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UNIDAD 4

Psicología Humanista I
Incidencia de los conceptos sociológicos y antropológicos en Psicología. La Psicología
Fenomenológica. Principales conceptos de la filosofía existencial. La Logoterapia (V.Frankl) y el
Psicodrama (A. Moreno). La corriente humanista: Maslow, Rogers y Kelly.

BIBLIOGRAFÍA

ƒ Carpintero, Historia de las ideas psicológicas, Cap. 24 y 36.


ƒ Kriz, Corrientes fundamentales en psicoterapia, Cap. 12, 14 y 15.
HELIO CARPINTERO
CATEDRÁTICO OE PSICOLOGÍA 3ÁSICA
OE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID

f§N Ediciones Pirámide, S. A. - Madrid

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268 Historia de fes ideas psicológicas

un proceso de realización (1967, L3S), y cuya unidad última vendría dada por sus pro- f La psicología íenomenológica
yectas, entendidos éstos como expresión de una voluntad («will») original e indi-
vidual.
Psicológicamente, Dewey se opuso al «elememalismo» asociactonista de Tilche-
neren un famoso trabajo sobre, el concepto del «arco reflejo». Allí defendió, en la línea
de Baldwin, la idea del carácter unitario que posee el «circuito sensorio-motriz», en el
cual no se junta un estímulo a una respuesta en forma sustanriva, sino que hay todo un
sistema flexible de adaptación o integración de ta.respuesta a las condiciones sítuacío-
nales, de modo que hay una coordinación, en que el esiímulo se enriquece con los
resultados de experiencias anteriores y ¡a respuesta se modula gracias a la referencia
sensorial. De análoga manera, planteó el problema del pensamiento como conducía
adaptativa a la situación que llamamos «problema», y, más en general, consideró que
e! tema de la psicología era el organismo como una totalidad runcionando en su medio.
Con Dewey coincidió en Chicago James R. Angelí, que había de dar expresión
inequívoca al funcionalismo en 1906, y con quien se había doctorado poco tiempo introducción
antes Jolm B. Watson, fundador del conductísmo.
James Angelí [Burlington, Vermont (USA), 1869-Hamden, Connecticut (USA), Una de las corrientes filosóficas más importantes de nuestro siglo es la fenomeno-
1949] estudió en Harvard y en Berlín, y más tarde fue profesor en la Universidad de logía. A su base se encuentran las investigaciones de Edmund Husseri, que lian tenido
Minnessota y Chicago, y presidente de la Universidad de Yale. Antes de ir a Chicago, una decisiva influencia sobre figuras como Max Scheler, Martin Heidegger, José Orte-
Angelí fundó un laboratorio de psicología en la Universidad de Minessota (1S93) y ga, Kar! Jaspers, Jean Paul Sanie y Maurice Merleau-Ponty. Además de su desarrollo
otro, con Dewey, en ia de Chicago (1S94). Creó el Yale Instituto of Human Relations. dentro del marco estrictamente filosófico, la fenomenología ha tenido estrecha cone-
Es autor de numerosos trabajos, entre los que destacan Psychology (1904) y Chapws xión con los problemas de la psicología, y ello por razones muy justificadas.
/rom Modern Psychoiogy (1912). La fenomenología, en efecto, se propuso analizar la estructura de la conciencia,
Para Angelí, Aristóteles, Spencery Darwin representan los antecesores dei movi- con objeto de halJar así un conocimiento que pudiera servir de base firme a todos los
miento funcionaiista. De lo que se trata es de «discernir y dibujar las típicas operacio- demás saberes. Por elio, su propósito tenía forzosamente que cruzarse con el de la psi-
nes .de la conciencia bajo ¡as actuales condiciones de vídaw (Dennis, 1948, 440). En cología introspectiva. En general, ambos conocimientos han tenido que plantear explí-
vez de (testados» o elementos, funciones; en lugar de preguntar qué, se busca el cómo citamente su relación, sus coincidencias y sobre todo sus divergencias.
y el porqué; más que análisis introspectivos, «descripciones» en leoninos de las con- La psicología de orientación íenomenológica ha tenido algunos desarrollos de
diciones en que se han producido las cualidades sensibles y de ios actos a que han dado interés. Además, a través de los enfoques existencialístas próximos a la fenomeno-
lugar; en último término, el funcionalismo se presenta como una «psicología psicofísi- logía, ésta ha influido con cierta intensidad en algunos medios psiquiátricos, de donde
ca» porque insiste en ver la vida mental como un eslabón que hace de puente entre el luego ha refluido sobre la psicología. Procuraremos aquí de modo sucinto precisar el
medio y las necesidades del organismo, de modo que la conexión mcnte-cuerpo es un sentido de esta psicología fenomenología;!.
problema central (Ibíd., 453).
De esta manera, se habían ido disponiendo las circunstancias para la que había de
ser gran revolución teórica de la psicología en ía América del siglo XX, el conductísmo. Antecedentes: Cari Stumpf (1848-1936)
En el nivel histórico en que aún nos movemos, en el final del xix y comienzos del XX,
el centro de la psicología estaba todavía en Europa. Pero no sólo en cajuidad, sino tam- En el origen de la fenomenología se hallan, primero, el magisterio de Franz Bren-
bién en calidad la psicología experimental iba encontrando, al otro lado del Atlántico, tano y su teoría de la «intencíonaÜdad» de los actos psíquicos; luego, la influencia
aportaciones que han resultado fundamentales para su realidad actual. de Stumpf. A Brentano ya nos hemos referido antes (véase cap. 16); por su pane. Car!
Stumpf (Wiesemheid, Baviera 1848-BerIín 1936) estudió en Wurzburgo con Brentano
y en Gottinga con Lotze, y fue luego profesor en Wurxburgo, Praga, Halle, Munich y
Berlín, asícomo presidente del Congreso Internacional de Psicología en 1896. Sus tra-
bajos sobre !a percepción del tono y de la música son su mayor aportación a la psico-
logía. Aparte de esta úrea concreta, Stumpf influyó sistemáticamente en el desarrollo
O Ediciones PirJmid; O Ediciones Piwmide

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de la psicología de su época, ya que contribuyó a la aceptación de la teoría de Bren ta- los conceptos de la matemática. Buscó esta nueva filosofía con el afán de que pudiera
ño. Koíiler y Koffka fueron alumnos suyos. Entre sus obras principales se encuentran: ella servir de base a las dcinás ciencias; por eso, su idea de la psicología fenomenoló-
Sobre el origen psicológico de la representación del espacio(lS13), Psicología del gica ha de examinarse en estrecha dependencia de aquella filosofía.
tono (Tonpsychologie) (1383-1890), Sensibilidad y sensación sensible (192SJ, y Teoría Husseri busca un conocimiento firme y seguro. Piensa que todo conocimiento se da
del Conocimiento (1939-1940). en actos de conciencia, o «vivencias», en los que liay un sujeto, un objeto y una rela-
Stumpf desarrolló las ¡deas de una psicología del acio. Distinguió entre los conte- ción de intencionalidad por la que se presenta ante el sujeto ese objeto. De este modo,
nidos de la conciencia, sensaciones e imágenes que él consideraba como «fenóme- un conocimiento que nos dé la estructura y modo de funcionar de la conciencia será la
nos», y las «funciones de la conciencia» o actos como percibir, asociar, desear, que- base de todos los demás; para lograrlo, habrá que describir la vida de la conciencia tal
rer. El estudio de las funciones, o psicología, debía ir precedido de un examen de esos y como se da. Hasta aquí, parece Husseri estarse refiriendo a la psicología de su tiem-
materiales o fenómenos con que se construye ¡uego todo conocimiento, y este estudio po. Pero enseguida añade un requisito que, a su juicio, modifica todo.
constituiría una «fenomenología». Stumpf, pues, relaciona fenomenología y psico- «.La psicología es una ciencia empírica,.., es muí ciencia de hechos..., de realida-
logía como dos estudios diferentes, especializados respectivamente en e! «contenido» des... En contraste con esto... se fundará la fenomenología pura o trascendental no
y en la «función» de los actos de conocimiento. Tal distinción resulla comprensible si como una ciencia de hechos, sino como una ciencia de esencias (como una ciencia
se piensa en una función, por ejemplo, la percepción de una habitación que permane- eidética)» (1962, 9-10). Hace falta ver ahora qué entiende por esencia. En nuestro
ce inalterada mientras va oscureciendo, es decir, mientras van cambiando los conteni- vivir, yo «veo» un objeto, y esto es un hecho; si describimos y analizamos lo que en
dos sensibles que en ella se dan, o cuando se escucha una melodía sin análisis ni dis- este hecho se da, forzosamente encontraremos, junto a unos elementos accidentales o
criminación de la variedad de instrumentos que la interpretan con su peculiar variables, otros sin los cuales aquel hecho no sería un «acto de vep>; serán éstos unos
sonoridad. Estos casos sugieren ya una segunda línea de influencia que arranca de rasgos o elementos «esenciales» para todo «acto de ven>, o, lo que es igual, consti-
Stumpf y va hacia otros discípulos suyos, Kurt Koffka y Wolfgang Kó'hler, los gran- tuirán una «esencia». Pero todavía falta lo más importante: ¿y si no hay nada, y yo
des teóricos de la psicología de ¡a forma o de la Gesíalt. Como se verá. Fenomeno- creía ver algo, y todo era una alucinación? Para que yo crea que, alucinado o no, veo
logía y Gesta IL coinciden en su preocupación por el análisis de la experiencia inme- algo que aparece en mi vivencia, el «fenómeno» tiene también que cumplir y realizar
diata, y tienen un origen común en ¡a psicología «del acto» de Breniano y Stumpf. los requisitos de aquella «esencia del acto de ver». La alucinación visual se parece en
En cualquier caso, la fenomenología de Husseri, como sistema filosófico, es ía muchos de sus rasgos a la percepción visual. Por eso se puede tomar aquélla por ésta.
base de la psicología fenomenológica, y es necesario entender ésta en relación con su En todo fenómeno se da una esencia determinada.
fundamento. Otra cosa es que el fenómeno sea real o no. Cuando yo vivo algo como real, hay,
por un lado, el fenómeno, y además, hay la creencia mía de que aquello es rea!; pero si
suspendo esta creencia, y no afirmo ni niego su carácter de realidad, entonces paso de
Edmund Husser! (1859-1938) y la psicología tomar algo como «hecho» a tomarlo como fenómeno de la «conciencia pura». Enton-
ces puedo describir su «esencia», puedo contar lo que «aparece» ante mí, pero no pue-
El filósofo alemán Edmund Husseri (Prossnitz, Moravia IS59-Freiburg-im-Breis- do afirmar que ese objeto «existe realmente» o que lo «hay en la realidad». Esa sus-
gau, Alemania 1938), formado en la matemática y la psicología, y posteriormente en pensión de mi creencia en la realidad lo llama Husseri «reducción fenomenológica» o
la filosofía con Brentano en la Universidad de Viena, fue privatdocent en las universi- epokhé, que «pone entre paréntesis» las vivencias y, de golpe, nos hace salir de la psi-
dades de Halle y Gottinga y profesor titular en la Universidad de Friburgo. Como teó- cología para entrar en el terreno de la fenomenología como filosofía o ciencia de esen-
rico, se planteó muy pronto problemas que resultaban ser realmente intcrdisciplinares. cias (1962, 217-220).
Produjo un cambio radical en la filosofía alemana sintetizado en su enfoque fenome- Aparecen así en el análisis de Husseri una multiplicidad de planos que no Se exclu-
nológico. Procuraba con él superar tanto el pumo de vista subjetivo como el objetivo yen, sino que se complementan. Primero hay la experiencia natural y cotidiana, que tie-
en filosofía. Influyó mucho también en la psicología. Es autor de las Investigaciones ne lugar cuando el sujeto vive como real el mundo con todo cuanto se le presenta. De
Lógicas (1900-190), Ideas relativas a una fenomenología pitra y una filosofía fenome- este modo, su conciencia se halla entonces dispuesta en lo que él llama una «actitud
nológica (1913), y Psicología fenomenológica (19C2-lecc¡ones de 1925). Su tesis para natural» (1962, 17-18). Lo normal entonces es atenderá los objetos. Pero cabe, en cam-
la docencia versó Sobre el concepto de número: Análisis ¡¡sicológicos (1887); luego bio, que reflexionemos, y en vez de fijarnos en el contenido, en los objetos, «conside-
sus esfuerzos se dirigieron a construir una Filosofía de ¡a aritmética: ¡uvesligaciones remos ¡as experiencias subjetivas en las que 'aparecen'» (1963,166). Esta reflexión ños
psicológicas y lógicas. Es visible, en estos títulos, la conexión de la preocupación psi- introduciría en una perspectiva psicológica. Pero con ello todavía no habríamos llegado
cológica con el Ínteres filosófico y científico. Precisamente, su filosofía fenomenoló- a la fenomenología. Para esto es preciso aplicar la epokhé ó reducción; sólo así nos
gica surgió del fracaso de sus esfuerzos por hallar un planteamiento psicológico para hallaremos en el plano de la fenomenología filosófica, y no en ia simple psicología.
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La psicología fenomenológíca campo a la investigación psicológica, sin olvidar que entonces nos movemos solamen-
te en un nivel de descripción de fenómenos, y no en el terreno explicativo e hipotéiico
El análisis de Husserl es impórtame pura ]¡t psicología porque su planteamiento de la ciencia natural. Musserl nunca pretendió suplantare! trabajo de las ciencias posi-
descriptivo ayuda a precisar los materiales o datos que, desde una perspectiva «natu- tivas con su filosofía; lo que quería era darles una fundamentación última, al dejar
ral», constituyen ¡a experiencia consciente. Las vivencias son, por un lado, «proce- esclarecidos los «datos», los «fenómenos» y la estructura de la conciencia ante la que
sos» que están inmersos en una fluencia o temporalidad; pero además, cad¡i fenóme- aquéllos se presentan.
no tiene «su propia estructura intencional» o modo de relacionarse el objeto con el
sujeto (Husserl, 1963, ¡66). De esta suene, la psicología tiene como tarea la investi- Procesos psicológicos
gación en detalle de esas estructuras de las vivencias: «la tarea general de la psico-
logía teñómenólógicu es el examen sistemático de los tipos y formas de la experien- Un primer modo de nóesis, o acio intencional, estaría integrado por los fenómenos
cia ¡menciona! y la reducción de sus estructuras a las intenciones primarias, que podríamos considerar como (i) cogniciones, fenómenos en los cuales al sujeto le
mostrándonos así cuál es la naturaleza de lo psíquico y penetrando el ser del alma» es dado algo como objeto. Husserl distingue entre los materiales con que se muestra
(ídem, 167). Son, pues, los tipos (die typischen Gesialten) de las vivencias, lo que algo y el objeto mismo que se muestra; de esta manera, cuando percibo una habitación
importa a esta psicología, no los aspectos meramente individuales. De esta suerte, se desde dos ángulos diferentes veo la misma habitación mediante unos materiales, o sen-
pone, según Husserl, «el fundamento necesario e ¡ncondicionado para la construcción saciones, distintos. Quizá la forma fundamental de darse algo es la que Husserl llama
de una psicología empírica 'exacta'» (1962 b,285). Gomóse ve, psicología empírica, «intuición», acto en que se da un objeto inmediata y originariamente; hay actos, en
psicología fenomenológica y fenomenología son los tres planos de análisis que inte- cambio, en que se da algo, pero de modo mediato no intuitivo. Husserl habla de per-
gran el planteamiento husserliano de su investigación acerca de la experiencia exis- cepción cuando algún objeto concreto se présenla «con persona! presencia al yo...
tente. como realmente existente» (1962, 267). La percepción, pues, presenta objetos inme-
Husser! se plantea el problema de qué sea la conciencia. No pregunta por los posi- diatamente y se opone así a la presencia mediata que da la mera imagen, como cuando
bles mecanismos fisiológicos que quizá intervengan para que haya actos de concien- algo está presente a través de una fotografía suya. Este conocimiento contiene unos
cia, «porque, por lo pronto, esos mecanismos pertenecen a! dominio de los hechos, al materiales, sensaciones, que posibilitan la presencia perceptiva de la fotografía, la cual
dominio de la ciencia natural... pero, sobre todo, porque esos mecanismos son justo los sólo es captada en cuanto intennediario o representante de lo «imaginado», que ahora
mecanismos por los cuales íengo conciencia, pero nada más..; Pues bien, sean cuales- se muestra como «una 'imagen', una ficción» (1962,267). Percepción y memoria tam-
quiera los mecanismos psicofisiológicos que producen la conciencia, ésta es, en su bién presentan una dimensión común a los ojos de Husser!, pues son modos de darse
pureza primaria, un mero 'darse cuenta 1 de algo: la conciencia es siempre y sólo 'con- los objetos, pero según una diferente modalidad temporal. En un acto de recuerdo, por
ciencia de' precisamente en cuanto puro darse cuenta da algo» (Zubiri, 1963, 234). ejemplo, el objeto recordado sólo está dado mediatamente; en cambio, en ese mismo
Conciencia es, según esto, vivencia intencional (1976,475 ss.; 1962, 7-1 ss.), en el sen- acto de recuerdo, el recordar está dado intuitiva, inmediatamente; como se ve, los mis-
tido que dio ya Bren taño a la intencionalidad, como referencia del sujeto a un objeto, mos materiales pueden en esos casos dar origen a actos de sentido o significación dife-
que se da en todos los fenómenos psíquicos. En toda vivencia intencional —Husserl rentes, como ya había indicado Stumpf, que como se ve tendrían «objelo» o «sentido»
sigue aquí ahora a Sturnpf— hay un objelo (nóema) del que alguien es consciente, y un diversos.
acto de ser consciente (nóesis lo llama Husseri), en que somos conscientes del objeto Un tema fundamental en la obra de Husserl es el de las variedades de la inunción.
de un cierto y determinado modo: quizá recordándolo, o percibiéndolo, o deseándolo; Hay una intuición que nos da fenómenos concretos, y por ello merece ser considerada
éstas son precisamente diversas formas o tipos de intencionalidad. » «empírica» (!a percepción); hay también una forma de intuición, pero una intuición
Ahora bien, para Husserl la intencionalidad predetermina el modo corno se pré- distinta, que nos hace presentes con inmediatez las «esencias», los requisitos que
senla el objeto. Esto queda claro si pensamos en que un nóenm u objeto puede ser pré- hacen aparecer a un fenómeno como «fenómeno de tal o cual significación»; ésia es la
seme como meramente percibido, o bien como percibido y también deseado, o como que Husserl considera .«íntuición eidética» o de esencias. Por ejemplo, en una intuición
percibido y temido, etc. Todas estas variaciones de! fenómeno están fundadas en una empírica podemos tener ante nosotros un triángulo, que será grande o pequeño, rectán-
variedad de modos de la «intención» de la conciencia. Por ello, un conocimiento de la gulo o no, ele.; pero sobre esta base empírica, podemos llegar a ver las notas o carac-
estructura y sobre todo de las especies de intencionalidad daría la base de los modos teres esenciales de todo triángulo, sin cuya presencia y realización en cada caso con-
posibles de presencia de los diferentes nóemas, esto es, daría una base a todo conoci- creto no podría aquello «aparecer como triángulo»; éstas son las notas o caracteres que
miento o experiencia posibles. constituyen esa esencia. Con nuestras sensaciones tenemos la percepción de! trián-
Como la esfera de análisis psicológico y la del análisis filosófico mantienen entre gulo; a través de esa percepción que es fluyente, temporal, que ocurre en un aquí y aho-
sí un «paralelismo» (1962 b, 29-4), podemos aplicar sus hallazgos en este segundo ra, se alcanza a conocer un objeto con sus caracteres esenciales, que ya no dependen
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La psicología ienoinenológica 275
2/4 Historía de las ideas psicológicas

