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UNIDAD III.

REFORMA Y RENACIMIENTO.

RUPTURA DEL FEUDALISMO Y NACIMIENTO DE LOS ESTADOS NACIONALES.

A fines del siglo XV los cambios económicos que se han producido en casi toda Europa generan cambios profundos
en lo político.
Pierde importancia el conflicto del Dominium Mundi entre imperio y papado, basado en el orden feudal y centrado
en la interacción de ciudades estado en las cuales la producción es local y está concentrada en mercados
monopolizados en rutas fijas, bajo la potestad de gremios y señores locales.
Aparece una suerte de “mercado aventurero” para quienes estén dispuestos a arriesgar su capital en cualquier
mercado lejano y fuera de los circuitos tradicionales más seguros: la mayor rentabilidad de estos mercaderes les
proporciona grandes márgenes de ganancia, y la liquidez les permite paulatinamente poner condiciones a las
producciones locales, hasta dominarlas. Por primera vez desde el medioevo Europa dispone de importantes
hombres de negocios con fuerte espíritu de empresa, que lógicamente tienen como enemigos naturales a los nobles
feudales terratenientes y conservadores, al igual que en la antigua república romana.
Este capitalismo mercantil busca las ventajas de una monarquía fuerte y centralizada que les garantice orden y rutas
comerciales terrestres y marítimas seguras, que el disperso sistema medieval con sus reyes débiles no puede
ofrecerles.
Los comerciantes se han cansado de los desórdenes y de los bandidos reclutados por nobles arbitrarios, y prefieren
la monarquía absoluta con las previsibles desventajas que esta puede acarrear, a cambio de un ejército fuerte y una
administración ordenada de justicia, con reglas claras y uniformes para el nuevo orden económico.
Es así como las monarquías absolutas derrocan al constitucionalismo medieval y absorben a las ciudades estado
libres en un lapso relativamente breve, las propiedades eclesiales son expropiadas por los monarcas que favorecen a
la nueva clase media que es su sustento político, y finalmente desaparece la autoridad jurídica del sacerdotium y de
la iglesia, que pasa a ser un socio más de los modernos gobiernos nacionales.
Este fenómeno se concreta en la misma época en toda Europa:
ESPAÑA.
- España se unifica con la fusión de Aragón y Castilla: con la devolución de los árabes a África y el
descubrimiento de América en 1492, se convierte en una gran potencia;
- a partir de 1516 es gobernada por la dinastía de los Austrias-Habsburgo, que se erige en férrea defensora del
papado romano; a raíz de un complicado sistema de sucesiones dinásticas llega a gobernar el Sacro Romano Imperio
Germánico, el Reino de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y Países Bajos, lo que se suma a América y algunos puertos de Asia,
y bajo Carlos I de España (emperador Carlos V) se transforma en un enorme imperio “en el cual nunca cae el sol”;
- al quedar acéfalo el trono se desata la Guerra de Sucesión Española (1701-1713) que instala a la dinastía de
Bourbon-Anjou (Casa de Borbón) con el rey Felipe V, nieto del rey Luis XIV de Francia;

INGLATERRA.

- Inglaterra después de largas guerras civiles culminadas en la Guerra de las dos Rosas (1470-1483) une las
Casas de Lancaster y York e instala la dinastía Tudor, que aplasta a los nobles en su resistencia al nuevo orden
basado en el comercio marítimo e intenta relativizar el constitucionalismo medieval; el rey Enrique VIII (el de las seis
esposas y padre de Isabel I ) anexa Gales y realiza la reforma presbiteriana que en 1534 pone al monarca como
cabeza única de la iglesia inglesa, separándola de la romana;
- a la muerte de Enrique VIII la reina María I, su hija mayor con Catalina de Aragón, restaura brevemente el
catolicismo romano casándose con el rey Felipe II de España pero no tiene descendencia; a posteriori Isabel I, la
reina virgen hija de Ana Bolena, restaura la iglesia anglicana en 1558, gobierna hasta 1603 y libra una guerra ruinosa
con Felipe II de España de la que resulta victoriosa;
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- a su muerte reinan los Estuardo hasta que en 1649 Carlos I es decapitado y Oliver Cromwell gobierna como
dictador hasta 1660; el año siguiente regresa la monarquía con Carlos II quién es sucedido por el católico Jacobo II,
quién es destronado en 1688 con la Revolución Gloriosa a manos de María II que restaura el protestantismo; desde
el exilio Jacobo y luego su hijo tratan de recuperar el trono con el apoyo de los escoceses y de los irlandeses
fracasando reiteradamente en las guerras jacobitas; finalmente en 1707 se forma el reino Unido con la incorporación
de Escocia, que pierde su independencia;
- a partir de 1715 se instala la Casa de Hannover, y a partir de 1901 la Casa de Windsor.

ALEMANIA.
- Alemania retrasa este proceso y sigue dividida en muchos pequeños principados, y cuando lo realiza tres
siglos después su unificación es análoga;

FRANCIA.
- Francia es la nación donde la transformación a monarquía absoluta es más clara: en 1439 agrupa todo el
ejército bajo el monarca, con ello somete a los grandes feudatarios (Borgoña, Bretaña y Anjou), centraliza la
recaudación de impuestos y el control sobre la iglesia, de manera que el rey pasa a ser el único representante de la
nación;
- con la finalización de la Guerra de los Cien Años (1337-1453) en la que participa Juana de Arco, quita a los
ingleses las posesiones que estos conservaban en suelo francés por cuestiones dinásticas;
- si bien Francia sigue siendo católica romana, en la práctica se transforma en el recurrente adversario político
del papado, hasta desplazar a España como principal potencia europea en el siglo XVII, al relegarla territorialmente a
la península ibérica;
- Luis XIV (1638-1715), el “Rey Sol” de la casa Borbón traslada la corte al fastuoso palacio de Versalles y desde
allí controla la nobleza, constituyéndose en el prototipo de monarca absoluto (se le atribuye la famosa frase l’État
c’est moi, el estado soy yo, y “El bien del estado constituye la gloria del rey”); la Casa de Borbón reina en Francia
entre 1572 y 1848.
ITALIA.
- Italia sigue dividida en cinco bloques: reino de Nápoles en el sur bajo los españoles, el ducado de Milán en el
norte, la república aristocrática de Venecia en el noroeste, la república de Florencia y los Estados Pontificios en el
centro;
- A pesar de la decadencia moral de la iglesia y de su abandono a la pretensión del Dominium Mundi, los
papas logran consolidar a sus estados pontificios como el estado más fuerte de Italia, recurriendo para ello a la
desastrosa intervención de reyes no italianos según sus conveniencias, constituyéndose en el principal factor de
desunión nacional.
La ruptura del feudalismo es definitiva, de la mano del nacimiento de una burguesía y un capitalismo que en sus
inicios son de sesgo mercantil: este nuevo orden económico requiere de una forma de gobierno totalmente
distinta a la medieval, el floreciente comercio internacional necesita estados nacionales fuertes y ordenados, con
flotas y ejércitos poderosos, y un derecho unificado.

El centro de gravedad se traslada de la propiedad de la tierra hacia el comercio, el poder de la iglesia inicia una
imparable decadencia y las ruinosas disputas religiosas son una consecuencia inevitable del proceso de la reforma
protestante.

La nueva alianza entre monarcas absolutos y clase mercantil, y más adelante industrial, archiva definitivamente al
antiguo régimen, lo que se consolida a posteriori con la revolución francesa.

No vamos a entrar en los interminables detalles históricos de los continuos conflictos bélicos que devinieron de los
conflictos religiosos derivados de la reforma luterana y de la contrarreforma romana: destacamos las guerras entre

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España e Inglaterra, culminadas con la derrota de la Armada Invencible española en 1588, y la etapa final del proceso
de decadencia española con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS.

Este cruento conflicto involucra a todas las potencias europeas, y aunque inicialmente surge en Alemania entre los
partidarios de la Reforma y la Contrarreforma luterana, su trasfondo permanente es el enfrentamiento entre Francia
y la potencia de la época España, que por cuestiones dinásticas domina la mayor parte de Europa.

Francia peligra permanentemente al estar rodeada por España, Inglaterra y el Sacro Imperio, y financia el
enfrentamiento de daneses y suecos con España, hasta intervenir directamente en el conflicto hacia su final.

Esta guerra usa masivamente a mercenarios e implica generalizadas pestes, hambrunas y una espantosa mortandad
de pobladores civiles, en especial en Alemania y Países Bajos que son el principal teatro bélico (¡en algunas regiones
la población se redujo en un tercio!); implica la decadencia definitiva de España como principal potencia europea
católica pro-papado, erigiéndose Francia en el nuevo polo de poder católico pero independiente y hostil a Roma.
Asimismo en 1700 el proceso deriva en España con la Guerra de Sucesión en la entronización de la Casa Borbón, una
rama de los Capetos franceses.

España nunca pudo reponerse de la sangría económica que esta dilatada guerra le supuso, desperdiciando en la
misma los cuantiosos recursos de su conquista americana: muchos creen ver en esta derrota las causas principales
de su posterior y profunda decadencia como país (ver la película Alatriste que muestra las vicisitudes de los famosos
Tercios Españoles, gloriosa formación de infantería de la época derrotada por primera vez en la batalla de Rocroi en
1643).

Con la consiguiente Paz de Westfalia se marcó el futuro del conjunto de Europa en los siglos posteriores, y la relación
entre los estados nacionales y sus monarquías absolutas se guió por relaciones seculares despojadas de
controversias religiosas, con la disminución sustancial del poder e influencia de la iglesia católica.

La teoría de las dos espadas se archiva definitivamente: después de seis siglos de guerras, devastaciones y atraso,
finalmente Europa rompe las cadenas religiosas con su definitivo y no menos traumático salto hacia la modernidad,
con el predominio de los monarcas absolutos hasta el siglo XIX.

RENACIMIENTO.

El Renacimiento fue un movimiento cultural, artístico y científico producido en los siglos XV y XVI en Italia con
epicentro en Florencia, y que se expandió a posteriori a toda Europa. Se basó en el humanismo, un sistema de
creencias por las cuales las necesidades de la inteligencia humana pueden ser satisfechas sin la aceptación de la
idea de Dios y la religión, con un hombre autónomo sin necesidad de la mediación de la fe.

Con este movimiento se verifica la regla histórica por la cual las actividades humanas “civilizadas” coinciden con
ciclos económicos florecientes, con “excedentes de producción”, en este caso de la mano del resurgimiento en Italia
del comercio internacional.

El humanismo es:

- laico (no confesional) ya que defiende un modelo de sociedad con libertad intelectual e independiente de
las confesiones religiosas, aunque no las condena y apoya la libertad de culto;
- secularista, ya que se basa en el empirismo y en una sociedad ajena a las prácticas religiosas. Hubo un slogan
famoso de los secularistas para alejar a los teólogos de los problemas temporales: “¡Callad, teólogos en poder
ajeno!”.

