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29/09/2019 Instrucciones para diseñar una sociedad justa | Verne EL PAÍS

Verne
FILOSOFÍA INÚTIL

Instrucciones para diseñar una sociedad justa


· John Rawls rechazó las excusas para no intentar resolver las desigualdades

Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau firman un contrato (social) . Ilustración: Anabel Bueno

JAIME RUBIO HANCOCK - 10 MAR 2017 - 08:17 CET

Gran parte de las desigualdades no se deben al trabajo ni al esfuerzo. El hecho de que


tengamos un buen empleo o una cuenta corriente generosa también depende de
factores como la riqueza de nuestra familia e incluso de si vivimos en un país
occidental o en otro sumido en la miseria. Por mucho que haya trabajado David
Rockefeller, es innegable que le ayudó ser hijo de John D. Rockefeller Jr. y nieto de
John D. Rockefeller.

Es más, aunque eliminemos las desigualdades económicas, seguirá habiendo habiendo


gente más inteligente o personas cuyos talentos se valorarán más en una sociedad
determinada. Por ejemplo, si Messi hubiera nacido en el siglo XIII, no habría podido
desarrollar todo su potencial fubolístico.
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Es decir, gran parte de lo que logramos depende de cómo nos haya ido en la lotería
genética y social. Por eso muchas desigualdades son injustas. No son el resultado de
una meritocracia, sino que perpetúan ventajas y desventajas sistémicas.

De todas formas y aunque estemos de acuerdo con esto, ¿cómo podemos corregir
estas desigualdades? ¿Podemos ponernos de acuerdo en cómo lograr una sociedad
más justa? ¿Qué ocurre cuando la igualdad entra en conflicto con la libertad?

El filósofo estadounidense John Rawls (1921-2002) expuso en Una teoría de la


justicia un método para ayudarnos a contestar a algunas de estas preguntas. Su texto,
publicado en 1971, acabaría sentando las bases de la socialdemocracia
contemporánea, según nos explica Victoria Camps, filósofa y catedrática emérita de la
Universidad Autónoma de Barcelona.

Imagina que tú no eres tú

Rawls cree que la sociedad debe ofrecer “un sistema justo de cooperación social a lo
largo del tiempo y que se transmita de generación en generación”, tal y como escribe
en Justicia como equidad: una reformulación. Pero también es consciente de que no
hay un acuerdo público acerca de cómo lograr este sistema. Para alcanzar cierto
consenso, el filósofo estadounidense recurre a una idea clásica, que reformula por
completo: la del contrato social, es decir, el acuerdo tácito entre los ciudadanos y el
Estado.

Hobbes, Locke y Rousseau usaron este concepto para explicar por qué la sociedad es
como es y por qué nos hemos dado unas leyes y no otras. En cambio, Rawls recurre a

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él para plantear cómo debería ser una sociedad justa.

El estadounidense nos propone un experimento mental en el que tenemos que


imaginar que nos reunimos para acordar los principios fundamentales de la sociedad.
Eso sí, hay una pequeña trampa: no sabemos cuál será nuestra futura posición en esa
sociedad. Ignoramos si seremos hombres o mujeres, ricos o pobres. Tampoco sabemos
si estaremos sanos, si seremos inteligentes, ni ninguna otra cualidad o defecto. Es
decir, ignoramos qué criterios nos beneficiarán personalmente y no a la sociedad en
general.

Estamos bajo “el velo de la ignorancia”, en lo que Rawls llama la “posición original”.
Como recoge Camps en su Breve historia de la ética, según el filósofo en esta
situación todos nos imaginaremos a nosotros mismos en la posición más desfavorable,
por lo que optaremos por una sociedad que nos proteja.

Libertad e igualdad

Rawls apunta que bajo el velo de la ignorancia lo razonable es llegar a dos principios
básicos de la justicia:

1. El primero asegura libertades básicas e iguales para todos los ciudadanos, como la
libertad de expresión y de religión.

2. El segundo se refiere a la igualdad social y económica. Las desigualdades solo se


permiten si benefician a los miembros peor situados de la sociedad. Es el llamado
“principio de la diferencia”. Según Rawls, para saber si una sociedad es justa no hay
que mirar la riqueza total ni cómo está distribuida. Basta con examinar la situación de
quienes lo están pasando peor.

Como explica Jason Brennan en Filosofía política, para Rawls la desigualdad no


siempre es negativa, ya que “anima y permite que la gente trabaje duro, y use su
talento y sus recursos de forma inteligente”. Eso sí, la única justificación para estas
desigualdades es que acaben beneficiando a los más desprotegidos. Por ejemplo,
puede ser buena idea pagar más a los médicos, pero no porque su carrera sea más
difícil o su trabajo más meritorio, sino para asegurar que todo el mundo tenga una
atención sanitaria decente.

¿Tengo libertad para acordar la venta de un órgano?

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El principio de la diferencia no se refiere solo a recaudar impuestos y a redistribuir la
riqueza, como recuerda Camps, sino también a lo que Rawls llama “bienes primarios”.
Es decir, a las libertades y a los derechos de quienes están más indefensos.

Por ejemplo, desde el liberalismo muchas veces se afirma que cualquier acuerdo
económico entre dos personas libres es válido, lo que permitiría trabajar por menos
del salario mínimo o incluso vender un riñón. Si la persona quiere hacerlo, ¿por qué
hay que prohibírselo?

