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Existen diversos tipos de artistas, que van desde pintores, poetas, escritores, actores,
escenógrafos y escultores, hasta malabaristas y truqueros que cohabitan en las calles de nuestras
ciudades venezolanas. Si hurgamos más, encontraremos que hay artistas en estos grupos que no
aportan nada a la construcción de la sociedad, y hay quienes, con su arte, generan en las personas
una revolución, no sólo de los sentidos, sino de la consciencia y el entendimiento en general.
Quizá usted tenga un amigo o amiga artista; en más de una oportunidad quizá usted le haya
tenido que preguntar sobre la intención de su obra y sobre el sentimiento que la generó. Quizá
también usted haya caído en la trampa del término “Abstracción” cuando trata de clasificar o
tildar una obra que no entiende. Piense cuántas veces usted dijo frente a un cuadro, que no le va
ni le viene, la frase “es que es muy abstracto”. Nada más lejos de la abstracción que la
ambigüedad o la lejanía del artista. Esto se traduce en que muy difícilmente un artista puede hacer
un impacto significativo en la sociedad donde se desenvuelve si las personas que tiene a su
alrededor, amigos y compañeros, ni siquiera entienden su obra. Algunos de estos invisibles artistas
pensarán que, mientras menos personas entiendan su obra entonces ésta está más cercana al
constructo “arte”.
La expresión de la actividad humana tiene las más inmensas posibilidades de expansión y difusión
en el arte escrito, sonoro o plástico. Esta cosmovisión del artista de su mundo interior y de la
realidad social que le tocó vivir es, por lo general, la expresión de su obra, llegando a transarse por
modelos de desarrollo colectivo que son la constante en su discurso artístico, llegando a
acompañarlo con denuncias de las anomalías que se gesten en tales sistemas filantrópicos.
Nuestra sociedad necesita artista que tomen los elementos generados en el colectivo y colocarlos
en posiciones artísticas que discurran en varias miradas, varias interpretaciones y perspectivas,
incluso llegar a destilar varias realidades. Cuando la invitación a cualquier ojo, sea adulto, joven, o
niño, sea abierta y accesible entonces estaremos frente a una obra con un alto nivel de
abstracción, expositora de los puntos de vista que convergen en la discusión social de generar un
colectivo de desarrollo humano.
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Así, un mecánico automotriz puede innovar en la forma de prestar su servicio, y hacer que la
realidad del micromundo que circunda a su taller y sus clientes, sea proclive al desarrollo y la paz
colectiva deseada en todas las naciones del mundo. Estamos así en presencia de un artista de la
mecánica de autos y de la prestación de un buen servicio. Todas las profesiones tienen esta
posibilidad de desarrollo artístico, y en especial el educador, quien lidera procesos educativos para
las generaciones en formación de nuestro planeta.
El educador es uno de los artistas con mayor trascendencia en la dinámica mundial. Su obra no
puede ser ambigua, ni causal de erróneas interpretaciones, pero sí de varias adaptaciones para
diferentes realidades individuales, y que a la larga, toque la conciencia colectiva del grupo social
donde se desarrolla profesionalmente. El arte de la educación es un camino de tocar consciencias
a través del conocimiento, con la idea de revolucionar a través de procesos sociales de mejor
calidad de vida, y que mutilen el individualismo, la crueldad y la corrupción de almas.
Oscar Dávila.
Junio 2010.