»
(Padura, p67). Eso muestra que Heredia hace parte integrante de la vida de Fernando. Están como
unidos por un vínculo misterioso, donde Fernando se empeña a seguir los pasos de su héroe: «Muchas
veces, en sus años de estudiante e investigador, había pateado las calles de Matanzas en busca de
huellas de Heredia» (Padura, p68). De esta manera, se puede pensar que Matanzas es un lugar que
favorece el vínculo entre los dos poetas venciendo la realidad de un tiempo diferente. Además,
Fernando compara la vista con las cataratas del Niagara, vista que después de haberla visto, Heredia
decidió escribir un poema llamado Niagara en 1825. Se puede notar una cierta superposición de la
imagen de los dos hombres porque Fernando siente la presencia del famoso poeta a su lado sin tenerlo
realmente: «Sentir sobre la suya la mirada romántica de Heredia poniendo lastre a sus emociones y
dolores a su ausencia» (Padura, p68). Fernando parece tener esa capacidad a relacionarse con los
artistas del pasado. Entonces, «nace así un paralelismo entre Heredia y Fernando, solo que las
vivencias de Heredia son imaginadas por L. Padura que las deduce en función de los datos histórico-
biográficos de los cuales dispone» (Zayas, 2020).
II-Héroe de la patria y amor por Cuba

La Habana es un lugar especial para Heredia, y con un olor tan peculiar que deja su marca en
la mente. Nos describe esa ciudad con muchos detalles mostrando lo mucho que la ama. Se trata de
una ciudad que no se puede olvidar, especialmente por su olor:

« La Habana me abrazo con una maravillosa amalgama en la que el olor incisivo de los chorizos gallegos
compite con el tasajo montevideano; el cagajon de caballo con la brisa del mar; el del negro de nación y sus
emanaciones acidas, con el de las señoritas blancas (o que pasan por tal) perfumadas con dulces lavandas
francesas; el de las aguas estancadas con el del aceite recio que se quema en las lámparas; el de las telas
nuevas, caras y europeas, con el de los perros sarnosos, señores de la noche y los basurales; el del orín de las
vacas lecheras... » (Padura, p20)

Primero, podemos notar la personificación de la ciudad, que da cariño al poeta. Y segundo, esa
acumulación de olores muestra la pluralidad que califica esa ciudad cosmopolitana. Esos olores
rinden La Habana tan especial para Heredia y las echan de menos durante su exilio. Es frente a los
paisajes de Matanzas que Heredia va a enamorarse y sentir nostalgia de esa vista durante su exilio.
Se nota como el poeta encuentra esa ciudad más limpia de vicios que La Habana y va a ser una
oportunidad para crear. De esta manera, va a escribir su primera obra de teatro Eduardo IV o el
usurpador clemente. Heredia siente unos lazos muy importantes con Cuba que hace, desde entonces,
parte de su identidad. Hace parte de él sin que pueda controlar esos sentimientos de pertenencia: «Por
primera vez había sentido la posibilidad de pertenecer a un sitio, de tener tierra y casa propias, y
aquella isla desgraciada […] se me estaba convirtiendo en una necesidad y, luego lo sabría, en una
maldición de la cual nunca habría de librarme» (Padura, p71). De ahí se puede entender perfectamente
que Cuba es la patria de Heredia sin que él sepa el por qué.

Por otro lado, se critica bastante Cuba que aparece entonces como un país en declive que
necesita ser rescatado. Es un lugar que valora la apariencia y la superficialidad: «Esto es una feria, un
circo, una mentira de país. Se supone que esto es lo mejor de Cuba. Pero aquí solo importa figurar y
tener dinero, que te vean y hablen de ti, o de lo contrario no existes...» (Padura, p28). Así, la nación
de Heredia y Domingo no se puede tomar en serio, y los dos jóvenes quieren más que cualquier otra
cosa revelar el lado oculto de Cuba. Además, se describe como un lugar peligroso por los asaltos y
asesinatos, «una ciudad al borde del caos» (Padura, p154).

