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“Cada hombre tiene una misión de verdad. Dónde está mi pupila no está otra; lo que de la
realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos insustituibles. Somos necesarios.” (Ortega y
Gasset, 1916, El Espectador)
A través del desarrollo de esta teoría perspectivista, José Ortega y Gasset será entonces capaz
de no solo superar el objetivismo y el subjetivismo, sino que también, en el terreno del
conocimiento o epistemología, será capaz de superar dos vertientes opuestas: el racionalismo
de Descartes y el vitalismo de Nietzsche. Una vez más, Ortega busca un punto intermedio, un
punto en el que razón y vida no se vean opuestas, y medien. Para ello voy primero a definir
ambas corrientes de las que Ortega pretende llevar a cabo una mediación.
Por un lado tenemos el racionalismo que se extiende en la historia de la filosofía desde René
Descartes. Ésta corriente defiende la razón como más alto valor para la búsqueda de la verdad
y aparece en su época reaccionando al empirismo, el cual supuestamente podría llevarnos al
engaño y al desconcierto de nuestros sentidos. Ésta vertiente del conocimiento se muestra
altamente en conexión con las matemáticas, ya que el conocimiento que se analiza mediante
ellas es exacto. Para Ortega todo esto se queda demasiado anclado en lo abstracto y que no
entra realmente en contacto con lo que para él es la realidad más radical y lo más esencial, la
vida. Para Ortega la razón es dependiente de la vida y una herramienta más del ser humano
para proyectarse. Por el otro lado tenemos el vitalismo biológico de Nietzsche. Ésta defiende
una revaloración del cuerpo y de los instintos del ser humano. De la naturaleza, del amor más
primitivo, de la muerte, es decir, la finitud y lo irracional. Todo esto para Ortega se queda
corto, ya que se olvida de la libertad de la que goza el hombre de anticiparse, de la extensión
futura del ser humano. Somos un quehacer continuo y no podemos sublevarnos al presente
caprichoso.
El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad, localizarla
dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo. Dentro de pocos años parecerá
absurdo que se haya exigido a la vida ponerse al servicio de la cultura. La misión del
tiempo nuevo es precisamente convertir la relación y mostrar que es la cultura, la
razón, el arte, la ética quienes han de servir a la vida. (El Arquero, Madrid 1961, pp.
51-59)
De estas dos vertientes nace lo que Ortega y Gasset determinará como raciovitalismo o razón
vital, debido a que la razón no puede desarrollarse al margen de la vida, ni la vida
desarrollarse al margen de la razón. Es necesario entonces un punto intermedio. En la
siguiente cuestión perfeccionaré la explicación de esta nueva propuesta orteguiana y todas las
implicaciones que surgen de la misma.
2.Realice una explicación de la caracterización que Ortega lleva a cabo de la razón
humana como «razón vital». Compare la propuesta orteguiana con otras corrientes de la
historia de la filosofía.
A través del desarrollo de los presupuestos ontológicos que forman la filosofía orteguiana y la
teoría que deriva de la misma, la perspectivista, observamos que el hombre no es entonces
sujeto apartado de la vida que está viviendo, ni que cambia accidentalmente, el sujeto es
consecuentemente un elemento que se desarrolla en función del argumento de la misma. Por
lo tanto, el ser humano se presenta como algo que se va haciendo, que va viviendo. El sujeto
es proyecto y vocación. Para encontrar el cómo conocemos y hacer de ello conocimiento o, lo
que es lo mismo, para poder comprender nuestro ser, debemos necesariamente referirnos a lo
que hemos sido. En este punto es donde Ortega propone que para comprendernos tanto en el
ámbito personal como en el ámbito que aportamos a lo colectivo debemos de hacer historia.
