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El mito del amor romántico

Desde pequeños nos inculcan la idea de que la única finalidad del ser humano es ser feliz, tal

y como decía el filósofo Séneca, cosa que, en mi opinión, no se trata de una idea errónea. Es

el método que nos enseñan con el que no me muestro muy de acuerdo. Según Occidente, la

única manera de conseguir esa felicidad es obteniendo dos cosas a lo largo de tu vida: dinero

y amor. Desde hace un par de años empecé a formar mi ideología. A día de hoy puedo llegar

a comprender el poder del dinero en mi sociedad, y más siendo una persona que ve ese poder

(de manera escasa) en su propia casa, pero nunca me había cuestionado el poder que ejercía

el amor en nuestro entorno, y cuando se me presentó la reflexión en estas olimpiadas no dudé

en investigar sobre ello. Impresiona ver cómo el amor, aunque no se diga, tiene casi el mismo

poder que el dinero, y es por lo único que una persona arriesgaría lo más mínimo. Esta es una

reflexión realmente simple, un secreto dicho a voces, pero que nadie se cuestiona. El amor es

una simple construcción cultural que utilizan para distraernos de la realidad. Nos venden el

amor como un acto revolucionario bajo el lema de: “el amor todo lo puede”, pero realmente

actúa como un anestésico para los ciudadanos.

Antes de llegar a comprender por qué ocurre esto, debo preguntarme primero por otras

cuestiones: ¿Cómo se ha desarrollado el papel del mito del amor romántico a lo largo de

nuestra historia? ¿Crea este mito consecuencias psicosociales en nuestra sociedad?

Los primeros indicios escritos de amor romántico en la historia del ser humano se dan en la

época medieval. Estos escritos casi siempre se estructuraban de la misma manera: un hombre

y una mujer se enamoran, se presentan dificultades que no permiten que estén juntos, luchan

contra ello para, finalmente, “vivir felices y comer perdices”. Por supuesto, este mito se

desarrollaría bajo el ambiente patriarcal, victimizando así a la mujer, dándonos el papel de


frágil doncella que espera ser rescatada. Ejemplo de esto sería el cuento de la Bella

Durmiente, la cual esperó cien años ni más ni menos a ser rescatada. Por otra parte, también

surgieron relatos contrarios a lo anterior, pero con el mismo objetivo, donde las mujeres sí

formaban una parte activa en el desarrollo de la historia. Esto evocaba un sentimiento de

pasión desenfrenada que precipitaría toda la historia a la tragedia. Por ejemplo, el mito de

Tristán e Isolda, donde te enseñan que, aunque sientas aburrimiento debido a la rutina

tradicionalmente impuesta, debes seguir siempre los pasos convencionales o desataras un

final trágico.

Además, todo esto se unía con la cultura católica de la época donde se argumentaba que el fin

último al encontrar una pareja era la hipergamia, es decir, que todo fuese por una ascensión

social. Esto podríamos considerarlo como el antecesor de esa idea actual que tenemos hoy

día de que el amor es tan necesario como el dinero, y que sin una cosa u otra no serás feliz o

no conseguirás una vida digna.

Todo esta corriente ideológica sobre el amor tendría sus inicios en las ideas filosóficas

planteadas por el mismo Platón. Este consideraba que el amor era una mezcla de belleza y

verdad, es decir, una mezcla entre la perfección y lo absoluto o inmortal. Además,

diferenciaba entre un mundo visible, donde habitaba lo real (según Heráclito) y un mundo

invisible donde habitaba lo eterno e inmutable (según Parménides). Consideraba que el amor

era capaz de generar tal éxtasis que pudiese conducirte del mundo real al mundo ideal. Por

ejemplo, para los cristianos el único camino para llegar al cielo es Dios, ya que Dios es amor,

y se llegaba a él, entre otras formas, mediante iluminación agustiniana o raciocinio tomista.

Estas ideas establecieron el amor como una búsqueda pasional, de esa otra mitad perdida, que

tenía como finalidad la fusión de dos almas y dos cuerpos, actualmente conocido como el

mito de la media naranja. Este mismo filósofo explica la necesidad del amor en su libro El

Banquete, y lo hace mediante la voz de Aristófanes y su famoso mito de Andrógino, que

escenifica cómo en la antigüedad los seres humanos se dividian en tres géneros: masculino,
femenino y andrógino. Este último género gozaba de cuatro brazos, cuatro piernas, cuatro

orejas, dos rostros y dos órganos sexuales. Era tal su potencia física y mental que decidieron

desafiar a los dioses quienes, al observar su soberbia, decidieron castigarlos mediante la

división de sus cuerpos en dos, para así conseguir que estos pasasen toda su vida buscando

angustiosamente su otra mitad con el único objetivo de poder sentirse completos, aunque

nunca llegaría a producirse tal desenlace. Esto refleja a la perfección la necesidad de los seres

humanos anhelando continuamente encontrar el amor, eso que los antiguos llamaban delirio

de la mente.

