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REPÚBLICA BOLIVARANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR


“UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA”
FACULTAD DE SALUD Y DESARROLLO HUMANO
PSICOLOGÍA INFANTO-JUVENIL

Unidad III
Modelos de intervención psicológica

Participante:
Frank Andres Vacca Vacca
C.I 27327143
T1
TUTOR:
Lcda. ISABER ISABEL PERAZA MILLAN

San Cristóbal, octubre, 2022


Datos de identificación

Nombre y apellido: Mario José Vacca Ortega

Edad: 11 años y 9 meses

Lugar y fecha de nacimiento: 9 de febrero de 2011 en El Piñal Municipio


Fernández Feo Táchira

Escolaridad: 5to grado de primaria

Padres: Johana Ortega y Dagoberto Vacca

Anamnesis

Motivo de consulta

Acude a consulta en compañía de su madre y su hermana mayor, remitido


por el servicio de psiquiatría del ambulatorio de la zona, con tratamiento
farmacológico (Anafranil y Conductasa), para que reciba tratamiento psicológico
por encopresis, problema que se prolonga desde que el niño tenía siete años.

Historia personal y antecedentes familiares

Según indica la madre, Mario tuvo un desarrollo evolutivo dentro de los


rangos normativos e incluso podría decirse que fue un niño precoz en la
adquisición del control de esfínteres, dado que hacia los dos años y medio ya
tenía un adecuado control de la defecación y la micción. La continencia fecal se
mantuvo hasta la edad de siete, momento en que surgió el problema de la
encopresis, primero de forma esporádica (uno o dos episodios por semana) y
luego casi a diario. El inicio del trastorno parece coincidir con un cambio de
profesorado y con una mayor exigencia en el rendimiento escolar. En el internado,
hasta los siete años, las clases eran impartidas por las religiosas, pero a partir de
esta edad (2.º de Primaria) la docencia estaba a cargo de profesores seglares.
Esta situación, nueva para él, le produjo mucha ansiedad y preocupación. Durante
casi tres años (prácticamente hasta que cumplió diez) en el colegio no parecieron
darse cuenta del problema, puesto que no hubo ninguna manifestación a la familia
al respecto. Sin embargo, en su casa sí lo notaron, dado que cuando el niño iba a
pasar el fin de semana, traía varios calzoncillos manchados y, además, se
ensuciaba encima mientras permanecía en casa. Hacia los ocho años lo llevaron
al médico de cabecera, quien lo remitió a un especialista de digestivo; éste mandó
efectuar un enema opaco, prueba que no llegó a realizarse por falta de
cooperación del niño. El enema opaco es una radiografía de contraste en la que
se emplea una solución de bario para poder observar el colon.

Este método resulta muy eficaz para diagnosticar la enfermedad de


Hirschsprung, así como para detectar la presencia de posibles tumores o
anomalías anatómicas y para evaluar el grado de dilatación rectal (megarrecto).
Ante la falta de información específica, el médico optó por prescribir
antiespasmódicos (Desmocolon y Buxcopax). Con estos fármacos permaneció sin
encopresis durante un mes aproximadamente, aunque después de este período
volvió a recaer con la misma frecuencia anterior (diariamente). El médico modificó
la medicación, recetándole: Sauran oral (citicolina), un vasodilatador cerebral y
periférico que mejora el nivel de conciencia; Psicosoma (bromhidrato de glutamato
de magnesio y clorhidrato de prometacina), con efectos laxantes y
anticolinérgicos, y Magneston (sales demagnesio). Los laxantes a base de
magnesio se encuadran en el grupo de los laxantes osmóticos, cuya nota
característica es que son escasamente absorbidos en el tracto intestinal y retienen
el agua en el colon, favoreciendo la hidratación de las heces, lo que disminuye los
esfuerzos defecatorios y facilita la evacuación. Como en el caso anterior, con esta
medicación se apreció cierta mejoría, pero los episodios de encopresis no
desaparecieron del todo.

A los nueve años y medio es enviado al servicio de psiquiatría, donde se le


receta la medicación actual: Conductasa (piriglutina, vitamina B) y Anafranil
(clorhidrato de clomipramina), un antidepresivo tricíclico con efectos
anticolinérgicos, muy utilizado en el tratamiento médico de la enuresis nocturna.
Con estos fármacos se observó una disminución importante de la encopresis,
llegando a permanecer limpio durante dos meses consecutivos, pero, al retirar el
tratamiento se produjo una recaída paulatina, volviendo a la frecuencia inicial.
Finalmente, es remitido por el psiquiatra para recibir tratamiento psicológico.

Instrumentos psicológicos aplicados

Con el fin de efectuar un análisis funcional y establecer la línea de base de


la conducta problema, se llevaron a cabo tres entrevistas y un registro de
observación.