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Frente al teocentrismo de la edad media con Dios como máximo referente de todas las acciones humanas, se vira
hacia un fuerte antropocentrismo griego clásico que sitúa al hombre como medida y centro de todas las cosas, y
por ende los principios y juicios humanos son los únicos que deben regir la organización social, con el modelo
político aristotélico.
Por humanismo también se entiende al estudio de las letras clásicas de los grandes filósofos griegos, descubiertos
en las bibliotecas monásticas, en los aportes de Averroes, y de tantos sabios bizantinos que huyeron a Europa a
posteriori de la caída de Constantinopla en 1453 en manos turcas y que promovieron la difusión de los valores,
idioma y cultura griega.
El humanismo restaura todas las disciplinas que ayuden a la mejor comprensión de los autores de la Antigüedad
Clásica, cuya cultura consideran muy superior a la medieval, y para eso se utiliza un latín más culto.
Frente al dogmatismo cerrado de la teología, los mecenas florentinos y de toda Europa con aprecio por el saber
antiguo, protegen y costean a los artistas humanistas en este gigantesco redescubrimiento de la literatura, filosofía
y arte grecolatina: los Médici en Florencia, Cristina de Suecia e incluso los papas Julio II y León X. La difusión del
humanismo se ve facilitada además por la invención de la imprenta.
Las representaciones artísticas por primera vez adoptan una perspectiva tridimensional, abandonando la mediocre
rigidez del arte medieval y tratando de imitar la realidad, prestando mucha atención al cuerpo humano e
introduciendo desnudos en las figuras. Esta corriente renueva totalmente a los jardines, con grandes desniveles,
terrazas y obras hidráulicas; a la música, danza, literatura y a la vestimenta, empezando la moderna moda. Hasta la
gastronomía tiene una gran renovación, enriquecida por los nuevos alimentos americanos como el pimiento, la
patata, los frijoles, la vainilla, el mango, el tabaco, el cacao, los tomates, el maíz, el mango y la palta.
Escritores como Dante, Petrarca, Boccaccio, Maquiavelo, Ariosto, Tasso, Rabelais, Garcilaso de la Vega, San Juan de
la Cruz y Santa Teresa de la Cruz, Miguel de Cervantes, pintores y escultores como Giotto, Miguel Ángel, Leonardo
da Vinci, Botticelli, Tiziano, Tintoretto, Donatello, Rafael, Cellini, Durero, Brueghel, El Greco, arquitectos como
Bramante (Basílica de San Pedro), Brunelleschi (Catedral de Florencia), Amadeo (Cartuja de Pavía), Alberti (Santa
María Novella) y una lista interminable de artistas y de obras excelsas expresan el genio y el optimismo
renacentista frente al lúgubre pesimismo y milenarismo medieval. En la ciudad argentina de Córdoba su catedral
es una excelente síntesis de renacentismo con barroco y neoclasicismo.
Leonardo da Vinci (1452-1519) fue su genio universal más destacado, su sabio universal: pintor, anatomista,
arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, óptica, músico,
poeta y urbanista: una suerte de Aristóteles moderno. Desarrolló ideas adelantadas a su tiempo, como el
helicóptero, el submarino, el automóvil y el tanque de combate.
En el resto de Europa perduró más tiempo el estilo Gótico (llamado así por los godos o bárbaros) de la baja edad
media, con catedrales como el Duomo de Milán, Notre Dame de París, Lyon, Amiens, Chartres, Saint Denis en
Francia, y tantas otras.
La obra Oratio de hominis dignitate (discurso sobre la dignidad humana) de Giovanni Pico de la Mirándola, eterno
rebelde a las autoridades eclesiásticas, es considerada el principal manifiesto renacentista: en el mismo aparece la
cita “¡Gran milagro es el hombre!”, que identifica a la inteligencia con la libertad.
Con el Renacimiento la razón humana adquiere un valor supremo, la creatividad se ve liberada de cadenas y
adquiere plena libertad, el Renacimiento es por lejos la explosión artística y cultural más importante de la
humanidad, por la calidad y cantidad de sus creaciones, y testimonia por contrario sensu el enorme daño que los
pensamientos totalitarios infligen a las culturas populares al reprimirlas.

LA REFORMA. LUTERO Y CALVINO.

LA TEORÍA CONCILIAR.

Volvamos brevemente hacia atrás en la historia: la iglesia romana reacciona frente al Gran Cisma de Occidente
(1378-1417) con los concilios de Constanza (1414-1418) y de Basilea (1431-1449). Sin embargo la iglesia no puede
evitar que en los mismos surja una radicalización antipapa que deriva en la teoría conciliar, que sostiene que los
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decretos emitidos por una sola persona como el Papa pueden ser falibles, en cambio si las normas surgen de una
discusión conciliar grupal tienen mayor probabilidad de lograr el consentimiento y la aceptación de la comunidad de
fieles para ser perdurables.
O sea esta teoría propone que el Papa debe someter sus decretos a la consulta y aceptación de un cuerpo
representativo para ser aceptados por la iglesia, entendida esta como “asamblea universal de todos los creyentes
que existen sobre la tierra”. Esto coincide con una tendencia presente en los hombres más pobres de la época, que
toman al pié de la letra los conceptos de igualdad de las escrituras y manifiestan su descontento en distintas
revueltas campesinas.
Si bien esta teoría “participativa” no es escuchada y fracasa, plantea por primera vez la discusión entre el
absolutismo moderno y el constitucionalismo medieval: que el papado no adopte estos principios, al considerarlos
impracticables, terminan de configurar de hecho al Papa como el primer monarca absoluto, y la teoría del
absolutismo papal se convierte en el arquetipo de la teoría del absolutismo monárquico posterior.
El teólogo Nicolás de Cusa (cardenal alemán, 1401-1464, inventor de los lentes de vista para la miopía), considerado
el primer filósofo de la modernidad, trata de conciliar las posiciones extremas y de acercar la iglesia alemana con la
romana, pero su éxito es relativo.
Si bien estos concilios, sumados a la moralización de la orden franciscana, logran aplacar por un tiempo las tensiones
del Gran Cisma, sigue vigente el enorme descontento de muchos con la corrupción de la iglesia romana, y las causas
de la futura Reforma siguen latentes.
A contramano de las enormes fuerzas a favor de la centralización del poder en manos de los estados nacionales, la
teoría conciliar puede ser interpretada a la distancia como una sana utopía de regreso a una suerte de iglesia
participativa y abierta a todos y al constitucionalismo medieval, y su derrota es una oportunidad histórica perdida.

LUTERO.
La Reforma Protestante, o Reforma a secas, es un cisma religioso producido en el seno de la Iglesia Católica, que
se inicia a principios del siglo XVI con Martín Lutero (1483-1546), teólogo y fraile agustino alemán.
Lutero fue un hombre atormentado por sus pecados, que tuvo una vida monástica rigurosa y una vida personal
austera, con largos ayunos, flagelaciones y oraciones, en confesión constante, con la penitencia y probidad a la
cabeza de su escala de valores. Enseño teología y recibió el título de doctor en la Universidad de Wittemberg, siendo
vicario de su orden.
Como vimos, la Reforma tuvo variados antecedentes históricos con Marsilio de Padua, Guillermo de Occam, Juan
Wiclef, Jan Hus y los mismos Franciscanos Espirituales, que venían reclamando infructuosamente un cambio
moralizador en la jerarquía eclesiástica, cuya pompa, riqueza y corrupción habían quedado en evidencia en las
distintas querellas de las investiduras y tenían una condena social importante.
Era un reclamo extendido regresar a los valores de austeridad y al ejemplo y enseñanzas del cristianismo primitivo, a
la reducción del rol de intermediario de la iglesia, a su apartamiento de las cuestiones seculares, y a la lectura de la
biblia como canal de contacto directo del cristiano con Dios, como ya había sostenido Juan Wiclef. El fracaso de la
teoría conciliar aperturista fue también determinante como muestra de una iglesia sin voluntad de cambio.
Un ensayo de gran influencia de la época es el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam, obra escrita en 1511 en
casa de su amigo Tomás Moro, resultando ser catalizadora de la reforma posterior; en la misma la necedad de los
hombres, derivada de su estupidez e ignorancia, hace un elogio de la ceguera y la demencia a través de un examen
satírico de las supersticiones y las prácticas piadosas pero corruptas de la iglesia. Poco a poco la locura toma en la
obra la voz del mismo Erasmo, y señala cuan felices son los todos hombres, incluidos los sabios, clérigos y reyes, al
arroparse en su actitud necia: la misma se somete a un auditorio vanagloriándose de sus beneficios y logrando que
su sola presencia produzca sonrisas y adhesiones. Satiriza a los sabios por su desdén y patanería, a los comerciantes
por sus fechorías, y a todo el clero por situarse más cerca de la vanidad que de Jesús Cristo.
Las corrientes humanistas y renacentistas también son marco adecuado para la Reforma, y la aparición de la
imprenta pone a disposición de la gente común las biblias impresas en idioma alemán: ello permite eliminar la

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sacralización en idioma latín y quitar el monopolio de la interpretación de esos textos a la jerarquía eclesial romana.
La Biblia impresa además produce el efecto de estandarizar a los idiomas alemán y francés.
Lutero, como antes Jan Hus, se concentra en la profunda crítica a la ventas de indulgencias, que como vimos eran
una transacción económica eclesial para los creyentes pudientes, para perdonarles en vida sus pecados espirituales y
facilitar su viaje a la otra vida sin la carga de los mismos, una práctica innegablemente escandalosa.
La Iglesia Romana, ávida de recursos económicos para sustentar sus dominios terrenales (las indulgencias fueron
para financiar la basílica de San Pedro), había perdido hace tiempo el rumbo pastoral primitivo y los valores morales
que la debían caracterizar, desoyendo numerosas señales previas: el acontecimiento de la Reforma era previsible y
no debería haber sido un suceso histórico sorprendente.
El trasfondo fue también económico: el resurgimiento económico europeo merced al comercio internacional
generaba las condiciones para el nuevo fenómeno del capitalismo mercantil, que requería de un sistema
financiero ágil y sin trabas morales o religiosas, y menos aún feudales. Por ello el protestantismo fue apoyado por
muchos príncipes de Alemania y Países Bajos, que protegieron a los clérigos rebeldes.
Se genera la Controversia por las Indulgencias: Lutero las condena y el 31 de octubre de 1517 clava en las puertas
de la iglesia de Wittemberg sus 95 tesis, invitando a debatirlas: estas condenan la avaricia y el paganismo de la
iglesia, niegan cualquier efecto de las indulgencias en el Purgatorio y tienen una rápida y masiva difusión gracias a la
imprenta. El Papa León X recién se ocupa de las mismas el año siguiente condenándolas como una apostasía.

Lutero ensancha definitivamente la brecha y sostiene:


 que se debe negar la autoridad papal, no necesaria para la salvación, y que el Papa es el anticristo;
que es necesario convocar un Concilio;
 que la simple lectura por el creyente de la Biblia, reemplaza la innecesaria intermediación de la jerarquía
Eclesiástica;
 que se deben condenar los abusos eclesiales y pedir el achicamiento de la onerosa burocracia eclesial;
 que es necesario eliminar los tributos cobrados por el papado;
 que hay que reconocer plenamente al gobierno secular y exigir la renuncia del papado a todo poder
temporal;
 que hay que suprimir los conventos de monjas, la excesiva cantidad de días santos, la mendicidad y la
suntuosidad;
 que es necesario reformar las universidades;
 que se debe suprimir el celibato en el clero;
 que es impostergable la reforma general de la moral pública.

A raíz de esta profunda crisis cismática el emperador Carlos V (Carlos I de España) inaugura en 1521 la Dieta de
Worms a la cual es convocado Lutero: en la misma el reformador no se retracta de sus posturas apoyándose en la
razón, las escrituras y su propia conciencia, y debe huir siendo declarado prófugo y hereje, refugiándose en un
castillo bajo la protección del príncipe alemán Federico el Sabio de Sajonia. En ese periodo traduce el Nuevo
Testamento al alemán, y niega la obligación del sacramento de la confesión, escribiendo numerosas cartas.
En 1523 se casa con una monja con la que tiene tres hijos, mientras trata de moderar las reacciones extremistas que
su postura ha generado en muchos creyentes.
Se produce además la controversia sobre la Justificación (ser justo, declarar que tal persona es justa): Isaías en la
Biblia dice que la salvación ofrecida por Dios al pueblo de Israel para justificar sus pecados es gratuita, y Pablo de
Tarso coincide que “hacer justo” al hombre es por don gratuito divino.
Lutero rompe con esa tradición y afirma que el hombre solo puede alcanzar la justificación a través de la fe y
confianza en la misericordia de Dios, el perdón no anula la falta y el hombre justificado es a la vez justo y pecador,
la fe debe concretarse en obras. “Así lo dicen las Escrituras: el justo por la fe vivirá” (Carta a los Romanos, 1:16-17).