tante del tiempo». El proceso de asociación explica esa génesis pasiva del «ego» a
del aquí y e! ahora, como ocurre cuando aprehendemos que el valor de la suma de los
través del tiempo, sin que lenga el «ego» que poner nada para que ello suceda; pero hay
ángulos internos del triángulo equivale a dos rectos, etc.; de este modo. Husserl llegó
además una génesis que resulta de la actividad, de «los actos del yo», en los que apa-
a establecer que en el conocimiento adquirido por un sujeto mediante su experiencia de
recen, junto a elementos representativos o cogmtívos, otros de tipo afectivo, valorati-
hechos hay no sólo ese nivel fáctico, sino también un nivel de «esencialidad» que él
vo, sentimental, volitivo. Husserl dice que «todas éstas son vivencias que contienen
llamó «idealidad», y que sobrepasa los límites fie lo temporal y momentáneo a lo que
capas intencionales múltiples» (1962, 231)- Dentro de esa complejidad la intención
da fundamento. De este modo, la investigación de Husserl defiende tanto los aspectos
valorativa se da cuando «estimamos» algo. Esto abre el área de los problemas de fiVJ
verdaderamente «objetivos» del conocimiento como su otro lado, subjetivo; a través de
la motivación. Husserl ha advertido que en cierto Upo de vivencias no sólo hay «esen-
lo psicoiógico se llega a la lógica y a la ciencia.
cias», sino también «valores» que hacen que e¡ yo no sólo conozca, sino que 'prefiera'
En ¡a percepción, como ya liemos dicho, «alguna cosa aparece con personal pre-
algo. Pero este aspecto está más centralmente examinado en la obra de algunos oíros
sencia al yo..., como realmente existente»; en ella hay además un «fondo perceptivo»
fenonicnólogos, a los que haremos muy somera referencia aquí.
que ofrece desarrollos o «aprehensiones potenciales» (1962, 266). Al percibir, vemos
que podemos seguir percibiendo, teniendo percepciones distintas del mismo objeto
desde perspectivas diferentes, o variando la atención hacia unas parles o elementos dis- Otras aportaciones fenomenológicas: Max Scheier (1874-1928),
tintos. De esta suerte, J.is presentaciones, unas actuales y otras potenciales, se dan en
una continuidad coherente, se van sintetizando y así tenemos «una unidad de concien- Alexander Pfander (1870-1941)
cia una, y en esta conciencia se constituye ¡a unidad de una entidad intencional, preci-
Al lado de las investigaciones de Husserl, los trabajos de Max Scheier muestran
samente como siendo la misma entidad presentándose de maneras variadas y múlti-
una preferencia marcada por el análisis de los aspectos afectivos y valorativos de la
ples» (1953, ap. 13). Una especial forma de percepciones, paraí-lusserl, la percepción
vida humana. Su interés por una antropología filosófica le obligaba a examinar el
del otro, esto es, de la otra persona: cree que lo que ocurre en ese caso es que yo tras-
modo de ser de la vida, y empleó ahí el método de análisis y descripción fenomenoló-
lado imaginariamente mi intimidad al otro, y así vería una intimidad en otro cuerpo, un
gicos. Scheier (Munich 1S74-192S) estudió en la Universidad de Jeiía con R. Eucken
«ego» distinto del mío, o «alter ego», «sujetos que perciben e! mundo —el mismo
y O. Liebmann, y fue profesor titular en la Universidad de Colonia. Es autor, entre
mundo que percibo yo y que así tienen experiencia de mí como yo tengo experiencia
otras, de las siguientes obras: Ética, El puesto del hombre en el cosmos (192S), Esen-
del mundo y en él de los 'otros'» (1953, ap. 43).
El análisis de la conciencia lleva a Husserl a plantearse el problema de la (ii) per- cia yfonnas de la simpatía, etc.
Scheier, frente a Husserl, separa la vida emocional de la representativa e intelec-
sonalidad. También-aquí hay una compleja pluralidad de niveles en sus análisis. Uno
tual: «La fenomenología del valor y la fenomenología de ¡a vida emocional han de
es el de la dimensión social del yo. Frente a los oíros hombres, en mi experiencia se
considerarse como un dominio de objetos e investigaciones enteramente autónomo e
delimita un campo que abarca «lo mío propio» (das Mir-Ei$enc) (1953, ap. 44) y que
independiente de la lógica» (1948,1,42). Para Scheier, la experiencia en que tendemos
incluye además,una referencia a los «otros», es decir, a la sociedad, pues lo mío apare-
a las cosas que nos rodean permite el análisis de la «esencia» de esa vida valoraliva: las
ce también como «humano». Otro nivel está constituido por la consideración de mi
cosas aparecen entonces como unidades en las que se realiza o se asienta un valor, y se
realidad en forma de «unidad psicofísica» (que condensa la relación yo-cuerpo), don-
llaman «bienes». El valor, que se descubre a través de los actos de sentimiento, se evi-
de un «yo-personalidad» «'en' y 'por medio de' este organismo hace y padece en e!
dencia en toda situación en que hay que elegir y preferir; en esa situación el hombre es
mundo exterior» (1953. ap. 39); este yo que opera en e! mundo posee y va estructu-
movido por «apetitos» (1957, 157), que pueden impulsar en direcciones contrarias,
rando un sistema de hábitos. Hasta aquí el planteamiento del tema se ha venido
como pueden ser también contrarios los valores, positivos unos y negativos otros; en
moviendo dentro de la «actitud natural». Acto seguido entra el análisis del «ego» rea-
suma, «hay auténticas y verdaderas cualidades de valor, que representan un dominio
lizado después de la epoklié, después de que suspendo !a creencia en la realidad: este
propio de objetos, los cuales tienen sus particulares relaciones y conexiones..., un
«ego» reducido que entonces aparece se muestra como un yo que simplemente es polo
orden y una jerarquía, independientes de la existencia de un mundo de bienes, en el
idéntico de todas las vivencias, y que va constituyendo una «historia», es decir, su
cual se manifiestan» (194S, 1, 42). Los valores son objetos análogos a las «esencias»
«biografía», al integrar esas vivencias.
de Husserl.
Precisamente, esa «historicidad» del yo constituye la dimensión más profunda que
Scheier piensa que la estructura de la persona está caracterizada por la intencionali-
posee la capacidad de (iii) aprendizaje del hombre. El aprendizaje no se reduce a
dad. Lo que era en Brentano una nota definitoria de lo psíquico, pasa a tener alcance
aumentar la experiencia del sujeto, sino a proporcionarle su personal y propia identi-
filosófico y antropológico general. Mientras el animal posee una conducta determinada
dad. En este marco Husserl entiende ¡a asociación como un concepto fundamental de
por las excitaciones del medio, los impulsos y las resistencias a tales impulsos, en el
la fenomenología (ap. 39). En efecto, el «ego» va organizándose medíanle una asocia-
hombre aparece «la posibilidad de ser determinado par la manera de ser de los objetos
ción de vivencias o actos intencionales que se adaptan «a la forma universal y cons-
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276 Historia de las ideas psicológicas La psicología fenomenológica 277

mismos» (i 929,6-1) y así se produce «ese peculiar alejamiento y susianñvación que con- buscan entender las formas patológicas de abandono, rechazo y negación del mundo y
viene un medio en mundo... (y) la transformación en objeto de los centros de resistencia, de los otros, que parece realizar en Sí mismo el hombre enajenado (Spiegelberg, 1972).
definidos afectiva e impulsivamente» (1929, 67). Por la intencionalidad se constituye un La fenomenología, temálicnmente, se propuso recuperare! análisis y la descripción
mundo de objetividades, de esencias y de valores, que determinan la conducta específi- de la experiencia inmediatamente vivida. En ese sentido, su influencia se extendió a
camente humana, irreductible a la del animal. Para Scheler, el hombre se mueve en un varias de las grandes escuelas de la psicología contemporánea, y en especial a una, que
mundo de objetos y valores, en el cual puede «decir no» (1929, 87). esta" engarzada en una tradición común. Nos referimos a la escuela de la psicología de
Oíros muchos aspectos relevantes para una psicología humana pueden hallarse en la forma, o de la Gestait, cuyas realizaciones hemos de estudiar ahora.
la obra de Scheler, cuyo influjo en la psicopatología de Paul Schilder (1886-1941), o
en ¡a psicología del holandés Fredericlc Jacobus Johannes Buytendijk (18S7-1974) es
marcado.
También es relevante e! análisis del sentimiento y la motivación que llevó a cabo
otro fenómeno logo, Alexander Pfánder, cabeza del empo fenomenológico de Munich.
Pfíinder (Iserlohn 1870-1941), discípulo de Th. Lípps, siguió sus orientaciones, pero
se rebeló después contra su psícologismo, llegando a posiciones similares a ¡as alcan-
zadas por Husserl, con algunas diferencias. Se llegó a hablar de una Escuela Fenome-
nológica de Munich inspirada por él, no siempre coincidente con la de Husserl. Amor,
entre otras, de las obras siguientes: Introducción a la psicología (1904), Lógica
(1921), Problemas fundamentales de la cnrnderotogía (1924) y Fenomenología de la
V0/íí/IKK/(1900).
Para Pfánder, el sentimiento es un elemento básico y diferenciante en la constitu-
ción del mundo subjetivo. Mientras «las sensaciones... constituyen lo que se llama
mundo exterior... contrapuesto al yo-conciencia... los sentimientos, en cambio, cons-
tituyen el yo; forman, por decirlo así, el modo de estar constituido el yo en sus refe-
rencias a los contenidos "objetivos"; son... las modificaciones de! yo conciencia»
0931,56).
Pfánder también analiza en profundidad el fenómeno de la voluntad. Una forma o
clase peculiar de sentimientos está representada por la tendencia interior o deseo hacia
algo no simplemente representado, sino anticipado de modo que produce en e! sujeto
un sentimiento de «agrado relativo» (ídem, 85). Cuando hay representación del fin, y
hay deseo, y junto a éste hay también deseo de los medios hacia aquel fin. y hay con-
ciencia de la posibilidad de conseguirlo (ídem. 120), entonces hay volición o querer.
Se puede desear cualquier cosa, pero sólo SE puede querer lo posible. En la volición el
yo esta" presente en la forma de hallarse «determinando» el curso de la acción, y aque-
llos elementos que se le presentan como «fundamentos de una resolución de la volun-
tad», son, en riguroso concepto fenomenológico, los motivos (ídem, 21S). Pfander, en
su análisis de la volición, precisaba la existencia de formas muy complejas de conduc-
ta: a! lado de la volición hacia algo deseado describió otra «volición» en que se hallaría
involucrada una repulsión frente a algo; también habría voliciones hipotéticas, volicio-
nes disyuntivas, etc. Se trata de una obra de gran riqueza analítica que además se ocu-
pa de la voluntad, un tema muy olvidado en la psicología contemporánea.
Muchas otras derivaciones de la fenomenología han ido por el terreno más específi-
co de la psiquiatría. fCarl Jaspers, Ludwig Bmswanger, E. Minkowsld, M'edard Boss,
Viktor Frankl y otros han aprovechado una fundamemación fenomenológica y existen-
cia!. En ellos aparece la idea del hombre como un ser abieno al mundo, desde la cual
O tuiciones l'idiníde O Edicíoneí Pirámide

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Los modelos humanisias 337

Alemania, José Ortega y Gasset (1883-1955) en España, Gabriel Marcel (1889-1973)


Los modelos humanistas y Jean Paul Saitre (19Q5-19SO) en Francia, partiendo de la fenomenología de Husscrl
(véase cap. 24), se orientaron hacia una nueva antropología filosófica, que ha tenido
repercusiones, no siempre muy fieles, en el campo de la psicología.
Otros han partido más bien del psicoanálisis. En general, la persona ha sido rcin-
terpretada desde un marco donde se ha reducido la carga biologista y naiurnlizadora y
así se ha logrado una convergencia con el humanismo existencinlísta.
Entre otros muchos nombres que podrían ser mencionados aquí, nos referiremos a
Gordon Allport, Abraham Maslow, Cari Rogers y George A. Kelly. Estos nombres
representan una aproximación original al problema psicológico.

