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Desde el año 2017, se ha implementado el Currículo Nacional de Educación Básica (CNEB),

documento que muestra la visión de la educación que queremos para nuestros y nuestras
estudiantes. En este documento se establecen el Perfil de Egreso de la Educación Básica, las
competencias nacionales y sus progresiones desde el inicio hasta el fin de la educación básica,
así como sus niveles esperados por ciclo, nivel y modalidades; con la finalidad de que los y las
estudiantes se desenvuelvan en su vida presente y futura. Además, contiene orientaciones
para la evaluación formativa y la diversificación curricular. Desde entonces, los y las docentes
han ido incorporando a su práctica pedagógica todo lo que demanda el enfoque por
competencias y la evaluación formativa. Esto ha constituido en un desafío constante para los y
las docentes, ya que un elemento clave del proceso de enseñanza- aprendizaje es la
evaluación que hace el maestro del avance de sus estudiantes para alcanzar buenos niveles de
aprendizaje. Entendiendo que el logro de las competencias se da a lo largo de los ciclos de la
EBR, es progresivo, lo que demanda hacer una evaluación formativa. Es por ello que los
maestros y maestras debemos reflexionar sobre nuestras prácticas de evaluación, cuestionar
nuestras creencias y analizar las alternativas para mejorarlas. Por este motivo, en este ensayo
nos planeamos la siguiente interrogante: ¿Cuál es el compromiso educativo desde la
evaluación formativa que las y los maestros debemos asumir?

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