Está en la página 1de 6

La poesía de los 60, 70 y 80

La poesía le nace de las entrañas de su espíritu y de su intelecto o de la tierra o la sociedad


en la que vive y sueña, pero el poeta no es un soñador a la manera del que sueña sin los pies
en la tierra, el poeta es un soñador a la manera del que sueña imposibles y cree en las
utopías. Cuando el ejercicio de escribir o leer poesía sea reconocido y respetado en la
sociedad, todos los hombres y mujeres serán poetas, o al menos todos los hombres y
mujeres se acercarán a la poesía como a un canto litúrgico en una iglesia. El papel de los
poetas y de la poesía en la sociedad es la de sensibilizar y hacer de los seres humanos, seres
más humanos y sensibles frente al mundo injusto y cruel que nos ha tocado vivir.
Una de las cosas más interesantes de los escritos en versos es que no son publicados aquí
sino que la mayoría buscan ayuda fuera del país, he aquí los siguientes motivos:
En honduras no existe una cultura dada a la lectura por lo tanto las obras poéticas no
tienen mucho éxito en cambio en el ámbito internacional pueden obtener el crédito
deseado.
Para dar a conocer el arte hondureño al mundo. El poeta trata de promocionar a
honduras por medio de la cultura.
No existe en el país editoriales de calidad y que apoyen al artista hondureño.
El poeta busca reconocimiento internacional y juntarse con los más famosos autores
y así aprender de ellos.
Una de las figuras emblemáticas es el padre Reyes quien fue el precursor de la poesía es
natural, parece que los escritores hondureños se hayan empeñado (y se empeñan todavía) en
hacer del fraile recoleto don José Trinidad Reyes una gran figura de las letras, si se
considera que llena casi solo esa época y que fue la primera figura sobresaliente de la labor
propiamente literaria.

Cuatro figuras poéticas de estos tiempos

Rigoberto Paredes
Nació en Honduras, 1948. Poeta y ensayista. Perteneció a los grupos literarios: Tauanka de
Tegucigalpa y Punto Rojo de Colombia. Es premio It-zamná de Literatura, otorgado en
1983 por la escuela Nacional de Bellas Artes. Finalista en los Certámenes internacionales
de poesía de Casa de Las Américas, EDUCA y Plural.
Ha sido fundador de los proyectos editoriales: Editorial Guaymuras, Editores Unidos y
Ediciones Librería Paraíso, así como de las revistas Alcaraván e Imaginaria. Obras
publicadas: En el Lugar de los hechos (1974); Las cosas por su nombre (1978); Materia
prima (1985); Fuego lento (1989); La estación perdida (2001).
Es coautor, junto con Roberto Armijo, de la antología Poesía contemporánea de
Centroamérica, publicada en Barcelona en 1983.

Ejemplo de su poesía:
Memorias de un solo
¿En qué ajeno paraíso abandonaron
mi humeante corazón, quemado vivo, las mujeres que amé?
¿Bajo que cielorraso se desnudan
y muestran victoriosas el reino que perdí?
Yo, en cambio, nada guardo: ni dicha ni rencor.
Una a una me dieron la gloria merecida
y derrotado fui con sus mejores armas.
El amor es la única batalla
que se libra en igualdad de condiciones.
yo no pude escudarme, devolver las palabras
con la misma osadía, sin cuidar mis entrañas,
y los más leves golpes
me alcanzaron de lleno, a la altura del pecho.
Dado ahora a morir en cama extraña
(orgulloso de mí, en paz conmigo),
cierta gloria atesoro, ciertos nombres,
como el viejo guerrero que alivia sus heridas.
José Luis Quesada
(Olanchito, Yoro, 1948) Poeta y cuentista hondureño, al que se considera representativo de
las nuevas generaciones líricas de su país.

Gran parte de su producción poética ha sido reproducida en el libro colectivo La voz


convocada (1967) y varias antologías literarias. En el tratamiento de sus temas revela una
sabia utilización de los recursos formales, desde la exploración en lo cotidiano a las
referencias culturales, desde la indagación existencialista a las respuestas humanas en el
devenir histórico. Para determinados críticos, su poesía se adhiere más a un tono
conversacional que a un lenguaje eminentemente literario.
Entre sus libros de poesía destacan Porque no es espero nunca más volver (1974), Cuaderno
de testimonios (1981), La vida como una guerra (1982), Sombra del blanco día (1987) y La
memoria posible (1990). Como cuentista publicó El falso duende (1994).

El cuarto
Me gusta este cuarto porque nada contiene
diferente de mí.
Podría ser mejor, pero así lo hice;
durante años lo forjé como un rostro
para mirarme en él.
Amor, no perfección, encontraréis aquí.
Las cosas que lo habitan
poseen la confianza de la naturaleza.
No son muchas o pocas, existen solamente.
Austeridad y paz me ganaron también,
quizás para que no me distraiga
del resplandor de mis sentidos:
los sentidos en selva de objetos
se fruncen y se nublan.
El uso es la humanidad de las cosas.
Por el uso se vuelven una segunda piel.
Lo que se colecciona por vanidad
o se junta en exceso
vida no tiene, yace muerto,
como perla en el puño del avaro.
La mañana del cuarto debe ser clara,
con los objetos necesarios,
a modo de que no se interpongan
entre el sol y nosotros.

José Adán Castelar


José Adán Castelar (Honduras, 1941), es un poeta casi desconocido en España.
Colaborador habitual de prensa en su país, en el que reside, perteneció en su día a "La Voz
Convocada", un grupo poético de la ciudad de La Ceiba. A pesar de no ser ya lo que se ha
dado en llamar un "joven poeta", tan sólo ha publicado, hasta hoy, cuatro libros: Entretanto
(1979), Sin olvidar la humillación (1987), la antología Tiempo ganado al mundo (1989) y
el que ahora comentamos, que fue premio "Juan Ramón Molina", de la Dirección General
de Cultura de Honduras, en 1988, a pesar de haber sido compuesto hacia 1966. Lo que no
quiere decir que lo escrito sea sólo lo editado.

Deudor de César Vallejo y, en cierta lejana medida, del modernismo hispanoamericano,


Castelar descubre en este poemario, con fuerza y con sensibilidad, un paisaje hondureño
que, a veces, ha de ser descrito de manera prosaica, sin admitir sones musicales que podrían
desvirtuarlo: "Ciudad volcada sobre el mar, a lo largo de la costa habitada / entre la
oscilante constelación (donde se bañan ahora / cuerpos y besos) y la noche de lunas /
fluctuantes".

La sequedad
Ya perdí la palabra.
En silencio, oigo su trepidar
lejano.
Vaciado por manos
de significación,
ya no sé dónde está el horizonte.

Soy una sombra


salida de la piedra. El eco
de nada en la nada.

Como si no hubiéramos nacido, ya perdí


la palabra. Su huida
es mi silencio en el desierto. Su muerte
es mi muerte en la palabra.

Única muerte verdadera.

Nostalgia
¿Ardió ya mi última estrella
Con mis remos destruidos
me hundo en el exilio.
Busco el puerto
de niños
que tenía.
En mi horizonte
sólo hay despedidas
y un lamento que no me pertenece.

En la yerba,
con mi hoja de laurel
harapiento, veo
a la primavera cada vez
más lejos,
¡tan lejos!

Su última flor
me llama
desde
el mar.

También podría gustarte