La psicología de Gordon W. Allpori (1897-1967)


Uno de los hombres más influyentes en la psicología americana contemporánea,
La psicología humanisla
Gordon W. Allport (Moniezuma, Indiana, USA, IS97-Cambridge, Mass., 1967), ha
Frente al conductismo, en Estados Unidos, se configuró de modo más o menos contribuido enormemente al desarrollo del estudio de la personalidad dentro del mun-
amplio lo que se ha llamado un movimiento de psicología humanista. Abraham ív'las- do de la psicología.
Había estudiado en Harvard, ampliando luego su formación en Alemania e Ingla-
!ow( 1908-1970) llamó a esta tendencia ¡a «tercera fuerza» en psicología, significando
terra. Enseñó luego muchos años en Harvard, realizando numerosos trabajos sobre
así su rechazo y su carácter de alternativa a un tiempo frente al conductismo y al psi-
cuestiones diversas relativas al tema de su interés, acerca del cual publicó, entre otros,
coanálisis.
Psicología de la personalidad (\) y La personalidad. Su configuración y desarro-
Algunos rasgos podrían servir para caracterizarla. Por lo pronto, su objetivo priori-
llo (I96t). Del primero se ha dicho que literalmente creó el campo de la personalidad
tario ha sido la comprensión de la conducta y de la experiencia vital de! hombre, tanto
como un tema de estudio académico. En ese sentido, su obra ha sido fundamenta! para
del individuo normal como de! enfermo. La condición fundamental de! hombre radi-
caría en su ser personal. La persona es un ser que busca su autorrealización, mediante el desarrollo de los estudios sobre personalidad en el último medio siglo.
Formado en la tradición de Wílliam James, con un discípulo de éste, Edwin Bissell
el cumplimiento de un proyecto de existencia o vocación que da sentido a su vida. No
Holt (1873-1946), persona abierta a los temas dcí psicoanálisis y el conduclisino, All-
basta para entenderla la aplicación de un modelo mecanicista psicológico. Tampoco se
port se ha planteado el problema de conciliar una psicología descriptiva, idiografica,
puede prescindir de la comprensión de la experiencia subjetiva, con sus motivos y
interesada por e! individuo concreto y orientada hacia el método clínico, o «de caso»,
vivencias. Por eso los psicólogos humanislas han revitalizado muchas ideas tomadas
con otra comente, la psicología explicativa o nomotéiica, dedicada al estudio de las
de Dilthey y de la fenomenología, no sólo en lo referente a los contenidos mentales,
estaicturas y leyes generales, y fundada en el empleo del método experimental.
sino también acerca de distintos aspectos metodológicos. La psicología necesita una ampliación, pensó Allport; necesita, precisamente, lle-
Domina, pues, un interés por ¡a consideración global de la persona, de sus aspectos
existeneiales —libertad, conocimiento, responsabilidad, historicidad—, jumo con un gar a ser ciencia del individuo, que es quien realmente existe.
Domina en su obra una concepción estructural del individuo constituido mediante
cierto alejamiento del modelo naturalista de la psicología experimental contemporá-
un proceso de desarrollo, o de «llegar a ser» (becoming), a través del cual «el organis-
nea. «La psicología humanística —dice uno de sus representantes (Greening, 1971, 9)—
mo bioiógico... llega a transformarse en !a persona adulta» (1965, 117) inserta en un
subraya que el hombre no es sólo responsable de su autoirealización, sino que tiene un
mundo social y cultural. En su desarrollo adquiere una estructura, la «personalidad en
impulso efectivo y una necesidad de lograrla». Frente a la homeostasis, ocupa aquí la
cuanto sistema configurado y en proceso de desarrollo» (1966, 15). La obra de Allport
primacía la ¡dea de la autorrealiración personal; frente al método experimental natura-
lista, el método comprensivo y e! fenomenológico serían ¡os dominantes: tales parecen gira en tomo a este núcleo de problemas.
Cada individuo es de por sí «una corriente de actividad», y éste es e! hecho del que
ser las más claras diferencias que bastarían a caracterizar esía orientación. se ha de partir (1965, 124). Allpori se opone así a las psicologías cíe tipo S-R, para
Algunos de sus representantes guardan estrecha relación con el movimiento filosó-
defender, en cambio, un esquema S-O-R (.«tipo de estimulación —organización inter-
fico del existencialismo. Para éste, como es sabido, la persona es siempre alguien úni-
na— respuesta a los productos de la organización» (1966, 490)] que ya defendieran,
co, concreto, que se halla puesto en un mundo, cuya «esencia» se va construyendo y
entre otros, los geslaltistas. En el proceso general del desarrollo se produce un cambio
adquiriendo a través de los actos de su «existencia». Martín Heidegger(lS89-1976), en
© Ediciones Pirámide O Ediciones l'iidrnidc

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398 Historia de las ideas psicológicas Los modelos finmanisJas l¡399 '¡íh\
V ¿-
real al tiempo que se consen'a y perdura ¡a individualidad. Y este proceso lleva desde muchas conductas, por otra; ha de suponerse, por ¡anto, uña estructura que realice esas*.
el organismo inicial a la estructuración de la personalidad. equivalencias, y esto es lo que AlJpori denomina «característica» (¡raí!). La personali-
Toda individualidad está construida como una estructura formada por distintos ele- dad es un sistema de características, o rasgos, pero éstos son «tendencias determinan-
mentos. De éstos, unos proceden de la herencia, otros del medio ambiente. Entre los tes» (1965, 67) a través de los cuales la comente de actividad se singulariza y adquie-
primeros se cuentan «¡as tres principales materias primas de la personalidad: el físico. re una consistencia caracteriza dora.
las dotes de inteligencia y el tempérame/no» (1965, 124) (temperamento equivale aquí Los rasgos según él se caracterizan por: 1) tener una existencia más que nominal,
a emocionalidad). 2) estar más generalizados que los hábitos, 3) ser determinantes de la conducía,
La corriente de actividad en que el individuo consiste es la que hace posible la apa- 4) poder ser establecidos empíricamente, 5) ser relativamente independientes, 6) no ser
rición de reflejos, la sensibilidad, las aptitudes, las tensiones motivacionales y los sinónimos de juicios morales o sociales, 7) poder ser contemplados desde la perspec-
mecanismos adaptativos (1965, 124). tiva de la personalidad que los contiene o desde su distribución en la población, S) no
Entre estos mecanismos sitúa el (i) aprendizaje. Éste supone la adquisición de ser falsados por hábitos y actos inconsistentes con e! rasgo (Allport, 196S, 44). Según
modificaciones de la corriente de actividad y, por ello, trae consigo una variación en esto, «un rasgo es una estructura neuropsíquica que tiene la capacidad de hacer equi-
las características psicológicas del sujeto (1966, 120). Más que nada, es «una disposi- valentes muchos estímulos funcionales y de iniciar y guiar formas equivalentes de con-
ción a formar estructuras» (1963, 35), como ocurre con los hábitos, e integra varias ducta adapiativa y expresiva» (Allport, 1966). Los rasgos explican modos genéricos o
formas del mismo, desde e! condicionamiento y la asociación hasta el aprendizaje estilos de comportamiento.
comprensivo. En la base se encuentra el organismo, z\físico. Sobre éste se halla, primero, la per-
Con el aprendizaje va complicado el problema de la (ii) motivación. Esta se refie- sonalidad; luego, la conciencia, que no abarca toda la personalidad sino una porción, y
re a «toda condición interna en e] individuo que le induce a la acción o al pensa- en fin, t\ «el sí-mismo como objeto de conocimiento y sentimiento» (1966,
miento» (1966, 23S) pero, como ocurre con todos los aspectos de la estructura indi- 161). Este último presenta una diversidad de aspectos que recuerdan el análisis de! yo
vidual, está sometida al desarrollo y al cambio, y de esta suerte nos encontramos con por W. James: es «solucionador racional», y «esfuerzo orientado» (ídem, 152-160).
que una primitiva e infantil organización motivacional acaba por dar paso a la del Ciertamente hay irnos rasgos que son comunes; en cambio, los que integran el pro-
adulto, mucho más compleja. Hay una motivación casi mecánica, de excitaciones, priuin Individualizan, pues éste hace un «modelado» singular y así se logra un «estilo
impulsos y tensiones, que para Allport carece de lo más característico del motivo del de vida» característico, concepto que, como es fácil imaginar, toma de Adler (ídem,
hombre adulto, «el empuje hacia adelante» (1966, 119). «El hombre no es un ser 656). Diferenciación y, al tiempo, integración han conducido a ¡a individualidad per-
homeostático» (ídem, 648), porque en realidad no vuelve al mismo estado, sino que sonal, que es lo que importa a Ailpon.
tiende a una elevación o crecimiento personal. No obstante, admite que la motiva- Yes individua!, en fin, la serie de actividades (iv) cognitivas. Aquí subraya la exis-
ción compleja se ha derivado de la inicial; Allport dice que se ha producido una tencia de disposiciones o seis perceptivos, a los que llama, en vez de percepción, «pro-
«autonomía funcional», de los motivos, pues «las tensiones implicadas no son de la cepciones», y en las que interviene la motivación, la experiencia, la influencia social.
misma clase que las tensiones antecedentes a partir de las cuales se ha desarrollado Un caso particular de esta interacción persona-grupo social lo ha estudiado a propósi-
el sistema adquirido» (ídem, 307). Con esta autonomía Allport aspira a conectar la to del rumor, esto es, aquella información cuya difusión estaría afectada a un tiempo
variada motivación de la vida de cada individuo, lo que cada cual se propone, inclu- por la importancia de la noticia y la ambigüedad con que se la presenta.
so lo que quiere eludir y lo que quiere ser (1963, 57), con la biológica inicial. Aquí, Si bien empezó con una metodología idiográTica, que trata de captar lo propio (en
como en el proceso general del desarrollo, se produce un cambio real mientras se griego, ídioii) de cada individuo, y empleó relatos, canas, auloinformes, con objeto de
conserva y perdura la individualidad. Y en cierto modo, este proceso es paralelo al alcanzar ese conocimiento de! singular, llegó a admitir la necesidad de categorías
más general, aquel que lleva desde e! organismo a la estructuración de la (iii) perso- nomotéticas, así como el uso de las escalas y de los tests como complementos necesa-
nalidad. rios a la hora de hacer una categorizacíón y evaluación de cada uno de los sujetos estu-
En efecto, para Allport la personalidad es un sistema de «tendencias determinan- diados. Su obra dio nuevo relieve a los aspectos más biográficos de la vida personal.
tes» (1965, 67), o mejor, un sistema de sistemas: es «la organización dinámica, dentro
del individuo, de aquellos sistemas psicofísicos que determinan sus ajustes únicos a su
ambiente» (ídem, 65) o, como dijo a! cabo de los años, la organización de sistemas La aportación de Abraham Maslow (1908-1970)
«que determinan su conducta y su pensamiento cüracterísticos» (1966, 47).
Desde dos perspectivas entiende esta personalidad. La primera, subjetiva, es la Una interpretación compleja de la motivación y la personalidad humanas se halla
conciencia de la coherencia, unidad y propositividad (1966, 71); la objetiva, en cam- en los estudios de Abraham H. Maslow. Se trata de uno de los más significativos repre-
bio, destaca e! que aparecen como equivalentes muchos estímulos, por.una parte, y sentantes de la psicología humanista, interesado en conservar los valores personales
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4 00 Historia de las ideas psicológicas Los modelos humanistas 401

dentro del marco del espíritu científico. A veces incluso se le ha considerado como el La obra de Cari Rogers (1902-1987)
iniciador de este movimiento.
Abrahnm Harold Maslow (Nueva York, 1908-Walthan, Mass.. 1970) personalidad Cari Ranom Rogers defiende una perspectiva humamsta, que en el campo cié la psi-
de familia y formación judías, vivió con intensidad el drama del pueblo judío en la Ale- coterapia denomina «terapia centrada en el cliente», o también «terapia no directiva».
mania nazi. Tras especializarse con H. Harlow en ei estudio sobre comportamiento ani- Rogers (Oak Park, I1L. USA, L902-1987) se formó en el Teuchers Coilege (Nueva
mal, estudió con K. Goldstein, y se orientó hacia la psicología clínica, enseñnndo en York), trabajó como psicólogo en temas infantiles y de orientación, y luego enseñó psi-
BrookJyn Coilege y más tarde en Brandéis University. Publicó obras entre las que des- cología clínica en Ohio, Chicago y Wisconsin. Durante años mantuvo una abierta dis-
tacan Motivación y personalidad, y El hombre aulorrealizfido, crepancia con los teóricos de! neoconductismo. Entre otras obras suyas destaca On
(i. Personalidad) El hombre es «un todo organizado, integrado» (¡975, 67) y hasta beconiing a person y Psychotherapy and personalirv chcinge.
las necesidades fisiológicas más elementales afectan al todo individual, no al puro (i. Personalidad) Rogers tiene una visión dinámica, procesual, de la realidad. «La
órgano o tejido ¡ocal del organismo en cuestión. Así, escribe que: «Es John Smith vida, en su plenitud, es un proceso que fluye y cambia, en que nuda está fijado» (1972,
quien desea comida, no el estómago de John Smith» (1975. 67). 27). Esto vale también para su ¡dea de la persona. Para Rogers ser una persona es ser
Esta individualidad tiene un núcleo interior de tendencias, con «capacidades y «un proceso más bien que un producto» (1972, 122). Se trata de una realidad en movi-
potencialidades latentes» (¡973, 261) cuya actualización conduce a una plenitud per- miento, que aspira a metas y a la realización de propósitos. Las metas, ¡as relaciones
sonal. La persona amorrealizada se acepta a sí misma y a los demás, es espontánea, con los otros hombres y con las cosas, incluso la imagen de uno mismo, todo está en
autónoma, capaz de apreciar los bienes básicos de la vida, y se halia libre de transtor- movimiento, son procesos más bien que cosas, y pueden, por tanto, desajustarse o per-
nos patológicos. turbarse. La persona posee capacidades y, sobre todo, necesita desplegarlas para man-
(ii. Motivación) La personalidad se constituye en Función de la motivación o siste- tenerse. Esta tendencia «a ¡a actualización», que ya hemos visto en Maslow, es el úni-
ma de necesidades. Para Maslow, el estudio de la motivación, que es «el estudio de los co motivo reconocido por Rogers (1959, Í96). Ahora bien, todos los procesos que
últimos objetivos, deseos o necesidades humanos» (1975,70), pone de manifiesto que tienen lugar en el organismo y de los que cabe llegar a tener conciencia constituyen el
la mayor parte del comportamiento es muUimotivado. amplio marco de la «experiencia», dentro de la cual es central el núcleo denominado
May, dice Maslow, «una jerarquía de predominio relativo» entre las tensiones tnoti- yo mismo, o self, «gestalt conceptual, organizada y consistente compuesta de las per-
vacionales (1975, S8). En una conducta actúan o gravitan sobre ella una serie de deter- cepciones del yo o mí y las percepciones de las relaciones de! «yo» o «mí» con otros y
minaciones, situadas en distintos planos. Las necesidades del individuo nunca están con varios aspectos de la vida, junto con los valores ligados a esas percepciones»
totalmente satisfechas; lo que sucede es que, mientras unas han sido resueltas tempo- (1959,200).
ralmente, otras adquieren el predominio durante algún tiempo. El nivel más básico de (ii. Motivación) En el desarrollo que experimenta el organismo desde su infancia,
necesidades es el fisiológico. A éste sigue el de la necesidad de seguridad, el de pose- adquieren un papel decisivo los valores, importan mucho las satisfacciones de la expe-
sividad y amor, la necesidad de estima y la de auiorrealización (Maslow, 1975). Mas- riencia propia, y también la consideración positiva experimentada en la interacción con
low hn sido uno de los más notables teóricos de la motivación de autorrealización, los demás.
(üi. Aprendizaje) De modo análogo a como en la evolución se van estableciendo las fíiV. Aprendizaje) En el crecimiento personal que conduce a la autorrealización
necesidades y se ordenan desde el plano fisiológico hasta el más personal, en el cam- cada individuo normal se vuelve «más flexible, más único y variado, más adaptado
po del aprendizaje se van haciendo posibles conductas menos dominadas por el instin- creativamente» (Rogers, 1972). Los problemas surgen cuando aparecen discordancias
to y más por la cultura. entre el yo de cada uno («self») y su experiencia, fundamentalmente porque aparezca
(iv. Cognición) Entre los múltiples aspectos de la vida personal ha reconocido, jun- algo que se muestra como amenaza para el yo.
to a ¡as necesidades básicas ya mencionadas, otras que hacen referencia a las activida- (iv. Cognición) Los procesos de «psicoterapia» para recuperación de la armonía y
des cognitivas y simbólicas. Así admite la existencia de los deseos de conocimiento y reconquista de la unidad del mundo de experiencia no pueden llevarse adelante si no es
comprensión y las necesidades estéticas, entre las que resulta «imposible una separa- aceptando que el sujeto es quien mejor conoce su mundo, conoce su yo y conoce, lo que
ción absoluta» (1975, 102). La persona autorrealizada percibe dé modo más eficiente aún es más importante, el modo por donde habría de venir la resolución del problema.
la realidad, se acepta a sí misma y a los demás, y es creativa.., El terapeuta rogeriano admite que nadie sabe tanto del problema como el propio pacien-
Maslow, en su tiempo, ha puesto de actualidad aspectos de íá motivación como son te, y por ello hay que centrar en él el proceso recuperador. Lo que sí cabe hacer es ayu-
éstos de la creatividad, la necesidad de logro y los deseos cognitivos, que han recibido darle a clarificar sus sentimientos y percepciones, y sobre todo conducirle a una situa-
desarrollo más amplio por otros autores. Su obra ha reforzado ¡a imagen activa y cons- ción de libertad dentro de la cual puede llegar a ser «el yo que cada uno es». Rogers
tructiva de la existencia humana, sugiriendo ideas y desarrollos a psicólogos de todas repite con frecuencia esta tesis que ha tomado de Kierkegaard, la de que uno ha de lle-
las tendencias. gar a realizar su verdadero yo en lugar de los falsos que con frecuencia admiten los

