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Comentario de la Constitución de 1812

El texto propuesto para comentar es un conjunto de artículos de la


Constitución Española promulgada en Cádiz en 1812. Es la primera “Carta
Magna” de la Historia de España, si no tenemos en cuenta el Estatuto de
Bayona. Para la realización del comentario seguiremos estos pasos:
localización del texto, análisis del mismo y contextualización. Finalizaremos
con una breve conclusión, señalando la importancia que tuvo el texto.

Al ser un extracto de la Constitución de 1812, clasificamos al texto como


informativo (caracterizado por su lenguaje técnico e impersonal) jurídico
(o legal), por ser una Ley suprema de obligado cumplimiento para todos los
españoles.

Se trata de un texto de contenido político, porque recoge las bases de la


organización político-administrativa, marcada por la impronta liberal que
tienen las propias Cortes de Cádiz.

Por su origen, diremos que estamos ante una fuente histórica, al estar
manejando un documento coétaneo: son artículos de la propia Constitución
de 1812.

Con el trasfondo de la guerra de la Independencia (1808-1814) y tras


diversas vicisitudes el Consejo de Regencia realiza en el año 1810 una
convocatoria electoral a Cortes, las cuales, reunidas en un Cádiz
asediado por los franceses trabajarán y aprobarán nuestra primera
Constitución el 19 de marzo de 1812, día de San José; por eso se la
conoce como “la Pepa”.

Su autor es colectivo: los 184 diputados (liberales, absolutistas y liberales


moderados o constitucionalistas) convocados a Cortes en Cádiz por el
Consejo de Regencia.

El destinatario de esta Constitución es la totalidad de los españoles de


ambos hemisferios, siendo de obligado cumplimiento tanto en España
como en América.

El tema central del texto es mostrar algunos artículos significativos de la


Constitución de 1812 de los cuales procedemos su análisis.

 Previamente al articulado se incluye un párrafo que muestra la autoría


del texto (las Cortes) y quién la hace pública (Fernando VII, aunque
teniendo en cuenta que está “en cautiverio”, por lo que se encarga de
ello la “Regencia del Reino”).
 El resto del texto lo componen nueve artículos comenzando por la
determinación de quiénes forman la nación española (“todos los
españoles de ambos hemisferios”, es decir, tanto los residentes en
España como en América) (art. 1). La nación es única: se rechaza el
regionalismo y el foralismo así como el movimiento emancipador de las
colonias americanas y declara la igualdad total entre la península y los
americanos. El gobierno de esta Nación será una monarquía moderada y
no absoluta. Fernando VII será el monarca reconocido.

 El artículo 3, referido a la soberanía, es decir, en manos de quién está el


poder. Recoge, en este sentido, el principio ilustrado de la soberanía
nacional (“reside esencialmente en la Nación”, es decir, en todos los
españoles).

 En correspondencia con este derecho se recoge una obligación (artículo


8), que no es otra que la de pagar “todos” los correspondientes
impuestos. Debemos recordar que, hasta el momento, únicamente lo
hacía el tercer estado o pueblo (campesinos y burgueses).

 Con gran rotundidad se afirma (artículo 12) la situación de la Religión (y,


con ello, la de la Iglesia). No ha de ser otra (se prohíbe el ejercicio de
cualquier otra) que la “católica, apostólica romana” que, además, lo será
a perpetuidad.

 El poder se transmite por herencia, en línea de sucesión masculina


(artículo 14).

 La “división de poderes” se recoge en los artículos 15, 16 y 17. El poder


legislativo será compartido por las Cortes y el Rey quedando, con ello, a
medio camino del parlamentarismo inglés; el ejecutivo en manos del Rey
y el judicial en los tribunales correspondientes.

 Desde el capítulo 17 hasta el 371 hay una gran laguna en el texto,


recogiendo únicamente en este último el principio de la “libertad de
imprenta” indicando que se puede hacer sin cortapisas anteriores a la
publicación y bajo las normas que establezcan las leyes.

Estas medidas reflejan el programa de los liberales, protagonistas de las


Cortes Constituyentes.

El contexto para la elaboración de la primera constitución española fue


extraordinario. Tras las abdicaciones de Bayona (1808), Napoleón había
colocado en el trono de España a su hermano José, José I, dándole cobertura
el Estatuto de Bayona (una Carta Otorgada de talante político muy
autoritario, aunque con ideas progresistas). Paralelamente, se había iniciado
la guerra de la Independencia (1808-1814), en un vacío de poder que
intentó ser recuperado por las juntas de defensa que convergerán en la Junta
Central Suprema.

A pesar del sobresalto francés de Bailén (19 de julio de 1808), muy pronto se
demostró la superioridad francesa en campo abierto. La Junta Central
Suprema, desprestigiada, marchó a Cádiz y en 1810 dio paso a un Consejo
de Regencia (una especie de Jefatura del Estado provisional) que cursó
convocatoria de elecciones a Cortes. La decisión se aceleró al tenerse noticias
del inicio del proceso de independencia de las colonias americanas (desde
1810).