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Debemos destacar que las tesis reformistas se limitaron al ámbito religioso, sin la intención de crear una teoría
política o un partido propio, de hecho los conflictos políticos posteriores se dieron incluso entre facciones y estados
protestantes conforme a su visión del estado y derecho divino. El protestantismo produjo la aparición de muchas
iglesias rompiendo la unidad de una única iglesia cristiana, buscó reemplazar la autoridad de la jerarquía eclesiástica
por la mera lectura de las escrituras, pero de ninguna manera fomentó la tolerancia religiosa asemejándose en ello a
la iglesia romana con sus persecuciones religiosas.

Donde la Reforma fue aceptada, al desaparecer la cabeza del Papa la decisión acerca de la doctrina pura quedó en
manos del poder secular, siendo ello definitorio en la consolidación del poder monárquico. Lutero descubrió
pronto y aceptó que la reforma no era posible sin el apoyo de los príncipes, y de hecho en Inglaterra la misma fue
encabezada por el rey en persona.

A medida que las controversias religiosas se extendían en toda Europa, el protestantismo se alió en Inglaterra y
Alemania del norte con los reyes erigiéndose en religión de estado, mientras donde lo hizo solo con las realidades
locales (ciudades, nobleza) como en Francia y España, la religión católica romana siguió siendo la oficial.

La desaparición de la influencia del papado en lo temporal allana definitivamente el camino para que el monarca
absoluto se transforme en la única referencia de unidad nacional, sin tener que estar más relacionado con una
forma de religión que con la otra más allá de sus conveniencias políticas.

Se acuña el famoso precepto “cuius regio, eius religio” (tal rey, tal religión), según el cual la confesión religiosa del
príncipe se aplica a los ciudadanos de su territorio, en una suerte de religión de estado. Muy a su pesar el católico
Carlos V acepta este principio, que rige a partir de 1555 y legitima en el Sacro Romano Imperio Germánico solo a las
dos religiones, la cristiana romana y la protestante, siendo las demás consideradas heréticas y perseguidas, entre
ellas la calvinista. Sin embargo este principio establece que el obispo que no lo respete debe devolver los feudos
eclesiásticos que detenta, lo que deriva en nuevos conflictos.

La Reforma allana el camino para la destrucción del carácter universal de la iglesia cristiana, de sus instituciones
monásticas y del derecho canónigo. La iglesia luterana inculca un carácter íntimo de experiencia religiosa que
potencia la sumisión frente al gobierno terrenal, fortaleciéndolo. La religión acaso sale ganando en espiritualidad
y los clérigos en ejemplo, pero el estado gana sin dudas en poder real. Los monarcas que apoyan esta ruptura
captan con claridad en ella a la herramienta para deshacerse de la intromisión religiosa en sus asuntos, para
consolidar así su poder.

Debemos resaltar que la radicalización protestante en sectas como las anabaptistas y calvinistas, unida al fenómeno
de las violentas revueltas campesinas, genera el nerviosismo y el rechazo de la naciente burguesía: Lutero y Calvino,
que creen que la resistencia a la autoridad es moralmente mala, apoyan firmemente su sangrienta represión, o sea
son revolucionarios en lo doctrinario pero conservadores en lo político.

Finalmente los reformadores se alían abiertamente con las fuerzas económicas que propenden a la instalación de
monarcas absolutos: Lutero llega a afirmar que si bien los gobernantes son los peores bribones de la tierra (los
compara a Satán), prefiere soportar a un príncipe que obra mal que a un pueblo que obra bien.

Frente a la proliferación anárquica de distintas iglesias protestantes, que en sus comienzos desempolvan su derecho
para rebelarse a los poderes injustos por la obligación de defender a la verdadera fe cristiana, vuelve a reflotarse el
antiguo concepto tarsiano de obediencia pasiva del ciudadano cristiano frente al monarca absoluto, ejerciendo la
virtud cristiana ordenada por Dios. La teoría política por la cual la autoridad política deriva del pueblo no se
transforma en ningún sentido específico en una defensa del derecho natural de resistencia.

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Sin embargo los calvinistas franceses (hugonotes) y John Knox en Escocia sostienen que la resistencia política está
justificada como medio de reforma religiosa, y el mismo Lutero, más que Calvino, es consciente de que la coacción es
ineficaz en cuestiones religiosas y no puede ser impuesta por un baño de sangre.

CALVINO.

Juan Calvino (1509-1564) teólogo y abogado francés, es considerado como uno de los padres de la reforma
protestante y del idioma francés. Adopta las posturas de Lutero de la justificación a través de la gracia divina, pone el
énfasis en la autoridad de Dios por sobre todas las cosas, y sostiene la Biblia como única regla de fe y conducta (sola
fides, sola scriptura); de allí derivan los cinco puntos o “solas” de la reforma calvinista: a) Solo por medio de la
Escritura, b) Solo por la fe Dios salva, c) Solo por la gracia divina, d) Solo a través de Cristo, e) La gloria solo para Dios.

Con su obra sistematiza gran parte de la Teología Reformada iniciada por Lutero: en 1536 apoya en la plaza pública
de Ginebra la institución de la teocracia como gobierno local, para que todos vivan según el evangelio y la palabra
de Dios; luego de ser exilado vuelve definitivamente a la misma en 1541, donde sus sermones se hacen muy
famosos. Impulsa la muerte en la hoguera de Juan Servet, considerando heréticas sus ideas sobre la Trinidad.

Muchos protestantes que huyen de sus tierras, como el escocés John Knox, se refugian en Ginebra al considerar la
iglesia calvinista como la más perfecta desde los días de los santos apóstoles, y la misma se convierte en una escuela
para miles de líderes religiosos: la Biblia de Ginebra es la predominante entre los puritanos ingleses que colonizan
Norteamérica. La iglesia calvinista no es una rama del poder secular como la luterana, sino un gobierno temporal
del clero en sí mismo, por eso es absolutamente novedosa aunque limitada territorialmente a Suiza.

Su doctrina es una radicalización del luteranismo: sostiene que toda la vida es religión cristiana, el plan de Dios se
forja en cada evento, no solo a través de la oración sino a través de un riguroso patrón de vida que debe aplicarse a
toda obra por trivial que sea.

Considera al estado natural del hombre como de depravación extrema debido al cual este no puede contribuir a su
salvación sino a través de la misericordia divina, la “caída” del hombre en el paraíso terrenal lo ha afectado en su
totalidad, y el pecado se extiende a todas sus facultades, voluntad y entendimiento, los hombres están esclavizados
por la maldad y son pecaminosos por naturaleza.

¿Pueden los ciegos darse a sí mismos la vista, o los sordos el oído? ¿Puede el muerto levantarse a sí mismo? ¿Quién
puede sacar algo limpio de lo impuro? La respuesta “inevitable” es “¡por supuesto que no!”, la depravación llega a
tal límite que se le ofrece la salvación al hombre y este la rechaza persistiendo en el pecado.

Mientras los cristianos romanos creen que Cristo se sacrifica en la cruz para salvar a todos, los calvinistas sostienen
que este sacrificio es para salvar solo a una cantidad limitada de pecadores, ya que Dios solo eligió a Israel como
pueblo elegido.

Su elitista teoría de la predestinación, que parece desalentadora al sostener que los hombres no se salvan por sus
propios medios sino por una selectiva gracia divina, logra un efecto inesperado al transformar al calvinismo en una
ética de acción, afirmada en la convicción de que el hombre es el instrumento de Dios para la salvación.

La disciplina férrea de vida calvinista es de rasgos casi militares, enseña no tanto el amor hacia los demás cuanto
el dominio de sí mismo, la disciplina y el respeto de los camaradas en la batalla de la vida, virtudes que pasan a ser
el pilar del puritanismo. El dogma de la elección de gracia dota al reformador moral de un espíritu misionero
superior y elitista que le permite regenerar a la humanidad.

El modelo político calvinista en ningún caso es liberal, constitucionalista o favorable a los sistemas representativos,
sino más bien apoya un esquema teocrático y oligárquico que excluye a la masa del pueblo, siendo opresivo y
antiliberal: el gobierno calvinista pretende unificar las dos espadas con el poder secular en manos del clero, que
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debe intervenir para restaurar los desvíos de la sociedad y restaurar la ortodoxia moral; el ciudadano excomulgado
no puede ejercer cargos públicos tanto en Ginebra como en Massachusetts.

Es probable que el resultado de este rígido planteo fuera un insoportable gobierno terrenal de santos, una
regulación meticulosa de los asuntos más privados mediante un espionaje universal, sin distinción entre el
mantenimiento del orden público, la censura de la moral privada y la conservación de la doctrina religiosa.

Se suele atribuir por ello al calvinismo la preparación ideológica para el desarrollo del capitalismo en el norte de
Europa y América, lo que es explicitado brillantemente por Max Weber en su obra La ética protestante y el
espíritu del capitalismo.

Otros afirman que con esas creencias el trabajador desocupado es capaz de culparse a sí mismo en lugar que al
estado por su mala situación personal, otros destacan la crítica calvinista a los pasajes bíblicos que se oponen a la
carga de intereses en los préstamos, lo que lo hace totalmente funcional al naciente sistema financiero (la usura
estaba prohibida, en teoría, en el derecho canónigo romano).

TEORÍAS MONÁRQUICAS Y ANTI MONÁRQUICAS.

Teorías monárquicas.

Después de la muerte de Calvino se suceden feroces y dilatadas guerras religiosas (los baños de sangre que predijo
Lutero) que hacen peligrar la unidad nacional de Francia y Escocia, y en menor medida de Inglaterra. En Francia los
calvinistas (hugonotes) se alinean del lado de los antiguos privilegios medievales en contra de los incipientes abusos
de la monarquía y la corrupción de sus funcionarios.

El rey Enrique IV de Francia instala la Casa de Borbón: es calvinista hasta que ser obligado a abjurar de esa fe en la
matanza de San Bartolomé de 1572 (un asesinato en masa de hugonotes), cuando pronuncia su famosa frase “París
bien vale una misa”, al entender que ser católico es una condición imprescindible para ser rey de Francia.

A posteriori Luis XIV persigue y destierra a los calvinistas, eliminando todo vestigio protestante del suelo francés
como asimismo a las pretensiones ultramontanas del papado defendidas por los jesuitas para volver a discutir el
Imperium Mundi.

A fines del siglo XVI se fortalece en Francia el derecho divino, según el cual el derecho del monarca al trono es
inviolable ya que deriva directamente de Dios sin intermediarios: por ello todos los súbditos aun de distintas
religiones le deben obediencia pasiva y el papado no puede inmiscuirse en los asuntos del reino.

Por supuesto el derecho divino es arbitrario y sin fundamentos jurídicos o morales al negar la validez de siglos de
derecho natural, por ello aparece una fuerte reacción y distintas doctrinas anti monárquicas que se le oponen: su
única justificación es la necesidad política de consolidar las monarquías absolutas que están unificando a los
nacientes estados nacionales.

Jacobo I de Inglaterra afirma que si bien en todas las cuestiones ordinarias el rey debe tributar a la ley del país el
mismo respeto que exige a sus súbditos, tal sumisión regia es voluntaria y no puede imponerse, el rey es solo
responsable frente a Dios y no frente al pueblo.