Pero como recuerda Michael J. Sandel en Justicia, no todos tenemos el mismo poder a
la hora de negociar un acuerdo. ¿Qué clase de libertad para vender un órgano tiene
una persona que se encuentra en una situación de pobreza extrema?

Precisamente uno de los objetivos del velo de la ignorancia es eliminar, aunque sea en
un ejercicio mental, estas diferencias en el poder de negociación para poder llegar así
a un acuerdo básico que sea justo para todos.

Las críticas a Rawls desde la izquierda

Es frecuente leer a Rawls y pensar: “Esto es irrebatible. Todo el mundo tiene que estar
de acuerdo en que una sociedad justa debe partir de este mínimo”. Pero lo cierto es
que sus ideas han sido influyentes, pero también discutidas, tanto desde la derecha
como desde la izquierda. 

Por ejemplo, el filósofo marxista Gerald A. Cohen (1941-2009) cree que en una
sociedad realmente justa todo el mundo sería igual de rico. Además, todos
deberíamos estar dispuestos a trabajar por el beneficio de la sociedad y no por el
nuestro si, como dice Rawls, somos racionales y razonables.

Otras críticas llegan del feminismo y del comunitarismo. Como explica Sandel, uno de
los exponentes de esta segunda corriente, “no se puede razonar sobre justicia
abstrayéndonos de nuestros objetivos e inclinaciones”. No somos personas abstractas
que viven en sociedades ideales, sino que tenemos identidades concretas y vivimos en
un contexto también determinado. Es decir, la justicia debe enfrentarse a estas
diferencias y no reflexionar como si fuéramos personas sin atributos.

Nozick y el Estado mínimo

La crítica más influyente quizás sea la que firmó Robert Nozick (1938-2002), cuando
publicó Anarquía, estado y utopía en 1974. Si Rawls sentó las bases del pensamiento

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socialdemócrata contemporáneo, Nozick hizo lo mismo para el liberalismo moderno.
“Se resume en una tesis simple -escribe Camps-: cuanto menos Estado, más justicia”.

Camps recuerda que ambos filósofos tienen mucho en común: ambos eran
estadounidenses y contemporáneos, y además trabajaban en el departamento de
Filosofía de la Universidad de Harvard. Igual que Rawls, Nozick también parte de un
estado natural hipotético parecido a la posición original.

Pero de estas condiciones surge un Estado que solo detenta el monopolio del poder y
la fuerza, y garantiza la protección y las libertades de los ciudadanos, pero no tiene
ninguna función de redistribución de la riqueza. Si alguien quiere ceder parte de su
dinero en favor de los menos favorecidos, está en su derecho, pero se trata de una
opción y no de una obligación.

Y es que para Nozick el término “justicia redistributiva” no es adecuado. En su opinión,


la riqueza no es algo que esté ahí y solo haya que repartirla: la riqueza hay que crearla.
Cuando las personas toman decisiones libres sobre asuntos de economía, algunos
terminan con más dinero y otros con menos.

En consecuencia, lo verdaderamente importante es saber cómo esas personas


adquirieron sus ingresos y su riqueza, no si tienen más o menos dinero. Siempre que
haya habido un intercambio libre, el resultado es justo.

De todas formas y como explica Brennan, Nozick justifica la posibilidad de que haya
desigualdades, pero no necesariamente las desigualdades que existen en la sociedad
actual. No ha habido siempre un mercado libre que haya permitido la creación de
riqueza de un modo justo y según decisiones autónomas por parte de todas las
personas que participaban en estas transacciones.

Por poner un ejemplo extremo, si la riqueza actual de una familia procede de la venta
de esclavos no se puede decir que tenga un origen justo. Nozick podría admitir que
este tipo de desigualdades se corrigieran con la intervención del Estado.

Sin excusas para las injusticias

Las críticas a Rawls son comprensibles si recordamos que estamos hablando de


política. Pero no podemos olvidar que este filósofo es el autor de “la defensa más
convincente en favor de una sociedad igualitaria que haya producido la filosofía
política estadounidense hasta la fecha”, como escribe Sandel.

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Rawls ofrece las razones por las que las sociedades justas necesitan proteger la
libertad y la igualdad. Esta es una de las labores de la Filosofía. “A la Economía o al
Derecho no les interesa ese fundamento último -nos explica Camps-. Ya lo dan por
supuesto. Hacerse esas preguntas es tarea del filósofo”.

De hecho, una de las muchas cosas que podemos aprender de este filósofo es que se
negó a dar por supuesta la sociedad tal y como la conocemos. Rawls se niega a admitir
que las cosas tengan que seguir igual solo porque siempre han sido así y considera que
esa actitud conformista no es más que una excusa para mantener las injusticias. Cada
nuevo e incómodo “¿por qué?” pone de manifiesto, como mínimo, que nuestras
sociedades deben y pueden ser mejores.

Nota: En los textos en inglés, a Rawls se le llama "liberal". De hecho, uno de sus libros
se titula "Political Liberalism". En Estados Unidos, el término "liberalism" es más o
menos equivalente a nuestra socialdemocracia y así se suele traducir. En cambio, a
Nozick se le identifica como "libertarian", una palabra que tiene el significado que
damos en español al adjetivo político "liberal".

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