Resultados

Los datos obtenidos por este procedimiento indicaron una frecuencia de


deposiciones en el calzoncillo de doce veces en ocho días, lo que equivale a una
media de 1,5 veces por día, aunque hay que precisar que un día no hubo
deposición, con lo que la frecuencia media diaria se elevaría hasta 1,71. El 66 por
100 de las veces (ocho) el ensuciamiento se produjo en el hogar, un 25 por 100
(tres veces) en la calle y solamente una vez (9 por 100) en el colegio. No hubo
ninguna defecación en el váter durante los ocho días de observación y uno de los
días se manchó tres veces. Los episodios encopréticos se producen con mayor
frecuencia por la tarde y al anochecer (siete veces, 58,33 por 100), mientras que
por la mañana se ensucia menos veces (cuatro, 33,31 por 100), al mediodía
solamente una vez y ninguna durante el sueño nocturno.

Tratamiento

1. Cambiar la secuencia habitual de conducta que seguía el niño cuando


se levantaba por la mañana: ir al baño, lavarse, vestirse, desayunar y
marcharse al colegio. En vez de esta secuencia, se propuso que se
levantara, desayunara, se lavara, se vistiera y, en último lugar, se
sentara en la taza del váter, durante 5-10 minutos máximo, para intentar
defecar. Este cambio se introdujo para facilitar que los reflejos que
impulsan las heces hacia el recto (grastroileal, gastrocólico y
duodenocólico) y que preceden a la defecación se activaran antes de
que el niño saliera de casa para ir al colegio. Por ello se sugirió que
desayunara nada más levantarse, dado que la motilidad intestinal se
intensifica notablemente a los 20-30 minutos después de ingerir
alimentos y los movimientos intestinales (de masa) son más fuertes
después de desayunar. Para que estas sensaciones fisiológicas
pudieran asociarse a la situación correcta, se recomendó que se sentara
en la taza del váter después de cada comida principal, durante el mismo
tiempo que en la mañana. Además, se le indicó que tomara para
desayunar un zumo de naranja y algún tipo de cereal con la leche, como
los cornflakes, a fin de favorecer la evacuación intestinal.
2. Retirar la atención hacia el hecho de ensuciarse y no limpiarse.
3. Reforzamiento positivo contingente a defecar en el inodoro. Se instaló
un sistema de economía de fichas, utilizando puntos que eran canjeados
por una lista de reforzadores previamente seleccionados. Si el niño
hacía caca en el váter por la mañana, recibía dos puntos, y si esto
ocurría a otra hora del día, recibía uno. Con este método se pretendía
que aprendiera a vaciar el intestino en el momento del día que parece
más idóneo para que se produzca la defecación. Los reforzadores de
apoyo utilizados se seleccionaron tomando en consideración los deseos
del niño. Para ello, se le pidió que indicara aquellas cosas que le
apetecía hacer o tener a partir de algunos ejemplos sugeridos por la
terapeuta y extraídos de la información proporcionada por su hermana,
valorando su poder motivacional mediante una escala numerada de 1 a
10, donde el cero indicaba que el reforzador propuesto no le gustaba lo
más mínimo y el diez que le gustaba muchísimo.
Conclusiones

La encopresis hace referencia a la dificultad que experimentan algunos


niños para controlar la evacuación intestinal de una manera socialmente
aceptable, cuando ya tienen una edad apropiada para hacerlo y no existen causas
médicas que justifiquen el cuadro. La mayoría aprenden a defecar en el inodoro
antes de los cuatro años de edad, pero unos pocos (alrededor del 1,5 por 100) no
lo consiguen y continúan haciéndolo en la ropa o en otros lugares por un tiempo
indeterminado, lo que ocasiona numerosos conflictos en el ámbito familiar y
personal del niño.

En general, el niño con encopresis tiende a aislarse para evitar situaciones


de interacción comprometidas, goza de escasa popularidad entre los compañeros
y sufre serios problemas de autoestima. A ello se añade el hecho de que a la
mayor parte de los padres les cuesta trabajo entender este comportamiento, una
vez que los médicos han descartado las posibles causas orgánicas, por lo que
tienden a manejarlo de modo inconsistente, cambiando de la comprensión al
rechazo y al castigo en función de su propio estado de ánimo. La conflictividad
familiar tiende a agravarse con la presencia de ciertos hábitos que suelen
acompañar al ensuciamiento (esconder la ropa sucia, negarse a lavarse y
cambiarse después del incidente, etc.) y con la coexistencia de enuresis, que
afecta aproximadamente a un tercio de los encopréticos. Como en otros
problemas infantiles, no existe un acuerdo general sobre el concepto y los criterios
diagnósticos de este trastorno. Las discrepancias más sobresalientes giran en
torno al carácter voluntario o involuntario de la defecación, la consistencia de las
heces y el requisito de que la encopresis suceda o no en presencia de
estreñimiento.

Al margen de las diferencias, parece claro que la encopresis debería


entenderse como un trastorno psicofisiológico de la defecación, en cuya etiología
intervienen múltiples factores de distinta naturaleza que interactúan entre sí
provocando el resultado final. Entre ellos, destacan las alteraciones fisiológicas
provocadas por el estreñimiento (distensión rectal, pérdida de tono muscular del
esfínter, deterioro sensorial, etc.), un entrenamiento inadecuado en la adquisición
de los hábitos higiénicos de evacuación, experiencias desagradables asociadas al
acto de defecar y el fracaso para mantener una rutina defecatoria saludable.

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