El pensador Juan Bodino afirma que la soberanía es la sujeción del pueblo al soberano, que el estado debe asumir
la soberanía absoluta (summa potestas) sobre el pueblo, y que las disputas religiosas son secundarias frente al
bien supremo que es la unidad nacional, propendiendo a cierta tolerancia religiosa en vistas de la evidente
imposibilidad de imponer un solo credo en Francia. Trata de manera imperfecta de fundamentar el derecho divino,
con el soberano único como elemento esencial de una comunidad política, y afirma que los estados generales
(parlamento y otras corporaciones) son solo asesoras del rey, en quién reside la soberanía: marca una diferencia
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tajante entre estado como posesión de un poder soberano, y gobierno entendido como un mero instrumento para
ejercer el poder.

Teorías anti monárquicas.

Como contraparte y con el fuerte argumento que la falta de juridicidad del absolutismo se opone a la extensa
tradición del derecho natural y consuetudinario, y que en la historia solo existe el derecho con el consentimiento
tácito del pueblo, distintas obras de autores protestantes reverdecen la antigua disputa de limitación de los poderes
regios pero no desde una perspectiva religiosa, sino jurídica.

Hugo Grocio afirma que el monarca por derecho divino está sujeto a sus propias leyes, sin embargo hay un
derecho natural que el rey no puede desconocer y debe respetar las Cortes para que voten los impuestos: un caso
particular de este proceder es Inglaterra, que a pesar del absolutismo de los Tudor y de ser el rey quien dicta las
leyes, estas solo entran en vigor cuando las vota el Parlamento. Además Grocio frente al fortalecimiento de los
estados nacionales, aborda la necesidad del derecho internacional, fijando conceptos como el del mar libre fuera del
mar próximo a las costas de cada país.

La Vindiciae contra tyrannos de 1579 de autor anónimo se convierte en el principal manifiesto revolucionario
hugonote contra el despotismo monárquico francés, y defiende el derecho de resistencia del pueblo cuando se
considera que el rey está destruyendo el estado y la sociedad política: este derecho de rebeldía solo puede
ejercerse bajo la dirección de un magistrado inferior e incluso con el apoyo de un príncipe extranjero.

Los hugonotes no comparten el modelo teocrático de Calvino, en la Vindiciae proponen un curioso contrato en el
cual el rey y el pueblo quedan mancomunada y solidariamente responsables frente a Dios, como si el pueblo fuera el
fiador del monarca para el respeto al culto y la pureza de la doctrina verdadera.

Estos manifiestos tratan de rescatar el constitucionalismo medieval frente al avance innovativo de la monarquía
absoluta, el ciudadano tiene el derecho a la resistencia si el monarca no cumple su deber de preservar a la verdadera
fe, y en una visión contractualista, pactista, se afirma que los súbditos no están obligados a aceptar la monarquía si
esta no le proporciona ciertas ventajas, ya que el derecho procede del pueblo y no del rey.

En síntesis avizoran en la monarquía absoluta los riesgos de la tiranía y proponen los remedios necesarios para
evitarla: el tirano pierde la legitimidad que le ha sido otorgada si no cumple el contrato de modo responsable y para
el bien común.

Por otra parte la Contrarreforma católica se corporiza vigorosamente en los Jesuitas, que llegan a constituir el
cuerpo más instruido de la iglesia y en dos generaciones corrigen algunos de los peores abusos que habían
provocado la defección protestante, añorando el regreso a la situación original previa a la reforma: aun así la
separación religiosa entre Europa del norte y del sur es definitiva y subsiste hasta nuestros días.

Finalmente la historia europea, después de una dilatada vuelta en círculos de más de diez siglos y ya liberada de
una interferencia religiosa que no había estado presente en la antigüedad, vuelve al punto de partida de la caída
del imperio romano: instaura un modelo de gobernante merecedor de obediencia cristiana en cualquier
circunstancia, con una ficción de derecho derivado del pueblo de manera análoga a los emperadores romanos,
pero esta vez aplicado no a un imperio sino a estados nacionales con monarcas absolutos.

TOMÁS MORO Y SU UTOPÍA.

Thomas More (Londres, 1478-1535) fue un pensador, teólogo, político, humanista, poeta, abogado, escritor y mártir
inglés, y es venerado como santo por la iglesia católica. Lord Canciller del Rey Enrique VIII y católico devoto, se
opone a la reforma protestante y en especial a Lutero, y por ello se niega a suscribir el Acta de Supremacía por la

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cual el rey inglés es declarado cabeza de la iglesia anglicana; a pesar de los oficios de otros reyes europeos para ser
perdonado, es decapitado.
Mientras sube al cadalso y confiado en la vida después de la muerte, mantiene su sentido del humor y le dice al
verdugo “Le ruego, le ruego, señor teniente, que me ayude a subir, porque para bajar ya sabré valerme por mí
mismo” y “Muero siendo un buen servidor del rey, pero de Dios primero”: una admirable muestra de fe cristiana.
Su obra cumbre es Utopía (1516): Utopía es una isla imaginaria, con una comunidad ficticia basada en los ideales
filosóficos y políticos del mundo clásico y del cristianismo, una comunidad pacífica que establece la propiedad
común de los bienes en contraste con la propiedad privada. Su capital es Amaurota (sin muros), se ubica sobre las
orillas del río Anhidro (sin agua), y es gobernada por un funcionario llamado Ademos (sin pueblo).
A diferencia de las sociedades medievales, las autoridades de Utopía son determinadas mediante el voto popular, y
las referencias a La República de Platón son permanentes.
La narración inicia con el explorador Hitlodeo que en compañía de Moro rehúsa ponerse al servicio de los reyes, al
considerarlos egoístas y envidiosos. Mientras Moro argumenta la necesidad de relacionar política y filosofía,
Hitlodeo replica que el juego político obliga al filósofo a actuar de manera innoble y se niega a participar en una
sociedad con propiedad privada, que cree injusta y desigual. Frente a la insistencia de Moro, le describe la existencia
de una lejana isla imaginaria llamada Utopía, con una conformación parecida a Inglaterra. En esta isla los ciudadanos
se turnan cada dos años en la ciudad y en el campo como agricultores para aprender ese oficio y transmitirlo, las
casas son todas iguales y no le pertenecen a los ciudadanos ya que no hay propiedad privada, y cada diez años se
cambian las casas por sorteo. El sistema político es patriarcal con un jefe cada treinta granjas, y a su vez un jefe
superior cada diez de los anteriores, y existe libertad religiosa. Estos a su vez eligen por voto secreto a un príncipe
vitalicio, que solo puede ser depuesto por sospechas de tiranía, y trabaja con un Senado que es el único ámbito
donde se pueden discutir los asuntos de la república, con penas durísimas si se hace fuera de ese ámbito. La jornada
laboral es de seis horas, y cada ciudadano puede elegir uno o más oficios según su aptitud.
En la obra Moro critica a la sociedad de su época: “cuando miro esas repúblicas que hoy florecen en todas partes…no
veo en ellas sino la conjura de los ricos para procurarse sus comodidades…inventan artificios para conservar todas
las cosas de que se han apropiado con malas artes…para abusar de los pobres pagándoles tan poco dinero como
pueden…y cuando los ricos han decretado que tales beneficios se lleven a beneficio de la comunidad…se convierten
en leyes”.

MAQUIAVELO. ÉPOCA Y PENSAMIENTO.


Nicolás Maquiavelo (Niccoló Macchiavelli, Florencia, 1469-1527) fue un filósofo político y escritor italiano, figura
destacada del Renacimiento, y es considerado el padre de la ciencia política moderna.

De familia nobiliaria pero arruinada económicamente, su vida como funcionario público y hábil diplomático coincide
hasta 1494 con el mayor esplendor de Florencia bajo el mandato de Lorenzo de Médici, que es expulsado de la
ciudad. A la magnificencia de los Medici se opone la austeridad de su opositor el religioso Girólamo de Savonarola,
que en su famosa “hoguera de las vanidades” insta a quemar los objetos de lujo al sostener que toda Florencia es
corrupta; finalmente Girólamo es enviado a la hoguera en Roma en 1498.

En Italia el desarrollo económico y las fuerzas del nuevo sistema comercial son especialmente destructoras del
orden medieval. Las repúblicas libres del norte de Italia, en las que han naufragado los proyectos imperiales
germánicas de los Hofenstaufen, se han convertido en anacronismos políticos y económicos incapaces de hacer
frente a un poder concentrado (necesario a las cuestiones comerciales y de intercambio). Este cambio se resume en
la contradictoria figura de Maquiavelo, ningún hombre de su época ve con tanta claridad la dirección que está
tomando Europa.

Maquiavelo interpreta que Italia está atrasada en su desarrollo político y no hay ningún poder fuerte capaz de unir a
toda la península, la tiranía imperante y la falta de unión dejan al país presa de las amenazas de franceses, españoles

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y alemanes. Maquiavelo considera con justeza que la iglesia es la responsable de esa desunión, demasiado débil para
unir a Italia y al mismo tiempo suficientemente fuerte para impedir que otro la una.

Al respecto señala: “la iglesia mantiene y ha mantenido dividida a Italia. Jamás habrá un país unido sino se somete a
la obediencia de un gobierno, ya sea república o principado, como ha ocurrido en Francia y en España. La única causa
de que Italia no se encuentre en el mismo caso, de que no tenga una sola república o un solo príncipe, es la iglesia.”
(En “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”)

TEORIA DEL ESTADO NACIONAL.

Maquiavelo obedece a una principal inspiración, liberar a Italia de la dominación extranjera y del yugo de la Iglesia
romana: su preocupación no es tan sólo entender lúcidamente el drama político y civilizatorio que se despliega ante
sus ojos sino cambiar un estado de cosas que se le hace intolerable.

Maquiavelo repudia la complacencia y el conservadurismo de la razón contemplativa y concibe al conocimiento


como arma de la revolución. ¿Es un revolucionario? Sí. ¿De qué otro modo podría considerarse su apasionado
llamado a liberar a Italia de los bárbaros? El Príncipe debe ser interpretado como el manifiesto fundacional de la
prolongada y cruenta “lucha de liberación nacional” que Italia libraría a lo largo de varios siglos.

Maquiavelo, con su libro “El Príncipe” rompe con una tradición en la filosofía política y en lugar de hablarle a los
intelectuales orgánicos de su tiempo –los “cultos” que saben leer y además lo hacen en latín– proyecta su discurso
hacia las clases subalternas, interpelando al pueblo y enseñándole a quien no sabe cómo es que los dominantes
ejercen su poder.

No inventa nada, solamente se limita a observar y descubrir lo que está escondido y lo exhibe ante el pueblo. Su
“culpa” imperdonable es mostrar lo que otros ocultan, codificar las prácticas políticas de su tiempo y las reglas del
juego de la lucha política. Al descubrir la forma en que se conquista y ejerce el poder, Maquiavelo aporta una visión
totalmente secularizada y “técnica” del mismo.

Una de las grandes pasiones de Maquiavelo es su amor por la historia, no concibe el saber político al margen de un
profundo y minucioso reconocimiento de la historia. La reflexión teórica sobre las cosas de la política tiene un doble
sustento: por un lado, las enseñanzas de la historia; por el otro, la observación realista del presente.

La exitosa fundación de un estado moderno constituye un objetivo impostergable no sólo para liberar a Italia del
dominio extranjero sino también para garantizar ese vivir político civil que Maquiavelo considera como el
fundamento mismo de la libertad. Maquiavelo valora en alto grado la estabilidad política, porque para el florentino
ésta es hija de un equilibrio virtuoso entre pueblo y clase dominante.

