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Oscar Dávila.

No hacen falta alas para hacer un sueño


basta con las manos, basta con el pecho, basta con las piernas y con el empeño.
Silvio Rodríguez (1986).

Existen diversos tipos de artistas, que van desde pintores, poetas, escritores, actores,
escenógrafos y escultores, hasta malabaristas y truqueros que cohabitan en las calles de nuestras
ciudades venezolanas. Si hurgamos más, encontraremos que hay artistas en estos grupos que no
aportan nada a la construcción de la sociedad, y hay quienes, con su arte, generan en las personas
una revolución, no sólo de los sentidos, sino de la consciencia y el entendimiento en general.

Quizá usted tenga un amigo o amiga artista; en más de una oportunidad quizá usted le haya
tenido que preguntar sobre la intención de su obra y sobre el sentimiento que la generó. Quizá
también usted haya caído en la trampa del término “Abstracción” cuando trata de clasificar o
tildar una obra que no entiende. Piense cuántas veces usted dijo frente a un cuadro, que no le va
ni le viene, la frase “es que es muy abstracto”. Nada más lejos de la abstracción que la
ambigüedad o la lejanía del artista. Esto se traduce en que muy difícilmente un artista puede hacer
un impacto significativo en la sociedad donde se desenvuelve si las personas que tiene a su
alrededor, amigos y compañeros, ni siquiera entienden su obra. Algunos de estos invisibles artistas
pensarán que, mientras menos personas entiendan su obra entonces ésta está más cercana al
constructo “arte”.

La expresión de la actividad humana tiene las más inmensas posibilidades de expansión y difusión
en el arte escrito, sonoro o plástico. Esta cosmovisión del artista de su mundo interior y de la
realidad social que le tocó vivir es, por lo general, la expresión de su obra, llegando a transarse por
modelos de desarrollo colectivo que son la constante en su discurso artístico, llegando a
acompañarlo con denuncias de las anomalías que se gesten en tales sistemas filantrópicos.

Nuestra sociedad necesita artista que tomen los elementos generados en el colectivo y colocarlos
en posiciones artísticas que discurran en varias miradas, varias interpretaciones y perspectivas,
incluso llegar a destilar varias realidades. Cuando la invitación a cualquier ojo, sea adulto, joven, o
niño, sea abierta y accesible entonces estaremos frente a una obra con un alto nivel de
abstracción, expositora de los puntos de vista que convergen en la discusión social de generar un
colectivo de desarrollo humano.

Un expositor de la realidad interna o de la realidad colectiva, buscando la forma de innovar para


mejorar y desarrollar la conciencia de estar en un mundo mejor, define la experiencia de un artista
comprometido con su creatividad. Desde esta consciencia, cualquier persona podría ser un artista,
enfocado desde su perspectiva profesional diaria.

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Así, un mecánico automotriz puede innovar en la forma de prestar su servicio, y hacer que la
realidad del micromundo que circunda a su taller y sus clientes, sea proclive al desarrollo y la paz
colectiva deseada en todas las naciones del mundo. Estamos así en presencia de un artista de la
mecánica de autos y de la prestación de un buen servicio. Todas las profesiones tienen esta
posibilidad de desarrollo artístico, y en especial el educador, quien lidera procesos educativos para
las generaciones en formación de nuestro planeta.

El educador es uno de los artistas con mayor trascendencia en la dinámica mundial. Su obra no
puede ser ambigua, ni causal de erróneas interpretaciones, pero sí de varias adaptaciones para
diferentes realidades individuales, y que a la larga, toque la conciencia colectiva del grupo social
donde se desarrolla profesionalmente. El arte de la educación es un camino de tocar consciencias
a través del conocimiento, con la idea de revolucionar a través de procesos sociales de mejor
calidad de vida, y que mutilen el individualismo, la crueldad y la corrupción de almas.

Hoy en día la “performatividad” de un profesional no se mide por la cantidad de títulos, estudios,


cursos, diplomados o ponencias que haya recibido o ejecutado en su vida. Más bien se mide desde
las preguntas “¿a cuántas personas has ayudado? ¿Cuántas soluciones has aportado a tu entorno
social?, ¿Cuántas almas podrían replicar tu obra para dar mejor calidad de vida a la mayor
cantidad de gente posible?

Un título universitario abre las perspectivas de creatividad y pensamiento, pero es en definitiva la


acción de ser un artista para la gente y para el mundo lo que determinará la paz en el interior de la
persona. Por lo tanto, si usted siente que su obra no está siendo entendida por nadie, que sólo lo
que usted escribe, baila, canta, o ejecuta es entendido por usted mismo, entonces quizá sea
momento de pensar en cuán comprometidos están sus intenciones de desarrollo con el colectivo
donde usted se desenvuelve. Mire a su alrededor cuando vaya a tomar el metro, cuando maneje
por las avenidas de su ciudad, o cuando camine en un parque, y verá múltiples posibilidades para
desarrollarse personalmente. No hacen falta alas para hacer un sueño.

Oscar Dávila.

Junio 2010.

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