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BLOQUE 1: LA PENÍNSULA IBÉRICA DESDE LOS PRIMEROS HUMANOS HASTA LA DESAPARICIÓN DE LA

MONARQUÍA VISIGODA (711)

B.1.1. Explica las diferencias entre la economía y la organización social de PALEOLÍTICO y el NEOLÍTICO y
las causas del cambio.

Los primeros pobladores peninsulares eran depredadores que se desplazaban siguiendo el alimento, por lo
que su economía se basaba en la caza, la pesca y la recolección de frutas y semillas. En consecuencia, la
forma de vida era nómada con asentamientos estacionales junto a ríos y en cuevas. Empleaban
herramientas realizadas con piedra tallada. Tenían una organización social colectiva y vivían en pequeños
grupos sin una clara división del trabajo debido a la necesidad de cooperación para cazar, lo cual reforzaba la
cohesión interna y la igualdad entre sus miembros.

En el 5.000 a.C. aparecen en la península Ibérica las primeras comunidades neolíticas debido al cambio
climático y la presión demográfica. Estas iniciaron la producción de alimentos tanto en agricultura como en
ganadería, así como la elaboración de cerámica y nuevas técnicas para trabajar la piedra (piedra pulida), con
el fin de fabricar utensilios relacionados con las tareas agrícolas. La práctica de la agricultura, con la
necesidad de atender la evolución de los cultivos, propició el sedentarismo y la creación de los primeros
poblados. Estos grupos fueron adquiriendo una organización económica más compleja en comparación con
el Paleolítico como resultado de una división social del trabajo que originaron a su vez diferencias de riqueza
y de poder anteriormente inexistentes.

B.1.2. Explica el diferente nivel de desarrollo de las áreas celta e ibérica en vísperas de la conquista
romana en relación con la influencia recibida de los indoeuropeos, el reino de Tartessos y los colonizadores
fenicios y griegos.

En el siglo III a.C. la península estaba formada por pueblos muy diversos que se agrupaban principalmente en
dos áreas: Área ibérica (sur y levante) y Área celta (norte, centro y oeste).

El nivel de desarrollo de cada una de ellas guarda relación con los tres acontecimientos ocurridos
previamente en la península: El reino de Tartessos, las oleadas indoeuropeas y las colonizaciones griega,
fenicia y cartaginesa.

El reino de Tartessos (S. VIII- V a.C.), localizado en el suroeste peninsular, fue una civilización culta y próspera
debido a sus riquezas agrícolas, ganaderas y minerales que proporcionaban un activo comercio tanto en las
Islas Británicas como con los fenicios y griegos establecidos en la Península.

Por otra parte, a partir del siglo VIII a.C. nuevas oleadas de celtas indoeuropeos penetraron a través de los
pirineos debido a la presión demográfica existente para instalarse en el interior y el oeste peninsular.

Los colonizadores griegos, fenicios y cartagineses llegaron, a diferencia de los celtas, por el sur y levante
peninsular atraídos por su riqueza mineral. Los fenicios fundaron colonias como Gadir y Malaka al sur,
mientras que los griegos se establecieron en la costa catalana con colonias como Rhode o Emporion. Más
tarde, a partir del siglo V a.C. los cartagineses ocuparon militarmente el sur y suroeste.
Como consecuencia, el área ibérica estaba constituida por los íberos, descendientes de los indígenas
prehistóricos que al contacto con los colonizadores griegos y fenicios recibieron su influencia civilizadora. En
cuanto al área celta, estaba formada tanto por los celtas indoeuropeos como por los celtíberos: pueblos
indígenas que se habían fusionado con los invasores celtas asumiendo su cultura.

En cuanto a la economía, en el área ibérica era rica, con un activo comercio y uso frecuente de la moneda,
mientras que en el área celta estaba basada en la agricultura y ganadería, con un comercio escaso y sin
moneda.

La estructura social ibérica estaba bastante evolucionada y dividía a su población en grupos diferenciados
por su poder o riqueza mientras que las estructuras sociales celtas se basaban en grupos de parentesco.

Por último, la organización política del área ibérica era de tipo estatal según el modelo griego o fenicio de
ciudad-estado y con formas de gobierno monárquicas o democráticas, contrarrestando con la organización
preestatal del área celta, donde el poder lo ejercían cabecillas o consejos de ancianos.

B.1.3. Define el concepto de romanización y los medios empleados para llevarla a cabo.

La romanización es la adopción por parte de los pueblos conquistados de la lengua, la cultura, las formas de
organización y los modelos de vida romanos.

Este proceso fue desigual en el tiempo y en el espacio, siendo más lento entre los siglos III-I a. c. y
acelerándose a partir del siglo I. Del mismo modo fue más acentuado en el litoral mediterráneo y en el sur
peninsular, y más leve en el interior, norte y noroeste.