© Ediciones Pirámide O Ediciones Pirámide

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402 Historia de las ideas psicológicas Los modelos ttumanistas 403

pacientes y crean un sinnúmero (le dificultades y perturbaciones. Así, e! paciente «lle- Además es posible pensar acerca de una cosa o una persona no sólo en términos de
ga n ser sí mismo —no una fachada en conformidad con los oíros, ni una negación cíni- blanco-negro, o verdadero-falso, sino también considerando una tercera alternativa: que
ca de todo sentimiento, ni un frente de racionalidad intelectiva, sino un proceso vivo, el atributo acerca del cua! pensamos sea inaplicable en el contexto al que se refiere.
palpitante, sensible, fluctuante—en suma, llega a ser una persona» (1972, 114). (ii. Motivación). Todo hombre es activo, para Kelly (1963, 19) y~detennina y orien-
Toda la teoría de Rogers está impregnada de aspectos humanistas, y en ella resue- ta su conducta, precisamente gracias a los conocimientos, es decir, los modos corno
nan ideas procedentes de la fenomenología y el existencialismo, en clara oposición con anticipa ¡os acontecimientos. Los conocimientos, por tanto, son los elementos que
la psicología conductista dominanie en su tiempo. determinan la conducta, y de ellos derivan luego las actitudes y motivos concretos.
(iii. Personalidad). Para él el hombre, la persona, es una realidad fluyente, un pro-
ceso, una «forma de movimiento», cuyo sentido y dirección viene dado precisamente
La obra de George A. Kelly (1905-1967) por su sistema de cogniciones.
Cada hombre construye su propio modo de ver el mundo, es decir, elabora sus pro-
George A. Kelly (Kansas, 1905-Walthan, Mass., USA, 1967) se formó en psico- pios constnictos. Resulta, pues, que estos constructos individualizan a sus sujetos, los
logía en lowa, luego fue profesor en varias universidades (Ohio; Brandéis), y desa- cuales poseerán «estilos cognitivos» propios. Personalidad e individualidad quedan así
rrolló una teoría, con singular relevancia en el campo de la personalidad, conocida enlazados con los «consmicios personales», las interpretaciones elaboradas por los
como la leona de las constructos personales (fvlaher, 1969). sujetos. Personalidad, no sería sino el conjunto de categorías, o e! sistema interpretati-
Se ¡rata de una teoría cognitiva del ser humano, principalmeme basada en su expe- vo con que cada uno hace frente, de modo consistente y característico, a las tareas y
riencia como psicolerapenla. En esto, la obra de este autor se adelantó a su tiempo y la actos de su existencia.
acercó a las preocupaciones contemporáneas. Supuso también, que las personas siguen determinadas trayectorias, o, como él
(i. Conocimiento). Kelly estableció un postulado fundamental: «Los procesos de dice, una «red de senderos» (Kelly, L955) flexible, pero estructurada, que hace posible
una persona esíán canalizados psicológicamente por los modos en que anticipa los una visión organizada de la propia actividad.
acontecimientos» (Kelly, 1963, 103). Cuando consideramos que algo es dañino, o peli- f/v. Aprendizaje). Se ha notado muchas veces que semejante teoría parte de reco-
groso, lo rehuimos; si !o interpretamos como alimento, cuando estamos hambrientos lo nocer la experiencia como punto de base para la exploración de la personalidad. Más
ingerirnos. Toda la vida de un individuo está determinada por las interpretaciones con aún, cada individuo trata de aplicar aquellos constructos que ha ido adquiriendo y
que construye y comprende su entorno. Además cada persona se diferencia de las otras poniendo a prueba en sucesivas experiencias, y que son aplicables al campo de los
precisamente en su modo de interpretar los hechos. hechos de que se trate en cada caso. Los constnictos, pues, son realidades aprendidas,
Pane de reconocer la experiencia como punto de base de la psicología, y precisa- basadas en la experiencia individual.
mente aquella experiencia que es la propia del científico. «Todo hombre... es un cientí- Un rasgo característico de esta teoría es que su autor defiende que «nadie necesita
fico», llega a decir (1963, 5), en el sentido de que continuamente forja hipótesis, las ser la víctima de su biografía», puesto que puede cambiar su sistema de constnictos
pone a prueba, y signe construyendo representaciones. Así, el «hombre que conoce» es (1963, 15) mediante la elaboración de constructos alternativos a otros dados.
e! nuevo modelo psicológico a emplear en ¡a investigación. Kelly ha construido un test para determinar los constructos de un sujeto —e! Role
Se trata de un ser que continuamente busca y procesa información, construye hipó- Construcí Repenory Test (REP Test)—. Mediante una rejilla el sujeto evalúa positiva
tesis y modelos acerca de ¡as cosas y personas, y también acerca de sí mismo, y opera o negativamente personas o situaciones. Se combinan así, ciertos constnictos con
de acuerdo con las representaciones que posee. determinados elementos objetivos, y se aspira a ver cuáles de estos son funcionalmen-
Para Kelly, ei sistema cognitivo tiene una organización estructural. Los objetos y te semejantes, y cuáles son los que concentran mayor grado de significación personal.
personas son cateterizados según propiedades o atributos contrapuestos o diferencia- La obra de Kelly, cercana a la de Rogers, lia encontrado un nuevo eco en los últi-
dos dentro de una cierta dimensión, y esio hace posible un ordenamiento desde e! pun- mos tiempos, de renovado interés hacia lo cognitivo, y ha logrado considerables desa-
to de vista de] individuo. Así, cabe saber quién es ¡a persona que e! sujeto percibe como rrollos en manos de D. Bannistery otros. En el horizonte general de la psicología cog-
más próxima, o más hostil, o quién es el vecino que uno quisiera conocer mejor, y toda nitiva ha venido a situarse como un importante precursor y anticipador.
esa información puede servir de anclaje para una clarificación de la propia existencia. Más o menos próximos a los postulados de la psicología humanista cabe situar a un
Se trata de unos conocimientos que están impregnados de subjetividad. Kelly los gran número de autores a los que no vamos a poder referimos aquí. Eso ocurre con los
llama «construcios personales», y los define como «un modo como algunas personas aspectos dinámicos de las relaciones interpersonales propios de las teorías de la perso-
son construidas como siendo semejantes y a !a vez diferentes de otras» (KeÜy, 1955); nalidad de Garclner Murphy, Charlotte Bühler, l-Iany Stack Sulüvan, Erik H. Erikson;
tienen, en su opinión, naturaleza bipolar, y así, el mundo se va distribuyendo en un muchas otras líneas, en fin, habría que seguir para presentar un cuadro mínimamente
casillero de atributos («blanco-negro», «refinado-vulgar», «deceme-in'decente» etc.). ajustado, lo que no puede pretenderse dentro de los límites de este manual.
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Comentes fundamentales
en" psicoterapia
Jürsen Kriz

AinoiTÓitu
„ Jf.014.
editores
Buenos Aires
12. Las raíces de las terapias humarústas

JuiUo al psicoanálisis y al conductismo (o a las teorías con-


ductistas del aprendizaje), la «psicología humanista» se suele de-
finir como «tercera corriente» o «tercera fuerza» en la psicología
(sobre todo lo hacen sus partidarios). Cada una de estas tres co-
rrientes ha producido una serie de diversos abordajes psicotera-
péuticos. Mientras que las terapias de psicología profunda y de
la conducta se elaboraron, por lo menos al comienzo, desde un
edificio teórico relativamente homogéneo, el concepto «terapias
humanistas» define un haz más laxo de variadísimos abordajes,
reunidos no tanto por una teoría común cuanto por una imagen
del hombre bastante homogénea, y concordancias básicas en los
principios del trabajo terapéutico (esta misma tendencia a la he-
terogeneidad teórica, pero con homogeneidad paradigmática y
metodológica, es característica también de la psicología huina-
nista).
Esta heterogeneidad teórica se explica desde el punto de vis-
ta histórico ya por el hecho de que la psicología humanista nació
como un movimiento que reunía abordajes distintos, desarrolla-
dos independientemente unos de otros, cuyos principales repre-
sentantes —entre otros, Charlotte Bühler, Abraham Maslow, Cari
Rogers— sólo en 1962 fundaron, en los Estados Unidos, la «Socie-
dad de Psicología Humanista». Para la creación de esta Sociedad,
no fue uno de los motivos de menor peso el deseo de deslindarse
de manera explícita de la concepción determinista, mecanicista,
monocausal (al menos en su tendencia) del hombre, tuviera ba-
ses biológicas (psicoanálisis) o invocara el mecanismo de estímulo-
reacción (conductismo). Aunque es cierto que precursores impor-
tantes de este movimiento fueron una serie de partidarios de la
psicología profunda (o sea, psicoanalistas en el sentido lato del
término), como Alfred Adler, Viktor Frankl, Erich Fromm, Ka-
ren Horney y Wilhelm Reich.
Entre las corrientes principales de las terapias humanistas se
cuentan la terapia guestáltica de Fritz Perís (cf. el capítulo 13)
y la psicoterapia del diálogo (o psicoterapia centrada en el clien-

219
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ce) de Cari Rogers (cf. el capítulo .14). El psicodrama de lacov contemplan por referencia a respuestas absolutas (eternamente
Moreno y la logoterapia de Viktor Frankl (cf. el capítulo 15) re- válidas) sino en la dimensión del tiempo, donde el ser humano
presentan, para la clasificación aquí escogida, variantes particu- tiene que cuestionarse una y otra vez en su soledad, su cuidado
lares que no se incluyen de manera nítida en la categoría que y su angustia, y se encuentra siempre por el camino de su auto-
hemos bosquejado, sea por la organización típica de la psicotera- devenir. Es así puesta en duda la «esencia del hombre», que tra-
pia de grupos (psicodrama) o por la afinidad con abordajes cíe dicíonalmenLe se daba por supuesta, y que abría una dimensión
terapia de la conducta o de psicología profunda (logoterapia). Es «objetiva» de la existencia; en lugar de esto, el hombre sólo pue-
frecuente incluir entre las terapias humanistas también la bio- de ser aprehendido «desde adentro», como ser autónomo, en su
energética (Lowen) y el análisis transaccional (Berne), pero en es- temporalidad y su finitud. El instante experimentado y vivido
te libro las clasificamos entre los abordajes de psicología profun- existencialmente cobra significación central; no lo que el hom-
da y las tratamos ya en la Primera parte. bre es sino aquello en lo cual se convierte cada vez en virtud
La psicología y la terapia humanistas se caracterizan por el de su obrar: esa es su esencia. Como dice Sartre, él está «conde-
empeño en producir una renovación de la psicología, donde «psi- nado a la libertad", a ser y devenir, o no, él mismo. Pero esta
cología» se entiende menos como término —o sea, como concep- .SJE-Í responsabilidad y este espacio de decisión posibilitan simultánea-
íí'iSS.
to teórico referido a una disciplina científica— que como topos mente la autonomía, la identidad y la dignidad del hombre.
—o sea, como guía para la acción—. Las raíces filosóficas se deben Buber, enraizado como Kierkegaard en la certeza religiosa,
buscar sobre todo o.) en el existencialismo (Martin Buber, Soren destaca en este contexto, junto a la destinación del ser humano
Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Gabriel Marcel, Paul Tiliich); al mundo, la significación de la relación yo-tú en tanto «encuen-
ó) en la fenomenología (Edmund Husserl, Max Scheler); e) en el tro» sin finalidad, sin codicia, sin preconcepto. En un encuentro
-S-ySí
humanismo clásico (Herder) y en el humanismo socialista (Karl •í£fs así, cada quien tiene la posibilidad de descubrirse hondamente
Marx), así como, sobre todo en Europa, a modo de síntesis entre a sí mismo sin ser manipulado en manera alguna por el otro; los
estas corrientes, y tí) en el humanismo francés moderno que se compañeros son entonces, uno para el otro, catalizadores del cre-
desarrolló en el contexto fenomenológico y existencialista (por cimiento en libertad, «intervenir en la vida de las cosas —dice
obra de Merleau-Ponty, Jean-Paul Sartre, Albert Camus). Las raí- Buber (1957, citado según Rogers, 1977)— significa infligirles da-
ces psicológicas llegan —si prescindimos de las concepciones de ño e infligírselo a uno mismo [. . .J El hombre íntegro [. . .] no
los «precursores» que ya hemos citado y de los aportes de Moreno interviene en la vida de los seres, tampoco se les impone, sino
(véase Í7ifraj— hasta la psicología de la Gestatt (Wolfgang Kóh- que "ayuda a todas las cosas a alcanzar su libertad" (Laotsé)».
ler, Kurt Koffka, Kurt Levvin, Max Wertheimer y Kurt Goldstein). El humanismo se manifestó primero en el Renacimiento en
Esbozaremos brevemente algunos aspectos de estas raíces y ex- •?&£ oposición al dogmatismo de la Edad Media. Es (re)descubierto
!*ítf
pondremos la imagen del hombre inspirada en ellas. S£ el «hombre nuevo» como individuo y en su singularidad; por imi-
tación de las formas de vida de los griegos y los romanos, se glo-
rifica al individuo que se autorrealiza, que se sitúa «más allá del
•-"SS¡-
^S fí bien y del mal» —como el «superhombre» de Nietzsche—. En los
«
12.1 Las raíces filosóficas >'P' siglos XVIII y XIX, Herder y otros filósofos idealistas tomaron la
-Wí«i^
educación civil y la formación humanista como el ideal para un
El existencialisrno, que se remonta al danés Soren Kierkegaard desarrollo emancipatorio de los seres humanos. Pero en contra
(1813-1855) y al alemán Friedrich Nietzsche (1S44-1900) -en tan- de esto, el humanismo socialista puso en cuestión, por obra de
to que otros representantes alemanes son Karl Jaspers, Martin Karl Marx entre otros, la emancipación del individuo: «la huma-
Heídegger, Ludwig Bínswanger— , influyó en la .psicología hu- nidad verdadera sólo puede ser alcanzada por el empeño revolu-
manista sobre todo a través de Martin Buber. El existenciñlismo cionario de la clase obrera» (cf. Graumann, 19SÜ, pág. 41).
busca, más allá de valores absolutos, normas establecidas, roles Por último, la fenomenología parte de la experiencia sensible
y fachadas, al hombre «real» en su existencia-genuina y «desnu- del ser humano y tras la serie de los fenómenos busca su esencia
da». Las preguntas por el ser y el sentido del mundo ya no se auténtica. Partiendo de Hegel, Husserl busca'fundar un objeti-

220 221
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que incluye la penuria y el hambre; no es raro que miren a los
vismo nuevo en la experiencia misma, por medio de una razón hombres «menos desarrollados» desde una perspectiva de arro-
que es innata a la humanidad. Este abordaje es ampliado sustan- gante.complacencia. Pero estos fenómenos marginales no se de-
cialmente después por los humanistas fenomenólogos franceses. ben considerar el núcleo del movimiento humanista, que en lo
Así, Merleau-PonLy (1908-1961) contrapone a la teoría fenome- •esencial contempla el condicionamiento recíproco del desarrollo
nológica de la percepción una «filosofía del cuerpo en pie de igual- individual y social, y ve la i autonomía» en la perspectiva de la
dad con aquella. Se toma como eje la relación hombre-mundo, responsabilidad social.
el «ser para el mundo» (Merleau-Ponty), que es siempre intencio-
nal, o sea que el conocimiento y la conducta del hombre respon-
den a una intencionalidad conciente, se refieren a un mundo que
desde siempre está estructurado por el hombre y es modificado 12.2 Las raíces en la psicología cíe la GesLaU
por él (en este punto se atribuye al trabajo una dignidad particu-
lar), con lo cual adquiere valor y sentido. La ya citada concep- La psicología de la GestaU ejerció considerable influjo sobre
ción de Sartre, «el hombre está condenado a la libertad», se con-
vierte con Merleau-Ponty en «el hombre está condenado al senti- n las icleas de la psicología humanista. En oposición a «la psicología
de los elementos», que parte de la premisa de que los fenómenos
do» (cf. la«logoterapia» de Viklor Frankl, en el capítulo 15); esto
supone una nítida oposición al humanismo clásico, que veía al -Jl
m
psíquicos se componen de elementos singulares (que se pueden
' investigar por separado), la psicología de la GestaU sostiene que
hombre determinado desde adentro, por los rasgos de su perso- en la percepción, en ei pensamiento, en las acciones voluntarias
nalidad, y dejaba en un segundo plano al mundo, pero también y en las series de movimientos se abre paso una organización
una oposición con el humanismo socialista, para el cual el mun- total que responde a leyes generales de la forma (Geslalt) y a
do y las relaciones sociales (sobre todo las materiales) eran lo de- . orientaciones dinámicas. Las formas son trasponibles (p.ej., una
terminante. El humanismo en Mericau-Ponty (pero también en melodía puede ser ejecutada en una escala diferente, por otro
Sartre y en Camus) constituye una práctica cotidiana concreta instrumento, con otro ritmo, etc.), y se recortan sobre un fondo
de humanización, no una meta determinada o un posible estado como totalidades tendencialmente cerradas, estructuradas en sí
Ti nal. mismas. Además de las conocidas leyes del «contraste», de la «bue-
Mientras que en el grupo que rodeó a Karen Horney se toma- J3S»; JKÍ. na forma», de las «líneas ortogonales*, de la «homogeneidad», se
ron en cuenta desde muy temprano aspectos de psicología social y3Í3j;!fc!í
han expuesto en total más de cien leyes de la forma (cf., p.ej.,
y se puso el acento en la circunstancia social, y mientras que en Metzger, 1954 y 196S).
Europa la psicología humanista adoptó en buena medida la posi- Entre ios fundadores de la revista Psydiologisclie Porscliung,
ción de Merleau-Ponty (p.ej., lo hace de manera explícita Hila- en la que se publicaron los trabajos más importantes de la psico-
rión Petzold), Graumann (1980) apunta con certera intención crí- -á&SK logía de la GssLait y tuvieron participación rectora psicólogos gues-
tica que, sobre todo en la costa Oeste de los Estados Unidos, pre- táltícos de la «Escuela de Berlín», tales como Max Werthei-
valeció una psicología humanista entendida de acuerdo con el ya mer (1SSO-1943), Wolfgang Kohler (1SS7-1967) y Kurt Koffka
mencionado humanismo idealista clásico. «Ahora bien, "la natu- (LS37-1941), estuvo también Kurt Goklstein (1378-1966), quien
raleza humana" —y este es, a mi juicio, el núcleo de la confusión en su condición de profesor de neurofisiología y psiquiatría en
conceptual de la psicología humanista— no permanece escondi- Francfort llegó a ser jefe de clínica de Fritz Perls (véase el capí-
da en el interior de una personalidad entendida de manera indi- tulo 1.3); Goldstein extrajo nociones de la psicología de la GestaU
vidualista a la espera, de "desarrollarse" o "realizarse"» (Grau- del contexto de la psicología de la percepción para trasladarlas
mann, 1980, pág. 43). Y en realidad, cierta «despreocupación hu- ti?
al dominio de la psicoterapia.
manista» que se observa algunas veces en esta «tercera fuerza» es É Kurt Goldstein demostró que las leyes de la forma no eran
inhumana en grado sumo: cuando criaturas satisfechas de la so- váiidas sólo en el dominio de la percepción ni se restringían a
ciedad de bienestar proclaman con un pathos irreflexivo la liber-
tad del individuo autónomo, singular, sano, que se realiza a sí
mismo, sin advertir la dimensión social de este mundo nuestro
1
•/r-S;-
los fenómenos fisiológicos únicamente, sino que tenían validez
para el organismo como un todo. Destacó la unidad del organis*