Debemos de contar una historia. La razón vital pasa entonces a ser mayoritariamente
nombrada como razón histórica, y no porque sean lo mismo en principio, ya que la primera
de ellas estaría más relacionada con un planteamiento más analítico de su filosofía, mientras
que la razón histórica sería el método que diseña Ortega y mediante el cual estudia la razón
vital humana a través de la historia, por lo que hemos explicado al principio. Ésto también se
puede entender retóricamente como consecuencia de las mismas circunstancias de Ortega en
su época, llena de intelectuales preocupados debido a una crisis profunda, que reaccionan en
contra del pesimismo y buscan reconciliarse con el lenguaje tradicional. Ésto hace que vaya
dejando atrás el carácter analítico de la vida humana y ponerse en busca de una nueva
revelación, que será la razón constitutiva de la historia. Al final, la vida solo puede ser
comprendida desde la historia y la historia sólo puede ser entendida si se tiene en cuenta el
punto de vista de la vida humana (tanto individual como colectiva).
Por lo tanto, por lo que hemos ido determinando a lo largo del ensayo, el papel que se ofrece
tradicionalmente del ser humano como objeto sustantivado debe de ser completamente
rebasado. No podemos entender al ser humano a través de elementos objetivos, sino que
tenemos que ver a éstos como consecuencias de la capacidad transformadora del ser. El
hombre entonces no tiene una naturaleza única en sí, sino que es historia. El hombre se
muestra como un componente de la realidad, que es necesariamente histórica. El hombre no
se define por aquello que ha sido o que tiene y es en el momento, sino por aquello que aún no
es y aún no ha adquirido. La clave está en entender que todo esto no nace de una actitud
pasiva ante la vida, las cosas no se presentan en la historia en pro de una meta positiva, sino
que tienes como ser humano un papel activo en ella. Tal y como dice Ortega, el hombre es el
autor de su propio drama, es un novelista que narra su propia vida a través de una lucha
tirante con el mundo, es decir, las circunstancias que le rodean, superándose a sí mismo y las
acciones concretas y codificadoras que se le exhiben. Pero en sí el estado primordial del
hombre, según explica Ortega, es la desconfianza y la desorientación. En esa lucha de la que
hablábamos antes, en la que se desarrolla el proyecto que está direccionado a ejecutar, el ser
humano puede desistir ante las circunstancias que se le presentan, a los roles sociales. Ésto
sólo provocaría una falsificación y manipulación de su vocación y destino. Por otra parte, el
ser humano puede darse cuenta, a través de la experimentación de la tragedia o el drama, de
cómo él mismo es arrojado a sus circunstancias y cómo en realidad son ajenas y “extranjeras”
a él, y que el mundo que le rodea no va a ser siempre capaz de complacer sus expectativas.
Debe entonces reabsorber en teoría sus circunstancias. Es aquí cuando entra entonces en
juego la orientación que, según Ortega, es constitutiva del ser humano. Ésta no depende del
nivel moral o intelectual de la persona, ya que todos somos completamente capaces de
preguntarnos por “trascendentalidades” como el sentido de la vida y la muerte.
Habiendo explicado la superación que ejerce Ortega sobre la tradición ontológica y haber
situado la historia como elemento fundamental y totalmente necesario para el conocimiento
de nuestra realidad más radical, es imprescindible también comprender cuáles son aquellas
categorías de las realidades radicales que son cada una de las vidas humanas. Éstas categorías
están determinadas por el carácter reconstructivo de la historia tanto de lo continuo como de
lo variable del correr del tiempo, haciendo verdadero hincapié en la sensibilidad y pensar de
las diferentes generaciones. El término generación se muestra de gran importancia en la
filosofía orteguiana. Una generación, según Ortega y Gasset, es el conjunto de los que son
coetáneos en un círculo de actual convivencia, que no contemporáneos. Éstos últimos, en
realidad viven al mismo tiempo, pero en planos distintos. Además, ha de tenerse en cuenta
que estas personas que forman parte de una misma generación pueden compartir las ideas
sobre cómo analizar su presente y edificar su futuro, pero unas veces pueden existir minorías
que son las que influyen en las masas y otra veces son las tendencias y gustos del pueblo las
que se imponen sobre los hombres en masa. Aun así, hay que entender todas estas
características de una manera flexible, ya que esto explica un comportamiento general y en
realidad no podemos perder de vista que la individualidad lleva a excepciones. Por otro lado,
la esencia de todo lo explicado está en las creencias, mencionadas ya anteriormente, que son
ideas que se aceptan como cimientos mismos de la realidad. En éstas se tiene fe y no son
cuestionadas. Ortega las presenta como un estado colectivo o dogma social que no requiere
de adquisición individual, pero que inevitablemente contamos con ellas porque son lo que nos
rodea. Es por todo esto que la razón histórica debe inevitablemente contar y desarrollarse con
la presencia de las creencias en todo individuo y época.
