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PESPECTIVISMO, RAZÓN VITAL Y RAZÓN HISTÓRICA

Los tres conceptos que serán comentados son perspectivismo, razón vital y razón histórica.

Voy a empezar comentando que Ortega y Gasset para llegar a una teoría pasó por varias
etapas: primero llegó a un Objetivismo inicial en sus primeros años (1902-1910) en el que
adopta una posición fundamentalmente cientificista de la que renegará poco después. La
objetividad de la ciencia como solución. Después alcanzó el Perspectivismo (1914-1923)
(comienzo de la filosofía propia y original orteguiana) en el que el punto de vista individual
sería el único con el que puede contemplarse el mundo. Por último llego a la Razón vital o
Raciovitalismo (1924-1955, y para llegar a ella pasó antes por otras tres etapas (la primera que
se fundamentó en el subjetivismo idealista, la segunda que se caracterizó por el realismo y la
tercera que se caracterizó por la metafísica) hasta llegar a la razón vital.

Para empezar, vamos a comentar el Raciovitalismo. En este quehacer filosófico en el que


consistió la vida de Ortega, se hace necesario también ofrecer una visión del conocimiento
humano. Si a la hora de interpretar la realidad los dos polos que se nos presentaban eran el
Idealismo y el realismo, en el terreno del conocimiento habrá que enfrentarse también a otra
oposición: el racionalismo (como Descartes) frente al vitalismo (Nietzsche). La razón se opone
a la vida y parece difícil encontrar un término medio. Pues esta es precisamente la tarea que se
propone Ortega y Gasset, que critica ambas teorías:

• El racionalismo es demasiado abstracto, y por ello es incapaz de captar precisamente aquel


que Ortega considera “dato radical del universo”: la vida. La razón construye conceptos, ideas
permanentes y estáticas, muy alejadas del constante cambio al que está sometida la vida. La
razón puede llevarnos por los caminos de la abstracción, que nos apartan de lo más esencial: la
vida. Además, Ortega recuerda la dependencia de la razón respecto a la vida. En efecto,
aquélla no es más que una más de las funciones o posibilidades que tiene el ser humano para
proyectarse a sí mismo.
• Tampoco el vitalismo aporta una solución más valiosa, porque se olvida de la dimensión
futuriza del hombre. Si todos somos un proyecto, un quehacer cotidiano, no podemos vivir a
expensas de un caprichoso presente que dirija nuestros pasos. Ese es el tipo de vida del
animal, que no toma decisiones que incluyan un horizonte temporal muy superior al que
configura su presente. La libertad del hombre le obliga a anticiparse a su tiempo, algo que no
es posible desde un enfoque puramente vitalista, que no puede ir más allá de lo que dicte el
eterno fluir el presente.

Por eso propone Ortega una vía intermedia: ni la razón, ni la vida, sino la razón vital, pues la
razón no puede concebirse al margen de la vida, ni la vida humana al margen de la razón.
Renunciar a la vida o renunciar a la razón son dos modos de renunciar a ser hombre: “Para mí
es razón, en el verdadero y riguroso sentido, toda acción intelectual que nos pone en contacto
con la realidad.” Tan irracional es alejarse de la vida, como vivir esclavizado por sus dictados. El
raciovitalismo se convierte así en la propuesta orteguiana. Si fuéramos animales, bastaría con
el vitalismo, con ir respondiendo a los desafíos que nos plantea el presente. Pero la vida
humana tiene esa dimensión de proyecto, que nos obliga a convertir la realidad (y a nosotros
mismos), en un problema que tenemos que resolver. Si “la vida es futurición, es lo que aún no
es”, tenemos que combinar en su justa medida vida y razón, y esto es exactamente lo que
Ortega defiende.

