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La palabra texto proviene del latín textus, que significa “tejido” o

“entrelazado”, de modo que en el origen mismo de la idea del texto se


encuentra su capacidad para contener ideas en un hilo o una secuencia de
caracteres. De ese modo, todo texto contiene una serie de mensajes cifrados
que el lector debe poder recuperar, y que puede ser de diversa índole,
conforme a los cometidos expresivos de quien lo redactó: son textos las
instrucciones de uso de una lavadora, pero también un poema de amor, las
noticias del diario o un grafiti de protesta en una pared en la calle.
Las ideas que comunica un texto están contenidas en lo que se suele
denominar «macroproposiciones», unidades estructurales de nivel superior o
global, que otorgan coherencia al texto constituyendo su hilo central, el
esqueleto estructural que cohesiona elementos lingüísticos formales de alto
nivel, como los títulos y subtítulos, la secuencia de párrafos, etc. Se refiere a
uno de los fenómenos propios de la coherencia, el de las relaciones
particulares y locales que se dan entre elementos lingüísticos, tanto los que
remiten unos a otros como los que tienen la función de conectar y organizar.
Los textos se clasifican tradicionalmente en base a la intención comunicativa
que persigue el emisor:
1. Aquellos en los que se le da al lector una serie de contenidos o
informaciones específicas junto con las herramientas conceptuales o
contextuales para comprenderlos, es decir, se le explica algo concreto.
2. Aquellos en los que se brinda una cantidad de detalle respecto de un
objeto o evento específico, aspirando a agotar sus propiedades en
algún sentido.
3. Aquellos que buscan convencer al lector de alguna opinión, punto de
vista o consideración, respecto a un tema cualquiera, ofreciéndole
argumentos y razones.
Un texto que se precie de tal y de bien elaborado debe reunir ciertas
condiciones que se llaman condiciones de textualidad, estas son: cohesión,
coherencia, significado, progresividad, intencionalidad y cierre. Por eso para
saber todo lo que dice, debemos leerlo todo, pues a medida que avanzamos
en la lectura vamos descifrando más y más del contenido de su mensaje, y si
nos conformamos con la primera parte, no lo sabremos todo. Todo texto es
escrito con alguna intención comunicativa, o sea, con algún propósito en
mente, ya sea servir de recordatorio, decirle a otra persona que haga algo, o
simplemente entretener. Sea como sea, dicha intención configurará el texto y
hará que el emisor emplee unos u otros recursos en su composición. Todo
texto debe adaptarse a una serie de códigos y preceptos que sean comunes
con su receptor, de manera que éste pueda entenderlo y descifrar su
contenido.
Conocer en detalle las clases de textos, sus elementos y características ayuda
a los buenos redactores a escribir contenidos útiles, apropiados y efectivos. Y
así, aprovechar al máximo el recurso del texto como herramienta
constructiva en la vida diaria.

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