Dicho proceso se llevó a cabo a través de unos mismos cauces, que fueron los siguientes:

• Extensión de la vida urbana: En el sur y levante peninsular aprovecharon las ciudades preexistentes y
únicamente transformaron los órganos de gobierno autónomos en órganos dependientes de la
administración general romana. En el resto se crearon nuevas ciudades según el modelo romano.
• El papel del ejército: Se reclutaron tropas auxiliares entre los pueblos indígenas (lo que facilitaba su
contacto con los romanos). Estos soldados, al término de su servicio militar, podían obtener el
privilegio de la ciudadanía romana y recibir lotes de tierra. Por otra parte, junto a los campamentos
de las legiones a veces se formaban canabae (núcleos urbanos habitados) que acababan
convirtiendo en municipios romanos. Ejemplo: León (Legio VII Gemina).
• La fundación de colonias: Consistía en la entrega de tierras conquistadas a soldados veteranos en
pago de su servicio militar. Ejemplo: Mérida (Emérita Augusta)- guerras cántabro-astures.
• La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas: La obtención del título de ciudadano romano
suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que se utilizaba su concesión como
reclamo para facilitar la dominación romana. Fue un proceso progresivo que se inició con la
aristocracia indígena, para asegurarse su apoyo y colaboración.
Hablando de la administración territorial, Roma dividió Hispania primeramente en dos provincias: Citerior al
norte y Ulterior al sur. Sin embargo, con el comienzo del Imperio en Roma se establecieron dos tipos de
provincias en todo el mundo romano, según su grado de romanización. Como consecuencia, Hispania quedó
dividida en tres provincias: Tarraconense, Lusitania y Bética.

Cada provincia, a su vez, estaba dividida en varios conventos jurídicos. El origen de estos estaba en las
reuniones que se convocaban en días y lugares fijos dentro de cada provincia para que el gobernador
provincial administrara justicia, que adquirieron carácter permanente.

Por último, en el siglo IV se inició una nueva división administrativa que comenzó el emperador Diocleciano y
continúo Constantino. Hispania se convirtió en una diócesis de la prefectura de las Galias y quedó compuesta
por siete provincias: Bética, Lusitana, Cartaginense, Gallaecia, Tarraconense, Mauritania Tingitana y
Baleárica.

B.1.4. Resume las características de la monarquía visigoda y explica por qué alcanzó tanto poder la iglesia
y la nobleza.

En plena crisis del Imperio Romano, en el año 409, tres pueblos bárbaros (alanos, suevos y vándalos)
irrumpieron en la Península. Para expulsarlos de Hispania, Roma solicitó ayuda a los visigodos, un pueblo
muy romanizado procedente del note del Danubio pero asentado en el sur de Francia (Tolosa), cuya
presencia en Hispania fue intermitente a lo largo del siglo V.

Tras la caída del Imperio romano en el año 476 y su derrota ante los francos en el año 507 los visigodos se
establecieron definitivamente en la península Ibérica e instauraron un reino con capital en Toledo. Sin
embargo, el territorio controlado en un principio no abarcaba toda la península y hasta el siglo VII no se
convirtieron en el primer estado independiente en integraba toda la Península.

Los visigodos eran minoría frente a los hispanorromanos, por lo que buscaron la integración con ellos y
abandonaron el arrianismo para convertirse al catolicismo en el III Concilio de Toledo. Sin embargo, las
poblaciones visigoda e hispanorromana no se fusionaron definitivamente hasta la unificación jurídica
realizada por Recesvinto en el año 654 con la recopilación de la legislación previa en el Liber Iudiciorum y su
posterior aplicación a ambas poblaciones.

Su organización política se basaba en una monarquía electiva. El rey era elegido por los principales jefes
militares y religiosos, lo que generaba inestabilidad entre la nobleza por hacerse con el cargo.
El monarca, que en teoría gozaba de gran poder, se apoyaba en dos instituciones de gobierno:

• Aula Regia: asamblea de carácter consultivo formada por los nobles visigodos, con un juramento de
fidelidad al rey, que le asesoraban en asuntos políticos y militares, y en la elaboración de leyes.
• Officium Palatinum: núcleo principal del Aula Regia, formado por los nobles de mayor confianza del
rey, que le auxiliaban en las tareas de gobierno y en las domésticas de palacio.

Los Concilios de Toledo, por otra parte, fueron inicialmente asambleas eclesiásticas, que, tras la conversión
de Recadero al catolicismo, adquirieron un gran papel político: integraban a magnates del Aula Regía y en
ellos se establecían importantes normas y decisiones que afectaban a la monarquía.
El surgimiento de una nobleza tan poderosa fue propiciado por la monarquía a consecuencia del siguiente
proceso: en un principio los reyes se rodearon de guerreros fieles a los que mantenían en palacio. Sin
embargo, posteriormente tendieron a recompensar sus servicios militares con la entrega de tierras que con
el tiempo se convirtieron en propiedades hereditarias en las que gobernaban con total autonomía respecto
al poder del rey y rodeándose a su vez de hombres fieles.