La convocatoria electoral a Cortes Constituyentes sucedió en un


contexto, por lo tanto, anómalo, en una situación de guerra y con un país
ocupado por las tropas francesas, lo cual hizo que numerosas provincias no
enviasen representantes.

La configuración de las Cortes era representativa de la minoría intelectual


española -parte de la cual se había formado en los principios de la Ilustración
- pero no lo era del conjunto del país. Menudeaban eclesiásticos, militares,
funcionarios (como catedráticos), profesionales liberales (como abogados),
burgueses de la industria y el comercio y algunos nobles. En cambio, no hubo
representación del campesinado, de las mujeres, del alto clero y de la alta
nobleza.

En las Cortes convivieron 3 tendencias: los liberales (se empleará por primera
vez ese término, y eran partidarios de reformas profundas), los
constitucionales o jovellanistas (más moderados) y los absolutistas (llamados
también “serviles”, que pretendían la restauración del absolutismo).

La obra de Cádiz no se reduce a la Constitución, sino que se redactó toda


una obra legislativa que y desmontaba el Antiguo Régimen: libertad de
imprenta y de expresión (suprimiendo la censura previa para escritos políticos
y manteniéndola para los religiosos); libertad de comercio e industria;
reforma agraria, concretada en la desamortización de tierras comunales
(1811-1813) y , paralelamente, supresión de los señoríos jurisdiccionales
como desvinculación; supresión de La Mesta; supresión de la Inquisición;
supresión de los gremios; reforma fiscal en busca de una fiscalidad común; y
recreación del ejército en base a la Milicia Nacional (ejército popular: militares
y paramilitares). Incluso nació en Cádiz la Lotería Nacional, tal y como se
conoce hoy en día.

La Constitución de Cádiz fue aprobada el 19 de marzo de 1812 (de ahí su


apelativo) y articulaba las ideas del liberalismo español. El texto, queriendo
anular ambigüedades, era muy extenso: 389 artículos (Preámbulo y 10
Títulos). Dirigida a “los españoles de ambos hemisferios (peninsulares y
colonias) constataba la igualdad de todos los españoles y de todos los
territorios de España ante la ley. Los derechos de los españoles se situaban
por encima de los derechos históricos de los reinos y territorios,
subrayándose la idea de unidad nacional

La soberanía nacional es proclamada (si bien compartida con el rey: que


tendrá derecho de veto y de disolución de la cámara única), residiendo en las
Cortes de una sola cámara, elegida por sufragio universal pero indirecto, para
varones mayores de 25 años con renta propia. Sin embargo, se establecían
condiciones censitarias de elegibilidad. Quedaba claro que Fernando VII)
sería un rey constitucional y que la soberanía residiría “esencialmente” en la
nación. Se proclamaba la división de poderes: el poder legislativo (reside en
el rey - con veto suspensivo - y cortes unicamerale); el ejecutivo (rey y 7
secretarios) y el judicial (tribunales).

La confesionalidad del Estado (pese a la supresión de la Inquisición,


incompatible con la Constitución) muestra el peso de los eclesiásticos en las
Cortes y el carácter no radical del texto.

La Constitución presenta una importante declaración de derechos: Libertad,


propiedad, igualdad fiscal, instrucción pública, Interesante es recalcar que la
igualdad fiscal (Art. 8) eliminaba una de las prerrogativas más importantes
que los privilegiados habían detentado durante el Antiguo Régimen.
Asimismo, la extensión de los derechos humanos (Art. 4, 366) significaba,
jurídicamente, el fin de la sociedad estamental. Por último, el mercado
interior estaría libre de aduanas y sería consagrado el derecho a la propiedad
(que también se aplicaría a los antiguos grupos privilegiados).

En España, para terminar, la vigencia de esta Constitución es curiosa: de


1812 a 1814 (hasta la vuelta al poder de Fernando VII en la primavera de
1814, apoyado por el pueblo, por el ejército y por un grupo de diputados
absolutistas, que le enviaron el llamado “Manifiesto de los persas”), anulará
la Constitución de 1812 y toda la obra de Cádiz), de 1820 a 1823 (Trienio
Liberal) y de 1836 a 1837 (entre el Estatuto Real y la Constitución de 1837).

La Constitución de 1812 fue la primera constitución española. Aprobada en


circunstancias extraordinarias (la ciudad estaba sitiada y periódicamente
bombardeada por las tropas francesas), fue inspiradora del pensamiento
liberal y referente de las posteriores constituciones españolas del XIX,
aunque debemos matizar la idea: para las nacidas bajo gobierno de los
moderados (1845) representaba un marco demasiado liberal, para las
publicadas por los progresistas (1837) un modelo a seguir y para las
democráticas (1869), un punto de partida. Igualmente, su influencia se
proyectará en los subsiguientes proyectos liberales de América y de Europa.

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