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República Bolivariana de Venezuela

Universidad Nororiental Privada “Gran Mariscal de Ayacucho”


Facultad de Derecho
Anaco. Edo, Anzoátegui

Profesor Alumna

Abg. Hugo Mata Gloriana Infante

C.I: 18.887.983

Anaco, 22 de marzo del 2023


Etimológicamente, cuando hablamos del término “areté” podríamos darle diferentes
simbologías y significados según el área donde se quiera referir el significado de este
término, pero, de una manera más general se puede describir como “la excelencia o
perfección de las personas o las cosas”. Al ubicarnos en una demarcación del significado de
este término pudiésemos abarcar un amplio espectro de posibilidades, es inevitable no
situarnos en la antigua Grecia, lugar de donde proviene esta terminación. Los griegos de la
época de Homero y de Hesíodo, y hasta el siglo IV a.C., hablaban de la areté como de una
fuerza o una capacidad: el vigor y la salud son la areté del cuerpo, la sagacidad, la
inteligencia y la previsión son areté del espíritu. Posteriormente, y debido a la influencia de
Aristóteles, este término ha pasado a traducirse habitualmente por virtud. Lo podríamos
resumir de manera sencilla en lo siguiente “Término griego con el que se designaba la
excelencia de alguien o de algo y que, especialmente desde los sofista y Platón, y luego
también por Aristóteles, fue utilizado con el significado de virtud.”
Valga la redundancia, y más allá del repaso histórico y filosófico del arete; una cuestión
que vendría a ser más adecuada con respecto a la propia excelencia humana. Es un hábito
por el que el hombre se hace bueno y realiza bien su función propia. Esto es, por tanto, algo
que se tiene, que se incorpora a nosotros mismos, a nuestro propio ser. Es ahora cuando,
por ejemplo, Aristóteles entiende lo que llama “energía” (capacidad para actuar) como una
función propia del hombre, cuya intervención en el mundo colectivo de los demás sujetos
tiene que ser de acuerdo con el” logos”, unidos a la propia racionalidad, cuyo lenguaje nos
acerca a ellos, a entenderlos, a comprenderlos, y a conocer tanto a éstos como a ellos
mismos.
El hombre virtuoso actúa según las reglas, las cuales derivan de la razón, no de la
sensación, sí del deseo. Para Aristóteles una persona se puede presentar como proba
hablando sobre las virtudes y mostrando virtudes: correspondencia entre palabras y
acciones. A las virtudes clasifica en dos grandes grupos. Uno corresponde a las virtudes
intelectuales; El otro, a las morales o del carácter. Aristóteles sustentará que la virtud es un
estado del alma distinto, pues, de las pasiones y de las facultades, y se alcanza por medio de
la ética, ya que son cuestión de práctica o de hábito.
La ética es considerada como un saber práctico, fundamental en el propio ser humano, cuya
interpretación del individuo mismo dentro de la propia sociedad necesita de un proceso
importante de educación en donde ésta sea algo así como una hipótesis o teoría de la misma
felicidad humana, en la cual se conjuguen tanto los intereses colectivos como los
individuales de cada sujeto determinado. Si bien la felicidad es otro factor a estudiar, la
cual, como ya hemos visto en alguna que otra ocasión, es trabajada por algunos filósofos y
movimientos destacados, la ética sería asimismo aún más importante, pues ésta nos ayudará
a conocer aquello por lo que luchamos, y aquello que, en definitiva, puede hacernos felices
o no.
Esa capacidad para sentirla (y no tenerla, claro está), está determinada por esa «energía»
(Según Aristóteles) necesaria tanto para conseguirla como para llevarla a cabo y medida
por la racionalidad: esa misma que nos ayudará a saber, definitivamente, lo que puede ser
correcto o no.
El concepto de arete, no conduce por sí solo hacia la excelencia, hacia la forma de
encontrar el camino para ser un buen hombre o buena persona. El polo normativo de
Aristóteles radica, entonces, en la noción de areté, como “estándar” para el buen uso de la
razón. De ese modo, las actividades se realizan por ser naturales, pero deben ser hechas de
determinada manera para hacer las cosas con excelencia o perfección.

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