Ésta propuesta que hace Ortega y Gasset se ve íntimamente relacionada con muchas otras
propuestas filosóficas, como por ejemplo la físico-matemática de Descartes, ya explicada
anteriormente en este ensayo, o sus derivaciones en Hegel y Kant. Todos ellos queriendo
imponer de una manera u otra la razón pura del pensamiento como única herramienta para
conocer las cosas. Ésto acabó por parecerle insuficiente a Ortega debido a que el hombre no
tiene naturaleza y por lo tanto no supone una verdadera comprensión del mismo. He decidido
entonces recalcar la vertiente kantiana, ya que ésta es aquella que trató de superarse
epistemológicamente, de igual forma que Ortega, pero al hacer uso de una conciencia
trascendental que figuradamente interviene por detrás de la conciencia empírica y que ,
además, dejaba de lado completamente los sentimientos de los seres humanos, acabó por
despeñarse en un irremediable intelectualismo.
Otras de las propuestas íntimamente ligadas a la propuesta orteguiana sería la razón poética
de María Zambrano. Ésta acusa directamente a Ortega de de haber abandonado el empuje
filosófico que se intuía en las Meditaciones del Quijote a través del uso de una razón vital que
piensa desde las mismas entrañas de la vida, para después tornar hacia una razón, en la
opinión de ésta, positivista que vuelve a reducir la vida a carácter experienciable. María, tal y
como podemos observar, sí que hace una distinción entre razón histórica y razón vital. Ésta a
su vez propone adentrarse en la potencia de la palabra, y quienes mejor interpretan esa fuerza
de las palabras son los poetas. Por lo tanto, propone finalmente pensar junto a la poesía,
dejando de lado la monotonía de lo más puramente racional.
3.Describa adecuadamente en qué consiste para Ortega el yo. Tenga en cuenta sus
posibles relaciones con otros conceptos diseñados por el pensador español.
A lo largo del ensayo se han expuesto los papeles de los diferentes elementos que confluyen
en la relación recíproca que configura la realidad más radical, que es la vida, y que componen
el total de la teoría metafísica orteguiana. Aun así, en este apartado vamos a insistir en el
desarrollo que hace Ortega del papel del yo y las cavilaciones filosóficas del mismo, que se
encuentran esparcidos a lo largo de toda su producción literaria y filosófica: discursos, clases
magistrales, artículos periodísticos, ensayos… Todos estos escritos que hacen referencia al
concepto del yo en la filosofía orteguiana son reflexiones de naturaleza psicológica,
antropológica o educativa.
Como hemos tratado de explicar anteriormente, el concepto del yo no se puede entender de
manera aislada a la realidad, sino que este concepto se muestra de forma activa y dinámica en
la realidad. Además, lo hacen en una relación necesaria, ya que la realidad conformará en
gran parte el yo y la realidad necesita del yo para alcanzar su totalidad ontológica. Ésto no
hace más que demostrarnos lo ya mencionado con anterioridad, y es que el yo deja de ser
autoconciencia y evidencia de la verdad en nosotros mismos. Éste concepto del yo lo vemos
en la filosofía cartesiana. Teniendo, una vez más, este punto claro, Ortega hace una
diferenciación entre estratos provenientes del yo. Éste análisis de los estratos del yo no radica
en la exposición de capacidades apartadas unas de otras, por lo mencionado ya, sino que los
componentes del mismo han de entenderse dentro del todo.