Platón no fue el único que cuestionó el amor. Muchos filósofos a lo largo de la historia han

intentado buscar una respuesta a la finalidad de este. Por ejemplo, Leibniz defiende que el

amor era un combinado de ardor y luz, es decir, un combinado de amor y razón. Tanto él

como Ortega y Gasset consideraban un grave error definir el amor como ciego. Para ellos el

amor era perspicaz y explorador.

Para Maquiavelo el amor, tal y como desarrolla en su obra El Príncipe, es un simple

instrumento social para poder conseguir “fama, riqueza y poder disfrazado de deseo de

verdad, bien y belleza”.

Para Nietzsche el amor es resultado del azar. Comienza y termina porque sí, sin

determinismos ni destinos. Lo que lo mantiene vivo es el juego de descubrirse y mantenerlos

alejados de la vida cotidiana. Es un recomenzar continuo, aunque la rutina mata al amor.

Por último, para Schopenhauer el amor es una trampa para perpetuar la especie. Este creía

que la atracción sexual y la unión amorosa era la voluntad de vivir. Además, también

consideraba que la mujeres necesitamos mucho más el amor que los hombres ya que ellos son

los que pueden proporcionarnos un hogar para criar, mientras que nosotras sólo somos

capaces de seducirlos.

Centrándonos ahora en las consecuencias psicosociales que la idea del amor romántico ha
podido causar en nuestra sociedad actual, las personas defendemos continuamente la

autenticidad de nuestras emociones: “Nuestras emociones son nuestras y solo nuestras” o

“Cada persona es un mundo, cada persona siente diferente”. Esto es falsable, ya que

nuestros sentimientos están predispuestos por la sociedad en la que vivimos, hasta el punto de

que podemos decir que la dimensión literaria del amor puede ser considerada un constructor

social. Es tan basta la información que recibimos sobre el amor y son tantas las opiniones que

hay acerca de este concepto que a veces lo confundimos con algo ficticio que nada tiene que

ver con nuestra realidad, es decir, lo idealizamos. Esto es debido a que al sentirlo nos aleja

tanto de lo cotidiano que nos sentimos absueltos de esa realidad que normalmente se presenta

cruel y malévola. Quizá sea este el motivo por el que el amor engancha tanto y lo solemos

confundir, como diría Erich Fromm, con una necesidad.

Como reflexión última sobre las diferentes consecuencias psicosociales que se observan del

amor romántico es inevitable añadir que las mujeres son las mayores afectadas. Nosotras

hemos sido más endebles a la tragedia romántica debido a que nos han educado bajo ideas

parecidas a las de Schopenhauer, que nos enseñaban que debemos pasarnos nuestra vida

buscando a ese príncipe azul que nos salve y proteja. Por lo que podemos evidenciar que

entre todos los avances que intentamos conseguir para que se nos trate con igualdad también

está la lucha para separar el amor de la necesidad. Y aunque se están haciendo progresos

sobre esto, el sistema no nos lo pone fácil. Resulta más que evidente este hecho cuando

visualizamos muchas películas que idealizan el amor y nos lo presentan como fin último para

nuestras vidas. La enseñanza es clara: debemos ser igual de sumisas y débiles que ellas o, de

lo contrario, el amor verdadero nunca llegará a nosotras y, en consecuencia, tampoco lo hará

la felicidad.

En conclusión, tras analizar paso por paso el desarrollo de las ideas que fundamentan

actualmente el mito del amor romántico, tanto literariamente como filosóficamente, y

evidenciar algunas de las consecuencias emocionales del amor en nuestra sociedad,


podríamos decir que este mito, tal y como se ha presentado a lo largo de nuestra historia y,

tristemente, también en nuestra actualidad, se trata de algo totalmente utópico incapaz de

identificarse con la realidad. Bajo mi humilde opinión, considero que el amor romántico no es

más que un concepto cultural con el único objetivo de aprovecharse de nuestras actitudes

consumistas mediante la creación de estrategias comerciales como la del Día de San Valentín.

El amor que nos presentan y nos incitan a ejercer en este “día de los enamorados, no es más

que un letargo social que tiene como finalidad convertirnos en simples ignorantes que no

sepan concebir la realidad que se nos muestra y, de esta manera, nos dejemos gobernar por

aquellos que han tenido la suerte, o la desgracia, de llegar a una posición alta. Claro que todo

esto solo les beneficia a unos pocos. En definitiva, tal y como dijo una vez George Orwell:

«Los mitos que se creen tienden a convertirse en realidad», aunque yo sigo albergando una

pequeña esperanza de que los mitos se queden en eso, simples mitos.

TOTAL: 1590 palabras

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