Sin embargo, Cuba representa una verdadera atracción para el poeta que considera su casa
como si fuera una jaula y la isla como un lugar de creatividad poética. Entonces Heredia muestra una
cierta necesidad de escaparse y tratar en su poesía de «aquel país oprimido y corrupto, vital y
generoso» (Padura, p45). Podemos notar una dualidad de los adjetivos para mostrar a la vez lo terrible
y lo maravilloso de Cuba. Desde una edad temprana, Heredia tenía la ambición de ser un gran poeta
y hacer parte de las grandes figuras de la literatura cubana. Esa voluntad de cambiar el mundo, junto
a su don para escribir poesía le hizo pensar, junto a Domingo, que fueron elegidos para ser unos
héroes patrióticos: «éramos unos iluminados, llegados a la vida con la misión de poner en el mapa de
la cultura aquella colonia tan hostil a la alta creación, casi sin tradición literaria y sin ningún escritor
célebre» (Padura, p48). Tenían esa ambición de renovar la poesía cubana en una sociedad que solo se
interesaba por la economía, lo que les dio cierta voluntad de aceptar el reto. El sentimiento de que
Cuba es su patria y su hogar va a acompañar Heredia toda su vida.

Por otra parte, la poesía de Heredia da un giro político gracias a la ayuda del padre Varela, el
maestro de Heredia que le va a dar consejos sobre la poesía y la militancia intelectual:

«Usted va a sufrir la envidia de los hombres, va a oír juicios devastadores, va a sentir desprecio y rencor, y
seguramente va a ser traicionado muchas veces, aunque también escuchara elogios y será querido y laureado:
trate de hacer oídos sordos a esos cantos de sirenas y a los aullidos de los lobos» (Padura, p50)

En efecto, a lo largo de la obra, el lector va a percibir que el padre Varela llevaba toda la razón del
mundo. El héroe patriótico es a la vez admirado y odiado. Es como si el padre Varela había visto el
potencial de Heredia muy temprano y había previsto lo que iba a acontecer. Heredia se va a convertir
en un poeta que cambio su país a través de su literatura política centrada en los asuntos de Cuba, algo
tan nuevo que se podía considerar como una manera de acompañar el nacimiento de un país. « Heredia,
el más idealista y más ingenuo del grupo, es así el primero en comprometerse políticamente, –
comprometiéndose de verdad, por cierto, ya que su participación en la conspiración independentista
de Los Caballeros Racionales provocará su expulsión directa de Cuba – y el primero en transformarse
en verdadero símbolo identitario y político para los jóvenes liberales de la isla » (Straub, 2014).Y es
así que su poesía militante comienza a denunciar las actitudes del rey español Fernando VII
comparándolo con un tirano oportunista. De ahí, decide luchar contra la injusticia que se puede notar
en Cuba:

«Juré, ante la luna recién nacida y en descargo de las almas en pena de los hombres sacrificados por el furor
humano, que, si la vida me lo permitía, dedicaría todas mis fuerzas físicas y mentales a luchar contra lo peor
que el hombre había creado para satisfacer su más depreciable voluntad de poder: la esclavitud y la tiranía»
(Padura, p75)
Heredia pone todo su empeño para obtener la libertad de Cuba, la libertad frente al sistema imperial:
«Más específicamente aspira a la libertad por medio de la independencia cubana. Este nacionalismo
típicamente romántico es muy particular sobre todo porque en aquel momento Cuba ni siquiera existía
como nación independiente» (Laethem, 2007). Es al contacto de intelectuales de México que va a
desarrollar sus primeras ideas de independencia. Entro en la vida política a través de su poesía en la
cual comienza a criticar el papel de las Cortes y del Gobierno de España. En las charlas con el padre
Varela, Heredia y sus amigos van a intercambiar sus opiniones sobre la emancipación de Cuba
mostrando el valor y la voluntad de cada uno para hacer de Cuba un país independiente. No se trata
solo de la libertad de una tierra sino también de la libertad del ser humano denunciando la esclavitud:

«Mi intención, más romántica que pragmática, era mostrar los rostros más infames de la esclavitud desde la
óptica de la ausencia de derechos en que vivían unos seres a quienes se les alejaba violentamente de su patria y
de su familia, se les golpeaba y animalizaba, y se les despojaba de todos los privilegios civiles y humanos
sobre los que se fundaba la democracia moderna» (Padura, p101)