A lo largo de sus misiones diplomáticas tiene la oportunidad de observar el comportamiento y suerte de distintas
figuras, de las cuales extrae distintas conclusiones para sus obras:
- de Caterina Sforza extrae la moraleja que “es mejor ganar la confianza de la gente que confiar en la fuerza”;
- de Luis XII rey de Francia, que comete los cinco errores capitales con respecto a su política en Italia, que
reseña en El Príncipe;
- De Cesar Borgia hijo del Papa Alejandro VI reseña los defectos, como modelo de hombre que crece con la
fortuna de otros, quién toma el rumbo considerado prudente menos el que lo salvará, quién está preparado para
todas las eventualidades menos para la que finalmente llega, quién cuando sus habilidades no alcanzan para resolver
un problema exclama que no ha sido su culpa sino de la fatalidad, quién a la muerte del padre fuerza la elección de
su gran enemigo el Papa Julio II para congraciarse con él, y solo logra que este lo persiga hasta su ruina;
- Del papa Julio II, impetuoso guerrero, concluye que al igual que con la Fortuna y las mujeres, el osado y no el
cauteloso es quién resulta victorioso en las conquistas;

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- De Maximiliano I emperador de Alemania, hombre sin fuerza de carácter, deduce que los alemanes son una
grandísima fuerza militar pero tienen una política muy débil;
- De Fernando II rey de Aragón, que consigue conquistas bajo el manto hipócrita de la religión, pero
desconoce los principios de la fe, la piedad y la humanidad.

Con el regreso de los Medici en 1512 Maquiavelo cae en desgracia, es torturado y encarcelado, y exilado fuera de la
ciudad en su pequeña finca, donde vive con muchas restricciones hasta su muerte: de esa época son sus principales
obras El Príncipe (1513) y en especial los Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1517).

Aunque no la escribe, se le adjudica la famosa frase “el fin justifica los medios”, que resume muchas de las ideas
del capítulo XVIII del Príncipe: solo el resultado justifica la acción, de esa manera crea el concepto de la razón de
estado. Esta doctrina es expuesta en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde sostiene que “la
patria se debe defender siempre, con ignominia o con gloria, de cualquier manera será defendida”…”no se debe
guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo laudable o vergonzoso…se ha de seguir aquel camino que
salve la vida de la patria y mantenga su libertad”.

En la práctica algunos sostienen que debido a que la razón de estado asume que los ideales de razón, progreso,
igualdad y verdad no son (ni han sido nunca) posibles, ello genera que el estado los intente mantener en el orden
establecido, generando ciudadanos que en público sostienen esos ideales pero viven al margen de ellos en su esfera
privada, en una actitud cínica.

Sostiene que una persona que desea fundar un estado y crear sus leyes, debe asumir que los hombres son perversos
y siempre preparados para mostrar esa naturaleza toda vez que se le presente la ocasión adecuada: o sea la
oportunidad de poder desenmascara la falsa postura moralista de quienes se proclaman honestos, o la
deshonestidad es fruto de la oportunidad, o todo hombre tiene un precio.

Se distancia de las formas de gobierno aristotélicas a las cuales considera insuficientes para mantener el equilibrio
del estado, y es partidario de la República como componedora de dos espíritus contrapuestos: el del pueblo y el de
los grandes que quieren gobernarlo, estando ambas en constante conflicto. Toma como modelo a la república
romana, y cree que hay que dar participación a los dos partidos para contener el conflicto dentro de la esfera
pública evitando que se traslade a la privada.

Se ha discutido largamente sobre las profundas contradicciones entre sus dos obras principales: la postura
republicana de Las Décadas se opone al modelo absolutista y crudo del Príncipe. Muchos justifican el espíritu del
Príncipe por los consejos que Maquiavelo da a Lorenzo II de Médici para reunificar Italia y sacarla de la crisis en
que está sumergida, división que el florentino considera en gran parte derivada del accionar egoísta de la iglesia
romana: nunca se debe olvidar que la principal preocupación de Maquiavelo es la formación de un estado
moderno en Italia, y bajo esa óptica deben interpretarse los consejos amorales que suministra al gobernante en El
Príncipe.

Aun así aclara que un hombre cuya virtud política le permite aprovechar la fortuna y superar el rol de la república en
su conjunto, a la larga no ofrece un modelo político sustentable ya que esa virtud morirá con el mortal que la posee:
el Príncipe es así una analogía de la figura romana del Dictator que gobernaba brevemente con poderes absolutos en
casos de emergencia extrema para salvar a la patria.

El príncipe debe ser como el zorro y el león, porqué el primero descubre las trampas pero no puede defenderse de
los lobos, y el segundo porqué no se puede defender de las trampas pero sí con los lobos; una metáfora que describe
el extremo pragmatismo del florentino.

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Por ello el príncipe que obtiene el poder mediante el crimen y la fuerza, al llegar al mismo debe entender que
debe cambiar esa actitud para ganar el favor del pueblo, ya que este será quien decida su futuro.

Su postura es de claro relativismo moral, de tal manera que al elegir el mal menor se termina olvidando que se ha
elegido el mal: Maquiavelo en una carta a Guicciardini manifiesta “desde hace un tiempo no digo nunca lo que creo,
ni creo lo que digo, y si se me escapa alguna verdad entre tantas mentiras, me cuesta reconocerla”.

Sus obras explican las causas del auge y decadencia de los estados y los medios por los cuales pueden hacer los
estadistas que perduren, para mantener la paz y estabilidad política.

El Príncipe además de constituir un aporte a la concepción moderna de la política, es un tratado sobre la realidad
política que implica situaciones reales con hombres reales y pueblos reales, que generalmente no responden a la
moral sino a las leyes del poder.

La importancia de este tratado es que muestra la realidad de las prácticas políticas y expone las verdaderas formas
en que se ejerce el poder contradiciendo y obviando los preceptos morales. Se enfoca, por ello, en cuestiones de
estrategia política.

Maquiavelo enseña la forma en que el gobernante debe hacer frente a las situaciones y circunstancias que se le
presenten, y establece que el principal fin de la práctica política es conservar exitosamente el poder.

Su obra es tomada fuera de contexto histórico como un tratado amoral, incluso el término maquiavélico es usado en
forma despectiva, cuando en realidad es una obra de gran valor puesto que es un conocimiento de la psique
humana, el sentido común y el pensamiento pragmático.

Maquiavelo escribe casi exclusivamente sobre la mecánica del gobierno, de los medios que pueden fortalecer al
estado, de las políticas susceptibles de aumentar su poder y de los errores que llevan a su decadencia y ruina.

La finalidad de la política es conservar y aumentar el poder político, y el patrón para juzgarla es el éxito en la
consecución de un propósito, que una política sea cruel o desleal o injusta es, para Maquiavelo, algo intrascendente.
Trata con frecuencia de las ventajas que la inmoralidad hábilmente utilizada, puede proporcionar a los fines de un
gobernante, y esto es lo que le ha dado mala reputación. Su obra se limita a abstraer la política de toda otra
consideración, sobre todo moral, y la concibe como un fin en sí misma y no como herramienta para modificar algo.

Cree que las virtudes cristianas producen servilismo de carácter y compara al cristianismo con las religiones antiguas.
Para él el gobernante está por encima de la moralidad, ya que por su posición no es necesario que observe tal
conducta ya que no es un ciudadano que debe aparecer como moral ante un grupo.

Sus teorías políticas no son desarrolladas en forma sistemática, sino en base a observaciones acerca de situaciones
determinadas, no tiene inclinaciones filosóficas ni pretensiones que vayan más allá de unas máximas útiles al
gobernante.

Todo lo que enuncia Maquiavelo sobre política práctica, parte del supuesto de que la naturaleza humana es
esencialmente egoísta, el gobierno se funda en la realidad, en la debilidad o necesidad del individuo, que es incapaz
de defenderse de la agresión de los otros, a menos que tenga de su lado el poder del estado.

A pesar de que está convencido de que no es posible ningún gobierno eficaz, salvo la monarquía absoluta, cree que
la república puede darse en algunos lugares como Suiza o Alemania, donde se ha mantenido una vida cívica vigorosa:
donde han decaído las virtudes necesarias del pueblo no hay posibilidad de restaurar ni de tener un gobierno
ordenado.

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Propone la figura del legislador omnipotente, pues cuando un estado ha caído en la corrupción no puede nunca
reformarse por sí mismo, sino que tiene que tomarla en sus manos un legislador que pueda restaurarla. Un
gobernante que quiere triunfar, tiene que crear, por puro genio político, un poder militar lo suficientemente fuerte
para ordenar las ciudades y pequeños principados, y producir un nuevo espíritu público y lealtad cívica.

El gobernante, como creador del estado, no sólo está fuera de la ley, sino que si la ley impone una moralidad,
también está fuera de ella, no hay otro patrón para juzgar sus actos sino el éxito de sus expedientes políticos para
ampliar y perpetuar el poder de su estado.

Si bien habla de un legislador omnipotente, piensa que el despotismo debe aplicarse sólo cuando se funda un nuevo
estado o cuando se trate de reconvertir un estado corrupto, este tipo de gobierno sólo es de aplicación excepcional
en estos casos, pero una vez fundado un estado o corregida la corrupción, sólo logra ser permanente si se permite
una cierta participación del pueblo en el gobierno y si el príncipe dirige los asuntos ordinarios del estado de acuerdo
a la ley y respetando debidamente la propiedad y los derechos de sus súbditos.

Adhiere a un gobierno popular al estilo de la república romana, cree que la conservación del estado, a diferencia de
lo que opina respecto de su fundación, depende de la excelencia de las leyes, ya que estas son la fuente de todas las
virtudes cívicas del ciudadano, aun en la monarquía la condición primera para un gobierno estable es que esté
regulado por la ley. Por ello subraya la necesidad de que haya remedios legales contra la ilegalidad y contra las
conductas ilegales de los políticos, con el empleo de la severidad sólo cuando sea necesaria, con moderación.

Se pronuncia a favor de una libertad general para proponer medidas encaminadas al bien público y de la libertad de
discusión, de manera tal que se pueda escuchar la opinión de ambas partes. Aprecia la Monarquía absoluta cuando
es necesaria, como el gobierno popular cuando es posible. No tiene un juicio valorativo alto de la aristocracia,
considera que es enemiga y que sus intereses son opuestos al soberano y a la clase media y que el gobierno
ordenado hace necesaria su supresión o extirpación.

EL ABSOLUTISMO. HOBBES.

Thomas Hobbes (inglés, 1588-1679) es considerado como uno de los principales filósofos políticos de la modernidad.
Fue influenciado por Maquiavelo, Aristóteles, René Descartes y Platón, entre otros.

De profusa producción literaria, en su obra El Leviatán sienta las bases de la teoría contractualista de gran influencia
posterior, es el gran tratado de filosofía política que el mundo barroco legó a la Ilustración y a toda la posteridad del
pensamiento político occidental.

A partir de Hobbes piensan y escriben Spinoza, Locke, Hume, Diderot, Rousseau, Kant, Hegel, Marx, Weber,
retomando sus argumentos para reconstruirlos. El pensamiento político y visión de Thomas Hobbes es singular y
sigue siendo notable en la política contemporánea, al concebir el argumento del Estado absoluto.

Si bien es considerado el teórico por excelencia del absolutismo político, en su pensamiento considera la legitimidad
representativa y popular del poder político (que puede ser revocado si no garantiza la protección de las personas),
los derechos del individuo, la igualdad de las personas, y el carácter convencional del estado que se distingue de la
sociedad civil.

Su época se caracteriza por una fuerte inestabilidad política y por la amenaza de la Armada Invencible: por eso
Hobbes menciona que cuando nació lo hizo con su hermano mellizo el miedo, y en eso refleja el temor de los
ingleses de su época por la inminente invasión española, que nunca prosperó.

Su principal inquietud es el problema del ORDEN SOCIAL Y POLÍTICO; cómo los seres humanos pueden vivir juntos
en paz y evitar el peligro y el temor de una guerra civil. Dar nuestra obediencia a un soberano irresponsable produce
que vivamos en un “estado de naturaleza” que se asemeja a la guerra civil.
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La metáfora del Leviatán expresa la necesidad de someterse a un fuerte poder para protegerse. Parte de la idea de
que el ser humano es fundamentalmente egoísta. Hace referencia al monstruo bíblico más temido para explicar y
justificar la existencia de un estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos.