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9.9.9.
mo y su capacidad de autorregulación en tanto demostró, p.ej., mación no cesa en el momento en que me despido del asesorado
que la ausencia funcional de una parte del cuerpo es compensa- [. . .] prosigue después».
da por una reorganización total de las partes restantes. (Si se 4. La velocidad del trabajo no es arbitraria
arrancan a un escarabajo dos o más cíe sus seis patas, las restan- Procesos de crecimiento, de maduración, de curación tienen
tes se organizarán espontáneamente para una manera distinta su ritmo propio y no pueden ser apresurados.
de marcha.) Esta «tendencia a la conducta ordenada» le permitió 5. Es preciso tolerar los rodeos
explicar por qué un organismo puede en muchos casos seguir exis- «Quien se dedique al cuidado, crianza y educación de seres
tiendo aunque haya sufrido lesiones considerables. Sobre la base vivos tiene que conformarse con los rodeos allí donde están pre-
cié abundantes experiencias hechas con soldados que habían su- vistos por el plan de la creación en el desarrollo de cada ser-.
frido lesión cerebral en la Primera Guerra Mundial, Goldstein des- 6. EL proceso-es recíproco
tacó las tendencias a la autorregulación y a la autoactualización, «El proceso del cuidado [. . .] es reciprocó. En el caso típico
e insistió —en coincidencia con TCóhler— en la fundamental inter- es un trato con un "compañero en la vida" [. . .] Por eso, en
dependencia de fenómenos psíquicos y somáticos. rigor, sólo es posible amar a un ser vivo y ser amado por él, u
En época más reciente, V/olfgang Metzger (1.S99-19S2) —uno odiarlo y ser odiado por él».
de los últimos psicólogos guestálticos de la escuela de Berlín (véase
suprcí)-- y Hans-Jfirgen Walter han ofrecido una evaluación de- Walter enumera seis perspectivas más que el terapeuta debe
tallada del aporte de la teoría guestáltica a la psicoterapia. He- tener en cuenta en su trabajo. Tres provienen de la teoría del
mos tomado de Walter (1977, págs. 147-52), reproduciéndola só-
lo en parte, la siguiente síntesis comentada de los enunciados de
campo de ICurt Lewir., y no las podemos incluir en estas páginas.
Las restantes consisten en las tres variables terapéuticas básicas
•li
Metzger (según Metzger, 1962), respecto de «seis rasgos distinti- según Cari Rogers (cf. ei capítulo 14). Pero justamente los men-
vos de! "trabajo sobre lo-vi viente"». Estos «rasgos distintivos» pue- cionados «rasgos distintivos» de Metzger dejan en claro la facili-
den ser comprendidos plenamente como máximas para la acción dad con que raíces de la filosofía (humanismo) y de la psicología
de los psicoterapeutas hu manís tas. de ía Gestalt pueden ser reunidas en un solo «haz» (con muchas
ramas) de «psicología humanista».
1. La Gestalt no es arbitraría.
A lo vivo no se lo puede «forzar a la larga contra su propia
naturaleza-; «sólo es posible hacer que se despliegue aquello que
ya existía en el "materia!" mismo como posibilidad".
12.3 La imagen del hombre de la psicología
2. Las fuerzas configitradoras son -interiores
humanista
«Las fuerzas e impulsiones que realizan la Gestalt anhelada
tienen su origen esencialmente en el mismo ser del asesorado. Importancia decisiva para el desarrollo de la corriente de la
El asesor, para obrar según su deseo, se ve limitado a establecer terapia humanista y la imagen del hombre que la sustenta ha te- iu
y modificar condiciones periféricas de esas fuerzas interiores a nido la obra de lacov Levy Moreno (1889-1974). Es notable que
fin de gobernarlas, fortalecerlas o debilitarlas, facilitar o inhibir Moreno, psiquiatra (y filósofo) que trabajó en Viena, no sufriera
su eficacia en genera! o en aspectos determinados. En el domi- la influencia de Freud, pero en cambio ejerciera un influjo muy
nio de lo vivo, sólo serán duraderas las GestaUwi que se formen fuerte sobre muchos discípulos de aquel. Rechazó el encuadre
por el despliegue cíe fuerzas interiores, sustentadas y restableci- psicoanalítico según ¡o concebía Freud (el terapeuta sentado de-
das por estas».
3. Los momentos del trabajo no son arbitrarios
trás del paciente acostado en el diván). En lugar de ello, elaboró
una psicoterapia de grupos en la que conflictos psíquicos e inter-
I
.11
«El ser vivo no puede esperar a que otros lo cuiden en un mo- humanos se representaban y actuaban en escenas creadoras, tea-
mento determinado [. . .] Ante todo tiene sus tiempos e instan- trales: el «psicodrama». J u n t o con Alfred Adler y el poeta Franz
tes fecundos, en los que es accesible a determinadas modalida- Werfel, entre otros, fundó en 1917 la «Compañía editora Vie-
des de influjo, de guía o de confirmación [. . . j 131 proceso de for- na/Praga/Leipzig-, y editó entre 191S y 1921 las revistas expre-
•ffiíl
224 225
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mo. que en permanente intercambio con el mundo social, en cir-
sionistas Daimon, N'euer Daimon y Die Gefahríen, en las que co- cunstancias favorables, despliegan y diferencian aún más las ca-
laboraron también Martin Buber (véase supra) y Ernst Bloch. Ya pacidades existentes.
en 1915, en su escrito «Invitación a un encuentro», tematizó el c. Orientación -por la -meta y el sentido: además de las bases
núcleo de la -psicología humanista», o sea, el encuentro entre se- '-materiales de su existencia, representaciones axiológicas huma-
res humanos. Con su insistencia en el «aquí y ahora», el trabajo nistas como libertad, justicia y dignidad del hombre plasman la
centrado en el cuerpo, y sus ideas sobre el intercambio de roles, vida y la acción. Las acciones (concepto general que incluye ac-
la «silla vacía», etc., anticipó elementos esenciales que en las va- tividades psíquicas y somáticas) son por principio intencionales,
riedades de la terapia humanista habrían de desempeñar un pa- es decir que se estructuran con arreglo a un sentido y se orien-
pel importante (sobre todo en Fritz Peris, que aprendió «psico- tan hacia metas, y de este modo constituyen para la conciencia
drama» con Moreno, de quien tomó muchos préstamos para su un puente entre realidad interior y exterior. Es esencial además
«terapia gues tal tica»; cf. el capítulo 13). Sin embargo, es frecuen- la fijación de metas que trascienden al ser «por la búsqueda de
te que se menosprecie a Moreno: si Petzokl (19306) lo caracteri- sentido y cumplimiento más allá de la propia existencia» (pág.
za certeramente como «el decano y el más importante iniciador» 19; en la misma compilación, Fittkau, 1977, expone un notable
de la terapia humanista, Neel, enHandbu-cli der psydiologisclLen
modelo sobre este punto).
Tkeorieu (1974, edición original en inglés, 19G9) ni siquiera lo d. Totalidad: junto con. la psicología de la Gestalt (tal como
incluye en el índice de nombres, aunque dedica a Kurt Lewin la hemos expuesto antes), la psicología humanista considera al
y su teoría del campo, influidos por Moreno, todo un capítulo,
sin considerar tampoco que muchos discípulos de Lewin lo fue-
-1
ri?
«organismo humano como Gesíall, como todo orgánico significa-
tivo, y pone el acento en el carácter total de sentimiento y ra-
ron además de Moreno. zón, de cuerpo y alma» (pág. 20).
Después que hemos mencionado ya en varios pasajes algunos
aspectos básicos de la imagen del hombre de la psicología huma- Según se advierte con la mayor claridad en el punto 6), los
nista, expondremos ahora, siguiendo a Voíker, y agrupadas en procesos de crecimiento y de autorrealización dependen de la sa-
cuatro puntos, sus ideas básicas (tomamos también de Voíker, tisfacción de necesidades básicas. Abraham Maslow, uno de los
1980, la indicación de páginas en las citas): cof u peladores de la psicología humanista, ha propuesto en este
sentido una jerarquía de las necesidades en cinco estadios (Mas-
a. ¿htiouomúi e interdejieiidencici social: el hombre, desde su low, 1973), en que determinadas necesidades de cierto estadio
dependencia biológica y emocional posnatal, aspira a independi- sólo son pertinentes si todos los grados inferiores se encuentran
zarse de controles externos. Desarrolla un ser activo capa?, de (suficientemente) satisfechos: en el estadio inferior tenemos, se-
intervenir cada vez más en su propio desarrollo y de tomar sobre gún esto, necesidades fisiológicas como el hambre, la sed, e! con-
si la responsabilidad de su propia vida. Pero la autonomía, como tacto sexual; en el que sigue, las de seguridad; después vienen
ya señalamos, tiene que ser socialmente responsable: «Sólo un las necesidades de contacto social (pertenencia y amor) y, en el
individuo que es responsable por sí mismo puede asumir respon-
sabilidades frente a la comunidad. Una persona que ha descu- m cuarto estadio, necesidades de confirmación y estima.
Sólo cuando están sastisfechas estas cuatro «necesidades de
bierto que puede cambiarse a sí misma llevará a cabo también carencia», aparecen las necesidades de crecimiento y autorreali-
en. el mundo los cambios indispensables*, (pág. 17). zación. Es ilustrativo que el neurótico, en quien necesidades ele-
b. AutoTrealización: para explicar la satisfacción de muchas mentales permanecen insatisfechas, dependa en alto grado de
necesidades primarias son apropiados los modelos psicoanalitico situaciones y personas con quienes asocia una satisfacción posi-
y conductista de la regulación del organismo por el principio de ble; por lo tanto, la libertad y la autonomía no pueden ser impor-
homeostasis. Pero aunque esas necesidades estén satisfechas, el tantes para él. En sentido inverso, Maslow ha presentado un ca-
organismo permanece activo, vivo, afanoso de tomar iniciativas tálogo de cualidades que son típicas en personas con alto grado
y aspirando a desplegar sus capacidades creadoras. Por eso se de autorrealización, p.ej., percatación (aivareness) más intensa,
deben incluirlas tendencias a la autorrealización, o necesidades centramiento en el problema mismo en lugar de centrarme ato
de crecimiento, entre las fuerzas impulsoras básicas del organis-

227
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226
en el yo a raíz del problema, etc. (cf. Maslow, 1973). ^ 'os capi- 13. Terapia guesíáltica (Perls)
llos que siguen elucidaremos algunos aspecros esenciales de es
tos conceptos.

La raíz 'que la psicología humanista tiene en la psicología de


la GesLaltse expresa de la manera más intensa y circunstanciada
en las concepciones de ¡a terapia guestáltica de Frederick («Pritz»)
Salomón Perls (1S93-197Ü) y de su esposa Lore (nacida en 1906).
En efecto, como ya lo hemos mencionado, en esta variedad de
terapia desempeñan un papel central sobre todo la ley del cierre
(Weitheimer) y el efecto Zeigarnik (las acciones inconclusas se
conservan en la memoria con preferencia); además, de la teoría
de Kurt Goldstein proviene la insistencia en la estructuración
figura-fondo así como las ideas de la autoactualización y del co-
tejo activo con el mundo exterior.
Pero no se puede decir que la terapia guestáltica constituya
la aplicación práctica de la psicología de la Gestalt (o sea que exista
entre ellas una relación como la que presentaron, al menos al
comienzo, la terapia de la conducta y las teorías del aprendiza-
je). Más bien, las formulaciones rigurosas, fundadas experimen-
talmente, de las leyes de la psicología de la Gestalt (sobre todo
en el dominio cognitivo y en el de la psicología de la percepción)
fueron aplicadas por Perls de una manera muy generalizada y
en muchos casos como meras analogías metafóricas. Por otra, par-
te, «terapia guestáltica» fue sólo la segunda denominación que
Perls escogió para su abordaje: al comienzo, también esta varie-
dad terapéutica extrajo poco a poco sus concepciones desde el
psicoanálisis; y Perls, que trabajó iniciaJmente como psicoanalis-
ta «clásico», durante mucho tiempo conservó, para su procedi-
miento ya modificado, la denominación de «psicoanálisis». En su
primer libro, de 1944, dio a la tercera parte, donde se descri-
be la técnica terapéutica, el título de «terapia de concentración»
(«concentrat.ion tkerapy»}. Cuando a fines de la década de J940
buscó una denominación más apropiada, estuvo a punto de esco-
ger «psicoterapia de la existencia» en vista de los marcados ras-
gos existencialistas que contenía. Pero finalmente prefirió «tera-
pia guestáltica" para diferenciarse con claridad de las corrientes
nihilistas del existencialismo (sobre tpdo de Camus y de Sartre).

228
229 i
¡ .
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14. Psicoterapia de diálogo (Rogers)
fantasía, en que el cliente imagina a modo de ensoñación rela-
ciones cíe contacto, etcétera.
Un'papel no desdeñable desempeña en la terapia guesláltica
el trabajo con sueños porque en ellos a menudo afloran las par-
tes alienadas, desautorizadas'del sí-mismo corno «actores extra-
ños» (cf. el tratamiento de la sombra en G. G. Jung, en el capítulo
4). En la medida en que el cliente tome conciencia de su posición
de regisseur de su sueño, podrá entrar tentativamente en con-
tacto con estas partes (tal vez identificarse coa ellas, p.ej., «un 14.1 Introducción
perro se abalanzó sobre mi« se convertirá en «hice que un perro
se abalanzara sobre mí», y después, «ahora yo soy el perro...»). En los países de lengua alemana, la *client-cenlered Uierapy*
El sueño es entendido como una creación artística que sirve al de Cari R. Rogers (nacido en 1902) se ha difundido bajo la deno-
propósito de contraponer fuerzas en apariencia inconciliables. Es- minación de -psicoterapia de diálogo' y, junto al psicoanálisis y
ta contradicción debe ser llevada a la conciencia y resuelta en la terapia de la conducta, es en ellos una de las tres formas con-
la terapia (para lo cual en muchos casos se puede recurrir a posi- solidadas de psicoterapia. Aunque en la Sociedad de Psicotera-
bilidades de solución que se insinúan de manera latente en el pia Científica de Diálogo se habla también de «psicoterapia cen-
trada- en el cliente» (cf. Pflug, 1934), hemos escogido para este
sueño).
Hasta aquí llega nuestro esbozo aproximativo de los aspectos capítulo el título de «psicoterapia de diálogo" porque es e! que
«técnicos» de la terapia guestáltica. Por una parte, no se pone se emplea en la mayoría de las publicaciones corrientes en len-
limite alguno a la creatividad de los terapeutas; por la otra, no gua alemana (cf. empero infra),
es raro que se exagere la Importancia de las técnicas frente a Las concepciones básicas fueron elaboradas por Rogers ya en
la actitud básica. Por eso citaremos para concluir a Voóbus (1975), los años de 1938 a 1950, primero bajo la designación de «terapia
quien se manifiesta decididamente en contra de los «psicotécni- no directiva» («non directive therapi/-)- y sólo después (Rogers,
eos» y de los «emparcha-GesíaUen» que «arreglan el alma humana 1951) de «psicoterapia centrada en el cliente". Lo asombroso en
con mohosas tenazas», y cita estas palabras de Perls (Voóbus, esta variedad de terapia es cierta doble vía (muchos han visto
aquí un carácter contradictorio) que atraviesa su desarrollo des-
1975, pág. 103):
de el comienzo.
«La psicoterapia no es una feria donde cada quien se pueda Por una parte, Rogers se cuenta entre las personalidades rec-
divertir a gusto y prevalezca el que conoce más trucos. El creci- toras de la psicología humanista; en armonía con ello, esta varie-
miento es un proceso que requiere tiempo.. .», y «¿Sabes tú de dad de psicoterapia privilegia conceptos como encuentro huma-
dónde provienen todos estos terapeutas guestálücos? Millares de no, crecimiento de la personalidad o tendencia a la actualización,
terapeutas guestálticos: ¿Qué sientes ahora? Pues escribe un diá- confianza en las tendencias de autocuración, libertad personal,
logo entre estos sentimientos, además dispon allí una silla vacía, etc. Para esto se basa Rogers, como lo mencionamos ya en nues-
y la terapia guestáltica esta presta. . . ¿Quién de nosotros les pu- tro capítulo introductorio sobre las terapias humanistas, en Bu-
do aportar esto?-. ber y Laotsé: "El hombre íntegro [...] no interviene en la vida
de los seres, tampoco se les impone, sino que "ayuda a todas
las cosas a alcanzar su libertad". (Rogers, 1975, pág. 21). fl!
Por otra parte, Rogers fue uno de los primeros terapeutas en
tomar de manera sistemática registros grabados de la interacción
terapéutica (al comienzo no se utilizaban bandas magnetofóni-
cas, como se suele leer en la bibliografía, puesto que no se dispo-
nía iiúri de «Has en la (locada cíe 1040; se empicaba en cambio