Por otra parte, la Iglesia Católica había acumulado un gran patrimonio territorial desde su legalización en el
año 313 y una gran influencia política tras el III Concilio de Toledo.

Ambos grupos tenían intereses comunes y coincidían en impedir el establecimiento de una monarquía fuerte
que pudiera limitar su influencia y privilegios. Además, los reyes dependían de su apoyo para acceder al
trono y mantenerse en él.

B.1.6. Identifica las diferencias entre una imagen de pintura cantábrica y otra de pintura levantina.

El arte rupestre cantábrico se encuentra en cuevas profundas y oscuras, mientras que la pintura levantina la
podemos identificar al aire libre en abrigos rocosos, lo cual demuestra una mejora en el clima.

Los temas predominantes en la pintura cantábrica son los animales, las figuras humanas (a menudo con
marcados atributos sexuales o con rasgos de animales) y los signos abstractos. Sin embargo, si hablamos del
arte levantino son más representativos los temas que incluyen a la figura humana formando escenas con
sentido narrativo, es decir, describiendo una actividad: escenas de caza, luchas de guerreros, etc.

Más distintas son las características técnicas y formales entre ambos estilos. Por una parte, tenemos el
naturalismo, la policromía, el aprovechamiento de entrantes y salientes naturales para dar volumen y la
ausencia de composición de la pintura cantábrica, donde no se representan escenas sino figuras aisladas
superpuestas y desordenadas. Por otra parte, observamos las figuras esquemáticas, la escasa utilización de
colores y las composiciones narrativas propias de la pintura levantina y que contrastan tanto con la
cantábrica.

B.1.5. Línea del tiempo.


ATAPUERCA
Conjunto de yacimientos arqueológicos situados en la sierra de Atapuerca (Burgos), donde se han
encontrado los restos humanos más antiguos de Europa, correspondientes a una especie proveniente de
África denominada Homo Antecesor, y que alberga hasta cinco especies de homínidos diferentes. Sus tres
galerías más importantes son; La Sima de los Huesos, La Gran Dolina y la Sima del Elefante.

PUEBLOS PRERROMANOS
Pueblos que habitaban en la península ibérica antes de la llegada de los romanos, y que convivieron con
otros pueblos colonizadores entre los siglos IX al IV a.c. Los íberos, más próximos al Mediterráneo, poseían
un mayor desarrollo fruto de un contacto más intenso con los pueblos colonizadores. Los celtas, que
habitaban en el centro, oeste y norte de la península y los celtíberos, que ocupaban la zona centro-oriental
de la meseta y el valle medio del Ebro estaban menos evolucionados en todos los ámbitos.

TARTESSOS
S. VIII- V a.C. Fue el primer Estado de la Península Ibérica de cuya existencia histórica se tiene noticias,
localizado en el suroeste peninsular y cuya área de influencia se extendía hasta Cartagena. Era una
civilización culta y próspera debido a sus riquezas agrícolas, ganaderas y minerales que proporcionaban un
activo comercio tanto en las Islas Británicas como con los fenicios y griegos establecidos en la Península. Su
decadencia es posible que esté relacionada con la desaparición de los fenicios tras la llegada de los
cartagineses.

ROMANIZACIÓN
Adopción por parte de los pueblos conquistados de la lengua, la cultura, las formas de organización y los
modelos de vida romanos. Este proceso fue desigual en el tiempo y en el espacio, siendo más lento entre los
siglos III-I a.c y acelerándose a partir del siglo I. Del mismo modo fue más acentuado en el litoral
mediterráneo y en el sur peninsular, y más leve en el interior, norte y noroeste.

INVASIONES BÁRBARAS
Movimientos masivos de pueblos invasores que, provenientes del ámbito germánico centroeuropeo, se
asientan en territorios pertenecientes al Imperio romano a partir del siglo III, aumentando las intrusiones
durante los siglos IV y V. En el año 409 irrumpen en Hispania tres de ellos: suevos, vándalos y alanos.

CONCILIOS DE TOLEDO
Asambleas visigodas inicialmente eclesiásticas que tras la conversión de Recaredo al catolicismo en el III
Concilio de Toledo (589) adquirieron un gran papel político. Eran convocadas por el rey, e integradas tanto
por magnates del Aula Regia (nobles) como por eclesiásticos. En ellos se establecían importantes normas y
decisiones que afectaban a la monarquía.

RECAREDO
Monarca visigodo responsable, por su conversión personal al catolicismo, de la implantación de esta religión
como la oficial del reino en el III Concilio de Toledo, en el año 589. Este hecho fue determinante en el
aumento del poder de la iglesia, a la vez que contribuyó a unificar las poblaciones visigoda e
hispanorromana.

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