El Leviatán es un ser temible que no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Según el antiguo testamento, se lo
relaciona con el mismísimo demonio que fue derrotado por dios para hacer prevalecer el bien sobre el mal.

Pero ¿dónde está la relación entre este monstruo y el estado según Hobbes?

Su libro, formado de cuatro partes, explica la relación entre el hombre y el Estado mediante un pacto consensuado
en la relación de poder entre mandado y mandatario.

El gobierno es una figura terrorífica pero necesaria que, para Hobbes, sirve para hacer que predomine una cierta paz
y orden, necesarias para que una civilización progrese y los individuos no amenacen ni sufran amenazas o ataques
por parte de otros individuos.

En Inglaterra cunde el malestar político y se multiplican las disputas entre las distintas facciones sectarias de la
reformada cristiandad. Desde 1629 no se ha vuelto a reunir el Parlamento inglés. Hay un absolutismo filo católico. La
reforma anglicana y la incorporación del Parlamento ponen en vilo al rey Carlos I (Estuardo). La revuelta escocesa de
1638, dispara un brote de guerra civil y multiplica la agitación política inglesa. Carlos I se ve obligado a convocar al
Parlamento en 1640. La gran controversia de la época entre Monárquicos (defensores de la monarquía absoluta) y
Parlamentarios (que reclamaban la soberanía compartida con el pueblo) produce la Guerra Civil inglesa que inicia en
1642; ésta conduce a la decapitación del rey Carlos I en 1648 bajo el gobierno de Oliver Cromwell, que dura hasta
1659.

CROMWELL, de extracción puritana y Parlamentarista, lucha contra la Monarquía, reclama compartir el poder e
imponer una república. Tras la victoria contra Carlos I, se proclama la abolición de la Monarquía, constituyéndose
Inglaterra en República. El nuevo gobierno legitimado por el parlamento, queda formado por un consejo de Estado
presidido por Oliver Cromwell, convertido en dictador o Lord Protector de la nueva República inglesa hasta su
muerte en 1659.

Hobbes, que se mantiene neutral en la controversia aunque defiende la soberanía del rey, afirma que ésta no
proviene de Dios, igualmente decide huir a Francia, previendo lo que ocurriría tiempo después. Establecido por un
tiempo en París, se reúne allí con varios realistas exilados, y en esa época escribe el Leviathan, obra en la cual
compara al estado a un monstruo bíblico (el Leviatán, 1651) creado bajo las presiones humanas y disuelto por la
guerra civil. (En 1640 publica “Elementos del derecho” y en 1646 el tratado “Del ciudadano”)

La obra tiene un impacto inmediato y produce aceptación y rechazo por igual, produciendo su alejamiento de los
realistas debido al fuerte espíritu secularista, que además enfurece a católicos franceses y a anglicanos ingleses por
igual, por lo cual se ve obligado a refugiarse en su país bajo la protección del gobierno revolucionario inglés.

Su antiguo alumno y nuevo Rey Carlos II quien restaura la monarquía en 1659, le concede una generosa pensión y lo
protege de los ataques del Parlamento que considera ateas a sus obras, lo que aterroriza al filósofo.

Carlos II mejora la relación con el Parlamento y bajo su reinado se forman los partidos Whig (liberal) y Tory
(conservador), como rey es menos restrictivo que sus predecesores y favorece las artes, amén de tener numerosos
hijos ilegítimos (lo que le vale el apodo de “Alegre Monarca”).

EL CONTRATO SOCIAL.

Hobbes señala muchos pensadores suponen que el hombre es un animal nacido con disposiciones naturales para
vivir en sociedad. “El hombre es un animal político dicen los griegos. Sobre esta base construyen su teoría política,
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como si esto fuera suficiente para mantener la paz social y gobernar a todo el género humano. Este axioma, dice
Hobbes, es falso y el error proviene de un examen superficial de la naturaleza humana”. (En tratado “Del
ciudadano”).

Los cuerpos políticos NO son el resultado del desarrollo de una supuesta y originaria “naturaleza política” del
hombre, sino de un trabajoso artificio racional. El carácter de los hombres es tal que, a menos que los obligue un
poder al que le teman, desconfiarán unos de otros y se temerán mutuamente. En permanente enfrentamiento de
unos contra otros, “La condición del hombre fuera del Estado -calificada como estado natural- no es otra cosa que la
guerra de todos contra todos”. En el tratado “Del ciudadano” ya habla de la contraposición que hay entre el estado
de naturaleza -en el que reina la libertad e igualdad natural de todos los hombres- y el Estado político de la sociedad
civil, bajo el poder del soberano con que el Estado somete a sus leyes a todos sus súbditos, que así se convierten en
civilizados ciudadanos.

“Fuera de la sociedad cada uno puede tener la libertad que quiera y ejercerla, pero los otros también tienen la
misma libertad y derecho, entonces dicha libertad y derecho son infructuosos, porque en ese caso los demás podrán
acceder a lo que quieran sin limitaciones…” Pero en el gobierno de un Estado bien establecido, cada particular no se
reserva más libertad de la que precisa para vivir cómodamente y no quita a los demás nada. Fuera del Estado los
hombres no tienen nada más que sus fuerzas para protegerse, “pero en el Estado tenemos el socorro de nuestros
conciudadanos”.

“Fuera de la sociedad civil reinan las pasiones, la guerra, la pobreza, el miedo, la soledad, la miseria, la barbarie…
pero en el orden del Estado la razón, la paz, la seguridad, la riqueza, la decencia,.... reinan por doquier”.

De la miserable condición originaria sólo se sale mediante el pacto social que produce el Estado. Esta idea que ya
esboza en 1642, alcanza pleno desarrollo en el Leviathan (1651). (La teoría del Contrato Social tiene antecedentes en
La República de Platón, en la cual Glaucón sugiere que la justicia es un pacto entre egoístas racionales; Epicuro
afirma que el concepto de justicia nace cuando los seres humanos establecen un pacto para no hacerse daño
mutuamente por su violencia innata ni para sufrirlo; también Cicerón se hace eco de las ideas platónicas).

En el Leviatán Hobbes destaca claramente el paso de la doctrina del derecho natural a la teoría del derecho como
contrato social: en estado de naturaleza los hombres libres viven bajo la permanente amenaza de la “guerra de
todos contra todos”, por ello el pueblo se somete al soberano para que este le garantice paz y seguridad.

“En el estado de naturaleza sólo hay violencia universal. La ausencia de todo derecho y ley. En la guerra de todos
contra todos, se da una consecuencia: NADA PUEDE SER INJUSTO. Donde no hay poder común, la ley no existe;
donde no hay ley no hay justicia. En la guerra, la fuerza y el fraude son virtudes cardinales”.

La teoría del contrato social es así un acuerdo social entre sus miembros en relación a sus deberes y derechos, al cual
se someten y admiten la necesaria existencia de una autoridad, de normas morales y leyes. El pacto social es una
hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social a partir del instinto de conservación.

El contrato social es un “arreglo” en el cual los hombres logran derechos a cambio de abandonar la libertad de la que
dispondrían en estado de naturaleza: esos derechos pueden ser cambiados en el tiempo si así lo desean, no son
inmutables ni naturales ya que se pactan libremente.

El Estado no es un “cuerpo natural” sino artificial: no es una producción espontánea de la naturaleza, sino una
histórica producción colectiva de los humanos. De esa manera si no existe una norma que regule la convivencia
entre los humanos, es necesario crear un orden artificial en el cual los hombres renuncian a ser naturalmente libres:
ello solo es posible con el ejercicio del poder absoluto del estado, que evita que los hombres vuelvan a ejercer su
libertad natural y que se enfrenten sin control. La razón debe evitar el descontrol de la ley natural ya que debe

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buscar la paz, el estado de naturaleza lleva a la guerra y el hombre debe esforzarse para obtener la paz: al aceptar
ese orden artificial hay una renuncia al derecho natural que marca la tradición cristiana.

LA CREACIÓN DEL LEVIATHAN

Hobbes dice: “Sin la espada los pactos no son sino palabras y carecen de fuerza”. La espada es el símbolo de la
soberanía política. El poder estatal es la última garantía del cumplimiento de la ley, el derecho y la justicia. El
acuerdo social de los hombres, dotados de palabra y razón, proviene sólo de pacto, lo cual implica el artificio. Pero
además del pacto debe existir algo capaz de hacer duradero su acuerdo, y esto es un poder común que los mantenga
en el temor y dirija sus acciones al beneficio común”, dice al fundamentar la creación del Leviathan.

El único modo de crear este poder común, capaz de defenderlos de las invasiones, guerras y las injurias de unos y
otros, es conferir todo el poder y fuerza a un hombre, o a una asamblea de hombres, que represente su persona; y
que cada uno considere como propia y se reconozca a sí mismo en esa persona y que cada uno se reconozca como
autor de la misma. Esto es más que consentimiento y concordia; es una verdadera unidad de todos en una idéntica
persona surgida por el pacto. Hecho esto, la multitud unida es una persona se llama República o Estado.

Esta es la generación de ese gran Leviatán o más bien de ese Dios mortal a quien debemos, bajo el Dios inmortal,
nuestra paz y defensa. Pues mediante esa autoridad, concedida por cada individuo particular en el Estado,
administra tanto poder y fuerza que por terror a ello resulta capacitado para formar las voluntades de todos en el
propósito para lograr la paz interior y la ayuda mutua contra los enemigos externos. En él consiste la esencia de la
República o Estado: “es una persona cuyos actos ha asumido como autora una gran multitud, por pactos mutuos de
unos con otros, a los fines de que pueda usar la fuerza y los medios de todos ellos, según considere oportuno, para
su paz y defensa común”. “Y el que carga con esa persona se denomina soberano, y se dice que posee poder
soberano; cualquier otro es su súbdito (Leviatán Capítulo XVII).

Así el Estado es el único garante de la supervivencia, por ello este contrato no es un simple acuerdo de voluntades,
detrás de ello está el terror a la propia muerte. Leviatán asegura la vida en la paz de sus propios súbditos, su
comportamiento se basa en el temor que infunde su poder omnímodo, imponiéndose así como ley.

El razonamiento de Hobbes es sumamente claro: la ley natural básica es la ley de la supervivencia, todo lo que tiene
vida tiene que supervivir. Cada hombre no condiciona sus impulsos naturales, tratará de sobrevivir a costa de los
demás. Este círculo vicioso, donde el fuerte se aprovecha del débil, sólo puede romperse constituyendo un poder
político absoluto.

LAS FORMAS DE GOBIERNO

Hobbes habla de las distintas formas que toma el Estado. Los diferentes estados varían según las personas que
detentan el poder soberano. De ahí la existencia de tres formas de gobierno. En una, el poder soberano pertenece a
una asamblea en que todo ciudadano tiene derecho a votar: democracia. En la otra, el poder soberano reside en una
asamblea en la que sólo una parte tiene derecho al voto: aristocracia. En la última, la soberanía está en manos de un
solo individuo: monarquía.

También hace mención de la oligarquía y tiranía y dice que son derivadas de las mismas formas de gobierno pero
“mal queridas”. Pues quienes están descontentos con la monarquía la llaman tiranía; y quienes están descontentos
con la aristocracia la llaman oligarquía. Así también, quienes están descontentos con la democracia, la denominan
anarquía.

Bajo las tres formas de gobierno, está el originario poder del pueblo en el momento de su fundación. Así la
democracia es el régimen popular por antonomasia, “cada ciudadano somete su voluntad en favor de la voluntad
mayoritaria, con tal que los demás hagan lo mismo”. La aristocracia también recibe su poder del pueblo, que es

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quien elige la asamblea de nobles y, por último, la monarquía también deriva su poder del pueblo, que transfiere el
poder soberano a un solo individuo.