245

244 tu;
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un aparato análogo al que permitía producir discos, que impri- y destacaba la necesidad de que el cliente manifestara de mane-
mía ondas sonoras en materiales apropiados). Estas entrevistas ra expresa su personal voluntad. Pfeiffer (1980) señala que las
registradas no sólo se empleaban después como base de la for- ideas de Rogers sobre la tendencia de autoactualización, y el cen-
mación sino que también se las analizaba por medio de procedi- _tramiento del trabajo terapéutico en la vivencia de sentimien-
mientos empírico-esta dísticos para rastrear las pautas básicas de tos, en el aumento cíe la congruencia y en el cambio de la per-
la interacción terapeuta-cliente. De este modo Rogers fue uno cepción de la persona propia son aspectos que en lo esencial se
de los primeros, junto a ios iniciadores de la terapia de la con- encuentran ya en el trabajo de Rank. Y como componente perso-
ducta, que estimuló la realización de amplios estudios empíricos nal para !a elaboración de su abordaje terapéutico, Rogers pone
experimentales en el intento de operacionalizar la conducta de de relieve que "el interés por la conducción del diálogo y la tera-
terapeuta y cliente, de confeccionar escalas y someter los datos •-¥ pia sin duda provino en parte de la soledad cíe mis primeros años»
a la estadística clásica de correlaciones y tests. Desde comienzos (Rogers, 1975, pág. 14).
de la década de 1960, los trabajos de Truax y von Carkhuff han No es sin duda casual que la terapia no directiva o centrada
sido señeros para innumerables investigaciones hechas en el mis- en el cliente recibiera en los países de lengua alemana la desig-
mo espíritu (cf., p.ej,, un amplio panorama de conjunto en Truax nación de «psicoterapia de diálogo", en particular gracias al ma-
y Carkhuff, 1967). nual de Reinhard Tausch (1968), pero también en la misma tra-
.Esta doble vía se explica por la biografía de Rogers: tras dos ducción de 1973 del título de Rogers CLivnL-cen-tered therapy co-
años de estudios en ciencias agrarias y.un vuelco radical a la teo-
logía, lomó lecciones de psicología en. el Teachers College de la
' mo Díe klienLbezogeiie Gespradistíiempie (revisarlo posteriormen-'
te en esta forma: Die kLienteiisentriertg Gesprachspsydiotherapie.
Universidad de Golumbia (que estaba enfrente del seminario de ClienL-cenlered Uierapy}: es que en la década de 1960, la psico-
teología). Poco después se pasó al Teachers College, y así recibió logía alemana inició una fuerte orientación hacia el-conductismo
la mayor parte de su formación como psicólogo en el mismo ins- norteamericano y pasó a considerar la investigación estadístico-
tituto en que Watson había elaborado en 19.13 su manifiesto con- experimental «objetiva- como paradigma de cientificidad. En es-
ductista, y en que, eu L924, se habían llevado a cabo, bajo su tas circunstancias es comprensible que «la más técnica» de las tres
dirección, experimentos de terapia de la conducta. Siguiendo es- variables básicas (véase infra) de la terapia centrada eu el clien-
ta tradición, F. S. Keller, condiscípulo de Skinner, y VV. N. Schoen- te, es decir, la verbalización, resultara privilegiada. La verbali-
field habían elaborado un programa de estudios que sirvió desde zación —o eii general el diálogo—, como forma manifiesta de la
1945 en ¡a Universidad de Columbia para el reclutamiento de cien- interacción terapéutica, es la que con más facilidad admite ope-
tíficos en el campo de las teorías del aprendizaje operante. Es ••¿•si racionalización, confección de escalas y, por lo tanto, una objeti-
evidente que no podía dejar de influir sobre la actitud inicial de vación. De esta manera, un fenómeno en extremo reducido por
Rogers hacia la investigación la formación recibida en este insti- cierto, pero susceptible empero de medición objetiva, se podía
tuto, que se situaba -en la corriente de la psicología dominante someter a los procedimientos clásicos de la tecnología de investi-
en los Estados Unidos, con su insistencia en el método científico gación empírico-estadística, con io cual adquiría carta de ciuda-
riguroso, el pensamiento operacional y la verificación de hipóte- danía en la psicología alemana de las décadas de 19GO y 1970
sis por medio de procedimientos estadísticos refinados* (Rogers, la variedad de psicoterapia así constituida.
1983, pág. 475), Entretanto, en la psicoterapia de diálogo se ha introducido
Por otro lado, empero, él mismo, y por lo tanto la variedad un recordatorio de la psicología humanista y de la genuina posi-
de terapia por él elaborada, recibieron un sustancial influjo de ción de Cari Rogers, tanto más cuanto que este ha ¡do poniendo
la filosofía de la existencia de Kierkegaarcl y Buber, así como de progresivamente el acento en su posición básica fenomenológico-
la psicología guestáltica sustentada por Kurt Lewin (cf. el capi- exístencial (cf. Rogers, 1981; es cierto que acerca de este punto
tulo 13). Otro aporte importante para la elaboración de su abor- existe una corriente contraria en la psicoterapia de diálogo, véa-
daje fue su encuentro con Otto Rank (1884-1939), discípulo de se infra}. De este modo se advierte una diferencia notable, p.ej.,
Freud: Rank insistía en que el paciente debía ser responsable de si se compara el manual alemán clásico de Tausch sobre psicote-
su propia vida y de la forma de realidarl creada por él mismo, rapia cíe diálogo hasta su sexta edición, con las ediciones más

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recientes (desde 1979). Hasta 1973, el lector es paseado orgullo- fases). Estas no se deslindan de manera neta sino que se super-
samente todavía por el cementerio de datos, donde las hileras ponen por lapsos considerables; además se debe tener en cuenta
de tumbas son coeficientes de correlación que a menudo van de que en la última década se ha acusado mucho la heterogeneidad
0,30 a 0,40, significativos por cierto pero que explican apenas de los abordajes. Por eso la exposición que a continuación ofre-
del 10% al 15% de la varianza medida (y a su vez la varianza cemos, de cuatro «fases», se debe tomar corno una orientación
medida puede abarcar sólo una fracción de los fenómenos perti- aproximativa respecto de un proceso que ha dado lugar a corrien-
nentes de la interacción terapeuta-cliente). Los datos de la in- tes que divergen cada vez más. Nos concentraremos en el desa-
vestigación, como venimos diciendo, han empezado a pasar a un rrollo de las nociones básicas; y mencionaremos sólo de pasada-
segundo plano y se habla de «auxiliadores», «compañeros» y «per- las líneas muy divergentes y las críticas que se han dirigido a esas
sonas-, e importantes nociones se comunican más bien por me- nociones.
dio de ejemplos e ilustraciones. Pero ahora como antes se echa
de menos un modelo claramente formulado de la eficacia de la
psicoterapia de diálogo. Una investigación de base empírica en 14.2.2 Pase de La terapia no directiva (década de
psicoterapia es sin duda necesaria y deseable. Pero mientras no 1940)
se puedan enunciar con claridad las nociones teóricas referidas
a la relación psicoterapéutica nUerhumana en el marco de !a psi- Las primeras nociones básicas se elaboraron entre 193S y 1950,
coterapia de diálogo (cf. Pfeiffer, 19SOa), una recopilación de da- en particular en Ohio (de 1940 a .1945) y en Chicago (de 1940
tos demasiado eufórica estará empero condenada a pasar de lar- a 1950). Ocupa el primer plano el «asesoramiemo no directivo»
go ese núcleo desconocido. (Rogers, 1942); en él se trata, en lo esencial, de ofrecer al cliente
De este modo, en la década de 1970 asistimos a un empeño una situación en que se pueda sentir seguro y amparado. Las in-
creciente por alcanzar una formación teórico-conceptual nueva tervenciones terapéuticas se caracterizan principalmente por la
o la precisión de las nociones anteriores (véase infra); además permisividad o no directividad. Están exentas de toda forma de
se abandonan ios muéstreos univariados en favor de microanáli- dirigisrno, y en cambio se sustentan en la calidez, la simpatía y
sis multivariados (cf., p.ej., Howe, 1980) pero cuya significación la aceptación como actitudes básicas. El modelo médico —sobre
todavía no se puede apreciar definitivamente. ¡Vlinsel y Bente todo en sus aspectos «diagnóstico de una perturbación», "especi-
(1982, pág. 46) ponen de relieve a manera de resumen, al térmi- ficidad del tratamiento» y «empeño curativo»— no se admite en
no de una revisión muy crítica de! estado y el desarrollo de la esa forma; en este contexto, el concepto de «paciente» es susti-
psicoterapia de diálogo, entre otras cosas, las dos exigencias de tuido por el de «cliente». Las perturbaciones no se consideran tan-
que es preciso dedicarse con más intensidad a la teoría y aplicar- to enfermedades cuanto déficit de percatación y, por igual moti-
se en la investigación al suceder rea! de la terapia (en tanto pro- vo, falta de crecimiento. Se destaca la responsabilidad del clien-
ceso multivariado complejo). te sobre sí mismo: el terapeuta crea un clima en que pueda hacer
sus propios descubrimientos y tomar sus propias decisiones; en
manera alguna se debe sentir objeto del tratamiento.

14.2 "El desarrollo de la psicoterapia de diálogo


Según ya indicarnos, las actuales concepciones básicas de la
psicoterapia de diálogo se modificaron durante una evolución de
14.3.£ Pase de la verbalización de sentimientos
(década de 1950 hasta mediados de la década de \u
' !| ¡¡

1960)
varias décadas por la acentuación de ciertos puntos de vista. En \-
general se pueden distinguir en este desarrollo tres o cuatro fa- La intensa discusión en torno del «asesoramiento no directi-
ses en que imperaron distintos centros de gravedad (una división vo» (1942), así como la acumulación de estudios empíricos sobre í
en tres fases proponen, p.ej., Hart, 1970; Pavel, 1975; Minse! y terapias, hicieron que la perspectiva se desplazara de la no di- 1
3

Rente, 3.9SO; en cambio, Shlien y 2imriiig, 1970, cuentan cuatro rectividad al centram¡ento en el cliente, en el que se consiente

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al terapeuta un amplio espectro de intervenciones dentro del mar- entre los discípulos de Rogers en el sentido de que las condicio-
co de las variables básicas (véase infra). En el primer plano de nes antes formuladas sean en efecto «necesarias y suficientes».
esta «psicoterapia centrada en el cliente» (Rogers, 1951) se sitúa Del mismo modo, en la década de 1960 se manifiestaron crecien-
el cotejo del cuente con su propio mundo de sentimientos. Tarea tes reservas en cuanto a la significación empírica de la teoría y
del terapeuta es, principalmente, sobre la base de la actitud bá- •a su precisión y venficabilklad (p.ej., Ford y (Jrban, 1963); ade-
sica ya descrita en ía primera fase, asistir al cliente para que al- más, las investigaciones empíricas empezaron a arrojar resulta-
cance una acrecentada percepción de sí y una reflexión sobre dos negativos para la eficacia de las variables básicas (p.ej., Truax,
su mundo de sentimientos (autoexploración). Con este propósi- Carkhuíf y Kodmann, 1965, o Bergin y Jasper, L969; un resu-
to, en las intervenciones del terapeuta los intentos de obtener men de exámenes críticos se hallará en Mitchell, Borzath y Krauff,
un esclarecimiento cognitivo de los problemas del cliente ceden 1977; Minsel y Zielke, L977; Zieike, 1979).
el paso a una verbalización de sentimientos (y de actitudes valo- Este aumento de las dudas y criticas —incluso dentro de las
rativas y percepciones ligadas con ellos). En la teoría de la perso- propias filas— se explica no en último término por el hecho de que
nalidad y del proceso terapéutico propuesta por Roger, el «es- el respeto ganado por el abordaje de Rogers en la psicología clíni-
quema de sí mismo» es eí concepto clave. ca y su fuerte defensa de la investigación empírico-experimental
En esta fase, se elaboran las tres variables básicas como con- (en oposición al psicoanálisis) atrajeron a muchas personas que
diciones necesarias y suficientes de una terapia lograda (Rogers, en manera alguna compartían la cosmovisión filosófica de Ro-
1957), a saber: o.) apreciación positiva y calidez emocional (acep- 3$ gers: mientras que este acogía en su pensamiento cada vez más
tación); i)) autenticidad (congruencia consigo mismo), y c) com- perspectivas huma rustas o existencialistas/fenomenológicas, cre-
prensión empática (con insistencia técnica en la verbalización de m
.s& cía el sector de los psicoterapeutas de diálogo que se interesaban
contenidos vivenciales emocionales). Estas tres variables básicas sobre todo por los puntos de vista de la teoría del aprendizaje
se tratan más adelante en detalle (véase la sección 14, 4). y de la comunicación.

14.2.3 Fase del ceniramienio en la vivencia (desde 1A.2A Fase de ampliación e integración (desde la
mediados de la década de 1960) •I« década de 1970)
Desde la década de 1960 ha ido perdiendo importancia la pu- Desde hace una década se observa una renovada actividad
ra verbalización de contenidos afectivos que el cliente introduce de innovación respecto de las nociones básicas de la psicoterapia
en la terapia. En cambio, se ha ido destacando la perspectiva de diálogo, que va mucho más allá de una especificación y un
•fifi-
de la relación entre terapeuta y cliente dentro del proceso en desplazamiento del acento dentro del mismo abordaje (como se
su concreto discurrir. Bajo el supuesto de las actitudes y varia- podrían interpretar todavía nociones como las de «experiencia!'»
bles básicas de las fases primera y segunda, el centro de grave- y «enfoque»). Los intentos van dirigidos a adoptar diversos abor-
dad de la intervención terapéutica se pone ahora en no arruinar dajes, perspectivas teóricas y técnicas de intervención de otras
el contacto intenso entre terapeuta y cliente, pero sobre todo variedades psicoterapéuticas, integrándolas en la psicoterapia de
del cliente consigo mismo, es decir, sus marcos vivenciales, la diálogo. Una obra importante en este sentido es sin duda el volu-
forma y modalidad de sus percepciones, sentimientos, actitudes men de Wexler y Rice (1974), JnnovaLioiis in ciieni-centered Uie-
y reacciones. Con este propósito se integran en la psicoterapia rapie, en el que diecisiete autores discuten modificaciones y am-
de diálogo más y más formas de intervención que promueven ¡o pliaciones de los puntos de vista de Rogers.
vivencial, corno las nociones de «experiencia!-» y de -enfoque» in- Ampliaciones sustanciales han sido propuestas por Martin
troducidas por E. T. Gendlin (véase la sección 14, 6). I (1972) con respecto a la teoría del conflicto, por Tscheulin (1975)
Estos abordajes destinados a ensanchar las nociones básicas en orden a la integración de aspectos de la teoría de la comuni-
(proceso este que prosiguió de manera todavía más amplia y ra- cación de la escuela de Palo Alto (cf. el capítulo 18) o por Wexler
dical.en la década cíe 1970) se acompañan de crecientes dudas (1974) para nociones de teoría de la información o de psicología