Por otro lado, ha de entenderse que el yo que forma al hombre no es una cualidad
consolidada, sino que en realidad es devenir flexible y libre. Por ello, tomando conceptos
pertenecientes a teorías metafísicas anteriores, el cuerpo y el alma no pueden identificarse
con el yo, ya que son cosas, y el yo no puede ser cosa alguna porque, como ya explicamos, en
realidad se trata de una constante lucha o drama. Debido a esto último, situaremos entonces el
cuerpo y el alma como potencias del yo de las que no son deducibles los dinamismos del
vivir. Ahora bien, sí que es destacable la relación existente entre alma y cuerpo y el yo.
Por un lado nos encontramos con el cuerpo. Éste es donde descansa el yo, ya que el cuerpo es
el elemento mediante el cual somos los seres humanos capaces de ubicarnos en el mundo, es
decir, en un espacio, y el que nos permite comunicarnos con el mundo exterior y recibir
estímulos del mismo. En definitiva, el que nos permite en una primera instancia experimentar
circunstancias. Además, también es el que nos permite experimentar la intimidad “extranjera”
o, lo que es lo mismo, el yo del resto de personas. Aun así, Ortega señala que al cuerpo no
debemos de identificarlo como la realidad más obvia, ya que en realidad nuestro nos sirve
para experimentarnos “por dentro”. De esto se sigue que el cuerpo no se muestra como un
simple recipiente dado que tiene presencia vital, porque permite al mundo influir y
comunicarse con nuestra intimidad.
Por otro lado encontramos el alma o espíritu. Ésta está compuesta de los amores, odios,
impulsos e inclinaciones más pasionales, pero que no son identificables con el yo. Se podría
decir que al alma lo fundamenta la parte más psicológica propiamente dicha, es decir, es la
categoría que nos define como individuos principalmente. Además, como ya sabemos, las
cosas se presentan de gran importancia para nuestra vida, pero es el sujeto emocional, es
decir, nuestra alma, el que crea y procesa esa importancia de manera incomunicable. Es por
esto que Ortega identifica la vida como radical soledad. Otro punto a tener en cuenta dentro
de las características del alma es que es de donde arranca la vocación y el intelecto,
posicionando así a éstas como lo propiamente exclusivo sin realmente ser.
En conclusión, tras haber repasado el carácter radical de la vida, los diferentes elementos que
se encuentran dentro de la misma, su relación recíproca basada en la necesidad, el método
necesario para “caminar” por esta vida, los diferentes movimiento que el autor pretende
superar con la creación de esta nueva filosofía y aquellos movimientos que también han
criticado la filosofía orteguiana, no me queda más que comentar lo interesante y entretenido
que se me ha hecho comprender la filosofía de este autor. Considero personalmente, al igual
que lo hacen una gran cantidad de filósofos, que la filosofía de Ortega y Gasset se muestra de
gran valor para la continuación del desarrollo del pensamiento y como un antes y un después
en la historia de la filosofía, sin duda. Aun así, también he de confesar que el desamparo que
nace a partir del entendimiento de su filosofía es también poderosa, ya que a través del
estudio de su pensamiento me doy cuenta de que cada vez se hace más lejano e imposible el
encontrar una única verdad que sea capaz de dar sentido a toda nuestra existencia. La verdad
es perspectiva. Debo de ir haciéndome a la idea. Así que cierro este ensayo como es
costumbre en filosofía, con más dudas y conceptos por asimilar que respuestas.
BIBLIOGRAFÍA
- Dirección de Javier Zamora Bonilla. (2013). Guía Comares de Ortega y Gasset
https://revistas.ucm.es/index.php/ASHF/article/view/48684/45458