Esta teoría del estado se aleja por completo del ideal de ciudadanía griega, de un estado que genera armonía con la
participación de todos en libertad en la vida política de la polis: con Hobbes el estado adquiere un rol coactivo y
estrictamente jurídico, es el remedio a la maldad humana y todos están obligados a obedecerle en función del bien
supremo que es su protección.

“El que se queja del daño de su soberano se queja de que el mismo es el autor, y por lo tanto no deber acusar a
nadie más que a sí mismo, ni a sí mismo de la injuria porque hacer daño a uno mismo es imposible”, ya que han
entregado su propio poder soberano a su protector el gobernante.

No hay separación de poderes para Hobbes, el soberano controla todos los poderes. Las penas por los delitos
cometidos deben ser proporcionales a la ofensa cometida: si la pena es inferior al crimen deja de ser castigo y pasa a
ser el precio de la ilegalidad y promueve el beneficio de la transgresión.

“La ambición y la codicia son, también, pasiones absorbentes y opresoras y, en cambio, la razón no siempre actúa
para resistirlas; por lo tanto en cuanto la esperanza de impunidad aparece, se manifiestan sus efectos”. En todo su
pensamiento la visión que tiene de la naturaleza humana es claramente negativa, no abriga falsas esperanzas, su
modelo de estado no es para potenciar los rasgos positivos del hombre, sino para limitar sus efectos negativos
derivados del egoísmo.

Sostiene que los seres humanos son puramente físicos y estás solo regidos por las leyes del universo, explica la
mente humana desde un punto de vista mecanicista: esta se mueve continuamente para alcanzar sus deseos, se
acerca a algo cuando lo desea y se aleja de las cosas que ponen en peligro su vida. Usando el mandato délfico
“Conócete a ti mismo” propone a los hombres que examinen su mente mediante la introspección.

TEORÍAS CONSTITUCIONALES. SMITH Y BACON.

La irrupción de las monarquías absolutas rompe el equilibrio del constitucionalismo medieval, en el cual la armonía
de poder entre el rey, al parlamento y los tribunales tiene una tradición inmemorial: cuando las tensiones se hacen
insostenibles, las guerras civiles son el efecto previsible y se producen con fuerza en Inglaterra.

La disputa entre el rey y el parlamento lleva a la ejecución del rey Carlos I y a una década de gobierno de Oliver
Cromwell sin monarquía: se genera la teoría constitucional inglesa de Sir Thomas Smith, quien sostiene que si bien el
rey es la máxima autoridad por la cual se hace todo, el parlamento es el más alto y absoluto poder en su rol de
tribunal superior. Cree que hay cosas que pueden hacer el rey sin el parlamento, y otras que tienen que hacerse en
el parlamento, conforme a la costumbre expresada en la constitución. Smith supone que entre ambos hay siempre
armonía y por eso el rey es la cabeza de todo el gobierno. No debe olvidarse la importancia que los ingleses daban al
common law (derecho anglosajón), según el cual los tribunales prestaban especial atención a sus propias sentencias
previas o de tribunales superiores sobre alguna temática, con la preeminencia de la jurisprudencia sobre la misma
ley (lo que aún sigue vigente en la justicia estadounidense).

Restaurada la monarquía, a posteriori la pretensión de poder absoluto del rey Jacobo I genera nuevas controversias,
las mismas se desarrollan acerca del equilibrio de poderes: Francis Bacon defiende una prerrogativa regia fuerte aun
sin ser partidario del absolutismo, mientras Sir Edward Coke apoya la limitación de la filosofía absolutista, sea para el
rey como para el parlamento pero con mayor autoridad parlamentaria.

Bacon propone al rey que anexe a Escocia e Irlanda para constituir una nación fuerte y unir al pueblo bajo una ola de
patriotismo: su ideal es el de un pueblo fuerte y belicoso, no sobrecargado de impuestos, sin gran concentración de
riqueza, con una nobleza no tan poderosa y un rey fuerte, ideales compartidos por los Tudor.

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Coke en cambio sostiene que los tribunales inferiores eruditos en cuestiones del Common Law son los únicos
adecuados para aplicar ese derecho al estar solo los jueces preparados para ello, a contramano de los tribunales
especiales creados por el rey: el common law contiene todo lo que hoy denominaríamos constitución, es decir la
estructura del gobierno y los derechos fundamentales de los súbditos, que Coke cree inalterables.

Finalmente a pesar de los esfuerzos de la dinastía Tudor, en Inglaterra la monarquía absoluta no logra consolidarse
como en Francia: los antiguos preceptos de los códigos bárbaros sajones con su fuerte derecho natural se hacen
presentes y se emprende un cruento camino hacia un modelo de monarquía constitucional.

LA TEORÍA DEL LIBERALISMO TEMPRANO. JOHN LOCKE.

LA INSTALACIÓN DE LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA INGLESA.

En 1685 asume el trono de Inglaterra y Escocia Jacobo II quien pretende restaurar el catolicismo y el absolutismo
monárquico: por ello es derrocado tres años después por la llamada Revolución Gloriosa.

A instancias del parlamento, que pretende conservar el protestantismo, no es sucedido por su hijo católico sino por
su hija mayor María II y su yerno el estatúder holandés Guillermo III de Orange, ambos protestantes. Este último era
considerado el campeón del protestantismo de Europa, luego de su larga lucha contra el rey Luis XIV de Francia, el
más poderoso monarca católico europeo. Los partidarios católicos de Jacobo II, denominados jacobitas, al ser
apartados de la sucesión lucharon muchos años sin éxito para restaurar su propia dinastía Estuardo.

El reinado de Guillermo marca el principio de la transición entre el gobierno personal de los Estuardo y el de tipo
parlamentario de los Hannover; la derrota jacobita implica en Inglaterra la definitiva instalación de la religión
protestante, de la monarquía parlamentaria, la definitiva perdida de importancia de la religión en los asuntos de
estado, y el definitivo ingreso ingles al secularismo. Filósofos como Halifax y Locke, puritanos en su vida personal,
enfrentan a las disputas teológicas con la más mortífera de las armas, la indiferencia, en una actitud racional y anti
dogmática.

HALIFAX.

Lord George Halifax (1633-1695), sabio de gran ironía y cultura, empírico y escéptico, sostiene que pocos principios
fundamentales, o ninguno, son aplicables al gobierno. Las leyes y constituciones no se hacen una sino mil veces y
acaban por significar lo que quienes las hacen y administran quieren que las mismas signifiquen.

Para él el common law de Coke es solo un ideal que se encuentra en las nubes, salvo cuando es puesto en marcha
por un tribunal, el derecho y el gobierno dependen en última instancia de la inteligencia y voluntad de quienes los
administran. O sea sostiene que el poder de desarrollo inherente a un pueblo, o el liderazgo necesario para salvar a
un país de la ruina, pueden llevar a cambiar la ley toda vez que sea necesario, en toda nación hay un bien supremo
que modifica la constitución cada vez que lo requiere el bien del pueblo.

La monarquía absoluta francesa no puede funcionar en Inglaterra porqué destruye el conveniente estado de
libertad en que deben vivir los hombres, ya que la tradición nacional inglesa del comercio es “la criatura de la
libertad”; tampoco puede funcionar la república que fracasó con Cromwell al degenerar en tiranía; por ello propone
una monarquía mixta, un gobierno constitucional compartido entre monarquía y parlamento.

Define brillantemente su postura parlamentarista con la frase: “quitamos a la una el poder demasiado grande de
hacer daño, dejándole sin embargo el necesario para gobernarnos y protegernos; quitamos de la otra la confusión, la
igualdad absoluta, las animosidades y la licencia, reservando sin embargo una debida preocupación por la libertad
que pueda ser compatible con la lealtad política”.

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Su temperamento conciliador, su buena disposición para juzgar la realidad con criterios de utilidad, presagia el
utilitarismo ético del siglo XVIII que madura a posteriori con Bentham y Mill; su crítica a los “principios
fundamentales” junto al ataque de Locke a las ideas innatas, se anticipa a Hume.

Hay otras frases que lo han hecho famoso por su fina ironía:

- No se ahorca a un hombre por haber robado un caballo, sino para que los caballos no sean robados;
- Dichosos aquellos que llegan a estar persuadidos de la opinión general;
- La esperanza es en general un mal guía, pero es una muy buena compañera de viaje;
- El mejor partido político no es otra cosa que una especie de conspiración contra el resto del país;
- Un hombre que llamase a todas las cosas por su nombre, apenas podrían transitar por las calles sin ser
derribado como un enemigo público.

JOHN LOCKE.

John Locke (1632-1704) fue un filósofo y medico inglés, y es considerado como uno de los más influyentes
pensadores del empirismo inglés y como el padre del liberalismo clásico. Influido por Bacon, sus aportes al
contractualismo y a la epistemología (rama de la filosofía que estudia el conocimiento) influyeron en Voltaire,
Rousseau y los revolucionarios estadounidenses. Su teoría liberal es poderosa y se refleja en la Declaración de
Independencia de los estados Unidos y la Declaración de Derechos de 1689.

PENSAMIENTO.

Su teoría de la mente, su definición del YO como una continuidad de la conciencia, propone que al nacer el ser
humano la mente es una tabula rasa o pizarra en blanco, nacemos sin ideas innatas y el conocimiento solo se
adquiere a través de la experiencia derivada de la experiencia sensorial (empirismo), diferenciándose de Descartes
que asigna a la razón innata y al método científico el rol más importante. El pensamiento de Locke tiene una enorme
influencia en Hume, Rousseau y Kant.

Su análisis psicológico de la naturaleza humana reza que el conocimiento y la conducta humana se explican por los
sentidos y que las normas de conducta derivan de la validez de las generalizaciones basadas en la experiencia: por
ello sus seguidores desarrollan una teoría de la conducta expuesta en términos de dolor y placer, en la cual el
primero actúa como fuerza de repulsión y el segundo de atracción, con una teoría del valor que establece como fin
socialmente valioso de conducta a la mayor suma neta de placeres, una vez deducidos los dolores como negativos.

Su creencia en Dios es cercana a la concepción del gran relojero, es imposible que la nada pueda producir el ser, o
sea los designios divinos solo se pueden conocer a través de las leyes naturales. Cuando se observa un reloj, nadie
que no esté loco puede pensar que este es consecuencia del azar: así pues si uno observa al cuerpo humano que es
mucho más complejo que un reloj, nadie puede negar que este es el producto de un artesano sumamente hábil y
poderoso que lo concibió, o sea nadie puede dudar que somos criaturas de Dios, en un planteo claramente
teleológico.

Aun así la religión es un asunto estrictamente individual que no afecta las relaciones humanas, el hombre se libera
de la dependencia religiosa y de las imposiciones eclesiásticas, la autoridad política no refleja un estado cristiano.
Considera la ley natural como un decreto divino que impone una armonía general mediante la disposición mental
(reverencia, temor de Dios, afecto filial natural, amor al prójimo), concretada en acciones prohibidas (robar, matar,
violación de libertad ajena), que favorecen la convivencia.

Locke al atacar las ideas innatas sostiene que la razón es capaz de percibir “acuerdos y desacuerdos” entre algunas
ideas, y que por ende su teoría política se apoya en las verdades evidentes de ciencias como la ética; su filosofía

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social produce el curioso resultado de ser muy tolerante al defender la libertad religiosa, y muy dogmática al
defender los derechos de propiedad.

AN ESSAY CONCERNING HUMAN UNDERSTANDING.

En su obra principal, Un Ensayo sobre el Entendimiento Humano (1666), se propone realizar una obra “moralmente
útil”, y en la misma insiste en la necesidad de evitar consideraciones a priori, no existen conocimientos innatos y solo
debe considerarse la experiencia, solo la sensación permite la comprensión y la verdad solo pertenece al discurso.