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cognitiva. También, con miras a una reanimación de la psicote- dad en la forma de diecinueve tesis (no obstante, muchos le han
rapia de niños centrada en el cuente (Schmidtchen, 1974) se am- criticado falta de rigor, en particular la desunión de teoría y prác-
pliaron las bases de Rogers y los tempranos abordajes de ¡a tera- tica; cf., p.ej., Zirnrjng, 1974; Grunwald, 1976, o Bommert, 1977).
pia cíe niños de Axline (1972, primera edición norteamericana, Aspectos esenciales de su imagen del hombre se contienen prác-
1947), sobre todo, con perspectivas tomadas de la psicología so- ticamente en todas sus publicaciones.
cial y del desarrollo. Acerca de la combinación de la psicoterapia Uno de los constructos centrales de la teoría de la personali-
de diálogo con casi todas las otras formas corrientes de terapia, dad de Rogers es el «sí-mismo-, que se diferencia sólo en el curso
Howe hace poco lia presentado dos volúmenes de compilaciones del desarrollo de la primera infancia a partir de percepciones cor-
(Howe, 19S2a, 19826), que reflejan con claridad una fuerte ten- porales en interacción con el ambiente. El sí-mismo organiza y
dencia a la integración de diversos abordajes, si bien es cierto estructura por una parte experiencias, y por la otra las desmien-
que de igual modo hubo decididos pronunciamientos en contra te o desfigura, a saber, cuando no guardan relación con él (con
de esa integración de métodos (p.ej., Biermann-Ratjen, Eckert y la autoimagen). No menos importante es la tendencia a la actua-
Schwartz, 1980, quienes incluso en su libro sobre psicoterapia lización — según Rogers, inherente a todo organismo—, que «mue-
de diálogo, de 1979, presentaron una explicación muy fundada ve al ser humano en dirección a lo que se define como crecimien-
de la acción eficaz de esta terapia, para lo cual, reformulando to, maduración, enriquecimiento vital» (Rogers, Í9S3, pág. 491).
las perspectivas de Rogers, privilegiaron «el cambio por obra de Pero ella necesita que el medio le ofrezca un clima psíquico y
!a comprensión», véase infrcí). Creciente importancia van cobran- físico adecuado, porque de lo contrario puede agostarse (véase
do los grupos de encuentro centrados en el cliente o grupos de infra). El tercer concepto central es la «incongruencia», la dis-
psicoterapia de diálogo, desarrollo este que el propio Rogers an- crepancia entre la vivencia del organismo y su autohnagen. Si
ticipó (cf. Rogers, 1974, primera edición norteamericana, 1970; la incongruencia es alta, la tendencia a la autoactualización pro-
Franke, 1978, y también Tausch y Tausch, 1979). duce conflictos: por una parte, ella sostiene la autoimagen, em-
No obstante esta heterogeneidad extraordinaria que presenta bellece la imagen que uno tiene de sí mismo pero, por otra parte,
su estado actual de desarrollo, la exposición que sigue acerca de el organismo aspira a hacer justicia a sus necesidades. Organis-
nociones centrales se atendrá fielmente a las concepciones de mo y sí-mismo esfuerzan entonces en direcciones diferentes, y
líogers de la «terapia centrada en el cliente", aunque tomaremos el conflicto que desde ahí se insinúa es la base de la angustia
en consideración las perspectivas, en mi opinión muy fecundas, (cf. Rogers, 1983).
del centramiento en la vivencia, propuestas por Gendlin, así co- A continuación reproducimos sin comentarios las diecinueve
mo las reformulaciones de nociones básicas de la psicoterapia de tesis de la personalidad de Rogers (1973, primera edición norte-
diálogo de Biermann-Ratjen el al. (1979). americana, 195J), que él elucida en detalle. Pero más adelante
retomarnos muchas de estas perspectivas en conexión con las ac-
titudes terapéuticas básicas y el proceso terapéutico:

14.3 Imagen del hombre y teoría de la I. Todo individuo existe en un mundo de experiencia que cam-
"personalidad según Rogers bia permanentemente, cuyo centro es él.

Las exposiciones de Rogers sobre su teoría de la personalidad


•»
• :í«V
II. El organismo reacciona frente al campo tal como él lo ex-
perimenta y percibe. Este campo perceptivo es «realidad» para
se entretejen casi siempre con sus experiencias personales y sus
ideas sobre la psicoterapia, con su imagen del hombre-humanista,
existencial, y sus concepciones de cuño filosófico sobre los pro-
cesos de la experiencia, la enseñanza y el aprendizaje; querer
a
el individuo.
III. El organismo reacciona al campo perceptivo, como un to-
do organizado.
IV. El organismo tiene una tendencia básica a actualizarse,
i\
n

dilucidar aquí aspectos singulares equivale a «extraer"hilos de un conservarse y acrecentarse en tanto organismo que hace expe-
tejido» {Bischof, 1964). Fue en 1951 cuando Rdgers expuso y elu- riencias.
cidó más explícitamente sus ideas sobre la teoría de la personali- V. La conducta es en principio el intento del organismo, orien-

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fli

tado hacia metas, de satisfacer sus necesidades según lo consiga XV. Existe una adecuación psíquica cuando el esquema del sí-
dentro del campo así percibido. mismo es de suerte que todas las experiencias sensoriales y cor-
VI. Esta conducta dirigida a metas es acompañada y en gene- porales del organismo son o pueden ser asimiladas en un plano
ra! es promovida por emociones. Estas guardan relación con la simbólico dentro de una relación de concordancia con aquel es-
procura de todos los aspectos consumámonos de la conducta, y -.quema.
!a intensidad de la emoción se relaciona con la importancia per- XVI. Cualquier experiencia que no concuerde con el organis-
cibida de la conducta para la conservación y elevación del orga- mo o con la estructura del sí-mismo puede ser percibida como
nismo. una amenaza, y mientras más frecuentes sean estas percepcio-
VII. El mejor punto de partida para la comprensión de la con- nes, más rígidamente se organizará la estructura del sí-mismo a
ducta es el sistema de referencia interno del propio organismo. fin de conservarse.
VIII. Una parte del campo perceptivo total se desarrolla poco XVII. En determinadas condiciones, de las cuales la principal
a poco hasta convertirse en el sí-mismo. es la total ausencia de amenaza para la estructura, del sí-mismo,
IX. Como resultado de la interacción con el medio y, en par- experiencias que no concuerdeu con esta serán percibidas, exa-
ticular, de la interacción de orden valoraüvo con otros, se forma minadas, y la estructura del sí-mismo será revisada para asimilar
la estructura del sí-mismo; se trata de una estructura organiza- .(Í e incluir experiencias de esa índole.
da, fluyente pero plenamente intelectiva, de percepciones de ca- XVIII. Si ei individuo percibe todas sus experiencias sensoria-
racterísticas y relaciones del «sí-mismo», junto coa los valores que les y corporales, y las recoge dentro de un sistema consistente
corresponden a esos esquemas. e integrado, necesariamente será más comprensivo con los de-
X. Los valores inherentes a las experiencias y los valores que más y en su conducta aceptará más a los otros en tanto indivi-
son parte de la estructura del sí-mismo han sido experimentados duos.
directamente por ei organismo, o bien introyectados o tomados XIX. A medida que el individuo percibe y acepta más de sus
de otros, pero en esté último caso se los percibe en forma desfi- experiencias orgánicas dentro de su estructura del sí-mismo, se
gurada, como si hubieran sido experimentados de modo directo. encuentra con que sustituye su actual sistema de valores, que
XI.. Cuando en la vida del Individuo emergen experiencias, ellas en buena parte consiste en ¡nfcroyecciones simbolizadas por vía
son a] simbolizadas, percibidas y organizadas dentro de una rela- de desfiguración, por un proceso valorativo organísmico y conti-
ción con e! sí-mismo; 6) pasadas por alto porque no presentan nuado.
ninguna relación percibida con la estructura del sí-mismo, o bien
c) simbolizadas por vía de desfiguración o desconocimiento por-
que la experiencia no concuerda con la estructura.
XII. Las modalidades de conducta adoptadas por el organis- 14.4 Actitudes básicas del terapeuta
mo son las más de las veces aquellas que concuerdan con la ima-
gen del sí-mismo. Como ya dijimos, Rogers conceptualizó en 1957 tres actitudes
XITI. La conducta en muchos casos puede ser causada por ne- básicas del terapeuta en tanto -necesarias y suficient.es» para una
cesidades y experiencias orgánicas que no han sido simbolizadas. terapia constructiva; a menudo se las denomina «variables bási-
Esta conducta se puede situar en contradicción con la estructura cas» de la «conducta del terapeuta». Pero estos conceptos pueden
del sí-mismo, pero en estos casos la conducta no es «propia» del inducir a un malentendido porque Rogers no se propone introdu-
individuo. cir «variables» de -conducta» (p.ej., en el sentido de la -conducta
XIV. Una inadecuación psíquica se produce cuando el orga- verbal» de Skinner) como parámetros exactos de una técnica o
nismo niega ante la conciencia importantes experiencias senso- «método de tratamiento» sino, más bien, describir perspectivas
riales y corporales, que, en consecuencia, no son simbolizadas para ofrecer una relación interhumana con miras a producir cam-
ni organizadas en la Gestall de ía estructura del sí-mismo. Cuan- bios con eficacia terapéutica. No obstante, en el marco de una
do esta situación se presenta, existe una tensión psíquica básica concepción más bien técnica de la psicoterapia no rara vez estas
o potencial. actitudes básicas se ejercitan en el entrenamiento técnico como

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variables de conducta, con la meta de alcanza!- los valores más der- y que admitan «entrenamiento- (en el sentido usual de estas
altos que se pueda en las escalas correspondientes. palabras, p.ej., en cursos universitarios). La estimación positiva
En lo que sigue, para poner el acento en el abordaje humanis- y la calidez emocional se manifiestan en el plano de la conducta
ta de la psicoterapia de diálogo, no hablaremos de tres (distintas) siquiera en el hecho de que no se intente imponer al cliente las
variables básicas sino de tres aspectos de una actitud de encuen- opiniones y valoraciones del terapeuta, no se ¡e den consejos ni
tro: terapeuta y cliente se encuentran como compañeros, aun- se le llagan recomendaciones, etc. Con miras a la investigación
que con demandas clü'erentes. En este encuentro, el cliente debe empírico-estadística, Truax (1962) ha esbozado una -escala» de
poder experimentar que el terapeuta ío acompaña comprensiva- cinco grados, con arreglo a la cual el observador puede incluir
mente en la exploración de su sí-mismo, lo alienta con su acti- su valoración del terapeuta respecto de estas variables en una
tud, no lo juzga, y acepta sus problemas sin despojarlo de su res- categoría, y expresarla en la forma de un número.
ponsabilidad sobre ellos. Aunque la insistencia en "tres aspectos Un terapeuta que experimente íntimamente esa estimación
de una actitud de encuentro» está aquí referida al contenido y positiva del cliente y pueda ir a su encuentro con calidez emo-
es de orden puramente fenomenológico, parece conservar todo cional, despertará sentimientos parecidos en el cliente respecto
su sentido en orden a los descubrimientos empíricos: siempre arro- de su sí-mismo, de manera que pueda aceptarse y respetarse me-
jan los tres —entendidos como «variables» de «conducta-—, según jor (Biermann-Ratjen et ai. llaman a esto üestablecimiento de un
Tausch (1973, pág. 121), una correlación de 0,70, es decir, tan ele- objeto interno empático). También el cliente aprende así a dife-
vada como rara vez se la encuentra en este dominio (cf. tam- renciar entre su valor como ser humano y la valoración de sus
bién, p.ej., Wiggins, 1973, y Grunwald, 1976, que por lo demás acciones.
cuestionan la división en tres variables).
14A.& Autenticidad
14A.1 Estimación positiva y calidez emocional
Para esta segunda actitud de encuentro, como para la prime-
Este aspecto complejo de la actitud de encuentro se ciñe tam- ra, existe una serie de otros conceptos: «congruencia o sinceri-
bién por medio de conceptos como «aceptación» o «respeto-. Se dad consigo mismo», «no tener fachada», o «autointegración». Esto
trata de la medida en que el terapeuta puede y quiere vivir al presupone, en el sentido de la filosofía hurnanista, una persona-
cliente como un prójimo y entregarse a un encuentro existencia! lidad madura que no se oculte tras fachadas, muletillas retóricas
con él, sin incluirlo en categorías valorativns o de utilidad sobre o roles, y que no tenga actitudes de defensa neurótica o angus-
la base de sus acciones, cualidades y palabras. Lo esencial enton- tiada frente a sus propios sentimientos y percepciones, sino que
ces es saber si el terapeuta ha podido ver en el cliente al ser hu- esté dispuesta a vivirse a si misma y a internarse en la situación.
mano, o si (a causa de sus propios problemas, de esquemas apren- Aquí se trata entonces de «totalidad» (en el sentido de la psicolo-
didos, etc.) es capaz de reaccionar sólo de un modo esquemático gía hurnanista) y de veracidad del terapeuta en la relación; él
frente a un haz de roles, acciones, palabras. Esta aceptación ' experimento su conciencia presente y se expresa de manera au-
incondicional del cliente en manera alguna significa aplaudir sus téntica en la comunicación. También en este caso interesa la sus-
acciones ni compartir sus actitudes. Más bien se refiere al hecho w
•StSit tancia humana del terapeuta, no una técnica en la que se pueda
de poder sentir, más allá de estas estructuras de superficie, un haber entrenado.
hondo respeto frente a la vida humana y su diversidad, tal como La autenticidad se exterioriza en el plano de la conducta si-
se manifiesta en e! ser-así individua! del cuente. En este contex- quiera en el hecho de que, p.ej., los contenidos de una proferen-
to, Rogers habla de «amor en el sentido de! concepto teológico cía coincidan con el tono de la voz, la mímica, la gestualidad,
de "ágape" [. . .] un sentimiento que no es de cuidado patriar- etc., y que se pueda recurrir de manera espontánea a un vasto
cal, ni es sentimental, ni una amabilidad superficial» (Rogers, espectro de reacciones. También para esta variable se ha elabo-
1962, citado según Tausch y Tausch, 1979,-pág. 67). Parece más rado y propuesto una serie de escalas, p.ej., Trnax(1962) o Cark-
que dudoso que estas sensaciones se puedan «enseñar» o -apren- huff (1969).

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í Page 184 of 372
menos dudoso. En lo sustancial, se trata de que el terapeuta de-
La autenticidad del terapeuta posibilita la confianza de parte vuelva al cliente, con sus propias palabras y como en realímen-
del cliente, puesto que aquel se vuelve trasparente y el cliente tación.permanente, aquello que de los contenidos vivenciales de
puede experimentar de manera no verbal/analógica, to que oye aquel ha comprendido. El acento recae aquí sobre «contenidos
Cíe verbal/digital en las comunicaciones. Ahora bien, sólo esa con- ' vivenciales»; se trata en particular de sentimientos, sensaciones,
fianza en el terapeuta le permite franquearse y volverse hacia experiencias y percepciones ligadas con valoraciones. El terapeuta
su propia persona haciendo investigación de sí en vez de mirar no «espeja» entonces las preferencias del cliente (como a menu-
lleno de prevenciones al interlocutor. do se lo entiende desacertadamente) sino que procede de modo
en extremo selectivo recogiendo sólo aquellos contenidos afecti-
vos y vivenciales que oye resonar a partir de los enunciados del
1*1 A.3 Comprensión empalica cliente.
Es verdad que cuando tai hace, el terapeuta tiene que óbrat-
Otros conceptos para este aspecto del encuentro son «empa- ele la manera menos interpretativa posible, es decir, no remitién-
tia», «entendimiento» o «no enjuiciamiento». Desde el punto de dose a una «grilla»' abstracta terapéutico/diagnóstica; en efecto,
vista cíe la técnica de la intervención, esta variable se denomina aquella realimentación del terapeuta se tiene que documentar
«verbalización de contenidos vivenciales emocionales-. Se trata a partir de las profercncias del cliente (aunque es cierto que siem-
de que el terapeuta, partiendo de la actitud que antes hemos des- pre queda un resto de interpretación). Biermann-Ratjen et al.
crito, se empeñe en comprender al cliente en su vivencia (y en (1979) han destacado, por medio de ejemplos analizados en deta-
las actitudes valorativas, los motivos, los deseos y las angustias lle, la importancia que tiene para la verbalización del terapeuta
asociados a aquella); en la bibliografía esto se suele explicar di- tomar en cuenta el marco de referencia del cliente. Mientras más
ciendo que es preciso ver el mundo del cliente con los ojos de consiga asir lo que se esconde tras los enunciados del cliente en
este o dentro de sus propios marcos de referencia. Estas descrip- orden a experiencia personal, modalidades de vivencia y perple-
ciones contienen empero el peligro de inducir a malentendidos. jidad, tanto más adecuadamente podrá comunicar esta compren-
Asi, Davisou y Neale (1979, pág. 495), partiendo de un «paradig- sión al cliente. Por lo tanto, el entrenamiento en la forma de ex-
ma enteramente diferente», señalan el «problema de lógica de la presión verbal se dirige sólo a un fenómeno superficial; lo esen-
ciencia^ que plantea saber -cómo un terapeuta puede llegar por cia! es que el terapeuta pueda percibir y comprender el espectro
inferencia a procesos internos de los cuales al parecer el cliente de los sentimientos y las vivencias del cliente, y lo conseguirá
no tiene conciencia». Por ese motivo hay que insistir en que la tanto menos en la medida en que no sepa percibir sus propios
«comprensión empatien» no se refiere a una perspectiva estadístico- sentimientos y vivencias, y en que oblitere de manera neurótica
diagnóstica sino a un proceso dinámico que se basa en un ofreci- determinados aspectos de su propio vivcnciar.
miento de relación (cf. Biermann-Ratjen, Eckert y Schwartz, 1979) Es por lo tanto esencial para la formación de un terapeuta
en que al comienzo tanto para el cliente como para el terapeuta que haya alcanzado una amplia experiencia de sí mismo o que
son desconocidos casi todos los «procesos internos- del cliente. haya pasado por una terapia propia —comparable con el análisis
El empeño de comprensión empática, la señalización del trabajo didáctico— para elaborar sus problemas, cristalizaciones, postu-
en común y la experiencia cíe ser comprendido (parcialmente) ras defensivas, prejuicios, etc., que le harían percibir las mani-
infunden al cliente el ánimo para explorar sus «procesos inter- festaciones del cliente a la luz de sus propios problemas y encua-
nos» poco a poco, en un largo proceso en que es acompañado por dres, y le impedirían un libre encuentro. Sólo desde esta concep-
el terapeuta. ción de fondo pueden resultar útiles las perspectivas formales
La verbalización de contenidos vivenciales emocionales, que de la intervención terapéutica como se las encuentra expuestas,
es el componente de intervención técnica de este tercer aspecto p.ej., en Minsel (1974). Minsel hace indicaciones como esta: in-
del encuentro, es lo más susceptible de «entrenamiento- pero, tervenir con la mayor frecuencia que se pueda, utilizar formula-
sin las dos perspectivas mencionadas en primer término, y sin ciones breves, concretas, intuibles, evitar las ambigüedades, et-
la concepción de fondo que acabamos de esbozar, no es más que cétera.
una técnica impuesta cuyo efecto terapéutico positivo es por lo