Además, la razón vital va acompañada por una ineludible dimensión histórica, porque el
hombre se encuentra ya en medio de la historia. La vida humana es esencialmente histórica:
heredera de un pasado concreto y lanzada a un futuro por hacer. El hombre no puede salirse
de la historia, y la razón, por tanto, debe ser un instrumento más dentro de la misma. Si la
naturaleza puede entenderse como el fluir de la vida, la historia es el lugar específico del fluir
de los asuntos humanos, de modo que la vida humana es siempre un “proceso”, algo abierto e
inacabado: “La razón histórica no acepta nada como mero hecho, sino que fluidifica todo
hecho en el fieri de que proviene: ve cómo se hace el hecho.” El hombre es una realidad que se
hace a sí misma, y que está siempre haciéndose. Cada decisión, cada acción no sólo resuelve el
problema de nuestro presente, sino que también nos va definiendo, va configurando nuestra
forma de ser. Mantiene que el hombre no tiene naturaleza (que lo determina y lo condiciona
de una manera en concreto) sino que tiene historia. La vida, nuestra vida, es un “quehacer”
continuo, tenemos que ir haciéndola en cada momento, eligiendo (en libertad) que es lo que
va a ser de ella. De ahí que nuestra vida es también nuestro proyecto (abierto al mundo y a sus
posibilidades). En definitiva, el ser humano es historia, sobre todo cuando tiene que dar cuenta
de una biografía que será individual, pero también colectiva (todos pertenecemos a una
generación que nos hace ser de una manera). El ser más íntimo del hombre consiste en que va
siendo, el ser humano es consciente de que es un proyecto inacabable, que consiste en ir
descubriendo nuevos horizontes

Por último, comentaremos el perspectivismo, que es una teoría del conocimiento que
pretende ser distinta a la tradicional. El ser del mundo, la vida, no es más que perspectiva; lo
real se nos presenta desde distintos puntos de vista, que se van integrando unos con otros. La
perspectiva es única e intransferible. Emparentada con la perspectiva se encuentra el concepto
de circunstancia. El punto de vista, en definitiva nosotros que somos los que vivimos, estamos
encuadrados y determinados en una circunstancia en concreto, que es una peculiaridad del
mundo y que de alguna manera nos limita. La famosa frase de Ortega “YO SOY YO, Y MIS
CIRCUNSTANCIAS”, hace referencia a esto mismo. El YO no debe ser entendido a la manera
del “cogito” cartesiano interpretado como sustancia, sino que siendo fiel a sus principios, lo
concibe no como una instancia pasiva, sino que a través del yo se proyecta la vida. La
circunstancia sólo tiene consistencia cuando lo emparentamos con sujeto viviente.

Podemos entender el perspectivismo comparándolo con dos teorías que él mismo considera
incompatibles con la suya:

 El objetivismo:  si existe la verdad tiene que ser una y la misma para todo individuo,
toda cultura y toda época, por tanto sólo prescindiendo absolutamente de las
peculiaridades del sujeto que busca el conocimiento podremos alcanzar la descripción
verdadera del mundo. El objetivismo identifica la individualidad con el error y el
subjetivismo. Para esta doctrina la idea de la perspectiva es un absurdo, pues, si existe
la verdad, ésta tiene que estar más allá de cualquier perspectiva,  debe ser algo
universal y eterno. Ha sido el punto de vista dominante durante toda la historia de la
filosofía, en particular por los distintos racionalismos.
 
 El subjetivismo: es la posición totalmente opuesta al objetivismo: los rasgos del sujeto
cognoscente determinan todo tipo de conocimiento que pueda alcanzar. El
objetivismo considera al objeto como el único responsable de las apariencias de las
cosas, el subjetivismo defiende todo lo contrario, afirma que dichas apariencias son
subjetivas, meros productos de las peculiaridades del sujeto. Considera que no es
posible la verdad universal puesto que toda verdad está influida o determinada por el
modo de ser del sujeto que la alcanza. El subjetivismo es relativismo y, en último
término, escepticismo.

Ortega considera que el perspectivismo que defiende le permite superar ambas teorías: a la


base tanto de una como de otra se encuentra una tesis más primordial, la tesis según la cual la
realidad no puede ser más que una, que no puede presentar más que una sola cara. El
objetivismo considera que es posible alcanzar dicho aspecto de la realidad y que, por lo tanto,
la verdad tiene que ser única y estar fuera del tiempo y del espacio; el subjetivismo que no es
posible alcanzarla y que nunca podemos salir de nuestra subjetividad. La novedad de la
propuesta de Ortega consiste en afirmar que la realidad no es una sino múltiple, que la
perspectiva no la impone el sujeto sino la cosa trascendente. La perspectiva es algo de la
realidad, la realidad ofrece muchas caras, de ahí que si el espectador cambia de lugar cambia
la perspectiva, pero si un espectador es sustituido por otro en el mismo lugar la perspectiva
permanece idéntica. La perspectiva es el resultado de la influencia de la realidad en el sujeto
cognoscente. El error del objetivismo es hacer del objeto el único responsable del
conocimiento, el error del subjetivismo es subrayar en exceso el papel del sujeto. La verdad
está en la comprensión de que ambos, el sujeto y el objeto, son inseparables.
 

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