De esta manera, muestra que está a favor de la igualdad entre los seres humanos. Heredi pone de
relieve el horror de la esclavitud y de lo injusto que es pensar en una jerarquía racial. Para abrir los
ojos de los cubanos frente a esa situación, Heredia va a crear la revista Biblioteca de Damas. Con el
doctor Hernández, va a darse cuenta de que «el destino de Cuba debía ser el mismo que toda América:
la independencia de España» (Padura, p104). De ahí, se proyecta la liberación de los cubanos, blancos
como negros y se piensa en el poder de Bolívar, que desencadenaba una ola de emancipación en todo
el subcontinente. De esta manera, cuando Lemus, el enviado de Bolívar va a crear la logia secreta de
los franco masones, Heredia decide invertir en esa causa que le parece justa. Heredia empezó a ser
conocido por su poesía democrática enfocada en los peligros de la tiranía. Esa lucha se volvió cada
vez más peligrosa, pero valía la pena si era para defender sus ideales de emancipación: «Juramos con
una espada en la mano defender y hasta morir por la independencia de América» (Padura, p138). Eso
nos muestra uno de los valores del héroe, que es el coraje, la lucha para lo justo hasta ponerse en
peligro de muerte. El proyecto era entonces cambiar el destino del país a través de una revolución.
Sin embargo, se vuelve difícil tener el apoyo de la clase rica porque es racista y le conviene muy bien
la esclavitud. Sin embargo, constituye uno de los principios más importantes de la cofradía con la
autonomía política.

Heredia recibe varios elogios gracias a su poesía hasta considerarlo como «primer poeta de la
isla» (Padura, p143). Además, está considerado como un héroe en los ojos de sus amigos por su poesía
comprometida, como La estrella de Cuba, que incita el pueblo a sublevarse para obtener la libertad.
Este poema se va a considera casi como un himno por los independentistas cubanos. Aun cuando se
vuelve un desterrado, sigue siendo un héroe en Cuba: «mis poesías patrióticas, entradas de
contrabando, se hacían populares en Cuba, y entre los más jóvenes yo me iba convirtiendo en una
especie de ídolo, por mi condición de poeta y abierto partidario de la emancipación» (Padura, p211).
Nos muestra que Heredia era un héroe para el pueblo, pero también lo era entre los poetas. Su fama
atraviesa las fronteras y no solo en los países hispanohablantes como México, sino que sus poemas
fueron traducidos para llegar hacia Europa y hacer parte de una memoria colectiva : « la calidad de
poeta famoso del autor ficticio junto con la presencia de bastantes desarrollos históricos sobre los
deseos independentistas de Cuba o los sobresaltos políticos de México acercan esta parte de la obra
a Memorias » (Marchand, 2020) .Sin embargo, los elogios no consiguen curar el vacío que representa
Cuba para Heredia. Su fama en la tierra natal hace de él un héroe nacional que permanece aún después
de haber fallecido. Se trata de una «celebración del centenario de su muerte y se publicaban otra vez
las poesías del Cantor del Niagara y se exaltaba su figura de patriota y hombre civil» (Padura, p285).

Al dejar Cuba por obligación de exiliarse, se le rompe el corazón, mostrando de esta manera
todo el amor que lleva para su patria. Aun en el exilio, va a continuar su lucha para la independencia
con otros exiliados, pero esta vez sin ninguna conspiración. Desde fuera va a intentar mostrar la
realidad de lo que está aconteciendo de verdad en Cuba y expresar su dolor de desterrado. Cuba hace
parte de su identidad y se puede sentir plenamente él solo cuando está pisando la tierra de su patria:

«La nostalgia del desterrado se fue cebando en mí, marcando cada acto de mi vida y muchos de mis
pensamientos, y comprendí la crueldad de un castigo tan repetidamente practicado por los que funcionan como
dueños de patria y destinos, y se arrogan el derecho de decidir la vida de quienes disienten de ellos» (Padura,
p211)