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El aspecto «comprensión empática», al menos en sus compo- de esas fuerzas, desarrolla más autonomía (en lugar de depen-
nentes más visibles, es el que mejor se presta a ser observado dencia), autoaceptación y autorrespeto (en lugar de autorrecha-
como «variable de conducta». Por lo mismo, la verbalización de 20 y denigración), percatación de su vivenciar (en lugar de desfi-
los contenidos vivenciales emocionales se ha sometido con la ma- guración), flexibilidad (en lugar de rigidez) y creatividad osada
yor frecuencia a investigación empírica. Son muchas entonces (en lugar de una restricción conservadora angustiada y una adap-
Jas «escalas» propuestas para aprehender categorialmente esta tación excesiva). Estos conceptos caracterizan al mismo tiempo
conducta y para apresarla en términos numéricos. Pero las más la meta terapéutica que se alcanza sobre la base de la tendencia
citadas en la bibliografía son una escala de cinco niveles, debida a la autorrealización: la «fuliyfuncíioningperson». Parece con-
a Carkhuff (1969), y una de seis (si bien esta va de uno a doce, veniente una breve reflexión sobre este problema, a saber, cómo
sólo cada segunda categoría tiene pertinencia, verbal), pertene- puede cegarse en el ser humano esta poderosa fuerza impulsiva,
ciente aTausch, Bppel, Fittkau y Minsel (1-969); y ligeras varian- !a tendencia a la autorrealización.
tes de estas. Para explicarlo de manera muy aproximada, ellas Puntos de vista esenciales acerca del deterioro psíquico se re-
van de -no se registran sentimientos», pasando por -se verbalizan cortaron ya en las tesis sobre la personalidad (tesis X, XI, XIII,
sentimientos triviales», a «se verbalizan todos los contenidos esen- XIV, XVI, XVri): un sentimiento positivo puede existir mientras
ciales personales-emocionales del vivenciar". la estructura del sí-mismo, es decir, <la organización de hipótesis
Anotemos, para concluir, que en la bibliografía sobre la psi- para el encuentro con la vida» {Rogers), resulta lograda en co-
coterapia de diálogo se examina además una serie de ««variables rrespondencia con el ambiente. Las tensiones concientes son mí-
no clásicas del terapeuta» (Rieger y Schmidt-Hieber, 1979, ofre- nimas puesto que no aparece un material contradictorio capaz
cen un panorama sobre este punto); entre otras, «concreción es-
pecífica» (cf. Truax y Carkhuff, 1964), «empeño activo (y partici-
pación íntima)^ así como «confrontación» (cf. Bommert, 1977, pág.
73 o pág. 51), «interpretación» (Howe, 19G2, cf. Tausch, 1973,
pág. 159), «especificidad» (Helm, 1972, pág. 39), «autoofrecimien-
i de cuestionar lo apropiado de las funciones. Pero puede suceder
que los conflictos interiores aumenten porque la estructura del
sí-mismo existente deje de ser adecuada (Rogers presenta el ejem-
plo de un alumno sobresaliente de una ciudad pequeña, que se
percibe él mismo como "brillante», pero que en la universidad
to» (Carkhuff. 19G9), *iikabilit.y* («simpatía y afecto*, cf. Tausch, se enfrenta con experiencias que no se corresponden con su an-
1973, pág, 152), -actividad lingüística- (Minsel et al., 1973), «in-
f terior autoimagen). Las percepciones amenazadoras para la es-
teresarse por el estado del momento» (MiLchell y Mitchell, .1.968) tructura son desmentidas, desfiguradas o simbolizadas de mane-
y -potencia persuasiva» (despertar confianza y esperanza, Frank, ra inadecuada (cf. las tesis ya trascritas). Si no media una rela-
19(51). Esta abundancia no deja de ser un indicio de lo extraordi- ción que corresponda a !a relación terapéutica en el sentido ya
nariamente complejos que son los constructos de Rogers y de lo definido, a partir de cierta cuantía de la amenaza se puede insta-
difícil que es reducirlos ai plano de unas «variables» susceptibles lar un proceso patológico en que desfiguraciones perceptivas con-
de observación empírica. duzcan a estrechamientos cada vez mayores de la vivencia, y es-
tos, a su vez, refuercen las desfiguraciones o, al menos, las man-
s tengan. La tendencia a la autoactualización, en el caso de «la
Géstate, rígida, tiesa, que es típica de toda organización amenaza-
14.5 Los deterioros psíquicos y el proceso da» (Rogers), permanece igualmente petrificada en su eficacia vi-
terapéutico viente.
Biermann-Ratjen et al. (1979), y después Biennann-Ratjen y
En consonancia con la teoría de la personalidad de Rogers, Eckeit (1982), y Hiibner (1982), entre otros, han procurado ela-
una relación terapeuta-cliente que en lo esencial se caracterice borar un modelo del desarrollo con inspiración en la psicología
por los tres aspectos que acabamos de exponer es capaz de de- profunda, que hace remontar esas desmentidas y desfiguracio-
sencadenar un proceso que libere las fuerzas de autocuración y nes a situaciones problemáticas de experiencias de la niñez tem-
auLoactualizacion cegadas en el individuo. En un clima de respe- prana en que (durante el desarrollo del sí-mismo) personas signi-
to, autenticidad y comprensión, el cliente, gracias a la liberación ficativas manifestaron una incomprensión no empática, omisiva.

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A causa de la gran dependencia en que se estaba del respeto y aproximativamente sobre la base de las siete variables de proce-
so, en cada caso con sus dos niveles extremos (cf., p.ej., Tausch,
e! aprecio, las experiencias que pusieron erx peligro ese aprecio
se desmintieron (como en la obra de Alice Miller, No repararás 1073f Pfeiffer, 1975):
en ello, 1981); el niño en lo sucesivo siente y percibe ¡o que los
padres quieren, salvo que desfigura/desmiente las experiencias 1. Sentimientos y opiniones afectivo-personales no se expre-
en que se pudiera sentir despreciado y humillado. Pero «e! peli- san ni se disciernen en el nivel í, mientras que en el nivel Vil
"&' se los experimenta y manifiesta de manera inmediata cuando se
gro, la tragedia, no está en los dolores de la primera infancia;
el peligro se encuentra en que a un ser vivo se 3e vede el acceso a presentan;
sus propias experiencias, entre las que se cuentan los dolores» » 2. la modalidad de experiencia es, en el nivel I, rígida, poco
(Biennann-Ratjen y Eckert, 19S2, pág. 38). Con posterioridad, conciente, los significados apenas se simbolizan, el presente es
estas experiencias tempranas pueden actualizarse y desencade- interpretado en relación con el pasado, mientras que en el nivel
nar el proceso antes descrito; es lo que ya Rogers (1951 y 1973) Vil el cliente vive en el proceso de la experiencia presente inme-
elucidó con su reflexión de que si en culturas homogéneas las diata de manera libre, aceptándola;
percepciones «no realistas» pueden mantenerse en buena medi- 3. en el nivel I, el cliente es en buena medida incongruente
da sin volverse problemáticas, «en nuestra cultura moderna, con sin darse cuenta; en los niveles intermedios lo suele advertir; en
sus subculturas cont'lictivas y sus metas, percepciones y valores cambio, en el nivel Vil rara vez se manifiestan incongruencias;
contradictorios, el individuo está expuesto a caer en la cuenta 4. una comunicación sobre el sí-mismo falta por completo en
de las discrepancias de sus percepciones» (ibid., pág. 1S2). el nivel I, mientras que ella es posible en todo momento en el
Ahora bien, con el ofrecimiento de la relación terapéutica ya nivel VII, puesto que el sí-mismo se ha vuelto inherente al viven-
descrita, el cliente experimenta una liberación de la amenaza, ciar inmediato;
se siente aceptado en sus dudas, en sus vagas percepciones de 5. la estructuración cogniüva del espacio de la experiencia
sí mismo y en sus inseguridades. Y son igualmente aceptados los es, en el nivel I, rígida y se la comprende en el sentido de los
aspectos de su sí-mismo que él va liberando y declarando con hechos exteriores, mientras que en el nivel VII las estructuras
precaución. Con ello salen a la luz experiencias y percepciones son flexibles, pueden ser aplicadas de manera tentativa y ser mo-
amenazantes, a raíz de las cuales el cliente provisionalmente re- dificadas por cada experiencia nueva;
trocede a su Gestali anterior, cómoda. Pero entonces poco a po- 6. en el nivel I los problemas no son discernidos, falta el de-
co y con cautela empieza a recoger estas experiencias angustio- seo de cambio, mientras que en el nivel VII ¡os problemas y el
sas y contradictorias en una estructura nueva y revisada (ibid., aporte que uno mismo hace a ellos se perciben claramente, y se
acepta la propia responsabilidad.
pág. 1S3). 7. las relaciones con otras personas se evitan por peligrosas
Rogers ha descrito en varias ocasiones diferenciadamente es-
te proceso terapéutico —como «proceso de la desorganización y en el nivel 1, mientras que en el nivel Vil se buscan relaciones
la reorganización»-, p.ej., 1972 (1951), págs. 181-6, o 1976 (196.1), francas y libres sobre la base de la experiencia directa.
págs. 136-G2; en este sentido ha propuesto además una escala
Los extremos que hemos anotado sirven únicamente corno
de proceso de siete niveles (Rogers, 1958, y también .1976), en
orientación: e¡ propio Rogers señala que una persona que se en-
la que el desarrollo es aprehendido categorialmente a su vez por
cuentra en el nivel II en orden a todas las variables de proceso,
medio de siete variables,de proceso. Se tienen entonces 7x7 =
presumiblemente no estará dispuesta a entrar en terapia, pero
49 categorías, que empero Tomlínson y Hart (1962), por reunión
de los niveles I/ÍI, I1I/IV y VI/VI!, han reducido a 7x3 =- 2.1; otra que en el nivel Vil una persona ya estaría más allá de la terapia.
Biermann-Raíjen et ai. (1979, pág. 100) apuntan en este sentido
reducción fue emprendida por Truax (1966), quien reunió las siete
que los niveles 1 a VII no se deben entender como fases de la
variables cíe proceso en una sola, la «autoexplo ración*; se trata
terapia y tampoco como fases de maduración, sino como «esta-
de una escala que se ha aplicado con frecuencia en la investiga-
ción de los resultados de la terapia. En lo que sigue caracteriza- dios que un ser humano recorre cuando quiere acceder a su pro-
pio sentir, que para él es por alguna razón importante pero del
remos las modificaciones alcanzadas en el proceso terapéutico

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que está segregado». Frente a cada nuevo problema que se le pre- Elemento sustancial es el «significado sentido» (felt ineaning],
senta en la terapia, son posibles entonces «retrocesos» a los nive- o sea, un objeto vivencial implícito; todavía no simbolizado por
les anteriores. Los autores caracterizan la psicoterapia de diálo- medio de palabras (que yo sepa, no se ha establecido la conexión
go como un proceso «en que el cliente, desde la relación que man- con la investigación de los hemisferios cerebrales, en este caso
tiene consigo mismo, y que él .u otros viven como deficitaria, ffi con el hemisferio derecho, es decir, con los diversos sistemas de
representación de la «programación neurolingüística», cf. el capí-
insatisfactoria, rígida, etc., pasa a otra relación consigo mismo
que es idéntica a la relación que le es ofrecida por los psicotera- tulo 20, 1), Los propios autores resumen del siguiente modo la
peutas cié diálogo" (ibicL, pág. 36). versión alemana de la escala en siete niveles (Dahlhoff y Bom-
mert, 1978):

a. Niveles 1 a 3: los roles del hablante en el sentido del eru-pe-


14.6 «Experiencing» y nfocusing» riend'ng no se registran o el punto de vista del hablante queda
fuera de su vivenciar inmediato (como si otra persona fuera la
Para concluir mencionaremos una ampliación (o diferencia- 1 que informara).
ción) sustancial del abordaje «clásico» de la terapia de diálogo, b. Niveles 4 a 7: la consideración de los contenidos menciona-
que guarda plena, armonía con esta y que ha sido elaborada tam- iSS*
*&£
dos se hace desde un punto de vista interior, es decir, situado
•<£í-í
bién en unión con Rogers. Nos referimos a las nociones de «e.irpe- en el sentir y vivenciar inmediatos. Sé describe una medida cre-
riencing* y de *foaiisi.ng», introducidas por Gendlin (.196.1, 1964, ciente de intensidad y cambio del significado sentido.
entre otros trabajos).
Experiencing (experienciar) es ante todo un constructo teórico Es evidente la relación que esto tiene, según ya dijimos, con
creado en el afán de mejorar la ya citada escala de proceso de la escala de proceso de Rogers, pero también que se abre aquí
Rogers, sobre todo para acrecentar su validez y tomar en cuenta una posibilidad de enriquecimiento de la intervención del tera-
las elevadas Lntercorrelaciones entre las variables de proceso. Ex- peuta, instalada en el marco de la terapia de diálogo y concilia-
•i'.
periencvng caracteriza entonces una escala con la que se procu- ble por entero con las actitudes básicas de la terapia centrada
ra reducir eL proceso terapéutico a un aspecto central, la viven- en el cliente según las hemos expuesto: el cliente es así exhorta-
cia afectiva inmediata del cliente. (El manual norteamericano do a profundizar en su vivencia. Este proceso, caracterizado por
pertenece a Klein, Mathieu, Gendlin y Kiesler, 1969; versiones Gendlin (1970, 1978, entre otros trabajos) como focitsinrj (cen-
alemanas, entre otros, en Pfeiffer, 1974; Bommert y Dahlhoff, tramiento, concentración), se divide en las cuatro fases que si-
1978.) Entretanto, la noción de Keperi&ncvng se ha convertido guen (cf. también Bense, 1979):
en el núcleo de una Leona autónoma de la modificación de la
personalidad (cf. Gendlin, 1978) o aun de una orientación tera- 1, Referencia directa (direct reference): como primer paso, el
péutica autónoma, bajo la denominación de «psicoterapia expe- cliente dejará de lado su juicio «sobre sí mismo y sobre cómo es
riencíal- (Gendün, 1.973), que no consideraremos en detalle en él. y se concentrará en algo que vivencia inmediatamente. Esto
vivenciado no puede ser todavía expresado con claridad por el
este libro. Dahlhoff y Bommert (1978, pág. 65) proporcionan la
siguiente definición de experiencing:
-í cliente, quien a menudo se refiere de manera vaga a «esto».
2. Despliegue (unfolding}: desde ese vago «esto» nace un sen-
«Experiencing designa el vivenciar concreto de un individuo, en timiento de «yo tengo esto», que a menudo produce sorpresa en
su decurso instantáneo, en que la atención se dirige a un objeto la persona. Aun en ¡os casos en que el objeto vivencial no es apre-
vivencia! sentido, subyacente. Este objeto no necesariamente tie- ciado de manera positiva, los informes del cliente y ias medicio-
ne que ser aprehensible por completo en el plano verbal, sino nes fisiológicas muestran que sobreviene una reducción de la ten-
que para el individuo es más bien una relación corporalmente sión: análogo esto a la expectativa angustiada, con frecuencia
perceptible: un significado personal, sentido, presente de mane- se prefiere una vivencia desagradable antes que soportar la in-
ra inmediata, de cosas y vivencias).. certidumbre.

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