Si bien en sus obras están presentes las restricciones morales al poder, la responsabilidad de los gobernantes con las
comunidades y la subordinación del gobierno al derecho, todas ellas arraigadas en el antiguo pensamiento político
medieval, Locke no es tradicionalista, la medida de su genio y de sus numerosas contradicciones consiste en fusionar
con gran sentido común las ideas del pasado con las de su época. Quizás sus escritos carezcan de cierta profundidad
y pequen de excesivo sentido común, pero su simpleza y honestidad los hacen accesibles a todos y de allí su enorme
difusión e influencia.

Para instalar el ideal de gobierno constitucional debía refutar al absolutismo de Hobbes al oponerse entre sí dos
modelos de estado:

- el primero en el cual el gobierno existe para el bienestar de la nación, surge de la cooperación de sus
miembros, las instituciones realizan un trabajo socialmente útil, se basa en la costumbre y su poder es limitado por
las convenciones constitucionales inherentes a su historia y en la ley natural;
- el segundo en el cual el gobierno y la comunidad son una pura ficción, la cooperación utilitarista entre sus
miembros es por las ventajas que esta conlleva, se sostiene en términos egoístas de satisfacción del individuo, busca
en el gobierno seguridad contra semejantes igualmente egoístas que persiguen el mayor bien privado que sea
compatible con el mantenimiento de la paz, y es solo posible por el poder absoluto del soberano tal como sostiene
Hobbes.

Locke termina adoptando pragmáticamente partes de cada postura: apoya la revolución de 1688 con sus ideales
constitucionales que derroca a Jacobo II, pero no rechaza una teoría de la sociedad expuesta en términos de
intereses individuales; en eso se acerca a Hobbes, aunque difiere en la idea de la guerra de todos contra todos.
Locke sostiene que el estado de naturaleza es de paz, buena voluntad, asistencia mutua y conservación, y solo
requiere del derecho positivo para tener una organización de magistrados y normas que pongan en práctica las leyes
y sus penas.
Sin embargo parece contradecirse con su discutido planteo sobre la propiedad privada: se aparta del concepto
medieval que la propiedad “común” es más natural de la privada, y del concepto del derecho romano de apropiación
y regulación de la misma.
Locke sostiene que la propiedad privada se legitima cuando se “mezcla” con el trabajo del cuerpo del hombre;
en esto quizás es influido por la actividad de los colonos en América que se apropian gratuitamente de grandes
extensiones de tierras, y en la superior productividad de la agricultura privada en comparación con el sistema
comunal de cultivos.
O sea la propiedad privada surge porque el hombre extiende en su trabajo a su propia personalidad, esta se
convierte en parte de él merced a su esfuerzo y creatividad; la utilidad y valor de la propiedad surge del trabajo
puesto en ella, de otra manera no adquiere valor alguno (analizado en términos actuales ¿las riquezas naturales
de un pueblo pertenecen a este o a quienes las explotan generando riqueza y valor agregado? o ¿de que sirve
“respetar” los recursos naturales de una comunidad si esta no los aprovecha y no generan bienestar?).
Considera así a la propiedad privada como parte del derecho natural, que surge como un pacto expreso entre
los hombres y previo a la sociedad misma; el hombre la introduce en la sociedad del mismo modo que la energía
de su cuerpo, y la sociedad debe por ello garantizar su existencia.

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Si bien Locke defiende otros derechos naturales como la libertad, vida y posesiones (estate), emplea con mayor
frecuencia la palabra “propiedad” (property), derecho que examina extensamente como un atributo nacido de
manera indisoluble con el individuo y la existencia de la sociedad se justifica para protegerlo.
Por lo que se refiere a las consecuencias sociales y políticas, esta teoría y su interpretación de la naturaleza
humana son tan egoístas como la de Hobbes: si bien se expresa en términos de placer o dolor y no de preservación
de la especie, ambas teorías ligan a la teoría social la presunción de que el egoísmo es claro y vigoroso y el interés
público es débil, difuso y sin mayor importancia.
El efecto de esta teoría quizás sea más insidioso que el de Hobbes, ya que si bien no ataca e incluso aparenta
defender las resonancias emocionales y las coacciones religiosas del antiguo derecho natural, por otra parte instala y
legitima un cuerpo de derechos individuales innatos, inviolables, que son preexistentes al bien común de la sociedad,
que limitan la interferencia de la sociedad en la libertad y propiedad de las personas, o sea apoya el extremo
individualismo material sustentado en el esfuerzo individual.
El debate que se origina es siempre vigente y sin resolución cierta: ¿debe privilegiarse el esfuerzo individual y el
“éxito” que genera riqueza y trabajo, por encima de la solidaridad humana? ¿la propiedad privada fruto de la
creatividad y el esfuerzo es moralmente superior al bien común de la sociedad, o viceversa? ¿en que medida el éxito
económico es solo fruto del esfuerzo, y no deriva de la condición social, del azar, o de la injusticia? ¿el gobierno debe
intervenir para morigerar los excesos en la acumulación de la propiedad privada y la herencia? ¿si se prioriza la
solidaridad y la propiedad común, no se termina desalentando el esfuerzo personal? ¿Cómo podemos equilibrar a la
propiedad privada en su rol concomitante de progreso e inequidad social?
Es notoria la contradicción existente en Locke en tratar de conciliar el derecho natural con este concepto de
propiedad privada ligada al esfuerzo, como afirma a posteriori Thomas Jefferson esta postura tiene que sostenerse
como evidente por sí misma, ya que es difícil defender su existencia previa y su razonabilidad social.
Debido a ello el modelo de contrato social de Locke es débil y contradictorio, supone sin fundamentos que se basa
en el consentimiento de las mayorías y que estas no pueden ser tiránicas, es más bien una ficción: pretende conciliar
el derecho natural con un concepto descarnado de propiedad privada, que acaba desvirtuando al supuesto equilibrio
del sistema parlamentario constitucional que dice apoyar.
Locke supone que el poder legislativo no puede ser nunca arbitrario, el pueblo puede modificarlo si traiciona la
confianza depositada en él, y para la seguridad de las mayorías es necesario que el poder legislativo y ejecutivo no
estén concentrados en las mismas manos: toda la postura parlamentarista de Locke refleja el tiempo histórico de
conflicto entre rey y parlamento.
Aun así se diferencia de teorías posteriores al afirmar que una vez que el pueblo ha concedido ese poder a los
gobernantes, se priva de su propio poder hasta tanto el gobierno sea fiel a sus deberes, y no debe atarle las manos.
Esta postura varía sensiblemente a posteriori con Rousseau que la interpreta como una limitación arbitraria: Locke
es el más conservador de los revolucionarios y en el fondo nunca cuestiona seriamente a la institución regia, lo que
es recogido a posteriori por Edmund Burke en su teoría del conservadurismo moderno.
El pensamiento de Locke no deja de ser el producto de la Guerra Civil, es un esfuerzo encaminado a combinar el
pasado con el presente con un núcleo de acuerdo entre gente razonable.
Su visión general se sustenta en:
 la defensa de la libertad individual contra la opresión política;
 la sociedad basada en el consentimiento tácito de la mayoría, que debe ser garante de los derechos
individuales;
 el gobierno como garante de la sociedad, como esta lo es de los individuos;
 la libertad y la propiedad como derechos inviolables del individuo;
 el gobierno como factor de equilibrio entre los intereses del reino, corona, aristocracia terrateniente y
corporaciones;
 el poder legislativo con más peso que el ejecutivo.

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Pero Locke no se desvía de la idea principal: la sociedad inglesa y el gobierno inglés son dos cosas distintas. El
segundo existe para procurar el bienestar de la primera, y un gobierno que perjudica los intereses sociales puede ser
justamente cambiado, se transforma en un agresor y un tirano; compara un gobierno injusto a un invasor externo
que no puede establecer un derecho que vulnere la libertad y propiedad de los conquistados, por ello un gobierno
injusto es invasor en su propia tierra.
La fuerza no tiene validez moral, el orden moral debe ser permanente y se perpetúa a sí mismo merced a gobiernos
que son factores del mismo, para Locke la ley natural adquiere el mismo sentido de Séneca, Cicerón y la Edad Media,
pero imbuida de un sentido utilitario.

INFLUENCIAS POSTERIORES DE LOCKE: HUME, FRANCIA.


La influencia de Locke se hace sentir a posteriori en Francia y Estados Unidos de América: su sinceridad, su
moderación, su claridad literaria, su profunda convicción moral, su auténtica creencia en los derechos humanos, en
la libertad y dignidad de la naturaleza humana, su defensa al derecho de resistencia al poder absoluto, al disfrute de
la propiedad privada surgida libremente del esfuerzo individual, lo transforman en el portavoz ideal de la revolución
de la clase media, en el propagador de la reforma liberal no violenta.
Sus ideas son la culminación del asombroso medio siglo de filosofía política creadora surgida a raíz de las guerras
civiles inglesas: a posteriori sigue una época de rasgo conservador de los logros obtenidos, aunque Inglaterra
continúa siendo en comparación con el resto de Europa el país que ofrece más libertad civil y política a las clases
que tengan alguna conciencia política.
El aporte de Locke a la explicación de la conducta humana con la búsqueda del placer y el rechazo del dolor como
sus únicos motivos, y su reemplazo del patrón racional del bien intrínseco, lleva a posteriori al escocés David Hume
(1711-1776) a llevar ese planteo hasta sus últimas consecuencias, permitiendo prescindir por completo de la teoría
del derecho natural.
Hume sostiene que una acción es razonable solo si sirve para alcanzar los propios deseos, la razón no tiene un papel
importante para motivar o desalentar la conducta, no es más que una calculadora de conceptos y experiencia y no
establece que deseos y metas sean razonables. Niega la existencia de la “razón práctica” y la posibilidad de la
fundamentación racional de la ética, el objeto de la moral no es susceptible del acuerdo entre las ideas verdaderas o
no.
En Francia el absolutismo de Luis XIV, con sus fracasos militares, sus persecuciones a los protestantes, sus
desigualdades impositivas, sus restricciones opresivas al comercio, lleva al país a la quiebra: la decadencia del
gobierno absoluto empieza a ser evidente y reaviva el interés por las teorías políticas y sociales, lo que se intensifica
entre 1750 y la Revolución Francesa de 1789.
Se busca como paliativo el rescate de las antiguas instituciones que el absolutismo había aplastado, los gobiernos y
parlamentos locales, los estados generales, la nobleza: más el absolutismo ha dejado a Francia sin constitución y ese
proceso carece de fundamentos propios.
Hace falta una teoría paliativa a ese déficit ideológico, y las ideas de Locke son tomadas como modelo para la
Ilustración Francesa con Voltaire y Montesquieu, pero con rasgos propios y distintivos.
De hecho la concepción de los derechos personales en Francia no tiene la exactitud inglesa, que hace de los
gobiernos locales ingleses una escuela de política; en Francia se conciben bajo un gobierno autoritario en el cual los
actos de gobierno son secretos y no se discuten en público.
Por ello las ideas francesas de modernización política carecen de sistematicidad, pierden precisión al buscar ser
brillantes para la burguesía educada, con ideas vagas pero familiares, propagandísticas. Francia carece del common
law inglés, la monarquía absoluta no ha unificado los 360 códigos locales pre existentes de leyes, y esa tarea la
concreta Napoleón Bonaparte recién a inicios del siglo XIX.

FINALMENTE LA MODERNIZACIÓN DE LA MONARQUÍA MEDIANTE EL MODELO CONSTITUCIONAL INGLÉS EN


DETRIMENTO DEL ABSOLUTISMO, SUSTENTADA CON CLARIDAD POR LOCKE, PREPARA EL TERRENO PARA EL
ILUMINISMO Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA.
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