Eso nos muestra que lo peor para quien ama su patria es volverse un desterrado. Trata del tema del
exilio con mucha rabia en contra de los culpables al poder, los culpables de tal tiranía. Su fama en
Cuba y su poesía va a salvarlo de cierta manera: «a pesar de los censores, los tiranos, los envidiosos,
y gracias a algo tan pequeño pero invencible como la poesía, volvía yo a ser Heredia» (Padura, p214).
La fuerza de la poesía y el arte en general puede vencer los regímenes políticos más autoritarios. El
himno del desterrado va a ser un medio para expresar su rabia contra la opresión de España en Cuba
y mostrar que, aunque está exiliado, siempre se preocupa por el destino de su patria. Aun cuando no
tiene dinero, se empeña a defender lo justo y nunca renuncia a Cuba. Igualmente, lucha para sus
ideales democráticos también en México. Sin embargo, la real obsesión de Heredia se encuentra en
el destino Cuba por la cual siempre siente nostalgia y cierta tristeza al ver como se desarrolla en la
tiranía. Siempre se hace defensor de la democracia y del pueblo cubano.
Por parte de Fernando, Heredia va a representar un héroe nacional que transmite la noción de
patria y que le da la oportunidad de ser profesor de literatura cubana. Heredia va a convertirse en un
ejemplo para Fernando que va a usar su poesía para militar. La idea con sus amigos era denunciar lo
injusto, como el racismo o la injusticia social tomando ejemplo sobre el héroe patriótico. Fernando
elogia a Heredia pensando que es uno de los «inventores de la cubanía literaria» que llego a dar
«rostro y palabra, símbolos y mitología propios» a un país sin literatura nacional (Padura, p77). De
esta manera, se puede considerar los poetas cubanos como héroes de la patria que ponen de relieve
los lazos entre política y poesía. Son héroes por comprometerse en la escritura. Por otra parte, José
de Jesús Heredia reconoce el valor de su padre, «famoso por sus encendidos versos de amor y
patriotismo [y] por uno de sus grandes afanes: la libertad de Cuba» (Padura, p58). De ciertos modos,
idealiza su padre por su humanidad y su sacrificio, pocos contados en sus elogios. Además, se lo
considera como la «primera voz poética de la patria» (Padura, p121). José de Jesús Heredia también
pone de relieve la vida de exiliado de su padre y la miseria en la que acabo, lejos de su patria solo por
haber luchado para la justicia. Heredia tenía una última voluntad antes de morir: revelar la verdad
sobre como el nacimiento de Cuba y su literatura se desarrolló a partir de una mentira alimentada por
el traidor Domingo del Monte. De ahí empezó a escribir «la novela de su vida» que detenía ese secreto
tan importante.

Para concluir, Fernando se identifica al héroe que representa Heredia por ser un poeta que
lucha para sus ideales, por amar a su patria Cuba y por vivir una vida de desterrado. Esa vida en el
exilio, llena de nostalgia da la impresión de que cualquier exiliado puede reconocerse en ese relato,
y aun más si es cubano o poeta. En efecto, la importancia de escribir y sobre todo expresar su
patriotismo a través de una lucha hacia la democracia convierte a esa persona en héroe. La patria es
una noción recurrente en La novela de mi vida. Además, está en relación con el heroísmo gracias a la
poesía comprometida de Heredia. Su lucha para la independencia, la igualdad y la injusticia lo llevan
a ser considerado como héroe nacional y fundador de la literatura cubana. Aun en el exilio, Heredia
ha demostrado hasta qué punto Cuba merece que se luche por ella. De ahí, el poeta lo hace a través
de su poesía patriótica como un héroe que intenta rescatar su país.
Bibliografía

GUZMÁN, Roberto. Especularidad, circularidad y reescritura históricas en La novela de mi vida de


Leonardo Padura. 2005.

LAETHEM, Merel. Historia, ficción y metaficción en La novela de mi vida de Leonardo Padura


Fuentes. 2007.

MARCHAND, Cécile. Este oscuro objeto del deseo en La novela de mi vida de Leonardo
Padura. Crisol, 2020, no 13.

PADURA, Leonardo (2002). La novela de mi vida. Col. Andanzas. Barcelona: Tusquets.

STRAUB, Viviane. La novela de mi vida de Leonardo Padura: Entre reconstrucción y


deconstrucción del pasado como modelo identitario cubano. 2014.

ZAYAS, Elena. El arte de borrar fronteras: ficción e historia en La Novela de mi vida de Leonardo
Padura. Crisol, 2020, no 13.

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